Está en la página 1de 175

Mí libro no contiene so-

luciones a los proble-


mas, y sus irritaciones
son más dificiles de ali-
viar que las producidas
por los juicios morales
discordantes acerca de
la sexualidad: me gustan las irritaciones pro-
vocadas por la fricción epistemológica. Se
puede estar a favor o en contra de la perver-
sión, la cuestión me importa poco en este
contexto; el objetivo de mi critica epistemo-
lógica es el empleo mismo de los conceptos
de sexualidad-perversión. Con todo, la irrita-
ción no basta. Debe dar lugar al trabajo crí-
tico del}pensamiento sobre sí mismo, un tra-
bajo sobre nuestros límites que nos permita
pensar de forma diferente. Como dijo una
vez Antoni Tapies, hay que provocar un mo-
vimiento «que irrita y, a la vez, puede hacer
reflexionar mucho a todos los "bienpensa-
dos" que se creen en posesión de la ver-
dad».Y, si somos afortunados, no será un
efecto menor de este trabajo esa fricción
que nos permitirá establecer «una relación
nueva y extraña» con nosotros mismos.
ARNOLD I. DAVíDSON

ISBN 84-933332-3-9

9
IIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
88 4}93 33 3 23 2
N OTA. DEL T R A D U C T O R

Siguiendo el afán de precisión conceptual que mues-


tra Arnold L Davidson en estos ensayos, se ha puesto el
mayor cuidado en la localización de las fuentes y el uso
de las traducciones. Siempre que ha sido posible se han
utilizado las traducciones existentes al castellano o se ha
acudido a las ediciones originales cuando se citaban tex-
tos en terceras lenguas no traducidos al castellano.
En lo referente a las obras de Michel Foucault, se ha
seguido el criterio general de citar la traducción publica-
da; en alguna contada ocasión, se ha retocado el texto
para ajustarlo al original y al comentario de Davidson. Kn
el caso de los textos publicados por Foucault en vida al
margen de sus libros y recopilados póstumamente en los
cuatro volúmenes de Di@ er écrie, el criterio más coheren-
te, dada la diversidad de las traducciones, ha parecido el
de traducir directamente de los textos franceses, como
hace Davidson en sus últimos ensayos.
El traductor está en deuda con el doctor Manuel Cab-
lea (Barcelona) por su ayuda con la texminología médica
y psicoanalítica del ensayo 3, así como por el asesora-
miento en temas relacionados con la histeria del arte, y
con el profesor José Villa Flores (Universidad de IHinois,
Chicago) por su ayuda en la localización y obtención de
la traducción castellana de un texto de Carlo Cinzburg
comentado por Davidson.

J UAN C A S R I E L L Ó P E Z C U XX
La uparicioyd ds la rejhqdalidad

conceptos y, en especial, por el concepto de la sexualidad y, en primer lugar, irritante para los otros historiadores y
de manera que nuestra forma de casamiento sobre no. filósofos comprometidos con otras historias de la sexuali-
sotros mism c soidsnt e som os n u estra sexua- dad y habituados a ellas. Sin embargo, el efecto propues-
MaW». to debería incitar una irritación más general, ese tipo de
óQómo escribir, pues, una historia de una forma de irritaci6n producido por un extrañamiento de nosotros
pensamiento y expe 'encia que es tan obvia q@e parece mismos, como resultado del cual ya no sabemos éha-
natural e inevitablet Casi cualquier historia de Éa sexuali-
dad es una historia de nuestras ideas -juzgadas más o problemas, y sus trritaciones son más dificiles de aHviar
menos verdaderas- acerca de la sexualidad, una historia que las producidas por los juicios morales discordantes
de nuestras instituciones - c o n sid eradas más o menos re- acerca de la sexualidad: me gu s tan l as irri t a cio n es pr o v o -
cadas por la fricci6n epistemológica. Se puede estar a fa-
sexualidad f u er a u n a b s o l u t o , un a con stante, exterior al vor o en contra de la perversi6n s la cuestión me importa
t tem o , c o i l a h i s t o r i a e l a s e x u 'dad exi 'era e poco en este contexto; el objetivo de mi críuca eyistemo-
lógica es el empleo mismo de los conceptos de sexuali-
sl cuH p u ed e p i v o tar n c a tr e hi storia. Ahora bien, iy s l a '=
dad-perversi6n. Con todo, la irritación no basta. D +e dar
propn sexu ad f u emjustoncn si unahiato s dala sexua- Éu«ar ttl>xahajttctfttco del~ ensannento sobre si ruismo.
lidad introdujera la discontinuidad en nuestro mismo ser u n trabajo sobre nuestros lhnites que nos psronta pmn n
y desgarrara la tranquilizadora estabilidad de una necesi- de forma diferente. Como dijo una vez Antoni Tápies, hay
dad supuestamente eterna'Éu éCuál sería el efecto de este que provocar un movimiento «queirritay, a la vez. puede
hacer refiexionar mucho a todoslos "bienpensados" que
rica de la sexualidad P se creen en posesión de la verdad».s Y, si somos afortuna-
~a r a e scÉÉÉíír la historia de una forma de pensamiento. dos, no será un efecto menor de este trabajo esa fricción
de un estilo de razonar, hay que recurrir a una perspecti- que nos permitirá establecer «una relación nueva y extra-
va y unos procedimientos analíticos que no son típicos de ña» con nosotros mismos.s
los histori gp g ~ eJcjs ~ jo s. L o que he llamado en
este libro e p i stemología histórica» es un intento de po- Florencia, 2 de j ulio de 2003
ner en prácttca esta pe y estos procedimientos en
relaci6n con nuestra experiencia de la sexualidad. El efec-
to pretendido es soltarnos de esa experiencia, despe-
garnos de ellad un modo e corroa su obviedad, en
palabras de Foucault, permitirnos el « e sprenderse de sí
mismo». No cabe duda de que este intento será irritante

3. Antoni TiÉpies, «El arte japonés y el culto de la «intperfécción»n, en


2. Me hago eco aquí de las observacionesde Foucault. «¹etssche, la Fnhr dklayea trad. Aurora Gmds, Madrid, Ave del Parfdsch2001, p. 138.
généalogie, Phistoire», en Diry sr eénh 1 1954-1975 Véase en especial 4. Micbel Foucault, «Préfaceijl ~t oir e de lasezuaiité"», cn Xjisy sr
la sección S de ese ensayo. séyirf Q 19yón19SS,París, Callijjuard. 2001. p. H03.
P RÓ L O G O A LA EDICIÓN ESP A Ñ O L A .

«Somos nuestra sexualidad~, o eso es lo que nos han


dicho una y otra vez. En cierto sentido, no cabe duda de
que se trata de algo evidente; no podemos pensamosni
pensar nuestra identidad psicológica más fundamental
1 .-'4k . .

sin pensar en nuestra sexualidad, en ese estrato profundo


y en ocasiones secreto de nuestros deseos que pone de
mani6esto el tipo de individuo que somos. Y el «triunfo»
de ias ciencias itumsnras radic~arecisamenteeen gq~ tan

el pape1 de la sexualidad en la formación de nuestra


• gg ial '':4 t

p erson a su usar parivilegüadq en el t corazóñ de nues-


t tavtZa s u ' .Nof uesóloen el sigio xixcuándosenos
ddudí "ecuatSe~te.. encareci a contar nuestros deseos, en el momento adecua-
do, en las circunstancias apropiadas, a la persona ade-
cuada, si quedamos revelarnos a nosotros mismos quié-
'- '4 da
nes somos en realidad. En otro sentido, por más que no
e dt a s tamindn ia descripciánda un pro emtu eattst
s~
e e rien 'a spta nene tjúa convenirse en ptoblemktica,dat
Íi. t t l ~du tio+ sd~ 9
'Sap
a que tette~
m y „ que descolgarnos yara qu e pierda su
QNí 'transparcncia y se convierta en un,objeto de análisis lna-
;. ~ : > t. t-.. r tórico f i losófico. Si, como observó Michel Foucault,
nuestra in vidualidad, nuestra identidad obligatoria, es
a . '@j~ iiataS~det
S ; WéiHgL" el efecto y el instrumento del poder -«somos individua4-
sados, en e ~ r el er m i smo»-,' no resulta me-
nos importante en términos históricos que esa individua-
lidad está, moldeada por un conjunto especí6co de

1. Michel Foucauit, stFolie, une queatiou du pouvoirta, Dio dpkHe J,


J9$4-JNS Patia, Callimar4 2001, p. 1531.

NC
fNDICE

~l ogo a laedicion esp


añola 7
ll
Nota del ttacfuctor .

L A APARIC I 6 N D E L A S E X U A L I D A D

& ólogo ... . . . . . . . . . . . . . 13


1. Ciérrense los cadáveres 25
2. El sexo y laaparición
de la sexualidad 65
3. Cómo hacer la historia del psicoanálisis: una
lecturade Trarensayospara una teoría senil
de Freud lll
4. El horror a los monstruos . 147
5. Estilos de razonar: de la historia del arte a la
epistemología de la ciencia
6, La epistemología de las pruebas distorsionadas:
problemas en torno a la historiogra6a de Carlo
Ginzburg 211
7. Foucault y el análisis de los conceptos. . . . . . . . . 261
8. Sobre epistemología y arqueología:
de Canguilhem a Foucault 281

Apendíoe Foucault, psicoanálisis y placer 301


'Notas. 3l l
Créditos 345
fndice onomástico 347
PRÓLOGO

Los ensayos reunidos en este libro han sido escritos


de forma más o menos independiente a lo largo de los
años. Todos eGos nacieron como conferencias y están
marcados por las ocasiones de su presentación. No he in-
tentado atenuar su tono oral, ni tampoco he suprimido al-
gunas repeticiones n ensayos relacionados.
Puesto que e n sayo-conferenci ha sido mi medio natu-
ral de expresi n, e resisu o el impulso de hacer que este
libro vaya en coñtra de la naturaleza. Si bien estos ensa-
yos pueden leerse de forma separada, pretenden apoyarse
mutuamente, y en muchos casos en un ensayo se desarro-
llan en extenso razonamientos insinuados en otros. Estoy
convencido de que existe una relación íntima entre mi
perspectiva filos6fica y mis interpretaciones históricas, de
modo que la divisi6n de este libro en dos partes diferen-
ciadas (ensayos 1-4 y ensayos 5-8) es artificial, por más
que no sea arbitraria. En realidad, lo característico de al-
gunas afirmaciones centrales de mi interpretación históri-
ca depende de la posici6n metodológica desarrollada, y
sin el enfoque específico de la epistemología hist6rica no
veo cómo habría sido posible el énfasis en lo hist6rico
que aquí se ha articulado. El aparato metodo16gico des-
crito en la segunda parte de este libro permite una aproxi-
maci6n muy particular a la historia de la sexuahdad, una
puerta que con frecuencia se oculta a los historiadores
de la ciencia y a los historiadores culturales de la sexua-
Mad. Para conseguir hacer visible y justificable esta cla-
se de historia de la sexualidad era necesario captar la
especificidad y las virtudes de lo que he denominado
La apccrición ck k decccccdidad
A oetet

epts~temo o~aeststdtteeg Ademis. desde nd punto de janteexposici6n. En La voluntad'ck saber, donde parece
' ta, el valor de inuckm de las afirmaciones metodo16gi- insistir en la continuidad del psicoanálisis con las técnicas
cas que realizo se ve directamente apoyado por el conte- de la confesión de la carne cristiana, Foucault se centra
nido de los ensayos históricos; las interpretaciones his- principalmente en los efectos de poder producidos por el
tóricas muestran, en un caso especifico, el abanico de psicoanálisis y en el inodo en que éste encaja con la larga
beneficiosque pueden derivarse de em perspectiva me- historia de las relaciones de poder puestas de manifiesto
to dológica. por la voluntad de saber. Apenas le preocupa la estructu-
En cada una de las partes del libro hay un ensayo que, ra conceptual o la estructura de las prácticas discursivas
a primera vista, parece alejado de los demás («El horror a peculiares del psicoanálisis. Los intereses arqueológicos
los monstruos» en la primera parte y aLa epistemología han cedido su posición privilegiada a los genealógicos.'
de las pruebas distorsionadas~, en la segunda). Si los pri- Sin embargo, incluso en este contexto, en el espacio de
meros tres ensayos trazan sobre todo la historia de los este pr61ogo, deseo señalar un pasaje de La t oluntad ck
conceptos y el razonamiento científico, me da la impre- saber que complica la interpretación que es posible hacer
sión de que el tipo de historia de las emociones esbozado de Foucault y que también debería ayudar a especificar
en «El horror a los monstruos~ es un intento de llenar un mejor una fuente de las diferencias entre mis afirmacio-
vacío en la ambición general de la primera parte; a saber, nes y las de Fou&ult, indicando al mismo tiempo que
comprender la constituci6n de nuestra experiencia de la nuestros enfoques no son, en el fondo, incompatibles.
normatividad y sus desviaciones. En «El horror a los Como observó el propio Canguilhem, el capítulo 4 de la
monstruos» desplazo la atenci6n desde la historia del ra- parte IV de La voluntad de caber contiene un importante
zonamiento científico sobre lo normal y lo patológico pasaje en el que Foucault establece una distinción entre
hasta la relación entre exposición científica y valoración el psicoanálisis y la psiquiatría médica del siglo xI x t al
moral y teológica. Nuestra experiencia de la normativi- como se había ido desarrollando. Al principio del capítu-
dad, estruct ur ada t ant o p o r l o s c o nceptos científicos lo Foucault discute el conjunto perversión-herencia-dege-
como por los juicios morales, debe situarse en más de una neración, del que dice que constituyó el «sólido n u cl eo
dimensi6n. de nuevas tecnologías del sexo» en el siglo xix y que ya
Una segunda cuestión planteada por los ensayos de la representó una importante transformación de los méto-
primera parte de este ' r o se refiere a mis afirmaciones dos practicados por el cristianismo, sin ser enteramente
acerca de psicoana is s , d e modo más específico, a si independiente de ellos.s A continuación procede a discu-
son o llo co on la actitud en apariencia muy di- tir lo que llama la «singular posición del p sicoanálisis»
ferente de Foucault hacia él. Coincido con Georges Can- ( dla position singuliere de la psychanalyse» ), aunque sus
guilhem en que aún no disponemos de una explicaci6n observaciones resultarán ininteligibles para el lector del
convincente y detallada de la relación de Foucault con el texto inglés, puesto que la traducción hace referencia a la
psicoanálisis y, de hecho, creo que sólo ahora, con la pu- «extraña posición de la psiquiatríap («the strange position
blicación de Die et ééntr y su recopilación de muchas dis- of psychiatry»).s El objetivo de Foucault es distinguir en-
cusiones breves pero cruciales relativas a la psiquiatría y tre psicoanálisis y psiquiatría, y afirmar que el psicoanáli-
el psicoanálisis, estamos capacitados para escribir seme- sis efectuó una «rupturap~ con respecto al «gran sistema de
La apanciopz do la scrualidad &dio

egen
la d eracióng. 4 Sean cuales sean las criticas que uno le en lahistoriografia d a r l o Gínzbur l an t ea preguntas
acerca del uso de las prue as que mnguna epistemología
haga en relación con esas tecnologías decimonónicas que
emprendieron la medicalizaci6n del sexo, fue el psicoaná- hist6rica puede permitirse pasar por alto, Es posible que
lisis el que «se opuso rigurosamente a los efectos políticos se perciba cierta tensión inicial entre este ensayo y los
e institucionales del sistema perversión-herencia-dege- que escribo desde la perspectiva de la tradición francesa
neración».s De modo coherente con los intereses genealó- de la epistemología hist6rica, como si estuviera atrapado
gicos de Foucault, en esta cuestión se observa sin ambi- entre dos concepciones irreconciliables de la evidencia, la
güedades su énfasis en las dimensiones políticas e prueba histórica e incluso de la verdad, una de las cuales
institucionales del problema, en l as del poder -por decirlo en los términos más burdos posibles- seria
que forman partedel régimen d biopoder Sin embargo, más o menos absolutista y la otra completamente rela-
' tivista. No siento ningún conflicto insuperable, como
incluso en ese nivel de análisis, análisis marca, se-
gún Fou yult, una «ruptura» con respecto a las tecnolo- algunos, entre mi admiración por la obra de Ginzburg y
gías políticas existentes. Aunque Foucault, a diferencia de la continua invocación a Foucault, y no creo que la distin-
mí, no s>~ cr e sa por la es ecificidad del marco concep- ción absolutista/relativista marque un hito de importancia
t us psicoanalítico, resulta not ue ]a ixstéma definitiva en lo que otros han convertido casi en una bata-
Ha maniquea. Coxxsidero e l a distinción relevante aquí,
~ erveratonnterencia-degeneración como punto de ruptu-
ra entre psicoanálisis y psiquiatría. Porque ese mismo sis- entre condiciones e v e z y condxcxoíies 8e posibilj.-
tema de perversión-herencia-degeneración representa dad,proporciona una
inicialmente percibida.'
ayudéis
crucial jara, aliviar 4 tensión
una discontinuidad fundamental entre psiquiatría y psi-
coanálisis no sólo en el plano de las tecnologías del po- Gis pregunrtas sobre la evidencia, la prueba y las pre-
der, sino también en el plano de las prácticas discursivas tensiones de verdad del ensayo sobre Ginzburg están re-
per se.El argumento del tercer ensayo, preparado en ex- cionadas con el problema de las condiciones zk validk
tenso I ri me r o, es que la noción psiquiátricade~s-
txnto sexu s un c o mponente básico del sistema perver- zerdadera,~ Las re nt a s s obre la v e rdad, l o s
x lazx.
sx n-herencia-degeneracion y que la refutación por parte onm
c~ to a e i r a aonar e oa o e p!tuioam n o uc i u t t taana
de Freud de dicha noción, no sólo política sino también están relacionadas con el r o blema de las copzdioionaz dk
conceptualmente, constituy6 desde la perspectiva de algo jazz' z z e cómo un enunciado se o n v ie~e en~can x-
parecido al análisis arqueológico de Foucault lo que ca- t~
bria considerar como una revolución en un estilo de razo- tinguir entre esos dos niveles de condiciones para inten-
nar. Foucault no realiza esta afirmación, puesto que no tar reconciliar la epistemología histórica con las dases de
era ésa la dimensi6n de análisis que le interesaba en La afirmaciones historiográficas realizadas por Ginzburg. Di-
voluntaddo saber,pe ro no dice nada incompatible con se- cho sucintamente, dentro de un espacio conceptual arti-
mejante razonamiento y. de hecho, deja espacio más que culado por un estilo de razonar -que permitirá una am-
suficiente para su articulación y defensa pliagama de enunciados que pueden ser verdaderos o
En la segunda parte de este volumena mi ensayo «La falsos- las condiciones de validez de un enunciado parti-
epistemología de las pruebas distorsionadas», centrado cular pueden ser bastante objetivas. En realidad, piense
18 L>r apanciónde la sexualidad

que„aunque el estilo psiquiátrico de razonar creó nuevas la obra de algunos historiadores; sin embargo, las motiva-
categorías de enunciados verdaderos y falsos, había den- ciones Rlosóficas de su obra coexistían con un interés vi-
tro de esas nuevas condiciones de posibilidad criterios tal por la escritura de la historia tal como la practicaban
acordados -así como un amplio consenso- sobre, por los historiadores.
ejemplo, el modo de determinar si la afirmación de que
alguien padecía una perversion sexual era cierta. Las con:f
diciones de validez para un enunciado particular pueden í Si me viera obligado a resumir mi aproximación a la
ser objetivas, independientes de los cambios políticos e,1 historia de la sexualidad -dejando de lado las cuestiones
ideo16gicos, incluso cuando uno mantiene a otro nivel í del horror y los monstruos- y si tuviera que decir cómo
que los estilos de razonar y los espacios conceptuales aso- • he utilizado la epistemología histórica en dicha aproxima-
ciados pueden -por más que de forma relativamente' ción -dejando de lado las cuestiones acerca de las prue-
rara- padecer una transformación radical. Cinzburg de- l bas-. supongo que diría algo como lo que sigue. No nació
sea combatir el punto de vista de que la verdad es una no- unas~ciencia deeasla sexualidad en el siglo xsx porque empe-
e ~ ss , s' cene as l
ción meramente ideológica, basada en intereses pohticos zaramos ayreoc~uarnoé por nuestra verdadera sexuali-
específicos y reducible a las relaciones de poder, como si dad, sino que fue la aparici6n de uná ciencia de la sexua-
la prueba hist6rica fuera una expresión superficial de las l~iZád la.que'híjo posibÍe, mclgso„.ine"vita
aíli que-ños
reláeie~es c(e fuerza. Kn la versión de la epistemología preocupáramos por nuestra verdadera sexualidad. De
hist6rica que he avanzado no veo nada que se oponga, en este modo, nuestra existenci se convirtió en una sexgstepg-
última instancia a los tipos de razonamientos desarrolla- eia,empapada en las promesas y las amenazas de la sexua-
dos en «La epistemología de las pruebas distorsionadas». lidad. La epistemología hist6rica intenta mostrar c6mo
Ni los estilos de razonar ni los espacios conceptuales son esta nueva forma de experiencia que llamamos «sexua-
simples expresiones de intereses sociales; y, como cabría lidad» está vinculada a la aparición de nuevas estructuras
por consiguiente esperar, mis exposiciones históricas ape- de conocimiento y, en especial, a un nuevo estilo de razo-
nas contienen historia social. Por esta razón encuentro neu' y a los conceptos empleados en él.
del todo inapropiada la etiqueta «construcción socialg Si en ocasiones da la sensación de situarse entre diver- •e

como descripción de mi obra. Cuando se Heva a cabo una sas disciplinas, este libro habrá conseguido uno de sus ob- 'le

distinción como la realizada entre condiciones de validez jetivos. Considero que la idea de que hay que mantener la
y condiciones de posibilidad, esa supuesta dicotomía in- pureza de las disciplinas académicas ha producido un enor-
salvable acaba por percibirse como mal establecida, fruto me despilf arro de energía..y una cantidad aún más enorme
de divisiones demasiado burdas e inapropiadas. de malas obras. Siempre emprendo mi trabajo desde la
Es cierto que muchos parecen creer que el uso de la filosofiae pero sin duda este libro se ha visto mejorado por
obra de Foucault exige el rechazo de lo que cabría consi- los escritos y las críticas de colegas ajenos a ella.
derar como una práctica más tradicional de la historia, un
punto de vista que no deja de sorprenderme por extrario
y que es contrario a cuanto oí decir a Foucault. Algunos
historiadores han rechazado a Foucault, Foucault rechazó
Las deudas contraídas durante la redacción de esta
obra son considerables. Algunos ensayos contienen agra- ®g
lggnr u gg
20

decimientos específico, pero no hay mejor momento que David Halperiny David Wellbery han desempeflado
éste para reconocer algunas de mis deudas no saldadas papeles importantes en el desarrollo inicial de algunas de
con lugaresy personas. Agradezco alCentro para las Hu- estas ideas. De no ser por el apoyo temprano de Ian Hac-
manidades de la Universidad de Stanford, al instituto king, y la ayuda recibida tanto de él como de sus escritos,
para las Humanidades de la Universidad de Michigan y al diflcilmente habría sido capaz de llevar a cabo este traba-
Wissenschaftskolieg de Berlín las becas que me han ayu- jo. Los debates con Hilary Putnam a lo largo de muchos
dado a continuar este trabajo. Estoy en deuda con la Uni- años han sido una inagotable fuente de inspiración. Du-
versidad de Chicago por su continuado apoyo a mi inves- rante los últimos cinco años, las interminables conversa-
t igaci6n. E l p e r sonal i n v estigador d e l a D i v i sión d e ciones telef6nicas con Jim Conant sobre cualquier tema
Historia de la National Library of Medicine me propor- imaginableme han proporcionado continuidad, cordura y
cion6 una ayuda crucial. un placer intelectual inagotable. Stanley Cavell ha desem-
Los historiadores de la ciencia Mario Biagioli, Lorrai- peñado un singular papel en el desarrollo de mi obra;
ne Daston y Peter Galison han desempeñado un papel aunque su influencia queda a menudo explícita en estas
importante a la hora de ayudarme a saltar los límites dis- páginas, es casi imposible indicar su profundidad o su ex-
ciplinales entre la filosofla y la historia de la ciencia. Las tensión. Entre mis colegas franceses quiero destacar a
conversaciones con ellos han contribuido de muchas for- Frangois Delaporte y Sandra Laugier por los años de fruc-
mas a la redacción de este libro. Por otra parte, Peter Ga- úferos debates. De modo más reciente, si bien mi obra se
lison fue en cierto sentido mi primer colega de verdad halla muy alejada de la suya, he sacado un enorme prove-
cuando empecé a darclases en Stanford, y nuestras con- cho dePierre Hadot, y me alegro de haber podido revivir
versaciones han continuado sin interrupción desde esa en estas páginas sus tempranos ensayos sobre Wittgens-
época. tein. Los estudiantes de la Universidad de Stanford, la
En Ia Universidad de Chicago, mis colegas del Depar- Universidad de Princeton, la Universidad de California en
tamento de Filosofía y el Comité sobre los Fundamentos Davis y la Universidad de Chicago, así como los públicos
Conceptuales de la Ciencia han creado esa rara atm6sfera de decenas de universidades, han tenido sobre esta obra
en la que es posible trabajar de verdad. Estoy especial- una influencia que me resulta muy dificil calcular.
mente agradecido a Dan Brudney y Jan Goldstein por mu- Extensas porciones de este libro se realizaron fuera
chos años de discusi6n sobre los temas de este libro. Son de Chicago: París, Florencia, Berlín, Barcelona, Lisboa,
ya veinte arios los que llevo beneflciándome del consejo Bío de Janeiro. Hace muchos años empecé a utilizar las
intelectual de Dan Brudney. Mis compaheros del conse- grandes librerías del mundo como sustituto de las biblio-
jo editorial y el extraordinario equipo de Cntk a/Inpc&y han tecas de investigaci6n. Por ello, estoy agradecido a Mar
proporcionado una combinaci6n de estímulo intelectual y zocco y La Libreria Francese de Florencia, La Procure y
divérsión sin la cual creo que ya no podría pasar. Tom Mit- Compagnie de París, Romanische Buchhandlung de
chell y Joel Snyder, y a menudo los dos juntos, han discu- Berlín, Laie de Barcelona, Livraria de Portugal de Lisboa
tido conmigo sobre prácticamente todas las materias. Sin y ContraCapa de Río de Janeiro por satisfacer &exentes
mis conversaciones diarias con Tom Mítchell, la vida coti- necesidades investigadoras. Por fortuna, la más extraordi-
diana habría sido mucho menos soportable. naria librería del mundo está a menos de doscientos me-
tros de mi apartamento en Chicago, y estoy profunda-
mente agradecido al Seminary Cooperative Sookstore, así
como a sugerente Jact Cella,por responder a innumera-
bles preguntas.
Pasé las partes más felices de la elaboración de este li-
bro en Travalle italia) ; y sin la hospitalidad y la generosi- LR Rp8X1ClOQ
dad de Arno16a y Renata Biagioh esa felicidad habría sido
para mí inimaginable. de la sexua1idad
Mis padres me han mantenido su apoyo incluso &en-
. te a idiosincrasias e inconvenientes no siempre fáciles de
sobrellevar.
Puesto que mi deseo de escribir libros se ve casi siem-
pre aplastado por mi infinito interés ante la lectura de B-
bros ajenos, debo en parte la existencia de este hbro a los
amigos que insistieron repetidas veces para que lo redac-
tara.Y no puedo dejar de mencionar los a5os de apoyo
intelectual y moral, así como la persistencia, de Lindsay
Waters.
Este libro está dedicado a dos personas: a Biane
Brentari, por todas las razones concebibles y a quien sólo
puedo repetir las palabras de Vergílio Ferreim eO voca-
bulário do amor é restrito e repetitivo, porque a sua mel-
hor expressao é o silencio. Mas é deste silencio que nasce
todo o vocabulário do mundo~; y a Michel Foucault, cu-
yos escritos, conversaciones y aliento fueron los primeros
que me hicieronpensar hace muchos anos que podría te-
ner algo que decir.
Ciérrense los cadáveres

En El nac&nienmdk la clíeinr, Michel Foucault rastrea


la aparición y los e c t os de Ia conunci6n de la anatomía
paaQ>gpc~ala mergicina c nica, y subiera
a%a i mp~ ~
de fa ' rimera como fundamento ' ara la descripción y cla-
s cacih de ias enfeggeda ed' A pnncipics deÍ ügló ssx.
aciones como las de Bouillaud en su PkiVarophie mé.
dicale determinarían el destino de la medicina:

Si haylrtun
s~
axioma
a
en me a, e s eses afirmación de
qugno existe enfermedad sin sede. i se admite la opinión
contrárina, seria menester admitir tambikn que existen fun-
ciones sin órganos, lo que es un palpable absurdo. La de-
termmación de la sede de Ias enfermedades, o su localisa-
ció
e e s una las más hermosas conquistas de la medicina
moderna.s

La historia de esta hermosa conquista está llena de


sorpresas e ironías y sus pormenores todavía tienen que
contarse. Sin embargo, podemos resumir el optimista y
revolucionario entusiasmo de los anatomopatólogos con
las palabras de Bichat:

Se habrán tomado notas de la ma5sna a la noche du-


rante veinte a5os junto al lecho de los enfermos acerca de
lss afecciones del corasón, los pulmones. la víscera gástrica,
y todo ello sólo aparecerá como confusión de síntomas que,
no vinculándose anada, o&ecerán un conjunto de íeuóme-
La aparición ck la senculidad Cidnsnss iss cedérrsrss
nos incoherentes. Ábranse algunos cacíáveresi enseguida ee rascomo enfermedades signi6caba crear toda una nueva
verá desaparecer la oscuridad que la observación por sí sola eépecie de individuos énfermos'y'alterar de modo radica1
no había logrado disipar.~ nuestras concepciones de nosotros mismos.
En esteensayo me centraré en las enfermedades de
así F u e «la r a n r u t u r a e n l a perversión sexual e intentaré mostrar cómo se entrelaza
historia de la medicina occidental data precisamente BP la historia de esta categoría nosológica con la decadencia
mom énto en quela~ex eriencia dinica se convierte en ia de la anatomía patológica. Los resultados de esta histo-
m~mr
a a~atomocKucay .d ria determinan algunas de n u estras nociones actuales
na e a s grandes rupturas de la historia de la psi- acerca de la enfermedad mental (como muestra, por
quiatría occidental se produce justamente durante la épo- ejemplo, el 3&nuul cfiagnckcico y sstmtsstico de la Asocia-
ca en que la mirada anatomoclínica se halla en contin~ ción Psiquiátrica Americana). Lo que es más importante,
@eclivg. La historia de la aparición en el siglo x' de lá~si- los efectos de esta historia han ayudado a determinar~
+
" quiatría mo disciplina médica autónoma -y, de mo8o modo en que nos cate o '68"hü mos, han
específico, su autonomía de la neurología y la patología
cerebral- es, en parte, la historia de ese declive. La anato-
con m o a n uestra actu e p istemología del yo. Todos
somos pervertidos en poten . C o m o ' oc u r h o estoV
mía pato16gica no podía servir a la psiqmatría como teoría
explicativa de los llamados trastornos o enfermedades
mentales ni como fundamento para la clasi6cación y des-
cripción de dichas enfermedades. Sin embargo, la gra- Resulta práctico dividir la historia de la perversión
dual y casi anónima desaparición de la anatomía patológi- sexual en tres etapas, dependientes cada una de ellas de
ca en la psiquiatría no es sólo la historia del dedive, una interpretaci6n diferente de aquello de lo que se con-
porque con estedeclive Hegó la proliferación de nuevos siderabaque eran enfermedades. Quizá sea mejor pensar
tipos de enfermedades y de las categorías de las enferme- cada etapacomo caracterizada por un modo o forma de
dades, una revitalización y revisión de las nosologías cu- explicación diferente, y que la tercera etapa supone una
yas consecuencias siguen marcándonos hoy.
nuevas categorías destac6 la clase de las ggkzg~4a4m
Estas ruptura decisiva con respecto a las otras dos, puesto que
inaugura un estilo de razonar completamente nuevo so-
~n c~ p Tg s u y o sRas e empío~ss s o b resaliexg~g a n bre la perversión. En la prim era etapa, la más breve, se
la perversión sexual y la histeri a. Aunque la esperanza de consider6que la perversi6n sexual era una enfermedad
que estas enfermedades funcionales sucumbieran ante la de los ér~ oy r e p r o d uctivos o sexuales. La segunda eta-
anatomía patológica se conservó hasta mucho después de pa,a pesar de reconocei enía pracüca clínica que lasper-
que no hubiera indicio alguno para ello, en la práctica clí- versiones eran anormalidades del ins~ t ~ al , i n sistió
nica, y más tarde también en la teoría, dichas enfermeda- en que la psico6siología del instinto sexual -y, por lo tan-
des fueron descritas como algun tipo de desviación fun- to,también de sus enfermedades- acabaría por ser com-
cional; en el caso de la perversión sexual, por ejemplo, se prendida, con los avances del conocimiento, en términos
estaba frente a una anormalidad o desviación funcional de neurofisiolotiia y neuroanatomia dei cerebro. Estas
dei instinto sexuaL ~dmidr desvtatdonea.fnnciontdes.pn: dos etapas expBmttvas compartutn úñ compronuso con ei
28 La nparieión A la s yyápd
dálidml

estilo de razonar anatomopatológico. La tercera etapa


puramente funcionales. Habría sido como admitir Funcim
consideró las perversiones como desviacionesíui~ciona-
nes sin 6rganos, lo cuaL como nos recuerda Bouillard, era
Jes puras del instinto sexual, no reBucibles a la p
ceróórrr a s peyversíonesasaron
p
atrioa
un palpable absurdo. Así, la infiuencia de ia anatomía pa-
a verse y srsmme en el
tológica siguió enmascarando el hecho de que ese palpa-
plano de la psícoloííís, no en el pleno más lleneraí de la
ble absurdo era ya una realidad. De hecho. las declaracio-
anatomía patológica El estilo de razonar psiquiátrico apa-
nes de esos anatomistas del cerebro apenas afectaron la
reció de Forma clara y definitiva en esta tercera etapa.
descripción y dasificación de las perversiones. Casi desde
Por supuesto, esta división estructural tripartita no
el momento mismo de la aparición de la psiquiatría como
coincide de modo preciso con la cronología histórica; las
disciplina académica, las enfermedades funcionales fue-
tres formas de explicación se mezclaron con frecuencia, a ron una parte reconocida de la experiencia dínica. Las te-
veces incluso en el mismo artículo. Sin embargo, es posible
orías sobre la neuropatología del cerebro no tenían tra-
distinguirlas, y hacerlo contribuye a nuestra comprensión.
ducción clínica, sino que formaban parte de un espacio
De modo más específico, la segunda y tercera etapas no se
conceptusl casi inútil. Así pues, aunque podemos y debe-
encuentran separadas por una línea divisoria que pueda mos distinguir entre las e r versiones como desviaciones
datarse con exactitud. En reahdad, ambas se superponen
ferme-
funcionales reducibles en t u n a mstincia a uná.en
hasta tal punto que muchos de los psiquiatras responsa-
Vacf cer~eral y las pexversiones como enfermedadesgug-
bles en mayor medida de nuestra actual concepción de las "s p@ras, si nos7iiamos en las descripciones de
non
perversiones estuvieron muy ligados a la hegemonía de la
qüiénes ga n por estos segundo y tercer modos de ex-
patología cerebral. De modo que, aunque por razones ana- plicaci6n, vemos que son prácticamente idénticas. La ver-
líticas e historiográficas debamos sepazm cuidadosamente
dadera ruptura, el nuevo estilo de razonar, tiene que m-
estas dos últimas etapas, en lo que se refiere al relato hist6- tuw s ~ ~ se p u n t o en q ucr„se,jntro ' ron juntos el
rico no cabe encontrar pn%8iVBfbmtan nítida
Entre l870 y 1904 la sicíuiatría s edó atrapada en- Q y sea
tínitinto sexu enfermedades funcion e . en -
Wermeááales funcíonaleá éran enféimedades d algo no
tre dos marcos conceptuales: en uno se alineaba con la
de un órganos sino de un instinto'
neurolo~ y e n el otro, con la fisí +oogía La mayor parte
de las categorías de enfermedades psiquiátricas, induidas
las perversiones, se vieron arrastradas en esa batalla por
el tipo de ciencia que debía ser la psiquiatría. El hecho de En uno de sus primeros artículos sobre lo que hemos
que la mayoría de los grandes psiquiatras europeos de fi- convenido en llama erversión'-es probable que el pri-
nales del sigo ux se hubieran formado como neueó~lo os +
mer artículo en frances=, eTdoctor Michéa trata el caso
significaba que rendían al menos un homeniié teórico a del sargento Sertrand, acusado de violar cádaveres de
su disciplina madre. Sin embargo, no eran sólo considera- mujeres.áí Aunque como en todos los debates anteriores a
ciones biográficas las que inducían a una constante apela- 1870 Michéa se preocupa especialmente por la cuestión
ción a las ciencias neurológicas. Durante este periodo, de la responsabilidad legal y moral de Sertrand sobre
ningttno de ellos sabría a ciencia cierta lo que significaba sus acciones, su artículo destaca porque examina de pa-
concebir enfermedades como la perversi6n en términos sada la clasificación de lo que denomina «les déviations
La aparición de la scnurlicfaci Ciérreiva lar urdúeene

maladives de l'appétit vénérien~. Clasifica dichas desvia- entie esos hechos y las tendencias femeninas que caracteri-
cionesen cuatro tipos,de acuerdo con su frecuencia: pri- zan a Ia mayoría de individuos atraídos por el amor gri ego
mero, el amor griego, el amor a un individuo del propio 4 gNa
sexo; seguro, efEestialismo; tercero, la atracci6n por un
objeto inanimado; y, cüarto, la atraccion pR cadáveres
N ada más natural que esperar que esas tendencias fe-
meninas tuviermi alguna base anatómica; y nada pocHa H%I
hnmaaos.' El artículo de Midiéa es importante porque constituir una base anatómica más apropiada que un úte- C
sostiene que Sertrand no sufría de vampirismo ni de mo- ro masculino. El útero, ese órgano femenino casi siempre c g/g
nomanía destructiva sino de alguna desviación del apeti-
to venéreo, algún tipo de monomanía erótica Los argu-
enfermo, era responsable también de desviaciones mas- C ®5
culinas.
m entos d e e st a c l ase fu eron c r u ciales a l a h o r a d e Aunque extraordinaria en algunos de sus detalles, la C~
proporcionar las bases para aislar las enfermedades de la forma deexplicación de Michéa no es tan singular como
sexualidad como entidades nosológicas diferenciadas habría cabido esperar. Escribiendo en inglés, J. G. Kier- C, a%I
y, por ello, para no reducirlas a simples efectos de otros nan subraya en 1888 los hechos biológicos de la bisexua-
procesos morbosos previos. Sin embargo, para nues- lidad y el herma&oditismo en los 6rdenes inferiores de la
tros propósitos, el aspecto más interesante del breve artícu- vida.'s Combinándolos con el hecho de que el embrión
lo de Nichéa es su comentario y explicación del clamor humano no está onynalmente diferenciado, Kiernan pro- C. ~
C
griega»,alque dedica, con mucho, el mayor espacio. (Be pone exphcar las perversiones sexuales de acuerdo con
hecho, Michéa afirma que en los archivos judiciales s61o un cprincipio de atavismox ;»
consta un caso anterior de atracción por los cadáveres
humanos, laenfermedad supuestamente padecida por
Sertrand.) Tras sostener que el amor griego debía consi-
( La bisexualidad original de los antepasados e la rasa
puesta de manifiesto en los rudimentarios órganos femeni-
e~
derarse una desviaci6n enfermiza del apetito venéreo, nos del varón no dejará de ocasionar reversiones funciona-
Michéa se pregunta qué podría explicar ese extraflo tras- les, cuando no orgánicas, en el caso de que las manifesta- C'
torno. Su explicación se basa en la obra de %eber, un ciones mentales o flsicas se vean interferidas por l a
profesor de anatomía y fisiología que acababa de descri- enfermedad oel defecto congénito.» C
bir con gran detalle la localización y anatomía del «útero
masculinox fel utrículo prostático]. Míchéa seflala que la O, como loexpresa más adelante:
descripción de 'Weber del útero masculino ya había sido Ose
C
utilizada con éxito por Akermann para explicar el caso de Es posible que nazcan hombres con genitales externos
un hermafrodita.®Sobre la base de esa aplicación con femeninos y viceversa. Los animales inferiores son bisexua-
C,
éxito,Michéa conduye: les, y los diversos tipos de hermafroditismo son xeversiones C
más o menos completas al tipo ancestral.~
Si esos hechos anatómicos.se verifican. si, sobre todo,
se llegara a descubrir que.el útepo. masculino puede tener Vn aio más tarde en el Nadícul and S~c a l k e porer, C
un mayor o un menor desarrollo, quizá podría jusuficarse C. Franlr. Lydston amplía las observaciones e hipótesis de
entonces el establecimiento de una relación de cauealichd Klernan:
La a 'ci6n dr le sendnliádgá Ciknvuc lar endáiueper

A1 hombre y la mujer sanos les cuesta comprender vertidos hasta alguna Qagrante deformidad (o deficien-
cómo pueden proporcionar gratiñcación las prácticas del cia3 fisica de los órganos reproductivos, con lo cual se es-
pervertido sexuaL Sin embargo, examinado a la luz de la re- tablecería entre órganos y funciones un vínculo causal
versión de tipo, el tema es mucho menos desconcertante. claro y epistemológicamente satisfactorio. La anatomía
~se induciendo ia eaplicacidn suprema.
En absolutodebe sorprender que eldesarroUo defectuoso,
o detenido, de los órganos sexuales se halle asociado a la Los médicos encontraron gran consuelo en este bru-
/ perversión sexua4 y cuanto más se aproxiiaa el individuo al tal fisicalismo e insistieron en el poder de su ciencia para
¡ tipo de desarroHo fetal existente antes del inicio de la dife- explicar induso los actos más singulares. Su actitud que-
renciación sexual, más marcada es la aberración de la da exPresada con claridad Por Lydstons cuyo artículo se
'~, sexualidad.'g presentó originalmente como una conferencia clínica en
el Colegio de Médicos y Cirujanos de Chicago. El si-
Ya eea el mayor desarroHo del utero masculino o el guiente es un pasaje sinóptico:
p desarrollo faHido de Ia diferenciación sexual, cuarenta
años después de Michéa, Lydston persiste en las explica- El tema se ha tratado hasta fecha reciente sólo desde el
ciones anatomopatológicas de las perversiones. H ideal punto de vista del moralista, y, desde la escasa disposición
'éxplicativo aquí ee el del hermafroditísmo 6sico. Puesto del médico cienBñco a estudiarlo, el desgraciado conjunto
e era natural suponer que todos tr a s t ornos del com- de individuos caracterizados por una sexualidad pervertida
i ortamiento tenían una base organica y o q u e las ma-
' estacioües 'del *comporchixiTento en"cuestión eran enfer-
ha sido considerado a la luz de su responsabilidad, moral
más que como eknppgtzp ck gdpg
ckfecm pgdpgagl~coy ce gpdnl No
medades de la sexuahdad, parecia inevitable que los cabe duda deque es mucho menos humillante para nos-
propios órganos sexuales fueran las sedes de Íü perver- otros en tanto que átomos de la estructura social poder atri-
éioües; Ywowra' eh modó' ülguno'
casual que la inmensa buir la degradaci6n de esos pobres desgraciados a una cau-
míyoría de loe casos clínicamente constatados de perver sa ñsica, más que a una depravaci6n deliberada sobre la
sión fueran casos de cinetinto sexual contrario» u homo- que tienen, o deberían tener, control vohtivo. Incluso para
sexualidad. Los órganos masculinos Hevaban a un com- el moralista debería resultar satisfactoria la idea de que una
portamiento masculino y los órganos femeninos, a un gran proporción de los pervertidos sexuales son Ssicsmente
comportamiento femenino. Si se investigaba la anatomía anormales más que leprosos morales [...] el pervertido sexual
Ig5 de los órganos, la ciencia del comportamiento se cons- suele ser una aberración Ssics, un lgdtggt
pauaugra»
truiría sobre una base segura Lo que nunca quedó daro
fue cómo ese ideal explicativo del hertna&oditismo físico La mayoría de los casos de mstinto sexual contrario
daría cuenta de las demás perversiones. Sin embargo, comentados en la bibliograíia médica decimonónica re-
esas otras perversiones eran tan raras en comparación con gistran de modo explícito la anatomía de los órganos
el instinto sexual contrario que podían ser teóricamente reproductivos de esos desgraciados pacientes. Y, para
despreciadas, al menys-al-principio, sin gran problema. consternación de los anatomopatólogoe, la conclusión es
Este estilo simple d4 anatomía patofPgj~ca retendía ras- casi siempre 1a misma: órganos genitales, normales; nin-
trear las anormalidades del comportamiénto de los per- guna malformación ílsica de los órganos reproductivos.

• ssss
P"'
Cierrerm ks cedéocrm ~pcEtgg

*: . ~
El hermafroditismo fisico no podía explicar la homose- La patología cerebral se encuentra todavía hoy en gran
xualidad en mayor medida que cualquiera de las otras medida en la misma situación que la patología de los órga- ~ gg
perversiones. Este burdo nivel de la ciencia anatómica nos torácicos antes de los tiempos de Laennec. En lugar de ~" gg
resultó ser, en este ámbito, un espacio explicativo inútil.
Julien Chevalier había llegado a la sorprendente conclu-
proceder en cada caso a partir de los cambios en la estructu-
ra delórgano y lograr deducir de modo preciso la produc-
4 ee
sión correcta al escribir de la «inversión sexual' en 1885: ción de los síntomas a partir de los cambios en el tejido, gg
<cSe caracteriza p~ l á - ausen " " les i o nes anatomopato- debe enfrentarse muy a menudo con síntomas de los que w /g'
lógicas de los 6rganos sexuales».' Para sobrevivir a esta
a sombrosa afixmacihnJa.angt~ a p a tolggi ~ nía q u e
apenas puede dar una sede aproximada y sobre cuyo modo
de origen lo ignora todo. Debe atenerse a los fenómenos ex-
gg
retirarse. Y ensegiuda encontré en el cerebro el lugar ternos y establecer los grupos de enfermedades de acuerdo
donde refugiarse. con algo común y característico en los síntomas de forma C gg
completamente independiente de su base anatómica.»
C, ®
Griesinger admite que,aunque en muchas enferme- ieg
En la segunda edición de su influyente libro Die Pa- dades de demencia el cambio anatómico del cerebro «no
rhelogk cuuf Therapie der psyehisehen Xrankheiten [Patolo- puede demostrarsetodavía de forma ocular por la anato-
gía y terapia de las enfermedades psíquicas], %'ilhehn mía patológica su basé ásiológica es universalmente ad-
Griesinger, titular de la primera cátedra de psiquiatría de mitida».» Y reconoce con &anquezs, al principio de su ca-
A lemania y fundador de la Anlü e ~ P~ unHe cauf Nn pítulo sobre las formas de enfermedad, mental, que «una ws '
ven&ankh~ em p e zaba con la
siguiente aármaiióni ciasiácación de las enfermedades mentales ds aeuank con
ea naamrieza-esto es, de acuerdo con los cambios an'a.~-
El primer paso hacia el conocimiento de los síntomas micos del cerebro que se encuentran en su fundamento-
[de la demencia] es su localización: La qué órgano penene- resulta, en el momento actual, imposible».so
cen los síntomas de la enfermedad' hQné órgano debe ne- Refiriéndose a enfermedades de la sexualidad casi
cesaria e invariablemente enfermar donde hay locuras La veinte años más tarde, Paul Moreau, un destacado cronis-
respuesta a estas preguntas es preliminar a cualquier avan- ta francés de las aberraciones, aárma:
ce enelestudio de ls enfermedad mental C
Los hechos ásiológícos y patológicos nos muestran que Ls excitación genésica, física o psíquica, es el resultada C
ese órgano sólo puede ser+ cerebro> por lo tanto, rea>no- de una exaltacibn especia( fisiológica o patológica, resul-
cemos íuadamentahnente $ en-todhs los casos.de enferme- tante de Is localísacíón o la extensión de un auténtico pro-
dad mental unaacción mórbida de/se órgano.iy~ ceso mórbido hasta un centro de las funciones genitales.
Sin embargo, i,dónde se encuentra ese centros Kn el cbr-
Menos de diez páginas más adelante, comentando el tex, el cerebelo, ls médulas
estado del conocimiento de la anatomía del cerebro, Sobre este punto confesamos nuestra ignorancia y re-
Griesinger continúa: petimos con Esquiroh no sabemos nada.i '
W" yg
®g
Ciéírsppss ks aufápjsrer

Y de nuevo, más de veinticinco años después, Emil ~in anua a esta hipótesis porque cree a pie juntijjas ios
Kraepelin, en la séptima edición de su manual de psiquia- enunciados de esos neuropsiquiatras y considera que
tría, insiste: constituyen la historia completa. No me cabe duda de
que Griesinger y sus descendientes habrían respondido
El principio necesario en d conocimiento de lss enfer- como indica esta hipótesis.ss Sin embargo, sus propias res-
medades mentales es una deñnici6n precisa de Ios distintos puestas dedaradasno constituyen un índice preciso de las
procesos patológicos. En la solución de este problema de- circunstancias históricas. En ese momento de la historia
bemos qxpnocer, por un lado. los cambios íjjsicos del córtex de la psiquiatría s6lo ciertos tipos de enunciados acerca de
y, por otro, los síntomas mentales asociados con ellos, Has- las enfermedades mentales podían calificarse de verdade-
ta que no sepamos esto no podremos comprender la rela- ros o falsos; no todos los enunciados constituían un candi-
ción entre los síntomas mentales de la enfermedad y los dato posible a la categoría de verdad o falsedad.sq En con-
procesos Risicos m6rbidos que subyacen a ellos ni, de he- creto, las explicaciones de los estados m6rbidos tenían
cho, las causas de todo el proceso patol6gico. [...] A juzgar que referirse a órganos; cualquier explicación de otro tipo
por la experiencia en medicina interna, el fundamento más no es que fuera falsa, sino que no entraba en el ámbito de
seguro para una dasiñcación de este tipo es el que brinda la lo verdadero y lo falso. Una explicación que no intentara
anatomía patológica. Por desgracia, las enfermedades men- por lo menos localizar anatómicamente la enfermedad
tales presentan hasta la fecha muy pocas lesiones con carac- formaba parte de la teología más que de la cieuciass Pues-
terísticas distintivas evidentes y, además, existe una extre- to que se creía que había diferentes enfermedades de la
ma dificultad para establecer una correlación entre los sexualidad,y puesto que esas enfermedades no podían
procesos niórbidos mentales y Ssieos.ss explicarse por defectos en los órganos reproductivos, el
único órgano susceptible de proporcionar una explicación
He reproducido estas afirmaciones„separadas por era el cerebro. La hegemorúa de la a 'a cexebral fue
cuarenta y cinco años porque nos presentan un problema consecuenciatanto de una complicada red de condiciones
importante: /cómo debemos entender esta obsesión por epistémicas y conceptuales como de la evidencia empírica
la anatomía del cerebro asociada como está a la constante En realidad, para esos primeros psiquiatras, no parece que
admisión de su inutilidad teórica y cúnicaV Una hip6tesis valiera prueba alguna contra la proposici6n de que las
ingenua es que a finales del siglo xtjt, tras los trabajos de peiversiones sexuales tenían un origen en la enfermedad
Paul Broca y otros, la anatomía cerebral empezaba a resul- cerebral. Siempre se encontraba una explicación convin-
tar íructífera Según esta interpretacións aunque la patolo- cente para las autopsias que no demostraban las lesiones
gía cerebral quizá no era todavía util en la dasificación y patol6gicas que habrían constituido esa prueba; sin lugar
exphcació n de las enfermedades mentales, esos médicos ' a dudas, los cambios necesarios en la estructura del cere-
sabían que con el paulatino progreso del conocimiento bro eran «tan sutiles que con los instrumentos corrientes
científico no tardaría en seta teórica y dínicamente, de la no podían ponerse de manifiesto en la autopsia».ss Cual-
mayor importancia Por tanto, existían buenas pruebas so- quier prueba obtenida tenía que situarse dentro del mar
bre las que basar una predicci6n optimista acerca del po- co establecido de la anatomía patológica. Afirmar de
der exphcativo de las ciencias del cerebro. He llamado modo explícito que las perversiones sexuales u otras en-
Le apnncién de hr seeualiduo' Ciensnse ku cudiíoervs

fermedades mentales eran funcionalmente autónomas de1 nos menos sus pruebas que su estilo de exphcación y su
Cerebro habría sido pasar de la verdad básica al palpable marco epistémieo. El propio Benedikt era a veces cons-
absurdo, algo más allá de la mera falsedad.s~ ciente de ese marco:
El dominio epistemológico de la anatomía patologica
sobre la psiquiatría quizá quede ilustrado con el libro Es obvio que lss observaciones aquí reunidas son el re-
Anaromisehe Sradien an Ferbreeher-@@himen [Estudios sultado de ls convicción a r i o r i de que el delincuente
anat6micos con cerebros de delincuentes] de Moriz Be- constitucional f«eigen 'che»] es un individuo lastrado
nedikt.ss En él Benedikt r epr o d uce, con extraordinario [abelsstetes»]; que mantiene con el de1ito la misma relación
detalle, los resultados de sus investigaciones sobre la es- que mantienen su pariente más cercano, el epiléptico, y su
tructura anatomiea de los cerebros de veintidós delin- primo, el idiota, con su estado encefslopáticoP'
cuentes.De acuerdo con la creencia de que pensamos,
sentimos. deseamos y actuamos en función de la cons- Esta convicci6n a priori es la e c rea el marco para la
trucción anatómica y el desarrollo fisiológico de nuestro neuro st 'a a. pe r v e rt t o sex u n o e s un m v l uo
cerebro, Benedikt espera que sus disecciones de cere- menos astra o que el delincuente, el epiléptico o el idio-
bros de delincuentes suministren «las piedras funda- ta. No sé cuántas investigaciones se realizaron con cere-
mentales de la H i s t o ria Natural del Delito~.ss Examina bros depervertidos; pero debería sorprendernos más que
los cerebros de 'versos tipos de e c u entes de diferen- no existieran esas disecciones que lo contrario. Dada la
tes razas: ladrones habituales, asesinos, un falsificador de concepción teórica exphcita de la perversión común en
biQetes,un hombre que mató al marido de la concubina la época, el tipo de investigación anat6mica de Benedikt
de su párroco a instancias de éste y muchos otros. Sea habría constituido la herramienta explicativa y diagnósti-
cual sea el interés de los detalles de las presentaciones, su ca ideal.
condusión es sorprendente: Con todo, he afirmado que la anatomía patológica no
inQuyó de modo sustancial en la descripción elínica y la
LO S C E R E B R O S DE LO S D E I I N C U E N T E S P R E S E N - elasificaci6n de las perversiones. En realidad, la única
TAN UN A . DESVIACI ÓN CO N R E S P E C T O AL T I PO N O R persona que intent6 una clasificació de las perversiones
MAL, Y L O S D E L I N C U E N T E S T I E N E N QU E S E R V I S T O S sobre una base anatómica fue Paul~Ma ~an, un distingui-
CO M O UN A VA R I E D A D AN T R O P O L Ó C IC A D E SU E S P E - do psic61ogo clínico y colaborador ocasional de J.-M.
CIE, A L M E N O S E N T R E L h s RA K AS CULTI V A DAS.ss Charcot. En una presentación ante la Sociedad Médico-
Psico16gica en 1885, Magnan dividi6 las perversiones en
Hoy la idea de que los dehncuentes son una variedad cuatro tipos, con la esperanza de que su clasif i c ació ana-
antropológica de su especie, debido a sus cerebros atípi- t6micacontribuyera a reducir la confusión que rodeaba a
cos,nos parece extravagante. Sin embargo, Benedikt en- esas aberraciones.» Las perversiones debían entenderse,
contró poca extravagancia en sus resultados. Interesado según él. como l ) espinales, 2) cerebroespinales pos-
por la desviación delictiva, y partiendo del marco de la te-riores (ninfomanía y satiriasis), 3) cerebroespinales
anatomía patológica, eneontr6 las «pruebas~ necesarias anteriores (instinto sexual contrario) y 4) cerebrales an-
para la condusi6n lógica. A nosotros deberían interesar teriores (erotomanía). Por insatisfaetoria que fuera en
40 La aparición ck la seyayalidad' Ciemense los ~ es

última in stancia, al menos la clasificaci6n de Magñañ un instinto sexual se les escapara de las manos. El propio
apuntaba en la dirección correcta, suponiendo, por su- Cxiesingerhabía dicho que «no hay nada incoherente en
puesto, que la anatomía patológica fuera tan útil como intentar descubrir en ciertas partes del cerebro la sede de
siempre se había aFirmado. Sin embargo, incluso en ma- los instintos sexuales».ss Y Kra6t-Ebings en Psyehoyathia
nos de Magnan esa clasificaci6n era más nominal que real. sezxsalis, afirma que el instinto sexual es una función del
Su explicaci6n de por qué las diferentes perversiones es- c6rtexcerebral,aunque admite que aún no se ha demos-
taban clasificadas de ese modo era muy superficiaL y sus trado que ninguna región definida del córtex sea la sede
clasificaciones tenían, a lo sumo, una infiuencia mínima exclusiva de ese instinto.sii Especula que, puesto que exis-
en la presentaci6n de casos. Magnan era más conocido te una estrecha relación entre el sentido olfativo y el ins-
entre sus colegas por su extensa descripción del instinto tinto sexual, esos dos centros tienen que estar juntos en el
sexual contrario (cinversion du sens génital» ) y por su c6rtex. De hecho, acepta las observaciones de Mackenzie
vinculaci6n de esa pexversión con la degeneración; en ese de que los masturbadores son propensos a las hemorra-
sentido, sus puntos de vista eran bastante comunes y su
obra seguía una larga línea de predecesores, iniciada por
iiias nasales y de que hay afecciones de ia naria que re- /~ en
sisten obstinadamente todo tratamiento hasta que se eli-
Carl Westphal.ss De hecho, Falxet, comentando la presen- mina la enfermedad genital concomitante (y causal)~ s'
tación de Magnan de 1885, nomenciona su supuesta da- De todos modos, aparte de estas observaciones bastante
sificación anatómica, sino que insiste (como Magnan) en vagas,Krafit-Ebing no apoxta nada que ayude a detexmi-
la importancia del carácter hereditario de las perversio- nar el fundamento anatómico del instinto sexual o que in-
nes. Aunque ladasificaci n e Magnan fue adoptada por duzca a creer que era realmente posible encontrar lesio-
algunos psiquiatras &ancesess no tuvo gran repercusión.sd nes cerebrales claras asociadas a las enfermedades de ese
Su dasificación nunca se impuso y nadie ofreció en su lu- insulto.
gar clasificaciones anatómicas más complejas. El intento
de Magnan surgió más de una necesidad teórica que es en términos funcionales, no anatómicos. Sin semejante
como resultadode una percepci6n o una evidencia autén-
ticas. El suyo fue el último esfuerzo por mantener viva la conceptual para clasificar ciertos fen6menos como per-
anatomía patológica v ersiones o enfermedades del instinto. Y el pr opio Ri -
chard von Krafit-Ebing, como mostraré, entendía el ins-
t into s exual d e e s t e m o d o f u n c i o n al; s u a n a t o m ía
El mejor modo de comprender la obsesi6n del siglo patológica no es más que pura apariencia. Uno de los re-
xu o la er ve r s ión es e xaminar a i d e a de m s tin o conocimientos más explícitos de la importancia de esa
sexual,porque, como e dicho, la concepción realde la descripción funcional del instinto sexual, descripción
perversión que subyacía al pensamiento cúnico era la de compartida por todos los trabajos clínicos importantes
una enfermedad funcional de ese instinto. Es decir, las sobre la perversi6ns aparece en el libro Des dxyxomahes de
perversiones sexuales eran pre ' te la clase de en- linsxinessessuel esenyaricuhe" sionsdu sens genxsal
fermedades que afectaban al ' stinto sexu . o r supues- d e M. P. Legrain, publicado 18 9 6 :
to, los anatomopatólogos no dese an que la noci6n de
42 Lu ar i ción de hr seruulidad' Cikrwse hv cecfueew

1 instinto sexus u n f en6meno fisioló 'co en todo W sólo una parte del espectro cromático, y del mismo modo
Q I
ser e vt a. s una necesidad de orden ge- que podía uno volversesordo, tener un oído anormal-
ne y ,en ons a, resu ta mu us c arle una o - 6 mente sensible o ser capaz de oír sólo ciertos tonos, tam-
za na concreta e o rga-
n>amo us e e e staento a s a rtesy en nin n [...j Por o
Q j bién ese sexto sentido podía verse disminuido, aumenta-
do o pervertido.Lo que Moreau esperaba demostrar era
tanto, ese instinto es independiente e a propia estructura que su sentido genital tenía funciones especiales, diferen-
de los órganos genitales externos, que son s6lo lnsÍxumen- tes de las funciones atendidas por los otros 6rganos, y
tos al servicio de una funci6n, como el estómago es un lns- que, al igual que con los otros sentidos, ese sexto senti-
I
trumento al servicio de la funci6n general de la nutrición.ss do podía estar psíquicamente perturbado sin que estuvie-
ra dañado e l c o r r e cto d e sarroll o d e o t r a s f u n c i o n es
Al reconocer la supeditaci6n de los órganos genitales mentales, afectivas o intelectuales.~ Una demostraci6n
a la función del instinto sexual, Legrain explicita algo de como la de Moreau resultaba esencial para aislar las en-
lo que en 1896 nadie habría dudado. Y al afi
rmar que la fermedades de la sexualidad como entidades nosológicas
sede del instinto sexual estaba en todas partes y en nin- daras.
guna, nos decía que buscáramos sus enfermedades en to- El CbfordEnghsh Dictionury informa de que el primer
d as partes y en ninguna. Este «en to ar tes nin g u n a» uso médico moderno ' glés del concepto de e r ver-
tenía a veces un nom bre más común en los de ates psi- si6n se produjo e 842 n la o b r a 3EedicalLe r i c on e
quiátricos;era conocido con el nombre de ersonuhdad. Robley Dunglison: «exvenion: una de las cuatro modifi-
Una comprensión funcional del instinto permitía ais ar un caciones de lafunción en la enfermedad; siendo las otras
conjunto de trastornos o enfermedades que eran pertur- tres el aumento, la disminución y la abolición».~' La no-
baciones de las funciones especiales del instinto. Paul ciones de perversi6n y funci6n están inextricablemente
Moreau (de Tours), en un libro que influy6 en la primera unidas. En cuanto se ofrece una caracterización funcional
edici6n de la Psychopathia seréis de KraíR-Ebing, sostu- del instinto sexual, las perversiones se convierten en una
vo que los datos dínicos obligaban a aceptar como algo dase natural de enfermedad; y sin esa caracterización no
absolutamente demostrado la existencia psíquica de un hay realmente espacio conceptual para ese tipo de enfer-
s exto sentido, que él denominó el sentido e ss Aun- medad. Fueran cuales fuesen las palabras de la anat:omía
que n o u o n de un sentido geni p u e de parecer ridícu- patológica ofrecidas por él y o t ros, resulta claro que
la, la caracterización de Moreau fue adoptada por dínícos Krafit-Ebing entendía el instinto sexual de un modo fun-
franceses posteriores, y Charcot, entre otros, conserv~óu cional. &bucli dér PsychicuHe PVlanual de psiquia-
expresió se n r g e nira om o t r a d u cci6n de nuestro~ains- tría -Ebin m ues t r a inequívoco en su afirmación
txnto sexu » st e l co n + a re Semcalnnpgndungde Carl de que a vt a r es e nta dos instintos l a autoc o n ser-
estph s e c o nvir ti6 en inoersiun ab ser i cal El senfi- vación y el de a sexualidad; insiste en que la vida anor-
do genital es sólo el instmto sexu d i s frazado con pala- resenta mstmtos nuevos, aunque los instintos de
bras diferentes. Su caracterización como sexto sentido la autoconservaci6n y la sexualidad «pueden reducirse,
fue una analogía útil. Del mismo modo que se podía ser incrementarse o manifestarse con perversión>.~s El instin-
ciego, tener una visi6n aguda o ser capaz de discriminar to sexual se comparó a menudo con el instinto de auto;
C~ lee nm6m~

conservación, que se manifestaba en el apetito. Kn una Durante la época de maduración de los procesosSsio-
sección titulada +Perturbaciones de los ínstintos». Kra6t- lógicos en las glándulas reproductivas, surgen en la con-
Ebing empieza comentando las anomalías de los apetitos, ciencia del individuo deseos que tienen como propósito la
que divide en tres tipos diferentes: los incrementos del perpetuación de Ia especie (instinto sexual). f...] Dada
apetito (hiperorexia), la reducción del apetito (anorexia) la oportunidad de satisfacción natural del instinto sexual,
y las perversiones del apetito, como un «auténtico impul- toda exíeesión de él que no ee corresponda con el pxepósi-
so por comer arañas, sapos, gusanos, sangre humana, to de la nauualeza -es decir, la propagación- debe ser con-
etc.~/s Semejante clasiílcación es exactamente lo que ca- siderada perversa.~
bría esperar de una comprensión funcional del instinto.
Las anomalías del instinto sexual se clasi6can de modo si- La psiquiatría del siglo x' a doptó quedamente esta
mQar como de expresión reducida o ausente (anestesia), concepción de la función del instinto sexual y con fre-
anormalmente incrementada (hiperestesia) y perversa cuencia se consideró tan natural como para no necesi-
(parestesia); además, hay una cuarta clase de anomalías tar explicitación. No es en absoluto evidente por qué el
del instinto sexual que consiste en su manifestación fue- sadismo, el masoquismo, el fetichismo y la homosexua-
ra del periodo de los procesos anatómicos y patológicos lidad deben ser tratados como especies de la misma en-
en los órganos reproductivos (paradoxia).~ Tanto en su fermedad puestoque no parecen tener rasgos esenciales
Lehrbuch dar Pgrckiarris como en Pzychoputhcessxaalu; comunes.~~ No obstante, si se considera que la función na-
Krafft-Ebíng divide las perversiones en sadismo, maso- tural del instinto sexual es la propagación, resulta posible
quismo, fetichismo e instinto sexual contrarío.'s ver por qué todos ellos se clasi6can como perversiones.
Con el Gn de detemunar con precisión qué fenóme- Todos mani6estan el mismo tipo de expresión perversa, el
nos son alteraciones o enfermedades del instinto sexuaL mismo tipo básico de desviación funcional. Por eHo, esta
hay que especi6car taxnbién, claro está. en qué consiste la comprensión del instinto permite un tratamiento uniñca-
función natural o normal de dicho instinto, Sin sabercuál do de la perversión, encuadrar en el mismo tipo de enfer-
es la funcx n n et n , o nada contaría medad naturalun grupo aparentemente heterogéneo de
como alteración funcional. No habría un criterio de prin- fenómenos.~s De haber negado alguien que el instinto
cipio para incluir o excluir una conducta de la categoría sexual tenía una función natural o que esa función era la
nosológica de perversión. Pox lo tanto hay que creer pri- procreación, las enfermedades de la perversion, tal como
mexo que existe una función natural del instinto sexual y las entendemos, no habxían entrado en la nosología psi-
luego creerque esa función está muy determinada. Ca. quiátrica.
bría pensar que cuestiones tan trascendentales como és» Ya he indicado que la mayor parte de los iníormes clí-
tas fueron objeto de un amplio debate durante el auge nicos de perversiones del siglo xxx fueron casos del llama-
decimonónico dela perversión. Sin embargo, de forma do instinto sexual contrario y he ofrecido una hipótesis
harto notable, semejante debate no aparece. Se produce para explicar el motivo de que esto fuera asL En el resto de
una unanimidad tácita sobre el hecho de que ese instinto mi comentario de la bib
liografía médica sobre la perver-
tiene una función natural y sobre cuál es esa función. En sión me concentraré en esos casos, pues las otras formas
esto el punto de vista de Krafft-Ebing es representanvo: de perversión exigen un tratamiento separado (que oíre-
ceré más adelante). Podemos situar cómodamente el ori- cológica de la homosexualidad de Vestphal es, en reaUi-
gen del insunto sexual contrario en tanto que categoría dad, la transformación psiquiátrica de una comprensión
diagnóstica me xcopsxco gxca en 1870. con la publica- previa, aunque no médica, de este trastorno. Karl Hein-
ción del artículo de Carl Westphal «Die contrire Sexua- rich Ulrichs, un abogado de Hannover, había alcanzado
lempfindung» en Archiva r Psgchiarrie u' N eroen&an- cierta mala fama con su descripción autobiográfica del
kheiten. L a r el a c i on d e W est p h al c o n l a an a t o m í a instinto sexual contrario publicada a mediados de la dé-
patológica no le impidió dar la ximera definición moder- cada de 1860. Ulrichs dio el nombre de urnings a quienes
n a de homosexualidad. Creía que el instinto sexu c o n - padecían esos deseos, y supuso que un alma de mujer ha-
trarxo era una perversión congénita del instinto sexual y bitaba en un cuerpo de hombre /anima muliehrisin eirili
que en esaperversión auna mujer es Gsicamente una mu- cerpere inciusag.» Y, por supuesto, a lo largo de las déca-
jer ypsicológicamente un hombre y, por otra parte, un das de 1870 y 1880, se produjeron las obligatorias afir-
hombre es Rsicamente un hombre y psicológicamente una maciones anatómicas de que esos deseos eran producto
mujer.~sLa he califi cado de primera definición moderna del «cerebro de una mujer enel cuerpo de un hombre
porque presenta una caracterización puramente psicológi- y delcerebro de un hombre en el cuerpo de una mu-
ca de la homosexualidad y, alejándonos de las precarias jer'.ss Estas tres ideas de la conducta sexual hacia el mismo
especulaciones explicativas de Westphal, nos proporciona sexo representan tres lugares centrales en los que se consi-
la concepción cóinica de esa perversión que opera en casi deraba que residía el fenómeno: el alma, el cexebro y la psi-
toda la bibliografia médica posterior. Los números si- e ahdad.Y, aunque no siempre ~mth secuen-
guientes de Archio publicaron informes similares de ins- cia histórica, tanto la teología como la anatomía patológica
tinto sexual contrario, y algunos de los más importantes y la psiquiatxxa aprovecharon su oportunidad de pretender
trabajos iniciales de Kraíft-Ebing aparecieron en esa re- ofrecer una exphcación completa de los deseos perversos.
vista. La importancia de una descripción psicológica de la
Con la publicación del artículo de Charcot y Magnan homosexualidad queda ampliamente ilustrada por la P~
en Archieesae lVeurologieen 1882, no tardaría en apode- chePashiu ~ i r.
rarse de Francia una epidemia de instinto sexual contra-
río como la que había asolado Alemania%> Un caso italia- Tras la consecución del desarmllo sexual complete, en-
no apareció en 1878;>x y el primer caso inglés en l8819s tre los elementos más constantes de la autoconeiexxcia del
Este último caso fue señalado por un médico alemán y al- individuo se encuentran el conocimiexxto de represexxtar
gunos psiquiatras ingleses no lo consideraron «una con- una personalidad sexual clara y la conciencia del deseo, du-
tribución al estudio de este tema por parte de la ciencia raxxteel período de actividad fieiológica de los 6rganos re-
inglesa».sx En 1883, J. C. Shaw y G. N. Fems, en el Jorn- productivos (p rodu
cción de semen y ovulaci6n), de reali-
al o@f 1Y~ eusandiUensalDiseases resumieron todos los zar actos sexuales correspondientes s esa persoxxaHdad
casos alemanes, franceses, italianos e ingleses y concluye- sexual; actos que, consciente o inconscientemente. tienen
ron que se habían documentado dieciocho casos de ins- un pxop6sito procreador .
tinto sexual contrario, a los que añadieron uno más, lo Con el inicia del desarrollo anatómico y foncioxxal de
que elevaba el total a diecinueve.~ La caracterización psi- los 6rgaxxos generativos, y la éliferenciacióxx & forma xehti-
Cicnvpcsc 1accucfdorper

va a cada sexo que loacompaña (tanto eu el muchacho I. Con el sentimiento homosexual predominante hay
como en ht muchacha), se deearroHsn loe rudimentos de un hueHas de sensibilidad heterosexual (hermafmdí-
sentimiento mental correspondiente al sexo.6P tismo psicosexual).
2. Inclinación exclusiva por el mismo sexo (hcuno-
Con este retrato de uaa personalidad sexual clara en sexualidad).
la mano. KraSt-Ebíng dice del instinto sexual contrario: 3. Toda la existencia psíquica está alterada para
amoldarse sl sentimiento sexual anormal (afemi-
Ee sólo una anomalía pccíquíce, porque el instinto sexual namiento y viragiaidad).
en modo alguno ee corresponde con loe caracteres sexuales 4. La forma del cuerpo se aproxima a lo que está en
primarios y eecundacioe. A pesar del tipo sexual plenamente armonía con el sentimiento sexual anormal. Sin
diferenciada, a pesar de lae glándulas sexualee normalmen- embargo, no llegan a producirse transiciones a
te deserroHadas y actives, el hombre ee atraído sexualmente herma&oditas ec
por el hombre, porque tiene, de forma consciente o no, el
instinto de la hembra hacia él, o viceversa.68 Es importante destacar aquí que los grados o tipos de
homosexualidad se diferencian de acuerdo con rasgos
El instinto sexual normal se expresa en una personali- psíquicoe, ea concreto, el grado presente de sensibilidad
dad o un carácter de6aidos; lostrastornos funcionales del o sentimiento homosexual. Sólo la forma máe grave y se-
instinto se expresarán como aaomalías psíquicas. Puesto verade homosexualidad está acompañada por cambios
que se consideraba que eI instinto sexual compartía rasgos somáticos e incluso esos cambios están subordinados al
somáticos y psíquicos, cabía esperar que cualquier anorma- sentimiento sexual anormaL
lidad funcional del instinto se manifestara psíquicamente. Esta com rensión funcional/ e i c oló c a d el instinto
De este modo, esos trastornos funcionalee y la psicología sexual contrario no esta tad a a la bibliogr m e ca
poseían una estrecha relación. Como dice Albert MoO: Re m sna de ia época En 1896, Legsain avisaba de qee no
«Para comprender el impulso homosexual debemos consi- se cometiera un error acerca del auténtico sexo Pe sétze
derar el instinto sexu n o como un en m eno separado de oraig de un «uranista». Aunque haya aldo inscrito al nacer
las otras funciones, sino como una función psíquica».ee como hombre, si en sus contactos con los hombree tiene
los sentimientos que los hombres suelen tener hacia las
írenética, se realizaron muchos intentos de proporcionar mujeres, es una mujer.es Las características psioológicae,
clasi6caciones detaHadae de diferentes grados y tipos de expresiones del instinto sexual, son decisivas para Ia ca-
homosexualidad. Los psiquiatras no se contentaron con racterización de Ios sexos:
categorías simples, sino que subdividieron lae perversio-
nes en innumerables tipos, de modo que el mundo psi- Y esta diferenciación psíquica es un hecho de unpor-
quiátrico no tardó en estar habitado por una plétora de tancis primordiaL porque según mi opinión en ella sola
seres extraños.< Kra6t-Ebing creía que, «clíaica y antro- descansa la categorización de los sexos; en la medida en
pológícamente», había cuatro grados de desarrollo de la que no es un hecho completosel individuo ee eexuabaente
hom
osexuahdad: neutro, cualquiera que ses eu estructura geuitel 68
50 Ciénmu l er aukítIerW'

Esta prioridad de lo psicológico proporcionó algunas su dictamen s otros más cualificados. Sin embargo, la prác-
de las condiciones necesarias para enunciadoa como los de tica clínics ya había constituido las perversiones como en-
Kraep
ebn: fermedades, y para cuando se libraron del dominio de la
anatomía patológica ya eran una parte reconocida de la no-
Ea más frecuente [el instinto sexual contrario ] eu cier- sología psiquiátrica. Esta recedencia de la ráctica clínics
toa oficios, como entre decoradores, camareros, sastres de con res ecto a la teoria se ve o enteconfirmada po la
mujeres; tambiéa entre gentes de teatro. Moll afirma que Asociación Psiquiátrica Amerlcan< cuyo Mc@vQctldktjpccklt-
las ~ aon a menudo homosexuales.® coy erArdárcko pretende ser teóricamente neutral' S in em-
bargo, esa neutralidad teórica posee pocos principios y ea
Resulta evidente por lo que dice a continuación que expansiva; en realidad, su expansividad depende en parte
Kraepelin no cree que los oficios mencionados sean cau- de su falta de principios. Según una interpretación sencilla,
salmente responsables de ess perversión del instinto ssnciona el punto de vista según el cual son enfermedades
sexuaL sino que, una vez se manifiesta las anomalías psí- todo aquello que los psiquiatras tratan como enfermeda-
quicas de la perversi6n, se tiende a elegir el oficio más des. EQué no será pues enfermedad' Ls Asociación Psi-
apropiado a ellas.a~ Con observaciones o ést a s, la quiátrica Americana reconoce como trastorno psicosexual,
muerte de ls anatomía pato g i cs es a s egurada. entre otras cosas, ls escatologís telef6nica. Además. loa fe-
no e os ec not es e e s t a i li og r a fia nómenos no exhiben su categoría de enfermedad s una vi-
psiquiátrica temprana sobre la perversión es que no propo- sión no instruida. Considerar algo como enfermedad supo-
ne ningún marco explicativo para dsr cuenta de lssenfer- ne haceruna clasifi cación teórica.Ls esperanza de leer lss
medades puramente funcionales. Ninguno de los autores enfermedades directamente de lsnaturaleza, de manera
que conozco sugiere nunca que esas enfermedades llama- independiente de la teorís, es tsn ingenua en términos filo-
das funcionales no sean auténticas enfermedades, no for- sóficos como sospechosa en términos históricos.
men parte del legítimo ambito de la ciencia médica. No Uno de los primeros intentos generales de proporcio-
obstante, al mismo tiempo, no había todavía un concepto .nar un marco ex licativo para lss enferm de sf unciona-
claramenteformulado de enfermedad en elque encajaran les es e cu o e M o r ton Prince de 89 8 «Habit Neu-
con facilidad. La práctica clínica apareció primero; ls teorís r oaes as True Functional Diseases».a r i n c e c o n si d er a
explicativallegó rezagada mucho después. No cabe duda toda lsclase de enfermedades para lss que no hsy cam-
de que laa circunstancias se ven complicadas por el he- bios anat6micoa de tipo diferente s loa que se producen
cho de que todos esos primeros autores expresabsn lealtad en la salud ga perversión sexual es una subclase de enfer-
s la anatomía patológica; pero ni siquiera después de que ls medad funcional). No sorprende que sus explicaciones
snatomís patológica se hubiera revelado como un &acaso sean de naturaleza plenamente psicológica, puesto que se
explicativo, se pregunté la psiquiatría si esas perversiones basan sobre todo en las leyes de la asociación. En pocas
eran realmente enfermedades. Una opci6n clara habría palabras, su teoría s a que o s e n m e nos pueden
sido sfirmsr que, justo porque no había cambios anatómi- quedar asociados con tanta fuerza que su ocurrencia si-
cos aubyacen tea s lss perversiones, éstas no podían consi- multánea sea automática, ind e n d ientemente dela voli-
deraracenfermedades, y que lospicos tenían que dejar ci6n. Pensaba que se nos podía
62 C~ d ldd cockottw

mediante un proceso de educación enseñar a responder a


nuestro entorno o estímulos internos de tal modo que se UI
generen sensaciones dolorosas o efectos motrices indesea-
bles. f...j Los fenómenos motrices, sensoriales o de otro En su innovador ensayo sobre el problema filosófico
tipo dolorosos (desagradables, indeseables) así desaaolla- tradicional de la mente de los otros, Stanley Cavell con-
dos constituyen la supuesta enfermedad.ss duye diciendo:

