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AMBIENTE
ENRIQUECIDO
COMO
MEDIDA
CORRECTIVA
Estimulación
vestibular
y
bebés
prematuros
La
doctora
Mary
Neal
de
la
Escuela
de
Enfermería
de
la
Universidad
de
Maryland
colocó
una
hamaca
en
las
incubadoras
y
meció
a
los
bebés
por
períodos
de
media
hora,
tres
veces
al
día.
La
doctora
Neal
encontró
que
estos
bebés
desarrollaron
su
tono
muscular,
movimientos
de
cabeza,
movimientos
de
extensión
y
contracción
y
respuestas
visuales
y
auditivas,
más
rápidamente
que
los
bebés
a
los
que
no
se
meció.
También
aumentaron
de
peso
a
un
ritmo
más
rápido.
Otros
han
usado
camas
de
agua
para
proporcionar
estimulación
vestibular
a
bebés
prematuros
y
éstos
mostraron
una
mejoría
en
la
coordinación
motora,
mayor
aumento
de
peso,
mejor
succión,
y
una
respiración
más
regular.
Usted
se
preguntará
¿por
qué
el
mecerlos
en
una
hamaca
o
el
ponernos
en
una
cama
de
agua
los
lleva
a
tan
grandes
mejorías?.
Superficialmente
la
estimulación
vestibular
tiene
poca
relación
con
el
peso
corporal
o
con
la
respiración;
sin
embargo,
dentro
del
cerebro,
la
estimulación
vestibular
prepara
y
unifica
al
sistema
nervioso.
Para
un
bebé
prematuro,
el
hecho
de
subir
de
peso
es
una
señal
de
que
su
sistema
nervioso
está
realizando
varias
tareas
adecuadamente.
Si
la
interacción
con
el
ambiente
ayuda
a
desarrollar
el
cerebro,
y
si
éste
se
organiza
cuando
se
le
proporciona
la
oportunidad,
entonces
¿por
qué
necesita
el
niño
ir
a
terapia?,
¿por
qué
no
se
da
terapia
él
mismo
en
casa
o
en
el
parque?
A
continuación
trataremos
de
responder
estas
preguntas.
Un
niño
normal
no
necesita
ir
a
terapia,
porque
el
juego
le
proporciona
la
estimulación
sensorial
que
su
cerebro
necesita
y
le
permite
responder
de
manera
significativa
a
estos
estímulos.
Los
problemas
neurológicos
de
un
niño
con
disfunción
integrativa
sensorial
no
le
permiten
procesar
las
sensaciones
de
su
propio
juego,
por
tanto
no
puede
desarrollar
las
respuestas
adaptativas
que
organizan
el
cerebro.
En
otras
palabras,
el
niño
juega,
pero
no
lo
hace
de
manera
integrativa.
Necesita
un
ambiente
diseñado
especialmente
a
sus
propias
necesidades.
Por
lo
general
este
ambiente
no
está
disponible
en
casa
ni
en
la
escuela.
La
sociedad
está
poniendo
más
énfasis
en
el
desarrollo
académico,
intelectual
y
del
lenguaje,
y
menos
en
construir
los
cimientos
sensoriomotores
necesarios
para
desarrollar
estas
funciones.
La
televisión
ha
capturado
a
los
niños
de
manera
que
pasan
menos
tiempo
en
los
columpios
y
en
los
areneros.
Se
espera
que
en
el
jardín
de
niños
se
les
enseñe
a
leer,
cuando
con
más
frecuencia
deberían
proporcionar
oportunidades
para
que
el
niño
acreciente
sus
funciones
vestibulares,
pues
una
mejor
función
vestibular
le
facilitaría
el
aprendizaje
de
la
lectura
más
adelante.
