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Fichas de cátedra

SOCIEDADES DEL CERCANO ORIENTE

Equipo de cátedra
FEDERICO LUCIANI | LETICIA ROVIRA
SOCIEDADES DEL CERCANO ORIENTE

Fichas de cátedra sobre la historia egipcia y mesopotámica

Fichas 1 a 12 traducciones a partir de:


VAN DE MIEROOP, M. (2011). A History of Ancient Egypt. Malden: Wiley-Blackwell.
VAN DE MIEROOP, M. (2007). A History of the Ancient Near East. Malden: Wiley-Blackwell.

¿Cómo se construyó la Gran Pirámide? 1


La pirámide de Khufu en Giza es una maravilla del mundo antiguo todavía en pie y su
tamaño masivo no deja de asombrar. Muchos de los bloques usados son tan grandes -
pesando hasta 16 toneladas- que todos los visitantes se preguntan cómo los antiguos
egipcios fueron capaces de transportarlos y levantarlos hasta su lugar, alcanzando una
altura de 146 metros en la cima. Los antiguos especularon sobre esto. En el siglo V antes
de Cristo, Heródoto dijo que los constructores usaron mecanismos de elevación de madera
pero sin dar detalles. El historiador del siglo I Diodoro dijo que se habían usado rampas
porque los egipcios no conocían las grúas cuando las pirámides fueron construidas (cf.
Verner 2001: 82). Los académicos modernos y los amateurs siguen publicando
explicaciones, regularmente atrayendo la atención popular porque el tema es atrapante.
Dejando de lado sugerencias de fuerzas extraterrestres, estas explicaciones varían desde
darle el crédito a los egipcios de conocimientos que ahora se perdieron o son muy raros -
como por ejemplo el poder de la levitación sónica (Lawton & Ogilvie-Herald 1999: 220)-
hasta teorías basadas en cuidadosas investigaciones de la planicie de Giza y sus restos
arqueológicos no monumentales. En las décadas pasadas esta investigación produjo
resultados impresionantes que apoyan la idea de que se usaron rampas. Los arqueólogos
encontraron grandes cantidades de lasca y argamasa, que probablemente son los restos
de estas las rampas (C. Smith 2004: 150-77) Todavía hay académicos que sostienen que
los bloques fueron levantados, con artefactos como poleas (cf. Verner 2001: 82-93), tanto
solas o en combinación con rampas (Lauer 1989), pero el enorme peso de los bloques
interiores hacen que esto sea poco probable. Quizás sólo se usaron para la capa exterior
de caliza de Turah (Vercutter 1992: 276).
Es muy probable que personas, quizás asistidos por bueyes, arrastraron las piedras
en trineos que se deslizaban por rampas cubiertas con una mezcla de lasca, yeso y barro
del Nilo para reducir la fricción (Bard 2008: 140). Algunos dicen que se agregaba aceite a

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la mezcla aunque es posible preguntarse cómo las personas que empujaban no perdían su
punto de apoyo y resbalaban. Diferentes tipos de rampas pudieron haber sido construidas
y también más de una en el mismo proyecto. Podrían haber sido largas y derechas,
espiraladas alrededor de la pirámide o zigzaguear hacia arriba. Podrían haber estado
completamente en el exterior o parcialmente en el interior de la masa de la pirámide
(Arnold 1991: 98-101; Lehner 1997: 215-17). Dado que el interior de cada pirámide
contenía escalones, es posible que cada nivel haya sido usado como un intervalo en las
rampas. La mayoría de los académicos parece estar de acuerdo en que las rampas no
habrían sido derechas porque hubieran cubierto una enorme superficie, no disponible en la
planicie de Giza, pero otros objetan que una rampa espiralada necesitaba estrecharse a
medida que las capas de la pirámide se volvían más pequeñas y se hubiera vuelto inútil en
la cima. Una sugerencia de que las pirámides no fueron construidas con bloques cortados
directamente de la piedra sino con concreto volcado en moldes tiene muy poco apoyo entre
los egiptólogos.
Aún quedan por descubrir otras cuestiones logísticas. Una de ellas es la cantidad y
origen de los trabajadores. No se trataba de esclavos, como Cecil B. DeMille los mostró en
Los Diez Mandamientos. Una fuerza de trabajo poco predispuesta equipada con
herramientas de cobre y piedra podría no ser controlada por soldados cuyas armas eran
básicamente mismo tipo. No es que no había suficientes prisioneros de guerra, como unos
sugieren, sino que emplearlos era imposible. Los trabajadores eran egipcios que
trabajaban voluntariamente, probablemente cuando no tenían que trabajar en los campos.
La principal fuerza de trabajo provino de dos equipos de 2.000 hombres cada uno,
asistidos por otros que construyeron las ramblas, cocinaron, fabricaron herramientas, etc. y
supervisados por arquitectos. La fuerza de trabajo total en un momento dado era
probablemente entre 20.000 y 25.000 personas.

¿Quiénes eran los hicsos? 2

El relato de Flavio Josefo sobre la llegada de los hicsos en Egipto es muy explícito:
conquistaron el país y maltrataron a sus habitantes. Además, el nombre hicsos claramente
indica que eran extranjeros y la cuestión que se presenta lógicamente es: ¿de dónde
provienen? En un primer momento los académicos tomaban este relato de manera literal y
veían la cuestión en el contexto de grandes movimientos de población que supuestamente
tuvieron lugar en el Cercano Oriente desde el siglo XIX al siglo XVI antes de Cristo. Los
historiadores de principios del siglo XX pensaron que un pueblo con un origen ario había
invadido Anatolia y el norte de Siria en ese momento. Los que se asentaron en Siria del

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norte eran los así llamados hurritas, el pueblo que creó el reino de Mitanni allí. Esta gente
habría alcanzado Egipto durante su migración y algunos académicos pensaron que habrían
creado un imperio que se extendía desde el Éufrates al Nilo. Otros en cambio vieron un
control territorial más limitado pero claramente un origen hurrita para los hicsos.
Pero tanto las conexiones de los hurritas con los arios y con los hicsos eran
dudosas debido a la falta de evidencia tanto lingüística como arqueológica y entonces los
historiadores comenzaron a mirar y a buscar otros orígenes para los hicsos. Algunos
cambiaron su opinión de hurritas a invasores del mar, provenientes de Chipre y del sur de
Anatolia, que querían el control del comercio egipcio con el Levante. Más común es la idea
de que pueblos semíticos occidentales con un estado fuerte en Palestina se aprovecharon
de la debilidad interna de Egipto para invadir.
Los Textos de Execración de la dinastía XIII contradicen la idea de que Palestina
estaba políticamente unificada. Tampoco hay evidencia más allá de Manetón y Flavio
Josefo de que se trató de una conquista, mientras que la arqueología de Avaris muestra un
crecimiento gradual de la influencia asiática occidental en el Delta. Por lo tanto, muchos
estudiosos ahora piensan que los descendientes de inmigrantes del Levante que
comenzaron a llegar a Egipto durante el Reino Medio adquirieron influencia política. Varios
nombres reales de las dinastías XIII y XIV son semítico occidentales. Muchos consideran
que la dinastía hicsa (la XV en la lista de Manetón) deriva del mismo fondo y que habría
tomado el poder a lo largo de un amplio territorio alrededor de 1650 a.C. No obstante,
algunos dudan de las raíces levantinas y señalan que se preservaron muy pocos nombres
como para determinar el origen del rey. A pesar de esto, la evidencia arqueológica parece
bastante convincente.
¿Cuán lejos llegó el reino de los hicsos en Asia? Los relatos de la dinastía XVIII
mencionan a Shahuren en Palestina del Sur como el último bastión de los hicsos.
Posiblemente la región entera a lo largo de la costa desde Egipto Oriental al norte de Israel
estaba unificada con vasallos dependientes tierra adentro. Lamentablemente, tenemos
muy poca evidencia de reyes de la dinastía XV en esa región.
¿Por qué los hicsos se provocaron tanta pasión y opiniones diversas? La conexión
que se proponía antiguamente con los arios encajaba con los sueños europeos de una
supremacía indoeuropea que ahora no reviste ningún crédito. El interés continuo parece
debido a las supuestas asociaciones bíblicas que ya habían inspirado a Sir Isaac Newton
en el siglo XVIII. Muchos estudiosos de la Biblia todavía ven la historia de Flavio Josefo y
sus hermanos entrando en Egipto como un reflejo de los hicsos. Esto lleva por supuesto a
la cuestión acerca del Éxodo, el cual Flavio Josefo ya había conectado con su propia
expulsión de Egipto.

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Los pueblos del Mar 3

Un factor en el declive del Reino Nuevo egipcio que ha recibido una atención
desproporcionada en la egiptología y más allá es el rol de los Pueblos del Mar, un grupo de
atacantes identificados en las inscripciones de Merneptah y Ramsés III como “los países
del mar”. El término solo aparece en los textos egipcios pero las personas y sus acciones
se relacionan casi universalmente con los contratiempos que azotaron el Mediterráneo
Oriental al final de la Edad del Bronce. Estos pueblos pueden haber sido un catalizador de
los cambios fundamentales que ocurrieron en la región alrededor del 1200 antes de Cristo
y que llevaron a un nuevo orden mundial en el primer milenio, en el cual los antiguos
griegos, judíos e israelitas, es decir los ancestros de pueblos occidentales, se volvieron
prominentes. Los clasicistas, los estudiosos de la Biblia, los egiptólogos y otros han
investigado estos pueblos de mar en gran detalle. La base documental sobre la que
podemos trabajar es muy limitada aunque es muy notoria en la especificidad con la cual
menciona y describe a los miembros de los pueblos del mar. En los relieves, los guerreros
usan unos tocados particulares (gorros con plumas, coronas con cuernos, etc.) y usan un
tipo de arma distintiva. Las inscripciones proveen listas explícitas de nombres propios.
Merneptah dice que peleó contra los Sherden, Lukka, Ekwesh, Teresh y Shekelesh;
mientras que 25 años después Ramsés III repite los nombres Shekelesh, Sherden, Teresh
y elimina los otros dos pero agrega Tjeker, Denen, Peleset y Weshesh. Dado que los
conocemos solamente a partir de la escritura egipcia que no indican las vocales, otras
lecturas pueden aparecer en los textos académicos: Shardana, Denyen, etcétera. A partir
del momento del desciframiento de los jeroglíficos, las similitudes entre los nombres de los
pueblos del mar con otros pueblos fueron rápidamente advertidas. Ya Champollion
relacionó los Peleset con los filisteos bíblicos (1836). En 1867, apareció el primer intento
de conectar los pueblos del mar como grupo a poblaciones más tardías del mar
Mediterráneo: misios, licios, dardáneos, aqueos, tirrenos, sicilios y sardos. Este ejercicio de
asimilación se ha continuado hasta el día de hoy y busca encontrar tanto los lugares de
origen como de destino de estos grupos. Por ejemplo, el nombre Denen suena como los
danuna mencionados en una carta de el Amarna así como en una inscripción tardía del
primer milenio proveniente del norte de Siria. Los danuna parecen residir en la costa
mediterránea del sur de Turquía y todavía hoy en día existe una ciudad llamada Adana allí.
El nombre de Denen también suena como el término griego Danaoi, usado por Homero y
por otros poetas griegos para identificar a “los griegos”. Pero el nombre también suena
como la tribu bíblica de Dan. La búsqueda de los orígenes de los pueblos del mar y sus
destinos no se aquieta a pesar de que muchos estudiosos se han vuelto cada vez más

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escépticos acerca de este ejercicio; aunque la identificación de los peleset con la más
tardía Palestina parece muy difícil de olvidar. Un estudio reciente nos compele a olvidar
estas asociaciones mientras que otro señala la debilidad metodológica en las
investigaciones hasta el presente.
Nos podemos preguntar por qué los pueblos del mar han generado tanta pasión.
Muchos consideran que son indoeuropeos del Mediterráneo del norte -a pesar de que la
información egipcia de que estaban circuncidados causa mucha extrañez en este aspecto-
y la idea de que eran fueron agentes de cambios cruciales al final de del Bronce tuvo un
gran atractivo en los círculos imperialistas europeos del siglo XIX y XX d.C.e Cristo. Por qué
todavía aparecen en cada libro de texto sobre la historia mundial tiene aún que ser
explicado.