Se refiere a enfermedades como las neurosis de hábito, No sabemos si la mente está mejor representada por el
neurosis por asociación„neuromímesis o enfermedades 'fenómeno del dolor o por el de la envidia, resolviendo un
funcionales auténticashs Kl marco de os e so r - rompecabezas o por un zumbido en los oídos. Un hecho
prendente similitud con el intento d Si Ud natural que subyace al problema filosóñco de la intimidad
<recurrir a la psicologíax para explicar esa otra gran er- es que el individuo elige ciertas experiencias para que re-
medad funcional, la histeria. Las explicaciones de Freud presenten su propia mente -ciertos pecados, vergüenzas o
también se basan en los efectos de las asociaciones en la sorpresas agradables- y luego considera que su mente (su
génesis de los trastornos mentales y se publicaron en fran- yo) esdesconocida en la medida en que acu experiencias
cés cinco años antes que el artículo de Prince.~ Ambos ar- son desconocidas.~
tículos ayudan a culminar el proceso gradual mediante el
cual a s i u iatría se inde endizó de la neurolo 'a s e La psiquiatría del siglo XIX consideró que la sexuali-
a cercó en cam io a sic o l ' e o es tos os elem- dad era el modo en que mejor se representaba la mente.
plos (hay otros s p ara no ser acusado de afirxae que no Conocer la sexualidad de una ersona es conocer a esa
había teorías de enfermedades funcionales. Lo importante ersona La sexuali a es la re s ión de la forma indivi-
es que las teorías de ese tipo se desarroHaron post facto, u al dela personalidad. Y para conocer person ad ,
después del reconocimiento, en los manuales psiquiátricos ara conocer a a ersona, y que conocer sus anom as.
al uso, de toda una nueva categoría de enfermedades. Esas ing e as t ante respe
nuevas enfermedades aparecieron en toda su extensión en
la práctica clínica y, silenciosa, anónimamente, se convir- Estas anomalías son alteraciones elementales muy im-
tieron en parte de la nomenclatura psiquiátrica. El efecto portantes, puesto que la &tctioiituelidad mental dnd c ce
de este reconocimiento sereno y tranquilo iba a ampliar en gnuaparse ~ bu a ia d d edibilidactdnxunlP~

gran medida la terapia y la intervención psiquiátricas. La


psiquiatría no se ocuparía sólo de las formas extremas, los La sexualidad individualiza, lo convierte a uno en un
límites de la condición humana, como la locura, sino que tipo específico de ser humano: sádico, masoquista, homo-
todo el territorio de lo antinatural y lo anormal se converti- sexual, fetichista. Este vínculo entre sexualidad e indivi-
ríaensuprovincia Yn h aríafaltaes rarlos Tmrdnsa os dualidad explica en parte la pasión con que la psiquiatría
pnnr una teorí sneuaP de Freu a ra darse cuenta de e investigó las perversiones. Cuantos más detalles se tienen
ese terren o co e r a tan comun como cantinaturab; na- sobre las anomalías, mejor se es capaz de penetrar en la
die escaparia ya a a u r a a psiquiatnca. individualidad oculta del yo. La segunda edición del li-
54 Lu uparicián ck la sexualidud Cikrense ioecedáeerer

bro del doctor Laupts sobre la homosexualidad anuncia algunos de cuyos contrastes más interesantes ofrezco a .
los trece primeros volúmenes de una Sibliodeepce des Per- continuación. En la pederastia, «la manera de sentir y ac-
versiora Sezuellee.~~ En esta obra puede leerse sobre las tuar en cuestiones de amor sigue siendo masculina, la in-
perversiones que uno quiera, puesto que recopila toda la clinación por las mujeres existe en todas partes» y W apa-
información posible sobre las verdades más profundas riencia externa siempre es masculina; las tareas y los
del individuo. hábitos son viriles»; por otro lado, en el uranismo, cla ma-
nera de sentir y actuar es completamente femenina: se ve
VII
acompañada de envidia y odio hacia las mujeres» y «la
La preguntaque ahora deseo formular e Qxubo per apariencia externa se vuelve a veces enteramente femeni-
' vera o s antes tuna parte del st Por ext r año na; los gustos, costumbres y actividades son los de una
que pueda a r e cer, la res uesta es «no» a p e r versa n mujer». Además, «la pederastia puede a veces estar re&e-
y os pervertidos fueron un mvento e razonamiento psi- nada yreprimida mediante un vigoroso esfuerzo de vo-
quiátrico y de las teorías psiquiátricas que he repasado. luntad>, mientras que ela pasión uranista excede el ámbi-
(Me limito de nuevo al caso de la homosexualidad, pero to de la voluntad>. Por último, «la pederastia es un vicio o
podría contarse una historia similar para las demás per- profesión que debería ser reprimido y prohibido por la
versiones.) No deseo que se me interprete mal: las re- ley, la prostitución masculina debería estar estrictamente
laciones sexuales entre miembros del mismo sexo no prohibida»; en cambio„«ei uranismo, en tanto que defor-
empezaron en el siglo xtx; la homosexualidad como en- midad moral innata, nunca puede ser castigada o perse-
fermedad del instinto sexual, sí. No puede comprenderse guida por la ley; con todo, sus manifestaciones tienen que
la importancia de estas nuevasenfermedades de la sexua- reprimirse de modo necesario, en nombre de la morali-
lidad simplemente combinando el instinto sexual contra- dad pública, si bien cabría juzgar sus manifestaciones
rio con la sodomía. La sodomía era una categoría legal, como una expresión de un estado mórbido, una suerte de
definida en términos de cierta conducta p e cífica; el so- dolencia mental parcial».» stos pasajes dejan claro qué
domita era 'eto 'udicial de la le sexua- diferentes se consideraban la homosexualidad y la sodo-
' i ca e l i n stinto, de a
ed mía. Lahomosexualidad era una enfermedad, una «per-
sensibilidad, que no podía reducirse a meros t rminos con- versión» estrictamente hablando, mientras que la sodo-
ductuales. El «contrare Sexualemp6ndung» de Westphal mía era un vicio, un problema de la moralidad y la ley,
es literalmente un sentimiento o sensación sexual contra- sobre el que la medicina no tenía conocimiento especial.
rio,en donde la noción de conducta desempena, a lo La distinción crucial en este ámbito de investigación fue
sumo, un papel subsidiario; el h e aciente realizada por Krafft-Ebing:
médico de la psiquiatría. Los psiquiatras siempre se preo-
cuparon de ts gu i r con esmero la sodomía de la homo- La perversión del instinto sexual [...] no debe confun-
sexualidad; el libro de Laupts da cuenta de los puntos de dirse con 1a perversión en el acto sexual; puesto que éste
vista de D. Stefanowski, representativos de los intentos puede ser inducido por condiciones que no eesn psicopato-
de diferenciar entre ambas. Stefanowsln oírece una com- 16gicas, El acto perverso concreto. por monstruoso que
paración pormenorizada de la pederastia y el «uranismo», pueda ser, no es clfaicamente decisivo. Con el fin de dife-
Ciéívware he cmkíeem

renciarentre enfermedad (perversión ) y vicio (perversi- xual puede utilizarse al margen del propósito de la natu-
dad), hay que investigar toda la personalidad del individuo raleza en la relación de los sexos (es decir, la procrea-
y el motivo original que conduce al acto perverso. Ahí se ción) y utiliza aquí el concepto de cvoluptuosidad contra-
encoxxtrsrá la clave del disgxxóstico.'~ natural».xs De modo que no es que Kant guardara silencio
sobre la cuestión de Ias desviaciones sexuales, como si
Todo psiquiatra que escribiera en esa época recono- fuera objeto de alguna reticencia previctoriana, sino que
'
cía la diferencia entre perversió e d o r mks las condiciones epistémicas y conce tuales necesarias
que también admitiera ensegux a que a menudo resulta- ara or m a r n o e aen
ba dificil distinguir entre ambas. Sólo un minucioso y de- d ad» no se an t o av í a , y la antinaturalidad no podía
tallado examen podía ayudar a determinar que tal pacien- ser vista e mo o mequxv co con la lente de la medicina
te era un auténtico pervertido y no sólo alguien malo o mks que cualquier otro problema fundamentalmente mo-
malvado. Antes de la última parte del siglo xxx, las cues- raL La reasignación en la reglamentación de las perversio-
tiones relativas a la perversidad sexual no estaban envuel- nes, desde el derecho/la moralidad hasta la medicina, no
tas en silencio o secreto, sino que eran analizadas funda- era sólo una nueva división institucional del trabajo; era
mentalmente en t r atados de fxlosofia moral, t eolo í a señalar una transformación fundamental y la inaugura-
moral y juris rudencia, y no en eHüZito de la me 'cina. ción de formas com letamente nove a
Vnnuen ejemplo es a obra de Imxxxanuel Kant. Además lizarnos a nosotros mismos.
de sus tres grandes críticas a la epistemología, la filosofia perversxon no era una enfermedad que acechara en
moral y el juicio estético, Kant escribi6 casi sobre cual- la naturaleza, a la espera de que un psiquiatra con dotes de
quier cuestión filos6ficamente interesante. Su Arx ropolo- observación especialmente sagaces la descubriera oculta
gía en sentido pnrgmarxeo (l798) contiene un comentario en casi todas partes. Era una enfermedad creada por una
sobre la enfermedad mental en la que distingue entre hi- nueva comprensión (funcional)de la enfermedad, un
pocondría, manía, melancolía, delirio y otras formas de cambio conceptuaL un cambio del razonar, que hacía po-
perturbación mental.» Sin embargo, ni una sola palabra sible intexpretar diversos tipos de actividad en términos
sobre perversi6n sexual aparece en parte alguna de ese li- medicopsiquiátricos. No había ninguna entidad mórbida
bro, aunque hay capitulos sobre las facultades cogxxítivaz natural que descubrir hasta ue a practxca ca sx
las facultades del apetito. el temperamento, el carácter, así trica se a xnvent . s a p e rversx n no e ca n d i d ata a en-
como una sección sobre el carkcter de los sexos. De todas
Formas, las cuestiones del sexo no escaparon a la pluma instinto sexuaL y no hubo posibles enfermedades del ins-
de Kant, porque si nos dirigimos a un libro pubhcado un tinto sexual antes del siglo xxx; cuando la noción de enfer-
año antes, La doexrina ek le oercra4que es la segunda parte medades de este instinto pierda los últimos restos de do-
de la Mera~eu de lw eoerxxxmbres,descubrimos que Kant minio sobre nosotros, libraremos al mundo de todos sus
consagra todo un apartado a la «deshonra de sí mismo pervertidos.sx
por la voluptuosidad» en su capítulo «E1 deber del hom- Por supuesto, no niego ni por un momento que la psi-
bre para consigo mismo, considerado como un ser ani- quiatría del siglo x' creyera estar descubriendo una en-
mab.» Además, considera explícitamente si el poder se- fermedad real y no inventándose una. Muchos de los li-
58 Lu tl pddinp' E
d« la s«Elddlíddtld

bros que he comentado incluyen capitulos enteras que estado psicopatológico grave al que se enfrentó la psi-
intentan demostrar la presencia de esas enfermedades a quiatriadecimonónica. La degeneración funcion6 como
lo largo de la historia Moreau, por ejemplo, tras una de uno de los lazos centrales entre lo que Foucault ha llama-
esas excursiones hist6ricas, insiste en que ya no necesita- do la anatomo olítlca del cu c hu m anop la~h ío l í ó ea
mos adscribir esos libertinajes a la ira de Dios o la rebe- dela 'on.ssDes e estp a hasta Charcat,todos
lión de Satanás contra Dios. Podemos examinarlas ahora consi eraron que la perversión sexual era un ejemplo de
desde un punto de vista cientifico, conforme can las «ideas esta omnipresente degeneración. XraKt-Ebing consideró
modernas».sx Esta reinterpretación particular de la histo- que las anomalías funcionales del instinto eran «signos
ria fue parte de la «medicina retrospectiva», tan destacada funcionalesde degeneración s' Kraepelin, en un gran es-
durante el siglo xix y que consistía en la reinterpretaci6n quema clasificatoxio de la psicopatología. colocó el instin-
de fenómenos pasados malcomprendidos de acuerdo to sexual contrario bajo la categoria general de «estadas
con categorías médicas.ss Charcot, por tomar un ejemplo psicopatológicos constitucionales (demencia de degene-
famoso, fue otro de los practicantes de esta medicina xevi- ración)» Es Una ventaja de considerar la perversión como
sionista, y su Les Démoniapccr ckpEElara, escrito can Paul un estado degenerado heredada era que, según esa hip6-
Richet, sastiene que las representaciones artísticas de la tesis, resultaba díficil dudar de que fuera una auténtica
posesión demoniaca sons en realidad, representaciones enfermedad. Puesto que se pensaba que la etiología de la
de la histerias' De modo que no debe sorprendernos en- pexversión era constitucional, independiente de la volun-
contrar repetidas afirmaciones de que esas pexversiones tad y la educación, en principia la distinción entre perver-
sexuales se ven a lo largo de toda la historia Sin embar- sidad y perversi6n podía trazarse con facilidad. Sin em-
go, esas afirmadones no deberían entretenerno; todo lo bargo, junto con esta clara ventaja de permitir -incluso
que encoxltralnas antes del siglo xtx son descripciones de exigir que la psiquiatría tratara la pexversi6n como una
la sodomía, como confirma la lectura de esas descripci - enfermedad aparecióun desafortunado inconveniente
one predecimonónicas. La e r v ersión es un fenómeno «desde un punto de vista 'sociíd y terapéutico».íís Result6
completamente moderno. natural suponer la imposibilidad de modificar una dolen-
cia heredada y congénita, y así la teoría de la de enera-
c ión condu'o al «nihilismo tera éutlc o a ses r an z a
soc».» n pala rasde aepelin: «No cabe concebir
Deseo comentar de forma breve un último problema t~rata ento de una anomalía como ésa, que se ha desarro-
antes de extraer algunas condusiones. Uno de los con- llado c e l d esarroll la p e r sonalidad y tiene su ori-
ceptos vinculados con mayor &ecuencia a la pexversi6n gen e o profundo de ell l cómo era posible justifi-
sexual es sl de lo~de enerado. Este concepto procede ds car la lntervencl n psiquiátri c en un caso donde, en
B. A. Morel, quien lo lntdupreta como una desviación insa- téxminos teóricos, no podia haber gran eficacia terapéutí-
na del tipo normal de humanidad; una de Ias característi- caP Puesto que no había esperanza en el intento de tratar
cas esenciales de la degeneraci6n es su uansmisibilidad a esos pacientes, la psiquiatría corría el riesgo de parecer
ere lt a r l a. a t eor l a neracl n se utl o c o m o severamente limitada en el modo de ejercer su conoci-
marco pseudoexplicativo para prácticamente cualquier miento y poder sobre las pexversiones. A. von Schrenclt-
Lu a ar iciórxde la scraalidad Cibrvar« las cada«r«r

Notzing fue quizá el primero en sostener en detalle que ría, canoeran las perversiones en realidad vicios en lugar
las infiuencias externas y la educación eran, en realidad, de enfermedades, perversidad en lugar de auténtica per-
los factores etiológicos más importantes en la génesis de versiónWs Y, de ser así, aparecía la dificultad adicional de
las perversiones.ss Trat6 a treinta y dos pacientes homo- justificar la intervención psiquiátrica. cómo podía la psi-
sexuales por medio de la sugesti6n hipn6tica y descubrió quiatría interferir de forma legítima en problemas pu-
que el 70 c/o experimentaba una gran mejoría y el 34 Vo se ramente morales; no debía limitarse a las auténticas en-
curaba.ss Como afirma en el prefacio de su libro: fermedades mentales, al ámbito de la ciencia médica>s
La matriz del poder/conocimiento psiquiátrico se vería
Los resultados Favorables obtenidos en urvxingr «con- maximizada en el caso de que cupiera afirmar tanto que la
génitos» con tratamiento psíquico en estado hipnótico me ersi6n sexual no era congénita como que era una en-
pusieron ante la alternativa de suponer que la sugestión es e x no mtervencx
capaz de infiuir sobre las anomalías congénitas de la mente sería eficaz; si era una enfermedad, sería necesaria. Justo
o demostrar que en la idea de homosexuahdad hoy predo- en este punto fue donde Prince se basó en su teoría de las
minante el factor hereditario está sobreestimado, en detri- neurosis de hábito y las enfermedades funcionales autén-
mento de las hxfiuencias educativas.~ cas. rexa que co e l e man caer que pe r versxon,
aunque adquirida,era una enfermedad, había que de-
Von Schrenclx-Notzing eligió, sin dudarlo, esa última mostrar que los hábitos intensamente cultivados podían
posibilidad, subrayando que a Ios individuos que pade- acabar volviéndose automáticos, independientes del con-
cían realmente instintos sexuales contraxios les resultaba trol de la voluntad. El pervertido se encontraba así sujeto
cómoda la teoría de la herencia, porque «constituía una a «ideas y sensaciones imperativas reales».xcc
excusa muy bien recibida para su peculíarídad».» Von
Schrenck-Notzing afirm ó que el objetivo de su libro era La analogía con lo que ocurre en otros campos del siste-
demostrar qu e «esos in d i v i d u o s perverti dos se podían ma nervioso podría llevar a entender que, mediante una
convertir en mi e m b ro s útiles de la sociedad» y esperaba constante repetición (cultivo), los sentimientos y las accio-
que su o b r a «abr i era a q u i enes trabajaban en el te r r e - nes sexuales acaban por asociarse y se desarrollan hasta
no de la terapéutica sugestiva un campo nuevo y produc- convertirse en la clase de actividades nerviosas casi automá-
tivo d e activi dad y esfuerzo hu m a no».ssM orton Pri n c e tiesa e en t o ncess e vue ven c u ca m e nte indepen ' e n -
también reconoci6 que la teoría educativa de las perver- tes de a voluntad o,en otras palabras, en una psxcosxs.
siones ofrecía «esperanza y posibilidades», posibilidades
de una intexvención terapéutica con éxito que aportaran Prince pudo pues sostener que, de acuerdo con esa
ese optimismo social que siempre ha sido una parte im- teoría, depende de la «contraeducaci6n sustituir los pro-
portante de la psiquiatría estadounidense sv Sin embargo, cesos mórbidos por otros sanos». les ajo la rúbrica de
Prince insistió también en que la teoría de que la perver- contraeducación podía incluirse casi todo lo que uno qui-
si6n era adquirida, debida al efecto de la educación, el siera, y de este modo la psiquiatría se encaminó hacia una
mimetismo inconsciente, l u el e'em le. regulación disciplinaria ilimitada de la vida sexual. Esta
~ teoría de la perversión como enfermedad adquirida indu-
etcetera, erua sus propxos inconvenienes. Segun esa teo-
Lnopo
siciónck la scnuzlidect ! Ci~ /ar c edíáoerm 63

cía a abandonar por completo el ámbito de la anatomía


patol6gica y a instalarse firmemente en la psicología Mor-
! siempre acompañado de la conciencia de la morbosidad
del estado. 1ss Ser-Hasificado como pervertido podía alte-
ton Prince, al fin y al cabo, fund6 la revista Joxovxal ogAb- rarlo todo, desde la concepción que uno tenía de sí mismo
nonna/Psyclio/o@y (l906) y la Asociación Psicopatológica hasta el comportamiento o las propias circúnstancias socia-
Americana (1910). La personalidad sexual se cre6 para les. E incluso los que no somos pervertidos hechos y dere-
controlar mejor el cuerpo. chos hemos tenido que reconcebir nuestros yoes; cual-
quier pequeña desviaci6n del instinto sexual puede ser
señal de una inminente perversión. Todos somos x v e r t i-
IX
dos en otencia. La perversión como posible mo o e s er,
Immsnuel Kant sostuvo cpxe nunca podemos conocer como categoría posible del yo, es el legado de la psiquiatría
el yo tal como es en sí mismo, sino sólo como se nos apare- del siglo xxx. La noción de perversión ha penetrado tanto
ce.'ssKant pensó que podía ofrecer una deducción que en nuestro marco de categorías que ahora es tan natural e
mostrara las categorías determinadas e inmutables a través indudable pensar en uno mismo como pervertido como lo
de las cuales se nos aparecería todo, incluidos nuestros fue extraño y cuestionable antes.
yoes. Aun cuando rechacemos ladeducción de Kant, no Ian Hacking haafirmado que
d ebemos rechazar su idea básica Las este odas conce -
tualizaciones del yo determinan no 8 o c xno nos ven os la organización de nuestros conceptos y las dificuitades fi-
otros, slxlo con e a s xmxsmaca a erso- losóñcss que surgen de ellos tienen relación a veces con sus
na. l a s c o ncepciones de nosotros mismos xnfluyen en orígenes históricos. Cuando hay una transformación radical
gran medida en nuestra forma de comportamos.
Parte de de ideas, ya sea por evolución o por una mutaci6n abrupta,
la «genealogía del sujeto en la civilización occidental» de creo que lo que haya hecho posible la transformación deja
Foucault debe consistir en una investigación sobre el ori- su marca sobre el razonamiento posterior.'~
gen de las nuevas este o d as del yo.1~ Estas categorxas
pue en proce er e o s u gsresm sextrañosydiversos. El problema de la perversión es un buen ejemplo.
Ian Hacking ha mostrado que los grandes estudios estadís- Todo nuestro razonamiento posterior sobre la perversi6n
ticos de principios del siglo xDt proporcionaron muchas se ve influido por los orígenes hist6ricos del concepto.
clssificaciones nuevas del yo,x<» Oiremos sin soxpresa que A demás, nopodemos desecharlo, pox'más que ys no afir-
la psiquiatría es otra fuente fértil de conceptualizsciones memos que existe una función natural del instinto sexuaL
nuevas del yo. El concepto de perversi6n, en un momento Somos prisioneros del espacio histórico de la psiquiatría
parte exclusiva de los debates especializados decimonóni- decimonónica, «moldéada por su prehistoria, y sólo la ar-
cos, se convixtió en el siglo XX en un modo dominante de q ueología puede mostrar su forma».''1s La eol o ' a d e
organizar nuestro pensamiento sobre nuestra propia sexua- la erversión es una eta a crucial de la com re 'ó ls
lidad. Los diagnosticados como pervertidos se pensaron a istoria del yo e s i o x x . Quiz egu e u na época en
sí mismos como enfermos, m6rbidos, una experiencia im- que po amos pensar «/,Cómote amor' Quiero contar los
posible antes del apogeo del pervertido que acabo de des- modos», y dejar de temer por nuestra posible pexversi6n,
cribir. Westphal creía que el instinto sexual contrario iba
K1 sexo y la aparicion
de la sexualidad
Hace algunos años una antología de ensayos históricos
y filosóficos sobre el sexo se anunció con la &ase: «Los filó-
sofos se interesan de nuevo por el sexo». Desde entonces la
historia de la sexualidad se ha convertido en una cuestión
casi anodina que ha dado lugar a un sinfin de libros y ar-
tículos. Sin embargo, sigue habiendo problemas concep-
tuales fundamentales que han pasado inadvertidos en el
debate; y es asi„al menos en parte, porque parecen tan bá-
sicos o evidentes que sería una pérdida de tiempo preocu-
parse demasiado por ellos. Con todo, sin retroceder hasta
ese conjunto de problemas, no sabremos - d i cho en un
sentido bastante literal- de qué estamos escribiendo la
historia cuando escribimos una historia de la sexualidad.
Podemos encontrar un excelente ejemplo de la más
sutil escritura en este ámbito en Senadidínkr occickmax1ac
una colección de ensayos surgidos de un seminario diri-
gido por Philippe Axilas en la Ccole des hautes études en
sciences sociales en 1979-1980.' Como cabría esperar, Ss-
xunEidadar oeeidentalar se caracteriza por una diversidad
de enfoques metodológicos e historiográficos: historia
social, historia intelectuaL historia cultural (que un histo-
riador que conozco llama histoxia de las ideas malas), so-
ciologia histórica, anáhsis de textos literarios y ese tipo
característico de historia practicado por Michel Foucault
y manifiesto también en el breve ensayo de Paul Veyne.
Una perspectiva prácticamente ausente en esa antología
es la historia de la ciencia y, puesto que considero que la
La apaririónds la sancalidad Eissxoy la apariciónds ia seeuaiidad vp'
Qg
historia de la ciencia tiene una contribución decisiva e gar decolocarme en elumbral de la formación de la ex- jgg
irreducible que hacer a la historia de la sexualidad, no es periencia de la sexualidad, he intentado analizar la forma-
en modo alguno casual que vaya a concentrarme en esa ción de cierto modo de relación con el yo en laoxporioncia
vinculación. Sin embargo, la historia de la sexualidad es do ta aarnao.s
jgg
también un terreno en donde la propia historiogra6a La distinción de Foucault entre la experiencia de la gQ
particular o epistemolo a implícita marca, de un modo sexualidad y la experiencia de la carne pretende señalar gQ
prácticamente irrevocable, a escritura de la historia. Es
un terreno donde los intereses filosóficos e históricos
el hecho de que nuestra experiencia de la sexualidad tie-
ne una génesis histórica distintiva y específica. Aunque
gg
chocan inevitablemente. consideremos que se trata de un fenómeno natural, un fe- 4ei
En sus conferencias Tanner de 1979, Foucault afirma nómeno de la naturaleza que no entra dentro del terreno
que está interesado en el problema de «las relaciones en- de Ia aparición histórica, nuestra experiencia de la sexua-
tre experiencias (como la locura, la enfermedad, la trans- lidad es un producto de los sistemas de conocimiento y
gresión de las leyes, la sexualidad y la identidad), saberes las modalidades de poder sin aspiraciones de inevitabili-
(como la psiquiatría, la medicina, la criminología, la sexo- dad. Y un análisis de la Antigüedad tardia y el cristianis-
logia y la psicología) y el poder (como el poder que se mo temprano pondría de manifiesto, segun Foucault, una C yg
ejerce en las instituciones psiquiátricas y penales, así experiencia de Ia carne muy diferente de nuestras expe-
como en las demás instituciones que tratan del control in- riencias de la sexualidad, y que no debe confundirse con
dividual)».s La pregunta que coloca en el centro de su ellas, La combinación de tales experiencias es el resultado
obra es: «iDe qué manera se encuentran relacionadas de una epistemología burda cuya consecuencia es un ana-
esas experiencias fundamentales de la locura, el sufri- cronismo desfigurador e inutilizante. Esta idea se expresa
miento, la muerte, el crimen, el deseo, la individuali- en gran parte en el artículo de Paul Veyne <La homo-
dad'b.s En el prefacio al segundo volumen de suEissoria sexualidad en Romas, cuando sostiene que la antigua
de la sexualidad, al intentar explicar el desplazamiento Roma no veía la experiencia de la homosexualidad como
cronológico desde los siglos XVI y x' (objeto del primer «un problema específico», que la cuestión no fue nunca la
volumen) hasta la Antigüedad (objeto del segundo y el homosexualidad per se, sino que radicaba en ser libre y ®
%ll/g

tercer volúmenes), Foucault subraya que el periodo en no un agente pasivo. Lo que encontramos es un mundo 'le

torno al siglo ux, «cuando se moldeó esa singular forma «en el que no se encasillaba el comportamiento amoroso
de experiencia, es particularmente complejo~.~ Fn con- según el sexo al que este amor se dirigiera, mujeres o mu-
creto, la formación de ámbitos de conocimiento y el papel chachos, sino en relación con el papel activo o pasivox.s Si C s~
de diversos sistemas normativos tuvieron un efecto deter- queremos aislar el problema de la homosexualidad, debe-
minante en la constitución de esa experiencia Por diver- mos saltar hasta el siglo xtx. C
sas razones, Foucault decidió tratar «periodos en que fue- De eo n c e n trarme en la relación entre forinas de
'
ran menores el efecto del conocimiento científico y la experie istemas de conocimientos en el modo en
complejidad de los sistemas normativos, [...] para llegar a e o que hemos egado a llamar sexualidad es el pro-
distinguir formas de relación con el yo diferentes de las ducto de un sistema de conocimiento psiquiátrico que
que caracterizan la sxperionciado la sexualidad [...j En lu- tiene una argumentación y un estilo de razonar propios y C.-, gg
Cq-,~
La aparinón de la semuhdad' Elsero y tuupuricum ck lu senurlidud' 69

muy particulares. Ninguna explicaci6n completa de la gé- había sido asignado o elegir el sexo opuesto.La única
nesis de la sexualidad puede pasar por alto las modalida- restricci6nera que no podían volver a cambiar de opinión
des del o d e r decimon6nico, que Foucault denomina otra vez: tenían que conservar el sexo que habían elegido
io oder, e t tenen a b ones detalladas y precisas con hasta el final de sus vidas.' Aunque la explicación de Fou-
nuestra experiencia de la sexualidad, una cuestión en la cault se aplica sólo a una clase de herma&odita medieval
que apenas entraré. Sin embargo, la aparición de la sexua- -y debido a su brevedad simplifica las complejas relacio-
lidad y la aparici6n de un nuevo estilo de razonar psiquiá- nes entre el tratamiento legal, religmm
oso y médico del her
trico tienen una vinculación tan íntima que nuestra expe- ma&oditismo en la Edad Media y el Renacimiento-,e su
riencia permanecerá opaca hasta que dicha vinculaci6n afirmación evoca la de, por ejemplo. el libro de Ambroise
quede plenamente articulada. Pare DusiVonswes etprodígar (1573).e
Con el fin de explicar, aunque sólo sea a un nivel in- Como subraya Foucault, en el siglo xVm y hasta entra-
tuitivo, cómo comprender la noci6n de un estilo de razo- do el siglo xtx, todos los herma&oditas aparentes fueron
nar o argumentar, daré un ejemplo de dos modos radical- tratados como seudoherma&oditas, y la tarea del experto
mente diferentes de razonar acerca de la enfermedad, lo médico era la de descifrar eel sexo verdadero que se es-
~ q u e llamo los estilos de razonar anat6mico y psiquiátrico. conde bajo apariencias confusastt (AB, p. 13), encontrar
Como a Foucault, me interesa el modo en que los siste- el verdadero sexo del supuesto hermafrodita. En este
mas de conocimiento nos moldean como s ' s. e l mocmo contexto cabe situar el caso de Herculine Barbin. Adelai-
~C@ en e esos sistemas nos hacen 'ter 'etoe. En de Herculine Barbin, también llamada Alexina o Abel
oe tiempos mo ernos, s categorías de la sexualidad han Sarbin,se educó como mujer pero acabó siendo recono-
determinado en parte lo que pensamos de nosotros mis- cida como hombre. Trasla determinaci6n de su verdade-
mos, la forma de nosotros miemoe como sujetos. Si to- ra identidad sexual, la categoría civil de Barbin fue modi-
mamos el ejemplo de la identidad sexual y sus desórde- ficada y este, incapaz de adaptarse a su nueva identidad,
*
nes, vemos dos sistemas de conocimiento, que muestran se suicidó. Los detalles del caso son fascinantes, pero mi
dos estilos de razonar, tal como se ven ejemplificado en interés se centra en la ciencia médica con que se determi-
el siglo xIx. El caso particular del estilo anatómico que nó la verdadera identidad sexual de Barbin. Cito a conti-
consideraré esel que Foucault ha hecho famoso con su nuación algunas observaciones del médico que examinó
publicaci6n de las memorias del herma&odita &aacés del en primer lugar a Sarbin y que publicó un informe en
siglo xrx, Herculine Barbin. Foucault afirma en su intro « 1860 en los Ansdulss cPk~gienepublique et ck móhrine kguta
ducción que en la Edad Media tanto la legislación civil Tras describir la zona genital de Barbin, el doctor Ches-
como la canónica designaban como cherma&oditae» a net pregunta:
aqueHas personas donde los dos sexos estaban presentes
en diferentes proporciones. En algunos casos, el padre l Qué eoacíuiremos de estos hechos precedeatesP 4Ee
o el padrino determinaban el sexo del ni' en el momen- Alexias uaa mujer? Tiene uaa vulva, labios mayores, aaa
to del bautismo. Sin embargo, más tarde, cuando llegaba uretrs Femeaiaa [...] Existe uaa vayna, muy corta ea ver-
la hora de que esos herma&oditas secasaran, podían de- dad, muy estrecha, pero el fm y al cabo équé es sino uaa va-
cidir por sí mismos si deseaban conservar el sexo que les gíaaf Soa atributos completamente femeaíaos; eí, p' Ale-
La apars riórrdc la serm@dmt Elserro ha aparscu&ack ia srsraaiiráuf 7}

xina no ha menstruado jamás, todo el exteríoi' de su cuerpo riencias del sexo femenino habían llegado muy lejos,
es el de un hombre, mis exploraciones no han podido en- pero, no obstante, la ciencia y la justicia se vieron obliga-
contrar la matriz. [...j Para acabar, en fin. se encuentran al das areconocer elerror devolviendo a este joven su sexo
tacto unos cuerpos ovoides, un cordón de vasos eapermáti- verdadero» (Ag p. 134).'a
cos en un escroto dividido. Ee afraílar oerdadéros esarrroaios Saltaré ahora algunas décadas. Estamos en l913„y el
del sexo; podemos concluir y decir. Alexina es un hombxe, gran psicólogo del sexo Havelock Ellis ha escrito un artí-
hermafrodita sin duda, pero con predominancia evidente culo titulado cSexo-Aesthetic Inversion» que aparece en
del sexo masculino. (Ag p. 138; la cursiva es uúa.) Aheriist muENeurologirt. Empieza como sigue:

Nótese que los verdaderos testimonios del sexo se en- Por einversi6n sexual+ entendemos exclusivamente tal
cuentran en la estructura anatómica de los órganos sexua- cambio en los impulsos sexuales de una persona. resultado
les de Sarbin. de una constitución innata, que el impulso se dirija hacia
Nueve años más tarde en el Jorrsvial ck lanrarorrsie er dé individuos del mismo sexo, mientras que losotros impulsos
la yhilsiologie de lkorrsme, el doctor E. Goujon confirma y gustos sigan siendo los del sexo al que pertenece la perso-
de6nitivamente las conclusiones de Chesnet utilizando la na por conñgumcíón anatómica. No obstante, existe un tipo
gran técnica de la anatomía patológica, la autopsia. Tras más amplio de inversi6n que no sólo abarca mucho más
comentar los órganos genitales externos de Sarbin, Gou- que la orientación de los impulsos sexuales, sino que puede
jon ofrece un informe detallado de sus órganos genitales no incluir, y con frecuencia no incluye en absoluta, el im-
internos: pulso sexuaL Mediante esta inverai6n los gustos e impulsos
personales se ven tan alterados que, si es un hombre, su-
Al abrir el cadáver, se aprecía que unicameute el epidí- braya e incluso exagera las características femeninas de su
dimo del testículo izquierdo había franqueado el anillo: es persona, se deleita manifestando aptitudes femeninas y
más pequeño que elderecho; los canales deferentes se muy especialmente encuentra peculiar satisfacci6n visdén-
aproximan por detrás y por debajo de la vejiga. Mantienen dose de mujer y adoptando actitudes femeninas. Con todo,
relaciones normales con las vesículas seminales, de donde el sujeto de esta perversión experimenta la atracción sexual
salen los dos canales eyaculadores que emergen y se desli- normaL aunque en algunos casos la inversi6n general de
zan bajo la mucosa vaginal de mda lado hasta eí orificio los gustos puede extenderse, en ocasiones gradualmente,
vulvar. Las vesículas seminales, la deredm más voluminosa a los iiupulsos sexuales.»
que la izquierda, están relajadas por la presencia de esper-
ma de consistencia y color normales,(kP, pp. 144-14/)
Tras describir algunos casos, Ellis sigue escribiendo:
Toda la ciencia médica, con su estilo de anatorda pa-
tológica, coincidió con Auguste Tardieu cuando afirmó La naturaleza precisa de la inversión estética sólo pue-
en su libro reveladoramente titulado guesrion rrreriieo-~ de establecerse presentado ejemplos ilustratívos. Hay al
k rk l uknrirédans ks nzyporu aoee ks rmes rk nmf&rvauhori menos dos tipos de tales casos; uno, el más comuu, en que
oíesos ganes sarrrreb que <ciertamente en este caso, las apa- la inversión está restrínípda principalmente a la esfetu del
Lu aynricióyd ds la sssnurfiolíu(

vestir, y otro, menos común pero más completo, en que el rarrdos mentales (DSM-Hl) de la Asociación Psiquiátrica
travestismo es contemplado con relativa indiferencia pero Americana presenta los trastornos de la identidad sexual
el sujeto se identifica tanto con los rasgos Rsicos y psíqui- en térmmos que son conceptualmente casi idénticos a los
cos que recuezan el sexo opuesto que siente que realmen- de Ellis. Llama a estos trastornos, que «se caracterizan
te pertenece a ese sexo, aunque no se engaña en relación porque el individuo tiene sentimientos de malestar e in-
con su configuraci6nanatómica'~ adecuaci6n sobre su sexo anatómico, así como conductas
persistentes generalmente asociadas con el sexo contra-
Al categorizar los trastornos, la clara separaci6n de río,y rrastornos de idenrddad de genero.yd V ivimos c on e l
Ellis de dos aspectos diferenciados (íaconfiguració ana- legado de este estilo de razonar r elativamente reciente,
tómica y los rasgos psíquicos) proporciona una manifes- tan ajeno a las anteriores teorías médicas del sexo. Las lla-
tación sup e r f i cial de un a m u t aci6n epistemol6gica pro- madas operaciones de cambio de sexo no s61o eran tec-
fund a y t r a scenden te. Es lo q u e p e r m i te, ante to d o, l a no16gicamente imposibles en siglos anteriores; también
inversi6n sexoestética en tanto que enfermedad. lo eran conceptualmente, Antes de la segunda mitad d el
El comentario de Ellis deriva del estilo de razonar siglo xtx, no podía concebirse que Ias personas tuvieran
psiquiátrico que empieza, en térmmos generales, en la se- un sexo anatómico determinado y fueran de verdad -es
gunda mitad del siglo x ' „ u n p e r iodo durante el cual decir, psicológicamente- del sexo opuesto. El sexo anató-
cambian radicalmente las reglas para la producci6n de mico agotaba la propia identidad sexual; las consideracio-
verdaderos dis cursos sobre ia sexusiidad. La identid a d nes psico16gicas no podían proporcionar la base de una
sexual ya no está vinculada de forma exeiustva a ia estruc «cirugía de reasignación de sexoy, puesto que esas cues-
tura an e o s r a n o s e t e rnos o externos, sano tiones no eran relevantes para la cuestión de la identidad
que es una cuestión de impulsosv s t os, a ntu es, sat»- sexuaL Nuestro actual concepto médico de reasignación
acciones y rasgos psí reos. o o un con1unto nuevo de de sexo habría sido ininteligible o incoherente puesto
conceptos pernn e separar las cuestiones de la identidad que no era congruente con el estilo de razonar psiquiátri-
sexual de los hechos relativos a la anatomía, una posibili- co sobre la identidad sexuaL
dad que sólo se dio con la aparición de un nuevo estilo de El estilo de razonar anat6mico consider6 que el sexo
razonar. Y con este nuevo estilo de razonar llegaron tras- era su objeto de investigaci6n y se interesó por las enfer-
tornos y enfermedades sexuales completamente nuevos. medades de la anormalidad estructum4 con cambios pato-
Hace tan s61o ciento cincuenta años, las teorías psiquiátri- lógicos que resultaban de un cambio anatómico macros-
cas de los trastornos de la identidad sexual no eran falsas, cópico o microscópico. Por esta razón el herma&oditísmo
sino que ni siquiera eran candidatos posibles a la verdad ejemplifica con claridad este modo de razonar. Sin embar-
o la falsedad.» Sólo con el nacimiento del estilo de raso- go, para que la sexualidad se convirtiera en objeto de co-
nar psiquiátrico se dieron categorías de prueba, verifica- nocimiento clínico, era necesario un nuevo estilo de razo-
ción, explicación, etCétera, que permitieron que esas teo- nar, el psiquiátrico. El comentario de EHis ya presupone
rías fueran verdaderas o falsas. Y para que no se piense ese nuevo estilo y por ello trata la sexualidad y sus trastor-
que el análisis de Ellis está desfasado. señalaré que la ter- nos concomitante@ como la inversión sex~st h ica, como na-
cera edición del 3fanual dsapuússm y erradísdeo de los sras- turalmente dados. Incluso un historiador tan sutil como
El sd
odo~ la eposieidn de ln semahdne'

Arihs puede combinar esos diferentes objetos de la inves- o a la existencia, de su sistema reproductivo, y dada esta C ~(g
tigaci6n clínica, con la inevitable confusión histórica re- comprensiónera necesario tener un modo de conceptua-
sultante. Escribiendo sobre la homosexualidad, declara: lizar la sexualidad que permitiera decir algo sobre eRa sin
aLa anomalía aquí denunciada era la del sexo y la de su invocar, de ningún modo esencial, esas realidades anató- C jggií
ambigüedad: elhombre afeminado o la mujer con órga- micas. El estilo de razonar psiquiátrico permi
tióh ablar así
gg5
nos masculinos, el andrógino».'s No obstante, cualquier en medicina y posibilitó enunciados como el de Duncan.
intento de escribir una historia uni6cada que pasara del Sin ese estilo de razonar estaríamos hablando siem re de C ygll
hermafroditismo a la homosexualidad soldaría figuras sexo, no e sexu a . jjgl
pesar e las observaciones en contra que hace Fou-
que una epistemología histórica debe mantener separa-
das. El hermafrodita y el homosexual son tan diferentes cault al finsl del primer volumen de laESisroria de la seraa-
C gigl
como los genitales y la psique. La noci6n d es o e razo- liduc4creo que resulta de una importancia epistemológica C ggg
n os ayuda a verlo. d ecisiva distinguir de forma minuciosa entre sex ex u a- gy®
En realidad, no creo que sea ir demasiado lejos de- lidad, donde lo primero es definido, como hace el OED, C ygg
fender laafi rmación, por paradójica que pueda parecer, Amo «cual 'era de las dos divisiones de seres or ánicos
de que a r o i a sexualidad es un producto del estilo de d istin ui as como ma o ra res ectivamente~; un
g;~ ae H
razonar s i u i atrico. La sex s o se convirti e n ejemplo de este uso es la afirmacion del libro Boda of'
o jeto de investigación, teorizaci6n y especulación psico- PXan, escrito por Crooke en 1615: «Si nos atenemos a la
16gicas debido a una forma característica de raronar que [...] conformación de ambos sexos, el masculino es con-
tuvo un origen histórico específico; o, dicho de otro mo- duido antes [...] en la matriz~. El OED proporciona otra
do, los enunciados sólo adquirieron positividad, un ser definici6n de sexo que supone una especificación de la
verdaderos o falsos, cuando llegó a articularse el espa- primera definición, «la suma de las diferencias de la es-
cio conceptual asociado con el estilo de razonar psiquiá- tructura y la funci6n de los 6rganos reproductivos sobre C'
trico. Encontramos una confirmacíón algo simple pero cuya base los seres se distinguen como machos o hem-
que no deja de sex so te de esta afirm:icíón en el bras, y de las otras diFerencias psicológicas consecuencia
origen de la palabr sceuahckr n inglés, la palabra, así de eHas»;un ejemplo de este uso es una observación de
C
H. G. Wells extraída de su libro de 1912 sobre el matri-
C g
como nuestroconcepto e sexualidad, aparecen por pri-
mera, según el Ogord Eng&k Dk ssoaury,a finales del si- monio: «A los j6venes hay que decirles [...] cuanto sabe-
glo x'. El OED da como primer ejemplo de sessdd alicfud mos sobre tres cosas fundamentales; la primera de las ~ Ia
de6nida como «posesión de facultades sexuales, o capaci- cuales es Dios [...] y la tercera el sexo~. Estos usos están ds'. ~

dad de sensaciones sexualeso, una afirmación de l879 rea-


lizada cn DiseosesogS omen de J. M. Duncan: «Al extirpar
estrechamente relacionados con el uso del verb seeu~
que el OED de6ne como «determinar el sexo mediante
+
los ovarios, no se destruye de modo necesario la sexuali- examen anatómico~. C,. «t
dad en una mujer». Nada podría ilustrar mejor mi afirma- Aunque están estrechamente relacionados, me intere- C.,- ~
ción de que la sexualidad es un objeto diferenciado del sau sobre todo los c~
o c a tos de sexualidad i sexo tuás
estilo de razonar anatómico sobre las enfermedades. La que las alabras sendaiiciacly sezo. Un buen ejemplo de ~
C,
x~
sexualidad de una mujer no es reducible a las realidades, c6mo la misma p labra se puede urilizar para expresar

C XN
Ln cyarición susla ssaualkfad' Sisen hr ayurición de lasesualicksf

dos conceptos distintos lo proporciona el único caso que usado en tipos distintivos de írases para realizar funcio-
conozco donde la noci6n de sexualidad está vinculada a nes habituales, puesto que se repiten a menudo. Lo que
la biología y no a la psicología. Aparece en Handkoak of' debemos evitar es ir más allá de las apariencias, ofrecer
AEedical Science de Buck (1888):«Según una definici6n alguna sutil reconstrucción hermenéutica que haga caso
biol6gica estricta, la sexualidad es lo característico de los omiso de la supe cte de las frases.
elementos reproductivos (genoblastos) masculinos y fe- Si alguien piensa que hasta ahora he estado hablando
meninos; y el sexo, de los individuos en donde surgen los de palabras y no de cosas, que no he salido de los concep-
elementos reproductivos. El hombre tiene sexo; el esper- tos al mundo, resultará útil en este punto recordar algunos
matozoide, sexualidad». Esta afirmación es tan extraña ejemplos de criterios wittgensteinianos. En el comentario
como para provocar un desconciertoen el que se impone más convincente que conozco de las nociones de criterios
el silencio. KPuede un espermatozoide ser heterosexual, y gramática de Ludwig Wittgenstein, Stanley Cave14 en
homosexual o bisexual' KPuede padecer una sexualidad The CZaisst f
oÃeason,menciona una serie de ejemplos, uno
desviada o una sexualidad anormalmente aumentada o de los cuales se refiere a la gramática del «dolon :
reducidas KPuede tener deseos sexuales masoquistas, sá-
dicos o fetichistas Y La respuesta a estas preguntas no es sí Y el dolor pu ede atenuarse (no alterarse, como una
o no, puesto que estas preguntas adquieren sentido en el opinión) o amortigusrse (no apagarse, como un humor); es
estilo de razonar psiquiátrico, que no se aplica en modo posible localizar ciertos dolores o, estimulándolos, es decir,
alguno a unespermatozoide. No comprendemos en abso- activándolos, causándolos de nuevo, hacerlos converger,"
luto la afirmación de que «el hombre tiene sexo; el esper- podemos decir de alguien que «está en dolor» [in pain],
matozoide, sexualidad», porque no existe tal cosa como la pero no que «está en placer»(y que está en duelo y en éxta-
sexualidad fuera del estilo de razonar psiquiátrico. La ra- sis, pero no en alegrí ni en rabia); podemos causar dolor
r eza o i n c omprensibil i a tr r e u ' e e a ase de pero no placer, que se da y se quita (como el orgullo y el va-
Buck es unbuen ejemplo de cómo unos conceptos espe- lor, a diferencia de la felicidad, que sólo se encuentra; aun-
cíficos son producidos por determinados estilos de razo- que ee posible hacer que alguien se sienta orgulloso y feliz,
nar, de cómo pensamos sobre la sexualidad y de c6mo y también avergonzado w infeliz); y asi sucesivamente.~
distinguimos entre sexo y sexualidad. Al buscar el origen
de nuestro concepto de sexualidad, debemos seguir el áEs sólo parte de nuestro concepto de dolor que diga-
consejo de Oscar Wilde de que <sólo las personas superfi- 'Ir"
ciales no juzgan por las apariencias». Deberíamos exami- rado oapagado, que digamos que alguien «está en dolo
nar la palabra sensalidaa'en los lugares en que se utiliza, pero no«en placen, que causamos dolor pero damos pla-
esto es, tenemos que mirar las írases en que aparece esexua- cer/ hO está en la naturaleza misma del dolor e p o d a-
lidad» y ver qué hacen con esas frases las diferentes mos decir esas cosas de élí' L tica d e l dolor e C a-
personas que las usan. De modo típico, al menos cuando v ell r e tende mostrar u e ua n a e
tratamos con una ru t u r a e i s temol6 ' ca, encontraremos errum a a o e eso de esee'em lo. Yen esemismo
que el concepto o j eto e mvesttgaci n entra en relación cap t o, titulado «What a Thing is (Called)~, comparan-
sistemática con otros conceptos muy específicos, y que es do lo que llama el tipo austiniano de ob'eto con el tipo
78 Slsesso y ia aparscion d» ta seasahdM
%fe
79

wittgensteiniano de ob' eto, muestra de modo más especí- miento de Steinberg exige que las pinturas que comenta Lr ggg
ico que «sx no se conocen los criterios gramaticales de los traten del sexo de Cristo, la realidad de su sexo.
ob'etos witt ensteinianos, se carece, por así decirlo, Resumiendo brevem nte surazonanuento, Steinberg
no sólo e un fragmento de información o conocimiento, cree que esas representaciones están motivadas por la
sino de la posibilidad de adquirir cualquier información
Q ggg
centralidad de una teología de la encarnación, que la re-
sobre tales objetos überhaupt,' no se nos puede decir el presentación del pene del niño o el adulto da realidad vi-
nombre de ese objeto porque todavía no existe un objeto sible al misterio de la encarnaci6n. Para que Cristo redima gQ
de esaclase alque poder asignar un futuro nombre de fu-
tura aparición'.» Kn estos términos, formulo mi afirma-
a lahumanidad con su muerte, tiene que ser un hombre © N8
' en todos los aspectos, y esas pinturas renacentistas lo re-
' ci6n diciendo qu a sexualida o tt e n s tei- .presentan como tal: «Presentar a Cristo encarnado, carne y
niaxxo y que nadie po a conocer los cxitexios gramaticales
~s e o b j eto antes de la aparición del estilo de razonar
sangre sin posible error, es una empresa religiosa,p
ues da
C
testimonio de la suprema acción de Dios. Este debe ser
el motivo que induce a un artista del Renacimiento a in-
c a no había todavía un ob'eto al e udié r amos asi a r cluir en su presentaci6n de Cristo niño unas situaciones
m er que, por motivos de modestia, habrían sido excluidas nor-
econozco que estoy defendiendo aquí una tesis malmente, como la exhibici6n o la manipulación de los
fuerte, contraintuitiva e incluso aparentemente contrana- genitales del niño» (Sg p. 23). Como afirma sucintamente
turai a at .que intentaré a umentar au vetoaimiiitu~A b o r - más adelante, «la exhibici6n del miembro sexual de Cristo
x~ar cite problema comentando algunos aspectos del bri- sirve para certificar la humanización de Dios» (Sg p. 26).
llante libro de Leo Steinberg Ln sensalkkulde Cristo en el Y, como élmismo reconoce, el dogma de la encarnación
arte ciel Renacimiento p en el olvido mockrno.'s Aunque voy exige que Cristo se ha a h o «mo sexua » p.
a centrarme casi exclusivamente en una debilidad con- , y esos artistas nos permiten ver que tiene sexo, me-
ceptual de la explicación de Steinberg, no deseo ni por un diante el examen anat6mico; el razonamiento no necesita
momento menospreciar la gran importancia de su libro, en absoluto la sexualidad de Cristo, El hecho anatóxnico
que supera los límites de cualquier disciplina aislada y ar- del sexo de Cristo, la representación de su pene, cuenta
ticula cuestiones que llevan al lector muy lejos del ámbito con el paralelismo de los debates y sermones renacentis- iba
de la historia del arte. El libro posee un interés casi iTimi- tas sobre la circuncisión de Jesús y, como ha apuntado
tado y el tipo de provocaciones que autoriza constituye André Chastel, del xelicario del santo prepucio (ía reliquia haití
un indicio de sus rarísimas virtudes. El título debería dar- de la circuncisión) guardado en el santasanctórum de la
nos quepensar puesto que, según laafi xmadón que aca- iglesiade San Juan de Letrín y robado en l527 durante el C
bo de hacer, parecería que no existe tal cosa como la saqueo deRoma. De nuevo, encontramos mucho sobre e-
sexualidad de una persona, incluido Cristo, en el Renaci- sexo pero nada sobre sexualidad en esas tradiciones. En C
miento. Una lectura cuidadosa del libro muestra sin am- un punto de su comentario del libro de Steinberg, Chastel C,
bigüedad que no trata de la sexualidad de Cristo, sino del lo acusa de «una transferencia injustificada desde una
sexo de Cristo, dc la representación de los genitales de concepci6n actual hasta una descripción de la situación en
los siglos xv y 3ÃIn.» Sin embargo, una transferencia más

C....~
80 L s apnnción de la ~ l i d' Electro la aparinópI Ik ldI scnazlidnd

flagrante y trascendental, que Chastel pasa por alto, se


produce en el título mismo de la obra Por supuesto, se po-
dría pensar que se trata de un simple descuido en la elec-
ción de las palabras por parte de Steinberg, que nada im-
portante depende de esa elección, puesto que sean cuales
sean las palabras que utilice, es evidente que quiere decir
«sexo». Sin embargo, su elección de dcmddrhckd, ya sea des-
preocupada o estudiada, incluye algo de auténtica impor-
tancia que se olvida con demasiada naturalidad. Esta apli-
cación automática e inmediata de los conceptos, como si
los conceptos no tuvieran tem r alidad. permite -p a me-
nu o exIge de nosotros- que establezcamos analogías e
inferencias engañosas que se derivan de una perspectiva
históricamente inapropiada y conceptualmente insosteni-
ble. P ' examinaré algunas representaciones de~sex
y l sexualida o n el fin de subrayar sus diferencias racC-
cales.
La re resentación icono ' ca del sexo procede me- t

diante la descripción del cuerpo y, e modo más específl- e


co, mediante la descripdón de los Ienindes.~ La re resen-
tación iconográfica de la sexualidad se da mediante la
escrxpcI n e a personalidad, y suele adoptar la forma
de descripción de la cara y sus expresiones. Las 6guras
2.1 a 2.5, incluidas en el libro de Steinberg, representan
el sexo de Cristo llamando explícitamente la atención so-
bre el hecho de sus genitales.La 6gura 2.1 describe a san-
ta Ana manipulando los genitales de Jesús bajo la mirada
de Maríay José. La obra no tiene traza alguna de escán-
dalo o blasfemias y creo que Steinberg tiene razón al in-
terpretar la palpación del pene de Cristo por parte de Ana
como «prueb* palpable» del«descenso de Dios a la hu-
manidad» (SC p. 19). Observemos que el per61 de Cristo
apenas es visible, con la cara vuelta hacia María y sin que
ocupe una parte destacada o significativa del grabado.
Figura 2.1 Hans Saldung Críen: Sagrmk famihu, 1511.
Hasta dónde son capaces de llegar algunos para negar lo
que es visible y evidente. Al reseñar el Hbro de Steinberg,
Íw4
82 Lu ~ó n áb k sssusuliclua' Elsossoy lu u& c ión ck
lu scxxsuliducl

un historiador del arte ha dicho lo siguiente acerca de su acuerdo con esta interpretación, la mano derecha sirve de
interpretación del grabado de Baldung: apoyo y realiza el levantamiento, entonces la posici6n C
de la otra mano está completamente injustificada. La in- í'
El gesto [de santa Ana] es como mínimo muy ambiguo terpretación alternativa es que la mano izquierda está su-
porque los dedos bien podrían estar detrás del pene y sin puestamente participando en el levantamiento. No obs-
C
tocarlo en absoluto. En realidad, puesto que tiene los otros tante si colocamos las manos en la posición exacta de C
dedos cerca de la rodilla, ésta es ls lectura más probable. santa Ana e intentamos levantar un niño desde el mismo
[...] Si Pos contemporáneos de Balduag] hubieran supuesto ángulo que se supone que lo está haciendo ella, ensegui- jgg3
inicialmente que santa Ana estaba acariciando el pene de da vemos que la funci6n más sencilla de esa colocación
Cristo, sin duda habrían mirado por segunda vez para ver de la mano izquierda sería presionar o dislocar la rodilla C
si era posible otra lectura xnenos descabellada. No sólo ha- o la cadera izquierda del niño. La erudición hist6rica de
brían notado la posición de los otros dedos, también Steinberg al interpretar pinturas no se produce a expen- C
habrían obsexvado que la mano derecha está bajo la espal- sas de la perspicacia de su mirada. C
da delniño y que seguramente se está inchnando para co- La figura2.2, una pintura del Veronés, describe, en
gerle el niño a su hija Se trata de un tema familiar; y, una sentido horario, a María, san José, san Juan y santa Bár- C
vez lo xecoxxocemos, vemos que no es posible que esa mano bara, con el niño Jesús en medio. La imagen central de la C, xaN
izquierda ambiguamente colocada esté tocando los genita- pintura es el autotocamiento de Jesús, un motivo que se
lea La composici6n de Baldung es un poco extraña, pczo repite en muchas otras pinturas renacentistas. Aunque ( eaM
no representa un tema único en el arte europeo.xo Steinberg describe incidentalmente al niño Jesús de este
cuadro como una «criatura satisfecha», la expresión de su
Esta descripción, incluso reconociendo que la compo- cara es en realidad bastante mínima, rayana en la mirada
sición de Baldung es un «poco extrañas, muestra a un crí- perdida, su «satisfacci6n» es más una falta de agitación C
tico que ejemplifica el olvido moderno. Ante todo, la lec- que cualquier otra cosa La otra imagen central del cua-
tura de Steinberg no es en absoluto «descabeUada» si la dro es san Juan besando el pie del niño. Hay una larga I.. haas
enmarcamos en su lectura de decenas de otras pinturas y tradición de exégesis e interpretación cristiana en la que
las otras 245 ilustraciones del libro. Además, la lectura al- la cabeza y los pies representan respectivamente lo divino
ternativa de que los dedos «bien podrían estar detrás del y lo humano. De modo que san Juan besando el pie de
pene», que se supone que es «más probable» por el hecho Jesús llama la atenci6n sobre su humanidad, como lo
de que «tiene los otros dedos cerca de la rodilla». n,o es en hace el autotocamiento, y ello queda resaltado por las mi-
absoluto probable. Si los dedos de santa Ana estuvieran radas de todos los protagonistas (nadie mira a la cara del
de verdad cerca de la rodilla de Cristo, sería más natural niño Jesús) y por el hecho de que la parte superior de su
que su pulgar estuviera extendido, lo cual no ocuxxe, cuerpo estáoscurecida de una forma en que no lo está la 44~
y que la muñeca estuviera más orientada hacia su propio parte inferior. Además, como señala Steinberg en otro
cuerpo. Además, y lo más importante, la colocación de su contexto, «pies» es un eufemismo bíblico habitual para ~ em
mano izquierda es algo más que un poco extraña si santa los genitales; san Jerónuno se refiere a la prostituta que f
Ana está levantando a Jesús de los brazos de Marta Si, de «abre sus pies a todo el que pasa (SC; p, 170}Px La Ggu-' C @¹
C- ~
Ea aparirion ck la sm~alisiad' El seroy la ~ sió ss ck Az
sssssss
sksissd

Figura 2.2 Veronée: SoBsrssiss


fcrmiiia soss sansssBan5ara
y suss Juossssino.

ra 2.3 es una de las tres pinturas de Maerten van Heems-


kerck que describen a Cristo, el místico Varón de Qoio-
res. Las tres pinturas, por no mencionar otras comentadas
por Steinberg, muestran lo que es a todas luces una erec-
ción fálica. Aun cuando consideremos que la erección re-
presenta la sexualidad. la presencia del deseo creciente,
no cabe encontrarsemejante ecuación ahí,donde el valor
simbólico de la erección es bastante diferente. Steinberg Figura 2.3 Mserten van Heemskerck: Varónck Dolores,
especula, de forma en absoluto descabellada, que en esas h. 1525-1530.
pinturas 4 erección debe equipararse con la resurrección:
~sila verdad de Ja Encarnación quedó comprobada en la vana cualquier expresión de sexualidad. Las figuras 2.4 y
mortificación del pene, l no habría de probarse la verdad 2.5 describen el gesto de la mano en la entrepierna del
de la Anastasis, la resurrección, mediante su erección' Cristo muerto. Aunque este motivo suscita muchos pro-
Ma habria de ser ésa la mejor demostración de poder en blemas interpretativos, comentadas en extenso por Stein-
su cuerpals (SC p. 109). Sea lo sea la que pensemos bcrg (véase SC excurso 38), baste decir que los muertos
cn óltima instancia de esas descripciones, buscaremos en no pueden tener sexualidad, por más que el muerto sea
lͮC
La aparieion de Azsexualidad Elsaroy la aparieime de ia sexualidad
«hg •
Wt g g

Figura 2.5 David Kindt: Lamesaaciée, 1631. yj®


/g'
s ubray ia Freud, e I a sexualidad no debe confun s e
con los em e ue a s realidades de la sexualidad
lg®S
can muchas más cosa e l a realidad de
'
exo. Pen- ee®
semos en las razones de Lindner para acompañar su artícu- eee8
lo de ese dibujo: no hay necesidad de prueba visible del
Figura 2.4 Mattia Preti ('?) ; Cruzo muera con copies. sexo de laniña; no es como cuando uno se enfrenta a un
hermafrodita; el hecho de contemplar una niña no es pro-
Cristo exhibiendo, mediante el gesto de su mano izquier- blemático ni ambiguo. Sin embargo, l cómo podía demos-
da, su sexo, su humanidad. Mi motivo para reproducir trar Lindner los hechos de la sexualidad infanúl a sus dubi-
aquí estas ilustraciones es que, como todas las pruebas tativos colegas pediatras't El dibujo pretende responder a
iconográficas de Steinberg, es posible interpretarlas ple- ese problema. Mediante la prueba ocular, vincula, por así h~
namente sin invocar la noción de sexualidad; en realidad, decirlo, el placer psicológico y la satisfacción de succionar h~
invocar esa noción es malinterpretar lo descrito. el pulgar con la satisfacci6n obtenida en la estimulación ge- C ,
Contrastemos esas representaciones con algunas ilus- nital. No a e l ic ación ver í m i l del dibu' o u e no C Saaé5
traciones de textos psiquiátricos decimonónicos.ss Consi- ac 'aala sicologíadelasexualidadentanto e o u a
deremos primerola fi gura 2.6,que procede de un articulo la anatomía e s exo . e s, a e x p resion de la cara de la
de 1879 del pediatra hungaro S. Lindner, citado y comen- niña, aunque qinz muestre satisfacción (es difícil determi- C
tado en el segundo de los Tresensayospara smasoenvaseoeieed narlo inequívocamente) es ante todo de distracción y abs-
de Freud.ssEl rasgo central del dibujo es la relación descri- traimiento. Sus ojos nunca se encuentran con los nuestros;
ta entre la succión del pulgar y Ia estimulación genital, reía- la falta de direcci6n de su mirada expresa una concentra-
ci6n que pretende exhibir uno de los componentes esen-
C
ci6n en su propia actividad. Este tipo de abstraimiento
ciales de la sexualidad infantil. La parte superior del brazo demuestra más sutilmente otro aspecto de la sexualida C
y el hombro izquierdos y la mano derecha de la niña están fantil..el estilo de razonar psiquiátrico lo denomin eauto-
contiguos de una forma que sugiere un movimiento inter- erotismo» Las figuras 2.7 a 2.9 ilustran el énfasis psiqui k-
conectado e incluso continuo que vincula la succión del n el rostro y sus expresiones como forma de
pulgar y la estimulación genital El dibujo demuestra. como representar las perturbaciones de la personaIidad. Desde la
g@-

o RP
88 La aparición c(e lascmcuhckrd El sesop la aynrieion de ia sanculidad

Y~ z
lXj/~

Figura 2.6 D e S. Lindner: «Das Saugen an den Fingern,


Lippen, etc. bei den Kindern (Ludeln). Eine Studie»,
Jb. KinderheiHr 1879.

«Manía alegre y feliz» hasta la «demencia impulsiva», la fi-


sonomía era la clave de la personalidad. Como escribe Ja-
mes Shaw, autor a finales del siglo xxx de una serie de artí-
culos titulada «Facial Expression as One of the Means of
Diagnosis and Prognosis in Mental Diseasex :

Una vez examinada la cara en reposo, es necesario, con


el fin de estudiar la reacción facial, entablar conversación
con el paciente o si padece de una importante debilidad in-
telectual. hacerle alguna pregunta o realizar una afirmación
o un movimiento calculado para despertar su atención y Figure 2.7
luego contemplar cuidadosamente los cambios de la expre- 3'ames Crichton Srowne:
sión facial, o notar la ausencia de expresión. [...) La aten- «Happy. Hilarious Maniax, h. 1869.
9a E~ aparieson ae la saeualidad El sesso y la aparición dé la saeualidad

Figura 2.8 Trastorno maníaco-depresivo. El estado maníaco


está a la izquierda; el depresivo, a la derecha. De Theodor
Ziehen: P~ehustrsej&r Arzte u nd Studl~e bea r bestet,1894.

ción a estas sencillas directrices, junto con un conocimiento


general de los signos faciales mencionados más arriba, per-
mitirá a cualquier médico referir la mayoría de los casos a
uno de los grandes grupos sintomáticos en los que he divi-
dido los casos mentales para los propósitos de esta mono-
grafia. Muchos casos serán además susceptibles de ser diag-
nosticados en relación con las subdivisiones etiológicas,
patológicas o sintomáticas a las que pertenecen, y en mu-
chos otros, el médico será encaminado hacia un diagnóstico
que seráconfirmado por el habla, la conversación, la con-
ducta y la anamnesis (personal y de la historia famiTiar) del
paciente.s4

Para mis propósitos inmediatos, la figura 2.10 es la


Figura 2.9 Xi+s estudios de la locura iuipulsiva
más interesante. Es l a u n i c a f o t o gr a6a d e p e r versión
sexual de Ias cincuenta y cinco reproducidas en la obra de
üe Henri Dagonet: 1Youoeau traiM'ékímntaire etpnacip'
desnutladiesmentales,1876.
Shaw Phtlsiognomy of 35etttal Dtseases and Degeneracy. He
aquí el comentario de Shaw sobre esta fotogra6a: éEI jo-
ven mudo representado [„.) padece una forma leve de
perversión sexual que lo lleva a oponerse a vestir atuendo
92 La uparieicín de la saeaalidad Zl saco y la aparieien de la serualidad 93

masculino excepto bajo coacci6n. La cara sugiere afemi-


namiento, y los hombros caídos refuerzan la impresión. A
menudo sucede que los pervertidos sexuales varones pa-
recen hembras y viceversa».ss Es evidente que aquí no
hay duda de que el parecido es en relaci6n con la sexuali-
dad, no con el sexo. Los gustos, impulsos, deseos, dispo-
siciones, etcétera, del pervertido exhiben una sexualidad
femenina, emblematizado todo ello por el afeminamien-
to de lacara. Una afirmaci6n como la de Duncan de que
la extirpación de los ovarios no destruye necesariamen-
te la sexualidad de la mujer, separando así sexuaMad y
sexo, era parte del espacio conceptual que hizo posible
que los varones exhibieran una sexualidad femenina y vi-
ceversa, hizo osible e hu b i era ti o u ' a e
no se corres ondier n con
Volveré brevemente a Steinberg para anticipar, sin
contestar del todo, una posible objeción a mi interpreta-
ci6n. Existe una prolongada tradición cristiana de deba-
tes sobre la virginidad y la castidad de Cristo, una tradi-
ción presente en muchos sermones del Renacimiento, y
podría parecer que esta tradici6n se dirige explícitamente
a la sexualidad de Cristo, no sólo a su sexo. Al fin y al
cabo, icómo hay que entender la castidad si no es en rela-
ción con la sexuaIidadP Sin embargo, como subraya
Steinberg, la castidad consiste en la potencia fisiológica
bajo control; es el triunfo de la voluntad sobre la carne y
es ejemplar debido a la abstinencia volitiva frente a la po-
sibilidad fisiol6gica de actividad sexual (véase SC p. 30 y
excurso 15). Comentando una pintura de Andrea del Sar-
to, Steinberg observa «un contraste entre el miembro
erecto de Cristo niño y el de san Juan, una diferenciación
que nos sugiere el motivo verosímil de este tema, y es que
se trata de demostrar que el ¹ ñ o posee aquella potencia
Figura 2.10 Perversión sexual junto con sordomudez. fisiológica que confiere a la castidad todo su valor (SC
De JamesShaw': Tke PAysiognesmy+WensedD&cases p. 99). La castidad la vir ' 'dad son cate orlas morales
andDeg~ 1903. que denotan una relación entre la vo unta y a carne; no
95

son categorías de la sexualidad, Aunque tendemos a leer He aquí una última prueba visual del naciente estilo
retrospectivamente nuestras categorías de la sexuahdad psiquiátrico de representar las enfermedades. No era raro
como las antiguas categorías morales -en parte porque a que durante el siglo uX los textos médicos incluyeran di-
menudo es muy di8icil distinguirlas con precisión-, resul- bujos con descripciones de hermafroditas (figura 2.11).
ta crucial para mi razonamiento que las separemos. Difu- Esas pobres criaturas se mostraban exhibiendo su defi-
minar las dos clases de categorías da lugar a la infección ciente anatomía, de modo que la estructura patológica de
epistemológica que el gran historiador e la cien- sus 6rganos revelara, para que todos la vierans el estado
Georges Canguilhem ha llamado « virus del precur- de su m6rbida identidad sexual. Su ambigua posición era
sor». s Siempre buscamos precursores a nuestras catego- una posición anatómica ambigua. Sin embargo, no dema-
s de la sexualidad en ámbitos esencialmente diferentes, siadas décadas más tarde, uando a areci6 un nuevo estilo
lo cual produce anacronismos en el mejor de los casos e de razonar, encontramos esa iconogr a r a c ent e
ininteligibilidad en el peor. La distinción entre categorías fferente e l as eufersuedades sexuales que he señalado.
de moralidad y sexualidad plantea problemas de extraor- Otra ejemplificación de esta nueva iconografia es el fron-
dinaria complejidad, pero creo que se puede demostrar, tispicio (figura 2.12) del tratado sobre masturbación fe-
por ejemplo, que ni siquiera el comentario de Aquino de menina deD. M Rozier,una obra decimonónica publicada
las partes o especies del deseo en la parte 2.2, cuestión de modo bastante significativo en el umbral de la aparición
154 de Ia Suma dk teología debe asimilarse a un debate so- del estilo de razonar psiquiátrico.ís Al abrir el libro, el lec
bre sexualidad. No hay que suponer que en la psiquiatría tor encuentra el dibujo de una joven. Tiene la cabeza ladea-
del siglo xrx la desviación moral se transformó sin más en da con rigidez hacia la izquierda, los ojos en blanco, con la
enfermedad. Y en el caso de la castidad hay que distin- mirada extraviada, las pupilas apenas visibles. Es una mas-
guirla con cuidado de lo que Krafft-Ebing Hamó «aneste- turbadora habitual La porción descrita de su cuerpo pare-
sia del instinto sexual» en P~chopcnkia sonaríais: «Aquí to- ce normal, pero acertamos a ver que su psique, su persona-
dos los impulsos orgánicos procedentes de los órganos lidad, se desintegra ante nuestros ojos. Se erige como
sexuales y todos los impulsos e impresiones sensoriales vi- emblema de los trastornos psiquiátricos, de forma muy dis-
suales, auditivas y olfativas no consiguen excitar sexual- tinta de sus predecesores anatómicamente representados.
mente al individuo».íí Es un trastorno de la sexualidad, no
un triunfo de la voluntad sino una forma de psicopatolo-
gía. No cabe duda de que Cristo no la padeció. Por su- Puesto que hay más casos aparentemente problemáti-
puesto, al concentrarme en el Renacimiento yen el siglo ux, cos para mi interpretación de los que me es posible co-
he pasado por alto muchos años intermedios. Sin embar- mentar aquí, elegiré sólo un ejemplo más, volviendo de
go, el libro de Steinberg es de tal importancia, y puede uti- nuevo a un documento del Renacimiento,para mostrar
lizarse para arrojar una luz tan clara sobre el contraste cómo defendería mis afirmaciones contra algunos con-
epistemol6gico, que deseo afirmar que su comentario de- traejemplos aparentes de importancia histórica.Un punto
tallado merece ser centro de nuestra atención conceptual de partida útil es una conversación entre Foucault y algu-
(El siglo xvrtt plantea sus propios problemas enigmáticos y nos miembros del Departamento de Psicoanáhsis de la
exigiría un comentario completamente separado.) Universidad de París-Vincennes que se celebró tras la pu-
Figura 2.11 Un herma&odita. De J~ Psri s du Piessis:
~A Short History of Human prodigios and Ãoustrous ~
manusorito inédito, principios del ~ x v@
~ 2 ,12 U n a masturbadora. DeLk M. Roaier,
blicacibn del primer volumen de la Hírlorttt A Ee ~emah- Bar kuhioukr rstrsrsr su cfr' etulu~ y m d catar
dud Hacia el 6nal de la conversacibn, A1an Crosri~ ~ A n~ s ch s el sr~a t 1 83 0 .
interroga a Foucault como sigue:

A. G. Q,o que dices de las ~ lene s vale t ~ i ' ~


A C. Sg cofiste UQ tratado g+rs s/~
d f P~ cscfi t o p or un m~
casi~
y d at a c r eo de 1SSS
p ara el sadomasoquismoi Ka gente que se haos ~ par a con un cathlogo de casos muy completo. En hl se hace atu-
Sossr, h ~ m u c h o ti~ que s e ~ de eso , . sibn, precisamente, sl mío del as unto de los convul-
M. F. Mira. di6ci~ se p u ede decb eso. 4Tienes do- sionados de Saint-Mkdard, para mostrar que los pretendi-
cucl entos P dos mila~ o c u itahan historias sexuales.ss
C

98 La ayarkion de ia sexualidM Elscw y kr aparicion de ia sexxrnl~ C


Foucault realiza la afirmación de que, a pesar de eso, ofrece la personalidad múltiple como ejemplo del invento C ggg
el placer de ser azotado no estaba catalogado en el si- de personas y proporciona otros ejemplos de la histo-
glo xvxx como una enfermedad del instinto sexual, y el ria de la estadística.ss Los pervertidos l a historia de la
tema luego se abandona (demasiado pronto, en mi opi- perversión son otro ejemplo del invento de e r s onas.
gge
nión, para que se vea lo que está en juego), La explicación Nuestra experiencia de la sexualida es cuanto constitu e igüR
de la perversión de Foucault tenía que haberse elaborado a ro xa sexu a y e s ta experxencia se ha formado de fü yéíí
en lo que originalmente anunció como el quinto volumen forma decisiva y muy reciente por un conjunto de con-
de su Hirrona rk la sanxalichag que llevaría el apropiado tí- ceptos o categorías, entre ellas las «pexversiones», y un es-
tulo deEero~abs, Sin embargo, no tardó en reconsiderar tilo de razonar asociado.
los temas de su proyectada historia de la sexualidad, de Puesto que el problema planteado por Grosrichard es c g55
modo que nunca proporcionó muchos detalles históricos una buena prueba para mis aíxrxnacíones, volveré directa- C 05lk
en apoyo de sus afirmaciones sobre la perversión. Una mente al tratado que menciona. En 1629 (o, según al- r
explicaci6n de la aparición de la sexualidad debe comple- gunas fuentes, 1639), Johannes Heinrich Meibom, «un C ice%
mentarse con la historia de la aparición de la perversión médico de Lübedo, escribió un tratado breve titulado
como categoría noso16gica, algo que he intentado en otra T racrancs ck rav~ or u m i a m ~ i ' F roe nerea[Sobre el
parte.ss O, para ser más precisos, nuestra experiencia de uso de los azotes en asuntos médicos y venéreos ]. Empie-
za con un catálogo de casos de flagelación que no tienen C
versi6n como el ti o de desviaci6n e l a amenazaba sin relación alguna con cuestiones de sexualidad. Meibom
ces e sos t enido que no s o n uestro concepto médico aíxrma que la ílagelación se ha utilizado como cura para la
e perversión no existía antes de mediados del siglo xix, melancolía, la tristeza, para ayudar a personas delgadas a
sino también que no había pervertidos antes de la exis- «hinchar sus cuerpos», curar miembros relajados, promo- C'
tencia de ese concepto. Este desplazamiento desde la apa- ver la erupción de la viruela y curar obstrucciones intesti- C'
rición de un concepto («pexversión» ) a la aparici6n de un nales. Tras la lista de estos casos, que no considera polé-
tipo de persona (el pervertido), para volver a un proble- micos, se dirige a la cuestión de las «personas que son
C
ma que ya he mencionado, es valado or lado ' a estimuladas a lo venéreo mediante golpes de vara, y lleva- C,,
que Ian Hacking ha llamad cnomxn smo dinámico». dos a una hoguera de deseo con golpes~.» Establece la
Hacking sostiene que en mu os x os e .a s ciencias veracidad de este tipo de caso mediante el testimonio de C
C.
humanas, clas categorías de personas nacen al mismo otros médicos, así como mediante su propia experiencia aj~.

tiempo que surgen tipos de personas que encajan en esas


C
médica Éste es un ejemplo citado:
categorías, y hay una interacción mutua entre esos dos
procesos». El nominalismo dinámico muestra el modo en Adjunto un nuevo y reciente ejemplo, ocuaido exx esta
que «la historia desempena un papel esencial en la consti- ciudad de Lübeck, donde ahora resido. Un ciudadano de
tución de los objetos, donde los objetos son las personas Lübeck, quesero de oücio, Sale citado ante los magistrados,
y los modos en que se comportan», puesto que las cien- entre otros delitos, por adulterio, y al probarse el hecho fue
/
cias humanas «hacen nacer nuevas categorxas que, en p r- desterrado. Una cortesaaa, con quien ese individuo texxía
te, c e n nacer nuevos tipos de personas». a g trato a menudo, confesó ante los funcionarios del Estado '.
C
100 Elsexoshr apnn'ción ck áz saztatlickrn' 101

que no podía tener una erecci6n enérgica y realizar el de- los azotes sobre la espalda y Ios riñones, como partes encar-
ber de un hombre si antes no había sido arotado en la es- gadas de generar la semilla, y Hevarla a los genitales. adíen-
palda con unas disciplinas; y que cuando el asunto habia tan e inñaman esas partes, y contribuyen mucho a la esti-
concluido no era posible animarlo a una repetición si no mulaci6n de l a lascivia. Por todo ello, no constituye
era excitado por unos segundos azotes.(EVA pp. 20-21) sorpresa alguna que esos desvergonzados infelices, vícti-
mas de un odioso apetito como el que hemos mencionado
Habiendo establecido la verdad' de esos ejemplos, Pa masturbaciónj, u otros agotados por la repetición dema-
Meibom examina a continuación «qué razón puede darse siado frecuente, dxenados los lomos y los vasos,hayan bus-
para una acción tan ~ y po co c o rrientes, Considera cado remedio enlos azotes. Porque es muy probable que
~ en p r i mer lugar laex li caci6n s t r ol6 c a , es decir, «que las partes reírigeradas se calienten con semejantes azotes, y
la propensión del ho re a Venus es a causada por su provoquen un calor en la materia seminaL y que el dolor de
natividad, y destinado a ser azotado por rayos de estreHas las pattes fustigadas, que es la razón de que la sangre y los
opuestas y amenazadoras», pero la rechaza de inmediato espíritus sean atraídos en mayor cantidad, comunique tam-
puesto que «los cielos y las estrellas son causas universa- bién calora los órganos de la generaci6n, y con eUo queda
les, y no pueden ocasionar tales efectos particulares en satisfecho el apetito frenético y perverso. Entonces la natu-
uno o dos individuos» (EPA, p. 21). A continuación pasa raleza, aunque sin quererlo, es arrastrada mís allá de su ca-
revista a la ex licaci' a costumbre, la idea de que pacidad común y se convierte en parte en la comisi6n de
esos actos extraños y poco corrientes son debidos a hábi- tan abominable delito (EVA p. 30) s~
tos viciosos practicados en la infancia, aun raro ejemplo
del poder que tiene la fuerza de la educación en injertar En el siguiente párrafo, se pone de manífiesto el pro-
arraigados malos hábitos en nuestras costumbres». Sin p6sito subyacente de Meibom al redactar el tratado. Como
embargo, esta explicaci6n también es rechazada porque médico, es evidente que mediante ese tratamiento de azo-
no todos los j6venes sometidos a esta práctica la continú- tes y golpes en la espalda ha curado a cierto número de
an habitualmente; y, además, atampoco es probable que hombres, incapaces de otro modo de realizar el acto de la
todos esos niños que hemos mencionado iniciaran su ju- generación. Ese remedio parece haberse convertido en
ventud poniendo en venta su castidad mediante esa co- objeto de debate y preguntas entre médicos y también le-
municación recíproca del vicio, y utilizaran disciplinas al gos. Meibom admite que quizá algunos de los que acuden
principio para provocar lascivia (EFA,p. 22). La explica- a él en busca de tratamiento sólo están agotados por el ex-
ción más adecuada de esos casos extraños, según Mei- ceso venéreo y solicitan su tratamiento con el único Gn de
b om, puede encontrarse examinando la ñsíolo a ato- continuar el «mismo indecente goce». Sin embargo, con-
mía de riño n e s lo m os. ra s comentar con cierto mina a quien p o nen en entre t o su práctica: ~ es,
etaHe las relaciones anat micas entre riñones, lomos, las en conciencia, preguntarte también: kNo puede una per-
arterias y venas seminales y los testículos, y tras determi- sona que ha practicado el amor legítimo y a pesar de ello
nar que «todos ellos de un modo diferente se encargan percibe lánguidos sus lomos y costados hacer uso del mis-
tanto de elaborar la semiHa como de realizar la tarea de la mo método, sin imputación de delito alguno, con el ñn de
generación» (FFA p. 23),M eibom concluye; saldaruna deuda„que no diré que es debida, sino para
102 Le «p
ericiadcla zencahducf E/sexo y ia apariaaa de la scruulukul 103

contentar al acreedor?» (EVA, p. 30). Meibom desea rei- sicopatolóyco que afecta al funcionamiento del instinto
vindicar su práctica argumentado que e1 uso de azotes en sexua e un modo muyparticular.La dirección normal
los asuntos de Venus puede ser una modalidad terapéuti- del instinto sexual esté bloqueada en el masoquismo, y
ca justificada, una modalidad que médico y paciente pue- este instinto y la vida sexual psíquica son redirigidos hacia
den practicar sin la imputación de delito alguno a nadie. una senda anormal que Krafft-Ebing caracteriza con una
Estas citas ya nos permiten prever mi razonamiento serie de rasgos distintivos. El masoquismo es un modo de
de que el tratado de Meibom no es un contraejemplo a la desviación funcional del instinto sexu es ci o n a un
afirmación deque la perversión no aparece como fenó-
meno médico hasta el siglo xar No obstante, antes de ex- de Krafit-Ebing está habitado no sólo por individuos que
" ponerlo, recordaré el modo en que la psiquiatría decimo- desean ser azotados, sino por individuos masoquistas, un
nónica entendía el masoqinsmo. Para este entendimiento tipo muy específico de criaturas enfermas. Si tuviéramos
es preciso que nos dixijamos a la Ayckopatkia seecu& de que hacer una lista de las formas de expresar o ejemplifi-
Kra%-Ebing, puesto que él fue al fin y al cabo el inventor car la sexualidad en el universo d -Ebing, en ella se
del concepto de masoquismo. Esto es lo que dice al inicio incluiría el masoquism . er maso 'sta , en P ck a-
de su sección sobre masoquismo: rkia sancalis, una forma o s e e con c i r se a uno mis-
mo,una ormaposibled ser er s as
Por masoquismo entiendo una pecuhsr petvetsióa de o vien o tr a t a d o d e ei b o m , encontramos ante
la vid ual p s í uica enla que el, individuo afectado, ea todo que no contiene la más mínima implicación de que
sensación sexual y pensamiento, está coaaelade por ía idea las personas fustigadas, incluso con objetivos venéreos,
de quedar completa e iacoadicioaahaeate sujeto a ía vo- padezcan una enfermedad o un trastorno que se mani-
luntad de uaa persona del sexo opuesto; de ser tratado por fiesta en el deseo de recibir tales azotes. En 1629 no era
esa persona como por un amo. humillado y mahratado. Esa posible una enfermedad que consistiera en el placer de
idea se tiñe de una sensación lujuriosa; el masoquista vive ser azotado; la idea misma de semejante enfermedad no
ea fantasías, ea las que crea situaciones de ese tipo y a me- podía conceptualizarse. No deja de ser una de las muchas
nudo intenta reduarlas. Mediante esta perversión su instin- paradojas similares de la historia de la medicina que, lejos
to sexual se vuelve a menudo más o menos iaseasible a los de ser una enfermedad, el hecho de azotar pacientes, in-
encantos normales del sexo opuesto, incapaz de uaa vida cluso el deseo de recibir tales azotes por parte de algunos
sexual normal, psíquicamente impotente. Sla embargo, di- pacientes, fuera considerado eficaz y justificado terapéu-
cha impotenciapsíquica no depende ea modo alguno de ticamente. Por otra parte, no hay absolutamente ningún
ua horror al sexo opuesto, eiao del hecho de que el iastiato indicio en el texto de Meibom de que los hombres azota-
perverso encuentra uaa satisfaccióa adecuada difiriendo dos en relación con los asuntos venéreos constituyan un
de lo normal, ea la mujer, sia duda„pero ao ea el coito. tipo característico de individuo, diferente de otras per-
(PS, pp. 86-87) sonas a causa de unos rasgos especiales de su personali-
dad.Cualquiera puede ser un candidato de esa terapia,en
Krafft-Ebing es inequívoco en sus aserciones de que función únicamente dc que sus lángttidos lomos no pue-
el masoquismo constituye un tipo especial de trastorno dan. por decirlo así, ser activados de una manera más sen-
La uparicub de la ncmatutacf 105

ciHa La cuestión para Meibom y sus interlocutores es si la el que distinguimos las lujurias entre sí no nos permite
eetimulación de la lujuria mediante azotes está siempre distinguir difereates tipos de personas entre sí. En esta
moralmente prohibida, ei puede ser estimulada de ese tradici6n de teología moral, se clasifican tipos de peca-
ya modo «sin imputación de delito algunos. La cuestión no dos, no fundamentalmente tipos de individuos y desde
es si hay algún tipo de persona a quien semejantes azotes luego no tipos de trastornos.

