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Juan Chiva Beltrán (Castellón, 1981) es

doctor en Historia del Arte, profesor e


investigador del Departamento de Historia,
Geografía y Arte de la Universitat Jaume I de
Castellón, y miembro de los grupos de
investigación Potestas, CIAL (Centro de
Investigaciones de América Latina) e IHA
(Iconografía e Historia del Arte). Sus
investigaciones se han centrado en la
iconografía y la imagen del poder, y en las

El triunfo del virrey


diferentes ceremonias que del mismo
emanan tanto en Europa como en América,
con diferentes estancias en Europa, México
y Estados Unidos. Sobre dicha temática ha
Glorias novohispanas: origen, apogeo publicado diversos artículos en revistas y
y ocaso de la entrada virreinal aportaciones en congresos nacionales e
internacionales, además del libro colectivo
La fiesta barroca. Los virreinatos americanos
Juan Chiva Beltrán (1560 – 1808), segundo volumen publicado
en el seno del proyecto de investigación
Triunfos Barrocos.
Juan Chiva Beltrán (Castellón, 1981) es
doctor en Historia del Arte, profesor e
investigador del Departamento de Historia,
Geografía y Arte de la Universitat Jaume I de
Castellón, y miembro de los grupos de
investigación Potestas, CIAL (Centro de
Investigaciones de América Latina) e IHA
(Iconografía e Historia del Arte). Sus
investigaciones se han centrado en la
iconografía y la imagen del poder, y en las

El triunfo del virrey


diferentes ceremonias que del mismo
emanan tanto en Europa como en América,
con diferentes estancias en Europa, México
y Estados Unidos. Sobre dicha temática ha
Glorias novohispanas: origen, apogeo publicado diversos artículos en revistas y
y ocaso de la entrada virreinal aportaciones en congresos nacionales e
internacionales, además del libro colectivo
La fiesta barroca. Los virreinatos americanos
Juan Chiva Beltrán (1560 – 1808), segundo volumen publicado
en el seno del proyecto de investigación
Triunfos Barrocos.
Col·lecció Amèrica, 29

EL TRIUNFO DEL VIRREY

Glorias Novohispanas:
Origen, apogeo y ocaso
de la entrada virreinal

Juan Chiva Beltrán

2012
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Datos catalográficos

CHIVA BELTRÁN, Juan

El triunfo del Virrey : glorias novohispanas : origen, apogeo y ocaso de la entrada virreinal
/ Juan Chiva Beltrán.  Castelló de la Plana : Publicacions de la Universitat Jaume I, D.L. 2012
p. ; cm.  (Amèrica ; 29)
Bibliografia.
ISBN 978-84-8021-928-0
1. Virreis –Amèrica Llatina. 2. Protocol oficial –Amèrica Llatina. I. Universitat Jaume I. Publicacions. II.
Títol. III. Sèrie. Amèrica (Universitat Jaume I) ; 29
325.4(8)
394.4(8)

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3J

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difusión y comercialización de sus publicaciones a nivel nacional e internacional.
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Dirección de la colección Amèrica: Vicent Ortells chabrera

© De los textos: Juan Chiva Beltrán, 2012

© De la presente edición: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2012

© Ilustración de la cubierta: José Joaquín Magón (atrib.), portada erigida en la catedral de Puebla para
la entrada del virrey marqués de las Amarillas cc. 1755.

Edita: Publicacions de la Universitat Jaume I. Servei de Comunicació i Publicacions


Campus del Riu Sec. Edifici Rectorat i Serveis Centrals. 12071 Castelló de la Plana
Fax: 964 72 88 32
http://www.tenda.uji.es e-mail: publicacions@uji.es

ISBN: 978-84-8021-928-0

DOI: http://dx.doi.org/10.6035/America.2012.29
A Ángela,
por acompañarme en el camino
de los virreyes de Veracruz a México,
y en muchos otros
CONTENIDO

PRÓLOGO
Víctor Mínguez y Manuel Chust ...................................................................... 11

INTRODUCCIÓN ............................................................................................. 15

CAPÍTULO I
BREVE HISTORIA DE LAS ENTRADAS TRIUNFALES .................................... 27
1.1 Triumphus: el mundo romano ............................................................ 27
1.2. Los ingresos de la Edad Media ........................................................... 37
1.3. El Renacimiento y el modelo moderno de entrada triunfal ............. 44
1.4. La apoteosis barroca. El ejemplo de la monarquía hispánica .......... 60

CAPÍTULO II
EL CEREMONIAL NOVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL ..................... 75
2.1. Sus particularidades: el viaje cortesiano ............................................ 77
2.2. Las disposiciones en las Leyes de Indias en torno al tema
de las entradas virreinales .................................................................. 80
2.3. El duro viaje de los virreyes hasta la Nueva España ......................... 86
2.4. El periplo triunfal de los virreyes. El documento de Diego
García Panes ........................................................................................ 88
2.4.1. La importancia veracruzana ...................................................... 89
2.4.2. Hacia tierras tlaxcaltecas ........................................................... 93
2.4.3. La entrada en la «privilegiada» Tlaxcala ................................... 96
2.4.4. Los virreyes en Puebla, la Ciudad de Los Ángeles .................. 97
2.4.5. En tierras del traspaso de poder ............................................ 100
2.4.6. El viaje de la virreina .............................................................. 101
2.4.7. El retorno de los virreyes a España ....................................... 102
2.5. La entrada triunfal de los virreyes en Ciudad de México ............... 103

7
CAPÍTULO III
LA FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI .................................. 111
3.1. El Reinado de Carlos V (1516-1556) ................................................ 111
3.1.1. Antonio de Mendoza, el primer virrey .................................. 112
3.1.2. Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón ......................................... 115
3.2. El Reinado de Felipe II (1556-1598) ................................................ 116
3.2.1. Gastón de Peralta, marqués de Falces ................................... 116
3.2.2. Martín Enríquez de Almansa .................................................. 117
3.2.3. Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de La Coruña .............. 118
3.2.4. Pedro Moya de Contreras, arzobispo de México .................. 120
3.2.5. Álvaro Manrique de Zúñiga, marqués de Villamanrique ..... 120
3.2.6. Luis de Velasco hijo, su primer gobierno .............................. 122
3.2.7. Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey ............. 125

CAPÍTULO IV
EL SIGLO XVII, EL ESPLENDOR DE LAS ENTRADAS BARROCAS ............. 129
4.1. El Reinado de Felipe III (1598-1621) ............................................... 129
4.1.1. Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros ........... 130
4.1.2. Luis de Velasco, el segundo mandato ................................... 132
4.1.3. Fray Francisco García Guerra, arzobispo de México ............ 133
4.1.4. Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar .... 133
4.1.5. Diego de Pimentel, conde de Priego y marqués de los Gelves ... 134
4.2. Los virreyes de Felipe IV (1621-1665) ............................................. 136
4.2.1. Rodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralbo . .................. 136
4.2.2. Lope Díez de Armendáriz, marqués de Cadereyta ............... 137
4.2.3. Diego López Pacheco, duque de Escalona y marqués
de Villena ............................................................................ 138
4.2.4. Juan de Palafoz y Mendoza, obispo de Puebla .................... 143
4.2.5. García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra ......... 144
4.2.6. Marcos de Torres y Rueda, obispo de Yucatán .................... 145
4.2.7. Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alba de Aliste ............ 145
4.2.8. Francisco Fernández de la Cueva, VIII duque
de Alburquerque ................................................................ 150
4.2.9. Juan de Leyva y de la Cerda, conde de Baños ..................... 152
4.2.10. Diego Osorio de Escobar, obispo de Puebla ...................... 156
4.2.11. Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera .......... 157
4.3. El Reinado de Carlos II (1665-1700) ................................................ 161
4.3.1. Pedro Nuño Colón de Portugal, duque de Veragua ............. 161
4.3.2. Fray Pato Enríquez de Ribera, arzobispo de México ............ 162
4.3.3. Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes ... 163

8
4.3.4. Melchor Portocarrero y Lasso de la Vega, conde de Monclova .. 167
4.3.5. Gaspar de la Cerda Sandoval y Mendoza, conde de Galve ..... 168
4.3.6. Juan de Ortega y Montañés, obispo de Michoacán ................. 168
4.3.7. José Sarmiento de Valladares, conde de Moctezuma y Tula ...... 170

CAPÍTULO V
EL SIGLO XVIII Y LOS INICIOS DE LA DECADENCIA ............................... 177
5.1. Una nueva dinastía en el poder: Felipe V (1700-1746) .................. 177
5.1.1. Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque .. 178
5.1.2. Fernando de Alencastre y Noroña, duque de Linares .......... 179
5.1.3. Baltasar de Zúñiga, marqués de Valero ................................. 181
5.1.4. Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte .............. 181
5.1.5. Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, arzobispo de México .... 184
5.1.6. Pedro de Castro y Figueroa, duque de la Conquista ............ 184
5.1.7. Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara ..................... 185
5.2. El Reinado de Fernando VI (1746-1759) ......................................... 189
5.2.1. Juan Francisco de Güemes y Horcasitas, I conde
de Revillagigedo ...................................................................... 189
5.2.2. Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas .... 190
5.3. El ilustrado reinado de Carlos III (1759-1788) y los cambios
en el viaje virreinal por Nueva España desde los años sesenta
del siglo xviii ...................................................................................... 199
5.3.1. Francisco Cagigal de la Vega ................................................. 200
5.3.2. Joaquín de Montserrat, marqués de Cruillas ......................... 201
5.3.3. Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix ....................... 204
5.3.4. Antonio María de Bucareli y Ursúa ....................................... 209
5.3.5. Martín de Mayorga .................................................................. 219
5.3.6. Matías de Gálvez y Gallardo .................................................. 220
5.3.7. Bernardo de Gálvez, conde de Gálvez ................................. 221
5.3.8. Alonso Núñez de Haro y Peralta, arzobispo de México ...... 223
5.3.9. Manuel Antonio de Flores ...................................................... 224

CAPÍTULO VI
ENTRADAS TRIUNFALES A FINALES DEL VIRREINATO (1789-1821) ........ 227
6.1. Entradas triunfales del reinado de Carlos IV (1789-1808) .............. 227
6.1.1. Situación novohispana de mediados del siglo xviii a 1789.
La Ilustración ........................................................................... 228
6.1.2. La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos .................. 232
6.1.3. El II conde de Revillagigedo .................................................. 235
6.1.4. Miguel José de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte ..... 241

9
6.1.5. Miguel José de Azanza ........................................................... 247
6.1.6. Félix Berenguer de Marquina ................................................ 251
6.1.7. José de Iturrigaray y Aróstegui .............................................. 260
6.2. Entradas triunfales en tiempos de liberalismo e insurgencia
(1808-1814) ....................................................................................... 266
6.2.1. Pedro de Garibay .................................................................... 269
6.2.2. Francisco Xavier de Lizana y Beaumont ............................... 270
6.2.3. Francisco Xavier Venegas ....................................................... 275
6.2.4. Félix María Calleja del Rey ..................................................... 284
6.3. El derrumbe del sistema (1814-1821) .............................................. 288
6.3.1. Juan Ruiz Apodaca y Eliza ..................................................... 290
6.3.2. Francisco Novella .................................................................... 296
6.3.3. Juan O’Donojú: llegó, firmó y murió ..................................... 297

CONCLUSIONES ............................................................................................ 307

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES ........................................................................ 315

BIBLIOGRAFÍA .............................................................................................. 323

FUENTES ........................................................................................................ 333

10
PRÓLOGO

El emperador Claudio entrando triunfante en Roma en el año 44 d.C tras la


conquista de Britania; Alfonso V el Magnánimo cruzando las puertas de Nápoles
en 1442, capital del reino recién sometido; Carlos V siendo recibido en las ciuda-
des italianas –Mesina, Nápoles, Roma, Siena y Florencia- bajo arcos efímeros en los
años 1535 y 1536, una vez finalizada la campaña victoriosa de Túnez. Estas tres
ceremonias tienen lugar en Italia en un intervalo de 1500 años. La primera es uno
de los muchos triunfos que emperadores romanos y también algunos distingui-
dos generales protagonizaron tras haber obtenido importantes éxitos militares
contra los enemigos del Imperio. Las dos siguientes evidencian la recuperación
de este ritual cívico y urbano en el contexto de la cultura del Renacimiento. Los
sucesores de Alfonso V de Aragón y del emperador Carlos, el primer Habsburgo
que reina en España, adoptan el ritual de la entrada triunfal clásica cada vez que
visitan ciudades de sus reinos peninsulares y de sus dominios europeos, como
una representación pública de su poder absoluto. Sin embargo, ni los reyes de la
Casa de Austria ni los de la Casa de Borbón que gobiernan España y su Imperio
atlántico durante más de trescientos años visitarán jamás los inmensos territorios
que poseen más allá del océano. Serán por ello los virreyes, sus representantes
y alter ego en los reinos de la Nueva España, el Perú, Nueva Granada y Río de la
Plata, los que atravesarán las ciudades bajo arcos triunfales cada vez que, proce-
dentes de la metrópoli, uno tras otro desembarquen en puertos como Veracruz o
el Callao para asumir su nuevo cargo. Y aunque llegan a un territorio sometido y
ninguno de ellos ha tenido que vencer para ello ninguna resistencia armada, cada
llegada de un virrey rememora simbólicamente la primigenia conquista de estas
tierras por Hernán Cortés, Pizarro y otros capitanes españoles durante el siglo xvi.
Y el homenaje y reconocimiento que reciben de criollos e indígenas representa
en cada ocasión la sumisión de la población americana a los reyes hispanos.
Este libro que tenemos el placer de presentar es el trabajo de investigación
que Juan Chiva Beltrán realizó en el programa de doctorado de la Universitat
Jaume I con el título Entradas virreinales en la Nueva España: evolución de
un ceremonial hasta su crisis (1789-1821), defendida en octubre de 2005. Pos-
teriormente, y durante los años siguientes, Juan Chiva elaboró su tesis doctoral,
Entradas triunfales en México. Arte, ceremonia y poder del final de la colonia

Contenido 11
EL TRIUNFO DEL VIRREY

al Segundo Imperio (1808-1867), que alcanzó el máximo reconocimiento del


tribunal que la juzgó en febrero de 2009, y en la que profundizó en las entradas
como ceremonias de representación del poder, extrapolando su primera inves-
tigación al México decimonónico e independiente. Esta tesis doctoral también
será publicada próximamente y ambos libros constituirán un excelente díptico
para conocer las claves ceremoniales, iconográficas e ideológicas de las entradas
novohispanas y mexicanas.Trabajo de investigación y tesis doctoral han sido me-
jorados sustancialmente durante los dos últimos años, resultado de la natural ma-
duración de la investigación y del propio investigador, y de nuevas aportaciones
realizadas aprovechando fundamentalmente dos becas postdoctorales, una en la
propia Universitat Jaume I, y la otra en la Universidad de California-Irvine, finan-
ciada por la Generalitat Valenciana. Ambos libros hay que leerlos, uno a continua-
ción del otro, pues ofrecen un completo panorama de la ceremonia del triunfo,
desde sus orígenes europeos, a través de las entradas virreinales bajo las sucesivas
monarquías de la Casa de Austria y de la Casa de Borbón, y posteriormente a lo
largo del siglo xix en el México independiente, recorriendo los distintos sistemas
políticos con que se dotó la nueva nación: imperio, república, segundo imperio
y de nuevo república.
El primer volumen que ahora tenemos entre las manos, El triunfo del virrey.
Glorias novohispanas: origen, apogeo y ocaso de la entrada virreinal, se centra, como
indica el título, en el periodo virreinal, y está organizado en seis oportunos capí-
tulos: el primero narra los precedentes de este ritual de poder en Europa en sus
distintas fases: el mundo clásico, la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco; el
segundo analiza con rigor el ceremonial novohispano de la entrada del virrey; y
los cuatro capítulos sucesivos recorren tres siglos de historia de la Nueva España
a través del estudio de las entradas particulares de todos los virreyes llegados
desde la metrópoli.
En la introducción Juan Chiva nos recuerda las coordenadas en las que se inte-
gra su investigación: arte, fiesta y poder. Un planteamiento ambicioso que ha exi-
gido una difícil investigación interdisciplinar, en la que la Historia y la Historia del
Arte se han complementado en cada momento para construir un sólido discurso
que permite realizar una correcta interpretación del ritual más importante –junto
con las exequias regias–, de entre los muchos modelos celebraticios que tuvieron
lugar en América durante el dominio español. Para ello, y acertadamente, el libro
de Chiva establece inicialmente un recorrido por la historia de la ceremonia del
triunfo. Analiza el modelo establecido en la República romana, y vigente durante
más de mil años, continua a través de las entradas de reyes, emperadores y pontífi-
ces en las ciudades y villas medievales, y concluye en la recuperación del modelo
clásico en el marco de la cultura humanista del Renacimiento italiano. Este viaje
en el tiempo permite entender adecuadamente las fuentes visuales a partir de
las cuales va a construirse el ceremonial de la entrada triunfal novohispana. Pero

12 Contenido
PRÓLOGO

además de repasar los modelos históricos, la investigación de Juan Chiva aporta


nueva documentación fundamental, como el estudio del documento Etiqueta
para la entrada con palio de los Señores Reyes después de su exaltación al tro-
no, que permite comprobar la existencia de un ceremonial propio de la entrada
real en la Corte española en torno a 1651. Una vez determinados con exactitud
los modelos, Chiva aborda con rigor el estudio particularizado de las entradas
de todos los virreyes que gobernaron la Nueva España, empezando por el viaje
militar que emprende Hernán Cortés en 1519 desde Veracruz hasta Tenochtit-
lán, la capital del imperio azteca cuya derrota supondrá la creación del primer
virreinato americano –primero en el tiempo, y primero también en importancia
económica y demográfica. Tras analizar las disposiciones legales que las Leyes de
Indias establecieron en torno a la ceremonia de la entrada virreinal y el excep-
cional documento Diario particular del camino que sigue un virrey de México
desde su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital, escrito en
el siglo xviii por Diego García Panes, el libro de Juan Chiva nos ofrece un intere-
santísimo relato de todas las entradas de virreyes a través de tres capítulos que
abordan sucesivamente la formación del ceremonial en el siglo xvi, el esplendor
barroco en el xvii, y su pervivencia durante el siglo de la Ilustración y el inicio
de los conflictos políticos que conducirán a las guerras insurgentes, agrupando
las entradas por reinados. El viaje concluye con la llegada del último virrey –en
realidad capitán general– Juan O’Donojú a Veracruz en 1821, para firmar pocos
días después con el general Agustín de Iturbide los llamados Tratados de Córdoba
que reconocían la independencia de México, ofreciendo el nuevo trono a Fer-
nando VII. Su entrada en la ciudad de México el 26 de septiembre fue el preludio
de la que al día siguiente efectuaría el ejército Trigarante, liderado por Iturbide.
Una vez más, y como sucedía desde veinte siglos antes en la República romana,
la victoria militar otorgaba el poder y era festejada con la entrada victoriosa en la
que a partir de ese momento sería la capital de la nueva nación.Tras la entrada de
Iturbide, otras muchas entradas se sucedieron en México durante el siglo xix, re-
flejando los avatares y regímenes políticos de esta centuria, pero para conocerlas
hemos de esperar a que vea la luz el siguiente libro de Juan Chiva.

