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Cuaderno de danza 335

L
El gesto y su percepción
Hubert Godard

j
Hubert Godard
Ex bailarín de repertorio clásico y con-
temporáneo, se ha dedicado a la investiga-
ción en el campo del análisis del movimien-
to. Ha sido Maître de Conférences, respon-
sable del Departamento de Danza de la
Universidad de París VIII, miembro del
Rolf Institute en Estados Unidos y director
de investigaciones en el centro de investi-
gación médica Métis en Milán.
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«Le geste et sa perception» fue escrito en cualquier caso activas, de la percepción. La


1995. Aparece como postfacio del libro La danza es el lugar por excelencia que mues-
danse au XXè siècle de Marcelle Michel e tra los huracanes a los que se enfrentan las
Isabelle Ginot, Éditions Bordas, Larousse, fuerzas de la evolución cultural, que tiende
1998. a producir y al mismo tiempo controlar, o
Ha publicado, entre otros: incluso censurar, las nuevas actitudes de la
«L’Empire des sens», en Danser mainte- expresión del propio yo y la impresión de
nant, obra colectiva, CFC, Bruselas, los demás. De este modo, el gesto y su cap-
1990. tación visual funcionan a través de dos fe-
«Intrinsic movement», entrevista con Aline nómenos de una variedad infi nita que im-
Newton, en Rolf Lines, vol. XX, nº 1, piden toda esperanza de idéntica reproduc-
Rolf Institute, Boulder, 1992. ción. La danza clásica, codificada por Beau-
«Le corps du danseur épreuve du réel», en- champ en el siglo xvii, no escapa a esta
trevista con Laurence Louppe, en Art problemática: pese a su aparente conserva-
Press, especial fuera de serie 13, París, ción de las figuras —un arabesco, una po-
1992. sición, un giro de una pierna... —, la forma
«Le geste manquant», entrevista con Da- en que estos gestos se producen y son per-
niel Dobbels y Claude Rabant, en Revue cibidos varía profundamente de una época
Internationale de Psychanalyse, nº 5, a otra. La mínima variación de la parte del
1994. cuerpo que inicia el movimiento, los flujos
«Singular, Moving Geographies», en Wri- de intensidad que lo organizan, la forma
tings on Dance, nº 15, Melbourne,
que tiene el bailarín de anticipar y visuali-
1996.
zar el movimiento que producirá, todo ello
«Role of the perceptive activity in preser-
provoca, por tanto, que una misma figura
ving motricity», en Fourth International
Congress Physical Activity, Aging and no produzca el mismo sentido. Al igual que
Sports, Heidelberg, August 27-31, 1996, la figura, la forma de un gesto nos ayuda
Werbach-Gamburg, 1997. poco a comprender su ejecución, y aún me-
«Verbesserung der Sensorischen Dyna- nos su percepción por parte del bailarín y
mik», en Peter Schwind (ed.), Alles im el espectador. Ante esa dificultad, es fuerte
Lot, Irisiana Verlag, Múnich, 2001, pp. la tentación de contentarse con clasificar las
139-172. danzas por épocas históricas, por orígenes
«Conversazione», en A. Menicaci y E. geográficos, por categorías sociales, por
Quinz (eds.), La scena digitale, Marsilio, preferencias musicales, por la estética del
Venecia, 2001. vestuario o la escenografía, por cierta for-
ma de los diferentes segmentos corporales
Raimon Àvila puestos en juego. En efecto, todos estos pa-
rámetros describen de maravilla el conti-
j nente, pero nos acercan muy poco a las ri-
quezas de la dinámica interna del gesto que
La percepción de un gesto opera por una generan sentido. Sin embargo, está permi-
impresión global y difícilmente permite dis- tido localizar ciertas constancias, no en los
tinguir los elementos y las etapas que, tan- individuos o las formas que los emiten, sino
to para el actor como para el observador, en los procesos operativos del movimiento
fundamentan la carga expresiva de ese ges- y su interpretación visual.
to. Cada individuo, cada grupo social, de
acuerdo con su entorno, crea y experimen-
ta sus mitologías del cuerpo en movimiento,
que dan forma a continuación a las redes
fluctuantes, conscientes o inconscientes, en
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El premovimiento o el lenguaje quier cambio afectivo conllevará una mo-


no consciente de la postura dificación, incluso imperceptible, de nuestra
postura.
