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AUTOPOIESIS COMO MATERIAL EXPLOSIVO EN LA TEORÍA SOCIAL CONTEMPORÁNEA

Marcelo Arnold Cathalifaud (marnold@uchile.cl )


Daniela Thumala Dockendorff
Anahí Urquiza Gómez

Resumen
La teoría autopoiética en Luhmann integra la formulación de Maturana pero su punto de
encuentro se circunscribe a la consideración general de referirse a formas de organización que se
auto-producen. Se argumenta que la teoría de la autopoiesis en la versión establecida por Niklas
Luhmann no es una proyección sociológica de una teoría de la biología, sino que un efectivo
aporte para las ciencias sociales bajo la forma de un programa de observación de la sociedad que
abre un profundo interés para promover e integrar investigaciones que den cuenta sobre las
condiciones de la sociedad y sus niveles de complejidad.

[Autopoiesis, sistemas, organización, teoría social, sociopoiesis]

Introducción
No obstante su difusión, los alcances del concepto de autopoiesis, su cabal entendimiento y
eventuales aplicaciones encierran enormes complejidades. Se exige, para identificar sus
potencialidades, sensibilizarse con un lenguaje denso, pleno de circularidad y recursión. Esta
empresa intelectual fue dada a conocer el año 1973 con la publicación “De maquinas y seres
vivos. Autopoiesis: la organización de lo vivo”, escrita con la colaboración con Francisco Varela,
quien más adelante declararía un mayor escepticismo con las aplicaciones del concepto de
autopoiesis.
El concepto de autopoiesis, tal como fue formulado y desarrollado por Humberto Maturana, abrió
nuevas dimensiones al entendimiento de la organización de las células, las propiedades
cognoscentes de los sistemas vivos y los fundamentos de la sociabilidad humana. En su definición
original refiere a un tipo de organización donde sus componentes están dinámicamente
relacionados en una red continua de interacciones de tal manera que producen en ella sus
componentes, establecen los límites dentro de los cuales se dan esas interacciones y, en un
mismo y unitario proceso, se distinguen constituyéndose como unidades autónomas que
especifican -y son especificas de- un dominio de existencia (Maturana & Varela, 1984:24-28) Esta
teoría surge para explicar cómo los sistemas celulares se generan y sostienen a través de
operaciones donde su variable crítica es mantenerse por efecto de sus propios determinismos.
Específicamente, sus proyecciones se encuentran en su explicación acerca de cómo llegó a
constituirse el metabolismo celular a nivel molecular como operación auto-producida y cómo
organismos celulares, en su deriva evolutiva, dieron lugar a sistemas cognoscentes cada vez más
complejos.

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En esta presentación desarrollaremos sintéticamente los fundamentos de la teoría de la
autopoiesis instalados desde las siguientes interrogantes: ¿qué distinciones contiene una
explicación referida la organización celular capaz de influir en los campos del saber de las ciencias
humanas y sociales? y ¿cuáles son los efectivos aportes que ha proyectado para la comprensión
de fenómenos sociales? Nuestro objetivo es demostrar que efectivamente quienes desarrollan la
perspectiva biológica de la autopoiesis tienen razón cuando indican su escasa aplicabilidad para el
entendimiento de los sistemas sociales, sin embargo, si bien la objeción es correcta se ha
descuidado el hecho que Luhmann, el principal autor que trabaja tal concepto en las ciencias
sociales, ha reelaborado completamente tal concepto y que tal especificación sí contribuye al
entendimiento de los sistemas sociales. La exposición se ordena en dos secciones, la primera
comprende la explicación biológica de los seres vivos y sus aplicaciones en el ámbito de los
sistemas y relaciones sociales (teoría biológica de la autopoiesis), en segundo lugar su re-
especificación en la teoría sistémica luhmanniana, especialmente bajo la forma de una teoría
sobre la sociopoiesis de la sociedad.