Víctor Mínguez, Manuel Chust


Universitat Jaume I

Contenido 13
INTRODUCCIÓN

Las entradas triunfales son una tipología concreta de ceremonia cívica, una
fiesta de gran relevancia, al menos en el mundo occidental y durante buena parte
de la historia de la Humanidad. En líneas generales, estas entradas triunfales serán
ceremonias esenciales para las ciudades, que con motivo de la llegada de algún
monarca, príncipe, virrey o personaje de importancia realizarán magníficos desfi-
les para los que se engalanarán con todo tipo de elementos artísticos. Ya en esta
definición amplia y generalizante podemos observar las tres palabras o conceptos
vitales para entender las entradas triunfales y casi todas las tipologías ceremonia-
les que surgirán en Europa y América desde el Renacimiento: arte, fiesta y poder.
Se trata, pues, de tres conceptos que establecen entre ellos múltiples tipos de
relaciones y préstamos cuyo mejor reflejo son unas festividades en las que vemos
representadas ampliamente estas tres esferas anteriormente enunciadas.
De este modo, el poder se entenderá como la fuerza social que mueve los
hilos políticos y socioeconómicos desde las jefaturas o altas administraciones
de los diferentes estados. Con las miras puestas en su afianzamiento en las capas
altas de la sociedad, estos poderosos utilizan ya desde la Edad Antigua tanto el
arte como la fiesta a su servicio, como un método propagandístico más que los
revelará como infalibles, magnánimos o simplemente necesarios ante los ojos de
la gran masa poblacional. Esta relación del poder con el arte es bien conocida
desde la Antigüedad hasta nuestros días, tan solo cabe nombrar algunos gobier-
nos que recordamos como esplendorosos en gran medida gracias a las grandes
obras de arte que de ellos han quedado: Ramsés II en Egipto, la época de Pericles
en Atenas, la Florencia del Quattrocento, la dinastía nazarí en Granada, etcétera.
Quizá más clara es esta intención propagandística en la multitud de retratos es-
cultóricos y pictóricos que podemos encontrar de grandes personajes que han
ejercido el poder, ya que con los mismos se han querido mostrar como sujetos
de gran magnificencia, que pasarían a la historia por sus grandezas. Esta concep-
ción se evidencia en las numerosas series de retratos de emperadores romanos,
pero también resurge con fuerza en el Renacimiento con los retratos de Julio II

Contenido 15
EL TRIUNFO DEL VIRREY

o importantes generales, como el Condottiero Gatamelatta, para ser una línea


continua usada hasta nuestros tiempos desde los reyes absolutistas, como en el
Retrato de Luis XIV de Jacint Rigaud, a la propaganda artística en las revolucio-
nes decimonónicas y los imperios de ese mismo siglo. Es, por tanto, incuestiona-
ble que arte y poder mantienen una relación de importancia histórica, pero no
solo el poder utiliza al arte, sino que este último también se retroalimenta de esta
relación para seguir evolucionando, por ejemplo la mutación artística medieval
se debe en gran medida al mecenazgo de la Iglesia, poderoso de la época que lo
utiliza claramente con fines didácticos y propagandísticos, pero que es a la vez su
principal promotor y el que lo hace evolucionar, ya que es la misma Iglesia y sus
reformas la que posibilita cambios históricos de estilo como los que se producen
del Románico al Gótico o incluso del Renacimiento al Barroco.
La relación entre el poder y la fiesta está claramente en sintonía con lo ante-
riormente expuesto, y por definición la fiesta es un momento especial, un momen-
to solemne en la historia de un ser humano, de una ciudad o de una comunidad
nacional. El concepto de la fiesta ha sido estudiado por multitud de autores, desde
el punto de vista generalmente antropológico, por la cantidad de connotaciones
que esta tiene para la definición de las sociedades humanas: rituales, calendarios de
trabajo socialmente establecidos, etcétera.1 Pero en general, la fiesta suele aten-
der a cuatro finalidades básicas: como válvula de escape ante la vida cotidiana,
como exaltación o propaganda, muy relacionada a otra que se fundamentaría en
el mantenimiento del orden establecido, y un último objetivo que podríamos
llamar didáctico.2 El punto de vista a tratar busca una finalidad de la fiesta que
estaría a caballo entre todas ellas, y es que el poder utiliza la fiesta, por lo general,
como una gran ensalzadora de algún ideal, como un refuerzo a las ideas de los
gobiernos imperantes que se reflejará en una ciudad engalanada, en magníficas
obras de arte, en mensajes que llegarán al pueblo mediante todo un ceremonial
montado en base a convencerlo de la grandeza de los gobernantes. Por tanto, será
un instrumento utilizado a través de los siglos por generales, emperadores, mo-
narcas o eclesiásticos pero también funcionará como una válvula de escape, me-
diante la cual el pueblo podrá salir de la rutina de sus vidas en sociedades muchas
veces míseras, ya que verán por unos días su ciudad como el centro del mundo,
con una imagen de solemnidad y riqueza a la que no están acostumbrados y que
les dará una visión utópica de la realidad. La lista de fiestas celebradas con promo-
ción del poder es vasta desde la Antigüedad, pero en la época y espacio a los que
se refiere este trabajo tiene dos fuentes de emanación básicas: la Monarquía y la

1. Los más relevantes entre ellos serían Josef Pieper, Johan Huinziga o Jean Jacquot.
2. Para conceptualización y finalidad de la fiesta, es muy clara la introducción en Rafael
Ramos Sosa, Arte festivo en la Lima virreinal., Ed. Junta de Andalucía, Consejería de Cultura y
Medio Ambiente, Asesoría Quinto Centenario, Sevilla, 1992.

16 Contenido
INTRODUCCIÓN

Iglesia. En el primer caso son muy abundantes las fiestas en honor a algún hecho
feliz que concierna a la familia real, como las celebraciones por nacimientos, bau-
tizos, bodas, etcétera. Pero quizá la más esplendorosa de todas se relaciona con
un momento triste, con la muerte del rey, y es que las exequias reales serán desde
antaño una celebración de gran riqueza y majestuosidad, en que las ciudades se
vestirán de luto y rendirán honores al monarca fallecido. La importancia de unas
exequias reales viene dada, como apunta Víctor Mínguez,3 por ser el momento
clave de la continuidad de una dinastía, el momento en que la debilidad de la
monarquía se muestra de manera más evidente y, por lo tanto, el momento en que
se debe mostrar más esplendorosa y fuerte. Pero dejando de lado las celebracio-
nes que atienden al ciclo vital de la familia real, dos serán importantísimas en la
esfera política: las juras reales y las entradas triunfales. En el caso americano, que
se tratará más extensamente con posterioridad, la figura real estará muy lejana y
las fiestas se personalizarán en la figura del virrey, representante real y la persona
con más rango en todo el territorio.4 Para el caso eclesiástico las fiestas se pueden
resumir en las que atienden al calendario litúrgico –entre las que el Corpus Chris-
ti alcanzará un esplendor inusitado– y las realizadas por hechos excepcionales,
como la celebración de exequias papales, de algún obispo o el recibimiento de
sus recambios. Entre ellas destacarán las entradas de arzobispos y obispos en sus
nuevas diócesis, ya que son una clara traslación del ceremonial de las entradas
reales al caso eclesiástico. Un elemento de vital importancia en todo tipo de
fiestas es la procesión o desfile, para la cual se marca un recorrido por la ciudad,
denominado por las fuentes usualmente carrera, por el cual pasará el sujeto en
honor a quien se hace la fiesta con un enorme cortejo que comprende las más
altas instancias de la ciudad en que se realiza el acto, que se engalanará, adecen-
tará, reparará y limpiará con anterioridad. Además, habrá una serie de elementos
comunes que suponen la diversión del pueblo durante estos días, y que en el caso
hispánico son básicamente banquetes, corridas de toros, luminarias, fuegos artifi-
ciales, obras de teatro, juegos de batallas terrestres y naumaquias –batallas navales
fingidas–, mojigangas, juegos de cañas, bailes, mascaradas, disfraces, etcétera.
Por último, cabría establecer la relación entre arte y fiesta, que queda definida
en multitud de denominaciones como pueden ser las de «arte festivo», «arte pro-
visional» o «arte ocasional», aunque de todas ellas la más popularizada sea la de
«arte efímero», acuñada por Bottineau.5 De esta manera se alude al arte realizado
en ocasión de la fiesta y que solo es duradero durante el tiempo de la misma, para

3. Víctor Mínguez, Los reyes solares, Publicacions Universitat Jaume I, Castellón, 2001.
4. Para el estudio de esta concepción ver Víctor Mínguez, Los reyes distantes. Imágenes del
poder en el México virreinal, Universitat Jaume I-Diputación de Castellón, Castellón, 1995.
5. Ver Yves Bottineau, «Architecture Ephémère e Baroque Espagnol», en Gazette des Be-
aux-Arts, lxxi, vol. i, pp. 213 y ss.

Contenido 17
EL TRIUNFO DEL VIRREY

luego ser desmontado y vendido por piezas o reutilizado para otras ocasiones. Se
trata de un arte realizado con materiales generalmente pobres como lienzo, car-
tón o madera, pero hecho para deslumbrar, para engalanar la ciudad de tal manera
que los habitantes e incluso los visitantes llegados con ocasión de la fiesta se sien-
tan deslumbrados e impresionados. Este arte tiene una amplísima tipología en la
que destaca la arquitectura efímera por presentar una mayor amalgama formal,
ya que encontramos túmulos o catafalcos,6 arcos triunfales,7 carros triunfales,8 ta-
blados, gradas, altares, retablos, etcétera.Toda esta tipología sería completada por
pinturas, estatuaria, jeroglíficos y emblemas. Además, la ciudad se engalanaba con
ricas colgaduras en toda la carrera: lienzos, espejos o luminarias nocturnas. Una ti-
pología muy especial la constituyen los fuegos artificiales, que fingirán en muchas
ocasiones arquitecturas defensivas o militares. Pero toda esta tipología no está
vacía de contenido, pues lo importante de la misma es el programa iconográfico
que en ella subyace y que mediante pinturas, jeroglíficos, empresas o emblemas
ensalza al personaje que es festejado y envía un claro mensaje de grandeza y om-
nipotencia al deslumbrado pueblo que disfruta de la fiesta.
Un último aspecto a tener en cuenta son las fuentes directas a partir de las
cuales se pueden estudiar estos magníficos sucesos sociales, se trata de las rela-
ciones festivas, mediante las que un cronista narraba todo lo que durante los días
que había durado la fiesta iba ocurriendo en la ciudad, con énfasis en los actos
religiosos y sobre todo en las arquitecturas efímeras que se levantaban para la
ocasión, con exquisitas descripciones de los arcos de triunfo. En algunas de ellas
hay grabados o dibujos que ayudan al estudio de la fiesta, sobre todo en ediciones
flamencas e italianas. Es el instrumento para el estudio de la fiesta, pero se ha
de tener en cuenta que normalmente se trata de cronistas oficiales, por tanto se
tiende a la exageración en cuanto a la grandeza y espectacularidad de la fiesta y
de las obras de arte que la envuelven.
De esta manera, se ha tejido una maraña de relaciones interpuestas entre las
tres esferas que básicamente motivan este trabajo y es precisamente ahora cuan-
do se va a definir el objetivo concreto del mismo: las entradas públicas o triun-
fales. Básicamente, una entrada triunfal es un día grande, un día festivo para una
ciudad que recibe a un gran personaje muy vinculado con el poder, ya sea un
rey, un obispo, un virrey, un militar o un gobernador, y que es engalanada para la
ocasión con multitud de elementos artísticos. En esta propia frase vemos como
una entrada pública reúne en su misma definición los tres elementos: poder, fiesta
y arte, y es claro reflejo de la multitud de relaciones que entre ellos se tienden y

6. Realizados en ocasión de exequias, normalmente en el interior de catedrales.


7. Utilizados en entradas públicas, simbolizando la entrada de un personaje importante
en la ciudad.
8. Para procesiones o desfiles en honor del sujeto festejado.

18 Contenido
INTRODUCCIÓN

que se han explicado en el anterior punto. Pero es realmente en el ceremonial


de las entradas públicas donde se observa en toda su amplitud el significado de
estas relaciones y donde mejor se puede desgranar qué significaban, por qué se
seguían ciertos tipos de rituales, y por qué se evolucionó hacia otros distintos.
De esta forma, se ha de hacer un análisis histórico de este tipo de fiestas o cele-
braciones cívicas para llegar a entender qué motiva realmente que en el México
virreinal se recreen ciertos ceremoniales que tienen su más antigua expresión en
la Roma republicana, por ello más que dar una amplia conceptualización, en este
capítulo se da una breve definición y se pasa al estudio histórico de las «entradas
triunfales».
El trabajo de investigación que aquí se presenta se estructura en seis capítulos,
en los que se analiza el concepto y desarrollo de estas entradas triunfales desde la
antigua Roma hasta su llegada a la Nueva España, y se estudia cronológicamente
el caso de cada uno de los virreyes que ocuparon el cargo desde la fundación
del virreinato hasta la independencia mexicana en 1821. En el primer capítulo se
traza una breve historia de las entradas triunfales y de su significado en diferentes
etapas históricas, al arrancar del sustrato más importante, el triumphus romano,
y pasar por la Edad Media hasta llegar a la formación de un modelo moderno de
entrada triunfal ya en el Renacimiento. El esplendor de las entradas barrocas sirve
para analizar el caso concreto de las entradas triunfales en la monarquía hispá-
nica bajo el gobierno de los Austrias. En el capítulo segundo se vuelve la mirada
hacia el Virreinato de la Nueva España, para observar cómo la tradición y esque-
ma de entradas triunfales modernas llega hasta este territorio, cómo se asienta en
el mismo y cómo se crean unos ceremoniales y ritos propios del mismo. Además,
se analiza en profundidad el viaje que realizaban los virreyes desde Europa a Ve-
racruz y desde el importante puerto hasta la Ciudad de México, todo un periplo
triunfal en el que recorrían las tierras novohispanas emulando el viaje de conquis-
ta de Hernán Cortés. También se hace especial hincapié en la legislación acerca
de estas ceremonias que se conserva en las Leyes de Indias.
En los siguientes capítulos se traza ya una amplia cronología en la que se na-
rra, caso a caso, cómo se produjeron los viajes triunfales de diferentes virreyes
desde la península ibérica hasta la Ciudad de México, cómo fueron sus entradas
triunfales en diferentes ciudades, qué elementos y qué espacios se reservaban
para la fiesta y cómo eran los magníficos arcos de triunfo efímeros que se le-
vantaban para la ocasión, con el estudio de abundantes ejemplos de relaciones
festivas, actas de cabildos o noticias en prensa desde el siglo xviii. El capítulo
tercero se centra en el siglo xvi, y en la formación y adaptación del ceremonial
propio de entrada virreinal novohispana en el caso de los gobernantes bajo los
reinados de Carlos V y Felipe II. El capítulo cuarto se centra más extensamente
en el esplendor de las entradas barrocas y en las grandes celebraciones que las

Contenido 19
EL TRIUNFO DEL VIRREY

ciudades novohispanas realizaron durante este siglo, destacando los casos más
que notables del marqués de Villena y de la compleja y apasionante era que
significa el largo reinado de Felipe IV. De especial relevancia es, ya en el reinado
de Carlos II, el caso del conde de Paredes, con relaciones festivas escritas por
los dos grandes literatos del barroco hispanoamericano: Carlos de Sigüenza y
Góngora y sor Juana Inés de la Cruz. El capítulo quinto estudia la evolución
de este ceremonial en el siglo xviii, desde la llegada de nuevas modas con los
Borbones y Felipe V hasta el caso de los dos virreyes bajo Fernando VI, el conde
de Revillagigedo y el marqués de las Amarillas, de gran importancia por la abun-
dante documentación escrita e incluso gráfica conservada. Un último apartado
analiza el reinado de Carlos III y cómo paulatinamente se va desvirtuando este
importante ceremonial bajo el auspicio de las reformas ilustradas y las caren-
cias económicas.
Por último, y antes de las conclusiones, el capítulo sexto estudia los escasos
treinta y tres años que transcurren entre la llegada al poder de Carlos IV y la
independencia de México, y su paso por momentos de guerra, liberalismo e in-
surgencia, que significan el final de este ceremonial, que muere como el mismo
Virreinato de la Nueva España, aunque tendrá su reflejo y pervivencia mutada en
el México ya independiente. En tres apartados distintos, se analizan las entradas
de los últimos doce virreyes novohispanos, hasta que la entrada triunfal del Ejérci-
to Trigarante de Agustín de Iturbide simboliza el fin definitivo de todo un sistema
político, una etapa estudiada de una forma muy fragmentaria y a la que se intenta
dar una unidad dentro de la evolución del ceremonial y de la política y sociedad
de estos territorios.
Son necesarios, antes de finalizar la introducción, unos breves comentarios
acerca del estado de los estudios sobre entradas triunfales, festividades y ceremo-
niales cívicos a lo largo de la historia, que han sido constantes desde los ámbitos
de la historia y la historia del arte. Es extensa la bibliografía dedicada a los trium-
phus romanos, con obras clásicas como las de H.S. Versnel 9 o K. Bringmann,10 y
aportaciones más recientes como las de Juan José Ferrer Maestro.11 El mundo
medieval ha sido estudiado en algunos de sus episodios más interesantes por

9. H.S. Versnel, Triumphus. An inquiy into the Origin, developement and meaning of the
Roman Triumph, University of Leiden, Leiden, 1970.
10. K. Bringmann, «El triunfo del emperador y las Saturnales de los esclavos en Roma»,
en Schultz, U. ed., La fiesta. Una historia cultural desde la Antigüedad hasta nuestros días,
Alianza Editorial, Madrid, 1993. pp. 63-82.
11. Juan José Ferrer Maestro, «El triunfo, la ovatio y el botín. Escenografía romana del uso
aprovechable de la guerra», en H.D. Heimann, S. Knippschild y Víctor Mínguez (eds.), Ceremo-
niales, ritos y representación del poder, Col·lecció Humanitats, Universitat Jaume I, Castellón,
2004, pp. 5-20.

