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TEMA III.

EL PARLAMENTARISMO BRITÁNICO

1. Introducción

En la segunda mitad del siglo XVIII, frente a los modelos basados en la autoridad
monárquica, las Provincias Unidas y la Monarquía inglesa ofrecían opciones dominadas por el
pacto y la mayor participación social en la vida política. Inglaterra, y luego Gran Bretaña, lo
hicieron enfatizando los valores parlamentarios y la common law como auténticos límites a la
autoridad del monarca. La opinión más extendida aun hoy es que la Glorious Revolution de 1688
fue una revolución liberal, la primera de la historia; que John Locke asentó sus principios y, a la
vez, también los valores que sustentaban el modelo de monarquía parlamentaria que, ya en su
momento, ofrecían una alternativa al absolutismo que practicaba la monarquía francesa. Por otro
lado, la historiografía marxista considera que la Glorious Revolution fue la consecuencia de una
confrontación entre la burguesía incipiente y la vieja aristocracia terrateniente, que condujo a una
renovación de las elites de la sociedad inglesa y propició modificar, no sólo la correlación de
fuerzas entre grupos sociales, sino también entre la corona y el parlamento.
No obstante, para tener una idea veraz de los cambios políticos conocidos en la Inglaterra
de la segunda mitad del siglo XVII es preciso, primeramente, analizar las causas (factores
políticos, religiosos, económicos, constitucionales…) y la participación social en la revolución;
describir lo ocurrido y evaluar sus resultados y beneficiarios; así como la significación de los
cambios políticos en el marco de la Europa occidental del momento.

1.1. Breve cronología de la Revolución inglesa

 1628 Petición de Derechos del Parlamento al rey


 1629 Gobierno Personal de Carlos I tras disolución del Parlamento
 1640 Rebelión en Escocia, liderada por presbiterianos, e invasión N. Inglaterra.
 1641-53 Parlamento Largo.
 1642. New Model Army
 1647 Acuerdo del Pueblo
 1649 Ejecución de Carlos I y expulsión de realistas del parlamento
 1653-58 Protectorado de Cromwell.
 1660 Restauración de la monarquía con Carlos II Estuardo.
 1689 Revolución Gloriosa. Declaración de Derechos. Gobierno rey con Parlamento

2. Los problemas de la monarquía restaurada en Inglaterra (1660-1688)

En mayo de 1660, recibido por el cromwelliano general Monk, desembarcaba en Dover el


soberano que protagonizó la Restauración monárquica en Inglaterra: Carlos II. Con su entrada
triunfal en Londres se abría una nueva época de definición de un marco constitucional que permitía
superar las incertidumbres creadas entre los generales cromwellianos y el propio Richard
Cromwell; así como equilibrar fuerzas contrarias: por un lado, las favorables a la autoridad
monárquica; y por otro, las que destacaban los límites al ejercicio de esta autoridad, amparadas en
las viejas costumbres británicas y en la common law. Éstas últimas fueron preconizadas por el
teólogo Richard Hooker, el juez Edward Coke, y el médico y tratadista William Petty, autores de
algunos de los escritos más influyentes en el contractualismo británico del siglo XVII, además del
propio John Locke.
La Restauración monárqucia en Carlos II –que ya era rey de Escocia desde 1649–, no
resolvió sin embargo algunos de los graves problemas que bullían en esta sociedad, tanto en el
terreno político como en el religioso, hacendístico, social y constitucional. Ya antes de su sucesión,
el temor a que su sucesor fuera un católico había suscitado la oposición de las elites anglicanas y
del grupo que fue articulándose en torno a lord Shaftesbury, el protector de Locke. Ambos,

