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Índice

Introducción
Travesías teóricas, históricas y etnográficas ........................................ 11

LA PARTIDA

Capítulo 1
Los inicios, entre teorías y experiencias................................................ 23
Una etnografía con los tobas .......................................................................... 23
La antropología del cuerpo y los estudios de performance............................ 29

PRIMERA TRAVESÍA
Diseño de tapa: Luciano Tirabassi U. Los cuerpos teóricos
Foto de tapa: Luciano Tirabassi U. Diálogos entre la etnografía, la filosofía y el psicoanálisis
Armado: Ana Souza
Introducción .................................................................................................. 39
© Silvia Citro, 2009 Capítulo 2
© Editorial Biblos, 2009 Variaciones sobre la corporalidad .......................................................... 43
Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires Una filosofía desde los cuerpos: Nietzsche y Merleau-Ponty........................ 43
info@editorialbiblos.com / www.editorialbiblos.com La “carne”: historias de invisibilización y exotización .................................. 49
Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723 La hipótesis del vínculo del cuerpo con el mundo ........................................ 59
Impreso en la Argentina Danza, voluntad de poder y pulsión .............................................................. 61
La hipótesis del poder desde el cuerpo sobre el mundo ................................ 71
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la trans-
La dialéctica de los seres-en-el mundo y la libertad .................................... 72
misión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea
electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el per-
miso previo y escrito del editor. Su infracción esta penada por las leyes 11.723 y 25.446. Capítulo 3
Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos .................... 83
Esta primera edición de 1.000 ejemplares Paradojas de la observación participante ...................................................... 84
se terminó de imprimir en Primera Clase, Dialéctica y políticas del conocimiento .......................................................... 86
California 1231, Buenos Aires, El acercamiento-distanciamiento en el campo .............................................. 90
República Argentina, Entre fenomenologías y sospechas (pos)estructuralistas ............................ 100
en marzo de 2009. Historicidades, condiciones sociales de existencia y hábitos ................ 101
Cuerpo y discurso en las genealogías y matrices Capítulo 7
simbólico-identitarias .............................................................................. 104 Jóvenes: corporalidades intersticiales ................................................ 243
Los géneros performáticos en perspectiva dialéctica ............................ 111 Introducción .................................................................................................. 243
Del nmi a la cumbia evangélica .................................................................... 244
Epílogo Los bailes nocturnos: creatividad y placer ............................................ 244
La dialéctica de los cuerpos significantes .......................................... 115 Los cancionistas del Evangelio: entre sueños, gozos y grabaciones .... 253
Genealogías y disputas sobre la rueda ........................................................ 262
SEGUNDA TRAVESÍA La r u e d a del poder: ¿rueda de ángeles o de potenciales chamanes? ...... 265
Los cuerpos históricos La rueda del placer: ¿un nuevo baile nocturno? .................................... 272
Genealogías de los cuerpos e imaginarios tobas El disciplinamiento: control de los gestos e imagen corporal .............. 279
La administración de la rueda: secretarios, pastores y performance
Introducción ................................................................................................ 119 legal-burocrática ...................................................................................... 286
Los gozos y la ambivalencia del poder de la música y la danza ................ 288
Capítulo 4 El ser-en-el-mundo intersticial: subjetividades, corporalidades y
De cazadores guerreros a trabajadores rurales.................................. 121 estéticas .......................................................................................................... 291
“Salvajes” pero fuertes: masculinidad y resistencia del guerrero .............. 121
Los trabajadores agrícolas: misiones católicas, militares Capítulo 8
y capitalismo .................................................................................................. 128 Mujeres: la poderosa amenaza de la carne .......................................... 297
Introducción .................................................................................................. 297
Capítulo 5 Del niematak al cumpleaños de quince: rituales de iniciación femenina ...... 299
Evangelios y peronistas ............................................................................ 133 Fase de separación: prescripciones y mitos sobre la mujer .................. 299
El nuevo poder de los blancos: encuentros con los dioses y con Perón ...... 133 Fase liminal y fase de agregación .......................................................... 306
El dios Luciano y los menonitas norteamericanos: la creación de Un cuerpo más abierto y poderoso................................................................ 311
las iglesias aborígenes formoseñas ...................................................................... Experiencias e imaginarios sobre la corporalidad femenina ................ 311
Los tobas evangelio en un mundo blanco: autonomía e integración, La matriz simbólico-identitaria de los géneros...................................... 316
trabajo rural y clientelismo político ............................................................ 147 Controles y disputas en las relaciones de género ........................................ 322
Hegemonías, disputas y dilemas en las identidades tobas ........................ 159
EL REGRESO
Epílogo
Del equilibrio adaptativo al movimiento dialéctico.......................... 169 El desafío de la síntesis dialéctica ........................................................ 327

TERCERA TRAVESÍA Bibliografía y fuentes................................................................................ 335


Los cuerpos rituales
Entre el Evangelio y los “antiguos”

Capítulo 6
Ancianos: los cuerpos del poder ............................................................ 175
Gestos y sonidos del poder de curación: chamanismo y Evangelio ............ 175
En el mundo de los no humanos: corporeidad de los espíritus,
señas y contagios de la carne .................................................................. 188
En el mundo humano: conflictos intersubjetivos y certezas
del pensamiento ...................................................................................... 200
Las danzas de gozo y la sanidad .................................................................. 213
La eficacia ritual: el poder del goce en el cuerpo .................................. 221
La dialéctica del ser-en-el-mundo toba: el devenir del poder y
la salud-enfermedad ...................................................................................... 240
INTRODUCCIÓN

Travesías teóricas, históricas y etnográficas

Vamos a caminar en la tierra con nuestros propios


pasos, en nuestro propio sendero. Si podemos copiar
algo importante de la cultura del hombre blanco
[doqshi], lo que parece edificación para la comunidad
no lo vamos a negar. Siempre buscamos escuchar cosas
nuevas que parecen edificar nuestra comunidad.
Pablo Vargas, Colonia Aborigen Misión Tacaaglé,
Formosa, 1999

Habitualmente, ante todo se intenta alejar la con-


tradicción, apartándola de las cosas, de lo existente, y
de lo verdadero en general; se afirma que no hay nada
que sea contradictorio. Al contrario, luego, se imputa
la contradicción a la reflexión subjetiva, que, por
medio de sus referencias y comparaciones la había
establecido en primer lugar [...]. Sin embargo, la expe-
riencia común manifiesta ella misma que por lo menos
hay una multitud de cosas contradictorias, de ordena-
mientos que se contradicen, etc., cuya contradicción no
se presenta sólo en una reflexión extrínseca, sino en
ellas mismas [...], es lo negativo en su determinación
esencial el principio de todo automovimiento, que no
consiste en otra cosa, sino en una manifestación de la
misma contradicción [...]. El mismo movimiento
extrínseco sensible representa su existencia inmediata.
Algo se mueve no sólo porque se halla en este momento
aquí y en otro momento allá, sino porque en uno y el
mismo momento se halla aquí y no aquí, porque en este
aquí existe y no existe conjuntamente [...], el movi-
miento es la contradicción misma en su existencia.
W.G.F. Hegel, Ciencia de la lógica

[ 11 ]
12 Silvia Citro Travesías teóricas, históricas y etnográficas 13

El misticismo en que se envuelve la dialéctica en metáfora eficaz para organizar el texto, en tanto involucra el recorrido por
manos de Hegel no impide absolutamente que sea él diferentes senderos sobre los que intenté erigir algunos puentes: las teorías
quien haya expuesto primero sus formas generales de sobre el cuerpo y la vida social construidas desde la antropología, la filosofía
movimiento de un modo comprensivo y consciente. y el psicoanálisis (primera parte), la historia (segunda parte) y la etnografía
Hegel pone la dialéctica al revés. No hay más que darle (tercera parte) realizada con los tobas. La dialéctica es el enfoque con el que
la vuelta para descubrir el núcleo racional bajo la intento arribar a las siempre parciales y provisorias síntesis entre estos cami-
envoltura mística [...]. En su forma racional, es un nos del conocer.
escándalo y un horror para la burguesía y sus corifeos Comenzaré este recorrido introductorio señalando algunas de las imáge-
doctrinarios; porque en la comprensión positiva de lo nes y experiencias que originaron esta metáfora de la travesía, y que los epí-
existente incluye la inteligencia de su negación, de su grafes aquí citados buscan evocar. En primer lugar, la imagen de la travesía
necesaria caída; porque lo concibe todo en movimiento, permite simbolizar ese “mundo en movimiento”, impulsado por sus propias
y también, por lo tanto, como formas perecederas y contradicciones, que la visión dialéctica de Hegel empezó a conjeturar.
transitorias; porque nada la puede dominar, y es esen- Además, permite subrayar cómo los desplazamientos y el devenir afectan a
cialmente crítica y revolucionaria. las personas, cómo el “estar” en uno u otro espacio social, en uno u otro
Karl Marx, El capital momento histórico, definirán diferentes modalidades del “ser”. Resulta así
una metáfora propicia para subrayar la dimensión corporal –tal vez, el “estar”
Este libro incluye dos recorridos diferentes, cuyos objetivos no obstante se del ser– en la materialidad histórica de la vida social, como la visión marxista,
entrelazan. Por un lado, se propone elaborar un enfoque teórico-metodológico al invertir el idealismo hegeliano, contribuyó a resaltar. A pesar de sus dife-
dialéctico para analizar la corporalidad en la vida social, a partir del concepto rencias, tanto Hegel como Marx también advirtieron que el mismo acto de
de “cuerpos significantes” y sus genealogías teóricas en la antropología, la filo- conocer se inscribía en esa dinámica histórica de contradicciones, superacio-
sofía y el psicoanálisis; por otro, aplicar este enfoque al estudio de los usos y nes y síntesis que la dialéctica encarna, y que involucra construir y destruir,
las representaciones del cuerpo entre los aborígenes tobas o qom del este de la positividades y negatividades, para erigir una nueva forma perecedera y tran-
provincia de Formosa (Argentina), y especialmente en sus rituales, que combi- sitoria que, al decir de Marx, incluye “su necesaria caída”.
nan creativamente expresiones discursivas, gestuales, músicas y danzas. En segundo lugar, la idea de travesía está particularmente ligada a la pro-
La noción de cuerpos significantes busca destacar el entrelazamiento de pia historia de la antropología como disciplina científica. Desde sus inicios, la
las dimensiones perceptivas, motrices, afectivas y significantes en las expe- etnografía se vinculó con los viajes que permitían el encuentro con mundos
riencias intersubjetivas, en tanto elementos constituyentes de toda praxis culturales diferentes del propio, a tal punto que éstos pasaron a identificarse
sociocultural; asimismo, enfatiza que la materialidad del cuerpo (su forma e con su mismo método de investigación, el trabajo de campo, propiciando la
imagen, percepciones, gestos, movimientos) no puede entenderse como un emergencia de la observación participante como herramienta metodológica
mero objeto que soporta pasivamente aquellas prácticas y representaciones característica. Hacer una etnografía con los tobas hoy asentados en poblacio-
culturales que la irán modelando sino que también incluye una dimensión nes rurales del este formoseño implicó en cierta forma la continuidad de esa
productora de sentidos, con un papel activo y transformador en la vida social. tradición de viajes de trabajo de campo, aunque también su transformación,
Cuando hace más de diez años inicié mis investigaciones sobre el cuerpo pues varios interlocutores viajaron desde el campo a la ciudad de Buenos
desde la antropología social, pocos eran los trabajos sobre el tema existentes Aires, el lugar en que resido, sea en búsqueda de trabajo, para contactarse
en la Argentina. Tal vez ello incidió en que, desde aquel entonces, mi interés con iglesias evangélicas, dependencias gubernamentales o para hacer visitas.
por profundizar en los enfoques teórico-metodológicos sobre la corporalidad Así, en estos años de idas y venidas mutuas, en el entrecruzamiento de dis-
fuese paralelo a mi práctica etnográfica: a partir del trabajo de campo, inten- tintas travesías se fue construyendo esta etnografía.
tar la descripción y la comprensión de mundos culturales y corporalidades Finalmente, no hubiera elegido la metáfora de la travesía si sólo fuese sig-
específicas. nificativa para representar mi apropiación de las teorías dialécticas y de la
La metáfora de la travesía que encabeza estas páginas evoca algunas de etnografía como método. Pienso que es también una imagen significativa para
las características de mi investigación, la cual fue concebida inicialmente muchos de mis interlocutores tobas, quienes le otorgan sus propios sentidos.
como una tesis doctoral de antropología, presentada en la Universidad de Tal es el caso del epígrafe de Pablo Vargas con el que elegí iniciar este trabajo.
Buenos Aires en 2003. A pesar de que pasaron varios años entre la tesis y este La imagen de la travesía se encarna en ese “caminar por nuestros propios
libro, la estructura de aquélla no ha cambiado sustancialmente, aunque sí la pasos” que Pablo enuncia, un caminar por un “sendero propio” que, a la vez,
extensión de los contenidos y algunas de mis ideas sobre el cuerpo, que per- incorpora aquellos elementos asociados a los otros –al mundo de los doqshi,
sisten en movimiento. La imagen de la travesía sigue siendo entonces una término toba que refiere a los blancos o criollos– y a las “cosas nuevas” que
14 Silvia Citro Travesías teóricas, históricas y etnográficas 15

puedan surgir. Pablo tenía en ese momento treinta y dos años, era “tercer pas- miento a mi etnografía con los tobas formoseños. Luego, en la primera trave-
tor” de una iglesia evangélica aborigen y nieto político de Chetolé, una cha- sía, se elaboran las argumentaciones sobre el concepto de cuerpos significan-
mana de noventa y seis años muy reconocida por su “poder” y por ser una de tes y el abordaje teórico-metodológico para analizarlos, proponiendo la con-
las pocas personas que nunca participó en aquellas iglesias que desde princi- frontación dialéctica de dos tradiciones de estudios sobre el cuerpo. Por un
pios de los años 60 se difundieron masivamente entre los tobas. El texto de lado, la que abreva en la fenomenología de Maurice Merleau-Ponty y su apro-
Pablo pertenece a una carta que él nos dirigió a algunos antropólogos con los piación antropológica en autores como Thomas Csordas y Michael Jackson, y,
que había colaborado, entre otras cuestiones, traduciendo las conversaciones por otro, en aquellos autores que, siguiendo a Paul Ricœur, ubico en las “her-
con Chetolé. Como intentaré demostrar, el “caminar” de Pablo, como el de menéuticas de la sospecha”, iniciadas por Friedrich Nietzsche, Sigmund
muchos otros interlocutores tobas, se caracterizaría por no rechazar aquellas Freud y Karl Marx, y continuadas y reelaboradas por aquellos autores asocia-
prácticas y sentidos que podrían resultar a primera vista contradictorios, dos al posestructuralismo, como Michel Foucault, Jacques Lacan, Ernesto
como el chamanismo y el evangelismo, sino más bien por intentar superarlos Laclau y Judith Butler. De esta manera, mi abordaje dialéctico enfatiza la
en su contradicción, construyendo sus propias y provisorias síntesis, proba- conformación material-simbólica de los cuerpos significantes, así como su
blemente, a la manera de un camino dialéctico. Me atrevería a agregar que carácter constituido-constituyente en la vida social, en tanto son atravesados
esa metáfora del caminar por la tierra que Pablo elige para hablar de su gente históricamente por los significantes culturales hegemónicos y, a su vez, pue-
se halla íntimamente vinculada con su historia. La frase “antes andábamos den ser transformadores o creadores de otros nuevos.
de un lado al otro”, que a menudo se escucha entre los más ancianos, con- En la segunda travesía se reseñan los principales procesos históricos vivi-
densa la referencia a un pasado en que prevalecía la vida seminómada y las dos por los tobas del este formoseño. Se trata de una genealogía de los imagi-
prácticas de caza, pesca y recolección, y al que luego se sumarían los viajes narios sobre los tobas y sus corporalidades, los cuales fueron resultado de las
por las migraciones laborales y por motivos religiosos. Podría decirse, enton- complejas experiencias históricas vividas por el grupo en sus relaciones con
ces, que es ésta una historia constituida por múltiples travesías geográfico- diferentes actores e instituciones de la sociedad mayor. Especialmente, anali-
culturales. Mi estudio histórico-etnográfico intenta analizar esa diversidad de zaré la conformación sucesiva de cuatro poderosos imaginarios que hasta hoy
travesías y el peculiar modo de caminar que contribuyeron a consolidar, pero operan en sus disputas identitarias: su constitución como guerreros cazado-
lo hace desde una mirada particular: a partir del análisis de los cuerpos y, res-recolectores, como trabajadores rurales y, por último, como evangelios y
especialmente, de sus prácticas y representaciones en los rituales de aquellas como peronistas.
iglesias a las que Pablo pertenece y que están en una estrecha relación con los Finalmente, la tercera travesía se organiza a partir de las performances o
rituales que Chetolé y otros chamanes hasta hoy realizan. actuaciones de los ancianos, adultos y jóvenes, hombres y mujeres tobas, en
En suma, desde estos diferentes lugares aquí apenas vislumbrados, la idea los rituales del movimiento de iglesias aborígenes denominado Evangelio. La
de travesía se fue perfilando como una metáfora promisoria para representar importancia de este movimiento religioso en la organización sociopolítica y
este intento de etnografía dialéctica de y desde los cuerpos significantes. económica de los grupos tobas, así como su condición de concentrar los únicos
Como veremos, se trata de una etnografía “desde” los cuerpos, en tanto el rituales colectivos vigentes, lo convirtieron en un lugar privilegiado para ini-
involucramiento de la propia corporalidad del etnógrafo será parte ineludible ciar la investigación sobre los usos y las representaciones del cuerpo, en tanto
del conocimiento que intentamos construir. Así, aquel pie retratado en su espacio condensador de diversas dimensiones de la vida sociocultural. Dado
andar que se ve en la portada de este libro es un intento por darle figurabili- que los roles de edad y género son cruciales en sus celebraciones, cada capí-
dad y carnalidad a una travesía que ineludiblemente comprometió mi propia tulo parte del análisis de las danzas, las músicas y otras actuaciones rituales
corporalidad. Una vez le pregunté a una joven toba qué parte del cuerpo le y sociales efectuadas por los ancianos y adultos (capítulo 6), los jóvenes (capí-
parecía más importante y me dijo que los pies, “porque sin ellos no podemos tulo 7) y las mujeres (capítulo 8). Como veremos, esta diversidad sociológica
caminar, y si no podemos caminar, no podemos hacer nada”. El recuerdo de de grupos de edad y género se corresponde, no por mera casualidad, con la
esta frase y otras similares, junto con el epígrafe de Pablo, me convencieron diversidad de la materialidad biológica de los cuerpos, común a toda cultura.
de que aquella imagen podría ilustrar este paso en el camino siempre inaca- Así, en el análisis de las corporalidades masculinas y femeninas tobas halla-
bado del conocer A medida que avancemos en el texto, espero que estas imá- remos algunas similitudes con las construcciones de género de otras culturas.
genes iniciales lleguen a ser comprendidas por el lector. También encontraremos elementos comunes de la corporalidad al examinar
A la manera de un mapa que permita orientarse en los caminos por reco- cómo las prácticas terapéuticas tobas ponen de manifiesto la inescindibilidad
rrer, describiré brevemente las travesías que el libro involucra. El capítulo del vínculo cuerpo-mundo, propuesta por Merleau-Ponty; o al explicar las
inicial presenta los puntos de partida, académicos y experienciales, de esta danzas de los ancianos y los jóvenes advertiremos la importancia de esa ener-
investigación, a través de una breve reseña de la denominada antropología gía anclada en el cuerpo que nos impulsa a actuar sobre el mundo, aproxi-
del cuerpo y de los estudios de la performance, así como de un primer acerca- mándonos así a las ideas de Nietzsche y el psicoanálisis acerca de lo pulsio-
16 Silvia Citro Travesías teóricas, históricas y etnográficas 17

nal. En suma, éstos serán algunos de los lugares en que las travesías histó- a la vocación explicativa y comparativa de la antropología para reemplazarla
rico- etnográficas y las filosóficas, a partir de su confrontación dialéctica, se por etnografías descriptivas y particularistas sino de postular la necesidad de
encuentran y dialogan. ambas, dentro de una propuesta de etnografía dialéctica.
Para finalizar esta introducción, unas breves palabras sobre los autores. En la lista que sigue, los autores participantes de la investigación han sido
Entre 1998 y 2002, y posteriormente en 2005 y 2008, con las 185 personas agrupados por edades, y menciono algunos de sus roles religiosos y políticos
tobas nombrados más adelante mantuve diversas conversaciones y compartí en los distintos asentamientos en los que realicé mi trabajo de campo. No
distintas experiencias, desde participar en rituales hasta cocinar, ir al monte, podré nombrar aquí a las multitudes de niños y niñas, hijos de estos matri-
cuidar bebés, ayudar en trámites burocráticos, ser “testigo” de casamiento, monios; sin embargo, ellos también fueron parte de esta investigación.
etc. Nunca pude dejar de pensar que esos hombres y mujeres; ellos son coau- Asimismo, varios pobladores criollos de los asentamientos vecinos también
tores de esta investigación, y tampoco podrá dejar de molestarme que, por participaron.1 Finalmente, también están presentes los antropólogos y otros
inevitables cuestiones de políticas y costumbres académicas y editoriales, el académicos, interlocutores inevitables de esta investigación, y los familiares,
nombre de la antropóloga sea el único que figure en la tapa. Como es de espe- que brindaron el invalorable soporte afectivo para que este trabajo fuera posi-
rar en un texto inicialmente concebido para ser una tesis doctoral, producido ble. A todos ellos, mi agradecimiento.
íntegramente en un marco académico, la autoría final recae totalmente en
quien escribe, más allá de cualquier intento infructuoso de descentrarme del
rol de poder, en el trabajo de campo y en el texto, que la autoridad de la auto- Autores de La Primavera
ría suele involucrar. No obstante, en un contexto que nos ha acostumbrado
demasiado a las imposibilidades estructurales, creo que al menos deben asu- Ancianos y adultos mayores de cincuenta años: Cristino Sanabria (cacique),
mirse algunas responsabilidades sobre nuestras prácticas y textos. No se Mateo Chilagaloy (administrador, empleado del Instituto de Comunidades
trata entonces, solamente, de agradecer la colaboración y la paciencia de cada Aborígenes de Formosa, ICA) y Dominga Pérez, Julio Shitaki Sheetaki (ex
una de estas personas, sin las cuales la investigación no hubiera sido posible, administrador y dirigente del Evangelio)2 y Cipriana Kiaparei, Lucas Medina
sino también de reconocer en cada una de ellas a autores de textos orales, (dirigente, político, ex administrador, empleado del ICA) y Rosa Dagei
cuyas reflexiones sobre su propia vida sociocultural fueron luego convertidos Soqtena’, Juan Machagai (dirigente, político, empleado del ICA) y Marta
por mí en textos antropológicos. Shitaki, Luciano Elidi (dirigente, político, empleado del ICA) y Emiliana
La decisión de citar en este libro algunos fragmentos de los diálogos man- Karaksoyi MaGasoÿe (dancista), Benancio Yabaré Onwai (dirigente) y Rita
tenidos en los trabajos de campo también responde a esa intención de recono- YaGale (dancista), Miguel Velázquez Sachi (enfermero y dirigente) y Rosa
cimiento de los múltiples autores, aunque por cuestiones de espacio he debido Shitaki, Ambrosio Navarrete (dirigente), Enrique Sanagachi (dirigente) y
reducir sus voces y, a veces por cuestiones políticas, ocultar sus identidades. Victoria Ñogochiri, Julián Chilagaloi (dirigente), Aureliano Maldonado (diri-
Además, estos textos constituyen buena parte de las evidencias en que apoyo gente), Carlos Aquino (dirigente), Rosita Eliri (dancista), Juana Balbino
mis hipótesis y, al ser explicitadas, espero puedan ser confrontadas o amplia- ŸoGochege (dancista), Amadeo Sosa (ex canchero, dancista), Anastasio
das por otros investigadores. Con esta misma intención, también recurrí a Queloni (dancista), Ricardo Alonso (dancista), Carlota Washoe (pi’ioGonaGa),
fotos y descripciones de las performances rituales y de experiencias prácticas Guillermo Díaz (pi’ioGonaq evangelio), Celestino Artaza Shegelo (pi’ioGonaq
vividas en el campo, en tanto son imprescindibles en una etnografía de las cor- evangelio), Cresencio Justo (pi’ioGonaq evangelio), Pedro Sankai (pi’ioGonaq
poralidades. Finalmente, estas decisiones textuales también implican una evangelio), Palacios Ñatori (carpintero), Valentín Olaire, Luis Nanoiki, José
política del conocimiento: considero que reforzaría la posición de poder del Nigodik Cancio, Queloni, Pelagia Medina Yilisha, Salustiano Miranda, Juan
autor-antropólogo intentar “hablar por los otros” o “abstraer” las especificida- Andrés.
des de sus prácticas, por ejemplo, reduciendo de antemano los discursos y las
corporalidades nativas a mis propios análisis. A lo que aspiro, en cambio, es a
poner en diálogo los textos y las prácticas de mis interlocutores con los propios,
intentando respetar aquellas voces-cuerpos originales. No se trata de una pos-
1. En La Primavera, mi agradecimiento al doctor Iván Guillén y el equipo de salud, a los
tura epistemológica ingenua que pretende superar la posición de poder de la maestros de las escuelas 318 y 296, a los docentes del Instituto Superior de Formación
autora a través de una propuesta dialógica; todo lo contrario, soy consciente de Docente de Naickneck, al profesor Vicente Leiva, a los guardaparques del Parque Nacional
que siempre recae en esta última la elección de las palabras-cuerpos que dia- Río Pilcomayo. En Misión Tacaaglé, a la familia Lezcano y a los maestros de la escuela de la
logan, los inevitables recortes y las conclusiones extraídas; no obstante, sigo Colonia.
prefiriendo recuperar algunas de estas voces y gestualidades en el texto a que 2. Utilizaré el término nativo “dirigente” para referirme a aquellos que ocupan o han ocupa-
éstas permanezcan silenciadas. Como veremos, tampoco se trata de renunciar do cargos de “pastores” o “predicadores” en las iglesias del Evangelio.
18 Silvia Citro Travesías teóricas, históricas y etnográficas 19

Adultos (entre treinta y cincuenta años): Roberto Yabare (dirigente) y Noemí Coyipé e Isidro Kishinakae (dirigente), Pablo Vargas (dirigente),
Manuela Sankai, Marcial Sanagachi (dirigente) y Estela Medina, Antonia Zulma Justo de Castorino.
Fonda Anaatole (dirigente y dancista), Guillermo Jara (dirigente), Elías Jara
(dirigente), Robustiano Medina (dirigente), Feliciano Sanagachi (dirigente) y Jóvenes: Demecia Justo y Chacho Fernández (cancionista), Virgilio Justo
Alicia Chilagaloy, Clemente Sanagachi (dirigente), Balbino Fonda (dirigente (cancionista), Silvina, Silvia y Alfredo Justo, Evangelino Paredes (dirigente y
y auxiliar docente), Félix Díaz (dirigente mormón), Mercedes Fernández cancionista) y familia.
Kachaana’ (dirigente), Fermín Yabaré (cancionista) y Norma Artaza; Juan
Medina (cancionista, artesano) y Virginia Sanagachi (artesana), Germán Autores de Bartolomé de Las Casas
Machagai (cancionista) e Hilaria Medina (administrativa del Evangelio, can-
cionista), Fabián Medina y Antonio Medina (cancionistas), Evangelina Fonda Ancianos: Zacarías Pereyra Laeki (cacique, dirigente, empleado del ICA),
(dancista); Jorge Yaklek (dancista), Gregorio Sosa (dancista), Arsenio Latranki Miguel Mendoza (dirigente, empleado del ICA) y Teófila Barchet, Guillermo
(dancista), Roberto Alonso (dancista), Rubén Palacios (músico folclórico), Flores Paÿenatak (ex dirigente del Evangelio, actualmente de la Iglesia mor-
Eliseo Camachi (político) y Gladis Palavecino, Adelaida Mendoza y Vicente mona), Antonio Romero (dirigente), Juan Chascoso Qareai (dirigente, emple-
Díaz (artesanos), Gregorio Muratalla, Tito Chilliani, Amancio y Ramón Olaire. ado del ICA), Nicasio García (dirigente), Juan Fernández (empleado del ICA),
Anastasio Tolosa TamaGasakai (mariscador), Juan Román Matoiki (marisca-
Jóvenes (menores de treinta años): Víctor Velázquez (secretario y cancionista, dor), Juan Ballesteros ChaGaeri, Ramón Cantón Kañori, Ernesto Caribula
estudiante terciario), Luis Medina (cancionista y músico de folclore, estudiante Ka’atek, Ernesto Verón SheraGanagaik Nakiogot, María Sosa Sillagachi.
secundario), Angélica Eliri (solista), Lucas Chilagaloy (cancionista), Sonia
Yabaré (dancista y solista), Adriana Fonda (dancista), Gabriel Velázquez (estu- Adultos (entre treinta y cincuenta años): Filemón Muratalla Uñok (marisca-
diante terciario), Milena Velázquez (evangelio), Loli Chilagaloy (auxiliar de dor, empleado del ICA), Cecilio Flores (dirigente y político), Ana García (dan-
enfermería y e v a n g e l i o), Isolina Chilagaloi, Adela Sanagachi (estudiante ter- cista), Aurelio Maciel, Liberato Mendoza (locutor en la radio local).
ciario y e v a n g e l i o), Silvia Sanagachi (estudiante secundario y evangelio),
Delfín Sanagachi (estudiante en seminario evangélico), Kelo y Samuel Jóvenes: Ariel (dancista, estudiante secundario), Sergio Mendoza e Inés,
Chilliani, Leandro Díaz (artesano), Pérsida Velázquez (auxiliar de enfermería) Marcial García (músico de cumbia evangélica), Luis Corrales (cancionista).
y Francisco Fernández, Mabel Pinek, Nirma Navarrete y Norma Brítez ( e v a n-
g e l i o s ), Sonia y Rosalina Poli (estudiantes secundarios), hermanos Cucharú Autores de Barrio Toba de Clorinda
(evangelios), Duver Chilagaloy (dirigente) y Rebeca Olaire.
Ancianos y adultos: Milton Caballero Sorigiche (cacique) y Alicia Yabaré, Joel
Autores de Misión Tacaaglé y Colonia Nueva (Loro Cue) Jara (vicepresidente de la Iglesia Evangélica Unida, IEU), Severeo Sosa (polí-
tico) y Teresa José, Benjamín Jara PaGasage (dirigente), Bernardina
Ancianos y adultos mayores de cincuenta años: Guillermo Muratalla Napiari Chilliani, Amalia Idawai, Mauricio Caballero.
(cacique, ejecutante de nwike) y Francisca Pinaqte (enfermera), Gil Castorino
AshaGaik (dirigente, político y ex administrador, empleado del ICA), Teresa Jóvenes: Liduvina Chilliani y Casilda Sosa (estudiante secundario).
Benítez (dancista) y Vicente Justo Tami (dirigente), María Oshigimi Tena
(dancista) y Pedro Cupai ŸoGoraik (dirigente), Esperanza Oyegemi (dancista) Autores de Colonia Ensanche y Barrio Alberdi de Ibarreta
y Quico Sánchez Netagi (dirigente), Ángela Coyipe (dirigente) y Julio Copinai
(dirigente), Margarita Bianchi Shilaqta (dirigente), Pablo Sankai (dirigente) Ancianos y adultos: Alberto Muratalla Wau, Roberto Serrano PiaGeik y
y Ana Karaqsoyi, José Genaro (dirigente del Evangelio) y familia, Martín Miguel Barchet.
Yebataki (dancista), Pérez Chico (dancista, pi’ioGonaq evangelio), Catalina Jóvenes: Santiago y Saturnino de las Casas, Javier Muratalla (cancionistas).
Almada Chetolé ( p i ’ i o G o n a G a ), Alejandro Katache (pi’ioGonaq), Luis
Fernández (presidente de la Asociación Civil, cancionista), Felicita Chagaeyi Autores de otros asentamientos
y familia, Serafín Jara Nachikit.
Fernández (pi’ioGonaq evangelio, de Estanislao del Campo), Ricardo
Adultos (entre treinta y cincuenta años): Mario Coyipe (administrador), Mendoza (dirigente del ICA, reverendo de la Iglesia del Evangelio Cuadrangular,
Feliciano Castorino (pi’ioGonaq) y Verónica Sanagachi, Arcadio Castorino del Lote 68), Hermenegildo Ramírez y Daniel Simón (cancionistas de Misión
(dirigente) y Marta Pérez, Valeriano Castorino y Sixta Pérez (dancista), Laishi).
20 Silvia Citro

Los antropólogos

Mi agradecimiento a Pablo Wright, pues muchas de las reflexiones aquí


escritas son inseparables de los múltiples y creativos diálogos compartidos; a
Irma Ruiz y José Braunstein, cuyos comentarios y sugerencias fueron de par-
ticular importancia; a César Ceriani Cernadas, con quien comencé a repensar
la historia del Evangelio; a Analía Fernández y Lorena Cardin, por sus amis-
tades y apoyos en el trabajo de campo de 2001; a Claudia Briones, quien me
apoyó entusiastamente en mis primeros pasos en investigación; a Elina
Matoso, por la creatividad y libertad que brinda en la cátedra Teoría General
del Movimiento de la Universidad de Buenos Aires, inspiradora de muchos de
estos recorridos sobre el cuerpo; a los integrantes del equipo UBACYT F821 y
PICT273, que me acompañaron para seguir con estos recorridos, y a muchos
otros colegas imposibles de nombrar, cuyos trabajos, críticas y sugerencias
fueron para mí significativos. Finalmente, a las instituciones que posibilita-
ron esta investigación: CONICET, Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes, DAAD de Alemania.
LA PARTIDA
Y los familiares

A mi padre, por iniciarme en el placer por la historia, la reflexión y los pro-


yectos a primera vista imposibles; a mi madre, por sus múltiples apoyos; a
mis hermanos y sobrinos; y a Salvador Batalla, por estar en los momentos
clave de esta investigación, apoyándola y nutriéndola con su creatividad,
amor y paciencia.
CAPÍTULO 1

Los inicios, entre teorías y experiencias

Toda travesía implica algún lugar de partida, un espacio relativamente cono-


cido que nos brinda ciertas certezas y desde el cual nos atrevemos a iniciar
nuevos rumbos, aún desconocidos. En este capítulo inaugural, presentaré
entonces los puntos de partida, experienciales y teóricos, desde los que inicié
mis travesías con los tobas formoseños y con las reflexiones sobre la corpora-
lidad. En primer lugar, reseñaré los principales rasgos de la historia y la cul-
tura tobas que han sido descriptos por la etnografía, incluyendo mis trabajos
de campo, así como una aproximación inicial a los rituales, en tanto espacios
sociales clave que impulsaron mi interés en la corporalidad. Posteriormente,
presentaré una breve genealogía de la antropología del cuerpo y los estudios
de performance, pues fue a partir de abrevar en ambos campos e intentar su
confluencia como comencé a formular el enfoque dialéctico que este libro se
propone desarrollar.

Una etnografía con los tobas

Un elemento ineludible que debo comenzar aclarando en un libro que


refiere y fue realizado con “los tobas” es que esta denominación no abarca a
un solo pueblo, sino que es producto de una larga historia en la que confluye-
ron diversos pueblos con una organización social, jefatura, territorio e histo-
ria compartida, que los distinguía unos de otros. No obstante, en tanto estos
pueblos han hablado una misma lengua (aunque con importantes variaciones
dialectales) y se han identificado con prácticas culturales y creencias comu-
nes, la denominación “toba” se ha generalizado. Mis trabajos de campo fueron
realizados con dos de estos pueblos del este formoseño, que se autodenominan
takshik y l’añaGashik. La mayor parte de estos trabajos transcurrieron con
los takshik asentados en las poblaciones rurales de Colonia Aborigen La
Primavera y Misión Tacaaglé, y también realicé trabajos más breves en otros
asentamientos, con parientes de mis interlocutores de La Primavera y
[ 23 ]
24 Silvia Citro Los inicios, entre teorías y experiencias 25

Tacaaglé: en Colonia Nueva (Loro Cue), en el asentamiento periurbano Barrio hambre y trastrocamiento del plano terrestre, en la que el universo es per-
Toba de Clorinda, en la Colonia Aborigen Bartolomé de Las Casas y en cibido como un discurrir cíclico afectado sucesivamente por estos cataclis-
Ibarreta (Barrio Alberdi y Ensanche), estos dos últimos también con pobla- mos hasta concluir en las circunstancias actuales.
ción l’añaGashik. La mayoría de mis interlocutores fueron personas bilingües Como ha señalado Wright (1997), el término ÿaqa’a designa al conjunto de
toba-castellano, salvo unos pocos ancianos y ancianas que no hablaban caste- los seres no humanos con poder (haloik) que habitan el cosmos. Los hombres o
llano o poseían un vocabulario muy reducido de esta lengua. mujeres chamanes (pi’ioGonaq o pi’ioGonaGa, respectivamente) son los encar-
En los grupos de la familia lingüístico-cultural guaycurú, como son los gados de mediar entre el mundo de los seres no humanos poderosos y los
tobas, pilagás, mocovíes y abipones, cada pueblo o “tribu” se fue confor- humanos, dado que algunos ÿaqa’a se convierten en sus espíritus auxiliares o
mando a partir de las alianzas entre varias unidades sociales menores o compañeros, otorgándoles un peculiar poder para curar enfermedades, prede-
“bandas”; a su vez, cada banda se constituía por familias extensas que se cir ciertos sucesos futuros o controlar fenómenos atmosféricos. Si bien el cha-
consideraban parientes, era exógama y con norma de residencia matrilocal mán ocupa el lugar de un especialista religioso con una peculiar concentración
(Braunstein, 1983, 2001-2002). Antes de que la colonización ocupara la de poder, cualquier persona puede tener un “encuentro personal” con los
mayor parte de sus tierras, las bandas aliadas se desplazaban por territo- ÿaqa’a o recibir alguna “seña” de ellos.
rios que reconocían como propios, realizando actividades de caza, pesca y Ya desde fines del siglo XIX los tobas se vieron compelidos a iniciar un
recolección, y se establecían temporariamente cerca de las fuentes de agua. proceso de sedentarización y de incorporación al mercado laboral rural
En primavera y verano, celebraban encuentros en los que llevaban a cabo –sobre todo en algodonales, obrajes e ingenios azucareros– que introduciría
intercambios económicos, concertaban matrimonios y realizaban activida- importantes cambios en sus vidas. A partir de la década de 1940, también
des rituales que renovaban las alianzas entre las bandas (Braunstein, comenzó a difundirse el pentecostalismo, lo cual condujo al abandono, en
1983). Entre los takshik, l’añaGashik y pilagás, estos encuentros realizados unos casos, y a la transformación, en otros, de sus rituales, así como a la
sobre todo en la época de abundancia de la fruta de la algarroba (de noviem- incorporación de nuevas prácticas y creencias. De esta manera, se fue con-
bre a enero, aproximadamente) fueron denominados niematak. Allí, además formando el movimiento de iglesias conocido como Evangelio y, en 1961, se
de las ceremonias de bebida que permitían establecer los liderazgos, se cele- crea la Iglesia Evangélica Unida (IEU), la primera iglesia aborigen autónoma
braban la iniciación femenina, la iniciación de los hombres a la bebida, los de la Argentina. En este movimiento sociorreligioso confluyeron corrientes
triunfos bélicos y el n m i o baile sapo, bailes nocturnos de los jóvenes previos histórico-culturales heterogéneas y a veces conflictivas entre sí, que inclu-
a sus encuentros sexuales. yen desde las vinculaciones con los misioneros pentecostales y menonitas
En la organización socioeconómica se apreciaba la división del trabajo hasta las redes del clientelismo político local. Si bien hoy existen diferentes
por géneros, característica de este tipo de sociedades: al hombre le corres- iglesias consideradas parte del E v a n g e l i o, la IEU es la de mayor expansión
pondía la caza y la pesca, los roles de jefatura y la actividad bélica, mientras entre los tobas y se fue extendiendo a otras poblaciones aborígenes chaque-
que a la mujer las tareas de recolección de frutos y semillas, leña cercana y ñas. Así, el término Evangelio actualmente es utilizado mayoritariamente
agua, y la confección de objetos domésticos. La cosmovisión toba también para referir a los cultos y creencias de origen pentecostal y, más allá de la
presenta importantes similitudes con otros pueblos de tradición cazadora- pertenencia específica a una u otra iglesia, los tobas suelen decir que son
recolectora; y especialmente los estudios de Edgardo Cordeu, Elmer Miller “todos evangelios”.1 El siguiente cuadro muestra la cantidad de iglesias y
y Pablo Wright han resultado fundamentales para desentrañar sus princi- población existentes hasta 2003 en los asentamientos en que realicé mi tra-
pales aspectos. Esta cosmovisión se basa en una serie de “dueños de los ani- bajo de campo.
males” y de diferentes espacios geográficos y cosmológicos, los cuales están
“estrechamente vinculados con los principios culturales de clasificación del
espacio, con las regulaciones de caza y con la iniciación y práctica chamá-
nica” (Cordeu y Siffredi, 1971: 14). Los dueños constituyen entidades omni-
presentes y omniactuantes (Cordeu, 1969) que habitan los diferentes estra-
tos del cosmos: el cielo, las nubes y los vientos, la superficie e interior de la
tierra, y el agua (Miller, 1979: 39). Edgardo Cordeu y Alejandra Siffredi
(1971) sostienen que sobre esta cosmovisión cazadora se produjo la inserción
1. Utilizo los términos nativos Evangelio (en mayúscula) para referir al movimiento religio-
de creencias andinas y amazónicas, como “la noción cultural del tiempo, el
so, y evangelio (en minúscula) para la autoadscripción de los fieles. En trabajos anteriores
cual fue intuido desde entonces en términos de decursos periódicos que se (Citro, 2003; Ceriani Cernadas y Citro, 2005), priorizamos esta utilización de categorías
cerraban en un acontecer apocalíptico” (14). Esta concepción se expresa en nativas para destacar los sentidos que los tobas construyen sobre su experiencia sociorre-
una extensa narrativa mítica sobre cataclismos por fuego, diluvio, tiniebla, ligiosa.
26 Silvia Citro Los inicios, entre teorías y experiencias 27

