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Derecho ROMANO

BIOGRAFIA DE JULIO CESAR


Aportes al Derecho

Aportes al Derecho MODERNO

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Cayo Julio César nació el 13 de julio del año 100 antes de Cristo (según la
fecha más comúnmente aceptada) en un barrio no muy aristocrático de
Roma,.Se sabe poco de su infancia, transcurrida en el seno de una familia
patricia, la gens Julia, que pretendía descender de Eneas (a quien se
consideraba hijo de Venus), y en la cual, en algún momento, se había
insertado una rama que agregó el nombre de César. Los miembros de la
familia habían vivido al margen de la lucha continua por los cargos que
permitían hacer carrera pública hasta llegar al consulado, la aspiración
máxima.
La infancia y la primera juventud eran breves en aquellos tiempos. Desde los
diez años, César fue puesto al cuidado de un ilustre maestro especialista en
literatura griega y romana, Marco Antonio Gnifón, para que se ocupase de su
educación. Aprendió a leer y escribir en la traducción de la Odisea hecha por
Livio Andrónico.
Si bien su familia no había ocupado altos cargos, las inclinaciones del grupo le
volcaban hacia el partido popular. Julia, una hermana del padre de César, se
había casado con Cayo Mario, plebeyo de origen pero hombre muy poderoso
por su capacidad militar. La familia ingresó, probablemente a través de Mario,
en los círculos del partido popular. El padre de Julio César no pudo sino
acceder al segundo cargo de mayor importancia del Estado, la pretura.
Ostentaba dicho cargo cuando su hijo, de quince años, debió asistir a la
ceremonia por la que se abandonaban las vestiduras infantiles orladas de
púrpura y se recibía la toga viril.
A los quince años, en aquel 85 en el que moriría su padre, César era un
hombre. Inmediatamente tomó por esposa a Cornelia, hija de Cinna, uno de
los dirigentes máximos (junto con Cayo Mario) del partido popular y hombre
todopoderoso en Roma. Con esta decisión, la gens Julia terminó por asociarse
en forma definitiva con los intereses del pueblo, enfrentándose al corrompido
patriciado romano. Todo esto debió de resultar algo duro para Julio César, que
era un joven que llevaba una vida libre de prejuicios, liberado ya de la rigidez
de su maestro e inclinado hacia todo tipo de lecturas, incluido el teatro.
Para casarse con Cornelia tuvo que romper un compromiso anterior, lo que
provocó tensiones en el seno de la familia. César tuvo con ella una hija, Julia,
a la que estuvo vinculado toda su vida y por la que siempre sintió un profundo
afecto, a pesar de que su relación matrimonial con Cornelia fue casi

