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A la luz de las ideas de Paulo Freire, se puede plantear que la educación popular tiene, al menos, tres
dimensiones: una dimensión filosofía, una dimensión político-ideológica y una dimensión metodológica.
Estas se sintetizan por un lado en que la gente posee conocimiento a partir del cual se produce un
diálogo de saberes, y por otro lado en la democratización y desconcentración del conocimiento. Todo
esto a fin empoderar a los pueblos para que sean actores de su propio proyecto emancipador.
Dimensión filosófica
Ahora, para esos sectores el uso de la palabra en espacios de debate, expresión y diálogo genera
muchas posibilidades. Genera libertad. Genera emancipación. Genera confianza. Genera unidad. La
educación popular colabora en que el pueblo construya su propio proyecto emancipatorio de liberación
y unidad.
El ejercicio de la libertad inicia con el derecho a la palabra. Esta no es individual, es colectiva, y por tanto
genera libertad colectiva: emancipa a todo un pueblo. Escuchar a la gente puede causar un sentimiento
de satisfacción y autoconfianza que se revierte en procesos organizativos y de lucha.
La educación popular, por tanto, comienza con la palabra. Parte de que la gente tiene no solo
conocimientos, sino también sabiduría. Esta sabiduría debe ser revitalizada, puesto que no se considera
como válida por la hegemonía del conocimiento formal.
Dimensión política
Los privilegios de la burguesía son tener alcance a los medios de producción, al gobierno y al
conocimiento. Este último está concentrado en las élites, en las centralidades de los cascos urbanos y en
las instituciones públicas. El compromiso político de la educación popular es desconcentrarlo y llevarlo
intencionalmente hacia las periferias, hacia las ruralidades, el campesinado y los pueblos marginados de
los accesos a la obra y política públicas.
Por tanto, la educación popular se plantea la democratización del acceso y uso del conocimiento para
convertirlo en un bien y servicio públicos para alcanzar la justicia social y redistributiva. Todas las
políticas redistributivas y la inversión en el sector social orientadas por el buen vivir, deben ser
acompañadas con educación política de la ciudadanía.
La educación formal institucionalizada no ha generado espacios de educación política para adultos. Esos
mismos sectores han crecido en la pobreza económica. Han sido desvalorados desde el uso de la
palabra. Por ello en fin último de la educación popular es dignificar a las personas.
Por tanto la producción de conocimientos es un campo de disputa política. ¿Cuál es el rol del
conocimiento? ¿Cuál es la utilidad práctica del conocimiento? Su utilidad y rol son la generación de
conciencia movilizadora, que deviene en incidencia política y espíritu revolucionario.
La democracia verdadera no está solo en decidir quién va a decidir por nosotros, ni siquiera está solo en
la participación dentro de las estructuras del Estado burgués. Además de lo anterior, la democracia
verdadera se experimenta cuando las clases populares tienen conciencia plena; conciencia que les
asegura un mínimo de comprensión de la realidad en sus dimensiones política, social, cultural,
económica. En dos palabras: claridad ideológica.
Se centra en el aprendizaje por sobre el método de enseñanza. Esto significa partir de que las personas
participantes son poseedoras no solo de conocimientos sino también de sabiduría. Por tanto recupera
las experiencias prácticas de la gente, partiendo de problemáticas palpables pero arribando hacia sus
primeras causas. De esta forma se supera las visiones cognitivistas que obedecen al principio reflexión-
acción-reflexión.
La metodología de taller permite que el conocimiento se logre como una construcción colectiva,
emergente, horizontal y solidaria. Con esto se supera la división escolástica y conductista entre quien
enseña y aprende, en la que el profesor tiene el poder y los estudiantes permanecen inmóviles e
irreflexivos.
Con la educación popular las personas participantes aprenden en movimiento e interacción. No lo hacen
quietas y sentadas ya que el taller es un espacio dinámico y participativo: el cuerpo es importante para
la participación y la expresión. Los actos de leer, oír, ver, son la expresión de la escolástica y el
conductismo centrado en el aprendizaje basado en la repetición. Los actos dedecir y hacer, que integran
todos los sentidos, en cambio, posibilitan un aprendizaje significativo y, por tanto, efectivo. Las
estrategias metodológicas entonces priorizan el decir y el hacer.
La educación bancaria concibe los modelos pedagógicos en los que los profesores son poseedores del
conocimiento y los alumnos son depositarios de información. La educación popular señala que todos
tenemos algo que aprender y también algo que compartir: la gente se educa entre sí a partir del diálogo
y el intercambio de saberes.
Para ello es de vital importancia preguntarse cuál es la relación entre el conocimiento y la realidad
concreta de las personas, o la relación entre aprendizaje y la praxis. Es decir hay que preguntarse qué
pasa con las personas luego de que acceden a un proceso formativo, en relación con su vinculación a
procesos socio organizativos tales como fortalecimiento organizativo, movilización, incidencia política,
gestión pública: es decir la relación sociedad-Estado.