Teoría de la bioautopoiesis
A fines de 1960 Maturana, y su equipo, motivados por responder la pregunta sobre la naturaleza
de lo viviente, formularon una explicación que da cuenta de los sistemas vivos (células) como
unidades dotadas de autonomía e individualidad. Para ello se concentraron en comprender su
organización, no desde las propiedades de sus componentes, sino en los procesos y relaciones
realizados por tales componentes (Maturana & Varela 1995:65)
Maturana identifica así sus primeras elaboraciones del concepto de autopoiesis, a mediados de la
década de los sesenta, “…me di cuenta de que lo que definía y de hecho constituía a los seres
vivos como entes autónomos que resultaban autorreferidos en su mero operar, era que eran
unidades discretas que existían como tales en la continua realización y conservación de la
circularidad productiva de todos sus componentes, de modo que todo lo que ocurría con ellos
ocurría en la realización y en la conservación de esa dinámica productiva, que lo definía y a la vez
constituía en su autonomía” (Maturana & Varela 1994:6) Por esas mismas fechas aplica el
concepto de “organización circular” en el texto Neurophysiology of cognition para explicar a los
seres vivos (1969) y cinco años después se publica Autopoiesis: organization of living Systems, its
characterization and a model (Varela & Maturana y Uribe, 1974) Finalmente, a principios de la
década de los 80 fueron editados los libros fundamentales para el posicionamiento definitivo del
concepto de autopoiesis en las discusiones científicas: Autopoietic Systems (Benseler & Heil y
Kock, 1980) y Autopoiesis: a theory of the living organization (Zeleny, M. 1981)
La noción de autopoiesis sobrepasa las nociones de auto-organización, que estaba incluida en los
conceptos de retroalimentación positiva y morfogénesis de la cibernética de segundo orden
(Mayurama,M. 1968) y se proyecta un aporte inédito que se confronta directamente con los
postulados de la teoría elaborada por von Bertalanffy, que refiere a sistemas abiertos y adaptados
al entorno (vid. Rodríguez & Arnold 1999) Su novedad es reconocer sistemas que se constituyen
como resultados de su operar: son productos de sí mismos, donde desaparece la separación entre
productor y producto y donde el ser y el hacer son inseparables (Maturana & Varela 1984:28-29)

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Lo central en un sistema autopoiético es que se diferencia de un entorno por su modo específico
de organización Esto indica que su identidad emerge de su red de procesos dinámicos en un
espacio clausurado de transformaciones. Lo que les ocurre se determina internamente y todas sus
operaciones se subordinan a la conservación de su organización, aunque experimenten cambios
para compensar perturbaciones, incluso si éstas se repiten y pasan por series reiteradas de
cambios (Maturana & Varela 1995:71); el concepto gatillar refiere a que estos cambios están
determinados por su estructura, es decir por las preexistencias sistémicas (Maturana, H. 1984:64)
Estas condiciones indican que nada afuera puede instruir la autopoiesis, los sucesos externos solo
desatan efectos ya predefinidos, reelaboraciones internas de irritaciones que tienen por
direcciones estados con mantenimiento de su organización o interacciones destructivas que los
colapsan. Las relaciones de estos sistemas, que pueden ser con otros sistemas, ocurren por
acoplamientos cuya historia es una ontogenia que ocurre conservando su organización. Por lo
tanto, su organización es independiente de que tan lejos o dependientes estén de su entorno o de
otros sistemas en su entorno.
La demostración empírica de entidades autopoiéticas se encuentran al nivel celular, es allí donde
se constituyen las unidades vivas más elementales. Precisamente, las propiedades de sus
moléculas no permitirían entender la identidad celular pues son los procesos y las relaciones
entre ellos, por medio de los componentes moleculares comprendidos en su metabolismo, los
que constituyen a estos sistemas y lo que los identifica como unidades en sus espacios físicos.
Aunque todo lo que le ocurre a un sistema vivo depende exclusivamente de lo que experimenta
en su clausura operacional y determinismo estructural, esto no significa que operen en la nada,
siempre requieren de algún tipo de disponibilidades que no pueden auto-garantizar y de las
cuales dependen para su existencia. Por ejemplo, temperaturas o fuentes energéticas. Esto es así
desde que surgen, lo que significa que a lo largo de su evolución se han mantenido en dominios
con los cuales son congruentes, por ello la adaptación no sería resultado de ninguna selección
natural sino sólo de condiciones de su propio operar: un sistema autopoiético o está ahí, o no está
(Maturana & Varela 1995:86) Por consiguiente, se diferencian no en cuanto a su mayor o menor
adaptación, sino por el dominio y la estructura con que hacen realidad su modelo organizativo.
La estructura de un sistema autopoiético representa la actualización de sus componentes
realizando su organización constituye una variable y, por lo tanto, no debe confundirse con la
indispensabilidad de su autopoiesis. Aunque la estructura podría subsumirse en la naturaleza de
sus componentes, estos no tienen importancia para la definición de la unidad como totalidad; de
hecho, dentro de ciertos márgenes, las relaciones sistémicas pueden cumplirse mediante
componentes equivalentes. Desde otro punto de vista, si bien la estructura de un sistema, sirve
para dar cuenta de sus operaciones constitutivas, en su manifestación concreta, estas pueden
disponerse a través de distintas estructuras.
La teoría de la autopoiesis no se limita al entendimiento de los metabolismos celulares, se
proyecta también en acoplamientos que originan sistemas con mayores grados de complejidad,
siempre que dispongan como propiedades la autonomía, emergencia, clausura operativa, auto-
estructuración y reproducción autopoiética (Rodríguez, & Torres 2003:113-117). Desde esa
referencia las células son sistemas autopoiéticos de primer orden, los organismos sistemas
autopoiéticos de segundo orden y también podrían identificarse sistemas autopoiéticos de tercer