Actualmente, en los asentamientos rurales prevalece el trabajo agrícola,


en la propia tierra o como cosecheros de algodón u otros productos de terrate-
nientes criollos y, sólo de manera esporádica y reducida, continúan la caza, la
pesca y la recolección, usualmente denominadas “marisca”. La zona en la que
habitan los takshik es la más fértil de Formosa, por lo tanto suelen comercia-
lizar frutales (banana, pomelo, naranja, mango) y, en los últimos años, arrien-
dan sus tierras comunitarias a criollos que las utilizan para cultivos (batata,
mandioca, porotos, zapallo y, cada vez más, soja). Otra actividad que aporta
algunos recursos es la venta o intercambio de artesanías de cestería, tejidos y
collares. Asimismo, especialmente en los últimos veinte años, la creciente
diseminación de políticas asistencialistas y del clientelismo ha llegado a con-
vertirse en otro importante y controvertido medio de subsistencia. Desde
mediados de los 90, algunos jóvenes takshik también comenzaron a migrar a
la provincia de Buenos Aires por trabajo y se asentaron en La Matanza.
Para un visitante de clase media urbana que arriba a los poblados rurales
tobas, la primera impresión causada por las condiciones de vida material
seguramente sería la de pobreza. Generarían esta impresión las dietas en las
que predomina el mate y la torta frita, los ranchos de adobe y paja y las
pequeñas casas de material y chapa (realizadas en los últimos años a través
de planes estatales), la relativa “escasez” de ciertos objetos domésticos de con-
sumo, del calzado, las dificultades de acceso al agua potable y la luz eléctrica,
al sistema médico y al educativo. Para dar algunos ejemplos, si bien las per-
sonas de hasta treinta y cinco años, aproximadamente, generalmente poseen
algún grado de escolarización primaria en los colegios de las colonias (que hoy
cuentan con maestros criollos y auxiliares aborígenes), son escasos los jóve-
nes que acceden a completar estudios secundarios y menos aún terciaros.
Asimismo, aunque los asentamientos poseen salas de primeros auxilios con
médicos, enfermeros y auxiliares aborígenes, los profesionales a veces sólo
pueden concurrir mensual o quincenalmente.
En resumen, se trata de un cuadro que las estadísticas retratarían como
“familias numerosas” con ingresos “mínimos” y sin acceso a los servicios bási-
cos. Muchos tobas son conscientes de estos contrastes de clase y suelen defi-
nirse como “pobres” frente a los “blancos”, y fundamentalmente a los de
Buenos Aires, quienes son percibidos como “ricos”, aunque pertenezcan a la
denominada clase media. No obstante, algunas imágenes complejizan ese
retrato inicial, entre éstas, las fiestas del Evangelio, las cuales llegan a reu-
nir cientos de invitados de diferentes asentamientos, que son agasajados con
abundante asado y música en vivo, con teclados electrónicos y grandes par-
lantes. Esto sucede en las celebraciones especiales como los aniversarios de la
creación de cada iglesia, los cumpleaños (principalmente los de quince de las
jóvenes), bautismos y los casamientos de algunos fieles, y las celebraciones de
Navidad y Año Nuevo. Asimismo, como preparación a estos eventos, en los
días previos se llevan a cabo movimientos de alabanza; se trata de reuniones
nocturnas realizadas casi diariamente, por una semana o hasta un mes, en
las que predomina la danza y la música. Más allá de estos rituales, también
se efectúan cultos regulares los domingos por la mañana y a veces los miérco-
28 Silvia Citro Los inicios, entre teorías y experiencias 29

les. Así, el calendario ritual ocupa buena parte de la vida cotidiana y, como se alternan ejecuciones musicales, danzas y oraciones colectivas en los que los
veremos, cumple un rol crucial en la organización social de estos grupos. fieles expresan fervorosamente sus propios discursos, en ocasiones intercala-
Durante mis trabajos de campo, casi todos los días había alguna celebración dos con manifestaciones de glosolalia o hablar en lenguas. Hacia el final del
a la que se podía concurrir y, casi siempre, el o la antropóloga eran bienveni- culto, se hacen oraciones para personas que padecen enfermedades y se invita
dos, ya que las visitas de los blancos de Buenos Aires suelen ser altamente a reconciliaciones públicas entre fieles y a arrepentimientos de aquellos que se
valoradas. alejaron del Evangelio. Especialmente la danza pero también la música y la
Los edificios de las iglesias usualmente se hacían de adobe y paja pero, oración son vías privilegiadas para acceder al estado de emoción intensa
cada vez más, las construcciones de ladrillo y chapa son una aspiración de los denominado gozo o ntonaGak; la vivencia de este estado es fundamental para
pastores, pues les otorga prestigio a sus iglesias. Todas poseen una pequeña los fieles, pues de este modo dicen “llenarse del Espíritu Santo”, lograr
elevación a la manera de altar y un púlpito en el que se ubica el pastor flan- “sanarse” de diferentes dolencias y “alegrarse”. Para finalizar, cabe aclarar
queado por los músicos; los que danzan se sitúan frente al altar y más atrás que cuando inicié mis trabajos de campo, si bien existían numerosos estudios
se sientan separadamente los fieles hombres y mujeres. Las iglesias se ador- sobre la religiosidad toba, sólo algunas de sus danzas y músicas habían sido
nan con coloridos banderines, guirnaldas, imágenes cristianas y árboles de abordadas en profundidad por unas pocas autoras, Irma Ruiz y Elizabeth
navidad; además, casi todas poseen uno o más relojes para controlar la dura- Roig.
ción del culto, aunque éste puede extenderse más allá de lo previsto y abar- En conclusión, dada la importancia que adquirían estas expresiones esté-
car hasta cuatro horas. Cuando se reúnen muchas personas, los cultos suelen ticas, la vitalidad de sus transformaciones y, a la vez, su estudio escaso, desde
celebrarse al aire libre, adquieren un gran fervor y se extienden por más el inicio de mi etnografía me interesé en explorarlas, intentando develar los
tiempo. usos y las representaciones del cuerpo que involucraban así como sus víncu-
La organización es similar a la de otras iglesias pentecostales no aboríge- los con los rituales y las creencias previas al Evangelio, con los roles sociales
nes; existen comisiones locales, zonales y una comisión general y, en cada uno y corporalidades de la vida cotidiana y, en términos generales, con las prácti-
de esos niveles, ramas de adultos, jóvenes y mujeres.2 Cada congregación cas que emergieron de las relaciones con la sociedad hegemónica. A través de
posee su primer, segundo y tercer pastor, predicadores y portero, cargos de estos análisis, me interesó desentrañar el modo en que las performances
prestigio que suelen ser ocupados por hombres mayores y adultos. Los hom- rituales intervienen en la construcción de las posiciones identitarias de los
bres y mujeres ancianos también participan en la danza y en las oraciones y tobas como hombres y mujeres de diferentes grupos etarios, así como en sus
curaciones para los enfermos. Los cargos de tesorero, protesorero, secretario y relaciones y disputas político-culturales. Para comprender el origen de esta
prosecretario son ejercidos mayormente por los jóvenes, pues su formación perspectiva que entrelaza performance ritual y corporalidad enfatizando en
escolar les facilita el desempeño de estas tareas administrativas. Asimismo, su dimensión activa y transformadora en la vida de los actores sociales, en el
los varones adultos y jóvenes participan como cancionistas, formando conjun- próximo apartado reseñaré brevemente la historia de ambos campos de estu-
tos musicales que desde los últimos diez años realizan ediciones comerciales dios y cómo esas trayectorias me impulsaron a elaborar un enfoque dialéctico.
de música evangélica; los más jóvenes, solteros sobre todo, desde esa época No obstante, debo reconocer que en el origen de mi interés por estas expresio-
participan como dancistas en una danza circular denominada rueda. Las nes estéticas y perspectivas teóricas también se hallan mis propias experien-
mujeres jóvenes danzan en los coros, cantan como solistas de los conjuntos cias, no sólo académicas sino también artísticas, pues desde hace muchos
musicales y recientemente han formado sus propios grupos de danza. Las años practico diferentes danzas y ejecuto instrumentos musicales. Estas prác-
adultas casadas participan principalmente como fieles y en menor medida en ticas estéticas, encarnadas en mi propia historia corporal, seguramente tam-
la danza. Las celebraciones se inician con cantos y, una vez congregados los bién incidieron en la construcción de mi posición identitaria como antropó-
fieles, comienzan las prédicas y los testimonios de los pastores, predicadores loga, incluidas las elecciones teóricas y profesionales que conllevan.
y fieles, tanto miembros locales como visitantes. Entre cada uno de estos actos

La antropología del cuerpo y los estudios de performance


2. Si bien es difícil situar en términos exactos de edad cómo los tobas diferencian a ancianos,
adultos y jóvenes, sí puede definirse cómo estas categorías dependen de las posiciones fami- Ya en 1936, Marcel Mauss apelaba a que las “técnicas corporales” de cada
liares y se extienden a los roles en los cultos. Se considera anciano o persona mayor a quien cultura fuesen objeto de estudio antropológico. Si bien su propuesta fue muy
ya tiene varios nietos y/o bisnietos (en toba, todo anciano, más allá del vínculo de parentes-
reciente dentro de la historia de la disciplina, diversos autores coinciden en
co, habitualmente es llamado ÿape’, mi abuelo, y come, abuela); adultos, a quienes tienen sólo
algunos nietos y/o hijos ya jóvenes (entre los treinta y cincuenta años, aproximadamente) y
que recién en la década de 1970 la antropología del cuerpo comenzó a deline-
jóvenes, a aquellos que permanecen solteros o tienen hijos pequeños (entre quince y treinta arse como un campo de estudio específico. Como veremos en el próximo capí-
años). tulo, esta ausencia del cuerpo es heredera de una invisibilización mucho más
30 Silvia Citro Los inicios, entre teorías y experiencias 31

amplia: del predomino de un enfoque dualista del sujeto, legitimado a través sociales construyen y legitiman determinadas representaciones del cuerpo,
de los procesos de disciplinamiento corporal diseminados por el capitalismo y instaurando sutiles formas de disciplinamiento a través de prácticas institu-
por la burguesía como clase social dominante. cionales y de la formación de saberes específicos. Así, en lo que luego se con-
Uno de los trabajos pioneros que analiza la noción de cuerpo en una socie- siderará una perspectiva posestructuralista, el cuerpo pasó a ser el sitio de
dad aborigen fue el de Maurice Leenhardt (1961) sobre los canacos de inscripción y disputa de una microfísica del poder históricamente situada y ya
Melanesia. Este estudio fue clave para la antropología del cuerpo pues instaló no un mero símbolo de la estructura social general. Dentro de los estudios que
el paradigma de lo que se ha llamado una “concepción holista” que caracteri- evidencian el impacto de las teorías foucaultianas, se hallan los trabajos pio-
zaría a muchos grupos aborígenes y que se diferenciaría radicalmente de las neros de Emily Martin (1987) y Margaret Lock (1989) sobre las representa-
concepciones dualistas predominantes en Occidente. Se construiría así una ciones del cuerpo femenino en la biomedicina, la sociología del cuerpo de
profunda dicotomía entre nuestros cuerpos y los de los otros, la cual revisare- Bryan Turner (1996) y, dentro de los estudios de género, los de Luce Irigaray
mos críticamente a lo largo de este libro. y Judith Butler (1993), entre muchos otros.
En la década de 1970, el trabajo de Mary Douglas (1988 [1970]) retoma el Según Thomas Csordas (1993, 1994), hasta finales de los 80 los trabajos
planteo seminal de Mauss sobre la forma en que cada sociedad modela las téc- antropológicos enfatizarán en el abordaje del cuerpo como “representación”,
nicas corporales, pero extendiéndolo a la concordancia con los esquemas sim- con un predominio de enfoques semióticos. El autor remite esta tendencia al
bólicos de percepción del cuerpo y de la sociedad, proponiendo a los primeros paradigma de “la cultura como texto”, que desde Clifford Geertz y la antropo-
como un “microcosmos de la sociedad” (97). Desde un enfoque que retoma crí- logía interpretativa ha sido hegemónico en buena parte de la producción nor-
ticamente la sociología durkheimiana y el estructuralismo levi-straussiano, teamericana. Por mi parte, agregaría que en el campo de la etnología francesa
Douglas sostiene que las formas de control corporal constituyen una expre- también se evidenciaba un énfasis en el estudio de las representaciones del
sión del control social. Se inaugura entonces una perspectiva simbólica sobre cuerpo, aunque en este caso influenciado por el enfoque estructuralista de
cuerpo y sociedad que tendrá largo aliento en el área. Pocos años más tarde, Claude Lévi-Strauss, tal como se aprecia en Françoise Héritier (1991a, 1991b).
aparece una compilación de John Blacking (1977) que contribuye decisiva- En Latinoamérica, los primeros trabajos de antropólogos brasileños sobre el
mente a institucionalizar esta área, pues se titula Antropología del cuerpo. cuerpo también priorizaron el estudio de representaciones y significados cul-
Allí se incluyen trabajos del propio Blacking y de Gilbert Rouget, Andrew turales (Rodrigues, 1979; Viveiros de Castro, 1987; Fachel Leal, 1995).
Strathern, Paul Ekman, Judith Hanna, Roy Ellen, entre otros. La mayoría de Pierre Bourdieu es otro de los autores que a partir de la década de 1980
estos autores provenían de campos de estudio en los que el rol de la corpora- ejercerá una importante influencia en este campo. Principalmente a partir de
lidad era insoslayable, como el área de la comunicación no verbal, la etnomu- su concepto de habitus, el cuerpo dejará de ser pensado exclusivamente como
sicología, el análisis de las danzas o de los fenómenos de trance, posesión y fuente de simbolismos o medio de expresión para pasar a considerárselo locus
éxtasis. No obstante, en muchos de estos trabajos iniciales, la noción de de la práctica social, intentado superar de esta forma las oposiciones entre
cuerpo sustentada por los grupos y su representación sociocultural no siem- posturas subjetivistas y objetivistas.
pre fueron problematizadas. En el caso de las danzas, a menudo fueron men- Posteriormente, la apropiación de la fenomenología de Merleau-Ponty tam-
cionadas por los etnógrafos clásicos en sus monografías sobre pueblos no occi- bién tendrá un particular impacto en este nuevo énfasis antropológico en las
dentales y, en algunos casos, también fueron analizadas en lo que respecta a prácticas, especialmente en los trabajos pioneros de Jackson (1983, 1989, 1996)
sus funciones sociales; tal es el caso de Edward Evans-Pritchard, Margaret y Csordas (1993, 1994), en los que se critica el paradigma textual o represen-
Mead o Gregory Bateson, entre otros. Sin embargo, fueron los trabajos de tacional y se construyen enfoques teóricos alternativos basados en la noción
Gertrude Kurath (1960), considerada por muchos la fundadora de la “etnolo- fenomenológica de “ser-en-el-mundo”. Jackson (1983) señaló cómo la percep-
gía de la danza”, continuados luego por Joann Kealiinohomoku (1965, 1967), ción del cuerpo sólo como “signo o símbolo” hizo que sea considerado pasivo e
los que permitieron el estudio sistemático de estas expresiones, al desarrollar inerte; un objeto sobre el cual los patrones sociales eran proyectados, descui-
métodos específicos para su documentación y establecer variables para anali- dándose su carácter activo y transformador en la praxis social. Como veremos,
zar su estructura, estilos de movimiento y vínculos con la organización social. en prácticas que involucran el uso de movimientos corporales como uno de los
Estas autoras, influidas por teorías difusionistas, se interesaron por los estu- más importantes medios de expresión –por ejemplo, en danzas y otras técnicas
dios comparativos y por los problemas de cambio, intrusión y difusión de esti- corporales– esta dimensión productiva de la corporalidad es especialmente des-
los; sin embargo, pocas veces se abordaron las significaciones y representacio- tacada. Las personas que participan activamente en estas prácticas usual-
nes culturales sobre aquellos cuerpos en movimiento. mente experimentan procesos de cambio en sus imágenes corporales y en sus
Las obras de Michel Foucault (1983 [1963], 1987 [1975], 1995 [1976]) ten- modos perceptivos, afectivos, gestuales y kinésicos, y esos cambios pueden ser
drán un particular impacto en los nacientes estudios socioantropológicos una fuente para promover nuevas significaciones culturales, reformular iden-
sobre el cuerpo, pues llevaron la atención a las formas en que los discursos tidades o reestructurar relaciones sociales. En el caso de Csordas (1999), se
32 Silvia Citro Los inicios, entre teorías y experiencias 33

enfatiza en recuperar para la antropología la perspectiva del embodiment, tér- audiencia, y que se desarrollan en un lugar y ocasión determinadas, constitu-
mino al que caracteriza como “una aproximación fenomenológica en la que el yendo una “unidad de observación” en la que se expresan y comunican los
cuerpo vivido es un punto de partida metodológico, antes que un objeto de estu- componentes elementales o básicos de una cultura (citado por Turner, 1980
dio [...] un campo metodológico indeterminado definido por la experiencia per- [1968]: 23). La importancia del vínculo entre corporalidad y performance cul-
ceptual y por los modos de presencia y compromiso en el mundo” (136, 145).3 tural ya había sido sugerida tempranamente en los estudios de Milton Singer
Es importante agregar que el impacto de la obra de Merleau-Ponty también y Victor Turner, al enfatizar en el papel de lo “no verbal”. Más recientemente,
alcanzó a los estudios de género, especialmente a partir de la obra de Linda Diana Taylor (2001) propone incluso el uso del término español “performático”
Alcoff (2000). para denotar “la forma adjetivada del aspecto no discursivo de performance”,
En la antropología social argentina, son escasos y además recientes los destacando que “los campos performáticos y visuales son formas separadas,
trabajos que focalizan en la corporalidad de manera sistemática. Liliana Seró aunque muchas veces asociadas, de la forma discursiva que tanto ha privile-
(1993), desde un enfoque que retoma los aportes de Bourdieu, Foucault y giado el logocentrismo occidental”. En este sentido, he venido sosteniendo que
Merleau-Ponty, entre otros autores, analizó el cuerpo de las trabajadoras de el estudio de las performances culturales y los usos del cuerpo permite com-
la industria tabacalera de Misiones. Mis primeros trabajos en el área (Citro, plementar los datos aportados por los discursos de los actores, pues muchas
1997a, 1997b, 1999a, 1999b) también se basaron en estos autores y en los veces aquello que las “palabras” de nuestros interlocutores olvidan o estraté-
aportes de Jackson y Csordas, sumándoles la propuesta de un enfoque teó- gicamente invisibilizan o reconfiguran puede ser inferido por los modos pecu-
rico-metodológico propio centrado en la noción de “géneros corporales”; este liares en que sus gestos, imagen corporal, movimientos y danzas han sido
enfoque fue aplicado inicialmente al estudio del baile denominado pogo en los expresados (Citro, 2003, 2006).
recitales de rock. Asimismo, los estudios de Florencia Tola (1998-1999, 1999a, Para varios autores (Csordas, 1993; Lock, 1993; Bauman y Briggs, 1990),
1999b, 2001) focalizan en las representaciones del cuerpo femenino y en los el creciente número de trabajos sobre cuerpo y performance que se aprecia
procesos de gestación entre los tobas, retomando, entre otros autores, la pers- desde fines de los 80 ha sido interpretado como un cambio de paradigma en
pectiva de Françoise Héritier y Philippe Descola. Finalmente, cabe mencionar el enfoque de la cultura: ésta deja de pensarse a partir del modelo del texto
que en los últimos años el cuerpo se ha convertido en un tópico de renovado para analizarse desde el punto de vista performativo, como prácticas dinámi-
interés en la antropología social local, lo que se aprecia en la creciente parti- cas medidas por los cuerpos. Un elemento que me interesa destacar son las
cipación de jóvenes investigadores en los simposios sobre el tema que, a par- diversas formas en que ha sido pensado el vínculo entre performance cultural
tir de 2004, comenzamos a organizar en diversos congresos. y contexto social. El enfoque de Singer antes mencionado planteaba una apro-
Paralelamente a estos desarrollos aquí resumidos, el concepto de perfor- ximación representacional o simbólica, pues para el autor en la performance
mance también comienza a adquirir mayor relevancia en los estudios socioan- se “expresan y comunican” los componentes básicos de una cultura. En etno-
tropológicos, destacando los vínculos entre las “actuaciones” o “ejecuciones” musicología, Alan Lomax (1968) también postuló una homología entre música
culturales que combinan diversos lenguajes expresivos y el contexto situacio- y estructura social, buscando hallar en las características performativas de
nal y social en el que éstas toman lugar. El concepto de performance proviene los cantos la simbolización de rasgos significativos de esa cultura, pues consi-
del campo de la lingüística –la teoría de “los actos de habla” de John Austin deraba que “la estructura musical y la estructura social se reflejan mutua-
(1962), “la etnografía del habla” de Dell Hymes (2000 [1972]), los trabajos de mente, se refuerzan una a la otra” (17). Para las danzas, ya el estudio pionero
Richard Bauman y Charles Briggs (1990, 1996), para citar sólo algunos de Kurt Sachs (1980 [1937]) proponía una serie de correlaciones entre los
hitos–, pero también de la misma práctica de las vanguardias artísticas del tipos de movimientos y estructuras de las danzas y el tipo de sociedad al que
siglo XX. A pesar del origen lingüístico del término, y tal vez más en consonan- éstas pertenecían, aunque lo hacía desde un enfoque predominantemente
cia con su utilización en el campo artístico, la noción de performance también evolutivo hoy ya superado.4 En los inicios de la antropología de la danza, se
empezó a utilizarse para identificar aquellas actuaciones que incluyen diver- profundizan y refinan estos paralelismos; para Joann Kealiinohomoku la
sos medios expresivos más allá de lo estrictamente verbal, la gestualidad, la danza se constituye en “microcosmos de la cultura” del grupo, para Adrienne
música, la danza, la construcción visual y escénica de espacios. Milton Singer Kaeppler en “manifestación de su estructura profunda” y para Amya Royce en
elaboró una temprana definición de “performance cultural” en este sentido, “indicador de clase e identidad” (citadas por Kaeppler, 1978), perspectiva esta
planteando que se trata de actuaciones que poseen un tiempo limitado, un última que también ha desarrollado Marta Savigliano (1993-1994). En térmi-
comienzo y un final, un programa organizado de actividades, ejecutantes y

4. Posteriormente, Lomax planteó correlaciones entre las formas económicas de cada socie-
dad, especialmente sus técnicas de trabajo, y sus estilos de danza, aunque este modelo tam-
3. Las traducciones de textos originalmente en inglés (cf. Bibliografía) pertenecen a la autora. bién fue tempranamente criticado (Kaeppler, 1978; Kealiinohomoku, 1979).
34 Silvia Citro Los inicios, entre teorías y experiencias 35

nos generales, los primeros trabajos de Turner (1980 [1968]) y Geertz (1987 mejor a ellas mismas y a sus semejantes. Si bien las actuaciones de las per-
[1973]) también tendían a destacar cómo las performances rituales simboliza- sonas en la vida cotidiana pueden ser pensadas como un tipo de teatralidad,
ban elementos clave de la vida social. Para Geertz (1987), los símbolos sagra- tal como planteaba Irving Goffman (1970), los dramas sociales y las perfor-
dos “tienen la función de sintetizar el ethos de un pueblo –el tono, el carácter mances culturales serían para Turner (1992: 76) un tipo de “metateatro”, un
y la calidad de su vida, su estilo moral y estético– y su cosmovisión, el cuadro lenguaje dramatúrgico que permite reflexionar sobre aquellos roles y estatus
que ese pueblo se forja de cómo son las cosas en la realidad” (89); los símbo- de la vida cotidiana. En suma, las performances “no son simples reflejos o
los son entonces “modelos de” y “modelos para”, “expresan la atmósfera del expresiones de cultura o aun de cambio cultural, sino que pueden ser ellas
mundo y la modelan [...], al suscitar en el fiel cierta serie distintiva de dispo- mismas agentes activos de cambio, representando el ojo por el cual la cultura
siciones” (93). En suma, estas perspectivas destacan las dimensiones simbó- se ve a sí misma” y desde la cual actores creativos pueden “bocetar aquellos
licas de las performances, enfatizando aquello que se representa, significa o «diseños para vivir» que creen más aptos o interesantes” (Turner, 1992: 24).
se intenta comunicar a través de las actuaciones; además, se analizan sus En una perspectiva similar, Richard Schechner (2000) señala que los perfor-
dimensiones instrumentales o funcionales, especialmente cómo contribuyen a mers, y a veces también los espectadores, son transformados por medio de las
consolidar determinadas creencias, valores y normas fundamentales para el performances, pues éstas proporcionan un lugar y unos medios para la trans-
grupo, operando como “modelos para”, en términos de Geertz. Ya desde Émile formación: “Son modos de experimentar, actuar y ratificar el cambio” (89).
Durkheim (1995 [1912]) y luego con los antropólogos funcionalistas, estas Para el autor, performance es una conducta restaurada o dos veces actuada
dimensiones instrumentales del ritual fueron acentuadas, pues se los anali- (36), sin embargo, “ninguna repetición es básicamente lo que copia, pues los
zaba como dispositivos de articulación y cohesión social o mecanismos de sistemas están en flujo constante” (13). Estas conductas, al estar separadas
ajuste que permitían la adaptación del individuo a la estructura social y, por de quienes las realizan, pueden ser guardadas, transmitidas, manipuladas y
ende, la reproducción de esta última, sea regulando y reparando conflictos transformadas (107). En relación con estos procesos, Taylor (2001) sostiene
sociales existentes o previniendo posibles desviaciones. que los “repertorios de memorias corporizadas” –expresadas en gestos, pala-
Los últimos trabajos de Turner (1989 [1969], 1992 [1983]) contribuyeron a bras, movimientos, danzas, cantos– son medios de acumular y transmitir
generar otras formas de entender las relaciones entre performance y contexto conocimiento; en consecuencia, las “performances operan como actos vitales
social, más allá de lo meramente representacional o funcional. Por un lado, de transferencia, transmitiendo saber social, memoria, y sentido de identidad
este autor destacó la capacidad de ciertas performances para constituirse en [...], reproducen y transforman los códigos heredados, extrayendo o transfor-
momentos de “antiestructura”, caracterizados por las experiencias de commu- mando imágenes culturales comunes de un «archivo» colectivo” (1). En sínte-
nitas y liminalidad. La dinámica de la vida social sería para él una alternan- sis, en este tipo de perspectivas que se han desplegado especialmente en los
cia o vivencia sucesiva de “estructura y antiestructura”. La primera refiere al estudios más recientes sobre música (Seeger, 1988; Blacking, 1990, 1997;
orden diferencial y jerárquico regido por los estatus económicos, políticos y Behague, 1994; Frith, 1987) y danza (Blacking, 1985; Farnell, 1999; Reed,
legales en los que predomina lo cognitivo y pragmático, mientras que la 1998; Henry, Magowan y Murray, 2000), las performances son vistas como
segunda, en cambio, se vincula con las experiencias de unidad, compañerismo prácticas constitutivas de la experiencia social de los actores; no son mera-
e igualdad que denomina communitas espontánea y con el predominio de la mente representativas de la identidad de un grupo social sino que también
emoción, el juego y el arte. Las dimensiones sensoriales y emotivas de la per- contribuyen a construirla.
formance son puestas de relieve, pero ya no solamente por el papel instru- Finalmente, al pensar en las dimensiones antiestructurales de las perfor-
mental que poseen en un ritual –al hacer “deseable lo obligatorio” (Turner, mances, es inevitable la referencia a otro autor que ejerció una influencia
1980)– sino también por el placer que otorgan al performer y porque le permi- decisiva en esta dirección, Mijaíl Bajtín (1994 [1930]) y su análisis del carna-
ten colocarse temporariamente al margen de su vida social normal, en una val. Con la recuperación de la obra de este autor, se abre una perspectiva que
posición liminar. Otro de los aportes de Turner (1992: 81) fue enfatizar que enfatiza en la resistencia político-cultural que ciertas performances promue-
tanto los “dramas sociales”5 como las performances culturales (los “dramas ven, frente a los intentos hegemonizadores de las estructuras de poder oficia-
estéticos” o de escena) ponían de relieve el carácter reflexivo de la agencia les. Esto conduce a poner de relieve la capacidad de las performances para ser
humana: a través de sus actuaciones o también de la participación u observa- utilizadas estratégicamente por diferentes grupos sociales, para crear con-
ción de performances generadas por otros, las personas pueden conocerse senso, legitimidad o disputa de las posiciones de poder. Pueden convertirse
entonces en un medio para producir exclusiones e inclusiones sociales, actua-
lizar y legitimar ciertas narrativas míticas o historias fundacionales y desle-
5. Con este término, Turner (1989) refiere a unidades de procesos sociales que surgen en
gitimar o suprimir otras, para imaginar o crear otras experiencias posibles.
situaciones conflictivas y que poseen cuatro fases: ruptura, crisis, reparación y reintegración En conclusión, el vínculo entre performance y vida social no podría pensarse
del grupo social o reconocimiento del cisma. a priori como mera representación, mecanismo adaptativo, momento de anties-
36 Silvia Citro

tructura, resistencia o estrategia de construcción de identidades y de posicio-


nes de poder, sino que en cada performance concreta se conjugan de manera
peculiar algunos de estos vínculos, incluso a veces coexistentes, no sin tensio-
nes y conflictos. Podría decirse entonces que las performances culturales
muchas veces operan como intentos de mediar entre estas tensiones o contras-
tes que las diferentes teorías han señalado: por un lado, se trata de lenguajes
estéticos que representan o incluso pueden servir para legitimar un cierto
orden sociocultural previo del cual emergieron; por otro, durante el mismo
transcurrir de sus actos, los performers pueden modificar o crear nuevas prác-
ticas y significados culturales compartidos, utilizarlos con fines contrahegemó-
nicos, o ser ellos mismos constituidos y/o transformados por su propias praxis.
Considero que una tensión similar recorre los estudios sobre cuerpo aquí rese-
ñados, entre las teorías identificadas con el estructuralismo y el posestructura-
lismo que resaltan el carácter determinado e históricamente construido de la
corporalidad y aquellas inspiradas en la fenomenología, que destacan su
aspecto constituyente y potencialmente transformador de las praxis actuales.
Es precisamente esta articulación teórica la que mi enfoque dialéctico se pro-
PRIMERA TRAVESÍA
pone indagar, en la primera travesía que a continuación comenzaremos.
Los cuerpos teóricos
Diálogos entre la etnografía,
la filosofía y el psicoanálisis
Introducción

Para quienes nos reconocemos en el escenario de un mundo multicultural (y


especialmente para los antropólogos, habituados a retratar la diversidad de
ese mundo), la percepción y la reflexión sobre la corporalidad pueden ser pro-
vocadoras de una estimulante paradoja. En tanto encarnación del sujeto,
materialidad, bios, el cuerpo es aquel sustrato común que compartimos con
las mujeres o con los hombres de distintas sociedades en el tránsito del naci-
miento a la muerte, aquello que nos hace semejantes. Sea porque unas y otros
poseen anatomías similares que pasan por etapas de desarrollo vital e invo-
lucran procesos fisiológicos y a veces disfunciones más o menos semejantes o,
también, porque para todos nosotros el cuerpo es nuestro anclaje en el mundo,
es el medio por el cual habitamos el espacio y el tiempo y podemos llegar a
captarlos –aquellas “intuiciones sensibles”, en términos de Kant, que están en
la base de toda posibilidad del conocer–. Sin embargo, sobre esta materiali-
dad común de los cuerpos, la vida sociocultural construye prácticas disímiles
(técnicas corporales cotidianas, modos perceptivos, formas de habitar el espa-
cio, gestos, expresiones de la emoción, síntomas, danzas) y da lugar a repre-
sentaciones de la corporalidad y de sus vínculos con el mundo también dife-
rentes. El cuerpo inevitablemente es atravesado por los significantes
culturales y él mismo se constituye en un particular productor de significan-
tes en la vida social. La reflexión antropológica sobre la corporalidad, desde
Marcel Mauss en adelante, ha dirigido su atención a develar el carácter cul-
turalmente construido de la misma. Así, especialmente a partir de las etno-
grafías sobre aquellos pueblos denominados (por Occidente) “no occidentales”,
ha mostrado la existencia de variadas formas de utilizar y representar los
cuerpos. No obstante, he elegido recorrer un camino en cierta forma hetero-
doxo, centrándome en la paradoja antes enunciada, en la pregunta por aque-
llos rasgos constitutivos que, a pesar de la reconocida diversidad cultural de
los cuerpos, nos permiten decir que se trata de un cuerpo que, según sus
variaciones en los diferentes géneros sexuales, transita su recorrido de la
niñez a la ancianidad. Cabe advertir al lector que no se trata de discutir la
[ 39 ]
40 Silvia Citro Los cuerpos teóricos 41

cuestión de la relativa universalidad del desarrollo de los cuerpos sexuados, tianismo. Por eso, las etnografías sobre estas sociedades que, a pesar de esa
postulada por la biología y ejercida por la práctica biomédica, a veces violen- historia de imposiciones, han elaborado sus propias representaciones y prác-
tamente, sobre cuerpos a los que negó su diversidad –un tema sin duda fun- ticas corporales, serán las interlocutoras del diálogo con las concepciones del
damental, pero del que espero ocuparme en textos futuros–. Por el contrario, cuerpo de los filósofos occidentales. Se trata de crear un diálogo intercultu-
se trata de reconstruir aquí tanto las similitudes como las diferencias en ral e interdisciplinar que busca hallar ese cuerpo compartido, aun en la
nuestras “experiencias” corporales en el mundo, intentando dialogar con algu- diversidad más radical.
nos análisis provenientes de la filosofía, el psicoanálisis y la etnografía. Finalmente, otra de las razones que me condujeron a reflexionar sobre los
Una cuestión insoslayable en esta propuesta es la diversidad de enfoques rasgos compartidos de la corporalidad es que la materialidad del cuerpo
que las disciplinas aquí invocadas poseen. Frente a la singularidad cultural que humano y de la naturaleza habitualmente son los límites de la cultura, es
un abordaje etnográfico suele revelar, las reflexiones de la filosofía y el psico- decir, las materialidades sobre las cuales ésta se construye en una interac-
análisis se situarían en una tradición muy diferente, la de intentar captar ción dialéctica, interacción que termina transformando no sólo la naturaleza
ciertos rasgos generales de la realidad humana. Desde una postura anclada sino también la misma constitución biológica del cuerpo. Si bien el desplie-
en un relativismo cultural radical, podría argumentarse que estas últimas gue de las tecnologías hizo que esos límites resulten cada vez menores, hasta
disciplinas remiten a un tipo de reflexión con connotaciones universalizantes, el punto de que parecen haber desaparecido como tales –como en el rediseño
demasiado ligada al pensamiento occidental y a cierto ethos colonialista que, del cuerpo humano por las nuevas tecnologías que vaticina Paul Virilo
desde la modernidad especialmente, impregna su voluntad de saber. No obs- (1996)–, esto no significa que tal cosa haya efectivamente sucedido, al menos
tante, considero que esta argumentación no invalida totalmente su uso para hasta el presente. Así, reconocer estas interacciones y transformaciones posi-
el antropólogo atento a la diversidad, aunque sí lo coloca en un peculiar bles del cuerpo no necesariamente se contradice con afirmar que es en el
estado de alerta epistemológico ante cualquier tipo de proyección etnocén- nivel de su materialidad y de las experiencias vitales que atraviesa donde
trica. Así, en esta perspectiva, la ilusión (moderna) de hallar leyes o estructu- puede hallarse un sustrato común de la vida humana. Asimismo, es necesa-
ras universales es suplantada por una ilusión diferente (y que creo limitado rio recordar que en esa materialidad de los cuerpos también se inscribe una
calificar sólo de posmoderna): la del diálogo entre voces que pertenecen a tra- de las marcas de su diversidad que más ha contribuido a estigmatizar la dife-
diciones culturales disímiles, el cual conduciría a hallar no sólo diferencias rencia y la desigualdad: la construcción de lo racial. Frente a estas pesadas
sino también posibles coincidencias. herencias, la mirada antropológica habituada a ver la problemática de la
Mi interés por confrontar las reflexiones de Merleau-Ponty y Nietzsche diversidad cultural por doquier, no necesariamente debería obnubilarnos y
reside en que, a pesar de sus diferencias, coinciden en un punto fundamen- hacer que dejemos de mirar nuestra corporalidad compartida. Ésta es, al
tal: construyen representaciones de la corporalidad que rompen con el para- menos, una de las cuestiones aprendidas en mi etnografía con los tobas. La
digma del dualismo cartesiano hegemónico en la modernidad y, al producir búsqueda de horizontes compartidos en el diálogo, de elementos similares en
esta ruptura, postulan aquellos elementos que, según mi hipótesis, defini- nuestras prácticas culturales, fue parte de los intereses de muchos de mis
rían la experiencia común de la corporalidad. En el caso de Merleau-Ponty, interlocutores a lo largo del trabajo de campo. Como si de esa forma algunos
al plantear la experiencia de la percepción corporal como un medio de cono- intentaran desmarcarse del exotismo con el que la mirada de “los blancos”
cimiento prerreflexivo basado en la inescindibilidad del vínculo del sujeto históricamente los diferenció y los discriminó en tanto “aborígenes”. El énfa-
con el mundo; en el de Nietzsche, al reconocer en la experiencia del movi- sis en las particularidades muchas veces ha conducido las buenas intencio-
miento corporal el locus de la fuerza, la energía o el poder que empuja al nes del relativismo cultural a peligrosos callejones lógicos y sobre todo polí-
sujeto hacia su acción transformadora sobre el mundo y, en los movimientos ticos de difícil salida. Considero que en una dialéctica atenta tanto a la
expresivos de las danzas en conjunción con la música, una de las formas en diversidad como a lo similar o compartido es donde estos peligrosos callejo-
que esa experiencia de poder adquiere su mayor plenitud. Justamente, nes pueden, si no superarse, al menos intentar evitarse. A lo largo del texto,
ambos elementos son también los que más insistentemente nos revelan las reflexionaré sobre las implicancias políticas de este ejercicio dialéctico en la
etnografías que abordaron la corporalidad en otras sociedades, especial- mirada sobre la corporalidad.
mente en aquellas que han representado el polo opuesto de la modernidad y, En el próximo capítulo comenzaré entonces confrontando las filosofías de
por ende, el l o c u s del “primitivismo” para el pensamiento colonial. Me refiero Merleau-Ponty y Nietzsche, así como sus vínculos con los planteos de Freud,
a grupos aborígenes como los tobas, pertenecientes a tradiciones cazadoras- Lacan, Foucault, Leenhardt, Ricœur, entre otros. Si bien estas genealogías
recolectoras que se han visto inevitablemente transformadas, aunque no teóricas extenderán la reflexión, es sólo a condición de ejercer un análisis
eclipsadas, por las imposiciones de capitalismo y las prácticas hegemónicas detallado que el riesgo de emprender un camino heterodoxo puede asumirse.
del denominado “estilo de vida occidental”: medicina, alfabetización y escola- Esta confrontación inicial nos permitirá también repensar los orígenes de
rización, racionalidad legal-burocrática y, aunque más conflictivamente, cris- aquella otra paradoja que, como vimos, también atraviesa la producción
42 Silvia Citro

socioantropológica sobre el cuerpo: la tensión entre perspectivas fenomenoló- CAPÍTULO 2


gicas y estructuralistas/posestructuralistas, entre un cuerpo constituyente,
activo y transformador de las praxis y un cuerpo atravesado por poderosos Variaciones sobre la corporalidad
discursos sociales y estructuras económico-políticas que lo modelan. En el ter-
cer capítulo analizaré cómo esta tensión puede plasmarse productivamente
en una metodología etnográfica de carácter dialéctico.

Una filosofía desde los cuerpos: Nietzsche y Merleau-Ponty

No nos corresponde a los filósofos separar el alma del


cuerpo […]. No somos ranas pensantes, ni aparatos de objetiva-
ción y de registro sin entrañas; hemos de parir continuamente
nuestros pensamientos desde el fondo de nuestros dolores y pro-
porcionarles maternalmente todo lo que hay en nuestra sangre,
corazón, deseo, pasión, tormento, conciencia, destino, fatalidad
[…]. No soy de los que tienen ideas entre los libros –estoy acos-
tumbrado a pensar al aire libre, andando, saltando, escalando,
bailando, sobre todo en montes solitarios o muy cerca del mar.
Friedrich Nietzsche, La gaya ciencia

La ciencia manipula las cosas y renuncia a habitarlas.


