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CAPÍTULO 5 – No como en la cueva de los ladrones (traducción)

Cada mañana inmediatamente después del desayuno, se reunía el grupo de combate donde
participaba Tom. Pero no para practicar o ejercitarse, por ningún modo, ellos tenían tantas cosas que
contarse, se reían unos con otros y cantaban alegres canciones al rey. A Tom le agradaba cada vez
más cantar, aúnque estando en la cueva de los ladrones nunca lo había hecho, puesto que ahí no
tenían motivos para cantar.
Estando todos, el príncipe llegó. Él cantó muy alegre con ellos por un rato. Al sentarse y empezar a
contarles sobre el padre, su reino y sus planes, todo quedó en gran silencio. Tom hubiera podido
escuchar al príncipe por largas horas y no sólo porque todo era tan emocionante, tan tremendamente
importante, sino que se debía también a la voz del príncipe. Esta era cálida y cautivante,
inexplicablemente agradable. Cada palabra le hacía tanto bien al corazón del niño.

Un día dijo el príncipe: "Tom, ¿tienes ganas de cabalgar conmigo hoy? Quiero mostrarte algo de lo
que está afuera de mi reino". Y vaya si que el niño quería! Enrojecido de emoción se encaramó en
un pequeño caballo, ya preparado para él y se lanzó, tan bien como podía, en galope con su Señor
hasta que salieron por el portal. Qué bueno que el príncipe brillaba tan luminosamente, porque ahí
afuera era todo extraño, lúgubre y sombrío. Cuando Tom se mantenía cerca de él, cabalgando
pegado a su lado, era capaz de ver el camino y sus formas más claramente. Además no le daba tanto
frío. ¿Por qué era tan gélido este lugar? Este frío le recordó sus peores momentos con los ladrones y
también aquella pesadilla con horribles seres del otro día. Tom quería entender, así que preguntó a
su Señor. Este le comentó: "En este lugar hay otro que quiere dominar. Ya sabes, el enemigo y él
esparce oscuridad, miedo y frialdad. Hoy vas a aprender algunas cosas: cómo él opera y cómo yo lo
venzo."
Ahí mismo venía caminando una mujer en sentido contrario a ellos. Esta cargaba en su espalda una
pesadísima mochila, por lo que gemía y se quejaba. El príncipe se bajó del caballo. "¿Puedo
ayudarla? ¿Sabe?, quiero llevar su carga! Descanse un poco!", le propuso el príncipe.
Pero la mujer negando con la cabeza respondió: "No, nadie puede ayudarme, tengo que llevar esto
sola, así me lo enseñaron desde pequeña!" y así siguió a cuestas su camino. Nuevamente Tom
quería entender, así es que la siguió y le preguntó: "¿Qué es eso tan pesado que carga? ¿Qué hay en
su mochila?"
"Logicamente que mis preocupaciones, por mi marido e hijos, por mis parientes, por el dinero, la
cosecha, la salud, por el futuro, podría ser que alguien se enferme o perdiera su trabajo. Hay! es tan
terrible!
Tom movía su cabeza. ¡Qué barbaridad! ¿Por qué esta señora no se dejó ayudar? ¿Por qué quería
llevar sola su carga? El príncipe la siguió tristemente con su mirada: "¡Pobre mujer! Me hubiera
gustado tanto ayudarla, pero si ella no lo quiere, no hay nada que yo pueda hacer por el momento."
A Tom le pareció que se había puesto más densa la oscuridad. Dejó caer su cabeza en señal de
abatimiento, pero el príncipe le dijo: "Tom, no está todo perdido. ¿Quieres ayudarla? Entonces pon
mi nombre sobre ella, esto lo puedes hacer aún cuando ella huya de nosotros. Y verás lo que sucede!
Tom nunca había hecho algo así, pero él quería ayudarla y por eso lo intentó enseguida: Él la miró a
lo lejos y simplemente hizo mención del nombre de su Señor en su dirección. Al instante pudo
distinguir algo como a una brillante mano se posaba sobre ella. "Hazlo siempre que te acuerdes de
ella. Algún día la luz penetrará la oscura coraza", le escuchó decir alegremente a su Señor mientras
seguían cabalgando. Tom se rió, ¡esto realmente era genial! ¡Cuánto quería hacerlo muchas veces
más!

