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ORIGEN Y ESPIRITU
DEL
POSITIVISMO LOGICO

Herbert Feigl

El positivismo lógico comenzó a constituir una


perspectiva claramente definida en filosofía hace aproxi-
madamente cuarenta años. Como es bien sabido, fue
principalmente la influencia de Ludwig Wittgenstein y
Rudolf Camap la que inició la fase temprana de este
-entonces nuevo y radical- apartamiento de las formas
tradicionales de filosofar. Sin duda, algunos aspectos del
positivismo lógico se derivan históricamente de Hume y
Comte; pero en contraste, especialmente con el positi-
vismo de MilI, una nueva concepción de la lógica (que
tiene sus orígenes en Leibniz, Frege y Russell) se unió
al empirismo de Hume, Mach y el primer Einstein.
El Círculo de Viena constaba principalmente de fi-
lósofos científicamente entrenados y de matemáticos y
científicos interesados en la filosofía. La mayoría de los
miembros eran pensadores de mente vigorosa, Weltzu-
gewandt (como decía Hans Hahn), orientados "a-este-
mundo" mejor que "a-otro-mundo". Eran radicalmente
te opuestos a la eSReculación metafísica, especialmente
de los tipos a priori y trascendente. Como el desarrollo
del Círculo de Viena es ya un capítulo familiar en la his-
toria de la filosofía reciente, propongo que, después de
tratar algunas de las doctrinas antimetafísicas del positi-
vismo lógico, nos concentremos en algunos aspectos que
no son tan bien conocidos. Me referiré particularmente
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a la obra de Moritz Schlick, el fundador y líder del Cír-
culo de Viena. La obra inicial de Schlick anticipó mucho
de 10 que en formulaciones más precisas fue desarrollado
más tarde por Carnap, Reichenbach y otros. En su All-
gemeine Erkenntnislehre ([Teoría general del conoci-
miento], primera edición, 1918; segunda edición, 1925)
había también anticipaciones de algunos de los princi-
pios centrales del Tractatus Logico-Philosophicus de
Wittgenstein. Pienso que fue el carácter extremadamente
humilde de Schlick, su gran modestia y bondad, y su
profunda devoción personal a Wittgenstein 10 que le hi-
zo olvidar u omitir el sumo grado en el cual sus opinio-
nes, desarrolladas independientemente y expuestas de
una manera bien distinta, contenían ya argumentos y
conclusiones muy importantes concernientes a la natura-
leza de la validez lógica y analítica, la explicación se-
mántica del concepto de verdad, la diferencia entre pura
experiencia (Erleben), familiaridad (Kennen), y genuino
conocimiento (Erkennen), etc. En verdad, tan honda-
mente impresionado estaba Schlick con el genio de Witt-
genstein, que atribuyó a éste profundas intuiciones fi-
losóficas que él había formulado mucho más lúcidamen-
te largo tiempo antes de sucumbir al casi hipnótico he-
chizo wittgensteiniano.

En la primera oleada de entusiasmo de finales de


los años veinte, el Círculo de Viena proclamaba su pun-.
to de vista como una filosofía que terminase con todas
las filosofías; como un giro decisivo hacia una nueva for-
ma de ilustración. El libelo Wissenschaftliche Weltauf
fassung: Der Wiener Kreis [Concepción científica del
mundo: El Círculo de Viena], publicaao en 1929, fue
nuestra declaración de independencia respecto de la filo-
sofía de escuela tradicional. Este delgado folleto, COffi-

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Origeny espíritu del positivismo lógico 325

puesto en colaboración por Camap, Hahn y Neurath


(ayudados por Waismann y por mí mismo), fue presen-
tado a Schlick al regresar de su estancia como profesor
invitado en la Universidad de Stanford. Como muy bien
recuerdo, Schlick, aunque agradecido por esta prueba de
amistad y admiración, se vio profundamente perturbado
por la idea de haber originado otra "escuela de pensa-
miento". Era un individualista filosófico; aunque pro-
movía el coloquio de grupo y creía en la fecundidad de
la crítica mutua y la discusión escrupulosa, estaba pro-
fundamente convencido de que todo el mundo debía
pensar por sí mismo. La idea de un frente unido de ata-
que filosófico era, para Schlick, aborrecible -no obstan-
te el hecho de que él mismo divulgase el punto de vista
vienés en "muchas de sus conferencias en Europa y tam-
bién en los Estados Unidos.
El positivismo lógico llegó a ser conocido, y repu-
tado, por su crítica y su completo rechazo de la metafí-
sica. Dentro del espíritu de Hume y Comte, pero equipa-
do con herramientas lógicas más plenamente desarrolla-
das, el Círculo de Viena declaraba que cualquier pregun-
ta (y cualesquiera respuestas) de un tipo transempírico,
estaba fácticamente desprovista de significado. Las
formulaciones originales del criterio de significatividad
eran un tanto precipitadas y descuidadas. La motivación,
sin embargo, era netamente obvia. De la misma forma
que Hume consideraba significativos sólo aquellos .enun-
ciados que versan sobre relaciones entre ideas (es decir,
lógica y matemática) o sobre asuntos de hecho (las cien-
cias empíricas), de igual manera los positivistas lógi-
cos eran inexorables al excluir como sinsentido cual-
quier cuestión que, a la luz del análisis lógico, revelara
ser absolutamente incapaz de recibir respuesta. Siempre
dando por supuesto, e incluso poniendo de relieve, que
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la lógica pura y la matemática pura tienen patrones de I


significatividad y validez propios, el criterio de significa-
do fue elaborado para separar las cuestiones y proposi-
ciones fácticas de los pseudoproblemas metafísicos y las
pseudosoluciones de tales problemas.
Fue sólo algunos años después cuando los positi-
vistas vieneses se dieron cuenta de la afinidad de su pun-
to de vista con el de los pragmatistas americanos, espe-
cialmente C. S. Peirce, y con el enfoque operacionalista
de P. W. Bridgman. Los pragmatistas declaraban despro-
vista de significado una proposición si no hubiese nada
que introdujese una diferencia por la que no diera lo
mismo aseverar que negar esa proposición. La diferencia
a la que Peirce se refería era una diferencia con respecto
a consecuencias observables. Bridgman consideraba que
un concepto era genuinamente significativo sólo si podía
ser definido por procedimientos especificables, observa-
cionales, mensurables o experimentales. Bajo la influen-
cia de los primeros trabajos de Wittgenstein y Carnap,
Schlick mantenía que el significado fáctico de los enun-
ciados empíricos consiste en "el método de su verifica-
ción". Tomada literalmente, ésta era una fonnulación
lamentablemente inadecuada. No es extraño que desde
muchos lados se levantaran agudas críticas contra este
slogan. Pero una lectura más rigurosa de las fonnulacio-
nes de Schlick y Carnap de finales de los años veinte y
comienzos de los treinta muestra claramente- que 'se' -re-' .. - - .
ferían a la contrastabilidad más bien que a la verificabi-
lidad. Según yo lo recuerdo, las primeras discusiones con
Hans Reichenbach, y un poco más tarde con Karl Pop-
per,l engendraron la fonnulación más tolerante del cri-
1 Popper no fue miembro del Círculo de Viena, pero mantuvo estrechos
contactos con él y formuló incisivas críticas a Schlick, a Carnap y a mí mis-
mo, al inicio de los años treinta.

