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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES


ESCUELA DE LETRAS
HERMENÉUTICA DE LA OBRA LITERARIA
AÑO 2020

Programa de la materia

FOUCAULT, M. Marx, Nietzsche, Freud. Anagrama, Madrid. 1970

NIETZSCHE, F. “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” en Contra la verdad, ensayos tempranos. Rara Avis, Buenos Aires 2018.

BARTHES, R. Crítica y verdad. Siglo XXI, Buenos Aires, 1972.

RICOEUR, P. “¿Qué es un texto?” en Del texto a la acción. FCE, Buenos Aires, 2006.

DERRIDA, J. “La farmacia de Platón” en La diseminación. Editorial Espiral/Fundamentos 3° edición, España, 2007.

DERRIDA, J. “No apocalypse, not now a toda velocidad, siete misivas, siete misiles” en Psyché. Invenciones del otro. Ediciones La Cebra, Argentina,
2017.

AGAMBEN, G. Idea de la prosa. Península, Barcelona, 1989.

AGAMBEN, G. “Tiempo e historia” en Infancia e historia. Adriana Hidalgo, Bs. As., 2004.

AGAMBEN, G. Capítulos 4 (Mysterium Disiunctionis), 6 (Cognitio Experimentalis), 7 ("Taxonomías"), 9 ("Máquina Antropológica") en Lo abierto.
El hombre y el animal. Adriana Hidalgo, Bs. As., 2007.

AGAMBEN, G. “Vórtices” en El fuego y el relato. Madrid, Sexto Piso, 2016.

DERRIDA, J. "Duodécima sesión" en La bestia y el soberano. Volumen I. Ediciones Manantial. Argentina, 2010.
Programa de :

Programa de :
Universidad Nacional de Córdoba
Facultad de Filosofía y Humanidades Hermenéutica
Escuela de Letras
(Cod. )

Año Lectivo:

2020

Carreras: Letras Modernas Semestre: 2°

Escuela: Letras Carga Horaria: 30 horas

Planes: 2002 Hs. Semanales: 6 horas

Ubicación en la Currícula: 4° y 5°

año

Equipo de Profesores: Profesora Adjunta a cargo Dra. Ana Levstein.

Profesora Asistente: Dra. Gabriela Milone.

Profesor Invitado: Dr. Javier Mercado

Adscriptxs: Julia Jorge, María Grazia Paesani, Paula La Rocca, Marianella Monzoni, Ana

Neuburger, Leticia Paz Sena.

Ayudante-alumnxs: Agustina Granovsky, Paola Ospina, Julieta Presidente.

FUNDAMENTACIÖN

La presente asignatura –ubicada en los últimos años de la carrera de Letras Modernas–


integra el Área de especialización en Estudios del discurso y, por su objeto y estatuto
histórico, sitúa la hermenéutica en las relaciones interdisciplinarias previas y posteriores a la

1
modernidad. Cabe destacar que, dentro de la currícula de la carrera, la “Hermenéutica” se
constituye como una teoría y una práctica cuyo objeto de estudio es la interpretación de
textos literarios, desde un enfoque que combina la base filosófica propia de la disciplina y una
práctica de análisis discursivo exclusivo de la mencionada especialidad de la carrera. Por
este motivo, se establecen relaciones interdisciplinares con la filosofía y la estética, por un
lado; y por otro, con la retórica, la poética y la crítica literaria. La reflexión sobre el lenguaje,
en la relación específica de verdad e interpretación, permite articular las disciplinas antes
señaladas en una experiencia y una práctica de la Hermenéutica que asume diversas
herramientas y perspectivas conceptuales para la interpretación discursiva.
La presente propuesta se articula en torno a la centralidad de la reflexión sobre el
lenguaje que es propia de la disciplina, pero que cabe destacar que hasta el momento de la
carrera, los alumnos sólo han accedido a esta cuestión principalmente desde áreas como la
lingüística, la semiótica y la sociología y no desde la filosofía. Es por este motivo que la
Hermenéutica en general, y en particular la Hermenéutica aplicada a textos llamados
"literarios", resulta de especial interés, en tanto la práctica interpretativa es abordada en esta
asignatura desde la filosofía y hacia la literatura, de manera tal que los alumnos puedan
enriquecer y profundizar sus abordajes de textos, de la cultura en general y la literatura en
particular, con las herramientas interpretativas y categorías teóricas propias de la disciplina.

OBJETIVOS
- Adquirir los principios y los conceptos teóricos fundamentales que sustentan la práctica
hermenéutica como acto de interpretación y comprensión.

- Analizar el objeto disciplinar en sus articulaciones con la filosofía, la estética y la crítica.

- Reconocer al lenguaje como hilo conductor de la experiencia hermenéutica.

- Conceptualizar los objetivos, modos y campo de aplicación de una hermenéutica literaria.

Ejes Temáticos
UNIDAD 1. Búsquedas y problemas de la hermenéutica
1. Mapear la Hermenéutica: problemas, recorridos y paradigmas. Inserción de la
Hermenéutica en el área de estudios del discurso (27/8 - 28/8: clase a cargo de Ana
Levstein).
2
2. Introducción a los problemas de la hermenéutica contemporánea. La herencia de
Nietzsche y de Heidegger. ¿Verdad e interpretación o lectura e interpretación? El giro
lingüístico y el giro hermenéutico (3/9 - 4/9: clase a cargo de Gabriela Milone).
3. Demolición de la voluntad de verdad; necesidad, valor y utilidad del saber y la verdad; el
impulso metafórico del lenguaje. “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” de Friedrich
Nietzsche (10/9 - 11/9: clase a cargo de Javier Mercado)
4. Foucault sobre "Nietzsche, Marx y Freud". Los pensadores de la sospecha. Las
impresiones freudianas en los conceptos de archivo, verdad y mentira. (17/9 -18/9: clase a
cargo de Ana Levstein).

Lecturas obligatorias:
Foucault, M. Marx, Nietzsche, Freud. Anagrama, Madrid. 1970
Nietzsche, F. “Sobre verdad y mentira en sentido extramoral” en Contra la verdad, ensayos
tempranos. Rara Avis, Buenos Aires 2018.

Unidad 2. Texto e interpretación, lectura y escritura


1. Ricoeur: explicar, interpretar y comprender un texto. El arco hermenéutico. El texto y la
escritura; el cuasi-mundo de los textos. (1/10 - 2/10: clase a cargo de Javier Mercado).

2. Barthes: el problema de la lectura en la "trampa" del lenguaje: crítica, interpretación,


escritura. El texto, la textura: el des-borde significante. Justicia de la interpretación vs.
Justeza de la crítica: la escritura de la lectura. (8/10 - 9/10: clase a cargo de Gabriela Milone)

Lecturas obligatorias
Barthes, R. Crítica y verdad. Siglo XXI, Buenos Aires, 1972.
Ricoeur, P. “¿Qué es un texto?” en Del texto a la acción. FCE, Buenos Aires, 2006.

UNIDAD 3. Leyendo a Jacques Derrida


1. Introducción a Derrida. Conceptos centrales de su corpus en tanto herramientas
hermenéuticas. La deconstrucción como crítica de la metafísica. Verdad y Mentira; Memoria
y Archivo; Escritura y "Farmakon".
(15/10 - 16/10: clase a cargo de Ana Levstein)

2. Aporía, riesgo y duelo. Retórica nuclear y literatura: "farmakon absoluto tejido por
palabras". El arte y la sabiduría de dosificar y disuadir. La deconstrucción y la literatura como
pertenecientes a la era nuclear.
(22/10 - 23/10: clase a cargo de Ana Levstein)

Lecturas obligatorias
Derrida, J. "La farmacia de Platón" (págs 93-179) en La diseminación.. Editorial
Espiral/Fundamentos 3° edición, España, 2007.
--- No apocalypse, not now a toda velocidad, siete misivas, siete misiles " (págs 437-463), en
Psyché. Invenciones del otro. Ediciones La Cebra, Argentina, 2017.

UNIDAD 4. Leyendo a Giorgio Agamben


1. La pregunta por el tiempo: Infancia, historia, presente, anacronismo y contemporaneidad.
Lo contemporáneo como torsión, distancia y regreso. La expropiación de la experiencia
3
en la vida moderna.
2. La pregunta por la eficacia de la distinción bios/zoe y el irreprimible deseo de umbral en el
contrapunto Derrida/Agamben.
3. La pregunta por la voz y el lenguaje. La experiencia de la materia de la lengua: entre la
poesía y la filosofía, la crítica.
(5/11 - 6/11: clases a cargo del equipo docente)

Lecturas obligatorias
-Agamben, G. 1989. Idea de la prosa. Península, Barcelona (selección).
- 2004. “Tiempo e historia” en Infancia e historia. Adriana Hidalgo, Bs. As.
- 2007 a. Capítulos 4 (Mysterium Disiunctionis) 6 (Cognitio Experimentalis), 7 ("Taxonomías"),
9 ("Máquina Antropológica") en Lo abierto. El hombre y el animal. Adriana Hidalgo, Bs. As.
- 2016 “Vórtices” en El fuego y el relato. Madrid, Sexto Piso.
- Derrida, J. 2010. "Duodécima sesión" (págs 357-389) en La bestia y el soberano. Volumen
I. Ediciones Manantial. Argentina.

Bibliografía Complementaria

AA. VV. 1986. Literatura y hermenéutica. García Cambeiro. Buenos Aires.


AA. VV. 1997. Hermenéutica. Caparrós, JD, Comp. Arco/Libros. Madrid.
Agamben, G. 1995. Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura occidental, Pre-Textos.
Valencia.
-1998. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Pre-Textos. Valencia
-2000. Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer III. Pre-Textos.
Valencia.
-2001. Medios sin fin. Notas sobre la política. Pre-Textos. Valencia.
-2002. El lenguaje y la muerte. Un seminario sobre el lugar de la negatividad, Pre-Textos.
Valencia.
-2003. Estado de excepción. Homo sacer II, 1, Pre-Textos. Valencia.
-2005. El hombre sin contenido. Áltera. Barcelona.
-2005. Lo abierto. El hombre y el animal. Pre-Textos, Valencia.
-2005. Profanaciones. Anagrama, Barcelona.
-2006. La comunidad que viene. Pre-Textos, Valencia
-2006. El tiempo que resta. Comentario a la Carta a los Romanos. Trotta, Madrid
-2008. La potencia del pensamiento. Anagrama, Barcelona.
-2011. Ninfas, Pre-Textos, Valencia.
- 2011. El sacramento del lenguaje. Arqueología del juramento (Homo sacer II, 3). Pre-
Textos, Valencia.
- 2012. Desnudez. Barcelona, Anagrama.
Barthes, R., 1985. El grado cero de la escritura y nuevos ensayos críticos. Siglo XXI, México.
-1986. Lo obvio y lo obtuso. Imágenes, gesto, voces. Paidós Comunicación, Barcelona.
-1987. El susurro del lenguaje. Más allá de la palabra y de la escritura. Paidós. Barcelona
-1990. La aventura semiológica. Paidós, Barcelona.
-2002. Lo neutro. Notas de cursos y seminarios en el Còllege de France, 1977-1978. Siglo
Veintiuno Editores Argentina, Argentina.
-2003 a. Cómo vivir juntos. Simulaciones novelescas de algunos espacios cotidianos. Siglo
Veintiuno Editores Argentina, Buenos Aires.
-2003 b. El placer del texto y lección inaugural de la cátedra de semiología literaria del
Collège de France. Siglo Veintiuno Editores Argentina, Buenos Aires.

4
-2005. La preparación de la novela. Notas de cursos y seminarios en el College de France
1978-1979 y 1979-1980. Siglo Veintiuno Editores, México.
Blanchot, M. 1969. El libro que vendrá. Monte Ávila, Caracas.
-1970. El diálogo inconcluso. Monte Ávila Editores, Caracas
-1976. La risa de los dioses. Taurus, Madrid.
-1978. El espacio literario. Paidós, Bs. As.
Cuesta Abad, JM. 1991. Teoría hermenéutica y literaria (El sujeto del texto). Visor, Madrid.
Deleuze, G. 1986. Nietzsche y la filosofía. Anagrama, Barcelona.
-1987. Foucault. Paidós, Barcelona.
-1996. Crítica y clínica. Anagrama, Barcelona.
-2002. Diferencia y repetición. Amorrortu, Bs. As.
-2006. La literatura y la vida. Alción Editora, Córdoba.
-Lógica del sentido. Traducción de Miguel Morey. Versión de www.philosophia.cl / Escuela de
Filosofía Universidad ARCIS.
Deleuze, Guattari. 1978. Kafka. Por una literatura menor. Ediciones Era, México.
-1985. El Antiedipo Capitalismo y esquizofrenia. Paidos Studio. Barcelona.
-2000. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos. Valencia.
-2005. Derrames. Entre el capitalismo y la esquizofrenia. Cactus. Bs As.
-2008. En medio de Spinoza. Cactus, 2º edición. Bs As.
Derrida, J. 1989. (1º edición) La escritura y la diferencia. Anthropos. Barcelona.
-1995. Dar (el) tiempo. I. La moneda falsa. Paidós Básica, 1º edición. Barcelona.
-2005. Canallas. Dos ensayos sobre la razón. Trotta. Madrid
-2009. La difunta ceniza. Feu la cendre. Edición bilingüe. La cebra. Buenos Aires.
-2008. Fuerza de ley. El fundamento místico de la autoridad. Tecnos. 2º edición. Madrid.
-2010. (7º edición). Márgenes de la filosofía. Cátedra. Madrid
Ferraris, M. 2002. Historia de la hermenéutica. Siglo XXI. México.
Foucault, M. 1996.De lenguaje y literatura. Paidós, Barcelona.
-1999. Entre filosofía y literatura. Paidós, Barcelona.
-2004. Nietzsche, la genealogía, la historia. Pre-textos, Valencia.
Gadamer, H-G. 1984. Verdad y Método I. Fundamentos de una filosofía hermenéutica.
Sígueme. Salamanca.
-1992. Verdad y Método II. Sígueme. Salamanca.
-1997. Hacia la prehistoria de la metafísica. Alción Editora, Córdoba.
-1998. Estética y hermenéutica. Tecnos. Madrid.
-2001. El giro hermenéutico. Cátedra, Madrid.
-2002a. Los caminos de Heidegger. Herder, Barcelona.
-2002b. Acotaciones hermenéuticas. Trotta, Madrid.
Grondin, J. 2008. ¿Qué es la hermenéutica? Herder, Barcelona.
Heidegger, M. 1958. Arte y poesía. FCE, México
-1960. Sendas perdidas: Holzwege. Losada, Buenos Aires.
-1983. Interpretaciones sobre la poesía de Heidegger. Ariel, Barcelona.
-1987. De camino al habla. Odós, Barcelona.
-1994. Conferencias y artículos. Odós, Barcelona.
-2000. La experiencia el pensar seguido de Hebel, el amigo de la casa. Ediciones del
Copista, Córdoba.
-2000. Carta sobre el humanismo. Alianza, Madrid.
-2008. Die Kehre. Alción, Córdoba.
-2010. Los himnos de Hölderlin “Germania” y “El Rin”. Biblioteca Internacional Martin
Heidegger, Editorial Biblos, Bs. As.

5
Lacoue-Labarthe, F. 2009. La poesía como experiencia. Arena Libros, Madrid.
-2010. La imitación de los modernos (Tipografías 2). La Cebra, Bs. As.
Lapoujade, D. 2016. “Deleuze. Los movimientos aberrantes. Editorial Cactus. Buenos Aires.
Maniglier. P. 2006. La Vie énigmatique des signes Saussure et la naissance du
structuralisme. Editions Léo Scheer, Paris.
Nietzsche, F. 1972. Genealogía de la moral. Alianza editorial, Madrid.
Palmer, R., 2002."¿Qué es la hermenéutica? Teoría de la interpretación en Schleiermacher,
Dilthey, Heidegger y Gadamer. Arco/Libros. Madrid.
Ricoeur, P., 1997. La metáfora viva. Ediciones Megápolis, Bs. As.
-1978. “La corriente hermenéutica. La interpretación del lenguaje” en Corrientes de la
investigación en las ciencias sociales. Tecnos. Unesco. Madrid.
-1995. Teoría de la interpretación. Siglo XXI. México.
-1996. Tiempo y narración. Vols. I, II y III. Siglo XXI. México.
-1997. “La función hermenéutica del distanciamiento” en 1997. Caparrós, JD, Comp.
Hermenéutica. Arco/Libros. Madrid.
-2000 Indagaciones hermenéuticas. Azul. Monte Ávila. Caracas.
-2006. Del texto a la acción. FCE, Bs. As.
-2008. El conflicto de las interpretaciones. Ensayos de hermenéutica. FCE, Bs. As.
Simón, G., 2010. Las semiologías de Roland Barthes. Alción Editora, Córdoba.
Szondi, P., 2006. Introducción a la hermenéutica literaria. Abada Editores, Madrid.

REGIMEN DE CURSADO
Las condiciones de dictado, cursado, asistencia y evaluación de las asignaturas pertenecientes a las
carreras de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades se encuentran reguladas por el
siguiente marco normativo, disponible en la web:
- Régimen alumno: Resolución HCS 408/02. ANEXO “A” Resolución Decanal Nº 593/02.

- Régimen de estudiante trabajador: Resolución HCD 172/2012.

- Régimen de Licencia Estudiantil: ORD HCS 12/2010.

Y por las excepcionalidades vigentes por la emergencia sanitaria, a saber:

- Resolución Decanal 205/20 en lo relativo a las readecuaciones de contenidos y evaluaciones de


las asignaturas de dictado virtual en el contexto del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio del
primer cuatrimestre, extendida por la Resolución HCD 85/2020 de la fase de distanciamiento social al
segundo cuatrimestre, especialmente en su Anexo: “Documento de Trabajo para el fortalecimiento de
la inclusión estudiantil.

- Resolución Decanal 331/20, en lo referente a la implementación del Certificado Único para


estudiantes con Restricciones de Acceso al Cursado Virtual (CURA), extendida al segundo
cuatrimestre por la Resolución HCD 84/2020.

El conocimiento de la reglamentación vigente es responsabilidad de docentes y estudiantes.

Consideraciones generales sobre la modalidad de cursado, cronograma tentativo y


evaluaciones (según las normativas vigentes).

6
-Modalidad virtual: todos los contenidos, actividades, horarios de consulta, consultas
personales, etc, se realizarán exclusivamente por el aula virtual. Los días jueves se subirán
los contenidos teóricos correspondiente a cada ítem de cada unidad (en diversos formatos:
audios, videos, textos escritos) y los días viernes habrá horario de consulta de 16 a 17 hs.

-Habrá una "pestaña" en el AV dedicada a cada ítem de cada unidad, donde podrán
encontrar el material teórico producido por cada docente, la bibliografía de lectura obligatoria
y todo material correspondiente al ítem.

-Habrá dos encuentros virtuales programados: 1) viernes 18 de septiembre ; 2) jueves 29 de


octubre. Ambos serán a las 14 hs por meet.

-Habrá dos evaluaciones obligatorias, ambas escritas: un parcial (fecha de entrega: 1/10) y
un trabajo práctico (fecha de entrega 5/11).

CRONOGRAMA TENTATIVO

AGOSTO
27/8 - 28/8: Unidad 1, ítem 1. Clase de presentación. Mapear la Hermenéutica: paradigmas y
escuelas (clase a cargo de Ana Levstein).

SEPTIEMBRE
3/9 - 4/9: Unidad 1, ítem 2. Mapear la Hermenéutica: autores y proyecciones (clase a cargo
de Gabriela Milone).
10/9 - 11/9: Unidad 1, ítem 3. Nietzsche (clase a cargo de Javier Mercado)
17/9 -18/9: Unidad 1, ítem 4. Foucault (clase a cargo de Ana Levstein).
Viernes 18/9: Encuentro virtual a las 14 hs por Meet.

(semana del estudiante)

OCTUBRE
1/10 - 2/10: Unidad 2, ítem 1. Ricoeur (clase a cargo de Javier Mercado)
1/10: ENTREGA DE PARCIAL (Nietzsche y Foucault)
8/10 - 9/10: Unidad 3, ítem 2. Barthes (clase a cargo de Gabriela Milone)
15/10 - 16/10: Unidad 3, ítem 1. Derrida (clase a cargo de Ana Levstein)
j22/10 - 23/10: Unidad 3, ítem 2. Derrida ( clase a cargo de Ana Levstein)
jueves 29/10: Encuentro virtual a las 14 hs por Meet.

NOVIEMBRE
5/11 - 6/11: Unidad 4. Agamben (clase a cargo del equipo docente)
5/11: ENTREGA DE TRABAJO PRÁCTICO (sobre Derrida)
12/11 - 13/11: recuperatorios

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LA FARMACIA DE PLATON

Primera versión publicada en Tel Quel (núms. 32


y 33), 1968.
Kolafos: golpe en la mejilla, bofetada...
(kolaptó). Kolaptó: 1. cortar, particul. re-
ferido a aves, picotear, de donde abrir
desmenuzando a picotazos... por analogía
referido al caballo que da en el suelo con
el casco. 2. hollar, grabar: gramma eis ai-
geiron, [álamo] Anr. 9, 341, o cata floiu
[corteza], Cali. fr. 101, una inscripción en
un álamo o en una corteza (R. Claf; cf.:
R. Gluf, cavar, rascar).

Un texto no es un texto más que si esconde a la


primera mirada, al primer llegado la ley de su com*
posición y la regla de su juego. Un texto permanece
además siempre imperceptible. La ley y la regla no
se esconden en lo inaccesible de un secreto, simple-
mente no se entregan nunca, en el presente, a nada
que rigurosamente pueda ser denominado una per-
cepción.
A riesgo siempre y por esencia de perderse así
definitivamente. ¿Quién sabrá nunca tal desapari-
ción?
El ocultamiento del texto puede en todo caso tar-
dar siglos en deshacer su tela. La tela que envuelve
a la tela. Siglos para deshacer la tela. Reconstituyén-
dola así como un organismo. Regenerando indefini-
damente su propio tejido tras la huella cortante, la
decisión de cada lectura. Reservando siempre una
sorpresa a la anatomía o a la fisiología de una críti-

95
•ca que creería dominar su juego, vigilar % la vez to-
dos sus hilos, embaucándose así al querer mirar el
texto sin tocarlo, sin poner la mano en el «objeto»,
:sin arriesgarse a añadir a él, única posibilidad de
entrar en el juego cogiéndose los dedos, algún nuevo
hilo. Añadir no es aquí otra cosa que dar a leer. Hay
que arreglárselas para pensar eso: que no se trata
de bordar, salvo si se considera que saber bordar es
saber seguir el hilo dado. Es decir, si se nos quiere
seguir, oculto. Si hay una unidad de la lectura y de Muy aproximadamente, hemos dicho ya todo lo
la escritura, como fácilmente se piensa hoy en día, que queríamos decir. Nuestro léxico en todo caso no
.si la lectura es la escritura, esa unidad no designa se halla muy lejos de estar agotado. Con algún su-
mi la confusión indiferenciada ni la identidad de to- plemento, nuestras preguntas no tendrán ya que
da quietud; el es que acopla la lectura a la escritura nombrar más que la textura del texto, la lectura y
debe descoserlas. la escritura, el dominio y el juego, las paradojas de
Habría, pues, con un solo gesto, pero desdobla- la suplementariedad, así como las relaciones gráfi·
do, que leer y escribir. Y no habría entendido nada cas de lo vivo y lo muerto: en lo textual, lo textil y
del juego quien se sintiese por ello autorizado a aña- lo histológico. Nos mantendremos dentro de los lí-
dir, es decir, a añadir cualquier cosa. No añadiría mites de ese tejido: entre la metáfora del istos ( l ) y
nada, la costura no se mantendría. Recíprocamente la pregunta sobre el istos de la metáfora.
tampoco leería aquel a quien la «prudencia metodo- Puesto que ya hemos dicho todo, habrá que tole-
lógica», las «normas de la objetividad» y las «baran- rar que continuemos un poco más. Si nos extende-
dillas del saber» le contuvieran de poner algo de lo mos por la fuerza del juego. Si pues escribimos un
suyo. Misma bobería, igual esterilidad de lo «no se- poco: de Platón, que ya decía en el Fedro que la es-
rio» y de lo «serio». El suplemento de lectura o de critura no puede más que repetir (se), que «significa
escritura debe ser rigurosamente prescrito, pero por (semainei) siempre lo mismo» y que es un «juego»
la necesidad de un juego, signo al que hay que otor- (paidia).
gar el sistema de todos sus poderes.

(J) «Istos, ou, prop. objeto alzado, de donde: I, mástil


de barco. II. Rodillo vertical entre los antiguos, no horizon-
tal como entre nosotros (salvo en los Gobelinos y en las
manufacturas de la India) de donde parten los hilos de la
cadena sobre un telar, de donde: 1. telar; 2. la cadena fijada
sobre el telar, de donde la trama; 3. tejido, tela, pieza de
tela; 4. p. anal, tela de araña; o ¡celdilla de abeja. III varita..
verga. IV p. anal, hueso de la pierna.»
.178 3
Platón era demasiado joven para hacer bien la cosa,
para construir un bello objeto. Diógenes Laercio re-
fiere ese «se dice» (logos [se. esti], leguetai) según el
cual el Fedro era el primer ensayo de Platón y tenía
I. FARMACEA algo de juvenil (meirakiódes ti (3). Schleiermacher
cree poder corroborar esa leyenda con un argumen-
to irrisorio: un anciano escritor no habría condena-
Volvamos a empezar. Así, pues, el ocultamiento do a la escritura como lo hace Platón en el Fedro.
<de la textura puede en todo caso tardar siglos en Argumento que no sólo resulta sospechoso en sí mis-
deshacer su tela. El ejemplo que propondremos no mo: acredita la leyenda laerciana a partir de otra
:será, tratándose de Platón, el del Político, en el que leyenda. Sólo una lectura miope o tosca pudo en
se habrá pensado primero, sin duda, a causa del pa- efecto propagar el rumor de que Platón condenaba
radigma del tejedor y sobre todo de ese paradigma simplemente la actividad del escritor. Nada resulta
del paradigma —la escritura— que le precede inme- aquí de una sola pieza y el Fedro juega también, en
diatamente (2). No volveremos a ello más que des- su escritura, a salvar —lo que es también perder—
pués de dar un largo rodeo. a la escritura como el mejor, el más noble, juego.
Partimos aquí del Fedro. Hablamos del Fedro Del hermoso juego que se da así Platón, más tarde
que ha tenido que esperar cerca de veinticinco siglos seguiremos las circunstancias y el desenlace.
para que se renuncie a considerarlo como un diá- En 1905 se acabó con la tradición de Diógenes
logo mal compuesto. Primero se había creído que Laercio, no para llegar a reconocer la buena compo-
sición del Fedro, sino para atribuir esta vez sus de-
(2) « E L EXTRANJERO: E S difícil, buen amigo, si no se uti fectos a la senil impotencia del autor: «El Fedro es-
liza un paradigma, tratar un tema de alguna importancia
*de manera satisfactoria. Pues casi se podría decir que cada tá mal compuesto. Este defecto es tanto más sor-
cual de nosotros sabe todo como en un sueño y se encuen- prendente porque Sócrates define en él a la obra de
tra con que no sabe nada a la claridad del despertar. SÓCRA
TES JOVEN: ¿Qué quieres decir? E L EXTRANJERO: Es, al pare- arte como un ser vivo, pero precisamente la imposi-
cer, un encuentro bien extraño el que me hace referirme bilidad de advertir lo que está bien concebido es una
con eso al fenómeno que constituye en nosotros la ciencia.
SÓCRATES JOVEN: ¿ Y qué es? E L EXTRANJERO: Un paradigma, prueba de vejez (4)».
oh bienaventurado joven, necesito uno ahora para explicar Nosotros ya no estamos en ese punto. La hipóte·
mi propio paradigma. SÓCRATES JOVEN: ¡Pues venga, habla,
que conmigo no te hacen falta tantas vacilaciones! EL EX-
TRANJERO: Hablaré, puesto que te veo dispuesto a seguirme. (3) Sobre la historia de las interpretaciones del Fedro
Pues sabemos, imagino, que los niños, cuando hace poco y sobre el problema de su composición, se encontrará uri
que han entablado conocimiento con la escritura... (otan rico balance en la Théorie platonicienne de l'amour, de
arti grammatón empeiroi gignóntai...)» (227 d e, tra. Diés). L. Robin (P. U. F., 2.a ed., 1964) y en la Introducción dél
Y la descripción del entrelazamiento (simploke) en la escri- mismo autor a la edición Budé del Fedro.
tura hace aparecer la necesidad de recurrir al paradigma (4) H . RAEDER, Platons philosophische Entwickelung,
en la experiencia gramatical y luego de llevar progresiva- Leipzig, 1905. E. Bourget lo critica en su artículo «Sur la
mente a la utilización de ese procedimiento en su forma composition du Phédre», en la Revue de Métaphysique et
«regia» y al paradigma del telar. de Morale, 1919, pág. 335.
.178
97
sis es naturalmente más fecunda de una forma rigu- vacaciones, esa bella resolución del jairein, que quie-
rosa, segura y sutil. Descubre nuevos acordes, los re decir todo eso a la vez, será interrumpida en dos
sorprende en un minucioso contrapunto, en una or- ocasiones para acoger a esos «dos mitos platónicos»,
ganización más secreta de los temas, de los nom- o sea «rigurosamente originales». Y ambos aparecen
bres, de las palabras. Desanuda toda una simploqué en la apertura de una pregunta sobre la cosa escri-
— que entrelaza pacientemente los argumentos. Lo ta. Es sin duda menos aparente —¿y se ha observa-
magistral de la demostración se afirma y se borra do alguna vez?— respecto a la historia de las ciga-
en ello a la vez, con flexibilidad, ironía y discre- rras. Pero no es menos seguro. Los dos mitos siguen
ción. a la misma pregunta y no están separados más que
En particular —y ese será nuestro hilo suple- por un corto período, justo el tiempo de un rodeo.
mentario— toda la última parte (274 b ss.), consa- El primero no responde ciertamente a la pregunta,
grada, como se sabe, al origen, a la historia y al va- la suspende por el contrario, señala la pausa y te-
lor de la escritura, toda esa instrucción del proceso nemos que esperar a la vuelta que conducirá al se-
de la escritura deberá algún día dejar de aparecer gundo.
como una fantasía mitológica sobreañadida, un
Leamos. En el centro muy exactamente calcula-
apéndice del que el organismo del diálogo habría
do del diálogo —se pueden contar las líneas— se
muy bien podido prescindir sin menoscabo. En ver-
pregunta en efecto qué hay de la logografía (257 c).
dad, se apela rigurosamente a ella de upo a otro ex-
Fedro recuerda que los ciudadanos más poderosos
tremo del Fedro.
y los más honrados, los hombres más libres experi-
Siempre con ironía. ¿Pero qué ocurre aquí con mentan vergüenza por «escribir discursos» y dejar
la ironía y cuál es su mayor señal? El diálogo tiene tras de sí singrammata. Temen el juicio de la pos-
los únicos «mitos platónicos rigurosamente origina- teridad y quedar como «sofistas» (257 d). El logó-
les: la fábula de las cigarras en el Fedro y la de Zeuz grafo, en el sentido estricto del término, redactaba,
en el mismo diálogo (5)». Ahora bien, las primeras para los litigantes, discursos que no pronunciaba él
palabras de Sócrates, a la apertura de la conversa- mismo, que no asistía, si se puede decir, en persona,
ción, habían sido para «mandar a paseo» a los mito- y que producían sus efectos en ausencia suya. Es-
loguemas (229 c-230 a). No para recusarlos absolu-
cribiendo lo que no dice, no diría y sin duda no pen-
tamente, sino a la vez, enviándoles a paseo, hacién-
saría nunca de verdad, el autor del discurso ha
doles sitio, para liberarles de la ingenuidad pesada
acampado ya en la postura del sofista: el hombre
y seria de los «racionalistas» físicos, y para despo-
de la no-presencia y la no-verdad. La escritura es,
jarse de ellos en su relación consigo y con el saber
pues, ya escenificación. La incompatibilidad de lo
de sí.
Mandar á paseo a los mitos, despedirles, darles escrito y de lo verdadero se anuncia claramente en
el momento en que Sócrates se pone a narrar cómo
(5) P . FRUTIGER, Les Mythes de Platón, pág. 233.
los hombres son puestos fuera de sí por el placer,

.178 98
se ausentan de sí mismos, se olvidan y mueren en asigna la intuición. Una inscripción, el delficon
la voluptuosidad del canto (259 c). gramma, que es nada menos que un oráculo, prescri-
Pero la resolución es retrasada. La actitud de be a través de su cifra silenciosa, significa —como
Sócrates es aún neutral: escribir no es en sí una ac- se significa una orden— la autoscopia y la autogno-
tividad vergonzosa, indecente, infamante (aisjron). sis. Las mismas que Sócrates cree poder oponer a
Uno se deshonra únicamente escribiendo de manera la aventura hermenéutica de los mitos, abandonada
deshonrosa. ¿Pero qué es escribir de manera des- también a los sofistas (229 d).
honrosa? Y pregunta también Fedro: ¿Qué es escri- Y el jairein tiene lugar en nombre de la verdad.
bir de manera deshonrosa (calos)? Esta pregunta di- Los topoi del diálogo no son indiferentes. Los te-
buja la nervadura central, el gran pliegue que divi- mas, los lugares en el sentido de la retórica, están
de el diálogo. Entre esta pregunta y la respuesta estrechamente inscritos, comprendidos en parajes
que retoma sus términos, en la última parte («...sa- cada vez más significativos, son puestos en escena;
ber si justamente es decoroso o indecoroso el escri- y en esa geografía teatral, la unidad de lugar obe-
bir, en qué condiciones es bueno que se haga y en dece a un cálculo o a una necesidad infalibles. Por
cuáles no sería apropiado esa es una cuestión que ejemplo, la fábula de las cigarras no habría tenido
aún nos queda, ¿no?, 274 b), el hilo sigue sólido, si lugar, no habría sido narrada, Sócrates no hubiera
no visible, a través de la fábula de las cigarras, los recibido su incitación, si el calor, que pesa sobre
temas de la psicagogía, de la retórica y de la dia- toda la charla, no hubiese llevado a los dos amigos
léctica. fuera de la ciudad, al campo, junto al río Iliso. Mu-
Así, pues, Sócrates empieza por mandar a paseo cho antes de narrar la genealogía de la raza cigarra,
a los mitos; y en dos ocasiones frente a la escritura, Sócrates había evocado «la clara melodía de verano,
inventa dos de ellos, no, como veremos, por entero, que hace eco al coro de las cigarras» (230 c). Pero
pero sí con más libertad y espontaneidad que nunca no es el único de los efectos de contrapunto reque-
en su obra. Ahora bien, el jairein, al principio del ridos por el espacio del diálogo. El mito que sirve
Fedro, tiene lugar en nombre de la verdad. Se refle- de pretexto al jairein y al repliegue hacia la autos-
xionará en el hecho de que los mitos vuelven de su copia no puede surgir, desde los primeros pasos de
holganza en el momento y en nombre de la escri- ese paseo, más que ante el espectáculo del Iliso. ¿No
tura. es en estos lugares, pregunta Fedro, donde Boreo,
El jairein tiene lugar en nombre de la verdad: de de creer a la tradición, raptó a Oritia? Esa orilla, la
su conocimiento y más exactamente de la verdad en pureza diáfana de esas aguas debían acoger a las
el conocimiento de sí. Es lo que explica Sócrates jóvenes vírgenes, atraerlas incluso, como un ensal-
(230 a). Pero este imperativo del saber de sí no es mo, e incitarlas al juego. Sócrates propone entonces
primero sentido o dictado en la inmediatez transpa- por burla una docta explicación del mito en el estilo
rente de la presencia en sí. No es percibido. Sólo racionalista y fisicalista de los sofoi: es en el mo-
interpretado, leído, descifrado. Una hermenéutica mento en que jugaba con Farmacea (sin Farma*

.178 100
queia paizusan) cuando el viento boreal (jpneuina sería una sustancia, con todo lo que esa palabra
Boreu) empujó a Oritia y la precipitó al abismo, «al puede connotar, en realidad de materia de virtudes
pie de los peñascos próximos», «y que de las circuns- ocultas, de profundidad criptada que niega su am-
tancias mismas de su muerte nació la leyenda de su bivalencia al análisis, preparando ya el espacio de
rapto por Boreo. En cuanto a mí, estimo por mi la alquimia, si nó debiésemos llegar más adelante a
parte que explicaciones de este tipo, Fedro, tienen reconocerla como la anti-sustancia misma: lo que
su encanto, pero es preciso demasiado genio, dema- resiste a todo filosofema, lo que excede indefinida-
siada aplicación laboriosa, y no se encuentra del mente corno no-identidad, no-esencia, no-sustancia,
todo en ellas la felicidad...» y proporcionándole de esa manera la inagotable ad-
Esta breve evocación de Farmacea, al principio versidad de su fondo y de su ausencia de fondo.
del Fedro, ¿es una casualidad? ¿Un fuera-de-la obra?
Operando por seducción, el fármacon hace salir
Una fuente, «quizá de aguas medicinales», observa
de las vías y de las leyes generales, naturales o ha-
Robin, estaba consagrada a Farmacea cerca del Ili-
bituales. Aquí, hace salir a Sócrates de su lugar
so. Retengamos en todo caso esto, que una pequeña
propio y de sus caminos rutinarios. Estos le rete-
mancha, es decir, una malla (mácula), señalaba en
nían siempre en el interior de la ciudad. Las hojas
el fondo de la tela, durante todo el diálogo, la esce-
de escritura obran como un fármacon que empuja
na de esta virgen precipitada al abismo, sorprendida
o atrae fuera de la ciudad al que no quiso nunca
por la muerte jugando con Farmacea. Farmacea
salir de ella, ni siquiera en el último momento, para
(Farmaqueia) es también un nombre común que sig-
escapar a la cicuta. Le hacen salir de sí y le arras-
nifica la administración del farmacon, de la droga:
tran a un camino que es propiamente de éxodo:
del remedio y/o del veneno. «Envenenamiento» no
era el sentido menos corriente de «farmacea». Anti-
fón nos ha dejado el logograma de una «acusación FEDRO: ...pareces un extranjero al que se le
de envenenamiento contra una suegra» (Farma- guía, y no un indígena. ¡Lo cierto es que no de-
jas la ciudad, ni para viajar más allá de su fron-
queias cata tes metriías). Con su juego, Farmacea ha tera, ni, en resumidas cuentas, si no me equivo-
arrastrado a la muerte a una pureza virginal y a un co, para salir fuera de las Murallas!
interior inincidido. SÓCRATES: Sé indulgente conmigo, buen amigo:
Un poco más allá, Sócrates, compara con una me gusta aprender, ¿sabes? Y siendo así, los ár-
boles y el campo no consienten en enseñarme
droga (fármacon) los textos escritos que Fedro ha nada, pero sí los hombres de la ciudad. Tú, sin
llevado. Ese fármacon, esa «medicina», ese filtro, a embargo, pareces haber descubierto Ja droga que
la vez remedio y veneno, se introduce ya en el cuer- me obliga a salir (doqueis moi tes emes exodu to
po del discurso con toda su ambivalencia. Ese en- farmacon eurekenai). ¿No es agitando delante de
cantamiento, esa virtud de fascinación, ese poder ellos, cuando tienen hambre, una rama o una fru-
de hechizámiento pueden ser -—por turno o simul- ta, como se lleva a los animales? Así haces tu
conmigo: con discursos que ante mí tendrás así
táneamente— benéficos y maléficos. El fármacon en hojas (en bibliois), me harás circular por toda
in?
103
el Atica, y por otros lugares, por donde te plaz- ción, pero sin contrasentido, traducir la misma pa7
ca. En fin, sea lo que sea, y ya que por el mo- labra por «remedio», «veneno», «droga», «filtro», et-
mento he llegado hasta aquí, me parece bien,
por mi parte, tumbarme todo lo largo que soy. cétera. Se verá también hasta qué punto la unidad
Tú ponte en la postura que te parezca más có- plástica de ese concepto, su regla más bien y la ex-
moda para leer, y cuando la hayas encontrado, traña lógica que le vincula a su significante, han
lee (230 d e). sido dispersadas, enmascaradas, tachadas, ocultadas
con una relativa ilegibilidad por la imprudencia o
Es en ese momento, cuando Sócrates se ha tum- el empirismo de los traductores, sí, pero en primer
bado a todo lo largo y cuando Fedro ha adoptado la lugar por la temible e irreductible dificultad de la
postura más cómoda para manejar el texto o, si se traducción. Dificultad de principio que se basa me-
quiere, el fármacon, cuando se entabla la charla. Un nos μη el paso de una lengua a otra, de una lengua
discurso pronunciado —por Lisias o por Fedro en filosófica a otra, que en la tradición ya, lo veremos,
persona—, un discurso presentemente proferido en del griego respecto al griego, y violenta, de un no-
presencia de Sócrates no habría tenido el mismo filosofema a un filosofema. Con este problema de
efecto. Sólo logoi en bibliois, palabras diferidas, re- traducción nos toparemos nada menos que con el
servadas, envueltas, enrolladas, haciéndose espe- problema del paso a la filosofía.
rar en la especie y al abrigo de un objeto sólido, Los biblia que hacen salir a Sócrates de su re-
dejándose desear el tiempo de una camino, sólo serva, y del espacio en que le gusta aprender, ense-
letras así ocultadas pueden hacer comportarse de ñar, hablar, dialogar —el recinto resguardado de
ese modo a Sócrates. Si pudiese estar puramente la ciudad-—, esos biblia encierran el texto escrito por
presente, desvelado, desnudo, extranjero, si en el «el más hábil de los escritores actuales» (deinotatos
límite un logos no diferido fuese posible, no sedu- ón ton nin grafein). Se trata de Lisias. Fedro tiene
ciría. No arrastraría a Sócrates, como bajo los el texto o, si se quiere, el fármacon, escondido bajo
efectos de un fármacon, fuera de su camino. Antici- su manto. Lo necesita porque no se ha aprendido
pemos. Ya la escritura, el fármacon, el desvío. el texto de memoria. Este punto resulta importante
Se habrá observado que utilizamos una traduc- para lo que sigue, el problema de la escritura debe
ción consagrada de Platón, la de las ediciones Gui- vincularse al problema del «saber de memoria».
llaume Budé, que es una autoridad. Aquí para el Antes de que Sócrates se tumbase e invitara a Fedro
Fedro, la de Léon Robín. Seguiremos haciéndolo, in- a adoptar la postura más cómoda, este último ha-
sertando no obstante, cuando nos parezca oportuno bía propuesto restituir, sin ayuda del texto, el razo-
y, en cuanto a nuestro propósito, pertinente, el tex- namiento, el argumento, el plan del discurso de
to griego entre paréntesis. Así, por ejemplo, la pala- Lisias, su dianoia. Sócrates entonces le para: «Bue-
bra fármacon. Entonces aparecerá mejor, espera- no, pero primero, querido, enséñame lo que tienes
mos, esa polisemia regulada que ha permitido, por ahí en tu mano izquierda, bajo el manto... Apuesto
alabeamiento, indeterminación o sobredetermina- a q u e es el d i s c u r s o (ton logon auton)» (228 d). En-

.178 105
su virtud arqueo-lógica o paleo-lógica, se vislumbra
tre esta invitación y el comienzo de la lectura, mien- la inmensidad y la dificultad de esta última oposi-
tras que el fármacon circulaba bajo el manto de ción. Esta dificultad se señala —es, entre otros cien
Fedro, está la evocación de Farmacea y el descanso ejemplos, el que nos retiene aquí— en que la ver-
otorgado a los mitos. dad —-de origen— de la escritura como fármacon
¿Es, en fin, casualidad o armónico el que, antes será primero dejada a cargo de un mito. El de Zeuz,
incluso de que intervenga en el centro del mito de al que ahora llegamos.
Zeuz la presentación declarada de la escritura, re-
Hasta este momento del diálogo, en efecto, el
sulten asociados los biblia y los fármaca con una
fármacon y el grafema se han hecho señales, si se
intención más bien malévola o recelosa? A la ver-
puede decir, desde lejos, remitiendo indirectamente
dadera medicina, basada en la ciencia, son en efecto
el uno al otro, y como por azar, apareciendo y des-
opuestos, de un plumazo, la práctica empírica, la apareciendo juntos en la misma línea, por una ra-
operación según recetas aprendidas de memoria, el zón aún incierta, una eficacia bastante discreta y
conocimiento libresco y el uso ciego de las drogas. puede que después de todo no intencional. Pero
Todo eso, se nos dice, es manía: «Dirían, creo, que para terminar con esa duda, y suponiendo que las
este hombre está loco: por haber oído hablar de categorías de lo voluntario y de lo involuntario ten-
ello en algún párrafo de un libro (ek bibliu) o por gan aún alguna pertinencia absoluta en una lectura
haber conseguido por casualidad algunos remedios —lo que nosotros no creemos ni por un instante, al
(farmakiois), se figura que ya es médico, ¡y no en- menos al nivel textual en que nos movemos—, vaya-
tiende ni gota del asunto!» (268 c). mos a la última fase del diálogo, a la entrada en
Esta asociación de la escritura y del fármacon escena de Zeuz.
parece aún exterior; podría considerársela como ar-
Esta vez, sin rodeo, sin mediación oculta, sin
tificial y puramente fortuita. Pero la intención y
argumentación secreta, la escritura es propuesta,
la entonación son ciertamente las mismas: una so-
presentada, declarada, como un fármacon (274 é).
la, y la misma sospecha envuelve, en el mismo ges-
De alguna manera, se concibe que ese fragmen-
to, al libro y a la droga, a la escritura y a la eficacia
to haya podido ser aislado como un apéndice, un
oculta, ambigua, entregada al empirismo y a la ca-
suplemento añadido. Y a pesar de todo lo que le
sualidad, operando según las vías de lo mágico y no
invoca en las etapas precedentes, es cierto que Pla-
según las leyes de la necesidad. El libro, el saber
tón lo ofrece un poco como un divertimento, un
muerto y rígido encerrado en los biblia, las histo-
fuera-de-la obra o más bien un postre. Todos los
rias acumuladas, las nomenclaturas, las recetas y
temas del diálogo, temas e interlocutores, parecen
las fórmulas aprendidas de memoria, todo eso re-
agotados en el momento en que el suplemepto, la
sulta tan ajeno al saber vivo y a la dialéctica como
escritura o, si se quiere, el fármacon, son presen-
el fármacon ajeno a la ciencia médica. Y
tados: «Así, pues, por lo que se refiere, en los dis-
como el mito al saber. Tratándose de Platón, que
cursos, al arte y a la ausencia de arte (to men tejnes
supo en su momento tratar tan bien del mito, en

106 .178 106


te kai atejnias logón) (6), ya basta y sobra...» (274 b). decoroso o indecoroso escribir, en qué condiciones
Y sin embargo es en el momento de ese agotamien- es bueno que se haga y en cuáles no sería convenien-
to general cuando se instala y se organiza la cues- te, esa es una cuestión que aún no hemos dilucidado,
tión de la escritura (7). Y como lo anunciaba anterior- ¿no?» (274 b).
mente la palabra aisjron (o el adverbio aisjros), la Escribir, ¿es algo conveniente? ¿El escritor hace
cuestión de la escritura aparece como una cuestión un buen papel? ¿Sienta bien escribir? ¿Es algo que
moral. Lo que arriesga es la moralidad, tanto en el se puede hacer?
sentido de la oposición entre el bien y el mal, lo No, claro está. Pero la respuesta no es tan sen-
bueno y lo malo, como en el sentido de las costum- cilla y Sócrates no la hace suya inmediatamente en
bres, de la moralidad pública y del decoro social. un discurso racional, en un logos. La hace oir, la
Se trata de saber lo que se hace y lo que no se hace. delega a una akoé, a algo murmurado al oído: «Aho-
Esa inquietud moral no se distingue en nada de la ra bien, lo verdadero es ella [la akoe de los anti-
cuestión de la verdad, de la memoria y de la dialéc- guos] quien lo conoce; si pudiésemos, por nosotros
tica. Esta última cuestión, que en seguida apare- mismos, descubrirlo, ¿nos preocuparíamos de ver-
cerá como la cuestión de la escritura, se asocia al dad de lo que ha creído la humanidad?» (274 c).
tema moral, lo desarrolla incluso por afinidad de
esencia y no por superposición. Pero en un debate La verdad de la escritura, es decir, vamos a
convertido en muy presente por el desarrollo polí- verlo, la no-verdad, no podemos descubrirla en
tico de la ciudad, la propagación de la escritura y nosotros mismos por nosotros mismos. Y no es ob-
la actividad de los sofistas o de los logógrafos, el jeto de una ciencia, únicamente de una historia re-
primer acento se encuentra naturalmente puesto en citada, de una fábula repetida. La vinculación de la
las conveniencias políticas y sociales. El arbitraje escritura con el mito se precisa, como su oposición
propuesto por Sócrates juega en la oposición entre al saber y en especial al saber que uno saca de sí
los valores de conveniencia, y de inconveniencia (eu~ mismo, por sí misma. Y al mismo tiempo, por la
prepeiaj aprepeia): «...mientras que el saber si es escritura o .por el mito, se significan la ruptura ge-
nealógica y el alejamiento del origen. Se observará
(6) Robín traduce aquí, cuando se trata del logos, tejne sobre todo que aquello de lo que la escritura será
por arte. Más adelante, en el curso de la requisitoria, la
misma palabra, referida esta vez a la escritura, será tradu- acusada más tarde —de repetir sin saber— define
cida7 por «conocimiento técnico» (275 c). aquí el recorrido que lleva al enunciado y a la de-
( ) Si, en el Curso de Saussure, la cuestión de la escritu-
ra es excluida o regulada en una especie de excursus preli- terminación de su estatuto. Se comienza por repetir
minar y fuera de la obra, en el Ensayo sobre el origen de sin saber —por un mito— la ciefiiúción de la escri-
las lenguas, el capítulo que Rousseau le dedica está tam-
bién dado, a pesar de su importancia efectiva, como una tura: repetir sin saber. Este parentesco de la es-
especie de suplemento algo contingente, un criterio de com- critura y del mito, distinguidos una y otro del logos
plemento, «otro medio de comparar las lenguas y de juz-
gar sobre su antigüedad». Idéntica operación en la Enciclo- y de la dialéctica, se precisará a partir de ahora.
pedia de Hegel; cf.: «Le puits et la pyramide» (i-1968), en Después de haber repetido sin saber que la escri-
Hegel et la pensée moderne, P. U. F., 1970, col. «Epiméthée».
108» 109
tura consistía en repetir sin saber, Sócrates no hará hizo a Zeuz en uno y otro sentido: ¡|Mo acaba-
más que basar la demostración de su requisitoria, ríamos nunca de detallarlas! Pero, llegado el mo-
de su lagos, en las premisas del akoé, en las estruc- mento de tratar de los caracteres de la escritura:
turas legibles a través de una fabulosa genealogía «He aquí, oh rey, dijo Zeuz, un conocimiento (to
de la escritura. Cuando el mito haya recibido los macema) que tendrá como efecto hacer a los
primeros golpes, el logos de Sócrates abrumará al egipcios más instruidos y más capaces de acor-
darse (sofóterus kai mnemonikóterus): la memo-
acusado. ria así como la instrucción han hallado su reme-
dio (fármacon). Y el rey replicó.. » etc.

Cortemos aquí al rey. Está frente al fármacon.


Y se sabe que va a juzgar.
Inmovilicemos la escena y los personajes. Mire-
2. E L PADRE DEL LOGOS mos. La escritura (o, si se quiere, el fármacon) es,
pues, presentada al rey. Presentada: como una es-
pecie de presente ofrecido en homenaje por un va-
La historia comienza así: sallo a su soberano (Zeuz es un semi-dios que habla
al rey de los dioses), pero, ante todo, pomo una
SÓCRATES: ¡Pues bien!, he oído contar que vivió obra sometida a su apreciación. Y esta obra es un
junto a Naucratis, en Egipto, una de las antiguas arte, un poder obrero, una virtud operadora. Este
divinidades de allá, aquélla cuyo emblema sa-
grado es el ave que allí llaman, como sabes, el artefacto es un arte. Pero ese regalo aún es de va-
ibis, y que el nombre del dios era Zeuz. Fue él, lor incierto. El valor de la escritura —o del fárma-
pues, el primero que descubrió la ciencia del nú- con— es ciertamente dado al rey, pero es el rey
mero con el cálculo, la geometría y la astrono- quien le dará su valor. Quien fijará el precio de lo
mía, y también el trictrac y los dados y, entérate, que al recibir él constituye o instituye. El rey o el
los caracteres de la escritura (grammata). Y por dios (Zamus representa (8) a Ammón, el rey de los
otra parte, en aquella época, reinaba en todo
Egipto Zamus, cuya residencia era esa ciudad dioses, el rey de los reyes y el dios de los dioses.
del país alto que los griegos llaman Tebas de O basileu, le dice Zeuz) es así el otro nombre del
Egipto, y cuyo dios es llamado por ellos Ámmón. origen del valor. El valor de la escritura no será
Zeuz, habiendo ido a verle, le mostró sus artes:
«¡Es preciso, le dijo, comunicarlas a los demás (8) Zamus es sin duda, en Platón otro nombre del dios
egipcios!» Pero el otro le preguntó cuál podía Ammón, cuya figura más tarde, por sí misma, vamos a di-
ser la utilidad de cada una de ellas, y, según sus bujar (rey solar y padre de los dioses). Sobre esta cuestión,
y el debate a que habrá dado lugar, cf.: FRUTIGER, op. cit.,
explicaciones, según que las consideraba buenas pág. 233, n, 2, y sobre todo: EISLER, Platón und das agyptis-
o malas, pronunciaba ora una reprobación, ora che Alphabet, en Archiv für Geschichte der Philosophie,
un elogio. Numerosas fueron pues las reflexio- 1922; PAULY-WISSOWA, Real Encyclopddie der classichen Al-
nes que acerca de cada arte, se dice que Zamus tertumswissenschaft (art. Ammon); ROSCHER, Lexicón der
griechischen und romischen Mythologie (art. Thamus).
110»
111
ella misma, la escritura no tendrá valor más que si sutileza y un brillo incomparables, hecho que no
y en la medida en que el rey le preste atención. Este puede ser más significativo.
último no experimenta menos el fármacon como No más que el logos sea el padre. Pero el origen
un producto, un ergon, que no es el suyo, que le del logos es su padre. Se diría por anacronía que el
viene de fuera, pero también de abajo, y que espera «sujeto hablante» es el padre de su habla. Habrá
su juicio condescendiente para ser consagrado en que apresurarse a advertir que no hay en ello nin-
su ser y en su valor. Dios rey no sabe escribir pero guna metáfora, si al menos se entiende así el efecto
esta ignorancia o esta incapacidad dan testimonio corriente y convencional de una retórica. El logos
de su soberana independencia. No tiene necesidad es un hijo, pues, y que se destruiría sin la presencia,
de escribir, habla, dice, dicta, y su palabra basta. sin la asistencia presente de su padre. De su padre
Que un escriba de su secretariado añada o no el que responde. Por él y de él. Sin su padre no es ya,
suplemento de una transcripción es una consigna- justamente, más que una escritura. Es al menos lo
ción por esencia secundaria. que dice el que dice, es la tesis del padre. La especi-
A partir de esta posición, sin rechazar el home- ficidad de la escritura estaría relacionada, pues,
naje, el rey-dios lo despreciará, mostrará no sólo con la ausencia del padre. Semejante ausencia pue-
su inutilidad, sino también su amenaza y efectos de modalizarse de distintas maneras, distinta o con-
nocivos. Otra manera de no recibir la ofrenda de la fusamente, sucesiva o simultáneamente: haber per-
escritura. Al hacerlo, dios-el-rey-que-habla actúa co- dido a su padre, de muerte natural o violenta, por
mo un padre. El fármacon es aquí presentado al pa- cualquier tipo de violencia o por parricidio; luego
dre y por él rechazado, rebajado, abandonado, des- solicitar la asistencia, posible o imposible, de la
considerado. El padre desconfía y vigila siempre la presencia paterna, solicitarla directamente o ha-
escritura. ciendo como que se puede prescindir de ella, etc. Se
Incluso si no quisiéramos ahora dejarnos llevar sabe cómo insiste Sócrates en la miseria, lastimosa
por el fácil pasadizo que comunica entre sí a las o arrogante, del logos entregado a la escritura:
figuras del rey, del dios y del padre, bastaría con «... tiene siempre necesidad de la asistencia de su
prestar una atención sistemática —lo que, que p a d r e (tu patrós aei deitai boezu): p o r sí solo, en
nosotros sepamos, nunca se ha hecho— a la per· efecto, no es capaz ni de defenderse ni de asistirse
manencía de un esquema platónico que asigna el a sí mismo».
origen y el poder de la palabra, precisamente del Esta miseria es ambigua: apuro del huérfano,
logos, a la posición paternal. No es que eso se pro- ciertamente, que tiene necesidad no sólo de que se
duzca sólo y por excelencia en Platón. Se sabe o se le asista con una presencia, sino de que se le asista
imagina con facilidad. Pero sí que el «platonismo», y se vaya en su ayuda; pero compadeciendo al huér-
que instala a toda la metafísica occidental en su fano, se le acusa también, y a la escritura, de pre-
conceptualidad, no escapa a la generalidad de esa tender alejar al padre, de emanciparse con compla-
obligación estructural, la ilustra incluso con una cencia y suficiencia. Desde la posición de quien tie-

.178 112
ne el cetro, el deseo de la escritura es indicado, de- resulta anacrónico. Destruye la intención y la uni-
signado, denunciado como el deseo del huérfano y dad orgánica de una significación. Pues sólo el dis-
la subversión parricida. ¿No es ese fármacon crimi- curso «vivo», sólo un habla (y no un tema, un ob-
nal, no es un regalo envenenado? jeto o un asunto de discurso) puede tener un pa-
El estatuto de ese huérfano que ninguna asisten- dre; y según una necesidad que no va a dejar ahora
cia puede tomar a su cargo recubre el de un grafein de aclarársenos, los logoi son hijos. Lo bastante
que, no siendo hijo de nadie en el momento mismo vivos como para protestar si llega la ocasión y para
en que llega a la inscripción, apenas sigue siendo dejarse preguntar, capaces, a diferencia de las co-
hijo y ya no reconoce sus orígenes: en el sentido sas escritas, de responder, también, cuando su pa-
del derecho y del deber. A diferencia de la escritu- dre está allí. Son la presencia responsable de sui
ra, el logos vivo es vivo por tener un padre vivo (en padre.
tanto que el huérfano se encuentra medio muerto),
Algunos, por ejemplo, descienden de Fedro, y
un padre que está presente, en pie junto a él, tras
éste es llamado en su defensa. Citemos una vez más
él, en él, sosteniéndole con su rectitud, asistiéndole
a Robin, quien esta vez traduce logos no por «te-
personalmente y en su propio nombre. El logos vivo
ma», sino por «argumento», e interrumpe con diez:
reconoce su deuda, vive de ese reconocimiento y se
líneas de intervalo el juego sobre la tejné ton logón.
prohibe, cree poder prohibirse, el parricidio. Pero
(Se trata de esa tejné de que disponían o preten-
la prohibición y el parricidio, como las relaciones
dían disponer los sofistas y los retores, a la vez arte
entre la escritura y el habla, son estructuras lo bas-
e instrumento, receta, «tratado» oculto, pero trans-
tante sorprendentes como para que más adelante
misible, etc.). Sócrates considera aquí ese proble-
tengamos que articular el texto de Platón entre un
ma entonces clásico a partir de la oposición éntre-
parricidio prohibido y un parricidio declarado. Ase-
la persuasión (peizó) y la verdad (aleceia) (260 a)_
sinato diferido del padre y rector.
El Fedro bastaría ya para probar que la respon-
SÓCRATES: Estoy de acuerdo, al menos en el caso*
sabilidad del logos, de su sentido y de sus efectos, de que los argumentos (logoi) que se presenten
atañe a la asistencia, a la presencia como presencia en el estrado atestigüen en favor suyo, en que
del padre. Hay que interrogar incansablemente a es un arte (tejné). Pero tengo algo así como una
las «metáforas». Así, Sócrates, dirigiéndose a Erós: idea que oigo a otros, que se presentan a conti-
«Si, en el pasado, hemos dicho algo demasiado duro nuación; y se trata de esos argumentos que pro-
respecto a ti, tanto Fedro como yo, es a Lisias, el testan de que miente y de que no es ijn arte,
padre del tema (ton tu logu patera), a quien debes sino una rutina desprovista de arte: «Del habla.
(Tu de leguein), dice el laconio, un arte auténti-
recriminar» (257 b). Logos tiene aquí el sentido de co, si no está unida a la Verdad, ni existe ni po-
discurso, de argumento propuesto, de propósito drá existir nunca en el futuro.»
principal que anima la charla hablada (el logos). FEDRO: ¡ESOS argumentos, Sócrates, precisamos!:
Traducirlo, como hace Robin, por «tema» no sólo (Tutón dei ton logon, o Sócrates) ¡Vamos!, dilos

115»
242
ahora; pregúntales: ¿qué dicen y en qué térmi- un organismo engendrado. Un organismo: un cuer-
nos (ti kai pos légusin)? po propio diferenciado, con un centro y extremida-
SÓCRATES: Apareced pues, nobles criaturas (guen- des, articulaciones, una cabeza y pies. Para ser «con-
nata), y persuadid a Fedro, padre de hermosos
hijos (calipaida te Fraidon), de que, si no ha fi- veniente», un discurso escrito debería someterse
losofado dignamente, no será digno de hablar de como el propio discurso vivo a las leyes de la vida.
nada. Que Fedro responda ahora... (260 e-261 a). La necesidad logográfica (ananké logografiké) de-
bería de ser análoga a la necesidad biológica o más
Es otra vez Fedro, pero esta vez en el Banquete, bien zoológica. Sin lo cual, ¿no?, ya no tiene ni pies
quien debe hablar en primer lugar porque «ocupa ni cabeza. Se trata de estructura y de constitución
el primer puesto y es al mismo tiempo el padre del en el riesgo, corrido por el logos, de perder por es-
tema» (pater tu logu) (177 d). critura tanto sus pies como su cabeza:
Lo que seguimos, provisionalmente y por como-
didad, llamando una metáfora pertenece en todo SÓCRATES: ¿Pero qué decir por otra parte? ¿No
caso a un sistema. Si el logos tiene un padre, si no tiene aspecto de haber arrojado en un montón
existe un logos más que asistido por su padre, es confuso los elementos del tema (ta tu logu)? ¿O
que es siempre un ser (on) e incluso una clase del es que existe alguna evidente necesidad que obli-
gue a lo que viene en segundo lugar en su dis-
ser (Sofista 260 a), y con más precisión un ser vivo. curso a ser puesto en el segundo lugar, en vez
El logos es un zóon. Ese animal nace, crece, perte- de cualquier otra cosa de las que ha dicho? En
nece a la fisis. La lingüística, la lógica, la dialéctica cuanto a mí, como no entiendo nada, he tenido
y la zoología se mezclan aquí. la impresión de que, honradamente, las iba di-
Describiendo al logos como un zóon, Platón si- ciendo según le llegaban al escritor, ¿Sabes tú
gue a ciertos retores y sofistas que a la rigidez ca- de alguna necesidad logográfica que le haya obli-
gado a alinear así los elementos uno tras otro?
davérica de la escritura opusieron antes que él el
FEDRO: ¡Eres muy amable juzgándome capaz de
habla viva, que se regula infaliblemente sobre las discernir con tal precisión sus intenciones!
necesidades de la situación actual, las esperanzas y SÓCRATES: Por lo menos, sí que creo que tú afir-
la petición de los interlocutores presentes, husmean- marías esto: que todo discurso (logon) debe de
do los lugares en que debe aparecer, fingiendo ple- estar constituido (sinestanai) como un ser ani-
garse en el instante en que se hace a la vez persua- mado (ósper zóon): tener un cuerpo que sea suyo,
siva y apremiante (9). para no resultar sin pies ni cabeza, sino tener un
medio y dos extremos, y que hayan sido escri-
El logos, ser vivo y animado, es, pues, también tos de forma que se acuerden entre sí y con el
todo (264 be).
(») La asociación logos-zóon aparece en los discursos de
Isócrates Contra los sofistas y de Alcidamas Sobre los so-
fistas. Cf. también W. Süss, quien compara línea por línea Ese organismo engendrado debe de ser bien na-
esos dos discursos, y el Fedro en Ethos, Studien zur alteren cido, de buena raza: «¡guennaia », así es como in-
griechischen Rhetorik (Leipzig, 1 9 1 0 , págs. 3 4 ss.), y A . DIES,
«Philosophie et rhétorique», en Autour de Platón, I, pág. 103. terpelaba Sócrates, recordemos, a los logoi, esas

.178 117
«nobles criaturas». Eso implica que ese organismo, sa/efecto o engendrador/engendrado, sino por la
puesto que es engendrado, tenga un principio y un instancia del logos? Sólo un poder de discurso tiene
fin. La exigencia de Sócrates se vuelve aquí precisa un padre. El padre es siempre el padre de un ser
e insistente: un discurso debe tener un principio y vivo/que habla. Dicho de otro modo, es a partir del
un fin, empezar por el principio y terminar por el logos cómo se anuncia y se da a pensar algo como
final: «Está muy lejos, me parece, de hacer lo que la paternidad. Si hubiese una simple metáfora en la
pretendemos, el hombre que no coge el tema por el locución «padre del logos», la primera palabra, que
principio, sino más bien por el final, intentando re- parecería la más familiar, recibiría, sin embargo, de
correrlo nadando de espaldas y hacia átrás, y que la segunda más significación de la que ella le trans-
empieza por lo que el enamorado diría a su amada mitiría. La primera familiaridad tiene siempre al-
cuando ya hubiese terminado» (264 a). Las implica- guna relación de cohabitación con el logos. Los se-
ciones y las consecuencias de semejante norma son res-vivos, padre e hijo, se nos anuncian, se relacio-
enormes, pero lo bastante evidentes como para que nan mutuamente en la domesticidad del logos. De
no insistamos en ellas. Resulta que el discurso ha- donde no se sale, a pesar de las apariencias, para
blado se comporta como una persona asistida en su pasar, por «metáfora», a un dominio extranjero en
origen y presente en lo suyo propio. Logos: «Sermo que se encontrarían padres, hijos, seres vivos, toda
tanquam persona ipse loquens», dice un Léxico pla- suerte de seres perfectamente cómodos para expli-
tónico (10). Como toda persona, el logos-zóon tiene car a quien no lo supiera, y por comparación, lo
un padre. que pasa con el logos, esa cosa extraña. Aunque ese
Pero ¿qué es un padre hogar sea el hogar de toda metaforicidad, «padre
¿Debe suponérsele conocido y con este término del logos» no es una simple metáfora. Habría una
—conocido— aclarar el otro término, con lo que para enunciar cómo un ser vivo incapaz de lenguaje,
nos precipitaríamos a aclarar como una metáfora? si nos obstinamos aún en creer en algo de esa clase,
Se diría entonces que el origen o la causa del logos tiene un padre. Hay, pues, que proceder a la inver-
es comparado a lo que sábemos que es la causa de sión general de todas las direcciones metafóricas,
un hijo vivo, su padre. Se comprendería o imagina- no preguntar si un logos puede tener un padre, sino
ría el nacimiento y el proceso del logos a partir de comprender que aquello de lo que el padre preten-
un terreno extraño a él, la transmisión de la vida de ser el padre no puede ir sin la posibilidad esen-
o las relaciones de generación. Pero el padre no es cial del logos.
el engendrador, el procreador «real» antes y fuera El logos deudor de un padre, ¿qué quiere decir?
de toda relación de lenguaje. ¿En qué se distingue, ¿Cómo al menos leerlo en la capa del texto platóni-
en efecto, la relación padre/hijo de la relación cau- co que aquí nos interesa?
La figura del padre, es sabido, es igualmente la
(10) F R . AST., Lexique platonicien. Cf. también Z . PARAIN,
Essai sur le logos platonicien, 1942, pág. 211, y P. Louis, Les del bien (ágazon). El logos representa a ^quello de
Métaphores de Platón, 1945, págs. 43-44. lo que es deudor, el padre, que es también un jefe,

.178 118
la carnada humana o animal, como el fruto de la
un capital y un bien. O más bien el jefe, el capital, el simiente confiada al campo, como el interés de un
bien. Pater quiere decir en griego todo eso a la vez. capital; es un rédito. Se puede seguir en el texto
Ni los traductores ni los comentaristas de Platón platónico la distribución de todas esas significacio-
parecen haberse dado cuenta del juego de esos es- nes. El significado de pater es incluso en ocasiones
quemas. Es muy difícil, reconozcámoslo, respetarlo inclinado en el sentido exclusivo* de capital finan-
en una traducción, y así se explica, por lo menos, ciero. En la República incluso, y no lejos del pasaje
el hecho de que no se le haya interrogado nunca. que acabamos de citar. Uno de los defectos de la
Así, en el momento en que, en la República (V, 506 e), democracia consiste en el papel que algunos hacen
Sócrates renuncia a hablar del bien mismo, propone representar en ella al capital: «Y sin embargo esos
inmediatamente reemplazarlo por su ékgonos, por usureros que van con la cabeza gacha, sin ver apa-
su hijo, su retoño: rentemente a esos desdichados, hieren con su agui-
jón, es decir, con su dinero, a todos los restantes
«... dejemos ahí por ahora la investigación ciudadanos que se exponen a ellos, y, centuplicando
del bien tal como es en sí mismo; me parece de- los intereses de su capital (tu patros ekgonus tokus
masiado elevado para que el impulso que tene-
mos nos lleve ahora hasta la concepción que yo pollaplasius), multiplican en el Estado los zánganos
me formo de él. Pero sí quiero deciros, si os pa- y los bribones» (555 e).
rece, lo que creo que es el retoño (ékgonos) del Ahora, de ese padre, de ese capital, de ese bien,
bien y su imagen más parecida; si no, dejemos de ese origen del valor y de los seres que aparecen,
la cuestión.
Pues bien, dijo, habla; ya te harás perdonar no se puede hablar simple o directamente. Primero
otra vez explicándonos lo que es el padre. porque no se les puede mirar más al rostro que al
Quieran los dioses, respondí, yo pagar, y sol. Relean aquí, respecto a ese cegamiento ante el
vosotros recibir esa explicación que os debo, en rostro del sol, el célebre pasaje de la República
lugar de limitarnos, como lo hacemos, a sus in- (VII, 515 c ss.).
tereses (tokus). Tomad pues ese fruto, ese reto-
ño del bien en sí (tókon te kai ékgonon autú tu Así, pues, Sócrates evocará únicamente al sol
agazú).» sensible, hijo parecido y análogon del sol inteligi-
ble: «Pues bien, ahora, entérate, dije, es al sol a
Tokos, que está aquí asociado a ékgonos, signi- quien me refería como a hijo del bien (ton tu agazu
fica la producción y el producto, el nacimiento y el
ekgonon), que el bien ha engendrado a semejanza
hijo, etc. Esta palabra funciona con ese sentido de
suya (on tagazon eguenne sen analogon), y que es,
los dominios de la agricultura, de las relaciones de
parentesco y de las operaciones fiduciarias. Ningu- en el mundo visible, con relación a la vista y a los
no de esos dominios escapa, ya lo veremos, a la in- objetos visibles, lo que el bien e$ en el mundo inte-
versión y a la posibilidad de un logos. ligible, en relación a la inteligencia y a los objetos
En tanto que producto, el tókos es tanto el hijo, inteligibles» (508 c).