20 Contenido
INTRODUCCIÓN

Maria Pilar Monteagudo, Joan Oleza o Roy Strong,12 aunque no existen obras que
sistematicen el mundo de los recibimientos medievales de forma general. Mucho
más amplia es la bibliografía sobre las entradas triunfales del Barroco y el Re-
nacimiento, que empieza por la clásica Arte y poder de Roy Strong y sigue con
multitud de aportaciones como las de Francisco Javier Pizarro Gómez,13 Alfredo
Morales,14 Víctor Mínguez,15 Maurizio Fagiolo y diversos catálogos de exposicio-
nes sobre la fiesta en época de Carlos V o Felipe II,16 al concretar ya el punto de
vista en la monarquía hispánica.
Es también abundante la obra acerca de las entradas virreinales y ceremonia-
les públicos en la Nueva España de la etapa colonial, con obras de gran relevancia
como Cultura simbólica y arte efímero de José Miguel Morales Folguera,17 Los
reyes distantes de Víctor Mínguez,18 el capítulo a ello dedicado en el El Virreinato
de José Ignacio Rubio Mañé19 o Mitología clásica en el arte colonial de Francisco de
la Maza,20 así como diferentes capítulos de libro o artículos más recientes de au-
tores como Inmaculada Rodríguez,21 Beatriz Berndt de León o Jaime Cuadriello
entre otros,22 y el volumen El Arte Efímero en el Mundo Hispánico.23
Sin embargo, ha sido mucho menos estudiada la etapa previa a la independen-
cia, las entradas triunfales mexicanas celebradas a partir de 1789. Se han publica-
do artículos sobre algunas de las festividades en concreto, pero no existe una sis-
tematización sobre los ingresos públicos a inicios del siglo xix. Para el desarrollo
de la historia política y social del período de la independencia, han sido de enor-

12. Roy Strong, Arte y poder. Fiestas del Renacimiento. 1450-1650. Ed. Alianza Forma,
Madrid, 1988.
13. Francisco Javier Pizarro Gómez, Arte y espectáculo en los viajes de Felipe II, Ediciones
Encuentro, Madrid, 1999.
14. Alfredo J. Morales, «Imagen urbana y fiesta pública en Sevilla: la exaltación al trono de
Fernando VI», en Reales Sitios núm. 165, 3.er trimestre de 2005.
15. Víctor Mínguez, Los reyes solares: iconografía astral de la monarquía hispánica, Uni-
versitat Jaume I, Castellón, 2001, entre muchos otros artículos o capítulos de libros.
16. La fiesta en la Europa de Carlos V. Sociedad Estatal para la Conmemoración de los
Centenarios de Felipe II y Carlos V, Sevilla, 2000.
17. José Miguel Morales Folguera, Cultura simbólica y arte efímero en Nueva España,
Junta de Andalucía, Sevilla, 1992.
18. Víctor Mínguez, Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal. Univer-
sitat Jaume I-Diputación de Castellón, Castellón, 1995.
19. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
20. Francisco de La Maza, Mitología clásica en el arte colonial de México. iie, unam, México,
1968.
21. Inmaculada Rodríguez Moya, El retrato en México: 1781-1867. Héroes, ciudadanos
y emperadores para una nueva nación, csic-Universidad de Sevilla-Diputación de Sevilla,
Sevilla, 2007.
22. Entre muchos otros los publicados en Los pinceles de la historia. De la patria criolla
a la nación mexicana (1750-1860), inba, México, 2000 y Los Pinceles de la Historia. La fa-
bricación del estado, 1864-1910, munal-inba, México, 2003.
23. El Arte Efímero en el Mundo Hispánico, iie-unam, México, 1983.

Contenido 21
EL TRIUNFO DEL VIRREY

me utilidad las obras de Manuel Chust,24 José Antonio Serrano, Jaime Rodríguez,25
Juan Ortiz Escamilla, Ivana Frasquet,26 John Lynch27 o Virginia Guedea.28 Por tanto,
este trabajo busca realizar una sistematización de la evolución del ceremonial de
entrada triunfal en México desde la colonia hasta la independencia, cronología
estudiada de forma fragmentada en alguna de sus etapas, pero nunca analizada de
una forma amplia tomando como eje cronológico toda la historia del Virreinato
de la Nueva España.
Por último, es este el lugar oportuno para manifestar mi enorme agradecimien-
to a una serie de personas e instituciones que han hecho posible llevar a cabo
esta investigación y conseguir los frutos reflejados en esta obra. En primer lugar, y
ante todo, a Víctor Mínguez y Manuel Chust, directores del proyecto de investiga-
ción, gracias a los que fue concedida la beca predoctoral de unidades asociadas al
csic, que me permitió dedicarme el tiempo oportuno, y en los lugares oportunos,
al estudio de las entradas triunfales virreinales. Son, del mismo modo, los dos pila-
res básicos de mi formación como investigador, en el primer caso desde el punto
de vista del arte, las ceremonias públicas y el análisis de relaciones e imágenes
relacionadas con el ámbito festivo, y en el segundo, en la historia mexicana, sobre
todo de la etapa de la independencia, ayudándome a comprender una etapa tan
compleja y rica en matices como es la de la revolución liberal en España y en
América. Sus amplios conocimientos y sus consejos están siempre presentes
en todas y cada una de las páginas de esta investigación, que debe mucho a las
suyas propias.También me gustaría agradecer su apoyo y consejo a los miembros
del cial (Centro de Investigaciones de América Latina), centro en el que me inte-
gré como investigador y en el que se realizó el trabajo, así como al Departamento
de Historia, Geografía y Arte de la Universitat Jaume I y a la Escuela de Estudios
Hispanoamericanos de Sevilla, en especial a Raúl Navarro, codirector de la beca
predoctoral y de la tesis que posteriormente se desarrolló. También agradezco
sus observaciones, correcciones y consejos a los miembros del tribunal ante el
que se presentó este trabajo, Inmaculada Rodríguez Moya, Ivana Frasquet y José

24. Entre otros Manuel Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, iih
de la unam-Fundación Hs, Valencia, México, 1999 y Manuel Chust y José A. Serrano «Guerra,
liberalismo y revolución en España y México, 1808-1835» en Ivana Frasquet, Bastillas, cetros y
blasones. La independencia en Iberoamérica, mapfre, Madrid, 2006.
25. Entre otros Jaime E. Rodríguez O., El proceso de independencia de México, Instituto de
Investigaciones José María Luis Mora, México, 1992 y Jaime E. Rodríguez O. (coord.), Revo-
lución, independencia y las nuevas naciones de Amèrica, Madrid, Fundación Mapfre Tavera,
2005.
26. Ivana Frasquet, Las Caras del Águila, Col·lecció América, Universitat Jaume I, Caste-
llón, 2008.
27. John Lynch, Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826, Akal, Madrid, 1986.
28. Virginia Guedea, En busca de un gobierno alterno: Los Guadalupes de México, unam,
México, 1992.

22 Contenido
INTRODUCCIÓN

Antonio Serrano. Un agradecimiento muy especial a otra de las personas sin las
que no hubiese sido posible este trabajo, Jaime Cuadriello, bajo cuya tutorización
y siempre amable trato y consejo tuve la oportunidad de realizar dos estancias
en el Instituto de Investigaciones Estéticas de la unam mexicana, vitales para el
estudio directo de fuentes e imágenes reflejadas en este trabajo. Amplío, además,
estos agradecimientos a tantos y tantos colegas y compañeros que durante su
asistencia a congresos, cursos de doctorado o compartiendo estancias en México,
me han ayudado en la estructuración, planteamiento y resolución de este reto.
Por último, un sincero agradecimiento a las instituciones que con su apoyo
económico o investigador han hecho posible la realización de esta obra, entre
ellas el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universitat Jaume
I, la Fundación Bancaja-Caja Castellón, las Bibliotecas Nacionales de España y
México, el Archivo General de Indias, el Archivo General de la Nación mexicano,
el Museo Nacional de Historia-Castillo de Chapultepec o el Museo Nacional de
Arte mexicano.

Contenido 23
CAPÍTULO I

Contenido
BREVE HISTORIA DE LAS ENTRADAS TRIUNFALES

La fiesta es una constante en la historia de las sociedades humanas, y en ella


el mundo artístico llenará de esplendor las ceremonias y diferentes actos celebra-
dos, las calles y las fachadas de las ciudades. El tipo ceremonial que se va a tratar,
las entradas triunfales, no son una excepción y por ello vamos a poder rastrear
diferentes ceremonias a lo largo de la historia que culminarán en la creación de
un modelo de entrada triunfal en las sociedades europeas que va a ser el expor-
tado por la monarquía hispánica a tierras americanas. Para ello se volverá la vista
a la Antigüedad Clásica, para encontrar el reflejo de los triunfos romanos y la
influencia que estos tendrán en posteriores ceremonias en la Edad Media y Edad
Moderna.

1.1. TRIUMPHUS: EL MUNDO ROMANO

La historiografía clásica reconoce en los triunfos romanos el germen de las


entradas triunfales, es decir, la ceremonia que podemos considerar como primer
desarrollo de esta tipología, pese a que anteriormente se realizaron ceremonias
similares, nunca estructuradas y socialmente establecidas.29 Además, la sociedad
romana se va a convertir en el gran ejemplo de la importancia de la fiesta y del
control que los gobernantes harán sobre la misma, recordando el tópico del pa-
nem et circem, diversión y entretenimiento para el pueblo. Entre las ceremonias
que más festejos llevaban asociadas aparece el triunfo, que en esencia no era más

29. Solo cabe recordar los grandes festejos realizados, incluso en ciudades orientales, con
motivo de la llegada de Alejandro Magno, siendo entradas que comportaban una conquista
por un nuevo poder, el helénico.

Contenido 27
EL TRIUNFO DEL VIRREY

que el rendimiento de honores a un general victorioso que entraba con sus tro-
pas en la ciudad de Roma. Hay que recordar que se trataba de una situación muy
especial, ya que en época republicana los grandes ejércitos no tenían permitido
cruzar el Rubicón, cosa que se consideraba un peligro para el sistema político, en
especial para el Senado. Alguno de los autores clásicos que han tratado este tema
lo definen como «la apoteosis de un vencedor», «un momento de glorificación
militar» o «un desfile procesional de un general romano victorioso». 30
Un triunfo era, por tanto, el honor más grande que un ciudadano romano
podía disfrutar, y los trámites para su consecución no eran fáciles. Lo tenía que
demandar siempre el vencedor de alguna batalla, y tener en cuenta que tenía que
cumplir una serie de condiciones que se pueden resumir en tres líneas: en pri-
mer lugar que fuese una victoria en el marco de una guerra declarada contra una
ciudad extranjera; a continuación, que se hubiesen producido al menos cinco mil
bajas en el ejército enemigo, y por último, que el personaje en cuestión fuese de
alto rango en el escalafón sociopolítico romano, normalmente cónsules o gene-
rales que cumpliesen la doble cualidad de ser comandantes en jefe y magistrados
de primer grado. Era, por tanto, el general quien tenía que convencer al Senado de
lo altamente necesaria que había sido para Roma la victoria, y esperar en el Cam-
po de Marte a que finalizasen las deliberaciones senatoriales. Estas podían ser
negativas incluso cumpliendo las tres reglas, ya que los senadores podían ale-
gar que el territorio conquistado era secundario, la indignidad del enemigo o
que esa guerra no se daba aún por terminada. Una segunda deliberación giraba
en torno a la procedencia de los gastos para el ceremonial, si se acordaba el gasto
público se convertía en el más alto honor soñado por un general, sin embargo,
podía ocurrir también que se aprobase el ceremonial y no el gasto público, con
lo que se realizaba una ceremonia inferior, llamada ovatio,31 en esencia parecida
al triumphus pero costeada por el general. Finalmente, cuando el Senado hubiese
aprobado la ceremonia y el gasto público, el general se convertía en el triunfador,
que será aclamado por sus tropas y por todo el pueblo romano como imperator,
y será acordado el día concreto para su entrada, con gran comitiva, en el recinto
sacro de la ciudad de Roma.
Si debemos destacar un elemento central en el triumphus de un general ro-
mano, ese es sin duda el gran desfile, solemne y majestuoso, que en forma de
procesión recorre los recintos sagrados romanos llevando al triunfador desde el

30. H. S. Versnel, Triumphus. An inquiy into the Origin, developement and meaning of the
Roman Triumph, University of Leiden, Leiden, 1970.
31. Juan José Ferrer Maestro, «El triunfo, la ovatio y el botín. Escenografía romana del uso
aprovechable de la guerra», en H-D Heimann, S. Knippschild y Víctor Mínguez (eds.), Ceremo-
niales, ritos y representación del poder, Col·lecció Humanitats, Universitat Jaume I, Castellón,
2004, pp. 5-20.

28 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Campo de Marte hasta el templo de Júpiter Capitolino en medio de una Roma


repleta de población que vitoreaba a sus héroes y lucía totalmente engalanada
con adornos, colgaduras, guirnaldas y arcos.
En primer lugar, es necesario analizar la composición de este desfile,32 para
ver cómo la sociedad republicana y la importancia de sus diferentes estratos se
veía claramente reflejada en el mismo, tal y como sucederá en el Medioevo o
en la Edad Moderna. A la cabeza del desfile se encontraban los magistrados en
ejercicio y el Senado, dejando claro dónde residía el poder republicano y quién
era el que había permitido que ese desfile y ese triunfo militar se realizasen. Tras
ellos, un cuerpo entero de trompeteros anunciaba el gran espectáculo que se
avecinaba, ya se podía observar el botín, llevado a hombros por legionarios y
uno de los elementos centrales de toda la ceremonia, ya que en sí mismo era una
justificación de la guerra, por el beneficio que producía en el erario romano. La
exhibición pública de este botín era importantísima y se solía llevar junto con
pinturas y maquetas que representaban la batalla victoriosa, incluso en ocasiones
con embarcaciones y trofeos navales.33 Al final, un cuerpo de flautistas separa-
ba la deslumbrante exhibición de la parte más ceremonial del desfile. Seguían
los animales expiatorios, bueyes sagrados profusamente adornados y que van a
ser posteriormente sacrificados en el Capitolio, acompañados por los sacerdotes
vestidos al modo ritual. Acompañaban una serie de grandes o exóticos animales,
con la función de dar grandiosidad al desfile y que normalmente habían sido cap-
turados en el país de la batalla, y era tópico el caso de los elefantes, que siempre
causaban gran sorpresa y animación. Otro punto de especial relevancia era el
momento en que los prisioneros más notables de la ciudad enemiga eran mostra-
dos como reos ante toda la sociedad romana. Los llevaban, de nuevo, legionarios,
a hombros y sobre plataformas. Junto a ellos se llevaba la llamada spolia opima,
las armaduras e insignias capturadas a jefes importantes y la gran cantidad de
presentes y tributos que hacían a Roma los estados y ciudades aliadas: coronas,
joyas, oro y plata. A continuación, se podía ver a los lictores, oficiales subalternos
que llevaban las fasces, grandes haces de vara, cuya función era preceder en todo
desfile o ceremonia al elemento central y más importante. Tras ellos aparecía ya
el general.

32. Algunas de las obras clásicas utilizadas en este apartado son:


K. Bringmann, «El triunfo del emperador y las Saturnales de los esclavos en Roma», en
Schultz, U. ed., La fiesta. Una historia cultural desde la Antigüedad hasta nuestros días, Alian-
za Editorial, Madrid, 1993. pp. 63-82.
H.S. Versnel, Triumphus. An inquriy into the Origin, developement and meaning of the
Roman Triumph, University of Leiden, Leiden, 1970.
33. Como en el caso de la primera guerra púnica y las derrotas navales de Roma sobre
Cartago.

Contenido 29
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 1
Desconocido, Camafeo de Adriano, s. ii, Antiken Museum, Berlín

El triunfador iba de pie en un carro de oro circular tirado por cuatro caballos,
normalmente blancos, conducido por un esclavo y acompañado por sus hijos,
bien en el carro con él o a lomos de los caballos.Vestía túnica palmata –decorada
con motivos florales– y toga picta, ribeteada con adornos de púrpura sobre oro.
Las manos y los ojos se pintaban de rojo, recuerdo de las costumbres de los an-
tiguos pueblos del Lacio, y sostenía en su mano derecha un cetro de oro, y en la
izquierda una rama de olivo, ambos claros símbolos de la victoria en la iconogra-
fía clásica romana. Además, un esclavo sostenía en su cabeza la corona de laurel,
nuevo símbolo victorioso, y no paraba de susurrarle al oído palabras como «No
eres un Dios» o «Mira hacia atrás, recuerda que eres un hombre» en alusión a su
naturaleza mortal, seguramente instauradas por el Senado para mantener bajo
control a los grandes caudillos militares. Por último, todo el carro iba profusamen-

30 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

te colgado de amuletos, que protegían al triunfador de los demonios y las envidias


de los poderes infernales. Al general le acompañaban grandes personalidades
romanas, como equites, tribunos e importantes comerciantes. Justo al final del
desfile, se colocaba el grueso de las tropas o al menos una importante represen-
tación de las mismas, con coronas de laurel en la cabeza y que gritaban durante
todo el trayecto el famoso io triumphe, verdadera razón de toda la celebración, y
aclamaban a su general como imperator, incluso estaba permitido burlarse de él
con canciones, rimas o poemas irónicos.
Tras relatar las personalidades y elementos que configuraban el desfile, hay
que trazar el recorrido mediante el cual esta procesión ceremonial llevaba al
triunfador desde el Campo de Marte hasta el monte Capitolino, centro de la divi-
nidad romana, lo que llamaremos la «carrera» del desfile, con los puntos neurálgi-
cos del mismo.
Todo empezaba en el Campo de Marte, donde el general esperaba con sus
tropas el inicio de la ceremonia, y allí mismo las arengaba incluso nombrando
a algunos personajes, los más destacados en la batalla, y eran obsequiados con
medallas o monedas.34 Allí mismo subiría al carro áureo para dirigirse a la Porta
Triumphalis, por donde haría su ingreso al recinto sagrado romano. El mismo
nombre de la puerta ya es muy sugerente, puesto que es la que, junto al Pons
Triumphalis, daba inicio a los triunfos romanos, y el hecho de cruzarla tenía un
sentido casi mágico, ya que se entraba en el pomerium, recinto sagrado romano
que estaba separado mediante la muralla del hostil mundo exterior, y simbólica-
mente los soldados se purificaban de todas las culpas de sangre de la guerra. Esta
puerta, además, solo se abría para la realización de triunfos, por ello su funciona-
lidad está totalmente identificada con la que tendrán los arcos triunfales efímeros
en la Edad Moderna.35
A continuación, el desfile se adentraba en la Via Lata, recorriéndola y atravesan-
do los dos grandes recintos circenses romanos, el Circo Flaminio y el Circo Máxi-
mo, que estaban repletos de espectadores que no cesaban en sus vítores y ánimos
a los héroes militares que cruzaban todas las decoraciones efímeras colocadas en
la carrera. Así, se rodeaba por la parte inferior el monte Palatino para entrar ya de
lleno en la Via Sacra, que llevaría a la comitiva hasta la cima del Capitolino.
Una primera parada obligatoria en este camino era el Foro, centro de la vida ro-
mana, y en el que se separaba del grupo de prisioneros al cabecilla enemigo –si se

34. La importancia de las medallas y monedas con la efigie de los poderosos, y que
muchas veces se repartían al pueblo, se puede ver en la revisión histórica que se hace en la
monografía Víctor Mínguez, Los reyes solares: iconografía astral de la monarquía hispánica,
Universitat Jaume I, Castellón, 2001.
35. En H. S. Versnel, Triumphus. An inquriy into the Origin, developement and meaning
of the Roman Triumph, University of Leiden, Leiden, 1970, se detalla a la perfección todo el
simbolismo y la significación de esta Porta Triumphalis.

Contenido 31
EL TRIUNFO DEL VIRREY

había podido capturar con vida–, para ser ejecutado ritualmente en el Tullianum y
seguir adelante por la empinada cuesta sagrada, con todos los templos profusamen-
te decorados, llenos de flores y guirnaldas y que emitían los agradables olores de los
inciensos. Según personajes o situaciones se paraba en unos templos u otros, pero
una parada obligatoria siempre que se hubiese dado muerte al jefe enemigo solía
ser el templo de Júpiter Feretrio, donde el triunfador ofrecería la spolia opima,
armadura del derrotado, a los dioses. Este ritual representaba el poder absoluto ro-
mano, que todo lo devoraba y sobre todos los enemigos vencía, y los ofrecía luego
a Júpiter. Por último, con la llegada de la procesión al templo de Júpiter Capitolino
se procedía a la ejecución del resto de prisioneros, y más tarde al sacrificio de los
bueyes sagrados por parte del general. Podemos considerar este momento como el
punto final y álgido del ceremonial, en el cual el triunfador se ve enfrentado cara a
cara con Júpiter tras haber subido un camino sagrado.