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Origen y espíritu del positivismo lógico 327

terio de significado en términos de contrastabilidad (más


tarde, de confirmabilidad o desconfirmabilidad). Popper,
muy correctamente, señaló que no puede haber ninguna
verificación concluyente de las hipótesis o teorías cien-
tíficas. En la medida en que éstas están expresadas en
proposiciones universalmente cuantificadas, son en el
mejor de los casos falsables, esto es, refutables. (El mis-
mo Popper usó la falsabilidad no como un criterio de
significatividad -rechazó todos y cada uno de los in-
tentos de formular criterios de significado-, sino como
un criterio de demarcación que nos permite distinguir
entre asertos empíricos y no empíricos). En cualquier
caso Carnap, en una fecha tan temprana como 1918, ha-
blaba de "Prüjbarkeit" o "Nachprüjbarkeit" en el sen-
tido de contrastabilidad, lo cual elaboró más tarde de
una manera nueva y original en su ensayo "Testability
and Meaning" [Contrastabilidad y significado] (1936).
La actitud antimetafísica esencial del Círculo de
Viena se en tiende quizá mejor en términos de una dis-
tinción entre dos funciones principales del lenguaje: la
función cognitiva (o informativa); y la función no-cogni-
tiva (o emotiva). En su monografía Pseudoproblemas en
filosofía (1928), Carnap diferenció netamente el conte-
nido cognitivo o pretensión de conocimiento transmiti-
da por una emisión lingüística, de las imágenes o emo-
ciones que la acompañan. Este fue el origen de la discu-
. tidísima distinción entre el significado cQgnitjvo y la
significación emotiva (esto es, expresiva y/o evocadora)
de las palabras y oraciones. En las expresiones de carác-
ter metafísico-trascendente, se consideraba que la sig-
nificación emotiva se disfrazaba de significado genuina-
men te cognitivo. De esta manera, el discurso de los teó-
logos sobre una inescrutable deidad, el discurso de los
vitalistas sobre entelequias, y el discurso de los metafísi-

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I

328 Origen y espiritu del positivismo lógico

cos sobre el absoluto (sustancia absoluta, verdad, realidad,


espacio y tiempo absolutos o el "Absoluto" de los he-
gelianos), fueron diagnosticados como casos de magia
verbal o como sedantes verbales, desprovistos no sólo de
cualquier poder explicativo sino también de toda signifi-
cación cognitiva. Las fuerzas vitales o entelequias aún
defendidas por el notable filósofo y biólogo Hans
Driesch eran explícitamente concebidas no como estan-
do "en el espacio" sino como "actuando en el espacio",
incognoscibles antes de producir sus maravillosos efectos,
pero de alguna manera inferibles ex post [acto. El análi-
sis que había hecho Hume del concepto de causalidad
era aprobado en la medida en que la regularidad en la
secuencia de los sucesos era reconocida como el único
contenido cognitivo contrastable del principio de causa-
lidad. Cualquier intromisión de "necesidad intrínseca"
era estigmatizada como una confusión o bien del entra-
ñamiento lógico (que se da sólo entre proposiciones), o
bien del sentimiento psicológico de compulsión (que es
absolutamente antropomórfico), con el orden objetiva-
mente confinnable de los sucesos naturales. Para poner-
lo a la manera de los pragmatistas: No hay ninguna dife-
rencia que dé lugar a nada que los haga diferentes (en
consecuencias contrastables) entre el enunciado "A es
siempre seguido por B" y el enunciado "A es siempre y
necesariamente seguido por B". No hay ningún significa-
do contrastable adicional en el segundo enunciado .que- ...
venga a sobreañadirse al primero.
Con un espíritu similar aceptó el Círculo de Vie-
na la concepción relacional del espacio y el tiempo, y la
relatividad cinemática del movimiento. Esta clarificación
conceptual, obvia en nuestros días, fue llevada a cabo
por Leibniz en el siglo XVII (en su famosa correspon-
dencia con Samuel Clarke, en la cual criticaba el absolu-

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Origen y espíritu del positivismo lógico 329

tismo de las concepciones de Newton). Una vez (en


1920) escuché a un discípulo de Franz Brentano -Oscar
Kraus, en la universidad de Praga- combatir a Einstein
con gran excitación. Mantenía que lo siguiente era una
verdad sintética a priori: "Si dos cuerpos se mueven rela-
tivamente entre sí, entonces al menos uno de ellos se
mueve con respecto al espacio absoluto". Esto ilustra
perfectamente la intrusión del recurso plástico a la no-
ción platónica del espacio como "receptáculo", o una
confusión de una verdad puramente definicional (que se
refiere a tres sistemas de coordenadas) con enunciados
genuinamente fácticos y empíricamente contrastables
que se refieren al movimiento de los cuerpos. Estas son
cuestiones obvias, desde luego, y son presuposiciones
muy elementales e incuestionable s de las teorías especial
y general de,la relatividad de Einstein.
Más impresionante e influyente en los días del
Círculo de Viena fue la crítica del concepto de éter en la
teoría especial de Einstein. La teoría del éter, en su esta-
dio final de defensa, nos parecía ser un típico ejemplo
de una teoría hecha a prueba de refutación. Las hipóte-
sis de Lorentz y Fitzgerald concernientes a la contrac-
ción y el "tiempo local" hacían a la hipótesis del éter in-
mune a cualquier refutación concebible. Nada cabía
concebir que pudiera producir una diferencia en el resul-
tado de cualquier experimento mecánico, óptico, o elec-
tromagnético, por la cual se pudiera detenninar la velo-
cidad de un cuerpo con respecto al éter. El problema
con el que se enfrentaban los físicos en aquel tiempo no
debía ser resuelto por hipótesis adicionales ad hoc sino,
como el genio de Einstein percibió, por una revisión crí-
tica del concepto de simultaneidad y, en consecuencia,
por una revisión de los conceptos de distancia y dura-
ción. Einstein resolvió el problema transfonnando el
330 Origen y espiritu del positivismo lógico

