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Mtro. Ricardo A.

Fagoaga Hernández1
Mtra. Lizeth Pérez Cárdenas2

Módulo 1

Los conceptos básicos de la antropología

La antropología, como disciplina que estudia la diversidad de culturas y las formas

en que se manifiestan, utiliza diversos conceptos para comprender y reflexionar

sobre los fenómenos, procesos y hechos sociales desde diferentes ángulos y

enfoques analíticos. Para comprender el objetivo de la antropología hemos

seleccionado un conjunto de conceptos que permiten entablar un diálogo con el

pasado para entender los aportes y la función de la antropología, para luego

reflexionar en los cambios de paradigmas o el discurso científico que

constantemente se transforma en el presente. En este texto, retomaremos algunas

de las ideas de autores clásicos para la antropología, así como los aportes de

antropólogos contemporáneos que desde diferentes latitudes se han aproximado al

estudio de la diversidad.

Uno de los principios fundamentales de la antropología es el estudio de las culturas

del mundo para comprender las diferencias y el funcionamiento de los ejes rectores

de la vida en sociedad: religión, economía, política entre otras. Los antropólogos

desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta las primeras décadas del siglo XX

tuvieron en mente un esquema del desarrollo de la cultura en donde la evolución

jugaba un papel fundamental. Por ello, el conocimiento antropológico estuvo ligado

a las ideas del evolucionismo y tuvo como objetivo entender a la antropología como

la disciplina que pretendía trazar la historia de las instituciones humanas y del

1
Candidato a Doctor en Historia de América Latina. Universidad de California, San Diego (UCSD).
2
Doctorante en Ciencias Antropológicas. Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
pensamiento (Frazer, 1908), una historia caracterizada por tener una secuencia

lógica, destinada al progreso, y que claramente buscaba definir el binomio civilizado

versus primitivo.

El planteamiento de los esquemas evolutivos de las sociedades humanas, a través

de estadios sociales o modos particulares de organización social: salvajismo inferior,

salvajismo medio, salvajismo superior, barbarie baja, barbarie media, barbarie alta y

civilización (Morgan, 1993), servían como etapas para comprender cómo las

sociedades debían transitar de una etapa de organización social simple (salvajismo)

a una más compleja (civilización).

El evolucionismo terminó convirtiéndose en una doctrina que impregnó todas las

áreas del conocimiento que surgieron en esa época. Es por ello, que encontramos

en los documentos e investigaciones llevadas a cabo en ese momento histórico una

fuerte herencia darwiniana que presupone la universalidad de la evolución y que no

cuestiona las etapas del progreso, sino que lo entiende como algo inevitable.

El concepto de cultura de una sociedad fue la piedra angular de las propuestas

evolucionistas, y además uno de los elementos centrales para comprender el

estudio de la antropología. La definición clásica de cultura fue dada por Edward

Taylor (1871) quien definió la cultura como:

“(…) aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte,
la moral, el derecho, las costumbres, y cualesquiera otros hábitos y
capacidades adquiridos por el hombre. La situación de la cultura en las
diversas sociedades de la especie humana, en la medida en que puede ser

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investigada según principios generales, es un objeto apto para el estudio de
las leyes del pensamiento y la acción del hombre”

Esta definición es sumamente descriptiva; sin embargo, a través del tiempo el

concepto se ha ido complejizando y enriqueciéndose de las corrientes teóricas a lo

largo del siglo XX y el XXI. Pese a ello, existen coincidencias que nos permiten

comprender que la cultura es dinámica, no existen patrones, no hay culturas

superiores, y que la cultura se adquiere y se aprende. Siguiendo estas coincidencias

podemos decir que la cultura universal es un mito, en tanto que es producto de

generalizaciones y de una prevalencia hegemónica; en ese sentido, tendríamos que

pensar más en el pluralismo cultural que se refiere a la diversidad de culturas que

conviven en los territorios, con sus diferencias y similitudes.

