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INTRODUCCIÓN
A raíz del escándalo de la compañía Enron en los Estados Unidos que según las opiniones
autorizadas del caso, constituye la mayor quiebra corporativa de ese país, se ha percibido la
importancia del manejo contable al interior de las empresas. La llamada contabilidad creativa
empleada por los altos ejecutivos en Enron da cuenta de como la indebida utilización de la
contabilidad, puede acarrear verdaderos desastres financieros con evidentes matices dolosos, ello
en atención al afán lucrativo de algunos personajes que forman parte de esta nueva forma de
criminalidad. La modernidad ha abierto paso a muchos avances en pro de la humanidad y
conforme ello sucede, la actividad empresarial va desarrollándose también a pasos agigantados.
Esta coyuntura ha desencadenado paralelamente nuevas formas de criminalidad (delitos
informáticos, delitos financieros, etc.), las mismas que a su vez exigen consecuentemente un
progreso de la legislación penal. Precisamente en esa línea, nuestra legislación debe ser el cabal
reflejo de esta preocupación, a fin de evitar futuros desastres económico financieros como el tan
lamentado caso Enron, tomando en cuenta que en nuestro país ya hemos tenido antecedentes
cercanos en el tiempo pero no en magnitud (CLAE, REFISA, etc.). Debido a ello es importante
tomar real conciencia que este tipo de acontecimientos que abarcan muchas veces delitos con
pluraridad de agraviados (conocidos también como delitos de masas), se deben no solamente a la
habilidad de un empresario ambicioso, sino en gran parte a la tácita complacencia de una
legislación penal tímida y muchas veces, poco técnica. Por ende y no solamente en lo relativo a los
delitos contables, es menester ingresar con mayor decisión al campo del Derecho Penal
Económico, que en nuestro país aún se mantiene en estado insipiente. En el presente ensayo no
pretendo satanizar a la ciencia contable, pues constituye el objetivo central lograr que el lector
adquiere una verdadera dimensión de la forma por la cual un medio como este indispensable para
el desarrollo de muchas corporaciones – puede ser mal utilizado para lograr beneficios ilícitos de
diversa índole. La finalidad entonces, no es efectuar un amplio desarrollo de los elementos
constitutivos de los delitos contables, ya que esto ha sido largamente y mejor tratado por la
doctrina nacional. Lo que pretendo es identificar las falencias que he advertido en nuestra
legislación de cara a las nuevas formas de criminalidad observadas, sugiriendo modestamente
posibles soluciones desde la perspectiva ya aludida.
APROXIMACIONES A LOS ALCANCES DEL DERECHO PENAL ECÓNOMICO COMO RAMA DE ESTUDIO
Antes de abordar directamente el tema central de este trabajo, debemos situarnos en lo que se
entiende por Derecho Penal Económico. Muchos autores extranjeros y nacionales, se han ocupado
iniciar la búsqueda de una definición exacta que englobe a lo que esta nueva rama del Derecho
Penal se encuentra dedicada. Esta labor se ha tornado particularmente difícil atendiendo a la
pluralidad de bienes jurídicos involucrados y por las diferentes visiones que se tienen sobre el
quehacer económico. En ese sentido, algunos sectores de la doctrina se inclinan a incluir al
Derecho Penal Económico en lo concerniente a la actividad reguladora del Estado, otros por el
contrario, van directamente al campo privado, encerrando el concepto en el ámbito de la
empresa, pero el Derecho Penal Económico va más allá de eso y engloba todos los aspectos antes
aludidos. Una forma adecuada de delimitar los alcances del Derecho Penal Económico, parte por
bosquejar una definición de lo que se entiende por delito económico, como objeto central del
estudio de esta rama. Así por ejemplo Klaus Tiedemann [4], refiere que los delitos económicos son
aquellos cometidos por el ejercicio de una profesión que exigen una especialización particular para
tal finalidad. Pese a la elocuencia y claridad del profesor alemán, discrepo modestamente con esta
opinión. En efecto, considero que, si bien es cierto, para la comisión de estos delitos es necesario
prima facie un conocimiento especial que exige una especialización técnica, no es requisito
indispensable el poseer una profesión encaminada a tal propósito, más aún en países como el
nuestro en el que campea la informalidad. Por ello, me inclino por una concepción un poco menos
rígida que permita abarcar todos los aspectos que pudieran estar inmersos en la actividad
económica. A tal efecto, he encontrado una definición que satisface esde mi perspectiva los
puntos anotados son delitos económicos aquellos comportamiento descritos en las leyes que
lesionan la confianza en el orden económico vigente con carácter general o en alguna de sus
instituciones en particular y, por tanto, ponen en peligro la propia existencia y las formas de
actividad de ese orden económico. Por tanto, el Derecho penal económico en sentido estricto está
dedicado al estudio de estos delitos y de las consecuencias jurídicas que las leyes prevén para sus
autores [5]. Dado que no pretendo invadir como objeto principal de estudio a la rama del Derecho
Penal Económico ni específicamente a los delitos económicos lo cual me llevaría todo un tratado
entiendo que la definición glosada anteriormente, sirve para identificar aquellas figuras delictivas
comprendidas en el tema a tratar, con particular incidencia al desarrollo de la actividad
empresarial.
