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ELABORADO DE EXÉGESIS

SINÓPTICOS
La hemorroisa y la pregunta de Jesús
¿Quién me ha tocado?
(Mc 5, 25-34)

Profesor: R. P. Dr. Gabriel Barros


Alumno: Sem. Pablo Rombolá
Curso: 3° de Teología
Año: 2019
Elaborado de Exégesis Sinópticos
Sem. Pablo Rombolá

I. INTRODUCCIÓN
Con este trabajo queremos estudiar un milagro de Nuestro Señor Jesucristo que puede
parecer poco portentoso pero que manifiesta el poder sobre la enfermedad. También veremos
en la pregunta de Cristo, ¿quién me ha tocado?, lo que enseña sobre el trato que debemos tener
con Él.

A. Estudio del texto


1. Texto en español, griego y latín
(Jerusalén) 25Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, 26y
que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho
alguno, antes bien, yendo a peor, 27habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás
entre la gente y tocó su manto. 28Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me
salvaré.» 29Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba
sana del mal. 30Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él, se volvió
entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?» 31Sus discípulos le contestaron:
«Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”» 32Pero él miraba a
su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. 33Entonces, la mujer, viendo lo que le había
sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad. 34El
le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad.»

(LXX) 25καὶ ⸀γυνὴ οὖσα ἐν ῥύσει αἵματος δώδεκα ἔτη 26καὶ πολλὰ παθοῦσα ὑπὸ πολλῶν ἰατρῶν
καὶ δαπανήσασα τὰ παρ’ αὐτῆς πάντα καὶ μηδὲν ὠφεληθεῖσα ἀλλὰ μᾶλλον εἰς τὸ χεῖρον ἐλθοῦσα,
27
⸀ἀκούσασα περὶ τοῦ Ἰησοῦ, ἐλθοῦσα ἐν τῷ ὄχλῳ ὄπισθεν ἥψατο τοῦ ἱματίου αὐτοῦ? 28ἔλεγεν γὰρ ὅτι
Ἐὰν ἅψωμαι κἂν τῶν ἱματίων αὐτοῦ⸃ σωθήσομαι. 29καὶ ⸀εὐθὺς ἐξηράνθη ἡ πηγὴ τοῦ αἵματος αὐτῆς, καὶ
ἔγνω τῷ σώματι ὅτι ἴαται ἀπὸ τῆς μάστιγος. 30καὶ ⸀εὐθὺς ὁ Ἰησοῦς ἐπιγνοὺς ἐν ἑαυτῷ τὴν ἐξ αὐτοῦ
δύναμιν ἐξελθοῦσαν ἐπιστραφεὶς ἐν τῷ ὄχλῳ ἔλεγεν? Τίς μου ἥψατο τῶν ἱματίων; 31καὶ ἔλεγον αὐτῷ
οἱ μαθηταὶ αὐτοῦ? Βλέπεις τὸν ὄχλον συνθλίβοντά σε, καὶ λέγεις? Τίς μου ἥψατο; 32καὶ περιεβλέπετο
ἰδεῖν τὴν τοῦτο ποιήσασαν. 33ἡ δὲ γυνὴ φοβηθεῖσα καὶ τρέμουσα, εἰδυῖα ὃ γέγονεν ⸀αὐτῇ, ἦλθεν καὶ
προσέπεσεν αὐτῷ καὶ εἶπεν αὐτῷ πᾶσαν τὴν ἀλήθειαν. 34ὁ δὲ εἶπεν αὐτῇ? ⸀Θυγάτηρ, ἡ πίστις σου
σέσωκέν σε? ὕπαγε εἰς εἰρήνην, καὶ ἴσθι ὑγιὴς ἀπὸ τῆς μάστιγός σου.

(Vulgata) 25Et mulier quae erat in profluvio sanguinis annis duodecim 26et fuerat multa
perpessa a conpluribus medicis et erogaverat omnia sua nec quicquam profecerat sed magis
deterius habebat 27cum audisset de Iesu venit in turba retro et tetigit vestimentum
eius 28dicebat enim quia si vel vestimentum eius tetigero salva ero 29et confestim siccatus est
fons sanguinis eius et sensit corpore quod sanata esset a plaga 30et statim Iesus cognoscens in
semet ipso virtutem quae exierat de eo conversus ad turbam aiebat quis tetigit vestimenta
mea 31et dicebant ei discipuli sui vides turbam conprimentem te et dicis quis me tetigit 32et
circumspiciebat videre eam quae hoc fecerat 33mulier autem timens et tremens sciens quod
factum esset in se venit et procidit ante eum et dixit ei omnem veritatem 34ille autem dixit ei
filia fides tua te salvam fecit vade in pace et esto sana a plaga tua.

