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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología

Universidad Bolivariana de Venezuela

PFG de Estudios Políticos y de Gobierno

Proyecto I: Estado y Nueva Institucionalidad

Sede Monagas

¿Cómo producir conocimiento?

“nuestro tesoro está donde se hallan las colmenas de nuestro conocimiento”

Friedrich Nietzsche. La Genealogía de la moral.

Tutor: Jilian Rondón Discente:

Gregory Marcano; C.I.: 15.902.088.

Abril de 2018
¿Cómo producir conocimiento?

Singular y muy acuciosa interrogante, que nos remite epicentricamente a partir, tal como lo hace

Hernández (2018) cuando señala que: “de la reflexión del por qué (…). al conocimiento del cómo

funciona algo (…). en el plano epistemológico esconde el secreto de aceptar como dado aquello

que debe ser demostrado, lo que supone ya un estado de alienación del conocimiento” (p.24).

Hacer esta precisión es materia pertinente, en una sociedad (la venezolana) sistemáticamente

burocratizada, aburguesada, alienada, oprimida, mercantilizada y sometida a una guerra de

antivalores y vicios inherentes al sistema capitalista de explotación del hombre por el hombre, de

sofisticados y muy efectivos métodos de asfixia económica, confrontación asimétrica, el recetario

Sharp de desestabilización, etc., etc.

Antivalores y vicios nada nuevos, pero que sustancial y persistentemente, se han magnificado

en nivel e intensidad francamente pasmosa y aborrecible. Incluso, y muy particularmente en las

estructuras, jerarquías y direcciones del aparato gubernamental “revolucionario”.

¿Cómo producir conocimiento bajo estas circunstancias? ¿Bajo qué parámetros y con qué

orientación?

Es acá, donde el carácter de lo insoslayable, el fijar el asunto de la praxis del “cognoscere”,

bajo la diferenciación que establece la carga moral de este conocimiento, asumido desde la arena

del por qué; que no es otra cosa que plantear el horizonte de acción-reflexión en una suerte de vi-

talismo interpelador hacia preguntas meridianas en la vida: ¿Por qué existimos socialmente? ¿Qué

nos movió a vincularnos más allá de los básicos roles instintivos de supervivencia? Aquellos que

operan en nosotros (a través del cerebro reptil), con acuerdo a la teoría del cerebro triuno del neuró-

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logo Paul Maclean bajo especiales circunstancias de amenaza o escases de alimentos. ¿Por qué y

en qué momento de la evolución homínida, se definió que el establecer un lazo valorativo-afec-

tivo con el territorio, las tradiciones o la familia, por ejemplo, era tan fundamental como cazar

para no ser presa de inanición? ¿Por qué y en qué momento dicho lazo equilibro la balanza de lo

imperativo material con la de lo moralmente deseable?

Pues bien, aunque serían temas para argumentar con amplitud en el terreno de la filosofía, la

ética, la biología evolutiva, la neurología, la antropología, la sociología y varias otras disciplinas,

con sus autores y perspectivas teóricas mediando. Hemos de limitarnos a la exposición breve, del

cómo este por qué se contrasta con su opuesto, esto es, el conocimiento visto en el teatro de ope-

raciones del cómo funciona “x” cosa.

Lo cual equivale a plantear aspectos a este nivel: ¿Cómo podría un emisario enviado con

“promesas de paz, tregua o repliegue” ante un enemigo especialmente sanguinario (con lo cual

se pone en riesgo su vida y plantea un dilema ético, no resuelto adecuadamente por Sun Tzu en el

Arte de la Guerra, por ejemplo), jugar un papel crucial a fines de ganar tiempo, para poder or-

ganizar mejor táctica y estratégicamente tropas y recursos militares, en un asalto armado clave

para la definición de la guerra? ¿Cómo una estrategia de marketing agresivo en las redes sociales

del ciberespacio y los mass media, -con la inversión que ello implica-, conseguiría en un corto

plazo incrementar las ventas o intenciones de compra del ultimo prototipo vehicular a com-

bustión por biodiesel, recién salido al mercado?

Es esta tipología de significaciones e interrogantes, las que evidencian la orientación utilitaris-

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ta-mercantilista del como (¿Producir conocimiento y con qué utilidad?) con su opuesta óntico-

trascendentalista del por qué (¿Producirlo y con qué sentido?).

Lo cual tiene una muy particular y radical importancia, ya que según se ubique con-

ceptualmente al conocimiento y a su praxis de operacionalización en un horizonte u otro de acci-

ón-reflexión sobre la realidad socio-histórica en que se inscribe y coadyuva a determinar,

transversalizar y construir, o por el contrario a desmontar, descalificar y desautorizar. En ese

mismo sentido contribuirá a formar y validar criterios epistémo-metodológicos, discursivos,

académicos, culturales, éticos, comunicacionales y hasta mercantiles que lo legitimen y sustenten.