Saca de ellas sus modelos internos, y operando con esos índi-
ces o variables las transformaciones que su definición le per-
mite, no se confronta sino de tarde en tarde con el mundo
actual […]. Es necesario que el pensamiento de ciencia –pen-
samiento de sobrevuelo, pensamiento del objeto en general– se
vuelva a situar en un “hay” previo y en el sitio, en el suelo del
mundo sensible y del mundo trabajado, tal como está en nues-
tra vida, para nuestro cuerpo; no ese cuerpo posible del que
fácilmente se puede sostener que es una máquina de informa-
ción, sino este cuerpo actual que llamo mío, el centinela que
asiste silenciosamente a mis palabras y mis actos […], en esta
historicidad primordial el pensamiento alegre e improvisador
de la ciencia aprenderá a posarse en las cosas mismas y en sí
mismo, llegará a ser filosofía.
Maurice Merleau-Ponty, El ojo y el espíritu

La filosofía de Merleau-Ponty es una cita recurrente en los estudios antropo-


lógicos que en los últimos veinte años abordaron la corporalidad. En el epí-
grafe se aprecia la radicalidad de la propuesta fenomenológica: es necesario
[ 43 ]
44 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 45

que la ciencia se sitúe en ese “hay” previo, en el mundo vivido del cuerpo Así como la crítica de Nietzsche se centró en los planteos de la tradición
actual. El proyecto de una descripción fenomenológica de todos los conceptos socrática y platónica, fue en una manifestación previa a ellos, en la tragedia
a priori de las ciencias se remonta a Edmund Husserl. El universo de la cien- griega antigua, donde el autor encontró uno de los primeros referentes e idea-
cia se construye sobre ese mundo vivido y “si queremos pensar rigurosamente les para su pensamiento. Justamente aquella admirable “unidad” de “lo apolí-
la ciencia, apreciar exactamente su sentido y alcance, tendremos, primero, neo y lo dionisíaco” (Nietzsche, 1997 [1886]), que la tragedia antigua encarnaba
que despertar esta experiencia del mundo del que ésta es la expresión para él, se rompería a partir de la filosofía socrática, que sometía la vida a la
segunda” (Merleau-Ponty, 1993 [1945]: 8). Sólo de esta manera su “pensa- razón, lo dionisíaco a lo apolíneo, siendo este último desnaturalizado a partir
miento alegre e improvisador” aprenderá a posarse en las cosas mismas y lle- de su escisión. Lo apolíneo, característico del arte del escultor y expresado en
gará a ser filosofía. Esta idea de un pensamiento alegre e improvisador nos la epopeya, remite a lo figurativo, a la apariencia, el orden, la medida, lo aca-
conduce a Nietzsche, otro autor clave para la revalorización del cuerpo en la bado, la razón, y funciona como principio de individuación; lo dionisíaco, en
filosofía occidental, aunque raramente citado en los estudios antropológicos cambio, característico de la música y expresado en la poesía lírica, refiere a
sobre el tema. Como se advierte en el epígrafe, su La gaya ciencia o “ciencia la fuerza, la desmesura, la renovación (lo inacabado), la vitalidad, y permite la
alegre” también surgía de la experiencia del cuerpo en el mundo. alianza entre los seres humanos y la fusión con la naturaleza para hallar la p l e-
Probablemente no sean una mera coincidencia las calificaciones de “ale- nitud a través de la danza y el éxtasis festivo. El “sueño” y “la embriaguez”
gre” e “improvisador” en ambas filosofías; tal vez ellas sean metáforas que son los “dos estados fisiológicos” que permiten imaginar la antítesis de
expresan el giro que el pensamiento de Nietzsche y Merleau-Ponty provoca- ambos “instintos” o “tendencias” del arte.2 A pesar de su antítesis, para
rían: el encuentro de una nueva mirada, un abordaje del mundo desde la cor- Nietzsche ambas tendencias se necesitarían una a la otra y la tragedia
poralidad y, con él, la ruptura radical con las tradiciones racionalistas ante- griega constituía el ejemplo que testimoniaba que esa unión era posible.
riores que desvalorizaban el cuerpo. En textos posteriores, la revalorización de la corporalidad produce una
Comencemos por Nietzsche y las razones que lo llevaron a proponer su otra redefinición del sujeto que invierte los términos de las tradiciones clásicas. El
mirada. La dura crítica del autor a la racionalidad socrática, desarrollada por espíritu es considerado instrumento del cuerpo y éste, en cambio, es la “razón
el platonismo y retomada luego por la tradición judeo-cristiana, se basaba en más grande”, la voluntad que obra como “yo”:
que ellas encarnaban la negación de la vida y del valor de lo sensible, instau-
rando el desprecio hacia el cuerpo; de esta manera se constituyeron en una El cuerpo es una razón en grande, una multiplicidad con un solo sen-
metafísica, una religión y una moral que suplantaron e invirtieron los valores tido, una guerra y una paz, un rebaño y un pastor. Instrumento de tu
vitales. Según Eric Alliez y Michel Feher (1991), en Platón puede encontrarse cuerpo es también tu razón pequeña, hermano, la que llamas espíritu:
la oscilación entre dos modelos sobre el vínculo entre el cuerpo y el alma: “El un instrumentillo y juguetillo de tu razón grande. Tú dices “Yo” y te
cautiverio de un alma de origen celeste en un cuerpo-prisión, incluso en un enorgulleces de esa palabra. Pero la más grande –cosa que tú no quieres
cuerpo-tumba –la fórmula soma-séma– y el de la dominación de un alma moti- creer– es tu cuerpo y su gran razón. Él no dice Yo, pero obra como Yo […].
vante sobre un cuerpo móvil (48). Esta oscilación respondería a que Platón se El cuerpo creador se creó el espíritu como una mano de su voluntad.
(Nietzsche, 1984 [1884]: 25)
sitúa en la encrucijada entre dos tradiciones, la primera “que se remonta a las
sectas órficas y pitagóricas”, y la segunda “que preside la moral pero también
el sentido estético […], eleva la domesticación del cuerpo por el alma al rango Pasemos ahora a nuestro segundo autor, Merleau-Ponty. En su caso, la con-
de virtud cardinal, pero celebra también la gracia que se desprende de su frontación con el racionalismo se centra especialmente en el dualismo carte-
unión” (48).1 siano. Para René Descartes (1989 [1649]), “el pensamiento proviene del alma”
infundida por Dios y “los movimientos y el calor”, del cuerpo (84), que es lo que
tenemos en común con los animales. El hombre se identifica con el pensa-
1. A partir de estas tradiciones se constituyeron dos vías de pensamiento: la “mística” y la miento, mientras que su cuerpo es mera extensión, un objeto que es movido por
“cívica”; cuando Platón se ubica en la primera, se dirige especialmente al filósofo; cuando lo el alma gracias “a una pequeña glándula en el medio del cerebro [la glándula
hace en la segunda, al hombre político (Alliez y Feher, 1991: 48). Para el filósofo, la sumisión pineal] en la que el alma tiene su sede principal” (102). En esta idea de un
del cuerpo presagia la liberación del alma y el acceso a la verdad. Esta línea será especial- cuerpo móvil gracias a un alma motivante que lo controla se aprecian las hue-
mente continuada por Plotino y se vinculará también con las tradiciones místicas del cristia- llas del segundo modelo platónico. No obstante, lo característico de las prime-
nismo oriental. En la segunda vía, “el dominio del cuerpo constituye a la vez la condición y
la prueba de una capacidad para gobernar a los demás hombres” y se basa en los principios
de la dominación de lo activo sobre lo pasivo y la búsqueda del justo medio (49). Evidencias
de este control serán las idealizaciones de la moderación en la moral y de la proporción en la 2. Según aclaración del traductor, trieb es el término alemán utilizado por Nietzsche. Habría
estética. Para Alliez y Feher, esta segunda vía será profundizada por san Agustín y el pen- que entenderlo en un sentido muy amplio como “tendencia hacia”. Esto lo diferenciaría del
samiento cristiano occidental. Analizaremos también su incidencia en Descartes. término instinkt, en tanto instinto más ligado a lo biológico, a la fijeza del fin y del objeto.
46 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 47

ras obras de Descartes es el énfasis en un alma que durante el acto de pensar “ser-en-el-mundo”. Es decir, así como no hay conciencia sin sujeto, tampoco la
se escinde del cuerpo, convirtiéndolo en el término no valorado de la persona, hay sin mundo; existo porque hay un mundo, tengo evidencia de mí y del
a la manera de un “resto”: algo que se “posee” pero no lo que se “es”. La duda mundo ineludiblemente. Se trata de una rigurosa bilateralidad: no puede
metódica lo conduce a la primera intuición o verdad evidente (pienso, luego constituirse el mundo como mundo ni el yo como yo si no es en su relación. De
existo) y de ahí se deriva el carácter de res cogitans del sujeto: “Conocí de aquí este modo, la fenomenología introducía la cuestión del otro y de la construc-
que yo era una sustancia cuya esencia o naturaleza es pensar, y que, para exis- ción intersubjetiva del sentido del mundo, diferenciándose radicalmente de
tir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material, los planteos racionalistas clásicos que centraban este problema exclusiva-
de suerte que este yo, es decir el alma, no dejaría de ser como es” (27). Si bien mente en el individuo y su razón.4
Descartes reconocerá “el estrecho vínculo del alma y el cuerpo que experimen- La propuesta de la descripción fenomenológica será intentar recuperar o
tamos todos los días”, es precisamente este mundo de “la vida y las conversa- captar esta experiencia primera, previa al pensar, que tenemos con el mundo,
ciones ordinarias” una de las causas que hace que no “descubramos, con facili- y lo que interesa destacar aquí es que esta experiencia es posible o se consuma
dad y sin una profunda meditación, la distinción real entre uno y otro” (citado a través del cuerpo propio (Leib). En la filosofía de Merleau-Ponty, la noción de
por Le Breton, 1995: 70). El testimonio de los sentidos resulta engañoso,3 por ser-en-el-mundo implica justamente el reconocimiento de una dimensión “pre-
lo que se postula una clara diferenciación entre el mundo de la vida y aquel objetiva” del ser de la cual el cuerpo es el vehículo y que no podría reducirse ni
otro mundo verdadero, accesible gracias a la inteligencia y la meditación. Esta a la res cogitans ni a la res extensa, pues no es ni un “acto de conciencia” ni una
postura representa la antípoda del método fenomenológico, el cual comenzará “suma de reflejos” (99). El cuerpo media todas nuestras relaciones con el
su análisis en ese mundo de la vida, tal cual se presenta a los sentidos. En rela- mundo, por ello, para Merleau-Ponty, no podría reducirse a un mero objeto, a
ción con esta diferencia radical de los métodos, es significativo recordar el ini- algo que sólo “está” en el espacio y en el tiempo, sino que será quien lo “habita”
cio de la tercera de las Meditaciones metafísicas: (156). Así, el cuerpo propio “tiene su mundo o comprende su mundo sin tener
que pasar por unas representaciones, sin subordinarse a una «función simbó-
Ahora cerraré los ojos, me taparé las orejas, eliminaré todos mis sen-
lica» u objetivante” (158). En la descripción de los fenómenos perceptivos, los
tidos, incluso borraré de mi pensamiento todas las imágenes de las cosas
hábitos motores y también de la afectividad, la sexualidad o incluso de la per-
corporales o, al menos, porque apenas puedo hacerlo, las consideraré
vanas o falsas. (Descartes, citado por Le Breton, 1995: 73) cepción verbal, que Merleau-Ponty brinda en diferentes capítulos de
Fenomenología de la percepción, se evidencia esta particular comprensión del
La razón debe luchar contra el cuerpo, contra sus imágenes vanas o falsas; mundo a través de la corporalidad:
las prácticas del cuerpo nada tendrán que ver entonces con la comprensión
Es el cuerpo el que “comprende” en la adquisición de la habitud. Esta
del mundo; al contrario, serán su obstáculo. Dentro de esta concepción en la
fórmula podrá parecer absurda si comprender es subsumir un dato sen-
que el cuerpo se convierte en lo otro, lo diferente del verdadero ser, que sería
sible bajo una idea y si el cuerpo es un objeto. Pero precisamente el fenó-
la razón, se entiende que una de las imágenes recurrentes de Descartes para meno de la habitud nos invita a manipular de nuevo nuestra noción de
referirlo sea la “máquina”, aunque el cuerpo humano conserve el privilegio de “comprender” y nuestra noción de cuerpo. Comprender es experimentar
ser la máquina más “perfecta” construida por “artesano divino” (Le Breton, la concordancia entre aquello que intentamos y lo que viene dado, entre
1995: 78). la intención y la efectuación –y el cuerpo es nuestro anclaje en un
Retornemos a Merleau-Ponty. La opción por este sujeto cartesiano, en el mundo. (162)
caso de la fenomenología, será la definición de “ser-en-el-mundo”. Para com-
prender esta noción debemos remontarnos a una proposición clave de Husserl Nuestra relación práctica con el mundo no se da en términos de un “yo
(1949 [1913]: 66-69): la certeza del mundo, aquella creencia originaria de que pienso” sino de un “yo puedo” (154). En aquello que “intentamos” nuestro
la realidad está “ahí delante”, se me da a la experiencia perceptiva antes de cuerpo apunta hacia un mundo, tratando de incorporarlo –desde movimientos
todo pensar o, como sintetiza Merleau-Ponty (1993), “el mundo está ahí pre- sencillos como tomar un objeto o desplazarnos por el espacio hasta hábitos
viamente a cualquier análisis que yo pueda hacer de él” (10). Las consecuen- complejos como utilizar herramientas, manejar un auto, ejecutar un instru-
cias de esta proposición son cruciales, pues redefinen el cogito y la noción de mento musical–; mover el cuerpo “es apuntar a través del mismo, hacia las
sujeto, el cual pasa a considerarse inseparable del mundo, pues siempre es un

4. No se trata ni del idealismo del cogito cartesiano ni del sujeto trascendental kantiano que
3. Como sugiere David Le Breton (1995), dos de los grandes inventos técnicos de la época de impone las condiciones de posibilidad para que las cosas sean conocidas, pero tampoco es un
Descartes, el telescopio y el microscopio, promovían esta idea de insuficiencia de los sentidos. realismo u objetivismo en el que el mundo precede y trasciende al sujeto.
48 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 49

cosas, es dejarle que responda a la solicitación que éstas ejercen en él sin cribe la fenomenología.5 Asimismo, Lev Vygotsky plantea que “desde el punto
representación ninguna (156). En el mundo fenomenal, de la experiencia de vista filogenético y ontogenético el pensamiento y la comunicación a través
práctica, las cosas no generan en nosotros representaciones sino que se pre- del cuerpo precede y se extiende siempre más allá del habla”; por tanto, sería
sentan como “conjuntos, dotados de una fisonomía típica o familiar”, y estas erróneo ver la praxis corporal como secundaria de la praxis verbal (Jackson,
“fisonomías de los conjuntos «visuales» reclaman” o solicitan de nosotros 1983: 328). Finalmente, Howard Gardner (1987) también destaca la existen-
“cierto estilo de respuesta motriz” (161). cia simultánea de “múltiples inteligencias”; distingue ocho tipos entre los que
En suma, gracias a esta comprensión preobjetiva experimentada como una incluye la corporal-kinésica.
concordancia entre sujeto y mundo, entre lo que intentamos y lo que viene Como conclusión de esta primera presentación de los postulados de
dado, logramos cierta estabilidad y generalidad en las prácticas cotidianas. Nietzsche y Merleau-Ponty, encontramos que ambos propondrán filosofías
Para Merleau-Ponty, la idea de “concordancia” o “equilibrio” refiere a la ten- en las que la corporalidad del sujeto es conocida y revalorizada. De esta
dencia, en términos prácticos, a reducir los desequilibrios que nos presentan forma, los dos se colocan en la antítesis del sujeto cartesiano típico de la
las situaciones. Uno de los ejemplos citados es que al mirar un objeto nuestro modernidad. Además, confrontarán, aunque de maneras disímiles, con el
propio cuerpo tiende a buscar la mejor distancia posible, es decir, aquella que modelo científico positivista. A partir de este planteo inicial se deduce la
le permita visualizar tanto la totalidad como sus diferentes partes. Sea como siguiente pregunta: ¿de qué manera específica cada autor construye la cor-
“sistema de potencias motrices o de potencias perceptivas […], nuestro cuerpo poralidad y qué papel juega ella en la definición de la subjetividad en su
es un conjunto de significaciones vividas que va hacia su equilibrio” (170), relación con el mundo? Como analizaré seguidamente, el sujeto hecho
permitiéndonos así poseer nuestro mundo habitual pero, también, formar “carne” con el mundo que Merleau-Ponty describe será muy diferente de la
nuevos núcleos de significaciones. Esto último sucede cuando “movimientos “voluntad de poder” que caracteriza al sujeto nietzscheano, pues cada autor
antiguos se integran en una nueva entidad motriz” (por ejemplo, al lograr uti- centrará su interés en distintas experiencias de la corporalidad –la “percep-
lizar eficazmente una nueva herramienta o aprender un paso de danza) o ción” de ese mundo que se nos aparece y el “movimiento” que intenta trans-
cuando “los primeros datos de la vista se integran con una nueva entidad sen- formarlo– y trazará caminos metodológicos también diferentes. No obs-
sorial”; en ambos, “nuestros poderes naturales alcanzan de pronto una signi- tante, pienso que en estas profundas diferencias reside la riqueza de su
ficación más rica que hasta entonces sólo estaba indicada en nuestro campo combinación, a partir de una confrontación dialéctica como la que ensayaré.
perceptivo o práctico, no se anunciaba en nuestra experiencia más que como Tal confrontación también permitirá plantear las hipótesis sobre los rasgos
una cierta deficiencia, y cuyo advenimiento reorganiza de pronto nuestro constitutivos de la corporalidad que guían mi abordaje: la experiencia de la
equilibrio y colma nuestra ciega espera” (170). “carne”, como vínculo del cuerpo con el mundo, y la de lo pulsional, como
Es pertinente agregar que la existencia de una forma de comprensión pre- poder desde el cuerpo sobre el mundo.
objetiva vehiculizada por la corporalidad aparece en otros desarrollos teóri-
cos. Un caso es la psicología genética de Jean Piaget (1964). En los primeros
años de vida (hasta el año y medio, aproximadamente) se desarrolla lo que La “carne”: historias de invisibilización y exotización
Piaget denomina “inteligencia sensorio-motriz”, como una inteligencia prác-
tica. En este “estadio” el niño se relaciona con el mundo a través de diferen- Para ahondar en aquella experiencia originaria del mundo que la fenome-
tes “esquemas de acción” (percepciones y movimientos organizados) que cons- nología intenta captar, es útil recordar las reflexiones sobre la pintura que
tituyen la primera forma de conocimiento. Este esquema se construye sobre Merleau-Ponty realiza en El ojo y el espíritu. Allí contrapone la actividad del
la base de los reflejos y luego los hábitos de los primeros meses de vida. En pintor con la de aquella “ciencia manipuladora” que, como señala en la cita
los inicios, casi no existe la diferenciación entre sujeto y objeto, ya que el niño inicial, “renuncia a habitar las cosas”. La pintura, en cambio, abrevaría espe-
“refiere todo a sí mismo, o más concretamente a su propio cuerpo”. Recién al cialmente en esa “napa primaria” de la experiencia que la fenomenología
final de la etapa, con la construcción de las categorías de objeto, espacio, describe: “Sólo el pintor tiene el derecho de mirar todas las cosas sin algún
tiempo y causalidad, y la aparición del lenguaje, es decir de la función simbó- deber de apreciación”, a diferencia el escritor o el filósofo, “quienes no pue-
lica, el niño “se sitúa ya prácticamente como un elemento o un cuerpo entre den declinar las responsabilidades del hombre que habla” (Merleau-Ponty,
los demás, en un universo que ha construido poco a poco y que ahora siente 1977 [1960]: 12). Asimismo, el pintor posee una particular relación cuerpo-
como algo exterior a él” (19). Pasa así del “egocentrismo integral primitivo a mundo pues “es prestando su cuerpo al mundo como el pintor cambia el
la elaboración final de un universo exterior” (26). Según Piaget, estos esque-
mas no se pierden sino que subsisten y son reestructurados en los períodos de
desarrollo posteriores. Desde este enfoque, podría postularse entonces la per- 5. También en Hubert Dreyfus y Stuart Dreyfus (1999) se vinculan los planteos de Merleau-
sistencia de la inteligencia sensorio-motriz en ese ser-en-el-mundo que des- Ponty con la ciencia cognitiva contemporánea.
50 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 51

mundo en pintura” (15); esa relación también se evidencia en las apreciacio- Mi cuerpo es a la vez vidente y visible. El que mira todas las cosas,
nes de muchos pintores acerca de que “las cosas nos miran” o que “debe[n] también se puede mirar, y reconocer entonces en lo que ve el “otro lado”
ser traspasados[s] por el universo y no querer traspasarlo” (25). Así, para de su potencia vidente. Él se ve viendo, se toca tocando, es visible y sen-
Merleau-Ponty la actividad del pintor se convierte en arquetipo de la expe- sible para sí mismo […]; es un sí mismo por confusión, narcisismo, inhe-
rencia del que ve a lo que ve, del que toca a lo que toca, del que siente a
riencia preobjetiva del mundo que la fenomenología describe. Para compren-
lo sentido; un sí mismo, pues, que está preso entre las cosas […]. Visible
der la elección de esta metáfora, es necesario indagar en dos conceptos clave:
y móvil, mi cuerpo está en el número de las cosas, es una de ellas, per-
la percepción como “comunión con el mundo” y la “carne”. En el primer caso, tenece al tejido del mundo y su cohesión es la de una cosa. Pero, puesto
la percepción implica una comunión en tanto el sujeto de la sensación no es que ve y se mueve, tiene las cosas en círculo alrededor de sí, ellas son un
ni un pensador que nota una cualidad ni un medio inerte afectado por ella anexo o una prolongación de él mismo, están incrustadas en su carne,
sino “una potencia que co-nace (co-noce) a un cierto medio de existencia o se forman parte de su definición plena y el mundo está hecho con la misma
sincroniza con él […], es una cierta manera del ser del mundo que se nos pro- tela del cuerpo. (Merleau-Ponty, 1977: 16-17)
pone desde un punto del espacio, que nuestro cuerpo recoge y asume si es
capaz de hacerlo […], la sensación es literalmente una comunión” (Merleau- En Lo visible y lo invisible, su obra póstuma, Merleau-Ponty describe nue-
Ponty, 1993: 228). vamente la paradoja del cuerpo y sitúa la carne como una especie de “princi-
pio encarnado” de todos los seres visibles y tangibles:6
En la percepción no pensamos el objeto ni pensamos el pensante,
somos del objeto y nos confundimos con este cuerpo que sabe del mundo
más que nosotros […], vivo la unidad del sujeto y la unidad intersenso- Si bien el cuerpo es cosa entre las cosas, es, en cierto sentido, más
rial de la cosa, no los pienso como harán el análisis reflexivo y la cien- fuerte y más profundo que ellas, y eso, decíamos, porque es cosa, lo cual
cia. (253) significa que se destaca entre ellas y, en la medida en que lo hace, se des-
taca de ellas. No es simplemente cosa vista de hecho (yo no veo mi
La experiencia de la percepción, donde sujeto y objeto constituyen poten- espalda), es visible por derecho, entra en el campo de una visión a un
cias en una relación de coimplicación, se convertirá para Merleau-Ponty en el tiempo ineluctable y diferida. Recíprocamente, si toca y ve, no es porque
locus de la existencia: un modo de ser que es fundador de todo ser. tiene delante los seres visibles como objetos: están a su alrededor, llegan
El concepto de carne surge en obras posteriores y es presentado como un hasta a invadir su recinto, están en él, tapizan sus miradas y sus manos
medio de superar la aparente paradoja que la corporalidad plantea. Esta por dentro y por fuera. Si los toca y los ve, es únicamente porque, siendo
paradoja consiste en que el cuerpo es a la vez sensible y sintiente, visible y de su misma familia, visible y tangible como ellos, se vale de su ser como
de un medio para participar del de ellos, porque cada uno es arquetipo
vidente, es decir que puede convertirse en un cuerpo objetivo –cosa entre las
para el otro y porque el cuerpo pertenece al orden de las cosas así como
cosas, pertenecer al orden del objeto, a la manera de Descartes– pero es tam- el mundo es carne universal. Ni siquiera hace falta decir, como acaba-
bién inevitablemente un cuerpo fenoménico –aquel que ve y toca las cosas–, mos de hacerlo, que el cuerpo se compone de dos hojas, una de las cua-
pertenece al orden del sujeto. Para Merleau-Ponty, el hecho de que general- les, la de lo “sensible”, es solidaria del resto del mundo; no hay en él dos
mente se haya planteado esta paradoja de la doble referencia de la corpora- hojas o dos capas […], porque todo él, sus manos y sus ojos, no es más
lidad no es mera casualidad, pues lo que ella esconde es que cada una “llama que aquella referencia a una visibilidad y a una tangibilidad-patrón de
a la otra”, en tanto cuerpo y mundo se comunican indefectiblemente por la todos los seres visibles y tangibles, que tienen en él su semejanza y cuyo
“facticidad de la carne”. En un intento de ejemplificar la experiencia de la testimonio recoge por la magia que es el ver y el tocar mismos. (Merleau-
carne, dirá que lo que tenemos es “una carne que sufre cuando está herida Ponty, 1970 [1964]: 172)
y unas manos que tocan” y no un “cuerpo” en tanto objeto permanente de
pensamiento. En otras palabras, la carne hace referencia a un sintiente sen- En resumen, gran parte de la obra de Merleau-Ponty se esfuerza por des-
sible que no puede desligarse de su relación con un mundo; si bien este cribir aquella dimensión preobjetiva del ser, en la cual cuerpo y mundo se
entramado de relaciones puede llegar a especificarse como “un cuerpo”, es
sólo a condición de ser pensado, objetivado, escindido de su condición exis-
tencial de carne. En El ojo y el espíritu esta especie de equivalencia, de 6. “Para designarla [a la carne] haría falta el viejo término «elemento», en el sentido que se
emplea para hablar del agua, del aire, de la tierra y del fuego, es decir, en el sentido de una
unión y confusión, entre cuerpo y mundo se ilustra diciendo que el mundo
cosa general, a mitad de camino entre el individuo espacio-temporal y la idea […]. No hecho
está hecho con la misma “tela del cuerpo” y que el cuerpo pertenece al “tejido o suma de hechos, aunque sí adherente al lugar y al ahora. Mucho más, inauguración del
del mundo”. dónde y del cuándo, posibilidad y exigencia del hecho, en una palabra, facticidad, lo que hace
que un hecho sea hecho” (Merleau-Ponty, 1970 [1964]: 74).
52 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 53

comunican a través de la carne. Sobre esta experiencia primera se alzan la los efectos que produce una visión indiferenciada que le hace abarcar el
reflexión, el pensamiento, que instalan la escisión sujeto-objeto y con ella todo mundo total en cada una de sus representaciones, sin que intente distin-
el edificio de las ciencias; la fenomenología, sin embargo, intentará siempre guirse él mismo de este mundo. Se podría hablar de una visión cosmomór-
describir ese suelo de la experiencia vivida. fica. A sus ojos se corresponden, entonces, la estructura de la planta y la
A medida que describamos las representaciones de la experiencia cuerpo- estructura del cuerpo humano: una identidad de sustancia los confunde
en un mismo flujo de vida. El cuerpo humano está hecho de la misma sus-
mundo entre hombres y mujeres tobas, encontraremos importantes semejan-
tancia que verdea el jade, que forma las frondosidades, que hincha de
zas con el tipo de interrelaciones que el concepto de carne plantea. Sobre todo,
savia todo lo que vive, y estalla en los retoños y en las juventudes siem-
porque los límites entre mundo humano, “natural”, y del poder no humano pre renovadas. Y porque se halla totalmente repleto de estas vibraciones
resultan permeables y flexibles; incluso veremos que la misma idea de límite del mundo, el cuerpo no se diferencia de él. (Leenhardt, 1961: 35-36)
es cuestionada, ya que a pesar de que estos mundos se diferencian en el len-
guaje, existencialmente están profundamente conectados. Ejemplos de estas El trabajo de Leenhardt ha sido objeto de numerosas críticas pues tendía
conexiones hallaremos al explorar sus concepciones de salud, enfermedad y a una interpretación casi literal de los datos de sus informantes, sin proble-
terapia, en los mitos, en las prescripciones relativas a las mujeres, o también matizar la contextualización de los términos y, en general, la dimensión sim-
en la importancia atribuida a las “señas”, elemento que Wright (1997) ha des-
bólica y polisémica del lenguaje. Además, su idea de una “identidad de sus-
tacado. Ciertos episodios de la vida cotidiana –una dolencia o una enferme-
tancia” estaba influida por el modelo de Lucien Lévy-Bruhl sobre la
dad, un sueño, el canto de un pájaro– tienen la propiedad de convertirse en
“participación” en la “mentalidad primitiva”, también ampliamente superado.
señas, es decir, de actuar a la manera de índice de otros acontecimientos. En
Más allá de estas críticas metodológicas, cabe destacar que autores como Le
la interpretación de la seña y en las experiencias vividas que la antecedieron
Breton (1995) o Csordas (1999) le reconocen a Leenhardt haber captado esta
y la siguieron se ponen en juego una serie de elementos que se van encade-
concepción “holista” del cuerpo, característica de muchas sociedades no occi-
nando. Estos elementos suelen abarcar desde vivencias corporales, pensa-
dentales. Así, su trabajo fue fundamental para instalar un paradigma que
mientos, relaciones con las personas (ÿaqaÿa), con algunos animales (shigi-
opone ese “cuerpo de los otros” a las concepciones dualistas predominantes en
ÿak), con ciertos fenómenos atmosféricos como el viento o la lluvia, hasta los
Occidente.8
encuentros personales (nachaGan) con los seres poderosos (ÿaqa’a) y los vín-
He mencionado algunos fragmentos del texto de Leenhardt por las simili-
culos con el Dios cristiano, todos en un mismo continuo existencial.
tudes que presentan con las ideas de Merleau-Ponty sobre la carne. Las imá-
Uno de los estudios antropológicos clásicos sobre este tipo de representa-
ciones que vinculan estrechamente cuerpo-mundo es el análisis de Maurice genes de Leenhardt de “un cuerpo repleto de las vibraciones del mundo”, que
Leenhardt (1961) sobre la noción de cuerpo entre los canacos. Como eviden- se “confunde en un mismo flujo de vida”, resultan muy cercanas, por ejemplo,
cia de los profundos vínculos entre cuerpo y naturaleza, el autor señala que a las de Merleau-Ponty acerca de que “el espesor del cuerpo, lejos de rivalizar
el léxico utilizado para designar las partes del cuerpo se corresponde también con el del mundo, es, por el contrario, el único medio que tengo para ir hasta
con el del reino vegetal.7 Finalmente, el autor también describe mitos y prác- el corazón de las cosas, convirtiéndome en mundo y convirtiéndolas a ellas en
ticas rituales que relacionan la vida de las personas con el árbol, revelando carne” (Merleau-Ponty, 1970: 168). No se trata aquí, sin embargo, de postular
así una supuesta “identidad de estructura y una identidad de sustancia entre solamente analogías simbólicas entre estos autores sino de proponer una
el hombre y el árbol” (28). Leenhardt concluye que en estas sociedades los nueva mirada a partir de su confrontación. Considero que aquella identidad
mitos constituyen una realidad vivida y que involucran una “identidad de y participación entre cuerpo y naturaleza que Leenhardt intentaba describir
sustancia” entre cuerpo y naturaleza: para los canacos podría comprenderse mejor desde una perspectiva fenome-

Cuando el hombre vive en la envoltura de la naturaleza y todavía no


se ha separado de ella, no se esparce en ella sino que es invadido por la 8. Cito como ejemplo de este tipo de definiciones algunas consideraciones de Arthur
naturaleza y solamente a través de ella se conoce a sí mismo. No tiene Kleinman (1988) en un trabajo de antropología médica. Para el autor, en “Occidente sobre
una visión antropomórfica, sino que queda sometido, por el contrario, a todo a partir del modelo biomédico”, el cuerpo constituye “una entidad discreta y objetiva […]
separada de los pensamientos y emociones”, que funciona a la manera de una máquina; es
también “secularizado y pertenece al dominio privado del individuo”. En las sociedades “no
occidentales, en cambio, “el cuerpo es concebido como un sistema abierto que vincula las rela-
7. Asimismo, las correspondencias cuerpo-mundo se ilustrarían en la palabra karo, que ciones sociales al self”; un “balance vital entre elementos interrelacionados en un cosmos
designa “al elemento sustentador necesario a la realidad de diferentes seres y cosas”: karo holístico […] lo emocional y cognitivo están integrados en procesos corporales” y el propio
kamo es el cuerpo humano; pero karo gi, el cuerpo del hacha (su mango) y karo rhe, el cuer- cuerpo “es parte orgánica de un mundo sacro y sociocéntrico, un sistema comunicativo que
po del agua o masa del río, para citar sólo algunos ejemplos (Leenhardt, 1961: 34). involucra intercambios con los otros (incluido lo divino)” (11).
54 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 55

nológica, en tanto experiencia existencia de la carne y no, como se hizo, en tér- Seguramente, la visión cosmomórfica que Leenhardt describía para los
minos lógicos de categorías de entendimientos diferentes de las occidentales canacos no hubiera resultado tan exótica comparada con estas otras represen-
o, más recientemente, como nociones de cuerpo radicalmente contrapuestas. taciones, aunque sí, obviamente, si sólo se la coteja con el cuerpo-máquina de
A mi juicio, tampoco alcanza con tratar estas relaciones cuerpo-mundo en su la modernidad, con ese “objeto” singular que se “posee”. Esta última compa-
dimensión meramente simbólica, pues esto ha conducido muchas veces a olvi- ración fue, en efecto, la que eligió hacer Leenhardt:
dar el enraizamiento que los simbolismos poseen en la experiencia. Mi hipó-
tesis es que habría una experiencia fenomenológica de la carne común a dife- Al ignorar el melanesio que este cuerpo suyo es un elemento del cual
rentes culturales, lo cual no implica, evidentemente, desconocer la diversidad es el poseedor, se encuentra por ello mismo en la imposibilidad de dis-
de prácticas y concepciones de la corporalidad, pero sí cambiar la perspectiva criminarlo. No puede exteriorizarlo fuera de su medio natural, social,
mítico. No puede aislarlo. No puede ver en él a uno de los elementos del
desde la cual la analizamos. Así, la problemática de una experiencia común
individuo […]. El primitivo es el hombre que no ha captado el vínculo
de la carne y, a la vez, de la diversidad de cada cultura se replantearía de la
que lo une a su cuerpo y ha sido incapaz, por tanto, de singularizarlo. Se
siguiente manera: ¿por qué la experiencia de la carne sería más visible en ha mantenido en esta ignorancia al vivir el mito de la identidad, que él
determinados contextos culturales –a partir de particulares usos del lenguaje, experimenta sin diferenciarlo y que se presenta desde entonces como el
de las prácticas y significaciones cotidianas, de los simbolismos míticos y la telón de fondo sobre el cual se perfilan muchas formas míticas de su
vida ritual– mientras habría sido invisibilizada en la filosofía occidental here- vida. (Leenhardt, 1961: 35-36)
dera del racionalismo y en las tradiciones culturales que se conformaron con
las burguesías europeas? En contraste con el autor, podríamos decir, por ejemplo, que muchos de los
Ensayar la respuesta a estos interrogantes conduce ya no solamente a la filósofos racionalistas occidentales se han mantenido en la “ignorancia” al
filosofía sino también a la historia. Sostener la existencia de un proceso de vivir el mito del cuerpo-máquina y ser así incapaces de reconocer la carne con
invisibilización de la carne que se iniciaría alrededor del siglo XVII en la el mundo, que los canacos o aquellos hombres y mujeres de las culturas popu-
Europa occidental supone postular que las cosas no siempre fueron así, que lares de la Edad Media sí reconocieron. Nuevamente, es importante situar
aquella experiencia de la carne antes existió y fue visible, convirtiéndose aquí la intención que anima estas comparaciones interculturales. No se trata
luego en objeto de disputas y relaciones de poder que buscaron negarla. En de marcar analogías casuales sino de avanzar en la argumentación de nues-
efecto, al menos hasta el Renacimiento, predominaron concepciones sobre el tra hipótesis. Considero que, en la base de estas concepciones de la relación
vínculo cuerpo-mundo en las que la experiencia de la carne sí era destacada. cuerpo-mundo que en algunos aspectos son similares, se hallan ciertas expe-
Tal es lo que acontece, por ejemplo, en ciertas representaciones del cuerpo que riencias que también poseen similitudes. La experiencia práctica de la rela-
emergen en el cristianismo, así como en las culturas populares de la Edad ción cuerpo-mundo entre los campesinos medievales europeos probablemente
Media y el Renacimiento.9 En las definiciones de Bajtín sobre el cuerpo del tendría más semejanza, por ejemplo, con la experiencia práctica de los cana-
carnaval “enredado y confundido con el mundo”, “fusionado con la naturaleza” cos de Leenhardt; más semejanzas, al menos, que la que éstos tendrían con
y “asimilado con el cosmos”, resuena la analogía con la carne de Merleau- las relaciones cuerpo-mundo de un burgués actual habitante de las ciudades
Ponty: europeas. Este tipo de comparaciones entre contextos más ligados a los ciclos
de la naturaleza en contraposición con los urbanos tal vez resultan hoy dema-
Notemos en fin que el cuerpo grotesco es cósmico y universal, que los siado simples y en efecto lo serían si con ellas se buscaran modelos explicati-
elementos que han sido señalados son comunes al conjunto del cosmos: vos generales. No obstante, si lo que se intenta es identificar sólo “algunas”
tierra, agua, fuego, aire; está directamente ligado al sol y a los astros, dimensiones prácticas de la experiencia que incidirían en ciertas similitudes
relacionado a los signos del Zodíaco y reflejado en la jerarquía cósmica;
presentes en diferentes culturas, la perspectiva no tiene por qué resultar
este cuerpo puede fusionarse con diversos fenómenos de la naturaleza
infructuosa de antemano. Probablemente, si algunas de estas semejanzas
[…] y puede asimismo cubrir todo el universo […]. El hombre asimila los
elementos cósmicos (tierra agua, aire, fuego) encontrándolos y expe- hubiesen sido recordadas más a menudo, la antropología no habría incurrido
riemntándolos en el interior de sí mismo, en su propio cuerpo; él siente en algunos de sus excesos de exotización de los otros.
el cosmos en sí mismo. (Bajtín, 1994 [1930]: 287, 302) Retornemos entonces a la pregunta pendiente sobre los cambios producidos
con el avance de la burguesía. Si en ésta se consolida aquella ideología que
escindía el cuerpo de la persona y del mundo, es porque una nueva serie de
9. Dado que no podré extenderme aquí en este punto, remito al trabajo de Le Breton (1995)
prácticas y por lo tanto de mentalidades se estaban afianzando. La experien-
y también a mi propio análisis (Citro, 2003, cap. 1) de las concepciones del cuerpo en el cris- cia del cuerpo en el mundo estaba cambiando, en tanto formaba parte de un
tianismo, especialmente en san Agustín, así como en Bajtín. proceso de transformación social más amplio. A pesar de la complejidad de este
56 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 57

proceso, señalaré sintéticamente algunos tópicos que lo resumen, a partir del Otro proceso fundamental para comprender los cambios en torno a la cor-
trabajo de José Luis Romero (1993). Entre éstos, la proliferación de las activi- poralidad es la transformación de las costumbre de la vida cotidiana, primero
dades comerciales y productivas encaradas por aquellos hombres “libres” que entre las capas cultivadas del Renacimiento y luego en la burguesía en gene-
se desprenden de los lazos que los unían a sus comunidades de origen y se lan- ral, que comienzan a diferenciarse así de las culturas populares. Norbert
zan a la aventura personal y a la búsqueda del ascenso socioeconómico –la Elias (1993) estudió este importante aspecto de lo que denominó “proceso civi-
“carrera abierta al talento”, en términos de Eric Hobsbawm–; el crecimiento de lizatorio” a través del análisis de los cambios en el comportamiento que, a
las ciudades y la creación de sus propias formas de gobierno, que evocan tanto partir del siglo XVI, pueden rastrearse en las actitudes frente a las necesida-
la ruptura con el medio natural como con las jerarquías sociales heredadas; el des naturales del cuerpo, las maneras de mesa y las transformaciones de la
avance del individualismo frente al papel que antes poseían los lazos comuni- agresividad. Según Elias:
tarios y la tradición; la desacralización del mundo que irá minando los dogmas
cristianos; el desarrollo de las ciencias experimentales, que plantea una doble Las coacciones sociales externas se van convirtiendo en coacciones
disolución entre realidad sensible y realidad sobrenatural, por un lado, y entre internas, la satisfacción de las necesidades humanas pasa poco a poco a
el hombre y la naturaleza, por el otro. La naturaleza se conforma entonces realizarse en los bastidores de la vida social y se carga de sentimientos
de vergüenza y la regulación del conjunto de la vida impulsiva y afectiva
como un objeto separado del sujeto, que puede ser conocido y dominado a tra-
va haciéndose más y más universal a través de una autodeterminación
vés de la ciencia y la técnica e, incluso, también admirado como objeto estético. continua. (449)
Se trata de un proceso similar, en términos estructurales, al que vive el cuerpo:
es desacralizado convirtiéndose en pura extensión o máquina, es objeto de El autodominio del individuo se convierte de esta manera en un rasgo
conocimiento a partir de las disecciones de cadáveres y el desarrollo del cono- característico del burgués, enfatizado también por la ética ascética del protes-
cimiento anatómico, es objeto de control a través de técnicas de disciplina- tantismo, que para Max Weber (1998 [1905) será crucial en el surgimiento del
miento en diferentes instituciones y también se convierte en objeto estético, capitalismo. En contraste con el autodominio del cuerpo y la emoción, Elias
especialmente en la pintura y escultura renacentistas. señala, por ejemplo, la dimensión pasional, de dolor y goce en el propio
La representación cartesiana del cuerpo-máquina se correspondía con su cuerpo, implicada en la práctica de la guerra y el misticismo en el mundo
utilización práctica como “herramienta”, como un “medio” que al ser discipli- medieval. Justamente, analizaré luego cómo Nietzsche reivindicaba aquella
nado y controlado en su funcionamiento, hasta en los más mínimos detalles, dimensión del valor y la fuerza, que hallaba en la mentalidad de los varones
permitía aumentar su utilidad y hacerlo así cada vez más eficaz para la pro- germánicos y que se extendió a la caracterización de lo masculino.
ducción capitalista. De ahí, el proceso de alienación que vive el obrero a tra- Para completar este análisis genealógico acerca de la concepción moderna
vés de su trabajo fragmentario y monótono en las fábricas. Para Marx, el del cuerpo y la persona es necesario situar una de las críticas clave del pensa-
obrero es enajenado del producto de su trabajo, pero también de la misma miento feminista: en qué medida estas concepciones se corresponden con la
actividad del trabajo la cual, de ahora en más, sólo consumirá su fuerza física, imposición de un modelo de masculinidad que invisibiliza la experiencia feme-
sus movimientos. El propio cuerpo es convertido en una máquina-herra- nina. Retomaré brevemente algunas de las críticas de Christine Battersby
mienta separada del ser, escindido de muchos de sus saberes prácticos que ya (1993) a la semántica cognitiva de Mark Johnson y George Lakoff. Estos auto-
no serán requeridos, por la repetición mecánica de un mismo gesto produc- res sostienen que uno de los rasgos más penetrantes de la experiencia corpo-
tivo; así, el trabajo capitalista “hace del ser genérico del hombre, tanto de la ral es la percepción de nuestros cuerpos “como un recipiente sin límites”:
naturaleza como de sus facultades espirituales genéricas, un ser ajeno para
él, un medio de existencia individual. Hace extraños al hombre su propio El self estaría dentro del cuerpo y sus límites “nos protegen y resis-
cuerpo, la naturaleza fuera de él, su esencia espiritual, su esencia humana” ten contra las fuerzas externas” y también “retienen las fuerzas inter-
(Marx, 1974: 115). Foucault nos recuerda que este disciplinamiento del cuerpo nas de expansión”. Este tipo de estructuras subyacentes del embodiment
se extenderá no sólo a las nacientes fábricas sino al conjunto del tejido social: “forman y constriñen la imaginación vía patrones de tipo gestáltico o
esquemas que operan en un nivel preconceptual”; así, el nivel más
“El libro del cuerpo-máquina” se escribió simultáneamente en dos básico de la significación reside “sobre los esquemas de imaginación que
registros: “el anatomo-metafísico”, del que Descartes había compuesto se levantan de la experiencia (universal) del embodiment”. (Citado por
las primeras páginas y que los médicos y filósofos continuaron, y “el téc- Battersby, 1993: 31)
nico-político”, constituido por todo un conjunto de reglamentos milita-
res, escolares, hospitalarios y por procedimientos empíricos y reflexivos Para Battersby, en cambio, esta experiencia del embodiment no podría
para controlar las operaciones del cuerpo. (Foucault, 1987: 140) considerarse universal. Retomando a Irigaray, considera que la concepción
de la “identidad basada en contenedores espaciales, en sustancias y átomos”
58 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 59

