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© los autores
(copyleft, salvo indicación en otro sentido)
participan en el número: Matías Escalera Cordero, José Luis Ruis Delgado, David
Becerra Mayor, Juan García Única, Raquel Arias Careaga, Antonio Rey Hazas,
Belén Gopegui, Felipe Alcaraz, Francisco Álamo Felices, Juan Antonio
Hernández García, Alberto García-Teresa, Maite Aldaz, Aurelio Sainz Pezonaga,
Romina Magdalena Colombo Liberman, Mariana Gainza, Mario Espinoza Pino,
Michael Hardt, Montserrat Galcerán Huguel, Julio Martínez Cava-Aguilar,
Colectivo Poetiks, Javier de Dios, Ivo Maldonado, Javier Ugarte Pérez, Juan
Pedro García del Campo y Juan Carlos Rodríguez.
página 2
maquetación: tallerV
portada y contraportada: Maite Aldaz
Las imágenes que salpican las páginas de este número de Youkali han sido tratadas a
YOUKALI, 15
partir de una copia digitalizada de Mon pere est ingenieur, de Robert Guedeguian.
ISBN: 1885-477X
Í N D I C E pág.
Breve editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
Miscelánea:
- Aurelio Sainz Pezonaga:
De la distancia interior (Introd. a Escritos sobre el arte, de L. Althusser y otros). . . . . . . 93
- Romina Magdalena Colombo Liberman:
Abecedario de urbanismo y capital: la "F" de Funcionalismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113
- José Luis Ruiz Delgado:
Películas, conspiraciones y crisis global . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
- Mariana Gainza:
Spinoza: historia y política en perspectiva . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
- Mario Espinoza Pino:
A través de Marx. Sacristán y los límites del marxismo occidental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
- entrevista a Michael Hardt
El reconocimiento de nuestra condición común . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
- Inter(w)express... Colectivo Poetiks: Ocho (8) respuestas
rápidas para ocho (8) preguntas clave (cuestionario de la redacción) . . . . . . . . . . . . . . . . 159
página 3
Elementos de producción crítica
- Matías Escalera Cordero:
Entrevista a Javier de Dios. Un dramaturgo de base (y a conciencia), . . . . . . . . . . . . . . . 163
- CARPETA:
Puerta América / Poesía 2 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
YOUKALI, 15
Mario Espinoza Pino (Alba, 2013), por Javier Ugarte Pérez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179
- Noticias (y acuse de recibo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181
Un clásico, un regalo
- Lenguaje de la escena: Escena árbitro / Estado árbitro
(Notas sobre el desarrollo del teatro desde el siglo XVIII a nuestros días),
de Juan Carlos Rodríguez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185
BREVE EDITORIAL
Bien, aquí tenéis el número 15 de Youkali, el segundo número que confirma este cambio de ciclo de
publicación que emprendimos con el anterior; esto es, que de enero / julio, como era habitual, hemos
pasado a la frecuencia marzo / noviembre, actual.
Y este número, dedicado en buena parte a la obra y a la figura de uno de los críticos materialistas más
lúcidos y sobresalientes de nuestra universidad, Juan Carlos Rodríguez, estamos seguros de que no os
defraudará. La carpeta ha sido coordinada y dirigida por David Becerra Mayor, y en ella participan
Juan García Única, Raquel Arias Careaga, Antonio Rey Hazas, Belén Gopegui, Felipe Alcaraz,
Francisco Álamo Felices y Juan Antonio Hernández García, este último, con una puesta al día biblio-
gráfica que de por sí justificaría el número. Una entrevista al propio Juan Carlos Rodríguez, por David
Becerra Mayor, y la presentación en nuestra habitual sección final, dedicada a los textos clásicos
imprescindibles, de uno emblemático del autor, cierran este sentido homenaje de nuestra revista a su
obra y figura.
En la sección de Miscelánea, reeditamos un texto de Aurelio Sainz Pezonaga, muy a propósito con el
número, como un complemento ideal de todo lo precedente. Y, también, damos paso a trabajos de
Romina Magdalena Colombo, José Luis Ruiz Delgado, Mariana Gainza, Mario Espinoza Pino, y una
interesantísima entrevista a Michael Hardt.
Luego, os ofrecemos nuestra habitual Inter(W)express, dedicada, esta vez, al Colectivo Poetiks. Y en
Producción van una entrevista al dramaturgo Javier de Dios, por Matías Escalera Cordero y la segunda
entrega de Puerta América / Poesía, una sección que comparten y abren alternativamente José María
Cumbreño, desde esta parte del Atlántico, e Ivo Maldonado, desde la otra parte, en realidad, desde la
orilla del Pacífico andino, nuestro querido Chile.
Y con las no menos habituales Reseñas y Noticias de libros y revistas concluimos otro número más de
esta que es, en última instancia, vuestra revista; pues sólo vosotros, como lectores y receptores de nues-
tro esfuerzo, la hacéis posible. Gracias por vuestro apoyo y fidelidad.
página 4
Tierradenadie ediciones
Ciempozuelos
YOUKALI, 15
Noviembre de 2013
ISBN: 1885-477X
CUATRO PASOS EN LA TIERRA:
En otro mundo –pero no en éste– estas palabras que Se trata de dar cuatro pasos en las nubes o cuatro pa-
me dispongo a escribir, y en las que el lector espera sos en la tierra. Hay una visión generalizada sobre la
encontrar unas breves notas acerca del pensamiento literatura, sobre la manera de escribirla, de leerla, de
teórico del personaje homenajeado, no serían necesa- enseñarla. A esa visión se la puede llamar esencialis-
ta o evolucionista. Se trata de dar siempre cuatro pa-
rias. Ni siquiera lo serían para cumplir con el protoco-
sos en las nubes, es decir, la misma esencia literaria
lo. En otro mundo –pero, insisto, no en éste–, los tex-
desde Homero hasta hoy. Por el contrario este libro
tos de Juan Carlos Rodríguez no requerirían glosa y trata de dar cuatro pasos en la tierra. Plantear que la
sus obras serían ampliamente divulgadas, conocidas, literatura es un efecto de la historia y de los indivi-
leídas, estudiadas. Algunos de sus libros, como Teoría duos históricos. ¿Qué otra cosa podríamos ser? Si se
e historia de la producción ideológica o La norma literaria, quiere, ahí empieza la polémica. Quiero decir que no
serían lectura obligatoria en todas las Facultades de puede ser lo mismo lo que se escribía en el mundo
Filosofía y Letras; otros, como De qué hablamos cuando esclavista grecorromano (donde todo dependía de
hablamos de literatura o Tras la muerte del aura, reposarí- los Amos y de la Polis), que lo que se escribía en el
an en las mesitas de noche de estudiantes y profeso- mundo feudal (donde todo dependía de la escritura
res de literatura, que harían de ellos sus libros de ca- de Dios sobre las cosas), que lo que comienza a escri-
birse desde el primer capitalismo, entre los siglos
becera. El escritor que compró su propio libro o Lorca y el
XIV y XVI, donde todo comienza a depender del
sentido se descubrirían ante nosotros al abrir cualquier
mundo laico y del sujeto «libre» (aunque se sea libre
cajón, como sucede con las biblias que se encuentran para ser explotado). A esto es a lo que he llamado
en los moteles de las películas norteamericanas. Pero, Radical Historicidad de la literatura1.
como estamos donde estamos (y estamos como esta-
mos), conviene empezar por el principio. De eso se trata: de bajar de las nubes y de dar cuatro
Juan Carlos Rodríguez es, con total probabilidad, pasos en la tierra. Es decir: de oponernos a la concep-
el mayor teórico de la literatura de este país llamado ción dominante de la literatura –de estos discursos a
página 5
España. Pero, además, y no estamos exagerando y ni los que hemos convenido en denominar literarios–,
siquiera se trata del agasajo acostumbrado en este ti- edificada sobre una base ideológica humanista e ide-
po de homenajes, es, con total probabilidad, de nue- alista, que concibe la literatura como un discurso eter-
vo, el mayor teórico marxista español. Ambas vertien-
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1.- Juan Carlos Rodríguez, «Prólogo a la tercera edición», La norma literaria, Madrid, Debate, 2001, pág. 5.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
do a leer de otra manera. Después de leer Teoría e his- no sólo– en el ámbito de la investigación literaria, no
toria de la producción ideológica nadie ha salido igual de ha hecho tambalear suficientemente los pilares que
sus páginas, nadie ha podido seguir comportándose sostienen la estructura ideológica del capitalismo.
como lector del mismo en que se había comportado Parece como si la teoría de Juan Carlos Rodríguez ha-
YOUKALI, 15
antes. Nace un lector nuevo, crítico, en absoluto com- ya sido apartada a esos espacios de marginalidad que,
placiente, que se enfrenta al libro, se pone frente a él, en aras de la libertad de expresión, concede el capitalis-
nunca a su lado, concibiendo el ejercicio de lectura co- mo, pero que neutraliza por medio del silencio y el
mo una forma de conocimiento radical, una búsque- demérito, convirtiendo a Juan Carlos Rodríguez, en
da de la raíz histórica –la radical historicidad– que pro- particular, pero también a la teoría marxista en gene-
duce los textos. Juan Carlos Rodríguez no ha enseña- ral, en un clamor en medio del desierto. No es casua-
do que la literatura no aparece porque sí, sino que es lidad que en su último libro, De qué hablamos cuando
ISBN: 1885-477X
2.- Juan Carlos Rodríguez, Teoría e historia de la producción ideológica, Madrid, Akal, 1990, pág. 5.
hablamos de marxismo, que leemos todavía caliente, re- ta que hay que derrumbar. Sólo somos silencio, y lo
Sea como fuere, el resto es silencio. Y formamos escrito con Álvaro Salvador, Introducción al estudio de la
parte del silencio instituido. Estas palabras, así como literatura hispanoamericana, con un artículo titulado
este número de la revista Youkali, pretenden contri- «Un acercamiento materialista a la producción literaria
buir a que la obra de Juan Carlos Rodríguez siga sien- escrita en la América de habla hispana». El Catedrático
do ese zumbido molesto, ese rumor que altera o cues- de Literatura española de la Universidad Autónoma
tiona el orden capitalista, esa vibración que puede ha- de Madrid Antonio Rey Hazas ha querido participar
ISBN: 1885-477X
cer más grandes las grietas del inconsciente capitalis- en este número sobre Juan Carlos Rodríguez con el
3.- Juan Carlos Rodríguez, De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, Madrid, Akal, 2013, págs. 15-16.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
envío de un artículo sobre Antonio Gamoneda en cu- Se suma al homenaje, aunque no ha podido presentar
yo título resuenan ecos del homenajeado: «Poética de un texto para este número, por cuestiones que no vie-
la pobreza». La novelista Belén Gopegui, por su lado, nen al caso explicitar aquí, el Catedrático de
nos trae un escrito, titulado «El predicado», en el que Literatura española de la Universidad Autónoma de
muestra cómo influyó, en su modo de narrar, de hacer Madrid Julio Rodríguez Puértolas. Hubiera sido inte-
literatura, la lectura de los textos teóricos de Juan resante que uno de los autores de la Historia social de
Carlos Rodríguez. Como se ha dicho, el novelista la literatura española, el que con total probabilidad es el
Felipe Alcaraz ha ofrecido, para este número, un frag- más significativo estudio panorámico sobre la litera-
mento de su próxima novela, Serpentario o la agonía de tura española desde la crítica literaria marxista, se hu-
un régimen, en la que su protagonista, Gregorio biera situado frente al espejo de Teoría e historia de la
Pruaño, entrevista a –o conversa con– Juan Carlos producción ideológica de Juan Carlos Rodríguez. El de-
Rodríguez. Porque Juan Carlos Rodríguez es tam- bate entre ambos estudios de crítica literaria marxista,
bién, como se observa, un personaje literario, como que guardan múltiples similitudes pero también radi-
así lo analiza el profesor de la Universidad de cales divergencias, hubiera sido muy fructífero y en-
Almería Francisco Álamo Felices en su artículo «Juan riquecedor. Pero no ha podido ser en esta ocasión.
Carlos Rodríguez en la ficción. El personaje del Esperamos que haya un marco en el futuro en el que
Teórico en La conjura de los poetas de Felipe Alcaraz». el debate sea posible.
Por último, agradezco a Juan Antonio Hernández que Ahora le toca al lector romper el silencio. Eso sí,
nos permita publicar su excelente trabajo de docu- sin olvidar, que lo más importante sin duda es rom-
mentación que, desde hace muchos años, está reali- per el inconsciente. Pues, como decía Althusser, y
zando sobre Juan Carlos Rodríguez, registrando to- Juan Carlos Rodríguez ha citado en múltiples ocasio-
das y cada una de sus publicaciones para la composi- nes, «Para cambiar el mundo de base (y junto a otras
ción de la bibliografía que en estas páginas se publica; muchas cosas) es preciso cambiar, de base, nuestra
sin duda su trabajo hará de este número dedicado a manera de pensar»4.
Juan Carlos Rodríguez un mapa y una referencia in-
dispensable para toda persona que, en el futuro, quie-
ra investigar sobre/a partir/con/desde Juan Carlos
Rodríguez. Como colofón, se incluye una entrevista
que le realicé a Juan Carlos Rodríguez, y a través de
la cual podemos identificar algunas de las cuestiones
clave de su pensamiento, así como también incluimos
un texto de Juan Carlos Rodríguez, titulado
«Lenguaje de la escena: Escena árbitro/Estado árbitro
(Notas sobre el desarrollo del teatro desde el siglo
XVIII a nuestros días)», originalmente incluido como
capítulo de su ensayo La norma literaria, publicado por
la editorial Debate en 2001, y que reproducimos, con
la autorización expresa del autor, por tratarse, en opi-
nión de Juan Carlos Rodríguez y de quien esto firma,
de un texto que nos permite recorrer las huellas teóri-
página 8
4.- Apud. Juan Carlos Rodríguez, Op. cit., 2013, pág. 14.
UNA EDUCACIÓN LITERARIA
Pensar, ergo trabajar (las ideas) con las manos podría ser éste: alguien escribe en la pizarra un verso
de Góngora, o unas líneas de Cervantes, y a partir de
La escena la encontramos al comienzo de El nombre de ahí todo un pensamiento diferente se despliega.
la rosa. El otrora joven novicio Adso de Melk, a quien Nunca se sabe adónde nos llevará una idea (como su-
habían enseñado que el mecánico es moechus, es decir, cede, por cierto, con los pasos del peregrino de las
adúltero, que traiciona «la vida intelectual con la que Soledades de Góngora), pero sí que tarde o temprano
debiera estar unido en castísimas nupcias»1, recuerda acabará asomando por algún libro. Como tantos
en su senectud la estancia pasada en la abadía con su otros, yo pude ver –literalmente ver– cómo fue sur-
antiguo maestro, Guillermo de Baskerville. Siempre giendo El escritor que compró su propio libro4, de qué
–nos cuenta– lo vio con los dedos cubiertos por el pol- manera se acabó perfilando entre los borrones de la ti-
vo de los libros y el oro de las miniaturas. Entonces za o las páginas subrayadas hasta la extenuación que
deja caer esa frase deslumbrante, de la que no tuve siempre deja tras de sí mi antiguo profesor. Vi cómo
más remedio que valerme para encabezar el único li- se hizo con las manos.
bro que he escrito hasta ahora: «Parecía que sólo po- Porque no otra cosa que un modo de vida y todo
día pensar con las manos»2. La leí en su momento y lo que ello implica es lo que se aprende en realidad de
enseguida fui consciente de que yo ya había aprendi- los maestros, y este artículo trata precisamente sobre
do ese mismo proceder por otros medios. eso: sobre un maestro y sobre una forma de vida que
Sin duda, gracias a La literatura del pobre, un libro durante cierto tiempo pudo concebirse como posible
atípico, brillante, reacio al encorsetamiento. Yo diría a partir de la educación literaria. Respecto a lo prime-
que un libro muy a la manera de Juan Carlos Rodrí- ro, no es nada fácil delimitar cuál pueda ser el verda-
guez, su autor, quien en el prólogo escribe lo siguien- dero alcance del magisterio de Juan Carlos Rodrí-
te: «Me gusta trabajar las ideas con las manos»3. La guez. Las publicaciones no han dejado de sucederse
observación parece sencilla, aunque pudiera llegar a desde la aparición –decisiva por muchos motivos– de
confundirse con uno de los volatines retóricos que Teoría e historia de la producción ideológica en 19745, aun-
adornan los prolegómenos de las publicaciones aca- que el ritmo de los últimos años ha sido especialmen-
démicas, tan frecuentes y a menudo tan gratuitos. te infatigable. Baste decir que desde 2011 hasta la fe-
Pero no. Quien haya pasado alguna vez por las clases cha hemos visto aparecer –y menciono sólo los libros–
de Juan Carlos Rodríguez sabrá de lo que hablo si alu- Tras la muerte del aura, Para una lectura de Heidegger y
do a esa rara intensidad que siempre se encuentra en Formas de leer a Borges6, estudios todos de primer nivel página 9
ellas. Rara por infrecuente en otros lares. El ritual bien a los que acaba de sumarse el que creo está destinado
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1.- Cito por Umberto Eco, El nombre de la rosa y Apostillas a El nombre de la rosa, Barcelona, Lumen, 2005, 2ª ed., p. 28.
2.- Ibid.
3.- Juan Carlos Rodríguez, La literatura del pobre, Granada, Comares, 1994, p. 11. Hay una segunda edición corregida y aumentada de 2001.
4.- Que es, dicho sea de paso, un ensayo magistral sobre El Quijote. Véase Juan Carlos Rodríguez, El escritor que compró su propio libro. Para
ISBN: 1885-477X
leer El Quijote, Barcelona, Debate, 2003. La primera edición se encuentra agotada desde hace algún tiempo, pero recientemente ha si-
do reeditado en la colección De Guante Blanco de la editorial Comares (Granada, 2013).
5.- Teoría e historia de la producción ideológica. Las primeras literaturas burguesas (siglo XVI), Madrid, Akal, 1990. Se trata de la segunda edi-
ción, que es la que se encuentra más fácilmente.
6.- Véanse, respectivamente, Tras la muerte del aura (En contra y a favor de la Ilustración), Granada, EUG, 2011; Para una lectura de Heidegger
(Algunas claves de la escritura actual), Granada, EUG, 2011; y Formas de leer a Borges (o las trampas de la lectura), Almería, Universidad de
Almería, 2012.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
brayar ciertas páginas en la obra de Juan Carlos Ro- no sólo no parece que sea relevante en modo alguno,
dríguez de las que puedan extraerse algunas líneas sino que además resulta ridículo. Así que lo diré lla-
maestras que nos sirvan –lo que parece más necesario namente: este trabajo está redactado teniendo muy en
ahora que nunca– para hilar más fino a la hora de cuenta la perspectiva de la lucha que tendremos que
plantearnos en qué sentido hablamos hoy de educa- plantear sí o sí. Obviamente, para poder hacerlo de la
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7.- De qué hablamos cuando hablamos de marxismo (Teoría, literatura y realidad histórica), Madrid, Akal, 2013. Miro el libro recién salido de la
ISBN: 1885-477X
imprenta mientras redacto esta nota (a finales de septiembre de 2013), así que debo agradecer al autor que me permitiese leer previa-
mente el manuscrito.
8.- Véanse, respectivamente, Jordi Llovet, Adiós a la universidad. El eclipse de las humanidades, Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2011; y Mario
Vargas Llosa, La civilización del espectáculo, Madrid, Alfaguara, 2012. Respecto al primer caso, creo que Jordi Gracia ha sabido atacar
con mordacidad el filón de la nostalgia elegante en El intelectual melancólico. Un panfleto, Barcelona, Anagrama, 2011.
9.- Antonio Machado, Juan de Mairena (Pablo del Barco, ed.), Sevilla, Conserjería de Educación y Ciencia de la Junta de Andalucía, 1999,
pp. 114-115.
forma adecuada necesitamos discursos sólidos. Y ahí brayábamos de pé a pá La literatura del pobre. La mate-
10.- Véase Tras la muerte del aura, p. 12. La asociación en primer término con Walter Benjamin y la pérdida del aura de la obra de arte es
casi inevitable, pero por eso mismo conviene matizar en qué sentido emplea el autor la imagen, que no es otro que el que aparece en-
trecomillado arriba. Es decir, como la desaparición del brillo de un cierto tipo de discurso –por ejemplo, el que engloba lo que llama-
mos literatura– que siempre fue necesario para que el modo de subjetividad típicamente moderno, burgués, pudiera enunciarse. El
primer signo clave de este discurso aparece precisamente en la poesía con Petrarca (y su imagen de L’aura) allá por el siglo XIV. Y de
él se deriva toda la estela del discurso humanista que se fue forjando después con la consolidación del capitalismo y su «yo soy li-
bre» a expensas del feudalismo y su «yo soy señor» / «yo soy siervo». De este aspecto fundamental del «yo soy» en la teoría de
Rodríguez nos ocuparemos más adelante.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
y las intenciones que declaran tener las leyes no son la legitimar la disculpa de todo gasto público. Y digo to-
misma cosa, pero dado que públicamente sólo suelen do porque de dicho gasto se nos dice, a su vez, que de-
manifestarse las segundas, es por ellas por donde no biera dejar de serlo para convertirse en inversión, re-
nos queda más remedio que empezar a deshacer la cordándonos de paso –lo cual no deja de tener su
madeja. El preámbulo de la Ley Orgánica de Reforma aquél– que son sobre todo las ideas y no los presu-
Universitaria de 1983 marca tres objetivos a los que puestos las que «nos acercan a todos los aspectos de
debe aspirar la universidad: el desarrollo científico, la la condición humana y al mundo en que vivimos»13.
formación profesional y la extensión de la cultura11. Y aquí de pronto se nos ha deslizado la más invi-
No entraremos demasiado en detalle, pero es llamati- sible de las trampas. Porque haríamos mal, muy mal,
vo que en el texto se deslice de pronto algún excurso en pasar por alto esa apelación a la condición humana.
valorativo respecto a la importancia de la ciencia y de No menciono nada que cualquiera no pueda compro-
la cultura que, leído hoy, casi resulta conmovedor. De bar por sí mismo acudiendo al texto: en éste queda
éstas, definidas como la mejor herencia que las gene- muy patente la creencia sin distingos de los expertos
raciones adultas pueden ofrecer a las jóvenes y como en el crecimiento sostenido, se habla sin disimulos de
la mayor riqueza que una nación puede generar, se la deslocalización de la mano de obra del trabajo o se
dice que constituyen –y es literal– «sin duda, la única nos interpela de manera obsesiva desde la ideología
riqueza que vale la pena acumular»12. El preámbulo de la competitividad, por poner sólo tres ejemplos
al informe que la Comisión de Expertos para la muy concretos e, insisto, nada difíciles de identificar.
Reforma del Sistema Universitario Español entregó Tres ejemplos, a su vez, que resultan claves para el
en febrero de 2013 al Ministro de Educación Cultura modelo de explotación capitalista. Pero claro está que
y Deportes, titulado Propuestas para la reforma y mejora los expertos, «a la bicha, ni mentarla». Quiero decir
de la calidad y eficiencia del sistema universitario español, que en su visión estas tres cosas no se nos presentan
más conocido como Informe Wert, no se caracteriza como lo que realmente son, es decir, tres ejes del dis-
por ese tipo de salidas bienintencionadas precisamen- curso del capitalismo neoliberal actual, sino tan sólo
te. Dicho documento es, digamos, más duro. La alu- como lo que supuestamente son, esto es, elementos in-
sión a los rankings internacionales y el decreto de herentes a la propia condición humana.
competitividad están por todas partes, así como el in- Dicho en otras palabras: lo que jamás se planteará
tento de desprestigio del funcionariado y el abrazo in- de forma abierta en ese tipo de discursos es, precisa-
flexible al credo neoliberal que constituye su humus mente, la idea básica que los sostiene, contra la que
ideológico.
No diríamos, sin embargo, que dicho documento
tenga que esforzarse en ser –como de hecho no lo es–
un texto excesivamente bien construido para que nos
parezca casi inexpugnable. Y me explico: ya surge con
el terreno más que abonado a su favor, en un momen-
to en que los expertos no necesitan imponernos de-
masiado para poder permitirse el lujo de recordarnos,
de manera taxativa y como si se tratase de hechos y
no de opiniones identificables con un ámbito ideoló-
página 12
11.- O sea, un calco de la tríada expuesta por Ortega en su célebre conferencia «Misión de la universidad», de 1930. Puede consultarse
ISBN: 1885-477X
en José Ortega y Gasset, Misión de la universidad y otros ensayos sobre educación y pedagogía, Madrid, Alianza, 1983.
12.- Ley Orgánica 11/1983, de 25 de agosto, de Reforma Universitaria, BOE núm. 209, p. 24034.
13.- Propuestas para la reforma y mejora de la calidad y eficiencia del sistema universitario español, p. 6. No acabo de tener muy claro si el Informe
Wert merece un detallado escrito en el que se pongan de manifiesto una a una sus numerosas contradicciones o si, por el contrario,
no merece tal atención intelectual en absoluto. En cualquier caso, nosotros sólo vamos a ir un poco más lejos con él sin llegar a exce-
dernos demasiado. Perderíamos de vista el problema de fondo que pretendemos abordar si nos enredásemos en el análisis de un tex-
to coyuntural en el más amplio sentido de la palabra.
Rodríguez lleva advirtiéndonos reiteradamente en sus mucho menos de algo que sólo esté en la visión de los
página 13
14.- Aunque jamás leeremos la palabra explotación en el Informe Wert, claro está, pero precisamente por ser la explotación la clave últi-
ma de todo y por estar comprometido con ella de la primera a la última línea.
15.- Véase, dado que el movimiento se demuestra andando, que lo más suave que puede leerse en el Informe Wert al respecto es el man-
YOUKALI, 15
tra del crecimiento sostenido, a propósito del cual basta con cambiar el adjetivo por sostenible para darle un tono más amable a la en-
telequia: «España necesita con urgencia generar un crecimiento sostenible» (p. 5); algo más descarnado es el panorama que se plan-
tea acerca de la deslocalización de la mano de obra, pues o yo leo muy mal o sencillamente se nos anima a los españoles a formarnos
–en la universidad o donde buenamente se pueda– para no perdernos la fiesta de la fortuna propia a expensas del mal ajeno:
«Muchos trabajos bien remunerados que no requerían grandes conocimientos, particularmente en la industria, están desaparecien-
do al ser automatizados o desplazados a regiones donde la mano de obra es más barata. Para que los españoles puedan participar y
beneficiarse de un entorno con costes de transporte y de información muy reducidos, deben tener la formación necesaria para com-
prender los múltiples aspectos del mundo actual y poder ser parte activa en la evolución del mismo» (p. 6); «evolución», por cierto,
ISBN: 1885-477X
es otro término clave sobre el que volveremos enseguida, pero hagamos notar ya que de alguna manera nos lleva directamente a la
otra idea que hemos señalado, pues insistimos en que viene a darse por hecho, hablando sobre la carrera de los distintos países por
obtener universidades de excelencia (y el subrayado no es mío sino de los expertos), que la competitividad en sí misma es parte inhe-
rente a la «naturaleza humana», y por lo tanto algo que se vive fuera de toda responsabilidad, algo con lo que uno, de pronto, se en-
cuentra sin más porque no puede evitarse: «En esa inevitable competición, no menos real por no buscada, España no debe –ni pue-
de– quedarse atrás, pues los demás países no se detendrán para esperarnos» (pp. 6-7).
16.- Juan Carlos Rodríguez, Tras la muerte del aura, p. 14.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
el análisis de cómo la lógica de la explotación nos sub- por muy científica y cultural que sea. Se trata de un
yuga a partir de la construcción de nuestra propia matiz muy pequeño, casi insignificante, pero muestra
subjetividad, como veremos más adelante17. como poco hasta qué punto la semántica del capitalis-
Por ahora, la metáfora de la que he querido valer- mo ya andaba funcionando a todos los niveles.
me muy a conciencia es la de la tachadura. La emplea Un párrafo como éste, que también se encuentra
Juan Carlos Rodríguez en Tras la muerte del aura para en el texto de 1983, treinta años después no parecería
referirse a la «tachadura de la imagen de la explota- desentonar demasiado en el Informe Wert: «el siste-
ción colectiva»18, cuyo símbolo solía ser la fábrica, pa- ma de Universidades que resultará de la aplicación
ra ser sustituida por la de la apelación a la libertad progresiva de esta Ley se caracterizará por una diver-
que caracteriza a la explotación individual o vertical, sificación entre las Universidades que estimulará, sin
la que nos interpela uno a uno. Precisaré no obstante duda, la competencia entre las mismas para alcanzar
que yo me valgo de ella en un sentido algo diferente, los niveles más altos de calidad y excelencia, si bien se
en la medida en que una tachadura es también (a su garantiza una calidad mínima homogénea para todas
manera, claro) una reescritura. Se tacha un texto, pe- las Universidades nacionales»19. Bien es cierto que a
ro no por ello éste deja de estar debajo, de modo que los expertos de Wert este último punto de la calidad
mínima homogénea, particularmente, parece preocu-
parles bien poco, pues no ven con malos ojos la esci-
sión de la universidad española en instituciones de
primera, de segunda y de tercera categoría. También
lo es que tanto la calidad como la excelencia, signifi-
quen éstas lo que signifiquen a día de hoy, ya no se
ven como la consecuencia lógica y optimista de la
aplicación de ninguna ley, sino como el objetivo que
la ley misma debe marcarse a toda costa. Pero todas
éstas son cuestiones seguramente mucho menos im-
portantes de lo que se piensa porque el verdadero
problema de fondo es otro: el capitalismo y sus dog-
mas de fe ya estaban ahí desde un principio y venían
para quedarse. Y lo sabemos ahora más que nunca
porque ahora más que nunca se evidencia que el ca-
pitalismo ya no tiene rival. Hasta el punto de haberse
convertido en naturaleza. Por eso el Informe Wert pa-
una tachadura acaba siendo un estigma, una marca rece inexpugnable más allá de lo bien o mal trabados
junto a la cual se sigue enmendando, corrigiendo y que estén sus argumentos.
emborronando la página. La tachadura es, exacta- Precisamente tratando de definir el estado en que
mente, el polo más opuesto a la página en blanco, pe- nos encontramos tras esta derrota sin paliativos, suele
ro no necesariamente una página nueva. Julio Anguita hablar en sus conferencias de las tres per-
Hablábamos antes de la Ley de Reforma Univer- sonas de lo que él llama, con cierta sorna, la Trinidad
sitaria de 1983 y la citábamos. A propósito, uno se pre- Capitalista: Mercado, Competitividad y Crecimiento
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gunta por qué precisamente la imagen de la acumu- Sostenido20. En cierto sentido, y de manera análoga a
lación de la riqueza, aunque por riqueza se entienda como se concebía el mundo sublunar durante la sacra-
en ella la de ciencia y la de la cultura en sí mismas, de lización feudal, en tanto reflejo imperfecto del mundo
pronto parecía más pedagógica que ninguna otra pa- celestial, la universidad actual parece empeñada en ser
ra explicar la reforma universitaria, pues la riqueza el reflejo terrenal de esa imagen teológica, y de ahí a su
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también puede distribuirse en lugar de acumularse, vez su Trinidad particular: calidad, competitividad y
ISBN: 1885-477X
17.- Puede consultarse ahora el primer capítulo, «Pensar desde la explotación», de De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, pp. 15-
68.
18.- Tras la muerte del aura, p. 20.
19.- Ley Orgánica de Reforma Universitaria, p. 24034.
20.- La síntesis de una de esas conferencias, la pronunciada el 9 de marzo de 2012 en el Ateneo de Madrid, fue recogida por el diario
Publico.es en una serie de cinco artículos que pueden consultarse todavía en el blog de opinión del periódico, Dominio Público, bajo el
título «¿Dónde estamos?»: http://blogs.publico.es/dominiopublico/4947/%C2%BFdonde-estamos/
excelencia. Entendemos hoy que los nuevos grados dos muy claros toda vez que el vampiro es un ser que
21.- En cierta medida no deja de resultar algo pintoresco comprobar cómo este discurso se ha impuesto hasta en el más mínimo resqui-
cio del día a día de la burocracia universitaria. Por ejemplo, la página web del Servicio de Personal y Organización Docente de la
Universidad de Jaén, una institución muy querida por mí después de haber trabajado durante dos cursos inmejorables en ella, aglu-
tina todos estos tópicos colocando al frente una cita de Arriano de Nicomedia sobre Alejandro Magno: «Habría continuado buscan-
ISBN: 1885-477X
do tierras desconocidas más allá, puesto que si no tenía rival siempre fue su naturaleza luchar por mejorar lo óptimo» (podía leerse
al menos el día 4 de septiembre de 2013, no sé ahora: http://www10.ujaen.es/conocenos/servicios-unidades/servpod).
Desgraciadamente, no parece que ni el ejemplo de Alejandro Magno ni la auctoritas de Arriano de Nicomedia estén pudiendo gran
cosa contra la plaga de ceses, contratos de interinidad, a tiempo parcial y otras tristes realidades por el estilo.
22.- Tras la muerte del aura, pág. 84.
23.- Véase, por ejemplo, el ya temido Ranking ISSUE que patrocina la Fundación BBVA en colaboración con el Instituto Valenciano de
Investigaciones Económicas (http://www.u-ranking.es/), cuyos resultados hacen temblar año tras año a más de un rector.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
24.- Entiendo que el concepto de plusvalía relativa funciona, en términos muy generales, tal cual lo enuncia el propio Marx en El capital
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(Libro I, sección quinta, capítulo XIV): «En ésta, la jornada de trabajo está dividida en un principio en dos segmentos: trabajo necesa-
rio y trabajo adicional. Para prolongar el trabajo adicional hay que reducir el trabajo necesario con métodos mediante los cuales se
produce en menos tiempo el equivalente del salario» (Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política. Libro I, Tomo II, Madrid, Akal,
2007, 3ª ed., p. 257). Baste pensar, por ejemplo, que los contratos de Profesor Asociado o Profesor Sustituto Interino en la universidad
española se estipulan en función de las horas de docencia semanales, a partir de las cuales se establece el salario. Pero la producción
específica del saber que requiere la docencia, difícilmente medible en horas sin que por ello deje de requerir una dedicación ingente
tomada del tiempo vital, no aparece recogida por ningún sitio. Y ésta nunca será menor por el mero hecho de que se reduzcan las
horas de clase, pues por pocas que sean, insistamos, ese saber requiere de un tiempo de preparación muy superior antes de llegar a
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las aulas o a plasmarse en una publicación académica. Esto no sólo se ignora por completo hoy, sino que a tal mecanismo básico de
extracción de la plusvalía se le superpone el juicio moral de los sectores más conservadores sobre el trabajador. Pienso en las conti-
nuas acusaciones –a veces veladas y a veces no tanto– de holgazanería que tiene que aguantar el profesorado, venidas incluso de
quienes en teoría debieran defenderlo: «pues la universidad no está al servicio de quienes en un momento dado están vinculados a
ella, sino al de los ciudadanos que la financian», nos recuerda paternalmente y sin ir más lejos el Informe Wert (p. 8). Ni que decir tie-
ne que el trabajo docente nunca puede ser verdaderamente a tiempo completo o a tiempo parcial, puesto que siempre es a todo o na-
da (y cada vez más a todo por nada). Quien lo haya ejercido alguna vez sabrá lo que estoy diciendo.
ilustrado –o clásicamente burgués– de razón, que se
humanismo abstracto. Dicha sublimación se articula a cuyo «verdadero resultado ha sido superar la
partir de la creencia en la inmutabilidad del concepto Ilustración para devolvernos a una oscurísima Edad
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25.- Umberto Eco, Furio Colombo, Francesco Alberoni y Giuseppe Sacco, La nueva Edad Media, Madrid, Alianza, 2004 (como decíamos
arriba, la edición original italiana, Documenti su il nuovo medioevo, apareció en Milán en 1973, en la casa Bompiani).
26.- Alain Minc, La nueva Edad Media. El gran vacío ideológico, Madrid, Temas de Hoy, 1994, p. 11. La edición francesa –Le nouveau Moyen
Age– es de 1993 y vio la luz en la mítica editorial Gallimard de París. Al hilo del entrecomillado habría que preguntarse dos cosas:
¿cuándo empezó realmente la razón a ser el principio motor de todo para que de pronto dejase de serlo, derrumbándose como el
Muro?; ¿y cuál, por tanto, era exactamente la razón rectora de la humanidad, la ratio de los escolásticos, la raison de los racionalistas
franceses, la Vernunft kantiana?
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
Media»27. Los retornos a la oscuridad medieval han cuadramos aquí no resultan ni mucho menos irrele-
sido incontables hasta la fecha y no dudo de que co- vantes en tanto análisis de una manera de entender la
noceremos más en el futuro. educación en la que no todo lo que reluce es oro.
Pero lo que más probablemente subyace en el fon- Así nos encontramos, por ejemplo, con la misedu-
do de este mito puede que no sea otra cosa que el ex- cation –cuya traducción al español, (des)educación,
trañamiento que produce el tratar de responder a la quizá no resulte del todo afortunada– de la que habla
siguiente pregunta: ¿cómo es posible que el proyecto Chomsky, quien a grandes rasgos contrapone su idea
del progreso no se vea cumplido? De ahí nacen no po- de educación democrática, basada en el desarrollo
cas de las voces de alarma sobre el estado de la edu- del pensamiento creativo del individuo y legitimada
cación. Pero de ahí también, paradójicamente, la pro- por «la tradición libertaria de izquierdas»28, a la in-
pia imposibilidad de responder a la pregunta, pues tervención de un sistema doctrinal al servicio de las
desde la concepción finalista de la Historia no hay grandes corporaciones. Con diferencias notables, en
mucho recorrido más allá de la incesante dialéctica esta órbita puede entenderse también la actual rei-
evolución/involución. Dicho de otra manera: es posi- vindicación de la obra de Ivan Illich que parecen es-
ble sostener desde este mito la idea –asombrosamen- tar llevando a cabo los teóricos del decrecimiento29, y
te ingenua– de que el humanismo supone una suerte con ella las relecturas del concepto de desescolariza-
de evolución última y más perfecta de la educación li- ción, desarrollado por el pensador austriaco a raíz de
teraria; y a su vez es inevitable la decepción por no la publicación, en 1971, de La sociedad desescolarizada,
ver cumplida tal expectativa, irremisiblemente conde- un libro de una ambigüedad asimismo remozada en
nada a resolverse en su idea contraria, que no es otra estos días. Para Illich, «el derecho a aprender se ve
que la de la involución que supuestamente nos esta- restringido por la obligación de asistir a la escuela»30,
ría llevando una y otra vez hacia la enésima Edad entendiendo que la escuela y su «currículum oculto»
Media. Sin embargo, nada más ahistórico de raíz que cercenan en el individuo «la natural inclinación a
este esquema que todo lo fía a las idas y venidas, al desarrollarse y aprender convirtiéndola en la deman-
hacia adelante y al hacia atrás, de la Historia del da de instrucción»31.
Espíritu Humano. Donde no hay sitio para la super- No obstante, Chomsky se declara heredero de la
posición ni para la contradicción, difícilmente puede línea pragmática anglosajona sobre la educación em-
explicarse nada. prendida por John Dewey y Bertrand Russell. Es difí-
cil no reconocer los fundamentos del actual construc-
3.2. La educación (des)educada y (des)escolarizada: tivismo en el primero, quien en 1916 definía la educa-
el mito libertario ción como «una constante reorganización y recons-
trucción de la experiencia»32. O dicho de otra forma:
Este mito probablemente sea el que en la actualidad lo que aquí aparece es la idea, dominante en estos dí-
cuenta con elaboraciones más complejas y diversas. as, de que no se aprende por instrucción, sino por un
También con algunas de las más consistentes y, a nues- proceso de descubrimiento a partir del cual la perso-
tro entender, valiosas. Aunque no por ello deja de ser nalidad del individuo «aflora» o sale a la superficie
importante señalar su componente mítico de base. Sin construyéndose a sí misma (que exista una especie de
olvidarnos de que algunas de las posiciones que en- subjetividad cero, previa a toda historia, es algo que
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YOUKALI, 15
27.- El texto de Carlos Fernández Liria, «La nueva Edad Media», constituye el primer capítulo de Enrique Javier Díez y Adoración
Guamán (coords.), Educación pública. De tod@s para tod@s: las claves de la marea verde, Albacete, Bomarzo, 2013. Puede consultarse en
red a través de la versión facilitada por el autor en Rebelion.org (23/03/2013), de donde yo he tomado la cita:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=165617
28.- Noam Chomsky, La (des)educación, Barcelona, Crítica, 2007, p. 46. La edición original apareció en la editorial Rowman & Littlefield
(Maryland, EE.UU). El libro constituye una compilación de entrevistas, conferencias y artículos de Chomsky sobre la educación a car-
go de Donaldo Macedo. Se comprenderá que soy consciente de que tanto el pensamiento de Chomsky como el de los otros autores
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que mencionaré aquí es mucho más rico y complejo de lo que pueda parecer a partir de la premura con la que me veo obligado a tra-
tarlos. Si bien esta nota no remedia la injusticia, por lo menos asume la culpa.
29.- Véase, por ejemplo, el magnífico texto introductorio de Roberto Espejo, «Humanismo radical, decrecimiento y energía», a Ivan Illich,
La convivencialidad, Barcelona, Virus, 2012, pp. 22-44.
30.- Ivan Illich, La sociedad desescolarizada, Buenos Aires, Godot, 2013, pos. 23.
31.- Ibid., pos. 848 y pos. 1086.
32.- John Dewey, Democracia y educación, 6ª ed., Madrid, Ediciones Morata, 2004, p. 73.
Rodríguez siempre ha cuestionado, por cierto); preci- ta que en 1943 el Ministerio de la Guerra, presionado
33.- Bertrand Russell, Sobre educación, Madrid, Alianza, 2013, pos. 495. Se trata de la traducción, en edición digital, de On Education.
Especially in Early Childhood, aparecida en la casa Routledge de Londres en 1926.
34.- La historia la cuenta magníficamente Jesús Mosterín en su prólogo al libro de Russell antes mencionado.
35.- De qué hablamos cuando hablamos de marxismo, p. 47.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
en la medida en que plantea que su objetivo último ría perseguido por la materia, encarnada en las insti-
sería la formación de una ciudadanía responsable, tuciones y sus ejércitos de tecnócratas, interiorizando
consciente de su papel en el proyecto de la construc- que la materia se corresponde con ese concepto equí-
ción del bienestar común. Y a esta pretensión se le voco del poder que venimos subrayando y el espíritu
suenen oponer críticamente dos enemigos que a me- con la individualidad agazapada ante su intimida-
nudo se identifican y confunden: el Gobierno de tur- ción o, todo lo más si se acepta una posición más a la
no, con sus leyes educativas, sus declaraciones y exa- izquierda, con el proyecto surgido de la suma de in-
bruptos, etc.; y el poder, palabra casi siempre emple- dividualidades. Desde esta lógica, la educación litera-
ada en un sentido tan amplio que acaba por difumi- ria sólo puede ser educación del espíritu, entendien-
narse de nuestra percepción un hecho tan decisivo co- do que éste es libre y que sólo está atado voluntaria-
mo que el poder nunca es uno ni unívoco, sino algo mente al resto de la sociedad por la suscripción de un
plural por definición, pues hay un poder político, qué pacto. Pero la lógica de base sigue siendo la misma
duda cabe, pero también un poder económico, uno que antes señalábamos: el objeto de la educación
académico, etc36. En cualquier caso, creo que no es di- siempre será el «yo libre», es decir, el yo, espíritu, li-
fícil identificar que en el fondo de este planteamiento bre de la materia.
late la elaboración que la subjetividad burguesa hace Nada de esto, al final, contradice la lógica burgue-
de la escisión entre espíritu y materia, la cual, lejos de sa clásica. Ni es el cultivo del espíritu crítico lo que,
constituir en absoluto una oposición al sistema vigen- como se repite tan a menudo y quizá tan precipitada-
te, resulta necesaria para que éste siga funcionando. mente, hace temblar al sistema en absoluto. Si la teo-
Veamos, si la materia se identifica sin más con lo ría de Juan Carlos Rodríguez puede considerarse di-
práctico, lo utilitario, lo mensurable y lo caduco, y si ferente es por su empeño en abordar este problema
el espíritu se supone que es el signo del sueño y de lo de raíz, pues pone el acento en que lo que el sistema
libre, de lo que no es utilitario y sí desinteresado, de ha necesitado siempre no ha sido sino la producción
lo infinito y lo eterno, el resto es fácil de deducir. La de subjetividades en torno al signo de lo libre, dado
posición supuestamente crítica que se asume con este que no otro que éste es el que le sirve para ocultar la
mito sólo puede pasar por una cosa: insistir en que al explotación que el capitalismo necesita para seguir
poder –que nunca es singular ni unívoco, insistamos– funcionando.
sólo le interesa potenciar lo que es bueno para sí mis- Siempre, aunque quizá ya no. Por eso conviene le-
mo (es decir, lo práctico), lo que tiene una aplicación er un poco más detenidamente un par de puntos de-
y una rentabilidad inmediatas (en suma, lo utilitario cisivos.
y lo mensurable), y lo que por definición nos obliga a
entrar en la espiral del consumo en función de la ob- 4. Un par de notas sobre la educación literaria
solescencia (o sea, lo caduco). Y, a partir de ahí, la otra
cara de la misma moneda: a diferencia de esto, la edu- Quisiera destacar especialmente un texto de 2005 del
cación humanística debe hacer hincapié en lo que es autor, «Lectura y educación literaria», que apareció
bueno, bello y útil al mismo tiempo (el sueño y lo li- entonces como estudio preliminar al magnífico libro
bre), en que es necesario reivindicar lo que no tiene de Gabriel Nuñez Ruiz y Mar Campos Fernández-
una aplicación inmediata (y de ahí toda la ética del Figares, Cómo nos enseñaron a leer37. Casi todo lo que
desinterés y de la oposición al utilitarismo), en que no nos interesa está sintetizado ahí.
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En suma, lo que se da por hecho es que existe un miento diferente. Para darse cuenta de en qué medi-
espíritu, representado en las humanidades, que esta- da lo es, el lector debe acudir directamente a los tra-
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36.- No se trataría exactamente de considerar que existe el poder malo frente a la ciudadanía buena, sino de que la izquierda deje de te-
mer a la construcción de un poder que le es más que necesario contra la explotación (aunque se trate de un poder diferente, claro es-
tá, basado en la fuerza de la cooperación). Por una razón muy sencilla: un poder sólo puede ser contrarrestado por otro poder, y sin
un empoderamiento de la ciudadanía, por ejemplo, sin un empoderamiento previo de los trabajadores, difícilmente puede hacérse-
le frente a los abusos de la banca, con todas las dificultades y contradicciones que se quieran.
37.- Véase Juan Carlos Rodríguez, «Lectura y educación literaria», estudio preliminar a Gabriel Nuñez Ruiz y Mar Campos Fernández-
Fígares, Cómo nos enseñaron a leer. Manuales de literatura en España (1850-1960), Madrid, Akal, 2005, pp. 5-50.
bajos de Rodríguez. Aquí únicamente pretendemos E porque de todo bien es comienço e raíz
38.- Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor (Alberto Blecua, ed.), 7ª ed., Madrid, Cátedra, 2006, p. 15. Se trata de la estrofa 19.
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39.- Miguel de Cervantes, Don Quijote de La Mancha (Francisco Rico, ed.), Barcelona, Crítica, 2001, p. 13. La impagable frase que entreco-
millo se encuentra en el prólogo al primer Quijote.
40.- Respecto al yo medieval como «nosotros» puede escucharse, por ejemplo, la conferencia del profesor Francisco Rico (magistral, por
otra parte) acerca del Libro de buen amor, «Yo, Juan Ruiz». Data del 21 de enero de 1988 y está recogida íntegramente en el archivo de
la Fundación Juan March: http://www.march.es/conferencias/anteriores/voz.aspx?p0=1783
41.- Juan Carlos Rodríguez, «Lectura y educación literaria», p. 32.
42.- Ibid.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
Volvamos un momento a los textos del Arcipreste y configurado siempre nuestra vida y nuestro incons-
de Cervantes que hemos reproducido arriba: si bien ciente individual»45.
para el Arcipreste de Hita está clara su condición de
siervo de la Virgen, de la «Señora de todos los seño- 4.2. Sin instrucciones para alcanzar tu mejor yo:
res» (c. 10a) a la que pide gracia al principio para com- la radical historicidad de la lectura hoy
poner su libro, de la Señora cuyos gozos se dispone a
glosar justo después de la cuaderna citada, tirando de Así que proseguimos: «Si el capitalismo anterior te
cuanta auctoritas y Santa Escritura sean necesarias pa- apelaba en grupo y favorecía la agregación, el capita-
ra sus propósitos, para Cervantes ya no es la auctori- lismo actual (a nivel ideológico) te llama sólo en tu so-
tas ni los eruditos abecés de autores consultados que ledad (que él mismo ha construido) para reforzarte
solían colocarse al comienzo de los libros (algunos de como individuo pero jamás como perteneciente a una
Lope, en quien sin duda está pensando Cervantes, lle- comunidad»46. Sin ánimo de frivolizar, pienso que el
gaban a ser interminables) lo que le puede servir pa- lema utilizado por cierta universidad privada madri-
ra enunciar el suyo, sino su propia pericia, su propia leña para atraerse clientes-alumnos (mucha gente ha-
soledad ante la página en blanco. Por ello se ríe tan su- brá podido ver el anuncio por la televisión a finales de
tilmente de esos alardes eruditos cercanos a la esco- verano de 2013) da sin proponérselo en el clavo de lo
lástica. Tenemos así un mismo pronombre aparecien- que durante mucho tiempo fue la razón de existir de
do explícitamente en ambos casos, pero dos coyuntu- la educación literaria: «Te ayuda a alcanzar tu mejor
ras muy diferentes, cada una de ellas explicable den- yo». No se trata ya, por tanto, del viejo plural que al-
tro de una lógica enunciativa específica y radicalmen- guna vez pudo fantasearse tras la palabra universitas
te histórica siempre43. En una, la del Arcipreste, como (vita nostra, dice el Gaudeamus, ese hermoso himno go-
sucede prácticamente con toda la escritura en lengua liárdico en primera persona del plural). No se trata
vulgar de la Sacralización feudal, el discurso se enun- tampoco, como se insiste incluso desde las esferas pú-
cia a partir de la humilitas con la que la criatura, en blicas, de la conversión de la universidad en un servi-
tanto sierva, glosa siempre en última instancia la obra cio social. El único proyecto que se oferta ya es uno
del Creador que es su Señor (a saber, el Libro de la mismo. Y más allá de eso no parece haber nada. Se
Naturaleza escrito directamente por el digito Dei y el trata de la soledad impuesta, de que «uno esté aburri-
Libro Sagrado, inspirado por Él, del cual se deriva to- do siempre (descentrado o esquizo) en tanto que
da la cadena de la auctoritas). En otra, la de Cervantes, “medio productivo” y sin alternativa o expectativas
la escritura ya no es glosa de tal imagen doble del en una “vida ya hecha”»47.
Libro –duplex est Liber, decía San Buenaventura– sino Pero para poder haber llegado a dicha situación
un signo para intentar decir «yo soy libre», con todas han hecho falta dos cosas, y sigo citando: aceptar que
las contradicciones que ello implica (y Cervantes no «el gran hallazgo de la educación promovida por la
es precisamente torpe a la hora de detectarlas, como burguesía europea occidental (…) fue siempre la con-
acabamos de ver). figuración del yo»48; y aceptar, asimismo, que «el
De ahí el famoso comienzo de Teoría e historia de la gran fracaso de la educación promovida por la iz-
producción ideológica: «La literatura no ha existido quierda occidental europea (…) fue siempre ignorar a
siempre»44. De ahí, la literatura como producción ide- su vez esa configuración del yo»49. En ese sentido
ológica radicalmente histórica. Y de ahí el problema, convendría no pasar por alto el esquema de fondo su-
página 22
pasado y presente, de la lectura tal como lo delimita blimación/rencor que, según plantea Rodríguez, fue
Rodríguez, puesto que «jamás ha existido un yo previo durante mucho tiempo determinante en la educación
al yo soy histórico, sino que ese yo soy histórico ha literaria. La cita es larga pero merece la pena:
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43.- Conviene matizar: que los ejemplos que yo haya puesto sean más bien explícitos, en la medida en que el pronombre «yo» aparece
abiertamente en ellos, no quiere decir que la enunciación literaria lo sea siempre. Lo importante de la obra de Rodríguez es que se-
ñala en todo momento que la enunciación del «yo» propia de la Sacralización feudal no tiene nada que ver con la enunciación del
«yo» del primer capitalismo ni, desde luego, con la del capitalismo actual, dado que el «yo» no existe al margen de la Historia sino
que está configurado históricamente.
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En resumen: sólo quedan la rabia y el rencor, y la vio- en los monederos raídos, quejándose
lencia física como acto supremo para canalizarlos. de que el saber cueste tanto. Y no sospechan
Lo cual es lógico a su manera, porque si ya no hay lo malo que es el saber
más horizonte que el sensorial, y si ni la literatura ni que les espera a sus hijos.54
otros discursos sirven ya para taponar esa fuga del yo,
¿qué acto de sublimación más grande puede conce- Seguramente Bretch tenía razón. Y creo que de algún
birse que el de llevar el propio cuerpo hasta el límite modo hemos concordado con él aquí: también hoy
del dolor, hasta el límite mismo de su propia aniqui- exige mucho de nosotros esa llamada que hace el ca-
lación? Ojo, no estoy diciendo que estemos al borde pitalismo actual en nombre del saber. Exige entre
de cruzar el límite del estallido de la violencia por el otras cosas –y es genial la literalidad con la que Brecht
mero hecho de que la lectura ya no sea posible tal co- lo expone– que busquemos y rebusquemos hasta los
mo la conocíamos. No estoy tratando de dibujar nin- últimos centavos de nuestros monederos, también ca-
gún paisaje post-apocalíptico ni predicando la deca- da vez más raídos. Exige que nos dejemos inocular la
dencia de la civilización occidental. Nada más lejos. sangre, como ya hemos visto. Y sí, en ese sentido pue-
Hablo exactamente de eso: de un límite, pero enten- de decirse que el saber es, a su manera, malo (y más
diendo que un límite es siempre algo que se tienta y para los hijos de las madres de las barriadas, es decir,
que deja de serlo en el momento mismo en que se so- ya prácticamente para todos los que dependemos de
brepasa (los miembros del club de la lucha pelean una u otra forma de la educación pública).
hasta el abrazo, no lo olvidemos, hasta el llanto final Pero hay una diferencia fundamental entre saber
y la constatación de su soledad, que probablemente esto o no saberlo, entre ignorarlo o tenerlo en cuenta.
sea lo único que comparten). Porque quizá nuestras En ese sentido, destacaría un aspecto de la obra de
vidas estén ahora mismo siendo arrumbadas en ese Juan Carlos Rodríguez que me parece primordial, y
confín, arrastradas por un sustrato ciertamente terro- que de hecho se ha intensificado hasta constituir un
rífico que late por debajo de todo esto: núcleo central del reciente De qué hablamos cuando ha-
blamos de marxismo: no se piensa, desde la teoría que
– La primera regla del club de la lucha es que no se ha elaborado, para que la vida siga igual; se piensa
habla del club de la lucha. para empezar a enunciar nuestra vida de otra mane-
» La segunda regla del club de la lucha –grita Tyler– ra. Construyéndola a partir de otra subjetividad, libre
es que no se habla del club de la lucha.53 de la imagen de la libertad para explotar.
Ya no somos tan pocos los que, después de haber
Ya hemos dicho de alguna manera que la primera re- pasado por las clases de Juan Carlos Rodríguez, hoy
gla de la explotación es que no se habla de la explota- contamos con un escritorio desordenado. Menos no
ción. Probablemente también la segunda y la tercera. esperaría de quien sabe apreciar el conocimiento apa-
Pero no hemos escrito este artículo para quedar- sionado. He tecleado estas páginas valiéndome de un
nos simplemente ahí mirando. ordenador que apenas se abre paso sobre los libros
acumulados en la mesa. Veo los papeles esparcidos
5. Final, con poema de Brecht incluido de cualquier manera, las revistas, las notas cuyo sen-
tido acabará por encajar en algún momento, y los dis-
Así las cosas, no quisiera acabar sin volver al princi- positivos –claro que sí– digitales de los que hace al-
pio, a la idea de pensar y trabajar las ideas con las ma- gún tiempo también me valgo. Tanteo la posibilidad
página 24
nos. Aunque dando antes un pequeño rodeo por un de mis errores y espero sean considerados sólo míos
poema de 1937 de Bertold Brecht: y no del que hace mucho ya viene siendo uno de mis
maestros más entrañables.
Todos los años en septiembre, cuando empieza Por ahora, cada cosa de las que veo sobre la mesa
YOUKALI, 15
52.- Chuck Palahniuk, El club de la lucha, Barcelona, Mondadori, 2009, pos. 3451.
53.- Ibid., pos. 1057.
54.- Bertold Brecht, Poemas del lugar y la circunstancia (José Muñoz Millanes, ed.), Valencia, Pre-Textos, 2003, p. 55.
UN ACERCAMIENTO MATERIALISTA A LA
tudiosos, y aunque nos dediquemos aquí solo a la li- do a sus manifestaciones culturales, incluso después
teratura hispanoamericana la situación es la misma de lograda la independencia política. Las opiniones
ISBN: 1885-477X
1.- No queremos olvidar el viaje llevado a cabo por Rafael Altamira en 1909 por el territorio americano impulsando las relaciones entre
América y España tras el Desastre del 98. Su actividad como historiador será fundamental para promover los estudios americanistas
en España. De todas formas, desde los inicios del siglo XX se suceden los estudios sobre América y su literatura y la necesidad de cre-
ar repertorios que aglutinen dichos estudios. Véase Hilton, 1983: 349 y ss. También es importante tener en cuenta la obra de José
Simón Díaz, Bibliografía de la Literatura Hispánica, Madrid, CSIC, 1960, vol. I, pp. 67-101 en donde se contabilizan hasta 382 historias
de Literatura (Hilton, 1983: 38). Sin duda, los trabajos de Juan Valera o de Unamuno son esenciales también en los comienzos de es-
tos estudios.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
zá saquemos por última consecuencia que no tie- cordando que la primera edición de esta obra data
nen tanta razón algunos hijos de aquella isla para de 1936, «representa el último momento del clasicis-
lamentarse de no haber sacudido el yugo de la ti- mo historicista, a la vez romántico y positivo» (Ro-
ranía ibera cuando se emanciparon los demás crio- dríguez, 2002: 63).
llos, puesto que, á lo menos bajo el aspecto intelec-
Poco a poco asistimos a la independencia de
YOUKALI, 15
2.- Sin duda, existen también trabajos que presentan un panorama mucho más complejo, como el caso de Rudolf Grossmann, por ejem-
plo, obra fundamental en este aspecto, o los de Rafael H. Moreno-Durán y Joaquín Roy, citados en la bibliografía.
Enrique Anderson Imbert explicaba su objeto de es-
1976 aparece el libro de Luis Sainz de Medrano, cu- Nuevamente, la herencia cultural parece ser un nexo
yo comienzo es un claro indicativo de lo lejos que es- que en ningún momento se pone en cuestión y que
taba todavía España de considerar sin ambigüeda- sirve, una vez más, para reivindicar una tradición de
des la literatura hispanoamericana como un objeto clara raigambre hispana: «En la mayor parte de los
real e independiente: «El auge alcanzado por las le- casos, la oposición política no menoscabó la adhe-
tras de la América hispana en Europa y en los sión explícita a los valores esenciales de la cultura le-
ISBN: 1885-477X
Estados Unidos a partir de la década de los sesenta gada por la metrópoli» (Sainz de Medrano, 1976: 22).
hace que hoy esté más que fuera de lugar cualquier De hecho, la primera parte del libro, la denominada
cuestionamiento referente a la existencia de una au- preliminar y que incluye cuatro temas, está dedica-
téntica literatura hispanoamericana» (Sainz de da casi por entero a la importancia de esa tradición
Medrano, 1976: 15). Interesante es además que la jus- dejada por España gracias a la lengua. El relieve de
tificación de esta afirmación descanse en el reconoci- la producción literaria tanto colonial como posterior
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
a la relación de dependencia política con la antigua artículos especializados sobre cada uno de los temas
metrópoli hace necesarios estos estudios, conscien- tratados. La profundización en cada uno de los te-
tes de la peculiaridad de unos textos que, si bien mas es de agradecer en un campo que estaba dema-
comparten la lengua, deben ser tratados como algo siado habituado a la acumulación de nombres con
más que un simple añadido en los libros dedicados escaso margen para el análisis cuidadoso de obras y
a la literatura española. autores. Siguiendo esta estela, en 1988 y a imitación
Cuando en 1978 aparece el libro de Mario de lo que se había hecho con la literatura española,
Hernández Sánchez-Barba, solo el título nos da una la editorial Crítica saca una historia de la literatura
pista de que hay cosas que están empezando a cam- hispanoamericana a partir de los enfoques críticos
biar en la concepción del objeto literario como pro- más destacados que se han acercado a ella, como se
ducto de un devenir histórico del que no se puede señala en el prólogo, «las contribuciones más impor-
separar sin caer en análisis que poco aportarán al tantes que la crítica de más calidad y desde los más
significado de los textos. Ese título, Historia y litera- variados puntos de vista ha dedicado a diversos as-
tura en Hispano-América (1492-1820), propone una in- pectos» (Goic, 1988: 9). La diferencia fundamental
serción de la literatura en las peculiaridades históri- con el libro mencionado antes es la unión de artícu-
cas que pueden explicar sus características como ta- los críticos sobre cada tema elegido con una intro-
les textos. En estos años, sin embargo, todavía es ne- ducción para cada aspecto al estilo de los manuales
cesario justificar cosas como las siguientes: «En ri- habituales sobre literatura. En cuanto a los criterios
gor, lo que permite caracterizar el nivel estético de de selección de los artículos, se explica que «Hemos
una obra literaria, no son los elementos de que cons- prescindido de la crítica impresionista y de los abun-
ta, sino cómo se componen éstos y cuál es su fun- dantes testimonios anecdóticos en favor de una crí-
ción; la presencia entre estos elementos de ideas filo- tica de contribución documental o de análisis o in-
sóficas, morales, técnicas, políticas, económicas, no terpretación significativa» (Goic, 1988: 15). El proce-
presupone impureza, sino enriquecimiento» der del responsable de esta Historia y crítica de la lite-
(Hernández Sánchez-Barba, 1978: 10). Este libro pre- ratura hispanoamericana presume de una total impar-
sentaba de una forma mucho más problematizada y cialidad que no le hace preferir uno u otro enfoque:
enriquecida el devenir de la versión intelectual que «he intentado incluir diversas orientaciones sin ex-
entre el siglo XVI y el XVIII los escritores, ya españo- cluir deliberadamente ninguna» (Goic, 1988: 16).
les, ya hispanoamericanos, ofrecieron de la «expe- Pero, ya sabemos que «No hay un método infali-
riencia de América». El espacio cronológico de que ble para decantarse entre interpretaciones opuestas»
se ocupaba, además, partía de la necesidad de esta- (Eagleton, 2010: 128), aunque sí sabemos que si bien
blecer unas bases a partir de las cuales pudiera expli- los críticos discrepan al acercarse a los significados
carse la literatura hispanoamericana como tal, es de- de un texto, como dice este crítico «hay límites para
cir, la que atraviesa los siglos XIX y XX. estas disputas» (Eagleton, 2010: 130). Y esos límites
Con el paso del tiempo y la aparición de nuevos están marcados por algo que podríamos denominar
enfoques, lo que destacará es la pervivencia, por el tradición cultural, historia común, etc.:
contrario, de las culturas originarias de América. Y,
por supuesto, el mestizaje como esencia de una Pueden darse marcadas divergencias de opi-
identidad única. Giuseppe Bellini lo expresa así en nión sobre todos estos elementos, pero también
existen límites que no pueden rebasarse, al me-
página 28
3.- Juan Carlos Rodríguez se ha ocupado de este tema en profundidad en su artículo «Contornos para una historia de la literatura», in-
cluido en su libro De qué hablamos cuando hablamos de literatura (Rodríguez, 2002: 61-95); aunque no aparezca mencionado, la coinci-
dencia con la tesis de Benjamin es evidente.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
1983: 295), y al incluir esta obra en lo que ella deno- de las nuevas burguesías criollas de unos elementos
mina el discurso del fracaso, afirma que son textos que puedan explicar la naturaleza de una identidad
que «formulan la primera representación desmitifi- nacional en formación.
cadora de América» (Pastor, 1983: 307). La indisoluble relación entre la producción lite-
Estas relaciones con textos incluso no leídos, si- raria y la actividad política de los autores de la inde-
túa la Introducción al estudio de la literatura hispanoa- pendencia americana y de la constitución de las pri-
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mericana en una línea de coincidencia con las lectu- meras repúblicas explica el significado de obras co-
ras más lúcidas que se han hecho sobre temas con- mo Martín Fierro, por ejemplo, y las irresolubles
cretos. Se echa de menos, en este sentido, la utiliza- contradicciones entre la primera y la segunda parte
ción del acercamiento que hizo Américo Castro a la de este texto. La explicación que ofrecen los autores
figura de Bartolomé de Las Casas, por ejemplo, y es clara:
que dejan al lector con ganas de ver dialogar a Juan
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
No se debe confundir nunca el proyecto ideológi- dores de la variante ideológica pequeño burguesa»
co que un autor tiene a la hora de escribir un libro, (Rodríguez y Salvador, 1987: 164), consiguen cons-
con la estructura objetiva e inconsciente que es de- truir la imagen del extraordinario poeta y ensayista
terminante en el proceso de creación de dicha obra. que fue y la pervivencia todavía hoy de su pensa-
Ni se debe tampoco identificar la lógica interna de
miento. En cuanto al Modernismo y Rubén Darío,
la obra resultante con el proyecto ideológico, con la
las páginas de Introducción al estudio de la literatura
«intencionalidad» que el autor puso en marcha a la
hora de escribirla. Por eso no se puede decir que lo hispanoamericana son imprescindibles para ubicar
que cambia de un texto a otro del Martín Fierro es tanto el primer movimiento propiamente hispanoa-
simplemente la intencionalidad de su autor, su mericano y a su principal representante en el proce-
proyecto ideológico. Habría que decir que lo que so histórico que explica su aparición y la postura del
cambia de un texto a otro es la estructura objetiva poeta ante un mundo en el que el positivismo le ha
de base (Rodríguez y Salvador, 1987: 121). quitado cualquier valor al hecho poético. Los plante-
amientos de Juan Carlos Rodríguez y Álvaro
Así, los cambios sufridos en la realidad social argen- Salvador aportan una nueva perspectiva sobre un
tina, cambios en los que el autor del poema argenti- movimiento tan analizado desde perspectivas idea-
no por excelencia ha participado activamente, han listas que lo despojan de su historicidad.
modificado las condiciones concretas en que se rea- Retomando las palabras de Walter Benjamin ci-
liza la segunda parte y sin conocer estos datos no es tadas más arriba, el libro hace diversas paradas en
posible hacer un análisis cabal de la obra literaria. temas concretos y esenciales. Por ejemplo la litera-
Espectacular es también el acercamiento a la obra tura cubana o la configuración del debate entre cul-
cumbre de la sentimentalidad hispanoamericana, tura y Naturaleza, que desemboca en civilización y
María, de Jorge Isaacs, acercamiento que muy bien barbarie, del que serán expresión máxima novelas
queda complementado con el estudio que le dedicó como Doña Bárbara o La vorágine. Lo mismo sucede
pocos años después Mirta Yáñez en La narrativa del con el teatro criollo, especialmente en Argentina, hi-
Romanticismo en Hispanoamérica. El acercamiento te- tos todos ellos de la construcción de una identidad
órico que hacen Rodríguez y Salvador a la construc- en la que la burguesía intenta adueñarse de aque-
ción de la sensibilidad explica el especial carácter de llos elementos que le permitan convertirse en repre-
esa obra, ejemplo cumbre de las obras que se elabo- sentantes de la identidad nacional. La literatura de
ran «casi exclusivamente dentro de este horizonte la Revolución Mexicana, por su transcendencia y
sentimental y pequeño burgués» (Rodríguez y significado histórico, ocupa también un lugar cen-
Salvador, 1987: 135). La novela de las lágrimas por tral dentro del planteamiento del libro. Esta
excelencia queda desmenuzada en sus inevitables Introducción al estudio de la literatura hispanoamericana
componentes sociales, puesta al desnudo su natura- se detiene antes de la llegada de las vanguardias y
leza patriarcal y de defensa de un orden precapita- del llamado boom de la literatura hispanoamericana.
lista. La conclusión no puede ser más clara: «Lo que Sin embargo, en otros libros de Juan Carlos
intenta mostrarnos la María, desde la mentalidad Rodríguez sí podemos encontrarnos con diversos
conservadora de Jorge Isaacs, es el pueblo colombiano estudios dedicados a un autor tan destacado como
en su “deber ser” más genuino» (Rodríguez y Jorge Luis Borges. Es el caso del mencionado De qué
Salvador, 1987: 148). Cada elemento de la novela hablamos cuando hablamos de literatura o de algunas
página 32
cumple un papel dentro de lo que los autores deno- secciones del libro Pensar/leer históricamente [entre el
minan «la estructura melodramática», que determi-
na un orden establecido presentado como natural y
por tanto no cuestionable.