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orden considerando el caso de acoplamientos entre organismos (Maturana, & Varela 1995:18) De
cualquier modo, para Maturana, la perduración de las unidades más complejas siempre descansa
en la autopoiesis de las de primer orden, por eso, su fenomenología sigue correspondiéndose con
una biológica. De manera más tajante, aunque tardíamente, Varela señala que “… en lo
fundamental tengo un gran escepticismo sobre la extensión del concepto más allá del área para la
que fue pensado, es decir la caracterización de organización de los sistemas vivos en su expresión
mínima. Aunque no hay una razón a priori, después de todos estos años mi conclusión es que una
extensión a niveles “superiores” no es fructífera y que debe ser dejada de lado, aun para
caracterizar un organismo multicelular” (Maturana & Varela, 1994: 19)
El acoplamiento entre sistemas celulares origina sistemas autopoiéticos de segundo orden, por
ejemplo organismos, que operan con clausura y se especifican por una red de procesos dinámicos
cuyos efectos no salen de la red que les otorga su autonomía e individualidad. Concretamente, la
presencia de organismos con sistemas nerviosos identifica procesos compuestos de redes de
interacciones donde tampoco existe determinación del entorno. Por ejemplo, la actividad de un
grupo de neuronas afecta el estado de actividad relativa de otro grupo o del mismo grupo en otro
momento, independientemente del origen de las perturbaciones que gatillan estos cambios. Por
eso es posible afirmar que el sistema nervioso no tiene entradas ni salidas ya que, dada su
clausura y determinaciones, no se contacta con el entorno ni recibe informaciones instructivas de
éste. La presencia de organismos que disponen de sistemas nerviosos se acompaña con amplios
márgenes conductuales. Esta plasticidad permite expandir las posibilidades de cambios
estructurales que tienen lugar a lo largo de su ontogenia como resultado de sus interacciones y
que constituyen su aprendizaje, mientras que posibilita la construcción de una realidad (externa)
a través de sus modos internos de operación (Maturana & Varela 1995:130)
Organismos que cuentan con un sistema nervioso, rico y vasto, como el humano generan además
propiedades que posibilitan nuevas dimensiones para el acoplamiento estructural, por ejemplo el
lenguaje y la autoconciencia (Maturana & Varela 1984:117) Específicamente, cuando surge el
observador, con el lenguaje, se constituye un sistema capaz de interactuar de manera recursiva
con sus propios estados, dando origen a un dominio descriptivo y de auto-observación. Estos
sistemas observadores dotados de lenguaje pueden establecer distinciones, descripciones y
explicaciones incluso de sí mismos. Los seres humanos, por ejemplo, interactúan con sus propios
estados lingüísticos y los tratan como perturbaciones en un espacio auto-constituido que no
existe fuera de ellos. En este punto destaca la centralidad del lenguaje pues, por su intermedio, se
modifican substancialmente los dominios conductuales de nuestra especie haciendo posibles
fenómenos como la conciencia, la reflexión y un observador que traspasa sus bordes al dominio
de las convivencias sociales.
La aparición de interacciones mediadas lingüísticamente marcaría el origen del modo humano de
vida que resulta de un proceso evolutivo a través del cual ha conservado su adaptación y su
autopoiesis. Así, la realidad humana, surge como un dominio emergente especificado por
resultados de operaciones de observación.
Si bien, y en principio, el concepto de autopoiesis se reservó sólo para los sistemas vivos, en
palabras de Maturana: “… es posible hablar de sistemas autopoiéticos de tercer orden al
considerar el caso de una colmena, o de una colonia, o de una familia, o del sistema social como