Figura 2
Desconocido, Molde con el Triunfo de Marco Aurelio, s. ii,
Acquinqum Museen, Budapest, Hungría

32 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Todo el esplendor de este desfile anteriormente comentado se acrecentaba


con la multitud de asistentes al evento y la decoración de todas las calles de la
ciudad de Roma.36 Era de gran importancia el enmascaramiento de las fachadas de
las casas y templos de la carrera, mediante colgaduras, tapices, guirnaldas, flores,
lienzos o espejos, cosa que elevaba el efectismo de estas importantes ceremonias.
Asimismo, se llenaba la ciudad de esculturas y grupos alegóricos con varios te-
mas predominantes: la vida del general y sobre todo alegorías de la Victoria y el
Triunfo. Por último, se distribuían por toda la carrera diversos arcos triunfales he-
chos de madera y otros materiales efímeros, y decorados con lienzos y esculturas
normalmente alusivos a temas mitológicos y a la grandeza de Roma y su ejército.
Podemos decir que son realmente los primeros arcos efímeros de la historia, pero
sobre ellos no tenemos apenas información,37 y por ello lo que más nos recuerda
a un triumphus romano son los magníficos arcos permanentes de época impe-
rial, que en realidad se realizaban con posterioridad y para conmemorar el ingre-
so.38 Además, los portadores de antorchas y su peculiar iluminación realzarían sin
duda el efectismo y la magnitud del espectáculo, y de toda la decoración en la
que se enmarcaba. Pero no solo la vista se podía recrear en estos espectáculos, los
demás sentidos también participaban de los mismos, con las magníficas músicas
que emitían trompeteros y flautistas, además de otros músicos distribuidos por
la ciudad, y los agradables olores de los inciensos, a los que tan aficionada era la
sociedad romana y que se quemaban por toda la ciudad.Tras el desfile, llegaba el
momento de fiesta para la ciudad de Roma, fiestas costeadas por el propio gene-
ral, en las que participaba toda la ciudad y que podían durar varios días. La gran
capital se vestía de diversión con las actividades clásicas como banquetes al aire
libre, certámenes teatrales, juegos circenses o espectáculos en los anfiteatros.

36. Juan Chiva, «El triumphus romano: una ceremonia romana con larga proyección his-
tórica», en Fernando Echeverría y Yolanda Montes (eds.), Actas del V Encuentro de Jóvenes
Investigadores de Historia Antigua, Universidad Complutense de Madrid, 2006.
37. Solo aparecen algunos modelos esquemáticos en algunas medallas y monedas, en las
que se puede ver un carro montado y un arco triunfal levemente trazado. Su estructura es
simple, en arcos de media punta sobre dos columnas y con escasa decoración. Además, los
relieves del Arco de Tito aportan una visión iconográfica esencial a la hora de estudiar estas
ceremonias propias del mundo romano.
38. Los mejores elementos relacionados con los triumphus romanos que quedan hoy en
día para poder analizar son sin duda los grandes arcos permanentes, erigidos en memoria del
triunfo de algún emperador y que recuerdan grandes gestas acaecidas durante su reinado.
Además, cuando se intente recuperar toda la tradición grecorromana en el Renacimiento va a
ser la tipología de estos arcos permanentes la que se usará para los arcos efímeros modernos,
ya que de los efímeros romanos no se tenía apenas información y era muy sugerente para los
espíritus humanistas imitar estas grandes obras de arte de la Antigüedad, aunque fuese con
materiales perecederos. Los más importantes son los arcos de Tito (81), Septimio Severo (203)
y Constantino (siglo iv), los tres en la ciudad de Roma.

Contenido 33
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Además, tras el triunfo los vencedores serán recompensados, los soldados son
normalmente licenciados y reciben algunas tierras, la parte del botín que les co-
rrespondiese y generosos donativos por parte de su general. A este último se le
destina a expensas del erario público un lugar para construirse una triumphales
domus, una lujosa mansión decorada con efigies del general y, como era costum-
bre romana, de sus antepasados. Con ello, su fama y su imagen idealizada serían
transmitidas a la posteridad.

Figura 3
Desconocido, El Triunfo de Tito y El Botín del Templo de Jerusalén, relieves del intradós
del arco de Tito, altorrelieve en mármol, 81 d. C., Roma

34 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Durante más de mil años, se celebrarán en Roma al menos trescientos veinte


triunfos, tratando la historiografía clásica al del emperador Honorio en el 403
como el último.39 En cuanto al primer triunfo, es un punto realmente complicado
ya que se adentra en terreno mitológico y en los inicios de la Monarquía romana.
Por ejemplo, Dionisio de Halicarnaso nos habla del triunfo de Rómulo como ini-
ciador de esta nueva tradición con una ceremonia tan ejemplar que habría sido
continuada por sus sucesores.
Sin embargo, es la Roma republicana la época central, pues es en la que se rea-
liza el modelo expuesto de manera estricta, los triumphus romanos en su modelo
clásico. Dos de los más importantes documentados son el triunfo de Pompeyo del
año 61 a. C., tras el sometimiento de Asia Menor y buena parte del Próximo Orien-
te, y el triunfo de Julio César del año 46 a. C., apoteósico al aunar en una misma
celebración las grandes victorias de las Galias, Egipto, el Ponto Euxino y África.
En la era imperial los aspectos formales y ceremoniales, ya plenamente es-
tablecidos en la sociedad romana, no cambiaron apenas, sin embargo sí lo hizo
su concepción.Ya con Augusto y todo el final del siglo i a. C. se pierde el sistema de
concesión de triunfos, que será pervertido en su esencia, ya que solo disfrutará
de los mismos el emperador o las personas a las que él mismo decida conceder-
lo. Así, el triumphus pierde su tradicional justificación militar, para ser un mero
instrumento de ensalzamiento del emperador y todo lo que le rodea, en medio
de los grandes ceremoniales que el Imperio romano utilizará para el proceso de
divinización de sus gobernantes. Es, sin duda, una alteración que tiene una clara
explicación en los cambios políticos que se suceden en la historia romana. Ade-
más, estos cambios políticos tendrán sus reflejos en la organización del desfile,
como el hecho de que los emperadores harán que el Senado vaya detrás de ellos
reflejando así su pérdida de poder, o que la corona de laurel sea sustituida por una
de oro con joyas encastadas, hecho que se relaciona en cierto modo con la ima-
gen de los antiguos monarcas etruscos, elemento de legitimación para los nuevos
emperadores. El número de triunfos se verá reducido drásticamente, ya que el
sistema no será proclive a ensalzar otros generales. Para ello, los emperadores
buscarán medidas compensatorias, muchas veces reducidas al simple hecho de
dejar llevar a los generales victoriosos la triumphalia ornamenta, es decir, vestir
en público los ropajes típicos de un triunfador: toga picta y túnica palmata.
Tras la caída del Imperio romano de Occidente, en Bizancio se continuará
la tradición del triunfo romano, exportado ahora a la ciudad de Constantinopla.
Allí se realizarán al menos treinta triunfos al estilo romano, con la triumphalia
ornamenta, carros de oro y con el latín como lengua principal. La época del

39. De ellos nos habla Dionisio de Halicarnaso. Si se buscan fuentes romanas sobre otros
triunfos de la época hay que acudir a las obras clásicas de Plinio, Estrabón, el mismo Dionisio
o Plutarco.

Contenido 35
EL TRIUNFO DEL VIRREY

emperador Justiniano será sin ninguna duda la más significativa, y el triunfo


de Belisario, tras la reconquista de los territorios africanos a los vándalos, el
último al gran estilo romano. Con posterioridad serán más característicamente
bizantinos, y en Occidente los recibimientos medievales estarán ya establecidos.
La evolución ceremonial se estaba fraguando. No hay que olvidar que Bizancio
sigue viéndose como el Imperio romano de Oriente, legítimo sucesor con la
obligación de reconquistar sus tierras y seguir sus tradiciones, trasladadas ahora
a la nueva capital. Se concluye este punto remarcando que este ceremonial na-
cido en la Roma republicana alargará su influencia en la civilización occidental
durante los siguientes siglos, como gran parte de los elementos de la tradición
clásica grecorromana, sobre todo tras el Renacimiento, y da lugar a un tipo de
fiestas y ceremoniales que se alargarán en el tiempo y espacio por toda Europa
y gran parte de América.

Figura 4
G. Lauro, El Triunfo de César, grabado, 1609, Colección Maurizio Fagiolo, Roma

36 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

1.2. LOS INGRESOS DE LA EDAD MEDIA

Con la caída del Imperio romano de Occidente, los territorios que integraban
esta unidad se dividirán en pequeños estados, entrando de lleno en el mundo
medieval, del que en ocasiones se ha dado una imagen de desorganización, os-
curantismo y decadencia.Y si en parte esto es cierto, se ha de decir también que
en estos siglos medievales se produce la creación de una nueva unidad que susti-
tuirá al Imperio y que se basará en una religión, el cristianismo, elemento común
en buena parte de los territorios occidentales europeos durante la Edad Media, y
que convierte su Iglesia en uno de los grandes pilares del poder medieval. Es este
además un mundo caballeresco, un mundo en que la violencia es una constante,
los señores feudales dominan el territorio y también a las personas, ejerciendo
jurisdicción sobre ellas con todo un sistema de vasallaje que encorsetará a la po-
blación y la tendrá atada en términos económicos, judiciales e incluso morales.
Los grandes festejos medievales se centrarán de este modo en torno a estos dos
aspectos esenciales, a los dos círculos de los que emana el poder en la sociedad
medieval: la Iglesia católica y los señores. En lo referente al mundo católico, poco
a poco se va creando un calendario litúrgico que marcará las celebraciones en
las iglesias y catedrales de las principales fechas relacionadas primordialmente
con la vida y muerte de Jesucristo. En cuanto al mundo caballeresco, no faltarán
durante toda la Edad Media justas y torneos que, a parte de ser competiciones de-
portivas o militares, reunirán a toda la sociedad en estos nuevos «días grandes».40
Queda por tanto, analizar el papel de monarcas y sociedad civil en su con-
junto. En la conocida como Alta Edad Media este poder centralizador –la monar-
quía–, vive sus momentos más bajos, es un mundo convulso, dominado por la
violencia, por las invasiones externas y por la ruralización. Así, con el declive de
las ciudades también se inicia el de las celebraciones relacionadas con el poder
central, como habían sido los triunfos en el Imperio romano. Pero a partir de las
décadas posteriores al milenio, empezará una recuperación de la sociedad ciuda-
dana en general, lo urbano resurgirá junto al comercio y al crecimiento económi-
co. Con todo ello también se irá produciendo un lento fortalecimiento del poder
de los príncipes, que culminará en la Edad Moderna. En este contexto, surgirá una
celebración que tendrá como base la llegada de un monarca a una ciudad o villa y
su toma de posesión, ya sea real o simbólica: se trata del «recibimiento medieval» o
«entrada real medieval» que se va a analizar a continuación y que se convertirá en
una sólida tradición heredada, con cambios sustanciales, por el mundo moderno.
Aun así, se puede observar ya una evolución clara dentro de las entradas medie-

40. Se analiza incluso su repercusión simbólica e iconográfica en Roy Strong, Arte y poder.
Fiestas del Renacimiento. 1450-1650. Ed. Alianza Forma, Madrid, 1988.

Contenido 37
EL TRIUNFO DEL VIRREY

vales, ya que a partir del siglo xiv empezarán a introducirse cambios decisivos de
cara al asentamiento de un modelo moderno en el Renacimiento.
La primera tipología de entrada triunfal que encontramos en la compleja Edad
Media europea será más bien, y en palabras de Roy Strong, una «rudimentaria
bienvenida».41 Los reyes y príncipes medievales se harán servir de una encorsetada
ceremonia para deslumbrar en sus llegadas a ciudades vasallas, que se volcarán en
el agasajo hacia su soberano. Los recibimientos solemnes en las ciudades medie-
vales siguieron un marcado ritual, de extremada sencillez y que será antecedente
directo de las entradas triunfales modernas. Antes de analizar la estructura de estas
entradas medievales, se ha de aclarar una referencia simbólica que imperará y se
convertirá en una de las claves para entender las ceremonias medievales, y que
demuestra cómo todo el mundo medieval está imbuido de la filosofía y la moral
cristianas. Esta referencia es la entrada de Jesucristo en Jerusalén, aclamado por
las multitudes con las ramas de olivo en sus manos. 42 La entrada triunfal de Jesu-
cristo en Jerusalén,43 nos es relatada en los cuatro Evangelios de manera parecida,
y esencialmente cuenta como Jesús se encuentra en Betfagé, cerca del Monte de
los Olivos, cuando envía a dos discípulos a una aldea cercana a desatar y traerle un
borriquillo que encontrarán atado a una puerta. Si los dueños ponen pegas solo
bastaría decirles que el Señor lo necesita para que se lo entreguen sin poner más
problemas. Los discípulos de Jesús, pondrán sobre el borrico sus mantos y ropajes
para que el señor pueda montarse en él y marchar hacia Jerusalén. Jesucristo en-
trará en la ciudad en medio de una gran muchedumbre y con algunas gentes que
echan sus mantos en el camino, cortan ramas de árbol para alfombrar los lugares
por donde pasa el Mesías y lo vitorean, con ramas de olivo en las manos, con gri-
tos como «Hosanna al hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas». 44 En medio de tanto alboroto el Mesías cruzará la ciudad,
mientras la gente se preguntaba «¿Quién es este? Y la muchedumbre decía: ¡Este es
Jesús, el profeta, el de Nazaret de Galilea!».45 Luego Jesús bajará del asno para diri-
girse al templo, donde penetrará observando largo tiempo las situaciones que allí
se daban, para más tarde salir y dirigirse ya a Betania.46 Este episodio es uno de los
más recurrentes en la iconografía bíblica, y se ha utilizado en lienzos y frescos por

41. Roy Strong, Arte y poder. Fiestas del Renacimiento. 1450-1650. Ed. Alianza Forma,
Madrid, 1988.
42. Ya conocemos, además, cómo este ritual ha perdurado hasta nuestros días, con la
celebración católica del Domingo de Ramos.
43. Es así como la llaman los evangelistas, la califican de triunfal pese a su conocida
sencillez.
44. Salmos. 118, 25.
45. Mateo. 21, 10-11.
46. El episodio de la entrada triunfal en Jerusalén es contado, como ya he dicho, en los
cuatro evangelios, con las siguientes referencias para su búsqueda en las fuentes bíblicas:
Mateo. 21, 1-12 / Marcos. 11, 1-12 / Lucas. 19, 28-40 / Juan. 12, 12-20. El más extenso de los

38 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

multitud de artistas desde la Edad Media. Con ello los paralelismos quedaban claros:
el rey se asemeja a Cristo cuando entra en la ciudad eterna, y la ciudad que recibe
se convierte en la Nueva Jerusalén terrena. Es una simbología clave durante la Edad
Media, puesto que el poder de la Iglesia marcará todas las ceremonias y festivida-
des, y las entradas no podían ser menos. Como es lógico la entrada de Jesucristo
se reflejará en las entradas medievales e incluso en las modernas, ya que los reyes
harán su procesión por la ciudad y acabarán con la visita a la iglesia principal, para
escuchar los oficios y dar gracias al Señor, del mismo modo que Jesucristo acabó su
entrada llegando al templo.

Figura 5
Giotto di Bondone, Entrada de Cristo en Jerusalén, fresco, 1303-1305, Capilla
de los Scrovegni, Pádua, Italia

evangelistas es Juan, que además nos cuenta el encuentro de Jesús con varios grupos durante
su entrada, entre ellos con unos fariseos y unos griegos.

Contenido 39
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Otro punto a aclarar gira en torno a la procedencia de los gastos para las entra-
das, ya que la ciudad se hacía cargo totalmente de la organización de las mismas,
así como de sus gastos, cosa que será gravosa para las arcas y que en posteriores
épocas repercutirá en fuertes discusiones entre las administraciones locales y
central, que veía como el derroche en este tipo de celebraciones era excesivo e
iba en aumento. Se responsabilizaba de que todo estuviese en regla a la llegada
del rey y por ello apuraba a los vecinos a adecentar las calles, quitar los obstácu-
los y aplanarlas, además de adornar sus casas con ramos y tapices, y cubrir el sue-
lo con hierbas aromáticas que hiciesen más agradable el tránsito del soberano.
Los recibimientos medievales siempre empezaban fuera de la ciudad. Era ex-
tramuros donde las autoridades civiles y eclesiásticas urbanas, los ciudadanos y
las cofradías iban a recibir al monarca y a presentarle sus honores, además de
efectuar un intercambio de regalos. Allí también acudía todo el acompañamiento
regio que con posterioridad entraría en la ciudad en el desfile organizado para
la ocasión. En el momento indicado se dirigían hacia las murallas, que estaban
decoradas con telas y colgaduras, ya que son de funcionalidad defensiva real, no
eran ninguna decoración efímera como los arcos que se crearán más adelante
en época moderna, imitando el paso del monarca por la puerta de las robustas
murallas medievales. Frente a ellas el rey hará el juramento, convertido en el
acto central de este tipo de ceremonias, ya que con él jura acatar y defender los
derechos y privilegios de la ciudad. Es, por tanto, el acto que importa realmente
por sus implicaciones políticas. A cambio, el cabildo civil le jurará lealtad en todo
momento. Tras el juramento, se hará el rito de entrega de las llaves de la ciudad,
en ricas bandejas de oro o plata, que ejemplifica cómo la ciudad se pone bajo el
mandato y voluntad de su monarca, clara muestra de lealtad y de esta toma de
posesión de las ciudades que las entradas medievales simbolizan.
A continuación, el rey montará el caballo y se abrirán solemnemente las puer-
tas de la ciudad. Allí mismo recibirá el palio, bajo el cual hará un grandioso reco-
rrido por las calles principales, mientras es aclamado y vitoreado por la muche-
dumbre. El desfile se convertirá, como en los triumphus romanos, en el acto más
representativo de los recibimientos medievales, muestra de la organización social
del Medioevo:47

La propia procesión de entrada ponía de relieve estas obligaciones mutuas, ya


que los espectadores veían pasar ante ellos, en microcosmos, a toda la sociedad
tal y como la conocían […].

