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CAPÍTULO 7 – No como en la cueva de los ladrones (traducción)

Sin embargo, fue decepcionado al siguiente día y pudo además sentir incluso algo de envidia, debido a
que Jenny prefería pasar su tiempo en el regazo del padre. Ella se acurrucaba ahí muy bien y
simplemente lo miraba o lo escuchaba con los ojos cerrados. ¡No había nada más importante para ella
que esto! Y por un lado, Tom podía entenderla. Ella tenía tanto que recuperar, especialmente con el
papá que había tenido. De este, sólo había recibido insultos, burlas y crueldad. Entonces, había tanto
que enmendar ahí y esto podía entenderlo bien Tom.
Pero por otro lado, ¡ya era hora, debían hacer algo! Cada vez que Tom miraba a través del portal hacia
el exterior o bien cuando se sentaba en el muro a mirar las cosas que ocurrían afuera, le apremiaba
ponerse en acción de una vez por todas. ¡La necesidad y la oscuridad aumentaban! Acá en el palacio,
se hablaba y cantaba tanto acerca de combatir y vencer. Entonces, ¿cuándo por fin comenzaría la gran
batalla?
Tom quería estar preparado. ¡Cuánta suerte había tenido al encontrarse con aquel agradable
comerciante la tarde anterior! Al menos este lo podía entender, de que con lo fornido que era no podía
estar sentado todo el tiempo sin hacer nada. Por este motivo, le regaló una espada. Era pequeña y
manejable y como había dicho el amable hombre, lo que precisamente él requería. ¡Era una espada muy
afilada! Además le regaló otra cosa, se trataba de algo para colgarse en el cuello que tenía una delgada
cadena. Le susurró al oído que tenía misteriosos poderes junto con la espada, que el dueño de estos
sería invencible. Desde luego, siempre y cuando no se lo contase a nadie. ¡Claro que él podía guardar
un secreto!
“No hay problema”, dijo Tom asintiendo fervorosamente. En el momento en que él rosó su cabeza con
el colgante, calló su corona al suelo. Hábilmente la tomó el hombre, la guardó en su bolso y agregó
despreocupadamente: “¡Niño tú ya no la necesitas! Para la batalla sólo puede entorpecerte.” Esto dejó a
Tom sin habla por unos instantes. Se quedó parado, boquiabierto, sin saber qué hacer. Un segundo más
tarde, el hombre había desaparecido. Tom tan sólo escuchaba una extraña risa a lo lejos.
Miró el colgante con mayor detenimiento. Era bastante viejo, pesado y macizo. En su cara superior se
distinguía había un símbolo. Parecía un animal en un círculo. ¿Acaso de ahí venía el misterioso poder?
¡Efectivamente! De pronto sentía que crecían dentro de él fuerzas como de un león y tenía unas
incontenibles ansias de pelear. Mañana mismo temprano por la mañana saldría. ¡Ya nada lo podrá
detener! Ahora sólo necesitaba organizarse bien para que nadie lo descubriese. Sin ser notado se
deslizó sigilosamente en su cuarto con su nuevo tesoro.

