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La expedición Antártica de Shackleton

Un ejemplo de liderazgo

Arriba izquierda:27 de agosto de 1915. El Endurance aprisionado en el hielo.


Derecha, Sir Ernest Henry Shackleton

Sir Ernest Henry Shackleton, el explorador a quien tanto le gustaban los mares y los hielos del sur se hizo
famoso por su expedición con el "Endurance", donde, pese al siniestro que sufrió y a las duras condiciones
soportadas durante los dos años en que permaneció varado con su barco entre los hielos antárticos, no perdió
absolutamente a ninguno de sus hombres.
Algunas curiosidades...
El anuncio que publicó Shackleton para buscar gente para el viaje fue este:

"Se buscan hombres para un viaje peligroso. Sueldo bajo. Mucho frío.
No se asegura retorno con vida. Honor y reconocimiento en caso de éxito"

Para entender un poco el concepto que tenían, de él se dijo:

"Para conductor científico, denme ustedes a Scott; para viajar veloz y eficientemente, Amundsen;
pero cuando uno se encuentra en una situación desesperada, cuando parece que no hay salvación,
conviene arrodillarse y pedir a Dios que le envíe a Shackleton".

Sir Ernest Henry Shackleton, nacido en Kilkea House, Irlanda en febrero de 1874. Su padre había sido
granjero y tras fracasar en una cosecha decidió estudiar medicina en Dublin. En 1884 siendo ya médico, se
trasladó a Londres. donde intentó que su hijo estudiara medicina, pero el joven, con 16 años de edad, se fue a
Liverpool y se embarcó en una fragata, para viajar al Perú por la ruta del Cabo de Hornos. Estuvo navegando
durante cinco años en las rutas de Oriente y América. En 1896 ya era primer oficial y dos años después, a los
24 años de edad, obtuvo el título de "Master" (capitán).
Sir Ernst Shackleton pertenecía a ese puñado de hombres que con el nacimiento del siglo pretendían explorar
en profundidad el continente blanco. En 1901 había participado de la expedición de Robert Falcon Scott a
bordo del "Discovery" y, en 1909, protagonizó un fracasado intento de ser el primero en alcanzar el Polo Sur:
a 97 millas de la meta tuvo que emprender el regreso, enfermo y casi sin alimentos. El Polo sería conquistado
por el noruego Roald Amundsen a fines de 1911. Casi un mes después, Scott llegó también el Polo. Exhausto
y sin comida, en el camino de regreso murió congelado junto a sus tres compañeros.
Con la Imperial Trans-Antarctic Expedition de 1914-17, Shackleton pretendía cruzar el continente por un
territorio desconocido, desde el Mar de Weddell al de Ross. El proyecto consistía en que el grupo de
expedicionarios fuera dejado por el Endurance en algún punto de la costa, sobre el Mar de Weddell, mientras
que otro barco, el Aurora, les aguardaría sobre el Mar de Ross, tras ir dejando provisiones en buena parte de la
ruta que Shackleton y seis hombres vendrían recorriendo con trineos tirados por perros a lo largo de 2.800
kilómetros. Esa empresa jamás se concretaría.

El Endurance avanza a motor cortando con la roda el pack de hielo.

El Endurance, de 43 metros de eslora y 350 toneladas, estaba aparejado de bergantín, con motor a vapor que
le permitía hacer entre 9 y 10 nudos. El casco era de roble y otras maderas duras. Fue construido en Noruega,
habiendo sido diseñado para navegar en zonas de hielos por la fortaleza de su estructura pero sus formas no
estaban optimizadas para zafar en caso de ser atrapado por el hielo.
Shackleton había partido de Plymouth el 8 de agosto de 1914 con el Endurance, para hacer escala en Buenos
Aires, donde tras reaprovisionarse, parte para las Georgias del Sur el 26 de octubre
El 5 de diciembre abandona las Georgias para dirigirse al mar de Weddell en donde predominaban extremas
condiciones de hielo
El 6 de diciembre el ENDURANCE comienza a encontrar vestigios de hielo, que serian señales de lo que
vendría.
El 18 de enero de 1914, el Endurance queda atrapado entre los hielos del mar de Weddell y se queda en esa
posición durante 10 meses, inmovilizado. El barco se halla aferrado por grandes témpanos que le rodean y
aprietan

.Se escucha crujir los maderos del casco.


Por momentos, es como si una mano,
gigantesca, cargada de un odio
inimaginable, lo estuviese golpeando por
sus lados. Siente como si fuesen sus propios
huesos los que están por estallar. Sabe que a
partir de ese momento comienza la
verdadera odisea.

