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Cuaderno de Teología
vol. XV, N° 1-2, 1996, p.-l 13-131
Elisabeth Ρ ARMENTIER
(Trad Christophe Zensès)
Las teologías feministas, uno de los proyectos teológicos más radicales de este fin
de siglo, se caracterizan por su carácter iconoclasta y su preocupación para la
reconstrucción de una teología más fiel al mensaje de liberación del Evangelio,
particularmente en lo que se refiere a la causa de las mujeres.
Las teologías feministas se afirman como "ecuménicas" en el sentido amplio del
término, manifestando su preocupación para toda la tierra habitada (oikoumene). No
les interesan las controversias confesionales. Por lo tanto, no existen todavía estudios
sobre los desafíos específicos que las teologías feministas lanzan a las distintas
confesiones. Esta reflexión fue uno de los objetivos de mi tesis doctoral.
Me gustaría compartir con ustedes una parte de este trabajo que se refiere a una
controversia con las teologías feministas que toca al corazón de la teología de la
Reforma: la afirmación de la justificación de los pecadores por la gracia otorgada en
Jesucristo. Cada uno de los términos de esa afirmación, central para la Reforma, es un
obstáculo en el diálogo con las teologías feministas.
4
Para Tomás de Aquino el pecado es "aversión contra Dios" ("aversio a Deo"). Esta aversión hacia
Dios tiene como consecuencia la búsqueda de un otro bien: sí mismo. La "conversión" hacia sí mismo
("conversio ad seipsum"), el amorde sí mismo, completa entonces el apartarse de Dios. Tomás comparte
la visión agustiniana, que será también la visión de la Reforma, de que el pecador no puede hacer nada
para su salvación. La escolástica tardía, el neo-tomismo marcado por la contra-refoma después,
especulará sobre la posibilidad de una "naturaleza pura", de un "espacio sin pecado" en la existencia
humana.
Los conceptos de pecado y gracia 115
Las teologías feministas toman una vía diferente, analizando primero la perver-
sión de las relaciones entre los seres humanos, antes de analizar la relación con Dios.
Ellas denuncian (con la misma radicalidad que usa la teología clásica en contra de la
"concupiscencia") el pecado del "sexismo" y de la "dominación patriarcal". Para
ellas, también, se trata aquí de un pecado "fundamental", "universal" y casi "original".
Esta radicalidad en denunciar el pecado del sexismo (que también se manifiesta
en la explotación de los pobres, la violencia, la indiferencia al sufrimiento del otro, la
tortura, etc.) contrasta, sin embargo, con una visión muy positiva y armoniosa de la
naturaleza humana. "Querer ser como Dios" no es un pecado, porque la participación
en la gracia exige una personalidad y una espiritualidad autónoma, aptas a querer la
perfección para transmitir el amor y establecer la justicia.
Así, el pecado no tiene tanto que ver con la/e sino más bien con la desviación ética
y con la perversión de las estructuras que se pueden corregir por la denuncia del mal
y la lucha contra las injusticias. De esto resulta una doble actitud: el pecado de los
hombres y del patriarcado es ásperamente denunciado, mientras las mujeres, sin
embargo, son percibidas como víctimas del "no-ser". La relación entre Dios y las
mujeres les parece desfigurada únicamente a causa de las malas acciones del sexismo.
Judith PLASKOW, Sex, Sin and Grace. Women's Experience and the Theologies of Reinhold
Niebuhr and Paul Tillich. Diss. Yale University 1975, publicado en Boston 1980.
116 Elisabeth Parmentier
7
Elisabeth MOLTMANN-WENDEL, Das Land, wo Milch und Honigfließt.Perspektiven einer
feministischen Theologie, Gütersloh 1985.
Los conceptos de pecado y gracia 117
Para las "post-cristianas", por ejemplo Elga Sorge y Mary Daly, la salvación esta
relacionada al conocimiento de sí, que significa conocimiento divino y vía de
perfección. La redención pasa por un retorno al sí-mismo verdadero. El mal como tal
no existe, únicamente hay fuerzas o energías mal usadas. Si hubiera pecado, sería el
pecado de Dios y de los varones: "Es ese Dios (y sus representantes) el pecador, él que
roba a las mujeres y a los hombres su identidad autónoma, que les prohibe el
conocimiento auténtico y exige de ellos la aceptación de su incomprensible volun-
tad"9. La idea de un pecado marcado por la separación con Dios es absurda, ya que
nada nos puede separar de la Diosa y del cosmos del cual somos parte, igual que la ola
del océano, "el pecado no es otra cosa que una ficción, una ilusión que tiene como meta
racionalizar y justificar las violaciones que los seres humanos se imponen a ellos
mismos y a su tierra."10
El pecado depende también de la responsabilidad de las mujeres, cómplices de su
propia destrucción: han interiorizado a tal punto los reproches y la dependencia, que
únicamente pueden vivir según los criterios masculinos. Daly propone la fórmula de
"liberación - castración - exorcismo". La salvación está en la fuga, fuera de las
Radford -Ruether está desarrollando ahora esta visión de una teología de la creación "eco-
feminista", ver: Gaia and God. An Ecofeminist Theology of Earth Healing, Londres 1993
9
Elga SORGE, Religion und Frau. Weibliche Spiritualität im Christentum, Stuttgart 1988, p. 117.