Sediento de acción se despertó a la siguiente mañana. La visita al Padre, así como al grupo de combate
podían hoy quedar fuera. Tanto canturreo ahora le fastidiaba, ¡sencillamente le parecía tan inútil!
Actuar y combatir era ahora más importante. Y en cuanto a Jenny, ¡ella de todas formas prefería estar
con el rey!
Casi sin darse cuenta Tom llegó al pórtico, llevaba la espada y, alrededor de su cuello, aquel extraño
colgante. Como si algo lo arrastrase, salió del castillo. Hoy estaba con neblina ahí afuera, le era
imposible ver los pasos que daba. Le pareció oír a lo lejos una risa, igual que la de ayer en la tarde
cuando el comerciante se había ido. Pero, ¿no era eso más bien un llamado o alguien gritando? De
seguro había alguien que necesitaba ayuda.
¡Que bueno que el tenía consigo la espada y el colgante! Justamente ahora los necesitaba. Tom se
apresuró lo que más podía yendo hacia donde venía el grito.¡Era tan horroroso! De seguro había
alguien ahí con una urgente necesidad. ¡Si tan sólo pudiese él avanzar más rápido con esa neblina! Casi
como un ciego se abría paso palpando lo que tenía a su alrededor. Que pena que para deslizarse más
silenciosamente, había dejado sus zapatos nuevos en casa. ¡Cuánto pinchaban las piedras acá! ¡Sus
pobres pies! Un par de veces se tropezó con raíces de árboles, quedó agarrado entre enredaderas con
espinas, se zafó de estas y siguió caminando. ¡Hay! ¡maldición! ¡ésto además! Él se había golpeado con
la rama de un árbol que sobresalía. Esta le había dado medio a medio en el ojo. ¡Sentía un tremendo
dolor! Ardía tanto y ya no podía abrir el ojo. Con su mano izquierda cubrió el ojo y pudo sentir como
algo tibio y líquido corría por sus dedos. Lo que más hubiera querido hacer era ponerse llorar, pero esto
no encajaba con un héroe. Apretó firmemente los dientes y se dijo que no podía renunciar ahora y que
no debía mostrar debilidad. ¡Él tenía que ayudar a esta pobre persona! Muy cerca de ahí debía estar,
precisamente en la dirección que se movía. Lo mejor era mantener su espada en la mano, de esta forma
nada lo podría tomar por sorpresa. Él era invencible, había dicho el hombre. Pues bien, ¡vamos
adelante! ¡oh! ¿qué era eso? Perdió el equilibrio y comenzó a resbalar. Caía por una resbalosa ladera.
Tom no podía encontrar de qué sujetarse y caía muy rápido. El niño estaba petrificado del miedo.
¿Cuánto más caería? ¿Qué le esperaría en aquel fondo obscuro? De pronto él aterrizó, es más, cayó
muy blando. Era un pantano, se sentía frío y asqueroso. Estaba metido hasta el pecho y no encontraba
suelo firme bajo sus pies. Era inquietante el saber que en los siguientes minutos se hundiría cada vez
más.
En plena oscuridad palpó algo a su lado que era firme. Se trataba de un árbol caído. De esto podía
agarrarse. ¡Menos mal que todo salió bien! Pero, ¿dónde estaba su espada? ¡Oh, no! El la necesitaba a
toda costa. Con una mano se sujetó y con la otra comenzó a buscar.
¡Uf! ahí estaba, justo a su lado, tal como si alguien la hubiese puesto ahí. ¡Qué gran suerte! Aliviado
envainó su espada, descansó por unos instantes, salió del pantano montándose al tronco del árbol y a
través de este, gateó hacia tierra firme.

¿Dónde se encontraba? Escuchó frente a sí un extraño zumbido. Al mirar vio un par de ojos que lo
observaban detenidamente, luego sintió otro zumbido y vio fuego rojo humeante acercándosele. Era
horroroso el reflejo de lo que a través del fuego podía verse, ¡era la cabeza de una serpiente gigante! Lo
peor de todo era: ¡parecía que estaba adherido al suelo, él no lograba escapar de ahí! El poder de esa
mirada era lo que lo mantenía fijo en el lugar. Era como una necesidad tener que mirarla fijamente. Esa
horrible cabeza se acercaba cada vez más y él no lograba escapar. El zumbido era cada vez más claro,
era como si dijese: “¡me pertenecesssssssssssss, tú me pertenecesssssssssssss a mí!”
“¡No!”, gritó Tom con toda su fuerza. La serpiente rió para sus adentros en tono amenazante. Cada
sonido le causaba dolor y Tom sintió como la espinosa cola de la serpiente se enrollaba firmemente
alrededor de sus pies.
La serpiente comenzó a rodearlo y cada vez lo tenía más enrollado. ¡Esta finalmente lo asfixiaría! Pero
aún tenía libres los brazos y en el momento en que la serpiente se encontraba dando la siguiente vuelta,
a sus espaldas y esos ojos ya no lo podían mirar directamente, él desenvainó su espada y golpeó el
cuerpo de la serpiente con toda la fuerza que tenía. ¡Rayos! La espada se rompió como si se tratase de
un vidrio y lo único que le quedó en la mano fue el oxidado puño.¡ Ahora estaba perdido! Ya no tenía
más como defenderse. ¡Sólo podía gritar! Pero ¿quién podría escucharlo en este lugar? ¿Quién podría
ayudarlo en esta terrible situación?
Mmm, ¿no había experimentado ya algo similar?, en aquel sueño. En ese entonces, gritó una palabra,
un nombre. Este lo ayudó. ¿Cuál era ese nombre? ¡Él lo había olvidado! Completamente en blanco
estaba, no lograba recordar el nombre.. Entonces simplemente gritó, tan fuerte como pudo: “¡ayuuuda!”
Pero la respuesta a esto era demoledora, puesto que de todas las direcciones venía el zumbido. Con
espanto vio Tom muchas otras serpientes de llamativo color rojo que se le acercaban. Por todos lados
zumbaba: “¡tú nos pertenecesssss! ¡tú nos pertenecesssss!”
Parecía un baile, el baile de la muerte. Tom estaba blanco del estupor. Luego se rindió. Este era su final.

