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TEMA: LA MISERICORDIA DE DIOS

Texto: Isaías 42:1-4

Introduccion: Los evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan proclaman la vida y la obra
de Jesucristo. Allí encontramos su historia en cada página. Pero, la Biblia entera,
desde Génesis hasta Apocalipsis presenta a Jesús como su tema principal. Hay
pasajes proféticos que hablan acerca de su nacimiento, vida, sufrimiento, muerte,
sepultura y resurrección. Jesús es también presentado con diferentes símbolos y
figuras. El es presentado de manera tan sobresaliente en las Escrituras por causa de
que El es todo lo que necesitamos. El es la suma y la sustancia de la teología.
Jesucristo es el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el Primero y el Ultimo. Es en
Cristo y sólo en El que nuestra relación de cristianos debe estar centrada. No hay
nada que sea más importante que nuestra relación con Jesucristo.

Dios levanta a Jesucristo para que lo veamos. En el primer versículo de Isaías 42, El
grita: “He aquí mi siervo,...” Se parece mucho a las palabras de Juan el Bautista
cuando dice: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Dios levanta
a su Hijo delante de nosotros. “He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en
quien mi alma tiene contentamiento...”

¡Mírenlo! ¡Véanlo! La palabra “he aquí” tiene el sentido de contemplar con


detenimiento. Mirar a Jesucristo significa fijar nuestros ojos en El, mirarlo y
contemplarlo y mirarlo. Tenemos que entender que lo que tenemos que hacer como
cristianos es contemplar a Jesucristo. Debemos mirarlo, meditar en su grandeza,
adorarlo.

Pero no sólo tenemos que mirar a Jesucristo, sino que también necesitamos
contemplar también su gracia, la manera cómo nos trata. Yo me siento conmovido
cuando leo este pasaje que se encuentra delante de nosotros en Isaías 42 porque
aquí se nos habla acerca de la gracia y la misericordia de Dios. Por medio de
imágenes poderosas nos ofrece un vistazo del corazón de Dios. Nos habla acerca de
la profundidad del amor que Dios tiene por nosotros. Nos muestra el porqué Jesús fue
a la cruz y sufrió y murió por cada uno de nosotros.

“No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare.” (42:3)

I. LAS CAÑAS CASCADAS. Los niños judíos a menudo iban al río a jugar. Allí era
donde crecían las cañas. Una de las cosas para las cuales estas cañas eran útiles era
para hacer flautas. De modo que los niños cortaban cañas, les hacían huecos y
fabricaban flautas. Las orillas del río estaban llenas de estas cañas, y muchas de ellas
distaban mucho de ser perfectas. Si agarraban una que estuviera cascada o golpeada,
la quebraban por la mitad y la tiraban lejos. Después de todo se necesitaba cañas de
buena calidad para poder hacer una flauta que pudiera sonar bien. Las cañas
cascadas o quebradas no tenían valor.

Las cañas cascadas son un claro símbolo de la gente, y creo que eso es de lo que
Isaías nos está hablando aquí. La palabra “cascada” se usa en otros pasajes para
referirse a la “opresión”. También es usada para referirse al desánimo en la vida de
una persona. Todos nosotros hemos pasado por épocas en la que nos hemos sentido
como cañas cascadas. Todos nosotros hemos pasado por épocas en las cuales nos
hemos sentido oprimidos y desanimados, cascados, y casi quebrados del todo.
¿Por qué no quiebra Dios las cañas cascadas? Los chicos las quebraban y las tiraban
lejos porque había miles para escoger junto al río. Una caña quebrada no era
importante, además no eran buenas para nada. De todos modos había muchas más
para escoger. ¿Por qué no hace Jesucristo lo mismo con las personas que son “cañas
cascadas.”?

“No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare.” (42:3)

El no quebrará la caña cascada y no apagará el pábilo que humeare.