No es que de la noche a la mañana haya aparecido una nueva clasificación en nuestra legislación
penal que englobe a un determinado número de hechos típicos bajo la denominación de delitos
contables, se trata más bien de la identificación que he podido realizar de modo sistemático, de
aquellas conductas punibles que evidencian la indebida utilización de la contabilidad para la
consecución de ventajas con distintos matices (patrimoniales, fiscales, etc.). Pero para hablar con
propiedad de delitos contables, tenemos que definir adecuadamente y en primer orden, el
término contabilidad. Durante la revisión que podido realizar, he encontrado una definición que
me parece engloba de la mejor forma la acepción que nos interesa a los efectos del presente
ANTECEDENTES LEGISLATIVOS
Las figuras que vamos a identificar en nuestra actual legislación como delitos contables, tienen su
antecedente inmediato en el Código Penal de 1924. Dicho cuerpo de leyes contenía dentro de su
estructura, al delito de administración fraudulenta (artículo 245 inciso 5), el mismo que a su vez
tiene fuente extranjera en el Código Penal argentino de 1921. De esta manera, nuestro derogado
código sustantivo, sancionaba como autor del delito en comentario, a aquel comisionista, capitán
de buque o cualquier otro mandatario que cometiera defraudación, alterando en sus cuentas los
precios o condiciones de los contratos, suponiendo gastos o exagerando los que hubiere hecho
Obsérvese que lejos de las imprecisiones conceptuales que evidencia el texto antes trascrito
obviamente por el marco temporal en que fue sancionado nuestro legislador ya en esa época tuvo
la preocupación de tipificar las alteraciones dolosas que el agente infractor, como destinatario de
la buena fe del sujeto pasivo, pudiera llevar a cabo sobre las cuentas [8] de un comerciante. Sin
embargo, este enfoque materialista de la contabilidad, como veremos luego, da un inadecuado
nacimiento a tipificaciones no seguras que ahora podemos visualizar en el Código Penal de 1991.
Por otra parte, el artículo 248 del abrogado Código Penal de 1924, sancionaba el delito de falsos
informes societarios, cuya fuente la encontramos en el Anteproyecto de Reforma del Código Penal
suizo de 1918. Si bien este delito no recogía la falsedad en documentos contables o en la propia
contabilidad como sistema, en la práctica, como lo refiere el doctor Luis Roy Freyre [9], muchas
veces las informaciones contrarias a la verdad que sancionaba este artículo, fluían de balances y
demás instrumentos de esa naturaleza, que a su vez podían ser falseados, adulterados o
fraguados.
LAS MODALIDADES CONTABLES EN EL DELITO DE ADMINISTRACIÓN DESLEAL
Realmente esta tipificación es la única que en concreto presenta las características propias de un
delito contable. En efecto, el artículo 199 [16] del código sustantivo exige para la consumación de
este hecho punible, la co-existencia de un sistema contable oficial (o legal como lo llama la Ley
Penal) y, paralelamente, uno o más sistemas contables que podríamos convenir en llamar ilegales.