y en la “repulsión o exclusión del no ser” es fundamentalmente parte del ima- mente diferente de las de otras sociedades. En efecto, ésta es la ideología que
ginario masculino, y este modo se habría trasladado a la ciencia, a modelos emerge como creación particular de una tradición sociocultural, la de la bur-
que “privilegian la forma, la solidez, la óptica y lo fijo” (34). Más allá de algu- guesía europea en su momento de consolidación, la cual intentaba borrar los
nas críticas puntuales de Battersby a Irigaray, la autora concuerda con que lazos que testimoniaban los vínculos de la corporalidad con el mundo, víncu-
el modelo de self prevaleciente en Occidente es masculino. De esta manera, los que, sin embargo, se destacan en las representaciones de la persona de
“se perdió en nuestras culturas la tradición alternativa de pensar la identi- muchísimas otras sociedades, no sólo aborígenes sino también en diferentes
dad basada en la fluidez” y “en la interpenetración del ser con los otros”, tra- sistemas de creencias orientales. La paradoja antes mencionada reside en que
dición alternativa que sería más cercana a la experiencia femenina (34-35).10 de aquella tradición sociocultural provinieron los mayores intentos de erigir
Siguiendo este modelo, podríamos sostener que la profunda interpenetración sus propias concepciones de sujeto y de mundo (¡tan exóticas!) como norma
del cuerpo con el mundo que caracterizamos con Merleau-Ponty retomaría universal: el colonialismo y aquella “ciencia manipuladora” a la que Merleau-
estos aspectos invisibilizados de la experiencia que Irigaray y Battersby aso- Ponty refería son ejemplos de tales intentos.
cian con lo femenino; en cambio, la resistencia y la confrontación con el Tal vez uno de los argumentos más contundentes para corroborar esta
mundo que, como veremos, caracterizan a la voluntad de poder nietzscheana, hipótesis de la persistencia de la carne aun en la modernidad provenga, para-
tendrían más elementos cercanos a la caracterización de lo masculino postu- dójicamente, de Descartes. Máximo exponente de la obsesión por controlar el
lada por las autoras. En el capítulo 8 profundizaré estos temas, al analizar cuerpo a través de la razón e incluso por hacerlo desaparecer para evitar sus
cómo la experiencia fenomenológica de apertura al mundo, de la carne, se interferencias engañosas, terminó reconociendo, sin embargo, que en la vida
intensificaría en las mujeres tobas. cotidiana eso era imposible de lograr. Así, en sus últimos escritos, cuerpo y
Ahora bien, frente a esta breve genealogía del cuerpo moderno,11cabe pre- alma aparecen indisolublemente ligados y las “pasiones del alma” (asentada
guntarse si la experiencia fenomenológica de la carne seguiría existiendo en principalmente en la glándula pineal) recorrerían el cuerpo, en tanto “son
nuestras sociedades. Evidentemente, desde Merleau-Ponty, un autor que la causadas, mantenidas y fortificadas por un movimiento de los espíritus” ani-
describe desde su experiencia cotidiana como europeo de mediados del siglo XX, males que transitan por nuestros nervios y sangre (Descartes, 1989 [1637]:
la respuesta es que sí; no obstante, es indudable que también existió un pro- 99). La pregunta por cómo se produce la acción de la res cogitans u alma sobre
ceso de invisibilización de esa experiencia en nuestras representaciones cul- el cuerpo y viceversa fue planteada a Descartes por una mujer, la princesa
turales hegemónicas. Paradójicamente, entonces, si consideramos que la Isabel de Bohemia. En su respuesta, Descartes le reconoce a Isabel la impor-
experiencia de la carne posee una amplia extensión cultural, podrían inver- tancia del problema que le presenta, al cual no se había dedicado antes, pues
tirse las proposiciones que asignan el exotismo a los otros y señalar que es la su “principal objetivo consistía en probar la distinción que hay entre el alma
concepción del cuerpo-máquina la que resultaría exótica, en tanto marcada- y el cuerpo” (Granada, 1989: XXVI). Así, de esta sutil y provocativa interferen-
cia femenina en los cimientos de la filosofía racionalista masculina, surge el
Tratado de las pasiones del alma, escrito por Descartes un año antes de su
muerte, donde sostendrá que “el alma está verdaderamente unida a todo el
10. Para Irigaray, en la filosofía occidental y el psicoanálisis, la mujer ha sido concebida sólo cuerpo”. De esta forma, el dualismo ontológico de la res cogitans y la res
como “lo diferente a lo masculino”, sea “como carencia o como exceso”. En este sentido, extensa, destinado inicialmente a consumar la desanimación y la desantropo-
Battersby sostiene que no se trata de oponer la experiencia femenina de la fluidez e inter-
morfización del mundo despojándolo de toda finalidad para ponerlo bajo la
penetración a la masculina, en términos esenciales. La experiencia femenina no constitui-
ría ni la excepción al modelo masculino ni tampoco debería proponerse como el ideal o
tutela del pensamiento y el dominio de los hombre (no de las mujeres), pasa
norma de lo que debería ser; se trata de formas alternativas de concebir la identidad que a ser cuestionado en el ámbito de la realidad humana. No obstante este
siempre han existido –aunque una de ellas haya sido la hegemónica– y que requerirían ser importante cambio, el dualismo no dejará de ser una prescripción metodoló-
integradas para construir una “nueva metafísica del ser”. Un planteo similar se encuentra gica clave para “el” filósofo racionalista: es necesario aquietar esas pasiones
en la propuesta de Rita Segato (1997), aunque basada en el modelo lacaniano. Para esta (que pasarán a vincularse preponderantemente a lo femenino) y desconfiar de
autora, existe la capacidad de circular por las posiciones posibles que la estructura de géne- los datos de los sentidos para alcanzar el verdadero saber.
ros presupone, no sólo en lo que atañe a los aspectos funcionales sino también en el regis-
tro de los afectos.
11. Cada vez que aluda a las representaciones “modernas” de la corporalidad, refiero a las La hipótesis del vínculo del cuerpo con el mundo
representaciones del dualismo y del cuerpo-máquina, las cuales emergieron como hegemóni-
cas a partir de los procesos socioculturales más amplios aquí analizados. Así, el término
posee un valor de síntesis analítica, pero no intenta, de ninguna manera, negar la existencia
Después de este largo recorrido que nos ha llevado de la “carne” al cuerpo
de otras representaciones de la corporalidad dentro de ese período histórico. De hecho, los de los otros y a la génesis del cuerpo occidental moderno con sus dimensiones
planteos de Nietzsche, Husserl y Merleau-Ponty, por ejemplo, son parte de ese período. masculinas y femeninas, es momento de extraer las conclusiones que guiarán
60 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 61

nuestro trabajo. Por un lado, la hipótesis de encontrar en la experiencia de la que los diálogos sean imposibles y que dialogando encontremos ciertas seme-
carne, en la imbricación existencial del cuerpo con el mundo, un elemento janzas, además de diferencias. Mi intención, entonces, no es erigir la fenome-
común, un rasgo existencial de la vida humana, aunque vivenciado con inten- nología de Merleau-Ponty en una especie de referencia universal sino poner
sidades disímiles por hombres y mujeres de diferentes épocas y lugares. Por en diálogo la particular sensibilidad de este europeo de la segunda posguerra
otro, la certeza de que en la medida en que estos mundos son diferencial- para describir su relación cuerpo-mundo, con las particulares sensibilidades
mente construidos en cada cultura y hasta las mismas prácticas cotidianas de de algunos hombres y mujeres tobas –como Teresa Benítez, Chetole, Estela
los cuerpos son diferentes, aquella experiencia primaria de la carne adquiere Medina, Roberto Yabaré, Miguel y Víctor Velázquez, entre muchos otros–,
modos disímiles y, por lo tanto, podrá ser representada de diversas maneras quienes a partir de sus propias descripciones y de sus prácticas me han per-
en las filosofías y concepciones culturales, incluso hasta ser enmascarada y mitido conocer algo de sus experiencias y representaciones de las relaciones
negada. Cuando la antropología olvida esta experiencia originaria y compar- cuerpo-mundo. Posiblemente, desde la perspectiva de la economía política del
tida de la carne y, continuando con la tradición de Leenhardt, contrapone las conocimiento que algunos todavía defienden, la legitimidad asignada a los
concepciones modernas del cuerpo con las no occidentales, lo que hace es opo- capitales simbólicos de unos y de otros resulte muy diferente, pero ¿acaso eso
ner una determinada ideología que invisibiliza el vínculo cuerpo-mundo con impediría el diálogo…? Todo lo contrario, para nosotros lo impulsa como polí-
las representaciones culturales de otras sociedades que no invisibilizan ese tica de resistencia y disputa frente a esas perspectivas. Creo firmemente que
vínculo, presentándolas como radicalmente diferentes de las del investigador. esta especie de relativismo dialógico es uno de los aportes que la mirada
Cabe recordar aquí que trabajos más recientes como el de Michel Lambek antropológica sobre los otros –a menudo periféricos– y sobre sus saberes –a
(1998) no sólo destacan este carácter fuertemente ideológico de lo que se ha menudo soterrados– puede brindar. Finalmente, es este juego de contrastes el
querido definir como “representación occidental del cuerpo” sino que también que también permite reconstruir nuestras propias concepciones científico-cul-
analizan la presencia de tópicos como el dualismo o el individualismo en turales, “proporcionándonos alguna facultad crítica con que evaluar y com-
sociedades aborígenes, las cuales solían caracterizarse como totalmente prender las suposiciones sacrosantas e inconscientes que se construyen y sur-
extrañas a estas nociones.12 Por eso resulta imprescindible un análisis que gen de nuestras formas sociales” (Taussig, 1992: 29). En nuestro caso, esta
vincule las prácticas de las corporalidades de hombres y mujeres con los sis- perspectiva dialógica es la que permite develar el carácter socialmente cons-
temas de representaciones y con las luchas ideológicas por legitimarlas que truido de proposiciones sacrosantas de la modernidad, como las del cuerpo-
acontecen en cada contexto sociohistórico. máquina y el dualismo.
En resumen, a partir de este enfoque, por un lado, tenemos la posibilidad Hechas estas aclaraciones, precisemos la doble dimensión que nuestra
de encontrar ciertas experiencias comunes, tal vez universales, de la corpora- hipótesis de la experiencia fenomenológica de la carne abarca: si bien los
lidad; por otro, la advertencia de que la diversidad cultural siempre surge. Y modos de percepción o las técnicas cotidianas por las que nuestro cuerpo se
si he dicho “tal vez”, es porque hoy resulta difícil atreverse a hablar de uni- mueve en el mundo son diferentes según las culturas, todas éstas, a pesar de
versales, después de la deconstrucción, la crítica poscolonial y la feminista. su diversidad, pondrían en juego indefectiblemente una dimensión preobjetiva
Sin embargo, si nos atrevemos a nombrar este “tal vez”, es porque aquellas del ser, por la cual podemos “habitar” el mundo y nos hallamos unidos a él. Así,
legítimas críticas de los universalismos pueden volverse contraproducentes, esta hipótesis es la que nos permitirá crear uno de esos lugares de encuentro
teórica y políticamente, si terminan impidiéndonos pensar de modo compara- entre nuestra travesía filosófica y la etnográfica. En las Meditaciones cartesia-
tivo, si impiden plantear las similitudes entre los seres humanos, si coartan nas la existencia de la carne puede ser borrada de nuestras representaciones
los diálogos. Como Strathern y Lambek (1998) han destacado, el hecho de que o ser puesta entre paréntesis, pero nunca logra ser eliminada como dimensión
los paradigmas de cada cultura (y, agregaría, de los géneros sexuales) sean existencial del ser humano. Más allá de los intentos de la razón por disciplinar
“inconmensurables” no significa que sean “incomparables”; que no exista una el cuerpo, éste sigue revelándonos que posee su propia vida como parte inne-
regla o norma común contra la cual medir o evaluar las diferencias no implica gable de nuestra subjetividad, sea por su comprensión preobjetiva del mundo
como por aquellas pasiones cartesianas o, como enseguida veremos, por esa
libido que ya san Agustín reconocía y que reencontraremos en Nietzsche y en
Freud. Es momento, entonces, de explorar esta última faceta de la corporali-
12. Lambek propone pensar las relaciones cuerpo-mente como una tensión fundamental de dad, probablemente otra de las dimensiones existenciales comunes, otro de
la experiencia humana, un problema inherente a la condición y a la capacidad de autorrefle- nuestros l u g a r e s de encuentro. Sin embargo, otra discusión nos aguarda antes
xión del ser humano. Si bien el dualismo sería trascendido en la experiencia práctica, como
de animarnos a enunciar tal posibilidad.
la fenomenología ha demostrado, para Lambek la distinción entre lo corpóreo y lo mental
estaría presente de diferentes maneras en las categorías de pensamiento de gran parte de
las culturas; aunque cada una conceptualizaría estos términos y sus relaciones de una forma
particular, por ejemplo, en modelos tripartitos de persona.
62 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 63

Danza, voluntad de poder y pulsión la música fúnebre” y vuelva a entonar “una música que invite a bailar”
(Nietzsche, 1995: 270). En diferentes textos, la metáfora del baile vuelve a
La confrontación inicial de Nietzsche con las tradiciones platónicas y el surgir, para exaltar la libertad y la creación de ese nuevo sujeto:
cristianismo continuó hasta el positivismo científico. Nietzsche veía en la bús-
queda de un orden, una verdad; en el deseo de certeza de la ciencia, la som- Es tremendo el grado de resistencia que hay que vencer para man-
bra de las ideas metafísicas de la tradición judeo-cristiana. En contraste, su tenerse en la superficie; se trata de la medida de la libertad, lo mismo
gaya ciencia desechaba todo deseo de certeza y se ejercitaba en la sospecha: en lo que se refiere a la sociedad que a los individuos; poniendo la liber-
tad como un poder positivo, como voluntad de poder […]. Hay que tener
El grado de fuerza de un individuo (o de debilidad, para expresarse contra sí a los tiranos para ser tirano; esto es, libre. No es pequeña ven-
más claramente) se manifiesta en la necesidad que tiene de creer para taja tener sobre la propia cabeza cien espadas de Damocles: así se
prosperar, de contar con un elmento “estable” lo más sólido posible por- “aprende a bailar” y se llega a la “libertad de movimientos”. (Nietzsche,
que se apoya en él […]. En Europa el cristianismo sigue siendo hoy nece- 2000: 506)
sario para la mayoría, porque en él se encuentran todavía creencias […].
Algunos siguen necesitando la metafísica; pero está también ese impe- El baile, en tanto símbolo de la libertad humana, se convierte en expresión
tuoso deseo de certeza que hoy estalla en las masas, bajo la forma cien- de lo más sublime que puede hallarse en el hombre:
tífico-positivista, ese deseo de poseer algo absolutamente estable […].
Por el contrario, cabría concebir una autodeterminación alegre y fuerte, Y una vez quise bailar como nunca había bailado aún; quise bailar
una libertad en el querer, ante la cual un espíritu desecharía toda cre- allende todos los cielos. Entonces ganasteis a mi más querido cantor. Y
encia, todo deseo de certeza, por haberse ejercitado en mantenerse en entonó su canto más lúgubre y sombrío. ¡Ay! ¡Me zumbó en los oídos
equilibro sobre el ligero alambre de la posibilidad, e incluso bailar ade- como el cuerno más fúnebre! ¡Cantor mortífero, instrumento de maldad,
más al borde del abismo. Un espíritu así sería el espíritu libre por exce- tú el más inocente! Yo estaba dispuesto para el mejor baile, y tú con tus
lencia. (Nietzsche, 1995: 220, 222) notas mataste mi éxtasis. Sólo en el baile sé yo decir los símbolos de las
cosas más sublimes. (Nietzsche, 1984: 79)
El “espíritu libre” y posteriormente el “superhombre” representarían a ese
ser humano que ha tomado conciencia –no sólo teóricamente sino vitalmente– Al inicio de ese mismo libro, Así hablaba Zaratustra, Nietzsche presenta
de que Dios ha muerto, que no hay un más allá y, en general, del carácter fic- otra metáfora del superhombre, en la cual también se aprecia el valor otor-
ticio (creado) de la trascendencia de lo bueno, lo bello y lo santo. En conse- gado a la creación. Me refiero a la idea del superhombre como “niño”. Tres
cuencia, se descubrirá a sí mismo con el poder de invertir los valores vigentes transformaciones son necesarias en el proceso de generación del superhom-
y crear otros nuevos. Esta actitud de crítica y creación es el modelo que define bre: primero debe convertirse en “camello”, para tomar sobre sí la pesada
la reflexión filosófica nietzscheana. En sus últimos escritos, la crítica de los carga de la moral invertida; luego transformarse en “león”, para criticar la
valores se extiende, adquiriendo un carácter epistemológico más general: moral del deber ser, del “tú debes”, y luchar por el “yo quiero”, por “crearse
todos los valores constituyen “interpretaciones nuestras introducidas en las una nueva libertad”; finalmente, se transforma en “niño”, en el creador espon-
cosas”, no existe por tanto “un sentido en el «en sí»”; se trata simplemente de táneo de su propio juego, de los nuevos valores, pues “para el juego de la cre-
sentidos “de relación y de perspectiva” (Nietzsche, 2000 [1901]: 407). ación, hace falta una santa afirmación: el espíritu quiere ahora su voluntad,
Una de las primeras metáforas de Nietzsche para caracterizar a este el que ha perdido el mundo quiere ganarse su mundo” (20).
nuevo hombre es la del trovador provenzal, “síntesis de cantor, caballero y En resumen, movimiento, baile, creación y juego son las principales imá-
espíritu libre” (citado por López Castellón, 1995: 15). Es bien conocida la recu- genes que simbolizan la actitud crítica que la filosofía nietzscheana impli-
rrencia a la música y al lirismo poético para expresar su nueva filosofía; tal caba. También me interesa profundizar la concepción del baile como manifes-
vez ha sido menos recordado que esa música debía ser una “canción de tación de lo sublime, la cual aparece ya en las primeras reflexiones sobre lo
danza”, como sostenía Nietzsche: “Mi estilo es una danza, un juego de sime- dionisíaco:
trías de toda especie y un atropello y mofa de esas simetrías” (ídem). En
efecto, en el párrafo de La gaya ciencia antes citado se aprecia que la danza Cantando y bailando manifiéstase el ser humano como miembro de
simboliza el movimiento que realiza su ciencia, que se ejercita en mantenerse una comunidad superior: ha desaprendido a andar y a hablar y está en
en equilibro sobre el “ligero alambre de la posibilidad” y que incluso “baila” al camino de echar a volar por los aires bailando. Por sus gestos habla la
borde del abismo; “posibilidad” y “abismo que remiten a la no existencia de transformación mágica […], en él resuena algo sobrenatural: se siente
certezas sobre el mundo. Sugestivamente, en el epílogo, aparece nuevamente dios. (Nietzsche, 1997: 45)
la metáfora del baile: los espíritus del libro le recuerdan al filósofo que “deje
64 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 65

El arte, en términos generales, era considerado por Nietzsche “la tarea La magia de las danzas depende de la misma idea del poder mágico
suprema y la actividad propiamente metafísica” del hombre. Sostenía que adscripto a la voz humana y a ciertas partes del cuerpo humano. El
“sólo como fenómeno estético está justificada la existencia del mundo (39, cuerpo humano en sí mismo es mágico debido al espíritu por el cuál éste
31); de ahí que el artista fuese en sus primeros escritos ese artista-dios cre- es animado o, aun, por la energía vital y psíquica con cual es llenado
[…], a través de ciertos movimientos rítmicos del cuerpo, parte de la
ador de mundos. Estas reflexiones sobre el arte y específicamente sobre la
energía latente en el organismo es soltada […]. Estos movimientos, com-
danza poseen una particular resonancia para quien estudia estas manifesta-
binados con el canto […] y el poderoso sonido de tambores o sonajas, se
ciones y las practica. La frase antes citada, “sólo en el baile sé yo decir los cree que actúan irresistiblemente sobre los seres sobrenaturales que los
símbolos de las cosas más sublimes”, podría encontrarse expresada, con sus indios intentan influenciar. (34)
propios modos, entre bailarines de diferentes culturas.
Repasemos brevemente algunas de estas fascinaciones que la danza ha Más allá de los diferentes contextos culturales aludidos en estas reflexio-
ejercido en el pensamiento occidental. Mary Wigman, una de las pioneras de nes, un núcleo significativo que persiste es el vínculo de la danza con alguna
la danza expresionista alemana, sostenía que si ella pudiera decir con pala- noción de poder, tema fundamental que veremos reaparecer en nuestro aná-
bras lo que expresaban sus danzas, no habría razón para bailar. Sachs (1980) lisis de las performances tobas. Para ahondar en estos vínculos entre corpora-
también otorgó un especial lugar a la danza; la consideraba “la madre de
lidad, movimiento y poder, otro concepto fundamental de Nietzsche que deseo
todas las artes” por ser la única que “vive en el espacio y en el tiempo”, y sos-
mencionar es el de “voluntad de poder”. Esta noción presenta no pocas dificul-
tenía que, “en esencia, la danza es simplemente la vida en un nivel superior
tades. Por un lado, porque ha sido elaborada por Nietzsche sobre todo en su
(13, 15). En muchos rituales, la danza y su inevitable conjunción con la
último trabajo –La voluntad de poder (Ensayo de una transmutación de todos
música constituyen las formas privilegiadas de contacto o acceso al poder
los valores)–, que no había llegado a concluir ni a revisar, por lo que el con-
sagrado. El mismo Sachs nos recuerda algunas expresiones que evidencian
cepto presenta un tratamiento sumamente fragmentario. Por otro, a esta
ese papel, por ejemplo, la del canto derviche que enuncia que “el que conoce
situación se suman una serie de tergiversaciones, originadas en que los apun-
el poder de la danza tiene su morada en Dios”, o la de Jesucristo, según un
tes manuscritos sufrieron un intencional recorte al ser editados por la her-
himno gnóstico: “Quien no baila desconoce el camino de la vida” (13-14).
mana del filósofo. Jordi Cortés Morató y Antoni Martínez Riu (1996) aclaran
Susanne Langer (1983 [1953], una de las pocas filósofas abocadas a la danza,
que “la voluntad de poder no consiste en ningún anhelo ni en ningún afán de
señalaba que lo característico de ese arte, su “ilusión primaria” distintiva, era
apoderarse de nada ni de dominar a nadie, sino que es creación; es el impulso
“crear una región virtual de poder”, es decir, crear la apariencia de poderes o
que conduce a hallar la forma superior de todo lo que existe y a afirmar el
fuerzas que actúan a través de los gestos de los danzantes (38-39). Su plan-
eterno retorno que separa las formas superiores, afirmativas, de las formas
teo, influido por el pensamiento de Ernst Cassirer sobre la conciencia mítica,
inferiores o reactivas”. Veamos una definición de la voluntad de poder que
se basaba en el papel de la danza en el mundo tribal, en el cual los hombres
destaca la dimensión orgánica de este impulso agente:
vivían en “un mundo de poderes” que para Langer determinaban el curso de
los eventos humanos y cósmicos. Más allá de cierta persistencia de los mode-
Suponiendo, finalmente, que se consiguiese explicar nuestra vida
los de “mentalidad primitiva” en su propuesta, lo interesante es que el primer
instintiva entera como la ampliación y ramificación de una única forma
reconocimiento de la idea de poder, en tanto fuerzas o impulsos, surgiría de la básica de voluntad –a saber, de la voluntad de poder, como dice mi
experiencia del cuerpo humano y, por ende, su primera representación habría tesis–; suponiendo que fuera posible reducir todas las funciones orgáni-
sido a través de la danza.13 Los tempranos planteos de Rafael Karsten (1915) cas a esa voluntad de poder, y que se encontrase en ella también la solu-
para los grupos chaqueños poseen algunas analogías. Según este autor, ción del problema de la procreación y de la nutrición –es un único pro-
cuando en la noche los espíritus se aproximaban a los poblados, lo hacían dan- blema–, entonces habríamos adquirido el derecho a definir
zando; por eso, imitando sus movimientos, voces o apariencias, los hombres inequívocamente toda fuerza agente como: voluntad de poder.
podían controlarlos: (Nietzsche, 1983 [1886]: 62)

Otro rasgo clave en torno a este concepto es su vinculación con las expe-
riencias de “goce y displacer” o “placer y dolor”. Es pertinente recordar que
una de las críticas de Nietzsche al cristianismo consistía en que éste proponía
13. Paul Spencer (1985) sostiene que en la teoría de Langer también existe una importante
“no sufrir a cambio de no gozar”, es decir, postulaba una “felicidad” en un más
influencia del pensamiento de Émite Durkheim, aunque ella no lo mencione. En el capítulo
7 analizaré cómo el “poder” intrínseco otorgado a la danza se vincula con aquel “estado de
allá, el cual sólo se podía alcanzar a cambio de destruir o aquietar las pasio-
efervescencia” ritual descripto por Durkheim (1995), y que hacía que la “fuerza moral” de la nes, la sensualidad y la voluntad. Así, por ejemplo, caracterizará al cristia-
sociedad se impusiera sobre los individuos participantes. nismo como “voluntad de ocaso” o “filosofía del miedo”. En oposición, toda su
66 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 67

filosofía reside en una disposición a sufrir y gozar, pues “en el dolor hay tanta esta energía propia del cuerpo: para uno es fruto del castigo del hombre que
sabiduría como en el placer” (Nietzsche, 1995: 193). Por eso, entre sus arque- desobedeció a Dios;14 para el otro, es la fuerza que hace que no deba obedecer
tipos, además del trovador provenzal se hallan el héroe y guerrero, persona- a nadie más que a sí mismo, es la que lo hace sentirse dios.
jes complementarios en su ideal filosófico en tanto encarnan los atributos del Pocos años después de Nietzsche, las elaboraciones de Freud sobre el Trieb
noble medieval: “Lo único noble es el ocio y la guerra” (200). El tema del dolor o pulsión15 y sobre la libido retomarían estos tópicos, aunque sus desarrollos
aparece constantemente en sus textos y también en su vida, atravesada por posean sentidos específicos. Según una sintética definición del no menos com-
diversas experiencias de enfermedad; incluso la misma práctica filosófica será plejo concepto de pulsión, ésta refiere al “proceso dinámico consistente en un
concebida como “una cura regeneradora”: “En lo tocante a la enfermedad esta- empuje […] que hace tender al organismo hacia un fin […], una pulsión tiene
ríamos tentados a preguntarnos si es totalmente posible prescindir de ella. su fuente en una excitación corporal (estado de tensión); su fin es suprimir el
Sólo el gran dolor es el liberador último del espíritu, el pedagogo de la gran estado de tensión que reina en la fuente pulsional; gracias al objeto, la pul-
sospecha” (40). En su último trabajo, Nietzsche definía la dialéctica del pla- sión puede alcanzar su fin” (Laplanche y Pontalis, 1981: 324).
cer y el dolor: La pulsión es un “concepto límite entre lo psíquico y lo somático” que posee
un carácter determinante para la realidad psíquica, pues refiere a aquellas
Si es verdad que la naturaleza íntima del ser es la voluntad de poder, “fuerzas cuya existencia postulamos en el trasfondo de las tensiones generado-
si el goce equivale a todo aumento de poder, y el displacer a todo ceñi- ras de las necesidades del Ello (326). La libido, para Freud, es la energía psí-
miento de no poder resistir […], ¿no deberíamos considerar entonces el quica de la pulsión y corresponde a su magnitud cuantitativa. El “fin” de la
placer y el displacer como hechos cardinales? ¿Puede existir la voluntad pulsión –de esta “fuerza que ataca al organismo desde el interior” y “lo empuja
sin esta doble oscilación del sí y del no? […]. La criatura es voluntad de a realizar ciertos actos” (326)– es la satisfacción, aunque puede experimentar
poder en sí misma y, por consiguiente, sentimiento del gozo y la tristeza. desviaciones o inhibiciones en sus caminos, como la transformación en lo con-
Sin embargo, la criatura tiene necesidad de los contrastes, de las resis- trario, la orientación contra la propia persona, la represión y la sublimación.
tencias; por consiguiente, de las unidades que relativamente se sobrepo- El “objeto” de la pulsión es variable y contingente, y sólo es elegido en su forma
nen en poder. (Nietzsche, 2000: 464)
distintiva en función de las vicisitudes de la historia del sujeto. Estas y otras
características serán fundamentales para distinguir la pulsión de las teorías
De los diferentes párrafos sobre la voluntad de poder aquí seleccionados, biológicas sobre los instintos; asimismo, no se postulará detrás de cada tipo de
me interesa destacar dos cuestiones. En primer lugar, su caracterización actividad su correspondiente fuerza biológica –como hacían las teorías del ins-
como una “fuerza agente” o “energía” que refiere a todas las funciones orgá- tinto– sino que Freud tenderá a agruparlas en torno a oposiciones fundamen-
nicas (el “mismo problema” de la procreación y la nutrición); se trata de una tales (327). En una primera etapa, se dividirán en “pulsiones sexuales” y de
“sabiduría total del organismo”, de la cual el “yo consciente” no es más que un “autoconservación”; en este sentido, recordemos que Nietzsche también men-
instrumento (citado por López Castellón, 1995: 15). En segundo lugar, esa cionaba la idea de una misma energía o fuerza agente que estaría en el fondo
fuerza que al aumentar o desplegarse genera placer necesita también de la de la procreación y todo lo que refiere a la conservación del organismo. Más
resistencia, de unidades que se sobreponen a ella y generan displacer, pues tarde, Freud definirá ambos tipos de pulsiones como “pulsiones de vida”, que
una no puede comprenderse sin la otra: “Y en cuanto cualquier fuerza sólo se opondrán a un nuevo género pulsional, las “pulsiones de muerte”, “aquellas
puede desplegarse contra resistencias, es necesario en toda acción un ingre- que tienden a la reducción completa de las tensiones, es decir a devolver al ser
diente de displacer; no obstante, este displacer actúa como estímulo vital, vivo al estado inorgánico” (336). Remitirá esta última definición a dos perso-
reforzando la voluntad de poder” (Nietzsche, 2000: 465). Es más, placer y dis-
placer no serían más que “juicios de valor de segundo orden que se deducen
de un valor dominante”, consecuencias de aquella voluntad de poder que
busca su aumento y que “no anhela el placer ni esquiva el displacer” (469). 14. San Agustín (1958) introduce la noción de libido, término “traducible como deseo o ganas
La caracterización de la voluntad de poder como aquella energía propia del y empelado con más propiedad para los órganos de la generación, aunque sea término general
cuerpo que en vez de obedecer a la razón hace que ésta la obedezca nos para toda pasión (962). Después del pecado original, de la desobediencia del hombre a Dios, el
castigo que éste le habría impuesto es la desobediencia del propio cuerpo a su voluntad.
recuerda a la libido que ya tan tempranamente san Agustín reconociera. Si
bien el concepto nietzscheano es mucho más amplio, comparte con el de san 15. Trieb es el término alemán utilizado por Freud y pulsión, el de las traducciones france-
Agustín el carácter de una fuerza corporal que no depende exclusivamente de sas. En las traducciones al castellano de las obras de Freud que aquí cito (basadas en la de
Luis López Ballesteros y de Torres) el término aparece como “instinto”. En Jean Laplanche
la conciencia. No es extraño que el “santo” y el que aceptara con placer iden- y Jean-Bertrand Pontalis (1981: 324), en cambio, se utiliza “pulsión”, en tanto permite dife-
tificarse con el “anticristo” se ocuparan de una problemática semejante pero renciarlo de las teorías del instinto ligadas a la biología. Utilizamos aquí esta última pala-
que valorarían en forma inversa. Lo que ambos afirman es la importancia de bra para evitar tales confusiones.
68 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 69

najes míticos, a la eterna lucha entre Eros y Tánatos: “El fin de Eros consiste Otra cuestión a analizar es cómo el dualismo pulsional propuesto por
en crear unidades cada vez mayores y mantenerlas: es la ligazón; el fin de la Freud se relaciona con los principios que rigen el aparato psíquico y, funda-
pulsión destructiva, por el contrario, es disolver los conjuntos y, de este modo, mentalmente, con la cuestión del placer:
destruir las cosas” (342). Freud extiende los principios que regían las pulsio-
nes de vida y de muerte al resto del mundo vital e incluso al inorgánico, “a los El principio del Nirvana expresa la tendencia del instinto de muerte;
grandes procesos vitales de asimilación y desasimilación; en último extremo el principio del placer representa la aspiración de la libido, y la modifi-
[…], en el par antitético que impera en el reino inorgánico: atracción y repul- cación de este último principio, el principio de la realidad, corresponde
sión” (341). Como señalan Laplanche y Pontalis (1981), “produce cierto emba- a la influencia del mundo exterior. (Freud, 1995 [1924])
razo designar con la misma palabra p u l s i ó n lo que Freud, por ejemplo, descri-
bió y mostró en su acción al detallar el funcionamiento de la sexualidad Para Freud, el aparato psíquico se rige por dos principios opuestos: el del
humana […] y estos «seres míticos» que él ve enfrentarse, no tanto al nivel del placer (“que tiene por finalidad evitar el displacer y procurar el placer”) y el
conflicto clínicamente observable como en una lucha que va más allá del indi- de realidad, que modifica al anterior, imponiéndose “como principio regula-
viduo humano, puesto que se encuentra en forma velada en todos los seres dor” pues “la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más
vivos, incluso los más primitivos” (340). Si bien Freud señala cómo su concep- cortos sino mediante rodeos y aplaza su resultado en función de las condicio-
tualización se inspira en la biología, también reconoce las similitudes que pre- nes impuestas por el mundo exterior” (Laplanche y Pontalis, 1981: 296, 299).
senta con la filosofía de Arthur Schopenhauer, la cual, a su vez, retoma ele- El principio de Nirvana, sin embargo, introduce cierta ambigüedad en este
mentos del budismo, como la idea del Nirvana. Así, el principio de Nirvana primer modelo. En efecto, en las primeras definiciones de la pulsión Freud
será entendido por Freud como una de las “tendencias” del aparato psíquico “a propone que la satisfacción proviene de la descarga, la supresión de una ten-
reducir a cero o, por lo menos, a disminuir lo más posible en sí mismo toda can- sión; se trata de un modelo homeostático en el que se tendería a mantener
tidad de excitación de origen externo o interno” (294-296). Para las filosofías constante el nivel de energía, pero a partir de 1920 la conceptualización de la
budistas o hinduistas, el deseo es la causa del dolor humano, de ahí que deba pulsión de muerte introduce el problema de una descarga radical. El pro-
suprimírselo para obtener la liberación o estado de perfección supremo. blema que se presenta en este punto es “saber si lo que Freud denomina prin-
Es interesante destacar que en el caso de Nietzsche también nos hallamos cipio de placer corresponde a un mantenimiento de la constancia del nivel
ante un intento de encontrar este tipo de vinculaciones que trascienden el energético o a una reducción radical de las tensiones al nivel más bajo” (298).
mundo humano, pues busca extender el mundo de deseos y pasiones al mundo Para estos autores, la respuesta en la obra de Freud es ambigua; depende de
orgánico en su totalidad, como principio de causalidad. No obstante, para si las pulsiones de muerte y el principio de Nirvana que expresan serán
Nietzsche (2000: 61) la voluntad de poder (que a su vez es continuación con- entendidas como una manifestación peculiar del principio de placer o como un
ceptual del Trieb dionisíaco) es la que domina, constituyéndose en una fuerza principio que “va más allá” de él. A pesar de esta ambigüedad, podría decirse
interna que busca extenderse sobre el mundo, una tendencia hacia la asimi- que en ambos casos existe una cierta equivalencia entre placer y reducción de
lación, la búsqueda de la ligazón y la unidad. Así como la pulsión de muerte tensiones. No obstante, Freud también señala los límites de su hipótesis, pues
freudiana se enraíza en algunas concepciones orientales y de Schopenhauer, reconoce que en las tensiones también hay placer:
las pulsiones de vida poseerían ciertas afinidades con esta voluntad de poder
nietzscheana. De momento identificaremos este principio del Nirvana con el prin-
En suma, tanto en Nietzsche como en Freud surgió este impulso de buscar cipio del placer-displacer. Todo displacer habría, pues, de coincidir con
principios que ligaran la corporalidad, los deseos y las pasiones de los sujetos una elevación; todo placer, con una disminución de la excitación exis-
con el funcionamiento de la naturaleza intentando identificar una lógica tente en lo anímico y, por tanto, el principio del Nirvana (y el principio
común. No es casual que ambos autores, quienes desde diferentes perspectivas del placer que suponemos idéntico) actuaría por completo al servicio de
rompieron con las certezas del individuo racional de la modernidad, cedan a los instintos de muerte, cuyo fin es conducir la vida inestable a la esta-
bilidad del estado inorgánico, y su función sería la de prevenir contra las
estos impulsos (“premodernos”, si se quiere) de revincular al sujeto con el
exigencias de los instintos de vida de la libido de intentar perturbar tal
mundo natural. Podría agregarse también que es ésta una poderosa tendencia
recurso de la vida. Pero esta hipótesis no puede ser exacta. Ha de supo-
de la tradición filosófica alemana, que se remonta al romanticismo y al idea- nerse que en la serie gradual de las sensaciones de tensión sentimos
lismo que culmina en Hegel, en tanto conlleva el tránsito desde un “misticismo directamente el aumento y la disminución de las magnitudes de estí-
naturalista” a un sistema filosófico que intentaba conciliar dialécticamente mulo, y es indudable que existen tensiones placientes y distensiones dis-
espíritu y naturaleza. Tal vez, basta descentrarse un poco de aquel “exótico placientes. El estado de excitación sexual nos ofrece un acabado ejemplo
sujeto moderno” para reencontrarse, desde representaciones muy disímiles, de tal incremento placiente del estímulo y seguramente no es el único.
con esta genérica tendencia a ligar la corporalidad del sujeto con el mundo. El placer y el displacer no pueden ser referidos, por tanto, al aumento y
70 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 71

la disminución de una cantidad a la que denominamos tensión del estí- muy dados a confusiones por no separar estas dos formas de placer: la
mulo, aunque, desde luego, presenten una estrecha relación con este fac- del adormecerse y la del vencer. (Nietzsche, 2000: 470)
tor. Mas no parecen enlazarse a este factor cuantitativo sino a cierto
carácter del mismo, de indudable naturaleza cualitativa. Habríamos Nos hallaríamos así frente a dos tipos de placer: el que proviene de la
avanzado mucho en psicología si pudiéramos indicar cuál es este carác- reducción de las tensiones –“de adormecerse”, similar a la “pulsión de
ter cualitativo. Quizá sea el ritmo, el orden temporal de las modificacio-
muerte”– y el que proviene de enfrentarse a un estímulo que produce un
nes, de los aumentos y disminuciones de la cantidad de estímulo. Pero
no lo sabemos. (Freud, 1995 [1924])
aumento de la tensión, un enfrentamiento que trae implícita la posibilidad de
superar esa tensión y así “asir” ese tiempo de goce o placer, esa diferencia
Como han señalado Laplanche y Pontalis, esta relación entre los aspectos entre un más y un menos de tensión. Por ello, para Nietzsche:
cualitativos y cuantitativos o económicos del placer es una dificultad que tam-
La causa del placer no es la satisfacción de la voluntad […] sino el
poco es resuelta en la obra de Freud, siendo la única probabilidad que insinúa
hecho de que la voluntad quiere avanzar y es siempre nuevamente
la de comprender estos aumentos y disminuciones de estímulos en función de dueña de lo que se encuentra a su paso. El sentimiento gozoso se
su orden temporal, del ritmo que estas modificaciones poseen. En Más allá encuentra precisamente en la insatisfacción de la voluntad, en el hecho
del principio de placer, Freud (1995 [1920]) ya había realizado una sugeren- de que la voluntad no vive satisfecha si no tiene un adversario y una
cia similar: “Probablemente, el factor decisivo, en cuanto a la sensación, es la resistencia. (Nietzsche, 2000: 465-466)
medida del aumento o la disminución en el tiempo”. La siguiente definición
de Serge Leclaire también enfatiza en esta cualidad temporal de las tensio- Para el autor, la voluntad de poder no puede desligarse de las resistencias
nes como rasgo definitorio del placer: y el displacer que el mundo le impone, el placer no deviene sólo de su satisfac-
ción sino de un placer si se quiere más último, el de siempre “avanzar”.
El tiempo del placer o del goce es ese tiempo de la diferencia entre Considero que la perspectiva de Jacques Lacan sobre la pulsión y la lógica del
un más y un menos de tensión, diferencia inasible que constituye lo vivo
deseo permite extender, tal vez hasta sus últimos límites, las ideas que
del placer. La excitación o excitabilidad de tipo sexual de la zona erógena
se definiría, pues, como la propiedad que tiene un lugar del cuerpo de
Nietzsche aquí insinúa. Lacan distingue entre el destino final de la pulsión, su
ser el asiento de una diferencia inmediatamente sensible (placer o dis- meta ( g o a l ), que sería la satisfacción, y su propósito real (aim), el reproducirse
placer) y de poder registrar de alguna manera la marca de esa diferen- a sí misma como pulsión, el camino en sí, volver a su senda circular, conti-
cia. (Citado por Bernard, 1980: 137) nuarla hasta y desde la meta (Ži žek, 2000 [1991]: 21). Para Lacan, el desear
emerge porque existe una relación imposible del sujeto con el denominado
Como veremos en los capítulos 5 y 6, este tipo de redefiniciones sobre el objeto a. Éste refiere al “objeto mítico” u “objeto causa de deseo”, a la “presen-
placer serán fundamentales para entender cómo éste se asocia a otras mani- cia de un hueco, de un vacío” que se instaura en el sujeto a partir de la primera
festaciones, más allá de las sexuales, como las danzas, pues en estas últimas experiencia de satisfacción (tal sería, por ejemplo, la satisfacción de la pulsión
también existe un “incremento placiente del estímulo”, una “diferencia entre oral del niño por medio del seno materno), pero justamente, en tanto ese pri-
un más y un menos de tensión”, en tanto sensaciones que se inscriben con un mer objeto queda “perdido” para el sujeto, es irrecuperable, y será esta caren-
“orden temporal”, un “ritmo” en el propio cuerpo. cia o falta constitutiva la que genera el desear (Lacan, 1964, clase 14). “La pul-
Para finalizar, quiero referirme al planteo de Nietzsche sobre esta proble- sión al apresar su objeto aprende en cierta manera que no es justamente por
mática, pues él advierte justamente las “confusiones en que caen los psicólo- ahí que se satisface […]. Si distinguimos, al principio de la dialéctica de la pul-
gos” por no diferenciar los tipos de placer-displacer posibles: sión […], la necesidad de la exigencia pulsional es precisamente porque ningún
objeto de ningún N o t, necesidad, puede satisfacer la pulsión” (ídem). Por eso, la
Suelen confundirse el displacer, en general, con una norma particu- pulsión circula interminablemente en torno al objeto causa de deseo, un objeto
lar del displacer, la del agotamiento, éste representa efectivamente una que nunca alcanza definitivamente: “Ningún elemento satisfará jamás a la pul-
profunda disminución y un rebajamiento de la voluntad de poder […], sión oral, a no ser contorneando el objeto que eternamente falta” (ídem).
existe: a) el displacer como medio para excitar el refuerzo del poder, y
En conclusión, en Nietzsche, la falta de satisfacción era el estímulo para el
b) el displacer que proviene del despilfarro del poder; en el primer caso,
avance dentro de su ontología del superhombre, quien era guiado por esa volun-
estamos claramente ante un estímulo; en el segundo, la consecuencia
de una irritación excesiva. La incapacidad de resistencia es propia de tad cuasiorgánica que definió como voluntad de poder; en el psicoanálisis laca-
este segundo displacer: el reto a lo que resiste es propio del primero; el niano, la falta se convierte en un elemento estructurante de otra ontología, la
único placer que se experimenta en el estado de agotamiento es el de del sujeto barrado, en tanto es un sujeto del inconsciente impulsado por sus
adormecerse; el placer, en el otro caso, es la victoria. Los psicólogos son pulsiones, las cuales circulan, bordean, ese objeto a pero nunca lo apresan defi-
72 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 73