47. Roy Strong, Arte y poder. Fiestas del Renacimiento. 1450-1650. Ed. Alianza Forma,
Madrid, 1988.

40 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Esta aseveración de Strong nos indica cómo este desfile es en esencia un


reflejo de la sociedad estamental, mostrando ya desde el principio una fuerte
preocupación por los rangos y privilegios, es decir, que el orden en el cual se
desfilaba podía llevar a rencillas y suspicacias porque algún colectivo no viera
lo suficientemente reflejada su importancia social en el mismo. En cada ciudad
o villa esta organización sería diferente, pero se puede ejemplificar en el caso de
la Valencia medieval. La estructura del desfile en la capital valenciana podemos
estudiarla en un texto que nos habla de la entrada de los duques de Girona en la
ciudad el año 1373, cuando es duque el infante don Juan, primogénito de Pedro el
Ceremonioso, y por tanto heredero del trono de la Corona de Aragón.48 El primer
lugar correspondería al príncipe, con las personas elegidas para acompañarle. En
el caso al que se alude eran veinticuatro, de los que ocho llevarían los bordones del
palio de su majestad y el resto se ocuparían de coger las riendas y los cordones
del caballo. Eran lugares reservados a las elites de la administración y la sociedad
urbana. En segundo lugar desfilan los prohombres ciudadanos y las profesiones li-
berales, como juristas, mercaderes, médicos o notarios. Les seguirían los maestros
de los oficios, que pasearían en parejas ordenados por rango y algunos juglares,
que siempre contribuirán con sus cantos e historias al esparcimiento y a la ani-
mación de estos actos festivos. Por último, se reservaría un espacio a las minorías
étnicas, musulmanes y judíos, que irían ataviados con sus mejores vestimentas.
Esta es en esencia la composición del desfile valenciano, que no difería mucho al
del resto de ciudades peninsulares e incluso europeas, ya que es un espejo de la
estructuración piramidal de las ciudades medievales, que empezaban a escapar
levemente del férreo control de los señores feudales, y ya asomaba cierto poder
de la burguesía y la administración ciudadana. Es un mundo urbano contrapuesto
al mundo que dominaba la Alta Edad Media, un mundo que empezaba a despejar
sus sombras de siglos anteriores.
Pero además, este desfile irá acompañado de todo tipo de espectáculos. En pri-
mer lugar los más jóvenes de los gremios realizaban una serie de juegos y danzas
muy llamativas durante todo el trayecto, con el fin de amenizar la larga procesión
de personalidades. Había también cierto número de paradas en el trayecto para
que el soberano y los ciudadanos observasen espectáculos como torneos, justas,
cercas y tomas de ciudades o castillos fingidos. Este es un punto muy interesan-
te de esta celebración, ya que podemos ver aquí las primeras manifestaciones
de arte efímero tal y como lo entendemos: se trata de castillos y arquitecturas
militares reproducidas en madera, que asaltarían ciudadanos disfrazados como
diversión. Pero también de embarcaciones de madera fingidas, una carcasa que

48. Joan Oleza, «Las transformaciones del fasto medieval», en L. Quirante, Teatro y espec-
táculo en la Edad Media. Actas Festival d’Elx 1990, Ed. Instituto de Cultura «Juan Gil-Albert»,
Alicante, 1992, pp. 47-64.

Contenido 41
EL TRIUNFO DEL VIRREY

contiene una estructura con ruedas con la intención de fingir batallas navales.49
No faltaban tampoco torneos y justas, donde la nobleza y los caballeros de la ciu-
dad podían lucirse en palenques establecidos por diferentes puntos de la ciudad.
También estaba el desfile repleto de juglares que con sus canciones e historias
animaban el tránsito. No hay que olvidar que en la mayoría de estas procesiones
la influencia de las cofradías en la organización era enorme, de modo que cual-
quier representación o temática que pudiese encontrarse estará relacionada con
lo religioso: escenas de la Pasión de Cristo, de la vida de la Virgen o hagiografías.
Este gran desfile acabará en la catedral o templo principal de la ciudad donde el
monarca será recibido por las autoridades del cabildo catedralicio y se producirá
un nuevo juramento, esta vez de los privilegios y derechos eclesiásticos. Tras las
respectivas ceremonias en el templo, el soberano se dirigiría al palacio o residen-
cia destinada al efecto.
En cuanto a la esfera artística, se reduce a las decoraciones sobre la puerta
de entrada, a colgaduras por toda la muralla y al engalanamiento de la carrera, de
las calles y las casas por las que va a pasar el soberano en dirección a la catedral.
Solían ser adornos vegetales y florales, y también tenían gran importancia los
escudos heráldicos y coloridos pendones que se distribuían por toda la ciudad
representando la pleitesía de las grandes familias autóctonas a su soberano. En
algunos casos se encuentra un tablado justo al lado de la puerta de entrada desti-
nado a realizar el juramento a vistas del pueblo, ya que como hemos dicho era el
elemento central y de vital importancia para la ciudad. En este tablado se ponía
normalmente el Evangelio y los privilegios de la ciudad. Surgen también las pri-
meras manifestaciones de arte efímero –castillos, arquitecturas, embarcaciones,
palenques para torneos y justas–, que triunfará con el Renacimiento, y cuya pro-
fusión marcará el cambio hacia las entradas triunfales modernas.
A partir del siglo xiv la complejidad de estos recibimientos aumentará de ma-
nera espectacular, sin menoscabar la importancia y coherencia de los realizados
en siglos anteriores, que reflejaron su época y la concepción del mundo y la so-
ciedad de la misma como ninguna otra ceremonia. El cambio en la temática será
radical, y hasta el Renacimiento veremos como va en aumento el uso de nuevos
vocabularios iconográficos: alegorías, ejemplos bíblicos, mitológicos e históricos.
Las decoraciones se harán más profusas sobre fachadas, puentes, puertas de entra-

49. Las naumaquias son espectáculos que recrean batallas navales. Tienen su origen en
la época romana, cuando se llenaba de agua el Coliseo y se realizaban estas batallas, que
constituían toda una fiesta acuática. En el Renacimiento se retomará con fuerza esta idea, ya
que en la Edad Media se fingen sin agua, con ruedas en las embarcaciones, que más bien son
carros que simulan un barco.
Para más información sobre las naumaquias ver Víctor Mínguez.: «La naumaquia del Turia
de 1755: un hito del espectáculo barroco valenciano», en Millars, núm. xii, Castellón de la
Plana, 1988-89, pp. 57-69.

42 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

da y lienzos de murallas, en una evolución inexorable hacia las formas e iconogra-


fías artísticas renacentistas, que traerán con ellas el inicio de un largo esplendor
de estas ceremonias durante toda la Edad Moderna. Roy Strong estudia a fondo
este cambio fundamental que ejemplifica en dos entradas del siglo xv: la inglesa
de Enrique VI en Londres, en 1431 y la francesa de Carlos VIII en Rouen.50
Esta transformación iconográfica se refleja en tres dimensiones fundamen-
tales: la primera de ellas es el hecho de que la entrada real se convierte en una
mecanismo de legitimación del monarca. Legitimidad buscada en una doble ver-
tiente: la cristiana –en la imagen de santidad del rey, que provendría de su coro-
nación por parte de la Iglesia y su unción con los óleos sagrados– y la dinástica,
como legal heredero de la monarquía que recibe. En la entrada de Enrique VI en
Londres se representó un enorme árbol genealógico que explicaba cómo este
monarca estaba legitimado para unir en su persona los reinos de Francia e Ingla-
terra, y además en la puerta de la ciudad se había representado un escudo con las
armas de ambos reinos. La parte religiosa se representó con un lienzo que mos-
traba un paraíso con trono rodeado de jerarquías angélicas que se acompañaba
del bíblico Árbol de Jesé. En segundo lugar se busca representar las virtudes a las
que debe aspirar un rey, para mostrar a los súbditos los múltiples beneficios que
pueden alcanzar bajo el nuevo reinado. La utilización de estas virtudes ayuda al
triunfo de un género literario, los speculum principis, que obtendrá un gran éxito
durante el Renacimiento.51 En la entrada ruanesa de Carlos VIII se representó un
lienzo que se enmarca claramente en esta tradición, titulado Repos Pacifique: se
veía al rey sentado en su trono con una serie de figuras alegóricas rodeándolo, la
Fuerza y la Justicia detrás, la Templanza y la Prudencia a su lado, y la Paz tendida a
sus pies. Las virtudes indicadas por parte de los organizadores de las ceremonias
no pudieron ser más obvias. Por último, y aunque el gran centro de atención de
la entrada sea el monarca, vemos como también es gran protagonista de la misma la
propia ciudad que organiza el acto. Se suele hacer alusiones en las representacio-
nes a parajes y lugares pintorescos de la propia ciudad, y más aún, a las necesi-
dades que esta tiene, ya que al entrar el monarca que regirá sus destinos, y si se
sensibiliza con estas faltas es posible que, en un futuro, se vean superadas gracias
a la real magnificencia.

50. Roy Strong, Arte y poder. Fiestas del Renacimiento. 1450-1650. Ed. Alianza Forma,
Madrid, 1988.
51. Estos «espejos de príncipes» son obras en las que el autor analiza las virtudes que
un príncipe debe tener para hacer de su reinado una etapa de prosperidad y triunfos y ser
recordado en la posteridad como un gran monarca. Aunque este género se populariza ge-
neralmente a partir de la obra El Príncipe de Nicolás Maquiavelo, gran obra moderna de la
literatura política que generará multitud de obras satélite, existe durante toda la Antigüedad y
ya San Agustín tiene algunos textos que se podrían considerar como tales.

Contenido 43
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Aún con todos estos cambios el ritual sigue siendo el de un recibimiento


medieval, se celebra la entrada solemne y toma de posesión de una ciudad o villa,
ritual de larga pervivencia hasta la llegada de las nuevas tendencias renacentistas,
que cambiarán múltiples aspectos de este ceremonial, y lo fusionarán además,
con parte de la tradición del triumphus romano, en medio de la gran pasión por
recuperar todo lo que tenga que ver con la Antigüedad clásica.

1.3. El RENACIMIENTO Y EL MODELO MODERNO DE ENTRADA TRIUNFAL

A partir del Renacimiento será cuando podemos decir que la tradición de


triumphus romana va a recuperarse con más fuerza, en medio de la corriente
humanística y de revisión del mundo clásico propuesta por los intelectuales de la
época. Dos buenos ejemplos serán Petrarca y una de sus obras clásicas, I Trionfi,
y la serie sobre los triunfos de Julio César pintada por Andrea Mantegna a finales
del siglo xv.52 Sin embargo, este interés no quedó solamente en la intelectuali-
dad, sino que los artistas y los organizadores de entradas triunfales intentarán
plasmar todo el esplendor de los triunfos en las entradas de monarcas y persona-
jes poderosos, al crear así el modelo moderno de entrada triunfal. En el mismo,
ceremonialmente se seguirá el esquema medieval de recibimiento extramuros,
desfile triunfal y culminación en el templo principal, pero artísticamente se va
a recuperar todo el mundo clásico, tanto en tipologías –arcos efímeros, retratos
o esculturas– como en iconografía grecorromana, ahora al servicio de los gober-
nantes modernos: mitología, retratos de emperadores y héroes o alegorías.
Con el Renacimiento se entra de lleno en una nueva era cuya máxima ca-
racterística y elemento que la separa de la Edad Media es el surgimiento de los
estados modernos. Con ellos, el poder central se refuerza de manera evidente y
la monarquía ejercerá un control absoluto sobre todas las clases sociales de este
llamado Antiguo Régimen, y empezó por lo que conocemos como «monarquías
autoritarias» como la de los Reyes Católicos, y con el aumento de esta centralidad
y gran poder hasta llegar a las «monarquías absolutas» propias del siglo xvii. Esto
traerá importantísimas consecuencias en las entradas reales, ya que a medida
que aumenta el poder estas se centrarán más en la persona del rey, se convertirá
así en un instrumento para ensalzarlo. Sin embargo, en el Renacimiento todavía
durará esa esencia medieval de la entrada como diálogo entre los gobernantes
y los gobernados, que se evidenciaba en el juramento, puesto que las ciudades
juraban fidelidad, pero el rey también juraba proteger y respetar sus derechos y

52. La serie de cuadros sobre el Triunfo de Julio César pintada por Andrea Mantegna en
la ciudad de Mántua, se encuentra actualmente en el Palacio Real de Hampton Court, Ingla-
terra.

44 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

privilegios. Este cambio gradual de la concepción en el uso de las entradas no es


el único que se produce en esta etapa, ya que el Renacimiento transformará las
entadas triunfales también en su aspecto externo, en sus formas, sus estilos,
las metáforas o simbologías que se utilizan.Todo el mundo medieval se verá apar-
tado de la escenografía triunfal durante el siglo xvi, primero en Italia y poco a
poco en el resto de Europa.

Figura 6
Andrea Mantegna, Julio César en el carro triunfal, de la serie El Triunfo de Julio César,
temple sobre madera, 267 x 278 cm, c. 1490, Hampton Court Palace, Inglaterra

Contenido 45
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Esto es así debido, en gran parte, a un movimiento ligado a esta etapa histórica,
el Humanismo y a un aspecto clave del mismo, la recuperación del mundo clá-
sico, el agrado por los estilos artísticos y arquitectónicos de los antiguos griegos
y romanos. En Italia, ya desde el siglo xv un nuevo estilo artístico y literario va a
propagarse como la pólvora, desde Florencia y Roma, y va a cambiar también las
formas y la concepción del mundo cultural en todos los sentidos, desde las cons-
trucciones, escultura o temas y estructuras pictóricos hasta las formas de escribir,
de pensar y, como no, de ejercer el poder político. Las ceremonias no podían
escapar a ello y será de nuevo en el contexto italiano donde los cambios en los
recibimientos medievales empiecen a notarse de forma gradual. Los humanistas
italianos empezarán a descubrir qué eran los triumphus romanos, y todo lo que
implicaban basándose sobre todo en fuentes antiguas, ya que en el siglo xv se pu-
blican multitud de textos de los grandes autores latinos, entre los que destaca Tito
Livio, pues es el que mejores descripciones de triunfos narra. Estos intelectuales
apreciarán sobre todo dos cosas: la gran procesión y su simbolismo y las arquitec-
turas perdurables, los arcos de triunfo que conmemoraban estas celebraciones.
Vemos aquí cómo eran verdaderos conocedores y estudiosos del mundo antiguo,
pues aciertan en lo que era más importante para la sociedad romana: la procesión,
elemento verdaderamente central de los triunfos.
Un segundo paso en este camino será el de recrear literariamente estos triunfos
desde la contemporaneidad, ya que autores como Petrarca y Boccaccio evocarán
de manera espléndida estas procesiones, haciendo detalladas descripciones de
triunfos de un éxito abrumador entre la alta sociedad italiana de la época.53 Ade-
más, las primeras manifestaciones plásticas renacentistas de un triunfo antiguo se
realizarán en ilustraciones de la obra petrarquiana y en decoraciones de arcones
ornamentales que se basarán en las fuentes originales.
Pero una sociedad que se caracterizaba por el ascenso imparable en cuestiones
económicas y sociales de las clases urbanas, y el poder cada vez más grande del
monarca, no podía tardar en querer llevar esto a la práctica, y es aquí donde tene-
mos que situar el nacimiento de la entrada triunfal moderna, en el momento en
que los rituales de un recibimiento medieval y sus mismos protagonistas se ven
totalmente invadidos por unas formas que les son ajenas, por la influencia de un
ceremonial antiguo: los triumphus romanos. Es en la mezcla de estas dos tradicio-
nes de distinta raíz donde se encuentra la esencia de una entrada renacentista, la
misma que durará hasta el siglo xix tanto en Europa como en América.
Esta mezcolanza y gran influencia del mundo clásico se notarán de manera
evidente en los desfiles de entrada en la ciudad. Roy Strong, en su clásico Arte y
poder, nos describe multitud de estos desfiles en la Italia renacentista, en honor de

53. Se trata de I Trionfi, de Petrarca, y una descripción inserta en el poema Amorosa


Visione de Boccaccio.

46 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

gobernantes y también, otro paralelismo con la Antigüedad clásica, de los condot-


tieri victoriosos, generales que volvían a su ciudad después de haber conseguido
una gran victoria para sus gobernantes. Es el primer caso el de las entradas de Al-
fonso el Magnánimo en Nápoles, del duque Borso d’Este en Reggio o de Luis XII
en Cremona y Milán, y el segundo el de la entrada de Contruccio Castracane en
Lucca. En todos estos desfiles triunfales ya podemos observar elementos típicos
de las formas e iconografía de los triunfos romanos: carrozas triunfales, prisione-
ros delante del «triunfador» de nuevo cuño, alegorías inundando las calles de la
ciudad, caballos blancos, estatuas de héroes del mundo antiguo como Alejandro
Magno o Julio César, trofeos o figuras míticas. No cabe olvidar tampoco, que la
herencia medieval no se borrará del mapa y en estas entradas renacentistas en-
contraremos también múltiples alusiones a la religión cristiana: el palio llevado
por nobles, estandartes, bandas o justas.
Pero un elemento va a destacar por encima de todos: el arco triunfal. El sim-
bolismo del traspaso de una puerta estuvo siempre presente en las diferentes cul-
turas europeas, signo de paso a otro mundo, de purificación, repleto de honores.
La diferencia estriba en que en la etapa medieval este simbolismo lo ejercía la
puerta de la muralla por donde entraba el rey, mientras que a partir del Renaci-
miento lo ejercerá un arco efímero, erigido para la ocasión y que normalmente
será de tipología clásica, con una inscripción conmemorativa y con al menos
una imagen de la persona a la que se homenajea, y se llena además de escudos
heráldicos, emblemas, divisas o alegorías. Es este elemento el que nos marca que
estamos delante de una entrada triunfal moderna, el arco efímero imita la puerta
fortificada medieval en lo simbólico, pero adquiere una forma que lo acerca a los
arcos triunfales de los emperadores romanos, estamos en el nacimiento de la gran
arquitectura efímera. A partir del Renacimiento estas formas, no solo arcos sino
también túmulos, tablados o altares, se irán haciendo cada vez más complejas y
grandiosas contribuyendo a ensalzar el efectismo de estas fiestas, cuya finalidad
última es dar una imagen del poder, una imagen grandilocuente que ayude a asen-
tar la sociedad de la manera en que está construida.
El caso napolitano de la entrada de Alfonso el Magnánimo, rey de Aragón,
es muy interesante, pues en él encontramos uno de los pocos ejemplos de
un arco conmemorativo de un recibimiento, al estilo de la Roma imperial. Se
trata de la puerta del Castelnuovo de Nápoles, cuya parte inferior da entrada
al castillo y está hecha en forma de arco de triunfo clásico de una puerta. El
friso representa el cortejo de la entrada de Alfonso V en Nápoles, encima una
tribuna en forma de arco, sobre la cual un cuerpo rectangular contiene las
alegorías de las cuatro virtudes cardinales. Remata todo el conjunto un frontón
semicircular con dos figuras alegóricas y sobre el mismo la estatua de bulto
redondo del gran rey Alfonso. La arquitectura medieval del castillo fue obra

Contenido 47
EL TRIUNFO DEL VIRREY

del mallorquín Guillem Sagrera, el arco renacentista de Luciano Laurana y el


relleno escultórico se suele atribuir al hermano de este, Francesco Laurana.
Como en el caso del Arco de Tito vemos que en el friso representa la entrada
triunfal del monarca, precedido por sus guerreros y los heraldos con trompe-
tas. El rey va en un magnífico carro triunfal tirado por cuatro caballos blancos,
con la llama símbolo de sus virtudes, y detrás se representa una parte más del
cortejo real. Es un interesantísimo caso que ejemplifica cómo la recuperación
de lo antiguo se extendía por toda Italia con gran rapidez, y llegaba a todos los
ámbitos de las culturas antiguas.
No hay que dejar de lado el escenario festivo, la ciudad, que se engalana como
nunca, llena de colgaduras, estatuas, altares efímeros, luminarias nocturnas, guir-
naldas, retratos de los homenajeados, fuegos artificiales o enmascaramientos de
las fachadas de los principales edificios de la ciudad, de los que sostienen el
poder como ayuntamientos y catedrales, y de las casas de los nobles y burgueses
que demuestran su idilio con sus gobernantes. Todo imbuido del nuevo espíritu
clasicista que devora toda Italia y que pronto se trasladará a otros lugares de Eu-
ropa.

