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TEMA VI.

LA ILUSTRACIÓN

1. Introducción

“Somos los descendientes directos del siglo XVIII”. ¿Continúa vigente, a principios del
siglo XXI, esta tesis de Paul Hazard? En buena parte, sí. Algunas ideas-fuerza y valores socio-
políticos que surgen o se vuelven hegemónicos –razón, progreso, civilización, tolerancia, utilidad–
en el siglo de las Luces siguen siendo ampliamente aceptados hoy. Por ello, el tema que nos ocupa
nos ayuda a entender el surgimiento de una era o fase histórica conocida como la Modernidad, que
surge en el siglo XVIII vivirá su apogeo en el siglo XIX, y comenzará a ser seriamente cuestionada
en el siglo XX.
Si entendemos cultura en un sentido antropológico, como la manera en términos amplios
de vivir y pensar compartida por un grupo humano, la gran mayoría de las realidades culturales del
siglo XVIII no pueden identificarse entonces con la Ilustración. Por otro lado, la conciencia que
estos pensadores tuvieron de sí mismos se patentiza si atendemos a cómo designaron su época:
Lumières, Enlughtenment, Aufklärung o Illuminismo.

2. El cristianismo como referente civilizatorio fundamental

En el siglo XVIII, la religión cristiana continúa siendo el referente fundamental que


articula la visión del mundo y las prácticas sociales tanto del campesinado como de los hombres y
mujeres de las sociedades. El arte y la destinación del espacio, la onomástica, las costumbres
familiares y las fiestas están moduladas en gran medida por los valores, los símbolos, y las
prescripciones del cristianismo. Las iglesias, protestantes o católicas, se encargan de transmitir la
doctrina y la moral cristianas mediante una predicación ya muy organizada, y mediante el control
de la disidencia política y sobre las costumbres.
Por otra parte, en el siglo XVIII continúa el proceso de difusión del evangelio cristiano en
buena parte del mundo, especialmente en América. Una de las experiencias misionales y socio-
culturales más importante fue la que llevaron a cabo los jesuitas entre los indios guaraníes, en las
llamadas reducciones del Paraguay. En el mundo protestante, el más importante movimiento de
renovación cristiana fue el metodismo, fundado por John Wesley con el objetivo de facilitar en los
entornos culturales el conocimiento de la Biblia y la vivencia cristiana. En las colonias
norteamericanas el metodismo desembocaría después en la creación de la Iglesia Metodista
Episcopal. En la Alemania luterana tuvo gran importancia el pietismo –fundado por Spener–, que
acentuaba los aspectos místicos y caritativos del cristianismo.
Sin embargo, el ascendente social del cristianismo merma sensiblemente en el siglo XVIII
entre las elites de algunos países, especialmente en Francia, Inglaterra y Holanda, por varias
razones: las agrias disputas entre corrientes eclesiásticas; el descrédito que ocasiona a las iglesias la
intolerancia religiosa; la dificultad para armonizar las interpretaciones tradicionales de la Biblia
con las nuevas experiencias culturales y científicas…

2.1. La transición a la civilización de la escritura

En el siglo XVIII tiene lugar la transición e una cultura basada en la transmisión oral a
otra en la que lo escrito tiene ya un importante protagonismo. En toda Europa, y especialmente en
Europa occidental, aumenta sensiblemente la alfabetización, sobre todo en las ciudades, aunque en
diferente proporción según los países, el estrato social y el género.
La transición a la civilización de lo escrito se vio favorecida también por la aparición o
expansión de nuevos medios de comunicación (los diarios y las revistas), así como por la
mitigación de la censura en algunos países. El primer diario inglés, The Daily Courant, apareció en
1702, y 75 años después lo haría el primer diario francés. Esta diferencia cronológica se explica
porque en Inglaterra la ley garantizaba una ley de imprenta básica desde finales del siglo XVII. Por
lo que respecta a las gacetas o periódicos no diarios –semanales en muchos casos–, a lo largo del