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un agregado de organismos. Pero allí, lo autopoiético resulta del agregado de organismos y no es
lo definitorio o propio de la colmena, o de la colonia, o de la familia, o del sistema social, como la
clase particular de sistema que cada uno de estos sistemas es” (1994: 10) Estos dan lugar a la
fenomenología de sistemas sociales constituidos como redes cerradas de interacciones entre
organismos que, a su vez, se viabilizan por su permanencia en esa red. Estas unidades de tercer
orden no constituirían unidades autopoiéticas, dado que sus relaciones constitutivas, de
especificidad y de orden no corresponden a aquellas propias de los sistemas vivos en los cuales,
como señala Maturana, la autopoiesis celular no es definitoria (Maturana & Varela 1994:9) Pese a
ello, los sistemas sociales presentan grados de autonomía respecto a la relación con sus entornos,
aunque los cambios estructurales productos de esas relaciones podrían describirse, por un
observador, en términos de coordinaciones de interacciones instructivas.
Los sistemas sociales no serían exclusivos a nuestra especie, pero en ésta incorporan cualidades
que derivan del hecho que ocurren en un dominio de interacciones consensuales posibilitado por
su constitución lingüística. Por eso las conductas que se alcanzan en un dominio de acoplamiento
de tercer orden se denominan comunicativas, y la coordinación conductual que resulta de ellas se
denomina la comunicación. Se trata de operaciones en un dominio recursivo de coordinaciones
consensuales de coordinaciones consensuales que habrían surgido, hace miles de años, como
consecuencia de una coexistencia íntima en coordinaciones de acciones que se renueva en cada
niño durante su co-ontogenia con los adultos con quienes crece (Maturana, H. 1995:163) Por eso,
no existe contradicción entre lo social y lo individual.
Maturana añade que para que se genere un sistema social es fundamental que las interacciones
recurrentes ocurran en un contexto de predisposiciones biológicas cooperativas. Específicamente,
el espacio de encuentro y de aceptación mutua entre organismos humanos acoplados
estructuralmente habría sido posible una emoción determinada: el amor (Maturana, H. 1990,
1994). Como no todos los dominios de acciones se fundan en esa emoción algunas vinculaciones
como, por ejemplo, las relaciones de trabajo y las de poder, no serían sociales. En el primer caso
se trata de un dominio basado en el compromiso del cumplimiento de tareas; en el segundo,
corresponde a un dominio basado en la sumisión del otro. Ambos no incluyen el sentimiento
básico del amor y la cooperación, es decir, la aceptación mutua.
Sin duda, la arquitectura de la teoría biopoiética limita radicalmente su posibilidad de producir
una explicación aceptable de la sociedad y quizás por ello Maturana no sería confrontado por la
aplicación del concepto de autopoiesis a sistemas sociales aunque, como apreciamos, nunca lo
restringió a los sistemas vivos ya que, de una u otra manera, la aplicó en materias propias de la
sociología y antropología. A pesar de ello, existen muchas concordancias entre estas ideas con
teorías clásicas como contemporáneas. Marx, Spencer, Durkheim, Pareto, Malinowski y otros
tantos pueden leerse en sus claves; lo mismo Giddens, Castoriadis, Beck, Habermas o Bourdieu
por ejemplo. Pero ninguno de estos últimos le dedica mayor atención a la teoría maturaniana y,
por lo tanto, se trata de equivalencias más que de aplicaciones deliberadas. Por el contrario, en la
teoría desarrollada por Niklas Luhmann el impacto del concepto de autopoiesis es obvio pero,
como lo demostraremos, no es tan evidente que su versión se corresponda con la de Maturana,
incluso, este último la ha advertido reiteradamente, con sus reparos a las aplicaciones del
sociólogo de Bielefeld (1992) Pero, finalmente, es Luhmann quien termina divulgando la

