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Tan incomprensiblemente bueno era su padre que, incluso cuando cometiera un error, podía
acudir a él con toda confianza.
El niño quería recordar esto por toda su vida. Sin embargo, sabía que la cajita musical era
valiosa, por ello, Tom se decidió a hacer algo en recompensa por el daño que causó. A la mañana
siguiente, se levantó muy temprano y buscó un ramo de flores en el jardín para el rey y lo puso en el
puesto de éste.
Después se vistió con un delantal oscuro sobre su ropa blanca, puso la mesa del desayuno para
todos, ayudó en la cocina y por todo el entusiasmo de trabajar hasta se negó a comer. Trabajó en el
huerto, en los establos de los caballos y en todo lugar donde vio algo por hacer.
Todo el día se esforzó mucho y en la tarde estaba muy cansado por todo el trabajo. En realidad,
podía estar satisfecho consigo mismo. Ese día sí que había hecho mucho. Pero igual tenía la sensación
de que algo le faltaba.
En medio de la noche se despertó. El rey estaba sentado en su cama y le pregunto: -Tom ¿dónde
estuviste hoy todo el día? Y ¿por qué no viniste ni para darme el “buenos días, ni la buenas noches”?
Gracias por el florero. Me gustó tu buena intención, pero tú, tú mismo me faltabas, te eché tanto de
menos. Tom le explicó que con su trabajo quería pagar de alguna forma el daño causado a la cajita de
música.
El rey le respondió muy serio: - esto no es tu asunto. El precio, ya lo pagó otra persona. Te había
dicho que todo estaba bien, confía en mí, Tom. Aquí tú puedes aprender a recibir regalos, no tienes que
ganar nada por tus actos. Así funciona en mi reino.
Era demasiado para su cabeza, no lo podía entender. Pero Tom notó que esto era muy
importante para su padre, y tomó la decisión de aprenderlo también. Y cuando el rey le sacó el delantal
que se le había olvidado y lo arropó cuidadosamente en su cama, descubrió lo que le había faltado todo
el día - estar junto con su padre- el rey.
Este le dijo: “Tom, ya espero con alegría el día de mañana para que vengas a verme”. Tom se
durmió con una sonrisa, pues nunca había experimentado el sentir que alguien se alegre con su
presencia.
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