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EL PENSAMIENTO POLÍTICO EN LA VIDA Y OBRA DE CÉSAR VALLEJO*

Miguel Pachas Almeyda

Después de vivir sus primeros dieciocho años en Santiago de Chuco y haber fracasado en
su intento de iniciar estudios en la Universidad de Trujillo, César Vallejo emprendió una
vida productiva como empleado en el asentamiento minero de Quiruvilca y luego en la
hacienda “Roma”, donde fue testigo presencial de los abusos que se cometían en contra de
los trabajadores. Esta cruda realidad que marcará por siempre su existencia, es la base
fundamental de su pensamiento político y por ende de su obra cenital.
A diferencia del estudioso inglés, George Lambie, quién afirmó que si bien Vallejo
“ganó experiencia de primera mano sobre los procesos sociales y económicos que iban
transformando al Perú” y no intervino en política en sus años peruanos (Lambie 1993:26-
27); mis últimas investigaciones arrojan pruebas contundentes que el poeta no solo tuvo un
inicio prematuro de su conciencia política, sino que intervino en estos ejercicios del poder,
mucho antes de que partiera a Europa de donde no regresó jamás. Una prueba de valor
excepcional que traza esta etapa inaugural de la conciencia política de Vallejo, viene a ser
la misiva ─inédita─ que el poeta dirige a su hermano Víctor Clemente, el 16 de octubre de
1912.
Esta misiva, aparte de indicarnos que los Vallejo fueron una familia muy ligada a la
política ─recordemos que don Francisco de Paula fue gobernador de su pueblo en 1900, y
que a la fecha Víctor Clemente es un gran referente del poeta en estos menesteres─,
muestra el supremo interés que tenía Vallejo por el movimiento político local, regional y
nacional.
Interesante es saber que el poeta requería de Víctor Clemente algunas orientaciones
para elegir adecuadamente a tal o cual candidato a la Cámara de Diputados y por ende, a
qué partido político apoyar. Es más, sus inquietudes y preocupaciones también tenían que
ver con la posición política que se debía asumir a nivel familiar. ¿Por qué ese interés de
Vallejo en organizar a su familia en el ámbito político? ¿Consideraba desde entonces, la
importancia de la unidad familiar para luchar en contra del sistema político, económico y
social vigente? Evidentemente que sí, tal como nos demuestra esta importante y crucial
misiva, la primera que conocemos de carácter político en su vida peruana.
En realidad, su familia se encontraba desorganizada para actuar de manera uniforme
en el proceso político del momento. Sus hermanas, entre ellas María Aguedita y Victoria
Natividad, según el poeta, no solo se mantenían al margen de la ansiada unidad sino que al
parecer confrontaban políticamente en el seno familiar. Esto, lamentablemente, “porque no
hay en ella [en la familia en Santiago de Chuco] una persona que [le] sirva de respeto
debido á las malas tendencias”. La situación, inaceptable desde todo punto de vista, no solo
desagradaba a Vallejo sino a su hermano Néstor, quién al constatar tan deplorable
situación, no hacía nada por apoyarlas económicamente.
Vallejo había arribado a Trujillo antes del 18 de julio de este año (Cabel 2009: 135),
luego de renunciar a la hacienda Roma tras los trágicos sucesos ocurridos en la hacienda
Casa Grande de propiedad de los Gildemeister. Esta renuncia irrevocable al cargo de cajero
que desempeñaba en la hacienda Roma, fue una de sus primeras acciones de carácter
político y de tendencia izquierdista, aunque no partidaria.
En 1917, según el investigador Jorge Kishimoto, Vallejo se inscribió y fue
nombrado Vocal en el Partido Civil en Santiago de Chuco (González 1995: 76). En 1919,
Stephen Hart nos informa que Vallejo “formaba parte del grupo leguiísta ─entendido en un
sentido expansivo─ y que estaba luchando en contra de los pardistas que, en aquel
momento, eran encabezados por la familia Santa María” (Hart 2013: 70).
En este sentido, creemos, que en su obra primigenia, Los heraldos negros, Vallejo
hace patente su pensamiento político en una fase que bien podríamos denominar
“socialismo incipiente”. Versos como “Hasta cuándo estaremos esperando lo que / no se
nos debe… // Y cuándo nos veremos con los demás, al borde / de una mañana eterna,
desayunados todos” del poema “La cena miserable”; “La hacienda Menocucho / cobra mil
sinsabores diarios por la vida” en “Los arrieros”; “… luego / ver a los pobres, y, llorando
quedos, / dar pedacitos de pan fresco a todos. / Y saquear a los ricos sus viñedos…” en “El
pan nuestro”, y el emblemático poema “Los heraldos negros”: “Hay golpes en la vida, tan
fuertes… Yo no sé! / Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, / la resaca de todo
lo sufrido / se empozara en el alma… Yo no sé!”, demuestran el profundo rechazo del poeta
por la injusticia social.