A las 5 de la tarde de aquel miércoles 27 de


octubre, Shackleton ordena abandonar el
barco que hasta entonces les había cobijado
y decide instalar un campamento que
bautizaría Ocean Camp. Los 28 hombres de
la expedición están ahora en la mayor
soledad, distantes una eternidad de la más
remota posibilidad de ser rescatados. Hasta
entonces, aunque habían sido infructuosos
todos los intentos de avanzar, la vida
continuaba a bordo con cierta tranquilidad.
Aún no era desesperante ver como
disminuía la reserva de carbón y de
alimentos. El fotógrafo de la expedición,
James Hurley, realizaba con frecuencia
proyecciones de diapositivas con una
"linterna mágica", sobre sus anteriores
viajes (había participado de la expedición
antártica de Sir Douglas Mawson en 1911
y recorrido parte de Tasmania). Las
observaciones científicas continuaron y
había tiempo para agradables veladas y
juegos de cartas. Creían que en el verano
saldrían de aquella incómoda situación.
Pero al irse rompiendo el hielo y
producirse el desplazamiento de grandes
témpanos que llegaban a montarse unos
sobre otros, el Endurance empezó a ser
apretado por esas grandes tenazas de agua
de mar congelado y, cuando ya le
sostenían con firmeza, en cinco segundos
el empuje del hielo lo hizo escorar 20
grados a babor. Tras una pequeña pausa,
llegó a los 30 grados

A fines del invierno de 1915, el Endurance permanece atrapado en una situación comprometida.

. En el interior todas las cosas volaron por los aires y lo que era un sólido barco con maderos de roble de
hasta 75 centímetros de espesor, se iría convirtiendo a partir gradual e inexorablemente en astillas, para ser
devoradas por el mar.
Para combatir el tedio y
conservar la función de
líder, era vital
la administración de
tareas claras y definidas

El proyecto de Shackleton de
salir de aquel infierno helado
tras la pérdida del Endurance,
solo podía haber sido ima-
ginado por alguien como él
que, además de conocer como
pocos la Antártida, tenía una
confianza inquebrantable en sí
mismo: al fracasar en un pri-
mer intento por avanzar cami-
nando hacia el Norte, propuso
abordar un témpano lo sufi-
cientemente sólido que, al de-
rivar llevado por la corriente y
el viento, los dejara a tiro de
piedra de isla Paulet, distante
346 millas. Ahí les sería posi-
ble alcanzar el refugio con
alimentos y combustible deja-
do en 1904 por la corbeta Uru-
guay. Desde Paulet, planeaba
continuar hasta la Tierra de
Graham con la esperanza de
encontrar una flota de caza-
dores de ballenas que pudiesen
sacarlos de ese atolladero.

La marcha hacia el norte iba a


ser penosa, agotadora y lenta.
Los hombres del contingente
de exploradores, para sobrevi-
vir, tuvieron que seleccionar
cuidadosamente lo que iban a
cargar. Shackleton ordenó en-
tonces preparar los tres botes
de salvamento del Endurance
y recoger únicamente alimen-
tos, abrigos, aceite, combus-
tible. "Cada hombre podía llevar, además de la ropa que tuviese puesta, dos pares de mitones, seis pares de
medias, dos de botas, una bolsa para dormir, una libra de tabaco y dos libras de efectos personales". Objetos
suntuosos y hasta las fotos familiares, debían ser abandonados. Dirigiéndose al meteorólogo Leonard Hussey,
le dijo que podía traer su banjo, aunque era bastante pesado, puesto que la música era "vital tónico mental". A
Thomas Crean, segundo oficial del Endurance, le hizo matar los tres cachorros y a "Mrs. Chippy", la gata que
había abordado el barco en su escala en Buenos Aires y que se había convertido en la mascota, pero no se
atrevió a sacrificar a Sirius, el perro de Macklin, que todavía no había aprendido a tirar del trineo.
Y para que no quedasen dudas del significado de aquella orden, Shackleton tomó del bolsillo de su parca
un puñado de libras esterlinas y su cigarrera de oro y las tiró sobre la nieve. Por último, tomó la Biblia que le
había obsequiado la Reina Madre Alexandra y la depositó en el suelo luego de arrancarle las páginas con la
dedicatoria.
James Francis Hurley había realizado a lo largo del año unas 500 placas de vidrio que reveló en el
laboratorio instalado al lado de la caldera del Endurance, de tal manera de lograr una temperatura aceptable
para los químicos. Para protegerlas, las había guardado en latas que luego selló herméticamente con estaño y
que quedaron en un estante cuando el barco fue abandonado.

Hurley trepado en el penol de la verga del trinquete para obtener una vista panorámica

Dos marineros, que fueron enviados a buscar alimentos al Endurance, se toparon con aquellas latas de
negativos. El agua ya había cubierto la caseta del timón hasta un metro de altura, pero igual deciden
sumergirse en el agua helada hasta la cintura. Querían darle a Hurley una sorpresa con aquel preciado
obsequio. Y por supuesto que lo lograron. Hurley era ciertamente un personaje conflictivo. Excelente
fotógrafo y muy habilidoso (llegó a construir una cocina portátil y una bomba de achique con restos de chapas
y siempre estaba dispuesto para las tareas más arduas y difíciles), tenía también dotes de líder. "Respondía
mejor a las alabanzas y a menudo necesitaba que se le elogiase y se le hiciera sentir importante. Shackleton
intuyó esa necesidad y temió que si no la alimentaba, Hurley podría sentirse menoscabado y posiblemente
fomentaría el descontento entre los demás", así que lo incorporó al reducido grupo de sus asesores porque "no
quería contrariarlo". Demostraba ser un gran conductor de hombres y profundo conocedor del alma humana.