Por su parte, y desde una concepción simbólica Clifford Geertz (1973) recupera y

caracteriza el concepto de cultura como un campo semiótico, es decir, una ciencia

interpretativa en busca de significaciones; para lo cual nos propone entenderla como

un documento o un texto, en donde “La cultura es pública porque la significación lo

es” (Geertz, 1973: 26). Estas significaciones son producto de consensos

socialmente establecidos, por lo cual, la descripción densa (concepto de Gilbert

Ryle que se caracteriza por incorporar una serie de elementos y datos que son

interpretaciones de interpretaciones, con la finalidad entender las estructuras de

significación) tiene que dar cuenta de la acción social, sus particularidades, las

expresiones que podrían parecer insignificantes, pero sobre todo, la interpretación

que las personas hacen de ella, así como la interpretación que nosotros hacemos

de esta, entendiendo que el etnógrafo también se constituye como un texto al estar

inscrito dentro de discursos sociales.

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Para llevar a cabo el registro de la diversidad, que algunos llaman “otredad”, la

antropología ha desarrollado una serie de metodologías que tienen como base el

trabajo de campo o el llevar a cabo el registro de las actividades de la vida cotidiana

in situ. El “estar ahí” es fundamental para el registro etnográfico y por eso la

disciplina tuvo como fundamento un sinnúmero de expediciones a lugares en donde

se encontraban esos grupos humanos que no habían alcanzado el “ideal

civilizatorio”. En México, sucedió lo mismo y desde la fundación de la disciplina en la

primera década del siglo XX, se llevaron a cabo expediciones etnográficas para

registrar lo que en aquel tiempo se conocía como la unidad etnológica o los

elementos que identificaban a un grupo de otro, en especial los grupos indígenas.

El registro etnográfico se lleva a cabo de manera organizada y sistemática. Desde

principios del siglo XX existen guías para recolectar objetos etnográficos, que al

mismo tiempo servían para comprender la estructura de diferentes grupos sociales

(Beyer, 1923: 11), y que permiten orientar las investigaciones junto con la teoría o

las teorías que utilizamos. La guía más conocida, la Guía Murdock, es el mejor

ejemplo de cómo clasificar información. Originalmente llamada Outline of Cultural

Materials (Murdock, 1938), reeditada y ampliada en diversas ocasiones, la guía fue

traducida al español en Argentina en 1939 y otras versiones en 1963 por la Unión

Panamericana y por la Universidad Autónoma Metropolitana en 1989. Esta guía, en

las primeras versiones tenía 45 puntos para describir la cultura de un grupo, que

luego se convirtieron en 78 puntos y sus subdivisiones. La información que era

necesario considerar abarcaba desde el uso de tecnología, su descripción, prácticas

alimentarias, cultivos, mercados, usos de herramientas, camino, clima, política,

economía y todo elemento que sirviera para describir a ese grupo. El objetivo de

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esta guía era sistematizar los elementos particulares de las culturas del mundo para

evitar generalizaciones y de esta forma contar con un atlas completo.

La sistematización de la información en trabajo de campo es lo que hace de la

antropología una de las disciplinas de las ciencias sociales con mayor peso en

metodologías cualitativas y junto con la teoría, es lo que nos permite llamarle

etnografía. El trabajo de campo en sí mismo, una visita a algún lugar no puede

considerarse una etnografía ya que es necesario invertir tiempo y registrar todo lo

que se observa. Además, el etnógrafo tiene una preparación teórica, al igual que

postulados básicos, que se comprobarán en campo o que se ampliarán de acuerdo

a las circunstancias. La relación entre trabajo de campo y formación teórica es

inseparable y fundamental para llevar a cabo la práctica etnográfica.

Para identificar la diversidad, la lengua fue y es una parte fundamental para la

antropología, ya que se considera uno de los soportes de la cultura, si bien, existen

diversas formas para el estudio y análisis de la lengua, los antropólogos

estadounidenses en el siglo XIX comenzaron a estudiar lenguas indígenas y la

relación que existe de la lengua en la forma de percibir y comprender el mundo:

determinismo lingüístico y relatividad lingüística (Sapir, 1949; Whorf, 1956). En un

mundo como el actual, las lenguas se encuentran en contacto, en un diálogo

constante y los requerimientos de las sociedades como producto de la diversidad, la

globalización y las migraciones han dado como resultado un multilingüismo, en

donde encontramos sociedades que se comunican en varias lenguas o transitan

entre ellas.