El uso de la cerámica en la investigación arqueológica 4

Los restos de cerámica son una herramienta importante y fundamental para los
arqueólogos. La alfarería es ubicua en el registro arqueológico, las esquirlas son
prácticamente indestructible y los estilos de decoraciones así como también las formas de
los recipientes cambian relativamente rápido a lo largo del tiempo, indicando el gusto de
distintos grupos de personas. Así como en nuestros días la forma y decoración de las
botellas de gaseosa cambian a lo largo del tiempo y nos permiten datar una fotografía a
partir de la forma de la botella, del mismo modo los diferentes estilos de los recipientes en
la antigüedad pueden ser usados como una manera de datas los sitios y los niveles
arqueológicos dentro del mismo. Consecuentemente las culturas prehistóricas a menudo
se denominan por el tipo de alfarería que las representa: Hassuna, Samarra, Obeid y otras.
Muchos estilos fueron en primer lugar identificados en los sitios con esos nombres. Cuando
varios conjuntos cerámicos se encuentran en una secuencia estratigráfica, entonces
podemos establecer su cronología relativa. Todos los tells del Cercano Oriente están
cubiertos con esquirlas de recipientes que representan los periodos de ocupación. De este
modo incluso sin una excavación, el arqueólogo puede determinar cuándo un sitio fue
habitado a partir de los restos cerámicos.

Las lenguas del Cercano Oriente antiguo 5


El cercano Oriente siempre albergó a personas hablantes de varias lenguas
viviendo codo a codo. No todas ellas encontraron un modo de ser puestas por escritos e
incluso a veces sólo los nombres de las personas nos dan una idea de que lengua

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hablaban. Todas las lenguas pudieron ser escritas en cuneiforme, que fue siempre el
sistema de escritura dominante en la región hasta los últimos siglos del primer milenio
antes de Cristo. En ese momento, la escritura alfabética comenzó a ser usada a lo largo de
todo el cercano Oriente y lentamente suplanto al cuneiforme.
Los idiomas que más se escribían en Mesopotamia eran el sumerio y el acadio. El
primero es una lengua sin ningún cognado conocido y con una gramática y un vocabulario
muy distintivos. Fue hablado a lo largo del tercer milenio en el sur de la Mesopotamia. Muy
temprano en el segundo milenio solamente era usado por burócratas y el personal de
culto. La fecha de su desaparición como una lengua hablada todavía permanece en las
sombras. El acadio en cambio era una lengua semítica relacionada con el hebreo, el árabe
y muchas otras lenguas del cercano Oriente pero con una estructura gramatical un poco
diferente. Su sistema verbal lo clasifica como una lengua semítica oriental mientras que las
otras mencionadas son semíticas occidentales. El acadio fue escrito y hablado desde
mediados del tercer milenio hasta el tardío primer milenio a lo largo de una región
geográfica muy amplia. Había dos dialectos principales: asirio en el norte de la
Mesopotamia y babilónico en el sur. Ambos dialectos muestran variaciones léxicas y
gramaticales a largo del tiempo y de acuerdo a los géneros. Generalmente se usan los
términos Paleo, Medio y Neo babilónico o asirio para las fases cronológicas y Babilónico
Standard para referirse a un dialecto literario que aparece tanto en el sur como en el norte.
Las versiones más tempranas del acadio que fueron usadas antes del segundo milenio se
denominan Paleo acadio, es decir se usa para denominar a los dialectos que aparecen en
los textos de Akkad y de Ur III. Los rastros de una lengua semítica encontrada en los textos
anteriores a estos periodos son más difíciles de identificar y se usa a veces el término
protoacadio para referirse a ellos. El dialecto babilónico era la lengua de la cultura y la
diplomacia a lo largo del cercano Oriente durante la segunda mitad del segundo milenio.
Se usaba para la escritura desde Anatolia a Egipto, desde el Levante a los Montes Zagros,
siempre teniendo como soporte el cuneiforme escrito sobre tablillas de arcilla. Se podía
usar junto con una lengua nativa como el ugarítico, una lengua semítica occidental con un
alfabeto qué se usaba en Siria occidental.
A mediados del tercer milenio, otros dialectos semíticos fueron registrados en
escritura cuneiforme. El más conocido entre estos proviene de Ebla. Esta lengua muestra
afinidades gramaticales con las lenguas semíticas pero también pero también con lo que
se hablaba en Babilonia en ese momento. Una lengua semítico occidental muy común
hablada en el segundo milenio temprano era el amorreo, que se atestigua desde Siria
occidental a Babilonia del Sur. Sin embargo, no se han preservado textos completamente
escritos en esta lengua y su principal fuente de conocimiento son los nombres propios. Lo
mismo sucede para el arameo en el primer milenio que tuvo una difusión muy amplia. Esta

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lengua se escribía principalmente con una escritura alfabética sobre materiales perennes y
se conocen muy pocos textos. Existen muy pocos textos arameos escritos en cuneiforme.
Durante el segundo milenio, los hititas de Anatolia central usaban una amplia
variedad de lenguas, varias de las cuales se escribían en cuneiforme. Estas incluyen el
hitita, una lengua indoeuropea y el hurrita, lingüísticamente relacionados solamente con el
urarteo, una lengua usada en el primer milenio en Anatolia oriental. El hurrita se empleó en
el norte de Siria desde mediados del tercer milenio en adelante y fue muy importante en
esa área hasta el segundo milenio tardío, pero se preservaron muy pocos textos escritos.
Finalmente el elamita se escribió desde el tercero hasta el primer milenio en la
región suroeste de Irán. Lingüísticamente era distinto de otras lenguas del cercano Oriente
y evolucionó a lo largo del tiempo. En determinados periodos suplantó al acadio como la
lengua de la administración en Irán occidental. Todavía se escribía en época persa en el
siglo V a.C, pero estos gobernantes usaban otras lenguas a lo largo de su amplio imperio
incluyendo el persa antiguo, que se escribía en una forma alfabética del cuneiforme.

El ímpetu de la formación del Estado en Egipto 6


Egipto es considerado uno de los primeros estados en la historia. En muchos
casos, entidades políticas que incorporaban territorios limitados, usualmente una ciudad y
sus alrededores por un periodo de tiempo prolongado, precedían la existencia del Estado
territorial. En Egipto la unificación del Alto y Bajo Egipto, un territorio amplio, dio inicio al
Estado ¿Por qué la evolución desencadenó ahí casi inmediatamente el Estado territorial?
A lo largo de los años los estudiosos han formulado muchas explicaciones, bajo la
influencia de varias modas intelectuales e ideológicas. Los primeros investigadores,
inspirados por las ideas europeas del progreso histórico y del imperialismo, pensaron que
una fuerza exterior era la responsable. Una “raza dinástica” habría llegado desde el norte y
habría unificado a Egipto a través de la conquista -los arqueólogos pensaron que podían
incluso identificarla en los esqueletos de los cementerios del dinástico temprano. La
evidencia visual egipcia sugería sin embargo otra cosa. La paleta de Narmer y objetos
similares mostraban a los egipcios venciendo a otros egipcios. Por mucho tiempo, los
historiadores pensaron que al principio existían dos reinos -Alto y Bajo Egipto-
convirtiéndose en sólo uno al comienzo del período histórico en Egipto. Se debatía qué
reino había sido victorioso y qué rey había logrado la unificación. Inspirados por una
mitología posterior, algunos pensaron que el Delta venció al Valle del Nilo. Otros pensaron
que el sur conquistó al norte. Mucho se discutió acerca de quién había sido el primero en
unificar los dos países. Narmer era un candidato probable pero el algo anterior Rey

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Escorpión aparecía con los símbolos tanto del Alto como el Bajo Egipto. A pesar de esto, la
idea de que habían existido dos estados equivalentes se volvió un poco improbable,
especialmente desde que el Delta mostró que no tenía una centralidad política antes de la
unificación total de Egipto. De este modo la teoría de que una élite regional expandió su
poder gradualmente sobre todo el país eliminando otras élites empezó a tener mayor
sustento. El proceso se habría iniciado mucho antes de la unificación definitiva del país.
Esto todavía no explica por qué ocurrió la unificación territorial. Las teorías que
explicaban que el concepto fue inspirado del exterior -desde Babilonia y Nubia por ejemplo-
actualmente no tienen sustento y los académicos prefieren concentrarse en las fuerzas
intrínsecas de la sociedad. Muchos piensan que se desarrollaron centros de producción e
intercambio a lo largo del Valle del Nilo y que las élites en ellos buscaron incrementar su
poder territorial para ganar acceso a bienes de prestigio y áreas agrícolas. Cuando las
zonas de influencia de centros vecinos comenzaron a intersectarse, surgió el conflicto; que
se solucionó tanto por guerras como por alianzas. Pero Egipto era rico en recursos y tenía
una pequeña población al final de la época prehistórica. Entonces ¿por qué las personas
habrían competido entre ellas? Motivos no materialistas pueden haber conducido a la
expansión. Las personas que se asientan se vuelven territoriales y del mismo modo que los
jugadores en el Monopoly, intentan expandir sus propiedades. Miles de este tipo de
partidas se jugaron a lo largo del Nilo y con el tiempo algunos pocos jugadores se volvieron
poderosos hasta que uno triunfó definitivamente. La conquista no fue necesariamente la
principal fuerza de unificación. Arreglos políticos como los casamientos pueden haber sido
más importantes.
En años recientes, la visión de que el Valle fue el principal centro de este proceso
ha sido atacada. Los restos en el desierto -que era mucho más fértil en el cuarto milenio de
lo que es ahora- muestran que los pastores florecieron mucho más que los aldeanos
primitivos del Valle. Parte de esta evidencia deriva del arte en rocas en el desierto oriental.
Otra evidencia proviene de los oasis del desierto occidental. Durante siglos, las personas
que se desplazaban alrededor del Valle eran más activas y más ricas que aquellos que
cultivaban. Desarrollaron una jerarquía social mucho más amplia y una élite que controlaba
los recursos y que en última instancia unificaron todo Egipto: Valle, Delta y las regiones
desérticas en un vasto territorio con una burocracia para administrarlo. La pregunta que
aún sigue abierta es: ¿por qué?