121»
242
¿Cómo intercede el logos en esta analogía éntre en el movimiento mismo en que se ausenta y se
el padre y el hijo, el numene y el oromene? vuelve invisible, pidiendo así ser suplido, con la di-
El bien, en la figura visible-invisible del padre, ferencia y la diacriticidad, Sócrates presenta o des-
del sol, del capital, es el origen de los onta, de su cubre la posibilidad siempre abierta del kibdelon,
aparición y de su llegada al logos, quien a la vez los lo que resulta falsificado, alterado, mentiroso, en-
reúne y los distingue: «Hay gran número de cosas gañador, equívoco. Tened cuidado, dice, de que no
bellas, gran número de cosas buenas, gran número os vaya yo a engañar dándoos una cuenta falsifica-
de todo tipo de otras cosas, cuya existencia afirma- da de los intereses (kibdelon apodidus ton logon tu
mos y que distinguimos en el lenguaje» (einai fu- toku). Kibdeleuma, es la mercancía falsificada. El
men te kai diozizomen tó logó) (507 b). verbo correspondiente (kibdeleuó) significa «alterar
El bien (el padre, el sol, el capital) es, pues, la una moneda o una mercancía, y, por extensión, ser
fuente oculta, iluminadora y cegadora, del logos. Y de mala fe».
como no se puede hablar de lo que permite hablar Este recurso al logos, ante el miedo a resultar
(prohibiendo que se hable de él o que se le hable cegado por la intuición directa del rostro del padre,
cara a cara), se hablará únicamente de lo que habla del bien, del capital, del origen del ser en sí, de la
y de las cosas de que, a excepción de una sola, se forma de las formas, etc., ese recurso al logos como
habla constantemente. Como no se puede dar cuen- a lo que nos mantiene a resguardo del sol, a resguar-
ta o razón de aquello respecto a lo cual el logos do bajo él y de él, Sócrates lo propone en otro lu-
(cuenta o razón: vatio) es responsable o deudor, co- gar, en el orden análogo de lo sensible o de lo visi-
mo no se puede contar el capital y mirar al jefe a la ble; citaremos largamente ese texto. Aparte de su
cara, habrá que, por operación discriminativa y dia- interés propio, tiene, en efecto, en la traducción
crítica, contar el plural de los intereses, de los ré- consagrada, siempre la de Robin, deslizamientos,
ditos, de los productos, de los retoños: «Pues bien, si se puede decir, muy significativos ( n ) . Se trata,
dijo, habla (legue); otra vez te harás perdonar ex- en el Fedón, de la crítica a los «físicos»:
plicándonos lo que es él padre. Quieran los dio-
ses, respondí, que podamos, yo pagar y vosotros «¡Pues bien!, repuso Sócrates, éstas fueron
recibir esa explicación que os debo, en lugar de li- después mis reflexiones, y luego que me hube
mitarnos, como lo hacemos, a sus intereses. Tomad, desanimado del estudio del ser (ta onta): debía
debía tener mucho cuidado con ese accidente de
pues, este fruto, este retoño del bien en sí; pero te- que son víctimas los espectadores de un eclipse
ned cuidado no os vaya yo a engañar sin querer, de sol en su observación; puede ocurrir en efec-
dándoos una cuenta (ton logon) equivocada de los to que algunos de ellos pierdan la vista, por no
intereses (tu toku)» (507 a). observar en el agua o con algún procedimiento
De este pasaje retendremos también que con la
cuenta (logos) de los suplementos (ál padre-capital- ( n ) Debo a la amistad y a la atención de Francine Mar-
bien- origen, etc.), con lo que viene después del uno kovits el haberlo observado. Desde luego, hay que cotejar
este texto con los de los libros VI y VII de la República.

.178 123
análogo la imagen (eikona) del astro. Sí, es en Hermes Trismegisto, había dictado unos
algo de ese tipo en lo que yo pensaba por mi libros, en número variable (42, según Cle-
mente de Alejandría; 20.000, según Yám-
parte; temí volverme completamente ciego del blico; 36.525, según los sacerdotes de Zot,
alma, fijando así mis ojos en las cosas y esfor- que también es Hermes): todas las cosas
zándome, con cada uno de mis sentidos, por en- del mundo estaban escritas en ellos. Frag-
trar en contacto con ellas. Me pareció desde en- mentos de esa biblioteca imaginaria, com-
pilados o fraguados a partir del III siglo,
tonces indispensable refugiarme donde las ideas componen lo que se llama el Corpus her-
(én logois) e intentar ver en ellas la verdad de meticum...» (Jorge Luis Borges).
las cosas... Así, después de haber tomado en cada «A sense of fear of the unknown moved
caso como base la idea (logon) que resulta a mi in the heart of his weariness, a fear of
symbols and portents, of the hawlike man
juicio más sólida, etc.» (99 d-100 a). whose ñame he bore soaring out of his
captivity on osier woven wing, of Thoth,
El logos es, pues, el recurso, hay que volverse the god of writers, writing with a reed
upon a tablet and bearing on his narrow
a él, y no sólo cuando la fuente solar está presente ibis head the cusped moon» (A Portrait of
y puede quemarnos los ojos si los fijamos en ella; the Artist as a Young Man).
«Otra escuela declara que ya ha pasado
hay que volverse también al logos cuando el sol pa- todo el tiempo y que nuestra vida apenas
rece ausentarse en su eclipse. Muerto, extinguido u es el recuerdo o el reflejo crepuscular, y
sin duda falseado y mutilado, de un pro-
oculto, ese astro resulta más peligroso que nunca. ceso irrecuperable. Otra, que la historia del
Dejemos correr esos hilos. No los hemos ido si- universo —y en ella nuestras vidas y el
más mínimo detalle de nuestras vidas—
guiendo más que para dejarnos llevar del logos al es la escritura que produce un dios sub-
padre, y unir la palabra al kirios, al amo, al señor, alterno para entenderse con un demonio.
Otra, que el universo es comparable a esas
otro nombre dado en la República al bien-sol-capi- criptografías en las que todos los símbo-
tal-padre (508 a). Más tarde, en el mismo tejido, en los no tienen igual valor...» (Jorge Luis
Borges).
los mismos textos, sacaremos otros hilos, y de nue-
vo los mismos para ver urdirse o desanudarse otros
diseños.
Quisiéramos únicamente inducir a pensar que
la espontaneidad, la libertad, la fantasía atribuidas
a Platón en la leyenda de Zeuz fueron vigiladas y
limitadas por rigurosas necesidades. La organiza-
3. LA INSCRIPCIÓN DE LOS HIJOS: ZEUZ, HERMES, ción del mito se somete a poderosas exigencias. Es-
ZOT, NABU, NEBO tas coordinan en sistema reglas qμe aparecen ora
en el interior de lo que recortarnos empíricamente
como «obra de Platón» (acabamos de indicar algu-
«La historia universal siguió su curso;
los dioses demasiado humanos que Jenó- nas de ellas), como «cultura» o «lengua griega», ora,
fanes había atacado fueron destituidos al en el exterior, en la «mitología extranjera». A la
rango de ficciones poéticas o de demo-
nios, pero se pretendió que uno de ellos, cual Platón no sólo ha tomado prestado, y tomado

.178 125
iin elemento simple: la identidad de un personaje, relación de los temas, de los conceptos y de los sig-
Zot, el dios de la escritura. No se puede, en efecto, nificantes en que aparecen sus intervenciones, todo
hablar, a falta además de saber lo que esa palabra ello organiza los rasgos de una figura muy señala-
podría querer decir aquí, de un préstamo, es decir, da. La analogía estructural que los relaciona con
de una suma exterior y contingente. Platón ha de- otros dioses de la escritura, y en primer lugar con
bido conformar su relato a leyes de estructura. Las el Zot egipcio, no puede ser efecto de un préstamo
más generales, las que dirigen y articulan las opo- dividido o total, ni de la casualidad o de la imagina-
siciones habla/escritura, vida/muerte, padre/hijo, ción de Platón. Y su inserción simultánea, tan rigu-
amo/servidor, primero/segundo, hijo legítimo/huér- rosa y tan estrecha, en la sistemática de los filoso-
fano-bastardo, alma/cuerpo, dentro/fuera, bien/mal, femas de Platón, ese ayuntamiento de lo mitológico
serio/juego, día/noche, sol/luna, etc., dominan igual- y de lo filosófico remite a una necesidad más pro-
mente y según las mismas configuraciones las mi- funda.
tologías egipcia, babilónica, asiría. Otras también, Sin duda, el dios Zot tiene varios rostros, varias
sin duda, que no tenemos ni intención ni medios de épocas, varios hábitats (13). El encabalgamiento de
situar aquí. Interesándonos en el hecho de que Pla- los relatos mitológicos en que aparece no debe ser
tón no ha tomado prestado solamente un elemento despreciado. No obstante, se distinguen por doquier
simple, ponemos, pues, entre paréntesis el problema invariantes que se dibujan con caracteres subraya-
de la genealogía faetual y de la comunicación empí- dos, con rasgos realzados. Estaríamos tentados a
rica, efectiva, de las culturas y de las mitologías (12). decir que constituyen la identidad permanente de
Sólo queremos anunciar la necesidad interna y es- ese dios en el panteón, si su función, como vamos
tructural que pudo hacer posibles tales comunica- a ver, no fuese el trabajar justamente por la dislo-
ciones y todo contagio eventual de los mitemas. cación subversiva de la identidad en general, em-
Platón no describe ciertamente el personaje de pezando por la del principado teológico.
Zeuz. Ningún carácter concreto le es atribuido, ni ¿Cuáles son los rasgos pertinentes para intentar
en el Fedro ni en la brevísima alusión del Filebo. reconstruir la semejanza estructural entre la figura
Tal es al menos la apariencia. Pero mirándolo con platónica y otras figuras mitológicas del origen de
atención, debemos reconocer que su situación, el la escritura? La puesta en evidencia de esos rasgos
contenido de su discurso y de sus operaciones, la no debe únicamente servir para determinar cada
una de las significaciones en el juego de las oposi-
(12) Aquí 110 podemos más que remitir a todos los tra- ciones temáticas, tales como acabamos de ponerlas
bajos sobre las comunicaciones de Grecia con Oriente y el en serie, o en el discurso platónico, o en una confi-
Oriente Medio. Se sabe que son abundantes. Sobre Platón,
sus relaciones con Egipto, la hipótesis de su viaje a Helio- guración de las mitologías. Debe abrirse sobre la
polis, los testimonios de Estrabón y de Diógenes Laercio, problemática general de las relaciones entre mite-
se hallarán las referencias y documentos fundamentales en
la Révélatioú d'Hermés Trismégiste, de Festugiére (t. I);
Platón a Héliopolis d'Egypte, de R. Godel; Les Prétres de (!3) Cf.: JACQUES VANDIER, La Religión égyptienne, P.U.F.„
l'ancienne Egypte, de S. Sauneron. 1949, en especial pág. 64-65.

242 127»
mas y jfilosofemas en el origen del logos occidental. mos, pues, aquí a un sol oculto, padre de todas las
Es decir, de una historia —o más bien de la histo- cosas, que se deja representar por el habla.
ria— que se ha producido por completo en la dife- La unidad configurativa de esas significaciones
rencia filosófica entre mizos y logos, hundiéndose —el poder del habla, la creación del ser y de la vida,
ciegamente en ella como en la evidencia natural de el sol (es decir, también, ya lo veremos, el ojo), el
su propio elemento. ocultarse— se conjuga en lo que podríamos llamar
En el Fedro, el dios de la escritura es, pues, un la historia del huevo o el huevo de la historia. El
personaje subordinado, un segundo, un tecnócrata mundo nació de un huevo. Con más precisión, el
sin poder de decisión, un ingeniero, un servidor as- creador vivo de la vida del mundo nació de un hue-
tuto e ingenioso admitido a audiencia ante el rey vo: el sol, pues, fue primero llevado dentro de la
de los dioses. Este ha tenido a bien recibirle. Zeuz cáscara de un huevo. Lo cual explica varios rasgos
presenta una tejné y un fármacon al rey, padre y de Amon-Ré: es también un ave, un halcón («Soy
dios que habla u ordena con voz soleada. Cuando el gran halcón surgido de su huevo»). Pero en tanto
éste haya hecho oir su sentencia, cuando la haya que origen del todo, Amon-Ré es también el origen
dejado caer desde lo alto, cuando haya al mismo del huevo. Se le designa ora como pájaro-sol nacido
tiempo prescrito no prestar atención al fármacon, del huevo, ora como pájaro originario, portador del
entonces Zeuz no responderá. Las fuerzas en pre- primer huevo. En ese caso, y como el poder del
sencia quieren que permanezca en su lugar. habla forma un todo con el poder creador, algunos
¿No ocupa el mismo lugar en la mitología egip- textos nombran al «huevo del gran cacareador».
cia? Allí, también, Zeuz es un dios engendrado. A No tendría aquí ningún sentido el plantear la cues-
menudo se llama el hijo del dios-rey, del dios-sol, de tión, a la vez trivial y filosófica, de «el huevo y la
Amon-Ré: «Soy Zot, hijo mayor de Ré» (14). Re (sol) gallina», de la anterioridad lógica, cronológica u
es el dios creador y engendra por mediación del ontológica de la causa sobre el efecto. A esta pre-
verbo (1B). Su otro nombre, por el que se le desig-
na precisamente en el Fedro, es Amón. Sentido trans- nombre, lo ignoramos. Se pronunciaba, sin embargo, de
la misma forma que otra palabra que significaba «escon-
mitido de ese nombre propio: el oculto (16). Tene- der», «esconderse», y los escribas jugaron con esa asonan-
i cia para definir a Ammón como el gran dios que esconde
(14) Cf.: S. MORENZ, La Religión égyptienne, Payot, 1962, su aspecto real a sus hijos... Pero algunos no dudaron en
ir más lejos aún: Hecateo de Abdera recogió una tradición
página 58. Esta fórmula es notable, según Morenz, por la sacerdotal según la cual ese nombre (Ammón) sería el
presencia de la primera persona. «Esta rareza nos parece término empleado en Egipto para llamar a alguien... Es
notable porque tales fórmulas son frecuentes en los him- exacto que la palabra amoini significa «ven», «ven aquí»;
nos compuestos en griego y que hacen intervenir a la diosa es un hecho, por otra parte, que ciertos himnos empiezan
egipcia Isis («Yo soy Isis», etc.); débemos, pues, preguntar- por las palabras Amoini Amun... «Ven a mí, Ammón». La
nos 15
si no traiciona un origen extraegipcio de estos himnos.» simple asonancia de esas dos palabras incitó a los sac
( ) Cf.: S . SAUNERON, op. cit., pág. 123: «El dios ini- dotes a creer en alguna relación íntima entre ellas —en
cial, para crear, no tuvo más que hablar, y los seres y las encontrar en ella la explicación del nombre divino: «Asi,
cosasle evocados nacieron a su voz¿, etc. dirigiéndose al dios primordial... como a un ser invisible
( ) Cf.: MORENZ, op. cit.f pág. 4 6 , y SAUNERON, quien y escondido, le invitan y le exhortan, llamándole Amón,
precisa a este respecto: «Lo que.significa exactamente su a mostrarse a ellos y a descubrirse» (op. cit., pág. 127).

.178 129
cundaria. Y cuando Zot recurre a la lengua hablada
gunta algunos sarcófagos han respondido magnífi- en vez de a la escritura, lo que es más bien raro,
camente: «Oh, Re, que te encuentras en tu huevo.» no resulta ser el autor o el iniciador absoluto del
Si añadimos que el huevo es un «huevo escondi- lenguaje. Introduce, por el contrario, la diferen-
do» (17) habremos constituido, pero también abier- cia en la lengua, y es a él a quien se atribuye el ori-
to, el sistema de esas significaciones. gen de la pluralidad de lenguas (20). (Nos pregunta-
La subordinación de Zot, de ese ibis, hijo mayor remos más adelante, volviendo a Platón y al Filebo,
del pájaro originario, se señala de varias formas: si la diferenciación es un momento segundo y si
en la doctrina memfita, por ejemplo, Zot es el eje- esa «secundariedad» no es el surgimiento del gra-
cutante, por la lengua, del proyecto creador de Ho- fema como origen y posibilidad del logos mismo. En
rus O8). Lleva los signos del gran dios-sol. Le inter- el Filebo, Zeuz es, en efecto, evocado como autor
preta como portavoz suyo. Ε igual que su homólogo de la diferencia: de la diferenciación en la lengua
griego Hermes, del que, por otra parte, no habla y no de la pluralidad de lenguas. Pero nosotros
nunca Platón, representa el papel del dios mensa- pensamos que ambos problemas son inseparables
jero, del intermediario astuto, ingenioso y sutil que en sus raíces.)
hurta y se oculta siempre. El dios (del) significante. Dios del lenguaje segundo y de la diferencia lin-
Lo que debe enunciar o informar en palabras, Horus güística, Zot no puede convertirse en dios de la pa-
ya lo ha pensado. La lengua de que se le hace depo- labra creadora más que por sustitución metonímica,
sitario y secretario no hace, pues, más que repre- por desplazamiento histórico y en ocasiones por
sentar, para transmitir su mensaje, un pensamiento subversión violenta.
divino ya formado, un designio decretado (19). El
mensaje no es, representa únicamente al momento La sustitución pone así a Zot en lugar de Re co-
absolutamente creador. Es un habla segunda y se- mo a la luna en lugar del sol. El dios de la escritura
se convierte así en suplente de Re, añadiéndose a
(«) Cf.: MORENZ, op. pit., págs. 2 3 2 - 2 3 3 . El parágrafo él y reemplazándole en su ausencia y esencial des-
que aquí se cierra habrá notado que esta farmacia de Pla- aparición. Tal es el origen de la luna como suple-
tón arrastra también al texto de Bataille, inscribiendo en
la historia del huevo el sol de la parte maldita. El con-
junto de este ensayo no es, por su parte, corno se habrá (20) J. Cerny cita un himno a Zot que comienza en es-
comprendido en seguida, otra cosa que una lectura de tos términos: «Salve a ti, Zot-Luna, que hiciste distintas
Finnegans Wake. las lenguas de cada país.» Cerny había considerado único
(18) Cf.: VANDIER, op. cit., pág. 3 6 : «Esos dioses, Horus a ese documento, pero no tardó en advertir que Boylan
y Zot, habrían estado asociados en él acto creador, repre- (Thot, the Hermes of Egypt, Londres, 1922) citaba (pá-
sentando Horus al pensamiento que concibe y Zot al habla gina 184) otro papiro análogo («tú que distinguiste o se-
que ejecuta (pág. 64). Cf. también: A. ERMAN, La religión paraste la lengua, de un país a otro»), y otro más (pá-
gina 179) («tú que distinguiste la lengua de c^da país ex-
des Egyptiens, Payot, pág. 118. tranjero»). Cf.: CERNY, Thot as Creator of languages, en
(19) Cf.: MORENZ, op. cit., págs. 4 6 - 4 7 , y FESTUGIÉ- The Journal of Egyptian Archeology, Londres, 1948, pá-
RE, op. cit., págs. 7 0 - 7 3 . Mensajero, Zot es también, por ginas 121 ss.; S. SAUNERON, Différenciation des langues
consiguiente, intérprete, hermeneus. Es uno de los rasgos, d'aprés la iradition égyptienne, Bulletin de l'Institut Fran-
entre otros, muy numerosos, de esa semejanza con Her- gais d'Archéologie Orientale du Caire, El Cairo, 1960.
mes. Festugiére la analiza en el capítulo IV de su libro.

.178 130
mentó del sol, de la luz nocturna como suplemento das, maniobras de usurpación dirigidas contra el
de la luz del día. La escritura, como suplemento del rey. Ayuda a los hijos a desembarazarse del padre,
habla. «Mientras que Re estaba en el cielo, dijo un a los hermanos a desembarazarse del hermano cuan-
día: Que venga Zot, y se lo llevaron. La majestad do éste se ha convertido en rey. Nut, maldita por
del dios dijo a Zot: Quédate en el cielo en lugar Ré, no disponía ya de ninguna fecha, de ningún día
mío, mientras luzco para los bienaventurados en las del calendario para dar a luz a un hijo. Ré le había
regiones inferiores... Estás en lugar mío, me reem- cortado el tiempo y todo día de parto, todo período
plazas, y te llamarán así: Zot, el sustituto de Re. de parimiento. Zot, que tiene también poder de
Luego surgieron toda clase de cosas, gracias a jue- cálculo sobre la institución y la marcha del calen-
gos de palabras de Re. Dijo a Zot: Haré que abraces dario, añade los cinco días epagómenos. Ese tiempo
(ionh) a los dos cielos con tu belleza y tus rayos — y suplementario permite a Nut producir cinco hijos:
entonces nació la luna (ioh). Más adelante, aludiendo Haroeris, Sez, Isis, Neftis y Osiris, que más tarde
al hecho de que Zot ocupe, en tanto que sustituto de sería rey en lugar de su padre Yeb. Durante el rei-
Ré, un rango algo subalterno: Haré que envíes nado de Osiris (rey-sol), Zot, que era también su
(hób) mayores que tú. — entonces nació el Ibis hermano, (22) «inició a los hombres en la literatura
(hib), el pájaro de Zot» (21). y en las artes», «creó la escritura jeroglífica para
permitirles fijar sus pensamientos» (23). Pero más
Esta sustitución, que tiene lugar como un puro
tarde participa en una conspiración de Sez, herma-
juego de huellas y de suplementos o, si se prefiere,
no envidioso de Osiris. Es conocida la célebre leyen-
en el orden del puro significante, que ninguna reali-
da de la muerte de Osiris: encerrado con engaños
dad, ninguna referencia absolutamente exterior, nin-
en un cofre a su medida, hallado después de mu-
gún significado trascendente vienen a orlar, limitar,
chas peripecias por su mujer, Isis, cuando su cadá-
controlar, esta sustitución, que se podrá considerar
ver ha sido despedazado y disperso en catorce pe-
«loca» porque tiene lugar en el infinito en el ele-
dazos, Isis los encuentra todos, excepto el falo, que
mento de la permutación lingüística de sustitutos,
se había tragado un pez oxirinco (24). Eso no impide
y de sustitutos de sustitutos, este encadenamiento
a Zot el actuar con el oportunismo más flexible y
desencadenado, no resulta menos violento. No se
más olvidadizo. Transformada en buitre, Isis se
habría comprendido nada de esa «inmanencia» «lin-
había tumbado, en efecto, sobre el cadáver de Osi-
güística» si se viese en ella el elemento apacible de
ris. Engendra así a Horus, «el niño con-el-dedo-en-
una guerra ficticia, de un juego de palabras inofen-
Ia-boca», quien más tarde atacaría al asesino de su
sivo, por oposición a alguna polemos desencadenada
padre. Este, Sez, le arrancó el ojo, y él arrancó a
en la «realidad». No es en una realidad ajena a los
Sez los testículos. Cuando Horus puede recobrar
«juegos de palabras» donde Zot participa tan fre-
cuentemente en conspiraciones, operaciones pérfi-
(22) A . ERMAN, op. cit., p á g . 9 6 .
(23) J . VANDIER, op. cit., p á g . 5 1 .
24
(2I) A . ERMAN, op. cit., págs. 90-91. ( ) Ibid., pág. 52.

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su ojo, lo ofrece a su padre —y ese ojo fue tam- Pero antes, si se puede decir, de la actuación en-
bién la luna: Zot, si se quiere—, que con éllo volvió tre reemplazamiento y usurpación, Zot es esencial-
a la vida y recobró su potencia. En el curso del com- mente el dios de la escritura, el secretario de Ré y
bate, Zot había separado a los combatientes y, como de los nueve dioses, jerográmata e hipomnetógra-
dios-médico-farmacéutico-mago, les había curado su fo (27). Ahora bien, es al mostrar, como veremos,
mutilación y cosido las heridas. Más tarde, cuando que el fármacon de la escritura era bueno para la
el ojo y los testículos volvieron a estar en su sitio, hipomnesis (re-memoración, recolección, consigna-
tuvo lugar un proceso, en el curso del cual Zot se ción) y no para la mneme (memoria viva y conoci-
vuelve contra Sez, de quien, sin embargo, había sido miento) como Zamus, en el Fedro, denuncia su poco
cómplice, y hace valer como cierta la palabra de valor.
Osiris (25). Luego, en el ciclo osirio, Zot fue también el es-
Suplente capaz de doblar al rey, al padre, al sol, criba y el contable de Osiris, a quien se considera
al habla, no distinguiéndose más que como su re- entonces, no lo olvidemos, su hermano. Zot es re-
presentante, su máscara, su repetición, Zot podía presentado como modelo y patrón de los escribas,
con la misma facilidad suplantarle totalmente y tan importantes en las cancillerías faraónicas: «Si
apropiarse todos sus atributos. Se añade como el el dios solar es el amo universal, Zot es su primer
atributo esencial de aquello a lo que se añade y de funcionario, su visir, que está junto a él en su barca
lo que apenas se distingue nada. No es más distin- para hacerle los informes» (28). «Amo de los libros»,
to del habla o de la luz divina que lo revelante de se convierte, al consignarlos, registrarlos, llevar su
lo revelado. Apenas (26). cuenta y su depósito, en el «amo de las palabras di-
vinas» (29). Su compañera también escribe: su nom-
(25) A . ERMAN, op. cit., pág. 101. bre, Seshat, significa, sin duda, la que escribe. «Ama
(2β) Así es como el dios de la escritura puede conver-
tirse en el dios del habla creadora. Es una posibilidad es- de las bibliotecas», registra los hechos de los reyes.
tructural que se basa en su estatuto suplementario y en Primera diosa capaz de grabar, señala los nombres
la lógica del suplemento/ Es posible también constatarlo de los reyes en un árbol en el templo de Heliópo-
como una evolución en la historia de la mitología. Es lo
que hace, en concreto, Festugiére: «Sin embargo, Zot no lis, en tanto que Zot lleva la cuenta de los años en
se contenta con ese puesto secundario. En la época en que un bastón con cortaduras. También se conoce la
los sacerdotes de Egipto forjaron cosmogonías en las que
cada clerecía local quiso otorgar el primer püesto al dios
que honraba, los teólogos de Hermópolis; émulos de los alguna semejanza con el Logos de los griegos —conjun-
del Delta y de Heliópolis, elaboraron una cosmogonía cuyo tamente Habla, Razón y Demiurgo— y la Sofía de los ju-
papel principal era atribuido a Zot. Como Zot era mago, díos alejandrinos; quizá incluso, desde antes de la era
como conocía el poder de los sonidos que, si son emitidos cristiana, los sacerdotes de Zot experimentaron en ese
en el tono justo, producen inevitablemente su efecto, es punto lá influencia del pensamiento griego, pero no po-
mediante la voz, el habla o, mejor, el ensalmo como Zot dríamos afirmarlo con seguridad» (op. cit., pág. 68).
debía crear el mundo. La voz de Zot es así creadora: for-
ma y crea, y, condensándose, fijándose en materia, se con- (27) Ibid., cf. también: VANDIER y ERIVAN, op. cit.,
vierte en uii ser. Zot se identifica con su aliento, de cuya passim.
(28) ERMAN, op. cit., p á g . 81. 1
emisión nacen sin más todas las cosas. No es imposible
que esas especulaciones hermopolitanas hayan ofrecido (29) Ibid.

.178 134
escena de la titulación regia, reproducida en los ba- las estrellas»). «Va al cielo pleno de energía vital
jorrelieves de numerosos templos: el rey está sen- para ver a su padre, para contemplar a Re, y la ho-
tado bajo una persea, mientras Zot y Seshat inscri- rrible criatura le deja pasar.» (Los libros de los
ben su nombre en las hojas de un árbol sagrado (30). muertos, puestos en el sarcófago junto al cadáver,
Y la del juicio de los muertos: en los infiernos, contenían en especial fórmulas que debían permi-
frente a Osiris, Zot consigna el peso del corazón- tirle «salir a la luz» y ver el sol. El muerto debe
alma del muerto (31). ver el sol, la muerte es la condición e incluso la ex-
Pues el dios de la escritura es también, es algo periencia de ese cara-a-cara. Se pensará en el Fedón.)
evidente, el dios de la muerte. No olvidemos que, Dios padre le acoge en su barca, y «sucede incluso
en el Fedro, también se le reprochará al invento del que deponga a su propio escriba celeste y que ponga
fármacon el sustituir el habla viva por el signo sin al difunto en su lugar, de manera que juzgue, sea
aliento, el pretender prescindir del padre (vivo y árbitro y dé órdenes a uno que es más grande que
fuente de vida) del logos, el no poder responder de él» (33). El muerto puede también identificarse sim-
sí más que una escultura o que una pintura inani- plemente con Zot, «se llama sencillamente un dios;
mada, etc. En todos los ciclos de la mitología egip- es Zot, el más fuerte de los dioses (34).
cia, Zot preside la organización de la muerte. El La oposición jerárquica entre el hijo y el padre,
amo de la escritura, de los números y del cálculo el súbdito y el rey, la muerte y la vida, la escritura
no inscribe únicamente el peso de las almas muer- y el habla, etc., completa naturalmente su sistema
tas, primero habrá contado los días de la vida, ha- con la de la noche y el día, Occidente y Oriente, la
brá enumerado la historia. Su aritmética cubre luna y el sol. Zot, el «nocturno representante de Ré,
igualmente los acontecimientos de la vida de los el toro entre las estrellas», (3B) está vuelto hacia el
dioses (y) de los hombres» (32). Se comporta como oeste. Es el dios de la luna, ora se identifique con
un jefe de protocolo funerario y se le encarga en es- ella, ora la proteja ( se ).
pecial el aseo del difunto. El sistema de estos caracteres pone en acción
una lógica original: la figura de Zot se opone a su
A veces el muerto ocupa el lugar del escriba. Y otro (padre, sol, vida, habla, origen u oriente, etc.),
en el espacio de esta escena, el lugar del muerto pero supliéndolo. Se añade y se opone repitiéndolo
recae sobre Zot. Se puede leer en las pirámides la o teniendo su lugar. En el mismo momento toma
historia celeste de un muerto: «¿Adonde va, pues?, forma, saca su forma de aquello a lo que resiste a
pregunta un gran toro que le amenaza con su cor- la vez que sustituye. Se opone, por lo tanto, a sí
namenta» (otro nombre de Zot, nocturno represen-
tante de Re, es, digámoslo de páso, el «toro entre (33) A . ERMAN, op. cit., p á g . 249.
; (A*) Ibid., pág. 250.
(30) VANDIER, op. cit., pág. 182. (35) Ibid., pág. 41.
( 3 1 ) VANDIER, op. cit., págs. 1 3 6 - 1 3 7 ; MORENZ, op. cit., pá- (3E) BOYLAN, op. cit., págs. 62-75; VANDIER, op. cit.i pá-
gina 1 7 3 ; FESTUGIÉRE, op. cit., pág. 6 8 . gina 6 5 ; MORENZ, op. cit., pág. 5 4 ; FESTUGIÉRE, op. cit., pá-
(32) MORENZ, op. cit., págs. 4 7 4 8 .
gina 67.

136 .178 136


misma, pasa a su contrario y ese dios-mensajero doblaje irónico, indefinidamente, el que se termine
es ciertamente un dios del paso absoluto entre los en cualquier cumplimiento final o en cualquier re-
opuestos. Si tuviese una identidad -—pero justamen- apropiación escatológica. Zot no está nunca presen-
te es el dios de la no-identidad—, sería esa coinci- te. En ninguna parte aparece en persona. Ningún
dentia oppositorum a la que en seguida recurrire- estar-allí le pertenece como propio.
mos. Distinguiéndose de su otro, Zot le imita tam- Todos sus actos estarán marcados por esa ambi-
bién, se hace su señal y su representante, le obe- valencia inestable. Ese dios del cálculo, de la arit-
dece, se conforma a él, le reemplaza, si es preciso mética y de la ciencia racional (37) gobierna tam-
por la violencia. El es, pues, el otro del padre, el bién las ciencias ocultas, la astrología, la alquimia.
padre y el movimiento subversivo del reemplazo. El Es el dios de las fórmulas mágicas que calman el
dios de la escritura es, pues, a la vez su padre, su mar de las narraciones secretas, de los textos ocul-
hijo y él. No se deja asignar un puesto fijo en el tos: el arquetipo de Hermes, dios del criptograma
juego de las diferencias. Astuto, inaprehensible, en- no menos que de la grafía.
mascarado, conspirador, bromista, como Hermes, Ciencia y magia, paso entre vida y muerte, su-
no es un rey ni un esclavo; una especie de comodín plemento del mal y de la carencia: la medicina de-
más bien, un significante disponible, una carta neu- bía constituir el dominio por excelencia de Zot.
tra, que da juego al juego. Todos sus poderes se resumían en él y encontraban
Ese dios de la resurrección se interesa menos dónde utilizarse. El dios de la escritura, que sabe
por la vida o por la muerte que por la muerte como poner fin a la vida, cura también a los enfermos.
repetición de la vida y por la vida como repetición Ε incluso a los muertos í3*). Las estelas de Horus
de la muerte, por el despertar de la vida y por la sobre los Cocodrilos narran cómo envía el rey de
vuelta a empezar de la muerte. Es lo que significa el los dioses a Zot a curar a Harsiesis, a quien ha pi-
número cuyo inventor y patrón también es. Zot re- cado una serpiente en ausencia de su madre (*9).
pite todo en la suma del suplemento: supliendo al
(37) MORJSNZ, op. cit., pág. 9 5 . Otra compañera de Zot,
sol, es otro que el sol y el mismo que él; otro que Maát, diosa de la verdad. Es también «la hija de Re, la
el bien y el mismo que él, etc. Ocupando siempre el dueña del cielo, la que gobierna el doble país, el ojo de Re
que no tiene igual». A. Erman, en la página que le consa-
lugar que no es el suyo, y que por lo tanto podemos gra, escribe en particular lo siguiente: «...se le atribuye
llamar el lugar del muerto, no tiene ni puesto ni como insignia, Dios sabe por qué motivo, una pluma de
buitre» (pág. 82).
nombres propios. Su propiedad es la impropiedad,
(AS) VANDIER, op. cit., págs. 7 1 ss. Cf. en especial: FES-
la indeterminación flotante que permite la sustitu- TUGIÉRE, op. cit., págs. 2 8 7 ss. Numerosos textos sobre Zot
ción y el juego. El juego, del que también es el in- inventor de la magia se hallan reunidos en ellas. Uno co-
mienza de la siguiente forma, lo cual nos interesa aquí
ventor, como recuerda el mismo Platón. Se le debe muy especialmente: «Fórmula para recitar delante del
el juego de dados (quibéia) y el trictrac (petteia) sol: "Yo soy Zot, el inventor y el creador de los filtros y
de las letras"», etc. (pág. 292).
(274 d). Sería el movimiento mediador de la dialéc- (39) VANDIER, op. cit., pág. 2 3 0 . La criptografía, la me-
tica si no le imitase también, impidiéndole con ese dicina mágica y la figura de la serpiente se hallan además

.178 139
El dios de la escritura es, pues, un dios de la giones de la cultura. Esas comunicaciones, esos pa-
medicina. De la «medicina»: a la vez ciencia y dro- sillos de significado, Platón puede en ocasiones de-
ga oculta. Del remedio y del veneno. El dios de la clararlos, iluminarlos jugando en ellos «voluntaria-
escritura es el dios del fármacon. Y es la escritura mente», palabra que ponemos entre comillas por-
como fármacon lo que representa al rey en el Fedro, que no designa, siguiendo en el interior de esas opo-
con una humildad inquietante como el desafío. me al verte descifrar escritos que no tienen ningún poder?
Si deseas verdaderamente leer un escrito eficaz ven con-
migo; te llevaré al sitió donde está el libro que escribió
Zot con su propia mano y que te pondrá inmediatamente
por debajo de los dioses. De las dos fórmulas que hay
escritas en él, si recitas la primera encantarás al cielo, a
la tierra, al mundo de la noche, a las montañas, a las
aguas; comprenderás lo que los pájaros del cielo y los rep-
4. E L FÁRMACON tiles dicen, todos ellos; verás a los peces, pues una fuerza
divina les hará subir a la superficie del agua. Si lees la se-
gunda fórmula, aunque estés en la tumba, recobrarás la
forma que tenías en la tierra; incluso verás al sol eleván-
«A tales vicios, es preciso que el legis- dose en el cielo, y su ciclo, y a la luna en la forma que
lador halle en cada caso un fármacon. El tiene cuando aparece.» Satni dijo: «¡Por la vida! ¡Que me
viejo proverbio que dice que es difícil digan lo que deseas y te lo haré dar, pero llévame al sitio
combatir a la vez a los dos contrarios, es donde está ese libro!» El noble dijo a Satni: «El libro en
cierto; lo prueban las enfermedades y cuestión no es mío. Está en medio de la necrópolis, en la
muchos otros males» (Leyes 919 b). tumba de Nenoferkeptah, hijo del rey Minebutah... Cuída-
te mucho de quitarle el libro, porque te obligaría a de-
volvérselo con una horca y un bastón en las manos y un
Volvamos al texto de Platón, suponiendo que lo brasero encendido en la cabeza...» En el fondo de la tum-
ba, salía una luz del libro. Los dobles del rey y de su fa-
hayamos dejado. La palabra fármacon está cogida milia estaban con él, «por la virtud del libro de Zot...».
en él en una cadena de significaciones. El juego de Todo eso se repetía. Nenoferkeptah había vivido ya él
mismo la historia de Satni. El sacerdote le había dicho:
esta cadena parece sistemático. Pero el sistema no «El libro en cuestión está en medio del mar de Coptos, en
es aquí, simplemente, el de las intenciones del autor un cofre de hierro. El cofre de hierro está en un cofre de
bronce; el cobre de bronce, en un cofre de madera de
conocido con el nombre de Platón. Ese sistema no canela; el cofre de madera de canela, en un cofre de mar-
es, en primer lugar, el de un querer-decir. Se esta- fil y ébano. El cofre de marfil y ébano, en un cofre de
blecen comunicaciones reguladas, gracias al juego plata. El cofre de plata, en un cofre de oro, y el libro está
en éste.» [¿Error del escriba? Mi primera versión lo había
de la lengua, entre diversas funciones de la palabra consignado o reproducido, y una edición ulterior de Mas-
y, en ella, entre diversos sedimentos o diversas re- pero lo ha observado en una nota: «El escriba se ha equi-
vocado aquí en la enumeración. Habría debido decir: el
cofre de hierro encierra..., ete.», pieza dejada a cuenta de
entrelazadas en un asombroso cuento popular, transcrito una lógica de la inclusión.] «Y hay un xoena [en la época
por G . MASPÉRO en Les contes populaires de l'Egypte an- ptolomaica, aproximadamente unos 12.000 códos reales de
cienne. Es la aventura de Satni-Jamois con las momias. 0,52 metros] de serpientes, de escorpiones de todo tipo, de
Satni-Jamois, hijo de un rey, «pasaba el tiempo recorrien- reptiles en torno al cofre en que está el libro, y hay una
do la metrópolis de Menfis para leer los libros de escri- serpiente inmortal enroscada alrededor del cofre en cues-
tura sagrada y los libros de la Doble casa de vida. Un día tión.» Después de tres intentos, el imprudente mata a la
se burló de él un noble. «¿Por qué te ríes de mí?» Dijo el Serpiente, bebe el libro disuelto en cerveza y adquiere así
ftoble: «No me río de ti, pero ¿puedo acáso dejar de reír-

.178 141
siciones, más que un modo de «sumisión» a las ne- te, voluntario e involuntario, instrumenté muy tos-
cesidades de una «lengua» dada. Ninguno de esos co cuando se trata de cuestionar la relación con la
conceptos puede traducir la relación a que aquí lengua. Lo mismo ocurriría con la oposición del
apuntamos. Igualmente puede Platón, en otros ca- habla —o de la escritura— respecto a lá lengua, si
sos, no ver las ligazones, dejarlas en la sombra o debiese, como a menudo ocurre, remitir a esas ca-
interrumpirlas. Y, sin embargo, esas ligazones ope- tegorías.
ran por sí mismas. ¿A pesar de él? ¿Gracias a él? Por sí sola, esta razón debía impedirnos recons-
¿En su texto? ¿Fuera de su texto? Pero entonces, truir toda la cadena de significaciones del farma-
¿dónde? ¿Entre su texto y la lengua? ¿Para qué con. Ningún privilegio absoluto nos permite domi-
lector? ¿En qué momento? Una respuesta de prin- nar absolutamente su sistema textual. Este límite
cipio y general a todas esas preguntas nos parecerá puede y debe, no obstante, desplazarse en cierta me-
poco a poco imposible; y ello nos dará que sospe- dida. Las posibilidades del desplazamiento, los po-
char alguna malformación de la pregunta misma, de deres de desplazamiento son de naturaleza distin-
cada uno de sus conceptos, de cada una de las opo- ta, y más bien que enumerar aquí sus títulos inten-
siciones así acreditadas. Siempre se podrá pensar taremos producir sobre la marcha algunos de sus
que si Platón no ha practicado determinados pasa- efectos, a través de la problemática platónica de la
jes, los ha incluso interrumpido, es por haberlos escritura (40).
percibido, pero dejado en lo impracticable. Formu- Acabamos de seguir la correspondencia entre la
lación que no resulta posible más que evitando re- figura de Zot en la mitología egipcia y determinada
currir a la diferencia entre consciente e inconscien- organización de conceptos, filosofemas, metáforas y
mitemas detectados a partir de lo que se llama el
la ciencia ilimitada. Zot se queja de ello ante Ré y pro- texto platónico. La palabra fármacon nos ha pareci-
voca los peores castigos.
Notemos, en fin, antes de dejar aquí al personaje egip- do muy apta para anudar en este texto todos los
cio de Zot, que tiene, además del Hermes griego, otro ho- hilos de esa correspondencia. Releamos ahora, tam-
mólogo notable en el personaje de Nabü, hijo de Marduk.
En la mitología asiría y babilónica, «Ñabü es esencialmen- bién en la traducción de Robin, esta frase del Pe-
te el dios-hijo e, igual que Marduk eclipsa a su padre, Ea, dro: «He aquí, oh rey, dijo Zeuz, un conocimiento
veremos a Nabü usurpar el puesto de Mardk». (Les reli- (macema) que tendrá como efecto hacer a los egip-
gions de Babylonie et d'Assyrie, por E. D H O R M E , P . U . F . ,
1945, págs. 150 ss.) Marduk, el padre de Nabu, es el dios- cios más instruidos (sofóterus) y más capaces de
sol. Nabü, «señor del cálamo», «creador de la escritura», acordarse (mnemonikóterus): la memoria (mneme),
«portador de las tablillas de los destinos de los dioses»,
pasa a veces antes que su padre, a quien toma sú instru- así como la instrucción (softa), han hallado su re-
mento simbólico, el marru. «Un objeto votivo de cobre, medio (fármacon).*
encontrado en Susa y que representa a "una serpiente que
tenía en la boca una especie de pala", estaba marcado, ob- (40) Me permito remitir aquí, a título indicativo y pre-
serva Dhorme, con la inscripción "marru del dios Nabü"» liminar, a la «Cuestión de método» propuesta en De la
(página 155). Cf. también Les Dieux et le Destín en Babylo- gramatología. Con algunas precauciones, podremos decir
nie, por M. DAVID, P . U. F., Γ949, págs. 86 ss. que fármacon representa un papel análogo en esta lectura
Se podrían ir viendo uno a uno todos los rasgQs de la de Platón al de suplemento en la lectura de Rousseau.
semejanza entre Zot y Nabü (bíblico Nebo).
242
142
La traducción corriente de fármacon por reme- serva castigos terribles. Según una operación de la
dio —droga de efectos benéficos— no es ciertamen- que más tarde nos deberemos acordar, recomienda
te inexacta. No sólo fármacon podía querer decir excluirlos del espacio social, expulsarles o cerce-
remedio y borrar, en determinada superficie de su narles de él: incluso las dos cosas a la vez mediante
funcionamiento, la ambigüedad de su sentido. Sino la prisión, en la que ya no recibirán la visita de los
que es incluso evidente que, siendo la intención de- hombres libres, sino únicamente del esclavo que les
clarada de Zeuz el hacer valer su producto, hace gi- llevará la comida; y luego mediante la privación de
rar a la palabra en torno a su extraño e invisible goz- sepultura: «Una vez muerto, se le arrojará fuera de
ne, y le presenta por uno, el más tranquilizador, de los límites del territorio, sin sepultura, y el hombre
sus polos. Esta medicina es benéfica, produce y repa- libre que ayude a su enterramiento podrá ser per-
ra, acumula y remedia, aumenta el saber y reduce el seguido por impiedad por quien quiera entablarle
olvido. No obstante, la traducción por «remedio» proceso» (X, 909 b c).
borra, por su salida de la lengua griega, el otro polo Por otra parte, la réplica del rey supone que la
guardado en la palabra fármacon. Anula la fuente de eficacia del fármacon puede invertirse: agravar el
ambigüedad y hace más difícil, si no imposible, la mal en lugar de remediarlo. O más bien la respues-
comprensión del contexto. A diferencia de «droga» ta regia significa que Zeuz, por astucia y/o ingenui-
e incluso de «medicina», remedio explícita la racio- dad, ha mostrado el reverso del verdadero efecto
nalidad transparente de la lengua, de la técnica y de la escritura. Para valorizar su invento, Zeuz ha-
de la causalidad terapéutica, excluyendo así del tex- bría así des-naturalizado el fármacon, dicho lo con-
to la apelación a la virtud mágica de una fuerza trario (tunantion) de lo que la escritura es capaz.
cuyos efectos se dominan mal, de una dínamis siem- Ha hecho pasar a un veneno por un remedio. De
pre sorprendente para quien quisiera manejarla manera que traduciendo fármacon por remedio se
como amo y súbdito. respeta, sin duda, más que el querer-decir de Zeuz
Ahora bien, por una parte, Platón tiende a pre- e incluso de Platón, lo que el rey dice que ha dicho
sentar la escritura como un poder oculto y, por con- Zeuz, engañándole o engañándose al hacerlo. Así,
siguiente, sospechoso. Como la pintura, a la que pues, dando al texto de Platón la respuesta del rey
más adelante la comparará, y como el trompe-Voeil, como la verdad de la producción de Zeuz, y su ha-
y como las técnicas de la mimesis en general. Es bla como la verdad de la escritura, la traducción
conocida también su desconfianza frente a la mán- por remedio acusa la ingenuidad o la superchería
tica, los magos, los hechiceros, los maestros en en- de Zeuz, desde el punto de vista del sol. Desde ese
cantamientos (41). En las Leyes, en especial, les re- punto de vista, Zeuz ha jugado, sin duda, con la pa-
labra, interrumpiendo, en favor de Su causa, la co-
(41) Cf. en especial República, II, 364 a ss. Carta 7, municación entre los dos valores opuestos. Pero el
333 e. El problema es evocado con muy abundantes y pre- rey la restituye y la traducción no da cuenta de ello.
ciosas referencias en La musique dans Voeuvre de Platón
(páginas 13 ss.), de E. MOUTSOPOULOS, P . U . F . , 1 9 5 9 . No obstante, los dos interlocutores siguen estando,

.178 145
hagan lo que hagan y lo quieran o no, en la unidad composición de esas dos fuerzas o de esos dos ges-
del mismo significante. Su discurso tiei^e iin papel tos. Esta composición es incluso en cierto sentida
en ello, lo que ya no ocurre en la versión francesa· el único tema de este ensayo. Por una parte, Platón?
Remedio, más de lo que, sin duda, lo harían «medi- propone la decisión de una lógica intolerante a ese
cina» o «droga», anula la referencia virtual, dinámi- paso entre los dos sentidos contrarios de una mis-
ca, a los otros usos de la misma palabra en la len- ma palabra, tanto más que semejante paso apare-
gua griega. Semejante traducción destruye, sobre cerá como algo muy distinto de una simple confu-
todo, lo que más tarde denominaremos la escritura sión, alternancia o dialéctica de los contrarios. Y
anagramática de Platón, interrumpiendo las rela- sin embargo, por otra parte, el fármacon, si se con-
ciones que en ella se tejen entre diferentes funcio- firma nuestra lectura, constituye el medio origina-
nes de la misma palabra en diferentes lugares, rela- rio de esta decisión, el elemento que la precede, la
ciones virtual pero necesariamente «citativas». Cuan- comprende, la desborda, no se deja jamás reducir
do una palabra se incribe como la cita de otro sen- a ella y no se separa de una palabra (o de un apa-
tido de esa misma palabra, cuando el proscenio tex- rato significante) única, que opera en el texto griego
tual de la palabra fármaco, aun significando reme- y platónico. Todas las traducciones a las lenguas
dio, cita, re-cita y da a leer lo que en la misma pala- herederas y depositarías de la metafísica occidental"
bra significa, en otro lugar y a otra altura de la tienen, pues, sobre el fármacon un efecto de análisis
escena, veneno (por ejemplo, pues fármacon quiere que lo destruye violentamente, lo reduce a uno d e
decir aún más cosas), la elección de una spla de esas sus elementos simples interpretándolo, paradójica-
palabras francesas por el traductor tiene como pri- mente, a partir del ulterior que lo ha hecho posible.
mer efecto neutralizar el juego citativo, el «anagra- Semejante traducción interpretativa es, pues, tan»
ma», y en último término sencillamente la textua- violenta como impotente: destruye al fármacon
lidad del texto traducido. Sin duda se podría mos- pero al mismo tiempo se prohibe a sí misma el al-
trar, y nosotros intentaremos hacerlo en su mo- canzarlo y le deja intocado en su reserva.
mento, que esta interrupción del paso entre valores
La traducción por «remedio» no podría, pues,
contrarios es ya un efecto propio del «platonismo»,
ser ni aceptada ni simplemente rechazada. Incluso»
la consecuencia de un trabajo que ya empezó en el
si se creyera salvar así al polo «racional» y a la in-
texto traducido, en la relación de «Platón» con su
tención laudatoria, la idea de un buen uso de la·
«lengua». No existe ninguna contradicción entre es-
ciencia o del arte del médico, aún se tendrían todas
ta proposición y la anterior. Estando constituida
las posibilidades de dejarse engañar por la lengua-
la textualidad de diferencias y de diferencias de di-
La escritura no vale más, según Platón, como re-
ferencias^ es por naturaleza absolutamente hetero-
medio que como veneno. Antes incluso de que Za-
génea y transige sin cesar con las fuerzas que tien-
rhus deje caer su sentencia peyorativa, el remedio
den a anularla.
es inquietante en sí. Hay que saber, en efecto, que*
Habrá, pues, que aceptar, seguir y analizar la Platón desconfía del fármacon en general, incluso*
146 242
cuando se trata de drogas utilizadas para fines ex- daremos, a un organismo vivo al que hay que dejar
clusivamente terapéuticos, incluso si se las maneja desarrollarse de acuerdo con sus normas y formas
con buenas intenciones e incluso si son como tales propias, sus ritmos y articulaciones específicas.
eficaces. No existe remedio inofensivo. El fármacon Desviando el despliegue normal y natural de la en-
no puede nunca ser simplemente benéfico. fermedad, el fármacon es, pues, enemigo de lo vivo
Por dos razones y a dos profundidades distintas. en general, sea sano o enfermo. Debemos recordar-
En primer lugar, porque la esencia o la virtud bené- lo, y Platón nos invita a ello, cuando la escritura es
ficas de un fármacon no le impiden ser doloroso. propuesta como fármacon. Contraria a la vida, la
El Protágoras clasifica a los fármaca entre las co- escritura —o, si se quiere, el fármacon— no hace
sas que pueden ser al mismo tiempo buenas (ágaza) más que desplazar e incluso irritar el mal. Tal será,
y lamentables (aniara) (354 a). El fármacon se en- en su esquema lógico, la objeción del rey a la escri-
cuentra siempre cogido en la mezcla (simmeikton) tura: con pretexto de suplir a la memoria, la escri-
de que habla también el Filebo (46 a), por ejemplo tura nos hace más olvidadizos; lejos de acrecentar
esa híbris, ese exceso violento y desmesurado en el el saber, lo reduce. No responde a la necesidad de
placer que hace gritar a los intemperantes como a la memoria, apunta a un lado, no consolida la
locos (45 é)f y «el alivio que proporcionan a los sar- mneme, sino únicamente la hipomnesis. Actúa, pues,
nosos la fricción y todos los tratamientos similares como todo fármacon. Y si la estructura formal de la
sin que haya necesidad de otros remedios (uk ales argumentación resulta la misma, en los dos textos
deomena farmakeós)». Ese doloroso goce, ligado a que ahora vamos a mirar; si en los dos casos, lo que
la enfermedad tanto como a su apaciguamiento, es se supone que debe producir lo positivo y anular
un fármacon en sí. Participa a la vez del bien y del lo negativo no hace más que desplazar y a la vez
mal, de lo agradable y de lo desagradable. O más multiplicar los efectos de lo negativo, llevando a la
bien es en su masa donde se dibujan esas oposi- proliferación la carencia que fue su causa, esa ne-
ciones. cesidad está inscrita en el signo fármacon, que Ro-
Luego, más profundamente, más allá del dolor, bín (por ejemplo) desmembra, ora en remedio, ora
el remedio farmacéutico es esencialmente perjudi- en droga. Decimos el signo fármacon, queriendo se-
cial porque es artificial. En eso Platón sigue la tra- ñalar con ello que se trata indisociablemente de un
dición griega y con más precisión a los médicos de significante y de un concepto significado.
Cos. El fármacon contraría a la vida natural: no A) En el Timeo, que se separa, desde sus pri-
sólo a la vida cuando ningún mal le afecta, sino in- meras páginas, en la distancia entre Egipto y Grecia,
cluso a la vida enferma o más bien a la vida de la como entre la escritura y el había («Vosotros, grie-
enfermedad. Pues Platón cree en la vida natural y gos, sois siempre niños: un griego no es nunca vie-
en el desarrollo normal, si se puede decir así, de jo», mientras que en Egipto, «desde la antigüedad,
la enfermedad. En el Timeo, la enfermedad natural todo está escrito»: panta guegrámmena), Platón de-
es comparada/ como el logos en el Fedro, nos acor- muestra que entre los movimientos del cuerpo, el

.178 149
i

mejor es el movimiento natural, el que, espontá- deben de ser gobernadas por un régimen, en la
neamente, desde el interior, «nace eii él por su pro- medida en que se disponga de tiempo para ello,
pero no hay que, drogándose (farrpakéuonta),
pia acción»: irritar a un mal caprichoso» (89 a d).