Mención especial merecen las páginas dedicadas
YOUKALI, 15
http://es.scribd.com/doc/149558662/Marcelino-
Menendez-y-Pelayo-Historia-de-la-poesia-his-
panoamericana-1-1911. [Consultado el 6 de octu-
bre de 2013].
MORENO-DURÁN, Rafael H., De la barbarie a la ima-
ginación, Barcelona, Tusquets, 1976.
TRIVIÑO, Consuelo, «Reseña», Cuadernos Hispanoa-
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
En el acercamiento, siempre difícil para quien busca Ésa, entre otras, es la razón fundamental por la que
claridades, a la personalísima y oscura poesía de An- Gamoneda se siente unido con Cervantes y con Juan
tonio Gamoneda, voz verdaderamente única en la de la Cruz,:
lírica española, no ya actual, sino de todos los tiem-
pos, he decidido, tras muchas idas y venidas, vueltas Es verdad que, en 1936, en mi casa había un solo
y revueltas, seguir el camino teórico de la pobreza, o libro en el que aprendí a leer. […] Un libro de poesía
mejor, de la poética de la pobreza, marcado por el escrito por mi padre. Es verdad así mismo que mi
propio poeta, como es sabido, en su Discurso del Pre- primera información sobre la vida civil consistió en
advertir la horrible represión en el barrio más triste-
mio Cervantes 2006.
mente obrero de León, y es verdad también que, al
El Libro del frío, por ejemplo, abre la puerta a mis día siguiente de cumplir catorce años, a las cinco de
reflexiones sobre la poética de la pobreza: la mañana, yo estaba cargando carbón en la caldera
del extinguido Banco Mercantil y que, a esa misma
Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones hora, mi madre, desde otra hora lejana del día ante-
eran la pobreza y la lluvia. rior, inclinaba más de la cuenta su cabeza sobre una
Ahora siento la pureza de los límites y mi máquina Singer.
pasión no existiría si supiese su nombre.2 Pero, dentro de la cultura de la pobreza, ¿quién
soy yo al lado de un François Villon, de un César
La pasión explícita de la pobreza real me permite Vallejo o de un Miguel de Cervantes?
comenzar la indagación teórica sobre la pobreza poé- Miguel de Cervantes, para permanecer en la
tica, a partir de las palabras leídas por Gamoneda en vida, tenía que ofrecerse a la muerte, vender su san-
su Discurso del Premio Cervantes 2006, donde confie- gre en el mercado de las grandes empresas negocia-
sa, puesto a preguntarse por el acontecer de su escri- das a la contra entre los poderosos y extender su
tura, y a sabiendas de que las claves están en su vida mano ante estos mismos mendigando auxilios; no
pudo hacer lo que antes llamé “estudios avanza-
y en su calidad existencial, que:
dos”, no sabía latín ni cursó en la universidad; y
quizá hubo de mirarse a sí mismo con dolor o con
pronto se me depara la evidencia de algo que, más
desprecio en razón de alguna negra personería y del
que cualquier otra circunstancia o razón, ha condi-
escondido comercio que de su cuerpo habían de
cionado a una y a otra, a mi vida y a mi escritura.
hacer sus hermanas.
Hablo de la pobreza. […] Porque yo vengo de la
Yo quiero decir algo sobre la obra creativa de
penuria y del trabajo alienante. […] Tengo que pen-
Cervantes considerando que fue hecha, precisamen- página 35
sar que sí, que existe un estado pasional del pensa-
te, desde la pobreza. En modo general, se ha consi-
miento nacido en la pobreza y servido por el infor-
derado la presencia de esta pobreza en su vida, pero
tunio; un algo que, de aquí en adelante, nombraré
quizá no se ha estimado como causa de peculiari-
diciendo simplemente cultura de la pobreza, y que
dad en su obra.
esta cultura es, de algún modo, diferenciable de la
YOUKALI, 15
1.- Las páginas que siguen son apenas el esbozo de un proyecto mucho más ambicioso y extenso sobre la poética de la pobreza que, a
mi entender, preside buena parte del quehacer lírico de Antonio Gamoneda, y para cuya realización cabal necesito más tiempo. En
principio, por tanto, me limito a trazar algunas líneas maestras del trabajo, a la luz de Cervantes.
2.- Cito siempre por Antonio Gamoneda, Esta luz. Poesía reunida (1947-2004), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2004, p. 335. En adelante,
para evitar notas, pondré al final de cada cita la página de esta edición.
3.- Véase www.uah.es/universidad/premio_cervantes/documentos/discurso_gamoneda.pdf
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
libro alguno cuyo poder de alusiones simbólicas al Yo el soneto compuse que así empieza,
sentido universal de la vida sea tan grande, y, sin por honra principal de mis escritos,
embargo, no existe libro alguno en el que hallemos Voto a Dios que me espanta esta grandeza.
menos [...] indicios (...) para su interpretación”.
(IV, vv. 37-39)
Habla de un texto hermético. Preferiría que pensase
YOUKALI, 15
aceptar “alguna negra personería”, ni voy a entrar en era para él lo mejor de su obra –y no bromea—, en
4.- Cito por mi ed., Madrid, Alianza Editorial, Cervantes. Obra Completa, 12, 1997, p. 20.
hasta ese momento. Son, en consecuencia, escritores
alcanzó el Premio Nacional de Poesía por Edad, en ir más lejos, son tan acertados como arriesgados, de
1987. Los dos habían pasado casi desapercibidos puro sinceros8, e implican además un cambio radical
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5.- “La poesía lírica de Cervantes”, en Homenaje a Cervantes, Madrid, Cuadernos de Ínsula, I, 1948, pp. 151-187. Firma con el pseudónimo
de Joseph M. Claube.
6.- Madrid, Cátedra, 1988, p. 9.
7.- Antonio Rey Hazas, “Cervantes se reescribe: teatro y Novelas Ejemplares“, en Criticón, 76 (1999), pp. 119-164.
8.- “Hay una magnificación de algunos un tanto extraña –dice Gamoneda—. Carlos Barral, por ejemplo, no era un poeta... Barral estaba
en el mundo editorial, era un hombre inteligente, pero quería ser precisamente lo que no podía; y no digamos Gil de Biedma: Gil de
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
Biedma era inteligentísimo, hizo ensayos espléndidos sobre Eliot, y, sin embargo, dudo mucho que tenga un gran tamaño como poeta.
Esta extraña confusión: la «Escuela de Barcelona» nucleando la «Generación del 50». Un amigo mío dice: «Eso es un invento, la Escuela
de Barcelona es marketing». Yo tengo una experiencia que te voy a contar. Hace poco me invitaron a dar una lectura en el Palacio Real.
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Pagaban bien. Fui. Estaba con Ángel González, Claudio Rodríguez y con otros tres poetas jóvenes. De repente aquello se convirtió en
un homenaje a Gil de Biedma y a Carlos Barral. Aparece la viuda de Carlos Barral y un señor con una guitarra cantando letras de Gil
de Biedma. Y al día siguiente la prensa dice: «La Generación del 50 (en la que me incluyen, ya he dicho que erróneamente), rinde home-
naje a los desaparecidos Carlos Barral y Jaime Gil de Biedma». Una manipulación. A mí no me llamaron para eso”. Entrevista a
Gamoneda de José Manuel López de Abiada, 30 / VIII, 1990, en AnMal electrónica (Analecta Malacitana), 15 de junio de 2004.
9.- Véase mi libro Poética de la libertad y otras claves cervantinas, Madrid, Eneida, 2005.
10.- Cito por la ed. de Pedro Piñero, Juan de Luna, Segunda parte del Lazarillo de Tormes, 1620, Madrid, Editora Nacional, 1977, pp. 193-194.
Gamoneda. Y digo esto porque Juan Carlos Rodríguez era natural de Santo Domingo de la Calzada e hijo
dado de servir ni ser servido! Que, aunque es traba- poderoso, contradictoriamente. Y da igual que el
jo tener amo, es mayor tener mozo. […] Al medio- pobre sea un vagabundo, un pícaro, como Lázaro de
día la comida segura, sin pagar cocinero ni despen- Tormes o Guzmán de Alfarache, que un hidalgo,
sero; […] sin cuidado de la gala, sin temor de la como don Quijote. Lo que interesa es su libertad.
mancha ni codicia del recamado; libre de guardar, Escuchemos ahora a Juan Carlos Rodríguez:
YOUKALI, 15
16.- La Literatura del pobre, Granda, Ed. de guante blanco, 1994, p. 26.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
ral, 2) libera a los personajes de sus corsés retóricos Berganza, acaba marginado de la sociedad llevando
convencionales: don Quijote nace sin ataduras que lo las linternas de Mahudes extramuros de Valladolid,
lastren, nace ya viejo, sin que sepamos nada de su en el Coloquio de los perros, mientras triunfan en Sevilla
“lugar”, de su tiempo, de sus padres, ni de su vida todos los delincuentes y los que incumplen las nor-
anterior. 3) Incluso hace que las biografías de sus
YOUKALI, 15
17.- Reproduzco mis propias palabras: “Aunque, para concluir, me gustaría reiterar de nuevo que también la dificultad es común a los
dos maestros de nuestras letras áureas, dado que tan arduo es entrar en la obra de Góngora como salir de la de Cervantes, pues tan
oscura es la una como la otra, ya que, una vez superado el acceso al laberinto gongorino, todo es fácil, justo a la inversa de lo que
acontece en el laberinto de Cervantes, de acceso abierto a todos, aunque de muy difícil salida airosa”. A. Rey Hazas, Poética de la liber-
tad y otras claves cervantinas, Madrid, Eneida, 2005, p.173
las mujeres más desfavorecidas y convierte a una gita- del Quijote, que han defendido también poetas de
nes”. Quizá no diría: “así fue nuestra edad: atravesá- porque la mentira no se puede describir, de un lado,
bamos las creencias”. Porque, a la hora de morir y porque el libro no describe sino que desvela el dis-
demostró que mantenía su fe católica. Sí podría decir, fraz de verdad de la España de la mentira. Lápidas
no obstante: “así fue nuestra edad: pero yo atravesa- (1977-1986 y 2003) no es un libro de epitafios ni se
ba las creencias”; o algo similar, porque tan rebelde refiere a las tumbas de los muertos, sino que poetiza
fue Cervantes en el quinientos como lo es ahora Ga- la vida y sus sinsentidos. El libro del frío (1996-1998,
moneda. Es verdad que Cervantes se mueve asimis- 1998 y 2004), de la misma manera, no es un tratado
mo entre contradicciones de toda índole, que analiza meteorológico ni un manual de instrucciones para
o denuncia, como hemos visto; aunque sin llegar a los congelar alimentos o un folleto de funcionamiento de
extremos de nuestro poeta, cuando dice que “la con- frigoríficos, ni nada que se le asemeje, pese a su títu-
tradicción está en mi alma como los dientes en la boca lo, sino una reflexión lírica sobre la vejez y la muerte
que habla de misericordia”. próxima. Arden las pérdidas (1993-2003 y 2004) implica
Se ha dicho a menudo que los títulos cervantinos otro imposible semejante a Descripción de la mentira,
son contradictorios, que, por ejemplo, no se aviene porque ni se queman las abstracciones ni se describen
bien “ingenioso” con “hidalgo, términos quijotescos las mentiras, sino los objetos. Cecilia (200-2004), en fin,
que se repelen, pues no era precisamente el ingenio lo es el único que no implica ninguna contradicción,
que caracterizaba a los escuderos, más bien romos; aunque el propio Gamoneda y su mujer tuvieron la
por no hablar de los sentidos opuestos y enfrentados amabilidad de decirme, tras mi intervención en el
de “quijote”, ni de a qué “mancha” se refiere Cervan- congreso, que tenía razón en mi lectura, porque tam-
tes en su novela inmortal, si a la geográfica o a la de bién el primer título de Cecilia —que ahora no recuer-
sangre, etc. De la misma manera, “novelas” y “ejem- do18—, había sido completamente contradictorio,
plares” son palabras que encajan muy mal, dada la como todos los demás, aunque finalmente el poeta
mala fama que tenía la herencia de Boccaccio, contra- decidió cambiarlo por el de Cecilia19.
ria a cualquier lección moral, enemiga de toda ejem- Y, sobre todo, es verdad que biografía y literatura,
plaridad. Los títulos de los poemarios del leonés son vida y poesía son indisociables para ambos.
también contradictorios, en buena coherencia con el Cervantes no pudo ni quiso separarse nunca de sus
contenido y la forma de sus poemas, y corroboran o experiencias en Italia, Lepanto, Argel, La Mancha o
desvelan, o ambas cosas a la vez, la contradicción que Andalucía20. Gamoneda tampoco, como dice en El
está en el centro de la poesía de Gamoneda: Suble- cuerpo y los símbolos21, “la poesía […] crea realidad […]
vación inmóvil (1953-1959 y 2003) no puede ser más y engendra conocimiento”, pero no sustituye a la
claro, porque la sublevación implica acción, obvia- vida, sino que la “intensifica”, porque es, dice, “el
mente, nunca inmovilidad. Lo mismo le sucede a relato de cómo voy a la muerte”, y por tanto, la poe-
Exentos I (1959-1960 y 2003) y Exentos II (1963-1970 y sía es tiempo, memoria, “pero la memoria es siempre
2003), es decir “libres”; ya que son poemas que osten- conciencia […] de consunción del tiempo correspon-
tan su libertad en una España sin ella; versos que pre- diente a mi vida, y, por esto mismo, conciencia de ir
sumen de su exención, cuando están, al contrario, ple- hacia la muerte”22. Y en su caso concreto, para ser
namente comprometidos con la realidad. En medio, exactos, la memoria y el pensamiento “son posterio-
Blues castellano (1961-1966 y 2004) insiste en el choque res a un impulso musical”, por eso, afirma: “sólo sé lo
de opuestos, pues nada más lejos de la dulzaina y el que digo cuando ya está dicho”23. En consecuencia,
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tamboril de la vieja Castilla que la música negra del “lo que Gamoneda deja escrito procede directamente
blues norteamericano. Descripción de la mentira (1975- de su sangre y de sus humores”. “La lucidez de
1976 y 2003) es otro título igual de chocante, o más, Gamoneda. –prosigue Clara Janés24— se desarrolla
YOUKALI, 15
síntesis más ajustada y nueva, si se quiere, en las voces Literatura y vida, y Libertad, que he redactado para la Enciclopedia Cervantina,
CEC, Alcalá de Henares, 2010, vol. VII.
21.- Madrid, Huerga y Fierro, 1997, p. 35.
22.- Ibid., p. 24.
23.- Ibid., p. 26.
24.- Art. cit., p. 66.
la única poesía
dicho antes, en verso o prosa poética. Recordemos hace traducir el manuscrito a un morisco aljamiado
algún ejemplo notorio: del Alcaná de Toledo… Todos, unos y otros, meros
entes de ficción, aunque parezcan a veces más reales
Sé que el único canto, que la realidad; todos, en fin, obra de Cervantes, o
el único digno de los cantos antiguos, mejor, de su pluma: “para mí sola nació don Quijote”.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
Y es que todo, absolutamente todo, hasta que unas tido, nos revela que su infortunada verdad consiste
palabras parezcan, o no, vida auténtica, depende del en la causa necesaria de luchar contra esa maldad”.
texto, de la literatura, de procedimientos estéticos. Y Hay, en fin, una coincidencia de carácter entre
Gamoneda lo sabe bien. Cervantes, por ende, estaría Gamoneda y el autor del Quijote que es de extraordi-
plenamente de acuerdo con nuestro poeta en la con- nario interés para explicar sus numerosas semejan-
solación que da la belleza, en el placer de la escritura, zas: la melancolía de ambos, la melancolía que
más allá del dolor intenso auténtico que nace de la Cervantes encarna en don Quijote y Gamoneda en
dolorosa realidad en que se inspira. toda su poesía, y era el temperamento, el “humor” de
Con todo, Gamoneda es mucho más pesimista los poetas, los creadores y los inteligentes de los siglos
que Cervantes, más próximo a Quevedo, en ese senti- XVI y XVII. “El temperamento acedíoso y retraído del
do, si se quiere hacer una comparación con un con- poeta Gamoneda encuentra su cauce terapéutico
temporáneo del autor del Quijote. Cervantes siempre –dice Rodríguez de la Flor25— en la efusión de una
deja abierta la puerta a la esperanza, justo al contrario tinta de la melancolía que presta a sus páginas de siem-
que nuestro poeta, para quien “Ahora ya no queda pre una tonalidad única, singularizándolas con la
tabaco ni esperanza”, “otros os engañáis con la espe- marca ambigua que tradicionalmente han recibido
ranza”, “no tengo miedo ni esperanza”, o hay “placer los productos generados por los hijos y la prole de
sin esperanza”, etc. Y es más pesimista, con indepen- Sarturno”. En efecto, ambigüedad, indagación artísti-
dencia de que deje o no una sensación de pesimismo ca en los límites vedados para otros, desencanto,
en el lector. Pues con frecuencia no la deja, ya que pre- pasión creadora, placer del texto, profundidad, capa-
domina la estética. De hecho, la pregunta de Marcos cidad de sobreponerse a la propia realidad adversa,
Taracido a la respuesta que he anticipado, implica etc., son rasgos de la melancolía que establece puen-
toda una interpretación en este sentido, pues reza así: tes obvios entre Cervantes y Gamoneda.
“toda la obra tuya es absolutamente pesimista; sin Pero hay también muchas diferencias, como es
embargo es maravillosamente optimista por la belle- natural, entre el quehacer cervantino y el del poeta
za del lenguaje, es decir, la manera en que está conta- leonés, dentro de una poética en parte común y de un
do crea optimismo.” Y así es. temperamento en cierta medida semejante, que se
Gamoneda es muy consciente de sus recursos, deben a su carácter distinto, a su personalidad dife-
que son, como en el siguiente caso, muy semejantes a rente, y no sólo a sus épocas y tiempos, tan distantes.
los de don Miguel: No me refiero, por tanto, ahora, a razones históricas,
no tengo en cuenta que Cervantes fuera un héroe de
Yo tengo casi la misma actitud para dialogar con el España o de Castilla y de su religión católica, ni a que
«tú» desconocido, con el «tú» que tiene nombre en luego se desengañara del heroísmo y “atravesara”
mi conciencia y que no soy yo, y con el «tú» que sé incluso “las creencias” de su época; porque, finalmen-
que soy yo. En mi discurso yo no tengo dificultades
para dialogar conmigo. No hago del «yo» un perso-
naje recurriendo al mecanismo de llamarle «tú». Al
menos, no tengo conciencia de ello —le dice a López
Abiada—.
Cervantes, Cervantes. ¿Puede realmente haber exis- bra”. Para él no hay regreso, porque lo único que espe-
tido en semejante pueblo, en tal ciudad [Madrid] ra es la nada, la muerte. Todo muere, todo acaba.: “Así
como ésta, en tales calles insignificantes y vulgares las cosas, ¿de qué perdida claridad venimos? ¿Quién
un hombre que tuviera esa visión de lo humano, esa puede recordar la inexistencia? Podría ser más dulce
creencia en la libertad, esa melancolía desengañada
regresar, pero entramos indecisos en un bosque de
tan lejana de todo heroísmo como de toda exagera-
espinos”. Queda, eso sí, igual que en Cervantes, el pla-
ción, de todo fanatismo como de toda certeza? [...]
¿Qué es lo que ha querido decirnos el hombre que cer de crear, el placer estético, de la belleza, aunque sea
más sabía del hombre de su tiempo? ¿Qué significa sin esperanza; de los espinos, que simbolizan la hermo-
que quien sabía que la locura no es sino la nada, el sura de su tierra y de su lírica. Pero no deja de ser pla-
hueco, lo vacío, afirmara que solamente en la locura cer, un placer que permanece, que se resiste a la muer-
reposa el ser-moral del hombre?27 te, que perdura tras ella: la obra poética. “Hay una
música en mí, esto es cierto, y todavía me pregunto qué
Cervantes era un católico, seguramente inconformis- significa este placer sin esperanza”.
ta y crítico, pero un creyente, al fin y al cabo, siempre Gamoneda constata, con una belleza poética llena
esperanzado, hasta en la muerte, como buen español de imágenes inéditas, de metáforas nuevas, con un
barroco, que acaba por adoptar el hábito de la orden lenguaje lirico originalísimo, pero constata, en fin, el
Tercera de San Francisco para bien morir. Gamoneda dolor intenso, las lágrimas negras, la injusticia, la
no es así, pues cree que no hay nada y que por eso la crueldad“, la angustia... de la humanidad doliente.
locura es perfecta. En eso coincide con Cervantes, sin Sin dudas ni paliativos. Pero en un momento dado de
duda, una vez más, pese a las diferencias enormes de su evolución alcanza a advertir “la imposibilidad de
credo y fe, y sobre todo de esperanza, pues para Ga- distinguir la crueldad de la misericordia” (468). Así,
moneda lo único real es la desaparición: “somos rea- en el escalofriante poema autobiográfico de Arden las
les en la desaparición”. pérdidas, que empieza: “Vi descender llamas dora-
También, harto significativamente, coincide la das”, pese a las “huellas judiciales” y “los huesos tor-
Edad de Hierro contra la que lucha don Quijote para turados” que vio (siempre dice “vi”), también llegó a
reinstaurar la Edad de Oro. En el poeta leonés sólo ver (“advertí”, dice), “la belleza de ciertas úlceras y, en
queda, claro está, la de Hierro, como en Cervantes, el tejido arterial, las tuberías que comunican el placer
aunque para se trata de la vejez, de la misma vejez del y la muerte” (469); soñó luego “otra vida dentro de su
Cervantes franciscano, siglos más tarde, en la que [mi] cuerpo”. El sueño y la vida, tan cervantinos, tan
escribe: “ésta es la edad del hierro en la garganta”, el barrocos.
tiempo último en que de su boca solo “caen sílabas El placer de crear es indudable, al lado del tam-
negras”, “y sabes que es lo real lo que no existe”, dice, bién incuestionable dolor por la humanidad. Para Ga-
como sucede en los mundos imaginarios de don moneda, como para Cervantes, no se pueden separar
Quijote: ¡qué curioso!, ¡qué significativo!. Y acaba: vida y obra, los pinchazos de la una y el placer de
crear la otra: ambas van a la par, caminan juntas, son
Así es la edad del hierro en la garganta. Ya inseparables. Por eso, el poema acaba así:
todo es incomprensible. Sin embargo,
amas aún cuanto has perdido. Ésta es mi relación, ésta es mi obra. No hay
nada más en la alcoba fría. Fuera de ella, abando-
La misma inquietud poética y literaria, que lleva a los
página 48
27 Luis Martín Santos, Tiempo de silencio, Barcelona, Seix Barral, 1962, pp. 61-62.
EL PREDICADO
A leer, como a casi todo, se aprende varias veces y libros de Juan Carlos Rodríguez, Teoría e historia de la
algunas nos cambian. Aprendí, una de esas veces, a producción ideológica, La literatura del pobre, diversos
leer con Juan Carlos Rodríguez. Fue después de artículos y el prólogo a Brecht siglo XX. Yo había
haber escrito tres novelas. Y lo que aprendí iba a cam- comenzado escribiendo sobre el sustantivo, novelas
biar todas las que vinieron luego. nombre, novelas que trataban de que alguien nom-
A menudo los intérpretes de la literatura recurren bra el mundo, un trozo de mundo. Poco a poco había
a los párrafos en donde el escritor o la escritora se ido descubriendo que no, que es el mundo quien nos
metaescriben, párrafos como cebos pues quienes nombra. No podíamos designar sino que nos desig-
escriben eso que dice ser literatura parecen necesitar naban, Rimbaud tenía razón y nos equivocábamos al
a sus intérpretes y lanzan migas, y dejan rastros, pie- decir: Yo pienso, pues deberíamos decir: me piensan.
dras blancas. Los cebos se muerden; las pistas, las Fue cuando pasé al verbo, como si en cambio sí
referencias, se siguen; se citan mil veces esas líneas en pudiéramos actuar el mundo, hacerlo en parte o
las que alguien dentro de la novela describe lo que la siquiera, lo que era aún menos, actuar en él. Pero
novela pretendió, el durmiente se despierta pero va a tampoco. Este mundo nos actuaba. El dinero, el capi-
dar a otro sueño, el del narrador narrado, etcétera. tal, sus leyes. Con Juan Carlos Rodríguez comprendí
Oír a Constantino Bértolo formular la pregunta que en el intento de mis personajes por decir soy libre
“qué es lo que cuenta una historia con lo que cuenta” no había un lugar alcanzado sino un punto de parti-
me había permitido despegarme de esas trampas, da. No bastaba con contar sus modos de sofocar la
aprendí pronto con sus apéndices de la colección Tus libertad, ni siquiera su tranquila -porque a veces, en
Libros a abandonar las dos dimensiones en la lectura. el mundo que tenemos, es tranquila- constatación de
Lo que un personaje declara o lo que dice el narrador, que no la tenían.
o en torno a qué guarda silencio es parte del escena- Narrar, fui sabiendo, no trataba -como sí tantas
rio entero en donde no sólo caben, por ejemplo, las novelas- del sujeto, de ese yo ilusorio que está asolan-
acciones de los personajes, sino las consecuencias de do las estanterías. Narrar tampoco trataba del verbo
que sus acciones hayan sido ésas y no otras. aunque pudiese parecerlo, aunque el ir y venir por
Después empecé a escribir y luego a publicar. Y caminos marcados nos distraiga del peso de la vida.
después, varios años y tres novelas después leí tres No. Narrar, en estos días, en este tiempo histórico, página 49
trata del predicado. Narrar es terminar la frase por-
que no hay yo sino un yo soy, pero sucede que tanto
el sujeto que dice yo soy libre, como el que se aventu-
ra a decir, yo no lo soy, dejan la frase a medias, yerran
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to: libre para ser explotado, o explotada. No pode- Acceso no autorizado a la política o libre para hacer lo
mos, porque somos sujetos en y de la historia, saltar- que le hacen hacer, sólo donde esa libertad es vulne-
nos esa calle, romper el predicado y decir solamente rable el personaje se mueve.
yo soy madre, trabajadora, hijo, marginal o capataz. Y seguir tratando de narrar ese yo soy que no
En la hendidura que se abre entre el “yo soy” y el puede decirse porque, todavía, no puede ser.
predicado, empieza un acto de narrar distinto. Para
llegar a un nuevo predicado, tanto como para llegar
a un nuevo sistema del que esté ausente la libertad de
explotar, se fue fraguando otra literatura, la que me
importa, la que nos cuenta.
Aún estoy en el camino pero sé que desde enton-
ces, desde Juan Carlos Rodríguez, comenzaron mis
novelas del predicado. Lo real, esto es, ausencia aquí
de un lugar intermedio donde alguien pueda no
oprimir pero no ser oprimido. El lado frío de la almoha-
da, intensidad contradictoria de quienes están hoy, y
no pueden ser, en revolución. La colectividad indivi-
dual que en El padre de Blancanieves vislumbra un pre-
dicado diferente. La actitud y su adjetivo como impo-
sibilidad posible, ahora, en Deseo de ser punk. El pre-
dicado que, una vez más, deniega el capitalismo, el
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CONVERSACIÓN FICTICIA ENTRE
He recibido un correo de David Becerra, de la sección Las Vegas, que era un teórico casi desconocido, a pe-
de Literatura y Estética de la Fundación de sar de haber escrito un libro clave como Teoría e histo-
Investigaciones Marxistas. Me dice que la revista ria de la producción ideológica.
“Youkali” piensa publicar un número dedicado al te-
órico de Granada Juan Carlos Rodríguez, y me pide
(Aquí hay que intercalar el correo que un día me re-
una colaboración. Le he contestado que realmente
mitió Del Árbol, aquel profesor que tanto defendió
Juan Carlos ha sido para mí, sobre todo, un persona-
al Teórico en su tiempo, y que en aquel correo pare-
je literario. Le he dado el correo de un auténtico espe-
cía querer defenderlo con respecto a mí. Al menos un
cialista, Juan Antonio Hernández, que vive en Puerto
resumen de aquel largo recado: “Algunos habéis es-
Real (Cádiz). David me ha agradecido a vuelta de co-
tado bajo la patente de vuestro partido. Otros han he-
rreo el contacto que le he proporcionado y me ha pro-
cho las cosas por su cuenta… y no se han resguarda-
puesto que, puesto que Juan Carlos es más que nada
do nunca, a pesar de que su búsqueda se desarrolla-
un personaje literario para mí, ¿por qué no escribir
ba donde más cortante era el viento… Y en el mo-
un diálogo de ficción entre él y yo, o entre él y mi al-
mento también en que era preciso sustituir el discur-
ter ego? Terminaba su correo remachando la idea:
so estalinista, que era ya un zombi, y se empezaba a
“”Creo que le debemos este pequeño esfuerzo al
pensar que el marxismo no era capaz de explicar las
Teórico, como tú lo llamas, o al Maestro, como lo lla-
cosas… Publicó su gran libro sobre el funcionamien-
mamos otros”.
to real de la ideología, y después nada. Nada duran-
te años. En los 20 años siguientes consiguió descubrir
algo que no parecía saber: que se paga muy caro qui-
Me trasladé a Granada después de llamarlo y quedar página 51
con él. Juan Carlos Rodríguez me citó a las siete de la
tarde en la cafetería del hotel Carmen. Llegó veinte
minutos tarde y se disculpó con medias palabras y al-
gunos golpes de respiración. Me fijé en su rostro de
YOUKALI, 15
tar las máscaras… El silencio como ley, o la ley del si- - Ya.
lencio. El silencio como un género, si se quiere… - Y el negro. El color negro. ¿Recuerdas que jugabas
Ninguna crítica, ninguna, ni a favor ni en contra… Y al fútbol de portero y te vestías de negro, como
así pasaba un tiempo en que la letanía que se repetía Yeltsin?... La “Araña negra”, aquel guardameta ruso.
en su cerebro era aquella famosa frasecita que al final
- Soviético.
no tenía ningún sentido: Un comunista nunca está
solo; o que cambió radicalmente de sentido a partir - Vale.
de un cierto momento o un cierto cansancio: Un co- Dijo que no se dedicaba a ocultar ninguna imagen
munista es aquel que no tiene miedo a estar solo”). en especial. No se trataba de la imagen. No era esa la
(En la posdata a la segunda edición de Teoría e histo- cuestión. Pero que era verdad que todos acarreamos
ria de la producción ideológica, en 1990, Juan Carlos con- un personaje. Se produjo un nuevo espacio.
testaba al “silencio” aprovechando la fuerza del con- - ¿Por qué me sacas tanto en tus novelas? –había aca-
trario: “Como nos enseñó Holmes en “El perro de bado su coñac y pidió otro. Yo le hice un gesto al ca-
Baskerville”, a veces lo que resulta verdaderamente marero indicando que no quería más.
significativo en lo que ocurre es que no ocurre nada. El Pensé que tenía razón.
“silencio” del perro que debió haber ladrado es lo que
llama la atención de Holmes”; y concluía que había - Bueno –sonreí-, tú eres un personaje clave en mi co-
ocurrido un buen silencio doble, ya que no se había marca de Yoknapatawpha.
podido decir nada serio contra el libro y, además, ha- - ¿Te comparas a Faulkner? –se rio a medias, como ta-
bía funcionado el silencio fructífero de unos plantea- pando una mella con el movimiento de los labios, ca-
mientos que habían podido ser utilizados de manera si ocultos por el bigote y la perilla rojizos.
positiva). - Nada de eso. Pero en el territorio de las derrotas
con relato tú eres un personaje impagable.
- No quiero insistir –había notado en él una especie Me miró entre desconfiado y perplejo, pero no di-
de encogimiento de hombros cuando le dije que no jo nada.
era demasiado conocido-. No quiero preguntarte por - Derrotados, pero no vencidos –añadí-. Ya sabes que
el cerco…el asedio… Contigo se ha utilizado un ar- no hay más historia que la que nos derrota, como has
ma de destrucción masiva, como el silencio, ese espe- dicho en algún libro: La Comuna, Mayo del 68, la ca-
luznante poder que nadie parece que lo ejerce. Pero ída del Muro…. Nuestra inmodélica Transición… -y
voy por otro lado, quizás más literario. ¿Eres miste- añadí casi con un hilo de voz-: El sitio perdido por
rioso? ¿Cultivas esa especie de aura? Javier Egea en la poesía española.
- No te entiendo. La perplejidad empezaba a tornarse en irritación
El camarero depositó en la mesa dos copas, dos va- en su rostro.
sos y una botella mediana de agua mineral con gas. - ¿Tratas eso como si fuera una derrota? ¿Lo de Javier
Después vertió el coñac en el cristal abombado de las Egea?
dos grandes copas. Hicimos una pausa. Le recordé la - ¿Por qué no?
primera vez que habíamos hablado por teléfono: me
- Hombre… ¡Joder!
dictó una cita de Pablo Palacio, que aparecía en la
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un bar de Madrid. ¿Quiénes éramos? ¿Cuál era la lec- - Durante 25 años, desde mediados de los 80, sólo
tura de esos rostros, de los que, según Pavese, somos aparece en una antología de las más de 25 publica-
responsables a partir de los 40 años? ¿Seguía siendo das, la de Marta Sanz.
posible una lectura después de todo lo ocurrido en el
- Pero esa es otra historia.
siglo XX?
- Es el mismo silencio que se dirige contra ti. Es la
- Incluso últimamente has hablado del lado oscuro
misma historia: gente fuera de la norma… Es la mis-
ISBN: 1885-477X
- O sea, que yo soy parte de ese silencio criminal que poder vestido de ropajes ilustrados y músicas de re-
tacha a Javier Egea y su poesía. conciliación universal. El poder de la norma. El po-
der del mercado. La felicidad justifica los medios…
- No lleves las cosas al extremo, por favor… no te
creo que me entiendes.
cargues el pequeño debate que estamos intentando
tener. - O sea, que yo me he entregado al poder. Te recuer-
do el silencio en torno a mí… y a que saqué la cáte-
- He presentado en Granda el volumen II de la Obra
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- Te refieres a Álvaro, claro. marxismo de huesos secos (si los loros fueran mar-
- Tienes razón en una cosa: todo es más complejo. No xistas, serían marxistas ultraortodoxos; soltó una car-
debemos tener el gatillo fácil. En todo caso, tú sigues cajada), o en esa modernización de la histeria tacticis-
escribiendo y publicando como marxista, hay que re- ta, que en el fondo es una excusa para gestionar la
conocerlo. De acuerdo, eso tiene un precio… hay que política del sistema, algo en lo que cayó el partido
pagar un precio. desde muy pronto, ya en la legalidad, precisamente
a partir de esa fecha en la que señalas, me miró inqui-
- Yo creo haberlo pagado.
sitivamente, la frontera entre Egea y el “experiencia-
- Es verdad. Y lo repiten tus discípulos… y tus admi- lismo”, por lo cual se cerraba esa puerta para mí y
radores. Lo que pasa es que el suicidio de Quisquete para muchos. Es decir, os instalasteis como insectos
nos ha marcado a todos. Es como el fin de una épo- en el cuerpo de un elefante. Insectos que se pelean,
ca. El final de la inocencia. El capitalismo y esta de- sobre todo en las instituciones y en las campañas
mocracia se hacen uña y carne a partir de entonces…. electorales, pero que van en el cuerpo del elefante, el
Y de pronto, sin saber por qué, nos quedamos solos sistema, que es el que, ajeno a los insectos, marca el
en mitad de la historia. O en mitad del mercado. camino en definitiva. Creo que sonreí, pero no dije
Un espacio sin palabras, sin que se crucen siquie- nada. Él hizo una pausa antes de hablar de nuevo.
ra nuestras miradas. Los ruidos del bar son metáli- Había dejado de mirarme a los ojos.
cos, bruscos: rastrear de sillas, cristales que chocan - ¿No vas a pronunciar la palabra? –volvía a la carga
entre sí, cubiertos que caen y repiquetean. sin poder esconder un cierto desánimo.
- ¿Has encontrado ya la palabra? –insistió Juan - No. Ya te lo he dicho.
Carlos.
- Pero te vendría bien hacerlo, desde tu concepción
- No tengo que buscarla. Pero es difícil decirla. periodística de las cosas… -expulsó el aire con
- Hay que joderse. Luego eres tú quien dice que me fuerza-: Haz lo que quieras. Pero que conste que yo
voy a cargar el debate. también tengo una sobre ti, que tampoco voy a
- Es complicado. pronunciar.
- No eres honesto. Contraataqué con el tono algo acelerado.
- Quizás sí… o pretendo serlo. La palabra no es ex- - ¿Por qué no has caracterizado nunca la estructura
céntrica, pero sería injusto pronunciarla. Si la dejas de la poesía de la experiencia?
dicha corres el riesgo de que luego se escriba, incluso - He dicho cosas.
se publique… y se acuñe en la memoria. Entonces no - No contestes con lenguaje periodístico, no te pega.
tendría ya refutación posible.
- Eres un cabrón.
- Has eludido siempre la cuestión, y tú lo sabes. Y
ahora ya es diferente. Tal vez sea tarde.
Juan Carlos Rodríguez repitió que había pagado un
precio altísimo ante el sistema y ante nosotros - Es tarde porque hemos cambiado. Porque hemos te-
(¿Nosotros?, preguntó Pruaño). Sí, el partido, cuando nido que cambiar.
todavía era partido… en aquellos tiempos cuando el - ¿A qué te refieres? Me joden los teólogos del cam-
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todo se mueve. Y quizás se estén recomponiendo al- - ¿También ha cambiado lo que se podría decir de él?
gunos puentes. - Sigue siendo irrefutable en lo fundamental. Pero la
- Por eso quizás te entregó la viuda de Quisquete los historia no se ha detenido, ni el marxismo está inscri-
originales de la antología Soledades, que él organizó to en una lápida de mármol. Eso sí, hay loros.
antes de morir. - Está enterrado en un suburbio de París, bajo una lo-
- Y no sólo eso. He tenido una larga conversación con sa que tiene un crucifijo.
ISBN: 1885-477X
- De la anunciación –bromeé.
Era ya la hora y la esperaría allí, sentado. Yo también
- Tenía redactada la tesis y a punto de entregarla
tenía que irme, le dije. Me levanté a pagar. Después
cuando leí a Althusser. Me quedé colgando del alero.
volví a la mesa y nos despedimos con una especie de
Era eso, era eso… me dije. Rompí los quinientos fo-
abrazo preventivo, y algo torpe, como si el abrazo no
lios de la tesis y me puse a redactar de nuevo.
se ajustara a nuestras medidas.
- Te caíste del caballo.
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JUAN CARLOS RODRÍGUEZ EN LA FICCIÓN:
La especial configuración del texto de Felipe Alcaraz1, nica, aspiraban a participar de la condición del po-
La conjura de los poetas (2010)2, denominada por su au- ema, de la del ensayo y, quizá sobre todo, de la del
tor novela biográfica o crónica novelada, responde en lo relato- que había ido yo publicando, más o menos
desde finales de 1997 hasta finales de 1999, en la
que se refiere a su arquitectura compositiva –mejor
edición catalana del diario El País. El libro se llamó
que a los dos anteriores y ambiguas modalidades na-
Relatos reales [Tusquets, 2000] (Cercas, 2005: 91).
rrativas- a lo que el novelista Javier Cercas denominó
novela/ relato real:
Efectivamente, en un primer momento, el relato real se
conforma como una novedosa modalidad de crónica/
Acuñé ese marbete […], para acoger bajo su pro-
tección un puñado de crónicas –textos de natura-
ensayo periodístico en la que los temas tratados apa-
leza híbrida, que a su modo, como tal vez toda cró- recen ficcionalizados y dentro de cuya estructura el
«yo narrador» refiere un suceso, más o menos relacio-
nado con su quehacer cotidiano, que le sirve como
motivo de análisis o crítica acerba:
1 Doctor en Filología Románica, fue profesor universitario y Secretario General del PCA hasta el año 2002. En el plano literario ha publi-
cado tanto narraciones como poesía. Entre las primeras, destacan las novelas: Sobre la autodestrucción y otros efectos (1975), Informe de
una toma de partido en literatura (1977), El sueño de libertad (1981), Amor, enemigo mío (1993), Extraños centinelas (2006) y La muerte im-
posible (2009); y, además, poemarios como Azahar y caballo (1986), Conspiración de olvido (1988) o Navegación de silencio (2003).
2 La conjura de los poetas, Córdoba, Almuzara, 2010. Será la edición que citemos.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
3 «Una de las prácticas textuales más sintomáticas de la autorrefrencialidad es la denominada autoficción que, aunque cuenta con larga
tradición literaria (El Quijote de Cervantes, por su utilización del desdoble como autor de un relato ficcional, ha sido señalado como
uno de los ejemplos relevantes de autoficción, engarzando así, en el caso español, con toda la tradición del maqamat y, en general, de
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la autobiografía ficticia que tiene en el Libro de Buen Amor (s. XIV) del Arcipreste de Hita una muestra excelente), en la literatura con-
temporánea, caracterizada por la disolución de la estructura ficcional y la sustitución de la misma por el juego, la ironía y lo metalit-
erario. Según Pozuelo Yvancos (2005), se muestra como uno de los tratamientos referenciales axiales de nuestro tiempo, ya que la aut-
oficción “[…] juega con la propia identidad de los materiales narrados, históricos, biográficos o ensayísticos, hasta borrar con frecuen-
cia su límite” (Pozuelo, 2005: 52). La praxis literaria de esta modalidad narrativa por parte de autores básicos en nuestra literatura
contemporánea como Enrique Vila-Matas -Bartleby y compañía (1999); El mal de Montano (2002)- y Javier Marías –Negra espalda del tiem-
po (1998)- sancionan su importancia en la renovación de la escritura de lo autorreferencial» (Álamo, 2011: 46-47).
4 «Traducción nuestra del término de reciente acuñación anglosajona faction, construido en relación y por oposición al de ficción –fiction-
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para referirse a los textos narrativos de una muy alta referencialidad, a los relatos que se construyen basándose en la realidad e inte-
grando hechos históricos, como A sangre fría (1966) de Truman Capote. Se trata en realidad más de una formulación para diferenciar
la narrativa que parte del llamado por Villanueva (1992) “realismo genético” o incluso la que reconstruye literariamente un hecho re-
al, con una posición de objetividad e investigación próxima al reportaje pero también a la actitud de Zola, que de un concepto teóri-
camente aceptable, ya que, en cualquiera de los casos y por muy mimética que sea la obra artística, se enraíza ontológicamente en el
campo de la ficción. Puede entenderse, sin embargo, como un término espacialmente idóneo para otra narrativa no literaria, la infor-
mativa, particularmente en sus modalidades del reportaje y la crónica» (Valles, 2002: 367-368).
los hechos. O, si se quiere, el punto de vista es el
5 Así se dice del profesor y poeta Álvaro Prado (Salvador): «Sí. Pero tengo alguna duda. Por ejemplo: ¿por qué dijo Prado que Javier se había
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convertido en un “huelebraguetas”? Ha sido siempre una mala persona. Y Javier era un ingenuo… » (Alcaraz, 2010: 237). Y poco después:
«¿Cómo es? Feo como un rape, con dos cristales de cubo delante de los ojos. No hay confusión posible» (Alcaraz, 2010: 238).
6 El emblema se entiende como una identificación, a todos los niveles, de un actor determinado con las implicaciones espaciales u objet-
uales que enmarcan y definen su historia. De manera más amplia: «Un objeto que pertenece al personaje, una manera de vestirse o
de hablar, el lugar en que vive, etc., resultan evocados cada vez que se menciona al personaje, que asumen de este modo el papel de
marca distintiva. Este uso constituye un ejemplo de utilización metafórica de las metonimias: cada uno de estos detalles adquiere un
valor simbólico” (Ducrot y Schaeffer, 1972: 693).
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
agudeza, el profesor Sánchez Trigueros (2010), el pe- perspectivismo múltiple que, a diferencia del resto de
so de Juan Carlos es consustancial en la poética de actores (salvando, claro está, a la figura central de
Egea: Egea), revela su importancia en la narración y que se
aprovecha para disponer de determinada, si bien su-
Pero la valoración de estos materiales receptivos, perficial, información biográfica y personal, confec-
que presentan tantas coincidencias y no menos cionándose así una mínima trayectoria vital que vie-
dependencias (constituyen un conjunto archilec- ne a emparejarse con la del poeta. Y así se dejan caer
tor bastante uniforme), exige previamente señalar diferentes características y circunstancias de su perso-
su origen en las enseñanzas y el discurso teórico
nalidad, más o menos encontradas o subjetivas de
del profesor Juan Carlos Rodríguez Gómez, a cu-
yo magisterio se refería continuamente Javier
acuerdo con el referente elegido en cuestión, disemi-
Egea, un magisterio ejercido en él sobre todo a nadas a lo largo de la narración:
través de conversaciones, diálogos o noches de
tertulia, más que a través de sus escritos, que en «¿Sigue tomando Centramina el Teórico?¿Cómo va su
aquellos momentos otros poetas de su círculo leí- amor anfetamínico?/ Duerme dos noches a la semana,
an con tantas dificultades como dedicación. En como siempre. Y presume de ello. El resto es leer, tomar
estas reseñas se constata, tácita o abiertamente, la notas, exaltarse, andar a cuatro patas como los perros,
presencia del profesor granadino como punto de gemir… Con todos los armarios de la teoría abiertos./
referencia teórico de esta poesía. No se trata de Es un sabio» (Alcaraz, 2010: 30)
afirmar, pues, como diría un teórico radical de la « ¿Tú fuiste trotskista? / ¿Por qué dices eso, por mis crí-
recepción, que así en general un libro es lo que los ticas al estalinismo?/ No, ciertos datos…ciertos indi-
lectores dicen que es, pero sí tener en considera- cios…/ […] ¿Te hicieron alguna campaña?/ ¿Dejaron
ción que muchos lectores dicen que un libro es lo alguna vez de hacerle campaña a todo aquel que mostra-
que un lector cualificado ha dicho que es ra posiciones críticas o criterios propios? (Alcaraz,
(Sánchez Trigueros, 2010: 3). 2010: 150).
« La vez anterior me invitaste a whisky –hizo un gesto
con la mano, como pidiendo una explicación. / Ya no be-
Y así, hasta el final:
bo,/ ¿Por qué? / Me han retirado… La tensión y esas co-
sas» (Alcaraz, 2010: 153).
«Pero no era justo que las cosas terminaran así. El
« ¿Y el “borsalino”? / ¡Joder! ¿Qué pasa ahora con el
Teórico volvería hacia Javier su rostro, airado y dolori-
“borsalino”?/ […] Pero, ¿por qué un “borsalino”?/
do. -¿Hasta cuándo, hasta dónde tenemos que arrastrar
Vaya pregunta. ¿Y por qué no?/ Es extraño/ Puede ser.
algunos la cruz? ¿Cuántas veces, cuántas cruces? ¿Soy
Tal vez marca una distancia… una rareza, sí. En el fon-
yo el culpable, el responsable directo, la causa de todo?
do todos acarreamos un personaje… Y un lado oscuro.
–En absoluto –le respondería Egea con ese tono lejano y
Todos tenemos un lado oscuro» (Alcaraz, 2010: 154-
frío, como hablando hacia dentro, que a veces adoptaba-
155).
. Tú eres uno de los grandes motivos para mantenerme
«La verdad es que durante un tiempo se desniveló al ver
en pie todavía. Quizás el más importante, Juan Carlos.
cómo su cátedra se alejaba mientras la conseguían otros
Nuestra conversación no ha concluido todavía »
con menos méritos pero más agarres familiares»
(Alcaraz, 2010: 49-50).
(Alcaraz, 2010: 218).
« Ayer vi por la calle, desde lejos, al Teórico. Cruzaba la
En tanto que como el resto de personajes de la narra- plaza de la Romanilla con una extraña decisión de per-
ción, y siguiendo las pautas discursivas que plantea sonaje con su papel. […] Está muy cambiado. Su cara
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BIBLIOGRAFÍA
ISBN: 1885-477X
La paradoja que revolotea permanentemente por entre estas páginas es el resultado de su misma publi-
cación, de la ordenación de esta bibliografía.
Pues, junto al intento de plantear —otra vez— cuestiones pendientes, persigue problematizar repeti-
das respuestas y busca esbozar nuevos «enigmas». De ahí que los problemas se acumulen1, uno tras otro
—como diría el propio Juan Carlos Rodríguez—, y que resulte ya imprescindible enfrentarse a «cuestio-
nes aplazadas» que, pese a los muchos años trascurridos, no han conseguido la necesaria atención ya que
lo dominante, en torno a la trayectoria y teoría de este autor (JCR), hasta el momento, ha sido la expre-
sión de un discurso circular y recurrente adscrito al ámbito anecdótico2. Situación que ha permitido, por
una parte, la tachadura permanente del historizar, y, por otra, ha impedido, en última instancia, enfren-
tarse de modo «radical» ante interpelaciones del tipo: ¿Qué conceptos teóricos articulan sus análisis?
¿Cómo se organizan entre ellos? ¿En qué ha consistido su trayectoria intelectual? ¿En qué espacios y
coyunturas se han efectuado sus intervenciones?, a las que se sumaría un largo etcétera.
Preguntas, ¿de imposible respuesta?
Tal vez …
BIBLIOGRAFÍA
[ 1961 – 2013 ]
1961
1. “Teatro. «Preguntan por Julio César»”, Papeles Universitarios (Granada), 1 (marzo 1961), pág. 3
[Universidad de Granada / Colegio Mayor Isabel la Católica].
2. “Entrevista con el Excmo. y Magnif. Sr. D. Emilio Muñoz”, Papeles Universitarios (Granada), 1 (marzo
1961), pág. 2.
página 63
1.- La bibliografía aquí recogida —que suma más de 280 referencias— se presenta, dentro de cada año, según el siguiente orden: libros y
ediciones, colaboraciones en libros colectivos, artículos en revistas, reseñas y, por último, entrevistas. He considerado esta ordenación,
YOUKALI, 15
estrictamente cronológica, frente a otras más académicas (que utilizan el soporte material —libro, revista, etc.,— como elemento orga-
nizador y separador), buscando un acercamiento más «lógico» a la trayectoria publicística de su autor. De ahí que, también, se incluyan
la práctica totalidad de reimpresiones de los textos y se añade, en éstas, llamadas que las interrelacionan junto a una mínima informa-
ción que expone las diferencias entre ellas. Para una interpretación y análisis más completo de esta información bibliográfica resulta
imprescindible —trabajo de investigación aún pendiente— incorporar otra serie de elementos que, en general, procederán del espacio
«académico»: literatura secundaria publicada sobre su obra (reseñas, estudios, etc.), información de conferencias pronunciadas, datos
de asistencia a congresos, dirección de tesis doctorales, etc.; sin olvidar sus intervenciones en otros ámbitos como, por ejemplo, el «polí-
ISBN: 1885-477X
tico» y/o ideológico que, en muchos aspectos, determinan su penetración en el «aparato escolar».
2.- En general las reseñas de sus publicaciones, incluso las que reconocen su «maestría», no han logrado romper con estas limitacio-
nes, por lo que hay que recurrir a un corpus muy limitado de estudios, vid. F. Muzzioli (L’alternativa letteraria, Roma: Meltemi eds.,
2001, págs. 101-123); algunos artículos e introducciones de Malcom K. Read; J. M. Caamaño (The literary theory of Juan Carlos
Rodríguez. Contemporary spanish cultural critic, Lewiston: Edwin Mellen Press, 2008); varios textos de C. Enríquez del Árbol y, hasta
hoy, poco más. Para un caso de esta divergencia vid. Fº Linares Alés, “Teoría e Historia de la producción ideológica, treinta años des-
pués”, Jizo de Humanidades (Granada), II.4-5 (primavera 2005), págs. 16-22.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
3. “Teatro. «Las manos de Euridice»”, Papeles Universitarios (Granada), 2-3 (mayo 1961), pág. 8.
4. “Noches frías [cuento]”, Papeles Universitarios (Granada), 2-3 (mayo 1961), pág. 16.
5. “La Peste Negra [cuento]”, Papeles Universitarios (Granada), 2-3 (mayo 1961), s. p.
1962
6. “Los turistas no llegan hasta aquí (Diálogo con una muerta de hambre)”, Papeles Universitarios
(Granada), (enero 1962), s. p.
7. “Crítica impresionista de «La Dragontea»”, en VV.AA., Temas de Lope de Vega. Miscelánea Literaria
Homenaje a Lope de Vega Carpo en el IV Centenario de su nacimiento, Granada: Universidad de Granada
/ Colegio Mayor Isabel la Católica, 1962, págs. 58-77.
1963
1964
9. “La novela española de nuestros días (I)”, Actualidad Universitaria (Granada), 24 (marzo 1964), págs.
10-13.
10. “Paisaje en profundidad”, “Veintidós aniversario” y “A una vez que una muchacha fue a hablar y no
pudo [poemas]”, Sant-Yago (Granada), 4 (septiembre 1964), págs. 43-46.
11. “Aproximación a Jean Paul-Sartre”, Sant-Yago (Granada), 5 (diciembre 1964), págs. 33-37.
12. “Palabras a Cinthya Triste [poema]”, Sant-Yago (Granada), 5 (diciembre 1964), págs. 44-45.
1965
13. “La novela española de nuestros días (II)”, Actualidad Universitaria (Granada), 27 (mayo 1965), págs. 15-21.
página 64
1966
YOUKALI, 15
1967
14. La Novela Española Contemporánea: «El Jarama» de Sánchez Ferlosio; «Los Bravos» de Fernández
Santos; «Juegos de manos» de Juan Goytisolo; «Gran sol» de Ignacio Aldecoa [MEMORIA DE
LICENCIATURA, inédita].
1968
1971
19. [?], “Juan Carlos Rodríguez. Doctorando «distinto» leerá mañana su tesis (Entrevista)”, Patria
(Granada), 24 noviembre 1971, pág. 10.
20. Para una teoría de la literatura. Introducción al pensamiento crítico contemporáneo, Universidad
de Granada, Granada, 1971 [TESIS DOCTORAL, inédita].
1972
21. Para una teoría de la literatura. Introducción al pensamiento crítico contemporáneo, Granada:
Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Granada, 1972, 29 págs. [Col. Resúmenes de Tesis
Doctorales, nº 13].
Recogido, con el título “Formalismo o Historicismo: una falacia arqueológica”, en la referencia nº 40. La norma lite-
raria (1984), págs. 29-51; y, con importantes cambios, en las dos reediciones de este libro (1994 y 2001).
1973
22. “Ideología y Lingüística Teórica (De Saussure a Chomsky)”, Gaceta Literaria (Madrid), 1 (mayo 1973),
págs. 9-64.
Recogido, con igual título, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs. 55-123, y en las posteriores
reediciones de este libro (1994 y 2001).
página 65
23. “Quizá «poesía» no sea una realidad tan resbaladiza como se supone…”, Poesía en Granada (2),
Granada: Colegio Mayor San Jerónimo, 1973, s. p. [1-2].
Recogido, con el título “Poesía en Granada (De bello poético)”, en la referencia nº 126. Dichos y Escritos (Sobre
“La otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poética) (1999), págs. 61-63.
YOUKALI, 15
1974
24. Teoría e historia de la producción ideológica. 1. Las primeras literaturas burguesas (s. XVI), Madrid:
Ed. Akal, 1974. 405 págs. [Col. Manifiesto/Serie: Teoría y Crítica, nº 2].
ISBN: 1885-477X
1975
26. “Escena árbitro/estado árbitro (Notas sobre el desarrollo del teatro desde el siglo XVIII a nuestros
días)”, en VV.AA., El teatro y su crítica, Málaga: Instituto de Cultura de la Diputación Provincial, 1975,
págs. 59-107.
Recogido, con igual título, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs. 124-192, y en las posteriores
reediciones de este libro (1994 y 2001).
1976
27. “Lezama Lima: de la catedral a las ruinas paganas”, Informaciones de las Artes y las Letras (Madrid), 19
agosto 1976.
Reeditado, sin variantes, en la referencia nº 47 (1985).
1978
28. “Machado, espejo de la realidad española”, Letras del Sur (Granada), 3-4 (mayo-agosto 1978), págs.
60-64.
Recogido, con el título “Machado en el espejo”, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs. 215-233,
y en las posteriores reediciones de este libro (1994 y 2001).
1979
29. “Algunas claves de lectura para el «Diario de Trabajo»”, Cuadernos de Teatro (Granada), 1 (mayo 1979),
págs. 23-48 [Gabinete de Teatro de la Universidad de Granada].
1980
página 66
30. “Poesía de la miseria / Miseria de la poesía (Notas sobre el 27 y las vanguardias)”, en VV.AA.,
Lecturas del 27, Granada: Universidad de Granada/ Departamento de Literatura Española, 1980, págs.
335-378.
Recogido, con igual título, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs. 234-271, y en las posteriores
YOUKALI, 15
32. “Imaginería animista y erotismo en Herrera”, en Rico, Francisco (ed.), Historia y crítica de la literatu-
ra española. Vol. 2. Siglos de Oro: Renacimiento, Barcelona: Ed. Crítica, 1980, págs. 461-464.
1982
1983
37. “Maldoror, Zaratustra, Igitur (Algunas precisiones sobre ideología poética: la música y el silencio)”,
en VV.AA., Serta Philológica: Fernando Lázaro Carreter, Madrid: Ed. Cátedra, 1983, Vol. 1, págs. 521-532.
Recogido, con igual título, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs. 195-214, y en las posteriores
reediciones de este libro (1994 y 2001). También forma parte de la publicación nº 97, en la que ocupa su
“Segunda parte” (págs. 37-60).
38. “Albertiana”, Argumentos (Madrid), 54 (enero 1983), págs. 42-50.
Recogido, con igual título precedido por “Albertiana I“, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs.
272-289, y en las posteriores reediciones de este libro (1994 y 2001).
39. “Un modo de lectura textual (Para un análisis de la poética de Alberti a través de un soneto de
«Roma»)”, Nueva Estafeta (Madrid), 53 (abril 1983), págs. 35-45.
Recogido, con igual título precedido por “Albertiana II“, en la referencia nº 40. La norma literaria (1984), págs.
290-307, y en las posteriores reediciones de este libro (1994 y 2001); además de la publicación nº 157 (2001).
1984
40. La norma literaria. Ensayos de crítica, Granada: Diputación Provincial, 1984. 342 págs. [Col.
Biblioteca de Bolsillo, nº 1].
página 67
Se reeditan –aquí agrupadas– las publicaciones nº 17, 21, 22, 26, 28, 30, 37, 38 y 39, a las que se añade, a modo
de introducción (“Crítica de la crítica crítica”) las páginas 8-28 inéditas con el título “La crítica en el Boudoir”.
41. “El incendio del Reichstag”, en VV.AA., Ocho de Octubre, Granada: Romper el Cerco, 1984, s. p. [Col.
Romper el Cerco, nº 4].
YOUKALI, 15
42. “Queremos tanto a Julio (¿Historia de la novela o novela de la historia?)”, Diario de Granada.
Cuadernos del Mediodía (Granada), 24 de febrero de 1984, págs. VI-VII.
Recogido, con el título “Sobre la radical historicidad de la literatura (con Cortázar al fondo)”, en la referen-
cia nº 126. Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poética) (1999), págs. 67-74.
43. “De la crítica literaria y su noción teórica (1)”, Olvidos de Granada (Granada), 1 (noviembre 1984), pág. 20.
ISBN: 1885-477X
44. “De la crítica literaria y su noción teórica (y 2)”, Olvidos de Granada (Granada), 2 (diciembre 1984), pág. 24.
Estas publicaciones (nº 43 y 44) corresponden a un adelanto editorial de fragmentos del texto “La crítica en
el Boudoir”, incluido completo en la referencia nº 40 (1984).
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
45. “Como si os contara una historia”, Diario de Granada. Cuadernos del Mediodía, III.88 (Granada), 7 de
diciembre de 1984, págs. IV-V [“Palabras pronunciadas por Juan Carlos Rodríguez en el acto de pre-
sentación del poeta Javier Egea en el Palacio de la Madraza, el día 28 de noviembre de 1980”].
Recogido, con igual título, en la referencia nº 126. Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros textos fecha-
dos de poética) (1999), págs. 151-156; y en las publicaciones nº 78 (1990), págs. 55-60, y nº 198 (2004), págs. 72-78.
1985
46. “Loa de la dialéctica (Prólogo a un libro)”, en Montoya Mtnez., J.; Paredes Núñez, J. (eds.), Estudios
románicos dedicados al profesor Andrés Soria Ortega: En el XXV Aniversario de la Cátedra de Literaturas
Románicas, Granada: Secretariado de Publicaciones Universidad de Granada/ Departamento
Filología Románica, 1985, Vol. II, págs. 433-442.
47. “Lezama Lima. De la catedral a las ruinas paganas”, Olvidos de Granada, 4 (febrero 1985), págs. 16-17.
Reedita, sin variantes, la referencia nº 27 (1976).
48. “Miguel Ángel Asturias: una estructura del subdesarrollo (1)”, Olvidos de Granada, 5 (marzo 1985),
págs. 20-21.
49. “Miguel Ángel Asturias: una estructura del subdesarrollo (y 2)”, Olvidos de Granada, 6 (abril 1985),
págs. 18-19.
Estas publicaciones (nº 48 y 49) reimprimen fragmentariamente la referencia nº 18 (1968).
50. “Uno y todos los veranos. Cuestión de esti(l)o”, Olvidos de Granada, 9 (Extra verano 1985), págs. 8-9.
51. “El descubrimiento de la realidad. Notas sobre la novela española a partir de 1939”, Olvidos de
Granada, 10 (octubre 1985), págs. 7-9.
52. “Postal de París en Octubre”, Campus (Granada), 7 (octubre 1985), pág. 21.
53. “Hipótesis sobre Jacob”, Campus (Granada), 8 (noviembre-diciembre 1985), pág. 27.
54. “«Memoria de las páginas del boulevard», por Fidel Villar Ribot (Entrevista)”, Diario de Granada.
Cuadernos del Mediodía, 104 (12 de abril de 1985), págs. I, IV y V.
1986
55. y Salvador, Álvaro, “Introducción. El modernismo y la moral estética”, en Salvador, Á., Rubén Darío
y la moral estética, Granada: Universidad de Granada/ Departamento Literatura Española, 1986, págs.
página 68
13-35.
56. “Sobre Góngora y su mundo: algo más sobre el «Polifemo»”, en Peláez del Rosal, M.; Pérez
Almenara, C. (eds.), El barroco en Andalucía, Córdoba: Universidad de Córdoba, 1986, pág. 55
[Resumen de Conferencia].
YOUKALI, 15
57. “Drácula o el diablo moderno”, Olvidos de Granada, 12 (marzo 1986), págs. 5-8.
Recogido, con igual título y bajo el epígrafe general “La noche de Walpurgis: de Stocker a Borges”, en la refe-
rencia nº 94. La norma literaria (1994), págs. 374-389, y en la 3ª edición de este libro (2001).
58. “Los Caballeros de Olmedo: Sánchez Ferlosio y García Hortelano (Notas sobre el objetivismo espa-
ñol en los años 50-60), Olvidos de Granada, 13 (1986 / Nº Extraordinario), págs. 41-49.
ISBN: 1885-477X
59. y Navarro, J.; Fortes, J. A.; Muñoz Molina, A.; Soria Olmedo, A., “Seminario sobre novela”, Olvidos
de Granada, 13 (1986 / Nº Extraordinario), págs. 173-180.
60. “Otra vez el diablo: la escritura del mal o la cara oculta del criticismo: murciélagos, Borges y espe-
jos”, Olvidos de Granada, 14 (verano 1986), págs. 13-18.
Recogido, con igual título y bajo el epígrafe general “La noche de Walpurgis: de Stocker a Borges”, en la refe-
rencia nº 94. La norma literaria (1994), págs. 390-412, y en la 3ª edición de este libro (2001).
1987
1988
71. “A mirada limpa que eu tanto quería (Castelao como símbolo o el símbolo de Castelao)”, República de
las Letras (Madrid), 21 (abril 1988), págs. 79-85.
Recogido, en versión gallega y muy ampliada, en la publicación nº 128 (1999).
72. “I. La soledad y tú solo. II. Vámonos al Café de la Unión. III. Que son sus ojos dos soles, caracoles”,
Campus (Granada), 22 (mayo-junio 1988), págs. 26-27.
73. “Algunas notas finales sobre la soledad (y IV)”, Campus (Granada), 23 (julio 1988), págs. 20-21.
1989
1990
77. Teoría e Historia de la producción ideológica. Las primeras literaturas burguesas (s. XVI), Madrid:
Ed. Akal, 1990, 405 págs. [2ª ed. / Col. Universitaria, nº 143].
Reimpresión de la referencia nº 24 (1974) con pequeñas modificaciones en las últimas páginas de su
“Introducción”, y se añade nueva “Postdata a la segunda edición” (págs. 27-28).
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
78. “Como si os contara una historia”, en Gallego Roca, M. (Sel. y Prólogo), Antología de la joven poesía
granadina, Granada: Caja General de Ahorros, 1990, págs. 55-60 [Col. Literaria, nº 2].
Reimpresión, sin variantes, de la referencia nº 45 (1984).
79. “La última muerte de Althusser”, Granada 2000. Culturas (Granada), 31 (3 noviembre 1990), págs. 1-2.
80. “Pablo o el ardor”, Granada 2000. Culturas (Granada), 33 (17 noviembre 1990), págs. 1-2.
Recogido, con el título “Pablo del Águila y Ada o el ardor (Un precursor póstumo)”, en 126. Dichos y Escritos
(Sobre “La otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poética) (1999), págs. 95-99.
81. “Contra el método”, Ínsula (Madrid), 522 (junio 1990), págs. 9-10. [Reseña: Bello Vázquez, F., Lenguaje
y Estilo en la obra de Pío Baroja, Salamanca: Universidad de Salamanca, 1988].
1991
82. Moratín o el Arte Nuevo de hacer Teatro, Granada: Caja General de Ahorros, 1991 (107 págs. de estu-
dio + Facsímil de la traducción de Hamlet de Leandro Fernández de Moratín, de 1798) [Col. Biblioteca
de Ensayo, nº 7].
83. “La muerte joven y la vida breve. Un inconsciente para Lorca y Falla”, Euroliceo (Madrid), 3 (abril
1991), págs. 9-15.
Publicación de fragmentos, con variantes, de la referencia nº 95 (1994), págs. 23-27 y 79-81. Al artículo le ante-
cede (págs. 7-8) nota firmada por la revista (“Euroliceo”) con el título: “Una reflexión sobre la obra de Juan
Carlos Rodríguez”.
1992
84. “Seminario teórico: el año 1969”, en VV.AA., Psicoanálisis y Literatura, Granada: Biblioteca del Campo
Freudiano de Granada, 1992.
85. “La poesía de José Carlos Rosales o los nuevos modos de la razón dialéctica”, Ideal. Artes y Letras
(Granada), 25 de abril de 1992, pág. VI.
Recogido, con igual título, en 126. Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poé-
tica) (1999), págs. 193-198.
86. “La recuperación del realismo”, en Rico, Francisco (ed.), Historia y Crítica de la literatura española. Vol.
9. Los nuevos nombres 1975-1990, Barcelona: Ed. Crítica, 1992, págs. 207-209.
página 70
1993
YOUKALI, 15
87. “El espejo, la mano y la daga (La ideología literaria organicista de la sangre en Lope y Calderón)”, en
VV.AA., Antiqua et Nova Romania. Estudios lingüísticos y filológicos en honor de José Mondejar en su sexagésimo-
quinto aniversario, Vol. 2, Granada: Universidad de Granada, págs. 271-299.
88. “Machado abandonado: razón práctica y razón teórica”, en Ávila, P. Luis (ed.), «Antonio Machado
hacia Europa» Actas del Congreso Internacional (18-22 de febrero de 1990), Madrid: Ed. Visor, 1993, págs.
287-294.
ISBN: 1885-477X
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 455-472.
89. “«Dos o tres cosas que sé de ella». Prólogo”, en Carballada, Pilar, Tríptico del adiós, Granada: Eds. La
Tertulia, 1993, págs. 5-11.