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siglo se desarrolló y consolidó una amplia tipología. Algunos periódicos, de orientación general, se
orientaban más hacia la divulgación de noticias políticas y económicas; otros, hacia la creación de
opinión. Entre éstos, el Spectator londinense se convirtió en un punto de referencia. También
surgirían periódicos o revistas especializadas: ya en 1739 surgió en la universidad alemana de
Göttingen una revista dedicada a cuestiones científico-culturales que adquirió gran prestigio.
También existió una prensa especializada en economía, que llegaría a España en el último decenio
de siglo con El Correo Mercantil y El Semanario de Agricultura. La prensa en francés se vio
facilitada por la hegemonía de esta lengua a lo largo de todo el siglo. Un indicador sobre la
preponderancia del francés era el porcentaje de traducciones a esta lengua, que en España
representaba en el siglo XVIII dos terceras partes del total de traducciones. Asimismo, esta
importancia procedía de la época de Luis XIV.
Otro hecho que favoreció la difusión de lo escrito sería que, salvo en ámbitos restringidos,
el latín fue sustituido en cada país por la respectiva lengua vernácula, mientras que el francés
constituía la lengua de relación internacional. Sin embargo, hablando en términos globales, la gran
mayoría de los europeos –salvo en los países nor-occidentales–, siguió siendo analfabeta. Siguió
recibiendo y transmitiendo su visión del mundo el relato y las imágenes, más o menos toscos, más
o menos creativos.

2.2. Cultura ilustrada y cultura popular

Quizá sea en el siglo XVII cuando se diera una mayor distancia entre las formas de pensar
y de vivir de las elites europeas y de la mayoría de la población campesina. Las elites dejaron de
compartir buena parte de los rasgos de la mentalidad popular. A las elites ilustradas les disgustaba
la afición del pueblo a la astrología y a adivinación, las pantomimas burlescas y el resabio de
violencia colectiva que manifestaban muchas fiestas urbanas o campesinas. Numerosos ilustrados
quisieron entablar una lucha contra las llamadas “supersticiones del vulgo”. Pero no puede
contraponerse, de manera simplista, la “cultura popular” a la “alta cultura” o “cultura de elite”
ilustrada. Si es que cabe distinguirlas, la circulación y mutua influencia entre ambas fue un
fenómeno importante, como ha resaltado Roger Chartier.
A finales de siglo, se extendió incluso entre algunos intelectuales una cierta idealización y
admiración por los valores –supuestamente simples y auténticos– del mundo campesino, no
corrompido por la civilización. Conectan con este enfoque la creación del mito del “buen salvaje”
de Rousseau, el interés de Herder por las canciones populares, o la mirada de Goya en sus escenas
costumbristas.

2.3. La hegemonía masculina y el papel social de la mujer

En la mentalidad del siglo XVIII y en la sociedad jerárquica en la que surgió la Ilustración


la esfera pública estaba dominada por los hombres. Las mujeres prácticamente no tenían acceso a
la educación superior ni a los cargos públicos; en cambio, desempeñaban un protagonismo social
clave en algunos servicios eclesiásticos, de asistencia a los pobres, a los enfermos y a los ancianos.
En la mentalidad de la época, no obstante, el papel de la mujer era casi exclusivamente el de esposa
y madre, o el de religiosa, supeditada jurídicamente a las decisiones de los hombres. En ese
ambiente, extraña menos que Diderot, en la entrada “ciudadano” de la Enciclopedia, afirmara que
la mujer no tiene propiamente los derechos de un ciudadano. En Europa hay que esperar a la
coyuntura revolucionaria posterior a 1789 para encontrar reivindicaciones explícitas y articuladas
de los derechos políticos y sociales de las mujeres. En este sentido destaca un ensayo de Condorcet
en 1790 y, de forma más completa, Los derechos de la mujer y de la ciudadana de Olimpia de
Gougues. En Gran Bretaña, una obra clave en esta línea de pensamiento, aunque menos
revolucionaria, fue la Vindication of the Rights of Women de Mary Wollstonecraft.
Pese a las desigualdades de género imperantes, algunas mujeres pertenecientes a la elites
tuvieron en la época de la Ilustración un papel bastante activo como aglutinadoras de círculos de
sociabilidad y de comunicación intelectual. Una de las formas prototípicas de estos círculos fueron
los “salones”, destacando los de Madame Deffand o Madame de Lespinasse.