Ibid., p. 127.
118 Elisabeth Parmentier
categorías habituales del "bueno", del "bien", de la "buena madre". La "caída" es
caída en el sagrado y en la libertad: comiendo la manzana del saber, las mujeres están
en vía de volverse adultas.11
La teología clásica puede recibir con provecho la denuncia del sexismo como
pecado. Es importante que la teología se atreva calificar el sexismo como "pecado",
porque la conciencia de que el sexismo causa un problema ético no significa, para
todos los cristianos, que sea pecado en el sentido espiritual, en la relación con Dios.
Se ha podido, y se puede todavía ser sexista y cristiano comprometido.
Sin embargo, la limitación del pecado a un pecado de varones o de estructuras no
sirve a la causa de las mujeres. Hay un gran riesgo de que, de tanto querer limitar el
pecado a estructuras o grupos, el sentido de la gravedad del pecado se pierda, y con
él, el sentido de la lucha para las mujeres (Dorothée Solle).
Pannenberg denuncia como contrario al espíritu bíblico la idea de que el individuo
se pueda distanciar de la influencia de la sociedad y declararse así exento de pecado.
Es saludable para el ser humano poder aceptar el pecado también como el mal que
reside en él personalmente12. La localización del mal únicamente en las estructuras
permite a las mujeres disculparse a ellas mismas para denunciar aun más los "otros"
responsables: Dios, las estructuras anónimas de la sociedad, o grupos determinados
de culpables. Además, la limitación del pecado a un acto desemboca fácilmente en una
concepción únicamente moral del bien o del mal, y, por lo tanto, a veces en una falsa
culpabilización y en una moralización. Esta limitación condena los "malvados",
reconocibles en sus actos; sin embargo, el mensaje bíblico, insistiendo en la raíz del
pecado en cada uno, alienta a la solidaridad, no solamente con las víctimas, sino
también con el opresor. La función de un concepto de pecado inherente a la vida de
cada uno es el rechazo de la moralización. "La doctrina de la universalidad del pecado,
justamente, tiene como función, aún manteniendo la necesidad de vencer el mal
manifiesto y sus consecuencias, contribuir a la solidaridad con los culpables, en cuyos
comportamientos se manifiesta abiertamente el mal que está obrando sórdidamente
en todos. Muy a menudo se ha subestimado esa función anti-moralizadora de la
doctrina de la universalidad del pecado"13. Eso permitiría ir más allá del dilema de la
Mary DALY, Jenseits von Gottvater, Sohn & Co. Aufbruch zu einer Philosophie der
Frauenbefreiung, München 1980, p. 86. (Texto original: Beyond God the Father: toward a Philosophy
of Women's Liberation, Boston 1973).
12
Wolfhart PANNENBERG, Systematische Theologie, Vol 2 Göttingen 1991, p. 2 9 3 .
Ibid., p. 273.
Los conceptos de pecado y gracia 119
posición de las mujeres como víctimas o cómplices del patriarcado, por la afirmación
que el rechazo del sexismo como pecado no lleva a la desolidarización con los que
cometen ese pecado.
14
Dorothée SOLLE, "Warum brauchen wir eine feministische Christologie? ", in Evangelische
Theologie, 1/1993, p. 87.
16
Elisabeth MOLTMANN-WENDEL, Wenn Gott und Körper sich begegnen. Feministische
Perspektiven zur Leiblichkeit, Gütersloh 1989, p. 40-43.
120 Elisabeth Parmentier
"pantocrator"). Él inaugura una teología centrada en los pobres, donde las mujeres se
pueden reconocer17, respondiendo así a los anuncios veterotestamentarios y a las
promesas de Dios; no queda ninguna duda que es un profeta mesiánico.
Este rechazo de Jesucristo "verdadero Dios" va a la par con una interrogación muy
fuerte sobre la importancia de su sexo para la salvación: "¿Puede un salvador varón
1
' Ver Rosemary RADFORD-RUETHER y Letty RÜSSEL.
