La Unión Africana y las dictaduras de África consentidas
Los excesos de Bokassa, el caníbal centroafricano apoyado por Francia y otros estados occidentales.
En estos días se está hablando mucho sobre la conveniencia de realizar una
visita oficial del presidente del congreso de los diputados, José Bono, a Guinea Ecuatorial, país gobernado bajo la dictadura de Teodoro Obiang, recientemente nombrado presidente de la Unión Africana y hombre que gusta de los excesos en consonancia con algunos otros dirigentes africanos actuales y pasados como es el caso de Salaheddin Ahmed BouKassa, nombre que el coronel Gadafi sugirió que adoptase el emperador de la República Centroafricana Jean Bedel Bokassa cuya especialidad era la castración y la enucleación de los globos oculares. Personaje sanguinario donde los haya, no solo por las muertes que causó directa e indirectamente, sino que además le gustaba comer ciertas partes de sus súbditos, en especial los testículos de chicos jóvenes. Como no podía ser de otra manera, quiso que todo el mundo conociera su enorme poder. No le bastó nombrarse presidente vitalicio en 1972, sino que en 1976 le cambió el nombre al país al decidir que él merecía ser emperador. Creándose así el nuevo Imperio Centroafricano. Por supuesto que el nuevo emperador necesitaba tener una ceremonia de coronación propia de los más importantes emperadores, en particular debía ser mayor que la de Napoleón Bonaparte, su alma gemela. Envió una petición al Vaticano para que el papa Pablo VI le coronase al igual que Pío VII lo hizo con su ídolo en la catedral de Notre Dame, pedido rechazado por el Sumo Pontífice. Incluso cambió el nombre a la catedral de Bangui bautizándola como Notre Dame, pero posteriormente se percató que los 3.500 invitados de la ceremonia de coronación no iban a caber en el templo así que cambió el escenario por el estadio deportivo de la ciudad que mandó pintar de rojo y ornamentarlo con telas simulando el interior de un palacio. Para el acto decidió que los vestidos de él y de su decimoquinta esposa, Catherine Denguiadé, los confeccionara un descendiente del bordador que confeccionó el de Napoleón y Josefina y así Roland Guiselin, descendiente de aquel maestro bordador del XIX, se puso manos a la obra contratando a 40 bordadoras que necesitaron 16.500 horas para confeccionar los trajes. El de él tenía cosidas 800.000 perlas finas y un millón de perlas de oro haciendo que pesara 15 kilos, y el de ella tenía cosidas un millón de lentejuelas de oro. Además de los vestidos, Bokassa encargó también en París las carrozas imperiales y todos los ornamentos para el estadio. Para que no fallara la logística decidió establecer un puente aéreo diario con París desde un mes antes de la ceremonia. El presupuesto de la celebración superaba los 12 millones de euros cuando en 1977 la renta per- cápita no llegaba a 100 € anuales.
Y llegó el día de la coronación, aquel 4 de diciembre de 1977, en la que las
carrozas encargadas en Francia hicieron acto de presencia. Una pequeña para su heredero, Jean de 4 años que iba vestido de general, otra para su esposa y las damas pero la más espectacular la del futuro emperador, decorada con motivos imperiales y tirado por ocho caballos blancos traídos desde Normandía. Había preparado un trono en forma de águila imperial de bronce bañada totalmente en oro y para la ocasión se había colocado un manto rojo rematado en armiño muy apropiado para el calor del trópico con 40º de temperatura y 90% de humedad. Una vez coronado emperador, junto a su esposa se trasladaron a la catedral de Notre Dame de Bangui donde el cardenal Domenico Enricci celebró una misa de dos horas. Al día siguiente continuaron los festejos con una parada militar que duró cinco horas para acto seguido celebrar una cena de gala en el Palacio de la Renaissance con sus famosas griferías de oro macizo, cristal de Bohemia, alfombras persas, marfil, diamantes y todo tipo de alardes de poder. La cena fue preparada en Maxim’s, se trajeron 40.000 botellas de vino, 25.000 de Möet Chandon y 25.000 de Chivas, marca favorita del emperador. Entre los platos de comida sobresalió uno de receta especial de carne africana. Nunca se supo si esa carne era de niños a la que era muy aficionado Bokassa. Por supuesto que el gobierno español estuvo allí representado por Alberto Aza, director del gabinete técnico de Adolfo Suárez quien obsequió al nuevo emperador con una edición de lujo del libro “El caballo español”. El emperador, al recibir el regalo, preguntó por qué no había ido el general Franco y alguien tuvo que decirle que había muerto hacía más de dos año y por los azares de la vida a él le faltaban dos años para ser depuesto y juzgado por sus atrocidades… Cosas que pasan