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3. La Ilustración como movimiento intelectual y sociocultural

Podemos definir la Ilustración como un movimiento intelectual y cultural que engloba un


conjunto amplio de ideas, personajes, obras e instituciones. El término equivalente a nuestra
“Ilustración”, como sustantivo abstracto, surgió por primera vez en Alemania (Aufklärung), en la
década de 1780. Para Kant, la Ilustración era el proceso por el que la humanidad entraba en su
mayoría de edad: se atrevía a pensar por ella misma a través de la razón. La optimista confianza en
la luz de la razón es un hilo conductor común al pensamiento los ilustrados.
Decenios atrás, al estudiar la Ilustración, se ponía el acento más en la búsqueda de una
definición normativa, o en la identificación de un corpus de pensamiento. En los últimos años se
lleva a cabo una visión más multipolar, y podría decirse que el término Ilustración, considerado
tradicionalmente como un canon de grandes textos y doctrinas filosóficas, ha pasado hoy a
referirse, ante todo, a una evolución en las prácticas culturales, modos de representación y formas
de sociabilidad.
Como cronología para la Ilustración, puede adoptarse la que propone Munck: desde 1721
–aparición de las Cartas persas de Montesquieu– hasta 1724 –cuando muere Condorcet y la
revolución francesa deriva hacia unos derroteros radicales ajenos al reformismo ilustrado–. La
época de apogeo de la Ilustración sería, grosso modo, la segunda mitad del siglo XVIII ; sobre
todos los años que median entre 1748 –publicación de El espíritu de las Leyes– y 1774 –relevancia
de Herder y surgimiento del Sturm und Drang alemán (literalmente, “tempestad y empuje”), que
constituyen el antecedente inmediato al Romanticismo–. La Ilustración se extendió por toda
Europa, si bien la Europa del Este llegó de forma más tardía y superficial. También llegaría a las
colonias americanas, y los movimientos emancipadores que protagonizaron no se entienden sin
tener presente la difusión de las ideas ilustradas. Asimismo, ejerció su influencia en movimientos
culturales de calado posteriores, como el liberalismo y el marxismo. Desde el punto de vista
sociológico, la Ilustración concernió fundamentalmente sólo a una elite urbana de nobles y
notables del tercer estado (financieros, comerciantes, funcionarios, profesionales liberales…);
mientras que el mundo campesino permaneció totalmente ajeno a la Ilustración.
Cabe discutir en qué medida los ilustrados fueron verdaderamente innovadores. Para
algunos, más bien defendieron actitudes intelectuales surgidas ya a finales del siglo XVII. En
cualquier caso, es nuevo, al menos, el talante provocador con el que se exponen con frecuencia
estas ideas y el eco social que tienen. En este sentido, la empresa colectiva más emblemática de las
Luces fue la Encyclopédie, dirigida por Denis Diderot y publicada entre 1751 y 1772.

3.1. Ideas y figuras de la Ilustración

¿Qué ideas configuraron la visión del mundo más ampliamente compartida por los
ilustrados? Ante todo, como ya anticipamos, la razón o, más precisamente, la confianza en la “luz”
de la razón. Efectivamente, la confianza en la suficiencia de la razón fue tal vez la idea capital de la
Ilustración. En ella se fundamentó una tendencia al espíritu crítico frente a todo tipo de tradiciones
admitidas. Por este motivo, para alcanzar un espíritu crítico, para los ilustrados fue un aspecto
relevante la instrucción (educación) de la sociedad.
En buena parte de los ilustrados, sobre todo en Francia, el ejercicio de la razón derivó en
una impugnación de los sobrenatural, de la revelación, y de muchas creencias cristianas
consideradas como prejuicios; en un verdadero proceso al cristianismo, y más aún, a la cristiandad
y a la Iglesia católica del Antiguo Régimen. En Francia, entre los ilustrados más destacados
prevaleció la corriente deísta que admitía una religión natural o filosófica –aunque hubo también
pensadores ateos, como Helvetius o D´Holbach–. En Alemania, en cambio, las relaciones entre
cristianismo e Ilustración fueron en general más dialogales. Con todo, la mayoría sociológica de
los ilustrados fue cristiana; y aceptaban a la vez que la razón humana es limitada y se funda en la
razón divina encarnada en cristo. En definitiva, lo que buscaban era un cristianismo más razonable.
Asimismo, la visión del mundo ilustrada es deudora en buena medida del cristianismo. Así, por
ejemplo, en su concepción universal y teleológica de la existencia humana. Otras importantes
nociones ilustradas eran la naturaleza, la tolerancia, el progreso y la civilización:

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 La naturaleza, que reemplaza con frecuencia a dios, y era entendida como algo
simultáneamente real e ideal.
 La tolerancia civil de diversas condiciones religiosas era preconizada por los ilustrados
para superar el clima de persecuciones anteriores por motivos confesionales.
 La creencia en el progreso de la civilización, tanto en el plano material como ético. De
cara a conseguir este progreso, los ilustrados concedían una atención muy importante al
desarrollo de los conocimientos útiles para el dominio de la naturaleza y la creación de
bienestar y riqueza material.
 La civilización, para los ilustrados, indicaba a un tiempo el estadio avanzado de la
sociedad y de la cultura, así como el proceso por el que se había llegado a dicho estadio.
La civilización, como estadio avanzado, englobaba no sólo un conjunto de conocimientos
y valores culturales, sino también un desarrollo tecnológico y político-social.

