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L
El gesto y su percepción
Hubert Godard
j
Hubert Godard
Ex bailarín de repertorio clásico y con-
temporáneo, se ha dedicado a la investiga-
ción en el campo del análisis del movimien-
to. Ha sido Maître de Conférences, respon-
sable del Departamento de Danza de la
Universidad de París VIII, miembro del
Rolf Institute en Estados Unidos y director
de investigaciones en el centro de investi-
gación médica Métis en Milán.
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suelo, seguido de una extensión en la direc- aprender todo tipo de cosas» dice, y se ex-
ción elegida. Organiza su relación con la plica: «Porque nos afecta, bien lo sabe us-
gravedad de abajo arriba, de dentro hacia ted, cuando el alma (vis motrix) se encuen-
fuera. Fred Astaire, en cambio, empieza tra en un punto que no es el centro de gra-
siempre con un movimiento de orientación vedad del movimiento». El bailarín defi ne
en el espacio, una mirada, la cabeza o el «la gracia» como ese estado en el que no
brazo: ello provoca primero una extensión, hay desajuste entre el centro de gravedad y
una suspensión (movimiento excéntrico), y el centro del movimiento. De algún modo,
luego conlleva un desequilibrio que se esta- la marioneta sería portadora de un signo
biliza en seguida con un movimiento de puro, simplemente porque no está obligada
piernas hacia el suelo. Organiza su relación a gestionar su propio peso: al estar suspen-
con la gravedad de arriba abajo. Al ralentí, dida por la parte superior de su cuerpo en
Gene Kelly empieza siempre un poco más vez de descansar sobre el suelo, sus segmen-
tarde, pero llega antes, esa concentración tos corporales obedecen a la estricta ley
anticipadora le proporciona una calidad mecánica. Sea cual sea el modo en que la
«explosiva», particular de la calidad felina marioneta se proyecta por el espacio, la tra-
de su movimiento. El modo de Fred Astaire yectoria que describen sus miembros en
se extiende más en el tiempo, por la gracia torno al centro de gravedad es una parábo-
de su inimitable suspensión. la perfecta. Al revés del hombre, la mario-
Por lo tanto, estos flujos de organización neta no es presa de esa duda de la afectivi-
gravitatoria, que se activan antes del ata- dad que crea una distancia entre el centro
que, modificarán profundamente la calidad de gravedad y el centro del movimiento,
del gesto y la coloración de los matices que imperfección cinética generada por la inter-
«saltan» ante nuestros ojos sin que poda- ferencia de los afectos. En la distancia entre
mos decir siempre por qué motivo. A partir el centro motor del movimiento y el centro
de ahí, podemos distinguir el movimiento de gravedad, en esta tensión, radica la car-
entendido como un fenómeno que relata ga expresiva del gesto. El bailarín de Kleist,
estrictamente los desplazamientos de varios criticando el manierismo de su época, llama
segmentos del cuerpo a través del espacio también a la radicalidad significante de la
—del mismo modo en el que una máquina marioneta. En este caso, la expresividad es
produce un movimiento—, y el gesto, que el resorte del marionetista, que genera los
se inscribe en la distancia entre este movi- impulsos del centro de gravedad, siendo la
miento y el telón de fondo tónico y gravita- marioneta un simple intérprete que no pa-
torio del sujeto: es decir, el premovimiento rasita dichos impulsos.
en todas sus dimensiones afectivas y pro- Las resistencias internas del desequili-
yectivas. En él reside la expresividad del brio, que organizan a los músculos del sis-
gesto humano, carente en la máquina. tema gravitatorio, inducirán la calidad y la
carga afectiva del gesto. El aparato psíquico
se expresa a través del sistema gravitatorio,
Del centro de gravedad... sesgadamente carga de sentido al movi-
a la expresividad miento, lo modula y lo colorea de los deseos
e inhibiciones, de la emociones. El tono re-
Heinrich von Kleist describe perfectamente sistente del sistema gravitatorio se induce
este fenómeno en un texto fundamental, incluso antes que el gesto, desde el momen-
Les Marionnettes, en el que dialogan un to en el que se forma el proyecto de una
«primer bailarín» clásico y un espectador acción, y ocurre sin que lo sepa el sujeto,
de marionetas. El bailarín expresa su pa- previamente a su conciencia. Por eso los
sión por las marionetas: «[...] de ellas, un profesionales del movimiento, en particular
bailarín deseoso de perfeccionar podría los bailarines, saben que para mejorar, mo-
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de las puntas, las maquinarias que elevan a camente mi estado corporal trabaja en mi
las bailarinas y, sobre todo, a una evolución interior la interpretación de lo que veo.