enigma de la constancia de la velocidad de la luz en un


postulado de la teoría. Escogiendo definiciones apropia-
das de congruencia para espacio y tiempo, hizo la teoría
del éter no sólo superflua, sino demostrablemente falta
de significación o contenido empíricos en la teoría de
Lorentz y Fitzgerald.
En su crítica de los pseudoproblemas de la filoso-
fía, Carnap aplicó el mismo criterio de significatividad a
los problemas tradicionales del realismo frente al idealis-
mo. Se mostró que los llamados problemas de "la exis-
tencia del mundo externo" y de "la realidad de otras
mentes", derivaban de confundir las atribuciones de rea-
lidad empírica, perfectamente legítimas (puesto que
contrastables), con algunas nociones de realidad que
eran intuitivas o emotivas (y no contrastables). En todos
sus pronunciamientos (incluyendo los más recientes),
Carnap ha rechazado las doctrinas metafísicas -tanto
del realismo como del idealismo- por consideradas cog-
nitivamente sin sentido; pero ha llegado a apoyar el mar-
co conceptual de un fisicalismo empíricamente realista,
como una reconstrucción preferible del sentido común y
especialmente de la ciencia. Esta parece ser esencialmen-
te la misma posición que la adoptada por Wittgenstein
en el Tractatus: (5.62) "lo que el solipsista quiere decir
es muy correcto; sólo que no puede ser dicho, sino que
se hace por sí mismo manifiesto"; y (5.64) "se puede ver
que el s.olip.sismo,.cuando se siguenestrictamente_.sus.im- l.
plicaciones, coincide con el realismo puro. El yo del so-
lipsismo se reduce a un punto inextenso, y queda la rea-
lidad coordinada con él".
Los recientes pronunciamientos de Carnap y Er-
nest Nagel sobre la disputa entre las interpretaciones rea-
listas y las interpretaciones fenomenalistas o instrumen-
talistas de las teorías físicas, me parece que son esen-
..

Origeny espiritu del positivismo lógico 331

cialmente similares a la posición antimetafísica (o ame-


tafísica) del Círculo de Viena. Tanto Carnap como Na-
gel mantienen que no hay aquí ningún punto fáctica
o lógicamente decidible, y que la diferencia entre estas
interpretaciones es meramente una diferencia de prefe-
rencia por un lenguaje u otro. Volveré a este controverti-
do asunto cuando discuta el realismo crítico inicial de
Schlick y su subsecuente positivismo.

También con respecto a otros problemas de la fi-


losofía, especialmente de la filosofía de la ciencia, la ac-
titud del Círculo de Viena fue claramente empirista.
Aquellos de nosotros que estábamos interesados por
la inducción y la probabilidad defendíamos enérgica-
mente la interpretación frecuencial. Rechazábamos
todas las nociones de probabilidad basadas en una
intuición a priori, tales como la clásica, con su "princi-
pio de razón insuficiente", y la versión de J. M. Keynes,
con su relación, no susceptible de análisis, entre la evi-
dencia de soporte y la hipótesis que es probable en rela-
ción con dicha evidencia. Fue la teoría de Richard von
Mises, especialmente tal como fue elaborada más tarde
por Hans Reichenbach, la que encontrábamos más atrac-
tiva. Supongo que nuestra preferencia por la interpreta-
ción frecuencial fue motivada por las mismas razones
que propuso C. S. Peirce para sostener sus puntos de vis-
tasobre la probabilidad. La frectl~nc~a relat!va d~ suc~-
sos dentro de una clase dada de referencia parecía obvia-
mente susceptible de determinación empírica. Pero bien
pronto (en mi propio caso en una fecha tan temprana
como 1924) se nos hizo manifiesto que hablar de "lími-
tes de frecuencias" involucraba una concepción radical-
mente diferente de la de los límites de secuencias o se-
ries infmitas en matemática pura. Allí, uno podía siem-

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332 Origeny esplntu del positivismo lógico

pre probar la existencia de un límite a la luz de los crite-


rios de convergencia. Pero en las razones o proposiciones
estadísticas empíricamente dadas esto es imposible.
Pienso que fui el primero de los vieneses en ver
con toda claridad el dilema de las interpretaciones fre-
cuenciales: hablar de un límite de frecuencia estadística
es, o bien decir que aquel límite está en algún lugar en el
intervalo cerrado entre cero y uno (y esto es una tauto-
logía, y por ello está privado de información factual), o
bien, si uno establece un límite de términos de una rela-
ción defmida de n (el número ordina! de elementos en
una secuencia) y € (tal como es usado en los genuinos
criterios de convergencia), es decir algo que está casi
obligado a ser falso. En el lenguaje de la lógica simbóli-
ca, el enunciado de convergencia genuina está triplemen-
te cuantificado. Así, para los primeros o los últimos lu-
gares, por ejemplo, el límite de la frecuencia 1/2 estaría
formulado por:

Es evidente que por causa de los cuantificadores univer-


sales, tales enunciados no pueden ser verificados de una
manera concluyente, y que, por causa del cuantificador
existencial, no pueden nunca ser refutados concluyente-
mente -en tanto que no se estipula ninguna función es-
pec.ífica de n en relación con €. Un poco m~s tarde, F.
Waismann, influido principalmente por las exiguas mani-
festaciones sobre la probabilidad en el Tractatus de Witt-
genstein, intentó una definición puramente lógica del
concepto de probabilidad en términos de los rangos o
ámbitos (que deben ser determinados por funciones de
medida apropiadas) de las hipótesis, y su evidencia rele-
vante. Pero fue sólo al comienzo de los cuarenta cuando

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Origen y espiritu del positivismo lógico 333

Carnap, partiendo de esta sugestiva idea, comenzó a de-


sarrollar su sistema de lógica inductiva, que conllevaba
una defmición de grado de confirmación, esto es, el gra-
do de probabilidad conferido a una hipótesis por la evi-
dencia de apoyo. Como Carnap consideraba que los
enunciados de grado de confirmación son verdaderos
analíticamente o de una manera puramente lógica (mer-
ced a su definición de probabilidad), no parecía reque-
rirse ninguna presuposición sintética a priori. Pero justa-
mente este punto se ha mantenido controvertido, y la
disputa entre los defensores de las interpretaciones sub-
jetiva, lógica y frecuencial aún continúa. Hay sólo un
pun to de acuerdo general de todas esas escuelas de pen-
samiento con la posición temprana del Círculo de Vie-
na: el cálculo de probabilidades como tal es una rama de
la matemática pura. No puede hacer más que calcular,
esto es, derivar, deductivamente, la probabilidad de
sucesos complejos sobre la base de probabilidades dadas
(o asumidas) de sucesos elementales. Lo que se llama,
con ambigüedad objetable, la "ley de los grandes núme-
ros", es o bien el teorema de Bernoulli (y éste es una
verdad puramente matemática basada en el análisis com-
binatorio y los teoremas de adición y multiplicación del
cálculo de probabilidades), o bien un enunciado empíri-
co sobre las frecuencias estadísticas "a la larga", y como
tal es una conclusión de inferencia inductiva, lógicamen-
te problemática, pero útil en la práctica. _
El punto filosófico más general de la presente dis-
cusión es que el llamado problema de la inducción (esto
es, el problema de Hume de la justificación de inferen-
cias no-demostrativas) no puede ser resuelto con la ayu-
da ni del concepto lógico ni del estadístico de pro babili-
dad. Algunos de los positivistas lógicos han declarado
por ello que es un pseudoproblema; otros (en especial
334 Origen y espiritu del positivismo lógico T
i

Reichenbach, yo mismo, y más recientemente Wesley Sal-


mon) han intentado una solución pragmática del viejo
enigma. A mi modo de ver, ello se basa en una distinción
entre la justificación del conocimiento dentro del marco
de ciertos principios conductores, y la justificación prác-
tica de estos mismos principios. He intentado establecer
esto distinguiendo entre "validación" y "vindicación".
Eso quiere decir que la credibilidad de las hipótesis em-
píricas (v. gr., predicciones) puede ser validada a la luz
de los principios de la lógica inductiva. Pero estos mis-
mos principios (aunque, desde luego, no susceptibles de
validación) pueden ser vindicados: su adopción puede
ser pragmáticamente justificada como medios que son
necesarios (pero seguramente nunca suficientes de una
manera demostrable) para el éxito de la investigación
científica, esto es, para el descubrimiento de regularida-
des en las que confiar. Según recuerdo de mis conversa-
ciones con Schlick (en 1935, un año antes de su prema-
tura muerte), él era favorable a esta clase de enfoque.
Pero ya no estoy seguro de que ello resuelva realmente
el problema de la inducción.