Entiéndase que la Ley Penal en sí no sanciona la existencia de este sistema contable paralelo, lo
que en realidad tiende a penalizar el artículo en análisis es ciertamente el reflejo de una realidad
contable distinta a la legal u oficial y consecuentemente, la obtención de un provecho patrimonial
ilícito. Ahora bien, bajo el entendido que la contabilidad es un sistema; puede entenderse que la
Ley Penal no exige como elemento necesario para la consumación del ilícito, que este sistema
paralelo importe un reflejo idéntico en extensión al sistema oficial, ni tampoco que el primero sea
totalmente distinto a este último, pues, de una interpretación adecuada, podrá inferirse que
bastará simplemente con la distorsión de la realidad contable. Me explico de mejor forma con el
siguiente ejemplo mantiene un sistema de contabilidad paralela, el cual tiene como base el
sistema legal u oficial. Para ejecutar la conducta punible, X simplemente altera este sistema oficial
a su voluntad y recoge únicamente los extractos del mismo que considera necesarios para obtener
la ventaja patrimonial indebida (a ello me refiero cuando indico que el paralelismo no deberá
trasuntar igualdad en las extensiones de ambos sistemas contables legal e ilegal). Siguiendo con el
análisis del tipo y entorno a la finalidad que busca el agente con la realización de la conducta
punible, me inclino a sostener como lo he mencionado anteriormente que está deberá
relacionarse con la obtención de una ventaja patrimonial. Sustento lo dicho en la ubicación en la
cual se encuentra el artículo 199 dentro del Código Penal (Título V De los delitos contra el
Patrimonio). Esto surge además de una cuestión meramente práctica ¿ cúal sería la razón de
mantener contabilidad paralela si es que no se busca un fin lucrativo. Incluso, la finalidad tras la
realización de la conducta punible puede coincidir con pagar menos tributos ante el fisco, lo que
obviamente importa también una ventaja patrimonial, situándonos ante lo que en doctrina se
denomina concurso ideal de delitos [17]. Por ultimo, en lo que si debo expresar mi total
disconformidad, es en lo relacionado a la pena conminada para el delito, ya que como sucede en
muchos casos saltantes en nuestra legislación, no veo coherencia entre la gravedad de la conducta
y la sanción penal a imponerse al autor (pena privativa de libertad no mayor de un año). Sin
perjuicio de ello y dada la trascendencia que puede tener esta conducta en casos altamente
reprochables como el acontecido con Enron en los Estados Unidos, considero que dentro de un
análisis de costo beneficio, esta circunstancia importa un menor riesgo que bien puede correrm la
criminalidad y que obviamente permite como ventaja nuestro tímido ordenamiento legal.
Este delito poco frecuente en nuestra casuística, se encuentra tipificado por el artículo 250 [18] del
código sustantivo, bajo la clasificación de Delito Financiero (Título X, Capítulo I del Código
Penal).PrnP align=justifyDada la estructura de la hipótesis de tipificación que muestra el artículo
en análisis, puede colegirse con suma facilidad que este ilícito ostenta las características de lo que
en doctrina se conoce como delito especial propio, vale decir cuando el hecho punible requiere de
una condición específica de la persona, para constituirse como sujeto activo o autor [19]. Pese a
ello, no me parece adecuada la definición algo extensa de las condiciones señaladas por la Ley
Penal como propias para el agente, toda vez que se utilizan términos como el de asociado que no
corresponden a ninguna calidad determinada por la Ley General del Sistema Financiero y de
Seguros (Ley No 26702). Entiendo que este tipo de inclusiones obedece a la intención del
legislador de no dejar vacíos que permitan impunidades en el terreno práctico, pero este
problema se coparía por la validez del término funcionario que, en sentido genérico, abarca a
todos los actores con posibilidades de perpetrar el delito en el contexto de una entidad financiera,
bancaria o afín. Ahora bien, pasando al análisis de la hipótesis de tipificación, puede apreciarse
que el delito de omisión de provisiones específicas llegará a su consumación mediante la ejecución
de dos conductas claramente definidas. En principio, el agente deberá omitir efectuar las
provisiones específicas para créditos calificados como dudosos o pérdida u otros activos sujetos
igualmente a provisión. Entiéndase por provisión contable a aquel registro de una operación
(ingreso, gasto, etc), próxima a ser realizada o efectivizada. Ahora bien, estimo que esta conducta
que surge por la necesidad de materializar acciones de control en la entidad de manera preventiva
ante posibles desastres financieros – solamente puede verificarse dentro de un contexto funcional
claramente delimitado, por lo que habrá identificar, obviamente en la secuela del proceso, a la
persona encargada de manejar este extremo de la contabilidad al interior de la institución. Luego
de ello, el agente deberá inducir a la aprobación del órgano social pertinente a repartir dividendos
o distribuir utilidades bajo cualquier modalidad o capitalizar utilidades. Obsérvese que a diferencia
de otras hipótesis de tipificación, el artículo en comentario no restringe acertadamente, desde mi
punto de vista, que esta inducción de aprobación por el órgano social deba hacerse únicamente
por el balance final [20], lo cual no enerva la vinculación de los otros estados complementarios o
en suma, del propia sistema contable en general. Esto a favor de eliminar vacíos que favorezcan
una impunidad por defecto de la norma, que, como se ha visto anteriormente importa un error
recurrente en nuestra legislación. Aunque queda claro que esta norma como todas las
comentadas es perfectible, debemos alentar estas tipificaciones algo más técnicas que tratan de
abarcar de manera puntual toda la gama que conductas que pueden desarrollarse dentro del
Derecho Penal Económico, abandonando la vieja fórmula de cajones de sastre como el caso de la
estafa, fomentando además la especialización normativa ante los requerimientos de los avances
de la criminalidad.
