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(A) Mosquera - Maturana-Nociones de Cosa Juzgada-2005 PDF
(A) Mosquera - Maturana-Nociones de Cosa Juzgada-2005 PDF
UNIVERSIDAD DE CHILE
MAYO 2005
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ADVERTENCIA
LOS AUTORES
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BREVES NOCIONES ACERCA DE LA COSA JUZGADA
I. INTRODUCCION
Para los efectos de estudiar la cosa juzgada es menester que previamente
delimitemos los aspectos de ella que abordaremos en estos apuntes.
El artículo 175 del C.P.C. establece que "las sentencias definitivas e interlocutorias
firmes producen la acción o excepción de cosa juzgada".
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En todo caso, debemos dejar constancia respecto de la fase de ejecución como se señalara en el Primer informe de la Cámara
de Diputados que” se hizo presente que no era conveniente innovar mientras no se crearan los jueces especiales de ejecución. La
experiencia práctica demuestra que la autoridad administrativa es más humana en el tratamiento de las penas que el juez, que es
una persona totalmente lejana. Quien puede tener una política criminológica de mayor sentido humanista es siempre, en general,
quien tiene a su cargo el Ministerio de Justicia.” Reforma Procesal Penal. Génesis, Historia Sistematizada y Concordancias. Tomo
III. Págs 423 y 424.Fernando Londoño Martínez y otros. Editorial Jurídica de Chile. Junio 2003
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autoridades administrativas y de los auxiliares de los órganos jurisdiccionales, como
los receptores.
Para los efectos de velar por el efectivo ejercicio de esa actividad, el constituyente
se ha encargado de establecer la conducta que respecto del cumplimiento de las
ordenes emanadas de los tribunales deberán adoptar las autoridades administrativas
(arts.73 incs.3 y 4 de la C. Pol.).
Para los efectos de llevar a cabo la acción de cosa juzgada los tribunales se
encuentran dotados de la facultad de imperio.
En cuanto a los titulares de la acción de cosa juzgada debemos hacer presente que
ella no corresponde sino a los que han litigado y no a las personas a quienes puede
aprovechar el fallo con arreglo a la ley, porque éstos necesitan una resolución previa
que así lo declara para exigir con relación a ellos el cumplimiento de la sentencia. No
sucede lo mismo con la excepción de cosa juzgada, que supone la existencia del juicio
en que se opone, en el cual puede discutirse y resolverse el derecho de la parte que
formule dicha excepción para aprovechar las resultas del fallo anterior en que se funde
(art.176 del C.P.C.).
II. CONCEPTO
La expresión cosa juzgada viene del vocablo "res" (cosa) "iudicata" (juzgada).
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“En términos generales, se trata de resoluciones que se pueden ejecutar no obstante existir recursos pendientes en su contra,
estado en que técnicamente no se ha producido aún la cosa juzgada. Así, por razones de política legislativa y con el objeto de dar
celeridad a los juicios, la ley permite que se puedan cumplir las decisiones judiciales que causan ejecutoria, aunque exista el
riesgo de que el tribunal ad quem, conociendo de la impugnación, deje sin efecto lo decidido en la sentencia recurrida.
Las resoluciones que causan ejecutoria dan origen a la figura de la ejecución provisional de la sentencia. En explicación de
Caballol Angelats , “la ejecución provisional es la institución procesal mediante la cual se atribuye eficacia a una resolución
definitiva sobre el fondo carente de firmeza, quedando subordinada la permanencia de los efectos producidos a lo que resulte del
recurso” Mediante la ejecución provisional se consiguen actuar los efectos que la sentencia produciría si fuera firme.La principal
característica de la ejecución provisional es que sus efectos quedan condicionados a los que resulte del recurso, es decir, si la
resolución confirma la resolución recurrida, estos permanecerán, y si la revoca, deberá restituirse todo lo percibido y revocarse
cualquier efecto que se haya producido.” Alejandro Romero Seguel. La Cosa Juzgada en el Proceso Civil Chileno. Págs 28 y 29.
Editorial Jurídica de Chile. Mayo 2002.
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"A estar a la expresión literal de los vocablos, parecería que cosa juzgada significa
objeto, es decir, todo aquello que tiene una medida de valor y que puede ser objeto de
derecho de propiedad. Juzgada, a su vez, como participio del verbo juzgar, califica a lo
que ha sido materia de un juicio. En sus términos literales, la cosa juzgada podría
definirse entonces, como un objeto que ha sido motivo de un juicio. La proposición
"este vaso es de plata" es en esta primera acepción, una cosa juzgada. La cosa objeto
material, aparece unida al atributo: ser de plata.
Pero la cosa juzgada es un concepto jurídico cuyo contenido es algo más que la
suma de sus dos términos, el cual ha sufrido a lo largo de la historia una lenta y
progresiva transformación en la forma de ser concebido.
En tal sentido la definió Savigny al señalar que ésta no era más que "la ficción de
verdad que protege las sentencias contra todo ataque y toda modificación". A
través de esta posición no se busca más que dar a "la cosa juzgada una justificación
de carácter político, apoyada en la necesidad de prestigiar definitivamente la autoridad
de la jurisdicción. Pero la interpretación es excesiva, por cuanto prescinde de la gran
cantidad de casos en los cuales la sentencia no constituye una ficción de verdad, sino
la verdad real".
Además, se critica este concepto porque se dice que en el proceso civil lo que
interesa no es el logro de la verdad, sino que el de la certeza. En cambio, en el
proceso penal es claro que lo perseguido es el logro de la verdad real (art.456 bis del
C.P.P.). 3
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En el nuevo sistema procesal penal, debemos recordar que conforme a lo previsto en el artículo 340 del Código Procesal Penal,
el parámetro para poder dictar una sentencia condenatoria es que el tribunal, sobre la base de la prueba producida durante el
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Finalmente, la sentencia es tal cuando ella misma constituye una realidad de la cual
emanan efectos jurídicos. El derecho opera en una realidad y no sobre la base de
ficciones. La cosa juzgada no puede descansar en la idea de una ficción, puesto que la
sentencia establece una realidad concreta.
De acuerdo con esta tesis "la autoridad de cosa juzgada hace presumir de una
manera verdadera y justa todo lo que está contenido en la sentencia, y siendo esta
presunción "juris et de jure", excluye toda prueba.
juicio oral, haya adquirido la convicción mas allá de toda duda razonable de que realmente se hubiere cometido el hecho punible
objeto de la acusación y que en el hubiere correspondido al acusado una participación culpable y penada por la ley.
Al respecto se nos ha señalado que “ llama la atención que la convicción requerida sea “ mas allá de toda duda razonable”,
concepto que adoptara la Comisión Mixta al rechazar el calificativo de “ suficiente” que previamente había introducido el Senado.
En efecto, en su oportunidad “ estuvo de acuerdo el Senado en que no es preciso que sea absoluta la convicción a que debe llegar
el tribunal. Basta que sea suficiente, calificativo que acordó agregar.
Por su parte, la Comisión Mixta tuvo presente que el estándar de convicción mas allá de toda duda razonable es propio de
derecho anglosajón, y no del europeo continental, por lo que resulta una novedad también para el ordenamiento jurídico chileno.
Sin embargo, es un concepto útil, toda vez que está suficientemente decantado y elimina las discusiones relativas al grado de
convicción que se requiere, dejando en evidencia que no se trata de una convicción absoluta, sino de aquella que excluya las
dudas más importantes.
El estándar de duda razonable ha sido tomado del sistema norteamericano y protege al acusado de ser condenado por un delito si
no se ha producido prueba “ más allá de una duda razonable” ( beyond a reasonable doubt) con respecto a cada hecho necesario
para constituir el delito del que ha sido acusado. El estándar de “ duda razonable” es utilizado en los Estados Unidos por oposición
al estándar de “ preponderancia de evidencia” que opera en materia civil. Significa, en otras palabras, que no basta con que el
acusador produzca prueba “ más convincente” que el acusado, sino que debe tratarse de prueba que conduzca a la completa
convicción, esto es, a un grado de certeza moral acerca de la existencia de los hechos que configuran el delito y la participación
del acusado.
Por su parte, “ duda razonable” ha sido definida en el sistema norteamericano – partir de la jurisprudencia existente- como el
estándar usado para determinar culpabilidad o inocencia de una persona acusada de un delito. Para ser culpable de un delito, se
debe probar que uno es culpable más allá de una duda razonable. Una duda razonable que justificaría absolución es una duda
basada en la razón y que surja de la evidencia o de la falta de evidencia, y es la duda que un hombre o mujer razonable podría
abrigar, y la es una duda rebuscada ni imaginada, ni la duda que un jurado podría hacer aparecer `para evitar realizar una tarea o
deber desagradable. Duda razonable es una duda que llevaría a las persona prudentes a dudar antes de actuar en materias de
importancia para ellos mismos. Es duda basada en evidencia o en falta de evidencia.
En ocasiones, suele considerarse también como efectos de la presunción de inocencia en materia probatoria la exigencia de que
la actividad probatoria se realice en el juicio oral y la prohibición de admitir como prueba la que legalmente no tenga tal carácter.
Julián López Masle. Principios del sistema Procesal Chileno. Apuntes de clase para el Diplomado sobre la Reforma Procesal
Penal. Pás 63 y 64. Universidad de Chile. Facultad de Derecho. Marzo 2.001.
Se ha señalado respecto del nuevo Código Procesal Penal, que “ otro elemento distintivo del sistema adoptado es la
fundamentación que de la apreciación de la prueba hecha por el tribunal debe contener la sentencia, ya que el tribunal deberá
expresar claramente en el fallo los elementos que consideró para formar su convicción, los cuales con la sola excepción de la
prueba anticipada podrán únicamente basarse en las pruebas rendidas durante la audiencia del juicio oral.
La fundamentación exigida por el legislador es muy completa, ya que deberá hacerse cargo de toda la prueba producida,
indicando el o los medios de prueba mediante los cuales se acreditó cada uno de los hechos y circunstancias que se dan por
probados y, señalando la prueba que se hubiere desestimado con indicación de las razones que se tuvieron para ello.
Esta fundamentación es la base de la socialización de la sentencia, ya que debe realizarse de tal manera que ella pueda permitir
la reproducción del razonamiento desarrollado por el tribunal para alcanzar las conclusiones a que llega la sentencia.” Roberto
Nahum Anuch. El sistema probatorio del Código Procesal Penal. Gaceta Jurídica Enero 2001. Nº 247 Pág.17 y 18.
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"La autoridad de la cosa juzgada excluye de un modo tal la prueba de lo contrario,
que la parte en contra de quien el fallo se ha dado, no puede presentar documentos
decisivos que dijese haber hallado después. (L 4 Cod de re jud)".
Esta tesis parte de la evocación del precepto de Ulpiano "res iudicata pro veritate" y
extrae de él la consecuencia de que la cosa juzgada lleva consigo una presunción de
verdad.
"Lo que acontece es que la cosa juzgada no tiene por fundamento la verdad, sino la
paz y el orden social. Por supuesto que el derecho no aspira a obtener la paz y el
orden al precio de la verdad y con sacrificio de esta última. Pero se resigna a que así
sea, cuando no hay más remedio que poner fin de una vez por todas a la controversia
que divide a las partes. Una de las formas mas crueles de la injusticia es la de que no
se sepa nunca quién tiene la razón. El derecho termina por darle la razón a uno. ¿Por
escrúpulo de verdad? No: para obtener la paz y el orden".
Esta teoría acerca de la cosa juzgada nació como una reacción a lo sustentado por
las otras dos mencionadas precedentemente.
Chiovenda nos señala al respecto que: "Cuando se define la cosa juzgada como
una ficción de verdad, como una verdad formal, como una presunción de verdad, se
dice una cosa exacta únicamente en el sentido que, por la grandísima mayoría de los
ciudadanos ajenos al litigio, la sentencia del juez se presenta como cosa conforme a la
verdad. Pero ésta no es sino la justificación política de la cosa juzgada. Jurídicamente
la cosa juzgada no se refiere a la afirmación de la verdad de los hechos, sino a la
existencia de una voluntad de ley en el caso concreto.
"El razonamiento sobre los hechos es obra de la inteligencia del juez, necesaria
como medio de preparar la formulación de la voluntad de la ley. A veces, como se ha
visto (en las pruebas legales) el juez no puede siquiera razonar sobre los hechos pero
el juez no es solamente un lógico, es un magistrado. Conseguida la finalidad de dar
una formulación de la voluntad de la ley, el elemento lógico en el proceso pierde toda
importancia. Los hechos vuelven a ser lo que fueron: el ordenamiento jurídico no
pretende que se consideren como verdaderos los que le sirven al juez de base para su
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decisión; más bien, no se preocupa en absoluto de averiguar como sucedieron en
realidad las cosas, y no le interesan los posibles errores lógicos del juez, sino que se
limita a afirmar que la voluntad de la ley en el caso concreto es lo que el juez afirma
ser la voluntad de la ley. El juez, pues, en cuanto razona no representa al Estado; lo
representa en cuanto afirma su voluntad. La sentencia es únicamente la afirmación o
la negación de una voluntad del Estado que garantiza a alguno un bien de la vida en el
caso concreto y a esto únicamente puede extenderse la autoridad de la cosa juzgada;
con la sentencia se consigue solamente la certeza de la existencia de una tal voluntad,
y, por lo tanto, la inatacabilidad del bien reconocido o negado".
De allí que por la doctrina se pasó a considerar la cosa juzgada como uno de los
efectos de la sentencia, pudiendo citarse al respecto las siguientes definiciones:
Couture nos indica que la "cosa juzgada es la autoridad y eficacia de una sentencia
judicial cuando no existen contra ella otros medios de impugnación que permitan
modificarla".
El profesor don Juan Colombo Campbell señala que la cosa juzgada es "el efecto
de las resoluciones judiciales señaladas por la ley en virtud del cual su contenido
puede cumplirse a favor del que ha obtenido en el juicio e invocarse por todos aquellos
a quienes aprovecha el fallo para impedir que la cuestión resuelta pueda ser objeto de
un nuevo proceso".
Esta doctrina acerca de la cosa juzgada aparece como una reacción frente a la
teoría que recibe la cosa juzgada como un efecto de la sentencia y es desarrollada
principalmente por Enrico Tulio Liebman -italiano pese a su apellido- en su obra
"Eficacia y autoridad de la sentencia y otros estudios sobre la cosa juzgada".
"La cosa juzgada ¿sería pues, un efecto que se coloca junto a los otros y en el
mismo plano que ellos o que se sobrepone a los mismos y los comprende? ¿No sería,
por el contrario, una cualidad de estos efectos, un modo de ser suyo, la particular
intensidad con que se producen?.
"Las propias palabras usadas corrientemente nos indican el camino que debemos
seguir. Hoy en día no se habla ya de cosa juzgada sino, empleando una forma elíptica,
al designar la autoridad de la cosa juzgada. Ahora bien, esta expresión sumamente
abstracta, no puede y no quiere referirse a un efecto autónomo, que, en general,
pueda existir por sí solo; ella indica, por el contrario, la fuerza, el modo con que ciertos
efectos se producirán, esto es, una cualidad o modo de ser de tales efectos. Lo mismo
puede decirse de las diversas palabras con que se trate de explicar la fórmula
legislativa tradicional: inmutabilidad, definitividad, intangibilidad, indiscutibilidad;
términos que expresan todos ellos una propiedad, una cualidad particular, un atributo
de un objeto al cual se refieren, ya que por sí solos son expresiones, carentes de
contenido y de sentido.
Dentro del proceso existe un instante en que nace la autoridad de la cosa juzgada:
y este no es otro que aquel de la preclusión de los medios de impugnación.
La inmutabilidad del fallo afecta a todos los poderes del Estado, tiene rango
constitucional (art.73, Constitución Política del Estado) y éstos nada pueden hacer
para modificar lo resuelto (art.7º, inc.2º de la Constitución).
Esta eficacia se produce aún antes de que el fallo esté ejecutoriado. Ejemplo de ello
son las sentencias que causan ejecutoria.
"Ahora bien, este mandato, aún cuando sea plenamente eficaz, no sólo es
susceptible de reforma a causa de la pluralidad de instancias y del sistema de
gravámenes sobre el está construido el proceso, sino que está también expuesto al
riesgo de ser contradicho por otro mandato pronunciado también por un órgano del
Estado. Esto se verifica igualmente para todas las formas de la actividad del Estado,
salvo, se entiende, la posible variedad del otorgamiento positivo que puede reconocer,
por ejemplo, la facultad de contradecir un mandato (y, por consiguiente, de abrogarlo)
solamente al mismo poder que lo ha pronunciado.