Lenguas y formas de escritura en el antiguo Egipto 7

Nadie habla actualmente la antigua lengua egipcia y sólo podemos reconstruirla a

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través de la documentación del pasado. El registro escrito del antiguo Egipto está
desperdigado a lo largo de un enorme periodo de tiempo. Es claro que la lengua y la forma
de escritura que la registraba cambiaba constantemente debido a influencia tanto interna
como externa. Es más, a pesar del gran conservacionismo en la forma de escritura, las
consideraciones prácticas empujaron a los egipcios a adaptar la escritura a sus diversos
usos y emplearon distintas formas simultáneamente. No podemos hablar entonces de una
simple y única lengua y escritura egipcia sino de múltiples niveles y variadas formas de
escritura.
El egipcio es una lengua afroasiática que combina elementos de los grupos de
lenguas africanas como el berber con características semíticas. Se considera aislada con
respecto a las otras lenguas de África debido a su cercanía con el semítico, lo que refleja la
ubicación geográfica de Egipto. La historia de la lengua tiene que ser armada a partir de
piezas a lo largo de todo el registro escrito, que no reflejan inmediatamente los cambios.
Podemos identificar sin embargo algunas etapas. La variante del egipcio antiguo conocida
principalmente a través de inscripciones oficiales es relativamente cercana al egipcio
medio que se escribía alrededor del 2100 al 1750 a.C. El egipcio medio se convirtió en la
lengua clásica de Egipto debido a que los autores la usaban para componer las obras
literarias que los escribas copiaban continuaban a lo largo de los siglos. Es la forma de la
lengua que los estudiosos modernos de Egipto aprenden en primer lugar. En el Reino
Nuevo, comenzando alrededor del 1500 a.C., los egipcios hablaban el egipcio tardío, una
variedad que gradualmente apareció en sus documentos comerciales y cartas. Hacia el
siglo VII a.C., fue reemplazado por el demótico, que también se encontraba en los escritos
de uso cotidiano. En el siglo IV d.C., los cristianos de Egipto comenzaron escribir en la
forma cóptica de la lengua, que sobrevivió como propia hasta el siglo XII y que todavía hoy
se usa en la liturgia.
Los cambios en la forma de escribir no reflejan necesariamente cambios en la
lengua hablada. A pesar de que usamos los mismos términos para referirnos a los distintos
estadios de ambas, existen cuatro tipos básicos de escritura: jeroglífico y sus derivados, el
hierático y demótico que usan una mezcla de logogramas y fonogramas y el cóptico, que
emplea un alfabeto. El jeroglífico (término griego que significa escritura inscripta agrada) es
pictórico y requiere un gran cuidado en su escritura. Se reservó para las inscripciones
monumentales y ornamentales hasta el 395 d.C. Otras formas menos elaboradas qué
podemos denominar jeroglíficos cursivos aparecieron en los textos religiosos
probablemente desde el comienzo: los escribas usaban una forma de escritura rápida de
los jeroglíficos para los textos cotidianos. A esa escritura la denominamos hierático
(término griego que significa sacerdocio). A partir del primer milenio algunas inscripciones
monumentales están decoradas con inscripciones en hierático.

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A mediados del primer milenio, las personas también comenzaron a escribir en
demótico palabra griega que significa “del pueblo”. Es una escritura que todavía hoy
requiere un entrenamiento especial para poder ser leída y que tiene muy poca relación
obvia con el jeroglífico o incluso con el hierático de la cual desciende. Los egipcios la
usaban para escribir documentos comerciales y literatura y gradualmente también textos
religiosos y monumentales. Luego de la conquista de Alejandro Magno en el siglo IV tardío,
el griego se volvió la lengua paralela de la administración y la literatura. La famosa Piedra
de Rosetta -clave para el desciframiento moderno de la escritura jeroglífica- contiene el
mismo edicto real en jeroglífico, demótico y griego.
La escritura griega también influenció a la escritura egipcia. El copto, atestiguado
por primera vez en el siglo II d.C., era un alfabeto que incluía vocales y que estaba derivado
del griego, con 7 signos prestados del demótico para indicar sonidos no presentes en la
primera lengua. Los primeros textos cópticos eran hechizos mágicos cuya correcta
pronunciación era importante y que por lo tanto requería una indicación explícita de las
vocales. Rápidamente el cóptico se volvió la forma de escritura para la iglesia cristiana de
Egipto.
Todas las formas de escritura tenían sus variantes que podemos denominar
cursiva, anormal, etc. Las variaciones eran temporales, regionales y también dependían de
quién escribía. Leer el egipcio siempre involucra un grado de desciframiento y requiere un
buen conocimiento de la lengua, que a su vez cambiaba constantemente. Debido a que
todas las formas de escritura (excepto el cóptico) representaban las vocales sólo en
circunstancias especiales y que nadie habla hoy el Antiguo egipcio, no es muy seguro de
qué modo tenemos que vocalizar las palabras. Es por eso que algunos hablan del dios Re y
otros del dios Ra. Las publicaciones egiptológicas citan los términos y los títulos solamente
por sus consonantes, lo cual es desorientador para quien comienza a estudiar pero que
refleja la práctica de la escritura egipcia.

La lista real sumeria 8


De entre los textos mesopotámicos que tratan sobre el período dinástico temprano quizá el
más importante sea la Lista Real Sumeria. El texto se conoce solamente a partir de
manuscritos que datan de los primeros siglos del segundo milenio, casi 700 años después
del periodo dinástico temprano. Este texto muestra un mundo en el cual la realeza
descendió del cielo y fue pasada de una ciudad a otra, cuya dinastía local temporalmente
sostenía su poderío sobre la región entera. Un segmento típico dice lo siguiente

En Ur, Mesannepada fue rey, reinó 80 años; Meski’agnuna, hijo de Mesannepada fue rey, reinó 36

10
años; Elulu reinó 25 años; Balulu reinó 36 años; cuatro reyes gobernaron 177 años. Ur fue vencida en batalla y
su realeza fue tomada por Awan.

Cronológicamente, el texto se refiere al período en el cual la realeza apareció por


primera vez luego del diluvio hasta la dinastía de Isin aproximadamente en 1900 a.C. En el
segmento que cubre el periodo dinástico temprano las ciudades-estado mencionadas se
localizan principalmente en Babilonia, dando una importancia especial a la ciudad de Ur,
Uruk y Kish. También incluyen tres ciudades no babilónicas: Awan en el este, Hamazi en el
norte y Mari en el oeste. A partir de otras evidencias sabemos que algunos de los reyes
enumerados consecutivamente en realidad gobernaron contemporáneamente. El texto los
enumera secuencialmente porque el principal motivo ideológico se refiere a que solamente
había un rey legitimado de modo divino en un determinado momento y que la realeza
hegemónica circulaba entre un número restringido de ciudades. Se incorporaban también
listas dinásticas de reyes de diferentes ciudades y el número de años que habían
gobernado. La precisión de las partes más recientes puede ser cotejada con información
de documentos económicos datados. Las primeras partes de la Lista Real sumeria
pertenecen, sin embargo, a la leyenda y asignan reinados imposiblemente largos, de 3600
años por ejemplo, a figuras mitológicas tales como Dumuzi, quién era conocido como el
esposo de la diosa Inanna y que probablemente haya sido puramente ficcional. En su
versión final, fue usada por los reyes de la dinastía de Isin para legitimar su reclamo al
poder supremo sobre la región de Babilonia, a pesar de que ellos políticamente no
controlaban todas las ciudades que menciona la lista.

Las cartas de el Amarna 9

Hacia finales del siglo XIX d.C., unos campesinos locales encontraron un grupo de tablillas
cuneiformes en el sitio moderno de Amarna, donde en el siglo XIV a.C. el rey Akenaton
había construido la nueva capital de Egipto, Akhetatén. Estas tablillas contenían la
correspondencia diplomática entre dos reyes de Egipto (Akenatón y su predecesor) y sus
pares y vasallo en el cercano Oriente; un total de 350 cartas. La mayoría de ellas estaban
dirigidas al rey por los gobernantes de los pequeños estados en el área del corredor
siropalestino y detallaban sus interacciones con su señor. Se llamaban así mismos
sirvientes del rey de Egipto y buscaban congraciarse con el mismo al hacer aparecer a sus
vecinos como vasallos poco confiables. Las cartas muestran que Egipto había dividido la
región en tres distritos administrativos y que gobernaba cada uno de ellos con una
presencia militar relativamente escasa. La región controlada se extendía desde el sur de

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Palestina hasta Siria central, el estado de Amurru constituía su bastión más al norte. El
idioma de las cartas es el acadio, donde se nota la influencia de las lenguas semíticas
locales tanto en el vocabulario como en la gramática.
Un grupo de alrededor de 40 de estas cartas fueron escritas al rey egipcio por sus
colegas. En los otros grandes estados de la época: Babilonia, Asiria, Mitanni, Hatti, Alashiya
y Arzawa. Estos reyes se veían a sí mismos como iguales y se trataban entre sí como
hermanos. Discutían asuntos diplomáticos, especialmente el intercambio de regalos y de
mujeres nobles, lo que reforzaba los lazos entre ellos. Mientras que la mayoría de las
cartas estaban escritas en acadio, había dos en hitita, otra en hurrita y una en asirio.
Estas cartas cubren un periodo de tiempo muy breve: casi 30 años desde 1365
hasta 1335 a.C., pero es seguro que este tipo de correspondencia se mantuvo a lo largo
del periodo en distintas localidades. Los archivos del estado en la capital hitita, Hattusa,
han revelado cartas similares y otras cortes deben haber tenido el mismo tipo de
intercambios internacionales. El uso de la lengua acadia y de la escritura cuneiforme
muestra cómo la cultura de la región continuaba dominando en el cercano Oriente.

La Biblia hebrea como fuente histórica 10


Todos los historiadores del cercano Oriente, estudiando el primer milenio se verán
confrontados con la cuestión de la historicidad del relato de la Biblia hebrea. El texto
provee una narrativa detallada y comprometida de la historia de dos estados, Israel y Judá
desde su formación en el siglo X a.C. hasta su desaparición en el tardío siglo IX a.C. y
temprano siglo VIII a.C. respectivamente. También presenta una reconstrucción de las
historias más tempranas de los habitantes de la región, desde el tiempo de la creación
hasta el establecimiento de un gran reino unificado bajo David y Salomón en el siglo X a.C.
Los académicos han escrito interminable cantidad de libros y artículos acerca de si este
material puede ser usado o no en la reconstrucción histórica y qué pasajes de la Biblia son
más confiables que otros. Han producido numerosas historias de Israel y Judá, que van
desde una paráfrasis de la Biblia hasta una casi completa negación de cualquier
información que pueda contener; y se han comprometido en amargas y imperdonables
disputas sobre este asunto, que no pueden ser resueltas desde el propio texto bíblico. Hay
muchos elementos que hacen sospechar el uso de la Biblia con una fuente histórica: no
conocemos la fecha de composición de la mayoría de los libros que la integran y parece
seguro afirmar que el formato en que la conocemos proviene de un período posterior al
exilio babilónico en el tardío siglo VI a.C. Los autores anónimos usaron obras anteriores
pero no podemos datarlas con precisión ni tampoco establecer qué obras fueron