Ante tal diferenciación, es que podemos pormenorizar con la claridad requerida un conocimi-

ento; que deba antes que nada demostrarse como pertinente, como necesario, como ética y mo-

ralmente sostenible, ecológico-culturalmente sustentable y vivificador, epistemológica y metodo-

lógicamente coherente, consistente e integrador.

Un conocimiento de nuevo tipo, que rompa las cadenas de la alienación y enajenación del

hombre, de su humanidad y renueve su presencia activa como operador de cambios, de sensibili-

dades y de neo-constructos legitimados en su origen.

En una suerte de revolución “onto-praxeológica”, pero también “epistémico dialectico-critica”

del “cognoscere” o si se prefiere del “gnosis”, como es demandado por Daniel Hernández en su

denso, profundo e instructivo trabajo La Necesidad de una Nueva Cosmovisión Revolucionaria.

Tal conocimiento, además, debe hallar su alma máter en nuestras genuinas idiosincrasias y sa-

beres ancestrales, así como en el inconmensurable saber filosófico-doctrinal acumulado en las vo-

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ces y obras de tantos investigadores y teóricos, de todos los campos y disciplinas. Una “gnosis”,

abierta, flexible, permeable, coherente y cohesionada; como también comprometida y transfor-

madora de la carga social a la que debe estar de suyo naturalmente vinculada, una “gnosis”, que

haga alarde de su integralidad asumiendo tales repertorios epistémicos con criticidad.

Y, por tanto, superando en el ir y venir de la transustanciación dinámico-critica de sus materi-

as, las inmanencias relativas de cada parcela del saber. Trocándolo de tal modo en un pilar de

saberes, que es la traducción más acertada y el horizonte doctrinal al que debe aproximarse sin

dilación un conocimiento que podría ser definido como geo-óntico-trascendentalista.

Un conocimiento del mundo y del ser, que trascienda al mundo y al ser. Que trascienda al ser

en el mundo, pero también al ser del mundo.

Propuesto esto, veamos algunas perspectivas conceptuales que, del conocimiento, y en parti-

cular del conocimiento científico, tuvieron sus autores según se ubicaron -en su momento histó-

rico vital- en la arena del por qué o en la del cómo funciona.

Por ejemplo, Marx (como se citó en Hernández, 2018) decía de Francis Bacon que:

De acuerdo a su teoría, los sentidos son infalibles y la fuente de todo conocimiento. La ciencia

es ciencia experimental y tiene por función someter a un método racional los datos de los sen-

tidos. La inducción, el análisis, la comparación, la observación y la experimentación son las

condiciones esenciales de un método racional. (p.26)

Más adelante, nuestro autor referencia para el presente ensayo (Daniel Hernández, en La Ne-

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cesidad de una Nueva Cosmovisión Revolucionaria.), nos muestra como Francis Bacon, en los

Aforismos contenidos en su obra Novum Organon. Discurre acerca del conocimiento y su episte-

me.

Al asegurar que en el nuevo conocimiento “es preciso que, tanto las nociones como los princi-

pios, sean arrancados de la realidad por un método más cierto y más seguro, y que el espíritu

emplee en todo mejores procedimientos” Bacon (como se citó en Hernández, 2018, p.28)1. Pero

no cualquier método, si no aquel que garantice “un orden y otra disposición en el encadenamiento

y la gradación de las experiencias (…). siga reglas ciertas y avance gradualmente en un orden me-

tódico” Bacon (como se citó en Hernández, 2018, p.28)2.

Bacon en pocas palabras plantea un cambio de paradigma, un cambio en las coordenadas del

conocimiento, que pasaría del saber especulativo filosófico, al saber positivo de la ciencia fácti-

ca, superando así de cuajo también a la metafísica religiosa. Y migrando entonces del “dominio de

la fe al dominio de la razón (instrumental); de la ciencia basada en la verdad revelada en los textos

sagrados a la certeza comprobada mediante la experimentación empírica” (Hernández, 2018, p.23).

En rigor, es para no olvidar a Rene Descartes en su Discurso del Método, cuando Descartes

(como se citó en Hernández, 2018) afirma que: “la facultad de juzgar bien (…). no proviene de

que unos sean más racionales que otros sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por

caminos diferentes (…). No basta tener un buen ingenio, lo principal es aplicarlo bien” (p.29) 3.

Cabría preguntarse entonces, aplicarlo bien, ¿Para quién o quiénes? ¿Aplicarlo bien, orientado

a cuál predeterminación teórica? ¿A cuál sistémica o paradigma de poder? ¿Acaso hacia un orden,

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encadenamiento y gradación de experiencias sustentadoras de unas relaciones hegemónicas de

opresión?

