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Autor:
Hermanos Grimm
Edades:
A partir de 3 años
Valores:
honradez, sinceridad
Hace mucho mucho tiempo hubo en
Alemania una ciudad llamada Hamelín. Era
una ciudad rodeada por murallas, muy
bonita y también muy próspera puesto que
tenía un importante puerto al que iban
comerciantes de todo el mundo.
La situación era tan terrible que el alcalde mandó traer gatos para que
acabaran con ellos, trampas y ratoneras, pero no sirvió de nada. Incluso
probaron con matarratas, pero no funcionaba. Las ratas eran cada vez más
y más.
-
¿Mil monedas de oro por una música? ¡Os daré como mucho cien
monedas! - dijo el alcalde riéndose.
Pasados siete u ocho años la reina de un reino vecino dio a luz a dos niñas.
Al ver a la primera, bellísima, la reina se puso muy contenta, pero pronto el
hada que había estado presente durante el nacimiento de Riquete el del
Copete no tardó en advertirla de que la princesa sería tan hermosa como
estúpida. La Reina se entristeció cuando oyó esto, pero lo hizo aún más
cuando vio que la segunda niña a la que acababa de dar a luz era
terriblemente fea.
Pasaron los años, y con ellos las virtudes, pero también los defectos de las
dos princesas se acentuaban más y más. Al verlas a las dos todo el mundo
se acercaba a la mayor para admirarla, pero en seguida perdían el interés
cuando la oían decir tonterías constantemente. De modo que la pequeña
acababa captando todo el interés gracias a su interesante conversación.
- No entiendo que hace llorando una criatura tan bella como vos.
- Preferiría ser tan fea como vos y tener inteligencia en lugar de ser tan
bella y tan tonta.
- Señora, si esa es la causa de todos vuestros males creo que podré
ponerle fin.
- ¿Ah sí? ¿Cómo?
- Tengo el don de hacer inteligente a la persona a la que más ame, y esa
sois vos, así que sólo tenéis que casaros conmigo…
Hay quien dice que nada tuvo que ver el hada y que todo fue fruto del
amor de la princesa, que fue capaz de hacerle ver todas las cualidades
buenas de su amante por encima de la fealdad de su rostro y de su cuerpo.
Autor:
Eva María Rodríguez
Edades:
A partir de 4 años
Valores:
ingenio, ayudar, alegría, creatividad
Había una vez un inventor que tenía un
gato muy juguetón. Lo que más le gustaba
a este gato era correr detrás de los
pájaros. En el parque, en la plaza, en el
campo… cualquier sitio era bueno para
perseguir pajaritos. Pero el pobre gato
nunca cazaba a ninguno, y eso le hacía
estar muy triste.
-¿Por qué no sales a cazar palomas, gatito? -le decía el inventor-. Mira, hay
muchas en la plaza.
-Vamos, gatito, ayúdame, hazme una señal o algo -le dijo el inventor-.
¿Qué puedo hacer por ti? Vamos, vamos, échame una mano.
-Vaya, parece que los mandos que te he puesto no sirven -dijo el inventor-.
Será mejor que te los quite y que yo mismo dirija el gatodrón a distancia.
-¿Listo?
-preguntó el inventor.
El gato no parecía muy convencido. Pero entonces vio volar a los pajaritos
y se metió en el gatodrón él solito.
Después de un rato el inventor bajo al gatodrón del aire. El gatito salió del
aparato un poco mareado, pero muy feliz.
Aquel día el gato volvió a perseguir pajaritos como lo había hecho siempre.
Y cuando tenía un mal día se acercaba al inventor y le llevaba hasta el
gatodrón. Volaba un rato y recuperaba el ánimo.