Finalmente, Liebman señala que la coercibilidad del fallo no forma parte esencial de
la cosa juzgada.
a) La coercibilidad del fallo no es más que un atributo que puede ser ejercido por
todos los Poderes del Estado para hacer cumplir sus actos de autoridad; y
a) Algunos han sustentado la tesis que en las materias criminales nunca debe
aceptarse la teoría de la cosa juzgada. Es decir, que nunca debe considerarse
absolutamente irrevocable una sentencia criminal, tanto si se ha pronunciado en
sentido condenatorio, como si lo ha sido en sentido de absolución. Los partidarios de
estas tesis sostienen que al condenado siempre debería dársele la libre facultad de
suspender la ejecución de la condena y pedir la revisión del ella, alegando que fue
errónea y aseverando haber encontrado nuevas pruebas en justificación de su propia
inocencia, y por otra parte, debería conferírsele a la acusación el poder de ser
propuesta una vez más, después de la sentencia absolutoria sobre la base de nuevas
pruebas que han surgido con posterioridad, de confesiones, de testimonios o de otras
demostraciones materiales del delito.
Prevé respecto de las sentencias absolutorias el art.418 del C.P.P. que "el
sobreseimiento total y definitivo pone término al juicio y tiene la autoridad de la cosa
juzgada" y en el art.501 vigente con anterioridad a la dictación de la Ley 18.857
agregaba que "la sentencia absolutoria es definitiva y tiene la fuerza de cosa juzgada.
De consiguiente, no puede absolverse de la instancia, ni sobreseerse sino respecto de
los reos ausentes en los casos prescritos por la ley".
Cabe relacionar el inciso 2º del artículo 1 del Código con lo previsto en el artículo 13,
sobre el efecto en Chile de las sentencias penales de tribunales extranjeros, conforme
con el cual “Tendrán valor en Chile las sentencias penales extranjeras. En
consecuencia, nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual hubiere
sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo a la ley y al
procedimiento de un país extranjero, a menos que el juzgamiento en dicho país hubiere
obedecido al propósito de sustraer al individuo de su responsabilidad penal por delitos
de competencia de los tribunales nacionales o, cuando el imputado lo solicitare
expresamente, si el proceso respectivo no hubiere sido instruido de conformidad con
las garantías de un debido proceso o lo hubiere sido en términos que revelaren falta de
intención de juzgarle seriamente.
Cabe resaltar que la infracción de la cosa juzgada que emana de una sentencia
ejecutoriada constituye un motivo absoluto para deducir el recurso de nulidad conforme
a lo previsto en la letra g) del artículo 374 y según el cual el juicio y la sentencia serán
siempre anulados : g) Cuando la sentencia hubiere sido dictada en oposición a otra
sentencia criminal pasada en autoridad de cosa juzgada.
IV. FUENTES
Las disposiciones legales que dentro de nuestro ordenamiento jurídico se encargan
de regular la institución de la cosa juzgada son las siguientes:
La sanción para los actos que importen una violación a dicha garantía se contempla
en el artículo 7º de la Constitución que establece: "Los órganos del Estado actúan
validamente previa investidura regular de sus integrantes, dentro de su competencia y
en la forma que prescribe la ley.
i.- "fuerza o autoridad de cosa juzgada" (arts.316, 902, 1606, 1687, 2256 y 2455).
Los artículos siguientes, 182 a 185 inclusive, aunque no aluden a la cosa juzgada
misma tratan, sin embargo, de cierto efecto de las sentencias definitivas e
interlocutorias que le es afín: el desasimiento del tribunal. El inciso 1º del artículo 182
establece en forma general el efecto de desasimiento y sus excepciones; y los demás
preceptos indican la forma de hacer efectivas estas excepciones, mediante la facultad
del tribunal para rectificar o aclarar de oficio un fallo o la facultad de las parte para
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interponer los recursos correspondientes, entre ellos sin plazo el llamado recurso de
aclaración, rectificación o enmienda.
El Código Procesal Penal se refiere a la cosa juzgada en los siguientes preceptos: Art.
1º inc.2º, que contempla su existencia al establecer que la persona condenada,
absuelta o sobreseída definitivamente por sentencia ejecutoriada, no podrá ser
sometida a un nuevo procedimiento penal por el mismo hecho; Art 13, que regula el
efecto en Chile de las sentencias penales de tribunales extranjeros; Art. 251, el cual
establece que el sobreseimiento definitivo pone término al procedimiento y tiene la
autoridad de cosa juzgada; art 264 letra c) que contempla la cosa juzgada como
excepción de previo y especial pronunciamiento; art. 374 letra g) que contempla como
causal o motivo absoluto para deducir el recurso de nulidad que la sentencia hubiere
sido dictada en oposición a otra sentencia criminal pasada en autoridad de cosa
juzgada; artículo 473 letra d) que permite la revisión de sentencias condenatorias
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firmes por crimen o simple delito dictadas contra otras pasadas en autoridad de cosa
juzgada; y los preceptos del titulo VIII del Libro IV que se refieren a la ejecución de las
sentencias condenatorias y medidas de seguridad.
V.- RANGO
La independencia de los jueces en el ejercicio de las funciones que les han sido
asignadas y su libertad frente a todo tipo de interferencia de cualquier otro detentador
del poder, constituye la piedra final en el edificio del Estado democrático constitucional
de derecho. La ratio de la independencia judicial no necesita ninguna explicación: sí el
juez no está libre de cualquier influencia o presión exterior, incluso de aquella que
prevenga de sus superiores jerárquicos, no podrá administrar justicia imparcialmente
según la ley.
"Pero la verdad es que aún siendo esto así, la necesidad de firmeza debe ceder, en
determinadas condiciones, ante la necesidad de que triunfe la verdad. La cosa juzgada
no es de razón natural. Antes bien, la razón natural parecería aconsejar lo contrario:
que el escrúpulo de verdad sea más fuerte que el escrúpulo de certeza; y que siempre
en presencia de una nueva prueba o de un nuevo hecho fundamental antes
desconocido, pudiera recorrerse de nuevo el camino andado para reestablecer el
imperio de justicia.
"En efecto: el derecho romano tuvo de la cosa juzgada una noción distinta de la
actual, dado el carácter rigurosamente privado de su proceso; más que la conclusión
del juicio por cosa juzgada, en el derecho procesal romano interesaba su iniciación por
la "litiscontestatio"; ciertas investigaciones practicadas sobre el primitivo derecho
procesal noruego han demostrado que el instituto de la cosa juzgada era desconocido
y que siempre en presencia de un nuevo elemento de convicción era posible rever el
proceso ya decidido; el derecho español y el derecho colonial americano no tenían de
la cosa juzgada una noción tan enérgica como la actual: Las partidas admitían la
revocación en cualquier tiempo de la sentencia dada contra el patrimonio del Rey, y en
el Espéculo la cosa juzgada tenía un acento tan débil que el juicio podía ser revocado
dentro de un plazo de 20 años, si el anterior había sido decidido por falsos testigos o
falsos documentos; los plazos de ejecutoriedad de las Leyes de Indias se contaban por
meses y años y no por días; el derecho angloamericano tiene sobre esta materia una
concepción enteramente distinta del derecho continental europeo, ya que en él la
sentencia hace cosa juzgada inmediatamente de dictarse sin perjuicio de su revisión
posterior; en el derecho penal la cosa juzgada no existe en su sentido de
inmutabilidad, o sea como impedimento de revisar un proceso concluido ante la
presencia de un nuevo elemento fundamental de convicción; en el contencioso
administrativo el ejercicio normal de recursos no obsta a la revisión en la vía ordinaria
de las decisiones finales de la administración; tampoco existe una cosa juzgada en la
jurisdicción voluntaria; etc.
"La cosa juzgada es, en resumen, una exigencia política y no propiamente jurídica:
no es de razón natural sino de exigencia práctica".
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VII. VINCULACIONES
La cosa juzgada es una institución que se encuentra omnipresente a lo largo del
estudio de todo el Derecho Procesal y presenta por ello estrechas vinculaciones con
diversas instituciones de éste, revistiendo particular importancia las que tiene con la
jurisdicción y el proceso.
A. JURISDICCION
El objeto propio de la jurisdicción es la cosa juzgada, por lo que ésta constituye uno
de los elementos de la esencia de la misma. El carácter de irreversible que otorga a las
decisiones judiciales la autoridad de la cosa juzgada no se encuentra presente en
ninguno de los otros modos de actuación del poder público. Una Constitución puede
ser sustituida por otra Constitución; una ley puede ser derogada por otra ley; en
general, un acto administrativo puede ser revocado por otro acto administrativo; un
acto jurídico privado puede ser modificado y reemplazado por otro acto jurídico; pero
una sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada, no puede ser sustituida,
derogada ni revocada por otra sentencia.
Por ello la cosa juzgada es, en este orden de elementos, la piedra de toque del acto
jurisdiccional. Donde hay cosa juzgada hay jurisdicción y donde no hay cosa juzgada
no existe función jurisdiccional.
B.- PROCESO
VIII. CARACTERES
a.- La cosa juzgada es un atributo o cualidad privativa de ciertos actos
jurisdiccionales cuando llegan al estado que la ley exige. Producen cosa juzgada
las sentencias definitivas e interlocutorias firmes o ejecutoriadas (art.175 Código de
Procedimiento Civil).
El procesalista italiano expresa que la jurisdicción es la función del Estado que tiene
por fin la actuación de la voluntad concreta de la ley mediante la sustitución de la
actividad de los órganos jurisdiccionales a la de los particulares u otros órganos
públicos, sea al afirmar la existencia concreta de la voluntad de la ley , sea al hacerla
prácticamente efectiva.
c.- La cosa juzgada otorga certeza en las relaciones jurídicas. Mediante la cosa
juzgada la incertidumbre del Derecho se transforma en la certeza de la sentencia. El
legislador debió escoger entre la certeza absoluta y la posible corrección del error
judicial. Se inclinó por la certeza, la que se desprende de la propia definición de la cosa
juzgada. Ejemplo de esta característica es el art.333 del C.O.T. referente a los efectos
de la sentencia de responsabilidad criminal o civil de un juez que no altera lo resuelto
por él en el proceso.
d.- La cosa juzgada es relativa. La relatividad de la cosa juzgada significa que ella
sólo afecta a las partes que hubieren formado parte de la relación procesal en el cual
se hubiere dictado la sentencia que la genera.
La relación procesal es el vínculo jurídico que une a las partes entre sí y a ellas con
el tribunal y cuyos efectos principales son colocar al tribunal imperativamente en la
situación de dictar sentencia y a las partes a pasar por lo que él resuelva en definitiva.
En virtud de la relación procesal quedan las partes ligadas entre sí y con el tribunal una
vez que se ha generado la litispendencia y las obliga a permanecer unidas hasta la
resolución de conflicto. Es lógico, entonces, que estas relaciones recíprocas se
produzcan exclusivamente entre las partes que concurrieron al juez solicitándole la
resolución del conflicto, y por ello, la cosa juzgada que de él deriva sólo a ellos ha de
obligar y no a terceros extraños. Así lo entendía ya el señor Francisco Vargas
Fontecilla en el art.19 de su Proyecto de Código de Procedimiento Civil, al definir de la
siguiente manera los efectos que acarrea para las partes la formación de la relación
procesal: "trababa que sea una contienda judicial, queda celebrado entre las partes un
cuasicontrato, en virtud del cual todas ellas estarán obligados a seguir el juicio hasta
su conclusión, a cumplir todos los deberes que las leyes imponen a los litigantes, a
pagar las costas y multas, y a pasar por lo que en definitiva resolvieren los tribunales
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que del mismo juicio conocen". Este artículo fue suprimido del Código, no por
inexacto, en los efectos contemplados sino porque contenía premisas doctrinarias que
se juzgaron innecesarias en un texto positivo. Debe hacerse notar que a la época
imperaba sin contrapeso en la doctrina y en la jurisprudencia la explicación del proceso
como "cuasicontrato de litis contestatio".
Sin embargo, "existen dentro de nuestra legislación casos en que la cosa juzgada
tiene el carácter de absoluta, o sea, casos en que las sentencias judiciales producen
sus efectos no sólo respecto de las personas que han intervenido en el juicio, sino
respecto de todo el mundo. Como ejemplo podemos citar los artículos 315, 1246 y
2513 del Código Civil.
"En conformidad al art.315 del Código Civil, el fallo judicial que declara verdadera o
falsa la legitimidad del hijo, no sólo vale respecto de las personas que han intervenido
en el juicio, sino respecto de todos, relativamente a los efectos que dicha ilegitimidad
acarrea. Y en conformidad al inciso segundo del mismo artículo idéntica regla deberá
ser aplicada al fallo que declara ser verdadera o falsa una maternidad que se impugna.
El art.316 del Código Civil condiciona, sin embargo, los efectos generales de los
expresados fallos a la concurrencia de los siguientes requisitos:
"El art. 1246 del Código Civil, por su parte, dispone que “el que a instancia de un
acreedor hereditario o testamentario ha sido judicialmente declarado heredero, o
condenado como tal, se entenderá serlo respecto a los demás acreedores, sin
necesidad de nuevo juicio”. En conformidad al inciso 2º del mismo artículo, la misma
regla se aplica a la declaración judicial de haber aceptado pura y simplemente o con
beneficio de inventario.
"Por último, el art.2513 del Código Civil da otro ejemplo al expresar que la sentencia
judicial que declara una prescripción hará las veces de escritura pública para la
propiedad de bienes raíces o de derecho reales constituidos en ellos; pero no valdrá
contra terceros sin la competente inscripción.
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"Estos casos, sin embargo, son de excepción. La regla general es la relatividad
de la cosa juzgada. para que esta última tenga en nuestra legislación el carácter de
absoluta, se requiere de un texto legal expreso que así lo establezca".
En esto consiste una de las tantas paradojas de la cosa juzgada, puesto que siendo
más vigorosa que cualquier norma de orden jurídico, es al mismo tiempo tan frágil que
puede modificarla un simple acuerdo de particulares, en cuanto a los derechos y
obligaciones en ella atribuidos.
Por su propia naturaleza y transcendencia seria tal vez lógico que ella pudiera
mediante la aplicación del principio inquisitivo, ser declarada de oficio por los
tribunales5.
Ello significa que el mandato que emana de la sentencia, una vez firme, no puede
ser modificado o dejado sin efecto de manera alguna.
Este principio se desarrolla en el art.9 del Código Civil al establecer que :la ley sólo
puede disponer para lo futuro, y no tendrá jamás efecto retroactivo.
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.-Ver conferencia de Mario Mosquera Ruíz acerca "La Seguridad Jurídica y el Derecho Procesal publicada por la Facultada de
Derecho. Colección Sumarios Nº 6.
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Sin embargo, las leyes que se limitan a declarar el sentido de girar leyes se
entenderán incorporadas en éstas; pero no afectarán en manera alguna los efectos de
las sentencias judiciales ejecutoriadas en el tiempo intermedio.
"Podría argüirse que la solución del art.9º no es atinada porque la voluntad del
legislador tal como lo da a conocer la ley interpretativa existía y; con arreglo a ella,
esos derechos debían haberse adquirido; pero el hecho es que la voluntad del
legislador se prestaba a dudas y la sentencia judicial al aplicar la ley lleva una garantía
de estabilidad que pone término a toda discusión o variación ulterior. Los derechos
declarados en la sentencia quedan firmes e invulnerables, aunque hayan sido
declarados en contradicción a la verdadera voluntad del legislador, porque pasado ya
en autoridad de cosa juzgada, ejecutoriada ya la sentencia, no es posible volver a abrir
el pleito y la excepción de cosa juzgada puede ser alegada".
Por otra parte, debemos tener presente que concluido el proceso por sentencia
ejecutoriada el resto de los tribunales podrían avocarse al conocimiento del asunto si
las partes no opusieren la excepción de cosa juzgada, puesto que la prohibición se
establece para éstos sólo respecto de las causas pendientes ante otros tribunales al
sentarse la base orgánica del poder judicial de la inavocabilidad en al art.8º del C.O.T.
En tal caso, nos podríamos encontrar ante dos fallos ejecutoriados que resuelven de
distintas maneras un conflicto idéntico. Para dar una solución a dicho problema de rara
ocurrencia, el legislador estableció la acción de revisión en el Nº4 del art.810 del
C.P.C., en el cual opta también por mantener la irrevocabilidad de la cosa juzgada que
emana del fallo pronunciado en el proceso primitivamente afinado.
La cosa juzgada es inmutable en cuanto la ley impide todo ataque ulterior tendiente
a obtener la revisión de la sentencia de la cual esta emana: "non bis in eadem". Si
llegare a promoverse un proceso con tal objeto el podría ser detenido en su comienzo
con la invocación de la cosa juzgada esgrimida en forma de excepción.
De lo prescrito en la citada norma se desprende que dos son los requisitos que
deben concurrir en forma copulativa para que nos encontremos ante una resolución
que produzca cosa juzgada, a saber" 1.- Que la resolución tenga la naturaleza jurídica
de sentencia definitiva o interlocutoria;7 y 2.- Que ellas se encuentran firmes o
ejecutoriadas.
No se necesita efectuar análisis alguno de tales requisitos ya que ellos han sido
objeto de múltiples enfoques en profundidad durante el curso de la cátedra.