Como han puesto de manifiesto Rudolf La- Estos músculos gravitatorios, puesto que
ban, Erwin Strauss y otros, la postura erec- se encargan de asegurar nuestro equilibrio,
ta, más allá del problema mecánico de la se anticipan a cada uno de nuestros gestos:
locomoción, ya contiene elementos psicoló- por ejemplo, si deseo tender un brazo ante
gicos, expresivos, incluso antes de cualquier mí, el primer músculo que entra en acción,
intencionalidad del movimiento o la expre- incluso antes de que mi brazo se haya mo-
sión. Su relación con el peso, es decir, con vido, será el músculo de la pantorrilla, que
la gravedad, ya contiene un estado de áni- anticipa la desestabilización que provocará
mo, una proyecto sobre el mundo. Esta ges- el peso del brazo hacia delante. El premo-
tión particular del peso por parte de cada vimiento, invisible, imperceptible para el
uno nos lleva a reconocer sin equivocarnos, propio sujeto, pone en juego a su vez el nivel
y sólo por su sonido, a una persona de nues- mecánico y el nivel afectivo de su organiza-
tro entorno subiendo las escaleras. Al con- ción. Según nuestro estado de ánimo y del
trario, en gravidez, como lo demuestran los imaginario del momento, la contracción de
astronautas, la expresividad es radicalmen- la pantorrilla, que prepara sin que lo sepa-
te diferente porque el referente esencial que mos el movimiento del brazo, será más o
nos permite interpretar el sentido del gesto menos fuerte y, por tanto, cambiará la sig-
ha sido modificado profundamente. nificación que se perciba. La cultura, la
Llamaremos «premovimiento» a esta ac- historia de un bailarín y su forma de sentir
titud hacia el peso, la gravedad, que ya exis- una situación, de interpretarla, introduci-
te antes de que nos movamos, en el simple rán una «musicalidad postural» que acom-
hecho de estar de pie, y que producirá la pañará o tomará por defectuosos los gestos
carga expresiva del movimiento que ejecu- intencionados ejecutados. Los efectos de
taremos. Una misma forma gestual —por este estado afectivo, que proporciona la ca-
ejemplo, un arabesco— se puede cargar de lidad a cada gesto y del que apenas empe-
distintas significaciones según la calidad del zamos a comprender los mecanismos, no se
premovimiento, que sufre grandes variacio- pueden ordenar sólo con la intuición. Es eso
nes mientras perdura la forma. Él determi- lo que forma la gran complejidad del traba-
na el estado de tensión del cuerpo y defi ne jo del bailarín... y del observador.
la calidad, el color específico de cada gesto. En la película Ziegfield Follies de Vincen-
El premovimiento actúa sobre la organiza- te Minelli (1945), Fred Astaire y Gene Kelly
ción gravitacional, es decir, sobre la forma ejecutan un dúo en el que realizan los mis-
en la que el sujeto organiza su postura para mos gestos al mismo tiempo y con preci-
tenerse en pie y responder a la ley de la gra- sión. Sin embargo, el efecto producido por
vedad en esta posición. Un completo siste- cada bailarín es radicalmente diferente.