12
retrabajadas. Más importante aún, los autores no tenían intención de ser históricamente
objetivos sino polémicos en defensa de un pueblo y su religión. Ellos veían la historia de la
humanidad a través de los lentes de cómo cada uno se relacionaba con el dios Yahvé.
Mucho de los hechos que aparecen en la Biblia pueden ser confirmados a través de
fuentes extrabíblicas, textuales y arqueológicas; pero incluso en este caso hay que ser muy
cuidadoso de no forzar la interpretación para hacer coincidir con el texto bíblico. Los
nombres de los reyes, reinas y otros pueden ser encontrados en las fuentes de Israel y
Judá y sus vecinos con pequeñas descripciones de esos mismos estados, pero el contexto
en el cual aparecen a menudo es muy vago por fuera de la Biblia. Los académicos se han
vuelto cada vez más críticos con respecto al uso del texto bíblico en reconstrucciones
históricas. Por ejemplo, ahora no se consideran los relatos de los Patriarcas como muestra
de una realidad del segundo milenio, aunque muchos académicos todavía le dan crédito
otras partes donde no hay ningún tipo de confirmación extrabíblica. Por ejemplo, muchos
creen en la existencia de un gran reino bajo David y Salomón, pero esto no puede ser
probado y parece poco probable en un contexto donde todos los estados palestinos eran
muy pequeños.
A pesar de la actitud crítica del académico con respecto a la Biblia, es imposible
ignorarla completamente dado que contiene una narrativa muy poderosa. Muchas de las
ideas y costumbres pueden ser derivadas de ésta, pero las historias de Israel y Judá
necesitan basarse en otras fuentes. Por otro lado, ciertos libros bíblicos proporcionan
miradas sobre los imperios asirio, babilónico y persa que no están disponibles en otro lado.
Nos muestran la perspectiva de la gente que vivía en las sombras y que había sido
conquistado por estos imperios. Como muestra, la intromisión asiria en la sucesión real en
Israel y Judá y sus campañas militares allí pueden ser estudiadas a partir tanto de fuentes
bíblicas como mesopotámicas. A pesar de que hay grandes discrepancias entre ambas,
claramente están hablando de lo mismo y confirman el esquema básico de interacciones
entre los imperios e Israel y Judá. Tal información no está disponible en otros estados siro-
palestinos.

Las fuentes clásicas y la historia del cercano Oriente 11


Con los desarrollos griegos del siglo V a.C., comenzó a aparecer una rica tradición
literaria, especialmente la narrativa de la historia, que aportó una perspectiva nueva sobre
el cercano Oriente; a través de la mirada de estos extranjeros. La más prominente de estas
obras es el trabajo del historiador del siglo V a.C. Heródoto, que buscaba explicar los
orígenes de las guerras médicas estudiando las historias de los pueblos involucrados,

13
tanto persas como griegos. Heródoto proporciona numerosas historias acerca de los
babilónicos y egipcios así como de los pueblos por fuera el cercano Oriente con los cuales
los persas interactuaban, tales como los escitas y los etíopes. Entre otros escritores
griegos, podemos mencionar a Jenofonte, un comandante mercenario que luchó en la
guerra civil persa en el 401 a.C. y también a Ctesias, un médico de la corte persa en el
mismo periodo. Su foco de interés estaba en la historia persa. Un sacerdote de la Babilonia
del siglo III a.C., Beroso escribió en lengua griega una historia de la región para su
gobernante griego, pero este texto solamente se conservó de modo muy pobre en citas en
obras posteriores. En su conjunto, el registro muy escaso. La evidencia es más rica sobre
los persas, dado que su poderoso imperio y la amenaza que representaba para los griegos
empujó a estos últimos a escribir sobre ellos. Las referencias a la historia más temprana
del cercano Oriente son escasas. Heródoto le presta atención a Babilonia principalmente
porque Babilonia era conocida o era considerada por él como una de las grandes ciudades
de fabulosas riquezas y enormes proporciones pero dice muy poco sobre los datos
históricos. Heródoto no cumple su promesa de escribir una historia de Asiria.
Las historias que proveen estas obras tienen un gran atractivo a la audiencia
moderna, dado que están estructuradas en el estilo de la escritura de la historia
contemporánea y presentan una narrativa coherente sobre tópicos tales como la historia
de los medos. Los relatos pueden ser usados solamente con gran cuidado y tienen que ser
críticamente valuados. Una dificultad fundamental yace en el hecho que de que los persas
eran los archienemigos griegos y por lo tanto se nota un sesgo negativo muy fuerte. Los
persas se convirtieron en el reflejo invertido de las virtudes griegas (sobriedad vs. exceso,
masculinidad vs. feminidad, etcétera). Incluso muchas de las historias estaban basadas en
rumores y en nombres y acontecimientos confundidos. En el siglo V a.C., Heródoto en
realidad sabía muy poco acerca de los asirios del siglo VII a.C., excepto que habían
gobernado el cercano Oriente y que habían sido muy ricos. Su historia sobre los medos
puede leerse como un relato desinteresado y detallado pero aparenta ser mayormente
ficticio y basado en lo que los persas decían de ellos. Los autores clásicos, por lo tanto, no
son una fuente confiable para la historia del cercano Oriente, que necesita ser reconstruida
a partir de la evidencia nativa.

La vida en el más allá de los complejos funerarios 12


Hoy las pirámides parecen aisladas en el desierto, abandonadas allí cuando el último
turista se marcha. Pero en la antigüedad no sucedía lo mismo. Los complejos mortuorios
se construían con la intención de proveer a los muertos con ofrendas a perpetuidad y

14
aunque el ideal nunca se realizaba y los cultos se interrumpían típicamente luego de un par
de generaciones; necesitaban de trabajadores para hacer las tareas. Los sacerdotes se
asignaban aquellas tareas por turnos y tenían que moverse dentro del complejo. Se
instalaban una casa cerca o dentro del complejo funerario y los templos del Valle, y se
construían a sí mismos refugios. Su presencia y decaimiento natural causaba daño a la
arquitectura del templo, lo que se trataba de impedir con arreglos tanto de madera como
de ladrillos. Con el tiempo, estos edificios quedaban desvencijados y los monumentos
estatales que podemos imaginar se convirtían en pequeñas aldeas donde la gente
cocinaba, se bañaba, tiraba basura, etcétera.
Fue imposible para los egipcios de periodos más tardíos mantener todos los
monumentos del Reino Antiguo y la mayoría de ellos fue abandonado. Algunos, sin
embargo, llegaron a tener un atractivo especial y siguieron siendo importantes. El complejo
de Djoser en Sakkara fue un sitio de peregrinaje desde el Reino Nuevo en adelante, con
visitantes que dejaban ofrendas especialmente a su arquitecto Imhotep. En la planicie
alrededor de este, la gente desde el Reino Medio hasta la época romana construyó tumbas
y desde el Reino Nuevo en adelante el toro momificado Apis fue enterrad allí. Ramsés II
inició galerías subterráneas para los enterratorios de este animal que siguieron
expandiéndose hasta los periodos romanos.
También la Esfinge en Giza tenía un atractivo especial. El faraón del Reino Nuevo
Amenhotep II conmemoró como visitó a la Estatua cuando todavía era un príncipe y como
“pudo observar la excelencia del lugar de descanso de los Reyes Khufu y Kafra, el
justificado”. Tutmosis IV dejó una estela donde se registra un sueño que había tenido
mientras descansaba al lado de esta; en el cual la estatua le prometía la realeza si él
removía la arena que cubría el cuerpo de la esfinge. Los reyes más tardíos repetidamente
reclamaban haber limpiado la escultura, así como haber reparado los daños, y las
restauraciones del período romano todavía son visibles hoy. De acuerdo a la leyenda, la
nariz se rompió cuando los soldados de Napoleón dispararon un cañón pero seguramente
el daño ocurrió muchos siglos antes.

Amorreos1 13
La designación “amorreo” (en acadio “amurru”, en sumerio MAR.TU) hace
referencia a los pueblos y estados del oeste, desde una perspectiva mesopotámica. Se
refiere, por lo tanto, a la estepa siria y a sus habitantes, en particular a los grupos de

1 RECULEAU, Hervé (2013) “Amorites”, en: BAGNALL, Roger et alii. (ed.) The Encyclopedia of Ancient
History, Willey-Blackwell, Londres, pp. 371–372. Traducción del inglés para el uso interno de
cátedra: Leila Sandali, 2017.

15
población de habla semítica-occidental, quienes a principios del segundo milenio a.C.
llegaron a dominar Siro-Mesopotamia.
El territorio original de los amorreos, cuya dimensión es incierta, era la estepa árida
del interior de Siria. En el siglo XXIV a. C. los textos de Ebla mencionan un reino de
Amurrum, ubicado al sur de Ebla. En los archivos de Mari (siglo XVIII, Tell Hariri), el mismo
nombre refiere al área entre Qatna y Hazor, donde la cultura material confirma conexiones
con la zona del levante sirio. A fines la edad de bronce tardío, un reino llamado Amurru se
estableció en el área alrededor de Jebel Ansariye, pero su descendencia de los previos
amorreos es dudosa.
La lengua semítica occidental de los amorreos difiere del acadio: el Yasmah-Addu
de Mari (siglo XVIII), que había nacido en Akkad, aunque era de origen amorreo, no podía
comprender el amorreo y requería de traductores. El idioma amorreo es conocido
solamente por la onomástica y las entradas léxicas, ya que nunca fue utilizado como
lengua de escritura.
En los textos de la Mesopotamia urbanizada, a menudo se retrata a los amorreos
como nómadas incivilizados y rebeldes, según puede verse en el mito sumerio de El
Matrimonio de Martu. Sin embargo, aunque éstos eran principalmente pastores nómadas,
sin duda también tenían ciudades, los componentes asentados como los móviles de la
población, conformando una simbiosis dentro de una sociedad dimorfa.
Alrededor del 2200 algunos grupos amorreos comenzaron a trasladarse,
probablemente debido a la escasez de pastos causada por la sequía y la sobre explotación
del pastoreo. El primero en mencionarlos es Šar-kali-šarrī de Akkad (Agadé, siglo XXII a. C.),
quien los derrotó cerca de Jebel Bishri (véase Sargon de Akkad y su dinastía).
Mientras que en parte sus migraciones eran pacíficas, lo cual dio como resultado
una creciente presencia de amorreos en la Mesopotamia durante el período de la tercera
dinastía de Ur (siglo XXI). Estos representaban una amenaza suficiente para incitar a los
reyes de Ur a intentar, en vano, mantenerlos fuera de Sumer y Akkad mediante un sistema
de fortificación llamado Murīq-Tidnim (“que repele a los Tidnum”, según una designación
de amorreos). La intervención de los amorreos fue significativa al causar la caída de la
tercera dinastía de Ur: se beneficiaron del vacío político resultante para apoderarse de
prácticamente todas las ciudades-estado de la Mesopotamia.
Durante los siglos XX a XVII a. C., dinastías reales que alegaban descender de los
amorreos, dominaban la mayor parte de Siria y Mesopotamia. Al parecer, las poblaciones
locales y los recién llegados se asimilaron y se reorganizaron según el sistema tribal de los
amorreos, quienes estaban divididos en dos tribus principales: Los sim’alitas (“Hijos de la
izquierda”, el grupo del norte al cual perteneció Zimri-Lim de Mari) y los yaminitas (“Hijos de
la derecha”, el grupo del sur al que perteneció Shamshi-Adad (Samsi-addu) de Ekallatum, y

16
Hammurabi de Babilonia). Ambos estaban subdivididos en varios clanes. Su conquista de
la Mesopotamia puede rastrearse mediante la llamada “toponimia en espejo”, en la cual
muchos lugares conquistados son renombrados teniendo en cuenta topónimos de su
territorio original: Apum, por ejemplo, señala el territorio alrededor de Damasco y aquel
alrededor de Shubat-enlil, la ciudad capital de Shamshi-Adad en Jezira. La unificación de
Mesopotamia bajo el régimen de Hamurabi y desarrollos posteriores durante el período
paleobabilónico tardío condujeron a la desaparición progresiva de los amorreos como
entidad autónoma.
Referencias y lectura sugerida
Buccellati, G. (1966) The Amorites of the Ur III Period. Naples.
Charpin, D. (2004) “Histoire politique du Proche Orient amorite.” In D. Charpin, D. O. Stol,
M. Stol, Mesopotamien. Die altbabylonische Zeit: 25–480. Freiburg.
Durand, J.-M. (1992) “Unité et diversités au Proche-Orient à l’ époque amorrite.” In D.
Charpin and F. Joannès, eds., La circulation des biens, des personnes et des idées dans le
Proche Orient ancien. Actes de la XXXVIIIe Reencontré Assyriologique Internationale: 97–
128. Paris.
Durand, J.-M. (2004) “Peuplement et socie ´te ´sa ` l’époque amorrite: (1) les clans
bensim’alites.” In C. Nicolle, ed., Nomades et se ´dentairesdans le Proche-Orientancien.
Compte-Rendu de la XLVIeRencontreAssyriologiqueInternationale: 111–97. Paris.
Streck, M. P. (2000) Das amurritischeOnomastikon der altbabylonischenZeit, vol. 1. Mu
¨nster.