Los registros históricos, las ingentes consecuencias sociales y clasistas, las revueltas y movi-

mientos político-sociales (pacíficos y violentos) contrapuestos, dan muestra fehaciente de como

ese “juzgar bien” metódico positivista, fue orientado hacia propósitos non sanctos.

Ahora bien, tasadas estas visiones del conocimiento científico funcional-positivista, imperante

desde el siglo XVI y posteriores, y aun hoy día. Y alejándonos de las amarras de una metodolo-

gía fáctica piramidal subyugante y opresiva, que solo promueve una “asfixia y sofocación crea-

tiva, y la esterilidad intelectual” Martínez (como se citó en Hernández, 2018, p.29) 4.

Valoremos una perspectiva que Hernández maneja elocuente y acertadamente. Ya que se trata

“de pensar para transformar “intuiciones y representaciones en conceptos” con los cuales orientar

una praxis transformadora del propio sujeto y de la sociedad” (Hernández, 2018, p.60).

Lo cual no podría operar de una manera distinta a aquella en que.

en el plano de la teoría del conocimiento (…). romper con el enfoque objetivista, anti-histórico

y psicologista que reduce las relaciones sociales y la sociedad misma a relaciones inter-

personales (relaciones con ciertos individuos concretos dirá Popper), pero nunca reconoce la

naturaleza social del hombre ni por tanto su carácter colectivo y comunitario.

(Hernández, 2018, p.79)

Es decir, se trata de profundizar en un conocimiento que rompa con el objetivismo factico,

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¿Cómo producir conocimiento?

a-histórico, cientificista y mercantilizado; por un conocimiento mutante, valga la expresión, esto

es un conocimiento que conceptual y praxeológicamente opere bajo la premisa del cambio y ac-

tualización permanente de sus bases epistémicas, la transformación radical del hombre en socie-

dad, el amoldamiento integro-dinámico a la realidad que describe, conceptualiza o interviene y a

la preeminencia en la horizontalidad (igualdad-equidad participante y formativa) de los actuantes

del paradigma gnoseológico (de preferencia las grandes mayorías excluidas y oprimidas).

Y para ello, hay que eyectarse del conocimiento bancarizado, academicista y cooptado por las

elites dominantes; hacia un conocimiento onto-socializado unificador. Ligado a las formas

idiosincráticas, autóctonas y comunitarias, propias del ser y su tiempo; del ser y su contexto.

Ya que, con acuerdo a una frase de los Manuscritos: economía y filosofía, de Karl Marx, 1844:

“Fijar una base para la vida y otra para la ciencia es una falsedad a priori”.

La tarea entonces de acuerdo con Hernández (2018) es: “establecer conscientemente qué cono-

cemos, cómo conocemos y, sobre todo, para qué conocemos” (p.5). Más aún, al hallarnos

circunscritos en una sociedad imbuida en un proceso de cambios profundos, donde lo

revolucionario se alterna con lo contrarrevolucionario, lo viciado con lo honesto, lo verosímil con

lo trucado.

Una sociedad cuya dilemática reposa, entre la alternativa socialista bolivariana, patriota, y el

capitalismo globalizado depredador y sus adláteres apátridas criollos. Pero también una sociedad

donde la frontera que desmarca las conductas auténticamente revolucionarias y las que no lo son

(a lo interno de un mismo individuo o en una estructura de gobierno), es cada vez más difusa.

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Circunstancia en la que, si se trata de.

hacer valer la premisa de que “la verdad es revolucionaria” entonces la ciencia misma tiene que

batallar contra los factores de poder para abrirse espacio social y alcanzar su propia legitimidad

(…). Por esta razón la lucha teórica forma parte muy importante de la lucha filosófica y política.

(Hernández, 2018, p.2)

Ante tal panorama, surgen propuestas teórico-investigativas, de gran valía y pertinencia, como

las del Modelo de Investigación Dialéctica (MID) de nuestro autor, que se fundamenta en “una

crítica radical de la racionalidad científica moderna que sustenta el modo de conocer y el sentido

y uso del conocimiento dentro del capital” (Hernández, 2018, p.8).

Y que pone de relieve particularmente al.

sujeto social que investiga, el sujeto cognoscente (…). la densidad de una praxis investigativa

que resulta muy importante en los procesos de producción del conocimiento (…). el movimi-

ento real y la complejidad de los procesos (…). las prácticas sociales y lingüísticas de las cla-

ses y sujetos sociales que intervienen, con un enfoque histórico, unitario e integrador.

