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“La ética es aquella parte de la Filosofía (1) que estudia la praxis (2) en cuanto conduce al
hombre hacia su fin último (3)”.
● Tripe actividad vital del hombre: theoria (conocer por conocer) – praxis (acción moral)
– poiesis (arte y técnica)
● Theoria y praxis son acciones ‘inmanentes’: proceden del sujeto y su resultado redunda
en su propio beneficio o perjuicio: su resultado es ‘interior’. La poiesis es una actividad
‘transeúnte’: su resultado no permanece en el sujeto que la realiza, sino fuera de él.
● La ética es una rama de la Filosofía. Es Filosofía práctica, porque es una reflexión sobre
la praxis que, a la vez, apunta a orientar vitalmente la praxis. Su objeto material de
estudio teórico es la acción humana entendida como praxis pero su objetivo es doble:
explicarla y mejorarla.
● La ética es, por tanto, el conocimiento explicativo y normativo del obrar humano en
cuanto que es “bueno o malo”. Si fuese una ciencia puramente especulativa, se quedaría
sólo en las afirmaciones teóricas. Pero es práctica porque aspira a que tales afirmaciones
se conviertan en la orientación de la vida corriente de las personas. Aristóteles dice que
un estudiante de ética que no hace esto último se parece al paciente que va a al médico,
oye su diagnóstico y se entera de su tratamiento, pero no hace caso de éste ni de los
consejos.
● ¿Cuál es la pregunta ética más básica? Según Kant, es “¿Qué debo hacer?” Pero la
Filosofía Clásica (griega y latina) enseña algo más: que el hombre se pregunta por el Bien
antes que preguntarse por el deber. ¿Por qué hay que hacer el bien? Porque es bueno,
no porque “haya” que hacerlo. Si el bien debe hacerse, es porque es bueno. Y este es
también el comienzo de la Ética como disciplina filosófica: la pregunta por el bien que
debemos hacer, que es al mismo tiempo lo que nos hace felices.
● El bien es lo apetecible de suyo. Tiene razón de fin. “Los principios de la acción son los
fines en orden a los cuales se obra” (Aristóteles). Todo acto tiene como causa el fin al
que se dirige; la orientación que lo gatilla y lo explica. “Lo bueno es aquello a que todo
tiende” En los vivientes, es claro que el fin común perseguido por sus operaciones es el
bien que conviene a su naturaleza. La semilla, mediante actos de nutrición y
crecimiento, tiende al árbol. ¿Cuál es el bien al que tiende el hombre? Si consideramos
las facultades específicamente humanas, la inteligencia y la voluntad libre, los bienes
propios del hombre son la verdad (el conocimiento de la realidad), objeto propio de la
inteligencia; y el bien integral de la persona (querido y elegido por la voluntad). La
ignorancia y el error no realizan a la persona humana y tampoco elegir el mal. Pero, ¿en
qué consiste ese bien?
“Dignidad”: aquella realidad que por su valor intrínseco y singular no admite equivalentes, por
lo que no puede ser sustituida ni es intercambiable por otra (Kant). Lo sustituible puede ser
objeto de valoración mercantil de cambio: puede tener precio.
La persona tiene:
● Hemos dicho que la Ética se pregunta por la causa final del hombre y que ésta es la
felicidad (3). Todos los hombres desean ser felices.
Los griegos designaban lo que entendemos como “fin” con dos vocablos distintos:
“Fin”
La Felicidad como fin es télos. Y ese télos es un fin último: todo otro fin es propuesto
como medio para alcanzarlo, consciente o inconscientemente. Ese fin no puede ser medio (para
otra cosa) y por tanto se inscribe dentro de la categoría de los bienes honestos, porque si no
hubiese un bien autosuficiente, querible por sí mismo y nunca por otra cosa, simplemente no
haríamos nada (es lo que hace querible cualquier cosa en general). Y la vida humana en su
conjunto no tendría una razón de ser.