Habiru2 14
En la Edad de Bronce Media y Tardía de Cercano Oriente, el término ḫabiru (pl.
ḫabirū) denotaba una categoría social de carácter mutable; puede darse testimonio de esto
durante la mayor parte del segundo milenio a. C. y a lo largo de todo el Cercano Oriente,
incluso Egipto.
Las investigaciones sobre quiénes eran los ḫabirū, que significaba esta
designación, y la importancia de esta categoría socio-histórica, han estado siempre
relacionadas con el cuestionamiento de si ḫabiru y hebreos estaban relacionados entre sí
(ambos tanto la palabra como los pueblos a los que dan nombre). Además de sonar
parecido, ambos términos se refieren a personas que vivieron al margen de estados

2VON DASSOW, Eva (2013) “Habiru”, en: BAGNALL, Roger et alii. (ed.) The Encyclopedia of Ancient
History, Willey-Blackwell, Londres, pp. 3014–3015. Traducción del inglés para el uso interno de
cátedra: Leila Sandali, 2017.

17
establecidos, y hay que tener en cuenta que la zona social de los ḫabiru en Canaán en la
Edad de Bronce Tardía, se asemeja a la de los pueblos bajo el gentilicio ´ibrȋ (Hebreos) en
los relatos bíblicos de Israel en la Edad de Hierro.
Se han propuesto varios orígenes etimológicos para la palabra ḫabiru. Esta elección
depende, tanto del punto de vista del investigador en cuanto a la relación entre ḫabiru y
hebreo, como de la fonología y morfología de la palabra.
Aquellos que rechazan cualquier conexión entre ambos, alegan que la ortografía
difiere en cuanto a las consonantes de ḫabiru como ´pren textos ugaríticos y egipcios, con
/p/ como la segunda consonante en lugar de /b/, como sería en ´ibrȋ (la primera
consonante no es problemática ya que el semítico ´ayin es normalmente representado con
ḫ en cuneiforme). Aquellos que encuentran evidencia de que ḫabiru e ´ibrȋ están
relacionados observan que /b/ a veces sufre un proceso de insonorización en semítico
occidental y una insonorización de ḫabiru (‘abiru > ‘apiru) puede haber sido lo que los
egipcios oían.
Considerando los aspectos tanto sociales como lingüísticos, la etimología más
concluyente sería la propuesta por Daniel Fleming (1998: 74-5; 2004:95-100), quien
sostiene que tanto ḫabiru como ´ibrȋ provienen de la raíz ‘abārum (escrito ḫabārum). Para
afirmar esto, Fleming se basa en los textos encontrados en Mari en el siglo XVIII (vease
Mari, Tell Hariri).
El verbo ‘abārum (quizás similar a la raíz homofónica ´br, “cruzar”) significa “partir
(del hogar)”. El derivado ´ibrum (un sustantivo con el mismo patrón que ´ibrȋ) denota una
comunidad que parte de su asentamiento hacia la estepa junto con sus rebaños. Todas las
palabras formadas a partir de esta raíz comparten la connotación de “salir del hogar”, ya
fuera en el contexto de nómades, para refugiarse en otra tierra, o por haber cometido
ciertos crímenes. En cualquier caso, la acción de ‘abārum remueve al sujeto de su
comunidad y del alcance del estado en la que se encuentra dicha comunidad. Así, las
personas llamadas ḫabiru eran “aquellos que habían partido”, dependiendo de si la
palabra se originaba de un participio activo o de una forma en predicado.
Esta categoría llego a abarcar a todos aquellos que se vieron obligados a apartarse
de sus comunidades de origen, ya fuera que definiéramos a “hogar” en términos de
pertenencia a un grupo de parentesco, residencia en un territorio o a la ciudadanía bajo un
determinado gobierno, o así el hecho de partir había sido ocasionado por guerra, por haber
cometido un crimen, o por dificultades económicas. Ḫabirū eran aquellos que, tras ser
exiliados, buscaban refugio, fortuna o una nueva vida en otras tierras como extranjeros
entre nuevos pueblos.
Estas personas exiliadas aumentaban a medida que las guerras reconfiguraban las

18
políticas geográficas de la Mesopotamia y Siria, y a medida que los estados territoriales de
la Edad de Bronce Media daban paso a los estados imperiales de la Edad de Bronce
Tardía. La palabra ḫabiru adquirió entonces nuevos significados y connotaciones,
dependiendo tanto de la perspectiva de la persona que la utilizaba como de la situación de
aquel a quien se le aplicaba.
Así como los orígenes eran variados, también lo eran las circunstancias en las que
los ḫabirū se encontraban y los roles que ellos cumplían. A comienzos del siglo XVI, cientos
de tropas de ḫabirū fueron reunidas a servicio del rey Tigunani, vasallo a su vez del rey
hitita Hattusili I (véase Hattusili I y su dinastía). Un siglo después, Idrimi, futuro rey de
Alalaḫ (véase Alalah), partió del lugar donde su familia estaba exiliada en Emar hacia
Canaán, donde reunió un ejército de ḫabirū, quienes, como el, habían sido exiliados de sus
hogares en el extinto reino de Halab (véase Halab (Aleppo)). Estos ḫabirū fueron luego
integrados como sujetos en el reino que habían ayudado a establecer mediante las armas
y continuaron sirviendo como soldados en el mismo.
El proceso por el cual Abdi-Ashirta y sus hijos crearon el estado de Amurru no fue
muy diferente: ellos también atrajeron como seguidores a aquellos hombres que habían
partido de sus comunidades locales o estados, ya fuera para escapar de deudas, de la ley
o del dominio de Egipto, que era puesto en práctica por gobernadores cananeos locales.
Estos hombres sin estado, los ḫabirū, eran rebeldes, proscritos para los cananeos leales a
Egipto y como tales, amenazaban el orden imperial y la seguridad de los vasallos
gobernantes. Así, en la correspondencia entre los súbditos y Egipto, el término ḫabirū se
usaba, en cierto modo, como la palabra “terrorista” hoy en día.
Si bien la opción de ofrecerse como voluntario para la milicia de un señor de la
guerra o un estado no era siempre una posibilidad para un hombre, prácticamente nunca
era una posibilidad para una mujer y los hijos del ḫabirū. En los archivos familiares
encontrados en Nuzi, en el noreste de Mesopotamia, se atestiguan numerosos casos en
los que tanto el hombre como la mujer ḫabirū entraban al servicio de patrones adinerados,
o se vendían a sí mismos como esclavos para asegurar su subsistencia. Personas
designadas ´pr (w) también aparecen como siervos en Egipto, habiendo llegado
probablemente como prisioneros de guerra. Este destino, sin dudas, esperaba a varios
ḫabirū que probaban fortuna como soldados. Después de que el orden imperial finalmente
se derrumbara en el siglo XII, la categoría de ḫabirū desaparece tanto del cuneiforme como
de textos egipcios.
Pero en la región del Levante meridional los márgenes de los estados habían
crecido tras la salida de Canaán del dominio egipcio, convirtiéndolo en un amplio territorio
en donde los proscritos, exiliados y desposeídos podían colaborar en el bandolerismo,

19
agruparse en nuevas comunidades o incluso crear nuevos estados – como hizo David y su
grupo de hebreos (1 Sam 29:3; Doak 2011).

Referencias y lectura sugerida


Doak, B. R. (2011) “‘Some worthless and reckless fellows’: landlessness and parasocial
leadership in Judges.” Journal of Hebrew Scriptures 11, 2: 1–29.
Fleming, D. E. (1998) “Mari and the possibilities of biblical memory”, Revue archéologique
92: 41–78.
Fleming, D. E. (2004) Democracy’s ancient ancestors: Mari and early collective governance.
Cambridge.
von Dassow, E. (2008) State and society in the Late Bronze Age: Alalah ˘ under the Mittani
Empire. Bethesda, MD.

Palacios en el Egipto faraónico3 15


El Palacio Real en el antiguo Egipto no era solo la residencia del rey, sino que
también funcionaba como el centro de la administración gubernamental. Más comúnmente
referido como pr-´3, el nombre se convirtió en sinónimo del rey en sí, el faraón. Otras
designaciones para el palacio incluían el pr-nsw, el cual se puede aplicar a la función
administrativa del edificio, en oposición al pr-´3, que puede referirse a las habitaciones
residenciales. Otros términos incluyen stp-s3 para referirse al palacio de forma más
general, y ´h, que posiblemente, se refiere a la estructura ritualista.
Títulos de funcionarios del palacio se pueden encontrar datados en la 1ra Dinastía,
pero no se encuentran restos arqueológicos de estructuras de palacios anteriores al Reino
Medio. Se especula que el edificio designado como “Templo T” en el complejo de la
Pirámide Escalonada de Djoser en Saqqara, era un modelo de palacio real similar a los
templos-palacios del Reino Nuevo. Una residencia de elite, identificada como un palacio de
gobernador hacia finales del Reino Antiguo, ha sido excavada en 'AynAsil, en el Oasis
Dakhlsh.
Otras estructuras en el Valle del Nilo, Nubia y el Levante han sido clasificadas como
palacios de gobernadores y podrían reflejar la función del mismo y quizás algo del
verdadero diseño de los palacios reales.
La evidencia sugiere que más de un palacio, junto con otros edificios reales, era
utilizado por el rey, y se encontraban dispersos a lo largo del país. Había también

3 LACOVARA, Peter (2013) “Palaces, Pharaonic Egypt”, en: BAGNALL, Roger et alii. (ed.) The
Encyclopedia of Ancient History, Willey-Blackwell, Londres, pp. 4995–4997. Traducción del inglés
para el uso interno de cátedra: Leila Sandali, 2017.