18
Elisabeth SCHÜSSLER-FIORENZA, "Auf den Spuren der Weisheit", in: Verena WODTKE-
WERNER (Ed.), Aufden Spuren der Weisheit. Sophia - Wegweiserinfür ein neues Gottesbild. Friburgo/
Brisgau 1991.
19
Christa MULACK, Jesus der Gesalbte der Frauen. Weiblichkeit als Grundlage christlicher
Ethik, Stuttgart 1987.
20
Hanna WOLFF, Jesus der Mann. Die Gestalt Jesu in tiefenpsychologischer Sicht, Stuttgart 1975
Los conceptos de pecado y gracia 121
Las dificultades de las teólogas feministas en este tema recuerdan críticas que
fueron ya formuladas, principalmente por Nietzche, Goethe, Bloch.
Rosemary RADFORD RUETHER, Sexismus und die Rede von Gott, Schritte zu einer anderen
Theologie, Gütersloh 1985, p. 145 (sexism and God-Talk. Towarda Feminist Theology, Boston 1983).
Mary DALY, Jenseits von Gottvater, Sohn &. Co, op. cit., p. 33
23
Rosemary RADFORD-RUETHER, Sexismus und die Rede von Gott, op.cit, p. 169-170.
122 Elisabeth Parmentier
a) La crítíca feminista
25
Luise SCHOTTROFF, Bärbel von WARTENBERG-POTTER, Dorothée SOLLE, Das Kreuz,
Baum des Lebens, Stuttgart 1987.
Los conceptos de pecado y gracia 123
los oprimidos. Este signo permanece ambivalente y tiene que ser traducido para hoy.
Efectivamente, su dimensión apocalíptica y escatologica se ha olvidado hoy. Sin
embargo, el sentido de la cruz tiene que ser captado en esa dimensión polémica y
espiritual, y relacionado con el compromiso concreto que es su base. Luise Schottroff
se opone a un concepto intemporal de la cruz; la única posibilidad de entender la Cruz
de Cristo es prestar una atención más grande a las cruces del mundo.
Esta propuesta está, a su vez, criticada por una nueva generación que tiene en
Regula Strobel26 una de sus representantes. Ella afirma que, si es cierto que la
orientación de las teologías de la liberación permite superar la imagen de un Dios
sádico, se puede sospechar sin embargo, que esa orientación perpetúe una concepción
negativa del ser humano, presuponiendo de entrada que el compromiso para la justicia
tiene forzosamente como consecuencia las cruces, que serían el precio a pagar. Esto
significaría afirmar la normalidad de la injusticia y de la opresión que "debe" crucificar
la anormalidad de un compromiso en favor del humano: "De esta manera, seguimos
motivando sólo un pequeño número en favor de la acción para la justicia y la
solidaridad., y consideramos como normal, hasta «alentamos» la mayoría a persistir
en una actitud - ni que decir tiene - orientada hacia la explotación, la sed de poder y
de ganancia"27. Los que quieren ser "buenos" cristianos corren el riesgo de relacionar
eso con la necesidad del sufrimiento y del martirio.
Hay un consenso feminista en rechazar la cruz como legitimación de un poder o
de una persona, incluso de unajusticia humana, en rechazar también una comprensión
dolorista del sacrificio de sí mismo.
La crítica feminista se dirige también contra la interpretación paulina de Cristo
"muerto por nuestros pecados" (1 Co 15,3), comprendiendo la muerte como "salario
del pecado" (Ro 6,3) y la muerte de Cristo como "medio de expiación" (Ro 3,25). Ello
implica una comprensión de la muerte como castigo infligido por Dios al ser humano
y una espiritualidad cristiana culpabilizante y angustiada. Las mujeres, al contrario,
tienen la preocupación de relacionarse con el aspecto "biófilo" de Dios y de la fe, con
un Jesucristo que alienta a cada uno(a) a desplegar sus capacidades de alegría y de
creatividad. La "imitación de Jesucristo" tomaría entonces un sentido diferente que
en la teología tradicional, el de una participación en la obra de liberación de esas
capacidades. ¡Las mujeres, hablando del "pro nobis" de la muerte de Jesús, ven más
Regula STROBEL, "Das Kreuz im Kontext feministisher Theologie. Versuch einer Standor-
tbestimmung", in: Vom Verlangen nach Heilwerden, Christologie in feministisch-theologischer Sicht,
Friburgo - Lucerne 1991, p. 187.
27
Ibid.