Algunos, como don Fernando Alessandri, sostienen que para oponer en un proceso
que se instruye en nuestro país la excepción de cosa juzgada que emana de una
sentencia pronunciada por tribunales extranjeros, es necesario recabar la
correspondiente autorización de la Corte Suprema porque "las mismas razones que
existen para exigir tal autorización para que proceda en Chile el cumplimiento de
sentencias extranjeras, existen para exigirla cuando se quiera oponer la excepción de
cosa juzgada que resulta de ellas. Tanto en la acción de cosa juzgada como en la
excepción, se pide que se reconozcan en Chile los efectos de una sentencia
extranjera".
El art. 244 que prescribe el exequatur se refiere a toda sentencia extranjera, no sólo
sí procede de un país con el cual Chile tiene tratado sobre la materia ni respecto del
cual pueda invocar la reciprocidad, sino también cuando procede de ellos, pues ese
precepto alude expresamente a todos los casos "a que se refieren los artículos
procedentes, y éstos son tanto el art. 242 como el 239 y el 240.
6
Debemos hacer presente que se ha señalado también como característica de la cosa juzgada que ella “ es imprescriptible y
debe alegarse por el litigante que haya obtenido en el juicio y por todos aquellos a quienes aprovecha el fallo, Puede alegarse
cada vez que se quiera reiniciar un juicio con un objeto procesal ya resuelto con eficacia de cosa juzgada, cualquiera sea el tiempo
transcurrido desde el pronunciamiento de la sentencia. Al formular la excepción se deberá expresar determinadamente la
sentencia en que ella se funda, debiendo probar su existencia con copia del fallo firme o ejecutoriado que sirve de base a la
excepción. Si no se acreditan los supuestos de hecho con las copias de la sentencia, la excepción debe ser desestimada. .”
Alejandro Romero Seguel. La Cosa Juzgada en el Proceso Civil Chileno. Págs 87. Editorial Jurídica de Chile. Mayo 2002.
7
En este sentido se ha declarado que producen excepción de cosa juzgada tanto las sentencias absolutorias como
condenatorias, puesto que lo que se pretende por el legislador es la solución definitiva del conflicto, única forma de provocar la
certeza jurídica. C. Sup.6.12.1990.R.D.J. Tomo LXXXVII Sec. 1ª Pág.214.
28
"Una sentencia foránea, por emanar de un poder público extranjero, es un nada
jurídico, un simple hecho y, por lo tanto, no produce ningún efecto mientras no ha sido
reconocida, vale decir, mientras no ha obtenido el exequatur.
"La eficacia de la cosa juzgada debe estimarse como el principal y general efecto
de las sentencias, de la cual la ejecución material resulta un aspecto o una derivación.
Tanto la fuerza ejecutiva como la fuerza de cosa juzgada son, pues, aspectos de la
eficacia de una sentencia. En ambos casos se trata que los pronunciamientos en
derecho de un juez extranjero obliguen al juez donde se invoca la sentencia. Reducir el
exequatur únicamente al aspecto de la ejecución de la sentencia sería reducir el
problema a la parte menos importante, porque como ya lo hemos mencionado, lo más
esencial es la cosa juzgada que en realidad es el conjunto de eficacia de una
sentencia.
"El valor de cosa juzgada es relevante no sólo bajo el aspecto negativo, en cuanto
el mismo da lugar a una excepción, sino también bajo un aspecto positivo, en cuanto
obliga al juez a reconocer la existencia del fallo en todos sus pronunciamientos,
debiendo entenderse por autoridad de cosa juzgada la eficacia definitiva y obligatoria
de la declaración de derecho en ella contenida. Así es como debe entenderse que
procede estimar la cosa juzgada a los efectos de la indispensabilidad del exequatur.
"Sin embargo, se ha creído que los preceptos del Párrafo II del Título X del Libro I
del C.P.C. se refieren sólo a la acción de la cosa juzgada, tal vez porque el art.242
habla de "ejecución de resoluciones extranjeras".
Pero el art. 243, al disponer que si no existen tratados relativos a esta materia con
la nación de que procedan las resoluciones, se les dará la misma fuerza que en ellas
se dé a los fallos pronunciados en Chile y como una sentencia pronunciada en Chile
produce la fuerza de cosa juzgada, como acción y excepción, es lógico concluir que
toda esta materia queda comprendida en el párrafo aludido, y por ende, si se
pretendiere declarar la eficacia de la excepción de cosa juzgada, es obvio que la Corte
Suprema no podría negar el exequatur".
Para otros, como Hugo Pereira Anabalón, para resolver el problema es menester
distinguir dos situaciones:
En este caso debe aplicarse el art.396 del citado Código que expresa: "La
excepción de cosa juzgada que se funde en sentencia de otro Estado contraparte, sólo
podrá alegarse cuando se haya dictado la sentencia con la comparecencia de las
partes o sus representantes legítimos, sin que se haya suscitado cuestión de
competencia del tribunal extranjero basado en disposiciones de este Código".
"Por lo demás, no existen, como se afirma, las mismas razones para exigir tal
autorización al hacerse valer ambos aspectos de la cosa juzgada. En efecto, la ley pide
autorización previa de la Corte Suprema para ejecutar en Chile un fallo extranjero por
razones perfectamente justificadas, desde que ese cumplimiento lleva aparejados
cambios o alteraciones en las situaciones jurídicas existentes; en cambio, tratándose
de la excepción de cosa juzgada, precisamente se propende a evitar tales cambios o
alteraciones,es decir, se persigue o desea lo contrario.
"Es cierto que diversos preceptos del párrafo 2º del Título XIX del Libro I (arts.242 a
245) aluden a "la fuerza" de las resoluciones pronunciadas por jueces extranjeros y la
fuerza de la sentencia mira tanto a la acción como a la excepción de cosa juzgada;
pero la ubicación de esos mandatos y texto explícito de los arts.247, 248 y 251
demuestran claramente que tal fuerza es la relativa a la ejecución del fallo, o sea, sólo
a la eficacia de la cosa juzgada como acción.
Esta tesis ha sido acogida por la Corte Suprema al declarar que "la excepción de
cosa juzgada a que puede dar lugar una sentencia extranjera es independiente de su
ejecución; emana del hecho de estar la sentencia en que se funda firme o ejecutoriada
de acuerdo con lo dispuesto en el art.175 del C.P.C. y su admisión es de la exclusiva
competencia del tribunal ante el cual se deduzca".
A.- GENERALIDADES.
La sentencia definitiva e interlocutoria firme o ejecutoriada adquiere como hemos
visto los caracteres de irrevocabilidad e inmutabilidad.
30
Ahora bien, "la eficacia de la cuestión resuelta por el juez puede ser particular o
general,es decir, puede referirse únicamente al litigio en que la cuestión se presenta, o
bien a todos los demás litigios en que pueda presentarse. Que lógicamente esta
eficacia pueda extenderse también a otros litigios, está demostrado por la llamada
"autoritas rerum similiter judicatarum"; la importancia que adquiere en la práctica los
llamados precedentes jurisprudenciales, no tiene mas explicación que la de la
posibilidad de extender a un segundo litigio la solución de una cuestión dada para el
primero; la propia función reguladora de la corte de casación se funda, como veremos,
en dicha presupuesto. Este es precisamente el punto en que se apartan los dos
distintos sistemas jurídicos, que pueden denominarse continental y anglosajón. Este
último atribuye a la cosa juzgada una extensión fuera de los límites del litigio decidido.
El llamado derecho judicial inglés ("judge made law") expresa precisamente esa
extensión. La diferencia entre los dos sistemas se refiere, "in apicibus", a la forma de la
norma jurídica y se traduce en la distinta extensión del principio de la analogía".
Según nuestro derecho, "las sentencias judiciales no tienen fuerza sino respecto de
las causas en que actualmente se pronunciaren" (art.3, inc.2 Cód. Civi), con lo cual
excluye de raíz la importancia práctica en él de los llamados precedentes judiciales no
imponiéndose la resolución de un conflicto conforme a fallos que se hubiere dictado
con anterioridad sobre conflictos análogos.
Estos límites se encuentran establecidos por el art.177 del C.P.C. al prescribir que
"la excepción de cosa juzgada puede alegarse por el litigante que haya obtenido en el
juicio y por todos aquellos a quienes según ley aprovecha el fallo, siempre que entre la
nueva demanda y la anteriormente resuelta haya:
Los elementos que el legislador ha tomado en consideración para trazar los límites
de la cosa juzgada, de acuerdo al criterio que arranca desde el derecho romano
clásico, no son otros que los que nos sirven para identificar a todo proceso; esto es, los
sujetos, el objeto y la causa de pedir.
Del proceso de "comparación de acciones" puede resultar que dos "acciones" y dos
demandas son idénticas cuando tienen comunes sus tres elementos. La diferencia de
un elemento produce la diversidad de "acciones".
Dos "acciones", por lo tanto, que tengan un solo elemento diverso son
individualidades distintas entre sí, aunque la comunidad de otros elementos les haga
afines. Puede existir entre dos "acciones", como entre dos individualidades en general,
mayor o menor afinidad; pero en cuanto a ser o no ser el mismo individuo, no hay
graduación posible.
En todo caso, debemos tener presente que cuando la ley habla de identidad, dicho
término no puede tomarse en un sentido tan absoluto y restringido que importe exigir
una igualdad completa entre ambas demandas, como si fuere copiada o calcada una
de otra.
1.- No pueden tener lugar dos decisiones de juez sobre la misma "acción" (art.177
del C.P.C.).
2.- No pueden estar pendientes al mismo tiempo dos procesos sobre la misma
"acción" (art.303 Nº3 del C.P.C.).
3.- Debe mantenerse inmutable la demanda durante el transcurso del litigio (art.261
y 312 del C.P.C.).
4.- El juez puede ser implicado o recusado cuando una cuestión idéntica en
derecho debe decidirse en su interés o de los parientes que indica la ley (arts.195 Nº7
y 196 Nº7 del C.O.T.).
El punto de partida en esta materia es que, por principio, la cosa juzgada alcanza
tan sólo a los que han litigado; quienes no han sido partes en el juicio anterior no son
afectados por ella, y pueden proclamarse ajenos a ésta aduciendo que res inter alios
judicata allus neque prodesse neque nocere potest.
El primer paso que es necesario dar para comprender el alcance del límite subjetivo
consiste en analizar los conceptos de parte y de terceros, si tenemos en cuenta que
por regla general la cosa juzgada solo beneficiará y perjudicará a las partes del
proceso.
La noción de parte deriva y alude al origen primitivo del proceso, concebido como
lucha legalizada en presencia de un árbitro neutral: así "se llaman partes a los
contendientes en el proceso en el mismo sentido en que hay contraposición de
adversarios que compiten entre sí para la obtención de una victoria.
Habitualmente coinciden en una persona las calidades de sujeto del proceso, sujeto
de la acción y sujeto de la relación sustancial controvertida, pero no ocurre siempre
así. De esta circunstancia derivó Carnelutti su distinción entre parte en sentido formal y
parte en sentido material. Observa al autor citado, que la palabra parte se usa antes
que nada para designar a los sujetos del litigio, pero también bajo este término se
designa al sujeto de la acción. Esto ocurre no solo por la normal coincidencia entre el
sujeto de la acción y el sujeto del litigio, sino también porque tanto la acción y el litigio
8
La triple identidad es una categoría susceptible de ser utilizada sólo en el ámbito civil, ya que la cosa juzgada en el proceso penal
se comporta de otro modo. Efectivamente, como lo destaca la sentencia de la Corte Suprema de 30 de mayo de 1995,los dos
elementos relevantes que constituyen la médula de la decisión que el juez penal debe efectuar en su sentencia son el hecho que
constituye el delito y la persona a que se atribuye su ejecución o se le imputa participación en él. C. Sup.30.5.1995.RDJ. T.
92.Sec. 4ª.pág.70. Por lo mismo, no resulta aplicable al proceso penal el concepto de triple identidad del artículo 177 del CPC.
Alejandro Romero Seguel. La Cosa Juzgada en el Proceso Civil Chileno. Pág 54. Editorial Jurídica de Chile. Mayo 2002.
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requieren de una pareja de sujetos al igual que el proceso. Carnelutti usa el 'termino
de parte en sentido material, para designar al sujeto del litigio y por ende titular del
interés, y parte en sentido formal, para aludir el sujeto de la acción y en consecuencia
titular de la voluntad. Bajo esta nomenclatura, son partes en sentido formal, el
representante y su sustituto.
Se puede definir a la parte "aquel que pide en propio nombre (o en cuyo nombre
se pide) la actuación de una voluntad de la ley aquel frente al cual es pedida". Se usa
la expresión "frente y no contra" ya que no todo proceso implica controversia ni "toda
demanda significa discutir contra intereses del demandado".
La capacidad para ser parte s aquella que habilita a una persona natural o jurídica
para ser demandante en un proceso. Esta capacidad se confunde con la capacidad de
goce del derecho civil y pertenece en principio a toda persona, cualquiera sea su edad,
sexo, estirpe o condición. Sólo excepcionalmente y en virtud de la ley una persona
puede ser privada de ella y siempre para casos determinados.
Puede también ocurrir, que en un proceso sean varias las personas que asumen la
calidad de demandante o demandado, en cuyo caso nos encontramos ante el
litisconsorcio o pluralidad de partes. El litis- consorcio se subclasifica en litisconsorcio
activo (varios demandantes), litisconsorcio pasivo (varios demandados) y litisconsorcio
mixto (pluralidad tanto de demandantes como demandados). La razón de ser del
litisconsorcio está dada por el principio de economía procesal y la necesidad de
certeza, tendiendo esta institución a evitar la pluralidad de procesos con el
consiguiente riesgo de que se dicten fallos contradictorios. El litisconsorcio está
reglamentado en nuestro derecho en los artículos 18 al 21 del C.P.C.
Por otra parte, en un proceso conjuntamente con las partes directas, pueden
intervenir otras personas que aún cuando originariamente concurrieron o fueron
llamados a formar parte del proceso, advienen a él con posterioridad a su iniciación.
Se trata en este caso de "la sobrevivencia de otras partes durante un proceso iniciado
sin ellas". Esta intervención de terceros en un juicio, en el cual se sitúan en posiciones
análogas a la de las partes, es denominada como se sabe comúnmente tercerías.
Por otra parte, sabemos que la noción de parte está dada por la relación procesal.
Enfocando entonces el problema de las tercerías a partir de la relación procesal,
podemos apreciar que los terceros intervinientes en el proceso son sujetos de la
aludida relación, y por ende, revisten la calidad de partes.
En efecto, si bien es cierto que usualmente, los sujetos de la relación procesal son
tres: el órgano jurisdiccional, de un lado, y las partes (actor y demandado) del otro, no
es menos cierto que se da el caso de relaciones procesales en que concurren más
personas, así por ej. "encontramos más personas como actores o demandado
(litisconsorcio activo y pasivo), a veces un interesado interviene en una relación
procesal pendiente entre dos y pide, por su cuenta y en su propio favor, la actuación
de una voluntad de ley, o es llamado por una parte, porque si ha de actuarse contra
ésta, otra voluntad debe actuar contra el llamado". Es así entonces, que los terceros
intervinientes en un proceso bajo la categoría de partes indirectas, son sujetos de la
relación procesal, la que será compleja en el aspecto subjetivo, y en consecuencia
revisten la calidad de partes.
El hecho de que los terceros revisten el carácter de parte y como tales se ven
afectados por la autoridad de cosa juzgada que emana del fallo pronunciado para
resolver el litigio no admite mayor discusión en nuestro ordenamiento jurídico, puesto
que existe norma expresa que así lo establece. En efecto, el artículo 24 del C.P.C.
prescribe que "las resoluciones que se dicten en los casos de los artículos anteriores
producen respecto de las personas a quienes dichos artículos se refieren (terceros
coadyuvantes y excluyentes) los mismos efectos que respecto de las partes
principales". En tal sentido nuestra jurisprudencia ha declarado que "la disposición del
art.24 sólo comprende a las partes que ejercitan el derecho otorgado en los artículos
precedentes apersonándose al pleito respectivo; pero no a aquellos que aunque
tengan derecho para hacerlo, no lo hubieren ejercitado".
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En mérito de lo expuesto podemos concluir, que son terceros todos aquellas
personas que no revisten la calidad de parte, ya sean originarias, partes por adhesión,
oposición o exclusión, por sucesión o por sustitución.
c) La identidad de partes
El segundo paso que debemos dar para determinar el límite subjetivo de la cosa
juzgada luego de fijado el concepto de parte y tercero, consiste en determinar cuando
existirá identidad entre las partes para que ellas se vean afectadas por la cosa juzgada
que emana de la sentencia pronunciada en el proceso precedente respecto del cual
concurre la triple identidad.
Así también lo ha entendido nuestra doctrina al señalar que "el primer requisito que
exige la ley para que pueda oponerse la excepción de cosa juzgada es que entre la
nueva demanda y la anteriormente resuelta haya identidad legal de personas.
Como muy bien lo expresa el Nº1 del art.177 del C.P.C. la identidad de personas
debe ser legal. El demandante y el demandado deben ser en ambos juicios la misma
persona jurídica; es indiferente que sean o no la misma persona física. Existe
identidad legal o jurídica de personas, cuando las partes figuran en el nuevo
juicio en la misma calidad que en el anterior.