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circunstancial. Al iniciarse su vida matrimonial, César debió de ingresar en el
círculo de hombres importantes de los que se rodeó su tía Julia, viuda ya de
Mario. En esa época fue designado flamen dialis, es decir, sacerdote de
Júpiter, el más importante de los dioses romanos.
En el año 82, el cónsul y general romano Sila (que había vencido a Mitrídates,
haciéndole retroceder a las primitivas fronteras de su reino en el Ponto)
regresó victorioso a Roma y, como era habitual, tomó cumplida venganza
sobre sus adversarios «populares»; los asesinó, proscribió el ascenso a cargos
públicos de sus descendientes, incautó sus bienes e instauró una nueva forma
de estado, inaugurando un tipo de dictadura absoluta por tiempo indefinido,
concepto jurídico que Julio César no olvidaría en el futuro. Pero de momento
Sila, que tuvo algunas consideraciones con las familias patricias inclinadas
hacia el populismo, exigió a César que repudiara a Cornelia. César respondió
al mensajero de Sila con un famosa frase ("dile a tu amo que en César sólo
manda César") y optó por el exilio en Asia.
Nada de esto fue fácil; César fue perseguido y se puso precio a su cabeza.
Tuvo que comprar su libertad a un soldado que le había encontrado, y
finalmente, por ruegos de familiares cercanos al dictador y la intermediación
de sacerdotisas de la diosa Vesta, Sila indultó «al joven de la toga suelta»,
epíteto que aludía a la costumbre de César de no ajustarse el cinturón de su
toga, que caía así libremente, según un uso que entonces se consideraba poco
viril. Fue un perdón a regañadientes. Sila había columbrado el temible
porvenir del muchacho cuando afirmó, según Suetonio, que Caesari multos
Marios inesse (en César hay muchos Marios), queriendo significar con esa
frase el peligro que entrañaba su resuelta personalidad. César, no obstante, no
se abrevió a regresar a Roma y pasó al servicio del propretor Termes, el cual,
por ser César hijo de un miembro del Senado, le confirió el grado de oficial.
Participó así en la toma de Mitilene de Lesbos, ciudad aliada con Mitrídates, y
su comportamiento militar le valió una condecoración.
Termes decidió entonces enviarlo a la corte de Nicomedes IV, rey de Bitinia
(reino situado en la costa sur del mar Negro y el mar de Mármara), a fin de
afianzar relaciones. Entre Nicomedes y César se trabó una íntima amistad que
fue objeto de rumores, algo muy habitual de la época, por otra parte. El hecho
es que César volvió un par de veces a Bitinia y que, a la muerte de Nicomedes,
el reino fue incorporado a Roma como una provincia más, pasando todos sus
habitantes a ser «clientes» de César. Esto ocurriría en el 74 a.C., cuando ya
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Julio César era dictador absoluto de Roma, y aun en las grandes celebraciones
(una curiosa muestra de la libertad de la que algunos gozaban en la Roma de
aquellos días) sus propios soldados cantaban coplas en las que burlonamente
se referían a sus probables relaciones homosexuales con Nicomedes. Sus
enemigos le recordarían a menudo este oprobioso episodio, llegando a
bautizarle con el infamante sobrenombre de Bithynicam reginam (la reina de
Bitinia).
El ascenso al poder
Muerto Sila, César regresó a Roma en el 78. En su corta vida había ya
adquirido bastante experiencia en los negocios públicos y había ejercitado su
capacidad de mando. Sin duda César pensó que la muerte de Sila le permitiría
un rápido progreso entre los populares, pero se equivocaba. Sila había dejado
todo bien atado, y el poder de los conservadores optimates ("hombres
excelentes"), que dominaban el Senado, detenía al partido popular. Julio
César, político nato (y así hay que entenderlo siempre para comprender el
sentido de muchos de sus actos), se propuso profundizar en la comprensión
del laberinto de la cosa pública. Consideró que su formación aún no había sido
completada y viajó a Rodas para estudiar retórica con Apolonio de Molón, un
brillante y renombrado maestro quien encontró en su discípulo excelentes
cualidades innatas para la elocuencia. Sólo Cicerón, que también había
recibido lecciones de Apolonio, le superó entre sus contemporáneos en el arte
de la oratoria.
El triunvirato y la guerra de las Galias
El paso a la condición máxima de cónsul lo dio en el año 59. Consciente de las
fuerzas del Senado (dominado siempre por los conservadores), en el que César
se había librado inteligentemente de sus desafortunadas vinculaciones con el
rebelde Catilina, comprendió que sólo una alianza entre poderosos podía
neutralizar a los équites. Propuso entonces a su viejo amigo y valedor, Craso,
constituir juntamente con Pompeyo una sociedad de defensa mutua que los
obligara a actuar siempre por unanimidad (institución luego conocida como
«triunvirato»). La alianza fue efectiva y César, en compañía de Calpurnio
Bíbulo (un candidato de los équites), fue designado cónsul.
El triunvirato se fortaleció, además, con el matrimonio de Pompeyo con Julia,
la hija de César. César, a su vez, se casó con Calpurnia. Había repudiado por
infidelidad a Pompeya, su segunda esposa, en el 62, después de un
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escandaloso episodio: durante los misterios de la Bona Dea, una fiesta
nocturna exclusiva para mujeres que tenía lugar en casa del propio Julio
César, una de las sirvientas descubrió la presencia de un intruso disfrazado de
mujer, Publio Clodio, lo que provocó la indignación de las asistentes. Se acusó
a Pompeya de ser amante de Clodio, extremo éste que nunca pudo probarse.
César no quiso dar crédito a la denuncia y absolvió a ambos del delito de
adulterio en el que se habían visto inculpados. Todo el mundo se asombró de
que aun así repudiara a su esposa, pero él contestó con una frase que se ha
hecho famosa: "la mujer de César no sólo debe ser casta, sino parecerlo".
La legislación progresista
César tenía una base agraria. Hizo votar leyes de reparto de tierras a los
veteranos y de asentamiento de colonos en tierras conquistadas, práctica que
luego se extendió a toda Italia, concediendo además a los colonos la plena
nacionalidad romana. Bíbulo, ante la imposibilidad de oponerse a César, optó
por el retiro. El tribuno de la plebe, Publio Vatinio, antiguo amigo y asociado
de César, a fin de evitar el juicio de César por los conservadores después de su
consulado, propuso una ley que el Senado no pudo sino aprobar, por la que se
le concedían en calidad de procónsul (lo que impedía su juicio posterior), y
por el término de cinco años, tres legiones, las provincias de las Galias
cisalpina y transpadana y la Iliria. Estas concesiones fueron renovadas por
cinco años más en abril del 56, en la reunión de Lucca, a la que asistieron los
«triunviros».
La guerra civil
La otra obra conservada de Julio César, De bello civili (literariamente inferior
a la primera, tal vez porque no tuvo siquiera tiempo de revisar sus
manuscritos), se refiere a los hechos que cubren la guerra civil entre los años
49 y 45. El inmenso poder acumulado por César provocó el pánico del partido
senatorial, sus enemigos de siempre. Por otra parte, muchos republicanos
vieron en este poder el más grave peligro para la república. Y además,
circunstancias internas tenían convulsionada a la ciudad. El Senado designó en
el 52 a Pompeyo como cónsul único, y cuando el bando senatorial volvió a
sentirse fuerte, entre el 51 y el 50, Pompeyo (ahora enemigo de César) le pidió
que licenciara a sus legiones y regresara a Roma.