El
terapeuta
de
integración
sensorial
tiene
preparación
en
las
neurociencias
y
puede
hacer
un
diagnóstico
de
cómo
están
trabajando
los
sistemas
sensoriales
del
niño,
entonces
puede
diseñar
un
ambiente
que
permita
al
niño
interactuar
de
manera
más
eficaz
de
la
que
lo
haya
hecho
antes.
Los
niños
con
disfunciones
de
integración
sensorial
evitan
seguir
su
impulso
interior,
por
lo
que
el
terapeuta
debe
motivar,
engatusar,
atraer
y
manipular
al
niño
para
que
elija
actividades
que
ayudarán
a
su
cerebro
a
desarrollarse.
El
terapeuta
no
puede
organizar
el
cerebro
del
niño,
él
debe
hacerlo
por
sí
mismo,
pero
es
evidente
que
no
puede
hacer
sin
ayuda.
Principios
centrales
de
la
terapia
Figura
1.1.-‐
Desplazamiento
en
una
rampa
por
medio
de
una
patineta
Esta
pieza
del
equipo
tiene
un
centro
duro
y
está
recubierta
con
hule
espuma
y
un
forro
de
tela.
Mide
aproximadamente
2
metros
de
largo
por
1
metro
de
diámetro.
Se
sostiene
con
cuerdas
en
cada
extremo
y
está
suspendido
en
dos
armellas
colocadas
en
el
techo.
A
los
niños
que
se
sientan
lo
bastante
bien,
el
terapeuta
los
mece
en
todas
direcciones
para
activar
tantos
receptores
vestibulares
como
sea
posible.
Si
el
niño
necesita
desarrollar
reacciones
posturales
o
de
equilibrio,
el
terapeuta
tiene
mucho
cuidado
de
no
mecerlo
demasiado
fuerte
para
que
no
se
caiga.
Para
este
niño,
caerse
sería
una
respuesta
no
adaptativa
que
no
ayudaría
al
cerebro
a
trabajar
mejor.
Él
necesita
tener
experiencias
en
las
que
su
cuerpo
trabaje
correctamente
y
domine
la
situación.
Por
otra
parte,
algunos
niños
desean
caerse
y
obtienen
sensaciones
de
profunda
presión
y
excitación
emocional.
Si
caerse
ayuda
al
niño
a
desarrollar
su
cerebro,
entonces
el
ambiente
estará
preparado
para
que
se
caiga
sin
lastimarse.
El
columpio
también
se
puede
usar
para
mejorar
la
planeación
motora.
El
terapeuta
esparce
“peces”
de
juguete
en
las
colchonetas
que
se
encuentran
por
debajo
y
alrededor
del
columpio.
Entonces
mece
al
niño
que
maniobra
de
un
extremo
del
columpio
al
otro,
colgado
como
puede,
mientras
trata
de
pescar
los
“peces”
con
la
mano.
La
información
táctil
propioceptiva
y
vestibular
le
ayuda
en
la
planeación
motora
de
su
“viaje
de
pesca”.
Por
ser
divertida,
esta
actividad
aprovecha
el
impulso
interior
que
es
tan
necesario
para
la
organización
neural.
Un
observador
que
no
tenga
preparación,
ve
únicamente
que
el
niño
está
divirtiéndose
y
realizando
una
actividad
motriz.
Mientras
que
el
terapeuta
ve
que
ciertos
sistemas
sensoriales
están
recibiendo
estimulación
y
algunas
respuestas
motoras
se
dan
o
no
se
dan.
Compara
estas
respuestas
con
las
calificaciones
de
las
pruebas
de
diagnóstico
del
niño
anteriores
a
la
terapia.
Tiene
los
reportes
y
su
propia
memoria
de
cómo
ha
progresado
el
niño
en
sesiones
de
terapia
anteriores.
A
medida
que
observa
al
niño,
relaciona
toda
la
información
de
éste
y
sus
experiencias
con
otros
niños
con
disfunciones
similares,
con
reportes
publicados
por
terapeutas
de
todo
el
mundo
y
con
investigaciones
neurocientíficas.