nitivamente. Nos hallamos así, probablemente, ante ontologías diferentes, tos posibles; ejemplos que, en nuestro caso, pondremos en diálogo con los que
niveles de registros distintos acerca de qué es el placer o la satisfacción; no obs- hallamos en nuestra etnografía con los tobas. Especialmente cuando aborde-
tante, ambas plantean la problemática de la falta en términos estructural- mos algunas prácticas como las danzas de los ancianos y el gozo o ntonaGak
mente semejantes.16 Dada la posibilidad de esta circulación interminable de lo que generan, analizaremos las sensaciones y emociones que los movimientos
pulsional en torno al objeto causa de deseo, es necesario imponer un corte a la corporales conllevan, las significaciones de placer con que se asocian, así como
reflexión. Es momento de renunciar a nuestro deseo/voluntad de saber qué es un elemento clave que los caracteriza: su capacidad para poner en juego un
ese placer del cuerpo que aparece en la sexualidad y también en prácticas como particular poder desde el cuerpo que permite modificar el devenir del ser-en-
las danzas para poder extraer algunas conclusiones provisorias al respecto. el-mundo. En conclusión, comprender cómo se construyen estos entramados
de movimiento corporal, sensaciones, emociones y poder entre los tobas y la
eficacia que poseen es otro de los objetivos de la travesía etnográfica. Sin
La hipótesis del poder desde el cuerpo sobre el mundo embargo, mi hipótesis es que en este entramado particular también opera esa
experiencia común del poder desde el cuerpo sobre mundo, que subyace en
Recapitularé brevemente el recorrido realizado hasta el momento, para distintas culturas. Será éste, entonces, el segundo lugar en el que esperamos
arribar a la formulación de la segunda hipótesis sobre la corporalidad. Las que estas travesías filosóficas y etnográficas de los cuerpos se encuentren.
ideas nietzscheanas iniciales sobre el movimiento corporal y el baile me lleva-
ron a indagar en sus vínculos con la noción de voluntad de poder y, luego, con
aquella energía límite entre lo somático y lo psíquico que empuja al hombre La dialéctica de los seres-en-el-mundo y la libertad
desde su interior, con la pulsión freudiana. Posteriormente, analicé cómo esa
energía/empuje/poder que parte desde el cuerpo se vincula con las resisten- Efectuados ya estos recorridos por Merleau-Ponty y Nietzsche y por las
cias que el mundo le presenta y, por ende, con la lógica del placer-displacer y principales temáticas de investigación con las que los vincularé, expondré
del deseo, causa del dolor para las filosofías orientales, impulso vital para ahora sintéticamente el eje que motivó su comparación inicial: cómo cada uno
Nietzsche, elemento constitutivo y estructurante del sujeto para el psicoaná- construye la corporalidad del sujeto. Ambos autores recurrieron a metáforas
lisis. Es preciso aclarar que no he intentado aquí homologar estos conceptos, artísticas para ejemplificar sus filosofías: el pintor en Merleau-Ponty y el
forzando o menospreciando sus diferencias teóricas; lo que sí he buscado plan- músico-bailarín en Nietzsche. A partir de las concepciones de persona que tales
tear, en cambio, son los elementos comunes que los atraviesan. Pienso que metáforas encarnan, señalo comparativamente sus rasgos característicos:
esos elementos revelan otra de las problemáticas compartidas de la vida
humana, otra de las paradojas existenciales que cada cultura significa y valo- Ser-en-el-mundo Voluntad de poder (músico-bailarín)
riza de una manera particular. Lo que denominaré entonces el problema de (pintor)
ese poder desde el cuerpo (esa peculiar energía, empuje o pulsión) sobre el Percepciones Visibilidad-tangibilidad Audición y sensaciones de movimiento
mundo y sus relaciones con la dialéctica del placer-dolor y de la satisfacción- Experiencias Preobjetividad/prerreflexividad Crítica y creación, riesgo y disposición al
insatisfacción sería, según mi hipótesis, otra de estas experiencias constituti- que permiten cierta placer y al dolor que permiten
vas de la corporalidad.17 No se trata de universalizar la perspectiva psicoana- generalidad y estabilidad especificarse como diferente de otros
lítica, la nietzscheana, la de ciertas tradiciones orientales o de cualquier otra con el mundo. sujetos (la prueba del “eterno retorno”).
índole sobre estas cuestiones, sino de tomarlas como ejemplos de tratamien- Relación Cuerpo unido al mundo, hecho Cuerpo con poder de transformación y
cuerpo-mundo “carne” con el mundo. de sí mismo (“sentirse dios”).
Actitud El mundo se revela, está Se sospecha de ese mundo, se lo
16. Decimos que probablemente se trate de ontologías diferentes porque la problemática del
placer en psicoanálisis no aparece referida tanto a nuestros deseos conscientes sino funda- metodológica “ahí delante” para ser critica y se intenta transformarlo.
mentalmente a los inconscientes (Laplanche y Pontalis, 1981: 298-299). En el concepto de descripto tal como se presenta
voluntad de poder de Nietzsche es difícil establecer fehacientemente su carácter consciente, en la experiencia.
preconsciente o inconsciente; por un lado, sería una fuerza netamente orgánica, pero, por
otro, sería parte de la conciencia de aquellos superhombres que el autor imaginaba.
17. Cada vez que refiera al “poder desde el cuerpo sobre el mundo” será haciendo alusión a
Los elementos en que ambas filosofías difieren son precisamente los que
esta construcción teórica más extensa. Elijo esta caracterización porque los términos “pul-
sión” o “voluntad de poder” implican remitir a los conceptos específicos de los autores, cuan-
marcan la necesidad de su complementariedad, pues considero que la corpo-
do lo que pretendo destacar, en cambio, son estos elementos comunes y más genéricos que los ralidad del sujeto abarca ambos modos de existencia: esa napa primaria de la
atraviesan. experiencia perceptiva y práctica que la fenomenología ha sabido describir, y
74 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 75

ese modo activo y transformador que Nietzsche buscaba develar. La corpora- permite designar esos usos como “técnicas” Para dar un ejemplo, al caminar
lidad del ser se hace carne con el mundo pero, también, otras veces se con- hacia un lugar generalmente no pensamos en los movimientos que debemos
fronta con ese mundo que se le resiste, se moviliza e intenta transformarlo. hacer (el ser-en-el-mundo no necesita pasar por “representaciones objeti-
Así, las metáforas que cada autor privilegia en sus textos, el pintor y el vas”) y muchas veces tampoco “sentimos” nuestro cuerpo, salvo que irrumpa
músico-bailarín, simbolizan las diferencias entre percepción y kinesis como una sensación de dolor, un obstáculo con el que tropezamos o, por ejemplo,
experiencias constitutivas de la corporalidad; diferencias que, vale la pena que elijamos dirigir nuestra atención a las sensaciones que nuestro movi-
recordarlo, ya se encuentran presentes en la articulación de las vías aferen- miento de caminar nos provoca, por entretenimiento o por placer. En estas
tes (sensitivas) y eferentes (motrices-viscerales) que conforman la red de ner- últimas situaciones, se daría otra forma de e m b o d i m e n t: “El cuerpo en sí
vios de nuestro sistema nervioso. Exploraré sucintamente estas diferencias mismo es puesto en primer plano de la conciencia, el cuerpo aparece para el
entre percepción y kinesis en el nivel de la experiencia. sujeto como tematizado, en un primer plano” (Leder, citado por Lewis, 1995:
Un primer elemento a señalar es que el énfasis de Merleau-Ponty en la 228). Para el autor, esto sucede cuando las cosas “van mal”, como en la enfer-
visualidad-tangibilidad no debe confundirse con la idea de un sujeto percep- medad, los daños o las lesiones. No obstante, considero que el cuerpo puede
tivo pasivo, adaptado a su mundo. Justamente, en una de las pocas mencio- hacerse “presente” no sólo a través del dolor sino también de otras sensacio-
nes sobre el baile en la obra de Merleau-Ponty, se destaca que el cuerpo no nes asociadas al placer, aunque este placer muchas veces implica la percep-
puede pensarse como “vieja costumbre” o forma pasiva de la naturaleza, ción de sensaciones más genéricas o difusas junto a un estado emotivo que
puesto que también posibilita crear nuevas significaciones: abarca la totalidad del ser. En contraste, la manera en que el dolor hace pre-
sente al cuerpo generalmente conlleva un registro más consciente de las sen-
Si nuestro cuerpo no nos impone, como lo hace con el animal, unos saciones involucradas; a menudo el dolor es sentido en alguna parte del
instintos definidos desde el nacimiento, sí es él, cuando menos, el que da
cuerpo.18 Sobre la base de estos diferentes modos en que el cuerpo puede
a nuestra vida la forma de generalidad y que prolonga en disposiciones
estables nuestros actos personales. […] nuestra naturaleza no es una hacerse presente propongo el uso del término “inscripciones sensorio-emoti-
vieja costumbre, puesto que la costumbre presupone la forma de pasivi- vas” (Citro, 1997a) para aludir a estas diferentes situaciones en que las
dad de la naturaleza. El cuerpo es nuestro medio general de poseer un dimensiones sensoriales y emotivas de nuestras actuaciones son enfatizadas
mundo. Ora se limita a los gestos necesarios para la conservación de la y, de alguna manera, registradas por los sujetos, en tanto se inscriben dife-
vida y, correlativamente, pro-pone a nuestro alrededor un mundo bioló- rencialmente, dejan huella, en su devenir. Tal vez no sea casual, entonces,
gico; ora jugando con sus primeros gestos y pasando de su sentido pro- que esa atención al “cuerpo presente” que aparece en la filosofía nietzsche-
pio a un sentido figurado, manifiesta a través de ellos un nuevo núcleo ana –sea por el placer que la música, el movimiento y el baile pueden pro-
de significación: es el caso de los hábitos motores, como el baile. veer o por sus experiencias de dolor físico– haya llevado al autor a discurrir
(Merleau-Ponty, 1993: 163-164)
sobre la importancia de la dialéctica del placer-dolor en su definición de la
subjetividad. En Merleau-Ponty, en cambio, la atención a ese cuerpo “habi-
Este fragmento de Merleau-Ponty nos conduce a reflexionar sobre la
tual”, que de manera silenciosa e invisible para nuestra conciencia permite
importancia de la diferenciación entre ese cuerpo cotidiano con disposiciones
habitar el mundo, lo llevó a enfatizar en la inextricable y preobjetiva unión
estables –al que en otros pasajes refiere como “centinela silencioso”– y ese
cuerpo-mundo, constitutiva de toda existencia. No obstante, repito, ambas
cuerpo que, “jugando” con sus gestos, crea nuevos núcleos de significación,
dimensiones son ineludibles al reflexionar sobre la corporalidad.
como cuando danza. Desde una perspectiva fenomenológica similar, Drew
Un segundo elemento que deseo subrayar es que, pese a los distintos
Leder describe el “cuerpo ausente” que caracteriza las rutinas perceptivas y
aspectos de la corporalidad que Merleau-Ponty y Nietzsche destacan, existe
motrices de la vida cotidiana:
un punto en el que sus filosofías confluyen: la libertad que le asignan al ser
humano. No es casual, entonces, que ambos optaran por las metáforas del
El cuerpo se transforma en una especie de instrumento que se
mueve hacia algo o para lograr algo […], se convierte en invisible, trans- arte, en tanto la creatividad ha sido identificada como uno de los espacios de
parente hacia el trabajo que acompaña: la gente actúa desde el cuerpo libertad por antonomasia en la modernidad occidental. Ya vimos la importan-
hacia el objeto focal o fin […], el cuerpo se retrae al fondo de la concien-
cia y se convierte en experiencialmente ausente. (Citado por Lewis,
1995: 228)
18. Le Breton (1995) observa que las sensaciones placenteras tienden a producir un efecto
integrador de la propia corporalidad, mientras que el dolor tiende a producir el efecto de esci-
En estos casos en que el cuerpo es un “medio” para lograr un fin, una sión de nuestra imagen corporal individual. En un trabajo anterior (Citro, 1997b) discutí más
dimensión instrumental práctica se pone en juego en nuestros actos, lo cual detalladamente estos diferentes modos de embodiment.
76 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 77

cia del espíritu libre y el superhombre en la concepción nietzscheana: a la par nes o más acá de las mismas, sino por su medio, pues esta vida signifi-
que se reconocen las pesadas influencias del pasado, se postula un sujeto que cante, esta cierta significación de la naturaleza y de la historia que yo
puede sobreponerse a ellas y crear un nuevo mundo. De hecho, su misma soy, no limita mi acceso al mundo, es, por el contrario, mi medio de
comunicarme con él. (460-462)
práctica filosófica demuestra esa posibilidad de superar aquellas herencias
–de un medio académico, una moral y una religión legitimados–. Es necesa-
Estas definiciones nos introducen en el último punto a discutir, preámbulo
rio recordar también la importancia del devenir: gran parte de su crítica a la
a su vez del siguiente capítulo: los métodos a los que Merleau-Ponty y
filosofía occidental residía en que ésta ponía el mundo real del devenir en fun-
Nietzsche recurren y mi propuesta de combinar dialécticamente una mirada
ción de un falso mundo estático y suprasensible, como si uno fuese sólo la
cerca sobre el mundo tal cual se nos revela y otra más distanciada que ejerce
“copia” de esa otra realidad más verdadera (el modelo platónico). En efecto,
la sospecha y la acción crítica. Precisamente, pienso que cuando Merleau-
sólo aceptando el devenir puede otorgarse al sujeto un carácter constituyente
Ponty reconoce que “todas mis acciones y pensamientos están en relación con
y, por tanto, responsable del mundo. En el caso de Merleau-Ponty (1993), la esa estructura” constituida por las explicaciones por mi pasado y mi medio,
reflexión sobre la libertad ocupa un lugar clave; es el título del último capí- deja la puerta entreabierta a esta difícil combinación. Pero antes es necesario
tulo de La fenomenología de la percepción y, en mi opinión, uno de los más caracterizar brevemente los métodos de ambos autores. Merleau-Ponty, para
bellos y esclarecedores del libro. Allí discute con el “análisis reflexivo y el pen- reconstruir aquella napa originaria de nuestra experiencia con el mundo, pro-
samiento objetivo” que sostienen que “el acto libre es posible o no lo es –o el pone la paradójica y no menos discutida “reducción fenomenológica”, basada
acontecimiento viene de mí, o viene impuesto desde el exterior” (450). Sin en la epoche husserliana: aquel movimiento de “poner en suspenso”, “fuera de
embargo, como toda su obra se ha encargado de señalar, el error de este tipo juego”, “entre paréntesis” o “desconectada” la actitud natural (Husserl, 1949:
de perspectivas es que ignoran el orden de los fenómenos, aquella dimensión 71). ¿Por qué decimos “paradójica”? Porque la actitud natural sería nuestra
en la que “estamos mezclados al mundo y a los demás inextricablemente” creencia en la realidad del mundo –tenemos “certeza” del mundo y del yo
(461). No se trata entonces de definir si existen o no “actos” libres, sino de ver ineludiblemente, por ello es una certeza constitutiva, una “creencia imagina-
la libertad “en situación”, en el flujo de la existencia. Así, el autor puede ria”–, sin embargo, en lugar de permanecer en esa actitud, deberíamos
seguir hablando de “libertad”, pues “nada me determina desde el exterior”, ponerla entre paréntesis para así llegar a captarla y conocerla más completa-
pero, aclara, “no porque nada me solicita sino, al contrario, porque de entrada mente. Según Merleau-Ponty, una de las mejores definiciones de la reducción
estoy, soy, fuera de mí y abierto al mundo” (463). En esta concepción se sigue es la de Eugen Fink, discípulo de Husserl, en tanto “asombro ante el mundo”.
reconociendo la incidencia del pasado, la historia, la cultura (ese mundo ya A partir de la relectura existencialista que Merleau-Ponty efectúa sobre
constituido, aunque no completamente, que está ahí) pero no como determi- Husserl, basándose en sus últimos trabajos, redefine la reducción como una
nantes “externos” de un ser sino como lo constitutivo del “ser en situación”, actitud que permite volver paradójico lo familiar, extraño lo dado como natu-
que puede asumir de diferentes maneras las situaciones. Estas reflexiones ral; asimismo, sostiene que este movimiento nunca es total, pues “la mayor
sólo pueden entenderse en la medida en que tengamos presente la redefini- enseñanza de la reducción es la imposibilidad de una reducción completa”
ción del ser que la fenomenología propone: (Merleau-Ponty, 1993: 13). De esta forma, la reducción pierde algo de ese
carácter misterioso e inaccesible que muchas veces se le ha otorgado y se ase-
¿Qué es, pues, la libertad? Nacer es a la vez nacer del mundo y nacer meja, en cambio, a uno de los consejos prácticos de la etnografía, acerca de
al mundo. El mundo está ya constituido, pero nunca completamente exotizar lo familiar y desexotizar lo diferente.
constituido. Bajo la primera relación, somos solicitados; bajo la segunda, En suma, comparando sucintamente estas metodologías, encontramos:
estamos abiertos a una infinidad de posibles. Pero este análisis es aún Merleau-Ponty, siguiendo la tradición fenomenológica, pone entre paréntesis la
un abstracto, dado que existimos bajo las dos relaciones a la vez. Nunca certeza del mundo, la actitud natural; Nietzsche propone “dudar” de toda cer-
hay pues determinismo, ni jamás opción absoluta, nunca soy una cosa ni teza, sospechar o, como gustaba decir, “filosofar con el martillo”. La única cues-
nunca conciencia desnuda […]. Todas las explicaciones de mi conducta
tión en la que convergen es que ninguno cree totalmente en las supuestas cer-
por mi pasado, mi temperamento, mi medio, son, pues, verdaderas, a
tezas del mundo que creó el racionalismo; uno, al poner entre paréntesis la
condición de que se consideren no como aportaciones separables, sino
como momentos de mi ser total del que me es permitido explicitar el sen-
creencia del mundo; el otro, al sospechar del mundo tal como es presentado,
tido en diferentes direcciones, sin que jamás pueda decirse que soy yo como si algo escondiera. La divergencia reside en lo que cada uno encuentra
quien les da su sentido o si yo los recibo de ellos. Soy una estructura psi- tras sus respectivas dudas: Merleau-Ponty se reencuentra con el orden de los
cológica e histórica. Recibí con la existencia una manera de existir, un fenómenos prácticos, esa interrelación sujeto-mundo de la que la carne es
estilo. Todas mis acciones y mis pensamientos están en relación con esta vehículo, esa experiencia perceptivo-kinésica previa a que el mundo sea pen-
estructura […]. Y sin embargo, yo soy libre, no pese a estas motivacio- sado; Nietzsche, al dudar de todas las certezas instituidas, encuentra la histo-
78 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 79

ria de su conformación ideológica, el camino en que aquellos valores llegaron Riu, 1996). Como sostenía Hans-Georg Gadamer (1992), el lenguaje es el que
a instituirse como tales. Con este movimiento, Nietzsche inaugura el método media toda relación con el mundo, la realidad es siempre fruto de una inter-
genealógico en filosofía; en ese sentido la obra de Foucault, que retomaré en el pretación.
capítulo siguiente, se encuentra en una línea directa de descendencia –“soy En segundo lugar, es necesario precisar que la fenomenología de lo
simplemente nietzscheano”, decía Foucault–. Pero también, en la base de este sagrado a la que Ricœur refiere difiere de la fenomenología de Merleau-Ponty,
movimiento de genealogización filosófica, Nietzsche encuentra un nuevo pro- aunque poseen ciertos puntos de partida comunes, como la preocupación
totipo de sujeto: aquel que duda, destruye y crea un nuevo mundo, es decir, metodológica por “describir su objeto sin reducirlo” a explicaciones por sus
encuentra al sujeto movilizado por su voluntad de poder. Nuevamente, consi- causas, su génesis o su función. Para Ricœur, “lo sagrado” es ese “objeto” al
dero que cada movimiento reflexivo podría resultar incompleto en sí mismo, cual la fenomenología de la religión apunta, ese “algo” que el rito, el mito y la
pero juntos, en cambio, se enriquecen. Además, lo interesante de esta compa- creencia “quieren significar” a través de sus símbolos (Ricœur, 1999: 29).
ración es que, después de ejercer sus diferentes maneras de dudar, ambos Conviene introducir aquí la definición de símbolo de Ricœur, para compren-
autores se reencuentran con un sujeto corporizado, aunque de maneras disími- der cómo se conectaría con su propuesta dialéctica. Define el símbolo en torno
les: hecho carne con el mundo o avanzando sobre ese mundo a partir de aque- a una doble dimensión: la semántica, por medio de la cual damos cuenta de la
lla voluntad encarnada en la propia corporalidad. Después de dudar sobre cier- significación a través de un movimiento que nos transfiere de una significa-
tas certezas del racionalismo, ambos encuentran otras certezas, las de la ción “literal” o “primera” a una significación “segunda” (tomando como modelo
corporalidad: la percepción y la habitud, en un caso; la energía-pulsión ligada de este movimiento a la metáfora), y esta faz semántica reenvía a una “no
al placer-dolor del movimiento transformador, en otro. semántica”, “ligada” a distintas actividades “no simbólicas” o “prelingüísticas”
Mis experiencias reflexivas y corporales –como música y bailarina conver- que tienen sus “raíces en la profundidad de la experiencia humana” (Ricœur,
tida luego en antropóloga, con intermitentes viajes de campo y numerosas 1982: 25). En el caso de los símbolos religiosos, la dimensión no semántica
horas sentada frente a libros y computadoras– me llevaron a los autores aquí correspondería al carácter de potencia, poder o fuerza que lo sagrado posee
analizados. Dentro de la filosofía moderna, ambos constituían dos de las para el creyente. Es lo que Otto (1925) denomina “numinoso”, el mysterium
opciones (y reacciones) más importantes frente al sujeto dualista cartesiano. tremendum que aleja y fascina o atrae, y al que sólo se puede acceder, de
A pesar de las diferencias en sus métodos, a medida que avancé en su compa- manera aproximada, por las sensaciones y los sentimientos que provoca en los
ración fue surgiendo la necesidad de indagar en su posible combinación, intu- devotos.19 Ricœur (1982) también sostiene que en el análisis de los sueños o
yendo la posible riqueza que juntas aportarían. Parte de esa sospecha se con- del síntoma que realiza el psicoanálisis, sus simbolismos aparecen como fenó-
firmó al encontrarme, tiempo después, con algunos trabajos de Paul Ricœur menos fronterizos entre “el deseo y la cultura”, entre “la pulsión y sus legados
(1976 [1969], 1982, 1999 [1965]). Como adelanté en el capítulo 1, su propuesta representativos o afectivos […] entre un conflicto pulsional y un juego de sig-
de una “hermenéutica dialéctica” combina la “hermenéutica de la escucha” o nificantes” (16). Como conclusión, afirma entonces que el símbolo “titubea
“la “interpretación recolectora” con la “hermenéutica de la sospecha” o “inter- sobre la línea de división entre bios y logos, confirma el enraizamiento pri-
pretación reductiva”. La primera está representada por la fenomenología de mero del Discurso en la Vida”, y si bien el simbolismo “exige ser llevado al len-
la religión: Rudolf Otto, Johannes van der Leeuw, Mircea Eliade y los traba- guaje, no «pasa» totalmente a él, es siempre del orden del poder, de la efica-
jos de Ricoeur sobre la simbólica del mal; la segunda, por Nietzsche, Marx y cia, de la fuerza” (19, 20).
Freud, a quienes Ricœur denominó, en una bella y acertada expresión, “maes- Me he detenido en este análisis pues posee un peculiar valor para esta
tros de la sospecha”. Para finalizar este capítulo, reseñaré entonces la pers- investigación. Muestra cómo una reflexión que parte del símbolo y su signifi-
pectiva de Ricœur y cómo nos conduce a replantear el devenir del ser-en-el- cación, del estatuto del lenguaje como mediador de toda realidad, al incorpo-
mundo en términos dialécticos, confrontando a Merleau-Ponty y a Nietzsche. rar la mirada fenomenológica se reencuentra con la experiencia de la corpo-
En primer lugar, es conveniente situar el punto de partida de Ricœur, bas- ralidad. Como expondré en el capítulo 7, los significantes de lo sagrado
tante alejado del que inició este libro. Mi investigación empezó con una pre- mencionados por Otto y Ricœur (fuerza, poder, temor y fascinación) aparecen
gunta por el cuerpo, por la experiencia práctica; Ricœur, en cambio, comenzó en las creencias y los símbolos religiosos de los tobas, y se enraízan y son sus-
por la problemática de los signos y los símbolos. Para este autor, la función citados en experiencias no verbales: en sus danzas y músicas rituales. Se
simbólica es condición de posibilidad del yo, mientras que el ser-en-el-mundo trata siempre de continuos de experiencias perceptivo-motrices, emotivas y de
es anterior a la reflexión y precedería a la constitución de un yo enfrentado significación, que sólo pueden ser plenamente comprendidas en sus vincula-
como sujeto a un mudo objetual. Si bien “el sujeto que pregunta” pertenece a
la realidad sobre la que se interroga, crea una distancia entre el yo y los actos
en los que se objetiva; por ello, sólo una hermenéutica de los signos y los sím- 19. La idea de que el simbolismo religioso se enraíza en experiencias vitales y aun fisiológi-
bolos permitiría una cabal comprensión ontológica (Cortés Morató y Martínez cas comunes aparece, de diversas formas, en Victor Turner (1980) y Mary Douglas (1988).
80 Silvia Citro Variaciones sobre la corporalidad 81

ciones y, como intentaré demostrar, estos vínculos son claves para construir cierta familiaridad y generalidad en nuestro vínculo con el mundo, cómo nos
una teoría explicativa de la eficacia ritual. permite “poseer” ese mundo que se nos revela y hacernos “carne” con él. Con
Establecidas ya estas primeras referencias sobre la importancia del len- Nietzsche, nos introducimos en las hermenéuticas de la sospecha, esto es, la
guaje en el pensamiento de Ricœur, regresemos a la combinación dialéctica que duda sobre cómo fue construido ese mundo que está ahí delante y los conflic-
él propone. La fenomenología implicaría una particular hermenéutica, en tanto tos entre el sujeto y su mundo. Esta dimensión conflictiva y los procesos de
permite “escuchar, recolectar o restaurar un sentido” que se me ha dirigido enmascaramiento (psicológicos o ideológicos) que suelen ocultarla han sido
como “mensaje”; se trata aquí de lo que la palabra, el símbolo o también el gesto puestos de relieve, de diferentes maneras, por los tres maestros de la sospe-
“dan o revelan”; pero existe también un movimiento hermenéutico totalmente cha. En Nietzsche, el conflicto surge porque la voluntad de poder se encuen-
opuesto, el de los maestros de la sospecha que buscan la “desmitificación”, “la tra siempre con la resistencia del mundo, incluida la de aquellos otros hom-
reducción de ilusiones”, se trata de la voutnad por “descifrar”, pues se sospecha bres con valores disímiles; es la inevitable dialéctica del deseo y las
que lo que es dado como verdad puede no serlo (Ricœur, 1999 [1965]: 28). Según resistencias, del placer y el displacer. En psicoanálisis, la confrontación entre
Ricœur, ya no se trataría de la duda cartesiana “sobre la cosa” sino de la duda el principio de placer y el de realidad postula un conflicto semejante, aunque
sobre la misma “conciencia”, pues para Nietzsche, Marx y Freud “sentido y con- la diferencia reside en que se trata de un conflicto internalizado, que crea un
ciencia” ya no coincidirán, por ello crearon “una ciencia mediata del sentido, sujeto en sí mismo conflictivo o en tensión, por la presencia siempre latente
irreductible a la conciencia inmediata del sentido” (33, 34). de lo inconsciente reprimido en su psiquismo; he aquí la noción de sujeto
Es preciso reconocer que tanto el movimiento de la revelación como el de barrado, a la que Lacan alude. Podría decirse, así, que el yo emerge, en parte,
la sospecha se convierten en contradictorios si se los considera como “única” de la conflictiva tensión entre los impulsos del ello y del superyó. En Marx, el
clave de acceso al mundo, pues justamente lo que cada uno hace es conducir- conflicto se postula en términos económico-sociales, la lucha entre los que
nos hacia distintas dimensiones del mundo. Asimismo, se convierten en con- poseen y controlan los medios de producción y los que sólo poseen su fuerza
tradictorios si en el movimiento de sospecha conservamos ciertos residuos de de trabajo, entre dominadores y dominados, constituía el motor de la historia;
la noción cartesiana de persona –convertida ahora en un sujeto determinado, una lucha que tendía a ser enmascarada por formaciones ideológicas especí-
sujetado, ya no por su conciencia individual sino por las estructuras económi- ficas. Así, lo que retomaré de estos autores es la importancia otorgada a estos
cas o su inconsciente–, pues evidentemente esta concepción contradice ese aspectos contradictorios y conflictivos, así como algunas de sus hipótesis
ser-en-el-mundo constituyente de la fenomenología. Estas contradicciones explicativas sobre los orígenes y las consecuencias de estos conflictos en la
metodológicas nos colocan frente a una paradoja: lo único que justificaría la vida intersubjetiva y social.20
recurrencia a estos métodos contradictorios entre sí es reconocer un carácter Hechas estas aclaraciones, ¿es posible, entonces, redefinir el ser-en-el-
contradictorio a los seres humanos y a su relación con el mundo, que torne mundo desde estas diferentes posiciones? Creo que sí, pero sólo en la medida
necesarios ambos métodos. Es decir, si reconocemos que no nos revelan mun- en que reconozcamos que se trata de un mundo esencialmente dialéctico pues,
dos lógicamente inconmensurables sino diferentes dimensiones posibles de al decir de Hegel (1968: 76), en sus contradicciones se halla “la pulsación
ese mundo que está “ahí delante” de los sujetos. Sólo si nos redituamos en una inminente del automovimiento y de la vitalidad”, y es en estas contradiccio-
cuidadosa reinterpretación del ser-en-el-mundo –que no resulte incompatible nes y en sus consiguientes superaciones donde emerge el “devenir”. Sólo pen-
con el sujeto comprensivo de la hermenéutica y con los conflictivos procesos sando dialécticamente el mundo intersubjetivo este diálogo teórico es posible
que los maestros de la sospecha revelaron–, sólo de esta manera, decíamos, –o, si se quiere, a la inversa, es este amplio diálogo teórico el que nos obligó a
podremos recuperar la riqueza descriptiva de la fenomenología y la riqueza pensar dialécticamente la intersubjetividad–. Así, esta perspectiva implica
explicativa de la sospecha. Es cuestión, tal vez, de poner a dialogar a los
maestros y agregar, no sin timidez, algunas voces de nosotros, los aprendices.
Reconstruyamos entonces este carácter contradictorio que atribuyo al ser- 20. Una crítica antropológica legítima, en muchos aspectos, a estas “grandes teorías” expli-
en-el-mundo Tomamos de la fenomenología la proposición de que no puede cativas de la modernidad es que estos autores han postulado conflictos típicos de los seres
pensarse al ser escindido de sus relaciones con el mundo, incluidos los otros humanos (probablemente más de los hombres) de la historia occidental (y tal vez más de la
seres, y, al menos en el caso de sociedades como la toba, debe agregarse tam- modernidad), los cuales sería erróneo proyectar a hombres y mujeres de otros tiempos y cul-
bién a los no humanos dentro de esos “otros” seres. De ahí en más, cuando uti- turas. No obstante, así como se ha demostrado lo infructuoso que puede resultar aplicar
lice el término “intersubjetividad” haré referencia a esta concepción exten- mecánicamente esquemas de análisis marxista a determinadas sociedades aborígenes, tam-
bién ha sido suficientemente demostrado lo infructuoso que es obviar las desigualdades y las
dida del ser-en-el-mundo, a esta dimensión relacional de los seres humanos y
dimensiones conflictivas de su vida social, así como las formaciones ideológicas que las legi-
no humanos que, además, se encuentra inevitablemente mediada por espa- timan; lo mismo podría decirse de algunas reapropiaciones del psicoanálisis posestructura-
cios y objetos particulares. Destacamos también el papel de la preobjetividad lista en antropología, que permiten explicar ciertas constantes en la construcción de las sub-
en estas relaciones y, especialmente, la manera en que ésta posibilita una jetividades generizadas que se dan en diversas culturas (Doray, 1994; Segato, 2003).
82 Silvia Citro

que “la negación, la resistencia y la alteridad son tan fundamentales a la exis- CAPÍTULO 3
tencia humana como el orden, la seguridad y la rutina” (Jackson, 1989: 26) y,
como también postula Michael Taussig (1993), que las tendencias a la alteri- Hacia una etnografía dialéctica de
dad coexisten con las tendencias a la mimesis. Sin esta tendencia a la mime- y desde los cuerpos
sis, sin las rutinas que nos permiten cierta estabilidad en el mundo de la vida
cotidiana, si no existiese la posibilidad de síntesis superadoras de las contra-
dicciones, sin esta tendencia a la búsqueda de acuerdos que permitan algún
grado de orden y seguridad, la vida social sería imposible; pero sin la alteri-
dad, sin lo inesperado y lo creativo, sin la resistencia y el conflicto, segura-
mente no seríamos seres deseantes ni agentes de la historia. Por eso, la socie-
dad ha sido pensada alternativamente como un organismo o sistema que
tiende a funcionar eficaz y regularmente o como grupos en una cuasiperma-
nente tensión y conflicto. Como han destacado Jean y John Comaroff (1991),
la vida social suele aparecer en todo lugar en forma dualista, “simultánea-
mente ordenada y desordenada”, y ésta sería una de las grandes confrontacio-
Introducción
nes entre las “perspectivas modernas y posmodernas” (30) del mundo, pues
cada una enfatiza uno de estos polos, en vez de preocuparse por considerar El comienzo del invierno me detuvo en un lugar en
ambos. donde, no encontrando conversación alguna que me
El mundo de la experiencia práctica que la fenomenología describe –las distrajera y no teniendo, de otra parte, por dicha, ni
percepciones y las rutinas de los hábitos que permiten establecer las relacio- cuidados ni pasiones que me turbasen, permanecía
nes entre seres humanos, no humanos, espacios y objetos de una manera todo el día en una habitación encerrado con una gran
regular y más o menos previsible– parece evocar aquella primera dimensión estufa, en la que disponía de tranquilidad para entre-
de la intersubjetividad y la vida social. De ahí la recurrencia de metáforas que garme a mis pensamientos.
evidencian cierta idea de armonía y unidad –“comunión”, “hacerse carne” con René Descartes, Discurso del método
el mundo–. Pero, como vimos, la inmediatez de esa experiencia puede ser
abierta por el lenguaje, ser objeto de reflexión y, además, resultar profunda- El etnógrafo es, a un tiempo, su propio cronista e
mente conflictiva. En conclusión, pensar la intersubjetividad dialécticamente historiador; sus fuentes son pues, sin duda, de fácil
implica que somos seres preobjetivos y reflexivos; somos “uno” con el mundo accesibilidad pero también resultan sumamente evasi-
y también escindidos y distanciados, por medio del lenguaje reflexivo, de ese vas y complejas, ya que no radican tanto en documen-
mundo; somos carne y, a la vez, resistencia con ese mundo; somos constitui- tos de tipo estable, materiales, como en el comporta-
miento y los recuerdos de seres vivientes [...]. El
dos por ese mundo previo en el cual nacemos e inevitablemente morimos, pero
etnógrafo tiene que salvar esa distancia a lo largo de
también constituimos ese mundo en el cual nos es dado habitar. Finalmente,
los laboriosos años que distan entre el día que puso por
en la intersubjetividad también se ponen de manifiesto las vinculaciones
primera vez el pie en una playa indígena e hizo la pri-
entre lo particular y lo universal, pues a pesar de la diversidad de cuerpos y mera tentativa por entrar en contacto con los nativos, y
lenguajes, si no existe una “condición humana común”, sería imposible el diá- el momento en que escribe la última versión de sus
logo intercultural y, por supuesto, el mismo trabajo de campo. Es en torno a resultados. Un breve bosquejo de las tribulaciones de
estos conjuntos de tensiones dialécticas constitutivas como en cada cultura se un etnógrafo tal como yo las he vivido puede ser más
construye la vida intersubjetiva de maneras peculiares. esclarecedor que una larga discusión abstracta.
En el capítulo siguiente intentaré mostrar cómo este contradictorio mundo Bronislaw Malinowski,
intersubjetivo puede ser abordado en una etnografía dialéctica de y desde los Los argonautas del Pacífico occidental
cuerpos.
Los epígrafes intentan retratar la diferencia en los métodos que cada
autor practicaba: a partir de ese pensar individual y aislado del mundo, en el
primero, y a partir de ese encuentro con los otros, en el segundo. Además, las
imágenes que cada uno utiliza permiten evocar los contrastes de sus cuerpos
[ 83 ]
84 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 85

y de los espacios que habitaron: aquel encierro invernal de Descartes frente a lectuales y metodológicas, por otro. Las primeras tendían a ser anuladas o
la imagen del viaje que condujo a Malinowski a una lejana playa indígena. invisibilizadas a través de distintas operaciones textuales dentro del discurso
Como sostuve en el capítlo 1, el viaje está unido a los comienzos de la etno- académico;1 así, las informaciones que el etnógrafo recogía en su estadía en el
grafía como método y es a partir de ese traslado de nuestros cuerpos y de la campo –los “datos”– se presentaban como objetos que permanecían fuera de
convivencia con los otros por un lapso, como se fundamentará nuestro conoci- su mundo existencial. Esta tendencia representaba una de las particulares
miento sobre ellos y, en cierta forma, sobre nosotros mismos. Este capítulo manifestaciones del modelo dualista del racionalismo que el primer epígrafe
estará dirigido a reflexionar sobre esta forma de conocer que es la etnografía. evoca: la razón puede desembarazarse de las contingencias del sujeto histó-
No obstante, no lo hará a la manera de una larga discusión abstracta que rico que la encarna y, gracias a la puesta en práctica de métodos que se pre-
constituya algún “discurso del método” librado de todo cuerpo y pasión, sino tenden objetivos y universales, accedería al conocimiento válido. A pesar de
más bien desde la reflexión sobre la misma práctica y, especialmente, desde estas pretensiones, en antropología, la misma práctica del trabajo de campo
nuestra intención (no exenta de pasión) de hacer tanto del trabajo de campo ponía en tensión esta perspectiva. El epígrafe de Malinowski muestra cómo
como del texto resultante una práctica dialéctica y democrática de conoci- las experiencias intersubjetivas inevitablemente estaban presentes desde los
miento. A partir de estas reflexiones buscaré también mostrar cómo aquella inicios de la etnografía. Sin embargo, los códigos imperantes en la disciplina
dialéctica de la “revelación y la sospecha” con la que concluí el capítulo ante- hicieron que aquellas “tribulaciones” de Malinowski fuesen desplegadas más
rior puede ser abordada en un estudio etnográfico de y desde los cuerpos sig- en su diario personal que en sus trabajos académicos.
nificantes. En suma, este capítulo expone el enfoque metodológico más gene- Considero que en la misma prescripción de la “observación participante”
ral que atraviesa los capítulos históricos y etnográficos siguientes y, aunque –dimensión constitutiva de la práctica etnográfica que le confiere a la antropo-
ubicado antes de éstos, es en realidad el resultado de la totalidad de esta prác- logía social buena parte de su identidad disciplinar– ya estaba implícita esta
tica de investigación teórica e histórico-etnográfica. tensión o ambigüedad en el rol del etnógrafo. Por un lado, se debe participar
Probablemente, entre mi propuesta metodológica de una etnografía dialéc- en la dinámica de los contextos sociales estudiados, lo cual generalmente
tica y la etnografía concreta que representaré luego en estas páginas, el lec- requiere que se desempeñen, aunque sea transitoriamente, otros roles, actitu-
tor halle algunas diferencias o aun contradicciones que se me escapen. No des y prácticas diferentes a las de un mero observador externo al fenómeno.
obstante, estas “tribulaciones” no deberían impedir reflexionar sobre la etno- Por otro, también se debe seguir observando, entendiendo esta actividad como
grafía que quisiéramos practicar. La eficacia simbólica de las utopías tal vez una reflexión, un esfuerzo por objetivar aquella dinámica social en la que tem-
resida en que, como sostenía Eduardo Galeano, nos impulsan a caminar: porariamente se está incluido. Si bien participación y observación en alguna
frente a cada paso que damos hacia ellas, otro paso se vuelven a alejar. medida se superponen,2 el movimiento de acercamiento que subyace en la pri-
mera y el distanciamiento que posibilita la segunda, por su carácter antagó-
nico, suelen presentar dimensiones conflictivas. Un ejemplo significativo surge
Paradojas de la observación participante de las reflexiones de Sidney Mintz (1989: 788) acerca de la recepción que tuvo
su trabajo sobre una historia de vida de un trabajador puertorriqueño. En los
Desde que inicié mis trabajos de campo en Formosa, la reflexión sobre las 60 se lo criticó por su “falta de objetividad”, por ser el resultado del trabajo con
relaciones intersubjetivas construidas entre el etnógrafo y la gente con la que un “informante” que era además un amigo; en los 80, en cambio, el libro fue
trabaja se constituyó en una temática de particular interés. En parte, alen- juzgado en sentido totalmente opuesto; el texto “mantenía o incrementaba la
tada por conversaciones y trabajos de Pablo Wright (1994b), y seguramente desigualdad” entre etnógrafo e informante. Ambas posturas reflejan los cam-
también porque mis trabajos de campo anteriores habían sido más cortos y en bios que ha sufrido la disciplina, de una tendencia más ligada a la tradición
contextos urbanos; no requerían por tanto del viaje ni de la convivencia por positivista, a la oposición que se genera luego a partir de la antropología crí-
un lapso prolongado. Es en estas convivencias donde suelen ponerse de tica y el movimiento posmoderno. La pregunta ante esta tensión entre distan-
relieve otras facetas o roles del etnógrafo, pues la participación en la vida coti-
diana hace que se compartan distintas experiencias y no sólo la de preguntar
1. George Marcus y Dick Cushman (1982) sintetizan las operaciones típicas del “realismo
u observar. Además, pueden generarse desde lazos afectivos que deriven en
etnográfico”: el uso de la tercera persona, la tendencia a que los individuos permanezcan sin
amistades hasta tensiones y desacuerdos que provoquen alejamientos o nombres y rasgos específicos, la descripción de los eventos como manifestaciones típicas de
incluso enemistades, pero difícilmente la relación etnográfica pase totalmente parentesco, ritual u otras categorías generales, la aserción de que la etnografía representa el
inadvertida, dejando nuestros posicionamientos intactos. No obstante, la punto de vista del nativo.
etnografía más tradicional, ligada al paradigma positivista, intentaba mini- 2. Peter Rigby (1985: 31) señala el absurdo que implicaría pensar que es posible observar sin
mizar estas “interferencias subjetivas”, a partir de la escisión entre las participar –la sola presencia conlleva algún grado de participación– y, asimismo, participar
dimensiones personales e históricas del investigador, por un lado, y las inte- sin observar, sin tener algún grado de reflexión sobre la situación que se está viviendo.
86 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 87