Sin embargo, de repente fue interrumpido el horrible zumbido a su alrededor y podía oírse otro sonido,
un sonido claro, casi infantil. Cada vez más se le acercaba este sonido y en realidad se trataba de una
canción. Para las serpientes era notoriamente incómodo, estas callaron y se retiraron. Tan sólo la
serpiente gigante se mantenía ahí enrollada en Tom. Pero también ella desistió de continuarlo
enrollando y miró fijamente en la dirección que la música venía. Tom no podía creer lo que estaban
viendo sus ojos: de entre los árboles podía ver a una pequeña niña que se acercaba cantando. ¡Era
Jenny! Tom quería advertirle y gritó: “¡Jenny, no te acerques! ¡Escapa de aquí rápidamente y sálvate!”
Ahí pudo ella ver las partes de Tom que aún no estaban enrolladas por la serpiente y lo reconoció. Ella
no salió corriendo, sino que se acercaba más y más cantando. Era extraño, pero la serpiente no se
movía, estaba como en trance con la canción de Jenny. Le sucedía algo similar a lo que a Tom le pasaba
con la mirada de la serpiente. Esta tan sólo zumbó: “¡tú me perteneces, tu cargas mi símbolo!”
Con ésto, Jenny entendió qué ocurría y gritó: “¡Tom, la cosa que te cuelga del cuello, tírala lejos de ti!”
“¿Su colgante? ¿Su protección que lo haría invencible?” En fin, la espada no había servido mucho.
¿Acaso habría sido todo un engaño? Con decisión se sacó el collar rompiendo la cadena y lo lanzó en el
pantano. En ese momento pudo respirar. El cuerpo de la serpiente estaba completamente lacio y la
presión alrededor del cuerpo de Tom cedió.
Tom observó sorprendido como Jenny, acto seguido, miraba a la serpiente sin temor directamente a los
ojos y cómo tan sólo decía una palabra. ¡Ese era! Ese era el nombre que se le había olvidado a Tom,
aquel que él había estado intentando recordar. Él lo conocía bien: ¡era el nombre de su Señor! Cuyo
imponente poder le era difícil de entender: como tocado por un rayo cayeron al piso tanto la cabeza
como la parte delantera del cuerpo de la serpiente, era su final.
Sin embargo, ¿cómo podría él salirse de allí? ¿Cómo salir de esa montaña de carne con espinas que aún
lo rodeaba? Nuevamente Jenny sabía que hacer. Ella tenía una pequeña espada consigo, se veía
delicada y tenía un filo color rojo como la sangre. Aún así, estaba tremendamente afilada, ya que
fácilmente pudo cortar el cuerpo de la serpiente en las partes que lo enrollaban y Tom pudo salir por
entremedio. La único que ahora le preocupaba era: “¡largarse de ese lugar!”

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