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Shaftesbury y Locke, desarrollaron un enorme activismo político entre las décadas de 1660 y 1680,
y los whig estuvieron detrás de cada conspiración para derrocar al rey. Con cualquier pretexto, los
católicos fueron una y otra vez acusados de sucesos y conspiraciones. Se les asociaba a las ideas de
absolutismo, intransigencia y conspiración tiranicida: una negativa imagen, la de Luis XIV,
sintetizaba todo esto y mostraba el modelo de soberano católico. En esta línea, se acusó a los
“papistas” del incendio de Londres de 1666 y en 1678 se les atribuyó un complot para acabar con
la vida del rey, todo ello fruto del activismo whig. A pesar de ello, el rumor sobre un complot
católico sirvió de pretexto para aprobar una legislación (Test Acts) que excluía del gobierno, de la
administración y las universidades a los católicos y a los grupos sectarios, no anglicanos, del
protestantismo. La propaganda anti-católica fue aún más intensa después de que Luis XIV revocara
el Edicto de Nantes.
La confrontación religiosa se acentuó cuando el católico Jacobo Estuardo sucedió a su
hermano Carlos en 1685. Este hecho colocaba en el trono no sólo a un católico, sino también al
protagonista de las represión de las insurrecciones whig de 1683 y 1685. Para entonces, la
monarquía había desplegado iniciativas tendentes a lograr una mayor concentración del poder en el
rey y a disminuir el peso de las instituciones representativas, las corporaciones y la participación de
los territorios no ingleses en los destinos de la corona. El problema de la integración territorial bajo
la corona inglesa era muy complicado: ni irlandeses ni escoceses se sentían a gusto bajo la misma
corona que los ingleses, quienes, por su parte, limitaban la participación de estos territorios en sus
cada vez más prósperos negocios comerciales en el exterior.
El rigor de la represión que siguió a la rebelión escocesa de Argyll (1685) tuvo un gran
coste político en las Lowlands escocesas para la monarquía inglesa. De esta manera, Argyll no se
explica teniendo sólo en cuenta las conspiraciones whig, sino todo un marco de conflictos anglo-
escoceses. Toda la frontera con Inglaterra era sacudida por las acciones de la Hueste de las
Montañas, un ejército informal integrado por bandidos que articulaba la oposición presbiteriana
contra la administración inglesa. A finales de los setenta, no obstante, los clanes habían ido
retirando su apoyo a estos bandidos y algunos se refugiaron en Irlanda. Otros, ante la presión de los
tribunales de barones y de la administración inglesa, huyeron a la Holanda de Guillermo de Orange
–y regresarían con él en 1689–. Si bien, la sociedad escocesa del siglo XVII no era un frente
homogéneo contra los ingleses, sino que estaba muy fragmentada. Los clanes eran más fuertes en
el norte, entre los highlanders, que eran un tercio de la población escocesa, tenían lengua propia y
eran mayoritariamente episcopalistas. Después de 1688, los highlanders apoyarían las causa
jacobita. Los lowlanders hablaban un dialecto del inglés y, siendo mayoritariamente presbiterianos,
apoyaban la causa antijacobita. Así, Argyll reflejaba las aspiraciones de los lowlanders.
Por su parte, la sociedad irlandesa era muy heterogénea por su origen, religión y
participación en la propiedad de la tierra. Ese rasgo se había acentuado como consecuencia de la
administración cromwelliana, cuando más de siete mil señores católicos fueron desposeídos de sus
propiedades. La Restauración se las reintegró a no más de un millar de ellos, lo que no contribuyó
a solucionar los problemas sustancialmente. En la segunda mitad del siglo XVII, además, había
una aguda tensión en Irlanda entre el Ulster y el Sur y, en la parte meridional, entre los ámbitos al
este y oeste del Shannon. Al oeste dominaba la pequeña propiedad y la debilidad económica era
estructural para la mayor parte de unas familias campesinas predominantemente católicas; al este
se habían asentado algunos colonos con frágiles explotaciones; eran ingleses católicos huidos de
Inglaterra o antiguos soldados de los ejércitos de Cromwell que, en su mayor parte, simpatizaban
con la Iglesia de Irlanda. En el Ulster, la población se repartía entre campesinos católicos,
progresivamente incorporados al trabajo en pequeñas industrias textiles; y colonias de
presbiterianos escoceses fugados. Una cuarta región se perfilaba en el suroeste de la isla: era el
área más pobre, poblada por campesinos miserables, casi siempre excluidos de la propiedad de la
tierra que trabajaban.