Puede suceder así que entre la nueva demanda y la anteriormente resuelta exista
identidad legal o jurídica de personas y no exista identidad física. Puede, a su vez,
existir identidad física, sin que concurra la identidad legal o jurídica requerida por el
C.P.C. Así, una persona puede figurar en un juicio personalmente y ser representada
en un nuevo juicio por un mandatario. En este caso, a pesar de no existir identidad
física, existe identidad jurídica o legal. Por el contrario, una persona puede actuar en el
primer juicio a nombre propio y en el segundo como representante legal de otro. Hay
en este segundo ejemplo, identidad física, pero no ocurre la identidad jurídica
requerida por la ley. En este caso actúa en ambos juicios la misma persona, pero
asumiendo distintas calidades. En el primer juicio actúa a nombre propio; en el
segundo como representante legal de otra persona".
Las instituciones que operan en nuestro derecho para provocar la identidad legal
parte, aún cuando se hubiere producido una mutación en cuanto a la identidad física,
son:
a.- La Representación.
Los aspectos sustanciales de esta materia como asimismo los procesales, fueron
estudiados en Derecho Civil y en las disposiciones comunes a todo procedimiento Civil
y Penal.
Los efectos de la representación no son otros que considerar los actos realizados
por el representante dentro del juicio como actos del representado, como si éste
hubiera actuado personalmente; y el representado adquiere la obligación de atenerse a
los resultados del pleito como si hubiera intervenido personalmente en él.
Por ello se ha señalado por la jurisprudencia que "hay identidad legal de personas
si la persona demandada jurídicamente ha sido la misma, aunque en los dos juicios
hayan comparecido por ella distintos representantes".
b.- La Sucesión.
Así nos encontramos con que la palabra causahabiente puede ser utilizada en un
sentido genérico"para designar cualquier persona que deriva el todo o parte de sus
derechos de otra que se llama su autor y que, desde el punto de vista de estos
derechos, se encuentra en el lugar y situación de su autor, en la misma condición que
él. (Ille qul causam autoris habet). Hay pues, en la idea de causahabiente dos nociones
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esenciales: sucesión de una persona en los derechos de otra y, como consecuencia,
identidad, similitud de posición en cuanto a los derechos transferidos o transmitidos.
Para los efectos de analizar el problema de la cosa juzgada entre las partes en
relación a los sucesores de éstas es menester que nos refiramos separadamente a las
distintas categorías que puede revestir la sucesión. Dejaremos de lado lo relativo a la
sucesión universal y singular ya vista en Derecho Civil, limitándonos a desarrollar otras
de gran aplicación de Derecho Procesal, especialmente en el orden civil.
Sólo hay cesión de derechos litigiosos según el art.1911 del C.C., cuando el objeto
de la cesión es ese evento. Desde que este evento deja de ser su objeto directo, el
contrato ya no se encuendra en la definición del art.1911; es lo que ocurre en el caso
en examen, pues mediante esta cesión el demandado transfiere al comprador la cosa
misma que posee y sobre ella recae el consentimiento de las partes.
El art.1460 del C.C. dispone que toda declaración de voluntad debe tener por objeto
una o más cosas que se trata de dar, hacer o no hacer. En la cesión de derechos
litigiosos la declaración de voluntad del cedente y cesionario recae necesariamente
sobre el evento incierto de la litis, es decir, sobre la pretensión que reclame el
demandante porque es lo único que tiene en su patrimonio; el objeto de la declaración
es la pretensión, o sea, la contingencia de ganar o perder en el juicio, contingencia que
puede ser objeto de ella a virtud de los arts. 1441 y 1461 del C.C. En la venta o cesión
que hace el demandado la voluntad de las partes no tienen por objeto esa contingencia
sino una cosa cierta, preferentemente tangible y determinada, como es el bien que
aquél posee y que se encuentra en su patrimonio. Sobre él recae su consentimiento y
a su transferencia se obliga el cedente. Luego, el objeto directo de la cesión es esa
cosa que el cedente ha de dar al cesionario y no ese evento o pretensión.
Las personas sustituidas tiene interés actual en los resultados del proceso en el
cual el sustituto ha hecho valer sus derechos y por ello nuestra jurisprudencia les ha
reconocido invariablemente la facultad de intervenir en el proceso en el carácter de
terceros coadyuvantes, a los que afectará la sentencia de conformidad a lo previsto en
el art.24 del C.P.C.
Dicha afirmación fue tomada por Chiovenda, quien le dio un nuevo enfoque al
señalar que como todo acto jurídico referente a las partes entre las cuales interviene,
la sentencia existe y vale respecto a todos; como el contrato entre A y B vale respecto
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de todos como contrato entre A y B, así la sentencia entre A y B vale en cuanto a
todos, en cuanto es sentencia entre A y "B". Los límites subjetivos de la cosa juzgada
no significan para ese autor que la sentencia sea eficaz solo para las partes, sino por
el contrario, todos están obligados a reconocer la cosa juzgada entre las partes, pero
no pueden ser perjudicados por ella. La sentencia, como todo acto jurídico que afecta
a las partes que intervienen en él, existe y es válida respecto de todos, pero los
terceros no pueden llegar a ser perjudicados por ella.
Con el término no se quiere designar por el autor italiano cualquier lesión o daño
que sufre el tercero proveniente de la sentencia dictada entre partes, sino tan solo el
perjuicio jurídico, más no el económico. La diferencia entre ambas nociones resulta
clara si tenemos en cuenta la distinción formulada por Carnelutti acerca de las diversas
maneras en que pueden estar vinculadas dos relaciones jurídicas.
Segni ha precisado estos efectos que podría tener la sentencia respecto de terceros
como efectos reflejos del fallo. El efecto directo de la sentencia está constituido por la
autoridad de cosa juzgada para las partes, mientras que para terceros se producen
efectos reflejos, consistentes en la extensión de la cosa juzgada a ellos, cuando son
titulares de relaciones conexas o dependientes con la decidida. Esta extensión de la
cosa juzgada a terceros, es un efecto secundario, accidental o reflejo de la sentencia,
41
ya que se produce independientemente de la voluntad de las partes o del juez y
siempre que se verifique la hipótesis de conexión de la relación decidida con otra.
Por otra parte, Betti, para los efectos de precisar el efecto que la cosa juzgada
puede alcanzar respecto a un tercero, ha procedido a establecer las diversas
situaciones en que éste se puede encontrar respecto de ésta. Al efecto de autor
distingue tres categorías de terceros: terceros jurídicamente indiferentes, terceros
jurídicamente no sujetos a la excepción de cosa juzgada y terceros jurídicamente
interesados sujetos a la excepción de cosa juzgada.
Como conclusión a lo expuesto por Betti podemos señalar, que a los terceros
indiferentes les afectarán los efectos de cosa juzgada formada entre las partes por no
42
experimentar con ello un perjuicio jurídico, fenómeno denominado como eficacia
refleja del fallo. Por regla general, los terceros jurídicamente interesados pueden
desconocer la cosa juzgada entre las partes y no se verán afectadas por ella al
experimentar un perjuicio jurídico. Sin embargo, si concurre alguna causal de
subordinación, se extiende la cosa juzgada formada entre las partes a los terceros
interesados, pero no ya como ajena, sino como propia y realmente formada entre ellos
en virtud del vínculo que existe entre su relación y la que ha sido objeto de la decisión
según el derecho sustancial. En este caso la eficacia del fallo es directa y no refleja,
puesto que la cosa juzgada respecto a ellos no vale como ajena sino que como propia.
La autoridad de cosa juzgada no es más que la inmutabilidad del mandato que nace
de una sentencia, mientras que la eficacia de la sentencia designa la aptitud de ella
para producir sus efectos.
El fallo es eficaz respecto de todas las personas, en razón de que actúa la ley y
esta es obligatoria para todos. Sin embargo, ello no significa que todos vayan a verse
afectados realmente por la decisión, ya que esta desplegará sus efectos sólo respecto
de las partes y terceros vinculados al objeto decidido, permaneciendo las restantes
personas en estado de indiferencia práctica respecto de la decisión.
Que la sentencia sea eficaz respecto de todos no significa que para los terceros
ajenos al juicio, los efectos del fallo presenten el carácter de inmutables que revisten
para las partes, ya que para ellas va a operar la autoridad de cosa juzgada, mas no
para los terceros. Así, la extensión subjetiva de los efectos de la sentencia se produce
respecto de todos, pero con la característica que para quienes no son partes en el
proceso los efectos del fallo no presentan el carácter de inmutables, ya que esta
cualidad es dada por la cosa juzgada que concurre en razón de su límite subjetivo y
por lo tanto, únicamente respecto de quienes han sido partes en el proceso.
Nosotros sabemos que de la observación del mundo del derecho podemos verificar
la existencia en él de diversas relaciones jurídicas que no se presentan aisladas entre
sí, sino que en relación de conexión o interdependencia entre ellas.
Por otra parte, los arts.22, 23 y 24 del C.P.C. que regulan la intervención de
terceros en juicio, son otras normas que nos permiten concluir que nuestro derecho ha
recogido la realidad que, a raíz de la conexión en las relaciones jurídicas, lo fallado
respecto de una afecta de algún modo a las otras, conexas a ella. A través de dichos
preceptos se admite la intervención voluntaria de un tercero en un proceso pendiente
entre otros, en razón, que dicho tercero tenga interés en el procedimiento en que
interviene. El interés que justifica la intervención del tercero en el proceso no es otro
que evitar los efectos perjudiciales que a su respecto podría causar el fallo. Esto no es
mas que la demostración que la sentencia que se pronuncia en un proceso puede
llegar de alguna manera a afectar al tercero, puesto que de no ser así, no se justificaría
el interés que podría tener éste para intervenir.
En nuestro derecho nos encontramos con algunas figura jurídicas en que los
efectos del fallo respecto de terceros pueden explicarse precisamente a través de la
teoría de la eficacia de la cosa juzgada enunciada por Liebman. Estas figuras serían:
a) La solidaridad.
Para unos, la cosa juzgada formada en causa, favorece a todos los restantes
codeudores o coacreedores. Para otros, la cosa juzgada formada respecto de uno de
los codeudores o coacreedores no afecta a los otros. Finalmente existe una tercera
doctrina, que considera que solo la cosa juzgada beneficiosa afecta a los restantes
coacreedores o codeudores que no han intervenido en causa.
Sin embargo, cabe pensar que para los efectos de dilucidar el problema es
menester tener presente las dos teorías que se han sustentado para explicar la
institución de la solidaridad.
Para los romanos cada acreedor es dueño del total del crédito y como tal puede
disponer de éste en su propia beneficio, prescindiendo de los demás acreedores.
Desde el punto de vista pasivo el deudor está obligado por el total y puede operar con
ella como el deudor único puede hacerlo con la suya, aún cuando tales actos
perjudiquen a los demás deudores.
b.- Porque Bello así lo dijo en la nota al margen del art.1610 del Proyecto Inédito
equivalente al 1513 actual: "El proyecto se separa aquí del Código Francés y sigue el
Derecho Romano".
b) Hipoteca.
En relación con la hipoteca, debemos analizar una situación que demuestre con
extrema claridad como un fallo despliega su eficacia más allá de las partes, en relación
del modo como están estructuradas las relaciones jurídicas de acuerdo al derecho
sustantivo.
Conocemos, por una parte, el carácter de caución real que reviste la hipoteca, y sus
funciones aseguradora del crédito del acreedor (arts.2407 y sgtes. del C.C.).
Sabemos, por otra parte, que la prelación de créditos es el conjunto de normas que
determinan la manera y orden en que deben pagarse los varios acreedores de un
deudor. En el sistema de prelación de créditos establecido en nuestro derecho, las
causas de preferencia son el privilegio y la hipoteca (art.2407 del C.C.) y los créditos
hipotecarios se encuentran comprendidos dentro de los créditos de tercera clase. Por
otra parte, sabemos que en caso de concurso de créditos hipotecarios, éstos prefieren
en el orden de las fechas de su inscripción (art.2477 y 2480 del C.C.).
46
Es así entonces, que si se plantea la situación consistente en ser declarada nula
la primera hipoteca por sentencia judicial, la segunda hipoteca pasará a ser la primera.
En este caso no hay extensión de la cosa juzgada mas allá de las partes, ya que no
concurre para nada la identidad legal de personas exigida por nuestra ley (art.177 Nº1
del C.P.C.), sino que lo que ocurre es que, por existir una relación jurídica vinculada a
la que ha sido objeto del fallo, lo decidido por este va a tener eficacia respecto de otras
personas. En el caso citado, respecto del segundo acreedor hipotecario y los
posteriores si los hay. Pero esto no ocurre porque haya extensión de la cosa juzgada
respecto a los demás acreedores hipotecarios, los cuales no han sido parte del
proceso, sino que dada la manera en que el derecho sustantivo ha reglamentado y
establecido el sistema de preferencia la declaración de nulidad de la primera hipoteca
hace que la segunda pase a ser primera.
El caso propuesto en relación con la hipoteca, demuestra de manera clara que hay
casos en que el fallo despliega sus efectos más allá de las partes y que esto significa
extensión de la cosa juzgada a terceros, sino que extensión de la eficacia del fallo a
terceros titulares de relaciones conexas a las de las partes, en razón de la manera en
que se encuentran estructuradas dichas relaciones jurídicas de acuerdo al derecho
sustantivo.
A estas instituciones cabe aplicar análogos principios que los expuestos en torno a
la solidaridad e hipoteca, no correspondiendo aquí desarrollar los temas más
extensamente, ya que las disposiciones sustanciales a su respecto se vinculan a la
distinción de Liebman del mismo modo que a las obligaciones solidarias y a la
hipoteca, con algunas connotaciones diferenciadoras.
Nuestro legislador se limita tan solo a establecer este elemento de los límites
objetivos de la cosa juzgada, en el artículo 177 del Código de Procedimiento Civil, al
señalar que: "La excepción de cosa juzgada puede alegarse por el litigante que haya
obtenido en el juicio y por todos aquellos a quienes según la ley aprovecha el fallo,
siempre que entre la nueva demanda y la anteriormente resuelta haya:.....2º Identidad
de cosa pedida". Ninguna norma se ha establecido para determinar en que consiste la
cosa pedida, y que debemos entender por identidad de objeto.
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Por ello es que para determinar si concurre identidad de cosa pedida no debemos
atender a la materialidad del objeto que se reclama, sino que al beneficio jurídico cuyo
reconocimiento se solicita mediante la interposición de la demanda. Cuando la
pretensión discutida es la misma, existe identidad de cosa pedida no obstante que, a
través de ella, se pretendan cosas materiales distintas. Por el contrario, no nos
encontramos en presencia de la identidad de objeto, cuando las pretensiones hechas
valer son distintas aunque ellas se hagan valer respecto de una misma cosa material.
Para aclarar esta idea, la doctrina ha dado sobre la materia el siguiente ejemplo:
a) Si reclamo la entrega de un reloj porque alego ser heredero de Juan, dueño del
bien, y pierdo el pleito, más tarde no podré, porque se me opondrá la cosa juzgada,
pedir la entrega de un caballo pretendiendo nuevamente ser heredero de Juan. En
ambas situaciones se solicita el mismo beneficio jurídico: reconocimiento de la calidad
de heredero.
b) Si pido que se me declare dueño del fundo "LOS JAZMINES" y pierdo el pleito, nada
se opone a que en otra demanda haga valer sobre el mismo fundo un derecho de
usufructo que pretendo tener. Porque si bien es cierto que se trata de la misma cosa
material, no lo es menos que el beneficio jurídico en uno y otro caso es distinto: en el
primero hubo cuestión sobre el derecho de propiedad y en el segundo sobre el
derecho de usufructo".
En una palabra, la idea que debe servir de guía para saber si hay o no identidad de
objeto es la siguiente: al estatuir sobre el objeto de la demanda ¿se expone el juez a
contradecir una sentencia anterior, declarando un derecho ya negado o negando un
derecho establecido en la precedente decisión?.
Dentro de la doctrina nacional, don José Bernardo Lira ha señalado al respecto que
"para resolver es preciso comparar la proposición establecida en la sentencia con la
que expresa la pretensión que el demandante actual deduce: si esta proposición no
contradice la primera, si puede coexistir con ella, la cuestión propuesta no está
decidida y la excepción de cosa juzgada es, por consiguiente, inaplicable; si por el
contrario, la segunda proposición choca con la primera, si hay incompatibilidad entre
ellas, la cuestión nuevamente propuesta estará decidida y es admisible la excepción".
La otra faz de este problema radica en determinar si una vez que se ha fallado en
un juicio denegando la satisfacción de una parte de un objeto, es posible demandar
posteriormente el todo de éste, sin que pueda objetarse la demanda con la excepción
de cosa juzgada emanada de la primera sentencia. El Digesto consignaba al respecto
"totum non est in parte"; el todo no está en la parte. Audry y Rau han sostenido que el
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litigio que versa sobre una parte comprende el todo, de suerte que el que hubiere
sido vencido en la demanda de una parte no podría reclamar el todo.