«Ahora, entre los movimientos del cuerpo, el I Se habrá observado que:


mejor es el que nace en él por su propia acción,
pues es el más conforme a los movimientos de I 1. La nocividad del fármacon es acusada en el
la Inteligencia y al del Todo. El que es provoca- ¡ momento preciso en que todo el contexto parece
do por otra causa es peor; pero el peor de todos { autorizar su traducción por «remedio» más que por
es el que mueve parcialmente, por la acción de ) veneno.
una causa ajena, a un cuerpo que yace y descan- 2. La enfermedad natural del ser vivo es defi-
sa. En consecuencia, de todos los medios de pu-
rificar y disponer al cuerpo, el mejor es el que nida en su esencia como alergia, reacción a la agre-
se obtiene mediante los ejercicios gimnásticos. sión de un elemento extraño. Y es necesario que el
El segundo después de éste consiste en el balan- ¡ concepto más general de la enfermedad sea la aler-
ceo rítmico que nos imprime un barco, o cuan- gia desde el momento en que la vida natural del
do nos hacemos llevar de cualquier forma, sin cuerpo no debe obedecer más que a sus movimien-
fatigarnos. La tercera forma, que en ocasiones tos propios y endógenos.
puede resultar muy útil cuando uno se ve obliga-
do a utilizarla, pero que ningún hombre de buen 3. Igual que la salud es autó-noma y auto-mata,
sentido debe utilizar sin necesidad, es la medica- • la enfermedad «normal» manifiesta su autarquía
ción mediante drogas depurativas (tes farmakeu- Í oponiendo a las agresiones farmacéuticas reaccio-
aikes kazarseós). Pues no hay que irritar a las í nes metastáticas que desplazan el lugar del mal,
enfermedades con remedios (uk erecísteon jar- eventualmente para reforzar y multiplicar los pun-
makeias), si no ofrecen grandes peligros. En efec- tos de resistencia. La enfermedad «normal» se de-
to, la composición (sístasis) de las enfermedades
se parece, en cierto sentido, a la naturaleza de lo fiende. Escapando así a las exigencias suplementa-
vivo (te ton zoón físei). Y la composición del ser rias, a la patogenia añadida del fármacon, la enfer-
vivo comporta, para cada especie, ciertos plazos medad sigue su curso.
de vida definidos. Cada ser vivo nace, con de- 4. Este esquema implica que el ser vivo sea
terminada duración de existencia en sí asignada acabado (y también su enfermedad): que pueda,
por el destino, dejando aparte los accidentes de- pues, relacionarse con su otro en el mal de alergia
bidos a la necesidad... Lo mismo ocurre con la
composición de las enfermedades. Si mediante y que tenga una duración limitada, que la muerte
la acción de drogas (farmakeiais) se pone fin a la esté ya inscrita, prescrita en su estructura, en sus
enfermedad antes del término fijado, de enfer- «triángulos constitutivos». («En efecto, desde el prin-
medades leves nacen entonces, de ordinario, en- cipio, los triángulos constitutivos de c^ida especie
fermedades más graves, y, de enfermedades en han sido formados con la propiedad de poder bas-
pequeño número, enfermedades más numerosas. tar hasta un término de tiempo dado, más allá del
Por eso es por lo que todas fas cosas de ese tipo
151
150
cual término la vida no podría prolongarse.» Ibid.)
La inmortalidad y la perfección de un ser vivo con- grafes exocen ipalotrión tipón), y no desde el
interior y gracias a ellos mismos, como se acor-
sisten en no tener relación con ningún exterior. Es darán de las cosas (uk endocen autus ifautón
el caso de Dios (cf.: República, II, 381, b c). Dios no anamimneskomenus). No es pues para la memo-
tiene alergia. La salud y la virtud (uigueia kai arete), ria, sino para la rememoración para lo que tú
que se hallan a menudo asociadas cuando se trata has descubierto un remedio (ukun mnemes, ala
del cuerpo y, analógicamente, del alma (cf.: Gorgias, ipomneseós, farmakon eures). En cuanto a la
479 b), proceden siempre del exterior, actuando co- instrucción (Sofías de)f es la apariencia (doxan)
mo el exterior mismo, no tendrá nunca virtud pro- lo que tú procuras a tus discípulos, y no en abso-
luto la realidad (aleceian): cuando en efecto con
pia y definible. Pero ¿cómo excluir a ese parásito tu ayuda rebosen de conocimientos sin haber re-
suplementario manteniendo el límite, digamos el cibido enseñanza, parecerán buenos para juzgar
triángulo? dé mil cosas, y la mayor parte del tiempo resul-
B) El sistema de esos cuatro rasgos se recons- tarán carentes de todo juicio; y serán además in-
tituye cuando, en el Fedro, el rey rebaja y despre- soportables porque serán apariencias de hom-
bres instruidos (doxofoi) en vez de ser hombres
cia al fármacon de la escritura, palabra que no ha- instruidos (anti sófoi)» (274 e-275 b).
brá, pues, que apresurarse, tampoco ahí, a consi-
derar como una metáfora, salvo si se deja a la posi- El rey, el padre del habla, ha afirmado así su
bilidad metafórica todo su poder de enigma. autoridad sobre el padre de la escritura. Y lo ha
Quizá podamos leer ahora la respuesta de Za- hecho con severidad, sin manifestar respecto a quien
mus: ocupa la posición de hijo suyo, esa indulgencia com-
placiente que unía a Zeuz con sus hijos, con sus
«Y el rey replicó: «Incomparable maestro de «caracteres». Zamus se apresura, multiplica las re-
artes, oh Zeuz (O tejnikótate Zeuz,), uno es el servas y no quiere visiblemente dejar a Zeuz nin-
hombre capaz de dar a luz a la institución de un
guna esperanza.
arte; otro el que es capaz de apreciar lo que ese
arte comporta de perjuicio o de utilidad para Para que la escritura produzca, como dice él, el
los hombres que deberán utilizarlo. Ahora, tú, efecto «inverso» del que se podía esperar de ella,
en tu calidad de padre de los caracteres de la para que ese farmacon resulte, al usarlo, nocivo, es
escritura (pater on grammatón), les has, por com- preciso que su eficacia, su poder, su dínamis sea
placencia hacia ellos, atribuido todo lo contrario ambigua. Como se dice del fármacon en el Protágo-
(tunantion) de sus verdaderos efectos. Pues este
conocimiento tendrá como resultado, en los que ras, el Filebo, el Timeo. Ahora bien, esta ambigüe-
lo hayan adquirido, el volver olvidadizas a sus dad, Platón, por boca del rey> quiere dominarla,
almas, pues dejarán de ejercitar su memoria dominar su definición en la oposición simple y ta-
(leeen men en psijais parexei mnemes amelete- jante: del bien y del mal, de lo interior y de lo ex-
siá): confiando en efecto en lo escrito, será des- terior > de lo verdadero y de lo falso, de la esencia y
de fuera, gracias a huellas exteriores (día pistin de la apariencia. Si se releen las conclusiones del
.178 153
ellas; si se llegase a pensar que es sólo a partir de
juicio real se encuentra esa serie de oposiciones. Y
algo semejante a la escritura —o al fármacon—
colocada de tal suerte que el fármacon, o, si se quie-
como puede anunciarse la extraña diferencia entre
re, la escritura no tenga otra salida que desapare-
el interior y el exterior; si, por consiguiente, se lle-
cer: es en apariencia como la escritura resulta be-
gase a pensar que la escritura como fármacon no
néfica para la memoria, ayudándola desde el inte-
se deja asignar simplemente un lugar en lo que ella
rior, por su movimiento propio, a conocer lo verda-
sitúa, no se deja subsumir bajo los conceptos que
dero. Pero, en realidad, la escritura es esencialmen-
a partir de ella se deciden, no abandona más que
te mala, exterior a la memoria, productora no de
su fantasma a la lógica, que no puede querer domi-
ciencia, sino de opinión; no de verdad, sino de apa-
narla más que para proceder aún de ella misma,
riencia. El fármacon produce el juego de la aparien-
habría entonces que plegar a extraños movimientos
cia a favor del cual se hace pasar por la verdad, etc.
lo qué" ni siquiera podría llamarse ya la lógica o el
Pero mientras que en el Filebo y el Protágoras el
discurso. Tanto más cuanto que lo que impruden-
fármacon, porque es doloroso, parece malo y en
temente acabamos de llamar fantasma no puede ser
cambio es benéfico, aquí, en el Fedro, así como en
ya, con la misma certeza, distinguido de la verdad,
el Timeo, se hace pasar por un remedio bienhechor
de la realidad, de la carne viva, etc. Hay que acep-
y, en cambio, resulta en verdad perjudicial. Una ma-
tar que, en cierto modo, el dejar a su fantasma sea
la ambigüedad es, pues, opuesta a una buena ambi-
por una vez no salvar nada.
güedad, una intención de mentira a una simple apa-
riencia. El caso de la escritura es grave. Este pequeño ejercicio habrá servido, sin duda,
No basta con decir que la escritura está pensada para advertir al lector: la explicación con Platón,
a partir de tales o tales otras oposiciones puestas tal como se esboza en este texto, ya ha sido sustraí-
en serie. Platón la piensa, e intenta comprenderla, da a los modelos reconocidos del comentario, de la
dominarla a partir de la oposición misma. Para que reconstitución genealógica o estructural de un sis-
esos valores contrarios (bien/mal, verdadero/falso, tema que pretende corroborar o refutar, confirmar
esencia/apariencia, dentro/fuera, etc.) puedan opo- o «derrocar», llevar a cabo una vuelta —a— Platón
nerse es preciso que cada uno de los términos re- o «mandarle a paseo» a la manera aún platónica
sulte simplemente exterior al otro, es decir, que una del jairein, Se trata de otra cosa muy distinta. Re-
de las oposiciones (dentro/fuera) esté ya acredita- léase, si no se cree, el párrafo anterior. Todos los
da como matriz de toda oposición posible. Es pre- modelos de lectura clásica son en él excedidos en
ciso que uno de los elementos del sistema (o de la un punto, justamente en el punto de su pertenen-
serie) valga también como posibilidad general de cia al interior de la serie. Entendiendo que el exceso
la sistematicidad o de la serialidad. Y si se llegase no es una simple salida fuera de la serie, puesto que
a pensar que algo como el fármacon —o la escri- sabemos que ese gesto entra en una categoría de la
tura—, lejos de ser dominado por esas oposiciones, serie. El exceso —¿pero se le puede seguir denomi-
inaugura su posibilidad sin dejarse comprender en nando así?— no es más que cierto desplazamiento

.178 154
de la serie. Y cierto repliegue —lo denominaremos —y por lo tanto sin cometer una falta grave de lec-
más tarde observación— a la serie de la oposición tura— que los típoi son los representantes, los su-
e incluso a su dialéctica. No podemos aún califi- plentes físicos de lo psíquico ausente? Más bien
carlo, denominarlo, comprenderlo bajo un simple habría que pensar que las huellas escritas no atañen
concepto sin errarlo de inmediato. Ese desplaza- ni siquiera al orden de la físis porque no están vi-
miento funcional que afecta menos a entidades con- vas. No crecen; no más de lo que se habrá insemi-
ceptuales significadas que a diferencias (y ya lo ve- nado, como dirá Sócrates dentro de un instante,
remos, a «simulacros») hay que hacerlo. Se escribe. con una caña (cálamos). Violentan la organización
Es preciso, pues, en primer lugar leerlo. natural y autónoma de la mneme, en la que no se
Si la escritura produce, según el rey y bajo el oponen físis y psiqué. Si la escritura pertenece a la
sol, el efecto inverso al que se le atribuye, si el fár- físis, ¿no es a ese momento de la físis, a ese movi-
macon es nefasto, es que, como el del Timeo, no es miento necesario mediante el cual su verdad, la
de aquí. Viene de allá abajo, es exterior o extranje- producción de su aparecer, gusta, dice Heráclito, de
ro: al ser vivo, que es el aquí mismo del interior, refugiarse en su cripta? «Criptograma» condensa
al logos como zóon al que pretende socorrer o su- en una sola palabra la proposición de un pleonasmo.
plir. Las huellas (típoi) de la escritura no se inscri- Si creemos, pues, al rey fiándonos de su palabra,
ben esta vez, como en la hipótesis del Teeteto es a esa vida de la memoria a lo que el fármacon
(191 ss.), en hueco sobre la cera del alma, respon- de la escritura vendría a hipnotizar: fascinándola,
diendo así a los movimientos espontáneos, autócto- haciéndola salirse entonces de sí y adormeciéndola
nos, de la vida psíquica. Sabiendo que puede aban- en el monumento. Confiando en la permanencia e
donar o confiar sus pensamientos al exterior, a la independencia de sus tipos (típoi), la memoria se
consigna, a las señales físicas, espaciales y superfi- dormirá, no se mantendrá más, no se afanará ya por
ciales que se dejan sobre una tablilla, quien dispon- mantenerse tensa, presente, lo más próxima posi-
ga de la tejné de la escritura descansará en ella. Sa- ble de la verdad de los seres. Fascinada por sus
brá que puede ausentarse sin que los típoi dejen de guardianes, por sus propios signos, por los tipos
estar allí, que puede olvidarlos sin que abandonen encargados de la guardia y vigilancia del saber, se
su servicio. Le representarán incluso si él los ol- dejará tragar por Lecé, invadir por el olvido y el
vida, llevarán su palabra incluso si él no está ya no-saber (42). No hay que separar aquí memoria y
allí para animarlos. Incluso si está muerto, y sólo verdad. El movimiento de la aleceia es de un ex-
un fármacon puede detentar semejante poder, so-
(42) Remitimos aquí en especial al texto tan rico de
bre la muerte sin duda, pero también en conclusión JEAN-PIERRE VERNANT (que aborda estos problemas con in-
con ella. El fármacon y la escritura se trata, pues, tenciones muy distintas), «Aspects mythiques de la mé-
efectivamente siempre de una cuestión de vida o moire et du temps», en Mythe et Pensée chez les Grecs,
Maspéro, 1965. Sobre la palabra Tipos, sus relaciones con
muerte. perigrafe y paradeigma, cf.: A . VON BLUMENTHAL, Tupos
und Paradeigma, citado por Ρ. M. S C H U H L en Platón et
¿Se puede decir sin un anacronismo conceptual Vart de so* temps, P.U.F., 1952, pág. 18, núm. 4.

.178 157
tremo a otro despliegue de mneme. De la memoria mía es el mismo hombre quien dice la verdad y
^iva, de la memoria como la vida psíquica en tanto quien engaña.
que se presenta a sí misma. Los poderes de la HIPPIAS: Parece que sí.
Lecé aumentan simultáneamente los dominios de la SÓCRATES: Pues bien, Hippias, examina del mis-
muerte, de la no-verdad, del no-saber. Por eso la mo modo todas las ciencias y ya verás si no ocu-
escritura, al menos en tanto que vuelve «olvidadi- rre lo mismo con todas. Precisamente, tú eres el
más hábil (sofótatos) de los hombres en todas
zas a las almas», nos lleva del lado de lo inanimado por igual. ¿Acaso nq te he oído yo jactarte, cuan-
y del no-saber. Pero no se puede decir que su esen- do enumerabas la variedad verdaderamente en-
cía la confunda simple y presentemente con la muer- vidiable de tus aptitudes en la plaza, junto a los
te y la no-verdad. Pues la escritura no tiene esen- puestos de los banqueros? [...] Además, decías
cia o valor propio. Mima en su tipo a la memoria, el que llevabas poemas, epopeyas, tragedias, diti-
saber, la verdad, etc. Por eso los hombres de es- rambos, ¿qué sé yo qué más?, muchos discursos
m prosa de todo tipo. Y añadías, a propósito de
critura aparecen, bajo la mirada de dios, no como las ciencias de que hablaba yo hace un instante,
sabios (sófoi), sino en realidad como pretendidos o que tú sabías más de ellas que nadie, igual que
supuestos sabios (doxosófoi). de ritmos, modos musicales, gramática, y mon-
Es la definición del sofista según Platón. Pues tones de otras cosas, si recuerdo bien. ¡Ah! Y
me parece que me olvidaba de la mnemotecnia,
esa requisitoria contra la escritura acusa en primer de la que te glorias: ¡y muchas otras cosas, se-
lugar a la sofística; se puede inscribirla en el inter- guro, que ahora no recuerdo! Y esto es lo que
minable proceso entablado por Platón, con el nom- quiero decir: en todas las ciencias que tu dominas
bre de filosofía, contra los sofistas. El hombre que —¡y son muchas!— y en las demás, dime, según
se apoya en la escritura, que se pavonea de los po- lo que acabamos de constatar juntos, ¿sabes de
deres y de los saberes que ésta le asegura, ese simu- una sola en la que quien dice la verdad sea dis-
lador desenmascarado por Zamus tiene todos los tinto de quien engaña o no se trate de un único
e idéntico hombre? Mira, considera todas las for-
rasgos del sofista: «imitador del que sabe», dice el mas de habilidades, todas las astucias, todo lo
Sofista (mimetés tu sófu, 268 c). El que podríamos que quieras; no la hallarás, amigo mío, porque
llamar grafócrata se parece como un hermano al no existe. Si hay una, di cuál es.
sofista Hippias tal como aparece en el Hippias me- HIPPIAS: N O veo ninguna, Sócrates, ahora mismo.
nor: vanagloriándose de saber y de Haber todo. Y SÓCRATES: Y no la encontrarás nunca, en mi opi-
ante todo —lo que Sócrates, por dos veces, en dos nión. Si por lo tanto, estoy yo en lo cierto, ¿re-
cuerdas, Hippias, lo que se deduce de nuestro
diálogos, finge irónicamente haber olvidado en su examen?
enumeración—de saber más que nadie de mnemó- HIPPIAS: N O me doy cuenta del todo de lo que
nica o de mnemotecnia. Es incluso el poder que más quieres decir, Sócrates.
aprecia: SÓCRATES: Debe de ser que no utilizas tu mne-
motecnia... (368 ad).
SÓCRATES: Por consiguiente, también en astrono- El sofista vende, pues, los signos y las enseñas
.178 158
de la ciencia: no la memoria (mneme), únicamente nesis en su movimiento propiamente psíquico, a
los monumentos (hipomnémata), los inventarios, los la verdad en el proceso de su (de la) presentación,
archivos, las citas, las copias, los relatos, las listas, a la dialéctica. La escritura puede únicamente imi-
las notas, los dobles, las crónicas, las genealogías, las tarlas. (Podríamos mostrar, pero haremos aquí la
referencias. No la memoria, sino las memorias. Res- economía de tal desarrollo, que la problemática
ponde así a la petición de los jóvenes ricos y es en- que vincula actualmente, y aquí mismo, a la escri-
tre ellos donde es más aplaudido. Después de haber tura con la (puesta en) cuestión de la verdad, así
confesado que los jóvenes admiradores no aguantan como del pensamiento y el habla a ella ordenados,
el oirle hablar de la parte más hermosa de su cien- debe necesariamente exhumar, pero sin limitarse a
cia (Hippias mayor, 285 d), el sofista debe decir todo ellos, los monumentos conceptuales, los vestigios del
a Sócrates: campo de batalla, las referencias que señalan los lu-
gares de enfrentamiento entre la sofística y la filo-
SÓCRATES: Entonces dime pues tú mismo cuáles sofía, y, de una manera más general, todos los con-
son esos temas acerca de los cuáles te escuchan trafuertes alzados por el platonismo. En muchos
con placer y aplauso, pues no consigo adivinar- respectos, y desde un punto de vista que no cubre
los. todo el campo, estamos en la actualidad en vísperas
H I P P I A S : Las genealogías, Sócrates; las de los hé-
roes y las de los hombres; los relatos que se re- del platonismo. Que podemos pensar igual de natu-
fieren a la antigua fundación de las ciudades; y, ralmente como al día siguiente del hegelianismo. En
de manera general, todo lo que tiene que ver con ese punto, la filosofía, la episteme no son «derroca-
la antigüedad; de tal manera que me he visto das», «rechazadas», «frenadas», etc., en nombre de
obligado, por su causa, a estudiar y trabajar to- algo como la escritura; muy al contrario. Pero son,
das esas cuestiones. según una relación que la filosofía denominaría
SÓCRATES: Tienes suerte, Hippias, de que no de-
seen conocer la lista de los arcontes desde So- simulacro, según un exceso más sutil de la verdad,
lón: pues habrías tenido que esforzarte bien para asumidas y al mismo tiempo desplazadas a un cam-
metértela en la cabeza. po muy distinto, donde aún se podrá, pero única-
H I P P I A S : ¿Por qué, Sócrates? A mí me basta con mente, «imitar al saber absoluto» según la expre-
oir una lista de cincuenta nombres para retener- sión de Bataille, cuyo nombre nos evitará aquí toda
los. una red de referencias.)
SÓCRATES: E S cierto; me olvidaba de que la mne-
mónica la dominas... (285 de). La línea del frente que se inscribe violentamente
entre el platonismo y su otro más próximo, en la
En realidad, el sofista aparenta saber todo, su especie de la sofística, está muy lejos de resultar
«polimatía» (Sofista, 232 a) no es nunca más que unida, continua, como tendida entre dos espacios
una apariencia. En tanto que ayuda a la hipomne- homogéneos. Su diseño es tal que, por una indeci-
sis y no a la memoria viva, la escritura resulta, sión sistemática, las partes y los partidos intercam-
pues, tan ajena a la verdadera ciencia, a la anam- bian frecuentemente sus respectivos lugares, imitan

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las formas y adoptan los caminos del ^adversario. tre el interior y el exterior, lo vivo y lo no-vivo) no
Esas permutaciones resultan, pues, posibles y si separa simplemente al habla y la escritura, sino a
deben inscribirse en un terreno común, la disensión la memoria como desvelamiento que (re-) produce
es interna y se apoya en una sombra absoluta muy la presencia y la re-memoración como repetición
distinta de la sofística y del platonismo, una resis- del monumento: la verdad y su signo, el ser y el tipo.
tencia sin medida común con toda esa conmutación. El «exterior» no comienza en la juntura de lo que
Contrariamente a lo que más arriba habíamos en la actualidad denominamos lo psíquico y lo físi-
dejado creer, tendremos también buenas razones co, sino en el punto en que la mneme, en lugar de
para pensar que la requisitoria contra la escritura estar presente en sí en su vida, como movimiento
no apunta en primer lugar a la sofística. Al contra- de la verdad, se deja suplantar por el archivo, se
rio, parece en ocasiones proceder de ella. Ejercitar deja expulsar por un signo de re-memoración y de
la memoria, en lugar de confiar huellas al exterior, ctíti-memoración. El espacio de la escritura, el espa-
¿no es la recomendación imperiosa y clásica de los cio como escritura se abre en el movimiento violen-
sofistas? Platón se apropiaría, pues, una vez más, to de esa suplencia, en la diferencia entre mneme e
como hace a menudo, de una argumentación de los hipomnesis. El exterior está ya en el trabajo de la
sofistas, Y aquí, una vez más, la volvería en contra memoria. La enfermedad se insinúa en la relación
de ellos. Y más adelante, después del juicio del rey, consigo de la memoria, en la organización general
todo el discurso de Sócrates, ya lo analizaremos pun- de la actividad mnésica. La memoria es por esencia
to por punto, está tejido con esquemas y conceptos finita. Platón lo reconoce atribuyéndole la vida. Co-
salidos de la sofística. mo a todo organismo vivo, ya lo hemos visto, le
Habrá, pues, que reconocer minuciosamente el asigna límites. Una memoria sin límite no sería ade-
paso de la frontera. Y comprender bien que esta más una memoria, sino la infinidad de una presen-
lectura de Platón no está animada en ningún mo- cia en sí. Siempre tiene, pues, la memoria, necesi-
mento por ningún slogan o consigna del tipo de dad de signos para acordarse de lo no presente con
«vuelta a los sofistas».* lo que necesariamente tiene relación. El movimiento
de la dialéctica lo testimonia. La memoria se deja
Así, en los dos casos, por ambos lados, se sospe-
así contaminar por su primer exterior, por su pri-
cha de la escritura y se prescribe la vigilia ejercita-
mer suplente: la hipomnesis. Pero con lo que sueña
da de la memoria. A lo que Platón apunta, pues, en
Platón es con una memoria sin signo. Es decir, sin
la sofística no es al recurso a la memoria, sino, en
suplemento. Mneme sin hipomnesis, sin fármacon.
tal recurso, a la sustitución de la memoria viva por
Y eso en el momento mismo, y por la misma razón
el resumen ayuda-memoria, del órgano por la pró-
que llama sueño a la confusión entre lo hipotético
tesis, a la perversión consistente en reemplazar un
y lo anhipotético en el orden de la inteligibilidad
miembro por una cosa, aquí en sustituir la reani-
matemática (República, VII, 533 b).
mación activa del saber, su reproducción presente,
por la «memoria» mecánica y pasiva. El límite (en- ¿Por qué es peligroso el suplemento? No lo es,

162» 163
si se puede decir así, en sí, sino en lo que podría la memoria y si resulta caritativo, no es para mne-
presentarse como una cosa, como un ser-presente. me, sino para hipomnesis. En lugar de despertar a
Sería entonces tranquilizador El suplemento aquí, la vida en su originalidad «en persona», puede todo
no es, no es un ser (on). Pero no es tampoco un lo más restaurar los monumentos. Veneno debilita-
simple no-ser (me on). Su deslizamiento le hurta dor para la memoria, remedio o reconstituyente pa-
a la alternativa simple de la presencia y la ausen- ra sus signos exteriores, esos síntomas, con todo lo
cia. Ese es el peligro. Y lo que permite al tipo que esa palabra puede connotar en griego: aconteci-
hacerse pasar por el original. Desde el momento miento empírico, contingente, superficial, general-
en que el exterior de un suplemento se ha abierto, mente de caída o de hundimiento, que se distingue,
su estructura implica que pueda hacerse «tipar», re- como un índice, de aquello a lo que remite. Tu es-
emplazar por su doble, y que un suplemento de su- critura no cura más que el síntoma, decía ya el rey,
plemento resulte posible y necesario. Necesario por- con lo que nos enteramos de la diferencia infran-
que ese movimiento no es un accidente sensible y queable entre la esencia del síntoma y la esencia del
«empírico», está ligado a la idealidad del eidos, como significado; y de que la escritura pertenece al orden
posibilidad de la repetición del mismo. Y la escri- y a la exterioridad del síntoma.
tura se le aparece a Platón (y después de él a toda la Así, aunque la escritura sea exterior a la memo-
filosofía que se constituye como tal en ese gesto) ria (interior), y aunque la hipomnesis no sea la me-
como ese arrastramiento fatal del redoblamiento: moria, le afecta y le hipnotiza en su interior. Tal es
suplemento de suplemento, significante de un signi- el efecto de ese fármacon. Exterior, la escritura no
ficante, representante de un representante. (Serie, debería, sin embargo, afectar a la intimidad o a la
pues, de la que no resulta aún necesario —pero lo integridad de la memoria psíquica. Y, sin embargo,
haremos más tarde— hacer saltar el primer término como lo harán Rousseau y Saussure, cediendo a la
o más bien de la primera estructura y hacer apare- misma necesidad, pero sin leer en ello otras rela-
cer su irreductibilidad.) Es evidente por sí mismo ciones entre lo íntimo y lo extranjero, Platón man-
que la estructura y la historia de la escritura foné- tiene tanto la exterioridad de la escritura como su
tica han representado un papel decisivo en la deter- poder de penetración maléfica, capaz de afectar o
minación de la escritura como redoblamiento del de infectar a lo más profundo. El fármacon es ese
signo, como signo de signo. Significante del signifi- suplemento peligroso que penetra por efracción en
cante fónico. Mientras que este último se manten- aquello mismo de lo que hubiese querido prescindir
dría en la posibilidad animada, en la presencia viva y que a la vez se deja asustar, violentar, colmar y
de mneme o de psiqué, el significante gráfico, que reemplazar, completar por la l^ella misma cuyo pre-
le reproduce o imita, se aleja de él un grado, cae sente se aumenta desapareciendo en él.
fuera de la vida, arrastra a ésta fuera de sí misma Si, en lugar de meditar, la estructura que hace
y la pone a dormir en su doble «tipado». De donde posible semejante suplementariedad, si en lugar so-
los dos efectos negativos de ese fármacon: embota bre todo de meditar la reducción mediante la cual

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«Platón-Rousseau-Saussure» intenta inútilmente do- sibilidad de la repetición en el recuerdo. La verdad
minarla en un extraño «razonamiento», nos conten- desvela al eidos o al ontós on, es decir, a lo qiie pue-
tásemos con hacer aparecer la «contradicción lógi- de ser imitado, reproducido, repetido en su identi-
ca», habría que reconocer en ella al famoso «razona- dad. Pero en el movimiento anamnésico de la ver-
miento del caldero», ese mismo que Freud recuerda dad, lo que es repetido debe presentarse como tal,
en la Traumdeutung para ilustrar con él la lógica como lo que es, en la repetición. Lo verdadero es re-
del sueño. Queriendo que todas las posibilidades es- petido, es lo repetido de la repetición, lo represen-
tén de su parte, el litigante acumula los argumentos tado presente en la representación. No es el repeti-
contradictorios: 1. el caldero que os devuelvo está dor de la repetición, el significante de la significa-
nuevo; 2. los agujeros ya los tenía cuando me lo ción. Lo verdadero es la presencia del eidos sig-
prestasteis; 3. además, no me habéis prestado nin- nificado.
gún caldero. Igualmente: 1. La escritura es riguro- Y al igual que la dialéctica, despliegue de la
samente exterior e inferior a la memoria y al habla anámnesis, la sofística, despliegue de la hipomnesis,
vivas, a quienes, por lo tanto, no les afecta. 2. Les supone la posibilidad de la repetición. Pero esta vez
es perjudicial porque las adormece y las infecta en se mantiene en el otro lado, en la otra cara, se po-
su propia vida, que sin ella estaría intacta. No ha- dría decir, de la repetición. Y de la significación. Lo
bría vicios de memoria ni de habla sin la escritura. que se repite es el repetidor, el imitador, el signi-
3. Además, si se apela a la hipomnesis y a la escri- ficante, el representante, eventualmente en ausen-
tura, no es por su valor propio, es porque la me- cia de la cosa misma que parecen reeditar, y sin la
moria viva es finita, porque ya tenía huecos antes animación psíquica o mnésica, sin la tensión viva de
incluso de que la escritura dejase en ella sus huellas. la dialéctica. Ahora bien, la escritura sería la posibi-
La escritura no surte ningún efecto en la memoria. lidad para el significante de repetirse solo, maqui-
La oposición entre mneme e hipomnesis regiría, nalmente, sin alma que viva para sostenerle y ayu-
pues, el sentido de la escritura. Veremos que esta darle en su repetición, es decir, sin que la verdad se
oposición forma sistema coñ todas las grandes opo- presente en ninguna parte. La sofística, la hipomne-
siciones estructurales del platonismo. Lo qüe en úl- sis, la escritura no estarían, pues, separadas de la
timo término se juega entre estos dos conceptos es, filosofía, de la dialéctica, de la anámnesis y del ha-
por consiguiente, algo como la decisión principal de bla viva más que por el espesor invisible, casi nulo,
la filosofía, aquella por la que se instituye, se man- de una hoja entre el significante y el significado; la
tiene y contiene su fondo adverso. «hoja»: metáfora significante, advirtámoslo, o más
Ahora, entre mneme e hipomnesis, entre la me- bien tomada a la cara significante, puesto qúe im-
moria y su suplemento, el límite resulta más que su- plicando un haz y un envés la hoja se anuncia en
til, apenas perceptible. De una y otra parte de ese primer lugar como superficie y soporte de escritu-
límite, se trata dé repetición. La memoria viva repite ra, Pero al mismo tiempo la unidad de esta hoja, del
la presencia del eidos y la verdad es también la po- sistema de esta diferencia entre significado y signl·

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ficante, ¿no es también la inseparabilidad entre la O más bien para venderlos. Mediante esa economía
sofística y la filosofía. La diferencia entre significa- de los signos, los sofistas resultan efectivamente
do y significante es, sin duda, el esquema rector a hombres de escritura en el momento en que se lo
partir del cual el platonismo se instituye y determi- prohiben. ¿Pero es que no lo es también Platón, pojr
na su oposición a la sofística. Inaugurándose así, la un efecto de cambio simétrico? No sólo porque es
filosofía y la dialéctica se determinan determinando escritor (argumento fútil que especificaremos más
a su otro . adelante) y porque no puede, de hecho ni de dere-
Esta complicidad profunda en la ruptura tiene cho, explicar lo que es la dialéctica sin apelar a la
una primera consecuencia: la argumentación del Fe- escritura; no sólo porque juzga que la representa-
dro contra la escritura puede tomar prestados to- ción de lo mismo es necesario en la anámnesis, sino
dos sus recursos a Isócrates o a Alcidamas desde el también porque la juzga indispensable como inscrip-
momento en que, «transponiéndolos» (43), vuelve sus ción en el tipo. (Es notable que tipos se aplique con
armas contra la sofística. Platón imita a los imita- idéntica pertinencia a la marca gráfica y al eidos
dores para restaurar la verdad de lo que imitan: la como modelo. Entre otros muchos ejemplos, cf. Re-
misma verdad. Sólo en efecto la verdad como pre- pública, III, 402 d). Esta necesidad pertenece en pri-
sencia (usía) del presente (on) resulta aquí discrimi- mer lugar al orden de la ley y es planteada por las
nante. Y su poder de discriminación, que rige o, si Leyes. En ese caso, la identidad inmutable y petrifi-
se prefiere, es regido por la diferencia entre signifi- cada de la escritura no se añade a la ley significada
cado y significante, queda en todo caso sistemática- o a la regla prescrita como un simulacro mudo y es-
mente inseparable de ello. Ahora bien, esta discri- túpido: asegura su permanencia e identidad con la
minación se sustrae hasta no separar ya, en última vigilancia de un guardián. Otro guardián de las le-
yes, la escritura nos asegura el modo de volver cuan-
instancia, más que al mismo de sí, de su doble per-
do lo deseemos, tantas veces como sea preciso, a ese
fecto y casi indiscernible. Movimiento que se produ-
objeto ideal que es la ley. Podremos así escrutarla,
ce por entero en la estructura de ambigüedad y de
interrogarla, consultarla, hacerla hablar sin alterar
reversibilidad del fármacon.
su identidad. Es justamente, con las mismas pala-
¿Cómo simula en efecto el dialéctico al que de- bras (boeceia en especial), el envés, la otra cara del
nuncia como simulador, como hombre del simula- discurso de Sócrates en el Fedro:
cro? Por una parte, los sofistas aconsejaban, como
Platón, ejercitar la nicinoiih^ Vero erayirltrllenios" CLINIAS: N O se podría además encontrar, para
visto, para poder hablar sin saber, para recitar sin una legislación (nomocesia) inteligente, una ayu-
juicio, sin cuidado por la verdad, para dar signos. da (boeceia) mayor, ya que las prescripciones
(prostagmata) de la ley, una vez confiadas a la
escritura (en grammasi tecenta), se hallan dé ese
(*"») Utilizamos aejuí la palabra de Difcs y remitimos modo, para todo el tiempo futuro, dispuestas a
a su estudio sobre Ím Trausposition píatonicienne, sobre
todo a su capítulo I, «La Transposition de la rhétorique», dar razón, ya que no se mueven en absoluto. Así,
en Atitour cíe Platón, t. II, pág< 400.
169»
242
242
aunque al principio fuesen difíciles de entender, es también un ser vivo (zóon) cuya riqueza, vigor,
no hay por qué asustarse, pues incluso el que ductilidad, agilidad están limitadas y apremiadas
sea torpe de mente puede volver y escrutarlas por la rigidez cadavérica del signo escrito, El tipo
varias veces, y no es tampoco con su longitud,
si son útiles, como se puede en absoluto justificar no se adapta con toda la sutileza requerida a los da-
lo que a mí me parecería una impiedad en cual- tos cambiantes de la situación presente, a lo que és-
quier hombre: el hurtarse a prestar a esa demos- ta puede tener cada vez de único y de irremplazable.
tración toda la asistencia (to me u boecein tu-
tois tois logois) de que es capaz (X, 891 a. Cito es cegadora: «No es sólo a ellos, sino a los que prometen
enseñar la elocuencia pública (tus politikus logus) a quie-
siempre la traducción más autorizada, aquí la nes hay que criticar. Pues estos últimos, sin cuidarse lo
de Diés, añadiendo, cuando nos interesa, las pa- más mínimo de la verdad, piensan que la ciencia consiste
labras griegas que es preciso, y dejando al lector en atraer al mayor número posible de gentes mediante la
que aprecie los habituales efectos de traducción. poquedad de la paga... [Hay que saber que Isócrates prac-
ticaba tarifas muy elevadas y a qué precio salía la verdad
Sobre las relaciones entre leyes no-escritas y le- cuando hablaba por su boca] ... Siendo ellos mismos faltos
yes escritas, ver en especial VII, 793 b c). de inteligencia, creen que los demás también lo son, hasta
el punto de que escribiendo sus discursos incluso peor
que otros los improvisan, prometen, sin embargo, hacer
Las palabras griegas subrayadas lo muestran con a sus alumnos oradores lo bastante hábiles como para no
claridad: las prostagmas de la ley no pueden ser dejar escapar en sus asuntos ninguno de los argumentos
posibles. En ese poder no atribuyen ningún papel ni a la
planteadas más que en la escritura (en grammasi té- experiencia ni a las cualidades naturales del discípulo y
centa). La nomotesis es engramática. El legislador pretenden transmitirle la ciencia del discurso (ten ton
logon epistemen) de la misma forma que la de la escri-
es un escritor. Y el juez es un lector. Pasemos al tura... Me asombro de que se juzgue dignas de tener dis-
libro XII: «En todas ellas debe de tener fija la vis- cípulos a personas que, sin darse cuenta de ello, han dado
como ejemplo procedimientos fijos para un arte creador.
ta el juez que quieta observar una justicia impar- En efecto, a excepción de ellos, ¿quién ignora que las le-
cial; debe procurarse la letra escrita (grámmata) pa- tras son fijas y mantienen el mismo valor, de manera que
empleamos siempre las mismas letras para el mismo obje-
ra estudiarlas; de todas las ciencias en efecto, la que to, mientras que ocurre todo lo contrario con las palabras
educa más al espíritu que a elías se aplica es la cien- habladas? Lo que un hombre ha dicho no tiene la misma
utilidad para quien habla en segundo lugar; y el más hábil
cia de las leyes, a condición de que las leyes estén en este arte es quien se expresa como lo pide el tema, pero
bien hechas» (957 c). pudiendo encontrar expresiones totalmente distintas de las
de los demás. Y esto es lo que prueba mejor que nada la
Λ la inversa, simétricamente, los retores no ha- disimilitud de estas dos cosas: los discursos no pueden ser
hermosos si no están de acuerdo con las circunstancias,
bían esperado a Platón para traducir ta escritura en son adecuados al tema y resultan llenos de novedad; pero
juicio. Para Ísócraíes (4i), para AÍcidamas, el logos las letras no han precisado nunca de nada de ello.» Con-
clusión: hay que pagar para escribir. Los hombres de es-
critura no deberían ser pagados nunca. El ide^l: que lo
( 4i ) Si se piensa, como Robin, que el Fedro es, a pesar sean siempre, incluso de su bolsillo. Que paguen, puesto
de ciertas apariencias en contra, «una requisitoria con- que tienen necesidad de recibir los cuidados de lps dueños
tra la retórica de Isócratcs» (Introducción al Fedro, ed. Bu- del logos. «Así, las personas que utilizan tales ejemplos
dé, pág. CLXXIil), y que este último está más preocupado, (paradeigmasin: las letras) deberían más bien pagar en
diga lo que diga, por la doxa que por la epísteme, no habrá vez de recibir dinero, pues teniendo ellos mismos necesi-
que asombrarse por el título de su discurso «Contra los dad de cuidados se ponen a educar a otros.» (Kata tón
sofistas». Ni por encontrar en él, por ejemplo, lo siguien- sofistón, XIII, 9, 10, 12, 13.)
te, cuya semejanza formal con la argumentación socrática
171»
Si la presencia es la forma general del ser, el pre- ria y la verdad. Es porque el logos es un fármacon
sente es siempre otro. Ahora bien, lo escrito, en tan- más eficaz. Así lo denomina Gorgias. En tanto que
to que se repite y permanece idéntico a sí en el tipo, fármacon, el logos es a la vez bueno y malo; no es
no se pliega en todos los sentidos, no se pliega a regido en primer lugar por el bien y la verdad. Es
las diferencias entre los presentes, a las necesidades sólo en el interior de esa ambivalencia y de esa in-
variables, fluidas, furtivas de la psicagogía. Quien determinación misteriosa del logos, y cuando haya
habla, por el contrario, no se somete a ningún es- sido reconocida, donde Gorgias determina la verdad
quema preestablecido; conduce mejor sus signos; como mundo, estructura u orden, añadidura (cos-
está allí para acentuarlos, doblarlos, retenerlos o mos) del logos. Con eso anuncia sin duda el gesto
soltarlos según las exigencias del momento, la natu- platónico. Pero antes de semejante determinación
raleza del efecto buscado, la ocasión que ofrezca estamos en el espacio ambivalente e indeterminado
el interlocutor. Asistiendo a sus signos en su opera- del fármacon, de lo que en el logos permanece como
ción, quien actúa con la voz penetra más fácilmente poder, en potencia, no es aún lenguaje transparente
en el alma del discípulo para producir en ella efec- del saber. Si pudiésemos recobrarlo en categorías
tos siempre singulares, llevándola, como si estuvie- ulteriores y justamente dependientes de la historia
se aposentado en ella, adonde pretende. No es, pues, así abierta, categorías según la decisión, habría que
su violencia maléfica, sino su impotencia sin aliento, hablar aquí de la «irracionalidad» del logos vivo, de
lo que reprochan los sofistas a la escritura. A ese su poder de hechizamiento, de fascinación aterrori-
servidor ciego, a sus movimiento torpes y errantes, zadora, de transformación alquímica que le empa-
la escuela ática (Gorgias, Isócrates, Alcidamas) opo- renta con la brujería y la magia. Brujería (goeteia),
ne la fuerza del logos vivo, el gran maestro, el gran psicagogía, tales son los «hechos y gestos» del ha-
poder: logos dinastes megas estin, dice Gorgias en bla, del más temible fármacon. En su Elogio de Ele-
la Egloga de Elena. La dinastía del habla puede ser na, Gorgias se sirve de estas palabras para calificar
más violenta que la de la escritura, su efracción es el poder del discurso:
más profunda, más penetrante, más diversa, más
segura. Sólo se refugia en la escritura quien no sabe «Los encantamientos inspirados por los dio-
hablar mejor que cualquier pelanas. Alcidamas lo re- ses a través de las palabras (ai gar enceoi día
cuerda en su tratado «sobre los que escriben discur- logón epoidai) traen el placer, se llevan la tris-
sos» y «sobre los sofistas». La escritura como conso- teza. Formando de inmediato un todo con lo que
lación, como compensación, como remedio para el el alma piensa, el poder del encantamiento la se-
habla débil. duce (écelxe) y persuade y cambia mediante una
fascinación (goeteiai). Dos artes de magia y de
A pesar de estas semejanzas, la condena de la es- fascinación han sido descubiertos para extraviar
critura no tiene lugar en los retores como en el Fe- al alma y engañar a la opinión [...] ¿Qué es lo
dro. Silo escrito resulta menospreciado, no lo es en qué impide pues que un encanto (imnos) haya
tanto que fármacon que viene a corromper la memo- podido sorprender a Elena, que no era joven, con

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absoluto, realiza obras muy divinas. Pues puede
la misma violencia que un rapto?,.. El habla,-la , apaciguar el terror y alejar la tristeza, hace na-
que persuade al alma, cuando le ha persuadido cer la alegría y aumenta la piedad...».
le obliga tanto a obedecer a las cosas dichas
como a consentir a las cosas que suceden/ Per- «La persuasión que entra en el alma mediante el
suadirla en tanto que está obligada es un error, y
respecto a la persuadida, en tanto que ha sido discurso», tal es el fármacon y tal es el nombre que
obligada de palabra, lo malo que se dice de ella utiliza Gorgias:
no se basa en nada» (45).
«El poder del discurso (tu logu dínamis) tie-
La elocuencia persuasiva (peizó) es el poder de ne la misma relación (ton autón de logon) con la
efracción, de rapto, de seducción interior, de rapto disposición del alma (pros ten tes psijés taxin)
invisible. La propia fuerza furtiva. Pero mostrando que la disposición de las drogas (ton farmacón
que Elena cedió a la violencia de un habla (¿habría taxis) con la naturaleza de los cuerpos (ten ton
somatón físin). Igual que ciertas drogas evacúan
cedido ante unas letras?), declarando inocente a esa del cuerpo determinados humores, cada cual el
víctima, Gorgias acusa al logos de su poder de men- suyo, y unas detienen la enfermedad, otras la
tir. Quiere, «dando lógica (loguismon) al discurso vida; igual ciertos discursos afligen y otros re-
(toi logoi), al mismo tiempo acabar con la acusación gocijan; unos aterrorizan y otros enardecen a
sus oyentes; otros mediante una mala persuasión
contra una mujer tan mal afamada, y, demostrando drogan el alma y la embrujan (ten psijen efarma-
que sus acusadores están equivocados, es decir, mos- keusan kai exegoeteusan).»
trando la verdad, poner término a la ignorancia».
Pero antes de ser dominado, domado por el cos- Se habrá reflexionado, al pasar, en que la rela-
mos y el orden de la verdad, el logos es un ser vivo ción (analogía) entre la relación logos/alma y la re-
salvaje, una animalidad ambigua. Su fuerza mágica, lación fármacon/cuerpo es designada como logos.
«farmacéutica», se basa en esta ambivalencia, y eso El nombre de la relación es el mismo que el de uno
explica que resulte desproporcionada a lo poco que de sus términos. El fármacon está comprendido en
es un habla: la estructura del logos. Esta comprensión es un do-
minio y una decisión.
«Si es el habla quien le persuadió y engañó a
su alma, no es tampoco difícil a este respecto
el defenderla y acabar con la acusación, de este
modo: el habla ejerce un gran poder, el habla
que, siendo muy poca cosa y no viéndosela en 5. E L FARMAKEUS

(45) Cito la traducción publicada en la Revue de poésie


(«La Parole dite», núm. 90, octubre 1964). Sobre este pasaje «En efecto, si ningún m^l nos hiriese,
del Elogio, sobre las relaciones entre celgó y peizó, del ya no tendríamos necesidad de socorros
encanto y la persuasión, sobre su uso en Homero, Esquilo y con eso se vería con toda evidencia que
y Platón, cf.: DIÉS, op. cit., págs. 116-117.

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era el mal quien nos convertía el bien tes de querer embrujarle, de haberle echado un sor-
(tágazon) en falso, precioso y queridó,
porque éste era el remedio (fármacon) de tilegio (Farmattein bulei me, ó Sókrates, 194 a). El
la enfermedad que era el mal: pero su- retrato de Eros por Diotimo está situado entre esta
primida la enfermedad, el remedio ya no
tiene objeto (uden dei farmacu). ¿Ocurre apostrofe y el retrato de Sócrates por Alcibíades.
lo mismo con el bien?... —Parece, repuso, El cual recuerda que la magia socrática actúa
que así sea en verdad.»
Lisis, 220 c d. mediante el logos sin instrumento, mediante una
voz sin accesorios, sin la flauta del sátiro Marsias:

Pero a este respecto, y si el logos es ya un su- «¡Pero yo no soy flautista!, me dirás. Lo eres,
plemento que penetra, Sócrates, «el que no escri- e infinitamente más maravilloso que aquél de
quien hablamos. El, tenía necesidad de instru-
be», ¿no resulta también un dueño del fármacon? mentos para hechizar a los hombres con la vir-
Y con eso, ¿no se parece hasta la confusión a un tud que emanaba de su boca [...] sus melodías
sofista?, ¿a un farmakeus?, ¿a un mago, a un bru- [...] son las únicas que ponen en estado de tran-
jo y aun a un envenenador? ¿E incluso a esos im- ce y con las que se revelan los hombres que tie-
postores denunciados por Gorgias? Los hilos de nen necesidad de dioses o de iniciaciones, porque
esas complicidades son casi inextrincables. esas melodías son divinas. Pero tú, tú no te dife-
rencias de él, excepto en que, sin instrumentos
Sócrates tiene a menudo en los diálogos de Pla- (aneu organón), con palabras sin acompañamien-
tón el rostro del farmakeus. Ese nombre se lo da to (psilois logois 46)t produces ese mismo efecto...
Diotimo a Eros. Pero bajo el retrato de Eros no se (215 cd).
pueden dejar de reconocer los rasgos de Sócrates,
como si Diotimo, mirándole, propusiera a Sócrates Esta voz desnuda y sin órgano no podemos im-
el retrato de Sócrates (203 c d e). Eros, que no es ni pedir que penetre más que tapándonos los oídos,
rico, ni hermoso ni delicado, pasa su vida filosofan- como Ulises cuando escapó a las Sirenas (216 a).
do (filosofón dia pantos tu bíu); es un temible bru- El fármacon socrático actúa también como un
jo (deinos goes), mago (farmakeus), sofista (sofis- veneno, como una ponzoña, como una mordedura
tes). Individuo al que ninguna «lógica» puede rete- de víbora (217-218). Y la mordedura socrática es peor
ner en una definición no-contradictoria, individuo que la de las víboras, pues su huella invade el alma.
de la especie demoníaca, ni dios ni hombre, ni in- Lo que hay de común, en todo caso, entre el habla
mortal ni mortal, ni vivo ni muerto, tiene por virtud socrática y la poción venenosa es que penetran, para
«fomentar tanto la adivinación completa (mantiké apoderarse de ella, en la interioridad más oculta del
pasa) como el arte de los sacerdotes en lo que res- alma y del cuerpo. El habla demoníaca de ese tau-
pecta a sacrificios e iniciaciones, así como a ensal- maturgo arrastra a la manía filosófica y a transpor-
mos, vaticinios en general y magia (cisias-téletas-
epódas-manteian)» (202 é). (46) «Voz desusada, desvalida, etc.»; psilois logos tiene
también el sentido de argumento abstracto o de afirma-
Y en el mismo diálogo, Agazón acusaba a Sócra- ción simple y sin pruebas (cf.: Teeteto, 165 a).

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tes dionisíacos (218 b). Y cuando no actúa como el miento sofístico, en deshacer una sustancia o un?
veneno de la víbora, el sortilegio farmacéutico de poder ocultos por el análisis y la pregunta. No con-
Sócrates provoca una especie de narcosis, embota siste en desmontar la seguridad charlatanesca de
y paraliza en la aporía, como la descarga del pez- un farmakeus desde la instancia obstinada de una
torpedo (narké): razón transparente y de un lagos inocente. La iro-
nía socrática precipita un fármacon en contacto con
MENON: Sócrates, me había enterado de oídas, otro fármacon. Más bien, invierte su poder y vuelve
antes de conocerte, de que no hacías otra cosa la superficie de un fármacon (47). Tomando así no-
que encontrar por doquier las dificultades y ha- ta, acta y fecha, clasificándolo, de que lo propio del
cérselas descubrir a los demás. En este mismo fármacon consiste en cierta inconsistencia, en cierta
momento veo perfectamente, por no sé qué ma- impropiedad, y de que esa no-identidad consigo le
gia ni qué drogas, por tus hechizos, que me has
embrujado tan perfectamente que tengo la ca- permite siempre el ser vuelto contra sí mismo.
beza llena de dudas (goeíeueis me kai farmatteis En esa vuelta hay ciencia y hay muerte. Que se
kai atejnós katepadeis, óste meston aportas gue- consignan en un solo y mismo tipo en la estructura^
gonenai). [Se habrá advertido que acabamos de del fármacon: nombre único de esa poción que hay
citar la traducción Budé]. Me atrevería a decir, que esperar. Y que hay incluso que, como Sócra-
si me permites la broma, que me recuerdas, tanto
por el aspecto (eidos) como por todo lo demás, tes, merecer.
a ese ancho pez que se llama torpedo (narké).
Que entumece de inmediato a quienquiera que se
le acerque y le toque; tú me has hecho experi-
mentar un efecto semejante, [me has aturdido].
Sí, estoy verdaderamente aturdido en cuerpo y
alma, y soy incapaz de replicarte [... ] Tienes
toda la razón, créeme, en no querer ni navegar
fuera de aquí: en una ciudad extranjera, con se-
mejante conducta, no tardarías en ser detenido
como un brujo (goes) (80 a b).

Sócrates detenido como brujo (goes o farma-


(47) A la vez y/o una cosa tras otra, el fármacon so-
keus): tengamos paciencia. crético petrifica y despierta, anestesia y sensibiliza, tran-
¿Qué ocurre con esta analogía qué incesante- quiliza y angustia. Sócrates es el torpedo narcótico, pero»
también el animal con aguijón: recordemos la abeja del
mente relaciona el fármakon socrático con el fár- Fedón (91 c); más adelante abriremos la Apología en el
macon sofístico y, proporcionándoles mutuamente, momento en que Sócrates se compara precisamente al
tábano. Toda esta configuración de Sócrates compone,
nos hace pasa}: indefinidamente de uno a otro? ¿Có- pues, un bestiario. ¿Es extraño que lo demoníacp se mues-
mo distinguirlos? tre en un bestiario? Es a partir de esa ambivalencia zoo-
farmacéutica y de esa otra analogía socrática como se de-
La ironía ho consiste en deshacer un encanta- terminan los límites del ántropos.

.178 179
se de las Leyes desecha la hipótesis: «Volvamos,
pues, a nuestro legislador para decirle: ¡Pues bien!,
legislador, sin duda que para producir el temor nin-
gún dios dio a los hombres semejante droga (fár-
macon) y tampoco hemos inventado nosotros nada
parecido,—pues los brujos (goetas) no forman parte
de nuestros invitados; pero para producir la ausen-
II cia de temor (afobias) y una audacia exagerada e
intempestiva, allí donde no resulta necesaria, ¿exis-
te un brebaje o somos de otra opinión?» (649 a).
La utilización socrática del fármacon no iría di- En nosotros es el niño quien tiene miedo. Ya no
rigida a asegurar el poder del farmakeus. La técni- habrá más charlatanes cuando el niño que se «man-
ca de efracción o de parálisis puede incluso, even- tiene dentro de nosotros» deje de tener miedo a la
tualmente, volverse contra él, aunque debamos siem- muerte como a un mormolikeion, un espantajo para
pre, a la manera sintomatológica de Nietzsche, diag- asustar a los niños, un Coco. Y habrá que múltipla
nosticar la economía, la inversión y el beneficio di- car diariamente los ensalmos para librar al niño de
ferido bajo el signo puro de la renuncia, bajo la ese fantasma: «CEBES: ¡Pues entonces procura que
puesta del sacrificio desinteresado. ese niño, disuadido por ti, ya no tenga miedo de la
La desnudez del fármacon, la voz desguarnecida muerte como del Coco! —Pero entonces, lo que le
(psilos logos), confiere cierto dominio en el diálogo, hace falta, dijo Sócrates, es un ensalmo diario has-
a condición de que Sócrates declare que renuncia a ta que gracias a él se lo haya quitado de encima.
sus beneficios, al saber como poder, a la pasión, al —¿De dónde sacaremos, Sócrates, contra ese tipo
goce. A condición de que en una palabra consienta de terrores, un encantador (epódon) que sirva, ya
en recibir la muerte. La del cuerpo en todo caso: la que, dijo, tú nos vas a dejar?» (Fedón, 77 e). En el
aleceia y la episteme, que son también poderes, se Critón, Sócrates se niega también a ceder a la mul-
pagan a ese precio. titud que intenta «asustarnos como a niños multi-
El temor a la muerte da lugar a todos los encan- plicando sus espantajos, evocando las prisiones, los
tamientos, a todas las medicinas ocultas. El farma- suplicios, las confiscaciones» (46 ic).
keus apuesta sobre ese temor. A partir de ello, tra- El contra-hechizo, el exorcismo, el antídoto es
bajando por liberarnos de ello, la farmacia socrática la dialéctica. A la pregunta de Cebes, Sócrates res-
corresponde a la operación del exorcismo, tal como ponde que no hay que buscar sólo un mago, sino
puede ser considerada y dirigida del lado, désde el también —y es el ensalmo más seguro— aprender
punto de vista de dios. Después de haberse pregun- dialéctica: «... en la búsqueda de semejante encan-
tado si había dado un dios a los Jiombres una droga tador no ahorréis ni bienes ni esfuerzo, pensando
para producir el temor (fóbu farmacon), el atenien- qúé no hay nada en lo que pudierais, con más acier-

.178 181
to, gastar vuestros bienes. Pero someteros a vos- tos (alexifármaca) contra los demás discursos; así
asegura su propia rectitud y la de la ciudad, pro-
otros mismos, es preciso, a una búsqueda mutua; curando a las personas honradas la salvaguarda
pues quizá os sea difícil encontrar persónas que y el acrecentamiento de sus derechos, a los mal-
sean más aptas que vosotras para realizar ese ofi- vados toda la ayuda posible para que renuncien
cio» (Fedón, 78 a b). a su locura, a su intemperancia, a su cobardía,
Someterse a la búsqueda mutua, buscar el cono- en una palabra a toda su injusticia, en la medida
en que sus errores tienen cura; en cuanto a aqué-
cerse a sí mismo mediante el rodeo y el lenguaje llos en quienes son verdaderamente la trama de
del otro, tal es la operación que Sócrates, recordan- su destino, si, a almas así formadas administran,
do lo que el traductor llama «el precepto de Delfos» como remedio (iama) la muerte, entonces es
(tu Delfiku grammatos), presenta a Alcibíades como cuando, podemos repetirlo con toda justicia, ta-
antídoto (alexifármacon), contra-veneno (Alcibíades, les jueces o directores de los jueces merecerán
132 b). En el texto de las Leyes cuya cita hemos in- el ser alabados en toda la ciudad» (XII, 957 c-
958 a. Los subrayados son míos).
terrumpido antes, cuando la necesidad de la letra
haya sido firmemente planteada, la introyección, la
La dialéctica anamnésica, como repetición del
interiorización de los grámmata en el alma del juez,
eidos, no puede distinguirse del saber y del domi-
como lugar de residencia más seguro para ellos, es
nio de sí. Son los mejores exorcismos que se pue-
entonces recetada como antídoto. Volvamos al texto:
den oponer al terror del niño ante la muerte y la
charlatanería de los Cocos. La filosofía consiste en
«En todas ellas debe tener fija su mirada el tranquilizar a los niños. Es decir, si se prefiere,
juez que quiera observar una justicia imparcial; en hacerles escapar de la infancia, olvidar al niño,
debe procurarse su letra escrita para estudiar- o a la inversa, pero también, al mismo tiempo, en
las; de todas las ciencias, en efecto, la que educa
más al espíritu que a ellas se aplica es la ciencia hablar primero por él, en enseñarle a hablar, a dia-
de las leyes, a condición de que las leyes estén logar, desplazando su miedo o su deseo.
bien hechas; si no tuviese esa virtud, sería pues Se podría jugar, en la trama de la Política
en vano como habríamos dado, a la divina y ad- (280 a ss.) a clasificar esta especie de protección
mirable ley, un nombre que se parece al del es- (aminterion) denominada dialéctica y aprehendida
píritu [nomos/ñus]. Además, todo el resto, sean
poemas que tienen por objeto el elogio o la cen- como contra-veneno. Entre los seres que se podrían
sura, sea simplemente prosa, discursos escritos, llamar artificiales (fabricados o adquiridos), el Ex-
libres conversaciones cotidianas en que se suce- tranjero distingue los medios de acción (para el
den las testarudeces de la controversia y las ad- poiein) y las protecciones (aminteria) que evitan su-
hesiones dadas en ocasiones con gran ligereza, frir o padecer (tu me pasjein) Entre estas últimas
todo eso tendría su segura piedra de toque en los se distinguirá entre: 1) Los antídotos (alexifárma-
escritos del legislador (ta tu nomocétu grámma-
ta). Es en su alma donde debe guardarlas (a dei ca), que pueden ser o humanos o divinos (y la dia-
kektémenon en auto) el buen juez, cómo antído- léctica es desde ese punto de vista el ser-antídoto

242 183»
del antídoto en general, antes de que resulte posible
nes, en el Critón, invitan a no «manifestar ese furor
distribuirlo entre las regiones de lo divino o de lo
de vivir con menosprecio de las leyes más impor-
humano. La dialéctica es el paso entre esas dos re-
tantes».
giones); y 2) Los problemas (problémata): lo que
uno tiene ante sí —obstáculo, refugio, armadura, ¿Qué dice, efectivamente, Sócrates cuando Gebes
escudo, defensa—. Dejando la vía de los antídotos, y Simmias le piden que les proporcione un encan-
el Extranjero busca la división de los problémata tador? Les llama al diálogo filosófico y a su objeto
que pueden funcionar como armaduras o cierres. más digno: la verdad del eidos como de lo que es
Los cierres (frágmata) son colgaduras o proteccio- idéntico a sí, siempre el mismo que sí y por lo tanto
nes (alexeteria) contra el frío y el calor; las protec- simple, no compuesto (asínceton), indescomponible,
ciones son techumbres o cubiertas; cubiertas que inalterable (78 c, e). El eidos es lo que puede siem-
pueden ser extendidas (como alfombras) o envol- pre ser repetido como lo mismo. La idealidad y la
ventes, etc. La división se prosigue así a través de invisibilidad del eidos, es su poder-ser-repetido. Y la
las distintas técnicas de fabricación de las cobertu- ley es siempre la ley de una repetición, y la repeti-
ras envolventes y llega finalmente al vestido tejido ción es siempre el sometimiento a una ley. La muer-
y al arte del telar: especie problemática de la pro- te abre, pues, al eidos como a la ley-repetición. En
tección. Este arte excluye, pues, si seguimos la divi- la prosopopeya de las Leyes del Critón, Sócrates es
sión al pie de la letra, el recurso a los antídotos; y llamado a aceptar a la vez la muerte y la ley. Debe
por consiguiente a esa especie de antídoto o de fár- reconocerse como retoño, hijo o representante (ék-
macon invertido que constituye la dialéctica. El tex- gonos) e incluso esclavo (dulos) de la ley que, unien-
to excluye la dialéctica. Y sin embargo, habrá que do a su padre y a su madre, hizo posible su naci-
distinguir más adelante entre dos texturas, cuando miento. La violencia es, pues, aún más impía cuando
se reflexione en que la dialéctica es igualmente un se ejerce contra la ley de la madre/patria que cuan-
arte de tejer, una ciencia de la simploké. do hiere a padre y madre (51 c). Por eso, le recuer-
dan las Leyes, Sócrates debe morir de acuerdo con
La inversión dialéctica del fármacon o del peli-
la ley y dentro del recinto de esta ciudad, él que
groso suplemento hace, pues, a la muerte aceptable
(apenas) quiso salir nunca de ella:
y nula. Aceptable por anulada. Acogiéndola bien, la
inmortalidad del alma, actuando como un anticuer-
po, disipa su fantasma espantoso. El fáfmacon in- ¡Ah! Tu cordura te permite pues ignorar que hay
vertido, que hace huir a todos los espantajos, no es que honrar más a la patria que a ía madre, que
al padre, que a todos los antepasados, que es
otro que el origen de la episteme, la apertura a la más respetable, más sagrada, que goza de un ran-
verdad como posibilidad de la repetición y sumi- go más elevado en el juicio de los dipses y de los
sión del «turor de vivir» (epicimein zén, Critón, hombres sensatos [...] En cuanto a la violencia,
53 e) a la ley (al bien, al padre, al rey, al jefe, al ca- ¿no resulta impía dirigida contra la madre, con-
pital, al sol invisibles). Son las propias leyes quie- tra el padre, y mucho más aún contra la patria?
[...] Sócrates, hay pruebas concluyentes que de-
242
185»
muestran que te agradamos, nosotros y el Esta- efecto cuando lo oigo, el corazón me late mucho más
do (polis). No te habrías mantenido encerrado que a los coribantes en sus trances» (215 e).
más que ningún otro ateniense en esta ciudad El orden filosófico y epistémico del logos como
(polis) si no te hubiese convenido más que a nin- antídoto, como fuerza inscrita en la economía gene-
gún otro, siempre unido a ella hasta llegar a no ral y a-lógica del fármacon, no aducimos esta propo-
salir ni para asistir a una tiesta, salvo al Istmo, sición como una interpretación arriesgada del pla-
una sola vez, y sin haber ido a ningún país ex-
tranjero, excepto en expedición militar, sin ha- tonismo. Leamos mejor la oración que abre el Cri-
ber viajado nunca a ningún sitio como hacen los tias: «Roguemos, pues, al dios que nos dé él mismo
demás, sin ni siquiera haber concedido nunca el el filtro más perfecto (fármacon teleótaton) y el me-
deseo de conocer otra ciudad y otras leyes, ple- jor de todos los filtros (aristón farmakón), el cono-
namente satisfecho con nosotros y con este Esta- cimiento (epistemen)». Y podríamos considerar tam-
do (polis). Y en tanto nos preferías a todo, con- bién en el Cármido la asombrosa puesta en escena
sentías formalmente en vivir bajo nuestra auto-
ridad (51 a c-52 b c). del primer acto. Habría que seguirla segundo a se-
gundo. Deslumhrado por la belleza de Cármido, Só-
crates desea en primer lugar desnudar el alma de
La palabra socrática es mantenida en reposo, en ese joven que ama la filosofía. Van, pues, a buscar
su morada, en guardia: en la autoctonía, en la ciu- a Cármido para presentarle a un médico (Sócrates)
dad, en la ley, bajo la vigilancia de su lengua. Lo que puede curarle de sus dolores de cabeza y de su
cual resultará más tarde plenamente significativo astenia. Sócrates acepta en efecto hacerse pasar por
cuando la escritura sea descrita como el vagar mis- un hombre que dispondría de un remedio contra el
mo, y la vulnerabilidad muda a todas las agresiones. dolor de cabeza. Como en el Fedro, recordémoslo,
La escritura no reside en nada. escena del «manto» y de cierto fármacon:
El eidos, la verdad, la ley o la episteme, la dialéc-
tica, la filosofía, tales son los otros nombres del fár- Luego, Critias le dijo que yo era poseedor del
macon que hay que oponer al temor hechizante a la remedio (o to fármacon epistemenos), cuando
muerte. Farmakeus contra farmakeus, fármacon volvió la cabeza hacia mí con una mirada que
no sabría decir e hizo un movimiento como para
sonoro, pues, fónico más bien, es decir, que penetra interrogarme, cuando todos los asistentes vinie-
en el alma y arrebata el fuero interno. «Entérate, ron a ponerse en círculo en torno nuestro, en-
queridísimo Critón, de lo que yo creo oír, como los tonces, oh noble amigo mío, vi en la abertura de
iniciados a los misterios de los Coribantes creen oír su manto una belleza cjue me inflamó, perdí la
flautas; sí, el sonido de esas palabras (e eke tutón cabeza [...] Sin embargo, cuando me preguntó
si conocía el remedio contra el dolor de cabeza
ton logon) resuena en mí y me impide escuchar cual- (to tes kefales fármacon)... le respondí que era
quier otra cosa» (54 d). Los Coribantes, la flauta, Al cierta planta a la que se añadía un conjuro (epo-
cibíades los evocaba en el Banquete para dar una de de tis epi to fármakó), y que el conjuro unido
idea de los efectos del habla socrática: «Pues en al remedio le hacía extraordinario, pero que sin

242 187»
él no servía. «Voy a escribir, me dijo, el conjuro veneno. Semejante operación no resultaría posible
tal como me lo dictes» (155 <¿-156 a. Cf. también: si el fármaco-logos no cobijase en sí mismo esa com-
175-176 48). plicidad de valores contrarios, y si el fármacon en
general no fuese, antes de toda discriminación, lo
Pero no se puede curar la cabeza por separado. que, dándose como remedio, puede corromper (se)
Los buenos médicos curan «el todo» y es «curando en veneno, o lo que dándose como veneno puede re-
el todo como se aplican a curar y a cuidar la parte sultar ser remedio, puede aparecer después de admi-
enferma». Luego, pretendiendo inspirarse en un mé- nistrado en su verdad de remedio. La «esencia» del
dico tracio, «uno de esos discípulos de Zalmoxis fármacon es que, no teniendo esencia estable, ni ca-
que, cuentan, saben hacer inmortales a las gentes», rácter «propio», no es, en ningún sentido de esa pa-
Sócrates muestra que el todo del cuerpo no puede labra (metafísico, físico, químico, alquímico) una
ser curado más que en la fuente —el alma— de to- sustancia. El fármacon no tiene ninguna identidad
dos sus bienes y males. «Ahora, el remedio del alma ideal, es aneidético, y en primer lugar porque no es
son ciertos conjuros (epodais tisin). Estos consisten monoeidético (en el sentido en que el Fedón habla
en los hermosos discursos que hacen nacer en el del eidos como de un simple: monoeides). Esta «me-
alma la cordura (sofrosinen). Cuando el alma posee dicina» no es un simple. Pero no es por ello un com-
una vez la cordura y la conserva, es fácil entonces puesto, un sínceton sensible o empírico que partici-
dar la salud a la cabeza y al cuerpo entero» (157 a). pe de varias esencias simples. Es más bien el medio
Y se pasa entonces al diálogo sobre la esencia de la anterior en que se produce la diferenciación en ge-
cordura, el mejor fármacon, el remedio capital. neral, y la oposición entre el eidos y su otro; ese
La filosofía opone, pues, a su otro esa transmu- medio es análogo al que más tarde, después y según
tación de la droga en remedio, del veneno en contra- la decisión filosófica, será reservado a la imagina-
ción transcendental, ese «arte escondido en las pro-
(48) Se habrá observado que esta escena es una extra- fundidades del alma», que no depende simplemente
ña réplica, invertida y simétrica, de la escena del Fedro. La
inversión: la unidad que á hurtadillas hacía pasar a lo uno ni de lo sensible ni de lo inteligible, ni de la pasivi-
en lo otro, un texto y un fármacon, está pre-escrita eη el dad ni de la actividad. El medio-elemento será siem-
Fedro (el fármacon es el texto ya escrito por el «más há-
bil de los actuales escritores») y sólo prescrita en el Cár- pre análogo al medio-mixto. De cierta manera, Pla-
mido (la receta del fármacon prescrito por Sócrates debe tón ha pensado e incluso formulado esa ambivalen-
de ser tomada a dictado suyo). La prescripción socrática cia. Pero lo ha hecho de paso, incidentalmente, dis-
es aquí oral y el discurso acompaña al fármacon como
condición de su eficacia. En el espesor y la profundidad cretamente: a propósito de la unidad de los contra-
de esta escena hay que releer, en el centro del Político, la rios en la virtud y no de la unidad de la virtud y de
crítica de la receta médica escrita, de los «hipomnemata
grafein», cuya rigidez no se adapta á la singularidad y a la su contrario:
evolución de la enfermedad: ilustración del problema polí-
tico de las leyes escritas. Como el médico que vuelve a
visitar a su enfermo, el legislador debe poder modificar E L EXTRANJERO: E S sólo en los caracteres en
sus primeras prescripciones (294 a-297 b; ver también:
298 d e). que la nobleza resulta innata y mantenida por la

188 .178 188


educación donde las leyes podrán hacerla nacer; ¿Hay juego o artificio en esa aproximación cru-
es para ellos para quienes ha creado el arte ese zada? Es que hay, sobre todo, el juego en semejante
remedio (fármacon); es, como decíamos, el víncu- movimiento y ese quiasmo es autorizado, y aun pres-
lo verdaderamente divino, que une entre sí a las
partes de la virtud, por desemejantes que sean crito, por la ambivalencia del fármacon. No sólo por
por naturaleza y por contrarias que puedan ser la polaridad bien/mal, sino por la doble participa-
sus tendencias. (Poltico 310 a). ción en las regiones distintas del alma y del cuerpo,
de lo invisible y de lo visible. Esta doble participa-
Esta no-sustancia farmacéutica no se deja mane- ción, una vez más, no mezcla dos elementos previa-
lar con toda seguridad, ni en su ser, puesto que no mente separados, remite a lo mismo que no es lo
lo tiene, ni en sus efectos, que pueden incesantemen- idéntico, al elemento común, al médium de toda di-
te cambiar de sentido. Así, la escritura, anunciada sociación posible. Así, la escritura es dada como su-
por Zeuz como un remedio, como una droga bené- plente sensible, visible, espacial de la mneme: se
fica, es a continuación devuelta y denunciada por revela a continuación perjudicial y embotadora para
el rey, y luego, en lugar del rey, por Sócrates, como el interior invisible del alma, la memoria y la ver-
sustancia maléfica y fruto de olvido. A la inversa, y dad. A la inversa, la cicuta es dada como veneno
aunque su legibilidad no resulte inmediata, la cicu- perjudicial y embotador para el cuerpo. Se revela
ta, esa poción que no ha tenido nunca en el Fedón luego como benéfica para el alma, que libra del
otro nombre que el de fármacon (49), es presentada cuerpo y despierta a la verdad del eidos. Si el fár-
a Sócrates como un veneno, pero se transforma, por macon es «ambivalente», es, por lo tanto, por cons-
efecto del logos socrático y la demostración filosó- tituir el medio en que se oponen los opuestos, el mo-
fica del Fedón, en medio de liberación, posibilidad vimiento y el juego que los relacionan mutuamente,
4e salvación y virtud catártica. La cicuta tiene un los vuelve y los hace pasar una o otro (alma/cuerpo,
efecto ontológico: iniciar a la contemplación del bien/mal, interior/exterior, memoria/olvido, habla/
eidos y a la inmortalidad del alma C50). Sócrates la escritura, etc.). Es a partir de ese juego o de ese mo-
toma como tal. vimiento como los opuestos o los diferentes son de-
(49) Principio del diálogo: «ECHECRATES: ¿Estabas tú
tenidos por Platón. El fármacon es el movimiento,
en persona, Fedón, junto a Sócrates el día que bebió el el lugar y el juego (la producción de) la diferencia.
veneno (fármacon) en su prisión?» (57 a). Es la diferenzia de la diferencia. Tiene en reserva,
Final del diálogo: «SÓCRATES: ...más vale, en efecto, en
mi opinión, que me lave yo mismo antes de beber el ve- en su sombra y vigilia indecisas, a los diferentes y
neno (fármqcon) y no que las mujeres tengan que lavar un
cadáver» (ljL5 a). Ver también: 117 a.
(50) Podríamos, pues, considerar a la cicuta^ como una adelante de cierta relación entre las Targuelias, el naci-
especie de fármacon de inmortalidad. Nos veríamos invi- miento y la muerte de Sócrates) y observa: «Ni Ferecidas
tados a ello ya por la forma ritual y ceremonial que cierra ni Apolodoro han consignado los ritos que debían corres-
el Fedón (116 b c). En Le festín d'immortalité (Esquisse ponder, en determinado cantón de Grecia, a la historia del
d'une étude de mythologie comparéé indo-européenne, fármacon de inmortalidad codiciado por los Gigantes ni a
1924), G. Dumézil alude a «huellas, en Atenas, de un cicld la de la «Diosa artificial», Atenea, que hizo perder a los
teseo en coirelación con las Targuelias» (hablaremos más Gigantes su inmortalidad» (pág. 89).