ma de músculos llamados gravitatorios, ¿Cómo explicar esa diferencia? Pasar la pe-
cuya acción escapa en gran parte a la con- lícula al ralentí, imagen por imagen, nos
ciencia y a la voluntad, está encargado de muestra que pese a su intención de producir
asegurar nuestra postura; mantener nuestro los mismos movimientos, la anticipación
equilibrio y permitirnos estar de pie sin te- del ataque del gesto —el premovimiento—
ner que pensar en ello. También son estos es el opuesto en uno y en otro: Gene Kelly
músculos los que registran nuestros cam- asegura primero el suelo con un movimien-
bios de estado afectivo y emocional. Por lo to de piernas y de concentración del cuerpo
tanto, cualquier modificación de nuestra (movimiento concéntrico) y luego se orien-
postura tendrá una incidencia en nuestro ta en el espacio con la mirada o con el bra-
estado emocional y, recíprocamente, cual- zo y emprende su ataque en un rechazo al
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suelo, seguido de una extensión en la direc- aprender todo tipo de cosas» dice, y se ex-
ción elegida. Organiza su relación con la plica: «Porque nos afecta, bien lo sabe us-
gravedad de abajo arriba, de dentro hacia ted, cuando el alma (vis motrix) se encuen-
fuera. Fred Astaire, en cambio, empieza tra en un punto que no es el centro de gra-
siempre con un movimiento de orientación vedad del movimiento». El bailarín defi ne
en el espacio, una mirada, la cabeza o el «la gracia» como ese estado en el que no
brazo: ello provoca primero una extensión, hay desajuste entre el centro de gravedad y
una suspensión (movimiento excéntrico), y el centro del movimiento. De algún modo,
luego conlleva un desequilibrio que se esta- la marioneta sería portadora de un signo
biliza en seguida con un movimiento de puro, simplemente porque no está obligada
piernas hacia el suelo. Organiza su relación a gestionar su propio peso: al estar suspen-
con la gravedad de arriba abajo. Al ralentí, dida por la parte superior de su cuerpo en
Gene Kelly empieza siempre un poco más vez de descansar sobre el suelo, sus segmen-
tarde, pero llega antes, esa concentración tos corporales obedecen a la estricta ley
anticipadora le proporciona una calidad mecánica. Sea cual sea el modo en que la
«explosiva», particular de la calidad felina marioneta se proyecta por el espacio, la tra-
de su movimiento. El modo de Fred Astaire yectoria que describen sus miembros en
se extiende más en el tiempo, por la gracia torno al centro de gravedad es una parábo-
de su inimitable suspensión. la perfecta. Al revés del hombre, la mario-
Por lo tanto, estos flujos de organización neta no es presa de esa duda de la afectivi-
gravitatoria, que se activan antes del ata- dad que crea una distancia entre el centro
que, modificarán profundamente la calidad de gravedad y el centro del movimiento,
del gesto y la coloración de los matices que imperfección cinética generada por la inter-
«saltan» ante nuestros ojos sin que poda- ferencia de los afectos. En la distancia entre
mos decir siempre por qué motivo. A partir el centro motor del movimiento y el centro
de ahí, podemos distinguir el movimiento de gravedad, en esta tensión, radica la car-
entendido como un fenómeno que relata ga expresiva del gesto. El bailarín de Kleist,
estrictamente los desplazamientos de varios criticando el manierismo de su época, llama
segmentos del cuerpo a través del espacio también a la radicalidad significante de la
—del mismo modo en el que una máquina marioneta. En este caso, la expresividad es
produce un movimiento—, y el gesto, que el resorte del marionetista, que genera los
se inscribe en la distancia entre este movi- impulsos del centro de gravedad, siendo la
miento y el telón de fondo tónico y gravita- marioneta un simple intérprete que no pa-
torio del sujeto: es decir, el premovimiento rasita dichos impulsos.