Puede
parecer
que
el
terapeuta
solamente
está
jugando
con
el
niño,
pero
en
realidad
está
trabajando
muy
duro
para
hacer
que
“el
juego”
mejore
su
sistema
nervioso.
Para
ser
terapeuta
se
requiere
de
gran
cantidad
de
entrenamiento,
imaginación
y
sensibilidad.
Otros
procedimientos
Cada
niño
tiene
diferentes
necesidades
neurológicas
y
estas
necesidades
cambian
con
el
tiempo,
por
lo
que
la
terapia
debe
proveer
una
amplia
variedad
de
oportunidades
para
las
sensaciones
y
el
movimiento.
Por
esta
razón
el
terapeuta
debe
tener
una
gran
colección
de
equipo
para
mecerse,
girar,
rodar,
trepar,
gatear,
montar
y
realizar
otros
movimientos
de
cuerpo
entero.
También
debe
tener
muchas
cosas
que
el
niño
pueda
recoger,
manipular
y
aventar.
Aunque
la
pieza
más
importante
del
equipo
es
el
propio
cuerpo
del
niño.
Si
el
niño
tiene
la
capacidad,
elige
el
equipo
que
va
a
usar,
si
no,
el
terapeuta
lo
guía
para
que
haga
una
elección
apropiada.
No
todos
los
procedimientos
terapéuticos
pueden
resultar
divertidos.
A
veces
hay
que
hacer
cosas
aburridas
o
que
requieren
de
un
cuidadoso
control.
De
tal
manera,
el
terapeuta
hace
que
el
niño
realice
ejercicios
que
cubran
sus
necesidades.
Debe
ser
cauteloso
al
imponer
la
entrada
sensorial
y
debe
reconocer
cuando
el
niño
se
está
sobrecargando
de
sensaciones.
Una
sobrecarga
de
sensaciones
no
es
buena
para
el
sistema
nervioso,
y
ésta
se
da
más
rápida
y
fácilmente
con
un
sistema
nervioso
disfuncional.
Por
esta
razón
se
aconseja
a
los
padres
y
educadoras
que
no
impongan
entrada
sensorial
sin
la
guía
cuidadora
de
un
terapeuta
físico
y
ocupacional.
Una
hora
de
terapia
Los
niños
con
disfunciones
de
integración
sensorial
tienen
la
capacidad
de
elegir
exactamente
la
clase
de
actividad
que
produce
la
entrada
sensorial
y
ésta
crea
la
demanda
motora
que
ayuda
al
niño
a
organizar
esa
entrada.
Algunos
neurocientíficos
han
mostrado
que
tanto
animales
como
los
humanos
reciben
señales
internas
que
los
llevan
a
hacer
lo
que
es
mejor
para
ellos
en
ese
momento,
aunque
el
individuo
no
se
da
cuenta
de
esas
señales.
Por
ejemplo,
si
a
un
animal
se
le
priva
de
ciertas
vitaminas,
comerá
alimentos
que
contengan
esas
vitaminas
aunque
éstos
no
sean
parte
de
su
dieta.
Cuando
el
animal
tiene
suficiente
cantidad
de
esta
vitamina
en
su
cuerpo,
volverá
a
su
dieta
habitual.
Obviamente
el
animal
no
entienden
de
nutrición
ni
tiene
una
razón
consciente
para
la
elección
de
sus
alimentos,
pero
su
cuerpo
le
dice
qué
comer
y
qué
tanto
necesita.
Los
niños
también
siguen
señales
internas
en
la
terapia.
Sus
acciones
tienen
un
propósito,
aunque
el
niño
piensa
que
sólo
está
jugando,
con
frecuencia
está
integrando
bloques
de
construcción
para
algún
desarrollo
futuro.