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a las desavenencias que la discriminación vendrá a tamente general y se verifica incluso en el caso de
recortar. Las contradicciones y las parejas de opues- que tal poder resulte valorizado: el buen remedio,
tos se levantan sobre el fondo de esa reserva diacríti- la ironía socrática vienen a turbar a la organización
ca y diferemte. Ya diferemte, esa reserva, para «pre- intestina de la complacencia en sí. La pureza del in-
ceder» a la oposición de los efectos diferentes, para terior no puede desde entonces ser restaurada más
preceder a las diferencias como efectos, no tiene, que acusando a la exterioridad bajo la categoría de
pues, la simplicidad puntual de una coincidentia un suplemento inesencial y con todo perjudicial pa-
oppositorum. De ese fondo viene la dialéctica a ex- ra la esencia, de un sobrante que habría debido no
traer sus filosofemas. El fármacon, sin ser nada por venir a añadirse a la plenitud intacta del interior.
sí mismo, los excede siempre como su fundo sin i La restauración de la pureza interior debe, pues, re-
fondo. Se mantiene siempre en reserva aunque no constituir, recitar —y es el mito mismo, la mitolo-
tenga profundidad fundamental ni última localidad. gía, por ejemplo, de un logos que narra su origen
Vamos a verle prometerse al infinito y escaparse y se remonta a la víspera de una agresión farmaco-
siempre por puertas ocultas, brillantes como espe- gráfica— aquello a lo que el fármacon habría debi-
jos y abiertas a un laberinto. Es también esa reser- do no sobreañadirse, viniendo así a resultarle lite-
va de trastienda a lo que llamamos la farmacia. ralmente parásito: letra que se instala en el interior
de un organismo vivo para quitarle su aliento y es-
torbar la pura audibilidad de una voz. Tales son las
relaciones entre el suplemento de escritura y el lo-
gos-zóon. Para curar a este último del fármacon y
expulsar al parásito, resulta necesario, pues, volver
6. E L FARMACOS al exterior a su lugar. Mantener al exterior fuera.
Lo que es el gesto inaugural de la «lógica» misma,
del buen «sentido» tal como se concilia con la iden-
Forma parte de la regla de este juego el que pa- | tidad en sí de lo que es: el ser es lo que es, lo exte-
rezca detenerse. Entonces el fármacon, más antiguo rior está fuera y lo interior dentro. La escritura,
que los dos opuestos, es «cogido» por la filosofía, pues, debe volver a convertirse en lo que no habría
por el «platonismo» que se constituye en esa apre- nunca debido dejar de ser: un accesorio, un acciden-
hensión, como mezcla de dos términos puros y hete- te, un excedente.
reogéneos. Y podríamos seguir a la palabra fárma- La cura mediante el logos, el exorcismo, la catar-
con como a un hilo conductor por toda la problemá- sis anularán, pues, el excedente. Pero siendo esta
tica platónica de los mixtos. Aprehendiendo como anulación de naturaleza terapéutica, debe apelar a lo
mezcla e impureza, el fármacoH actúa también como mismo que expulsa, y al sobrante que pone fuera.
la efracción y la agresión, amenaza a una pureza y Es necesario que la operación farmacéutica se exclu-
una seguridad interiores. Esta definición es absolu- ya de sí misma.

.178 193
¿Qué quiere decir? ¿Qué escribir? parte inapreciable para el propio autor, sfi algo así
existe. Se puede decir en todo caso que todas las pa-
Platón no exhibe la cadena de significaciones que labras «farmacéuticas» que hemos señalado hacían
nosotros intentamos progresivamente exhumar. Si efectivamente, si se puede decir, «acto de presencia»
tuviese sentido plantear aquí semejante cuestión/lo en el texto de los diálogos. Pero hay otra palabra
que no creemos, resultaría imposible decir hasta qué que, que nosotros sepamos, no es utilizada nunca
punto la maneja él voluntaria o conscientemente y por Platón. Si la ponemos en comunicación con la
hasta qué punto está sometido a exigencias, tales serie farmakeia — fármacon —farmakeus, no pode-
como pesan sobre su discurso a partir de la «len- mos contentarnos ya con reconstituir una cadena
gua». ]La palabra «lengua», por lo que le une a todo que, por resultar secreta, y aún desapercibida a Pla-
lo que aquí ponemos en cuestión, no nos sirve de tón, no dejaba de pasar por ciertos puntos de pre-
ayuda pertinente alguna, y el seguir las exigencias sencia detectables en el texto. La palabra a que va-
de una lengua no excluiría que Platón jugase con mos a hacer referencia ahora, presente en la lengua,
ella, incluso si ese juego no es representativo y vo- que remite a una experiencia presente en la cultura
luntario. Es en la trastienda, en la penumbra de la griega y aun del tiempo de Platón, parece, sin em-
farmacia, antes de las oposiciones entre conciencia e bargo, ausente del «texto platónico».
inconsciente, libertad y obligación, voluntario e in- ¿Pero qué quiere decir aquí ausente o presente?
vluntario, discurso y lengua, donde se producen esas Como todo texto, el de «Platón» no podía dejar de
«operaciones» textuales. estar en relación, de manera al menos virtual, diná-
Platón parece no acentuar la palabra fármacon mica, lateral, con todas las palabras que componen
en el momento en que el efecto de la escritura pasa el sistema de la lengua griega. Fuerzas de asociación
de lo positivo a lo negativo, cuando aparece el vene- unen, a distancia, con una fuerza y según vías distin-
no, bajo la mirada del rey, como la verdad del reme- tas, a las palabras «efectivamente presentes» en un
dio. No dice que el fármacon es el lugar, el soporte discurso con todas las demás palabras del sistema
y el operador de esta mutación. Más adelante ya lle- léxico, aparezcan o no como «palabras», es decir,
garemos a ello, comparando expresamente la escri- como unidades verbales relativas en determinado
tura a la pintura, Platón no pondrá explícitamente discurso. Comunican con la totalidad del léxico me-
ese juicio en relación con el hecho de que llame en diante el juego sintáctico y al menos mediante las
otro lugar fármacon a la pintura. Pues en griego, sub-unidades que componen lo que se denomina una
fármacon significa también pintura, no color natu- palabra. Por ejemplo, «fármacon» comunica ya, pe-
ral, sino tinte artificial, tintura química que imita ro no sólo, con todas las palabras de la misma fa-
la cromática dada de las cosas. milia, con todas las significaciones construidas a
v A pesar de todas esas significaciones, y, con más partir de la misma raíz. La cadena textual que debe-
precisión, todas esas palabras aparecen en el texto mos así volver a poner en su sitio no es, pues, ya sim-
de «Platón». Sólo está oculta la cadena, y por una plemente «interior» al léxico platónico. Pero al des-

.178 194
bordar ese léxico, queremos menos exceder, equivo- nificaciones principales del personaje y de la prác-
cados o no, cierto límites, que levantar la sospecha tica ritual.
sobre el derecho a plantear tales límites. En una Harpocratión las describe así, comentando la pa-
palabra, no creemos que exista rigurosamente un labra fármacos: «En Atenas se expulsaba a dos hom-
texto platónico, cerrado sobre sí mismo, con su inte- bres a fin de purificar la ciudad. Y en las Targuelias,
rior y su exterior. No es que entonces haya que con- lo que ocurría era que los hombres expulsaban a un
siderar que hace agua por todas partes y qué se le hombre y las mujeres a otro (51)»· En general, los
puede ahogar confusamente en la generalidad indi-
ferenciada de su elemento. Simplemente, y a condi- (51) Las principales fuentes que permiten describh: el
ritual del fármacos están reunidas en los Mythologische
ción de que las articulaciones sean rigurosa y pru- Forschungen (1884), de W . MANNHARDT, y recordadas en
dentemente reconocidas, debe de resultar posible se- particular por J. G. FRAZER en La rama dorada (ed. espa-
ñola F.C. E.), por J. E. HARRISON, Prolegomena to the stu-
parar fuerzas de atracción ocultas uniendo una pa- dy of greek religión ( 1 9 0 3 , págs. 9 5 ss.), Themis, a study
labra presente y una palabra ausente en el texto de of the social origins of greek religión ( 1 9 1 2 , pág. 4 1 6 ) ; por
NILSSON, History of greek religión ( 1 9 2 5 , pág. 2 7 ) ; por
Platón. Tal fuerza, dado el sistema de la lengua, no Ρ . M . S C H U H L , Essai sur la formation de la pensée grec-
ha podido dejar de pesar sobre la escritura y sobre que ( 1 9 3 4 , págs. 36-37). Se podrá consultar igualmente el
capítulo que MARIE DELCOURT consagra a Edipo en sus
la lectura de ese texto. Respecto a ese paso, la men- Légendes et cuite des héros en Gréce ( 1 9 4 2 , pág. 1 0 1 ) ; del
cionada «presencia» de una unidad verbal muy re- mismo autor, Pyrrhos et Pyrrha. Recherches sur les va-
leurs du feu dans les légendes hélléniques ( 1 9 6 5 , pág. 2 9 ) ,
lativa —la palabra—, sin ser un accidente contin- y sobre todo, Oedipe ou la légende du conquérant ( 1 9 4 4 ,
gente que no merece ninguna atención, no constitu- páginas 2 9 - 6 5 ) .
ye, sin embargo, el último criterio y la última perti- Ha llegado, sin duda, el momento de observar, a pro-
pósito de la aproximación tan necesaria entre el personaje
nencia. de Edipo y el personaje del fármakos, que, a pesar de las
apariencias, el discurso que mantenemos aquí no es, stric-
El circuito que proponemos es además tanto más to sensu, psicoanalítico. Y ello al menos en la medida en
fácil y legítimo cuanto que conduce a una palabra que tocamos el fondo textual (cultura, lengua, tragedia, fi-
losofía griegas, etc.) en que Freud debió empezar a extraer
que se puede considerar, en una de sus caras, como y no piído dejar de referirse. Es a ese fondo a lo que nos-
el sinónimo, casi el homónimo, de una palabra de la otros nos proponemos interrogar. Eso no significa que la
distancia así señalada con relación a un discurso psicoana-
que Platón se ha «efectivamente» servido. Se trata lítico que evolucionaría ingenuamente en un texto griego
de la palabra «fármacos» (brujo, mago, envenena- insuficientemente descifrado, etc., sea del mismo tipo que
dor), sinónimo de farmakeus (utilizado por Platón), en la que se mantienen, por ejemplo, M. DELCOURT (Lé-
gendes, págs. 109, 113, etc.) y J. P . VERNANT (Oedipe sans
que tiene la originalidad de haber sido sobredeter- complexe, en Raison présente, 1 9 6 7 ) .
minada, sobrecargada por la cultura griega con otra Después de la primera publicación de este texto ha apa-
recido el notable ensayo de J . P . VERNANT, Ambigüité et
función. Con otro papel, y formidable. renversement sur la structure énigmatique d'Oedipe-Roi,
Se ha comparado al personaje del fármacos con en Echanges et Communications, mélanges offerts a Clau·
de Lévi-Strauss (Mouton, 1 9 7 0 ) . Se puede leer en él, en es-
un chivo expiatorio. La enfermedad y el exterior, la pecial, esto que parece confirmar nuestra hipótesis (cf. no-
expulsión de la enfermedad, su exclusión fuera del ta 47): «¿Cómo puede la Ciudad admitir en su seno a
quien, como Edipo, "ha lanzado su flecha más lejos que
cuerpo (y fuera) de la ciudad, tales son las dos sig- nadie" y se ha convertido en isoceos? Cuando funda el

196 .178 196


fármacoi eran muertos· Pero no era ese, al pare- apuntaba en primer lugar a los órganos genitales (53).
cer (52), la finalidad esencial de la operación. La Una vez alejados del espacio άβ la ciudad, losf fárma-
muerte sobrevenía la mayoría de las veces como cos, los golpes (54) debían expulsar o atraer al mal
efecto secundario de una enérgica fustigación. Que
logia gift, traducción del latín dosis, a su vez transcripción
del griego dosis, dosis, dosis de veneno. Esa etimología su-
ostracismo, crea una institución cuyo papel resulta simé- pone que los dialectos alto y bajo alemanes habrían resera
trico e inverso del ritual de las Targuelias. En la persona vado un nombre culto a una cosa de utilización vulgar, lo
del ostraciado, la Ciudad expulsa a lo que en ella hay de cual no es la ley semántica habitual. Y, además, habría que
demasiado elevado y encarna el mal que le puede sobre- explicar aún la elección de la palagra gift para esa traduc-
venir de lo álto. En la del fármakos expulsa a lo que im- ción y el tabú lingüístico inverso que ha pesado sobre el
plica de más vil y que encarna el mal que comienza por sentido «don» de esa palabra en ciertas lenguas germáni-
abajo.. Mediante ese doble y complementario rechazo se cas. En fin, el empleo latino y, sobre todo, griego de la
delimita á sí misma con relación a un más-allá y a un palabra dosis en el sentido de veneno prueba que también
más-acá. Toma la medida propia de lo humano en oposi- entre los antiguos hubo asociaciones de ideas y de reglas
ción, por un lado, a lo divino y a lo heroico; por el otro, morales del tipo de las que describimos.
á lo bestial y a lo monstruoso» (pág. 1275). De VERNANT y Hemos acercado la incertidumbre del sentido de gift a
DÉTIENNE, cf. también (en especial sobre el poikilon, del la del latín venenum, a la de fíltrón y fármacon; habría
que hablamos en otro lugar, pág. 197) La metis d'Antiloque, que añadir la aproximación (BRÉAL, Mélanges de la société
en Revue des Etudes Grecques (enero-diciembre 1967), y linguistique, t. III, pág. 410) venia, venus, venenum, de
La metis du renard et du poulpe, ibid. (julio-diciembre vanati (sánscrito, agradar), y gewinnen, win (ganar). Hay
1969). Otra confirmación: en 1969 aparecen las Obras de que corregir también un error de cita. Aulu-Gelle sí que
MÁUSS. Se puede leer en ellas lo siguiente: disertó sobre estas palabras, pero no era él quien citaba
«Además, todas estas ideas tienen dos caras. En otras a Homero (Odisea, IV, pág. 226); es Gaius, el propio ju-
lenguas indo-europeas es la noción de veneno lá que resul- rista, en su libro sobre las Doce Tablas (Dige$to, L. XVI,
ta incierta. Kluge y los etimologistas tienen derecho a com- De verb. signif236).» (Sociologie et anthropologie, P. U. F.,
parar la serie potio «veneno» y gift, gift. Se puede además página 255, núm. 1.)
leer con interés la bonita discusión de Aulu-Gelle12 so- (52) C f . HARRISON, op. cit., pág. 104.
bre la ambigüedad del griego fármacon y del latín vene- (53) «Del mismo modo, la intención de quienes golpea-
num. Pues la Lex Cornelia de Sicariis et veneficis, cuya ban al chivo expiatorio en los órganos genitales con escilas
«recitación» misma nos ha conservado felizmente Cicerón, [planta herbácea bulbosa, en ocasiones cultivada por sus
especifica aún venenum malum 13
. El brebaje mágico, el virtudes farmacéuticas, en especial diuréticas] era segura-
encanto delicioso 14 , puede ser bueno o malo. Filtron mente librar a sus poderes de reproducción de un encanto
griego no es tampoco un término necesariamente siniestro, o de una exigencia impuesta por demonios u otras cria-
y la bebida de amistad, de amor, no resulta peligrosa más turas maléficas...» (FRAZER, Le Bouc émissaire, pág. 2 3 0 ) .
que si12lo quiere el ensalmista.? (54) Recordemos la etimología supuesta de fármacon!
12, 9, quien cita muy oportunamente a Homero. fármacos. Citemos a E. BOISACQ, Dictionnaire étymologique
13 de la langue grecque. «Fármacon: Encanto, filtro, droga,
Pro Cluentio, 148. En el Digesto se prescribe aún
el especificar de qué «venenum», «bonum sive malum», remedio, veneno. Fármacos: Mago, brujo, envenenador;
se trata. aquel a quien se inmola en expiación de las faltas de una
14 ciudad (cf.: Hipponax: Aristófanes), de donde foragido (*)>
Si la etimología que aproxima venenum (v. WAL-
DE, Lat. etym. Wort., ad. verb.) a Venus y al sánscrito Farmasso: at. tto.: trabajar o alterar con ayuda de una
van, vanati es exacta, como resulta verosímil. droga.
(Gift^gift (1924), extracto de las Mélanges offerts adiar- (*) HAVERS, IF, XXV, 3 7 5 - 3 9 2 , partiendo de paremfa-
les par ses amis et éléves, Istra, Estrasburgo, en Obras, 3, raktos: parakekommenos, deriva fármacon de farma:
página 50, ed. de Minuit, 1969.) «golpe», y éste de R. bher: golpear. Cf. lit. buriu, de suerte
Lo que vuelve a llevarnos al Essai sur le don que re- que fármacon habría significado: «Lo que se refiere a un
mitía ya a este artículo: golpe demoníaco o que es empleado como medio curativo
«Gift, gift. Mélanges Ch. Andler, Estrasburgo, 1924. Se contra semejante golpe», dada la creencia popular muy ex-
iios1 ha preguntado por qué no hemos examinado la etimo- tendida de que las enfermedades son causadas por golpes

Í9& 199
fuera de sus cuerpos. ¿Se les quemaba también a sus cenizas en el mar y al viento, a modo de purifi-
modo de purificación (kazármos)? En sus Mil histo- cación, como he dicho, de los sufrimientos de la
rias, refiriéndose a ciertos fragmentos del poeta sa- ciudad.»
tírico Hipponax, Zezes describe así la ceremonia: El cuerpo propio de la ciudad reconstituye, pues,
«El (ritual del) fármacos era una de esas antiguas su unidad, se encierra en la seguridad de su fuero
prácticas de purificación. Si se abatía una calamidad interno, se devuelve el habla que la vincula a sí mis-
sobre la ciudad, que expresara el enojo de dios, ham- ma dentro de los límites del ágora excluyendo vio-
bre, peste o cualquier otra catástrofe, llevaban co- lentamente de su territorio al representante de la
mo a un sacrificio al hombre más feo de todos a amenaza o de la agresión exterior. El representante
modo de purificación y como remedio a los sufri- representa, sin duda, la alteridad del mal que viene
mientos de la ciudad. Procedían al sacrificio en un a afectar e infectar al interior, irrumpiendo impre-
lugar convenido y daban [al fármacos], con sus ma- visiblemente en él. Pero el representante del exte-
nos, queso, un pastel de cebada e higos, luego se le rior no resulta en menor medida constituido, regu-
golpeaba siete veces con puerros, higueras silvestres larmente situado por la comunidad, escogido, si se
y otras plantas silvestres. Finalmente le prendían puede decir, de su seno, mantenido, alimentado por
fuego con ramas de árboles silvestres y esparcían ella, etc. Los parásitos eran, como es natural, do-
mesticados por el organismo vivo que los alberga a
del demonio y curadas del mismo modo. KRETSCHMER, sus propias expensas. «Los atenienses mantenían re-
Glotta, III, 388 ss., objeta que fármacon en la epopeya de-
signa siempre una sustancia, hierba, ungüento, bebida u gularmente, a expensas del Estado, cierto número
otra materia, pero no la acción de curar, de encantar, de de individuos degradados e inútiles; y cuando una
envenenar; la etimología de Havers no añade más que una
posibilidad frente a otras, por ejemplo, la derivación de calamidad como la peste, la sequía o el hambre se
feró, ferma, «quod térra fert». abatía sobre la ciudad, sacrificaban a dos de esos
Cf. también HARRISON, pág. 108: «...fármacos significa
simplemente "hombre-mágico". El término emparentado, rechazados, como chivos expiatorios» (55).
en lituano, en burin, mágico; nuestro «formulario» conser- La ceremonia del fármacos se representa, pues,
va algún vestigio de su connotación primitiva. Fármacon
quiere decir en griego droga curativa, veneno, tintura, pero en el límite entre el interior y el exterior que ella
siempre, para lo bueno o para lo malo, en un sentido má- tiene como función marcar sin tregua. Intra muros¡
gico.»
En su Anatomy of criticism, Northrop Frye reconoce extra muros. Origen de la diferencia y de la parti-
en la figura del fármacos una estructura arquetípica y per- ción, el fármacos representa al mal introyectado y
manente de la literatura occidental. La exclusión del fár*
macos, que no es, dice Frye, «ni inocente ni culpable» (pá« proyectado. Benéfico en tanto que cura —y por eso
gina 41) se repite en Aristófanes o Shakespeare, opera lo venerado, rodeado de cuidados—, maléfico en tanto
mismo sobre Shylock que sobre Falstaff, sobre Tartufo no
menos que sobre Charlot. «Encontramos una figura de que encarna los poderes del mal, y por eso temido,
fármacos en la Hester Prynne de Hawthorne, el Billy Budd rodeado de precauciones. Angustioso y apaciguador.
dé Melville, la Tess de Hardy, el Septimus de Mrs. Dallo*
way, en ías historias de judíos y de negros perseguidos, en
las historias de artistas cuyo genio les transformaren Is- (55) FRAZER, Le Bouc émissaire, pág. 228. Cf. también
maeles de la sociedad burguesa» (pág. 41; cf. también pá* HARRISON, p á g . 102.
ginas 148-149).
.178 201
7. L o s INGREDIENTES: EL AFEITE, EL FANTASMA,
Sagrado y maldito. La conjunción, la coincidentia
oppositorum, se deshace sin cesar mediante él paso, LA FIESTA
la decisión, la crisis. La expulsión del mal y de la
locura restaura la sofrosine.
La exclusión tenía lugar en los momentos críti- El rito del fármacos: la enfermedad y la muerte,
cos (sequía, peste, hambruna). La decisión era en- la repetición y la exclusión.
tonces repetida. Pero el dominio de la instancia crí- Sócrates une en un sistema todas esas acusacio-
tica requiere que se soslaye la sorpresa: mediante nes contra el fármacon de la escritura en el momen-
la regla, la ley, la regularidad de la repetición, la fe- to en que toma de nuevo en provecho suyo, para sos-
cha fija. La práctica ritual, que tenía lugar en Abde- tenerla, explicitarla, interpretarla, al habla divina,
ra, en Tracia, en Marsella, etc., se reproducía todos regia, paternal y solar, la sentencia capital de Za-
los años en Atenas. Y aun en el siglo V, Aristófanes mus. Los peores efectos de la escritura, ese habla
y Lisias aluden claramente a ello. Platón no podía los predecía únicamente. Habla no demostrativa, no
desconocerlo. pronunciaba un saber, se pronunciaba. Anunciando,
presagiando, decidiendo. Es una manteia, lo ha di-
La fecha de la ceremonia es notable: el sexto día
cho Sócrates (275 c). Cuyo discurso va a dedicarse
de las Targuelias. Es el día en que nació aquel cuya
desde entonces a traducir esa manteia en filosofía, a
condena a muerte —y no sólo porque su causa pró-
amonedar ese capital, a hacerle valer, a dar cuenta,
xima fue un fármacon— se parece a la de un fárma- a dar cuentas y razones, a dar razón a ese denomi-
cos del interior: Sócrates. nado basileo-patrohelio-teológico. A transformar el
Sócrates, apodado el farmakeus en los diálogos mitos en logos.
de Platón, Sócrates, que ante la acusación (grafé)
¿Cuál puede ser el primer reproche dirigido por
lanzada en contra suya, se negó a defenderse, decli-
un dios desdeñoso a lo que parece sustraído a su efi-
nó la oferta logográfica de Lisias, «el más hábil de
cacia? La ineficacia, desde luego, la improductivi-
los actuales escritores», quien le había propuesto
dad, la productividad únicamente aparente que
prepararle una defensa escrita, Sócrates nació el
no hace más que repetir lo que en realidad está allí
sexto día de las Targuelias. Diógenes Laercio lo tes-
ya. Por eso es por lo que —primer argumento de Só-
timonia: «Nació el sexto día de las Targuelias, el
crates— la escritura no es una buena tejné, enten-
día en que los atenienses purifican su ciudad».
damos un arte capaz de engendar, de pro-dücir, de
hacer aparecer: lo claro, lo seguro, lo estable (safes
kai bebaion). Es decir, la aleceia del eidos, la verdad
del ser en su figura, en su «idea» en su visibilidad
no-sensible, en su invisibilidad inteligible. La verdad
de lo que es: la escritura en la letra no tiene nada
que ver. Debe más bien cégar (se) en ella. Y quien

.178 202
creyera que con un grafema había pro-ducido la ver- como una dependencia de la memoria. Y, por consi-
dad daría muestras de la mayor estupidez (eueceia). guiente, de la presentación de la verdad. En el mo-
Mientras que el sabio socrático sabe que no sabe mento en que es llamada a comparecer ante la ins-
nada, ese estúpido no sabe que sabe ya lo que cree tancia paterna, la escritura se halla determinada en
aprender con la escritura, y que no hace más que el interior de una problemática del saber-memoria;
reponerse en memoria con los tipos. No acordarse, se halla, pues, desprovista de todos sus atributos y
por anámnesis, del eidos contemplado antes de la de todos sus poderes de desbrozamiento. Su fuerza
caída del alma en el cuerpo, sino rememorarse, al de penetración es cortada no por la repetición, sino
modo hipomnésico, de lo que ya posee el saber mné- por la enfermedad de la repetición, por lo que en
sico. El logos escrito no es más que un medio para la repetición se desdobla, se redobla, repite la repe-
quien sabe ya (ton eidota)! rememorarse (hipomne- tición y haciéndolo, separado de la «buena» repe-
sai) las cosas a propósito de las cuales hay escritura tición (la: que presenta y reúne al ser en la memoria
(ta guegrámmena) (275 d). La escritura no intervie- viva), puede siempre, abandonado a sí, no repetirse
ne, pues, más que en el momento en que el sujeto más. La escritura sería una pura repetición y, por lo
de un saber dispone ya de los significados que en- tanto, una repetición muerta, que puede siempre no
tonces la escritura se limita a consignar. repetir nada o no poder espontáneamente repetirse
a sí misma: es decir, igualmente no repetirse más
Sócrates retoma así la oposición principal y de- que a sí misma, la repetición hueca y abandonada.
cisiva que surcaba la manteia de Zamus: mneme/
Esta pura repetición, esta «mala» reedición sería,
hipomnesis. Oposición sutil entre un saber como pues, tautológica. Los logoi escritos, «se creería que
memoria y un no-saber como rememoración, entré el pensamiento anima lo que dicen; pero si se le¿
dos formas y dos momentos de la repetición. Una dirige la palabra con la intención de aclararse sobre
repetición de verdad (aleceia) que muestra y presen- uno de sus dichos, es algo único que se contentan
ta al eidos; y una repetición de muerte y olvido {le- con significar, lo mismo siempre (en ti semainei mo-
ce) que vela y desvía porque no presenta al eidos, non tauton aei)y> (275 d). Repetición pura, repetición
sino que re-presenta la presentación, repite la repe- absoluta de sí, pero de sí ya como cita y repetición,
tición (56). repetición del significante, repetición nula o anula-
La hipomnesis, a partir de la cual se anuncia y dorá, repetición de muerte, es todo uno. La escritura
se hace pensar aquí la escritura, no sólo no coincide río es la repetición viva del ser vivo.
cón la memoria, sino que no se construye más que Lo cual la emparenta con la pintura. Y lo mismo
(se) Podríamos mostrar que toda la fenomenología
que la República, en el momento en que condena a
husserliana está sistemáticamente organizada en torno a las artes de imitación, junta pintura y poesía, lo
una oposición análoga entre presentación y re-presentación mismo que · la Poética de Aristóteles las asociará
(dégenwartigung/Vergegewdrtigurig), y luego entre recuer-
da primario (que forma parte de lo originario «en sentido igualmente bajo el concepto de mimesis, Sócrates
amplio») y recuerdo secundario. Cf. La Voix et le Phéno- compara aquí lo escrito al retrato, el grafema al zo-\
inéne.

204 242
grafema. «Lo que hay de terrible (deinon), en efecto, muestrén impotentes para representar dignamente
creo, en la escritura, es también, Fedro, que tenga a un habla viva, para ser su intérprete o portavoz,
en verdad tanta semejanza con la pintura (komoion para sostener una conversación, para responder a
zographiá). Y así, los hijos que engendra ésta pare- las preguntas orales, y entonces no valdrán nada.
cen seres vivos (os zonta), pero que se les haga algu- Son estatuillas, máscaras, simulacros.
na pregunta, ¡que, llenos de dignidad (semnós) no No olvidemos que pintura se dice aquí zógrafía,
dicen ni palabra! Lo mismo ocurre con los escri- representación inscrita, dibujo de lo vivo, retrato
tos...» (275 d)« de un modelo animado. El modelo de esta pintura
La impotencia para responder de sí mismo, la es la pintura representativa, conforme a un modelo
irresponsabilidad de la escritura, son acusadas por vivo. La palabra zógrafepna se abrevia incluso en
Sócrates en el Protágoras. Los malos oradores polí- ocasiones en gramma (Cratilo, 430 e y 431 c). Igual,
ticos, los que no saben responder a «una pregunta la escritura debería pintar al habla viva. Se parece,
suplementaria», «son como los libros, que no pue- pues, a la pintura en la medida en que es pensada
den ni contestar ni preguntar» (329 a). Por eso es —en toda esa problemática platónica se puede enun-
por lo que, dice además la Carta VII, «ningún hom- ciar con una palabra esa determinación maciza y
bre razonable se arriesgará a confiar sus pensamien- fundamental— a partir de ese modelo particular que
tos a ese vehículo en especial cuando resulta tan fi- es la escritura fonética tal como reinaba sobre la
jado como los caracteres escritos» (343 a; cf. tam- cultura griega. Los signos de la escritura funciona-
bién Leyes, XII, 968 d). ban en ella en un sistema en que debían representar
¿Cuáles son en profundidad, bajo los enunciados a los signos de la voz. Signos de signos.
de Sócrates, los rasgos de semejanza que hacen de Así, igual que el modelo de la pintura o de la
la escritura un homólogo de la pintura? ¿A partir escritura es la fidelidad al modeló, igualmente la
de qué horizonte se anuncian su silencio común, ese
mutismo testarudo, esa máscara de gravedad solem-
ne y prohibida que disimula tan mal una incura-
ble afasia, una sordera de piedra, una cerrazón irre-
¡ semejanza entre pintura y escritura consiste en la
propia semejanza: es que esas dos operaciones de-
ben tender ante todo a asemejar. Son las dos, en
efecto, aprehendidas como técnicas miméticas, sien-
mediablemente débil a la petición del logos? Si es- do el arte determinado en primer lugar como mi-
critura y pintura son convocadas juntas, llamadas a mesis.
comparecer con las manos atadas ante el tribunal A pesaí de esa semejanza de séméjáhzas?, él caso
del logos, a responder allí, es simplemente porque de la escritura es más grave. Como todo árté imita-
ambas son interrogadas: como representantes su- tivo, la pintura y la poesía se hallan ciertamente
puestas de un habla, como capaces de un discurso, alejadas de la verdad (República, X, 603 b). Pero
depositarías e incluso encubridoras de las palabras ambas tienen circunstancias atenuantes. Lsj. poesía
que se les quiere hacer decir entonces. Que no se imita, pero a la voz, de viva voz. La pintura, como
muestren a la altura de ese proceso verbal, que se la escultura, es silenciosa, pero su modelo no habla.
.178 206
Pintura y escultura son artes del silencio, lo sabe vez más una fuerza farmacéutica opuesta a una
bien Sócrates, él, ese hijo de escultor que al princi- fuerza farmacéutica. El orden del saber no es el or-
pio quiso seguir el oficio de su padre. Lo sabe y lo den transparente de las formas o de las ideas, tal
dice en el Gorgias (405 c d). El silencio del espacio como podría interpretársele por retrospección, es
pictórico o escultórico es, si se puede decir, normal. el antídoto. Mucho antes de ser dividido en violen-
No lo es ya en el orden de la escritura, puesto que cia oculta y en saber justo, el elemento del fármacon
la escritura se da como imagen del habla. Desnatu- es el lugar de combate entre la filosofía y su otro.
raliza, pues, más gravemente lo que pretende imi- Elemento en sí mismo, si se puede decir aún, inde-
tar. No sustituye siquiera una imagen por su mo- cidible.
delo, inscribe en el espacio del silencio y en el silen- Pero para definir la poesía de imitación hay que
cio del espacio el tiempo vivo de la voz. Desplaza saber lo que es la imitación en general. Y es el ejem-
a su modelo, no da ninguna imagen de él, arranca plo entre todos familiar del origen del lecho. Ten-
violentamente a su elemento la interioridad anima- dremos todo el tiempo para preguntarnos en otro
da del habla. Haciéndolo, la escritura se aleja in- lugar sobre la necesidad que hace escoger este ejem-
mensamente de la verdad de la cosa misma, de la plo y sobre el deslizamiento que en el texto hace
verdad del habla y de la verdad que se abre al habla. pasar insensiblemente de la mesa al lecho. AI lecho
Y por lo tanto del rey. ya hecho. En todo caso, Dios es el verdadero padre
Recordemos en efecto la famosa requisitoria del lecho, del eidos clínico. El carpintero es su «de-
contra la mimética pictórica en la República (X, miurgo». El pintor, al que aquí se le llama aún zoo-
597 57). Se trata primero de expulsar a la poesía de grafo, no es ni el generador (fiturgos: autor de la
la ciudad, y esta vez, a diferencia de lo que ocurre fisis —como verdad— del lecho), ni el demiurgo.
en los Libros II y III, por razones que se refieren ex- Sólo el imitador. Se ha alejado tres pasos de la ver-
clusivamente a su naturaleza mimética. Los poetas dad original, de la fisis del lecho.
trágicos, cuando practican la imitación, dañan al Y por lo tanto del rey.
entendimiento de quienes les escuchan (tes ton «Es lo que será también, pues, el poeta trágico,
akuontón dianoias), si estos últimos no disponen ya que es imitador: estará naturalmente tres pues-
de un antídoto (farmacon, 595 a). Y ese contravene- tos detrás del rey y la verdad, y todos los demás
no es «el conocimiento de lo que las cosas son real- imitadores también» (597 e).
mente» (to eidenai auta oia tinkenai onta). Si se En cuanto a inscribir por escrito a ese eidólonr
piensa en que más adelante los imitadores y los sue- a esa imagen que es ya la imitación poética, equi-
ños de encantamientos serán presentados como char- valdría a alejarla del rey un cuarto paso, o más bien,
latanes y taumaturgos (602 d), es decir, especies del por cambio de orden o de elemento, a distraerla
género farmakeus, el saber ontológico resulta una desmesuradamente, si no dijese ya el propio Platón
(57) Estudiaré este pasaje, desde otro punto de vista,
en otro lugar, hablando del poeta imitador en ge-
en un texto aún por publicar, «Entre deux coups de dés». neral, «que está siempre a una distancia infinita de

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la verdad» (tu de alezos porro pañi afestóta) (605 c). la pequeña diferencia que, separándole de lo imita-
Pues a diferencia de la pintura, la escritura no crea do, remite con eso a ello, se hace a lo imitante ab-
ni siquiera ún fantasma. El pintor, es sábido, no solutamente diferente: otro ser que ya no hace refe-
produce el ser-verdadero, sino la apariencia, el fan- rencia a lo imitado (59). La imitación no responde a
tasma (598 b), es decir, lo que ya simula la copia su esencia, no es lo que es —imitación— más que:
(el Sofista," 236 b). Sé traduce en general fantasma resultando culpada o más bien defectuosa en algún
(copia de copia) por simulacro (58). El que escribe punto. Es mala por esencia. No es buena más que*
en el alfabeto ni siquiera imita ya. Sin duda también siendo mala. Estando inscrito en ella el fracaso, no-
porque imita, en cierto sentido, perfectamente. Tie- tiene naturaleza, no tiene nada propio/Ambivalente,,
ne más posibilidades de reproducir la voz, puesto jugando consigo, escapando de sí misma, no reali-
que la escritura fonética la descompone mejor y la zándose más que ahuecándose, bien y mal a la vez,;
transforma en elementos abstractos y espaciales. indecidiblemente la mimesis se emparenta con el
Esta des-composición de la voz es aquí a la vez lo fármacon. Ninguna «lógica», ninguna «dialéctica»-
que la conserva y lo que la corrompe más. La imita puede consumir su reserva en tanto ella debe sin
perfectamente porque no la imita del todo. Pues la tregua extraer de ella y asegurarse con ella.
imitación afirma y agudiza su esencia al desapare- Y de hecho, la técnica de la imitación, igual que-
cer. Su esencia es su no-esencia. Y ninguna dialécti- la producción del simulacro, ha sido siempre, en
ca puede resumir esa inadecuación consigo. Una imi- opinión de Platón, manifestación mágica, taumatúr-
tación perfecta no es ya una imitación. Suprimiendo gica:

(se) Sobre el lugar y la evolución del concepto de «Y los mismos objetos parecen torcidos o de-
mimesis en el pensamiento de Platón remitimos, ante todo, rechos según que se les mire en el agua o fuera
al Essai sur le Cratyle ( 1 9 4 0 ) , de V . GOLDSCHMIDT (en espe- del agíia, cóncavos o convexos según otra ilusión
cial págs. 165 y ss.). En él se ve en particular que Platón
no condenó siempre y en todas partes a la mimesis. De visual producida por los colores, y es evidente
ello se puede deducir al menos lo siguiente: condene o no que todo ello turba nuestra alma. Es a esa en-
la imitación, Platón plantea la cuestión de la poesía deter- fermedad de nuestra naturaleza a lo que la pin-
minándola como mimesis, abriendo así el campo en el que tura sombreada (skiagrafia), el arte del charlatán,
la Poética de Aristóteles, regida toda por esa categoría,
producirá el concepto de la literatura que reinará hasta (goeteia) y otras cien invenciones del mismo tipo
el siglo xix, hasta Kant y Hegel excluidos (excluidos al
menos si se traduce mimesis por imitación). (59) «¿No existirían dos objetos (pragmata), tales co-
Por otra parte, Platón condena bajo el nombré de fan- mo Cratilo y la imagen de Cratilo, si un dios, ilo contento*
tasma o de simulacro a lo que se presenta en la actuali- con reproducir tu color y tu forma, como los pintores, fi-
dad, en su más radical exigencia, como escritura. Al me- gurase además, tal como es, todo el interior de tu persona^
nos se púede denominar así en el interior de la filosofía y dando exactamente sus caracteres de blandura y de calor,
de la «mimetológía» a lo que excede a las oposiciones de y poniendo el movimiento, el alma y el pensamiento tales
conceptos en que Platón define al fantasma.¡Más allá de como son en ti; en una palabra, si todos los rasgos de tu
esas oposiciones, más allá de lós valores dé verdad, no- persona los colocase junto a ti en una copia fiel? ¿Habría
verdad, ese excedente de escritura ya no puede, claro está, entonces Cratilo y una imagen de Cratilo o biela dos Cra-
dejarse simplemente calificar por el simulacro o el fan- tilo s?» «CRATILO: Dos Cratilos, Sócrates, en mi opinión»
tasma. Ni, sobre todo, por el concepto clásico de escritura. (432 b c).

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se dirigen y aplican todos los sortilegios d£ la de una representación, pictórica o escultórica, que
magia (zaumatopoia)» (República, X, 602 c, d;; captura, cautiva la forma del otro, en especial en
cf. también 607 c60).
su rostro, su cara, habla y mirada, boca y ojo, nariz
Él antídoto es una vez más la episteme. Y como y orejas: vultus.
la hibris no es en el fondo más que ese arrebato La palabra fármacon designa, pues, también el
desmesurado que lleva al ser al simulacro, la más- color pictórico, la materia en que se inscribe el zo-
cara y la fiesta, no habrá otro antídoto que el que grafema. Veamos el Cratilo: en su conversación con
permite guardar la medida. El alexi-fármacon será Hermógenes, Sócrates examina la hipótesis según
la ciencia de la medida, en todos los sentidos de esa la cual los nombres imitan a la esencia de las cosas.
palabra. Continuación del mismo texto: Compara, para distinguirlas, la imitación musical o
pictórica, por una parte, y la imitación nominal, por
otra. Su gesto no nos interesa sólo porque apel^t al
«¿No se han descubierto contra esa ilusión
muy hermosos remedios en la medida (metrein), fármacon, sino también porque otra necesidad se le
el cálculo (arithmein) y el pesaje (instanai), de impone, que a partir de ahora intentaremos eluci-
manera que lo que prevalezca en nosotros no sea dar progresivamente: en el momento de abordar a
la apariencia (fainómenon) variable de tamaño, los elementos diferenciales de la lengua de nombres
de cantidad o de peso, sino la facultad que ha debe, como más tarde lo hará Saussure, suspender
contado, pesado, medido?... Ahora bien, se pue-
den considerar a todas esas operaciones como la instancia de la voz como sonoridad imitante de
obra de la razón (tu loguistiku ergon) que está sonidos (música imitativa). Si la voz nombra, es por
en nuestra alma». (Lo que Chambry traduce aquí la diferencia y la relación que se introducen entre
por «remedios», es la palabra que califica en el los stoijeia, los elementos o las letras (grámníata).
Fedro a la asistencia, el socorro (boeceia) que el La misma palabra (stoijeia) designa a los elementos
padre del habla viva deberá prestar siempre a la y a las letras. Y deberemos reflexionar en lo que
escritura, quien por sí sola se halla desguarne-
cida). aparece aquí como necesidad convencional o peda-
El ilusionista, el técnico del trompe Voeil, el pin- gógica: se designa a los fonemas en general, voca-
tor, el escritor, el farmakeus. No ha faltado quien lo les --foneenta (e2)— y consonantes, por las letras
observe: «... la palabra fármacon, que significa co- que los inscriben.
lor, ¿no es la misma que se aplica a las drogas de
SÓCRATES: ¿Pero cómo distinguir lo que sirve de
los brujos ó de los médicos? Los echadores de con- punto de partida a la imitación del imitador?
juros, ¿no recurrían para sus maleficios a figuritas Puesto que es con sílabas y letras como se hace
de cera?» ( el ). El encantamiento es siempre efecto la imitación de la esencia, ¿no resulta el proce-
dimiento más justo el distinguir primero los ele-
(eo) Sobre estos temas, cf. sobre todo: Ρ. M. SCHUHL, nientos? Así hacen los que se dedican a los rit-
Platón ét l'Art de son temps. v
(61> Ρ. M.: SCHUHL, op. ext., pág. 22. ;Cf. también el
mqs^; 'comienzan por distinguir el valor de los
Essai sur la formation de la pensée gtecque, págs. 39 ss.
(62) Cf. ambién el Filebo, 18 a b. >
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elementos (stoijetón), luego el de las sílabas, y Más adelante:
entonces, pero sólo entonces, abordan el estudio
de los ritmos. SÓCRATES: Tienes razón. Así pues, para que el
HERMÓGENES: S Í . hombre sea semejante al objeto, ¿los elementos
con que se constituirán los nombres primitivos
SÓCRATES: ¿ N O debemos pues, también nosotros, deben, necesariamente, ser naturalmente seme-
distinguir primero las vocales (foneenta); luego, jantes a los objetos? Me explico: ¿se habría com-
en el resto, clasificar por especies a los elemen- puesto el cuadro de que hablábamos antes a se-
tos que no comportan ni sonido ni ruido (afona mejanza de la realidad, si la naturaleza no pro-
kai af tonga) —así es como los llaman los entendi- porcionase, para componer los cuadros, colores
dos en estas materias—; luego pasar a los ele- (farmakeia) semejantes a los objetos que imita
mentos que, sin ser vocales, no son, sin embar- la pintura? ¿No resultaría imposible? (434 ab).
go, mudos y, en las vocales mismas, distinguir
las diferentes especies? Cuando hayamos hecho La República llama también fármaca a los colo-
esas diferenciaciones, entonces deberemos dis-
tinguir correctamente todos los seres que deben res del pintor (420 c). La magia de la escritura y de
recibir los nombres, investigando si existen cate- la pintura es, pues, la de un afeite que disimula la
gorías a las que se refieren todos, como los ele- muerte bajo la apariencia de lo vivo. El fármacon
mentos, y según los cuales se pueda a la vez ver- presenta y oculta a la muerte. Da buen aspecto al
los y reconocer si existen en ellos especies como cadáver, lo enmascara y pinta. Lo perfuma con su
en los elementos/Una vez bien examinados a
fondo todos esos problemas, deberemos atribuir esencia, como se dice en Esquilo. El fármacon de-
cada elemento de acuerdo con su semejanza, haya signa también al perfume. Perfume sin esencia, co-
que atribuir uno de ellos a cada objeto, o bien mo antes decíamos droga sin sustancia. Transforma
mezclar varios para un solo objeto. Los pinto- el orden en atavío, el cosmos en cosmética. La muer-
res, para obtener el parecido, ponen una simple te, la máscara, el afeite, es la fiesta que subvierte el
tinta de púrpura, y ora algún otro color (alio orden de la ciudad, tal como debería ser regulado
ton jarmacón); a veces también mezclan varios,
como cuando preparan un torio de carne u otro por el dialéctico y por la ciencia del ser. Platón, ya
del mismo tipo, según, me imagino, que cada re- lo veremos, no tardará en identificar la escritura y
trato parece pedir un color (fármacu) particular. la fiesta. Y él juego. Cierta fiesta y cierto juego.
Del mismo modo, nosotros aplicaremos, tam-
bién, los elementos a las cosas, a una sola el ele-
mento único que parecerá necesario, o varios a
la vez formando lo que se llaman sílabas; reuni-
remos a su vez las sílabas, que sirven para com-
poner los nombres y los verbos; y de nuevo, con
los nombres y los verbos nos pondremos a cons-
tituir un gran conjunto, corno el ser vivo (zoón)
reproducido por la pintura (te grafike) (424 b-
425 a).

215
ninguna objeción. Y si se la busca bien, como en
esas imágenes-adivinanzas, se verá quizá su imagen
inestable, dibujada al revés, entre la maleza, al fon-
do de un jardín eis Adónidos kepus. En los jardines
8. LA HERENCIA DEL FÁRMACON: LA ESCENA de Adonis (276 b).
DE FAMILIA Sócrates acaba de comparar los retoños (ekgo-
na) de la pintura y los de la escritura. Ha ridiculi-
zado su suficiente insuficiencia, la monótona y so-
Henos introducidos a otra profundidad de la re- lemne tautología de las respuestas que nos signifi-
serva platónica. Esta farmacia es también, lo hemos can cada vez que les interrogamos. Y prosigue:
sentido, un teatro. El teatro no se deja resumir en
ella en un habla: existen fuerzas, existe un espacio, Otra cosa: cuando de una vez por todas ha
existe la ley, existe el parentesco, lo humano y lo di- sido escrito, cada discurso se va a correr a de-
vino, el juego, la muerte, la fiesta. Así, la profundi- recha o izquierda, indistintamente, junto a quie-
nes entienden de ello, y lo mismo junto a quie-
dad que se nos descubre será necesariamente otra nes no saben nada, y no sabe a quiénes debe o
escena, o más bien otro cuadro en la pieza de la no dirigirse. Y si se elevan sobre él voces discor-
escritura. Después de la presentación del fármacon dantes y es injustamente desdeñado, tiene siem-
al padre, después de la humillación de Zeuz, Sócra- pre necesidad de la asistencia de su padre: por
tes, pues, retoma el habla por su cuenta. Parece que- sí solo, en efecto, no es capaz ni de defenderse
rer sustituir el mito por el logos, el teatro por el dis- ni de asistirse (275 e).
curso, la ilustración por la demostración. Y, sin em-
bargo, a través de sus demostraciones, otra escena La metáfora antropomórfica, e incluso animista,
se adelanta lentamente hacia la luz, menos inmedia- se explica sin duda por el hecho de que lo escrito
tamente visible que la precedente, pero con una sor- es un discurso escrito (lógos guegrámmenos). En
da latencia, tan tensa, tan violenta como la otra, tanto que vivo, el logos ha surgido de un padre. No
componiendo con ella, en el recinto farmacéutico, existe, pues, para Platón cosa escrita. Existe un lo-
una organización sabia y viva de figuras, de despla- gos más o menos vivo, más o menos cerca de sí. La
zamientos y de repeticiones. escritura no es un orden de significación indepen-
Esta escena no ha sido leída nunca por lo que es diente, es un habla debilitada, no en absoluto una
en primer lugar, ocultándose y manifestándose a la cosa muerta: un muerto-vivo, un muerto en receso,
vez en sus metáforas: de familia. Es cuestión de pa- una vida diferida, una apariencia de aliento; el fan-
dre e hijo, de bastardo que no es ni siquiera soco- tasma, el simulacro (eidolon, 276 a) del discurso vivo
rrido por la asistencia pública, de hijo legítimo y no es inanimado, no es insignificante, simplemente
glorioso, de herencia, de esperma y de esterilidad. significa poco y siempre idénticamente. Ese signifi-
La madre es relegada al silencio, pero no presentará cante de poco, ese discurso sin gran fiador, es como

216 .178 21
todos los fantasmas: errante. Rueda (kiUúdeitái) competentes, de los que entienden y saben del asun-
aquí y allá como alguien que rio sabe adonde va, ha- to (tois epaiusin) que de aquellos a quienes no les
biendo perdido el camino correcto, la buena direc- interesa en absoluto y que, no sabiendo nada, pue-
ción, la regla de rectitud, la norma; pero también den afligirle con todo tipo de impertinencias.
como alguien que ha perdido sus derechos, como Dispionible para todos y cada uno, ofrecida en las
un fuera-de-la-ley, un desviado, un mal muchacho, aceras, ¿no es la escritura esencialmente democrátl·
un granuja o un aventurero. Recorriendo las calles, ca? Se podría comparar el proceso de la escritura al
no sabe ni siquiera quién es, cuál es su identidad, si procesó de la democracia, tal como es instruido en
es que tiene una, y un nombre, el dé su padre. Re- la República. En la sociedad democrática, ninguna
pite la misma cosa cuando se le interroga en todas preocupación por la competencia, las responsabili-
las esquinas de la calle, pero ya no sabe repetir su dades son confiadas a cualquiera. Las magistraturas
origen. No saber de dónde se viene ni adonde se va, son sacadas a suertes (557 a). Lo igual es igualmen-
para un discurso sin fiador, es no saber hablar, es te dispensado a lo igual y a lo desigual (558 c). Des-
el estado de infancia. Desarraigado, anónimo, sin mesura, anarquía; el hombre democrático, sin nin-
vínculos con su país y su misión, ese significante guna preocupación por la jerarquía, «establece en-
casi insignificante está a disposición de todo el mun- tre los placeres una especie de igualdad» y entrega
do (·.•),.lo mismo de los competentes que de los in- el gobierno de su alma al primero que llega, «como
si lo decidiese la suerte, hasta que está saciado, y
- (es) J. p. Vernant señala semejante «democratización» luego se abandona a otro, y, sin rechazar a ninguno,
de y por la escritura en la Grecia clásica. «A esa importan-
cia que toma entonces el habla, convertida desde entonces los trata en pie de igualdad... En cuanto a la razón
en el instrumento por excelencia de la vida política, corres- (logon) y a la verdad (alecé), continué, las rechaza y
ponde también un cambio en la significación social de la
escritura. En los reinos del Oriente Próximo la escritura no les deja entrar en la guarnición. Que se le diga
constituía la especialidad y el privilegio de los escribas. que tales placeres vienen de deseos nobles y buenos,
Permitía a la administración regia controlar, contabilizán-
dola, la vida económica y social del Estado. Tendía a cons- y tales otros de deseos perversos, que hay que culti-
tituir archivos mantenidos siempre más o menos secretos var y honrar a los primeros, reprimir y domar a los
en el interior del palacio...» En la Grecia clásica, «en lur
gar de ser el privilegio de una casta, el secreto de una clase segundos, a todo eso responde con una señal de des-
de escribas que trabajaba para el palacio del rey, la es- dén, sostiene que todos son de igual naturaleza y
critura se convierte en "cosa común" a todos los ciudada-
nos, un instrumento de publicidad... Las leyes deben estar que hay que honrarles por igual» (561 b, c).
éscritas... Las consecuencias de esta transformación del es- Ese demócrata errante como un deseo o como un
tatuto social de la escritura resultarán fundamentales para significante exento del logos, ese individuo que n o
la historia intelectual. Op. cit., pág. 151-2 (cf. también pági-
na 52, pág. 78 y les Origines de la pensée grecque, pág. 43-4). es ni siquiera regularmente perverso, que está dis-
Ahora bien, ¿no se puede decir que Platón siga pensando# a escritura apuiitaría más bien a una política no «democráti-
la escritura desde el puesto del rey, presentándola en el in- ca* dé lá escritura. Hay que separar todos estos hilos y res-
terior de las estructuras ya periclitadas dé la basileia? Sin
duda, en los mitemas que informan aquí su pensamiento. petar to40s estos niveles o todos estos desplazamientos. El
Pero, por otra parte, Platón cree en la necesidad de escribir dearrollo de la escritura fonética es en todo caso insepara-
las leyes; y la desconfianza de las virtudes ocultas de la ble dél riióvimiento de «democratización».

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puesto a todo, que se presta a todos, que se entrega hijo abandonado por su padre. De cualquier forma,
por igual a todos los placeres, a todas las activida- un hijo perdido. Cuya impotencia es la de un huér-
des, eventualmente incluso a la política y a la filo- fano (e4), tanto como de un parricida perseguido, y
sofía («a veces se le creería sumergido en la filoso- a veces injustamente. En la conmiseración, Sócra-
fía; a menudo es hombre de Estado, y, saltando a tes se deja arrastrar bastante lejos: si hay discursos
la tribuna, dice y hace lo que se le ocurre»; 561 d), vivos perseguidos y desprovistos de la ayuda de un
ese aventurero, como el del Fedro, simula todo al logógrafo (ese fue el caso del habla socrática), hay
azar y no es verdaderamente nada. Entregado a to- también discursos medio muertos —escritos— per-
das las corrientes, está en la masa, no tiene esencia, seguidos porque les falta el habla del padre muerto.
ni verdad, ni patronímico, ni constitución propia. La Se puede entonces atacar a la escritura, dirigirle
democracia no es, por otra parte, una constitución reproches injustos (uk en diké loidoreceis) que sólo
en mayor medida que el hombre democrático tiene el padre podría levantar —asistiendo así a su hijo—
un carácter propio: «He mostrado también, creo, si justamente no le hubiese matado su hijo.
seguí, que reúne formas de todo tipo y caracteres Es que la muerte del padre abre el reino de la
de cien especies, y que es el hombre bueno y abiga- violencia. Escogiendo la violencia —y es de eso de
rrado (poikilon) que se parece al Estado democrá- lo que se trata desde el principio— y la violencia
tico. Así, muchas personas de los dos sexos envidian contra el padre, el hijo —o la escritura parricida—
ese tipo de existencia en que se encuentran casi to- no puede dejar de exponerse. Todo eso se hace para
dos los modelos de gobierno y de costumbres»
(e4) El huérfano es siempre, en el texto de Platón —y
(561 e). La democracia es la orgía, el libertinaje, el en otros lugares—, el modelo del perseguido. Insistíamos
bazar, el mercado de objetos usados, la «feria» (pan- para empezar en la afinidad de la escritura y del mitos, en
topolion) de las constituciones donde se puede ir a su oposición común al logos. La orfandad es quizá otro ras-
go de parentesco. El logos tiene un padre; el padre del mito
elegir el modelo que se quiere reproducir» (557 d). resulta casi siempre inhallable: de donde la necesidad de
la asistencia (boeceia) de que habla el Fedro respecto de la
Se considere como gráfica o política, o mejor escritura como huérfano. Aparece también en otros lugares:
—lo que hará todo el siglo XVIII francés y, sobre SÓCRATES: ...Así resultaban aniquilados tanto el mito de
todo, Rousseau— como político-gráfica, semejante Protágoras como el tuyo, al mismo tiempo que se identifi-
can ciencia y sensación.
degradación puede explicarse siempre a partir de TEETETO: Aparentemente.
SÓCRATES: Pero no realmente, creo, querido, si por lo me-
una mala relación del padre con su hijo (cf. 559 a- nos el padre del primer mito viviera, pues le habría parado
560 b). Los deseos, dice Platón, deben educarse como muchos golpes: pero ahí no hay más que un huérfano, y le
a hijos. arrastramos por el barro. Con más motivo aún porque los
tutores que Protágoras le dejó le niegan todo socorro (boe-
La escritura es el hijo miserable. El miserable. cein), empezando por nuestro Teodoro. Nosotros, pues, nos
El tono de Sócrates es ora acusador y categórico, aventuraremos, por espíritu de justicia, a ayudarle fboe-
cein).
denunciando a un hijo desviado y rebelde, una desr TEODORO: ... te lo agradeceremos mucho, si quieres ayu-
mesura y una perversión, ora compadecido y con- darle (boeces).
SÓCRATES: Bien hablado, Teodoro. Considera, pues, mi
descendiente, apiadándose de un ser desvalido, un ayuda (boeceian), tal como la aporto... (Teeteto, 164 d-165 a).