Recogido, con el título “Tratado moral sobre las víctimas”, en 126. Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimen-
talidad” y otros textos fechados de poética) (1999), págs. 201-207.
90. “Texto del cuerpo y metáfora nietzscheana: «Esa ráfaga, el tango, esa diablura»”, Euroliceo (Madrid),
1994
93. La poesía, la música y el silencio (De Mallarmé a Wittgenstein), Sevilla: Ed. Renacimiento, 1994, 72
págs.
Se incluye, en esta publicación, la referencia nº 37 con el título “Segunda parte. La poesía, la música y el silen-
cio” (págs. 37-60).
94. La norma literaria, Granada: Diputación Provincial, 1994, 412 págs. [2ª ed. corregida y aumentada /
Col. Biblioteca de Bolsillo, nº 1].
Se reeditan –aquí agrupadas– las publicaciones nº 17, 21, 22, 26, 28, 30, 37, 38 y 39, junto a “La crítica en el
Boudoir”, y para esta edición se añaden las publicaciones nº 57 y 60 con el título general: “La noche de
Walpurgis: de Stocker a Borges” (págs. 375-412).
95. Lorca y el sentido. Un inconsciente para una historia, Madrid: Ed. Akal, 1994, 120 págs. [Col.
Universitaria, nº 173].
96. La literatura del pobre, Granada: Ed. Comares, 1994, 330 págs. [Col. De guante blanco].
Reeditado, con modificaciones y ampliado en su segunda edición, en la referencia nº 154 (2001).
97. y Salvador, Á., Introducción al estudio de la literatura hispanoamericana. Las literaturas criollas de
la independencia a la revolución, Madrid: Ed. Akal, 1994. 349 págs [2ª ed. / Col. Universidad, nº 111].
Reedición, sin modificaciones, de la publicación nº 61 (1987).
98. “Primeras y últimas lecturas: un «tombeau» para Antonio Machado”, en Ávila P. Luis (ed.), Per
Antonio Machado. Tarde tranquila casi. Omaggio alla poesía, Roma: Bulzoni editore, 1994, págs. 625-627.
99. “La voz y la escritura”, en Mora, Ángeles, Elegías y postales, Córdoba: Ayuntamiento de Córdoba,
1994, págs. 13-14 [Cuadernos de la Posada, nº 36].
Recogido, con el título “Topología y lectura (La poesía de Ángeles Mora, a propósito)”, en 126. Dichos y
Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poética) (1999), págs. 211-215.
100. “¿Es azul el color de «Azul»?”, Cuadernos Hispanoamericanos (Madrid), 523 (enero 1994), págs. 45-48. página 71
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 423-439.
101. “Lección de cosas: poesía e historia (O mi paseo solitario en el otoño)”, Mientras Tanto (Barcelona),
56 (verano 1994), págs. 75-80.
YOUKALI, 15
Publicación sin modificaciones de la referencia nº 76 (1986). Recogido, con igual título, en las referencias nº
126, Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros textos fechados de poética) (1999), págs. 87-92, y en
la nº 189 (2003), págs. 70-74.
102. “La Poesía y la sílaba del no (Notas para una aproximación a la Poética de la Experiencia)”, Scriptura
(Lérida), 10 (1994), págs. 37-52.
Recogido, con igual título y ampliado, en la referencia nº 126, Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad”
ISBN: 1885-477X
1995
104. “«La Universidad es una fábrica de mediocres», por C. Morán (Entrevista)”, Ideal (Granada), 6 de
febrero de 1995, pág. 5.
Entrevista recogida en la publicación: Fuentenebro, J.; Morán, C.; Guerrero, J. A., Charlas de papel, Granada:
Caja Gral. de Ahorros, 2003, págs. 249-252.
1996
105. “Del Primer al último tango (Notas sobre melodrama y populismo en la literatura latinoamerica-
na)”, en VV.AA., Granada Tango, Madrid: La Tertulia/ Euroliceo, 1996, págs. 43-133 [2ª ed. / Col.
Nuevas Formas de Cultura. Tango, nº 3].
Reedita revisada la publicación nº 33 (1982), a la que se añade la referencia nº 90 (1993), que forma la “Sexta
parte” de este estudio, en págs. 129-133.
106. “«El Quijote»: de la mirada literal a la mirada literaria”, Edad de Oro (Madrid), XV (1996), págs. 161-180.
107. “Las posibilidades de la novela histórica”, en VV.AA., Anuario de Actividades celebradas en Andalucía
(1994-1995 y 1995-1996) de la Asociación Andaluza de Profesores de Español «Elio Antonio de Nebrija»,
Sevilla: Asociación Elio Antonio de Lebrija / Consejería de Educación y Ciencia, 1996, págs. 185-201.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 249-265
108. “Historicismo y Evolucionismo (Contornos para una Historia de la Literatura)”, El Gnomo. Boletín
de Estudios Becquerianos (Zaragoza), 5 (1996), págs. 125-149 [“El texto que se reproduce a continuación está
fechado. Corresponde a los años 70-75, la época en que escribí mi tesis doctoral y mi primer libro, «Teoría e his-
toria de la producción ideológica»”].
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 61-95.
109. “Literatura y filosofía: Deleuze o la caza del «snark»”, La Balsa de la Medusa (Madrid), 36 (1995),
págs. 53-56.
110. “Calderón era ateo”, El Mundo. La Esfera (Madrid), VII.250 (28 de enero de 1996), pág. 15 [Reseña:
Regalado, A., Calderón. Los orígenes de la modernidad en la España del Siglo de Oro, Barcelona: Ed.
Destino, 1995. 2 vols.].
1997
111. Maiakovski (La teoría del valor en la práctica poética: a propósito de «150.000.000»)”, Octubre
página 72
noviembre de 1997), Ceuta: Universidad de Granada/ Ciudad Autónoma de Ceuta, 1997, págs. 83-91.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 267-279.
113. “La mirada distante: el nacimiento del teatro moderno”, Edad de Oro (Madrid), XVI (1997), págs.
277-295.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 571-596.
ISBN: 1885-477X
114. “La escritura del enemigo invisible (Borges, Freud y otras imágenes de la Notredad”, Fundamentos
de Antropología (Granada), 6-7 (1997), págs. 54-65.
115. “El caballo de cartón y la corona de lata (Las estrategias del «se» y el nacimiento del teatro moder-
no)”, Letra Clara (Granada), 2 (enero 1997), págs. 22-23.
Publicación, con pequeñas variaciones, de las primeras páginas (277-280) de la referencia nº 113 (1997).
116. “Manuel Machado: una poética de la no-identidad”, Ínsula (Madrid), 608-609 (agosto-septiembre
1998
118. “Una poética de la calma (A propósito de la poesía de Enrique Morón)”, en VV.AA., Miras al tiempo suce-
derse en frutos. Homenaje a Enrique Morón, Cádiar: Excmo. Ayuntamiento de Cádiar, 1998, págs. 59-61.
119. “Según sentencia del tiempo, según la curva del espacio. A propósito de la poesía de Luis García
Montero”, Litoral (Málaga), 217-218 (1998), págs. 59-62.
Recogido, con igual título, en la referencia nº 126, Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros tex-
tos fechados de poética) (1999), págs. 178-184.
120. “Prólogo. La escritura del espacio (el hueco de la mano o la obra de Carmen Osuna)”, en Catálogo
de la Exposición «Dar Juego (Homenaje a Lacan)» de la escultora Carmen Osuna Luque, Jaén: Universidad
de Jaén, 1998.
121. “Dues dialèctiques en Lorca”, URC. Revista Literària (Lérida), 13 (noviembre 1998), págs. 61-67.
122. “Cuatro notas para la lectura de Lorca”, Ideal. Suplemento «Cien años de Federico García Lorca»,
(Granada), 5 de junio de 1998, págs. 6-7.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 483-487.
123. ¿Es la interrogación una sinestesia? (A propósito de Darío y «Prosas Profanas »: pulsión de muerte
y poética)”, Extramuros (Granada), 8 (1998) [Suplemento nº 5 / 14 págs.].
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 441-453.
124. “«Juan Carlos Rodríguez: un filósofo actual», por Belén Juárez y Pedro Enríquez (Entrevista)”,
Ficciones (Granada), 4 (otoño-invierno 1998), págs. 37-44.
1999
125. Brecht, siglo XX (ed.), Granada: Ed. Comares, 1999, 447 págs. [Col. De guante blanco].
126. Dichos y escritos (Sobre «La otra sentimentalidad» y otros textos fechados de poética), Madrid: Ed.
Hiperión, 1999, 295 págs. [“Nota editorial”, de Díaz de Castro, Fº, págs. 9-15 / Col. Dicho y Hecho]. página 73
Se reeditan –aquí agrupadas y con modificaciones– las publicaciones nº 23, 31, 42, 45, 76, 80, 85, 89, 99, 101,
102 (ampliada), 111 y 119, a las que se agregan los textos inéditos: “Prólogo. Acerca del origen de este libro
o This Side of Paradise” (págs. 17-55); “La experiencia de la poesía” (págs. 101-126); “Alvaro Salvador” (págs.
142-148); “Javier Egea” (págs. 157-165); “Luis García Montero” (págs. 169-178); “Teresa Gómez” (págs. 187-
YOUKALI, 15
128. “Castelao e a literatura”, en Álvarez, R.; Vilavedra, D. (coord.), Cinguidos por unha arela común.
Homenaxe ó profesor Xesús Alonso Montero, Santiago de Compostela: Servicio Publicaciones
Universidad de Santiago de Compostela, 1999, Vol. II, págs. 1301-1319.
Reimpresión, en versión gallega y muy ampliada, de la referencia nº 71 (1988).
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
129. “Lecciones de escritura”, en VV.AA., Educación lingüística y literaria en el ámbito escolar. Actas del «I
Congreso Internacional sobre Educación Lingüística y Literaria en el contexto del sistema educativo» (Granada,
21-23 mayo 1998), Granada: Universidad de Granada, 1999, págs. 69-83.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 21-58; y reim-
preso en la referencia nº 209 (1999). Versión italiana en la referencia nº 224 (2006).
130. “De la Celestina a Madre Coraje: la mujer creada por el mercado”, en VV. AA., Mujeres, Amor y
Poder. Versos y Prosas para una definición de la mujer a través de la Historia. Actas del «I Congreso de la
Asociación de Jóvenes Historiadoras de Cantabria», Santander: Asociación Jóvenes Historiadoras de
Cantabria, 1999, págs. 187-200.
131. “Versos del color de la ceniza, o quizá no”, Hélice (Granada), 11 (1º semestre 1999), págs. 82-83.
[Reseña: L. Muñoz, El apetito, Valencia: Ed. Pre-Textos, 1998].
Recogido, con igual título pero muy ampliado, en 126. Dichos y Escritos (Sobre “La otra sentimentalidad” y otros
textos fechados de poética) (1999), págs. 237-244.
132. Las antologías y el «speculum vitae»”, El fingidor (Granada), 2 (marzo-abril 1999), págs. 27. [Reseña:
VV.AA., El último tercio del siglo (1968-1998). Antología consultada de la poesía española, Madrid: Ed.
Visor, 1998 (Prólogo: J. Carlos Mainer)].
133. “Gaudeamus ha vuelto, alegrémonos pues”, Ideal (Granada), 21 mayo 1999.
134. “El hombre que no quiso ser jueves”, Ideal (Granada), 31 julio 1999.
Reeditado, sin modificaciones, en la referencia nº 198 (2004), págs. 17-20.
135. “Favorable. Informe. Paseo de los Tristes. Poemas”, El fingidor (Granada), 6 (noviembre-diciembre
1999), pág. 14.
Reeditado, sin modificaciones, en la referencia nº 198 (2004), págs. 97-99.
136. “«Entrevista a Juan Carlos Rodríguez», por Pablo César Moya Casas y Juan Varela-Portas de
Orduña”, Ferrán (Madrid), 17 (abril 1999), págs. 73-84.
137. “’Juan Carlos Rodríguez muestra un Brecht poeta y sin militancia comunista’, por J. Luis Tapia
(Entrevista)”, Ideal (Granada), 11 de noviembre de 1999, pág. 56.
138. “«Brecht aún es incómodo al capitalismo», por Jesús Arias (Entrevista)”, El País (Andalucía) (Sevilla),
18 de diciembre de 1999.
2000
139. La escritura del erotismo, Letra clara (Granada), 9 (mayo 2000), 25 págs. [Separata: ‘Columna Suelta’, nº 1].
Reeditado, corregido y ampliado, en la publicación nº 184, Literatura, moda y erotismo: el deseo (2003), págs. 5-44.
140. “Ausiàs March o la anomalía salvaje”, en Sánchez Rodrigo, L.; Nogueras Valdivieso, E.J. (eds.),
página 74
Ausiàs March y las literaturas de su época, Granada: Universidad de Granada, 2000, págs. 133-150.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 401-421.
141. “Lorca: temas y variaciones en torno a la conciencia trágica”, en Soria Olmedo, A.; Sánchez Montes,
Mª J.; Varo Zafra, J. (coords.), Actas del Congreso Internacional «Federico García Lorca. Clásico Moderno.
YOUKALI, 15
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 155-182.
143. “Las metáforas de Ganivet en el «Idearium»”, en Gallego Morell, A.; Sánchez Trigueros, A. (eds.),
«Ganivel y el 98». Actas del Congreso Internacional. (Granada, 27-31 octubre 1998), Granada: Universidad
de Granada, 2000, págs. 105-111.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 124-133, inclui-
do dentro del artículo “El mito de la ciudad-mujer de Ganivet a hoy”.
144. “Miguel Ángel Asturias: una estructura del subdesarrollo”, en Asturias, Miguel Ángel, El Señor
2001
154. La literatura del pobre, Granada: Ed. Comares, 2001, 382 págs. [2ª ed. corregida y aumentada / Col.
De guante blanco].
Reedición de la referencia nº 96 (1994) con los siguientes añadidos: “Bosquejo, precisiones y nómina a pro-
pósito de esta segunda edición” (págs. 15-17), además de los capítulos “El Buscón y sus cumbres” y “El
Buscón: las huidas sin dolor” (págs. 255-299).
155. La norma literaria, Madrid: Ed. Debate, 2001, 412 págs. [3ª ed. aumentada / Col. Ensayo Literario, nº 1].
página 75
Se reeditan –aquí agrupadas– las publicaciones nº 17, 21, 22, 26, 28, 30, 37, 38 y 39, 57 y 60, y para esta nueva
edición se amplía con: “Prólogo a la tercera edición” (págs. 5-7) y referencia nº 147, con igual título pero muy
aumentada, en págs. 351-376. Versión inglesa publicada en 2008, referencia nº 231.
156. Sobre la escritura de «El Quijote», Granada: Ed. Comares, 2001, 74 págs.
YOUKALI, 15
Edición especial, de los capítulos VI y VII (págs. 265-328) de la referencia nº 96, para la Feria del libro de La
Habana (Cuba) de 2001; que corresponde a los capítulos VII y VIII de la nº 154 (págs. 317-382).
157. “Un modo de lectura textual: la poética de Alberti a través de un soneto de «Roma, peligro para cami-
nantes»”, en Díaz de Castro, F. (ed.), Comentarios de texto. Poetas del siglo XX, Palma: Universidad de
les Illes Balears, 2001, págs. 131-143.
Reedita, sin variantes, la publicación nº 39 (1983).
ISBN: 1885-477X
158. “Ángeles Mora o la poesía nómada”, en Mora, Ángeles, Contradicciones, pájaros, Madrid: Ed. Visor,
2001, págs. 7-18.
159. “Despertar en el vacío (Negra sombra que me ensombra)”, en VV.AA., Javier Egea. Me desperté de
nuevo, Granada: Eds. La Tertulia, 2001, págs. 3-5.
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
160. “La literatura y la pesadilla del yo (Freud y los dos inconscientes)”, en VV. AA., Matrices del siglo
XX: Signos precursores de la postmodernidad, Madrid: S.I.C./ Universidad Complutense de Madrid,
2001, págs. 393-425 [“Este texto, con ligeras modificaciones, está extraído del prólogo de mi libro
Freud, la literatura, la escritura, de próxima aparición.”].
161. “Genealogía e historia en la escritura de Valle-Inclán”, Voz y Letra (Madrid), XII-1 (2001), págs. 129-154.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 215-247.
162. “El mito de la ciudad-mujer de Ganivet a hoy”, Elvira. Revista de Estudios Filológicos (Granada), I.1
(2001), págs. 27-53.
Recogido en la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002), págs. 117-153.
163. “Lecturas poéticas desde hoy (Sobre la transformación del murmullo del cuerpo en Nicolás
Guillén)”, Elvira. Revista de Estudios Filológicos (Granada), I.2 (2001), págs. 7-25.
164. “A Sad Diagnosis of a Sad Town: Granada and the Dream of the Recumbent Woman”, en VV.AA.,
Iberian Cities (Hispanic Issues, vol. 24), New York/ London: Routledge, 2001, págs. 122-147.
165. “Milena escribe a Kafka”, El fingidor (Granada), 13 (julio-diciembre 2001), págs. 61-62. [Reseña:
Rodríguez, M., Alicia en el país de lo ya visto, Granada: Diputación Provincial, 2001].
166. “«Elogio a la intelectualidad», por M. Mateo Pérez (Entrevista)”, El Mundo (Andalucía) (Sevilla), [?] 2001.
2002
167. De qué hablamos cuando hablamos de literatura. Las formas del discurso, Granada: Ed. Comares,
2002. 656 págs. [Col De guante blanco].
Se reeditan –aquí agrupadas– las publicaciones nº 88, 100, 107, 108, 112, 113, 116, 117, 122, 123, 129, 140, 141,
142, 143, 146, 148, 161 y 162. A estas referencias se suman: “Prólogo” (págs. 9-17) para esta edición, y otros
textos inéditos procedentes de conferencias (“Introducción al sentido de lo fantástico” –págs. 281-291– y
“Montaigne al principio de nuestra historia” –págs. 599-636–) o de cursos de doctorado (“Versiones sobre
Borges”, págs. 293-397).
168. Althusser: Blow-up (Las líneas maestras de un pensamiento distinto), Granada: Asociación
Investigación & Crítica ideología literaria en España, 2002. 52 págs. [Col. Teórica/Serie A, nº 1].
Reedita, ampliado y con modificaciones, la referencia nº 178 (2002). Con posterioridad reimpreso, con nue-
vos añadidos, en la publicación nº 183 (2003).
169. Theory and History of Ideological Production. The First Bourgeois Literatures (the 16th Century),
Newark: University of Delaware Press, 2002. 316 págs. [Traductor: Malcolm K. Read / “Prefacio del
traductor”, págs. 3-4 / “Prólogo”, por Carlos E. del Árbol, págs. 5-12 / “Prefacio del autor para la tra-
página 76
Reimpresa, ampliada y corregida, en la publicación nº 184, Literatura, moda y erotismo: el deseo (2003), págs. 45-73.
172. “Javier Egea contra la simbología poética (Dos poemas de «Paseo de los tristes»), en Egea, Javier,
Contra la soledad, Barcelona: DVD eds., 2002, págs. 156-160 [Ed.: Pedro Ruiz Pérez].
173. “Presentación. Sobre una lectura de este libro”, en Enríquez del Árbol, Carlos; Torregrosa, Carlos,
El proletariado que existió. Teoría de la desmitologización del proletariado, Granada: Universidad de
Granada, 2002, págs. 9-14 [Col. Biblioteca de Bolsillo, nº 3].
174. “Apéndice”, en Campos Fdez-Fígares, Mª del Mar, El caballo y el jaguar. Sobre la «Historia verdadera
2003
182. El escritor que compró su propio libro. Para leer El Quijote, Madrid: Ed. Debate, 2003. 457 págs.
[Col. Ensayo Literario / I Premio Josep Janés de Ensayo Literario].
Reedición, revisada y corregida, en la referencia nº 277 (2013).
183. Althusser: Blow-up (Las líneas maestras de un pensamiento distinto), Granada: Asociación
Investigación & Crítica ideología literaria en España, 2003. 58 págs. [2ª ed., corregida y aumentada /
Col. Teórica/ Serie A, nº 1].
Reedición, ampliada y modificada, de la referencia nº 163 (2002). Recogido en la publicación nº 278, De qué
hablamos cuando hablamos de marxismo (2013). Versión inglesa, parcial, en la publicación nº 232 (2008).
184. Literatura, moda y erotismo: el deseo, Granada: Asociación Investigación & Crítica ideología litera-
ria en España, 2003, 73 págs. [Col. De la historia y sus historias, nº 2].
Recoge, modificadas y ampliadas, las publicaciones nº 139 (2000) y 171 (2002). Reimpreso, en tres partes por
página 77
la revista Laberinto, en las referencias nº 218, 219 (2005) y 225 (2006).
185. “Machbet: Shakespeare, Orson Welles y Polanski”, en Morales Raya, R. (ed.), Homenaje a la profesora
Mª Dolores Tortosa Linde, Granada: Universidad de Granada, 2003, págs. 421-435.
186. “Valle Inclán: La historia al pie de la letra”, en VV.AA., Actas «IV Simposio de actualización científica y
YOUKALI, 15
didáctica de Lengua y Literatura españolas. Literatura culta y popular en Andalucía» (Granada, 5-8 marzo 1998),
en Martínez Alcalde, J. Manuel; Castro Díaz, Antonio (eds.), Granada: Asociación andaluza de profeso-
res de español Elio Antonio de Nebrija, 2003, págs. 59-76.
Publicación fragmentaria, con modificaciones, de la referencia nº 142 (2003), y que corresponde a las págs.
225-244 de la publicación nº 167, De qué hablamos cuando hablamos de literatura (2002).
ISBN: 1885-477X
187. “Juan Gelman”, en VV.AA., Centuria. Cien años de poesía en España, Madrid: Visor Libros, 2003, págs. 493-496.
188. “La poesía política de Alberti”, en Mariscal, J.M.; Pardo, C. (eds.), Hace falta estar ciego. Poéticas del
compromiso para el siglo XXI, Madrid: Visor Libros, 2003, págs. 101-127.
Reeditado, con algunas modificaciones, en las referencias nº 191 (2003) y 242 (2009).
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
189. “La guarida inútil” y “Lección de cosas: Poesía e Historia (O mi paseo solitario en el otoño)”, en
Díaz de Castro, F. (ed.), La otra sentimentalidad. Estudio y Antología, Sevilla: Fundación J. M. Lara, 2003,
págs. 45-55 y 70-74.
Reimpresión, sin variantes, de las referencias nº 31 (1980) y 76 (1989).
190. “Algo más sobre el ensayo: el ensayismo en España (2001-2002)”, Siglo XXI. Literatura y Cultura espa-
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Reedita, con variaciones, la referencia nº 188 (2003).
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vación militar (Actas IV Congreso sobre republicanismo), Córdoba: Patronato Niceto Alcalá-Zamora/
Diputación de Córdoba/Universidad de Córdoba, 2009, págs. 193-216.
242. “La poesía política de Alberti”, en Rgez. Puértolas, J. (coord.), La República y la cultura. Paz, guerra y
exilio, Madrid: Eds. Istmo, 2009, págs. 271-282.
Reedita, con variaciones, la referencia nº 188 (2003).
243. “Caos, muerte e historia en Alberti, 1930-1938”, en Rgez. Puértolas, J. (coord.), La República y la cul-
tura. Paz, guerra y exilio, Madrid: Eds. Istmo, 2009, págs. 397-407.
Reedita, con modificaciones, la referencia nº 196 (2004).
244. “Guerra, poesía y «Niebla». Análisis de un poema”, Rgez. Puértolas, J. (coord.), La República y la cul-
tura. Paz, guerra y exilio, Madrid: Eds. Istmo, 2009, págs. 511-516.
245. “El anti-Nüremberg filosófico: la carta sobre el humanismo de Heidegger”, Alfa. Revista de la Asociación
Andaluza de Filosofía, XII.24-25 (2009), págs. 177-237 [Homenaje a Pedro Cerezo Galán].
Reeditado, con modificaciones (“Los añadidos, las correcciones, los matices y las notas que he introducido ahora”),
en la referencia nº 258 (2011).
246. “El lince y el lobo: Montaigne releído por Lévi-Strauss”, El genio maligno. Revista de Humanidades y
ciencias sociales (Granada), 4 (marzo 2009). 19 págs.
Recogido en la publicación nº 257, Tras la muerte del aura (En contra y a favor de la Ilustración) (2011), págs. 37-
58. [VID. Página electrónica: http://elgeniomaligno.eu/] página 81
247. “El capitalismo y la soledad’, por Garrido, P. y Caballero C. (Entrevista)”, Paralelo 36 Andalucía.
Espacio de Pensamiento y Cooperación Política, 8 de abril de 2009.
[VID. Página electrónica: http://www.paralelo36andalucia.com/]
YOUKALI, 15
2010
248. “El riesgo de una poética esencial: Blas de Otero”, en Iravedra, A.; Sánchez Torre, L. (eds.),
Compromisos y palabras bajo el franquismo. Recordando a Blas de Otero (1979-2009), Sevilla: Ed.
ISBN: 1885-477X
250. “Las figuras del mito”, en Ortells, C.; Izquierdo, J.J.; Rébora, H., La Tertulia. Memoria coral. 1980-2010,
Granada: ed. Almed/ Asoc. Cultural La Tertulia, 2010, págs. 9-12.
Reedita, sin variantes, la referencia nº 151 (2000).
251. “Memoria subjetiva de «La Tertulia»”, en Ortells, C.; Izquierdo, J.J.; Rébora, H., La Tertulia. Memoria coral.
1980-2010, Granada: ed. Almed/ Asoc. Cultural La Tertulia, 2010, págs. 124-127.
252. “¿Existe el día? Algunos matices sobre Miguel Hernández”, Nuestra Bandera (Madrid), 224-225
(2010), págs. 189-202.
253. “Un ejercicio de lectura (De cómo Azorín se inventa a la mujer al leer El Quijote)”, Álabe (Almería),
1 (junio 2010), págs. 13-26.
[VID. Página electrónica: http://revistaalabe.com/index/alabe/issue/view/1/showToc]
254. “El amor a la vida”, Diario de Sevilla, 19 de junio de 2010.
255. “Saramago o el amor a la vida”, Álabe (Almería), 1 (junio 2010), págs. 139-142.
256. “Aprendiendo a leer y escuchar (De Discépolo al bolero)”, Álabe (Almería), 2 (diciembre 2010), págs. 15-42.
[VID. Página electrónica: http://revistaalabe.com/index/alabe/issue/view/2/showToc]
2011
257. Tras la muerte del aura (En contra y a favor de la Ilustración), Granada: Universidad de Granada,
2011, 350 págs.
Recoge, corregidas y reordenadas, las referencias nº 194 (2004), 229 (2007), 233 (2008), 246 (2009), 248 (2010),
259 (2011), 280 y 282 (2013), a las que se añaden las páginas 7-36, inéditas (“Prólogo: ¿Quién era Laura y qué
ha sido el Aura? (El retrato perdido)”.
258. Para una lectura de Heidegger (Algunas claves de la escritura actual), Granada: Universidad de
Granada, 2011, 169 págs.
Reedita, con modificaciones (“Los añadidos, las correcciones, los matices y las notas que he introducido ahora”) tal
como se informa en pág. 168, la referencia nº 245 (2009).
259. “Reflexiones sobre Tolstói”, en Kréssova, Nina (ed.), Lev Tolstói en el mundo contemporáneo, Granada:
ed. Comares, 2011, págs. 23-42.
Recogido en la publicación nº 257, Tras la muerte del aura (En contra y a favor de la Ilustración) (2011), págs. 101-134.
260. “Intentando leer el Caribe (nostalgia histórica y naturaleza barroca en Alejo Carpentier”, Álabe
(Almería), 3 (junio 2011), págs. 23-39.
[VID. Página electrónica: http://revistaalabe.com/index/alabe/issue/view/3/showToc]
página 82
261. y Campos F.-Figares, M., “Entrevista con Almudena Grandes”, Álabe (Almería), 3 (junio 2011), págs.
11-17.
262. “La lucha por re-escribir: las poéticas de José Emilio Pacheco”, Álabe (Almería), 4 (diciembre 2011),
págs. 23-37.
YOUKALI, 15
264. “Entrevista a Juan Carlos Rodríguez”, por Álvaro Arribas”, Letra Turbia (julio 2011).
[VID. Página electrónica: http://www.letraturbia.es/ent_jcr.html]
2012
2013
277. El escritor que compró su propio libro. (Para leer El Quijote), Granada: ed. Comares, 2013, 462 págs.
[Col. De guante blanco / 2ª ed. revisada y corregida].
ISBN: 1885-477X
279. “Carvajal. ¿Cómo leería yo hoy Tigres en el jardín?”, en Pérez Venegas, D.; García, R.; Cabrera Martos, J.
(eds.), Cuarenta (más cuatro) años de «Tigres en el jardín», conmemoración de la publicación del primer libro de
Antonio Carvajal, Sevilla: Point de Lunettes, 2013, págs. 183-187.
280. “Drink from me and live for ever: Drácula y los espejos del mal”, en VV.AA., Vampiros a contraluz.
Constantes y Modalizaciones del vampiro en el arte y la cultura. Tomo I, Granada: ed. Comares, 2013.
Recogido, con el título “Drink from me and live for ever: El Diablo moderno y los espejos del mal”, en la
publicación nº 257, Tras la muerte del aura (En contra y a favor de la Ilustración) (2011), págs. 61-100.
281. “De nuevo sobre la narración como forma de vida (Libros abiertos y Libros cerrados)”, Álabe
(Almería), 7 (junio 2013), págs. 163-183 [“En este ensayo se continúa el análisis iniciado en mi anterior
texto: «Los libros cerrados. Narración, fantasía, cuentos y hadas»”, referencia nº 245 (2010)].
[VID. Página electrónica: http://revistaalabe.com/index/alabe/issue/current/showToc]
282. “La Ilustración y la invención de la naturaleza humana (Moratín en el laberinto de las luces)”,
Cuadernos de Ilustración y Romanticismo (Cádiz), 19 (2013), págs. 27-56.
Recogido, con el título “La Ilustración y la invención de la naturaleza humana: (Shakespeare, Beaumarchais
y Moratín en el Escenario de las Luces)”, en la publicación nº 257, Tras la muerte del aura (En contra y a favor
de la Ilustración) (2011), págs. 137-208.
[VID. Página electrónica: http://revistas.uca.es/index.php/cir/issue/archive]
283. “Señales para leer un libro titulado Señales”, Ágora. Papeles de arte gramática (Murcia), 1 (otoño-
invierno 2013), págs. 82-86.
284. “Algo más sobre la «Obra maestra desconocida» (Y sobre algunas categorías críticas en Literatura y
en Arte)” [en prensa].
285. “El compromiso y el modernismo (La «conciencia absoluta» y el imaginario poético de Juan Ramón
Jiménez)” [en prensa].
286. “«Borges según Rodríguez», por J. Luis Tapia (Entrevista)”, Ideal (Granada), 9 de abril de 2013, pág. 63.
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ENTREVISTA A JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
En 1974 publicaste tu ensayo Teoría e Historia de la Bueno, es una cuestión bastante obvia. Lo que enton-
producción ideológica: las primeras literaturas bur- ces pudo parecer una boutade o incluso un escándalo
guesas. Se trata de un ensayo en el que, por primera para algunos, hoy se acepta en muchas partes sin de-
vez, se analiza la literatura española como produc- masiados problemas. Si lo que la crítica consideraba
ción ideológica, como el resultado de unas relacio- como “literatura” era más o menos la “expresión ín-
nes de producción dadas en un momento histórico tima” de la subjetividad libre de un autor (con mu-
específico. De hecho, el texto se inicia con un párra- cha sensibilidad y mucho lingüisticismo por en me-
fo sin duda sugerente que todos tus discípulos se sa- dio) resultaba claro que había que buscar cuándo ha-
ben -nos sabemos- de memoria: «La literatura no ha bía aparecido esa supuesta “subjetividad libre”.
existido siempre. Los discursos a los que hoy aplica- Evidentemente no en el feudalismo (ni muchísimo
mos el nombre “literarios” constituyen una realidad menos en el esclavismo), con lo que sólo traté de
histórica que sólo ha podido surgir a partir de una mostrar que el inconsciente del “sujeto libre” sólo
serie de condiciones -asimismo históricas- muy es- podía haber aparecido con el primer capitalismo en-
trictas: las condiciones derivadas del nivel ideológi- tre los siglos XIV y XVI. El resto fue el esfuerzo para
co característico de las formaciones sociales “moder- conseguir la elaboración concreta del funcionamien-
nas” o “burguesas” en sentido general». Toda una to de la nueva discursividad de las “almas bellas” y
declaración de intenciones. de su concepción del amor o de la vida, en los textos
poéticos, cientifistas, religiosos y filosóficos de la
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JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
época. Sí, el esfuerzo fue muy grande pero creo que En Teoría e historia de la producción ideológica, pe-
mereció la pena. A nivel teórico yo ya me había da- ro también en otras de tus obras -como por ejemplo
do cuenta de que era necesario hacer algo de eso La literatura del pobre, donde se aborda el estudio
cuando escribí mi tesis doctoral (Para una teoría de la de la novela, mientras que Teoría e historia... se cen-
literatura. Introducción al pensamiento crítico contempo- tra en el discurso poético-, se abarca el estudio de la
ráneo), un texto en el que también mandé a la porra literatura española en el periodo comprendido entre
a Lukács y Della Volpe y a todos los marxistas que finales del siglo XV y el siglo XVII, esto es, lo que
sólo hablaban de racionalismo vs. irracionalismo o comúnmente se ha denominado los «Siglos de oro».
de realismo vs. irrealismo… En suma el marxismo Sin embargo, tu obra le arranca el velo idealista al
como una prolongación directa de la Ilustración bur- término «Siglos de oro» y te refieres a esta literatura
guesa. Y por consiguiente a todos los lingüisticistas. como lo que históricamente es: las primeras literatu-
Era duro romper con ese “realismo ilustrado” (yo ras burguesas en la transición del feudalismo al ca-
había hecho la Tesina sobre cuatro novelas del realis- pitalismo.
mo crítico), pero relativamente fácil. Lo difícil fue
“producir” una teoría y una lectura de los textos po- Cierto, la transición entre feudalismo y capitalismo
éticos en Teoría e historia: Garcilaso, Fray Luis, no fue un “paso” sin más de una época a otra en la
Herrera, Ronsard, John Donne. Por cierto, luego se- supuesta evolución del Espíritu Humano, sino que
guí trabajando sobre Ausiàs March, al que Boscán fue una coyuntura histórica tremendamente larga y
llamaba Osías. ¿Por qué no publiqué la tesis? difícil . Los “pobres”, lógicamente, eran no sólo los
Ciertamente fue una idiotez, aunque la he utilizado trabajadores asalariados sino la reserva de mano de
mucho después: Kant, Hegel, Locke, Hume, obra y mucho más: la pobreza deja de ser una virtud
Husserl, Heidegger, Derrida, Barthes, Jakobson, religiosa y se convierte en una realidad angustiosa
Umberto Eco… quedaban cabos sueltos, sí, pero de- en las ciudades. En las estructuras narrativas se va
bí publicarla en su momento y Ramón Akal la tuvo suprimiendo la “mirada alegórica” o “sacralizada”
en prensa. Quizá me abrumó la idea de que aquellas del mundo y aparece la mirada literal, o si se prefiere,
mil páginas del año 71 no fueran tan precisas como la mirada literaria como relación directa entre el ojo
Teoría e historia, que ya se había publicado, aunque y la cosa, la aparición de la vida cotidiana directa en
fuera un texto posterior a la tesis. los textos. Lo del siglo o la edad “de oro”, aparte del
conocido mito de los orígenes de la humanidad, es
un marbete que ha utilizado mucho la historiografía
al igual que lo de “la España de los Austrias”. Pero
más que una monarquía compuesta y más que de
los Austrias aquello fue un sistema gobernado por
los nobles y la iglesia, por las jerarquías ciudadanas
y agrícolas, por los banqueros genoveses e incluso
luego portugueses, y además fascinados todos con
el auge increíble del primer capitalismo holandés.
Por eso en el XVII se quería convertir en “mercanti-
les” o “comerciantes” a los ciudadanos de los diver-
página 86
jada de las interpretaciones idealistas dominantes... donde ya me había publicado La norma literaria.
Luego la editorial lo presentó al Premio Josep Janés,
En realidad el Quijote está dominado por el miedo que obtuvo en 2003, y con esa vitola se publicó. Y
de Cervantes a la hora de escribir el Quijote (a la ho- por supuesto sigo explicando a Cervantes y el
ra de inventarse la novela) y por el miedo del Quijote en clase.
Quijote a ser el Quijote. Eso lo dejo muy claro en el
clave), todo ello en un país y en un mundo disgrega-
que aquello era mi final como teórico, etc. Bien, cada España de los años 20?
uno puede pensar lo que quiera, pero no se puede
tergiversar un texto (también, claro, hubo gente que Recientemente has publicado un ensayo titulado La
no lo tergiversó). Veamos, pues, algo acerca del in- muerte del aura, donde estableces un calambur entre
consciente de las obras de Lorca y acerca de su obje- «del aura», con claras alusiones a la teoría del aura
tividad histórica. El título del libro era Lorca y el senti- de Walter Benjamin en su ensayo La obra del arte en
ISBN: 1885-477X
do y yo me preguntaba ahí solo por el sentido que po- la época de la reproducción técnica, y «de Laura», la
día tener la vida –y la historia- para un escritor laico amante de Petrarca. Podríamos afirmar que se trata
como Lorca (y como casi todos los del 27, que ade- de un estudio en el que, a través de la literatura,
más estaban empapados en la Fenomenología, en es- muestras cómo el capitalismo se ha hecho naturale-
pecial a través de Ortega y del horizonte intelectual za. ¿Por qué, para llevar a cabo este propósito, te sir-
de la época: y para la Fenomenología el sentido es la ves del símbolo de (L)aura?
JUAN CARLOS RODRÍGUEZ
Bueno, es que el símbolo de la Laura de Petrarca y do otras veces, analizar la lógica interna de los textos
del aura del Benjamin me venían como anillo al de- y su objetividad histórica radical. No creo que exista
do para señalar una cosa evidente: cómo la literatu- un “ser en sí” de la literatura, aunque tengamos que
ra moderna o lo que hoy llamamos literatura ha movernos dentro de diversos cánones, y cada uno
cumplido una función básica en la configuración de pueda elegir los planteamientos que en cada coyun-
las subjetividades y la sutura de las contradicciones tura le parezcan más idóneos o más afines.
de las sociedades burguesas y cómo realmente hoy
la literatura importa muy poco, ha perdido ese aura Ahora estás preparando un libro cuyo título, muy
tradicional. Y no sólo por cuestiones tecnológicas co- parecido al anteriormente señalado, busca dar una
mo se ha interpretado a partir del muy inteligente y respuesta a otra pregunta sin duda compleja: ¿De
muy desgraciado Benjamin. Pero de hecho el libro se qué hablamos cuando hablamos de marxismo?
pregunta qué es lo que debemos a la Ilustración (que
es mucho) y por qué debemos romper con la infraes- Bueno, sí, acaba de salir este libro en Akal, de modo
tructura de la Ilustración, con la libertad para explo- que aún no he tenido tiempo de leérmelo. Lo dejo en
tar y con la imagen de la Naturaleza humana libre suspense para que lo podamos discutir después de
teniendo como soporte a la naturaleza natural: Kant leerlo. Como se ve, me gustó mucho el título del li-
y Rousseau sobre todo. Por otra parte el libro es un bro de Raymond Carver: De qué hablamos cuando ha-
homenaje a Hume y a Moratín, dos autores que a mí blamos de amor. ¿Lo sabe alguien?
me fascinan, a la vez que un rechazo a la estupidez
neopositivista de la dicotomía racionalismo vs. irra- Como teórico, representaste un papel fundamental
cionalismo, algo que ha paralizado al marxismo has- en el desarrollo del grupo poético de la «otra senti-
ta el extremo, como acabo de señalar. Obviamente mentalidad» y una enorme influencia a sus miem-
los sueños también tienen su racionalidad lógica, ca- bros más destacados: Javier Egea, Luis García
da tipo de investigación tiene una racionalidad espe- Montero y Álvaro Salvador. ¿Cuál fue, realmente, tu
cífica, y la razón burguesa no es la razón humana y rol en la configuración del grupo y su poética?
así hasta el infinito. Igual ocurre respecto a la cues-
tión del realismo como género literario: no menos Vamos a ver: más o menos todo lo que tenía que de-
obvio resulta que existe una realidad objetiva donde cir al respecto ya lo conté en un libro que salió en
se incluye el hecho de que el papel de escribir es re- Hiperión, el titulado Dichos y escritos. Sobre la otra
al, las ideas son reales y materiales, la pluma o el or- sentimentalidad y otros textos fechados de poética. Me lo
denador son reales y materiales, el lenguaje es real y pidió mi amigo y colega Francisco Díaz de Castro y
material, creo que todas estas cosas hay que pensar- ahí se encuentran ciertamente todas las cosas que yo
las mucho más seriamente y no seguir hablando de
la división entre literatura y realidad. La literatura es
una “forma de vida” y una realidad tan material co-
mo cualquier otra, si se quiere hablamos de una “fic-
ción real”, pero Madame Bovary existe y el lugar de
la Mancha existe, aunque no de una manera palpa-
ble, claro es. De cualquier modo ese libro sobre la
página 90
saber aprovechar esas contradicciones o esas fisuras composición del feudalismo, ¿está el capitalismo en
depende obviamente de nosotros, de hasta qué pun- fase de descomposición con esta crisis y, con ella, lo-
to somos capaces de romper con el horizonte capita- graremos finalmente la emancipación? O, con esta
lista o nos creemos que la miseria actual es sólo una crisis, ¿el capitalismo terminará por consolidarse co-
crisis pasajera y que el sol volverá a levantarse por- mo sistema-mundo?
que el capitalismo es el sol. Evidentemente todo es
muy difícil y por ahora no se ven apenas salidas del Lo has contado y resumido todo muy bien. Sólo un
túnel. Una escritura rompedora sería –como lo ha si- matiz: no es que el capitalismo “terminará” (entre
do siempre- la que sepa mostrar y desvelar todas las interrogaciones, como tú lo escribes) por consolidar-
contradicciones que nos rodean. se como sistema-mundo, es que el capitalismo ha lo-
grado convertirse ya en la vida, la única que tenemos,
En «Retorno para volver a empezar: discurso e ideo- y eso desde el momento de nacer. Ese es el incons-
logía», el epílogo que cierra el referido De qué ha- ciente que funciona hoy. E insisto en el hecho de has-
blamos cuando hablamos de literatura, reflexionas ta qué punto o cómo queramos o no acabar con la
sobre nuestro presente -o lo que es lo mismo: el ca- explotación subjetiva y colectiva depende de nos-
pitalismo avanzado-, y apuntas que es como si, en el otros. Decía Marx en El Manifiesto: “la libertad de ca-
capitalismo financiero, la fuerza de trabajo libre ya da uno depende de la libertad de todos y la libertad
no fuera necesaria, debido a que el sistema se ha re- de todos depende de la libertad de cada uno”.
feudalizado. Y añades: «La fuerza de trabajo -bajo el Repito que la libertad (sin explotación) no se tiene si-
ámbito del capital financiero, de la plusvalía relati- no que se conquista. Pero hablar hoy de la explota-
va y del saber informático/maquínico- no sólo nos ción capitalista como la única vida que tenemos es
ha convertido en trabajadores sociales sino que nos como hablar a la gente de los jeroglíficos egipcios.
ha convertido, de hecho, en máquinas productivas. Tendremos que empezar a aprender a hablar y a
Ya no somos sólo gente a la que se le extrae plusva- pensar y actuar partiendo una vez más casi de cero,
lía (absoluta o relativa) ayudando a la máquina/téc- como ya indicaba Lenin en 1922, en su última inter-
nica a producir. Ahora somos nosotros mismos me- vención pública, tras llevar 5 años dirigiendo una re-
dios productivos (máquinas-técnicas de saber). volución socialista sin saber muy bien lo que podía
Claro que siempre hemos estado inscritos en el pro- ser el socialismo. Cuando las revoluciones burgue-
ceso de producción y/o circulación del capital, pero sas triunfaron finalmente en el XVIII-XIX sí sabían
jamás habíamos sido producción nosotros mis- perfectamente cuáles eran sus objetivos y los merca-
mos». Según tu argumentación, el productor vuelve dos capitalistas y sus bancos estaban implantados
a formar un todo ontológico con el medio de pro- por todas partes. Nosotros sólo sabemos –y difusa-
ducción, como en el sistema de explotación feudal. mente- lo que no queremos. Pero a partir de ahí, co-
El siervo feudal se convirtió en sujeto en plena des- mienza el vacío. Casi.
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MISCELÁNEA
DE LA DISTANCIA INTERIOR
(Introducción a Escritos sobre el arte, de L. Althusser y otros)
Entre los numerosos textos de Louis Althusser publi- o escritos en colaboración con Étienne Balibar, los más
cados póstumamente, los “Escritos sobre el arte”1 importantes de los cuales, aparte del libro ¿En qué
ocupan, sin duda alguna, un lugar especial. Son unas piensa la literatura? (1990)4, recogemos en este volu-
pocas piezas breves, seis en concreto2, escritas la men. Por último, no hay que descuidar que de mane-
mayoría de ellas entre el 1964 y 1968, y de un valor ra más o menos determinante, el trabajo de Althusser
desigual. Son, no obstante, fundamentales para una ha influido en muchos estudiosos del arte o la litera-
comprensión cabal de lo que cabe proponer en el tura, por ejemplo, en España, en los trabajos, impres-
ámbito de la teoría del arte desde los parámetros cindibles, de Juan Carlos Rodríguez5.
althusserianos. Pero son igualmente importantes por- Aunque el texto de Warren Montag que incluimos
que en este abordaje teórico de los problemas de la en esta recopilación lleva a cabo, entre otras cosas, un
práctica artística se juegan aspectos fundamentales de magnífico trabajo de presentación de buena parte de
la apuesta filosófica de Althusser. Los “Escritos sobre las piezas de Althusser y Macherey, nos vamos a per-
el arte” son uno de los márgenes de la filosofía de mitir exponer algunos apuntes complementarios. Al
Althusser que han estimulado las “nuevas lecturas”3 igual que Warren Montag entendemos que la posi-
de su obra al tiempo que eran reanimados por ellas. ción más potente de Althusser respecto del arte ha de
Respecto a ambas cuestiones, estas piezas han de situarse al nivel de la teoría de la lectura y de la visión
leerse en relación con otros textos del propio que expone en los primeros parágrafos de “De El capi-
Althusser como “El Piccolo, Bertolazzi y Brecht (No- tal a la filosofía de Marx”6, texto con el que abre Lire le
tas acerca de un teatro materialista)” (1962), publica- Capital (1965). Incluso si hay alguna pendiente dentro
do en La revolución teórica de Marx. Pero también será de su discurso que lo lleva a suponer algo así como
conveniente atender a todo el trabajo que realizó el una esencia del arte, arrastrado por la ilusión norma-
círculo de colaboradores de Althusser, sobre todo el tiva de un arte auténtico o inauténtico, un arte mate-
libro de Pierre Macherey Para una teoría de la produc- rialista o idealista, lo más interesante de su plantea-
ción literaria (1966); o los textos de los años setenta y miento se encuentra en su pregunta por el conoci-
décadas posteriores de este mismo autor en solitario miento del arte. Lo primordial no sería entonces saber
página 93
1.- “Escritos sobre el arte” es el modo en que François Matheron titula la última sección de los Écrits philosophiques et politiques,
tomo II, Stock / IMEC, París, 1995, publicación póstuma de textos inéditos y de difícil acceso de Louis Althusser de cuya se-
lección y presentación es responsable. El presente texto es la Introducción al volumen publicado por Tierradenadie ediciones
en 2011 con ese mismo título y que contiene la traducción de esos textos, así como una selección de los publicados por Étien-
ne Balibar y Pierre Macherey en los años setenta y ochenta sobre literatura y arte y el escrito de Warren Montag que mencio-
YOUKALI, 15
namos en la nota 3.
2.- Todas las piezas van acompañadas de una corta introducción que indica las circunstancias de su escritura y, en caso de que la
haya, de su publicación.
3.- “Hacia un nueva lectura de Althusser” es el título que lleva la versión inglesa del texto de Warren Montag que, con permiso
del autor, traducimos en este volumen con el título de “Hacia una teoría de la materialidad del arte”. Warren Montag es asi-
mismo editor de la revista en línea Décalages (http://scholar.oxy.edu/decalages) que defiende la necesidad de “leer a Althusser,
un Althusser diferente con una obra diferente, de un modo distinto”.
ISBN: 1885-477X
4.- Pierre Macherey, A quoi pense la littérature ?, PUF, París, 1990 (trad. esp.:¿En qué piensa la literatura?, trad. Rubén Sierra Mejía,
Siglo del Hombre, Universidad Nacional de Colombia, 2004)
5.- Entre los diversos trabajos de Juan Carlos Rodríguez, podemos destacar: Teoría e historia de la producción ideológica (1975), Akal,
Madrid, 1990; La norma literaria (1984), Debate, Madrid, 2001; La literatura del pobre, Comares, Granada, 1994; El escritor que com-
pró su propio libro, Debate, Madrid, 2003.
6.- Más en concreto del parágrafo 3 al 9. Véase Louis Althusser et al., Lire le Capital, PUF, París, 1996, págs. 6-31 (trad. esp.: Para
leer El capital, trad. Marta Harnecker, Siglo XXI, México D. F., págs. 20-40).
MISCELÁNEA
Macherey como la “Carta sobre el conocimiento del nado. Su determinación es la de un todo complejo8, el
arte” (1966) de Althusser se ocupan principalmente, tipo de objeto que Althusser propuso pensar por me-
aunque nunca exclusivamente, de este aspecto. dio de los conceptos de sobredeterminación y causa-
Encontramos, sin embargo, que el resto de los textos lidad estructural. En el caso del arte, podemos decir
van cambiando de perspectiva. Así, “El Piccolo, que las múltiples relaciones que hemos enumerado y
YOUKALI, 15
Bertolazzi y Brecht” trabaja sobre la relación pieza- otras que podrían considerarse sobredeterminan la
espectador; “Cremonini, pintor de lo abstracto” pieza o propuesta singular: la complejidad de relacio-
(1964-6) insiste en la relación artista-obra; “Sobre nes existe de manera activa en la obra misma, en su
Brecht y Marx” (1968) estudia la relación entre una materialidad irreductible. Althusser y Macherey lo
ISBN: 1885-477X
7.- Véase L. Althusser, “Du Capital à la philosophie de Marx”, en Lire le Capital, op. cit., pág. 22 (33). De aquí en adelante el nú-
mero entre paréntesis se refiere a la página de la traducción española citada.
8.- Es al objeto entendido en este sentido al que nos referiremos siempre que hablemos de obra, pieza, objeto artístico, texto, etc.
El término “obra” fue primero acogido con agrado por Macherey por su acepción de resultado de un trabajo. Pero, posterior-
mente, junto a Balibar y en solitario, lo rechazará porque arrastra igualmente la connotación de objeto cerrado sobre sí mis-
mo. Aquí, en todo caso, lo entenderemos siempre en el sentido del todo complejo.
MISCELÁNEA
realidades enteramente externas a la obra. Su rela-
ción es una relación de inmanencia. Juntos compo-
nen un todo complejo. Y en el todo complejo cada
uno de los elementos es condición de existencia de
los demás. De ahí, que en cada uno de los elementos
encontremos la determinación de los demás. Si en la
obra misma podemos encontrar al espectador, al
artista, a la coyuntura, etc., en el espectador, en el
artista, en la coyuntura, etc., podemos encontrar
igualmente a la obra.
Así, la conciencia del espectador no es otra cosa
que la obra, pero igualmente la obra no es sino los
efectos que produce en el espectador.
9.- Louis Althusser, “Le Piccolo, Bertolazzi et Brecht (Notes sur un théâtre matérialiste)”, en Pour Marx, Maspero, París, 1996, pág.
151 (trad. esp., en La revolución teórica de Marx, trad. Marta Harnecker, Siglo XXI, México D.F., 1999, pág.124).
10.- Louis Althusser, “Cremonini, peintre de l’abstrait”, en Écrits philosophiques et politiques, tomo II, op. cit., págs. 596-7 (trad. esp.:
en este volumen, pág. 50)
11.- Pierre Macherey, Pour une théorie de la production littéraire, Maspero, París, 1980, pág. 98 (trad. esp.: Para una teoría de la produc-
ción literaria, trad. Gustavo Luis Cabrera, Universidad Central de Venezuela, Caracas, 1974, pág. 82).
12.- L. Althusser, “Le Piccolo...”, op. cit., pág. 152 (125).
MISCELÁNEA
de descubrir y, por tanto, de cambiar, no es, como te efectividad. Que la diversidad esté sobredetermi-
sucede en otros, por gusto y ejercicio de virtuosis- nada significa también que en el todo complejo todos
mo, sino por la lógica misma de lo que hace, desde los elementos no poseen la misma capacidad de
el principio, a pesar incluso de su punto de partida determinación, sino que hay al menos uno que es
y del “proyecto ideológico” del que partió.13
dominante. En el caso del arte esa dominante va a ser,
como hemos apuntado y ampliaremos al tratar el
El artista o grupo de artistas no es algo diferente de la
segundo campo de problemas, la explicación de la
obra, es en las obras donde hay que ir a buscar a los
distancia interior.
artistas. Ahora bien, cada obra se encuentra en el
En segundo lugar, entonces, es necesario añadir
modo en que se entrelazan o divergen las diferentes
que la conjunción de lo diverso sólo dura si es produ-
producciones de un artista o un grupo de artistas. Una
cida y reproducida. La singularidad es resultado de
obra se encuentra siempre sobredeterminada por la
una efectiva producción y reproducción. Entonces,
trayectoria artística a la que pertenece. La trayectoria
¿cómo entender la producción y reproducción de una
artística, la historia del artista o del grupo, sin embar-
realidad que está constituida de relaciones? La res-
go, no es una línea simple y previa a la obra. La trayec-
puesta de Althusser y Macherey consiste en postular
toria está hecha de las diferencias entre las obras que
no sólo que la diversidad de relaciones es necesaria,
la construyen. Y esas diferencias, de nuevo, no son
sino que su necesidad proviene de que las relaciones
externas a la singularidad de cada obra concreta.
son relaciones diferenciales15. La producción y la re-
En fin, la obra está hecha de historia, pero igual-
producción de la singularidad es, al mismo tiempo, la
mente la historia está hecha, entre otras cosas, de
producción y reproducción de su diferenciación con
obras que toman posición en sus conflictos.
lo que ella no es y con lo que necesariamente se rela-
El debate (contraste, conflicto), tal como aparece ciona. Entiéndase esto bien porque es un rasgo del
en el libro, es él mismo uno de los términos del pensamiento de Althusser y Macherey que lo diferen-
debate real... Tolstoi pone a nuestra disposición la cia netamente de otras propuestas en su modo de
propia historia, pero para hacerlo se sitúa (o es aproximarse al problema de lo negativo o de la nega-
colocado: es lo mismo) en el interior del debate tividad. Lo negativo en Althusser y Macherey, en este
histórico.14 caso la diferenciación, es resultado del trabajo de lo
positivo: de la producción y reproducción de la con-
Podemos estudiar el desarrollo de una problemática junción de lo diverso. En palabras de Macherey:
ideológica desde la prácticas artísticas que intervie-
nen, desajustadamente, en su conformación. Y por la La diferencia entre dos realidades autónomas sólo
misma razón, podemos estudiar una práctica artística puede comprenderse si se ve que esa diferencia es
por el modo en que interviene en la polémica ideoló- ya una cierta forma de relación, una cierta manera
gica de un momento histórico. Tanto lo ideológico
como lo artístico son, para Althusser y Macherey, rea-
lidades histórico-sociales, realidades efectivas con una
capacidad de determinación específica en cada caso.
De esta manera podríamos continuar describien-
do las consecuencias de la dialéctica inmanente de la
sobredeterminación para las restantes aristas o rela-
página 96
16.- P. Macherey, Pour une théorie..., op. cit., págs. 67 (56; traducción ligeramente modificada).
17.- Ibíd., pág. 80 (67).
ISBN: 1885-477X
18.- Véase Pierre Macherey, Introduction à l’Éthique de Spinoza. La seconde partie: la réalité mentale, PUF, París, 1997, pág. 211.
19.- Baruch Spinoza, Ética II, prop. 17, esc. Hay varias traducciones al español del texto de Spinoza.
20.- En la Presentación a Les français fictifs, Balibar y Macherey criticarán la noción de ficción entendiéndola únicamente como irreali-
dad, precisamente porque concebida así la obra de arte perdería su objetividad. En efecto, la ficción se puede pensar como mero
fingimiento, como pura falsedad, pero aún así el fingimiento tiene que hacerse y tiene que producir su efecto de simulación. Es en
este hacerse y este producir donde está la objetividad de la ficción. El término latino fictio y el verbo fingo con el que está empa-
rentado contienen explícitamente esta doble acepción del hacer y el simular o del simular en tanto que es un hacer.
MISCELÁNEA
que estamos presentando. Y la bisagra entre esas dos to de sobredeterminación. El teatro, el arte en general
etapas la encontraríamos en el texto inacabado de se ha de concebir como una práctica entre prácticas:
Althusser titulado “Sobre Brecht y Marx”. una práctica que tiene en la política (aunque no sólo
Efectivamente, en este texto, el trabajo teatral des- en la política) su condición de existencia. Por esa
arrollado por Brecht es presentado como la realiza- razón, el arte porta en sí la huella, la marca de las con-
ción de un “conjunto de desplazamientos”21. Según tradicciones que definen a la política. Señalemos que
Althusser, la nueva práctica teatral de Brecht no es aunque en este texto Althusser sólo se refiere a la polí-
una intervención simple en el campo del teatro, sino tica, el enfoque que presenta abre la posibilidad de
una intervención de intervenciones o un desplaza- incluir a las restantes prácticas: la economía, la ideo-
miento de desplazamientos. El conjunto de desplaza- logía, la ciencia, la filosofía..., como condiciones de
mientos tiene una dominante, un desplazamiento existencia del arte; así como de pensar el arte, a su
fundamental “que es la causa de todos los demás y al vez, en tanto que condición de existencia de las
mismo tiempo resume todos los demás: el desplaza- demás prácticas sociales.
miento del punto de vista.”22 Pero, siendo su causa y su La consideración del arte, o en su caso la literatu-
resumen, el desplazamiento fundamental no elimina ra, como práctica entre prácticas va a ocupar un lugar
la complejidad de desplazamientos sino que la expli- preferente tanto en los escritos de los años setenta, la
ca. Hace posible que esa complejidad sea un conjunto Presentación de Les français fictifs y “El problema del
y no una pura indeterminación (supuesto que no reflejo”, como en el texto posterior titulado “Para una
dejaría hueco para pensar ni la complejidad ni ningu- teoría de la reproducción literaria”. Balibar y
na otra cosa). Es en este sentido en el que se puede Macherey, en el primero, y Macherey en solitario, en
decir que la nueva práctica teatral de Brecht, y en esto los otros dos textos, van a señalar esta condición de la
no sería diferente de las demás tendencias que consti- literatura y del arte como aquella que da cuenta
tuyen el campo del teatro con el que rompe, es una expresamente de su objetividad material. Como dice
práctica de prácticas. Macherey: “La implicación de la literatura en la reali-
dad no depende de una causa formal (semejanza),
sino de una causa real que es su determinación mate-
rial dentro del conjunto de las condiciones concretas
que constituyen la realidad social de un periodo his-
tórico”24.
En “Sobre Brecht y Marx”, Althusser había opues-
to la nueva práctica teatral de Brecht al trabajo de mis-
tificación que las prácticas teatrales dominantes reali-
zan respecto a su propia actividad política. En la
Presentación a Les français fictifs, Balibar y Macherey
van a defender, apoyándose en los trabajos de Renée
Balibar, que la actividad política que las prácticas lite-
rarias dominantes realizan consiste en un ejercicio de
producción y reproducción de la división jerárquica
entre un lenguaje simple y un lenguaje literario, que
página 98
senta la política”23. El único modo en que parece posi- ción de esa denegación. Su construcción es la cons-
ble pensar esta idea de que la política esté representa- trucción del lenguaje literario como un lenguaje situa-
da en el teatro es, de nuevo, haciendo uso del concep- do por encima de los conflictos de clase25.
ISBN: 1885-477X
21.- Louis Althusser, “Sur Brecht et Marx”, en Écrits philosophiques et politiques, tomo II, op. cit., pág. 569 (trad. esp.: en este vo-
lumen, pág. 72).
22.- Ibídem.
23.- Ibíd., pág. 570 (73)
24.- Pierre Macherey, “El problema del reflejo”, en este volumen, pág. 144.
25.- El énfasis puesto por Balibar y Macherey en la literatura como práctica entre prácticas en este texto es, sin duda, muy impor-
tante. Ese mismo énfasis, sin embargo, conduce a que el texto haga desaparecer prácticamente la consideración del arte como
MISCELÁNEA
En la Presentación a Les français fictifs, pero sobre todo sociales, esa discusión o debate adquiere una relevan-
en “El problema del reflejo”, Balibar y Macherey cia muy diferente. Lo que está en juego, entonces, son
intentan explicar por medio del comprometido con- las condiciones de inteligibilidad del anclaje de la
cepto de reflejo la relación entre la práctica literaria de obra artística en la realidad social de modo que no se
construcción de la denegación y la estructura escolar prescinda ni de su singularidad material ni de su
y lingüística o, en términos más generales, la condi- necesaria relación con la historia. Lo que está en juego
ción de la literatura y el arte como prácticas entre es la teoría de la sobredeterminación29.
prácticas. “Reflejo” (reflet) es el equivalente en estos Ahora bien, ya en estos textos de los años setenta,
textos a la “reflexión (réflexion) de las condiciones de Balibar y Macherey empezarán a plantear una de las
existencia de la contradicción en el interior de esta consecuencias más importantes de la concepción del
misma”26 con el que Althusser definía la sobredeter- arte como práctica entre prácticas. Nos referimos al
minación en “Sobre la dialéctica materialista”. Al hecho de que la relación del arte con la historia no
apostar por el término “reflejo”, Balibar y Macherey puede estimarse únicamente desde el punto de vista
buscan equiparar, siguiendo en esto a Dominique de la coyuntura en la que se produce la obra, sino que
Lecourt27, el uso que Lenin hacía del mismo en igualmente hay que considerar la relación entre la
Materialismo y empirocriticismo con la teoría de la obra producida y el modo en que los cambios históri-
sobredeterminación althusseriana. De este modo, cos la determinan, cambios en los que ella también
entran a pelear por un término que había tenido cier- participa. El concepto que piensa esa relación, intro-
to éxito en las teorías marxistas del arte, sobre todo la ducido ya por Macherey en “El problema del reflejo”,
de Georg Lukács. El problema con esta “pelea”, nos es el de reproducción, concepto que desarrollará en
parece, es que peligraba ya en su momento con extenso en el artículo titulado, como reescritura del
empantanarse en torno a la palabra, nublando la libro publicado en 1966, “Para una teoría de la repro-
importancia de la discusión teórica. Después de las ducción literaria”. No nos detendremos en este texto
críticas que desde diferentes tendencias ha recibido el que ya Warren Montag presenta brillantemente. Sólo
concepto mecanicista de reflejo, el reflejo como ima- quisiéramos llamar la atención del lector sobre el
gen, el mismo que Balibar y Macherey rechazan, hay hecho de que el carácter constitutivo de la reproduc-
que concluir que no hay dos conceptos de reflejo, uno ción introduce en la obra no el orden de una repeti-
idealista y otro materialista28. Más bien ocurre que ción siempre idéntica, sino, muy al contrario, la cons-
entre los dos conceptos que buscaban diferenciar, trucción de una identidad cuya condición de existen-
Balibar y Macherey forjaron una identidad terminoló- cia es la necesaria división interna de la obra. Es más,
gica. Si obviamos, sin embargo, esta manera de proce- esta división constitutiva de la pieza ocurre no sólo
der, explicable en todo caso como táctica teórica den- respecto a una obra concreta, sino igualmente respec-
tro de una muy determinada coyuntura, y entende- to a la trayectoria de un artista, grupo o tendencia e
mos la discusión como un debate con una teoría dis- incluso respecto a lo que Macherey propone llamar ya
tinta del modo en que podemos pensar la relación no “literatura”, sino “lo literario”, esto es, ya no el arte
entre la práctica artística y las restantes prácticas como entidad cerrada sobre sí misma, sino lo artístico
práctica de prácticas. Esto es, el estudio de la literatura se reduce a la producción de la división jerárquica de lenguajes, olvi- página 99
dando el carácter múltiple de las relaciones en las que está implicada la práctica literaria. Afortunadamente, en “El problema
del reflejo”, Macherey restituirá la multiplicidad de la práctica de prácticas aludiendo tanto a la complejidad del reflejo como
a que los productos artísticos no están constituidos por una única contradicción sino por una pluralidad de las mismas. Véase
“El problema del reflejo”, op. cit., págs. 144 y ss. y 148-9 .
YOUKALI, 15
26.- Louis Althusser, “Sur la dialectique matérialiste”, en Pour Marx, op. cit., pág. 212 (170-1; traducción ligeramente modificada).
27.- Balibar y Macherey remiten al texto de Dominique Lacourt, Une crise et son enjeu (Essai sur la position de Lénine en philosophie),
Maspero, París, 1973.
28.- En “Lenin, lector de Tolstoi”, incluido en Pour une théorie..., op. cit., Macherey había trabajado ya con la noción de reflejo bus-
cando que acogiera la complejidad, la ausencia de reflejo y la materialidad de la reflexión inmanente, pero en “Algunos con-
ceptos”, sección del libro escrita con posterioridad, ya sólo aparece con su sentido mecánico para ser criticado. En ningún mo-
mento, de cualquier forma, parecía existir entonces la intención de hacer del término “reflejo” un concepto teórico.
ISBN: 1885-477X
29.- Sobredeterminación que Balibar y Macherey están pensando ya unida a la subdeterminación, de ahí su insistencia en los efec-
tos estéticos. Por aquellos años, Juan Carlos Rodríguez en Teoría e historia de la producción ideológica, utilizaba el concepto de
dialéctica productiva para explicar la relación entre la sobredeterminación y la, consecuente, subdeterminación; en este caso,
la relación entre la nueva matriz ideológica animista que surge frente a la ideología feudal en el Renacimiento y la produc-
ción poética de Garcilaso de la Vega: “En una palabra, pues, la matriz animista –y su noción de alma bella– determina siem-
pre en última instancia al proceso poético de Garcilaso. Pero a la vez este proceso poético no consiste más que en la produc-
ción (y reproducción) específica de esta noción de alma bella (y de la ‘lógica’ animista que comporta)” (J. C. Rodríguez, Teoría
e historia de la producción ideológica, op. cit., pág. 158).
MISCELÁNEA
La distancia interior
obras estudiadas, un conocimiento que además conci- Bertolazzi y Brecht (Notas acerca de un teatro mate-
be las contradicciones que definen la obra al mismo rialista)” en el verano de 1962. El escrito es una inter-
YOUKALI, 15
30.- Véase Louis Althusser, “Lettre sur la connaissance de l’art (réponse à André Daspre)”, en Écrits philosophiques et politiques, to-
mo II, op. cit., pág. 582 (trad. esp.: en este volumen, pág. 46).
31.- Véase P. Macherey, Pour une théorie..., op. cit., págs. 97-8 (81-2).
32.- Louis Althusser, “Devant le surréalisme: Alvarez-Rios”, en Écrits philosophiques et politiques, tomo II, op. cit., pág. 591 (trad.
esp.: en este volumen, pág. 46).
ISBN: 1885-477X
33.- Louis Althusser, “Sur Lucio Fanti”, en Écrits philosophiques et politiques, tomo II, op. cit., pág. 613 (trad. esp.: en este volumen,
pág. 84).
34.- Louis Althusser, “Lam”, en Écrits philosophiques et politiques, tomo II, op. cit., pág. 620 (trad. esp.: en este volumen, pág. 88).
También en “Perché il Teatro?”, artículo de periódico que recoge una presentación realizada por Althusser a petición del
Teatro Mínimo, grupo de aficionados de la provincia italiana de Forlì, y que es comentado por Warren Montag en su Louis
Althusser, se refiere el pensador francés a la distancia interna como estructura general que puede adoptar diferentes formas
que, a su vez, explicarían cuatro tipos distintos de teatro. Véase Warren Montag, Louis Althusser, Palgrave Macmillan, Londres,
2003, pág. 32 (trad. esp.: en este volumen, pág. 187).
