Está en la página 1de 5

El exquisito mundo de coloridas

sensaciones florales de Makoto


Azuma
El artista japonés presentó “Flor de sal”, una propuesta de cinco videoinstalaciones y un
arreglo de ikebana en el Centro de Arte y Naturaleza de Muntref, en el marco de
Bienalsur. “Mi arte se basa en una perspectiva budista de la importancia de visualizar la
descomposición como una forma de conciencia y autoaprendizaje”, dijo a Infobae Cultura
Por Juan Batalla
25 de junio de 2019
jbatalla@infobae.com

Makoto Azuma y su “Flor de sal”, instalada en las Salinas Grandes de Jujuy


(Bienalsur)
El golpe visual es tan intenso que, si se cierran los ojos, el aroma de las floreces parecen
emanar de las cinco videoinstalaciones que el artista japonés Makoto Azuma presentó
en Bienalsur.

Azuma (Fukuoka, 1976) es el referente del arte floral en el mundo, técnica que
comenzó a desarrollar tras su experiencia laboral en el tradicional mercado floral de Ota.
Sus obras, perecederas, efímeras, intangibles y, por ende, no comprables, surgen de un
pensamiento filosófico en el que la belleza es algo del momento, que puede durar solo
unos instantes y a la vez mutar ante las inclemencias del clima y los difíciles escenarios
en las que son instaladas.

La “Flor de sal” permanenció un año en el inhóspito paisaje (Shunsuke Shiinoki)


El artista retoma la vieja tradición del ikebana y la reformula adaptándola a los tiempos
postmodernos. Su ikebana o el arte nipón de arreglo floral -también llamado kadō (el
camino de las flores)- no solo se presentan como esculturas botánicas, sino también
desafían sus contextos, rompen con la linealidad de los paisajes áridos, pueden llegar
hasta el fondo del mar y atravesar el cielo para reinar sobre la estratósfera, tal como
puede observarse en las videoinstalaciones que se presentan en la sede Muntref Centro
de Arte y Naturaleza, que se localiza a los márgenes del ex zoológico porteño.

Allí, su exposición Flor de sal, se revela su método de trabajo científico, en su


laboratorio, para luego ser construidas en los espacios más disímiles. En Flores
Congeladas se conquista el desolado desierto de Hokkaido, la segunda isla más grande
del Japón, en una puesta que entumece los colores y a su vez los deforma, los hace
expandirse recubiertas por estalactitas que varían a medida que el sol las hirie.

En Dagat & Bulaklak el arreglo foral navega el mar de Hinoba-an, en Filipinas, en una
suerte de ofrenda que rememora a las tradiciones tribales donde un fulgor carmesí flota
en la inmensidad. En Flora sefirótica, sumergirse en lo desconocido, Azuma sumerge una
pieza de ikebana que refulge en el vacío terracota del fondo marítimo del Pacífico sur de
la japonesa Bahía de Suruga; mientras que en Exobiotánica 2, el desierto de Nevada,
EEUU, se presenta como plataforma de despegue de un arreglo que alcanza alturas
invisibles a los ojos. El infinito y más allá.

Las últimas dos piezas de la muestra incluyen a Sequía y Sombra, que tuvo como
locación las Salinas Grandes de Jujuy, donde el creador plantea un juego entre un
conjunto de girasoles yertos y el paso del tiempo, ya que la obra permaneció un año
hasta convertirse en una veta de sal subterránea. También en ese espacio, puede
apreciarse una ikebanareal en el centro de la escena.
"El video muestra el proceso, el paisaje y el contexto de intentar crear una flor de sal. Uno
de los lugares radicales en los que aún no había trabajado. Jujuy es uno de estos
entornos únicos que desafían cualquier forma de vida. Las flores son estas criaturas
únicas que nos recuerdan que la vida existe", explicó a este medio Azuma, quien no pudo
venir al país por problemas personales para la presentación de su muestra, pero sí
realizó un un intercambio vía Whatassp con Infobae Cultura.

– Más allá de su experiencia personal en el Mercado de Ota, ¿tuvo otras razones


para elegir a las flores como el eje de su obra creativa?

– Las flores son arte como cualquier naturaleza. Son excelentes para la inspiración
artística. Pero la discusión es otra. No se trata de la naturaleza de las flores, sino sobre el
poder de su desplazamiento. La fuerza que obtiene un simple arreglo floral si se ve en
el espacio, en el polo norte o en bicicletas en entornos urbanos. El problema aquí es el
hecho de que las flores cambian el espacio y la energía que las rodea. Esto puede
ser obvio para muchas personas, pero en realidad es uno de esas verdades no
dichas: Las flores lo cambian todo.