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que el padré muerto, primera víctima y último re- senta al padre. O al hermano mayor. Dentro ele poco
curso, no esté ya más allí. El estar-allí es siempre hablaremos de éste. Y Sócrates recuerda a jos ate-
de un habla paterna. Y el lugar de una patria. nienses, como un padre a sus hijos, que matándole,
Lá escritura, el fuera-de-la-ley, el hijo perdido. es a ellos mismos a quienes primero perjudicarán.
Debemos recordarlo aquí, Platón asocia siempre el Escuchémosle en su prisión. Su astucia es infinita
habla y la ley, logos y nomos. Las leyes hablan. En y, por lo tanto, ingenua o nula (Conservadme con
la prosopopeya del Critón se dirigen a Sócrates. Y en vida —puesto que estoy muerto ya— para vosotros):
el décimo libro de la República, hablan justamente Y ahora, atenienses, no vayáis a interrum-
al padre que ha perdido a su hijo, le corisuelan, le pirme [...] Os lo declaro; si me condenáis a
piden que resista: muerte, siendo lo que soy, no es a mí a quien
más perjudicaréis, sino a vosotros mismos [...]
Pensadlo: si me hacéis morir, no encontraréis
Decíamos pues, seguí, que un hombre de ca- fácilmente otro hombre —lo digo a riesgo de
rácter moderado al que le ha sucedido alguna prestarme a burlas—, un hombre ligado a vos-
desgracia, como la pérdida de un hijo o de algún otros por la voluntad de los dioses para estimu-
otro objeto muy querido, llevaría esta pena con laros como un tábano aguijonearía a un caballo
más facilidad que cualquier otro [...] Y lo que grande y de buena raza, pero algo flojo en razón
le pide que resista, ¿no es la razón y la ley (logos justamente de su tamaño, y que tendría necesi-
kai nomos), y lo que le lleva a afligirse no es el dad de que le estimulen. Este oficio es para lo
sufrimiento mismo (auto to pathos)? [...] La ley que el dios parece haberme ligado a vuestra ciu-
dice (Leguei pu o nomos) que no hay nada más dad, y por eso no dejo de estimularos, de exhor-
hermoso que conservar la mayor calma posible taros, de vituperaros a todos vosotros, con obse-
, en la desgracia... (603 e-604 a b). sión y por doquier, de la mañana á la noche. No,
jueces, no encontraréis fácilmente a alguien co-
¿Qué es el padre?, preguntábamos más arriba. El mo yo; y, por consiguiente, si me hacéis caso, me
padre es. El padre es (el hijo perdido). La escritura, guardaréis con todo cuidado. Pero es muy posi-
ble que os impacientéis, como personas dormi-
el hijo perdido, no responde a esa pregunta, (se) es- das a las que se despierta, y que entonces, en un
cribe: (qué) el padre no está, es decir, no está pre- arrebato de cólera, escuchéis a Anitos y me ha-
sente. Cuando ya no es un habla descolgada del pa- gáis morir por atolondramiento. Después de lo
dre, suspende la pregunta qué es, que es siempre cual pasaríais el resto de vuestras vidas dur-
tautplpgicamente la pregunta «¿qué es el padre?» miendo; a menos que el dios, preocupándose de
y la respuesta «el padre es lo que es». Entonces se vosotros, no os enviase a alguien para suplirme
(epipempseie). En todo caso, podéis estar bien
produce una avanzada que ya no se deja pensar en seguros dé que yo soy un hombre dado a Ιμ ciu-
la oposición comente del padre y del hijo, del ha- dad por la divinidad: preguntaros si es humana-
bla y de la escritura. mente posible el descuidar, como yo, todos los
Ha llegado el momento de recordar que Sócrates intereses personales, sufrir las consecuencias de
representa en los diálogos el papel del padre, repre- ello desde hace ya tantos años, y eso para poder

.178
223
ocuparme exclusivamente de vosotros, represen- critura —el discurso escrito— no tenía otro estatu-
tando junto a cada cual el papel de un padre to, si aún se puede decir, que el de huérfano o de
o de un hermano mayor (osper patera e adelfon parricida moribundo. Si se pervierte en el transcur-
presbiteron), incitándoos a procurar ser mejores so de su historia rompiendo con su origen, nada de-
(Apología, 30 c-31 b). cía aún que éste fuese ya en sí mismo malo. Aparece
ahora que el discurso escrito, en el sentido «propio»
Y lo que impulsa a Sócrates a suplir al padre o
—inscrito en el espacio sensible— está malformado
al hermano mayor junto a los atenienses —papel en
desde su nacimiento. No ha nacido bien: no sólo,
el que considera también la posibilidad de ser su-
como hemos visto, no es completamente viable, sino
plido—, es cierta voz. Que prohibe, además, más
que no es de buen nacimiento, de nacimiento legíti-
que dicta, y a la cual obedece espontáneamente, co-
mo. No es gnesios. No es por completo un pechero,
mo el buen caballo del Fedro, al que bastan las ór-
es un bastardo. Por la voz de su padre no puede ser
denes de la voz, del logos:
declarado, reconocido. Está fuera-de-la-ley. Después
de la aprobación de Fedro prosigue, en efecto, Só-
Eso se debe —como a menudo me lo habéis
oído declarar y en muchos lugares— a cierta ma- crates:
nifestación de un dios o de un espíritu divino,
que se produce en mí, y del que Meletos ha hecho SÓCRATES: ¿Qué quieres decir? ¿Qué debemos
tema de su acusación, burlándose de ello ([forte] considerar, respecto a otro discurso, hermano del
o de kai en te grafe epikómódon Meletos egrap- precedente [el discurso escrito] y legítimo aquél
sato). Es algo que ha comenzado desde mi in- (adelfon gnesion), en qué condiciones tiene lu-
fancia, cierta voz (fone), que, cuando se hace oír, gar y cuánto supera al otro por la calidad y po-
me aparta siempre de lo que iba a hacer, sin em- tencia de su savia?
pujarme nunca a obrar (31 c d). FEDRO: ¿Cuál es ese discurso de que hablas y en
qué condiciones tiene lugar según tú?
Portador de ese signo del dios (to tu ceu semeion, SÓCRATES: E S el que, acompañado de saber, se
40 b; to daimonion semeion, República, VI, 496 c), escribé en el alma del hombre que aprende (Os
met' epistemes grafetai en te tu manzanontos
Sócrates tiene, pues, la voz del padre, es el portavoz psije), el que es capaz de defenderse a sí mismo
del padre. Y Platón escribe a partir de su muerte. (dinatos men aminai eautó) y que, por otra par-
Toda la escritura platónica —y no hablamos ahora te, sabe hablar así como callar ante quien debe.
de lo que quiere decir, de su contenido significado: FEDRO: ¿Quieres decir el discurso del que sabe
la reparación del padre contra la grafe que decidió (tu eidotos logon), discurso vivo y animado (zon-
su muerte— es, pues, leída a partir de la muerte de ta kai empsijon) del que se podría decir con toda
justicia que el discurso escrito es un simulacro
Sócrates, en la situación de la escritura acusada en (eidolon)?
el Fedro. El encajamiento de las escenas resulta
abismal. La farmacia no tiene fondo. SÓCRATES: ¡Claro que sí!, justamente (276 a).
¿Y qué hay de esta acusada? Hasta ahora la es-
En su contenido, esta réplica no tiene nada de
.178 224
viva, sabia, inteligible, interior, hablante) se opone
original, Alcidamas (βδ) decía aproximadamente lo a una mala escritura (artificiosa, moribunda, igno-
mismo. Pero señala una especie de cambio decisivo rante, sensible, exterior, muda). Y la buena no pue-
en el funcionamiento de la argumentación. Presen- de ser designada más que en la metáfora de la mala.
tando a la escritura como un falso-hermano, a la vez La metaforicidad es la lógica de la contaminación y
un traidor, un infiel y un simulacro, Sócrates es lle- la contaminación de la lógica. La mala escritura es,
vado por primera vez a considerar al hermano de a la buena, como un modelo de designación lingüís-
ese hermano, al legítimo, como otra especie de escri- tica y un simulacro de esencia. Y si la red de las
tura: no sólo como un discurso sabio, vivo y anima- oposiciones de predicados que relacionan una escri-
do, sino como una inscripción de la verdad en el al- tura con la otra tiene en su malla a todas las oposi-
ma. Sin duda se tiene normalmente la impresión de ciones conceptuales del «platonismo» —considera-
estar aquí ante una «metáfora». Platón —¿por qué do aquí como la estructura dominante de la histo-
no y qué importancia tiene?— lo creía quizá tam- ria de la metafísica— se podrá decir que la filosofía
bién en el momento en que tenía lugar, comenzaba se ha jugado en el juego de esas dos escrituras. Aun
incluso, sin duda, la historia de una «metáfora» (ins- cuando no quería distinguir más que entre habla y
cripción, impresión, marca, etc., en la cera del cere- escritura.
bro o del alma) de la que la filosofía no podrá ya Se confirma a continuación que la conclusión del
prescindir, por poco crítico que sea su tratamiento. Fedro es menos una condena de la escritura en nom-
Pero no es menos notable ahora que el habla supues- bre del habla presente que la preferencia de una es-
tamente viva sea de pronto descrita por una «metá- critura a otra, de una huella fecunda a una huella
fora» tomada del orden mismo de lo que se quiere estéril, de una simiente generadora, porque deposi-
excluir, del orden de su simulacro. Préstamo hecho tada en el interior, a una simiente desperdigada en
necesario por lo que liga estructuralmente a lo inte- el exterior en pura pérdida: a riesgo de la disemina-
ligible con su repetición en la copia, y el lenguaje ción. Esto al menos es supuesto por aquello. Antes
que describe a la dialéctica* no puede dejar de ape- de buscar su razón en una estructura general del
lar a ello. platonismo, sigamos a ese movimiento.
Según un esquema que dominará toda la filoso- La entrada en escena del fármacon, la evolución
fía occidental, toda una buena escritura (natural, de los poderes mágicos, la comparación con la pin-
tura, la violencia y la perversión político-familiar,
(βδ) Cf.: M. J. MILNE, A study in Alcidamas ánd his reía- la alusión a los afeites, a la máscara, a los simula-
tion to contemporary sophistic, 1924. Ρ. M. SCHUHL, Platón cros, todo eso no podía dejar de introducir al juego
et VArt de son terr^ps, pág. 49. y a la fiesta, que no tienen lugar nunca sin algún
Otra alusión a los hijos legítimos én 278 a, Sobre la opo-
sición entre los bastardos y los hijos bien nacidos (nozoi/ apremio o despliegue de esperma.
gnesioi), cf. en especial: la República (496 a: los «sofismas» No nos decepcionaremos a condición de aceptar
no tienen nada de «gnésion»), Poli tica (293 e: las «imitacio-
nes» de constituciones no son «bien nacidas»). Cf. también: determinada escansión del texto, y de no considerar
Gorgias, 513 b; Leyes, 741 a, etc.
.178 227
como contingencias retóricas a los términos de la pa (ón spermatón kedoito) y que desea que; den
analogía propuesta por Sócrates. fruto, es que con toda seriedad (spude) irá en
La analogía: la relación de la escritura-simula- pleno verano a sembrarlas en los jardines de
cro con lo que representa —la escritura verdadera Adonis (67) por la satisfacción de ver esos jardin-
cillos tomar un aspecto soberbio al cabo de ocho
(la verdadera escritura porque es verdadera, autén-
tica, responde a su valor, conforme a su esencia, es- a seguirla palabra por palabra (to remad) en su fórmula.
critura de la verdad en el alma de quien tiene la Más bien te hará, con más claridad aún, comprender l o que
quiero decir, lo siguiente: Acuérdate, por ejemplo, de lo que
episteme)—, esa relación es análoga a la relación de decíamos antes: que al enfermo un plato le parece y le re-
las simientes fuertes, fértiles, que engendran pro- sulta amargo, plato que, por el contrario, al hombre con
buena salud le resulta y le parece todo lo contrario. Hacer
ductos necesarios, duraderos y nutritivos (simien- a uno de los dos más cuerdo no se debe hacer ni es, en rea-
tes frugíferas) con las simientes débiles, pronto ago- lidad, factible; ni tampoco acusar de ignorancia al enfermo
porque sus opiniones son así y declarar al sano cuerdo por-
tadas, supérfluas, que dan nacimiento a productos que las suyas son contrarias. Hay que hacer la inversión
efímeros (simientes floríferas). Por un lado, el agri- (metableteon) de los estados; pues una de esas disposicio-
nes vale más que la otra. Lo mismo ocurre en la educación,
cultor paciente y sensato (O nun ekón gueorgos); es de una disposición a la disposición que vale más como
por el otro, el jardinero de lujo con prisas y juga- hay que realizar la inversión: y el médico produce esta in-
versión gracias a los remedios (fármacois), el sofista me-
dor. Por un lado, lo serio (spude); por otro, el juego diante sus discursos (logois) [...]. En cuanto a los pruden-
(paidia) y la fiesta (eorte). Por un lado, el cultivo, la tes (sófus), amigo Sócrates, me hallo muy lejos de ir a bus-
carlos entre las ranas; los encuentro, para el cuerpo, entre
cultura, el saber, la economía; por el otro, el placer los médicos; para las plantas, en los agricultores [...]. Así,
y el gasto sin reservas. hay personas más prudentes (sofóteroi) unas que otras, sin
que 67nadie tenga opiniones falsas...»
( ) «En las fiestas de Adonis, observa Robin, se hacían
SÓCRATES: ...... Y ahora, dime; el cultivador inte- crecer, fuera de época, en una concha, en un cesto, en un ja-
ligente (66), si tiene simientes de las que se preocu- rrón, plantas que morían enseguida: ofrendas que simboli-
zaban el fin ^prematuro del amado de Afrodita.» Adonis, na-
cido en un árbol —metamorfosis de Mirra—, fue amado y
(ββ) Una alusión análoga al agricultor se encuentra en dejado por Venus, luego por Marte, celoso y transformado
el Teeteto (166 a ss.), en una problemática semejante, en en jabalí: que le mató de una herida en el muslo. En los
medio de la extraordinaria apología de Protágoras al que brazos de Venus, llegada demasiado tarde, se convierte en
Sócrates hace decir en particular sus cuatro (no) verdades anémona, flor efímera de primavera. Anémona, es decir,
que aquí nos interesan enormemente: donde se cruzan to- aliento.
dos los corredores de esta farmacia. SÓCRATES: Todo lo que, Acercaremos a la oposición agricultor / jardinero, (fru-
en defensa suya, acabamos de decir ahora, será atacado tos / flores; duradero / efímero; paciencia / prisa; serio /
por él con brío, con gran menosprecio de nosotros, y dirá: juego, etc.) el tema del doble don en las Leyes: «En cuanto
«Vaya con ese buen Sócrates! Ha cogido miedo un niño al a los frutos de otoño, debe darse una parte a cada uno de
que le preguntaba si el mismo hombre puede, al mismo la siguiente forma: Es la propia diosa quien nos gratifica
tiempo, acordarse de una cosa y no saberla. El niño ha co- con un doble don; uno es el juguete de Dionisos (paidian
gido miedo y ha dicho que no, porque no podía prever; y el Dionisiada) y no se guarda; el otro está destinado por na-
ridiculizado soy yo: Sócrates ha argumentado para demos- turaleza a ser guardado. Tengamos, pues, para los frutos de
trar eso [...]. Pues yo, afirmo que la Verdad es tál como la otoño, la siguiente ley: Quienquiera que cate los frutos lla-
he escrito (os guegrafa): medida es cada uno de nosotros mados campestres, uvas o higos, antes de que haya llegado,
de lo que es así como de lo que no es. Infinita empero es con la salida de Arcturus, la época de las vendimias... de-
la diferencia de uno a otro (mirion mentoi diaferein eteron berá pagar a Dionisos cincuenta dracmas sagrados, etc.»
eteru auto tuto) [...]. Esta definición (logon) misma, no va (VIII, 844, d, e).

.178 228
días? ¿O bien no sería para divertirse (paidias) O8)
así como por causa de la fiesta (eortes) como ac- líquido, se bebe, se absorbe, se introduce en el inte-
tuaría de ese modo, suponiendo qué se le ocu- rior, al que marca primero con la dureza del tipo,
rriese hacerlo? Pero más bien, si hay algunas invadiéndole enseguida e inundándole con su reme-
que le interesen realmente, pondrá en provecho dio, con su brebaje, con su bebida, su poción, su
el arte del cultivo para sembrarlas en el terreno veneno.
apropiado, y se felicitará sin duda si, al cabo de
ocho meses, todas las que sembró han llegado a En el líquido, los opuestos pasan más fácilmente
su término [...] Y del hombre que posee la cien- uno dentro de otro. El líquido es el elemento del
cia de lo justo, la de lo hermoso, la del bien, fármacon. Y el agua, pureza del líquido, se deja más
¿vamos a afirmar que tiene menos inteligencia fácilmente, más peligrosamente, penetrar y luego
que el campesino, con relación a sus semillas? corromper por el fármacon, con el que se mezcla y
[...] Así, ya ves que no es seriamente (spude) compone de inmediato. De donde, entre las leyes
como iría a escribir en el agua (en idati grapsei, que deben regir la sociedad agraria, aquella que pro-
proverbio equivalente a «escribir en la arena»)
esas cosas con tinta, sirviéndose de una caña tege severamente el agua. Y en primer lugar contra
para sembrar con discursos (melani speirón dia el fármacon:
kalamu meta logon), que no sólo resultan inca-
paces de prestarse ayuda (boecein) mediante el El agua es, de todos los alimentos de la huer-
habla, sino incapaces también de enseñar conve- ta, seguramente el más nutritivo, pero es fácil
nientemente la verdad (276 a c). de corromper: ni la tierra, en efecto, ni el sol,
ni los vientos, que nutren a las plantas, son fá-
La esperma, el agua, la tinta, la pintura, el tinte ciles de perder por drogas (farmakeusesin), de-
perfumado: el fármacon penetra siempre como el rivaciones o incluso robos, pero el agua está, por
naturaleza, expuesta a todos esos inconvenien-
tes: por lo tanto es necesaria una ley que la pro-
En el espacio problemático que reúne oponiéndolas a la teja. Y ésta es la ley: A quienquiera que destru-
escritura y la agricultura, podríamos mostrar fácilmente ya voluntariamente en otro el agua de fuente o
que las paradojas del suplemento como fármacon y como de cisterna, sea dragándola (farmakeiais), dete-
escritura, como grabado y" como bastardía, etc., son las mis-
anb) j o j o t o sp upptzjado sp 'ojjsfin pp sv\ anb ST>UI niéndola en fosos o robándola, su víctima le ci-
quiere decir «grabar»), del injertador (en todos los sentidos tará ante los astinomos declarando por escrito
de esta palabra. En francés también funcionario público el montante del daño. Quien resulte responsable
que redacta una minuta de proceso), del cuchillo para in- de perjuicios causados por drogas (farmakeiais),
jertar. Podríamos mostrar así cómo todas las dimensiones
(biológicas, psíquicas, éticas) más modernas del problema deberá no sólo pagar la multa, sino además pu-
del injerto, incluso cuando conciernen a las partes que se rificar las fuentes del agua o la cisterna, hacién-
consideran hegemónicas y perfectamente «propias» de lo dolo de acuerdo con las reglas formuladas im-
que se cree que es el individuo (el intelecto o la cabeza, el perativamente, para esta purificación, por los in-
afecto o el corazón, el deseo o los ríñones) están tomadas
y apremiadas en la gráfica del suplemento. térpretes, según las circunstancias y las perso-
(e8) Alciciamas había definido también la escritura co- n a s / L e y ^ , VIII, 845 de).
mo un juego (paidia). Cf. PAUL FRIEDLANDER, Platón: Seins-
wahrheit uncí Lebenswirklichkeit, 1." parte, cap. V, y A. DIES,
op. cit., pág. 427. La escritura y el habla son, pues, ahora, dos cla-

.178 230
ses de huella, dos valores de la huella; una, la escri- cretos, y llenará todo con su clamor... (Leyes,
VIII, 838 e-839 b).
tura, es huella perdida, simiente no viable, todo lo
que en la esperma se gasta sin reserva, fuerza extra- Se podría hacer comparecer aquí a la escritura
viada fuera del campo de la vida, incapaz de engen- y a la pederastía de un joven llamado Platón. Y su
drar, de relevarse y engendrarse a sí misma. Por el relación ambigua con el suplemento paterno: para
contrario, el habla viva hace fructificar el capital, reparar su muerte ha transgredido la ley. Ha repe-
no desvía el poder seminal hacia un goce sin pater- tido la muerte de su padre. Esos dos gestos se anu-
nidad. En su seminario se adapta a la ley. En ella se lan o se contradicen. Se trate de esperma o de es-
marca aún la unidad de logos y de nomos. ¿De qué critura, la transgresión de la ley está sometida por
ley? Lo enuncia así el ateniense: anticipado a una ley de la transgresión. Esta no es
pensable en una lógica clásica, sino únicamente en
... es justamente lo que quería decir al hablar del la gráfica del suplemento o del fármacon. De ese
procedimiento que tengo para imponer esa ley fármacon que puede servir igual la simiente de vida
que exige que se obedezca a la naturaleza en el
acoplamiento destinado a la procreación; que que la simiente de muerte, el parto que el aborto.
no se toque al sexo masculino; que no se mate Sócrates lo sabía bien:
deliberadamente a la raza humana; que no se tire
la simiente entre las rocas y los guijarros en SÓCRATES: Las parteras saben además, ¿no?, con
donde jamás echará raíces para reproducir su sus drogas (farmakia) y sus ensalmos, despertar
propia naturaleza; que nos abstengamos, en fin, los dolores o apaciguarlos a voluntad, llevar a
en el campo femenino, de todo laboreo que re- término los partos difíciles y, si les parece opor-
chace voluntariamente la fecundación. Si esa ley tuno hacer abortar al fruto aún no maduro, pro-
consigue a la vez permanencia y fuerza, tanta vocar el aborto, ¿no es cierto? (Teeteto, 149 cd).
fuerza como ahora tiene la que prohibe todo co-
mercio entre padres e hijos, y sí, en los otros La escena se complica: condenando a la escritu-
comercios, obtiene, como debe, la misma victo-
ria, será mil y mil veces benéfica. Su conformi- ra como hijo perdido o parricida, Platón actúa como
dad a la naturaleza es, en efecto, su primer mé- un hijo que escribe esa condena, reparando y con-
rito; además, de esa rabia erótica y esa locura, firmando así la muerte de Sócrates. Pero en esa es-
de todos esos adulterios, y de todos esos excesos cena en la que hemos señalado la ausencia al menos
en la comida y en la bebida, de todo ello aparta aparente de la madre, Sócrates no es el padre, sólo
a los hombres y les lleva a amar a sus propias el suplente del padre. Ese partero, hijo de comadro-
mujeres; en fin, muchos otros bienes se produci-
rán, Quando se haya podido imjponer esa ley. Pero na, ese intercesor, ese tercero, no es ni un padre,
quizá se alce ante nosotros algún hombre fuerte aunque ocupe el lugar del padre, ni un hijo, aunque
y joven, lleno de una simiente copiosa (polu sea también el compañero o el hermano de los hijos
spérmatos mestos), que habiendo oído promul- y obedezca a la voz paterna del dios. Sócrates es la
gar esa ley, nos cubra de injurias a nosotros sus relación suplementaria del padre con el hijo. Y cüan-
autores por nuestros estúpidos e imposibles de-

232 242
do decimos que Platón escribe a partir de la muerte partes pudendas es insolente y autoritario, como un
del padre, no pensamos únicamente en determinado ser vivo rebelde al razonamiento (tu logu), y que se
acontecimiento titulado «la muerte de Sócrates», al esfuerza, bajo la acción de sus furiosos deseos, en
que se dice que Platón no asistió (Fedón 59 b: «Pla- dominar todo» (Timeo, 91 b).
tón, me parece, estaba enfermo»); sino en primer lu- Hay que tener cuidado: en el momento en que
gar en la esterilidad de la simiente socrática aban- Platón parece alzar a la escritura haciendo del habla
donada a sí misma. Sócrates sabe que no será nunca viva una especie de grafía psíquica, mantiene ese
ni hijo ni padre ni madre. El arte de la celestina movimiento en el interior de una problemática de la
debería ser el mismo de la partera (es al «mismo verdad. La escritura en te psijé no es una escritura
arte al que compete cuidar y recoger los frutos de de desbroce, sino sólo de enseñanza, de transmisión,
la tierra y saber en qué tierra qué planta y qué si- de demostración, todo lo más de descubrimiento,
miente hay que echar»), si la prostitución y la trans- escritura de aleceia. Su orden es el de la didáctica o
gresión de la ley no los hubiesen separado. Si el arte de la mayéutica, en cualquier caso de la elocución.
de Sócrates resulta aún superior al de una celestina- De la dialéctica. Esa escritura debe de ser capaz de
partera, es, sin duda, porque él tiene que distinguir sostenerse a sí misma en el diálogo vivo y sobre todo
entre el fruto aparente o falso (eidolon kai pseudos) de enseñar convenientemente lo verdadero, tal co-
y el fruto verdadero y vivo (gonimon te kai aleces); mo está ya constituido.
pero Sócrates comparte en lo esencial Ja suerte de Esa autoridad de la verdad, de la dialéctica, de
las comadronas: la esterilidad. «Tengo> en efecto, lo serio, de la presencia, no se desmentirá al térmi-
la misma esterilidad que las parteras... Hacer parir
no de ese admirable movimiento, cuando Platón,
a los demás es obligación que el dios me impone,
después de haberse de algún modo reapropiado de
procrear es poder del que me ha apartado.» Y re-
la escritura, lleva la ironía —y lo serio— hasta la
cordemos la ambigüedad del fármacon socrático, an-
rehabilitación de cierto juego. Comparada a otros
xiógeno y tranquilizante: «y esos dolores mi arte
juegos, la escritura lúdica e hipomnésica, la escri-
tiene el poder de despertarlos o de apaciguarlos»
tura del segundo orden vale más, debe «pasar por
(Teeteto, 150 a-151 e). delante». Antes que sus otros hermanos, pues hay
La simiente debe, pues, someterse al logos. Y vio- cosas peores en la familia. Así, el dialéctico se en-
lentarse al hacerlo, pues la tendencia natural de la tretendrá en ocasiones en escribir, en acunqiular los
esperma se opone a la ley del logos: «Es esa médula monumentos, los hipomnémata. Pero lo hará ponién-
que hemos llamado en nuestros discursos anteriores dolos al servicio de la dialéctica y para dejar una
la esperma. Tiene un alma y respira. La abertura huella (ijnos) a quien quiera seguir su pista por el
por la que respira le da la concupiscencia vital de camino de la verdad. El límite pasa ahora, pxá.s que
salir al exterior. Y así es como la médula ha produ- entre la presencia y la huella, entre la huella dialéc-
cido el amor de la generación. De ahí procede el que, tica y la huella no dialéctica, entre el juego en el
en los varones, lo que se refiere a la sustancia de las

.178 234
«buen» sentido y el juego en el «mal» sentido de la
palabra.

SÓCRATES: ESOS jardincillos en caracteres de es^·


critura, será, por el contrario, según las aparien-
cias, para divertirse (paidias karis), como los
9. E L JUEGO: DEL FÁRMACON A LA LETRA Y DEL
sembrará y como escribirá; pero cuando escribe
es un tesoro de rememoraciones (hipomnémata) CEGAMIENTO AL SUPLEMENTO
lo que así se constituye, para él mismo en el caso
de que llegue a la olvidadiza vejez, y para quien-
quiera que siga la misma pista (tauton ijnos). «Kai te tes spudes adelfe paidia» (Car-
Se complacerá en ver crecer esos tiernos culti- ta VI 323 d). «Logos de gue en e tes ses
, vos; otros tendrán otros entretenimientos, atibo- diaforotetos ermeneia» (Teeteto 209 a)
rrándose de bebidas y de todos esos placeres
más que son hermanos de aquéllos, en tanto que
él, es bien probable, preferirá aquéllos de los que Se ha podido creer que Platón simplemente con-
hablo y que son las diversiones de su existencia. denaba el juego. Y con ello el arte de la mimesis,
FEDRO: ¡Qué magnificencia, Sócrates, con respec- que no es más que una especie de él (69). Pero cuan-
to a la bajeza de los otros, en la diversión de que
hablas: la del hombre capaz de divertirse con la do se trata del juego y de su «contrario»; la «lógi-
composición literaria (en logois), imaginando ca» es necesariamente desconcertante. Al juego y al
hermosos discursos sobre la Justicia, así como arte, Platón los pierde al salvarlos, y su logos se
sobre los otros objetos que has nombrado! halla entonces sometido a esa exigencia inaudita
SÓCRATES: Cierto que eso está bien, mi querido que ni siquiera se puede llamar ya «lógica». Platón
Fedro. Pero hay mucha más belleza, me parece, habla bien del juego. Pronuncia su elogio. Pero el
en cierta forma de aplicarse seriamente (spudé)
a ese fin: es cuando mediante la utilización del elogio del juego «en el mejor sentido de la pala-
arte dialéctica y una vez recogida el alma que es bra», si se puede decir, sin anular al juego bajo la
apropiada para ello, se plantan en ella y siembran tranquilizadora boberia de semejante precaución.
discursos a los que acompaña el saber (fitetie te El mejor sentido del juego es el juego vigilado y
kai speire met9 epistemes logus); discursos que contenido dentro de las balaustradas de la ética y
pueden asistirse (boecein) a sí mismos así como de la política. Es el juego comprendido bajo la ca-
a quien les ha plantado, y que, en lugar de re-
sultar estériles, tienen una simiente de la que, en tegoría inocente e inofensiva de lo divertido. Del
otros naturales (en alois ecesi) surgirán otros divertimento: por torpe que resulte, la frecuente
discursos; con capacidad para procurar siempre, traducción de paidia por divertimiento no hace, sin
imperecederamente, ese mismo efecto y de reali- duda, más que consolidar la represión del juego.
zar en quien lo posee el grado más elevado de
felicidad que sea posible a un hombre tener. (6Í0 Cí. República, 602 b ss.ν Político, 288 c, d; Sofista,
(276 d-277 a). 234 b, c; Leyes, II, 667 e-668 a; Εpinomis, 975 d, etc.

242 237»
Seguramente los asuntos humanos no mere-
La oposición spude/paidia no será nunca de cen la pena de que se les tome con gran seriedad
simple simetría. O bien el juego no es nada (es su (megales men spudes uk axia); sin embargo, nos
única posibilidad), no puede dar lugar a ninguna vemos obligados a tomarlos en serio, y ahí reside
actividad, a ningún discurso digno de ese nombre, nuestro infortunio. Pero, ya que estamos donde
es decir, cargado de verdad o al menos de sentido. estamos, orientar hacia algún objeto de manera
concebible ese celo inevitable será quizá tarea a
Es entonces alogos o atopos. O bien el juego co- nuestra medida (emin simmetron) [...] Quiero
mienza a ser algo y su misma presencia da lugar a decir que hay que aplicarse con seriedad a lo
una confiscación dialéctica. Toma sentido y trabaja que es serio, no a lo que no lo es; que por natu-
al servicio de lo serio, de la verdad, de la ontología. raleza, Dios merece todo nuestro bienaventura-
Sólo los logoi peri ontón pueden ser tomados en se- do celo (makariu spudes), pero que el hombre,
rio. Desde el momento en que llega al ser y al len- ya lo hemos dicho (71), no ha sido hecho más que
para ser un juguete (paignon) en las manos de
guaje, el juego desaparece como tal. Igual que la es- Dios, y ahí reside en verdad lo mejor de su suer-
critura debe desaparecer como tal ante la verdad, te. Ese es pues el papel a que debe, a todo lo
etcétera. Es que no existe el como tal de la escritura largo de su vida, conformarse todo hombre y
y del juego. No teniendo esencia, introduciendo la toda mujer, jugando a los juegos más hermosos
diferencia como condición de la presencia de la que existan, pero con pensamientos muy distin-
esencia, abriendo la posibilidad del doble, de la tos a los que ahora tienen [...] En la actualidad,
se imagina, en suma, que las cosas serias deben
copia, de la imitación, del simulacro, el juego y la de hacerse con vistas a los juegos: así, se piensa,
grafía van desapareciendo incesantemente. No pue- las cosas de la guerra, que son cosas serias, hay
den, por afirmación clásica, ser afirmados sin ser que llevarlas bien con vistas a la paz. Ahora bien,
negados. la guerra, en verdad, no ha podido ofrecernos
nunca ni la realidad ni la promesa de un juego
Platón juega así a tomarse en serio al juego. Es
lo que más arriba llamábamos su hermoso juego. (71) Cf. Leyes, I, 644 d, e: «Representémonos a cada uno
de los seres vivos que somos como una marioneta (paignon)
No sólo son definidos conjo juegos sus escritos (70), fabricada por los dioses; fuese por diversión (paignon) por
sino que los asuntos de los hombres en general no parte suya, fuese con un fin serio (ós spude), eso no pode-
deben, según él, ser tomados en serio. Es conocido mos saberlo; lo que sabemos es que esos afectos ^μβ están
en nosotros como tendones o hilos nos tiran, y opuestos co-
ese famoso texto de las Leyes. Releámoslo, no obs- mo son, nos arrastran en sentido inverso hacia acciones
tante, para seguir en él la asunción teológica del jue- contrarias, en la línea de demarcación entre la virtud y el
vicio. Es preciso, declara el razonamiento (logos), que cada
go en los juegos, la neutralización progresiva de la cual obedezca constantemente a una sola de las tracciones
singularidad del juego: y que no la abandone bajo ninguna circunstancia, Resistien-
do a la tracción de los otros nervios; esa es la regl£ de oro,
la santa exigencia de la razón (ten tu loguismu agóguen
\risen kai ieran) que se llama ley común de la ciudad y que,
en tanto que las demás son de hierro, rígidas y semejantes
(70) Cf. Parménides, 137 b; Político, 268 d; Timeo a modelos de toda clase, es flexible porque es de bro... et-
59 c, d. Sobre el contexto y sobre el fondo histórico de esta cétera.» Sujetar a partir de ahora con una mano esta brida
problemática del juego, ver en especial Ρ . M . S C H U H L , Pla- llamada jrise o jrisología.
tón et l Art de son temps, págs. 61-63.

.178 239
auténtico o de una educación digna de ese nom- dental con Platón no dejará de reeditarse al menos
bre, que son justamente, en nuestra opinión, lo en Rousseau y luego en Saussure. En esos tres ca-
afirmamos, la cosa seria por excelencia. Así, es sos, en esas tres «épocas» de la repetición del pla-
en la paz en donde hay que vivir, y lo más que tonismo que nos da un nuevo hilo a seguir y a re-
se pueda, la mayor parte posible de la existencia.
¿Dónde está pues el camino correcto? Vivir ju- conocer otros nudos en la historia de la filosofía o
gando, y jugando juegos tales como los sacrifi- de la episteme, la exclusión y la humillación de la
cios, los cantos, los bailes, que nos harán capa- escritura deben componerse en alguna parte, en su
ces de ganar el favor de los dioses y de rechazar misma declaración, con:
los ataques de nuestros enemigos y de vencerlos 1. una escritura general, y en ella con
en el combate... (803 b).
2. una «contradicción»: la proposición escrita
El juego se pierde siempre salvándose en los del logocentrismo; la afirmación simultánea del es-
juegos. Hemos seguido en otro lugar, en la «época tar-fuera del exterior y de su intrusión nefasta en el
de Rousseau» (72), esta desaparición del juego en los interior;
juegos. Esa (no-) lógica del juego y de la escritura 3. la construcción de una obra «literaria». An-
permite comprender algo ante lo que habido tanto tes de los Anagramas de Saussure hubo los de Rous-
asombro (73): ¿por qué, subordinando o condenando seau; y la obra de Platón puede ser leída, poi1 en-
la escritura y el juego, ha escrito tanto Platón, pre- cima y con independencia de su «contenido» logo-
sentando, a partir de la muerte de Sócrates, sus céntrico, que no resulta entonces más que una «fun-
escritos, como juegos, y acusando a lo escrito en el ción» inscrita, en su textura anagramática.
escrito, presentando contra él esa acusación (grafe) Así es como la «lingüística» elaborada por Pla-
que no ha dejado de resonar hasta nosotros? tón, Rousseau y Saussure debe a la vez poner fuera
¿Qué ley rige esta «contradicción», esta oposi- a la escritura y tomarle, sin embargo, por razones
ción consigo de lo dicho contra la escritura, dicho esenciales, todos sus recursos demostrativos y teó-
que se dice contra sí mismo desde el momento en ricos. Hemos intentado mostrarlo en otro lugar con
que se escribe, que escribe su identidad y alza su respecto al ginebrino. El caso resulta al menos igual
propiedad contra ese fondo de escritura? Esa «con- de claro en lo que respecta a Platón.
tradicción», que no es otra que la relación consigo Es sabido que Platón se explica a menudo con
de la dicción que se opone a la inscripción, expuU las letras del alfabeto. Se explica con ellas, eso quie-
sándose a sí misma al perseguir a lo que es propia- re decir que parece servirse de ellas para explicar
mente su añagaza, esa contradicción no es contin- la dialéctica, no para «explicarse-con» la escritura
gente. Bastaría, para convenir en ello, con observar de la que se sirve. Su intención es entonces de apa-
que lo que parece inaugurarse en la literatura occi- riencia didáctica y analógica. Pero obedece a una
necesidad constante, que no es tematizada nunca
72
(73 ) De la gramatología, págs. 443 ss. como tal: es siempre para hacer aparecer la ley de
( ) Las principales referencias están reunidas en la
Théoire platonicienne de l'amour, de Robin, págs. 54-59; la diferencia, la irreductibilidad de la estructura y

.178 240
de la relación, de la proporcionalidad, de la analo- el Timeo, no sólo todo el juego matemático de las
gía. proporcionalidades remite a un logos que puede
Habíamos observado antes qué tipos podía de- prescindir de la voz, el cálculo de Dios (loguismos
signar con la misma pertinencia al carácter gráfico ceu) (34, a), que puede expresarse en el silencio d e
y al modelo eidético. En la República, antes incluso las cifras, sino que, además, la introducción del
de servirse de la palabra tipos en el sentido de otro y de la mezcla (35 a), la problemática de la
forma-modelo (eidos), Platón había debido recurrir, causa errante y del lugar —tercer género irreduc-
siempre para fines aparentemente pedagógicos, al tible—, la dualidad de los paradigmas (49 a), toda
ejemplo de la letra como modelo que hay que cono- eso «obliga» (49 a) a definir como huella al origen*
cer antes de reconocer sus copias, los iconos en el del mundo, es decir, a la inscripción de las formas,,
reflejo del agua o del espejo: de los esquemas, en la matriz, en el receptáculo
En una matriz o en un receptáculo que no están en»
Cuando hemos aprendido a leer, no nos he- ninguna parte y no resultan jamás ofrecidos en for-
mos creído lo bastante enterados más que cuan- ma de la presencia o en presencia de la forma, su-
do hemos sabido distinguir las letras, que además
son pocas en todas las combinaciones en que poniendo una y otra ya inscripción en la madre.
entran, sin despreciar a ninguna como inútil, Aquí, en todo caso, los giros que se llaman con cier-
cualquiera que sea el espacio, grande o peque- to embarazo las «metáforas de Platón» son exclu-
ño, que ocupe, y aplicándonos, en cambio, a dis- siva e irreductiblemente escritúrales. Detectemos
tinguirlas en todas sus apariciones, porque era en primero uno de esos signos de embarazo en un pre-
nuestra opinión el único modo de convertirnos facio al Timeo: «Para concebir el lugar es preciso»
en buenos "lectores [...] Y si las imágenes de las
letras (eikonas grammatón) son representadas siempre, mediante una abstracción prácticamente
en el agua o en un espejo, no las reconoceremos casi irrealizable, separar, despegar los objetos del
antes de conocer las propias letras; pues todo «lugar» que ocupan. Sin embargo, esa abstracción
eso es objeto del mismo arte y del mismo estu- nos es impuesta por el propio hecho del cambio,,
dio (420 a b). puesto que dos objetos diferentes no pueden coexis-
tir en el mismo lugar y puesto que, sin cambiar de
Sin duda, ya nos previene el Timeo: en todas
lugar, un objeto puede convertirse en «otro». Por
esas comparaciones con la escritura no hay que to-
lo tanto, no podemos representarnos el «lugar» mis-
marse a las letras al pie de la letra. Los stoijeia tu
mo más que mediante metáforas. Platón ha utiliza-
pantos, los elementos (o letras) del todo no se unen
do varias* bastante distintas, que han turbado fuer-
como sílabas (48 c). «No conviene ni siquiera com-
temente a los modernos. El «lugar», el «sitio»,,
pararlos con alguna verosimilitud a sílabas, por li-
«aquello en lo que» las cosas aparecen, «sobre lo
mitadamente que se haga» O4). Y, sin émbargo, en
(74) En cuanto a la utilización de las letras, sobre la las letras como ciencia de la «permutación», ver en especia®
comparación entre el Timeo y el Jafr, jciencia islámica de H. CORBIN, Histoire de la philosophie islamique, NRF, pági-
nas 204 ss.
242
245»
que» se manifiestan, el «receptáculo», la «matriz», rece ora con un aspecto ora con otro. En cuanto
la «madre», la «nodriza», todas esas formas nos a las figuras que entran en ella o que salen, son
hacen pensar en el espacio, que contiene a las cosas. las imágenes de los seres eternos (ton ontón aei
mimemata), que éstos imprimen en ella (tipo-
Pero más adelante se trata del «porta-huellas», del centa), de una determinada manera difícil de ex-
«excipiente», de la sustancia enteramente desodori- presar y maravillosa, cuya descripción aplazamos.
zada, en la que los perfumistas fijan los olores, del Por el momento, baste con fijar bien en la men-
oro al que el joyero puede imprimir montones de te esas tres clases de ser: lo que nace, aquello
figuras distintas» (Rivaud, ed. Budé, pág. 66). Este en lo que nace, y aquello a semejanza de lo cual
es el pasaje más allá de todas las oposiciones del se desarrolla lo que nace. Y conviene comparar
el receptáculo a una madiie, el modelo a un pa-
«platonismo», hacia la aporía de la inscripción ori-
dre, y la naturaleza intermedia entre ambos a
ginal: un niño. Además, hay que concebir también lo
siguiente: debiendo ser la huella muy variada y
...Entonces habíamos distinguido dos clases presentar al ojo todas las variedades, aquello en
de ser. Ahora tenemos que descubrir un tercer lo que se forma esa huella no podría recibirla
género. En efecto, las dos primeras clases bas- adecuadamente si no estuviese absolutamente li-
taban para nuestra exposición anterior. Una, ha- bre de todas las figuras que debe recibir de al-
bíamos supuesto que era la especie de Modelo guna parte [...] Así, no diremos que la madre
(paradeigmatos), especie inteligible e inmutable; es el receptáculo de todo lo que nace, de todo lo
la segunda, copia del Modelo, estaba sometida que es visible y de una manera general, objeto
al nacimiento y era visible. No habíamos distin- de sensación, es tierra ni aire ni fuego ni nin-
guido entonces otra tercera, porque habíamos guna de las cosas que nacen de ellas o de las
pensado que esas dos bastaban. Pero, ahora, la cuales ellas nacen. Pero si dijésemos de ella que
continuación de nuestro razonamiento parece es una determinada especie invisible y sin forma,
obligarnos a intentar hacer concebir, mediante que recibe todo y participa de lo inteligible de
nuestras palabras, esa tercera especie, la cual una manera muy embarazosa y muy difícil de
es difícil y oscura. ¿Qué propiedades hay que entender, no mentiríamos (48 e-51 e; La jora está
suponer que tiene naturalmente? Ante todo, al- embarazada de todo lo que aquí se disemina.
guna de esta clase: de todo nacimiento (pases
gueneseós), es el soporte y como la nodriza (ipo- Penetramos en ello en otra parte).
do jen auten oion ticenen) [...] (A esa nodriza)
conviene dar siempre el mismo nombre. Pues, De dónde, un poco más adelante, el recurso al
nunca más podrá ella perder sus propiedades. sueño; como en ese texto de la República (533 b),
En efecto, recibe siempre a todas las cosas, y ja-
más bajo ninguna circunstancia toma en nada a en que se trata de «ver» lo que no se deja pensar
una figura semejante a las que entran en ellas. simplemente en la oposición de lo sensible y lo in-
Pues es, por naturaleza, un porta-huellas (ekma- teligible, lo hipotético y lo anhipotético, determi-
gueion) para todas las cosas. Es puesta en mo- nada bastardía cuya noción (nozos) no se excluye
vimiento y recortada en figuras por los objetos que resultase familiar a Demócrito (Rivaud, Le pro-
que penetran en ella y, gracias a su acción, apa-
245
244
de la República (368 c-e) en el punto en que «una
bléme du devenir et la notion de la matiére..., pá-
vista penetrante» es necesaria y en que «esa pene-
gina 310, núm. 744):
tración nos falta». La estructura es leíd^ como una
... hay siempre un tercer género: el del lugar: escritura en la instancia en que la intuición de la
no puede morir y proporciona un emplazamien- presencia, sensible o inteligible, viene a faltar.
to a todos los objetos que nacen. El mismo no es Idéntico gesto en el campo lingüístico. Como en
perceptible más que gracias a una suerte de ra- el Curso de lingüística general, la referencia escri-
zonamiento híbrido (loguismó tini nozo: razona-
miento bastardo) que no acompaña en absoluto tural se hace absolutamente indispensable en el
a la sensación: apenas se puede creer en él. Es momento en que se trata de dar cuenta del princi-
él ciertamente lo que vemos como en un sueño, pio de la diferencia y de la diacriticidad en general
cuando nos afirmamos que todo ser está forzo- como condición de la significación. Así se explica la
samente en alguna parte, en cierto lugar, ocupa segunda aparición de Zeuz en la escena platónica.
determinado sitio, y que lo que no está ni sobre
la tierra ni en ninguna parte en el cielo no es En el Fedro, el inventor del fármacon pronunciaba
nada. Pero todas esas observaciones y otras, her- en persona un largo discurso y presentaba sus le-
manas suyas, que se refieren a la naturaleza mis- tras a la aprobación del rey. Más breve, más indi
ma de ese ser, tal como es en realidad y fuera recta, más alusiva, su otra intervención nos parece
del sueño, a menudo, en estado de vigilia, somos filosóficamente igual de notable. No se hace en
incapaces por el hecho de esa suerte de estado nombre de la invención de la grafía, sino de la gra-
de sueño, de distinguirlas netamente y de decir
lo que es cierto (52 be). mática, de la ciencia gramatical como ciencia de las
diferencias. Es al comienzo del Filebo: se ha enta-
La inscripción es, pues, la producción del hijo, al blado una discursión sobre las relaciones entre el
mismo tiempo que la constitución de una estruc- goce (jairein) y la cordura o prudencia (fronein)
turalidad. El vínculo entre las relaciones estructu- (11 d). Se choca con la dificultad del límite. Y por
rales de proporcionalidad y la literalidad no apa- consiguiente, como en el Timeo, de la composición
rece únicamente en el discurso cosmogónico. Tam- del mismo y del otro, de lo uno y de lo múltiple,
bién en el discurso político y en el discurso lin- de la finitud y de la infinidad. «... los antiguos, que
güístico. valían más que nosotros y vivían más cerca de los
En el orden de lo político, la estructura es una dioses, nos han transmitido esta tradición, que todo
escritura. En el momento de la última dificultad, de lo que se puede decir que existe está hecho de
cuando ningún otro recurso pedagógico resulta dis- uno y de múltiple y contiene en sí mismo, origina-
ponible, cüando el discurso teórico ya no puede riamente asociados (en autois simfiton), el límite y
formular de distinto modo el orden, el mundo, el la infinidad (peras de kai apeirian)». La dialéctica
cosmos de lo político, se recurre a la «metáfora» es el arte de respetar a esos intermediarios (ta me-
gramática: la analogía de las «grandes letras» y de sa) (16 c-17 a); Sócrates la opone a la erística apre-
las «pequeñas letras» interviene en el famoso texto miada por pasar a la infinidad. Esta vez las letras,
.178
247
a diferencia de lo que ocurre en el Fedro, están en- mudas que no tienen ni ruido ni sonido (áftonga
cargadas de introducir la claridad (safeneia) en el kai áfona), luego, de la misma forma, a las vo-
discurso: cales y las intermediarias, finalmente determinó
su número y dio a cada una de ellas y a todas
juntas, el nombre de elementos (stoijeion). Cons-
PROTARCO: Hay en lo que tú dices, Sócrates, co- tantado pues que ninguno de nosotros era capaz
sas que creo entender, y otras para las que aún de áprender una cualquiera de ellas desgajada
necesito alguna aclaración. de todo el conjunto, consideró a esa interdepen-
SÓCRATES: Esa aclaración, Protarco, te la darán dencia (desmon) como un vínculo único que hace
las letras; pídesela a esas que ha deletreado tu de todas ellas una unidad, y les asignó una cien-
infancia. cia única que denominó arte gramatical (18 b d).
PROTARCO: ¿Cómo?
SÓCRATES: El sonido (jone) que emitimos por la
boca es uno en todos y cada uno de nosotros, y, La «metáfora» escritural interviene, pues, cada
por otra parte, es de una diversidad infinita. vez que la diferencia y la relación son irreductibles,
PROTARCO: SÍ, desde luego. cada vez que la alteridad introduce la determinación
SÓCRATES: Y ni una ni otra cosa basta aún para y pone en circulación un sistama. Al juego del otro
convertirnos en sabios, ora el conocerlo como en el ser se ve obligado Platón a designarlo como
infinito, ora el conocerlo como uno; pero cono-
cer qué cantidad tiene y qué diferencias, eso es escritura en un discurso que se querría hablado en
lo que hace de cada uno de nosotros un gramá- su esencia, en su verdad y que, sin embargo, se es-
tico (17 a b). cribe. Y si se escribe a partir de la muerte de Só-
crates, es, sin duda, por esa razón profunda. A par-
Después de dar un rodeo por el ejemplo de los tir de la muerte de Sócrates, o sea, también, aquí,
intervalos (diastémata) musciales, volvemos a las le- del parricidio del Sofista. Sin la irrupción violenta,
tras para explicar los diastemas y la diferencia fó- contra la venerable y paternal figura de Parméni-
nicos: des, contra su tesis de la unidad del ser, sin la intru-
sión irruptiva del otro y del no-ser, del no-ser como
SÓCRATES: ... Pero recurramos una vez más a las otro en la unidad del ser, la escritura y su juego no
letras para aclarar lo que decimos [...] Cuando habrían sido necesarios. La escritura es parricida.
fue percibida la infinidad de la voz, sea por un
dios, sea por algún hombre divino, una tradi- ¿Es por casualidad si, para el Extranjero del Sofis-
ción egipcia dice, en efecto, que Zeuz fue el pri- ta, la necesidad, la fatalidad del parricidio, «eviden-
mero en percibir que, en ese infinito, las vocales te, como se suele decir, incluso para un ciego (tifió)»
(to foneenta) son no una, sino múltiples, y que (habría que decir sobre todo para un ciego), es la
hay, además, otras emisiones que, sin tener un condición de posibilidad de un discurso so ore lo
sonido, tienen empero un ruido, y que tienen
también cierto número; puso aparte, como terce- falso, el ídolo, el icono, el mimema, el fantasma, y
ra especie, a lo que ahora llamamos mudas (áfo- «de las artes que de ellos se ocupan»? ¿Y por lo
na); después de lo cual dividió una a una esas tanto de la escritura? Esta no es nombrada en este

.178 248
jero tiene aún miedo de no tener fuerza, de jugar
lugar, pero la laguna no impide —al contrario— al loco, ciertamente, pero también de sostener un
que su vinculación con todos estos últimos concep- discurso que resultaría sin pies ni cabeza; o, si se
tos sea sistemática, y la hemos reconocido como tal: quiere, de emprender un camino tal que no podría
ir más que cabeza abajo. Ese parricidio en todo
E L EXTRANJERO: Eso es precisamente lo que ne- caso será tan decisivo, tajante y temible como una
cesitaremos para defendernos, cuestionar la te-
sis de nuestro padre Parménides (Ton tu pairos pena capital. Sin esperanza de regreso. Uno se jue-
Parmenidu logon) y, por fuerza, establecer que ga en él, si se quiere darle ese nombre, la cabeza,
el no-ser (me-ón) es, en determinada relación, y al mismo tiempo que lo que uno es. Así, después
que el ser (on), a su vez de alguna forma, no es. de haber, sin hacerse ilusiones, pedido a Teeteto que
TEETETO: Ahí es, evidentemente, a donde tene- no le considere como parricida (patraloian), el Ex-
mos que llevar el centro del debate (Fainetai to tranjero eleva otra súplica:
toiuton diamajeteon en tois logois).
E L EXTRANJERO: ¿Cómo no iba a ser evidente y,
como se suele decir, evidente incluso para un E L EXTRANJERO: Por tercera vez, en ese caso, ten-
ciego? En tanto que no se haya hecho ni esta dré que pedirte un pequeño favor.
refutación ni esta demostración, no se podrá ape- TEETETO: N O tienes más que decirlo.
nas hablar de discursos falsos ni de opiniones E L EXTRANJERO: He confesado, me parece, hace
falsas, ni de imágenes, de copias, de imitaciones un momento, de forma expresa, que semejante
o de simulacros, así como tampoco de ninguna refutación ha sobrepasado siempre mis fuerzas
de las artes que se ocupan de todo ello, sin caer y que seguramente las sobrepasa aún.
inevitablemente en contradicciones ridiculas. TEETETO: Efectivamente, lo has hecho.
TEETETO: E S bien cierto. E L EXTRANJERO: Por lo tanto, tengo miedo de que
E L EXTRANJERO: Por eso, precisamente, ha llega-
do el momento de atacar la tesis paterna (tó pa- (VIII, 836 b, c), en el transcurso del cual se trata de buscar
trikó logó), o de cederle el campo sin más, en el un fármacon para encontrar «una salida (diafiguen) fuera
caso en que, ante el primer partido, nos contu- de ese peligro», a saber de la pederastía. El ateniense se
viese algún escrúpulo. pregunta, sin esperar nada, lo que ocurriría «si, en efecto,
TEETETO: Pero, en cuanto a eso, que nada abso-
nos conformásemos con la naturaleza, dictando la ley que
regía antes de Laio (te físei ton pro tu Laiu nomon) y pro-
lutamente nos retenga (241 d-242 a). clamando que no está permitido usar como mujeres a hom-
bres y muchachos...» Laio, a quien el oráculo predijo que
Ese parricidio, que inaugura el juego de la di- sería matado por su hijo, era también el representante del
amor contra-natura. Cf. Oedipe, en Légendes et cuites de
ferencia y de la escritura, es una decisión terrible. héros en Gréce, de Mane Delcourt, pág. 103.
Incluso para un Extranjero anónimo/ Hacen falta Es sabido también que, según lás Leyes, no hay peor cri-
men o peor sacrilegio que la muerte de los padres: seme-
fuerzas sobrehumanas. Y hay que arriesgarse a la jante asesino «merecería más que nadie el sufrir variáá
locura o a pasar por loco en la sociedad cuerda y muertes» (IX, 869 b). Ε incluso más que la muerte, que no
es el último castigo. «Es necesario, pues, que los castigos
sensata dé los hijos agradecidos (75). Así, el Extran- infligidos a esas personas por tales crímenes, aquí mismo,
durante su vida, no sean, en la medida de lo posible, infe-
(75) Habrá que tomarse el tiempo necesario para articu- riores en nada a los del Hades» (881 b).
lar sobre éste análisis determinado pasaje de las Leyes

242 251»
lo que he dicho no te dé ocasión para mirarme unidades lingüísticas de que ella se ocupa parecen
como un desequilibrado (manikos) que pasa de más grandes que la palabra (Cratilo, 385 a-393 d);
un extremo a otro según le parece (pará poda por otra parte, va siempre guiada por una intención
matabalón emauton ano kai katb) (242 a tí).
de verdad; sólo puede colmarla la presencia del
Se entabla entonces el discurso. El logos pater- eidos, que aquí es a la vez el significado y el refe-
no se encuentra en completo desorden. ¿Es, pues, rente: la cosa misma. La distinción entre gramática
una casualidad que, desde el momento en que el y dialéctica no puede, pues, establecerse con todo
ser ha aparecido como un tritón ti, un tercero irre- rigor más que en el punto en que la verdad está
ductible a los dualismos de la ontología clásica re- plenamente presente y llena al logos (77)- Pero lo
sulte necesario, una vez más, tomar el ejemplo de que establece el parricidio del Sofisma es no sola-
la ciencia gramatical y de las relaciones entre las le- mente la imposibilidad de una presencia plená y
tras para explicar el entrelazamiento que teje el sis- absoluta del ser (del estar-presente el más «ser»: el
tema de las diferencias (solidaridad-exclusión) de bien o sol al que no se puede mirar al rostro), la
los géneros o de las formas, la simploke ton eidón imposibilidad de una intuición de (la) verdad, sino
mediante la cual «el discurso nos ha nacido» (a lo- que la condición de un discurso, sea verdadero o
gos guegonen emin) (259 e)? ¿La simploke, tam- falso, es el principio diacrítico de la simploke. Si
bién, del ser y del no-ser (240 c)? Por la regla del la verdad es la presencia del eidos, debe componer-
acuerdo y del desacuerdo, de la unión y de la ex- se siempre, salvo segamiento mortal por el fuego
clusión entre los diferentes, de esta simploke «el del sol, con la relación, la no-presencia y, por lo tan-
caso sería el mismo aproximadamente que el de las to, con la no-verdad. Se deduce de ello que la con-
letras» (253 a; cf.: Política, donde el «paradigma» de dición absoluta de una diferencia rigurosa entre
la simploke es también literal, 278 a b) (7β). gramática y dialéctica (u ontología) no puede al
principio ser cumplida. O al menos, lo puede al prin-
Sin duda, la ciencia gramatical no es la dialécti-
cipio, en el punto del archi-ser y de la archí-verdad,
ca. Platón tiende a subordinar la primera a la se-
gunda (253 b c). Y esta distinción le resulta natural (77) La estructura de esta problemática es totalmente
a él; pero ¿qué la justifica en último recurso? Am- análoga en las Investigaciones lógicas, de Husserl. Cf. la
Voix et le Phénoméne. Habrá que releer además aquí, ya
bas son, en cierta manera, ciencias del lenguaje. que tratamos de simploke y de fármacon, el fin del Político.
Pues la dialéctica es también la ciencia que nos En su trabajo de tejer (simploke) el regio tejedor sabrá ur-
dir su tela encadenando los contrarios que componen la vir-
guía «dia ton logon» a través de los discursos o los tud. Literalmente, la simploke, la acción de tejer (se) intriga
argumentos (253 b). En ese punto, lo que la distin- con el fármacon: «Sólo en los caracteres en los que la no-
bleza es innata y mantenida por la edücación podrán las
gue de la gramática parece doble: por una parte, las leyes hacerla nacer (kata fisin monois dia nomón emfies-
tai); es para ellos para quien el arte ha creado ese remedio
(7e) Sobre el problema de las letras del alfabeto, tal (fármacon); es, como decíamos, el vínculo verdaderamente
como es tratado sobre todo en el Político, cf. V . GOLD- divino, que une entre sí a las partes de la virtud, por dese-
SCHMIDT, le Paradigme dans la dialectique platonicienne, mejantes y contrarias que puedan resultar sus tendencias»
P. U. F., 1947, págs. 61-67. (310 a).
.178
253
pero ese punto ha sido raspado por la necesidad del que inaugura violentamente la escritura y que se
parricidio. Es decir, por la necesidad misma del abre a la escritura. Todos esos «movimientos», en
lagos. Y es la diferencia quien impide que haya de todos esos «sentidos», pertenecen al mismo «siste-
hecho una diferencia entre gramática y ontología. ma». Pertenecen al mismo sistema la proposición
¿Y qué es la imposibilidad de una verdad o de de la República, que describe en términos no-vio-
una presencia plena del ser, de lo plenámente ser? lentos la inaccesibilidad del padre epekeina tes
O a la inversa, puesto que semejante verdad es la
usias, y la proposición parricida que, proveniente
muerte como absoluto del cegamiento, ¿qué es la
del Extranjero, amenaza al logas paterno. Y ame-
muerte como verdad? No ¿qué es?, ya que la forma
naza al mismo tiempo a la interioridad doméstica y
de esa pregunta está producida por aquello mismo
jerarquizada de la farmacia, al buen orden y la bue-
a lo que cuestiona, sino ¿cómo se escribe, cómo se
inscribe la imposible plenitud de una presencia ab- na circulación, la buena ordenación de sus produc-
soluta del ontós on? ¿Gomo se prescribe la nece- tos controlados, clasificados, dosificados, etiqueta-
sidad de la multiplicación de géneros e ideas, de la dos, rigurosamente diferenciados en remedios y ve-
relación y de la diferencia? ¿Cómo se traza la dia- nenos, simientes de vida y simientes de muerte,
léctica? buenas y malas huellas. Unidad de la metafísica,
La invisibilidad absoluta del origen de lo visible, de la técnica, del binarismo ordenador. A ese domi-
del bien-sol-padre-capital, el hurtamiento a la forma nio filosófico dialéctico de los fármaca que debería
de la presencia o de la sereidad, todos esos excesos transmitir del padre legítimo al hijo bien nacido,
que Platón designa como epekeina tes usías (más una escena de familia le cuestiona sin tregua, cons-
allá de la sereidad o de la presencia) da lugar, si tituyendo y agrietando a la vez el paso que une la
se puede decir aún, a una estructura de suplencia farmacia a la casa. El «platonismo» es a la vez el
tal que todas las presencias serán los suplementos ensayo (repetición) general de esa escena de familia
sustituidos al origen ausente y que todas las dife- y el esfuerzo más grande para dominarla, para apa-
rencias serán, en el sistema de las presencias, el gar su ruido, para disimularla bajando el telón en
efecto irreductible de lo que queda epekeina tes el alborear del Occidente. ¿Podemos salir nosotros
usías. a la búsqueda de otro guardia, desde el momento
Igual que, como hemos visto, Sócrates suple al en que el sistema «farmacéutico» no fuerza sólo,
padre, la dialéctica suple a la noesis imposible, a con una única y a la misma toma, a la escena del
la intuición prohibida del rostro del padre (bien- Fedro, a la escena de la República y a la escena del
sol-capital). El retiro del rostro abre y limita a la Sofista, a la dialéctica, la lógica y la mitología pla-
vez el ejercicio de la dialéctica. La suelda irreme- tónicas, sino también, al parecer, a ciertas estructu-
diablemente a sus «inferiores», las artes miméticas, ras no-griegas de la mitología? Y si no está asegu-
el juego, la gramática, la escritura, etc. La desapa- rado que exista algo como tales «mitologías» no
rición del rostro es el movimiento de la diferenzia griegas, no autorizándose nunca la oposición mytosf