MISCELÁNEA
vención ante la agria recepción con la que los críticos tico, de su dialéctica, el hecho de que ocurre siempre,
franceses habían acogido ese mismo año la represen- dice Althusser, “entre bastidores” (à la cantonade), en
tación de la obra de Carlo Bertolazzi El Nost Milan un rincón, en el último momento, en los márgenes. La
(1893) por parte del Teatro Piccolo bajo la dirección de explicación que da Althusser, y la lección que preten-
Giorgio Strehler. Según Althusser, el principal malen- de extraer, de esa dialéctica entre bastidores o en los
tendido de la recepción de El Nost Milan consiste en márgenes, es que no es una dialéctica de la conciencia,
haberla considerado una pieza de carácter melodra- ya que la conciencia actúa siempre en el centro. Es
mático, cuando precisamente de lo que se trata es de más, esa dialéctica no es una dialéctica de la concien-
una crítica de las ilusiones sobre las que descansa el cia, porque la conciencia, siempre centrada y unitaria,
melodrama, pero de una crítica que la representación no puede ser dialéctica, esto es, internamente conflic-
realiza a través de su estructura latente. tiva. Toda dialéctica que se atribuya a una conciencia
La estructura latente de la representación que el es, por principio, una falsa dialéctica, una dialéctica
Piccolo Teatro hizo de El Nost Milan consiste en la con- –un conflicto– cuya resolución feliz ha sido decidida
frontación de dos temporalidades opuestas, y de sus de antemano, como en el melodrama. La dialéctica
correspondientes espacios: el tiempo vacío del sub- entre bastidores produce por tanto el efecto de poner
proletariado milanés, un tiempo detenido, y el tiem- en evidencia la falsa dialéctica de la conciencia, pero
po del drama de los protagonistas (Nina, una joven, sobre todo muestra que una dialéctica real sólo puede
su padre, un viejo “tragafuegos”, y Togasso, el malva- darse contra la dialéctica de la conciencia, rompiendo
do) en el que los acontecimientos se precipitan hacia con ella, como Nina rompe con su pasado de niña
la tragedia y la ruptura: “de una parte un tiempo no- arropada por las ingenuidades de su padre y se diri-
dialéctico en el que no pasa nada, sin necesidad inter- ge hacia el mundo hostil de la realidad, en su caso
na alguna que provoque la acción, el desarrollo; de la probablemente hacia el mundo de la prostitución37.
otra un tiempo dialéctico (el del conflicto) empujado Si ésta es por tanto la distancia “producida en el
por su contradicción interna a producir su devenir y seno de la pieza misma”38 que constituye la esencia de
su resultado”35. El Nost Milan, Althusser va a insistir ahora en lo que
Lo importante es que la puesta en escena de la entiende por el carácter latente de esta estructura y de
obra utiliza diversos procedimientos para poner en esta significación. “Estructura latente” no quiere decir
evidencia la distancia que separa, la oposición incluso para Althusser una estructura escondida, aunque hay
entre las dos temporalidades. La representación “nos que reconocer que el término “latente” y las repetidas
da justamente, dice Althusser, la percepción directa de referencias a una supuesta “profundidad” no ayudan
es[os] tiempo[s]”36. Lo que se consigue con la disocia- a comprender el concepto que Althusser pretende
ción interna de la pieza es convertir en significativa no exponer aquí. La estructura no está oculta, la estructu-
la relación que pueda haber entre los dos tiempos, ra se da a ver –y en este caso expresamente porque la
sino la ausencia de relación. O mejor dicho, la relación puesta en escena ha acentuado con diferentes procedi-
entre los dos tiempos, su significación, consiste en la mientos la oposición entre ambas temporalidades. Lo
ausencia de relación. Más en concreto, lo que esa diso- que sucede es que la crítica de la conciencia melodra-
ciación permite es confrontar las ilusiones melodra- mática que produce esa estructura no se enuncia ver-
máticas del padre de Nina con la realidad de las con- balmente en ningún momento, no la pronuncia nin-
diciones de existencia del subproletariado milanés, gún personaje, no son ellos los que realizan la crítica
que son también las suyas. Las da a ver efectivamen- ni, como veremos, la pueden realizar: la crítica se pro- página 101
te como ilusiones impotentes que forman parte de las duce a sus espaldas. Aunque la crítica con palabras
condiciones de miseria vital y social. Y, al mismo pudiera acompañar en forma de “apartes”, como
tiempo, explica la reacción final de Nina, su ruptura sucede en muchas obras de Brecht, la crítica funda-
con el mundo de mentiras e ingenuidades que repre- mental es la que “se da a percibir al público sin que
YOUKALI, 15
senta su padre, su huída hacia el mundo real. éste pueda traducir directamente esta presencia en tér-
Dos reflexiones añade en este punto Althusser. La minos de conciencia clara”39. La traducción, digamos,
primera es sobre una característica del tiempo dramá- tiene que ser indirecta, a través de un desplazamiento
ISBN: 1885-477X
35.-.- L. Althusser, “Le ‘Piccolo’…”, op. cit., pág. 138 (113; traducción ligeramente modificada).
36.- Ibíd., pág. 136 (111).
37.- Como la dialéctica materialista de Marx rompe con la dialéctica de la conciencia de Hegel, que es el debate que recorre to-
do Pour Marx.
38.- Ibíd., pág. 147 (121).
39.- Ibíd., pág. 142 (116).
MISCELÁNEA
ra asimétrica. Ahora bien, dicho así parecería que gía no como sistema de ideas, sino como práctica, a
Althusser rehúye el verdadero problema que plantea pesar de que en este mismo artículo Althusser utilice
el efecto de distanciamiento, esto es, el carácter de la expresiones como el de “falsa conciencia”, que, desde
nueva relación que establece entre la obra y el especta- luego, pertenecen a la antigua concepción marxista.
dor. Es necesaria, por tanto, una tesis complementaria, El concepto que va a guiar, de cualquier manera,
YOUKALI, 15
la más arriesgada de todo el artículo: “Es la pieza la explicación de la conducta-conciencia del especta-
misma la que es la conciencia del espectador”43. dor es el de reconocimiento. Althusser diferencia,
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bres hasta en su carne fatigada: la pesadez de la mate- vo de reconocimiento que da forma a la imagen que
ria, es decir de su vida”47. La opacidad que introdu- se hace de sí mismo.
cen las altas verticales da a ver que el círculo de reco- La segunda consecuencia importante que Althus-
nocimiento posee un afuera que es irrepresentable, ser extrae es que, dado que no podemos reconocernos
ofrece la figura de la ausencia determinada que en la pintura de Cremonini, ella nos da a conocer algo
YOUKALI, 15
página 105
50.- P. Macherey, Pour une théorie..., op. cit., pág. 98 (81-2 ; traducción ligeramente modificada).
51.- Ibíd., pág. 53 (43).
52.- Ibídem.
53.- Ibíd., pág. 97 (81).
54.- Ibíd., pág. 103 (85).
55.- Ibíd., pág. 115 (95).
ISBN: 1885-477X
tencia”68. La diferencia constitutiva se produce a tra- inscripción que deja en la obra su necesaria y múltiple
YOUKALI, 15
tracción absoluta y, por consiguiente, desrealizarla (la déréaliser)” (ibíd., pág. 185 (161)).
65.- Ibíd., pág. 67 (56; traducción ligeramente modificada)).
66.- Ibíd., pág. 55 (45).
67.- Ibíd., pág. 54 (44).
68.- Ibíd., pág. 62 (53).
69.- Será con esos materiales diversos con los que tendrá que construir el “principio de su veracidad”, su “mundo propio”, su
independencia respecto de “las normas de toda conformidad exterior” (véase ibíd., págs. 58-9 (48-9)).
MISCELÁNEA
incompletud de la obra no es un vicio de su naturale-
za, sino una virtud en el sentido spinoziano. La obra
no es un monumento, en efecto, pero tampoco es una
ruina. Años más tarde, en “El problema del reflejo”,
Macherey insistirá expresamente sobre este punto
ple es una forma de fracaso. La distancia interior, aun- Ahora bien, traer a colación la teoría de la lectura
que ella misma y el coro de expresiones que la acom- sintomática es pertinente también al menos por otra
paña sean variantes de la negatividad, no es una razón. A raíz de la conexión entre los trabajos sobre
determinación negativa, como ya hemos dicho, sino arte de Althusser y Macherey y la lectura sintomática
en tanto que efecto de un trabajo de lo positivo. La podemos comparar el concepto de distancia interior
ISBN: 1885-477X
que Althusser y Macherey utilizan en los primeros, y de la falsedad del campo anterior. Por su lado, en los
el concepto de límite interno al que Althusser se refie- escritos sobre arte, se tratan de explicar las causas por
re en su exposición de la última. las que se produce en una obra una determinada dis-
Althusser introduce el concepto de límite interno tancia interior, pero no está en juego un cambio de
dentro de la discusión en torno al modo en que es problemática entre la obra y la explicación.
posible pensar un cambio de problemática. Si una La distancia interior, no obstante, no deja por ello
problemática no fuera sino una determinación de lo de producir un efecto específico que consiste en una
visible o lo inteligible, el cambio de problemática sólo cierta manera de “apropiarse” del mundo. Por la dis-
podría explicarse como la sustitución de una proble- tancia interior, “lo que el arte nos da a ver, es decir, nos
mática por otra exterior, ambas enteramente extrañas da en la forma del “ver”, del “percibir” y del “sentir”
entre sí. Pero, la problemática no sólo determina un (que no es la forma del “conocer”), es la ideología de la
campo de lo visible o inteligible, sino que además que nace, en la que se baña, de la que se aparta en
define igualmente lo invisible o lo ininteligible. “Lo tanto que arte y a la que hace alusión”77.
invisible, dice Althusser, es definido por lo visible
como su invisible, su prohibición de ver”73. Toda pro-
blemática está interna y necesariamente dividida. Se
construye sobre la división entre lo visible y lo invisi-
ble. Esta división constitutiva, interna, en tanto que
resultado de una construcción, ha de entenderse ade-
más como un enfrentamiento, una configuración de
fuerzas interna, siendo lo invisible aquello activamen-
te prohibido, reprimido, excluido, etc.74 El antagonis-
mo, y con él la posibilidad de cambio, está implicado
en la misma producción y reproducción de la proble-
mática: como dice Althusser, “su no ver [es] interior a
su ver”75. La implicación de lo invisible en lo visible,
del antagonismo o de la división en la reproducción,
es a lo que llama Althusser “límite interno”.
Ahora bien, “en ciertas circunstancia críticas muy
particulares”, el límite interno, lo invisible implicado
en lo visible, “desaparece (se dérobe) ... en forma de Para calibrar, de cualquier manera, el alcance de la
lapso, ausencia, carencia o síntoma teóricos”76. La concepción de la producción artística de Althusser y
invisibilidad adquiere entonces una cierta presencia Macherey es indispensable atender al modo en que
para una determinada mirada, la mirada de un cono- con su teoría de la distancia interior intervienen en la
cimiento productivo que trabaja ya en un proceso de que quizás sea la polémica principal dentro del
cambio de problemática. campo del pensamiento y de la práctica del arte
Tal como lo presentan Althusser y Macherey en moderno y contemporáneo. Nos referimos al debate
los escritos sobre arte que hemos visto, el concepto de en torno a la impotencia o el poder del arte. Cuando
distancia interior no es muy distinto del de límite el arte es percibido, como hacen Kant o el esteticismo,
página 108
interno, incluyendo por supuesto, su carácter antago- en tanto que actividad impotente, desinteresada o
nista y el hecho de que el antagonismo está sobrede- pura o formal, su esencia es pensada como la distan-
terminado y es esa sobredeterminación la que hay en cia que la obra instaura respecto a las coerciones de la
ambos casos que explicar. El papel que juegan, sin vida real. La crítica de Althusser y Macherey a esta
embargo, es diferente. El límite interno se aduce para posición hegemónica, sin embargo, no consiste en
YOUKALI, 15
explicar la elaboración de un nuevo sistema de pro- denunciar la imposibilidad de una distancia perfecta
blemas que reconfigure un nuevo espacio de visibili- o en proponer una fusión entre arte y vida o una
dad/invisibilidad capaz de ser índice de su verdad y superación del arte en la vida, opciones todas ellas
ISBN: 1885-477X
73.- L. Althusser, “Du Capital à la philosophie de Marx”, op. cit., pág. 20 (31).
74.- Véase en este sentido el fragmento excluido en la segunda edición que los editores de la versión de PUF anotan como varian-
te 12 de “Du Capital à...” en L. Althusser et al, Lire le Capital, op. cit. pág. 636.
75.- L. Althusser, “Du Capital à la philosophie de Marx”, en ibíd., pág. 17 (28).
76.- Ibíd., pág. 21 (32; traducción ligeramente modificada).
77.- L. Althusser, “Lettre sur la connaisance de l’art...”, op. cit., pág. 582 (62).
MISCELÁNEA
propuestas a lo largo del siglo XX desde diferentes cuando en la producción de la obra se plantea expre-
colectivos teóricos o artísticos. Althusser y Macherey samente el problema de un teatro épico y del efecto de
propugnan un desplazamiento de la problemática. Lo distanciamiento, como en Brecht, que cuando el pro-
específico de la práctica artística es, en efecto, una dis- blema en cuestión es el de escribir “novelas de la cien-
tancia, pero no una distancia con respecto a una pura cia”, al modo de Julio Verne. Por ejemplo, cuando la
exterioridad, sino una distancia interior efecto de un obra se encuentra dentro de la problemática de la per-
trabajo positivo de (re)producción/exclusión. Lo dis- fección formal o mimética, se constituye como una
tanciado no es externo a la obra: lo distanciado es inte- intensa denegación del antagonismo interno, un
rior a lo acogido por ella: es el antagonismo implica- esfuerzo por dar una resolución imaginaria al conflic-
do en su constitución. Es más, la distancia interior no to real inscrito en el objeto artístico.
lo es con respecto a la vida real, lo que la obra pone a Avanzando en esta línea, en los textos sobre el arte
distancia dándonoslo a ver, sentir, percibir no son las escritos en 1968, Althusser se refiere a otras dos
condiciones reales de existencia, sino nuestra relación modalidades de la distancia interior. La primera de
imaginaria con esas condiciones, esto es, la ideología, ellas es la que al final de “Sobre Brecht y Marx” llama
una determinada ideología. el “juego” con lo ideológico (“con las ideas y los com-
Observada desde la perspectiva de Althusser y portamientos”).
Macherey, lo que la posición hegemónica idealista
considera la vida real no son sino los sistemas de reco- Cuando se viene al teatro para buscar una buena
nocimiento ideológico de los que la obra nunca se auto-afirmación, un buen auto-reconocimiento, es
desprende. Bien al contrario, la obra no podría existir porque no se está del todo seguro de uno mismo,
si no asumiera esos mecanismos de reconocimiento: porque se duda un poco de uno mismo.
Naturalmente, eso no se confiesa, pero forma
está hecha de ellos. Los condicionantes ideológicos,
parte del placer que se espera. Por eso el teatro
esos tejidos de interpelaciones de los que la obra se sólo resulta verdaderamente placentero cuando
compone están, no obstante, sometidos a procesos de juega con ese riesgo, con ese peligro, con esa duda
tensión, de contradicción, de retorcimiento o de mani- –para apartar finalmente todo riesgo, todo peli-
pulación tales que obligan a la ideología a hacerse gro, toda duda... Eso da al espectador un placer
perceptible como tal, desplazan el reconocimiento o doble. Primero, ríe porque cree que son siempre los
lo someten a un “juego” de distorsión o de delirio otros los que tienen miedo, dudan, etc. Después
pasajeros. En consecuencia, si el arte da a ver, sentir, está contento, porque a fin de cuentas todo se
percibir la ideología es porque es capaz de distanciar arregla siempre, de una forma u otra, y el placer es
el efecto de reconocimiento. Ese es su poder, su efec- multiplicado por los peligros que se han tenido
tividad, su realidad. tan cerca.78
Pero, si asumimos que la distancia interior despla-
za al menos parcialmente el mismo repertorio de En esta modalidad del riesgo ficticio, el juego con el
reconocimientos que la obra hace suyos, no por ello reconocimiento sólo sirve como confirmación del
hemos de dejarnos arrastrar por la ilusión revolucio- mismo. En lugar de crítica social, tenemos una sumi-
nista. No hay ninguna base para defender que tal des- sión en toda regla a las convenciones dominantes. El
plazamiento genera de manera inmediata una crítica
social, una crítica de la ideología dominante y, menos
todavía, una crítica a toda ideología. De la misma página 109
manera que el síntoma teórico sólo puede ser “visto”
por una “mirada instruida”, tal como afirma
Althusser para la lectura sintomática, la interpelación
desplazada que produce la distancia interior de la
YOUKALI, 15
78.- L. Althusser, “Sur Brecht et Marx”, op. cit., pág. 575-6 (77).
MISCELÁNEA
con la muerte...” Y, sin embargo, la muerte de Judy es rentes como son el hambre y el sexo. La unión des-
también un nuevo “error” de “Scottie”. Una vez más ajustada le permite al personaje decir dos cosas a la
la intervención del policía ha propiciado que alguien vez (como sirve a dos patrones). Arlequín es en esto
cayera al abismo. un representante del pueblo, ya que:
La segunda modalidad de funcionamiento de la
YOUKALI, 15
distancia interior a la que se refiere Althusser aparece sólo el pueblo puede ‘decir’ esas cosas, ‘decirlas’
en la “Carta a Paolo Grassi”. Como apunta François en voz alta, decir en voz alta lo que los demás
callan: que el mundo (de los hombres y de sus
Matheron en la Presentación del segundo volumen
relaciones) descansa en última instancia sobre dos
de los Écrits philosophiques et politiques79, esta carta
ISBN: 1885-477X
79.- Véase François Matheron, “Présentation”, en Écrits philosophiques et politiques, tome II, op. cit., pág. 31.
80.- L. Althusser, “Sobre Brecht y Marx”, op. cit., pág. 574 (76).
81.- Louis Althusser, “Lettre à Paolo Grassi”, en Écrits philosophiques et politiques, tome II, op. cit., pág. 558 (trad. esp.: en este vo-
lumen, pág. 81).
MISCELÁNEA
‘realidades’, cuyos ‘nombres’ son el hambre y el
sexo. Solo los que tienen hambre pueden llamar al
hambre por su nombre, pero para llamarlo por su
nombre, es necesario decir que también es sexo,
tiene que ‘ser’ sexo. Lo que debe entenderse en
múltiples sentidos…, ante todo en el sentido más
general del hambre de tener hambre, que puede lle-
var el nombre genérico de vitalidad, o con más
precisión el de combatividad, el deseo de luchar por
‘salir’…, por ‘vivir’, esto es, sobrevivir, venciendo
a los adversarios que tienen todos los medios y
todo el poder.82
de una permanencia”84. Sustituyendo “escritura” por ca artística modernas y contemporáneas85. Por otro
ISBN: 1885-477X
lado, sin embargo, esto no significa que no existan la intención individual de un único autor o la
experiencias reales de insumisión dentro y fuera del intención colectiva de una época histórica.
arte que hayan abierto y abran distancias respecto de Paradójicamente, sólo cuando abandonamos la
sistemas completos de reconocimiento. En la misma noción de autor como origen, podemos comenzar
obra de Althusser es posible encontrar algunos ejem- a estudiar las maneras históricamente determina-
plos donde esta distancia produce efectos de crítica das en las que los individuos son “reclutados” e
real. En un texto de 1970 titulado “Sobre la evolución interpelados en tanto que autores por los diferen-
del joven Marx”, Althusser explica las circunstancias tes aparatos ideológicos y represivos.
que llevan a Marx a romper con la filosofía hegeliana 2.- Una vez reconocemos la materialidad irreductible
remitiendo a su posicionamiento político del lado del de las obras, se hacen visibles y cognoscibles los
proletariado insumiso, posición desde la que se hacen conflictos y contradicciones que les son propios. Es
visibles los mecanismos de explotación y domina- aquí, dentro de la obra, donde aparece la historia,
ción, que de otra manera quedaría ocultos por la ide- la historia que es ella misma un conflicto de fuer-
ología dominante86. En el famoso “Ideología y apara- zas sin origen, fin o racionalidad interna. Esta es
tos ideológicos de estado” (1971) se refiere a un reco- otra manera de decir que la obra no posee ni inte-
nocimiento del reconocimiento ideológico, diferente rior ni exterior, ni superficie ni profundidad (o, si
de su conocimiento87. Y más tarde en “Maquiavelo y tales nociones son de alguna manera inevitables,
nosotros” (1972-1986), hablará de “un pensamiento podríamos decir que la obra es toda ella superficie
de la distancia (écart)” que por su propia construcción sin profundidad, todo está expuesto y nada hay
hace sitio a la práctica política88. En cualquier caso, escondido) y que no es de ninguna manera exter-
tampoco podemos contentarnos con apelar a la posi- na a la historia o a la “realidad”.
bilidad en general de abrir distancias. Son los encuen- 3.- El conocimiento de un artefacto cultural dado no
tros que producen una situación o coyuntura concre- se limita a las condiciones históricas de su emer-
ta los que determinan el carácter transformador o no gencia. Nunca puede ser explicado de una vez por
de un distanciamiento ideológico particular. todas. La obra es incompleta e interminable. La
frontera que la separa de otras obras es permeable
A modo de resumen, quisiéramos acabar esta intro- y fluctúa constantemente: encuentra otras obras,
ducción reproduciendo las conclusiones con las que sus contemporáneas y las de otros tiempos, y tales
Warren Montag cierra su Louis Althusser, libro del que encuentros generan una reordenación e incluso
hemos extraído el texto traducido para este recopila- una reescritura de las obras, imponiendo nuevos
ción: sentidos y haciendo visible lo que en ellas era pre-
viamente invisible. El hecho de que, en cierto sen-
1.- La obra de arte es irreductible, debe explicarse tal tido, las obras literarias no estén nunca completa-
como es. Explicar la obra tal como es supone das no impide el desarrollo de un conocimiento
renunciar a toda noción de una perfección formal, riguroso de las mismas, del mismo modo que el
coherencia o armonía, junto con toda concepción hecho de que la evolución continúe no es un obstá-
de las obras de arte como sistemas de elementos. culo para la biología.89
Supone dejar de buscar el principio originario al
que la acción de conocimiento reduciría a la obra,
página 112
YOUKALI, 15
86.- Louis Althusser, “Sobre la evolución del joven Marx”, en Elementos de autocrítica (1974), trad. Miguel Barroso, Laia, Barcelona,
1975, pág. 84.
ISBN: 1885-477X
87.- Louis Althusser, “Ideología y aparatos ideológicos de estado (Notas para una investigación”, trad. Albert Roies, en Posiciones,
Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 113-4.
88.- Por su “combinación (agencement) de nociones teóricas distanciadas (écartelées), por medio del décalage entre lo definido y lo
indefinido, lo necesario y lo imprevisible. Este décalage pensado y no resuelto por el pensamiento es la presencia de la histo-
ria y de la práctica política en la teoría misma” (Louis Althusser, “Machiavel et nous”, en Écrits philosophiques et politiques, to-
me II, op. cit., pág. 139).
89.- Warren Montag, Louis Althusser, Palgrave Macmillan, Nueva York, 2003, págs. 134-5.
MISCELÁNEA
ABECEDARIO DE URBANISMO Y CAPITAL:
LA “F” DE FUNCIONALISMO
A modo de punto de partida: hay, digámoslo así, la ver con un determinado proceso social a través del
tentativa de plasmar teóricamente lo que Jacques Tati que un rasgo esencial de la naturaleza del espacio re-
mostró cinematográficamente en su filmografía. al, aquél por el que dos cuerpos no pueden estar loca-
lizados en el mismo lugar, ha sido transformado en
Abecedario de urbanismo y capital una institución característica del modo de producción
en que dicho proceso se inscribe:
Antes de su fusión con una praxis revolucionaria
generalizada, el urbanismo es forzosamente el pri- «un importante atributo del espacio físico es el de
mer enemigo de todas las posibilidades de la vida que dos personas o cosas no pueden ocupar exacta-
urbana de nuestra época. mente el mismo emplazamiento y este principio,
(InTeRnACIonAL SITuACIonISTA, Crítica del urbanismo) cuando está institucionalizado como propiedad pri-
vada, tiene consecuencias muy importantes para la
La sociedad desea violentamente algo que obtendrá teoría del uso del suelo urbano y para el significado
o no obtendrá. del valor usado y del valor cambiado»2.
Todo reside en eso, todo depende del esfuerzo que
se haga y de la atención que se conceda a estos sín- en particular, el estudio del uso del suelo urbano, en
tomas alarmantes. el sentido amplio de la investigación sobre los proce-
Arquitectura o revolución. S
sos sociales de determinación de la morfología de la
e puede evitar la revolución.
(Le CoRBuSIeR, Hacia una arquitectura)
ciudad y de los valores de uso y de cambio dados a
sus “morfemas”, puede partir, entre otras, de dos hi-
pótesis muy fértiles pero diversas en su manera de
Con la “D”, desigualdad.
concebir esos procesos, a cuyo conjunto se ha dado el
en el espacio lógico, es motivo de celebración: fru-
nombre de “urbanismo”.
to de un riguroso ejercicio de discernimiento, se ha
Según la hipótesis de David Harvey, el urbanismo
descubierto una nota que permite dar por no iguales
es, de iure, «una forma social, un modo de vida basa-
dos conceptos y distinguirlos, pues de no haber sido
do […] en una cierta división del trabajo y en una cier-
encontrada, nos hubiéramos visto en el deber de
ta ordenación jerárquica de las actividades coherente
aceptar una identidad en virtud de su indiscernibili-
[…] con el modo de producción dominante»3, de tal
dad (sonoros aplausos de Leibniz).
forma que, sostiene,
en el espacio urbano, ella es motivo de segrega- página 113
ción, de insalubridad, de aislamiento, de depaupera-
«al igual que cualquier otra forma social, el urbanis-
ción y de infinitas injusticias más (manos a la cabeza mo puede mostrar una considerable variedad de
de Leibniz)1, y que ello sea así tiene precisamente que
YOUKALI, 15
1.- Las manos a la cabeza no tienen tanto que ver con el elenco de injusticias aquí mencionadas, cuanto más bien con la distinción plan-
teada entre espacio lógico y espacio real, pues, tal y como señaló Kant, el error leibniziano consistió en identificarlos, esto es, en ob-
viar que las diferencias establecidas por la sensibilidad entre las cosas son de otra naturaleza que las establecidas por el entendimien-
ISBN: 1885-477X
to entre los conceptos, puesto que la primera puede, por lo pronto, determinar que, como mínimo, dos cosas iguales (lógicamente in-
discernibles) ocupan, sin embargos, distintos lugares (espacialmente discernibles). Así, por ejemplo: «el concepto de un espacio de
un pie cúbico es en sí mismo idéntico, dondequiera que lo piense y cuantas veces quiera yo pensarlo. Pero dos pies cúbicos se dife-
rencian, sin embargo, en el espacio, meramente por sus lugares (numero diversa); éstos son condiciones de la intuición en la cual es da-
do el objeto de este concepto; no pertenecen al concepto, pero sí a la entera sensibilidad» (KRV A282 B338).
2.- HARVey, 1979: 164.
3.- HARVey, 1979: 213.
MISCELÁNEA
mente sólo las condiciones materiales que acompañaron a la implantación del sistema capitalista fueron aquellas que necesariamen-
te permiten el nacimiento del urbanismo (y esas condiciones fueron perfectamente descritas por Marx en La llamada acumulación ori-
ginaria del Capital), es decir, aquellas que propician la existencia de un excedente; pero bien pudiera otro modo de integración (aun-
que no, desde luego, la reciprocidad: «pero una economía dominada por la reciprocidad no puede crear formas urbanas» HARVey,
1979: 219) generar históricamente las condiciones materiales necesarias para el surgimiento del urbanismo.
8.- LefeBVRe, 1978: 101.
9.- DeBoRD, 2005: 145.
MISCELÁNEA
ro en la jerarquía de las acciones, considerando lo
urbano como efecto, resultado o medio; tal confu-
sión provoca graves consecuencias: conduce a un
pseudoconcepto de lo urbano, el urbanismo, a la apli-
cación de la racionalidad industrial y a la renuncia
de la racionalidad urbana».13
10.- LefeBVRe, 1978: 103. Más adelante veremos que en Lefebvre “simultaneidad” (lo propio de lo urbano) se opone a “separación” (lo
propio del urbanismo).
11.- LefeBVRe, 1972: 8. La posición metodológica de lo urbano es exactamente la que sigue: «Lo urbano (abreviación de sociedad urbana)
se define, pues, no como realidad consumada, situada en el tiempo con desfase respecto de la ciudad actual, sino, por el contrario, página 115
como horizonte y como virtualidad clasificadora. Se trata de lo posible, definido por una dirección, al término del recorrido que llega
hasta él. Para alcanzar dicho posible, es decir, para realizarlo, es necesario primeramente evitar o abatir los obstáculos que actualmen-
te lo hacen inviable. ¿el conocimiento teórico puede mantener en la abstracción dicho objeto virtual, objetivo de la acción? no. Desde
este momento puede afirmarse que únicamente es abstracto en cuanto abstracción científica, es decir, legítima» (LefeBVRe, 1972: 23).
Como se irá viendo, Lefebvre planteará nuevas oposiciones (además de la señalada en la nota 10): la teoría urbana (es decir, la estra-
YOUKALI, 15
tegia de conocimiento en virtud de la que es posible la apropiación teórica de lo urbano) se opone a la ideología urbanística, mien-
tras la práctica urbana (es decir, el conjunto de proyectos y movimientos propios de la sociedad urbana) se opone al urbanismo ide-
ológico. el segundo orden (práctico) se apoya, evidentemente, en el primero (epistemológico), de tal forma que la teoría urbana es a
la práctica urbana lo que la ideología urbanística es al urbanismo ideológico.
12.- Como forma que es, «es y no es. Sólo tiene realidad en los contenidos y sin embargo se desprende de ellos. Tiene una existencia men-
tal y una existencia social» (LefeBVRe, 1978: 108), es, por tanto, causa formal de lo urbano: «es la misma forma la que se debe explo-
rar, en tanto que generadora de un objeto virtual, lo urbano, punto de encuentro y de reunión de todos los objetos y sujetos existen-
ISBN: 1885-477X
ciendo de la enfermedad capitalista, ciudad en que «la producción del espacio no es nueva en sí. Los
por lo tanto, y eso será lo propio de su forma (no ur- grupos dominantes siempre han creado uno u otro
bana, sino urbanística), todo lo que aparece lo hace espacio particular […]. La novedad es la producción
bajo la forma de la mercancía. Que todo morfema y global y total del espacio social. esta enorme exten-
sión de la actividad productora se realiza en función
todo semantema que quieran serlo de la morfología y
de los intereses de aquellos que la inventan, la admi-
semántica de la ciudad16 deban poder instituirse co-
nistran y la aprovechan (ampliamente). el capitalis-
mo mercancía significa, en primer término, que ade- mo parece agotarse. Ha encontrado una nueva ins-
más de ser valor de uso (es decir, de ser algo «que piración en la conquista del espacio»19.
merced a sus propiedades satisface necesidades hu-
manas del tipo que fueran»17), y además valor de uso no ha de perderse de vista que en dicha producción
para otros, deben ser valor de cambio (deben estar del espacio, como se ha venido señalado, están entra-
destinados al intercambio, luego deben poder ser in- ñadas tanto la anatomía de la ciudad como las prác-
tercambiables con toda otra mercancía). ticas que en ella se inscriben (la fisiología de la socie-
esto, en la sociedad capitalista, implica a su vez dad urbanística) y en que ella misma consiste (de ahí
dos cosas: llamaremos a la primera “la posibilidad de que se haya hablado siempre de morfemas y seman-
descualificación”, es decir, al estar destinados al inter- temas):
cambio, deben poder ser tratados, haciendo abstrac-
ción del valor de uso, como mera cantidad; y a la se- «La ciudad […] y lo urbano no se reconstituyen a
gunda “la hegemonía del valor de cambio”, esto es, partir de signos de la ciudad, de los semantemas de
inscritos en un mercado en el que se debe hacer abs- lo urbano, y eso que la ciudad es un conjunto signi-
tracción del valor de uso (que, salvo contadas excep- ficativo. La ciudad no es únicamente un lenguaje [es
ciones, puede ser instituido o ser desterrado como tal decir, una morfología, una sintaxis, una semántica],
por el propio mercado), éste debe ser enteramente su- sino una práctica»20.
peditado al valor de cambio; o, en palabras de
Debord: «el valor de cambio sólo pudo formarse por esta producción capitalista global y total del espacio
delegación del valor de uso, pero, al haber derrotado (la producción de la ciudad y de la sociedad urbanís-
a éste último con sus propias armas, ha creado las tica) es, precisamente, lo que Debord ha venido en lla-
condiciones para una dominación autónoma»18. mar “la sociedad del espectáculo”:
Dado que lo dicho hasta ahora lo ha sido por rela-
ción a la ciudad, en particular a la forma urbanística «el espectáculo es el momento en el cual la mercan-
cía alcanza la ocupación total de la vida social. no es
de la ciudad, y que por tanto de lo que se está tratan-
únicamente que se haga patente la relación con la
do es de la producción capitalista del espacio (preten-
mercancía, sino que ya no hay otra cosa más que esa
didamente) urbano bajo la forma del urbanismo, es relación: el mundo visible es su mundo. La produc-
necesario introducir una tercera implicación, específi- ción económica moderna amplía su dictadura tanto
ca de la sociedad capitalista actual (ergo de la ciudad en extensión como en intensidad»21.
actual), que podemos designar, de la mano de
Lefebvre, como “la producción global y total del espa- en efecto, lo que en Lefebvre es la inversión de la rela-
cio social”, es decir, ción entre urbanización e industrialización es, en la
Internacional Situacionista, el espectáculo: la indus-
página 116
YOUKALI, 15
16.- La analogía lingüística no es casual, la ciudad significa a la sociedad que alberga, tal y como señaló engels en La situación de la clase
obrera en Inglaterra: «el orden y el desorden urbanos (de la ciudad y de la habitación) engels los descubre y los llama significativos.
Revelan a la sociedad entera» LefeBVRe, 1973: 22.
17.- MARx, 1984: 43.
18.- DeBoRD, 2005: 57.
19.- LefeBVRe, 1972: 160.
ISBN: 1885-477X
20.- LefeBVRe, 1978: 118. y la práctica es, ante todo, una subjetividad y su correlativa manera de vivir: «en efecto, el interés del “tejido ur-
bano” no se limita a su morfología. es el armazón de una “manera de vivir” más o menos intensa o desagradada […]. Sobre la base
económica del “tejido urbano” aparecen fenómenos de otro orden, de otro nivel, el de la vida social y “cultural” […]. Semejante ma-
nera de vivir implica sistemas de fines y sistemas de valores» (LefeBVRe, 1978: 26). De ahí que Harvey afirme «then the question of
what kind of city we want cannot be divorced from the question of what kind of people we want to be, what kinds of social relations
we seek, what relations to nature we cherish, what style of daily life we desire, what kinds of technologies we deem appropriate,
what aesthetic values we hold» (HARVey, “The right to the city”, http://davidharvey.org/media/righttothecity.pdf,, 1).
21.- DeBoRD, 2005: 55.
MISCELÁNEA
trialización, en lugar de permitir al hombre disponer Podríamos preguntarnos, en el presente horizonte,
de un tiempo libre mayor en duración y ajeno a la ra- cómo se materializan “la posibilidad de descualifica-
cionalidad industrial (mercantilista) de su tiempo de ción”, “la hegemonía del valor de cambio” y “la pro-
trabajo, esto es, en lugar de liberar a la fuerza de traba- ducción global y total del espacio social” en relación
jo y permitir la afloración de una sociedad con tiempo con la ciudad; podríamos, más precisamente, cuestio-
verdaderamente libre (pues libre implica también libre narnos si es posible rastrear en la historia del propio
del tiempo de la producción capitalista), en lugar de urbanismo algún movimiento arquitectónico que
permitir (en términos lefebvrianos) la urbanización de ejemplifique paradigmáticamente dicha materializa-
la sociedad, la llegada de la sociedad urbana, ha exten- ción. La respuesta a este interrogante inicial la halla-
dido sus dominios global y totalmente, apropiándose mos en la determinación de la esencia de del urbanis-
también del tiempo de ocio que ella misma habilitó mo, del (ateniéndonos a la noción de esencia que ha
mediante los avances tecnológicos. Así, tenido a bien proporcionarnos la entera historia de la
filosofía) en qué consiste el urbanismo entendido, tal
«esta inactividad no está en ningún sentido liberada y como hasta ahora hemos dilucidado, como la forma
de la actividad productiva: depende de ella, constitu- de la producción capitalista del espacio social de la
ye una sumisión atenta y estupefacta a las necesida- ciudad. Los propios integrantes del Congreso Inter-
des y resultados de la producción; es, en cuanto tal, nacional de Arquitectura Moderna (C.I.A.M.), con Le
un producto de su racionalidad […]. De modo que la
Corbusier a la cabeza, nos lo descubrían en 1933 en la
actual “liberación del trabajo”, el aumento del tiem-
po de ocio, no es en modo alguno una liberación en
Carta de Atenas: «el urbanismo ya no puede estar so-
el trabajo, ni una liberación del mundo conformado metido exclusivamente a las reglas de un esteticismo
por ese trabajo. La actividad enajenada en el trabajo gratuito. es, por su esencia misma, de orden funcio-
nunca puede recuperarse mediante la sumisión a los nal»24. el funcionalismo, que hubo de «hacer com-
resultados de ese mismo trabajo alienado»22. prender a la sociedad que la función era generadora
de forma»25, se nos plantea entonces como modelo de
Mutatis mutandis, lo que en Lefebvre es la devolución urbanismo capitalista por antonomasia, portador del
de su sentido a la urbanización por parte de la indus- urbanismo en su esencia y de la esencia del urbanis-
trialización, es en el situacionismo la devolución del mo. Hallada así la respuesta, ¿en qué sentido el fun-
tiempo de la vida al espacio social, de la historia a la cionalismo materializa eminentemente los tres aspec-
ciudad por parte del mercado: tos de la producción capitalista del espacio social ini-
cialmente identificados?
«La historia, que amenaza a este mundo crepuscu- en relación a “la posibilidad de descualificación”,
lar, es asimismo la fuerza que puede someter al es- ella nace a partir de una abstracción por la que el hom-
pacio al tiempo de la vida. La revolución proletaria bre se define no en virtud de cualidades, sino a través
es la crítica de la geografía humana a través de la cual de funciones y sus correlativas necesidades (es decir,
los individuos y las comunidades han de construir se define por actividades de conformidad con ciertos
los emplazamientos y acontecimientos correspon-
fines supervivenciales): «todos los hombres tienen el
dientes a la apropiación, no ya únicamente de su tra-
bajo, sino de su historia toda»23.
mismo organismo, las mismas funciones. Todos los
hombres tienen las mismas necesidades»26, en parti-
página 117
23.- DeBoRD, 2005: 150. e insiste: «La ciudad es el elemento de la historia por ser, al mismo tiempo, una concentración de poder social
que posibilita la empresa histórica, y una conciencia del pasado. La actual tendencia hacia la liquidación de la ciudad expresa, pues,
a su manera, la falta de subordinación de la economía a la conciencia histórica y la falta de una unificación de la sociedad mediante
la cual ésta recupere los poderes de los que ha sido separada» (DeBoRD, 2005: 148-49)
24.- Le CoRBuSIeR, 1973: 146. La crítica al urbanismo anterior (en su esteticismo inútil) y la reivindicación del urbanismo moderno (en su
funcionalismo útil) tienen claras resonancias cartesianas, recuérdese, por ejemplo, a Descartes reivindicando una filosofía encamina-
da a la “práctica” (científica, es decir, guiada por un método) para el dominio de la naturaleza, frente a la filosofía especulativa: «pues
esas nociones me han enseñado que es posible llegar a conocimientos muy útiles para la vida, y que, en lugar de filosofía especula-
ISBN: 1885-477X
tiva, enseñada en las escuelas, es posible encontrar una práctica, por medio de la cual […] hacernos como dueños y poseedores de la
naturaleza», (DeSCARTeS, 2005: 118-119). en este sentido señala ortega que «el nuevo “modo de pensar” cartesiano no consiste sólo
en ser un nuevo método para conocer, sino que parte ya de una idea de lo que es el conocer mismo completamente distinta de la tra-
dicional. Teoría no es ya contemplación del ser, sino contemplación de lo útil en el Ser» (oRTeGA y GASSeT, 1994: 244.
25.- SeRRAIno, 2005:10. La frase «form follows function» se le atribuye al arquitecto Louis Sullivan.
26.- Le CoRBuSIeR, 1977: 108. Sin embargo, como reclama Lefebvre, «si bien es verdad que existen necesidades “funcionalizables”, exis-
te también el deseo, o los deseos, al margen y más allá de las necesidades inscritas en las cosas y en el lenguaje […] Al margen de las
MISCELÁNEA
cular, «teniendo en cuenta las funciones claves – habi- funcionalista, implica, por un lado, la consideración
tar, trabajar y recrearse – […]. La circulación, esa cuar- del espacio de forma meramente cuantitativa, pues
ta función, debe tener un único objetivo: poner a las «la arquitectura es sólo ordenamiento […]. La arqui-
otras tres en comunicación útil»27. A partir de esta “te- tectura que no se ocupa de ninguna figuración, de
oría del hombre”, se asume el siguiente precepto: ningún elemento relativo al rostro del hombre […],
que preside las cantidades»30; y permite, por otro, la
«La operación de dar dimensiones a todas las cosas en el homogenización y ordenación absolutas del espacio
dispositivo urbano únicamente puede regirse por la esca- social: «la arquitectura tiene un nacimiento fatal. La obli-
la del hombre. La medida natural del hombre debe gación del orden. El trazado regulador es un seguro contra
servir de base a todas las escalas, que se hallarán en la arbitrariedad. Procura la satisfacción del espíritu»31.
relación con la vida del ser y con sus diversas fun-
esta primera materialización (la descualificación
ciones»28.
del espacio y de las prácticas sociales) habilita a la se-
gunda y a la tercera, es decir, establece las bases teóri-
La ciudad queda definida como “unidad funcional”,
cas y urbanísticas para la producción de un espacio
y «cobrará el carácter de una empresa estudiada de
social al que pueda extenderse la actividad económi-
antemano y sometida al rigor del plan general»29. el
ca del capital (“la hegemonía del valor de cambio”) y
plan, la “planificación” característica del urbanismo
su ideología (“la producción global y total del espacio
social”), de ahí que Debord afirme:
necesidades se sitúa, global y confusamente, “una cosa”, que no es una cosa: impulsión, impulso, voluntad, deseo, energía vital, pul-
sión, como se quiera llamar» (LefeBVRe, 1972: 76-77).
página 118
dida del sujeto cartesiano es la del corbuseriano, es patente allí donde Le Corbusier defiende el trazado regulador señalando que «al
decidir la forma del recinto, la forma de la choza, la situación del altar y de sus accesorios, ha seguido instintivamente los ángulos
rectos, los ejes, el cuadrado, el círculo. Porque de otro modo no podía crear algo que le diese la impresión de que creaba. Porque los
ejes, los círculos, los ángulos rectos, son las verdades de la geometría, son los efectos que nuestros ojos miden y reconocen, de modo
que otra cosa sería azar, anomalía, arbitrariedad. La geometría es el lenguaje del hombre», (Le CoRBuSIeR, 1977: 54).
29.- Le CoRBuSIeR, 1973: 128. y replican los situacionistas: «Planificación es la gran palabra. La palabrota según algunos. Los especialis-
tas hablan de planificación económica y de urbanismo planificado. Después guiñan el ojo con aire de entendidos, y si lo han hecho
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con gracia todo el mundo aplaude. el apogeo del espectáculo es la planificación de la felicidad» (AnDReoTTI y CoSTA, 1996: 119-120).
30.- Le CoRBuSIeR, 1973: 130. una arquitectura que “preside cantidades” sólo puede habérselas con un espacio descualificado, es decir,
con una pura extensión, una res extensa donde «prescindimos de todo, excepto de que tiene la propiedad de poseer figura […] la mul-
titud infinita de figuras [geométricas, recuérdese que a esta afirmación le acompaña el dibujo de las mismas] basta para expresar to-
das las diferencias de las cosas sensibles» (DeSCARTeS, 2003: 130-131).
31.- Le CoRBuSIeR, 1977: 51.
32.- DeBoRD, 2005: 52.
MISCELÁNEA
esto significa, en primer lugar, que el urbanismo cum- to funcionalista con el abaratamiento de los costes de
ple un rol fundamental en el circuito de producción y producción de la casa, véase el apartado siguiente), a
circulación del plusvalor, de tal forma que consideran- su vez ligada a que «la dinámica del cambio de uso
do el plusvalor como una de las posibles expresiones del suelo permanece constante bajo el modo de pro-
del plustrabajo en la sociedad capitalista «entonces ve- ducción capitalista»39. Tercero, la mercantilización de
mos que el urbanismo en las sociedades capitalistas espacios previamente públicos es magníficamente en-
puede ser analizado en función de la creación, la apro- carnada por la transformación funcionalista de las
piación y la circulación de plusvalor»33; en particular plazas (antaño lugares de encuentro vecinal y de ge-
«la ciudad (lo que de ella queda o en lo que se convier- neración de tejido social a través de distintas prácti-
te) es más que nunca un instrumento útil para la for- cas) en superficies de cemento sistemáticamente al-
mación de capital, es decir, para la formación, la reali- quiladas por los ayuntamientos para la publicidad
zación y la repartición de la plusvalía»34. (véanse en Madrid las plazas de Sol, Callao, Santa
el urbanismo funcionalista aporta ilustres ejem- Ana, Puerta del Ángel, Jacinto Benavente, Tirso de
plos de los diversos mecanismos que señalan este rol: Molina, Luna); la transformación de superficies públi-
primeramente, el fomento de la demanda a través de cas en soportes publicitarios (frente a la estación de
la creación de necesidades35 a través del urbanismo metro Vodafone Sol en Madrid, que es una entidad
tiene a su paradigma en «la dictadura del automó- pública, recuérdese a Robert Colle proponiendo que
vil»36, a la que la zonificación basada en el “postula- las paredes de estaciones y andenes pudiesen ser uti-
do de la separación de las funciones”37 del C.I.A.M. lizadas por artistas callejeros); o la transformación, en
proporcionó la coartada perfecta para ser instaurada. base al postulado de la separación de funciones antes
en segundo lugar, el fomento del consumo y su per- mencionado, de calles comerciales en lugares de re-
manente aumento descubren en las casas corbuseria- creo a través de su “peatonalización”40 (siempre en
nas el ejemplo claro de la “obsolescencia programa- Madrid la calle Arenal o la calle fuencarral). Así,
da”38 de las viviendas (sobre la obsesión del arquitec-
37.- «La zonificación es la operación que se realiza sobre un plano urbano con el fin de asignar a cada función y a cada individuo su lu-
gar adecuado. Tiene como base la necesaria discriminación de las diversas actividades humanas, que exigen su espacio particular»
(Le CoRBuSIeR, 1973: 46). Las funciones según el C.I.A.M. son habitar, circular, recrearse y trabajar.
38.- «en la ciudad capitalista contemporánea es la vida económica la que importa […]. Los buenos edificios van siendo derruidos para
dejar paso a nuevos edificios que tendrán un promedio de vida económica cada vez más corto. y no es una mera pasión cultural por
la novedad lo que conduce al derribo y a la construcción en las economías metropolitanas […]. Se trata de una necesidad económi-
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ca. el acortar la vida física y económica de los productos es una estratagema típica para acelerar la circulación del plusvalor en todos
los sectores de la economía» (HARVey, 1979: 282). Marx en su momento también puso en evidencia, en los Manuscritos económico-filo-
sóficos, el proceso de obsolescencia programadade la vivienda, y cómo ello generaba un conflicto de intereses entre el propietario de
la edificación y el del terreno cuyas graves repercusiones sufrían básicamente los inquilinos.
39.- HARVey, 1979: 180.
40.- «¿Qué es, pues, la calle? un escaparate, un camino entre tiendas. La mercancía, convertida en espectáculo (provocante, incitante) ha-
ce de las gentes un espectáculo, unos de otros. Aquí, más que en cualquier sitio, el cambio y el valor de cambio dominan al uso has-
ta reducirlo a algo residual» (LefeBVRe, 1972: 26).
MISCELÁNEA
el segundo rol fundamental que puede ser adscrito al «la calle cumple una serie de funciones que Le
urbanismo en relación con el modo capitalista de pro- Corbusier desdeña: función informativa, función
ducción es aquél que juega en el ámbito las condicio- simbólica y función de esparcimiento. Se juega y se
nes de reproducción del mismo (que, como señala aprende. en la calle hay desorden, es cierto, pero to-
Marx, son relevantes cuanto la producción misma), dos los elementos de la vida humana inmovilizados
rol en virtud del que Lefebvre define al urbanismo co- en otros lugares por una organización fija y redun-
mo «superestructura de la sociedad neocapitalista, es dante, se liberan y confluyen en las calles, y alcan-
zan el centro a través de ellos […]. es un desorden
decir, […] de la sociedad burocrática de consumo dirigi-
vivo, que informa y sorprende»45.
do»42. en este sentido, el funcionalismo aporta una se-
rie de magníficos ejemplos de cómo hay un urbanis-
Por su parte, en lo relativo al orden de las teorías ur-
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campo no sólo por el proceso de industrialización, sino también por la absoluta ineficacia del programa de rehabilitación de las zo-
nas rurales devastadas durante la Guerra Civil. Que fuera precarísima no se debió únicamente a la falta de medios y de tiempo, si-
no fundamentalmente a que el problema lo era por relación al crecimiento de la ciudad, y no a la calidad de vida de las gentes (es
decir, el proyecto era de naturaleza social secundariamente, pues primeramente venía a permitir dar continuidad a la construcción
de vías de circunvalación y a la terminación de los accesos a la ciudad). La diferencia entre los poblados de absorción y los dirigidos
fue que éstos últimos fueron construidos por los futuros habitantes durante sus fines de semana (de ahí viene el término “domingue-
ros”, actualmente utilizado para designar precisamente a su contrario, a los que disfrutan de su domingo en el campo), al poder sus-
tituir el pago de la cuota de entrada (a la que le seguiría una cuota de amortización muy baja) por la prestación personal en la obra.
MISCELÁNEA
decir, son útiles, se trata de «un objeto de función propia del “espíritu de la época”60, de tal forma que
sencilla […] y de fines complejos»57; son construidas «el problema de la casa es un problema de la época.
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hojas de palastro, de las ventanas semejantes a los bastidores de las fábricas. Hay que enorgullecerse de tener una casa práctica co-
mo una máquina de escribir» (Le CoRBuSIeR, 1977: 201).
70.- «Casa en serie “Citrohan” (para no decir Citröen). expresado de otro modo, una casa como un auto, concebida y provista como un
ómnibus o una cabina de barco» (Le CoRBuSIeR, 1977: 200).
71.- «Partiendo del acontecimiento constructivo capital que es el rascacielos norteamericano, bastaría reunir en algunos puntos determi-
YOUKALI, 15
nados esta gran densidad de la población y elevar allí, en 60 pisos, construcciones inmensas […]. A partir del piso catorce, reina la
calma absoluta, el aire puro» (Le CoRBuSIeR, 1977: 43).
72.- Le CoRBuSIeR, 1977: 44.
73.- BACHeLARD, 2006: 57.
74.- BACHeLARD, 2006: 34.
75.- ADoRno, 2006: 43-44.
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76.- «Hay que rectificar las dimensiones de las ventanas y las puertas; los vagones y las limousines nos han probado que el hombre pue-
de pasar por lugares más restringidos y que se puede calcular la distancia por centímetros cuadrados» (Le CoRBuSIeR, 1977: 200). Si
bien Le Corbusier prevé casas de 50 m2, la vivienda social ha derivado en habitáculos de hasta 30 m2 para familias, hay un caso ac-
tual en Iquique (Chile), donde el estudio de arquitectos ha optado por construir viviendas sociales familiares de 36 m2 ampliables
hasta 72 m2 (para lo cual dejan espacios entre las casas) conforme la familia pueda ir pagando la ampliación a plazos.
77.- el arquitecto Luis Cubillo de Arteaga sobre los moradores de los poblados, citado en eSTeBAn MALuenDA, 57.
MISCELÁNEA
ensanche de Vallecas alrededor de La Gavia, etc.), im-
pidiendo por un lado la integración de los residentes
en la vida urbana y la existencia de zonas de sociali-
zación alternativa (vecinal) no mediadas por el consu-
mo. en este sentido los poblados, así como el modelo
funcionalista en que se inspiran, dan continuidad y
cumplimiento a la segregación residencial en las me-
trópolis contemporáneas, determinada por la (estruc-
turalmente en el marco capitalista) dispar distribu-
ción del ingreso, una estructura residencial urbana so-
bre la que Harvey no duda que «podemos considerar
[…] expresión geográfica tangible de una condición
estructural de la economía capitalista»80.
en suma, nos parece revelador que las zonas resi-
denciales funcionalistas respondan con exactitud a
una noción de “habitación”, es decir, del habitar con-
en tercer lugar, la división celular ultraespaciada, es cebido exclusivamente como función, que, lejos de
decir, la distribución de las viviendas en grandes blo- instituirse como un vivir urbano rehabilitador de re-
ques horizontales entre los que hay espacios gigantes- laciones vecinales y posibilitador de una socialización
cos, de tal forma que se imposibilita la creación de un no atravesada por el aparato productivo y reproduc-
espacio casero comunitario, o más precisamente, se tivo capitalista, viene a erigirse, como señala brillante-
reafirma la tendencia a la “monadización” de la po- mente Debord, en un “pseudocampo”:
blación, haciendo de lo casero algo privado y de lo co-
munitario algo público, por tanto instituyéndolos co- «Las condiciones del hábitat y del control espectacu-
mo espacios que han de estar separados. Así, por lar de la actual ordenación del territorio han produci-
ejemplo, en Caño Roto, único poblado en el que esto do un nuevo campesinado: la dispersión espacial y la
no ocurre, se achaca su éxito a que propicia enorme- mentalidad limitada, que desde siempre impidieron
mente las relaciones vecinales a través de su configu- al campesinado emprender acciones independientes
ración no espaciada: y afirmarse como un poder histórico creador, vuelven
a ser la característica de los productores […]. Pero
«Tal vez, el éxito de la agrupación resida en el aire cuando el campesinado […] reaparece como produc-
vernáculo con que se tratan las viviendas unifami-
to de las condiciones de crecimiento de la burocratiza-
liares, formando calles estrechas sin acceso de vehí-
ción estatal moderna, su apatía es ahora apatía históri-
culos, y en la mayoría de los casos en pendiente, ale-
ja este conjunto de la abstracción de orcasitas o camente fabricada y mantenida […]. Las “nuevas ciuda-
entrevías y lo acerca al carácter de los vecinos que des” del seudocampesinado tecnológico se inscriben
viven en ellas»78. claramente en el terreno de la ruptura con el tiempo
histórico, que es el terreno en el que se construyen; su
en cuarto lugar, el aislamiento respecto del centro de divisa podría ser: “nada ha pasado aquí nunca, y
la ciudad, en virtud de la división de funciones (Le nunca pasará nada”».81
Corbusier considera que a los proyectos residenciales página 125
de Garnier sólo se les puede hacer un reproche: «el de
que haya colocado estos barrios de tan poca densidad
en el corazón de la ciudad»79). esto conlleva asimis- BiBLiogrAfíA
mo una centralización de la oferta de ocio y consumo,
YOUKALI, 15
que actualmente adopta la forma de un centro comer- ADoRno, T., Minima Moralia, Akal, Madrid, 2006.
cial (piénsese que todos los nuevos barrios periféricos AnDReoTTI, L. y CoSTA, x. (ed.), Teoría de la deriva y
de Madrid son construidos alrededor de un centro co- otros textos situacionistas sobre la ciudad, Museu
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MISCELÁNEA
PELÍCULAS, CONSPIRACIONES Y CRISIS GLOBAL
En el curioso aunque no heterodoxo enfoque marxista El recurso de la alegoría en concreto permite transfor-
de Fredric Jameson, la economía influye decisivamen- mar una historia individual, un acontecimiento coti-
te en los procesos psíquicos que configuran cualquier diano, en una representación de procesos colectivos,
obra de arte, tanto en su producción como en su recep- en grandes narraciones místicas, como “un instru-
ción. Las obras serían así fantasías políticas que expre- mento conceptual para comprender nuestro nuevo
sarían de manera alegórica las relaciones sociales “que estar-en-el-mundo”4. Apunta a que las representacio-
constituyen a los individuos en una economía política nes culturales lo son de la propia totalidad social, más
concreta”; reflejarían lo que Jameson denomina incons- aún en la actual red multinacional global. Se trata, se-
ciente político. Por supuesto, en la actualidad, la referi- gún Jameson, de una sustitución de la verdadera com-
da economía política se corresponde con el capitalis- prensión del nuevo sistema de control global.
mo tardío, cuya forma cultural es la posmodernidad. Jameson analiza una serie de thrillers conspirati-
Y el cine es el arte posmoderno por excelencia, en gran vos de los años setenta y ochenta en los que detecta
parte debido a que en su interior han desaparecido las recursos artísticos comunes que permiten dicho pasa-
precarias distinciones entre gran arte y arte menor, os- je alegórico de lo individual a lo colectivo. El tema de
cilando siempre entre la reproducción pasiva y la re- la conspiración hace las veces de “estructura narrati-
modelación activa del público1. va capaz de reunir los elementos básicos mínimos:
“Cualquier película reflejará inevitablemente lo una red potencialmente infinita, junto a una explica-
que podría denominarse su lugar en la distribución del ción plausible de su invisibilidad; o, en otros térmi-
poder cultural”2; acabará planteando cómo represen- nos, lo colectivo y lo epistemológico”5. Encontramos
tar “lo que es estrictamente imposible pensar o repre- en todos estos films el temor típico de los años sesen-
sentar”, desembocando, en el caso de las películas nor- ta a las redes de espías e informantes a partir de la uti-
teamericanas, en una lógica de la conspiración de tipo lización de una nueva generación de artilugios tecno-
espionaje-suspense colindante con la paranoia. Tal ele- lógicos. Toda una iconografía de gráficos computeri-
mento conspirativo sería un intento del inconsciente zados, cables y líneas telefónicas que se convierten en
político de pensar un sistema tan vasto y complejo que alegorías de la red global descentralizada e inimagi-
escapa a las categorías históricas de percepción y cono- nable. Aunque, para Jameson, dicha panoplia haya
cimiento. Un intento “inconsciente” y colectivo de quedado bastante anticuada, teniendo en cuenta que
comprender la totalidad social, de “descifrar el lugar en “hasta la era del cyberpunk la narrativa literaria no ha
el que estamos y los paisajes y formas a que nos enfren- intentado asumir nuevas formas en correspondencia página 127
tamos en un final del siglo XX cuyas abominaciones se con las redes del capital último o global”6.
intensifican debido a su ocultación y a su impersonali- Se requiere alegoría, “ya que el objeto que se inten-
dad burocrática”3. Se aventuran hipótesis y se trazan ta representar –la propia totalidad social– no es una
mapas cognitivos en busca de comprensión. totalidad empírica y no se puede materializar como
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1.- “Nuestra relación con los productos de masa y los productos del “gran” arte ha cambiado. Las diferencias se han reducido o anula-
do (…) [ya no hay] por un lado, productos para masas ilotas y, por otro, productos difíciles para el público culto de paladar delica-
do. Las distancias se han acortado, la crítica está perpleja y se observan situaciones embarazosas” (Umberto Eco, “La multiplicación
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peor especie, nuevamente abnegada esposa, etc. metafísico, cósmico o meramente literario. Las cosas
Igualmente, el recurso al agente doble, extraído de un luego se complican hasta la parodia declarada: en
esquema típico del relato de espionaje, que propicia la Baudolino de Umberto Eco, el protagonista de una no-
confusión de los bandos y las verdades, sirve como vela supuestamente histórica ambientada en el
alegoría del sistema mundial. En El atlas de las nubes Medievo, se convierte en detective en el curso de un
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(Cloud Atlas, Lana y Andy Wachowski y Tom Tykwer, complot conspirativo contra el emperador Federico
2012) aparece todo un catálogo de conspiraciones y de Barbarroja…. ¡perpetrado con éxito! Eco también es el
distintos géneros y subgéneros, el cine “histórico”, el caso de un intelectual de prestigio gracias a sus ensa-
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perfección técnica a las discriminaciones del gusto y al periencia de los media, inspira multitud de thrillers
canon de la belleza”13. Coincidencia típica de la pos- conspiratorios, tanto literarios como cinematográficos.
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11.- Harold Bloom, Cómo leer y por qué, Anagrama, 2003, pág. 278.
12.- Thomas Pynchon, Mason and Dixon, Tusquets, Barcelona, 2000, pág. 181.
13.- Fredric Jameson, op. cit., pág. 44.
14.- Ibíd, pág. 46.
15.- Ibíd, pág. 47.
16.- Ibíd, pág. 52.
MISCELÁNEA
Asimismo, la experiencia del caso Watergate es inelu- y anula cada vez más el poder ciudadano. Parece ser
dible. Jameson cita El último testigo (The Parallax View, que las teorías conspirativas arraigan por lo común en
Alan J. Pakula, 1974), Todos los hombres del presidente (All comunidades que están experimentando aislamiento
the President`s Men, Alan J. Pakula, 1976), Los tres días del social o pérdida de poder político. El historiador Mark
cóndor (Three Days of the Condor, Sidney Pollack, 1975), Fenster argumenta que “dichas teorías se dirigen ideo-
La conversación (The Conversation, Francis Ford lógicamente a inequidades estructurales reales y cons-
Coppola, 1974), ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (Dr. tituyen una respuesta a la concentración de propiedad
Strangelove, Stanley Kubrick, 1964), Impacto (Blow Out, de los medios de producción que deja al sujeto políti-
Brian de Palma, 1981) –a su vez una especie de remake co sin la habilidad de ser reconocido o de significar al-
de Blow Up (Michelangelo Antonioni, 1976)–, etc. A los go en el reino público”17. Lo que es percibido por la
que podrían añadirse films anteriores como Siete días de gente es una innegable disminución del poder demo-
Mayo (Seven Days in May, John Frankenheimer, 1964), crático; que las decisiones importantes les son escamo-
El candidato del miedo (The Manchurian Candidate, John teadas por una supuesta tecnocracia que siempre im-
Frankenheimer, 1962) –y su posterior remake (The pone sacrificios a los más desfavorecidos.
Manchurian Candidate, Jonathan Demme, 2004)-, inclu- A propósito de las conspiraciones, Hardt y Negri
so thrillers de política-ficción como Tempestad sobre no pretenden que la manipulación de la política por
Washington (Advise and Consent, Otto Preminger, 1962), parte de los medios y otras organizaciones no demo-
coetáneos, Alerta misiles (Twilight`s Last Gleaming, cráticas sea necesariamente controlada por una men-
Robert Aldrich, 1977), Acción Ejecutiva (Executive te en la sombra, un villano tipo Mabuse o un Club
Action, David Miller, 1973), hasta las posteriores JFK Bilderberg, ya que no existe un único lugar de control.
(Oliver Stone, 1991) y Nixon (Oliver Stone, 1995), y las “Sin embargo, el espectáculo generalmente funciona
novelas “políticas” con estructura de género negro –o como si realmente existiera tal punto de control cen-
al contrario- de James Ellroy, como América, Seis de los tral”18. De modo que las teorías de la conspiración so-
grandes y Sangre vagabunda. bre tramas de control global son verdaderas y tam-
En general, la expresión “teoría de la conspira- bién falsas. En referencia a Jameson, hablan de las te-
ción” se aplica a un género narrativo que argumenta orías de la conspiración como “un mecanismo tosco
la existencia de ciertas conspiraciones con amplias pero efectivo para aproximarse al funcionamiento de
implicaciones sociales y políticas, remarcando su fal- la realidad. El espectáculo de la política funciona como
ta de justificación epistémica. El principal reproche a si los medios, las fuerzas armadas, el gobierno, las ins-
este tipo de “teorías”, ya sean ficticias o supuestamen- tituciones financieras globales, etcétera, estuvieran
te reales, es que no atienden ni explican la auténtica consciente y directamente dirigidos por un único po-
complejidad de la historia, la política o la economía. der, aunque en realidad no lo estén”19. Y es el temor
La consecuencia inmediata es el inmovilismo político, lo que genera y a la vez presta fuerza al mecanismo
efecto de ignorar los verdaderos problemas y desvir- de control de esta sociedad del espectáculo.
tuar el funcionamiento del actual sistema económico En realidad, para Hardt y Negri, dicha situación
y político culpando de todo mal a unos supuestos po- de pérdida de poder democrático no es fruto de la ca-
deres ocultos. Autores como Popper, Chomsky y sualidad o de la incompetencia. Siendo consecuente-
Richard Hoftadster argumentan que rara vez las mente marxistas, afirman que no se trata sino de la úl-
conspiraciones, si las hay, tienen éxito; que producen tima fase del capitalismo en que, agotado el “patio
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una serie de consecuencias imprevistas fuera del con- trasero” y las formas clásicas de productividad, al ha-
trol de sus planificadores; que eventos importantes berse percatado el capital de que es más beneficioso
tienen una mayor probabilidad de deberse a fallos o prestar dinero mediante la especulación financiera
descuidos de una persona o grupo que a sus planes y que la economía productiva, se origina una “implo-
esfuerzos conscientes, consecuencia de la aplicación sión” en una búsqueda desesperada de nuevos bene-
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de la navaja de Occam: nunca se atribuya a conspira- ficios. Así, “la crisis del Estado del bienestar significó
ción lo que pueda deberse a incompetencia. principalmente que las estructuras de asistencia y dis-
Todo esto no invalida que dichos efectos emergen- tribución públicas, que se habían construido con fon-
tes e imprevistos sean aprovechados por las clases do- dos públicos, fueran privatizadas y expropiadas para
minantes para perpetuar una situación de “emergen- que el sector privado obtuviera ganancias. La actual
cia” que en última instancia beneficia a los poderosos tendencia neoliberal a la privatización de los servicios
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17.- Mark Fenster, Conspiracy Theories: Secrecy and Power in American Culture. Minneapolis: University of Minnesota Press.
18.- Michael Hardt, Antonio Negri, Imperio, Paidós, Barcelona, 2005, pág. 345.
19.- Ibíd, pág. 346.
