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UNIDAD 2

Vida Universitaria

Identidad personal, base


fundamental para el proyecto
de vida.

Yaneth Polo Bolaños.


Autor
UNIDAD 2
IDENTIDAD PERSONAL, BASE FUNDAMENTAL
PARA EL PROYECTO DE VIDA
2.1 El Concepto de Identidad Personal
La identidad personal es la definición del “yo” de una persona como ser único en términos de roles, actitudes,
creencias y aspiraciones. El desarrollo psicosocial durante la adolescencia se entiende mejor como una búsque-
da de la identidad para una definición coherente de sí mismo. Como describió Erik Erikson (1963 ,1968), la quinta
crisis psicológica de la vida es la de identidad versus difusión (denominada originariamente confusión de roles).

La búsqueda de la identidad conduce a la crisis primaria de la adolescencia, una crisis en la cual las personas
jóvenes luchan por reconciliar “un sentido consciente de singularidad individual” con la lucha consciente por una
continuidad de la experiencia y la solidaridad con los ideales de un grupo (Erikson, 1968). El impulso interno del
adolescente por encontrar su lugar singular dentro de la comunidad más grande es lo que la convierte en una
crisis; encontrar la combinación apropiada de autoafirmación y solidaridad grupal requiere años de exploración,
reflexión y descubrimiento. Por ello, lo primero es establecer la integridad de la personalidad, es decir conciliar las
emociones, el pensamiento y la conducta de modo que sigan siendo coherentes y armónicos más allá del lugar,
del momento, de las circunstancias o de las relaciones sociales.

En los inicios de la adolescencia, los adolescentes suelen tener varias identidades. Muchos adolescentes experi-
mentan diversas percepciones de quienes son en realidad, quienes son en diferentes grupos o contextos y quie-
nes podrían llegar a ser (Markus y Nurius, 1986); (Markus y cols., 1990). Los posibles “yo” se exploran de manera
más imaginativa que realista; es lo que ocurre cuando los jóvenes adolescentes fantasean en convertirse, en un
astronauta o una estrella de cine, sin comenzar el trabajo que se debe realizar para alcanzar estos objetivos.

Muchos adolescentes saben que su conducta cambia según el contexto y las circunstancias inmediatas: ellos
cambian de reservados a escandalosos, de cooperadores a antagonistas, de amantes a manipuladores. Cons-
cientes de las incoherencias entre estos “yo” múltiples, se preguntan cuál es el “yo real”.

Los caminos hacia la identidad personal


El logro de la identidad es la acción que permite saber quién es uno como ser único, aceptando algunos valores
culturales y rechazando otros.
Los adolescentes establecen su propia identidad al reconsiderar todos los objetivos y los valores establecidos por
sus padres y la cultura, al aceptar algunos y rechazar otros.

Los adolescentes que “logran” la identidad saben quiénes son; siguen vinculados a los valores morales y las
actitudes que aprendieron, pero no se quedan inevitablemente atados a ellos; tratan de mantener un sentido
de continuidad con su pasado para dirigirse hacia el futuro (Chandler y cols., 2003). Su personalidad evidencia
suficiente flexibilidad para el afrontamiento de la existencia.

Los escenarios de la identidad


Estos han sido descritos por teóricos basados en los aportes de Erikson, quien se refirió a cuatro escenarios de la
identidad: religioso, sexual, político y vocacional. La identidad no se logra de una sola vez; va construyéndose
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mientras se vive y constituye un proceso, más que un estado permanente para las personas (Grotevant, 1998).

La identidad personal y el proyecto de vida


El proyecto de vida se construye paralelo a la identidad, pero no se confirma completamente mientras que no
se hayan logrado varios aspectos de la misma; sobre todo, en lo que tiene que ver con la identidad vocacional.
Se considera que parte de la identidad es elaborar un proyecto existencial propio, el cual se llevará a la práctica
concreta a partir de los finales de la adolescencia, según se plantea en la Guía para Dirigentes de la Rama Ca-
minantes (Santiago – Chile, 2003).