La
atmósfera
terapéutica
Uno
de
los
objetivos
de
la
terapia
es
fortalecer
la
dirección
interna
del
niño
para
que
sea
capaz
de
dirigirse
a
sí
mismo
en
la
vida.
La
mayor
parte
de
la
educación
se
dirige
externamente
y
probablemente
así
tenga
que
ser
casi
todo
el
tiempo;
pero
los
niños
también
necesitan
desarrollar
una
guía
interna
en
su
relación
con
el
ambiente
físico
y
las
personas.
La
confianza
en
uno
mismo
se
basa
en
la
habilidad
para
dirigirse
por
sí
mismo.
El
foco
del
control
personal
se
empieza
a
formar
en
el
segundo
y
tercer
año
de
vida
cuando
el
niño
se
da
cuenta
de
que
él
y
su
madre
son
dos
seres
individuales
y
que
él
tiene
algún
dominio
sobre
sí
mismo.
A
esta
edad
el
control
consiste
en
caminar,
empezar
a
trepar,
construir
cosas
y
cambiar
las
cosas
en
el
ambiente
físico
y
social.
El
niño
puede
correr
y
decirle
que
“no”
a
su
mamá.
Mientras
mejor
integrado
esté
su
sistema
nervioso,
mejor
podrá
establecer
esta
independencia.
La
mayoría
de
los
niños
con
problemas
de
Integración
Sensorial
tienen
poca
confianza
en
sí
mismos.
Es
difícil
sentirse
bien
con
uno
mismo
cuando
uno
no
está
bien.
Además,
la
disfunción
los
hace
menos
competentes
que
los
demás.
De
pequeños
descubren
que
no
pueden
hacer
lo
mismo
que
sus
amiguitos,
y
se
comparan
desfavorablemente.
Empiezan
a
sentirse
inferiores
e
impotentes,
controlados
por
fuerzas
externas
y
propensos
al
fracaso.
Muchos
delincuentes
juveniles
crecieron
sintiéndose
de
esa
manera.
Los
niños
a
veces
llegan
a
terapia
con
temor
de
hacer
casi
cualquier
cosa,
a
excepción
de
las
actividades
más
elementales.
Sienten
miedo
de
hacer
cosas
para
las
cuales
son
perfectamente
capaces.
No
quieren
demostrar
lo
mal
que
hacen
las
cosas.
Han
aprendido
que,
por
lo
general,
la
gente
espera
demasiado
de
ellos,
o
encuentran
fallas
y
sienten
temor
de
que
el
terapeuta
haga
lo
mismo.
Todos
estos
temores
hacen
que
el
niño
resista
su
impulso
interior
y
entonces
evita
las
actividades
que
desarrollarían
sus
funciones
sensoriomotoras.
Cuando
esto
sucede,
el
terapeuta
debe
pasar
un
tiempo
lidiando
con
esta
resistencia.
Debe
ayudar
al
niño
a
que
aprenda
a
confiar
en
él
y
en
el
ambiente
terapéutico.
Debido
a
que
únicamente
el
niño
puede
organizar
su
propio
cerebro,
el
terapeuta
debe
aprovechar
su
impulso
interior
ofreciéndole
retos
en
los
que
pueda
tener
éxito.
Las
actividades
disponibles
en
el
cuarto
de
terapia
deben
estar
dirigidas
a
las
necesidades
y
a
la
capacidad
de
integración
sensorial
del
niño,
y
deben
ser
tentadoras
y
no
amenazantes
para
un
niño
que
se
amedrenta
fácilmente.
El
terapeuta
está
ahí
para
ayudar
a
que
el
niño
se
proporcione,
por
sí
solo,
experiencias
vestibulares,
propioceptivas
y
táctiles,
y
para
que
forme
respuestas
que
resulten
más
adaptativas
que
las
que
el
niño
haya
logrado
formar
anteriormente.