3. La Revolución Gloriosa (1688-1689)

El acceso al trono de Jacobo II varió el rumbo de la política de su hermano y antecesor


Carlos II. Jacobo II no sólo abrió las puertas de instituciones y del gobierno a los católicos, sino

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que también otorgó mayor tolerancia a los disidentes protestantes: anabaptistas, cuáqueros y
presbiterianos. En estos momentos estaban presentes en Inglaterra tres grandes grupos políticos:

 Los tories querían estabilidad política y evitar enfrentamientos. Pero eran marcadamente
anticatólicos y cada vez más opuestos a Jacobo II.
 Los whigs tuvieron mayor activismo político a través de rebeliones, conspiraciones,
propaganda. Buscaron la alianza con Guillermo de Orange, yerno de Jacobo II, casado
con su hija María.
 Los jacobitas tenían su origen en la política del rey de incorporar a los católicos a los
altos cargos de gobierno y administración. Fueron muy activos en el exilio y desde la
disidencia, tras el triunfo de la Gloriosa Revolución, en Escocia, en Irlanda y en Francia.
Sus reivindicaciones se mantuvieron hasta finales del siglo XVIII.

En los meses de junio y julio de 1685, desde Holanda los exiliados whig alentaron la
llamada rebelión de Monmouth, que desde el sur de Inglaterra se extendió por el oeste y por las
Midlands. Aumentaron los apoyos de la gentry (baja nobleza y burguesía terrateniente) a la causa
whig al tiempo que estallaba en Escocia la rebelión de Argyll. No obstante, ambos desplazamientos
fueron aplastados por Jacobo II, quien puso a los presos a disposición del juez Jeffreys,
responsable de que por los caminos de Wessex colgaran de cordeles largas hileras de cadáveres de
los rebeldes, bañados en brea. Jacobo II aprovechó la ocasión para reformar y fortalecer su ejército,
pero la situación se fue reforzando cada vez más y, en su rechazo al monarca, whigs y tories
aproximarían cada vez más sus posturas.
En agosto de 1688 la reina María dio a luz al Príncipe de Gales, anunciando una dinastía
católica para Inglaterra, con todas las connotaciones que eso tenía. Lord Halifax, un dirigente tory,
llamó a la causa común de los protestantes contra el rey. El contacto de éstos con Guillermo de
Orange fue cada vez más frecuente: en Holanda, un núcleo de exiliados whig, entre los que se
encontraba John Locke, crearon el clima adecuado para que Guillermo tomara una decisión. En
octubre de 1688, la diplomacia holandesa y el activismo whig en el exilio propiciaron el Acuerdo
de Magdeburgo: Brandemburgo, Sajonia, Hannover, Hessen-Kassel y Dinamarca entablaron el
compromiso de favorecer la invasión de Inglaterra por Guillermo de Orange, al tiempo que
mantenían ocupadas las tropas de Luis XIV en el Rin. De esta manera, en noviembre tuvo lugar el
desembarco holandés en Torbay, y este ejército avanzó sin oposición hasta Londres. Líderes whigs
y tories alentaban los levantamientos en las Midlands y en el Norte, así como las adhesiones
sociales a los invasores.
Jacobo II escuchó las demandas de Guillermo de Orange y de los parlamentarios. Después
aceptó un pacto para destituir a los católicos de sus responsabilidades políticas y militares,
proclamar un perdón general y convocar al parlamento. Pero en diciembre de 1688 el rey quemó
los documentos del acuerdo, rompiendo así unilateralmente con el pacto, y acto seguido huyó de
Londres con toda su familia después de haber arrojado el sello real al Támesis. Sin embargo,
capturado por unos pescadores en el Canal de la Mancha, el monarca retornó ignominiosamente a
Londres, logrando definitivamente huir de Inglaterra el día antes de Nochebuena.
La pérdida del sello real y la huida de Jacobo II plantearon un gravísimo problema
constitucional: debía decidirse cómo interpretar la huida del rey; y debía hacerlo un parlamento
que, por otro lado, no podía ser convocado sin monarca y sin sello real. En este clima de
incertidumbre hubo una frenética política para evitar el estallido de una nueva guerra civil. Tras la
muerte de Cromwell, la transición hacia la Restauración se había asentado en una Convención, y se
planteo que este mecanismo podía sacar al país del atolladero constitucional: se comisionó a lord
Halifax presidente de los Lores para dirigir el proceso. Las opciones que se barajaban eran varias:
desde la monarquía electiva hasta la declaración de incapacidad de Jacobo II y de ilegitimidad del
Príncipe de Gales, encargando de la regencia a Guillermo de Orange (guillermitas), bien a su
esposa (marianitas) o a ambos conjuntamente. Todo esto se discutía en el marco de una
convención cuyas elecciones se convocaron y resolvieron con cierta serenidad, habida cuenta de
que la connivencia whig-torie ya había encauzado el proceso. En febrero de 1689, dos meses