(Hernández, 2018, p.59)

Características conceptuales y procedimentales, que en ningún instante pierden su carácter de

pertinencia y validez; y que consistentemente deben ser un norte a seguir, no en tanto y solo en

cuanto aplicabilidad de un modelo investigativo simple y llano; éste o cualquier otro, sino que

como praxis permanente de abordaje, estudio y vivencia de lo real humano.

Al menos en las facetas modélicas, en las que no media una sistematicidad o formalidad rigu-

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¿Cómo producir conocimiento?

rosa inherente al mismo. Sino en donde éste, se expande y flexibiliza al campo de lo practico-so-

cial, de lo discursivo-integrador.

En todo caso es de estimar como clarificador del horizonte dialéctico-crítico, lúdico-estético y

onto-praxeológico, que empleemos para pretender acceder a un conocimiento, elaborarlo,

redefinirlo, enriquecerlo, disfrutarlo o recrearse en él o como consecuencia de él. Asumirlo desde

la humildad, el raciocinio, lo vinculante y la frugalidad que trasunta a este hermoso fragmento que

Antoine de Saint-Exupéry nos prodigo, en Tierra de hombres,1939. Y que cito.

¿Qué sabemos, salvo que existen condiciones desconocidas que nos fertilizan? ¿Dónde se alo-

ja la verdad del hombre?

La verdad no es lo que se demuestra. Si en esta tierra, y no en otra, los naranjos echan

sólidas raíces y se cargan de frutos, esta tierra es la verdad de los naranjos. Si esta religión,

si esta cultura, si esta escala de valores, si esta forma de actividad, y no otras, favorecen

en el nombre de la plenitud, liberan en él al gran señor cuya existencia se desconocía, es

porque esta escala de valores, esta cultura, esta forma de actividad son la verdad del hombre.

¿La lógica? Que se las arregle para rendir cuentas de la vida.

Es este reconocer lo que nos fertiliza, a cada uno diferenciada y enaltecedoramente, y que solo

se legitima en verdad cuando asume la forma ideal insuperable en la que el “cognoscere”, la

“gnosis”, se casa con la “poiesis” de la vida. La voz del Numen, lo vital plenificante.

Ese no olvidar que somos (y debemos ser) seres sensibles, a la par que racionales; que lo

esquemático y estructurado, lo metódico y verificable. Fue antes etéreo y sutil; una divagación, un

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apho (impulso, vuelo), para luego ser phone (voz, boca, discurso).

Lo que permite al investigador, al “sujeto cognoscente” con independencia del método

empleado, los recursos epistémico-teóricos asidos, vincularse real y meridianamente con su

objeto- sujeto de estudio (en el caso de lo social estudiable e intervenible) y acercarse a la génesis

semántica-generativa –más allá de la lingüística y decisivamente onto-socio-histórica, en rigor

holístico- del por qué indagamos o conocemos; qué indagamos o conocemos y para qué lo

hacemos.

Deslastrándonos así, de la dogmática, anacrónica, y utilitarista noción del cómo funciona.

Esta criticidad, este reconocer(se) fundamental y la asunción consciente del paradigma

histórico al cual nos adscribimos, es un aspecto a no descuidar, tan crucial como la elección del

marco teórico o metodológico-epistémico; o su creación misma –si fuere el caso-. Para de esta

forma hacernos del arsenal gnoseológico-moral imperativo, que nos permita responder con

agudeza y sin temor al equívoco; a la pregunta formulada por Thomas Stearns Eliot, en su obra

poética El primer coro de la roca,1934. Cuando inquiere:

¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento?

¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido con la información?

Si queremos responder a la pregunta de ¿Cómo producir conocimiento? Indagatoria no des-

centrada y para nada irrelevante a ser resuelta como cientistas sociales, y como hombres, y más

aún como revolucionarios –en el caso de quien o quienes se auto-posicionen en tal campus

accionarial-, abrigarla como una primordial y no evadible tarea.

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Enfocada en el hallar, reconocer y reivindicar como base ineludible (para luego poder despegar

a las coordenadas epistémicas selectas) no otra cosa, que el centro fundante que eleva nuestra

condición humana, de entre los abalorios y artificios del “cognos” academicista, auto consistente

y alienante de un mundo –muy a nuestro pesar- superficial, funcionalista, capitalista y opresor.

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Referencias bibliográficas

Hernández, D. (2018). La Necesidad de una Nueva Cosmovisión Revolucionaria.

Barcelona: Material para desarrollos de potsgrado. Universidad Bolivariana de Venezuela.

(p. 28) 1 y 2 y (p.29) 3 y 4

Marx, K. (1844). Manuscritos sobre Economía y Filosofía de Paris.

Saint-Exupéry, A. (1939). Tierra de hombres.

Stearns Eliot, T. (1934). El primer coro de la roca.

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