2. División de la perícopa
El episodio elegido para este estudio se puede estructurar de la siguiente manera:

vv. 21-24 Jesús cruza a la otra orilla y se encuentra con Jairo.

vv. 25-29 La hemorroisa y el milagro.

vv. 30-32 La pregunta de Jesús.

vv. 33-34 La confesión de la mujer y la respuesta de Jesús.

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3. Armonía

Lucas 8, 43-48 Marcos 8, 25-34 Mateo 9, 20-22


43 25 20
Entonces, una mujer que Entonces, una mujer que En esto, una mujer que
padecía flujo de sangre desde padecía flujo de sangre desde padecía flujo de sangre desde
hacía doce años, y que no hacía doce años, 26y que había hacía doce años /
había podido ser curada por sufrido mucho con muchos
nadie, médicos y había gastado todos
sus bienes sin provecho
alguno, antes bien, yendo a
peor,

44 27
se acercó por detrás y tocó habiendo oído lo que se /se acercó por detrás y tocó la
la orla de su manto, y al punto decía de Jesús, se acercó por orla de su manto. 21Pues se
se le paró el flujo de sangre. detrás entre la gente y tocó su decía para sí: «Con sólo tocar
manto. 28Pues decía: «Si logro su manto, me salvaré.»
tocar aunque sólo sea sus
vestidos, me salvaré.»
29
Inmediatamente se le secó la
fuente de sangre y sintió en su
cuerpo que quedaba sana del
mal.
45 30
Jesús dijo: «¿Quién me ha Al instante, Jesús, dándose
tocado?» Como todos negasen, cuenta de la fuerza que había
dijo Pedro: «Maestro, las salido de él, se volvió entre la
gentes te aprietan y te gente y decía: «¿Quién me ha
oprimen.» 46Pero Jesús dijo: tocado los vestidos?» 31Sus
«Alguien me ha tocado, discípulos le contestaron:
porque he sentido que una «Estás viendo que la gente te
fuerza ha salido de mí.» oprime y preguntas: “¿Quién
me ha tocado?”» 32Pero él
miraba a su alrededor para
descubrir a la que lo había
hecho.
47 33 22
Viéndose descubierta la Entonces, la mujer, viendo lo Jesús se volvió, y al verla le
mujer, se acercó temblorosa, y que le había sucedido, se dijo: «¡Animo!, hija, tu fe te
postrándose ante él, contó acercó atemorizada y ha salvado.» Y se salvó la
delante de todo el pueblo por temblorosa, se postró ante él y mujer desde aquel momento.
qué razón le había tocado, y le contó toda la verdad. 34El le
cómo al punto había sido dijo: «Hija, tu fe te ha
curada. 48El le dijo: «Hija, tu salvado; vete en paz y queda
fe te ha salvado; vete en paz.» curada de tu enfermedad.»

B. Contexto
Para una mejor compresión del texto elegido haremos un breve comentario según la
ubicación de la perícopa en el evangelio de Marcos, de los personajes que intervienen y de
algunos detalles.

1. Contexto histórico
En un marco más general podemos ubicarnos dentro de la primera parte del evangelio, el
Misterio del Reino, en la culminación del ministerio en Galilea, dentro de la narración de los
milagros. Le anteceden una sección de parábolas, y continua con el rechazo de Jesús en
Nazaret.
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Si nos enfocamos en la narración de los milagros vemos que la tradición ubica esta
perícopa dentro del conjunto de cuatro milagros de potestad de Nuestro Señor: sobre la
naturaleza (la tempestad calmada), sobre los demonios (los endemoniados de Gerasa), sobre la
enfermedad y sobre la muerte (curación de una hemorroisa y resurrección de la hija de Jairo).
Así, toda la naturaleza se muestra subordinada en obediencia al Verbo de Dios1.