en todas sus dimensiones afectivas y pro- Las resistencias internas del desequili-
yectivas. En él reside la expresividad del brio, que organizan a los músculos del sis-
gesto humano, carente en la máquina. tema gravitatorio, inducirán la calidad y la
carga afectiva del gesto. El aparato psíquico
se expresa a través del sistema gravitatorio,
Del centro de gravedad... sesgadamente carga de sentido al movi-
a la expresividad miento, lo modula y lo colorea de los deseos
e inhibiciones, de la emociones. El tono re-
Heinrich von Kleist describe perfectamente sistente del sistema gravitatorio se induce
este fenómeno en un texto fundamental, incluso antes que el gesto, desde el momen-
Les Marionnettes, en el que dialogan un to en el que se forma el proyecto de una
«primer bailarín» clásico y un espectador acción, y ocurre sin que lo sepa el sujeto,
de marionetas. El bailarín expresa su pa- previamente a su conciencia. Por eso los
sión por las marionetas: «[...] de ellas, un profesionales del movimiento, en particular
bailarín deseoso de perfeccionar podría los bailarines, saben que para mejorar, mo-
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dificar o diversificar la calidad del gesto construcción de esta mitología. La arqui-


deben fijarse en todas sus dimensiones, in- tectura, el urbanismo, las visiones del espa-
cluso en la del premovimiento, que sólo cio y el medio en el que evoluciona el sujeto
permite alcanzar el acceso al imaginario. también tendrán una influencia determi-
Este dominio de la organización gravitato- nante en su comportamiento gestual.
ria y de sus modulaciones, propio del tra- El interés por una organización vertical
bajo de la danza, permite a los bailarines y la conquista de nuevos territorios encuen-
de Pina Bausch disociar radicalmente dos tra en la Alemania de los años treinta dos
niveles de expresión: por ejemplo, poder salidas radicalmente opuestas. Con Mary
proferir un texto desarrollando una acción Wigman, la actitud de encantadora, de
gestual que trae consigo una carga signifi- orante, marca la afi rmación de una tensión
cativa opuesta a lo que se dice. Esta distor- axial ascensional que, sin embargo, está
sión entre la expresividad vocal y la del continuamente vinculada con la explora-
gesto sería muy difícil obtenerla para los ción de un espacio imaginario interior que
actores, cuyo dominio busca en cambio la contradecirá esta ascensión, en una redefi-
transparencia entre la palabra (el texto) y nición perpetua de las fronteras de su pro-
la actitud corporal. pio cuerpo. En ese mismo momento, con el
ascenso del poder nazi, se dibuja «otro
cuerpo» en torno a un eje sólido: un cuerpo
Las actitudes posturales como lugar armado, con fronteras fijas, que ya no dejan
de inscripción de la historia aperturas a las variaciones de las fronteras
internas, que irá a conquistar otros territo-
Lo que determina la organización gravita- rios en torno a las fuerzas de otro «eje».
toria de un individuo es una compleja mez- Entonces, ese poder decreta la actitud de
cla de parámetros fi logenéticos, culturales Mary Witgman degenerada.
e individuales. Se trata tanto de los trazos Estas dos concepciones, la que trabaja
del paso de la cuadripedia a la verticalidad con el imaginario y la otra, que lo constriñe
en la historia de la humanidad, de la evolu- a una ideología, modifican la organización
ción del modo de andar, como de una his- tónico-gravitatoria que anticipa y acompa-
toria individual ceñida a un entorno cultu- ña cualquier gesto, cualquier actitud cor-
ral. Para el individuo, el aprendizaje del poral. Las películas de Leni Riefenstahl
lenguaje, paralelo al del andar, organiza su (Los Dioses del estadio, sobre los Juegos
autonomía en el mundo teniendo en cuenta Olímpicos de Múnich en 1936) y las de
los riesgos complejos de la separación de la Mary Wigman llevan hoy consigo los trazos
madre... Ni más ni menos, finalmente, que de estas oposiciones en el «pensamiento en
la relación simbólica que vinculará, en el movimiento».
individuo, su actitud postural, su afectivi- Los bailarines, que comparten la expe-
dad y su expresividad bajo la presión fluc- riencia social común al grupo al que per-
tuante de su medio. Cualquier modificación tenecen, trabajarán con esta experiencia
del entorno conllevará una modificación de como sustrato, su danza se convertirá alter-
la organización gravitatoria del sujeto o del nativamente en expresión o en instrumento
grupo concernido. De este modo, las mito- de recuestionamiento. De este modo, el sen-
logías del cuerpo que circulan en un grupo tido vinculado a las modulaciones del peso
social se inscriben en el sistema postural y, que se ejerce sobre el eje gravitatorio per-
recíprocamente, la actitud corporal de los mite localizar las evoluciones profundas de
individuos se convierte en un médium de la historia de la danza. Por ejemplo, el de-
esta mitología. Cierta concepción del cuer- sarrollo de la estética del ballet romántico
po, que surge hoy en día en todas las pan- está indisolublemente unido a una búsque-
tallas de cine y televisión, participa en la da de la elevación que se expresa a través
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de las puntas, las maquinarias que elevan a camente mi estado corporal trabaja en mi
las bailarinas y, sobre todo, a una evolución interior la interpretación de lo que veo.