La adolescencia y el logro de la identidad


De acuerdo con Erikson (1950, 1959), la principal tarea psicosocial de la adolescencia es el logro de la identidad,
y ésta tiene diversos componentes, sexuales, sociales, físicos, psicológicos, morales, ideológicos y vocacionales,
que componen al yo total de la persona. Esto hace que los individuos puedan ser identificados por sus caracte-
rísticas físicas, apariencia y figura, su sexo y los roles de género que desempeñan, sus habilidades sociales y la
pertenencia a grupos, su elección de carrera y los logros académicos, su militancia política, afiliación religiosa,
moral, valores, filosofía y su identidad étnica (Phinney y Alipuria, 1990); también, pueden ser identificados por sus
características de personalidad, ajuste psicológico y salud mental. La identidad es personal e individual: no es
sólo el “yo”, sino también social y colectivamente, es el “nosotros” dentro de grupos y de la sociedad (Hoarce,
1991). Los adolescentes que se aceptan a sí mismos desarrollan una identidad positiva y tienen mayores proba-
bilidades de ser mentalmente sanos.
Algunos componentes de la identidad se establecen antes que otros (Dellas y Jernigan, 1990). Los componentes
físicos y sexuales del “yo” parecen formularse más temprano. Inicialmente; los adolescentes se preocupan por su
cuerpo, su imagen y su identidad sexual. Posteriormente, se preocupan por elegir una vocación y por los valores
morales e ideologías. De modo similar, tienen que tratar con sus identidades sociales al inicio de su desarrollo de
la adolescencia.

Las identidades vocacional, ideológica y moral se establecen gradualmente (Logan, 1983). Una vez que los ado-
lescentes alcanzan la etapa de operaciones formales del desarrollo cognoscitivo, son capaces de explorar ideas
y vocaciones alternativas de manera sistemática. La exploración de alternativas ocupacionales es la tarea más
inmediata y concreta en la medida en que los adolescentes eligen su programa de educación media y deciden
si habrán de continuar con la educación superior (Kroger, 1993). Las ideologías políticas y religiosas por lo común
son examinadas al final de la adolescencia, sobre todo durante los años universitarios, pero pueden formularse
por un periodo de muchos años de la vida adulta (Blustein y Palladino, 1991).

Moratoria psicosocial
Se denomina así al periodo sancionado socialmente entre la niñez y la vida adulta, en el cual el individuo tiene
libertad para experimentar y encontrar una identidad y rol socialmente aceptables.
Erikson, empleó este término para referirse al periodo de la adolescencia durante el cual se puede retroceder,
analizar y experimentar con varios roles sin comprometerse con ninguno. El planteó que la duración de la ado-
lescencia y el grado de conflicto emocional experimentado por los adolescentes es variable entre las sociedades;
el fracaso para establecer la identidad puede ocasionar inseguridades o confusión de roles, y a su vez puede
desencadenar perturbaciones psicológicas latentes.

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Estatus de identidad
Existen muchos estudios tendientes a la validación del constructo psicológico de identidad planteado por Erikson.
Se destacan los de James Marcia, quien construyó un modelo sobre tres suposiciones derivadas de la teoría de
Erikson. Primero, la formación de la identidad del yo implica el establecimiento de compromisos firmes en áreas
básicas de la identidad, como la vocación o la selección de pareja. Segundo, la tarea de formar identidad re-
quiere un periodo de exploración, cuestionamiento y toma de decisiones denominado crisis de identidad. Terce-
ro, la sociedad occidental fomenta un lapso, un periodo o moratoria psicosocial, durante la cual el adolescente
puede experimentar con roles y creencias diversos para lograr el establecimiento de una identidad personal
coherente (Bilsker, 1992).

Identidad lograda
Cuando Erikson describió las ocho etapas de su teoría del desarrollo psicosocial, se manejaba la creencia de que
la identidad se alcanzaba antes de la adultez. Hoy en día esto ha cambiado porque, actualmente, se adicionan
algunos años, desde el final de la escuela secundaria hasta que se asumen las responsabilidades adultas, dán-
dose una extensión a la crisis de identidad.
Al igual que hace 50 años, se considera que la búsqueda de identidad comienza en la pubertad, pero continúa
por mucho más tiempo, la mayoría de los adultos jóvenes todavía están buscando establecer quienes son (Coté,
2006; R.O. Kroger, 2006). Erikson creía que en cada etapa la salida de las crisis anteriores generaba la fundación
de cada nueva etapa, como se pone en evidencia en los adultos jóvenes.
En todo el mundo, los adultos jóvenes ponderan los compromisos religiosos, roles sexuales, lealtades políticas
y opciones laborales, tratando así de reconciliar las esperanzas en el futuro con las creencias adquiridas en el
pasado. Aunque ninguna de estas cuatro identidades se adquiere necesariamente cumplidos los 18 años, dos
de ellas, la identificación étnica y la vocacional, parecen ser casi imposibles de alcanzar hoy en día durante la
adolescencia. Lograr una identidad vocacional es parte del crecimiento, no sólo lo plantean los psicólogos del
desarrollo influenciados por Erikson, sino también por los mismos adultos jóvenes (Arnett, 2004). Para muchos,
ésta es una de las razones por las cuales van a la universidad, lo que no sólo genera una moratoria, sino que es
un paso importante hacia una carrera.