Cabe pensar, sin embargo, que al ser el objeto pedido una idea abstracta y no de
carácter estrictamente materialista es imposible sentar dogmas para resolver el
problema. La solución es una cuestión de hecho que deberá ser resuelto por el juez en
cada caso que ante él se presente, sopesando los antecedentes de los procesos en
que el problema se haya planteado. Para tal efecto, sólo debe tenerse en cuenta que,
"si el bien garantizado en un caso puede concebirse aun sin el bien garantizado en
otro, hay diversidad objetiva de acciones. Un bien puede encontrarse en relación de
más o menos con otro bien; es cuestión de hecho el establecer caso por caso si la
negación de uno significa la negación de otro: cuando el bien menor puede ser
concebido no sólo como parte del mayor,sino también por sí,la negación del bien
mayor no implica necesariamente negación del bien menor.
a) Concepto
En doctrina se ha definido la causa de pedir como "el hecho jurídico o material que
sirve de fundamento al derecho que se reclama o a la excepción que se opone
(Planiol); "la razón de derecho en virtud de la cual se reclama el objeto o cosa que se
pide en la demanda" (Fontecilla).
Del concepto dado acerca de la causa de pedir queda en claro que no puede
confundirse con los medios de prueba que se hacen valer para probar el hecho
jurídico que sirve de fundamento a la pretensión cuya satisfacción se pretende lograr
en el proceso. Una demanda que solicita la satisfacción de una pretensión que se
funda en el mismo hecho jurídico invocado en otro proceso anterior ya fallado, debe
ser rechazada aunque sostenga otros medios de prueba. "Si una persona pierde un
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juicio no puede reiniciarlo con posterioridad, basado en la misma causa de pedir aún
cuando tratara de probar su demanda por medios de prueba distintos".
Frente a este problema se han formulado por los autores, funda- mentalmente dos
teorías:
Según esta doctrina centrada en la nulidad y formulada por Toullier, reproducida por
Mercadé y acogida en nuestra doctrina por José Bernardo Lira y Leopoldo Urrutia, la
causa de pedir la constituye sólo la causa próxima o inmediata. Para nada importa que
las causas lejanas o remotas sean diferentes.
Para estos efectos, Toullier y sus partidarios, agrupan los vicios del consentimiento
que han de producir la nulidad de una convención, en ciertas categorías o grupos.
Cada categoría forma el fundamento inmediato de la acción de nulidad (causa
próxima) y, por consiguiente, constituye la causa de pedir de la acción de nulidad. Los
vicios del consentimiento, error, fuerza o dolo, que integran el grupo, son simple
fundamentos mediativos, (remotos) que no alcanzan la categoría de una causa de
pedir. Ellos concurren sólo a integrar la causa de pedir y a justificar su existencia.
Cada vez que se deduce una demanda de nulidad por vicios del consentimiento,
fundándose en error, por ejemplo: los efectos de lo juzgado se extienden a todos los
demás vicios (fuerza y dolo) aún cuando no se hayan hecho valer; de suerte que no
podría renovarse la acción de nulidad por fuerza o dolo, pues obsta a ello la identidad
de causa de pedir. En resumen, cada vez que se deduzca demanda por vicios
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comprendidos en una categoría determinada de las tres causales de nulidad que se
reconocen, las sentencia produce cosa juzgada respecto de los vicios que
corresponden al grupo, aún cuando no se hayan hecho valer en el juicio, en razón de
la identidad de causa.
Los defensores de esta doctrina, la fundamentan en que siendo una de las bases
de la cosa juzgada el deseo del legislador de poner fin a los juicios, se burlaría este
propósito si se permitiera a las partes renovar su acción por cada vicio particular que
vieran aparecer en el acto de que se trate, con lo cual ellos no terminarían nunca y los
derechos no tendrían jamás seguridad. Abrir nueva causa, dice Mercadé, por muy
lejana que sea, es decir, por todo medio nuevo, sería eternizar los procesos, reducir
las decisiones judiciales a no ser sino provisionales, destruyéndose de esta suete, la
autoridad de la cosa juzgada.
Esta es la moderna doctrina. Fue sostenida por Laurent y Planiol, entre otros y en
nuestro país es acogida por la mayoría de los autores contemporáneos.
"El criterio que ha de seguirse para encontrar la causa de pedir consiste en atender
a la decisión de los primeros jueces, esto es, a lo que en el caso concreto fue discutido
y resuelto.
"La única solución lógica para determinar la causa de pedir es atenerse únicamente
a lo que ha sido decidido por los primeros jueces. Cuando un contrato ha sido atacado
por error, el debate se centra única y exclusivamente sobre la existencia y el carácter
del error. El dolo no ha sido mirado, su propio nombre ni siquiera ha sido pronunciado
en los debates, ni en el juzgamiento y habría cosa juzgada a su respecto. Es decir, que
una demanda especialmente limitada en su objeto es general en sus efectos. Laurent
demuestra la iniquidad de este sistema al señalar que el demandante ha podido
sucumbir porque el error cometido por él no era sustancial, pero descubre más tarde
que este error ha sido causado por el dolo de la otra parte, lo que haría al contrato
anulable y se le podría oponer la cosa juzgada sobre este dolo del cual nadie se ha
ocupado".
52
Por ello no hay identidad de cosa pedir si la causa remota o lejana es diferente en
ambas demandas, aún cuando la causa próxima o inmediata sea la misma. Así,
cuando la primera demanda se basa en la fuerza y la segunda en el dolo, no existe
identidad de causa de pedir, aún cuando en ambas existe vicio del consentimiento.
1.- Da el realce necesario a cada uno de los vicios de nulidad que puedan afectar a un
acto jurídico, al no concebir éstos como simples medios o argumentaciones de la
causa de pedir, como ocurre con la doctrina de la causa próxima de los agrupa en
clasificaciones antojadizas y arbitrarias.
Así, por ejemplo, el demandante debe enunciar en forma precisa y clara las
peticiones que somete a la decisión del tribunal (art.254 No.5o. del C.P.C.).
El juez al recibir la causa a prueba debe fijar en la misma resolución, "los hechos
sustanciales y controvertidos sobre los cuales debe recaer" (art.318 del C.P.C.).
El art.170 No.6, reforzó más aún este mandato, al preceptuar que "la decisión del
asunto controvertido deberá comprender todas las acciones y excepciones que se
hayan hecho valer en el juicio"; pero podrá omitirse la resolución de aquellas que sean
incompatibles con las aceptadas".
La omisión de este deber por parte de los jueces, es decir, que otorguen más de lo
pedido por las partes, o si extienden su fallo" a puntos no sometidos a la decisión del
tribunal", constituye el vicio de casación en la forma, de ultra petita, y la sanción para él
es la nulidad de la sentencia (art.768 No.4 del C.P.C.).
Al tratar la cosa juzgada civil, vimos que ésta no opera sin discriminación, de tal
modo que quede sujeta a ella cualquier acaecimiento judicial que más tarde puede
producirse. El legislador, a base de la triple identidad consagrada en el art.177 del
C.P.C. fija las zonas a las cuales llega la fuerza expansiva del fallo.
Al respecto se ha señalado de modo general que "del texto del art.177 del C.P.C. se
desprende que esa disposición reglamentaria de la triple identidad se refiere a la
materia civil. El intérprete no podrá olvidar que en todas estas situaciones está frente a
un precepto que le habla de "demanda", de "litigantes que ha obtenido en juicio", etc. Y
no olvidará tampoco que se entiende por juicio una "contienda suscitada entre parte"
etc. y que llegamos a consecuencias deplorables cuando se pretende trasladar normas
del derecho privado al derecho público".
"En el juicio criminal en que se ejercita la acción pública, las partes están
constituidas por el reo y la sociedad. Si un particular ejerce la acción pública, no actúa
como parte directa con interés propio, sino más bien en representación de la sociedad;
tan es así, que su desistimiento de la acción no obsta a que continúe de oficio la
prosecución del proceso.
Ya vimos que en materia civil este elemento ha sido concebida como el beneficio
jurídico inmediato que se reclama y al cual se pretende tener derecho.
Es cierto que, entre las menciones que debe tener la acusación, el querellante
particular según el artículo 427 del C.P.P., debe expresar en el escrito de acusación
"las circunstancias que deben influir en la aplicación de las penas y concluirá
solicitando la imposición de estas, expresa y determinadamente", pero esto no significa
pretender para sí incorporar al patrimonio de los acusadores ningún beneficio jurídico,
ni que la pena les sea entregada.
"Por consenso unánime el "ius puniendi" pertenece sólo al Estado y lo único que
podría hacerse frente a esta potestad que hasta puede disponer de la vida de los
ciudadanos, es pedirle que ponga en ejercicio sus facultades y que aplique la pena que
la ley contempla al delincuente.
De modo, pues, que sería una incoherencia hablar, en materia penal, de cosa
pedida en el concepto que se tiene en los asuntos civiles".
Recordemos que en materia civil, "se entiende por causa de pedir el fundamento
inmediato del derecho deducido en juicio".
De lo cual es lógico concluir que si bien el hecho delictuoso que dio origen al delito
tiene un mismo e indivisible origen, no lo será jamás a título de identidad de causa, que
obedece a un fundamento de derecho. Lo ilícito no constituye derecho.
El hecho de no aplicarse dentro del proceso penal el art.177 del C.P.C. no importa
que la cosa juzgada que emana de la sentencia que en él se dicte produzca efectos sin
limitación alguna.
En el proceso penal, desde el inicio hasta su fin, existen dos elementos que
siempre deben tenerse presente por el juez para emitir un pronunciamiento: el hecho
punible y la persona del procesado. En efecto, "el art.76 del C.P.P. nos presenta las
bases del Sumario cimentadas en la determinación de los hechos constitutivos de
delito y la persona que los hubiere realizado.
Por lo que respecta a la identidad del procesado, son numerosas y notables las
preocupaciones legales, a fin de individualizar la persona del delincuente.
El Título VII del Libro II. 1ª parte, denominado "De la identidad del delincuente y sus
circunstancias personales", está íntegramente destinado, como su nombre lo indica, a
individualizar al procesado.
De la exposición que hemos hecho surgen, pues, dos elementos relevantes, que
constituyen la médula de la decisión que el juez debe hacer en la sentencia: el hecho
punible y la persona a quien se atribuye la ejecución o participación de ese hecho".
Finalmente, "la cosa juzgada penal obliga frente a todos, hayan sido o no partes en
el proceso ya decidido; de tal manera que un proceso en que no haya sido parte el
acusador particular impide a los que hubieran podido serlo interponer de nuevo la
pretensión porque es inadmisible la pretensión punitiva; punto éste en que, como en
otros muchos, la cosa juzgada penal se separa radicalmente de la concepción de la
misma en el proceso y en el Derecho Procesal Civil, donde la cosa juzgada, salvo los
supuestos excepcionales, no tiene efectos "erga omnes" sino sólo entre las partes
mismas, en virtud del principio "eadem personae".
Cuando un hecho ha sido llevado a cabo por más de una persona, sin que en el
proceso correspondiente se haya producido el litisconsorcio de imputados; o aunque
éste se haya producido, el litisconsorcio no abarque a la totalidad de las partes
materiales, los que no hayan sido imputados en el proceso pueden serlo por el mismo
hecho, sin que sobre ellos surta efecto la cosa juzgada más que en el supuesto que la
pretensión se hubiere desestimado por una causa objetiva, y no en cualquier otro
caso".
Pero no basta la sola identidad física del imputado entre el proceso afinado y el que
se pretende iniciar para que nos encontremos en presencia de la cosa juzgada, sino
que es preciso que concurra la identidad del hecho punible respecto de ambos.
En el proceso penal la llamada "eadem res" no puede hallarse más que en el hecho
que sirve de fundamento a la pretensión punitiva y que, estimado o no en la sentencia,
hay que buscarlo en el fundamento fáctico de la misma y no en su fallo.
Esta amplia competencia del tribunal del crimen para calificar los hechos se
encuentra reconocida en el art. 527 del C.P.P. al prescribir que "el tribunal de alzada
tomará en consideración y resolverá las cuestiones de hecho y de derecho que sean
pertinentes y que se hallen comprendidas en la causa, aunque no haya recaída
discusión sobre ellas ni las comprenda la sentencia de primera instancia. Como
consecuencia de ello, la sentencia es dada ultra petita sólo cuando se extiende a
puntos inconexos con los que hubieren sido materia de la acusación y defensa (art.
541 Nº10 del C.P.P.). El tribunal en el juzgamiento agota el debate acerca de la
calificación jurídica y goza de amplias atribuciones para ello, puesto que puede dar en
la sentencia definitiva una calificación jurídica diferente a los mismos hechos que
sirvieron de base a la acusación, sin incurrir en ultra petita.
Los límites de la cosa juzgada presentan, en otro aspecto, un problema que reviste
especial importancia. Este consiste en saber si produce cosa juzgada la totalidad del
fallo o sólo la parte resolutiva de éste.
a) Teoría Clásica
Según esta teoría, expuesta por Savigny, la sentencia constituye una unidad en que
considerandos y resolución se integran y complementan en forma inseparable, de
donde se sigue que, con arreglo a ella, la cosa juzgada abarca conjuntamente la parte
resolutiva y considerativa de la sentencia.
b) Teoría Moderna
Opuesta a la teoría clásica, se encuentra otra moderna que sostiene "que sólo lo
dispositivo de la sentencia es lo que constituye el objeto de la decisión; el Estado, que
tiene por intermedio de sus órganos un querer jurídico, no tiene, sin embargo, un modo
oficial de razonar; las premisas o motivos de la decisión constituyen un modo de
fiscalización sobre los procesos intelectuales del juez en la formación lógica de la
sentencia, puede la sentencia ser adecuada en lo dispositivo y ser errónea en los
motivos, en cuyo caso habría una verdadera colisión dentro de la propia estructura
interna de la cosa juzgada; y por último, las premisas y fundamentos, que son tan sólo
un antecedente lógico el fallo, no pueden normalmente constituir cosa juzgada porque
9
Debemos tener presente que se ha señalado que “ en general, se afirma que existirá identidad entre la persecución penal y,por lo
tanto, infracción de la garantía, cuando concurran tres identidades o correspondencias: 1) identidad de persona ( eadem
persona); 2) identidad de objeto ( eadem res) ; y 3) identidad de motivo de persecución ( causa petendi).La identidad de
persona suele ser resuelta pacíficamente , exigiéndose que exista identidad física, es decir, que se trate del mismo imputado en
una y otra persecución penal. La identidad objetiva esta referida al hecho imputado. La regla que preside este punto es que debe
prescindirse de toda valoración jurídica del hecho. De esta manera se impide que, invocando una calificación jurída distinta,
pudiera llegar a burlarse el principio.La identidad de causa se refiere, finalmente, y a nuestro modo de ver, a la pretensión punitiva,
de tal manera que no existirá infracción al principio si la pretensión de uno de los procesos no es la aplicación de una sanción
penal, sino una reparación civil o una sanción disciplinaria, por ejemplo. Julián López Masle. Principios y garantías del sistema
procesal penal chileno. María Inés Horvitz L. Julián López Masle. Derecho Procesal Penal Chileno. Tomo I. Págs 88 y 89. Editorial
Jurídica de Chile Mayo 2002.
60
ésta es, en último término, una forma especial de autoridad que adquiere la
sentencia como acto de voluntad".
Sin embargo, debemos tener presente que, de acuerdo con esta teoría, a los
motivos o fundamento del fallo no debe negárseles todo valor; por cuanto ellos
"pueden utilizarse ampliamente como elementos de interpretación de los pasajes poco
claros de lo dispositivo del fallo. Ello significa, que siendo los fundamentos un
antecedente lógico de la decisión, debe reinar entre una y otra parte, la debida
correspondencia y armonía, y la oscuridad de una se ilustra con la claridad de la otra.
Ambas partes se prestan, recíprocamente, puntos de apoyo que aseguran la
inteligencia de todo el conjunto.
Debemos tener presente que en estos últimos años, parte de los autores ha
experimentado un vuelco hacia la doctrina clásica, insistiendo en que la sentencia
constituye una unidad.
61
XIII. CLASES DE COSA JUZGADA
Cosa juzgada relativa es aquella que afecta sólo a las partes que hubieren
formado parte de la relación procesal respecto de la cual se hubiere dictado la
sentencia que la genera.
Cosa juzgada absoluta es aquella que produce efectos respecto de todo aquel
que promueve la cuestión que hubiere sido resuelta.
Cosa juzgada directa es aquella que afecta a las partes que hubieren promovido el
conflicto concurriendo los límites que establece el artículo 177 del C.P.C.
Desde este punto de vista, la cosa juzgada se clasifica en cosa juzgada real, cosa
juzgada aparente y cosa juzgada fraudulenta.
Para que las sentencias dictadas dentro de los procesos adquieran la autoridad de
cosa juzgada, se requiere que ellas emanen de un proceso válido, o que adoleciendo
62
de vicios sean ellos subsanables a través de la preclusión del sistema de
impugnaciones.