II. EL PABILO QUE HUMEARE. Por supuesto que las casas de los israelitas no tenían
luz eléctrica. Tenían que alumbrar sus hogares con lámparas de aceite. Estas
lámparas se parecían mucho a las lámparas de Aladino. De hecho se parecían
bastante a una tetera. La mayoría tenían una abertura en la parte superior. Estas
lámparas eran llenadas con aceite y se les ponía una mecha de trapo. Mientras la
mecha estaba humedecida por el aceite, se mantenía ardiendo. Pero cuando el aceite
se acababa, la mecha comenzaba a quemarse y a producir humo. En ese caso lo
único que quedaba por hacer era apagar la mecha y tirarla. Había montones de trapo
para hacer otras mechas igual que la que se había quemado.

Pero El no apagará el pábilo que humeare. De nuevo, estas mechas son una figura de
la gente. Representan a aquellas personas que están cansados, agotados,
“quemados” en sus vidas. Todos somos “pábilos humeantes” de tiempo en tiempo, y
conocemos a otros que se sienten igual.

A. Dios dice que El no quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare.
Cuando pensamos acerca de esta realidad comparada con la gente, nos damos
cuenta de lo que Dios está diciendo. Estas personas son los que están en el suelo, los
fracasados, los abandonados, los problemáticos. Son aquellos que han hecho
pedazos sus vidas. Son aquellos que no viven al nivel de las expectativas de los
demás. Son la clase de gente cuya compañía muchas veces no queremos tener.
Muchos están listos para despachar a esta gente, pero Jesús, no.

1. Un ejemplo de lo que estamos diciendo es la mujer sorprendida en adulterio. Ella


era una caña cascada, una mecha humeante. Cuando Jesús la encontró, estaba a
punto de ser apedreada por los hombres que estaban listos para juzgarla. Jesús
apareció en el lugar y comenzó a escribir sobre el suelo. Algunos opinan que El estaba
escribiendo los pecados de los que estaban allí. Estos hombres estaban enojados
porque esa mujer era una amenaza para ellos. Ellos querían acabar con esta “caña
cascada” y tirarla a un lado del camino. Pero Jesús no. El la restauró. Jesús, sin pasar
por alto su pecado, la restauró al tiempo que desafiaba a los que querían matarla a
que miraran dentro de sus propias vidas.

2. Hay un solo pasaje en las Escrituras donde se encuentra la cita de Isaías que
estamos estudiando. Se encuentra en el evangelio de San Mateo. Lo cual encuentro
muy interesante, porque el mismo Mateo era también una “caña cascada”. La cita
aparece en un incidente relacionado con el día de reposo, el sábado, cuando Jesús
sanó a un hombre que tenía una mano seca en la sinagoga (Mt. 12). La controversia
tenía que ver con el hecho de si Jesús iba a sanar a este hombre en el día de reposo.
A la gente no le importaba su necesidad, sino sólo si Jesús iba a quebrantar su ley. Si
Jesús sanaba en día sábado, eso sería considerado un trabajo, lo cual no estaba
permitido. Pero a Jesús no le preocupó el que los mirones se sintieran ofendidos. El
sanó al hombre de todos modos. Entonces Mateo cita el pasaje de Isaías indicando
que Jesús estaba cumpliendo esa profecía al sanar a este hombre. La religión litúrgica
es capaz de dejar a un hombre sufriendo en el nombre de Dios. Jesús no. Los
reglamentos de una religión “quiebran” la caña cascada y la condenan por no ser
sana. Jesús, por su parte sana a las cañas cascadas y les restaura su utilidad.

B. Contrastemos el ministerio de Jesús con el del diablo. Jesús viene al lado de la


gente que sufre y no nos quiebra, ni nos tira a un lado. Mas bien, por el contrario, El
hace algo maravilloso: Nos restaura con su poder y su gracia.

En cambio, el “ministerio” de Satanás consiste en ser el acusador de las personas.