● Sobre el contenido específico del fin último, Aristóteles señala que se puede descubrir
analizando la función propia (ergon) del viviente humano. La teleología de cada viviente
está dada por su función propia. ¿Cuál es la función propia de un ser vivo? La que define
al viviente y lo diferencia de los demás.
● Vida vegetativa: la posee el ser que es capaz de realizar las tres operaciones
inmanentes básicas: nutrición, crecimiento y reproducción. La nutrición consiste en
asimilar en el propio organismo sustancias que antes le eran ajenas. El alimento se
integra en el propio organismo, pasando a formar parte de él y por lo tanto la
materia exterior es tomada como oportunidad de crecimiento. El crecimiento
consiste en alcanzar la madurez física del propio organismo. La reproducción es el
acto mediante el cual el ser vivo genera otro de su misma especie.
El objeto de la facultad vegetativa es el propio cuerpo y su conservación. Sus actividades son las
más imperfectas entre las actividades inmanentes, porque si bien proceden desde el interior y
benefician al viviente, su finalidad es cada vez más extrínseca. Ej: árbol flor
fruto semilla en tierra otro árbol
El objeto de la facultad sensitiva es, además del propio cuerpo, todo cuerpo sensible. Texturas,
sonidos, olores, sabores, colores. Por lo tanto, el grado de apertura a la realidad es mayor que
el de la vida vegetativa. En los animales, el conocimiento sensible es selectivo: guarda siempre
relación con las funciones vegetativas.
El objeto de la facultad intelectiva se extiende a toda clase de entes. Aristóteles dice que “el
alma es en cierto modo todas las cosas”.
La capacidad de fijar las esencias de las cosas permite que en la acción humana, a
diferencia de la animal, se dé un hiato (espacio) entre percepción sensible y movimiento. El
conocimiento intelectivo permite orientar las acciones y la vida misma hacia fines que no son
orgánicos, que no son estrictamente biológicos porque no se subordinan a la subsistencia. De
hecho, a veces los hombres valoran ciertas cosas más que su propia vida y hasta mueren por
esos valores (Max Scheler: “el hombre es una asceta de la vida”, es decir, es capaz de suspender
y sublimar sus impulsos y deseos psicofísicos en pos de un valor que considera que los
trasciende)
En síntesis, si el alma humana es una forma que está unida al cuerpo pero a la vez es
independiente de él, ¿qué sentido tiene esta independencia? Según Aristóteles, la causa final
del hombre está dada por su forma y ésta debe desplegar lo que le es más propio, el intelecto.
Y si lo más propio del hombre, la potencia intelectiva, no está ordenada a fines no orgánicos,
tampoco lo estará la vida humana.
- De acuerdo al argumento del Ergon (la función propia del hombre) la felicidad es
el bien del alma intelectiva, que alcanza su plenitud mediante la contemplación de
la verdad, el amor al bien honesto y el perfeccionamiento de sí mismo por medio
de las virtudes morales. Las virtudes son la excelencia del hombre en cuanto posee
alma racional, voluntad y libertad para elegir actuar según razón (aunque puede
elegir ir en contra de la razón y fracasar en alcanzar la felicidad).
- No basta con estar dotados de razón para ser felices. Si así fuera, la felicidad sería
un estado innato y no habría que conquistarla. Por eso dice Aristóteles que la
felicidad no consiste en la vida racional en estado meramente potencial, sino en el
ejercicio de la razón, que lleva a la naturaleza humana hacia su plenitud y
autorrealización: es hacer real, llevar al acto, lo que está en potencia.
Definición de virtud moral: “hábito operativo bueno que se alcanza por la repetición de acciones
buenas.” De este modo, permite actuar moralmente bien de modo rápido, fácil y deleitable. Por
eso se dice que el hábito es una “segunda naturaleza”. El hombre virtuoso “se hace” bueno.
La acción moralmente virtuosa es cuando una persona actúa en “la medida justa”, es decir,
según el término medio entre dos pasiones extremas. Este término medio es establecido por el
uso práctico de la razón.