242
255»
logos más que después de Platón, ¿a qué necesidad viene a suplirla, siendo a la vez la misma y lo bas-
general e innombrable se nos remite? En otros tér- tante otra para reemplazar añadiendo. Así, por una
minos, ¿qué significa el platonismo como repeti- parte, la repetición es aquello sin lo cual no habría
ción? verdad: la verdad del ser bajo la forma inteligible
Repitamos. La desaparición del bien-padre-capi- de la idealidad descubre en el eidos lo que puede
tal-sol es, pues, la condición del discurso, compren- repetirse, siendo lo mismo, lo claro, lo estable, lo
dido esta vez como momento y no como principio identificable en su igualdad consigo. Y sólo el eidos
de la escritura general. Esta escritura (es) epekeina puede dar lugar a la repetición como anámenesis o
tes usias. La desaparición de la verdad como pre- mayéutica, dialéctica o didáctica. Aquí la repetición
sencia es la condición de toda (manifestación de) se da como repetición de vida. La tautología es la
verdad. La no-verdad es la verdad. La no-presencia vida que no sale de sí más que para volver a entrar
es la presencia. La diferenzia, desaparición de la pre- en sí. Manteniéndose junto a sí en la mneme, en el
sencia originaria, es a la vez la condición de posibi- logos y en la fone. Pero, por otro lado, la repetición
lidad y la condición de imposibilidad de la verdad. es el movimiento mismo de la no-verdad: la pre-
A la vez. «A la vez» quiere decir que el ser-presente sencia del ser se pierde, se dispersa, se multiplica
(on) en su verdad, en la presencia de su identidad mediante mimemas, iconos, fantasmas, simulacros,
y la identidad de su presencia se dobla desde que etcétera. Mediante fenómenos, ya. Y esta repetición
aparece, desde que se presenta. Aparece, en su esen- es la posibilidad del devenir sensible, la no-ideali-
cia, como la posibilidad de su propia duplicación. dad. Del lado de la no-filosofía, de la mala memoria,
Es decir, en términos platónicos, de su no-verdad de la hipomnesis, de la escritura. Aquí la tautología
más propia, de su pseudo-verdad reflejada en el ico- es la salida sin regreso de la vida fuera de sí. Repe-
no, el fantasma o el simulacro. No es lo que es, idén- tición de muerte. Gasto sin reserva. Exceso irreduc-
tico e idéntico a sí, único, más que añadiéndose la tible, por el juego del suplemento, de toda intimidad
posibilidad de ser repetido como tal. Y su identidad en sí de lo vivo, del bien, de lo verdadero.
se ahueca con ese añadido, se hurta en el suplemen- Esas dos repeticiones se refieren la una a la otra
to que la presenta. según la gráfica de la suplementariedad. Es decir,
La desaparición de la cara o la estructura de re- que no se puede «separarlas» a una de otra, pen-
petición no se dejan, pues, dominar por el valor de sarlas por separado, «etiquetarlas», que no es posible
verdad. La oposición de lo verdadero y de lo no- en la farmacia el distinguir el remedio del veneno,
verdadero está, al contrario, comprendida por ente- el bien del mal, lo verdadero de lo falso, el interior
ro, inscrita en esa estructura o en esa escritura ge- del exterior, lo vital de lo mortal, el primero del
neral. Lo verdadero y lo no-verdadero son especies segundo, etc. Pensado en esa reversibilidad original,
de la repetición. Y no existe repetición posible más el fármacon es el mismo precisamente porque no
que en lo gráfico de la suplementariedad, añadien- tiene identidad. Y el mismo (es) coiíio suplemento.
do; a falta de una unidad plena, otra unidad que 0 como diferenzia. Como escritura. Si hubiese que-
.178
257
rido-decir alguna cosa, tal hubiese sido el discurso diálogo. Lleno de sentido. Toda una historia. Toda
la filosofía.
de Zeuz haciendo al rey, de la escritura como fár-
«e eke tuton ton logón... el sonido de esas pala-
macon, un singular presente.
bras resuena en mí y me impide oir otra cosa».
Pero Zeuz, sobre todo, no volvió a tomar la pa- En el murmullo farfulleante, al paso de tal se-
labra. cuencia filosófica, se distingue poco más o menos
La sentencia del gran dios fue dejada sin res- esto, pero se entiende tan mal: el logos se ama a sí
puesta. mismo..., fármacon quiere decir golpe... «de suerte
que fármacon habría significado: lo que concierne
a un golpe demoníaco o que es utilizado como me-
Después de haber cerrado la farmacia, Platón
dio de curación contra semejante golpe»... un gol-
se ha retirado a cubierto del sol. Ha dado algunos
pe de fuerza... un golpe disparado... un golpe su-
pasos en la sombra, hacia el fondo de la reserva,
bido... pero un golpe para nada... un golpe en el
se ha inclinado sobre el fármacon, ha decidido ana-
agua... en idati grapsei... y un golpe de suerte...
lizarlo.
Zeuz, que inventó la escritura... el calendario... los
En el espesor liquido, que tiembla en el fondo dados kíbeia... el golpe del calendario... el golpe de
de la droga, se reflejaba toda la farmacia, repitiendo teatro... el golpe de la escritura... el golpe de los
el abismo de su fantasma. dados... el golpe doble... kolafos... glif... colpus...
El analista entonces pretende distinguir entre colpe... cinceladura... escalpelo... escalpa... jrise,
dos repeticiones. jrisolizo, jrisologia...
Quisiera aislar la buena de la mala, la verdadera Platón se tapona los oídos para oirse-hablar me-
de la falsa. jor, para ver mejor, para analizar mejor.
Se inclina una vez más: se repiten la una a la Pretende distinguir entre dos repeticiones.
otra. Busca el oro. Pólakís de legómena kai aei akuó-
Teniendo el fármacon en una mano, el cálamo en mena... «hacen falta muchas repeticiones, continuas
la otra, Platón transcribe el juego de las fórmulas lecciones, largos años, y a duras penas si, con gran-
murmurando. El espacio cerrado de la farmacia am- des esfuerzos, se llega a purificarlos como se puri-
plifica desmesuradamente la resonancia del monó- fica el oro...». Y la piedra filosofal. La «petición de
logo. El habla entre las paredes choca con las rin- oro».
coneras, se desprenden palabras, fragmentos de Habría que distinguir, entre dos repeticiones.
frases se separan, circulan miembros desarticula- —Pero se repiten la una a la otra, aún, una sus-
dos entre los pasillos, se fijan la duración de ún tituye a la otra...
trayecto, se traducen, se rearticulan, se repercuten, —No, no se reemplazan, puesto que se añaden...
se contradicen, forman historias, vuelven como res- —Precisamente...
puestas, organizan sus intercambios, sé protegen, Hay que notar además eso. Y acabar esta Segun-
instituyen un comercio interior, se toman por un
.178 259
da Carta: «... Reflexiona, pues, en eso y ten cuidado TRANCE PARTITURA (1)
de no tener que arrepentirte un día de lo que hoy
vas a dejar divulgarse indignamente. La mejor sal- «Acerca de la naturaleza se está de acuerdo en
vaguardia será el no escribir, sino aprender de me- que la filosofía debe conocerla tal como es, en que
moria... to me grafein alV ekmanzanein..., pues es si la piedra filosofal (der stein der Weisen) está es-
condida en algún sitio, es en todo caso en la propia
imposible que los escritos no acaben yendo a parar naturaleza, que contiene en sí su razón [...] El mun-
al dominio público. Así, nunca jamás he escrito yo do ético (Die sittliche Welt) por el contrario, el Es-
sobre estas cuestiones... ud'estin singramma Pid- tado...».
iónos uden ud'estai, no hay obra de Platón y no «Inocente resulta pues sólo la ausencia de ope-
la habrá. Lo que en la actualidad se designa con ese ración, el ser una piedra (das Sein eines Steines) y
nombre, Sókratus estin kalu kai neu guegónotos..., no ni siquiera el de un niño.»
es de Sócrates en la época de su hermosa juventud. Hegel.
Adiós y obedéceme. Cuando hayas leído y releído «Los hermanos Moravos mataban haciendo cos-
esta carta, quémala...» quillas. Se ha intentado un suplicio aproximadamen-
—Espero que ésta no se pierda. Pronto, una co- te igual con mujeres: se las mancillaba hasta la
muerte. [...]
pia... grafito... carbón... releído esta carta... qué- —¡Adorable filósofo!, exclamé saltando al cuello
mala. Hay allí ceniza. Y ahora habría que distin- de Braschi, jamás se había explicado nadie como
guir entre dos repeticiones... vos sobre esta importante materia...
Pasa la noche. Al alba se oye llamar a la puerta. —-Marchémonos, es tarde: ¿no había dicho que
Parecen venir de fuera, esta vez, los golpes... no debía hallarnos la aurora en nuestras impure-
Dos golpes..., cuatro... zas?...
Pasamos a la iglesia.»
—Pero es quizá un resto, un sueño, un pedazo
Sade.
de sueño, un eco de la noche..., ese otro teatro, esos
golpes de fuera... «... Embrutecimiento fustigado de blasfemia, esa
misa negra mundana se propaga ciertamente, a la
literatura, un objeto de estudio o crítica.
Una deferencia, mejor, hacia el laboratorio apa-
gado de la gran obra, consistiría en volver a coger,
sin hornillo, las manipulaciones, pociones, enfria-
das no en pedrerías, para continuar con la simple
inteligencia. Como no existen de abierto a la inves-
tigación mental más que dos vías, en todo, en que
se bifurca nuestra necesidad, a saber la estética por
una parte y también la economía política: es, con
esa mira última, principalmente, como el alquimis-
ta fue glorioso, prematuro y turbio precursor. Todo
(sigue en pág. 427)

.178 260
función significante -o sea de la historia- es lo mismo. Jus-
tamente ¡o contrario de lo que relata el mito de origen d
un ritual de iniciación de los indios Pueblos: los adult
-dice el mito- les ofrecieron a las larvas de los muert
que volvían al mundo de los vivos para llevarse a los niñ
personificarlos cada aíio en una jovial mascarada para
Tiempo e historia
los nifios pudiesen vivir y ocupar, algún día, sus lugare Crítica del instante y del continuo

a Kctor Goldtchmidt
y a Henri-CharlPs Puech
. .
i. Cada concepción de la historia va siempre acompafiada por
una determinad? experiencia del tiempo que está implícita en ;/

ella, que la condiciona y que precisamente se trata de esclare- 1


cer. Del mismo modo, cada cultura es ante todo una determi-
nada experiencia del tiempo y no es posible üna nueva cultura
1
1 Ii
sin una modificación de esa experiencia. Por lo tanto, la tarea
original de una auténtica revolución ya no es sirnplimente "cam-
biar el mundo", sino también y sobre todo 'Cambiar el tiem-
po". El pensamiento político moderno, que concentró su aten-
ción en la historia, no ha elaborado una concepción adecuada
del tiempo. Induso el materialismo histórico hasta.ahora no
ha llegado a elaborar una conqpción del tiempo que estuviera
a la altura de su concepción de:lahistoria. Debido aesta orni-
sión, se ha visto inconscientemente obligado a recurrir a una
concepción del tiempo dominante desde hace siglos en la cul-
tura occidental, haciendo que convivan así lado a 1ado.yen su
propio seno una concepción revolucionaria de la historia con
una experiencia tradicional del tiempo. La representación vul-
gar del tiempo como un continuum puntual y homogéneo ha
terminado así empalideciendo el concepto marxiano de histo-
ria: se ha convertido en la brecha oculta a través de la cual:la
ideología se inuodujo en la ciudadela del materialismo his iio que.en el punto m+ elevado de la jerarquía es inmovili-
co. Ya Benjarnin había denunciadoese peligro en sus Tesissob dad absoluta." (Puech) .. .
. .. ..

lafilsof;a a5 de hhistoria. Ahora ha llegado el momento de En .el Zmeo de Platón el tiempo, medido por la revolu-,
recer el concepto de tiempo irnplicito en la concepción marxi ción cíclica de las esferas celestes, es definidocomo una ima-,
de la historia. gen en movimiento de la eternidad: "El creador.de1mundo
fabricó una imagen móvil de la eternidad y a l ordenar el cie-
lo, a partir de la etkrnidad:inmóvil y una, construyó esta
. . . . . imagen que se mueve siempre:según las leyes del número:y
. .
que nosotros llamamos tiempo". Aristóteles confirma el ca-
rácter circular del tiempo concebido d i esta manera: "La ra-
zón por la cual el tiempo parece ser el movimiento de la esfe-
11 ra es que ese movimiento sirve para medir los demás movi-
mientos y mide también el tiempo... e incluso el tiempo pa-
Dado que la mente humana capta la experiencia del tiem? reciera ser una especie de iírculo... por lo tanto,decir que las
po pero no posee una representación de ella,.ne cosas generadas constituyen un círculo quiere decir que exis~
el tiempo es representado mediante imágenes te un círculo del tiempo". La primera consecuencia de esta
concepción del tiempo que posee la Antigüedad concepción es que el tiempo,. ai ser esencialmente circular,
es fundhentalmente circular y continua. "D no tiene dirección. En sentido estricto, no tiene principio ni
una idea de inteligibilidad que asimila el ser a fin o, mejor dicho, solamente los tiene en la medida en que
.no a lo que es en sí y permanece idéntico a retorna incesantemente sobre-símismo por su movimiento
eterno y a lo inmutable, los griegos consider circular. según explica un peculiar pasaje de los Problpmm.de
to y el devenir como grados inferiores de la Aristóteles, desde tal punto de vista es imposible decir si so-.
"
identidad ya no puede comprenderse -e mos posteriores o anteriores a la guerradeTroya: ;Acaso son
casos- sino en forma de permanencia y de p anteriores a nosotros quienes vivieron en la época de la.gue-
como recurrencia. El movimiento circular, rra de Troya, y son anteriores a éstos quienes vivieron en una
mantenimiento de las mismas cosas a través época aún más antigua, y así hasta el infinito, siendo siempre.
y su continuo retorno, es la expresión más los hombres que se hallan más atrás en el pasado anterioresa
perfecta (y por lo tanto la más próxima a lo los otros? O.si es cierto que el universo tiene un principio,.un
via:,
.:
centro y un fin, que lo que ha Uegado a su fin alenvejec6i' 8; , mismaparte de él, sino fin del pasado y principio del futuro,
.$
también ha vuelto, por eso mismo, a su principio, si es ciertii 'J;
..
FE,
así como el círculo es cóncavo y convexo en el mismo punto,
además que son anteriores ,las c&as más próximas al princi- .. del mismo modo el.tiempo estará siempre enmance de em-
pio, ¿qué impide entonces que podamos estar más cerca def
principio que los que vivieron en la época de la guerra d5
'?
'9
,.. p m y de terminar y por ello siempre pareF.que es ot'ro?.
: La incapacidad del hombre occidental para dominar el
Troya?..Si la sucesión de los acontecimientos es un círculo,!y
dado que el círculo no tiene ~ropiamenteprincipio ni fin, n4
podemos ser, a causa de una mayor cercanía con rape
-. tiempo, y la consiguiente obsesión por "ganarlo" y por "ha-
cerlo pasar", hallan su primer fundamento en esta concep-
ción griega del tiempo como un continuum cuantificado e
principio, anteriores a ellos ni ellos pueden designarse co infinito de instantes puntuales en fuga.
anteriores a nosotros". Una cultura que poseía semejante representación del tiem-.
A

Pero el carácter fundamental de la experiencia griega d po no poda tener una verdadera experiencia de la historicidad.
tiempo que, a' través de la Física de Aristóteles, determinó. Ciertamente es una simplificación afirmar que la Antigüe-
durante dos mil aíios la representación occidental del tiempo'. dad no disponía de una experiencia del tiempo vivido, pero
es concebirlo como un continuumpuntual, infinito y cuanu+. también es cierto que el lugar donde los filósofos griegos tra,
ficado. El tiempo es definido así por Aristóteles como "núi tan el problema del tiempo es siempre la Ftsica. El tiempo es
mero del movimiento según el antes y el después" y su contisS algo objetivo y natural, que envuelve las cosas que están "den,
nuidad resulta garantizada por su división en instantes (t6. tro" de él como en una funda (periechón): así como cada cosa
nyn, el ahora) inextensos, análogos al punto geométrico está en un lugar, del mismo modo está en el tiempo. A:me-
(stipe?. El instante en sí no es más que la continuidad del nudo se ha remitido el inicio de la concepción moderna de la
tiempo (ynécheia chrónou), unpuro límite que a la vez reúne historia a las palabras con que Herodoto comienza sus ''His-
y divide el pasado y el futuro. Como tal, es algo inasibl torias": "Herodoto .de Halicarnaso expone aquí los resulta-
cuyo paradójico carácter nulificado expresa Aristóteles al dos de sus búsquedas a fin de que el .tiempo -no'borre las
mar que el instante es siempre "otro", en cuanto divi empresas de los hombres...". Las Historias pretenden luchar
tiempo hasta el infinito, y no obstante siempre el mismo, contra el carácter destructivo del tiempo, lo que confirmala
cuanto une el porvenir y el pasado asegurando su contin naturaleza esencialmente no-histórica de la concepbón anti-
dad; y su naturdaa es el fundamento de la radical "alter gua del tiempo. Al igual que la palabra que designa el actode
,del tiempo y de su carácter "destructivo": "Dado que e1 i conocer (eidmz), también la palabra historíaderiva deda raíz
tante es a la vez fin y principio del tiempo, pero no de 1;: id-, que significa ver. Originalmente histbr es el testigo ocú-
...
, .
.
,l,.
.

..
... :. .
:
. . lar, aque1 que ha visto. La supremacla griega de la v i s i se Además,'en contraste con el tiempo sin direcciónd.del
confirma entonces una i más. La determinación del se mundo clásico, este tiempo tiene-unadirección y unsenti-
auténtico como '.'presencia ante la mirad2 excluye un do: se desarrolla irr&ersiblemente desde la creaciónhacia el
riencia de la historia, quees aquello que siempre está fin y tiene un punto, de referencia central en la encarnación
estar nunca como talante los ojos. ... de Cristo, que caractefiza su desarroilo como una progre-
.. . :
. . . , .. . sión desde la caída inicial a la redención final. Por ello.San
)
,:: Agustin ~ u e d eoponerles a los fahi circuli de los filósofos,
. . . . griegos la via recta de Cristo, a l a eterna repetición del pa-
ganismo donde nada es nuevo, la novitas cristiana donde
., - todo ocurre siempre una sola v a . La historia de la humani-
dad se muestra así como una historia & la salvación, de ,la
111 realización progresiva de.laredención cuyo fundamento está
, en Dios. .En ese ~ontexto,cada acontecimiento es único e
La experiencia cristiana del tiempo es opuesta a la insustituible.
ga en muchos aspectos; Mientras que la represent No obstante su aparente desprecio por el "siglo", el cristia-
clásica del tiempo es un círcuio, la imagen que guía la:.: nismo sentó las bases-parauna experiencia de la histori'cidad,
conceptualización cristiana es la de una línea recta. " y no el mundo antiguo, pese a su atención hacia los aconte-
trariamente al helenismo, para- el cristiano el mundo ese: cimientos mundanos. De hecho el cristianismo escinde deci-
creado en el tiempo y debe terminar en el tiempo. Por una!, didamenteel tiempo del movimiento natural. de los .astros
parte, el relato del Génesis, por la otra, la prosp para convertirlo en un fenómeno esencialmente humano e
escatológica del Apocalipsis. Y la creación, el Juicio interior. "Si los astros en el cielo se apagaran -escribe San
el período intermedio que se despliega entre esos dos acon-. :
! Agustín con una expresión que suena particularmente ,mo-
tecimientos, son únicos. Este universo creado y únic derna- y la rueda del alfarero siguiera girando, jacaso no-ha-
ha comenzado, perdura y terminará en el tiempo, bría tiempo para medir sus rotaciones, para permitirnos de-
mundo finito y limitado en los dos extremos de su histo-. ; cir que se efectúan a intervalos iguales, o bien a veces más
ria. Noes eterno ni infinito,en su duración y los aco lentos, a veces más rápidos?.:' Que ya no se afirme enton-
mientos que en él se desarrollan nunca se repet que el movimiento de los cuerpos celestes constituye el tiem-
. ~
(Puech) po... Dentro de ti, espíritu mío, mido el tiempo." : .: . .
Sin embargo, el tiempo que se interioriza de ese modo '
uavés de la patrística neoplatonizante y luego con la teología
todavía sigue siendo la sucesión continua de instantes puni La como régimen de la divinidadjtiende
tuales del pensamiento griego. Todo el libro undécimo de 1%'; a anular con su círculo inmóvil la,experiencia humana del
Confesiones de San Agustín, con su angustiosa e irresuelt2 tiempo. El instante inextenso e inasible se vuelve el punto en
interrogación sobre el tiempo inasible, muestra que el tierril que el tiempo toca la rueda de la eternidad. "Para formarte
po continuo y cuantificado no queda abolido, sino que sini* una imagen de la relación entre eternidad y tiempo -leemos
plemente es desplazado del curso de los astros a la duracióñ en el de Universo de Guillermo de Auvernia- trata de imagi-
interi0r.E incluso el haber mantenido intacta la concepción nar la eternidad como una rueda inmensa y dentro de ella, la
aristotélica del instante puntual le impidió a San Agustíq- rueda del tiempo, de manera que esta última,toque a la pri-
dilucidar el problema del tiempo: "iComo existen entonces mera en un solo punto. Como bien sabes,si un círculo o
esos dos tiempos, el pasado y el futuro, desde el momento en esfera toca a otro círculo o esfera, sea desde el interior o desde
que el pasado ya no es y el futuro todavía no es?En cuanto al el exterior, el contacto puede ocurrir en un solo punto. Pado
presente, si fuera siempre presente, si no se dirigiera a reunir? que como dije antes la eternidad es completqente inmóvil
se con el pasado, no sería tiempo, sino eternidad. Si el pre- y completamente simultánea, cada vez que la rueda del tiem-
sente por ende debe reunirse con el pasado, ;cómo podemos po toca la rueda de la eternidad el contacto ocurre en tanto y
decir que existe, teniendo en cuenta que no puede existir en cuanto sólo puntualmente la toca e n s u rotación, y por.,
más que dejando de existir?.. Si concebimos un punto de
eso el tiempo no es simultáneo."
tiempo tal que no se lo pueda dividir en partículas más pe+
quefias, sólo a eso podemos llamarlo presente: pero ese punto
vuela tan rápidamente del futuro al pasado que no posee
duración alguna. Pues si fuera extenso, se dividiría en pasado
y futuro, pero el presente no posee extensión."
La experiencia de un tiempo más originario, completo y '

aprensible, que se vislumbra por momentos en el cristianisi


IV
mo primitivo, es recubierta de ese modo por el tiempo ..

matematizado de la Antigüedad clásica. Junto a lo cual retor-


La concepción del tiempo de la edad moderna es una
na fatalmente también la antigua representación circular de
laicización del tiempo cristiano rectilíneo e irreversible, al
la metafísica griega, cuya asimilación se efectúa primero a
que sin embargo se le ha sustraído toda idea de un fin y se

138
139
f
C
i, mente traducen la idea de un proceso orientado cronoló-
lo ha vaciado de cualquier otro sentido que no sea el de uri i.
proceso estructurado conforme al antes y eldespués. Esá' r gicamente, se vuelven las categorías rectoras del conocimien-
representación del tiempo 'como homogéneo, rectilíneo y : to histórico. Semejante concepción del tiempo y de la his-
vacío surge de la experiencia del .trabajo industrial y es saig : toria priva necesariamente al hombre de su propia dimen-
cionada por la mecánica moderna que establece la primacía sión y le impide el acceso a la historicidad auténtica. Como
del movimiento rectilíneo uniforme con respecto al circu- lo seiíalaron Dilthey y el conde Yorck ("esa escuela no era
lar. La experiencia del tiempo muerto y sustraído de la ex; de ningún modo histórica, se configuraba con bases anti-
periencia, que caracteriza la vida en las grandes ciudades guas y estéticas, mientras que la corriente dominante esta-
modernas y en las fábricas, parece confirmar la idea de que ba dedicada a la construcción mecánica"), detrás del apa-
el instantepuntual en fuga sería el único tiempo humano: rente triunfo del historicismo en el siglo XM. se oculta en
El antes y el después, nociones tan inciertas y vacuas para la realidad una radical negación de la historia en nombre de
Antigüedad y que para elcristianismo sólo tenían sentido un ideal de conocimiento que toma el modelo de las cien-
con miras al fiñ del tiempo, se vuelven ahora en sí y p cias naturales.
mismis el sentido, y dicho sentido se presenta como lo ve Contra ello resulta pertinente la crítica levistraussiana
daderamente.histórico. .. que muestra la naturaleza cronológica y discontinua del
Como ya lo había intuido Nietwche cuando discutie códice historiográfico ("la pretensión de una continuidad
el "proceso del mundo" de Hartmann ("sólo el proceso pue histórica objetiva e independiente del códice sólo es garan-
conducir a la redención"), la noción que preside la conc tizada por trazados fraudulentos y la historia termina cum-
ción decimonónica de la historia es la de "proceso". El s pliendo en el sistema de nuestro saber la función de un
ti'do pertenece sólo al proceso en su conjunto y nunc mito propiamente dicho") y rechaza "la ecuación de histo-
ahora puntual e inasible; pero dado que ese proceso en ria y humanidad que se pretende imponer con el inconfesado
lidad no. es más' que una mera sucesión de ahoras co fin de convertir a la historia en el último refugio de un
al antes y el después, y mientras tanto la historia de la salva- humanismo trascendentai".
ción se ha tornado una simple cronología, la única ma No se trata sin embargo de abandonar la historia, sino de
de salvar una apariencia de sentido es introduciendo la acceder a una concepción más auténtica de la historicidad.
privada en sí misma de todo fundamento racional,
progreso continuo e infinito. Bajo la influencia de la
cias d e la naturaleza, "desarrollo" y "progreso':, que s
potencia negadora de SU cultura. Sólo una cultura que tuL
viera semejante experiencia del tiempo podía convertir a la
negación en la esencia del espíritu humano y no se 'com-
el,verdadem significado de la dialéctica hegeliana S?
no sela relaciona con la concepcióndel tiempo delaque es
solidaria. Pues 1%dialéctica sobre todo es aquello que Per;
paralizad$ del espacio en el devenir. En tal sentido, es ne- contener y recoger en una unidad (dia-légesthaz) el
gación de la negación. c o n t i nde~10s ~~ instantes negativos e inasibles.
definir así el tiempo como negación de la negación, No obstante en Hegel el origen del tiempo y el sentido de
He@ no hace más que llevar hasta sus últimas consecuen- su identidad formal con el espíritu no son interrogados como
cias'la experiencia anulada del tiempo .implícita en su de- se
tales.E) tiempo muestra simplemente ‘‘como la necesidad
Grminaciin como sucesión continua de instantes puntua- y el destino.del espíritu en sí no realizado". El espíritu debe
caer en el tiempo. "Es conforme al concepto del espíritu -se
aunque cons'cientementeasumida y apaciguada, la inquie- lee en La razón en historia que la evolución de la historia
tud agustiniana frente a la esencia inasible de] tiempo, es- se produzca en el tiempo." Pero dado que el tiempo, como
cribe: "El tiempo es el ser que mientras es no es y mientras hemos visto, es "el ser que mientras es no es y mientras no es,
no es, es: el devenir intuido." Como tal, es formalmente es", el ~ b s o l u t opuede ser verdadero sólo como "resultado" Y
la historia, que es "el espíritu alienado en el tiempo", es esen-
cialmente Strrfengang, un proceso que avanza gradualmen
en lo que el hombre cae, es decir que no expresa simplemente
como alienación de la alienación, la historia es el "dvaiio'i,'.
ser-en-el-timpo del espíritu humano, sino que es la dimen-
la "reconquista" del espíritu absoluto, la "espuma que su
sión original del hombre en cuanto Gattungswesen, en cuan-
hasta él desde el "cáliz" de su propia infinitud.
to ser capaz de un género, capaz de producirse originalmente
Al igual que el tiempo, cuya esencia es p u n negaci no como mero individuo ni como generalidad abstracta, sino
tampoco la historia puede captarse nunca en el mome
como individuo universal. Por lo tanto la historia no está
sino sólo como proceso global. Permanece entonces aje
determinada, como en Hegel y el historicismo que proviene
la experiencia vivida del individuo singular, cuyo ideal
de él, a partir de la experiencia del tiempo lineal en cuanto
,felicidad. "En la consideración de la historia también se
negación de la negación, sino a partir de la prauir, de la acti-
de adoptar el punto de vista de la felicidad, pero la his
vidad concreta como esencia y origen (Gattung) del hombre.
no es el lugar de la felicidad." De aüí surge en la filo
Lapraxisen la: cual el hombre se sitúa como origen y natura-
hegeliana de la historia k sombría figua de la "gran in
leza del hombre es también inmediatamente "el primer acto
dualidad histórica" e n l a cual se encarna "el alma del mun-
histórico", el acto de origen de la historia, entendida como la
do". Los "grandes hombres" no son más que un insuum
conversión de la esencia humana en naturaleza para el hom-
en la marcha progresiva del Espíritu universal. Como indivi-
bre y la conversión de la naturdeza en hombre. La historia ya
duos en sí mismos, "no son lo que comúnmente se dice
no es, como en Hegel, el destino de alienación del hombre y
ces". "Una v a alcanzado su propósito, se ablandan
su necesaria caída en el tiempo negativo donde se recobra en
bolsas vacías." El sujeto real de la historia es el Estado.
un proceso infinito, sino su naturakza, es decir, la pertenen-
cia original del hombre para sí mismo como Gamngswesen,
que la alienación le ha sustraído temporariamente. El hom-
bre no es un ser histórico porque cae en el tiempo, sino todo lo
coneario, únicamenteporque es un ser histdricopuede caer en el
tiempo, temporalizarse.
Marx no elaboró una teoría del tiempo que se adecuara
a su idea de la historia, aunque por cierto ésta es inconcilia-
ble con la concepción aristotélica y hegeliana del tiempo
El modo en que Marx piensa la historia se sinía en un
como sucesión continua e infinita de instantes puntuales.
ámbito completamente distinto. Para él la historia no es algo
Mientras nos movamos con el horizonte de esa experiencia
.: y luego se procede como si ese concepto fuera en sí mismoel
I. tiempo real de la experiencia. Vico ya había seiíalado que el
: concepto de punto geométrico es un concepto metafísico,

crítica del instante.


LOS elementos de una concepción diferente del tiempo

que surjan como estafetas de un mensaje que nos está des-

esa religión fallida de Occidente, despunta una experiencia'


del tiempo que plantea una antítesis radical tanto con res-
pecto a la experiencia griega como a la cristiana. circulo
de la experiencia griega y a la línea recta del cristianismo,

duración, el tiempo puntual y continuo. El tiempo cósmi-


bre de la absoluta extrañeza de un Dios ante el mundo (Dios; humana que se asuma como algo único y acabado ('lnaximum
es el allótrios, lo extraño por excelencia), donde la acción^ vitae vitium est, quod imperfecta semper est, quod aliquid
providencial no puede consistir en mantener las leyes cós-- in illa diffem"). Los estoicos en cambio plantean la expe-
micas, sino en interrumpirlas. En cuanto a la orientación- riencia liberadora de un tiempo que no es algo objetivo y
del tiempo lineal cristiano hacia la redención, resulta nega- sustraído de nuestro control, sino que surge de la acción y de
da porque para los gnósticos la resurrección no es algo que la decisión del hombre. Su modelo es el cairds, la coinciden-
deba ser esperado en el tiempo y que ocurrirá en un futuro cia repentina e imprevista en que la decisión aprovecha la
más o menos lejano, sino que siempre ya ha ocurrido. :. ocasión y da cumplimiento a la vida en el instante. El tiempo
El tiempo de la Gnosis es por lo tanto un tiempo
- .
inco- infinito y cuantificado resulta así delimitado y actudizado:
herente y no homogéneo, cuyaverdad está en el momento el cairós concentra en sí los diferentes tiempos ("omnium
de brusca interrupción
- . el hombre se apodera con un
en que temporum in unum collatio") y en él el sabio es amo de sí
repentino acto de conciencia de su condición de resucitado mismo y está a sus anchas como el dios en la eternidad. Es "la
("statim resurrectionis campos"). De acuerdo con esa expe- última maniobra" impuesta en cada caso a la propia vida que
riencia del tiempo interrumpido, la actitud del gnóstico es sustrae radicalmente al hombre del sometimiento al tiempo
decididamente revolucionaria: rechaza el pasado, pero me- cuantificado ("qui cotidie vitae suae summam manum
diante una actualización ejemplar revaloriza aquello que se imposuit, non indiget tempore").
había condenado como negativo (Caín, Esaú, los habitan-
tes de Sodoma), aunque sin esperar nada del futuro.
También en la Stoa la Antigüedad en su ocaso parece su-
perar su propia concepción del tiempo. Superación que se
manifiesta como un rechazo del tiempo astronómico del
Timeo, imagen de la eternidad, y de la noción aristotélica del
instante matemático. El tiempo homogéneo, infinito y cuan-
tificado, que divide el presente en instantes sin extensión,
para los estoicos es el tiempo irreal, cuya experiencia ejem- Por cierto no es casual que cada v a que el pensamiento
plar se da en la espera y en la postergación. El sometimiento contemporáneo llegó a pensar de manera nueva el tiempo
a ese tiempo inasible constituye la enfermedad fundamental, haya debido empaar necesariamente con una crítica del
que con su postergación infinita le impide a la existencia tiempo continuo y cuantificado. Critica que es el hnda-
minó por casi dos mil aííos la cultura occidental está llegan'
do a su ocaso. donde podía entrar el mesías", se vuelve así el modelo de
En Benjamin se manifiesta la misma intuición mesiánica

tituir la idea de la historia que se despliega a lo largo del


tiempo lineal infinito por la imagen paradójica de un "esta- crítica radical desde la perspectiva de una repetición-des-
do d e la historia", donde el acontecimiento fundamental ttucción que inviste a la metafísica occidental en su con-
siempre está sucediendo y la meta no está lejana en el futu-
ro, sino que ya está presente. Retomando esos temas,
Benjamin busca una concepción de la historia que corres-
ponda a la constatación de que "el estado de emergencia es

tradición metafísica por "un presente que no es pasaje, sino na relación "con la simple constatación óntica del hecho de
que el Ser-ahí reingresa en la 'historia universal'". Por ello
la tentativa de Dilthey para una fundación histórica de las
ciencias humana's independientemente de las ciencias de la
naturaleza se letoma en el mismo momento'enque se mues-
tra su insuficiencia. Pero la novedad de El ser y el tiempo es
saltar el continuum de la historia". Al instante vacío y cuan- que la fundación de la historicidad se efectúa a la par de un
tificado, le opone un "tiempo-ahora" (Jetzt-Zeit),entendi- análisis de la temporalidad que elucida una experiencia di-
do como detención mesiánica del acaecer, que "reúne en ferente y más auténtica del tiempo. En el centro de esa ex-
una grandiosa abreviatura la historia de la humanidad". Y periencia ya no está el instante puntual e inasible en fuga a
10 largo del tiempo lineal, sino el m y eltiempo. Pero en la perspectiva que nos interesa aquí debe-
:.<;: .:. .
!

auténtica en que el Ser-ahí obtiene la experiencia de su pr


. .. ,
&:.
a
: mas al menos esbozar que dicho término permite pensar el.
...;
.... ....~ .
.
...
. , ...
..:..
pia finitud que en toda ocasión se extiende del nacimien I Acontecimiento ya no como una determinación espacio-tem-
. .. a la muerte ("El Ser-ahí no tiene un fin, alcanzado el cu . poral, sino como la a p e m de la dimmi6n originaria en la
simplemente cesa, sino que ex que se findatoda dimensión espacio-temporal. . . . ,

proyectándose frente a sí en la cura, a . .

destino su historicidad originaria. . .


e n el tiempo, sino que existe com . .

naria". Sólo porque es, en su ser, anticipante y a-caecie


puede asumir su propio ser arrojado y ser, en el mome
<'
para su tiempo".
No sería dificil mostrar que esa IX . .

en el ser del hombre como cura, aunque se sitúa en un


diferente, de ninguna manera se opone a la fundación Sin embargo, existe una experiencia inmediatay disponible
de la historicidad en la praxis, mientras que ambas se sinían en para todos donde.podríahaiiar su fundamento una nueva con-
las antípodas d e historicismo
~ vulgar. Por eso Hei cepción del tiempo. Dicha experiencia es algo t a i ~
esencid para
.Carta sobre el humanho, pudo escribir que "la concepción i lo,humano que un antiguo mito de Occidente la convierte en
marxiana de la historia es superior a cualquier otra la patria original del hombre. Se trata del-placer.Ya Aristóteles
historiografia". Quizá resulte más interesante se había percibido que era algo heterogéneo con respecto a la
los escritos de los últimos aiíos, cuando es aband aperiencia del tiempo cuantificado y continuo. En la Ética a
yecto de El ser y el tiempo de un ~icbmaci,escribe: "La forma (er^dos) del. placer ;es .perfecta
'

tiempo como horizonte de la comprensión del (tékion) en todo momento".y afiade que el p1acer;a diferencia
miento de Heidegger, una v a efectuada la s del movimiento, no se despliega en un espacio de tiempo, sino
metafísica, se asoma a una dimensión donde la historicidad que es "en cada instante algo.entero y completo". Esta
-delhombre podría ser pensada de manera totalmente nueva. inconmensurabilidad del placer con respecto al tiempo cuan-
Éste no es el lugar para intentar una explicitaci d a d o , que nosotros pareceríamos haber olvidado, todavía
de Ereignk (Acontecimiento) que designa el resultaba tan famiar en el Medioevo que Santo Tomás podía
límite extremo del pensamiento de Heid responder nbtivamente a la cuestión "uuuin delectatio sit in
~ p - ~
- P
p~

- -~

temporen;y esa misma conciencia sosteda el proyecto edéni o de progreso continuo, sino aquel que en todo mamen-
de los uovadores provenzales de un placer perfecto (finá está en condiciones de detener el tiempo porque conser-
joz) en tanto que sustraído a la duración mensurable. el recuerdo de que la patria original del hombre es el
Lo que no significa que el placer tenga su lugar placer. Tal es el tiempo que se experimenta en las auténticas
eternidad. La experiencia occidental del tiempo las cuales, como recuerda Benjamin, siempre
escindida en eternidzdy tiempo linealcontinuo. El pun ron vividas como una detención del tiempo y como una
división mediante el cual se comunican es el instante n de la ironología; pero una revolución d e la
punto inextenso e inasible. A esa concepción que ,-O surgiera no una nueva cronologia, sino una transfor-
al fracaso todo intento de conquistar el tiemp ión cualitativa del tiempo (una cairologla) sería la de
oponer aquella según la cual el lugar propio del placer, como mayores consecuencias y la única que no podría ser absor-
dimensión original del hombre, no es el tiempo pu bida por el reflujo de la restauración. Aquel que en la epokhé
continuo ni la eternidad, sino la historia. Contrari del placer recordó la historia como su patria original llevará
lo que afirmaba Hegel, sólo como lugar original de la felici- efectivamente a cada cosa ese recuerdo, exigirá en cada iris-
dad puede la historia tener un sentido para el hombre. Las tante esa promesa: ése es el verdadero revolucionario y el
siete horas de Adán en el Paraíso son en este sentido el nú- verdadero vidente, liberado del tiempo no en el milenio,
cleo originario de toda auténtica experiencia histórica. La
historia no es entonces, como pretende la ideologia domi-
nante, el sometimiento del hombre al tiempo lin
nuo, sino su liberación de ese tiempo. El tiempo de la his-
toria es el cairds en que la iniciativa del hombre aprovecha
la oportunidad favorable y decide en el momento de su
libertad. Así como al tiempo vacío, continuo e infinito del
historicismo vulgar se le debe oponer el tiempo pleno, dis-
continuo, finito y completo del placer, del mism
tiempo cronológico de la pseudohistoria se le debe oponer
el tiempo cairológico de la historia auténtica.
Un verdadero materialista histórico no es aquel que per-
sigue a lo largo del tiempo lineal infinito un vacuo espejis-
Giorgio Agamben

Lo abierto
El hombre y el animal

Traducción de Flavia Costa y Edgardo Castro

Adriana Hidalgo editora


Agamben, Giorgio
Lo abierto - 1". ed.
Buenos Aires : Adriana Hidalgo, 2006
184 p. ; 19x13 cm. - (Filosofía e historia)
Traducido por Flavia Costa y Edgardo Castro
ISBN 987-1156-50-2
l. Filosofía Moderna. l. Costa, Flavia, trad.
II. Castro, Edgardo, trad. III. Título
CDD 190 S'il n'existoit point d'animaux, la nature de l'homme
serait eneore plus incompréhensible. 1
filosofía e historia Georges-Louis Buffon

I ndigebant tamen eis ad experimentalem


Título original: L'aperto cognitionem sumendam de naturis eorum. 2
Traducción: Flavia Costa y Edgardo Castro Tomás de Aquino

Editor:
Fabián Lebenglik

Diseño de cubierta e interiores:


Eduardo Stupía y Gabriela Di Giuseppe

© Giorgio Agamben, 2002


© Adriana Hidalgo editora S.A., 2006
Córdoba 836- P. 13- 0( 1301
(1054) Buenos Aires
e-mail: info@adrianahidalgo.com
www.adrianahidalgo.com

ISBN 10: 987-1156-50-2


ISBN 13: 978-987-1156-50-4

Impreso en Argentina 1
Printed in Argentina "Si no existiesen animales, la naturaleza del hombre sería todavía más
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723 incomprensible." [N. de T.]
' "Sin embargo, los necesitaban [a los animales] para un conocimiento
Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito experimental tomado de su comportamiento natural." (Summa Theologiae,
de la editorial. Todos los derechos reservados. 1, q. 96, a. 1, ad 3) [N. de T.]
Giorgio Agamben

Hamo sapiens que tienen que servirle de soporte. En la lectura


de Hegel que hace Kojeve, el hombre no es, en efecto, una
especie biológicamente definida ni una sustancia dada de una
vez y para siempre; es, más bien, un campo de tensiones dia-
lécticas ya cortado por cesuras que separan siempre en él-al
menos virtualmente-la animalidad "antropófora'' y la huma-
nidad que se encarna en ella. El hombre existe históricamente
4
tan solo en esta tensión; puede ser humano sólo en la medida
MYSTERIUM DISIUNCTIONIS 8
en que trascienda y transforme el animal antropóforo que lo
sostiene; sólo porque, a través de la acción negadora, es capaz
de dominar y, eventualmente, destruir su misma animalidad
(es en este sentido que Kojeve puede escribir que el "hombre
es una enfermedad mortal del animal", 5 54).
Pero ¿qué sucede con la animalidad del hombre en la
posthistoria? ¿Qué relación hay entre el snob japonés y su cuer-
po animal, y entre éste y la criatura acéfala vislumbrada por
Bataille? Por otra parte, en la relación entre el hombre y el ani-
mal antropóforo, Kojeve privilegia el aspecto de la negación y de
la muerte, y parece no ver el proceso por el cual, en la moderni-
dad, el hombre (o el Estado, para él) comienza en cambio a
ocuparse de la propia vida animal, y la vida natural se convierte,
sobre todo, en lo que está en juego en aquello que Foucault lla-
mó el biopoder. Tal vez, el cuerpo del animal antropóforo (el
cuerpo del siervo) es el resto no resuelto que el idealismo deja
en herencia al pensamiento, y las aporías de la filosofía en nues-
tro tiempo coinciden con las aporías de este cuerpo irremedia-
blemente tenso y dividido entre animalidad y humanidad.

"F1 misterio de la disyunción. En latín en el original. [N. de T.]

28
Para quien emprenda una investigación genealógica sobre
el concepto de "vida'' en nuestra cultura, una de las primeras y
más instructivas observaciones es que éste nunca ha sido defi-
nido como taL Sin embargo, lo que queda así indeterminado
es articulado y dividido, en cada ocasión, a través de una serie
de cesuras y oposiciones 9ue lo revisten de una función estra-
tégica decisiva en ámbitos aparentemente tan lejanos como la
filosofía, la teología, la política y, sólo más tarde, la medicina
y la biología. Parecería que, en nuestra cultura, la vida fuese lo
que no puede ser definido, pero, precisamente por esto, lo que
rlr:be ser incesantemente articulado y dividido.
En la historia de la filosofía occidental, esta articulación es-
1ratégica del concepto de vida tiene un momento clave. Es
.tquel en el cual, en el De anima, entre los varios modos en
los que se dice el término "vivir", Aristóteles aísla el más ge-
r tcral y separable:

Es a través del vivir que el animal se distingue de lo


inanimado. Pero, "vivir"se dice de muchas maneras, y si
al menos una sola de éstas subsiste, diremos que algo
vive: el pensamiento, la sensación, el movimiento y el
reposo según el lugar, el movimiento según la nutri-
ción, la destrucción y el crecimiento. Por ello, también

31
Giorgio Agamben
Mysterium disiunctionis

todas las especies de vegetales nos parece que viven. Es ces, que entre los varios modos en que se dice vivir, uno se
evidente, en efecto, que los vegetales tienen en sí mismos separe de los demás y sea el fundamento, para convertirse en
un principio y una potencia tales que, a través de ellos, el principio a través del cual la vida puede ser atribuida a un
crecen y se destruyen en direcciones opuestas [... ]. Este determinado ser. Con otras palabras, lo que ha sido separado
principio puede ser separado de los otros, pero los otros y dividido (en este caso, la vida nutritiva) es precisamente lo
no pueden serlo de él en los mortales. Lo que es evidente que permite construir -en una especie de divide et impera-la
en las plantas. En ellas no hay ninguna otra potencia del unidad de la vida como articulación jerárquica de una serie de
alma. Entonces, es a través de este principio que el vivir facultades y oposiciones funcionales.
pertenece a los vivientes [... ]. Llamamos potencia nutritiva
El aislamiento de la vida nutritiva (que ya los comentado-
[threptikón] a esta parte del alma de la que también par-
res antiguos llamarán vegetativa) constituye un acontecimiento
ticipan los vegetales. (Aristóteles, 413a, 20 - 413\ 8) 9
en todo sentido fundamental para la ciencia occidental. Cuan-
do, muchos siglos después, Bichat, en su Recherches
Es importante observar que Aristóteles no define de nin- f'hysiologiques sur la vie et la mort, 10 distinga la "vida animal",
gún modo qué es la vida; se limita a descomponerla, gracias al definida por la relación con el mundo exterior, de una "vida
aislamiento de la función nutritiva, para luego rearticularla en orgánica", que no es más que una "sucesión habitual de asimi-
una serie de potencias o facultades distintas y correlacionadas laciones y excreciones" (Bichat, 61), es todavía la vida nutriti-
(nutrición, sensación, pensamiento). Vemos aquí cómo fun- va de Aristóteles la que marca el oscuro fundo del que se separa
ciona ese principio del fundamento que constituye el disposi- L1 vida de los animales superiores. Según Bichat, es como si
tivo estratégico por excelencia del pensamiento de Aristóteles. <'11 todo organismo superior convivieran dos "animales":
Éste consiste en reformular toda pregunta sobre el "¿qué es ¡;lllimal existant au-dedans, 11 cuya vida -que Bichat define
esto?" como una pregunta sobre "¿a través de qué cosa [día tt1 'omo "orgánica"- es sólo la repetición de una serie de funcio-
una cosa pertenece a otra?". Preguntar por qué un determina- llcs, para llamarlas de algún modo, ciegas y privadas de con-
do ser es llamado viviente, significa buscar el fundamento a ' i.. ncia (circulación de la sangre, respiración, asimilación,
través del cual el vivir pertenece a este ser. Es necesario, en ton- r·:-;creción, etcétera), y !'animal vivant au-dehors, 12 cuya vida

'' Aunque existe traducción del griego al español (Aristóteles, Acerca del 1
" l·:xiste traducción al español de Xavier María Bichat, Investigaciones
alma, Credos, Madrid, 1994, traductor: Tom~ís Calvo Martínez), preferi- fn,,,¡,~(icas sobre la vida y la muerte, s.n., Madrid, 1807. [N. de T.]
mos mantener la versión que ofrece el autor traduciéndola del italiano, 11
/'/ •lllimal que existe adentro. En francés en el original. [N. de T.]
pero teniendo presente el texto de Aristóteles. [N. de T.] 1
• /'/ ,lllimal que vive afuera. En francés en el original. [N. de T.]

32
33
Giorgio Agamben Mysterium disiunctionis

-la única que, para Bichat, merece el nombre de "animal" - es La división de la vida en vegetal y de relación, orgánica y
definida mediante la relación con el mundo exterior. En el animal, animal y humana pasa entonces, sobre todo, por el
hombre, estos dos animales cohabitan , pero no coinciden : la interior del viviente hombre como una frontera móvil; y sin
vida orgánica del animal-de -adentro comienza en el feto an- esta íntima cesura, probablem ente no sea posible la decisión
tes que la vida animal y, en el envejecimiento y en la agonía, misma sobre lo que es humano y lo que no lo es. Sólo es posi-
sobrevive a la muerte del animal-de-afuera. ble oponer el hombre a los otros vivientes y, al mismo tiempo,
Es superfluo recordar la importanc ia estratégica que ha te- organizar la compleja -y no siempre edificante - economía de
nido, en la historia de la medicina moderna, la determina ción las relaciones entre los hombres y los animales, porque algo así
de esta separación entre las funciones de la vida vegetativa y como una vida animal ha sido separada en el interior del hom-
las funciones de la vida de relación. Los logros de la cirugía bre, porque la distancia y la proximidad con el animal han sido
moderna y de la anestesia se fundan, entre otras cosas, precisa- medidas y reconocidas sobre todo en lo más íntimo y cercano.
mente en la posibilidad de dividir y, al mismo tiempo, arti- Pero, si esto es verdad, si la cesura entre lo humano y lo
cular los dos animales de Bichat. Y cuando, como ha mostrado animal pasa sobre todo por el interior del hombre, entonces
Foucault, el Estado moderno a partir del siglo XVII comien- la cuestión del hombre -y del "humanis mo"- debe ser for-
za a incluir entre sus tareas esenciales el cuidado de la vida de mulada en nuevos términos. En nuestra cultura, el hombre
la población -y transform a así su política en biopoder - es, ha sido siempre pensado como la articulación y la conjunció n
sobre todo, a través de una progresiv a generaliz ación y de un cuerpo y de un alma, de un viviente y de un lógos, de un
redefinición del concepto de vida vegetativa (que coincide ahora demento natural (o animal) y de un elemento sobrenatu ral,
con el patrimoni o biológico de la nación) que el Estado reali- social o divino. Tenemos que aprender, en cambio, a pensar el
za su nueva vocación. Y todavía hoy, en las discusiones sobre la hombre como lo que resulta de la desconexión de estos dos
definición ex lege 13 de los criterios de la muerte clínica, se trata <'lcmentos y no investigar el misterio metafísico de la conjun-
de una determinación ulterior de esta vida desnuda -desconec - 1 ión, sino el misterio práctico y político de la separación
. ¿Qué
tada de toda actividad cerebral y, para expresarlo de alguna <'S el hombre, si siempre es el lugar -y, al mismo tiempo,
el
manera, de todo sujeto-la que decide si un determina do cuer- resultado - de divisiones y cesuras incesantes? Trabajar sobre
po puede ser considerado vivo o debe ser abandona do a la ex- estas divisiones, preguntarse en qué modo -en el hombre- el
trema peripecia de los trasplantes. lHJmbre ha sido separado del no-hombr e y el animal de lo
hu mano es más urgente que tomar posición acerca de las gran-
•les cuestiones, acerca de los denomina dos valores y derechos
u A partir de la ley. En latín en el original. [N. de T.] lmmanos. Y, tal vez, también la esfera más luminosa de las

34 35
Giorgio Agamben

relaciones con lo divino dependa, de alguna manera, de aque-


lla -más oscura- que nos separa del animal.

5
FISIOLOGÍA DE LOS BEATOS

36
6
CoGNITIO EXPERIMENTALIS 1

n Conocimiento experimental. En latín en el original. [N. de T.]


Podemos entonces adelantar algunas hipótesis provisorias
sobre las razones que hacen enigmática la representación de
los justos con cabeza animal en la miniatura de la Ambrosiana.
El final mesiánico de la historia o el cumplimiento de la
oikonomía divina de la salvación define un umbral crítico,
~n el que la diferencia entre lo animal y lo humano, tan
decisiva para nuestra cultura, amenaza con borrarse. La rela-
ción entre el hombre y el animal delimita, así, un ámbito
<'Sencial, en el que la investigación histórica tiene que nece-
.·;ariamente confrontarse con aquella franja de ultrahistoria,
.1 la que no puede acercarse sin implicar a la filosofía primera.

( :omo si la determinación de la frontera entre lo humano y


lo animal no fuera simplemente una cuestión más sobre la
tll:tl discuten filósofos y teólogos, científicos y políticos,
·.ino una operación metafísico-política fundamental, y en
l.t cual sólo algo así como un "hombre" puede ser decidido
1' producido. Si vida animal y vida humana se superpusie-

"'" perfectamente, ni el hombre ni el animal-y, tal vez, ni


In divino- serían pensables. Por ello, el llegar a la
1'' '"'historia implica necesariamente la reactualización del
lltttl,ral prehistórico en el que esta frontera ha sido defi-
11 11\.t. El Paraíso pone en cuestión al Edén.
1•:11 un pasaje de laSumma, que lleva el significativo título:

47
Giorgio Agamben Cognitio experimenta!is

Utrum Ada m in statu innocentiae animalibus dominaretur, 22 El experimento cognoscitivo que está en juego en esta diferen-
Tomás parece acercarse por un instante al centro del proble- cia concierne, en último análisis, a la naturaleza del hombre
ma evocando un "experimento cognoscitivo" que tendría su más exactamente, a la producción y a la definición de est~
lugar en la relación entre el hombre y el animal. naturaleza. Es un experimento de hominis natura. 23 Cuando
la diferencia desaparece y los dos términos colapsan uno con-
En el estado de inocencia -escribe-, los hombres no ne- tra el otro -como parece suceder hoy-, también la diferencia
cesitaban de los animales para ninguna necesidad cor- entre el ser y la nada, lo lícito y lo ilícito, lo divino y lo demo-
pórea. No para cubrirse, porque no se avergonzaban de níaco disminuye y, en su lugar, aparece algo para lo que hasta
su desnudez, desde el momento en que no había en ellos los nombres parecen faltarnos. Tal vez también los campos de
ningún movimiento de desordenada concupiscencia. No concentración y de exterminio sean un experimento de este
para alimentarse, ya que obtenían su nutrición de los ár- género, una tentativa extrema y monstruosa de decidir entre
boles del Edén. No como medio de transporte, a causa de lo humano y lo inhumano, que terminó involucrando en su
la robustez de sus cuerpos. Más bien, tenían necesidad de ruina la posibilidad misma de la distinción.
ellos para obtener de su naturaleza un conocimiento ex-
perimental [Indigebant tamen eis ad experimentalem
cognitionem sumendam de naturis eorum ]. Y esto está sig-
nificado por el hecho de que Dios condujo los animales
ante Ad;í.n para que les impusiese un nombre que desig-
naba su naturaleza. (Tom;Í.s de Aquino, Suma Teológica,
Primera parte, q. 96, art. 1o ad 3)

Debemos tratar de aferrar lo que esd en juego en esta cognitio


experimentalis. Tal vez no tan sólo la teología y la filosofía, sino
también la política, la ética y la jurisprudencia están desplega-
das y suspendidas en la diferencia entre el hombre y el animal.

2
2
Si Adán en el estado de inocencia dominaba los animales (Tomás de Aquino,
Suma teológica, Primera parte, q. 96, Prólogo). En latín en el original. [N. de T.] '' :lu:rca de la naturaleza del hombre. En latín en el original. [N. de T.]

48
49
7
TAXO NOMÍ AS
Cartesíus certe non vidít simios. 21
Carlos Linneo

Linneo, el fundador de la taxonomía científica moderna,


tenía debilidad J?Or los monos. Es J?robable qpe haya tenido
ocasión de verlos de cerca mientras estudiaba en Amsterdam,
que entonces era un centro importante para el comercio de
animales exóticos. Más tarde, de regreso en Suecia y converti-
do en jefe de los médicos del rey, reunió en Upsala un peque-
ño zoológico, que comprendía simios de variadas especies,
entre los cuales se cuenta que tenía preferencia por un macaco
de nombre Diana. Que los simios, como los demás bruta, 25
se distinguieran sustancialmente del hombre porque estaban
privados de alma no era algo que estuviese dispuesto a conce-
der fácilmente a los teólogos. Una nota al Systema naturae
liquida la teoría cartesiana que concebía a los animales del
mismo modo que a los automata mechanica 26 con la excla-
mación de fastidio: "evidentemente Descartes nunca vio un

H Descartes ciertamente no vio los simios. En latín en el original. [N. de T.]


" Brutos. En latín en el original. [N. de T.]
26
Autómatas mecánicos. En latín en el original. [N. de T.]

53
Giorgio Agamben Taxonomías

simio". En un escrito posterior, que lleva como título drúpedos el grupo de los Anthropomorpha, los "semejantes al
Menniskans Cousiner-primos del hombre- explica cuán arduo hombre". Generalmente, en el Antiguo régimen los confines
es identificar, desde el punto de vista de las ciencias de la natu- de lo humano son bastante más inciertos y fluctuantes de
1
raleza, la diferencia específica entre los monos antropomorfos cuanto parecerán en el siglo XIX, después del desarrollo de las
y el hombre. No es que no se diera cuenta de la clara diferencia ciencias humanas. El lenguaje, que se convertirá en la caracte-
que separa al hombre de la bestia en el plano moral y religioso: rística por excelencia de lo humano, hasta el siglo XVIII supe-
ra los órdenes y las clases, porque se sospecha que también los
[... ) el hombre es el animal que el Creador encontró pájaros hablan. Un testigo ciertamente fidedigno como John
digno de honrar con una mente tan maravillosa y quiso Locke refiere como más o menos cierta la historia del loro del
adoptar como su predilecto, reservándole una existencia príncipe de Nassau, que era capaz de mantener una conversa-
más noble. Dios ha incluso enviado a la tierra a su único ción y de responder a las preguntas "como una criatura racio-
hijo para salvarlo. (Linneo 1955, 4) nal". Pero también la demarcación física entre el hombre y las
otras especies implicaba algunas zonas de indiferencia, donde
Pero todo esto, concluía, no es !_)asible asignar una identidad cierta. Una obra científica
seria como lchthiologia de Peter Artedi (1738) enumeraba to-
pertenece a otro foro; en mi laboratorio debo atenerme davía a la sirena junto a las focas y a los leones de mar y Linneo
como el zapatero a su zapato y considerar al hombre y a mismo, en su Pan Europaeus, clasifica la sirena -que el anato-
su cuerpo como un naturalista, que no logra hallar otro mista danés Caspar Bartholin llamaba Homo marinus- junto
carácter que lo distinga de los simios, más allá del hecho al hombre y al mono. Por otra parte, incluso el confín entre
de que estos últimos tienen un espacio vacío entre los los simios antropomorfos y determinadas poblaciones pri-
caninos y los otros dientes. (ibid.) mitivas no era para nada claro. La primera descripción de un
orangután por parte del médico Ni colas Tulp, en 1641, subraya
El gesto perentorio con que, en el Systema naturae, inscri- los aspectos humanos de este Homo sylvestris (tal es el signifi-
be Homo en el orden de losAnthropomorpha (que a partir de cado de la expresión malaya orang-utan). Y será necesario es-
la décima edición, de 1758, se llamarán Primates) junto a perar la disertación de Edward Tyson Orang-Outang, sive Homo
Simio, Lemur y Vespertilio (el murciélago) no puede, enton- Sylvestris, or the Anatomy ofa Pygmie (1699) para que la dife-
ces, sorprender. Por otra parte, a pesar de las polémicas que su rencia física entre el mono y el hombre se apoye, por primera
gesto no dejó de suscitar, en cierto sentido la cosa estaba en el vez, en las sólidas bases de la anatomía comparada. Aunque
aire. Ya}ohn Ray, en 1693, había distinguido entre los cua- esta obra sea considerada una especie de incunable de la

54 55
Gíorgio Agamben Taxonomías

primatología, la criatura que Tyson llama "pigmeo" (y que


por cuarenta y ocho caracteres se distingue anatómicamente En realidad, el genio de Linneo no consiste tanto en la
del hombre y por treinta y cuatro del simio) todavía repre- resolución con que inscribe al hombre entre los primates,
senta, para él, una clase de "animal intermedio" entre el mono como en la ironía con que -a diferencia de lo que hace con las
y el hombre, que se sitúa respecto de éste en una relación otras especies- junto al nombre genérico Homo no registra
simétricamente opuesta al ángel. ninguna nota específica, excepto el viejo adagio filosófico:
nosce te ipsum. 27 Incluso cuando en la décima edición la de-
El animal cuya anatomía he ofrecido -escribe Tyson en nominación completa se convierte en Homo sapiens, el nuevo
la dedicatoria a lord Falconer- es el más cercano a la epíteto no representa, con toda evidencia, una descripción,
humanidad y parece constituir el nexo entre lo animal y sino sólo una trivialización de este adagio, que mantiene, por
lo racional, así como su Señoría y los de su rango acer- otra parte, su lugar al lado del término Homo. Vale la pena
can por conocimiento y sabiduría a aquel género de reflexionar sobre esta anomalía taxonómica, que pone como
crcatura que es el más cercano por encima de nosotros. diferencia específica no un dato, sino un imperativo.
Un análisis del !ntroitus que abre el Systema no deja dudas
Y basta echar una ojeada al título completo de la disertación en cuanto al sentido que Linneo atribuía a su lema: el hombre
para darse cuenta de cómo los confines de lo humano estaban no tiene ninguna identidad específica, excepto la de poder reco-
todavía amenazados no sólo por los animales reales, sino tam- nocerse. Pero definir lo humano no a través de una nota
bién por las creaturas de la mitología: Orang-Outang, sive Homo characteristica, sino a través del conocimiento de sí, significa que
Sylvestris, or, the Anatomy ofa Pygmie Compared with that ofa es hombre el que se reconocerá como tal, que el hombre es el
Monkey, an Ape, anda Man, to which is Added, a Philological animal que tiene que reconocerse humano para serlo. Cuando nace,
Essay Concerning the Pygmies, the Cynocephali, the Satyrs and escribe en efecto Linneo, la naturaleza arroja al hombre "desnudo
Sphínges of the Ancients: Wherein it Will Appear that They are sobre la desnuda tierra", incapaz de conocer, hablar, caminar,
Either Apes or Monkeys, and not M en, as Formerly Pretended 26 nutrirse, a menos que todo esto le sea enseñado (Nudus in nuda
terra... cui sci re nichil sine doctrina; non fori, non ingredi, non
uesci, non aliud naturae sponte). Él se convierte en sí mismo
2
'' Orang-Outang, u Homo syl11estris, o la anatomía de un pigmeo comparada
sólo si se eleva por encima del hombre (o quam contempta res
con la de un mono, una abeja y un hombre, a lo cual se adjunta un ensayo est homo, nisi supra human se erexerit: Linneo 1735, 6).
filológico concerniente a Los pigmeos, los cinocéfalos, los sdtiros y las esfinges de los
abismos: en el que se wrd que ellos son abejas o monos, y no hombres, corno se
suponía anteriormente. En inglés en el original. [N. de T.] ''Conócete a ti mismo. En latín en el original. [N. de T.]

56 57
Giorgio Agamben Taxonomías

En una carta a un crítico, Johann Georg Gmelin, que le obje- espejos en los que el hombre, mirándose, ve su propia ima-
taba que en el Systema el hombre parece haber sido creado a gen siempre deformada en rasgos de mono. Homo es un ani-
imagen del mono, Linneo responde alegando el sentido de su mal constitutivamente "antropomorfo" (esto es, "parecido al
lema: "y sin embargo el hombre se reconoce a sí mismo. Tal vez hombre", según el término que Linneo usa constantemente
tenga que quitar estas palabras. Pero pido a vosotros y al mun- hasta la décima edición del Systema), que tiene que, para ser
do entero que me indique una diferencia genérica entre el si- humano, reconocerse en un no hombre.
mio y el hombre, que esté conforme con la historia natural. Yo En la iconografía medieval, el mono tiene en la mano un
no la conozco" (Gmelin, 55). Las anotaciones para responder a espejo, en el que el hombre pecador tiene que reconocerse
otro crítico, Theodor Klein, muestran hasta qué punto Linneo como simia dei. 30 En la máquina óptica de Linneo, el que
estaba dispuesto a llevar la ironía implícita en el formula Homo rechaza reconocerse en el mono, se convierte en mono. Para-
sapiens. Aquellos que, como Klein, no se reconocen en la posi- fraseando a Pascal, qui foit l'homme, foit le singe. 31 Por ello, al
ción que el Systema ha asignado al hombre, tienen que aplicar final de la introducción de Systema, Linneo, que ha definido
a sí mismos el nosce te ipsum: no habiendo sabido reconocerse Homo como el animal que sólo es si se reconoce no siendo,
como hombre, se han incluido a sí mismos entre los simios. tiene que soportar que simios en calidad de críticos se le su-
Homo sapiens no es, por lo tanto, ni una sustancia ni una ban a la espalda para burlarse: ideoque ringentium Satyrorum
especie claramente definida; es, más bien, una máquina o un cachinnos, meisque humeris insilientium cerco - pithecorum
artificio para producir el reconocimiento de lo humano. Se- exsultationes sustinui. 32
gún la sensibilidad de la época, la máquina antropogénica (o
antropológica, como podemos llamarla, retomando una ex-
presión de Furia Jesi) es una máquina óptica (tal es, según los
estudios más recientes, también el mecanismo descrito en el
Leviatán, de cuya introducción, quizá, Linneo tomó su lema:
nosces te ipsum, read thy de se/f, 28 como Hobbes traduce este
saying not of late understoodf 9 constituida por una serie de

3o Copia de Dios. En latín en el original. [N. de T.]


28
Léete a ti mismo. En inglés en el original. [N. de T.] hace el hombre, se hace el mono. En francés en el original. [N. de T.]
31 El que se
29
Dicho que todavla no se ha entendido. En inglés en el original. (Tomado 32 Y por esto resistí las carcajadas de los refunfuñantes sátiros y en mis propios

de la traducción de Leviatán de Carlos Mellizo, Alianza, Madrid, 1989). hombros las exultaciones de los movedizos cercopitecos. En Latín en el original.
[N.deT.] [N. de T.]