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aplicación del concepto de autopoiesis al punto que la noción de autopoiesis ha pasado a ser lo
más distintivo y, a la vez, lo más polémico de su obra. En adelante, como se conoce, la lista de
exegetas, epígonos y oponentes a su teoría autopoiética no se detiene, mientras que en la
literatura especializada se empieza a perder de vista su formulación original donde la mayor
cantidad de artículos sociológicos que refieren al concepto de autopoiesis están asociados con
aplicaciones inspiradas en Luhmann (Urquiza, et al 2009)

Teoría de la socioautopoiesis
Luhmann propuso una teoría de la autopoiesis como fórmula para caracterizar la sociedad en
tanto sistema, es por eso que las críticas a su aplicación, más allá del ámbito celular, apuntan al
modo con que la introduce al estudio de la sociedad y sus distintas manifestaciones. Aunque por
medio de esta noción no se haga más que fundamentar científicamente la clásica idea de que la
sociedad es una realidad sui generis, este intento se expuso a una fuerte incomprensión y rechazo
que, en parte, surge al confundir autopoiesis con el hecho que la sociedad disponga por sí misma
de todas las causas que son necesarias para su producción. Al respecto, se debe diferenciar entre
producción y creación, la creación es un problema para Dios, los sistemas autopoiéticos no
disponen de todas sus causas, ni tampoco son inmunes a causalidades, que incluso pueden,
cuando se sobrepasan algunos valores límites, llevar su destrucción (Luhmann,N.1997:52)
Desde principios de la década de los sesenta Luhmann había explorado explícitamente la potencia
de los conceptos de complejidad y de autorreferencialidad en sistemas que se auto-organizan.
Como señala Torres (2010,) ideas convergentes con la noción de autopoiesis estarían presentes en
sus primeros textos donde intuía que las nociones sistémicas clásicas estaban demasiado pegadas
a las explicaciones sobre la construcción y mantención de estructuras, y nada decían sobre sus
propias condiciones de posibilidad para evitar tautologías y asumir paradojas. En cambio la
exigencia básica para el uso del concepto de autopoiesis es que toda explicación debe partir
indicando con que operaciones específicas se reproduce un sistema. Justamente, como señala
García Blanco (1997) esa interrogante es la que cubre el concepto de autopoiesis.
A comienzos de los ochenta Luhmann, cuando ya había publicado aproximadamente 25 libros y
150 artículos (Rodríguez & Torres 2003:109), aparece su primera referencia al concepto de
autopoiesis en su artículo “Autopoiesis, acción y entendimiento comunicativo” (1982) donde se
concentra en desarticular la empresa habermasiana de posicionar la noción de acción
comunicativa como unidad de la explicación sociológica pues, tal como la visualiza, se encuentra
enredada en consideraciones psíquicas (intenciones) En esa discusión se coloca en posición para
interrogarse con respecto a la composición básica de los sistemas sociales para, desde allí, indagar
sobre las características de las estructuras con que se realizan. Dos años después en The
autopoiesis of social system (1985) Luhmann define la autopoiesis como la forma de organización
en sistemas que usan su clausura autorreferencial para producir sus componentes. En esta
dirección proyecta el concepto biológico de autopoiesis como una teoría general para distinguir e
indicar operaciones equivalentes, que permite tratar distintas expresiones, que no serán
reducibles unas en otras y de las cuáles los sistemas vivos es una de ellas. Estas aplicaciones del
concepto de autopoiesis no serían metonimias o metáforas (vid. Morgan 1991), tampoco