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después de la huida de Jacobo II, Halifax ofreció a Guillermo y María la corona de Inglaterra. El
23 de febrero, el mismo día que se aprobaba el documento que establecía el marco de relaciones
entre corona y parlamento –el Bill of Rights–, Guillermo y María eran coronados reyes de
Inglaterra. El Bill of Rights establecía un nuevo pacto constitucional que asentaba el derecho de
prensa, libre del control monárquico; el carácter no permanente del ejército; reconocía que los
impuestos debían pasar por el parlamento y ser allí aprobados; asentaba las bases para la división
de poderes entre legislativo y ejecutivo; así como para garantizar la libertad individual y la
propiedad privada. En general, esta nueva Carta Magna consagraba la existencia de una limitación
parlamentaria a la corona: los gobernantes debían respetar las leyes del parlamento, y éste debía
reunirse al menos anualmente por razones financieras. El nuevo pacto constitucional asentaba la
sucesión en María, pasando la línea a su hermana Ana en el caso de que los reyes no tuviesen
descendencia. Por tanto, se excluía de la línea sucesoria al hijo de Jacobo II.
Todo esto, junto con el reconocimiento por parte de los monarcas del Bill of Rights, que
limitaba la autoridad del rey y proporcionaba una mayor participación a las elites inglesas en el
gobierno, configuró un modelo de monarquía limitada que se fue asentando en las décadas
posteriores, a pesar de la oposición jacobita, espoleada particularmente desde Francia e Irlanda. El
Act of Settlement de 1701 consolidó todo el esquema: suponía el acuerdo para la sucesión al trono
en la casa de Hannover y la regencia de Ana Estuardo, tras la muerte de Guillermo III, hasta su
propio fallecimiento en 1714.
Guillermo y María buscaron soluciones a los graves problemas del país: lograr su
equilibrio interregional, superar la cuestión religiosa y aplacar la inestabilidad financiera. La mayor
parte de los problemas religiosos se resolvieron al considerar la liturgia anglicana como
integradora para otras opciones religiosas (Comprehension Bill) y proclamar la tolerancia religiosa
(Toleration Act), que llegaba hasta lo cuáqueros y permitía el culto a los no anglicanos, eximiendo
las penas impuestas por los Test Acts. No era una tolerancia religiosa que se planteara en términos
absolutos, pues expresamente excluía a católicos y ateos. En otro orden de cosas, la coronación de
Guillemro y María tuvo una rápida resonancia en Irlanda y Escocia, donde aun se recordaba el
ajusticiamiento del conde de Argyll en 1685. Esto hizo que ya antes de la huida de Jacobo II, en
diciembre de 1688, hubiera tumultos anti-católicos en Edimburgo. En Irlanda, por otro lado, se
apoyaba la causa jacobita. Guillermo III presionó entonces militarmente desde el norte de la isla,
recuperó todo el Ulster, y desde allí fue avanzando hacia el sur. En octubre de 1691 se llegó al
Tratado de Limerick, que ponía fin al conflicto. Se acabó con la resistencia jacobita irlandesa y se
inició una reacción protestante, marcada por una dura represión. Esto, de nuevo, agrandó la
fractura entre una población irlandesa mayoritariamente católica y un gobierno protestante.
No obstante, el movimiento jacobita iría debilitándose poco a poco, hasta extinguirse un
siglo después, en 1788, con la muerte de Carlos Estuardo, último descendiente directo de Jacobo II.

4. Las consecuencias de la Gloriosa Revolución

La consecuencia más evidente fue el reforzamiento del parlamentarismo británico. Este


control por parte del parlamento fue palpable en la Hacienda, creándose el Banco de Inglaterra en
1694. Asimismo, las deudas reales pasaron a ser deuda pública avalada por el parlamento, y esta
institución era la que aprobaba la financiación del ejército. En 1707, durante la regencia de Ana
Estuardo, se crearía Gran Bretaña a través de la unión de Inglaterra y Escocia. Además, la
Revolución Gloriosa supuso el inicio del Imperio inglés, conformándose como la potencia
marítima hegemónica y obteniendo un importante poder en materia comercial y financiera.

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