2. Los personajes y su fe
Jairo:

Si bien no tiene nada que ver con el milagro que nos interesa, le damos lugar para
comparar su actitud con la de la mujer. Jairo era un miembro destacado de la sinagoga judía,
probablemente un miembro del consejo de ancianos que supervisaba los asuntos sociales y
religiosos de la comunidad. Su nombre quiere decir el que ilumina o el iluminador.

“Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies” (Mc.
5:22). Si bien no se aclara si Jairo, como autoridad jodía, admitía las enseñanzas de Jesús,
podemos inferir que era uno de los pocos de su clase que, de algún modo, creía en Jesús:
primero, porque se postra ante Él; segundo, porque no tuvo respeto humano al solicitar delante
de los fariseos el milagro para su hija ya muerta (Cf. Mt. 9, 11.18). Sin duda tenía fe, pero
veremos que la mujer hemorroisa tenía más.

Mucha gente:

En griego ὄχλος se traduce como multitud mixta, muchedumbre. También como multitud
desorganizada o turba. Ellos, que lo apretaban y oprimían por todos lados mientras iban
caminando, frente a la repentina detención y pregunta de Cristo: “¿Quién me ha tocado?”, lo
niegan, dice Lucas, y seguramente se alejan rodeándolo en circulo mientras Cristo los miraba
(περιβλέπω) como inspeccionándolos. El temor de haber hecho algo irreverente los hacía negar
lo que la mayoría había hecho con toda deliberación2. Ella consigue el milagro y ellos no
consiguen nada. Su gesto grosero es signo de su fe desordenada, caprichosa y hasta
supersticiosa.

La hemorroisa:

Sabemos que la enfermedad que padecía, en tiempos de Cristo, no solo tenía su cuota
dolorosa y penosa pues podía llegar a la muerte, sino también vergonzosa y humillante, puesto
que entre los judíos producía la impureza ritual, teniendo que vivir apartada para no contagiar
a nadie, semejante al leproso. Sabemos que era pudiente puesto que gastó su fortuna
consultando muchos médicos. Pero a pesar de no encontrar ningún resultado, buscó el milagro.
Con conciencia de saberse impura pero movida por una gran fe rompió la barrera del respeto
humano para acercarse a la fuente de la misericordia, con toda reverencia. Su fe era tan grande
que con sólo tocar su manto sabía que quedaría sanada. Puede pensarse que por vergüenza no
pidió el milagro, pero si no hubiera creído en el poder de Jesús no se hubiera arriesgado a
meterse entre la multitud. Es más, sabiendo que al tocarlo lo volvería impuro no dudó en
hacerlo pues confiando con gran fe supo que la santidad y misericordia de Cristo era más fuerte
que su enfermedad y lo que mandaba la ley. Esto es, sin duda, la gracia que la impulso a ese
acto de gran fe.

3. Un Detalle
La tradición retiene que la mujer favorecida se llamaba “Ber-niké o Verónica, y fue la
misma que en la Vía Dolorosa enjugó con un lienzo el rostro de su Salvador caído –y allí había
también flujo de sangre– el cual quedó estampado en él.

1
Cf. Comentario al Evangelio de San Lucas, M. Fuentes, APHORONTES 2017, 147
2
Id. 154
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C. Análisis de los versículos


v.27 Ciertamente que luego de haber probado muchos médicos y tratamientos esta
mujer se hallaría desesperada. Pero al llegar a sus oídos los prodigios del Maestro se llenó de
esperanzas nuevas. Y quiso acercarse para tocarlo pues muchos se curaban con solo tocarlo.

v.28 Quiso tocarle furtivamente, no como un acto desesperado pues tenía mucha fe en
el poder sanador de Jesús, pues en su pensamiento creía que con solo tocar su manto se
salvaría. Esa es la diferencia con el resto que lo apretujaba y que sin duda también buscaban
algún beneficio para sí.

v.30 Jesús, sintiendo que un poder había salió de él se volvió entre la gente mirando a
todos y a todo, como escrutando los corazones de cada uno, y preguntaba quién ha tocado sus
vestidos. El milagro ya había sucedido, pero Jesús no quería que permaneciese oculto y también
descubrir a la mujer sanada para dejar en evidencia que ella consiguió el milagro por su fe.