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resonancias a sensibilidades de una época constructivista como señala Varela (Maturana & Varela
1994: 2-18) sino que derivaciones de una sofisticada teoría que cumple con las condiciones de ser
universalista.
En principio, Luhmann, considera que la noción de autopoiesis, en su versión original, no está
suficientemente desarrollada, no deja ver todas sus potencialidades y, por lo tanto, su extensión
fuera del campo de la biología se basaría en premisas incompletas. Ante ello asume la necesidad
de delinearla a un nivel más abstracto, precisando como su aporte fundamental referirla a
entidades que se auto-conforman, es decir, y en sentido estricto, que reproducen internamente
las diferencias con las cuales se constituyen. Es de este modo que identifica y coloca bajo
observación tres grandes tipos de sistemas: los sistemas vivos (células, organismos, cerebros); los
sistemas psíquicos y los sistemas sociales (sociedades, interacciones y organizaciones. Al dejar
abierto el concepto de autopoiesis para la observación de operaciones que pueden ser
bioquímicas o neurofisiológicas como de conciencia o comunicaciones sociales, esta clasificación
permite abordar las diferencias y equivalencias que se aprecian entre distintos sistemas
preguntándose sobre las peculiares operaciones – y no elementos- con las que mantienen su
organización.
Al reconocer distintos tipos de sistemas autopoiéticos Luhmann se pregunta cómo el metabolismo
celular podría considerarse resultado de operaciones autopoiéticas y cómo estas difieren, pero
son equivalentes a las requeridas en los sistemas sociales. Ello le permite destacar como para el
caso de estos últimos sistemas sus requerimientos no se basan en lograr la reposición circular de
su unidad pues sus componentes al surgir desaparecen y son reemplazados, no por los mismos,
sino por otros y solo así pueden controlar su disolución. Justamente, por esta composición los
sistemas sociales requieren resolver el problema que están hechos para desaparecer, por lo tanto
lo que les da forma, tendrá que ver con cómo prosiguen su reproducción, en tanto cadena de
conectividades. Pero como tales sistemas pueden cesar esta reproducción, y efectivamente lo
hacen, surgirán muchas otras interrogantes con respecto a las condiciones que aseguran su
perduración, su evolución o mantención de sus estructuras.
Como los sistemas sociales transitan en los bordes de su disolución se debe renunciar a
explicarlos en términos de esencias, su observación se desplaza desde la explicación del
mantenimiento de su estabilidad a la de dar cuenta del mantenimiento de una inestable y
cambiante diferencia sistema/ entorno. De hecho, tampoco los sistemas sociales no están
constreñidos a un espacio, sus límites no son otra cosa que la concreción, desplegada en el
tiempo, de sus operaciones.
Los sistemas sociales se basan en la inestabilidad de sus componentes, independiente de las
estructuras que pudieran observarse, por eso estas no contribuyen a repeticiones sino que a la
regulación de eventos siempre distintos. Es frente a ello que se indica que las operaciones de
estos sistemas solo pueden observarse bajo la forma de eventos que pueden ser indicados desde
la distinción antes/ después, es decir en referencia a diferencias que dejan posibilidades abiertas
que no necesitan, ni pueden, ser anticipadas.
La autopoiesis de los sistemas sociales consistiría en la realización de la conectividad de sus
operaciones y esta o es compatible con las estructuras que se mantienen conservando la