En muchas ocasiones los positivistas lógicos de


Viena (antes y después de su "diáspora") discutieron el
programa y las metas de su "reforma de la fIlosofía",
especialmente con respecto a la filosofía de la ciencia.
I.nfluido e inspirado por las ideas y realizaciones de
Helmho1tz, Mach, Poincaré, el primer B.Russell y Hil-
bert, fue Moritz Schlick quien trazó la pista para un en...
foque nuevo y sinóptico. En su Teorz'ageneral del cono-
cimiento2 propuso como una tarea genuina de la filoso-

2 Este libro apareció en su primera edición en 1918 como primer volu-


men de una distinguida serie de monografías y libros de texto de ciencias
naturales.
Origen y espiritu del positivismo lógico 335

fía la clarificación de los conceptos y principios lógi-


cos y metodológicos fundamentales de las ciencias. Aun
admitiendo que el especialista científico puede muy
bien obtener importantes resultados sin ser consciente
de, o estar particularmente interesado en, aquellos con-
ceptos y principios fundamentales, Schlick hizo hinca-
pié una y otra vez en que una completa comprensión de
la ciencia sólo es posible a través de una reflexión sobre
sus fundamentos. Hacer plenamente explícitos estos
principios básicos, especificar el significado de los con-
ceptos cardinales de la ciencia, es, de acuerdo con
Schlick, una tarea apropiada y valiosa para el filósofo.
Desde luego que esto no es una idea nueva; al menos
desde Aristóteles hasta Kant y los científicos-filósofos
del siglo diecinueve, ha sido una finalidad reconocida de
la filosofía. Pero se necesitaba urgentemente un énfasis
renovado, especialmente en los países alemanes, que no
se habían recobrado aún de las aberraciones intelectua-
les de los metafísicos románticos postkantianos y del in-
genuo agnosticismo (el "ignorabimus" de Dubois-Rey-
mond) y el igualmente ingenuo dogmatismo de Ernst
Haeckel (The Riddles o[ the Universe [Los enigmas del
universo], valga por caso). Gran parte del espíritu icono-
clasta y, ciertamente, negativo de los positivistas viene-
ses puede ser entendido como una reacción contra la
verbosidad inflada y pretenciosa de la especulación me-
tafísica. En la línea de Bertrand Russell, el gran matemá-
tico Hans Hahn abogaba en un panfleto, Ueberflüssige
Wesenheiten [Entidades superfluas] , por el uso de la "na-
vaja de Occam" para la eliminación de todos los "abso-
lutos" metafísicos, éticos y políticos.
Fue mérito de Schlick haber establecido un ejem-
plo de análisis ftlosófico sobrio, lúcido y científicamente
bien informado. Aunque su enfoque fue la mayor parte
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336 Origen y espíritu del positivismo lógico

de las veces no formalizado, mostró su aprecio hacia las


herramientas de la lógica moderna en sus cursos de la
Universidad de Viena. Pienso que es justo decir que él
concibió la filosofía de la ciencia como una tarea de re-
construcción lógica. Distinguió muy claramente entre
una descripción psicológica o sociopsicológica del descu-
brimiento científico y un análisis lógico de los concep-
tos y principios científicos. En su Epistemologl'a general
trató de la naturaleza de la explicación científica como
un ejemplo primordial de cognición. Mantuvo que todo
conocimiento genuino consiste en una reducción de una
clase de entidades a otra, o, lo que es equivalente, en la
derivación de proposiciones más específicas a partir
de otras más generales (en forma de ley). Así, usó repe-
tidamente casos tan ilustrativos como la identificación
de la luz con las ondas electromagnéticas o la iden tifica-
ción del enlace químico con fuerzas electromagnéticas.
Aun a nivel de las demandas de conocimiento de la vida
diaria, dejó claro que la cognición genuina equivale a la
subsunción de un elemento particular en una clase, como
cuando se reconoce como un olmo una cosa percibida.
Schlick trazó una distinción (a la que adscribió im-
portancia filosófica fundamental) entre Erleben (o Ken-
nen), por una parte, y Erkennen, por otra. Esto puede ser
traducido en castellano por la distinción entre familiari-
dad (o conocimiento por familiaridad) y conocimiento
propio (conocimiento por descripción). Bertrand Russell,
quien también reconocía esta indispensable distinción,
usaba los términos mencionados en último lugar. Así, el
mero tener, es decir, el mero padecer (v. gr., gozar o su-
frir) una experiencia inmediata, y la capacidad derecono-
cer y aplicar consistentemente los mismos predicados a las
mismas cualidades de la experiencia inmediata, pueden ser
llamados respectivamente, familiaridad y conocimiento

--- --
~. ~. ~"
f,

Origeny espíritu del positivismo lógico 337

por familiaridad. Tanto Schlick como Russell considera-


ban que éstas eran las bases últimas para la con trastaci6n
de toda pretensión de conocimiento científico (intersub-
jetivo, público), aunque tales bases sean inicialmente
subjetivas y privadas.
Hay otras varias características de la epistemolo-
gía de Schlick (desarrollada entre 1908, aproximada-
mente, y 1918), que son muy similares a las de la de
Russell, particulannente la opinión contenida en el últi-
mo libro sistemáticamente fllosófico de Russell, Human
Knowledge [Conocimiento humano] (1948). Ambos
consideran que el conocimiento genuino es esencialmen-
te proposicional, esto es, comunicable intersubjetiva-
mente por medio del lenguaje. Las proposiciones son en-
tendidas como los significados de las oraciones, no im-
porta en qué lenguaje, notación o simbolismo estén for-
muladas las oraciones. Así encontramos en el trabajo
temprano de Schlick contribuciones importantes a la
filosofía de la comunicación lingüística. En una de estas
contribuciones estuvo muy próximo a anticipar la en
nuestros días bien conocida definición semántica de la
verdad. Esta defmición, desarrollada más sistemática y
rigurosamente por Tarski (1936) Y Carnap (1942), fue
por lo menos bosquejada en los artículos primeros de
Schlick, y fue plenamente fonnulada en su Epistemología
general (1918). De acuerdo con el análisis de Schlick, la
verdad de los enunciados factuales consiste en una co-
rrespondencia de uno a uno (o al menos de varios a uno),
de las palabras (nombres, predicados) de una oración,
con los objetos y propiedades o relaciones denotadas
por estas palabras. La falsedad, independientemente de
cómo surja, consiste en última instancia en el uso equí-
voco de las palabras por el cual resulta una correspon-
dencia de uno a varios entre ellas y lo que denotan. Así,