~g proporcionen una adecuada satisfacción psicológica Ea realidad, Kraflt-Ebing ee interesa bastante por la
Esta lectura del tratado se ve apoyada por dos ensa- cuestión de la flagelacióa tal como la debati6 la teología y
yos adicionales afixadidos a él cuando se reimprimió en la filosofla moral Dedica una sección de P~chopnckia ~
1669. En ninguno de los dos ensayos hay anficipaci6n al- nuca& a distingtur cuidadosamente entre flagelacióa pasi-
" guna del conjunto de conceptos necesarios para describir va y masoquismo, insistiendo en que lo primexo es una
el fenómeno del masoquismo. En realidad, los tres ensa- perversidad y, por lo tanto, un tema apropiado para el de-
yos, cuando no intentan producir una explicación fisioló- bate ético y legal, mientras que s61o lo segundo es una au-
gica de los efectos causados por los azotes, encajan exac- téntica perversión, un fenómeno médico:
tamente en la tradición de la teologux y le filosofla moral
~

que trata de la naturaleza y las clases de lujuria. Aunque No es diflcil d emostrar que el masoquismo es algo
no puedo tratar aquí en detalle esta tradición, deseo reali- esencialmentediferente de la fl
agelación, y más generaL
zar algunas obeexvaciones generales sobre eus anteceden- P ara el masoquista, lo principal es el sometimiento s l s
tes. En el libro 12 de Lu cncdudde Diar Agustín de Hipona mujer; el castigo es s61o ls expresi6a de esa relación, el más
utiliza el concepto teo16gico de perversión para describir intenso efecto que puede provocarse sobre si. Para éL el
los actos malvados de la voluntad. Esta voluntad está per- acto tiene s61o un valor simbólico y es un medio para el fla
versamente afectada cuando no consigue cumphr con de la satisfacción mental de sus peculiares deseos, Por otra
Dios, cuando pasa del bien inmutable al mutable. La per- parte, el individuo que está debilitado y no es propenso al
versión no está intrínsecamente relacionada coa la luju- masoquismo, y que se hace flagelar„sólo desea una irrita-
ria, pero describe cualquier acto de voluntad que es con- ción mecánica de su centro espinaL (PS, p. 93)
trario a Dios y por lo tanto es contrario a la naturalezas
En la parte 2.2, cuestión 154 de la Sumn de teología Aqui- Kri&-Ebing especifica con xaás detalle las caracterís-
no sostiene que hay vicios contra la naturaleza que son ticas que distíngúen al masoquista del «vicioso debiTita-
una especie determinada de la lujuria„puesto que no sólo do» que desea la' Qagelación pasiva, entre lae cuales las
son contrarios a la recta razón, lo cual sucede en todos los más importantes son psicológicas. Concluye aflrxaaado
vicios de lujuria, sino que además ee oponen «también al
mismo orden natural del acto venéreo apropiado a la es- una relaci6n análoga a la existente entre el instinto sexual
pecie humanas.s' Sin embargo. incluso en el fascinante invertido y la pederastia; ambas relaciones son ejemplos
intento de Aquino por distiaguir los diferentes tipos de del contraste más general entre perversión y perversidad,
lujuria, es evidente que las diferentes especies de la luju- y por consiguiente entre enfermedad y desviación moral
ria no indican diferentes tipos de individuos; todos esta- El fenómeno del maso 'smo, como el fenómeno eneral
mos sujetos a todos los tipos de lujuria, y el principio por e p e rversx n, es un fenomeno e moderno.
I584
llÍQ
106 La aparición de la sendalidad Elseggpy la aparición de la sancalidad I07
llíQil
Como señala Kraflt-Ebing, sin más comentario, la perver- Sin embargo, en la Psychopushiu sandulis de Krafft- li54 l
sión del masoquismo fuer hasta la éPoca de LeoPold Sa- Ebing, nos encontramos con un libro dedicado a la des-
cher-Masoch, «harto desconocida para el mundo cientí6- cripción -en realidad a la construcción- de cuatro tipos
WIC4
co como tal» (PS p. 87). de caracteres: el homosexual o invertido, el sádico, el ma-
Volveré una vez más al tratado de Meibom para hac soquista y el fetichista s d ecir, tenemos un libro e es - %SI
un comentario conceptual final. En él, el adjetivo pereers tablece las características de6nito ' gigH
. aparece en dos ocasiones, una en elfragmento «un ape to nuevo 6 o de er s o nalel e i v e r s o. Krafft-Ebing insistió l®®
frenético y pexverso» y la segunda en la expresión «vicios en que para a g nosticar al perverso de forma correcta
de lujuria perversa» (EVA pp. 30, 22). El contexto de am- «hay que investigar toda la personalidad del individuo»
Si@
'" bas apariciones deja claro que pertiersoes utilizado como (PS, p. 53). Continuamente hace hincapié en que el diag-
t érmino general de desaprobaci n, aun e n o s e s nóstico no puede efectuarse sólo examinado lo s actos IS®
m s en cons i ste con precisi n esa e sapro acion sexuales realizados. Hay que investigar impulsos, senti-
realidad, si nos 6jamos en s p auta s cas de los tra- mientos, apetitos, deseos, fantasías, tendencias, etcétera, y
tados de teología y filosoRa moral que comentan la per- el resultado de esa investigación será deslindar nuevos ti-
versión, e incluso en las obras médicas anteriores al siglo pos de personas, distintos y diferentes del individuo hete-
x íx que parecen tratar sobre este tema, da la impr i n e rosexual normal El perverso es lo primario, las elecciones
que las formas adj etivales, adverbiales y verbale er y acciones perversas están subordinadas a un papel con-
pemersapnense y p~e r sgr aparecen con mucha ceptualmente subsidiario. Si en psiquiatría el centro de
cuencia que el sustantivo perversión o, especialmente, la atención conceptual se desplaza desde la elección perver-
forma sustantiva pertiersu Sin embargo, no quiero limitar- sa hasta el pexverso, y si las formas linguísíicas reflejan se-
me a afirmar que el número de apariciones de la forma mejantes cambios conceptuales, no debería sorprender
sustantiva es mucho menor que el de las adjetivas, adver- que encontremos aquí un uso más distintivo y frecuente h
biales y verbales, aunque en las obras que he examinado de los sustantivos perversa e incluso de pamersiha,
parece ser así. Aparte de buscar y contar pautas léxicas, En relación con este nuevo énfasis está el hecho de
creo que puede sostenerse que el nombre tiene un lugar que la psiquiatría del siglo xxx consideró con &ecuen-
conce tualmentesecundarioen a t e o lo a m o y un u- cia que la sexualidad es el modo en e m e 'or se re re-
ar central en la me xcína e l si o x xÃ. e po r i a con senta la mente. o n o cer la sexualidad de una persona es
mar esta i r m acxon estudian o, por ejemplo, el uso del conocer a esa persona. a sexu es a exter n ci on
término en La ciududde Dios de San Agustm. En la época e a esencia mterio r c ta e a er s o n a . p ar a
en que se publicó el tratado de Meibom, un uso frecuente conocer a sexua a , c o nocer la persona, debemos co- I&Z
delnombre psresrrs era como antónimo de saneara: un nocer sus anomalías. KraKt-Ebing fue bastante claro so-
perverso era alguien vu l ba~mae maj p bre este punto. En su Lehrbggch derPsychiasrie, un volumi-
un converso lo contrario. Este uso implica con ar x ad noso libro que abarca todo el ámbito de la anormalidad
que el fenómeno primario debe situarse en las elecciones mentaL escribe: «Estas anomalías son erturbaciones ele-
y acciones perversas del individuo, puesto que se era per- mentales muy importantes, puesto que u in it i i d uulidud
verso o converso en 6xncióü de unas elecciones éticas. en granpurse de lu nasgórcdezu de tu sennbih'-
108 La aparición dk la scxaalidadf Elsajóóy ia aparición ck ta sanuzhdnd 109

dad saeuah.s a sexualidad individualizae onvierte en un versidad de la voluntad proporcion6 un punto de refe-
6po especx6co e ser , masoquista, hoxno- rencia que al mismo tiempo abrió un camino y proporcio-
sexual, fetichista. Este vínculo entre sexualidad e in-divi- n6 un obstáculo a la construcción médica de la perver-
dualidad explica paxte de la pasión con que la psiquiatría sión. Esta problemática, que apenas ha comenzado a ser
construyó al perverso. Cuantos más detalles tengamos so- analizada en detalle, implica el cruce del «umbral de cien-
bre las anomalías de la perversión, mejor podremos pene- tificidad».«ó Foucault, en La arguóólogza ckl sabe"ha des «
. trar en la individualidad oculta del yo. Sólo un psiquiatra, crito con gran precisi6n las preguntas que deben contes-
tras un examen meticuloso, po a r econocer a un auténti- tarse en el intento de comprender cómo p u ede cruzarse
co perverso. O, para ser más precisos, también se conside- ese umbraL Describiendo no su propia posición sino la
'"raba que había otro tipo de persona capaz de reconocer a de Canguilhem y Gaston Sachelard, el tipo de historia de
un auténtico perverso, sin que ni siquiera hiciera falta un la ciencia que denomina «historia epistemológica de las
examen meticuloso:como por una especie de percepción ciencias», Foucault apunta:
hipersensible, un perverso podía reconocer a alguien de
su tipo. Por supuesto, se necesitada un mayor detalle his- S o ca d a j c . p o e j pjo . cd oc a ~copee co-oo
tórico para elaborar un razonamiento inequívocamente gado todavía de metáforas o de contenidos imaginarios- se
convincente que pruebe el cambio conceptual desde la ha purificado y ha podido tomar estatuto y función de con-
elección perversa hasta el perverso. Sin embargo, cual- cepto científic; de saber cómo una región de la experien-
quiera que lea unas pocas decenas de textos relevantes de
la teología moral y la psiquiatría quedará muy sorprendi- todavia por utilizaciones prácticas inmediatas o valoracio-
do, creo, por lo que Foucault llamó en una ocasión su nes efectivas, ha podido constituirse en un doxninio cíentífi-
«otra textura epistemo16 c a » .sjj co; desaber, de una manera general, cómo una ciencia se
Gran part e e m i c o m e ntario se ha interesadopor ha establecido por encima y contra un nivel precíentífico
la ruptura en los estilos de razonar dentro del áxnbito de la que a la vez la preparaba y la resistía de antemano, cómo ha
medicina, un corte desde la anatomía patológica en todas podido &anquesr los obstáculos y las limitaciones, que se-
sus formas a la aparici6n del razonamiento psiquiátrico. guían oponiéndose a ella.d'
Esta ruptura perfila una problemática interna a la historia
de la medicina. No obstante, mi comentario del tratado de No conozco mejor descripción sucinta de lo que está en
Meibom y las cuestiones que plantea, así como las obser-' juego en este nivel de análisis. Una adecuada historia de
vaciones de Steinberg sobre la caátidad de Cristo, inau- la aparici6n psiquiátrica de la sexualidad tendrá que mi-
guran un problema asociado, no interno a la historia de la rar no sólo los cambios en los estilos de razonar dentro
medicina, sino más bien centrado en la apropiación por de la medicina, sino también en las múltiples relaciones
paxte de ella de un ámbito inicialmente relacionado pero entre nuestras descripciones éticas de las prácticas sexua «
o medicalizado. No se trata sólo de que la medicina se les y sus equivalentes centíficos.
apodex ara del estudio de lo que antes había sido parte de
la moralidad; la desviaci6n moral no sólo se transformó
en enfermedad. Más bien,el fen6meno moral de la per-
Cómo hacer la historia
d.el psicoanálisis: una lectura de
Ti.es ensayos para una teoría
sexual de Freud
Tengo en este ensayo dos objetivos principales que
están inextricablemente unidos. Primero, deseo plantear
algunas cuestiones historiográ6cas y epistemológicas sobre
cómo escribir la historia del psicoanálisis. Aunque surgen
de modo bastante general en la historia de la ciencia, se
trata de cuestiones que tienen una categoria y una urgen-
cia especiales cuando el ámbito es la historia del psicoaná-
lisis. En segundo lugar, a la Iuz de la orientación epistemo-
lógica ymetodológica por la que voy a abogar, deseo
iniciar una lectura de los Tres ensayasycmx una teona s~
de Freud cuya especi6cidad está ligada a mi compromiso
con dicha orientación. con un modo particular de hacer la
historia del psicoanálisis. A pesar de lo mucho que se ha
escrito sobre los Trer enrnyar...de Freud, resulta muy fácil
subestimar la densidad de ese libro, una densidad que es
al mismo tiempo histórica, retórica y conceptual. Esta su-
bestimación procede en parte de presuposiciones histo-
riográ6cas que enseguida nos alejan de las cuestiones fun-
damentales.
A la hora de plantear cuestiones acerca de la historio-
gra6a de la historia de la ciencia, es evidente que no pue-
do empezarpor el principio. De modo que empezará mu-
cho más adelante, con los escritos de Michel Foucault.
ll2 Cómo hacer la hierria delpriaóanáluis

Creo que laobra de Foucault,en conjunción con lade ras esas ciencias que, en palabras de Foucault, se «consi-
Gaston Bachelard y Georges Canguilhem, ejemplifica una ran demasiado teñidas por el penSamiento empírico,
perspectiva muy particular sobre cómo escribir la historia demasiado expuestas a los caprichos del azar o las imáge-
de la ciencia. En el mundo de habla inglesa, quizá sólo la nes de la retórica, a las tradiciones seculires y a los acon-
obra de Ian Hacking comparta esaperspectiva y logre tecimientos exteriores, para suponerles una historia que
igualar a sus hom6logos franceses en términos de origi- no sea irregular»-4 desde el punto de vista de una ar-
nalidad y calidad. Ningún resumen breve puede evitar queología de las prácticas discursivas' Foucault realizó la
omitir las diferencias entre Bachelard, Canguilhem, Hac- afirmaci6n-quizá un lugar común ya, pero atrevida e in-
''*
iting y Foucault; de hecho, el resumen que voy a realizar cluso radical en su momento- de que ese tipo de conoci-
ni siquiera logra reproducir perspectiva de miento posee una regularidad bien definida, que una his-
Foucault, que él denomin6 arqueología» No obstante, toria de ese conocimiento puede mostrar sistemas de
este esbozo servirápara los prop sito que tengo ahora reglas, así como sus transformaciones, que posibilitsn di-
en mente y cuyo fin último es reorientar nuestra aproxi- ferentes tipos de enunciados. Sin embargo, dichas reglas
mación a la historia del psicoanálisis. no son nunca formuladas por los participantes en la prác-
En una entrevista concedida en 1977, Foucault expre- tica discursiva; no están al alcance de su conciencia, sino
s6 en una sola frase lo que podríamos considerar un resu- que constituyen lo que Foucault denominó una vez «in-
men de su método arqueológico:«Por "verdad", entender consciente ositivo del saber»P'
un conjunto de procedimientos reglamentados para la i esas reglas son re ativamente autónomas y an6ni-
+ producción, la regulación, la distribuci6n, la circulación y mas, si permiten que los individuos realicen las afirmacio-
1 funcionamiento de los enunciados».s Dada esta des- nes que hacen cuando las hacen, entonces la historia de
cripción de su punto de vista, deberíamos considerar que tales reglas y tal conocimiento no se parecerá a la clase
Foucault emprendi6 en sus trabajos arqueológicos la ta- de historia a la que estamos acostumbrados. No agrupará de
rea de escribir una historia de los enunciados que reda- modo necesario conjuntos de regularidades en torno a
man la categoría de verdad, una historia de esos sistemas obras y autores individuales, por ejemplo; tampoco se
de procedimientos reglamentados. El intento de escribir sentirá cómoda con los límites habituales de lo que consi-
semejante historia supone aislar ciertos tipos de prácticas deramos ciencia o disciplina Al contrario, impondrá a las
discursivas -prácticas para la producción de enunciados- reagrupaciones deenunciados y prácticas «una nueva y
que serán «caracterizadas por la delimitación de un cam- en ocasiones inesperada unidad 7 Dado que Foucault de-
po de objetos, la definición de una perspectiva legítima seaba describir las prácncas discursivas desde el punto
para el agente de conocimiento y el establecimiento de de vista de la arqueología, un tema destacado en algunas de
normas para la elaboraci6n de conceptos y teoríaS. Así, sus obras principales fue el de la discontiuuidad. Sacar a
cada práctica discursiva implica un conjunto de prescrip- la luz las discontinuidades no es una presuposición de su
ciones que designan sus exclusiones y elecciones» s El método, sino una consecuencia Si nos proponemos des-
proyecto de Foucault, anunciado en el prólogo de la edi- cribir las trayectorias históricas de las ciencias en térmi-
ción inglesa de Lusyuhnbmy Icu casca, era escribir la nos de reglas an6nimas para la formación y producción
toria de lc que Hacking ha llamad s c i encias inmadu- de enunciados, lo que pareda continuo desde otra pers-
C

La apanciorcrk la sezualickd' Cómo hacer la hkioria drlpsico~ l l5


Sí@
pectiva puede muy bien parecer ahora radicalmente dis- la historia de la aparición de un nuevo sistema de concep- INA
conunuo. Los problemas de periodizaci6n y de la unidad tos y mostrar que dichos conceptos están internamente
de un ámbito pueden quedar transformados casipor relacionados por un conjunto de reglas y forman lo que
completo: descubriremos, por ejemplo, que los nuevos ti- podríamos considerar un espacio conceptual determina-
pos de enunciados que parecen ser simples incrementos do. Lo que queremos ver es qué conceptos, vinculados de
graduales al conocimiento científico sólo son posibles en qué modos particulares, permitían enunciados que jamás gjg
realidad debido a una importante alteración de las reglas se habían formulado antes acerca de las perversiones g'
subyacentes para la producción del discurso. Con todo, el sexuales, permitían la creaci6n de un nuevo objeto del ggl
método de la arqueología también posibilita el descubri- discurso médico: la sexualidad. Por ello he recalcado que
"miento de nuevas continuidades, inadvertidas a causa de necesitamos una historia conceptual de la sexualidad sin
la apariencia superficial de discontinuidad. La arqueolo- la cualno podemos saber de qué se hablaba cuando el
gia no realiza presuposición alguna acerca del predomi- ámbito del discurso psiquiátrico se obsesionó con eHa.
nio de la discontinuidad sobre la continuidad en la histo- E ste mismo tipo de método fue utilizado por H e i n -
ria del conocimiento; pero sí convierte en muy probable rich Wolfflin en sus Concepccv~ctarmentalar en Ea histeria
ckl arte. WoMin caracterizó las diferencias entre arte dá-
C
que agrupaciones del pensamiento consideradas natura-
les resulten ser en realidad, en ese nivel de análisis, bas- sico y barroco segun dos sistemas diferenciados de con-
tante contranaturales. ceptos determinantes. Intentó mostrar el modo en que los
En otros escritos, he intentado adoptar y adaptar la rasgos del arte clásico se unían para formar un espacio vi-
perspectiva arqueo16gica de Foucault, utilizándola para sual clásico especifico, mientras que rasgos opuestos se
escribir una historia de las teorías psiquiátricas decimo- unían para formar un espacio visual barroco característi-
nónicas de la sexualidad.s He sostenido que a partir de co.io No es ninguna sorpresa que Paul Veyne, en su con-
1870 aproximadamente aparece un nuevo estilode razo- ferencia inaugural en el Colegio de Francia, vinculara los
nar psiquiátrico sobre las enfermedades, un estilo que nombres de Wol6Iin y Foucault; como tampoco lo es, C.'
permite, entre otras cosas, enunciados sobre la perversi6n
sexual -sobre la homosexualidad, el fetichismo, el sadis-
cuando recordamos elpapel secundario que desempenan
los grandes hombres en la obra de Foucault, que Arnold e
mo y el masoquismo- que enseguida se vuelven corrien- Hauser se haya referido a la historia del arte de Wolf9in
tes en los debates sobre la sexualidad. La apaiición y pro- como «historia del arte sin nombress.» C
C,
liferación de tales enunciados fue consecuencia directa Sea cual sea la verosimilitud de una historia del arte C.
de ese nuevo estilode razonar que cabe considerar, en sin nombres y sea cual sea la aplicabilidad de esta pers-
términos foucaultianos, como el nacimiento de una nueva pectiva metodológica en la historia de la ciencia, bien C
práctica discursiva. Un elemento epistemológicamente puede persistir un profundo escepticismo sobre su utili-
fundamental de un estilo de razonar, tal como lo interpre- dad de cara a la confecci6n de la historia del psicoanálisis.
to, es un conjunto de conceptos unidos por re@as especi-
ficables que determinan qué enunciados pueden hacerse nombre de Sigmund Freud, resulta natural objetar que
y cuáles no con los conceptos.o Escribir una historia de la escribir su s n sin ese nombie no seria en absolu-
psiquiatría del siglo XDtcon esta noción exige escribir to escribirla.No cabe duda de que constituye un rasgo
'
ll6 Chno hmer la hkaona ckl análkk 117

peculiar del psicoanálisis -un rasgo que exige una explica- como revolucionario triunfante. De forma opuesta, el se-
ción más detallada que la que puedo o&ecer aquí- el que. gññáagjito imagina a Freud obteniendo todas sus 1Vcss
al margen de cuál consideremos como su última palabra, de alguien -por lo general, Wílheim Hiess, aunque tam-
la primera y la segunda sean siempre palabras de Freud. bién se mencionan con frecuencia los nombres de Jean-
Y ello no sólo porque Freud fue el creador del psicoanáli- Martin Charcot, Havelock EHis y Albert MoH, entre mu-
sis, sino ante todo porque los conceptos, afirmaciones y chos ot r os- y a p r o p i ándose d e l m é r i t o d e t e o r í as
.problemas centrales del psicoanálisis no han recibido es- previamente desarrolladas en las que, en realidad, sólo
pecificación más profunda tras quedar plasmados en sus realizó modificaciones menores. Es el mito de los descon-
textos. Por ello hay una sensación evidente de que toda tentos profesionales, y la historia del psicoanálisis domi-
-historia del psicoanálisis debe invocar continuamente el na historia de Freud como
n ombre de Freud. Detodos modos, este hecho no fija -o emagogo,usurpador y megalómano. primer mito po-
no debería fijar- l a forma que debe tener dicha invoca- amos rep car «ex o t», que es un lema tan
ción. Wolfflin no era reacio a discutir Ias grandes obras apropiado en la historia de la ciencia como en la teología.
del arte clásico y barroco; quería demostrar que su gran- Kl segundo mito extrae su fuerza de una lectura empo-
deza no era incompatible con que sus artistas estuvieran brecida de Freud y de una idea igualmente empobrecida
sujetos a limitaciones específicas. «No todo es posible en de cómo leer a Fxeud. Aplicado a Tras ensuysrparn una xeo-
todos los tiempos», según su céle r e o s e rvacx n; y su ríu sexual, este mit e mostrando que, po 'em-
storxa e e sm n o m b r es apuntaba a conceptuahzax plo, Richard von -Ebin 'i y
los límites de lo artísticamente posible en un periodo his- d alia& idea de utoeronsm, e F liess o u
tórico concreto y mostrar cómo un cambio en las limita- tr de xse xu a e Mo uall ad
ciones conHevaba una reorganización de los bmites de lo an antes que Freu , q e an o l de
posible.'s Para lograrlo, WoINin tuvo que operar en u' na e y así s u cesivame as a e x xt o.
plano diferente del de la biografia y la psicología indivi- Puesto que Freud era plenamente consciente de esos es-
dual. Al escribir la historia dd psicoanálisis deseo conser- critos, continua la historia, i.qué otra cosa podría ser sino
var ese nivel; un nivel cuya articulación exige Ia historia un usurpador, con un reino hecho de materiales robados?
de un sistema de conceptos estructuralmente relaciona- Los dos mitos, imágenes especulares el uno del otro,
dos, un espacio conceptual situado por debajo o por de- se basan en el mismo tipo de presuposiciones historiográ-
trás de Ia obra de cualquier autor particular, e incluso de ficas, no reconocidas, pexjudiciales y, en mi opinión, equi-
las grandes obras de los ~ n des autores. vocadas. Descubriera o no la sexualidad infantil, cual-
Poco a poco se han desarrollado dos mitos que pug- quiera que fuera la cambiante valoración de su deuda con
nan entre sí. gl primer mito el del s i c oanálisis oficial, Flüess, ya fuera el primero, el segundo o el tercero en uti-
describe a Freu c om o gen i o solitari a i slado y con- lizar la palabra Frieb al hablar de sexualidad... todas Ias
denado al ostracismo por eando el psicoa- afirmaciones de este tipo, a favor y en contra de Freud,
nálisis sin la ayuda de nadie y en perpetua lucha con el son radicalmente inadecuadas si queremos entender el
mundo entero. La historia del psicoanálisis bajo el influjo lugar de éste en la historia de la si uiatxí A mbos mitos
de este mito se ha convertido en la historia de Freud se basan en una xnvocacx n xnadecuada de su nombre;
Í 118 Como kzoor lÍi histeria del~uounilisk

ambos colocan en mal lugar el papel que tal invocación serbreve y abstracto.De modo que ahora quiero abordar
debería tener al escribir la historia del psicoanálisis. Claro algunas de las cuestiones históricas dictadas por dicho
que la biografia de Freud, su drama personal, a quién método arqueo16gico. Cste es el lugar para reconocer las
ley6 y en qué año son temas todos ellos de interés e im- implicaciones un tanto engañosas del título del presente
portancia. Sin embargo, no nos permiten fundamentar ensayo. No pretendo intentar siquiera algo parecido a una
con exactitud la cuestión de si füe un creador de pensa- lectura completa de los Tresensayar... Quiero centrarme
miento o s61o un conservador y en ocasiones un amplia- exdusivamente en los problemas encontrados en la lectu-
dor de ideas ajenas. ra del primer ensayo, «Las aberraciones sexuales». Dada
El modo en que caractericemos el lugar de Freud en la estructura del libro de Freud, también tendxé que refe-
"la historia de la psiquiatría no debería depender de quién rirme a pasajes de los otros ensayos, pero sólo los comen-
dijo qué primero, sino de si la estructura de los conceptos taré cuando sean relevantes (y en la medida en que lo
asociados con los escritos de Freud continúa, amplía, de- sean)para desentrañar la conceptualización de Freud de
bilita el espacio conceptual de la psiquiatría del siglo xK o las perversiones sexuales. El alcance de mi tarea está limi-
diverge de él Lo que necesitamos, como he indicado, es tado aquí por el deseo de aproximarme sólo a una lectura
una historia de los conceptos utiTizados en el psicoanáli- integral de este primer ensayo. Incluso para eso tengo
sis, un relato de sus orígenes históricos y transformacio- que empezar antes de Freud, con el conce
nes, de sus reglas de combinación y su empleo en un sió sexual imperante en la literatura psiquiátrica del si-
modo de razonar.» Esta tarea presupone que, primero, glo xxx. e modo que intentaré delimitar el espacio con-
podemos aislar los conceptos característicos de la psiquia- ceptualen el que la perversión era un elemento que
txía del siglo xix, articular sus reglas de combinación y, de dominó la psiquiatxía europea en la época en que Freud
ese modo, discernir sus límites de lo posible. A continua- escribió los Tror enruyes...''Í
ción, debemos acometer esa misma empresa para la obra Durante la segunda mitad del siglo xix, se produjo una
de Freud, lo cual, con suficiente detalle, debería permitir- verdadera explosión de los debates médicos sobre la
n os ver con más claridad si el es acio conce tual d e pe sexu es que Foucau t ll am a do una incita-
reud continúa o rom e con e ecesores. Aun- ción a los i s cursos, una inmensa verbosidad.» Esos de-
que r e u p u e a u ar e n gr an medida la misma termi- bates saturaron los intereses psiquiátricos europeos y, más
nologíía que muchos de los autores que sabemos que leyó, tarde, estadounidenses, l o u e d io lu a r una e i d e m i a
la estructura de los conceptos que emplea -lo que he es- de exversión que pareció rivalizar con los recientes bxe-
tado Hamando su espacio conceptual- puede presentar tes e c e ra. A pesar de las muchas diferencias -tanto
desviacionesen mayor o menor grado. teóricas como clínicas- que existían entre esos locuaces
Estas observacionesmetodológicas, por esmeras y psiquiatras, todos compartían el concepto de perversión
abstractas que sean, se sostendrán o caerán dependiendo que sostenía esos debates: las perversiones eran un objeto
de si nos permiten o no producir una explicación íxlosóíx- compartido del discurso psiquiátrico sobre el que había
camente esclarecedora e históricamente verosímil de los formasde razonar coxnúnmente reconocidas y plenaxnen-
temas en cuestión. Si no nos guían de forma directa a una te estandarizadas. El mejor modo de empezar a compren-
lectura más adecuada de Freud, su interés no dejará de der el espacio conceptual decixnon6nico que rodea la per-
120 Cékxo heéer hr Iiatmia del
'

' && 121

versi6n es examinar la oci6n de instinto sexual, porque la 1842. en el 3EechcalLeeicorxde Dunglison: «Pexversión:
concepci6n de la perversión subyacente a pensamiento una de las cuatro modificaciones de la función en la en-
clíínieo era la de una enfermedad funcional de ese instinto. fermedad, siendo las otras tres el incremento, la dismi-
Dicho de otro modo, la clase de enfermedades que afecta- nución y la abolición».» Las nociones de pexversión y fun.-
ban al instinto sexual eran precisamente las pexversxones ci6n están inextxicablemente unidas. En cuanto se o&ece
sexuales. Una comprensi6n funcional del instinto permitía t una caracterización funcion d el instinto sexuaL las per-
. aislar un conjunto de trastornos o enfermedades que eran versxones se convierten en una clase na erme-
perturbaciones de sus funciones especiales. Moreau (de dad; sin esa caracterizaci6n no hay en realidad espacio
Tours), en un libro que infiuy6 en la primera edici6n d a conceptual para tal tipo de enfermedad. Es evidente, por
ch ar hia eexucdlixdeKrafft-Ebing, sostuvo que los he- ejemplo, que Krafft-Ebing entendi6 el instinto sexual de
ch c Ünico obligaban a aceptar como absolutamente e - un modo funcional. En el Le hrbxdch Ser Psychiuxrie,se
mostrada exis t e ncia psíquica de un sexto sentido, que muestra ine uívoco en su afirmaci6n de que la vida pre-
l lamó sentido e n x . u n que a n e un do sen os i n stintos los de autoconservación y sexualidad;
genital pue e parecer ridícula, la caracterización de More- insiste en que vi d a anorm n o p r esenta mstxntos nue-
au fue adoptada por los clínicos franceses posteriores, y vos. aunque los instintos de autoconsexvación y sexuali-
Charcot entre otros c onserv6 el término «s~s énit a l » dad «pueden estar disminuidos, incrementados o mani-
'
como traducción de nuestro exuab. El sentido festarse con pexversión».» El instinto sexual se comparó a
genital es s6lo el instinto sexual, enmascarado con pala- m enudo con el inadnto de autoconaeteacióta~ a se m a -
bras diferentes. Su caracterización como sexto sentido fue nifestaba en el apetito. En su secci6n sobre «Alteraciones
una analogía útil. Del mismo modo que se podía ser ciego e os xnstntos», -Ebing comenta primero las ano-
o tener una visión aguda, o ser capaz de discriminar sólo malías de los apetitos, que divide en tres categorías dife-
una parte del espectro cromático, y del mismo modo que rentes. Hay incrementos del apetito («hiperorexia»). dis-
uno podía volverse sordo, tener un oído especialmente minución del apetito («anorexia») y perversiones del
sensible o ser capaz de oír sólo ciertos tonos, también ese apetito, como un «auténtico impulso pox comer arañas,
sexto sentido podía verse disminuida, aumentado o per- sapos, gusanos, sangre humana. etcétera» (2X p. 80.. véan-
vertido. Moreau esperaba demostrar que ese sentido geni- se también pp. 77-81). Semejante clasificación es justo lo
tal tenía funciones especiales distintas de las realizadas que cabría esperar de una comprensión funcional del ins-
pox otros órganos y que, igual que los otros sentidos, el tinto. Las anoxnaÜas del instinto sexual se clasifican sími-
sexto padía estar psíquicamente perturbado sin que se da- lannente como expresión disminuida o ausente («aneste-
fxara el adecuado funcionamiento de otras funciones men- sia»), aumentada de forma anormal («hiperestesia») y de
tales, ya fueran afectivas o intelectuales.'~ Una demostra- forma perversa («parestesia»); además, hay una cuarta
ción coma la d e M oreau era esencial para aislar las clase de anomalías del instinto sexual que cansiste en su
enferxnedades de la sexualidad como entidades nosalógi- manifestación fuera del periodo de los procesos anatómi-
cas diferenciadas. cas y fisiol6gicos en los órganos reproductivos («parado-
Según el MgorxiSnglish Dicx&nury,el primer uso mo- xia») (véase ~ p. 81).xoTanto en Lehrbxdchdér P~chiaxrie
derna en inglés del concepto de pexversión se registró en como en P~chopéxxhixxééxcdc
nlir, KraS-Ebíng divide Ias pex
122 Cómo /inca ln Bis»orina delpacourukku l23

versiones en sadismo, masoquismo, fetichismo e instinto perversión, Moll creía que muchas de las teorías de la ho-
sexual contrario (véanse Tl, pp. 83-86 y PS,pp, 34-36). mosexualidad con las que estaba familiarizado ga homo- C
Para ser capaz de determinar con precisión qué fenó- sexualidad era la perversión sexual mejor documentada
menos son alteraciones funcionales o enfermedades del clínicamente) no tenían en cuenta de modo suaciente la
instinto sexuaL hay que ser capaz también, claro está, de analogía entre insunto sexual y otras funciones:
especiíxcar en qué consiste la Func'
de ese instinto. Sin determinar es funció
atural
, cual" Para comprender el impulso homosexual no debemos %~m
quier cosa podría contar como alteración funcional. No considerar el instinto genital como un fen6meno separado
habría criterio de principio para incluir o excluir un com- de las otras funciones sino como una hmci6n psíquica Les
' portamiento de la categoría nosológica de perversión. De modificaciones mórbidas del instinto genital resultarían
modo que primero hay que creer que existe una funcion menos incomprensibles si admitiéramos que casi todas las C NN
natural del instinto sexual y luego creer que esa fun- otrasfunciones, sean fieices o psíquicas,pueden ser suscep- C
ción está bastante determinada. Podríamos creer que tibles de modificaciones similares. Las anomalías sexuales C
cuestiones tan trascendentales como éstas fueron objeto nos sorprenden por eingulsres porque le mayoría de indivi-
de amplio debate durante el apogeo de la perversión en el duos que poseen los atributos del sexo masculino poseen
siglo XIX. En realidad, hay una unanimidad prácncamen- un impulso sexual hacia lae mujeres. Sin embargo, la fre-
te indiscuuda sobre el hecho de que ese instinto rlene cuenda y la regularidad de este fenómeno no debe llevar-
una función natural y sobre cuál es esa fundón, H punto noe e en or. Desde un punto de viste teleol6gico, esto es,
de vista de vista de Krafít-Ebing es aquí representativoi desde el punto de vista de bi reproducción de hi especie,
consideramos nnxtcrul el impulso que el hombre normal
Durante 4 época de le maduración de los procesos fii- siente por la mujer. Con todo, en ciertas situaciones patoló- C'
siológicos en bis glándulas, surgen en la conciencia del in- gicas los 6rganos no satisfacen el fin que tienen asignados. C
dividuo deseos que tienen como propósito la perpetuaci6n Se supone que los dientes deben tr i t ura los alimentos,
C
de laespecie mstinto sexual). (...]
Con la oportunidad de satisfacción natural del instinto
pero hay hombres que no tienen dientes o que tienen muy
pocos. La funci6n del híigedo ee segregar bilis, que es des- C
sexual. toda expresión suya que no se corresponda con el viada sl intestino, y en ciertos trastornos del higado o de los 4i
propósito de la naturaleza -es, decir, la propagsd6n- debe conductos bilisres ls biTis no se segrega y no llega al intesti-
coflsídersree p4 1vefea (P$ pp l + $2 $3 }si no. Lafunción del hambre recuerda alorganismo que ne-
cesita alimento. Sin embargo, hay estados patológicos en
En caso de que alguien dude de la representatividad que la sensación de hambre está ausente, aunque el estó-
de la concepción de KraAt-Ehing, citaré un extenso pasa- mago continúe funcionando con normalidad. Ocurre lo
xkd~ »ft»n@de Moll, considerado
je de Di» Eorxo.örir Saxx»» mismo con la ausencia de impulso sexual hada las mujeres
por 'f'. rana Sulloway, entre otros, como precursor directo en un hombre en posesión de órganos genitales normalee,
de Freud.ex Aunque NoB discutió muchas de las afirma- Apenas podemos establecer una conexión entre los óxga-
ciones especí6cas de Krafft-Ebing, resulta notable el gra- noe genitales del hombre y su impulso hacia lae mujeres
do de acuerdo tácito sobre la concepción apropiada de salvo desde un punto de vista teleológico. De otro modo,
5
Cómo ~ la birla delysúeandluir 125
®I
no vemos por qué sentirían los hombres un impulso a tener interpretación del instinto permite un tratamiento unifi-
relaciones con mujeres puesto que' la eyaculación puede cado de la perversión, lo cual posibilita encuadrar un gru-
provocarse de muchas otras maneras. Sería bastante asom- po aparentemente heterogéneo de fenómenos bajoel
broso ver que el instinto genital no presentara las mironas mismo tipo de enfermedad natural. De haber negado al-
anomalías mórbidas que las otras funciones.~ guien que el instinto sexual tenía una función natural o
que esa funci6n era la procreación, las perversiones, tal
Como otros psiquiatras de fines del siglo xtx, el modo como erancomprendidas,no habrían entrado en la noso-
de hablar teleológico de Moll se mesaba con considera- logía psiquiátrica
ciones evolutjvas (y presum&lemente se basaba en ellas). Con estos antecedentes conceptuales e históricos, po-
'" Sin embargo, no mp interesa por qué dijo Moll lo que demos situar en la perspectiva adecuada los dos párrafos
dijo, sino que dijo exactamente. En éste sentido, su con- iniciales del primer ensayo de Freud:
cepci6n y Ía de Kraíft-Ebing casi son intercambiables.
La psiquiatría decimonónica adoptó de forma tácita Para explicar las necesidades sexuales del hombre y del
esta concepción de la función del instinto sexual. Con fre- animal supone la biología la existencia de uu «instinto se-
cuencia se consideró tan natural como para no necesitar xual», del mismo modo que supone para explicar el hambre
enunciación explícita, puesto que era la única que expli- de un instinto de nutrición. Pero el lenguaje popular care-
caba la práctica psiqu
iátricasNo es en absoluto evidente ce de un téxmino que corresponda al de «hambre» en lo rela-
por qué había que tratar el sadismo, el masoquismo, el fe- tivo a lo sexual. La ciencia usa en este sentido la palabra libida
tichismo y la homosexualidad como variantes de la misma La opinión popular posee una bien definida idea de la
enfermedad,puesto que no parecen tener rasgos esencia- naturaleza y caracteres de este instinto sexual. Se cree fir-
les en común. En cambio, si se considera que la funci6n memente que falta en absoluto en la infancia; que se consti-
natural del instinto sexual es la propagaci6n, y que la co- tuye en elproceso de maduración de la pubertad, y en rela-
rrespondiente satisfacción natural y psicológica de ese ción con él, que se exterioriza en los fenómenos de
instinto consiste en la satisfacci6n derivada de la relación irresistible atracción que ua sexo ejerce sobre el otro, y que
genital heterosexual, queda claro por qué todos se dasifi- su fin está constituido por la cópula sexual o a lo menos por
caron juntos como perversiones. El sadismo, el masoquis- aquellos actos que a ella conducen.
N® mo, el fetichismo y la homosexualidad presentan todos Existen, sin embargo. poderosas rasones para no ver en
ellos el mismo tip o d e expresión perversa del instinto estos juicios más que un refiejo harto infiel de la realidad,
sexual, e1 mismo tipo básico de desviación funcional, que Anahzándolos detenidamente. descubrimos en ellos multi-
se manifiesta en el hecho de que la satisfacción psicol6gi- tud de errores, inexactitudes e inadvertencias.~
ggNN ca se obtiene ante todo mediante actividades desconecta-
das de la función natural del instinto. Como dedara Moll Al describir la opinión popular sobre el instinto
ggNNN de modo sucinto, subrayando el componente psicológi- sexual, el uso por parte de Freud de la analogía del ham-
co de esa función natural, «deberíamos considerar mórbi- bre indica, como ocurrió durante todo el siglo ux, la con-
da la ausencia de deseos heterosexuales induso cuando cepci6n funcional de este instinto. Además, como cabría
existe la posibiTidad de practicar el coito normal».» Esta esperar, la función natural del instinto sexual es expresa-

RN' a
l26 Comokácaé lá herbaria delpriceanálkis ll'

da por una irresistible atracción mutua de los sexos, una hincapié en este punto porque es preciso reconocer que
atracción cuyo objetivo último es la uni6n sexuaL E1 uso la oposición de Freud a la opinión compartida en relación
por partede Freud de la expresión «opinión popular» con el instinto sexual es una oposición desde dentro, que
puede inducirerróneamente a algún lector a creer que su razonamiento se despliega al tiempo que da por senta-
esta concepción del instinto sexual define la opinión po- da esa opinión compartida. Quiero anticipar que la oposi-
pular en contraposición con la opinión culta. Sin embar- ción de Freud participa de la men a que c nuca. ste
go,cualquiera que fuera esa opini6n popular,era exacta- p unto d e p a rt t a ect s tvo — a cn t tca m m anente d e
mente el punto de vista de esos psiquiatras, nombrados Freud- se pondrá de manifiesto en sus condusiones y
en la primera nota de este primer ensayo, de quienes formulaciones finales; de modo especí6co, en sus ambi-
Freud dice tomar sus datos.si' Si el argumento del primer güedades y vacilaciones.
ensayo es que esos puntos de vista nos dan «un re8ejo Procederé recordando las líneas generales de las dos C a@-
harto infiel de la realidad», podemos esperar que las con- siguientes secciones, en muchos aspectos el núcleo del
clusiones de Freud lo coloquen en oposición tanto a la ensayo. La primera de ellas analiza las desviaciones res- C
opini6n popular coma, de modo más imponante, a la opi- pecto sl objeto sexuaL En esta categorías Freud incluye la
nión médica El problema es cómo caracterizar de forma elecci6n de niños y animales como objetos sexuales; de C,
precisa esa oposición. todos modos, su análisis más detallado es el de la inver-
A. continuación, en el último párrafe de esta sección sión, la desviaci6n a la que dedicaron más atención los C
preliminar del primer ensayo, Freud introduce dos térmi- psiquiatras del siglo xtx. Tras describir diferentes grados
nos técnicas.Ei obbee oosnolcs sis psrsnns ds is cnsi por -

de inversión, Freud sostiene que no habría que conside-


te la atracción», mientras que el s ~ es «e l a cto hacia rar la inversión como un signo congénito de degenera-
el cual impulsa el instinto» (T, p. 11 . moti v ación de ción nerviosa, una valoración extendida -por más que no
Freud para introducir esos términos no es sólos como de- fuera universal- en el siglo xtx. La invalidación de la teo-
Clara eXplíuitamentes que la ObaerVaCión CientíYiea SaCa a ría dela degeneración como exp 'cacton e os trastornos
la luz múltiples desviaciones en relaci6n con el objeto ervtosos tuvo una unportancia central en la historia de la
sexual y el 6n sexual, De modo más significativo, éstos psiquiatría dcl siglo xtx y de principios del xx, y Freud han
son los dos tipos conceptuales básicos de desviaciones desempeñó aquí un papel, al igual que muchos otros.ss De
que deberíamos esperar de esos autores que suscribían la hecho, Freud insistió en que la alternativa entre a6rmar
concepción popular del instinto sexuaL Las desviacio- que la inversión era innata y afirmar que era adquirida es
nes con respetoal objeto sexual son desviaciones de la una alternativa inexistente s puesto que ninguna hip6tesis
atracción natural ejercida por un sexo sobre el otro; las por sí misma ofrece una explicación adecuada de la natu- C
desviaciones con respecto al 6n sexual son desviaciones raleza de la inversión. Freud se centra a continuación, en
del obj etavonatural de la unión. Kl resto del primer ensa- una secci6n compleja y al mismo tiempo problemátíca, en C
yo está estructurado alrededor de esta distinción entre el papel de la sexualidad en la explicación de la inversión,
objeto sexual y fin sexual, y el papel central de esta distin- y no intentaré comentar esa sección ahora. A pesar de la
C NÍw
ción depende a su vez 6rmemente del punto de vista del atención que se ha dedicado recientemente a ía noción de l®i
instinto sexual que Freud sostendrá que es falso. Hago bisexualidad en el desarrollo del pensamiento psiquiátri-
C
n ~e
Ea upmiciórí de hr scmahdad Cc6no kíarr tu /üscoria delp~i sú 129

co temprano de Freud, las observaciones de esta sección ción funcional real, y no sólo una anormalidad estadística
se vuelven más desconcertantes conforme se van anali- sin auténtica importancia pato16gica, había que concebir
zando con más cuidado. el objeto «normal» del instinto como parte del contenido
Freud describe después las características del objeto del propio instinto. Si el objeto no es interno al instinto
sexual y Ies fines sexuales de los invertidos y 6naliza toda no puede haber sig ca o icop a t o l6gicointrínseco
la sección sobr esviacion fere n tes al objeto en el hecho de que el instinto pueda llegar a vincularse a
• sexual con un conclusión extraordinaria, na conclusión un objeto invertido. La distinción entre objeto normal e
inas innovado a i n cluso revo ucíenaría e o q u e sos- invertido no coincidirá entonces con la división entre lo
pe e q u e era capaz e reconocer.
/
natural y lo contranatural, también considerada ella mis-
ma una divisi6n entre lo normal y lo pato16gico. Puesto
Resulta que nos habíamos representado como excesi- que la naturaleza del instinto, según Freud, no tiene un
vamente íntima la cenexi6n del instinto sexual con el obje- vínculo especial con ningún tipo particular de objeto, pa-
to sexual. La experiencia adquirida en la ebsexvación de recemos obligados a concluir que la supuesta desviación
aquellos cases que consideramos anormales nos enseña de la inversi6n no es más que una simple diferencia, En rea-
que entre el instinto sexual y el objeto sexual existe una lidad, el lenguaje mismo de Freud es indicativo de la fuer-
soldadura cuyapercepci6n puede escaparnos en la vida za de esta conclusión. Afirma: «La experiencia adquirida
sexual normal, en la cual el ixístixíto parece traer consigo su en la observación de aquellos casos que consideramos
objeto. Se nos indica así la necesidad de disociar hasta cier- anormales», con lo que cali6ca «anormal» de un modo re-
to puxíto en nuestras re6exiones el ixístixíte y el objeto. Pro- tóricamente revelador.xs Los casos de inversi6n son censi-
bablemente, eI instinto sexual es un principio ixídepeíídien- ckrudos anormales debido a ciexta concepción del instin-
te de su objeto, y ne debe su origen a lss excitaciones to sexual en la que un tipo de objeto es una parte natural
emanadas de les atractivos del mismo. (T, p. l l79) del instinto mismo. Extraídos de dicha concepci6n, esos
casos no pueden ser consideradospatológicos, no pueden
En las teorías psiquiátricas del siglo xxx que precedie- ejemplificar el concepto de anormalidad empleado por
ron a Freud, tanto ob eto especí6co como fin es ecí co Krafft-Ebing, Moll y otros. Creo que lo que debería-
forma arte del instín o. a n a t ura eza del instinto mos concluir, dada la lógica del razonamiento de Freud y
sexual se manifesta a, como he dicho, en una atracción su conceptualizaci6n radicalmente nueva mostrada en
hacia los miembros del sexo opuesto y en el deseo de rela- e ste p r a o , es que o s casos e i n v ersi n y a n o p u e-
ci6n genital con ellos. Así, la inversi6n era una desviación den ser considerados patológicamente ano es.
funcional contranatural del instinto sexuaL una desvia- es, creo que podemos
ci6n en la que el objeto natural de ese instinto no ejerda concluirademás que Freud o era con un conce to del
su atraccciónadecuada. Al afirmar, de hecho, que entre instinto s u a l i f e r e nte del de sus contemporáneos o,
instinto sexual y objeto sexual existe una soldadura, melor i o, queno em lea e conce o to
Freud asestó un golpe conceptuahnente devastador a toda sexual en su teoría e la sexualidad Lo que esta en juego
la estructura de las teorías decimon6nicas de la psicopato- aquínoes aeeca n e p alabrasquehizoFreud.Losco-
logía sexulL Para mostrar que la inversión era una desvia- mentaristas siempre observan que loslectores no alema-
C
130 La aparicion dk la tcapdakdkay Cómo kacer kd kis~ dkylpsicomzáfisdt 131 se%
e Freud son inducidos a error por la traducción de subestimar su calado: Wn el concepto de inversi6n se hsn ggg
Trieb i ns t i nto,
puesto que parece preferible traducirlo separado los puntos de vista patológicos de los antropoló- C' ggg
po uhión reservar intttnto para Eruenkt~oSin embargo, gicos. Esta diferenciación se debe a L Bloch» (T, p. 1 l74, C ygg
pue e muchos de los contemporáneos de Freud, en- n. 633). En 1902-190 wan Blo p u b l ic6 un libre en
tre eHos Kra8t-Ebing, utilizaron feb, la terminología de dos volúmenes, Sois age zpdr no gie dar Psyckopatkia se-
xxdalit, que fue fundamental para establecer lo inadecuado C ®ig
- mente establecida. No es la introducción de una nueva . de explicar la perversi6n como degeneración. Esta obra es Ci ®fgÍ
palabra lo u e l a ori g i n alidad de Freud sino el he- exhaustiva catalogando la omnipresencia de las aberracio-
cho de qu S enadiHob e sea el mismo conce to e i n s - nes sexuales, que, según Bloch, han aparecido en todos los C g@g
' tinto sexual. o a s n os apreciar o. y repito mi afutuaci n periodos históricos, todas las razas y todas las culturas.
principal reconociendo que ia condusión de Freud se Esta actitud ante los hechos es sorprendente y, cabría de- C ee85
opone explícita y directamente a cualquier otra que pu- . otencialmente revo cxonarx u n q ue su obra carece c íw®8
diera extraerse usando el concepto de instinto sexual. La de la rearticu «ción conceptual que constituía una condi-
relación entre los conceptos de instinto sexual y objeto ción previa para cualquier conclusión radical e~
sexual presente en los textos del siglo xix, una regla de En la introducción del primer volumen de su obra,
combinación constitutiva
' en parte deí concepte de instin- Bloch anuncia que pretende mostrar que «el punto de vis-
to sexual, se letamente socavada or Freud;y, ta puramente médico de las anomalías sexuales, tan bien
como consecuencia de su el en t o e o s viepw funda- formulado porCasper, Von Krafft-Ebing, A. Eulenburgs
mentoss la inversión no podía concebirse come una des- A. Moll, Von Schrenck-Notzing fy] Havelock Ellis [no
viación funcional del instinto sexual. Que SaruahHob no basta] para una explicación fundamental de los fenóme-
es lo mismo que instinto sexual se demuestra con el he-
cho de que el concepto de instinto sexual desempeííó un lógica» de las aberraciones sexuales a su propio «conce
papel muy específico en un espacio conceptual sumamen- to antro oló 'co-etnol6gico de los hechos de la ama a C'
te estructurado y reglamentado, un espacio dentro del psychopathiasexua s». ' Afirma que mesurará que
cual las teorías psiquiátricas de la sexualidad habían ope- «este concepto general de las anomalías sexuales como
rado desde 1870 aproximadamente. fenómenos humanos bicuos u n i versales hace necesa-
Si las conclusiones de Freud son tan radicales como
C,
C
rio reconocer como ñsioló co ~ arte d e l e
he hecho que sean, si sus conclusiones derriban de verdad se habíareconocido como ato oy AS p. 6). (Blech
la estructura conceptual de las teorías decimonónicas de la sigue una convención me ca a i t ual en el siglo ux al C
psicopatelogía sexual, podríamos preguntarnos qué aHa- utilizar a menudo el contraste fisiol6gico/patológico en
n6 el camino a esas conclusiones. Creo que podemos se- lugar de normal/patológico.) Dada esta actitud «antropo-
xxalar una actitud que preparó el camino a Freud, aunque lógica~, Bloch no encuentra dificultad en formular enun-
hay un salto muy grande entre esta actitud y las nuevas ciados cenxo los siguientes: C,:
C
conclusiones extraídas por Freud. El propio Freud nos
cuenta en una nota al pie la fuente de su actitud, y el hecho Encontramos de modo muy genetal desviaciones me-
de que la mencionesólo de pasada no debería Hevarnes a nores a la norma de la oim dasxdakt, Hay pecas personas que
~',k~

a IP
132 Como hacer ta kirroria dclpskocmálisir 133

no hayan tocado en algún lugar la estrecha írontera enue la sexual «independiente de o b j etos. Fue una innovación
complacencia normal y la patol&gica (A4 l65-166) concep u gna e u n genio no necesa-
No cabe duda de que un individuo normal puede acos- riamente es consciente geni a l idad, como veremos si
tumbrarse a las diversas aberraciones sexuales de modo que pasamos a la siguiente sección del primer ensayo, titulada
éstas sean «perversiones», cuyas desviaciones aparecen cou «Desviaciones relativas al fin sexual+.
la misma forma en las personas sanas y en las enfermas.ss Freud define las perversiones como sigue:

La estrecha frontera entre lo normal y lo patológico, el Las perversiones son alternativamente: ag transgtesio-
hecho de que las aberraciones s ean un fenómeno nes anat6micas de los dominios corporales destinados a la
humano universal, constituyó l apri m e ra prueba unión sexual. o bg detenciones en aquellas relaciones inter-
de que la degeneración nerviosa no constituía una exphca- medias con el objeto sexual que normalmente deben ser rá-
ción precisa ni una rúbrica diagnóstica bajo la cual pudiera pidamente recorridas en el camino hacia el fin sexual defi-
colocarse la perversión. Y su actitud ante las aberraciones nitivo, (F, p. 1181)
sexuales fue caracteristicamente diferente -menos inequí-
voca, menos psiquiátrica- que la de los autores con los que Esta definirión de perversión queda explicada por el
entabló debate. Sin embargo, esa actitud hacia Ia invetzión hecho de que, como escribe Freud:
y hacia las otras perversiones, por diferente que fuera del
punto de vista puramente médico y por inestable que a me- Como fin sexual normal se considera la conjunci6n de
nudo pareciera, nunca lo llevó a ner en duda elco o los genitales en el acto denominado coim,que conduce a la
d e instinto sexu q u e a pos l e l a 'ón de esos soluci&n de la tensi6n sexual y a la extinción temporal del
' G instinto sexual (satisfacci&n análoga a la saciedad en el
guna expli lternativa de su categorización como pa- hambre). (T, p. 1180)
tológicos), r eu d o d ía haber tomado las observaciones
aneropológicas e Bloch, en conjunción con las otras prue- De modo que si el fin sexual normal es el coito y el
bas clínicas que cita, para mostrar simplemente que la dominio anatómico adecuado para ese fin son los genita-
inversión, aunque en forma tenue o rudimentaria, estaba les, resultan posibles dos tipos principales de desviacio-
mucho más extendida de lo que creían mutuos psiquiatras. nes perversas relativas al fin sexual. Bajo el epígrafe de
Esa afirmación aún habria permitido una prioridad con- transgresiones anatómicas Freud analiza las actividades
ceptual a la «uniformidad del retrato norma&. Freud po- sexuales oralogenitales, actividades sexuales anogenita-
dría haber desarrollado esa conclusión y difuminar aún les, los besos y el fetichismo, reconociendo que este últi-
más el límite entre lo normal y Jo patológico. asestando así mo también podría haberse clasificado como desviación
otro golpe a la idea de que una clase diferenciada de indivi- respecto al objeto sexual. Bajo las fijaciones de los fines
duos degenerados padecía inversión. Sin embargo, en vez sexuales preliminares, Freud analiza el tocamiento y la
de extraer esta condusión hmitada, aunque importante, contemplación, así como el sadismo y el masoquismo.
Freud di ri g ió al núcleo dd asunto y sustitu ó de modo Dado que nopuedo analizar aquí cada uno de esos ejem-
d ecisivo e co e p t o e i nstint o p or e puls i ón plo@ me centraré en unos pocos representativos.
Cémo krrcrrr la hirroric rárlprkerxrrukes /g'
El empleo sexual de las mucosas bucales y labiales de muestran» en el mantenimiento del instinto sexual «den-
dos personas, también llamado beso, es, en términos es- tro de los límites de lo considerado normalr (T, p. l l88),
trictos, una perversión, puesto que, como dice Freud, «las pero Freud también enumera el dolor, el espanto y los
partes del cuerpo que en él entran en juego no pertenecen ideales estéticos y morales, como otras restricciones nor-
al aparato genital, sino que forman la entrada del digesti- malizadoras.s4 C
vo» (T, p. l l81). Sin embargo, cuando las mucosas labiales En la conclusión de la tercera sección, tras mencionar
- de dos personas entran en contacto, no tenemos la costum- la importancia de tales restricciones, Freud insiste en que, C
bre de clasificar la trangresión anatómica o el fin resultant puesto que esas perversiones admiten el análisis, esto es,
coxno perversión. En realidad, Freud observa que otorga- «una descomposición», tienen que ser de enaturaleza
." mos al beso una «supervaloración sexual» y afirma que en compuesta»: C aNSI
él «yace la conexi6n con lo normab (T., pp. l 181-1182).
Por ello, dadas la categoría técnica del beso como perver- De aquí podemos decir que el instinto sexual no es, •ee88
sión y nuestra negativa a clasificarlo como tal, quien afirma quizá, algo simple, sino compueste, y cuyos componentes eeaell
que las actividades oralogenitales y anogenitales son per- vuelven a separarse unos de otros en lss perversiones. De
versiones «obedece a una bien definida sensación de re- este modo, la c5nica habría atraído nuestra atención sobre
~ugrrrxrgig quele protege de la aceptación de tal fin sexuab errar q ue m la uniforme conducta normal habrían perdi-
(T., p. l 182). Freud añade justo a continuación que «los lí- do su expresión. (T, p. 118&)
mites de esta repugnancia son, sin embargo, pxrrrxrrrerxre
ameorxcionrxlor»(T., p. l l82; la cursiva es mía).»
Al analizar el tipo de contemplación cargado de tinte es una noci6n que adquirirá toda su importancia en la
l~ C
sexual,Freud reconoce que la mayoría de las personas concepción desexualidad cuando más adelante Freud
normales se entretienen con esta forma de placer, de la relacione con la posterior idea de organizaciones libidi-
modo que ofrece una serie de condiciones bajo las cuales nales pregenitales. Algunos de estos instintos parciales
este placer de la contemplación, habitualmente llamado están especificados por su fuente en una zona erógena; C
escopofilia, se conviexte en una pexversión. La más impor- ejemplos de ellos son los instintos parciales eral y anal
tante de estas condiciones se produce cuando «en vez de (véanse T, pp. 1191-1192).» Otros instintos parciales se C.
prepararel fin sexual normal, lo reprimex. Y añade que especifican por su fin, independiente de cualquier zona C
«el poder que se opone al deseo de contemplar o sercon- erógena; ejemplos de ellos son los instintos parciales de
templado y que es vencido a veces por éste es el pudor escopofili a y crueldad (véanse T,pp. 1206-1207). C,
C
(como antes la repugnancia)~ (T, p. 1185). De mo8o si- En la edición de l905, la primera, de los Frer orzra-
milar, cuando el componente agresivo del instinto sexual yos... se considera que los instintos parciales funcionan
se ha <colocado en primer término» de manera que se anárquicamente hasta que se establece la primacía de la
produce una <exclusiva conexi6n de la satisfacci6n con la zona genital. En su artículo de 1913. eLa disposición a
humillación y el maltrato~ del objeto, nos encontramos la neurosis obsesivar, Freud introduce el concepto de ox C.
ante la perversión del sadismo (T, p. l l85). El pudor y la ganizaciónpregenital,reconociendo que hay una organi-
repugnancia son las fuerzas que «más daramente se zación anal de la libido. En la edición de l915 de loa Trorr

C
l36 Le apuricioa clo la caeuatictad' Cómo hacer ta h&aria cklpnconnahsir 137

ensayar.. Freud reconoce una orgsnizaci6n oral de la libi- pecíficos tienen vmculo constitutivo alguno con el instin-
do y. por 61timo, en su artículo de l923, «La organizaci6n to sexual, y si el conce to r e v i amente com artido de ins-
genital infantil~ describe una organización fiÜica Todas t into sexu ue a a sí desman a o e o, r es ta e n -
estas organizaciones pregenitales se incorporan teórica- tonces difici ver qu e a s e c nceptua qu e a para el
mente a la edición de 1924 de los T~ ensayos...en la sec- concepto de desviaciones funcionales contranaturales de
ción del segundo ensayo titulada «Fases evolutivas de la ese instinto. En el caso del fin sexual y el objeto sexual, es
organización sexual». Aunque no debemos menospreciar sólo la aparente uniformidad del comportamiento normal
la importancia de la noción de oqpnizaciones pregenita- lo que nos encamina a pensar de otro modo. Sin embar-
les, la 'culaci6n to de instintos a r c i ales go. esta uniformidad en apariencia muy afianzada enmas-
'"constitu ó o tr a de sus ortantes innovaciones (sin la cara en realidad las operaciones del instinto sexual, ope-
c u a n o c i ó n de oxganizaciones pregenit e s n e a b r í a raciones que, al ser conceptualizadas por Freud, nos
tenido sentido). El concepto de instintos parciales hizo muestran que la idea de la funci6n natural del instinto no
posible que Freud dijera, por citar su síntesis final de los posee base al na.'s De lo que dice Freud aqu e e r xa-
Tar ensayos..„que caparecía el instinto sexual mismo, mos concluir que no ha auténticas perversiones. El mar-
dado que la disposición primitiva tenía que ser compleja, co teórico en el que el concepto e p erversión funciona y
como algo compuesto de muchos factores, que en las per- tiene un papel estable ha sido completamente desplaza-
versiones se separaban s» (T, p. 1230). do, y desplazado de un modo que exige un nuevo con-
La idea de que in s t i nt o x u a l s t k hecho de com- junto de conceptos para comprender la sexualidad y un
po qu per o t a n t o com nuevo modo de razonar acerca de ella
zonas ero e a r u p turar a x con a c e n - Éste es, de forma muy obvia, el lugar en que alguien
lave
ceptua ci en ecunen nxce e xnsunto sexu podría retirarse a la explicación sobre la repugnancia y el
razonanuen reu , a estructura de sus concep os, pudor yafi rmar que esas reacciones pueden proporcionar
conduce ala afi rmación de que ni la zona er6gena de los un criterio independiente para dasificar ciertos fenóme-
genitales ni el Gn del coito tienen una conexión priviíle- nos sexuales como perversiones. No obstante, entenda-
giada oen el instinto sexuah Kl fin «normal» del instinto mos como entendamos el papel de esas reacciones, a par-
sexuaL la relación genital, no forma parte del contenido tir de las observaciones de Freud queda absolutamente
del instinto; o, dicho de otro modo, recumendo a Ias con- daro que, si bien cree que algunas de esas experiencias
%Níis a clusiones previas de Freud acarea del objete sexual, entre son tales que «no podemos por menos de declararlas pa-
el instinto sexual y el fin sexual existe una soldadura Si tológicas~ (T„p. l lS7), esos pronunciamientos, nuestro
ggg 5 no hay un fin natural -interno- para el instinto sexual, las pudor, nuestra repugnancia y nuestros ideales morales y
desviaciones del fin de la relación genital parecen perder esteticos, no alcanzan a proporcionar un criterio de per-
N®4 su posición de auténticas pexversion,es, de aberraciones versión apropiado. El tono de su ejemplo de que puede
MACIS patológicas cuya posición sobrepasa cualquier supuesta repugnarnos la idea de emplear un cepillo de dientes aje-
anoxxnalidad estadística. Si la estructura del razonamiento n< que sigue a su afirmación de que esas reacciones «son
de Fxeud es aquí, en conjunción con su razonamiento de puramente convencíonalesa, no permite otra lectura inte-
la sección anterior„mostrar que ni un fin ni un objete es- ligible (véase T, p. ll ' ) . Y . por supuesto, ni que decir
gwNO
X38 Cómohacer Iu hkxoriu cklpcicocmdlisis l39

tiene que semejante intento desesperado por salvar el chas perversiones» (T, p. 1219). Sin embargo, una vez más,
concepto de perversión no concuerda con la estructura es algo peligroso -en el sentido de patógeno- sólo si exhi-
general de los Trasensayar... y convierte en incongruenta be algún tipo de desviación contranatural del fin normal
la mayor parte de su contenido. del instinto sexual;x~ y, dado su razonamiento previo,
A pesar de que las conclusiones de Freud trastocan de Freud no puede mantener esta afirmaci6n posterior. Freud
hecho el aparato conceptual de la perversi6n, es bien sabi- indica vagamente su conciencia de este hecho cuando in-
do que él no las abrazó sin ambigüedades ni vacilaciones. troduce la distinción entre placer preliminar y placer final.
El len a ' e del comentario de Freud se lee a veces como si El primero es «el placer producido por la excitación de las
s te n er a c o nscxente e ovacxones conceptu es zonas erógenasx (T, p. 1218), mientras que el segundo es
e r o v oca, como sx as teorxas ecxmononxca e a p sxco- «el pxoducido por la descarga de la materia sexual» (T, p.
atoío 'a sexual siguieran s con sus apun a xxuen- 1218). Como no queda espacio conceptual para la distin-
to n a seccx n t er c e r ensayo txtu a a ción entre, por así decirlo, placer natural y contranatural o
«Primacía de las zonas genitales y placer preliminarx en- placer normal y anormal, Freud se queda sólo con la dife-
contramos que se refiere a «la apropiada excitaci6n de una rencia entre dos tipos o grados de placer, despojados de
zona er6gena, de la zona genital misma en el gIanspenir, t ' p l icaci6n patológica. No es el único lugar en que
por el objeto más apropiado para eHo; esto es, la mucosa va- ,Freu vacilaen creer lo e a a e ecir.
gínal» (T, p., 1218). En cambio, todo el planteamiento de e centraré únicamente en unos pocos pasajes más
Freud en el primer ensayo ha sido que ninguna zona parti- que reforzarán la complejidad de este problema. El pri-
cular del cuerpo ni ningún objeto particular son especial- mer pasaje procede del análisis de las cGexxeralidades sm
mente adecuados - o e stán especialmente habilitados- bre las perversiones en conjunto» del primer ensayo, y
para la excitación. La noción de lo apropiado ha perdido deseo destacar especialmente la actitud encarnada en este
toda su verosimilitud conceptual, porque el concepto de pasaje.
pulsión sexual queda separado de un objeto y fin naturaL
Y, sean cuales sean las metamorfosis que Freud desea es- Cuando la pexversión no aparece al lado de lo normal
bozar en el tercer ensayo, no pueden reinstaurar el viejo (íxxx sexual y objeto), sino que, alentada por circunstancias
concepto de instinto sexual, el concepto que cede lugar a que la favorecen y que se oponen en cambio a las tenden-
las nociones de objeto y excitaci6n apropiados. La incómo- cias normales, logra reprimir y susdtuir por completo a estas
da actitud del comentario de Freud se ve subrayada de últimas; esto es, cuando presenta los caracteres de exclusiví-
nuevo en el siguiente apartado del tercer ensayo, peligros dad y Sjación, es cuando podemos considerarla justificada-
del placer preliminar», donde Freud habla del «fin sexual mente como un síntoma patológico. (T, p. I l87)xs
normal» puesto en peligro por «el mecanismo en que esta
incluido el placer prelíxninsrx. El peligro en cuesti6n con- La frase «podemos considerarla justificadamente
siste en el hecho de que uno se quede fijado en el placer de como un síntoma patológico» muestra que encontramos
los procesos sexuales preparatoríos y esos procesos pue- aquí la actitud de, por decirlo así, un patólogo; en aparien-
dan entonces ocupar el lugar del fiu sexual normal. Seme- cia, el mismo tipo de actitud médica encontrada en Kraet-
jante mecanismo, nos dice Freud, es el mecauismo de umu- Ebing, Moll y sus compañeros de viaje. La retórica de este
C~ habar la lüsmrnz délpacoanalinr l41

pasaje subraya los caracteres de exdusivividady fijación. en un notable fragmento de la síntesis final del libro. El
como si las perversiones fueran inofensivas hasta que se pasaje aparece durante el análisis de Freud de los diver-
vuelven exclusivas y fijadas, como si ése fuera el verdade- sos factores que pueden interferir en el desarrollo de un
ro criterio de la patología. Sin embargo, es bastante evi- instinto sexual normal
dente que la tendencia a la exclusividad y la fijación en la
actividad genital no sólo no es patológica sino que consti- Ciertos autores opinan, por ejemplo, que toda una serie
tuye un componente centralde la concepción freudiana de perversiones por fijación tiene como mndición necesa-
de la sexualidad normal y sana. 86lo cuando la actividad ria una debilidad innata del instinto sexuaL En esta forma
sexual se ve divorciada del objeto y fin sexual normal pue- me parece inaceptable tal concepción, que se convierte, en
'de convertirse en una perversi6n y merecer la categoría de cambio, en una bip6tesis muy significativ cuando se reñe-
patológica. En el momento en que se introduce el concep- re no a una debilidad innata del instinto sexuaL sino a una
to de perversión, con sus conceptos correspondientes de debilidad constitucional de uno de los factores del mismo.
objeto y fin normal, estamos preparados para la actitud esto es, de la zona genitaL a la cual ha de corresponder más
que trata la perversión como patol6gica. El movimiento tarde la funci6n de coordinar todas estas actividades sexua-
crucial, el momento que torna inevitable la actitud medi- les aisladas a los fines de la procreaci6n, Esta sfintesis exigi-
calizadora, no es la enumeración explícita de las caracte- da en la pubertad tiene que fracasar en estos casos, y los
rísticas que hacen patol6gicas las perversiones, sino ante más fuertes entre los demás componentes de la sexuaHdad
todo el uso del concepto. conseguirán exteriorissrse como perversiones. (T, pp.
La problematización de la perversión por parte de 1233-1234)~ii
Freud queda mostradapor el hecho de que en el primer
ensayo las palabrasnonnu4 patológke y yemersión apare- Encontramos en los escritos de Moll y Ellis la afirma-
cen a menudo de forma atenuada ocalificadas por una ción de que una debilidad innata del instinto sexual es a
frase del estilo «lo que describiríamos como»; a medida menudo responsable del fracaso de un desarrollo hetero-
que recorremos los otros ensayos, las matizaciones se sexual normal, donde la perversión es el resultado mani-
vuelven más escasas y las calificaciones menos enfáticas, fiesto. De hecho, muchos autores antes que Freud utiliza-
hasta que, en el resumen final del libro, esos términos ron de manera intercambiable los términos & utuae s l
aparecen simpliciser.Kn realida4, en el párrafo anterior al e ' rin' e n irQcomo si el último fuera sen ' amente un
que acabo de citar, parológinu aparece precedida de unos nombre mas preciso del primero. Esta identificación no
elementos atenuadores, pero al final del siguiente párrafo era en absoluto arbitraria, puesto que se concebía que el
el hecho de que consideremos las perversiones como pa- instinto sexual se expresaba fisicamente en una atracción
tológicas es algo no calificado y justificado. por los miembros del sexo opuesto, con la relación genital
Aunque podría comentar el único pasaje detallado como fin último dé esa atracción. Y puesto que esas carac-
posterior de los Tres ensayos... enque Freud vuelve a la in- terísticas especificaban la operación natural del instinto
versión, en tanto que opuesta a la perversión, un pasaje sexual, el uso común de la expresión alternativa inrento
en el que surgen las mismas cuestiones de actitud (véase geeitalno era conceptualmente desatinada Sin embargo,
T. pp. 1228-1229), creo que será más útil que me centre en cuanto Freud reconcibió el instinto sexualcomo carea-
142 Corao kacro la kuioria cklpncoaeaiisic l43

te de operación natural,una vez que se consideró que Aunque un rasgo central de1 comentario es que pue- C
cualquier fin y objeto específicos de la pulsión estaban de seguir indefinidamente, quiero detenerme y concluir
simplemente soldados a él, la zona genital perdió la prima- volviendo a las cuestiones historiográficas. Quizá debería
da concepiual que era condición necesaria de su identifx- describir primero en qué sentido creo que mi lectura de
caci6n de principio con el instinto. Cuando e1 instinto se- los Tres erxrayos...es una historia del psicoanálisis sin
xual seconcibe como una amalgama de componentes.la nombres. No se trata, por supuesto, de que me haya nega- C yeie
-zona genital es uno de esos componentes sin ningún privi- do a invocar elnombre de Freud, o los nombres de
legio natural. Destacar luego esa zona, como hace Freud Bloch, Moll y otros. Es más bien qu he trata C
en este pasaje, añrmar que su debilidad constitucional es brea como, or decirlo así, de ositarios de ciertos con'un- C yN
responsable de la perversi6n, equivale a mantener hacia la os e con c t o s y el modo en e e s o s conc t o s enca-
genitabdad una actitud que ya no es apropiada En efecto, Jan c o n stit u en un espacio conceptual. Vemos que el
Freud reintroduce, a es aldas de sí mismo, una identiñca- concepto de peiversxon en ps xquxatrxa el siglo xix era C
ción e a em os t r a o que era msosteni e . a aserci n parte de un espacio conceptual en el que, por ejemplo,
e que esos autores es eq u x oca o s po s t ular que una el concepto de instinto sexual se combinaba, de acuerdo C, a08
debilidad innata del instinto sexual es responsable de la con reglas deñnidas, con los de objeto sexuaL 6n sexual,
perversión, pero que sus postulados podrían tener sentido desviación funcional contranatural, etcétera Fue este es-
si se re6eren a auna debilidad constitucional de uno de pacio conceptual -él mismo creación del siga xix- el que
los factores del mismo; esto es de la zona genital' resulta posibilitó que los psiquiatras realizaran los enunciados
sorprendente, porque es justo eso lo que queríany tenían sobre la pexversión tan hegemónicos durante el periodo.
q ue decir d ad a su c oncepci6n del i n stinto sexual E s Esos enunciados se enmarcaban dentro de una práctica
Freud quien no puede pretender decir que la ausencia de discursiva compartida. Ti' e n sayar para una teoria sexual C
ese factor particular, la primacía de la zona genital, es una proporcion6 los recursos para derribar ese espacio con-
condición de la perversi6n. La última frase del párrafo ceptual alterando de modo f u ndamental las reglas de
dice: «Esta síntesis exigida en la pubextad tiene que fraca- combinación de conceptos (como instinto sexual, objeto C,
C
sar en estos casos, y los más fuertes entre los demás com- s exual, Gn sexual) con la consiguiente destrucción d e
ponentes de la sexualidad conseguirán exteriorizarse esos conceptos compartidos, entre otros. La conclusión
como perversionesx. Sin embargo, el sistema de conceptos que se nos impone es que la perversión ya no es un con-
con el que ha estado trabajando en este primer ensayo exi- cepto legítimo, que las condiciones conceptuales necesa-
ge una conclusión ligeramente diferente, una conclusión rias para su empleo ya no existen en el texto de Freud. De
cuya sutil modulación de la conclusión real debe subra- modo que si Freud -a esar de él mismo- dijo u e tül y
yarse. La formulación apropiada debería decii". «Esta sín- c u en m e n o s eran peiversxones, no po ia querer e c i r
tesis exigida en la pubertad tiene que &acasar en estos ca- o mismo u e - mg, o o arco o se r emos
sos, y los más fuertes entre los demás componentes de la capaces de llegar a esta con usxon si sólo nos centramos
sexualidad conseguirán exteríorizarse». La diferencia en- en a quién leyo Freud, en quién antes que él usó qué pa-
tre esta os f o r m ulaciones representa lo que he llamado labras y en qué contextos. Debemos dírigírnoe más bien a
la actitud de reud. la cuestión de la articulación conceptual, reconstruir los
144 Cómo hacer la hksoria dklysicoardalisis 145

conceptos decimonónicos y freudianos de sexualidad y ceptual para ese cambio de actitud. El hecho de que
determinar sus puntos de contacto y disociación. Muchos Bloch no llevara nunca esa actitud hasta la innovación
autores antes que Freud poseyeron retazos de esa termi- conceptual contribuye a explicar por qué su actitud fue
nología y exhibieron un forcejeo embrionario e incierto inherentemente inestable, por qué su obra se lee a menu-
con los problemas sob s e ar r ojan luz los Tr»s»nsu- do como una suerte de puente vacilante entre la vieja
yos... Sin embargo, fu eu ien a scendió al nivel de mentalidad y la nueva, un puente que siempre está apun-
3os conceptos, quien st tica y lúcidamente pensó lo to de de arse o e ha ce falta que lo completen,
que hasta ese momento había permanecido en una suerte El genio de Freud onsisti6 no sólo en apropiarse de
de bloqueo precognitivo, quien convirtió en una muta- esa aprovecharla y explotarla. Proporcionó
ción conceptual lo que había sido, como mucho, una cre- un fundamento conceptual para la mentalidad emergente
ciente ansiedad. que hizo posible, al final, que cambiáramos de modo deci-
Con todo, sabemos que Freud siguió utilizando la sivo nuestros viejos hábitos mentales. Entonces. cabe pre-
idea de perversión, como si no consiguiera captar la ver- guntarse: so
por qué no cambió el propio Freud sus hábitos
dadera impo~cia de su propia obra De modo que aho- mentales, por qué hizo gala de una acútud apenas menos
ra tenemos que invocar directamente el nombre de Freud ambigua e inestable que la de Bloch'i Cualquier respuesta
y preguntarnos por la accesibilidad de su logro para el a esta pregunta está condenada a ser compleja, de modo
propio Freud. He dicho e lo que allanó elcamino para que en lugar de una respuesta proporcionaxé la estructura
e se logr e ' actitu ex traídacon mayor claridad a de aquello en lo que creo que consiste dicha respuesta Los
partir de os escritos de loch pero que sin duda podía automatismos de la actitud tienen una durabilidad, una
tempor a en t a, que no encaja
con el cambio a veces rá-
ti6 una especie de apertura, de manera que las perversio- pido de la mutación conceptual. Lo a b i tos mentales e-
n es pu deran e a r e t r atarse como tneqm c amente a -
to o ca s st a .nocion e a ctitud, que no pue o, e o r a r cambio que,visto e mo o retrospeeuvo. parece concep-
~ '
t nte aquí, es un componente del concepto de tuaimente necesario. Semejante msistenri puede produ-
monrulids un concepto que ha recibido un uso extraor- cirse no sólo en una comunidad científica, sino incluso en
ente férúl por parte de historiadores recientes; el individuo responsable en mayor medida de la innova-
en especial, en Francia.ej Una mentalidad, incluye, entre ción conceptual. Freud fue un producto de la vieja menta-
otros constituyentes, un conjunto de automatismos o há- lidad que consideraba las perversiones como patológicas,
bitos mentales que caracterizan la comprensión y las re- una mentalidad cuyos primeros signos reales de desinte-
presentaciones colectivas de una poblaci6n. El libro de gración pueden encontrarse a principios del siglo XX Los
Blóch Deirrjg» zur Ahokgie ~ P sychcppurhiu sajcuulismues- Tres ensayos...de Freud deberían haber estabilizado la
tra los temblores de un cambio de mentalidad en que em- nueva mentahdad, acelerando suafianzamiento al propor-
pieza a desplázarse lo que se había dado por sentado. Sin cionarleuna autorizaci6u conceptuaL Sin embargo, dada
embargo, este desplazamiento sólo podía ser parcial, y la divergente temporalidad de la aparición de los nuevos
siempre acechaba el peligro de volver a caer en la vieja conceptos y la formación de las nuevas mentalidades.~
mentalidad, precisamente porque no había soporte con- supone ninguna sorpresa ue los hábitos mentale
146