20
diferentes tipos de palacios, incluyendo palacios residenciales, palacios de campaña,
palacios de templos y palacios harem4. Estos podrían existir de forma aislada o como parte
de una comunidad más grande, dentro de lo que se ha denominado una “ciudad real”.
Estas comunidades pueden asociarse con el termino hnw -, “la residencia”, que designaba
no solo la residencia privada del faraón, sino también el complejo de edificios a su
alrededor, incluyendo recintos, tribunales, almacenes, y oficinas junto con las residencias
para las mujeres reales, oficiales, obreros e incluso santuarios y templos.
En Tell el-Dab´a, se han descubierto una serie de palacios asociados con la capital
de los hicsos (gobernantes del Delta), que datan del Reino Medio hasta comienzos del
Reino Nuevo. En Tell Basta, un palacio de ladrillo de barro, relacionado con Amenemhat III,
fue excavado en la década de 1960 y actualmente está siendo restaurado.
Otros palacios de este periodo incluyen aquellos de Ezbt Rushdi en el Delta y un
palacio de la campaña en Kor en Nubia, junto con la posible estructura real en la acrópolis
de la aldea de los trabajadores en Kahun.
Si bien todas estas estructuras contienen elementos similares, lo que se puede
deducir de los informes de excavación no sugiere un plan o concepto uniforme de palacio.
Sin embargo, en el segundo periodo intermedio hay una notable estandarización en
el diseño de los palacios. Tanto en Tell el-Dab´a como en Deir el Ballas en la curva del Nilo
en Qena, encontramos asentamientos de palacios de campaña, que incluyen una
residencia real construida sobre cimientos elevados y una plataforma rectangular que
servía de “torre de vigilancia”. Los palacios estaban adornados con columnas y murales de
figuras; los de Tell el-Dab´a, en particular, parecerían ser la obra de artistas del Egeo.
El mayor número de ejemplos de palacios reales y de representaciones de los
mismos lo encontramos durante el Reino Nuevo. En Malkata, la ciudad palaciega de
Amenhotep III, se puede observar decoración de inspiración Egea en los murales del
palacio real, aunque para este punto ya eran artistas egipcios. La residencia del rey era el
centro de todo el asentamiento de Malkata. Todo el complejo era llamado “La Casa del
Regocijo” del faraón y no parece haber sido construido hasta alrededor del trigésimo año
del rey, reemplazando un palacio anterior cuyos restos han sido descubiertos en
montículos de escombros alrededor del lago Birket Habu.
A pesar de estar cerca del gran templo funerario construido por Amenhotep III en
Kom el-Hetan, el palacio de Amenhotep III no sirvió como palacio del templo. Puesto que
había una serie de estructuras construidas a su alrededor para el jubileo del rey, debió
haber funcionado como residencia temporal para las festividades de Sed, celebradas por el
rey a lo largo de su reinado.

4 Palacios, o habitaciones, reservados para las mujeres reales.

21
En el extremo norte del sitio se encontraba un gran templo de ladrillo de barro
designada “La Mansion de Amud en el (estado de) Nebmaat- Re está en la casa del
regocijo” y había sido construida por el rey para celebrar su segundo festival de Sed en el
año treinta y cuatro de su reinado. Una antigua carretera bordea el extremo oeste de este
templo y del resto del asentamiento. Al sur del templo había una gran sala para festivales o
audiencias, compuesta por un gran patio abierto con una plataforma elevada en un
extremo, posiblemente utilizada como ventana por la que asomaba Amenhotep III. Al igual
que el balcón del palacio de Buckingham, “la ventana de la aparición” en un palacio
egipcio era el escenario en el cual el rey y la familia real se presentaban a la corte y es el
lugar más frecuentemente representado del palacio.
Además del palacio del rey, había otro edificio real grande llamado el Palacio del
Norte, del que se sugiere era un palacio Harem. Una representación de los palacios harem
que se muestran en el interior de la tumba de Neferhotep (TT49) representa la estructura
con un balcón y columnas palmiformes y papiriformes.
Grafías de tiendas también podrían simbolizar un ala de servicio separada del
palacio. El palacio harem representado en Neferhotep se muestra separado pero
posiblemente dentro del mismo complejo que el palacio real, como en Malkata.
Un palacio haremin dependiente se encontraba en Gurob, en Fayún y parece haber
funcionado al menos desde mediados de la octava dinastía hasta principios del periodo
ramésida. El palacio también formaba parte de una comunidad y un centro de producción
textil. Los cuartos del harem podían ser también parte del palacio real en sí, representados
en palacios de templos, e incluso encontrados en las casas de elite y señalados como el
ipeto per-khemret.
En Tell el-Amarna hay una gran cantidad de palacios extendidos a los largo de la
ciudad. Barry Kemp sugirió que servían como paradas durante un recorrido real a través
del sitio (Kemp 1989). El palacio junto al río al norte parece haber servido como palacio
residencial, pero exceptuando una vasta muralla, poco se ha excavado del mismo. El
palacio norte parece haber sido una estructura ceremonial, con un jardín zoológico, y
exuberantes murales representando la vida en los pantanos.
El Gran Palacio parece haber sido el centro administrativo de la ciudad de
Akhtetaten. Contenía habitaciones de harem, tribunales, y salas rodeadas de pilares, así
como también altares lujosamente decorados con la piedra tallada e incrustaciones de
fayenza policromadas. Al otro lado de la carretera real desde el Gran Palacio, había una
estructura más pequeña conocida como Casa del Rey, decorada con murales que
mostraban a Akhenaten y sus hijas, por lo que, probablemente, esta sirvió como la
verdadera residencia real. El Maru Aten, al extremo sur de la ciudad, consistía en un
pequeño palacio y templo con un gran lago que celebraba el mundo natural.

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En Tebas occidental había palacios funerarios asociados con palacios de templos.
Estos eran versiones abreviadas de los auténticos palacios con habitaciones del trono,
zonas de vivienda privadas, pasillos, almacenes, e incluso las instalaciones de baño y
cuartos del harem. Se ha propuesto que estos eran utilizados como residencia por los
reyes cuando visitaban el templo, pero parecen haber sido demasiado pequeños y algunas
habitaciones parece que no eran accesibles, lo que sugiere que su función era puramente
simbólica.
Otros palacios en concreto parecen haber estado relacionados con los grandes
templos de culto en las ciudades, a menudo situados en un ángulo recto con el eje del
templo en el centro de la ciudad (O´Connor 1989). El mejor ejemplo de esto podría ser el
Palacio de Merenptah en Memphis. En la estructura se han grabado y preservado la mayor
parte de sus murales y varios elementos de piedra, incluso una puerta y columnas
labradas. Como los otros palacios del Reino Nuevo, estaba construido alrededor de una
sala central, rodeada por columnas, que llevaba a la sala del trono, almacenes y zonas
residenciales.
Mientras que los palacios del Reino Nuevo son similares entre ellos en cuanto a los
planos, el diseño del Palacio de Apris en Memphis parece más cercano a los ejemplos
encontrados durante el Reino Medio. Está situado al norte de la ciudad sobre una
plataforma elevada y realzado con columnas palmiformes y placas de piedra caliza tallada
en relieve. El edificio fue construido alrededor de un gran patio al que se accedía por un
salón longitudinal situado en un estrecho corredor en la entrada.

Referencias y lecturas sugeridas

Bietak, M., ed. (1996) Haus und Palast im alten Ägypten. Vienna.
Kemp, B. (1989) Ancient Egypt: anatomy of a civilization: 266–87. London.
Lacovara, P. (1997) The New Kingdom royal city. London.
O’Connor, D. (1989) “City and palace in New Kingdom Egypt.” In Cahiers de Recherches de
l’Institut de Papyrologie et Egyptologie de l’Universite ´ de Lille: Etudes sur l’Egypte et le
Soudan anciens 11: 73–87.
Petrie, W. M. F. (1909) The palace of Apries (Memphis II). London.

23
Palacios en el Antiguos Cercano Oriente5 16
Los palacios del antiguo Cercano Oriente eran centros de poder que unían
arquitectura y arte con religión, administración y comercio. Surgieron como un tipo
específico de arquitectura a mediados del tercer milenio a. C. en Iraq y Siria, aunque
después pueden encontrarse, con algunas variaciones, en todo el Cercano Oriente.
Los reyes generalmente usaban sus palacios como base. En Babilonia, cada rey
hizo uso de un palacio construido o reconstruido en la zona norte de la ciudad. En las
ciudades estados más pequeñas, como Alalah, Mari o Ugarit, los palacios eran más
pequeños y se encontraban, del mismo modo, ubicados uno sobre los cimientos del otro a
lo largo de siglos o milenios. Entre los reyes asirios existió por milenios la costumbre de
construir palacios en diferentes partes del imperio (ej. Assur, Dur-Sharrukin, Harran, Kar
Tukulti-Ninurta, Nimrud, Nínive, Shubat-Enlil, Ta´idu). Por su parte, los persas adoptaron un
sistema similar con palacios en diversas partes de su imperio (ej. Sardes, Babilonia,
Ecbatana, Pasargada, Persépolis, Susa).
En general, los palacios se encontraban en lugares destacados de ciudades ya
existentes (ej. Alalah) o eran construidos con el fin de dominar ciudades recién fundadas
(Dur-Sharrukin). Prominentes puertas daban paso, a visitantes y funcionarios, hacia patios
con acceso a las zonas residenciales, administrativas y a aquellas destinadas a dirigentes.
La zona administrativa era la más accesible. La zona destinada a los dirigentes era
dominada por una sala de trono y capillas. La tesorería y las residencias conformaban las
zonas más inaccesibles. Debajo de palacios de diversas regiones (ej. en Ebla, Qatna,
Nimrud) frecuentemente se encontraban tumbas de la dinastía reinante, garantizando una
conexión entre las generaciones.
La mayoría de los palacios más conocidos son únicos pero, como es de esperarse,
los palacios Neo-Asirios revelan un sistema conceptual común. La presencia de Bit Khilani
en los palacios del norte de Siria y Asiria puede atribuirse a la copia de un prototipo. Los
palacios de la antigua Babilonia, Hazor en Palestina y Alalah en Anatolia, eran virtualmente
idénticos, lo que sugiere que los arquitectos utilizaban planos similares (o trabajaban en
diferentes reinos). La presencia de columnas en el palacio de Sin-Khashid en Uruk implica
la adopción de ideas extranjeras. De todos modos, se desconoce cómo trabajaban los
arquitectos.
Los palacios funcionaban como centros de administración desde los cuales los

5
WARBUTON, David A. (2013) “Palaces, ancient Near East”, en: BAGNALL, Roger et alii. (ed.) The
Encyclopedia of Ancient History, Willey-Blackwell, Londres, pp. 4987–4988. Traducción del inglés
para el uso interno de cátedra: Leila Sandali, 2017.

24
reinos e imperios eran gobernados.
Los reyes recibían vasallos y enviados extranjeros, dictaban cartas, organizaban
ritos religiosos, diseñaban templos, y preparaban campañas militares. Los funcionarios
registraban los tributos y los pagos de impuestos, controlaban el personal, asignaban
campos a otros funcionarios y soldados, etc.
Talleres que empleaban artesanos, especialistas, y trabajadores manuales podían
ser integrados en los grandes palacios. Como centros comerciales, los palacios usaban
grano (de impuestos) como raciones para mantener a los trabajadores que transformaban
la lana (también proveniente de impuestos o de compras) en bienes textiles, que eran
exportados para adquirir plata. La plata era luego utilizada para conseguir los materiales
preciosos que los artesanos utilizaban para crear objetos de ornamentación real,
accesorios para los templos, regalos para los oficiales, y así sucesivamente. El grano
también era molido en habitaciones oscuras en los palacios, donde docenas de mujeres
trabajaban en morteros para asegurar que las necesidades del palacio fueran cumplidas.
Del mismo modo, los palacios contenían mataderos y otros edificios domésticos.