Ni siquiera en Trilce, obra vanguardista por excelencia, Vallejo dejó de expresar su
pensamiento político. En 1919, la gran masa obrera había luchado vanamente por sus
reivindicaciones económicas. El 2 de agosto de aquel año, los estudiantes universitarios
iniciaron una huelga de gran magnitud e hicieron público no solo su manifiesto: “por
primera vez los estudiantes se dirigen al país en nombre de un ideal de cultura”, sino que
exigieron una reforma radical del sistema universitario peruano. Estos movimientos
políticos y sociales habrían inspirado al poeta a escribir Trilce XXXVIII: “Este cristal
aguarda ser sorbido / en bruto por boca venidera / sin dientes. No desdentada. / Este
cristal es pan no venido todavía. […] y márchase ahora a formar las izquierdas, / los
nuevos Menos”.
Después de pasar muchas peripecias en los primeros años de su vida parisina y
considerar en sus artículos periodísticos que la situación de la Europa de postguerra era
sumamente angustiosa, se inscribió en 1925 en la célula aprista liderado por Víctor Raúl
Haya de la Torre. A partir de 1927, año en que el líder aprista abandonó la alianza
antiimperialista que había conformado con Mariátegui, y convierte a su movimiento en
partido político, Vallejo renunció al APRA e inmediatamente se adhirió al Partido
Socialista Peruano. Al regresar de su primer viaje a la URSS, funda al lado de Armando
Bazán y Eudocio Rabines, entre otros, la célula parisina del Partido Socialista del Perú, el
29 de diciembre de 1928 (Ballón 1985: 322-323). Esta adhesión al marxismo, además de
las obras que escribe y publica a partir de 1931 indica, indefectiblemente, su paso definitivo
al socialismo científico.
Sin embargo, nada impidió que mantuviera una actitud crítica frente al proceso
socialista en Rusia, desvirtuando de esta manera las acusaciones referentes a su
dogmatismo o ceguera marxista sustentado por Manuel Miguel de Priego, José Miguel
Oviedo y Alberto Acereda. En su artículo titulado “Literatura proletaria” (Puccinelli
1987:305), Vallejo toma posición y aclara que en su calidad de artista no acepta ninguna
consigna que someta su libertad estética al servicio de tal o cual propaganda política:
“Como hombre ─agrega─ puedo simpatizar y trabajar por la revolución pero, como artista,
no está en manos de nadie ni en las mía propias, el controlar los alcances políticos que
pueden ocultarse en mis poemas”. En “Las lecciones del marxismo”, califica de traidores y
enemigos de este movimiento político a los rigurosos, fanáticos y gramaticales que siguen
la realización del marxismo al pie de la letra, intentando poner la vida al servicio de la
doctrina y no viceversa. Si Lenin no se hubiera separado y no hubiera refutado en muchas
ocasiones algunos textos marxistas ─enfatiza─ no se habría convertido Rusia en el primer
Estado proletario. De igual forma, considera que Trotsky había actuado con suma libertad
en el manejo de las teorías marxistas y que su oposición a Stalin es “una prueba de que
Trotsky no sigue la corriente cuando ella discrepa de su espíritu” y, por tanto, la
insurrección trotskista constituye el “nacimiento de un nuevo espíritu revolucionario dentro
de un Estado revolucionario”.
Si bien Vallejo fue siempre un indefectible admirador de Lenin y Trotsky, más
tarde no fue ciertamente estalinista. Por otro lado, Juan Larrea afirmó que Pablo Neruda
─el más fiel partidario de la política de Stalin─ calificaba abiertamente al autor de Trilce
como trotskista, el cual era un “epíteto muy peligroso en aquellas circunstancias” (Larrea
1962: 144). En un intento por definir la corriente política marxista de Vallejo, se puede
establecer que si bien apoyaba el proceso socialista en Rusia liderado por Stalin, aceptando
la dictadura del proletariado como una fase de transición revolucionaria entre el
capitalismo y la sociedad comunista; sin embargo, al observar que el burocratismo ponía en
peligro el proceso revolucionario, se adhiere a los postulados de León Trotsky, aquel
hombre que luchaba por acabar con la burocracia dentro del Partido Comunista, así como la
rotación de cargos y una mayor concreción de la tesis leninista del centralismo
democrático.
