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¿QUÉ ES UN ACTIVO?

Desde un punto de vista contable, un activo es un bien, derecho u


otro recurso que una empresa controla económicamente y del
que espera obtener un beneficio o rendimiento económico en el
futuro. Es decir, el ordenador con el que trabajas, el coche de
empresa, una patente o una materia prima son activos de una
empresa.

Los activos pueden ser de dos tipos:

Fijos: son recursos de tipo duradero, es decir, que están destinados


a servir, de forma perdurable, a la actividad de la empresa y no
están pensados para su venta. De ahí que se les denomine también
activos fijos, inmovilizado o activo no corriente.

Circulantes: son elementos que forman parte de las inversiones


cíclicas de una empresa, es decir, no tienen un carácter duradero y
están sometidos al ciclo de actividad (por lo general, no más de un
año). Es decir, se adquieren existencias(como materias primas,
artículos en proceso de fabricación) y posteriormente se venden.
Por eso se los conoce como activos circulantes o corrientes.

Por qué los activos pierden valor


Cuando hablamos de amortización o depreciación de un activo
nos referimos a los activos fijos. En otras palabras: ciertos
recursos de una empresa, como el inmobiliario, la maquinaria,
etcétera, van perdiendo valor (se deprecian) y esto ha de
considerarse como un gasto.

¿Por qué se deprecian? Bien, como en todos los aspectos de la


vida, el tiempo va socavando el valor de las cosas. En una
empresa, un coche, un ordenador o los muebles de una oficina
son una inversión inicial que con el uso y el paso del tiempo se
deterioran. Además, hay que contar el desarrollo tecnológico.
Puedes estar seguro que el dispositivo con el que estás leyendo
estas líneas no tendrá el mismo valor dentro de cinco años.

La depreciación es el mecanismo mediante el cual se reconoce el desgaste que sufre un bien


por el uso que se haga de él. Cuando un activo es utilizado para generar ingresos, este sufre
un desgaste normal durante su vida útil que al final lo lleva a ser inutilizable. El ingreso
generado por el activo usado, se le debe incorporar el gasto, correspondiente desgaste que
ese activo ha sufrido para poder generar el ingreso, puesto que como según señala un
elemental principio económico, no puede haber ingreso sin haber incurrido en un gasto, y el
desgaste de un activo por su uso, es uno de los gastos que al final permiten generar un
determinado ingreso.

La depreciación, como ya se mencionó, reconoce el desgaste de los activos por su esfuerzo


en la generación del ingreso, de modo pues, que su reconocimiento es proporcional al tiempo
en que el activo puede generar ingresos. Esto es lo que se llama vida útil de un bien o un
activo, el tiempo durante el que un activo se mantiene en condiciones de ser utilizado y de
generar ingresos.
La vida útil es diferente en cada activo, depende de la naturaleza del mismo. Pero por
simplicidad y estandarización, la legislación Colombiana,1 por ejemplo, y de manera similar
casi todas las regulaciones, han establecido la vida útil a los diferentes activos clasificándolos
de diferentes grupos:
MÉTODOS DE DEPRECIACIÓN

Para el cálculo de la depreciación se pueden utilizar diferentes métodos


como el método lineal, método de depreciación decreciente y método de
unidades de producción entre otros.

La depreciación lineal dará lugar a un cargo constante a lo largo de la vida


útil del activo, siempre que su valor residual no cambie.

El método de depreciación decreciente en función del saldo del elemento


dará lugar a un cargo que irá disminuyendo a lo largo de su vida útil.

El método de las unidades de producción dará lugar a un cargo basado


en la utilización o producción esperada. La entidad elegirá el método que
más fielmente refleje el patrón esperado de consumo de los beneficios
económicos futuros incorporados al activo.

Dicho método se aplicará uniformemente en todos los periodos, a menos


que se haya producido un cambio en el patrón esperado de consumo de
dichos beneficios económicos futuros.

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