Referencias y lecturas sugeridas

Durand, J.-M. (1997–2000) Documents épistolaires du Palais de Mari. Paris.


Garelli, P., ed. (1974) Le Palais et la royauté. Paris.
Heinrich, E. (1984) Die Paläste im alten Mesopotamien. Berlin.
Lackenbacher, S. (1990) Le Palais sans Rival. Paris.
Margueron, J. (1982) Recherches sur les palais mésopotamiens de l’âge du bronze. Paris.

Templos en el Cercano Oriente Antiguo6 17


Los templos son edificios únicos: al ser formas arquitectónicas e instituciones
sociales dedicadas a los dioses, reflejan el espíritu – e interrelaciones – de las diversas
civilizaciones antiguas del Cercano Oriente. Eran símbolos en aquellas ciudades donde
yacían y enaltecían a los reyes que los construían.
HISTORIA Y DIVERSIDAD DE LOS EDIFICIOS
Los templos son, básicamente, refugios para las imágenes de culto de las
divinidades y se distinguen de las capillas y santuarios (donde dioses y ancestros eran

6
WARBURTON, David en BAGNALL, Roger et alii. (ed.) The Encyclopedia of Ancient History, Willey-
Blackwell, Londres, pp. 4987–4988. Traducción del inglés para el uso interno de cátedra: Leila
Sandali, 2017.

25
adorados por igual) encontradas en las residencias domésticas y los palacios. Además de
tener un propósito específico, por lo general se separaban físicamente de los edificios
circundantes por una pared de témenos. Templos individuales podían ser usados por siglos
–como el de Tell Rimah en Iraq – mientras que los palacios eran abandonados y/o
reconstruidos con frecuencia. Los objetos podían ser mantenidos en los templos por
milenios, como lo demuestra una vasija de arcilla del tercer milenio encontrada en un
templo del primer milenio en Sippar en Irak.
Incluso tras la aparición de los palacios en el tercer y segundo milenio AEC, los
templos usualmente dominaban el orden urbano y la jerarquía social. La arquitectura que
los caracterizaba a la vez los distinguía de las casas y palacios. Los templos generalmente
yacían junto a los palacios - como el de Mittani Tell Brak en Siria (Oates, Oates y
MacDonald 1997: 4) y el templo babilónico antiguo de Alalakh en Anatolia (Woolley 1955:
fig. 35).
Los edificios más antiguos que podrían considerarse predecesores de los templos
(en el sentido de edificios comunales consagrados) son los altares neolíticos en Göbekli
Tepe en Anatolia y el edificio especial en Ain Ghazal en Jordania. Al final del periodo Ubaid,
las estructuras circulares fueron reemplazadas por formas rectangulares. El ejemplo más
espectacular de la evolución de un templo puede encontrarse en el sitio Eridu en Iraq, que
revela una secuencia de edificios de barro rectangulares que conduce desde una modesta
sala cuadrangular a principios del quinto milenio AEC, a un masivo templo tripartito menos
de dos milenios después. Durante el periodo Uruk la forma tripartita dominaba tanto en el
norte como en el sur de Mesopotamia. De ahora en adelante, los edificios de culto
existirían como una categoría separada, distinta de la arquitectura doméstica, y los tipos
variaban de una región a otra.
Los zigurats dominaban en Mesopotamia Oriental y en Elam, mientras que torres
de piedra y ladrillo eran típicas del Levante. Ninguna de las dos estructuras funcionaba
como templo ordinario sino que se asociaban, generalmente, con una capilla o un
santuario donde la imagen de culto estaba protegida.
Entre las capillas mesopotámicas, los dos tipos dominantes eran las estructuras
"babilónicas" anchas y "asirías" de pasillos largos, donde la imagen de culto estaba en el
centro de un lado o en un extremo, respectivamente. Los denominados santuarios de eje
curvo (edificios de pasillos largos con una entrada en el lado más largo, cerca del final,
frente a la imagen de culto) eran típicos en la periferia oriental y septentrional de
Mesopotamia (por ejemplo, Tell Brak: Oates, Oates y McDonald 2000: 74). Los planos que
incluyen un megaron (un gran salón) aparecen en el tercer milenio en Troya en Anatolia,
Khuera en Siria, y Megido en Palestina – es decir, en la periferia occidental del corazón
mesopotámico.

26
Los templos en si nunca fueron edificios pensados para ser espacios para los
adoradores sino que las ofrendas y ceremonias similares ocurrían delante del templo en el
patio, donde puede que la multitud tuviera permitido reunirse en ciertas ocasiones. Las
imágenes divinas dentro de los santuarios estaban hechas de materiales preciosos, y eran
atendidas por sacerdotes en elaborados rituales. No se supone que las imágenes fueran
vistas, aunque todos debían tener una idea sobre ellas.
Algunos templos, como los templos de Año Nuevo en Babilonia y Assur, tenían sus
propios planos arquitectónicos y solo cumplían fines ceremoniales en ocasiones
específicas. Otros, formaban parte del paisaje urbano (como los templos de las divinidades
menores en la zona residencial de Babilonia) y eran visitados por la población local.
A la construcción de un templo de importancia le acompañaban rituales dirigidos
por el rey y los sumos sacerdotes. Durante su vida, un templo era llenado gradualmente de
ofrendas de todo tipo: estatuas de individuos y reyes, así como ofrendas de diferentes
características.
POLITICA
Al comienzo del periodo histórico, el templo de Inanna en Uruk era, probablemente,
la institución más poderosa en el mundo entero. En el milenio siguiente, los principales
templos de las ciudades más importantes de Mesopotamia adquirieron más poder
económico, pero la autoridad política paso a mano de los reyes. El poder de los templos
quedo ligado al destino de las ciudades a medida que reinos e imperios se alzaban y caían.
ECONOMÍA
Con el tiempo, en Mesopotamia, las tenencias acumuladas en los templos
significaron que los sacerdotes, gerentes y dependientes del templo tenían intereses
diferentes a los de los reyes y sus vecinos. El dios adorado en un templo era una persona
social en el sentido de ser una institución que poseía tierras, recibía ingresos y ofrecía
créditos.
En Mesopotamia, desde el periodo Uruk en adelante, este fenómeno llevo a la
formación de una clase de sacerdotes hereditaria, cuyos intereses iban, generalmente, de
la mano con las de los poderes dominantes, aunque no de reyes o dinastías particulares.
De este modo, los templos adquirieron cierto tipo de independencia, pero que podía llevar
al aislamiento si el rey elegía dioses más dispuestos.
En el Levante, los templos dependían de la generosidad de los reyes, ya que las
tradiciones de riqueza independiente de los templos no estaban tan bien establecidas allí
como en Mesopotamia.
Sin embargo, en prácticamente todo el Cercano Oriente, los templos disfrutaban de
una sustancial riqueza económica y poseían vínculos con los comerciantes, que recibían
créditos y garantías de los templos y estaban dispuestos a hacer regalos.

27
Algunas familias ricas de Babilonia explotaron las instituciones de los templos para
esquivar las obligaciones de la herencia. Ciertos proyectos similares eran comunes.
CIENCIA
La mayoría de los templos poseían algún tipo de archivo, incluyendo –
mínimamente – textos sobre rituales y textos económicos. Otros, como el templo de Enlil
en Nippur o el de Baal en Ugarit también incluían textos mitológicos con una inclinación
nacionalista, compuestos en las lenguas nativas: sumerio y ugaríticos respectivamente (en
lugar de en acadio).
Dada la importancia de las observaciones astronómicas en busca de presagios e
interpretaciones astrológicas, los templos eran el centro de la ciencia babilónica – y, por lo
tanto, del nacimiento de la ciencia moderna. La enseñanza y la transmisión del
conocimiento –si es que esto ocurría en un contexto institucional más que doméstico-
habrían tenido lugar en los templos.

Referencias y lecturas sugeridas


Englund, R. K. (1998) “Texts from the Late Uruk period.” In P. Attinger and M. Wa
¨fler, eds., Mesopotamien: Spa ¨turuk-Zeit und Fru ¨hdynastische Zeit: 15–233. Freiburg.
Forest, J.-D. (1999) Les premiers temples de Me ´sopotamie. Oxford.
Heinrich, E. (1982) Die Tempel und Heiligtu ¨mer im alten Mesopotamien. Berlin.
Oates, D., Oates, J., and McDonald, H. (1997) Excavations at Tell Brak, vol. 1.
Oxford.
Oates, D., Oates, J., and McDonald, H. (2000) Excavations at Tell Brak, vol. 2.
Oxford.
Swerdlow, N. M., ed. (1999) Ancient astronomy and celestial divination. Cambridge,
MA.
Veenhof, K. R. (2004) “Trade with the blessing of S ˇamas ˇ in Old Babylonian
Sippar.” In J. G. Dercksen,ed.,Assyria and beyond: 551–82. Leiden.
Warburton, D. A. (2007) “The architecture of Israelite temples.” In L. L. Grabbe, ed.,
Ahab Agonistes: 310–28. London.
Werner, P. (1994) Die Entwicklung der Sakralarchitektur in Nordsyrien und Su
¨dostkleinasien. Munich.
Woolley, L. (1955) Alalakh. Oxford.

28
Templos en el Egipto Faraónico7 18
Los templos egipcios existieron a lo largo de un vasto periodo de la historia – desde ca.
3500 AEC hasta 550 CE, cuando el último templo fue cerrado bajo las órdenes del
emperador Bizantino Justiniano. Durante el curso de estos 4000 años, muchos cambios
ocurrieron en cuanto al rol y la función de los templos egipcios, por lo que se debe ser
cuidadoso a la hora de generalizar sobre estas estructuras.
La forma física de los templos egipcios también cambió en este tiempo; de simples
santuarios prehistóricos a estructuras masivas que se consideran algunas de las más
impresionantes maravillas arquitectónicas del Egipto antiguo. Pero pocos templos
anteriores al Reino Nuevo (antes de ca. 1560 AEC) han sobrevivido, y relativamente pocos
templos han sobrevivido en Bajo Egipto (norte), por lo que nuestro conocimiento de estas
estructuras es mayo a partir del Reino Nuevo y, especialmente, de templos del Alto Egipto.
Los templos egipcios funcionaban, además de en la esfera religiosa, en los ámbitos
políticos y económicos de la sociedad del antiguo Egipto. Para entender estos templos es a
veces útil compararlos con centros religiosos modernos como iglesias, sinagogas, y
mezquitas. El templo egipcio era, sin duda, visto como un lugar de conexión física y
espiritual - el área donde los humanos servían y entraban en contacto con los poderes
sagrados – pero, a diferencia de sus equivalentes más modernos, los templos egipcios no
estaban destinados al uso general de la población, ni al culto comunitario o la interacción
religiosa per se. El templo egipcio era el lugar físico donde los rituales de culto eran
ejecutados por individuos seleccionados para las deidades y para ciertos otros grupos,
como los reyes y las reinas (vivos y fallecidos) o algunos individuos enaltecidos. Además de
haber sido centros de culto, los templos egipcios funcionaban como modelos físicos del
cosmos de acuerdo con las creencias religiosas egipcias y, como tales, desempeñaban un
papel en el mantenimiento simbólico del orden del mundo.
EL TEMPLO EGIPCIO COMO CENTRO DE CULTO
La mayoría de los templos egipcios estaba dedicada a un dios o diosa principal, y muchos
de los templos que estaban dedicados a una deidad particular también incorporaban
santuarios a dioses o diosas relacionados. A pesar de la vasta cantidad de deidades que
conformaban el panteón egipcio, solo unos pocos recibían culto. Es pues necesario hacer
una distinción entre las deidades mayores o cósmicas que eran objeto de los mitos
cosmogónicos y cosmográficos del Antiguo Egipto y los muchos dioses menores que eran

7
WILKINSON, Richard en BAGNALL, Roger et alii. (ed.) The Encyclopedia of Ancient History, Willey-
Blackwell, Londres, pp. 4987–4988. Traducción del inglés para el uso interno de cátedra: Leila
Sandali, 2017.