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(…) es otra curva de la espiral que consiste en asignar dado que cada una es radicalmente diferente; en otras
a los negocios privados [las infraestructuras] construi- palabras, no puede haber leyes que regulen la diná-
das con enormes desembolsos de dinero público. Los mica de esta clase de instrumentos (del que nada me-
regímenes de mercado y el neoliberalismo sobreviven nos que Warren Buffet ha dicho que es el equivalente
en virtud de estas apropiaciones de segunda, tercera financiero de la bomba nuclear)”21.
y enésima naturaleza”20. Otro asunto sería lo acertado o no de la descrip-
No se puede negar que la complejidad de la actual ción y diagnóstico que el documental Inside job apor-
realidad social desborda considerablemente todo lo ta en algunos aspectos. Sus autores estadounidenses
que puedan decir los conspiranoicos, debido al gran insisten en la actitud irresponsable, delictiva e infame
número de variables que es necesario tener en consi- de los banqueros, empresarios y políticos norteameri-
deración; que no es recomendable la sustitución de la canos en el origen y tratamiento de la crisis, y propo-
verdadera comprensión del nuevo sistema de control nen a Europa como modelo de eficiencia y honesti-
global por cualquier alegoría conspirativa. Y hay que dad. No prevén, dada la fecha de realización del do-
reconocer que la obra de Hardt y Negri es un buen in- cumental, que mientras la Reserva Federal de Estados
tento de comprensión de la actual realidad social par- Unidos financió a su gobierno, proporcionándole cré-
tiendo de un esquema marxista. Pero aquí surge un dito, comprando su deuda e incluso creando más di-
problema. O dos. nero, el Banco Central Europeo, en complicidad con
¿Hasta qué punto es posible una comprensión ca- los bancos privados, no lo hizo, y obligó a los gobier-
bal de la complejidad de la totalidad social como nos a pedir prestado a los mismos bancos y fondos fi-
apunta Jameson? ¿No caben tan sólo una serie de hi- nancieros rescatados que provocaron la crisis y que,
pótesis aproximativas rápidamente descartables? Por estos sí, disponían de liquidez en el Banco Central
ejemplo, el documental Inside job proporciona una ex- Europeo. La condición para la financiación, a altísi-
plicación bien documentada y asequible, pedagógica mos intereses, ha sido la reforma del gasto público re-
incluso, de los orígenes y causas de la actual crisis eco- cortando derechos sociales, del mercado de trabajo y
nómica. Abundan las entrevistas comprometidas a de los servicios públicos para ponerlos a disposición
personajes destacados de una trama que puede muy del capital privado. Si según uno de los entrevistados,
bien calificarse de conspiratoria, recurriendo a veces Estados Unidos es el gobierno de Wall Street, está cla-
al uso de esquemas y diagramas gráficos para facilitar ro quién gobierna en Europa.
el entendimiento de esta enrevesada situación. Pero No es de extrañar que en casos como éste la psico-
aquí aparece un elemento clave para la clarificación logía popular recurra al uso de alegorías conspiranoi-
de tan siniestro embrollo que en jerga economicista ha cas, narraciones claras e intuitivas de tono moral en
sido calificado como “derivado”. En una entrevista a las cuales “gente malvada produce eventos malos y
uno de sus responsables se llega a sugerir que estos gente buena identifica a aquellas personas y las ven-
constructos son las auténticas “armas de destrucción ce”. Así es constatable cómo a partir de los setenta el
masiva”. Dada la importancia de tal elemento sería número de films conspiratorios se ha disparado, en-
necesario desarrollar una explicación lo suficiente- carnándose en los más variados géneros y subgéne-
mente compleja y que no se redujera a términos sim- ros, thriller, ciencia-ficción, espionaje, histórico, políti-
ples, pero el documental pasa subrepticia y apresura- ca-ficción, películas de conspiraciones corporativas o
damente sobre este decisivo concepto. Podría pensar- de multinacionales –las más frecuentes en la actuali-
se que el motivo es no atosigar al posible espectador dad–, etc. Vayan como muestra Faraón, Cuando el des- página 131
no especializado, manteniendo así el tono asequible y tino nos alcance (Soylent Green, Richard Fleischer, 1973),
pedagógico. Aunque el motivo puede ser diferente. Conspiración (Conspiracy Theory, Richard Donner,
El mismo Jameson afirma que no es posible pre- 1997), Daniel Mann, From Hell (From Hell, Albert y
sentar un concepto de derivado financiero, a no ser Allen Hugues, 2001) basada en el bastante más intere-
YOUKALI, 15
que se recurra a un modelo muy simplificado, ya que sante cómic homónimo de Allan Moore, El jardinero
“(...) sólo puede examinarse y analizarse una vez fiel (The Constant Gardener, Fernando Meirelles, 2005),
acaecido, de modo que por lo que respecta al conoci- El buen pastor (The Good Shepherd, Robert De Niro,
miento, este “acontecimiento” sólo existe en el pasa- 2005), Hijos de los hombres (Children of Men, Alfonso
do”. La pesimista conclusión es “que nunca puede Cuarón, 2006), Internacional. Dinero en la sombra (The
haber una regulación genuina de dicha transacción International, Tom Tykwer, 2009), La conspiración (The
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Conspirator, Robert Redford, 2010), El escritor (The sis conspirativa ha sido objeto de polémica ad nauseam
Ghost Writer, Roman Polanski, 2010), etc. y tiene casi tantos partidarios como detractores. A día
A propósito de los citados thrillers conspirativos, de hoy no parece que a nadie le importe demasiado si
y otros muchos, ¿es necesario plantearse si hacen pen- hubo o no conspiración y de qué tipo –gubernamen-
sar al público, o simplemente permiten evadirse, o tal, mafiosa, de la CIA o de la extrema derecha–. Pero,
más bien evadirse pensando? No todo el mundo tie- ¿qué ocurre cuando el esquema se reproduce en la
ne las ganas, el tiempo suficiente o la formación nece- “realidad”? Es decir, si se trata de un auténtico docu-
saria para analizar y reflexionar sobre películas que mental, no obstante utilizar factura y modos de algu-
son apresuradamente calificadas con desprecio de ge- nos films de ficción que imitan un tono documental.
néricas, sin atender a sus posibles cualidades artísti- En el caso de Inside job, los títulos de crédito vienen
cas. La “calidad” y méritos estéticos de las citadas acompañados de una atractiva vista aérea de los ras-
abarcan un amplio espectro, desde la excelencia a la cacielos de Nueva York mientras suena la canción Big
mediocridad. Además, la mayoría las percibe como Time de Peter Gabriel, como cualquier otro film de fic-
inocuas, más aún si se desarrollan en un futuro más o ción convencional. Las secuencias iniciales de
menos remoto. Esto puede deberse, como apunta Islandia retrotraen al espectador a las espectaculares
Jameson, a una eternización del presente en la que el panorámicas y travellings del paisaje neozelandés en
antes y el después tienden a desaparecer. Coyuntura El señor de los anillos (Lord of the rings, Peter Jackson,
que afecta inevitablemente al sentido de la historia; 2001-2002-2003). Y la investigación de los responsa-
“(…) ninguna sociedad previa ha tenido tan poca me- bles del por otra parte remarcable documental, junto
moria funcional, tan poco sentido del pasado históri- a las incomodas y comprometedoras entrevistas rea-
co como ésta”. Lo que se evidencia en la falta de reco- lizadas a algunos implicados, recuerdan inevitable-
nocimiento e interés por experiencias pasadas que se- mente a la investigación realizada por los protagonis-
an similares y ayuden a enfrentarse al momento ac- tas de Todos los hombres del presidente, otra película de
tual –véase el Crack del 29 y la posterior Gran ficción o thriller conspiratorio que adopta un falso ai-
Depresión– y la falta de aprecio y la indiferencia ha- re documental, pese a estar basada en hechos reales:
cia una serie de derechos que duramente conseguidos la investigación del caso Watergate por los periodistas
en el pasado, nos son arrebatados de un papirotazo del Washington Post. La adopción de este tono juega
en el presente. a favor y en contra de la intención del film. Por una
Ello también repercute en el futuro, puesto que ya parte, le proporciona atractivo comercial, al utilizar
“(…) nadie cree en un cambio social a largo plazo; ciertos códigos reconocibles por el espectador típico.
nuestro presente está confinado por una evaluación Por otra, le resta efectividad y capacidad revulsiva, al
del pasado como una modernización fallida o exitosa ser percibido como cualquier otro thriller conspirato-
(que simplemente significa enriquecimiento), y por rio. Al fin y al cabo, también la clase media progresis-
una concepción del futuro como un inminente desas- ta, quizás a punto de desaparecer junto al resto de la
tre natural o ecológico”22. Así la gente vive cómoda- clase media, tiene derecho a su ración de impotente
mente instalada en el desastre. “Es como si nos estu- indignación.
viésemos entrenando de antemano en los estereotipa- Estas consideraciones no abocan necesariamente
dos rigores distópicos de la superpoblación en un al escepticismo epistemológico y al inmovilismo polí-
mundo en el que ya nadie dispusiera de un espacio tico, pero sí sugieren que ninguna solución es auto-
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propio o bien de secretos que fueran importantes pa- mática, ya prevista en el pasado –ni en el presente–
ra nadie”23. por ningún tipo de ley, y que cualquier recurso para
Esto también afecta a la recepción de las películas reconocer e incluso resolver el problema, de propor-
anteriormente citadas, a su aparente inocuidad. Por cionar mapas cognitivos que faciliten su compren-
ejemplo, JFK adopta un falso aire documental, muy sión, es válido, aunque provenga del arte, incluso del
YOUKALI, 15
pecto “verdaderamente racional” o esencial de cada la historia del género humano se compone de la de los
experiencia histórica, no constituye –y esto ha sido re- pueblos es hoy, cuando la esencia de los pueblos es os-
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*.- El presente texto fue presentado como ponencia en el congreso Spinoza e la Storia organizado por la Università degli studi di
Milano y celebrado en Milán, del 17 al 19 de junio de 2013
1.- Cf. Althusser, L., “La única tradición materialista”, en Youkali N° 4, Dic. de 2007, pp. 132-154.
2.- Cf. Hegel, G. W. F, Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal, Madrid, Alianza, 1999, p. 46.
MISCELÁNEA
II
ziana – susceptible de ser descripta como el desplie- gresivo de la identidad divina. “Dios” no es igual a Dios,
gue concreto de una trama de distinciones– es el re- por dos motivos centrales que señalan una dirección
sultado de un esfuerzo de comprensión de las distin- externa y otra interior en las que trabaja la deconstruc-
YOUKALI, 15
3.- Benjamin, W., “Apuntes sobre el concepto de historia”, en La dialéctica en suspenso, Santiago de Chile, ARCIS, 1996, p. 89 (Agradezco
a Gisela Catanzaro el señalamiento de esta frase benjaminiana).
4.- Movimiento crítico que Spinoza sintetiza bien en una de las cartas de su correspondencia, cuando le dice a Oldenburg: “Temo que
los teólogos de nuestra época se ofendan y me ataquen con el odio y vehemencia que les es habitual, a mí que siento verdadero ho-
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rror hacia las disputas (…). Y para que usted sepa qué contiene esta obra mía, que puede disgustar a los predicadores, le diré que
muchos atributos que ellos, y todos cuanto yo conozco, atribuyen a Dios, yo los considero como creaturas; y al revés, otras cosas que,
por sus prejuicios, ellos consideran como creaturas, yo defiendo que son atributos de Dios y que ellos los han entendido mal. Y ade-
más, yo no separo a Dios de la naturaleza tanto como lo hicieron todos aquellos de que tengo noticia.” Carta 6 a Oldenburg, en
Spinoza, Correspondencia, Madrid, Alianza, 1988, pp. 109-110.
5.- Cf. Tratado de la reforma del entendimiento, § 33, en Spinoza, Tratado de la reforma del entendimiento / Principios de Filosofía de Descartes /
Pensamientos Metafísicos, Madrid, Alianza, 1988, p. 87.
MISCELÁNEA
ción: “Dios” no es igual a Dios, porque no es lo que ha- cadas). Una afirmación susceptible de ser hecha, en-
bitualmente se entiende por Dios (es decir, no es la tonces, a partir de la experiencia de la producción de
proyección de la figura humana del monarca rector de una verdad, es decir, a partir de un acto singular de
los destinos del universo, ni es una entidad espiritual, pensamiento. El soporte concreto de una posición de
ni una noción moralizadora destinada a regular las enunciación está dado, así, por un pasaje, un cambio
conductas). Pero al mismo tiempo, “Dios” no es igual de perspectiva –una perspectiva transformada, enri-
a “Dios” porque siempre es Dios “en cuanto” (quate- quecida por un movimiento o acción de la mente.
nus) afectado por otra cosa, por infinitas otras cosas. Entendida de esta manera, una posición singular de
Un Dios que es eternamente otra cosa diferente de sí enunciación en el contexto de una filosofía crítica que
es otra cosa que Dios. Desde su primera definición, en- se presenta como ontología, es un “modo” de la críti-
tonces, la Ética se construye como perspectiva de la ca, una “perspectiva modificada” y auto-comprensiva
transformación: la transformación de una perspectiva, la de su movimiento.
históricamente privilegiada (que oculta las condicio- Si podemos decir que, en cierto sentido, son ver-
nes materiales de su producción mostrándose no co- dades relativas las que se sostienen desde cada posi-
mo perspectiva sino como la única verdad existente); ción singular que afirma “tenemos una idea verdade-
y la transformación como perspectiva, la perspectiva de ra”, es porque cada mente es la idea de un cuerpo sin-
aquello que se constituye de infinitas maneras que se gular existente en acto, diferente de todos los otros
modalizan, a su vez, infinitamente. cuerpos. Hay una dimensión única e intransferible de
Este trabajo de corrosión de las verdades estable- la experiencia del mundo que cada individuo realiza,
cidas sólo puede hacerse desde cierta situación de la que hace que todas las mentes necesariamente difie-
enunciación. ¿Cuál es entonces la perspectiva o posi- ran entre sí, puesto que la afirmación que las constitu-
ción particular que permite disputar con una concep- ye compete de manera inmediata a sus respectivos
ción dominante acerca de lo que es verdadero y de lo ideados6. Por eso, es la noción de distinción la que es-
que es falso y elaborar una perspectiva global crítica? tá en la base de la ontología spinoziana, siendo asi-
Es aquella capaz de sostener, justamente, que “tene- mismo la clave de lectura que nos permite entender
mos una idea verdadera”. Una afirmación que sólo su filosofía según las coordenadas de un perspectivis-
puede ser hecha (contradiciendo las pretensiones de mo crítico. Detengámonos en esto un momento.
una lectura innatista) a partir de la experiencia, de la La noción de distinción involucra dos aspectos,
experiencia de un cambio de perspectiva; es decir, a par- que podemos describir como sus aspectos ontológico y
tir de la vivencia de los efectos producidos por un ac- epistemológico. Por un lado, la distinción remite a lo
to determinado, como es, en este caso, el de conectar que es ontológicamente diferenciado, y no puede, por
con sus reales premisas unas consecuencias que se le lo tanto, ser pensado como homogéneo sino al costo
presentan a la mente como sueltas y aisladas (inexpli- de desnaturalizarlo. De esta manera, la distinción se
contrapone a la unidad uniformizadora que, frente a
las diferencias constitutivas de la realidad, se levanta
siempre como una imposición abstracta. Pero esa con-
traposición a la unidad se da sin que el ser sea dividi-
do en mundos o partes autosuficientes y separadas
pues, como está implícito en la propia idea de distin-
ción, lo que se distingue se individualiza sin perder la página 135
referencia a lo otro de lo cual se “distancia”: lo distin-
to es en sí mismo diferente y, simultáneamente, diferen-
te de algo, de modo tal que en la misma noción está im-
plicada la diferencia en relación a otro y la constitu-
YOUKALI, 15
6.- Todos los actos de pensar concuerdan y difieren: todos piensan (“el hombre piensa”, como dice el famoso axioma II de la segunda
parte de la Ética), pero piensan diferentemente, porque lo que piensan lo piensan según una constitución corporal siempre impar.
MISCELÁNEA
Por otro lado, en cuanto a su segundo aspecto, la dis- iniciativas. Y puesto que la individualidad en la onto-
tinción es la potencia de discernimiento del pensa- logía spinoziana es tributaria de las distinciones rea-
miento que, al comprender las diferencias reales, les que constituyen la esencia misma de la realidad, la
constituye el conocimiento de las cosas, “revelándo- perspectiva debe ser entendida como distinción en la
las” al actuar contra las confusiones que tienden a distinción (configuración distinta de una distinción
“velarlas”. La distinción, en este caso, tampoco aísla de base). Dicho más claramente: puesto que un cuer-
un contenido, suponiéndolo en sí mismo autosufi- po singular (un modo del atributo extensión) y la idea
ciente, sino que, por el contrario, considera algo en su de ese cuerpo (un modo del atributo pensamiento)
verdad gracias a la simultánea apreciación de las otras son la misma cosa considerada según dos perspectivas
cosas. En las palabras de Spinoza: cuando la mente es- diferenciadas, un individuo es distinto por su propia
tá “internamente dispuesta” y no “externamente de- constitución, es decir, un individuo es idéntico a su
terminada” es capaz, gracias a la “consideración de propia distinción constitutiva: es, en sí mismo, la dife-
muchas cosas a la vez”, de “entender sus concordan- rencia entre sus modos de ser –cuerpo e idea. Pero tie-
cias, diferencias y oposiciones”7. Así, la mente puede ne también la posibilidad de coincidir con esa distin-
distinguir cada cosa gracias a la consideración de mu- ción, asumiendo la perspectiva que ella determina, es
chas otras cosas, todas ellas ligadas entre sí por rela- decir, realizando esa transformación o pasaje en el
ciones de concordancia, diferencia y oposición. cual la perspectiva consiste: el pasaje de la determina-
Pero, además, lo que caracteriza el perspectivismo ción externa del punto de vista a la “disposición inter-
spinoziano es la coincidencia de las distinciones onto- na” que permite considerar las cosas según sus con-
lógica y epistemológica. Si la potencia de distinción se cordancias, sus diferencias, sus oposiciones. Así, la
asocia a la mente cuando está internamente dispues- idea que constituye la mente de un cuerpo que en sí
ta, esa disposición interna es la que hace que la men- mismo es distinto tiene la fuerza para afirmar esa di-
te (modo del atributo pensamiento) afirme su esencia ferencia, o sea, para asumir la perspectiva que impli-
pensante, es decir, que sea ella misma acto de pensar; ca efectivamente un pensamiento activo de su situa-
y que, gracias a eso, pueda comprender las diferen- ción. La perspectiva, entonces, se produce (no viene da-
cias reales entre las cosas. Así, la distinción ontológica da, no se asocia a coordenadas espaciales de ubica-
es la condición de la distinción epistemológica: sólo ción); consiste en la elaboración del punto de vista
cuando una mente individual se distingue de lo que la adecuado de una existencia –que envuelve tanto una
determina externamente, según un orden fortuito de visión de sí, como del todo, en tanto límites extremos
encuentros y acontecimientos, a pensar ciertas cosas y de ese horizonte perspectivo, pero que se define más
a no pensar otras, puede identificarse con su propia bien por lo que comprende del medio entre esos extre-
fuerza interna para ordenar imágenes e ideas según el mos referenciales.
orden de determinación real de las cosas. A su vez, la Para englobar lo dicho hasta ahora, debemos enfa-
capacidad de distinguir las reales determinaciones tizar, primero, que es la disolución de la identidad del
produce necesariamente un cambio de perspectiva, todo en una causalidad inmanente compleja la que
coincidente con el movimiento de identificarse con la habilita la comprensión perspectivista del mundo,
propia distinción que hace que un acto de pensamiento que lo supone compuesto por una multiplicidad de
sea ese acto y no otro o de otro. puntos de vista: las perspectivas de todos los existen-
Esa perspectiva “enriquecida” por un “saber dis-
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7.- “Digo expresamente que el alma no tiene ni de sí misma, ni de su cuerpo, ni de los cuerpos exteriores un conocimiento adecuado, si-
no sólo confuso y mutilado, cuantas veces percibe las cosas según el orden común de la naturaleza, esto es, siempre que es determi-
nada de un modo externo, a saber, según la fortuita presentación de las cosas, a considerar esto o aquello; y no cuantas veces es de-
terminada de un modo interno —a saber, en virtud de la consideración de muchas cosas a la vez— a entender sus concordancias, di-
ferencias y oposiciones, pues siempre que está internamente dispuesta, de ese modo o de otro, entonces considera las cosas clara y
distintamente, como mostraré más adelante.” (E, II, P 29, esc.). Spinoza, Ética demostrada según el orden geométrico, traducción de Vidal
Peña, Buenos Aires, Orbis, 1984, p. 137.
MISCELÁNEA
Leibniz, a la identidad de un centro de irradiación de
la verdad (“Dios es igual a Dios”), responden como
sus reflejos las verdades particulares de las mónadas,
sustancias o focos activos autorreferenciales, “sin
puertas y sin ventanas”, que en el mismo “dato” de su
coincidencia consigo (pues es el principio de identi-
dad el que las define), coinciden con la disposición
ideológica del todo (pues son los requisitos identita-
rios del “principio espiritual supremo” aquellos que
las perspectivas individuales reproducen).
Si considerásemos una versión laica de este mode-
lo, suprimiendo la idea de Dios, pero conservando la
idea de un universo donde las esencias singulares se-
an mónadas –todas ellas distintas, respetando el prin-
cipio leibniziano que prescribe que nada es igual, que
todo difiere sustancialmente9– nos la veríamos con
sé que entiendo la verdadera”8. El reconocimiento de una multiplicidad de diferencias compactas convi-
la multiplicidad que permite sostener la existencia viendo sin roces. La referencia común que antes cons-
irreductible de lo singular y de una infinidad de mo- tituía la idea rectora de Dios se conservaría, en este
dos de pensar, al mismo tiempo exige considerar, leibnizianismo laico, en virtud de la instancia que, es-
cuando no abandona una noción enfática de verdad, tableciendo tanto la igualdad monádica de las formas
que tales modos no son equivalentes; es decir, que como su separación, le da su consistencia a la comu-
existen diferencias entre esos modos de pensar en nidad de diferencias abstractas –una instancia que,
función de sus potencias activas, sus respectivas capa- aunque no sea reconocida, es igualmente efectiva10.
cidades de devenir perspectivas en sentido fuerte: cons- Así, la actividad que en principio debía justificar la
tituirse en explicación de la complejidad que confor- entidad real de cada perspectiva divergente, en vez de
ma una situación, gracias a la consideración de la pertenecer a los individuos particulares, se localiza en
multiplicidad de determinaciones que hacen a una un lugar exterior a ellos: en la acción implícita, solapa-
existencia; sosteniendo en simultáneo la referencia a da, de lo que podríamos llamar un “comparador uni-
la distinción constitutiva de su particularidad, y la re- versal”, el cual, fijando los criterios generales de la
ferencia a la totalidad –que, ya disuelta su consisten- identidad y la diferencia, es el que permite en defini-
cia unívoca, es la perspectiva de la existencia del todo tiva distinguir individuos, determinando a la vez sus
en su siempre distinta/modificada actualidad coyun- límites y sus propiedades positivas.
tural, o en su “descentramiento articulado”. En esa ¿Qué es entonces lo que distingue el perspectivis-
doble referencia se conectan las “dos puntas” del mo crítico del “pluralismo” monádico? El perspecti-
perspectivismo spinoziano, el cual, sin dejar de ser vismo crítico, como señalé, se sustenta en la remisión
perspectivista, sostiene por un lado que “tenemos de la perspectiva a la esencia de un cuerpo distinto a
una idea verdadera” y, por el otro, que “sé que entien- todos los otros y a las condiciones determinadas de su
do la verdadera filosofía”. existencia –esencia y existencia singular que explica
cierta dimensión intransferible de la experiencia, que página 137
III es la que puede hacerla resistente a la fuerza de atrac-
ción que llama a la convergencia hacia un sentido úni-
Ese “descentramiento articulado” que permite enten- co de la experiencia común. Eso quiere decir que la
der al perspectivismo spinoziano como un perspecti- perspectiva no es un reflejo o una representación del
YOUKALI, 15
vismo crítico, lo diferencia de otros perspectivismos, mundo generada a partir de ciertas coordenadas pre-
como, por ejemplo, el leibniziano. En la ontología de cisas de localización (y susceptible de ser sumada a
ISBN: 1885-477X
otras representaciones, a fin de completar la visión aventurar, en traducción universal (en un sentido que
verdadera de ese mundo), sino el real cambio de posi- tomo prestado de Viveiros de Castro). Cuando asu-
ción producido por la comprensión de unas circuns- mimos cabalmente que los “mundos” comprendidos
tancias. Si el relativismo propio del pluralismo moná- por las diversas perspectivas son a tal punto diversos
dico supone que existe una realidad objetiva auto- y divergentes que no hay posibilidad de afirmar la
idéntica, representada diversamente por una multi- existencia de un sentido unívoco, traducir significa
plicidad de puntos de vista subjetivos y parciales, el instalarse en el terreno del equívoco (entre modos de
realismo del perspectivismo crítico asume que la di- ser, de sentir, de pensar e imaginar, de hablar) y habi-
vergencia constituye la propia realidad, siendo ésta tarlo, para destacarlo, es decir, para abrir y ensanchar
en sí misma diferente, distinta de sí, fuera de eje, des- un espacio que, considerado desde los prejuicios con-
centrada; pues está hecha de esas circunstancias siem- vencionales de la traducción, se suponía inexistente13.
pre variables, que cada perspectiva crítica puede Una política acorde a la perspectiva de la transforma-
comprender en su distinción11. ción sería entonces –y para concluir– aquélla que, par-
Pero entonces, cuando hacemos el pasaje de un tiendo de esa disyunción comunicativa de base, pue-
perspectivismo monádico a un perspectivismo críti- de no obstante traducir ciertas experiencias en otras
co, ¿qué sucede con aquella instancia que coordinaba experiencias, habitando, en simultáneo, mundos in-
subrepticiamente la coexistencia de lo diferente? composibles y asumiendo, gracias a ello, perspectivas
¿Qué es lo que substituye al “comparador universal” discordantes que, en virtud de esa ductilidad móvil
en una ontología crítica que fundamenta una pers- de la perspectiva de la transformación, pueden cons-
pectiva de la transformación? En este punto se vuelve tituirse en política transformadora: la que ayuda a
explícitamente relevante, podemos suponer, la cone- producir, gracias a ese tránsito o pasaje, individuali-
xión entre perspectivismo y política – conexión que dades complejas más intensas y potentes. Este podría
aquí nos limitaremos a indicar muy rápidamente, va- ser, entonces, un sentido contemporáneo de una polí-
liéndonos de ciertas asociaciones que sugiere la inte- tica democrática de inspiración spinozista.
resante obra del antropólogo brasileño Eduardo
Viveiros de Castro12.
Si decidimos dar todo su peso a la incomensurabi-
lidad entre los diversos modos de hacer la experien-
cia del mundo, tendríamos que aceptar, en principio,
que las infinitas perspectivas que expresan esas expe-
riencias diversas son incomparables. Y, sin embargo,
esa no es la última palabra del perspectivismo, sino,
como quise enfatizar en este texto, su “última instan-
cia” crítica. La comunicación entre las perspectivas que
permite su convergencia (convergencia de perspecti-
vas que en el spinozismo se sostiene en la composi-
ción de esfuerzos que explica la constitución de indi-
vidualidades complejas), es también un hecho que
tiene que ver con la transformación. De tal manera
página 138
11.- Para extremar la diferencia entre el pluralismo monádico y el realismo crítico, podemos decir que mientras el primero afirma, des-
de la “tolerancia”, que existen muchas miradas sobre un mismo mundo, que deben convivir en paz; el segundo afirma que en ver-
dad son muchos los mundos, para una única perspectiva de perspectivas que es la que afirma sólo y simplemente que “el hombre
piensa”, y que “tenemos una idea verdadera”.
12.- Ver Viveiros de Castro, E., Metafísicas caníbales. Líneas de antropología postestructural, Buenos Aires, Katz Editores, 2010. Debo decir que
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estas ideas sobre el perspectivismo spinoziano que estoy presentando aquí fueron en parte inspiradas por un diálogo subterráneo
con ciertos conceptos de Viveiros de Castro, como el de “perspectivismo amerindio” –un perspectivismo sustentado en un “multi-
naturalismo” ontológico, que el autor contrapone al “multiculturalismo” occidental.
13.- El equívoco, dice Viveiros de Castro, “no es error, ilusión o mentira sino la forma misma de la positividad relacional de la diferen-
cia. Su opuesto no es la verdad, sino más bien lo unívoco, en cuanto aspiración a la existencia de un sentido único y transcendente.
El error o ilusión por excelencia consistiría, justamente, en imaginar que debajo de cada equívoco hay un unívoco, y que la antropo-
logía sería su ventrílocuo”. Viveiros de Castro, Ibid., p. 79.
MISCELÁNEA
A TRAVÉS DE MARX
SACRISTÁN Y LOS LÍMITES DEL MARXISMO OCCIDENTAL
I. Puntos de partida: escenarios, fronteras. ra Perry Anderson, de los límites temáticos e históri-
cos del marxismo occidental2. Unos límites que pode-
Recuperar hoy las contribuciones filosóficas de mos ilustrar, de un modo general, con la imagen del
Manuel Sacristán podría parecer, en principio, un “divorcio estructural” entre la teoría y la práctica ini-
gesto de vocación escolástica en el marco del marxis- ciado a comienzos de la segunda década del siglo XX
mo español, o -a lo sumo- un ejercicio académico de dentro de los partidos comunistas europeos. Esta
historia de las ideas. Estos son, de hecho, los dos es- fractura operó un desplazamiento del intelectual de
collos más frecuentes que solemos encontrar a la ho- partido –tradicionalmente envuelto en tareas organi-
ra de tratar el pensamiento de autores vinculados a zativas y de análisis político-económico– hacia el ho-
una tradición como el marxismo. Incluso cuando in- rizonte universitario, separándose su figura de los es-
vocamos su pensamiento para hacerlo partícipe de cenarios de decisión política de la izquierda radical.
los problemas y contradicciones del presente. De una Los casos de Lukács, Marcuse, Althusser o Della
parte, la codificación del discurso en un vocabulario Volpe, todos ellos intelectuales de izquierda y profe-
cada vez más esotérico y especializado, sostenido por sores de universidad, son elocuentes al respecto3.
ciertas Quaestiones Disputatae –aquello que Gramsci Como también es elocuente la variación temática de
denominó una vez con el nombre de bizantinismo1– ; sus trabajos, orientados fundamentalmente por la
de otra parte, la anestesia política con que las univer- disciplina que todos ellos enseñaban en las faculta-
sidades contemporáneas –clasistas y crecientemente des: filosofía. Una línea de investigación que los dis-
mercantilizadas- honran los discursos críticos y po- tanciará netamente del marxismo clásico, enfocado
tencialmente transformadores, absorbiéndolos pri- de manera más firme hacia el análisis económico
mero con cierta cautela para después domesticarlos (Hilferding, Bauer o Sweezy), el ensayo histórico-po-
sin excesivos conflictos. Este doble inconveniente si- lítico (Lenin, Luxemburgo) y la crónica periodística
gue siendo, sin duda, una de las características fun- de análisis social.
damentales de gran parte del pensamiento marxista La mencionada escisión entre teoría y praxis4 he- página 139
europeo en la actualidad, aún preso, como ya señala- mos de situarla hoy en las paradojas de un discurso,
YOUKALI, 15
1.- Puede llamarse “bizantinismo” o “escolasticismo” la tendencia degenerativa a tratar las cuestiones llamadas teóricas como si tuvieran valor por sí
mismas, independientemente de toda práctica determinada… ha de estar siempre vigente el principio de que las ideas no nacen de otras ideas, que
las filosofías no engendran otras filosofías, sino que son expresión siempre renovada del desarrollo histórico real”. Antonio Gramsci, Cuadernos
de la Cárcel, Tomo IV, Cuaderno XIV <PP 63>, Era, México 1986.
2.- Perry Anderson, Consideraciones sobre el marxismo occidental, Siglo XXI, Madrid 1979.
3.- Por su trayectoria política, el caso de Lukács podría parecer ajeno al de los demás intelectuales citados. Sin embargo, es un claro ejem-
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plo de la escisión entre la intelectualidad y la política del partido dentro del contexto soviético. Aunque Lukács fue comisario del área
de cultura durante la corta vida de la República Soviética Húngara (23 Marzo-6 de Agosto 1919) y jugó un importante papel en la for-
mación del Partido Comunista de Hungría, hubo de sobrevivir a dos purgas por disidencia intelectual y política (1930 y 1956). Sus
críticas fueron continuamente desechadas por el partido y le valieron una vida marginal en la política a raíz de sus Tesis de Blum
(1928), momento a partir del cual sólo pudo dedicarse –de manera oficial- a cuestiones teóricas y filosóficas.
4.- La ruptura de la relación orgánica entre pensamiento marxista y clase obrera obedece aquí, principalmente, a dos ejes: por un lado a
los fracasos de las revoluciones proletarias en los países capitalistas más desarrollados de la vieja Europa, por otro a las decisiones
MISCELÁNEA
políticas adoptadas por el PCUS a partir de la III Internacional. Pese al triunfalismo de Lenin en Mayo de 1919, momento en que da a
conocer al mundo la nueva orientación de la III Internacional, la posterior escalada de poder y gobierno de Stalin sellarán una pro-
funda distancia entre el trabajo de los intelectuales marxistas, los órganos políticos del partido y las masas populares. Son de sobra
conocidas las censuras y persecuciones del periodo del Culto a la personalidad, una serie de medidas creadas para ejercer un férreo con-
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trol ideológico que serán parcialmente exportadas a todo el bloque comunista. No obstante, y más allá del caso ruso, los partidos co-
munistas europeos –como, por ejemplo, el PCF y el PCI- tenderán a admitir la actividad de los intelectuales marxistas. Si bien éstos
mantendrán cierta autonomía teórica y prestigio cultural dentro de sus partidos, el precio a pagar por dicha “libertad” terminará sien-
do su exclusión de los órganos de deliberación política, quedando sus ideas en el limbo de una “vanguardia inoperante”.
5.- Las excepciones al marxismo occidental surgieron, en el contexto europeo, desde tres frentes distintos. En Italia a partir de los movi-
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mientos operaistas de la década de los 60-70, con el trabajo de intelectuales de la talla de Raniero Panzieri, Mario Tronti o Antonio
Negri en torno a las publicaciones Quaderni Rossi (1961) y Classe Operaia (1963). El mundo anglosajón inventó una nueva forma de ha-
cer marxismo a raíz de la fundación de la New Left Review (1960) en Inglaterra, creada a partir de una firme disidencia teórica respec-
to del marxismo soviético y las intervenciones políticas y militares de la URSS en la época del deshielo (1956). Ambos movimientos
vertebrarán, con el paso del tiempo, alternativas tanto al marco teórico clásico del marxismo occidental como a las formas de tradicio-
nales de organización de la clase obrera. Estas dos tendencias cuestionarían –aunque con distinto grado de radicalidad- la “forma-
partido” y sus vínculos con los movimientos sociales, hecho que cobrará una relevancia práctica de primer orden en la organización
de las huelgas italianas de los años 60 y la década de los Anni di piombo. Por último, podríamos hablar de la tradición trotskista (Ernest
ISBN: 1885-477X
Mandel, Roman Rosdolsky) que, frente al marxismo occidental, enfocó siempre sus análisis hacia la economía y la política en vez de
abordar temáticamente la cultura o la epistemología. Ver: Stuart Hall, Life and Times of the First New Left en New Left Review Nº 61
(January-February 2010); Nanni Ballestrini y Primo Moroni, La Horda de Oro [1968-1977], Traficantes de Sueños, Madrid 2006; Ernest
Mandel, La Formación del pensamiento económico de Karl Marx, Siglo XXI, Madrid 2002.
6.- Los diferentes tipos de lectura de la obra de Marx dieron lugar a varias escuelas marxistas, encabezadas por pensadores de vanguar-
dia. Los casos de Galvano Della Volpe en Italia y Louis Althusser en Francia, fundadores de escuelas o tendencias, son claros ejem-
plos de este fenómeno dentro del desarrollo del marxismo de mediados del siglo XX.
MISCELÁNEA
y, al mismo tiempo, líneas o estrategias de acción que mite dentro de la intelectualidad marxista de media-
nos permitan pensar –aun tentativamente– una pra- dos del siglo XX?
xis transformadora. Desde el ángulo de la teoría, Para comenzar, el hecho de que su obra toma forma
abordar el pensamiento de Sacristán nos situará ante –generacional e históricamente– en un momento en
una tarea doble. En un primer momento habremos que el marxismo occidental entra en crisis: el trabajo
de reconstruir las líneas filosóficas que dan forma a de Sacristán está atravesado por el proceso de desesta-
su proyecto –ideas fundamentales, fuentes y códigos linización, por el clima de los movimientos del 68 y la
de lectura respecto a la obra de Marx–, creando el es- posterior ofensiva neoliberal iniciada a mediados de la
pacio para una exposición crítica que destaque los década de los 70 del siglo pasado. Una serie de acon-
desarrollos e innovaciones más distintivos y origina- tecimientos que impulsará una fase de disgregación,
les del autor. También sus posiciones dentro de la tra- autocrítica y re-invención teórico-política en el seno de
dición marxista. Este análisis atenderá, principal- los diversos marxismos nacionales europeos. En este
mente, a sus obras e intervenciones más representati- sentido, Sacristán puede ser considerado, junto a
vas: los Escritos sobre El Capital, Sobre Dialéctica y los Galvano Della Volpe y Louis Althusser, el cierre de un
artículos sobre marxismo dentro de Panfletos y capítulo en la historia del marxismo y el camino hacia
Materiales. Dicha selección retiene, a nuestro juicio, la la apertura de otro. En esta transición hay que hacer,
integridad de su programa de investigación teórico, por supuesto, distinciones. Pues si bien la aventura
ofreciendo la base textual suficiente para abrir un po- epistemológica de autores como Della Volpe o Althusser
sible debate. Dentro de este movimiento de análisis, terminaría por señalar el agotamiento de una forma de
llevaremos a cabo un trabajo de lectura que se articu- pensar dentro de la tradición marxista, el caso de
lará en torno a los conceptos de Metodología y Sacristán –más cercano al de Thompson o Negri– es
Dialéctica, importantes tanto desde el horizonte de diferente. En este último podemos ver el desarrollo de
nuestros objetivos como desde el paisaje histórico y un movimiento que se dirige hacia otros ámbitos de
filosófico de la tradición marxista. En un segundo pensamiento y acción social. Un gesto que asoma tam-
momento, habremos de esbozar las líneas más suge- bién, aunque de manera más tímida, en los últimos es-
rentes del pensamiento de Sacristán en relación con critos de un Althusser cada vez más preocupado por
nuestro presente, un diálogo que intentará avanzar una ontología en clave política.
hacia una mejor comprensión de nuestras circunstan- Por otra parte, hay una clara diferencia entre la figu-
cias y problemas en el marco del capitalismo post- ra del intelectual que representa Sacristán y la de otros
fordista. Para ello nos dejaremos guiar, de nuevo, por filósofos de su misma época y tradición. Mientras que
el concepto de Dialéctica, pero explorando esta vez autores como Della Volpe y Althusser pertenecen a
sus vínculos con el ámbito de la praxis política a par- una generación de “vanguardias inoperantes”, cuyo
tir de la noción de Concepción del mundo. radio de acción estuvo severamente limitado por la cé-
Tras establecer este itinerario de lectura, una trave- lula directiva de sus partidos respectivos (PCI y PCF),
sía que coincidirá, en gran medida, con el itinerario de la labor de Sacristán en el PSUC se acerca mucho más
Sacristán a través de Marx, cabría avanzar algunas ob- a la del intelectual orgánico dibujado por Gramsci en sus
servaciones relativas a su posición en el contexto del Quaderni: un pensador con capacidad de organiza-
marxismo occidental. Podríamos considerar la pro- ción, ocupado en tareas pedagógicas de formación mi-
ducción filosófica sacristaniana bajo las figuras de la litante, análisis y dirección política7. Estos rasgos, uni-
frontera o el límite. Pero ¿qué constituiría en el traba- dos a su formación filosófica, de una elevada erudi- página 141
jo teórico y político del pensador español esa “fronte- ción filológica, lógica y científica, hacen de Sacristán
ra”? ¿Por qué Sacristán dejaría leer mejor su legado a una verdadera anomalía en el panorama de la filosofía
través de cierta escenografía del límite? ¿Qué elementos marxista. Volviendo a la imagen del límite, algo que
nos permiten considerar su obra como un discurso-lí- no puede perderse de vista respecto del pensamiento
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7.- Algo que no estuvo exento de problemas y que, como acabamos de mencionar, dotará la actividad política y teórica de Sacristán de un
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sello especial, una marca distintiva que continuará existiendo aun cuando abandone las filas el PSUC. Sobre este tema, el excelente tra-
bajo de Giaime Pala: El intelectual y el partido, notas sobre la trayectoria política de Manuel Sacristán en el PSUC, en Salvador López Arnal e
Iñaki Vázquez Álvarez (ed.), El Legado de un Maestro. Homenaje a Manuel Sacristán, FIM, Madrid 2007. Apuntar, como hace el autor del
artículo, que la política sobre los intelectuales en el seno del PSUC y el PCE – su multiplicación de tareas y falta de tiempo para la in-
vestigación- impidió el nacimiento de una verdadera cultura marxista de cuño español a la altura de otras naciones europeas (Francia,
Italia o Inglaterra). Es sintomático, en este sentido, que la obra Perry Anderson Consideraciones sobre el marxismo occidental sólo logre acer-
carse al marxismo español a través de la figura de un Miguel de Unamuno, obviando totalmente la obra de Manuel Sacristán.
MISCELÁNEA
sacristaniano -y ello a pesar de su carácter fronterizo y Sacristán, las contribuciones teóricas de estos filósofos
transicional– es el hilo de continuidad que manifiesta habían de ser concebidas como proyecto de continua-
hacia el marxismo occidental, pues sigue mantenien- ción de las investigaciones de Marx en otro tiempo y
do una estrecha relación con los dilemas teóricos de hacia otros campos de problemas, algo que no debie-
dicha tradición. Consecuentemente, erraríamos si qui- ra confundirse -tal y como sucedió en los años 60 y 70-
siésemos ver en la producción teórica de Sacristán una con un verdadero análisis filológico de la obra de
ruptura temática en sentido fuerte. No obstante, nues- Marx. La apuesta de Sacristán, frente a la de los auto-
tra lectura intentará trazar diversas líneas de fuga y res citados, trataría de situarse en un marco de carác-
planteamientos críticos fértiles desde su obra, esbo- ter explicativo, centrado más en analizar y exponer
zando una serie de propuestas que tendrán como ob- las tensiones de la obra del autor –sus contenidos y
jetivo situarse en medio de nuestro tiempo. distintos estratos temáticos– que en forzar un código
de lectura externo o realizar “grandes descubrimien-
II. Dialéctica y Totalización: tos científicos” sobre la base de un texto. Esta “toma
el marxismo de Sacristán de posición”, que abre el escrito ya mencionado, pue-
de ampliarse a su lectura global de la obra de Marx, a
su tratamiento filosófico de la misma. La lectura sa-
No se debe ser marxista; lo único que tiene interés es deci- cristaniana será, por tanto, de vocación esencialmente
dir si se mueve uno, o no, dentro de una tradición que in- filológica, aunque –como veremos– no dejará de ver-
tenta avanzar, por la cresta, entre el valle del deseo y el de se coloreada por ciertas tendencias interpretativas
la realidad, en busca de un mar en el que ambos confluyan. vinculadas a su formación científica e histórica, lo
Manuel Sacristán
cual le llevará a traspasar en más de un sentido el ám-
bito de la filología para producir, finalmente, una ori-
En un conocido escrito de madurez –El trabajo científi- ginal mirada dentro del marxismo.
co de Marx y su noción de ciencia8– Manuel Sacristán Reconstruir el enfoque filológico e interpretativo de
distingue, en un sentido fuerte, entre lo que sería el li- Sacristán sobre la obra de Marx no es tarea sencilla. La
bre cultivo de una tradición y lo que podríamos denomi- fragmentariedad de su escritura –hecha de prólogos,
nar un ejercicio de filología sobre la obra de un autor. artículos y agudas intervenciones– hace que sea difí-
Mientras que el cultivo crítico de cualquier tradición,
por tratarse de la continuación de un legado, presu-
pone el dominio de una dimensión fuertemente inter-
pretativa9, todo ejercicio filológico poseería, sin em-
bargo, un carácter fundamentalmente explicativo,
destinado a considerar el contenido de la obra de un
autor de manera inmanente. Es decir: desde sus pro-
pios términos y dificultades. Obviando los problemas
que pudiera acarrear una distinción metodológica tan
neta, abordar de este modo el horizonte teórico del
marxismo occidental permite cartografiar la mayoría
de sus producciones filosóficas de manera eficaz. En
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8.- El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia, en Manuel Sacristán, Sobre Marx y Marxismo. Panfletos y Materiales I, Icaria, Barcelona
1983.
ISBN: 1885-477X
9.- En lo que respecta a la tradición marxista, han existido diferentes “modelos interpretativos” y criterios de análisis contrapuestos de
la obra de Marx, cada uno de ellos auspiciado por la producción filosófica de un pensador de la tradición europea: Lukács accedió a
Marx a través de Hegel y Weber, Gramsci desde Maquiavelo y Croce, Marcuse a través de Hegel y Freud, Della Volpe acercándose
a Galileo y a la metodología científico-experimental, Althusser a través de Spinoza y el estructuralismo, etc. También, por otra parte,
se ha tendido a privilegiar una etapa de la producción teórica de Marx para realizar, a partir de ella y de los lineamientos conceptua-
les de momento elegido, una lectura global de su obra. La confrontación entre el joven Marx y el Marx maduro es, en este sentido,
uno de los campos polémicos más tradicionales del marxismo de mediados del siglo XX.
MISCELÁNEA
cil trabar la continuidad de un hilo narrativo sin sal- Siguiendo la distinción que Sacristán realizó en su cé-
tos o cesuras algo abruptas, ya que las observaciones lebre prólogo al Anti-Dühring, tendríamos que tener
y desarrollos más importantes del autor se hallan di- el cuidado de diferenciar la metodología de las “cien-
seminados en lugares muy dispares. Este hecho nos cias positivas” del cometido y estructura de la teoría
obliga, forzosamente, a realizar una reconstrucción de marxista (una teoría enraizada en un pensamiento de
su pensar que puede resultar artificial en apariencia, inspiración dialéctica con objetivos explícitos de carác-
pero que, como iremos viendo, tratará de revelarse ter político y social). Las ciencias empíricas como la
fiel a la imagen que Sacristán ofrece de Marx, su me- Física o la Química operan, en términos formales –y
todología y sus perspectivas ideológico-políticas. desde la fundación de la ciencia moderna–, mediante
Quizá el mejor punto de partida para adentrarse en la una metodología analítico-reductiva, es decir, a través
lectura sacristaniana de Marx, en su trama, sea formu- de procedimientos que buscan la descomposición de
lar una serie de preguntas que recorran de forma fenómenos complejos y cualitativamente determina-
transversal el discurso marxista. Por lo tanto, una pri- dos en elementos cada vez más sencillos. Estos proce-
mera batería de cuestiones –todas ellas relativas al es- sos teóricos y experimentales buscan, al mismo tiem-
tatuto teórico del marxismo- podría venir a formular- po, dotar de simplicidad y homogeneidad los fenó-
se de este modo ¿Cuál es la naturaleza de la teoría menos analizados, de modo que su contenido cualita-
marxista? ¿Cuáles son sus características? ¿Es ésta ho- tivo desaparezca en pos de una reducción a relaciones
mologable a la teoría de las ciencias positivas? ¿Cómo de carácter puramente cuantitativo. Un gesto que, al
podemos definir el trabajo científico de Marx? ¿Cómo decir de Sacristán, puede verse incluso en la evolu-
evoluciona su obra hasta dar como fruto un texto ción de los conceptos que utilizan las ciencias, cada
“científico” como El Capital? vez más formales y vacíos, depurados de cualquier
contenido afectivo o cualitativo10. La reducción de
formaciones complejas a formaciones más simples
posibilita a las ciencias, como bien ve el filósofo, “el
planteamiento de preguntas muy exactas (cuantifica-
das y sobre fenómenos “elementales”) a la naturaleza,
así como previsiones precisas que, caso de cumplirse,
confirman en mayor o menor medida las hipótesis en
que se basan, y, caso de no cumplirse, las falsan defi-
nitivamente”11. La tarea científica se juega, por tanto,
en el proceso de investigación, formulación de hipó-
tesis y posible falsación de las mismas. De este modo,
clases completas de fenómenos pueden ser inferidas
de manera causal desde los enunciados de una teoría,
formulando leyes que los hagan previsibles, manipu-
lables y cada vez más cognoscibles. En este trabajo y
en el de mejora de las nociones que sirven para ope-
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YOUKALI, 15
10.- Sacristán pone el ejemplo del concepto de presión atmosférica. Esta noción científica mantuvo el nombre de “horror de la naturaleza
al vacío” en las obras de Galileo y Torricelli, para después transformarse, tras las investigaciones de Pascal y Périer, en la noción que
manejamos hoy día. El concepto fue depurado de sus contenidos afectivos y cualitativos (culturales e incluso supersticiosos), para re-
ducirse a una ecuación que permitiese conocer con exactitud la fuerza ejercida por la atmósfera. Por otra parte, y a pesar del despre-
cio de Sacristán por la epistemologie francesa, autores como Bourdieu o Canguilhem han explicado a través de razonamientos muy si-
milares la formación de los conceptos científicos en sus respectivas áreas (Sociología, Historia de las ciencias médicas). Por ejemplo:
“La sociología espontánea y los poderes del lenguaje, en Pierre Bourdieu, J.C. Chamboredon y J.C. Passeron., El oficio del sociólogo, Siglo XXI,
Madrid 2005. Págs. 37-41. También: “La formación del concepto de regulación biológica en los siglos XVII y XIX” en Georges Canguilhem,
ISBN: 1885-477X
Ideología y racionalidad en la historia de las ciencias de la vida”, Amorrortu, Buenos Aires 2005. Págs. 103-127. En ambos textos se expone
la evolución de nociones pre-científicas o no depuradas de sus contextos de origen hasta su integración en un corpus científico con-
sistente. Bourdieu destaca la constante necesidad de una vigilancia epistemológica que permita operar con un vocabulario “sin am-
bigüedades”, no metafórico o demasiado cargado de sentidos en el terreno de la Sociología. Por otra parte, Canguilhem muestra la
evolución de los conceptos de “regulación” y “regulador” desde sus orígenes y usos en Teodicea (Leibniz) y Mecánica (Newton) has-
ta su integración –tras una depuración continua- en el vocabulario corriente de la Fisiología gracias a C. Bernard.
11.- Manuel Sacristán, Sobre Dialéctica, Viejo Topo, Barcelona 2009. “La tarea de Engels en el Anti-Dühring”, Pág. 81.
MISCELÁNEA
rar con sus objetos (fenómenos y elementos simples que pondrá el acento en que lo cualitativo y lo concre-
de diferentes campos de la naturaleza), consistiría to sólo pueden ser conocidos a través de una síntesis.
–formalmente– el trabajo de la ciencia. Una comprensión totalizadora de los saberes positivos y
Ahora bien, lo que se pierde con este tipo de análi- sus resultados. El conocimiento dialéctico sólo será tal
sis, cuya tendencia es la particularización y la reduc- por su referencia al todo, a la totalidad social, sus proce-
ción, es el ámbito de la concreción, el espacio de lo sos de producción, reproducción y antagonismos in-
cualitativo. Las determinaciones cualitativas de los fe- ternos. La teoría marxista habrá de ser, entonces, la
nómenos quedan excluidas del análisis-reductivo. elevación a síntesis conceptual de las diferentes esfe-
Pero no sólo. La tendencia de las ciencias a la división ras de conocimiento, generando, a partir de ellas, un
diferencial en campos teóricos de investigación –su tipo de saber global capaz de restituir las dimensiones
necesaria especialización– fragmenta, al mismo tiem- cualitativas excluidas por las ciencias particulares y
po, la experiencia que tenemos de la realidad, dotán- ofrecer, a la vez, una lectura rigurosa de las contradic-
donos de un conocimiento muy valioso desde una ciones que vertebran la coyuntura social e histórica.
óptica científica pero muy exiguo desde una perspec- La teoría se convierte así en un instrumento eficaz pa-
tiva práctica. La teoría marxista arrancaría, precisa- ra una intervención colectiva, una acción cuyo objeti-
mente, en este punto, guiada por su afán de transfor- vo último es la transformación revolucionaria del mo-
mar la realidad de la sociedad capitalista más allá de do de producción capitalista.
una mera interpretación crítica de sus conflictos. Una A partir de la interpretación sacristaniana del obje-
tarea para la cual necesitará proveerse de una indivi- to y labor de la teoría marxista, cabría preguntarse,
duación concreta del momento histórico-social, viéndo- desde su óptica, por la génesis y evolución de los
se obligada, por tanto, a desbordar la limitada visión “métodos” de abstracción científica de Marx en su
de los diversos saberes empíricos (economía, política, propia obra. También, y de un modo más perfilado,
historia, derecho, etc.) tomados cada uno desde su es- por los campos privilegiados por sus investigaciones.
fera autónoma de conocimiento. Esta necesidad intro- Esto nos acercará no sólo una mejor comprensión de
duce una línea de fuerza que Sacristán leerá en clave lo que Sacristán entiende por teoría marxista, sino
de dialéctica, inspirada parcialmente en Lukács12, y que nos dotará de una cartografía filosófica que po-
dremos valorar desde el presente, situando mejor, al
mismo tiempo, las virtualidades políticas y estratégi-
cas de su pensar.
Desde la perspectiva de la evolución teórica de
Marx, Sacristán realiza un análisis que pone atención
tanto en los factores internos de su pensar (el desarro-
llo de su corpus teórico en relación con las diversas
problemáticas que aborda) como en los avatares his-
tóricos y políticos desde los que emerge su teoría.
Pero además, y adoptando un gesto poco común en
la crítica marxista de mediados del S. XX, realizará su
lectura desde un conocimiento de primera mano de
la historia de las ciencias positivas e históricas, dotan-
página 144
12.- Ibídem. “Sobre historia y consciencia de clase” Págs. 241-252. Sacristán sigue a Lukács en su caracterización del conocimiento de la so-
ciedad.Éste, para ser verdaderamente tal, ha de ser histórico-dialéctico, esto es, por referencia al todo y al proceso histórico de mane-
ISBN: 1885-477X
ra unitaria (a la estructura social en su totalidad, en la cual el modo de producción y la articulación de las clases sociales tienen un pa-
pel fundamental). Ahora bien, Manuel Sacristán critica el olvido lukacsiano de la distinción entre ciencias y dialéctica, entre conoci-
miento analítico-reductivo y sintético-totalizador, pues acaba dando a éste último el verdadero título de “ciencia”. El denominar cien-
cia en sentido “puro” el conocimiento dialéctico crea para Sacristán una confusión que ha condenado al marxismo del joven Lukács
a un hegelianismo anti-científico. Además, éste es crítico con las ciencias empíricas por mor de su génesis en los inicios de la moder-
nidad y el capitalismo, como sí únicamente fuesen el reflejo o expresión de la racionalidad de este último. En este sentido cabe recor-
dar la crítica del autor húngaro al concepto de experimento, reducido a un ejemplo más de la conciencia contemplativa burguesa que
impregna el modo de producción capitalista. Ver: G. Lukács, Historia y Consciencia de Clase, Grijalbo, Barcelona 1975. Págs. 178-182.
MISCELÁNEA
de Marx a través de tres interpretaciones diferentes tica de la dialéctica especulativa de Hegel y con una con-
del término “ciencia” que aparecen en la obra del fi- cepción del hombre, heredada de Feuerbach, que po-
lósofo alemán; la ciencia como crítica, la ciencia como sibilitan no ya una “inversión de la dialéctica” (con-
science (o, al modo de T. Kuhn, “ciencia normal”) y, fi- cepto, por lo demás, confuso) sino un emplazamiento
nalmente, el concepto germánico de saber, heredero cada vez más materialista de sus propias investigacio-
del idealismo: la ciencia como Wissenschaft. Esta tría- nes. Algo a lo que también contribuyó –como recorda-
da de conceptos permiten acercarse a la obra de Marx rá el propio Marx en un conocido escrito de 185914– su
con cierta cautela crítica, proporcionando además cada vez más constante trato con los antagonismos re-
una periodización no dogmática de su producción ales en las páginas de la Gaceta Renana y los Anales
teórica. Pero ¿por qué “no dogmática”? Porque estas Franco-Alemanes. Para dar algunas notas características
nociones no suponen “cortes limpios” o “rupturas” de este período en la evolución del pensamiento de
puras en la evolución del pensamiento de Marx, sino Marx, cabría aludir a los dos textos anteriormente cita-
más bien elementos que forman parte del acervo dos poniendo de relieve –tal y como hace Sacristán– la
científico del autor, y que adquirirán una mayor o doble faz de una misma problemática: la crítica a la
menor relevancia según éste avance en sus investiga- dialéctica de Hegel y la adhesión antropológico-políti-
ciones. Algo que le llevará a realizar, finalmente, un ca a las vías del materialismo feuerbachiano. Dos pa-
esfuerzo científico sui generis en un escrito como El sos decisivos que abren a Marx el camino, aunque de
Capital, texto en el que siguen siendo rastreables estas una manera limitada, hacia la economía en tanto que
tres tipologías de ciencia. ciencia social15.
Siguiendo a Sacristán, podríamos hablar de una pre- En su Crítica del Estado de Hegel, Marx violenta el es-
dominancia de la ciencia como crítica durante los pri- quema especulativo mediante el que el pensador ide-
meros años de la producción teórica de Marx. Desde alista aborda la constitución política del Estado. Hegel
1840 hasta 1844, Marx se habría visto envuelto en el toma la “Idea de Estado” como origen de las estructu-
panorama cultural del joven-hegelianismo en Berlín, ras de gobierno y la realidad social, una idea que ge-
participando de unas concepciones “científicas” emi- nerará, a partir de su propio movimiento interno de
nentemente literarias e idealistas. Para los jóvenes he- diferenciación, la Constitución y la Sociedad Civil co-
gelianos (los hermanos Bruno y Edgar Bauer, D. mo formas derivadas de su naturaleza trascendente.
Strauss, M. Hess, etc.) hacer ciencia era realizar una De esta manera, todo el entramado jurídico, político y
crítica de tipo “libresco” o erudito, orientada princi- civil aparece como el fenómeno (Erscheinung) de una
palmente a las áreas de la cultura, la religión y la filo- esencia (Wesen) profunda, espiritual y racional, tenien-
sofía. Un juicio crítico que se convertirá más adelante, do las instituciones siempre una naturaleza distinta
y siempre tomando éstas áreas como fundamento, en de sí mismas, pues sólo son expresiones de la Idea en
el despliegue de una problematización “ideal” de lo su auto-despliegue. Según Sacristán: “Hegel recoge
político. Lejos de las consideraciones habituales de es- los hechos empíricos tal como son, los describe, pero
te período, Sacristán destaca –inspirándose en Della a continuación los sanciona, los santifica por así decir-
Volpe13- algunos momentos intelectuales de impor- lo… al afirmar que son racionales tal como los hechos
tancia crucial para la posterior incursión marxiana en son. Pero luego, nuevo plano de crítica… resulta que
los terrenos de la ciencia histórica y en la economía, co- la racionalidad de esos hechos –por ejemplo, de la his-
mo, por ejemplo, la incendiaria Crítica del Estado de toria griega o de nuestra historia– no es una raciona-
Hegel (1843), radicalmente influenciada por Ludwig lidad de causas internas a esos hechos sino una racio- página 145
Feuerbach, o los Manuscritos de París (1844). Durante nalidad mística que les viene de que los hechos son
este período, Marx cuenta principalmente con una crí- concebidos como manifestación de la Idea”16.
YOUKALI, 15
13.- Frente a la tradición francesa, inspirada en el pensamiento de Louis Althusser, Della Volpe propuso en su célebre Logica y en otros
textos sobre crítica materialista que el viraje marxiano hacia las realidades político-económicas había que buscarlo en los manuscritos
de Kreuznach (1843), hoy disponibles bajo el nombre de Crítica del Estado de Hegel. Sacristán se hace eco en sus análisis de dicha influen-
ISBN: 1885-477X
cia, que es, por otra parte, filológicamente más correcta que la propuesta althusseriana de la coupure.
14.- Nos referimos al prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859).
15.- Otro paso que hay que mencionar, por su importancia en la formación económica de Marx, es la influencia del texto de Friedrich
Engels Esbozo de crítica de la economía política (Umrisse zu einer Kiritk der Nationalökonomie), texto en el que Engels se enfrenta, por vez
primera, a los problemas de la economía política (discusiones con Ricardo, Mc Culloch, Malthus, la incidencia de la maquinaria en
el proletariado y cierto proto-análisis del valor).
16.- Óp. Cit. 118.
MISCELÁNEA
aparecerán los hombres, auténticos agentes de la so- gran medida, a las principales fuentes y nociones que
ciedad, cuya esencia y actividad se objetivará en el dan vida a esta fase del pensamiento de Marx, aún crí-
plano político y material; si bien –como mostrarán los tica, las cuales actúan muchas veces como obstáculos
Manuscritos- de un modo enajenado por los antagonis- epistemológicos para el desarrollo de su conocimiento
mos y contradicciones del capitalismo. sobre las dinámicas económicas del capitalismo.
YOUKALI, 15
La valoración sacristaniana de los Manuscritos de Estamos –como señalará Sacristán– ante un Marx
París es positiva, ya que estos suponen el abandono muy alejado de obras como los Grundrisse, las Teorías
de las problemáticas literarias joven-hegelianas para de la Plusvalía o El Capital: “cuando empieza sus estu-
ir acercando cada vez más a Marx al plano específico dios económicos profundos, su primera reacción es
de la investigación económica. A lo largo de los tres de rechazo de la economía clásica, un rechazo además
manuscritos que dan cuerpo a la obra, el filósofo ale- que no es sólo teórico sino que tiene una clara compo-
ISBN: 1885-477X
vés de la lectura de la Lógica por parte de Marx duran- te en la estructura y el estilo de los Grundrisse, es más
te la escritura de los Grundrisse. Al hilo de la produc- obvia, la segunda sólo lo es por su contemporaneidad
ción filosófica marxiana de este período, el pensador histórica y aspiración respecto a su objeto de conoci-
ISBN: 1885-477X
proceso de conocimiento, Sacristán describe como el que muchos pensadores marxistas denominarán “te-
pensador alemán delimita dos vías para conocer, una oría del modo de producción”, las hipótesis específi-
de orden analítico y otra de naturaleza sintético-cons- cas que guían a Marx en su forma de abordar la his-
tructiva. La primera vía partiría de lo real y concreto toria, la sociedad y la economía23. Pero ¿Cuáles son
YOUKALI, 15
21.- Manuel Sacristán, Escritos sobre El Capital (y textos afines), El Viejo Topo, Barcelona 2004. Pág. 64. Cita original de los Grundrisse en
OME 21, 12; p. 25.
22.- Ibídem. 64. Cita original de los Grundrisse en OME 21, 23; p. 35.
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23.- Althusser, entre otros, asume la existencia de una teoría general, una teoría que sirve para delimitar el campo de análisis del mate-
rialismo histórico y sus objetos específicos. Sin el desarrollo de sus conceptos básicos, gran parte de la práctica del análisis materia-
lista se hallaría en un estado de “ceguera”. La teoría marxista se aplicaría a través de diferentes métodos al campo histórico, social y
económico, ofreciendo una totalización sincrónica del momento histórico considerado. El pensador francés nos invita, frente a
Sacristán, a desarrollar en el plano de la investigación empírica las coordenadas teóricas de análisis de este esquema previo, y a en-
tenderlas como un desarrollo legítimamente científico, pese a tener como objeto una formación social, un modo de producción, que siem-
pre es –al decir de Althusser- un todo complejo y estructurado.
MISCELÁNEA
estas hipótesis? Si seguimos el resumen del prólogo de “leyes de la dialéctica” descritas por Friedrich Engels
1859 a la Contribución a la crítica de la economía política en el Anti-Dühring. Para el pensador español, el senti-
obtendremos una descripción general de las mismas: do razonable de un término hegeliano como “univer-
“en la producción social de su vida los hombres esta- sal concreto” no puede sino aludir a un tipo de cono-
blecen determinadas relaciones necesarias e indepen- cimiento que reconstruye –como sucede en Marx–
dientes de su voluntad, relaciones de producción que una “totalidad real”, una sociedad o época, en defini-
corresponden a una fase determinada de desarrollo tiva, “una singularidad histórica no repetible”. Esta
de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de ciencia de lo “particular-histórico” adquirirá en el
estas relaciones de producción forma la estructura fundador del marxismo -tal y como hemos podido
económica de la sociedad, la base real sobre la que se observar líneas más arriba -una serie de matices espe-
levanta la superestructura jurídica y política y a la que cíficos por el carácter materialista de su empresa cien-
corresponden determinadas formas de conciencia so- tífica. Ahora bien, esta reconstrucción sintética e histó-
cial. El modo de producción de la vida material con- rico-social posee, al mismo tiempo, y según Sacristán,
diciona el proceso de la vida social, política y espiri- un parentesco de estilo con la escuela histórica, pues
tual en general. No es la conciencia del hombre la que el objeto de ambos enfoques es crear el retrato de una
determina su ser sino, por el contrario, el ser social es época, ilustrando su articulación interna de una ma-
lo que determina su conciencia…Al cambiar la base nera fiel. Por lo tanto, el término dialéctico no se referi-
económica se transforma, más o menos rápidamente, rá tanto al método o a la teoría que coordinaría el es-
toda la inmensa superestructura erigida sobre ella”24. fuerzo de Marx por conocer, comprender y criticar el
Este esbozo programático no será asumido por capitalismo como modo de producción y momento
Sacristán con el carácter de una teoría aplicable sensu histórico, sino que lo dialéctico sería más bien una
stricto, si no que será entendido al modo de una aspi- cualidad del producto elaborado por el conocimiento,
ración o estilo intelectual de raíz hegeliana –dialéctica–, esa “síntesis de múltiples determinaciones” que es la
heredera de la búsqueda de una “ciencia de lo parti- sociedad: “Dialéctica es una cierta manera de ser del
cular” que tendría por padres a Spinoza y a Leibniz. producto intelectual consistente en su globalidad, co-
Una aspiración que recorrerá también la lógica de las mo en el caso de la escuela histórica, en el hecho de
que es autoexplicado, autocontenido, no tiene expli-
caciones exógenas, tiene un elemento de historicidad,
de singularización del objeto, “el capitalismo”, como
en el caso de Sombart, o El Capital, que en el fondo
quiere decir lo mismo”25. La diferencia entre la escue-
la histórica y Marx estribaría más en el tipo de heurís-
tica emprendido que en el producto final de sus tra-
bajos. Mientras que para Marx la economía, sus méto-
dos deducción, matematización e inducción, son fun-
damentales para comprender la sociedad –la econo-
mía, como hemos visto, es su base–, para la escuela
histórica la economía y la cientificidad derivada de la
misma representan un esfuerzo vano por entender el
flujo de la historia y la significación de un momento página 149
histórico en toda su riqueza26.
YOUKALI, 15
24.- Karl Marx, Contribución a la crítica de la economía política, Siglo XXI, Madrid 2000. Págs. 4-5.
25.- Op. Cit. 215.
26.- Para algunos historiadores marxistas, como Maurice Dobb, este acercamiento entre la Escuela Histórica y Marx no sería del todo le-
gítimo, ya que ambos paradigmas no entienden lo mismo por “capitalismo”. Mientras que para el marxismo es, fundamentalmente,
ISBN: 1885-477X
un modo de producción, para la escuela histórica (por ejemplo, Sombart y, más adelante, Weber) la esencial del capitalismo no está
en su anatomía, sino más bien en el conjunto de expresiones epocales, entendidas como un todo, que representan el geist singular de
un período histórico, su inspiración fundamental. Este espíritu sería –en el caso del capitalismo– el espíritu de empresa burgués ca-
racterizado por el cálculo y la racionalidad. De este modo, todo grupo de individuos (organización u empresa) que busque el lucro
a través de su actividad, basándose en una racionalidad calculadora para maximizar sistemáticamente sus beneficios, sería capitalis-
ta. Sin embargo, para Marx un modo de producción se define por el estado de desarrollo de las fuerzas productivas, las innovacio-
nes tecnológicas del mismo y, principalmente, por la forma de apropiación de los medios de producción y las relaciones entre los in-
MISCELÁNEA
tificio, que es lo que reprobaban sus críticos al estilo mal, ya que, al decir de Sacristán, no hay una relación
dialéctico”27. contradictoria entre ambas dimensiones, sino que hay
Ahora estamos en posición de responder las pre- sólo una supraordinación: “La relación entre el “géne-
guntas planteadas al comienzo de esta cartografía sa- ro literario” praxeológico y el de la teoría pura (en
cristaniana del pensamiento de Marx, una cartografía sentido fuerte o formal) no es de antagonismo, sino
YOUKALI, 15
que es, al mismo tiempo, una exposición de las tesis de supraordinación: para la clarificación y la funda-
ISBN: 1885-477X
dividuos que resultan de tal organización productiva. De este modo, y siguiendo a Dobb: “No basta que haya poseedores de capital,
por “lucrativo” que sea: tienen que emplear ese capital para extraer plusvalía de la fuerza de trabajo en el proceso de producción”.
[Ver: Maurice Dobb, Ensayos sobre el desarrollo del capitalismo, Siglo XXI, Argentina 1971. Pág. 22]. Es la estructura productiva, y no la
totalidad de manifestaciones epocales, lo que permite llamar capitalismo a una época, manifestaciones que, además, se verán condi-
cionadas por la estructura material de la sociedad. Eric Hobsbawm, sin embargo, sostiene un juicio más integrador respecto a Weber
en su Introducción a Formaciones económicas precapitalistas, tratando de criticar los aspectos economicistas de algunos autores marxis-
tas y su poca perspectiva “global”. Ver: Karl Marx, Formaciones económicas precapitalistas, Siglo XXI, México 2004. Introducción.
MISCELÁNEA
mentación de una práctica racional a teoría es el ins-
trumento más valioso, aparte de su valor no instru-
mental, de conocimiento. Marx lo ha sabido muy
bien… y eso hace de él, precisamente, una figura úni-
ca en la galería de los grandes revolucionarios de la
historia”28.