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Para algunos antropólogos, en especial Ángel Palerm, es necesario contemplar que

el registro de la “otredad” se ha llevado a cabo en México desde la llegada de los

españoles en el siglo XVI. Para Palerm (2006), los precursores de la antropología

mexicana eran los cronistas que registraron la diversidad de prácticas culturales de

los grupos indígenas en diferentes historias o crónicas. Las narraciones escritas en

su mayoría por religiosos españoles han sido estudiadas por los historiadores y dan

cuenta de la participación indígena en la elaboración de estas historias o crónicas.

También, se nota el trabajo en conjunto para la elaboración de catecismos y

diccionarios que servían para evangelizar a la población indígena. Sin embargo, el

uso de las lenguas indígenas durante la colonia fue prohibido para agilizar los

trámites burocráticos, muchas veces peticiones, de los diferentes grupos indígenas

que solicitaron al virrey o autoridades coloniales diversas cuestiones que iban desde

permisos para llevar a cabo celebraciones hasta la solicitud de remoción de una

autoridad española o clérigos en sus comunidades. Por este motivo, desde los años

setenta del siglo XVIII las peticiones y todo trámite administrativo de las

comunidades indígenas se tenían que llevar a cabo en español y evitar los gastos

de un traductor.

Con la separación de la Nueva España del imperio español por las guerras de

independencia, México como nación de reciente creación buscó la forma de crear

una idea de ciudadano y fue donde se eliminaron todas las diferencias en el registro

público y religioso que existían entre las castas (indígenas, españoles, negros,

mulatos, etc.) para que aparecieran como ciudadanos. Esta orden, que se dio el 17

de septiembre de 1822, ayudó a crear una serie de diferencias en quiénes podían

ser ciudadanos y para los interesados en estudiar la diversidad en el México

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decimonónico eliminó la posibilidad de identificar a los grupos indígenas y

afrodescendientes.

Es hasta 1864, con la Carta etnográfica de México de Manuel Orozco y Berra,

donde encontramos otra vez el interés por conocer las diferencias de los distintos

grupos indígenas que conformaban la nación mexicana. Orozco y Berra utilizó una

estrategia ya utilizada desde el siglo XVI para recopilar la información y tenía como

base el mandar cartas a curas o autoridades locales para que respondieran un

cuestionario y en este caso particular lo que buscaba era saber qué lengua se

hablaba en el ámbito local, parroquia o municipio.

Las lenguas indígenas fueron un marcador para comprender la diferencia de las

“razas” indígenas en los círculos científicos de la segunda mitad del siglo XIX; en la

transición del siglo XIX al XX, las lenguas indígenas sirvieron para cuantificar a la

población indígena en los censos nacionales de 1895, 1900, y 1910. Desde 1921 el

uso de la lengua como marcador cultural fue excluido de los censos hasta el año

2000, donde la lengua y la adscripción a un grupo étnico sirvió para cuantificar a la

población de un grupo indígena.

Se debe mencionar que la población afrodescendiente en México no era

considerada en los instrumentos de cuantificación de la población del siglo XIX y

XX. Por este motivo, la invisibilización de la población negra en México ha sido un

problema para que fueran considerados como sujetos de derecho hasta hace unos

años. El antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán en sus obras, La población negra de

México. Estudio etnohistórico (1946) y Cuijla. Esbozo etnográfico de un pueblo

negro (1958), fue pionero en los estudios de la población afrodescendiente y dio a

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conocer la importancia de que estos grupos contarán urgentemente con el

reconocimiento del Estado mexicano como parte de la nación mexicana.

La teoría de las razas, utilizada hasta los años setenta del siglo XX, es una

construcción social y el discurso racista una de sus expresiones (Castellanos, 2000).

El racismo se fundamenta en ideas que plantean que: a) los seres humanos se

dividen en razas, b) a cada raza se le atribuyen características particulares, y c)

existe una jerarquía racial; estas variables tienen como resultado la idea de

superioridad/ inferioridad cultural y por lo tanto legitiman la dominación de unos

grupos sobre otros. El racismo se sostiene en prejuicios y estereotipos, que tienen

como resultado la exclusión, discriminación, violación de derechos, agresiones,

violencia e intolerancia.