'i8 59
Giorgio Agamben

prolongan una en la otra, a través de transiciones a tal punto


imperceptibles que es más difícil trazar la línea que las separa
que la línea que divide el animal del vegetal" (Hecquet, 6). Los
trazos del rostro humano son -aunque por poco- tan indeci-
sos y aleatorios que están siempre a punto de deshacerse y
cancelarse como si fueran de un ser momentáneo: "¿quién pue- 9
de decir -escribe Diderot en el Réve de d'Alembert- si este bí-
pedo deforme, alto tan solo cuatro pies, que en las cercanías del MÁQUINA ANTROPOLÓGICA
polo se llama todavía hombre y que no tardaría en perder este
nombre si se deformara todavía un poco, no es más que la
imagen de una especie que pasa?" (Diderot, 130).

66
Horno alalus primigenius Haeckelii ... 41
Bans Vaihinger

En 1899, Ernst Haeckel, profesor en la Universidad de Jena,


publicó en la editorial Kroner de Stuttgart Die Weltriitsel, los
"enigmas del mundo", que, contra todo dualismo y toda meta-
física, quería reconciliar la búsqueda filosófica de ht verdad con
los progresos de las ciencias naturales. A pesar del tecnicismo y
de la vastedad de los problemas que abordaba, el libro superó
en pocos años ciento cincuenta mil ejemplares y se convirtió en
una especie de evangelio del progresismo científico. El título con-
tenía más que una alusión irónica al discurso que Ernil Du Bois-
Reymond había realizado algunos años antes en la Academia de
las ciencias de Berlín, donde el célebre científico habia hecho una
lista de siete "enigmas del mundo", de los cuales declaró tres "-tras-
cendentes e insolubles", tres solubles, pero todavía no resueltos, y
uno incierto. En el quinto capítulo de su libro, Haeckel, que
supone haber eliminado los primeros tres enigmas con su pro-
pia doctrina de la sustancia, se concentra en el "problema de los
problemas", el origen del hombre, que reúne de alguna manera

1
' Hombre mudo primigenio de Haeckel. En latín en el original. [N. de T.]

69
Giorgio Agamben
Máquina antropológica

en sí los tres problemas solubles, pero todavía no resueltos de


La existencia de este pitecántropo u hombre-mono, que
Du Bois-Reymond. También esta vez piens<t que ha resuelto
en 1874 era simplemente una hipótesis, se hizo realidad
definitivamente la cuestión, aquí mediante un desarrollo ra-
cuando, en 1891, un médico militar holandés, Eugen DuBois,
dical y coherente del evolucionismo darwiniano.
descubrió en la isla de Java un fragmento de cráneo y un fé-
Ya Thomas Huxley, explica, había enseñado que la "teoría
mur semejantes a los del hombre actual y, para gran satisfac-
de la descendencia del hombre a partir del mono fue una con-
ción de Haeckel -del que era, por otra parte, un entusiasta
secuencia necesaria del darwinismo" (Haeckel, 37); pero pre-
lector-, bautizó Píthecanthropus erectus al ser al que habían
cisamente esta certeza imponía la difícil tarea de reconstruir la
pertenecido. "Es éste -afirma Haeckel perentoriamente- el
historia evolutiva del hombre apoyándose tanto en los resul-
tan buscado míssíng link, el supuesto eslabón perdido en la
tados de la anatomía comparada como en los hallazgos de la
cadena evolutiva de los primates, que se despliega sin inte-
investigación paleontológica. Haeckel ya hab{a de~icad~ a es~a
rrupciones desde los monos Catarrinos inferiores hasta el
tarea, en 1874, su Anthropogenie, donde reconstrma la h1stona
hombre altamente desarrollado" (ibid., 39).
del hombre desde los peces del Siluriano hasta los monos-hom-
La idea de este sprachloser Urmensch 42 --como Haeckel
bre o antropomorfos del Mioceno. Pero su aporte específico
también lo definía-, implicaba, sin embargo, algunas aporías
-del que estaba razonablemente orgulloso- es el haber pro-
de las que no parecía darse cuenta. El paso del animal al
puesto la hipótesis de que, en el pasaje de los monos ant~opo­
hombre, a pesar del énfasis puesto en la anatomía compara-
morfos (o monos-hombre) al hombre, existió un ser particular
da y en los hallazgos paleontológicos, era en realidad produ-
que él llama "hombre-mono" (Ajfinmensch) o, dado que está
cido a través de la sustracción de un elemento que no tenía
privado de lenguaje, Pithecanthropus alalus:
que ver con una cosa ni con la otra y que era presupuesto
como característica de lo humano: el lenguaje. Identificán-
De los Placentarios, al principio del Terciario (Eoceno)
dose con éste, el hombre hablante excluye, como ya y no
derivaron los primeros antepasados de los Primates, semi- todavía humano, su propio mutismo.
simios, de los cuales, en el Mioceno, se desarrollaron los
Le tocó en suerte a un lingüista, Heymann Steinthal-que
monos en sentido propio y, más precisamente, de los
era también uno de los últimos representantes de aquella
Catarrinos, primero los monos-perro, los Cinopitecos, Y
Wissenschaft des judentums43 que había intentado aplicar los
luego los monos-hombre o antropomorfos. De una rama
de estos últimos deriva, en el curso del Plioceno, el hom-
bre-mono privado de lenguaje: Pithecanthropus alalus,y
42
finalmente, de éste, el hombre hablante. (ibid.) Hombre primitivo privado de lenguaje. En alemán en el original. [N. de T.]
43
Ciencia del judaísmo. En alemán en el original. [N. de T.]

70 71
Giorgio Agamben Máquina antropológica

métodos de la ciencia moderna al estudio del judaísmo-, poner hombre precedente al lenguaje. Pero éste es sólo una fic-
al descubierto las aporías implícitas en la doctrina haeckeliana ción. El lenguaje es, en efecto, tan necesario y natural
del Homo alalus y, más generalmente, de aquella que pode- para el ser humano que sin él el hombre no puede ni
mos llamar la máquina antropG>lógica de los modernos. En existir ni ser pensado como existente. O el hombre tiene
sus investigaciones sobre el origen del lenguaje, Steinthal ha- lenguaje o bien, simplemente, no es. Por otra parte -y
bía propuesto por su cuenta, muchos años antes que Haeckel, precisamente esto justifica la ficción- el lenguaje no pue-
la idea de un estadio prelingüístico de la humanidad. Había de ser considerado innato al alma humana. Es, más bien,
tratado de imaginar una fase de la vida perceptiva del hombre una producción del hombre, aunque no todavía plena-
en la cual el lenguaje todavía no había aparecido y la había mente consciente. Es un estadio del desarrollo del alma
comparado con la vida perceptiva del animal. Luego, había y exige una deducción a partir de los estadios precedentes.
tratado de mostrar de qué modo el lenguaje pudo surgir de la Con él comienza la verdadera y propia actividad humana.
vida perceptiva del hombre y no de la del animal. Pero preci- Es el puente que conduce del reino animal al humano
samente aquí aparecía una aporía de la que se daría cuenta en [... ]. Pero hemos querido explicar, mediante una compa-
forma plena sólo algunos años más tarde: ración del animal con el hombre-animal, por qué sólo el
alma humana construye este puente, por qué sólo el hom-
Hemos comparado -escribía- este estadio puramente hi- bre y no el animal progresa a través del lenguaje desde la
potético del alma humana con la del animal, y hemos animalidad hasta la humanidad. Esta comparación nos
corroborado en el primero, generalmente y en todo as- enseña que el hombre, tal como debemos imaginarlo, o
pecto, un exceso de fuerzas. Luego dejamos que el alma sea sin lenguaje, es un hombre-animal [Tiermenschen] y
humana aplicara este exceso a la creación del lenguaje. no un animal humano [Menschentier]; es siempre ya una
Así, pudimos mostrar por qué el lenguaje se originaba especie de hombre y no una especie de animal. (Steinthal
del alma humana y de sus percepciones y no de la del 188 1, 355-56)
animal [... ]. Pero, en nuestra descripción del alma hu-
mana y de la animal, tuvimos que prescindir del lengua- Lo que discrimina al hombre del animal es el lenguaje, pero
je, cuya posibilidad se trataba precisamente de probar. este no es un dato natural innato en la estructura psicofísica del
Sobre todo, se debía mostrar de dónde venía la fuerza hombre, sino una producción histórica que, como tal, no pue-
gracias a la cual el alma forma el lenguaje. Esta fuerza de ser propiamente asignada al animal ni al hombre. Si se quita
capaz de crear el lenguaje no podía evidentemente pro- este elemento, la diferencia entre el hombre y el animal sebo-
ceder del lenguaje. Por ello, supusimos un estadio del rra, a menos que se imagine un hombre no hablante -Romo

72 73
Giorgio Agamben
Máquina antropológica

alalus, precisamente- que tiene que hacer la veces de puente


decir, que el origen del lenguaje y el origen dd hombre
entre el animal y lo humano. Pero esto es, de manera eviden-
eran la misma cosa; ponía primero al hombre y luego lo
te, tan sólo una proyección del lenguaje, un presupuesto del
dejaba producir el lenguaje. (Steinthal 1877, 303)
hombre hablante, mediante el cual se obtiene tan sólo una
animalización del hombre (un hombre-animal, como el hom-
La contradicción que Steinthal descubre aquí es la misma
bre-mono de Haeckel) o una humanización de los animales
que define la máquina antropológica que -en sus dos varian-
(un mono-hombre). El hombre-animal y el animal-hombre
tes, antigua y moderna- funciona en nuestra cultura. En la
son las dos caras de una misma fractura, que no puede ser
medida en que en ella está en juego la producción de lo hu-
colmada por una parte ni por la otra.
mano mediante la oposición hombre/animal, humano/inhu-
Volviendo algunos años después sobre su teoría, cuando
mano, la máquina funciona necesariamente mediante una
había tomado conocimiento de las tesis de Darwin y de Haeckel,
exclusión (que es también y siempre ya una captura) y una
ya en el centro del debate científico y filosófico, Steinthal se da
inclusión (que es también y siempre ya una exclusión). Preci-
perfectamente cuenta de la contradicción implícita en su hi-
samente porque lo humano está, en efecto, siempre ya presu-
pótesis. Lo que él había tratado de comprender era por qué
puesto, la máquina produce en realidad una especie de estado
tan sólo el hombre y no el animal crea el lenguaje; pero esto
de excepción, una zona de indeterminación en la que el afuera
equivalía a comprender en qué modo el hombre se origina
del animal. Y precisamente aquí se producía la contradicción: no es más que la exclusión de un adentro y el adentro, a su
vez, tan solo la inclusión de un afuera.
El estadio prelingüístico de la intuición puede ser tan Tenemos así la máquina antropológica de los modernos.
sólo uno y no doble, no puede ser distinto para el animal Ella funciona -lo hemos visto- excluyendo de sí como no (to-
y para el hombre. Si fueran diferentes, si el hombre fuese,
davía) humano un ya humano, esto es, animalizando lo huma-
así, naturalmente superior al mono, entonces el origen no, aislando lo no-humano en el hombre: Homo alalus, o el
del hombre no coincidiría con el origen del lenguaje, sino
hombre-simio. Es suficiente desplazar algunos decenios nues-
con el origen de su forma superior de intuición a partir de
tra investigación y, en vez de este inocuo hallazgo paleontológi-
aquella inferior del animal. Sin darme cuenta, presuponía
co, tendremos el judío, esto es, el no-hombre producido en
este origen: el hombre con sus características humanas
el hombre, o el néomort44 y el ultra-comatoso, esto es, el ani-
me estaba dado, en realidad, a través de la creación y yo
mal aislado en el mismo cuerpo humano.
intentaba luego descubrir el origen del lenguaje en el
hombre. Pero, de este modo, contradecía mi premisa, es
44
Recién muerto. En francés en el original. [N. de T.]

74
75
Giorgio Agamben

Exactamente simétrico es el funcionamiento de la máquina


de los antiguos. Si en la máquina de los modernos, el afuera se
produce mediante la exclusión de un adentro y lo inhumano,
animalizando lo humano, aquí el adentro se obtiene mediante
la inclusión de un afuera, el no-hombre a través de la humani-
zación de un animal: el mono-hombre, el enfont sauvage o el 10
Homo ftrus, pero, también y sobre todo, el esclavo, el bárbaro,
el extranjero como figuras de un animal con formas humanas.
Ambas máquinas pueden funcionar tan sólo instituyendo
en su centro una zona de indiferencia en la que debe produ-
cirse -como un missing link siempre faltante porque ya vir-
tualmente presente- la articulación entre lo humano y lo
animal, el hombre y el no-hombre, el hablante y el viviente.
Como todo espacio de excepción, esta zona está en verdad
perfectamente vacía, y lo verdaderamente humano que debe
producirse es tan sólo el lugar de una decisión incesantemente
actualizada, en la que las cesuras y sus rearticulaciones están
siempre de nuevo deslocalizadas y desplazadas. Lo que debe-
ría obtenerse así no es, de todos modos, una vida animal ni
una vida humana, sino sólo una vida separada y excluída de sí
misma, tan sólo una vida desnuda.
Y frente a esta figura extrema de lo humano y de lo inhuma-
no, no se trata tanto de preguntarse cuál de las dos máquinas (o
de las dos variantes de la misma máquina) es mejor o más eficaz
-o, más bien, menos sangrienta y letal-, como de compren-
der su funcionamiento para poder, eventualmente, detenerla.

45
Mundo circundante, ambiente. En alemán en el original. [N. de T.]

76
EL FUEGO Y EL RELATO

Al fmal de su libro sobre la mística judía,' Scholem cuenta la


siguiente historia, que le fue transmitida por Yosef Agnón:

Cuando el Baal Shem, el fundador del jasidismo, debía


resolver una tarea difícil, iba a un determinado punto en el
bosque, encendía un fuego, pronunciaba las oraciones y aque-
llo que quería se realizaba. Cuando, una generación después,
el Maguid de Mezritch se encontró frente al mismo proble-
ma, se dirigió a ese mismo punto en el bosque y dijo: «No
sabemos ya encender el fuego, pero podemos pronunciar las
oraciones», y todo ocurrió según sus deseos. Una generación
después, Rabi Moshe Leib de Sasov se encontró en la mis-
ma situación, fue al bosque y dijo: «No sabemos ya encender
el fuego, no sabemos pronunciar las oraciones, pero conoce-
mos el lugar en el bosque, yeso debe ser suficiente». Y, en
efecto, fue suficiente. Pero cuando, transcurrida otra genera-
ción, Rabi Israel de Rischin tuvo que enfrentarse a la misma
tarea, permaneció en su castillo, sentado en su trono dorado, y
dijo: «N o sabemos ya encender el fuego, no somos capaces de
recitar las oraciones y no conocemos siquiera el lugar en el
bosque: pero de todo esto podemos contar la historia». Y, una
vez más, con eso fue suficiente.

Es posible leer esta anécdota como una alegoría de la literatu-


ra. La humanidad, en el curso de su historia, se aleja siempre

lo Gershom Schol m, Le grandi correnti della mistica ebraica, trad. it. di G.


Rus .Eínaud i, Torino 199 ,p. 3r. [trad. ast. de Beatriz Oberlander,
LaslfranrL si, ruien. iasd ¡all'tls/,i aJ¡¡dla, i ru 11.1. Modrid.~oql.
más de las fuentes del misterio y pierde poco a poco el recuer- significado que los supera y los constituye en misterio. Como
do de aquello que la tradición le había enseñado sobre el fue- el iniciado, asistiendo en la penumbra eleusina a la evocación
go' sobre el lugar y la fórmula, pero de todo eso los hombres mímica o danzada del rapto de Kore en el Hades y de su reapa-.
pueden aún contar la historia. Lo que queda del misterio es la rición anual en la tierra en primavera, penetraba en el misterio
literatura y «eso», comenta con una sonrisa el rabino, «pue- y encontraba ahí una esperanza de salvación para su vida, así el
de ser suficiente». El sentido de este «puede ser suficiente> lector, siguiendo la intriga de las situaciones y eventos que la
no es, sin embargo, tan fácil de aprehender, y quizá el destino novela teje piadosamente o con ferocidad en torno a su perso-
de la literatura depende precisamente de cómo se lo entiende. naje, participa de alguna forma a su modo e introduce su propia
Porque si se lo entiende simplemente en el sentido de que la existencia en la esfera del misterio.
pérdida del fuego, del lugar y de la fórmula sea, en cierta forma, Ese misterio, sin embargo, se ha separado de todo con-
un progreso, y que el fruto de este progreso -la secularización- tenido mítico y de toda perspectiva religiosa y puede ser, por
sea la liberación del relato de sus fuentes míticas y la constitu- eso mismo, desesperado, como lo es para Isabel Archer en la
ción de la literatura -vuelta autónoma y adulta- en una esfera novela de J ames o para Anna Karenina, puede aun mostrar una
separada, la cultura, entonces ese «puede ser suficientes re- vida que ha perdido por completo su misterio, como en las vi-
sulta verdaderamente enigmático. Puede ser suficiente, pero cisitudes de Emma Bovary, en todo caso, si se trata de una no-
¿para qué? ¿Es creíble que pueda satisfacernos un relato que vela, habrá una iniciación, aunque ésta sea miserable, aunque
no tiene ya ninguna relación con el fuego? ólo sea a la vida misma y a sus excesos. Pertenece a la natura-
Al decir «de todo esto podemos contar la historia», el 1 za misma de la novela ser, al mismo tiempo, pérdida y con-
rabino, por otra parte, había afirmado exactamente lo contra- memoración del misterio, extravío y evocación de la fórmula
rio. «Todo esto» significa pérdida y olvido, y lo que el relato y el lugar. Si la novela, como parece hoy ocurrir cada vez más,
cuenta es precisamente la historia de la pérdida del fuego, del d ja caer la memoria de su ambigua relación con el misterio, si,
lugar y de la oración. Todo relato -toda la literatura- es, en este ancelando toda huella de la precaria, incierta salvación eleu-
sentido, memoria de la pérdida del fuego. sina, pretende no tener necesidad de la fórmula o, peor aún,
d ilapida el misterio en un cúmulo de hechos privados, enton-
Que la novela derive del misterio es un hecho ya admitido por s la forma misma de la novela se pierde junto con el recuer-
la historiografía literaria. Kerényi y, después de él, Reinhold d del fuego.
Merkelbach han demostrado la existencia de un vínculo gené-
tico entre los misterios paganos y la novela antigua, del que las El lemento en el que el misterio se deshace y se pierde es la
Metamorfosis de Apuleyo (donde el protagonista, que ha sido Ilj toria. Es un hecho sobre el cual siempre es necesario re-
transformado en asno, encuentra al final la salvación a través n \ ionar que un mismo término designe tanto el curso cro-
de una verdadera iniciación mistérica) son un documento par- nológíoo de las vicisitudes humanas como lo que cuenta la
ticularmente convincente. Este nexo se manifiesta en el hecho lit ratura, tanto el gesto del historiador y del investigador
de que, exactamente como en los misterios, podemos ver en las corn 1del narrador. Sólo podemos acceder al misterio a tra-
novelas cómo una vida individual se une a un elemento divino v :f¡ d una historia y, sin embargo (o, tal vez, deberíamos decir
o, al menos, sobrehumano, de modo que las vivencias, los epi- 110 h ' ha), la historia es aqu 110donde el misterio ha extingui-
odio y la p rip cía de una existencia humana adquieren un do y .ultad u íu

l')
En una carta de 1937, Scholem intentó meditar -a partir toda experiencia mística, es necesario sumergirse en cuerpo y
de su personal experiencia de estudioso de la qabbalah- so- alma en la opacidad y en la niebla de la investigación filológica,
bre las implicaciones de ese nudo que mantiene unidos dos con sus tristes archivos y sus tétricos registros, con sus ilegi-
elementos en apariencia contradictorios, la verdad mística y bles manuscritos y sus obtusas glosas. El riesgo de extraviarse
la investigación histórica. El pensaba escribir «no la histo- en la práctica filológica, de perder de vista -por medio de la
ria, sino la metafísica de la cábala»; y, sin embargo, se había coniunctivis professoria que esa práctica comporta- el elemento
dado cuenta de que no era posible entrar en el núcleo místico místico que se quiere alcanzar es, indudablemente, demasiado
de la tradición (qabbalah significa «tradición») sin atravesar alto. Pero, así como el Grial se perdió en la historia, el inves-
el «muro de la historia» . tigador debe extraviarse en su ouéte filológica, porque preci-
samente ese extravío es la única garantía de la seriedad de su
La montaña [así nombra a la verdad mística] no necesita nin- método, que es, en la misma medida, una experiencia mística.
guna llave; sólo es necesario penetrar la cortina de niebla de la Si indagar en la historia y contar una historia son, en
historia que la circunda. Penetrarla, eso es lo que he intentado. realidad, el mismo gesto, entonces el escritor también se
¿Quedaré atrapado en la niebla, iré al encuentro, por decirlo encuentra frente a una paradójica tarea. Deberá creer sólo e
de alguna forma, de la «muerte profesoral»? La necesidad de intransigentemente en la literatura -es decir, en la pérdida
la crítica histórica y de la historiografía crítica, aun si requie- del fuego-, deberá olvidarse en la historia que teje en torno a
ren sacrificios, no pueden ser sustituidas por nada. Es ver- sus personajes y, sin embargo, aunque sólo sea a ese precio,
dad, la historia puede parecer en definitiva una ilusión, pero deberá saber distinguir, en el fondo del olvido, los destellos de
una ilusión sin la cual, en la realidad temporal, no es posible negra luz que provienen del misterio perdido.
penetrar en la esencia de las cosas. La totalidad mística de la
verdad, cuya existencia disminuye cuando se la proyecta en el «Precario» significa aquello que se obtiene a través de una
tiempo histórico, puede hoy resultar visible a los hombres de plegaria (praex, una petición verbal, diferente de quaestio,
la forma más pura sólo en la legítima disciplina del comentario una petición que se hace con todos los medios posibles, aun
y en el singular espejo de la crítica filológica. Mi trabajo, tanto violentos), y por ello es frágil y aventurero. Y aventurera y pre-
hoy como en el primer día, vive en esta paradoja, en la espe- caria es la literatura, si quiere mantenerse en una relación justa
ranza de una verdadera comunicación de la montaña y del más con el misterio. Como el iniciado en Eleusis, el escritor proce-
invisible, mínimo desplazamiento de la historia que permita a de en la oscuridad y en penumbra por un sendero suspendido
la verdad surgir de la ilusión del «desarrollo».' entre los dioses inferiores y los superiores, entre el olvido y la
memoria. Existe, sin embargo, un hilo, una especie de sonda
La tarea, que Scholem considera paradójica, consiste en trans- lanzada hacia el misterio, que le permite medir siempre la dis-
formar, a partir de las enseñanzas de su amigo y maestro Wal- tancia que lo separa del fuego. Esa sonda es la lengua, y es so-
ter Benjamin, la nlología en una disciplina mística. Como en bre la lengua donde los intervalos y las fracturas que separan
el relato del fuego se marcan implacables como heridas. Los
géneros literarios son las llagas que el olvido del misterio im-
~. Gershom Scholem, Briefe, vol. I, Beck, Múnich, 1994, pp. 471 Yss. [trad.
casto de Francisco Rafael Lupiani González, Correspondencia (1933-194°)' prime en la lengua: tra día y elegía, himno y comedia son
Ed itorial Trotta, Madrid, zoi i]. 10 la f rmas 11 <¡tI: 1:) 1(ln¡.rut) llora u relación perdida con
el fuego. De esas heridas los escritores hoy no parecen darse deshace y distiende la trama de la historia, el fuego destruye y
cuenta. Caminan como ciegos y sordos sobre el abismo de su consume la página del relato.
lengua y no escuchan el lamento que se eleva, creen que usan
la lengua como un instrumento neutral y no perciben el balbu- Henry [ames relató una vez la forma en que nacían sus novelas.
ceo rencoroso que exige la fórmula y el lugar, que pide cuentas Al inicio sólo hay aquello que llama una image en disponibilité, la
y venganza. Escribir significa contemplar la lengua, y quien no visión aislada de un hombre o una mujer aún privados de toda
ve y ama su lengua, quien no sabe deletrear la tenue elegía ni determinación. Están ahí, «disponibles», para que el autor
percibir el himno silencioso, no es un escritor. pueda tejer en torno a ellos la intriga fatal de situaciones, re-
laciones, encuentros y episodios que «los harán emerger de la
El fuego y el relato, el misterio y la historia, son los dos ele- forma más adecuada» para transformarlos, al final,"en aquello
mentos indispensables de la literatura. Pero ¿de qué forma un que son, la «complejidad que con mayor probabilidad pueden
elemento, cuya presencia es la prueba irrefutable de la pérdi- producir y sentir». Es decir: personajes.
da del otro, puede atestiguar esa ausencia, evitar la sombra y La historia que, de esa forma, página tras página, mien-
el recuerdo? Donde hay relato, el fuego se ha apagado; donde tras relata sus éxitos y sus derrotas, su salvación o su conde-
hay misterio, no puede haber historia. na, los exhibe y revela, es también la trama que los encierra
Dante ha compendiado en un único verso la situación del en un destino, constituye su vida como un mysterion. Los hace
artista frente a esta tarea imposible: «I'artista / ch'a l'abito «emerger» sólo para encerrarlos en una historia. Al fmal, la
de l'arte ha man che trernas-" (Par. XIII, 77-78). La lengua del imagen ya no está «disponible», ha perdido su misterio, y sólo
escritor -como el gesto del artista- es un campo de tensiones puede perecer.
polares, cuyos extremos son el estilo y la manera. «El hábi-
to del arte» es el estilo, la posesión perfecta de sus propios En la vida de los hombres ocurre algo semejante. Es cierto, en
medios, donde la ausencia del fuego es asumida de forma pe- su inexorable curso, la existencia, que parecía al inicio tan dis-
rentoria' porque todo está en la obra y nada puede faltarle. No ponible, tan rica en posibilidades, pierde poco a poco su mis-
hay, no ha habido nunca misterio, porque siempre ha estado terio, apaga una a una sus fogatas. La existencia, al final, sólo
expuesto, aquí, ahora y por siempre. Pero ese gesto imperio- es una historia insignificante y desencantada como todas las
so ocurre, de vez en cuando, como un temblor, algo como una historias. Hasta que un día -tal vez no el último, sino el pe-
íntima vacilación donde el estilo escapa bruscamente, los co- núltimo- por un instante reencuentra su encanto, pierde de
lores se desvanecen, las palabras balbucean, la materia se vuel- golpe su desilusión. Aquello que ha perdido el misterio es aho-
ve grumosa y se desborda. Ese temblor es la manera que, en ra verdadera e irreparable mente misterioso, verdadera y abso-
la deposición del hábito, muestra una vez más la ausencia y el lutamente indisponible. El fuego, que sólo puede ser relatado,
exceso de fuego. Y en todo verdadero escritor, en todo artista, el misterio, que se ha consumido íntegramente en una historia,
existe siempre una manera que toma distancia del estilo, un nos quita la palabra, se encierra por siempre en una imagen.
estilo que se desapropia en la manera. De esa forma el misterio

3. «el artista I que tiene el hábito del arte tiene una mano que tiembla».
[N.d 1T.]

I l
expresar una pequeña reserva con respecto a ese gran pensa-
miento, diría que me parece que en esa idea, como habíamos
visto en el acto de creación, habría que insinuar una pequeña VÓRTICES
resistencia. Es verdad, todas las cosas desean perseverar en su
sery se esfuerzan en hacerlo, pero, al mismo tiempo, resisten a
ese deseo y, al menos por un instante, lo vuelven inoperoso y lo
contemplan. Se trata, una vez más, de una resistencia interior
al deseo, de una inoperosidad interior a la operación. Pero sólo El movimiento arquetípico del agua es la espiral. Si el agua que
ella confiere al conatus su justicia y su verdad. En una palabra recorre el lecho de un río encuentra un obstáculo, ya sea una
-y esto es, al menos en el arte, el elemento decisivo-, la gracia. rama o el pilar de un puente, en correspondencia a ese punto
se genera un movimiento en espiral que, si se estabiliza, asu-
me la forma y la consistencia de un vórtice. Lo mismo puede
ocurrir si son dos corrientes de agua, de temperatura y veloci-
dad distintas, las que se encuentran: también ahí veremos for-
marse remolinos que parecen quedarse inmóviles en el flujo
de las olas o de las corrientes. Pero también la ondulación que
se forma sobre la cresta de la ola es un vórtice que, por efecto
de la fuerza de gravedad, se rompe en espuma.
El vórtice tiene su propio ritmo, que ha sido paragonado al
movimiento de los planetas en torno al Sol. Su interior se mue-
ve a una velocidad más grande que su margen externo, así como
los planetas rotan con mayor o menor velocidad según su dis-
tancia con respecto al Sol. En su movimiento de espiral, se alar-
ga hacia abajo para después dirigirse hacia lo alto en una especie
de íntima pulsación. Además, si se deja caer en el centro un ob-
jeto -por ejemplo, un pedazo de madera en forma de lanza-,
mantendrá en su rotar constante la misma dirección, indicando
un punto que es, por decirlo así, el norte del vórtice. El cen-
tro en torno al cual y hacia el cual el vórtice no cesa de girar es,
sin embargo, un sol negro en el que está activa una fuerza de as-
piración o de succión infinita. Para los científicos, ese fenóme-
no se puede expresar diciendo que, en el punto del vórtice donde
el radio es igual a cero, la presión es igual a «menos infinito».

Reflexionemos sobre el estatuto especial de singularidad que


d fm 1vórtice: una f rma qu ha parado del flujo de
agua del que formaba y, de algún modo, aún forma parte, una alcanzar, es un a priori histórico que permanece inmanente
región autónoma y cerrada en sí misma que obedece a leyes ante el devenir, y continúa activo en él. Ytambién en el cur-
que le son propias; sin embargo, está estrechamente conec- so de nuestra vida, el vórtice del origen permanece hasta el
tada al todo en el que está inmersa, hecha de la misma mate- final presente, acompaña nuestra existencia en cada instan-
ria que continuamente se sustituye con la masa líquida que la te, silenciosamente. En algunas ocasiones está más próximo,
circunda. Es un ser en sí mismo, pero no tiene una sola gota en otras se aleja hasta tal punto que no logramos asirlo ni es-
que le pertenezca, su identidad es absolutamente inmaterial. cuchar su fuente secreta. Pero, en los momentos decisivos,
Es sabido que Benjamin paragonó el origen a un vórtice: nos toma y nos arrastra dentro de él y, entonces, de golpe, nos
damos cuenta de que no somos más que un fragmento del
El origen [UrsprungJ está en el flujo del devenir como un vór- inicio que continúa girando en ese abismo del que proviene
tice, y arrastra hacia él, a su propio ritmo, el material de la nuestra vida, y nos hace rodar dentro hasta que no alcanza -a
proveniencia [Entstehungl [... ]. Lo originario quiere ser cono- menos que el azar nos lance fuera- el punto de presión negativa
cido como restauración, por una parte como restablecimiento infinita y desaparece.
y, por otra, como algo inacabado y no concluido. En cada fe-
nómeno de origen se determina la ngura, en la cual siempre, Hay seres que sólo desean dejarse engullir por el vórtice del
cada vez, una idea se confronta con el mundo histórico, hasta origen. Otros, en cambio, que mantienen con el origen una
que el mundo se cumple en la totalidad de su historia. Porque relación reticente y suspicaz, ingeniándoselas, en la medida
el origen no emerge de la esfera de los hechos, sino que se de lo posible, para no ser absorbidos por el maelstrom. Otros,
refiere a su prehistoria y su poshistoria [. .. ]. La categoría del finalmente. más cobardes o más ignorantes, que nunca se han
origen no es, por tanto, como sostiene Cohen, una categoría atrevido a echar dentro una mirada.
puramente lógica, sino histórica.
Los dos estados extremos de los líquidos -del ser- son la gotay
Tratemos de tomar en serio la imagen del origen como vórti- el vórtice. La gota es el punto en que el líquido se separa de sí,
ce. Ante todo, el origen cesa de ser algo que precede al deve- entra en éxtasis (el agua cayendo o salpicando se separa en el ex-
nir y queda separado de él en la cronología. Como el torbellino tremo en gotas). El vórtice es el punto en que el líquido se con-
en el curso del río, el origen es contemporáneo del devenir de centra sobre sí, gira y va hasta el fin dentro de sí mismo. Existen
los fenómenos, de donde extrae su materia, y en los que, sin eres-gota y seres-vórtice, criaturas que con todas sus fuerzas
embargo, permanece de alguna forma autónomo y cerrado. Y buscan separarse en el exterior, y otros que obstinadamente
porque acompaña al devenir histórico, tratar de comprender vuelcan sobre sí mismos, penetrando siempre más adentro.
este último sígníficará no llevarlo hacia atrás, hasta un origen P ro es curioso que también la gota, al volver a caer en el agua,
separado en el tiempo, sino sostenerlo y confrontarlo con algo produzca un vórtice, se haga abismo y voluta a la vez.
que, como un vórtice, sigue presente en él.
I b mos concebir el sujeto no como una sustancia, sino como
La comprensión de un fenómeno es más clara si no se con- 1 n v rtic en el flujo del ser. No tiene otra sustancia que la del
sidera su origen en un punto remoto en el tiempo. El arch , IÍ n ir, P TO on respecto a él posee una figura, una manera
el origen en vórtice que la investigación arqu 1 j a bu 3 IAII m vi mi nt qu 1 p rt nec nylesonpropios.Yesenese
sentido como debemos concebir la relación entre la sustancia
y sus modos. Los modos son remolinos en el campo infmito
de la sustancia que, profundizando y girando sobre sí misma, ¿EN EL NOMBRE DE QUÉ?
se subjetiviza, toma conciencia de sí, sufre y goza.

Los nombres -y todo nombre es un nombre propio o un nom-


bre divino- son vórtices en el devenir histórico de la lengua,
remolinos en los que la tensión semántica y comunicativa del Hace muchos años, en un país no lejano de Europa en el que la
lenguaje se abisma en sí misma hasta volverse igual a cero. En situación política era desesperada y la gente vivía deprimida e
el nombre ya no decimos -o todavía no decimos- nada. Sólo infeliz, pocos meses antes de la revolución que llevó a la caída
llamamos. del soberano, circulaban cintas en las que se escuchaba a una
y quizá por eso, en la representación ingenua del origen voz gritar:
del lenguaje imaginamos que primero están los nombres, dis-
cretos y aislados como en un diccionario, y que luego noso- ¡En el nombre de Dios clemente y misericordioso! [Desper-
tros los combinamos para formar el discurso. Una vez más, tad! Desde hace diez años el soberano habla de desarrollo y,
esta imaginación pueril se vuelve perspicaz si comprendemos sin embargo, la nación carece de los bienes de primera nece-
que el nombre es, en realidad, un vórtice que horada e inte- sidad. Nos hace promesas para el futuro, pero la gente sabe que
rrumpe el flujo semántico del lenguaje, no sólo para abolido. las promesas del soberano son palabras vanas. Las condiciones
En el vórtice de la nominación, el signo lingüístico, girando y espirituales y materiales del país son desesperadas. Me dirijo
profundizando en sí mismo, se intensifica y se exaspera has- a vosotros, estudiantes, obreros, campesinos, comerciantes y
ta el extremo, para después dejarse reabsorber en el punto de artesanos, para invitaros al combate, a formar un movimien-
presión infinita en donde desaparece como signo, para luego to de oposición. El fin del régimen está próximo. ¡Despertad!
reaparecer por el otro extremo como nombre puro. Y el poe- ¡En el nombre de Dios clemente y misericordioso!
ta es quien se sumerge en ese vórtice en el que todo, para él,
se vuelve nombre. Debe retomar una a una las palabras signi- Esa voz fue escuchada por la gente oprimida e infeliz, y el so-
ficantes del flujo del discurso y arrojadas en el abismo, para berano corrupto fue obligado a huir. También en nuestro país
luego rencontrarlas en la lengua vulgar ilustre del poema como la gente está triste y es infeliz, aquí la vida política también es
nombres. Los nombres son algo que alcanzamos -si los alcan- apática y desesperada. Pero mientras aquella voz hablaba en el
zamos- sólo después de haber descendido hasta el final en el nombre de algo -en el nombre de Dios clemente y misericor-
vórtice del origen. dioso-, ¿en el nombre de quién o de qué puede elevarse aquí
una voz, y hablar? Porque no basta con que quien habla diga
osas verdaderas y exprese opiniones que puedan ser compar-
tidas. Para que su palabra sea verdaderamente escuchada debe
hablar n el nombre de algo. En toda cuestión, en todo discur-
. , n t da COI1V r ación, en último análisis la pregunta deci-
íva c : ¿ n I n mbr d qu tam hablando?
Seminario
La bestia y el soberano
JACQUES DERRIDA

Seminario
La bestia y el soberano
Volumen I (2001-2002)

Edición establecida por


Michel Lisse, Marie-Louise Mallet y Ginette Michaud

MANANTIAL
Buenos Aires
Título original: Séminaire La bête et le souverain. Índice
Volume I (2001-2002)
Éditions Galilée
©2008, Éditions Galilée

TRADUCCIÓN: CRISTINA DE PERETTI Y DELMIRO ROCHA

Diseño de tapa: Eduardo Ruiz

Cet ouvrage a bénéficié du soutien de Culturesfrance, opérateur


du Ministère français des affaires etrangères et europénnes et
du Ministère français de la culture et de la communication.
Esta obra se ha beneficiado con el apoyo de Culturesfrance,
operador del Ministerio Francés de Asuntos Extranjeros y Europeos, y
del Ministerio Francés de la Cultura y de la Comunicación.

Ouvrage publié avec le soutien du


Centre national du livre-Ministère français chargé de la culture.
Introducción general ......................................................................................... 9
Obra publicada con la ayuda del
Centro Nacional del Libro-Ministerio Francés encargado de la cultura. Nota de los editores........................................................................................... 13

Derrida, Jacques Primera sesión. 12 de diciembre de 2001 ......................................................... 21


Seminario La bestia y el soberano : volumen I : 2001-2002 . - 1a ed. -
Buenos Aires : Manantial, 2010. Segunda sesión. 19 de diciembre de 2001 ........................................................ 55
v. 1, 416 p. ; 23x16 cm.
Tercera sesión. 16 de enero de 2002 ................................................................. 89
ISBN 978-987-500-142-8

1. Filosofía Contemporánea. I. Título Cuarta sesión. 23 de enero de 2002 .................................................................. 127


CDD 190
Quinta sesión. 30 de enero de 2002 .................................................................. 169

Sexta sesión. 6 de febrero de 2002.................................................................... 199


Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Séptima sesión. 13 de febrero de 2002 ............................................................. 225
Impreso en la Argentina

© 2010, de esta edición Ediciones Manantial SRL Octava sesión. 20 de febrero de 2002 ............................................................... 245
Avda. de Mayo 1365, 6º piso
(1085) Buenos Aires, Argentina Novena sesión. 27 de febrero de 2002 .............................................................. 277
Tel: (54-11) 4383-7350 / 4383-6059
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Undécima sesión. 13 de marzo de 2002............................................................ 325
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Prohibida la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la trans-
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dio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros mé-
todos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las Decimotercera sesión. 27 de marzo de 2002 .................................................... 389
leyes 11.723 y 25.446.
356 LA BESTIA Y EL SOBERANO

Pero lo que no es un mito, y que Freud formuló sin embargo tan pron- Duodécima sesión
to como el Edipo, es el complejo de castración.26
20 de marzo de 2002
¿Acaso todo aquello de lo que nos ocupamos, incluso castrar a
los animales domésticos y la esterilización, más o menos virtual, de
los enfermos mentales depende de la lógica de la castración? ¿Este
discurso sobre la castración depende más de la ciencia que del mito y
de la creencia? He aquí bastantes preguntas para nuestra curiosidad,
incluso para nuestra autopsia de hoy.

¿Llegaremos alguna vez a desenredar, en nuestros enredos, conse-


guiremos desenmarañar, desembrollar, por así decirlo, conseguiremos
arreglárnoslas algún día entre zoología y biología? ¿Entre lo zoológi-
co y lo biológico, entre estas dos palabras griegas, que son más que
palabras y que se traducen ambas por «vida», zôê y bios? ¿No es
demasiado tarde para intentar hacerlo, y acaso no están los esfuer-
zos en esa dirección destinados, por esencia, a permanecer vanos?
¿Sobre todo en nuestra lengua, pero también en alemán y en inglés
y en tantas otras lenguas en donde no se disocian ambas palabras,
incluso ambos conceptos para decir «vida» y «ser vivo»? ¿Y no está
la filología desarmada, no es demasiado desigual, a pesar de los aires
altivos que a veces adoptan los que dan lecciones y los pseudo-exper-
tos en esta materia; demasiado desigual, la filología, no lo bastante
a la medida de esta cuestión que es más que una cuestión de senti-
do y de palabra, entre zôê y bios, entre la zoología y la biología, no
arreglando ni simplificando nada la lógica del logos, como vamos a
verlo, para quien se preocupa por desenredar las cosas? ¿Y en nues-
tra lengua, qué decimos cuando decimos «la vida» (¡ah, «la vida»!)
y el ser vivo? ¿Decimos lo zoológico o lo biológico? ¿Y cuál sería la
diferencia? ¿Hacia qué nos obstinamos a apuntar aquí con la palabra
«vida»?
Hay una frase de Heidegger que me gusta mucho, incluso ahí don-
de no siempre estoy dispuesto a seguirlo en la cuestión de la muerte.
De la vida y de la muerte. Y todavía menos del animal. Es cuando
este hombre dice, con la altivez un tanto arrogante, con esa condes-
cendencia a veces irritante que tan bien le conocemos: «Den Eigen-
26. L. Lacan: « Subversion du sujet et dialectique du désir », en Écrits, sinnigen ist Leben nur Leben [para los que son testarudos (cabezotas,
op. cit., pp. 819-820 [trad. cast., vol. 2, p. 800]. den Eigensinnigen: para los que no tienen más que una idea en la
358 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 359

cabeza) ist Leben nur Leben (la vida no es más que la vida)]». Para actuar (Agieren), sino que está basado en un «dejar» (lassen), dejar al
los cabezotas, la vida es únicamente la vida, la vida no es más que ser ser lo que es). Aquí la bobada, la bobada cabezona –diría yo pero
la vida o la vida es toda la vida. Encontrarán ustedes esta frase tan sin comentar ya a Heidegger– sería no el saber dejar al ser ser lo que
buena en la Introducción a la metafísica,1 de la cual volveremos a es en verdad, sino precipitarse agitadamente hacia la pregunta, ceder
hablar enseguida. Heidegger prosigue:2 «Den Eigensinnigen ist Leben a la compulsión, a la cuestión como compulsión agitada, nerviosa,
nur Leben», para el cabezota, pues, para el testarudo, para el que querer-saber por curiosidad acumulativa; porque, sin duda, hay una
no tiene más que una idea en la cabeza –en alemán, no hay ninguna bobada de la pregunta, lo mismo que de la afirmación, de la nega-
referencia a la cabeza, pero en nuestra lengua esto nos proporciona ción; la bobada que no es nada, que no tiene esencia, decíamos, que
una cabeza más en nuestro inventario de cabecillas, de cabezas, de ni siquiera es transcendental, pero que puede atravesar y amenazar,
cabos y de decapitaciones; y, aquí, la cabezonería testaruda de quien tranquilizándolas justamente, las tres modalidades (pregunta, afirma-
no tiene más que una idea en la cabeza es un poco una definición de ción, negación), pero atravesarlas-amenazarlas-tranquilizarlas de for-
la bobada; y, cuando Heidegger la emprende con los que son eigen- ma positiva, y la bobada es quizá la positividad misma, la posición, a
sinnig, podemos decir sin miedo a equivocarnos demasiado que no la cual no se reduce la afirmación, el «sí»; la bobada se parecería más
está lejos de considerarlos bobos; es una bobada pensar que simple- bien a la auto-posición a través de cada una de estas tres modalida-
mente la vida es la vida, sin plantearse, como Heidegger lo va a hacer des (pregunta, afirmación, negación), sería el positivismo, en suma,
de inmediato, la cuestión de una muerte que es vida, de una vida que el auto-positivismo que positiva – y nadie queda indemne ni está a
es muerte, de una muerte que pertenece al ser mismo de la vida; pero resguardo de ella, ni siquiera los que denuncian el Eigensinn. Cierro
«eigensinnig» es una palabra interesante aquí para decir la bobada de este paréntesis)
la cabezonería o de la obstinación, ahí donde, por una parte, señala,
como van a ver ustedes, que la bobada testaruda consiste en no plan- Esta última palabra, decía, «Eigensinn», ahí donde apunta,
tearse ninguna cuestión. siguiendo a Heidegger, que la bobada cabezona consiste en no plan-
tearse preguntas, hace una referencia al menos elíptica a lo propio
(Eso es difícil y merece un paréntesis de un momento porque se (eigen) y al sentido (Sinn); en el fondo, diríamos jugando un poco, la
puede caer en la tentación de decir, en efecto, que la bobada consiste bobada pertinaz de lo Eigensinnige es tener la tenacidad de su opinión
en la ineptitud para la pregunta; éste es un pensamiento fácil: se tien- que consiste en creer que algo tiene un sentido propio y único: la vida
de a pensar que alguien que no se plantea preguntas, él o ella, es bobo es la vida, punto, ésta es mi opinión y creo en ella. Ésta es mi opinión
¿no es cierto?, que carece de espíritu crítico y de reflexión: él (ella) y me atengo a ella, punto. Contra esta Eigensinnigkeit, Heidegger
no se plantea preguntas, eso significa «bobada»; pero también hay prosigue: «[para estos Eigensinnigen] Tod ist ihnen Tod (la muerte,
una afinidad extraña y desconcertante entre cierta forma de bobada para ellos, es la muerte) und nur dieses [y nada más, y únicamente
y cierta obstinación, por el contrario, por plantear o plantearse pre- eso, la muerte. Pero el ser de la vida –añade entonces Heidegger– es al
guntas, por querer saber (wissen wollen: «Fragen ist Wissen-wollen»3 mismo tiempo la muerte]. Aber das Sein des Lebens ist zugleich Tod.
–dice Heidegger–, y eso nos devuelve a la cuestión del saber y de la [Todo lo que entra en la vida empieza ya también por las mismas
curiosidad de la que hablábamos la semana pasada; pero, aquí, Hei- a morir, a ir hacia su muerte, y la muerte es al mismo tiempo vida]
degger habla del cuestionar como querer-saber, antes de que se degra- […] und Tod ist zugleich Leben. Heraklit sagt Frg. 84[…]» (sigue una
de en curiosidad, y siempre y cuando –dice– se recuerde que la pre-
gunta por el ser o la cuestión del ser implica que el querer no es un
4. Traducción modificada por Jaques Derrida. M. Heidegger: Einfürhung
in die Metaphysik, op. cit., p. 100 [trad. cast., pp. 168-169]: «Den Eigensin-
1. M. Heidegger: Einführung in die Metaphysik, op. cit., p. 100 [trad. nigen ist Leben nur Leben. Tod ist ihnen Tod und nur dieses. Aber das Sein
cast., p. 168]. des Lebens ist zugleich Tod. Jegliches, was ins Leben tritt, beginnt damit auch
2. Jacques Derrida no continúa realmente la frase de Heidegger sino dos schon zu sterben, auf seinen Tod zuzugehen, und Tod ist zugleich Leben. Her-
parágrafos más adelante (n. de e. fr.). aklit sagt Frg. 8: “Das Gegeneinanderstehende trägt sich, das eine zum ander-
3. M. Heidegger: Einführung in die Metaphysik, p. 16 [trad. cast., p. 59]. en, hinüber und herüber, es sammelt sich aus sich”». «Para los cabezotas, la
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definición de la contradicción y del logos como reunión de los contra- zoológico como para los enfermos mentales de un asilo psiquiátrico.
rios). Y para los espectadores que tienen curiosidad por unos y otros. Y, en
Abandonemos aquí este pequeño tratado de la bobada, de una el paradeisos iraní, más originario que el jardín del Edén, más ori-
bobada que quizá siempre consiste en atenerse a cualquier opinión ginario que su supuesto pecado del mismo nombre, dos jardines sin
pertinaz sobre la vida la muerte. Ahí donde yo estaría tentado, no embargo marcados por prohibiciones, [en el paradeisos iraní] a los
insisto más en eso porque lo he explicado en otra parte, ahí donde hombres les estaba más prohibido entrar que a las bestias salir de él.
estaría tentado de encontrar a Heidegger un poco eigensinnig, si no ¿Qué es, pues, el umbral, franqueable o infranqueable? En el fon-
un poco bobo a su vez, con respecto a esto, es cuando le importa do, podríamos mostrar que todos nuestros seminarios,5 dedicados
tan firmemente la opinión, lo que creo que es una opinión, ni más ni todos ellos, desde hace más de diez años, al sentido de la responsa-
menos, la opinión según la cual el hombre, él solo o el Dasein solo, bilidad, dedicados pues al sentido y la estructura de determinados
es el único que tiene una relación de experiencia con la muerte, con límites, a aquello que hay que hacer y no hay que hacer, a aquello de
el morir, con el sterben como tal, con el suyo propio, con su pro- lo que hay que responder y no hay que responder, siguen mantenién-
pio poder-morir, con su posibilidad, aunque sea la de lo imposible, dose, siguen todavía manteniéndose en el umbral, digo bien todos los
mientras que el animal, por consiguiente, ese otro viviente (zôon) al seminarios y no sólo el que trataba de la hospitalidad hace algunos
que se denomina el animal, la palma pero no muere jamás, no tiene años, que nombraba literalmente el umbral y el paso de un umbral
ninguna relación digna de ese nombre con la muerte. Por mi parte a cada paso. La cuestión de la responsabilidad es una cuestión del
–aun a riesgo de encabezonarme con este tema acerca del cual me he umbral y sobre todo –lo hemos comprobado de nuevo este año– del
explicado en otros lugares y al que volveremos más tarde con respec- origen de la responsabilidad, del umbral a partir del cual se pasa de la
to a Heidegger y al animal–, creo que eso no es así, que no es seguro, reacción a la respuesta, por consiguiente, a la responsabilidad; umbral
en todo caso, que el hombre tenga una relación con la muerte o una que, según la tradición humanista y antropocéntrica, en verdad logo-
experiencia de la muerte como tal, en su posible imposibilidad; ni que céntrica que deconstruimos aquí, y vamos a hablar mucho del logos
se pueda decir, propiamente, en sentido propio y simplemente, tan hoy, [umbral que] marca, que se considera que marca el limen indi-
tranquilamente, que el animal está privado de ella. Pero dejemos esta visible, el límite indivisible entre el animal y el hombre. Y, la última
cuestión que, en todo caso, exige una refundición total de la concep- vez, recordamos que este límite, este umbral de responsabilidad, se
tualidad, aquella misma en la que estamos metidos. confundía con el de la libertad sin la cual no hay responsabilidad ni,
por lo tanto, soberanía. La responsabilidad, al igual que la libertad,
El final se acerca, quiero decir, el final del seminario de este año. implica algo de esta soberanía indivisible otorgada a lo propio del
Esperando continuar el año que viene, veo perfectamente, ven ustedes hombre y negada a la bestia.
perfectamente que todavía seguimos en el umbral. Siempre el umbral, pues. ¿Qué es el umbral? Y, en cuanto se dice
el umbral, EL umbral, la unidad inseparable y atómica del umbral,
Sí, el umbral: ¿qué es el umbral? de un solo umbral, se supone que es indivisible; se supone que tiene
El umbral es uno de los nombres para aquello que nos ha estado la forma de una línea de demarcación tan indivisible como una línea
ocupando al final de la sesión anterior cuando, afanándonos en torno sin espesor que uno no podría franquear o que vería que se le prohíbe
a las lógicas de la clausura y del encierro, nos inquietábamos por el franquear si no es en un momento puntual y con un paso a su vez
umbral, por el umbral que había que franquear o no, por el umbral indivisible.
prohibido, en los dos sentidos, tanto para los animales de un jardín Lo que decíamos la semana pasada concernía, con los nombres de
parque o de hospital, a una especie de tratamiento del umbral y de la
hospitalidad, de la hospitalidad de las casas de fieras o de los hospi-
tales, prolongando tanto el seminario sobre el encarcelamiento y la
vida sólo es vida. La muerte es muerte para ellos, y nada más. Pero el ser de
la vida es al mismo tiempo muerte. Todo lo que entra en vida ya empieza
también por las mismas a morir, a ir hacia su muerte, y la muerte es al mismo
tiempo vida. Heráclito dice, en el fragmento 8: “Los opuestos se transportan 5. En el texto mecanografiado: «tous nos séminaires qui» [en castellano,
el uno hacia el otro”. Se reúnen a partir de sí mismos» (n. de e. fr.). «todos nuestros seminarios que»] (n. de e. fr.).
362 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 363

pena de muerte y, por consiguiente, sobre la soberanía como el de la umbral se entiende o bien línea de frontera indivisible o bien solidez
hospitalidad. Me acuerdo asimismo de que, en el seminario interme- de un suelo fundador. De demorarnos en el umbral es asimismo para
dio sobre el perdón, se planteó la cuestión de saber si determinados soportar la prueba que consiste <en> experimentar el seísmo siempre
animales podían sentirse culpables o hacer su duelo, si eran sensibles en curso que amenaza la existencia de cualquier umbral, que amenaza
a cierto pudor y esbozar actitudes de arrepentimiento y de perdón su indivisibilidad y su solidez fundadora.
pedido (cuestión a la que respondimos que sí). En cuanto al semi- Y, si no hay umbral, ¿cómo disponer de una llave para abrir, en el
nario sobre el secreto, que fue por excelencia un seminario sobre los umbral, una puerta de entrada?
límites que no hay que franquear, sobre la separación del secernere, Carecer de una llave, de una llave perdida o de una llave que no
del secretum, hemos vuelto a encontrar su estela con el «Geheimnis existe (como en el caso, recuerdan ustedes, de los parques zoológi-
der Begegnung», el secreto del encuentro de Celan y la problemática cos rodeados de fosos abisales que sustituyen a los recintos enreja-
poético-política de la Unheimlichkeit, del Abgrund, del Urgund y del dos, siendo esos fosos asimismo infranqueables puesto que ni siquiera
Ungrund. había llave ni era cuestión de la llave), [carecer de una llave, de una
Se sigue tratando, pues, del mismo seminario, y cuando digo llave perdida o de una llave que no existe] es también no saber por
que estamos todavía en el umbral de éste, eso significa que no sólo dónde entrar o salir, por dónde suprimir el bloqueo ni tampoco por
nos falta la llave, o que carecemos de una llave, sino que la cues- dónde empezar. Casi todos los parques zoológicos y los hospitales
tión en cuyo umbral permanecemos es, en efecto, la de la llave y la psiquiátricos tienen llaves, pero ¿acaso no se puede decir que cual-
de saber si hay llave, la <llave> de la puerta, la llave de la verja, la quier casa, cualquier hábitat (familiar, urbano o nacional), cualquier
llave del zoo, la llave del hospital, la llave de la cripta que hay que lugar de economía y de ecología implica también umbrales, límites y,
desencriptar. No sólo se corre el riesgo de permanecer eternamente por consiguiente, llaves, manojos de llaves? Las llaves de la ciudad,
en el umbral, sino que lo que, en verdad, hacemos es dudar de la de la casa o del territorio nacional son indispensables para penetrar
existencia de un umbral digno de ese nombre. El umbral no impli- o para descifrar un código. Esto parece seguir siendo cierto, aunque
ca sólo ese límite indivisible que toda deconstrucción comienza por las llaves metálicas y tan materializadas se sustituyan hoy en día por
deconstruir (deconstruir es, en primer lugar, considerar que ninguna códigos cifrados, códigos telefónicos, códigos informáticos, técnicas
indivisibilidad, ninguna atomicidad, está garantizada), la figura clási- de cifrado y señalizaciones, otros tantos secretos que permiten entrar
ca del umbral (que hay que deconstruir) no implica sólo esa indivisi- en un territorio, penetrar en un suelo (solum), incluso invadirlo sin
bilidad inencontrable; implica también la solidez de un suelo o de un poner ahí los pies ni la suela (solea), y de una forma todavía más efi-
fundamento, a su vez igualmente deconstruibles.6 La palabra francesa caz, más irresistible, que poniendo ahí los pies. Hay cerraduras, can-
«seuil» [umbral] significa, por su parte, esa solidez del suelo; viene dados sin llave, en adelante, dispositivos de encerramiento que sólo
del latín solum, que quiere decir el suelo o, más concretamente, el se abren para quien dispone de un código, por lo tanto, de una o
fundamento sobre el cual se apoya el dintel de una arquitectura o la de varias cifras. Incluso las cárceles empiezan, en Estados Unidos, a
planta de los pies; solum es la parte más baja, el fondo o, asimismo, ser sustituidas por brazaletes electrónicos que permiten localizar al
la suela; solea es la sandalia, etc. Ahora bien, cuando decimos que nos prisionero en todo momento y, por consiguiente, dejarlo, vaya don-
quedamos, en estos seminarios, en el umbral no significa que perma- de vaya, bajo libertad vigilada. La libertad vigilada es, por lo demás,
nezcamos ahí o que demos testimonio de la existencia de un umbral, la condición más común, por consiguiente, la soberanía vigilada, ¿y
aunque fuese para quedarnos allí o para transitar interminablemente quién de nosotros se atrevería a pretender que puede escapar de ella e
por él. Significaría más bien, en mi opinión, y éste es el gesto de un incluso, lo cual es más grave, que desea escapar de ella?
pensamiento deconstructivo, que no consideramos ni siquiera garan- Por supuesto, también nosotros deseamos cierto encerramiento,
tizada la existencia (natural o artificial) de ningún umbral, si por límites y un umbral para nuestro «bienestar». Por lo demás, en los
materiales que Ellenberger proporcionó en lo referente a la compa-
ración entre <los> animales aparcados en un jardín zoológico y los
6. Durante la sesión, Jacques Derrida corrige: «qui seraient eux aussi enfermos internados en un hospital psiquiátrico, había observaciones
indéconstructibles» [en castellano, «que serían a su vez igualmente indecons- sobre la lógica de ese deseo de territorialización que hacía amar el
truibles»] (n. de e. fr.). ecosistema de los límites en los cuales tanto al animal como al loco, y
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–añadiría yo– a todo el mundo, a todos los animales locos que somos, Desde hace un rato, hablo del umbral como de la línea presunta-
les gusta permanecer allí tanto como salir. El umbral gusta, tanto mente indivisible, pasada la cual, se entra o se sale. Por consiguien-
para no atravesarlo como para atravesarlo. Un tal Bernhard Grzimek, te, el umbral siempre es un comienzo, el comienzo del adentro o el
autor de un «Gefangenhaltung von Tieren » (1950) («La detención comienzo del afuera. Al acercarnos al final del seminario de este año
de las bestias», o la encarcelación, el comportamiento carcelario de –decíamos–, esperando continuar con él de nuevo el año que viene,
las bestias), citado por Ellenberger,7 señala que el animal que sale del me doy cuenta, se dan ustedes cuenta de que seguimos estando en ese
zoo, y que estaríamos tentados de decir que se ha escapado o libera- umbral cuya posibilidad misma interrogamos, allí donde se vincula a
do de él, se siente de hecho sin patria, heimatlos, sin casa, y hace lo la posibilidad misma del comienzo.
que sea por volver a «su casa» (zuhause) en su jaula. No sé hasta qué El umbral: preguntarse «¿qué es el umbral?» es preguntarse
punto esto se puede generalizar o tomar de una manera tan simple, «¿cómo comenzar?». ¿Cómo comenzar, nos preguntamos muy cer-
pero es probable, en efecto, que eso ocurra en determinadas condi- ca del final provisional de nuestro primer meridiano, de nuestro pri-
ciones. De acuerdo con la misma lógica, una vez que se apropia de su mer círculo o vuelta de la línea? ¿Cómo re-comenzar? Cuestión del
nuevo territorio carcelario, el animal se tornará más peligroso y agre- comienzo y del mandato, arcaica cuestión de la archê que quiere decir
sivo con el intruso y más pacífico con quien respete el umbral y no le –lo recuerdo una vez más– tanto comienzo como mandato, principio
dé de comer más que desde el exterior. Esta ley tendría su equivalente y príncipe, el Uno del primero. La archê, el arconte, es una figura del
humano. Y el doctor Daumézon, psiquiatra francés de Sainte-Anne soberano mismo. Y de lo uno, del uno y del otro, es de lo que habla-
(al que conocí bastante bien, a casa del cual recuerdo que, hace cin- mos aquí.
cuenta años, Foucault, de quien hablaremos enseguida, [Foucault] me La bestia y el soberano, el uno y el otro, lo sugerí la última vez, ya
llevaba, junto con otros estudiantes, para unos ejercicios con vistas eran dos, y el uno ordenaba al otro, antes incluso del paraíso, antes
al certificado de psicopatología, para asistir a sus exámenes y presen- incluso de nuestro paraíso, antes del jardín del Edén y antes incluso
taciones de enfermos –exámenes de enfermos y exámenes de jóvenes del paradeisos iraní cuyo modelo precedía ya al jardín del Edén de
internos que debían hacer ante el doctor Daumézon, y ante nosotros, nuestra Biblia.
unos ejercicios de diagnóstico–, momentos fascinantes, aterradores e Ya no sabemos, entre la bestia y el soberano, por dónde comen-
inolvidables), el doctor Daumézon, pues, es el autor de un artículo zar a abordar esta cuestión del comienzo y del mandato paradisíaco
titulado «El arraigo de los enfermos curados en el asilo», en el que y pre-paradisíaco. Nuestro ramillete, nuestro manojo de referencias
evoca, entre otras cosas, los casos frecuentes de enfermos adaptados cuasi canónicas…
al asilo, aparentemente curados y que, en cuanto se les habla de salir, [Paréntesis: puesto que hablamos de umbral y de llaves, pues bien,
del fin de la cura, manifiestan nuevos síntomas o vuelven los viejos a propósito de ramillete y de manojo, de hacer manojos, etc. (o de tér-
síntomas, síntomas propiamente destinados a hacerlos permanecer en minos como el cólera, la traba para los caballos, la baticola, el borrén
el asilo o volver a él, a un asilo que, en el fondo, ya no quieren aban- trasero, etc.*), yo diría que se trata de unas palabras y de un léxico a
donar. Ya no quieren traspasar el umbral del asilo para salir de un los que me habría gustado, si fuese razonable, dedicarles un semina-
sitio que se ha convertido en su «casa».8
El umbral, pues. ¿Qué es un umbral? ¿De qué está compuesta su
indivisibilidad, ya sea puntual o lineal? ¿Y su solidez –fundadora o
terrestre, territorial, natural o técnica, arquitectural, física o nómica? * Juego de palabras imposible de traducir en castellano: Derrida está
hablando de «trousse» [ramillete] y de «trousseau» [manojo], de «trousser»
[entre otras acepciones, hacer manojos] y, entre paréntesis, enumera una serie
de palabras que contienen el término «trousse»: «trousse-galant, trousse-
7. B. Grzimek: «Gefangenhaltung von Tieren», Studium Generale, vol. 3, pied, trousse-queue, troussequin, trousse-traits» y que están relacionadas con
1950, pp. 1-5; citado por H. F. Ellenberger, Médecines de l’âme, op. cit., p. el caballo y la silla de montar. Hemos optado por traducir el sentido literal
494, n. 42 (n. de e. fr.). de estos términos franceses, en lugar de realizar en la traducción un juego de
8. G. Daumézon: « L’enracinement des malades guéris à l’asile ». palabras similar con los términos españoles «ramillete» y «manojo», debido
L’Hygiène mentale, vol. 36, 1946-1947, pp. 59-71; citado en ibid., p. 494, n. a la importancia que le otorga Derrida, muy especialmente en este seminario,
43. (n. de e. fr.). a la cuestión del animal, de la bestia (n. de t.).
366 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 367