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César en Egipto
César llegó a Egipto acompañado por dos legiones, la décima y la duodécima;
en total, unos seis mil hombres. Tras acomodar a sus hombres en el palacio
real, se dispuso a poner orden en la difícil situación interna del país del Nilo,
dividido por el enfrentamiento entre los dos hermanos y esposos reinantes,
Ptolomeo XIII y Cleopatra VII. César y Cleopatra mantuvieron una intensa y
famosa relación amorosa que daría como fruto un hijo: Cesarión. César dio el
trono a Cleopatra (47 a.C.), lo que, unido a la presencia de las tropas romanas
en el palacio de los faraones y a la deposición de Ptolomeo XIII, hizo que el
pueblo, dirigido por los consejeros fieles al rey, se amotinase y tratase de
tomar el palacio.
La Republica y Julio Cesar
César fue, pues, dueño absoluto de la república romana y del mundo
mediterráneo. Se había cumplido el sueño de su juventud: la totalidad del
poder, dentro del marco legal de la república. César era imperator y dictador.
Como tal, volvió a ejercer su típica clemencia con sus enemigos; no olvidó su
política agraria y de asentamiento de colonos; aumentó el número de fiestas
populares, aunque cuidándose de no incurrir en gastos ruinosos para el Estado;
dispuso normativas económicas y financieras que protegían a los menos
fuertes, trató de morigerar el lujo de los poderosos y limitó los gastos en
banquetes; diseñó profundas transformaciones políticas, dictó leyes que
ampliaban la ciudadanía romana a capas más vastas de la población, y
comenzó a pensar en un mundo distinto al hasta entonces conocido dentro de
los límites de la ciudad romana.
César estaba convencido de que, para mantener el dominio en Oriente y poder
llevar a cabo con éxito la expedición final contra los partos (la única amenaza
para el imperio), necesitaba ser rey absoluto fuera de los confines territoriales
de Roma. Y éste fue el detonante. Unos sesenta miembros de familias
importantes, casi todos senadores, se conjuraron para eliminar a César y
restaurar la legitimidad y legalidad de la república, temerosos de que la
abrumadora acumulación de cargos y privilegios que recaían en su persona
terminase por darle la puntilla a la desvencijada República y César se
proclamase a sí mismo rey.