Sin embargo, existen casos en que el proceso no existe (falta de jurisdicción por
ejemplo), o existe, pero es nulo y no pueden llegar jamás a ser eficaz (por ejemplo falta
de emplazamiento). En tales casos nos encontramos ante la materialidad de un
expediente, del cual emanará, en apariencia, la autoridad de cosa juzgada de la
sentencia que se ha dictado, pero ella siempre se encontrará sujeta a impugnación,
por cuanto "para que se produzca la cosa juzgada es preciso que la sentencia haya
sido dictada en forma legal, o sea, sin contrariar los preceptos de orden público que
reglan la tramitación de los juicios".
Otro caso semejante nos presenta el artículo 2.460 del Código Civil que atribuye a
la transacción los efectos de cosa juzgada, y no obstante, admite su impugnación:
cuando ha sido obtenida por título falseados y, en general, por dolo (artículo 2.453) o
cuando se fundó en un título nulo (art.2.454) o versa sobre derechos ajenos o
inexistentes (art.2.452).
Otras prevenciones en contra del fraude, las encontramos en el art.523 inciso 1º del
C.P.C. al exigir al tercerista de dominio que éste conste en instrumento público
otorgado antes de la fecha de la interposición de la demanda ejecutiva.
Pero estas prevenciones son sólo aisladas, puesto que en nuestro derecho existe
un temor reverencial hacia la institución de la cosa juzgada, siendo su autoridad
respetada incluso ante demostraciones patentes de la ilicitud de los medios a través de
los cuales ella se ha obtenido. La más clara demostración de este aserto, dentro de
nuestra legislación, la constituye el art.331 del C.O.T., el cual prescribe que "ni en el
caso de responsabilidad criminal ni el caso de responsabilidad civil la sentencia
pronunciada en el juicio de responsabilidad alterará la sentencia firme".
Es verdad que la institución del mal llamado recurso de revisión tiende a remediar
los inconvenientes de la cosa juzgada fraudulenta o colusoria pero esto no es
suficiente. "Su reglamentación es incompleta con las exigencias de la victima de la
colusión, que ya está actuando en juicio para hacerse cargo de dos juicios más: uno
para obtener las exigencias previas que exige el art.810 y otro, el de revisión ante la
Corte Suprema, para obtener la nulidad de la sentencia (art.815 del C.P.C.)". Además,
es una acción de derecho estricto, puesto que en cuanto a su procedencia se
encuentra enmarcada dentro de causales taxativas y su ejercicio limitado por los
diversos trámites que deben realizarse para hacerla efectiva.
Desde este punto de vista se habla de cosa juzgada sustancial o material, cosa
juzgada formal o procesal y cosa juzgada sustancial provisional.
Para los efectos de distinguir claramente entre la cosa juzgada sustancial y formal
es menester recurrir a los conceptos de inimpugnabilidad e inmutabilidad de las
resoluciones judiciales.
Sólo una vez que han precluído los medios de impugnación en contra de una
resolución judicial se produce la inatacabilidad de la sentencia, puesto que para que se
genere esa cualidad de los efectos de la sentencia es menester que ella se encuentre
firme o ejecutoriada. La cosa juzgada formal es el supuesto necesario de la cosa
juzgada sustancial o material.
Es claro que toda sentencia final estará constituida sobre la base del juego
permanente de la cosa juzgada formal durante el curso del procedimiento.
Si las partes dejan transcurrir los plazos para interponer recursos en contra de la
sentencia definitiva, ésta desde ese instante adquiere el carácter de inimpugnable,
puesto que todas las facultades procesales vinculadas a la decisión de un conflicto se
han extinguido.
No puede existir cosa juzgada substancial sin cosa juzgada formal, porque a la
primera no se llega sin la preclusión de todos los medios de impugnación.
En la cosa juzgada formal, existe siempre una disposición legal expresa en que se
atenúa la inmutabilidad del fallo, permitiéndose su revisión en un proceso posterior.
Los casos en que existiría cosa juzgada formal según el parecer de la doctrina
serían los que se indican a continuación, los que pasamos a analizar uno a uno para
establecer la exactitud de ese aserto.
La sentencia dictada en el juicio ejecutivo, una vez que se encuentra firme, produce
cosa juzgada sustancial tanto respecto de otro juicio ejecutivo como de otro juicio
ordinario posterior según se colige de los arts.477 y 478 del C.P.C. Así lo ha resuelto
nuestra jurisprudencia al señalar que "la sentencia del juicio ejecutivo produce cosa
juzgada sustancial en el ordinario, tanto respecto del ejecutante como del ejecutado, y
por lo tanto, no puede aceptarse en un juicio ordinario posterior prueba alguna
encaminada a obtener alterar lo resuelto en el juicio ejecutivo anterior".
Sin embargo, nuestro legislador, dado el carácter breve y sumario que reviste la
fase de conocimiento y discusión en este procedimiento ejecutivo, ha procedido a
otorgar a las partes la posibilidad de discutir y probar más latamente el asunto
controvertido en un proceso ulterior, solicitando la reserva de acciones y excepciones
conforme a los arts.467, 473, 474 y 478 del C.P.C.
En efecto, produce el efecto de cosa juzgada formal por cuanto impide, una vez
precluídos los medios de impugnación, que se siga debatiendo en el proceso acerca
de la excepción alegada por el demandado que hubiere sido acogida en la sentencia.
Pero a su vez, produce el efecto de cosa juzgada sustancial provisional en cuanto
impide que se haga valer nuevamente la "acción" ejecutiva desechada en otro proceso,
mientras no se hubiere corregido los defectos que motivaron su rechazo.
c) Querellas Posesorias
En nuestro derecho las acciones que pueden intentarse sobre la materia son: la
querella de amparo, que tiene por objeto conservar la posesión de los inmuebles o
derechos reales constituidos en ellos; la querella de restitución, que tiene por objeto
recuperar la posesión de los inmuebles o derechos reales constituidos en ellos; la
querella de restablecimiento, que tiene por objeto restablecer en la posesión o mera
tenencia de dichos bienes, a todo aquel cuya posesión o mera tenencia le hubiera sido
violentamente arrebatada; la denuncia de obra nueva, que tiene por objeto obtener que
se prohiba la construcción de toda obra nueva, en el suelo de que está en posesión el
actor; denuncia de obra ruinosa, es aquella que tiene por objeto impedir que una obra
ruinosa o peligrosa cause daño, interdictos especiales, aquellos para hacer efectivas
las demás acciones posesorias. (arts.549 del C.P.C. y 916 y sig. del C.C.).
Se basan para ello en que "la reserva a que se refiere el inc.1 del art.563, dice
relación solamente con el ejercicio de la acción de dominio y el resarcimiento de las
costas y perjuicios que hayan pagado los condenados o que se les hayan causado con
la querella, materias que por su naturaleza no son susceptibles de ser dilucidadas en
estos juicios sumarios.
Pero en tales casos, evidentemente se está litigando sobre una cuestión diversa de
la fallada por la querella. Si se deduce la acción reivindicada, la causa de pedir es el
dominio de la cosa reivindicatoria, aunque el objeto es la posesión; si se entabla
querella de amparo o de restitución, el objeto pedido es la conservación de la posesión
o la recuperación de la misma y la causa de pedir no es el dominio, sino la posesión.
No hay pues, en ambos juicios, identidad de causa de pedir".
Esta materia se encuentra regulada en el art.564 del C.P.C. que dispone al efecto:
"La sentencia pronunciada en la querella de restablecimiento deja a salvo a las partes,
no sólo el ejercicio de la acción ordinaria de conformidad al art.563, sino también el de
las acciones posesorias que le correspondan".
"Lo normal será en consecuencia, que el actor no necesite probar la posesión, pues
le basta la mera tenencia, y por ello, corrientemente la sentencia no se pronunciará
sobre posesión alguna. Por ello, nada de particular tiene concluir que el fallo no
produce cosa juzgada sustancial con respecto a ninguna otra acción posesoria o de
dominio.
La demanda pudo ser desechada por diversos motivos. Así, por no haber
acreditado los actos de violencia con que se hizo despojo, o por que la acción se
encontraba prescrita (seis meses desde que cesó la violencia), o por no haberse
acreditado la posesión. En este último caso, no obstante haberse pronunciado la
sentencia sobre la posesión, deja a salvo otras acciones posesorias.
A nuestro entender, aún en ese evento existe cosa juzgada sustancial, pues en la
primera demanda se pide restablecimiento en virtud de despojo violento, y en la
segunda, se pide restitución aunque no exista despojo violento; vale decir, existen en
ambos juicios causas de pedir diferentes.
c.c) Cosa juzgada de la sentencia que falla la demanda de denuncia de obra nueva.
"De ahí que pueda fundadamente sostenerse que la sentencia, que falla en la
especie, el interdicto, no produce cosa juzgada sustancial sino únicamente formal".
Conforme a lo dispuesto en los arts.571 inc.1 y 574 del C.P.C., la sentencia que
falla este interdicto posesorio ordena la demolición o enmienda de una obra ruinosa o
peligrosa o el afianzamiento o extracción de árboles mal arraigados o expuestos a ser
derribados por casos de ordinaria ocurrencia, sin perjuicio de decretar desde luego las
medidas urgentes de precaución, y, además, que se ejecuten dichas medidas, sin que
de ello pueda apelarse.
Por otra parte, el art.576 del C.P.C., dispone al respecto que "cuando se dé lugar al
interdicto, no se entenderá reservado el derecho de ejercer en vía ordinaria ninguna
acción que tienda a dejar sin efecto lo resuelto".
"La sentencia firme que acoge la demanda produce cosa juzgada sustancial al no
ser posible su revocación en vía ordinaria. Sin embargo, si no se da lugar a la
demanda, tal resolución puede revocarse en vía ordinaria, en cuyo caso la sentencia
produce cosa juzgada formal. Esta posibilidad de revocación del fallo que se pronuncie
rechazando el interdicto, en vía ordinaria se desprende de la interpretación de los
diversos preceptos que rigen sobre la materia y de los antecedentes que obran acerca
de la historia legislativa de dichas normas".
De acuerdo con el referido precepto, para los efectos que pueda el tribunal
modificar las resoluciones afirmativas requiere que exista una solicitud del interesado;
que hayan variado las circunstancias que motivaron su dictación y que se encuentren
pendientes en su ejecución.
En estos casos no cabe hablar de cosa juzgada puesto que los asuntos
contenciosos, de acuerdo con la doctrina, tienen un carácter administrativo y no
jurisdiccional. La cosa juzgada,como hemos señalado anteriormente, sólo es propia de
los actos jurisdiccionales y no de los actos administrativos -estos por regla general- o
legislativos.
Por otra parte, en los asuntos no contenciosos existe sólo interesado y asunto; pero
no partes y conflicto como en los asuntos contenciosos; y en consecuencia, sería
imposible aplicar los límites que contempla la ley para establecer la identidad
necesaria para que se genere la cosa juzgada.
b) La cosa juzgada formal sanea todos los vicios de los cuales puede adolecer un
procedimiento, salvo los de inexistencia o nulidad de la relación procesal; y
c) Es supuesto previo para que se produzca la cosa juzgada sustancial, ya que sin esa
no puede producirse ésta.
71
b) Cosa juzgada formal provisional, que sería aquella en que las resoluciones que
se dictan durante el curso del procedimiento, una vez que hubieren adquirido el
carácter de inimpugnable, producen todos sus efectos dentro del juicio, no obstante
poder ser ellas modificadas cuando hubieren variado las circunstancias que se tuvieron
en vista para su dictación.
Por otra parte, los casos mas resaltantes en nuestro país de la cosa juzgada
formal provisional, es decir, de modificación de resoluciones dictadas dentro de un
mismo procedimiento y luego de haber adquirido el carácter de inimpugnables, por
haber variado las circunstancias que motivaron su dictación, serían el privilegio de
pobreza judicial, (art.136 del C.P.C.), las medidas precautorias, (art.301 del C.P.C.), la
resolución encargatoria de reo, (art.356 del C.P.P., inciso 2º y 3º) la resolución que se
pronuncia acerca de la libertad provisional (art.356 del C.P.P. ya citado y 377 mismo
cuerpo legal) y la que declara el sobreseimiento temporal (art.418, inc.3º del C.P.P.).En
el nuevo sistema procesal penal, revisten el carácter de resoluciones que generan
cosa juzgada formal provisional las que se pronuncian sobre medidas cautelares
personales ( arts 144 y 145), sobre medidas cautelares reales ( art. 157), la resolución
judicial que fija plazo menor al legal para el cierre de la investigación ( arts. 234 y 247)
Como se ve, este último aspecto de la cosa juzgada en cuanto a una mayor o menor
intensidad de la cualidad de sus efectos juega tanto en los asuntos civiles, cuando en
los penales.
Los casos concretos citados han sido todos objeto de detenido estudio anterior.
Las personas, con el objeto de solucionar los conflictos que las afectan dentro de su
vida comunitaria, deben recurrir al proceso para obtener una decisión de la autoridad al
respecto. La secuencia o serie de actos que constituyen el proceso requieren irse
realizando de acuerdo a un sistema, un método o un orden, el cual puede encontrarse
preestablecido por la ley )orden consecutivo legal), determinado por el tribunal una vez
requerida su intervención (orden consecutivo discrecional) o fijarse de común acuerdo
por las partes al requerir la intervención del juez para la resolución del conflicto (orden
consecutivo convencional).
Por otra parte, el legislador prevé que este avance y desarrollo de la actividad de
las partes y del tribunal hacia el logro de la decisión no se eternice, sino que constituye
un instrumento eficaz en un término razonable, de forma tal que reconozca las
pretensiones hechas valer en forma oportuna (principio de economía procesal).
Uno de los medios establecidos por el legislador para hacer que las partes respeten
las fases de desarrollo establecidas respecto de un proceso y evitar que se efectúen
maniobras dilatorias tendientes a retardar la obtención, mediante él, de una decisión
acerca de un conflicto, es el instituto de la preclusión.
La palabra preclusión deriva de las voces latinas "pre", que significa antes, y
"claudo", que quiere decir cerrar. Con ellas se ha formado la expresión verbal
"precluder", sinónima de "prohibir, impedir", o no permitir que una cosa ocurra o se
haga".
74
b) Modalidades de la preclusión
De acuerdo al concepto de la preclusión dado por Chiovenda, cuatro son las formas
en que ella se presenta:
Si una parte no ejercita una facultad dentro del término que la ley ha establecido
para ello, precluirá la facultad para llevarla a cabo, en beneficio de la parte que no
debía realizarlo.
El medio a través del cual nuestro legislador reconoce esta forma de operar de la
preclusión es el establecimiento de los plazos fatales. "Los plazos que señala este
Código son fatales cualquiera sea la forma en que se exprese, salvo aquellos
establecidos para la realización de actuaciones propias del tribunal.En consecuencia,
la posibilidad de ejercer un derecho o la oportunidad para ejecutar el acto se extingue
al vencimiento del plazo.En estos casos el tribunal, de oficio o a petición de parte,
proveerá lo que convenga para la prosecución del juicio sin necesidad de certificado
previo. (art.64 inciso primero del C.P.C.).
Así por ejemplo, si no se hace valer una excepción dilatoria dentro del término de
emplazamiento o no se interpone un recurso dentro del plazo establecido por la ley,
precluirá el derecho de hacerlos valer.
En los procesos regidos por el orden consecutivo legal, las actuaciones deben
seguir un orden lógico derivado, como es de suponer, del mismo orden que impone la
relación procesal, como que las reglas procesales son en sustancia una especie de
metodología fijada por la ley para servir de guía a quién quiere pedir justicia; por lo
tanto, a la demanda debe suceder la contestación o, entre ambas actuaciones, un
término para hacer valer las excepciones dilatorias, "litis ingressum" impedientes; a la
contestación de la demanda debe seguir el período de prueba, etc. En cambio, el
proceso libre permitiría realizar cualquiera de las expresadas actuaciones en cualquier
momento del proceso.
75
Para lograr que en un proceso regido por el orden consecutivo legal, las
actuaciones se vayan realizado en el orden lógico preestablecido, se ha sentado el
principio de la eventualidad.
Así por ejemplo, si se omite indicar en el escrito en que se oponen las excepciones
dilatorias, una de ellas, o no se señala una causal de casación en la forma en el escrito
de las formalización de dicho recurso, el derecho de hacerles valer después precluiría
aún cuando no hubiere expirado el término que establece la ley para ejercer dicha
facultad.
Precluídas pues, todas las cuestiones alegadas o que se hubieren podido alegar, se
produce la cosa juzgada, es decir, la afirmación indiscutible y obligatoria para los
jueces de todos los juicios futuros, de una voluntad concreta de ley que reconoce o
desconoce un bien de la vida a una de las partes.
En tal sentido, la doctrina ha considerado la cosa juzgada formal como "la suma
preclusión o la preclusión máxima", porque cuando el proceso ha llegado a su
última etapa, sea por no haberse empleado los diversos recursos establecidos por la
ley para impugnar una sentencia o por haberse agotado los permitidos, opera la
preclusión y el proceso no puede seguir adelante.