v.33 Por el aspecto de Jesús comprendió la mujer que no debía quedar oculto lo que en
ella se había hecho. Con temblor se acercó temiendo haber obrado mal, pero con nueva
confianza se postró delante de él en signo de humildad y confesó delante de todo el pueblo la
causa por qué le había tocado, y cómo al momento había quedado sana. Jesús al mismo tiempo
que pide fe también pide humildad al reconocer la miseria y necesidad propia.

v.34 Jesús, obtenida la confesión de la mujer y hecho público el milagro, lleno de


benignidad y misericordia, le quita todo temor y la confirma en su salud. Y deja en claro, como
lo hace siempre, que la causa de la salud no es otra que la fe en su poder y bondad.

D. Análisis de términos
Elegimos para este análisis el verbo tocar, acción importante en el milagro pues es muestra
de la fe de la hemorroisa.

Es una palabra de uso muy frecuente en la lengua hebrea, nagar’ (‫) ִתגְ ע‬, y en latín se tradujo
como japto (ἅπτο). En el Antiguo Testamento se halla unas 150 veces. Nos interesan las
apariciones en las que se relacionan el hombre con lo sagrado o lo mandado por Dios. Así
tenemos que esta simple acción puede llevar a la muerte o a la sanación. Ya en el Génesis Dios
manda no comer ni tocar el fruto de un árbol determinado bajo pena de muerte (Gn 3,3). En
otra ocasión Dios ordena a Israel no acercarse al monte Horeb pues todo aquel que lo toque
morirá (Ex 19, 12). Los libros del Levítico y Números están repletos de normas en cuanto a la
pureza ritual y a lo que tocándolo uno se vuelve impuro, incluso pudiendo morir. Por otro lado,
Dios manda al consagrar el altar que todo lo que lo toque quedara consagrado, es decir,
santificado, también con el aceite de la santa unción (Ex 30, 29). Y en una ocasión los huesos
de Eliseo resucitaron a un muerto (2R 13, 21).

También está relacionado con la prueba de fe que Dios pide, por ejemplo, cuando Abraham
tienen que tocar la piedra con su vara para que brote el agua, según la palabra recibida.

En el Nuevo Testamento los milagros de Cristo estaban acompañados por un signo visible, y
este la mayoría de las veces consistía en un toque. Tal es así que las multitudes sabían que
podían acercarse para tocarlo y quedar sanados (Cf. Mt 14, 36)

E. Conclusión
En esta ocasión, muchos lo tocaron esperando recibir de él algún beneficio. Pero el único
toque que fue capaz de sacar de él una fuerza milagrosa fue el de esta mujer. Según Pedro los

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otros lo rodeaban y oprimían. Pero la mujer ejerció otro tipo de contacto: lo tocó. Dice San
Agustín “los demás lo oprimían, ella lo toca”.

La pregunta de Jesús es clave: ¿Quién me ha tocado? No solo sirvió para que la mujer
confesara su enfermedad y reciente sanación gracias a su fe, sino que también fue una llamada
de atención para todos los presentes que lo apretujaban por todos lados. Sabían que tenia
poder, pero no sabían cómo “funcionaba”. Quizás creían que era cuestión de suerte, de estar en
el momento y lugar indicado, como cuando el espíritu agitaba las aguas de la piscina en el
Templo. Seguramente muchos pedirían cosas superfluas las cuales no merecían ser atendidas,
no por no ser necesarios sino porque lo que Dios les estaba pidiendo a través de esa cruz era
otra cosa.

Sabemos que todo gesto es expresión exterior de un sentimiento interior, y si la mujer


solamente lo toca, casi rosándolo, de tal modo que Jesús se da cuenta no por el toque sino por
la virtud que salió de Él, podemos ver que ella tenía una gran fe.

Y la pregunta de Jesús también es una llamada de atención para los que cotidianamente
entran en contacto con Él, con nuestras manos y lenguas en la Eucaristía, con nuestras palabras
en la oración, con nuestras miradas y brazos levantados al cielo3. ¿Con qué intención nos
acercamos? ¿Lo apretujamos pretendiendo sacarle algún beneficio? ¿Por la costumbre nos
olvidamos a quién estamos “tocando”?

3
Cf. Id. 154
5

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