de la técnica que, a lo largo de los años lle- La sensación de nuestro propio peso nos
va el estiramiento de los cuerpos hasta una permite no confundir el espectáculo con el
morfología característica de las bailarinas espectáculo del mundo. En el descarrila-
balanchinescas (cuya organización gravita- miento de un tren, puede suceder que no
toria es próxima a la que hemos descrito de sepamos si es nuestro tren el que se mueve
Fred Astaire, pese a que los signos gestuales o el que nos pasa al lado en el exterior. Tra-
son muy distintos). En cambio, la danza tándose de un espectáculo de danza, esta
moderna marca el retorno del peso, de la distancia eminentemente subjetiva que se-
caída y el pie descalzo. En seguida se intro- para al observador del bailarín puede cam-
ducirán matices en las cualidades de la biar especialmente (¿quién se mueve, en
«transferencia del peso» que se convertirán realidad?), provocando por ello mismo cier-
en el centro de atención de una Doris Hum- to efecto de «transporte». Transportado
prey o una Mary Wigman, por ejemplo. por la danza, habiendo perdido la certi-
De todos modos, no existe regla lineal dumbre del propio peso, el espectador se
alguna que permita imaginar que cualquier convierte en parte en el peso del otro. He-
trastorno del espacio social conlleve inme- mos visto hasta qué punto esta gestión del
diatamente un cambio visible y localiza- peso modifica la expresión, vemos ahora
ble en la producción coreográfica. Se obser- hasta qué punto modifica también sus im-
van más bien periodos de acumulación de presiones para el espectador. Del mismo
tensiones estéticas, que sólo pueden hallar modo en que el peso organiza el «antes« del
más tarde su expresión artística, del mismo movimiento«, también organiza el «antes»
modo en que una explosión social es fruto de la percepción del mundo exterior. Cuan-
de acumulaciones de tensiones que un día do, por el trans-porte, la mirada se encuen-
alcanzan un nivel que fuerza a su expre- tra menos constreñida por la ponderación,
sión. viaja de otro modo. Es lo que podemos de-
nominar empatía cinética, o contagio gra-
vitatorio.
La percepción y la mirada sin peso Se trata pues de algo esencial: en el cuer-
po del bailarín, en su relación con los demás
Los complejos fenómenos de la percepción, bailarines, se actúa una aventura política
llevando las riendas del movimiento, tam- (el reparto del territorio). Una «nueva ma-
bién permiten acercar cierta comprensión no» del espacio y las tensiones que lo habi-
de los procesos de una obra cuando somos tan interrogará a los espacios y tensiones
espectadores de una danza. El movimiento del espectador. La naturaleza de ese trans-
del otro pone en juego la propia experiencia porte organiza la percepción del especta-
del espectador sobre el movimiento: la in- dor. Por lo tanto, es imposible hablar de
formación visual genera, en el espectador, danza o más en general del movimiento del
una experiencia quinestética (sensación in- otro sin recordar que se trata de una per-
terna de movimientos en su propio cuerpo) cepción particular, y que el significado del
inmediata, encontrando así su resonancia movimiento se actúa tanto en el cuerpo del
en el cuerpo del espectador las modificacio- bailarín como en el del espectador. De este
nes e intensidades del espacio corporal del modo, la compleja red de herencias, apren-
bailarín. Al ser totalmente indisociables lo dizajes y reflejos que determina la particu-
visible y lo quinestético, la producción de laridad del movimiento de cada individuo
sentido en un suceso visual no podría dejar determina, a su vez, la forma de percibir el
intacto el estado del cuerpo del observador: movimiento por parte de los demás.