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objeto de mitologías más limitadas. Con muy pocas excepciones, solo el primer grupo
poseía templos de adoración e incluso no todas las deidades cósmicas recibían veneración
de forma generalizada. Por otro lado, los dioses y diosas mayores eran a menudo adorados
en varios templos en diferentes lugares.
Algunos templos egipcios estaban dedicados al rey viviente y celebraban ciertos momentos
de la vida del rey, como su nacimiento, regencia o festival de jubileo, mientras que existían
también otros templos conmemorativos o templos fúnebres donde se practicaba el culto
funerario del rey (o de la reina).
Teóricamente, el rey egipcio servía como sumo sacerdote de todos estos cultos e incluso
era representado así en muchos templos. Pero en realidad, era sacerdotes de diversos
rangos los que cumplían diariamente con las necesidades del culto. Sin embargo, no
existió ninguna clase sacerdotal separada hasta el Reino Nuevo. En los Reinos Medio y
Antiguo muchos empleados de la administración estatal servían como sacerdotes durante
varios meses y luego regresaban a sus deberes seculares. También existían templos
dedicados a individuos fallecidos que habían sido elevados al status de deidad menor (u
honrados de algún otro modo) y poseían sus propios sirvientes de culto. La administración
de los cultos de los templos egipcios está documentada, principalmente, en las
representaciones e inscripciones de los templos y en algunos papiros. Gracias a esta
evidencia sabemos que los rituales en los templos eran extensivos y, además de aquellos
dirigidos al cuidado diario de la estatua de culto, podían incluir otros rituales, procesiones,
o la celebración de fiestas establecidas. Las estatuas de los dioses eran a veces llevadas a
contemplar el amanecer del año nuevo para que así participaran de la renovación cósmica.
También se las sacaba de sus santuarios y se las llevaba a visitar los templos de otras
deidades en el cumplimiento de matrimonios divinos u otras formas de renovación mítica.
El templo egipcio estaba así ligado al tiempo y al espacio en el mundo real, pero también
creaba, en su propia estructura, un mundo secundario independiente que era un modelo
del cosmos real.

DISEÑO Y FUNCION
Los templos egipcios existieron con diferentes formas y disposiciones. Podían ser
construcciones independientes o estar tallados en las rocas de los acantilados. Podían ser
perfectamente lineales o haber sido construidos con múltiples ejes, y a veces estaban
unidos a un monumento real o se situaban a cierta distancia de él. Los templos funerarios
del Reino Antiguo a veces orientaban al norte y se enfocaban en el cielo nocturno, al que el
rey fallecido aspiraba ingresar como una estrella inmortal. Los templos posteriores se
centraban en el camino del sol y su papel en la (re)creación en curso. Si bien se puede
observar que estos templos incorporaron formas diferentes, y en algunos casos funciones

30
diferentes, el plano básico del templo era usualmente el mismo en determinado periodo.
Durante el periodo del Reino Nuevo los templos poseían un área de entrada, a menudo
precedida por un camino procesional. Usualmente este camino llevaba a una habitación
abierta con peristilo que a su vez conducía a una sala hipóstila y luego a la zona interior del
templo. Esta zona podía contener un santuario que alojaba la barca procesional del dios,
además de otras salas especializadas y el santuario o santuarios de los dioses del templo.
Toda el área que ocupaba un templo egipcio era una zona de estabilidad y de maat - el
balance cósmico, de justicia y de orden - dentro de un mundo caótico. Como tales, los
templos regulaban, a nivel simbólico, la continuación exitosa del orden creado. Este hecho
se expresó en metáforas arquitectónicas.
Desde el Reino Nuevo, y probablemente antes, muchos templos mostraban la trayectoria
diaria del sol a lo largo de su eje principal, que estaba literal o simbólicamente alineado
con una orientación este-oeste. Si esta orientación se reflejaba en la forma “horizonte” de
las puertas de acceso de los pilones o si se reflejaba en las representaciones del disco
solar o del dios sol a la entrada de templo, su significado simbólico era el mismo. El techo
de la mayoría de los templos, que bajando gradualmente conducía a una zona interior
oscura, podría significar tanto el camino del ciclo solar diurno como la naturaleza oculta de
la deidad en el santuario. Una notable excepción ocurrió en el período de Amarna, donde el
gran templo del faraón Akhenaten en Akhetaten parece haber invertido este esquema al
conducir desde una entrada sombreada a una zona interior abierta directamente expuesta
al Aten solar, que era el foco del culto del templo.
A menudo los templos egipcios eran diseñados con ciertas características arquitectónicas
o de representación tales como un área interior elevada significando el montículo original
de la creación; un muro ondulante de témenos, simbolizando las aguas de la creación, de
las que todo surgió; o la decoración de columnas y muros de las salas interiores de los
templos que reflejaba el medio pantanoso original de la mitología de la creación egipcia.
Los templos egipcios a menudo simbolizaban, en su plan y decoración, tanto la creación
original del tiempo lineal como la creación diaria del tiempo cíclico.
Sin embargo, debe recordarse que, a pesar de estos aspectos comunes en el diseño, cada
templo egipcio era único en algún aspecto de su diseño y a menudo existían diferencias
importantes entre el diseño de los templos conmemorativos y otros tipos y, a su vez, entre
templos de diferentes épocas. Por último, otra semejanza encontrada en los templos de
todos los periodos es el reflejo del papel del faraón, que estaba presente, de alguna
manera u otra, en todos los templos egipcios, ya fuera en forma de estatuas reales,
relieves parietales o actividades de culto. El rey podía ser representado como el intérprete
o el receptor del culto de templo, o como ambos. En cualquier caso, la persona del rey era
fundamental para el papel y la función del templo egipcio, y la separación del poder político

31
y de culto rara vez era clara. Muchos templos, por ejemplo, mostraban representaciones
del rey en la batalla, derrotando enemigos e incluso ejecutando cautivos. Estas
representaciones usualmente ocurren en los muros exteriores y sirven para mostrar
simbólicamente la protección del rey del espacio sagrado - así como el “templo” más
amplio que es Egipto mismo - en lugar de solo anunciar sus proezas.
Si bien la mayoría de las estructuras religiosas modernas se planifican y se construyen
dentro de un periodo de tiempo limitado y raramente se agrandan o se cambian, esto no
era el caso de los templos egipcios, que con frecuencia crecieron a través del tiempo ya
que los reyes los ampliaron y expandieron a lo largo de cientos de años. De esta manera,
las continuas dedicaciones reales agregaron nuevos pilones, salas, pórticos, y otras
características a los núcleos originales (que a veces eran derribados y reconstruidos), así
como también se añadieron obeliscos, santuarios y otras características.
Los ofrecimientos a los templos también incluían regalos de tierra, ganado, productos
agrícolas, y otros recursos. Estas últimas, junto con los productos agrícolas de las
propiedades del templo, fueron a menudo la razón por la que se construían, dentro de los
límites, extensos complejos auxiliares de almacenes, graneros y mataderos, que también
subrayan la importancia de los roles sociales y económicos del templo egipcio.
ROL SOCIAL Y ECONOMICO DE LOS TEMPLOS EGIPCIOS
Si bien los templos egipcios ejercían la práctica del culto de forma independiente a la
participación popular, también funcionaban como instituciones que interactuaban con la
población egipcia de varias formas importantes. Mientras que la participación de la
población en los rituales y celebraciones era prácticamente inexistente, la participación
popular limitada si ocurría, a una distancia respetuosa, en las procesiones divinas cuando
los dioses viajaban desde sus templos y también participaban en ciertos eventos
específicos que se celebraban fuera del templo. La gente también podía acceder a sus
dioses a través de los oráculos del templo y los santuarios de "oído", construidos en el
perímetro de los complejos del templo, donde los individuos podían transmitir sus
oraciones y peticiones a los dioses. Sin embargo, el nivel de interacción población-templo
fue mayor en otras áreas.
Debido a la cantidad de sustento que requerían y a los regalos que acumulaban, los
templos egipcios fueron sin duda una carga para las áreas circundantes, pero, de todas
formas, funcionaban dentro de un sistema de economía redistributiva. Dedicaciones,
ofrendas y regalos eran proporcionados a los templos por el rey y por los miembros de las
clases de élite. Una parte de estos regalos, y de los productos de las propiedades del
templo, era a veces donado a los necesitados y a otros miembros de la población. Parte de
este excedente era también utilizado para el mantenimiento de las clases sacerdotales y
para el pago a la gran cantidad de trabajadores necesarios en el mantenimiento de

32
extensas granjas en los templos y las fincas. El templo era, como mínimo, un importante
empleador en cualquier zona y, como tal, una parte importante de las economías locales. A
medida que las tierras de los templos y sus economías crecieron, y los regalos
monárquicos de la exención de impuestos se multiplicaron, muchos templos se hicieron
masivos, tanto en tamaño como en poder económico e influencia.
Las funciones judiciales también eran realizadas a menudo por los sacerdotes en las
puertas del templo, consolidando así la influencia y el poder del templo como institución
social.
Al menos desde el Reino Nuevo, los templos eran a menudo lugares de curación y de
tratamiento para ciertas enfermedades y otros problemas físicos. La medicina egipcia era
una compleja mezcla de remedios mágicos y prácticos, y muchos templos proporcionaban
no solo sacerdotes expertos en esas cosas, sino también centros de curación basados en
los santuarios de las deidades relacionadas con la sanación.
Los templos eran también centros de educación, aunque no libremente accesible para
todos. El per ankh, o “Casa de la Vida”, establecido en muchos templos, era una institución
educativa que proporcionaba formación a los admitidos en diversas habilidades y
diferentes áreas de conocimientos. Además de la instrucción puramente religiosa, los
sacerdotes asociados con estas “casas de la vida” podían también adquirir conocimientos
en astronomía, matemáticas, calendarios u otras áreas de conocimiento, y el templo
permanecía, a través de la mayor parte de su historia, como un importante productor y
depositario de registros y el principal centro de aprendizaje egipcio.

Referencias y lectura sugerida


Arnold, D. (1999) Temples of the last pharaohs. Oxford.
Bell, L. (1985) “Luxor Temple and the cult of the royal ka.” Journal of Near Eastern Studies
44, 4: 251–94.
Murnane, W. J. (1980) United with eternity: a concise guide to the monuments of Medinet
Habu. Chicago.
Quirke, S. (1997) The temple in ancient Egypt: new discoveries and recent research.
London.
Schafer, B., ed. (1997) Temples of ancient Egypt. Ithaca. Wilkinson, R. H. (2000) The
complete temples of ancient Egypt. London.

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