Figura 7
Francesco Laurana (atrib), Entrada de Alfonso el Magnánimo en Nápoles, Relieves del Arco
del Castelnuovo, mármol mallorquín, c. 1458, Nápoles

48 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Los actos festivos también nos hablarán de la evolución hacia la nueva cultu-
ra renacentista. En primer lugar, los torneos seguirán pero en el interior de los
edificios, en los patios de los palacios, y no mostrarán un carácter tan rudo como
en la época medieval. En segundo lugar, el agrado por un mundo cortesano, con
sus jardines y sus palacios, con la elegancia de los bailes y banquetes organizados
durante los días festivos, con músicas propias de los salones. Y en tercer lugar, la
proliferación de actos teatrales en las celebraciones, que ayudará al nuevo esplen-
dor de este género literario en gran parte olvidado durante los siglos medievales.
Es otro ejemplo de la obsesión y fijación por el mundo antiguo la restauración
de las antiguas naumaquias del Coliseo romano, ya no fingidas con estructuras
parecidas a embarcaciones sobre sencillos carros como en la Edad Media, sino
en ríos, estanques y lagunas para el mayor lucimiento de la ciudad que recibía
orgullosa a su soberano.54
Todo esto marca una evolución, que en palabras de Roy Strong se resume
en la «adopción de formas antiguas por una sociedad cristiano-caballeresca»,55
es decir, que las entradas medievales se recubren con la máscara de los triunfos
romanos, para darnos una tipología nueva: las entradas triunfales modernas.
En el resto de Europa aún se tardará en adoptar estas formas, será con la ex-
pansión del Renacimiento cuando en cada estado se transforme el ceremonial
medieval a su nueva concepción. Además, la proliferación de festividades en
la Europa renacentista llevará ligado el nacimiento de un nuevo género lite-
rario: la crónica o relación festiva, que narra detalladamente las ceremonias y
rituales que se celebran en cada una de estas entradas triunfales, juras reales
u otro tipo de festividad moderna. Asimismo, suelen acompañarse de ciertas
descripciones de las obras artísticas levantadas, y en algunas ocasiones incluso
de estampas o grabados que representan los arcos triunfales, sobre todo en el
caso de entradas flamencas o alemanas. Estas relaciones festivas se convierten
en la herramienta indispensable para el estudio y análisis de las entradas, pero
se debe tener siempre en cuenta que son una herramienta más del poder, otro
elemento propagandístico que tenderá a exagerar la magnificencia de las fiestas
o de las obras de arte elaboradas, para dar más gloria tanto a la ciudad, como al
personaje ingresante.
Para entender mejor estas transformaciones, es necesario estudiar algunos
casos concretos, y para acercarnos al contexto espacial que se va a desarrollar
es apropiado referirse a la monarquía hispánica. Así, se va a hacer alusión a los

54. Víctor Mínguez, «La naumaquia del Turia de 1755: un hito del espectáculo barroco
valenciano», en Millars, núm. xii, Castellón de la Plana, 1988-89, pp. 57-69.
55. Roy Strong, Arte y poder. Fiestas del Renacimiento. 1450-1650. Ed. Alianza Forma,
Madrid, 1988.

Contenido 49
EL TRIUNFO DEL VIRREY

dos grandes soberanos del siglo xvi, Carlos V y Felipe II, pero no en la península
ibérica, donde estas innovaciones llegan tardíamente, sino en Italia para el caso
del primero, y en Flandes para el del segundo, en sendos trayectos que más que
entradas son viajes triunfales, en los que las ciudades se vestirán de gala y se deco-
rarán con el mejor lujo y boato para recibir a las personas más importantes de su
época.
El caso del emperador Carlos V es el más importante en esta etapa, pues
será el que marque la consolidación de esta nueva manera de hacer entradas
triunfales y la adopción de las formas renacentistas para las mismas.56 Además,
no cabe olvidar tampoco que durante su reinado se expande el Renacimiento
hacia el norte, y podremos encontrar también entradas de tipo renacentista
en Francia o en las posesiones germánicas, pero el caso italiano es el más
importante puesto que allí las ideas de recuperación clasicista y el estudio de
la Antigüedad estaban ya muy avanzados, y es algo que se reflejará en todo el
ceremonial que se pondrá al servicio de las ciudades, para que estas rindan los
máximos honores al emperador. El hecho de que Carlos V ejemplifique todo
esto no es casualidad, hay que recordar que bajo su persona confluirán las he-
rencias de múltiples familias nobles europeas, y por ello quedará como sobe-
rano de los Países Bajos, de buena parte de Italia, poseedor del título imperial
del Sacro Imperio Romano Germánico y rey hispánico, que además, no solo
comportaba ser señor de las tierras peninsulares, sino también de América. En
él se reflejará la imagen de un renovado Imperio universal, será el equivalente
a los césares de su tiempo, y esto legitimará las actuaciones artísticas de los
humanistas en sus entradas en las diferentes ciudades. Otro punto a tener en
cuenta es que se convertirá también en el gran defensor de la religión católica,
no solo frente al poderoso Imperio otomano, sino también ante los difíciles
momentos que se avecinan tras los cismas en la Iglesia cristiana, las reformas
luteranas, calvinistas y otras herejías. Era la persona que reunía todas las ca-
racterísticas necesarias para que se celebraran en su honor triunfos al estilo
antiguo, y ello se muestra en su divisa sin tapujos: se adopta la imagen de las
columnas de Hércules y el lema Plus Ultra, que nos habla de la ambición per-
sonal del emperador Carlos V.

56. Este tema tiene una amplia bibliografía, desde el capítulo «Imágenes del Imperio.
Carlos V y el viaje imperial», en el citado libro de R. Strong (1988) a las monografías, entre las
cuales cabe destacar el catálogo La fiesta en la Europa de Carlos V.

50 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Figura 8
Tadeo Zuccari (atrib.), Entrada solemne de Francisco I, Carlos V y el cardenal Alejandro
Farnesio en París en 1540, fresco, segunda mitad del siglo xvi, Sala de lso Fastos,
Palacio Farnesio, Caprarola, Italia

Además, en la propia política imperial se tendrá muy claro el gran papel po-
lítico que los viajes ceremoniales suponen para un monarca, la gran fuerza que
sobre los súbditos ejerce un lucimiento que recuperaba el mundo antiguo, era
una verdadera exaltación de la figura del soberano que cumplía con creces su
intención efectista de impresionar al pueblo. Es claramente demostrable que es-
tos viajes son un puntal de la política imperial en la multitud de veces que el
emperador se trasladó de un dominio a otro: en diez ocasiones a los Países Bajos,
en nueve a los territorios germánicos, visita siete veces Italia, seis la península
ibérica, e incluso viaja a territorios que no están bajo su dominio, como en las
cuatro ocasiones que lo encontramos en Francia y dos en Inglaterra o África. Es
un reinado ajetreado como ningún otro, cuya concepción del poder y manera de
mostrarlo heredará su hijo Felipe.
Los dos principales viajes italianos, los que más representan este cambio de
mentalidad en la organización de las entradas, son en 1529-1530, con motivo
de su coronación imperial, y en 1535-1536, como un apoteósico triunfo continuo
que arranca en Túnez tras su victoria en las guerras del norte de África. En el
primer caso las paradas esenciales son Génova, Mántua y Bolonia, sede de la gran
coronación, y en el segundo Mesina, Nápoles, Roma, Siena y Florencia.

Contenido 51
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 9
Juan de la Corte, Entrada en Bolonia del emperador Carlos V y el Papa Clemente VII,
óleo sobre lienzo, primera mitad del siglo xvii, Museo de Santa Cruz, Toledo

En todas sus entradas en estas ciudades el ceremonial será eminentemente


parecido, y por tanto podemos extraer una serie de normas que son comunes
y definen una entrada renacentista. El emperador Carlos V era recibido en las
afueras de las ciudades por una amplia delegación de autoridades civiles y ecle-
siásticas de la ciudad. Allí se organizaba la procesión en la que iba a desfilar por
las calles y cuyo epicentro era el emperador, ataviado con armadura completa,
casco de oro, todos sus símbolos imperiales, armas, divisa y generalmente a
caballo. El cortejo era fundamentalmente militar y una característica que nunca
se dejó pasar fue el carácter supranacional de la monarquía carolina, por ello se
acompañaba de tropas de todas sus posesiones: caballería ligera española, sol-
dados alemanes, guardias pontificios, escuadrones de todos los dominios y su
guardia personal con las alabardas. Además, estas tropas de acompañamiento
tocaban los instrumentos típicos de su país, cosa que aumentaba enormemente
el efectismo. Entre toda esta tropa destacaban los papeles de algunos soldados
que llevaban los estandartes imperiales, otro llevaba su espada delante del mis-
mo emperador, y cuatro caballeros a pie sostenían el palio que deslumbraba

52 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

sobre la imperial cabeza. También se hacía acompañar de nobles de diferentes


lugares: se detalla en algunas de estas entradas cómo estaba acompañado por
un séquito de Grandes de España, y de algunos cardenales y otros cargos impor-
tantes eclesiásticos. Se ha de destacar un paralelismo con los triunfos romanos,
ya que en las entradas posteriores a las guerras africanas se llevaron delante
del rey algunos prisioneros árabes, que en más de una ocasión fueron actores,
y trofeos conseguidos en aquellas lejanas tierras, al modo antiguo. Un último
elemento a destacar es que estas entradas se van convirtiendo poco a poco
en más elitistas, ya no encontramos aquella participación popular e incluso de
las etnias minoritarias que en la Edad Media era común. Es un paso más en la
evolución de las entradas modernas, que culminará en el siglo siguiente con las
entradas de los reyes absolutistas.
Todo el cortejo entraba en orden por la ciudad, y pasaba por las calles más
importantes, que con este motivo eran reformadas llegando a derribar casas
para ensanchar y adecentar las calles de la carrera. Estas calles ahora ya estaban
adornadas con multitud de arcos triunfales efímeros y otros elementos artísticos
como ricas colgaduras con damasquinados y oro, retratos y efigies del monarca,
guirnaldas, flores o aromas saliendo de las casas. El desfile llegaba hasta la catedral
o iglesia mayor de la ciudad donde era recibido el emperador por la máxima au-
toridad eclesiástica en la ciudad, en el caso de la coronación en Bolonia nada más
y nada menos que el Papa, para luego pasar a hacer los oficios correspondientes y
los cantos del coro. Más tarde, el emperador sale y es acompañado al palacio o
residencia que se le haya asignado.
Con estas procesiones el emperador mostraba a sus súbditos el gran poder
que poseía y la multinacionalidad de sus dominios. Pero además, las fiestas se
convierten en todo un manual de mitología, de historia antigua o de alegorías,
y es aquí donde reside el cambio más importante, en la imposición del nue-
vo estilo artístico en las entradas triunfales. El elemento central es, sin duda,
el arco de triunfo, que pasa a ser uno de los signos culturales más ligados al
Renacimiento. Estas arquitecturas efímeras heredarán todo el esquema cons-
tructivo clásico, se crearán para ser idénticos a los arcos permanentes que
aún perduraban en Roma. Sobre esta estructura en forma de arco, hecha con
maderas, cartones y lienzo, es donde toda la ideología que se quiere difundir
residirá por medio de esculturas efímeras, lienzos, multitud de emblemas, divi-
sas y jeroglíficos. Se dará la deseada imagen de grandiosidad y magnanimidad
de Carlos V, siempre comparado con los césares romanos. Los artistas y artesa-
nos, así como los programadores de eventos del segundo periplo italiano del
emperador, eran los mismos en todas las ciudades, que desmontaban las obras
efímeras una vez concluida la entrada y se adelantaban a la próxima ciudad, en

Contenido 53
EL TRIUNFO DEL VIRREY

la que entraría el emperador, con carros cargados de madera, estuco, lienzos


o cartones.
Algunos casos concretos ejemplificarán mejor cómo el mundo clásico se
ha recuperado ya en las entradas triunfales carolinas. En Bolonia se lanzarán
monedas al público al estilo del imperator y se llenará la carrera con arcos,
habrá medallones que representen a emperadores romanos y estatuas ecues-
tres con inscripciones latinas. En Mesina se realizaron espléndidas carrozas
triunfales llenas de alegorías, ángeles o globos terráqueos y en su catedral un
aparato móvil que impactó, mostrando esa concepción de Carlos V como do-
minador de un Imperio universal y defensor a ultranza de la religión católica.
Aparecía colgada sobre la nave central una maqueta de Constantinopla con
las armas turcas por encima, cuando por un lateral apareció una gran águila
imperial que atacaba y derrotaba las armas turcas, al tiempo que una mag-
nífica cruz se levantaba sobre la maqueta. En Nápoles se realizaron estatuas
colosales al modo clásico de personajes importantes de la mitología e historia
clásicas, tales como Júpiter o la Victoria. Por último, el caso de Roma es el
más sintomático, pues para el recibimiento del emperador el Papa preparó
un verdadero triunfo romano, una gran procesión que seguiría el trayecto
exacto de la Antigüedad por la Via Trumphalis, con arcos efímeros y el paso
del emperador por debajo de los permanentes de Tito y Septimio Severo. La
ciudad se llenó de decoraciones entre las que destacaban multitud de lienzos
sobre episodios históricos del mundo clásico, como las victorias de Escipión
el Africano.
En esta evolución se puede ver claramente cómo desde las entradas de du-
ques y príncipes italianos a las apoteósicas entradas del emperador Carlos V ya
se ha recuperado el ceremonial de triumphus romano, y se ha fusionado con el
del recibimiento medieval, y que llega incluso, en el caso romano, a recrear un
triunfo tal y como se creía que fue en la Roma antigua. Es, por tanto, el reinado de
este gran monarca el que marca el asentamiento del modelo de entrada triunfal
moderna, tanto en su aspecto ceremonial –la procesión, sus itinerarios o los per-
sonajes que la componen– como en el formal: arquitecturas e iconografía clásica,
mítica, histórica y alegórica, así como profusión de lienzos, emblemas, jeroglíficos
y divisas.

54 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Figura 10
Tintoretto (atrib.), Entrada de Felipe II en Mántua, óleo sobre lienzo, segunda mitad
del siglo xvi, Alte Pinakothek, Múnich

Para el caso de Felipe II, se va a trasladar el punto de vista a otra zona geográfi-
ca de dominio hispánico: los Países Bajos.57 En el siglo xv era común el recibimien-
to de los gobernantes, en procesiones similares a las ya descritas y que realizaban
complicados juramentos con el fin de guardar los derechos tradicionales de estas
importantes ciudades del norte de Europa. Se llamaron «blidje inkomsten», y son
una tradición sólida en los Países Bajos, que con la llegada de los monarcas hispá-
nicos evolucionarán poco a poco hacia las formas de entrada moderna nacidas
en Italia. En estas entradas era muy importante la interacción de la ciudad con el
gobernante, ya que en las arquitecturas efímeras se aludía a los problemas y ne-
cesidades de las ciudades más que en ninguna otra parte de Europa. Esta será una
tradición que con el avance de las monarquías absolutas sucumbirá, como toda
relación de interlocución entre el pueblo y el monarca entrante.

57. La bibliografía usada esencialmente para este punto es la monografía de Francisco


Javier Pizarro Gómez, Arte y espectáculo en los viajes de Felipe II, Ediciones Encuentro, Madrid,
1999, y el capítulo «Imágenes del Imperio. Carlos V y el viaje imperial», en el citado libro de
Roy Strong (1988).

Contenido 55
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Felipe II, una de las personas más influyentes de su tiempo, realizará viajes
triunfales desde los quince años, aún siendo príncipe. El título imperial quedará
separado de su herencia paterna y sus dominios serán los reinos hispánicos, a los
que quedará anexado Portugal, los Países Bajos, los dominios italianos y América,
fuente básica de riqueza de la monarquía hasta el siglo xix. También heredará la
concepción de las entradas triunfales y los viajes como una razón de estado y go-
bierno, su utilización para asentar el poder en sus dominios. Al igual que su padre
será un monarca viajero, y enumerar todos sus viajes sería casi interminable, de
manera que se pueden nombrar los viajes aragoneses, que normalmente se acer-
can a Cataluña y Valencia, otros viajes por la península ibérica, el de Inglaterra en
1554 y las jornadas portuguesas cuando se asienta el poder español en 1580, des-
tacando la apoteósica entrada lisboeta. Pero sin duda alguna lo más interesante es
el viaje a los Países Bajos y Alemania, entre 1548 y 1551 cuando aún era príncipe,
sobre todo por el gran valor artístico que las entradas triunfales adquieren en ese
periplo. El príncipe sale de Monzón, donde se habían realizado Cortes, y se dirige
a Alcalá de Henares, Valladolid y Barcelona. Aquí empezará el viaje italiano, en el
que se realizarán magníficas entradas triunfales, pasando por Génova, Pavía, Milán,
Cremona y Trento. De aquí se pasará a Alemania, donde no se realizaron entradas
públicas en las ciudades de paso, que fueron Múnich, Augusta, Heidelberg o Spira.
Y por fin llega a los Países Bajos, zona importantísima para la monarquía en estos
momentos, donde visitará multitud de ciudades entre las que hay que destacar
Bruselas, Gante, Brujas, Lille, Binche, Tournai, Arras y la más importante, la espec-
tacular entrada felipina en Amberes.
La estructura de todas estas entradas es similar al resto de entradas modernas
y según Pizarro Gómez tendrían una estructura tripartita: la entrada, la batalla
fingida y la comedia.58 La entrada era el desfile majestuoso por las avenidas de
la ciudad, con la misma estructura vista en el caso de Carlos V, con las calles y
plazas llenas de tapices, colgaduras, brocados, telas de oro y plata o arcos de
vegetales y se amenizaba con luminarias, músicas, bailes y castillos de fuegos.
El segundo elemento es la batalla fingida o torneo, ahora desprovistos de las
esencias medievales, mero espectáculo. Destacan los efectuados en Binche, tor-
neos y batallas en los magníficos jardines del palacio, rodeados de elementos de
arte efímero como estatuas, colgaduras y sobre todo grandes tablas pictóricas.
El tercer elemento es el teatro, que a partir de ahora tendrá un auge inusitado y
será una de las diversiones de mayor agrado de las monarquías. Se representaban
sobre todo comedias, para contribuir al clima de alegría y festividad que en estas
celebraciones reinaba en la ciudad entera. Un género típicamente italiano triun-
fará en esta etapa, el ballet de cour, obra cómica que reflejaba en su estructura

