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La educación popular y la construcción de

ciudadanía
Lissy Canal Coordinadora del Diplomado de Formación de Formadores de Educación Popular de la Universidad Antonio Ruiz
de Montoya

Ideele Revista Nº 280

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ciudadan%C3%ADa

La educación popular es una corriente educativa que se caracteriza por ser, a la vez, un fenómeno sociocultural
y una concepción de educación. Como fenómeno sociocultural, la educación popular hace referencia a una
multitud de prácticas educativas diversas: formales, no formales e informales, con una intencionalidad
transformadora común. Como concepción educativa, apunta a la construcción de un nuevo paradigma
educacional, que confronta el modelo dominante capitalista de una educación autoritaria, principalmente
escolarizada y que disocia la teoría de la práctica.

Al analizar otros aportes sobre la educación popular, es un concepto teórico-práctico que se desarrolló en
América latina a partir del pensamiento de Paulo Freire a fines de la década de 1960. La teoría de la educación
popular, creada por Freire, tiene los siguientes puntos:

• Crítica y dialéctica: transformar al sujeto a partir de un proceso de educación contextual. Que el oprimido
tenga las condiciones para descubrirse y conquistarse reflexivamente, como sujeto de su propio destino
histórico.

• Contexto: El hombre siempre es en relación a un contexto social.

• Método: La utilización de los recursos orales fundamentalmente.

Depende del marco de referencia que se utilice. La evaluación también será contextual.

• Praxis: Toda teoría de la educación popular tiene que tener consecuencias prácticas.

Es un compromiso con los sectores más humildes, con los marginados. Por lo tanto, la mayoría de sus prácticas
se desarrollan desde comunidades campesinas, indígenas o suburbanas.

En la educación popular se perciben a los participantes como personas potencialmente poderosas quienes
pueden cambiar la condición social que los rodea. Los sujetos en los procesos de educación popular definen sus
propios problemas y aplican las lecciones de los éxitos y los fracasos a sus propias situaciones, aprenden a
reflexionar e interpretar críticamente sus propias formas de vida. Parten de la realidad para reflexionarla,
entenderla y volver a ella.

El proceso de educación popular se sustenta pensando y hablando en grupos y entre grupos acerca de los
eventos que han ocurrido en sus propias vidas. Los participantes identifican la forma de resolver los problemas
confrontándolos. La educación popular se sustenta en principios ético-políticos que apuestan a la construcción
de relaciones humanas equitativas y justas en los distintos ámbitos de la vida.

No se considera el conocimiento como un don que se entrega a quienes no saben, sino como un diálogo de
saberes. Por lo tanto, el hecho educativo es un proceso de enseñanza y aprendizaje que tiene como base el
conocimiento de la gente que está participando en él.

Es totalmente diferente a la educación establecida, que entrega verticalmente los conocimientos. La educación
popular, en cambio, parte de la gente, desde el diálogo y los procesos participativos, pues es parte de la práctica
de los propios participantes y no de las prácticas y realidades ajenas. También es una educación que construye
conciencia, sujetos, protagonismo social y político, que construye ciudadanía crítica. Es decir, que distribuye y
comparte el poder y que, por lo tanto, equilibra los poderes hegemónicos tradicionales del Estado, la Iglesia y
el mercado, o sea entra al campo de las transformaciones estructurales, políticas y económicas, a los diversos
modelos de desarrollo y al marco jurídico.

Se basa también en una pedagogía crítica y creadora que apuesta por el desarrollo pleno de las capacidades
cognitivas, sicomotoras, comunicativas y emocionales en las personas. La educación popular ha sido con
frecuencia considerada solamente como una modalidad de educación o una propuesta didáctica basada en la
aplicación de métodos y técnicas activas y participativas. Sin embargo, por sus fundamentos ético-políticos, sus
propuestas pedagógicas, la diversidad y riqueza de experiencias, y la extensa bibliografía producida en torno a
ella, también es considerada como una corriente educativa, un campo teórico práctico complejo y coherente
que puede incluir diversas modalidades posibles y abarcar múltiples niveles de prácticas educativas
(comunitarias, grupales, formales, no formales, con personas adultas, con niños, niñas y jóvenes, entre otros.).

"El ser y sentirse ciudadano es un proceso continuo, que comienza en el hogar y en los contextos inmediatos en
los que nos desenvolvemos diariamente".