de la técnica que, a lo largo de los años lle- La sensación de nuestro propio peso nos
va el estiramiento de los cuerpos hasta una permite no confundir el espectáculo con el
morfología característica de las bailarinas espectáculo del mundo. En el descarrila-
balanchinescas (cuya organización gravita- miento de un tren, puede suceder que no
toria es próxima a la que hemos descrito de sepamos si es nuestro tren el que se mueve
Fred Astaire, pese a que los signos gestuales o el que nos pasa al lado en el exterior. Tra-
son muy distintos). En cambio, la danza tándose de un espectáculo de danza, esta
moderna marca el retorno del peso, de la distancia eminentemente subjetiva que se-
caída y el pie descalzo. En seguida se intro- para al observador del bailarín puede cam-
ducirán matices en las cualidades de la biar especialmente (¿quién se mueve, en
«transferencia del peso» que se convertirán realidad?), provocando por ello mismo cier-
en el centro de atención de una Doris Hum- to efecto de «transporte». Transportado
prey o una Mary Wigman, por ejemplo. por la danza, habiendo perdido la certi-
De todos modos, no existe regla lineal dumbre del propio peso, el espectador se
alguna que permita imaginar que cualquier convierte en parte en el peso del otro. He-
trastorno del espacio social conlleve inme- mos visto hasta qué punto esta gestión del
diatamente un cambio visible y localiza- peso modifica la expresión, vemos ahora
ble en la producción coreográfica. Se obser- hasta qué punto modifica también sus im-
van más bien periodos de acumulación de presiones para el espectador. Del mismo
tensiones estéticas, que sólo pueden hallar modo en que el peso organiza el «antes« del
más tarde su expresión artística, del mismo movimiento«, también organiza el «antes»
modo en que una explosión social es fruto de la percepción del mundo exterior. Cuan-
de acumulaciones de tensiones que un día do, por el trans-porte, la mirada se encuen-
alcanzan un nivel que fuerza a su expre- tra menos constreñida por la ponderación,
sión. viaja de otro modo. Es lo que podemos de-
nominar empatía cinética, o contagio gra-
vitatorio.
La percepción y la mirada sin peso Se trata pues de algo esencial: en el cuer-
po del bailarín, en su relación con los demás
Los complejos fenómenos de la percepción, bailarines, se actúa una aventura política
llevando las riendas del movimiento, tam- (el reparto del territorio). Una «nueva ma-
bién permiten acercar cierta comprensión no» del espacio y las tensiones que lo habi-
de los procesos de una obra cuando somos tan interrogará a los espacios y tensiones
espectadores de una danza. El movimiento del espectador. La naturaleza de ese trans-
del otro pone en juego la propia experiencia porte organiza la percepción del especta-
del espectador sobre el movimiento: la in- dor. Por lo tanto, es imposible hablar de
formación visual genera, en el espectador, danza o más en general del movimiento del
una experiencia quinestética (sensación in- otro sin recordar que se trata de una per-
terna de movimientos en su propio cuerpo) cepción particular, y que el significado del
inmediata, encontrando así su resonancia movimiento se actúa tanto en el cuerpo del
en el cuerpo del espectador las modificacio- bailarín como en el del espectador. De este
nes e intensidades del espacio corporal del modo, la compleja red de herencias, apren-
bailarín. Al ser totalmente indisociables lo dizajes y reflejos que determina la particu-
visible y lo quinestético, la producción de laridad del movimiento de cada individuo
sentido en un suceso visual no podría dejar determina, a su vez, la forma de percibir el
intacto el estado del cuerpo del observador: movimiento por parte de los demás.