58. Francisco Javier Pizarro Gómez, Arte y espectáculo en los viajes de Felipe II, Ediciones
Encuentro, Madrid, 1999.

56 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

todo el microcosmos de la sociedad, estructurada y organizada en torno a la


figura del príncipe. Podría ser un buen sustituto del sentido del desfile medieval,
que reflejaba la sociedad y que en esta etapa se ha convertido en un desfile apo-
teósico en el que las clases bajas han sido totalmente marginadas y relegadas al
puesto de meros espectadores.
Pero es en el arte efímero donde se ve claramente como la tradición renacen-
tista italiana ha sido ya exportada. En la entrada triunfal de Felipe en Amberes en
el año 1549, la cantidad de construcciones efímeras es enorme, entre las que cabe
destacar una gran avenida de columnas clásicas, un espectáculo en el cementerio
de San Jorge, dieciséis arcos efímeros repartidos por toda la carrera, multitud de
espectáculos de danza o música, representaciones en todo el trayecto, una esta-
tua del gigante Antíoco, una capilla o un altar efímeros. El espectáculo debió ser
grandioso, la ciudad vio alterada toda su cotidianeidad y se envolvió de un aura
de lujo nunca visto hasta el momento.
El hecho esencial es que estos arcos marcan la evolución del arte europeo
hacia el clasicismo, son unas construcciones llenas de estatuas y alusiones a la mi-
tología clásica y a alegorías. Sin embargo, no desarrollan un clasicismo puro, sino
que son una especie de híbrido con las formas locales. Así, los arcos se llenarán
también de decoración típicamente flamenca, como por ejemplo de rolwerks,
ornatos en forma de pergaminos enrollados. Los elementos clásicos se ven esen-
cialmente en la estructura de los arcos, que sigue normalmente los órdenes dóri-
co, jónico o corintio –incluso en el arco de la plaza del Lino se podían observar
cariátides y atlantes sustituyendo a las columnas– y en la profusión de la icono-
grafía clásica. Por ejemplo, el Arco de los Genoveses contenía una alegoría que
representaba a la Victoria y a sus enemigos, la Muerte, la Maldad y la Envidia, y una
imagen clásica de Neptuno que era identificado con Felipe II, en clara alusión al
dominio hispánico de los mares. En el Arco del Puente Catarinario había una ima-
gen de Hércules sosteniendo sobre sus hombros las dos columnas. En el arco de
la puerta de la calle Coriaria se mostraba la personificación de las cinco naciones
–Alemania, España, Italia, Portugal e Inglaterra– acompañadas de la Negociación
y de Mercurio, demandando y representando el constante contacto y diplomacia
entre ellas para el buen funcionamiento de la monarquía imperante. No faltarán
tampoco en estos arcos alusiones emblemáticas, en las que los monarcas son
representados a través de los elementos que los simbolizan. En el caso de la mo-
narquía hispánica los atributos emblemáticos de los reyes son bien conocidos, y
los más comunes identifican a Felipe II con el Sol, el Águila o el León.59

59. Para el estudio de estos emblemas reales de la monarquía hispánica son muy impor-
tantes los siguientes textos de Víctor Mínguez. Para los emblemas solares, Los reyes solares,
Publicaciones Universitat Jaume I, Castellón, 2001. y para los felinos ver «Leo fortis, rex fortis.

Contenido 57
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Para dar un ejemplo más claro se puede estudiar la descripción de Calvete de


Estrella del Arco de Los Españoles,60 una obra magnífica y un tanto orientalizante.
Antes de llegar al arco había sendas columnas a cada lado por donde tenía que
pasar Felipe, de orden corintio y con la palabra españa escrita dos veces en las basas.
Estas y los capiteles eran dorados y estaban rematadas una con corona imperial y la
otra con una real, llenas de joyas preciosas. Las columnas estaban pintadas de jaspe
y de ellas pendían dos cuadros, uno con el Plus y otro con el Ultra, divisa de Carlos V,
padre del príncipe entrante. Seguían a las columnas unos baluartes cuadrangulares
y almenados y de ellos al arco había una especie de muralla efímera baja de piedra
labrada. Sobre cada lienzo de estas murallas se encontraban nueve columnas dóri-
cas. A continuación empezaba ya el arco, descrito de la siguiente manera: 61

[…] era de forma Dorica con tres puntas redondas: la del medio era al doble
mayor: tenia de ancho quince pies y treinta de alto: las de los lados eran de igual
proporción, de siete pies y medio de ancho y quince de alto. Tenía todo el arco
de alto ochenta pies, y sesenta y cinco de ancho, y treinta y dos de largo […].

Como se puede observar, estas obras no eran modestas, sino grandiosos arcos
que aunque estaban hechos de materiales perecederos daban una inmejorable
imagen de grandeza y poder. La población y los visitantes debían quedar ver-
daderamente impresionados por tanta magnitud y riqueza. La construcción se
componía de un arco dórico, rodeado por murallas y con dos columnas corintias
adelantadas. Es una clara fusión de las tradiciones medieval y clásica, varias veces
comentada y que tiene aquí un ejemplo concreto y muy claro. Sigue el autor con
las decoraciones del arco, describiéndonos dos colosales estatuas que actuaban
a forma de columnas, desnudas y obradas al estilo clásico. Eran atlantes, otro ele-
mento de un clasicismo incontestable. Otra parte de la descripción nos cuenta
cómo estaba organizada la cornisa y el remate: 62

El león y la monarquía hispánica», en Mínguez, V. Y Chust, M., El Imperio Sublevado, Ed. Bi-
blioteca de Historia de América, csic, Madrid, 2004.
60. Calvete de Estrella, El felicissimo viaie d’el muy Alto y muy Poderoso Principe don
Phelippe, Hijo del Emperador don Carlos Quinto Máximo, desde su España a sus tierras de la
baja Alemania, con la descripción de todos los Estados, de Brabante y Flandes… Año de mdlii,
lib. iv, fol. 225 v. y ss.
61. Ibídem.
62. Ibídem.

58 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Figura 11
Cornelius Schryver, Arco de los Españoles, grabado coloreado, en C. Graphaeus,
Spectaculorum in susceptione Philippi Hisp. Pri Divi Caroli V, 1550, Amberes

[…] La cornisa estaba cercada casi toda de balaustres y de un antepecho pintado


del mismo color que el arco …encima de los extremos del arco y de la cornisa
de las esquinas estaban unos pedestales cuadrados y sobre cada uno de ellos un
Obelisco Egipcio… tenía cada uno en la punta una bola dorada […].

Siguiendo un programa clasicista, sin embargo se ponen cuatro obeliscos


como remate del arco, lo que da un cierto toque orientalizante. En su descripción
Calvete de Estrella nos habla de la historia de los obeliscos, y de su creación por
los faraones egipcios que los dedicaban a sus dioses y principalmente al Sol. Esto
tiene mucho simbolismo, ya que en primer término podría estar comparando a
Felipe con la grandeza de los reyes del Antiguo Egipto, y por otra parte nombra al
dios Sol, uno de los símbolos que Felipe II adquirirá como propio de su imagen

Contenido 59
EL TRIUNFO DEL VIRREY

desde bien joven y le acompañará toda la vida en los emblemas de sus entradas y
celebraciones, y también en la muerte con los de sus exequias.63
Así pues, el Renacimiento es el momento cultural en el cual las ceremonias
de entrada triunfal aúnan las dos tradiciones básicas: los triunfos romanos y los
recibimientos reales medievales. Se configura por tanto, el modelo de entrada mo-
derna, mezcla del ceremonial medieval y romano y con formas clásicas, que con
la expansión del Renacimiento por toda Europa bajo el período imperial de Car-
los V, se fusionará en cada zona con las tradiciones locales o regionales. Además,
se consolida el arco triunfal efímero como punto clave de todo el ritual, soporte
que mantendrá el estilo artístico y la iconografía que difundirá la ideología que
con cada fiesta se busca divulgar.

1.4. LA APOTEOSIS BARROCA. EL EJEMPLO DE LA MONARQUÍA HISPÁNICA

La tipología de entrada triunfal moderna seguirá adelante con gran fuerza en


el ciclo barroco, como muestran las entradas triunfales de los monarcas absolutos
y el interés de autores como Peter Paul Rubens, que incluso pinta una obra lla-
mada Un triunfo romano,64 en la que pretende plasmar la antigua e inspiradora
ceremonia. En el siglo xvii, la compleja evolución hacia la centralización de todo
el poder en la figura del monarca llegará a sus cotas más altas. Es la época más pu-
jante de las monarquías absolutas, donde los reyes ejercerán un poder total sobre
todas las capas de la sociedad y todas las esferas del poder. Los reyes se legitiman
utilizando un discurso por el cual el poder se les concede por derecho divino, y
por tanto son insustituibles. En el ámbito artístico, el Renacimiento dejará paso al
Barroco, un arte que a partir de formas clásicas tenderá a un recargamiento cada
vez mayor, y a unas estructuras menos lineales y puras. La fiesta se verá afectada
por esta concepción, y será cada vez más efectista, sorprendente y apoteósica. La
fiesta barroca se ha definido como la más espectacular de todos los tiempos, las
monarquías absolutas harán de ella un uso totalmente político, y las masas, mu-
chas veces arruinadas y en estados de profunda crisis, tendrán a menudo demos-
traciones del poder de sus soberanos en estas fiestas, aunque este poder no sea
tanto como el que reflejan los fastos y las maravillosas construcciones efímeras
de la época.

63. Víctor Mínguez, Los reyes solares, Publicacions Universitat Jaume I, Castellón, 2001.
64. Peter Paul Rubens, Un triunfo romano, siglo xvii, National Gallery, Londres.

60 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

Figura 12
Peter Paul Rubens, Un Triunfo Romano, óleo sobre lienzo, 86,8 x 163,9 cm, c.1630,
National Gallery, Londres

En lo referente a las entradas triunfales, se puede decir que formalmente se-


guirán la tradición ya establecida, las entradas modernas se han asentado durante
el Renacimiento y tendrán un mismo esquema hasta el siglo xix. Solo observarán
cambios estilísticos, los arcos de esta época dejaran las formas puramente clásicas
para adentrarse en el mundo de claroscuros y efectismos barrocos, algo lógico ya
que las entradas han pasado a ser un elemento más de la cultura y evolucionarán
al compás de la misma, se adaptarán perfectamente el estilo artístico imperante,
ahora barroco, pero más tarde de nuevo clásico en la Era de las Luces. Iconográfi-
camente los motivos seguirán siendo alegorías, mitología clásica, fuentes históri-
cas y religiosas o la emblemática, plasmados en lienzos, jeroglíficos o esculturas.
Un elemento que surgirá en esta etapa será la formación militar en valla, muy
importante en todas las posteriores entradas, y un elemento de raigambre
muy hispánica: todo el desfile estará arropado en ambos laterales por tropa atavia-
da para la ocasión, que una vez pase todo el desfile por delante pasará a engrosar
las filas del mismo.
Quizá el cambio más relevante de esta época lo encontramos en la concep-
ción de la esencia de una entrada triunfal, que cambia muy al compás de las
ideas políticas. La noción que se extenderá por toda Europa es que la entrada es
realmente un triunfo, y el soberano un héroe, pero poco a poco, ante el aumento
imparable del poder monárquico, las entradas se convertirán en meros procesos

Contenido 61
EL TRIUNFO DEL VIRREY

de afirmación del poder absoluto, en muestras de la lealtad de un pueblo a una


dinastía. Desde la Edad Media, las entradas se habían concebido como un diálogo
entre las ciudades y el gobernante: en las medievales el soberano debía realizar
una serie de juramentos ante el poder civil y el eclesiástico, y estos a cambio
juraban lealtad a su persona. En el Renacimiento aún encontraremos ejemplos,
como la entrada de Carlos V en Bolonia, en que el Papa prepara todos los arcos
triunfales con alegorías cuya última finalidad es hablar de las cualidades que un
emperador ha de tener, pero las cualidades que el Sumo Pontífice cree que ha de
tener, por tanto, se está reclamando algo al soberano. Y más aún, en pleno siglo
xvii encontraremos ejemplos de esta interacción, y será en los Países Bajos, zona
que como ya hemos dicho tenía muy arraigada la costumbre de los juramentos
recíprocos con el gobernante. En 1635, el archiduque Fernando prepara su entra-
da en la ciudad de Amberes, en estos momentos completamente arruinada por las
guerras y por el bloqueo holandés al río Scheldt, fuente de su riqueza por su uso
comercial. Esta situación era aún más triste a ojos de los ciudadanos si se com-
paraba con las riquezas que España obtenía del Nuevo Mundo, verdadero filón
económico del momento, y con el que las ciudades flamencas siempre quisieron
establecer relaciones comerciales.Todo esto se plasmará en la entrada –en la que
participará Rubens en la confección de varios arcos–, ya que los comerciantes y
las autoridades civiles la usarán para hacer ver al archiduque esta situación: se
representaba al río como una figura durmiente y a cada lado las dos opciones de
futuro Opulentia o Paupertas, se plasmaron las riquezas americanas en un arco,
con el monte Potosí como eje central, fuente de abundancia en comparación a
Amberes.65 Según Roy Strong, este será el último ejemplo de esta interacción, que
entonces desaparece de toda Europa. De esta forma, las entradas triunfales se
convierten en un mero lucimiento de la ciudad frente al soberano, y lo único que
se hace en ellas es adular y reforzar el poder del augusto monarca, toda forma de
reclamación desaparecerá. Un ejemplo más es la nombrada valla o línea de segu-
ridad militar en todo el recorrido de la entrada, que actuará como elemento que
separa al monarca del pueblo, marcando una verdadera frontera entre el magno
rey absoluto y sus gobernados. Sin embargo, responden al momento más apoteó-
sico y triunfal, a la opulenta fiesta barroca. Otra consecuencia de esta nueva cen-
tralidad es que la fiesta se celebra básicamente en la Corte, en los palacios reales
y sus jardines. Cada monarquía nacional establecerá sus propias tradiciones para
la entrada de los monarcas en la ciudad cortesana: las calles por donde se pasará,

65. La relación festiva que nos describe esta interesante entrada en Amberes es la impor-
tantísima Pompa Introitus Ferdinandi, Amberes, 1635.

62 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

dónde se colocarán los arcos, dónde se ubicará en la procesión cada estamento,


etcétera. 66
También la corona hispánica va a confeccionar un ceremonial propio para
la entrada de los reyes españoles en la Corte, es decir, en la ciudad de Madrid.
La monarquía hispánica entra en un período de colapso progresivo durante el
gobierno de los llamados «Austrias Menores”: Felipe III (1598-1621), Felipe IV
(1621-1665) y Carlos II (1665-1700). Esta etapa de crisis es, por el contrario, la
época más floreciente de las artes españolas, el llamado Siglo de Oro, y la fiesta
no escapará a ello. En esta época absolutista las celebraciones se centralizarán,67
y por tanto, será Madrid el lugar donde las entradas sean más espectaculares, con
un ceremonial que con las décadas quedará fuertemente establecido.
A efectos del estudio de este ceremonial de entrada triunfal en la corte his-
pana, existe una fuente muy interesante, proveniente del Archivo General del
Palacio Real, que marca todo el protocolo para realizar una entrada en Madrid
por parte de un rey. Se trata de un documento fechado en 1651, justo en la mitad
de la centuria y bajo el reinado de Felipe IV, el más esplendoroso del Siglo de Oro
y el que más obras artísticas de primer orden nos ha legado, momento en que la
Corte se rodeó de los mejores artistas y literatos. Así pues, cabe deducir que esta
etiqueta sería un fiel reflejo de lo que se vive durante todo el siglo xvii, de cómo
los Austrias, rodeados del fasto y opulencia propios del siglo entraban en la ciu-
dad.68
El texto aporta datos interesantes desde el principio, ya que lo primero que
hace es definir el asunto que va a tratar, o sea, una entrada triunfal en la Corte, y
lo hace de la siguiente manera: 69

Entrada pública se llama la que hacen los señores reyes después de su exalta-
ción al trono y se entiende también por Coronación.

66. El libro de varios autores Europa Triumphans. Court and civic festivals in early mo-
dern Europe, Ashgate, habla de diferentes tipos de ceremoniales barrocos, sobre todo entra-
das triunfales, en diferentes lugares de Europa, como Francia, Polonia, Alemania, Inglaterra
e incluso Escandinavia.
67. Es algo que sucederá en todos los países europeos, el traslado de las grandes fiestas
reales exclusivamente al ámbito cortesano. El cenit de estas fiestas barrocas se ha puesto mu-
chas veces en las fiestas francesas en honor de Luis XIV celebradas en los palacios cercanos
a París, destacando el gran Versalles, cuyos jardines daban mucho juego para todo tipo de
festejos y celebraciones.
68. Juan Chiva Beltrán, «Triunfos de la Casa de Austria: entradas reales en la Corte de
Madrid», en Potestas, núm. 4, Castellón, 2011.
69. Archivo General de Palacio, Sección Histórica, Fondo Entradas Públicas, Caja 48, Ex-
pediente 2. Es el documento titulado: Etiqueta para la entrada con palio de los Señores Reyes
después de su exaltación al trono.

Contenido 63
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 13
Portada de la Etiqueta para la entrada con palio de los Señores Reyes después
de su exaltación al trono, 1651, Archivo General del Palacio Real, Madrid

Además, la diferencia de lo que llama «salida pública» que sería la visita real a
la Virgen de Atocha para dar gracias por algún hecho beneficioso para la familia,
tales como bodas o nacimientos. Se trata pues, de la entrada más importante que
hace el rey en la Corte, la primera de su reinado y en la que deberá demostrar
que tras el momento de crisis que supone la muerte de su antecesor la dinastía
se repone y propiciará momentos de gloria al pueblo. Es un momento clave de
la continuidad dinástica, junto a las exequias del anterior monarca.70 Se seguirá
un marcado ritual desde la muerte y entierro del rey que empieza días antes de
la entrada del sucesor, que tiene que ser tan grandiosa y espectacular como a
mediados del siglo xvii el pueblo estaba acostumbrado a vivir. El estudio de estas
ceremonias se hará como en los casos anteriores, centrado en la gran procesión
como elemento de más importancia de las mismas, y con el análisis en primer
lugar de su compleja composición y en segundo lugar, el itinerario o carrera.
Esta compleja ceremonia empezaba con la muerte y entierro del rey, cuando
su sucesor se trasladaba al Cuarto Real del convento de San Jerónimo, una celda
preparada al efecto, donde debía pasar largas horas reflexionando, en respeto

70. Javier Varela, La muerte del rey, Ed. Tumer, Madrid, 1990.

64 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

hacia su difunto antecesor y con la preparación de su entrada en la capital para


que nada se saliese de lo establecido, y todo el programa iconográfico y simbóli-
co enviase a sus súbditos los mensajes oportunos y la tranquilidad necesaria en
un momento de transición, y por tanto de debilidad dinástica. Se tenía que dar
imagen de riqueza y poder, de control de la situación y de armonía política. En el
mismo convento, el día antes de la entrada pública, se realizaba el besamanos por
parte de los consejos, a los que se abría excepcionalmente las puertas del mismo.
El orden era el siguiente: empezaba el Consejo Real, seguido por el de Aragón y
el de la Inquisición, a continuación iban los de los territorios extrapeninsulares
–Italia, Flandes e Indias–, seguidos por el de Órdenes, Hacienda y por último, el
de Cruzada. Este orden no es baladí, puesto que la importancia del consejo, y en
algún caso de sus integrantes, marcará posibles alteraciones. Fijándonos en lo
que más atañe a esta obra, el Consejo de Indias era el último de todos los de los
territorios extrapeninsulares, de lo que podemos extraer que si bien a América
se le daba una importancia extrema económicamente, en razones políticas ya
no era tanta, una tónica que se heredará para los próximos siglos y que será uno
de los detonantes de las independencias, la falta de igualdad con los otros terri-
torios de la monarquía hispánica, sobre todo con los peninsulares. Cada consejo
entraría por separado de los demás en la habitación destinada por el convento
para esta recepción, entrando en primer lugar el presidente del consejo, que
besará la mano del monarca y hará genuflexiones de honor, para posteriormente
dirigirse a la tarima, a la izquierda del rey, y desde allí llamará uno por uno a los
miembros del consejo en cuestión por orden de antigüedad, que realizarán
los mismos gestos que este. Posteriormente se retirarán en bloque y se recibirá al
consejo siguiente. Es una ceremonia de gran importancia ya que estas personas,
a parte de las depuraciones y cambios que el nuevo monarca pueda hacer en los
equipos de gobierno, son las que regirán la política de la monarquía y por tanto,
han de rendir honores al que va a ser su nuevo señor. Es un acto de fidelidad a la
dinastía, de mucha significación en momentos en que se tiene que renovar cada
uno de los lazos que mantenía el poder del anterior rey.
El mismo día de la entrada, el rey se trasladará al Palacio del Buen Retiro,71
lugar desde donde salen normalmente, ya sea porque el rey habitaba allí anterior-
mente o porque se traslada expresamente para ello. Antes de dar inicio al desfile
recibirá a los representantes de la villa, también de especial significación, pues
cabe recordar que siguen siendo las ciudades las que costean una entrada real. Es-
tos saldrán de la Casa de la Villa a caballo, en orden ascendente de importancia de
sus cargos. Van todos vestidos de luto y se dirigen al besamanos real. De la misma
manera que el día anterior, entrarán el regidor más antiguo y el corregidor a ini-

71. Aunque en las entradas más tempranas lo habitual fuese que empezase directamente
desde el Cuarto Real del convento de San Jerónimo.