ciamiento y acercamiento es si ésta se resolvería optando por la prevalencia de ser-científico la razón dominaba y por lo tanto le otorgaba esa particular capa-
uno de los polos y, por lo tanto, ocultando y/o deslegitimando al otro, o, en cam- cidad de escindirse de sus sensaciones, sentimientos, relaciones con el mundo
bio, intentando una confrontación dialéctica. Si bien la crítica al denominado e historia. Cuando esta capacidad de dominio del individuo comienza a cues-
“realismo etnográfico” tendió a enfatizar la dimensión de acercamiento y par- tionarse y el ser es pensado como sujeto del inconsciente (psicoanálisis), emer-
ticipación, en ciertas posiciones posmodernas más extremas también condujo gente de las praxis históricas (marxismo) o ser-en-el-mundo (fenomenología),
a renunciar a la posibilidad de distanciamiento y reflexión sobre las interpre- otras epistemologías y otros métodos son requeridos.
taciones de los actores. La constatación de que todo texto era una representa- En Nietzsche, aquella sospecha que comenzó con los “valores” de la moral
ción en la que el posicionamiento del autor es determinante, en muchos casos cristiana, se fue extendiendo cada vez más hasta abarcar los cimientos de la
llevó a una especie de renuncia de la explicación de los fenómenos sociales, cultura occidental: la idea de “ser”, “verdad”, “causa”, la lógica aristotélica,
como si lo único posible fuese la descripción de la experiencia de participación. la propuesta kantiana. En sus múltiples e inacabados recorridos genealógi-
Así, las tribulaciones personales del etnógrafo en su encuentro con los otros cos, podría hallarse uno de los primeros intentos de lo que hoy suele denomi-
pasaron a ocupar un lugar cada vez mayor. A diferencia de este enfoque, sos- narse “deconstrucción”. La idea expresada en el epígrafe acerca de que cual-
tengo que es en la complementariedad de ambos movimientos, el de participa- quier “verdad” es producida o inventada y que es resultado de una operación
ción-acercamiento y el de observación-distanciamiento, donde reside la riqueza ligada a una voluntad de poder sintetiza el profundo quiebre del autor con el
de la etnografía. La observación participante constituye así otra de esas con- racionalismo ingenuo. Tiempo después, las genealogías de Foucault consti-
tradicciones de la experiencia intersubjetiva que, al ser abordada dialéctica- tuirán los análisis posiblemente más minuciosos acerca de los procesos por
mente, permitiría alcanzar una nueva síntesis superadora. Además, esta expe- los cuales se construyen determinadas verdades científicas. Para el autor, el
riencia fundante de acercamiento-alejamiento es la que demanda un análisis problema fundamental consiste en cómo la verdad se define “por el conjunto
que confronte la fenomenología con la hermenéutica de la sospecha. Para de reglas según las cuales se discrimina lo verdadero de lo falso y se ligan a
expresarlo en términos de Malinowski, confío en que esa peculiar dialéctica en lo verdadero efectos políticos de poder”; pues “la verdad” está “ligada circu-
el campo y en el análisis es la que permite “salvar” esa distancia entre el larmente a los sistemas de poder que la producen y la mantienen, y a los
momento en que “apoyamos el pie en la playa de los otros” y aquel en que escri- efectos de poder que induce y que la acompañan” (Foucault, 1979: 188-189).
bimos la última versión de este encuentro, ya en nuestro propio lugar. En el capítulo 2, sostuve que mi propuesta de un abordaje dialéctico se
Antes de exponer esta propuesta metodológica, es preciso responder una basaba en el carácter ambiguo y contradictorio (dialéctico) reconocido en las
pregunta si se quiere más fundamental y que hasta el momento he dejado en relaciones intersubjetivas –y, de hecho, acabo de adscribir también un carácter
un relativo suspenso: por qué encarar dialécticamente la etnografía si es una contradictorio a una de estas relaciones: la del etnógrafo y la gente con la que
práctica de conocimiento “mejor” que otras. Si bien, como se verá, la confianza trabaja, con la observación participante que involucra–. La pregunta que ahora
en la dialéctica no es más que una decisión epistemológica y sobre todo política, se impone, entonces, es cómo conciliar esta “confianza en la dialéctica” con una
es necesario justificar sus fundamentos y la misma necesidad de tal decisión. epistemología de la sospecha que postula las luchas de poder subyacentes en la
elaboración de todo saber y, por lo tanto, el carácter relativo de los saberes. Una
metodología dialéctica involucra la recurrencia al proceso de tesis, antítesis y
Dialéctica y políticas del conocimiento síntesis. Al momento de afirmación de una posición le sigue el de su negación,
esto es, de contraste y conflicto; la síntesis representa la mediación, el logro de
El afán de verdad es un anhelo de estabilización, el
una nueva posición superadora de la contradicción entre las anteriores, posi-
hecho de hacer verdadero y duradero, una supresión de
ción que, aunque diferente de ellas, a la vez las asume. Es el complejo Aufheben
ese carácter falso, una trasposición de éste al ser. La
verdad no es en consecuencia algo que esté ahí y que
hegeliano, según Rodolfo Mondolfo (1968: 11), “un movimiento progresivo en
haya que sorprender y encontrar, sino algo que hay que que el grado anterior queda eliminado y conservado al mismo tiempo, es decir,
inventar. Mejor aún, a la voluntad de conseguir una superado en una realización más elevada”.3 Finalmente, esa nueva posición
victoria, voluntad que, por sí misma, carece de fin:
admitir la verdad es iniciar un proceso in infinitum,
una determinada acción activa, y no la llegada a la
conciencia de alguna cosa fija y determinada. 3. En términos de Hegel (1968): “La palabra Aufheben [eliminar] tiene en el idioma [ale-
mán] un doble sentido: significa tanto la idea de conservar, mantener, como, al mismo tiem-
Friedrich Nietzsche, La voluntad de poder
po, la de hacer cesar, poner fin. El mismo conservar ya incluye en sí el aspecto negativo, en
cuanto saca algo de su inmediación y por lo tanto de una existencia abierta a las acciones
En toda propuesta metodológica subyace una determinada ontología. exteriores, a fin de mantenerlo. –De este modo lo que se ha eliminado es a la vez algo con-
Como vimos, si una ciencia objetiva y positivista era posible, es porque en el servado, que ha perdido sólo su inmediación, pero que no por esto se halla anulado–. Las
88 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 89

debería ser sometida al mismo proceso y así sucesivamente. Para Hegel y se vacían ya que sólo existen en las varias formas en que en los hechos son
Marx, sin embargo, este proceso dialéctico no era infinito; para el primero, la realizados [...], pero en una situación de desorden radical, por ejemplo, el
comprensión total era posible; para el segundo, las contradicciones de la socie- orden está presente como aquello que está ausente; pasa a ser un signifi-
dad capitalista permitirían el advenimiento del socialismo.4 Si bien postular un cante vacío, el significante de esa ausencia [...], hegemonizar algo significa,
conocimiento dialéctico implica asumir que se trata de un proceso con ruptu- exactamente, llenar ese vacío [...]. Cualquier término que en un cierto con-
ras, transformaciones y contradicciones y no un simple proceso acumulativo y texto político pasa a ser el significante de la falta desempeña el mismo
lineal hacia una verdad, cierto carácter “progresivo” y de “desocultamiento” papel” (84).
sigue presente. La cuestión que se plantea entonces, tanto para la praxis polí- No obstante, esta representación será constitutivamente inadecuada “por-
tica general como para la del conocimiento en especial, es si es posible afirmar que sólo puede darse a través de contenidos particulares que asumen, en cier-
algún carácter progresivo o, por el contrario, si habría que negar este “resabio” tas circunstancias, la función de representación de la universalidad imposible
de modernidad y quedarse, como diría Nietzsche, en la etapa nihilista del ador- de la comunidad” (132). Esta inadecuación implica la imposibilidad de funda-
mecimiento de la voluntad y del reposo. Ubicándome entre aquellos que nece- mentaciones radicales y de saberes absolutos, sin embargo, esta “imposibili-
sitan continuar con la primera de estas posibilidades, es imprescindible buscar dad estructural” es “posibilitadora” en las prácticas, pues amplía el área de
nuevas argumentaciones para defenderla. En el caso de la etnografía, se trata responsabilidad y decisión sobre nuestros actos:
de seguir planteando la discusión acerca de qué criterios permitirían producir
“mejores” etnografías, aunque la definición de ese “mejor” será siempre inesta- Dado que de lo que se trata es del carácter incompleto de las reglas
ble, cambiante y definido hegemónicamente dentro de un “campo” académico y no de una total ausencia de las mismas, el problema de una fundamen-
afectado por restricciones económico-sociales y relaciones de poder (Bourdieu, tación ética total nunca surge [...]. La democracia no necesita y no puede
1967); o, parafraseando a Ernesto Laclau (1996), reconociendo que esa cons- ser fundada radicalmente. Sólo podemos encaminarnos hacia una socie-
dad más democrática a través de una pluralidad de actos de democrati-
trucción metodológica seguramente se fundamentará en “significantes vacíos”,
zación. (143)
pero necesarios. Luego de la crítica posmoderna, quedan pocos lugares teóricos
de donde asirse si se pretende continuar con ciertas ilusiones de la modernidad
Podría decirse entonces que, aunque en el contexto posmoderno, las fun-
y el concepto de “significante vacío” posiblemente sea uno de ellos. Aunque des-
damentaciones plenas se resquebrajen y, por ejemplo, ciertos significantes se
víe brevemente el curso de la reflexión, resumiré las ideas de Laclau sobre este
vacíen rápidamente –en el ámbito intelectual por la crítica deconstructiva, en
concepto, pues será retomado, cuando profundice en las hermenéuticas de la
el de las identidades socioculturales por la intensa hibridación y movilidad de
sospecha.
prácticas y representaciones, en el político por la imposibilidad de una demo-
Para Laclau (1996), “todo sistema significativo está estructurado en torno
cracia radical–; significantes como “ciencia social”, “identidad” o “democracia”
a un lugar vacío que resulta de la imposibilidad de producir un objeto que es,
siguen presentes, pues son claves para continuar con el juego social iniciado,
sin embargo, requerido por la sistematicidad del sistema” (76). Esta perspec-
al menos, desde la modernidad occidental. Asimismo, esta posición lleva a
tiva, vinculada en su origen a la teoría lacaniana,5 es llevada por Laclau al
asumir la imposibilidad para el analista social de hallar la significación plena
campo de la política; sostiene así que significantes como “«liberación» u «orden»
de cada significante político-cultural; no obstante, sí es posible mapear las
luchas discursivas sociales que buscan hegemonizarlos, es decir, llenarlos de
un contenido, prenderlos a otros significantes.
mencionadas determinaciones del Aufheben pueden ser aducidas lexicológicamente como Hechas estas aclaraciones, que serán luego profundizadas, volvamos al
dos significados de esa palabra. Pero debería resultar sorprendente a este respecto que un cuestionamiento inicial: los fundamentos de esta opción por una etnografía
idioma haya llegado al punto de utilizar una sola y misma palabra para dos determinacio- dialéctica. Al no poder fundamentarse radicalmente cuál es la mejor forma de
nes opuestas” (138).
hacer etnografía, al reconocer que es imposible acceder a ese conocimiento
4. Estas promesas de total liberación del intelecto y de la sociedad son difíciles de sostener hoy pleno de los significantes y corporalidades de los otros, las decisiones posibles,
en día. No pueden obviarse las críticas provenientes de esa especie de voluntad deconstructiva como ya se adelantó, serían renunciar a reflexionar sobre nuestros métodos o
característica de la posmodernidad, pero también previamente de la teoría crítica, pues ya
Theodor Adorno (2005 [1970]) señalaba que las síntesis sólo podían alcanzarse situándolas por
seguir intentando mejorarlos estableciendo nuevas reglas, en un juego que,
fuera de la historia, en un pensamiento abstracto e idealizado como el de Hegel. sabemos de antemano, nunca ganaremos, lo cual no necesariamente nos priva
del placer de seguir jugándolo. Se trata de decisiones a partir de las cuales se
5. Este planteo de Laclau se vincula con la conceptualización lacaniana del ya menciona-
do “objeto a”, u objeto causa de deseo, que permanece desconocido y perdido para el suje-
establecen conjuntos de relaciones significativas, en este caso, una política del
to, pero es fundamental en la estructuración del “fantasma”, la posición del sujeto frente conocimiento, pero la decisión primera es siempre cuestionable, constitutiva-
al mundo. mente inadecuada y, no obstante, una decisión necesaria, pues somos inevita-
90 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 91

blemente responsables de nuestro actuar en el mundo –y, obviamente, la inac- campo,6 incluso en incidentes cotidianos de la vida doméstica que luego
ción, la pasividad, el silencio, son también formas de actuar en él–. Así, en la resultan significativos, en la generalización del recurso de escribir en pri-
propuesta metodológica a desarrollar, dos decisiones fundantes subyacen. mera persona y, en general, en el uso de modos narrativos que privilegian “la
Una, que es posible extender –mas no alcanzar definitivamente– el conoci- experiencia inmediata y los testimonios directos, frente a las abstracciones y
miento de mundos culturales disímiles, explorando las diferentes dimensio- el panoptismo del discurso científico” (Jackson, 1989: 33-34). A través de
nes posibles de la intersubjetividad en el trabajo de campo. Esto nos conduce estos medios, se intentaba darles voz a personas concretas y no ya represen-
entonces a una estrategia de explorar radicalmente aquella contradicción tar a genéricos pueblos o culturas. Además, los autores comenzaron a hacer
fundante que reconocimos en la relación etnográfica: el movimiento de acer- más visibles en los textos sus experiencias intelectuales y de trabajo de
camiento/participación y el de observación/distanciamiento, a la manera de campo, con registros más pormenorizados de estos itinerarios y de los proce-
una tesis y su antítesis, de una descripción fenomenológica y de su confronta- sos reflexivos y afectivos que involucraban. En este sentido, ya temprana-
ción por las hermenéuticas de la sospecha. Así, buscaremos alcanzar las pro- mente Vincent Crapanzano (1977) señalaba que el trabajo de campo implica
visorias y parciales síntesis que, seguimos “creyendo”, serán superadoras de una confrontación que suele conducir al etnógrafo a la disolución o disrup-
cada uno de estos movimientos en particular. La otra decisión es la intención ción del sentido de sí, pues en su aprendizaje sobre los otros, inevitablemente
de que este proceso de conocimiento se oriente hacia una democratización adquiere nuevos sentidos que pueden oponerse a los que previamente poseía.
cada vez mayor de la relación etnográfica. De algún modo, conocimiento inter- Para el autor, el particular movimiento de reconstitución del sentido del s e l f,
subjetivo y democracia representan aquí los significantes vacíos; no obstante, se lograría fundamentalmente a través del “acto de escritura”.
son los que justifican para nosotros seguir haciendo etnografía. Exploraremos A contrapelo de esta perspectiva que enfatiza en la escritura, mi interés se
entonces algunas formas de radicalizar los movimientos de acercamiento y orienta aquí a explorar las dimensiones prácticas que la participación genera
distanciamiento: primero en la práctica del trabajo de campo y luego en los en el mismo trabajo de campo; además, no me interesa solamente lo que le
análisis que a partir de ellos construiremos. ocurre al etnógrafo en su movimiento personal de disolución-reconstitución,
sino lo que sucede en la “relación” etnográfica, tanto al etnógrafo como a las
personas con las que interactúa.7 Veamos entonces algunos autores que enfa-
El acercamiento-distanciamiento en el campo tizaron este tipo de enfoques. Jackson (1996), basándose en Jean-Paul Sartre,
Theodor Adorno y William James, critica el “empirismo tradicional” que con-
En primer lugar, sintetizaré cómo la cuestión de la participación ha sido cibe el conocimiento como una relación con límites claros entre sujeto y objeto
tratada en la literatura etnográfica. Según han destacado Sergio Visacovsky y en la que ambos términos permanecen inconmovibles, y propone, en cambio,
y Roxana Guber (2002), ya en la década del 60 algunos autores pusieron de un “empirismo radical” centrado en la experiencia de interacción, en la cual
relieve la manera en que las pertenencias de género, edad y nacionalidad del el ser es constantemente modificado así como modifica a los otros. Esta pers-
investigador incidían en la construcción de los datos. Años más tarde, tam- pectiva conduciría a focalizarse en las formas en que el conocimiento se fun-
bién se comienza a proponer un mayor involucramiento y una mayor refle- damenta en nuestra participación “personal y práctica” en el trabajo de
xión sobre los aspectos subjetivos de la investigación. Bob Scholte (1972) sos- campo, de ahí que la “experiencia vivida del observador” resulte clave para
tenía que la objetividad del conocimiento antropológico se fundamentaba en Jackson. Una postura similar surge de las definiciones de Wright (1994b) en
la intersubjetividad y en la posibilidad de lograr una verdadera interacción torno a la etnografía como un “desplazamiento ontológico”, pues “el sujeto
comunicativa en el encuentro etnográfico. John Pocok (citado por Blacking, desplaza su Ser-en-el-mundo (Dasein) a un lugar diferente –o permanece en
1977: 7) proponía una “antropología personal” en la que la subjetividad del su sitio pero con una agenda ontológica distinta–. Es el Ser-en-el-mundo del
investigador fuese incluida en los análisis y usada conscientemente como
herramienta de investigación. En los 80, y especialmente en la academia
norteamericana, muchas de las reflexiones ligadas a la antropología posmo-
derna retomarán estas preocupaciones, aunque le otorgarán un mayor énfa- 6. El énfasis en los eventos y procesos, como opuesto a los modelos generalizadores del
estructural-funcionalismo, aparece ya en la escuela de Manchester y en su método de estu-
sis a la reflexión sobre el proceso de escritura etnográfica. Precisamente,
dios de caso (Turner, 1980, capítulo 5). Para Stoller (1989: 54), el evento debería convertirse
gran parte de las críticas al realismo etnográfico consistieron en deconstruir “en autor del texto” y el escritor, en el intérprete del evento, mediando entre éste y el lector.
sus operaciones textuales y ensayar nuevas formas de representación. De
7. La intención de este recorte es focalizar el análisis en las prácticas; sin embargo, esto no
esta forma, se procuraba poner en el centro del análisis la manera en que se
implica negar que el trabajo de campo es parte de un proceso más amplio, en el que diferen-
construía la relación del etnógrafo con la gente que estudiaba –su participa- tes instancias se influyen recíprocamente, desde las instituciones que financian las investi-
ción en el campo– y promover la reflexividad dentro de la disciplina. Esta gaciones y los ámbitos de difusión académica hasta las coyunturas políticas regionales y
tendencia se aprecia en el énfasis en los eventos concretos sucedidos en el nacionales.
92 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 93

etnógrafo, su estructura ontológica, la que sufre modificaciones en su contacto Sa.: –Y yo… lo que pasa que yo era católico hace mucho (sonriendo,
con la gente” (367). Otros autores como Rigby (1985: 26), por ejemplo, postu- risas de todos)
lan una total participación crítica, tanto intelectual como emocional, en las Si.: –Cuando era chico…
actividades cotidianas de la comunidad y señalan incluso su rechazo a hacer Sa.: –Cuando era chico…
T.: –Mh…
cuestionarios o “preguntas formales”, excepto las referidas al lenguaje o a
Sa.: –Después no fui mucho a las…
objetos culturales específicos. En relación con este tema, es ilustrativo el caso
T.: –¿Pero no sentís nada…?
de Stoller (1989), cuando “descubre” que algunos interlocutores songhay no Sa.: –Y en esa época… sí, se sentía…
tenían inconvenientes en mentirle, hasta que uno de ellos le explicó: “Si tú T.: –Mh… ¿y vos? (dirigiéndose a mí)
vienes y haces preguntas personales y escribes, no aprenderás nada de nos- Si.: –Era… a mí me pasaba como… Cuando voy así a un lugar muy…
otros, tienes que aprender a sentarte con la gente y escuchar” (128). Al inicio Claro, yo vivo en un departamento, un lugar chico… Cuando voy así a
de un trabajo de campo es habitual esta actitud de escucha, pero tal vez lugares muy grandes, muy amplios… me hacía recordar así a Dios…
demasiado rápidamente pasamos al modo interrogativo como dominante en T.: –Mh...
nuestras interacciones.8 Si.: –Así, a un lugar con mucho aire, verde, montañas, como que esa
Para discutir algunas dimensiones epistemológicas y políticas de la parti- sensación de ver eso me hacía recordar a Dios…
cipación, mencionaré brevemente un episodio sucedido en mi primer trabajo de T.: –Mh…
campo en Misión Tacaaglé, durante enero de 1998, en la casa de Teresa Si.: –Pero ésa es mi forma ¿no?, por eso vemos cómo cada uno siente
de una forma…
Benítez. Deseo aclarar primero algunas peculiaridades de este trabajo. Una de
T.: –Sí… parece que vos estabas muy cerca de Dios cuando vos esta-
ellas es la presencia de Salvador, mi pareja, durante su transcurso, de ahí su
bas lejos…
participación en el diálogo que a continuación citaré. La otra, es que no estaba Si.: –... y… claro, puede ser…
en mis “planes” iniciales trabajar en Misión Tacaaglé, pero fuimos llevados allí T.: –Sí, pero un poco de miedo parece…
por Lucas Medina y su esposa, Rosa Daegei (madre de Teresa), quienes vivían Si.: –¿A vos te da como un poco de…?
en La Primavera. Pablo Wright me había mencionado a Lucas entre otros T. –No, vos.
conocidos por los cuales podía preguntar; como su casa es la que estaba más Si.: –Ah, a mí, decís… No, no, es igual, no sé, como muy grande, pero
cerca de la ruta, fue la primera persona que encontramos y terminamos resi- no, no me daba miedo… Lo que pasa es que a nosotros, a la religión, así,
diendo allí. También nos recomendó que lo acompañásemos a Misión Tacaaglé bueno, cuando éramos chicos, que nos enseñaban en el colegio, no, no se
a conocer a sus familiares, y terminamos solventando los gastos del viaje. En danzaba en la misa, era muy de estar quieto, de escuchar. Por eso a mí
una de las charlas con Teresa, luego de responder “nuestras preguntas” sobre me gusta preguntar por estas formas, porque a mí me gusta la danza
las “danzas” y el “gozo” en el E v a n g e l i o, ella nos preguntó: también y siempre me llamó la atención eso que los católicos no danzan
y hay otras religiones que… que sí…
Teresa: –No sé si igual son los católicos, ¿ustedes son católicos?
Salvador: –Mh… (dudando) Teresa, como ella solía decir, ya había “trabajado” antes con otros antropó-
T.: –¿Cómo oran los católicos? logos, conocía entonces nuestro modo interrogador, pero ahora era ella la que
Sa.: –Muy quietos… comenzaba a hacer sus propias preguntas. De ahí en más, esta práctica de
Silvia: –Sí, no, los católicos es más… no danzan… “devolverme” las preguntas se repetiría en los años siguientes. Incluso,
Sa.: –Sentados rezan. tiempo después, en mayo de 1999, ella y su esposo, Vicente Justo, también me
T.: –Pero ¿cierran sus ojos? (Salvador había hecho esa pregunta devolverían la “visita”, pues viajaron a Buenos Aires y residieron en mi casa
antes) durante unos diez días. Otra cuestión a destacar del diálogo es cómo las pre-
Sa.: –Algunos sí, otros no…
guntas de Teresa, además de provocarme cierta sorpresa, ponían en juego mi
T.: –Y cómo… ¿qué siente?
subjetividad. Recuerdo que me generaba un poco de incomodidad presen-
tarme como una persona que “no era creyente”, que nunca había “sentido”
nada, en un contexto tan fuertemente evangelizado y con un tema de investi-
8. Cabe destacar las reflexiones de Elmer Miller (1995: 130) cuando compara su actividad gación como los rituales y las danzas. Tal vez por eso las preguntas de Teresa
entre los tobas como misionero y como antropólogo. Como antropólogo, las conversaciones
me conectaran con ciertos recuerdos adolescentes que ella interpretaría de
eran determinadas más por los tópicos de su investigación que por los tobas, a la inversa de
lo que habría ocurrido durante su trabajo como misionero. Esto constreñía la información
una forma peculiar; pero también sus preguntas me condujeron a reformular,
etnográfica que podía adquirir e hizo crecer las “dudas” epistemológicas del autor en torno a durante la misma conversación, el tema de la investigación en términos más
la etnografía. subjetivos, es decir, de mis intereses personales.
94 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 95

Esta situación inicial condensa algunas cuestiones metodológicas clave larismo y relativismo cultural conlleva. Se comprende así uno de los funda-
sobre la participación que es pertinente destacar. En primer lugar, permite mentos de la perspectiva comparativa expuesta en el capítulo 2, ésta no es sólo
aclarar que el propósito de reflexionar sobre cómo la subjetividad se pone en una opción filosófica de interés personal sino también la que emergió de los
juego en el trabajo de campo no debería ser necesariamente aburrir o entrete- intereses reflexivos de muchos interlocutores tobas.
ner al lector con la historia personal del antropólogo, sin embargo, tampoco se A partir de estas primeras situaciones etnográficas, es posible sintetizar
trata de censurarla u ocultarla. Que la opción al “realismo etnográfico” sea el esta estrategia metodológica de radicalización de la participación. Si las
diario personal del turbado antropólogo occidental en su esfuerzo (nunca total- dimensiones personales del investigador se ven implicadas en el trabajo de
mente logrado) por comprender al otro sólo lleva a profundizar las diferencias. campo y si inevitablemente se generan diferentes posicionamientos intersub-
La propuesta, en cambio, es centrarse en la relación en sí misma, en lo inter- jetivos, en vez de intentar ocultar estas dimensiones en nuestro discurso (la
subjetivo, en la manera en que personas que generalmente poseen modos de solución del realismo etnográfico), o de sólo reservarlas para nuestras refle-
vida diferentes, intentan conocerse y comprenderse. En este caso, Teresa tra- xiones personales en el momento de escritura (la propuesta de algunos pos-
tando de saber qué siente un doqshi católico; nosotros, tratando de saber qué modernos), de lo que se trata aquí es de explorarlas y profundizarlas estraté-
siente una qomlashe (mujer qom) evangelio cuando danza. Esta situación, que gicamente en el mismo trabajo de campo. Así, una de las estrategias posibles
se inició con Teresa, luego se fue ampliando a otros interlocutores, sobre todo es la de descentrarse del rol tradicional de etnógrafo, en tanto “etnógrafo inte-
con los integrantes de las familias con las que residía o con las personas que rrogador”, es decir, en tanto sujeto interesado primordialmente en obtener
fui visitando en forma continuada y adquiriendo más confianza. A veces sur- información o indicios acerca de una serie de temáticas, para lo cual observa
gían preguntas del tipo: “¿Y cómo es eso entre ustedes…? o “¿Cómo va tu inves- e interroga a otros sujetos no etnógrafos. Experiencialmente, esta posición de
tigación… qué resultados obtuviste…?”, o en lo que refiere a los mitos: “Y uste- etnógrafo interrogador es muy distinta de la de un sujeto (etnógrafo, entre
des no tienen cuentos… ¿qué cuentos tienen?”. Seguramente, la particular otros roles) que vive ciertas situaciones en las que se relaciona con otros suje-
tendencia de los tobas a la apertura, intercambio e incorporación de distintas tos (con distintos roles sociales) a través del diálogo, sus múltiples percepcio-
prácticas y representaciones culturales facilitaba este tipo de situaciones, tal nes sensibles y sus diferentes intereses, deseos y afectos. En el primer caso,
vez más difíciles de suscitarse en otros grupos. No obstante, la riqueza de se limita el desplazamiento ontológico que conlleva el trabajo de campo, pues
intentar este tipo de diálogos es que permiten ampliar el conocimiento mutuo, en las relaciones establecidas con los otros se suprimen algunas estructuras
reflexionando tanto sobre nuestras diferencias como sobre nuestras similitu- del sujeto etnógrafo, para dejar actuar principalmente a las del etnógrafo
des. En varias ocasiones fueron justamente las preguntas de los otros las que interrogador. En el segundo, descentrarse de este rol sería favorecer que las
me llevaron a desexotizar algunas temáticas de investigación y a intentar bus- dimensiones personales, afectivas y socioculturales del investigador se inte-
car puntos en común con nuestras experiencias culturales. Incluso con algunos gren a las experiencias de campo y no que surjan como meros accidentes, des-
interlocutores, como Teresa especialmente, se apreciaba una predisposición a
cuidos o casualidades. Para dar un ejemplo, el desempeño de diferentes acti-
enfatizar nuestras similitudes más que las diferencias. Esta predisposición no
vidades o roles durante el trabajo de campo a veces permite acceder a
debería desligarse del contexto histórico-político de estas interacciones, puesto
dimensiones de la vida intersubjetiva por las que difícilmente se pregunte,
que aquellas “costumbres” diferentes de los aborígenes fueron durante mucho
puesto que requieren del hacer práctico o, en otros casos, de una relación dia-
tiempo el pretexto para su discriminación y aún lo son entre algunos criollos
lógica. Instancias de este tipo surgen al compartir ciertas tareas domésticas,
de los pueblos vecinos. Esto nos conduce al segundo punto a subrayar: más allá
al realizar juegos con los niños, al mostrar e intercambiar formas de danzar
de los beneficios epistemológicos que este tipo de diálogos puede promover,
o de hacer música o durante conversaciones sobre nuestras respectivas rela-
ellos poseen también una dimensión política fundamental. Por un lado, porque
ciones familiares o afectivas. Nuevamente, sería fructífero recordar aquí otra
posibilitan que los roles y las condiciones discursivas de la relación etnográfica
de las tempranas “confesiones” de Malinowski (1986 [1922]):
adquieran un carácter más simétrico. Podemos reproducir la asimetría de las
posiciones –estableciendo el control del proceso comunicativo o legitimando la
Empecé a tomar parte, de alguna manera, en la vida del poblado, a
distancia entre saberes científicos/saberes cotidianos– o intentar modificarla,
esperar con impaciencia los acontecimientos importantes o las festivida-
al menos en el nivel de las relaciones intersubjetivas. Pienso que sólo corres- des, a tomarme interés personal por los chismes y por el desenvolvi-
pondería hablar de diálogo cuando las preguntas van y vienen, de ambos lados; miento de los pequeños incidentes pueblerinos [...], y fue gracias a esto,
sería iluso pretender practicar una “etnografía dialógica” cuando la forma dis- a saber gozar de su compañía y a participar de algunos de sus juegos y
cursiva predominante es la entrevista, por más que ellas sean “abiertas” o “no diversiones, como empecé a sentirme de verdad en contacto con los indí-
estructuradas”. Además, aquella estrategia reflexiva de Teresa y otros interlo- genas; y ésta es ciertamente la condición previa para poder llevar a cabo
cutores de ocuparse de nuestras “similitudes” y no sólo de las “diferencias” con éxito cualquier trabajo de campo. (25-26)
recuerda las consecuencias políticamente peligrosas que un exceso de particu-
96 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 97

En suma, sólo es posible llevar a cabo con éxito un trabajo de campo migo y con una anciana pi’ioGonaGa de otra comunidad. El “mensaje” a
cuando la dimensión personal del etnógrafo también se pone en juego. No obs- transmitirme era que la pi’ioGonaGa había sido la causante de ciertos proble-
tante, esta radicalización de la participación no debería confundirse con aque- mas que alguna vez le había comentado; según su interpretación, tal vez ella
lla crítica que mencioné a propósito del trabajo de Mintz: no ser lo suficiente- estuviese enojada porque esperaba que le llevara “más regalos” (cigarrillos,
mente “iguales” o “amigos” de los “informantes”. No se trata de intentar ropa), por lo cual me recomendó llevarle algunas cosas y luego alejarme, pues
olvidarse de la condición de etnógrafo para relacionarse desde un ficticio era muy peligrosa.
“igual a igual” y establecer altos grados de confianza. Este tipo de proposicio- Éstas y otras instancias semejantes me permitieron conocer diferentes
nes, además de ingenuas, resultarían irreales, pues toda relación intersubje- operaciones hermenéuticas con los sueños y las “señas”, la fuerza de verdad
tiva presenta diversos grados de compromiso, afectividad y confianza, así que poseían y su capacidad para comunicar mensajes a las personas. Es inte-
como roles sociales estructuralmente diferentes. Lo que sí se plantea, en cam- resante destacar cómo esta hermenéutica, además de proveer índices del
bio, es que la experiencia de campo puede estar atravesada por diferentes estado de determinadas relaciones intersubjetivas, puede convertirse tam-
intencionalidades y estrategias de parte del etnógrafo. No sólo estar obsesio- bién en un medio estratégico para intentar modificarlas. Esto se aprecia espe-
nado y extremadamente consciente de ese rol, condicionando y prescribiendo cialmente en el último caso, en el que mi amigo probablemente buscaba
de antemano todas las relaciones sociales que se establecen en la búsqueda influir en la elección de las personas con las que yo debía trabajar en mis esta-
de información, sino también intentar insertarse en este otro espacio social días en el campo. La relación con el antropólogo era parte de la disputa den-
desde una posición más amplia que incluya las diversas facetas de nuestra tro de las intrincadas relaciones de parentesco y poder, lo cual nos recuerda
subjetividad, además de la condición de etnógrafos con intereses académicos. la necesidad de reflexionar constantemente sobre los posicionamientos que
Una postura similar puede proponerse en lo que refiere a las hipótesis de tra- asumimos y sus posibles consecuencias. Para sintetizar estos ejemplos, ade-
bajo. Como señala Rigby (1985: 42), si bien la formulación previa de hipótesis más de preguntar al “otro” qué soñó y cómo lo interpreta, podemos ser nos-
es fundamental para orientarnos acerca de qué elementos indagar, ellas no otros mismos interpretados por esos otros. Posiblemente, surjan así ciertas
tendrían que conducirnos a excluir otras problemáticas que surgen a partir de dimensiones de la práctica que para nosotros permanecían desconocidas;
la participación intersubjetiva y que son importantes para la gente con la que posiblemente, también, el riesgo ontológico sea mayor, pues nuestra subjeti-
trabajamos. En otras palabras, podríamos también descentrarnos de nuestras vidad se pone en juego; pero ¿acaso con nuestra “pregunta antropológica” no
propias hipótesis y “sentarnos a escuchar” más al otro, cómo los songhay le ponemos en juego la “subjetividad” –la historia, los afectos, las relaciones
recomendaban a Stoller. interpersonales– de los otros? ¿Acaso algunos de ellos no habrán sentido, de
Otra cuestión a señalar es la apertura epistemológica y, a la vez, los ries- manera similar, cierto riesgo o temor al comenzar a contarle a un antropólogo
gos ontológicos que una radicalización de la participación puede suscitar. sobre sus vidas? Democratizar la relación etnográfica, entonces, implicaría
Describiré otro episodio del trabajo de campo, en torno al papel de los sueños. también esta “reciprocidad” intersubjetiva: que los riesgos ontológicos, si es
Una mañana, durante mi tercer trabajo de campo, Roberto Yabaré, el que los hay, al menos sean mutuos.
padre de una de las familias de La Primavera con la que suelo residir, me pre- Finalmente, otra estrategia para profundizar la participación, se desarro-
guntó si había soñado. Aquella noche sí había soñado: me hallaba en una casa llaría en el nivel de los modos de percepción y conocimiento. Concretamente,
junto a un familiar fallecido y estábamos siendo atacados por un grupo de descentrándonos de la visión en tanto modo predominante de la sensibilidad
gente desconocida de la que debíamos huir. Como todavía estaba impactada occidental para intentar explorar con igual importancia las percepciones de
por el sueño, sin pensarlo mucho, se lo conté a Roberto. Si bien sabía, incluso los cinco sentidos así como la participación corporal en el hacer práctico, en l o s
por Roberto, que es habitual que en las familias se converse sobre los sueños, movimientos corporales de la vida cotidiana, lo cual involucra el sentido
nunca había participado de aquella práctica. Luego de relatarle el sueño, cenestésico.9 En el trabajo pionero de John Blacking (1977) sobre la antropo-
Roberto me dijo que la aparición del familiar muerto era “una seña, un aviso”, logía del cuerpo, ya se ponía de relieve que el cuerpo del antropólogo podía
pues había venido en mi ayuda. Asimismo, Roberto descubrió por qué los
perros habían ladrado tanto esa noche, se trataba de otra seña: “El lowanek
(espíritu o alma) de algún pi’ioGonaq había estado rondando la casa”, segu-
ramente quería “atacarme”, por eso el familiar había aparecido en mis sue- 9. El concepto de sensación abarcaría, además de los cinco sentidos conocidos, “el sentido
ños. El diálogo derivó entonces en que debía tener cuidado en mis charlas con cenestésico que comprende el dolor, la orientación en el espacio, el paso del tiempo y el
ritmo” (Feldenkrais, 1980: 40). Para Michael Bernard (1980), la cenestesia abarca dos tipos
los pi’ioGonaq, pues a algunos podía no gustarles que les preguntara por sus
diferentes de sensibilidad: “La propiamente visceral o «interoceptiva» [...] y la propiocepti-
cosas. Finalmente, Roberto comenzó a contarme sobre diferentes señas que él va o postural, cuyo asiento periférico está en articulaciones y músculos [...] y regula el equi-
había tenido en sueños. librio y las sinergias [...] necesarias para llevar a cabo cualquier desplazamiento del cuer-
En otra ocasión, fue un amigo de La Primavera el que había soñado con- po” (28).
98 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 99