Lo que muchos autores de la tradición marxista han
denominado “teoría” -entre ellos Althusser– no sería
sino, para Sacristán, un estilo intelectual de motiva-
ción praxeológica. La aspiración a producir una vi-
sión de conjunto de la sociedad, sus antagonismos,
sus diferentes esferas sociales y planos posibles de in-
tervención. Por lo tanto la dialéctica –como estilo– se-
ría profundamente política, un saber de intervención,
un conocimiento formador de estrategias de transfor-
mación social más que una metodología o una “teoría mensiones prácticas del trabajo de Marx no se vean
de teorías”. De aquí se sigue que la totalización dialéc- reducidas a un discurso puramente epistémico o sean
tica sea importante en la construcción de concepcio- banalizadas en una vaga metafísica antropológica.
nes del mundo, de un sentido común capaz de rom- Este gesto, como hemos podido observar, no irá en
per a través de la praxis y la cultura las ataduras del menoscabo del rigor de los análisis histórico-econó-
capitalismo en pos de una nueva organización de los micos de Marx, sino que dotará al concepto de “dia-
medios de producción. léctica” de una serie de características distintivas que
rebasarán el horizonte puramente científico o crítico.
III. Una apuesta dialéctica para el presente: Yendo más allá de las determinaciones de la dialéc-
mapas, estrategias tica en el terreno de la teoría, de sus procedimientos
de construcción, esta noción apuntará -desde la posi-
Crear una nueva cultura no significa solo hacer indivi-
ción mantenida por Sacristán- hacia la intervención
dualmente descubrimientos “originales”; significa tam-
bién, y especialmente, difundir verdades ya descubiertas, política a través de una mediación esencial: la concep-
“socializarlas”, por así decir, convertirlas en base de accio- ción del mundo vinculada al proyecto político comu-
nes vitales, en elemento de coordinación y de orden inte- nista. Las “síntesis-dialécticas” operadas por la unifi-
lectual y moral. cación teórica de datos económicos, jurídicos, políti-
Antonio Gramsci cos y sociales elaborados por Marx, su forma antago-
nista de construir una “individualidad histórica”, mi-
Como hemos visto en nuestro trazado teórico, Ma- ran hacia la transformación de la sociedad, algo que
nuel Sacristán lleva a cabo una lectura rigurosa y per- sólo puede adquirir unidad y coherencia políticas en el
sonal de los escritos de Karl Marx –por desgracia po- seno de una cultura. Es decir, formando parte de un
co conocida- que pone el acento sobre la pulsión praxe- sentido común que oriente la praxis colectiva de una
ológica de la obra del pensador alemán. Ahora bien, y clase. Siguiendo a Antonio Gramsci, Sacristán es ple-
página 151
pese a este enfoque praxeológico, Sacristán no cede namente consciente de la importancia de adquirir he-
un ápice ante las antropologías filosóficas de cuño gemonía social a partir de una concepción del mundo
marxista, revitalizadoras de la noción de praxis29, co- explícita y racional, capaz de terminar con la “obnu-
mo tampoco lo hará –aun reivindicando un concepto bilación de la consciencia, con la presencia en la con-
sólido de ciencia– ante el “teoricismo estructural” del ducta humana de factores no reconocidos o idealiza-
YOUKALI, 15
primer Althusser. Lo que define a Sacristán es, más dos”30. Esta sería la única forma de adquirir una di-
bien, una encendida pugna por distinguir metodoló- rección consciente para las esferas política y económi-
gicamente el ámbito de lo científico en un sentido es- ca, un requisito fundamental para el comunismo al
tricto y el de la teoría marxista, de modo que las di- que alude Marx al final del primer capítulo de El
ISBN: 1885-477X
Capital31: frente al fetichismo de las sociedades pro- dos adecuados la actividad antagonista del proleta-
ductoras de mercancías, en la que los trabajos se rela- riado. Por todo ello, “la totalización dialéctica aspira a
cionan entre sí de manera reificada, azarosa, los traba- no ser una teoría, un sistema global por encima de las
jadores de una asociación de hombres libres requieren de ciencias, sino una fundamentación práctica del mo-
una guía consciente de sus objetivos y capacidades. mento… […] la práctica que ha de servir al criterio
Convertir una multitud de fuerzas de trabajo indivi- dialéctico es una práctica no tecnológica sino revolu-
duales en una fuerza de trabajo social, una fuerza que cionaria… […] el criterio de ponerla a prueba… prác-
se dé a sí misma un mundo a través de la colectiviza- tico social, en grande o en pequeño, no quiere decir
ción de los medios de producción, requiere, ante to- sólo en una revolución importante sino también en
do, tres cosas: 1) la consciencia clara de su lugar den- pequeñas revoluciones del tejido social”33. La sínte-
tro de la trama social actual en la que vive, de su en- sis-dialéctica funda, al arraigarse a la concepción del
torno y los antagonismos a los que se ve sometida en mundo comunista, las herramientas estratégicas para
tanto que clase social; 2) un esbozo de los marcos de ac- la acción.
ción, de las estrategias a seguir para conseguir sus ob- Quizá esta arista de la dialéctica sea la más produc-
jetivos revolucionarios; 3) el requisito previo a poseer tiva para enfrentar, tentativamente, nuestro presente.
una mirada capaz de crítica ideológica, capaz de cre- Si, como hemos dicho, una práctica colectiva de inspi-
ar un mapa social para sus estrategias prácticas: conoci- ración comunista necesita una consciencia clara de su
miento. Un conocimiento que no podrá ser parcial, si- posición, un mapa de la sociedad para participar acti-
no que habrá de presentarse como cartográfico y glo- vamente en ella, cabría pensar, en la actualidad, las ví-
bal, pues su cometido es forjar el substrato de una as para producir una comprensión dialéctica de nues-
concepción del mundo que guíe el sentido político y tro horizonte globalizado. Especialmente ahora, un
moral de la colectividad. De ahí la necesidad de que momento en que la banalidad de la cultura posmoder-
sea dialéctico, concreto. na y la fragmentación de los relatos sociales han llega-
Entendemos ahora mejor, pero esta vez de una ma- do a la exasperación dentro de un marco de crisis eco-
nera práctica, por qué Sacristán –frente a Colletti y nómica mundial. Asistimos hoy a un momento histó-
Althusser– se niega rotundamente a hacer de las tota- rico en que las mutaciones productivas del capitalis-
lizaciones dialécticas un supra-saber o una teoría mo post-fordista y mundializado han promovido una
científica en sentido fuerte: porque de ser así, se per- concepción del mundo que llama libertad a la posibi-
dería el vínculo esencial entre dialéctica y concepción lidad de elegir entre una gran diversidad de “subjeti-
del mundo, evaporándose también los lazos reales vidades”, “juegos lingüísticos” y prácticas privadas,
del proletariado y su consciencia con el proyecto co- aparentemente inconmensurables, mediadas por una
munista. No se trata sólo de que la síntesis dialéctica cultura de masas que oscila entre el vacío y la repeti-
no sea metodológicamente homologable a otras disci- ción. Todo ello auspiciado por la hegemonía de la ide-
plinas positivas, sino que su objeto es la transforma- ología neoliberal, caracterizada por su continuo ataque
ción de la realidad social a través de la modificación a las instituciones democráticas y a lo público, valedo-
substancial de una concepción del mundo colectiva. ra de un individualismo atomizador, consumista e
Pero esta transformación, frente a la creencia del jo- irresponsable. Pero esta falsa libertad de elección a la
ven Lukács, no tiene su clave última en la toma de que nos invita la sociedad de consumo, sustentada en
consciencia, pues “la liberación de la consciencia pre- una desigual participación en el mercado y en la dis-
página 152
supone la liberación de la práctica de las manos”32. Es tribución de la riqueza colectiva – común– sigue te-
decir, la transformación de la concepción del mundo niendo una medida única: la ley del valor, la ley de la
no es nada sin la lucha de clases, sin la acción social y mercantilización de lo existente. Un proceso que, como
política, cuyo objetivo es la re-organización de la es- podemos comprobar por la generalización del sector
tructura productiva capitalista. No obstante, el cono- servicios en las economías de las naciones dominan-
YOUKALI, 15
cimiento permite una gradual crítica de las ideologías tes, se ha extendido a esferas de prácticas humanas
existentes y un mayor entendimiento de las posibili- que antiguamente quedaban al margen de la explota-
dades de la clase, así como la construcción de un en- ción capitalista o no estaban tan integradas en su di-
tramado normativo y estratégico que dote de conteni- námica expansiva (creatividad, afectos, conocimiento).
ISBN: 1885-477X
31.- Karl Marx, El Capital, RBA, Madrid 2003. Pág. 41 (Edición de SigloXXI).
32.- Op. Cit. 79.
33.- Ibídem. 144
MISCELÁNEA
Althusser o Colletti pensaban, hoy día los relatos socia-
les dominantes no poseen la misma polarización ideo-
lógica (estamos lejos de la Guerra Fría), las sedes de los
agentes capaces de producir cambios sociales y sus ca-
racterísticas subjetivas han mutado, pluralizándose y
rebasando los cauces clásicos a través de los cuales el
proletariado industrial accedía a la lucha y su organiza-
ción militante. Una modificación del panorama social
que ha seguido la trayectoria de las transformaciones
del capitalismo y las luchas que han tenido lugar des-
de la segunda mitad del siglo XX. Por lo tanto, reivin-
dicar hoy esta dimensión práctica de la dialéctica ha de
pasar por la creación de un nuevo marco de compren-
sión para las contradicciones actuales, tomando en
cuenta las modificaciones estructurales en el modo de
producción capitalista y los nuevos problemas con los
Podríamos decir, siguiendo el hilo de lo anterior, que que nos encontramos hoy día: desde la abusiva flexibi-
tanto la forma que han adquirido las relaciones socia- lización de la esfera laboral y la desregulación financie-
les como las ideologías que han dominado estas últi- ra, a la privatización de lo público. Como también, por
mas décadas la esfera cultural, han creado una panta- supuesto, debe atender a la mencionada diseminación
lla epistémica que nos ha impedido adquirir, subjeti- de los antagonismos, que han adquirido nuevas iden-
vamente, elementos teóricos y estratégicos para orien- tidades y líneas de crítica. Una totalización dialéctica
tarnos en nuestras sociedades globalizadas. Fredric actual requeriría, en definitiva, la producción de una
Jameson, uno de los críticos marxistas más agudos del investigación empírica de largo alcance sobre las áreas
posmodernismo, comentaba en una de sus más im- en las que Marx hizo destacar su tarea: historia, econo-
portantes contribuciones34 que una iniciativa intelec- mía, sociología, política, conflictos sociales, etc. Sólo al
tual o estética actual de izquierda debería poseer una elaborar una síntesis global de dichos ámbitos estaría-
función primordialmente pedagógica y didáctica; si nos mos en condiciones de producir un mapa cognitivo, un
hallamos en un entorno cada vez más desdibujado, en conocimiento y un espacio de representación subjetiva
el que las relaciones sociales se encuentran atomiza- para lo social que pudiese ir más allá de las imágenes y
das y desgajadas de su pertenencia a un todo, debe- discursos dominantes, deformadores e inhibidores de
mos generar formas de orientación subjetiva que ha- una praxis colectiva verdaderamente constituyente.
gan posible el trazado de una cartografía cognitiva. Un Si queremos ser fieles a la concepción sacristaniana
mapa de lo social que no eluda la confrontación con la de la dialéctica, ésta nos exige, antes de producir una
dimensión del todo, con lo global. De este modo, cre- síntesis de los procesos y contradicciones sociales, un
ando nexos entre los diversos universos de discurso y trabajo con lo empírico, con los resultados de los sabe-
experiencia que tienen lugar en nuestras sociedades, res constituidos, para sólo después restituir a ese co-
explorando las lógicas que los atraviesan, podremos nocimiento su carácter concreto. Este es el único mo-
crear una pedagogía política que sirva de fundamen- do de no crear ni totalizaciones de carácter especula-
to a la institución de una cultura crítica, a una concep- tivo (Hegel o incluso la posmodernidad) ni reiterar página 153
ción del mundo comunista renovada e históricamente consignas discursivas dentro del marxismo que ter-
orgánica en un nuevo tipo de formación social. minen por condenarlo a una perspectiva escolástica,
Sin embargo, y frente a la época en la que Sacristán, alejada de los campos de conflicto real35. El pensa-
YOUKALI, 15
34.- Fredric Jameson, El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado, Paidós, Barcelona 1991. Págs. 101-121.
35.- A partir de las tradiciones italiana (Antonio Negri, Maurizio Lazzarato), anglosajona (David Harvey, Fredric Jameson, I. Wallerstein)
ISBN: 1885-477X
y latinoamericana (Enrique Dussel, Néstor Kohan) el marxismo se ha visto revitalizado desde hace más de dos décadas por análisis
históricos, económicos y sociológicos. Sin embargo en España, Francia, Portugal. Alemania y Grecia aún seguimos –salvo notables
excepciones– a la sombra del marxismo occidental. Respecto del caso español, hemos visto que el marxismo practicado en España se
ha ido desplazando hacia el exterior de las facultades, siguiendo el rumbo de los nuevos movimientos sociales, lo que le ha llevado
a un acercamiento cada vez mayor a los problemas más inmediatos y urgentes. Cabe destacar la renovada labor de editoriales y re-
vistas como El Viejo Topo, Akal –con su colección sobre Cuestiones de Antagonismo y su difusión de la New Left Review en España–, pe-
ro también Tierradenadie Ediciones y revistas como Youkali, Sin Permiso o Viento Sur. Cabe también destacar la labor de la página web
Marxismo Crítico, cuyo alcance desborda de lejos la perspectiva nacional.
----- Anti-Dühring: la subversión de la ciencia por el señor
MISCELÁNEA
1981.
ISBN: 1885-477X
MISCELÁNEA
EL RECONOCIMIENTO DE NUESTRA CONDICIÓN
COMÚN
Esta entrevista fue realizada en el marco del en- mejor entender la precariedad y la explotación como... en-
cuentro internacional Teaching the Crisis1, espacio tretejidas con las estrategias de la deuda. Y, por tanto, te-
de discusión al que Michael Hardt contribuyó con nemos que seguir con las luchas de los trabajadores, los
la conferencia Subjective figures of the crisis. La en- precarios y los desempleados junto con las luchas alrede-
trevista lleva la impronta de los debates planteados dor de la deuda, y no tomarlas como fenómenos separa-
en torno a su intervención, reflejando, a su vez, al- dos...
gunos de los interrogantes que sirvieron de hilo te-
Mario Espinoza: Otra cuestión que encontré muy intere-
mático al encuentro.
sante en tu conferencia sobre las condiciones del capitalis-
mo actual, es la relación del capitalismo con la producción
de subjetividad. ¿Qué podrías decirnos acerca de estas re-
Mario Espinoza: Muchas gracias por esta entrevista
laciones hoy día? Porque la producción de subjetividad en
Michael, y gracias por tu conferencia durante este evento,
el trabajo -atravesada por la ideología del emprendedor,
Teaching the Crisis, ha sido muy interesante y sugerente.
del marketing de sí- se nos muestra hoy día como una for-
Estamos inmersos ahora mismo en Europa con el proble-
ma de explotación en sí misma...
ma de la deuda ¿cuáles crees que son las principales carac-
terísticas y rasgos de este “nuevo” capitalismo de la deu- Michael Hardt: Sí, e incluso como un mecanismo de con-
da (debt capitalism) al que estamos teniendo que enfren- trol...
tarnos?
Mario Espinoza: Sí, también...
Michael Hardt: Entre las características más destructivas
Michael Hardt: Pero lo que más me interesa de esto es la
de este capitalismo de la deuda al que nos estamos enfren-
forma en que las luchas operan una suerte de contra-sub-
tando en Europa, pero también en todas partes, tiene que
jetivación, una contra-producción de subjetividades, de
ver con su carácter moralizador e individualizador.
modo que el tipo de politización que surgió en España en
Refuerza las divisiones de clase y también suprime la re-
los últimos dos años... es algo que transformó las subjeti-
vuelta a través de una suerte de separación e individuali-
vidades en nuevas subjetividades creativas. Así que su-
zación. Entonces, un resultado importante de las luchas
pongo que tenemos un momento teórico y un momento
contra la deuda, especialmente en relación con la vivien-
práctico, político. El momento teórico pasa por reconocer
da, y en algunos lugares alrededor de la deuda estudiantil,
que una vez entendemos la producción de subjetividad co-
es su carácter des-individualizador, algo como el recono-
mo una forma de control del capital, ello no significa que página 155
cimiento de nuestra condición común.
nos encontremos en un camino cerrado, sin esperanza. En
Pero respecto de lo que se comenta acerca de la deuda, una lugar de ello, las formas de lucha en sí mismas no sólo
de las cosas que más me inquieta o preocupa de algunas contrarrestan las viejas formas de subjetividad en torno al
discusiones es que... algunos debates sobre la deuda pare- endeudamiento o las formas de subjetividad del trabajo...
YOUKALI, 15
cen haber eclipsado la cuestión de la explotación y el tra- ellas no sólo pueden contrarrestar o resistir, sino que tam-
bajo, como si la deuda hubiera sustituido de alguna mane- bién pueden crear otras formas de subjetividad. El otro
ra a la explotación como forma de control. Creo que es punto, más práctico y político, es que una de las importan-
ISBN: 1885-477X
1.- Realizan la entrevista: Montserrat Galcerán Huguet, Julio Martínez Cava-Aguilar y Mario Espinoza Pino. Transcripción, traducción y
notas: Mario Espinoza Pino. El evento internacional Teaching the crisis -coordinado por Manuela Bojadžijev- tuvo lugar los días
2-14 de Septiembre en la Humboldt Universität de Berlín, e impulsó un debate intensivo entre investigadores, intelectuales y
activistas de toda Europa (Albania, Alemania, Eslovenia, España, Finlandia, Grecia, Inglaterra, Italia, Suiza), EEUU y Singapur.
Se trataba de llevar a cabo, de manera colectiva, un análisis multidisciplinar de las diferentes facetas de la crisis actual. Para
más información: http://teachingthecrisis.net/
tes adquisiciones o victorias de las luchas no son ya las re- Michael Hardt: Sí, eso es exactamente a lo que me refería
MISCELÁNEA
formas políticas que ellas consiguen, sino la creación de antes. Aunque no es el único aspecto de estos movimien-
subjetividades duraderas que forman parte de la escena tos, es quizá el más poderoso de ellos. Y estoy de acuerdo
social. Si uno piensa en la riqueza del movimiento 15M, e contigo en que debemos poner juntos Occupy,
incluso antes de sentir una especie de... como en muchas Taksim,15O, etc.... y, por otra parte, desde mi punto de vis-
ocasiones uno siente... cierta desilusión o tristeza con las ta y quizá en la práctica, el 15M sea realmente el movi-
diferentes fases del movimiento, creo que si uno mira des- miento que de algún modo ha alcanzado el punto más al-
de la perspectiva de las subjetividades creadas, podemos to en este ciclo de luchas. No me refiero al 15M solamen-
ver nuevas posibilidades políticas para el futuro como re- te en el sentido de la cantidad de gente involucrada, sino
sultado de estas. Esto es cierto de cualquier gran momen- en la calidad de su consciencia política general sobre
to de politización... en el 15M, pero igualmente en Occupy cuestiones como la representación, el género, acerca de la
en USA, y estoy seguro de que en Turquía [Gezi Park – deuda... y en estas cuestiones, además, no ha confiado en
Taksim Square] también. Una de las cosas más destaca- el discurso de cualquiera. Desde mi punto de vista, el
bles no sólo fue su carácter ínter-generacional, sino que 15M... es el movimiento que más se ha desarrollado en to-
muchísima de la gente que estuvo involucrada en las mo- dos los aspectos de este ciclo.
vilizaciones no había sido políticamente activa anterior-
Mario Espinoza: Otra cuestión, una cuestión muy intere-
mente. Y este carácter politizador es algo duradero, algo
sante a mi parecer, es que llevamos unos años asistiendo
que la gente no olvida... así que supongo que lo que estoy
al surgimiento de estas diferentes “primaveras” en el Sur
intentando plantear es que tenemos una riqueza perdura-
de Europa como contexto... Respecto a lo que está suce-
ble en los movimientos en términos de subjetividad...
diendo ahora ¿Qué opinas sobre el viejo proyecto euro-
Montserrat Galcerán: ¿Crees que podemos aplicar también peo? ¿Podemos pensar en algún tipo de proyecto europeo
ésta última idea a la gente de USA? Me refiero al movimien- ahora? ¿O debemos pensar en otros términos? Pensar, por
to Occupy... ¿Se dan quizá estos cambios también en la sub- ejemplo, en la provincialización de Europa... quizá así po-
jetividad en USA o no se dan? ¿Qué piensas sobre ello? dríamos crear otro tipo de lazos políticos entre el Sur...
¿qué podrías decirnos acerca un nuevo proyecto de
Michael Hardt: Sabes, a veces como norteamericano...
Europa en estos otros términos?
creo que soy exactamente la persona equivocada a la que
preguntar sobre los USA. A veces siento como si no fue- Michael Hardt: Pensaría en ello en dos niveles separados.
ra norteamericano en mi manera de comprender las co- En un nivel muy práctico, e incluso táctico, creo que el es-
sas... pero sabes, uno de los asuntos más extraños que han pacio europeo es extremadamente importante. Y del mis-
ocurrido en USA en los últimos veinte años es la explo- mo modo que durante muchos años el internacionalismo
sión increíblemente rápida de manifestaciones y su decli- ha desarrollado sus luchas dentro de un contexto nacional,
ve, igualmente veloz. Es como una ola del océano que vie- ésta forma de actuar sigue pareciéndome una verdad para
ne hacia la orilla y después retrocede. Pero creo que es en nuestro presente. Creo que tenemos Europa, una Europa
los USA en particular donde tenemos que reconocer, a pe- que odiamos, pero Europa todavía constituye un teatro en
sar de este rápido ascenso y caída, el carácter duradero... el que creo que ciertas acciones políticas tienen que tener
es como si hubiésemos creado un nuevo nivel de revuel- lugar. Ahora voy a hablar en clichés, pero son clichés úti-
ta, más elevado, y entonces la próxima vez a que estalle el les: “tenemos que crear la Europa de los movimientos”,
conflicto despegaremos desde ese nivel. Así que, en cier- “crear la Europa de la resistencia”, etc... Creo que es una
página 156
to modo podríamos decir que Seattle fue similar... parecía tarea necesaria.
una increíble victoria, pero fue rápidamente secuestrada.
Y al mismo tiempo, quizá en un nivel diferente y sin con-
Entonces, cuando Occupy comenzó, lo hizo desde el nivel
tradicción, los movimientos están construyendo ya, por
que se había alcanzado en Seattle y fue más allá. Al me-
supuesto, geografías diferentes, una geografía mediterrá-
nos esta es mi forma de interpretar la situación actual de
nea de la cual España forma parte. Una geografía que, na-
YOUKALI, 15
MISCELÁNEA
elecciones y tienen buena relación con los movimientos cesitamos es desarrollar una noción de institución diferen-
sociales, o puede ser como contaba Mario en nuestra pre- te, y un proceso diferente para crear estructuras políticas
sentación, el ejemplo híbrido de la Asamblea Popular de que perduren. No creo que haya que elegir entre o “ésta
Ciempozuelos y Titulcia 15M, donde el movimiento social organización” o “el partido centralizado”. Y esto es algo
ha negociado con los partidos dentro del Ayuntamiento y que tenemos que demostrar, tenemos que probar que es
mantienen un acuerdo... o –tomando un ejemplo del mo- posible crear relaciones sociales realmente democráticas y
vimiento estudiantil- como en la Universidad de Sevilla, duraderas. Incluso quizá tengamos que colaborar cínica-
donde existe una institucionalización de las asambleas y el mente con las instituciones sabiendo que, en muchos sen-
estudiantado puede convocar oficialmente las reuniones... tidos, las odiamos... manteniendo tanto una relación de co-
por decirlo de alguna manera, las asambleas están vincu- laboración con ellas como una de antagonismo. Y, al mis-
ladas a la institución, y las decisiones que toman son vin- mo tiempo, y creo que este ha sido el núcleo del proyecto
culantes, obligan a la institución a hacerles caso. Es una político durante muchos años, crear definitivamente una
manera de estar dentro de la institución pero controlándo- democracia real. Puede sonar como que estoy hablando
la “desde fuera”. ¿Qué piensas de estas distintas maneras en medio de toda suerte de contradicciones, pero creo que
de relacionarse con las instituciones en un momento en el todas ellas pueden caminar juntas para alcanzar este pro-
que -como señalaba Montserrat Galcerán- las relaciones yecto político.
de los distintos grupos capitalistas que están dentro de és-
Montserrat Galcerán: Me gustaría hacerte una pregunta,
tas parecen ser débiles, tienen una crisis de legitimidad y
aunque es una pregunta que se sale del tema... ¡en qué es-
se acusa a las instituciones de estar vacías, de no represen-
tás trabajando ahora, Michael! ¡En un nuevo proyecto, en
tar nadie? Quizá es un buen momento para replantearnos
un nuevo libro, en... ¡
nuestras perspectivas en relación a las instituciones.
[Risas]
Michael Hardt: Creo que podríamos pensar esto en dos ni-
veles o, quizá, en dos temporalidades. Por una parte, con- Michael Hardt: Con frecuencia suelo pensar que Toni y yo
sidero un ejemplo útil e inspirador, al menos hasta donde estamos trabajando siempre en un libro, es casi un resulta-
alcanza mi conocimiento, lo que está sucediendo en el do de nuestra amistad... como sí, a fin de ser amigos, tuvié-
contexto latinoamericano de los denominados gobiernos semos que trabajar en un libro. Así tenemos una excusa pa-
progresistas. En ellos los movimientos sociales han lleva- ra hablar por teléfono, comentar cosas y vernos el uno al
do a nuevos partidos políticos al poder, y, a partir de ahí, a otro. Y sí, bueno, teníamos un título antes de comenzar, pe-
veces han tenido que luchar junto a estos partidos como, a ro no sé sí al final... teníamos el título de El Príncipe de la
menudo, contra ellos. Los movimientos sociales que más Multitud, un libro sobre organización... tratando justamente
me interesan en Bolivia actúan de este modo: han estado las cuestiones sobre las que estamos hablando. En cierto
luchando con Evo Morales antes de las elecciones, y una sentido retomamos las tradiciones que han pensado el pro-
vez Evo es elegido, a veces luchan junto a él en contra del blema de la organización, e intentamos trabajar a través de
neoliberalismo, el gobierno de USA, etc. Pero muchas ve- ellas de un modo distinto, lo que significa pensar en un
ces tienen que desarrollar una relación antagonista con el “Príncipe” no sólo en sentido gramsciano, sino en un
gobierno boliviano... en cuestiones como el extractivismo, “Príncipe” que corresponda a esa clase de democracia real
los proyectos de modernización o las comunidades indíge- de la cual el 15M es una encarnación. No sé qué tipo de res-
nas. Mantener esta relación dual me parece útil respecto puestas surgirán, pero una de las vías en las que he estado
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de los partidos establecidos y las instituciones; puede ha- trabajando con Toni este verano, también con Christian
ber una colaboración y puede haber una “colaboración an- Marazzi, es tratar de pensar en un “dinero del común”. Si
tagónica”, es como un combate doble: con y contra. entendemos el dinero como la consolidación de relaciones
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2.- En su texto Provincializing Europe, Dipesh Chakrabarty critica la naturalización o fetichización del discurso económico, político y teóri-
co europeo como un discurso universal. A pesar de sus pretensiones, el vocabulario político europeo no ha dejado nunca de ser par-
ticular o regional, es decir, ha sido siempre el fruto de una cultura específica. Incluida su “crítica”. Pero cuando los conceptos se mi-
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den con los contextos, se abre la posibilidad de un proceso de des-naturalización: las nociones fracasan a la hora de aprehender la re-
alidad, y su falibilidad muestra tanto su sentido político como su procedencia histórico-social. Es el caso, tal y como apunta
Chakrabarty, de muchas nociones clásicas del marxismo cuando son aplicadas al horizonte de la sociedad India. Ahora bien, provin-
cializar Europa en un contexto político de crisis vendría a significar romper con la hegemonía político-económica neoliberal (UE, FMI,
CE), forzosamente naturalizada, apelando a un vínculo diferente (¿mediterráneo? ¿Sur europeo? ¿Sur a secas?), construido desde
abajo: desde la inmanencia de diferentes regiones, culturas y conflictos de las clases trabajadoras hacia una alianza internacional in-
clusiva (construyendo lo común a través de la diferencia). Una alianza que, además, deje de concebir a Europa como centro, y al “vie-
jo proyecto” europeo (colonial, capitalista, blanco, etnocéntrico) como punto de partida para una política emancipatoria.
sociales y laborales ¿Cuál sería la alternativa? ¿Cómo po- estado siempre constituida por divisiones internas, anima-
MISCELÁNEA
dríamos consolidar relaciones del común en un sentido so- das por las luchas de clases. Para mí es importante reco-
cial?... ¡Es complicado! Así que, sea como fuere, usualmen- nocer correspondencias y conexiones políticas existentes
te funciona así... cuando Toni y yo estamos trabajando en entre las luchas de los subalternos europeos y las luchas
algo, lo que hacemos realmente es escuchar y participar en de los subalternos de los proyectos coloniales. A veces
las mismas discusiones en las que estáis y estamos todos, también tenemos desacuerdos relativos cuando se usa una
participar en los mismos problemas. noción de comunidad indígena en un sentido invariable.
Estoy particularmente interesado cuando estos movimien-
Montserrat Galcerán: Otra pregunta ¿Qué opinas acerca
tos crean nuevas formas de comunidad más que cuando
de la teoría Pos-colonial y la teoría Decolonial? En cierto
redescubren o repiten formas más antiguas.
sentido, la discusión de temas vinculados a estas teorías
no estaba en Imperio, pero estas cuestiones sí que están Montserrat Galcerán: ¿Pero crees qué estas luchas de los
muy presentes en Commonwealth ¿Ha cambiado algo du- negros, de los indios de la gente sometida al colonialismo,
rante estos años? ¿Qué podrías decirnos acerca de esta son también interesantes para nuestra comprensión de la
cuestión? tradición política europea?
Michael Hardt: Creo que la principal respuesta sería que... Michael Hardt: Absolutamente. No sólo son interesantes
soy consciente de lo mucho que tengo que aprender y para comprender la historia y la actualidad europea, son
quiero estar abierto a nuevas influencias. Por ejemplo, la esenciales. Son una guía para orientarnos y saber cómo
Tradición Radical Negra –incluyendo el trabajo de WEB podemos movernos y transformarnos. Pero –insisto– par-
Dubois, Cedric Robinson, Fred Moten, y otros– es en to del presupuesto, un presupuesto del que creo vosotras
Commonwealth una referencia muy importante para nos- también partís, y es que siempre ha habido luchas dentro
otros mucho más que en los libros precedentes. Se vuelve de Europa. No sólo está la historia de unos poderes euro-
necesario pensar en los legados persistentes de la esclavi- peos que han ejercido poder sobre el resto del mundo,
tud, pero no sólo en los legados de la esclavitud, sino tam- también dentro de Europa ha habido fuerzas de liberación.
bién en las revueltas en torno a la blackness como alterna- Y para mí es siempre esencial poner juntas estas historias,
tiva. Para mí este tipo de discusiones enriquece mucho la las historias de las luchas por la liberación dentro de
perspectiva. Estamos aprendiendo. Europa y los proyectos de liberación fuera de ella.
Con respecto a la teoría Decolonial, sí ha habido discusio- Mario Espinoza: Muchas gracias por tu tiempo, Michael,
nes tensas… esperamos verte pronto...
Montserrat Galcerán: Estás en desacuerdo con esta teoría... Michael Hardt: ¡De hecho nos veremos! en Octubre, en
España...
Michael Hardt: No, en general hay acuerdo y aprendo
mucho de su marco teórico. Hay desacuerdo solo en cier- [Risas]
tos aspectos. Cuando se aborda la cuestión de Europa y se
Montserrat Galcerán: Gracias por todo, Michael.
la toma como una entidad de dominación homogénea, por
ejemplo. Creo que es importante reconocer que Europa ha Michael Hardt: A ustedes... [En castell
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3.- El ejemplo referido es el de la Mesa Mixta de Desahucios de Ciempozuelos, un organismo “híbrido” institucional en el que participan
agentes políticos (agrupaciones políticas locales) y sociales (Asamblea Popular de Ciempozuelos y Titulcia 15M, asociaciones y co-
lectivos). Su constitución fue posible gracias a una moción plenaria presentada por IU Ciempozuelos en relación con el Grupo de
Vivienda del 15M Ciempozuelos. En las reuniones se debaten problemas relativos a los desahucios, casos particulares de afectad@s
y se toman decisiones que comprometen las acciones del gobierno municipal (negociaciones con bancos, dotación de recursos y ser-
vicios a las familias afectadas, realización de campañas, etc.)
MISCELÁNEA
INTER(W)EXPRESS
Ocho (8) respuestas rápidas para ocho (8) preguntas clave
1. ¿Qué y quiénes sois POETIKS? pacio: apoyar toda protesta legítima de los seres hu-
manos y colaborar, aportando nuestra fuerza de tra- página 159
Poetiks somos un grupo de polipoesía y performance bajo en eventos, cafetas, cabarets, conciertos, fiestas,
enraizados en las vanguardias del siglo XX (sobre to- etc., para la financiación de colectivos, asociaciones,
do el dadaísmo y el situacionismo) y florecidos den- individuos, causas o ideas que busquen una reconfi-
tro de lo que se ha dado en llamar poesía de la con- guración del mundo en base al comunismo libertario,
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ciencia crítica. Lo componemos actualmente Eddie (J. o en su defecto un viraje a planteamientos marxistas
Bermúdez), Pedro Verdejo y David Trashumante. propios de las ya desaparecidas izquierdas no buro-
cratizadas. También apoyar la resistencia, en momen-
2. ¿Qué pretendéis? tos concretos, realizando acciones creativo-reivindica-
tivas en el propio espacio de lucha; recurrir a la repre-
Comunicarnos con lxs demás en un plano lúdico-crí- sentación de espectáculos de polipoesía dentro de cir-
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tico; generar situaciones de encuentro y empodera- cuitos más asimilados por el sistema para buscar una
miento colectivo; reivindicar otras formas de pensar y remuneración dineraria que dote de viabilidad eco-
de vivir a través de ejercicios de visibilización dentro nómica a POETIKS, en tanto el dinero como medio de
de lo que nosotros llamamos “espacios de confronta- liberar tiempo para continuar trabajando en nuevos
ción” (cualquier espacio propiedad del sistema capi- proyectos y acciones y sufragar los gastos de produc-
talista: a día de hoy, cualquier espacio). Y desde ese es- ción propios de los mismos.
MISCELÁNEA
3. ¿Qué probabilidades reales tiene hoy una obra ar- do que ganar, por eso dónde más difundimos nuestro
tística concebida al margen del sistema mercantil, y proyecto suele ser dentro de los canales autogestiona-
crítica con la ideología y los valores que lo susten- dos formados por CSOA o CSA, ateneos libertarios,
tan, como es la vuestra; primero, de ser producida y festivales precarios, plazas, calles, mercados de abas-
realizada, y, luego, de ser exhibida? tos y, en general, cualquier espacio dónde podamos
hacerlo con un mínimo de seriedad.
Pocas. Nuestro proyecto es un híbrido que navega en-
tre la poesía, las artes escénicas y las artes artísticas con- 5. ¿Quedan “espacios democráticos” para la produc-
ceptuales y performativas. Y dentro de estas disciplinas, ción de una poesía y un arte no mercantiles?
además, atentamos contra toda concepción burguesa No. Nosotros mismos vivimos en nuestra piel el pa-
de las mismas. Somos anticool, antitrendi, antipostmoder- so de peajes culturales. Es decir, el discurso de la obra
nistas, antiarties y todas esas cápsulas generadas por las es lo de menos, sólo tienes que caerle bien al organi-
élites culturales, incluso aquellas que forman parte del zador de turno o tener algo que le interese, una posi-
underground. Pero sólo en apariencia, vaciando de toda bilidad de intercambio, tú vienes a lo mío y tú me lle-
ética y potenciando únicamente la estética como forma vas a lo tuyo. Así que cualquier espacio democrático
de seducción de aquellos compañeros y compañeras se ha convertido en un espacio cínico-endogámico. Y
que estén algo deslumbrados por las candilejas mu- esto es fruto sin duda de la integración total por par-
grientas de la libertad. Así que no producimos ningu- te del mundo cultural de los modos del intercambio
na actuación que no podamos hacer nosotros mismos mercantil como forma de relación entre artistas y
y que mostrarla sea siempre que nos lo podamos per- promotores. Cualquier día oiremos en los medios de
mitir espacio/temporalmente. Todos tenemos 3 traba- comunicación la expresión “clase cultural” como oí-
jos, y económicamente, esa tercera dimensión impues- mos “clase política” en la actualidad. Sólo tenemos
ta por el sistema. Normalmente, por ejemplo, I´M A que observar lo manida que está la palabra “poder”
FUCKING POET, nuestro primer proyecto, gusta dentro de nuestro ramo. Este tiene poder, es fulanito
siempre, pero parece invisible a lxs programadorxs de tal institución pagada por los contribuyentes o de
profesionales, a los indies y mucho más, a los vanguar- menganito de tal fundación, o este puede llevarte a
deros. La mayor parte de las veces salen las cosas ade- nose dónde o es amigo de aquel que puede publicar-
lante por la voluntad de que salgan, no porque las con- te nose cómo… Es la retórica del capital aplicado a lo
diciones sean las ideales para que salgan. cultural al 100%. Nuestra teoría es que esto sucede
porque lo que es promocionado por la industria cul-
4. ¿Queda algún resquicio en los medios y los cana- tural no cuestiona el sistema o lo hace de una mane-
les de difusión artísticos para la promoción, exten- ra soportable por parte de este, generando un holo-
sión y mantenimiento de una actividad como la grama de pluralidad cultural propio de la libertad de
vuestra, o resulta ilusorio siquiera plantearse tal po- expresión. Pero sabemos que esta libertad está total-
sibilidad? mente condicionada por la doctrina capitalista. Por
tanto, lo que hace el sistema es acrecentar la desespe-
Son escasos. En Valencia, por ejemplo, los canales de ración de los artistas que no son asumidos por él, y
difusión los forman iniciativas privadas como peque- que ven como se les niega la oportunidad de divul-
ñas salas de teatro, cafés, librerías y bares que se pres- gar su obra a un gran porcentaje de la población. Y,
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tan a nuestras actuaciones. Allí solemos “pasar la go- en este punto no nos engañamos, todo artista quiere
rra” depositando la responsabilidad en el espectador que su trabajo sea leído, escuchado, visto, reconocido
de participar de la autogestión del evento. Es decir, por todo el mundo y, ante la frustración, muchos op-
vamos a un espacio privado y colectivizamos la pro- tan por replicar los mismos comportamientos que el
ducción de la actuación. Normalmente los espacios sistema ejerce pero dentro de su escala de eterno as-
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nos pagan con bebida y comida. El buen trato y el pirante a formar parte del mismo. Nosotros pasamos
amor es gratis. Fuera de Valencia, lo de pasar la gorra de esa mierda. Luchamos por encontrarnos con lxs
no se estila, así que es peor todavía. El resto de cana- otrxs, por la catarsis y por hacer lo que más nos gus-
les, institucionales, comerciales, etc... siquiera nos ta en la vida: vivir en poesía. Si esto se considera tan-
ven, no estamos en el mismo plano. Es decir, invitar- to como alcanzar el éxito, el reconocimiento, incluso,
nos a sus espacios es razón suficiente para que les cri- en tanto seguimos operando dentro del capitalismo,
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fondos públicos manejados por intereses ideológicos ducir próximos montajes con la ayuda de todos y to-
partidistas son malversados, en tanto convierten el das las personas que quieran participar del proyecto
limpio trabajo de la gente en dinero sucio, opaco, di- de una forma autogestionada.
rigido por los intereses capitalistas. Aceptarlo en las
condiciones actuales sería un gesto de incoherencia 8. Las producciones artísticas con capacidad de sig-
por nuestra parte. Si alguna institución nos ofreciera nificación y creación de sentido; o que tengan en
dinero público, aunque no nos hiciera cambiar una cuenta -al menos- la realidad material y concreta, en
sola coma de nuestro discurso, utilizarían el mismo la que se desenvuelven nuestras vidas, ¿tienen al-
para aparentar que incluso los discursos críticos son gún futuro, o nos damos por vencidos?
reconocidos como propios de las instituciones y por
tanto usado para asegurar que somos libres y que no En contra de lo que decía Jhonny Rotten de los Sex
hace falta activarse en contra de nada, en definitiva, Pistols en Anarchy for the UK “NO FUTURE”, nos-
que todo va bien. Por nuestra parte nuestro proyecto se- otros pensamos que lo único que tiene nuestra pro-
ría desactivado, en tanto que nosotros llamamos a la puesta es futuro, en tanto nuestra razón de ser es lu-
acción para el cambio real de paradigma social. No se char contra el sistema capitalista y el material a partir
puede denunciar la corrupción de un ayuntamiento del que trabajamos es la crítica a la realidad política y
actuando pagado por ellos y promovidos por ellos, sociocultural actual… El día que acaben el sistema ca-
este es el truco más viejo del sistema, cambiarlo todo pitalista y todas las injusticias y atrocidades que se co-
(aparentemente) para que nada cambie. Pero esto, só- meten en su nombre, y en el de su eufemismo claro:
lo sucedería si llegásemos a permear lo suficiente en la democracia, ese día, POETIKS ya no tendrá futuro,
el tejido popular como para que nuestro discurso no sólo tendrá pasado, un pasado que además querre-
pudiera seguir siendo ninguneado por sus medios de mos olvidar rápidamente, porque se basó en la con-
información y propaganda. Y eso, nunca va a pasar… frontación constante, la resistencia a los ataques dia-
En cuanto a una dimensión menos mediática, como rios del sistema y básicamente el odio al poder como
puede ser la creación artística ayudada por fondos forma de jerarquización social. Ese día podremos dejar
públicos, en el caso de que solicitásemos ayuda para el dolor y el sufrimiento de la lucha y podremos de-
algún proyecto, y nos fuese concedido, no cambiaría- dicarnos a vivir en poesía… Pero cómo de momento
mos ni una coma, aunque ello supusiera que no nos el capitalismo sigue embistiéndonos con crudeza, po-
volviesen a conceder nada… Por eso abogamos en un demos decir, citando a los Accidents Polipoétics que te-
futuro por sistemas propios del crowfunding para pro- nemos “cuerda para rato”.
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ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
ENTREVISTA A JAVIER DE DIOS
Un dramaturgo de base (y a conciencia)
como una bienintencionada pero exigua optativa de dos horas semanales que en el momento actual puede
incluso no ofrecerse en los centros. Es decir, hoy hay centros en los que el teatro puede no impartirse. Cuando
las instituciones han querido paliar en algo esta situación, el apoyo se ha limitado, que yo sepa, a la creación
de certámenes y a la convocatoria de algunos cursos de formación para profesores. Lo que yo echo de menos
es una apuesta decidida por la formación teatral a medio y largo plazo que ponga de relieve el enorme poten-
cial formativo que tiene el teatro para el individuo y para el grupo. Con los cambios que hemos vivido en las
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dos últimas décadas y en un momento como este en el que tanto se habla de emprender, de mantener una acti-
tud flexible y creativa, de saber trabajar en equipo, lo que me sorprende –quizá siga siendo un ingenuo- es que
no se haya apostado decididamente por la enseñanza del teatro en nuestras escuelas. No entiendo por qué. No
conozco una herramienta mejor para aprender la empatía, el valor del trabajo individual y colectivo, la impor-
tancia y gestión de las emociones propias y ajenas, la integración en el grupo, la aceptación de uno mismo y
del otro, la creación de algo nuevo a partir de lo ya existente, la capacidad para discernir con sentido crítico y
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constructivo el valor de ideas, conductas, propuestas… En fin, los beneficios educativos del teatro resultan
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prácticamente innumerables. Y muchos de los que he mencionado constituyen nada menos que los pilares de
una sociedad democrática sana y participativa. El teatro es un instrumento para el desarrollo social y demo-
crático de primer orden. Nos hace mejores. ¿Entonces qué ocurre? Solo es mi opinión, pero me temo que nos
falta tradición cultural y democrática para llegar a un modelo de inserción del teatro en el sistema educativo
como el que existe en países como Reino Unido, por ejemplo.
P. ¿Qué has perdido y qué has ganado en todos estos años de actividad teatral, como autor y como director?
P. Tus obras, por lo general, responden o tratan de responder a la realidad presente, social y cultural; recor-
demos Comida para peces, por ejemplo. Y al hacerlo tomas partido. ¿Por qué cuando uno contempla la car-
telera teatral madrileña, por ejemplo, que es la ciudad en la que vives, se tiene, muy a menudo, la sensa-
ción de que el teatro va por un lado y la realidad por otro? ¿O no es así?
R. La verdad es que me parece muy sano y un signo de normalidad social y profesional que la cartelera ofrez-
ca una multiplicidad de espectáculos orientados a distintos tipos de público y con géneros, estilos y finalida-
des muy diversos. Acabo de comentar mi forma de entender la creación teatral y el sentido del teatro, pero es
lógico que cada dramaturgo lo vea a su manera y hable de lo que desee, faltaría más. Todas las obras no han
de inspirarse necesariamente en la realidad u ofrecer una lectura crítica de la misma, y esto no es de ahora, ha
sido así durante toda la historia del teatro. Dicho esto, hay bastante de verdad en lo que indicas en tu pregun-
ta: la cartelera da a menudo esa sensación de que el teatro no responde a la realidad o responde a ella menos
de lo que cabría esperar. ¿Por qué? No tengo una respuesta clara. Durante mucho tiempo he oído decir que el
teatro llamado comercial, gestionado por la empresa privada, no estaba interesado en obras que tratasen de lo
real. Pero resulta que, por ejemplo, que yo sepa, la única obra en la que se ha aludido hasta ahora al final de
E.T.A. y se ha mantenido en cartelera con una buena repercusión entre el público ha sido Burundanga, de Jordi
Galcerán, un proyecto privado y además una comedia. Y entre las obras estrenadas la pasada temporada en
Madrid está ¡Ay, Carmela!, un musical basado en la obra de Sanchis Sinisterra y crítico con aspectos claves de
nuestra historia, la Guerra Civil y el franquismo, un proyecto de iniciativa privada y distribuido en el circuito página 165
comercial, es decir, dirigido a un público amplio. Hay más ejemplos, como el caso de varias obras centradas
en el ámbito y los conflictos laborales, que no enumero para no resultar prolijo. Por otro lado, también se ha
repetido durante mucho tiempo que el teatro más comprometido se hacía en las salas alternativas. ¿Eso es así
siempre? Desde luego, ocurre, y no hay que negar que cuando ocurre, las propuestas suelen ir más allá en el
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enfoque crítico que las que ofrecen las salas comerciales, eso es cierto. Pero me parece que esa tendencia ya no
es la norma: hay salas alternativas que programan fundamentalmente teatro de evasión. Pienso que quizá
debamos cuestionar la vigencia de ciertos tópicos, debemos reflexionar sobre estos hechos. También sobre la
vigencia de las estéticas, por qué no. ¿Qué formas y qué dramaturgias resultan hoy más eficaces para tratar la
realidad en escena? Me parece un reto buscar respuesta a esta pregunta. En lo que a mí respecta, la toma de
partido ante la realidad procede tanto de mi manera de entender la vida y el teatro como de algunas ideas que
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marcan lo que escribo. Por ejemplo, el intento de dar voz a quienes habitualmente no la tienen, un rasgo que
creo que comparten muchos de mis personajes, seres con los que podríamos cruzarnos en la calle pero a los
que jamás veríamos en televisión, por ejemplo. Y otra idea importante al respecto, al menos para mí, es que el
interés esencial del teatro se encuentra en el vínculo que establece con la sociedad en la que se genera. Ese vín-
culo escena-sociedad y su relación con una determinada forma estética y dramatúrgica son, creo yo, los pila-
res que sustentan lo auténticamente específico y atractivo del teatro de un momento histórico determinado.
ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
P. ¿Hay público para un teatro crítico, más allá de los circuitos de las pequeñas salas pseudocomerciales o
más allá de los espacios realmente alternativos?
R. Quiero creer que sí. Lo evidente es que hay gentes de teatro que creemos que el teatro puede ser un modo
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de avanzar en el diálogo, de avanzar y profundizar en nuestro deseo de conseguir una sociedad y un mundo
mejores, un espacio común que podamos habitar sin prejuicios. ¿Por qué no va a haber público para un teatro
que persiga esos objetivos? Si antes te decía que no hay que identificar comedia y frivolidad, igualmente te
digo que no hay por qué asimilar teatro crítico con didáctico o aburrido, pongamos por caso. Este es otro tópi-
co sobre el que reflexionar, sobre todo por parte de quienes programan los espacios teatrales. Y me pregunto
si, precisamente esta idea, no tendrá que ver con el hecho de que haya tan pocos dramas programados en nues-
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tras carteleras. Por lo demás, a veces pienso que más que las características reales del público, que por otra
parte resultan tan complicadas de determinar, lo que influye a la hora de elaborar la cartelera son las ideas,
más o menos cargadas de prejuicios, que empresarios y compañías poseen acerca del público. Lo que nos deci-
mos a nosotros mismos que son los espectadores. ¿Nos iría un poco mejor si todos pensáramos que trabaja-
mos para un público inteligente al que le gusta el buen teatro?
P. Tú que te dedicas también a la didáctica del teatro; entre los que se acercan a los cursos y escuelas dra-
R. Te diría que hay más de esa curiosidad por la experiencia teatral que por la carrera dramática o el éxito.
También es verdad que mi labor no se desarrolla tanto en escuelas de profesionalización de actores, aunque
haya colaborado con alguna, y esto influye en mi percepción, claro está. Pero incluso cuando algún alumno
llega con planteamientos más propios de un casting que de un proceso de aprendizaje –se nota en este senti-
do la influencia de esos programas de televisión de cazatalentos y variados saltos a la fama-, no tarda en enten-
der que el teatro ofrece mucho más. Tanto para el desarrollo personal como para el desarrollo grupal.
P. ¿Por qué crees tú que en España no se hace teatro político? Como no se hace cine político o ni incluso
novela política, salvo algunas pocas excepciones.
R. Me parece una pregunta de difícil respuesta, porque creo que en ella influyen muchas variables. Por ejem-
plo, la tradición de considerar el teatro como un simple entretenimiento, como he comentado al principio de
la entrevista. Y la falta de una cultura de la ficción en la que se integre la realidad más cercana a los espectado-
res, incluida la política, como ocurre en los países anglosajones. Quizá haya que abrir de nuevo, como decía
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ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
antes, la reflexión sobre qué formas serían hoy las más eficaces para abordar un tipo de teatro político. Boal,
en su Teatro del Oprimido, ya fue más allá que Brecht al darse cuenta de que no podía pretender un cambio
social impulsado desde el teatro si mantenía al espectador en una función pasiva, como simple receptor de un
mensaje didáctico lanzado desde la escena por personas ajenas a él, y convirtió al espectador en espectactor,
como él decía, le hizo actuar. Si esto es así, ¿bastaría entonces hoy con un teatro social que se limitara a esceni-
ficar sobre las tablas los conflictos de la realidad? No lo creo. ¿Y cuáles serían hoy los objetivos de ese teatro,
qué efecto buscaría? Habría que tener en cuenta también nuestro propio contexto. También vio Boal, de mane-
ra muy clara, que en Europa los distintos tipos de opresión se hallaban interiorizados, estaban dentro de nos-
otros mismos, en nuestra mente, procedían de nuestra educación y afectaban al individuo de manera distinta
a como los conflictos sociales influían en los latinoamericanos. ¿Si esto es así, si convenimos en la existencia de
ese policía interior, no habría entonces que redefinir el papel de las emociones en el teatro de carácter político,
por ejemplo? Estas preguntas me las hago también a mí mismo, y como decía no tengo una respuesta clara,
ojalá… Lo que sí me parece determinante para la falta de películas, obras teatrales, canciones, series de televi-
sión, novelas… que planteen ficciones de raíz social y política es la ausencia de debate político en la sociedad.
La ausencia de un debate político serio en el que los ciudadanos sientan que tienen algo que decir, que apor-
tar, que pensar, y no se vean no solo como votantes cada cuatro años. Los políticos y la política están en pri-
mer plano en discusiones, en las tertulias, en todos los medios de comunicación… Pero, ¿y el debate de ideas?
¿Dónde está el auténtico debate político, el debate de los planteamientos ideológicos, económicos y sociales
que afectan a nuestras vidas? Si existe, no creo que trascienda. En su lugar hay un constante ruido que se ali-
menta de un lenguaje perverso, un lenguaje que más que tomar la realidad como referencia parece destinado
a ocultarla. Este podría ser el problema de base. Si no estamos dispuestos a profundizar en nuestro pensamien-
to para afianzar y fortalecer nuestra democracia, ¿cómo exigirle al teatro que lo haga? El teatro somos nosotros.
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ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
PUERTA AMÉRICA / POESÍA
2
Youkali, gracias, Matías Escalera, por abrir una frontera donde atrincherar-
nos los hermanos de la América morena.
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ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
Primer volcán
Clemente Riedemann
ALLAH KERIM
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ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
Segundo volcán
Selección de poemas de
Que los cuerpos cumplan su destino:
VADEMÉCUM II
habrá quien por el resto de sus días me lleve en su conciencia, sin ser mi asesino,
...y habrá también aquel que sea libre del todo, sin ser nadie,
antes y después del cataclismo.
ISBN: 1885-477X
ELEMENTOS DE PRODUCCIÓN CRÍTICA
FÁBULA PARA APRENDER A RESPIRAR
Tercer volcán
Pascuala Küyen
Pascuala Küyen: Nació en la ciudad de Talca, (Chile) el 3 de septiembre de 1990. Vive
parte de su infancia en la octava región, emigrando nuevamente a su ciudad natal, junto
a su madre, a la edad de 7 años. Cursó la enseñanza básica en la Escuela Uno San Agustín
y la enseñanza media en el Instituto Superior de Comercio. Actualmente estudia Derecho
en la Universidad de Talca. En el año 2009 publica el poema “Canción de la Tierra” en la
Revista “Cuadernos del Maule” de la Sociedad de Escritores de Chile. Participa activa-
mente del movimiento estudiantil.
BARRIO SEMINARIO
Me siento despoblada
Sin las tejas de mi casa,
Indefensa sin las trancas:
Los peones de las puertas.
La Alameda
Está hastiada con su nuevo vestido,
ISBN: 1885-477X
A los entusiastas
Nos parió la tierra
y nos crió el cemento
que sostiene la marcha.
En nuestros puños gritan
las letras proletarias,
en los pañuelos sonríe
la esperanza de los mudos
y al pavimento que pisamos
le florecen horizontes.
sastre). Y es que Alicia sabe, por lo que leemos en sus por dejarnos comer por el lobo, como imbéciles.
poemas, y por lo que nos dice expresamente, que ahí, Aunque, como dice nuestro querido David
delante de nuestras narices, fuera y dentro de nos- González en el breve prólogo que precede al poema-
otros, está el contexto, sí, el “puto contexto”, como “una rio, es verdad que en los versos de Alicia, más allá y
mosca cojonera”… Claro, queridos todos y todas, el más acá de la constatación de nuestra radical soledad
YOUKALI, 15
contexto, en efecto; eso que hace de la poesía y del ar- ante lo esencial, hay una cierta voluntad de afirma-
te, en general, un acto de comunicación; y sin cuya in- ción del valor de la mutua compañía y del mutuo au-
clusión no hay conocimiento ni sentido posible. xilio (dicho esto último –especialmente para determi-
Y, si tenemos en cuenta el puñetero contexto (del nados oídos muy pagados de su propio infernal sufri-
que tantos huyen despavoridos, en un intento patéti- miento personal, individual e intransferible, como el
co, las más de las veces, por obviar la responsabilidad DNI– con perdón).
ISBN: 1885-477X
y el trabajo que su inclusión en la obra artística conlle- Un gran poemario, de una gran poeta, que es, ade-
va), sabremos que los “amos de la tierra” (los causantes más, una gran periodista, una muy buena actriz, y
del desastre, de nuestro desastre) somos nosotros: una gestora y activista cultural inmejorable, como lo
también los poetas, también los seres sufrientes, tam- demostró, primero, en Valencia, en su querido El
bién los perdedores… Y sospecho, estoy casi seguro, Dorado, y ahora en Toledo.
ANÁLISIS / RESEÑAS
Reseña de Poemarx, de David Benedicte (Algaida, 2013)
modo, una infinidad de combinaciones basadas en puede que, en definitiva, el efecto termine por ago-
títulos de películas, expresiones cinematográficas tarse. Y es que se pone en exceso, quizá, el sentido
o nombres propios de actores y directores, como del poema en ese reconocimiento, en especial en
«Kate Morx», «Romarx Polanski», «Merx las piezas más breves.
Gibson»... El volumen se cierra, no en vano, con En cualquier caso, Karl Marx, es, como se pue-
una serie de notas finales y un listado de películas de comprobar, el elemento vertebrador y desesta-
ANÁLISIS / RESEÑAS
bilizador, tal y como su pensamiento hace con el esos juegos, como en “Llueve Chivas Regal”, ma-
capitalismo. De este modo, el poemario esté lleno nifiesta un afiladísimo tono de denuncia que repa-
de comicidad, de humor negro (algo que extrema- sa críticamente nuestro entorno inmediato. Remar-
rá en Santa Claus va a Rehab), que funciona como ca las contradicciones del sistema, la crueldad im-
catalizador. Al respecto, ahonda en esa intención el perante, la sinrazón de una vida dominada por la
uso reiterado de Harpo Marx, ese singularísimo mercancía (y su carencia). Otras piezas poseen un
personaje, el más cómico de los hermanos. alto contenido de lirismo, que supone un contra-
También por su capacidad disruptiva: no olvide- punto en el conjunto de textos del libro (como ocu-
mos su bocina que figura, a través de onomatope- rría ya, aunque con mayor abundancia, en Mare-
yas, como su voz en varias piezas del volumen. magnum 54). A su vez, otro gran número de poe-
Además, se añade un afán desacralizador y ridicu- mas se componen de un solo verso, extraordinaria-
lizador; desmitificador, en suma. mente irónico en general. Pero el mayor brillo se
Asimismo, el escritor introduce muchísimos encuentra en las piezas más electrizantes, que po-
neologismos, formados por palabras compuestas o seen un ritmo muy vivo y una gran fuerza, que se
por la transformación de la categoría gramatical de hallan empujados por una notable agresividad.
sustantivos, adjetivos y verbos. Dichas amalgamas Así, Benedicte continúa adelante con su origi-
coinciden, además, en el método de yuxtaposición nal y corrosiva propuesta, que hace del sarcasmo y
y de acumulación semántica que realiza el autor de la irreverencia su mejor herramienta para des-
con las áreas temáticas. montar lo monolítico de nuestra sociedad y de
Sin embargo, cuando Benedicte se despega de nuestra cultura.
página 178
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ANÁLISIS / RESEÑAS
Reseña de Karl Marx: Artículos periodísticos, edición a
cargo de Mario Espinoza Pino (Alba, 2013)
do al inexorable destino. Y el día que estalló la crisis cado) donde los ahorradores podían invertir su dine-
se lavaron las manos y fustigaron al comercio y a la ro con plena confianza. Sin embargo, el estallido de la
industria por su falta de previsión y cautela con dis- burbuja tecnológica pilló desprevenidos a los peque-
cursos morales repletos de lugares comunes” (p. 206. ños inversores que buscaban un rendimiento superior
Cursiva del original). El autor de la reseña recuerda al que ofrecía la deuda pública; los grandes capitalis-
desde, al menos, la burbuja de las empresas tecnoló- tas suelen contar con información de primera mano y
gicas (las llamadas “punto-com”), la afirmación de
ISBN: 1885-477X
pitalistas tuvieron éxito al convencer al público de rias), la estrategia equivocada de los financieros que
que de una vez la rentabilidad estaba asegurada. En re- dirigían el banco de inversiones Lehman Brothers (aun-
lación con el episodio, los apartados dedicados en los que no había políticos en Lehman) o el excesivo coste
Artículos al banco francés de inversiones Crédit de los servicios públicos?
Mobilier resultan ejemplares, al igual que ofrecen pis- El problema de estas recetas es que presuponen
tas para comprender las burbujas inmobiliarias, tanto que en el caso de que ciertos responsables fuesen pru-
de su tiempo como las que vinieron después. dentes, los consejos directivos de grandes empresas
También es muy aconsejable leer atentamente los estuviesen compuestos por expertos, o los usuarios
apartados dedicados a las Guerras Anglo-Chinas (o optaran por la austeridad en sus demandas al Estado,
Guerras del Opio) como ejemplos de acción imperia- no se habrían alcanzado los insoportables niveles de
lista en tierras lejanas; en este caso se trata de conteni- desempleo y polarización social a que hemos llegado.
dos de carácter político con trasfondo económico. En Sin embargo sabemos que los problemas no se solu-
los artículos Marx denuncia la enorme hipocresía de cionan tan fácilmente y que el hecho de buscar culpa-
quienes defienden grandes valores en sus naciones bles con nombres y apellidos (aunque se deba hacer)
(verbigracia, el Parlamento británico) pero eliminan no puede despistar sobre los mecanismos económi-
cualquier posibilidad de desarrollo y vida dignas a cos y políticos que han llevado a los problemas actua-
las poblaciones que administran en las colonias (co- les y que se encuentran en el corazón del capitalismo
mo la Península indostaní) o territorios vulnerables neoliberal: la búsqueda de una elevada rentabilidad
(China). Lev Tolstói, también consternado por tanta para el capital, día a día, al precio que sea; de las con-
hipocresía, escribió un relato titulado De las memorias secuencias que esto acarree en el futuro deberán pre-
del príncipe D. Nejliúdov en Lucerna (1857), para dejar ocuparse quienes vengan después. En cambio, la per-
constancia de los mismos hechos que denuncia Marx. sonalización de la crisis en ciertas empresas o gober-
Por su parte, y como respuesta a un informe par- nantes también nos impide advertir la multiplicación
lamentario de 1858 que analizaba la crisis iniciada el de paraísos fiscales por todo el planeta y la evasión a
año anterior y que persistía en ese momento, Marx gran escala practicada tanto por empresas multina-
critica a sus redactores con estas palabras: “tratan ca- cionales como por millonarios que solo tienen la na-
da nueva crisis como un fenómeno aislado que apare- cionalidad de un país a título nominal. Mientras polí-
ciera por primera vez en el horizonte social y, por tan- ticos y empresarios se felicitan de las nuevas herra-
to, que hay que achacar a incidentes, movimientos y mientas que pone Internet al servicio de la población
organismos del todo peculiares, o supuestamente pe- ocultan que estas mismas posibilidades son emplea-
culiares, del período transcurrido entre la penúltima das para mover miles de millones de dólares o de eu-
y la última sacudida” (p. 264). En la página siguiente ros (proceso impulsado por la desregulación del con-
afirma: “No se debe permitir, además, que los rasgos trol de capitales aprobada por los mismos gobiernos)
distintivos de cada nueva crisis comercial oculten los con el fin de evitar el pago de impuestos.
aspectos que todas tienen en común”. ¿No suenan es- Todo lo anterior intenta explicar que el libro rese-
tas palabras tremendamente actuales? ¿Acaso no es- ñado tiene una gran actualidad, por lo que constituye
cuchamos todos los días que los problemas que nos un acierto la elección de los textos publicados en esta
agobian desde el verano de 2007 se deben a la presen- edición a cargo de Mario Espinosa. Se trata además
página 180
cia de consejeros políticos en las cajas de ahorro espa- de una publicación cuidada, tanto en su traducción
ñolas (que derivaron recursos hacia obras faraónicas como en la presentación, rasgo que suele distinguir a
que proporcionaban votos a costa de resultar deficita- la editorial Alba.
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ISBN: 1885-477X
ANÁLISIS / RESEÑAS
NOTICIA (y acuse de recibo)
… y, por último, damos rápida noticia de algunos de los libros que han lle-
gado a nuestra redacción en los últimos meses…
1.
En primer lugar un libro que complementa y amplía nuestra particular Puerta América, se trata de ARE
JAMPA RI ABAJ KECH’AWIK / cuando las piedras hablan, de Humberto Ak’abal, publicado por Amargord
en 2012, pero que ha llegado a nosotros recientemente. Una edición bilingüe en lengua maya y castella-
na de unos de los poetas más interesantes y potentes en ambas lenguas; y que, como dice el autor en el
primer poema, titulado “Las razones”: Estos poemas no han sido escritos / para rescatar nada, / sino: / para no
olvidar todo.
2.
En segundo lugar, recentísimo, nos llega desde nuestra editorial hermana La Oveja roja, Mañana sin amo,
de Juako Escaso, un más que recomendable poemario, en forma de cuaderno de notas, bellamente edi-
tado, en cuya contraportada aparece, escrito de puño y letra del autor el siguiente poema, que es toda
una declaración de intenciones:
Es cierto: el libro
no llega a cubrir gastos
la gente se descarna
en oficinas
y no hay amor suficiente
para todas pero
¿has visto el tamaño
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la indomable belleza
del mundo?
ANÁLISIS / RESEÑAS
3.
En tercer lugar, queremos destacar los libros de cuatro mujeres poetas, con voces, trayectorias y edades
diversas, pero con una idéntica fuerza y valor, y con personalidades tan acusadas y lenguajes tan atrac-
tivos que merecen ser reseñadas, al menos, brevemente. Se trata de
Uno. Ruido de venenos, de Eva Vaz, publicado por Crecida; un vibrante poemario escrito entre el cielo y
el infierno con una sinceridad que conmueve y mueve. Termina de este modo:
Y, seguramente, de lo mismo.
Dos. Incendiario, el primer libro de una autora con una innegable proyección, Bárbara Butragueño, edi-
tado por Polibea; una voz también sincera, segura y conmovedora, pues “escribir es vomitar conejitos
blancos”. Y empieza de este modo:
EL ASUNTO ES ESTE
se vierte
Y, sin embargo,
en este viernes de Revolución
alguien tendrá que
llorar.
Cuatro. Desvanes mínimos (antología), de Isabel Miguel, publicado por Lastura, una pequeña pero valen-
tísima editorial radicada en Ocaña (Toledo) que publica en castellano, gallego y portugués. Desvanes
mínimos es así todo un reto y el modo de conocer los recovecos de una voz vivida y melancólica, sin
imposturas ni abalorios, que da cuenta del tiempo, de la memoria, del descalabro de los sueños, de la
vida.
Como gorriones
suicidamos la muerte página 183
en el anhelo
de la transformación del día:
Somos público
de una función inusitada.
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4.
En cuarto lugar, damos noticia de todo un universo poético, el que se aglutina en torno a Voces del
Extremo, por una parte, y a la Poesía de la Conciencia Crítica, por otra.
Amargord acaba de abrir una prometedora segunda etapa de la colección “Voces del Extremo” (que ini-
ció Germanía) con cuatro títulos que justificarían, cada uno de ellos, esta apuesta:
Poemas civiles de Gabriel Trujillo Muñoz; Auschwitz 13, de Ana Vega; Poesía de uso, de Antidio Cabal (una
auténtica joya editorial), y Poesía y resistencia (Voces del Extremo/Madrid 2013), que suma las aportaciones
de los más de cuarenta poetas que han participado en la edición de los míticos encuentros celebrada
recientemente en Madrid, del 31 de octubre al 3 de noviembre; y que nos da la posibilidad de zambu-
llirnos en este universo de poesía viva, palpitante y crítica.
Abrazando vértebras, una nueva entrega de Alberto García-Teresa (en Baile del Sol), el autor de la monu-
mental obra Poesía de la Conciencia Crítica (1987-2011), recientemente publicada en Tierradenadie
Ediciones.
Porción del enemigo, otra obra maestra de Enrique Falcón, uno de los puntales de la poesía española con-
temporánea (editada por Calambur).
Y Arder, una selecta antología (de Ediciones Lupercalia) que abarca los últimos quince años de la obra
de Antonio Orihuela, alma y fundador de los encuentros Voces del Extremo, en su Moguer natal, y otra
de las voces más potentes, intensas y personales de esta riquísima constelación de escritores conscientes
de su propia responsabilidad artística y comprometidos con su presente histórico.
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UN CLÁSICO, UN REGALO
LENGUAJE DE LA ESCENA:
ESCENA ÁRBITRO/ESTADO ÁRBITRO
(Notas sobre el desarrollo del teatro desde el siglo XVIII a nuestros días)1
PresuPuestos generales:
las claves de la literatura dieciochesca y sus contradicciones
Vamos a tratar de plantear únicamente un cierto número de cuestiones que consideramos básicas
respecto a la existencia de un peculiar teatro burgués a partir del siglo XVIII, un teatro cuyas lí-
neas infraestructurales no serían por lo demás esencialmente distintas a las que hoy pueden con-
siderarse como realmente determinantes respecto a la escena moderna. Y este planteamiento a la
vez concebido como una explicitación global de la íntima relación que existe entre la «Teoría del
Estado» y la «Teoría del Teatro» (desde el siglo XVIII en adelante) en el interior de esta misma pro-
blemática ideológica burguesa, refiriéndonos alternativamente tanto al caso europeo en general página 185
como al caso español en particular.