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338 Origen y espíritu del positivismo lógico

si llamo a un árbol dado un roble cuando realmente es


un olmo, estoy usando la palabra "roble" de una fonna
ambigua, por cuanto sería asignada a dos clases de árboles.
Schlick rechazaba cualquier clase de concepción dellen-
guaje representativo como imagen. Todo lo que parecía
importarle era la relación abstracta de correspondencia
(en alemán, Zuordnung). (Quizá es ésta también una posi-
ble interpretación de las crípticas declaraciones sobre el
lenguaje y la verdad en el Tractatus de Wittgenstein).
Schlick se dio cuenta, desde luego, de que una ve-
rificación directa de la correspondencia de los enuncia-
dos con los hechos, es sólo posible dentro del estrecho
campo de lo dado en la percepción. Como el último
Russell, se vio así enfrentado con el problema del signi-
ficado de la verdad en relación con los enunciados cien-
tíficos, la mayoría de los cuales trascienden con mucho
los límites de la percepción inmediata. Es interesante
notar que tanto Schlick (desde 1910 hasta 1925) como
Russell (al menos alrededor de 1948) fueron realistas
críticos, y así hubieron de luchar a brazo partido con los
problemas de la trascendencia. Y, aunque diferían agu-
damente en sus opiniones sobre la probabilidad y la in-
ducción,3 argumentaban de una fonna esencialmente in-
ductiva en favor de la existencia de entidades más allá
del campo del estrecho dominio de la experiencia inme-
diata. Ambos, Schlick y Russell, liberalizaron el empiris-
mo radical de Hume4 por cuanto afinnaban la existen-

3 En 1948, contrariamente a sus primeras opiniones empiristas,


RusseD halló que los postulados sintéticos a priori eran indispensables para
la justificación de la inferencia inductiva y analógica, juzgándolos asimismo
necesarios para las creencias, por ejemplo, en la exiStencia del mundo ex-
temo y de otras mentes.
4 O sus veniones modernizadas como en Mach, Avenarius, en una fase
de WU1iamJames, y en la fue primera de la doctrina de RusseDdel monis-
mo neutral.
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Origeny eapíritu del positiviSmo lógico 339

cia de un mundo de cosas-en-sí cognoscibles -ya fueran


objetos de la vida ordinaria tales como palos o piedras,
ríos o montañas, ya los campos y partículas de la física
moderna. Fue sólo bajo el impacto de las ideas y críticas
de Carnap y Wittgenstein por lo que Schlick se retiró ha-
cia 10 que concebía como una posición neutral, no meta-
física. Sin embargo, mantuvo una opinión empl'ricamen-
te realista en cuanto todas las afinnaciones específicas
de existencia -como las de átomos y electrones en físi-
ca, las de genes en biología (y acaso también las de los
motivos inconscientes, etc., asumidos en la teoría psico-
analítica)- eran al menos susceptibles de pruebas indi-
rectas.
En su profundamente penetrante ensayo Erleben,
Erkennnen und Metaphysik [Experiencia, conocimiento
y metafz'sica](1926) (lo mismo que en sus conferencias
londinenses sobre Form and Content [Formay conteni-
do, 1932; publicadas en 1938]), Schlick clarificó la dis-
tinción entre las aseveracionesde realidad empíricamen-
te contrastables y las empíricamente incontrastables.
Las últimas, de acuerdo con Schlick, están en el corazón
mismo de la metafísica tradicional, por cuanto usan una
noción de realidad intuitiva e "inefable". Esta noción
no podría proporcionar de ninguna manera un plus de
significado al concepto cognitivo, científico, de existen-
cia, sino que pertenecería a la función expresivo-evocativa
del lenguaje. Tal expresión y evocación, declaraba
Schlick, no constituye parte alguna de las pretensiones
de conocimiento científico, sino que pertenece a la vida
misma, y su lugar óptimo de utilización se encuentra en
la poesía, en la música y en las artes en general. El error
del metafísico tradicional fue confundir (¿o fundir?) el
concepto cognitivamente significativo y legítimo de
existencia con la noción intuitiva, "inefable", de realidad.
340 Origeny espíritu del positivismo lógico

Como una consecuencia de este enfoque, tanto


Schlick como Russell (y hay también algunas insinua-
ciones de esto en el primer Carnap) mantuvieron que el
conocimiento propiamente dicho puede referirse sólo a
I
las características estructurales del mundo, y debe per- "'

manecer necesariamente silencioso respecto a sus conte-


nidos puramente cualitativos. Schlick sabía de las difi-
cultades y peligros de su fonnulación. Ciertamente, de-
seaba evitar cualquier tipo de metafísica o misticismo en
relación con lo "inefable". Quizá no lo consiguió del to-
do. Sin embargo, este tipo de punto de vista, especial-
mente sobre el conocimiento físico, parece defendible.
La opinión de Schlick estaba de acuerdo no sólo con la
epistemología desarrollada más tarde (e independiente-
mente) por Russell, sino también con las opiniones del
brillante, pero demasiado injustamente criticado Edding-
ton;S era un punto de vista que ya había sido incluso
bosquejado antes en los escritos de Poincaré. Hay tam-
bién huellas de este tipo de opinión en uno de los prime-
ros libros de C.I. Lewis, Mind and the World Order [La
mente y el orden del mundo].
¿Cómo, entonces, interpretó Schlick específica-
mente el edificio lógico y los fundamentos empíricos de
las teorías científicas? Aquí, pienso yo, fue cronol6gica-
mente el primero en reconocer con claridad cuán fructí-
fera e iluminad ora puede ser una reconstrucción si pro-
cede en términos de definiciones implícitas y reglas de
correspondencia. Sch1ick mantenía que el conocimiento
estructural del mundo proporcionado por las teorías fí-
sicas, por ejemplo, puede ser mejor entendido merced al

S Véase L.8. Stebbing, PhDoaophy and Physictsts [La jflosofÚl y los fr"-
8IC08](New York, 1937; reeditado en 1958). Es una crítica positivista en-
pfiosamente inteli¡ente de Eddington.