lo que veo produce lo que siento, y recípro-
Cuaderno de danza 341

La figura y el fondo Podemos considerar la actitud postural y


el premovimiento, preludio inevitable del
Las estéticas particulares en Merce Cun- gesto, como un trasfondo sobre el que se
ningham y en Trisha Brown pueden aclarar, dibuja el movimiento aparente: la figura. El
en este aspecto, dos modos operativos dife- bailarín cunninghamiano ofrece una super-
rentes de las vías de la percepción por la ficie tan neutra, tan invisible, tan poco tur-
naturaleza de los transportes efectuados. bada por el afecto como sea posible para
Ambos se alejaron de lo que podía ser el que la figura quede clara —que no la turbe
relato, de todo contenido narrativo que a el fondo. La ausencia de modificación per-
menudo, en las danzas que los precedieron, ceptible de la persona, previa al movimien-
proporcionaba la textura orientando la im- to, permite ver ya no al sujeto bailando,
presión de la figura observada en el espec- sino la figura que se ofrece. La toma de dis-
tador. tancia entre la emoción del bailarín y lo que
Cunningham retoma, en una de sus pie- realiza se reproduce en el espectador entre
zas, lo que denominamos «une promena- la figura observada y su propia emoción: no
de» en danza clásica: una bailarina en me- se puede dejar llevar directamente por la
dias puntas sobre una sola pierna, ambas danza. Privado de este dato quinestético
manos reposando en el brazo de su compa- inmediato, el observador está constreñido
ñero, pivota a merced de un paseo que él a su imaginario perceptivo. Tiene entonces
efectúa en torno a ella. Esta figura, retoma- la elección de un placer traducido por la
da eternamente en los «paso a dos» clási- sensibilidad en los juegos de la ficción per-
cos, habitualmente encuentra en ellos una ceptiva... y perspectiva. Ha recreado por fi n
carga vinculada a las conmociones amoro- su propio trasiego interior: desde enton-
sas acrecentada por la naturaleza de la mi- ces, el espectador, más que el bailarín, es el
rada que intercambian los compañeros. En verdadero intérprete de la danza de Cun-
Cunningham, esta figura cobra un valor tan ningham.
diferente que no observamos que se trata En otro registro, el ejemplo más extremo
de la misma forma. Los compañeros no es- de la búsqueda de Trisha Brown es su solo,
tán preocupados por la relación psicológi- If you could’nt see me, creado en 1994; bai-
ca, no se lee tensión alguna en sus ojos, lado íntegramente de espaldas, este solo es
como si esos ojos simplemente escucharan la quintaesencia de decenas de años de tra-
el eco lejano del recorte de espacio que pro- bajo. En el extremo contrario de la estética
vocan, quizás también el eco lejano del pen- cunninghamiana, no se ve en él práctica-
samiento de Kleist. Las danzas de Cun- mente ningún signo afi rmado; los brazos y
ningham imponen la distancia, prohíben la las piernas no se detienen en ninguna for-
transferencia, obligando así al espectador ma, sólo parecen ser la prolongación de
a ver el signo, la figura, tal como son. Pri- tensiones que trabajan en un espacio origi-
vado de un movimiento «ya interpretado», nal, en el nivel de la emergencia del premo-
se sitúa ante nuevos códigos estéticos. El vimiento, precisamente ahí donde se actúa
pudor del coreógrafo pasa por el bailarín: el equilibrio postural. En este caso, el pú-
éste conoce la forma en la que debe desem- blico no tiene otra elección que ver el «telón
bocar, o las reglas del dispositivo que hará de fondo», el lugar de origen del movimien-
emerger esta forma (y que puede integrar to: el marionetista ha sido puesto al descu-
juegos aleatorios). Sabe que debe convertir bierto. Con ello, Brown esconde también
esta figura sin trasiegos para no arriesgar los signos producidos por la cara, siendo el
ninguna alteración de esta construcción. rostro uno de los pocos lugares del cuerpo
No está ahí para mostrarse a sí mismo, sino en los que se inscribe una retórica inmedia-
para permitir la aparición del signo busca- tamente leíble. Evitando la visión del rostro,
do o provocado por el azar. priva al público de los signos del afecto,
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impide toda interpretación intempestiva de Compromisos políticos: las variaciones