Freud nunca alcanzaran sus articulac' con c e tuales


as actitu es comprendidas en una mentalidad son o s
cientemente impermeables al reconocimiento, al igual que
las disposiciones naturales, para que transcurran muchas
décadas antes de que queden alineados hábito y concepto.
Sin embargo, sin algún telón de fondo conceptual apropia- Kl horror a los monstruos
.do, es muy improbable que una mentalidad científica nue-
va pueda desplazarde verdad a una antigua, porque los
conceptos, sobre todo en ciencia, son una fuerza funda-
mental de conformación de hábitos; una fuerza que, a lo En fecha tan tardía como 1941, el gran historiador
largo de un periodo prolongado, permite un conjunto es- francés Lucien Febvre lamentaba la inexistencia de una
table de hábitos mentales firmes. Aunque los factores so- historia del amor, la compasión, la crueldad o la alegría.
ciales, culturales, institucionales y psicológicos pueden re- Reclamaba «una vasta investigación colectiva que se
trasar la formación definitiva de esos nuevos hábitos, la abriera sobre los sentimientos fundamentales del hombre
innovación conceptual como la producida por Freud es y lasformas que adoptan».iAunque Febvre no mencionó
la que constituye la marca del genio. Con todo, debemos de modo exphcito el horror entre los sentimientos a in-
recordar que e ge tam i ti ene s há b i t os,sus iner- v estigar, espero demostrar que una historia del h o r r o r
cias, que crean una forma de fricción entre lo que p~~cíe puede funcionarcomo medio irreducible a la hora de sa-
decirse y lo que se dice, de modo que el genio vapor delan- car a la luz nuestras formas de subjetividad.s Además,
te incluso de sí mismo. cuando el horror se empareja con los monstruos, se nos
Las vacilaciones y ambigüedades de Freud en Trar presenta la oportunidad de estudiar sistemas de pensa-
nuayar para una reoriu senarl no son el resultado de una miento interesados por la relación entre los órdenes de la
indecidibilidad o indeterminación descontructiva del tex- moralidad y la naturaleza Me centraré aquí en los mons-
to, sino la consecuencia de la dinámica del cambio funda- truos que parecen poner en duda -problematizar- el lími-
mental. Mentalidad c o n c e t o son dos aspectos diferen- te entre los seres humanos y otros animales. En ciertos pe-
tes de s istema de a mi e , y no d e bemos esperar riodos históricos fue precisamente este límite el que, bajo
que esten de entrada coherentemente conectados, como ciertas condiciones específicas que describiré, operó como
si las formas de la experiencia pudieran disolverse y re- kcusprincipal de la experiencia del horror. Nuestro horror
constituirse de la noche a la mañana. Se cuenta que Sid- a ciertos tipos de monstruos nos devuelve el reflejo de
ney Morgenbesser hizo la siguiente pregunta de examen un horrorante -o a- la humanidad, de manera que nues-
en la Universidad de Columbia: «Algunos sostienen que tro horror a los monstruos es susceptible de proporcionar
Freud y Marx fueron demasiado lejos. SHasta dónde irías tanto una historia de la voluntad y la subjetividad huma-
tíí?» Fuera o no fuera Freud demasiado lejos, ése es justa- nas como una historia de Ias clasificaciones científicas.
mente el ámbito correcto de indagación. CHasta dónde La historia del horror, como la historia de otras emo-
podemos ir? LHasta dónde queremos ir? ciones, plantea problemas filosóficos extraordinariamente
complejos. Cuando la petición de Febvre fue atendida
-sobre todo„por sus colegas &anceses que practicaron la ces así de percibir los espacios conceptuales muy estruc-
Uamada historia de las mentalidades-, los historiadores turados y regidos por reglas que se pasan por alto cuando
se dieron cuentaenseguida de que tendrían que hacer los conceptos se examinan de manera aislada.s En el pla-
frente a una legi6n de problemas historiográ6cos y meto- no de la mentalidad, se nos exige que coloquemos cada
dológicos. Nadie se ha en&entado a dichos problemas de actitud, creencia y emoci6n en el contexto de la concien-
forxna más directa, ni con resultados xnás profundos, que cia colectiva específica de la que forma parte." En ambos
Jean Delumeau en su monumental histoxía del miedo en planos, tendremos que ir más aHá de lo que se dice o ex-
dos volúmenes.s Con todo, se trata de problemas a los presa con el fin de recuperar los espacios conceptuales y
que tenemos que volver de manera recurrente. hgué hará el equipamiento mental sin los cuales los textos históricos
-falta para escribir la historia de una emoción, una forma perdexían su auténtica importancia.
de sensibilidad. un tipo de afectividadV Cualquier histo- En 1523, Martín Lutero y Philipp Melsnchthon publi-
ria de ese tenor exigiría una investigación de 1os gestos, caron un opúsculo titulado Deuncng caer eztve gmcehcken
las imágenes, las actitudes, las creencias, el lenguaje, los F pnwr, Bapereeeh ezu Rem und3&nckkuSs ezu Fr~erberg
valores y los conceptos, Además, enseguida se presentó el j
i' Meyssznz jhedmP T uvo una enorme influenciay se
problema de cómo entender la relación entre cultura ele- tradujo al &ancés, con el apoyo de Juan Calvino, en l557
vada ypopular; de cómo, por ejemplo, la mentahdad co- y al inglés en 1579 con el titulo ~x tee coondeyhlpopieh
leeiva se apropiaba y transformaba los conceptos y el len- mensajeraEl pan6eto consistía en una interpretaci6n deta-
guaje de una éhte.~ Este problema adquiere particular llada de dos monstruos: un burro papa, comentado sobre
intensidad en el horror a los monstruos, puesto que mu- todo por Melanchthon, supuestamente abandonado en
chos de los problemas que comento y que son necesarios las orillas del río Tíber en 1496, y un ternero monje, co-
para nuestra comprensión de los monstruos proceden de mentado por Lutero, nacido en Friburgo el 8 de diciem-
la cultura elevada (textos cíentí6cas, filosóficos y teoló@- bre de 1522 (Figuras 4.1, 4.2). Ambos monstruos se in-
cos). KEn qué xnedida está moldeada por esos conceptos terpretaron en el contexto de una polémica contra la
la experienciadel horror cuando se expresa en una men- Iglesia romana. Eran prodigios, señales de la ira de Dios
talidad colectiva? Sin intentar siquiera responder a estas contra la Iglesia que profetizaban su ruina inminente. La
preguntas, deseo insistir en que una historia del horror, exégesis luterana de tales monstruos poseía dos dimen-
en el plaxio de los conceptos de lasélites y la mentalidad sioxiesP Por un lado, estaba la dixnensión profética o esca-
colectiva, debe subrayar el papel fundamental de la des- tológica, sólo tímidamente mencionada en este panfleto,
cripción. Debemos describir, con mucho más detaHe del en el que monstruos y prodigios, en tanto que fen6meno
habitual, los conceptos, actitudes y valores exigidos y ma- general, eran considerados como señales de cambios fun-
nifestados como reacción al horror. Y no basta con des- damentales a punto de suceder. Con &ecuencia esas seña-
cxibir esos componentes de forma poco sistemática; debe- les se intexpretaban nada menos que como un anuncio de
mos intentar recuperar su coherencia, situarlos en las 1a inminencia del ím del mundo, y en apoyo de estainter-
estructuras de las que forman parte/ En el plano de los pretación profética se aducía el libro de Daniel, un texto
conceptos, esta demanda exige que reconstruyamos las bíblico invocado tanto por Melanchthon como por Lute-
reglas que rigen las relaciones entre ellos; seremos capa- ro. El opúsculo se muestramáspreocupado con la otra di-
La apmición ck la semnl&ud' El horror a los srons~es 15l

Cr gaisa
s•
4 país
C

C s®N
C aeN
iae88

c ' ~1~

C.,
C
< +g r n
b

r~
cr e 0

d'
Cgt h~

Agua 4.1 Kt burro papa. Firma4.2 El ternero monje.


mensión, que si prendoa Jean Céard podemos Hamar ción muy especi6ca que es posible captar porque, de un
alegórica. Ea exégesis alegórica de esos monstruos pre- modo u otro, estk representada ante nuestros ojos en su á ~~
tende mostrar que cada monstruó posee una interpreta- propia constitución; cada monstruo es un jero @6co divi-
152 La aperición de kr se»iiabded 153

no que exhibe un rasgo particular de la ira de Dios. Así, cordi osocon nosotros y que siempre nos libre y defienda
por ejemplo,elburro papa, de acuerdo con Melanchthon, de semejantes monstruos horribles».» Concluye con
es la imagen de la Iglesia de Roma; y, del mismo modo otras pocas observaciones específicas sobre el burro papa
que es espantoso que un cuerpo humano tenga cabeza de y el ternero monje dirigidas -y no debemos pasar por alto
burro, también lo es que el obispo de Roma sea la cabeza el tratamiento- «a todos los que temen al Señor».
de la Iglesia. De modo similar, las grandes orejas del ter- A fin de comprender mejor la preocupación y la fasci-
nero monje muestran la denuncia divina de la práctica de nación por los monstruos durante el siglo xvx -una fas-
escuchar confesiones, tan importante para los monjes, cinación reforzada por Lutero y Melanchthon, cuyo texto
mientras que la lengua colgante pone de manifiesto que es muy representativo de todo un género- debemos colo-
.XAxdoctrina no es más que frívola cháchara. car estos comentarios en un contexto más amplio. Como
Podría hacerse un provmboso estudio de los adjetivos ha sostenido J'ean Delumeau en el segundo volumen de
que aparecen en ese texto; en lugar de eso, me limitaré a su historia del miedo, es en el «marco de un juicio pesimis-
señalar que knvxblcy abóxninabk aparecen con íxecuencia ta global sobre una época de maldad extrema donde hay
en los comentarios de Lutero y Melanchthon, a menudo que colocar la abundante literatura dedicada a los mons-
modificando a móisxivuó. La introducción del traductor a truos y prodigios entre el final del siglo Xv y el principio
la edición inglesa de 1579 del texto transmite con preci- del siglo Xvxx».» La pecsminosidad era tan grande que los
sión el tonode esos adjeñvos. Empieza diciendo: pecados de los hombres se extendían a la propia naturale-
za, la cual, con el permiso de Diosy para instrucción de los
De cuantascosas pueden verse bajo los cielos, buen pecadores, parecía presa de una extraña locura; los mons-
lector cristiano, nsds agita mss ls mente dcl hombre, y lo- truos resultantes debian entenderse como ilustraciones
gra engendrar mayor miedo cn lss criaturas, que los hom- de esos pecados. Tanto reformistas como católicos vincu-
blcs monstruos, que Aseen s diari cn contra dc lss obras laron con frecuencia durante ese pexiodo herejía y mons-
dc ls Nstuxslczs. Lo cusi ls msyoxís lic l&s vcccs Aasxceucr- truos. Los prodigios no sólo eran castigos específicos por
ds y manifiesta la irs y la cóiers dc Dios contra nosotros por pecados concretos, sino que también anunciaban mayores
nuestraspecados y maldades quc tenemos y comctcmas s castigos por venir: guerra, hambrunay, quizá, el fin del
diario contra él.to mundo. Esa proliferación de monstruos presagiaba un os-
curo futuro explicado por la cólera de Dios ante el aumen-
El traductor, John Brooke, nos dice que su motivo to de la maldad sobre la tierra.i» Franqois de Belleforest
para traducir ese panfleto es lograr «inchnar el corazón resumió la sensibilidad compaxtida: «Los tiempos actuales
de todo buen cristiano al miedo y el temblor ante el es- son más monstruosos que naturales».»
pectáculo de tales prodigiosos monstruos»II y previene a Para darificar la relación entre horror y monstruos,
sus lectores para que no interpreten esos dos monstruos me centraré básicamente en un texto, Des xnonsem etym-
como si fueran simples fábulas. Termina el prefacio con la djgerde Ambroise Paré, publicado originalmente en 1573
esperanza de que. tras la lectura del panQeto, «nos arre- y reimpreso con frecuencia a partir de esa fecha.i' Puesto
pentiremos a tiempo de nuestros pecados desde lo hondo que estableceré el contexto conceptual para mi comenta-
de xtuestro corazón y desearemos que fDiosj sea miseri- riode Paré de una forma muy poco convencional,quiero
154 La aperieiócc ck la ccmalickrcl El horror a lar cccoesnuos

adarar que una comprensión plena de ese tratado exige dases de lujuria, respectivaxnente. En el artículo 2 de la
relacionarlo con otros tratados eruditos y populares so- cuestión 153, Aquino empieza por considerar la cuestión
bre monstruos que lo precedieron y lo siguieron. Tene- de si el acto venéreo puede darse sin pecado. Argumenta
mos la suerte de contar con el completo tratamiento que como sigue: si el dictado de la raz6n hace uso de ciertas
Céard ham de Paré en su brillante La nuxcav or lexyrodjger cosas en modo y orden adecuado para el fin al que están
y en las notas de su edición crítica de Dor morutres orpre- adaptadas, y si ese fin es verdaderamente bueno, el uso
cxcígar,'x además, en el mejor tratado sobre los monstruos de esas cosas en tal modo y orden adecuado no será peca-
en lengua inglesa, Katherine Psrlt y Lorraine Daston han do. La conservaci6n de la naturaleza corporal de un indi-
proporcionado una periodizaci6n en tres etapas (los viduo es verdaderamente buena y el uso de los alimentos
monstruos como prodigios divinos, como maravillas na- está dirigido a la conservación de la vida en el individuo.
aurales y como ejemplos médicospara la embriología y la De modo similar, la consexvación de la naturaleza de la
anatomía comparativas) que resulta indispensable para especie humana es un bien muy preciado. y el uso del
ayudarnos a comprender los cambios en la conceptualiza- acto venéreo estk dirigido a la conservación de t oda la
ci6n y el tratamiento de los monstruos desde la Edad Me- razahumana Por lotanto Aquino concluye:
dia hasta el siglo xvm.» En lugar de resumir la obra de
esos investigadores, pasaré a un tipo diferente de texto Por consiguiente, al igual que el uso de los alimentos
para preparar mi comentario de Paxé, en concreto„a la puede hacerse sin pecado si se realiza conforme al modo y
Scaxxa ck xsología de Tomks de Aquino. orden debido,porque se ordena a la conservación del cuer-
La Suma de Aquino no es sólo la obra maestra de la teo- po, así también el uso del placer vercéreo puede darse sin
logía moral medieval, sino también una profunda síntesis pecado si se realiza conforme a un modo y orden debidos,
del trabajo anterior, que conecta de forma coherente doc- en cuanto que es conveniente para la cnnsexvaeión del gé-
trinas, ideas y razonamientos cuyas relariones nunca habían nero humano.'c
quedado muy claras; ademks, la Succuxtambién determina
conceptualmente nociones que habían tenido una prófun- Santo Tomks procede en el primer artículo de la cues-
da y am pha relevanciaen laEdad Media, pero que no se ha- tión 154 a diferenciar seis especies de la lujuria (simple
bían abordado con Ja suficiente precisión analítica Utiliza- fornicación, adulterio, incesto, seducción, violación y vi-
ré un fragmento de la Suma como representativo de las cio contra la naturaleza), que se comentan en los siguien-
actitudes medievales, unas actitudes que han perdurado tes artículos.
bajo una forma u otra durante muchos siglos. No abordaré Mi interés se centra en los vicios contra la naturaleza,
la cuestión de la originalidad de la Succux eneste terreno; que se comentan en los artículos 11 y 12. En el artículo
baste decir que creo que sc trata de un lugar en el que Aqui- 11, Aquino sostiene que ese tipo de vicio es una especie
no diouna poderosa formulación conceptual a un conjunto diferenciada de la lujuria, puesto que implica un tipo es-
de ideas que habían sido esenciales, por mks que no muy pecial de deformidad; el vicio contra la naturaleza no sólo
precisas, aIa mayor parte de la teología moral medieval, es contrario a la recta raz6n, como todo vicio de lujuria,
Las cuestiones JM y 154 de la segunda parte de la se- sino que «se opone también al mismo orden natural del
gunda parte de Ia Suma de tcologk tratan de la lujuria y las actovenéreo apropiado a la especie humanac, orden que
Elhoner o lw moxxeoxxox x57

tiene como fin la generación de niños.xo Aquino distingue vicios contra la naturaleza, desde la masturbación al bes-
cuatro categorías de vicio contra la naturaleza: bestialis- tialismo, Aquino escribe:
mo sodomía,que interpreta como cópula varón-varón o
hembra-hembra,pecado de masturbación y la no obser- Asícomo el orden de la recta razón procede del hom-
vancia de la forma natural de copulación. Es dMcil deter bre.asfelorden natural procede de Dios. Por eso en los pe-
minar exactamente qué entra dentro de esta ultima cate- cados contra la naturaleza, en los que se viola el orden na-
goría, aunque resulta claro a partir de la réplica a la tural, se comete una injuxia contra Dios, el ordenador de la
objeción 4 del artículo 12 de la cuestión 154, en la segun- xxaturaleza.x~
da paxtede la segunda parte,que la c6pula varón-hembra
anal u oral son dos de las formas más graves de no obser- Actuarcontra la naturaleza es nada menos que actuar
var laforma correcta de copulaci6n. directamente contra la voluntad de Dios.
En el artículo 12, Aquino ordena, de peor a menos Es posible que el lector se pregunte por la relevancia
malo, todos los vicios de lujuria. Afirma, en primer lugar, de este comentario de Aquino para el tratamiento de los
que las cuatro categorías de vicio contra la naturaleza son monstruos, de modo que me centraré inmediatamente en
peores que los otros vicios de lujuria; de modo que el Des xxxoxxxnm erpmcE~eede Paré. El prefacio del libro em-
bestialismo, la sodomía, la no observancia de la forma na- pieza como sigue:
tural de copulación y la masturbaci6n son peores, debido
a su especial deformidad, que el adulterio, la violación de Los monstruos son cosas que aparecen fuera del curso
una virgen, el incesto, etcétera» Los vicios contra la na- de la Naturaleza (y son por lo general señales de alguna
turaleza son peores en tipo y no sólo en grado que los desgracia futura), como uxx niño que nace sin un brazo,
otros vicios de lujuria. Aquino procede a continuación a otro con dos cabezas y miembros adioloxxales sobre y enci-
ordenar los vicios contra la naturaleza. El menos malo de ma de los habituales.
esos vicios es la masturbación, puesto que la «gravedad Los prodigios son cosas que suceden completamente
de un pecado semide más por elabuso de una cosa que en contrade la Naturaleza, como cuando una mujer da a
por la omisión del uso debido n.xx El siguiente es el peca- luz a una sexpiente, o a un perro, o alguna otra cosa que sea
do de noobservar la forma correctade copulación, y este totalmente en contra de la Naturaleza, como mostraremos
pecado es más grave si el abuso se refiere al continente más adelaxxte mediante diversos ejemplos de los menciona-
correcto que si afecta a la forma de copular en relación dos monstruos y prodigios.xx
con otrascircunstancias.Eltercero es la sodomís, puesto
que no se observa el uso del sexo correcto. Por último, el Céard ha sostenido que Paré se mostró un tanto indi-
más grave de todos los vicios contra la naturaleza, y ferente al problema de c6mo había que distinguir con
el más grave de cualquier vicio de lujuria, es el bestialis- precisión entre monstruos y prodigios. Los monstruos y
mo, puesto que no se observa el uso de la especie debida; los prodigios no constituyeron clases completamente se-
adexnás, en ese ejemplo, Aquino cita explícitamente como paradas de Fenómenos y a lo largo de las sucesivas edicio-
apoyo un texto bíblico.x Hay que mencionar una obser- nes de su libro, Céard piensa que Paré se convenci6 cada
vaci6n Snal de Aquino antes de volver a Paré. Sobre los vez más de que el término xxxonxx
xxxobastaba para designar
1S8 Ln apariciée «k le senralicfud

todos esos fenómenos ss Sin embargo, por imprecisa y una observación preliminar más. Paré, como casi todos
mal expresada que pueda parecer esta distinci6n, la idea los autores del periodo, no tenía dificultad intelectual
de que había una clase separada de fen6menos, los prodi- parareferirse a causas sobrenaturales y naturales;no sen-
gios, que estaban completamente en contra de la natura- tía incompatibilidad al comentar juntos esos tipos de cau-
leza afectó al lenguaje, la actitud y la conceptualizaci6n sas. Sin embargo, aunque Dios esté siempre en el trasfon-
con la que Paré abord6 sus ejemplos. do de Des SXonsnm et yroctiges, el mayor espacio con
En el primer capítulo de DesPfonssresetpru~ P ar é mucho está dedicado a las causas naturales, con relativa-
distingue trece causas de monstruos, causas que, aunque mente pocas apariciones explícitas de Dios. Ello contrasta,
no del todo exhaustivas, son las que es capaz de aducir por ejemplo, con el De eonceptu et genesvztione kominis de
con seguridad. Diez de ellas son abiertamente naturales; Jacob Rue8',un libro publicado en 1534, conocido por
dos, la gloria de Dios y la c61era de Dios, son abiertamen- Paré, y durante mucho tiempo la obra clásica sobre los
te sobrenaturales; y una, los demonios y diablos, tiene
problemas de la generación. Rueíf también analizó juntas C. ee85
una larga y compleja historia clasificatoria.» Dicho breve-
mente, clasificar los productos de demonios y diablos
causas sobrenaturales ynaturales, pero en el libro V de C
De eertcepns.. cuando analiza los nacimientos monstruo- • ce%
como resultado de causas sobrenaturales era amenazar
sos, los considera todos como un castigo divino, y las cau-
con colocar el diablo en pie de igualdad con Dios, conce- sas fisicas, aunque acfivas, son pasadas por alto en favor
diéndole los mismos poderes para invalidar el orden na- de la prueba de los juicios de Dios. En el texto de Rueff,
tural que los poseídos por Dios. La posibilidad de seme- cualquiera que sea la causa de su producción, los mons-
jante posici6n insostenible en términos teol6gicos truos son ante todo castigos infiigidos por Dios a los pe-
condujo a minuciosas discusiones relativas al papel de la cadores.» De modo que el libro de Paré ya muestra un
causalidad demoniaca; y, como podemos ver del capítulo cambio de énfasis que hace muy interesante su tratamien-
26 al 34, Paré se ajusta bien a estos comentarios, preocu- to delas causas sobrenaturales.
pado por admitir la realidad del diablo y, sin embargo, li- El capitulo de Paré sobre la cólera de Dios se abre con
mitar sus poderes, De las dos causas abiertamente sobre- estas palabras:
naturales, el tratamiento de la primera, la gloria de Dios,
queda agotada con un ejemplo, la restauración de la vista Hay otrascriaturas que nos asombran doblemente por-
a un ciegopor Jesucristo, un ejemplo copiado literalmen- que noproceden de las causas ya mencionadas, sino de una
®aZ
te de EismiresyrMigiewsesdePierre Boaistuau, publicado amalgama de especies extras, que hace que Ia criatura sea ha
por primera vez en 1560.ss no sólo monstruosa sino prodigiosa, es decir, del todo abo-
La otra causa sobrenatural, la cólera divina, es mucho rrecible y contraria s la Naturaleza, f...]
más interesante para mis prop6sitos; la mayoría de los
Sin duda, la mayoría de las veces estas criatui'as mons-
ejemplos presentados por Paré para ilustrar esta categoría
truosas y prodigiosas proceden de los juicios de Dios, quien
son del mismo tipo, y están muy vinculados con la causa
permite que los padres y madres produzcan tales abomina-
natural de la mezcla de semillas. Deseo comentar en deta-
ciones por el desorden que llevan a cabo en la cópula, como
lle esos ejemplos con el fin de apoyar algunas afirmacio- animales salvajes. [...] lguahnente, Moisés prohíbe tales aco-
nes acercade la historia del horror.Aunque debo hacer C,
plamientos en el Levítico (capitulo 16).~ (Figura 49)
La atención d( la axwahdad

domitas y ateos que se unen, y se salen de sus límites en


contra de ls naturaleza, con animales, y de ello nacen diver-
sos monstruos que son repugnantes y muy escandalosos de
ver o hablar de ellos. Sin embargo, ls desgracia está en el
hecho y no en las palabras; y es, cuando se realiza, una cosa
muy infortunada y abominable, y un gran horror para un
hombre ouns mujer meada e y copular con animales irra-
cionales; y como resultado nacen algunos inedio hombres y
medio animales.~ (Figuras 4,4, 4.5)

El capítulo concluye así:

Figura 4.3 Un poa o con cabeza humana.

Las criaturas analizadas eu ese capítulo están produci-


das por ta causa natural de la amalgama de especies extra-
ñas, pero, de modo más importante, su causa primera, por
decirlo así, es la cólera de Dios ante la copulación entre se-
res humanos y otras especies, una práctica explícitamente
prohibida en el Levítico. Kl resultado no es sólo un mons-
truo sino un prodigio, una criatura contraria a la naturale-
za y que es descrita como completamente aborrecible.
Si nos dirigimos al capitulo que trata de la causa na-
tural de la mezcla de semillas, encontramos que Paré sos-
tiene el principio de que la naturaleza siempre se esfuer-
za por crear su semejanza; como la naturaleza siempre
preserva su clase y especie, cuando copulan dos aniinales
de diferente especie, el resultado será una criatura que
combitm la forma de ambas." No obstante, el dpo de ex-
plicación naturalista expuesta en este capítulo queda en-
marcada por unos párrafos iniciales y finales cruciales,
que cito en extenso. EI capítulo comienza con este enun-
ciado:

Hay monstruos que nacen con una forma que es medio


anunal y medio humana f...] que están producidos por so- Figura 4.4 Un cordero monstruoso.
Elhorre" a lor ~sravuu 163
Le apurincmck la sarualidiuE
vista, sino también oír hablar de ellos, que debido a su gran
repugnancia no he querido describirlos ni hacer que los re-
trataran. Porque(como dice Boaistuau, tras haber narrado
varias historias sagradas y profanas, llenas todas ellas de gra-
ves castigos para los libidinosos), J,qué pueden esperar los
ateos y sodomitas que se aparean (como he dicho más arri-
ba) contra Dios y la Naturaleza con animales irracionales'1es
.> •
/ I
Lo que quiero aislar es la conjunción de la cólera de
Dios ante la desobediencia humana de sus leyes (una
Clan 'E • >'. causa sobrenatural ) con laproducción de una criatu-
.~1rrrr-' ' %• ra contraria a la naturaleza, un prodigio, ante el cual la reac-
ción es el horror; y, por último, quiero subrayar que el
principal ejemplo para Paré de tal desobediencia humana
es el bestialismo. Estos rasgos son de hecho el análogo de
Paré al análisis de Aquino en la Suma ck teología.Para san-
to Tomás, hay una categoría distinta de lujuria, peor en
tipo que las otras, a saber, la lujuria contra la naturaleza
(recordemos que los prodigios, al ser completamente
contrarios a la naturaleza, son peores en tipo que los
monstruos, que solo están fuera del curso de la naturale-
za). El ejemplo más grave es el bestialismo. Además,
cuando se cometen semejantes pecados, se comete una
injuria contra Dios. Paré hace físico este marco de con-
ceptos exhibiendo la consecuencia de semejante injuria a
Dios; la criatura bestial resultante es una representación
simbólica de la cólera de Dios, y la reacción de horror que
tenemos ante tales repugnantes criaturas tiene por objeto
recordarnos, y estampar en nosotros, el horror del pecado
mismo. Así, la especial depravación d,e los pecados contra
natura se extiende a las criaturas producidas por esos pe-
cados. Pare reserva su lenguaje más cargado (horror, ho-
Figura 4.S Un ni5o, mitad perro.
rrible, repugnante, abominable) a esas criaturas y los pe-
Me abstendré ahora de escribir aquí acerca de varios cados que representan.
El vínculo entre trastorno moral y el trastorno de la
monstruos más engendrados con tal grano, junto con sus re.
naturaleza fue un tema constante durante ese periodo.
tratos, que son tan repugnantes y abominables, no sólo a la
l

l64 La aparición ds ln numelidnd El Aonm. n hs rnuesnrros

Era creencia común que el mal cometido en la tierra era experiencia del horror está ausente de sus descripciones.
capaz de dejar su marca en la estructura del cuerpo hu- El horror es apropiado sólo si está ocasionado por una cau-
mano.s~ Y el modo en que la forma fisica del cuerpo dio sa normativa, la trasgresión de alguna norma, como cuan-
lugar a cuestiones morales y teológicas superó con mucho do la voluntad humana actúa en contra de la voluntad divi-
el caso de los prodigios. El problema general de los naci- na. El capítulo que sigue al análisis de Paré de la cólera de
mientos monstruosos planteó problemas prácticos a los Dios se refiere a monstruos causados por una cantidad de-
sacerdotes, puesto que tenían que decidir si un nifro par- masiado grande de semilla Comparemos el lenguaje ini-
ticularmente monstruoso era humano, y en consecuencia cial con el lenguaje del capítulo anterior ya citado.
si debía ser bautizado o no. Había, por supuesto, des-
acuerdo sobre cómo realizar tales determinaciones, pero Sobre la generación de monstruos, Hipócrates dice que
la forma del cuerpo servía como guía a la resolución teo- si hay una abundancia demasiado grande de materia, ocu-
lógica. El tipo de razonamiento empleado queda bien re- rren partos múltiples o bien un niño monstruoso con partes
presentado por el Pfarripulus curnrorurn ogicrn sncerdorur superfluas e inútiles, como dos cabezas, cu~ b r azos, cua-
de Guido de Mont Rocher, publicado en l480: tro piernas, seis dedos en las manos y Ios pies, u otras cosas.
Y, por el contrarío, si falta la cantidad de semilla, faltará al-
qué ocurre si hay un único monstruo que tiene dos gún miembro,como lospies o la cabeza, o no habrá alguna
cuerpos unidos, debería ser bautizado como una persona o otra parte.ss(Figuras 4.6, 4.7)
como dos' Afirmo que puesto que el bautismo se hace de
acuerdocon elalma y no de acuerdo con elcuerpo,por más
que haya dos cuerpos, si sólo hay un alma, sólo debería ser
bautizado como una persona. Pero si hay dos almas, debería r
serbautizado como dos personas.Ahora bien.óoómo sesabe J
'•

si hay una o dos' Afirmo que si hay dos cuerpos, hay dos al-
mas. Pero si hay un cuerpo hay un ahna Y por esta razón pue-
de suponerse que, si hay dos pechos y dos cabezas, hay dos
féiák almas. No obstante, si hay un pecho y una cabeza,por más
que los otros miembros estén duplicados, sólo hay un alma's

Menciono este ejemplo para indicar que el uso del


Sg5 cuerpo de Paré como clave teológica es sólo un ejemplo
especiaL y no enteramente característico, de una mentali-
dad mucho más general
Lo más notable acerca del libro de Paré es que, cuando
selimita alas causasnaturales,em pleademanera exclusiva
el concepto de monstruo (fenómenos al margen del curso
de la naturaleza) y no el concepto de prodigio. Además, la Figura 4,6 Ejemplos de exceso en la cantidad de semíHa.

854
RRR
p

L s apencide d«hi ~ i z ad El Aonm o los mmuevuv l67


ieÍWI
MIN

• W

ggg
«
C
C ggg
C isla
üa58

Figura 4.7 Ejemplos de escasez en la cantidad de semüla Figura 4.8 Hermafmditas.

¹ s iquiera el anáhsis que hace Paré de los hermaíro- cuesti6n en tales análisis es siempre la relaci6n normativa
ditas en el capítulo 6 tiene hueHa alguna de horror. y ve- entre las voluntades divina y humana. Un prodigio horri-
mos que suformación responde por entero a causas natu- ble seproduce cuando la voluntad humana actúa contra
rales, sin adición de una trasgresi6n intencionada de una la naturaleza, contra la voluntad divina, y por eHo cuando
norma (Figura 4.8). Ims herma&oditas son monstruos, no ese contrariar (como expresa conceptualmente Aquino y C
prodigios, explicables en términos naturales y nonnativa- se reQeja en Paré) implica la contravención de un tipo
muy particular de norma, No veo razón para dudar de la
C. da
mente neutrales.
Si leemos el tratado de Paré capitulo por capítulo, ve- precisión de las descripciones de Paré, de dónde y cuán- C,
mos que el horror es una reacción normativa, una reac- do experimentó horror; en especial, porque ese tipo de C
ción engendrada por la trasgresión de un tipo específico descripción está confirmado en muchos otros tratados.s' C;
de norma Cuando el conocimiento causal, es deca; el m- El hecho deque Paré y sus contemporáneos experimen- hai
nocimientode lascausas naturales, se aduce para explicar ten el horror s6lo &ente a un prodigio, alguna trasgresión
un monstruo, el efecto de semejante explicación es des- normativa especialmente depravada, no me parece más C.
plazar el horror, alterar nuestras experiencias del fenóme- sorprendente que el hecho de que lo experimentaran los
no al que nos enfrentamos. El horror está relacioaado con israelitas del Antiguo Testamento ante el grupo aparente-
el análisis de Paré de las causas sobrenaturales porque la mente heterogéneo defenómeaos llamados «abomina- ~ ie-
ciones~. Y la relaci6n inversa entre horror y explicación ~ ie
. S lll.
Slhonm a los ra~

causal constituye el envés de la relación similar entre ma-


ravilla y explicación causal. Una sensaci6n de maraviHa
era la reacción apropiada a la producción de un milagro,
del mismo modo que el horror era la reacción apropiada a
la producción de un prodigio. Lorraine Daston ha soste-
nido, al examinar el dechve de los milagms y la sensibili-
dad de la maravilla, que cfue axiomático en la psicologia
de los milagros que el conocimiento causal expulsara la
i9aravilla. y en el siglo x' l a inversa taznbién se subrayó:
la maravilla expulsó el conocimiento causab.ss La psicolo-
gia de los milagros y la psicologia de los prodigios eran
fenoménica y analíticamente semejantes.
En su capítulo sobre la mezcla de la semNa y los
monstruos repugnantes que resultan del bestialismo (Fi-
gura 4.9),Paré describe un cerdo hombre, una criatura Figura 4.9
nacida en Sruselas en 1554. con cara, brazos y manos de Un monstruo, mitad hombre,
hombre, con lo que representaba la humanidad por enci- iultsd Cerdo.
ma de los hombros, y que tenía las patas delanteras y los
cuartos traseros porcinos y los genitales de una cerda (Fi-
gura 4.10).Este cerdo hombre pertenecía a una camada
de seis lechones y, según Paré, ase alimentaba como los
otros y vivió dos días; fue sacrificado junto a la cerda de-
bido al horror que caus6 en las personas~,» Como cabría
esperar de mi razonamiento, horror fue en realidad la re-
acción desencadenada por ese cerdo hombre, y result6
ser tan intensa como para empujar a la gente a matar a la
cerda y a su monstruosa descendencia
En 1599, Edward Tyson, miembro de la Sociedad
Real y el Colegio Real de Médicos. publicó en Philarophi-
cal Transarrrons forhsEoyal Socie~ un informe titulado W
Relation of two Monstrous Pigs. with the Resemblance of
Human Faces,and two young Turkeys joined by the Sre-
astn. Tyson anuncia su intenci6n al principio:
Figura 4.10
Por media de ls descripción de los siguientes mons- Un cerdo cou cabeza,
truos pretendo probar que ls distorsión de las partes de un pies y manos de hombre.
Sl herrar
a iormonstruos
170 Ln aparició ck la oa«bah~

feto puede hacer que represente la figura de diferentes ani- de un monstruo atenuara el horror que pudiéramos sen-
males, sin cópula real entre las dos especies.~ tir, también se aprecia en el caso de John Memck, llama-
do el Hombre Elefante, y semejante desplazamiento se
Procede a describir, con gran detalle, un supuesto produce en un mismo individuo, a saber, el médico de
cerdo hombre descubierto en Staffordshire en 1699. Su Merrick, Frederick Treves (Figuras 4.11, 4.12). En los in-
arúculo no contiene rastro de horror, repugnancia, miedo formes médicos presentados a la Soéiedad Patológica de
ni xunguna emoción relacionada A medida queavanza, Londres, palabras como «deformidad», «anormalidad»,
queda claro que su descripción de la cara aparentemente «notable», «extraordinario» y «excesivamente» describen
humana del cerdo pretende demostrar que es el resultado
de alguna depresión en la cara del cerdo, causada por la
compresión de la matriz o por la presión de las otras crías
en la misma parte de la matriz. No es necesaria ninguna
referencia al bestialismo para entender la producción de
esa criatura, que no ocasiona, o no debería ocasionar, nin-
gún horror.Tyson menciona el caso del cerdo hombre
del que informa Paré, el caso que he citado, y se muestra
satisfecho de sefialar algunas diferencias entre el caso de
Paré yel suyo; por ejemplo, que su cerdo hombre no po-
seía manos humanas. Tyson se muestra cauto sobre si es
necesario el r e curso al b estialismo para explicar tales
monstruos, pero la idea central de su arúculo es demos-
trar que las explicaciones causales del tipo de la que ha
presentado poseen una relevancia explicativa mucho ma-
yor de lo que a menudo se ha reconocido. Su actitud se
halla a gran distancia de la de Paré, y queda ejempliíxcada
por su observación, hecha al analizar las informaciones de
otros casos de cerdos monstruosos: «creo que la imagina-
ción o la falta de observación han hecho més monstruos
que los que ha producido nunca la naturaleza»;~' a veces
casi emplea el concepto de monstruo como si los mons-
truos fueran considerados criaturas contrarias a la natura-
leza, mientras que lo fundamental de su comunicación ha
sido demostrar que son resultado de deformaciones
anormales debidas a causas naturales.
El desplazamiento del horror como resultado de la Figura 4.11 John Menick. 1884-1885. Do Transaraons
explicación causal, como si el hecho de conocer la causa of ckr Patkological SocioxxlfoLonaon, vol. 36, 1885.
172 Lu ay uririon sio 1u sssssuzlisiad' Elkonrm a losmonstruos

el estado de Meniclc. Los informes no transmiten una ex-


periencia de horror, sino más bien una impresión de lo
extremas que son las deformidades de Merrick y del in-
menso interés médico que, debido a esa extremidad, ge-
nera su estado. Sin embargo, cuando leemos las memo-
rias de Treves y describe su primer encuentro y el de
otros con el Hombre Elefante, el tono es completamente
diferente. Aquí encontramos palabras y expresiones como
«repelente»,emiedo», «aversión>, +una horrenda criatura
que sólo podría ser posible en una pesadilla», <el más re-
pelente espécimen de ser humano que he visto nunca».
«la odiosa insinuación de un h o m b r e que se transform a
en animal y « t o das las personas con las que se encontró
le mostraron una mirada de horror y asco~~s (Figura
4.13). Parece como si pudiéramos describir la historia
emocional de Treves diciendo que, cuando se ocupa de la
compleja etiología causal del estado de Merrick„puede
transformar su propia reacción y pasar del horror y el
asco a la pena y, al final, a la compasión. Solemos supo-
ner que la apelación +Hombre Elefante» deriva del hecho
de que Merrick estaba c ubierto de c recimie nt os papilo -
matosos, que deriva de esa denominación incluida en una
de las comunicaciones médicas. Y sin duda su aspecto
pudo haber explicado ese nombre. Sin embargo, resulta fá-
cil olvidar que no es ésa la razón oficial que el propio Me-
nick dio como explicación del nombre Hombre Elefante.
Según contó, poco antes de su nacimiento, su madre fue
derribada por un elefante de circo; y ese accidente, con sus
horripilantes consecuencia@ fue la fuente de su denomina-
cion de Ho m b re Elefante. Resulta a todas luces evidente
que esta historia oculta -y no muy bien- la fantasía de bes-
tialismo; y es exactamente esta fantasía la que está inserta-
da en las memorias de Treves cuando habla de ola odiosa
F~ rs 4.12 John 'Merrickpocos meses antes de su muerte,
insinuación de un hombre que se transforma en animal».
De T)b Bririsk Ptaksss/ Jnarno/, vol. 1, 1890,
Aunque eladjetivo abominable aparece con frecuencia
en los debates sobre monstruos y prodigios, no insistiré
l74 La ay arición de le samaMmt llS

rror a los pecados contrarios a la naturaleza, y a los pro-


ductos resultantes de ellos, sea experimentado por todos
los seres humanos en tanto que seres racionales. Porque
el shnple uso de la razón natural basta para captar la de-
pravación de los pecados contrarios a la naturaleza; y el
bestialismo, por ejemplo, es una trasgresión de la ley na-
tural, que no necesita ningún acto especial de revelación
divina para saberlo, sino que no es otra cosa que la parti-
cipaci6n de la ley eterna de Dios en la criatura racional.'+
De modo que todo ser humano debería experimentar el
horror ante lo que sabe, en tanto que ser racional, que es
c ontrario a la naturaleza. En este contexto, la do ct r i n a
de la ley natural contribuyó a ocultar el reconocimiento de
que el horror es un producto cultural e histórico y no exi-
gido porla mera raz6n, un hecho que es más fácil de re-
conocer en los textos bíblicos pertinentes. Dado que el
horroracab6 por enredarse en el marco de la ley natural y
la razón natural, los prodigios y la cólera de Dios podían
describirse de una forma que pretendía representar la ex-
periencia de todo ser humano, no sólo la experiencia de
un grupo culturalmente específico. Los objetos de horror
podíanaparecer ya como naturalmente horrorosos.
Figura 4.13 Mascarilla mortuoria de la cabeza y el cuello C omo he mostrado, el bestialismo, el peor de t o d o s
de John Merrick. los pecados contrarios a la naturaleza, exhibía su deprava-
ción en la estructura misma del cuerpo h u m ano, en las
aquí en las obvias diferencias entre el uso del término y el criaturas producidas por la trasgresi6n deliberada de la
concepto de abominación en el Antiguo Testamento. El ley natural de Dios. Sin embargo, esta configuración -por
uso de eborriinabh para describir prodigios permanece in- la cual cierto tipo de ataque a las normas se manifestaba
extricablemente unido al de horror, como he sostenido; en los efectos de la patología física- no quedaba restringi-
pero la doctrina de la ley natural, ausente del Antiguo da a esa única forma de lujuria contraria a la naturaleza.
Testamento, altera de forma decisiva un rasgo de la con- Los tratados sobre onanismo del siglo xvm y principios
cepción bíblica. Un estudio de los pasajes bíblicos rele- del siglo xIx reproducen ese mismo patrón de conceptos;
vantes mostraría que es sobre todo un pueblo único y es- la masturbacién, otro de los pecados contrarios a la natu-
pecífico el que, debido a su especial relación con Dios, raleza de Aquino, causa estragos en la estructura Ssica del
siente horror a las abominaciones. Sin embargo, en los cuerpo y produce, entre otras consecuencias, fuertes do-
textos que he analizado, parece más bien como si el ho- lores de estómago, vómitos habituales y resistentes a to-
1?6 La apariciónde la s«cualidad Elhorrvr a los raonssraos

dos los remedios durante el periodo en que se continúa nes renacentistas de los prodigios. Tissot empieza su aná-
con ese hábito nefando, tos seca, voz ronca y débil, gran lisie de casos, de los que ha tenido experiencia de primera
pérdida defuerza, palidez, una li
gera pero continuada co- mano, con el siguiente preámbulo:
loraci6n amarilla de la piel, granos (sobre todo, en la
írente, sienes y cerca de la nariz), delgadez considerable, Mi primer caso presenta un cuadro que es espantoso.
una sorprendente sensibilidad a los cambios de tiempo, Yo mismo me asusté la primera vez que vi al infortunado
un debilitamiento de la vista conducente en ocasiones a paciente. Luego sentí, más de lo que lo había sentido nun-
la ceguera, una considerable disminución de todas las fa- ca, la necesidad de mostrar a los jóvenes todos los horrores
cultades mentales que culmina a menudo en la locura, e del abismo en el que voluntariamente se sumergen.~
induso la muerte (Figura 4. l4).~ En realidad. esta rela-
ción entre la depravación del pecado y la patología del Y menciona la idea de la masturbación como contra-
cuerpo diolugar induso a un género de informe forense ria a la naturaleza en pasajes estratégicos y centrales.~'
en el que la autopsia de un masturbador revelaría que las A menudo se dice que el tratado de Tissot es el pri-
secuelas de ese odioso hábito habían penetrado en el mer estudio científico de la masturbaci6n, y su libro está
propio cuerpo y afectado a los 6rganos internos en no envuelto por la terminología médica y salpicado de inten-
menor medida que en laapariencia externa.~s En L'Ona- tos de proporcionar explicaciones fisiológicas de los
nisme: Disserrarion sur les maladies pro duinw par ia raasrar- efectos patológicos provocados por la masturbación. Sin
baníon de Samuel Tissot encontramos el mismo Cipo de embarge, resulta igual de evidente que su libro sigue an-
terminologíía y sensibilidad que acompaña las descripcio- dado con firmeza auna tradición de teología moral,que
empieza con unaconcepción de la masturbación como un
+~ h" g hhP
tipo de lujuria especialmente depravado. Produce enfer-
h
1 medad y trastornos Eisicos y mentales, pero induso en los
tratamientos científicos inaugurados por Tissot sigue
I siendo un hábitodepravada, no una enfermedad en sí,
sino un delito moral contra Dios y la naturaleza. Tisset
1 gf empieza su libro con la afirmación de que los médicos de
todas las épocas creen de fcrma unánime que la pérdida
de una onza de Huido seminal debilita más que la pérdi-
.
''A da de cuarenta onzas de sangre. s A continuación recona-
h ~ hh ,' h ~ h h h ~' h' h hhh hhhhh~~
=-
' ,

,~~ i~X ~ ~~ ,w 4 & Q ; . ce quedebe explicarpor qué la pérdida de una gran can-
tidad de fluido seminal por masturbación, por medies
contrarios a la naturaleza, produce enfermedades mocha
hh h
más terribles que la pérdida de una cantidad igual por
k h& h ~ eM
h coito natural. Cuando ofrece una explicación„en la sec-
tk l t4%fk
ción 8 del artículo II de su hbro, intenta enmarcarla recu-
Figura 4.14 Muerte per masturbscíón. rriendo a causas puramente fisicas, las leyes mecánicas
C

178

del cuerpo y de su unión con la mente. Sin embargo, por duos entre quienes se establecen las relaciones culpa-
más que lo intente, no puede evitar concluir su sección bles~Ps La mayoría de casos de sodomia que describe
reintroduciendo la afirmación de que los masturbadores Tardieu implican una relación anal hombre-hombre u gg
ase descubren culpables de un crimen cuyo castigo la jus- hombre-mujer. El hecho de que describa repetidas veces 4 u~
ticia divina no puede suspenderás esos actos como contrarios a la naturaleza indica la tradi-
4 e~
Los teóricos de la sodomía han explotado esta misma ción normativa en la que encaja su obra. Aunque Tardieu
clase de conexión entre xnacula normativa y deformación 6- reconoce que la locura puede acompañar a la pederastia y
sica. El origen normativo de las actitudes hacia la sodomía la sodomía, desea dejar claro que esos actos no escapan C :~74
se contiene no sólo en la propia palabra, con su reíerenda al
episodio de Sodoma y Gomorra en el Génesis, sino también
«a la responsabilidad de la conciencia, a la justa severidad
de la ley ni, por encima de todo, al desprecio de las perso-
®í
en la aparición de otras palabras para referirse a las mismas nas decentes»Ps Es consciente de que ala vergüenza y el
prácticas. Por ejemplo, la palabra inglesa buggey se deriva sacos+ que esos actos inspiran han limitado a menudo los
de la &ancesa bougrerie, que se refiere a una secta maniquea informes de los observadores, y su libro pretende paliar
que surgió en Constantinopla en el siglo xx y que reconocía esa carencia, y con detalle extraordinario.
a una suerte de pontífice residente en Bulgaria Así, ser un Gran pane del análisis de la pederastia y la sodomía
bougre significaba ser partícipe de la herejía, y no hay razón de Tardieu se interesa por los signos fisicos que permiten
para caer que esa secta herética tuviera una especial piecli- reconocer que se han producido esas actividades, por las lis
vidad a la sodomía. Sin embargo, la acusación de bwgreHe huellas materiales dejadas por esos vicios en la estructura
acabó por identificarse con una acusación de sodomía, y la de los órganos. Tardieu creía que un análisis exhausti-
relación con la herejía quedó enterradaPs Además, en &an- vo de esos signos es necesario para que la medicina legal
cés, la expresión «cambio de religión~ podía utihzarse para fuera capaz de determinar con seguridad si se habían
describir la pederastia; convertirse en pederasta era cam- producido esos actos contrarios a la naturaleza y Ia mora-
biar de religión (chapar de rehgioegPi Tanto el sexo como lidad pública Describe las deformaciones del ano que re- C
la religión tienen sus ortodoxias, sus herejías, sus aposta- sultan del hábito de la sodomía pasiva, un tema objeto de
sías; sus sendas normativas y sus desviaciones. muchos comentarios en la bibliogr&ia medicolegal &an-
Incluso cuando los apuntalamientos teológicos del cesa y alemana Sin embargo, describe también los sigilos
C
concepto de sodomía retrocedieron a un segundo plano, de la pederastia activa, signos dejados en el propio miem-
siguió estando a mano su origen y contenido normativo. bro viril, que según afirma habían pasado por alto los ti'a-
Ambroise Tardieu, cuyo enormemente infiuyente Zrack tados anteriores. Los cambios en la dimensión y la forma C.
medim-lejulc sur ks auenrast acre meursse publicó por pri- del pene son los indicios más fiables de una sodomía y
mera vez en 1857, dedica alrededor de un tercio de su li- una pederastia activas. EI sodomita activo posee un pene
bro a un análisis de la pederastia y la sodomía. Tardieu que es muy delgado o muy voluminoso. El pene excesiva-
restringe el término yedenuna al amor por los muchachos mente voluminoso se compara con ael morro de algunos
jóvenes, mientras que el término más general de sodomía animalesr ;ss en cambio, Tardieu describe el pene excesi-
se reserva a los cactos contrarios a la naturaleza„conside- vamente delgado, mucho más común, de los sodomitas
rados en sí mismos, y sin referencia al sexo de los indivi- activos de un modo notable:
~ +s
180 181

En el caso en que es pequeño y delgado, crece con una [...Jlos trabajadores urbanos que acudían a contemplar
delgadez considerable desde la base hasta el extremo, que los fenómenos de feria eran en gran medida un público poco
es muy estrecho,como el dedo de un guante.y recuerda sofisticado en busca de entretenimiento barato y sencillo.
completamente el em a z t srzss [...j A principios de la década de 1870, %illiam Cameron
Coup introdujo la idea de la doble pista mientras trabajaba
Para confirmar sus observaciones generales, eamenta para Barnum y en 1885 lamayoría de Ios espectáculos gira-
la conformaci6n íxsica de los penca de muchos sodomitas ban en torno a un sistema de pistas múltiples. El resultado
activos; de uno, dice: fue un desplazamiento hacia la elegancia y la espectaculsri-
dad como producto básico de las grandes funciones. La
Tras hacerque se desnudara por completo, comproba- tendencia se desanolló a principios de los noventa y dio lu-
mos que el miembro viril, muy largo y voluminoso, presen- gar a cambios especíñcos en los espectáculo@ Los contras-
ta en el extremo una elongación y un estrechamiento carac- tes de escala (gordas y esqueletos vivientes, gigantes y ena-
teristicos que da al glande la forma casi puntiaguda del nos) y los programas que implicaban contrastes internos
pene de un perro.si (mujeres barbudas, hombres hermafroditas y mujeres que
jugaban con serpientes) empezaron a desplazar a los espec-
Otro dc los sodomitas activas de Tardieu tiene un táculos más repugnantes. A medida que incluyeron menos
pene que asemeja exactamente la forma del pene de horrores mutilados, se hicieron menos cargados en térmi-
un perro de pura raza~.ssComo para caníirmsr que la so- nos emocionales y menos complejos como experiencias,ss
domía es contraria a la naturaleza y a Dios, las partes rele-
vantes del cuerpo hu mano son transformadas de tal Debe señalarse que la exhibición de horrores habría
modo por esa actividad que acaban par asemejarse a las frustrado parte del prop6sito del circo de pistas múltiples.
partes corpox'alea dc un perro. Qué podía ser mas horro- Porque si el hecho de contar con más de una pista preten-
rosa que la transformaci6n moral y Rsica del ser humano día que los espectadores miraran de un espectáculo s
en un animal, un perro hombre producido ya no por el otro,que contemplaran de forma periódica y repetida
bestialismo sino por la repugnante práctica de la sodomía. cada una de las pistas, que experimentaran el circo en
Mucho después dc los debatessobre prodigios, la catego- toda su diversidad, la exhibición de un objeto horroroso
ría de lo contraria a la naturaleza continuaba marcando habría tendido a impedir esa experiencia. La experiencia
un ámbito fundamental del horror. del horror nos dispone a clavarnos en suobjeto, incapa-
A fines del siglo xtxx, las experiencias provocadas por ces de desviar la mirada, presos de la fascinación y Ia re-
Ios llamados espectáculos de fenómenos de feria (jfeubg pulsión, bloqueando casi todo lo que no es el objeto que
ya contrastaban con el horror de lo contrario a la natura- tenemos ante los ojos. Así, el horror es incompatible con
leza,Más que exhibir lasconsecuenciasfísicas de la des- la elegancia, la espectseularidad y la diversidad que son
viación narxnativa, las fenómenos exhibidos en ferias inherentes al circo de pistas múltiples. El circo moderno
y circos pretendían divertir, entretener y distraer al pú- tenía que establecerse de tal modo que no predominara
blico. ningun espectáculo único, de manera que las pistas múlti-
plesse vieran reducidas,en la práctica,a una.
El/ierrern Zar monsnme l83
l82

Incluso dejando de lado el hecho de que las catego- vestido con su mejor traje de domingo, peinado con pul-
rias de los fenómenos de feria y los prodigios no estaban critud, nos fijamos tanto en su cara como en las supuestas
compuestas por los mismos especúnenes, vemos lo dife- pinzas de bogavante (Figura 4.16). K incluso el ruso Jo
rentes que eran estas experiencias de los fenómenos de Jo, el Joven Cara de Perro, una de las más célebres atrac-
feria examinando sus fotografias. Charles Eisenmann fue ciones del Barnum, viste un traje de terciopelo con Qecos
un fotógrafo del Bovrery que realizó muchos retratos de
eHos a finales del siglo xIx. Algunas de esas fotografias re-
presentan personajes que son semihumanos y semianima-
les y por ello, al menos en este aspecto, pueden conside-
rarse como sucesores de los prodigios medievales y
renacentistas producidos por el bestialismo. No obstante,
esas fotografias no exhiben in dicios de horror. Avery
Childs, el Joven Rana, es evocador y está fotografiado de
forma divertida, pero no es más horroroso que un contor-
sionista, con sus zapatillas que subrayan que es más un
hombre que una rana (Figura 4.14). En realidad, esas fo-
tografias insisten en ia humanidad de los retratados, justo
lo contrario de los anáhsis de Paré, que hace hincapié en
Ia bestialidad de los prodigios. Fred Wilson, el Joven Bo-
gavante,padece una grave deformidad congénita, pero
rv

*~

",&i

Figura 4.1 5 Aveiy ChiMs, el Joven Rana. Figura A. l6 Fred Wilson, el Joven Bogavante.
l@i L s~ ki k Ck &mwe&ai

y muestra ese gran sinihoio de la civih~n oc ciden


el reloj de cadena (Figura 4.17). ídem@* su ssano d~
+ giriendo quc no es un ~ obje te de casa, sino que ei
también puede participar co. Csa humanísima actividad.
chaQcva un ani9o,y isi zquierd
a cata cuidadossin~~ ~
locada sobre ia ~ a, Y posa con una ~ c t aromos"
Horror ante lo prodqposo,diversión ante los fenómenos
de feria: 4 hlstorla dc los Blonstruos encierra una com
pleja y cambiante histotia de hi emoción, una historia que
ayuda a revelarnos las estructuras y los ibnites de ia co-
l
munidad h~ a

%y

1
Estilos de razonar:
de la historia del arte a la
epistemología de la ciencia

Se podría intentar escribir una historia de la historia


reciente y la filoso6a de la ciencia organizándola en torno
a los diversos usos de ciertos términos metodol ó gicos e
historiográficos destacados. En realidad, quien se eníren-
tara a esa terminología historiográfica critica podría sen-
tirse inicialmente abrumado por la tarea de clasificar el
empleo de, por poner algunos ejemplos, los obstáculos
epistemológicos de Gaston Bachelard, los paradigmas de
Thomas Kuhn, la incomensurabili dad d e Paul Feyera-
bend, los tliematu de Gerarld Ho l t on o l as epistemes de
Michel Foucault. De modo reciente hemos presenciado
muchas apariciones de la noción de estilo, tanto al invo-
car la noción general de un estilo de razonar o pensar en
las ciencias como en las nocxones mas cape cas e e s t i -
los nacionales en medicina, 6sics, matemáticas y biología

dológico-historiográficos ha sido muy diferente, pero xne


parece extendida l a i m p r esión g e n eral - t a n t o d e n t xo
como Fuera de la disciplina de la historia y filosofia de la
ciencia- de que nada de gran consecuencia depende de
la elección del término utilizado. En el fondo, una lectura
rápida de la literatura relevante pone de manifiesto que
las ideas de„por ejemplo, paradigma, inconmensurabi}i-
dad y episteme se utilizan a menudo de forma más o me-
l88 Lu apuncién de le dsyduulidnd'

nos intercambiable. Por otra parte, nos veríamos en apu- mas en relación con el cual invocaré la noción de un~esti-
ros para determinar el contenido exacto de cualquiera de o e razonar p r o b lema fundamental sobre el que mmf
estas nocionesa puesto que han sido apropiadas y ampha- centrar es:?,cuáles son las condiciones bajo las que He-
das de tal forma que el resultado es que tengan escaso gan a ser comprensibles las diversas clases de enuncia-
uso preciso. dos? No todo es comprensible en todas las épocas, ya se
La uiiTiaación de ia idea d~eiiil , una noción itue ya trate de individuos o de periodos históricos completos.
. se emplea en otras disciplinas, amenaza con dejarnos en En una serie anterior de ensayos, he examinado las con-
una situación similar; se trata de una idea muy sugerentea diciones bajo las cuales llegó a ser comprensible un cor-
esta de que puede considerarse que la ciencia y las cien- pus espedfico deenunciados, enunciados que forman
cias muestran estiles, y parece susceptible de ser utiTizada parte de la disciplina de la psiquiatría. He empleado de
de cualquier forma según las exigencias de cada autor forma implícita -y a veces explícita- la noción de estilo
particular. En muchas de sus apariciones, la noción de un de razonar en mi obra histbrica, aunque sin el detalle filo-
estilo de razonar parece del todo metafórica y ni siquiera sófico necesario para un empleo plenamente legítimo.'
es una metáfora demasiado transparente, porque la mayo- Como resultará obvio, el conjunto de cuestiones historio-
ría de las veces tendríamos dificultades para especi6car grá6cas y epistemológicas que más me ha preocupado
/
ll qué es lo que se da a entender de modo esped6co -si es
que se especifica algo- con el uso de ese térxuino. Seme-
jantes circunstancias han hecho que la noción de estilo de
puede plantearse en relación con cualquiera de las cien-
cias. Para ser más precisos, me interesa, en primer lugar,
una forma particular del problema de la comprensibi-
razonar sea mucho más oscura y mucho menos útil de lo lidad, a saber,? bajo qué condidonee se pueden compren-
que debería ser. Si no se gana nada específico anadiendo der como verdaderos o falsos diversos tipos de enun-
otro término historiográfico a una ya numerosa serie, se- ciados'? No todos los enunciados reivindican la categoría de
ría prudente prescindir por completo de él, adelantándo- la verdad o falsedad ; pero los enunciados que reivindican
nos a las inevitables confusiones futuras. No obstante, si una categoría científica reivindican ser parte del ámbito
ggSS consideramos que la idea reahza un trabajo metodológico de loverdadero o falso.De modo que elproblema al que
específico y diferente de las nociones en apariencia riva- me enfrentaréprünero es:?bajo qué condiciones se con-
les que he mencionado, la primera tarea consiste en decir vierten los enunciados en candidatos posibles a la verdad
exactamente a qué nos xeferimos con estilo de razonar. o falsedad de tal manera que reivindiquen la comprensi-
Cste es el primer objetivo de este ensayo. bilidad de una ciencia'?
Cada una de las nociones historiográ6cas menciona- Antes de especi6car cómo entiendo la noción de esti-
das se ha utilizado para encarar un problema o un con- lo en óestilos de razonar» y las nociones muy relacionadas
85N O de un espacio conceptual y su historia, adararé que pre-
junto de problemas distintos, aunque a veces superpues-
wwe4
tos. Una forma de comprender mejor las diferencias entre tendo dejar intencionadamente al margen de mi explica-
estos términos consiste en delimitar de forma muy preci- ción ciertas connotaciones de la noción de estile. Hay una
sa el problema al que cada uno de ellos pretende respon- acepción de esxxlo,bastante común en los debates popula-
• »uu»ix der. Por ello empezaré apresando. con la mayor daridad res, que vincula estilo con una personalidad individual,
1»»nauia
posible al principio de este ensayo, el conjunto de proble- induso con una idiosincracia. Csta acepción de la palabra
»noanl»
Le ~ ón A l a seclluEidud' Essitar ck mtosccn.

es la imp}ícita en la última frase del comentario de J. L. Dado que Foucault solía ser el mejor intérprete de aí
Austin a El coeepto ck k metal de Gi}bert Ryle: «Le style, mismo, me gusta pensar en esta primera sugerencia como
c'est Ryle» sEste uso de sstik tiene quizá su terreno más una sucinta interpretación retrospectiva de su método ar- < sea
naturalen los debates sobre moda. Sin embargo. a pesar queológico, mientras que la segunda sugerencia es la in- C
de su interés intrínseco, este uso de sssilo no es útil a la terpretación igualmente sucinta de su método genealógi-
hora de intentar describir estilos de razon e n las cien- co. En el intento de comprender las nociones de estilos
C
cias. Al analizar los estilo de razonar en laspáginas que de razonar, así como de espacios conceptuales y su histo- C y@
siguen, casi no haré referencia a las diferencias de tempe- ria, tomaré algunas claves de Foucault centrándome en la C g'
ramento individual. En realidad, quizá sea una peculiari- primera sugerencia, que él denominó el método de la «ar- C ggg
dad de mi interpretación de un estilo de razonar e} hecho queología».
de que os nombres ropios funcionan casi como de si- Si la verdad debe entenderse como un sistema de sean
tarios de ciertos conceptos cen es , e e un procedimientos ordenados para la producción, la regu- C we®
o e r azonar se lllteresa ante todo no r } a s ideas e lación„ la distribución, la circulación y el funcionamiento
}os inchvi u os, smo por un cwn}unto e c once to s or de los enunciados y si lo que foxxna parte del ámbito de la
do en u e e nca an elitre «. es o en m o d a está verdad varia a lo largo de la historia, no sorprenderá que
tan vincuta o a s i n d ividuos como está divorciado de Foucault emprendiexa la redacción de una historia de la
person
alidades especí6cas cuando pasamos a considerar verdad. Por supuesto, sería posible l'esponder que una
los estilos de razonar.» cosa es escribir una historia de la verdad y otra muy dife-
Deseo empezar como si dijéramos al revés a describir rentea6rmar, Mmo ha hecho Pau} Ueyne, colega de Fou-
los estilos de razonar,Knlugarde comenzar por la historia caulten el Colegio de Francia, que no hay más verdad
61osofia de la ciencia angloamericana reciente. }o haré por
el equivalente francés, que es para nosotros un tanto más
roduccioens
que la de las sucesivas p históricas' Foucault
no creía que pudiera haber una teoría epistexnológi-
ajelio en términos filosó6cos. Concretamente„cosisidexaré camente útil de la verdad a} margen de las condiciones
algunas sugerencias de 'che} }"oucault, que está situado históricas variables bajo las cuales los enunciados se con-
en una línea de chstinguidos epistemólogos franceses de 4 vierten en candidatos a la categoría de verdad. Combi-
ciencia que empieza en aston Sache4rd y pasa por Gcxir- nando asu modo }emanes de Foucault y de A.C.Crom-
es Canguilhem antes de llegar a - al de una entrevis- bie, n H a cki n os h a proporcionado la descripción
ta conc a 6nales de los setenta («Exitretíen avec Ni- más ra hasta la fecha en términos filosó6cos de
chel Foucau}t»), Foucault res}iza dos suc i as : los estilos de razonar. Al final de su artícu}o «Language,
hí:
P01'«verllal}~ entender Qn cofijunto de procektaíelitos extrae algunas infelencias a partir de e}}as que, según ad-
xeg4acemal}os para 4pmtlicción,4 regu4lióa. 4 ksiribu- mite, necesitan clarificación. Sm embargo, citaré aquí sus
ción. 4 circulación y el flinciceiainíento de }as~unc e os. cinco a6rmacíones, puesto que proporcionan parte de los C
Ls «velc4d» esta vlncu}luda cífcu4colente s sisteNlss cle antecedentes para lo que quiero decir acerca de los estilos
poder quela proc}uesli y }a manuc~n, y a efectoslíeepol}er de razonar:
C
'1}mrxc}}a ílilíuce y l}ue 4 acompai4n, Rkghxceii de 4 veix4d,'
192 La apari n opg dt la t«ftfdalfdad Estilos dg razoyfar 198

1) Hay diferentes estilos de razonar. Muchos de ellos curio está regido por el planeta Mercurio que rige el mer-
son s cern e s en nuestra propia historia Apare- cados donde se contrae la sífilis». Hacking sostiene, de
-mg h n d hfi ' - cen e nP untos definidos y tienen diferentes tra- modo correcto según creo, que nuestra mejor descripción
I yectorias de maduración. Algunos mueren, otros de este enunciado no es decir que es falso o no guardarela-
aón siguen fortalsciéndose. ción con el razonamiento médico actual, sino que ni si-
2) Las r oposiciones del tipo de las que exigen nece- quiera es un candidato posible a la verdad o falsedad da-
sariamente u n r a z onamiento para confirmarse dos nuestros estilos de razonar actualmente aceptados. Sin
sólo poseen unagositividad. un ser verdaderas o embargo, un estilo de razonar central en el Renacimiento,
falsas, como consecuencia del estilo de razonar en basado en los conceptos de parecido y semejanzas trae
el que se producen. consigo la candidatura de semejante enunciado a la condi-
3) Por lo tanto, muchas categorías de osibilidad, de ción de verdadero o falso. Las categorías de enunciados
io que puede ser ver a e ro o falso ~ee n d en obtienen su categoría de verdaderos o falsos en relación
de los acontecimientos históricos, concretamen- con estilos de razonar históricamente especificables.
tes de ' o s e s tilos de razonar. Si consi eramos que Hacking nos a proporcionado
1 una descripción preliminar d e lo s estilos de r azonar,
~de o s i h ilidad que hm aparecido en nuestra tra- l adónde acudimos en busca de mayor esclarecimiento'
dlcioxL El problema más dificil, como he dicho, es precisamente
5) N o emo s razonar acerca de si los
sistemas de el de sacar pleno rendimiento de la noción de estilo, y el
razonar alternattvos son m o r e s eor e s e os lugar más obvio donde buscar ayuda son las descripcio-
nuestros. porque as proposiciones seis las que nes de estilo en historia del arte. La lectura del conocido
razonamos sólo estrasn su sentido del método ensayo de Me er Scha iro «Estilo» deja bien claro que
de razonar empleado. Las proposiciones no tienen hay tan poco acuerdo entre o s st o r i adores del arte so-
existencia independiente de los modos de razonar bre la noción de estilo como entre los 61ósofos sobre las
hacia ellas." nociones deconocimiento o verdad.s De modo que no
hay posibilidad de aplicar al razonamiento cientí6co un
Para mis propósitos, las afirmaciones más importantes concepto de estilo aceptado por consenso en arte. Lo que
que hace Hsching son que hay diferentes estilos de rsso- haré será apropiarme de esa noción de estilo que he en-
gls55I j Ó „ nar y q u e dichos estilos determinan é en unciados on contrado de gran utilidad en los escritos sobre historia
• glg ~ ' candidatossla verdad yfahs a con la escep- del arte para mis intereses relacionados con la comprensi-
ción de los enunsss os que no reqmeren asilo de resonar bilidad cienúfica de la psiquiatría No se trata, por su-
alguno).h medida que sedesarrollan, los nuevos esdiosde puesto, de afirmar que mi descripción de estilo es la úni-
resonar traen consigo nuevas cstagorias de enunciados ca, ni siquiera que es la más útil para otros propósitos. Kl
j l.
,- verdaderos y falsos posibles. Por poner un ejemplo de problema consiste en articular una concepción verosímil
Hackíng,y consideremos el siguiente enunciado que podría- de estilo que nos ayude a pensar sobre los estilos de razo-
mosencontrar en un manual médico del Renacimiento: «el nar.Schapiro expone con claridad muchos de los proble-
bálsamode mercurioesbu eno paralasJS isporque elm er- mas que rodean la idea de estilo en los usos dados por la