.
f --- ----
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.....
t

Origen Jl espiritudel positivismo-lógiCo 341

tipo de axiomatización que Hilbert había presentado pa-


ra la geometría. Los axiomas (o postulados) enlazan un
número de conceptos inicialmente no defmidos y no in-
terpretados (los llamados conceptos primitivos). En esta
medida un sistema axiomático -si cumple el necesario
requisito de la consistencia (y en la medida en que tenga
las características deseables de completud e independen-
cia)- no es más que una estructura puramente lógico-
matemática (al menos en el sentido de la filosofía de la
matemática estrictamente formalista de Hilbert). Se ve
fácilmente que los postulados así concebidos no conlle-
van ninguna información, cualquiera que sea, sobre el
mundo real. Los postulados no pueden siquiera ser con-
cebidos como definiciones en el sentido ordinario.6 Por-
que meramente suministran, por así decido, las reglas (y
una posición inicial) en un juego jugado con símbolos
no interpretados. Considerados como definiciones son
circulares, en cuanto que los postulados estipulan un sis-
tema de símbolos relacionados solamente entre sí -pero
con nada que esté fuera de esa red. Como CJ. Lewis lo
expresó tan acertadamente: "un círculo es menos vicio-
so cuanto más grande es". Esta feliz expresión se refería,
sin duda alguna, a la notable "fertilidad" de ciertos tipos
de sistemas axiomáticos, tales como el de Peano para la
aritmética y el de Hilbert para la geometría: una infini-
dad de teoremas (muchos de ellos no triviales) pueden
ser deductivamen te derivados de conjuntos de axiomas
suficientemente ricos en sus iniciales e intrínsecas cone-

6 Carnap fue el primero en ver esto muy claro, y consecuentemente


distinguió los conceptos "propios" de los "cuasi" conceptos en su artículo
de primera época, "Eigentliche und uneigentliche Begriffe" [Conceptos
propios e impropios 1Symposion 1 (1927).

- --- --
342 Origen y espíritu del positivismo lógico

xiones de red.7 En la pintoresca descripción de Schlick,


el sistema deductivo entero, esto es, los postulados (defi-
niciones implícitas) junto con las definiciones explícitas
de conceptos igualmente no interpretados, puramente
formales (lo mismo que todos los teoremas derivables),
forman una estructura "que flota libremente". Si se le
ha de dar significación empírica a esta estructura, es
preciso anclada, mediante 4;'definicionescoordinadoras"
(término de Reichenbach), o "reglas de corresponden-
cia" (término de Carnap), en algunos datos del nivel de
observación.8 Estas reglas de interpretación son conside-
radas por Carnap como reglas de designación semántica.

7 Por razones de espacio no se puede hacer más que una breve referen-
cia a la tllosofía de la matemática prevaleciente en el Círculo de Viena: el
formalismo de Hilbert nos impresionó hondamente; encontramos el intui-
cionismo de Brouwer intrigante y desafiador, pero no necesariamente acep-
table. SchUck, Carnap y Hahn fueron claramente logicistas en la línea de
Frege, Russell y Whitehead. La famosa demostración efectuada por Kurt
Godel de su teorema de indecidibiUdad ("Ueber formal unentscheidbare
Satze" [Sobre proposiciones formalmente indecidibles~ Monatahelte fÜr
Mathematik und Physik, 38 [1931]) fue quizá el logro más excitante en
la tllosofía de la matemática vienesa. Resultó de una aritmetización del me-
talenguaje sintáctico de la matemática, tal como se utilizó en los importan-
tes estudios de Carnap en la Logical Syntax 01 Language [Sintaxis lógica
del lenguaje] (New York, 1937). Los hallazgos de Godel fueron discuti-
dos en esa obra de primera época de Carnap.
8 Este punto de vista fue anticipado en una forma temprana por W.R.
Campbell en su libro Physlcs: The Elements [FInca: los elementos] (Cam-
bridge, 1920); fue expuesto independientemente y en forma breve por Car-
nap en su ensayo "Ueber die Aufgabe der Physik" [Sobre la tarea de la físi-
ca], Kantstud~n 128 (1923), por H. Reichenbach en su Axiomatik der re-
lattvlsti8chen Raum-Zeit-Lehre [Axiomdtica de la teorÚJ relativlsta del
espacio-tiempo] (Brunswick, 1924), y ha sido presentado también por los
mósofos de la ciencia americanos H. Margenau, en The Nature 01 Physical
i
Reallty [La natlUale:za de la realidad lI:aca] (New York, 19 SO), Y F .S.C.
Northrop, en The Logic olthe Sclence and the Humanlties LLa lógica de la
cienciIJ 'Y la humanidadesJ (New York, 1947), quien habla de las "correla- 1
ciones epistémicu" o la "reglas de correspondencia" como los lazos co- i
nectores entre el aiatema formal y IU fundamentación empírica. En su más
reciente publicación, PhIlo8oP.h1cGlFoundlltlons 01 Physlcs [Fundament08
/flo66/1co8 th ltJttlÜ:d) (New York, London, 1966), uí como en algunos de

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Origen,yespíritu del positivismo lógico 343

Van unidas a algunos -aunque no necesariamen te a to-


dos- de los conceptos que al principio están sólo implí-
citamente defmidos del sistema de meros postulados (o
a conceptos meramente fonnales que están explícita-
mente defmidos en ténninos de los "primitivos"). Car-
nap y Hempel han hablado por ello de una "interpreta-
ción parcial" del sistema de meros postulados. Pero
mantienen que los conceptos de la física teórica pueden
ser comprendidos adecuadamente en ténninos de su sig-
nificación empírica a la luz de esta especie de recons-
trucción lógica. Dicho en lenguaje plástico, es el "bro-
tar del jugo empírico" lo que suministra un significado a
los conceptos de la física teórica, que de otro modo se-
guirían resistiéndose como conceptos enteramente no
visualizables (no intuitivos).
Debe tenerse en cuenta que todo esto es una re-
construcción lógica. No se intentó nunca que fuese una
descripción del origen y desarrollo de las teorías cientí-
ficas. (Esta es una tarea para los psicólogos, sociólogos
e historiadores de la ciencia). El valor de la recons-
trucción lógica, tan artificial aparentemente, consiste en
la distinción que nos pennite hacer entre las cuestiones
lógicomatemáticas y las cuestiones empíricas que cabe
plantear en la consideración de las teorías científicas.
Una cosa es, claramente, preguntarse por la consisten-
cia de los postulados o la legitimidad inferencial (vali-
dez) de la derivación de teoremas; y otro asunto por
completo diferente es preguntarse por la significati-
vidad empírica de los conceptos teóricos o por el so-
porte evidencia! de una teoría.
sus más tempranos ensayos, Carnap usa también el término "regla de co-
rrespondencia". Véase también Aspects 01 Scienti/ic ExpllJnation [Aspec-
tos de la explicación cient(fica] de C.G. Hempel (New York, London,
1965) y Phil030phy 01 Natural Science [FilosolÚz de la ciencÜl natural]
(Englewood CUffa,N.J., 1966) del mismo autor.