En el campo de la educación popular se ha hablado con frecuencia de la “dimensión política” de la educación y


también se ha puesto énfasis en las prácticas educativas. Sin embargo, algunos consideran que no se trata de
que lo político sea “una dimensión” de la educación popular, sino que ésta es, en sí misma, política. Hace algunos
años se pretendió mostrar que la contradicción entre lo político y lo pedagógico era, en realidad, el tema que
diferenciaba las concepciones en el debate entre educadores y educadoras populares de América Latina. Al
respecto, Freire señaló su postura: “Para mí, la educación es un proceso político-pedagógico. Esto quiere decir,
que es sustantivamente político y adjetivamente pedagógico”. Por otra parte, Freire también contribuyó a
romper el mito de que la educación popular era opuesta a la educación formal. Basado en su experiencia como
Secretario de Educación de Sao Paulo, Freire exploró cómo la lógica de una educación popular liberadora que
generara la capacidad de formarse como sujetos transformadores de la historia, podría ser puesta en práctica
desde el sistema educativo formal; claro, transformándolo radicalmente y no sólo reformando algunos de sus
aspectos secundarios.

En tal sentido Jara (2012), nos recuerda que lo político hace referencia a las relaciones de poder que constituyen
un entramado plural y disperso de todas las relaciones humanas y que están directamente relacionadas con las
posibilidades de constituirnos en sujetos sociales e históricos de transformación. En la acción educativa se
ejercen, por tanto, relaciones de poder que tienen consecuencias directas en el desarrollo de las capacidades
humanas o en su inhibición. Una educación democrática, crítica y liberadora contribuye a formar sujetos con las
destrezas para transformar sus relaciones sociales y sus relaciones con el mundo. Una educación alienadora y
autoritaria inhibe la construcción de sujetos autónomos, que ejercen sus derechos (Freire, 2000).

Por ello, es importante recordar que la ciudadanía implica verse a uno mismo como persona autónoma y
competente, con un conjunto de metas por realizar en el ámbito personal, y como un miembro de una
comunidad política que está legitimado para intervenir en los asuntos que competen a dicho grupo social.
Ejercer la ciudadanía activa supone no solo cumplir con los compromisos de la vida pública establecidos por ley:
también reconocernos como sujetos capaces de proponer, expresar puntos de vista y tener injerencia en la
realización de cambios en las diferentes esferas sociales y políticas. El ser y sentirse ciudadano es un proceso
continuo, que comienza en el hogar y en los contextos inmediatos en los que nos desenvolvemos diariamente.

Ética, política y pedagogía constituyen así una tríada interdependiente en la que lopedagógico está destinado a
ser el factor dinámico, activo, creador y constructor de los sujetos capaces de edificar condiciones más humanas
para la gente y su entorno. Por ello es que las búsquedas éticas, políticas, pedagógicas de los distintos esfuerzos
de educación popular latinoamericana apuntan a la construcción de un paradigma educativo distinto al actual.
En ese paradigma tanto hombres y mujeres son protagonistas de los cambios, representan la esperanza de una
sociedad diferente, y un modo diferente de educación que le permite al cambio social edificar “otro mundo
posible” en el que se ejerzan relaciones de poder democráticas y equitativas, en todos los ámbitos y espacios.

Lo cierto es que la democracia basada en principios como la soberanía de los individuos, la limitación del poder
y la necesidad de garantizar los derechos fundamentales de las personas exige, requiere, implica y necesita de
la participación de la ciudadanía. Esta es un derecho y una responsabilidad. Por ello, la ciudadanía se expresa
de diversas formas y combina, según sea el caso, la propuesta y la oposición, la propuesta y la vigilancia. La
construcción de la democracia es un campo de disputa y construcción permanente. Ya la historia ha demostrado
que la hegemonía de la emancipación de las personas y de la sociedad es un jaloneo. Es desde allí que los que
comparten identidades múltiples vienen construyendo apuestas por una educación liberadora.

En ese sentido es fundamental incidir en el compromiso del gobierno y la sociedad civil, en el impulso de la
educación popular, promoviendo espacios y modalidades tales como: formación de líderes; organización
comunitaria; programas de participación ciudadana en ámbitos municipales, regionales o nacionales; escuelas;
institutos técnicos y universidades; programas de incentivo al protagonismo de las mujeres; proyectos de
economía social y solidaria; alfabetización de jóvenes y personas adultas; formación política; incentivo a la
creación de innovaciones pedagógicas; formación magisterial; fomento al protagonismo de las poblaciones
indígenas originarias; comunicación participativa utilizando medios de comunicación tradicionales y nuevas
tecnologías; formación a distancia; formación de educadores y educadoras de redes nacionales o
internacionales, entre muchas otras

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