„,AN
historia del axte. No albergo ninguna duda de que se cre- menos sacro o profano, lo celestial y lo terreno, el gober-
an nuevos problemas al trasladarla del arte al razonar. Sin nante y el gobernado, el neble y el plebeyo, lo activo y lo
embargo. como he dicho antes,siao sernos capaces de pasivo, lo vivo y lo muerto, la persona real y la imagen. Kl
extraer algun sentide a asimi
lo en estilos de razonar, ne nos emparejamiento de estas cualidades y estados con las pos-
queda más que abandonar lanoción en lugar de preten- turss &ontsl y de perQ varía en las diferentes culturas, pero
der que sirve para algún proposito metodológico &uctífe- es común la noción de una polarida expresada a través de
ro. Ahora bien, creo que podemos extraer algún sentido posiciones contrastadas.xs
de eHa y también creo que la histeria del arte nos propor-
ciona uaa guía, si ao pe ecta, al menos buena. Analizando los relieves y pinturas egipcies, las pinturas
Muchos debates d lk histori del artesobre el estilo de las ánforas griegas y los manuscritos iluminados arabes
se centran en la noción e expresión o c da d exfirKCfWh medievales, Schapiro muestra que el per61 se resexva a ve-
y, puesto que aquí no diré nada sobre la cualidad expresi- ces a la figura inferior de un par y a veces a la más noble.
va, sólo indicaré cuáles son algunos de sus problemas teó- Concluye, y ello es fundamental para mi análisis, que «el
ricos. Quizá la di6cultad más importante sea comprender contraste cexno tal es más esencial que la atribución de un
cómo se corresponden las cualidades expresivas con los valor 6j opara cada término de la combinación~.» También
elementos formales y estructurales en arte, y con el modo yo creo que hay ciertos contrastes en los modos derepxe-
en que se combinan dichos elementos.v En su famoso sentacióa que son esenciales en un análisis del estilo y creo
análisis de Pulubnu; cicrixar e ~ s r so b re los modos de además que el problema de la cualidad e el valor expre-
representación de freate y de perfil , Meyer Schapiro, sivos, aunque ciertamente importante, tiene un papel m-
muestra cómo, en el arte medieval, las presentaciones de cundaxio o derivado. Ocurra lo que ocurra con la cualidad
las figuras coa una postura u otra tienen diferentes efec- expresiva, es -al menos, en parte- una función de los ele-
tos como «medios expresivos~.'s Documcnta, por ejem- meatos formales o estructurales y, hasta que no tengamos
plo, que un clérigo conservador del siglo XR puso xepares más claro el papel que desempeñan dichos elementos en Ia
a las representaciones de la Virgen de perfil, porque la descripción del estilo, no es probable que realicemos pro-
forma &ontal era percibida como más sagrada y más be- ~s e alguno con la problemática noción de valor expresi-
lla.» Además: vo.Como acenseja H einrich%oHBin: ~En lugar de pregun-
tar: "cómo me afectan esas obras a mí, un hombxe
En otras axtes además de ls cristiana medieval, la posi- modernos", y calcular su contenido expresivo según ese ba-
ción kontal y el perñ1 se combinan a menudo en Is misma rexno, el historiador debe darse cuenta de qué posibHida-
obra como portadoras de cualidades opuestas. Una de las des de elección formal tenía a su disposición la época. El re-
dos es el vehículo del valor superior, mientras que la atrs, sultado será entonces una interpretación esencialmente
en contraste,marca el valor inferior. La oposición se refuer- diferentex.'~ En lo que sigue, seguiré el consejo de Wo~
za a su vez mediante diferencias en tamaño, posición, vesti- y por lo tanto poco más diré acerca del contenide expxesive.
menta, lugar y 6sonomía como atributos de Ios individuos En realidad, los Conoyav~ d zmsnxsxlessnhr kuzsrxxxdd'
polarizados. La dualidad de fmntsbdsd y pexfil puede sig- artede%olNin son los que me s~ de g tua para descri-
ni6csr entonces la disónción entre bien y msL lo sacro ylo bir ia noción de estilo en los estdos de razonar. No dejo de
ser consciente de Ios problemas del análisis de %olf6in, puede llamar categorias de la visión, sin riesgo de confun-
pero la adecuación de los detalles me preocupa menos que dirlas con las categorías ítantianas. Aunque tienen una ten-
su procedimiento metodológico. A pesar de las objeciones dencia manHiestamente igual, no son deducidas de un mis-
que cabda hacer al conjunto de su aakhsis, su procedimien- mo principio. [...J Es posible que se pudiesen presentar
to es muy instructivo a la hora de ayudaxrxos a comprender otras categorías más -no se han puesto a mi alcance-, y las
la idea de un estil o de razonar.»%üMin sostiene que la di- dadas aquí no estkn unidas de modo que sea imposible
ferencia exxtre el esto clásicoy el barroco se describe mejor pensar parcialxaente en otra combinación. Desde luego, se
en términos de cinco pares de categorías o conceptos condicionan unas a otras hasta cierto punto, y, si no se toma
opuestos. Además, sostiene que asedescubre en la historia al pie de la letra la expresión, se puede decir de ellas que
del estilo un sustrato de conceptos que se re6exea a la re- son cinco distintas visiones de una misma cosa Lo lineal
presentación como tal, y puede hacerse una historia evolu- plástico se relaciona con los estratos espaciales compactos
tiva de la visuahdad occidental en Ia cual las diferencias de del estilo plano del mismo modo que lo tectónico-cerrado
los caracteres individuales y nacionales ya no tendrían tan- evidencia una afinidad natural con la autonomía de los ele-
* mentos orgánicos y de la daridad absoluta Por otra paxte,
ta importancia».'s H decir,%ü lNin deseaescribir una his-
toria de las posibilidades visuales a las que estkn abocados la daridad formal incompleta y la impresión de unidad con
los artistas. De este modo sostendrá, por tomar un ejemplo elementos sueltos desvalorados se unirán de por sí con lo
típico. que la impresión de reserva y dignidad eacontrada atectónico-fiuyente, y cabrán, mejor que en parte alguna,
en las pinturas de Rafael <no ha cleatribuirse por completo dentro de una concepción pictórico-impresionista, Y si pa-
a un designio temperamental; no se trata de eso, sino mks rece que el estilo de profundidad no se incluye necesaria-
bien de la forma de representación vigente ea aquella épn- mente en hx famiTia, se puede argüir en contra que sus ten-
ca, que él desanoHó de un modo espedal utilixkndola para siones de perspectiva están constituidas exclusivamente
sus 6nes particulares».'" Kl procedimiento de WilÃixx al re- sobre efectos ópticos, que tienen significado para la vista,
dactar su histnria del estilo consiste, como es sabido, en es- pero no para el sentimiento plástico.
tablecer los conceptos detexvnínantes del arte dásíco y ba- Se puede hacerla prueba: entre nuestras fehacientes
rroco en términos de cinco pares de conceptos opuestos. reproduccionesapenm habrá una que no se pueda utilisar
Sus cinco capítulos principales analíxan lo Bocal y lo pictó* como ejemplo también para cualquiera de los otros puntos
rico, super6cie y profundidad, loma cerrada y forma abier- de vista xs
ta. pluralidad y uxddad y lo c4ro y lo indistinto. El prixnero
c.n cada uno de estos pares de conceptos conforma el estilo Este resumen ofrece algunas muestras del procedi-
clksi~ el segundo, el estilo barroco. Me resuha imposible miento del autor. Vo18lin comenta en detaHe cada uno de
hacer justicia en este ensayo a la riquesa del anklisis de los cinco pares de conceptos opuestos mostrando un am-
VélNín, por lo que udlisaré a modo de resumen una cita plio abanico de ejemplos extraídos de la pintura, el dibu-
de la conclusión de so libro jo, la escultura y la arquitectura. También muestra cómo
se relacionan los conceptos entre sí en lo que poddamos
Todo el proceso del cambio de xepresexxtacíón ha sido considerar espacios visuales opuestos, el de lo clásico y el
sometido en su latitud a cinco dobles conceptos. Se los de lobarroco. Obtenemos de este modo una concepción
198 La ayarincín c(e la cacuakdad' 199

determinada de estilo clásico y barroco, enmarcada por Ésta es la conceptualización del estilo, con sus catego-
los términos de sus modos de representación contrasta- rías opuestas, sus ámbitos de posibilidades limitadas y sus
dos. Paul Frankt, un ex alumno de Wolfflin, aplica a la ar- rupturas y discontinuidades, que considero que hay que
quitectura un procedimiento metodológico similar para la adoptar al intentar comprender históricamente el cambio
caracterización del estilo. Frankl sostiene que las diferen- en los estilos de razonar que dio lugar, por ejemplo, a la
cias entre los estilos renacentista (clásico) y barroco en ar- aparición de la comprensibilidad psiquiátrica.ss
quitectura pueden entenderse en términos de cuatro con- Deseo separar de modo expúcito el punto de vista de
ceptos opuestos, adici6n espacial y divisi6n espacial, WolNin sobre el desarroHo del estilo de mi análisis de la
centro defuerza y canal de fuerza, una imagen y muchas estructura del estilo. La concepción de cambio y desarro-
imágenes, y libertad y restricción.» Por más que sus cua- llo estilísticos de Wolfflin, que es a mi juicio filosófica-
tro pares de polaridades difieran considerablemente de mente defectuosa, ha contribuido en gran medida a oscu-
las de Wolfilin, lo que me interesa es el acuerdo metodo- recer lo que posee un valor permanente en su análisis del
16gico con él a la hora de definir estilos diferentes, concepto. Al separar su concepto de estilo del esquema
A partir de su interpretaci6n de la oposici6n entre es- de desarrollo teleológico que utiliza, espero reabrir, rea-
tilo clásico y barroco, Wolfllin puede formular su famosa vivar, algunas cuestiones metodol6gicas que superan con
tesis de que «ni siquiera el talento más original puede creces el ámbito de la historia del arte. Reconozco plena-
proceder más allá de ciertos límites que le son fijados por mente -y soy consciente de la paradoja- que muchas de
la fecha de su nacimiento. No todo es posible en todas las las obras recientes de mayor importancia teórica están
épocas, y ciertos pensamientos sólo pueden pensarse en unidaspor una oposición común a conceder eminencia
ciertas etapas del desarrollo».~ Una afirmación así podría bistoriográfica al concepto de estilo. Al margen de los be-
haberse encontrado con igual facilidad en un libro de neficios que pueda haber tenido esa oposición en la re-
Foucault, puesto que también a él le preocupaba mostrar ciente historia del arte, deseo insistir en que la estructura .
las posibilidades a las que nos atan nuestros distintos pe- del análisis de WolfHin posee una fuerza inexplotada e in-
riodos históricos. Y no debería sorprendernos que algo explorada cuando se aplica al razonar en las ciencias.
similar a las discontinuidades por las que Foucault es fa- En las páginas que siguen me centraré en la idea de un
moso aparezcan en Wolfflin cuando escribe: espacio conceptual; sin embargo, debo mencionar al me-
nos algunos otros componentes del estilo relacionados
En la historia del Arte penetran juicios torcidos si se par- con los ya comentados y que s61o tocaré de forma indirec-
te de la impresión que nos causan cuadros de distintas épocas ta, pero que habría que tener en cuenta en cualquier análi-
vistos uuos al lado de otros. Sus diferentes modos de expre- sis completo de la noción. Dichos componentes se tratan
sarse no se pueden interpretar según el mero estado anímico. de la manera más extensa e interesante en el libro Pinonu
Tienen diferentes lenguajes, Igualmente falso es querer com- y oidu eoridiana en eiRenacimientode Michael Baxandall.zc
parar directamente, y s6lo por i'~ laa r quitectura de un Baxandall desea reconstruir lo que llama el «estüo cogniti-
Bramante con la de un Bernini. Bramante no sólo encarna vo del Quattrocento»; en especial, en lo relacionado con el
un ideal distinto, sino que su mock cfo nymrmav tiene de m- estilo pictórico. Espera ofrecer «una comprensión de lo
temano dícr&cia orgcaazacioa que el de Bemini» que suponía ser intelectual y sensiblemente, una persona
201

del Quattrocentaa,s» cómo era pensar y ver según el esti- nuestra xepresentsción y depende de nosotros conceptuah-
lo del Quattrocento. Considera que un estilo cognitivo zsrla y verla con clarida.xx
consiste en las capacidades interpretativas, las categexías,
les dibujos básicas y las costumbres de inferencia y analo- Veyne nos recuerda a continuación que las limitacio-
gía que posee una persona.» A continuación exaxnina la nes que sufren los agentes históricos, el hecho de que los
pincura y la sociedad de la Itaha del siglo xv para mostrar eartistas se someten a las convenciones, el "discurso" pic-
en detaHe cada uno de esos componentes del estilo cogni- tórico de su época~, llevó a WalNin a concluir que «toda
tivo del Quattrocento. Para intentar masuar exhaustiva- pintura tiene dos autores, el artista y su épocas.» Esas
mente el escilo de razonar que hize posible, por ejemplo, convenciones, a las que el artista se somete «pura y sim-
los enunciados de la psiquiatría„ tendría que decir algo plementex, limitan o distarsionan su expresi6n sin su co-
de los elementos del estile a los que Saxandall se refiere.Por n ocimiento, de manera que ~ i oes '
ejemplo, tendría que comentar los hábitos de inferencia y adherido en todas partes al significado~.x' Según Veyne,
analogía utiBzades por les psiquiatras y mostrar sus rasgos Ve l n y ouc a u t s e a n ~ i m i t ado a recordar que el
distintivos con respecte a los hábitos de inferencia y ana- hombre no es completamente a , ue ocu r r e e
logía antxeiores. También tendría que examinar las capaci- se somete».» Para ey n e esto no requiere la e ' ' aci n
dades interpretativas que forman parte de la psiquiatría, de lo humano en mayor medida que la doctrina de la teo-
en especial sus capacidades diagnósticas, y mostrar las di- logía católica según la cual las acciones de una persona
ferencias con respecto a las de pecas anteriores. Y tam- justa receptora de la gracia cooperante tienen dos autores,
bién tendría que ser capaz de mostrar todos los cambios Dios y ella, o que, cuando una persona justa es movida por
en les ejemplos de las enfermedades desde los libros de Ia gracia cooperante, es Dios quien actúa a través de eHaxs
texto neurológicos basca los psiquiátricos. No obstante, en Ademas, Veyne afirma -creo que con razón- que
mis escritoshistóricos sobre la aparición dd razonamien- cuando, por ejemplo, estamos en el Louvre frente a un
to psiquiátrico he dejado de lado algunos de estos impor- cuadro, los diez conceptos fundamentales de WolfHin nos
tantesfactores para centrarme en la que considero el ele- permiten «tener más ideas sobre la pintura, ser más cons-
mento fundamental del estilo, a saber, las categorías cientes de su originalidad y, literahnente, verla mejor.»
e conceptes y el xnode en que se combinan entre sí para Y concluye:
constituir un estilo.
No cree que se trate de una coincidencia que en su Es erróneo oponer la percepción de las individualids-
lección inaugural en el Colegio de Francia, L'inveetnire des„en toda su riqueza, a la conceptualizsción, que sería
déx a jükzxxcar,Paul Veyne, vincule la obra de WoNlin cen uns cháchsra demssisdó geners4 sl contrario,caduco
~
la de Feucauh cuando comenta dos ideas ligeramente di- io e co n uistamos refina y enri uece nuestra exce ' n
fecentescu a c n'unción„según nos dice,Heva elnombre del mundo; sin conceptos no se ve nada.
cle mes rahsme>:
Estas consideraciones son la base para la pestexior
Por un Mo, toda xeshdad social está objetivamente li- afmnación de Veyne de que alas hechos históricos no es-
mitada; por otro, toda resMad socisl está confundida en tán organizados per periedos o personas, sino por necio-
202 203

nes; no tienen que ser sustituidos en su época, sino en su una historia del nacimiento de la psiquiatría del siglo xtx
concepto. Por ello, al mismo tiempo, los hechos ya no tie- mediante la noci6n de un estilo de razonar es preciso escri-
nen individualidad salvo en relación can ese concepto».ss bir una historia de la aparici6n de un nuevo sistema de con- C
Esta interpretación de papel e istemo16gico de los con- ceptos y mostrar cómo están internamente relacionados C. ~
cepto a r t iculado de u o o di e r ente por ol ny por un conjunto de reglas hasta formar un espacio concep-
o cault en sus respectivos ámbitos, constituye el núdeo tual estructurado. Deseamos ver qué conceptos, conecta-
de mi noción de un estila de razonar. dos de qué modos particulares, permitieron enunciados C
Cuando aplicamos la concepción wolfiliana de estilos que nunca se habían hecho antes acerca de las perversiones C y+l
de razonar, encontramos ciertonúmero de problemas sexuales y permitieron en última instancia, como he soste- C ~g
epistemológicos y metodológícos importantes creados por nido, la constituci6n misma de las perversiones sexuales.s4 C ggg
el desplazamiento de la percepci6n y la visi6n al razona- Además, una parte fundamental de mi análisis históri-
miento y la argumentación. Más que abordar esos proble- co ha consistido en demostrar que este estilo psiquiátrico C
mas, deseo dar al menos algunos indicios de cómo he em- de razonar debe oponerse al estilo anatómico de razonar ese%
pleado (impúcitamente) la idea de estilos de razonar en mi acerca de las enfermedades. En el ámbito de lo sexual, el
práctica hist6rica e historiográfica. Al igual que %'olfflin estilo anatómico de razonar adoptó el sexo como objeto
quiso reconstituir un espacio visual específico a través de de investigación y se interesó por enfermedades de anor-
un conjunto de categorías interrelacionadas(por ejemplo, malidad estructural, donde los cambios pato16gicos resul-
las categorías de lo lineal, la superficie, la forma cerrada, la taban de algún cambio anatómico macroscópico o mi-
pluralidad y lo claro constituían el espacio clásico), así tam- croscópico. La patología del hermafroditismo ejemplüfica
bién un estilo particular de razanar está fundamentalmen- con toda claridad este estilo de razonar. En el estilo psi-
te constituido por un conjunto de conceptos vinculados o quiátrico, en cambio, el ámbito de investigación relevante
interrelacionados. Estos conceptos están vinculados entre no es el sexo sino la sexualidad. Par ello, no es el berma»
sí por reglas espedficables hasta formar lo que podríamos fraditismo, sino la homosexualidad lo que se eleva a la ca-
considerar un espacio conceptual determinado, un espacio tegoría de enfermedad ejemplar. Si estudiamos la historia
e determina qué enunciados pueden o no pueden ha- de la anatomía patológica, la neurología y la psiquiatría
cerse con los conceptds. He intentado demostrar a ' del sigo Xtx, empezaremos a reconstruir algunos de los
l870 a arece un nuevo es o de razonar acerca de las conceptos opuestos que conformaron los dos estilos de
'
ermedades, u ue pernute, entre otras cosas, enun- razonar opuestos. Se nos presentan, por ejemplo, las pola-
~cisdos sobre s ervemióu sexual (sobre ls bomosexusli- ridades entre sexo y sexualidad, 6rgano e instinto, estruc-
dad, el masoqmsmo, s a t s mo y el fetichismo) que a tura y funci6n, defecto anatómico y perversión. El prime-
continuación no tardan en convertirse en habituales en los ro de cadauno de estos pares de conceptos conforma
debates sobre»sexualidad». La aparici6n y proliferación parcialmente el estilo de razonar anatómico acerca de la
e dichosenunciao. ~ue una consecuencia directa de ese enfermedad, mientras que el segunda ayuda a constituir
nuevo es o e razon e tamb i én podríamos conside- el esto psiquiátrim. Esas polaridades diferencian analíti-
rar, en t n os o u caultianos, comoel nacimiento de una camente dos modos canceptuales de representacións dos
nueva práctica discursiva. De modo que para escribir espacios conceptuales, paralelos metodológicamente a las
204

polaridades de Wolffiin, que distinguen dos modos visua- sar por alto las diferencias entre ciencia filosofia. Sin em-
les de representación. Imaginando c6mo se combinan bargo, para misp ropósitos especí6cos aquí concederé, ha-
exactamente esos conceptos según formas determinadas ciendo abstracción de esas diferencias, que hay algunos
hasta formar posibles enunciados verdaderos o falsos, y sistemas de pensamiento filos66co que poseen la suficien-
enumerando los tipos de inferencia, analogía, prueba, ve- te estructura conceptual para permitir la comparación de
rificación y explicación que están asociados a esas combi- sus conceptos con los conceptos empleados en los estilos
naciones conceptuales, podemos reconstituir un estilo de de razonamiento científico. De todos modos, al realizar se-
razonar completo. mejante comparaci6n, no hay que contentarse con parale-
Una conclusión extraída de mis intentos de recons- lismos vagos, con alinear palabras, expresiones o fórmulas
truir el estilo de razonar psiquiátrico acerca de la sexuali-
dad es que el concepto mismo de perversión -así como la rsp s r , e d o i das por Pierre Hadar oosoo grupo [s] de
experiencia de ser u e o - n o e x istia antes del úl- nociones que se implican mutuamente en un sistema filo-
tim ci o d e l siglo xix.» Al p ir q u e el concepto e só6co dado».» En su gran obra en dos volúmenes sobre
perversión era parte e un estilo de razonar, y al percibir Porfirio y Victorino, Hadot ha demostrado que en las
la forma en que lo era, percibimos también que exigía obras teológicas de Mario Uictorino podemos descubrir la
todo un conjunto de conceptos relacionados vinculados infiuencia de una fuente neoplatónica perdida, identifica-
entre sí de modos especificables. El concepto de perver- da por él como laobra de Por6rio.H adot logró reconocer.
sión exigía un nuevo espacio conceptual inserto en un reconstruir e identi6car su fuente mostrando que había
nuevo estilo de razonar. estructuras conceptuales en la obra de Victorino que coin-
'
Recuerdo muy bien la incredulidad con que ciertos cidían con temascaracterísticsmente o os. Subrayó
historiadores angloamericanos de la ñlosofia, coinpi'ome- q ue «es importante que str u c t ura conce tual se r e -
tidos como estaban con una metodología histórica cuyas construya apelando a expresiones o pala ras separadas de
suposiciones básicas rara vez eran examinadas en detalle, su contexto y extraí s e los lugares p » Puna
recibieron estas afirmaciones la primera vez que las For- estructura conceptual exige una unidad conceptual y lite-
mulé, hace más de una década. Así, se me pregunt6 ret6ri- raria A pesar de que Hadot se enfrentaba principalmente
camente, como si la pregunta se contestara sola, si no ha- a la reconstrucción de una fuente perdida, sus brillantes
bía apelado con frecuencia Agustín a la idea de perversión procedimientos metodológicos son relevantes de forma
y si el hecho de que utilizara esa idea no consfituía una directa para realizar el tipo de comparaciones necesarias a
clara refutación de mis conclusiones. La pregunta era tan la hora de responder a la pregunta sobre Agustín. No de-
profundamente ingenua como metodológicamenteim- bemos comparar palabras ni fórmulas aisladas, sino es-
portante. No quiero desentrañar su retórica sin subrayar tructuras conceptuales completas; de otro modo, nuestras
que he desarrollado aquí la noci6n de un estilo de razonar comparaciones serán engañosas e inútiles.
para aplicarla al razonamiento científico, para darle un uso En un artículo extraordinaxio aunque muy poco cono-
historiográfico en la historia de la ciencia. Lo que no se cido, Mino Bergamo, un historiador del misficismo fran-
puede hacer es tomar la noción y aphcarla sin más a siste- césdel siglo xva, ha demostrado que el uso de la p alabra
mas de pensamiento 6losófico, como si fuera posible pa- ipidhfp ispire por parte de Ignacio de Loyola y el de ipidkgé-
206 Za cynnncín do la senculukd

renco de Francisco de Sales implican en realidad estructu- hacerse y ser, en cieno modo, principio para sí mismo. Tie-
ras conceptuales opuestas, de tal manera que hay una «dis- ne eso lugar cuando se complace uno demasiado en sí mis-
continuidad f...j disimulada bajo el velo de una perma- mo. Y se complace así cuando se aparta de aquel bien in-
nencia léxica».» Así, Bergamo descubre que, aunque los mutsble que debi6 agradarle más que él a sí mismo. Cierto
mxsticos franceses del siglo xvu utilizan elementos religio- que este defecto es espontáneo, porque si la voluntad per-
sos tradicionales, nunca lo hacen sin transformarlos, «sín maneciera estable en el amor del bien superior inmutable,
imponer en dichos elementos una reelaboración que a ve- que la ilustraba para ver y la encendía para amar, no se
ces los enriquece y a veces invierte su significado~.ss Y apartaría para agradarse a sí misma...~s
concluye que podemos repetir lo mismo diciendo a la vez
' o tra cosa, que «la repetición es el lugar en el que, xuás que Resulta evidente, sin necesidad de emprender una
en ninguna otra parte, se articula la diferencia».4s Algo si- exégesis textual detallada, que el uso agustiniano de la
milar, haciendo de nuevo abstracción de las disimilitudes noci6n de porvorsion habita en una estructura conceptual
relevantes en otros aspectos, podría decirse sobre el uso no s6lo distinta, sino opuesta a la del estilo de razonar
de Agustín del término pemersiún y el uso psiquiátrico del psiquiatrico. Para Agustín„ la perversi6n es una deficíen-
siglo ux. La continuidad léxica esconde una discontinui- cia de la voluntad, una defección voluntaria del bien
dad conceptual radical. Cuando Agustín concluye el relato inmutable de Dios. Es una inversión de la jerarquía de va-
de su hurto adolescente de peras en el libro II de las Con- lores, la sustituci6n de un bien superior por uno inferior.
gesiones, escribe, «perversamente te imitan todosx («per- Lo contrario de la perversión es la conversión, un volver-
verse te imitantur omnes») y habla, más específicamente, se hacia Dios y cumplir con Rl.~ En el estilo de razonar
de nuestra pervertida imitaci6n de la omnipotencia divi- psiquiátrico, la perversión está situada fuera de los límites
na." En el libro XII de La aududdo Dios,Agustín sostiene de la voluntad. Es una enfermedad del instinto sexuaL in-
que la soberbia ces un vicio [...] del alma que amaperver- serta psicobiológicamente en la personalidad y no es ob-
samente su propia autoridad, despreciando la autoridad jeto legítimo de aprobación o desaprobación moral. Lo
justa de un superior. Así, pues, quien ama desordenada- contraxio de la perversi6n son los deseos o apetitos sexua-
mente elbien de cualquier naturaleza, aunque Hegue a les normales, que son similarmente independientes de la
conseguirlo, él mismo en cse bien se convierte en malo y volici6n. En realidad, una de las funciones principales de
desgraciado, privándose de un bien mejor~."
s (El adver- este concepto de perversión sexual es precisamente sepa-
bio en ambas frases es pencsvve.) Y cuando da su explica- rar el fenómeno del ámbito del vicio.~s El hecho de que
ción de la naturaleza de la trasgresi6n de Adán en el libro Agustín también utilice el término pemeniún no resuelve
X1V de La ciaukrd'ck Dios,Agustín escribe: en modo alguno ninguna cuestión.
Un cuidadoso análisis de la noción de pemsvsiúxs mues-
cE1 pxiucipio de todo pecado cs la soberbia.~ áY qué es tra que el concepto agustiniano no comparte el mismo
la soberbia sino el apetito de un perverso encumbramien- espacio conceptual que el concepto psiquiátrico decimo-
toP jguid est autem superbia nisi perversae celesitudiuis nónico, que en realidad la misma palabra esconde dos
appetitusf] El encumbramiento perverso no es otra cosa conceptos radicalmente diferentes, dos estructuras con-
que dejar el principio al que eí espíritu debe estar unido y ceptuales radicalmente diferentes. En lugar de debiTitar
208 Lu apuricióníá.lasencahdud

mis conclusiones, el uso de Agustín de @emersión las con- incluso opuestas, no entenderemos en absoluto lo que se
firma. No entenderemos el concepto de perversión hasta dice si no entendemos el estilo de razonar que proporcio-
que examinemos su comportamiento reglamentado con na las condiciones de inscripción de las palabras. Iros esíl-
otros conceptos para ver qué clases de enunciados pue- los de razonar dan sistematicidad, estructura e identidad
den realizarse con él. Que los enunciados de Agustín di- a nuestro pensamiento; son, por así decir, el pegamento
verjan de forma tan marcada de los del discurso psiquia- que mantiene unidos nuestros pensamientos. Como sabía
• trico del sigo xxx no es ningún fenómeno superficial. El WoM i n , sin conceptos no se ve nada; y, como tendría
examen de sus textos pone de relieve la especificidad y la que ser aún más obvio, sin conceptos no se dice nada. Por
novedad de este discurso posterior. estas razones, ante todo, no podemos prescindir de la
Como ha dicho Bergamo en otra parte, una serie de idea de estilos de razonar.
recurrencias de lamisma frase pueden corresponder a
una multiplicidad de enunciados diferentes. ¹i siquiera la
frase idén ' onst i t u e necesariamente mi sm o enun-
o. Un enunciado sedefine como un «campo de esta-
Gümación» (aun campo d i s t abüizzazione»), que está
constituido por las reglas de uso y las relaciones que co-
nectan el enunciado con otros enunciados. «Este campo
de estabilización asegura la posibilidad de la repetibili-
dad de los enunciados, pero también impone restxiccio-
nes particularmente rigurosas a la repetibüidad, distin-
guiendo así el enunciado de la frase repetible de forma
prácticamente inf i n ita.~x Para que aparezca un n u evo
enunciado bajo la apariencia de una frase idéntica es ne-
o que se organice un nuev cam o d, ' 'za-
'ó q u e proporcione «nuevos esquemas de utilización y
nuevas series de relaciones, y eso, en resumidas cuentas,
transforma las condiciones de inscripción de la frase».~s
En mi terminología, la misma palabra, repetible de forma
prácticamente infinita, puede expresar diferentes concep-
tos. Nuestros conceptos están estabilizados por un espa-
cio conceptuaL un estilo de razonar que especifica las re-
glas de uso de esos conceptos. Lo que a primexa vista
podría parecer idéntico puede ser en realidad radical-
mente diferente,dependiendo del modo preciso en que
se estabihce el concepto enunciado. Puesto que la misma
palabra o &ase puede estabilizarse de formas diversas e
La epistemología
de las pruebas distorsionadas:
problemas en torno
a la 111storlograGa
de Carlo Ginzburg
El camino del juez y el del historiador, coinciden-
tes durante un tramo, luego divergen inevitablemente.
El que intenta reducir al historiador a juez sitnpli6ca
y einpobrece el conocimiento historiográ6co; pero el
que intenta reducir al juez a historiador contamina
iaetnediablemente el ejercicio de la justicia.
C ARL O G I N K S U R G

Kl epigrafe de este ensayo esté tomado de un libro re-


ciente de Carlo Ginzburg, Elj uezy sl htrtoriudor.' El libro
proporciona la base reciente més extensa para las re8exio-
nes de Ghuburg sobre el tema de l as ruebas o s c o-
ceptos relacionados, y el epígrafe que he elegido recalca

vergencias Anales entre las tareas del juez y las del histo-
riador, así como sus fundamentos filosóficos. La obra his-
tórica de Gixxzburg ba sido tan impoxtante y convincente
que es muy fácil pasar por alto la contribución esencial de
sus consideraciones historiogré6cas; estas últimas consi-
Le i s tnmokgíacieluspruebarctktomioncufas 213

deraciones, aunque dispersas en diversos libros y arúcu- sente al historiador y su generación (véase «MC», secs. 9-
los, proporcionan en su conjunto un absorbente marco de 10). Además, ya en el siglo xvI, la insipidez estilística de
cuestiones, temas y conclusiones teóricas que deberían in- los anales y su carencia de verdadera estructura narrativa
formar sobre elmodo en que se construyen y escriben se alabaron a veces en contraste con las imágenes retórica-
nuestras historias (intelectuales, culturales y sociales).s mente seductoras ofrecidas por la historia, como si los ras-
gos bastos y fragmentarios de los primeros fueran mejores
fuentes testimoniales que las pulidas y casi autocoheren-
tes imágenes de la segunda (véase cMC», p. 51 ).
Ginzburg muestra que, en la tradición clásica, se espe- Los modos en que la noción de enargeiu dio paso a las
raba tanto del historiador como del abogado <cque hicie- nociones de indicio y prueba proporcionan un capítulo
ran una argumentación convincente mediante la comuni- crucial en la historia de la aparición de la historiografía
cación de la ilusión de realidad; no mediante la exhibición moderna. Tratados como los de Henri Griffet en 1769,
Traité'ciet njü r e n tee sortee ck preueet pu eeroent a etahlir tu
do a Arnaldo Momigliano, Ginzburg sostiene que hasta oercte de l'hittoire compararon explícitamente sl historia-
mediados del siglo xvm reunir pruebas era «una actividad dor con un juez que ponía a prueba la Fiabilidad de los
practicada
p or anticuarios y eruditos, no por historiado- testigos y evaluaba las afirmaciones de las pruebas." Ginz-
res» (<VE», p. 63) . En eMontrer et citer» traza el papel' l a burg escribe que la obra de Griffet expresaba una +nece-
suerte historiográFicos del antiguo concepto de enar~~a, sidad intelectual aún no encarada» («VE», p. 63 ), y en-
de la idea de que el historiador tiene que producir explica- tiendo que expresó esa necesidad en sus propias palabras
ciones que sean claras y palpables, que sean narraciones cuando escribe que creemos que
vivas que transmitan la impresión de vida capaz de con-
mover y convencer a los lectores.s El requisito de la enar- los historiadores tienen que estar dispuestos a apoyar sus
geiu está unido a una tradición retórica en la que el orador consideraciones con pruebas de un tipo u otro. O si se pre-
hacía visible a su público algún objeto inexistente por me- 6ere una proposición descriptiva en lugar de una normati-
dio de «la fuerza casi mágica de las palabras» (llC p. 47). va: creemos (los neoeecépticos incluidos, supongo) que
La enargeia estaba siempre asociada con el ámbito de la como mínimo los historiadores (aeoescépticos incluidos)
experiencia directa, con una testificación por parte del his- sólo pueden producir un «efecto de verdad» vinculando
toriador que le permitía poner una realidad invisible ante sus observaciones a alguna dase de prueba La cita (directa
los ojos de sus lectores. «La enargeiu era un instmmento o indirecta) ha suplantado a la encqpiu («MC», p. 53)
apropiado p ar a comunicar la ui it y ola, dicho de o t r o
modo, una visión directa, por la fuerza del estilo» («MC», Ginzburg es, por supuesto, plenamente consciente de
p. 47). Y los escritores antiguos y medievales opusieron que el modelo judicial de historiogra6a también ha subra-
anales e historia; la historia contaba acontecimientos en yado la sentencia del juez, que puede conducir a una «his-
los que el narrador había tomado parte, que él mismo ha- toriogra6a moralista» basada en «declaraciones judiciales
bía visto, mientras que los anales se interesaban por un pa- morales y políticas, seguidas de condenas y absoluciones»
sado mucho más remoto que no estaba chrectamente pre- (<VE», p. 64). Y como observa Ginzburg, al insistir en la
214 Le a aricidn de la~ x kd La epissemoiogía de luspnce8m c&mrsi onadas 2t 5

divergencias fundamentales entre las tareas del historia-


dor y el juez, «la certeza moral no tiene valor de pruebmP
Un «modelo nocivo de recapitulaciones judiciales pro- Quizá las distinciones subyacentes más penetrantes
nunciadas por una historiogra6a política anticuada» no es entre el juez y el historiador giren en torno a los diferen-
el único modelo de que dispone el historiador comprome- tes ideales que regulan sus tareas. K juez tiene que emitir
tido con la noción de prueba.s Además, aún no he mencio- una sentencia justa; el historiador tiene que proporcionar
nado los más sutiles efectos, enumerados por Ginzburg, un relato veraz. Como formuló de manera precisa e inol-
del modelo judicial, los que se ven, por ejemplo, en su afir- vidable John Rawls al principio de la primera sección de
mación de que ~or una parte, conmina a los historiadores
su Teoria de laj usricia: «La justicia es la primera virtu d
a centrarse en acontecimientos (políticos, militares, diplo- de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los
máticos) que podrían ser fácilmente adscritos a acciones
sistemas de pensamiento. Una teoría, por muy atractiva y
específicas realizadas por uno o más individuos; por la
esclarecedora que sea,tiene que ser rechazada o revisada
otra, desprecia aquellos fen6menos (como la vida social, si no es verdadera; de igual modo, no importa que las le-
las mentalidades, etcétera) que se resisten a un enfoque
yes e instituciones estén ordenadas y sean eFicientes: si
basado en ese marco explicativo». Ginzburg reconoce «el son injustas han de ser reformadas o abolidas».s Tanto
menoscabado prestigio de esta clase de historiogra6a [...] jueces como historiadores invocan las nociones de indi-
como un fenómeno positivo~ (CAVE», p. 64).' Sin embargo, cio y prueba, pero sus respectivos ideales reguladores de
semejante reconocimiento no exige, como parecen haber
justicia y verdad contribuyen de modo decisivo a la com-
creído algunos historiadores, que despreciemos sin más la
prensión de lo que debe contar como indicio, lo que debe
noción de prueba, como si la historia sin testimonios fuera
contar como prueba La prueba legal y la prueba histórica
el camino real hacia la satisfacci6n historiográ6ca. Cuales-
pueden superponerse, pero la primera se halla al servicio
quiera que sean la impaciencia o induso 4 incomodidad de establecer un veredicto justo, mientras que la segunda
te6ricasque podrían rodear hoy la noción de prueba, lo e s relevante para garantizar un r elato verídico d e l o s
que se pide es una investigaci6n más detallada de los pa- acontecimientos, ya sean individuales o socíale@ a corto o
peles legítimos de la prueba, el testimonio y la verdad en largo plazo. Lo que constituye una prueba para algunos
la escritura de la historia en tanto que opuestos a la argu-
propósitos puede no venir al caso para otros. De modo
mentación y el juicio legal y judicial. No existe una noción
obvio, los conceptosde justicia y verdad son compatibles
de prueba aplicable por el juez y el historiador a sus res- con una diversidad de concepciones encontradas de la jus-
pectivos ámbitos. Sin embargo, del mismo modo que de- ticia y la verdad; o, para decirlo de otro modo, los ideales
bemos tener cuidado para no contaminar el ejercicio de la
reguladores de justicia y verdad están abiertos a interpre-
justicia, también debemos mostrarnos vigilantes para no taciones divergentes de dichos ideales' De todos modos,
simpli6car el conocimiento historiográftco. Expulsar de
el hecho de que existan divergencias notables acerca de
nuestra conciencia el indicio, la prueba y la verdad es un cuál es la concepción más defendible de la justicia o la
empobrecimiento que apenas se diferencia de la mayor de
verdad no implica que las deliberaciones de un juez no
las miserias.
estén moldeadas por el ideal de justicia o que las recona-
216

tracciones de un historiador puedan pasar por alto la exi- regulador del ideal de justicia en términos nada ambi-
gencias de 4 verdatL's Ginzburg reconoce este hecho en guos: ~Q'odría existir algo más importante que la justicia
su uso de la expresión agria de asnAzd'que ya he citado. en el gobierno de los países, en las relaciones con los
Afirma haber usado la expresi6n g9eia ck eenkd'en lugar acontecimientos y aspiraciones humanos' Sin embargo,
de oicA&d no existe nada més importante que la justicia~ (SC p. 96).
En su análisis del proceso Sofri, Carlo Ginzburg muestra,
para subrayar que difcrcaicsculturas haa dado diferentes en efecto, que si se desplaza de su papel regulador en los
iaterprctacioaes a}concepto de verdad, Sia embargo, por procedimientos judiciales el principioin rtubioym rrc (se-
ío que sé, la distinción catre enunciados falsos yverdade- gún elcual el acusado sólo puede ser condenado cuando
ros -y s primera vista mediante su relación coa loshechos- se tiene la absoluta certeza de su culpabilidad) podemos
siempre hasido ua elemento cseacis1 dcl conocimiento his- acabar utilizando de forma completamente equivocada la
tórico, o de cualquier apo, alh donde sc ha cultivado, hasta noci6n de prueba, deslizándonos de modo tácito desde el
cl presente, elconocimiento histbrk o como forma de activi- plano de la mera posibilidad hasta el de la aserción del he-
dadsocial. (MG< p. 53) cho. Haciendo que la compatibilidad 16gica funcione
como si fuera equivalente de la veri6cación real, se puede
Al mencionar -aunque sea de pasada- el ideal regula- condenar a una persona inocente. Esto podría ser acepta-
dor de la justicia eon respecto al juez, no puedo evitar ble si el ideal regulador fuera in >&dio pm reyzcblicu(por
mencionar en este contexto ua libro extraordinario de ejemplo, la voluntad del Duce), pero las razones de Esta-
iVatalia Ginzburg, que analiza las cuestiones del indico, la do no deberíandesempeñar un papel regulador en las sa-
prueba, la verdad, la ley y, en última instancia, la justicia, las de justicia,'s El juez -en la medida en que se rige por la
Serene Cruz oln orru giauaziu analiza un famoso casoita- justicia- tiene que hacer uso de unas concepciones especí-
hano de adopciónde una aina llamada Serena Cruz,en el 6cas del indicio y la prueba forjadas por los ideales con los
que se dieron afmnaeiones y contrapruebas y que final- cuales lo compromete su papeL
mente culmiaaroa ea ua veredicto judicial que decidió el Pasando brevemente al ideal regulador de la verdad
desdno de la niña. Al final de su análisis, Ginzburg cita a en la indagación histórica, podemos percibir algunas de
un juez del Tribunal Supremo estadounidense, quien res- las distorsiones, las deficiencias epistemológicas, que re-
pondi6 a la apelación a la justicia de ua abogado diciendo; sultan del intento de hacer caso omiso de él 6jándonos
«No estoy aquí para hacer justiria, sino para aplicar la en el reciente debate de Cinzburg con Hayden %hite.
ley~." Natalia (~inzburg escribe que no puede entender Deseo insistir, ante todo, en que para un historiador es
esas palabras, que parecen estar «vacías de sentido». Afir- una empresaardua intentar proceder de forma coherente
ma que no sólo la justicia y la ley deberísn ser una, sino sia el concepto de verdad. En realidad, en muchos de
que puesto que las leyes están hechas para defender laj us- esos debates, un historiador emplearé la retórica de Ia
tieia, cuando las dos se distancian, cuando las leyes son verdad expresándosecomo sino hiciera mas que defen-
defectuosas, los jueces «deben dar un salto mortal para der unaconcepción especí6ca de verdad diferente de la
aplicarla [4 ley] con la mayor jusueia posible» (gg pp. g5, de sus interlocutores. Sin embargo, un breve ariálisis
96). V las dosúltimas líneas de su libro insisten en el papel mostrará que esa concepción espedfica de la supuesta
Le ~kreosokgk A hu pruebes dk toniorsurkas 219
I%SI
verdad carece de toda verosimihtud filosófica como inter- de los límites -por Qexibles que sean- de nuestra for-
pretación del concepto de verdad y que sólo las exigen- ma de comprender el concepto de verdad. Esto significa
cias del ideal regulador de la verdad, que se ejercen a pe- abandonar elconcepto mismo de verdad, como demues-
sar de los intentos de hacer caso omiso de él, explican la tra el hecho de que, por eficaz que pudiera ser la explica-
retórica empleada, una retórica que. en ese contexto, lleva ción de Faurisson (como ha mostrado Vidal-Naquet, no gg
su vacuidad casi en la superficie. Ne es casushdad que al- es muy eficaz; y deberíamos incluso preguntarnos cuán ggjg
gunos de los ejemplos mas descarnados de estas cuestio- eficaz podía ser), no concluiríamos que se trata de un ex-
nes se encuentren en los análisis de la interpretación ere- plicación verídica Supongo que alguien podría respon-
visionistan del Holocausto. Haciendo suyas las objeciones der afirmando que White no hace nada más malicioso C
de White a las conclusiones de Vidal-Naquet sobre el epistemo16gicamenteque proponer una concepción prag-
caso Robert Faurissen, Ginzburg hace, citando a White, matista de la verdad. Sin embargo, yo argumentaría -aun- aeC
el siguiente resumen: que novoy a hacerlo aquí- que una visión de conjunto de esHI
la historia de la filosofia, así como un análisis de los deba-
La interpretación histórica sieulsta del Holocausto, tes filos6ficos acerca de la naturaleza de la verdad, de-
dice White, ne es una cexxtravexdad (come ha sido sugerid mostryda que en modo alguno es ésta una interpretación
por Vidal-Nsquet) sino una verdad: csu verdad, come in- siquiera defendible de la noci6n pragmatista de verdad,
terpretación histórica, consiste precisamente eu su gracia que los pragmatistas desearon proporcionar una intexpre- C.
para justificar una ampha gama de les programas políticos taciónde la verdad que hiciera mucho más que forzar de
que, desde el punto de vista de aque5es que los articulan, forma violenta su identificación con la e6cacia política.i~
sen cruciales para la seguridad e incluso ls mera ezístexxcia Se podríaresponder, imagino, que cali6car de verda-
del pueble judío». De ls misma manera, cel esfuerzo del dera o e6caz una explicación histórica es una mera cues-
JEBE+a
pueblepalestine por preparar una respuestapolíuca« tión lingüística, una elecci6n que depende de nuestros C.
las políticas lsrsehes implica la pxeducdóu de usia ideología propios intereses. Si satisface nuestros prop6sitos llamar a C
igualmente yfesu,junto cen uns incssrpretsción de su histo- una explicaci6n verdadera porque es eficaz, entonces
ria capaz de dotaría de un siguificade del que hasta ahora nada nos impide hacerlo, nada nos ixnpide negar la eti- hW
ha carecido+. queta de everdadero», Sin embargo, no depende de nos-
otros decidir si alguien posee o no el concepto de verdad;
La siguiente frase de Ginzburg transmite su propia no es como un decreto legislativo, como si poseer uncon-
positaón filosófica: «Podemos conduir que si la narración cepto fuera igual que tener reconocido el derecho de
de Faurisson probara alguna vez ser ePeuz, seria censide- voto.» Ni ila declaración ni el enrevesamiento retórico
rada por White también come verdadera»." bastanpara demostrar que alguien que comprende la efi-
La observación de Cinzburg pretender ser, según cacia politica posee por esemismo hechoel concepto de ver-
creo, una especie de reducto ad ~mntssssx de la identifica- dad. Y la a6rmaci6n de Ginzburg contra Wlfite es, en. pri-
ción entre eficacia política y verdad. Da a entender que mer lugar, que la respuesta de White a Vidal-Naquet
una intexpretación o concepción de la verdad que la con- renunciaalconcepto de verdad y,en segundo lugar,que 4 :~ l
vierta en equivalente de la eficacia pohtica se sitúa fuera este concepto regula las indagaciones del historiadox. 9e
1
220 La apuricióii de la seziralitkrd La epistemología ck laspsrtebas distorsionadas 221

estas afirmaciones se sigue que la explicación de Fauris-


son no cuenta como historia; y ése me parece precisamen- IV
te que es el punto de vista apropiado.
Tras el análisis que hizo Ginzburg de White en la con-
En el prólogo a la reimpresión de su brillante ensayo
<«Vn Eichmann de papiem, una de las contribuciones más ferencia «The Nazism and the "Final Solution"» oí a varios
miembros del público quejarse de que Ginzburg, en su
penetrantes que conozco al problema de la prueba histó-
defensa del indicio, la verdad y la prueba, era un simple
rica, Vidal-Naquet expresa el punto de vista implícito en
el entrelazamiento esencial de la historia y el ideal regula- positivista conservador. Dejando de lado el hecho de que
ha habido versiones de derecha y de izquierda del positi-
dor de la verdad. Se trata de un punto de vista que, en mi
vismo, esos murmullos de desaprobación me parecieron
opinión, comparte con Ginzburg y que es consecuencia
incoherentes teniendo en cuenta los procedimientos y es-
de algunas de las a&maciones historiográ6cas básicas de
critos históricos de Ginzburg. Como postula con claridad
ambos, unas afirmaciones que convergen en torno a los
en «Veri6cando la evidencia», hay que rechazar «inequí-
roles que cada uno de ellos atribuye al indicio, la prueba
vocamente» cierta concepción positivista de la relación
y la verdad:
entreprueba y realidad. La prueba no es un «medio trans-
Lo que está en juega aquí na es un sentimiento, sina la parente [...] una ventana abierta que nos concede acceso
directo a la realidad». De todos modos, tampoco es «una
verdad [...
] Un diálaga entre das partes,aun cuando sean
adversarias, presupone un terreno común, un respeto co- pared, la cual por de6nición imposibilita cualquier acceso
a la realidad». Como diagnostica acertadamente Ginz-
mún; en estecaso, par la verdad. Sin embargo, can las ere-
burg, «esta actitud antipositivista [...] produce una especie
visianistas», semejante ten'ena na existe. áCabe concebir
de positivismo invertidas («VE», pp. 64, 65).
que un astrofisica entre en diálogo con un «investiga-
Al examinar la historia del positivismo y el antipositi-
dars que afirme que hiLuna está hecha de queso roque-
fart'l Tal ee el plano en el que las partes deberían situarse. vismo en la historia y la 6loso6a de la ciencia del siglo XX,
Peter Galison ha sostenido recientemente que, a la luz de
Y. par supuesta, del misma modo que na hay verdad absa-
sus evidentes diferencias, siendo el segundo una reacción
hits na hay menura absoluta, par m que las erevisiariis-
contra el primero, no debemos perder de vista el hecho de
tas» hayan re a a val e rosos esfuerzas para alcanzar ese
que esos positivismos y aiitipositivismos son «cada uno la
ideal. Can ello quiero decir que si llegara a determinarse
cara opuesta del otro» y que aen sus reflejos especulares
que laspasajeros de un cohete a nave espacialhubieran de-
hay un alto grado de semejanza». Cada uno de ellos tiene
jada unos pocas gramos de raquefart an ía Luna, na ten-
una «posición privilegiada» -ya sea el fundamento obser-
dría sentido negar eu presencia.H asta ahora, cabe compa-
vacional desde el que el positivista construye o el paradig-
rar la contribución a nuestro canacimienta aportada par las
ma o esquema conceptual desde el que el antipositivista
«revisianistas» a la corrección, en un texto largo, de unos
mira hacia abajo- que conlleva consecuencias historiográ-
pacas errores tipográficos. Esa na ju stifica un diálogo,
ficas similares.i' Una imagen común de unidad y periodi-
puesto que, par encima de todo, lo que han hecha ha sido
ainph6car en grado suma el regIstra de la falsedad.i~ zación cientí6cas se puede encontrar recorriendo las cues-
tiones que dividieron la historia y la 6losofia de la ciencia
222 Ln epissscsiologxn deku prucbcssifissorsiosicscfcis 22$

positivista y antipositivista's En realidad, añadiría que for- Lss escumdizas pruebas que las iuquisidares intenta-
ma parte de la hegemonía cultural de esta imagen común el bañ obtener de las acusados ña eran tan diferentes, al fin y
que nos indinemos a creer que, si alguien rechaza el fun- a1 cabo, de nuestros prapias objetivos. La diferente eran las
dacionalismo positivista y la transparencia observacional, medios y las fines últimas [...] El ansia de verdad de las iñ-
entonces debe de ser antipositivista, es decir, alguien que quisidares (de su verdad, par supuesto) ha hecha que dis-
considera «todos los supuestos referenciales como una in- pongamos de unas pruebas muy abundantes; aunque su-
genuidad teórica», puesto que el discurso (o la teoría, o los mamente distorsionadas par las presiones psicológicas y
tropos narrativos) forma los objetos que pretende descri- fisicas que desempeñaran un papel tañ poderoso eñ las
bir de manera reahsta («VE», p. 65).» Esta estructuración procesas par brujería. La farmulación de preguntas insi-
de alternativas -ya sea el acceso directo, casi sin mediar, a nuantes fue especialmente mañifiesta en las intenagatarias
la realidad soñada por el positivismo, o el discurso antipo- iñquisitariales relacionados cañ las aquelarres, la esencia
sitivista autosostenido y amurallado que impide el acceso misma de la brujería, según las demañólagas. Cuando eso
a la realidad- hace harto di8icil imaginar otra posibilidad. ocurría, las acusadas repetían, más o menos espontánea-
La estructura común de esas imágenes especulares amena- mente, las estereatipas iñquisitariales que difund ían par
za con agotar el espacio de las opciones epistemológicas. toda Europa predicadares, te61agas y juristas (...j Eñ forma
Los detallados estudios hist6ricos de Galison le han per- similar, la comparación entre procesos iñquisitariales y ña-
mitido proponer una conceptualización de la dinámica de tas de campo añtrapa16gicas podrían tener, desde el punto
la teoría, la experimentaci6n y la instrumentación científi- de vista del historiador, uña consecuencia negativa: la pre-
cas que se sitúa fuera del ámbito de la imagen común, y sencia de esos antropólogos de hace mucho tiempo sería
deshacerse así de las cargas historiográficas de los tradicio- tañ abstrusiva como para impedirnos conocer las creencias
nales debates positivas/antipositivistas.so Si examinamos y las pensamientos de las desdichados nativas que tenían
la práctica histórica de Cinzburg, veremos que aunque no delante."
es un antipositivista, alguien que rechace las legitimidad
historiográfica de nociones como indicio y prueba, tampo- En lugar de extraer una conclusión completamente
co es un positivista, alguien que da por garantizadas esas pesimista de la presencia de este problema epistemológi-
nocianes, como si supusieran una relación no prablemáti- co (como hacen muchos positivistas), Cinzburg insiste en
ca conlaverdad y larealidad. la importancia del hecho de que los historiadores nunca
El ensayo de Ginzburg «El inquisidor como antrop6- ' enen acceso directo a la realidad. Como es e e n « e -
logo» es uno de los análisis más cíams y profundos de los rifican o aevi encia»:
problemas de las interpretaciones positivistas del indicio
y la prueba. Ginzburg reconoce la inquietante analogía Uña elemento de prueba hist6rica puede ser involunta-
entre inquisidores, antropólogos e historiadores, una ana- ria (uñ cráneo, una huella del pie, un rastro de comida) o
logía que manifiesta una dificultad epistemológica funda- voluntario (una crónica, un acta notarial, un tenedor). Pera
mental ante ciertas formas de pruebas y en especial con en ambos casos se hace necesaria un marco int r e t ativo
esasformas de pruebas empleadas por el propio Ginz- específica de acuerdo can el cual la prae a a sida cons-
burg en Ibenand~' y E /g uew y hu gwscsscos truida. Ambos tipas de prueba padrian ser comparados con
La aposirión ck hr sewuhdmf Lo r r raooloárá dr la~t a r rlútororooaáar 225
~
un crista distorsionado. Sin un análisis concienzudo de sus la capacidad de un historiador para leer las pruebas, mos-
distorsiones inherentes (de los códigos conforme a los cua- trarnos cómo entrar en los códigos de la prueba para ver
les la prueba ha sido construida o debe ser percibida) es qué' la prueba, qué nos enseña de los fenómenos en los
imposible una sólida reconstrucción histórica. («VE». p. 65) que estamos interesados, qué son los fenómenos.
Deseo volverahora brevemente a la innovadora con-
Las ruebas están mediadas or códi os, una histo- tribución de Ginzburg en este terreno. En los prólogos
riografía a ecuada debe ocuparse de os eterogéneos de las ediciones italiana e inglesa de su libro Ib enundmn,
procedimientos con los que las codi6camos. De acuerdo Ginzburg subraya que la naturaleza excepcional de los
con Gínzburg, no ha documentos eutrales:«incluso un documentos que utilizó radica en «el abismo entre las
tnventario notana r e supone un códi o que debemos preguntas de los jueces y las confesiones de los acusados
descifrar». Y no cabe u e que l a s pruebas reunidas que sóloen el curso de décadas se fue reduciendo poco a
en los procesos inquisitoriales no nos «proporcionan una poco».ss Muchos historiadores han llegado a creer que to-
información "objetiva" » («L4, p. 2@. Sin embargo, esos das las confesiones de los acusados de brujería fueron
códigos no son cárceles en las que nos veamos confina- consecuencia de la tortura y las insinuaciones en los inte-
dos para siempre. Debemos comprender los procesos de rrogatorios por parte de los jueces, que esas confesiones
codificación, de los diferentes tipos de distorsión de las no poseían espontaneidad ni independencia y eran por lo
pruebas, con el 6n de interpretar la prueba, evaluar su fia- tanto prueba de las creencias de los jueces, sin que pro-
bílidad o iíegibíbdad, saber de qué es prueba. Códigos porcionaran acceso alguno a las prácticas o creencias de
que parecían impenetrables aeMan por ser descí&ados, y las brujas. Las fuentes friulanas de Ginzburg, descodifica-
una prueba nueva, codi6cada de modos nuevos, puede das de forma crítica, le permitieron concluir que «la bru-
arrojar luz sobre la prueba antigua y cambiar nuestra in- jería diabólica de Friule surgió de la deformación de un
terpretación de códigos que habíamos creído inequívo- culto agrario anterior» (ÃB pp. xX-XXI).s Es decir, la lec-
cos. Cabría aplicar mtstusss murusnfk las observaciones de tura de Ginzburg de las fuentes mostró una separación, lo
Ginzburg sobre los pruebas inquisitoriales a toda una que llamó un «un choque entre voces diferentes e incluso
gama de pruebas históricas: en conAicto» o, siguiendo a Mijaíl Bajtin, un diálogo
(«Ih.», p. 19), y fue este hiato pequeño pero signi6cativo
Para descífraríos flos documentos de los inquiaidoresj, el quehizo podble que Ginzburg reconstruyera un pro-
debemos aprender a leer entre líneas un juego sutil de ceso que reveló
amenazas y miedos,de ataques y retrocesos. Debemos
aprender a desenredar los distintos hilos que forman el te- el modo en que un culto con unas características tan obvia-
~í d su/ d e esos diálogos.
(«IA», p. K) mente populares como el de los bsnmuknn se transformó
poco a poco bajo la presión inquisitoriai y acabó con los
No hay un conjunto formalizable de reglas que nos rasgos característicos de la brujería tradidonsl. Pero esta
diga cómo desci&ar ía prueba histórica (aquí la analogía discrepancia, este hiato entre la imagen subyacente a los in-
con un código pierde fuerza). pero hay obras históricas terrogatorios de los jueces y el testimonio real de los acusa-
auténticamentegrandes cuya grandeza reside en parte en dos, nos permite llegar a un estrato de creenciasgenuina-
zza Le ~ n áék oc aasMsá Le opistenologíu áo larprrce5as áiémrsionndcu 22 '?

mente popular que más tarde fue deformado y luego supn- la cosmologíade Domenico ScandeHa, conocido como
midopor la supeiposición del esquema de 1ssclases cultas Menocchio, encuentra problemas similares en relación
9ebido s esta discrepancia, que subsistió s 1o largo de va- con el indicio y la prueba, La lectura de Ginzburg de tales
rias décsdss, losprocesas contra los basimsknn' consutuyen documentos utiliza los liiatos, la mala comunicación„ las
unsfuente preciosa para lsreconstnicción de ls mentslidad resistencias y las luchas como prueba de la existencia de
campesina de eseperiodo. QVR p. xvla}.aa una cultura campesina y oral que era cpatrimonio no sólo
de Menocchio, sino de un vasto segmento de la sociedad
En última instancia, las reuniones nocturnas de losbo- del siglo xvi .* Como en el caso de losbenunáanti, sólo
rssnsfsssii,que pretendían inducir la fertihdad, se transfor- semejante procedimiento de desciframiento de los docu-
maron en el sabbat del diablo, con las tormentas y la des- mentos nos permitirá entender lss inherentes distorsio-
trumión subsiguientes (véase %$ p. K(). Sin embargo, la nes de las pruebas creadas fruto de la desigual relación
falta de comunicación entre jueces y acusados permitió de poder entre Menocchio y sus inquisidores. ~n i r eci-
«la aparición de un diálogo reaL en elsentido que le da Sajnni ~sgg111e las discre ancias dive encias en los do u
un choque de voces en con6icto sin resolver.(aIAa, p. 22). tos las e r o o r cionan las ruebas más od sra
Las lecturas de Ginzburg de esos dülogos le permitieron a as c n usiones de Ginzbur . Sin embargo, el caso de
él (y a nosotros) ver la existencia de una aprofunda capa Menocchio tiene sus di6cultades particulares:
cultural quc era totalmente ajena a las inquisidoresa. Como
observa, ala palabra tmsma baeasaanaroles eradesconocida: También squi fcomo en el caso de los bosasssckssrsjls
[...] h[era] sinóminode "bruj a" ~ por el contraria, de "ene- irrcductibihdsd s esquemas conocidos de parte de las razo-
miga de los brujas b (aIAa,p. 19). G significado deesapa- namientos de Menocchio nas hace entrever un caudal no
labra era una de lasbazas en ls lucha entre los bavasstcámciy explotado de creencias populares, de oscuras mitologías
las inquisidores. Aunque el poder concluyó la disputa se- campesinas. Pero 1o que hace más complicado el caso de
mántica en favor de los inquisidores, y los bostunáémuise Menocchio es ls circunstancia de que estos oscuros elemen-
convirtieron en brujas, los enores de comunicación y las lu- tos populares se hallan engarzados en un conjunto de ideas
chas proporcionaron unas pruebas acerca de losbenurnke- sumamente claro y consecuente que vsn desde cl radicalis-
n quede otro modo no habrán estado disponibles. («1A, p. mo religioso y un naturalismo de tendencia científica, hasta
19). Ls explotación historioy46ca por parte de Ginzburg uiis serie de aspiraciones utópicsa de rcnovscién social,
dc estos hiatos, su extraordinaria capacidad paraleer los 4w (~ p.21)
digos, proporcionan pruebas para un conjunto de fenóme-
nos que nos dan uns caracterización más precisa de losb»- El hechode que, sltiempo que parecen derivar de una
nanáimn', Al margen de las distorsiones de ías pruebas «tradición oral probablemente muy antigua», las ideas de
inquisitoriales, el procedimiento utilizado por Ginzburg Menocchio creclsman una serie de temas elaboradospor
para leerloshiatos ~a e nunaauténtica prueba acerca f
de la realidad cultural que ya no nosresulta inaccesible.
a La cita corccspcsdca 1aversión inglesa, Tke Cksasoseáis Pénna
En E/gecrpy Sor gusensr,utilizando de nuevo docu- (trad. Jnhii y Assc Tcdcachi), WucvsYcrJr, Pcsguin, 1M2, p. Xn
mentos mquisitariales, la reconstrucción de Ginzburg de t PK o82J
228 L u~ c i é n ár kc ~ i z a d'
Ios grupos heréticos de formación humanista» no debería como de arriba abajo» (gG ed. inglesa, p. xu). Sin embar-
llevarnos a exagerar Ia importancia de la cultura culta, go, semejante demostración dependede la posibilidad de
come si Ias ideas de Menocchio se derivaran en realidad construir las pruebas de forma que se puedatener accese
de esta última, porque «las ideas nacen exclusivamente en a la cultura campesina, no reducir esa cultura a una sim-
eI seno de Ias clases dominantes» (QG pp. 24, l84). La ple sombra de la cultura escrita. No se puede demostrar
lectura de Ginzburg de los documentos, cadi6cados cemo ninguna «circularidad entre ambos niveles de cultura» si
estkn, muestra ceI desfase entre los textos leídos por Me- no hay forma de distinguir o desenmarahar los dos nive-
nocchia y Ia manera en que Ios asimiló y refirió a sus in- les Q siseda por supuesto que no hay ningún tipo de in-
quisidores~, un desfase que indica «un 61tro. una gantiUa dependencia de la cultura oral, puesto que sus ideas de-
que Menacchio interpuso inconscientementeentre él y los ben remontarse en última instancia a la cultura escrita
tsxtes» y que en sí presuponía la cultura campesina de la (QG, p. 14). A diferencia de la interpretación de Paola
que era parte (QG, p. 24). El camino hasta esa cultura cam- Zambelli, Ginzburg no quiso establecer «la autonomía
pesina es accidentade, puesto que «el estado de la docu- absoluta de la cultura campesina». Io cual habría echado
mentación refleja, como es lógico,el estado de las relacio- por tierra su objedvo de intentar mostrar que estamosen
nes de fuerza tmtre las clases»(gg p. 184). El asombroso presencia de dos culturas, vinculadas -y esto es impertan-
logre de Ginzburg cansíste en haber utilizado de forma te- porrelaciones circulares (recíprocas), relaciones que,
conduyente esos reRejos distorsionados para acceder a la según reconoce Ginzburg, «hay que demostrar analítica-
cultura oral y campesina. La que he denominado su pro- mente caso por casos, como en cl caso de Mcnecchio
cedimiento de lectura de los hiatos le permite construir las (QG pp. 231-232).» Sin embargo, Ginzburg necesitaba
pruebascon mayor precisión,para conduir que establecer la autonomía o independencia relativa de la
cultura campesina, la existencia de dos culturas, y, dada
ihduso si Mchocchío hubiera entradoeh contacto, dc for- Ia naturaleza distorsionada de las pruebas, el hecho de
ma mis o menos mcdiats, coh ambientes doctos, sus afír- que «las ideas, creencias y esperanzas de los campesinos y
mscíohcs cn defensa dc Is tolerancia rcligi*ioss, sudínco dc artesanas del pasado nos llegan (cuando nos llegan) a
una renovaciónradicalde la sociedad, poseen un timbre través de 6ltros intermedios y deformantes», Ia existencia
original
y ho parecen cohsccucociadc influencias externas de esas dos culturas no podía darse par sentada (QG p.
asumidas dc forma pasiva, I.a raíz dc tales afumaciones y 15). Necesitaba mostrar cómo desciírar las pruebas para
aspiracion
escs sntigu+ se afJFJha ch Qhacervo oíícuro, cssí demostrar que en realidad estíbamas en presencia de dos
lhdcscíffablc, dcrctaotss tradiciones rurales. (QC p.25) culturas, al tiempo que mostraba también que esas
dos culturas estaban recíprocamente vinculadas. Como
Uno de los principales objetivosde El pcaroy losgusa- dice: «El hecho de que lafuente no sea "ebjetiva" (...] no
nos erautilizar el ewe de Menocchio para que contribu- signi6ca que sea inutilizable» (QG p. 18). TantoE/gloso
yera a demostrar que centre Ia cultura de las dases domi- y los gusanos como Ilíenanífaníís proporcionan extraordi-
nantes y la de las clases subordinadas existía, en la narios ejemplos de cómo una fuente no objetiva puede
Europa preinduínriai, una, relación circular compuesta de serútily proporcionarnos lecciones cencretas sobre el
íníluenciasrecíprocas que viajaban de abajo arriba, así modo de desci&arla para que adquiera extraordinario va-
230 La ~ixtemologíe Ck hu pruebas disrs4riona4áxx 2 31

lor. El compromiso historiográfxco de Ginzburg consiste si6n y los pervertidos supone un enfoque muy deductivo
en no rechazar de entrada una fuente distorsionada sólo que subraya el papel de los conceptos y categorías psi-
porque está distorsionada. Y su práctica histórica consiste quiátricos en la creaci6n de la realidad de la homosexua-
en permitirnos ver con precisi6n esos procedimientos de lidad, el masoquismo y el sadismo. He sostenido que no
lectura e interpretaci6n que dan lugar a pruebas convin- hay prueba de que lo homosexual exista antes de los con-
centes sobre la base de fuentes no objetivas, demostran- ceptos y categorías de la psiquiatría del siglo xix, que la
do con ello que aunque la relación entre prueba y reali- supuesta prueba es en realidad prueba de sodomía, y que
dad es problemática, no por ello es imposible. sólo retrospectivamente fue (mal)interpretada como
Antes de concluir esta sección, deseo mencionar un prueba de homosexualidad después de que el concepto
conjuntode ejemplos que proceden de la historia de la psi- de lo homosexual quedó bien arraigado en la teoría y
quiatría y la psicología y que plantean en relación con el in- práctica psiquiátricas.s' La temprana obra de Hacídng so-
dicio, la prueba y la realidad problemas tan agudos como bre la personalidad, también subrayó los aspectos deduc-
los de los inquisidores de Ginzburg. En un artículo ya clá- tivos de la creación de lo múltiple, pero su obra más re-
sico, «Making Up People», Ian Hacíxing describe la noción ciente ha considerado con gran atención ot ro v e ctor, e1
Glosófxca del nominalismo dinámico, una noción que apli- vector.queprocede de abajo, que procede, por decirlo así.
ca a su exposición del invento de la personahdad dividida de la cultura no experta.ss Haddng reconoció la existen-
y a mi exposición del invento de lo homosexual: cia de esos dos vectores desde el principio de su obra.
Como escribi6:
Ls pretensión del nominshsmo dinámico es f...] que
uaa clase de personas surge sl mismo tiempo ea que se in- No creo que haya una histoxia general que contar acerca
venta ls propia clase. En algunos casos nuestras dasiacacio- de la construcción de lss personas. Cada categoría tiene su
nes y nuestras dases conspiran para aparecer de ls xnsno, propia historia. Si deseamos presentar un mí o p arcial en
incitándose uass s otras [...j Kl nomiaabsmo dinámico si- el que describir tales acontecimientos, podríamos pensar
gue siendo uns doctrina interesante, puesto que sostiene en dos vectoxes. Uno es el vector del etiquetar desde amha,
que numerosas clases de seres y actos humanos surgen de desde uaa comunidad de 4utpertos que crean una «xesMad»
la mano de nuestra propia invención de lss categorías que que algunas personas convierten ea propia. Un vector dife-
los etiquetan. Ks, para mí, el único tipo de aominalismo in- rente.es el del comportamiento autónomo de la persona así
teligible, el único que puede incluso hacer seiias s una ~- etiquetada, que presiona desde abajo, cxeaado uns reahdad
plicsción decómo puedea encajar tan ordenadsmeate los s ls que debe en&entsrse todo experto. («MP», p. 234)
nombres comunes y lo aombrsdo.44
El problema probatorio relacionado con esos dos vec-
Dejando de lado las complejidades epistemológicas tores deriva del hecho de que prácticamente todas laa
del nominalismo dinámico, deseo centrarme en algu- pruebas de principios del siglo xix que poseemos prooe-
nas cuestiones acerca de la prueba que son análogas a las den de arriba, que los informes de casos codifican las
planteadas por la obra de Ginzburg sobre documentos pruebas en términos de los conceptos y categorías de la
inquisitoriales. Mi exposición de la historia de la pexvex psiquiatría, y que tenemos, en el mejor dé los casos, acoe-'
La u~urición de la seeual'dad Lu ~6'semologca cFelasyruebasdirtmsionadas 238

so muy marginala cualquier vector procedente de abajo. L. Sí, claro.


Quizá nos enfrentamos aquí a algunos ejemplos, por limi- J. Entonces, kqué haces'P
tados que sean, en los que empezamos sólo con una única L. No lo sé.
cultura, la cultura de la medicina, creadora de una reali- J. Lo cierto es que alguien me entiende.
dad que con el tiempo se convierte en relativamente autó- L. sí.
noma. Muy bien pudiera ser que a partir de la creación J. <QuiénesP
del homosexual por la psiquiatría, la cultura homosexual L. Alguien que no es Lucie.
desarrollarapoco a poco una vida propia que ejerció una J. Ah. Otra persona. LQuieres darle un nombre'P
autonomía cada vez mayor con respecto a los conceptos, L. No.
las categorías y las prácticas que la crearon. Aunque tam- J. Sí. Así sería mucho más fácil.
bién podría ocurrir que, como muchos historiadores de la L. Está bien. Si quieres, Adrienne.
brujería, no hayamos logrado leer las pruebas correcta- J. Adrienne, hne comprendes'?
mente; que hayamos descuidado explotar los hiatos, la I sí.
mala comunicación y las resistencias; y que no hayamos
visto la existencia, desde el principio, de una realidad par- Ls, primera vez que leí este diálogo, no sólo consideré
cialmente autónoma desde abajo. El procedimiento de que erauna prueba de la hegemonía de la cultura médica
Ginzburg para leer los hiatos de las pruebas distorsiona- en la construcción de personas, sino también que presen-
das puede ayudarnos a corregir conclusiones extraídas de taba la ausencia de prueba de cualquier realidad cultural
forma demasiado apresurada a partir de presuposiciones en conflicto o competencia Sin embargo, tras estudiar los
historiográflcas no revisadas. Sin suponer que las pruebas procedimientos de Ginzburg para la lectura de las pruebas
referentes a la homosexuaMad, la personalidad múltiple distorsionadas, me pregunto si no me apresuré en mis con-
y otras categorías nosológicas psiquiátricas proporciona- clusiones implícitas. Porque este diálogo, a pesar de su bre-
rán conclusiones idénticas, deseo examinar otro de esos vedad, está lleno de hiatos, malas comunicaciones y resis-
testimonios, prestando atención al mismo tiempo a las tencias. Los «sí» y «no» alternativos de Lucie, su rechazo
lecciones de la práctica histórica de Ginzburg. inicial a dar otro nombre, seguido de su «Está bien. Si
El testimonio que tengo en mente es el que reprodu- quieres, Adrienne», muestran, si no un verdadero choque
Ce HaCking en eMaking Up PeOple~y prOCede de un artí- bajtiniano de voces en conflicto, sí al menos la existencia
culo de l886 escrito por Pierre Janet. Hacking lo aduce de un auténtico hiato. Janet no tiene que ejercer demasia-
como «un clarísimo ejemplo de cómo se construye una da presión para crear a Adrienne a partir de Lucie, pero las
persona» («MP», p. 224).so Janet habla a Lucie, que, acos- resistencias de Lucie podrían ser prueba de otro nivel de
tumbrada ala escritura automática, le responde por escri- realidad, un nivel ajeno a Janet. Si tuviéramos más páginas
to, sin conciencia de su yo normal: de semejante diálogo, como le ocurrió a Ginzburg con sus
diálogos inquisitoriales, resultaría más fácil leer los hiatos,
JAN ET. 4Me comprendceV saber si podemos explotarlos como prueba de una cultura
LUCI E. (Escribe.) No. popular parcialmente autónoma, una realidad cultural que
J.Pero, Para responder tienes que comprenderme. es sistemáticamente distorsionada por una re)ación de
Lu episemohgk ralolarpruebos d&torsionoeos 285

fuerza desigual Ni que decir tiene que las deformaciones registros de sentencias parlamentarias para encontrar más
pueden sertan grandes como para convertircualquier acerca deí caso y acerca de la práctica y las actitudes de los
prueba en irrecuperable. Sin embargo, el que incluso ese jueces. Tras la pista de misactores rurales he examinado las
breve y muy distorsionado diálogo entre Janet y Lucie actas notariales en las aldeas dispersas en las diócesis de
presente hiatas visibles, si uno sabe dirigi la mirada, de- Rieux y Lombes. Cuando no podía encontrar mis hombres
bería ser motivo de reQexión historiogrkfica. Debemos o mujeres individuales en Hendays,Abrigar,Sajsso enBur-
seguir el ejexnplo de Ginzburg en este terreno y no dejar gos, entonces me dirigía, en tanto era posible, a otrasfuen-
que pase a nuestro lado la inherente distorsión de Ia prue- tesdel mismo periodo y lugar para descubrir el mundo que
ba, como puede ocurrir con tanm facilidad, sin un examen ellos debieron haber visto y las reacciones que pudieron
más detallada. Debemos buscar con paciencia las discre- haber tenidos
pancias dialógicas, las divergencias y los malentendidos,
prestando atención camo detectives a las siempre codif- Comentanda que los debates sobre la culpa o inocen-
icadapruebas de que dispongamos, aprendiendo, camo cia de Sertrande de Rols, la esposa de Martín Guerre, le
nos ha ensehado Ginzburg, «leer entre hneas, un juego su- parecen un ~oca fuera de lugar», Ginzburg aiíade:
til de amenazas y miedos, de ataques y retrocesos~ («IA»,
p. 20). El objetivo esped6co de esta dase de invesdgación his-
tórica debería ser, pienso yo, la reconstrucción de la rela-
ción (scerca de la cual sabemos tan poco) entre las vidas de
los individuos y los contextos en los cuales se dessrroHaron
N leer toda el corpus de Ios escritos historiogrkficos [...j FJcontexto, visto como un espacio de posibilidades his-
de Ginzburg, me he percatado de lapmsencia, repetida, tórica, le da «1 historiador la posibilidad de integrar lss
del ooncepto de integiación. En esta sección Anal, deseo pruebas, que a menudo consisten sólo en fragmentos dis-
utiiíxar las observaciones de Glnzburg acerca de la inte- persos acerca de la vida de un individuo.» (aVE~, p. 68)
gración para presentar un esquema historiogrkfico mks
general que espero que cantribuya a vincular algunas En otra parte Ginzburg escribe que una investigación
de los texnas que ya he abordado. Las precisianes y des- puede profundizarse ouniendo el caso espedfico al con-
cripciones que hace Ginzburg de las problemas de in- texto, entendido aquí como el kmbito de la posibilidad
tegración destacan la que es, en mi opinión, una de las históricamente determinada~;» y este proceso de unión
direcciones más importantes y fructíferas de la futura in- consutuye uno de los aspectos centrales de la integración.
vestigación histariográfica Kl caso de Menocchio es tan significativo como el de Mar-
G inzburg cita el principia de El nprwo ofoAfnvw C~uo- tin Guerre„puesto que ambos piden una reconstrucción
rrv de Nataiie Davis, donde esta autora escribe: de la relación entre las vidas individualesy los contextos
en los que se llevan a cabo. Al describir la peculiaridad de
En ausencia del testimonio completo del juicio (faltan Menocchio, Ginzburg subraya que, de todos modos, esa
en e» parlamento de Toulouse todos los archivos de casos pecubaridad se despliega dentro de unos hmitcs muy de-
criminales anteriores a l600), he trabajado por entero los finidos:
Lo cyariciós h lu mcaulidad' L u rpk rnnekgía dc larymehw dk soniomu6rs 237

Como la lengua, la cultura ofrece al individuo un hori- chas reconstrucciones históricas se basan justo en esa ima-
zonte de posibiMades latentes, una jaula flexible e invisible gen de la racionalidad individual, y en la presuposición tá-
para ejercer dentro de ella la propia libertad condicionada. cita de que la relación del individuo con su contexto es
Con daridad y lucídez inusimdas l@enocchio articuló el len- una relación de transparencia epistemol6gica que permite
guaje de que históricamente disponía. [...) fEI caso de Me- que el conocimiento del contexto proporcione, en conjun-
nocchio permite] circunscribi las poühilidsdes latentes de ción con disposiciones cognitivas estables, la base para
algo ga cultura popular) que se advierte sólo a través de do- decisiones enteramente racionales, Levi sugiere que si es-
cumentos fragmentarios y deformantes, procedentes en su tudiamos las biografías, discerniremos una concepción
mayoríade los «archivos de la repreüóne, (QC pp.22-23) más precisa de la racionahdad individuaL que denomina
«racionalidad selectivas.ss Enesta concepci6n, tal como la
La relación entre el individuo y su contexto constitu- interpreto, no suponemos que un individuo tiene pleno
ye el núcleo del problema de la mtegración. Sin embargo, acceso al contexto en el que se desarrollan sus acciones y
desde el punto de vista de la teoría, sostengo que hay al su vida, ni que todos los individuos tienen idéntico acceso
menos tres dimensiones diferentes del problema de la in- a los contextos de sus acciones. Además, los usos que los
tegración, cada uns con sus cuestiones y dificultades es- individuos hacende la informaci6n de la cual disponen no
pecíficas. Aunque las tres dimensiones están interrelacío- es socialmente uniforme, puesto que la posición social o
nadas en toda explicación histórica, son diferentes de clase no sólo puede afectar a la informaci6n disponible,
analíticamente, y empezar por sus rasgos distintivos favo- sino también al modo en que es utilizada. Por último, no
rece nuestra comprensión. podemos proceder como si las disposiciones cognitivas de
Denomino a Ia primera dimensión de la integraci6n la los individuos obedecieran a mecanismos rígidos, invaria-
dimensión epistemoontológica, puesto que se plantean en bles en personasy épocas. Levi cree que la lectura de las
ese nivel algunas cuestiones Qosóficas muy generales biograRas pone de relieve los modos en que funciona la
pero decisivas. Algunas son anahzadas por Ciovanni Levi racionalidad individual, mostrándonos los mecanismos
en su ~Les usages de la biographíe~,sspero en lugar de in- cognitivos por medio de los cuales los individuos llevan a
tentarofrecer una enumeración exhaustiva de esos pro- cabo decisiones, sus usos de la información y su acceso -o
blemas, destacaré unos pocos ejemplos representativos. falta de acceso- a posibilidades y contextos culturales. De
Como observa Levi, una de las cuestiones acerca de la re- modo más general, la biograaa puede subrayar lo que está
lación del individuo con sucontexto se hiere al tipo dc en juego en nuestra integración de la relación entre un in-
racionalidad que se imputa a los agentes lustóricos.~ La dividuo y su contexto desde el punto de vista de las consi-
construcción de un agente enteramente racional con ple- deraciones de la racionahdad.
no acceso a los aspectos relevantes de su contexto, en po- Un segundo aspecto de la dimensión epistemoontoló-
sesión de información más omenoscompleta de sus posi- gíca de la integración gira en torno a las cuestiones de la
bilidades y utilizando esa información siempre de un libertad y el poder. Demasiados historiadores han em-
modo socialmente uniforme psrs tomar decisiones funda- prendido en los últimos tiempos la reconstrucción del
mentadas en términos epistemológicos, apenas resiste la contexto cultural de un modo que practicamente deter-
crítica fdosófica, Sin embirgo, oomo muestra Levi, mu- mina las acciones del individuo, representándolo privado
Le epiaooxologvá ck lasprrcobar dirxorsioncrdar 2M

de cualquier capacidad para integrarse en el contexto de en Ias estructuras deterministas e inconscientes que cons-
un modo activo y quizá induso intervencionista. Da la im- truyen el contexto cultural, reducen al individuo a una
presión de que el descubrimiento de la importancia cru- mera función de sus determinaciones contextuales. Dichas
cial del contexto, y la necesidad de reconstruirlo, se pro- explicaciones, al subrayar la estructura, el hábito social y el
duce a costa de la negligencia, cuando no la desaparición, contexto, presentan una reconstrucción tan desequilibra-
del ámbito de la hbertad individual, de tsl moda que los da de la relación entre el individuo y su contexto, al atri-
individuos son descritos reaccionando a las dinámicas del buir demasiado peso a este último, que el indivi du o se
poder cultural más que hallándose en interacci6n recípro- convierte en poco más que un nodo ilustrativo, con lo que
ca con ellas. Gamo afirma Levi, ningún sistema normativo se hacen imposibles ciertas formas de integraci6n de axn-
-un componente central del contexto cultural- está tan bos. Semejantes narraciones son análogas a esas biogra6as
plenaxnente estructurado prasográficas que, en lugar de tratar al individuo cama una
persona singular, lo perciben centrando y condensando
que elimine toda posibilidad de elecci6n consciente, de todas las caracteristicas significativas de un g rupo.»
manipulación o de interpretaci6n de las reglas, de negocia- Además, cuando el cont ext o se rec on s t r uy e d e e st e
ciones. Pienso que ls biogrs6a constituye, por esta razón, el m odo determinista, rígido y no pro b l em ático en tér m i n o s
Jugar ideal para veriñcar el carácter intersticisl -y, con todo, epistemalógicos, se producen graves consecuencias para
importante- de Ja libertad que pueden ejercer los actores el mado en que puede ser tratado un i n d i v i d u o aparente-
j .] Js distribuci6n desigual de poder. por grande y coerciti- mente singular. Semejantes indi v i d u os, puesto qu e caen
vo que ses,no deja de ofrecer cieno margen de maniobra fuera del contexto, son percibidos como casos límite que
para los dominados: estos últimos pueden entonces impo- han perdido todos los vínculos con la sociedad n orxnal ss
ner s los dominantes cambios no despreciables.xs E scapan a los engranajes mecanicistas de la d e t e r m i n a -
ci6n contextual para acabar relegados a una aextrañación
El modelo de Ginzburg de intercambio circular entre absolutas que se sitúa «más acá de la culturan (g@ p. 20).
las culturas de las clases dominantes y subordinadas y, de N ada puede decirse acerca de tales indivi d u os, dado q u e
modo más abstracto, una analítica del poder que no su singularidad consiste en una exteriori dad e im p e r m ea-
oponga en térmixxos conccptuales dominaci6n cultural y bilidad al contexto cultural así reconstruido; no hay po-
resistencia individual son correctivos fxlosóficamente ne- sibilidad de integración, puesto que la singularidad equi-
mssrios para una concepci6n que engulle al individuo en vale a la inintegrabilidad. Por lo que, como dice el propio
el cantexta, no tanto integrándolo como absorbiéndolo G ínzburg, ana queda más que el "estupor" y el "silencio ,
por completa. La biografia puede devolver el rostro del únicas reacciones legítixnas~ (QC, p. 19) m
individuo hasta su lugar necesario en un contexto social y T anto las reconstrucciones que tratan los in d i v i d u o s
cultural a menudo impersonal, y permítirxxos canceptuali- s ingulares como ex t r años a su c o n t e xt o c u l t u r a l c o m o
zar mejor cómo deberían integrarse contexto e indivi- aquellas que desalojan el individuo por referencia a sus
duos en una reconstrucci6n histórica particular. deterxninaciones contextuales operan con una naci6n
I.evi reacciona contra diversas explicaciones teóricas muy sospechosa del contexto. Aunque Ios historiadores
recientes que, insistiendo de forma demasiado exclusiva dan hay por sentado que el contexto sufre transformacio-
Laga r e logkd h y bard i e w i onsaar 2 41

nes a lo largo del tiempo, como señala Levi, con &ecuen- Al comentar estos problemas historiográ6cos, deseo
cia también dan por sentado que en cualquier momento indicar la importancia, en el pensamieato de Ginzburg,
histórico especíSco el ixintexto es «plenamente coheren- de la obra de Arsenio Frugoni Arnaldo ckr Erescia mlk fon-
te, transparente, estables.~ No logran examinar las incohe- ri del ~ecok Xg publicada originalmente en 1954. El obje-
reacias dentro del propio contexto, hacen caso omiso de to de la narración de Frugoni es el emétodo filológico-
que el contexto nunca está hbre de contradicciones y pa- combinatorio», un método que combina las pruebas
san por alto el detalle crucial de que no hay un contexto derivadas de diferentes fuentes, perspectivas y contextos
uaico y cohesivo, cuya sohdez y permanencia se extienda en una unidad homogénea„como si la integraci6n de
sobre el individuo y lo despoje de especi6cidad como pruebas sólo pudiera adoptar la forma de «la trama per-
resultado de sus restricciones globales homogéneas."' fecta de un mosaico>, como si una providencia benévola
La naturaleza de un contexto no está más dada te6rica- justificara siempre la con6anza in6nita del historiador en
mente de lo que lo está la amphtud de la hbertad indivi- que todas las pruebas encajan de un modo complementa-
dual. La integración de contexto e individuo no s61o exi- rio, sistemático y cohesivo.~ El método filológico-combi-
ge un análisis defendible de la racionalidad individual y natorio trata las pruebas y sus contextos como si fueran
una dinámica verosímil de dommio social y acción indivi- fragmentos de un tratado sistemático, o de un cuadro
dual, sino también una conceptualización del contexto completo o uni6cado, de modo que la tarea del historia-
que sea mucho más sensible a sus complejidades y hete« dor consiste en encontrar los conectores adecuados que
rogeneídades. saquen a la luz todo el tratado, reconstruyaii su sistemati-
Me centraré a continuación ea la segunda dimensión cidad y su unidad, reproduciendo así la integridad del
de la integración, que Hamaré dimensión tustoriográ6ca mosaico original.~s Al tratar a Arnaldo Brescia desde el
Esta dimensi6n incluye todas las cuestiones referentes al punto de vista de muy diversas fuentes del siglo x?r, Fru-
testimonio y la prueba que he comentado en la sección 1V goni deseaba tratar cada fuente por sí misma, como había
de este ensayo. Nos enfrentamos aquí a problemas de re- sido escrita, desde su propia perspectiva y con sus pro-
copilación de testimonios, Ia construcción de pruebas, la pios compromisos específicos, sin suponer que encontra-
descodificación de las distorsiones y la integración de ría la complementariedad entre una fuente y otra.~ No
todo ese materia: semejante iategración debe tener en partió de la p remisa de ua encaje necesario entre las
cuenta las pruebas procedentes de la perspectiva del indi- fuentes, un encaje que culminaría en la reconstrucción de
viduo y las pruebas derivadas de su contexto cultural y su ua todo sistemático, sino que, como escribe Frugoni en
espacio de posibilidades históricas. Los procedimientos otro lugar, se intentó comprender cada fuente, cada
de inte~ ón h i storiográ6ca interactuarán de modo es- enunciado, «sin perder de vista, ante todo, las circunstan-
trecho con la tercera dimensión de la integración que voy cias particulares que los determinaron»,4s Tratando ante
a comentar brevemente -a saber. Ia duaensión de la pte- todo cada fuente como un testimonio separado e indivi-
sentacinn literaria-, pero ahora separaré, un tanto arti6- duaL que surgía de los escritos de san Bernardo, Otto de
cialmente, 4s cuestiones historiográ6cas de la integraci6a Frisinga, Gerhoh de Reichersberg y otras fuentes, tanto
de las pruebas acerca del individuo y el contexto de la anónimas como conocidas,lo que apareció no fue una
cae&!ha de su presentación Hteraria. trama perfecta, sino. utilizando las palabras de Ginzburg,
242 Ln spisaeio/ogía dc /ospnubax eáenvrsienndm 243

«diversos retratos de Arnaldo de Brescia, extraídos de di- los documentos no eran una trama perfecta; no obstante,
versas perspectivas visuales».~ Sólo una presuposición ver sus imperfecciones exigía la superación de los viejos
historiográfica no justificada podría llevar a conduir que compromisos historiográficos y el despliegue de las habi-
la diversidad de esos retratos era un defecto de integra- lidades interpretativas que ya he descrito. Una de las cues-
ción, que la reconstrucción históxica debe hacer emerger tiones centrales de esta dimensión de la integración histo-
una imagen úmca. Dado que el testimonio acerca de Ar- riográfica gira en torno a cómo usar y descodificar las
naldo de Brescia estaba codificado de difexentes maneras, pruebas, sin suponer su transparencia ni Ia existencia de,
dado que derivaba de contextos diversos y fue objeto de como si dijéramos, un único supercódigo que sea la llave
una diversidad de deformaciones, cabría juzgar una re- maestra para la comprensión de toda prueba. Tenemos
construcción históxica que reprodujera una imagen unifi- que aprender a integrar las pruebas, en parte averiguan-
cada deArnaldo como producto de una integración de- do cómo desci&arlas, distinguiendo entre los diferentes
fectuosa, una integración que imponía restricciones procedimientos para codi6carlas y manteniendo esas dis-
historiográñcamente indefendibles. tinciones, buscando no pruebas no distorsionadas, sino
El uso por parte de Cinzburg de documentos inquisi- clases específicas de distorsiones, y aspirando a la inte-
toriales en Ebenandunn'y E/quae p /oxgusaxxor descodiñca gración, que no es necesariamente unificación.
los contactos dialogicos de esos documentos con el ñn de De manera bastante obvia, estos problemas del desci-
mostrar el conRicto de las perspectivas individuales y los &amiento de las pruebas no están limitados a la codifica-
contextos culturales entre acusados e inquisidores, Más ción del testimonio judicial. Las pruebas pueden estar
que intentar reconstruir un cuadro unificado, como se ha- codi6cadas en formas que impongan sus propias distor-
bía hecho tan a menudo en el pasado, Cirmbuxg tuvo que siones peculiares, distorsiones que, historiográ6camente,
explotar las «anomahas» y «grietas» de la documentación no vemos porque consideramos la prueba más transpa-
que reconocía como extremadamente distorsionada para rente de lo que es, pasando por encima del peso de la es-
presentar una diversidad de retratos, poner de manifiesto tructura literaria así como de sus determinaciones históri-
las interacciones redprocas entre dos culturas -campesixia cas. Considérense muy brevemente algunos ejemplos. Al
y culta- que no estaban uni6cadas, no eran cohesivas, no menos desde la época de la publicación del estudio de
constituían fragmentos de un mismo todo sistemático.~' Ernest Renan sobre Marco Aurelio, muchos lectores y es-
La uni6cación sólo se produj o más tarde mediante el in- critores han dado por sentado que las 3Eedixeeioneseran
tento de imposición del esquema inquisitorial sobre las «un diario de sus estados interiores». Los eruditos han
creencias, las actitudes y prácticas de los acusados. Habría descubierto a lo largo de toda la obra pruebas del pesi-
sido fáráL induso naturaL pasar por alto esos conRictos, mismo de Aurelio, de su amargura y disgusto ante.la vida
haber visto una unidad falsa, y las extraordinarias dotes humana, y algunos de ellos han conduido induso que su
de Cinzburg se manifestaron en las formas precisas en personalidad era resultado de una úlcera gástrica o indu-
que descifró las distorsiones, en que tomó un código apa- so deuna adicción alopio. Sin embargo, como ha subra-
rentemente impenetrable de distorsión inquisitorial y per- yado Pierre Hadot, Aurelio casi no nos dice nada acerca
mitió que de éí surgieran 1as creenaas y la cultura campe- de sí mismo en lasMcdücrcionea
sinas.Por fortuna, y en contra de las primeras aparüncias,
La~ i e i em de lasesiaiksárd' Ln cpkssmologva ck laspnubas~ sis u fas 245