2.2 Autoesquemas
Riso (2003), plantea que, lo que las personas piensan y sienten sobre sí mismos es resultado del aprendizaje y se
almacena en forma de teorías llamadas autoesquemas. Los autoesquemas se fusionan en un todo indisoluble,
conformando el núcleo principal de la autovaloración personal, de tal forma que pueden servir como cimientos
sólidos para edificar un yo fuerte y seguro, o ser la principal fuente de autoeliminación y automenosprecio.
Este autor plantea que hay autoesquemas positivos, que llevarán a la persona a estimarse, y autoesquemas
negativos que la llevarán a odiarse. Si la visión que la persona tiene de sí misma es negativa no se expresará
afecto ya que no cree merecerlo. De igual forma, si esta visión es positiva y no es alimentada se desvanecerá. Es
importante tener en cuenta lo señalado según el mismo autor en cuanto a que “la negación de reconocimiento
personal es una forma de autodestrucción”.

Como se mencionó antes, las sólidas bases para la edificación de un yo fuerte y seguro estarían dadas por el
entrecruzamiento de cuatro aspectos fundamentales que en realidad funcionan como una totalidad indisoluble.
Ellos son:

• El autoconcepto (Qué piensas sobre ti mismo)


• La autoimagen (Qué tanto te gustas)

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• La autoestima, o autorrefuerzo (Qué tanto te premias)
• La autoeficacia (Qué tanta confianza tienes en ti mismo)

Autoconcepto
De acuerdo con Rice (1997), el autoconcepto, es la opinión o impresión que la gente tiene de sí misma. Es el
conjunto de percepciones y actitudes que la gente tiene acerca de sí misma; la suma total de las descripciones y
evaluaciones que la persona hace de sí misma (Chassin y Young, 1981).

El autoconcepto es multidimensional y cada una de sus dimensiones explica roles diferentes (Griffin, Chassin y
Young, 1981). Una persona puede calificarse como marido o esposa, como profesional, como líder comunitario,
como pariente, amigo y así sucesivamente. Esos aspectos diferentes del yo describen a la persona total (Nieden-
thal, Sutterlund y Wherry, 1992).

Los individuos pueden tener autoconceptos diferentes que cambian de vez en cuando y que pueden ser o no
retratos precisos de ellos mismos. Los autoconceptos se elaboran constantemente dependiendo de las circunstan-
cias y de las relaciones confrontadas por el individuo (Palazzi, deVito, Luzzati, Guerrini y Torre, 1990).
El mismo autor (1997), plantea que los hallazgos empíricos han revelado que la diferenciación del yo aumenta
con la edad. Las contradicciones y el conflicto interno son menores al inicio de la adolescencia, alcanzan un pun-
to máximo a la mitad de la etapa adolescente, y al final, empiezan a declinar. Durante la adolescencia media, los
jóvenes desarrollan la capacidad de comparar, pero no de resolver atributos contradictorios del yo. Al final de la
adolescencia aparece la capacidad para coordinar, resolver y normalizar los atributos contradictorios, y se redu-
ce la experiencia de conflicto sobre el tipo de gente que la persona realmente quiere ser (Harter y Monsour, 1992).
Allport (citado por Rice, 1997) afirmó que, la personalidad tiene cierta estabilidad, pero que nunca permanece
exactamente igual; siempre está en transición y pasando por revisiones. Utilizó el termino proprium, que se define
como “todos los aspectos de la personalidad que componen la unidad interna”, para referirse a la identidad
personal, al yo que se desarrolla con el transcurso del tiempo.

Strang (1957) identificó cuatro dimensiones básicas del yo. Primero, un autoconcepto general que consiste en la
percepción global que el adolescente tiene de las capacidades, el estatus y los roles del mundo externo. Segun-
do, autoconceptos temporales o cambiantes, influidos por las experiencias actuales. Tercero, los adolescentes
tienen un yo social, su yo en sus relaciones con los demás y el yo al que los otros reaccionan. Cuarto, a los ado-
lescentes les gustaría ser el yo ideal que han conceptualizado. Quienes disfrutan de una mayor salud emocional
suelen ser aquellos cuyo yo real se aproxima al yo ideal proyectado y quienes pueden aceptarse como son.
En la formación de autoconcepto se encuentra implícito el proceso de autoevaluación. La autoevaluación conlle-
va a la autocrítica, la cual, favorece a la persona si se hace cuidadosamente; es útil para la generación de nuevos
comportamientos, pero si se utiliza exageradamente puede ser generadora de estrés e impactar negativamente
el autoconcepto.