Sin embargo, debemos dejar en claro que el hecho que la preclusión del sistema de
impugnaciones sea el que da origen a la cosa juzgada, no nos permite llegar a asimilar
ambas instituciones. Estas instituciones obedecen a principios distintos y existen entre
ellas diferencias que las hacen inconfundibles.
De acuerdo con Chiovenda podemos decir que "la primera y fundamental diferencia
está en esto: que la preclusión limita sus efectos al proceso en que tiene lugar,
mientras la cosa juzgada tiene fuerza vinculatoria para todo proceso futuro". En efecto,
la cosa juzgada sustancial o material está destinada por esencia, a producir efectos
fuera del proceso en que se dictó la sentencia de donde emana, para impedir que en
otros procesos se expida una nueva resolución sobre el asunto que aquella ya decidió;
en cambio, cosa juzgada formal y preclusión significa solamente estabilidad de los
actos procesales dentro de un determinado juicio, pero no fuera de él.
Por otra parte, tanto la preclusión como la cosa juzgada están impuestas por la
necesidad de la organización jurídica, en cuanto ambas procuran el perfeccionamiento
del proceso. Pero la preclusión afecta más bien el desarrollo de la relación procesal, en
tanto que la cosa juzgada (sustancial) se refiere esencialmente a la afirmación de la
voluntad legal, afirmación que se hace así indiscutible y obligatoria.
77
Del análisis de este precepto resulta que, pueden alegar la cosa juzgada civil:
1) Los que hubieren sido partes en el juicio en que se pronunció la sentencia firme;
y
Además, la cosa juzgada puede alegarse por todos aquellos a quienes según la ley
aprovecha el fallo concurriendo la triple identidad.
En este caso, nos encontramos ante una extensión de los efectos de la resolución
en cuanto a la identificación subjetiva.
Algunos, como don Rafael Fontecilla estiman "que la voz" procesado, que usa el
art.405, corresponde "a reo". En primer lugar, se debe tener presente que las
excepciones de previo y especial pronunciamiento reglamentadas en el juicio plenario,
se entienden indefectiblemente con el reo, tanto porque no se concibe un plenario sin
reo, como porque las diversas disposiciones del Título II de la 2da. parte del Libro II así
lo disponen (arts.433, 435, 441 y 446) y estas excepciones, que se tramitan con el reo
en el plenario, son las mismas que pueden suscitarse en el Sumario (art.445) y no es
lógico suponer que pueden tramitarse con el inculpado, que todavía no está en
plenitud de su capacidad procesal.
79
En seguida, la situación en que puede encontrarse el inculpado frente a estas
excepciones, hace necesario que se le dé una intervención especial para oponerlas,
porque el juez, de oficio y en uso de la facultad que le confiere el art.109 debe tomar a
su cargo estas excepciones. La ley ha previsto todos los casos en que puede
encontrarse un inculpado frente a las excepciones de previo y especial
pronunciamiento, obligando al juez a proceder de oficio, sin que sea menester, por lo
tanto, investir al inculpado de una facultad que en nada mengua sus derechos de
defensa. "Tratándose de la litispendencia el art.319 ordena al juez lo que debe hacer
cuando de la declaración del inculpado aparece otro proceso pendiente en su contra".
Otros, como don Fernando Alessandri, señalan respecto al inculpado, que "es
evidente que él tiene derecho a solicitar medidas a su favor; el juez calificará si son o
no convenientes y debemos aceptar esto tanto más cuando que el Código de
Procedimiento Penal confunde en diversas disposiciones al procesado con el
inculpado. Y más aún, al hablar de los artículos de previo y especial pronunciamiento
dice que pueden producirse en el Sumario o en el Plenario. En el art.433, que está
dentro de la materia del plenario, se establece que el reo puede oponer, como
excepciones de previo y especial pronunciamiento, la litispendencia, la declinatoria, la
cosa juzgada y otras. El Código establece que estos incidentes pueden producirse en
el Plenario, pero otro artículo establece que también pueden en el Sumario. Pues bien,
supongamos que empiece un juicio criminal y que el juez no haya declarado su
incompetencia o que la acción esté prescrita, puede entonces el inculpado que no es
reo presentarse al juez y de acuerdo con el art.405 oponerse por uno de estos
artículos de previo y especial pronunciamiento".
Esta interpretación adquiere mayor valor si tenemos en cuenta que con ella se da
aplicación al principio de la economía procesal,que persigue el máximo resultado en la
aplicación de la Ley con el menor desgaste posible de la actividad jurisdiccional.
Además, en la actualidad, debemos tener presente que art.67 del C.P.P. otorga al
inculpado, sea o no querellado, y aún antes de ser reo en la causa, la facultad de
hacer valer, hasta la terminación del proceso, los derechos que le acuerden las leyes y
los que el tribunal estime necesario para su defensa, dentro de los cuales obviamente
80
se encuentran las excepciones de previo y especial pronunciamiento por los efectos
que ellas generan en caso de ser acogidas.
2. El tribunal.
3. El Ministerio Público.
Como se recordará, por regla general ese precepto no rige en la primera instancia
por haberse suprimido el cargo de los Promotores Fiscales (DFL. 426 de 28-2-1927);
sin perjuicio de la facultad y la obligación que tienen los fiscales de las Cortes de
Apelaciones de intervenir en la actualidad en la primera instancia de acuerdo a lo
previsto en el art.26 bis del C.P.P.
En el nuevo proceso penal, no cabe duda que el imputado tiene derecho a hacer
valer la cosa juzgada desde su primera actuación ( arts 7 y 8),pudiendo solicitar el
sobreseimiento definitivo de la causa y recurrir de la resolución que lo rechazare (art
93 letra f), 1 y 250 letra f), sin perjuicio de poder hacer valer la cosa juzgada como
excepción de previo y especial pronunciamiento ( arts 264 letra c) y 271, además como
defensa de fondo en la acusación.
El juez de garantía, puede declarar de oficio inadmisible una querella y no dar lugar a
su tramitación si concurre la cosa juzgada de conformidad a lo previsto en el artículo
114 , sin perjuicio de poder de oficio decretar el sobreseimiento definitivo conforme a lo
dispuesto en el inc. 1ª del art. 10 y 250 letra f del Código Procesal Penal.
La cosa juzgada puede hacerse valer dentro del proceso como excepción o como
fundamento de ciertos recursos procesales.
81
Las vías a través de las cuales se puede hacer valer la excepción de cosa juzgada
son:
El art.304 del C.P.C. posibilita que en el juicio ordinario la cosa juzgada pueda ser
hecha valer como excepción dilatoria. Sin embargo, si el tribunal estima que ella es de
lato conocimiento, puede contestar la demanda y reservar su pronunciamiento acerca
de ella para la sentencia definitiva.
El art. 310 del C.P.C. posibilita al demandado para alegar, entre otras, la excepción
de cosa juzgada con posterioridad a la contestación de la demanda, mediante un
escrito que se presenta antes de la citación por oír sentencia en primera instancia o de
la vista de la causa en la segunda. Estamos frente a lo que se denomina una
excepción anómala.
a) Sin embargo, debemos tener presente que tratándose del juicio ejecutivo, la cosa
juzgada sólo puede hacerse valer conjuntamente con las otras excepciones, en un
mismo escrito, y dentro del plazo fatal que para tal efecto prevé el legislador (art.459 a
463 Nº18 y 465 del C.P.C).
b) Asimismo debe tenerse presente que en los procedimientos en los cuales la ley
hace primar la concentración o la economía procesal (ejemplo juicio sumario) la cosa
juzgada debe hacerse valer en la oportunidad procesal que la ley determina y que
normalmente, es una sola y única para dilatorias, perentorias y alegaciones o
defensas.
El titular de la cosa juzgada en el proceso penal la puede hacer valer a través de las
siguientes vías:
El acusado durante el Plenario puede hacer valer la cosa juzgada como artículo de
previo y especial pronunciamiento en el escrito de contestación a la acusación, la cual
se formulará en carácter subsidiario (arts.433 Nº4 y 435 del C.P.P.).
10
A partir de la dictación de la Ley 19.374, que modificó el artículo 541 del C.O.T., no obstante que claramente el juez o jueces
que dictaren una sentencia contraviniendo la cosa juzgada alegada en juicio que emanare de una sentencia ejecutoriada
incurrirían en una flagrante falta o abuso, por regla general no será procedente el recurso de queja al ser impugnable semejante
resolución generalmente por un recurso ordinario o extraordinario.
83
Si el tribunal acoge la cosa juzgada hecha valer como excepción de previo especial
pronunciamiento y dicta un sobreseimiento definitivo, la acoge o rechaza en la
sentencia definitiva habiéndose hecho valer como defensa de fondo en el escrito de
contestación a la acusación, procede interponer en contra de esas resoluciones el
recurso de apelación para que el tribunal de alzada repare el gravamen irreparable que
con dicho fallo se causa a la parte afectada, según el caso.
El art.541 Nº10 del C.P.P. faculta a las partes del juicio penal para interponer el
recurso de casación en la forma contra el fallo que hubiere sido dictado en oposición a
otra sentencia criminal pasada en autoridad de cosa juzgada.
Debemos hacer presente que el legislador en este caso no exige, para interponer el
recurso en contra de dicha resolución, que la cosa juzgada hubiere sido alegada en el
juicio como acontece en materia civil.
Nuestro legislador no contempló la infracción de las leyes "decisoria litis" que rigen
la cosa juzgada como una causal especifica del recurso en el fondo en el art.546 del
C.P.P.
11
A partir de la dictación de la Ley 19.374, que modificó el artículo 541 del C.O.T., no obstante que claramente el juez o jueces
que dictaren una sentencia contraviniendo la cosa juzgada alegada en juicio que emanare de una sentencia ejecutoriada
incurrirían en una flagrante falta o abuso, por regla general no será procedente el recurso de queja al ser impugnable semejante
resolución generalmente por un recurso ordinario o extraordinario.
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A partir de la dictación de la Ley 19.374, que modificó el artículo 541 del C.O.T., no obstante que claramente el juez o jueces
que dictaren una sentencia contraviniendo la cosa juzgada alegada en juicio que emanare de una sentencia ejecutoriada
incurrirían en una flagrante falta o abuso, por regla general no será procedente el recurso de queja al ser impugnable semejante
resolución generalmente por un recurso ordinario o extraordinario.
85
Pudiera creerse, por ser diversas las naturalezas jurídicas de los procesos penal
y civil, ya que el uno juzga la conducta humana con miras hacia la imposición de la
pena o la absolución y el otro se traduce fundamentalmente en relaciones de orden
patrimonial, etc. que los procedimientos y las respectivas sentencias, productoras de la
cosa juzgada, no pudieren llegar jamás a una interferencia.
Sin embargo, no es así. En realidad la materia penal y civil, que se ventilan en los
juicios respectivos, giran diríamos para usar una gráfica comparación que usa Binding
en otra oportunidad, en dos círculos secantes, quedando en la zona secante un
residuo común, susceptible de ser disputado por ambas competencias como es lo
concerniente a la indemnización civil del delito y otras derivaciones de ese carácter.
El nexo entre la pretensión punitiva y la llamada acción civil "ex delicto" es, en
cambio, de naturaleza exclusivamente jurídica: ambas pretensiones como
consecuencia de la distinta consideración que un mismo complejo de conductas y
hechos merecen a normas jurídicas diversas, penales y civiles. La aplicación de estas
últimas es renunciable, mientras que la de las penales, por regla general, no lo es.
Por otra parte esa conexión heterogénea no se da sólo entre los procesos civiles y
penales al hacer valer las pretensiones que emanan de un mismo hecho, sino que
también respecto de los fallos que se pronuncian por los diversos tribunales". Las dos
competencias criminal y civil, son dos ramas del mismo poder; ambas tienen un mismo
objeto, que se resuelve en el acto jurídico jurisdiccional sentencia, pero cada una obra
en campos distintos y no es permitido a una penetrar en la esfera de atribuciones de la
otra. De esto se sigue que el juez civil no puede volver a examinar cuestión resuelta ya
que por él magistrado penal, sin poner frente a la acción pública, que dio término al
juicio criminal, la acción privada que se desenvuelve en el juicio civil, sin destruir el
orden inalterable de la competencia y no ocasionar una contraposición de cosa
juzgada que cedería en desprestigio de la misma organización jurisdiccional.
86
2.- LAS NORMAS QUE RECONOCEN LA CONEXIÓN HETEROGÉNEA EN
NUESTRO ORDENAMIENTO JURÍDICO.
En consecuencia, podrán intentarse ante el juez que conozca del proceso penal las
acciones civiles que persigan la reparación de los efectos patrimoniales que las
conductas de los procesados por sí mismas hayan causado o que puedan atribuirles
como próximas o directas, de modo que el fundamento de la respectiva acción civil
obligue a juzgar las mismas conductas que constituyen el hecho punible objeto del
proceso penal."
La acción civil restitutoria debe deducirse siempre precisamente ante el tribunal que
conoce del proceso criminal (arts.5 del C.P.P. y 171 del C.O.T.). El tribunal del crimen
es en este caso el único que tiene competencia para reconocer de la acción
restitutoria; en otras palabras, tiene competencia exclusiva y excluyente para conocer
de ella.
La acción civil indemnizatoria que puede nacer del delito puede ejercitarse ante el
tribunal que conoce del respectivo proceso criminal (art.171 del C.O.T.) o
separadamente ante el tribunal civil correspondiente (art.5 del C.P.P.). En este caso
nos encontramos ante un caso de competencia acumulativa, puesto que tanto el juez
de la acción civil y indemnizatoria, pero el que haya prevenido en el conocimiento
excluye al otro, el cual cesa desde ese instante de ser competente (art.112 del
C.O.T.)..
La acción civil ejercitada ante los tribunales civiles se tramitará como juicio ordinario
(art.3 del C.P.C.), cualquiera que sea ante la ley penal el carácter del delito o
cuasidelito de donde emana.
Por su parte, el referido art.167 del C.P.C. dispone que "cuando la existencia de un
delito haya de ser fundamento preciso de una sentencia civil o tenga en ella influencia
notoria como podrán los tribunales suspender el pronunciamiento de ésta hasta la
terminación del proceso criminal, si en éste se ha dado lugar al procedimiento
plenario".
"Esta suspensión podrá decretarse en cualquier estado del juicio, una vez que se
haga constar la circunstancia mencionada en el inciso precedente.
"Si en el caso de los dos incisos anteriores se forma incidente, se tramitará en pieza
separada sin paralizar la marcha del juicio.
"Con todo, si en el mismo juicio se ventilan otras cuestiones que puedan tramitarse
y resolverse sin aguardar el fallo del proceso criminal, continuará respecto de ellas el
proceso sin interrupción".
Los requisitos para que se suspenda el juicio civil por existir uno penal pendiente
para el juzgamiento de los hechos que sirven de fundamento a la pretensión hecha
valer en aquél, son:
a. Que la existencia del delito o cuasidelito que es objeto del procedimiento penal
sea fundamento preciso de la sentencia a dictar en el civil o tenga influencia notoria
para ella.
Esto significa que "la acción penal y la civil emanan o se refieran a un mismo hecho,
de modo que el juez civil no pueda pronunciarse sobre la acción deducida ante él sin
establecer la existencia o inexistencia del delito o cuasidelito imputable a su autor. Es
innecesario que las partes en ambos procesos sean una misma; la ley no lo exige.
Basta que el juez civil para acoger la demanda, deba dar por existente la
responsabilidad que se invoca. Por consiguiente, esta suspensión procede, aunque en
el juicio civil sólo figure como demandado la persona civilmente responsable y no el
autor directo del delito o cuasidelito del proceso criminal".
b) Que el juicio penal, en el cual se juzgan los hechos delictivos fundantes o con
influencia notoria para el pronunciamiento de la sentencia civil, hubiere pasado a la
etapa de Plenario.
"La facultad que confiere la ley a los tribunales para suspender el fallo de un juicio
civil hasta la terminación de un proceso criminal que incide en la existencia de un delito
88
que ha de ser el fundamento preciso de una resolución civil, sólo puede ser
admisible cuando el juicio criminal se encuentre en estado de Plenario".
Uno de los prácticos del derecho penal enunciaba así: "Antes que la civil, debe
primero resolverse la causa criminal, aún estando establecido que todas las
excepciones deben tratarse al final del litigio".
En verdad, se trata, en el art.167 del C.P.C. de una cuestión que bien podríamos
llamar criminal prejudicial, de carácter previo.
Dado que la víctima es un interviniente dentro del proceso penal puede optar por
preparar la demanda civil indemnizatoria dentro del proceso penal con posterioridad a
la formalización, solicitando diligencias o medidas cautelares reales, generándose con
ello la interrupción de la prescripción, condicionada a que con posterioridad se deduzca
oportunamente la demanda civil. ( art. 61)
Solo la acción civil indemnizatoria de la víctima en contra del imputado puede ser
ejercida dentro del proceso penal o ante el juez civil que sea competente conforme a
las reglas generales.