Lamentablemente, muchas de sus acusaciones son ciertas. El presenta todos
nuestros problemas delante de Dios de un modo acusatorio. El señala nuestras
“cascaduras” y demás faltas. Pero la respuesta de Dios es la siguiente: “Es cierto, pero
mira a mi Hijo...” Nuestras vidas no están envueltas en cuán buenos hemos sido, sino
en el manto del Hijo de Dios. El habla en nuestra defensa, porque El es nuestro
abogado, nuestro intercesor. El es quien ya ha pagado por los pecados de los cuales
Satanás nos está acusando.

C. La gracia de Dios se basa en lo que Jesucristo ha hecho por nosotros. El dice que
está listo a hacer algo con tu vida, aunque muchos piensan que eres una caña
cascada y que ya no vales nada. El cumplirá su obra en ti. 2 Cor. 12:9-10 “...” dice que
su poder se perfecciona en nuestra debilidad. 1 Cor. 1 dice que Dios ha escogido a lo
débil del mundo, en lugar de lo fuerte. Dios nos ha escogido a nosotros, no porque
nosotros tengamos mucho que ofrecer, sino por lo que El puede hacer en nuestras
vidas. Nunca debemos olvidar esto. Necesitamos comprender esto en medio de
nuestros fracasos, Dios está ahí con nosotros. Cada vez que predico, estoy consciente
de que hay gente que son “cañas cascadas” que están escuchando, aun cuando no
estén dispuestos a admitirlo. Hay cosas en tu vida, errores y fracasos que te hacen
preguntarte: ¿Qué hay de bueno en mi vida? ¿Cómo puede Dios amarme? A veces
somos gente que sonríe por fuera y que llora por dentro. Somos atropellados por el
diablo, o inclusive por otras personas.

1. Cuando nos sentimos como aquellas “cañas cascadas” necesitamos comprender


que Dios no se ha dado por vencido con nosotros. El es el reparador de “cañas
cascadas” y de “mechas humeantes, chamuscadas.” El es el único que puede tomar
una caña cascada y trabajar con ella hasta que pueda tocar una bella música. El
puede tomar una mecha humeante, chamuscada y maloliente que está molestando a
otros y hacer que tenga una luz nueva y brillante. De nuestros peores momentos El
puede rescatarnos, levantarnos y renovar nuestras vidas.

2. Todos nosotros hemos pasado por tiempos difíciles, tiempos en los cuales nos
hemos sentido como cañas cascadas. Por eso, Dios quiere que seamos sensibles con
los demás como lo fue Jesucristo.

Esa era precisamente la actitud del fariseo cuando estaba orando, pensando que él no
era como el publicano que estaba en el otro lado del templo. El sentía que era mucho
mejor y más aceptable delante de Dios. Por supuesto, el publicano recibió el perdón
de Dios porque sabía que necesitaba la misericordia y la gracia restauradora de Dios,
y Dios se la dio. Mientras que, lamentablemente, el fariseo sólo estaba orando consigo
mismo (Lc. 18:9-14). 3. Si entendemos que la gracia de Dios ha sido abundante con
nosotros, si hemos sido levantados por el Señor en tiempo de necesidad y puestos
sobre una roca, podemos entender lo que el Señor puede hacer con otros también.
Esto debe suavizar y enternecer nuestros corazones, y enseñarnos a ser menos
críticos. Debemos mostrarle el camino a Jesús.
D. Jesús no quiere apuntar las “quebraduras” de las personas, El sólo quiere
ministrarles. El quiere tomar esa caña cascada y convertirla en una hermosa flauta. El
quiere tomar esa mecha humeante y hacer de ella algo que alumbre con la luz de la
gracia de Dios. Cuando Dios hace eso con alguien, ese alguien se convierte en un
glorioso testimonio viviente de la gracia de Dios.