Después de eso llegaron unos niños, estaban perdidos y buscaban el camino de regreso a casa.
Estaban cansados, hambrientos y los más pequeños pedían a sus mamás. "Yo sé a dónde ustedes
pertencen, síganme y les mostraré el camino." dijo el príncipe consolándolos. Ellos miraron hacia
arriba, vieron cuanto brillaba y sólo podían mover sus cabezas. "No, de ningún modo. Algo así no
existe. Debe ser una alucinación, un espejismo. Cada uno ha aprendido que, ya desde hace mucho
tiempo, en este lugar no hay más luz. Que nos las debemos arreglar en la oscuridad. Que no
debemos engañarnos, en el caso de aparecer una luz. ¡Tu no existes, eres simplemente una ilusión!"
Así, sin esperanza siguieron su camino. Completamente desesperado miró Tom a su Señor. Este con
pena asintió con la cabeza: "sí, es terrible como las personas creen más a la mentira que a la verdad.
Prefieren quedarse en la oscuridad en vez de venir a la luz."
Y nuevamente el niño tuvo la impresión de que la oscuridad había aumentado. Tom siguió a los
niños con la mirada y un chiquillo muy pequeño se dió la vuelta, este casi no podía seguir al grupo
por sus cortas piernas. De nuevo se dió media vuelta y dejó de caminar. Tom recordó lo ocurrido
con la mujer que anteriormente habían encontrado y en silencio puso el nombre de su Señor sobre el
niño. Y ahí estaba algo luminoso como una mano que tomaba al pequeñito y lo guiaba hacia ellos.
Realmente el pequeño se dejó guiar y a tropezones se les acercó. Sonriente había observado todo el
príncipe. Se había bajado del caballo, acercado al pequeño y lo había tomado en brazos. "Ven, yo te
llevo a casa."
El niño lo miró con sus ojos bien abiertos, se rió y estalló de alegría cuando el príncipe lo sentó en
la parte delantera de su gran caballo. Ahora brillaba completamente él también. "Tom, esperame por
favor aquí, mientras lo llevo a casa. ¡Vuelvo enseguida!", gritó el príncipe mientras galopaba
velozmente.
"Magnífico", pensó Tom. "¡Almenos el pequeño.....!"