su danza e impone la visión del fondo. de un mismo signo
Mientras que el bailarín de Cunningham
elimina todo trazo de su propia emoción, Dos proyectos políticos claros, dos modos
cualquier forma de interpretación de la fi- de relación con el mundo actúan en las
gura mostrada, el de Trisha Brown se nutre aproximaciones al movimiento de Cun-
sin parar de su propio gesto, dando cuenta ningham y de Trisha Brown, respectiva-
de lo que crea, dejando que su propia sen- mente. Habría aún que aguzar las lecturas
sibilidad sea afectada por este movimiento, para ver como, en el interior de un mismo
re-interpretando la figura producida, en un lenguaje, según los periodos o los bailarines
juego de «autoafección» de su propio gesto de la compañía, el trabajo del coreógrafo
diferente en todo a la práctica cunningha- sufre modulaciones. Es lo que se puede ob-
miana. El bailarín, con Trisha Brown, no servar claramente en Marta Graham, por
es tan fiel al espacio que lo rodea como ejemplo, cuyas elecciones técnicas, funda-
atento está a una dinámica particular del das en la famosa alternancia contracción/
movimiento, que precisa una audición y un release, perduran en un periodo extrema-
sentimiento de la frase vivida en el trazo damente largo. Los documentos fi lmados
más ínfi mo de su origen: en el propio pre- de varias épocas permiten ver que la con-
movimiento. Aquí, la quinestética ocurre tracción, curvatura de la parte inferior de
ante los ojos. Trisha Brown no sólo consi- la espalda naturalmente muy compleja, co-
dera que el bailarín debe dejarse tocar por rresponde a una forma más o menos cons-
su propio gesto, tocando así al espectador, tante a lo largo de los años, pero conoce
sino que, a cambio, la presencia del espec- variaciones formidables de calidad y signi-
tador y del medio puede influenciar y mo- ficado según los periodos. Al principio de
dificar la representación. Desde entonces, la obra de Graham, en los años treinta, se
ambos, bailarín y espectador, se embarcan trata de un movimiento concéntrico, que
a ver la terra incognita de los espacios sen- concentra el cuerpo (y no lo hemos descrito
sibles por descubrir. Para retomar la metá- sin recordar el estilo de Gene Kelly). En las
fora del telón de fondo y la figura, Trisha obras más recientes es exactamente lo con-
Brown, al contrario de Cunningham, se trario, incluso si la forma se mantiene apa-
aferra a hacer visible el fondo, el premovi- rentemente igual: el movimiento se ha vuel-
miento, en su origen, cuyos ecos siguen ha- to excéntrico (más cercano esta vez a la
bitando la forma producida. organización de Fred Astaire); se trata más
La estimulación que opera en el espectá- de una prolongación, de una apertura del
culo seguiría, en este caso, dos trayectos espacio que se curva estirándose, que de
diferentes en las esferas perceptivas del ob- una contracción en sentido estricto; su nom-
servador. En Trisha Brown, esta estimula- bre no ha cambiado, pero su significado es
ción operaría primero en la sensibilidad prácticamente el opuesto (y ya prepara la
quinestética (aunque no interpretada) para curva de Cunningham).
emerger en seguida como percepción cons- La dificultad de pasar cuentas de estos
ciente. En Cunningham, sería primera una fenómenos está en la base de toda la obra
interpretación perceptiva (construcción/ de Laban, que oponía «pensamiento mo-
desconstrucción) que trabaja la materia ob- triz» y «pensamiento en palabras» (en par-
servada y que toca en seguida la sensibili- ticular, en las obras La Maîtrise du mouve-
dad quinestética del espectador. ment y Effort). Defendía la idea que los
fundamentos de una cultura se actúan, en
estas relaciones particulares entre cierta
gestión del peso y los valores de expresivi-
dad, a través de los flujos y los tratamientos
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del espacio y el tiempo. Esta impotencia por Delsarte) inicia el movimiento. Estas dos
atrapar con nuestra organización lingüísti- aproximaciones a la expresión de la parte
ca el sentido profundo del movimiento le superior del cuerpo conllevarán e impon-
ha llevado hasta la aventura de su sistema drán diferencias en el trabajo de las piernas,
de notación, que no se apoya en una metá- que desarrollarán así diferentes técnicas.