- - -- - -
344 Origeny espiritu del positivismo lógico

Tal como yo entiendo sus intenciones, Schlick,


Carnap y Reichenbach estaban especialmente intere-
sados en proporcionar un tratamiento adecuado no
sólo de la estructura lógica de las teorías sino también
de su confmnación (o no confirmación) empírica.
Schlick, Reichenbach y Carnap, aunque muy impresio-
nados por el genio de Poincaré, repudiaban su conven-
cionalismo. Esta doctrina sostenía que los postulados
de las ciencias físicas (incluyendo la geometría física)
son "defmiciones encubiertas", y que, por ello, prin-
cipios tales como la ley de la conservación de la ener-
gía son básicamente tautológicos y, en consecuencia,
ni son confirmables ni no confirmables empíricamente.
Schlick se refirió repetidamente a la clarificación de es-
ta primera ley de la termodinámica dada por Max
Planck, de acuerdo con la cual dicha ley no es en absolu-
to una mera convención, sino la formulación de una muy
difundida regularidad de la naturaleza. Continuando por
líneas semejantes Reichenbach se opuso a las opiniones
de Poincaré y Duhem, según las cuales las pruebas o
contrastes experimentales se refieren siempre a las teo-
rías como totalidades (esto es, a los sistemas de postu-
lados en su totalidad). Reichenbach, desde luego, admi-
tía que al probar algunos postulados se presupone in-
cuestionablemente otros. Pero también señalaba que es
posible formular los postuladqs de la teoría física de ~~
manera que hay al menos algún grado de comprobabih-
dad independiente para cada uno de ellos. Mostró que
los procedimientos científicos consisten usu~ente :;;
un sucesivo asegurarse (p or confirmación expenment
n' dos ,
de algunos postulados que pueden ser luego ut lZ~
como premisas para probar supuestos más problemá~c~S' I
Así, por ejemplo, la óptica geométrica de telescoPIos o t
microscopios) puede ser presupuesta sin peligro cuando

~..
-
r 345
Origen y espíritu del positivismo lógico

se trata de probar las hipótesis astro físicas (o biológi-


cas). De una manera muy general, lo que parecía correc-
to a los positivistas lógicos en las opiniones de Poincaré y
Duhem, es no más que la verdad lógica obvia de que, da-
da una teoría en la fonna de una conjunción de postula-
dos, y una consecuencia empíricamente refutada de esa
conjunción, cualesquiera de (e incluso todos) los miem-
bros de la conjunción pueden ser falsos (al menos uno
debe serIo). Pero es precisamente la virtud de los expe-
rimentos ingeniosos dar en el blanco acertando, por así
decirIo, con el "culpable" (o "culpables"), esto es, ~den-
tificar, y finalmente eliminar, aquellos postulados que
son responsables de la conclusión empíricamente refuta-
da.

- ----
I
t\

A la luz de la precedente explicación de la natura-


leza de las teorías científicas, podemos decir que el sig-
nificado de los conceptos teóricos consiste en las reglas
de acuerdo con las cuales éstos (o más bien los símbolos
que los representan) son usados. Estas reglas son de, por
lo menos, dos tipos radicalmente diferentes. Tenemos,
primero, las definiciones implícitas, y, en segundo lugar,
las reglas de correspondencia. (Usualmente hay también
definiciones explícitas). Si algo debe mantenerse del
criterio empirista original de significatividad factual, es,
por lo menos, el requisito de que los conceptos pura-
mente formales del sistema de postulados (el "cálculo
puro", en la terminología de Carnap) se conecten por
reglas de correspondencia con los conceptos de cosas o
caracteres observables.9 Qué deba tomarse exactamente
como observable, es asunto de decisión pragmática en una
reconstrucción dada. Carnap hace mucho tiempo que pre-
flrió los observables de la vida ordinaria (sencillamente, 2.

9 Pienso que esto es (entre otras cosas) lo que Richard von Mises tenía
en mente cuando sugirió la "conectabilldad" como un criterio de significa-
do. Esto es incluso más explícito en el ensayo de Schlick "Meaning and Ve-
rification" [Si¡nificado y verificación] (Philoaophical Review, 49 [1936]),
en el que estipuló que cualesquien términos factualmente significativos
(descriptivos) en un lenJU8je deben estar conectados por una cadena de
pasos definicionalea con alJUROStérminos del lenguaje de experiencia direc-
ta.

--- -- - -
Origeny espíritu del positivismo lógico 341

los objetos y sus propiedades y relaciones tal y como son


directamente percibidos) mejor que la base de sense-data
de los primeros positivistas (incluyendo su propia posi-
ción en Der logische Aujbau der Welt [La estructura lógi-
ca del mundo] , 1928).
Inspirándose en esta perspectiva, Carnap formuló
(en los primeros años treinta) sus dos famosas tesis de la
"unidad de la ciencia". Retrospectivamente, me inclino
a pensar que la primera de estas tesis es relativamente
obvia, si no trivial, ya que no equivale a nada más que a
la afirmación de una cierta unidad del lenguaje de- las
ciencias fácticas. Esta unidad de las ciencias naturales y
sociales se debe entender en términos de la misma base
de confirmación para todos los enunciados científicos;
esta base se formula en 10 que Carnap llamó el lenguaje
fisicalista (intersubjetivo) de cosas, es decir, el lenguaje
ordinario de observación, o el lenguaje de datos. Lo úni-
co que se requiere para este propósito es una concepción
no métrica del espacio y el tiempo, y una descripción
cualitativa (de nuevo topológica) de las propiedades de
los objetos observables. Por un ingenioso artificio lógico
(la técnica de oraciones de reducción), Carnap intentó
mostrar que se podían introducir conceptos de disposi-
ciones (capacidades o aptitudes) sobre la base de los tér-
minos del lenguaje de observación. De estos últimos se
suponía que eran directamente comprendidos, y por
ello no tenían necesidad de definición. (Carnap, al menos
desde 1956, ha cambiado sus puntos de vista sobre esta
materia, y ahora prefiere una explicación de la mayoría
de los conceptos de las teorías científicas por medio de
postulados y reglas de correspondencia).
Los puntos que acabamos de discutir en conexión
con la primera tesis de la unidad de la ciencia pertenecen
a la reconstrucción lógica de las pretensiones de conoci-

- - -
348 Origeny espíritu del positivismo lógico

miento científico, y a la explicación del significado de


los conceptos científicos. La elección del lenguaje de ob-
servación intersubjetivo como una base para la recons-
trucción implica una adopción (cualificada) de la pers-
pectiva behaviorista con respecto a la psicología y las
ciencias sociales. Digo "cualificada" porque los datos de
la introspección pueden muy bien ser incluídos, en la
medida en que ellos mismos estén formulados en ellen-
guaje de la conducta. Las emisiones lingüísticas, vale de-
cir, la.conducta verbal de los seres humanos, constituyen
muy claramente una parte importante de los datos de la
psicología, de la misma manera que las respuestas discri-
minatorias de hombres y animales suministran una base
para la adscripción de estados mentales. De acuerdo con
el estadio inicial del positivismo lógico, el lenguaje men-
talista (tal como es usado en relación con la introspec-
ción) fue interpretado como si fuese estrictamente tra-
ducible al lenguaje de la conducta. Pero análisis poste-
riores mostraron que esta opinión era excesivamente
simplificada. (Tiene los mismos defectos y limitaciones
que la reducción fenomenalista de los enunciados de
-objeto físico a enunciados de experiencia inmediata). El
último punto de vista, adoptado ahora por muchos em-
piristas lógicos, es que la conducta periférica debe ser
tomada como un indicador probabilístico de ciertos es-
tados centrales -y estos últimos deben ser descritos (en
la medida en que el conocimiento requerido esté a nues-
tro alcance) en el lenguaje de la neurofisiología o en el
lenguaje (mentalista) de la introspección. (El lenguaje
mentalista puede acoger también, por extensión metafó-
rica, los enunciados de psicología profunda sobre los es-
tados o procesos inconscientes, como los supuestos, por
ejemplo, por las teorías psicoanalíticas).

