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RESPUESTA A PREGUNTA No.

POR: Diana Solange Galindo – Luz Ángela Ávila B.

¿Es posible hablar de un currículo por fuera de la escuela?

Para hablar de la existencia de un currículo fuera de la escuela, resulta totalmente


relevante considerar el concepto de educación y las implicaciones que el mismo
tiene dentro de la sociedad como tal, pues si abordamos las teorías o mejor las
afirmaciones que importantes autores a través de la historia defienden sobre lo que
intrínsecamente significa educar, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, que
la enseñanza para los seres humanos no necesariamente da inicio en un aula de
clase.

Con esto en mente, resulta prudente entonces recordar al didacta Juan Amos
Comenio (1592–1670), quien refería que la educación infantil tenía que
desarrollarse dentro del cuadro familiar o Juan Enrique Pestalozzi (1746–1827),
quien proclamaba la necesidad de llevar adelante la educación infantil en el
ambiente familiar, ya que el momento del nacimiento del niño marca el inicio de su
educación, al igual que Federico Froebel (1782–1852) quien sustentaba como sus
predecesores la necesidad de la educación en los primeros momentos de la vida.

De la misma manera resulta interesante analizar como a través del paso de los años
estos valiosos pensamientos acerca de la familia y el entorno social adquieren
importancia dentro de la educación de niños y niñas pues siguen estando vigentes
hasta hoy, denotando eso si un cambio más de forma que de fondo dentro de la
estructuración de dichos postulados; tal es el caso de Palacios, J. (1998) quien
afirma que “la familia es el primer espacio de socialización del individuo, de modo
que en ella se han de poder llevar a cabo las tareas de transmisión de la cultura,
valores y tradiciones, el establecimiento de normas básicas y fundamentales para
garantizar la convivencia en sociedad, la formación de la identidad y la autonomía
que ha de ser instrumental y emocional”, enunciado con el que se hace claridad
sobre las repercusiones que dicha organización ejerce sobre sus miembros más
directos, en este caso los hijos; por otro lado, María de Carmen Aguiar Ramos
(Revista Contextos de Educación. V. Octubre. 2002 pp. 202-215) nos recuerda que
“La familia y la sociedad como primeros ámbitos educativos necesitan reflexionar
sobre sus pautas educativas y tomar conciencia de su papel en la educación de sus
integrantes”, con lo cual pretende hacer hincapié en la necesidad de reconocer el
papel formador de los mismos, pero a su vez recalca la responsabilidad de estos en
la ejecución de dicha función, a fin de obtener los mejores resultados posibles.

Es entonces que todas aquellas prácticas, dentro de los hogares o núcleos sociales
sin proponérselo o sin estar preestablecidas como directrices, adquieren relevancia
como procesos educativos para sus miembros, los cuales sin tener conciencia de los
mismos, asumen dichos aprendizajes como prácticas cotidianas indispensables e
irrefutables dentro de su respectiva estructura social.

Por lo anterior, y para dar inicio a la respuesta de la pregunta que nos ocupa, se debe
considerar y tener claro que el currículo no es solo un concepto, sino una
construcción cultural. Es decir no es un concepto abstracto que esté alejado de la
práctica y la acción humana. Es más bien la forma de organizar el conjunto de
prácticas educativas del hombre, que no necesariamente están dadas por la escuela,
por consiguiente y muy a nuestro parecer, sí existe un currículo por fuera de la
escuela, el cual se evidencia en las características de cada individuo desde su
naturaleza biopsicosocial, desde sus aprendizajes como resultado de experiencias y
prácticas formales e informales; desde donde sus habilidades se pueden desarrollar
en diferentes escenarios y situaciones, (no necesariamente en el ambiente escolar),
pues todas estas se dan en un proceso de madurez humano que pretende llegar y
cumplir retos y proyectos de vida que se plantea cada persona.

Es así, que nos estamos acercando a la noción de un currículo “oculto” que por
algunos autores (Jackson, 1968; Ormell, 1979); lo sugieren como aquellos
aprendizajes que son incorporados por los estudiantes aunque dichos aspectos no
figuren en el currículo oficial, además según las circunstancias y las personas en
contacto con los estudiantes dichos contenidos pueden o no ser, enseñados con una
intención establecida; cualquier entorno incluyendo actividades sociales y de
recreación, pueden brindar aprendizajes ya que este se vincula también a las
experiencias por las que pasa una persona, sean escolares o no. Así mismo este
currículo puede hacer referencia también a la transmisión de normas, valores y
creencias que acompañan a las interacciones sociales. “El currículo oculto consiste
en aquellas cosas que los alumnos aprenden a través de la experiencia de acudir a la
escuela más allá de los objetivos educacionales de las instituciones” Michael
Haralambos ( sociología: Temas y Perspectivas”,1991)
Es por ello que, si se pretende entender el significado de las prácticas curriculares
que desarrollan las personas en las diferentes organizaciones culturales, entonces
debemos conocer el contexto social en que están inmersos, su época, y las
condiciones económicas o naturaleza de las mismas ya que esto nos proporcionara
una visión más amplia de los aspectos que dicho entorno proporciona al sujeto, con
lo cual la institución educativa y en general la comunidad educativa podrá estar a la
altura de los retos que la misma puedan llegar a representar partiendo del
compromiso en la construcción conjunta de soluciones o maneras de proceder frente
a las problemáticas o dificultades que los puedan estar afectando, cumpliendo así
con la verdadera función social que le corresponde asumir a las instituciones al
servicio de la sociedad.

BIBLIOGRAFIA

=El currículo: más allá de la teoría de la reproducción. S. Kemmis Ed. Morata


pag. 28

=Revista Contextos de Educación. V. Octubre. 2002 pp. 202-215. Universidad


de Río Cuarto. Córdoba. Argentina. ISSN 1514-2655 (Con autorización del
editor)
= La Relación familia - escuela / Jordi Garreta (ed.). Lleida : Edicions de la
Universitat de Lleida, 2007. – 136 p. ; 24 cm.
ISBN 978-84-8409-229-2

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