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De hecho, algunos comentaristas ponen en su boca estas jactanciosas y
desafiantes palabras: "La República no es nada, es sólo un nombre sin cuerpo
ni figura". Pero para muchos de ellos fue sin duda un pretexto que disimulaba
sórdidos resentimientos y apetitos. Dirigían la conjura Casio, Bruto y Casca.
Bruto era hijo de Servilia, la más famosa de las amantes de César, y el propio
Julio César lo había acogido como hijo adoptivo y colmado de honores. Casio
había luchado junto a César siempre en busca de botín, por lo que no fue
difícil comprarlo. Casca, por último, era un tradicional enemigo de Julio
César. Otros conjurados no tenían probablemente otro objetivo que el de
eliminar al dictador y se comprometieron, como impuso Bruto, a respetar a su
lugarteniente Marco Antonio.
Asesinato de Julio Cesar
César concurrió al Senado el día 15 (los idus de marzo), fecha para la que se
había fijado la sesión que discutiría la expedición contra los partos. Fue al
Senado a pesar de los ruegos de Calpurnia en el sentido de que no lo hiciera,
ya que durante la noche había tenido sueños premonitorios. Alguien retuvo a
Marco Antonio en la antesala del Senado. Cuando César se hubo sentado, lo
rodearon y lo atacaron con sus puñales y dagas. Según la tradición, ante la
puñalada de Bruto, César exclamó kai su teknon, frase en griego que
posteriormente se latinizó en la famosa ¡tu quoque, fili mi! (¡tú también, hijo
mío!). César emitió un quejido a la primera puñalada, luego se mantuvo en
silencio.
Había recibido 23 puñaladas; posiblemente una sola de ellas había sido mortal.
Mientras los aterrorizados senadores huían (hecho que no entraba en el plan de
los conjurados), César, envuelto en su toga, caía al pie de la estatua de
Pompeyo. La sanguinaria escena, augurada por los adivinos y que desataría
una nueva guerra fratricida, acredita, siguiendo la descripción de Suetonio, la
postrera elegancia del héroe: "Entonces, al darse cuenta de que era el blanco
de innumerables puñales que contra él se blandían de todas partes, se cubrió la
cabeza con la toga, y con la mano izquierda hizo descender sus pliegues hasta
la extremidad de las piernas para caer con más dignidad." El hombre que
había ganado un mundo y había contribuido a modificar irreversiblemente el
destino de Occidente y de buena parte de Oriente era ya nada más que un
despojo sangrante.
Cesar como Gobernante

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Según Francisco Pina Polo, César «desarrolló una política de reconciliación
nacional basada en la clemencia (clementia) para con sus enemigos», y señala
que «en la práctica, no hubo proscripciones ni confiscaciones masivas, sino
que, por el contrario, César perdonó abiertamente a destacados pompeyanos
—entre ellos Cicerón—».136

La labor de gobierno de César, como cónsul y como dictador, fue muy amplia,
pese a que el tiempo en que realmente estuvo en el poder fue relativamente
corto. Sin embargo, y como bien señala Adrian Goldsworthy,137 un análisis
detallado de cada medida o posible medida que tomó sería excesivamente
extenso, pues su obra legal fue ardua; aun así, podemos hacernos una idea de
su trabajo en este campo por la lista de disposiciones legales que se encuentra
en Suetonio y otros autores:

