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GEORGETTE VALLEJO

EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER


Desde los albores del siglo XX, la mujer había comprendido que la lucha era la mejor arma
para hacer respetar sus derechos a participar en la vida social, económica, cultural y política
de su país. Los grandes y justos logros –aunque todavía no del todo completo- que ha
alcanzado la mujer en estos últimos tiempos, significan un merecido reconocimiento a su
dignidad humana y a su rol protagónico desde el seno familiar hasta su imprescindible
participación en la construcción de la nación y de la humanidad, en igualdad de condiciones
que el género masculino.

Permítanme rescatar en el marco de la importancia de la mujer en el mundo, a una mujer


arquetipo llamada Georgette Marie Philippart Travers, esposa de nuestro gran poeta, César
Vallejo. Quisiera destacar en la figura de Georgette algunos de los roles trascedentes de la
mujer, en principio, como esposa y compañera; luego, como editora y defensora de la vida
y obra del poeta y, finalmente, como escritora y poetisa.

1. ESPOSA Y COMPAÑERA EJEMPLAR.


Georgette y César Vallejo se conocieron en el año de 1927 en la Ciudad Luz. El amor a
primera vista se prendó de ellos. Él tenía sus 36 años y ella 20. En 1928 ―tras la muerte de
la madre de Georgette― inicia una relación de convivencia que le traerá momentos muy
gratos, pero también tragos muy amargos. Su padre, Alexandre Philippart, había fallecido
en la batalla de Marne en la I Guerra Mundial en 1914. Obtiene como herencia de sus
progenitores la suma de 280, 000 francos y un departamento en el cuarto piso de la calle
Moliere N° 19 en el centro de París. Vallejo se iniciaba en el marxismo, en cambio
Georgette era una antimarxista por excelencia, fruto de la educación de una familia
conservadora.

La situación económica del poeta santiaguino, como todos sabemos, no era de lo mejor; sin
embargo, permanecía latente en él una ineludible tarea de autorrealización personal; de
formación política marxista no solo en el terreno de las concepciones teóricas sino la
comprobación in situ de la aplicación y el avance del socialismo en la URSS de entonces.
En este sentido, Georgette juega un papel preponderante, pues, a pesar de tener una
posición política contraria, se une al compañero en el logro de sus ideales y, financia y
acompaña a Vallejo en su segundo viaje a la URSS en setiembre de 1929, periplo que,
además, les sirve como una ocasión especial para pasar una hermosa luna de miel.

Sin embargo, es en Rusia que en Georgette renace algunas objeciones a las ideas políticas
que Vallejo persigue plenamente convencido, como el sistema más propicio para lograr una
sociedad más justa entre los hombres, y le replica: “¿Esto es un país socialista? ¿Son las
mujeres las que tienen que cargar con los baúles y las valijas? Vallejo decidió no
responderle absolutamente nada, por el momento. Observamos que Georgette no puede
concebir que sean justamente mujeres las que realicen esta pesada labor, hallándola
discriminatoria. Es más, demuestra, desde ya ser una mujer, a pesar de sus juveniles años
que, expresa sus pensamientos y sentimientos, dando inicio a lo que debe existir en toda
pareja: la inagotable dialéctica como único camino para llegar a la verdad con argumentos.
Vallejo que habíase quedado en deuda con una respuesta, en otro día, le arguyó casi con
ironía: “Habías pensado encontrarte con un paraíso. ¡No hay paraíso! Ni aquí, ni en ninguna
parte. Se trata de encontrar la justicia, justicia social y económica”. Al día siguiente, al
partir hacia Varsovia, Georgette nos informa que “había empezado a comprender”. En la
pareja Vallejo, sobre los cimientos del amor, se ha levantado otra de las estructuras
fundamentales que los unirá de por vida: la unidad ideológica.

La fortaleza de estas columnatas pasó su mejor prueba cuando Vallejo fue desterrado de
Francia por sus ideas políticas. Vallejo elige a España como el lugar más propicio para su
desarrollo como escritor y político. Georgette no duda en abandonar su país de origen, se
une a la causa del poeta y arriban a Madrid a inicios del año de 1931, en tan difícil situación
económica que, no tienen lo suficiente para pagar siquiera el hospedaje. Fueron auxiliados
por el poeta español, Rafael Alberti. ¿No es, acaso, digna de elogio la actitud de Georgette,
que decide dejar su patria para enfrentar al lado de su compañero, los momentos más
difíciles y asumir el reto de salir adelante en otra parte del mundo?