Establezcamos pues una serie de precisiones básicas al respecto:
YOUKALI, 15
1. En primer lugar: el problema del teatro español en el siglo XVIII responde necesariamente
a una serie de estructuras determinantes que podemos ver reflejadas paralelamente en unos
cuantos síntomas muy significativos. Como hemos dicho en otra parte2, lo que nos sorpren-
ISBN: 1885-477X
1.- Este artículo fue publicado, originalmente, como capítulo en Juan Carlos Rodríguez, La norma literaria, Madrid,
Debate, 2001, pp. 129-197. Se reproduce en este número especial de la revista Youkali sobre Juan Carlos Rodríguez,
con autorización expresa de su autor.
2.- Véase, por ejemplo, Teoría e historia de la producción ideológica (Madrid, Akal, 1991) y La literatura del pobre (Granada,
Comares, 2001) (nota del editor).
UN CLÁSICO, UN REGALO
ta por ciento, son representantes de esas ideologías); sin embargo: b) Pensemos que hay que
analizar a la vez el proceso perfectamente contradictorio que tales ideologías sufren en
nuestro país, puesto que a pesar de su dominio sobre el ámbito de la literatura, la filosofía,
etc., esta ideología, esta nueva estructura mental, no llegará a triunfar nunca plenamente en
España (en el siglo XVIII o XIX porque la burguesía no puede imponer masivamente su nue-
YOUKALI, 15
confundir con el reconocimiento de un nivel llamado «Historia» sin más, que incluiría, co-
mo contenido o contexto, en otro nivel —ajeno— llamado «Literatura». La radical historicidad
de la literatura significa por ejemplo que así como antes del XVI no existe el «soneto», antes
del XVIII no existe el «drama», esto es: que hay que buscar siempre (y «entender» siempre)
los textos desde este punto de vista radicalmente histórico: cuáles son las causas, las circuns-
UN CLÁSICO, UN REGALO
tancias, las condiciones que se han dado para que aparezca este tipo de discurso en este mo-
mento dado —y no en otro—. Y de esta pregunta arranca nuestro segundo punto básico; b)
Por qué se da este discurso y no otro; cómo funciona en sentido estricto cada texto, qué lo
produce, cuáles son las leyes que lo determinan, cuál es la lógica interna que lo ha produci-
do así y no de otra manera. Estudiar la radical historicidad de la literatura supone pues a la
vez entender que tal historicidad hay que enfocarla desde el enclave mismo de la lógica in-
terna de cada obra (dejando a un lado cualquier tipo de polémica acerca de los supuestos
«formalismos» y «sociologismos» en literatura). Considerar la literatura como un producto
histórico es considerarla pues en sí misma, en las leyes que la rigen y en las condiciones que
la estructuran.
3. Evidentemente debemos acercarnos al horizonte literario propio del siglo XVIII con una
cierta precaución. Todo nos induce al equívoco apriorístico, a las malinterpretaciones. Todo
menos nuestra indubitable constatación de que tal literatura surge en medio —a la par— de
una plena revolución ideológica en todos los niveles: el famoso triunfo del Racionalismo, del
Empirismo, de la Ilustración, no es más que el triunfo del inconsciente burgués en cualquier
sentido y en cualquiera de sus variantes. Como se trata de una situación durísima de lucha
(la burguesía contra la nobleza, el capitalismo contra el feudalismo) necesariamente las con-
tradicciones se multiplican: cualquier intento de interpretación del siglo XVIII considerán-
dolo como un todo lineal y homogéneo estará abocado al fracaso de antemano (y mucho más,
por supuesto, por lo que hace al caso español): desniveles, desequilibrios, oposiciones, se
amontonan y se acentúan durante el período. Si nos atuviéramos a la imagen epocal estricta
(id est: la propia del «historicismo fenomenológico» al que aludíamos) cuestiones tan sim-
ples como el hecho de que El sí de las niñas se representara en 1806 por primera vez o como
la pervivencia —muy adentro del XVIII— de círculos y academias aristocráticas con su con-
siguiente cultivo de una poética de tipo feudalizante («organicista», «barroca», o como quie-
ra llamársele: cfr. por ejemplo, los casos de Porcel, de Torrepalma, la aparición de una terce-
ra Soledad continuación de las gongorinas, etc.), la refundición continua de las Comedias más
típicas del XVII, todas estas cuestiones, digo, y otras más por el estilo, se convertirán en obs-
táculos casi insalvables para nosotros. Partiendo por el contrario de esta concepción —de
desequilibrio y lucha— de la literatura del XVIII, el planteamiento varía por completo, no
sólo en torno a la contradicción principal (ideología feudal versus ideología burguesa) sino
también en torno a las contradicciones secundarias (por ejemplo las inscritas en el interior
mismo de las nuevas perspectivas ilustradas), etc.
Digamos así finalmente que lo que suele considerarse como la característica más esencial de la li-
teratura de la época, el famoso teoricismo dieciochesco, la tan manoseada expresión de los manua- página 187
les acerca de que el siglo XVIII habría hecho mucha teoría pero muy pocas obras, no es más que
una absoluta falacia: el pensamiento ilustrado del XVIII no hace más teoría que la que necesita pa-
ra justificarse a sí mismo, así como los escritores más o menos feudalizantes, escolásticos, del XVII
hacen toda la teoría necesaria para justificar su ideología. Lo que resulta chocante para la historio-
YOUKALI, 15
grafía literaria habitual es que surja súbitamente toda esa cantidad de críticas y ensayos sobre li-
teratura; pero es que se trata de una nueva literatura, un nuevo universo expresivo y mental, una
nueva manera (distinta, cuando no enemiga, de la anterior) de concebir el mundo, las relaciones
humanas en general; una nueva manera de concebir el mundo que se diferencia de la anterior tan-
to como las relaciones económicas capitalistas se diferencian de las feudales, es decir, radicalmen-
te. Y toda ideología, toda estructura ideológica global, segrega directamente sus propias categorí-
ISBN: 1885-477X
as teóricas, su propia autoafirmación discursiva, por lo que no debe extrañar en absoluto que los
ilustrados, de este modo, se legitimen. Lo cual no significa que no produzcan obras literarias, sig-
nifica tan sólo —y entre otras cosas— que producen «otro tipo» de literatura. Solamente en la ima-
gen evolucionista habitual puede cerrarse un capítulo con Calderón y abrir el siguiente con
Meléndez Valdés sin problemas; pues, en rigor, la poesía de Meléndez Valdés no tiene nada que
UN CLÁSICO, UN REGALO
ver con la de Calderón: es otra su lógica interna, otros sus procesos determinantes, otra la idea que
los propios autores tienen de lo que hacen y deben hacer; por tanto, enjuiciar la literatura del XVIII
tomando como paradigma a Calderón o a Lope es una verdadera aberración teórica. Hay que le-
er los textos del XVIII según la lógica interna que los engendró, y esta lógica interna está regida
ante todo por estos dos niveles básicos: 1) la necesidad de legitimar teóricamente la nueva ideolo-
gía burguesa, necesidad que es la que provoca la aparición de toda esa serie de textos teóricos que
comentábamos; 2) la necesidad de «inventarse» los nuevos tipos expresivos, la nueva estructura
literaria correspondiente a la lógica interna de la nueva ideología.
Presentadas así las cosas, el paso posterior de nuestro trabajo será averiguar cuáles son los meca-
nismos expresivos de esos nuevos tipos ideológicos que aparecen ahora.
1. La ideología de lo público
Por lo que hace a la producción literaria en estricto, no cabe duda de que en el siglo XVIII europeo el
fenómeno más interesante, más importante, lo constituye por supuesto la aparición del drama.
Haciendo un poco de historia, diremos que hasta el XVIII los términos empleados para designar
el hecho teatral corresponden literalmente en gran medida a las difundidas por parte de los co-
mentaristas (italianos y no italianos) del siglo XVI a través de determinados enunciados de
Aristóteles a propósito del tema; tragedia y comedia son por supuesto enunciados aristotélicos
aunque a veces también se puedan extraer de otros autores, de Horacio en el siglo XVII o de
Séneca y Terencio en el siglo XVI. Pero lo que importa no es nunca el término en sí mismo ya que
estos enunciados adquieren un sentido distinto según el horizonte ideológico en que se inscriben:
no es lo mismo lo que significa el término «tragedia» o «comedia» para Boileau en el XVII francés
que lo que significan los mismos términos para Lope en el XVII español, y no es lo mismo el sig-
nificado de estos términos cuando los usan determinados autores clasicistas del XVI español co-
mo Fernán Pérez Oliva, etc.; podemos resumir la cuestión diciendo que, en realidad, y a pesar de
toda esta serie de planteamientos diversos en torno a los términos tragedia y comedia, son eviden-
tes dos cosas: en primer lugar, que si bien responden en cada caso a la estructura ideológica en
que se emplean (es decir, bien al racionalismo poscartesiano en Francia, bien al organicismo feu-
dalizante en España) sin embargo estos términos enuncian siempre una cuestión de base: los di-
versos aspectos o temas del «espacio público». La aparición del teatro en sentido moderno es insepara-
página 188
ble de la aparición del espacio público en las sociedades europeas de transición a partir del XVI:
es entonces cuando nace verdaderamente el teatro, con Shakespeare en Inglaterra, y con Lope y el
grupo de Valencia en España, con Corneille en Francia, antes con la llamada Comedia dell’Arte en
las ciudades italianas. En el feudalismo no existe un espacio público propiamente dicho: es sólo a
partir del XVI cuando éste aparece, o mejor cuando aparece la escisión, el corte, entre dos elemen-
YOUKALI, 15
tos que a partir de ahí se van a llamar lo privado y lo público, escisión que se produce además por
la influencia de dos fenómenos esenciales: la aparición plena de las relaciones sociales mercanti-
les, que a partir de entonces se designarán como el espacio de lo privado (relaciones económicas,
familiares, cualquier tipo de relaciones individuales), y por otro lado, por la influencia de la apa-
rición del Estado absolutista, la aparición con él —por primera vez— de un nivel político autóno-
ISBN: 1885-477X
mo (tematizado por Maquiavelo) respecto de los demás niveles sociales, y la designación de este
nivel político y de su funcionamiento en general bajo el nombre de espacio de lo público.
La aparición del espacio de lo público supone correlativamente la aparición de un fenómeno
nuevo también, y también producto de las contradicciones de las nuevas sociedades; este fenóme-
no nuevo es ni más ni menos que el público. Solamente cuando existe el mercado en general y el
reconocimiento público del mercado, solamente entonces se hace posible el hecho de que un indi-
UN CLÁSICO, UN REGALO
viduo que compre algo en el mercado pueda juzgar sobre su calidad o no calidad, sólo entonces
se hace posible para un individuo pagar una cosa llamada «entrada», en un elemento llamado «te-
atro» y que eso le permita juzgar sobre lo que está viendo. Para simplificar: ante los ojos de un me-
dieval este hecho sería tan asombroso como que nosotros viéramos ahora no sólo que se pagara
una entrada para asistir a una misa, sino que eso diera incluso permiso para «juzgarla». El llama-
do teatro medieval no existe en absoluto, en primer lugar porque no existe el espacio de lo públi-
co y, en segundo lugar, porque consiguientemente no existe el público como «juez»: los asistentes
a los espectáculos medievales eran esencialmente «fieles», como es «fiel» el que asiste a una misa.
No hay distancia entre lo representado y el que asiste a la representación, y es esa distancia (que
va a establecerse con la aparición del espacio público) la que va a permitir precisamente la apari-
ción del teatro.
El teatro a partir del XVI es así tanto ideología pública —ideología representada públicamente—
como ideología de lo público: el teatro del XVI al XVIII no toca otro tema que el político en sentido
amplio. Por una razón obvia: la escena pública será básicamente el «aparato» encargado de crear
y tematizar los valores morales, los de conducta, existencia, etc., del nuevo espacio que ahora ha
aparecido y que no tenía nombre: el espacio de la política o de la vida pública. Todas las obras de
la escena isabelina y de Shakespeare no son así otra cosa hoy ya para nosotros que variaciones en
torno a la virtud (la virtud pública, política de Maquiavelo), siempre teniendo en cuenta que por
lo general se produce en todas las obras un enfrentamiento tácito, evidente, entre los valores del
espacio público y el privado (aparece ese enfrentamiento en Hamlet y culmina en la Phédre de
Racine) pero también que siempre el elemento escénico determinante lo constituyen en cualquier
sentido los valores del espacio público. Igual por lo que respecta al caso español, sólo que aquí ta-
les valores no son «autónomos» como en Francia o Inglaterra. En España no existe una moral au-
tónoma de la política (una virtus); aunque existe el espacio público, éste está controlado por el po-
der nobiliario y por tanto la moral política que aquí se desarrolla será ante todo una moral básica-
mente sacralizada como ocurría en el feudalismo. Sacralización que puede verse por lo demás tan-
to en la Inquisición como en cualquier otro de los aparatos políticos del momento y, por lo que res-
pecta al teatro, en los dos temas claves de nuestra escena: la sangre y el honor; temas evidentemen-
te feudales donde los haya; pero no es que el absolutismo de España sea diferente al de los otros
países, no es que aquí no haya aparecido un espacio político autónomo, sino que al estar ese espa-
cio relleno por los contenidos de la ideología nobiliaria, la escena no tematizará sino estos valores
morales enfocados desde el prisma del honor, la sangre, etc., prisma característico del inconscien-
te sacralizado nobiliario.
Con el triunfo del horizonte burgués a partir del XVIII las cosas cambiarán radicalmente. No
sólo la política desaparece de la escena, sino que, más aún, será a partir de entonces cuando se es-
página 189
tablezca ese axioma tan oído en boca de nuestros más conspicuos esteticistas: una obra es mala si
trata de política. ¿Qué ha ocurrido, por qué de pronto la escena se va a practicar de una manera
radicalmente distinta? La explicación nos la da mejor que nadie Diderot en su Paradoja del come-
diante y en sus demás escritos sobre teatro.
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La cuestión del teatro es pues crucial y constituye el elemento más significativo a la hora de con-
siderar la nueva perspectiva, la nueva óptica con que se enfocarán los problemas literarios del
XVIII. Realmente el teatro se convierte en el verdadero caballo de batalla de todas las polémicas
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de la época, y así continuará hasta el siglo XIX, como podemos verlo en hechos tan diversamente
sintomáticos como los estrenos famosos del Don Álvaro de Rivas o del Hernani de Hugo, en toda
la actitud teórica de Larra (que puede seguirse, rastrearse, a lo largo de sus artículos teatrales) o fi-
nalmente, en la gran conmoción artística que a fines de siglo van a representar Wagner y su ópe-
ra (como Verdi y su ópera la representarán respecto al nacionalismo italiano: cuando estaba pro-
hibido decir «Viva el Rey» se escribía «Viva Verdi» en las paredes vaticanas) pero especialmente
UN CLÁSICO, UN REGALO
Wagner, repito, puesto que con su teoría artística y política y con su práctica operística será quien
logre llevar a su culminación toda esta larga serie de polémicas, de apasionamientos, que el tea-
tro había representado desde el XVIII.
También en España lo primero que la mentalidad ilustrada trata de conseguir es un «replante-
amiento» del teatro. Ante todo recuperando, reescribiendo, la historia de los textos españoles, co-
mo hace Moratín, luego teorizando sobre las condiciones que la escena debe tener y escribiendo
nuevas obras de acuerdo con los nuevos planteamientos, y finalmente, polemizando con los re-
presentantes de la mentalidad tradicional que, como García de la Huerta, solían (pero no necesa-
riamente) refugiarse en la práctica de la tragedia neoclásica. Siempre teniendo en cuenta que el
verdadero punto de sublimación de esta polémica es precisamente la cuestión de la prohibición o
no prohibición de los Autos Sacramentales. Hay muchas circunstancias concretas que rodean el
espinoso asunto de la prohibición de los Autos, muchos detalles que indican la falta de concien-
cia, la ambigüedad que los propios ilustrados tenían aún en España. Digamos por ejemplo que
Moratín esgrime —como tantos ilustrados— como argumento para prohibir los Autos la falta de
dignidad religiosa que supone la representación pública de temas sagrados (con la consiguiente
pérdida de respeto en su tratamiento y en su interpretación por parte de los actores). Y recorde-
mos que éste había sido un argumento utilizado ya por los jesuitas en el XVII para intentar que
Felipe IV prohibiera las comedias en general y las de santos en particular. Poseemos documentos
muy significativos al respecto en los que estos censores eclesiásticos del teatro señalan cómo las
obras de mayor éxito son aquellas en las que interviene la Magdalena, único personaje que podía
representarse medio desnudo, o cómo la representación de obras sobre la Virgen daba lugar a que
cuando una muy célebre actriz decía aquello de «no he conocido varón» estallaran las carcajadas
del público. He aquí, pues, que aparentemente Moratín parece usar el mismo argumento que los
escolásticos del XVII, y no olvidemos que las comedias se prohíben efectivamente en España —y
con gran duración— dos veces: 1) a fines del reinado de Felipe II, por guardar un luto oficial la
Corte, los teatros se cierran y no vuelven a abrirse: Lope se ve obligado a escribir sus famosos po-
emas largos para vivir; y 2) a la muerte de Felipe IV, el momento en que los ataques escolásticos
llegan al máximo, y con tal fuerza, que entonces empieza a circular manuscrito, sin permiso para
editar, y con carácter de folleto subversivo, una famosísima defensa del teatro en contra de tales
detractores, con el título Teatro de los Teatros, de Bances Candamo, texto donde Bances se atreve a
escribir estrictamente que los eclesiásticos no tienen por qué meterse con el teatro porque el tea-
tro nada tiene que ver con la teología. Y recordemos asimismo que hacia la mitad del XVII la pro-
hibición del teatro es un hecho tanto en Francia como en Inglaterra: en 1640, en plena ebullición
de las luchas entre la burguesía y la nobleza inglesa, el Parlamento, representante por excelencia
de la burguesía revolucionaria, prohíbe las representaciones teatrales en Londres y, por las mis-
mas fechas, en la Francia de Luis XIV Bossuet está haciendo todo lo posible para que el Rey pro-
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híba los teatros (los que se dan en la calle, no los cortesanos). Y anotemos para terminar que
Molière, el hombre de teatro preferido por la Corte francesa, mimado por ella, está de hecho ex-
comulgado como cualquier otro actor del XVII (y de ahí que se produjera la bien conocida histo-
ria de su entierro: sólo mediante dispensas y sobornos se consigue que Molière sea enterrado en
YOUKALI, 15
sagrado, pero de noche, para evitar la posible comprobación efectiva de que por fin un actor ha-
bía podido dejar de ser un hombre maldito).
Se trata pues de distinguir de nuevo las diversas posturas que también aquí, en el hecho de la
prohibición de los teatros, se nos aparecen representadas. No entenderíamos absolutamente nada
si pensáramos que tal prohibición respondía siempre a los mismos enfoques y circunstancias: co-
mo puede pensarse fácilmente, el enfoque «burgués-puritano» del Parlamento de Londres no tie-
ISBN: 1885-477X
ne nada que ver con el enfoque «feudalizante-sacralizado» de Bossuet; y por la misma razón, no
podemos pensar que la prohibición de los Autos Sacramentales en España responda al mismo
planteamiento con que se había enfocado la prohibición de las comedias en el XVII. La prohibi-
ción de los Autos es en todo un resultado de la nueva mentalidad ilustrada y del influjo que esa
mentalidad ilustrada va a tener ahora sobre las acciones del Estado y sobre el espacio público en
general. Y no puede entenderse de otra manera.
UN CLÁSICO, UN REGALO
Tenemos pues que trazar una línea de demarcación entre unas perspectivas ideológicas y otras, no
considerar que es esa prohibición de los Autos el hecho a investigar en sí mismo, sino considerar
que el hecho a investigar es siempre el siguiente: ¿qué se entiende bajo el término «teatro» desde
una perspectiva ideológica y desde otra?; ¿qué es, por tanto, lo que lleva a una perspectiva ideo-
lógica a pretender prohibir todo lo que ella entiende por teatro (como ocurre con la mentalidad
tradicional) y qué es lo que lleva a la otra perspectiva ideológica (esto es, a la mentalidad ilustra-
da) a impedir que aparezca como teatro lo que ella no considera que sea teatro? La mentalidad
ilustrada considera que el teatro debe estar constituido por una serie de elementos específicos y
que los Autos Sacramentales no corresponden en absoluto a ese paradigma de lo que el teatro de-
ba ser. En concreto: los Autos corresponden a una estructura pública, «sacralizada», y si se trata
de «desacralizar» el Estado (al nivel político en general) se tratará también en consecuencia, y por
la misma vía, de desacralizar la escena. Si el teatro burgués deberá ser siempre «privado» y nun-
ca «público», como veremos inmediatamente, ello supone igualmente que mucho menos se po-
dría admitir, dentro de ese teatro, una lógica representativa no sólo «pública» —id est: hablando
de una verdad situada por encima de la verdad individual— sino además, y esto es lo básico, di-
rectamente «sacralizadora», esto es, pretendiendo mostrar que el orden del mundo no es conven-
cional y meramente humano, sino reflejo expreso del orden divino en todos sus aspectos. Ni si-
quiera en el nuevo marco religioso que la burguesía acepta (la religión como cuestión propia sólo
de la moral individual), ni siquiera ahí puede tampoco aceptarse la idea de la religión como ver-
dad pública, en tanto que manifestación visible del orden divino que subyacería en todas las co-
sas. Los argumentos de los ilustrados en nombre del decoro religioso apuntan pues por ahí y no
por otro lado: es decir, son argumentos que se hacen en nombre de esa nueva concepción de lo re-
ligioso como moral íntima. De cualquier modo, se argumente como se argumente, la cuestión bá-
sica que determina la polémica de los Autos es siempre esa que decimos: la lucha burguesa en con-
tra de cualquier tipo de ideología sacralizadora, feudalizante, y es en el ámbito de esta lucha co-
mo se comprende que los Autos tuvieran que ser necesariamente prohibidos.
En efecto: si la problemática teatral es el primer punto importante dentro de las polémicas surgi-
das en torno a la literatura del XVIII, no cabe duda, sin embargo, de que toda esa serie de polémi-
cas y de enfrentamientos no son otra cosa, como acabamos de ver, que el resultado de una infraes-
tructura ideológica muy específica: la nueva lógica interna que se deriva del horizonte burgués y
racionalista. Podemos resumir todo el problema en una sola noción ya esbozada: la noción de lo
privado o de la privatización. Ya habíamos indicado también como durante los siglos XVI y XVII la
escena era no sólo ideología públicamente representada sino también tematización de los valores página 191
de lo público, de la moral y de la virtud política, con los diversos matices que el caso tenía en
Francia, en España o en Inglaterra. ¿Quiere esto decir que dentro de la ideología de la Ilustración
lo público va a desaparecer? En absoluto, por supuesto. Lo que ocurre es que con el triunfo de las
relaciones burguesas lo público va a ser concebido como una «transcripción directa» de lo privado. Esta es
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la base de las teorías de Diderot acerca del «Drama familiar», pero es también la base de todas las
teorías políticas que giran en torno a la idea del contrato social. Teorías en las cuales se ve claramen-
te que el «Estado» se concibe sólo como una prolongación de los individuos que establecen el con-
trato, o que la sociedad se concibe igualmente como la proyección, la prolongación de los indivi-
duos que quieren reunirse y establecen entre ellos un convenio social. De modo que podemos
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comprobar así cómo en la ideología ilustrada todos los elementos del espacio público (bien el
«Estado», bien la «sociedad«, bien el «teatro») van a ser concebidos directamente como una trans-
parencia, una representación de la privatización. De ahí pues que a la vez que se establece el vo-
to, el gobierno parlamentario, etc., se reestructuren igualmente todas las demás instituciones ilus-
tradas según esa nueva perspectiva en la cual los diversos aparatos públicos sólo van a concebir-
se como representación del espacio privado en sus diversas variantes: los tribunales de justicia (el
UN CLÁSICO, UN REGALO
riográfica, no es verdad que Rousseau sea un teórico del «contrato social», aunque él mismo lla-
mara a su libro más famoso El Contrato Social. Pero, en primer lugar, que éste sea su libro más fa-
moso no quiere decir que sea el más significativo; El Contrato Social de Rousseau no se entiende en
absoluto si se lee como un solo texto, sino que hay que entenderlo poniéndolo al lado de los ver-
daderos textos significativos de Rousseau y, sobre todo, La nueva Eloísa, como veremos. Pues en
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efecto: ¿qué es lo que los ideólogos liberales estrictos, desde Locke —Hobbes también— sobre to-
do, y luego todos los teóricos de la revolución americana (como Payne) quieren decir realmente
con el término de contrato social, convenio social, etc.? Lo que quieren decir en principio es bien sen-
cillo: la sociedad no tiene nada que ver con Dios, su orden no es divino, si la sociedad es como es,
no se debe a que obedezca a designios sacralizados. En 1642 los parlamentarios ingleses pronun-
cian una frase tremenda, tan revolucionaria en su momento como la revolución de Galileo: «Las
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Las categorías en las que se basa esta negación en el XVIII se condensan, podemos decir, en esos
dos términos claves que son lo NATURAL/ARTIFICIAL. Como aparece evidente en los términos
de Rousseau, lo importante para descalificar al Estado es pues precisamente ese carácter de artifi-
cialidad, puesto que resulta un elemento superpuesto a la verdadera sociedad humana que es la
sociedad natural. La diferencia entre esta perspectiva y la perspectiva ilustrada propiamente di-
cha es radical por consiguiente. Para la perspectiva estrictamente liberal, el contrato que establece
al Estado o a la sociedad no es ni deja de ser natural o artificial, ya que no existe algo previo, una
sociedad previa, un elemento previo a ese momento en que el contrato se establece; para esta pers-
pectiva, al no ser el teatro o el Estado más que representaciones públicas de la verdad privada, re-
presentaciones públicas de la verdad individual, en absoluto pueden ser considerados como algo
artificial o natural. En la perspectiva liberal estrictamente hablando no se usa nunca esta dicoto-
mía, como por lo general —y por poner otro ejemplo— en el empirismo anglosajón no se usa nun-
ca la idea de Derecho Natural, idea que lógicamente sí se extiende por la perspectiva roussoniana.
Y la cuestión es clara. La tradición del Derecho Natural era una tradición típicamente escolástica
y feudalizante: se suponía que en el llamado Derecho Natural se transcribían esos signos sagrados
del orden de Dios que habitaban realmente en todas las cosas y en todos los elementos sociales, ri-
giéndolos con su «voz» ahí inscrita. Los ideólogos del liberalismo van a suprimir radicalmente es- página 193
to desde el momento en que comienzan por suprimir la creencia en ese orden divino que estaría
grabado realmente en el orden social; por tanto, la idea de Derecho Natural deviene inútil en esta
perspectiva.
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Donde se recoge esta idea es precisamente en la perspectiva roussoniana, sólo que suponiendo
un grado intermedio entre los planteamientos feudalizantes y los propiamente burgueses: porque
aunque el derecho natural es (en el pensamiento de Rousseau y sus seguidores) plenamente laico,
si puede decirse así, en tanto que suprime efectivamente la idea de que los signos naturales sean
signaturas divinas, sin embargo, por otra parte, admite todo el resto de la estructura latente en la
vieja concepción feudalizante puesto que supone la existencia previa de una auténtica realidad
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«natural», según veíamos. Todos los elementos se van así encadenando; las nociones correspon-
dientes a la definición de los diversos aparatos o niveles del espacio público (las nociones acerca
del Estado, acerca del aparato jurídico, acerca del escenario teatral, etc.) se enlazan, se traban, de
una manera muy distinta según se enfoquen desde una perspectiva ideológica radical entre los
planteamientos «naturalistas» (roussonianos) y los planteamientos «liberales» propiamente di-
chos a la hora de juzgar las producciones ideológicas.
UN CLÁSICO, UN REGALO
Toda esta situación y su complejo desenvolvimiento hace que nos encontremos igualmente con el
hecho básico de que en la evolución del teatro desde el XVIII la escena vaya a ser considerada (y
«practicada») efectivamente como «representación pública de la verdad privada», y ello debido al
dominio que por lo general tiene la ideología ilustrada respecto al ámbito literario, político, etc.
Ahí, en esos ámbitos, la ideología ilustrada establece sus propias normas y, lo que es más, su pro-
pia lógica productiva y a partir de tal lógica es como se nos explica asimismo que el elemento cla-
ve del teatro del XVIII lo constituya básicamente la práctica de la «ilusión escénica»: cómo conse-
guir que el espectador se «crea» lo que está pasando en la escena, etc. El porqué de esta temática
de la ilusión teatral es fácilmente comprensible si recordamos que en el Contrato Social no hay na-
da anterior a los dos elementos que contratan y que, por tanto, no sólo no cabe aplicar aquí la di-
cotomía entre lo natural y lo artificial, sino que se supone que los dos términos que contratan se
transparentan en el Estado, en el Teatro o en cualquier otro aparato público. Sólo que a la vez, y
junto a tal transparencia, se hace necesario admitir también —para que el sistema funcione— la
existencia de un cierto desequilibrio en tal contrato: la verdad privada, representada en los suje-
tos que contratan, no «es» lo mismo exactamente que su representación en el Estado o en el tea-
tro. La presentación pública difiere en cierto modo de la verdad privada propiamente dicha. Y,
consiguientemente, a la vez que existe esta conciencia de desequilibrio deberá existir también la
conciencia de que es necesario evitar a toda costa que tal diferenciación sea demasiado amplia,
que aparezca una excesiva distancia entre el funcionamiento del Estado y la verdad privada de los
individuos a los que representa (deben ser, por el contrario, dos elementos que han de coincidir
casi plenamente). Aunque se sepa que esa plenitud, esa fusión completa entre la verdad de los in-
dividuos y su representación en el Estado, es casi imposible que se dé nunca, sin embargo se es-
tablecen los medios para que su funcionamiento sea siempre aproximadamente paralelo; votacio-
nes, controles parlamentarios, lo que los sociólogos «liberales» llamarían luego «instituciones in-
termedias», etc. Pues bien, exactamente igual ocurre en el caso de la escena. Aquí también se sa-
be que la escena debe ser representación de la verdad privada una vez que ésta se ha trasladado
al plano de la representación. Y como lo que se intentará conseguir siempre es que el espectador
se identifique con la escena (del mismo modo que el individuo ciudadano debe identificarse con
el Estado), para lograr tal identificación entre escena y público habrá que crear una serie de pro-
cedimientos especiales de representación que favorezcan la actitud identificadora del público.
Estos procedimientos especiales de representación constituyen la base de la Ilusión Escénica, de
modo que el establecimiento del llamado «escenario a la italiana» (es decir, el escenario teatral co-
mo lo conocemos hoy prácticamente) cobra un específico valor a partir de esta estructura ideoló-
gica: va a existir por supuesto, con un carácter de signo muy importante, la distancia entre el es-
cenario que está arriba y los espectadores que están abajo; la representación se hará sin las inte-
rrupciones, que por parte del público o de los actores, eran tan corrientes en la escena del XVII
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(hay textos de Moratín perfectamente explícitos sobre cómo debe prohibirse cualquier tipo de in-
terrupción en la sala), etc.; y si todo esto ocurre en el contexto escenográfico, lo mismo podemos
decir respecto a la técnica interpretativa que mereció de nuevo un texto decisivo de Diderot, en un
intento radical por cambiar los viejos hábitos de la interpretación según los modelos anteriores: se
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sienta como supuesto esencial el hecho de que el comediante, puesto que tiene que representar la
verdad privada de cada hombre, tiene en el fondo que representarse a sí mismo: en el futuro esto
se llamaría, en un cliché muy generalizado, la identificación del actor con el personaje, pero para
Diderot, para el XVIII, lo que importa es precisamente mostrar cómo el actor debe establecer la
mínima distancia posible entre él y lo que representa (dado que lo que representa no es en últi-
ma instancia más que su propia verdad, según veremos más detalladamente enseguida) para que,
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mediante este contexto escenográfico y esta técnica interpretativa, la ilusión se consiga, el espec-
tador quede atrapado por la escena, se identifique con ella, llore o ría con ella, etc. Ahora bien:
¿cuál va a ser la evolución de este teatro así establecido en el XVIII? Evidentemente va a haber en
primer lugar una gran etapa aparentemente negadora de tal tipología escénica: desde la primera
mitad del XIX —y aunque esta escena típicamente ilustrada no va a desaparecer— surge sin em-
bargo una gran corriente elaborada casi en una estricta inversión de tales supuestos «racionalis-
UN CLÁSICO, UN REGALO
tas», corriente que es a la que suele denominarse en general como teatro romántico, con un térmi-
no tan ambiguo sin embargo que apenas significa ya nada. Veamos a continuación hasta qué pun-
to este teatro romántico no supone en el fondo otra cosa que la irrupción en la escena de esa pe-
culiar perspectiva ideológica que podríamos simbolizar en la línea Rousseau-Kant.
Debemos preguntarnos pues de qué modo influye esta corriente naturista, roussoniana, en la evo-
lución del teatro del siglo XVIII; y podemos afirmar ya de entrada que la presencia de esta corrien-
te sobre la escena se concreta en un primer nivel, y como puede suponerse, en torno a la temática
de la sensibilidad, del corazón, de las pasiones, etc., de acuerdo con el valor decisivo que todos es-
tos términos tienen para esa tipología escénica denominada como «romántica».
Por supuesto que había existido ya durante el mismo siglo XVIII una amplia corriente que te-
matizaba esta cuestión de la sensibilidad, de las pasiones, etc., e incluso había aparecido un tipo
específico de drama (que los críticos suelen denominar «comedia lacrimosa») que parecía asen-
tarse ante todo en ese peculiarísimo lenguaje del corazón o de los sentimientos, un lenguaje he-
cho a partir de un ritual ya muy fijado en el que se entrelazaban los suspiros, los desmayos, un
tipo específico de gestos, de actitudes y de reacciones. Como se ha dicho recientemente, es una
corriente dramática que sobre la escena desarrolla una verdadera «estrategia de las lágrimas»
(hasta el punto de que los nuevos autores llegaban a considerar imposible que el público hubie-
ra llorado o reído con las obras de Racine o Calderón con tanta fluidez como lloraba o reía aho-
ra con el nuevo drama).
Esta estrategia de las lágrimas, este lenguaje de la sensibilidad, tiene sin embargo un primer
momento de desarrollo y formación que podemos cifrar en torno al código erótico que se estable-
ce en los círculos nobiliarios a partir de los preciosos en Francia, a partir de los clubes ingleses, o a
partir de similares círculos cortesanos existentes en España. Múltiples testimonios nos quedan de
este específico código erótico, de esa peculiarísima forma de vida propia de los círculos cortesa-
nos. Así en Francia, las obras de Crebillon hijo, las pinturas de Fragonard o Boucher; en Inglaterra
los famosos reglamentos del Club del Infierno o del Diablo, o simplemente, sin llegar a estos ex-
tremos, los rastros que de tales asociaciones eróticas nos han quedado en la literatura de los «li-
bertinos» (entremezclándose con las temáticas cortesanas) desde Laclos hasta obras tan significa-
tivamente «galantes» como la extraordinaria Fanny Hill de John Cleland. Todo ello teniendo en
cuenta que no hay, por supuesto, otro testimonio mejor de esta específica práctica ideológica (a tra-
vés del erotismo) que los reglamentos establecidos por la serie de personajes que se reúnen en Los
120 días de Sodoma, del Marqués de Sade (sólo que en Sade la codificación de la sensibilidad apa-
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rece invertida radicalmente de modo que, aun basándose en un extremado sensualismo naturis-
ta, sin embargo continuamente está impidiendo que tal «sensibilidad» aflore como «sentimenta-
lismo»). Pero de un modo u otro, es en todos estos círculos nobiliarios o libertinos donde se esta-
blece por primera vez un específico lenguaje público de la sensibilidad. Así, los cuadros de
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Fragonard o de Boucher son siempre una especie de instantánea en que se recoge cada uno de es-
tos elementos del lenguaje sensible: un gesto, una actitud, un suspiro, una lagrima... y es por todo
ello por lo que podemos decir en definitiva que es a partir de la Corte como van a asentarse en
cierto modo las bases de la nueva tipología escénica que aparecerá a lo largo del siglo XVIII, sin
que olvidemos, por otra parte, que algo similar va a ocurrir respecto a otro hecho teatral que tam-
bién se va a convertir en básico desde el mismo XVIII: me refiero a la ópera, o en general a los es-
ISBN: 1885-477X
pectáculos musicales que en España comienzan a realizarse ya desde la última mitad del XVII (la
primera obra musical cortesana quizá la escribe, como es sabido, el conde de Villamediana: La
Gloria de Niquea) con los textos de Calderón, con las famosas escenografías italianas de Cosme
Lotti, etc., del mismo modo que en la Corte francesa nos encontramos con Quinault, Molière y
Lully... (recordando que la rivalidad entre Quinault y Molière se resuelve a favor del primero, pre-
cisamente a causa de los gustos «espectaculares» de la Corte).
UN CLÁSICO, UN REGALO
La Corte, pues, introduce (desde mediados del siglo XVII) una especie de teatro paralelo y ya ple-
namente distinto al teatro que se desarrolla en la calle. Fijémonos en que las diversas prohibicio-
nes teatrales no se refieren nunca a los espectáculos cortesanos sino únicamente al teatro que se
desarrollaba afuera, en la calle, con lo que además este teatro cortesano, que cada vez se distancia
más del teatro callejero, se nos presenta como un síntoma clarísimo del final de las sociedades de
transición en Europa y del inminente triunfo de las burguesías en el siglo XVIII. Pues, en efecto,
se ha producido un curioso caso de segregación, de escisión. Primariamente, en el momento ple-
no de los absolutismos, la Corte se identifica con el Estado, y el Estado y la Corte se identifican
con el espacio público en general: el Escorial es tanto una Corte como la residencia de un Estado,
e incluso el símbolo de toda la política que se realiza en el país. Después ya no: Ch. Hill ha seña-
lado, respecto a Inglaterra, hasta qué punto llega a ser profunda la escisión en el siglo XVII entre
la Corte y el Estado; en cierto modo no hay mayor signo de tal escisión que el protagonismo cor-
tesano de Versalles o de los jardines del Buen Retiro, ambos como lugares ya únicamente «nobi-
liarios» y en absoluto (o sólo muy secundariamente) estatales. Conforme los ideólogos de la bur-
guesía, y la práctica política de ésta en general, vayan identificando cada vez más al Estado con la
sociedad o con el país, cada vez más también la Corte pasará a ser considerada como una especie
de excrecencia cancerosa, algo inútil cuando menos, si no maligno, que no cumple ninguna fun-
ción salvo vivir del trabajo de los demás. En un artículo de Starobinsky se nos señala en efecto có-
mo esta escisión entre la Corte y el país resulta ya abismal en el momento en que, por la presión
de la burguesía, se convocan en París los Estados Generales por primera vez después de doscien-
tos años; Starobinsky recoge el testimonio de uno de los representantes del Tercer Estado, el cual
anota cómo la Corte, para aquella ocasión, se había vestido de sus mejores galas: los grandes ecle-
siásticos y los nobles relumbraban en oro, los representantes del Tercer Estado iban vestidos con
pobres trajes provincianos sin un solo adorno: la Corte pensaba así, con mentalidad del XVII, que
su oro asombraría al pueblo en tanto que ese oro había sido siempre el signo directo de la gran-
deza y el poder (el signo, pues, de su designación divina); pero este testigo nos comunica lo incre-
íble: para el pueblo y los representantes del Tercer Estado aquel oro se ha transformado de pron-
to en signo de explotación y los representantes del Tercer Estado se plantean por primera vez ese
tipo de preguntas tremendas, históricamente inéditas hasta ahora, que conducirán directamente
a la Bastilla: ¿cuánto cuesta la vida de Versalles?, ¿cuánto ha costado el Trianón?, ¿de dónde ha sa-
lido todo ese oro?; y el informe concluye: «todo ese oro había salido del sudor del pueblo». Un tex-
to pues plenamente burgués e ilustrado que indica un cambio radical de mentalidad: la Corte y la
vida nobiliaria son algo que ahora se considera como inútil y perfectamente ajeno al Estado y al
país. En ese momento culmina por tanto todo el proceso de escisión de que hablábamos, pero a lo
largo de tal proceso la realidad es que la Corte se ha creado un teatro paralelo con unos códigos y
un lenguaje muy específicos, y esa serie de códigos y de lenguajes literarios van a acabar por des-
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bordar a la Corte y van a ser asimilados también por los nuevos tipos de la escena de la calle: así
podemos constatarlo en el auge de la Ópera Bufa o de la Ópera Popular, y así aparece ya, con una
sólida base de existencia anterior, ese especial lenguaje de la sensibilidad que tendrá su plena ex-
presión en la «comedia lacrimosa» como decíamos (no olvidemos que el propio Rousseau escribe
YOUKALI, 15
blico, en la mentalidad burguesa o pequeñoburguesa, si esto no hubiera sido así, no se habría pro-
ducido en absoluto la aceptación y el éxito consciente de este nuevo tipo de teatro. Y en efecto: el
lenguaje de la sensibilidad sobre la escena nos lleva directamente de nuevo a la corriente del na-
turismo, pues lo que las lágrimas, los suspiros o desmayos nos indican es, ni más ni menos, que
por medio de éstas se está revelando la verdad del corazón humano, la verdad de la naturaleza
humana, una verdad directa que no necesita el intermedio de las palabras. Por eso esta cadena de
UN CLÁSICO, UN REGALO
signos mudos cumple efectivamente la función de un lenguaje no dicho pero infinitamente expre-
sivo para el espectador, etc.
Podemos decir pues en este sentido que la temática de lo sensible (o de la sensibilidad), de la na-
turaleza (o de lo natural), del corazón, de las pasiones... es la casilla invertida, el elemento inverti-
do, de toda la ideología racionalista o burguesa, desde su nacimiento; según la temática que, si tie-
ne como su superficie más visible la cadena de nociones tales como «razón», «pensamiento», «ra-
cionalidad», «entendimiento», «juicios», «ideas»..., tiene como la otra cara de la misma moneda una
segunda cadena formada por toda esta lógica de la sensibilidad, de lo sensible, de las pasiones, etc.
De ahí que la temática nos aparezca igualmente a propósito de la representación escénica: en pri-
mer lugar en Voltaire, pero también en los teóricos alemanes como Schiller, en la corriente de la tra-
gedia neoclásica en España; de algún modo todos ellos van a oponerse más o menos directamente,
al tipo de representación propuesto por Moratín y los demás ilustrados, esa tipología argumenta-
da sobre todo en La paradoja del comediante. Diderot, en efecto, como apuntábamos, suponía que la
identificación entre el personaje y el actor no podía olvidar nunca la distancia existente en el hecho
mismo del teatro (que a fin de cuentas el teatro no es sino una representación indirecta y mediada,
nunca plena, como no puede ser plena la representación del individuo en el Estado, etc.), lo que im-
plicaba exigir consiguientemente la necesidad de que el actor tuviera en cuenta esa distancia, que
fuera capaz de conservarse lo suficientemente frío como para, a la vez de actuar, ser capaz de juz-
gar su propia representación, su modo concreto de realizarla, etc. Desde la perspectiva opuesta, los
escritores más representativos de la tragedia alemana (o de la española y la francesa, y en especial
Voltaire) levantan una densa polémica en contra de esta manera de «actuar»; ellos exigen por el con-
trario la identificación plena, sin distancias, entre el actor y el personaje, e incluso que el actor sea
capaz de vivir plenamente su personaje, confundiéndose con él; por la boca del actor debe hablar
directamente su corazón, etc. Con las siguientes especificaciones: la «pasión», a lo largo del
Iluminismo, había sido un término que indicaba ante todo el desbordamiento de los diques cotidia-
nos, del orden racional, algo plenamente similar a la idea de lo «sublime» en Kant, esto es, el esta-
blecimiento de una relación desbocada entre el sujeto y la verdad (siendo ésta siempre, en tal pers-
pectiva, la verdad de la Naturaleza), relación desbocada que, sin embargo, no tenía por qué ser en
sí misma falseadora. Preludiando en cierto modo (dentro de la misma lógica racionalista: no se tra-
ta por supuesto de hablar de antecesores, precursores, etc.) los temas más queridos del romanticis-
mo, Voltaire y Rousseau insistirán continuamente en su predilección hacia el lenguaje de las pasio-
nes, en tanto que éstas cristalizarían en cierto modo (por su carácter exasperado) las raíces últimas
de la verdad humana. No es pues la «pasión» (aparece como tal concebida así por los ilustrados)
algo esencialmente opuesto al orden racional, sino que, muy al contrario, se concibe más bien co-
mo el desnudamiento máximo de la verdad de tal orden. Claro está que es en Rousseau sobre todo
(por ejemplo, en La nueva Eloísa) donde «la pasión» alcanza su significado más espeso: el lenguaje
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pasional desbordado, aunque aparentemente parezca en principio romper el orden establecido
(por ejemplo: romper el orden armonioso que rige la comunidad natural-familiar-patriarcal: padres,
hijos, criados, etc., todos la misma familia), sin embargo, en el fondo funciona con un valor comple-
tamente opuesto, esto es, como el remedio último —y más idóneo— frente a la «alienación». Quiero
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decir: es gracias a la fuerza de su pasionalidad como el hombre que ha perdido el contacto con la
verdad natural, y se esfuerza en recuperarla, logra romper todas las barreras artificiales que le atan
y retorna a sus orígenes auténticos. Por la boca apasionada habla siempre la verdad de la
Naturaleza con una indudable reminiscencia de ideología burguesa de la primera fase: la boca del
loco por la que habla la verdad, en Erasmo, el hombre desnudo y salvaje, verdaderamente natural,
en el irónico prólogo de Montaigne, etc. La pasión, en el universo roussoniano, desalinea, no altera
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el orden sino que lo reafirma. Y algo muy similar ocurre respecto a Voltaire aunque en un tono mu-
cho más pálido: en tanto que ese lenguaje de las pasiones es también en Voltaire el lenguaje de la
verdad humana (de su Razón) pero sólo cuando ésta es llevada al extremo en determinadas cir-
cunstancias, cuando es sometida a una presión más fuerte que la cotidiana. En cierto modo se tra-
ta también de un planteamiento bastante similar al que hacía Diderot al hablar de la escena como
«modelo» (como «estilización» se diría hoy tras la influencia, en nuestra crítica, de los fenomenólo-
UN CLÁSICO, UN REGALO
gos alemanes). Pues cuando Diderot dice que la escena debe estar rellena únicamente de aconteci-
mientos, personajes y oficios cotidianos y familiares, ello es sólo para añadir a continuación, como
veremos enseguida, que tales elementos «familiares» no deben sin embargo representarse «fami-
liarmente» (tal como ocurriría, por ejemplo, en una «sala de estar»), sino que deben representarse
«modélicamente», esto es, extrayendo de la vida cotidiana sus normas, sus leyes generales y abs-
tractas, su sentido último apenas visible. Voltaire, menos teórico que Diderot, e incluso menos ra-
dical que éste (pese a todas las leyendas que los clérigos han tejido en torno a su persona) a través
de su aferramiento al lenguaje de las pasiones trata únicamente de explicar —y de explicarse a sí
mismo— el porqué de que tenga que existir esa distancia profunda entre la escena teatral y el espec-
tador (o entre el Estado y el ciudadano), distancia que, como venimos viendo, los más lúcidos de en-
tre los ideólogos burgueses de la Ilustración suelen percibir confusamente, pero que apenas si acier-
tan a enunciar desde su propia perspectiva ideológica. Para Voltaire, pues, es a través de la «pa-
sión» como la escena se convierte en modelo (en «luz» que «ilustra») del orden racional que actúa
en la vida cotidiana. Y es así también cómo se identifican en el fondo —salvada cualquier cuestión
de detalle— el drama familiar de Diderot y la tragedia personal volteriana, identificación que se rea-
liza precisamente en nombre de ese carácter necesariamente modélico (didáctico) que para estos ide-
ólogos ha de tener siempre la escena teatral. «Didactismo», digamos finalmente, que se deriva por
lo demás, de manera directa, de la obligación que sienten los escritores ilustrados de difundir «pú-
blicamente», en todos los niveles de la sociedad, la lógica de su «Razón». En dos sentidos: prime-
ro, en tanto que la difusión de las verdades de tal Razón se considera a partir del XVIII como el ele-
mento imprescindible a la hora de realizar cualquier tipo de transformación o de replanteamiento
social (recordemos por ejemplo la influencia de esta idea iluminista en todas las nociones actuales
a propósito de la «educación del pueblo», idea considerada como base imprescindible para cual-
quier reforma); y segundo: obligación implícita de difusión de la Razón que llevará a los ideólogos
burgueses (desde el XVIII a hoy: los endemoniados «intelectuales») no sólo a definirse ante todo
como críticos públicos de la Razón (que actuarían para evitar sus deformaciones y tergiversaciones,
motivadas bien por los «intereses prácticos» o bien por las «ilusiones fideístas»; el ejemplo más cla-
ro de tal imagen estaría así en el propio Kant y sus tres «críticas» expresas), sino también paralela-
mente, y por ello mismo, a autoconsiderarse como los representantes (poseedores) por excelencia
de tal verdad racional (de la «verdad» del llamado Espíritu Humano) autosituándose por tanto por
encima de las clases y la historia (recuérdese por ejemplo cómo aún hoy no se considera que los in-
telectuales se dividan por su pertenencia a una clase o a otra, sino que, dando por supuesto que to-
dos pertenecen al citado ámbito de la Razón (sic) se les divide en «abstractos» y «concretos» —ca-
tegorías claramente fenomenológicas por lo demás— esto es, los que defenderían los intereses de
la verdad racionalista —los concretos, los auténticos— por una parte, y, por otra, los que se dejarí-
an arrastrar por intereses contrarios a la razón —los irracionalistas, los abstractos o evasivos, etc.).
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De cualquier modo, lo importante es señalar no sólo que en la ideología clásica del XVIII pasio-
nalidad y familiarismo (o de otro modo: el «arrebato» de las pasiones y la plácida vida privada de
cada día) no se oponen entre sí como categorías radicales (se trata tan sólo de dos maneras distin-
tas de concebir ese orden de la Razón según ha quedado establecido por la burguesía de la épo-
YOUKALI, 15
ca), sino de señalar además que el «lenguaje de las pasiones» supone finalmente, sin embargo, una
cierta diferenciación respecto a la estructura general del drama familiar. Pues en efecto: por una par-
te es claro que lo pasional (tal como aparece en la «tragedia neoclásica», y sobre todo tal como es
preconizada por Voltaire) es en estricto otro nombre del «hombre natural» de Rousseau.
Recordemos así cómo todo el cristianismo feudal niega radicalmente las pasiones, en tanto que
para esta perspectiva religiosa lo peor que a un hombre le puede ocurrir es precisamente dejarse
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arrastrar por sus fuerzas pasionales, etc. Y de ahí todas las metáforas, asimismo religiosas, que
conciben las pasiones como un caballo desbocado, como el lugar donde se aposenta el poder del
diablo, etc. Un hombre dominado por sus pasiones es un hombre perdido. Ya acabamos de ver có-
mo es preciso llegar a la primera fase de la ideología burguesa para que esta imagen comience a
variar, tanto dentro del ámbito religioso (como ocurre en el caso de Erasmo) como en un ámbito
laico (como ocurre en el caso de Montaigne). Se trata aquí de la aparición, por primera vez, de la
UN CLÁSICO, UN REGALO
idea de que la naturaleza del hombre es en sí misma buena, y no algo corrupto en su entraña, idea
que por supuesto aparece de modo paralelo en otros muchos ámbitos, por ejemplo en el comien-
zo de la nueva Astronomía (desde Copérnico a Galileo o Kepler) o en toda la poética amorosa des-
de Petrarca a Garcilaso (en el primer caso lo que se defiende es que el mundo terrestre o sublunar
no es en sí mismo algo caído o corrompido, sino tan bello y tan digno como cualquier otro lugar
del universo; en el segundo caso lo que se defiende es una similar belleza y dignidad del «Alma»,
que por primera vez también se va a concebir como autónoma y libre, ya no más como dependen-
cia o reflejo de un Señor o de un Dios). Bien es cierto que en esta breve relación no hay que olvi-
dar que el peso de tales imágenes religioso-feudales continúa siendo aún tan fuerte como para que
un ideólogo tan característicamente burgués como Descartes siga afirmando su horror hacia el
hombre que deja expresar libremente sus pasiones. Pero el cambio ideológico es ya en el XVIII irre-
batible (recuérdese asimismo todo lo que hemos dicho a propósito de la problemática del Derecho
Natural en este momento). Pues bien: algo similar ocurre respecto al «lenguaje de las pasiones»
sobre la escena teatral. Digamos así que para Voltaire el lenguaje de las pasiones suponía: 1) una
manera de evitar la negación que Rousseau hacía del teatro, a la vez que 2) con ello se oponía tam-
bién a las perspectivas más directamente racionalistas o liberales, tal como aparecían plasmadas
en el drama familiar. En efecto: primero, una manera de evitar la negación que Rousseau imponía al tea-
tro, en tanto que el lenguaje de las pasiones significaba una expresión auténtica y verdadera y por
tanto, algo que en absoluto podía ser considerado como artificial o falseador. Si Rousseau decía
que el teatro debía desaparecer en una sociedad natural, Voltaire parece aclarar que tal desapari-
ción sólo se refiere a aquel tipo de teatro que fuera realmente «artificial» pero no a aquel que se
elaborará a través del lenguaje de las pasiones. Y segundo, a la vez, como decimos, una diferen-
ciación respecto a la teoría del drama familiar, o mejor aún, respecto a la idea de que el teatro (co-
mo el Estado) tendría que ofrecer necesariamente una distancia insalvable entre la verdad que se
representaba y el hecho mismo de la representación (una distancia, pues, visible asimismo entre el
individuo y el Estado, entre la sala y el espectador, etc.) pues para Voltaire ese lenguaje de las pa-
siones es factible precisamente en tanto que negador de tal distancia. Desde su perspectiva natu-
rista no hay vuelta de hoja: si el Estado o el teatro tienen derecho a existir es únicamente en tanto
que sean elementos naturales, esto es, expresión de la verdad directa de la naturaleza humana. No
hay pues lugar a distancias, porque cualquier distancia en este sentido no sería otra cosa que en-
gaño y «alienación», etc. Es así en fin como en Voltaire podemos ver efectivamente representada
la raíz última de lo que será posteriormente la clave del teatro «romántico»; esto es, el intento de
borrar cualquier tipo de distancia, el intento de transformar la escena en un espacio natural, hacién-
dola hablar el lenguaje de la pasión. Hugo llamará a esto el valor de lo grotesco, un término que
sirve para definir precisamente la irrupción en el teatro de «la vida», o mejor dicho, la necesidad
de que la escena se convierta en vida natural, que transparente la naturaleza misma: no más Reglas
sino la «libertad» total que tiene el «genio» (esto es, la libertad plena que Kant otorgaba a «lo su- página 199
blime»); no más Imitación en estricto de los principios generales del orden racional, sino imitación
concreta, espesa, viva, de la realidad misma de ese «orden» en tanto que está encarnado o zambu-
llido en la vida realmente vivida, etc.
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He aquí pues las bases del teatro romántico y de su tan comentada defensa de la pasionalidad ex-
trema. Sin embargo, para aclarar más adecuadamente toda esta problemática, conviene hacer una
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breve incursión en torno a lo que venimos considerando como su oposición invertida, es decir, en
torno a los textos escénicos más significativos del drama familiar y, en consecuencia, en torno a los
planteamientos de Diderot. Los textos diderotianos son por supuesto complejos y están preñados
de dificultades (él mismo utilizó el término «paradoja» respecto al más famoso de ellos), pero, sin
embargo, poseen una hilazón determinante bastante clara. Para Diderot, en efecto, el teatro (el ar-
te en general) se articulaba básicamente sobre una serie de oposiciones que parecían irresolubles
UN CLÁSICO, UN REGALO
a primera vista. En primer lugar, y ante todo, la oposición entre el «teatro» y la «vida», o más en
general, entre el «arte» y la «naturaleza». Anotemos de paso que en cierto modo (y pese a que lo
consideramos típicamente burgués) durante largo tiempo tuvo fuertes influencias de esa línea
roussoniana y naturista (pequeñoburguesa) a la que hemos aludido: aproximadamente hasta los
años cincuenta (la Paradoja es de 1769), Diderot parece defender de modo explícito el «sensibilis-
mo» del actor, y, de todas maneras, actuarán siempre en él determinados elementos característica-
mente pequeñoburgueses (naturistas) con la fuerza suficiente como para llevarle a considerar que
sólo la riqueza (el «oro») derivado de la agricultura es «puro y sano», y puede por tanto favorecer
a las artes, todo lo contrario de lo que ocurre sin embargo respecto al oro («insano», «corrompi-
do») surgido de la especulación financiera. Una problemática, digamos de paso asimismo, que si
bien en Diderot deriva directamente de los «fisiócratas», volveremos a encontrar en Balzac —co-
mo ha señalado acertadamente R. Barthes— sólo que, en el caso de Balzac, la postura se rellena
además con todo el odio aristocrático hacia el trastrueque social provocado por la especulación y
la inversión, en especial, por esa dominación bancaria que los fascistas denominarán Usura —co-
mo sustantivo, añadiendo judía como adjetivo— con una recuperación de la terminología escolás-
tica y bajomedieval acerca del «justo precio», del noble como categoría moral opuesta al usurero, al
banquero, etc.: podría comprobarse incluso como la Raquel de Huerta encuentra igualmente aquí
su última lógica justificante, etc. E igualmente la influencia pequeñoburguesa de Diderot podría
constatarse a partir de cuestiones tan sintomáticas como su defensa de «lo sublime» (defensa ex-
presada en términos directamente relacionados no sólo con los propios de la línea kantiana, sino
sobre todo, y explícitamente, relacionados con la teorización característica de Burke). Y teniendo
asimismo en cuenta que tanto en un caso como en otro lo «sublime» se refiere siempre a la impo-
sición de los valores de la naturaleza (caóticos, desordenados, pero los más auténticos) frente al
orden estrecho y riguroso del «concepto» o de la «racionalidad» estricta. Ahora bien: esta influen-
cia pequeñoburguesa adquiere enseguida en Diderot un sentido muy específico de acuerdo con
su propia lógica enunciativa. Como puede verse sobre todo a partir de la Paradoja, toda esta pro-
blemática se delimita con una intención muy precisa: por principio Diderot va a oponer «natura-
leza» y «arte» (o, sinónimamente, «vida cotidiana» y «teatro») y simultáneamente, en medio de es-
ta oposición, va a introducir una serie de nociones asimismo típicamente dieciochescas: la noción
de modelo, la de identificación o ilusión teatral, la de imitación, la de lo verdadero, etc.
Analicemos esto por tanto. En primer lugar: Diderot introduce el término modelo como elemen-
to clave en la producción artística, sencillamente porque, como acabamos de esbozar, se trata de
un término que va implicado en su específica oposición entre el «teatro» y la «vida», esto es, deri-
vándolo de la «paradoja» siguiente: aunque el actor sea vulgar, la escena no puede serlo. Todo el
problema se condensa aquí, en efecto, con una variante perfectamente similar: lo que es bueno en
el teatro no lo es en la vida cotidiana, y viceversa: el actor que sobre la escena se comportara co-
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ra) la vida cotidiana. Y en consecuencia 3.°) ese modelo (ese «molde») tiene que ser extraído des-
de la realidad cotidiana (la verdad natural) a la que la escena va dirigida, y no debe, por tanto, ser
sólo producto de los «espectros» o de los «fantasmas» de un poeta más o menos «imaginativo».
Distancia e Ilusión se unifican así en este proyecto. Al ser el «arte» (la escena) modelo de la «vi-
da», ambos términos no se pueden identificar nunca entre sí. Aquél debe ser una superación (ex-
tractada, por decirlo así) de ésta; la vida concreta (la «naturaleza») constituye, por su parte, la
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fuente directa del «arte» (de la escena), de la que hay que beber siempre para no producir fantas-
magorías. Por ello el ejemplo de toda escena debería ser el drama griego, que concilia sin proble-
mas heroísmo y familiaridad («modelo» y «naturaleza») mientras que el antiespejo lo constituiría
(sobre todo en Les bijoux indiscrets) ese Corneille en el que no sólo las «cosas familiares» no pue-
den decirse nunca en un tono «familiar», sino en el que, sobre todo, el heroísmo y la sublimación
son perfectamente fantasmagóricos, tan fantasmas como la fanfarronería hueca de los españoles
UN CLÁSICO, UN REGALO
(«el seudoheroísmo de los de Madrid», dice Diderot, como es sabido, en vez del ascetismo dia-
mantino de la Roma clásica, etc.). De cualquier modo, y planteadas así las cosas, resulta evidente
que el actor debe identificarse con su modelo de un modo completamente distinto a como el es-
pectador se identifica con la escena. El actor debe escenificar según un modelo «mediado», diría-
mos, de identificación: «nada pasa sobre la escena», indica Diderot, «exactamente como en la na-
turaleza»; e incluso el mismo hecho de la declamación (su técnica) nos prueba ya que la represen-
tación no es natural; así el actor (... «copista riguroso de sí mismo o de sus sensaciones...») no de-
be preferir el «instinto meramente natural al estudio ilimitado del arte», y ello en tanto que no es
el hombre violento, que está fuera de sí, el que nos posee, sino que éste es «un privilegio reserva-
do al hombre que se domina a sí mismo». En otros términos: «la sensibilidad es la que prepara a
los actores sublimes...» (mientras que la sensibilidad extrema conforma a los actores mediocres y
la sensibilidad mediocre a la muchedumbre de malos actores). Pero a la vez esta práctica de la dis-
tancia (en cualquier sentido) es imprescindible para el logro de la ilusión identificadora. El retrato
exacto de un avaro, dice por ejemplo Diderot, impide el reconocimiento («personne ne s’y recon-
naît-il...»), la verdad desnuda sería mezquina sobre la escena, la modelización es imprescindible
(«... lo que la pasión en sí misma no ha podido hacer, la pasión bien imitada lo ejecuta...»), y así
añade (tomando a Racine como pretexto) que un gran hombre no es aquel que únicamente expo-
ne lo verdadero sino el que sabe mezclar lo verdadero con lo falso («tratando de llevar a sus con-
temporáneos hacia un gusto mejor...»).
El aparatoso bullir de paradojas en el texto de Diderot puede pues resolverse perfectamente a
partir de esta proposición básica: todo escenario ha de basarse en la naturaleza, pero teniendo en
cuenta que su funcionamiento, aun teniendo que ser un modelo de «lo natural», no es exactamen-
te igual que lo natural. Y lo mismo ocurre respecto al actor que, necesitando inspirarse en la reali-
dad cotidiana («naturalizada», diríamos, en el léxico de la época) deberá sin embargo realizar una
interpretación sublimadora y modelizada, interpretación que permitirá a su vez que el espectador
se identifique (se «reconozca») en lo representado. En una palabra, de igual modo que el Estado
deberá ser reflejo (a la vez «modélico» y «liberal») de todos y cada uno de los ciudadanos que se
han de identificar con él, así también es considerado el funcionamiento del teatro, esto es, como el
lugar donde necesariamente se establece esa misma «distancia», ahora entre la escena y el públi-
co, para inmediatamente recuperarla mediante la ideología de la «identificación».
Las dos maneras distintas —«asumiéndola» o tratando de «borrarla»— de concebir la distancia en-
tre lo representado y su representación efectiva en las tablas (distancia básica igualmente visible
como la existencia entre el Estado y el ciudadano o entre la sala y el espectador) constituyen final- página 201
mente para nosotros los síntomas más significativos a la hora de delimitar las dos lógicas asimis-
mo distintas (aunque inadvertidas) con que se practica la escenografía teatral desde la última par-
te del XVIII. Sólo que por lo que respecta a lo que venimos llamando el «lenguaje de las pasiones»
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es claro que tampoco se practica de una manera homogénea ni siquiera durante la etapa románti-
ca, sino que se va a practicar de acuerdo con las diversas vías o corrientes que se entretejen en el
fondo de ese ambiguo horizonte que llamamos romanticismo, corrientes que corresponden ante
todo a los asimismo diversos y específicos modos de «salida» que nos ofrece la etapa de Transición
entre los siglos XVII y XVIII (o sea los diversos modos de solucionar la contradicción básica entre
feudalismo y capitalismo).
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Digamos así en primer lugar que llamamos corrientes o tendencias de salida de la etapa de
Transición a aquellas estructuras ideológicas que prolongan las condiciones sociales, mentales,
etc., correspondientes a la especial situación en que vivió la burguesía durante esa etapa de
Transición. En efecto: podemos recordar que la burguesía ha pasado por tres fases o estadios des-
de que comenzó a implantar realmente su propio tipo de relaciones sociales. Estas tres fases son:
UN CLÁSICO, UN REGALO
a) Primera fase o fase mercantil, que se inicia aproximadamente en el siglo XVI. Esta primera fa-
se se caracteriza entre otras cosas a nivel económico por la producción manufacturera —la
manufactura— y por consiguiente por el valor otorgado al trabajo manual; a nivel político,
por su respeto —y defensa— del Estado absolutista para conseguir que fuera autónomo en
vez de estar detentado exclusivamente por los nobles; a nivel ideológico, por dos tendencias
más o menos confundidas: la tendencia animista o neoplatónica, cuyos discursos específi-
cos podemos decir que abarcan desde lo que entonces comienza a llamarse poesía hasta un
determinado tipo teatral que puede ir desde Shakespeare a Racine (esta corriente deja sus
huellas en España con Garcilaso, Herrera y toda la tradición del iluminismo o erasmismo
religiosos en el siglo XVI); la otra corriente característica de la Transición es el «racionalis-
mo» (o el «mecanicismo») en sus diversas variantes. Sus discursos específicos son el ensayo
—aunque es un ensayo todavía no organizado como en el XVIII—, el tratado teórico en ge-
neral, bien respecto al universo físico —como hace Galileo—, bien respecto al universo lite-
rario (y entonces aparecen todas esas innumerables retóricas que pueden versar sobre el te-
atro, sobre la poesía, etc.), o un tipo —por decirlo así— de discurso que es una variante de
estas retóricas y que se presenta ante todo con el afán de plasmar efectivamente como mo-
delo lo que el racionalismo llama el orden de la razón: así el orden logicista en las gramáti-
cas (por ejemplo la de Port Royal) o el orden general en cualquier discurso (como ocurre en
Discurso del método o en las Reglas para conducir a la razón de Descartes), el orden de las «re-
glas» o «unidades» sobre el teatro, etc.
b) La segunda fase de la burguesía es la fase clásica, cuando aunque aún coexiste con la nobleza,
ya la ha derrotado, y cuando por tanto ha impuesto sus relaciones a todos los niveles: des-
de el XVIII al XX.
c) La tercera fase (o etapa imperialista) es la actual, pero ahora esto no nos interesa.
Señalemos ante todo: el paso de la primera a la segunda etapa no es ni mucho menos una simple
evolución; la burguesía de la primera fase (manufacturera, gremial, etc.) no se transforma en blo-
que, inmediata y directamente, en la burguesía de la etapa clásica; podemos afirmar, como una
clave histórica decisiva, que cuando realmente existen relaciones burguesas plenas (e ideologías
burguesas plenas) es a partir del siglo XVIII, nunca antes; por tanto estas corrientes (de «salida de
la transición») a las que hemos aludido no son en absoluto ideologías burguesas propiamente di-
chas. Por ejemplo: las tendencias sistematizadas en el texto roussoniano o hegeliano son, y aquí
está la clave, sistemas ideológicos que reproducen y prolongan las condiciones de existencia (a
cualquier nivel) de la burguesía de la primera fase. De ahí que Rousseau cante al trabajo manual
frente al industrial (propio de la segunda fase), de ahí que se canten y se alaben las comunidades
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pondientes a lo que los historiadores suelen denominar como ideología pequeñoburguesa (térmi-
no que no hay por qué rechazar ya que en efecto la pequeña burguesía no es otra cosa que la bur-
guesía tal como existía en la citada primera etapa).