fora lingüística sino en una representación En definitiva, el análisis y la comprensión
pictográfica, respondiendo analógicamente de los contenidos dinámicos del gesto per-
a los estados del cuerpo, aún no proyecta- miten operar acercamientos entre familias
dos a la esfera de la interpretación lingüís- estéticas tradicionalmente opuestas: la téc-
tica. nica de Vaganova estaría cerca, desde este
La atención por los contenidos del movi- punto de vista, del trabajo de Doris Hum-
miento, por su calidad, más que por sus phrey. Podríamos también hallar un víncu-
continentes (época, escenografía, vestuario, lo entre el estilo de Bournonville y el de
narración, música, etc.), por su entorno, Dominique Bagouet, en cuanto a la calidad
hacen surgir correlaciones, similitudes, en- de la relación con el suelo y a la libertad de
tre danzas que habitualmente se clasifica- los flujos escapularios. O, todo lo contrario,
rían en categorías alejadas: precisamente en en una forma aparentemente idéntica de
el gesto en sí se organiza la producción de golpear el suelo con los pies, común al ka-
sentido. Persiguiendo esta idea, podríamos thakali, al flamenco o al tap dance, podría-
acercar el estilo de Agrippina Vaganova al mos destacar las diferencias de acento en la
de Doris Humphrey y emparentar cierta dinámica del peso y de la suspensión que
tradición de la ópera de París con Cun- identifican, para el espectador, la naturale-
ningham. En efecto, los dos primeros to- za particular de cada una de estas danzas.
man partido por la no frontalidad en rela- Sobre todo, este modo de acercamiento
ción con el cuerpo del bailarín, por una vuelve a poner el acento en el trabajo del
enorme movilidad de la caja torácica, una propio bailarín, que condiciona plenamen-
gran importancia de lo que denominamos te la producción de sentido. En efecto es
«l’épaulé» (ligera torsión de la cintura es- trastornador ver hasta qué punto la historia
capularia), que da una verdadera izquierdi- nos deja gran cantidad de trazos sobre los
zación del plano del busto que será un pun- figurinistas, los músicos, los coreógrafos,
to fuerte de su expresividad. El brazo acep- pero se queda totalmente muda sobre los
ta el movimiento del omoplato antes de bailarines y su trabajo, su entreno, las téc-
desplazarse, y deja escapar por ahí algo del nicas corporales, es decir, sobre los funda-
afecto que proporciona en buena medida mentos reales de la danza.
este sentimiento de calidad expresiva par- Este silencio, ¿es realmente el único hecho
ticular de la escuela de Vaganova, o del li- de la tradición esencialmente oral de la
rismo de Doris Humphrey. transmisión en danza? ¿O bien este telón
En cambio, en Cunningham y para una permitiría descubrir que la «res publica»
parte de la escuela francesa, el cuerpo del entraña necesariamente en su estela cierto
bailarín es mucho más frontal (esta fronta- compromiso de la «res corporea»? En este
lidad del cuerpo del bailarín es la contra- caso, el bailarín sería un mensajero, testigo
partida, en Cunningham, de la desfronta- de los movimientos de la cultura que des-
lización del espacio escénico). El omoplato cansa tal vez, y ante todo, en lo más pro-
está mucho más controlado, lo que conlleva fundo de la génesis del gesto.
cierta sobriedad en la exposición del senti-
miento. La caja torácica está, en este caso,
controlada por el suelo, a través de la pelvis,
mientras que en las dos primeras siempre el
centro de la caja torácica (apreciado por

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