Corrigió, asesorado por el astrónomo egipcio Sosígenes de Alejandría, el


calendario en uso, en el que había tal desorden por culpa de los pontífices y
por abuso, antiguo ya, de las intercalaciones, que las fiestas de la recolección
no caían ya en estío, ni las vendimias en otoño. Ajustó el año al curso del sol,
y lo compuso de 365 días, suprimiendo el mes intercalado y aumentando un
día cada cuatro años. Para que este nuevo orden de cosas pudiera comenzar en
las calendas de enero del año siguiente, añadió dos meses, entre noviembre y
diciembre, teniendo por consiguiente este año quince meses, contando el
antiguo intercalario que ocurría en él.138 Esta trascendental reforma, que
conocemos hoy en día como Calendario juliano, consistió en que, partiendo
del año 153 a. C. se tomó como inicio del año el 1 de enero, en lugar del
tradicional 1 de marzo, para poder planear las campañas del año con tiempo.
Consta de 365 días divididos en 12 meses, excepto los años bisiestos que
tienen 366 días, y añaden un día adicional al mes de febrero. El calendario
juliano cuenta como bisiestos uno de cada cuatro años, incluso los seculares.
Con este calendario se comete un error de 7,5 días cada 1000 años. Fue el
empleado en Occidente hasta finales del siglo xvi, cuando una nueva reforma
para corregir el problema de los años bisiestos dio paso al moderno calendario
gregoriano. Aun así, el calendario juliano seguirá siendo el empleado para sus
fiestas y liturgia por las iglesias cristianas orientales y la Iglesia ortodoxa.

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El orden de los meses y la distribución de los días era así: januarius (31 días);
februarius (28, o 29 los años bisiestos); martius (31); aprilis (30); maius (31);
junius (30); julius (31) (anteriormente conocido como quintilis y llamado así
en honor del propio Julio César, que había nacido durante este mes); sextilis
(30) (renombrado agosto (augustus) por la misma razón en el reinado de su
hijo adoptivo y sucesor Octavio Augusto); september (31); october (30);
november (31); december (30)
Completó el Senado, diezmado por la guerra civil, aumentando el número de
senadores a 900 y llenándolo de partidarios suyos, en especial caballeros
(equites), élites provinciales, y algún que otro escriba, centurión e incluso hijo
de liberto. Entre los más destacados y poderosos se encontraron los
Balbos.139
Creó nuevos patricios, aumentó el número de pretores, de ediles, de cuestores
y de magistrados inferiores, ampliando por ejemplo el vigintivirato a 26
magistrados (vigintisexviratum); rehabilitó a algunos a los que los censores
habían despojado de su dignidad o condenado los jueces por cohecho.
Compartió con el pueblo el derecho de elección de magistrados; de suerte que,
exceptuando sus competidores al consulado, los demás candidatos los
designaban por mitades, el pueblo y él. Los suyos los designaba en tablillas
que mandaban a todas las tribus conteniendo esta breve inscripción: «César
dictador, a tal tribu. Os recomiendo a fulano y a mengano para que obtengan
su dignidad por vuestro sufragio.» Admitió a los honores a los hijos de los
proscritos.140
Estableció la contratación a extranjeros en las legiones y creó el cargo de
Imperator, que sería el comandante del ejército.140
Restringió el sistema judicial a dos clases de jueces, a los senadores y a los
caballeros, y suprimió los tribunos del Tesoro (tribuno aurearii), que formaban
la tercera jurisdicción.140
Hizo el censo del pueblo, no de la manera acostumbrada, ni en el paraje
ordinario, sino por barrios y según padrones de los propietarios de las casas:
redujo el número de aquellos a quienes suministraba trigo el Estado, de 320
000 a 150 000; y para que la formación de estas listas no pudiese ser en lo
venidero causa de nuevos disturbios, decretó que el pretor pudiese reemplazar
a los que fallecieran, por medio del sorteo, con los que no estaban
inscritos.140
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Distribuyó a 80 000 ciudadanos en las colonias de ultramar, y para que no
quedase exhausta la población en Roma, decretó que ningún ciudadano mayor
de 20 años y menor de 60 años, que no estuviese obligado por un cargo
público, permaneciese más de tres años fuera de Italia; que ningún hijo de
senador emprendiese viajes lejanos, si no era en compañía o bajo el patronato
de algún magistrado; y por último, que los que criaban ganado tuviesen entre
sus pastores, por lo menos, la tercera parte de hombres libres en edad de
pubertad.141
Concedió el derecho de ciudadanía a cuantos practicaban medicina en Roma o
cultivaban las artes literarias, debiendo este favor fijarlos en la ciudad y atraer
a otros.141