rio de un año entero: quizá no hubiese resultado tan poco razonable nir y que crea al ser vivo, la vida del ser vivo (zôê), el logos evangéli-
porque –y éste es mi consejo–, si leen con detenimiento determinado co, que repite en suma el Génesis y habla en efecto de un origen del
diccionario, por ejemplo el Robert o mejor aún el Littré, acerca de mundo creado por el soberano, Dios, mediante un fiat omnipotente
esta familia de palabras en torno a trousse, trousser, trousseau, ten- que es, digamos, zoo-lógico, el de un logos que produce la zôê, una
drán, en pocas páginas, toda la red de temas y de problemas que nos zôê que es luz, aparecer, phôs, fotología para los hombres. Esta zoo-
ocupan aquí, tendrán el ramillete y el manojo de todo quello a lo que logía debe entenderse en su sentido particular, ya se lo imaginan uste-
intentamos acceder aquí, al no representar el manojo de llaves sino des, pero que no ha de ser radicalmente ajeno al sentido. Aunque, sin
un recurso entre otros, sobre todo si la llave termina faltando o sien- duda, lo que denomino aquí zoo-logía concierne a una vida que está
do sustituida por un código, para tratar las estructuras, las estricturas en el logos, una zôê que está –dice Juan– en el logos como una vida
y, por consiguiente, las cerraduras de las que hablé la última vez al que es la luz de los hombres; aunque, por supuesto, él no habla del
concluir a propósito del double bind y del paraíso. Fin del paréntesis logos de la zôê como de una ciencia de la vida o de un discurso sobre
sobre el manojo]. la vida, queda que si puede haber zoo-logía como discurso, razón o
ciencia de la vida es necesariamente porque, entre la vida, zôê, y el
Ya no sabemos –decía–, entre la bestia y el soberano, por dónde logos, habría alguna afinidad ontológica;
comenzar a aborda esta cuestión del comienzo y del mandato paradi- 3. en tercer lugar finalmente, siempre con el fin de verificar en
síaco o pre-paradisíaco. Nuestro ramo, nuestro manojo de referencias nuestro bolsillo el manojo canónico de las llaves abrahámico-filosó-
cuasi canónicas, a saber, el Génesis, por consiguiente, el «al comien- ficas, hubo el otro comienzo, la otra llave, por lo demás anterior, cro-
zo» mismo, Bereshit, que significa también, como traduce Chouraqui, nológicamente, al evangelio de Juan; es lo que la Política de Aristóte-
«a la cabeza» (y ahí tenemos el comienzo, el mandato, el fiat perfor- les nos dice asimismo de logos y de zôê, con sus enunciados igual de
mativo de Elohim y la cabeza en el susodicho Antiguo Testamento que célebres, pero cuya relectura ha de permanecer inagotable.
comienza, volveremos sobre ello, por un fiat, por el comienzo de un Creo que mi deber es comenzar hoy por ahí y volver, en este
mandato, por la orden de un fiat). Pero, antes de explorar el manojo momento, a ese pasaje de la Política de Aristóteles que sin duda todos
de todos los comienzos que tenemos a nuestra disposición, nosotros ustedes conocen, que ha quedado atrás de todo lo que hemos dicho
los europeos, descendientes a la vez de las religiones abrahámicas y de hasta aquí, pero que quizá sea oportuno volver a abrir en el momento
la filosofía griega, sepan que hay por lo menos tres comienzos: en que, entre el fiat performativo del Génesis, justo en el umbral de
1. el génesis, Béréshit y la creación de los animales antes del hom- un jardín de Edén ya heredado y, por otro lado, el evangélico y joáni-
bre, con lo que eso conlleva y de lo que volveremos a hablar; co de Juan «En archê ên o logos» y el «en autô zôê ên» (al comienzo,
2. el comienzo del Evangelio de Juan: «En archê ên o logos, In y con el mandato, era el logos y, en él, la vida), es por lo tanto opor-
Principium erat verbum», «Al comienzo era el verbo (logos) y el logos tuno volver a abrir el texto de la Política ahí donde nos encontramos
era Dios». Decir que Dios era logos, como soberano omnipotente con otra configuración de zôê y de logos, otra inherencia esencial del
creador de todo, es en efecto confirmar, en resumidas cuentas, las logos en el ser vivo o del ser vivo en el logos, otra zoología u otra
primeras palabras del Génesis, del En-cabeza-miento donde, al decir logozoía que se sitúan, que se supone que se sitúan en la archê, en el
«Que se haga al luz», Dios hizo con la palabra, con ese archi-perfor- comienzo, en el principio soberano de todo lo que concierne a lo que
mativo, que la luz se hiciese y apareciese. Juan prosigue: «El logos aparece y crece en la luz, la phusis de la luz, phôs, de la vida, zôê, y
estaba al principio en Dios (outos ên en archê pros to theon), todo ha del logos, del habla.
existido por él [por el logos] y nada de lo que existe ha existido sin Cuando Heidegger parecía denigrar –recuerdan ustedes el texto
él. En él [el logos] estaba la vida (zôê) y la vida era la luz (phôs) de que leímos de la Introducción a la metafísica– esa determinación que
los hombres».9 Retengan esto por el momento: soberanía es igual a denominaba con cierto desprecio «zoológica» del hombre como ani-
archê, archê es igual a logos, el logos que crea, que hace venir o adve- mal rationale, es decir –y son las palabras de Aristóteles–, zôon logon
echon, de hecho, habría podido apuntar también, indirectamente, a
los enunciados bíblicos, desde el Génesis hasta el Evangelio de Juan.
9. Evangelio según Juan, I, 1-4. Es Jacques Derrida quien traduce (n. de Veremos enseguida que tampoco él dejó de hacerlo.
e. fr.). Pero, como el texto de Aristóteles viene antes del Evangelio y,
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sobre todo, sigue siendo el más político, en verdad el único explícita Dos páginas más adelante, Agamben va más lejos que «reconsi-
y literalmente político, en el sentido primero, es decir, griego de esta derar» y dice «corregida y completada». Cito:
palabra, el único que conjuga el logos con lo político, me gustaría,
puesto que, con la soberanía, de lo que estamos hablando antes que La tesis de Foucault deberá a partir de aquí ser corregida o, al menos,
nada es de lo político, [me gustaría,] aun a riesgo de arar unos cami- completada [no es en absoluto lo mismo, pero pasemos de largo esta
nos ya muy desbrozados, volver un poco sobre la letra de este pasaje, estrategia o esta retórica], en el sentido que lo que caracteriza la política
un pasaje finalmente bastante tortuoso, retorcido, enmarañado, resis- moderna no es la inclusión de la zôê en la polis, de por sí muy antigua,
ni simplemente el hecho de que la vida como tal se convierte en un objeto
tente tanto al desbrozo como al desciframiento, a la descodificación.
eminente de cálculos y de previsiones del poder estatal; el hecho decisivo
Tengamos en cuenta, en primer lugar, la situación textual de esta es más bien que, paralelamente al proceso en virtud del cual la excepción
definición del hombre como animal político, más literalmente, del se convierte por doquier en la regla, el espacio de la vida desnuda, origi-
hombre que es, por naturaleza (phusei), un animal político (politikon nariamente situado al margen de la organización política, termina poco
zôon).10 Esta definición surge en la apertura misma, al principio, al a poco por coincidir con el espacio político donde exclusión e inclusión,
comienzo de la política, al comienzo del primer libro de la Política de exterior e interior, bios y zôê, derecho y hecho, entran en una zona de
Aristóteles. La definición de hombre como animal político, definición indiferenciación irreductible.13
que nunca deja de precisar «por naturaleza» (phusei) –y esta referen-
cia insistente, recurrente, literal a la phusis no es la menos oscura–, Tenemos que reconstruir todo este contexto antes de volver al pro-
esta definición del hombre como animal político volverá a aparecer pio Aristóteles, si todavía puede decirse, para calibrar mejor lo que
por lo menos, con la misma forma, en el Libro III (en 1278 b) en el está hoy en juego en esa relectura, desde el punto de vista que es aquí
momento de definir la finalidad del Estado (polis) y de las constitu- el nuestro. Toda la estrategia demostrativa de Agamben, aquí y en
ciones. Aristóteles dice entonces: «Kai oti phusei men estin anthrôpos otros sitios, apuesta por una distinción o por una exclusión radical,
zôon politikon [y que el hombre es por naturaleza un ser vivo polí- clara, unívoca, en los griegos y, sobre todo, en Aristóteles, entre la
tico]».11 En este pasaje, a partir de un único momento de la palabra vida desnuda (zôê), común a todos los seres vivos (animales, hom-
bios en medio de numerosos usos de zôê o de zên (vivir) –sin duda bres y dioses), y la vida calificada como vida individual o vida de
volveremos sobre esto–, es donde Agamben, al principio del libro del grupo (bios: bios theôrêticos, por ejemplo, vida contemplativa, bios
que ya he hablado, Homo sacer, cree encontrar una distinción entre apolaustikos: vida de placer, bios politikos: vida política). La desgra-
bios y zôê que estructurará toda su problemática. En nombre de esta cia es que esta distinción nunca es tan clara ni está tan garantizada,
distinción, Agamben, al tiempo que se sitúa en la estela de Foucault, y que Agamben ha de admitir, a su vez, que hay excepciones, por
lo cita, y después propone –son las palabras que él utiliza–, «reconsi- ejemplo en el caso de Dios que lleva –dice la Metafísica de Aristóte-
derar» en primer lugar la afirmación de éste: les– una «zôê aristê kai aidios»,14 una vida noble y eterna; una distin-
ción semántica tan poco garantizada no puede servir para determinar
La afirmación de Foucault según la cual el hombre era, para Aristó- una periodización histórica, la que le hace decir a Agamben –cito de
teles, un «animal vivo y, además, capaz de una existencia política» debe nuevo:
pues ser reconsiderada en el sentido en que lo problemático es precisa-
mente la significación de la expresión «además».12 […] lo que caracteriza la política moderna no es la inclusión de la zôê en
la polis, de por sí muy antigua, ni simplemente el hecho de que la vida
como tal se convierte en un objeto emi nente de cálculos y de previsiones
del poder estatal; el hecho decisivo es más bien que, paralelamente al pro-
ceso en virtud del cual la excepción se convierte por doquier en la regla,
10. Aristóteles: Política, I, 1253 a 3 (n. de e. fr.).
11. Ibid., III, 1278 b 19. Jacques Derrida se refiere a la traducción de
Jean Aubonnet (París, Les Belles Lettres, 1971, t. II, primera parte), que él
modifica. Aubonnet escribe: «[…] y que el hombre es, por naturaleza, un “ser 13. Ibid., p. 17 [trad. cast., pp.18-19].
político”» (n. de e. fr.). 14. Aristóteles: Metafísica, Libro Δ, 7, 1072 b 28, citado por G. Agam-
12. G. Agamben: Homo sacer I, op. cit., p. 15 [trad. cast., p.16]. ben: Homo sacer, I, op. cit., p. 9 [trad. cast., p. 9] (n. de e. fr.).
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el espacio de la vida desnuda, originariamente situado al margen de la nombrar al firmante de esta definición literal, Aristóteles– zôon logon
organización política, termina poco a poco por coincidir con el espacio echon, animal rationale, ser vivo dotado de razón, «vernünftiges
político donde exclusión e inclusión, exterior e interior, bios y zôê, dere- Lebewesen». En esta definición del hombre –precisa Heidegger–, el
cho y hecho, entran en una zona de indiferenciación irreductible.15 logos aparece, ciertamente, aparece (kommt vor), pero aparece bajo
una forma, con una figura irreconocible, desconocida (in einer ganz
Lo difícil de mantener en esta tesis es la idea de una entrada unkenntlichen Gestalt), y en un entorno muy curioso, muy sorpren-
(moderna, pues) en una zona de indiferenciación irreductible, allí dente (in einer sehr merkwürdigen Umgebung); y eso es lo que le inte-
donde la diferenciación nunca ha estado garantizada, yo diría incluso resa a Heidegger, el cual, a lo largo de lo que es asimismo una lectura
que con la confesión al menos furtiva de Agamben; y, sobre todo, lo de Parménides, de Heráclito, de Aristóteles y de Hegel, está tratando
que sigue siendo más difícil de mantener es la idea de que ahí hay de volver a pensar de forma originaria la relación entre logos y phusis
algo moderno o nuevo, ya que el propio Agamben, lo van a oír uste- (phusis de la que dice, al inicio de la Introducción a la metafísica, que
des, [Agamben] tomando en serio la idea de Foucault de una bio- la traducción latina por natura, que también dice el «nacimiento»,
política específicamente moderna, se empeña en recordar que ésta es se ha desviado del sentido originario del griego phusis, de la misma
lo más antigua posible, inmemorial y arcaica. Voy a leer pues este manera que la ética, en el sentido de la moral, ha degradado el senti-
parágrafo que, por una parte, constituye un cuestionamiento parti- do originario del ethos).16
cularmente abrupto de la tesis de Foucault sobre la modernidad de lo Cinco preguntas había planteado Heidegger con anterioridad, que
bio-político, en el momento mismo en el que Agamben parece que- debemos tener en mente durante toda esta reflexión17:
rer inscribirse con algunas reservas en su estela, ahí donde Foucault 1) «Wie west die ursprüngliche Einheit von Sein und Denken als
habrá sido pues casi el primero, de la misma manera que Agamben die von φύσις und λόγος? [¿Cómo es la unidad originaria del ser y
habrá sido a su vez el primero en decir lo que Foucault habrá sido del pensar, en cuanto que es la de phusis y logos?] ».
casi el primero en decir, a saber, que lo que parece moderno, lo van Luego, 2) «Wie geschieht das ursprüngliche Auseinandertreten von
a oír ustedes, es en verdad inmemorial. Voy a leer pues, pero tras un λόγος und φύσις? [¿Cómo adviene la secesión, el divorcio entre logos
largo rodeo, este parágrafo que, por otra parte, renuncia a cualquier y phusis?] ».
determinación específicamente moderna de una bio-política del Esta- Luego, 3) «Wie Kommt es zum Heraustreten und Auftreten des
do que no haría, lo van a oír ustedes, sino reanudar con lo arcaico λόγος? [¿Cómo se llega a la salida (fuera de escena) y a la aparición,
y lo más inmemorial. Menciono todos estos textos no tanto porque a la entrada en escena del logos?] ».
los comprendo (reconozco tener que renunciar con frecuencia a ello) Luego, 4) «Wie wird der λόγος (das «Logische») zum Wesen des
cuanto porque marcan al menos la actualidad de los problemas y de Denkens? [¿Cómo se convierte el logos (bajo la forma de lo «lógico»)
las preocupaciones que son aquí las nuestras. en la esencia del pensar?] ».
Dentro de un momento citaré primero a Agamben, luego citaré a Finalmente, 5) (Pregunta a la que le otorgaré aquí cierto privilegio,
Foucault. Pero no sin haber hecho ante todo hincapié en que ni el uno voy a decirles por qué) «Wie kommt dieser λόγος als Vernunft und
ni el otro se refieren –como creo que hubiera sido honesto e indispen- Verstand zur Herrschaft über das Sein im Anfang der griechieschen
sable hacerlo– a Heidegger quien decía –se lo recuerdo a ustedes–, en Philosophie? [¿Cómo llega este logos, como razón y entendimiento, a
la Introducción a la metafísica, que sólo tardíamente, tras el aconteci- reinar (a ejercer su dominio, su autoridad, su soberanía (Herrschaft))
miento (Geschehnis), tras la aparición consciente, conocedora, sabe- sobre el ser al comienzo de la filosofía griega?] ».18 Dicho de otro
dora (die wissende Erscheinung des Menschen als des geschichtlichen)
del hombre como hombre historial, sólo tras este acontecer historial y,
por lo tanto, tardíamente, se definió (Heidegger pone la palabra entre
comillas: «definiert») al hombre con un concepto (in einem Begriff), 16. M. Heidegger: Einführung in die Metaphysik, op. cit., p. 108 [trad.
y ese concepto fue –Heidegger lo dice sin tener siquiera necesidad de cast., p. 180].
17. Jacques Derrida vuelve a traducir a su vez todo el pasaje siguiente
(véase infra, n. 18) (n. de e. fr.).
18. M. Heidegger: Einführung in die Metaphysik, p. 94 [trad. cast., p.
15. G. Agamben: Homo sacer, I, p. 17 [trad. cast., pp.18-19]. 160] En la traducción [francesa] de Gilbert Khan, las cinco cuestiones se leen
372 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 373

modo, ¿cómo no el logos, el logos mismo, sino el logos determinado, que se utiliza con frecuencia para hablar del Estado, de la posición de
interpretado, sobreentiéndase travestido, disfrazado, casi podría decir- fuerza de un Estado, de la misma manera que la expresión «Machts-
se corrompido bajo la apariencia de la razón y del entendimiento, el pruch» significa decisión de fuerza, decisión arbitraria y soberana. Por
logos como razón y entendimiento, de hecho como «lógica», cómo, lo demás, el traductor francés, Gilbert Khan, traduce aquí «Machste-
bajo ese disfraz o bajo esa apariencia, llega a dominar al ser, a tornar- llung des “Logischen”» por «soberanía de lo “lógico”».20
se más fuerte que el ser, desde el inicio de la filosofía griega? No fuerzo Lo cual no significa que esa soberanía, esa hegemonía, esa fuerza
con la palabra «fuerza» o con la relación de fuerza y de forcejeo, de superior de la razón lógica haya vencido a un pensamiento del logos
dominación o de hegemonía. Respeto el discurso y la intención explí- que, por su parte, fuese inocente y ajeno a toda fuerza. Antes bien, de
cita de Heidegger porque, aquí, él habla de «Herrschaft» (se podría lo que se trata es de un conflicto entre más de una fuerza. Porque el
traducir ya Herrschaft por soberanía tanto como por dominio o seño- legein o el logos como reunión, como Sammlung o Versammlung, que
río); se trata, en efecto, de una soberanía violentamente impuesta del Heidegger considera más originario que el logos como razón o lógica,
logos como razón, entendimiento, lógica; se trata de una fuerza de la ya es un despliegue de fuerza y de violencia. La recopilación nunca es
razón que mete en razón a otra o a otras interpretaciones o a otras –dice Heidegger– una simple puesta en conjunto, una simple acumu-
escuchas del logos, de la palabra o del léxico, del sentido de legein, lación, sino que es lo que retiene en una pertenencia mutua (Zusam-
logos; se trata, en efecto, de una especie de guerra y de conflicto de mengehörigkeit) sin dejar que nada se disperse. Y, en esta retención, el
fuerzas en donde la razón vence por fuerza, y con la razón (ratio, Ver- logos ya tiene el carácter violento de un predominio o, como se suele
nunft), el racionalismo de lo que vendrá más adelante –ya llegaremos a traducir, de un predominio, Durchwalten, de la phusis.21 La phusis es
eso–, a inscribirse en el concepto de animal rationale o de zôon logon esa Gewalt, ese despliegue de fuerza que no se disuelve en el vacío de
echon. Eso significará también no un conflicto o una oposición sim- una ausencia de contrastes o de contrarios (in eine leere Gegensatzlo-
ple, como a menudo se cree, entre fuerza y razón, lo mismo que entre sigkeit), sino que mantiene lo que así está «durchwaltete», atravesado,
fuerza y derecho, sino un conflicto en donde la fuerza está del lado transido por el despliegue de la soberanía, o de las fuerzas, en la más
de la razón y vence, un poco como «la razón del más fuerte», en otro alta acuidad de su tensión (en su tensión a su vez extrema, se podría
sentido y a otro nivel, pero conjuntamente con el discurso de la fábu- decir soberana, «in der höchsten Schärfe seiner Spannung»). Por con-
la de la Fontaine que encuentra quizás aquí su recurso fundamental. siguiente, el logos pertenece a su vez, cualquiera que sea la manera de
Fuerzo tanto menos el sentido, el uso y la implicación de la palabra interpretarlo, en cuanto recopilación, Sammlung, o, más tardíamente,
«Herrschaft» al traducirla por soberanía o por dominación soberana en cuanto lógica, razón o entendimiento, el logos ya pertenece, siempre,
en esta frase cuanto que, dos páginas más arriba19 –les remito a uste- al orden del poder, de la fuerza, incluso de la violencia, de esa Gewalt
des ahí–, al hablar de la «lógica», procedente de la escuela platóni- tan difícil de traducir (fuerza, violencia, potencia, poder, autoridad: con
ca o de una doctrina del pensamiento convertida en una doctrina del frecuencia poder político legítimo, fuerza del orden: walten es reinar,
logos en el sentido de la proposición, al hablar asimismo del poder en dominar, ordenar, ejercer un poder a menudo político; la soberanía, el
ascenso de lo lógico, de la lógica, de la determinación lógica del logos ejercicio de la soberanía pertenece al orden del walten y de Gewalt).
en Hegel, Heidegger utiliza dos veces la palabra «Machstellung des Aún más interesante para nosotros, dentro de este contexto, sería
“Logischen”»; y «Machstellung» es la posición de fuerza, expresión el modo en que Heidegger, en el mismo movimiento interpretativo
–y la interpretación del logos también es una especie de ejercicio de
fuerza o de violencia, de Gewalt–, [el modo en que Heidegger] sitúa
e interpreta el concepto cristiano de logos en el Nuevo Testamento, el
del siguiente modo: «1. “¿Cómo es la unidad originaria de ser y de pensar, mismo que evoqué al comienzo cuando cité el incipit del Evangelio de
en cuanto que es la de ϕύσις y λόγος?”; 2. “¿Cómo se produce la dis-cesión
Juan, «En archê ên o logos, In Principium erat verbum [Al principio
originaria de λόγος y ϕύσις?”; 3. “¿Cómo se llega a la se-cesión y a la pro-
cesión del λόγος?”; 4) “¿Cómo se convierte el λόγος (lo “lógico”) en la esen-
cia del pensar?”; y 5. “¿Cómo llega este λόγος, como razón y entendimiento,
a reinar sobre el ser al comienzo de la filosofía griega?”» (n. de e. fr.). 20. M. Heidegger: Einführung in die Metaphysik, op. cit., p. 93 [trad. fr.
19. En la edición citada, la frase se encuentra de hecho en la página ante- de G. Kahn, París, PUF, 1958, p. 134] [trad. cast., p. 159].
rior (n. de e. fr.). 21. L. c., p. 102 [trad. cast., p. 171].
374 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 375

era el verbo (logos) y el logos era Dios]». Heidegger, prudente, apunta logos de zôê ([logos] des ewigen Legen, logos zôês22). En este sentido
que habría que distinguir aquí entre los Sinópticos y el Evangelio de –aunque Heidegger no dice eso, pero creo que puedo permitírmelo
Juan, pero considera que, en lo esencial, en el fondo (Grundsätzlich), siguiendo su interpretación–, Cristo no sólo es un judío, y no sólo –es
el logos neo-testamentario no significa, como en Heráclito por ejem- de todos sabido– por sus orígenes, sino un judío determinado como
plo, el ser del ente (das Sein des Seienden), la reunión de las fuerzas logos mesitês a partir de una apropiación judía (Filón) del logos grie-
antagónicas (die Gesammeltheit des Gegenstrebigen). El logos de Juan go, un judío zoológico, puesto que es un judío que reúne en su perso-
no significa el ser del ente o lo que mantiene juntos los contrarios, na, en cuanto hijo de Dios, logos y zôê. Y no es zoológico únicamente
sino que designa un único ente particular («ein besonderes Seiendes»: debido al cordero sacrificial, al cordero pascual de los judíos o al cor-
Heidegger subraya «un único»), a saber, el hijo de Dios, en su función dero místico que borra los pecados del mundo. Es también, por con-
de mediador entre Dios y los hombres. siguiente, en el sentido de que, uniendo en un mismo cuerpo o en un
Este accidente del logos, esta deriva que aleja al logos de su ori- mismo concepto el logos y la vida del ser vivo, logos y zôê, se impone
ginariedad griega es, por lo demás, una herencia judía, puesto que una zoo-logía o una logo-zoía. Según Heidegger, ésta habrá impuesto
–cosa bastante rara en Heidegger– éste considera necesario, en una su autoridad, incluso su soberanía, su predominio hegemónico tanto
frase, identificar, descubrir, incluso denunciar, en esa representación en la interpretación original del logos griego como en la definición
del logos como mediador, la filiación o la influencia de lo que deno- aristotélica del hombre como zôon logon echon, el animal que tiene
mina una representación, «la de la filosofía judía de la religión (die- el logos. En lo referente a Cristo, en cuanto hombre, no sólo tiene
jenige der jüdischen Religionsphilosophie)» [no dice la religión judía el logos, sino que él es el logos. Encarnado. Él encarna el logos que
sino la filosofía judía de la religión], aquí la de Filón el Judío. Éste, tiene.
en su doctrina de la creación –nos recuerda Heidegger–, había atri- Estos enunciados de Heidegger datan, lo mismo que la Introduc-
buido en efecto al logos una función de mesitês, de mediador. Esta ción a la metafísica, de 1935, de los cursos impartidos por aquel
lectura del logos evangélico con influencia filosófica greco-judía, con entonces en Friburgo. Unos diez años más tarde, después de la guerra,
influencia del judaísmo helenístico, en resumidas cuentas, nos interesa en 1946, en la Carta sobre el humanismo, volvemos a encontrar las
por dos motivos con el fin de tratar de poner orden en el manojo de mismas palabras acerca del animal rationale o del zôon logon echon
nuestros textos canónicos. Por una parte, porque de lo que se trata, pero, esta vez, la crítica del biologismo, denunciado con este nombre
en esta apropiación cristiana del logos, es del mandato performativo; (Biologismus) que Heidegger le asocia, tiene sin duda una significa-
por otra parte, porque se trata de la vida (de la vida como zôê). ción política (y no es la primera vez que Heidegger la emprende con
¿Cómo es eso? el biologismo, lo cual es una crítica por lo menos indirecta y virtual
A. Pues bien, por una parte, por consiguiente, en primer lugar, en de alguna cosa del nazismo); pero esto muestra sobre todo que Heide-
la traducción de los Setenta, en la traducción de lo que se denomina gger –del cual nos resulta difícil sospechar que le eran indiferentes los
el Antiguo Testamento, logos es el nombre dado a la palabra de Dios recursos y las reglas de la lengua griega– no sitúa entre bios y zôê la
como mandamiento (Befehl, Gebot). Los diez mandamientos se tra- frontera estanca a lo largo de la cual Agamben construye todo su dis-
ducen por «oi deka logoi». Se trata, como se lo denomina, del Decá- curso. Antes de volver a Foucault y Agamben y, luego, finalmente a
logo. Y logos significa kêrux –recuerda asimismo Heidegger–, el que Aristóteles, leamos algunos pasajes de la Carta sobre el humanismo.23
proclama en voz alta, de donde procede el kêrigma, la proclamación Hagámoslo en dos tiempos.
santa, y el logos significa también aggelos, el heraldo, el mensajero 1. Primer tiempo, Heidegger quiere, antes que nada, mostrar que
que transmite las órdenes y los mandamientos, o la buena nueva del la determinación del hombre como animal racional es insuficiente-
Evangelio. Logos tou staurou, el logos de la cruz es la palabra proce- mente humanista, en cierto modo, que no tiene en cuenta la humani-
dente de la cruz. El Evangelio de la Cruz es Cristo mismo. dad del hombre, lo propio del hombre. Y la metafísica es aquello que,
B. Y por otra parte, en segundo lugar, pues, Cristo es el logos de
la redención (der Logos der Erlösung), el logos de la vida eterna, el
22. L. c., p. 103 [trad. cast., p. 172].
23. M. Heidegger: Carta sobre el humanismo, Madrid, Taurus, 1970,
trad. cast. de R. Gutierrez.
376 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 377

de esta manera, no tiene en cuenta la esencia del hombre. dirección de su humanitas.24


2. Segundo tiempo, Heidegger denuncia el biologismo, la reduc-
ción biologista de esta definición de hombre. Y eso quiere decir que Y he aquí el pasaje que concierne a la crítica del biologismo (pode-
la metafísica del humanismo clásico, la que no es bastante humanista, mos decir, sin violencia, del bio-politismo):
está aliada con o es cómplice, en profundidad, del biologismo o del
zoologismo. La ek-sistencia (Ek-sistenz) sólo puede decirse de la esencia del hom-
bre, es decir, de la manera humana de «ser»; porque el hombre es el único
La metafísica no plantea la cuestión acerca de la verdad del Ser que está comprometido –hasta donde hemos tenido experiencia de ello–
mismo. Por eso, tampoco se pregunta nunca de qué manera pertenece en el destino de la ek-sistencia. Por eso también la ek-sistencia nunca pue-
la esencia del hombre a la verdad del Ser. La metafísica no sólo no ha de ser pensada como un modo específico entre otros modos propios de
planteado todavía esta pregunta: ésta es inaccesible a la metafísica como los seres vivos, suponiendo que sea destino del hombre pensar la esencia
metafísica (Diese Frage ist der Metaphysik als Metaphysic unzugängli- de su ser y no sólo realizar informes sobre su constitución y su actividad,
ch). El Ser espera siempre que el hombre lo rememore como digno de desde el punto de vista de las ciencias naturales o de la historia. Así pues,
ser pensado (denkwürdig). Que se determine, a la vista de esta determi- lo que le hemos atribuido al hombre, partiendo de una comparación con
nación esencial del hombre, la ratio del animal y la razón del ser vivo el «animal», como animalitas, se funda a su vez en la esencia de la ek-sis-
como «facultad de los principios» («Vermögen der Prinzipien»), como tencia. El cuerpo del hombre es algo esencialmente distinto de un organis-
«facultad de las categorías» («Vermögen der Kategorien») o de cualquier mo animal (Der Leib des Menschen ist etwas wesentlich anderes als ein
otra forma, la esencia de la razón se funda, siempre y por doquier, en lo tierischer Organismus). El error del biologismo (Die Verirrung des Biolo-
siguiente: para toda comprensión del ente en su ser, el Ser mismo está gismus) no se ha superado por el hecho de adjuntarle el alma a la realidad
ya iluminado y adviene en su verdad. De la misma forma, el término corporal del hombre, a ese alma, el espíritu y, al espíritu, el carácter exis-
«animal», ζῶον, implica ya una interpretación de la «vida» que descansa tencial, ni por el hecho de proclamar más fuerte que nunca el alto valor
necesariamente en una interpretación del ente como ζῶη y φύσις, dentro del espíritu… para hacer recaer todo, finalmente, en la experiencia vital,
de los cuales aparece el ser vivo. Pero, además y antes de cualquier otra denunciando con seguridad el hecho de que el pensamiento destruye, con
cosa, queda preguntarse si la esencia del hombre (das Wesen des Men- sus rígidos conceptos, el curso de la vida y de que el pensamiento del Ser
schen), desde un punto de vista original y que decide de antemano de desfigura la existencia [hay muchos enemigos ahí detrás…]. Que la fisio-
todo, descansa en la dimensión de la animalitas (in der Dimension der logía y la química fisiológica puedan estudiar al hombre como organis-
animalitas). En general, ¿vamos en la buena dirección para descubrir la mo, desde el punto de vista de las ciencias naturales, no prueba en modo
esencia del hombre, cuando definimos al hombre, y durante todo el tiem- alguno que en este «carácter orgánico», es decir, en el cuerpo explicado
po en que lo definimos, como un ser vivo entre otros, oponiéndolo a las científicamente, descanse la esencia del hombre. Tanto valdría pretender
plantas, al animal, a Dios? Se puede proceder muy bien así; se puede, de encerrar en la energía atómica la esencia de la naturaleza. Lo que podría
esta forma, situar al hombre en el interior del ente como un ente entre pasar más bien es que la naturaleza encubriese precisamente su esencia en
otros. Al hacerlo, siempre se podrán emitir enunciados exactos respecto a el lado que ella brinda a la dominación técnica del hombre. De la misma
él. Pero hay que entender que, así, el hombre se encuentra relegado defi- manera que la esencia del hombre no consiste en ser un organismo ani-
nitivamente al terreno esencial de la animalitas (in den Wesensbereich der mal, tampoco esa insuficiente determinación esencial del hombre se deja
animalitas) aunque, lejos de identificarlo con el animal, se le otorgue una eliminar o reducir por el hecho de que se haya dotado al hombre de un
diferencia específica (eine spezifische Differenz). Al principio, se piensa alma inmortal, de una facultad racional o del carácter que lo convierte en
siempre el homo animalis, aunque se plantee el ánima como animus sive una persona. Cada vez, se ha pasado de largo la esencia, y eso debido al
mens, y ésta, más adelante, como sujeto, persona o espíritu. Semejante proyecto metafísico mismo.25
posición forma parte del modo de actuar de la metafísica. Pero, por eso,
la esencia del hombre está demasiado pobremente apreciada; no está en Naturalmente, no abordamos aquí el discurso de Heidegger sobre
absoluto pensada en su proveniencia, proveniencia esencial que, para la el animal, sobre la bestia que es weltarm, eso exigiría mucho más
humanidad histórica, sigue siendo permanentemente el porvenir esencial. tiempo y espero hacerlo el año que viene. Las proposiciones de Hei-
La metafísica piensa el hombre a partir de la animalitas, no piensa en

24. M. Heidegger: Carta sobre el humanismo, op. cit., pp. 18-19.


25. L. c., pp. 19-20.
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degger que he querido recordar hoy para reconstruir un contexto, con ben reconoce a Foucault el mérito de haber inaugurado, aunque el
vistas a acercarnos a la apertura de la política de Aristóteles sobre el propio Agamben propone «reconsiderar» las «formulaciones» de
hombre animal político, son las que no citan ni Foucault (que, prác- Foucault o «completar y corregir» sus tesis.
ticamente, nunca habla de Heidegger, ni siquiera cuando introduce Para que las cosas queden claras, recuerdo dos cosas:
su problemática del bio-poder) ni Agamben que, por su parte, cono- 1) que, como siempre, Foucault no hace –y lo voy a citar ensegui-
ce bien a Heidegger y lo cita sin duda, pero en modo alguno como da– la más mínima alusión a Heidegger;
hubiese debido hacer en este contexto recordando por lo menos los 2) que Agamben, que en estas páginas tampoco nombra a Heideg-
dos textos fundamentales y tan conocidos como accesibles de Heideg- ger, decía de Foucault lo siguiente –que ya cité hace un momento pero
ger sobre estas cuestiones. Incluso en la última parte de Homo sacer, que creo necesario releer de nuevo:
incluso en la larga nota con pequeños caracteres que ya he citado y
donde declara con atrevimiento que –cito– «la relación entre Heideg- La afirmación de Foucault según la cual el hombre era, para Aristó-
ger y el nazismo […] no adquiere su verdadera significación sino una teles, un «animal vivo y, además, capaz de una existencia política» debe
vez que se la vuelve a situar en la perspectiva de la biopolítica moder- pues ser reconsiderada en el sentido en que lo problemático es precisa-
na (lo cual tanto los detractores como los defensores han descuidado mente la significación de la expresión «además».28
hacer [pura contra-verdad, aunque poco importa])»,26 o incluso cuan-
do, lo recuerdan ustedes, es el primero en descubrir que Lévinas fue el Dos páginas más adelante, lo recordarán ustedes, Agamben va
primero en «hacer hincapié en las analogías entre esta nueva determi- más lejos que «reconsiderar» y dice «corregida y completada»:
nación ontológica del hombre [a partir de la «hermenéutica de la vida
La tesis de Foucault deberá a partir de aquí ser corregida o, al menos,
fáctica (faktisches Leben)»] y ciertas características inherentes a la
completada [no es en absoluto lo mismo –decíamos–, pero pasemos de
filosofía del hitlerismo», pues bien, incluso ahí, aunque Agamben cita largo esta estrategia o esta retórica], en el sentido que lo que caracteriza
la Introducción a la metafísica, lo hace únicamente para poner en evi- la política moderna no es la inclusión de la zôê en la polis, de por sí muy
dencia que la condena heideggeriana de cierta imagen en circulación antigua, ni simplemente el hecho de que la vida como tal se convierte en
de la filosofía del nacional-socialismo atestigua en verdad –cito– «la un objeto eminente de cálculos y de previsiones del poder estatal; el hecho
proximidad originaria» de Heidegger con el nacional-socialismo.27 decisivo es más bien que, paralelamente al proceso en virtud del cual la
Pero, acerca de todos los textos que acabamos de leer en referen- excepción se convierte por doquier en la regla, el espacio de la vida des-
cia al logos, el zôê, la interpretación zoológica del hombre, acerca de nuda, originariamente situado al margen de la organización política, ter-
la metafísica, la técnica y el cristianismo como interpretaciones pre- mina poco a poco por coincidir con el espacio político donde exclusión e
dominantes de logos y de zôê, acerca de la condena del biologismo: inclusión, exterior e interior, bios y zôê, derecho y hecho, entran en una
silencio absoluto de Agamben. Textos que estoy seguro que conoce, zona de indiferenciación irreductible.29
aunque parece haberlos omitido o haber tenido necesidad de omitir-
los, de la misma manera que sabe muy bien que no habría sido el Toda la dificultad obedece a que Agamben quiere por encima de
primero en leerlos, lo cual sin duda lo ha desanimado a mirarlos de todo definir la especificidad de la política o de la bio-política moder-
cerca otra vez. na (aquella que Foucault convierte en su tema al final de La Volun-
Sin embargo, es evidente que, cuando Heidegger, por una parte, tad de saber y cuya posibilidad al menos Heidegger, decíamos, no ha
condena el biologismo (y visiblemente el biologismo moderno) y, dejado sin pensar), Agamben quiere por encima de todo definir esta
por otra parte, denuncia el zoologismo de una definición del hom- especificidad apostando por el concepto de «vida desnuda» que él
bre como zôon logon echon o, a fortiori, como zôon politikon como identifica con zôê, por oposición a bios. Esta especificidad es precisa-
metafísica e insuficientemente cuestionante, apunta exactamente en el mente la que Foucault, muerto demasiado pronto, habría pasado por
sentido de toda esta configuración presuntamente inédita que Agam- alto, ya en la expresión de bio-política, a la cual Agamben sin duda

26. G. Agamben: Homo sacer I, op. cit., p. 163 [trad. cast., p. 190]. 28. L. c., p. 15 [trad. cast., p. 16].
27. L. c., pp. 164-165 [trad. cast., pp. 191-192]. 29. L. c., p. 17 [trad. cast., pp. 18-19].
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habría preferido zoopolítica. Agamben escribe: caracterizar esas novedades. No creo, por ejemplo, que la distinción
La muerte le impidió a Foucault desarrollar todas las implicaciones de entre bios y zôê sea un instrumento fiable y eficaz, suficientemen-
biopolítica y mostrar en qué sentido habría profundizado sus investiga- te agudo ni –por utilizar el lenguaje de Agamben, que no es aquí el
ciones [lo cual hace Agamben añadiendo o explorando una profundidad mío– que sea un instrumento suficientemente profundo para acceder
que Foucault pasó por alto. Agamben prosigue:] […] pero, sea lo que sea, a semejante profundidad de semejante «acontecimiento [así llamado]
la introducción de la zôê en la esfera de la polis, la politización de la vida
fundador». Ni que la categoría de olvido sea aquí lo bastante per-
desnuda como tal, constituye el acontecimiento decisivo de la modernidad
y marca una transformación radical de las categorías político-filosóficas
tinente para que baste con un filólogo más o menos competente y
del pensamiento clásico. De hecho, es probable que si, hoy, la política capaz de discernir entre bios y zôê para despertar hoy en día la polí-
está sometida a un eclipse duradero, sea precisamente porque ha olvidado tica a sí misma y hacerla salir de su olvido o de su letargo. Tanto más
medirse con este acontecimiento fundador de la modernidad.30 cuanto que el susodicho filólogo debe reconocer en varias ocasiones
que no sólo, hace ya tantos siglos, Aristóteles había hablado de zôon
Repito o parafraseo, con las palabras mismas de Agamben: hoy, politikon (y que el «además»: zôon + politikon es –lo veremos dentro
la política está sometida a un eclipse duradero –dice–, pero no sabe- de un momento– un umbral bien frágil), sino que, a veces –recordé un
mos si es la política (la cosa, la vida política, la historia política) o el ejemplo un poco más arriba a propósito de Dios–, zôê designa una
discurso sobre la política; y, que esta política esté hoy sometida a un vida cualificada y no «desnuda».
eclipse duradero (pero ¿duradero desde cuándo, hasta cuándo?) sólo Todo se juega pues, dado que es preciso volver a la Política de
es algo «probable», dice Agamben, y ¿a qué se debe? Pues bien, a un Aristóteles que define al hombre sin duda alguna como politikon
olvido. La política (la cosa política o el pensamiento de lo político) ha zôon, todo se juega pues entre dos maneras, con frecuencia indiscerni-
olvidado. ¿Qué? «[El] acontecimiento fundador de la modernidad», bles, de interpretar el modo de atribución de politikon a zôon. Agam-
por lo tanto, lo que funda la política moderna y que la política ha ben entiende discernir entre «politikon» como «atributo del ser vivo
olvidado. Ahora bien, ¿en qué consiste este acontecimiento fundador? como tal» y lo que él denomina «la diferencia específica que determi-
Cito de nuevo: en «la introducción de la zôê [audazmente traducida na al género zôon». Cito en primer lugar y, después, veremos que no
por «vida desnuda», por lo tanto, vida sin cualidades, sin cualifica- sólo esta diferencia entre «atributo» y «diferencia específica» es difí-
ción, el puro y simple hecho de vivir y de no estar muerto, «la vida cil de identificar, sino que existe lo que yo llamaría una primera o una
como sólo la vida», como decía el cabezota del que se burlaba Heide- tercera lectura que torna todas estas hipótesis todavía más frágiles.
gger, «Den Eigensinnigen ist Leben nur Leben»] [ahora bien, ¿en qué Tras declarar, desde las primeras líneas de su libro, que
consiste este acontecimiento fundador? Cito de nuevo: en «la intro-
ducción de la zôê] en la esfera de la polis». Los griegos no disponían de un término único para expresar lo que
Para demostrar esto, Agamben debe imperativamente demostrar nosotros entendemos con la palabra vida. Utilizaban dos palabras que,
aun pudiendo ser retrotraidas a una etimología común [¡encima!], eran
que la diferencia entre zôê y bios es absolutamente rigurosa, ya en Aris-
semántica y morfológicamente distintas: zôê, que expresaba el simple
tóteles. ¿Puede hacerlo? Antes de continuar por esta vía, me gustaría hecho de vivir, común a todos los seres vivos (animales, hombres o dio-
tomar una precaución. Mis preguntas o mis reservas aquí, ya estén ses), y bios, que indicaba la forma o la manera de vivir propia de un indi-
orientadas hacia Foucault o, más concretamente aquí, hacia Agamben, viduo o de un grupo […].31
no significan que no me interese nada de lo que se pueda llamar una
especificidad en las relaciones entre el ser vivo y la política, dentro de … tras decir esto, pues, y haber reconocido luego una primera excep-
lo que estos autores denominan con tanta tranquilidad la modernidad. ción (a saber, precisamente la «zôê aristê kai aidios», la vida noble y
Ciertamente suceden cosas nuevas, hoy en día, al respecto. eterna de Dios, no siendo la segunda excepción otra, en suma, que el
Como siempre, ¿no es cierto? zôon politikon de Aristóteles, volvemos sobre ello), Agamben tiene de
No, mis dudas y mis insatisfacciones conciernen a los conceptos nuevo que detenerse, en la página siguiente, ante lo que, esta vez, se
o las estrategias conceptuales de las que uno se fía para analizar y

30. L. c., p. 12 [trad. cast., p. 13]. 31. L. c., p. 9 [trad. cast., p. 9].
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parece pues a un incumplimiento importante de la regla que acababa moderna, en cambio, la vida natural empieza a integrarse en los meca-
de enunciar, a saber, pues, el politikon zôon de Aristóteles: por consi- nismos y en los cálculos del poder estatal, transformándose la política en
guiente, una zôê cualificada y no desnuda. bio-política: «El hombre, durante milenios, ha seguido siendo lo que era
para Aristóteles: un animal vivo y además capaz de una existencia políti-
Ahí la elección es complicada: o bien hay que demostrar (eso es
ca; el hombre moderno es un animal en cuya política su vida de ser vivo
lo que en efecto le gustaría hacer a Agamben) que hay una distin- está en cuestión» (M. Foucault: La volonté de savoir, p. 188 [ trad.cast.,
ción que se puede mantener entre un atributo y una diferencia espe- La voluntad de saber , p. 173]).
cífica (y no es fácil, creo que es incluso imposible), o bien hay que Según Foucault, el «umbral de modernidad biológica» de una socie-
admitir (eso es lo que Agamben no quiere hacer por nada del mundo, dad se sitúa allí donde la especie y el individuo en cuanto simples cuerpos
ya que arruinaría toda la originalidad y la presunta prioridad de su vivos se convierten en la apuesta de las estrategias políticas. A partir de
propósito) que Aristóteles ya tenía en mente, que ya había pensado 1977, en sus cursos en el Colegio de Francia, Foucault empieza a definir
a su manera la posibilidad de que la política, la politicidad, pudiese el paso del «Estado territorial» al «Estado de población» y el crecimien-
to vertiginoso de la importancia de la vida biológica y de la salud de la
calificar, incluso apoderarse, en ciertos casos como el del hombre, de
nación, en cuanto problema específico del poder político, que en adelante
la vida desnuda (zôê) y, por lo tanto, que Aristóteles hubiese podido se transforma poco a poco en «gobierno de los hombres» (M. Foucault:
aprehender o formalizar ya, a su manera, lo que Foucault y Agamben Dits et écrits. vol. III. París, 1994, p. 719). «De esto resulta una espe-
atribuyen a la especificidad moderna. Lo cual explicaría que ambos, cie de animalización del hombre efectuada por las técnicas políticas más
Foucault y Agamben, como todo el mundo, tengan que citar a este sofisticadas [es Heidegger literal]. Entonces aparecen en la historia tanto
Aristóteles y que enredarse en la lectura de este enigmático pasaje. la multiplicación de las posibilidades de las ciencias humanas y sociales
Y Agamben empieza con un «Es cierto que», «Es cierto que un como la posibilidad simultánea de proteger la vida y de autorizar su holo-
causto». En concreto, el desarrollo y el triunfo del capitalismo no habrían
pasaje muy célebre […]», que recuerda a una concesión, una concesión
sido posibles, desde esta perspectiva, sin el control disciplinario realizado
que en verdad arruinaría todo su propósito; pero va a retirar su con- por el nuevo bio-poder que, mediante una serie de tecnologías apropia-
cesión apostando por esa sutil y a mi entender insostenible distinción das, creó, por así decirlo, los «cuerpos dóciles» que necesitaba. [Lo que a
entre «atributo del ser vivo» y «diferencia específica que determina al mí me molesta no es la idea de que haya un «nuevo bio-poder», sino que
género zôon»,32 a saber, al ser vivo. ¿Cómo distinguir entre un «atri- lo que es «nuevo» sea el bio-poder; no la idea de que haya algo nuevo en
buto del ser vivo» y «la diferencia específica que determina al género el bio-poder sino, creo, la idea de que el bio-poder sea algo nuevo…].
zôon», es decir, al mismo ser vivo, les pregunto a ustedes? Agamben Por otra parte, al final de los años cincuenta (es decir, casi veinte años
escribe esto en el momento en que no tiene más remedio que recono- antes de La Voluntad de saber) [siempre la preocupación agambeniana de
saber quién es el primero…], Hannah Arendt ya había analizado, en La
cer que hay zôê no desnuda, por así decirlo (voy a leer un largo pasaje
condición humana, el proceso que conduce al homo laborans y, con él,
que diagnostica tanto los méritos como las insuficiencias de Foucault y a la vida biológica como tal a ocupar poco a poco el centro de la escena
de Arendt, y me contentaré luego con dos observaciones): política de la modernidad. Precisamente a esta primacía de la vida natural
sobre la acción política hacía remontar Arendt, yendo más lejos [ella sí
Es cierto que un pasaje muy célebre de esta misma obra define al hom- que había leído a Heidegger…], la transformación y el ocaso del espacio
bre como politikon zôion (1253 a 4), pero aquí, además del hecho de que público en las sociedades modernas. Que estos análisis no hayan tenido
en la prosa ática el verbo bionai no se utiliza prácticamente nunca en pre- prácticamente consecuencias y que Foucault haya podido emprender sus
sente, el término «política» no es un atributo del ser vivo como tal, sino investigaciones sobre la biopolítica sin referirse nunca a ellos da cuen-
una diferencia específica que determina al género zôon. Inmediatamente ta de las dificultades y de las resistencias que el pensamiento iba a tener
después, por lo demás, la sociedad humana se distingue de la de los demás que afrontar en este terreno. Y, debido probablemente a estas dificultades,
seres vivos en cuanto que está fundada, debido a un suplemento de politi- en La condición humana, la autora no establece ningún vínculo con los
cidad vinculado al lenguaje, en una comunidad de bien y de mal, de justo penetrantes análisis que anteriormente dedicó al poder totalitario (donde
y de injusto, y no simplemente de agradable y de doloroso. no hay perspectiva biopolítica alguna) y, curiosamente, Foucault nunca
En referencia a esta definición Michel Foucault, al final de La Volun- desplazó sus investigaciones a los lugares por excelencia de la biopolítica
tad de saber, resume el proceso a través del cual, en el umbral de la época moderna: el campo de concentración y la estructura de los grandes Esta-

32. L. c., p. 10 [trad. cast., p. 11].


384 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 385

dos totalitarios del siglo XX [lo cual es, literalmente, falso].33 misma de soberanía. Pero entonces, si se reconoce eso, ¿por qué gas-
Mis dos observaciones serían, en resumidas cuentas, bastantes tar tantos esfuerzos fingiendo despertar la política a algo que sería
simples. –cito– «el acontecimiento decisivo de la modernidad»? En verdad
1. Primera observación. Ante todo, una observación de tipo lógi- Agamben –sin renunciar a nada, lo mismo que el inconsciente– quiere
co. No veo ninguna diferencia clara y necesaria, en este caso, entre ser dos veces el primero, el primero en ver o en anunciar, y el primero
«atributo del ser vivo como tal» y «diferencia específica que determi- en recordar; quiere a la vez ser el primero en anunciar algo inaudito y
na al género zôon». Aristóteles bien pudo decir –y, en mi opinión, lo nuevo, lo que él denomina ese «acontecimiento decisivo de la moder-
dijo muy bien– que «el atributo del ser vivo como tal» (por lo tanto, nidad» y [a la vez, pues] el primero en recordar que, de hecho, siem-
la vida desnuda, diría Agamben), el atributo de la vida desnuda del pre ha sido así, desde tiempos inmemoriales. Es el primero en decir-
ente llamado hombre, es político; ésta es su diferencia específica. La nos dos cosas en una: esto acaba de ocurrir por primera vez, ustedes
diferencia específica o el atributo del ser vivo del hombre en su vida no han visto nada, pero tampoco han visto, se lo digo yo por primera
de ser vivo, en su vida desnuda, si quieren ustedes, es ser político. vez, que esto data de tiempos inmemoriales. Escuchen:
El «además» de Foucault es, en efecto, el eco de esto cuando dice lo
siguiente, pareciendo oponer con un «en cuestión» dos posibilidades Aunque la existencia de semejante punto de intersección parece lógi-
que, por mi parte, encuentro perfectamente recíprocas, o reciproca- camente implícita en las investigaciones de Foucault, queda un punto cie-
bles, o complementarias. [Volver a citar todo el parágrafo de Agam- go en el campo visual [¡pobre Foucault! Nunca tuvo un admirador tan
ben donde lo cita.] «“El hombre, durante milenios, ha seguido siendo cruel…] –algo así como un punto de fuga que se pierde en el infinito y
lo que era para Aristóteles: un animal vivo y, además, capaz de una hacia el cual las diferentes líneas de su investigación (y, más en general, de
toda la reflexión occidental sobre el poder) convergen sin poder juntarse
existencia política; el hombre moderno es un animal, en la política del
jamás.
cual su vida de ser vivo está en cuestión” (M. Foucault: La volonté de La presente investigación concierne a ese punto de unión escondido
savoir, p. 188 [ trad.cast., La voluntad de saber, p. 173)».34 entre el modelo jurídico-institucional y el modelo biopolítico del poder.
2. Segunda observación. Una vez más, no digo que no suceda nada Uno de los resultados alcanzados es precisamente la constatación de que
nuevo «hoy en día» (¿dónde comienza «hoy en día», por lo demás, y ambos análisis no se pueden separar y que la implicación de la vida des-
la modernidad?). No digo que no suceda nada nuevo «hoy en día» nuda en la esfera política constituye el núcleo originario –aunque oculta-
en estos terrenos, sería una idiotez. Demasiado bobo, si quieren uste- do– del poder soberano. De hecho se puede decir que la producción de un
des. Y si Agamben piensa que cualquiera está dispuesto a decir que cuerpo biopolítico es el acto original del poder soberano. En este sentido,
no sucede nada nuevo en estos terrenos es que se siente rodeado de la biopolítica es por lo menos tan antigua como la excepción soberana. Al
muchos idiotas, más bobos y más ciegos que lo que está permitido. situar la vida biológica en el centro de sus cálculos, el Estado moderno no
No digo, pues, que no haya «nuevo bio-poder», sugiero que el «bio- hace entonces sino sacar a la luz el vínculo secreto que une el poder con la
vida desnuda, reanudando así (según una correspondencia tenaz entre lo
poder» mismo no es nuevo. Hay novedades inauditas en el bio-poder,
moderno y lo arcaico que se puede observar en los campos más diversos)
pero el bio-poder o el zoo-poder no es nuevo. con el más inmemorial de los arcana imperii.35
Lo que más me sorprende, por lo demás, y nunca dejará de des-
concertarme en la argumentación y en la retórica de Agamben es que ¿Por qué insistir tanto en el detalle de estos textos, por ejemplo
reconoce claramente lo que acabo de decir, a saber, que la bio-políti- aquí los de Agamben y de Foucault, y de Agamben con o, más concre-
ca es algo archi-antiguo (aunque, hoy en día, tenga nuevos medios y tamente, pegando a Foucault, muy cerca de él pero rindiéndole home-
nuevas estructuras). Es algo archi-antiguo y está vinculado a la idea naje con una objeción múltiple y apremiante, a Foucault, cuyas tesis
deberían ser –dice Agamben al que cito de nuevo– «reconsiderada[s]»,
«corregida[s] y completada[s]»?
33. L. c., p. 10-12 [trad. cast., p. 11-13]. Soy yo quien subraya. [Las pala-
bras en cursiva son de Giorgio Agamben, las subrayadas son de Jacques Der-
rida (n. de e. fr.)].
34. L. c., p. 11 [trad. cast., p. 11]. [Es Jacques Derrida quien subraya (n. 35. L. c., p. 14 [trad. cast., pp. 15-16]. [Es Giorgio Agamben quien sub-
de e. fr.).] raya (n. de e. fr.).]
386 LA BESTIA Y EL SOBERANO DUODÉCIMA SESIÓN. 20 DE MARZO DE 2002 387

Si insisto tanto es porque estos discursos son muy interesantes; en que así fuese, y que semejante retroceso de la pena de muerte se expli-
primer lugar, se dirigen a lo más vivo de lo que nos importa en este que principalmente por el advenimiento <nuevo de la bio-política>
seminario, el poder soberano, la vida y la muerte, la animalidad, etc. (que Foucault sitúa al final de la edad clásica) (lo cual exige otra dis-
De Foucault, hay que releer de cerca, entre otras cosas (como lo hice cusión con Agamben sobre el concepto y el umbral, justamente, de lo
hace poco, aquí y en otros lugares.36 no quiero volver sobre eso), acer- que este último, refiriéndose a Foucault, denomina «el acontecimiento
ca del poder soberano como poder de vida y de muerte, en La volun- decisivo de la modernidad» o, asimismo, «el acontecimiento funda-
tad de saber37 (1976), el último capítulo titulado «Derecho de muerte dor de la modernidad», cuando lo que tiene sobre todo en mente son
y poder sobre la vida». Ahí es donde encontramos el discurso sobre la los genocidios del siglo XX, los campos de concentración y la Shoah),
«austera monarquía del sexo»,38, discurso que yo intenté interrogar [suponiendo que así fuese, y que semejante retroceso de la pena de
e interpretar en Resistencias («Ser justo con Freud»39), y sobre una muerte se explique principalmente por el advenimiento <nuevo de
«analítica de la sexualidad» que habría sucedido a una «simbólica de la bio-política> (que Foucault sitúa al final de la edad clásica),] hay
la sangre».40 Foucault declara, de paso, que habría «podido tomar, a que preguntarse qué consecuencia político-jurídica hay que sacar de
otro nivel, el ejemplo de la pena de muerte»41. No lo toma pues, pero eso y si hay que lamentar dicho retroceso de la pena de muerte. Pero
explica que, si lo hubiese tomado, habría puesto en relación el retro- sobre todo, y he aquí mi respuesta a la pregunta que acabo de plan-
ceso de la pena de muerte con el progreso de la bio-política y de un tear («¿Por qué insistir tanto en el detalle de estos textos, por ejemplo
poder que se ha «otorgado como función regir la vida». Suponiendo aquí los de Agamben y de Foucault, y de Agamben con o, más con-
cretamente, pegando a Foucault…?): pues bien, porque estos textos
son muy interesantes –repito– y se dirigen a lo más vivo de lo que
36. Véase, entre otras, la primera sesión, el 8 de diciembre de 1999, del nos importa aquí pero, sobre todo, porque las dificultades con las que
seminario « La peine de mort », 1999-2000, París, EHESS (inédito), en la que se encuentran, las confusiones y las contradicciones que acabamos de
Jacques Derrida comenta Vigilar y castigar de Michel Foucault (n. de e. fr.). descubrir en ellos (por ejemplo, al pretender descubrir por primera vez
37. M. Foucault: “Droit de mort et pouvoir sur la vie”, en La volonté unos acontecimientos absolutamente nuevos, «decisivos y fundado-
de savoir (Histoire de la sexualité, I), París, Gallimard, 1976, pp. 177-181 res» de los cuales se dice, al mismo tiempo, que no tienen edad y que,
[trad. cast. de U. Guiñazú, La voluntad de saber. Historia de la sexualidad I, de hecho, son «inmemoriales», etc.), todo eso nos obliga –y hay que
Madrid, Siglo XXI, 8ª reimpr., 1995, pp. 176-180]. estarles agradecidos por ello– a reconsiderar, justamente, una forma de
38. L. c. p. 211 [trad. cast., p. 194]. pensar la historia, de hacer historia, de articular una lógica y una retó-
39. J. Derrida: «Être juste avec Freud», en Résistences-de la psychanalyse,
rica con un pensamiento de la historia o del acontecimiento.
París, Galilée, 1996, pp. 139 y 144, n. 1 [trad. cast. de J. Piatigorsky, Resis-
Volver a poner en cuestión no sólo ese afán de periodización que
tencias – del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 2ª reimpr., 2005, pp. 158
y 164, n. 17] (Este texto apareció en primer lugar en Penser la folie. Essais adopta semejantes formas (una modernidad que no sabemos dónde
sur Michel Foucault, Actas del IX Congreso de la Sociedad de Historia de comienza ni dónde acaba, una edad clásica cuyos efectos todavía son
la Psiquiatría y del Psicoanálisis (23 de noviembre de 1991), París, Galilée, perceptibles, una antigüedad griega cuyos conceptos están más vivos
1992). Jacques Derrida remite en esta nota a una conferencia inédita pro- y sobrevivientes que nunca, ese presunto «acontecimiento decisivo de
nunciada con el título “Au-delà du principe de pouvoir”, con ocasión de un la modernidad» o «acontecimiento fundador de la modernidad» que
homenaje a Michel Foucault organizado por Thomas Bishop en la Universi- no hace sino poner de manifiesto lo inmemorial, etc.), [volver a poner
dad de Nueva York, en el mes de abril de 1986. Las dos primeras páginas de en cuestión no sólo ese afán de periodización que adopta semejantes
esta conferencia inédita (texto manuscrito “Au-delà du principe de pouvoir”, formas] no es reducir la acontecibilidad o la singularidad del acon-
f. 8-9, archivos Jacques Derrida, Caen IMEC) fueron retomadas y aumenta- tecimiento. Al contrario. Tengo más bien la tentación de pensar que
das por Jacques Derrida al final de su homenaje a Michel Foucault en Chaque
dicha singularidad del acontecimiento es tanto más irreductible y des-
fois unique, la fin du monde. Textos presentados por P.-A. Brault y M. Naas,
concertante, como debe serlo, cuanto que se renuncia a esa historia
París, Galilée, 2003, pp. 118-120 [trad. cast. de M. Arranz, Cada vez única el
fin del mundo, Valencia, Pre-Textos, 2005, pp. 104-106] (n. de e. fr.). lineal que sigue siendo –a pesar de todas las protestas que, sin duda,
40. M. Foucault: La volonté de savoir, op. cit., p. 181 [trad. cast., p. ellos elevarían contra esta imagen– la tentación común de Foucault y
180]. de Agamben (la modernidad que viene después de la edad clásica, las
41. L. c., p. 195 [trad. cast., p. 166]. épistêmê que se suceden y se tornan caducas unas a otras, Agamben
388 LA BESTIA Y EL SOBERANO

que viene después de Aristóteles, etc.), que se renuncia a esa historia Decimotercera sesión
lineal, a la idea de acontecimiento decisivo y fundador (sobre todo si
27 de marzo de 20021
se intenta volver a pensar y a evaluar la experiencia paciente y apo-
rética de lo que quiere decir «decisión» en la lógica de la excepción
soberana), que se renuncia a la alternativa entre lo sincrónico y lo
diacrónico, alternativa que no deja de presuponerse en los textos que
acabamos de leer. Renunciar a la idea de acontecimiento decisivo y
fundador es cualquier cosa salvo desconocer la acontecibilidad que
marca y firma, para mí, lo que sucede, sin que, justamente, ninguna
fundación ni ninguna decisión venga nunca a garantizarla. Lo cual
explica, por añadidura, signo suplementario por lo menos de lo que
adelanto, que los textos de la Política de Aristóteles, por ejemplo, o
de Bodino, o de tantos otros, y que los textos que no son siempre
libros de filosofía o de politología, ni siquiera libros sin más, estén
todavía por leer y sean difíciles de descifrar, indispensables en todas
sus estratificaciones abisales, librescas o no, si se quiere comprender […2] la última vez hablamos del umbral y, verdaderamente, nos
la política y su más allá, e incluso los susodichos bio-poderes o zoo- hemos quedado en el umbral.
poderes de lo que denominamos la modernidad de «nuestro tiempo». Me he dado cuenta, si ustedes me permiten esta confidencia sobre
Que, aquí, no haya ni simple sucesión diacrónica ni simple simul- la forma en la que trabajo o me dejo trabajar, de que, para preparar
taneidad sincrónica (o que haya ambas a la vez), que no haya ni con- la primera sesión de este seminario, empecé un desarrollo en mi orde-
tinuidad del paso ni interrupción o simple cesura, que los motivos del nador y, después, pensé que, antes de llegar a ese punto (enseguida les
paso de lo que pasa y ocurre en historia no dependan ni del funda- diré cuál), de todos modos era preciso un protocolo, unas premisas,
mento sólido ni de la decisión fundadora, que el paso no tenga, bajo un rodeo y, semana tras semana, en mi ordenador, esas páginas que
él, ningún suelo fundador ni ninguna línea indivisible, nos obliga a debían estar al principio se encontraban al final de cada sesión y yo
volver a pensar la figura misma del umbral (suelo, solidez fundadora, no llegaba a ellas y, por lo tanto, todavía no he dicho lo que pensaba
límite entre el adentro y el afuera, la inclusión y la exclusión, etc.). Lo decirles en el momento de las primeras frases de la primera sesión. Se
que los textos que hemos leído reclaman es, al menos, una vigilancia trataba, enseguida diré una palabra de ello, de una lectura del Géne-
más grande con respecto a nuestro irreprimible deseo del umbral, de sis y del momento de la creación, de la nominación de las primeras
un umbral que sea un umbral, un único y sólido umbral. Quizá nunca
haya umbral, un umbral semejante. Quizá por eso nos quedamos en
él y nos arriesgamos a permanecer para siempre, en el umbral. 1. Esta Decimotercera Sesión corresponde a la Duodécima en el texto
El abismo no es el fondo, el fundamento originario (Urgrund), mecanografiado (véase supra, p. 13 «Nota de los editores»). Durante esta
por supuesto, ni la profundidad sin fondo (Ungrund) de algún fondo última sesión del año, Jacques Derrida, como anunció al final de la anterior,
secreto. pensaba hablar del Génesis, y el texto mecanografiado contenía, en efecto, un
El abismo, si lo hay, es que haya más de un suelo, más de un sóli- largo extracto de una conferencia ya publicada en L’Animal autobiographi-
do, y más de un único umbral. que sobre este tema. Pero, al tener que dedicar asimismo en parte la sesión a
la discusión, organizó de otra forma la parte improvisada que precedía a esa
Más de un único único.42*
discusión y, por consiguiente, no recurrió a ese texto, indicándole tan sólo
al auditorio cómo podían conseguir leerlo (véase infra, p. 402, n. 14 y 15).
Al igual que para la Novena Sesión, y por las mismas razones, no retranscri-
42. Así en el texto mecanografiado (n. de e. fr.). bimos aquí la discusión, sino únicamente la exposición improvisada que la
* La cercanía, en francés, de los términos «seul» [en castellano, «solo», precede, a partir de la grabación (n. de e. fr.).
«único»] y «seuil» [en castellano, «umbral»] no se puede trasladar al español 2. Las primerísimas palabras de la sesión no fueron grabadas (n. de e.
(n. de t.). fr.).

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