Después de ser catalogado como “trotskista” por Neruda, Vallejo “tomó la
decisión de ser más discreto con respecto a sus ideas políticas”, afirma Stephen Hart. En
este sentido, el autor inglés señala que Vallejo escribió este verso: “Otro poco de calma,
camarada…” de Poemas humanos, como una especie de “clave dirigida a León Trotsky”.
Sus argumentos tienen como base lo establecido por Juan Domingo Córdoba, en la
afirmación siguiente: “a despecho de que Vallejo mantuviera públicamente una adhesión a
la línea del Partido, su entusiasmo por el trotskismo no disminuyó ‘ni un ápice‫ ۥ‬en aquel
periodo”. Según Hart, estos versos iniciales del mencionado poema: “Otro poco de calma,
camarada, / un mucho inmenso, septentrional, completo…” posee en la palabra
“septentrional” (adjetivo usado en un sentido histórico para señalar a México), una “alusión
velada”, pues señala justamente dicho país, donde se encontraba Trotsky por estos años,
donde vivía como exiliado político desde el año de 1936. Hart propone, además, que los
versos últimos de este poema: “yo, aunque grite, estoy siempre a tus órdenes”, no solo es
una “clave” para entender la expresa admiración que sintió el poeta por Trotsky, sino que
representa “el último poema ‘político‫ ۥ‬que Vallejo escribió antes de su muerte; una especie
de “último testamento político de Vallejo”.
Luego de una segunda visita a la URSS en 1929, inicia una intensa vida política.
No solo publica artículos sobre Rusia en la revista madrileña “Bolívar” que dirige Pablo
Abril de Vivero, textos que formarán parte de Rusia en 1931, sino que participa en diversas
reuniones políticas públicas y privadas. Tras ser detenido por la policía francesa, Jean
Chiappe, prefecto de la policía de París en pleno gobierno conservador de Pierre Laval,
decide su expulsión de Francia a fines de 1930. Parte a España y acompañado por
Georgette, se establece en la ciudad madrileña.
Aquí las obras que escribió en tu tensa vida política tras su primer viaje a Rusia:
Entre las dos orillas corre el río (1930), Lock Out (1930), El arte y la revolución (1931),
El tungsteno (1931), Rusia en 1931, Paco Yunque (1931), Rusia ante el segundo plan
quinquenal (1931), Colacho hermano (1934) y La piedra cansada (1937). “Todas estas
obras ─según Georgette─ están suscitadas por la solidaridad de Vallejo con la humanidad
explotada y avasallada y salvan la obra poética de Vallejo de caer en la poesía de
propaganda”. También, a fines de 1931 inicia la escritura de Poemas humanos (1931-1937)
y finalmente, su magistral obra, España, aparta de mí este cáliz (1937).
Interesante es saber que El tungsteno, una de las primeras obras que Vallejo
publica en Madrid en 1931, tiene una íntima relación con su experiencia como trabajador
en una mina ubicada en la serranía del norte peruano. Es una novela que nos habla de la
cruda realidad que sufrían los indígenas en el Perú, que el poeta pudo constatar in situ
cuando trabajó en el asiento minero de Quiruvilca, cerca de su querido Santiago de Chuco,
en 1910. Vallejo evidencia en esta obra, desde su perspectiva marxista, no solo el abuso del
imperialismo norteamericano, sino la complicidad y servilismo de las autoridades peruanas
de la época.
El Vallejo que llegó a España no era solamente el poeta que conocieron varios de
los escritores de la generación del 27, sino el intelectual más preparado, políticamente
hablando. Se inscribe en el PCE con el apoyo de Armando Bazán y, según las
investigaciones, no solo realiza una ardua labor de adoctrinamiento marxista sino también
de propaganda. El 11 de octubre emprende su tercer y último viaje a Rusia, y de regreso
intenta por todos los medios mejorar su difícil situación económica. Las editoriales
rechazan publicar El arte y la revolución. También son rechazados Paco Yunque, Rusia
ante el segundo plan quinquenal, Lock Out y Entre las dos orillas corre el río.