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autopoiesis o deben cambiar para conservarla. Es el observador quien extiende una función
adaptativa a las estructuras, para la autopoiesis misma eso no constituye tema alguno, pues esta
ocurre o no ocurre. Las estructuras varían en tanto no comprometen a la organización
autopoiética en cuyo caso colapsaría, y nada impide que ello ocurra. En este sentido son
funcionales y a la vez contingentes, su conservación tiene relación con las posibilidades que
entregan para facilitar la conectividad de sus operaciones.
En tanto los componentes sobre los que se alzan los sistemas autopoiéticos no son más que
operaciones, no hay muchas alternativas para determinar cuáles podrían ser estas. Estos ultra-
elementos deberían ser el producto de relaciones que no se sustentan en “cosas” como átomos,
partículas, células, moléculas, organismos, conciencias, pensamientos, personas o acciones, sino
que en enlaces que reproducen permanente y exclusivamente. Frente a ello, Luhmann opta por
las comunicaciones, es decir acontecimientos compuestos de selecciones que no tienen otra
forma de reproducción fuera de sus auto-contactos que se producen de modo recurrente y
recursivo por medio de otras comunicaciones. Si los sistemas sociales se componen de
comunicaciones, fuera de ellos no hay comunicación. Desde tal perspectiva, las referencias a
sistemas biológicos, pensamientos o acciones son reemplazados por procesos que, aunque no son
posibles sin células, cerebros, conciencias o cuerpos, constituyen con sus propiedades otro nivel
de emergencia en un sistema que se auto-produce y que, además, requiere observar esta
delimitación para conservarse. Las funciones de la comunicación, por lo tanto, refieren a la
autopoiesis de sistemas sociales.
La comunicación no puede ser explicada por las propiedades de los sistemas biológicos o
psíquicos que participan en ella, sino por la concatenación de relaciones subordinadas a su
autopoiesis y por las propiedades que surgen de estas. Por eso, los sistemas sociales, que la usan
como su modo particular de reproducción, no son unidades vivas, ni psíquicas, que se atribuyan a
individuos o acciones es la manera como pueden observarse o referirse como tales, pero su
composición sea esta información, medio de notificación o comprensión se co-determina
sintetizándose unitariamente.
La capacidad de conexión con la cual se configuran los sistemas sociales se alcanza produciendo
informaciones bajo la forma de comunicación. Los sistemas de este tipo son elaboradores de
diferencias las que fuera de ellos no tienen existencia, no es por lo tanto que se traigan del
entorno, se producen por el sistema y precisamente por el hecho que las utiliza como
distinciones. Concretamente, comprenden cadenas de acontecimientos selectivos que se aprecian
cuando un sistema establece sus estados en relación a informaciones atribuidas a otro sistema.
Pero, la comunicación no tiene nada que ver con transferencias. Una información es una
diferencia que sólo se presenta como selección dentro del campo de posibilidades con que cuenta
un sistema; por eso, sólo puede ser un proceso auto-referido, que continúa enlazado con otra
comunicación. Esto significa que en los sistemas sociales se ignoran los problemas no
comunicados o incomunicables y son indiferentes a su consenso; de hecho, éste puede darlas por
terminadas al hacer innecesaria su prosecución. En este encuadre, se comprende que esta
sociopoiesis ofrezca las mejores opciones al conflicto y a la contradicción, explicándolos no sólo
como mecanismos evolutivos, sino como constituyentes de lo social.

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La clausura comunicacional de los sistemas sociales destaca una peculiar forma de reducir
complejidad, es decir, del actuar selectivamente sobre la variedad del mundo. Con ella ganan
indiferencia ante el entorno y logran auto-determinarse dentro de límites que no se basan en
factores físicos o biológicos, sino en lo que tiene un sentido dentro de ellos, que desprovisto de
consideraciones subjetivas tiene por función conectar las comunicaciones y proyectarlas en
dimensiones sociales, temporales y objetuales. De esta manera, el sentido se comprende como el
medio fundamental disponible para la reducción de complejidad y para la constitución de la
autorreferencialidad de todos los sistemas sociales.
Un sistema autopoiético, por su condición de clausura operacional, no puede acceder al entorno
por cuanto sus operaciones permanecen en sus partes internas, sólo les cabe representarlo
internamente (Luhmann 1997:53) Por eso y aunque para un observador los sistemas sociales
dependen de sus entornos, estos son sólo espacios de disponibilidades, construcciones propias,
reflejos de sus selecciones, aunque no se reconozcan como tales y sean tratadas como
“realidades”. Así entendidos los sistemas sociales son operativamente cerrados y autónomos. Sus
operaciones son recursivas, se orientan y oscilan en el espacio de sus distinciones, sólo operan en
el contexto de sus propias operaciones y dependen, en cada momento, de las estructuras en que
estas operaciones se van produciendo.
La constitución de sistemas sociales tiene por efecto la reducción de complejidad mediante la
selección y actualización continua de posibilidades. Esta sociogénesis implica que están siempre
seleccionando las operaciones comunicativas con las cuales se identifican, a partir de ello
probabilizan algunas vinculaciones entre otras posibles, es decir, reducen su contingencia. Esta
tarea abre luces sobre el núcleo fundacional de lo social: las reducciones más significativas
restringen las posibilidades que disponen los individuos –en tanto sistemas psíquicos y orgánicos-,
y las más complejas apuntan a contrarrestar las posibilidades que se van produciendo con sus
propias operaciones.
Las compatibilidades requeridas entre sistemas sociales y entornos, que se denominan
acoplamientos, ocurren en sus dimensiones estructurales, no en sus propiedades organizativas.
Esto significa que las amenazas, y hasta las más novedosas irritaciones, deben enlazarse con
específicas y peculiares condicionalidades y sólo pueden establecerse en sus operaciones
comunicativas, no por pensamientos ni por ondas electromagnéticas. Las influencias externas sólo
tienen que ver con la capacidad de perturbar o de abastecer presupuestos, pero no pueden
penetrar su clausura que los define como tales.
Una vez constituidos, los modos de operar de los sistemas sociales se producen desde y en sí
mismos. Su vigencia está subordinada a su reproducción, y todos sus procesos son determinados
por estructuras que, por otro lado, posibilitan propiedades y cualidades que solamente son
posibles en su contexto. Específicamente, la emergencia de la comunicación desde el nivel de la
co-presencia de las personas constituye como primer paso la construcción de los sistemas sociales
interaccionales que se constituyen en ejemplares para nuevas diferenciaciones. De esta manera,
por ejemplo, en un estadio de la evolución la sociedad contemporánea calificada como
funcionalmente diferenciada se destaca por la autonomía de sus componentes sistémicos, donde
grandes formas sistémicas discurren entre pequeños sistemas que continuamente se
reconstruyen o descomponen, sin que logren dominar su formación. Puede suponerse que nada