El primer gran filósofo ilustrado fue Montesquieu, un importante jurista afincado en


Burdeos. En sus Cartas persas reflexiona satíricamente sobre la política y cultura francesa de
finales del reinado de Luis XIV. Pero su gran obra es El Espíritu de las Leyes, un estudio
sistemático y comparativo de los regímenes políticos, con fuerte influencia de Locke, engarzado en
una filosofía racionalista del derecho y de la sociedad. En esta obra, Montesquieu preconiza el
modelo inglés de soberanía limitada y con separación de poderes. La admiración por las ideas
políticas de Locke fue también compartida por Voltaire, quien residió algún tiempo en la corte de
Federico II de Prusia y de Catalina II de Rusia, grandes representantes del despotismo ilustrado.
Voltaire, sin embargo, fue un acerbo crítico del régimen político y de las instituciones francesas,
cuyo poder de represión había padecido él mismo. Por otro lado, cultivó multitud de géneros
literarios: poemas como La Henriada (homenaje a Enrique IV, que puso fin a las guerras de
religión en Francia); obras de historia como El siglo de Luis XIV; obras de sátira y polémica
religiosa como La doncella, sobre Juana de Arco; y un Diccionario filosófico para difundir su
pensamiento. La ambigua, a veces cínica, actitud de Voltaire respecto a la religión estuvo teñida de
un fuerte anticlericalismo y desdén hacia lo sobrenatural, propugnando una religión razonable y
natural.
Denis Diderot es otra de las figuras clave de la Ilustración, sobre todo como director junto
a D´Alambert de la empresa intelectual colectiva más importante de la misma: la Enciclopedia.
Unos 130 redactores colaboraron en sus artículos, de tal manera que en 1765 se publicaron los
diecisiete volúmenes de texto que la integraban; y en 1773 estaban ya listos los once de grabados.
Las prohibiciones que sufrió esta magna obra se atemperaron tras el apoyo que recibió de algunos
personajes influyentes del entorno cortesano, y la presión de lo que más tarde se llamaría opinión
pública. Una opinión pública que la Enciclopedia, cuyo éxito fue considerable, contribuyó a crear.
Se publicó, traducida y adaptada, en otros países, aunque en Europa central no tuvo buena acogida.
De entre todos los colaboradores, uno de los más célebres fue Rousseau, cuya vida turbulenta
conocemos a través de sus Confesiones. Rousseau, considerado en ocasiones como un ilustrado
radical, es un heraldo del pensamiento democrático y de la soberanía popular en El contrato social.
Sin embargo, la reivindicación que hace Rousseau del sentimiento, y sus dudas respecto al
progreso de la civilización, le aproximan también a posturas románticas. Asimismo, mostró un
gran interés teórico por la educación en el Emilio, aunque abandonase a sus propios hijos.
En Edimburgo, la capital escocesa, encontramos algunas de las figuras más importantes
del pensamiento ilustrado. Sobresale David Hume, que orientó el empirismo de Locke hacia un
escepticismo epistemológico; y la figura de Adam Smith, cuya Riqueza de las naciones es una
piedra miliar de la teoría económica, especialmente de la liberal. Sin abandonar el mundo
británico, por lo que respecta a Inglaterra, cabe mencionar a Locke como precursor de la
Ilustración, y mencionar al historiador Edward Gibbon, quien relacionó el cristianismo con la caída
del Imperio romano. En Alemania, la figura de Kant plantea la complejidades y características de
la variante germana de Ilustración: en la Crítica de la razón pura postula que las condiciones y
posibilidades del conocimiento se fundamentan en la estructura creativa de la razón; y en la Crítica
de la razón práctica, obra en la que se ocupa del ámbito de los valores, Kant propone una ética