Riso (2003) asevera que, algunas personas por poseer un sistema de autoevaluación no adecuado se rotulan
negativamente por cualquier cosa que hagan. Además, afirma que un nivel exagerado de autoexigencia genera
en las personas patrones estrictos de autoevaluación.

Por otra parte, la utilización adecuada de la autoevaluación, la autoobservación y la autocrítica sirven a las per-
sonas como guía para el cambio. Es importante tener en cuenta que la insatisfacción frecuente ante los propios
logros y la ambición desmedida funcionan a la manera de un motor que puede conducirte a la destrucción. La
autoexigencia es favorable dentro de límites razonables, Riso (2003).

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Galezo (2008), la define como la capacidad de “evaluar” o “valorar” los propios actos, su relación con el medio
externo y en general los fenómenos cotidianos. Refleja la capacidad interna de discriminar entre las cosas que
satisfacen o no, las que interesan o no, las que agradan o desagradan y las que enriquecen o hacen daño.
“El darse cuenta de uno mismo es la llave para cambiar y creer” Dr. Elkins.

Autoimagen
La imagen de sí mismo tiene mucha influencia en el desarrollo de la autoestima. Si no te aceptas a ti mismo, no
podrás modificar la imagen que tienes de ti mismo. Cuando la imagen de sí mismo es baja se desarrolla una
baja autoestima, depresión, ansiedad y desórdenes alimentarios. La mejor manera de cambiar la imagen de sí
mismo es amar y aceptar el cuerpo, dejar de compararse con los demás y estar agradecido de lo que uno tiene.

Autoestima e imagen de sí mismo


La imagen de sí mismo tiene mucha influencia en el desarrollo de la autoestima.
Tres pasos fundamentales para mejorar la imagen de sí mismo:

1. Desarrollar una actitud saludable. A través del ejercicio físico, el descanso y la alimentación balanceada,
sin la presión de tratar de tener un cuerpo perfecto. Cuando usted comienza a cuidar su cuerpo usted comenzará
automáticamente a sentirse mejor acerca de usted mismo, por lo tanto, su autoestima aumentará. Cuando la
imagen de sí mismo es baja se desarrollará una baja autoestima, depresión, ansiedad y desórdenes alimentarios,
este paso ayudará a crear una autoestima saludable.
2. La autoaceptación. Es fundamental porque es el primer paso al cambio. Si usted no se acepta a sí mismo,
no podrá modificar la imagen que tiene de sí mismo.
3. La apreciación. Es el último paso. Aprecie el cuerpo que tiene, aprecie que está vivo y sano. ¿Se ha dado
cuenta que muchas de las imágenes que usted ve en la televisión, en el cine y en las revistas no son ni siquiera
reales?

La mejor manera de cambiar la imagen de sí mismo es amar y aceptar el cuerpo, dejar de compararse con los
demás y estar agradecido de lo que uno tiene. Sé tú mismo y la imagen de ti mismo cambiará y tu autoestima
mejorará.
Según Riso (2003), la imagen corporal propia se forma por la influencia del ambiente social y los medios de
comunicación. En cuanto a la familia como grupo de referencia, si hacen de la belleza física de las personas
una característica apreciable y fundamental, no sólo crean en los niños la necesidad de ser hermosos, sino que
pueden inculcarle ideales inalcanzables de belleza física.

La insatisfacción o satisfacción frente a la propia belleza física también se ve influida por los amigos, el éxito al-
canzado con el sexo opuesto, es decir, la autoimagen es aprendida a través de las experiencias que tenemos con
el ambiente inmediato (Amigos, novio (a), familia, etc.).
Las personas por lo general procesan inconscientemente y en un nivel puramente afectivo lo que se relaciona con
las predilecciones. En esto, cuando se trata de uno mismo, la atención se orienta preferentemente a los defectos,
es decir, el nivel de autocrítica es un tanto cruel debido a los estándares de belleza presentes en la sociedad y
que hemos aprendido sin darnos cuenta.

