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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología

Universidad Bolivariana de Venezuela

PFG de Estudios Políticos y de Gobierno

Pensamiento Político

Sede Monagas

El positivismo en Venezuela y sus

principales exponentes

Tutor: Pedro Tirado Discente:

Gregory Marcano; C.I.: 15.902.088.

Marzo de 2018
El positivismo en Venezuela y sus principales exponentes

El Positivismo en tanto, “sistema filosófico emanado del conjunto de las ciencias positivas”,

Littré (como se citó en Harwich, 2010, p.94) 1.

Se impuso en Europa entre 1830 y 1880. Su gran timonel y fundamentador fue el francés Au-

gusto Comte, que presupuso a la sociedad en la historia bajo el paso por tres estados específicos

evolutivos; donde el último encuentra representación en el estado del saber y la ciencia positiva,

que no fue más –en sus inicios, claro está- que un enfoque empírico- inductivista de las ciencias

naturales trasladado a las ciencias sociales.

Ahora estudiar la asimilación latinoamericana y venezolana del positivismo, más allá de una

probable falta de originalidad e independencia de la intelectualidad regional, desprendida de una

realidad socio política inestable y mutable, (la época de constitución de los Estados-nación), en

donde la filiación con los modelos centralistas y federales de gobierno y sus representantes era

regla general; y permeados por doctrinas y disciplinas foráneas de alto grado incidental.

Termina por entenderse, sin más, como una operación de las clases aristocrático-burguesas

locales y extranjeras; para justificar filosóficamente el naciente orden desarrollista industrial, emi-

nentemente liberal-capitalista, que sustentaría el proyecto de país rico en “orden y progreso”; y

que “necesitábamos” irrebatiblemente ante la anarquía reinante tras los procesos de emancipación.

Mas, sin embargo, para no entrar en una reedición de debates, sobre que fue o no el positivis-

mo, sus mecanismos y justificación teórica u otros aspectos, que nos saquen del centro de la in-

vestigación, hemos de hallar justo límite con, Chevalier (como se citó en Harwich, 2010) en que:

si ciertamente el positivismo tiene orígenes externos, su éxito tan generalizado, los ecos tan

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Gregory Marcano

profundos que ha encontrado, así como una dinámica propia, en América Latina sobrepasan

con toda seguridad una incidencia coyuntural y parecen ser reveladores de mentalidades y es-

tructuras unitarias. (p.94) 2

De hecho, ante las múltiples perceptividades y posicionamientos pro-caudillezcos, reducti-

vistas y arbitrarios de los positivistas venezolanos; caso Pedro Manuel Arcaya, Laureano Valle-

nilla Lanz, César Zumeta, Lisandro Alvarado, José Gil Fortoul; etc. Pino (2005) los acusa de:

“Poca preocupación (…). por mostrar un pensamiento lógico y coherente”. Ya que solo enaltecen

el elemento político en su manejo de los conceptos (Pino, 2005).

Y esto fácilmente podemos precisarlo en autores como Vallenilla Lanz, erigido en el ideólogo

y apologista más acérrimo y pertinaz del régimen dictatorial de Juan Vicente Gómez, en el que

ocupo altos cargos como el de Intendente de Instrucción Popular en 1910 y director de El Nuevo

Diario en 1913, órgano de propaganda del régimen. Y que, en su muy conocida obra, Cesarismo

democrático, estableció la tesis sociológica y política del “gendarme necesario”.

Calificada como una excelsa muestra “de pura erudición (…). de bases ciertas y seguras”, por

Restrepo (como se citó en Vallenilla, 1929, p.21). Que expone las bases teóricas que “legitiman”,

“como una necesidad fatal, «el gendarme electivo o hereditario de ojo avizor, de mano dura, que

por las vías de hecho inspira el temor y que por el temor mantiene la paz»” (Vallenilla, 1919, p.

137).

Y que más adelante Vallenilla (1919) reafirma así:

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El positivismo en Venezuela y sus principales exponentes

Nada más lógico que Páez, Bermúdez, Monagas, fuesen los gendarmes capaces de contener por

la fuerza de su brazo y el imperio de su autoridad personal a las montoneras semibárbaras (…).

que destruyeron en 1814, según la elocuente frase de Bolívar, «tres siglos de cultura, de

ilustración y de industria». (pp.137-138)

César Zumeta, por otra parte, en una posición menos determinante que la de Vallenilla, no ceso

un arduo trabajo intelectual, de tendencia populista, nacionalista e incluso calificable a ratos como

veladamente pro-imperialista, lo cual vemos en una serie de artículos de su autoría, publicados en

Caracas, 1968, bajo el nombre de: “Las potencias y la intervención en Hispanoamérica”.

Es así que, en el artículo XIII, dirigido al Señor Director de “El Tiempo”, abordando el con-

tencioso Guayanés y la proposición Pettigrew; Zumeta (1897) afirma:

Si fue nuestra soberanía lo que quisimos poner fuera de discusión, ¿por qué nuestros árbitros

son norteamericanos y los de Inglaterra ingleses; por qué el poder judicial nuestro es ignorado

(…). por qué un árbitro nuestro lo nombra la Corte Federal de los Estados Unidos? (p. 547)

Clarificadora denuncia, que resuma cierto fervor patrio, pero que en realidad defiende una

soberanía a ultranza; liada a los factores dictatoriales venezolanos del gobierno e ideología Castro-

Gomecista de principios del siglo XX.

Por otra parte, está el Zumeta de la Carta sobre el Continente Enfermo, que lo obliga a es-

cribir en replica, para con el mexicano, Sr. Lic. D. Ireneo Paz. Director de La Patria; su defensa

ante un “error de percepción” y en la cual deja entrever cierta debilidad ante los poderes fácticos

mediáticos y una posición negadora de la doctrina bolivariana de integración.

