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Resumen La Adolescencia Normal Arminda Aberastury y M Knobel
Resumen La Adolescencia Normal Arminda Aberastury y M Knobel
Knobel:
La adolescencia normal
BIOGRAFÍA
Entre 1942 y 1953, hace su análisis didáctico con el Dr. Ángel Garma, pionero del
psicoanálisis en América latina, en especial en Buenos Aires. Se la designa
miembro adherente de la APA en el año 1948, con la presentación de los trabajos
"Psicoanálisis de un niño esquizofrénico" y "Fobia a los globos de una niña de 11
años". En 1950 presenta su "Estudio sobre el juego de construir casas, su
interpretación y valor diagnóstico" y con "Algunos mecanismos en la neurosis" y
pasa a la categoría de miembro titular de la APA. En 1953, con la presentación de:
"La transferencia en el análisis de niños, en especial en los análisis tempranos",
pasa a ser designada psicoanalista didacta. Ya en 1946, estudia la obra de
Melanie Klein, manteniendo correspondencia científica con dicha autora, con quien
llega a tener en 1951 controles personales en cuyos grupos se leyeron sus
trabajos. Llegó a traducir el libro de M. Klein “Psicoanálisis de niños” en 1948. Su
adhesión al pensamiento kleiniano no impidió una actitud integradora con la obra
de Ana Freud. Fue profesora del Instituto de Psicoanálisis de la APA. Su directora,
entre 1956 y 1958. Introduce en la formación de todo candidato a psicoanalista el
aprendizaje del psicoanálisis de niños, por considerarlo indispensable para la
comprensión del funcionamiento del psiquismo humano ya adulto. (Dos años
después de su muerte en 1974 se aprueba la creación del departamento de niños
y adolescente que lleva su nombre).
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SUS APORTES TEÓRICOS SOBRE LA ADOLESCENCIA
Los factores intrínsecos relacionados con la personalidad del adolescente son los
que determinan en realidad las distintas expresiones de la conducta que importan
para el tratamiento de cualquier tipo, pero fundamentalmente del psicodinámico, y
también para la comprensión de los problemas psiquiátricos y psicopatológicos en
general de este periodo de la vida.
El adolescente y la libertad
Retiene, como defensa, muchos de sus logros infantiles, aunque también coexiste
el placer y afán por alcanzar un nuevo status. Estos cambios, en los que pierde su
identidad de niño, implican la búsqueda de una nueva identidad que se va
construyendo en un plano consciente e inconsciente.
Sólo cuando su madurez biológica está acompañada por una madurez efectiva e
intelectual que le permita su entrada en el mundo del adulto, estará equipado de
un sistema de valores, de una ideología que confronta con la de su medio y donde
el rechazo a determinadas situaciones se cumple en una crítica constructiva.
Los padres viven los duelos por los hijos, necesitan hacer el duelo por el cuerpo
del hijo pequeño, por su identidad de niño y por su relación de dependencia
infantil. Ahora son juzgados por sus hijos, y la rebeldía y el enfrentamiento son
más dolorosos si el adulto no tiene conscientes sus problemas frente al
adolescente. El hijo es el testigo más implacable de lo realizado y de lo frustrado.
El desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, en parte, una defensa
para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes infantiles,
pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además, la
desidealización de las figuras parentales lo sume en el más profundo desamparo.
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La pérdida del vínculo del padre con el hijo infantil, de la identidad del adulto frente
a la identidad del niño lo enfrenta con una lucha similar a las luchas creadas por
las diferencias de clases. El adolescente defiende sus valores y desprecia los que
quiere imponerle el adulto.
Son tres las exigencias básicas de libertad que plantea el adolescente de ambos
sexos a sus padres: la libertad en salidas y horarios, la libertad de defender una
ideología y la libertad de vivir un amor y un trabajo.
Para los padres escuchar es el camino para entender lo que está pasando en sus
hijos. Los padres necesitan saber que en la adolescencia temprana mujeres y
varones pasan por un período de profunda dependencia donde necesitan de ellos
tanto o más que cuando eran bebes, que esa necesidad de dependencia puede
ser seguida inmediatamente de una necesidad de independencia, que la posición
útil en los padres es la de espectadores activos, no pasivos, y al acceder a la
dependencia o a la independencia no se basen en sus estados de ánimo sino en
las necesidades del hijo. Para esto será necesario que ellos mismos vayan
viviendo el desprendimiento del hijo otorgándole la libertad y el mantenimiento de
la dependencia madura.
Para hacer estos tanteos es necesario dar libertad y para ello hay dos caminos:
dar una libertad sin límites, que es lo mismo que abandonar a un hijo; o dar una
libertad con límites, que impone cuidados, cautela, observación, contacto afectivo
permanente, diálogo, para ir siguiendo paso a paso la evolución de las
necesidades y de los cambios en el hijo.
Lo normal es que participen dentro de las inquietudes que son la esencia misma
de la atmósfera social en la que les toca vivir, y si piden la emancipación no lo
hacen en la búsqueda de llegar rápidamente al estado de adultos – muy lejos de
ello – sino porque necesitan adquirir derechos y libertades similares a los que los
adultos tienen, sin dejar por eso su condición de jóvenes.
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su vez tienden a la estabilidad de la personalidad en un plano genital, lo que sólo
es posible si se hace el duelo por la identidad infantil”.
Anna Freud dice que es muy difícil señalar el límite ente lo normal y lo patológico
en la adolescencia, y considera que, en realidad, toda la conmoción de este
período de la vida debe ser estimada como normal, señalando además que sería
anormal la presencia de un equilibrio estable durante el proceso adolescente.
