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Capítulo 2

Era su hijo, ¡Un príncipe!


Él, que siempre había vivido entre bandidos, ahora era hijo del rey ¿Acaso algún día de su vida dejaría
de alegrarse o sorprenderse por este hecho?
Ya era de mañana y Tom comenzó a levantarse. En la cueva de los bandidos, en cambio, nadie se
quería levantar después de una noche de robos, asaltos o banquetes con mucha cerveza
¿Para qué levantarse? Los padres bandidos tenían muy mal humor y se peleaban constantemente; era
mejor no acercarse a ellos.
Además, Tom debía esconderse de los otros niños, ya que si no lo hacía, éstos le podían robar el
trozo de pan que siempre guardaba en la noche; o peor aún, podían realizar su deporte favorito:
molestarlo y planear cosas malas contra él. Para desarrollar sus planes malvados, los niños eran unidos
y solidarios entre sí; pero, en general, estaban todos contra todos en la cueva de los bandidos.
Aquí, en el palacio, Tom se despertaba al amanecer. Su nuevo padre, el rey, le decía cada
noche, que al día siguiente, en la mañana, podía venir otra vez a visitarlo. Y, debido a que era tan
maravilloso estar junto al rey, su esperanza lo sacaba rápidamente de las plumas suaves de su cama.
En verdad, Tom podía sentarse otra vez en su regazo. Éste, con el tiempo, se convirtió en su
lugar favorito. Allí, el pequeño niño encontró todo lo que le faltó durante toda su vida. Aquí había
alguien para él. Aquí Tom era bienvenido. Ciertamente, éste era su lugar.
Cada día, Tom regresaba al regazo del rey – y el rey siempre tenía tiempo para él.
Después de estar en su regazo, todos desayunaban juntos. Había suficiente comida para todos. Como
de costumbre, Tom escondió en secreto un pequeño trozo de pan en su bolsillo- para la reserva. Sin
embargo, al medio día, lo llamaron otra vez a comer y cuando Tom sacó su pan del bolsillo, ya no era
comestible. Tenía hongos ¡Que extraño. Otro niño, que vio como Tom sacó los restos de pan de su
bolsillo, no se rió de él, sino que le explicó: Aquí, con nosotros, no tienes preocuparte nunca más por
la comida. ¿Sabes? nuestro padre es inmensamente rico y se preocupa de nosotros. Tú puedes confiar
en él. Sí; después de todo lo que Tom había experimentado con el rey, sabía que era verdad, él confiaba
en su padre y así fue por un largo tiempo. Hasta el día en el que entró el miedo en su corazón.
Esto sucedió de la siguiente forma: En la sala grande, donde siempre la mesa estaba puesta con
los mejores manjares, habían muchas cosas más para mirar y disfrutar: cuadros coloridos, cortinas con
motivos alegres, flores que emitían un aroma tan dulce, rico y fresco que embriagaba el ambiente.
Pero lo más fascinante, era una cajita pequeña que colgaba en la pared, por encima de un baúl
tallado de madera. De esta cajita colgaba un hilo y si alguien lo tiraba, de la caja salía una música tan
suave y dulce como Tom nunca la había escuchado antes. Con mucha alegría, Tom escuchaba la música
una y otra vez, preguntándose ¿Cómo una caja tan pequeña podía hacer música tan hermosa? Tom se
había empeñado en descubrir la respuesta a esta interrogante. Y, cuando todos los niños salieron a jugar
en el parque, Tom se quedó; con mucho esfuerzo, se subió al baúl y sacó la cajita de su lugar.
En la parte atrás, vio una ranura para abrir la cajita. La abrió y adentro vio muchas ruedas y
rueditas con dientes de plata, unos palitos finos y martillos diminutos Todo muy, muy delicado. Con
sus deditos gordos Tom quería adelantar la música solo un poquitito, para ver cómo funcionaba- pero
no fue eso lo que pasó. Tom escucho solo un” krkr” y una de las ruedas finitas se rompió. Todavía algo
siguió andando unos segundos y todo se quedó en silencio. ¡Qué pena! este era el fin de la música. Y él
tuvo la culpa.
¿Que había hecho? Ahí, en ese preciso momento, lo atrapó el miedo. Él miró alrededor suyo,
nadie lo había visto. Rápidamente, cerró la cajita de música, la puso de regreso en su lugar y salió
corriendo de la sala. ¿Qué pasaría ahora con él? Lo mejor sería huir, pero ¿hacia dónde? Tom corrió del
castillo al parque, corrió, corrió y corrió, hasta que encontró un escondite seguro. Era un árbol con
muchas hojas. Ahí nadie le encontraría. Allí estaba seguro. Seguro ¿de qué?
Cuando Tom se recuperó de haber corrido tanto, pudo respirar más despacio y tranquilo; sin
embargo, le torturaron sus pensamientos: - nunca más debo entrar al palacio, nadie me debe ver, se
dijo. Porque ahora ya todos saben que yo rompí la cajita de música. ¿Qué van decir los niños? ¿Y el
rey? ¿Cómo reaccionará? Seguramente está muy enojado, porque la cajita era muy valiosa.
Tom se acordaba todavía muy bien de qué sucedía en casos así en la cueva de los bandidos.
Sólo quedaba el castigo. El casi podía sentir los latigazos fuertes y temblaba de temor.
Y más tarde, ya no sólo tembló por el temor, sino que también por el frío, puesto que había
caído la noche. Bien, pensó Tom, ahora nadie me va encontrar. Pero era muy horrible ahí arriba, sobre
las ramas dura – y él estaba solo.
¡Qué tragedia! Estar en el palacio le gustaba tanto. Cuanto deseaba quedarse allá. Además,
aquí habría animales salvajes. Tenía miedo. Cuando el viento sopló fuerte, las ramas crujieron y las
hojas susurraron, se quedó quieto y agudizó su oído. Estuvo así por mucho rato, esforzándose por no
caer de la rama. De pronto, sintió pasos ¿acaso? Tom clavó sus ojos en la oscuridad. Abajo del árbol,
estaba una persona alta y una voz profunda le dijo: “Tranquilo, bájate Tom, todo está bien”
-Pe- pero...tartamudeó Tom, yo he…
El rey le interrumpió. “Realmente todo está bien”. En ese momento , Tom se dejó caer en los
brazos abiertos de su padre, que lo atrapó.“ Mi hijo”, cuánto miedo debes haber sentido. ¿Por qué
escapaste y te escondiste de mí? ¿Sabes?, esconder la culpa es lo peor para ti y para mí. Créeme,
siempre estaré a tu favor, da lo mismo lo que hagas. Incluso cuando te equivoques, ven de inmediato a
mí. Pues yo, lo puedo arreglar todo-y me encanta ayudarte.- ¿quieres aprender eso? Tom asintió con la
cabeza afirmativamente y muy agradecido y asombrado, se dejó llevar por su padre a casa.