lo que veo produce lo que siento, y recípro-
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del espacio y el tiempo. Esta impotencia por Delsarte) inicia el movimiento. Estas dos
atrapar con nuestra organización lingüísti- aproximaciones a la expresión de la parte
ca el sentido profundo del movimiento le superior del cuerpo conllevarán e impon-
ha llevado hasta la aventura de su sistema drán diferencias en el trabajo de las piernas,
de notación, que no se apoya en una metá- que desarrollarán así diferentes técnicas.
fora lingüística sino en una representación En definitiva, el análisis y la comprensión
pictográfica, respondiendo analógicamente de los contenidos dinámicos del gesto per-
a los estados del cuerpo, aún no proyecta- miten operar acercamientos entre familias
dos a la esfera de la interpretación lingüís- estéticas tradicionalmente opuestas: la téc-
tica. nica de Vaganova estaría cerca, desde este
La atención por los contenidos del movi- punto de vista, del trabajo de Doris Hum-
miento, por su calidad, más que por sus phrey. Podríamos también hallar un víncu-
continentes (época, escenografía, vestuario, lo entre el estilo de Bournonville y el de
narración, música, etc.), por su entorno, Dominique Bagouet, en cuanto a la calidad
hacen surgir correlaciones, similitudes, en- de la relación con el suelo y a la libertad de
tre danzas que habitualmente se clasifica- los flujos escapularios. O, todo lo contrario,
rían en categorías alejadas: precisamente en en una forma aparentemente idéntica de
el gesto en sí se organiza la producción de golpear el suelo con los pies, común al ka-
sentido. Persiguiendo esta idea, podríamos thakali, al flamenco o al tap dance, podría-
acercar el estilo de Agrippina Vaganova al mos destacar las diferencias de acento en la
de Doris Humphrey y emparentar cierta dinámica del peso y de la suspensión que
tradición de la ópera de París con Cun- identifican, para el espectador, la naturale-
ningham. En efecto, los dos primeros to- za particular de cada una de estas danzas.
man partido por la no frontalidad en rela- Sobre todo, este modo de acercamiento
ción con el cuerpo del bailarín, por una vuelve a poner el acento en el trabajo del
enorme movilidad de la caja torácica, una propio bailarín, que condiciona plenamen-
gran importancia de lo que denominamos te la producción de sentido. En efecto es
«l’épaulé» (ligera torsión de la cintura es- trastornador ver hasta qué punto la historia
capularia), que da una verdadera izquierdi- nos deja gran cantidad de trazos sobre los
zación del plano del busto que será un pun- figurinistas, los músicos, los coreógrafos,
to fuerte de su expresividad. El brazo acep- pero se queda totalmente muda sobre los
ta el movimiento del omoplato antes de bailarines y su trabajo, su entreno, las téc-
desplazarse, y deja escapar por ahí algo del nicas corporales, es decir, sobre los funda-
afecto que proporciona en buena medida mentos reales de la danza.
este sentimiento de calidad expresiva par- Este silencio, ¿es realmente el único hecho
ticular de la escuela de Vaganova, o del li- de la tradición esencialmente oral de la
rismo de Doris Humphrey. transmisión en danza? ¿O bien este telón
En cambio, en Cunningham y para una permitiría descubrir que la «res publica»
parte de la escuela francesa, el cuerpo del entraña necesariamente en su estela cierto
bailarín es mucho más frontal (esta fronta- compromiso de la «res corporea»? En este
lidad del cuerpo del bailarín es la contra- caso, el bailarín sería un mensajero, testigo
partida, en Cunningham, de la desfronta- de los movimientos de la cultura que des-
lización del espacio escénico). El omoplato cansa tal vez, y ante todo, en lo más pro-
está mucho más controlado, lo que conlleva fundo de la génesis del gesto.
cierta sobriedad en la exposición del senti-
miento. La caja torácica está, en este caso,
controlada por el suelo, a través de la pelvis,
mientras que en las dos primeras siempre el
centro de la caja torácica (apreciado por