Las acciones civiles indemnizatorias que pudieren ejercerse por otras personas
distintas de la víctima o en contra de terceros civilmente responsables solamente
pueden ejercerse ante el tribunal civil competente conforme a las reglas generales.
13
En todo caso, debemos recordar que respecto de la ejecución de la parte civil indemnizatoria de la sentencia definitiva
dictada dentro del proceso penal no debe ser ejecutada ante los tribunales penales, sino que ante el juzgado de letras civil que
fuere competente conforme a las reglas generales.
De conformidad a lo previsto en el artículo 349 del NCPP, tanto en caso de absolución como en el de condena, deberá el
tribunal pronunciarse acerca de la demanda civil válidamente interpuesta.”
Por otra parte, el inciso final del artículo 171 del C.O.T. haciendo una clara excepción a la regla general de la ejecución, nos
señala que será competente para conocer de la ejecución de la decisión civil de las sentencias definitivas dictadas por los
jueces con competencia penal, el tribunal civil que fuere competente conforme a las reglas generales.
En consecuencia, si se hubiere pronunciado una sentencia definitiva penal, acogiéndose la demanda civil indemnizatoria
deducida por la víctima en contra del imputado, único caso en que ello es posible ante los tribunales del crimen en el nuevo
sistema procesal penal, la ejecución de la sentencia civil no deberá seguirse ante ellos, sino que ante el tribunal civil que fuere
competente conforme a las reglas generales.
El procedimiento que deberá aplicarse para obtener la ejecución de la sentencia civil se nos señala en el artículo 472 del
N.C.P.P. señalándonos que “en el cumplimiento de la decisión civil de la sentencia, regirán las disposiciones sobre ejecución
de las resoluciones judiciales que establece el Código de Procedimiento Civil.”
Ello implica que el único procedimiento que cabrá aplicar para la ejecución de esa sentencia que contempla prestaciones
civiles será el juicio ejecutivo, dado que no cabe aplicar el procedimiento incidental que sólo es procedente cuando la
ejecución se solicita ante el tribunal que conoció del proceso en única o primera instancia. Debemos acordar que conforme al
artículo 233 del C.P.C. el procedimiento incidental sólo es aplicable “ cuando se solicite la ejecución de una sentencia ante el
tribunal que la dictó dentro del plazo de un año contado desde que la ejecución se hizo exigible, si la ley no ha dispuesto otra
forma especial de cumplirla, se ordenará su cumplimiento con citación de la persona en contra de quien se pide.”.
90
equivalente al abandono del procedimiento, aunque con una regulación mucho más
drástica, que conduce al sobreseimiento definitivo.
Las cuestiones prejudiciales civiles son aquellos hechos de carácter civil que la ley
penal estima como uno de los elementos para definir el delito que se persigue, para
agravar o disminuir la pena o para no estimar culpable al autor (art.173 del C.O.T.).
Por otra regla general, es competente para conocer y fallar las cuestiones
prejudiciales civiles el juez del crimen (art.173 en relación con el art.111 del C.O.T.).
En estos casos, esa cuestión no reviste el carácter de prejudicial, puesto que no
procede ordenar la suspensión del proceso penal, conforme a lo dispuesto en los
arts.5 y 409 Nº4 del C.P.P.
En estos casos, en los autos penales debe limitarse el juez a comprobar los
hechos, siendo indudable que no podría mantenerse la detención del inculpado
mientras no se dicte sentencia en el juicio civil; sobre todo si se toma en cuenta que
este fallo es el que en realidad determina la existencia o no del delito.
Para los efectos de disponer la suspensión del juicio penal no es necesario que el
inculpado la solicite. El juez debe ordenarla de oficio (407 del C.P.P.). En ese caso, el
juez del crimen debe remitir los antecedentes a la justicia civil; pudiendo ocurrir que el
reo no inicie o retarde la tramitación de la causa.
Para obviar este inconveniente, los incisos 2º y 3º del art.4º del C.P.P. dispusieron
en "en el juicio civil prejudicial intervendrá el Ministerio Público, cuando la causa
criminal verse sobre delito que debe perseguirse de oficio, para hacer todas las
gestiones conducente a la iniciación o a la pronta terminación de dicho juicio. Podrá
también hacerse parte principal cuando lo estime conveniente". Sin embargo, esta
disposición carece de aplicación práctica al haberse eliminado el cargo de los
promotores que representaban al Ministerio Público en la primera instancia, conforme
a lo prescrito en el DFL. 426 de 28 de febrero de 1927; sin perjuicio de ser discutible la
intervención en este caso a los fiscales de la Corte de Apelaciones de acuerdo a lo
previsto en el art.26 bis del C.P.P.
92
El proceso penal deberá reiniciarse una vez que se hubiere fallado por el tribunal
civil la cuestión prejudicial, puesto que sólo entonces habrá cesado el inconveniente
legal que detuvo la prosecución del juicio (art.418 inc.2 del C.P.P.).
La regla general es que las sentencias civiles firmes carecen de toda influencia
respecto de la sentencia que deba dictarse con posterioridad en un asunto penal.
Sería absurdo que una sentencia civil destinada a resolver asuntos de derecho
privado, pueda impedir el ejercicio de la acción penal pública o limitar en un
determinado sentido la amplia libertad que tiene el juez del crimen para fallas los
asuntos que conoce.
Dentro de nuestra legislación existe un solo caso en que la sentencia civil firme
influye respecto de la sentencia penal que debe dictar el juez del crimen con
93
posterioridad para la resolución del conflicto. Este se refiere a las sentencias firmes
pronunciadas por el juez civil destinadas a resolver una cuestión prejudicial.
Ejecutoriada la resolución pronunciada por el juez civil que falla una de esas
cuestiones, se producirá cosa juzgada y el juez del crimen deberá considerla para
fallar la causa.
Fallada la cuestión prejudicial civil por un tribunal que no sea el juez del crimen,
éste deberá proceder a ordenar la reiniciación del juicio. La suerte que corra en el
futuro el proceso penal dependerá del carácter que revista la sentencia que hubiera
fallado la cuestión prejudicial civil. Para estos efectos debemos distinguir:
En este caso, el juez del crimen debe proceder a reabrir el sumario y a sobreseer
definitivamente la causa (art.418 en relación con los Nos.2 y 3 del art.408) o el juez de
garantía en el nuevo sistema procesal penal debe ordenar la reapertura del
procedimiento y dictar un sobreseimiento definitivo basado en las letras a) y b) del
artículo 250 del Código Procesal Penal.).
Dicha resolución tiene el carácter de una sentencia interlocutoria, que, una vez
ejecutoriada, produce cosa juzgada efecto que impide al mismo tribunal o a otro
cualquiera entrar al análisis de si sus fundamentos o la decisión misma son o no
correctos.
En este caso el juez del crimen se encuentra obligado a reabrir el sumario (art.418
inc.2º del C.P.P.) y deberá considerar en la sentencia definitiva a dictar en él lo que se
hubiera decidido por el tribunal que hubiere fallado la cuestión prejudicial civil. En el
nuevo proceso penal, dispone en el mismo sentido el artículo 254 que a solicitud del
fiscal o de cualquiera de los restantes intervinientes, el juez podrá decretar la reapertura
del procedimiento cuando cesare la causa que hubiere motivado el sobreseimiento
temporal.
94
Ninguna alegación podrá hacerse valer durante la tramitación del proceso penal por
las partes que tiendan a modificar lo que se hubiere resuelto acerca de la cuestión
prejudicial civil.
Otro caso en que la sentencia civil puede influir en aquella que dicte con
posterioridad el juez penal es aquel que se produce cuando la acción civil
indemnizatoria ha sido deducida ante el juez civil en forma separada de la acción
penal. La influencia aquí dice relación no con los hechos delictivos que se juzgarán por
el juez del crimen, sino que con la pretensión civil que emana de esos hechos.
Si la acción civil indemnizatoria que emana del delito se hace valer ante el juez civil,
no podrá ejercerse con posterioridad ante el juez del crimen por cuanto a ello se
opondrá la litispendencia si el asunto se encontrare pendiente, o la cosa juzgada, si el
fallo pronunciado por el juez civil acerca de la acción indemnizatoria se encontrare
ejecutoriada. Debemos recordar que en el nuevo sistema procesal penal ello puede
acontecer solo en el caso de la acción civil que la victima puede ejercer en contra del
imputado, caso en el cual nos encontramos con una competencia acumulativa o
preventiva.
Para los efectos de estudiar la influencia que tienen las sentencias penales
respecto de las civiles a dictarse en un procedimiento posterior, debemos clasificar las
sentencias penales en condenatorias y absolutorias.
El art.178 del C.P.C. señala al respecto que "en los casos civiles podrán hacerse
valer las sentencias dictadas en un proceso criminal siempre que condenen al
procesado".
Así por ejemplo: en un juicio civil se hace valer una sentencia que condenó al reo,
por lesiones menos graves (art.399 del C.P.P.) en razón de haberse probado que
estas lesiones produjeron en el ofendido enfermedad o incapacidad para el trabajo por
menos de 30 días.
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No podrá después el ofendido demandado, en el juicio civil, alegar que las
lesiones le produjeron enfermedad o incapacidad por más de 30 días, ni el condenado
sostener que no participó en el hecho. Ello importaría desconocer la naturaleza del
hecho o, en su caso, la participación del condenado, todo lo cual está establecido con
las pruebas que se hicieron valer en el juicio criminal.
La simple aplicación del art.13 del C.P.P., sin necesidad de acudir a los preceptos
del C.P.C. soluciona el problema del ámbito de los efectos de la sentencia penal en el
juicio civil posterior.
a) Generalidades.
No existe respecto de esta materia una regla de carácter absoluto como ocurre
respecto de la influencia que tienen las sentencias condenatorias respecto de los
juicios civiles.
El C.P.C. establece en el inc.1º del art.179 que "las sentencias que absuelven de la
acusación o que ordenen el sobreseimiento definitivo, sólo producirán cosa juzgada en
materia civil, cuando se funden en algunas de las circunstancias siguientes..." y
enumera después tres casos de excepción.
Pero existe un caso en que esa regla general se transforma en absoluta. Este
se contempla en el inc. final del mismo art.179 del C.P.C. al señalar que "las
sentencias absolutorias o de sobreseimiento en materia criminal relativa a los tutores,
curadores, albaceas, síndicos, depositarios, tesoreros y demás personas que hayan
recibido valores u objetos muebles por un título de que nazca la obligación de
devolverlos, no producen en ningún caso cosa juzgada en materia civil".
Debemos tener presente en todo caso que, de acuerdo al texto del inc.1º del
referido art.179 la resolución que decreta el sobreseimiento temporal no produce jamás
cosa juzgada en los juicios civiles posteriores, lo que es del todo lógico puesto que
mediante ella no se falla o decide el juicio, sino que sólo se suspende el procedimiento.
El art.179 del C.P.C. contempla los casos en que las sentencias absolutorias y el
sobreseimiento definitivo producen cosa juzgada respecto del juicio civil.
Para los efectos de estudiar este precepto debemos tener presente las acotaciones
que al respecto señala magistralmente Ricci: "Si el juez del orden penal hubiera
absuelto al procesado, la cosa juzgada que entraña la absolución ¿impide que en el
juicio civil pueda procederse contra el mismo para el resarcimiento de los daños?.
Si el juez del orden penal, por ejemplo, ha declarado no haber lugar a proceder
porque el hecho objeto del procesamiento no existe, o porque el procesado no
intervino en él, claro es que el juicio civil para condenar al procesado al resarcimiento
de daños de las partes, es la afirmación de que el hecho existe y de que el procesado
tuvo en él parte, poniéndose así en contradicción con la sentencia del juicio criminal.
En tal supuesto, la reclamación por la acción civil indicada no es admisible. Pero si el
juez del orden penal ha declarado no haber lugar a proceder porque el hecho no
constituye delito, no es necesario contradecir su decisión para condenar civilmente al
procesado al resarcimiento de daños, porque si el hecho no constituye delito, puede
constituir cuasidelito, implicando así, tan solo violación de la ley civil".
La razón es del todo lógica, puesto que las responsabilidades civiles y penales
son independiente entre sí. La responsabilidad por el daño en materia civil es de gran
amplitud, lo que no acontece en materia penal donde ella se encuentra circunscrita por
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la ley a través de la tipicidad. Es por ello que nos encontramos ante casos no
sancionados penalmente y que sí importan una responsabilidad civil para su autor
como ocurre por ejemplo generalmente con los cuasidelitos que causan daño en las
cosas.
Para otros, es evidente que el caso fortuito elimina o desplaza el delito, pero no
por eso puede decirse que no existe fugazmente si se quiere, pero susceptible de
producir consecuencias o perjuicios civiles indemnizables en muchos casos.
Así por ejemplo, en las situaciones previstas en los arts.2.128, 1.672 y 2.327 del
C.C. y 65 del DL 221 de 14 de mayo de 1931.
No es exacto, pues, afirmar o suponer que el caso fortuito haga desaparecer sin
más, el delito o cuasidelito, ya que, si bien esto ocurre en materia penal, no sucede lo
mismo en lo civil, puesto que, como lo acabamos de ver, la ley civil hace indemnizable
el daño en ciertos casos, no obstante existir caso fortuito.
La razón de ser de este artículo es lógica, puesto que no hace más que ratificar
la independencia de la responsabilidad civil. Así por ejemplo, en el caso del Nº1 del
art.10 del C.P., por el loco o demente responde del daño causado la persona a cuyo
cargo esté (art.2319 del C.C.).
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2. Las sentencias absolutorias o que ordenan el sobreseimiento producen
cosa juzgada en materia civil, cuando se fundan en la circunstancia de no existir
relación alguna entre el hecho que se persigue y la persona acusada (art.179 Nº
del C.P.C.).
Nos preguntamos entonces, ¿qué ha querido decir la ley al exigir esta falta de
relación entre el hecho perseguido y la persona del acusado?.
Nótese que los términos que el precepto pone en relación: el hecho punible y el
participante son de gran entidad en el juicio penal (art.76 del C.P.P.), a tal extremo que
sin su correspondiente enlace no puede existir el procedimiento criminal.
Ahora bien, si examinamos una a una las causales de sobreseimiento definitivo que
enumera el mencionado art.408 del C.P.P., llegaríamos fácilmente a la conclusión de
que la del Nº3 es la única causal que podríamos utilizar, dentro de una labor
interpretativa.
Si esto ocurre ¿no significa acaso que no puede existir relación alguna entre el
hecho punible y la persona del acusado?. Creemos estar en lo cierto.
Esta falta de armonía que advertimos entre el Nº2 del art.179 del C.P.C. y el art.408
del C.P.P. podría justificarse dentro de una interpretación literal por el hecho de haber
sido pronunciado el primero de estos Códigos con anterioridad al segundo, y por tanto
el legislador no pudo tenerlo a la vista para ponerlo a tono en el punto que se trata.
Pero esta regla no reviste el carácter de absoluta, ya que se debe entender sin
perjuicio de la responsabilidad que puede afectar a la persona acusada por actos de
terceros, o por daños que resulten de accidentes, de conformidad a lo establecido en
el Título XXXV, Libro IV, del Código Civil (art.179 Nº2 del C.P.C.).
Este número se refiere a los casos en que la sentencia absolutoria se basa en que
no hay prueba suficiente para establecer la participación del acusado.
La excepción del Nº2 del art.179 del C.P.C. se acercaba al Nº3 del referido art.408
del C.P.P., esto es, en aparecer claramente establecida la inocencia del procesado.
Sin embargo, en este caso no se ha demostrado claramente la inocencia del
procesado, sino que lo acontecido es que a lo largo del proceso no se llegó producir
prueba para acreditar su culpabilidad en los hechos que se le imputan. En este caso
creemos que más bien podrá subsumirse en la causal de sobreseimiento temporal
contemplada en el Nº2 del art.409 del C.P.P., esto es, "cuando resultando del sumario
haberse cometido el delito, no haya indicios suficientes para acusar a determinada
persona como autor, cómplice o encubridor", y esa resolución como ya vimos no
produce el efecto de cosa juzgada en materia criminal.
En todo caso, la cosa juzgada que emana de la sentencia penal no podrá alegarse
sino respecto de las personas que han intervenido en el proceso criminal como partes
directas o como coadyuvantes según lo dispuesto expresamente en el Nº3 del art.179
del C.P.C.. Ello se justifica por la doctrina: si la sentencia dictada en lo criminal se basa
en la falta de prueba, la cosa juzgada que de ella emana sólo puede alcanzar a las
partes que en el juicio han intervenido, porque ellas son las únicas que han estado en
situación de rendir la prueba. En este caso entonces y, por expresa disposición de la
ley no existe efecto reflejo de la sentencia con atenuación del elemento "identidad legal
de partes",todo sin perjuicio de eventual responsabilidad de un tercero civilmente
responsable (podrá por el hijo tutor por pupilo, etc.) por actos de otro o responsabilidad
por el daño causado por las cosas.
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