Azuma Makoto
– ¿Cuál es el atractivo que encuentra en trabajar con un objeto de la naturaleza que
al ser arrancado comienza a fallecer?
– Las flores son elementos simbólicos para todas las sociedades. Transmiten
romanticismo, rituales, acción política, muerte, libertad. Y, obviamente, las flores también
han entrado en el simbolismo en el arte. Pero muy pocas personas abrazaron las flores
como material artístico debido a su naturaleza transitoria. Solo puedo ver a otro artista
hoy en día que utiliza constantemente las flores como materia prima, que es Andy
Goldsworthy. Que tiene una discusión comparable. Obviamente, Anselm Kiefer,
Damien Hirst, Marc Quinn y muchos otros también los han usado, pero descuidaron la
esencia de la flor, que es su naturaleza transitoria en descomposición. Mi arte se basa
en una perspectiva budista de la importancia de visualizar la descomposición
como una forma de conciencia y autoaprendizaje.

– ¿Hay alguna flor autóctona de Argentina que haya decidido sumar a su obra u
obras futuras a partir de su experiencia en el país?

-Intentamos trabajar con los halófitos de la Patagonia. Son flores raras que florecen en
ambientes salinos, pero demostraron ser extremadamente difíciles de florecer fuera de su
ambiente original.

“Memoria vegetal”, de la colección Robert Brendel Museo de Farmacobotánica


Juan A Dominguez de la Universidad de Buenos Aires (Bienalsur)
En la sede Muntref Centro de Arte y Naturaleza también pueden apreciarse otras dos
muestras relacionadas al mundo florar. Bajo el tilo, de la uruguaya Rita
Fischer y Memoria Vegetal, curada por Pablo La Padula. Esta última está basada en la
colección Brendel de papel maché, que fue diseñada para estudios de botánica en la
Alemania del siglo XIX y que articula naturalismo, ciencia y didáctica.

TEXTO DE BIENAL SUR

Flor de Sal
Exposición

Makoto Azuma es un artista radical con un acercamiento muy particular a la creación


de paisajes y entornos increíbles para sus esculturas de ikebana, bonsai y flores, que
sorprenden hasta al espectador más cínico. Azuma ha logrado tornar lo más efímero
de todas las formas de arte, el arreglo floral japonés, en algo tangible. Estudiante
asiduo de las técnicas tradicionales niponas, ha subvertido el proceso al agregar
tecnología, fotografía, video y una logística alucinante, que transforman dicha práctica
decorativa en una forma de arte contemporánea.

Lejos de su laboratorio de flores en Tokio, Makoto Azuma imagina las formas en las
cuales su arte puede alcanzar los puntos más lejanos del planeta, y aún más allá. Ha
sumergido un bonsái en las profundidades del océano, ha enviado un arreglo ikebana
al espacio atado a un manojo de globos de helio estratosféricos, y ha transportado
enormes bloques de hielo a un desfile de modelos, donde los dejó derretirse en la
pasarela. También, creó un desfile de bicicletas de flores que detuvo el tránsito en la
ciudad de San Pablo durante un mes entero. La intervención sembró la confusión en
una de las ciudades más intensas del mundo.

Su práctica es altamente diversa y abarca las esculturas efímeras, los objetos de


acrílico, la fotografía, la intervención de espacios públicos, la performance, la moda, la
arquitectura temporal, y muchos proyectos muy ingeniosos en los medios sociales.
También ha creado iniciativas comunitarias que se activan mediante el arte y las flores
en Indonesia, Japón y China.

Para BIENALSUR, Azuma se apropió de la idea de trabajar con el salar en Jujuy para
crear una escultura de un girasol. Emprendió un viaje a través de los paisajes
impactantes y amenazantes del desierto jujeño y terminó enterrando su escultura en
una veta de sal subterránea. Esperó un año para verla transformarse en una flor de
sal. Una metáfora de lo eterno-efímero, de la vida y la muerte, de la durabilidad y la
fragilidad.

Su búsqueda se centra en encontrar un contexto donde las flores pueden cambiar


nuestra percepción de un lugar y un entorno, pero más importante aún, donde puedan
alterar la forma en la cual interactúan las personas. Así recupera el real uso de las
flores en la sociedad antigua, llevándolo a una dimensión donde la gente puede
desarrollar una sensibilidad al mundo vertiginoso en el cual vivimos.

Makoto Azuma es el maestro del intercambio cultural, y utiliza el lenguaje universal de


las flores para crear obras de arte que trascienden las barreras culturales para
iluminar el denominador común humano. Nuestro destino es la podredumbre; y sus
obras nos recuerdan nuestra naturaleza temporal.

También podría gustarte