Nos tesuha demasiada fácil imaginar que, como mu- derno no reconoce: «Comprender una obra de laAnti-
chos autoresmodernas, los eseríteres antiguas esixiben can güedad exigecolocarlaen elgrupo del que emana, en la
el fm de comunicar directamenteinformación, a eaaacianes tradición de sus dogmas. su género literario, y exige com-
que puedan estar sinúenda. 9smas par sentado, porejem-
pIa. que las Pfefihrcioisssde Aurelio pretenden trsnsmiúrnas
prender suso bjetivos ~.s' Debemos prestar atención a los
soíool de esas obras, esto es, a «fórmulas, iiuágenes y metá-
sus senúmientas cotidianos; que el propia Lucrecia es una foras que se imponen convincentemente sobre el escritor
persona ansiosa y uúlizó su poemaSe ta nasicraksa doler co- y el pensador, de tal modo que el uso de esos modelos
sas paraintentar cambaúr su ansiedad; que Agustín se can- prefabricados les parece indispensable para lograr expre-
6esa reshnente en susCeqfistomea» sar sus propios pensainientos»."~ Y, como ha demostrado
Phihppe Lejeune en sus estudios de la autobiogra6a, hay
Como ha sostenido cle modo convincente Hadot, las limitaciones históricamente especí6cas sobre his autobio-
declaraciones y afirmaciones deMarco Aurebo no son ex- grafias modernas, fuerzas que estructuran el modo
presiones de su pesimismo o desilusión ante la vida, sino en que se escriben y leen, por lo que no debemos supo-
un emedio que empleapara cambiar su forma de valorar ner que todas las autobiogra6as se crean de forma idénti-
los acontecimientos y los objetos de la existencia huma- ca, como diáfana expresión del deseo de sus autores de
nas.» LasAfedihzanssss de Auteho presentan ejerdcios es- comunicar a otros su vida interior. Incluso un género
pirituales, que apuntan a transformar el modo de pensar y de aparienciatan homogénea como la autobiogra6a pos-
vivir pata permitirnos vivir de conformidad con la Razón. rousseauniana presenta una diversidad de códigos implí-
Esos ejercicios obedecen a reglas rigurosas, codi6cadas y citos, irreductibles unos a otros, por medio de los cuales
sistemáticas, y Eladot ha demostraclo, con gran detalle, las obras son producidas y recibidas.ss
que Ia clave parala interpretación de los ejercicios espiri- Por mencionar un último ejemplo aún más brevemen-
tuales de Marco Aureho se encuentra enlas obras de te, en una investigación reciente que he realizado sobre
Kpicteto. Aureho intenta, de acuerdo con las doctrinas es- los relatos de san Francisco recibiendo los estigmas, me
toicas, hberarse de la visiónantropomór6ca y convcincio- sorprendió descubrir lo dependientes que son muchos
nal del mundo y las actividades humanas; dc',seaver Ias lustoriadorcs contemporáneos de las primeras biogra6as
cosas como son en sí mismas, lo que exige el arduo traba- de Francisco escritas por Tomás de Celano y san Buena-
jo espiritual de autotransformación. Por ello.por ejemplo„ ventura. Sin embargo. me sorprendieron mucho m.ás las
ccuando Aurelio habla de hi monotonía de la «xistencia formas en que esos historiadores habían tratado las bio-
humana, no escon elfin de expresar su propio aburri- gra6as, como si presentaran pruebas sin codi6car, escritas
miento, sino para convsstccvve de que la muerte no lo pri- desde una perspectiva desinteresada y transmitidas en
vará de nada «sencial~,so Las sorprendentes forrnulacio- una forma literaria que no necesitara análisis. Rasgos
nes de lasAfehtaciyssssestán al servicio de la práctica de como el quc esas biogra6as sean hagiogra6as, que estén
esos ejercicios espirituales y su objetivo de permiúr a al- escritas utiTizando una concepción estrechamente delinu-
guien vivir la vida al estilo Alosó6co. tada de la prueba, que incluso esa prueba sea interpreta-
Además, como dice Hadot en otraparte„hay muchas da o codi6cadade modos muy espedTicos o que los con-
limitaciones sobre los autores antiguos que el lector mo- textos a partir de los cuales están escritas sean muy
Ls cyonciori oh ta oozrroMml La cpisxcmologúr de lar pruebar dirrorsknedus 247

limitados parecen haber pasado de forma casi inadvertida ferencias, el relato de los estigmas de la consideración HI
-y a todas luces no problematica- hasta las interpretacio- de Ias Fiorexci,escritas unos cien años después de la muer-
nes contemporáneas. Consideremos el siguiente relato de te de Francisco.s' Este último relato, a su vez, reproduce,
san Francisco recibiendo Ios estigmas: con algunas diferencias, la narración que se encuentra en
la Vida primera de can Francisco de Tomás de Celano,
Vio uua montaña cubierta de luz, los delos abiertos y completada probablemente en 1229, tres años después
un seraSn ardiendo desceudió con rapidez.
La luz brillaba de la muerte de Francisco.ss Puesto que, según el prólo-
por todas panes. Cada brizna de hierba era clara y uídda en go, Tomás escribió su biogra6a «por xnandato del señor y
Ia deslumbrante lur. glorioso papa Gregorio~,sr dificilxaente podernos esperar
Francisco alzó los ojos. El áugel tenía los ojos abiertos, que las pruebas y el contexto, así como su integración, no
los pies esúrados. Estaba clavado a uua cruz. Una cruz vi- sean problemáticos, estén libres de las exigencias de una
viente coxx seis alas en llamas, dos alzadas sobre su ~ codi6cación y un análisis detallados y cuidadosos. La na-
dos cubrieudo su cuerpo y dos desplegadas en el vuelo. rración de Foxtini, en absoluta contigüidad con una bi o-
Se colocó sobre Francisco y los rayos sa1ieron de las grafiia del siglo x' , m uestra claramente las limitaciones
heridas de sus pies, Ias mauos y el costado para atravesar que puede imponer la forma literaria. Como hipnotizado
las manos„ los pies y e1 corazóu de Francisco. El alma de por la emoción. el lenguaje y la estructuxa de la biogra6a
Franciscose vio atrapada en uu remohno de fuego, U na di- hagiográ6ca, Fortini importa una concepción historiográ-
cha ínñxuts lo embsrgó y «ambíéxi uu doler inñuito. Alzó las 6camente ingenua de la prueba y el contexto a su recons-
manos hada la Crus viviente, pero euteuces cayó incons- trucción histórica del acontecimiento de los estigmas.
ciente sobre la piedra. Además, los problemas historiográficos de Fortini ape-
Todo el monte de La Veras parecía estar ardiendo nas disminuyen cuando, en el segundo volumen de su
como si el so1 estuviera en lo alto. Los pastores, que lleva- Ãoee cita, presenta la documentación his tóri ca en apoyo
bsa sus rebaños s los pastos que había juntoal mar, se des- de su narración literaria. Empieza con el enunciado de que
pensrou. Los muleros se levantaron, pausando que amane- ohoy la historia y la ciencia se muestran casi unánimes en
ds, y reanudaron su marcha, reconocer el prodigio de los estigmas».ss A continuación
Viajaron mx lo que pareda uua bxíHaute luz del dh. Y procede a enumerar los testimonios más fidedignos de los
luego víeroa que Is inmensa luz se apagsbs y desaparecía estigmas, presuponiendo que, puesto que son antiguos
Volvió Ia noche, repleta de estrellas.~ y en algunos casos contemporáneos del santo su precisión
está aseguradass Entre esos relatos, Fortini cita tres cartas
Estanarración no está tomada, como se podria supo- de GregorioIX,elpapa que canonizó a Francisco. Sin em-
ner, de una hagiografia del siglo xm, sino de la ltxmsrxoilcx bargo,deja de mencionar que, alparecer,elpropio Grego-
ck Sosx Fiuecescode Arnaldo Fortini, publicada en l959 y rio tuvo al principio dudas acerca de ciertos aspectos de los
que sigue siendo considerada la más completa biogra6a estigmas, como ponen de manifiesto las bulas de canoniza-
histórica que poseemos de san Francisxxx.No emprenderé ción de 1228. Al final, sin embargo, acabó por insistir en la
un detallado análisis historiográfico y retórico de este pa- realidad de los esñgmas; según san Buenaventura, Ia disi-
saje; me limitmé a señalar que reproduce, con algunas di- pación de sus dudas fue resuhw9o de una visión nocturna
Le cape~ c k Ze ~maMad
en que se le apareué san Francisco y lo convenció de la au- en este caso también, podemos probar nuestra interpreta-
ttmticidad de las llagas.ss No me parece ésta una razón ade- cién en uncontexto comparativo que es mucho más am-
etrada para contar a Gregorio entre los testigos más 6de- pho que el disponible para los hagiógrafos.
digrros de los estigm
as. Además. Fortini no menciona Toda la cuesuón de como comparar e integrar con-
ninguna de las dudas, iguahnente antiguas y contemporá- textos (y las pruebas derivadas de ellos) es, en realidad,
neas de san Francisco, que perturbarían el contexto hagio- un tema principal de FIuroria aoczacrnude Ginzburg, uno
gráfico de su narración.Como ha demostrado de modo de los grandes tratados de lo que Damaría la metodolo-
de6nitrvo André Vauehez, las batallas en torno a la autenti- gía de la cont~ r a lización comparativa. Puesto que el co-
cidad o la falta de autenticidad de los estigmas de Francis- mentario de ese libro merece un trato separado, me himi-
co se Hbraron desde el principio, v tienen que situarse en taré aquí a unas pocas observaciones adicionales sobre el
un contexto muy complejo, un contexto que incluye temas modo en que Ginzburg enfoca eltema de la integración
tan generales como las cambiantes concepciones de la es- de contextos diferentes en su Parquisn sobe Piavo.ssEn el
piritualidad y la santidad en el siglo xm.«E1 problema más prefacio de ese libro, Ginzburg indica las insuperables di-
general de Fortini es h)storiográ6eo. Escribe su relato 6cultades encontradas al intentar fechar las obras de Pie-
completamente desde el punto de vista de una biogra6a ro della Francesca sobre bases exclusivamente estilísticas
hagiogra6ca, como si el único contexto relevante fuera el o iconológicas. Aunque se centra de modo específico en
de san Francisoo y sus defensores. H contexto construido mostrar los problemas metodológicos del intento de Ro-
es tan estrecho y espeeí6co que ciertas pruebas deben pa- berto Longhi de fechar la Ehzgelación de Urbino, sus ar-
sarse por alto; y la integración resultante de contexto y gumentos poseen un alcance mucho más general. Sostie-
prueba se autosostiene eon tanta soltura, de modo tan exa- ne que tanto las pruebas derivadas del contexto del
gerado sin grietas ni anomahas, que prácticamente sella su análisis estilístico como las pruebas derivadas del contex-
propia incredibilidad. En cambio, la integración de Vau- to de la interpretación iconológi.ca corren un riesgo emuy
chez de la prueba en con6icto y de contextos diversos, al- fuerte» de
gunos estrechos y otros mucho más ampUos, exigiendo to-
dos ellos su d escodificacién particular, no presenta construir cadenas interpretativas circulares, enteramente
ninguna de las rigideces historiográ6eas encontradas en basadas en conjeturas. Los eslabones de la cadena se remi-
Fortini y produce una reconstrucción histórica mucho más ten unos a otros reeípmcsmente y la cadena entera se sos-
adecuada.~ La historia de los relatos de san Francisca reci- tiene en el vacío.~
biendo los estigmas obbga a plantear las cuestiones de lo
que cuenta como contexto relevante en la descri pcién lus- Ginzburg espera alejarse de la amenaza del vacío aña-
tórica, cómo habría que comparar contextos y cómo están diendo otro contexto de prueba para intentar fechar )a
relacionados el. contexto y la fiabiTidad probatoria. En rela- obra de Piero, un contexto que se origina en la investiga-
ción con documentos inquisitoriales. Ginzburg ha escrito: ción documental del encargo de esas obras. Semejante
«Podemos probar nuestra interpretación en un contexto prueba, según cree Ginzburg, ha sido explotada de modo
comparativo que es mucho más amplio que el disponible insu6eiente; y cuando las historiadores del arte han in-
para los inquisidores e ( «IA», p. 22). Desearía añadir que, tentado reconstruir los encargas de la obra de Piero, no
La apari eidn dele eenarlidcrd

lo han hecho usobre la base de documentos de archivo y realizados en ese género de escritura histórica que con-
biblioteca», sino que han preferido utiTizar las pruebas de siste en «la mezcla de biogra6a imagmaria y de ~ a u-
las propias obras, específicamente su iconogra6a, creando dienripces» («VE», p. 66), Ginzburg retorna el intento de
así un círculo vicioso cuyo valor probatorio se halla gra- Power de reconstruir la vida de Bodo, el campesino co-
vemente comprometido.s i Al hacer caso omiso del con- mún y corriente. Deseo considerar tres enunciados de Po-
texto de las pruebas documentales, han perdido la opor- wer y los comentarios de Ginzburg a esos enunciados
tunidad de colocar sus interpretaciones iconológicas bajo desde el punto de vista de la integración bistoriográñca
un control fidedigno, un control externo al círculo de in- del contexto y las pruebas. Cstos son los enunciados de
terpretaciones siempre en peligro de autoperpetuarse. Power:
Ginzburg desea utilizar la iconogra6a (no realiza análisis
estilísticos) en conjunción con las pruebas documentales l) T r atemos de imaginar un día en su vida. Una her-
sobre losencargos para enfrentarse a problemas de data- mosa mañana de primavera, hacia ñnes del reina-
ción cuya solución precisa requiere diferentes tipos de do de Carlomagno, Bodo se levanta temprano [...]
pruebas derivados de una diversidad de contextos. Su si Ud, hubiera seguido a Bodo cuando abrió su
objeto es «integrar los datos de las dos series»ee (es decir, primer surco, probablemente lo habría visto sacar
la documentación sobre el encargo y la iconogra6a) para de su jergón un pequeño pastel, horneado para él
lograr así una integración más adecuada de pruebas por Ermenetrude a base de diferentes tipos de ha-
y contexto, una integración que deja claro cómo construir, rina, y lo habría visto inclinarse y arrojarlo al surco
comparar y juntar una gama de contextos que produce y cantar: «ITierra, Tierra, Tierra! iOh, Tierra, ma-
unas pruebas más amplias y convincentes sobre el modo dre nuestral». (Aquí sigue el texto de un hechizo
en que se realizaron las pinturas de Piero. Incluso tenien- anglosajón.)
do en cuenta los problemas bastante específicos ocasio- 2) Bodo tomaría con certeza un día de descanso e
nados por la datación de las obras de Piero, los procedi- iría a la feria
mientos historiográficos de Ginzburg en este caso, como 3) Bodo se pierde silbando en el &ío.s'
en los ejemplos de sus lecturas de los procesos inquisito-
riales, tienen mucho que enseñarnos -cualesquiera que Ginzburg hace notar no sólo la legitimidad. sino tam-
sean nuestros intereses históricos más particulares- sobre bién la necesidad de «la integración /lin regranonegde las
el modo deenfrentamos a lo que he llamado ladimen- lagunas documentales, debidas a la pobreza de la docu-
sión historiográfica de la integración. mentación, por elementos sacados del cont exto~."s Sin
Un ejemplo f i nal de la integración comparativa de embargo, como indica su siguiente observación. no todos
una gama decontextos y suspruebas me servirápara con- los contextos poseen igual categoría y las pruebas deriva-
ducirme hacia la tercera y última dimensión de la integra- das de ellos tienen que ser valoradas de modo diferencia1
ción. Permaneciendo por un momento en el plano histo- En relación con 1), Ginzburg escribe: «es di6cil que
riográñco, deseo rea1inu unas pocas observaciones acerca Bodo, unhabitante de la Qe-de-France, haya cantado un
del comentario de Gentemedieuul de Eileen Power. En el hechizo anglosajón~ («VEx, p. 67).ss Es decir, dado el
curso de su tratamiento de los avances historiográficos contexto del entorno social y cultural de Bodo, no hay ra-
La a~ n s is ssxuuiidad
ia La episremologín de hrspnabus c&corsionndíu

zón paracreer que hubiera cantado hechizos anglosajo- historiador, «los hombres no son pájaros, su silbar no es
nes, Quizá el contexto cultural de Bodo no lo hiciera im- un acto natural».rs En algunos contextos, el hecho de que
posible, pero a la luz de lo que sabemos del entorno so- alguien silbe puede ser muy inverosímil; y, en cuanto re-
cial de tales campesinos, necesitaríamos una prueba muy conocemos que el silbar es una práctica cultural, también
particulary precisa en apoyo de la reproducci6n de Po- reconoceremos que incluso integraciones como las halla-
wer de ese aspecto de la vida de Bodo. En cuanto a 2), das en 3) no pueden ser tratadas como historiográfica-
Ginzburg dice que es una integración de individuo y con- mente no problemáticas. La cuestión de cuándo y cómo
texto sugerida por un juicio de compatibilidad hist6ri- silbar se convirtió en una práctica cultural es, en mi opi-
ca.~s Es de presumir que muchos campesinos como Bodo iüón, un problema fascinante; y no deberíamos pasar por
se tomaran un día libre y acudieran a las ferias. Aunque alto este tipo de problemas considerando la verosimilitud
no esmás que una conjetura que elpropio Sodo acudiera culturaL incluso del tipo más general, como si fuera una
a semejantes ferias en sus días libres, hay hechos históri- concatenación de hechos necesarios.
cos específicos sobre la existencia de esas ferias y el com- El tratamiento que hace Ginzburg de Power me Heva
portamiento de esos campesinos que podrían utilizarse de forma directa a la tercera dimensión de la integración,
para apoyar esa conjetura, que podrían ser presentados que llamaré la dimensi6n literaria. Esta dimensión se refie-
como base contextual sobre la cual el enunciado de Power re a la presentaci6n literaria, por parte del historiador, de
sobre Sodo sería aceptable. Por último, con respecto su versión de los hechos y acontecimientos relevantes. El
a 3), Ginzburg señala que sería ingenuo preguntarse si hecho de que el «historiador escribe "~y de que sus narra-
está basado en una fuente,"' como si hiciera falta una ciones exigen atenci6n a la dimensi6n literaria de su esni-
fuente específica para demostrar que Bodo silbaba. La in- tura ha llevado a algunos historiadores a difuminar la dis-
tegraci6n encontrada en 3) está sugerida por una consi- tinci6n entre historia y ficción hasta el punto de convertirla
deración general de verosimilitud: dios campesinos silban en una distinción irrelevante. La historiografia reciente ha
hoy e indudablemente también silbaban entiempos de subrayado lo que Ginzburg Gama cel núcleo fabulatorio
Carlomagno». is Con el fin de poder justificar la afirma- reconocible de las narraciones con pretensiones científi-
ci6n de Power de que cBodo se pierde silbando en el cas, empezando por las historiográficas» y no ha subraya-
frío», no es preciso presentar hechos históricos particula- do el «núcleo cognitivo discernible» de las narraciones,
res, como el necesario para apoyar la afirmación de 2), tanto ficticias como historiogr&icas.'s Ginzburg no ve la
sino sólo rasgosmás generales de verosimilitud cultural. actual situación teórica de forma tan miope. Declara que
Sin embargo, como nos recuerda Ginzburg, la verosimili-
tud general no es algo eternamente fijado; lo general- en oposición a esas tendencias, debe hacerse hincapié en
mente verosímil, aun tomando los propios parámetros que una mayor conciencia de uns dimensi6n narrativa no
culturales con mucha laxitud, no es verosímil de modo in- implica una atenuación de lss posibilidades cognitivas de ls
discutible. Como escribe Ginzburg en «Verificando la historiografís, sino, por el contrario, su intensificación. Kn
evidencia~i «Pero el silbido humano, siendo una práctica realidad, es exactamente en este punto donde tendrá que
cultural, no puede ser proyectado automáticamente en empezar una crítica radical del lenguaje historio~ de
una sori eda» (oVE», p. 67). Y como añade en El jssozy sl 1a que ahora sólo tenemos una ligera insinuación.~s
La xpxxrooxotogéa xk la»pnu6a» dirrox»xoixaA» Z6S

Entiendo que Ginzburg está subrayando que, aunque muerte de la mjuer JPirng de Jonathan Spence, Ginzburg
es cierto, por supuesto, que los relatos históricos son na- considera el intento de Spence de reconstruir lo que so-
xvaciones con recursos literarios específicos, también cs ñaba la campesina pobre %ang justo antes de su muerte
cierto que esas narraciones tienen implicaciones cogniti- violenta. Spence utiliza una serie de fragmentos pro-
vas; y esas posibilidades e implicaciones cognitivasnece- cedentes de obras literarias de un escritor chino del si-
sitan discusión y crítica. El historiador debe prestar una glo xvx, Pu Songling, y combina algunas de las imágenes
cuidadosa atención a los diversos modos en que suspre- de esos fragmentos para «acercarnos mks a expresar lo
sentaciones y elecciones literarias están cargadas de de- que pudo haber estado en lamente de la mujer Wang
terminadasconsecuencias cognitivas y conducen por par- mientras dormía antes de su muerte» («VE», p. 68). Ginz-
te de los lectores a inferencias específicas, aunque no burg comentaque, aunque el sueño está impreso en cur-
siempre formuladas de modo exphcito. Las integraciones siva,«recrear el sueño de una campesina pobre a través
.literarias de la escritura histoxica no anulan la distinci6n de las palabras de un docto ensayista y narrador parece
entre 6cción y realidad, pero necesitan decisiones sutiles un ejercicio gratuito» («VE~, p. 68). Utilizando las catego-
y cognitivamente complejas por parte del historiador. rías que he desarrollado en este ensayo, interpretaría que
como también las necesitan las integraciones hterarias del el comentario de Ginzburg implica, en primer lugar, que la
novelista. Considerexnos de nuevo el enunciado de integración historiográ6ca de Spence es defectuosa; por-
Poxver: «Sodo tomaría ciertamente un día de descanso e que Spence utiliza el contexto de las obras de un ensayis-
iría a la feria», Se puede decir que se trata de una integra- ta culto para extraer pruebas acerca de los sueños de una
ción historíográfica defendible; sin embargo, como sugie- campesina pobre, un contexto que resulta harto inverosí-
re Ginzburg, se tmta de una integración literaria menos mil dado lo que sabemos del trasfondo cultural y las rela-
lograda: ~La expresión "ciertamente" significa aquí "pre- ciones sociales de la China del siglo xva. No hay mks ra-
sumiblemente",un subterfugio a m enudo recun ente en zones paracreer que semejante contexto proporciona
el lenguaje del historiado~ («VK~, p. 70, n, 28)P' Las im- pruebas 6dedignas para reconstruir los sueños de Wang
plicaciones cognitivas de «ciertamexxte» son, de modo ma- de las que hay para creer que el contexto cultural de
nifiesto„muy distintas de las de epresumiblemcntew, y Sodo incluía hechizos anglosajones. En segundo lugar,
una acumulatsón literaria de seguridades en lugar de las puesto que Spence utiliza «las palabras de un docto ensa-
necesarias probabihdades conducirá de forma inevitable yista» para reproducir el contenido del sueño de%ang,
al lector a extraer inferencias falsas, inferencias que no también nos enfrentamos a un fallo de la integraci6n lite-
pueden ser apoyadas por pruebas. Aquí la presentación li- raria. La propia narraci6n hist6rica de S pence incorpora
teraria está en&entada a hx reconstrucción lxistórica. Y el esas palabras, con muchas de sus implicaciones cogxiiti-
modo en que se presenta un relato afectará su recepción vas, identificando así su propio punto de vista histórico
cogxxixíva en no menor medida que lo que se presenta en con uns serie de recursos literarios que no puede dejar
el nelato. de distorsionar el contenido del sueño. La elección de las
A veces tanto la íntegracíóxl bístoríogrkGca como hx palabras por parte de Spence al combinar las palabras de
integración literaria seran inaceptables, reflejando cada . Pu Songling es un fracaso narratológico que se superpo-
una los defectos de 1a otra. En sus observaciones a I a ne a su fracaso historiográfxco. Su presentación literaria
L a epimrnokgía de huyrucbar díser ~ cx 287

quizásea de lectura amena, pero tiene consecuencias cog- repintándolas como lo estaban en el pasados (<VE», p.
nitivas que claramente desencaminan al lector. Su ejerci- 68)P' En lugar de intentar ocultar sus integraciones lite-
cio es-no cabe duda que de forma no intencionada- en- rarias, una historiadora como Davis, consciente de las
gañoso y también gratuito. consecuencias cognitivas y la fuerza retórica de esas inte-
Una parte importante de la adecuación de las inte- graciones, permite que se xnuestren y con ello deja que el
graciones bterarias de un historiador consistirá en su ca- lector distinga correctamente entre las implicaciones de
pacidad para presentar dichas integraciones, para mos- un «ciertamentex y las de un «quizá». Permite al lector
trar„dentro de su relato, cómo construye exactamente su determinar cuándo está Henando las lagunas que los do-
presentación literaria de las pruebas históricas. Cinzburg cumentos dejan abiertas referentes al individuo. Como
cita +una nota autocritica» del capitulo trigésimo prime- dice Ginzburg de laobra de Davis: ~La "verdad" y lo
ro de la H& xoriu db lu xíecudennu y huída del Imperio Ro- "probable", las "pruebas" y las "posibilidades" se entrela-
xxxuxsode Edvvard Gibbon, donde Cibbon escribe: zan, aun cuando permanezcan rigurosamente diferencia«
dos».s~ Si el espacio lo permitiera, éste seria el lugar para
Me debo a m3 mismo y a la verdad histórica declarar examinar con atención las integraciones literarias del pro-
que al
gxuxasde lascircunstanciasde este párrafo sólo están pio Ginzburg en, por ejemplo, El pccro xi las gusunos.Creo
fundadas en )a conjetura y la axxdogia. I a terquedad de que descubririamos que, a pesar de su formidable ta-
nuestra lengua me ha obligado a veces a desviarme del lento literario, Ginzburg n o d ej a que sus habilid ades
modo nmrhciseuíai indicxxxioa~ como escritor se sobrepongan a la necesidad de mantener
constantemente a la vista sus propias integraciones litera-
Cinzburg insiste en la importancia de distinguir entre rias. Porque, a diferencia del caso de Gib b on, no es la
los modos indicativo y condicional, como cuando compa- «terquedad de nuestra lengua» la que nos obliga a des-
ra favorablemente a Davis con Poseer puesto que een lu- viarnos del modo condicional al indicativo, sino más bien
gar de ocultar en el modo indicativo las integraciones que un dé6cit continuamente amenazante de autoconciencia
ella hizo para salvar las lagunas documentalea, Davis las y rigor metodoló@co, una autoconciencia que es muy fá-
enfatiza utilizando ya sea el modo condicional o expresio- cil que un historiador deje de lado si es un excelente es-
nes como quiza" y "podria haber sido"~ («VK», p. 68). Y critor. Un gran logro de E/y xxero y los gusanoses que no
en otra parte se reixere al <enjambre de expresiones como pierde la conciencia de su propia presentación literaria de
"quizá", "es de presumir", "ciertamente" (que en el len- la vida y el proceso de Menocchio sin menoscabo de un
guaje del historiador suele signi6csr sólo "muy probable- estilo y una elocuencia literarios cuya lectura resulta ma-
m ente"), etcéteras,'s que aparecexx en su libx'o El ~~ ~u ravillosa.
deiVuxxxáx@xx' y que muestran tod.as eHas atención a los En cProofs and Possibilities~, Cinzburg analiza las re-
procedimientos de la integración literaria. Cmzburg com- laciones entre la escritura historiográfica y la novela, mos-
para el enfoque de Davis «con las técnicas modernas de trando. mediante el análisis de Daniel Defoe y Henxy Fiei-
restauración de las obras de arte, como la llamada xvéfuxi- ding, ola dependencia [...] de la novela inglesa [...] de la
xxu,en la que las lagunas en la super6cie pintada son resal- histoxiografla anterior y contemporánea».ss A continua-
tadas mediante líneas muy fxnas cn lugar de encubrirlas ción, traza los modos en que los «novelistas se despojan
Le
'

'a ck kcc A e m icrrcrxrdc x 2M

poca a poca de los grilletes de su posición de inferiori- entre lo cierto narrado y lo verosímil propuestoes que pa-
dad»,sx hasta culminar hov en una situación en que los r»z»su ~ tcs . La histeria acxua casi como alguien que,
historiadores muestran cuna creciente predilección por al chhujar el phmo de uua ciudad, ausde, cu color diferente.
los temas y, en paxte, 4s forxuss expositims antaño reser- las calles, las plazas, los cdi6cies planeados; y quc, aí pre- 4rr
v adas a les novelistas».sc Precisamente porque ~ os d e sentar diferentes las panes que sou de las que podrísu ser,
nuestros mejores historiadores, induido Ginzburg, han hace quc se vea la lógica del conjunto. La histeria„digo, j/g
adoptado los temas y las foxxuas expositivas antaño xesex abandona entonces la uacxacióu, pero para acercarse, dc la
vadas alos navehstas,y porque escriben hiena. esos his- única manera posible, a le quc es la Snalidad del uaxrar. Ya
toriadores deben mantener cau respecto a sus integracio- sea conjeturando c.amo uaxxaude, apunta siempre a lo xeat Cscrr gg
nes literarias un punto de vista chferenciado del de los ahí estassu unidad.cc
escritores de Gcción. Unas formas expositivas comparti-
das no deberían conducir a integraciones literarias idén- Me parece que presentar la xealidad distinguiende al
ticas, camo si las particulares imphcacioues y posibiMa- mismo tiempo lo cierta de lo verasúuil y dejándanas ver
des cognitivas de la escritura histórica tuvieran que la lógica del conjunto es una arieutacion clarividente- eeg
fundirse con las de la novela. Uno de los mejores ejem- meute profundapara las historiadore de hoy.
Carne ha subrayado Ciuzburg, las cuestiones y las {
plos de consejo historiográ6co y literario para los his-
toriadores contemporaneas,citado por Ginzburg en problemas actuales acerca de la naxxación no sóia afectan C,
«Proafs and PassibiTitíes», pxoccxle, quizá de forma iues- a la categoría de la narración históxica, siua a la de la «na- C
perada, de Del ruxaumre rcmrcccr», ie gi re, ck i conywni- rración a secas .ss Podemos utilizar la dimension de la in-
na»rrxxim&xi eh'uceie e c6ecweszcrcc»de Alessandre Mauzoni: tegración literaria en la escritura histérica para abordar el
tema de las «relaciones variables entre la narración hLwa- C
Ne cscaráfuera dc lugar amacieusr quc csmhiéu s lo riográ6cay otros tipos cle narración»,~ reoonocienda que
vcxesímíl puede recurri a veces ia histeri y siu iuceuve- diferentes formas de escxitura inmxpoxuran diferences ci-
uicute, si lo hace adecuadamente. esto es exponiéndolo pos de integraciones hterarias. Las prácticas de la nata-
bajo su ferma propia y distiuguíkudolo así clc lo ceaí f...) ción histórica y la categoría cogniriva de las presentacio-
Forma parte de hc miseria dcl hombre el poder »once»r nes literarias imponen al historiadar exigencias que ésce
sólo sigo d» lo quc hs sido, iuduso eu su pequeño mundo; no puede pasarpor alto. Ni tam poco puede refugiarse de
y csuua parte de su sebo y su fuerza clpoder cosj»curar esas exigencias eu uua falsa cenciencia de que su abra
xaás alLí de aquello que puede saber.La historia, mando presenta hechas y nada más que les hechas. Kn vez de
recuece a le vcxeumi4 ue hacemás quc secundar o estimu- eso,deberia desarroHar una autocanciencia más aguda
lar csa tendencia. Deja cuxouecs de uaccar por uu momento, acerca de sus propias invenciaues literarias utilizando hcs
poxque ci uacrsr uo es eu ese case cl instrumento adecuado oportunidades de su escriturapara ayudarnas a in~~stigar
y uciliza eu su lugar cl dchcmduecióu; y de este modo, ha- más a fondo nuestra Gnisecular <relación encxe d que na-
cieude le rcqucuide pczr la diversa razón de iss cosas, acaba rra y la reahdad .ss
haciendo también le que conviene a su nueve pxepósite.
De hecha, le único que hace falta para ceccmecer la cehxcióu
Foucault y el análisis
de conceptos

Al intentar comparar hoy los procedimientos foucaul-


tianos para analizar los conceptos con los presentes en el
análisis conceptual de la ftlosofía analítica angloamerica-
na, no puedo evitar recordar la observaci6n de Foucault,
hacia el principio de su conferencia cSexualité et solitu-
de» dada en la Universidad de Nueva York:

Deseo dedarar de una ves por todas que no soy estruc-


a ni tampoco -y lo confieso con el debido pesar- un
616sofo sn 'tico. Nadie es perfecto.'

Ni que decir tiene que no albergo intenci6n alguna


de convertir a Foucault en un fil6sofo analítica. De todos
modos, no creo tampoco que no pueda establecerse una
relaci6n útil entre algunos aspectos especúicos de la obra
de Foucault y la tradici6n angloamericana de análisis con-
ceptual. Hilary Putnam ha descrito el interés por Foucault
y su inQuencia en Ian Hacking y en mí mismo del siguien-
te modo:

Lo que mteresé a Hacking y Davidson era la idea de que


ciertas técnicas de la fdosoRa analítica pueden combinar-
se con ciertas técnicas de la historia. En lugar de tratar los
conceptos como objetos eternos, era posible considerar-
los como objetos que nacen, cumplen objetivos hist6rica-
mente contingentes, mueren, sin abandonar el interés por ia
P
Eouco»dt ol couílask ck conc i ce M3

cuestión analítica de saber cuál es el modo adecuado dc ana- es, una oposición organizada en torno a contingencias
e
hzar tal o cual concepto [. ) este territorio requiere una do- históricas, sujeta a modificaciones, encarnada en apoyos
ble formación como historiador y como Qósofo analítico.» institucionales, así como una oposición cuyo ejercicio C
produce coacciones, una oposición además que enmasca-
Esta combinación de ciertas técnicas para analizar ra nuestra misma voluntad de verdad. Y esa caracteriza-
g
conceptos y de ciertas técnicas para escribir su historia es ción es apropiada, aun cuando. como admite el propio
k gg
precisamente lo que deseo colocar hoy en el centro de Foucault, si se coloca uno en el nivel de las proposiciones
mis consideraciones dentro del discurso, la oposición entre lo verdadero y lo
Recordarán que, en el principio de E/onkr» ck' cfkcur- falso no parece cni arbitraria, ni modificable, ni institucio-
»o, Foucault considera la oposición entre lo verdadero y lo nal, ni violentan.
falso como un esistema de exclusión', junto a los sistemas Foucault habla a continuación d e ci ertas «grandes
de exclusión constituidos por la cprohibición» y la <sepa- mutaciones científicas» que pueden leerse como «la apari- C aH
ración» (k purragsg.Sin embargo, Foucault, reconociendo ción de formas nuevas de la voluntad de verdad~:
que muchos se plantearísn los peligros de semejante pro- C
C, üeC
puesta,se pregunta cómo puede ser razonable comparar Hubo sia duda uaa voluntad de verdad en el sigla xix
la restricción de la verdad con las conungencias de la pro- que no coincide ni por las formas que pone en juego, ni por
hibición y la separación. Y responde a su propia pregunta: los tipos dc objetos a los que se dirige, ni por las técnicas en
que se apoya, coa la voluntad de saber que caracterizó la C,
9esde luego, si uao se sitúa ea el nivel dc uas proposi- cultura dásiea» C
ción, ea e1 interior de ua discurso, la scparseiba can e lover-
dadero y lo falso ao cs ni arbitraria, nl madi6cablc, ai insti- En una serie de ensayos inspirados por las observa- Ó4
tucional, ai violenta. Pero si uno sc sitúa ea otra escala, si se ciones metodológicas generales de Foucault y por su Fo-
plantes la cuestión de saber cuál hs sido y cuál esconstante- luritud'clo rubor, he intentado mostrar que el estilo de razo-
mente, através de nuestras 4seursos, esa voluntad dc ver- nar psiquiátrico acerca de la sexualidad es precisamente
dad que ha atravesado tantos siglos ds nuesua historia, o una de esas «fo evas de la vo l tad d e v e r d ad ». gg
cuál cs, ea su forma general, eí tipo de ~s r a eió a que ri-
ge nuestra voluntad de saber, cs entonces, quizá, cuando se
q ue contienen nuevos conceptos, nuevos obietos e c -
nocimicnto, técnicas y apoyos institucionales nuevos. En
gg
vc dibujarse algo ssí como un sistema dc exdusiba (un sis- resumen, he intentado describir con cierto detaHe históri-
tema histórico, modificable, institueionalmente coactivo).» co el <régimen de verdad» que rigió el discurso psiquiá- g
WVs, gg
trico sobre la sexualidad en el siglo xtx. concenu ándome
Obsérvese que las características que Foucault adscri- de modo especial mi conceptos nuevos (como el de per- Za:.=gg
be a ese sistema de exdusión son que es históricamente versión sexual) y en el modo en que esos nuevos concep- W :-.gg
contingente, modificable. institucionalmente apoyado y tos se combinaban de determinadas maneras para produ- M. yjg
coactivo. Por ello, la oposición entre el discurso verdade- cir un nuevo ímbito de enunciados cuyo objeto era la
ro y falso, considerado como tal sistema, es, de acuerdo
~w yg
rorualidurl.' Así, he intentado tomarme muy en serio

~ oye
con Foucauít, un tipo muy específico de oposición, esto la observación de Foucault segun la cual t»s
gg
yW
Fouceulty ol analisii ck conooptw 265

por verdad~ entender un conjunto de procedimientos re- nización de nuestros conceptos y las di6cultades que sur-
glam os p ara la producción, ls regulsción, ls distribu- gen de eHos están relacionados en ocasiones con sus orí-
ción. la circulación y el funcionamiento de los enunciados.< genes históricos».s El análisis de la scieririn seeualir es un
terreno en el que se puede coincidir plenamente con la
Al emprender esa tarea histórico-analítica, que enfo- formulación que hace Jacques Bouveresse de la opinión
caba como un análisis del concepto y, en última instancia, wittgensteiniana de que «la conexión histórica es verda-
de la experiencia de la sexualidad, me apercibí de que los deramente explicativa s6lo en la medida en que también
procedunientos para la producci6n de discursos verdade- puede serinterpretada como conexi6n conceptual~.m
ros sobre la sexualidad estaban, en realidad, muy ordena- El origen y desarrollo histórico del estilo de razonar
dos, al tiempo que terúan un origen histórico determina- psiquiátrico acerca de la sexualidad podría reescribirse
do. La particular oposición entre verdad y falsedad bajo la forma de una descripci6n de las conexiones con-
exhibida en el estilo de razonar psiquiátrico acerca de la ceptuales entre diferentes enunciados dentro de ese esti-
sexualidadera una forma muy especí6ca de voluntad de lo de razonar."
saber que no podía releerse en formas anteriores de co- Este tipo de análisis hist6rico de conceptos deja muy
nocimiento sobre la conducta y los actos sexuales. Acabé claro que éstos no son estados mentales autoidentifican-
comprendiendo,por un camino algo diferente alde Fou- tes ni objetos autónomos. El concepto de perversión, por
cault, la profundidad de su afirmación referida a los gri- ejemplo, no debe identificarse con algún estado mental
ego y los romanos (y yo añadiria, como creo que habría susceptible de ser hallado mediante introspección con,
hecho él, los primeros cristianos). por así decirlo, la etiqueta de «perversión» ¹ t ampo
co
cabe identificar el concepto de perversi6n o sexualidad
[...] nuestra división de iss conductss sexuales en homosexua- con algún objeto autosubsistente, cuyo contenido alcance
les y heterosexuales no es en absoluto pertinente para los a ser descubierto mediante algún tipo de intuición inte-
griegos y los romanos. Esta significa dos casas: por un lado, lectual. Esos conceptos deben identificarse por medio de
que no tenían esa nación, ese emcopro;y,por otro, que no los usos que se hace de ellos, de las conexiones que rigen
teníanesa experiencia' su empleo y les permiten entrar en lo que Foucault conci-
bi6 como «juegos de verdad» Pjoux ck aenirkgespecíficos.
También me di cuenta de que los análisis angloameri- Puesto que esos usos, conexiones y juegos de verdad no
canos habitualesde conceptos como perversi6n fracasa- deben analizarse en términos metaílsicos o trascendenta-
ban completamente a la hora de tener en cuenta las con- les, como si fueran fijos e irrevisables, no habría que sor-
diciones históricamente determinadas de la aparición de prenderse de que quienes estamos influenciados por
la ovoluntad de verdad' psiquiátrica y el modo en que Foucault insistamos en prestar atención a «cómo se han
esas condiciones de aparici6n determinaban lo que podía formado los juegos de verdad>.»
hacerse con esos conceptos.s La historia de esta particular Cabría pensar que los filósofos angloamericanos han
vohintad de verdad afectó profundamente ia estructura aprendido de%ittgenstein que los conce tos no ueden
del saber que era posible en su seno. Como ha sehalado divorciars de las rácticas de su em eo. , exten 'en o
San Haclcing con respecto a un ámbito diferente, ola orga- este punto de vista, ca a pensar tsm i q u e nos hemos
266 La uy«gricim «fs lasa«gdstkfad' árs cmrárr rd aeelkár dr maaprw 26?

dado cuenta de que, aunque las articulaciones conceptua- separan los motivos, perspectivas y afumaciones de am-
l«s de los «juegos dc verdad» estudiados por Foucault tie- bos. Sin embargo, me propongo intentar que, al menos en
n«n criterios y están regidos pot reglas, esas regias no de- algún aspecto, esa conjunción parezca más verosímil. Tra-
ben leerse como decretos divinos, otorgados de una vez taré de motivar la yuxtaposición recurriendo a uno de los
para siempre (ni, por supuesto, como imposiciones arbi- primeros y todavía más importantes ensayos franceses es-
trarias, basadas en decisiones individuales cambiables c ritos sobre la última filosofia de Wit t e in, publicado
a voluntad). Sin embargo, muchos filósofos analíticos, a en 1960 por el gran historiador e p e n samiento antiguo
pesar de Wittgenstein, tratan los conce tos exactamen- Pierre Hadot. Tras proporcionar una detallada explicación
te como si ti con a n terioridad a a l ie r em le P eca noción wiugensteániana de j u e gos de len ua'e ,
como si su identificación no ependiera dc sus interco- Hadot dice que desea mostrar que «toma a e n t r o de una
nexiones, de lo que puede hacerse en realidad con ellos. perspectiva histórica, que Wittgenstein por otra parte pasa
Encontramos así filósofos analíticos que intentan sacar el totalmente por alto, esta noción de juegos de lenguaje
concepto de perversión fuera del estilo de razonar que lo permite a la filosofia comprender ciertos aspectos de su
estabiliza, fuera de sus juegos de verdad, y que lo tratan propia historia y, en consecuencia, entenderse mejor a sí
como si fuera un objeto transhistórico de análisis, ni mo- misma».'s Justamente este uso de Wittgenstein, retornado
di6cable ni limitado por reglas particulares de formación en una perspectiva histórica, permite cierto ángulo de
y combinación.'s Esos filósofos se comportan como los et- aproximación entre Wittgenstein y Foucault. Según Ha-
nólogos criticados por %ittgenstein. sobre los cuales pue- dot, aprovechando la idea de Wittgenstein de que hay que
de decirse, en palabras de Jacques Souveresse, «romper radicalmente con la idea de que el lenguaje siem-
pre funciona sólo en un sentido y siempre por el mismo
que el error de los etnSlogos es comportarse demasiado s objetivo»:
menudo como alguien que gsin conocimiento del ajedrez,
mediante estricta observación dcl óltimo movimiento dc También hay que f...] romper con la idea de que el len-
uua partida de ajedrez, quisiera descubrir lo que signiFica ls guaje fiíosófico funciona de modo uniforme. Kl filósofo se
expresión "dar mste"». mRudimentsrísmente: comprender encuentra siempre en cierto juego de lenguaje, es decir,
ens lrssc -escrttrté ttttttgetmeia" sigeiges cc~
m m o r en cierta actitud, cierta forma de vi da, y es imposible dsr un
enzuaie.»" si ' csdo s las tesis de los filósofos s situarlos en su 'ue-
go de lengua'e.'g
Tandrién crdrrás decir. s gmodes rasgos, tinoosmjrren-
der un c unee t o d el ti o e ire c o m e ntado es com- Aplicando estas observaciones a la historia de la filo-
en a del e f o rma a c . sofiae Hadot prosigue:
Sin duda sc sorprenderán, quizá incluso queden caos-
ternados, al venuc vincular los nombres de Vittgenstein y Con respecto a esta cuestión, habría que considerar
Foucault. Carezco de pruebas de que Foucsult hubiera es- como juegos de lenguaje muy diferentes los gáneros hters-
tudjjado detenidamente alguna vez a Wittgenstein, y sería rioss tsn profundamente «Bversos, del diálogo, bi exhorta-
bastante sencillo establecer las múltiples diferencias que ción o protréptics, el himno o la oración (por ejemplo, lss
Ee cyaniclón ck le sceuahded' Shuawlr el aaulins rk connotes . 269

C~~ o n es de ssn Agusún), el manual, el comentario exe- plazadel mercado con una linterna y alque nadie com-
gético, el tratado dogmáuco, la meditación. Y habría que prende: «He venido demasiado pronto, todavía no es mi
distinguir asimismo las actitudes tradicionales de la Anti- hora. Este enorme acontecimiento aún está en camino, to-
güedad: la dialéctica de los Tópico<la argumentación retó- davía no ha Hegado a los oídos de los hombres». Bajo esta
rica correcta, el razonamiento lógico, la exposición didátu- forma simbólica, es un llamamiento que tiene en última ins-
ca correcta. Con &ecuencia se vería que elhecho mismo de tancia un valor reUigioso, en la medida en que el «no» a Dios
situarse en una de esas tradiciones predetermina el conte- tiene que ser un así» a Ios valores que descansan sólo en el
nido mismo de la doctrina expresada en ese juego de len- hombre. Es «una negaci6n cuya violencia se convierte en
guaje: los «lugares comunes» no son tan inocentes como ca- una afumación»,una superación del nihihsmo. La declara-
bría creer.i' ción del 61ósofo a los periodistas posee un sigm6cado bas-
tante diferente. Es obviamente una alusión a Nietzsche,
Sin detenerme aquía considerar elmodo en que Ha- pero ya no es el anuncio proféuco y simbólico de un «acon-
dot pone en práctica su consejo en, por ejemplo, su pro- tecimiento enorme», sino el recordatorio de una f6rmula,
pia obra pionera sobre Porfirio y Victorino, deseo citar en una repetici6n; ya no es un llamamiento angustiado, sino a
extenso un ejemplo que da en «Jeux de langage et philo- lo sumo una recapitulaci6n c6mplice de una situaci6n his-
sophie~, puesto que tiene extrafias resonancias con algu- tórica. Es quizá un prograiua, pero adopta, en el juego de
nas de las observaciones de Foucault en La arqueología lenguaje de la entrevista, un significado completamente di-
dclsaber. He aquí cómo Hadot explica una de las leccio- ferente del que Niietzsche se propuso por medio de la mis-
nes que extrae de Wittgensteini ma fórmula.'s

Supongamos que un filósofo contemporáneo, tras He- He citado este extenso ejemplo porque permite ver la
gar a una estaci6n de tren o un aeropuerto, rodeado por un fumsa de la posterior afirmaci6n de Hadot de que «las te-
enjambre de periodistas, hace ante ellos la siguiente decla- sis sólo tienen pleno significado dentro de los límites de
ración: «Dios ha muerto». Por sí misma esta fórmula no po- un "discurso" determinado y no deberían separarse del
see un senido único; permite una plurahdad de significa- propósito general de dicho "discurso"».» De ahí su insis-
dos. Para los griegos que cantaban en sus procesiones tencia, como historiador de la 6losofia, en colocar las tesis
eCronos ha muerto~ esa aclamación litúrgica tenía un ritual filosóficas dentro de un ediscurso determinadox, y su ad-
y un significado mítico. Para el cristiano que cree en la Kn- vertencia contra el tratamiento del lenguaje filosófico
carnaci6n, la fórmula también tiene un significado: signi6ca como si estuviera articulado dentro de «un discurso ideal
que hay que relacionar la acción humana que es la muerte y absoluto»." Si Hadot sabía cómo invocar a%ittgenstein
de Jesucristo con la Palabra eterna que es Dios. Para para pedir una «historia de los juegos de lenguaje 61osó6-
Nietzsche, por úlfimo, esta fórmula no pertenece al juego cos», era en parte porque su estudio de los antiguos lo ha-
de lenguaje de la aclamación ritual ni al juego de lengua- bía sensibilizado al hecho y a la importancia del hecho de
je de la teología, ni. tampoco al juego de lenguaje caracterís- que los discursos hablados de la flosoRa antigua, con su
tico de la afirmación histórica. La fórmula es introducida en uso concreto de los elementos retóricos, pedagógicos y
una parábola, la pszkbola del loco que busca a Dios en 'la psicagóycos, no estaban dirigidos al «hombre en sív.»
2?0 Ioucmd~t oíandlisk do comxptos 271

Beseo volver ahora directamente a unos pocos pasa- tancia del enunciado, la conservación de su identidad a tra-
jes de La arííuoología ekl saber, un libro que, de hecho, vés de los acontecimientos singulares, sus desdoblamientos
puede parecer lo menos wittgensteiniano. Consideremos, a través de la identidad de las formas, todo esta es fuíícíón
sin embargo, lo que dice Foucault cuando se interesa por del cero doíctilización en que se encuentra inserta,»
el problema de la identidad de un enunciado:
Podría decir, siguiendo a Foucault, que el campo de
L a añrmaclón deque la llcxra es redonda, a de que las utilización de un enunciado constituye su campo de esta-
especies evolucionan, no constituye el mismo enunciado bilización, que un enunciado (o, en mi caso, un concepto)
antes y después de Capérnico, antes y después de Darwin obtiene su identidad del modo en que es estabilizado.
f...
] La frase «los sueños son la realización de deseas» pue- Cuando Foucault otorga un papel crucial a las «posibili-
de ser repetida a través de las siglos, y na será el mismo dades de utilización» de un enunciado, cuando dice de la
enunciada en Platón qííe en Fxeud.í» identidad del enunciado que «ella misma es relativa y os-
cila según el uso que se hace del enunciado y la manera
Foucault afirxxm exphcitamente que, para las forxnula- en que se manipula», está insistiendo en que no tratemos
ciones de ese tipo, no es que cambie el sentido de las pa- un enunciado como una forma ideal que pueda ser reac-
labras.ss Al considerar la identidad del enunciado más tualizado bajo cualquier condición.ss
que centrarse en el problema del sentido, Foucault se Como ha dicho .Hadot con respecto a Ias estructuras
concentra en el coxíjunxo de condiciones impuestas a la conceptuales, no se puede reconstruir semejante estructura
identidad de un enunciado por «el conjunto de los demás
enunciados en medio de los cuales figura, por el dominio apelando a frases o palabras separadas de su contexto y ex-
en que se lo puede utilizar o aplicar, por el papel o las traídas de los lugares más dispares [...] En aíras palabras,
funciones que ha de desempeñar».s» Por lo tanto, inten- na habría que separar las estructuras canceptuales de las
tando explicar tanto hí repetibiTidad de un enunciado y el desarrollos en los que son reconocibles.x'
hecho de que puede serrepetido sólo bajo condiciones
estrictas, Foucault escribe, en una serie de observaciones Una frase como «los sueños son la realización de de-
de extraordinario valox' metodológico: seos» quedará estabilizada por una serie de relaciones que
la conectan con otros enunciados, y el campo de estabili-
Las esquemas dc utilización, las reglas dc empleo, las zación que descubrimos cuando esa frase es empleada por
constelaciones enque pueden desempeífar un papeL sus vir- Freud seré muy diferente del encontrado en Platón, lo
tualidades estratégicas, constituyen para los enunciadas un cual nos lleva a reconocer que la misma frase puede utiTi-
nampo dc srtabilisaoión queperxnite, a pesar de todas las dife- zarse en más de un enunciado. Si no lograxuos reconstruir
rencias de enuncíscíóu, repetirlas eu su identidad; pero este el campo de estabilización -que a veces he denominado el
misma campo puede igualmente, bajo lss identidades se- estilo de razonar- que confiere una identidad al concepto
míínticas, gramaticales o formales más manifiestas, de6íxir de perversión, no entenderemos la diferencia entre la in-
un umbral a psrux' del cual ya na bay equivalencía y hay que vocación psiquiátrica del siglo xIx de la perversión y la
rccanacerla aparición de un nuevo enunciado [,] Ls coíís- aparición de esa palabra en, por ejemplo, la teología moral
272 Laayctnción de la serustiidctd Founndry el csndiisis de conceptos 273

de ean Agustín. A.eí no lograremos ver, como ha dicho mente en los escritos de cierto número de individuos di-
Mino Bergamo, que la discontinuidad puede quedar <disi- ferentes, lo cual hace que un nuevo campo de estabiTüza-
mulada bajo el velo de la permanencia léxicas Ps Bergamo ci6n aparezcacomo una estructura colecüva, incluso anó-
forma parte del reduido grupo de historiadores del pensa- nima. Sólo dentro de ese nuevo campo de estabilización
miento que ha entendido claramente -en su caso, utilizan- obedeceráun enunciado o concepto a nuevas condicio-
do las sugerencias metodológicae de Foucault para estu- nes de inscripción, modificando así su identidad. Como
diar la historia del misticismo francés- el modo en que el ha observado Bergamo,
campo de eetabilización de un enunciado garantiza una
repetibilidad que lo distingue del «puro acontecimiento. para que aparezca un nuevo enunciado será necesario que
singular e irrepeüble», de la enunciaci6n, mientras que al ee organice un nuevo campo de eetabilizaci6n, que se den
mismo tiempo impone a esa misma repeübilidad «restric- nuevos esquemas de utilización y nuevas series de relacio-
ciones particularmente onerosas», distinguiendo así el nes y que, en resumidas cuentas, se transformen las condi-
enunciado de la frase infinitamente repeüble.» Algunos cionee de inscripción de la frase.ee
de loe momentos más notables de la historia del pensa-
miento son precisamente aquellos en que una vieja frase o Un cambio en el valor enunciativo se produce como
palabra ee estabilizada de una forma nueva, lo que da lu- resultado del nuevo sistema de inscripción que, puesto
gar ala producción de un nuevo conjunto de conceptos y que está organizado y es sistemático, tiene efectos diver-
a un nuevo ámbito de enunciados, En mi opinión, fue esto soe pero regulados. El concepto de perversión se inscribe
precisamente lo que sucedió cuando el razonamiento psi- de xnodo diferente en la peiquiatrüa del siglo )ax que en la
quiátrico decimonónico inventó un nuevo campo de esta- teología moral medieval. Reconstruir el campo de estabi-
bilización, un nuevo esquema de utilización, para las ideas lización que explica el nuevo tipo de inscripción nos per-
moral-teológico-judiciales de la perversión y lo contrana- mite comprender por qué un psiquiatra del siglo xix no
turena Y los ñlósofos analíticos no han logrado reconocer podía haber utilizado el concepto de perversión para rea-
la transformaci6n del pensamiento que se produjo enton- lizar nuevos enunciados sobre enfermedades sin emplear
oes porque han tratado esos conceptos como si se estabili- también loe conceptos relacionados de lo natural, lo des-
zaran solos y de forma permanente. viado, la funci6n, etcétera, conceptos que estan relaciona-
Es importante insistir en que los nuevos enunciados y dos entre sí por una red de usos que no son arbitrarios ni
los nuevos conceptos no aparecen a voluntad. Un indivi- eternos. Loe conceptos y enunciados son en realidad esta-
duo no puede decidircrear un nuevo enunciado por las bles, pero eea estabilidad la crea un conjunto interdepen-
buenas. El campo de utilizaci6n o campo de estabiliza- diente de prácticas, un campo o estilo de razonar, cuya
ción que crea lae condiciones de posibilidad de un nuevo existencia confiere un papel o función espedficos a nues-
enunciado suele eer muy complejo y, en esas circunstan- tras palabras, les permite exhibir ciertas avirtualidades es-
cias,no cabe esperar encontrar un único enunciado nue- tratégicas».
vo o unúnico concepto nuevo, sino todo un nuevo campo Muchos filósofos analíticos han reconocido que una
de posibilidades. Como ee percató Foucault, esta clase de mala imagen de loe conceptos puede tener consecuencias
transformación parece mostrarse a menudo simultánea- profundamente ininteligibles en la ñlosoña de la mente y
La >@unción ck la sszxushdud .Puucauh'y cl ancílisis de' ccncepmr

la filosofia del lenguaje. En cambio, son muchos menos el transcurso histórico de la evolución de nuestros pensa-
los que han visto que una imagen fijada de los conceptos, mientos de modo distinto a como fue. Al hacerío aeí, el pro-
como eatidades autónomas y autoidentificantes, puede blema noe muestra un aspecto completamente nuevo.ss
tener -y ti ene- p r o f undas consecuencias sobre c6mo se
escribe la historia de los sistemas de pensamiento. l a idea- %ittgenstein fue un genio capaz de imaginar concre-
lización y descontextualización de los conceptos despoja tamente, describir con detalle, otras posibilidades. pensar
la historia del pensamiento de sus diferentes posibilida- lo que podría haber sido y lo que podría ser. Foucault, en
des,hace que uno se acerque a una historiografia de lo mi opinión, hizo tal uso de la historia que nos permitió
imperecedero, como si escribir la historia del pensamien- vislumbrar otras posibilidades, escribió histeria para libe-
to fuera escribir una historia de los sucesivos avatares de rarnos de la costumbre de identificar lo que ocurre, inte-
lo xnismo, como si un número claramente circunscrito lectual y socialmente, con lo que tenía que haber ocurrido
de pensamientos, nuestros pensamientos ahora, tuviera y con lo que debe seguir ocurriendo. Sus historias tenían
que volver aaparecer eternamente. por objeto desempeñar un papel estratégico, tanto episte-
Jacquee Bouveresse ha descrito a Wittgenstein como mo16güca como políticamente; pretendían revelar posibi-
pexteneciente a la categoría musiliana de los «hombres de lidades históricas y epietemológicas cuya existencia ni si-
lo posible» más que a la de los «hombres de lo real»; quiera habríamos imaginado. En una entrevista realizada
en 1983, Foucault enlaza las dimensiones históricas, epis-
pertenece, es decir, e quienes soa especialmente sensibles a temo16gicas y políticas de su obr a en un a serie de r e s-
la contingencia y la precariedad de lo que existe y están puestas extraordinarias. Siguiendo la pregunta lx,antiana
particularmente dispuestos a discernir todo lo que podía cqué es llustración7» y la declaración de que «la tarea de
existir perfectamente bien en eu lugar." la filosofia es decir lo que es hoy y decir lo que es nos-
otros hoy», afirma «con respecto a eea función del d i a g-
Lo que Bouveresee ha llamado el método antropoló- nóstico de lo que es hoy» que
gico de Wittgenstein consiste en sacar a la luz, en cicscri-
bir, otras posibilidades que no sean aquellas a las que es- ao consiste simplemente ea caracterizar lo que somos, sino
tamos apegados; así el trabajo fundamental de la filosoíía siguiendo les líneas de &agilidad del hoy, ea llegar a captar
consiste en parte en «la capacidad de percibir la realidad por dónde lo que es y cómo lo que es podría dejar de eer lo
sobre un terreno de posibilidades mucho más amplio que que es. Y ea este sentida le descripción debe hacerse siem-
el de la concepción habituab.ss En Aforzsmos, Vfittgens- pre según ese suerte de &actura virtual, que abre ua espa-
tein escribe: cio de libertad, entendido como espacio de libertad concre-
te, es decir, de transformación posible [...j
Cuando utilizamos la manera etaológica de considera- Y diría que el trabajo del íateíectua1 ee ea cieno seati-
ción, / quiere acaso decir esto que explicamos le filosofie do decirlo que es haciéndolo parecer como pudiendo ao
como etnologías No, sólo quiere decir que tomamos un pun- ser o pudiendo no ser como es. Y por eso esta designación
to devista exteriorpara poder ver les cosasmás oj
b cc
iom nen- y esta descripción de lo real aunca tiene valor de prescri -
cc [...] Uno de mis métodos más importantes es imaginarme p ció bajo la forma adado que esto ee, eso será»; tambi é a
2.6 Foucmcky a'ancc&as cfo amcvpzccc 277

por eso me parece que ei recurso a la histoxís -cxne de les abandonar por completo la búsqueda de esencias eternas
grandes acontecimientos del pensamiento 6losó6m en por las técnicas de la comparación'.ss Así la obra de Witt-
' Francia ai menos en los ultimes veinte años- adquiere su genstein nunca deja de recordarnos que cconceptos
sendde en la medida en qcce la historia tiene como función como los de cienria, filosofia, religión, arte. pensamiento,
xnostrar que io que es no siempxe hs sido, es decir. que es racionalidad y muchos otros del mismo tipo no poseen la
siempre en la coaBuencia de encuentros, asaxes, al hilo de clase de constanria y universalidad que nuestra filosofia
una historia fxágB, precaria. cpxe se han foxmado las cosas está indinada a atribuirles».» Uno de los objetivos del
que nos clan la impresión de ser más evidentes. Podemos método de Vittgenstein es conseguir que nos volvamos
muy bien hacer la historia de lo qcce Ls xasóa experimenta hacia nosotros mismos, que nos veamos en los usos que
come su necesidad o más bien de lo que las difexentes fox hacemos de nuestros conceptos, como si nuestra postura
mas de racioaalidad presentan como su condición necesa- filosófica típica fuera negar la humanidad de nuestras
ria, y recuperar las redes de contingencias de las que ha prácticas. Escribe, por ejemplo:
emergide; lo cual no siípxi6ca, de todos modos. que esas
formas deracionahdad fueran irracionales;signi6ca que Ei ónice modo que tenemos de evitar que nuestras a6r-
descansan sobre una base de práctica hwnaaa y de historia xnaciones resulten distorsionadas o vacias consiste en to-
huxnana y. dado que esasoosas han siclo hechas, pueden, mar el ideal de nuestras reflexiones por lo que es, esto es,
slempxcc
que sepamos cómo sehiciexcs4ser deshechas.» ua objeto de comparación -un patrón ~cpfsscxcgpor decir-
lo aai-, en lugar de convertirlo en un prejuicio sl que todo
Ne me detendré a comentar en detaQeene texto, sólo tiene que ajustarse. Aquí radica el dogmatismo en que tsa
quiere subrayar que Foucault ne afxrmó que escribir la fácilmente cae la 6iosoficavs
historia de formas de racienalidad tenía como efecto con-
vertir lo racional en irracfenaL como si su objetivo fuera Inriuso los ideales de nuestra actividad teórica deben
pc ner a la razón en el banquiBe.xs Su recurso a la historia ser tratados como objetos de comparación, y buena parte
pretendfa mostrar cómo nuestras foxxnas de racionahdad de la obra de %ittgensteín consiste en conseguir que vea-
dependían de las prácticas humanas, indicar que esas mos que no todo xxonccyesoajustarse a esos ideales, en un
prácticas no eran necesarias ni evidentes por sf mismas, y intento de conseguir, ejemplo tras ejemplo, que nes di-
prepcxnienar así un espacie que nos ayudara a hberarnos vorcíemos dcl impulso de acabar nuestras observaciones
de una sensarión de fatahsme. El anáhsis de los concep- oen un xiexxe
fxccefilosófice. De ahí que la escritura de Witt-
tos, come he sestemdo. no tiene que ser fatal si aprende- genstein adopte tan a menudo la forma de una di;scnyciún
mes a volver nuestros conceptos hacia nuestras prácticas cemparuxivude juegos de lenguaje.ss Esas descripciones
humaxxas, las prácticas de las que emergieron y que las pretenden scr un tipo de defensa centra el degmatismo y
sostienen, AJmargen d e las exxermes «Bf~s de acti- lo que une tanto a %ittgenstein come a Feucault con la
tud política y sensibilidacl entre Foucault y Vittgensteín tradición kantiana en filesofía son precisamente lasrecu-
ocurre, ceine ha se6ahcdo S@uve~se, que también%itt- rrentesadvertencias de axnbos contra los diversos dis&a-
genstein quedó sorprendido per sel sentido de relativi- ces que adopta el dogmatismo, asf como sus recurrentes
dad histórica y culttcral de losconceptos que nos ebhga a intentes per descubrirlo.
278 La aparición de la sexualidad Eoucaulty elanalisisik conceptos 279

Eu la introducción a El usode los placeres, Foucault nos posibilidades para tales exploraciones, que de otro
describe su motivo como derivado de esa clase de curio- modo se verían bloqueadas. Y por ello creo que las dos
sidad que «permite alejarse de uno mismo» y explica el preguntas metafiilosóficas que Foucault se plantea a sí
profundo cambio de su proyecto de la FZistoria de ta sesctta- mismo al principio de El uso delos placeres pueden servir
lidad como resultado de uno de esos «momentos en la como una especiede emblema de lo que nosotros, en tan-
vida en los que la cuestión de saber si se puede pensar to que filósofos, podemos seguir aprendiendo de él:
distinto de como se piensa y percibir distinto de como se
ve es indispensable para seguir contemplando o reflexio- urées la filosofia hoy -quiero decir la actividad
Pero Ap
nando».4o Este distinto es, como he intentado mostrar, un filosófica- si no el trabajo crítico del pensamiento sobre sí
tema constante en la escritura de Foucault; se enfrenta a mismos bY no consiste, en vez de legitimar lo que ya se
nosotros, en formas diferentes, desde laHistoria de ta ioctt- sabe,en enzprender elsaber censo il hasta donde sena posib&
ra hasta sus obras finales. La historia del presente de Fou- pensar distintos«
cault fue siempre también una historia de otras posibili-
dades. Nadie puede leer la asombrosa sección inicial de No cabe duda de que ésa es la razón por la que creo
Vigihzry castigar sin experimentar ese extrañamiento an- desde hacemucho tiempo que un convincente resumen
tropológico que nos permite ver nuestra propia historia del «momento foucaultianox en filosofía es el que encon-
más objetivamente al tiempo que nos muestra que «todo tramos en la observación de René Char que aparece en la
lo que es posible en esteámbito podría ser real, pero tam- contraportada de los últimos libros de Foucault: «La his-
bién todo lo que es real es posible y concebible»."' Tanto t oria de la humanidad es la larga sucesión de sinónim o s
lo que Souveresse ha denominado la cantropolopa espe- de la misma palabra. Contradecir es un deber».
culativas de %ittgenstein como lo que Foucault describió
en sus análisis de «los "juegos de verdad", de los juegos
de falso y verdadero a través de los cuales el ser se consti-
tuye liistóricamente como experiencia, es decir, como po-
derse y deberse serpensado», funcionan como métodos
para hacernos ver y sentir el enmarañamiento de lo posi-
ble y lo real, para sacar a la luz la posición de lo real si-
tuándolo contra el trasfondo de otras posibilidades.~s
Foucault afirmó que el filósofo tenía el derecho de
cexplorar lo que, en su propio pensamiento, puede ser
cambiado mediante el ejercicio que hace de un saber que
le es extraño~.'s Fs un derecho cuyo auténtico ejercicio
resulta tan diflcil de haav realidad como la capacidad de
obtener una perspectiva satisfactoria de nosotros mismos.
He intentado mostrar cómo una historia de los conceptos
que sacaprovecho de la obra de Foucault puede ofrecer-
Sobre epistemología
y arqueología:
de Canguilhem a Foucault

Una de las mayores diíxcultades al intentar situar la


obra de Michel Foucault radica en que él mismo fue uno
de sus mejores intéxpretes. A cada etapa de su carrera p~
porcionó reintexpretaciones retrospectivas de todo el cor-
pus de su obra, redescríbiendo los proyectos que había
emprendido desde la perspectiva de sus intereses del mo-
mento y cambiando así el foco de atención, iluminando
diferentes aspectos de la obra anterior y empleando una
terminología que coincidía pero era distinta de la que ha-
bía utilizado en periodos anteriores. Así, al ofrecer una
versión de la posición de Foucault hay que ser particular-
mente consciente del punto de su carrera del que se exx-
trae la caracterización. Como mi principal interés es com-
prender la relación de Foucault con la historia y la íxlosoíxa
de la ciencia, así como su importancia para ellas, y, más es-
pecíficamente, cla ' a r su lu gar en la tradición franc~es
de la i s temolo 'a hist~óri que incfuye a Gaston Bache-
lard, Georges CanguxlEém y, en menor meada, cxeRos es-
Kñitos tWea obra BeKanes Althusser, me centraré en los es-
cxxtos que más directamente articulan su llamado proyecto
arqueológico. Está muy extendida la confusión de que
F oucault acabó por rechazar sus investigacio es ue o -
lógicas, que llegó a la convicción de qu la arqueología
adolecía de un fallo metodológico inmnsec . k- j
claro a medida que avance por qué creo que se trata de herederos de la tradición francesa de la epistemología
una descripción muy errónea del r ogreso de Foucault hist6rica, la relación entre Canguilhem y Foucault:
l
desd~~ qu e ofo~~ ~ a~en~ealo'a
Por otra parte, Foucault siempre consideró su propio C~en uilhem hace la historia de los di c ur os veridi-
trabajo en la historia y la filosofia de la ciencia como pro- cos», de los discursos que efectúan sobre si mismos todo un
fundamente deudor de la orientaci6n de Georges Can- trabajo de elaboración orientado por la tarea de establecer
guilhem, una de las pocas personas a las que, junto con hi verdad' En cambio, Foucault hace la historia de una dis-
Georges Dumézil y Jean Hyppolite, rinde homenaje de cipliau mostreado cómoOl~e t ciua efemúa sohrs ella eds-
forma explícita en su lecci6n inaugural en el Colegio ma todo un trabajo orientado por la tarea de constituir un
de Francia. Por ello la necesidad de examinar las conexio- espacio en el que tiene uno que situarse para estar «en la
nes y diferencias entre la arqueología de Foucault y la verdad». En resumen, Foucault desplaza la preponderan-
epistemologia de Canguilhem es especialmente evidente cia del discurso cientílico hacia la disciplina, la historia de
si deseamos comprender la importancia de su empresa ar- 1s formación del discurso científico hacia la historia de la
queológica. Además, el auge de la práctica de la epistemo- formación de la disciplina, y el «decir la verdad» del discur-
logia histórica en el mundo de lengua inglesa y su conti- so normstivizado hacia el estar «en la verdad» de la discipli-
nuada práctica en Francia hacen que resulte sumamente na [et du «dire vrai» du discours normé vers le «dans le
interesante tratar de determinar el papel de Foucault en vrai» de la discip1ine].s
esta particular variedad de la historia y la filosofia de la
ciencia. Por lo tanto, agruparé aquí mis observaciones en Con la excepción del deseo de sustituir el concepto
torno al tema de las relacioues entre epistemologia y ar- de saber por el de tlisctplina (este último quizá se halle en
queologías y concluiré retornando la cuestión de la rela- mayor consonancia con El nacimiento de la clínica, pero
ción entre arqueología y genealogía. Foucault lo deja claramente de lado por el uso de saber en
Laspaiabrasit las cosasy La unpueoiogta díeisaber), estoy
en profundo acuerdo con esta descripción de Delaporte.
Empezaré declarando lisa y Qanamente que considero Debe observarse que en dicha descripción el énfasis
que para Foucault ciencia es sinónimo de epistemología, no está situado en las diferencias en el pr ocedimi ento
como saber (saooirg término que creo que Foucault utili- metodo16gico, sino en las diferencias en el objeto, de «m «s,.
za a menudo de forma intercambiable conformaciones díis- modo que tenemos un contraste entre discurso científico
cursioas, es sinónimo de arpceología (En sus últimos es- y disciplina, entre el «decir la verdad» del discurso nor-
critos -que no comentaré aquí-, la pareja relevamemente mativizado y el estar «en la verdad» de la disciphna, Ade-
marcada espensantiento y probiesnattzación)' Ello equivale más, siguiendo la descripción de Delaporte, a Foucault le
a decir que el objeto de la epistemología es la ciencia, interesa la constituci6n de «un espacio donde debe uno
como eí objeto de la arqueología son las formaciones dis- situarse para estar "en la verdad" » y ese espacio tiene sin
cursivas o.saber. Y entre los dos métodos y sus corres- duda que estar relacionado con el «decir la verdad» del
pondientes objetos hay analogías y desplazamientos. Así «discurso [científico] n o rmativizado». Sin embargo.
descübe F rancia Delaporte, uno de los más consultados bcómo debemos entender precisamente esta relación'

Ij su Q, / 't spf " (+ J ~


2S4 Le crpsnrión dc tu sot»oxódod Sobnr cyieemhgía m yucologóo 285

Deseo acudir, en primer lugar, a un texto poco conb- mo16gica pasa, se arraiga, a través de un sistema de afir-
cido de Foucault que está explícitamente compromefido mación científica. Sin embargo, semejante transformarión
con la historia y la filosofla de la ciencia, un texto escri- puede producirse incluso a través de un sistema de afir-
to en 1969 y publicado en 1970. En ese breve pero denso maciones que resultara ser científicamente falso.
estudio, Foucault distingue entre diferentes niveles de
análisis, que llama eyisremonómioa, epittottxocrúita, epitto- Hay que distinguir, en la densidad de un discurso cien-
txtologku, así como un cuarto nivel que identifica como el tífico, lo que pextenece al orden de la afixmarión científica
suyo sin nombrarlo, y que podemos llamar aryscoolo verdadera o íalsa y lo que pertenecería al orden de la trans-
C sta es la caracterización de Foucault del nivel epis m o - formarión epistemológica. Que ciertas transformariones
lógico de análisis: tael análisis de las estructuras teóricas epistemológücas pasan, toman cuerpo, a través de un con-
de un discurso científico, el análisis del material concep- junto de proposiciones científicamente falsas me parece
tuad. el anáhsis de los campos de aplicación de esos con- que es una constatarión histórica perfectamente posible y
ceptos y las reglas de uso de esos conceptos».s Foucault namsaria~
comenta: «me parece que los estudios que se han hecho,
por ejemplo, sobre la historia del reflejo xesponden a este Una transformación epistemológica es la condición
nivel epistemológico», con lo que evidentemente se refie- de posibilidad para Ia existencia de un (nuevo) sistema de
re a Lafo ~ n t i o n du onnc~t do ro%xeaun XPP e t XY lP afirmaciones cíentíficas, a6xmariones que pueden resul-
tidekt de Canguilhem y con lo que nos da su intexpreta- tar ser verdaderas o falsas. Cabría decir que una transfor-
ción de los procedimientos de este autor. El nivel al que mación epistemológica es la condici6n de posibilid,ad
el propio Foucault se coloca, <el analisis de las transfor- para la aparición de un discurso científico, con sus estruc-
maciones de los campos del saber», le permite disociar turas teóricas, el material conceptuai, los campos de apli-
convincentemente dos niveles de análisis. El primer nivel caci6n para sus conceptos y las reglas para el uso de di-
se refiere al «sistema de verdades y errores», por el que chos conceptos. El problema, al que volveré de foxma
las a6rmaciones de un texto científico dado pueden dis- detallada, es cómo caracterizar más plenamente esas con-
tinguirse de lo que hoy podemos afixxnar como verdadero diciones de posibilidad; sin embargo, como aproximación
y falso; el segundo nivel, el de las modificaciones episte- inicial bastará decir que una transformaci6n epistemoló-
mo16gicas, se refiere al conjunto de modificaciones que gica, como la entendió Foucault, es la condición de posi-
podemos discernir en acción en los textos científicos, bilidad para la verdad o falsedad de un ámbito del dis-
«modificaciones que no son tanto modi6caciones de ob- curso científicoP
jetos, conceptos y teorías, sino la modificación de las re- No obstante, la ubicación por parte de Foucault de su
glas según las cuales los discursos fbiológícos) formaron propio análisis en el plano de las transformaciones episte-
sus objetos, definieron sus conceptos, constituyeron su mológicas no debería llevarnos a descuidar el hecho de
teoría. Esta modificación de las reglas es la que intento que él y Canguilhem comparten el punto de vista de que
aislar».' Foucault prosigue diciendo que semejante trans- un ámbito del discurso científico está, en su economía in-
formación epistemo16gica sería distinta de la verdad de terna, normativizado (norma, que posee cuna regulari-
las a6rmaciones científicas. Una transformación episte- dad bien definida».' En su lección inaugural en el Cole-
I

i 285 Sobre episeerrwio y c rrpreologxa

gio de Francia, Foucault dijo que debía a Canguilhem de la historia y la filnsofia de la ciencia; con todo, la orien-
la idea de «que se podía, se debía, hacer la historia de la tación común fue más decisiva que las divergencias. Ésta
ciencia como un conjunto a la vea coherente y transfor- es una razón fundamental por la que su obra se eonvinió
mable de xaodelos teóricos e instrumentos conceptua- en la sede de un intercambio tan &ucúfero.
les~.s Deseo subrayar las palabras «coherente y transfor- Foueault, comn he dicho, situó su trabajo en un nivel
mable~, puesto que señalan el plano de reglas o normas, de análisis diferente, en un nivel, como lo describió en su
reglasque proporcionan una regularidad bien definida a «Titres et travaux~, preparado para su candidatura al Ca-
un discuxso cienúfico y que permiten una amplia aunque legio de Francia, de
*
hmi tada gama de transformaciones dentro del discurso.
Una tarea central de la epistemología a la Crxngsrilken ámbitos del saber que no podían identificarse exactamente
consiste en encontrar el conjunto de regularidades regla- cnn ciencias, sin ser por ello simples hábitos mentales [...]
mentadas que proporcionan coherencia,que exponen la entre la opinión y el conocimiento cienúfico, es posible re-
estructura subyacente y los límites, para un ámbito dis- conocer la existencia de un nivel específic que propone-
cursivo cienúfico especificable, y que pueden encontrarse mos llamardel saber [...] comporta en efecto reglas que
dentro de la propia ciencia, que, por decirlo así, regulan sólo le pertenecen a él, que caracterisan su existencia, su
internamente lo que puede producirse como enunciado funcionamiento y su historia; algunas de esas reglas son es-
eienúfico dentro de la ciencia. El sistema de reglas, que pecíficas de un ónico ámbito, otras son comunes a varios;
proporciona la coherencia y transformabilidad de un km- puede ocumr que otras sean generales para una época.'o
bito del discurso cienúfieo, es lo que de ahora en adelan-
te denominaré la condición inssrsxrx de posibilidad para la Así, lo metodológicamente central es que «un sistema
producción de enunciados cienúficos. Sin la articulación de saber [...] tiene su equihbrio y coherencia propios~.»
de algún sistema así, no se podrk comprender desde un La que distingue la obra de Foucault de la de Canguil-
punta de vista epistemológico por qué ciertos enuncia- hem es el «nivel específico» en el que Qevó a cabo sus
das, tanto verdaderos como falsos, se producen dentro de análisis; lo que vincula su obra con la de Canguilhem es la
un discurso cienúfico en un momento deterxninado, articulación de reglas y normas que proporcionan tipos
mientras que no ocurre lo mismo con otros. característicos de «equilibri y coherencia~.
A la pregunta de Canguíihem, repetida a Foucault por A. continuación presenta lo que creo que es prabable-
el Círculo de Epistemología en l968, «En relación con un mente la mejor descripción breve que hace Foucault del
saber teóric, áes paaible pensarlo en la espeeífieidad de método de análisis arqueológico, que cito en extensa
su concepto siu referencia a alguna normal', tanto Can- puesto que condensa buena parte de su p ensamiento.
guilhem como Foucault respondieron con un no rotundo, Aparece en el «resumen~ de su primer curso en el Colegio
un na que era una base de sus innovaciones metodológi- de Francia. 1970-19'71:
cas,s Canguilhem buscaba las normas internas que regían
la especi6cidad de los conceptos y las teorías de la cien- Investigaciones anteriores habían permitido reconocer
cia, miex>tras que Foucauh buscaba otros úpos de normas un nivel sixqqular entre todas los que permiten snalisar las
en otros niveles, desde la perspectiva de la historiografia sistemas de pensamiento: el nivel de las prkcticas diseursi-
288 Le uparieiórr ík hr eezríaliíííiíl Sobre epkreiirologííry log ía 289

vas. Se trata ahí de una sistematicidsd que no es de tipo ló- epistemología la relación que he sugerido, tiene que ha-
gico ái de ópo lingüístico. Lss prácticas discursivas se ca- ber también algún papel para la noción de condiciones de
racterizan por el recorte de un campo de objeros, por la de- posibilidad en el análisis arqueológico, aunque esas con-
finición de una perspectiva legítima para el sujeto de diciones de posibilidad estarán situadas de modo dife-
conocimiento, por la Gjación de normaspara la elaboración rente que en el caso de la epistemología. En realidad,
de los conceptos y las teorías. Cada una de ellas supone Foucault distingue en un importante pasaje de «Sur l'ar-
pues un conjunto de prescripciones que rigen excliisiones y chéologie des sciences» dos órdenes de condiciones de
elecciones. posibilidad, «dos sistemas heteromorfos» de condiciones
Ahora bien, esos conjuntos de regularidsdes no coinci- de posibilidad. El primer sistema «deñne las condicio-
dexi con obras individuales; sun cuando se manifiestan a nes de la ciencia como ciencia . Esas condiciones de posi-
través de ellas, aun cuando resulta que se hacen notar, por bilidad son relativas a una ciencia determinada con sus
primera vez, en una de ellas, las sobrepasan con mucho y objetos, teorías y conceptos; definen «las reglas f .] exigi-
con frecuencia reagrupsn un número considerable de ellas. das para que un enunciado pueda pertenecer a esa cien-
Sin embargo,tampoco coinciden forzosamente con lo que cia». Dado que esas condiciones de posibilidad y las re-
solemos llamar ciencias o disciplinas, por más que sus deli- glas que definen son internas al ámbito de la ciencia, las
mitaciónes puedan ser a veces provisionalmente las mis- he llamado condiciones internas de posibilidad. Como
mas; sucede coa mayor frecuencia que una práctica discur- dice Foucault, «esas condiciones de posibilidad son inter-
siva reíina diversas disciplinas o ciencias o, también, que nas al discurso cienúfico en general, y sólo pueden ser
atraviesecierto número de eHas y reagrupe en una unidad a definidas por él».» Al segundo sistexna de condiciones de
veces noaparente varias de sus regioires.» posibilidad lo llamaré condiciones externas de posibili-
dad, puesto que son externas con respecto al ámbito cien-
En los términos que he estado utilizando, el primer tífico determinado. Foucault escribe: «El otro sistema se
párrafo de Foucault describe sus compromisos metodoló- refiere a la posibiTidad de una ciencia en su existencia his-
gicos o analíticos: Ia búsqueda de un tipo espedfico de tórica Es externo a ella y no superponible. Está constitui-
«sistematicidadr y de «un conjunto de prescripciones que do por un campo de conjuntos discursivos que no tienen
rigen exclusiones y elecciones», compromisos que com- la misma categoría ni. Ia misma delimitación, ni la misma
parte con Canguilhem. El segundo párrafo de Foucault organización, ni el mismo funcionamiento que las cien-
describe el nivel en el que emplea sus herramientas analí- cias a las que dan lugar .'c Esos conjuntos discursivos no
ticas: ni obras individuales, ni ciencias o disciplinas, sino consisten en falso conocimiento que la ciencia ha relega-
Ias «prácticas discursivas» que constituyen el saber, un ni- do a su oscura prehistoria, ni tampoco esbozan alguna
vel que separa su obra de la de historiadores espistemoló- cienciafutura que sólo es capaz de expresarse en esa fox
gicos de la ciencia como Canguilhem. ma aún no del todo articulada hasta que surja oomo mno-
He descrito Ia tarea de la epistemología como la de cimiento cienófico. Es decir, esos conjuntos discursivos
encontrar las condiciones internas de posibilidad para la no son ni seudociencias ni cuasi ciencias, puesto que no
producción de un ámbitodeterminado de enunciados obtienen su coherencia por referencia a las normas inter »
científicos. Sin embargo, si la arqueología mantiene con la nas de la cientificidad. Afirma Foucault:
2eO 291