Restos del Foro de César, quien lo mandó edificar en Roma durante su


dictadura.
En cuanto a las deudas, en vez de conceder la abolición, con afán esperada y
reclamada sin cesar, decretó que los deudores pagarían según la estimación de
sus propiedades y conforme al precio de estos bienes antes de la guerra civil, y
que se deduciría del capital todo lo que se hubiese pagado en dinero o en
promesas escritas a título de usura, con cuya disposición desaparecería cerca
de la cuarta parte de las deudas.141
Disolvió todas las asociaciones, exceptuando aquellas que tenían origen en los
primeros tiempos de Roma.141
Aumentó la penalidad en cuanto a los crímenes, y como los ricos los cometían
sin perder nada de su caudal, decretó contra los parricidas la confiscación
completa y contra los criminales la de la mitad de sus bienes.141
Privó del orden senatorial a los convictos de concusión.142
Declaró nulo el matrimonio de un antiguo pretor que se había casado con una
mujer al segundo día de separada de su marido, aunque no se la sospechara de
adulterio.142
Estableció impuestos sobre las mercancías extranjeras. Mandaba a los
mercados guardias que secuestraran los artículos prohibidos y los llevaran a su
casa, yendo algunas veces lictores y soldados a recoger en los comedores lo
que había escapado a la vigilancia de los guardias.142

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Prohibió el uso de literas, de la púrpura y las perlas, exceptuando a ciertas
personas, ciertas edades y en determinados días.142 Estas medidas derivaron
de una ley contra el lujo (lex sumptuaria), y parece que no tuvieron éxito, si
bien «conectaba con lo que venía siendo una inquietud creciente en el seno de
la aristocracia en relación con el incremento excesivo de sus deudas».136
En cuanto a la moneda, incrementó a cuatro el número de tresviri auro argento
aere flando feriundo (“triunviros responsables de la fundición y acuñación de
oro, plata y bronce”),
También creó una ceca privada con la que acuñó regularmente, de 48 a 44 a.
C., el oro que obtuvo en la Guerra de las Galias y saqueando el erario público
(15 000 lingotes).144 Fijó el peso del aureus en 1/40 de la libra romana
(aproximadamente el equivalente a 8 gramos).
Debe destacarse asimismo que Julio César fue el primer dirigente romano vivo
cuyo rostro apareció en una moneda en circulación (44 a. C.), por autorización
del Senado.
En un intento de restaurar la liquidez, hizo aprobar una ley que prohibía que
nadie acumulara más de 15 000 denarios, pretendiendo poner en circulación
las monedas atesoradas. Esta ley, como puede suponerse, debió ser sin duda
alguna tan ineficaz como inaplicable.
En lo referente a la natalidad «ofreció compensaciones a todos aquellos que
tuvieran un número elevado de hijos», aunque de todos modos «el incremento
de la natalidad había sido desde la segunda mitad del siglo ii [a. C.] un asunto
de interés para la aristocracia romana (reforma agraria de Tiberio Graco,
discurso del censor Metelo Macédonico en 131), vinculado a la supervivencia
de la República».
Para evitar problemas, fue el primer legislador romano que instaló a sus
veteranos en colonias fuera de Italia.
-La organización del Imperio de Cayo Julio César, Aportes al Derecho