,
t
Origeny espíritu del positivismo lógico 349

Esto me conduce, fmalmente, a una breve discu-


sión de la segunda tesis de la unidad de la ciencia (o del
fisicalismo). Esta es una postulación mucho más exci-
tante, pero también más problemática. Schlick, Camap
y Reichenbach, que expusieron la tesis, eran plenamente
conscien tes de su carácter conjetural y, por ello, preca-
rio. Esencialmente, esta tesis comporta un cierto progra-
ma para el desarrollo presente y futuro de la ciencia ha-
cia un conjunto unitario, o monístico, de premisas expli-
cativas. Está animada por los éxitos parciales, pero im-
presionantes, en las reducciones (en el sentido explicati-
vo) de la química a la física, de la biología a la física y
a la química, y de la psicología a la neurofisiología. Co-
mo una meta lejana de este programa de explicación
unitaria, es imaginada una futura física teórica, de la
cual serían derivables todos los fenómenos observables
del universo entero (incluyendo la vida orgánica y la
mente). Esta tesis es, desde luego, no sólo problemática,
sino también inevitablemente vaga, por cuanto que tal
física teórica quizá haya de ser muy diferente de su es-
tadio actual.Todo 10 que puede decirse en este momento
es que el "estilo" de explicación podría ser de alguna
manera similar al que se usa en el presente estadio de las
teorías de la relatividad, de la mecánica cuántica y de la
electrodinámica cuántica. Si este programa tuviese éxito
en definitiva, resolvería las dificultades, muy discutidas,
de la evolución emergente.

Fue Schlick, acaso de una manera más precisa y


prometedora que ningún otro entre los positivistas lógi-
cos, quien proporcionó valiosas sugerencias para una
concepción coherente de la relación entre 10 mental y 10
físico, o, como suele decirse, "el lugar de la mente en la
naturaleza". El problema tradicional mente-cuerpo ha
6____________

350 Origeny espíritu del positivismo lógico

continuado siendo, ciertamente, una de las dificultades


más recalcitrantes de un empirismo científico. Tal como
muchos fIlósofos lo han considerado, este desconcertan-
te problema surge cuando preguntamos por el lugar de
las cualidades de experiencia inmediata, que son aparen-
temente "cualidades sin hogar", en un mundo concebi-
do por medio de los conceptos y postulados altamente
abstractos de las teorías físicas. Schlick proponía que se
concibiese lo "físico" no como un tipo o aspecto de la
realidad, sino como un tipo de sistema conceptual radi-
calmente diferente del sistema conceptual por el cual
describimos el contenido fenoménico de nuestra expe-
riencia directa. Anticipando una vez más la conclusión
del último Russell (de 1948), Schlick propuso una solu-
ción nueva del problema mente-cuerpo. Está en la mis-
ma naturaleza de los conceptos y teorías de la física el
que no den más que una explicación puramente estruc-
tural del mundo. El contenido o naturaleza cualitativa
de los sucesos estructuralmente así descritos es, en gran
medida, algo no conocido por familiaridad. Pero cuando
la descripción física trata de los sucesos acaecidos en
cerebros vivientes, estos contenidos son dados, son cier-
tamente conocidos "por familiaridad", y de ahí que
sean codesignados por las descripciones mentalistas. El
principal obstáculo para valorar esta solución del proble-
ma mente-cuerpo yace en nuestro casi inerradicable há-
bito de confundir los conceptos físicos abstractos, mera-
mente estructurales, con las imágenes intuitivas que te-
nemos de los cuerpos y los procesos físicos. Una vez se
abandona esta "introyección" de los elementos' pictóri-
cos o imaginativos en la concepción física del mundo, t
desaparecen las enojosas dificultades del problema men-
te-cuerpo. Cualesquiera que sean el tipo o las intensida-
des de experiencia directa ("sensibilidad") que deseemos

i
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1
I

Origen y espíritu del-positivismo ló~o 351

adscribir a niños o a animales, han de guiarse por el razo-


namiento analógico. Y cuando las analogías son tan te-
nues como lo son en el caso de animales inferiores (y,
me inclino a añadir, de computadores electrónicos y ro-
bots), difícilmente hay justificación alguna para adscri-
birles sensibilidad similar a la humana (cualidades de ex-
periencia inmediata).
Schlick, desde luego, admitió que su solución del
problema mente-cuerpo depende de la viabilidad de una
explicación física universal, esto es, del éxito del progra-
ma de la tesis segunda de la unidad de la ciencia. Y este
éxito, a su vez, es afinnado en base a un rasgo lógica-
mente contingente ("hecho bruto"), aunque fundamen-
tal y extendido, de nuestro mundo. Schlick tenía clara
conciencia de que su punto de vista se basaba en una ex-
trapolación inductiva, al igual que en el análisis lógico.
Pero estaba seguro de que no implicaba una metafísica
en sentido objetable.

He intentado revisar en un breve bosquejo algunas


de las más importantes, y científicamente relevantes,
doctrinas de las primeras fases del positivismo lógico. La
mayoría de estas doctrinas han sido transfonnadas y
considerablemente modificadas bajo el impacto de inci-
sivas críticas. Prácticamente todos los dogmas iniciales
han sido atacados, tanto desde fuera de las escuelas de
pensamiento de Viena y Berlín como en los últimos de-
sarrollos resultantes de las revisiones hechas por miem-
bros de estas escuelas. La distinción entre proposiciones
analíticas y sintéticas, las varias fonnulaciones del' cri-
terio empirista del significado, la interpretación de teo-
rías, la posibilidad misma de una lógica inductiva, las
dos tesis del fisicalismo, y muchos otros puntos clave,
han quedado sujetos a viva controversia. Si volviendo
352 Origen y espz'ritu del positivismo lógico

la vista atrás se contempla el impacto y los efectos del


positivismo lógico, pienso que es justo decir que, al me-
nos, ha proporcionado un estímulo poderoso para mu-
cho de 10 que ha ocurrido en la reflexión filosófica du-
rante los últimos cuarenta años.

NOTA. Con este ensayo de Herbert Feigl anticipamos a nuestros lectores


parte del futuro "Cuaderno Teorema" n.29, El legado del positivismo ló-
gico, que será publicado -con el correspondiente permiso de The John
Hopkins Press, Baltimore-, fuera de suscripción en 1980. La versión caste-
Dana ha sido realizada por Antonio V. Cabo Martí.

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