Se trata, en realidad, de figuras que tienen su consis- pero un enunciado falso será lo que Foucault llamó una
tenaa propia, sus leyes de formación y su dispceición autó- vez un «error disciplinado», puesto que formará parte del
noma Ana1izsr formaciones discursivas, las positividades y ámbito regido por reglas de ese discurso científico; per-
cl saber quc les corresponde, no es asignar formas de cien- manecerá dentro de los límites de la particular «voluntad
tiíicidad, es recorrer un campo de determinación histórica de verdad>.'~ Un enunciado que transgreda'esas reglas o
que debe dar cuenta, en su aparició, su persistencia, su normas no será, en términos estrictos, falso, sino incohe-
transformación y; Hcgado el caso, en eu diíuminsción, de rente; caerá dentro de la «pura y simple monstruosidad
discursos, algunos de los cuales se reconocen todavía hoy lingüística».'s Esos enunciados monstruosos no satisfacen
como cientí6cos, otros han perdido ess categoría, algunos las condiciones internas de posibilidad del discurso cien-
nunca la adquirieron y otros por último nunca han preten- tífico y tienen que habitar lo que Foucault denominó una
dido sdquirirls. En resumen, el saber no es la ciencia en el vez «toda una teratología del saber».» Dado que la episte-
desplazamiento sucesivo de sus estructuras internas; es mología se interesa por esas mismas condiciones de posi-
el campo de su historia efecnva+ bilidad, su tarea es, entre otras cosas, describir la división
subyacente: verdad y falsedad, por un lado, y monstruosi-
Así suba.es sinónimo de ciemio como cnmpoes sinó- dad por otro. Esta tarea epistemológica será histórica,
nimo de asxrtsrnsra ~ que es otro modo de decir que puesto que no todas las ciencias comparten la misma divi-
esos conjuntos discursivos son las condiciones externas sión de verdad y falsedad, ni tampoco la historia de una
de posibilidad pata las estructuras de cientificidad. La única ciencia exhibe de modo necesario una idéntica di-
producción real de enunciados científicos se realira den- visión de verdad y falsedad. Esas divisiones pueden ser
tro de una estructura reglamentada que proporciona las más o menos extensas y estables, pero no son universales
condiciones de posibilidad de esos enunciados; todo el ni permanentes. Por eso la forma que adoptan esos mons-
ámbito de esos enunciados se rcalixa dentro de un campo truoscambia cuando aparece una forma diferente de vo-
de saber que proporciona las condiciones dc posibilidad luntad deverdad; una nueva forma traerá consigo una
para la existencia de ese ámbito. Kn ambos casos ten«mos nueva división de verdad y falsedad y así remodelará los
condiciones de posibilidad„pero cadauno está situado cn líxnites dc la teratología de la verdad. Una forma de revo-
un nivel discursivo diferente. lución científica se produce precisamente cuando es esta-
Otro modo de intentar describir las relaciones entre bilixadauna nueva forma de voluntad de verdad.
arqueología y epistemología es hacer una distinción en- El que un ámbito científico determinado tenga una
tre la svoluntad dc sab~ y la cvoluntad de verdad~, una división de verdad y falsedad en lugar de otra, y que esas di-
distinción que Foucault observó a veces (aunque no visiones estén sujetas a transformaciones, no puede ex-
siempre), al xncxios Ímpllcítamente.is Dentro dc un ámbí plicarsc dentro del discurso científico en sí. Al intentar
to científico determinad, siempre hay una separación dar una explicación de la existencia de una división espe-
particular de verdad y falsedad, un conjunto de reglas y cíficao de una transformacióxt que da lugar a una nueva
normas que determina qué enunciadoscuentan como división, sobre cl nivel dcl saber descansa una posición
candidatos a la verdad o la falsedad. Dentro dh esta divi.- central quo necesita ser circunscrita; necesitamos buscar
sión algunos enunciados serán verdaderos, otros falsos, condiciones de posibilidad que se encuentran en el estra-
I

292 So&v eykxemologíay aryuoologra 293

to del saber. Es decir, deberíamos empezar a buscar una zonar, hizo posible enunciados psiquiátricos acerca de la
descripción de la historia, de las formas cambiantes. de la perversión sexual que caredan por completo de cientifi-
voluntad de verdad reposicionándonos dentro del espa- cidad antes de esa época Una condición interna de posi-
cio de la historia de la voluntad de saber. Foucault insis- bilidad para esos enunciados era una transformacion en
tió, ante todo, en que, en nuestra historia, la voluntad de la voluntad de verdad que aportara nuevas reglas para la
saber ha adoptado predominantemente la forma de vo- producci6n de discursos verdaderos, nuevas categorías de
luntad deverdad, de modo que elsaber se nos ha apare- enunciados verdaderos y falsos. De preguntarnos cuáles
cido con rotundidad bajo la forma de verdad científica, e eran las condiciones de existencia de esa forma claramen-
hizo hincapié en que ese hecho debía ser objeto de inves- te nueva de voluntad de verdad, habría que fijarse en las
tigación histórica.xo Además, Foucault afirmó que una di- transformaciones del saber que proporcionaron las condi-
visi6n establecida de verdad y falsedad y las transforma- ciones externas de posibilidad para esa nueva distribu-
ciones de tales divisiones dependen de la existencia y la ci6n de verdad y falsedad. Por ejemplo, buscaríamos ala
transformación de conjuntos discursivos de saber. Una delimitación de un campo de objetos» (como el individuo,
reorganización del saber trae consigo la posibiTidad de la personalidad). «la definici6n de una perspectiva legíti-
una nueva forma de lavoluntad de verdad. He aquí un ma para el sujeto del conocimientos (en este caso, el psi-
ejemplo de este fenómeno como lo describió Foucault: quiatra), «la fijación de normas para la elaboración de los
conceptos y las teoríasx (normas para la elaboración de
En ciertos momentos de Los siglos xvx y xvii (y en Ingla- los conceptos de lo natural y lo contranatural, para la teo-
terra sobre todo ) apareció uns voluntad de saber que, anti- ría de la degeneraci6n)Ps Este nivel de formación discur-
cipándose s sus contenidos actuales, dibujaba plsxies de ob- siva tiene una categoría, una organizaci6n, un funciona-
jetos posibles, observables, medibles, claaificsbles; rms miento y un a h i storicidad d i f erentes de la s pr ácticas
voluntadde saber que imponía slsujeto conocedor (y de al- discursivas de la ciencia misma. Y, sin embargo, está rela-
guria manera antes de toda experiencia) cierta posición, cier- cionado con esas prácticas tal como indica Foucault, como
taforma de mirar y berta función (ver más que leer,veriíicar «el campo de su historia efectivav.~
más que comentar);una voluntad de saber que preserva (y Como debería ser evidente, este nivel de saber es más
de un modo más general que cualquier otro ixiatrumento amplio y más extenso que el de cualquier ciencia determi-
determinado) el nivel técnica del que Los conocimientos de- nada, y las transformaciones en los conjuntos discursivos
berían investirse psrs ser verificables y útiles'' de saber pueden dar lugar a cambios posibles, aun cuan-
do los efectos se realicen de formas diferentes, en las
Resulta claro que Foucault no describe aquí cambios prácticas discursivas de más de una ciencia. Si hay un
dentro de una ciencia, sino cambios de saber que son con- saber común a más de una ciencia, si hay un orden del sa-
diciones previas para la aparición de nuevas divisiones de ber que agrupe diferentes ciencias, entonces ese sistema
verdad y falsedad, divisiones que exhiben normas y reglas de saber constituye lo que Foucault denominó un aepis-
nuevas, nuevas estructuras científicas de una ciencia. He temeo. Aislar las regularidades discursivas de deterxnina-
sostenido que en el siglo xtx una nueva divisi6n de verdad das ciencias puede permitir descubrir que hay un conjun-
y falsedad, que a veces he llamado un nuevo estilo de ra- to de relaciones que agrupa esas prácticas discursivas; ese
j

294 La apcwición de la ssnrahdad' Soárv ir romologzapmyueolo@a

conjunto de relaciones proporciona el «espacio epistemo- do por las normas y reglas internas de una ciencia, no pue-
lógico» para esas ciencias, su episteme s4 Así, un episteme de, en tanto epistem61ogo, tener como objeto de su con-
es una«configuración global» que organiza «de un modo ceptualización el episteme de una época particular, puesto
coherente toda una región del conocimiento empírico».ss que éste está situado por debajo o detrás de los objetos,
El episteme señala las relaciones y la comunicaci6n entre los conceptos y las teorías de un discurso científico deter-
las diferentes ciencias; no está situado en el nivel del co- minado. El episteme es una condición de posibilidad para
nocimiento empírico acumulado ni en el de las normas todo un conjunto de objetos científicos, objetos y teorías
internas de una ciencia que proporcionan el marco para diversos, y nunca puede ser excavado si uno se mantiene a
ese conociiniento, sino que se encuentra precisamente en su nivel. El epistemólogo no puede ver tales condiciones
el nivel de las formaciones discursivas del saber. Como de posibilidad sin modificar su propia posici6n con res-
observa Foucault: «Todos esos fenómenos de relaciones pecto a su ámbito de investigación, y semejante modifica-
entre las ciencias o entre los diferentes discursos en los ción es lo que lo transforma de epi stemólogo en arqueólo-
diversos sectores científicos constituyen lo que llamo el go, lo que lleva de la ciencia al saber, al nivel en que puede
episteme de una épocax.ssLar yulabnu y las cosas es el es- articularse por primera vez la constitución mi sma de un
tudio del episteme clásico, lo que la historia natural, la episteme. El episteme no se sitúa en el plano geométrico
economía y la gramática comparüeron en la época clásica: del epistemólogo; no es tanto que esté oculto, sino que es
invisible desde su punto de vista. Así el episteme no pue-
Sin ser conscientes de ello, los naturalistas, los econo- de superponerse a la dimensión de análisis epistemológi-
mistas y los gramáticos utilizaban las mismas reglas para co, como tampoco las condiciones externas de posibilidad
definir los objetos propios de su campo de estudio, para for- pueden deshacerse en las condiciones internas.
marsusconceptos,construir sus teorías. Esas reglas de forma- Al afirmar que las formaciones discursivas de saber
ción, que nunca tuvieron formulación clara y que sólo proporcionan las condiciones (externas ) de posibilidad
se perciben a través de teorías, conceptos y objetce de estu- para las estructuras (internas) de cientificidad, hay que
dio extremadamente diferentes, son las que he intentado tener cuidado de no malinterpretar la noción de condi-
sacar a la luz, aislando, como su lugar específico, un nivel ciones de posibilidad. El saber es una condición de posi-
que he llamado, quizá de modo un tanto arbitrario, arqueo- bilidad, no de realidad, para la existencia de un discurso
lógico.» cienúfico.Como observa Foucault, un campo de saber
puede caracterizar discursos que en algunos casos aún se
Así, el sistema arqueológico común a esos discursos consideran científicos hoy, y otros que han perdido esa
científicos, sus reglas de formación compartidas, es el categoría o que no han logrado adquirirla o que nunca
episteme de la época clásica. han aspirado a la cientificidad.as Dentro del espacio del
Si situamos de forma correcta el nivel en el que se en- saber tienen que producirse ciertas modificaciones adi-
cuentra el episteme de una época particular, se vuelve ple- cionales para que aparezca un discurso científico. Sin ese
namente inteligible la observaci6n de apariencia parad6ji- espacio epistemológico nuestro discurso científico no
ca de Canguilhem según la cual «el episteme no es un existiría como tal; ahora bien, ese espacio no proporciona
objeto para el epistemólogo».ss El epistemólogo, interesa- las condiciones suficientes para la aparición de cualquier
La apundón de la seosulkbd Sobre ay mfueokge
te toolo«h 297

práctica discursiva científica efectiva. Además, diferentes logía, puesto que esta última se centra en la formación de
discursos científicos, aun cuando compartan un episteme, prácticas discursivas sobre la base de «las incitaciones, los
aparecerán como discursos científicos que ejemplifican centros, las técnicas y Ios procedimientos» de poder; es
ese episteme de modos distintos. Los discursos científi- decir, en la relación entre saber y poder.s' Tanto la FIisto-
cos son ejemplificaciones modificadas de saber, nunca riadí'la locura como El nacimiento tiela chniea fueron no
expresiones no mediadas de él. Para que una formación sólo arqueológicos sino genealógicos ante hxreram, puesto
discursiva cruce el umbral de la cientificidad deben im- que los dos libros trataban de «saberes investidos», el sa-
ponérsele numerosas limitaciones, hmitaciones adiciona- ber al entrar en complejas relaciones con unas prácticas
les a las condiciones de posibilidad definidas en el nivel no discursivas que producían y sostenían ese saber y que,
del saber. Dichas limitaciones, con todo su detalle, ten- a su vez, eran afectadas por él.ssLasyaiabnu y las cosas
drán que describirse por separado para cada disciplina fue la investigaci6n arqueológica más pura emprendida
cienúfica y para cada etapa relevante del desarrollo hist6- por Foucault, puesto que en ese hbro se propuso neutrali-
rico. Así, entre arqueología y epistemología, existe el pro- zar el aspecto no discursivo para aislar los ámbitos discur-
blema histórico, indicado por Foucault en su «Titres et sivos del saber.» La relación de esos tres libros con las
travaux», de cómo es elaborado el saber como discurso posiciones metodológicas en desarrollo de Foucault ha
cienúfico, de c6mo una dixnensión de saber puede llegar sido una fuente írecuente de malentendidos. Sin embar-
a adquirir categoría y función de «conocimiento científi- go, el propio Foucault se mostró bastante claro acerca de
co».so Pasar del saber a la ciencia exige modificaciones lo que estaba haciendo. En 1972, dijo:
cuya extensión y naturaleza sólo pueden determinarse
hist6ricamente. Esas modificaciones específicas son paxte Como he dicho hacx: un momento, Larpuhrbnar~ les so-
de la historia de la relación entre la voluntad de saber y la sas se sitúa en un nivel puriunente descriptivo que deja
voluntad de verdad. Foucault pudo plantear este proble- completamente de lado todo análisis de las relaciones de
ma de manera tan lúcida en parte por sus innovaciones poder que subyacen y hacen posible la aparición de untipo
metodológicas, por su delimitación y descripción de un de discurso. Si he escrito este libro, también lo he escrito
tióformu-
territorio arqueo16gico, un territorio que permi después de otros dos, uno relacionado con la historia de Ia
lar la pregunta de la relaci6n entre saber y ciencia, aislar locura, el otro con la historia de la medicina [...j precisa-
las formaciones discursivas que hacen posible los discur- mente porque en esos primeros dos hbms, de un modo un
sos científicos sin determinar sus formas efectivas. poco confuso y anárquico, había intentado tratar todos los
Al hablar de arqueología y epistemología, he hablado problemas juntos x
en ambos casos de prácticas discursivas, puesto que, en
términos estrictos, la arqueología y la epistemología to- Las@
alebrar ks ama fue la más clara realización del
man coxno objeto de análisis prácticas discursivas dife- proyecto arqueológico de Foucault, quien, al desarrollar
rentemente situadas. Para aproximarnos al interés harto de forma menos confusa y massistemáuca sus aspiracio-
fundamental de Foucault por las relaciones entre prácti- nes genealógicas, pudo volver más articuladamente al
cas discursivas y no discursivas, tendríamos que dirigir- «análisis de las relaciones de poder que subyacexx y hacen
nos a Ia pregunta de la relación entre arqueología y genea- posible la aparición de un tipo de discurso» en Fjgiiar y
(
298 Le eparirióe de la scatalidasl Sobre epistemología y ar l ogia 299

castigar y el primer volumen de la E&toria ek la sceuaMed precisamente porque para Duméül «no hay un privilegio
A medida que llegó a percibir que «si se quiere hacer la absoluto acordado al mito verbal, al mito en tanto que
historia de ciertos tipos de discurso, portadores de saber, producción verbal, sino que admite que las mismas rela-
no es posible no tener en cuenta las relaciones de poder ciones pueden intervenir en un discurso, un ritual religio-
que existen en la sociedad en que funciona ese discurso», so o una práctica sociab.» El método de Dumézil permi-
Foucault tuvo que desarrollar un análisis del poder que tía «una comparación entre los discursos teóricos y las
" acompañara su análisis de las prácticas discursivas, de prácticas», el tipo de perspectiva comparativa que Fou-
modo que al final tuviera los recursos conceptuales para cault emplearía al analizar las relaciones entre sistemas de
. plantear la cuestión de los tipos de relaciones que existen saber y redes de poderos
entre sistemas de saber y redes de poder.ss Foucault distinguió entre tres tipos de dependencias o
Antes incluso de decidirse de modo de6nitivo por la relaciones: intradiscursivas, interdiscursivas y extradiscur-
noción nietzscheana de genealogía para describir el tra- sivas.es Si, en términos generales, la epistemología trata de
bajo que inició después de La arpcealogía tkl saber, Fou- las relaciones intradiscursivas dentro de un discurso cien-
cault ya era plenamente consciente de las diFerencias en- tí6co y la arqueología de las relaciones interdiscursivas de
tre sus primeras obras y lo que emprendía a principios de saber, la genealogía señala las dependencias extradiscursi-
la década de 1970. Describió el contraste como el existen- vas entre saber y poder. En realidad, Foucault desarrolló
te entre la arqueología y la dinástica del saber: la noción de un dispositivo, una noción teóricamente cen-
tral en el primer volumen de la Eftssoreo tk la saxtealida~4
Lu que Hamo carqueología del saber es precisamente con el 6n de ser capaz de estudiar las vinculaciones o la
la locahzación y la descripción de los tipos de discurso, y lo red existente entre los elementos dentro de «un conjunto
que Hamo «dinástica del saber es ls relación que existe en- decididamente heterogéneo», un conjunto fo r m ado por
tre esos grandes tipos de discurso que se pueden observar elementos discursivos y no discursivos.4' El dispositivo de
eu una cultura y las condiciones históricas, las condiciones sexualidad, por ejemplo, es un conjunto heterogéneo es-
económicas, las condiciones políticas de su aparición y For- tratégicamente conectado de «relaciones de fuerzas que
mación ee apoyan tipos de saber y apoyados por ellos».4s Así, Fou-
cault dice que «el dispositivo está j...] siempre inscrito en
Foucault no era en absoluto un idealista linguístico; un juego de poder, pero siempre vinculado a uno o varios
no creíaque todo fuera discurso y que todo lo que uno límites de saber que nacen de él, pero que, en igual medi-
podía hacer era analizar las relaciones entre prácticas dis- d.a, lo condicionan».es De modo que cuando Foucault ob-
cursivas. Sin embargo, creía que las prácticas discursivas serva que un dispositivo es «un caso mucho más general
tenían su propia especi6cidad, que era posible aislar «for- del epistemex, lo que quiere decir es que un episteme es
mas normativas y reglamentadas de discursox aun cuan- una red de relaciones entre elementos específicamente
do uno estuviera ínteresado en última instancia en anali- discursivos, mientras que en el caso del disposiuvo, al ser
zar las relaciones entre esas formas y las prácticas sociales «discursivo y no discursivo, sus elementos son mucho más
no disausivasP' Y se identi6có con el tipo de análisis de heterogéneosn.ee Sin embargo, estas consideraciones ya
Dumézil más que con el estructuralismo de Léví-Strauss nos llevan más allá del Foucault arqueólogo. que es el
•g
La aparici de la s'cncalidad

tema de este ensayo. Mi propósito ha sido hacer hincapié


en que la arqueología, como la epistemología, trata con
prácticas discursivas, y que en este sentido ambas son di- Apéndice:
ferentes de la genealogía. Al mismo tiempo, sin dejar de
garantizar a la arqueología su autonomía teórica, como Foucault, psicoanálisis
hizo Foucault, he querido señalar algunos de los modos
' en que la genealogía afectó a la importancia y las lecciones y placer
extraíbles de sus primeros ensayos.
Jaicié este ensayo reconociendo lo dificil que es propor-
cionaruna descripció adecuada delpensamiento de Fou- A pesar de las auténticas complejidades y las ambi-
cault, dado su constante movimiento y las elaboraciones y piedades reales que caracterizan la actitud de Michel
reinterpretaciones que dio de su propia obra Sin embargo, ' Foucault hacia el psicoanálisis, es posible afirmar n s e -
ahora me doy cuenta de que esas dificultades intelectuales ridad que el descubrimiento &eudiano e i n conscien-
se ven exacerbadas en mí por cierta conciencia culpable. te epresentó para él un logro epistemolópco decisivo
Porque mis interpretaeiones de Foueault casi siempre con- con respecto a la filosofixa que lo rodeaba, es decir, con
cluyen oyendo suvoz, acompañada de'su inconfundible r especto a a enomenolo y exis t encialis El d e s -
risa. Y lo que dice son estas punzantes palabras, que finali- cubrimiento psicoana8tico del inconsexente, como subra-
zan Ia introducción de La arpceoiogk dehaber: ya Foucault en «La mort de Lacan», Ie permitió poner en
cuestión la antigua teoría del sujeto; ya fuera en términos
No me pregunten quién soy,nime pidan que perma- cartesianos o fenomenológicos, dicha teoría era incompa-
nezca invariable: es una moral de estado civil la que rige tible con el concepto del inconsciente, una incompatibili-
nuestra documentación. Que nos deje en paz cuando se tra- dad que Jean-Paul Sartre abrasó y llevó a su conclusión
ta de escribir.< ultima en El ser y la nada Así, para~auca esar de su
coincidente formación
fil
osófica . artre a xedan
como «contemporáneos alternatxvos», xncap ees de habi-
tar el mxsmo espacxo epistemológico.' Foucault vería por
lo tanto como uno de los rasgos definitoxios del existen-
cialismo el intento de «mostrar cómo la conciencia huma-
5® na, o el sujeto, o la libextad del hombre llegaba a penetrar
en todo lo que el freudismo había deser'to o designado
ggg «Q como mecanismos inconscientes».s Puesto que Foucault,
en consonancia con Lacen. entendió ei i n co~nsmen e
como un sistema cteestructuras lógico-itngüisdcas, potga
• ssss oponer la primada del objeto, de las formas psicológicas,
a la búsqueda de estructuras lógicas. estructuras que no
podían comprenderse o explicarse en términos psicológi-
La npurkión ds la scsddnlidsíd 303

cos y cuya existencia no podía reconciliarse con la sobera- lo cual es completamente diferente; y, de modo muy psni-
nía sartriana del sujeto R.l estruct~uralismo, odia enten- cular, al nivel del regreso a Frejxd, de la dependencia del
derse como «la búsqueda de estructuras Íógicas allá don- sujeto con respecto a algo verdaderamente elemental, y que
de se produjeran», y si podían situarse dentro del sujeto, hemos intentado aislar bajo el término sjgnigcunseP
se derrocaría la primacía epistemológica de la conciencia.s
Tales eran las bazas fundamentales del debate filosófico El mismo tipo general de dependencia es un tema do-
entre existencialismo y estru ~ smo c o m o lo concibió minante en La arpceologín deísdxbn.de Foucault; y, tanto
Foucault. Por extraño que pueda arecer, la existencia del en el caso de Lacan como en el de es objeto
.inconsciente fue un com n e nte decxsxvo eTíxñnpñceWo-' constante de ataque cierta form a hum a n i sm , ej empli-
gigmítXÍe FOuCault, AdemáS, el interéa pOr ÍálinguXStXCan'y ficadapor Sartre pero en modo algun a á éi.
por la búsqueda de estructuras lingüísticas desempeñó en No debería constituir sorpresa alguna que, incluso
su pensamiento el mismo tipo de papel epistemológico, tras la publicación del primer volumen de la Historia ck lu
puesto que la existencia de esas estructuras mostraría que sszxddxlidsxd-a menudo malinterpretada como un rechazo
el lenguaje no podía entenderse por referencia a la inten- en toda regla del psicoanálisis-, Foucault insistiera siem- C.
cionalidad de la conciencia, limitando así más los póderes p re en la importancia de a teoxxa s i coan xtxca e x
del sujeto. El espacio de la psique quedaba amenazado conscient y deseara, de hecho, separar su importancia de
por ese espacio alternativo -el espacio de la lógica, de las mucho más sospechosa e o rx a s x coan tx c a e a
estructuras, reglas y operaciones lógicas y lingüísticas- y sexualidad Como dijo: C,
era una amenaza con cuya búsqueda Foucaultestaba I
comprometido. Supuso que Jacques Lacan se halla- Lo importante no son los Tmr snsuycv para ueu s«oría
ba comprometido con una búsqueda similar. De modo < i o L e tasreem« tr k reo»r j..]íroesl acoda. C.
que en otra breve entrevista sobre Lacan, Foucault di- del desarrollo, no es el secreto sexual tras las neurosis y las C.
ce que la lectura de los primeros textos de Lacan en la dé- psicosis, es una lógicíx del mamscí«sdsad
cada de 1950 lo ayudó a descubrir que «había que inten-
tar liberar cuanto se oculta detrás del uso aparentemente Esto me lleva a «LsOccident et la vérité du sexe», el Sts» '
sencillo del pronombre "yo"». d Si las estructuras del in- breve esbozo de Foucault de las cuestiones principales
consciente ayudaban a realizar este objeúvo, también lo del primer volumen de Lu hísmriíx de hx seeualidsxsP Sabe- Le'
hacian las historias arqueológicas de Foucault Y así Fou- mos que la primera idea de Foucault fue titular ese volu-
cault no pudo sino estar agradecido a la intervención de men Sexo y xíerdad'y que consideraba que sus problemas
Lacan al final del turno de preguntas tras Ia presentación centrales giraban en torno a la cuestión de cómo el ámbi-
to del sexo llegaba a situaxse dentro del campo del dis- y
de «Qu'est-ce qu *un auteur?»ante la Sociedad France-
sa de Filoso8la. Lacan observó: curso verdadero; esdecir, cómo en Occidente los com-
portamientos sexuales se convirtieron en los objetos de
[...J estructuralismo o no, me parece que, en el campo vaga- una ciencia de la sexualidad y cómo esos discursos ver- é.
mente determinado por esta etiqueta, no es cuestión de ls daderos estaban vinculados a diferentes mecanismos de
4ga- gg '
negación del sujeta Se trata de la dependencia del sujeta poder.s Sin intentar abordar esas cuestiones generales,
4
Lix capariciópdd oykx ~ i ddr d
~
deseo subrayar la distinción, destacada por Foucault en dareo.'o
1
Ahínqueno tenemos dificultad en comprender y y
su breve ensayo, entre un arte er6tico y una ciencia de la hablar'de la distinción entre deseos verdaderos y falsos,
sexualidad, una distinción que plantea una serie de cues- la idea de placeres verdaderos y falsos (y Foucault com-
tiones que la mayoría de comentaristas de La ryoluntadde prendi6 esta cuestión por más que nunca la expresara e
saber no han acertado a desarrollar. Un motivo funda- e ste modo) resulta conceptualmente equivocada. l l a -
mental s u b yacentepara esa distinción es precisamente ce se agota, como si dijéramos, por su superficie; puede
ebilit esd e un nuevo ángulo, la vieja teoría del sujeto identificarse, aumentarse, sus cualidades modificarse,
c orpora a a a t e on a s i - pero no tiene la profundidad psicológica del deseo. Está, ' (X) t ;

coan n c o os t i po s e te o as re anona os con a. por así decirlo, re1acionado consigo mismo y no con otra )
Aunque Foucault no siempre es sistemático en el uso de cosa de la que sea expresión, ya sea verdadera o falsa- [
esta terminología, diría que debemos extraer como con- mente. No hay un espacio conceptual coherente para que '.
clusión de sus comentarios, ahí y en otras partes, que la ciencia de la sexualidad se aferre al deseo, ni ninguna
mientras e~arr @mico sti ordaniaado en torno ai marco primana del sujeto psicológico en la experiencia del pla-
cuerpo-placer-mtensificaci6n, la sciextidi sexual' st á orga- cer. Las estructuras del deseo conducen a formas de
nizada en torno al eje sujeto-deseo-ver ad. Ks como si orientaci6n sexual, tipos de subjetividad; diferentes pla-
pudiera decirse que la imposición de discursos verdade- ceres no implican orientación alguna, no exigen una teo-
ros sobre el sujeto de la sexualidad conduce a la centrali- ría de la subjetividad o la formaci6n de la identidad. La
da d na t eoría del deseo sexual,mientras que el dis- circunscripción del deseo verdadero es un procedimiento
curso del placer y la búsqueda de su intensificaci6n son de individualízación; la producción de placer no lo es. En
exteriores ' ncia del deseo sexual. Del mismo un pasaje célebremente enigmático de Lyx eoluntad ck sa-
modo q e Foucaul iso s~ear
dsc3aJeadapaicn~ i t i ca ber, Foucault identifica cue l ac n cont r a ste con
del inconsciWirtF8e la teoría de la ual i d aíl, también el~sexo-deseo o m o punto e ap o yo dei contraataque
desea separar Ta experiencia dei placer de «na teoria psi- contra el dispositivo de sexualidad.» Mientras que el de-
cológica del deseo sexual, de la subjetividad sexual.s La seo y la ciencia de la sexualidad son internos a dicho dis-
modificación del sujeto a la que apuntaba el discurso ver- positivo, el placer puede funcionar como punto o línea de
dadero de la ciencia de la sexualidad utiliza la estructura resistencia a sus estructuras y mecanismos. Foucault es
conce tu e ese ar ai e nti a r e a l su- menos enigmático sobre este contraste en su entrevista
'eto y asi e 'tar el i to e a mtervenci6n psico gi- d Le gaü savoirp, realizada en 1978:
ca, es eo tiene~fundidad'psicológica; el deseo puede
ser latente o manifiesto, aparente u oculto; el deseo pue- Avanzo este término fplacer] porque me parece que es»
de ser reprimido o sublimado; pide desci&amiento, inter- capa a esas connotaciones meascas y naturalistas que con-
pretaci6n;el deseo verdadero expresa lo que de verdad lleva ia noeidn de deseo. Esa noción se ha utBtaado como
se quiere, lo que en realidad se es„mientras que el deseo herramienta, marca de iatsiidihiiidad. cahhraeido en tknai-
falso oculta o enmascara la identidad, la subjetividad ver- nos de normalidad: «Dime qué deseas y te diré quién ~
dadera.No cabe duda dedde; emdg~na.pszte-im persau si eres o no normal; seré por lo tanto capas de admiYir o
~ te de la razón por la que Foucault no soportaba la palabra ., descslificar tu deseom. Ciertamente encontramos este dhaga-
p
wN
sos La apargcgdbg
gk le s«»pdeliabcf
t
III
rre f«prise»] que va desde la noción de concupiscencia rité du sexe» como en Lu oolusxarcfck scxber. acerca de csc
cristiana hasta la noción &eudisna de deseo. mientras xepa- otro placer, el « lace del anábsis».'i Porque ese placer cs- g/Q
samos la noción del instinto sexual en ls década de l840. El peú6co p~ce ocultar la división conceptual entre deseo
deseo no es un acontecimiento, sino uns pexmanencia del y placer sobre la que he insistido. En realidad. la inveca- Ó>p
sujeto, en el que se in tod o ese armarán psicológico- ción de Foucault del placer del análisis apunta a comph-
mádico. El tármin @hacer or otro lado, es de libre uso, car la estricta distinción entre ars erosxouy scienxxu sexddxfg'x gjfj
está casi despxovist e s e ntido. Hcp hay «patolog(a» del conduciéndonos a la pregunta de si no puede funcionar ~s

phcer, ni pisar «aaoxmsln. Ks un acontecimiento « . exi r la sniepxxigg


s~, «al m enos en algunas de sus dimensio-
al sii eto», o enelhmite d su eio,eneses goqueno es del nes», como una ars enukais Sin negar lasnumerosas rela-
cuexpo ni e ma, q u e no cita e o t ro ni fuera, en resu- ciones entre esa arte y esa ciencia, deseo señalar que las g/g
men, una noción no asigxwda y no ssignabk.» propias observaciones de Foucault ponen en cuestión la
posición de ese «placer del análisis» en modos que lo se-
El desee permite un agarre o asidero sobre el sujeto ñalan como no homogéneo con los laceros us
que es central en la constitución de una ciencia de la de funcionar como untos dc resistencia al ' o de
sexualidad, mientras que el placer escapa al discurso de sexualidad. lldendts de colocar ese placer entre tnterro-
la patología y la anormalidad, el discurso de la segepxxxa gantes, Poucault se regara axpllcitatnente a esa categona
sessd
dddis; en realidad, su «le~ó n» e n el límite del yo comocontenedorade« laceros ambi u s»,unacaractexi-
molesta, trastoca, la prixnacía del sujeto. Ate es un con- aación no utilixada en ninguna otra parte." Sin embargo,
texto 61osó6co en el que deberíamos colocar las extraox de modo más importante, su caracterización de ese placer
dinarias observaciones realiaadas por Foucsult en 19'F9 em lea uno boa que son partícipes todos eGos de la
en la reunión de Axcadie: tica del deseo en «L'Occident et la vérité du sexe»,
«oui er», «traquer», «interpréter»; en la vo luntad desdx-
l placer s algo que psss de un individuo a ouoi no es ber, verbos como «exposer», «découvrir», «débusquer».
una ciá tn de la identidad, S placer no ciene pasaporte, Son todas actividades cuyo objeto es típicamente el deseo
no dene documento de identidad.» y no el placer, y es el único ejemplo en que Foucault los
adscribe al «placer», prueba suficiente de la posicióu am-
Podemos invertir con faciTidad las observaciones de bigua de ese placer. Además, en «LsOccident et la vérité
Foucault y decir que eí deseo cs una secreúón de la iden- du sexe», hablando del mod.o en que la ciencia del sexo
~
tida i ;posee undocumento ex entidad. Y, como con sigue pcrteneúendo al arte erótica, Foucault se re6ere no I4
otrasclases de pasaportes, puede ser auténtico o falso,re- al placer dcl análisisa sino a las personas quc «serían capa- : j je
presentar més omeuos 6elmente quién se es. Kl placer no ces decomprar tan caro el derecho bisemanal a formu1ar
representa nada„no hay placeres falsi6cados. laboriosamente tu verdad de sxxdeseo y aguardar muy pa-
Aunque podrían útarse otros textos de Foucauh en ciente".mente el besxegeio de Axinterprercxción» (ia cursiva es gg
apoyo de esta interpretación. estas a6xmaciones plantean mía), como diciendo que la formulación del deseo verda- Í4
directamente la cuestión de cómo hay que interpretar las dero y el bene6cio cle la interpretación llenan el conteni-
observaciones cle Foucault, tanto en «L'Occident et ia vé- do del placer del anábsis." Al final de su análisis en Le

gg
308 Luaparición
ds la sacaalidad Apdadics

ooluntud dasaber, Foucault plantea un conjunto de pre- más que una pálida forma que surge por unos instantes de
guntas que ya indican el hiato entre ese placer y el eje una gran fuente repetitiva y persistente, Individuos. seudó-
cuerpo-placer-intensificación que he comentado antes. podos de la sexualidad rápidamente retraídos. Si queremos
Tras identificar el placer del análisis, pregunta: saber lo que sabemos, tenemos que abandonar lo que su-
ponemos acerca de nuestra individualidad, nuestro yo,
hay que creerque nuestra scieetia sanraiisno es m ás nuestra posici6n de sujeto. En su texto, las relaciones del
que una forma singularmente sutil de are eroica y que es la individuo y de sexualidad están, quizá por primera vez. cla-
versi6n occidental y quintaesenciada de esa tradición apa- ra y decididamente invertidas [...]: la sexualidad pasa al
rentemente perdidas áO hay que suponer que todos esos otro lado del individuo y deja de estar «sujeta».»»
placeres no son sino los subproductos de una ciencia
sexuaL un beneficio que sostiene los innumerables esfuer- La inaccesibilidad de E/en, E~, E d en,s u ilegibili- ~ g ~y sí
zos de la mismaP» dad, sunueva forma de extremismo, son marcas de una
exterioridad conceptual y de una resistencia al dispositivo
Esta ultima pregunta s61o puede plantearse coherente- de sexualidad. Nuestra incapacidad para imaginar a qué
mente acerca de los placeres del análisis, y ese hecho solo suena ese texto da fe del agarre de ese «sucio antropoló-
muestra la particularidad, la peculiaridad, de ese tipo de gico» que Foucault no dejó de combatir.» No deberíamos
placer. Es un placer que no tiene la fuerza ni epistemológi- subestimar, como hacemos a menudo, la intensa dificul-
ca ni política de esos otros placeres avanzados por Fou- tad de disolver el sujeto. Si la psicología, en todas sus for-
cault; en una palabra, no trastoca la soberanía del sujeto. mas, ha constituido un «punto muerto absolutamente in-
El interés de Foucault en la disolución del sujeto psi- evitable y absolutamente fatal» de nuestro pensamiento
col6gico de la scienna sexual& no s61o es compatible, sino desde el siglo xix, entonces su ruptura será experimenta-
que, a mi entender, viene exigido por su interés último en da como una suerte de muerte.» Así que no olvidemos,
la subjetivación ética. Sin embargo, en lugar de perseguir en este contexto, las sorprendentes observaciones de
estos ultimos intereses, deseo dar un ejemplo final de las Foucault:
bazas implicadas en la disolución del sujeto psicológico.
Quizá la ejemplificación más clara de esta disoluci6n sea placer e parece una conducta muy dificil f...] Me
aún la de Eden, E/en, Ederi de Pierre Guyotat, a quien gllat ero morir de una sobredosis de placer, sea el
Foucault dedicó un texto breve pero brillante y teórica- que sea. Porque creo que es muy difítiL y siempre tengo la
mente convincente. Guyotat es capaz de representar una sensaciónde no experimentar elverdadero el~ lame
ruptura sin salvar «el sujeto, el yo, el alma», sin proteger la completoy total;y,para mL ese placer está vinculado con la
«primacía del sujeto, la unidad del individuo», sin presen- muerte ...
tar la sexualidad como el «deseo fundamental o primitivo Porque creo que el tipo de placer que consideraría
del individuo».» En su libro, el individuo como el verdadero placer sería tan profundo, tan intenso,
me inundaría tan totalmente, que no podfia sobtevivir a él.
no esmás que la precaria extensión de la sexuahdad, provi- Que morifia»»
sional, rápidamente borrado; el individuo, al finaL no es
f 310

Espero que estemos en situación de tomar las obser-


vaciones deFoucault de maenra conceptual y no psicoló-
gica,y de utilizarlas para hacernos una pregunta que él se
formuló con frecuencia, una pregunta para la que aún no
tenemos una respuesta satisfactoria: équé es el placer del NOTAS
sexo, qué nos haceP

PR6LOGO
1. GeorgesCanguilhem: «Introduction to Penrer tu/&lic: Erreis r'
MmblEouauCk, enArnold I. Davidson (ed, e intr ): Eouceult aeof Jfk Jit-
arkacrm4 Chicago.University of Chicago Presa, 1997. Puede encon-
trarse un interesante estudio sobre la relación de Foucault con el psico-
análisisen Pirata rk la kncre y La voluntad tk raásr en Etnani Chaves:
Foucsults a pricmuflkc Rio de Janeiro, Forense Universitária, 1988. Sin
embargo.slanalizarlospasajesde Le cetunecdde raer que cito a conti-
nuación, lainterpretación de Chaves difumina las diferencias entre los
proyectos mqueológicosy genealógicos de Foucault y lo lleva a descri-
bir msl la importancia de sus observaciones sobre el psicoanálisis.
2. Michel Foucault; E tirrvr@r ck lu ~~ v ol. I: La eoluetad de sa-
ber.Madrid, Siglo XXf, 1989, p. 144.
3. Michel Foucault: Ti& Bismry foSemaliry, vol I: ~ I n r nouhcaien,
Nueva York, Pantheon Roo' 1978, p. l 19.
4. Foucault: La oolunrudckrmbr, op.cit., p. 144.
5. Ibidem,p. 145.
6, Sobre este tema,véase Ian Hacking: eLanguage. Truth and Rea-
sons, en Mardn Hollisy Steven Luis (eds.) : Rarionaliey ertd Erl~
Cambridge. MIT Presa, 1982.

1. CIÉRRENSE LOS CADÁVERES


Este ensayo sc publicó originalmente en unaPrrrcfujátdedicada a
Hilary Putnam y uats cuestiones que se remontan a su famoso debate
de 1962 sobre las verdades anaiiticasy a priori en «1t Ain't Necessariiy
So~. En una serie de ardculos publicados en la década de 1970. Put-
nam ampga y desarrolla ese debate, y sus razonamientos son directa-
mente relevantespara mis objetivos filosóficos a la hora de escribir una
historia de losconceptos y teorias de la p siquiatra
Ofrezco aqui un ex-
tenso estudio de caso del modo en que la categoria de los enunciados
esrelativa a un corpus de conochmento, lo que Hamo un ~estilo de ra-
zonara,Fm concreto, deseo mostrar que algunas afinnaaones ni siquie-
312 ~i Nf sl eb
kslu1%wkifswl'
tu purdett roncharse sin el drssrt14O do un uuevii estilo d» r««rin«r, IN s»ti »Su«ii«l prtvvrsloti irr Vir»7 h psdriikttcieai ariij Thrrapr uiii ln
l'or &ii la pruríhthdad cuisma dniwinc c bír eit rtos»wut tciados contó qiríryn, Jnurttrtt ii/P ~ o irá ttndtifrnrrr! t>it»ui»r (sliril de lg98)„reinrpr
pacto d»1mnbitó c&l cw>
ui«ciento e»ntQ4o d»pi'ndr dc ia &ltuarkiin c n E~rkoth»titprt«nrt tifttttitttá l&~rututtly S»t»l»»dtrrlrgy, Csinhrirlgii,
histbriremeac» especifica d»nu»vos iqinr»ptós v ilc nuevas 4nnan de llarvsrwl lhiivi rsíty irrrss, iu7fi„pli„ lli) ii0,
~i m r ntsr. R»~ 4 'plica, ser esp«s de rinp»ssr «deinosclar 12. Ki»ni«iii tgusillsl P»rvárshrIL nsoii rit,» p. 129.
»I gradó d» wRevsnrla d» ia hlsftuía dc! los riulr»ptos paro Iris prribi» I:k lhirlem,p, 130
tusa retal cenados con la c«t»Seri dptstemolbgirs de los»nunriadiis l4. t~. Frsiik l,ydscoui rg«xual prtvrrsióii, Satyrissis, siid Nyniphtt
tí»engrifa. ntaniat, tifAAr i»l uttd hittyltrul 11 opbtl»l' ,S lt rl brn. i 0 f 7-9. i lltt.i), 2 i3-
Snttu los atcieulos de Puutam mks important»s para uus nlij»tívoe, 2581y 61, nbm. 11 (l4-9 1889), Nl- l 8 5. Ls cita pcrceiieiv a hi pkpwa
v»anse nlt Ain'c N»ecssarily Sov,en itfulktvuuiiot, rtlunvr, «ndilfrthod 2")S
pk~ kic o/ pi91»rrc vol, I, Csmbridge, ( ambridt
cá Uirivrrsity Presa. l gr. Wdcm, p. 2531 la cursiva es mts, Vbasetsnrbibn K, Gky, «Les
1975; nTvro Doipnas' R»visit»d< »There ls ac lea«t Onc if PAPAS' Aherrauons de Pinstínri se«ud!s,Etruur lgiyusophiyur (enero de l884),
Truthu, y sAnalyécity and Altriorityi 8»yond Whiitensiein asid t)uín»t, 8849.
en lltrriíoui sutaM»r«ten.phikrluphirwf pttprr«vol. 19, Ceinihridy", Oam- 16. Jiill»n Chcvsiíer,' lkf piñucrrion dá pinrnnrl riurudt uit ppinl »idcwá
bridge Vntvclsity P»ese, 1983. tnrrrtiiv-ldttiif, Psris,O. Doin, 1885. Clievahcr rdsunie sus ritiirdusíowe al
Agladesco a Michael Lavb«gohn Mr@e»s y Aten Stonc sus comcnt«- Anal dd capitulo 6,
rios auna primer versibn de este ensayo. Fetoy en deuda de modo ca- 17. %ilhrhn <»ricsingcri Di» Puthototfir unii 7hdtrtpiádrrpthrlhirrhán
pe@al ron dos parten«si las conversaciones con Michel Fouimuh en
1976 resuhatvtn cruciales para ayudartne a conceptuahaar estas cues-
Etwl1hhrdátcStuttgsic. Krabhe, 1845. La segunda edíribn empalaes
de l 867. La cita perrriiicre a la eiiicibn inglesa ttfánrut Putkotutftt uñit
tiones y los d»bates con Ian Hacking contrihuyetcrn de mbltiples ior- ThrtwpáuulocLondres, The Ndcv Sydenham Sorídtya 1867o p. I.
tnsli e está.' ~ 18. 1bM»tu, p. 8.
l9. Ibidete, p, 4.
l, Mtvhel Foucaultr Efneciusirnat do kce0nico (trsd, l'rancisca Peru- 20, ihidein.p. 206; la cursiva es mia,
jo), Madrick Siglo XQ. 1999. 21. P«ui Moresu (de Tours) iDet ubttuueiunt du lrnt Sdtidtittue Paris,
2. Citado cri ibiclc'ni,p. 199, Asselin, 1880, p. 146.
3.
4.
Citado en ibidem, pp. 208-$%
Ihidem. p, 20L
22. Rmíl K raep
elin: Prychtrrui»..Ein I áhtbitchflr» Snidirrándocrnd
tftu», imipsig, Sarch, l904, Se cita la vctsíbn inglesa Clinicut prylhiuo3tr
5. Vbanse. por ejemplo, las breves observaciones que ofiece Miriiel A Feerbouhfor Sntdrnlr undPkysiciutiaLondres. M«mullid l 907,pp.
Foucault en «Ld jeu de Michrl Fouceulcn, ktitr rl dedil». 29S4-19SS l 15-116.
(eds. Daniel Defert y Frsneois Kwidd), París, Gaiiímsrd, l994. vol. 01, 23. Otro debate sobre patologia cerebral que merece acencibn es Rí-
p, 323 chard von Kraih.Kbíngi Leh birrhdos P15
tchiultto
uufhtiinitrkdrdtsurdbt-
6, Claude-Franeoi • Michbai nDcs dkviations uudadivcs dePappktit Sá fb p~ r Ar e t á und Sliidirtvndá, Stuttgsrc, Enke,
F. 1890. Se aca ls
vbnbrien+ &aun Whkcufa17 (julio de 1849). Ei caso del sargento Ber- versibn inglesa yátilbouk /l»runigt(trad.
u Charles GUbert Chaddock).
trand provocb uiia serie de debates, de los cueles el de Michka es el Filadelfia, C. A. D«vio, 1904. Vbanse, en espcciak pp. 20-24.
mks inscructivo. 24. Vbanse Ian llackiug: «Language, Truth, and Resson»,en S.
7. Ibidcm. p. 339. Lukes y irL HO18»(eds.):Rutiuñuti9turuMeZariiuirm, Oxfong SisckvteH
S. Ibíd»m. Books, l9821 y Míchel Foucauh: ~ t retien avee Miehel Foucaalt< en
9. Ibídcm. .t)ilr ál rtlriu, 19S tt-19SS (eds.Daniel Defert y Franyws Ecvald), Parie,
10. J, Ct. Kiernani »Se«u«l Pcrversion and Ihe 'gthiteehapel Mur. C«18mard, 1994, vol III, pp. 140-160.
.deis~, Th»Wedicirt S~ 4, uii m . S (noviembre de 1888), pp. 129- 25, Vbanse Kiernsn:«Sexual Perversion .», Op.cit, p. 130; y Criesin-
130," y 4, nbm. 6 (diciembre de 1888), pp. 170l yt ger: AfenarlPuob toglt op.cít„pp. 5-7.
11. La exprcrsibn«principio dc atevísmov es uélieada por Moceen 26. Kr«St-Ebing:ycrdtookofhvu»dlhop.cit p. 21.
Prtnoe en su cotnentario y crictca de las ophuones Kientan y ouas afil 27. El nusnlo corlillnto el»i prohleinas rodea ia introduccsbn de )-4f
i 314 La rtparición ds la sortualidad

Charcot de la ambigua noci6n de «lesión dinámica en referencia a la 45. Kraíft-Ebíngr Tsrctbook on Inranity. op. cit„pp. 83-86, y Piyckya-
hísteria VéaseLsforcr sur lar mrdruhss de systcrmsnsrvsurrfachrs a la Salps- cia Sacuaha op. cit„pp. 34-36. Comento el masoquismo en el segundo
sscVra5 vols, Paris, A. Delahaye, 1872-1893. Se cita la versión inglesa: ensayo delpresente volumen.
Drsmrssfoths KestrousSJrstsw, voL HI, Londres, The New Sydenham So- 46. Kraíft-Ebíng: Psycáopatia Sawn@ op. cit., pp. 16, 52-53. Véase
ciety,1889, pp. 12-14. Comento brevemente estanoción en «Assault on también Tassbookon Insanity,op.cit„p. 81.Para otros enunciados re-
Freud», London Bsoisro ofBooka 6, num. 12 (1984). presentativos, véanse Albert Mollr Pssesssionsfoshs Sac InsscnséNewark,
28. Moriz Benedikt: Anasomiscks Studicn an Psrbrvchsr-Gekirnsn, Julian Presa, l93 1, pp. 172 y 182 (publicado originalmente en ahsmán
Viena, W Braumüller, 1879. Se cita la edición inglesaAnatomiorrl Ssu- en 1891), y Doctor Laupts (pseudónimo deG, Saint-Paul): Lk omosacua-
diar uponBnnn of'Criminak Nueva York, Wm. Woods, 1881. liaí st lss typss komosssrrrslr. Kouoslis sdieion ds Pssvrsssion ssposrrorsirss
29. Ibídem, pp. v yvtt ssscuslics,Parie, Vigot, 1910,
30. Ibídem, p. 157; el énfasis es del original. 47. En la medicina del siglo xvm, la masturbación se consideraba
31. Ibídem,p. 158. exdusívamente un factor causal, omnipresente por supuesto, en la gé-
32. PaulMagnan: «Des anomalies, des aberrations et des perver- nesis de los procesos m6rbidos. No se consideraba como una enferme-
sions sexuellee~,Annalar Mordico-psyckologipcar, 7' ser., 1 (1885), pp. dad diferenciada y autónoma Véase S. A. Tissot: L'CbcanicrnaDiaee-
447-474. tion sur lar maladisspnrduissspar hc massurbasion, París, Bechet, 1832
33.J.-K Charcos y P.M agnan: cInvereion du seas génitabr,Archives (publicado o ~ ente en latín en 1758). En el siglo xtx, pasó a con-
de Neurologie, 3,núm. 7 (enero de 18S2),pp.53-6(ky 4,núm. 12 (no- siderarse como una entidad m6rbida diferenciada y como un impor-
viembre de 1882), pp. 296-322. tante factor causal en la génesis de otras enferme<&des. Para esta inter-
34. Véase,por ejemplo, Paul Sérieux: Bscksrcksschnipau sea lssano- pretaciónposterior,véase Moreau (de Tours): Dar absvations du scns
mahor dc linrtinct casu
casParis, Lecrosnier et Bebé, 1888. gónórifcce,op. cit„p. 168.
35. Griesinger: PIcrrsaiparkology, op. cit., p. 41. 48. Resulta instructivo comparar esta concepci6n de la perversión
36. Richard von K r afft-Ebing: Psyckopaskia ssmcalis,Stuttgart, F. con el tratamiento dado por Tomás de Aquino al vicio contra la natura-
Enke, 1886. Se cita la versión inglesa, traducción de la duodécima edi- leza Santo Tomás creía que babia un tipo diferenciado de vicio libidi-
ci6n alemana:Psyckopatkia Ssrrualis (trad, Franklin S. Klaft), Nueva noso queese opone también almismo orden naturaldel acto venéreo
York, Stein bc Day, 1965, p. 17. Hay importantes diferenciasentre la apropiado a la especie humana, y entonces se llama vicio contra Ia natu-
primera edición y las posteriores; cuando me regera a la primera edi- ralezas, Consideró que el onanismo, el bestialisruo, la sodomía y el pe-
ción, lo indicaré. cado deno observar la forma correcta de copulación eran vicios contra
37. Ibídem, pp. 17-21. La cita es de la página 21. Eí aráculo de Mec- la naturaleza, Los consideró no sólo difercmciados, sino indueo peores
kenzie aparece en elIourncd o
f Medical Scicnor (abril de 1884). que el incesto, el adulterio, la violaci6n y la seducción. Véase Sus' do
38. M. P. Legrain: Dar anomahar rk linstinct sroruol at snp~cvlisr Ar teolo
gía, H4 cuesti6n 154, artículos 11 y 12. Sin embargo, hay que te-
incw sionschrsarar ghcitcü Paris. Cante 1896, p. 36. ner cuidado y no asiuxdar esta concepci6n moral de la perversión con la
39. Moreau (de Tours), Dar abvcctioru du ssnsgórrkifue, op. cit„p. 2. concepción médica decimonónica.Para un comentario, véase el segun-
40. Ibídem, p. 3. Moreau dasiSca como cpecversión genital absolu- do ensayo del presente volumen. Estoy eu deuda con John McNeee por
tas el bestialismo, ía profanaci6n de cadáveres y la violaci6n. También los comentarios sobre este punto.
comenta la erotomanía, la satiriasis y la ninfomanía Curiosamente, no 49. Carl Westphal: cDie contrire Sexualempfcndung», Arskicrfcrs
comenta el insünto sexual contrario. Pcyskiar&c cocd&ervrsnkrrrnkksctsrc,2 (1870), pp. 73-108.
41. fh~rE ng l isk Diotionmy, Oxford, Clarendon Presa, 1993, vol. 50. Véasenota 33.Un casopresentado por Legrand du Saulle aparece
VH, p. 738. enArcnalerm ódioo7uyorcologipuor,4 (1876).Sin em bargo,ese caso no está,
42. Kraíft-Ebing: TsztbookfoInsania, op. cit., p. 79. Kraílt-Ebing ni con mucho, tan bien documentado como los de Chatcot y ~ .
considera la abolición como un caso extremo de disminución. 51. Amgo Tamassiar «Sull'inversíone dell'isünto seeeuaies, llaoiara
43. Ibídem, pp. 77-81. cpssirnsntrds diPmiasria, (1878), pp. 87-117.
44. Ibídem, p. 81. La misma dasificacíón se o&eco en Psyskopaskia 52. Julius Krueg: epecvetted Sexual Inetinctsa,Bt trice,4 (octubre de
Sarualis op. cit.p. 34. 1881), pp, 368-376.
317

53. J. C. Shaw y G. Ni. Ferxie: «Pervexted Sexual Instiucte, Ioxona/of 72. StanleyCavell: «Knowing and Acícnowledging, en líf¹cr /Po
Iitereocce andtífonaxtDiocace, 10, núm. 2 (abril de 1883), p. 198. Un utg t?lean /Fkar P'e Say? Nueva Yorlr. Charlas Scribner's Sona, l969,
comentario de la bibliografia médica del sigo xix ee enixxentra en Che- p. 265.
valier: Do /7neereion do línxxincroae¹oL op. cit cap. 2. 73. Krafft-Ebing:Tacrbook on Inranixtaop.cit.,p,81;la cursiva es
54. Shaw y Ferrie, «Perverted Sexual Ineánct», op. cít. Es elardculo mía Ee un tema de loe escritos de Foucault sobre la historia de ls
temprano más completo aparecido en ingl&. sexualidad.
55. Ibídem, p. 100. 74. Lauptai L%omoxac¹ahlóor lar xypor t¹nnocar¹elr, op. cit.
56. VéanseSérieux: Reckorckex c/tntfuox, op. cit p,37 (citando a 75. Ibídem, pp. 200-201,
Mayxsn), y Kíeman: «Sexual Perversion e, op. cit., p. 130. 76. Kra6t-Ebing:Pipchoparkia Scma/k, op. cit, p. 53.
57. Krafit-Ebiny Pipckopadíta Saraalg op. cit„p. 186. 77. Inmsnuel Kanti Ancropotogta on oerahk pragncdnco(trad. José
58. Ibídexn, pp. 35-36. Gaos),Madrid. Alianaa, l991, pp. 131-128.
59. Molh Pirucrctonx fabo
o Soxlnxánix op. cit p. 171. 78. Immanuel Kant: «Principios metafisicoe de la doctrina de ía vir-
60. Michel Foucaulti literaria de ta eeenahdad. I: La oohoxaxdck saber, tud«, en La nceny5im dehcc cccxc
xonbrax (trad. Adela Corcins Orts y Jesús
Machid. Siglo XXI, 1989, cap. 2. Coniilgancho), Madrid, Tecnos, 1989, pp. 284-287.
61. Krafit-Ebing: Tacxbook enhcnxntga p.85.Para lacuaxtscategoría, 79. Ibídem, p. 287.
Krafft-Ebing parece pensar en esos casos en que alas caracterieticae 80. Charcot quedó muy afectado por loe criticoe que afinnaban que
eexusleefie
icae secundaria se aproximan a lae del sexo al que parten+ la hietexia era una creación aráflcieL que no se encontraba en ls natura-
ce el individuo, según su inscinton Se xufiexe a los casos de seudohex leza, sino que se spxendia mediante la imitaci6n por parte de los «pa-
maíxedítiamo. Véase Poycbopack/a ~ op. c it, p. 36. cientes«que visitaban la Sal pgtribr. Defendi6 con energía que lo cier-
62. Legrain: Der anooxaliar ck ~ a oant, op. cit„p. 51. to ee «que la grande attaque dont j'ai formulé lee caracthies, est bel et
63. Ibídem,pp. 37-38. bien un type morbide natureh ce n'eet paa une création arcificielle: elle
64. Kraepelin: ClintccdPcycktaa3c op, cix„p. 510. apparuent íc toue leeSges, á tous lea paye«. J.-M. Charoot: Lofonx dxc
n¹n
65. Ibidem. pp. 510-514. di k ta Sa/phrtkv /88P'-l884, vol I, Paría, Aux Buresux du Progrhe Mé-
66. Americen Paychiatric kseociationi DShf III Plun¹atdtagnóxncoy dical, 1892. p. 105.
on xdcxrtcndo tcccxxcaxannac nccnarho (trad. Manuel Valdés y otros), Baxee- 81. Por supuesto,la doctrina g eneral del ealiemo científic e h a
lona, Maeson, l983, pp. 3-5. visto sometida a un ataque ca detalla o. Para algunas de las
67. Morton Prince: • Habit Neuceeea aa TxcxeFunctional Dieeasese, crídcaeméerecientee,véane Putm a n i Iet g n/ üo y ta r o ienotax
Sinron tafochratand S¹rgiootJe¹rnat, 139, núm. 24 (l 898), pp. 589-592. nconrtex(trad.Ana Isabel Stelhno . c o, niv e reidad Nacional Autó-
Debe mencionarse el artículo de Al&ad Bineti «Le fecichieme dana noma de México, l 991; Racón, cardado klccoria (trad. José Miguel Este-
l'amoun, Roo¹e Pkitinepktfece24 (1887), como una de las primeme mani- ban Cloquell), Madrid, Tecnos, 198S;y Realinn and Roeson, Cambrid-
festaciones del punto de vista asociacionista No obstante, euasocíacio- ge, CambridgeUniversity Presa, 1983; Nancy Cartwright: avococheLaxar
nismoaun deja espacio para ís noción de estados móxbídoe congénicos, of Phyncs Lie,Nueva Yoríc, Oxford University Presa, 1983; e lan Hac-
que también eon invocados comoparas de eu explicación del fedchismo. íiíng ReproccnrtngandlnioxeenintbCambxidge University Presa, 1983.
68. Prince: «H«bit Nmrosea; op. cit p, 5S9. 82. Moreau: Dei abernn/onc da¹occgéícésifnic op. cit pp. 67-68.
69. Ibldem. p. 590. 83. E.Littré:«Un fraynent de médecine rétroepective»,Ph iloropkio
70. Siynund Fxeud: «Estudio comparativo de lea parélíaíe moáices Panaoa5 (l869), pp. 103-120.
orgánicase hístéri case, en ~ concpierar, a I,l3-21, Madrid, Bíblicne- 84. J.-M. Charcot y Paul Bíchen Lee Dénconiact¹ordoocxlas París, De-
ca Nueva, 1972. lahaye ec Lecrosnier, 1887. Véase especialmente el pxefacio.p. zv. La me-
71. De modo deliberado, no me refiero al punto de vista de Freud dicina retrospectiva de Charcot se comenta en Jan Goldatein, «The
sobre lae perversiones. Eí mejor comentariobreve sobre este tema es la Hyateria Diagnosis and the Pohtics of Antídericaliem in Late Níneteenth
entradaponocoeiónen J. Lapíanche y J.-B. Pomalis: Dice/onaxio depnoea- Cemury Franca», Jox
anal oftVodnn /í&ery, 54, núm. 2 (junio de 1982).
ndhno(crad. Fernando Gimeno Cervantes), Barcelona, Paidóe, 1996. 85. B.-A. Morel: Frairódar dógónénareenosxpkyciít¹o4 inicltao¹ettac or
Véasetambíéexel tercer ensaye delpresente volumen. nxoxcdexck Peyéin k¹oxa/na Paxís, J;B. Balííhre, 1857, pp.4-5. Moral tam-
318 %orar
I

l6íhx utiTisa la noción de una lesión funcional (2fnon~ on n eíkg p,53, wes Hicks sobre Sloso6a, cLeibniz snd Descartes: Proof and Eternal
Para algunos ejemplos de uso de la teoxia de la degeneraci6n, véanse Truthsv,Pcuceeáíngx focho Bricich AcakcxxísLondxus, Oxford University
Jacques Sorel: Da emcep! ck dcófdnbusconco a la norion cf akoolinno cknc hx Presa. 1974.
conccsxpovuinc, Montpellier, Caues et cie„ 1968, y Alan Corbin: 108. Hackingc Weibnia and Descartes: Preof and Eternal Truthm
LsxfiBsx ck naca b&kv cacxcrlk or a r o n ( 19 sr20'cícckx), Paxis,Au- op. cit„p. 188.
bier Montaigne, 1978.
86. Foucault: lliccori» ck la cexscahckxd.I: La «ohaxcad'ckcabcr, op. cit., 2. EL SEXO Y L A APARICI6N DE LA SEXU A L I D A D
- p. 168.
87. Krafft-Ebing:Pcl/chopackia ~ op. cl t , p. 32. Estoy en deuda con Stanley Cavell, Lorraine Daston, Peter Galison,
8 8. ~ liu: fI i n icalPoyckiaoy,op. cit. Ian Hacking, Erm Kelly, John McNees y Jocl Snydcr por lss conversa-
89. Norton Princec cgexual Perversion or Vice?s, op. cit, p. 85. ciones sobre lo tratado en este ensayo.
90. Ibidem. Una de las primeras persenas en reconocer esta conse-
cuencia de la teoxia de la degenersci6n fue A. von Schrenck-Notsing: 1. PhQippe Ariks y André Séjin (eds.): 8onccalidacfoc ocoidonackc
Sccggocrionc-ThoraPio bci hnwkho flon Erxckoúxxc ngon ckx Gscchlccxcrinnss (trad. Carlos Garda Velasco), Barcelona, Paid6s, 1987.
1894. Se cita la versión inglesa ThorccPcxcricBsíggucrion in PcychoPcahia 2. Michel Foucault: cOemoccccingcchxrina, en Dinarocccvócc19$4-1988
~ Fila d eúia, F. A. Davis. 1895. Véase, por ejemplo, p. 145. (eds. Daniel Defext y Frangois Ewald), Paris, Galhxnsrd, 1994, vol. IV, p.
91, Citado por Schrenck-Notaing: ThcrxxPocc cic 8cc88vcrion, op. cit„ 145.
p. 145. 3. Ibfidem, p. 146.
92. Ibidem. 4. Foucault escribió diferentes prólogos o introducciones al segundo
93. Ibidem, p. 304. volumen de is Hicxoria clo la xoxncalichxcfÉste aparece en Paul Rabinow
94. Ibidem, p. v. (ed.): ThcEoacmChBoador,Nueva York, Random House, 1984, p. 338.
95. Ibidcm, p. 146. 5, Ibidem, p. 339; la cursiva es núm
96. Ibidem, p. 305. 6, Paul Veyne: «La homosexualidad en Roma, en Sacccahohckcocci-
97. Prince: «Sexual pexversien or Vice?o, op. cit„p. 85 cócnaxlosop. cit, pp. 56-57.
98. Ibldem, p. 95. 7. Véase ls iutroducci6n de Michel Foucault a Bcrcxdcno Barhin lkx-
99. Véase ei prefacio de Krafft-Ebiug a la primera edición dePqrcho- cnadadlocbxaB (uad. Antonio Serrano y Ana Canallas), Madrid, Revo-
Pachia 8accaxligop. cit.¡p. xxv. lución.1985. pp. 11-15;las siguientes referencias a esta ob ra,abreviada
100, Prhxce: sexual Perversion or Vios?», op, cit„p. 95 III, se incluyen en el texto.
101. Ibidem. 8. Para una critica de alguna de lss sfxrmaciones deFoucault, véase
102. Ibidem, p. 96. Loxrsine Daston y Katharine Park: «Hcrmaphredites in Renaissance
103. Immanuel Kant: Canica ck kx xvwónPcavc(trad. Pedro Ribas), Franca», Cnacallófarciv: PcvnocconfFoc"kirófPapocv in fóonconz Bcxcdior,l,
Msdxid.Alfaguara, l998. pp. S68-B69. núm. 5 (1985).
104. Michel Foucault; cgcxuality and Solitude . Lonckn lfooiccofo 9. Véase Ambroise Paxé: D ar oc~ ( ed. Jean Céard, Gi-
Booka 3, núm. 9 (1981), S,[También en Dicrccdcrixs op.cit,vok IV,p. nebra), Dros, 19? l, pp. 24-27.
1? I.j 10. El libro de Tardieu se public6 en 18'74. Algunas partos hablan
105. Ian Hacking: cSiopower and the Avahmche of Numbers»,kfcc- aparecido previamente en los Annakcc cfkpgókaoyccbligccoan 1872.
axanirioxin Bocio,S, núms. 3/4 (l982). Véasetambién su articulo cThe Las polémicas referentes a la identidad del sexo de un individuo se-
Invendon of Split Personalitiesv.Ii9 C núms. 10/11 (1988), llan girar en torno s las capacidades reproductivas de la persona y, eu
106. Wcstphsb cDie contrire Seaualempfindung . Véase taxubién úldma instancia, la aptitud para el matrimonio. En el siglo xxx, asas de-
Gley: cLes aberrations de l'instinct sexuelv, op. cit pp. 83-84, nota. terminaciones subordinaban las consideraciones Ssiológicas a las ana-
107. Ian Hackiug: aHew Should We Do the History of Statisúcs?~ I tóuúcas, Se consideraba que basar las dasiftcaciencs de hermafroditis-
8 C núm. 8 (primavera de l981), p. 17. Véanse también su Elcccrgi- mo en los hechos Ssiológicos en lugar dc hacerlo en los anatómicos era
ocicncodolaprobcbikdocé Ssrcelona,G ediss,1995,y su conferencía Ds- «del todo inadmisible en el presente estado de la ciencia+. Véase Isjido-
320 La aparcecónctetu scxuatidud Horas 321

re GeoífroySaint-Hilaire:Iliscoüvtfórccrak esparrccuhcbvdescocoraaücsde 26. Georges Canguilhem: «latroductíoa: L'Object de l'histoire des


lhrtfmsisariorc chcz lhossuscee! ks eusaacar, 3 vols., Paris, J.-B. BaiGi@e, scíencess, ea Snakr u"hksoire es ck phileophie des seiesccvs,París, Vrin,
1832-1837, vol. llL p. 34 n. Para un comentario más general de algunos 1983, pp. 9-23.
de estos temas, véase Pierre Darmon: Lc ccbusuct ck li»yuissarcccc Pirih'- 27. Richardvon Xrafft-Ebing: Psyckopuclüa sczuatis.Se cita la ver-
se'es défaiüarccvs corjcutfatcs dcocsl asccknnc 5hmce, París, SeuiL 1979. Es- si6n inglesaPsychcpudiia Sacuatis mish Eyeciatk~ a dí cA rccipa-
toy en deuda con Joel Snyder por algunas clarificacion sobre este rhic Sczual Ircscüccrc A llfedico-Porcrcsic S~y (trad. Frankiin S. Klsi),
punto. Nueva York, Paperback Library, 1965,p.34;lassiguientes referencias a
11. Havelock Ellis: cgexo-Aesthetíc Inversíon», dhcuacr cocdÃcuroto- esta obra, abreviada Pg se iaduyen ea el texto.
gkh 34 (l913), p. 156. 28. D. M. Rozier: Dcs kabisudcssecrcccsou dcs ma i c s p r o duiccs par
12. Ibidem, p. 159. l'orcarcisruc ckez ksfercszcr, Paris, 1825. Este &ontíspicío aparece por pri-
13. Para una explicación de esta terminología, véase Ian Hacking: meravez en la tercera edición de 1830.
cLanguage, Trutb, and Reason, en Martm Hollis y Steven Lukes (eds.): Al releer este ensayo para preparar la publicación de este libro, me ha
BaáorcaügcarccMetacioism, Oxfor4 Basil Blackwelj 1982, pp. 48-66. parecido que las observaciones de este párrafo relativas al dibujo íariui-
14. Americau Psychiatric Association: DStSIIW kfcmacal diugruísücoy do ea el hbro de Rosier contienen una mala interpretación que resulta
ossadkcioo ck los crcutcovcos uuoccatcs (trad. Manuel Valdés y otros) ¡Barcz'.- importante e instructiva. El chbujo de ls masturbadora habitual, al me-
lona, Masson, 1983, p. 275. nos tal como es entendida por Rozier, no forma parte del espacio coa-
15. Aries: cReflexiones en torno a la historia de Ia homosexualidadk, ceptual del estilo de razonar psiquiátrico. La obra de Rozier pertenece
en Sueual&adcsocecdcrcsatea op.cit.,p.109. más bien al régimen dieciochesco de discurso sobre la masturbación,
16. Stanley Cavell: Tlce CtaüuofZ eusn: íycqpmcsus,Skcpsicisza Mo- cuyo ejemplo más influyente fue L Ouarciszce de Tissot, que comentaré
rulky, and Trugedy, Nueva York, Clarendon Presa, p. 78. en el ensayo 4. Las masturbadoras de Rozier practican el vicio solhario,
17. Ibidem, p, 77. mantienen costumbres secretas que pertenecen al ámbito de la momli-
18. Leo Steinberg: La saeüalidnddc Crisso csc claree cklReruscüsucscco dad y la teología,porm ás que esaprácticaproduzca también efectos pa-
y crcelotoido zcodcrsco(trad. Jesus Valiente), Madrid, Hermana Blume, toflsiológicosy anatómicos. La masmrbadora habitual ao es considera-
1989; las siguientes referencias aesta obm, abreviada SC se índuyen da en tanto que tipo de personalidad psicopatológico, sino como uaa
en el texto. persona viciosa cuyo vicio sofltario debe combatirse. El dibujo ao mues-
19. André Chastel: cA Long-Suppressed Episode», recela de la tra- tra csu psique, su personalidad, desintegrándose ante nuestros ojos~.
ducción inglesa de Lu sexualidad ck Cnssoen /Veto York lleoicco o
f Bonks sino un trastorno del alma, representado en sus ojosy en su rostro. Entre
(22-11-1984), p. 35 n. 2. esta alma desordenada y la desintegración de la personalidad, entre
20. Charles Hope: «Ostentario Genítsliumc, Lorcdorc Bcoicco foBooks 1S25 y 1870, se extiende toda la distancia de una ruptura conceptual, la
(15-11l5-12-1984), p. 20. distancia marcada por la aparici6n del suj eto de la sexualidad. Aunque
21. Aquí es pertinente todo el excurso 18 de Steinberg. tratados posteriores pudieron apropiarse del dibuj o deRozier, redescri-
22. Un comentario ótíl de la iconografla de la locura puedeencontrar- biéndolo, describiéndolo erróneamente, desvinculado de su contexto
se en Sander L. Gilman: S~s hcI n s arca Nueva York John Wiley,1982. conceptusl originario para hacerlo encajar eu el estilo de razonar psi-
23. S.Lindner: cDas Saugen aa den Fingern, Lippen etc.beiden quiátrico, resulta crucial reconocer que su redescripci6n es tan distorsio-
Kindern ( L u d e l n) . E ine Studieo, lahrbuch jRr ECücderkeitkusuk uud nante desde el punto de vista epistemológico como la redescripción de
ekczichurcg 14 (1879), p. 68; véase Sígmund Freud: Tresescsa- Chasmt de la posesión demoníaca como ejemplo de histeria convulsivo
yospara urea scorca sacuut, en Obras coa
cptcacs (
trad. Luis López-Balleste- He seflalado de forma extensa esta mala interpretación pocxíue tam-
ros). 9 t Madrid, Biblioteca Nueva, 1972-1975,t. IV, pp. 1199-1200. bién recapitula, desde un ángulo diferente, algunas de las cuestiones
24. Estos artículos aparecieron ori ginalment en Tke&ádicatAsc- que aparecen en mi crítica de Steínberg. Vuelve a subrayar las dificuha-
rtuuh 12 (1894), 15 (1897) y 21 (1903). Se republicaroa con el título des querodean eluso de pruebas visuales,y tam bién destaca elproble-
Tke Pkysiogncee~ oflífercrulDicec and'DcttesceraclhBrístoi,1903.La cita ma de Iarelación eaue descripcíón visualy representaci6n conceptual
pertenece a esta última obra. 29. Michel Foucault: cLe jeu de Michel Foucaults, Discsccvvsaop.
25. Ibídem. cít„voL lll, p. 322,
xx' zs
322 IYotus

30. Ensayo 1 del presente volumen. versacionescon Stanley Cavell sobre cómo aproximarse alostextos de
31. Ian Hacking: aFive Parables, en IL Rorty, J. S, Schneewind y (]. Freud. Una versión de este ensayo se dictó como conferencia en el Ins-
Skhxner(edad):Pkskscpkyin llístcry:BssuysssxsksIIístcnogsupkJtcfPki- titute for Psychoanalytic ~ and R eseaxch de Nueva York, estoy
y
lauPPky,Cambxidge, Cambridge University Presa, 1984, pp. 122-124. en deuda por eldebate que siguió a mi presentación.
32. Véanse Ian Hacking: «The Invention of Split Personahtiesv, en
Aian Donagen, Anthony ¹ Perovich, Jr„y Michael V. Wedin:llusuusx 1. El esbozo que sigue reproduce, con algunas omisiones y adicio-
lyancreuxxdlí/uxusxxllfsxsxckdge, Dordrecht, D. ReideL 1986, pp. 63-85; y nes, el principio de mi ~ ol og y, Genealogy, Ethicsx, en David Hoy C
aMaking Up People», en Thomas C. Heller, Morton Sosna y David E. (ed.): AfickclFoucuult: A OüculÃcudsr,Londres, Sasil BleckwsüL 1986,
WeHbery (eds.): Bcccsxscsucsxsxglsxdío 'duulíssa Aiuonmwy, Indix iduulíty, pp. 221-234.
usxdtkc Sajón
1VcstssvxZbagk4 Stanford (California), Stenford Univer 2. Michel Foucault: aEntretien avec Michel Foucault», en Dsts et
sity Presa, 1986. pp. 222-236. Hachng me atribuye la doctrina del no- écríts, 19$4-1988 (eds. Daniel Defert y Frangois Ewald), Parla, Galli-
xninalismo dinámico en este último texto basándose en mi «Ciéxrense mard, l994, voL IQ, p. 160.
los cadáveres» (ensayo 1 del presente volumen). 3. Michel Foucault: aHistoxy of Systems of Thoughtv, en Donald F. gg
33. Johann Heinxich Meibom: T ucsuuss dcusuJFngmrum in svsucc(ice Bouchard (ed.) : Luxxgxs cgs, Ccusxtsr-3lcsssory, Anaica Sekcssd Euayx ussd C
8 usxxssvu, l639. Se cita la versión inglesa: Osx xksflscof ~ ísx V s- Isxtsrukxur, Ithaca (Nueva York), Corneil University Presa, 1970, p. 199.
nereul~nirr, Chester (Pensilvania),1961,p.19;lsssiguientes referen- 4. Michel Foucault: vpréface k l'édition anglaise [de Las sucts st las gg®
cias a esta obra, abreviada FVA, se incluyen en el texto. La primera tra- ckcsss]~, en Dics asdcsie, op. cit, voL IL p. 7. eüg
ducción inglesa de este tratado se publicó en 1801.[El facámil de una 5. Véase Iau Hacking: aMichel Foucault's Immature Science», lygur,
traducción inglesa de 1898 puede consultarse en: http://www.'en- 13 (marzo de 1979), pp. 39-51. «ice
glish.upenn.edu/-mjm/meibom/meiboxnJxtmL] 6. Foucault, aPréface k l'edition snglaisea, en Dítsctdcsxu, vol. H, p. 9.
34. El ejemplar que cito está mal peinado; la p. 30 sigue a la p. 23. 7. Fouceult:aHistory of Systems of Thoughtv, op. cit., p. 200.
35. Pera más comentarios sobre esta terminologia, véase el ensayo 8. Véanse los ensayos l y 2 del presente volumen.
de Hacking citado en la nota 32. 9. Comento esta noción en extenso en mi ardculo aStyles of Ree-
36. Agusdn de Hipona: Lu ciudud xk Dks (trad. Santos Sentamaxte y soning, Conceptual History, and the Emergence of Psy~ , en Pe-
Miguel Fuextes), MadxiiL Editorial Católica, 1978, lib. 12. ter Galison y David Stump (eds.): yyscDssusxísyof Sücuu Palo Alto, Stan-
37. Tomás de Aquino: Susuu dctsckgía, 5 vola, Madrid, Biblioteca ford University Presa, l995, asi como en el ensayo 5 del presente volumen.
de Autores Cristianos, 2002, vol. IL p. 483. [Existe edición digitah 10. Véase Heinrich Wcilfflin: Ccuccptcs fusxckwnouuks csx lu kistsrxu
http://www.dominicos.org/biblioteca/suma.] dsl cvzs (trad. José MorenoVilla), Madrid, Espesa-Celpe, l 979x.
38. Richard von Krefft-Ebiug: Lekróuck dar Psychuuría La cita proce- I l. Véanse Paul Veyne: L lsxssstuísvdía dígi FívsuccssLe@xx ssxuugxssuk
de de la versión inglesaTcctbcck folsxsasxityBaredcss Clísxicul Obscsuutícsxs uu Collsgc ds chuscaParís, l976; y Arnold Hausen TkcPkíkscpkl/ofArt
(tred. Charles Gübext Chaddock), Füadelffs, 1904, F.A. Davis, p. 81. llísxxs3sEvenston gllinois), Northwestern University Presa, 1985. Hau-
39. Muixel Fouceult: «Le jeu de Michel Foucault», op. cit en Die ct ser se refiere a la expresión de Wolfflin, cKuntsgeschichte ohne Na-
sésxe,voL IIL p. 323. Foucault utiliza esta expresión en un contexto di-
ferentedel mio, aunque relacionado con éL
m en»,que aparece en elprólogo la pximere edición de su libro y que se lk4
omitió en ediciones posteriores.
40. Michel Foucault:Lu urpccckgíu acl subcr(trad. Aurelio Garzón 12. Wolffm: Cxuxcsptus. op. cit„p. 15. f%P
del Camino), Siglo XXI, México, 1970, p. 320. 13. He comentado algunas de estas cuestiones en relación con la f84
41. lbidem. histeria en mi aAssault on Freuds,Lcsuksx Bcuxssuo fBusks (5-19 de ju-
lio de l984), pp. 9-11. i.~
14. En lo quesigue, vuelvo a contar. con algunascitas adicionales, partes
3, CÓMO HACER LA HISTORIA DEL PSICOANÁLISIS
del ensayo 1 del presente volumen. En dicho ensayo puede encontrarse
Los debates, tanto recientes como pasados, con Dan Srudney, Nancy una documentación histórica m ásdetaQada en apoyo de m isaf frxnacionea
C~ t, Pet e r Galison. Erin KeHy y David Wellbery hen sido de 15. Véase Michel Foucault:llxstsrux sk lu ssccuuhdud, ool. I: Lu uckssx-
gran ayuda para este ensayo. Me han sido de enorme utilidad les con- md dcsubcr (trad.Ulises Guifiszíí), Madrid, Siglo KU, 1989s.