A estas alturas cabe preguntarse, ¿cómo se explican las reprobaciones, incluso de
Cenit, una editorial de tendencia izquierdista, simpatizante del antiestalinismo? ¿Será,
acaso, su heterodoxia marxista la causa fundamental? ¿Cuál es la relación de Vallejo con el
PCE y la Internacional Comunista? El ingreso de Vallejo al PCE ocurre en momentos en
que el partido se debatía en hipótesis para discernir el real estado del proceso
revolucionario en España. Posteriormente, un informe del Comintern aclaró el panorama,
indicando que el gobierno que dirigía Alcalá-Zamora representaba la fase final de la
revolución burguesa, y que era, por tanto, una “ilusión democrática” peligrosa, a la que
había que oponerse de manera absoluta. En estas circunstancias, las directivas estalinistas
propusieron alejar a la clase trabajadora de sus tradicionales alianzas con los socialistas y
anarquistas.
Esta posición radical del Comintern originó no solo el descontento de muchos
miembros del PCE, en especial del secretario general, José Bullejos ─que mostró actitud de
resistencia, aunque no de felonía─ sino el inicio del antiestalinismo en España. Este grupo
impulsó la oposición antiestalinista internacional tomando como base los postulados del
trotskismo. Entonces, ¿Cuál fue la posición de Vallejo en estos momentos que aparece con
fuerza el trotskismo español? No queda más que apelar a su conducta política para
considerar que no se mantuvo ajeno sino más bien simpatizante del emergente trotskismo,
pero sin abandonar al PCE.
Sin embargo, su ingreso al PCE no significó para él ningún condicionamiento al
Comintern. Se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que Vallejo era un hombre al
servicio de las causas revolucionarias a favor de las grandes mayorías, pero no,
definitivamente, al servicio de consignas partidarias, al punto de mantener muy en claro su
posición diferenciada como artista que era. Evidentemente mantenía una posición marxista
según los acontecimientos que dictaban los pasos de la historia; es decir, la política al
servicio del hombre y no viceversa. Con este compromiso se afilia al PCE y se convierte en
uno de los fundadores de las primeras células de intelectuales españoles.
No obstante, todavía queda pendiente una pregunta que reitero: ¿Por qué la
editorial Cenit, dirigida por miembros del antiestalinismo español, que al lado de Ediciones
Comunismo eran los principales defensores y difusores del trotskismo; y la editorial Ulises
que si bien no tenía tendencia izquierdista, no obstante aceptaba publicaciones de autores
como Víctor Serge; rechazaron publicar Rusia en el segundo plan quinquenal y El arte y la
revolución? La respuesta puede hallarse en el sectarismo político de la facción trotskista y
por otro, el conservadurismo reinante en España. Se puede concluir, finalmente, que las
obras de Vallejo que trataban sobre el avance del proceso revolucionario en Rusia que,
quieran o no Trotsky y sus aliados, seguía adelante bajo la férrea e inflexible
direccionalidad de Stalin; han sido una de las causas determinantes del rechazo sistemático
de sus obras.
Vallejo pudo comprobar los riesgos que corre un intelectual comprometido.
Quizás, en esta dura etapa de su vida constató con mayor fuerza la crudeza de ser un
escritor que intenta vivir de su pluma, porque, según él: “Raro es el gran escritor, el
auténtico, el de primer calibre, que come y bebe del precio de su creación”. Luego, agrega,
lo que probablemente sea la explicación de su marcada heterodoxia política, de su rebeldía
a la consignas vengan de donde vengan —sea este del lado estalinista o trotskista—, la que
ha traído como consecuencia el veto de sus obras: “La filosofía marxista, interpretada y
aplicada por Lenin, tiende una mano alimenticia al escritor mientras con la otra tarja y
corrige, según las conveniencias políticas, toda la producción intelectual” (Puccinelli 1987:
272).
Después de retornar a París en 1932, Vallejo disminuye notablemente la intensidad
de sus actividades políticas. Se sabe que participó en una multitudinaria marcha de protesta
el 14 de julio de 1935. En 1936 y en plena Guerra Civil Española, Vallejo reinicia sus
fervores políticos en defensa de la causa republicana, y participa en el Segundo Congreso
Internacional Antifascista realizado en Valencia el 4 de julio de 1937. Ante una nutrida
asistencia con los escritores más importantes de los años treinta, hizo esta observación
puntual sobre la labor que venían cumpliendo los hombres de letras: “Por desgracia, la
conciencia de la responsabilidad profesional del escritor no está bastante desenvuelta entre
la mayoría de los escritores del mundo…”, y luego, en su intento por fundamentar las
probables causas del fenómeno, precisó: “…la mayor parte de los escritores se callan ante
las persecuciones de los gobernantes imperantes; nadie pronuncia una palabra en contra, y
esta es una actitud muy cómoda…”.