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Autoestima
Tirado y Pérez (2010) en Cartilla Proyecto de Vida, enuncian que la autoestima es la percepción valorativa del
propio ser, de quien soy, del conjunto de rasgos corporales, mentales y espirituales que configuran la personali-
dad. Ésta se aprende, fluctúa y se puede mejorar; es a partir de 5 y 6 años que se empieza a formar un concepto
de cómo nos ven nuestros padres, maestros, compañeros y las expectativas que se van adquiriendo. Rosemberg,
(1965).
Está constituida por los sentimientos que cada persona tiene de sí misma, es determinada por los logros que se
obtienen y por las expectativas propias. García (1998) (citado por Tirado Evelin, 2005). Si se considera inferior
a los demás o tiene poca confianza para hacer las cosas cotidianas, carece de autoestima. Si por otro lado está
lleno de confianza y se considera competente en la mayor parte de las situaciones, tiene buena autoestima. Está
influida por lo que los otros piensan de nosotros y lo que más va a influir es la opinión de las personas que más
cerca tenemos, las que son importantes para nosotros; la autoestima está compuesta por percepciones, senti-
mientos y comportamientos.

La autoestima se desarrolla cuando ya se han satisfecho las necesidades primarias de la vida y especialmente
cuando se experimentan positivamente cuatro aspectos: establecimiento de vínculos que son importantes para
la persona y que los demás reconocen como importantes (trascendentales). La persona conoce y valora las
cualidades que la hacen singular, apoyándose en el respeto y aprobación que recibe de los demás, por estas
cualidades. Cada persona tiene el poder de disponer del medio, de las oportunidades y de la capacidad para
modificar las circunstancias de la vida de manera significativa. Las personas en la infancia cuentan con modelos
y pautas adecuadas que sirven para establecer sus escalas de valores, objetivos, ideales y exigencias personales.

Características de la persona con alta autoestima


• Es capaz de obrar según crea más acertado, confiando en su propio juicio y sin sentirse culpable cuando a
otros les parece malo lo que ha hecho.
• No emplea demasiado tiempo preocupándose por lo pasado ni por el probable futuro.
• Tiene confianza en su capacidad para resolver sus propios problemas, sin dejarse acobardar por los fraca-
sos y dificultades que experimente.
• Se considera y realmente se siente igual, como persona, a cualquier otra persona, aunque reconoce las
diferencias individuales.
• Da por supuesto que es una persona interesante y valiosa para otros, por lo menos para aquellos con quie-
nes se asocia.
• No se deja manipular por los demás, tiene disposición para colaborar si le parece adecuado.

2.3 Necesidades Básicas y


de Crecimiento
Dice Maslow que el darse cuenta de cómo se es real y profundamente, sería la llave para tener una personalidad
sana, exitosa y creativa. La alta autoestima es un prerrequisito para confiar en el propio organismo, la suficien-
te como para que éste sea el foco de su autoevaluación y la guía de su vida. Sólo una persona que se ama y
respeta es capaz de realizar todo su potencial, en un proceso que cada día la lleva a su total autorrealización.
El planteamiento de Maslow se denomina Teoría de la Jerarquía de Necesidades y se representa por medio de
una pirámide, dividida en dos grandes sectores, el de necesidades básicas o deficitarias y el de necesidades de
crecimiento, las cuales están organizadas en cinco niveles.

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En el primer nivel, están las necesidades fisiológicas, iguales a las de los animales; sin embargo, el hombre, una
vez satisfecha su hambre, busca el siguiente nivel, dejando el primero de ser una meta, para convertirse en un
medio de energía y salud que le permite subir al siguiente, y así sucesivamente se va “liberando” de estas nece-
sidades, que aunque permanecerán siempre, adquieren menor importancia, ya que se van alcanzando niveles
superiores en donde se encuentran mayores satisfacciones.

La satisfacción de las necesidades básicas se obtiene a corto plazo y del exterior. Así, la persona va conforman-
do su naturaleza, llenándose para poder pasar del “recibir” al “dar”. Es un proceso análogo al de una semilla,
primero necesita los nutrientes de la tierra, sol, aire y agua, para formar el tronco y el follaje; una vez que alcance
todo su desarrollo podrá dar flores y frutos por mucho más tiempo del que le tomó desarrollarse.
En el primer sector de la pirámide, el ser humano está ya en condiciones de dar el salto al desarrollo de todos los
potenciales de su espíritu; sus necesidades son ya de crecimiento y autorrealización.

Como ejemplo podría citarse el sentido de pertenencia. Imagínese una maestra que llega a un nuevo plantel; si
se encuentra en un ambiente de rechazo y todavía no ha superado este nivel, sus esfuerzos se volcarán en lograr
aceptación y afecto, aun descuidando su principal labor. Si por el contrario ya superó este nivel por haber vivido
estas experiencias, su finalidad será realizarse a través de su trabajo, o sea, cubrir sus necesidades.

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