LAS MODALIDADES CONTABLES EN LOS DELITOS TRIBUTARIOS
Teniendo el grado de conocimiento técnico que ha de estar presente en la comisión de esta clase
de delitos, es probable, por decir lo menos, que puedan presentarse algunos problemas en cuanto
a la determinación de autores y partícipes de los llamados delitos contables. Partiendo de la
premisa que el ámbito de estudio del presente trabajo se encuentra circunscrito, al análisis de los
delitos contables desde una perspectiva del Derecho Penal Económico y dentro de ese contexto,
en el desarrollo de la actividad empresarial, resultaría un hecho frecuente la ingerencia de la figura
del Contador como responsable valga la redundancia del manejo contable de la persona jurídica.
Entorno a esa coyuntura es que los operadores penales podrían experimentar una confusión en
cuanto a la identificación de los distintos roles de los sujetos intervinientes en la comisión del
hecho punible, considerando que, muchas veces, se utilizan los servicios de estos profesionales
para consumar la conducta ilícita, aprovechando claro está, sus conocimientos en la materia.
Hablando de autoría, conviene traer a colación la definición que hace Código Penal en su artículo
23 que identifica al autor como aquel que realiza por sí o por medio de otro el hecho punible; del
mismo modo, nuestro código sustantivo señala como cómplices (partícipes del delito) a quienes
dolosamente presten su auxilio para la realización del hecho punible, diferenciando entre
complicidad primaria (auxilio sin el cual el delito no se habría consumado) y complicidad
secundaria (auxilio no indispensable para la comisión del delito). La diferencia sustancial entre
autor y participe radica en el dominio que tiene este primero sobre el hecho punible, en tanto que
el cómplice solo colabora en diferente grado con la realización del mismo, pero no maneja la
actividad criminal, ni tiene dominio sobre ella. De acuerdo a la Teoría de Dominio del Hecho, que
surge para terminar de liquidar estos inconvenientes doctrinales, se puede identificar al autor si
concurren en él las siguientes características: 1. La persona sabe el qué, cómo y cuando se va a
realizar el hecho delictivo. 2. Debe dar una contribución objetiva al hecho dominio funcional del
hecho 3. Si intervienen varias personas se tiene que dar un acuerdo previo a la realización del
hecho delictivo plan delictivo” [25]. Ahora bien, entiendo de lo glosado que la solución a estos
problemas pasa por identificar precisamente quien tiene el dominio del hecho y por lo tanto quien
es el autor de un delito. Para ubicarnos mejor en esta disquisición, pongamos tres situaciones
hipotéticas para vislumbrar como podría presentarse la identificación de los autores y participes
en los llamados delitos contables.
Si el Presidente de Directorio y además accionista de Equis S.A. planifica, decide y realiza la acción
de fraguar balances para distribuir utilidades inexistentes en su favor contando con el aporte
técnico del contador de la empresa, no cabe duda que el primero de los nombrados responderá
como autor, en tanto que el segundo responderá como cómplice primario. Si el Presidente de
Directorio y accionista de Equis S.A. planifica y luego determina al contador para que este realice
la acción de fraguar el Balance, siempre y cuando no haya mediado violencia o amenaza que
enerven el aspecto volitivo de este último; tendremos que autor mediato [26], será el Presidente
de Directorio, en tanto que el contador responderá como cómplice primario. Pero si ambos, bajo
la hipótesis descrita, planifican y deciden el hecho independiente de quien ejecute la acción
responderán como co-autores. Como vemos, todos estos problemas se aclaran mucho si se realiza
un análisis sobre el dominio del hecho. Sin embargo, ayuda por ejemplo aunque no como
elemento dogmático, sino como indicativo de la dirección de la conducta punible la identidad de la
persona que obtuvo el beneficio, si es que este llegó a existir ( por ejemplo, beneficio patrimonial
en el delito de administración desleal).