Sin embargo, para Vallejo la esperanza siempre permaneció latente: “Hora es de
asumir vuestro papel valerosamente, tanto en las horas en que estamos bajo un gobierno
propicio, como también en las horas en que estamos bajo un gobierno adverso”.
Finalmente, lanzó una proclama con la autoridad que brindaba su intachable conducta de
escritor revolucionario: “Los responsables de lo que sucede en el mundo somos los
escritores, porque tenemos el arma más formidable, que es el verbo. Arquímedes dijo:
“Dadme un punto de apoyo, la palabra justa, el asunto justo, y moveré el mundo”; a
nosotros, que poseemos ese punto de apoyo, nuestra pluma, nos toca pues, mover al mundo
con esta arma”. (Puccinelli 1987: 445- 447)
Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, representan dos símbolos
fundamentales de su pensamiento político marxista. Aparte de mostrarnos en sus escritos
periodísticos y obras como Rusia en 1931, la condición del hombre de su época bajo un
sistema político capitalista en occidente y la consolidación del socialismo en la Rusia de
Stalin, en Poemas humanos nuestro escritor establece su pensamiento revolucionario en
versos como esta loa al bolchevique: “Mas solo tú demuestras, descendiendo / o subiendo
el pecho, bolchevique, / tus trazos confundibles, / tu gesto marital, / tu cara de padre, / tus
piernas de amado, / tu cutis por teléfono, / tu alma perpendicular / a la mía…” (Poema
“Salutación angélica”). De España, aparta de mí este cáliz rescatamos algunos versos del
poema “Himno a los voluntarios de la República”: “¡Voluntarios, / por la vida, por los
buenos, matad / a la muerte, matad a los malos! / ¡Hacedlo por la libertad de todos, / del
explotado y del explotador” y del emblemático poema “Masa” en el que trasciende sus
ideales políticos a los más altos niveles de la condición humana: “Entonces, todos los
hombres de la tierra / le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; / incorporóse
lentamente, / abrazó al primer hombre; echóse a andar…”.
Creación poética y militancia política, conforman una unidad indisoluble en César
Vallejo. De acuerdo con una singular nota de El arte y la revolución, nuestro autor
considera que “el intelectual revolucionario, por la naturaleza transformadora de su
pensamiento y por su acción inmediata, encarna un peligro para todas las formas de vida
que le rozan”. De allí que, agrega, “se convierte en un peligro para las leyes, costumbres y
relaciones sociales reinantes. Resulta así –tal como le sucedió en su vida misma– el blanco
por excelencia de las persecuciones y represalias del espíritu conservador” (Vallejo 1973:
14).
En fin, dignos representantes del legado vallejiano en el mundo, no olvidemos que
César Vallejo fue un hombre comprometido con las grandes mayorías, pues, consideró que
“Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él”. Fue un gran poeta, escritor y
militante político que convocó y todavía convoca nuestro “espíritu de heroicidad y
sacrificio personal de intelectual revolucionario”; aquel que escribió convencido que se
debía luchar a favor de los que menos tienen, en un mundo con igualdad y justicia.

*Ponencia leída el 21 de octubre del 2014 en el Congreso Internacional “Vallejo


Siempre”. Ministerio de Cultura. Lima. Perú.
Bibliografía

Ballón, Enrique.
1985. César Vallejo. Crónicas Tomo II: 1927-1939, México.
Cabel, Jesús.
2009. “Lejos por siempre jamás”: Dos cartas inéditas de César Vallejo”. Revista
Universidad, Nº 17, Publicación de la Asamblea Nacional de Rectores, Lima:
Gráfica Carrald.
González, Ricardo.
1995. César Vallejo. Colección forjadores del Perú, volumen 18. Lima: Editorial Brasa.
Hart, Stephen.
2013. César Vallejo. A Literary Biography. Gran Bretaña: Tamesis.
Lambie, George.
1993. El pensamiento político de César Vallejo y la guerra civil española. Lima:
Editorial Milla Batres.
Larrea, Juan.
1962. Aula Vallejo Nº 2-3-4. Córdoba, Argentina: Universidad Nacional de Córdoba.
Instituto del Nuevo Mundo.
Puccinelli, Jorge.
1987. César Vallejo. Desde Europa. Crónicas y Artículos (1923-1938). Lima: Ediciones
Fuente de Cultura Peruana.
Vallejo, César.
1973. El arte y la revolución. Lima: mosca azul editores.

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