Las luchas y rebeldías externas del adolescente no son más que los reflejos de los
conflictos de dependencia infantil que íntimamente aún persisten. Los procesos de
duelo obligan a actuaciones que tienen características defensivas, de tipo
psicopático, fóbico o contrafóbico, maníaco o esquizoparanoide, según el individuo
y sus circunstancias. Es por ello que considero que puedo hablar de una
verdadera “patología normal” del adolescente, en el sentido de que precisamente
éste exterioriza sus conflictos de acuerdo con su estructura y sus experiencias.
Debemos tener en cuenta también que esto puede interpretarse como el resultado
del manejo de las ansiedades persecutorias, y de las capacidades
autodestructivas que obligan a la fragmentación del yo y de los objetos con lo
cuales este se pone en contacto, con la consiguiente proyección al exterior de
estas imágenes amenazantes.
La tendencia grupal
El acting-out motor, producto del descontrol frente a la pérdida del cuerpo infantil,
se une al acting-out afectivo, producto del descontrol del rol infantil que se está
perdiendo; aparecen entonces conductas de desafecto, de crueldad con el objeto,
de indiferencia, de falta de responsabilidad, que son típicas de la psicopatía, pero
que encontramos en la adolescencia normal.
5 La desubicación temporal
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Aceptar la pérdida de la niñez significa aceptar la muerte de una parte del yo y sus
objetos para poder ubicarlos en el pasado. En una elaboración patológica, este
pasado puede amenazar con invadir al individuo, aniquilándolo.
La dentición marca el fin del vínculo oral con la madre. El modelo de vínculo oral
es el que se va a tratar de restablecer en la segunda mitad del primer año de vida
cuando aparece la fase genital previa de Arminda Aberastury. Siguiendo las ideas
de esta investigadora, es posible ver cómo aparece aquí la necesidad del tercero y
la estructuración del complejo de Edipo temprano que tiene entonces
características genitales y no orales. Es en este momento cuando ocurre el
descubrimiento y manipuleo de los órganos genitales y las fantasías del
establecimiento de un vínculo en un nivel genital. Estas fantasías de vínculo
genital se dan con las características de lo penetrante para lo masculino y de lo
penetrado para lo femenino. Es menester destacar que el vínculo debe
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restablecerse por lo tanto en el nivel de esas funciones y en consecuencia, tanto
para el hombre como para la mujer, las primeras fantasías de recuperación del
vínculo originariamente perdido pueden hacerse si se establecen sobre un modelo
genital, utilizando entonces los órganos genitales, no como instrumentos sádicos-
como implicaría el seguir manteniendo el vínculo oral después de la aparición de
la dentición- sino como una posibilidad de vínculo afectivo y por lo tanto factible de
ser mantenido.
En el intento vital que presenta el individuo para identificarse con sus figuras
parentales, y tratar luego de superarlas en la realidad de su existencia, el
adolescente presenta una conducta que es el resultado final de una estabilidad
biológica y psíquica, de la urgencia de las disposiciones cambiantes de relación
objetal y de la vitalidad de los conflictos inconscientes.
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El fenómeno de la subcultura adolescente se expande y se contagia como un
signo de “rebelión”. En realidad, creo que se trata de identificaciones cruzadas y
masivas, que ocurren como necesidad de defensa yoica en este período de la
vida, mediante la cual el sujeto va desprendiéndose de situaciones infantiles y
viendo al mismo tiempo como peligrosas e indefinida su entrada al mundo de los
adultos.
Gran parte de la frustración que significa hacer el duelo por los padres de la
infancia, se proyecta en el mundo eterno. De esta manera el adolescente siente
que no es él quien cambia, quien abandona su cuerpo y su rol infantil, sino que
son sus padres y la sociedad los que se niegan a seguir funcionado como padres
infantiles que tienen con él actitudes de cuidado y protección ilimitados. Descarga
entonces contra ellos su odio y su envidia y desarrolla actitudes destructivas. Si
puede elaborar bien los duelos correspondientes y reconocer la sensación de
fracaso, podrá introducirse en el mundo de los con ideas reconstructivas,
modificadoras en un sentido positivo de la realidad social y tendientes a que
cuando ejerza su identidad adulta pueda encontrarse en un mundo realmente
mejor. Insisto que cuando hablo d adaptación, aceptación o reconocimiento no me
refiero al sometimiento, sino a la inteligente posibilidad de una relación objetal no
masoquista.
La conducta del adolescente está dominada por la acción, que constituye la forma
de expresión más típica en estos momentos de la vida, en que hasta el
pensamiento necesita hacerse acción para poder ser controlado. El adolescente
no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque
muchas veces la intenta y la busca. Sólo el adolescente mentalmente enfermo
podrá mostrar rigidez en la conducta. Es el adolescente, un indicio de normalidad
se observa en la labilidad de su organización defensiva.
Muchas veces los padres niegan el crecimiento de los hijos y los hijos viven a los
padres con las características persecutorias más acentuadas. Esto ocurre
especialmente sí la fase genital previa se ha desarrollado con dificultades y las
figuras de los padres combinados, la escena primaria, ha tenido y tiene caracteres
de indiferenciación y de persecución. Si la figura de los padres aparece con roles
bien definidos, en una unión amorosa y creativa, la escena primaria disminuye sus
aspectos persecutorios y se convierte en el modelo del vinculo genital que el
adolescente buscará realmente.
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BIBLIOGRAFÍA
1. http://www.psicomundo.org/biografias/aberastury.htm
2. http://www.compartelibros.com/autor/arminda-aberastury-%7C-mauricio-
knobel/1
3. La adolescencia normal, Arminda Aberastury, Mauricio Knobel, Ed. Paidos.
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