En España Vallejo se dedica a realizar labores de traductor para salir de la crisis económica.
Logra publicar su obra narrativa El Tungsteno, y un ensayo, como producto de sus dos
primeros viajes a la URSS, al que pone como rótulo, Rusia en 1931, obra que obtuvo gran
éxito a nivel de un best seller, pero que, sin embargo, las dos últimas ediciones se negaron a
cancelarle. Otras obras como Paco Yunque, Rusia ante el segundo plan quinquenal, El arte
y la revolución, etc., fueron rechazadas por su carácter marxista. En octubre, Vallejo viaja
por tercera y última vez a la URSS invitado por el Soviets para asistir al Congreso
Internacional de Escritores Simpatizantes. A su regreso la situación económica era
realmente insostenible, de tal modo que Georgette, a fines de aquel año, viaja a París en
búsqueda de los mecanismos legales para que el poeta pueda volver a Francia, la que se
hace efectiva el 12 de febrero de 1932.

Georgette en un acto de desprendimiento total opta por una alternativa extrema, podríamos
decir un imposible, para acabar de una vez por todas con la incesante pobreza: vende su
departamento de la calle Moliere, en 1933. Vivirán a partir de ahora en diferentes hoteles
de la urbe parisina. Este accionar de Georgette, es una de las muestras de amor más
importantes en la pareja Vallejo. En fin, las cosas materiales pasan a un segundo plano
cuando se trata de vivir a plenitud al lado de la persona que se ama. En octubre de 1934
contraen matrimonio después de seis años de convivencia. En abril de 1938, Vallejo muere
tras una larga agonía y Georgette queda sola, viuda a sus treinta años. Luego expresaría
estas palabras que nos hablan del gran amor que lo unió a Vallejo: “Quedé casada con él,
nunca me interesó otro hombre…a tal punto que, muerto él, me bastaba su mano y su
mascarilla. Solo sentía que me faltaban sus pasos. Pero me dormía agarrada de su mano y
no tenía la sensación de su muerte”. O las siguientes palabras que expresan gran
compromiso en el ámbito de los principios: “Entre Vallejo y yo, tácito era el acuerdo: no se
pronunciaba nunca la palabra felicidad personal o conyugal; vivíamos por y para la
revolución mundial”. En 1951, Georgette decide venir al Perú tras los pasos de Vallejo. Su
misión era difundir y defender el legado vallejiano desde la tierra que vio nacer al poeta.

2. EDITORA Y DEFENSORA DE LA VIDA Y OBRA DE VALLEJO


Tras la muerte del poeta, Georgette no solo se encarga de editar toda la obra póstuma de
Vallejo, sino que debe realizar una ardua tarea de defender la vida y obra del autor de
Trilce. Vallejo que empezaba a ascender el largo pináculo de la fama, se convertía en una
presa apetitosa para la voracidad de los comerciantes que no perseguían más que los negros
fines lucrativos, no interesándose jamás por difundir a un Vallejo de manera fidedigna.
Aparecieron también algunos estudiosos que buscaban difundir la exégesis vallejiana,
aunque, muchas veces, escribían datos biográficos que no lindaban con la realidad; en otras
palabras, se presentaba a un Vallejo como producto de la manipulación.

Georgette editó la obra poética, narrativa, ensayística y teatral de Vallejo, en el lapso de 40


años (1939 -1979) siendo Poemas humanos, la primera publicación hecha en París a un año
de la muerte del poeta. Sin embargo, las batallas que tuvo que librar no acabaron hasta los
últimos días de su muerte, cuando defendió a brazo partido, la no repatriación de los restos
de su esposo al Perú, que el gobernante de turno pretendía realizar con la finalidad de
traficar con la memoria del poeta. Editar las obras de Vallejo le trajo consigo no solo la
falta de reconocimiento a su importante labor (por instituciones tutelares como el Poder
Ejecutivo, Legislativo, Universidades o grupos vallejianos) sino, que se ganó múltiples
acusaciones que van desde “incapacidad” para cumplir la labor de albacea, hasta ser
calificada en términos de vesania; pasando por manipuladora y destructora de manuscritos e
incluso, se le negaba que fuera, legalmente, la esposa del poeta. La falta de respeto a su
condición de mujer llegó a limites insospechados cuando la desconocieron, asimismo,
como la legitima heredera de los derechos de autor del poeta, por la que tuvo que
reaccionar interponiendo juicios a algunas editoriales para hacer valer sus derechos. Y todo
esto, a pesar que existían muchos intelectuales que decían llamarse “Vallejistas”, sean estos
connacionales o extranjeros. Es decir que, se iniciaba un afiebrado estudio sobre la vida y
obra del poeta; brillaban los estudios en libros y en artículos en la prensa; se hacían
homenajes para admirar, valorar y difundir la poesía del aedo santiaguino, sin embargo, en
la praxis, el mensaje era incomprendido, nulo, pues, la esposa de este hombre con quien
compartió los indecibles sufrimientos en la vida; la mujer que entregó todo de manera
incondicional al compañero y esposo, siendo la única, acaso, que supo consustanciarse en
una relación basado en el amor y en principios; sin embargo, reitero, fue cruelmente
denostada y vilipendiada, no solo por la mayoría de la intelectualidad limeña, a excepción
de algunas honrosas excepciones: sino, además, por los gobernantes de turno que, al
principio, le brindaron una pensión de gracia por ser la viuda del más grande de los poetas
que haya dado el Perú y que después le quitaron porque exigían a cambio la entrega de los
manuscritos de la obras póstumas de Vallejo. Georgette fue testigo de excepción de un
vallejismo a ultranza que tenía mucha relación con un verso de Vallejo que dice: “¡Y si
después de tantas palabras, no sobrevive la palabra!”. Sea esta fecha celebratoria, una
hermosa ocasión para exaltar y aplaudir el carácter de esta gran mujer para hacer valer sus
derechos ante todos y contra todo.