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De tal suerte Zumeta (1899) revela que:

un redactor de La Patria (…). creyó leer en El Continente Enfermo que yo señalo como me-

dio de salvación para la América Latina «la unión, alianza o lo que sea de todas las naciones

centro y suramericanas, (…). La verdad es que (…). hago constar que: «si apenas menciono la

idea de las confederaciones americanas es … por qué ya no cuentan sino como un sueño en el

mundo político». (pp.550-551)

Por último, -y en este abreboca de análisis del positivismo venezolano- sería una impropiedad

no mencionar someramente al Dr. José Gil Fortoul, quien desde 1882, jugo un papel importante

en la divulgación del ideal positivista, de las ciencias y del saber metódico, con una perspectiva

historicista defendida junto con Lisandro Alvarado a través de la Sociedad de Amigos del Saber.

El doctor Gil afirmaba que, ante la apatía natural del venezolano o su belicosidad manifiesta,

era de suyo apropiado el “tirano honrado” que solo busca “lo mejor para su pueblo”; pueblo que,

de acuerdo con su Filosofía Constitucional de 1906, está sujeto a desandar un proceso que va:

Del estado anárquico primitivo (…)., pasando por los estados despótico, teocrático, monár-

quico, hasta llegar al estado constitucional. Desde aquel envilecimiento hasta la cima de la

civilización, dice Buckle, hay una larga serie de grados consecutivos, en cada uno de los cuales

se desprende algo del imperio de la fuerza para entrar en la autoridad del pensamiento.

(Fortoul,1980, p.473)

Lo que configura una postura similar a la de Vallenilla Lanz, que exculpa a los regímenes de

fuerza, con teorizaciones eternizadoras de la voluntad de dominio.

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El positivismo en Venezuela y sus principales exponentes

A razón de estos posicionamientos positivistas venezolanos, de fines del siglo XIX y comienzos

del XX, devinieron posteriores análisis de estudiosos de la historia como Mariano Picón Salas, al

afirmar que no hicieron más que, “revolver un poco de materialismo a lo Haeckel y de sociología

de segunda mano... con muchas adulaciones rastreras en muchas de las páginas que pagó e inspiró

la dictadura de Juan Vicente Gómez” (Salas,1962, p.14)

No obstante, para tener más claro el panorama, hay que tener muy en cuenta que “la versión

venezolana del positivismo no se ciñe con rigor o coherencia a los postulados teóricos de dicha

doctrina” (Harwich, 2010, p.95) 3.

Porque vistos bajo la lupa de “las pautas metodológicas de Quentin Skinner” (Harwich, 2010,

p.95) 4. Y desde la contextualización efectiva del pensamiento; especifico y pormenorizado de cada

autor, en sus obras e ideas fundamentales -llevados a cabo por un reducido grupo de investigadores

venezolanos-, se logra accesar a un conocimiento más preciso, determinando que los positivistas

y el positivismo venezolano.

no pretende adoptar o adaptar un sistema filosófico determinado sino emprender una reflexión

sobre Venezuela fundamentada en la utilización ecléctica de unos instrumentos metodológicos

proporcionados por autores hoy los llamamos científicos sociales- europeos que les eran

contemporáneos y que reflexionaban sobre temas de interés común. (Harwich, 2010, p.95) 5

Es así que, en mi opinión, debemos y es necesario entender la influencia positivista en Vene-

zuela –experimento factible de extrapolación al resto de Nuestra América, la latino caribeña des-

de luego-. Sin apasionamientos (un poco en rigor heurístico) que dispersen, el objetivo vital de

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clarificar los grados y niveles en que dicha filosofía e ideología de la época modernista, permeo

en las conciencias más destacadas de la intelectualidad venezolana post-independentista.

Solo así, nos acercaremos a una visión preclara de lo que fue el positivismo a la venezolana,

evitando el purismo obtuso con el que erradamente se suele asociar a unos autores o corrientes de

pensamiento determinados; respecto de sus símiles, adeptos o derivaciones, susceptibles de for-

jarse en las antípodas geográficas o temporales.

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Referencias bibliográficas

Fortoul, J. (1980). Filosofía Constitucional.

Caracas: Biblioteca Ayacucho.

Harwich, N. (2010). El positivismo venezolano y la modernidad.

Centro de Investigaciones Históricas sobre América Latina y el Caribe (CIHALC).

(p. 94) 1 ; (p.94) 2 ; (p.95) 3 ; (p.95) 4 y (p.95) 5.

Pino, E. (2005). Positivismo y Gomecismo.

Caracas: Academia Nacional de La Historia.

Salas, M. (1962) Venezuela: Algunas Gentes y Libros.

Caracas: Fundación Eugenio Mendoza.

Vallenilla, L. (2000). Cesarismo Democrático. En el Prólogo a la 2da Edición de 1929.

Caracas: Eduven. (p.21).

Vallenilla, L. (2000). Cesarismo Democrático. En el Gendarme Necesario.

Caracas: Eduven. (p. 137) y (pp.137-138).


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Zumeta, C. (1980). XIII de “Las potencias y la intervención en Hispanoamérica” en


Pensamiento Positivista Latinoamericano.

Caracas: Biblioteca Ayacucho. (p.547)

Zumeta, C. (1980). Carta sobre el Continente Enfermo de “Las potencias y la intervención en


Hispanoamérica” en Pensamiento Positivista Latinoamericano.

Caracas: Biblioteca Ayacucho. (p.550-551)

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