servir como una “herramienta de diagnóstico” y un “modo de conocimiento” diálogo en el mismo trabajo de campo10 o incluso del intercambio de materia-
(6) del cuerpo de los otros. En la propuesta de empirismo radical de Jackson les escritos. Es decir, si es inevitable la objetivación del otro en el distancia-
(1989) y en la tasteful ethnography de Stoller (1989) se encuentran ejemplos miento analítico, radicalizarlo implicaría que esta objetivación sea mutua,
de cómo el descentramiento del énfasis en lo visual posibilita acceder a face- que el etnógrafo y sus análisis también sean objeto de las reflexiones de los
tas inadvertidas de la intersubjetividad, sobre todo porque en muchos pue- actores. Distintos autores han planteado estos propósitos, por ejemplo
blos no occidentales son otros los sentidos que se privilegian en las activida- Esteban Krotz (1988), cuando sostiene que aquellos que “habitualmente son
des de la vida cotidiana o que son valorados simbólicamente. Según vimos vistos sólo como fuentes de información en el proceso de producción de cono-
con Merleau-Ponty, a través del carácter preobjetivo o prerreflexivo de la cor- cimiento antropológico sean admitidos finalmente como interlocutores sobre
poralidad se aprehenden significaciones o sentidos perceptivos, motrices, los resultados formulados e incluso como coproductores de éstos” (48); o
afectivos, que promueven una particular comprensión del mundo. Por eso, Jackson (1989), cuando señala que nuestras ideas deben ser contrastadas con
este particular modo de conocimiento sería complementario de aquel que la totalidad de nuestra experiencia, “percepciones sensoriales, valores mora-
proviene del discurso. En especial, los usos del tacto, el gusto y el olfato tien- les, propósitos científicos y objetivos de la comunidad”, para lo cual es necesa-
den a ser invisibilizados desde una perspectiva centrada sólo en la observa- rio “abandonar la inducción y activar el debate y el intercambio de puntos de
ción y la distancia. Precisamente, cuando se intenta conocer sobre los usos vista con nuestros informantes” (14). Este tipo de propuestas pueden resultar
del cuerpo y las significaciones que se le otorgan, este tipo de participaciones difíciles de llevar a la práctica; habrá interlocutores más dispuestos o intere-
es fundamental, como Jackson (1983) tempranamente destacaba: “La parti- sados en un diálogo reflexivo que otros, habrá quienes lean nuestros trabajos
cipación corporal en las tareas prácticas cotidianas fue una técnica creativa, o realicen sus propias producciones o, por el contrario, las diferencias entre
la cual siempre me ayudó a fundamentar el sentido de una actividad, usando códigos pueden ser tan profundas que se requiera de otras instancias media-
mi cuerpo como otros lo hacían” (340); tiempo después, Loïc Wacquant (2004) doras. No obstante, sigue siendo una estrategia posible intentar descentrar-
también plantearía la necesidad de una “participación observante”. Otra nos de las asimetrías y buscar que las interacciones adquieran rasgos más
cuestión a tener en cuenta es que las dimensiones prácticas o prerreflexivas simétricos, favoreciendo la expresión de las reflexiones, los intereses y objeti-
de la vida cotidiana no suelen ser objeto explícito de discurso y, como ya vos de “ambas partes”. Nunca lo lograremos totalmente, y seguramente será
señaló Bourdieu (1991), cuando son objeto de reflexión por parte de sus agen- un proceso siempre difícil y hasta tal vez conflictivo.11 Como ya se dijo, la
tes, es a condición de perder su lógica original, sufriendo una transmutación democracia es en última instancia un significante vacío, pero no por ello
de sentido. No obstante, pienso que esta última aserción no inhabilitaría al menos necesario para seguir intentando actos de democratización; intentar-
investigador de analizar el discurso de los actores sobre sus prácticas, pero los o no dependerá de opciones epistemológicas y políticas personales.
sí lo advierte de que en estos casos es aun más necesario que la exégesis sea Por último, es importante aclarar mi opción por el término “estrategia”
contrastada con los modus operandi identificados en tales prácticas. Así, la para caracterizar esta metodología. Una estrategia, a pesar de responder a
apreciación como observador pero también como participante en una prác- una intencionalidad, no necesariamente debe concebirse como el producto
tica puede resultar un medio fructífero a tal fin. En resumen, experimentar de un cálculo consciente y racional, sino que puede pensarse, siguiendo como
aquellos conocimientos preobjetivos o sensorio-motrices, para retomar la “resultado del sentido práctico como sentido del juego [...], que conduce a
expresión de Piaget, tal vez nos conduzca a reflexiones más ricas. Y no es «elegir» el mejor partido posible dado el juego de que se dispone” (Bourdieu,
casual aquí el uso de una metáfora asociada al sentido del gusto, el cual 1987: 70-71). Así, la radicalización de la observación y la participación no
requiere del contacto y la incorporación del objeto al cuerpo, es decir, una constituyen una técnica a priori, a la manera de una receta metodológica,
intensa compenetración cuerpo-mundo. sino más bien una actitud, una manera de estar en el campo que sólo puede
El último tema a discutir en este apartado es la cuestión del distancia- definirse situacionalmente, en el devenir intersubjetivo, en cada “juego
miento reflexivo en el mismo trabajo de campo. Si bien tradicionalmente la
interpretación del etnógrafo acerca de las interpretaciones de los actores se
asocia a las etapas posteriores al trabajo de campo –al momento de escritura
10. El capítulo de Turner (1980) “Muchona el Abejorro, intérprete de la religión”, es un tem-
o al intercambio con los pares académicos–, considero que no necesariamente
prano y bello ejemplo de una relación etnográfica reflexiva.
debería limitarse a esos espacios. Además, cuando esto sucede, se tiende a
reforzar la asimetría de los saberes considerados legítimos, pues nuestros 11. En otro trabajo (Citro, 2001b), examiné la complejidad del proceso de creación de una
biblioteca comunitaria intercultural en uno de los asentamientos tobas, a partir del pedido
interlocutores son colocados en una posición pasiva de meros objetos de aná- de libros que me hizo un joven interlocutor que estaba empezando el colegio secundario.
lisis. Una estrategia posible para descentrarse de tal monopolio reflexivo es Especialmente, analicé las expectativas disímiles construidas sobre nuestros roles y la emer-
que nuestras reflexiones entren en juego con las de los actores, a través del gencia de conflictos intersubjetivos y políticos dentro del asentamiento.
100 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 101

social” del que se participa. Concluidas estas reflexiones sobre los trabajos En el capítulo anterior he profundizado mi apropiación de la fenomenolo-
de campo dialécticos que quise, mas no siempre pude, practicar, pasaré gía; en los apartados que siguen, abordaré entonces dos de las problemáticas
ahora a reseñar la metodología dialéctica que guiará los análisis represen- teóricas vinculadas al estructuralismo y al posestructuralismo que el movi-
tados en este texto. miento de la sospecha plantea: por un lado, la cuestión de la historicidad de
las condiciones sociales de existencia y su incidencia en la conformación de los
hábitos actuales; por otro, la historicidad de los discursos sociales y las
Entre fenomenologías y sospechas (pos)estructuralistas “matrices simbólicas” que los organizan así como su incidencia en las defini-
ciones identitarias que se encarnan en los cuerpos. Finalmente, en el último
Mi propuesta analítica de una etnografía dialéctica de los cuerpos involu- apartado, señalo cómo esta perspectiva dialéctica más general se plasma en
cra la confrontación de dos grandes perspectivas. En primer lugar, a partir una metodología de análisis de las performances rituales.
del movimiento de acercamiento-participación, se intenta describir la expe-
riencia práctica del cuerpo en la vida social, su materialidad y su modo pre-
objetivo de vincularse con el mundo a través de percepciones, sensaciones, Historicidades, condiciones sociales de existencia y hábitos
gestos y movimientos que, en términos de Merleau-Ponty, permiten “habi-
tarlo” y “comprenderlo” de una manera peculiar. No obstante, reconocimos Ya Edward Evans-Pritchard (1990 [1962]) y, más recientemente, Eric Wolf
que estos modos preobjetivos que se encuentran en la base de toda construc- (1993 [1982]) y John y Jean Comaroff (1991) han argumentado acerca de la
ción social de la realidad están a su vez atravesados por significantes cultu- necesidad de unir antropología e historia; perspectiva que, sin embargo, fue
r a l e s. Por eso, la descripción fenomenológica de las prácticas sigue siendo un por mucho tiempo olvidada a causa del predominio de la antropología funcio-
paso insoslayable del análisis aunque insuficiente por sí solo, y debe comple- nalista y luego del estructuralismo francés. Radicalizar el distanciamiento
mentarse con la comprensión de los múltiples sentidos que los sujetos nos que involucra la perspectiva histórica implicaría un análisis que recurriera a
revelan en sus discursos sobre aquellos significantes clave de la vida social. historias cada vez más abarcativas. Tal análisis podría representarse a la
Este paso se correspondería con la “hermenéutica de la escucha”, según la manera de un espiral: partiendo de la historia local del grupo abordado, para
definición de Ricœur, o con lo que Csordas (1999) ha denominado “fenomeno- pasar a las incidencias de las historias regionales, los Estados-nación y, final-
logía cultural”. Para este autor, se trata de “sintetizar la inmediatez de la mente, los modos de producción capitalista y sus formaciones culturales más
experiencia corporal con la multiplicidad de significaciones culturales en las generales. Como sostenía Wolf, las interconexiones entre los procesos histó-
cuales las personas están siempre e inevitablemente inmersas” (143), para lo rico-sociales son hoy innegables, “mientras más etnohistoria sabemos, más
cual propone combinar la perspectiva fenomenológica del embodiment con claramente emerge su historia y nuestra historia como parte de la misma his-
los enfoques antropológicos centrados en la t e x t u a l i d a d, es decir, el abordaje toria” (34). Para dar un ejemplo, en el análisis de la corporalidad de los adul-
del s e r-en-el-mundo con el de la “representación”, “la constitución inmediata tos y jóvenes tobas advertiremos la presencia de elementos característicos del
de la experiencia” con “la posibilidad de revelar o dar a conocer” esa expe- disciplinamiento corporal, según fuera descripto por Foucault (1987), espe-
riencia a través del lenguaje (147). cialmente a través de la escolarización y las iglesias del Evangelio, pero tam-
En suma, a partir de este primer movimiento de acercamiento, podría- bién veremos la persistencia de prácticas que contrastan con estas formas dis-
mos acceder a una descripción de las prácticas de los distintos actores socia- ciplinares. Así, la recurrencia a estas otras historicidades permite reconocer,
les así como a los sentidos que éstos les otorgan. Sin embargo, este primer en el nivel local, índices que remiten a procesos histórico-culturales más gene-
movimiento por sí solo no es suficiente; considero necesario avanzar un paso rales. Sin embargo, el reconocimiento de estas huellas no implica necesaria-
más y entrar en el campo de las hermenéuticas de la sospecha y en el movi- mente una relación mecánica de causas y efectos. Considero que no puede
miento de maximización del distanciamiento que involucran. Se trata de definirse a priori un grado de determinación histórica y, en última instancia,
sospechar sobre aquellos sentidos ya constituidos que las personas nos tal definición depende de nuestra concepción subyacente acerca de las relacio-
comunican y sobre aquellos cuerpos actuantes que observamos, e intentar nes entre lo socialmente preexistente y la libertad humana. Como postulé en
explicar el papel que las condiciones económico-políticas, las prácticas cor- el capítulo 2 con Merleau-Ponty, si acordamos que el ser-en-el-mundo es libre
porales y los discursos sociales preexistentes han tenido en la construcción dentro de un “estilo o manera de existir” que recibe con la misma existencia,
de esos discursos y cuerpos actuales con los cuales, como etnógrafos, nos no pueden “separarse” o autonomizarse estas explicaciones por el pasado y el
enfrentamos en el trabajo de campo. Finalmente, en un intento de síntesis, contexto.
se trata de volver a analizar cómo esos sentidos y prácticas, ya histórica- Un concepto especialmente ligado a la corporalidad del sujeto y que pro-
mente situadas, son puestas en “juego” y, por lo tanto, reconfigurados y metía abarcar esta doble dimensión constituido-constituyente, fruto de una
resignificados en la dinámica de la vida social. historia y operante en la actualidad, es el controvertido concepto de habitus
102 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 103

de Bourdieu. Para el autor, “los condicionamientos asociados a una clase de El habitus [...] produce, pues, historia conforme a los principios
existencia producen habitus” y éste “no es más que esa ley inmanente, lex engendrados por la historia [...], tiende a garantizar la conformidad de
insita inscripta en los cuerpos por idénticas historias” (Bourdieu, 1991 [1980]: las prácticas y su constancia a través del tiempo [...]. Pasado que sobre-
92-102). No obstante, si bien los habitus operan como “estructuras estructu- vive en la actualidad y que tiende a perpetuarse en el porvenir actuali-
radas” –lo que en Mauss corresponde a la idea de que las técnicas corporales zándose en las prácticas estructuradas según sus principios, ley interior
a través de la cual se ejerce continuamente la ley de necesidades exter-
surgen de la socialización en una cultura–, también constituyen sistemas de
nas irreductible a las constricciones inmediatas de la coyuntura. (94-95).
“disposiciones duraderas y transferibles predispuestas para funcionar como
estructuras estructurantes, es decir como principios generadores y organiza-
Comparando esta perspectiva con la de Merleau-Ponty, encontramos las
dores de prácticas y representaciones” (92). Los habitus conforman los senti-
siguientes similitudes y diferencias. Para Merleau-Ponty el mundo está ya
dos prácticos que operan en la experiencia cotidiana y que están en la base de
constituido, pero nunca completamente (no hay reproducción mecánica, en
las representaciones construidas sobre el mundo. Por este doble carácter
términos de Bourdieu) y aunque con la existencia recibí una manera de exis-
“regulado” y “regulador”, no podrían pensarse como simple producto de obe-
tir, un estilo (hasta aquí, un habitus, diría Bourdieu) y todas mis acciones y
diencia a reglas: “El habitus se opone por igual a la necesidad mecánica y a la
mis pensamientos están en relación con esta estructura (el habitus hace posi-
libertad reflexiva, a las cosas sin historia de las teorías mecanicistas y a los
ble la producción libre de todos los pensamientos, percepciones y acciones,
sujetos «sin inercia» de las teorías racionalistas” (98). En esta crítica al “obje-
para Bourdieu), al ser-en-el-mundo le es permitido explicitar el sentido en
tivismo” y al “subjetivismo”, la noción de práctica de Bourdieu posee similitu-
des con la de preobjetividad de Merleau-Ponty aunque, vale la pena aclararlo, diferentes direcciones, en cada situación o coyuntura de su existencia. Es en
sólo en este punto. Si bien el habitus “aspira a superar” una serie de “disyun- este último punto donde surge una de las diferencias cruciales entre ambos
tivas tradicionales” propuestas por aquel pensamiento teórico que se olvida autores: para Merleau-Ponty, el ser-en-el-mundo tendría el potencial (aunque
de las prácticas –como “determinismo y libertad, condicionamiento y creativi- no siempre lo utilice) de producir otra historia, elegir una dirección que no sea
dad, consciente e inconsciente, individuo y sociedad” (96)–, esta sutil dialéc- la dictada por sus condiciones pasadas, es un ser constituyente. En cambio, el
tica a veces parece sucumbir frente al predominio de una estructura que pro- concepto de habitus, tal como es planteado en El sentido práctico, parecería
duce el habitus y gobierna las prácticas: circunscribir este potencial transformador y constituyente de los sujetos a los
límites impuestos por sus condiciones iniciales de existencia.
El habitus hace posible la producción libre de todos los pensamientos, Para delimitar las influencias pero también mi apropiación diferencial
todas las percepciones y acciones inscriptos dentro de los límites que (merleaupontiana, diría) del concepto de habitus de Bourdieu y evitar confu-
marcan las condiciones particulares de su producción, y sólo éstas. A tra- siones, en este libro decidí utilizar la noción menos marcada de “hábito”. Así,
vés de él, la estructura que lo produce gobierna la práctica, no por la vía el hábito no será pensado como atrapado en el límite infranqueable de nues-
de un determinismo mecánico, sino a través de las constricciones y lími- tro proceso de socialización y de las condiciones de existencia que lo origina-
tes originariamente asignados a sus invenciones [...]. Debido a que el ron sino en torno a esa sutil dialéctica que, considero, se expresa más clara-
habitus es una capacidad infinita de engendrar en total libertad (contro-
mente en la propuesta de Merleau-Ponty. En esta reconsideración crítica,
lada) productos –pensamientos, percepciones, expresiones, acciones– que
hábito será el nombre que le demos a aquel “medio o estilo” recibido con la
tienen siempre como límite las condiciones de su producción, histórica y
socialmente situadas, la libertad condicionada y condicional que asegura misma existencia “en el que soy...”, pero esas predisposiciones a actuar, perci-
está tan lejos de una creación de imprevisible novedad como de una sim- bir, sentir y pensar incluyen también la capacidad de traspasarse a sí mis-
ple reproducción mecánica de los condicionamientos iniciales. (96) mas, a partir del ejercicio continuado de nuevas prácticas en situaciones
actuales. Aunque las condiciones de existencia asociadas a una clase social
Nuestros subrayados pretenden señalar las paradojas de estas condiciones persistan, y aunque la compulsión a la repetición de ese pasado encarnado sea
o estructuras histórico-sociales que no “determinan” mecánicamente (si por poderosa, el ejercicio continuado de la reflexión, la imaginación, de nuevas
eso se entiende definir una forma final) pero sí “gobiernan, constriñen y limi- experiencias y praxis corporales también tiene la capacidad de desafiar o
tan” las prácticas, dando como resultado esta “libertad” que es “controlada”, poner en crisis hábitos anteriores y, probablemente, crear otros nuevos. Como
“condicionada y condicional”. Aunque la determinación del pasado no implica veremos, de eso se tratan muchas de las transformaciones subjetivas promo-
reproducción mecánica de sus condiciones iniciales –pues el habitus permite vidas por las “conversiones religiosas” y, como actualmente estamos anali-
desplegar variadas estrategias en cada juego social–, sí es el “límite” de las zando, por el aprendizaje de técnicas corporales vinculadas a artes performa-
formas posibles de cualquier práctica actual. En consecuencia, sólo si las con- tivas no occidentales (Aschieri, Mennelli y Citro, 2008), en tanto procesos de
diciones iniciales de existencia varían, podrá variar el habitus: resocialización que implican una reforma del ser-en-el-mundo, marcando un
antes y un después en sus vidas. En conclusión, sigo optando por pensar que
104 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 105

el ser-en-el-mundo posee una libertad en situación y no una libertad (contro- grafía de prácticas discursivas ni de una interpretación hermenéutica cen-
lada), seguramente, porque es ésta una opción que me resulta políticamente trada en cada discurso particular sino de un análisis “estructural”:
más esperanzadora.
Finalmente, otro mérito de la noción de habitus que me interesa retomar La posibilidad de una crítica y su necesidad [...] en nuestros días
es el de destacar el estrecho vínculo entre prácticas y representaciones. Si están vinculadas –y el Nietzsche filólogo es testimonio de ello– al hecho
bien es evidente que no podría intentar comprenderse una práctica sin inda- de hay un lenguaje y de que, en las palabras sinnúmero pronunciadas
gar en las representaciones de los actores, lo contrario, sin embargo, no siem- por los hombres –sean ellas razonables o insensatas, demostrativas o
poéticas–, ha tomado cuerpo un sentido que cae sobre nosotros, conduce
pre resultó tan evidente en el análisis antropológico del cuerpo, dado el énfa-
nuestra ceguera, pero espera en la oscuridad nuestra toma de concien-
sis de los enfoques simbólicos.12 Asimismo, la idea de que existen “principios cia para salir a la luz y ponerse a hablar. Estamos consagrados históri-
generadores y organizadores” permite plantear la cuestión de algún nivel de camente a la historia, a la construcción paciente de discursos sobre dis-
coherencia o unidad que hace distintivo a un grupo sociocultural, en tanto cursos, a la tarea de oír lo que ha sido dicho. ¿Es fatal, por lo mismo,
esos principios atravesarían tanto sus prácticas como sus representaciones. que no conozcamos otro uso de la palabra que el del comentario? [...],
Ahora bien, ¿cómo analizar el proceso de construcción de esos principios orga- comentar es admitir por definición un exceso de significado sobre el sig-
nizadores, esas disposiciones a actuar y pensar que, por ejemplo, permiten nificante, un resto no necesariamente formulado del pensamiento que
diferenciar a las mujeres jóvenes evangelio de las ancianas no evangélicas, o el lenguaje ha dejado en la sombra [...]. El comentario se apoya sobre
a los hombres tobas ancianos de los más jóvenes? El concepto de hábito, tal este postulado que la palabra es acto de “traducción”, de que tiene el
como fue definido, permite historizar los posibles antecedentes de estas dis- peligroso privilegio de las imágenes de mostrar ocultando y de que
puede ser indefinidamente sustituida por ella misma, en la serie
posiciones y las condiciones histórico-sociales que las originaron. No obstante,
abierta de repeticiones discursivas; es decir, se apoya en una interpre-
queda pendiente explicar cómo esta historicidad interviene en los discursos y
tación psicológica del lenguaje que señala el estigma de su origen his-
las prácticas que hoy sostienen las definiciones identitarias, sobre la base de tórico: la Exégesis, que escucha, a través de todo el aparato de la
pertenencias étnicas, religiosas, de género y edad. Lo que pretendo destacar Revelación, el Verbo de Dios, siempre secreto, siempre más allá de sí
es que los discursos sociales, y dentro de éstos los identitarios, poseen una mismo [...]. Pero ¿es necesario que el significado sea siempre tratado
historicidad y una lógica propia organizada por matrices simbólicas que como un contenido? [...] ¿No es posible hacer un análisis estructural del
merecen ser analizadas en su especificidad, en tanto no pueden derivarse de significado, que escape a la fatalidad del comentario dejando en su ade-
una simple correlación o analogía con las condiciones histórico-sociales que cuación de origen significado y significante? Será menester entonces
las generan. tratar los elementos semánticos, no como núcleos autónomos de signi-
Nos introducimos así en la segunda problemática, la relación entre histo- ficaciones múltiples, sino como segmentos funcionales que forman gra-
dualmente sistema. El sentido de una proposición no se definiría por el
ricidad, discursos y lo que denomino matrices simbólico-identitarias. Es aquí
tesoro de intenciones que ésta contuviera, descubriéndola y reserván-
donde recurro a Foucault y también a Laclau y Butler, en sus reapropiaciones
dola a la vez, sino por la diferencia que la articula sobre los demás
de Lacan, autores posestructuralistas que permiten extender la fructífera enunciados reales o posibles, que les son contemporáneos o a los cuales
línea de la sospecha iniciada por Nietzsche, Marx y Freud. se opone en la serie lineal del tiempo. Entonces aparecerá la forma sis-
temática del significado. (10-12)

Cuerpo y discurso en las genealogías y matrices simbólico-identitarias Esta extensa cita permite situar algunas de las diferencias entre un aná-
lisis estructural y otro hermenéutico. Sin embargo, en la perspectiva dialéc-
La relación entre cuerpo y discursos sociales lleva a indagar, parafrase- tica que postulo, los dos “sentidos” mencionados por Foucault serán importan-
ando a Foucault (1983 [1963]), cómo en aquellas “palabras sinnúmero pro- tes de analizar: el que emerge de seguir “comentando” cada significante en
nunciadas por los hombres” (más poderosamente por hombres que por muje- particular, a partir de las múltiples significaciones que las personas nos reve-
res, agregaría) ha “tomado cuerpo un sentido que cae sobre nosotros” (10). En lan en sus discursos y prácticas (a través del acercamiento fenomenológico), y
los primeros trabajos de Foucault no se trata de efectuar una mera historio- el que surge de la “diferencia que articula” los significantes entre sí (a partir
del distanciamiento de la sospecha). En trabajos posteriores, la propuesta de
una “arqueología del saber” le permitió a Foucault precisar su método y dife-
12. Tal es lo que acontece, por ejemplo, cuando las representaciones de la corporalidad en una
renciarse más claramente del estructuralismo tradicional. Sus investigacio-
etnoanatomía o en relatos míticos se escinden de la vida intersubjetiva, de las prácticas con- nes empíricas, especialmente sobre los saberes científicos, se consagraron a
cretas en las que tales representaciones se despliegan, entran en disputas y se transforman. analizar “la aparición y transformación de los discursos”, pero no para encon-
106 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 107

trar una ley general u oculta ni tampoco una verdad u origen, sino para des- como puntos de gravitación alrededor de los cuales se organiza toda una serie
plegarlos en su “dispersión” y “discontinuidad” en tanto acontecimientos y, de significantes y se excluyen otros, a partir de relaciones de similitud y opo-
posteriormente, hallar las “reglas propias” que definirían su práctica en cada sición cargadas de valoraciones positivas y negativas. Así, considero que este
momento histórico, “el conjunto de condiciones desde donde se ejerce esa prác- entramado opera como una matriz que, en el nivel del orden simbólico, deli-
tica” (Foucault, 2002: 348, 351). Así, a pesar de la dispersión y discontinuidad mita el conjunto de significantes disponibles para definir y disputar, en el
de los acontecimientos discursivos, era posible llegar a definir las epistemes devenir de la práctica social, estos significantes hegemónicos. Lo importante
dominantes en cada período. es que los significantes identitarios funcionarían como identificaciones par-
Posteriormente, con la noción de “genealogía”, Foucault (1979) extiende su ciales que nunca llegan a significar plenamente ninguna “identidad”. Se trata
estudio más allá de los saberes científicos, pues enfatiza en “el acoplamiento de esa “incompletud esencial”, esa “negatividad” productiva que reside en la
de los conocimientos eruditos y de las memorias locales”, hace “entrar en idea misma de toda identidad y que, a pesar de ser entendida de maneras
juego los saberes locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra diferentes, autores como Judith Butler, Slavoj Ži žek y Ernesto Laclau, inspi-
la instancia teórica unitaria que pretende filtrarlos, jerarquizarlos, ordenar- rándose en Lacan, coinciden en destacar:
los en nombre del conocimiento verdadero y de los derechos de una ciencia
que está detentada por unos pocos” (130). De esta forma, la noción de genea- La “identidad” en sí nunca se constituye plenamente; de hecho,
logía permite destacar la imbricación de discurso, saber y poder en la trama puesto que la identificación no es reducible a la identidad, es importante
considerar la brecha o inconmensurabilidad entre ambas. (Butler,
histórica que constituye al sujeto:
Laclau y Ži ž e k, 2003: 9)
Es preciso desembarazarse del sujeto constituyente, desembara-
zarse del sujeto mismo, es decir, llegar a un análisis que pueda dar
Para entender esta referencia al papel de los significantes en el orden sim-
cuenta de la constitución del sujeto en la trama histórica. Y es eso lo que bólico, es pertinente situar, al menos parcialmente, algunas conceptualizacio-
yo llamaría genealogía, es decir, una forma de historia que da cuenta de nes de Lacan. Frente a la noción unitaria de signo de Ferdinand de Saussure,
la constitución de los saberes, de los discursos, de los dominios del dominante en las ciencias humanas, Lacan destacó la escisión entre signifi-
objeto, etc. Sin tener que referirse a un sujeto que sea trascendente en cante y significado como “dos redes de relaciones que no se recubren la una a
relación al campo de los acontecimientos o que corre en su identidad la otra [...], dos órdenes diferentes, separados por un trazo o una divisoria
vacía, a través de la historia. (181) resistente a la significación, dos flujos paralelos donde los punteados de
correspondencia son mínimos” (Rifflet-Lemaire, 1992: 80-81). Dada esta esci-
Si bien estas genealogías son fundamentales para dar cuenta del carácter sión, se produce un desplazamiento perpetuo del significado:
complejo y de lucha que constituye esta trama histórica, y si bien en este
movimiento de distanciamiento el “sujeto constituyente” momentáneamente No ha sido nunca posible prender de modo definitivo una significa-
desaparece, esto no implica que necesariamente haya que hacerlo desapare- ción de un significante. De pretender hacerlo, de hecho no se logra
cer para siempre. Precisamente, lo que un movimiento dialéctico demanda es nunca más que prender otro significante a este significante primero, que
suscitar otra nueva significación y así sucesivamente sin fin. (191)
tanto el distanciamiento como la necesidad de regresar a ese sujeto constitu-
yente y así sucesivamente. En suma, la noción de genealogía de Foucault ha
Esto conduce a la imposibilidad de hallar una significación plena o total,
sido clave para destacar el potencial analítico de historizar los vínculos entre
“el significado final perseguido está radicalmente excluido del pensamiento,
discursos, prácticas y poder, y es en este sentido general que la retomaré aquí.
ya que depende de una dimensión inconmensurable, de lo «real»” (81). La teo-
No obstante, cuando se pretende genealogizar estas relaciones para dar
ría lacaniana destaca que es el mismo acceso al registro simbólico el que crea
cuenta de manifestaciones sociales muy distintas a las analizadas por el
esa escisión (spaltung) con lo real, constitutiva de toda subjetividad:
autor, es preciso introducir algunas especificidades.
En el caso que me ocupa, como fruto de la historia que analizaré en los
Así como se ha declarado que la palabra engendra la muerte de la
capítulos 4 y 5, los tobas han llegado a definir su identidad actual en torno a cosa, que es preciso que la cosa se pierda para que se la represente (afir-
los siguientes significantes hegemónicos: son evangelios, aborígenes y, en mación de Hegel), así también el sujeto que ha de nombrarse en su dis-
menor medida, pobres y peronistas, y, en los capítulos siguientes, veremos curso y que ha de ser nombrado por la palabra del otro se pierde en su
cómo estas adscripciones se cruzan con sus definiciones en tanto hombres o realidad o su verdad. (131).
mujeres, ancianos, adultos, jóvenes o niños. Se trata de significantes identita-
rios hegemónicos, porque estos términos tienen la propiedad de repetirse Lo que Lacan llamará registro de lo real, refiere precisamente a aquello
insistentemente en las narrativas y los discursos de los actores, operando que no puede llegar a ser plenamente simbolizado por el sujeto, aquello que
108 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 109

resiste a los mecanismos de simbolización. Por la inevitable existencia de este sostengo que estas matrices simbólico-identitarias se forman históricamente,
resto de “lo real” el sujeto quedaría “perdido” en su realidad o verdad plena.13 pues son el resultado de prácticas, discursos y luchas sociales. Asimismo, más
El registro de lo simbólico se vincularía con lo que Lacan denomina Gran afín con los planteos de Laclau y Butler, postulo que estos significantes están
Otro: el conjunto de significantes culturales disponibles, el lugar del cual el sometidos a disputas en el devenir de la vida social. Cabe retornar aquí a la
sujeto extrae los significantes sobre la realidad, un particular recorte sobre noción de “significante vacío” de Laclau. Justamente, los significantes identi-
ella. A lo largo de su historia, el sujeto se apropiará de esos significantes de tarios tobas se caracterizan por cierta incompletud o vacío estructural, en
una manera peculiar, irá construyendo encadenamientos que prenden un sig- tanto son objeto de disputas sociales que intentan, mas nunca logran, “llenar-
nificante a otro (y no un significante a un significado) y que estarán en un per- los”, prendiéndolo a una serie de significantes y excluyendo otros, y esos
petuo desplazamiento. Los significantes forman redes “a las que tenemos intentos son lo que Laclau define como operación hegemónica. En el caso de
escaso acceso consciente pero afectan nuestra vida en su totalidad. Organizan Butler (2002), esta perspectiva sobre la hegemonía implica que, a pesar de
nuestro mundo cuya trama misma es simbólica” (Cobas et al., 1987: 51). En que ciertos significantes como los de “hombre” y “mujer” interpelan reiterada-
términos de Lacan, “de donde puede decirse que es en la cadena significante mente a los sujetos a lo largo de su historia, y excluyen o expulsan al campo
donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la cadena, con- de lo abyecto a otros, en ese mismo proceso de reiterada citación los sujetos
siste en la significación de la que es capaz en el momento mismo” (citado en también pueden efectuar rearticulaciones o resignificaciones subversivas. En
Cobas et al., 52). Justamente, el discurso del Yo, aquellas significaciones que suma, a diferencia del estructuralismo clásico, es imprescindible estudiar
la persona enuncia y cree verdaderas constituirían otro registro, que Lacan tanto la persistencia de estas matrices que se reiterarían en diferentes órde-
llama imaginario; por eso, el autor distingue al yo en su dimensión imagina- nes sociales, como su genealogía histórica y las cambiantes apropiaciones y
ria del sujeto en su dimensión simbólica: “El Yo es otro, es un Yo que él cree disputas que las personas efectúan en cada acto de reiteración. Precisamente,
que es y no es” (22). en ese mismo proceso social de reiteración performativa las matrices se cons-
Sin pretender trasladar estos complejos conceptos de la esfera psicoanalí- tituyen y no por el obrar de un “espíritu humano” inconsciente (Lévi-Strauss)
tica al análisis cultural, lo que sí me parece fundamental rescatar es la impor- o una invariante “Ley” de lo simbólico (Lacan). Para Butler (1999), la perfor-
tancia de prestar atención a estos tres registros de la realidad que, para matividad “es una repetición que logra su efecto mediante su naturalización
Lacan, operarían siempre articuladamente. Como antropólogos, cuando escu- en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como una duración
chamos y documentamos los discursos de nuestros interlocutores –sus diálo- temporal sostenida culturalmente” (15), “un proceso de iteración, de repeti-
gos cotidianos, aquello que nos cuentan en las entrevistas, los diferentes dis- ción regularizada y obligada de normas. Y no es una repetición realizada por
cursos sociales como mitos, relatos históricos, creencias, relatos de un sujeto; esta repetición es la que habilita al sujeto y constituye la condición
conversión– nos enfrentaríamos al orden de lo imaginario, en el que los acto- temporal de ese sujeto (Butler, 2002: 145).
res despliegan la diversidad de significantes con los que definen, por ejemplo, Es necesario advertir que, aunque retomo las ideas de Butler sobre la per-
sus identidades y creencias. No obstante, además de documentar en su “dis- formatividad, prefiero hablar de reiteración de significantes hegemónicos y no
persión y discontinuidad” (como diría Foucault) este imaginario, también es de “normas”, pues estoy pensando no sólo en la imposición de una matriz
posible intentar develar si en esta diversidad existen significantes hegemóni- heterosexual, como hace la autora, sino también en la construcción de otros
cos en torno a los cuales se forman redes o matrices de significantes que van tipos de identificaciones, como las étnicas, religiosas, etarias, que, si bien
más allá de la conciencia de los actores; es decir, intentar introducirnos en la también construyen su propio exterior excluido, veremos que lo hacen con sus
posible estructuración del registro simbólico de un grupo sociocultural. Es propias formas, intensidades y violencias.
esto lo que me he propuesto como conclusión de la travesía histórica, al defi- A partir de estas últimas reflexiones, podemos situar la importancia de
nir las matrices simbólico-identitarias que se organizarían en torno a los sig- reconstruir estas matrices. Si bien como sujetos de discurso no siempre somos
nificantes hegemónicos de evangelio, aborigen, pobre y peronista y, en el capí- plenamente conscientes de ellas, terminarán afectando nuestras trayectorias
tulo 7, de ancianos, adultos y jóvenes y, en el 8, de hombres y mujeres. Es de vida, poseen efectos de sentido que se inscriben en nuestra subjetividad o,
importante aclarar que, a diferencia de un enfoque estructuralista tradicio- mejor dicho, la “habilitan”, son su condición de posibilidad. La imbricación de
nal, y situándome más cerca de las epistemes y genealogías foucaultianas, los discursos sociales en la materialidad de los cuerpos es precisamente otro
de los temas que los autores posestructuralistas han puesto de relieve. Como
sostiene Butler, la misma percepción de la sexualidad es producto del dis-
13. La unión del significante a un significado es esencialmente mítica y remite al origen del curso:
lenguaje en el niño: “En el momento de una atribución metafórica primera, por ejemplo,
cuando el niño desconecta la cosa del nombre, se establece, sin retorno posible, la división de Las diferencias sexuales nunca son simplemente una función de las
lo real y lo simbólico, del pensamiento y el significante” (Rifflet-Lemaire, 1992: 192). diferencias materiales [...], las diferencias sexuales son indisociables de
110 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 111

las demarcaciones discursivas, pero esto no es lo mismo que decir que el mando hasta en la materialidad de sus cuerpos, y los estudios de autores
discurso causa la diferencia sexual [...], la categoría de “sexo”, es aque- como Laclau y Butler nos han impulsado a intentar identificar algunos de los
llo que Foucault ha llamado un “ideal regulatorio”. En este sentido, significantes y matrices simbólicas hegemónicas que organizan esos discur-
“sexo” no sólo funciona como una norma, sino que es parte de una prác- sos-prácticas, imponiendo un campo de inteligibilidad que, para constituirse,
tica reguladora que produce los cuerpos que gobierna, es decir, cuya requiere a la vez de un exterior excluido. No obstante, estas últimas perspec-
fuerza reguladora se manifiesta como una especie de poder productivo,
tivas no siempre nos permiten indagar en cómo los seres-en-el-mundo imagi-
el poder de producir –demarcar, circunscribir, diferenciar– los cuerpos
nan, proyectan e intentan transformar ese mundo. Es aquí donde debemos
que controla. (Butler, 2002: 18)
retornar al acercamiento que provee la mirada fenomenológica, intentando
una síntesis. En resumen, cada una de estas perspectivas, en su propio nivel
Con el subrayado de la frase intento marcar lo que considero es una sutil
de análisis, es legítima y coherente, pero al compararlas resultan contradic-
pero no menos importante diferencia con ciertas interpretaciones sesgadas de
torias: una postula que somos seres-en-el-mundo, otra que somos sujetos a ese
los análisis foucaultianos en torno al poder formativo del discurso: si bien éste
mundo. No obstante, y aun cuando elijamos situarnos en el ser-en-el-mundo
“produce” las corporalidades y sus sexualidades, en el sentido de que las atra-
como punto de partida, y también de llegada, durante el trayecto de un movi-
viesa, generando demarcaciones y diferencias, no es su “causa”. En esta línea,
miento dialéctico es legítimo alejarnos y ejercer la sospecha, asumiendo la
Butler también plantea que “admitir el carácter innegable del «sexo» o su
radical y fructífera contradicción que ambos métodos encarnan.
«materialidad» siempre es admitir cierta versión del «sexo», cierta formación
de «materialidad del sexo»”; pero “afirmar que el discurso es formativo no
equivale a decir que origina, causa o compone exhaustivamente aquello que Los géneros performáticos en perspectiva dialéctica
concede; antes bien, significa que no hay ninguna referencia a un cuerpo puro
que no sea al mismo tiempo una formación adicional de ese cuerpo” (Butler, Para finalizar este capítulo, puntualizaré algunos aspectos metodológicos
2002: 31). Referirse a un objeto extradiscursivo exige una delimitación previa sobre la manera en que esta perspectiva dialéctica puede aplicarse al estu-
del mismo (siempre discursiva, siempre ideológica). No obstante, la imposibi- dio de las performances rituales y a los usos y las significaciones del cuerpo
lidad de acceder a ese “puro cuerpo” (probablemente a la manera de un real que involucran, tal como haré en la tercera parte. En primer lugar, es pre-
lacaniano) no es excusa para que las experiencias corporales concretas (indis- ciso aclarar que para abordar las p e r f o r m a n c e s rituales, considero que es útil
cutiblemente atravesadas por los discursos ideológicos) sean excluidas de los identificar los distintos géneros performáticos existentes, siguiendo las cate-
análisis, como muchas veces sí termina sucediendo en los trabajos posestruc- gorías nativas explícitas y, de ser necesario, agregando otras que surjan de
turalistas (Alcoff, 2000). En otras palabras, sostener que existe esta produc- la observación. Por ejemplo, los fieles del Evangelio distinguen claramente la
ción discursiva del cuerpo no necesariamente debe llevarnos a olvidar que, r u e d a, asociada a los jóvenes, de la danza y el gozo de los ancianos, o la ora-
por ejemplo, los procesos fisiológicos y las experiencias perceptivo-motrices ción colectiva de la prédica individual. Si se optara por un análisis que dis-
también inciden en las definiciones de la corporalidad de los sujetos y en los tinguiera las expresiones musicales de las danzadas y las verbales
discursos con que las significan; así, procesos fisiológicos, experiencia percep- (siguiendo las clasificaciones occidentales), esto no siempre resultaría opera-
tivo-motriz, emoción y discurso están en relaciones de coimplicación que tivo, pues muchos de estos géneros suelen combinar, cada uno de manera
merecen ser estudiadas. específica, expresiones corporales, musicales, verbales y recursos visuales, y
Recapitulemos brevemente el camino hasta aquí recorrido. Si existe una es justamente en esta vinculación donde adquieren su eficacia.15 Asimismo,
dialéctica entre “los factores histórico-sociales preexistentes que constituyen es importante advertir que dentro de un mismo ritual, habitualmente los
cualquier situación humana y el camino en el cual la acción humana proyecta, actores sociales participan sólo en algunos géneros y no en otros, y desde
imagina y propone” (Jackson, 1989: 27), debemos dar cuenta de ambas cues- esas prácticas específicas les otorgan sentidos tanto a sus actuaciones como
tiones relacionadamente. La fenomenología y la hermenéutica de la revela- a las de otros participantes.
ción por sí solas difícilmente permitan explicar los factores preexistentes al Precisemos entonces nuestra definición de los géneros performáticos. A
sujeto, pero sí son una buena herramienta para comprender cómo las perso- partir de algunos lineamientos de Bajtín (1985 [1952]) y Bauman y Briggs
nas constituyen con su acción práctica y reflexiva el mundo.14 Por otra parte, (1990, 1996) para los géneros discursivos así como de reformulaciones propias
las genealogías foucaultianas apuntan a explicar cómo los sujetos emergen a
partir de los discursos y las prácticas que los anteceden y los irán confor-
15. En el caso de los aborígenes chaqueños, este entrelazamiento ya había sido destacado por
Irma Ruiz (1978-1979, 1985), al proponer la denominación de “canto-danza” para sus expre-
14. Para esta dialéctica de la comprensión y la explicación, me baso en Ricœur (1982). siones rituales colectivas.
112 Silvia Citro Hacia una etnografía dialéctica de y desde los cuerpos 113

para la corporalidad (Citro, 1997b), defino los géneros performáticos como movimientos (rectilíneos o curvos, centrífugos o centrípetos, simétricos
tipos más o menos estables de actuaciones que pueden deducirse de los com- o asimétricos), cualidades tónicas (grados de tensión muscular), uso del
portamientos individuales y que combinan, en diferentes proporciones, recur- peso y la energía corporal, modalidades perceptivas, velocidades,
sos kinésicos, musicales y discursivos, pero también visuales e incluso gusta- estructura melorrítmica y usos de las voces e instrumentos musicales,
tivos u olfativos, según los casos. Estos tipos se caracterizarían por poseer un contenidos discursivos, recursos visuales y escenográficos.
conjunto de rasgos estilísticos identificables, una estructuración más o menos b) La estructuración. A pesar de los diversos grados de improvisación y
definida y una serie de inscripciones sensorio-emotivas y significaciones pro- variabilidad situacional que puede involucrar una performance, para
totípicas asociadas. No se plantea aquí la categoría de género a la manera de identificarla como un género debe ser posible detectar una cierta
las perspectivas tradicionales que afirmaban “la existencia de rasgos inma- estructuración que se repite, a partir de una determinada organización
nentes y la presencia de invariantes integradas en sistemas genéricos de gran temporal (marcas de principio y fin, secuencias internas, usos de repe-
consistencia interna y mutuamente excluyentes” (Bauman y Briggs, 1996: ticiones, variaciones, oposiciones), diseños espaciales y roles de los par-
103). Por el contrario, se enfatiza que este conjunto de elementos nucleares o ticipantes.
prototípicos difícilmente permanezcan fijos, pues suelen ser utilizados por los c) Las percepciones, emociones y significantes prototípicos. Se trata de
actores de maneras diversas. reconstruir las inscripciones sensorio-emotivas y los principales signi-
Retomando la perspectiva de la intertextualidad (Bajtín, 1994; Voloshinov, ficantes que la ejecución del género promueve tanto en los performers
1993), me interesa destacar cómo todo género se construye con relación a otros, como en la audiencia. En relación con las expresiones no verbales cabe
recurriendo a diversos grados de maximización o minimización de estos víncu- aclarar que no se trata de reducirlas a un supuesto contenido que se
los y, a partir de los conceptos de textualidad y entextualización (Hanks, 1989), intentaría comunicar. En un trabajo anterior (Citro, 1997a) discutí la
enfatizo en la capacidad de los géneros o de algunos de sus rasgos para descon- operatividad de la distinción entre “informar” y “comunicar” en el
textualizarse y recontextualizarse en otros. Así, en los géneros performáticos campo de lo corporal, diferenciando si se trata de recursos que poseen
es posible detectar ciertas marcas que evidencian conexiones con otros géneros o no una significación intencional para un otro, si presentan algún
y prácticas histórico-sociales, y es justamente en las formas como los sujetos se grado de codificación y la referencialidad o indexicalidad metapragmá-
apropian de estas marcas (descontextualizándolas y recontextualizándolas, tica (Silverstein, 1976; Golluscio y Briones, 1994) que implican.18
combinándolas, resignificándolas, enmascarándolas) donde pueden develarse
parte de sus posicionamientos sociales más amplios y también sus intentos por A partir del distanciamiento-observación ligado a las hermenéuticas de la
legitimarlos o modificarlos. Como sostienen Bauman y Briggs (1996), remitirse sospecha, propongo un análisis genealógico de los géneros que explique sus
a un género crea conexiones indexicales que se extienden mucho más allá de antecedentes, incluyendo:
la escena actual de producción o recepción, por eso los géneros se vinculan con
las negociaciones y las estrategias de identidad y poder. a) Las transformaciones del género y de sus relaciones con otros géneros
Desde la perspectiva dialéctica que he venido desarrollando, propongo con- performáticos, practicados tanto por los mismos performers como por
frontar una descripción fenomenológica y una explicación genealógica de los otros grupos sociales con los que se han relacionado a lo largo de su his-
géneros, para integrarlas luego en un tercer nivel de síntesis. A partir del toria. En el caso toba, esto lleva a evaluar la incidencia, dentro de los
movimiento de acercamiento-participación vinculado a la fenomenología cul-
tural, se describen los géneros performáticos presentes en un ritual según la
relación entre las siguientes variables:
tatuajes, escarificaciones, vestimentas, peinados, adornos). Reservo el término representa-
a) El estilo. Si bien la temática del estilo es compleja,16 se propone carac- ción para las construcciones simbólico-culturales de carácter discursivo o visual referidas a
los cuerpos. En tanto estos términos poseen una gran variabilidad semántica y, por ejemplo,
terizar ciertos patrones que se repiten, analizando y comparando las
son utilizados también en psicología (Shilder, 1977; Dolto, 1986), es necesario fijar su exten-
relaciones entre: posturas e imagen corporal,17 gestualidad, formas de sión conceptual, para evitar errores de interpretación. No obstante, estos conceptos son sepa-
rables sólo a los fines analíticos, pues coincido con Bernard (1980) en que la corporalidad
implica el entrelazamiento de lo biológico, lo pulsional y lo sociocultural.
16. Me baso aquí en una serie de propuestas para el análisis del movimiento (Laban, 1958),
18. Según Jens Alwood (1995), ciertos gestos y actitudes corporales pueden constituirse en
la gestualidad y la imagen corporal (Pavis, 1980), el análisis coreográfico (Humphrey, 1965;
“actos comunicativos” –cuando están orientados hacia la consecución de un objetivo o propó-
Kurath, 1960) y el estilo musical (Lomax, 1962; Feld, 1994b).
sito en un marco interactivo, dependiendo de un canal y un código–, pero otra gran mayoría,
17. Limito el concepto de imagen corporal a los aspectos visibles del cuerpo, desde sus pro- si bien pueden contribuir a la realización del evento comunicativo o contextualizarlo brin-
piedades intrínsecas (tamaño, forma, color) a los tratamientos que se le aplican (pinturas, dando alguna información, no son en sí mismos actos comunicativos.
114 Silvia Citro

géneros performáticos del Evangelio, tanto de géneros rituales tobas EPÍLOGO


del pasado como de músicas y danzas criollas.
b) Las relaciones con otras prácticas y discursos socioculturales de los per- La dialéctica de los cuerpos significantes
formers y de los grupos sociales vinculados. Aquí es donde se evalúa la
incidencia de los “hábitos” y las “matrices simbólico-identitarias”, his-
tóricamente conformadas, en un determinado género. En el caso toba,
analizaré desde el impacto de la escolarización, el entrenamiento mili-
tar, las prácticas deportivas de los criollos, hasta los mitos y las creen-
cias, el discurso de conversión, entre otros temas.
c) Las condiciones económico-políticas en las que se produjeron las trans-
formaciones situadas en a) y las relaciones identificadas en b).