3. GEORGETTE, ESCRITORA Y POETA.


Georgette representa uno de los casos más singulares y poco común en el mundo literario;
pues, tras la muerte de Vallejo se convierte, obligada por las circunstancias, en escritora
que utilizará la pluma para defender el legado vallejiano. Aparte de los diversos artículos
que publica en la prensa nacional e internacional, escribió dos libros aclaratorios, de
defensa, sobre la vida y obra del poeta: Apuntes biográficos sobre Poemas en Prosa y
Poemas humanos, en 1968 y Allá ellos, allá ellos…diez años después, en 1978. Años atrás
había sido presa de las musas y escribió su obra poética Máscara de cal, en 1964. En ella
podemos observar una poesía con claras influencias vallejianas que trae en sus versos una
sobrecarga de amor que tuvo por el esposo; las angustias de una vida llena de dificultades,
las insatisfacciones por no haber tenido descendencia al lado del poeta; una tristeza
incontenible ante la pérdida del ser amado; así como, el recuerdo inolvidable de la madre.
Es un poemario que encierra el amor excelso a estos dos seres que colmaron, de alguna
manera, de felicidad su dura existencia.

Se hace necesario rescatar, entonces, en esta oportunidad, algunos poemas georgettianos


para medir la magnitud del amor que unió a esta mítica pareja: “Tú que has venido con tu
dolor / y tus manos entreabiertas / sólo tus párpados hechos blanca ceniza / podían
colmarse de tanta desgracia. / Agachada sobre tu cóncavo esqueleto / he sabido que yo te
había amado / como deberían amar las piedras / y a la hora vencida de tu muerte / he
levantado alto / y amado tu derrota”.

Este segundo y último poema, sintetiza la pureza y el amor inconmensurable: “Tú mi vida /
tú mi dolor / Toda mujer eternamente / mece un niño / He nevado tanto para que duermas /
y llorado hasta disolver tu ataúd”. Parte del penúltimo verso que acabamos de leer: “He
nevado tanto para que duermas”, Georgette lo escribirá en el epitafio de la tumba de
Vallejo.

César Vallejo, por su lado, le dejó escrito en su poesía ―aunque nunca se lo hizo saber―
varias composiciones. He aquí algunos versos de uno de sus poemas más emblemáticos que
le dedicara a su amada Georgette: “De veras, cuando pienso / en lo que es la vida / no
puedo evitar de decírselo a Georgette, / a fin de comer algo agradable y salir, / por la tarde,
comprar un buen periódico, / guardar un día para cuando no haya, / una noche también,
para cuando haya / (así se dice en el Perú –me excuso); del mismo modo, sufro con gran
cuidado, / a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos / poseen, independientemente de
uno, sus pobrezas, / quiero decir, su oficio, algo / que resbala del alma y cae al alma…”.

Hubo de transcurrir 32 años, para que en 1970, Georgette de cumplimiento con uno de los
sueños más caros del poeta: descanso eterno en el cementerio de Montparnasse. Sea éste
uno de los gestos más admirables que una mujer como Georgette pudo hacer por el esposo:
cumplir con un deseo solicitado muchos años atrás cuando ambos paseaban por dicho
camposanto.

Finalmente, debemos resaltar el rol trascedente de Georgette Vallejo en la vida y obra del
poeta de Los heraldos negros; destacar y valorar en ella a la mujer que lucha al lado del
esposo denodadamente para vencer los diversos obstáculos que se presentan en la vida;
valorar su permeabilidad no solo al cambio ideológico sino a la forma como asumió con
responsabilidad y consecuencia estos ideales del poeta y que también hiciera suyo de por
vida; admirar uno de los valores que dignifica a toda mujer: la fidelidad a la pareja;
reconocer y reivindicar su memoria por habernos brindado el Vallejo auténtico en una
lucha perseverante que realizó hasta sus últimos días, el 4 de diciembre de 1984. Sin duda,
esta relación de los Vallejo quedará sellada en uno de los más bellos sonetos de amor jamás
escrito en lengua española y que pertenece al lírida español, Francisco de Quevedo: “Amor
constante más allá de la muerte”.

Miguel Pachas Almeyda. Lima, de marzo del 2011.

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