Tan incomprensiblemente bueno era su padre que, incluso cuando cometiera un error, podía
acudir a él con toda confianza.
El niño quería recordar esto por toda su vida. Sin embargo, sabía que la cajita musical era
valiosa, por ello, Tom se decidió a hacer algo en recompensa por el daño que causó. A la mañana
siguiente, se levantó muy temprano y buscó un ramo de flores en el jardín para el rey y lo puso en el
puesto de éste.
Después se vistió con un delantal oscuro sobre su ropa blanca, puso la mesa del desayuno para
todos, ayudó en la cocina y por todo el entusiasmo de trabajar hasta se negó a comer. Trabajó en el
huerto, en los establos de los caballos y en todo lugar donde vio algo por hacer.
Todo el día se esforzó mucho y en la tarde estaba muy cansado por todo el trabajo. En realidad,
podía estar satisfecho consigo mismo. Ese día sí que había hecho mucho. Pero igual tenía la sensación
de que algo le faltaba.

En medio de la noche se despertó. El rey estaba sentado en su cama y le pregunto: -Tom ¿dónde
estuviste hoy todo el día? Y ¿por qué no viniste ni para darme el “buenos días, ni la buenas noches”?
Gracias por el florero. Me gustó tu buena intención, pero tú, tú mismo me faltabas, te eché tanto de
menos. Tom le explicó que con su trabajo quería pagar de alguna forma el daño causado a la cajita de
música.
El rey le respondió muy serio: - esto no es tu asunto. El precio, ya lo pagó otra persona. Te había
dicho que todo estaba bien, confía en mí, Tom. Aquí tú puedes aprender a recibir regalos, no tienes que
ganar nada por tus actos. Así funciona en mi reino.
Era demasiado para su cabeza, no lo podía entender. Pero Tom notó que esto era muy
importante para su padre, y tomó la decisión de aprenderlo también. Y cuando el rey le sacó el delantal
que se le había olvidado y lo arropó cuidadosamente en su cama, descubrió lo que le había faltado todo
el día - estar junto con su padre- el rey.
Este le dijo: “Tom, ya espero con alegría el día de mañana para que vengas a verme”. Tom se
durmió con una sonrisa, pues nunca había experimentado el sentir que alguien se alegre con su
presencia.
Correcciones

no tienes preocuparte → no tienes que preocuparte


Sí; después de todo → Si, después de todo
las ramas dura → las ramás duras
el sentir que alguien se alegre → el sentir que alguien se alegrara

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