Para analizar la incidencia de estos antecedentes en los géneros, se inda-


gará en posibles continuidades, apropiaciones selectivas, transformaciones,
rupturas o abandono de rasgos estilísticos, formas de estructuración, percep-
ciones, emociones y significantes asociados. En su conjunción, los capítulos 2 y 3 despliegan una concepción dialéctica del
Finalmente, en un movimiento de síntesis, se propone un nuevo acerca- mundo social y una metodología etnográfica para abordarlo. En ambos casos,
miento, para intentar develar cómo la práctica reiterada de un género, ya his- el cuerpo ha estado en el origen de este camino reflexivo: teóricamente, reco-
tóricamente situado, interviene en la vida social de los performers, teniendo nociéndolo como dimensión constituyente e inalienable del ser-en-el-mundo;
en cuenta: metodológicamente, considerándolo dimensión constituyente e inalienable
de la observación participante. Pero, como he argumentado, este cuerpo no es
a) El contexto de la performance. Se analiza cómo los géneros se vinculan una pura materialidad, sino una materialidad atravesada y productora de
entre sí, los fines que poseen y si resultan o no eficaces en el contexto significantes. Así, el abordaje de los cuerpos significantes requiere tanto de
específico de cada performance. Por ejemplo, dentro del Evangelio, los movimientos analíticos de acercamiento como de los de distanciamiento.
cómo cada género contribuye a la creación-legitimación o a la transfor- Estos movimientos poseen un carácter antitético pero a la vez complementa-
mación-disputa de las creencias y los liderazgos religiosos, al logro de rio; en alguna forma, cada uno deconstruye al otro o, retomando los términos
la sanidad, la seducción entre jóvenes, etcétera. hegelianos, podríamos decir que “la verdad de un momento reside en el
b) Las relaciones sociales más allá de la performance. Se exploran las momento siguiente” (Ricœur, 1976 [1969]: 71).
posibles consecuencias que las performances poseen en la reproducción, En efecto, el distanciamiento permite develar el carácter socialmente cons-
legitimación, redefinición o transformación de las posiciones identita- truido de lo que en un contexto particular aparece como naturalizado y habi-
rias de los performers (étnicas, religiosas, de género, edad, clase, políti- tual, la historia que a veces se oculta detrás de una situación actual, los ras-
cas), tanto en sus relaciones sociales intra como interétnicas. gos comunes o compartidos que subyacen en lo aparentemente particular y
único. Se trata, en última instancia, de ejercer la sospecha sobre una situa-
Así, en este enfoque metodológico, el estudio de los géneros performáticos ción y un cuerpo ya dados, explicar cómo emergen de un devenir histórico
es el inicio de una serie de encadenamientos analíticos que conduce tanto al social específico y de hábitos determinados o qué matrices simbólicas los orga-
proceso histórico más general como a las relaciones sociales actuales. De este nizan; pero, paralelamente, se trata de comprender cómo ese devenir se cons-
modo, se confronta dialécticamente la descripción fenomenológica de las truye a través de las actuaciones de seres humanos concretos. Así, el acerca-
actuaciones y significaciones de los performers con una hermenéutica de la miento, la atención al detalle de lo local, permite relativizar las abstracciones
sospecha que pretende descifrar los antecedentes y las consecuencias socio- y los modelos más generales, descubrir las resistencias a las fuerzas históri-
culturales de estas performances. cas o las particularidades que adquieren las significaciones y praxis de los
Finalmente, en estos caminos de acercamientos y alejamientos, nos reen- actores frente a estructuras económicas, políticas o simbólico-ideológicas
contraremos con ciertas constantes transculturales que atravesarían la cor- similares. El movimiento de acercamiento implica un esfuerzo por describir
poralidad de los performers, como fuera propuesto en el capítulo 2. las prácticas en sus propios términos y por avanzar en la comprensión de los
sentidos de los actores, a través del diálogo y la participación corporal en la
experiencia. La fenomenología y la hermenéutica son aquí nuestras herra-
[ 115 ]
116 Silvia Citro

mientas teóricas principales. Si bien en el movimiento de distanciamiento


reconocimos que es fructífero recurrir a teorías explicativas posestructuralis-
tas y en general a las hermenéuticas de la sospecha, para lograr una tempo-
raria síntesis dialéctica estos últimos enfoques deberían ser siempre comple-
mentarios con el de acercamiento y no que uno reemplace al otro. Es decir,
tras el distanciamiento se propone retornar a las prácticas concretas, a la
etnografía, aunque, seguramente, lo haremos ya con otros “ojos”. Sólo con este
movimiento de regreso podría lograrse un abordaje dialéctico. Pienso que es
en este juego de distancias, de acercamientos y alejamientos, como la mirada
antropológica puede enriquecerse –aunque también confundirse– y en ello
reside el beneficio –y el riesgo– de intentar un camino dialéctico.
Para concluir, probablemente resulte ambicioso un abordaje de la corpora-
lidad que pretende abarcar desde la materialidad de los cuerpos a los signifi-
cantes histórico-culturales que lo atraviesan y que para hacerlo recurre desde
la fenomenología hasta el posestructuralismo. No obstante, pienso que es pre-
ferible correr este riesgo al de la ceguera, al de olvidar los esfuerzos que las
diferentes teorías de las ciencias humanas han hecho por comprender al
SEGUNDA TRAVESÍA
“hombre total”. Como Mauss (1979 [1936]) ya había señalado en su artículo
seminal sobre las técnicas corporales: Los cuerpos históricos
Yo he llegado a la conclusión de que no se puede llegar a tener un Genealogías de los cuerpos
punto de vista claro sobre estos hechos [las técnicas corporales], si no se
tiene en cuenta una triple consideración, ya sea física o mecánica, como e imaginarios tobas
puede serlo una teoría anatómica o fisiológica del andar o que por el con-
trario sea sociológica o psicológica, lo que hace falta es un triple punto
de vista, el del “hombre total”. (340)

Sabemos ya que así como no podemos hallar una significación plena, tam-
poco podremos abarcar metodológicamente a ese hombre total que Mauss
señalaba. Sin embargo, es esa falta constitutiva la que nos impulsa a conti-
nuar en ese camino sin fin que es el intento por conocer el devenir del ser-en-
el-mundo. Los capítulos que siguen serán entonces las síntesis parciales de
estos siempre inacabados recorridos dialécticos. Comenzaré por las travesías
históricas, las cuales buscan develar algunos de los procesos que originaron la
actual situación de los tobas takshik y, específicamente, la genealogía de sus
actuales significantes identitarios y hábitos. En cuanto a las travesías etno-
gráficas, se proponen como narrativas que describen pero también buscan
comprender y explicar el papel de los cuerpos significantes en los rituales y la
vida cotidiana toba, así como encontrar algunas similitudes con las de otras
sociedades. Todos estos recorridos se sustentan en mis acercamientos y dis-
tanciamientos de las experiencias y significaciones de aquellas mujeres y
hombres tobas (niños, jóvenes, adultos y ancianos), que pude conocer a partir
de esas paradójicas relaciones intersubjetivas que son los trabajos de campo.
Introducción

La presencia de los blancos o doqshi en la región chaqueña estuvo inicialmen-


te ligada a las fuerzas militares y religiosas que intentaron colonizar las tie-
rras y los cuerpos aborígenes. Así, dos tópicos dominaron el imaginario de
estas relaciones, descriptas y escritas por los blancos: el aborigen como “gue-
rrero” y, a la vez, como “salvaje” o indócil, definido por la carencia de los atri-
butos del europeo civilizado, “sin religión” y reacio al “trabajo”, especialmen-
te por sus prácticas cazadoras-recolectoras. Una vez “pacificado” el aborigen
guerrero, los agentes colonizadores buscarán transformarlo en cristiano y tra-
bajador, a través de las misiones jesuíticas y franciscanas y del avance de los
enclaves productivos rurales. Sin embargo, fue recién a mediados del siglo XX
cuando los tobas del este formoseño comenzarán un proceso de transforma-
ción sustancial en sus rituales, creencias y vida cotidiana, a partir de las
influencias de un movimiento religioso y otro político que tendrán una impor-
tancia clave para su organización sociocultural: el evangelismo pentecostal y
el peronismo. De este modo, ser evangelio y peronista pasaron a convertirse
en adscripciones hegemónicas dentro de la identidad toba, dando cuenta de
una colonización no ya solamente de los territorios y los cuerpos, sino también
de los imaginarios.
A pesar del relativo éxito de estas estrategias de colonización, a lo largo de
su historia los tobas también ensayaron diversas tácticas de oposición a esa
hegemonía. Siguiendo a Michel De Certeau (1988), entenderé estas “tácticas”
como la acción “que es determinada por la ausencia de un espacio propio”, en
tanto siempre se trata del juego ejercido dentro de un “terreno impuesto,
organizado por la ley de una fuerza exterior”; es un movimiento “en el campo
de visión” de esa fuerza, “en un espacio controlado” por ella, en este caso, la
de los blancos (5-6). Esta perspectiva nos lleva a prestar atención a las formas
en que los tobas han intentado introducir un cierto nivel de “pluralidad y cre-
atividad” en las prácticas impuestas históricamente por los grupos hegemóni-
[ 119 ]
120 Silvia Citro

cos, aprovechando “las posibilidades ofrecidas por las circunstancias […], CAPÍTULO 4
manipulando eventos, en orden de transformarlos en oportunidades” para
desarrollar sus “propias modalidades de acción” (De Certeau, 1988: 30, 31). De cazadores guerreros a trabajadores rurales
Cabe advertir al lector que en tanto el objetivo del libro no es realizar una
etnohistoria de los tobas, me he limitado a breves comentarios sobre los estu-
dios existentes y a situar algunas cuestiones críticas, tratadas más amplia-
mente en trabajos anteriores. Asimismo, no desarrollaré tanto una cronología
de hechos históricos sino más bien una genealogía de las prácticas y represen-
taciones que contribuyeron a consolidar estos diferentes imaginarios, así
como las corporalidades que involucraron, en tanto algunas de sus huellas
persisten hasta la actualidad. En el capítulo 4 analizaré entonces su consti-
tución como cazadores guerreros y trabajadores rurales, y en el 5, como evan-
gelios y peronistas, intentando develar las matrices simbólicas que organizan
estos imaginarios.
“Salvajes” pero fuertes:
masculinidad y resistencia del guerrero

Tanto las fuentes históricas del período colonial, especialmente las obras de los
jesuitas, como los autores que las estudiaron luego, destacan que la conquista
de la región chaqueña se vio seriamente limitada por la resistencia que ejer-
cieron los grupos guaycurú. Sobre todo a partir del siglo XVII, con la incorpora-
ción del caballo, estos grupos comienzan a realizar traslados más extensos y a
intensificar sus enfrentamientos con los españoles. Para Alfred Métraux
(1946b), a partir de esa adopción, los tobas, abipones y mocovíes se convirtie-
ron en “tribus vagabundas de guerreros montados” (222). Las discusiones
sobre el impacto de la incorporación del caballo entre los guaycurú son nume-
rosas y, entre otros temas, abarcan desde los cambios en las tácticas guerreras
hasta las estrategias de subsistencia y organización sociopolítica. Respecto de
la subsistencia, es importante mencionar que a medida que los territorios de
caza y recolección fueron disminuyendo por el avance español, los guaycurú
desarrollaron lo que Bronislava Susnik (1971: 166) denominó “tácticas incur-
sionistas”, para proveerse de ganado vacuno y caballar. No obstante, Daniel
Santamaría (1995) postula que el “saqueo” a las haciendas españolas y forti-
nes, si bien constituye el grueso de la evidencia documental, probablemente no
haya sido la opción preferida por los tobas, en tanto podía llevar a la pérdida
de muchos guerreros. Sólo en ocasiones, estos pueblos habrían recurrido a la
guerra y los “malones” para obtener sus recursos de subsistencia, pues tam-
bién ensayaron otras vías, como el intercambio comercial con ganaderos espa-
ñoles o mestizos más pobres y marginales, el empleo en haciendas españolas,
el saqueo de ganado de otros pueblos indios residentes en misiones religiosas
o la incorporación temporaria a las misiones para disponer de ganado (293).
Para Santamaría, a partir de los datos aportados por las fuentes españolas fue
más fácil reconstruir el conflicto y deducir de él un estado de guerra perma-
nente –tradicionalmente atribuido “a los fatales imperativos del ethos bélico de
los tobas” (295)– pero reconstruir los lazos no conflictivos como el trabajo y el
[ 121 ]
122 Silvia Citro De cazadores guerreros a trabajadores rurales 123

comercio, en cambio, ha sido más difícil. Así, la belicosidad atribuida a los –tal es el título del capítulo– brindando una completa descripción de las prác-
tobas no aparece ya como rasgo casi natural de su cultura sino como una tác- ticas de su vida cotidiana, de la crianza de los hijos e incluso de ciertas acti-
tica operada dentro del complejo escenario colonial. tudes psicológicas, y la conjunción de estas prácticas constituye una peculiar
En relación con los liderazgos, los jesuitas Florián Paucke y Martín “forma de vida” donde el autor encuentra la respuesta a ese interrogante.
Dobrizhoffer sostienen que los “guerreros a caballo” se habían constituido en Veamos algunos párrafos:
grupos con prerrogativas especiales, con sus propios rituales e incluso nom-
bres propios característicos (Citro, 2006). Asimismo, es posible que los lide- Nadie llamará delicada la educación de los abipones. [...] Desconocen
razgos de los caciques hayan abarcado conjuntos sociales cada vez mayores por completo las cunas, las plumas, los almohadones, las fajas, los besos
(Cordeu y Siffredi, 1971; Miller, 1979). No obstante esta posible extensión de y los mimos [...].Raramente verás a niños apenas apartados de los
los liderazgos en el período ecuestre, un rasgo que tanto Paucke (1942-1944 pechos maternos andando por las calles sin arco ni flecha. Son molesta-
[1780], II: 104) como Dobrizhoffer (1967 [1784], II: 109) subrayan es que el dos por todo tipo de avispas, moscas y alimañas. Les es habitual y grato
apuntarlas como a un blanco, como si fueran un preludio de la guerra.
poder dependía de la capacidad para obtener la aprobación de los miembros
Cada día hacen carreras a caballo por grupos, y juegan a la carrera.
del grupo. Sus descripciones recuerdan aquel modelo de las “sociedades sin ¿Quién dudará que todas estas cosas ayudan increíblemente a la inte-
Estado” (Clastres, 2001: 113-115), caracterizadas por liderazgos que depen- gridad y fortaleza de los cuerpos? ¡Ojalá las madres europeas abandona-
dían de mecanismos de consenso grupal y que sólo se activaban cuando la ran los violentos artificios de la naturaleza y los regalos y los mimos que
sociedad requería ser representada ante otros, como en las alianzas e inter- usan para criar a sus hijos! ¡Ojalá moderaran las fajas y lienzos con que
cambios y en las guerras. Es necesario agregar que otro factor clave en la ajustan sus tiernos cuerpecitos como cadenas, y los encierran como en
construcción de los liderazgos fue su capacidad para redistribuir los recursos una cárcel! ¡Ah! Nuestra Europa con menos cojos, de piernas torcidas o
de subsistencia. De hecho, la “mezquindad” es hasta hoy una actitud fuerte- abiertas, jorobados, enanos, imbéciles y enfermos [...]. No te llamará la
mente criticada, y los líderes se valoran especialmente por su “generosidad”. atención que los abipones sean atléticamente fuertes y vivan como
La capacidad de los líderes para lograr el consenso se basaba en sus dotes macrobianos. Están en continuo movimiento: la equitación y la caza es
para la oratoria, ejercidas especialmente en las ceremonias de bebida, y en la habitual [...], atraviesan ríos a nado, escalan árboles en busca de miel
[...], se ocupan de todo aquello que fatigue los pies y las manos [...], la
“capacidad para enfrentar potenciales peligros”, vinculada con los atributos
comida que ingieren fortalece increíblemente sus cuerpos y les prolonga
guerreros y chamánicos (Braunstein, 1991). En otros trabajos (Citro, 2003,
la vida más allá de los límites comunes. […]
2008) analicé cómo aquello que se ha denominado “oratoria”, en el contexto de Cultivan su cuerpo con esta tranquilidad de espíritu, y llegan así
las ceremonias de bebida constituía performances complejas en las que tanto los hasta la extrema vejez [...]. Si los europeos envidian esta longevidad de
lenguajes discursivos como las expresiones gestuales, musicales y visuales se los abipones, que imiten su modo de vida. Apacigüen su espíritu con la
entrelazaban. Estas performances jugaron un rol fundamental en la construc- renuncia de las pasiones vehementes. Reemplacen los afanes por la
ción y legitimación del prestigio de los líderes, así como en la cohesión del grupo quietud, el vino por el agua, el ocio por el movimiento; moderen el lujo
de guerreros y caciques. Si bien las fuentes coloniales insisten en que “beber en de la comida y el vestido. (II, 56-58, 66-67)
exceso” era el objetivo central de estas reuniones, también se sucedían expre-
siones discursivo-musicales en las que los hombres relataban sus hazañas en la En estos y otros párrafos, algunos rasgos de los aborígenes, que vivirían
caza y la guerra. Además, se efectuaban escarificaciones en diferentes partes en íntimo contacto con la naturaleza, son propuestos como un modelo que per-
del cuerpo, con agujas de espinas de pescado o huesos de animales, y diferentes mitiría corregir la artificiosidad de ciertas prácticas de la burguesía europea
juegos o competencias de destreza. Principalmente las escarificaciones fueron de la época. Se trata de una narrativa común en el siglo XVIII, que se corres-
interpretadas como una forma de demostrar la “valentía”, el “coraje” y la “for- ponde con el modelo del “buen salvaje” que Jean-Jacques Rousseau plasma-
taleza” masculina. Dobrizhoffer (II, 48) sostenía que las hacían “para alcanzar ría en sus obras. Para Dobrizhoffer, la vida del abipón se convierte en proto-
fama de fuertes, para perder el miedo al derramamiento de sangre cuando en tipo para lograr un “cuerpo sano” pero, como en la concepción cristiana de la
un encuentro con el enemigo les produzcan heridas y para adquirir una piel persona el cuerpo no se escinde totalmente del espíritu, el autor también vin-
impenetrable a las flechas, por las gruesas cicatrices”; y según Paucke (142), cula el vigor y fortaleza de los cuerpos indígenas a que éstos están habitados
“para demostrar que ellos son corajudos e insensibles”. En estos autores, las por un “espíritu sano”, con una sabia “moderación” de las pasiones. Esta cons-
ceremonias de bebida fueron asociadas con la “valentía” y la “fortaleza” de los trucción le permite criticar el afán por el lujo, el apego a las cosas terrenales
guerreros, pero también con la “violencia”, el “salvajismo” y la “animalidad”. o la preocupación excesiva por el futuro de la burguesía europea, que contra-
Es interesante notar cómo la fortaleza aparece como condición intrínseca decían ciertos principios cristianos.
del indígena, asociada con su vida “natural”. Dobrizhoffer (II, 52-77) dedica un La valoración del aborigen chaqueño como ser “salvaje” pero a la vez de gran
capítulo entero a explicar “¿Por qué los abipones son tan sanos y vivaces?” fortaleza y valentía también puede encontrarse en las apreciaciones de algu-
124 Silvia Citro De cazadores guerreros a trabajadores rurales 125

nos militares criollos que los combatían en la segunda mitad del siglo XIX. Por Y vino un teniente coronel de la nación, de brigada, porque había un
ejemplo, al término de una de sus batallas, el general Francisco Bosch expre- sargento primero que no quería a los aborígenes [...], entonces dice el
saba: “Los Tobas se han batido con la virilidad tradicional de su raza”; o teniente, dice: “Éstos hay que cuidar, porque éstos van a ir a la guerra y
Ignacio Fotheringham, a la muerte de Camba, un legendario líder toba, escri- nos van a defender a nosotros, ellos no van a morir de hambre porque
comen tuna, comen raíz, comen fruta, comen cualquier clase de bicho y
bía: “Al fin, en su conciencia, procedió como digno y valiente jefe de tribu rin-
ustedes no van a comer nada, van a morir de hambre y éstos no mueren
diendo la vida valerosamente, lo único que tenía en holocausto de sus convic-
porque comen de todo: comen carandillos, chauchas, van a tener alimen -
ciones” (citados por Silva, 1997: 188). Veamos otros dos casos, de Arturo tos ellos, ustedes van a morir…”. (Zacarías Pereyra)
Seelstrang y Luis Jorge Fontana:
Miguel Velázquez, de La Primavera, recordó un episodio similar, en el que
Haraganes y amantes de la libertad, desconfiados y amigos de lo
ajeno, valientes y crueles hasta la bestialidad, tales son los puntos
uno de sus jefes estimaba su condición aborigen diciendo: “Ellos son cazado-
sobresalientes del carácter de los indígenas del Chaco [...], no debemos res, por eso tienen puntería, saben tirar”. En general, encontramos que la valo-
extrañar los pocos adelantos que se han hecho respecto a la reducción de ración de los ancianos de su pasaje por la vida militar se vincula tanto con
estos naturales. (Seelstrang, 1976 [1876]: 65) este reconocimiento de las cualidades del aborigen para la guerra como con la
posibilidad que les brindó para “civilizarse”, lo cual relacionan con el apren-
El indio chaqueño quiere ser independiente; jamás llegará a some- dizaje del castellano, ciertos trabajos, rutinas de aseo personal y de los espa-
terse por completo; la libertad es su único culto, es su dios; ser libre cios, cuidado de las vestimentas, preparación de comidas, etcétera.
como las aves es su solo anhelo, la sola ambición de su alma. (Fontana, En resumen, este imaginario sobre la fortaleza de los guerreros guaycurú
1977 [1881]: 93) se habría ido construyendo históricamente entre la admiración y el espanto,
entre un cierto reconocimiento y una necesidad imperiosa de “civilizarlos”. La
En suma, en estos discursos impregnados de cierto romanticismo, el “sal- valentía y la resistencia para enfrentar y superar el dolor físico así como la
vajismo” del indio ocupó un lugar por momentos ambivalente en el imagina- existencia de “pruebas” o demostraciones públicas que evidencian esa capaci-
rio de militares y exploradores: es símbolo de su “valentía”, “virilidad” y dad son elementos característicos en la construcción del rol del guerrero en
“amor” o “culto” a “la libertad”1 pero, a la vez, de su “crueldad” e incluso “bes- diferentes sociedades y, como sostuve en el capítulo 2, autores como Nietzsche
tialidad”. El primer tópico nuevamente remite a la vida indígena como un destacaron estos rasgos como parte de su ideal de superhombre. Además, el
estado idílico de cuasinaturaleza –de ahí que aparezca asociado a descripcio- mencionado vínculo entre guerra y búsqueda de libertad para lograr que uno
nes maravilladas de las “bondades” de la naturaleza chaqueña o, en Fontana, sea “su propio amo” también recuerda la construcción nietzscheana del “espí-
a la comparación con las aves–; la “crueldad” y la “haraganería”, en cambio, ritu libre”, asociada a la figura del guerrero. Así, se trata de tópicos que rea-
son construidas como signos de inferioridad que justificaban la necesidad de
parecen en diferentes épocas y sociedades y, como veremos en el capítulo 8,
“pacificarlos”, “amansarlos” y “civilizarlos”.
poseen un rol clave en la construcción cultural de la masculinidad y las rela-
Algunos antecedentes de esta ambivalencia también pueden apreciarse en
ciones de género.
los recuerdos de los mismos ancianos tobas sobre su pasaje por la vida mili-
Para finalizar este apartado, deseo señalar cómo esta tensión entre salva-
tar, a mediados del siglo XX. Muchos de estos interlocutores realizaron el ser-
jismo y fortaleza aparece en las representaciones que los propios tobas hoy
vicio militar en la década del gobierno peronista, el cual en su revalorización
elaboran sobre sus antepasados, a los que denominan “los antiguos”.
nacionalista incluía al componente indígena como parte de la definición del
Reseñaré aquí los atributos de fortaleza, en tanto los de “salvajismo” serán
ser nacional, incluso el mismo Juan Domingo Perón revindicaba ancestros
tratados en el capítulo siguiente, al analizar la conversión evangélica.
indígenas en su genealogía. En el siguiente episodio, el cacique de Bartolomé
A menudo, los ancianos recuerdan las hazañas de caza y, por ejemplo, la
de Las Casas rememora cómo durante su servicio militar en 1953 algunos
destreza y el coraje de los antiguos para matar a los tigres son especialmente
militares “valoraban” la resistencia de los aborígenes, mientras otros “no los
valoradas. Asimismo, también rememoran las prácticas a las que eran some-
querían”:
tidos los jóvenes, comparándolas con un “entrenamiento militar”. Estas prác-
ticas incluían carreras, “peleas” con los puños (a la manera del boxeo) y esca-
rificaciones con huesos de animales, denominadas nqana. Si bien el nqana ya
1. El tema del “amor a la libertad”, como rasgo casi innato de lo “salvaje” aparecía ya en los no se practica, a menudo se destacan sus efectos positivos, especialmente su
escritores jesuitas: “El amor a la libertad tan innata en los indios [...], los compelió aun a los
extremos. Por eso abrigan un horror invencible contra el servicio personal a los españoles, y
capacidad para “contagiar” las cualidades del animal. Por ejemplo, el nqana
por lo tanto también a la religión que les impone el yugo de aquellos y la rehúsan con toda de chancho morito hacía que, al igual que ese animal, la persona “amaneciera
sus fuerzas” (Dobrizhoffer, I: 266). temprano para salir a mariscar, cuando llega el tiempo de llovizna”; la aguja
126 Silvia Citro De cazadores guerreros a trabajadores rurales 127

de tigre daba gran fortaleza y algunos explicaban su deseo de comer carne fortaleza, y que en su vida cotidiana era utilizado para diferentes actividades
porque de jóvenes les habían hincado esas agujas; o el nqana de león hacía a como la marisca, superar el cansancio o jugar al fútbol.2
los hombres “corajudos” para la pelea. Según Miguel Mendoza, de Bartolomé Para concluir, quiero señalar cómo esta fortaleza de las corporalidades del
de Las Casas: pasado también se vincula con la alimentación propia del modo cazador-reco-
lector. Entre mis interlocutores existía un consenso generalizado acerca de
El nqana de león, cualquier problema o lío, ahí está él, le tira mucho, que la comida de los “antiguos”, que provenía del monte, los hacía “fuertes y
como el boxeador, tiene mucho coraje, el boxeador está para eso, cuando sanos”; en contraste, los alimentos “nuevos” –especialmente el azúcar que
hay un poco como de kikena, piña, él decide. Por eso la ley, la ley militar, reemplazó a la miel silvestre, las galletas o el café– iban haciendo al cuerpo
no le sirve a eso [...]. Cualquier wataGanaGal’ek, como se dice, cualquier
“más débil” y promovían “más enfermedades”. La alimentación actual básica-
milico que se enoja, él también se enoja peor que ese. Y si trata de pelear,
va a pelear, pero él no mira que hay una ley, para él no hay ley, se enoja,
mente consiste en tortas fritas, guisos de fideos o arroz con verduras y a veces
la palabra iracundo en castellano. carne, huevos y frutas. La carne vacuna es uno de los alimentos que deben
comprarse en los almacenes, pues no se obtiene de las actuales políticas asis-
La capacidad de resistencia y enfrentamiento de los hombres tobas frente tencialistas ni de la producción propia, y resulta costosa y poco rendidora
a los poderes doqshi, en este caso los militares, se vinculan con estas y otras para familias numerosas y con ingresos escasos. La marisca sólo esporádica-
prácticas que los ligan con los poderes de la naturaleza. Varios ancianos sos- mente los provee de carne de otros animales o pescados. Ramón y Amancio
tenían que a través del nqana los jóvenes del pasado “se iban curando”, en Olaire, contándome sobre su padre Valentín, de unos noventa y siete años,
tanto adquirían una fortaleza y salud que perdurarían por el resto de sus explicaban:
vidas, las cuales contrastan con la “debilidad” de los jóvenes actuales, que no
recibieron esa costumbre. Probablemente, el primer nqana de los hombres se Si no come carne mañik [avestruz] no se conforma, dice que no se le
asienta la comida de ahora, él quiere aunque sea pescado o avestruz,
hiciera en el contexto del niematak. El waakakak era el encargado de reali-
miel, entonces cuando come, ya tranquilo, contento, la misma naturaleza
zarlos, un hombre fuerte que contagiaría esa característica a los jóvenes:
lo está obligando. Acá nosotros entendemos que los viejos se van a ir dis-
minuyendo, ellos para alimentarse de la carne silvestre, el cogollo de
Tiene que ser descendiente de un guerrero, tiene que ser hijo de un
palma y el algarrobo, hasta eso nos prohibieron. Mi hermana se va y
guerrero, él lleva las agujas de distintos animales, del tigre, del león, de
tiene que ir a robar, llegan los gendarmes y le dicen: “¿Qué está haciendo
ñandú [...]. Su cinto se llama woton [...], lleva como una moneda para
acá?” (Ramón)
que tenga ruido y el tegete [sonaja de calabaza] acá, todo ruido [...], y se
pinta de negro... (Miguel Velázquez)
Antes los aborígenes no conocían enfermedad, no había contagio, por-
que comían, era todo, era natural. Ahora, cualquier enfermedad hay una
Estas escarificaciones y la participación de los jóvenes en las carreras y peste, un gripe, los chicos ya se caen, porque la naturaleza misma no lo
luchas que se desarrollaban en los niematak posiblemente se vinculen con su acompañan o sea que no respetan, desobedecen. La menstruación es tam-
iniciación masculina a la bebida. Diferentes ancianos mencionaron que el bién muy peligrosa. (Amancio)
padre debía autorizar al hijo a beber y, generalmente en un niematak, éste le
daba el primer trago o le pedía a otro hombre mayor, que fuese “guapo, traba- En este relato puede apreciarse el estrecho vínculo del hombre con la “natu-
jador”, que lo hiciese. Aunque el conjunto de estos actos no constituía en la raleza” a través de la alimentación. Sólo esa “comida natural” y el respeto a los
memoria de mis interlocutores un ritual de iniciación específico como aquel
del que eran objeto las mujeres, sí reconocían que se trataba de instancias
clave que preparaban al joven para la vida adulta. Luego, en cada niematak, 2. En mis primeras conversaciones sobre el nqana, tendía a preguntarles a los ancianos si
podían practicarse nuevas escarificaciones a los jóvenes y adultos; según esta práctica les había provocado dolor, y ellos solían contestarme que no. Si bien la negación
recordaba Alejandro Katáche, después de beber la algarroba, el waakakak del dolor podría interpretarse como parte de esta retórica masculina de la fortaleza y resis-
preguntaba: “¿Quién quiere fuerza?, vamos a clavar”, entonces los jóvenes se tencia, también es probable que el registro sensorial no fuese significado solamente con el
agachaban (en “cuatro patas”) y les clavaban “doce agujas”, tres en cada ante- displacer asociado al dolor. En tanto el nqana se vincula a un aumento de la fortaleza corpo-
brazo y pantorrilla. Ernesto Verón, de Bartolomé de Las Casas, me contaba ral en un contexto ritual como el niematak o a una recuperación del cansancio en la vida coti-
diana, esto podría alejarlo de las connotaciones de una situación displacentera. Lo que habi-
que el waakakak clavaba las agujas “arriba de la rodilla, para que tenga
tualmente algunos perciben como dolor displacentero puede convertirse en placer para otros,
fuerza para correr [...], levantaba la piel con dos dedos y pasaba la aguja y des- pues los goces del cuerpo pueden ser muy disímiles –otra evidencia de que nuestra “carne
pués le daba una palmada”. Los tobas también recuerdan que en las juntas con el mundo” inevitablemente está atravesada por los significantes culturales y por la apro-
de bebida los líderes solían realizarse nqana ellos mismos, para demostrar su piación que de ellos hace cada persona–.
128 Silvia Citro De cazadores guerreros a trabajadores rurales 129

tabúes de la menstruación y el embarazo (que analizaré en el capítulo 8) deja como mano de obra, civilizarlos y evangelizarlos. La introducción del trabajo
a los ancianos tranquilos y contentos pues “la naturaleza obliga” al cuerpo. De agrícola en estos establecimientos generó conflictos y tensiones, pues las
ahí los problemas que surgen cuando este vínculo se rompe, cuando la “natu- actividades de marisca persistían y, en la perspectiva de los blancos, eran
raleza no acompaña” a la persona debido al avance territorial de los blancos significadas como un “no trabajo” en oposición al “trabajo” agrícola (Wright,
que “hasta la marisca prohibieron”: “los viejos” y la cultura antigua “irán dis- 1997; Citro, 2003, 2006). Esta oposición es de larga data, pues ya en
minuyendo” y las enfermedades seguirán avanzando sobre los niños. Así, el Dobrizhoffer la caza y la recolección son vistas como una “ruda edad de oro”,
vínculo establecido con la naturaleza en cada práctica alimentaria construye y combinación de animalidad y del idealizado buen salvaje:
modifica el devenir de los sujetos en su vida sociocultural.
El tipo de vida que llevaban los abipones era semejante al de los ani-
males. No soportaban ni temían a nadie. No se preocupaban por culti-
Los trabajadores agrícolas: misiones católicas, var el campo [...] Nadie era dueño de nada –como entre nosotros– [...].
militares y capitalismo ¡Oh ruda imagen de la edad de oro! Sin ningún trabajo los abipones se
proveían de todo lo que atañe al uso cotidiano de la vida. (Dobrizhoffer,
1967, ii: 113-114)
En los intentos coloniales y poscoloniales de transformar a los aborígenes
chaqueños cazadores-recolectores en trabajadores agrícolas, confluyeron
tanto las fuerzas militares como los misioneros y los enclaves productivos Ya desde 1860 los aborígenes chaqueños fueron utilizados como mano de
rurales. obra en las explotaciones forestales u “obrajes” del norte de Santa Fe y del
Si bien los jesuitas fundaron misiones entre mocovíes y abipones, tuvie- borde oriental del Chaco. A partir del descubrimiento de las cualidades cur-
ron muy poca influencia entre los tobas. Recién después de la expulsión de tientes del tanino, extraído del quebracho colorado, la demanda se multiplica
los jesuitas en 1767, los franciscanos comenzarán a fundar misiones entre y la explotación forestal se extendió cada vez más (Iñigo Carrera, 1979: 8).
algunos grupos. Ya en el período republicano, las campañas militares contra Según Miller (1979: 61), en estos obrajes muchos tobas del Chaco tuvieron sus
los indígenas chaqueños empezaron a intensificarse a partir en 1870, una primeras experiencias como trabajadores asalariados. Asimismo, también
vez superada la Guerra de la Triple Alianza. Los intereses geopolíticos en la desde mediados del siglo XIX los ingenios azucareros de Salta y Jujuy venían
región promovieron el avance sobre las fronteras internas y la delimitación incorporando grupos wichís, lules y vilelas; a partir de 1890, se suman grupos
de las externas, así como la organización administrativa de la zona; pero tobas del oeste de Formosa y nordeste de Salta (Iñigo Carrera, 1979; Gordillo,
además, el objetivo de la clase dirigente fue transformar a los indígenas cha- 1996) y, por la misma época, grupos tobas y mocovíes se incorporan a los inge-
queños en manos de obra de los nacientes establecimientos productivos, y no nios del norte de Santa Fe (Citro, 2006). En 1909, el inicio del ferrocarril que
dudó en recurrir a la violencia para lograrlo. Con la campaña de 1884, uniría Barranqueras y Embarcación (Salta) comenzó a promover la instala-
comandada por Benjamín Victorica, se logró extender la “frontera” interna ción de colonos que introdujeron la agricultura comercial en la provincia de
hasta el Bermejo; y pocos años después, la frontera se desplaza hasta el Chaco. La finalización en 1930 del trayecto Formosa-Embarcación también
Pilcomayo, en consonancia con el comienzo de los trabajos de peritaje para incidió en el incremento de las migraciones laborales a los ingenios, pues
la delimitación de la frontera con Paraguay. Se funda entonces una nueva tobas de Bartolomé de Las Casas e Ibarreta también trabajaron en San
serie de fortines y colonias y, según José Braunstein (1991: 129), es proba- Martín de Tabacal y Ledesma hasta los años 60.
ble que en la zona se haya producido una “alianza de hecho” entre el ejército La expansión de los cultivos de algodón en la región chaqueña se inició a
y el conglomerado pilagá-notoqoyt (que incluyó a los t a k s h i k), favorecida por partir de 1920, favorecida por el aumento del precio durante la Primera Guerra
la “lucha contra un enemigo común: los poderosos «tobas» del noroeste de la Mundial. Asimismo, el apoyo a la inmigración europea por parte del gobierno
actual provincia del Chaco” o qollaGal’ek. Evidencias de estas relaciones son nacional facilitó la radicación de inmigrantes en la zona (Carrasco y Briones,
que los tobas y los pilagás se convirtieron en baqueanos y portadores del 1996: 93). Para Miller (1979), la relación entre trabajadores tobas y criollos en
ejército, el respeto por la toponimia de esos grupos que se aprecia en las car- la cosecha de algodón fue uno de los principales espacios de contacto cultural.
tas militares y también la fundación de la misión franciscana de Tacaaglé en Sobre todo paraguayos y correntinos migraban temporariamente a Chaco y
1901. En 1900 también se funda Misión Laishi, y poco tiempo después las Formosa para la cosecha, y las horas de descanso se convirtieron en espacios
“reducciones de indios”, de carácter estatal, entre los tobas: Napalpí (1911) propicios para encuentros informales entre los trabajadores. Algunos interlocu-
en Chaco y Bartolomé de Las Casas (1914) en Formosa. Así, entre 1900 y tores mayores me decían que en esos espacios fueron aprendiendo el castellano
1930, el Estado desarrolló lo que Marita Carrasco y Claudia Briones (1996) así como algunas palabras en guaraní.
denominan “política de colocación” de los indígenas, estableciendo reduccio- En suma, para la década del 40, los tobas habían tenido importantes
nes estatales y religiosas con el objetivo de sedentarizarlos e incorporarlos experiencias laborales en obrajes, ingenios y plantaciones de algodón. Estas

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