La antropología, como una disciplina que busca estudiar las diferencias utilizó el

discurso racial para comprender por qué una porción de la población mexicana no

se “integraba” a las prácticas nacionales. Este discurso, que era sostenido por una

ideología o filosofía de que México era un país mestizo, buscó las formas de integrar

a la población indígena con miras a realizar o llevar a cabo los objetivos de la idea

de progreso, una idea evolucionista que se ha mencionado con anterioridad. Es

hasta los años ochenta del siglo XX, quizá en toda América Latina, que, en lugar de

buscar estrategias de adaptación o integración, lo mejor era concebir Estados-

nación multiculturales. Al mismo tiempo, los grupos indígenas buscaron su derecho

a la autodeterminación y el reconocimiento de los Estados nacionales para ser

incluidos como sujetos diferentes, con usos y costumbres ancestrales, pero

conviviendo con otros grupos en la nación mexicana.

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El multiculturalismo es un concepto que se ha generalizado y que se asocia con el

reconocimiento de grupos culturales diferentes que conviven en los territorios

(Barabas, 2014). El concepto apareció en Canadá y Australia a principios de 1970,

posteriormente se encontró en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia

(Parekh, 2006) para atender el tema de las minorías. Para Barabas (2014) el

multiculturalismo es una ideología social-política de la globalización y una disciplina

humanística de los estudios culturales para comprender a los grupos étnicos o bien

como señala Catherine Walsh (2005) la multiculturalidad es más bien descriptiva.

En México, la multiculturalidad ha servido para estudiar a las minorías, ya sean

étnicas o de género, y para corregir lo que el evolucionismo propuso como progreso.

En lugar de buscar esquemas que justificaban el avance hacia un sistema

sociocultural determinado, la antropología con base en los estudios multiculturales

busca comprender cómo diferentes grupos sociales pueden convivir y

complementarse a partir de la diversidad cultural misma. La idea anterior, en

esencia, es la base de la educación intercultural en la que no se impone una lengua

nacional, en este caso el español, y se privilegia el estudio de la cultura de

diferentes grupos.

La antropología ha estado muy asociada a diferentes procesos como lo son el de

aculturación (Kroeber, 1949) y endoculturación, el cual para Marvin Harris (1983)

consiste en un proceso de experiencia-aprendizaje, en el cual la generación de

mayor edad transmite a la generación de menor edad los modos de pensar y

comportarse en una cultura determinada. Este concepto es de mucha utilidad ya

que nos permite comprender cómo se transmite y se le da continuidad a la cultura;

sin embargo, tenemos que considerar que la cultura no se transmite de forma

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estática, sino que se va transformando. Este concepto por sus características se

encuentra muy vinculado a procesos educativos.

En la búsqueda por comprender la organización social, entre los temas nodales

aparecieron el parentesco y la familia, para los primeros antropólogos y aun en la

actualidad los sistemas de parentesco son entramados sociales que nos permiten

comprender las dinámicas de los grupos sociales, bajo el supuesto de que no todos

los lazos sociales se fundamentan en relaciones biológicas. El sistema de

parentesco es la base primitiva de la sociedad humana, sin embargo, existen

múltiples formas de comprenderlo; por ejemplo, para Malinowski la familia nuclear

es la forma básica de organización social; Radcliffe Brown (1952) sostiene que los

sistemas de parentesco son conjuntos de derechos y deberes basados en la

filiación, mientras que Lévi-Strauss (1949) basa su propuesta en la teoría de la

alianza o el intercambio, prestando particular interés en la prohibición del incesto y

la exogamia.

Finalmente, es importante señalar que actualmente existen una serie de debates en

torno a estos conceptos y respecto a nuevos planteamientos y formulaciones; los

problemas contemporáneos nos obligan a proponer y construir otros paradigmas y

otras metodologías, desde las cuales discutir las realidades en donde la diversidad

se hace presente. Si bien, los conceptos y autores clásicos siempre son necesarios

para aproximarnos a la teoría antropológica, es fundamental debatir las ideas del

pasado y atender los debates del presente. Por lo anterior, la antropología debe de

prestar atención a la discusión de las metodologías cualitativas, en especial el

trabajo de campo y etnografía, y al mismo tiempo formular nuevos postulados

teóricos y conceptos que ayuden a comprender la realidad contemporánea.

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Bibliografía Citada y Sugerida

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