Pero a Tom le parecía demasiado largo el tiempo de espera. Sobretodo porque el lugar era tan
sombrío y desagradable. De seguro que también su caballo quería salir trotando de ahí, por lo que
cabalgó camino arriba. De pronto escuchó unas voces. Al acercarse, Tom vió a unos forzudos
hombres sentados bajo un árbol. Gritaban, se reían desenfrenadamente y se pasaban una botella de
uno en uno. Al ver estos al niño, le hicieron señas para que se sentarse con ellos.
Tomo recordó aquel jugo ardiente con el cual los ladrones siempre se envalentonaban hasta quedar
borrachos. A decir verdad, Tom se sentía honrado de que estos hombres no lo tratasen como a un
niño pequeño y por este motivo se sentó junto a ellos. Él escuchó sus chistes y aún cuando no los
encontraba divertidos, se esforzó por reir.
"¡Hey, denle algo para beber al chico, se vé tan deprimido! ¡Aquí toma esto, se te subirá el ánimo!",
le gritó a Tom un desaseado hombre que estaba sentado a su costado. Tom vaciló al sentir el fuerte
olor de aquella bebida. "¡No seas un aguafiestas!", le gritó uno de los hombres y el que estaba a su
lado le aseguró: "¡Tan sólo una vez, no pasará nada! ¡Probar no te hará daño!"
"Okey, bien, si es así podría probar un pequeño sorbo." Tom puso la botella en su boca y entonces
escuchó una voz que detrás de él decía: "Tú no necesitas esto Tom. Tú sabes de dónde proviene la
alegría." Se giró y vió a su Señor. Rapidamente devolvió la botella y se subió al caballo.
Nuevamente se había salvado, menos mal que todo terminó bien. Aliviado, dió un profundo suspiro
y cabalgó siguiendo al príncipe. Sin embargo, por mucho tiempo le siguieron esos horribles gritos
de aquellos hombres, así como también el recuerdo de esos asquerosos rostros con ojos enrojecidos.
Cómo lo miraban con maldad, violencia y locura. ¡Realmente horroroso! Un escalofrío recorrió
todo el cuerpo de Tom. ¿Cómo había llegado a eso? ¡Claro!, él debió esperar a su Señor en aquel
lugar, pero siguió cabalgando. Sin decir palabra alguna, el príncipe avanzaba delante de Tom. ¿Sería
que mi Señor está tal vez enojado conmigo? !Todo menos eso, no lo podría soportar! Lo mejor será
arreglar enseguida este asunto. Tomo apuró a su caballo y delantó al príncipe, de tal modo que podía
verle a la cara. "¡Por favor, no estés enojado conmigo.....!", dijo Tom, iniciando la conversación.
"Está bien muchacho. De seguro fue una experiencia muy dura, ¿cierto?" El príncipe le miraba con
misericordia. "¡Que esto no te suceda otra vez! Si supieras quién es el que quería echarte mano. En
esa botella había realmente algo diabólico. ¡Y es tremendamente difícil soltarse de ello! Además, le
creiste a esa mentira de que probar no hace daño. Pero sabes, dejemos todo este tema, tenemos aún
cosas por hacer."
El príncipe apoyó su mano sobre el hombro de Tom y cabalgaron de esta forma como dos amigos.
Después de un rato cabalgando, pararon delante de una choza muy pobre. A través de una ventana
que estaba abierta, podían ver a un hombre recostado en su cama. Estaba completamente solo, se
veía tan débil y enfermo que no podía estar en pie. Con lo poco de fuerza que le quedaba repetía
unas frases que leía de algo que sostenía entre sus manos. A Tom le parecía que de esta forma pedía
ayuda. El príncipe tocó a la puerta y cuando el anciano contestó "adelante", ingresó sentándose a un
costado de la cama. Amorosamente, le dijo: "Tú me pediste ayuda, por eso vine y quiero sanarte en
este momento!" El anciano lo miró completamente asustado: "¡No y no! Esta enfermedad la tengo
que resistir. Así dice acá en mi libro: los dolores y la enfermedad me los dió el rey y yo tengo que
aguantarlos, de lo contrario no podré ir a él. Esta es su voluntad. Mira, aquí lo dice."
"¡Otra vez una mentira!" gritó Tom, sin poder contenerse. "¡El rey no es así de cruel, abre los ojos y
verás a quién tienes sentado a tu lado! ¡Realmente quiere sanarte!
"No", suspiró el hombre "Lamentablemente, hoy en día no existe tal cosa. Antes si sucedían
milagros, pero hace mucho tiempo que ya no ocurren."
Pero Tom no se dejó desanimar y su Señor lo escuchó gozoso mientras él le contaba al anciano cuan
bueno es el rey, lo que le había ocurrido, quién había pagado el precio por él y todo lo que sabía
acerca del principe.
"¡Muchacho, hablas estando tan convencido! Nadie me había hablado de esta forma acerca del rey."
dijo el anciano con asombro y miró por largo rato al príncipe.
"Casi podría creer..... pero ya no vale la pena. Estoy demasiado viejo para eso. Si tan sólo me dieras
algo de fuerza, de modo de poder aguantar, con eso me contentaría."
Pero el príncipe sonrió: "Sí aún eso sería bueno, pero he decidido que vivas todavía algunos años y
completamente sano. Sabes, tengo planes contigo."
"¿Conmigo?", dijo sorprendido el anciano y sus ojos brillaron de alegría. Era la primera vez
después de mucho tiempo. "¡Bueno, entonces sáname!", pidió él estirando sus delgados brazos
hacia el príncipe. Este tomó sus manos y algo como un rayo pasó hacia él, haciendo que se
enderesase en la cama.
"¡Quedaste como nuevo!" gritó Tom con gran emoción. De hecho el anciano se levantó de su cama,
vacilante dió unos pasos, miró sus piernas y comprobó maravillado que estaban sanas y fuertes.
Miró al príncipe y luego a Tom y los tres comenzaron a llorar con alegría.
"¡Qué hoy en día existan los milagros! " se admiró el anciano. "¡Y que nada más y nada menos que
a mí me sucediera! ¡Esto tengo que contárselo a mis vecinos!" "Sí, también para esto te sané, para
que les cuentes a otros lo que puedo hacer.", consintió el príncipe. Ahora en la choza todo era
luminoso.
"Nosotros dos tenemos que continuar, hay cosas por hacer. Te tengo una sorpresa.", dijo
refiriendose a Tom.
Este totalmente emocionado cabalgó al lado de su Señor. !Qué día había sido aquel! Todo lo que
había experimentado. Todo lo que su Señor era capaz de hacer. Y que a él, le había sido permitido
ayudar en eso.

Correcciones

ella. Algún --> ella, algún (queda mejor una coma en ese lugar)
sentarse --> sentara
delantó -->adelanto
con --> de

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