124 Elisabeth Parmentier
bien un "delante de mí" y un "antes de mf ' que permite comprometerse después!28
Ellas desean entender la muerte en su aspecto corolario de la vida ("nuestra hermana
la muerte", para citar a Francisco de Asís) responsable de los cambios e indispensable
para la evolución. En este sentido, no se puede pensar la salvación sin el morir y sin
la realidad de la resurrección que supera el concepto de esperanza para volverse
experiencia, experiencia de la vida re-encontrada después de cada crisis de crecimien-
to. La sumisión a la voluntad de Dios vehiculada por el mensaje, la vida y la muerte
de Jesucristo, se comprenderían entonces más como un "sí" a la vida, a la justicia y
a la paz. Desde este punto de vista, la cruz como símbolo reanuda con la antigua
significación del "árbol de vida". Aquí también aparece la cualidad salvifica de la vida
de Jesús que contamina su muerte, y no de la crucifixión como tal.
29
Martin LUTERO, Proposiciones 19 y 20 de la Controversia de Heidelberg (1518) in: Oeuvres,
ti, Ginebra 1957, p. 135.
Los conceptos de pecado y gracia 125
ÓU
Yacob TESFAI, Introducción a The Scandal of a Crucified World, op.cit. p. 13. Se trata de uno
de los resultados de un ciclo de investigación sobre la pertinencia de la teología de la cruz iniciado por
el Centro de Investigación Ecuménico de Estrasburgo en los años 90. Este trabajo, resultado de una
consulta internacional que tuvo lugar en Niza en 1992, reflexiona sobre la pertinencia de la cruz para
los países del Sur.
126 Elisabeth Parmentier
IV. Cuarto desafío: la colaboración de los creyentes en la
salvación.
32
Luise SCHOTTROFF, Dorothée SOLLE, Wörterbuch der feministischen Theologie, artículo
"Auferstehung", p. 36.
33
Anne CARR, La femme dans l'Eglise. Tradition chrétienne et théologie féministe, Paris 1993,
p. 234 (texto original: Transforming Grace. Christian Tradition and Women's Experience, San
Francisco, 1988).
Los conceptos de pecado y gracia 12 7
de la muerte física es, según las teólogas feministas, una preocupación típicamente
masculina, un narcisismo que las mujeres no se pueden permitir ya que tienen que
preocuparse de la transmisión de la vida y de la supervivencia de las generaciones que
vienen, "para el varón, históricamente cazador y matador, la muerte consiste en una
experiencia central, ya sea cuando es él quien mata animales u otros seres humanos,
o cuando él mismo está amenazado de muerte violenta. Por eso la religión masculina
se constituye acerca del «misterio de la sangre», de la muerte y acerca de la mejor
manera de escapar. La experiencia central de las mujeres, al contrario, es el
nacimiento, y su preocupación primordial tiene que ver con el crecimiento de la vida
en esa tierra, la vida que se transmite de prójimo a prójimo."34 Esas teologías proponen
otros modelos de redención que tienen más que ver con una progresión interior que
con una intervención divina clamorosa.
La matriz universal:
Rosemary RADFORD RUETHER, "Eschatologie und Feminismus", in: Sexismus und die Rede
von Gott. Op. cit. p. 280.
35
Rita Nakashima Brock, Journeys by Heart. A Christology of Erotic Power, New York 1988.
36
Rosemary Radford Ruether, Sexismus und die Rede von Gott, op. cit., p. 109.
128 Elisabeth Parmentier
sigue un curso a la vez linear y cíclico, un "retorno" constante, una "metanoia":
conversión hacia el centro y hacia la tierra, que permite una transformación progresiva
de la cual la muerte y las rupturas forman parte integrante. En esa matriz hecha de
materia y energía eterna, nuestro ego y nuestro organismo se funden para una
"desintegración-reintegración"37, permitiendo así que haya nuevos seres, nuevas
tierras. Ningún "juicio final" turbe ese retorno al origen de la vida, ya que, en ese
proceso, todo está destinado a la transformación:
"Es la entidad colectiva de la «persona» que constituye el Ser Supremo, donde se
funden nuestros logros y nuestros fracasos, que están asimiladas al tejido de la
existencia y reciclados en nuevas posibilidades."38
01
Ibid. p. 304-305.
38
Ibid. p. 305.
Jy
Carter HEY WARD, The redemption of God. A Theology ofMutual Relation, Washington 1982.
40
Ibid., p. 52.
41
Ibid., p. 195.
Los conceptos de pecado y gracia 129
* z Ibid., p. 87s.
43
Ibid., p. 97.
44
Ibid., p. 61s.
45
Ibid., p. 114.