Entonces junto a la corriente roussoniana vemos por ejemplo aparecer la corriente hegeliana,
en general con una postura invertida respecto a la otra: si Rousseau negaba el Estado, considerán-
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dolo como algo artificial, y por lo mismo negaba el teatro, la corriente hegeliana va a hacer exac-
tamente lo contrario: va a considerar al Estado con todos los atributos absolutos que poseía en la
fase de transición, en tanto que eje y clave de todo el orden social. Va a considerar por tanto que
el espacio público, el correspondiente al Estado, es lo único verdaderamente importante en la es-
tructura social, y así Hegel llegará a decir que si los intereses burgueses (que él denomina por pri-
mera vez bajo la famosa noción de «egoísmo») se interfieren en algún momento con el espacio pú-
UN CLÁSICO, UN REGALO
blico hay que anular su fuerza como sea, y entonces —por primera vez también— Hegel conclui-
rá señalando que hay que poner siempre a estos intereses al borde de un peligro inminente, el de
la guerra, porque en tal caso los intereses privados tendrán por fuerza que ampararse en el Estado
(el fascismo de los años treinta será, entre otras cosas, una recuperación de esta ideología peque-
ñoburguesa: el núcleo del llamado hegelianismo fascista de un Gentile, por ejemplo, se condensa-
rá así especialmente en el célebre «vivir peligrosamente», etc.). Pero además, e inmediatamente:
esa apología que hace Hegel del espacio público como eje social, le llevará no sólo a establecer a
la «idea» absoluta (o al Espíritu objetivo) como base de su sistema (e incluso al Estado prusiano
como encarnación final de tal Idea) sino a la vez a la consideración paralela de que el teatro (en
tanto que «público») tendrá que ser forzosamente la condensación final de cualquier tipo de ma-
nifestación literaria. En el teatro —dice Hegel— se reconcilian lo subjetivo y lo objetivo, lo priva-
do y lo público, el teatro es el arte por excelencia (como a final de siglo lo volverá a decir Wagner
refiriéndose en este caso a la ópera).
Varias tendencias de salida pues (como detallaremos enseguida) y en todas vamos a encontrar
el influjo del lenguaje de la sensibilidad o del naturismo. Sólo que lógicamente tal código escéni-
co será distinto en unas corrientes y en otras.
Fijémonos así en primer lugar, por seguir con los mismos ejemplos, en cómo desde la tendencia
roussoniana, este lenguaje de la sensibilidad va a actuar sobre el teatro romántico de una manera
muy precisa: por una parte se va a llevar hasta la exasperación la imagen del actor como voz abier-
ta, directa, del corazón, de las pasiones, etc.: son las famosas declamaciones románticas donde la
gestualidad se convierte en el signo clave de cualquier interpretación, es la ideología de la «since-
ridad» (al construir el autor a cada personaje y a la estructura escénica en general) y, por fin, el in-
tento de borrar por completo ese carácter de artificialidad o al menos esa distancia que los teóri-
cos del XVIII establecían como necesaria entre la sala y el público, esa distancia entre el actor y su
personaje. Para ello, por un lado la escena se llena de «naturaleza», incluso físicamente (pense-
mos en el valor de los rayos, los truenos, los decorados naturales en Don Álvaro) algo que vio bien
Lukács en uno de sus más jóvenes trabajos (su análisis sobre la forma dramática); y sobre todo se
tratará de que este teatro sea de hecho una transparencia directa de la verdad de la naturaleza hu-
mana y por tanto de la verdad de la naturaleza en general: bien cargando a la escena de una espe-
cie de fluido magnético latente, siempre a punto de estallar, como si se tratara de fuerzas natura-
les ocultas, según ha señalado acertadamente Butor al describir plásticamente al teatro romántico
como «la voz que surge de la sombra y el veneno que exhalan los muros» (versos tomados respec-
tivamente de Hernani y de Lucrecia Borgia); o bien concibiendo la escena de modo que no quede página 203
ninguna fisura entre el interior y el exterior en cualquier sentido. O como dice explícitamente Hugo
en el prefacio de Cromwell: «... un drama en el que el poeta consiga plenamente el propósito últi-
mo del arte, que es el de abrir al espectador un doble horizonte, iluminar al mismo tiempo el in-
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terior y el exterior de los hombres... cruzar, en una palabra, en el mismo cuadro, el drama de la vi-
da y el drama de la conciencia». Como veíamos a propósito de Voltaire, así también en el siglo XIX
la corriente roussoniana o naturista no se niega a sí misma como teatro, sino que admite la posi-
bilidad de una escena con tal de que ésta no sea nada artificial sino que se convierta en la transpa-
rencia directa de la verdad de la «naturaleza»: Larra a través de su «crítica» y Hugo, a lo largo de
su teoría y de su práctica escénica, pueden ser elegidos como los representantes máximos de tal
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tendencia.
Claro es que pueden utilizarse otros posibles modelos de ejemplificación por lo que respecta al
núcleo de las polémicas teatrales en torno a esta corriente, y más que cualquier otro el caso de
Shakespeare, que se va a plantear entre todos los ilustrados (y posteriormente entre los románti-
cos). Moratín es el primer español también que incide en la polémica en especial al llevar a cabo
su famosa traducción de Hamlet. Bien es verdad que don Ramón de la Cruz había hecho previa-
UN CLÁSICO, UN REGALO
mente un esbozo de traducción pero basándose en versiones francesas de la época que arreglaban
en exceso a Shakespeare (y sobre todo el Hamlet) para adaptarlo a las normas de la Ilustración.
Incluso el propio Moratín se queja de eso en el prólogo de su traducción. Él, que era secretario del
banquero Cabarrús, que había recorrido toda Europa y había conocido perfectamente los debates
europeos en torno a Shakespeare, al regresar a España se propone publicar esta traducción don-
de de algún modo trata de mantener el original sin alterarlo excesivamente, y sólo a veces anotan-
do a pie de página sus desacuerdos con el texto que traduce. Estas anotaciones a pie de página
suelen referirse no sólo a la «obscenidad» de determinadas escenas sino en especial a lo que los
ilustrados podían considerar como falta de decoro, de interés, de verosimilitud, de buen gusto,
etc. Es así como anota, por ejemplo, la escena de los sepultureros, con sus bromas, como un ejem-
plo de mal gusto, o, en la escena de los cómicos el momento en que Hamlet se echa sobre el rega-
zo de Ofelia y hace un espeso juego de palabras claramente obsceno, etc. Lo importante con todo
es recalcar que Moratín, mediante este procedimiento, sólo pretende demostrar que Shakespeare
era un momento más en la historia del teatro, que no era un bárbaro sin más (del tipo de los Autos
Sacramentales), ni absolutamente incompatibles con la Ilustración (como pensaban algunos fran-
ceses), lo que no implicaba, ni mucho menos, que tuviera que ser el modelo ideal de cualquier es-
cena (como acabarían proponiendo determinados autores alemanes que trataban de ampararse en
Shakespeare —o Calderón— para legitimar un teatro «no-ilustrado» estrictamente hablando).
¿Qué se jugaba en efecto bajo toda esta polémica sobre Shakespeare? Naturalmente, y como
puede preverse con facilidad, ahora Shakespeare es utilizado solamente como un símbolo de lo
que la Ilustración debe o no debe aceptar; así hay un Shakespeare para franceses y otro para ale-
manes, ambos completamente distintos, como hay un Calderón para españoles y un Calderón pa-
ra alemanes, completamente distintos también. Pues no debe olvidarse que a lo largo del XVIII y
del XIX, en el momento de su mayor baja en España, Calderón va a ser en efecto llevado a su más
alta consideración entre los escritores alemanes más o menos románticos, con lo que podemos
apreciar una clara delimitación de nuevo entre las dos tendencias a que aludíamos: en primer lu-
gar, en la tendencia ilustrada propiamente dicha, incluso entre los roussonianos, se trata de saber
si la parte inversa de la Razón puede y (cómo) representarse sobre la escena. Esta parte inversa de
la Razón es, como decíamos, la que se transparenta en lo que el racionalismo llamaba las pasio-
nes, el corazón, lo sublime, etc. (más o menos siguiendo la tradición terminológica impuesta por
Descartes en su Tratado de las pasiones y la terminología impuesta por Boileau en el XVII —en su
famoso comentario, por ejemplo, a la obra de Longinos Sobre lo sublime— y por el resto de los co-
mentaristas de las reglas, de las unidades, en el siglo XVIII, hasta concluir en Kant, Schiller y F.
Schlegel). Es entonces cuando vemos a Voltaire quejarse de que los dramas franceses sólo están
constituidos por pálidas conversaciones en verso, cuando le vemos exigir más emoción, más pa-
sión dentro de las obras que se representan, cuando él mismo trata de introducir esa sublimidad
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y esa pasionalidad en su propio teatro (y por eso, decíamos, no escribe nunca dramas sino trage-
dias). En realidad no debemos pensar que Voltaire se separe de la Ilustración en general, sino pen-
sar que un tal procedimiento es esencialmente el mismo que existía en el drama privado; esto es:
las tragedias de Voltaire están determinadas exactamente, como dijimos también, por la misma es-
YOUKALI, 15
tructura de base que regía a los dramas de Diderot, con el mismo procedimiento que Diderot usó
por ejemplo en El padre natural o en El hijo de familia, sólo que invirtiendo los valores de modo que
lo que en Diderot era racional, normalidad, falta de pasión, en Voltaire trata de ser pasionalidad,
sublimidad, etc. Y digo «trata de ser» porque de hecho hasta leer las tragedias de Voltaire para
comprender que no se sale nunca de los límites marcados por un Moratín o por el drama domés-
tico diderotiano. Así, Voltaire acepta de Shakespeare lo que éste parece tener de pasional, etc., pe-
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ro rechaza, como Moratín, la igualmente supuesta falta de decoro y de buen gusto del autor in-
glés. Y por eso también Voltaire escribe la narración más roussoniana de toda la época, pues su
Candide no es otra cosa que un individuo extraído desde la sociedad natural roussoniana y tras-
plantado al mundo del Estado, de la Corte (o de la sociedad artificial, posterior en suma al contra-
to). Entonces este individuo, que ya posee sus características humanas plenas, naturalmente tiene
que ir chocando con la problemática artificial que rige en la sociedad en la que ahora vive. Ya en
UN CLÁSICO, UN REGALO
otra ocasión señalamos al respecto que es completamente falso pensar que la temática de la aliena-
ción humana provenga directamente de Hegel, como generalmente se ha dicho a partir de Lukács,
y antes, a partir del XIX, con Feuerbach. La alienación como temática inscrita en el horizonte ideo-
lógico burgués del XIX, sólo es realmente pensable (sólo es realmente tematizable) a partir de la
problemática roussoniana y no (como por su parte piensa incluso Althusser) porque el individuo
venda algo a cambio de tener el Estado o la sociedad, etc. La alienación es un tema únicamente pen-
sable en la corriente roussoniana por el desequilibrio que existe en tal corriente entre ese espacio
verdadero (auténtico, natural) del hombre, y el otro (el político) que por muy bueno que sea será
siempre falseado y artificial, etc. Incluso es por eso por lo que puede considerarse que la verdade-
ra novela de la alienación no hay que verla ni mucho menos (como hace un lukacsiano de pro,
Goldmann, en su Sociología de la novela) en la novela objetivista, behaviorista, de un Robbe-Grillet,
de una M. Duras, etc.; la verdadera novela de la alienación es estrictamente este Candide de
Voltaire, pleno de ironía sarcástica por otra parte, construido todo él a partir de ese desequilibrio
latente entre el espacio verdadero del individuo y el espacio artificial contra el que el individuo
choca una y otra vez, etc. (El propio Rousseau nos dice que escribe El Emilio para tratar de ense-
ñar a este joven «salvaje» a vivir con los habitantes de la ciudad —ya que no como ellos—, ense-
ñándole pues a juzgar bien todas las cosas nuevas. Y en esta perspectiva, pero con un tono mucho
más «trágico», habría que leer también obviamente El Diablo mundo de Espronceda, etc.). Tanto,
pues, en este tipo de relato como en las tragedias, Voltaire nos ejemplifica bastante bien lo que es
la corriente roussoniana dentro de la Ilustración, no algo plenamente separado de la Ilustración si-
no un tipo de literatura que (aún dentro del nuevo horizonte) pretende sin embargo provocar la
aparición de esos elementos naturales del individuo, bien en las tragedias pasionales o bien en es-
tos relatos construidos en torno al valor auténtico de lo natural. Con una última conclusión: tras
todo ello resultará absurdo, pues, seguir hablando de la «tragedia neoclásica» considerándola co-
mo un «estilo» o una realidad autónoma (como suele por lo general hacerse en los manuales) ya
que ésta no es otra cosa que la muy especial variación que la temática de lo natural, de lo pasio-
nal, de lo sublime, etc., introduce dentro del marco del racionalismo ilustrado.
Si ello es así, si este planteamiento existe realmente respecto a la corriente roussoniana (tanto en
la Ilustración como en el Romanticismo), algo similar se puede decir respecto a otro tipo escénico
que no se deriva directamente de los planteamientos de la Ilustración, sino que nos parece básica-
mente representado en la fuerte corriente romántica (idealista) que encuentra sus bases en deter-
minados escritores alemanes. Recordemos que la Ilustración en Alemania es ante todo un movi-
miento que se plantea en torno a la crítica bíblica. Lógicamente: el problema de la lectura de la página 205
Biblia se había convertido en un tema resbaladizo, ambiguo, precisamente en los países de la
Reforma, donde originariamente se había comenzado por hacer saltar la vieja estructura jerárqui-
ca de esta lectura, es decir, se había hecho saltar la norma romana de la interpretación de la Biblia,
interpretación realizada a través únicamente de las directrices trazadas por la jerarquía romana,
YOUKALI, 15
etc. Y al romperse esta tradición de lectura resultaba inevitable la aparición de un conflicto, pues-
to que ahora podía haber tantas lecturas como lectores. La base de la Reforma en este sentido con-
sistió, como es sabido, en la eliminación de cualquier barrera que pudiera interferirse entre el ojo
lector y el texto, dado que no era ya la tradición eclesiástica la que «leía», sino la mirada personal
de cada individuo. El problema de la interpretación bíblica tiene así una primera etapa muy sig-
nificativa en la Inglaterra del siglo XVII con la aparición de la famosa versión autorizada (general-
ISBN: 1885-477X
mente conocida sin más como la Biblia inglesa), ya que en esta traducción al inglés se van a apoyar
múltiples ideólogos antifeudales para legitimar las bases del nuevo Estado (incluso El paraíso per-
dido de Milton se apoya directamente en esa versión inglesa, no sólo para tomar de ella su argu-
mento sino para justificar en ella las especiales teorías políticas y morales que Milton introduce en
su texto). La Biblia inglesa tiene pues un carácter perfectamente subversivo, no por ella misma cla-
ro está, sino por el uso especial que de ella hicieron muchos ideólogos de la burguesía inglesa.
UN CLÁSICO, UN REGALO
Por el contrario, en Alemania el problema se plantea con caracteres en gran medida distintos. Allí
la Biblia seguía siendo la base de la enseñanza digamos universitaria. En Alemania no existía ni
muchísimo menos una ideología burguesa patente como en Inglaterra y las disputas en torno a la
Biblia presentaban por consiguiente un especial tono eclesiástico que en absoluto encontramos en
Inglaterra. Así, dentro de este contexto, es como comienza a aparecer la Ilustración alemana, toda
ella resumible por excelencia en un hombre, ese increíble Kant, heredero por otra parte del racio-
nalismo cartesiano y de Leibniz, racionalismo que Kant recibe, como es bien sabido, a través de
su maestro Wolf y al que somete a una implacable disección, cuyos resultados serán las tres «crí-
ticas» paradigmáticas (y todo ello sin abandonar nunca por completo ese racionalismo, sólo que
sustituyendo la noción de razón o de «cogito» por la noción de «sujeto trascendental» que a fin de
cuentas no está tan alejada del racionalismo anterior). Lo importante ahora es recordar cómo in-
cluso también el propio Kant escribe un famoso tratado (que le valió inmediatamente la censura
y la crítica por parte del gobierno: él se guardó su tratado porque en absoluto era un hombre com-
bativo) que se titulaba La religión dentro de los límites de la mera razón y respondía al último aparta-
do de los tres que Kant había establecido para su proyecto en general. Estos tres apartados —cla-
ves para la Ilustración alemana— los resumía Kant en tres preguntas también suficientemente co-
nocidas: ¿Qué puedo saber? (primer apartado al que dedicó la Crítica de la razón pura); ¿Qué pue-
do hacer? (segundo apartado al que dedicó la Crítica de la razón práctica pura); y un tercer aparta-
do: ¿Qué puedo esperar?, al que le dedicó este tratado final: La religión dentro de los límites de la me-
ra razón. Este proyecto general de la Ilustración alemana ya lo había esbozado Kant en otros tex-
tos primerizos como en las Tesis sobre la Filosofía de la Historia o en su famosa respuesta a la pre-
gunta: «¿Qué es la Ilustración?», que hicieron los enciclopedistas. Su respuesta se condensa en una
sola frase: «Atrévete a saber, aprende por ti mismo sin necesidad de tener que depender de na-
die». Y en efecto, es únicamente en el espacio intermedio que se perfila entre el racionalismo car-
tesiano y el profundo impacto que en Kant causó la moral naturista de Rousseau, es únicamente
ahí donde puede tener sentido el planteamiento de esas tres preguntas kantianas y donde puede
surgirnos por tanto el problema de la Ilustración en Alemania. Con una primera consecuencia: ese
agresivo «atrévete a saber» va a incidir en primer lugar sobre lo que dijimos que era la base de to-
da la enseñanza alemana, es decir, la lectura bíblica. El criticismo kantiano y el racionalismo his-
tórico (que ahora había empezado a forjarse y que había utilizado magistralmente Voltaire en sus
libros de historia) se aplican así en avalancha sobre la interpretación bíblica. La conmoción es
enorme y tiene su punto álgido unos años más tarde, en el siglo XIX, con la famosa Vida de Jesús
de Strauss, un texto escandaloso y decisivo en la época. Pensemos que la polémica no se ha cerra-
do todavía: hoy late aún en la obra de Bultmann, Barth, Ricoeur, etc. Inmediatamente surge la res-
puesta y surge en los hombres como Hamann («el mago del norte») o Herder que van a tratar de
oponerse de modo radical a esa interpretación iluminista de la lectura bíblica, sustituyéndola por
página 206
un tipo de lectura que llamaríamos intuicionista, una especie de relación directa con la voz de Dios
plasmada en la Biblia sin necesidad de aplicar ningún criterio racionalista o crítico (criterios que
al ser algo meramente humano no sólo constituirían una ofensa al texto sagrado sino también for-
zosamente una deformación del mismo). Es así pues como comienza a programarse un irraciona-
YOUKALI, 15
lismo general por debajo de la Ilustración alemana: Hamann hablará sólo de la Biblia; pero
Herder, al plantearse el problema del lenguaje bíblico, extiende esta problemática a cualquier tipo
de lenguaje y escribe así lo que podría considerarse la primera Historia de la lengua y la literatu-
ra alemana. Lo que se va a llamar Romanticismo está ya aquí entero, fermentándose en las con-
cepciones de Herder.
Por supuesto que este especial irracionalismo tiene unas bases más profundas que el mero he-
ISBN: 1885-477X
cho de la polémica antiiluminista por parte de los teólogos bíblicos. Estas bases más profundas se
pueden comprobar igualmente en los nombres claves de ese momento: Goethe, Schiller, Schlegel,
Novalis, Hölderlin... Y así en una obra teatral tan decisiva como el Goetz de Goethe, o en la totali-
dad de las tragedias de Schiller, encontramos una estructura escénica que no tiene nada que ver
(a pesar de que aparentemente se trate sólo de tragedias históricas) con las tragedias llamadas «ne-
oclásicas» de que hablábamos anteriormente: hay un mundo de diferencia entre éstas y las trage-
UN CLÁSICO, UN REGALO
dias propias del idealismo alemán. Y ello por múltiples razones ya que la Ilustración alemana tie-
ne raíces masivas mucho menos hondas que en las demás formaciones sociales europeas. De ahí
que todavía se mueva esencialmente en el interior de un marco religioso, del que no puede libe-
rarse ni siquiera el propio Kant, pues no olvidemos que incluso el racionalismo kantiano (al creer,
dijimos, en un sujeto trascendental, en una Razón, una Naturaleza o un Espíritu como algo previo a
la experiencia cotidiana y concreta) no sólo estaba muy lejos de la ideología empirista y anglosa-
jona (la burguesa propiamente dicha) sino asimismo lejos del materialismo radical (por muy me-
canicista que lo consideremos) de un D’Holbach, un Diderot o un Sade (y muy próximo, por el
contrario, al naturismo más mojigato de un Rousseau). De Schelling —¡el Mito!— a Hegel, de
Feuerbach a Stirner, el criticismo alemán continuará arrastrando pesadamente toda esa gravosa ta-
ra trascendental y religiosa en última instancia (no digamos en Schopenhauer o Kierkegaard).
Goethe y Schiller hablarán así entre ellos (como Rousseau en soliloquio) de la poesía y del teatro
como de elementos «espirituales» basados ante todo en el hecho nuclear de la armonía-no armonía
entre el «espíritu humano» y la «naturaleza». Schiller dirá claramente que cuando tal «armonía»
existe, su expresión directa puede verse en lo que él llamaba poesía sentimental. Las famosas teorí-
as schillerianas acerca del carácter lúdico del arte (y su paralelo, lo sublime) constituyen la prime-
ra aportación directa del criticismo kantiano al campo estético, pues Schiller toma de la «Critica
del juicio» esa imagen de lo lúdico-estético concebido como expresión directa de la «ingenuidad»
del sujeto, de su armonía —no rota— con la naturaleza, un tema que F. Schlegel sistematizará más
extremadamente, enunciándolo ahora bajo los términos de poesía natural (anónima, expresión de
la comunidad natural armónica) y poesía de arte (artificial e inarmónica). Evidentemente: todo el
fondo de la escena romántica, entremezclándose con el peculiar historicismo propio del idealismo
alemán; los griegos/los romanos/los modernos: el paso del Mito a la Razón; la identificación entre
el cristianismo y la consideración de lo romántico o la modernidad como algo propio de la cultu-
ra artificial opuesta a la cultura de la naturaleza que sin embargo hay que recuperar, etc.
Historicismo y naturismo laten así bajo el drama alemán, siempre con una determinación básica
que se repite una y otra vez: el carácter trágico, insoluble, que se deriva de la distancia abismal que
existe entre el nivel trascendental (el nivel del Alma) y el nivel empírico o cotidiano. De cualquier
modo no será hasta la publicación de la Dramaturgia Hamburguesa cuando logren asentarse más
claramente las bases teóricas legitimadoras de un teatro completamente distinto al que existía ba-
jo el marco del drama privado, y ello incluso teniendo en cuenta que Lessing es todavía un racio-
nalista en gran medida, y lo que le molesta en el teatro de Calderón o de Shakespeare es la mez-
cla excesiva de géneros, la falta de respeto a lo que sea típicamente trágico o típicamente cómico.
Una posición en gran medida distinta la encontramos ya con los hermanos Schlegel, que son los
verdaderos introductores, al final del XVIII, de este teatro al traducir al alemán por vez primera
íntegro a Shakespeare o al proponer continuamente el modelo de Calderón o Lope de Vega para
la construcción de los dramas históricos. página 207
El planteamiento por tanto de esta serie de polémicas sobre el teatro, se va a ir delimitando cada
vez más a lo largo del XIX y, en realidad, ambos tipos de teatro (el «privado» y el «trascendenta-
lista») llegarán a coexistir, aunque por supuesto, y a la larga, será el drama privado, la comedia re-
alista, el tipo que alcanzará mayor difusión por todas partes, en cuanto que ya dijimos que la ide-
ología de lo privado o de la privatización era una de las claves del nuevo horizonte ideológico do-
ISBN: 1885-477X
minante en las sociedades industriales. Por su parte, el teatro de tipo naturista o trágico, tal como
empezó a teorizarse en Alemania en el XVIII, alcanzará una clara línea de prolongación en Francia,
a través de toda esa corriente (bien roussoniana, bien simplemente partidaria de volver al antiguo
régimen) que recibe sin ningún problema todo lo que de antirracionalista, de antiburgués, de fa-
vorecedor del mundo feudal o medieval, había en ese movimiento del romanticismo alemán que
se difunde por Europa a principios del XIX, coincidiendo con la primera ola de reacción contra la
UN CLÁSICO, UN REGALO
Revolución Francesa. Así, sea como sea, en el prefacio a Cromwell Víctor Hugo establece ya clara-
mente que el padre del teatro es Shakespeare y que el movimiento romántico no hace más que se-
guir su modelo, algo que debemos leer por tanto según la traducción específica que tiene, es de-
cir, que el término Shakespeare no es más que un símbolo de todo ese teatro pasional que es el que
Víctor Hugo, y luego el romanticismo en general, tratan de implantar. Incluso va a aparecer un
nuevo teatro de aire romántico (o sea, siguiendo este otro modelo de Shakespeare) en la propia
Inglaterra, como se observa en los extraordinarios dramas de Lord Byron, el más próximo de to-
dos los románticos al tipo de tragedia practicado por el idealismo alemán, mientras que el
Shakespeare del XVIII inglés había sido también un Shakespeare racionalista «empirista», sicolo-
gizado —según el modelo del doctor Johnson, y según el modelo interpretativo de P. Garrick, el
famosísimo actor inglés cuyo estilo se extendió por toda Europa creando escuela: La Paradoja del
Comediante de Diderot es, de hecho, una respuesta a un libro francés sobre el arte interpretativo de
Garrick —que es precisamente a quien Diderot considera como modelo de la verdadera interpre-
tación racionalista y distanciada— y cuando Moratín, que había visto a Garrick en Londres, con-
templa una interpretación en España de un todavía joven Maiquez, escribe entusiasmado: «Es el
Garrick español».
Como decimos, pues, a lo largo del XIX estos dos tipos teatrales coexistieron de hecho, con una
peculiar variación: como el teatro trascendentalista o romántico está tan profundamente ligado a
la ideología pequeñoburguesa (o sea a todo lo que en el XIX se denominará como «lo popular»)
resultará que este teatro que había comenzado planteándose desde los más altos niveles en Goethe
o en Schiller lo iremos viendo muy pronto irse transformando sin problemas en el verdadero tea-
tro de masas, o sea pequeñoburgués, durante el XIX, sobre todo en el último tercio del siglo: es el
melodrama, el folletín, es todo ese tipo literario que puede ir desde Sue hasta Echegaray, con los
determinados grados intermedios que pueden representar en España Bretón de los Herreros,
Adelardo López de Ayala, Tamayo y Baus y sobre todo con el tremendo impacto populista de
Guimerá. De hecho, si en las novelas melodramáticas de un Sue se han podido encontrar tantos
rasgos del llamado socialismo primitivo, es decir de Saint-Simon, Fourier, Blanqui, no es en abso-
luto por casualidad sino que las bases ideológicas de este socialismo primitivo coinciden exacta-
mente con las de la llamada literatura popular en el XIX, bien en la novela, bien en el teatro. El me-
lodrama, como los textos del socialismo primitivo, arranca siempre de la concepción pequeñobur-
guesa del «pueblo» y de la concepción más o menos roussoniana de la naturaleza buena del hom-
bre alienada o corrompida en una sociedad artificializada.
En el melodrama muere, por consunción, el teatro romántico, pero no sin llevarlo un paso más
allá: no sin convertirse (por su desmesura y por su tan contradictorio «populismo») en el banco
de pruebas de todos los intentos posteriores de romper con el teatro burgués: Brecht (desde la
página 208
Ópera de perra gorda) y Valle, en los esperpentos, son el signo más claro de ese inesperado giro co-
pernicano que el melodrama va a sufrir en nuestros días. E incluso Artaud, desde otra perspecti-
va, nos señala, en el primer manifiesto del Teatro de la Crueldad que piensa poner en escena «uno o
varios melodramas románticos en los que lo inverosímil se convierte en un elemento activo y con-
creto de poesía», etc.
YOUKALI, 15
Es pues dentro de esta serie de diversas corrientes más o menos encontradas entre sí donde se es-
tablece el tono de las polémicas sobre el teatro, polémicas que por lo que hace a los orígenes del
teatro ilustrado en España se centran básicamente, como decíamos, en torno a dos obras que po-
demos considerar claves: la obra de Moratín en general (y muy particularmente El sí de las niñas)
UN CLÁSICO, UN REGALO
por una parte, y, por otra, la Raquel de García de la Huerta. Estos dos textos suponen dos claves
sintomáticas en tanto que a través de ellos podemos apreciar el complejo juego de la lucha ideo-
lógica del momento en toda su profundidad, y sobre todo por lo que hace a la obra de Moratín,
que por primera vez nos va a presentar en España lo que desde ese momento va a ser la base de
todo el teatro posterior: sobre la escena de Moratín se despliega, en efecto, hasta el extremo, la te-
mática del juego familiar, y esto debe considerarse como un hecho decisivo teniendo en cuenta el
nuevo papel eje que la familia cobra en la sociedad burguesa al perder el carácter de linaje que te-
nía en la sociedad feudal.
Sólo que podemos generalizar un paso más allá y recordar que es a través de su fascinación por
el peso enorme de tales relaciones familiares sobre todos los niveles sociales, como incluso Freud
tratará de ir desentrañando uno a uno los hilos de esa madeja enredadísima que constituían los
gestos, las actitudes y las creencias cotidianas y, curiosamente, hablará así del inconsciente como de
un escenario, como de un espacio objetivo regido por unas leyes impalpables que los «actores» no
controlan sino que «soportan». Las cuatro paredes reducidas de la casa, del hogar, se poblaban
con ello inesperadamente de fantasmas, de visitantes agobiadores y desconocidos. Con una dife-
rencia entre la escena de Freud y la escena teatral: ésta nos ofrecía siempre el lado de lo privado
que estaba más abierto a las relaciones con el exterior (por ejemplo —y sobre todo— esa célebre
«sala de estar» —el salón— una y mil veces multiplicada en todos los textos y todos los decora-
dos), sala de estar/espacio abierto al exterior, punto de contacto entre lo privado y lo público, en-
tre la calle (o entre los distintos habitantes de la casa) que a su vez reduplicaba la estructura mis-
ma del teatro físico: si las cuatro paredes del escenario imitan las cuatro paredes de la casa, no ol-
videmos sin embargo que el telón no es propiamente una pared sino más bien una «puerta» (la
entrada que se flanquea a las visitas) con lo que el escenario en sí se convierte ante las butacas en
«sala de estar», y los actores no sólo reproducen relaciones familiares sino que se convierten en al-
go así como «la familia que recibe». Dice por ejemplo Diderot explícitamente en una carta dirigi-
da a la actriz Mme. Riccoboni: «No sé si mi forma de concebir el teatro es mejor o peor que la vues-
tra. En todo caso ésta es la mía: mi habitación es el escenario; el lado de mi ventana es el patio de
butacas donde yo me encuentro. Mis libros al fondo son el teatro. A la derecha están mis depen-
dencias, y, si es preciso, abro las puertas que sean necesarias a mi izquierda. Obligo a los persona-
jes a que entren», etc. Éste sería el ideal de un auténtico teatro verosímil: la escena debe ser idén-
tica a la habitación privada, debe reproducir todas sus condiciones. Por el contrario, cuando tal es-
tructuración básica no se lleva efectivamente a cabo, la escena se convierte en algo completamen-
te falso, hueco. Como el propio Diderot concluye: «Amiga mía, no he ido al teatro más que diez
veces en los últimos quince años. No soporto la falsedad de las escenas que se representan en él».
Sólo que a partir de aquí se deriva estrictamente una última contradicción si la escena, para ser
página 209
auténtica, ha de reproducir las condiciones concretas de la «habitación privada», no debemos per-
der de vista, sin embargo, que tal «habitación» presenta a la vez sus propios límites inflexibles.
Quiero decir: lo representable es así la «sala de estar», pero nunca el dormitorio: el verdadero nú-
cleo de la privatización. Sólo Sade se atrevió a mostrar como el verdadero crisol y fermento de la
ideología burguesa (id est: lo que en el lenguaje de la época se llamaba «filosofía») lo constituía pre-
YOUKALI, 15
interna, objetivamente mostrada (claro que el hecho de que ese «inconsciente» fuera «ideológico»
—de clase— ni lo detectó Freud ni podía en absoluto hacerlo); por su parte, y por lo que respecta
al teatro en estricto, fue Brecht sin duda el que con mayor lucidez y esfuerzo se dio cuenta de ese
funcionamiento latente que se inscribía —sin denunciarse— en los intersticios de toda la estructu-
ra del teatro burgués (desde el «precio» de la entrada a la existencia de los «protagonistas»). Y en
ambos casos también la estructura desenmascarada es siempre la misma: no se trata sólo de llevar
UN CLÁSICO, UN REGALO
a cabo el análisis de la oscura dramática familiar (esa serie de relaciones opacas, imprecisas, que
la estructura familiar despliega en las sociedades burguesas) sino a la vez, y sobre todo, de desen-
mascarar el núcleo central que sostiene —ideológicamente— a tales relaciones: esto es, la noción
del sujeto (el individuo libre, autónomo, origen y base de todo, tanto de la familia como de la so-
ciedad, tanto del trabajo como de la moral). Este sujeto tiene un nombre escénico: el (los) persona-
je(s) o el (los) protagonista(s) que parecen asumir y desplegar desde sí mismos toda la acción tea-
tral; y un nombre para la otra escena: el «consciente», la «mente síquica», la «razón», el «carácter»,
etc. Y de pronto todo eso se borra: lo único que ambas escenas nos muestran es precisamente que
tal ilusión del sujeto no es nunca real; no existe el personaje, ni el protagonista, ni la conciencia au-
tónoma, ni la sicología (sic), sino que todas esas categorías unitarias se nos deshacen en mil peda-
zos para revelársenos sólo como efectos diversos de una serie de determinaciones básicas que ri-
gen tanto en uno como en otro escenario. Y naturalmente estas determinaciones no son más que
las que impone la estructura ideológica burguesa en cualquiera de sus niveles: por ejemplo, y con-
vendría no olvidarlo, también en lo que se refiere a una de las sistematizaciones más claves del te-
atro burgués a partir del XVIII, la aparición sobre la escena de los criados con carácter de protago-
nistas: Goldoni y Beaumarchais —también Sade en la citada Filosofía en el boudoir— son los repre-
sentantes típicos de tal planteamiento, por supuesto, con todas las contradicciones que el caso
arrastra consigo necesariamente. Pero esta cuestión, aun siendo fundamental, no vamos a estu-
diarla aquí ahora. Baste con anotarla.
En una palabra pues: dos escenas y dos dramas. La escena del inconsciente objetivo que se repre-
senta sobre las tablas (pero también en el vivir de cada día) y la escena del inconsciente subjetivo,
el lugar del rencoroso y atroz Edipo (o como quiera llamársele: se trata sólo en última instancia de
un signo válido para indicar el caso concreto en que la dominación social se realiza a través de la
estructura familiar) que se desprende de las relaciones a tres según el esquema padre-madre-hijo
con que se constituye la estructura familiar de estas sociedades. Dos escenarios, en fin, de un mis-
mo drama, que nos muestran la justeza profundísima con que los teóricos ilustrados tematizaron
a su propia ideología al designarla en estricto a través de ese horizonte que ellos llamaron espacio
de lo privado, simbolizado a su vez en el hecho mismo de las relaciones familiares: un drama que
puede ser trágico y que puede ser grotesco, dos aspectos que (como los dos escenarios) se conden-
san en una sola figura en nuestros días: la figura crucial de Artaud, quien concibe la revolución te-
atral precisamente como una revolución frente al padre («El padre, hay que decirlo, es destruc-
tor... Un espíritu acentuadamente riguroso... siento al padre como enemigo. El mito de Tántalo, el
de Megara y el de Atreo contienen en términos fabulosos este secreto... El movimiento natural del
padre contra el hijo, contra la familia, es de odio... He vivido hasta los veintisiete años con el odio
oscuro del padre, de mi padre particular», etc.). Y asimismo cuando Artaud decide por fin escri-
bir un texto dramático escribe nada menos que I Cenci, un intento desesperado por devastar la es-
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cena burguesa desde sus cimientos, esto es, desde la raíz misma de las relaciones familiares: de
ahí que I Cenci sea más expresamente familiar que ningún otro texto posible, incluso apareciendo
tal familiarismo como violento u obsceno hasta el límite: incestos, odios, parricidios. Es la imagen
inversa de la «sala de estar»; desde que se franquea el telón rebosa la sangre.
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Sólo que también Artaud cree que tal específico familiarismo es una realidad originaria, eter-
na, y no el resultado de un determinado tipo de relaciones sociales, ideológicas. Ahora bien: co-
mo apuntábamos es sólo con el triunfo de las relaciones burguesas cuando la ideología de la fa-
milia se impone a todos los niveles y es entonces cuando ambos «escenarios» se convierten en un
lugar traumático, en un lugar de daño, en un lugar de lucha; bajo la aparición inocente del dulce
hogar (que tematizan los moralistas de la época: el siglo XIX está lleno de tratados sobre la fami-
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lia) las relaciones familiares se van a revelar no como un lugar «originario», sino como el lugar pri-
vilegiado donde se condensan y se resumen todas las contradicciones y todos los traumatismos
sociales derivados desde el juego de esas mismas relaciones burguesas, en las que la familia ocu-
pa el lugar central, en su función de reproducir tanto ideológica como socialmente, incluso física-
mente, esa estructura establecida (y a los miembros que van a pertenecer a ella). Es evidente que
en cierto modo hay un momento en lo que podíamos llamar sicoanálisis freudiano en el que las
UN CLÁSICO, UN REGALO
relaciones familiares son consideradas indudablemente en sí mismas como originarias y provoca-
doras (también por sí mismas) de esos traumas y de esos daños; por supuesto que no ocurre siem-
pre así en Freud, pero no vamos a analizar esto ahora. Lo que sí resulta indudable es que el esce-
nario teatral no se equivoca nunca; por el contrario: el escenario teatral, desde que se establece en
el XVIII-XIX como una transparencia de lo privado, como una transcripción de las relaciones fa-
miliares, siempre considera a estas relaciones como un efecto de algo que va más allá de ellas, co-
mo un efecto condensador y privilegiado, eso sí, de toda la estructura social en que esas relacio-
nes familiares se segregan; y ello precisamente porque el teatro, al convertirse en doméstico, en
privado, tiene que hacer un enorme esfuerzo, que desarrollar una enorme lucha para implantar
sus propios valores, es decir, los valores que son importantes en la sociedad burguesa (por consi-
guiente: los valores familiares) mientras que esos valores no funcionaban en absoluto en este sen-
tido en las sociedades feudales ni en la Transición.
El teatro, podemos insistir, «sabe» perfectamente esto; sabe que relaciones familiares y relacio-
nes burguesas van íntimamente unidas; por eso el teatro que nace a partir del siglo XVIII es pro-
fundamente histórico (en el sentido de que se estructura a partir de una nueva realidad histórica)
y por eso también cualquier investigación sobre ese teatro deberá ser ante todo una investigación
histórica en este sentido profundo (no historicista), deberá aproximarse radicalmente a tal proble-
mática si quiere darse cuenta también de esa realidad nueva que se despliega sobre la escena. Y
por ello finalmente hay que tomar muy en serio, a pesar de su apariencia de poca importancia, de
juego casi frívolo, el desarrollo de las acciones de ese tremendo esfuerzo por producir, por dar con-
sistencia objetiva sobre la escena a esa nueva realidad ideológica que se había implantado global-
mente. Y que el esfuerzo de Moratín es perfectamente válido lo prueba el hecho de que a estas al-
turas sus obras familiares permanecen como uno de los mejores logros de todo el XVIII europeo,
mientras que otros escritores, incluso de mayor talla a otros niveles —como el propio Diderot—
fracasaron en el intento de llevar sobre las tablas esta nueva realidad ideológica: un drama como
El hijo natural de Diderot no tiene comparación en ningún sentido con los logros de Moratín en su
intento de realizar efectivamente una «comedia nueva».
En Artaud, en fin, como en ninguna otra parte, puede leerse al revés si se quiere, toda la trama,
todas las obsesiones del teatro europeo a partir del XVIII: no se trata dijimos de un intento radical
de romper con ese teatro partiendo de una problemática nueva y distinta (como ocurre por ejem-
plo con Brecht o Valle-Inclán), se trata sólo de asumir todas las líneas esenciales que habían deter-
minado al teatro anterior e intentar negarlas desde dentro de ellas mismas, etc.; y lo importante
para nosotros es la clarividencia de Artaud, su capacidad de detectar cuáles eran esas líneas esen-
ciales («familiares») en el teatro de lo privado. Todo ello teniendo en cuenta que si volvemos des-
de este final (representado por Artaud) al origen representado por Moratín veremos siempre co-
página 211
mo una serie de características permanecen a lo largo del recorrido histórico de este tipo de teatro.
Por ejemplo, y como dijimos: la noción clave surgida en el XVIII es ante todo la de «protagonista»,
que designa sin más a un individuo privado sobre el cual gira la obra y que entra en relación con
los otros individuos (igualmente privados) para concretar la «acción». A veces el esquema del pro-
tagonista se desdobla y entonces aparece la pareja de protagonistas ensamblada en la temática del
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amor, tal como éste se entiende a partir del XVIII, es decir: el amor considerado como una relación
específica entre dos almas privadas, libres y autónomas. Sólo que esta relación del protagonista o
de los protagonistas con los demás individuos que pueblan la escena (o con la estructura de la ac-
ción) suele ser siempre una relación familiar. De ahí que se vaya imponiendo a la larga el tópico
(que no es tan gratuito ni mucho menos y que se extenderá, sobre todo en nuestro siglo, a partir
de las convenciones fílmicas) del final feliz (el Happy End) identificado sin más con el hecho del
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matrimonio. Y la no gratuidad de este hecho se aclara finalmente teniendo en cuenta que se trata
en tal final tan sólo de un afloramiento de lo que ya estaba latente en todo el resto de la obra, es
decir, que las relaciones amorosas (condicionadas siempre por el telón de fondo familiar) no pue-
den tener otra solución lógica que la que se deriva de su inscripción plena en ese mismo ámbito
familiar, es decir, en el matrimonio, en la boda de los protagonistas; lo contrario no sólo es ilógi-
co, sino que incluso se considera trágico (o al menos como un final fallido).
UN CLÁSICO, UN REGALO
Naturalmente que ya decíamos que esta determinación de la escena por las relaciones familiares
surgía como una condensación de toda la serie de contradicciones latentes en las nuevas socieda-
des burguesas. Así en El sí de las niñas de Moratín hay evidentemente una lógica específica que ac-
túa sin ser nombrada en el texto: la lógica del valor previo, autónomo y superior del espíritu pri-
vado, del espíritu del sujeto. Es decir: el verdadero drama que se desarrolla en el texto de Moratín
está sostenido por una contraposición (típica de la nueva ideología) entre el individuo interior y
las relaciones sociales. En este caso concreto las normas sociales aparecen representadas para
Moratín tanto por los valores feudales como por los valores «exteriores», sin más, al individuo: la
riqueza, la convención social, la nobleza... Naturalmente toda esta serie de convenciones «exterio-
res» acabarán por diluirse y los propios «viejos» de la obra reconocerán que no se les debe impo-
ner a los jóvenes un camino distinto al de la verdad de su propio espíritu. No se trata tanto toda-
vía en Moratín de cantar el valor todopoderoso del amor (como lo harán los románticos) sino que
se trata de contraponer la verdad individual privada a las normas exteriores presupuestas en la ri-
queza como en los privilegios feudales. Así, la niña no se casará con el viejo caballero rico sino con
el joven elegido por la verdad de su corazón, etc. Sólo que para nosotros lo importante, lo decisi-
vo, es precisamente el hecho de que la niña tenga que casarse, es decir, que desde el principio al
final (con el viejo o con el joven, con la verdad propia o con las normas exteriores) las relaciones
familiares, esto es, el matrimonio, están determinando todo el desarrollo de la acción, sea cual sea
el contenido concreto de la escena en cada momento.
Naturalmente que hay un largo trecho —abismal incluso— desde Moratín hasta Artaud (pa-
sando, en España, por nombres tan significativos, cada uno a su nivel, como los de Larra o
Benavente) pero es difícil pensar que las estructuras determinantes del escenario teatral en nues-
tros días hayan variado en algo tan esencial respecto a las categorías ya implantadas desde
Moratín y la Ilustración en general, es decir, implantadas desde el enclave nodal de la ideología
burguesa clásica. Esa lógica escénica (fijada en El sí de las niñas) y en el resto de los originarios dra-
mas de la privatización) se convertirá en una lógica inflexible e inconsciente a la hora de estructu-
rar cualquier tipo de escena hasta nuestros días, incluso cuando se trate de «invertirla» violenta-
mente (como hemos visto en el caso de Artaud que no «sabe» —no «puede»— alejarse nunca ver-
daderamente de ese horizonte familiarista de referencia).
.
la Privatización hoy
Podemos resumir toda esta serie de cuestiones que hemos ido estableciendo a lo largo de las pá-
ginas anteriores, con el fin de retratar, con un cierto rigor (todo lo provisorio que se quiera), los
enclaves básicos en torno a los cuales se extiende ese peculiar horizonte ideológico, ese espacio —
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y su desarrollo— en que «se hace posible» el drama burgués, id est —en esencia— la escena tal y
como la conocemos en nuestros días.
1.- Estos puntos son los siguientes: como hemos dicho, el teatro moderno (el «teatro» propia-
YOUKALI, 15
mente dicho) aparece cuando aparece la ideología de lo público, esto es, durante la etapa de
Transición (coexistencia) entre el modo de producción feudal y el modo de producción ca-
pitalista. En una segunda fase (la fase «clásica» de las burguesías europeas en general) este
teatro deja de ser «representación pública de lo público» para convertirse en «representación pú-
blica de lo privado», transformación de los intereses burgueses sobre el nivel político: bien
«rellenando» el espacio de los estados absolutistas (pero manteniendo incólume tal estruc-
ISBN: 1885-477X
tura estatal: cfr. el llamado despotismo ilustrado, tanto en la Prusia de Federico, como en la
España del XVIII), bien transformando radicalmente esa estructura estatal (como en las «re-
voluciones» burguesas de Inglaterra y Francia: en el primer caso se respetan ciertos elemen-
tos meramente formales; en el segundo caso tratando de borrar hasta el último vestigio del
«antiguo régimen»). De cualquier modo: la ideología teatral (su práctica y su teoría), en tan-
to que aparato «público» se nos presenta así indisolublemente unida a los avatares que van
UN CLÁSICO, UN REGALO
experimentando el resto de los elementos similarmente «públicos». En una palabra, indiso-
lublemente unida a la práctica y a la teoría de «lo político».
2.- En consecuencia —y ya lo hemos dicho asimismo suficientemente—: lo mismo que la ideo-
logía burguesa va a considerar al Estado como representación transparente de la «verdad»
peculiar, privada, de los individuos particulares (sólo que ahora representados en conjunto),
así también va a considerar al teatro como representación objetiva (pública) y transparente de
la «verdad» de la «razón» (los intereses «verosímiles») de cada individuo —de cada sujeto—
y de todos ellos juntos. Las relaciones familiares (en tanto que símbolo básico de lo privado)
se convierten con ello en eje del escenario, y, dentro de ellas, los temas que se consideran co-
mo los más relevantes en el interior de tales intereses particulares; esto es: los temas corres-
pondientes a las típicas nociones de «amor» y de «dinero», o sea, respectivamente relaciones
familiares y relaciones económicas ambas constituyendo por antonomasia ese ámbito de lo
privado (cfr. Moratín por ejemplo: «Padre mío/ no me neguéis esa gracia/ permitid que con
mi prima/ toda mi fortuna parta», La Mojigata, acto II, escena XVII; o bien: «Tus hijos son és-
tos, y sólo aguardan tu bendición para ser felices...», El Barón, acto II, escena XVIII, etc.; por
supuesto los ejemplos podrían multiplicarse: cito éstos sólo en tanto que expresiones carac-
terísticamente banales, aparentemente inocuas, que aparecen en el texto como la cosa más na-
tural del mundo, sin apenas llamar la atención, cuando sin embargo constituyen condensa-
ciones perfectamente espesas de toda la temática familiarista que señalamos).
3.- Hay que tener en cuenta sin embargo que las burguesías europeas (por lo menos hasta prin-
cipios del XX) «expresan» su propio inconsciente determinante a través de dos sistemas ide-
ológicos —objetivos— peculiares: a) un primer sistema —o tematización objetiva— que co-
rresponde estrictamente al inconsciente burgués propiamente dicho y que se manifiesta de
modo visible en el denominado Empirismo anglosajón (en cualquiera de sus discursos, no só-
lo los «teóricos» sino también los «literarios») ya desde principios del XVIII, reflejándose pa-
tentemente en el Horizonte Positivista de fines del siglo XIX, y alcanzando su mayor auge en
la etapa imperialista actual (cfr. sus diversos nombres «teóricos»: pragmatismo, utilitarismo,
neopositivismo, lingüisticismo «lógico», sicologismo conductivista, etc.); b) un segundo sis-
tema —o tematización objetiva— que corresponde no exactamente a los discursos deriva-
dos desde el inconsciente burgués propiamente dicho (id est: establecido a partir de la «fase
clásica») sino que corresponde más bien, como hemos visto, a las condiciones propias de la
primera fase —o fase «mercantil», «manufacturera» o de «transición»—-. Esto es: nos encon-
tramos con el caso de que los intereses burgueses se tematizan objetivamente (hablando, por
supuesto, siempre del nivel ideológico) a través de la ideología pequeñoburguesa en cual-
quiera de sus variantes, tematización que va además a provocar en el XIX el movimiento
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global que suele denominarse como Romanticismo. c) Tres vías románticas podríamos esta-
blecer: una vía inglesa al romanticismo. Es la menos sintomática para nuestro interés, puesto
que aquí ocurre un fenómeno exactamente contrario al que describimos: son los intereses de
las clases de la Transición (bien los intereses «populistas/pequeñoburgueses»: William
Morris, por ejemplo; bien los intereses de la nostalgia aristocrática: H. Walpole y su Castillo
YOUKALI, 15
de Otranto —tanto el castillo «real» como el castillo del texto—) los que van a actuar sobre la
ideología burguesa («empirista») ya sólidamente establecida, para resaltar en ella los lados
más sentimentales, fantásticos, imaginativos, esto es, aquellos aspectos que parecen coinci-
dir más directamente con el lenguaje ideológico vigente a lo largo de la Transición. La típi-
ca distinción que se establece en el XVIII inglés entre «Romance» y «Novela» (aquélla como
«fantástica» y libremente «imaginativa» —desde los «gothics tales» a Scott—; ésta como «ve-
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de vista terrenal pero sin perder de vista lo sagrado: de ahí la importancia de Milton (con su
inesperada aparición de Satanás-el Mal como protagonista) y a partir de él Blake, la teodi-
cea de Wordsworth, Keats, Coleridge, Shelley, el sarcasmo de Byron, etc. Con todo nos inte-
resan más ahora las otras dos vías románticas que señalamos, pues en ellas sí que vemos de
algún modo a un cierto tipo de inconsciente burgués expresándose a través de sistematiza-
ciones pequeñoburguesas. Podemos señalar así: una vía francesa al romanticismo. Recordemos
todo lo dicho a propósito de Rousseau y del roussonismo. Se trata de una línea que se ex-
tiende desde ahí hasta Hugo, Stendhal, etc. Un horizonte esencialmente burgués (incluyen-
do la lucha por la libertad política, por los derechos del Espíritu y de la Razón) se expresa
aquí a través de una serie de categorías esencialmente pequeñoburguesas. Poulantzas ha ex-
plicado algo del porqué de tal proceso, pero nosotros sólo queremos dejarlo anotado cons-
tatando igualmente la serie de variaciones que pueden aparecer en torno a tal enclave: por
ejemplo, tanto la línea «social-populista», como la línea de la apologética del nuevo orden
«socio-industrial» (Saint-Simon; en cierto modo Comte); tanto esto, digo, como la línea co-
rrespondiente al más claro reaccionarismo «sacralizado/feudalizante» (De Bonald y De
Maistre, por ejemplo, por una parte, e incluida por otra la ambigüedad de un
Chateaubriand o una Mme. de Stäel). Quiero decir, el sistema enunciativo pequeñoburgués
(romántico) no sólo sirve para expresar intereses burgueses sino también para expresar las
diversas «reacciones» frente a la nueva sociedad: bien la reacción «populista» o bien la «aris-
tocrático-nobiliaria» y la «religiosa-sacralizadora», etc. Y aunque en Francia sea el «populis-
mo» la corriente romántica mayoritaria, no podemos olvidar sin embargo el influjo enorme
(que ejercen los que podrían denominarse como «románticos liberales», y en especial Víctor
Hugo (cfr. su celebérrimo Hernani, su prefacio a Cromwell, su programa de creación de un
«Teatro en libertad»: libertad en la política, en la literatura) y en el mismo horizonte Larra y
Espronceda por lo que respecta a España, etc. Finalmente una tercera y última problemáti-
ca: la vía alemana al romanticismo. Ya hemos hablado suficientemente de ella (de Goethe a
Hegel, etc.); sólo nos queda recordar cómo es aquí precisamente donde alcanza su mayor
efectividad esa afirmación que hacíamos a propósito del hecho de que intereses objetiva-
mente burgueses en el fondo se expresaran a través de categorías y sistematizaciones peque-
ñoburguesas: y ello ocurre desde Kant a Strindberg. No vamos a insistir más en estos plan-
teamientos; por supuesto se trata sólo de tenerlos en mente únicamente para poder rastre-
ar su influencia respecto a la diversidad del hecho teatral en Europa a lo largo del XIX y en
la primera mitad de nuestro siglo. Podemos establecer así ya que:
4.- De ningún modo las diversas variantes escénicas que nos aparecen a lo largo de esta etapa
(bien desde la llamada tragedia «neoclásica» a la llamada escena «romántica», o bien desde
Strindberg a Artaud) llegan a superar propiamente el horizonte burgués en estricto, tal co-
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5.- Lo cual no quiere decir en absoluto que tales variaciones carezcan de importancia: son la cla-
ve misma de la real diversidad de los textos y los escenarios. Habría que estudiar así cómo
la lógica del sujeto se concreta, en un cierto teatro romántico, en la lógica del héroe (bien la
del héroe «singularizado»: Goetz; o bien la del héroe concebido como encarnación de un
«espíritu colectivo»: la ópera de Wagner, por ejemplo). Ver asimismo cómo este héroe ro-
mántico, este yo superior (que no es otra cosa en el fondo que el sujeto trascendental kan-
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tiano) se enfrenta bien contra el Destino o bien contra cualquier tipo de realidad superior en
la que el héroe pretende inútilmente moverse, alcanzando su objetivo únicamente en el ins-
tante de la Muerte (cfr. desde Hernani o los textos de Byron hasta incluso los ensayos de
Lukács en El alma y las formas). Analizar pues, a raíz de esto, cómo en el teatro romántico se
resuelve de una manera muy peculiar la contraposición (latente en toda la ideología burgue-
sa) entre la «sociedad» y el «individuo que es su origen» y al que representa; en la vertien-
UN CLÁSICO, UN REGALO
te burguesa estricta el choque, cuando se produce, se resuelve (o puede hacerse al menos)
finalmente mediante un ajuste y un reconocimiento último de los «derechos» a la «represen-
tación» de la verdad subjetiva (por muy anómala que sea) que el individuo conlleva.
Mientras que en ese teatro romántico al que aludimos la cuestión se convierte, por el contra-
rio, en algo esencialmente trágico, sin remedio posible: tanto si se la enfoca desde una ópti-
ca subjetiva (kantiana, diríamos) porque el yo protagonista es siempre trascendental, es de-
cir, es un héroe (y por tanto superior a cualquier tipo de realidad empírica circundante) y no
puede fundir nunca su «esencia» y su «existencia»; como si se la enfoca desde una óptica ob-
jetiva (roussoniana, diríamos) porque en ella se arranca del supuesto de la inevitable corrup-
ción —artificialidad— de cualquier tipo de realidad social. De cualquier modo, y en cual-
quiera de sus variantes, el héroe romántico es siempre un héroe de la noche, de las sombras,
de la oscuridad, siempre al margen de las normas establecidas, imposible de conciliar con la
cotidianidad, con la luz del día. Es una imagen que por supuesto culminará en los poetas
«malditos» (de Rimbaud a Lautréamont) pero que encuentra su primera plasmación plena
en la etapa propiamente romántica, tanto por lo que hace a la leyenda vital de determinados
escritores (Espronceda, Byron) como por lo que hace a los propios personajes escénicos, des-
de Los Bandidos a Hernani, donde Víctor Hugo nos describe precisamente a: «Un hombre de
la noche y de los montes, un proscrito / para quien la palabra venganza estaba escrita en to-
das partes».
Quizá sólo algunos escritores (Shelley y Heine, sobre todo) llegaron a superar en cierto
modo el horizonte de los planteamientos románticos, concebir su escritura más allá de esa
dicotomía inflexible entre lo trascendental y lo empírico, entre el día y la noche, entre el hé-
roe y la vida cotidiana, entre el individuo y la sociedad (en sus diversas variantes) pero se
trata únicamente de casos aislados. Por lo general tal conflicto no sólo afecta a la escena ro-
mántica propiamente dicha, sino que se traslada hacia las nuevas formas escénicas (el llama-
do «teatro de ideas» —Galdós—: el «naturalista» —Antoine y Zola—) de fines del XIX.
Alcanzando ahí incluso caracteres sorprendentes cuando se dan circunstancias especiales
como, por ejemplo, si el protagonista es una mujer. Ibsen tendrá que tematizar entonces des-
de una perspectiva moral-kantiana típica en su Casa de muñecas el conflicto entre el ser «in-
dividuo» o ser «social» (entre la verdad privada —«ser mujer»— y la norma exterior im-
puesta: «ser esposa») e incluso resolverá la contradicción sin exceso de tragicismo. Claro que
se trata, en Ibsen, de una escena sometida ya al «tempo lento», pretendidamente sicologiza-
do (id est: cada vez más burgués en estricto). Pero sin duda los problemas escénicos se acu-
mulan asimismo en cualquier otro de los casos en que el «yo protagonista» es femenino, co-
mo ocurre igualmente en Chejov y el tremendo vacío, el «congelado blanco» que perfila sus
relaciones familiares (sobre todo sometidas a la interpretación exasperadamente naturalista
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de Stanislavsky, precisamente la interpretación que mejor va, por contraste, al gélido fami-
liarismo chejoviano), relaciones polarizadas por lo general en torno a personajes femeninos.
6.- De cualquier modo la contraposición individuo/sociedad en el sentido romántico que ano-
tamos, tratará de ser resuelta, conciliada, desde diversas perspectivas y con bastante fre-
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cuencia a lo largo del siglo XIX: así podríamos analizar los varios proyectos fusionadores
que pueden ir desde Hegel (conciliación, en el drama, de lo subjetivo y lo objetivo como di-
jimos) a los diversos escritores que explícitamente llegan a concebir la posibilidad de que el
«yo heroico» alcance la verdad natural, sobre todo con tal de que consiga expresarla a tra-
vés del lenguaje de la música, el lenguaje que tales escritores románticos consideran preci-
samente como el único profundamente auténtico y carente de mediaciones artificiales de
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Schopenhauer a Verlaine, por ejemplo. Y es aquí donde habría que situar en estricto la raíz
última de la ópera wagneriana, el escenario que aspira máximamente a conciliar no sólo al
hombre consigo mismo (la escisión interior al espíritu subjetivo) mediante la música, sino
también conciliar al hombre con la esencia exterior y objetiva (mediante el texto y la argu-
mentación escénica): todo ello fundido en el espectáculo operístico total. Y en la misma lí-
nea podría sin duda situarse asimismo a Nietzsche, quien al concebir un hombre —un «yo
UN CLÁSICO, UN REGALO
tro» se hace posible, en efecto, a partir de la creencia de que el escenario no es otra cosa que
un espacio neutro o vacío donde se hace posible la representación de la auténtica verdad hu-
mana, id est, su verdad privada, su misma «privatización», en cualquiera de las variantes
que hemos anotado, incluso cuando se la invierte, sin más, es decir, no saliendo nunca del
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mismo horizonte de referencia: hablar de «lo político» en vez de «lo privado», representar
incestos en vez de hogares dulces, rechazar el texto —o el argumento— en favor de la mú-
sica —o del «cuerpo» como a veces se dice—, pretender elaborar espectáculos totales; re-
presentar en medio del público (sin darse cuenta de que existe una distancia real entre el
Estado y las clases sociales —no sólo respecto a las dominadas, por supuesto, sino incluso
respecto a las dominantes—, distancia real que el escenario —como cualquier aparato pú-
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blico— reproduce y que Brecht trató de asumir en toda su complejidad, no pensando que
bastaba con suprimir la escena —bajando los actores, subiendo los espectadores— para que
la distancia real se borrase), etc.
8.- Escena árbitro, Estado-árbitro: concebir «otra» escena y «otro» Estado, es concebir «otro» ti-
po de relaciones sociales, «otra» determinación ideológica, «otra» lógica interna que se im-
ponga impalpable —inconsciente— sobre ambos escenarios. Lo demás es dar vueltas siem-
UN CLÁSICO, UN REGALO
pre en la misma noria. Con una última consecuencia tan significativa que no podemos dejar
de anotarla: esa íntima conexión entre la ideología política y la teatral alcanza quizá su gra-
do de mayor visibilidad en torno a la debatida cuestión de la censura. Es obvio, sin embargo,
que se trata de un debate que debería quizá centrarse en torno a los siguientes puntos noda-
les: 1.º) En los países donde verdaderamente —objetivamente-— actúa esta imagen dual del
«Estado árbitro, escena árbitro», es decir, en los países donde existe verdaderamente estable-
cido un inconsciente burgués masivo, una lógica liberalmente demócrata, es obvio que la cen-
sura estatal —«pública»—, bien sea escénica o fílmica, bien sea sexual e incluso «política» en
estricto, tenderá necesariamente a ser mínima puesto que el Estado, representante por prin-
cipio de los múltiples intereses particulares, privados, no sólo no puede imponerles a éstos
una verdad superior a ellos mismos —una verdad estatal colectiva— en tanto que está obli-
gado a respaldar a todos los que representa, sino más aún, es que el Estado no puede conce-
bir a los demás elementos públicos (por ejemplo: una escena o un filme) de modo diverso a
como se concibe a sí mismo, esto es, como representación de similares expresiones privadas,
particulares: un escenario o un filme son vistos así como una expresión —«opinión»— parti-
cular, a la que a su vez cada espectador, particular asimismo, interpretará —privadamente—
del modo que le parezca más adecuado: la censura no tiene nada que hacer ahí. 2.º) Como se
ve, la aventura censorial del liberalismo burgués es apasionante, aunque tampoco podamos
desarrollarla con exhaustividad: digamos tan sólo que es por toda esta estructura de base por
lo que tal censura se otorga unos límites mínimos de acción, tanto por lo que hace al respec-
to hacia las actitudes privadas —la moral sexual, por ejemplo— como por lo que hace a su
intervención sobre los demás aparatos públicos: desde la enseñanza al cine o al teatro, etc.
Sólo unos límites mínimos decimos —o máximos, como se quiera—: la actividad estatal in-
terviene inmediatamente como censura en el momento en que piensa que se está poniendo en
duda, de algún modo, su propia pretendida realidad de Estado-árbitro, de representación co-
lectiva de los intereses individuales; entonces sí: entonces el Estado liberal actúa implacable,
y en nombre precisamente de esos intereses individuales a los que dice ver comprometidos.
Es ésta —por poner un ejemplo clamoroso— la auténtica lógica determinante en última ins-
tancia de los procesos del macarthysmo, que pueden tener, sí, una excusa primaria en térmi-
nos tales como fanatismos nacionalistas y pro-fascismos, pero que de hecho se sustentaron —
pudieron realizarse efectivamente— por toda esa lógica liberal (establecida masivamente)
que presupone la necesidad de que el «Estado árbitro» actúe únicamente —pero siempre en
ese caso— cuando parece que se ha puesto en duda, subvirtiéndola, la realidad de su propia
imagen representativa. El Estado liberal se corresponde pues así íntimamente, y como pue-
de imaginarse fácilmente, no sólo con la escena liberal sino con todos los complejos mecanis-
mos de la censura liberal. Sólo que eso es obviamente lo «que se dice». La censura liberal es
por supuesto implacable de una manera mucho más sutil: a través del control económico (la página 217
base de todo) y de la inculcación ideológica a través de los «medios». 3.º) Un caso distinto,
aunque hoy ya minoritario, es por supuesto el de aquellos países en que ni el Estado ni la es-
cena son concebidos como liberales (esto es, como representaciones públicas de los intereses
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privados) sino en los que se piensa —y se practica— (al modo hegeliano, por ejemplo) que
existe una verdad pública autónoma, distinta y superior a la verdad —«egoísta»— de los in-
tereses privados (la verdad, por ejemplo, de la nación, o de su espíritu, o de su colectividad,
etc.), o en los que se piensa —y se practica— (al modo roussoniano por ejemplo) que existe
una verdad natural —la de la auténtica comunidad— que es preciso defender a través y por
encima de las diversas formas políticas y organizaciones sociales (que son, por definición, la
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que se considere, al fin, como representante auténtico de la comunidad natural) el Estado, di-
go, deberá actuar implacablemente en todos los terrenos en defensa de esa verdad, y por tan-
to también en el terreno de la censura: la obra teatral (como cualquier otra actividad humana)
no va a ser considerada, desde esta perspectiva, como la mera expresión de una opinión par-
ticular sino que va a ser juzgada de acuerdo a su adecuación —o no— respecto a la verdad
pública establecida (en cualquiera de ambos sentidos). 4.º) Ahora bien: si decimos que la es-
cena va a ser juzgada y censurada desde tal perspectiva ello no presupone sin embargo que
vaya a ser practicada —realizada— igualmente desde esa perspectiva. O mejor aún: no po-
demos olvidar que ese hegelianismo o ese roussonianismo políticos no corresponden en el
fondo más que a una serie de categorías ideológicas pequeñoburguesas a través de las cua-
les se expresan o manifiestan coyunturalmente —según las circunstancias históricas— los in-
tereses de la clase realmente dominante, es decir, los de la burguesía. Y así hemos dicho có-
mo la escena más romántica pequeñoburguesa (como la ideología política más hegeliana o
roussoniana) aparecen siempre regidas en última instancia, en cuanto se escarba un poco, por
la misma lógica burguesa de base que determina la ideología teatral (y política) típica del li-
beralismo y del empirismo. Y aunque a tales coyunturas y tales circunstancias históricas es-
pecíficas (que son reales, espesas) haya por tanto que considerarlas —y practicarlas: o sufrir-
las— en todo su mismo espesor, ello ha de hacerse sin perder de vista nunca cuál es su ver-
dadera lógica determinante. Y aquí acabamos: esa diferencia entre un tipo de censura y otros,
entre un tipo de Estado y otro, viene así regida en última instancia siempre por los diversos
avatares concretos con que se han desarrollado —implantado— las relaciones sociales bur-
guesas en Europa a partir del XVIII y hasta nuestros días. E igual, pues, por lo que hace a la
estructura escénica, mucho más transparente que la estatal frente a esa verdadera lógica bur-
guesa determinante. Sobre el escenario teatral la lógica del sujeto y de la privatización no fa-
lla nunca, en cualquiera de sus variantes, repito, pero sobre todo por lo que hace a la identi-
ficación entre el ámbito de la «verdad privada» y el ámbito de las «relaciones familiares».
Con un último ejemplo explosivo: cuando Pirandello (en su intento explícitamente con-
fesado de revolucionar toda la historia teatral) consigue por fin elaborar sus Seis personajes
en busca de autor, cree a la vez inmediatamente (como la mayoría de sus críticos posteriores)
que su revolución consiste en que al fin ha conseguido enfrentar cara a cara los dos elemen-
tos que tradicionalmente se consideraban básicos —e inexpugnables entre sí— el teatro y la
vida. El esfuerzo de Pirandello no es, por supuesto, discutible. Sólo que también él se equi-
vocaba respecto al sentido verdadero de tal enfrentamiento: lo que él objetivamente consi-
gue no es enfrentar el teatro y la vida (términos, por lo demás tan típicamente fenomenoló-
gicos, esto es, impregnados de ambigüedad) sino otra cosa muy distinta (aunque mucho
más real): enfrentar al teatro «moderno», a la escena burguesa, con sus propios orígenes, o
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mejor con su propia raíz sustentadora: las relaciones familiares, la ideología de la privatiza-
ción. Los seis personajes que pugnan por introducirse en la escena, por representar «públi-
camente» en ella su propia verdad privada, no son otra cosa que seis tristes, cotidianos, exas-
perados miembros de una misma familia. Y todo su drama es familiar, doméstico: los seis
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3.- Para un análisis más detallado y exhaustivo de los planteamientos teatrales de Moratín y de lo que significó
Shakespeare en tanto que «símbolo» contradictorio en el paso del teatro racionalista al teatro romántico, puede con-
sultarse mi libro: Moratín o el Arte Nuevo de hacer Teatro. (Con la edición facsímil de la Vida de Guillermo Shakespeare
y la traducción de Hamlet de Leandro Fernández Moratín), Caja General de Ahorros, Granada, 1991.