La victoria aseguró a César el dominio del mundo romano, apoyado en sus


conquistas, la fidelidad del ejército y las riquezas obtenidas. Camufló su poder
con la acumulación de magistraturas republicanas, como dictador o cónsul,
renovadas y ampliadas sucesivamente, hasta que en el año 44 alcanzó el

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nombramiento de dictador vitalicio. También se apropió de las atribuciones de
censor y tribuno de la plebe, que como cónsul y patricio le estaban negadas
legalmente. El Senado le confirió poderes y honores extraordinarios: derecho
de paz y de guerra, nombramiento de patricios y senadores, elección de
magistrados y gobernadores provinciales, capacidad para decretar leyes,
convocar los comicios y al Senado o la dignidad permanente de imperator
(vencedor), lo que le permitía lucir la púrpura y el laurel. Fue autorizado para
acuñar moneda con su efigie, e incluso se le erigió una estatua en el templo del
Quirinal; asimismo, dio su nombre a un mes del calendario que él mismo
había reformado.

Con estas atribuciones emprendió una ingente labor legislativa y


administrativa. Disminuyó los poderes del Senado y aumentó el número de sus
miembros a 900, introduciendo en él a provinciales, financieros, militares y
todo tipo de partidarios, con lo que la institución dejó de ser el reducto de la
oligarquía aristocrática romana. También incrementó el número de
magistrados y cónsules, para evitar la formación de un poder fuerte en su
ausencia. Por otro lado, practicó una política generosa con los enemigos
vencidos, otorgándoles cargos para asegurar su fidelidad. Con el mismo fin
estableció a los veteranos del ejército en nuevas colonias provinciales:
Híspalis (Sevilla), Arles, Narbona, Cartago, Corinto, etc. Organizó
espectaculares festejos en Roma para atraerse el favor popular, pero también
redujo el número de beneficiarios de las distribuciones gratuitas de alimentos.
Interesado en sanear la capital imperial en todos los aspectos, realizó
importantes obras públicas (incluyendo la ampliación del puerto de Ostia),
prohibió la violencia callejera, y distribuyó tierras, procedentes de las
confiscaciones a los pompeyanos y del desecamiento de las marismas
pontinas, a 80.000 romanos. La Lex Iulia municipalis favoreció la autonomía
de provincias y municipios, y permitió ejercer mayor control sobre los
gobernadores provinciales. También extendió ampliamente el derecho latino y
el de ciudadanía en las provincias, y atacó los abusos de los financieros y los
arrendadores de impuestos. Incluso se ocupó de introducir mayor moralidad
en la vida pública y privada. En suma, estaba decidido a fundar un Estado
sólido y bien administrado.

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Resulta sorprendente la magnitud de esta labor, sobre todo si se tiene en
cuenta que fue realizada en muy poco tiempo. Efectivamente, entre la victoria
de Munda y su muerte en Roma medió aproximadamente un año. Su asesinato
se debió a su único error político, ambicionar el título de rey, lo que iba contra
las tradiciones y el sentir del pueblo romano. Ya durante las fiestas Lupercales
(febrero del 44), su lugarteniente Marco Antonio trató de ceñirle una diadema,
símbolo helenístico de la realeza, pero César la rechazó ante los murmullos
reprobatorios del público. Lo cierto es que la dignidad real convenía a sus
planes de expansión en Oriente, cuna de una larga tradición de monarquías de
derecho divino. Así, obtuvo del Senado el título de rey fuera de Roma. Pero
cuando iba a recibir el nombramiento fue apuñalado junto a la estatua de
Pompeyo, en los idus (15) de marzo del 44. Los conjurados, dirigidos por su
ahijado Bruto y por Casio, afirmaron actuar en defensa de las libertades
republicanas, aunque los enemigos de César eran muchos y aunaban intereses
muy variados, no siempre legítimos. En todo caso, su obra sería continuada
poco después por su hijo adoptivo Octavio Augusto.

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