1. Este es el trabajo del que se encarga Dios, y la iglesia también. La Biblia se


encuentra llena de ejemplos de esta clase. El apóstol Pedro es otro ejemplo de “caña
cascada”. El era impulsivo. A menudo hablaba cuando no debía hacerlo. El fracasó en
el momento en que se sentía más seguro de sí mismo, negando a Jesucristo. Después
de fracasar, salió afuera y lloró amargamente porque no tenía el coraje para testificar
que efectivamente él era uno de los discípulos de Jesús. Jesús lo había escogido.
Pedro amaba al Señor y lo siguió durante tres años. Pero, en un momento crítico no
pudo decir delante de una sirvienta que sí conocía a Jesús. Pocos días antes de que
esto ocurriera, Pedro le había dicho a Jesús: “Señor, aunque todos te nieguen, yo no
te negaré.” Pero lo hizo. Seguramente se sintió deshecho, inútil, acabado y sin valor.

2. Pero después de la resurrección, Jesús dijo: “Vayan y díganle a los discípulos y a


Pedro...” Seguramente que Pedro se encontraba demasiado avergonzado como para
estar con los demás en ese momento. De modo que Jesús lo menciona de un modo
especial. Más tarde en la playa, Jesús le preguntó: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas
más que estos? Pedro, en su respuesta, no usa la palabra agape, que significa “amor
fuerte”, sino una palabra que significa “amor de amistad.” El dice “Señor, tú lo sabes
todo, tú sabes que te amo (como amigo). Probablemente no se sentía digno de usar
esa palabra que significa amor fuerte. Jesús preguntó de nuevo “Simón hijo de Jonás
¿me amas? Usando de nuevo la misma palabra agape. Y otra vez Pedro responde:
“Señor, tú sabes que te amo como amigo.” Entonces Jesús usa la palabra de Pedro y
dice “Simón, hijo de Jonás, me amas como amigo? Y Pedro dice: Señor, tú lo sabes
todo (inclusive como te he fallado), tú sabes que te amo.” Después de cada respuesta
de Pedro, Jesús le dijo: Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas, apacienta mis
ovejas. Jesús le dio a Pedro una comisión, un propósito en su reino. Al hacerlo así,
Jesús tomó una caña cascada y la restauró de nuevo.

3. Jesús tenia un plan para Pedro: Pedro tenía que tocar en el Día de Pentecostés. De
modo que tomó a Pedro y lo preparó para que estuviera listo para sonar en
Pentecostés. El hombre que no pudo testificar delante de una empleada, se paró
delante de una multitud de miles de personas y predicó un mensaje con el cual se
convirtieron 3000 personas.

4. Juan Marcos era también una caña cascada. El había viajado con el apóstol Pablo,
pensando que sería una gran experiencia viajar con ese hombre de Dios. Estuvo con
Pablo por un tiempo, después del cual encontró que ese oficio era mucho más difícil
de lo que había pensado. No pudo aguantar más, de modo que renunció. Pablo fue
bastante duro con él. Finalmente Juan Marcos terminó viajando con el apóstol Pedro.
De hecho, el evangelio de San Marcos, se debe al apóstol Pedro, Marcos fue el
escritor, pero fue Pedro quien se lo contó. Este varón fue restaurado y usado
maravillosamente para la gloria de Dios.

Conclusión:

Dios se dedica a tomar gente quebrada y hacer de ellos algo maravilloso que
demuestre su gloria. Es para esto que Jesucristo fue a la cruz para morir por nosotros.
Es por esto que El permitió que su cuerpo fuera quebrado y su Sangre derramada. El
fue partido para que nosotros seamos sanados. El fue quebrado y golpeado para que
todas las demás cañas cascadas puedan ser restauradas. Su vida fue apagada de tal
modo que nuestras vidas humeantes y chamuscadas puedan alumbrar con luz nueva
y brillante. Esto es lo que significa experimentar la misericordia de Dios.

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