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de lo anterior calza con las descripciones del metabolismo celular, ni con la mantención de los
organismos ni con sus reproducciones.
Pero, a pesar de su impresionante sofisticación la autopoiesis es lo que es: un principio teórico
que no dice nada acerca de estructuras específicas. Como ha señalado Torres (1998:21) lo único
que afirma es que en el sistema social existirán elementos y estructuras mientras se mantenga la
autopoiesis. Pero no aclara qué tipo de estructuras deberán erigirse. De esta teoría no se
desprende en qué clase de sistema debe manifestarse la comunicación o qué nivel de complejidad
adquirirá. La estructuración se entiende como contingente a la autopoiesis de la comunicación de
la sociedad, por eso permite explorar sus distintas formas o abordar fructíferamente procesos
regionales como es el caso de la diferenciación funcional en América Latina (vid. Mascareño, A.
2003) u otros temas equivalentes.

A modo de conclusión
La teoría sociopoiética no es una proyección sociológica de una teoría biológica. Observadas de
manera más detenida desde sus similitudes conceptuales ambas aproximaciones tienen fuertes
diferencias, no deben extrañar los equívocos que surgen cuando se interpretan como
equivalentes. La teoría autopoiética en Luhmann integra la formulación semántica de Maturana,
pero su punto de encuentro se agota en la consideración general de referirse con ella a formas de
organización que se auto-producen. Pero, no hay nada de productivo en comparar el metabolismo
celular con el modo de operar de la sociedad, salvo hacerse preguntas referidas a la construcción
de sus respectivas identidades y a los aprendizajes que pueden derivarse de sus respuestas. Para
mayor abundamiento no hay en la sociedad procesos equivalentes a la reposición celular la
mantención de los organismos, la evolución, las discontinuidades y los cambios estructurales que
son fenómenos cruciales para la sociedad tienen mínimas expresiones en el dominio de los
sistemas vivos. En este sentido, la teoría sociopoiética más que constituirse en un documental
biológico sobre la sociedad y su funcionamiento es un genuino programa sociológico de
investigación, cuya potencia se evalúa en relación a las explicaciones que proporciona sobre un
sistema, como la sociedad, cuya estabilidad es la mantención de su inestabilidad y sólo desde allí
pueden abordarse sus contenidos estructurales y semánticos.

REFERENCIAS
García Blanco, J. (1997) Autopoiesis: un nuevo paradigma sociológico. En Niklas Luhmann.
Hacia una teoría científica de la sociedad, Revista Anthropos 173/174, Barcelona (pp.: 78-92)
Luhmann, N. (1986) The autopoiesis of social system. Florencia IUE 328/85. European University
Institute. Luhmann, N. (1986), "The autopoiesis of social system", in Geyer, F., Van der Zouwen, J.
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