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autónoma y un vago deísmo, al margen del cristianismo. Políticamente, Kant fue un liberal
moderado interesado por la “paz perpetua”.
Aunque en España y en Italia el movimiento ilustrado tuvo bastante menos espesor social
que en Francia, Gran Bretaña, o Alemania, contó también con figuras importantes y algunos
sectores en los que calaron las nuevas ideas y actitudes. En Italia destaca Cesare Beccaria,
comprometido con la reforma humanizadora de los terribles procedimientos penitenciaros y
penales del Antiguo Régimen. Por otro lado, en el mismo país, en los márgenes de la visión del
mundo ilustrada cabe ubicar, en cambio, al filósofo de la historia y de la cultura Giambattista Vico,
autor de la Ciencia Nueva y antecesor original del historicismo del siglo XIX. En España, se dio en
el siglo XVIII una Ilustración católica y, lejos del radicalismo francés, las actitudes de los
ilustrados españoles fueron por lo general moderadas y reformistas.

4. Límites, ambigüedades y contradicciones de la Ilustración

El movimiento de las Luces apenas afectó al mundo campesino e, incluso en las formas de
pensar y vivir de los grupos urbanos alfabetizados, es necesario acotar el impacto del fenómeno
ilustrado, y mucho menos confundirlo con la cultura del siglo XVIII. Asimismo, hubo otras
corrientes intelectuales influyentes al margen de la Ilustración, o incluso frontalmente opuestas a
ésta. Por ejemplo, se constata que en el siglo XVIII se produjo más bien una superposición de la
cultura ilustrada sobre la escolástica y la barroca, que una sustitución de aquéllas por ésta. De
hecho, algunos autores combatieron las ideas ilustradas porque identificaban, en bloque, la
moderna filosofía contra el ateísmo y la irreligión.
Por tora parte, no puede trazarse una nítida demarcación entre el clima cultural ilustrado y
el romántico. Debe hablarse más bien de un solapamiento. De cualquier modo, frente a los valores
universales y racionales, con un cierto regusto francés en la práctica, la generación que salió a la
palestra en Alemania en el decenio de 1770 comenzaba a reivindicar el valor de la cultura
específicamente nacional, de la intuición poética y del sentimiento. El encuentro entre Herder y
Goethe fue decisivo para el nacimiento del movimiento prerromántico del Sturm und Drang, que
reivindicaba la libertad estética del genio creador contra las normas del racionalismo clasicista
ilustrado. Sin embargo, el Sturm und Drang concidía con la tendencia emancipadora contenida en
la Ilustración, en la reivindicación de la libertad política frente a la tiranía.
En Inglaterra, la corriente prerromántica fue todavía más precoz que en Alemania, y se
caracterizó por un sentimiento moralista y por hacer de la naturaleza un motivo estético capital.
Las novelas de Samuel Richardson, como Pamela, y las líricas reflexiones sobre la vida y la
muerte de Edward Young, en Los pensamientos nocturnos, son algunas de las obras clave del
prerromanticismo inglés.
En cierto modo, la revolución francesa fue propiciada por la difusión de la actitud crítica,
que preconizaba la Ilustración, aunque este factor intelectual sea sólo uno –y probablemente no el
más importante– de los que originaron la revolución. Ésta puede verse como el corolario de la
Ilustración, pero también como el fin de una época, ya que la revolución se internó por unos
derroteros alejados del reformismo mayoritario entre los ilustrados.
Por otro lado, en cuanto a las ambigüedades, los filósofos ilustrados alimentaron la ilusión
de que la naturaleza y la razón proporcionaban unos criterios universales, morales y políticos
alternativos a los del cristianismo. Pero el concepto de naturaleza al que siempre se apelaba podía
ser entendido de muy diferentes formas: podía leerse en ella simplicidad, orden, armonía, leyes; o
quizá conflicto, complejidad y espontaneidad. Tampoco el recurso a la razón era menos ambiguo:
la supeditación a la razón podía fundamentar un gran poder de la autoridad y del estado; pero podía
también apelarse a la razón individual para legitimar espacios de autonomía frente al poder.
Finalmente, las contradicciones propias del pensamiento ilustrado darían paso a su fragmentación
en distintas tendencias, muchas veces antagónicas: liberalismo y socialismo, neoclasicismo y
romanticismo, nacionalismo y universalismo, pragmatismo e idealismo… Si bien, el siglo XIX
vivió todavía del optimismo progresista de la Ilustración; pero en el siglo XX, varias amargas
experiencias a gran escala han hecho que se comience a cuestionar seriamente en occidente la fe
ilustrada. De seguir siendo ilustrados, lo somos de un modo mas cauto y escarmentado.

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