C
pp

325

ll®g 18 Véase Paul hlotvau (de Tours): l%w absnutkttst cktcctst~ aktta kamanu, Antonio Desmonte,Barcelona, Crhica, l983. He criticado
Feri, 1880s, p. 2 las agrmaciouee de Bettelheim en «On the Enghehiug of Freudv.Lon-
17. Ibidem, p,3. tfotsAvieso ofBoo
kt (
3-16 noviembre 1983).
18. (Irfettf &glitk SitaettatJke.v. pcrocteiott
19. Richard von Kralft-Ebm@ loktótad MApckiatric, 1879-1882.
31. Iwan Bloch: Bcitrqfc ttar coleg
io
tútr Pzyckopatkia caettalit,
Dresde, H. IL Dohrn, 1902-1903. Se cita la vtuvión inglesa del primer
Se cita la versión inglesa Tctttbook fol ataratltBatctl ott Cktticcú04ctvu" volumen de esta obra: Aatkropologicul atstlErkttological Stcttfiot itt tko
eotst (trad. Charles Gilbert Chaddodt), Filsdelgs, F.A. Davie, 1904, p. Strattgvtt Scttaal phactitct of~ B a cct eraMú ~ , N u evaYork Fsietaff
79; las siguientes tefcrencias a esta obra, abreviada 1X se incluyen en el Presa, l933, pp. S y 6; las siguientes referencias s esta obra, abreviada
texto. Kra%-Ebing considem que la abolición es el caso extremo de AS, eeincluyen en eltexto.Creo que SuHoway no percibe de modo
chsminución. adecuado el papel de la obra de Bloch en los Trst ettssyot... de Freud.
sc 32. Bloch: Bcitrtsgv «ttr dtiologic tfcr P~ckopatkia cotrualis Se cita la
20, La misma dsshqcación se da en Sichstd von Krafft-Ebing:
P cbttkopatkia ~ . Se c i ta la ~i ó ninglesaP~ckepatkia Sacttalit, versión inglesa del segundo volumen de esta obra:Ancknyohgicalaml
* BtknologicalSátckos l935, op. cit.,parte 2, p. 4.
teitk &@erial lliybvttco to tkc An~ Satctaf ttttttacc d llfctkco-Sbtvtttic
etc
Saa
fbt (trad. Frsnldin S. Klai), Nueva Yorit. 1965, p. 34; lae siguientes 33. El alemán dice: cDie Granee dieses Ekels ist aher hüuilg rein
• w- referencias a esta obra, ahseviathsPS, ee induyen en el texto. Jronventionellc, Gctattottoltc Stktitihts op.cit vol. V, p. 25.
21. Véase también 2X 81. 34. El dolor y el espanto se mencionan respectivamente en las
22. Véase Franh J, Sulloway: Eictttf, Bioútgict of rko PEüttkNueva pp. 1186 y l l87; loe ideales estéticos y morales se enumeran en la p.
Yorit. Harvard Univetsity Presa. 1979, eep. csp. 8. 1198.
23. A/bert ükoll:l bs Eontttcftv Setcta~ e tg Se cita ls versión in- 35. Freud utilisa el término a[instintoe] erógenos» una ves en la
Sjesa Pcrtartiotttof tkcgavlsttitttrt AS~ ofckc Scsltttittct (trad. Msu- p. 1207. El alemkn dicx, "cetagenen Triebenc, Ceaumttto/tv ~ op.
rice Pophin), Ãewsrit, (Nueva Jersey), Jtúisut Presa, 193L pp. 171-172, cit vol. V,p,68.
ia cursiva esaún' 36. Freud utilixa la noción de uniformidad en dos pasajes txuciales,
24. Paraalgutlos ejemplos franceses de esta interpretación, véanse Véase T, pp.ll79 y ll88.Paralos usas alemanes de gkti ok~ig véase
Nsurice Paul Legraint Dct atcotttaléct tfe Pttttittcr ccatul ct cn panictt llcr ~c l e t~ op. c it., voL V, pp. 21 y 36.
tfst ittocrciotst Ck cetst gttttital, Parla, Cerré. 1896, asl como Dr. Laupts 37, Freud utúiaa la palabra paafgvtta («pathogenea) en este contex-
(seudónimo de Georges Ssint-Psul): Lketttocceetaúltfctlst Sgtcckottttac-
ttttcú. Hottvcgo Wiúítt ciar vAtvcreioat cepttttcrtisft cccstclúec, Parlo, Vigot 3S. El pasaje alemán aparece en Cst~ Sckt t ykva
op. cit voL V,
Fe+res, 1910. pp. 3445
25. l l olh 8swetviottt o
f cko Sartttfi ttx op. cit p. 180. 39. El correspondiente pasaje slemén aparece en CuuttttttokvSckrt f-
26, Sigmund Freud". yrot otstaútat para tasa tterút ccxttaé en Obrat trn, op. cit.,voL 5, p. ll3,
pgÃp astqpúrat (tracL Luis Lóper Ballesteros), bksdrid, Sibhoteca Nueva, 9t, 40. Pueden encontrarse inu oduccionee útiles s la historia de lae
1972, tomo IV, p. 11'72. Las siguientes referencias a esta obre, abrevia. mentalidades en Jscques LeGog «Les mentalitke: Une histoire ambi-
da T, se induirkn en el texto. gua»,en Jscques LeGoif y Pierre Nors (eds.):Eaitv tktPkistotre:llotroo-
g@ll 27. En mi comentario, dejaré de lado lss observaciones de Freud aux objcce, Parie, GsllimanL 1974; aei como en Roger Chartier: cInte-
acerca de ls opinión poyohr referente a la ausencia de sexos&ad in- llcctusl History or Sociocuhural Histoty? The French Trajectories», en
fantg. La cuestión de la relación entre opinión popular y culta sobre Domitúch LaCapra y Stcven I Kaplsn (ede.): kfockttvt Ettttppcatt Ittesgto-
I®® 9 este tema es demasiado compleja pata snalisaria squL tttal llittoryt if cappraitaú att tf Reto Pctvpoctioot, Ithaca (NuevaYork),
28. Para una visón genersúútiL vksee Sullowsy: FreutL Biologist of Corneii Uniwxeity Ptese,l982, pp. 13%tL La noción de mentabdsd ee
the 14ntL op. cit. invocada psrs la historia de la ciencia en algunos de loe ensayos de
29. Ei alemán dice: vDie E~ an de n fiir abnotm gehaltcnen Srian Vi ch era (ed ) : Occttú atttf Sricttc~ic kfcntaútiot itt tkc Bcvtaiteattoe,
FiQtm lehtt una v (FreutL Cstattstttokv S~ Vien e, lnternsrionaler Cambridge, Cambridge University Presa, 1984.
ISSi® Peycktoaua/ytiecher Vtnlag, 1924, voL V, p. 20).
30. Paraun ejesoplo reciente véaseBruno Bettelhehu: &tttcfbt el

N%I 'y
~ a
Notar

4. EL H O RROR A LOS MONSTRUOS llfotxttere (trad.John Brooke), Londres, Colophon, 1579. La cita proce-
de dehxprimera página del prefacio de Brooke, sin numerar en la edi-
Entre las muchas personas que me han oírecído comentarios y suíp:- ci6n de 1579.
mnciassobre primeras versiones de este capítulo,estoy especiahnente
l l. Ibidem.
agradecido a Daníeí Brudney, Naucy Cartwright, Justine Cassell, Stan- 12. Ibidem. La cita procede de la segunda página del prefacio de
ley CaveiL Loxrsíne Daston, Peter Galison, Jan Goldsteííx, Joel Snyder
Brooke.
y David Vellbery. 13. Delumeau: Lepeoái'etlapear, op. cit, p. 153.
14. Sigo aquí lainterpretación de Delumeau. Ihidem, pp. 152-158.
1. Lucien Febvrex eSenaibilité et histoirea, Awasht y%atto&v ttoxooxi-
Sin embargo, todo el capitulo 4 de Delumeau debe leerse en este con-
llxceettoeiuk, vol IH. 1941. Se cita a parár de la vcusíón inglesa eSensibi-
lity and Histoxy: How to Reconstitute the Emotional Life of the Past», en
15. Citado en Delumeau: Leydn&et iapoor; op. cit., p. 155.
ANetoXixtlef lFistotxtLondres, Roudedge snd Kegan Paul, 1973, p. 24,
16. Ambroise Paré: Det m»nttret etprocbjbvt (ed. Jean Céard), Gine-
2. Este ensayo es un kagmento de un manuscrito mucho más hugo bra, Librairie Droz, 1971. Existe una traducción inglesa, que es la que
titulado eThe Histoxy of Horror: Abomiuations, Monsters, and the Un-
natuxal . El manuscrito es un análisis hist6rico comparaávo de los tres
se sigue habitualmente, titulada OxxPlmattere araCxxfareele Chicago, Uni-
versity of Chicago Presa, 1982. Por alguna razón inexplicable, el inglés

conceptos mencionados en el átulo y los vincula con hxreaaión del ho-
xmr, con lo que da un primer paso hacia una redaaión de una historia
t raduce~ por taarvelt,
en lugar de utilizar ptudjgios La traduc- ege
del horror. A. continuación utilizo esa histoxia comparativa para exami-
ci6n dalugar a confusión.
17. Céaxd: La xxaatre et letprocógac op. cit,
esp
nar la fenomeuología del horror y su anáhsís moral, entrelazando las 18. Katharine Park y Lorraine J. Daston: «Unnaturaí Conceptions:
pxeocupaciones hist6ricas y 61osóhcas. The Study of Monsters in Sixteenth- and Seventeenth-Centuxy Francz:
3. Jean DelumeauxSl seiecb erx O~ (eib úxt XIMP LV): cota
cixt- and England, Pattaacl pxvterxc92 (agosto de l981). Para algunos tra-
cfecleitiacfa (trad. Mauxo Armigo), Madrid, Tauxus, 1989; yLepeohiet áx
tamientos premedievales de los monstruos, véase Bruce MacBain:Ao-
peur:La ealpabilitatiotxen ~ Pa ris, Faysrd, 1983. djgy aaclEzpiatioa: A Scady ie Rebtfiorxarxcibbhtict irx Repabliasn Rorae,
4. Para un debate útiL véanse, entre muchos otros, JaccpxesLeGolf:
B ruselas, Collection Latomus, l982; Raymond Bloch: Lat ~ oáxt xt
eLes mentslités: Une histoíre ambiguee, en Jacques LeGoff y Pierre
l otnfxate csxtifxc4 Paris, Presses Universitaires de France, 1963; y E.
Nom (eds.) : Euire cle lyxxíeoire: Hoetoeaaa objeets Paris, Gallimard, 1974; Leichty; a Teratological Omens», en La Dioirxatiott exx llfáopotataie atx-
Robert Mandrou: W'histoíre des mentahtése, en el sráculo «Hísxoire» ciceoxe et datxt lat nfgimu ooititxa, Paris, Presses Universítaixes de France,
de la ~p ecl ia fltxi~ París , Encydopedia Universalis Franca, 1966.
l968; Jean Delumeau: eDéchristianísaáon ou nouveau momia de chxis- 19. Tomás de Aquino:Sxoeetcleteologáa, Madrid, Biblioteca de Auto-
tianísme», ~ 40 (julio-diciembre
cbt S c iexxte Soeialet cáxt Reúgicoss
resCnstianos, 2002, parte H-H, cuesti6n 153, artículo 2.
de 1975); y Cario Giuzbuxg: Slfxcetoy lerg
xaaxxot ( trae%Francisco Msr 20. Ibídem, p. 483.
án), Barcxdona, Muchnik Editores, 1981; prefacio a la edición italiana 21. Ibidem,H-H, c.154,art.12.
5. Es lo subrayado por Alphonse Dupxont en su influyente ensayo,
22. Ibidem, p. 485.
epxcxblhmes et méthodes d'une histoire de la psychologie collective»,
23. lbidem, H-H, c. 154, axt, 12, rép. obj. 4.
Amada (enero-febrero de 1961).
24. Ibidem, p. 485. Un debate útil de este fragmento de Aquino se
6. He intentado hacerlo para la historia de la sexualidad en los ensa- encuentra en John Boavell: Orittiaxxieoxo, cobovxaeia eocialbt Aemoxeeexali-
yos 1-3 del pnxseute volumen.
7. Véase Dupront: eProbíbmes et méthodese, op. cit, p, 9.
xfaci(uad. Marco-Aurelio Calmarini), Bxucelons, Muchnik Editores. C.
l993.Véase en especial elcap.2.
8. Martín Lutexo: ib"tría Veimsr, K Bóhlsu, 193O1985, vol, 14 pp.
25. Paré: Otx Wonttert toxciiífatuela op. cit, p. 3. En 1579, Paré a6adió
370-385,
una tercas categoría a la de monstruos y prodigios, a saber, los mutila-
9. En la intexpxecación de este opúsculo, sigo a Jean Céard:La xxaxxr ;
dos (kr ~ g,N o comentaré esa categoría puesto que, como observa
re et lotprocúgeaGinebra, Librairie Droz„1977, pp. '79-84.
Céard, tras el prefacio, Paré deja de utihzar el concepto de los mutila-
10. Marán Lutero y PhxTipp Melanchthon: OJ'7}ooIV~ P opx tlt
dos. Véase Paré, Det »xoxaxxz etptocájgsr, op. cit p. 151.
C,
328 329
t

26. Céerd, La nataavcrkaa ~ op, cic pp. 304305. ejerció una in6uencia decisiva sobre el fallo del tribunal . Citado en
27. Sobre este tema, véase ScuercClark: eThe Scienci6c Ststus of Hsrry Ho6ner: «Incest, Sodomy, snd Bestislity in the Andent Near
Demonologys, en Brisn Vickers (ed.): Ocea!tand Scieaójfckyentaknet m Esst, en Harxy Ho8ner (ed.): A!ter Orient acnd A!tet Tettamen4vol
tke RenaiatanosCembridge, Candmdge Univesirty Presa, 1984. XXGa Orient and Occident, Neukirchen-Vluyxx, Neukirchener Verleg,
2S. Paré,On Monteara.„op. cit,p.152. l973, p. 83, nota 13. Este caso excepcional no debe llevarnos s creer
29. Césr4 La nataareet!etpockí!eeop. cit pp. 293-295. que los juicios por bestislismo exigfen le atribución de responsebiTided
30, Paré, On 8$macere op. cic., p. 5. En ese cepfculo, Paré también moral e los animales.Para un debate, véase J. J. Finkelstein, Tke Or
-pasa revista a los monstruos producidos cuando un hombxe copule con Tkat Oored,Hledelñe, The Americen Philosophicsl Society, l981, esp.
una mujerdurante ls menstruación; establece una analogfe entxe esa pp. 69-72.
actividad y el bestislismo, puesto que «es algo sucio y animal tener tra- 40. Edaeaxd Tyson:eARelation of two Monstruous Pigs, wich the Re-
Aos con una mujer que se esck purgendo~. Sin anaya squf este impor semblence of Human Feces, and two young Turkeys joined by theBre-
tante teme, sólo señalaré que el mismo capitulo del Levfcico que pxcahf- esta,Pha?otoPkical Zhantactiont of tke Roya! Sociegt,21 (1669), p. 431. Se
be el bestiehsmo prohfbe también Ias relaciones sexuales con una he modernizado la puntuación.
mujer durante la menstruación (el capitulo reiterante es el 18, no el 16 41. Ihfdem, p. 434.
como añnna Perú). 42 Los recuerdos de Txevesy los informes médicos pertinentes se
31. Paré, Det montnvt, op. cic„cap. 9. Este capitulo apetece como repxaaducen en Ashley Montsgu: Tke Elcpkant8fcw, Nueva York E. P.
capftulo 20 en la traducción inglesa. Dutcon, 1979.
32. Paré,Onkíonttert op. cit,
p.6?. 43. Véase el comentario de Tomks de Aquino en Suma deteología,
33. Ibfdem, p.?3. partes I-H, c. 91, art. 2, y c. 94.
34. VéaseDelumeeu: Lepdckíet kapeaar,op. dc„p. 156. 44. He extrefdo mi liste del art. 1, sec. 4, de S. Tissot: L??nanitmea
M. Citado en John BlockFriedmm: Tke!lfonttnanaRaottinWcdie- Daaertatíontaar!et makadietprodaaitetpar kamattacrbation, Lausana. Marc
ealArt ana" Thoa4ffhs Csmbridge, Harrsrd Univeráty Pres», 1981, p. Cepuis, l?80a. La lista de Tissot es muy representativa de otros debates
182, El llbxaa de Friedman constituye una útil intaoducción a la cuestión dieciochescos, En 1832 se publicó une traducción inglesa del libro de
de les resesmonscruosea, cuestión que no snslixaxé aquf. Tissot:?Ivatite on tke Diteatet Producid'by Onanuaaa,Nueva York, Co-
36. Paré. Onxlfontccrt.. op, cit p. 8. llinsend Henney, 1832. Para los debates e propósito de le bibliograge
37. Paraun ejemplo inglks, véase John Ssdler: TheSicke IFomank sobre la mssturbeción, véanseT, Tercsylo: L'Onanitme de Tissot»,
Prianate Lookiníf-O!atte. del que se citen &agaaaentos relevantes en Paré: Jxaia kaaítikneSihds 12 (1980), y Seno et kbercíaat tiec!edet Laonieavs Pa-
On3fonttert..„op. cit..pp. 174-176. ds, Presses de le Rensisssnce. 1983; J. Scengers yA. ven Neck; Rktoire
3L Loxráne Deston: eThe üeelineof Mírense, mmoserico inkchto, d'amegrande pecar: La mattaaéaxiom
a, Brus~ Rditions de l'Üniversitk de
p. 12. Bruxelles, 1984.
39. Paré, On!Ifonttert.. op. ch p. 69.Le prkctica de matar el ser hu- 45. Un ejemplo representativo es Alud Hitchcocka «Insanicy and
mano y el animal imphcedos en una copuleeión posee una larga histo- Deech from Mesturbetion», Eotton A&dical anal Saargicod Joacrna! 26
ria que se x emonte e le ley del Levitico 20:l&-16. He en~o unas (1842).
pocas escepeiones en que el animal fue perdonado. La mksinteresante 46. Tissoc, L~ ir m e , op, cit„p, 33.
de esesexcepciones es noti6ceds como sigue:«E P.Eveus dedsre que 47. Véase, por ejemplo, el último perrafo de le introducción de
en Vanvres en 15?0 un tal Jecques Verxons hxe ahorcado por copular L'Oaeminne, op. cit.
con una burra.El animal fue perdonado por e)egerse que habfe sido 48. Ibídem, p. 3.
vfaims de le violeuda y que no hsbfs participado por voluntadpropia 49. Ibfdem, p. 121.
El prior del convento local y varios hebicsnces del pueblo Brmeron un 50. Pierre Guireud;Lhctionsaire kittorepce tty!itnface,rkolxarifsss Zfp
cerci6cedoasegurando que conodsu s lareferida burra desde hada mokgiface,de la hxííataav íaetif!acs Perla, Peyoc, l978, p.?6.
cuatro años y qu» siempre se hsbfs comportado de modo virtuoso,tan- 51. Ibfdem, 215.
to en su cesa como fuere de elle„y que nunca habfe dado motivo de es- 52 AmbroiseTsrdieu: Etacdemídico~ t aa r!ea ~ aacr mercade
r„
ckndslo s nadie. Ese documexctose pxeseotó en el juicio y se dice que Pecfe,
J,B.Bellida,1878a,p.198.
53. Ibldem, p, 2SS. 15. Algunos de los problemas del modelo de Wolillin se comentan
54. Ibidem, p. 195. en Schapiro: «EstUos, op.cic„sec.V.
55. lhidem, p. 237. 16. WolNin. Conee/rerz~amcrrrre/cree /e hixeorie c/e/ errc op. cit.,
56. lbldexa, p. 236. pp. 16-17.
57. Bédem, p. 258. 17. Ibidem, p. 17.
SL lhMem, p. 260. 18. lhidexn, pp. 324-325.
59. Michael Mitchell; /lfrmrrrrx fo r/rr~
"Cherórs ~
uaryy
Ag crrPkoer/ire/rhrof
cer a Toroato, Gauge Pubhshing, 1979, pp. 28 y SD. Es-
19. PsulFrankl: Axircripirrrfcrreemsnxxxlar c/crhx hirerrie rrícr /eerpcisceec-
rer rr/c/erenrr//rrck /e ceyccixrrrecreercrcrycre, /era-/900 (trad. Hermirxia
coy en deuda oca Ian Hacking por haberme pxapoxeioaado estehbro. Daucr), Barcelona, Gustavo Gili, 1981.
20. WglfBün: Rin«ip/cr ogMnrh//rrcrr3s op. cit, p.rx. La tesis también se
repite en p. 11 fversibn en castellano, p. 15].
5, ES T I L OS DE RAZONAR
21. W6181in: Concrprer júmr/emerrreler cm/e historia Af errc op. el t.,
1, Véanse los ensayos 14 del presente volumen. pp. 326. La cursiva es aús.
2. J. L Austin: «latelligent Behaviourr A Griticsl Review of Ã4 Ccrn- 22. Véanse los ensayos 1-3 del presente volumen.
c 9ar ef~ en Os car P. Wood y GeorgePiccher (eds.): 8yhrrA ~ 23. Miehael Baxandall: Riseuw y cric/e coocfiene erc c//Ieneeireierxrcrr
aen cffCritkelEeeys Nueva York, Anchor Books, 1970, p. 51. erre ycrrpcrricrnne en e/ gaerrrsexrcxo(trad. Hornero Alsina), Barcelona,
3, Debo mcaciomu que un saóiisis de la moda metodolbgicsmente Gustavo Gili, 2000c. Véase también Baxandall: TheLimeccrorrr/Sce/prcrcr
més prbximo cú que intenta scpxi seencueacra en Roland Barchesr E/ of/lcrreirrencrr Ccvmeny, New Hsven, Yale University Presa, l9S1. El ca-
nsaemock hr mrrc/e (trad. Caries Roche Suórcs), Barcelona, Paidbs, pitulo 6 es espcxialmente relevante.
2003. 24. BsxandsllrRnecrey cric/eerric/iene en s/Ammimrímm,op. eit„p. 187.
4. Michel Foucsultr Dixr crxi/rrira /9SC»/988(cds. Dauiel Dcfert y 25. Ibidem, p. 46.
~i s E w ald), Paris, Gallimsrd, l994, voL llL p, 160. 26. Psul Veyne: Lúxcrexreim ciar djfáímccu, Paris, SeuiL 1976, p. 31.
5. La observacibn de Veyne se enmarca enun debate sobre Fou- 27. Ibidem, p. 32.
csult entre algunos dc los principales historiadores de ~ hfcy e ei- 28. Ibidem. p. 33.
ne hrxrreirc abril de 1977).p. 21. 29. Ihidcca.
'
6. Ha nguage Truth, and Ressonc.cn Msxtin Hollis y 30. lhidem,
Stcven es e s .)://exirrnehryenr/Ateicrirrs Cambridge(Massaehu- 31. Ibidem, p. 34.
setts), pp. 64-65. 32. Ibidem.
7. Ibidem, p,60, 33. Ibidem, p. 49.
8. Meyer Schapiro: «Ksr@oa,cuxFeto„errirrey xrreiec/ecóyhrrxey~ 34. Véase especialmente el ensayo 1 del presente volumen.
roJFachrlerccr(tracL Francieco Rodrigues Marthx), Madrid, Tecnos, 1999. 3S. Ibidem.
9. Paraalgunas observaciones generales,véase Schapiro, «Esdlo». 36. Pierre Hadot; Poryr/cyrrr sr PicrrrrircrcaParis, Études Auguscinicn-
op. cit., sce. IL aes, l968, voL I, p. 38.
10. Meyer Schapiro: Pe/ebrer, errrirer e irrrc/óprrrsr(trad. Carlos Este. 37. Ibidem, p. 39.
ban), Madrid, Encuentro, 1998, p. 65. 38. Mino Bergamo: cii problema del discorsa mistico. Due soadag-
I l. Ibidcm. p. 70. gi, AmwrfeeAenekí; 1 (lrlorencis, Il Ponte aUe Gracie, l989).p. 13.
12. Ihidmn, pp. 70-71. 39. Ibidem, p, 1D.
13, lbidem, p. 75. 40, lhfidem, p. 19.
14. Hcinrich WcrifSinr Principie of Axt Histoxyr The Problcmof thc 41. Agusdn de Hipona:Ler conferiorrrrr(rrad,Asqp3Gustocbo Vega),
Development of Style in I atar Art, Nueva York, Dover Pubhications, Madrid, Biblioteca de Autores Grisuanos, 1991s, lih. IL 6, 14, p. 123,
l950, Hreface ta the Sixth Edition», p. vxt ]La versibn en castelianor 42. Agustin de Hipona:Le circc/ec/c/s Dicrr (tract Saatos Santaxnarca
Ccrnccyrrorfcrndamrmte/er rrx/e hirxerie c/e/erré Madri. Espasa-Calpe, del Rio y Miguel Fucvtes Lanero), Madrid, Biblioteca de Autores Cris-
l997 no contiene el prQogo s la sexta cdicibn.) tianos, 1988', hb. M, VID, p. 769.
332 333

43 I b i deóá, hb X1V. XII, pp. 101-102. La cita interna es de Edesiás- llritorno di hgurcin Guerra Un caso di ckppau ickntitu ncllu Eiccruin dcl
fico, 10:15. C afucccnto(ttad. Sandro Lombanhni), Turin, Einaudi, l984, pp. 129-
44. Ibidem. lib. XIL IX, pp. 771-772. 154.]
45. Véase, por ejemplo, el análisis clásico de Richard von Kraflt- 7. Para lo que sigue, véase cSálo un testigoc. op. cia„p. 6.
Ebing. Psyeheputhiu Scscuulk. Nueva York, Stein and Day, l965. Para un 8, John Rawlsr Teoría ck trad. Maria Dolores González),
íujusticus(
tratamiento adicionaL véase el ensayo 1 del presente volumen. M éxico,
Fondo de Cultura Económica, 1979, p.19.
46. Mino Bergamor Lu scicnzu dci santi, Florencia, Sansoni, 1983, 9. Sobre ls distinción entre conceptos y concepciones, véase ibidem.
" p. 51. Las observaciones de Beqpuno toman como punto de partida un pp. 21-22. Véase tambiéa cVErr, p. 6S,
comentario de Michel Foucault: l u crrYucokgau cklsubcr(trad. Aurelio 10. Para el análisis de algunos intentos filos6fieos recientes de des-
Garz6n del Camino), México, Siglo XXI. 1970, pp. 173-174. acreditar la verdad y acerca de los problemas que presentan esos inten-
47. Bergamor Lu scícnzu ckicurad op. cit„pp. 51-52. tos, véase Cora Diamondr cTruthr Defenders, Debunkera, Despisexsw
48. Ibidem. p. 52. en Leona Toker (ed.)r Commítmcsat ua Rc fíctnionr Essuysin Litcrutssrcurut
Worcrl phiíosophy, Nueva York. Garlsnd, 1994, pp. 185-221.
11. Citado en Natalia Ginzburgr Scrosau Cruz otu ocru grbsstisriu,Tu-
6, LA E PI STEM O L O GfA DE LAS PRUEBAS xin, Enaudi, 1990, p. 95; abreviado a partir de ahora SC
DISTORSIONADAS 12. Véase Ginzburg: Eljuery clhktoricrckr, op. cit„p, l 13.
1. Carlo Giazburg: Ej lueay clhktoriudco (trad. Alberto Claveria), 13. Véase Ginzbuqp cSólo un tesugon,op. cit„pp. 12-13.
Barcelona, Anaya bc Mario Muchnik, 1993, p. l 12. 14. Sobre estascuestiones, véanse los diversos ensayos de Hilary
2. Los escritos historiográficos de Cinzburg se citan en la prime- Putnam en James Conant (ed): Rcutum aoith ullrsmcsnEsoaCambxidge
ra nota de «Cheeking the Evidencer The Judge and the Historiana, en (Massachusetts)
,Harvard University Presa,l990. Destaco. en especiaL
J.Chandler„A. I.Davidson y K Harootunian (eds.):(tucstionsof Erri- el último párrafo del ensayo aWilliam James's Ideas~.
dcnoaChicago, University of Chicago Presa, l994, p. 290. En este en- 15. El mejor análisis de este tema se encuentra en Stsnley Cavell:
sayo, he utilizado todas esas fuentes, asi. como otras que mencio- Zb Cluim of Rcusost Wiugcnstcin, Shcpácksra, BEorulrtyund Tiatgsdba Ox-
naré brevemente. En esta traducci6n se cita ls versi6n castellana «Veri- foxd/Nueva York,Clareadon Presa, 1979, parte L
ficando la evidencia: el juez y el historiador realizada por Javier Villa 16. Pierre Vidsi-Naciuet: Lcs Aeussins dc lu rsubnoirz, Psris, La Déeou-
Flores y revisada por Rodolfo Morán, Cuudcrnos.Rcoktu ck cicncius so- verte, 1991. Se cita la versión iaglesarsfssussins ofM emoryr Easu/a on thc
cícr
íca 15/16, G uadalajara(M éxico),Universidad de Guadalajara (ene- Dmiuí of thc llolocuust (trad. Jef
irey M ehhxum), Nueva York,Cohuabia
ro-agosto 1991), pp. 63-70; abreviada a paxtir de ahora cVEn. University Presa, 1992, p. xxiv,
3. Carlo Ginzburg: cMontrer et citerr La véxité de l'histoire, Lc dcr' 17. Peter Galisonr cHistoxy, Philosophy, andthe Central Metaphor,
but (septiembre-octubre de 1989), 43-54; abxeviado a partir de ahora Scícncc ira ~ 2 (primavera de 1988), p. 207.
«MC». Véanse especialmente las secciones 4-7. 18. Ibidem, seca. 2-3.
4. Sobre Griffet, véase también Cerio Ginzburg: cJust One Wit- 19. Véase Ginzburgr Qust One Witaessc, op. cit„p. 9.
nesss, en Saul Friedlsnder (ed.)r Psobingthc Limatso f Rcpsvsssstutícm; 20. Véase Galison: «History, Philosophy, and the Central Meta-
lrrruzkm und thc Final Sohuaon, Cambridge, Harvard University Presa, phor, op. cit. sec, 4. lloao Escpcrimcnts End, Chicago, Uaiversity of Chi-
l992, p, 85. Existe versi6n en castellaao: «Sólo un tesfigoa (ttad. Javier cago Presa, 1987.
ViHa Flores, rev. Rodolfo Morán Quiroz), llktorius(México, Universi- 21. Carlo Giazbuqp M inquisidor como antropólogo (trad.Susa-
dad deSonora),32 (abril-septiembre de 1994).p. 6. na Quintanilla), Hiscomu,26 (México), (abril-septiezshre de 1991), pp.
5. Cerio Ginzburg: Ejluczy clhisnmador, op. cit, p. l 13. 17-18;abreviado a partir de ahoxa «IArr,
6. Carlo Ginzburg: «Ptoofs and Possibilities: In the Margins of Nata- 22. Csrlo Ginzbuqp lbcnundcxnn'.Strcgoncriu c cxdü crgrarri naaCin-
lie Zemon Davis's ThcRcturn of9Xixrtin Gucrrva (trad. Aathony Cune- fuccamscc Scicsne, %uín, Eiuaudi, 1966, Se cita la versi6n ingieue 2Bc
ratne), ycurboohf oCompurutiec und' GcncrulLitcruturrr. 37, (1988), Hight Butticsr IFiehcreP cmdQrxrricm Carie in thc Sixeewhund Scrrcntz-
p, l l5. [La versi6n italiana, ~prove e possibilitkc es elposfscio a la m- cnth Ccnnuiss (trad. John y Arme Tedeschi), Nueva York Peaguis,
dueción italiana del libro de Natalie Davis, Eirvgrun dc hfurnn Gucrre 1985, p. xxva abreviado a parair de ahom AR
334

23. Véase también, de modo más general, Cerio Ginsburg:Há»cu- cit„sec, 5. Levi parece compartir el juicio de Ginzburg acerca de Fou-
ria nocturna (esd. Aibeno Chcveria), Barcelona, MuchecQr,1991. cauit. Véase »Les Ueagee de la biographie», op. cit, p. 1332.
24. Para algunas de las dudas posteriores deCinsburg sobre la no- 40. Levi: »Les Usages de la biographie, p. 1333.
ción de mentalidad, véase El frescoJc lar S»c»ano»(trad. Francisco Msr- 41. Ibidem,sece 8 y 10.
ón), Barcehma, Muchnih. 1981, pp. 13-27; abreviado a partir de ahora 42. Arsenio Frugonhdrnaók da Brur»iu n»llofonci obl»»o»loACR E Tu-
gC rin, Kinsudi, 1989, p. xü. Ginsburg comenta a Frugoni en aVEv, p. 65 y
2S. Ls interpretación de Paola Zambelli se encuentra en su uUno. en «Proofs snd possibilióee», op. cit pp. 123-124.
-due, tre milla Menocchio7s, drchioio»anv»o iarliana 137, núm. 499 43. En mi aproximación a la historiograga de Frugoni, me ha ayuda-
(1979), pp. 51-90 do mucho la introducción de Ciuseppe Sergi a la edición de 1989 de
26. Ian Haddng: «Mshmg Up Peoplm en Thomas C. Heiler y ouoe: su hbrcr.
~c r a» ring hsdieicfrcaiinn.. dccronorny,
liadieicfcarhcy, anci »hoSej»in 44. Frugoni: drnuh/o chrBror»ia, op. cit, p, XaL
llruce»rn ~ Stanf o rd (Califorma). Stanford University Presa, 45. Citado por Giueeppe Sergi en su introduccúón a d»vrahó áu Bro»-
1986, pp. 228 y 236; abreviado a partir de ahora«MP». cia de Frugoni (de la obra de 1940 de Frugoni P»@acre,ieqvro c» vfpa o»-
27. Véanse loe ensayos I y 2 del presente volumen. i /ck/p»rc'oáo arrohqgio a/nno»onuoLFJP, p. XüL
2S. Para eu obra temprana sobre la personalidad múlópie, véase Ian 46. Cinsbuqp aproofs and poesibiTióes~, op. cit p. 123.
Heclmqp c The Invention of Split Perscmalióes< en Alan Donayn, An- 47. Losconceptos de anomalías» y agrietas» aparecen en Ginsbuqp
chony N. Perovich, Jr y Michael V. WecVin (ede.)c Hrcacuniyauc»vuná Hiravia nrocranar. fhr ciurcrjfeori»nco á»lapc»larro (trad. Alberto ~
HnruralXnocola{gocB»»c»y»&»»»nrrd »o /ala»yo»ro Cewc»Oc céo Qccrcnono f Ibáhes), Barcelona, Muchnik, l al.p. 21.
Fr/lh Birckchry,Dordrechr, D. Reidei, 1986, pp„63-86. Para 48. En mi interpretación de lsehfntka»iono»de Marco Aurelio sigo
Su máe reciente COncribueión a eSCe tema, Véaae oTWO SOule in One de cerca el capitulo de Piene Hadot sobre Aurelio en su Eran&o»cpiri-
Bodyr, en (hcuriion»of Beidrncnop, cit„pp. 433462, ac»lir»cpkiluropki» ancifcco (1981). Se cita ls versión inglesa: Pkrfurophy
29. Véase Piar»e Janet: «Les Actas inconscieumet le dédoublement ar a yyiry of Lr/», piriacalE»»r»c»en frorn Secreto» coForcceah' (ed. Arnoid
de Ia personahté pendant le sonambulisme provoqué, lluoao Phryo»o- L Davideon, tcad. Michael Chase), Oxford, Bladcweii, 1993. La cita ee
phipc»,22 (diciembre de 1886), 577-592, de Ia página l86. Véase también Pierre Hadoc: uMarc Aurlcle était-il
30. Citado por Cinsburg en ~VEo, p. 67. Véase cambién ~ s nd opiomsnc7a, en E Lucchesi y K D. Sagrey (eds,)c hl~ d ncér c/aen
poesibcTióeav. op. cit, p. I 16. Fsratii»e Ginebra, Patrick Cramer, 1984.
31. He invertido en cni cita el orden de htsdoe &ases de Ghcs- 49. Hadot:Pkilarcpkya»a Hayo fXj% op. cic p. 186.
burg, 50. Ibidem, p. 187. La cursiva es mia.
32. Cinsbuqp eproofssnd Poesábihciea, op. cit p. l 17. 51. Pierre Hadot: +Forme of Life snd Forme of Discourse in Ancient
33. Giovanni Levi: »Les Usagee de la biographleo. dnnah4 6 (no- Phúosophy+ Caicioul~ 16 (pr i mavera de l990), 500.
viembre-diciembre de 1989). 52. lbidem, p. S02.
34. Ibidem, eer 9. 53; Philippe Lejeune: Cbcdrccubiograpky (ed. Paul John Eahin, tra4,
35. Ibidem, p. 1334. Kacherine Lesry), Mineápolis, Univereity of Miuneapohs Presa, 1989,
36. Ibidem, pp. 1333-1334. Para un comencario cle estos problemas eep. cape. 7. 8 y 10. Lejeune uciTisa la noción de uoódigo impiicito» en,
desde una perspectiva chferente, véase Michel Foucault: «The Subject por ejemplo, la p. 141.
and P~ epl i ogo a
Hube»t Dreyfuey Psul Rsbmow:/lfioá»l porccucár, 54. Arnaldo Fortini:Fnanci» of d»»i»i (trad. Halen Moah), Ivueva
8eyemd hicrrccncrahcmandH»rnnn»»cci'»r, Chicago, Univecsity of Chicago Yoric, Crossroad, l992, p. S58. Se trata de una traducción abreviada de
Presa, 1982, y Michcé Foucauit: Huuuva do la croaachchaúvol I: Lu uofun iyoeu ciar cáiSun Pivarcsroe,Asia, Assisi, l959, S vob.
arcf ci»aré»r, Madrid, Siglo KQ, 1978, parca 4. 55. Anónimoc /f»o»
vea r/i San Frruroce»oc6id»nrt Aqui se cha la edictón
37. Le»le«Les Usages de la bio~, op. c it, pp. 1329-1330. dala Biblioteca de Autores Cristianos, disponible en<hctpc//wwwhra-
38. Ibidem, pp.1331-1332. nciscau.org/florecillae/menu,htmDc'.
39. Ei objeto especúgoo de Cimburg es el eatannenco que hace Wi- 56. Tomás de Cehmo: Fiáuprciuora d» em Fr»o»circo,parte 2„cap. 3,
chel Foucauhdel caso de Fletee Rlváiuv Véase Etpfcw ll hr»graunoa op. sma. 94-96 Aqui ee cita Iaedición de Ia Biblioteca de Autores Crisóa-
®
nos, chspoxuble en Chttp://perso.wanadoo.es/ofmjerea&sacíscaaos/ 85. Citado ea ibidem, p. 123. [El original de Maueaí puede encon-
vídsl.h cm>. trarse en Cbttp://www.clsssicítatísxu,ít/mansoni/mansol5.htm>. ]
57. Ibídem, prélogo, sec. l. 86. lbídem, p. 124.
58. Fortíni: iYooa oixadi Sce Enmceee,op. cit voL 2, p. 446. 87. Ibídem, p. l 19.
59. Véase el respaldo de Foraní s las observaciones de Reaan ea 88. Ibídem, p. 124.
ibidem, p. 447.
e/% 60. André Vsuches: «Les stígmates de Saint F rancia et leurs dé- 7, FOUCAULT Y EL ANÁLISIS DE CONCEPTOS
- trscteursdsns les derniers síbcíes du moyen 8ge», WcZaagsv d~
Sio ox dkürxoxív clo ttcok/hzngaiío do Rama89 (l 968), 599-600. Este ensayo se escribi6 para ls conferencia: cf crire, Díífuser, Tradui-
• gg 51. Ibidem, pp. 612-618. xe: Foucault Dix Ans Aprese oqpuusada por el Centre Michel Foucault
62. Ibídem. en 1994. Deseo agradecer a Yves Duxoux y Danicl Defext nuestras con-
63. Cerio Gínsburg: Poxpcixa wkv Picro (ccstL Pilar Gémes), Barca versaciones sobre Foucsult y la filosoga analítica. Todas lss traduccio-
lona, Muchxuíc, 1984. nes, s menos que se indique lo contrario, son mías.
64. ídem, p. xxt. I

65. Ibídem, p. Xai. 1. Michel Foucault: Diír ox dcrixr, IPS4-IPSS (eds. Daaiel Defert y
ao 66. Ibídem, p. xxx: la cursiva esmala FranciaEwsld), Paris, G~ 1994 , voL IV.p. 170.
67, Citado por Ginxburg en oVEs, p. 67. Reste crsduccién castella- 2. Kiíary Putaa: «Pbilosophíe snslytíque et philosophie concínen-
na del libro de Eileen Power: Csercoxcdiooal(trscL Jordi Bercrén), B~ tale: Entretien svec Joelle Proust», PkiyoxoPküs 35 {verano de 1992),
celcma, ArieL 1988. 49.
68. Ginsbuqp Eljuoo~ clkiísoriador,op. cit„p. 10íL 3. Michel Foucsult: E l onkn dol os o (t r a d. AlbertoGonséles),
gxso 69. Uéase también íbídexn, p. 1081. Barcelona, Tusquets, 1999, p. 19.
70. Ibidem, p. 109 y «VE», p. 67. 4. lbidem, pp. 20-21.
71. Ginsburg: Elj uacJ/c!kxhorüadoeop. cía, p. 109. 5. Véanse los ensayos 1-3 de este volumen.
/@g g 72. Ibídem. 6. Foucault: Dixxor cene, op. cit„voL IIL p. 160.
78, lbídem, p. 109. 1. Ibidem, voL IV, p. 286.
74, Véase el comentario de Ginsburg en Délo ua testigo»; ea espe- 8. Uéase mi oStyles of Reasoaing, Conceptual Histoxy, aad the
ciaL sus observaciones sobxe Vidal-Naquet y üe Cerceacs pp. 5 y 13. Emergeace of Psychiauy», en Peter Galisoa y Dsvid Stump (eds.): Zto
75. Gínaburg: «Pxeofs and PossíbíliYiess, op. cít p. 121. of Scicrxos Palo Alto, Stsnford University Presa. 1995.
16. Ibídem.p. 122. 9. Isn Hacítíng: oHow Should We Do the History of Ststiscícs7<
sssíííg 77. Ls nota italiana pertinente reas: ogi noti che nelís &asa prece* I@C 8 (primavera de l981), 17,
deate "cercsmente" sígnííícs "moho probabihneate" (k un vísio díffuso 10. Jscques Bouveresse: oL'Animal cérémoniel: Wittgenstein et
txu gh storící; non so se lo sia anche trs i giudici)s. La vexsi6n castella- Panthropologieo, en Ludwig Wittgenstein: Eomarpcox cur «Lc Armen
na: oObsérvese que en la &ase anterior "ciertamente"{ ~x og sig- dbr do %uses, Monueux, L'Age d'Homme. 1982, p. 103. Uaa conside-
. aíftca "muy probablemente" (es ua vicio muy difundido entre los his- rac16n plena de ls pexepectívs de Wittgenstein deberís tener en cuenta
aseeejj toriadores; no sé si también lo escsré entre los jueces)»,El jxxesy ol también los usos que hace de ella Cerio Gínsburg enlluxoria nxocsovxa
kixroriador,op. cic„p, l23, a. 72. (trad. Alberto Claverís), Barcelona, Msrio Mucbnílr, l al. Véanse en
78. Citado en Gínxburg: ~o f sand possibíbciess, op. cic.p. 123. especial pp. 26-27.
79. Ibídem, pp„116-117. I l. Mi iaterpretacién, en lo que sigue, de lasccmexioaes coacepcua-
80. Véase también ibídem, p. 123. les que son revisables esté en deuda coa PMsxy Putnam: <Pragmatismo,
81. lbídem, p. I l "l. en PcoccodixUpof xkoArkxoxcliaxxSoxxoy, 95, parte 3, l995, y «Rethíahing
82. Ibídem, p. l 19. Mathematical Necessíty~, en JFonk uadLifs Cambridge (Massschu-
88. Ibidem, p. 120, setts), Harvard Uaíversícy Presa, 1994.
84. Ibídem, p. 121, 12. Foucsult:Ditasoxlccixx,op. cit., vol, IV, p. 633.
Ã

338 La apaneióst de ta sextsalidad

13. Véase mi comentsüo en «Styles of Reasoning, Conccptual His- logííe», op. cit p. 51. Paraotro uso del método antropológico de Witt-
tory, and the Emergence of Psychiatry», op. cit, genstein, véase Sandra Laugier-Rabaté;L osirhroPologie kgiftse de ísíu&tc,
14. Jacques Souveresse: «Wittgenstein sntropologo», en Ludwig
Wittgenstein: iílose stsl «sarao d'oro» di Fraaer, Milén, Adelphi, 1975,
París, Vrin, 1992, así como su «Bouveresse anthropoíogue», Critico,
567-568 (agosto-septiembre de 1984).
pp. 80-81. Las citas internas proceden de Wittgenstein: ystosssíjgaeiosies 33. Ludwig Wittgensteiní Aprisotos. Ctsiasru y sukr (trad. Elsa Ceci-
fiksófieas (trad. Alfonso García y Ulises Moulines), México/Barcelo- lia Frost), Madrid, Espesa Calpe, 1995, pp. 85%6. La primera observa-
na, Insfituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional ción es citada por Bouveresse: «L'animal cérémoniel: Wittgenstein et
Autónoma de México-Críti ca, 1988, sec. 316, p. 255, y Los eaader- l'anthropologie, op. cit„p. 53. %w
aos asuly raarrón (trad. Francisco Gracia ), Madrid, Tecnos, 1998», 34. FoucaultDieesóerisaop. cit vol IV,pp. 448~9.
p. 31 35. Ibídem, vol. IV, p. 135.
15. Pierre Hadot: «Jeux de langage et philosophie», Reoue dePfóas- 36. Bouveressei «L'Animal cérémoniel: Wittgenstein et l'anthropo-
phystf ise es delígoralr, 64 (1960), p. 331. logíe», op. cit., p. 102. Sobre la sensibilidad política de Wittgenstein,
16. Ibidem, p. 340. véanseen especiallasseca.2 y 3 delensayo de Bouveresse. gQ
17. Ibidem, pp. 342-343. 37. Ibídem, p. 85.
18. Ibídem, pp. 339-340. Las citas internas proceden, primero de 38. Wittgenstein: ~orle»i«a op. cit., pp. 6S-69.
N ietasche, y luego de A. de Waelhens. Véanse lasnotas de la p,340 39. Sobre el papel de la descripción comparativa en Wittgenstein.
para mayor especiFicación. véase Bouveresse: «L'animal oérémonieli Wittgenstein et l'anthropoío- p' gggg
19. Ibídem, p. 342. gím op. cit., p. 102.
20. Para elcontraste entre «discurso determinado» y un «discurso 40. Michel Foucaultí Sl aso Ik losplao
avs (
trad. Martí Soler), Madrid. • ®lg
ideal y absoluto», véase ibídem, p. 342. Siglo XXI, 1987, p. 12.
21. Ibídem, p. 342. Sobre filosofia antigua, véanse, pp. 340-342. 41. Souveresse: «Wittgenstein antropologo», op, cit, p. 64, descri-
22. Michel Foucault: La arííaeologóadelsaber (trad. Aurelio Garzón biendo la obra filosófica de Wittgenstein.
del Cammo), México, Siglo 3GU, 1970, pp. 173-174. 42. Para la noción de «antropología especulativa» en relación con
23. Ibidem, p. 173. Wittgenstein, véase ibídem, p. 63. Para la cita de Foucault, véase S/tsso
24. Ibídem. «k híísplaeenv, op. cit., p. 10.
25. Ibídem, pp. 174, 175. 43. Foucault: El usoIk ksphsosroa op. cit„p. 12.
26. Ibídem, p. 175. El contraste con una «forma ideal» se encuentra 44. Ibidem, p. 12i la cursiva es mía
en p. 176.
27. Piierre Hadoti porphyrees Pi ioirasa Paríís, Ctudes Augustiennes,
1968,vol 1,p.30. 8. SOBRE EPISTEMOLOGfA Y ARQUEOLOGfA
28. Mino Sergamo: «11 problema del discorso mistico, Due sondaggi, Este ensayo fue presentado por primera vex en la coiíicrcncia
en Amwdeo/síssnoe!«4vol. 1, Florencia, ll Ponte Alle Graxie, 1989, p. 13. «French History and Philosophy of Science del Boston CoííoquitinI
29. M ino Sergamoí La seienza Iki saan', Florencia, Sansoni, 1983, for the Philosophy of Science, 1996. Su redacción se vio alentada, en
pp.51-52. Bergamo cita los mismos pasajes de La arfaeoiogta delsaber parte, por la ponencia de Fratsgois Delaporte «Foucault. l'épístémoíogíe
que he citado. et l'histoíre», también presentada en ese congtuso.
30. Bergamo: La s«i«neadi sarisi, op. cit, p. 52.
31. Jacques Bouveresse: «Wittgenstein antropologow op. cit p . 63. 1. Véanse, por ejemplo. la introducción de Michel Foucault a El
Por supuesto, Souveiesse también reconoce que eso no implicaba para
Wittgenstein que podemos cambiar esas cosas como queramos.Para los
tesode los placen
', Madrid, Siglo XXL 1987; «Polémique, politique @ll
et problématísatíons», en Dissos óeriss 19~1 9 g g, (eds. Daniel Defert
puntos de vista de Wittgenstein sobre lo natural y lo convencionaí, el y Fran9ois Ewald), París, Galhmard, 1994, voL IV; «Osservaxioni • yg

mejor anélisis sigue siendo el de Staníey Cavell: 1yie Chnat foZsasoa, condusive»,en Diseorso e oerish ssella Grecia assska, Roma. D onxelli,
Oxford, Oxford University Presa, 1979, cap. 5. 1996. ®gl
32. Bouveresse: «L'Animal cérémoniel: Wittgenstein et l'anthropo- 2. Frsnqois Delaportei «Foucault, l'épistémologie et Phistoíre«I ma-
y4
340 La upctricicfrccfr la crxtcahducf

nuscrito inédito, p. 5. Delaporte extrae su descsípción en gran medida. 23, Foucault: aSur l'archéologie des sciences:Réponse au Cercie
aunque no exclusivamente, del terreno deElnociocicnro c!cla cbbcios de d'épistémologíen, op, cit., p. 275.
Foucault. Puesto que su propio trabajo se refiere, a las ciencias de Ié 24. Para la expresión citada, véaseFoucault: ~é face h l'édiYion an-
vida, pademas considerar que su anéiisís de Foucault y Canguilhem glaise [de Lerocoeockcokorcr]~,op. cit„p. 9.
arroja lua sobre el tipo de elecciones metodolágicas que hs tenida que 25. Foucault:eTitres et travaux, op. cit.p. 843.
tomar,unas elecciones que han sido cruciales parapmducir sus hupor- 26. Michel Foucault: ~ s problbnes de la cultura. Un débat Fou-
tantes y peculiares obras. cault-preti», enDie er &!e op. cit, voL 11, p. 371.
3. Nichel Foucault: aDiscussion», en Die cc ícricr, op. cit„vol. IL 27. Foucault: opréface h Pédütíon anglaise [de Ler moe cc kc ckoroc
]s,
p. 28. Zn el resto del ensayo, mis observaciones sobre la epistemología op. cit, p. 10
de la ciencia estén condicionadas por ls interpretación que hace Fou- 28. Citado por Delaporte en oFoucault, l'épistémologie et l'his~
cault de la abra de Canguilhem. Para mis propósitos aquL no necesito op. cit„p. 12.
considerar todas las complejidades y sutilesas delos propios puntos de 29. Foucault:oSur l'archéologie des sciences: Réponse au Carde
vista de Canguilhem. d"épistémologie+ op. cit., p. 725.
4. lbidem, pp. 28-29. 30. Foucault: «Titres et travauxs, op. cit„p. S45.
5. Ibidem, p. 29. 31. Las palabras citadas proceden de Michel Foucault: «L'Occident
6. Para un comentario més preciso de algunos de estos términos, et la
vérité du sexe+ en Die occcríca op.cit„voL IIL p.105.
véanse Ian Iacícíng~g ua ge,Tmth, a nd ~ e n Eoc ionoliy coul 32. Para la noción de csaberes investidos» ícccooírcinooc!iii véase
Eefaeoíroc(eds. Martin Hollis y Steven Lates), Oxford, BlactwelL Foucauh:«Titres ettravaux», op. cit, pp. 842-848.
1982; y el ensayo 5 del presente volumen. 33. lbidem, p. 843.
7. Michel Foucault: «Préface h l'édítion anglaise fde Ler ocoe cc!cc 34. Michel Foucault, «De l'archéologie é la dynastique~, en Die or
~» , e nDin cc hríe,op. cit, voL IL p. 7. krie op. cit, voL U, p. 409.
8. Michel Foucault : El onkn ckl cficcccrco(tracL Alberto Cansélez), 35. Ibidem. Para abordar de forma adecuada lscuestión de la rela-
Barcelona, Tusquets, 1999, p. 69. ción entre arqueología y genealogía, tendría que hacer otra distinción,
9. Michel Faucault: «Sur l'archéologie des sciences: Réponse au a saber, una chstinción entre condiciones discursivas de posibifidad
Cercie d'epistemologi~ en Die or hriu,ap. cú vol. I, p. 696, n. 1. y condiciones no discursivas de posibilidad. Una dimensión caracterís-
10, Michel Foucsult: «Titres et travauxs,Die o!ocrícs ap. cit„voL I, tica del anélisis genealógico se refiere al papel de las condiciones no
pp. 843-844. discursivas de posibíhdacL
11. Ibidem, p. 843. 86. Ibidem, p. 406.
12. Michel Foucault: «La Volonté de sa~ e nDie srcccvícr, ap. cit, 37. Ibidem, p. 405.
voL Q, pp. 240-241. 88. Michel Foucault: cLa vétité et les formes juridíquess, enDie cr
13. Foucault: «Sur l'archéologie des sciences: Réponse au Cercle &icsop. cit.,voL G,pp.635-636.
d'épistémologim op. cit„p. 724. 89. Ibidem, p. 687. Véase también Michel Foucault:El orckn cíoldác-
14. Ibidem, pp. 724-725. ccova,p. 69.
15. Ibídem, p. 725. 40. Michel Faucault: cRéponse h une questions, en Die cr serie op.
16. Foucault: cLa Volonté de savoírs op. cit y El orcfec clolcóccccrccs cit., voL L p. 680. Véase también, Foucault: cLa Volonté de savoir,
op. cit., pp. 18-23. op. cit, p. 241.
17. Foucault.Elcvcboc clo!íilcccrm op. cit pp. 20-2L 41. Michel Foucault: «Le Jeu de Michel Foucaultv, en Die cc cítrica
18. Ibidem, p. 35. op. cit„voL IH, p. 299.
19. Ibidem, p. 36. 42. Ibídem, p. 300.
20. Ibidem, pp. 19-21, y «La Volante de ssvoir», p. 244. 4 8. Ibíd~ .
21. Foucauh: E! orcfcrcoo!deseosa, op. cit„p. 21. 44. Ibidem, pp. 300-301,
22. Las palabras citadas proceden de Foucault: «La Volonté de sa- 45. Michel Foucauk Lu arpcooln
gíecfslsaber(trad. Au relioCerxón
voir», op. cit„p. 240, del Camino), Méxi~ Siglole 1970, p. 29.
Apf NDICK
Este ensayo se ~ o rxgx naimente como xntruduccx6n s la traduc 17- lbídem. p. 104. Ls frase correspondiente en P8se refiere ~
bien xd +placer d@l ~ ísD Véase p 90
ci én ~ d e dos ~ textos de 1Cichel Foucault: wLa mortde La-
csn (che Deadxo í 18. Foucauh-.PS p. 90,
s ) y eQ c cidentet Ia vétíté du sexes (eThe West 19. Mxchel Foucault: <ll y aura scandale, mais .s, en DE, voX IL p. 75.
and the Truth of Seax), en Tim Dean y Christopher Lana (eds) : K~ -
Estoy en deuda con Dauiel Defert por rexní urna a este texto.
exxxff'x3xcésxuxel3uscChicago, Uuíversity of Chicago Presa, 2001.
20 Ib i d em. Kl hecho de que aquí Foucauh destaxpxeun texto htera-
río merece un mayor comentario
Foucauh: che Death of Lscsns. eu Tim Dean y Christo-' 21. Michel Foucault: ~o sop b ie et psychologíev, en DZ vo l. I. p.
pher Lana (eda) : Bjvxxaxsx~ e xa f prpckomsel
uf Chicago Presa. 2001.p. 57. iyria Chicago Uuívexsity 448.
2. Mc h e i Foucault: elntervíew svec Michel Foucsult, e n Di sxsr 22. Ibídem.
(eda Dauiel Defen y ~s Exvs l d ), París, CsHiímar4 1994, vol. 23. 1%chel Foucaulc ~ e l Fou c ault: An Intervxew by Stephenlhg-
I, p. 654. En adelante abreviado como DE seguido del volumeu y el gínsx, eu Psul Rabínoxv (ed.): Erkicr, 8xxp bscriuky avx@' 7rxxxxX Nueva
néxuew de ~ 'Xorír, The Nexv Presa, 1997, p. 129. La entrevista se reaha6 en íngiés.
3. Ibídem, p, 653. Comento este texna ctm ~o r de talie en«Struc- [También eu DE, voX 1V, pp. 533-534.]
tures and Strategies of Dísoouxve: Remarhs T~ a ~ of Fou-
cauh *sPhilosophy of Lsngusgee. en Anxold X. Davidson: ir~ e xtr a '
filxfnxsrxi~ z , C h i cago, Chicago ~t y~ 1997.
4. Richel Foucaulu «Laean. le'Tíberateur" de hxpsychanaiyse~, en
Dif, vuX 1V„p. 205.
~ 5. Ni cb e l Foucauh: e@u'est-ce xpx'un auteury~ en DF, vok I, p. 820.
6. Mc hel Foucsuln ~ Je u d e ~e l Fo u c aults. en DZ, vol. IXI, p.
315; la cursiva es mía.
7. Michel Foucaultx eGccident et la véríté thx sexe, en D@ vcé. Xll,
pp. 101-106.
8. Ftnxcauh». «Le leu de M ichxd F~, en DE voXllL p. 312 íun-
sc con Mch el Foucauh: egéxualíté et vérítéw en Dg, vol. 3, p. 137,
9, En lo que sigue, restrinjo mis oom~ s l dese o y ~ de l a
espexiencia sexual
10. GiQes Deleuzex sDesire and Pleasures, eu Arnold X Dexddson:
~ exxx f & i sZese"~ o p. ti t p. 1 89,
11. Ithchel Foucsult: Se eshxxxrxxxf shxxsésr ( trad, Ulises C~k ),
~d . S i g lo XXX. 1978. p. 191. En adehnte abreviado FR
12, El tscxto ~ c é s es citado en David M, ~x 8aixx r~
F~s & u C s 3x xS~~ s Nueva To r lr Ox f ord Uníversíty Presa,
1995.p. 21/ n. 181. Ef hbro de ~ sigue s iendoel estudio éuhs-
peuaable sobre el deseoy el ~ e n Fo u c tdt,
a
13, Kl texto &aucés es «atado e n ~ ~ n: ~ ~ sr xur
Paría, F~ 1 994 , p! 271.
14, Fouosuhx P8. pp, 88-90,
15. Ibédem,p 89.
16 F ou~ ~ eat et h x ~ d u se x m, op. cíe„p. N8.
Af ríscnos (Wíttgenstein) : 274- SaMung Grien, Hans: 81-82
275 Barbin, Adelaide Hercuhne: 68-
Agusún de Hipona: 104, 106, 70
206-208, 268, 272 Saxandall, Michael: l99-200
Abenist and&eccroiogcsc 71-72 Beitrage ncrdnoiogce der Psycko-
Althusser, Louis: 281 yatkia sa eccalis ( B l o c h) :
Anatocniseke Sácdien an Pcrbre- 130-132, 144-145
tker-Cekcrnen: 38-39 Belleforest, Fran~is: 153
Annales d kygienelc ccbiíclcce etde Benandanti,$(Ginzburg) : 222,
medicine legala 69-70 225-226, 229, 242
Antroyoiogca en sentido yragma- Benedikt, Moría: 38-39
(Ksnt) :56 Bergamo, Mino: 205-206, 208,
Aquino, Tomás de: 94, 104. 272. 273
154-157, 163, 167 Sertrand, Sergeant: 29-30
Arehiv+ r lsyekiatrie ccnd Hn- Bíbliodcecicce des JcmsrsionsSasccel-
venkrankheiteca34, 46 les(Laupts): 54
Archives de iVeccrokgie 46 Bichat, Marie-Francia-Xa
v ierc
Aribs, Philippe: 65 25
Arnaldo da Brescia neEkfontc ael Bloch, lwan: 117, l30-132, l43,
seeolo ~ (F r ugoni) : 241- 144-145
242 Boaistuau, Pierrec 158, 163
Arnaldo de Brescia: 241-242 Bocoy
ofiVan(
Crooke) :75
Arcicceologca del saber, Ln (Fou- Bouilíaud, Ismaíh 25
cault) : 108-109, 268, 270- Bouveresse, Jacques: 265-266,
271, 283, 298, 300, 303 274, 276, 278
Asociaci6n Psicopatológíca Ame- Broca, Paul: 36
ricana: 62 Srooke, John: 152
Asociaci6n Psiquiátrica Ameri- Srowne, James Crichton: 89
cana: 27, 51, 73 Buenaventura (santo ): 245. 247
Austin, J. L.: 190 Calvino, Juan: l49
Bachelard, Gaston: 1 09, l l 2 , Canguilhem, Georges: 15, 94,
187, 190, 281 109, ll 2 , l 9 0 , 281-287,
Sajún, Mijaíl: 225-226 294
348

Cavell, Stanley: 53, 77-78 Dar anomalics ck l rnssineszcxuel Falret, Jean-Pierre: 40 l'archéologie des sciencesw
Céard, Jean: l50, 157 es err potAcrclkt' des inOep Faurisson, Robert: 2 l S-219 2 S9-290; eTitres et t r a-
Char, René: 279 sions c&cseno geníral (Le- Febvre, Lucien: 147 vaux»: 287; Pigilm y eusri-
Charcot, Jean-Martin: 39, 42, grsin) : 4lP2 Fenis, G. N.: 46 grrr; 278, 297-298
46, 58-59, l l7, l20 Dar habisudessectores ou maladr'es Feyerabend, Paul: 187 Francisco, (santo) : 245-248
Chastel, André: 79-80 pnrduicarpar lonunisme ches Aotrrmr24'l Franld, Paul: 198
Chesnet (médico) : 69-70
Chevalier, Julieu; 34
brsfe
mmes ( Rozier): 95, 97
Des mrmssrer espro dtges (Pare),
Ftugelaeion (Piero della Fran- Freud, Sigmund: 52, 86-87; cLa
cesca) : 249 disposición a la neurosis
Childs, Avery (Joven Rana): 69, 153 Fhess, %ilhehn: l l7 obsesiva» 135; eLa organi-
182 Dersungder «creo gtvcohchen Fi- Fottrrarion du eoneeps dc tejluee zación genital i n fantil»:
Circulo de Epistemologiar 286 guren (Lutero y Melanch- aux XPXP er LPLP sidelar, 136; Tt or enseyosputa una
Ciudad' dc Dios, La (Agustln): thon): 149 La (Canguilhem) : 284 seotáa saeuuh 52, 8 6 - 87,
104, 106, 206-207 Die Eonst&e Suxuulempge dung Fortini, Arnaldo: 246-247 l l l-l46, 303
Claim of Rearon, The (CaveH)i (Moll): 122-124 Foucault, Michel: 14-19, 26, 59, Frugoni, Arsenio: 241-242
77-78 Direcrsesof Semen (Duncan): 74 62. 65-69, l l l - 1 13, 187, «Gai savoir, Le~ ( Foucault):
ConeeprfiV&nd,
o Thc (Ryle) : 190 «Disposición a la neurosis obse- 190, 198-202 pássim, 261- 305-306
Coneepcos gcndumensules en la siva, Ls» (Freud): 135 279, 2 8 1-300, 3 0 1-310; Gahson, Peter: 221-222
*
historia delateo (Wo lf6n) : Dicr er cercar
(Foucauh) : 14, 264, Diss er carie: 14, 264, 275- Cense medieoul (Powers) : 250-
l l5-1 16, l95-199 275-276 276; El nacimiento de la 251 pcícsim
Con
fenones( Agustin) : 206, 268 Docetina de hr irittud, La (Kant) ; chnicar 1; El nucimienso de Gibbon, Edward: 253
«Contrare Sexualemphndung. 56-57 & elínieur283, 297; El ot G inzburg, Carlo: 17-18, Zl l -
Die» (Westphal) : 54 DuméziL Ceorges: 282, 298- ckn del discurso:262-263, 259
musa con cfrrgeies (Preti): 299 292; El uso de losplaceres Ginzburg, Natalia: 216
85%6 Duncan, J. M.: 74, 93 278-279; «Entretien avec GouJo~ E r 70
Cristo: 78-86, 93, 108 Dunglison, Robley: 43, l21 Michel Foucault»: l90; llk- Gregorio IX: 247-248
Crombie, A. C.: l91 Eden, Eden, Eckn (Guyotat): sotiadela leeros 278, 297; Griesinger, %ilhelm: 34 »37, 41
Crookc, Hehkiahr 75 30L309 Lu arqueología del saber: Gri&et, Henri: 213
Dagonet. Henri: 91 «Eichmann de papier, Un~ (Vi- 108-109, 2 68 , 2 7 0 -271, Grosrichard, Alain: 96-99
Dalromeezo atado e,ingentrr, de dai-Nacluet): 220 283, 29S, 300, 303; La his- Cuido de Mont Rocher: 164
r componimensi missi di sso Eiseiunaun, Charles: l82-185 toria de kr saerculidud,vol l: Guyotat,Pierre:308-309
ria e dinuenzione (Manzo- ~H ed a d7 1-73,117 75, 95-98, 298, 299, 303; aHabit Neuroses as True Func-
ni) : 258-259 «Entretien avec Michel Fou- La hisroria de tu serrualidncg tional Diseases~ (Prince):
Dsniel, Libro de: 149 cauico(Foucault) : 190 vol. Il: 6 6 -67, 278; cLa 51-52
Daston, Lon aine: l54, l68 Epicteto„244 mort de Lacen»r 301; Lu oo- Haciting, Ianr 63, 98-99, l 12,
Davis, Natalie: 234 »235, 256- sEstilo (Schapiro); l93 hrnsud'de subenl5-16, 263, 191-193, 230-234, 261,
257 Eomb mediso-légale sur les cuesn- 304-308; Las pula&as p l+r 264-265
De eoneepsu es generasione homi- sussarca morurs (Tardieu ) : cosas. 283, 294, 297; cLe Hadot, Pierre: 205, 243-245,
nis(Rue6): 159 l78-180 Gai savoir», 305-306; cOc- 267-269, 271
Deiapoxte,Franqoisr 282-283 eFacial Expression ae One of cident et la vérité du ataste»: Eandbook o f Afedácal Scknctr
D elumeau,Jean; l48, l53 the Means of Diagnosis 303-307; «Qu'est-ce qu'un (Buck): 76
Demoniufues duns l ~ , Les and Prognosis in Mental auteur7», 302-303 eSuzua- «Happy Hihrrious ~
(Charcot y Richer): 58 Diseaee» (Shaw) : 88-90 lité et sohtude»: 261; cSur ne): 89
La aparición de la stxcxtulidad

Hauser, Arnold: l l5 Journal of Ãerxcous and Afentul cerdotus (Guido de Mont Nietzsche, Friedrich: 268-269
Heemskerck, Maerten van: 84- Diseaser. 46 Rocher) : 167 Houeeau trxxisóókmentairc etpra-
85 Juez y el historiador, E/ (Ginz- Bianual diagnóstico y estadístico tigue dec maladies mentuks
Histoires prodigieuses (Boais- burg) : 211, 252-254 dc trastornos mental«rc51, (Dagonet) : 91
tuau): l58, l63 Joven Sogavante, El (Fred Wil- 72-73 Xceu oiixx di Sun Fiancesco (For-
Historia de lu kcuru (Foucault) : son): 182-183 Manzoni, Alessandro: 25S-259 tini) : 246-247
278, 297 Joven Rana, El (Avexy Childs): Marco Aurelio: 243-244 «Occident et la vérité du sexe~
Hirtoria ck la saeualidud, vol. I 182 Mccfical and' Surgical 14porter: (Foucault) : 303-307
(Foucault) : 75, 96-99, 298, Kant,Immanueh 56-57, 62 31 Onanisme; 1hsserration sur k s '
299, 303. Véase también Kiexnan, J. G.: 31 Aóedica/ Lencon (Dunglison) : niuladier pro duites par l a
La eohmtudde saber Kindt, David: 87 43, 121 musturbation, L (Tissot) :
Historia de lu sucualidud,voL II K raepelin,
Emi1 36, 50, 59 AAditaciones(Marco Aurelio) : 176-178
(Foucault) : 66-67, 278. Vé- Krafft-Ebing, Richard von: 41- 243-244 Orden del discurso, El (Fou-
ase también Sl uso de ks 49. 53-55, 59, ll7, 130, Meibom, Johannes Heinrich: cault) : 262-263, 292
p~ l43; Psyckrpnotiu scocualia 99-108 pdssim «Organización genital infantil,
Historia del auge y cuida del im- 4l<2.44-45, 47-48, 94, Melanchthon, PhiTipp: l49-153 La» (Freud): 136
perio romano (Gibbon) : 102-107, 1 2 0 , 1 2 1 - 22; Menocchio (Domenica Scande- Oxford Engiish Dictionaryc 43,
253 Sebbuck der P~ i atr i ec lla) : 227 - 2 29 , 235- '74-75, 120
Notoria nocturna (Ginzburg): 43~ , 107-108, 121 236 Palabras y lus cosas, Las (Fou-
249 Kuhn, Thomas: 187 Merxick John (el Hombre Ele- cault) : 283, 294, 297
Hohon, Gerald: 187 Lacan, Jacques: 301.-303 fante) : 171-174 Palabras, escritos e im jgenes
Hombxe Elefante, El (John Me- Lamentación Pímkgc 87 3lct yfsica ck las costumbres, La (Schapiro): l94-195
xrick) : 171-174 eLungxiage, Xhuk, and Rcasonc (Kant) : 56 Paré, Ambrose: 69. 1 5 4-170,
«Homosexualidad en R o ma, Pfuchircg)c 191-193 maóa (~ ) c2 9-32 1S2
Lac (Veync): 67 Laupts, Dr. (Georges Saint- Afoll, Albertc48, l l 7, 122-124, Park, Katharine: 154
Hyppolite, Jean: 282 Paul) : 53-54 141, 143 Putholo gis un d Th erapie der
Ignacio de Loyola (santo): Le~ M. P . : 41-42, 49 Momigliano, Arnaldo: 212 psyckiscken Knmhheiten, Die
205 Lekréuck ckr Psy
ckuxtrie ( Kraift- «Montrer et citer» (Ginzburg) : (Griesinger) : 34-37
Iauenascrecksdgerm crsL'(Vey- Ebing): 43-44. 107-108. 212-213 Pesquisa sobre Piero(Ginzburg) :
ne) : 71, 200-202 l21-122 Moreau (de Tours): Paul, 35, 249-250
ainquisidor como antropólogo, Lejeune, Philippe: 245 42-43, 58, l20 Pkiksophical Transactionso f the
Ei~ (Ginzburg) : 222-223, Levi, Giovanni: 236-240 Morei, S. A.: 58 1f oyal Societyc l68-170
230-234, 24S Lévi-gtrauss, Claude:298 Morgenbesser, Sidney: 146 Pkilosophie medicale (Soiii-
Janet, Piierr: 232-234 Lindner, S,: 86-88 «Moxt de Lacan, La» (Foucault) : Qaud): 25
«Jeux de langage et philoso- Longhi, Roberto: 249 301 Physiognomy of cxdental Diseaser
phie (Hadot) : 268-269 Lutero, Mardn: 149-153 Pfuerte de la mi4xer P'cm' Lu andDegenerxxcy(Shaw)'. 90,
Jo Jo, ci Joven Cara de Perro: Lydston. G. Frank: 31-33 (Spence)". 254-256 93
183, 185 Mackenzie,J. N.: 41 Musil,Roberc:274 Piero della Francesca: 249-
lournal de l *anatomk et ck hx Magnan, Paui:39-40, 46 Nacimiento de hx clmica,El(Fou- 250
pkysiobrgxede lkomme70 «Making Up People~ (Hac- cauit): 283. 297 Pinacru y vida cotxdíuna en ellis-
fournul o
f Abnormal psyckology. king): 230-234 Nature et les procfiges, La (Ce- nucimiento (Baxandall) :
62 Afunipuluscurutorum o~ sa- ard}: 150 l99-200
353

Plessis, James Paris du: 96 Sales, Francisco de: 206 «Sur l'archéologie des sciencese Hktonn ck ln s ueuuhifuer,
Porório: 205-268 gasto, Andrea deL 93 (Foucault) : 289-290 voL II
Powers, Eileen: 250-251 páuim Sartre, Jean-PauL 301 Tardieu, A.: 70, 178-180 Puna dc Dolor' (Van Heems-
Prei. Mama 85-86 Scsndella, Domenico (Menoc- Taba ck ksjastieiu (Rawls) :215 ítercít): 84-85
Prince, Morton: 51-52, 60-62 chio) : 227-229, 235-236 Tissot, Samuel: 176-17S Vaucher„André: 248
«Proofs a n d pos sibiTities~ Schapiro, Meyer, 193-195 cTitres et travauxe (Foucault) : c Verificando l a evi d encia»
(Giuzburg) : 253, 257-258 Schrenct-Notsing, A. von: 59- 287 (Ginaburg) : 220„223, 253
Psyekicusíe /Rió Anexe ruzclSnulk- 60 Tomás de Celano: 245, 247 Veronés: 83-84
i.cnck beusbeitec(Ziehen) : Ser y lu nu dn, El (S a rtre); Trneruáu de u s u fh gelorum Veyne, Paul: 65, 67, l l5, 191,
90 301 in rvmedien estimarán (Mei- 200-202
Psyck opntkiu sesiuulis (Krafft- Servnu Crisis o lu trern giustí- bom): 99-108 pcfssim Victorino, Mario: 205, 268
Ebing): 41-42, 44-45, 47- siu (N a talia G i naburg)c Truití des d r~ en t s sortee ck Ysdu primer n dc' snn Fruneiseo
4S, 94, 102-107, l20, 121- 216 psvuoes p' seroent u etnblir (Tomás de Celano) : 247
122 «Sexo-Aestheticlnversions lu irc
írite dc Pkístoire (Grif- V idal-Naquet, P i erre: 2 1 8 -
Pu Songling: 255 (Ellis) : 71-72 fet): 213 220
Putnam. Hilary: 261-2ó2 Suiriukcíiuf ck Grsto cn el nirv ikl Tres cnsuyos para unu teorín se- Vigilar y e ussigrrr (Foucault) :
Queso y los gauunos, El (Ginz- Eenueimientoy cl okido mo- sruul (Freud): 52, 8 6-87, 278, 297-298
burg): 222, 226-229, 236, ckrno, Ln (Steinberg): 78- l l l-l46, 303; cLas aberra- Puluntud ck suber, Ln (Fou-
239, 242, 257 86 cionessetuales»:119; Ma- c ault): 15-16, 263, 3 0 4 -
c@u'est-ce qu 'un a u t eur7» Sesuulidciiks cueickntuks(Arihs sesevolutivas de la organi- 308. Véase también Hissri-
(Foucsult) ; 302-303 y Béjin) : 65 sación sexual»: 136-157; riu ck lu sciuuliám4 voLI
Questson meííieo-leguleck lirkn- «Sexuahté et solitude» (Fou- cGeneralídades sobre las Weber, Ernst Heinrich: 30
tite ckriis ses rvrpporcr uoee kr cault) : 261 perversiones en conjuntoa W ells,H.G 7 5
víoesck ocnjbrmusion cks or Shaw, J. C: 46 l39; cPeligros del placer Westphal, Carl: 40, 42. 46-47.
preliminarc r 138-139; «Pri- 54, 59, 62
grines ir (Tardieu) : 70 Shaw, James: 88-93
macía de las sonsa genita- White, Hayden: 217-220
Rawis, John: 215 cghort History of Human Pro-
llegreso ck clfuron Geenv, El digies a n d Mo n strous les y placer preliminar': W ilde, Oscar:
76
(Davis) : 234-235, 256 Births, A» (Plessis) : 96 l38 Wilson, Fred (el Joven Boga-
«Relauon of T wo M o nstrous Sociedad Francesa de Fdosoga: Treves, Frederick: leal-174 vante)i 182-183
Plgs, A (Tyscm): 168-170 302 Tyson, Edward: l ó8-170 Wittgenstein, Ludwig: 77, 265-
Renan, Ernest: 243 Sociedad Patológica de Lon- Uhichs, Karl Heinrich: 47 268, 276-278
Richer, PauL 58 dres: 171 cUsages de la biographie, Lesa Wo18bn, Heinrich: l l 5 -116,
Roaier, D, K: 95, 97 Sociedad Médico-Psicológica: (Levi) : 236-240 195-204, 209
Rudf, Jacob: 159 39 Uso ck lospkieervs El(Foucauh) : Zambelli, Paola: 229
Ryle, Gilbert: l 90 Spence, Jonathan: 254-256 278, 279. Véase también Ziehen, Theodom 90
Sacher-Masoch, Leopold von: Stefanowsh, D:. 54-55
106 Steinberg, Leo: 78-86, 93-94,
Augrrrcíujfim6$x(BaídungGrien): 108
81-82 Sulloway, Frac 122
SugiuduJiwsihn oonsuntuSc&bu- Suma ck tsokgíu (Tomás de
ru y sun Juun niño (Vero- Aquino): 94, 104, 154-157,
nés): 83-84 163

También podría gustarte