130 Elisabeth Parmentier
toda la realidad del humano pecador se modifica cuando la relación con Dios esta
restablecida. En este sentido, la justificación no puede ser solo una declaración
exterior ya que la declaración de justicia es relación restablecida.
Sin embargo, los creyentes 'cooperan" con Dios en la transformación del mundo
y para el establecimiento del Reino de Dios. Asimismo, la cooperación de la Iglesia
en la obra de Dios se revela aún más indispensable, ya que ésta es responsable de la
transmisión de los dones de Dios: la Palabra y los sacramentos, abriendo a los seres
humanos el camino de la gracia. Pero se trata aquí de la Iglesia ya justificada, ya
salvada, cuya acción no cambia nada a su propia justificación. Por eso la tradición de
la Reforma se esfuerza en distinguir lo que depende de la ética (o de la santificación,
como lo afirma la tradición calvinista), y por lo tanto una consecuencia de la fe, de
lo que sería una condición de la fe.
No hay cualidades particulares en el ser humano que se desarrollarían bajo la
influencia de la gracia hasta realizar de manera autónoma la salvación de la persona.
Esa conclusión podría llevarnos a pensar que la tradición católica sería, en eso,
más cercana de las aspiraciones feministas. Las teologías feministas, sin embargo, van
a dejar atrás aún las más audaces afirmaciones de la teología católica. Pues, es la
manera de vivir la liberación de la fe lo que contribuye a operar la salvación. Los
creyentes la realizan viviéndola.
Primero, es cuestionada la concepción de la salvación: La salvación no es más
tanto una justificación del pecador coram Deo, cuanto una realización del bienestar
y de una plenitud tan espirituales como físicos, psíquicos, relaciónales, que se
verifican en el presente y no en un juicio escatologico. Por eso, la vía de transmisión
de esa salvación no se limita a la predicación y a los sacramentos, sino que preconiza
el compartir comunitario de la vida, de la experiencia, de la solidaridad etc. En ultima
instancia, la cooperación con Dios no está más forzosamente ligada a la fe.
No se trata de denigrar la importancia vital, promovida legítimamente por las
feministas, de una liberación de todas las alienaciones en el nombre del Evangelio46.
Sin embargo, la cuestión crítica que plantearán inevitablemente las tradiciones
protestantes y católicas, es el rol de Dios, de Jesucristo y del Espíritu Santo en un
En este sentido, las teologías feministas siguen una vía parecida a la de las teologías de la
liberación, que sitúan la cuestión de la justicia en el centro mismo del Evangelio. Yacob Tesfai muestra
en uno de sus artículos que, en la discusión ecuménica actual, uno de los mayores temas a tratar es la
relación entre la "justicia" y la "justificación", una no excluye forzosamente la otra como lo sospechó
durante mucho tiempo la tradición luterana. Esa tensión entre dos conceptos tiene que ver con el antiguo
conflicto entre la fe y las obras, o la vacilación actual del movimiento ecuménico entre el consenso
doctrinal o el compromiso ético común. In: "Justification and Justice: An Ecumenical Focus",
Ecumenical Trends, vol.20, No 10, Nov. 1991, p. 154-158.
Los conceptos de pecado y gracia 131
sistema soteriológico donde la salvación se expande por el contagio del amor. Las
feministas conceden a Dios el rol original. Pero a partir de ahí, la liberación se opera
esencialmente por los seres humanos, y en ciertos modelos feministas no aparece
claramente la necesidad de la relación con Dios. ¿Quién es el que nutre? ¿Quién otorga
la fe? La tentación de las feministas es de suplir ellas mismas a todas esas necesidades
vitales.
Conclusión:
La oportunidad que nos ofrecen las teologías feministas, es que nos obligan a
repensar la teología contemporánea para que tenga más en cuenta las cuestiones que
surgen hoy en día. Lo que plantean las mujeres repercuten en el eco de las preguntas
que plantea el creyente secularizado:
- ¿qué significa el pecado? ¿cómo puede la teología ligar el concepto de un pecado
estructural con un pecado fundamental que reside en cada ser humano?
- ser salvado(a): ¿de qué? ¿para qué? ¿por qué o quién?
- ¿cómo se viven y se expresan hoy las experiencias que los creyentes hacen de
Dios? ¿Es el Amigo o el Totalmente Otro?
- ¿qué relación somos invitados a vivir con él? ¿El servicio, la sumisión, la
pasividad, son aceptables todavía?
La cuestión fundamental se enlaza con el sentido mismo de la búsqueda teológica:
¿cuál es el lugar de Dios en nuestra vida de fe?
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