El
impulso
interior
para
la
integración
sensorial
existe
en
la
mayoría
de
los
niños
pequeños,
pero
con
frecuencia
está
escondido
bajo
un
sentimiento
de
inadecuación
o
de
fracaso.
Se
requiere
de
una
gran
habilidad
e
imaginación
para
proveer
un
ambiente
que
invite
al
juego
y
que
no
resulte
amenazante,
en
el
cual
el
niño
pueda
dirigir
su
propio
crecimiento.
Se
necesita
valor
para
dejar
que
el
niño
refunfuñe,
se
resista
y
explore
a
su
manera,
dando
la
impresión
de
que
pierde
el
tiempo.
Si
no
puede
explorar
por
sí
mismo,
el
terapeuta
interviene,
lo
asiste
y
consigue
que
saque
lo
que
tiene
dentro
y
que
no
puede
sacar
por
sí
solo.
El
terapeuta
intenta,
cuidadosamente,
balancear
la
estructura
y
la
libertar
de
manera
que
lleven
a
una
exploración
constructiva.
Este
balance
no
se
consigue
fácilmente.
No
es
que
el
juego
libre
aumente
inevitablemente
la
integración
sensorial,
si
así
fuera,
muchos
niños
habrían
resuelto
sus
propios
problemas;
pero
demasiada
estructura
tampoco
permite
el
crecimiento.
Con
este
balance
de
estructura
y
libertad,
el
terapeuta
ayuda
al
niño
a
desarrollar
tanto
su
organización
neural
como
su
dirección
interna.
Se
le
proporciona
al
niño
el
control
que
pueda
manejar
sobre
la
terapia,
siempre
y
cuando
su
actividad
sea
terapéutica.
El
terapeuta
controla
el
ambiente,
mientras
que
el
niño
controla
sus
propias
acciones.
La
confianza
en
sí
mismo
o
una
mejor
actitud
consigo
mismo
es,
a
menudo,
el
primer
cambio
que
los
padres
observan
en
su
hijo
cuando
éste
empieza
con
la
terapia.
El
niño
tiene
más
dominio
de
su
vida
porque
su
sistema
nervioso
trabaja
mejor.
Comparación
de
la
terapia
de
integración
sensorial
con
otros
enfoques
La
terapia
de
integración
sensorial
es
una
especialidad
de
la
terapia
ocupacional,
una
profesión
que
ha
hecho
énfasis
en
la
comprensión
del
comportamiento
humano
desde
un
punto
de
vista
neurobiológico.
El
término
“ocupacional”
significa
que
el
terapeuta
ayuda
al
paciente
o
cliente
a
realizar
algunas
actividades
con
un
propósito.
La
mayoría
de
las
actividades
en
la
terapia
de
integración
sensorial
tienen
un
propósito,
pues
al
realizarlas,
el
niño
tiene
una
meta.
Realizar
actividades
físicas
intencionales
en
lugar
de
pensar
o
hablar
acerca
de
ellas
es
lo
ideal
para
mejorar
el
funcionamiento
humano
cuando
el
problema
se
encuentra
en
la
manera
en
que
el
cerebro
está
trabajando.
Psicoterapia
La
terapia
de
integración
sensorial
difiere
de
la
psicoterapia
clásica
en
que
ayudando
al
cerebro
a
ser
más
eficiente,
intenta
ayudar
al
niño
para
que
esté
al
nivel
de
las
exigencias
de
la
vida.
La
psicoterapia
generalmente
se
ocupa
de
analizar
las
relaciones
de
las
personas
y
de
hablar
de
por
qué
la
gente
hace
las
cosas
que
hace;
conversar
no
es
la
mejor
manera
de
desarrollar
un
cerebro
que
necesita
de
estímulos
sensoriales
y
de
respuestas
corporales
adaptativas,
pero
más
adelante
pudiera
ser
una
buena
forma
de
entender
nuestras
propias
sensaciones
desde
un
punto
de
vista
intelectual.
Terapia
de
Juego