La marcha hacia el norte


La tripulación del Endurance fue ganando camino hacia el Norte, llevados a la deriva por los grandes
packs de hielo o por extenuantes caminatas, arrastrando sobre trineos los 3 botes a medida que el hielo se
resquebrajaba porque, a partir de diciembre de 1915, el aumento de la temperatura fue haciendo que el hielo
se debilitara y tuvieran que buscar desesperadamente packs más gruesos y sólidos. Los hombres avanzaban
casi pegados a los tres botes. En la Nochebuena cruzaron el círculo polar antártico, siempre derivando en
dirección al Norte. Un año antes habían hecho ese mismo camino en sentido inverso, pero a bordo del
Endurance. Todo era penoso, hasta el dolor de tener que sacrificar de un tiro, el 30 de marzo, al último de los
68 perros canadienses que les habían acompañado. Sería reserva de carne fresca para dos semanas.
El 12 de abril, Shackleton avistó la escarpada costa de la Isla Elefante. El témpano había derivado unas 30
millas náuticas al Este, alejándoles de la costa, de tal manera que ya les sería imposible alcanzar isla Paulet.
De continuar en el témpano, les aguardaba una muerte segura porque por delante no había otra cosa que la
inmensidad del Atlántico. La decisión estaba tomada: largarían los tres botes para alcanzar aquella isla.
Estaban en tierra firme por primera vez en 16 meses, pero el terreno no les ofrecía otra cosa que soledad.
Shackleton, una vez más, se erigió en alguien capaz de seguir enfrentando las mayores adversidades y como,
un moderno Ulises, decidido a salvar las vidas a todos aquellos que habían confiado en él y que ahora se
encontraban inmersos en una despiadada realidad.
El 20 de abril les informó que en uno de los botes de poco más de 6 metros de eslora, zarparía en demanda
de Georgia del Sur, distante 800 millas náuticas, para pedir ayuda en la estación ballenera de Grytviken.
Digamos que eran algo así como 1.480 kilómetros en uno de los mares más salvajes del planeta, por la fuerza
de los vientos que imperan. Cuatro días después, acompañado por 5 hombres de su tripulación, se hizo a la
mar. El equipo del bote consistía en una brújula, sextante, barómetro, algunas cartas náuticas y dos
binoculares, además de las provisiones.
Dos semanas después, el 8 de mayo y tras haber soportado dos violentos temporales y olas gigantescas,
avistaron la costa acantilada de Georgia del Sur. Pero el destino seguía empecinándose contra ellos. Un
violento temporal se los tragó y la isla cesó de dibujarse sobre el horizonte. Recién dos días después pudieron
desembarcar, a 30 kilómetros de la estación ballenera de Grytviken. Emprendieron una nueva y pesada
marcha para superar las cumbres escarpadas y heladas de la isla. Basta mencionar que no fue sino hasta 1957
que la isla fue atravesada por segunda vez por una expedición de alpinistas especialmente equipados, no como
los náufragos del Endurance, vestidos casi con harapos, famélicos, contando tan solo con una cuerda y una
hachuela.

Despues de 497 días sobre el hielo, los expedicionarios


desembarcan en tierra firme en Isla Elefante

El rescate del resto de sus hombres en Isla Elefante no fue menos penoso. Con el ballenero "Southern Sky",
Shackleton llegó a 60 millas de la isla, pero el hielo los rechazó. Un nuevo intento se realizó con el pesquero
"Instituto de Pesca Nº 1" del Uruguay pero el hielo volvió a negarles el paso. Shackleton se trasladó a Punta
Arenas, donde residentes ingleses y chilenos donaron 1.500 libras esterlinas para alquilar la goleta "Emma".
En proximidad de la isla Elefante, el motor auxiliar quedó fuera de servicio y como era muy riesgoso seguir
solo a vela decidieron abandonar la búsqueda. Por fin, Shackleton obtuvo la asistencia del remolcador de mar
de bandera chilena "Yelcho", que, al mando del capitán Luis Pardo, lo llevó hasta la Isla Elefante. Arribaron
el 30 de agosto de 1916, 105 días después de haber zarpado con el pequeño bote de 6 metros. Uno de los
hombres, al ver la silueta del viejo vapor, izó su chaquetilla a modo de señal sobre un mástil, pero la roldana
se le atascó y quedó a media asta. Shackleton la vio y se le hizo un nudo en la garganta pensando que alguno
de sus hombres habría muerto. Pero no, aquellos héroes de la Antártida estaban ahí esperándolo, cansados,
con hambre, sucios, pero inmensamente felices. No había muerto nadie. Estaban todos a salvo

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