Contenido 65
EL TRIUNFO DEL VIRREY

ciar el besamanos, y colocados en una tarima llamarán por orden de antigüedad


al resto. Luego salen en bloque y se dirigen a la carrera de San Jerónimo donde en
las esquinas con el paseo del Prado tienen preparada una grada alfombrada, con
bancos, respaldo y barandilla. Esto denota la importancia de los gobiernos de las
ciudades, y aún el de la Corte, ya que era el lugar donde normalmente habitaba el
rey y tenía que costear muchísimos lujos y fiestas.
Otra ceremonia previa a la entrada es el acompañamiento del caballo hasta
las graderías donde bajará el rey. Es interesante, pues da imagen de lo encorsetada
que estaba toda la ceremonia y de como el más mínimo detalle estaba etiqueta-
do. El caballo será el mejor de que se disponga en ese momento y saldrá de las
caballerizas reales, acompañado hasta la gradería. La enumeración de las personas
que preceden al caballo es exhausta: los oficiales menores de la Casa de los Pajes,
diferentes mozos, los oficiales mayores de la anteriormente nombrada casa de
tres en tres, los correos reales, el librador, diferentes ayudas de corte, los oficiales
de las caballerizas, ballesteros, el armero mayor, palafreneros, el sobrestante de
coches, picadores, los pajes, los caballerizos más antiguos y el primer caballerizo.
Al lado del caballo, el lacayo más antiguo lleva las riendas y un ayuda actuará de
guardarnés, llevando la vara y el ferliz.72 Tras el caballo resta el caballerizo mayor
y los caballos y coches de respeto, que por su multitud y belleza darán al desfile
grandiosidad y majestuosidad. Una vez llegados a las gradillas colocadas en el za-
guán para el efecto, se colocarán los guardias reales formando dos hileras: la de la
derecha con la guardia española y la de la izquierda con la alemana. El lacayo más
antiguo llevará el caballo hasta los pies de la gradilla, el primer caballerizo quitará
el ferliz y la almántiga al caballo y las entregará al guardarnés. En el momento en
que el monarca baje por la escalera principal y llegue frente al caballo, el caballe-
rizo mayor le colocará el estribo del pie izquierdo y lo ayudará a subir. El primer
caballerizo entregará el estribo del pie derecho al gentilhombre de cámara más
antiguo, que será el encargado de colocárselo al rey. Ya estaba montado y prepa-
rado el soberano para salir a las calles madrileñas a realizar su primera entrada
como rey, y a recibir las aclamaciones del pueblo.
A continuación hay que explicar la composición y el orden del desfile triunfal
que atravesará unas ornamentadas calles llenas de decoraciones efímeras y arcos
triunfales. Es una composición muy compleja que muestra toda la clase alta de la
corte del Antiguo Régimen, ordenada y desfilando frente a un público que queda
boquiabierto ante semejante plantel de autoridades vestidas lujosamente y con
sus mejores caballos. Al frente de toda la comitiva vuelven a ponerse las guardias

72. El ferliz es una decoración de los caballos, que se quitará una vez el caballo haya de
ser montado por su majestad, al igual que la almántiga, que se nombra más tarde. Ambos
elementos eran llevados por un ayuda que actuaba como guardarnés, es decir, la persona que
lleva las ornamentaciones mientras el monarca va montado.

66 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

española y alemana, que despejarán el paso en las atiborradas calles de la carrera,


a los que sigue un cuerpo de trompeteros, costumbre que se hereda de la Roma
republicana y no muere con los siglos. Seguidamente llegan las primeras autorida-
des del desfile a caballo: son los alcaldes de corte, capitanes ordinarios, caballeros,
los títulos, los gentileshombres de cámara, los secretarios de estado y un cuerpo
de maceros. A los lados de estos y formando hileras van los mayordomos de la
corte. En este punto encontramos a los Grandes de España participantes en el
desfile. Esta etiqueta nos habla de la importancia del conde de Oropesa en esta
ceremonia, ya que será el encargado de llevar en su hombro desnudo el real esto-
que, que le ha sido entregado por el soberano en la antecámara de los aposentos
reales, en un privilegio «preminencia de su cassa».73 Sigue la parte de comitiva
de los caballerizos en la misma manera como acompañaban al caballo desde las
caballerizas a los aposentos del monarca. A continuación ya desfila el rey, que
va bajo un palio llevado por importantes nobles y gentileshombres de la corte,
y en un caballo ornamentado de las maneras más bellas posibles. Bajo palio solo
le acompaña el primer caballerizo a pie. Detrás, y fuera del palio, encontramos
el nombrado guardarnés. A continuación siguen los embajadores ordenados por
su procedencia, lo que debió ser una verdadera manera de explicar cómo iban a
seguir las alianzas y la diplomacia durante el nuevo reinado, cuáles iban a ser los
países que más importancia tendrían en la política exterior del nuevo reinado.
Seguidamente desfila el caballerizo mayor –si no lleva el estoque, ya que es el
primer sustituto del conde de Oropesa si este no puede presentarse el día de la
entrada triunfal–, el mayordomo mayor, el capitán de la guardia de arqueros, los
Consejos de Estado al completo, una compañía de arqueros a caballo, con pistolas
y jabalinas y el resto de caballos de respeto del monarca. Cerrarán el coche del
rey, el coche de la camarera y los demás coches de la caballeriza real.
Hay que imaginar que todo este acompañamiento haría del desfile una gran
procesión que recorrería las calles de Madrid durante horas, ante la atenta mirada
de toda una ciudad que rendía pleitesía al rey y a todas las grandes celebridades
que envolvían a su persona, un lucimiento del todopoderoso monarca absoluto
español que se reviste de toda la pompa y lujo posibles. Con esta procesión todo
el organigrama del poder se ponía delante de la población y mostraba el engaño
de un estado fuerte, rico, estable y políticamente armonioso, cuando la realidad
interior y exterior era muy diferente, la hegemonía militar se había perdido tiem-
po atrás e iba en disminución año tras año. Sin embargo, el reflejo de todo esto en
el mundo festivo era aumentar la grandiosidad de los desfiles y ornamentaciones,
un espejismo que funcionaba en cierta manera como válvula de escape ante la
población.

73. agp, Sección Histórica, Fondo Entradas Públicas, Caja 48, Exp. 2.

Contenido 67
EL TRIUNFO DEL VIRREY

En cuanto a la carrera, el núcleo de calles por las cuales pasará este desfile, los
puntos de partida de esta época pueden ser dos. En primer lugar, el Cuarto Real
del monasterio de San Jerónimo, en el Prado, habitado en numerosas ocasiones
por Felipe IV, rey bajo el mandato del cual se estableció esta etiqueta. Pero habrá
un segundo e importante lugar, el Palacio del Buen Retiro, cuya construcción se
empezó en 1629, ya en el reinado de Felipe IV, y que constó de más de veinte
edificios, con jardines, estanques, fuentes y rodeado de una enorme suntuosidad.
El arquitecto de tan magna obra fue Alonso Carbonell y se encontraba en el ac-
tual paseo del Prado, anejo a lo que hoy sería el Museo del Prado. A partir de la
invasión francesa de 1808 empezó un largo deterioro hasta que en el reinado
de Isabel II se mandó su derribo, a excepción del Salón de Reinos, hoy Museo
del Ejército, y del Salón de Baile, actual Casón del Buen Retiro. En uno de estos
dos lugares, el rey aguardaría a la llegada de la comitiva con el caballo, y una vez
estos estuviesen preparados bajaba por la escalera principal hasta unas gradillas
colocadas para esta celebración en el zaguán de entrada. Se seguía el rígido ritual
para la subida del monarca al caballo que se ha descrito con anterioridad, y una
vez el animal montado salía el desfile triunfal, verdadero elemento central de las
entradas públicas madrileñas de los soberanos hispánicos.
El cortejo subía por el paseo del Prado, para hacer una primera parada en la
esquina de esta avenida con la carrera de San Jerónimo. Allí se encontraban los
representantes de la villa sentados en una tarima y también el palio que los no-
bles habían de llevar sobre la real persona hasta el final de la entrada triunfal. Se
seguía por el Prado hasta la calle de Alcalá, que llevaría la entrada hasta el segundo
punto neurálgico de la carrera: la iglesia de Santa María la Mayor. De esta forma
desde la calle de Alcalá se pasaría por delante de la puerta del Sol y por la calle
Mayor, dejando el paseo por la plaza Mayor para más tarde, hasta Santa María. Se
ha de aclarar en este punto de qué templo estamos hablando, debido a que en la
actualidad no existe. El templo estaba situado en la actual intersección entre
las calles Mayor y Bailén, era el más antiguo de Madrid y el más arraigado en la
tradición popular, en parte por ser venerada en él la imagen de la Virgen de
la Almudena, la devoción más querida tanto en la capital como en la zona central
de la Meseta. Su antigüedad es incierta, pues se habla de una antigua iglesia visi-
goda o de una mezquita reconvertida, pero lo cierto es que Alfonso VI fue el que
la purificó bajo el rito romano para habilitarla al culto cristiano, y tuvo desde
entonces la prerrogativa de ser la iglesia mayor de la villa de Madrid. Durante la
época que se está tratando, habrá varios intentos de convertirla en catedral, pero
esto no fructificará hasta siglos después, con la llegada de la actual catedral de
la Almudena. Era un edificio pequeño, con una sólida torre cuadrada con ocho
ventanales y el típico chapitel madrileño añadido en el siglo xvii. En 1782 fue de
nuevo reformada por el arquitecto Ventura Rodríguez. Su desaparición se debe a

68 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

planes de alineaciones de manzanas tan típicos del siglo xix, y se verificó en 1870,
al declarar que el templo amenazaba ruinas para despejar en cierto modo el gran
clamor popular ante la destrucción de su más querida iglesia. Lo único que nos
queda de ella es una de sus campanas, actualmente en la catedral de la Almudena,
y algunos restos surgidos en las urbanizaciones de la zona: un arranque de ábside
curvo del siglo xii, el nuevo ábside del siglo xvii –rectangular y que sostenía el ca-
marín de la Virgen– y parte de los refuerzos y reformas del año 1777, sobre todo
de la zona absidial y de la fachada. El desfile irá llegando por la calle Mayor hasta
acabar frente al pórtico de Santa María la Mayor, donde espera el arzobispo de
Toledo, ya que la villa de Madrid dependía de esta diócesis. Este va vestido de pon-
tifical y con una gran cruz en las manos que normalmente pertenece al tesoro
de la monarquía y que contiene una reliquia del Lignum Crucis,74 alumbrada por
cuatro pajes con hachas.75 El prelado es acompañado por dos diáconos y otros ca-
pellanes de honor, todos vestidos con capas, además de un ayuda de oratorio, por-
tador del guión de la capilla, alumbrado por otros cuatro pajes con hachas. Toda
la parte del pórtico que han de pisar los clérigos y el soberano estará lujosamente
alfombrada. Una vez se apea el rey, lo hacen también los embajadores, Grandes de
España, mayordomos y gentileshombres de cámara, que se acercarán junto a él
a las gradas del templo y más tarde entrarán a los oficios, el resto de la comitiva
se quedará fuera. Allí se adelanta el arzobispo toledano, cuando el mayordomo
mayor sirve la almohada sobre la que el monarca se arrodillará para adorar la cruz
que porta el prelado. Una vez realizado este acto entran en la iglesia, donde el
rey tiene el sitial preparado, y el prelado se dirige al altar mayor mientras el coro
inicia el canto del Te Deum laudamus, que se convertirá en una tradición de las
más arraigadas en las entradas triunfales hispánicas, y que se heredará en América.
A continuación, el arzobispo dirá los versos y oraciones dispuestas para ello en el
ceremonial romano, para más tarde dar su bendición y acabar con ello los oficios
religiosos de la entrada. Al término de la misa, el soberano volverá a las gradas del
templo y subirá al caballo con el mismo ceremonial que el observado en el punto
de arranque. El coro lo acompañará cantando hasta los últimos términos de los
muros de la iglesia de Santa María la Mayor.
Acabado este ceremonial normalmente se habrá hecho de noche, por lo cual
se adelantarán los pajes hasta delante del palio para llevar multitud de hachas que
iluminen al monarca y al desfile entero, aumentando así más aún el efectismo de

74. Las reliquias de lignum crucis atienden a viejas leyendas medievales, como la Leyenda
Áurea de Santiago de la Vorágine, según la cual la cruz en la que Cristo fue sacrificado está
rota en pequeños trozos, el primero de ellos desgajado por Santa Elena, que se repartirán
por toda la Cristiandad. La monarquía hispánica tenía una, pero también la mayor parte de
catedrales importantes de toda Europa e incluso de América.
75. Las hachas o hachones son grandes velas de cera de cuatro pábilos (hilos que funcio-
nan como mecha para ir quemando la cera una vez estos se encienden).

Contenido 69
EL TRIUNFO DEL VIRREY

estas entradas, como marcaba el gusto barroco. Volverán por la calle Mayor hasta
la puerta del Sol y será ahora cuando hagan una parada en la plaza Mayor, profu-
samente decorada y con un enorme espectáculo de luminarias y velas realmente
grandioso. Tras cruzarla volvera a la calle Mayor y en la puerta del Sol, esta vez,
se endereza por la carrera de San Jerónimo, para bajar otra vez hasta el paseo del
Prado y llegar el desfile a su final en el Palacio del Buen Retiro. Una vez allí,
el rey volverá a apearse en la gradilla del zaguán y subira por la escalera principal,
y entrará por la sala, saleta y antecámara hasta sus aposentos, ya aclamado como
monarca por el pueblo.
En cuanto a la descripción de los adornos de la carrera para estas entradas
triunfales, en primer lugar hay que hablar de la arquitectura efímera, de gran
importancia en estas celebraciones, y que constaba básicamente de arcos triun-
fales, construcciones columnarias, obeliscos, altares efímeros o arcadas. También
encontramos las decoraciones en fachadas y puertas de la carrera –colgaduras de
telas de oro y seda, bordados, espejos, retratos del monarca–, esculturas exentas
y en algunos casos carros triunfales, único elemento dinámico de estas distrac-
ciones, aparte de los muy celebrados espectáculos pirotécnicos. Sobre ellos, se
desplegaría todo el programa iconográfico de la entrada triunfal, que a parte de
retratos de la familia real seguiría una serie de temáticas muy variadas, sobre todo
alegóricas, mitológicas, históricas, religiosas, exempla –basados en los «espejos
de príncipes», o sobre cómo se ha de actuar para el buen gobierno–, temas fan-
tásticos o temas emblemáticos, y serían una constante las identificaciones de la
dinastía reinante con el Sol, el León o el Águila entre otros.76 Todo ello se com-
pletaría con decoraciones florales, arcos de verduras y otras ornamentaciones
de cariz más popular. Como se puede ver, una entrada triunfal cambiaba total-
mente la cara de la ciudad y la llenaba de ornato y lujo, de un lujo muy lejano y
poco accesible para la inmensa mayoría del pueblo madrileño. Todo el programa
iconográfico iba destinado a ensalzar al monarca y a su dinastía, y a mostrar su
poderío a las masas. Con este texto, la Etiqueta para la entrada con palio de
los Señores Reyes después de su exaltación al trono, de 1651, podemos ver
como toda la tradición renacentista de entradas modernas se ha trasladado ya a
la Corte española, y ha evolucionado como en el resto de Europa hacia la tipo-
logía propiamente barroca de exaltación absolutista. Se trata, más bien, de una
noción general, unas instrucciones para realizar el desfile. Con la llegada de los
Borbones en el siglo xviii el ceremonial seguirá estable, dado que era una ayuda
inmejorable a la hora de legitimar a los reyes de la nueva dinastía frente al pueblo
español, se tenía que seguir con las tradiciones a las que estaban acostumbrados

76. Para el estudio de la iconografía de la monarquía hispánica a través de los siglos son
muy interesantes diversas obras ya citadas de Víctor Mínguez, para los casos solar y del león,
y del mismo junto a Inmaculada Rodríguez en lo referente a las águilas.

70 Contenido
bre v e h i s tori a de las e ntr a d a s triun f a l e s

los españoles bajo los Austrias. En el siglo xix el ceremonial seguirá con fuerza y
ganará elementos de ideología de ensalzamiento del monarca absoluto, pues es
un momento difícil para estos soberanos con los primeros intentos de crear un
estado liberal en España. Como se ha dicho en varias ocasiones, los cambios más
significativos serán los que sufran las arquitecturas efímeras, que contemplaran
los cambios estilísticos que llevan del Renacimiento al Barroco, de este al Rococó
y más tarde, al Neoclasicismo. Aunque las estructuras serán en todo momento clá-
sicas, las decoraciones y ornamentaciones de las mismas cambiarán siguiendo la
evolución estilística del arte. Sin embargo, en este punto se va a volver hacia atrás
en el tiempo para seguir esta evolución en un territorio diferente al europeo, en
el Virreinato de Nueva España, objeto espacial de este trabajo y que heredará toda
esta tradición de las entradas triunfales desde la conquista española.

Contenido 71
CAPÍTULO II

Contenido
EL CEREMONIAL NOVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

En este capítulo se trata la formación de un rígido y tradicional ceremonial


por el cual los virreyes llegaban y eran recibidos en las ciudades de la Nueva
España, destacando los apoteósicos recibimientos en la Ciudad de México. Es
un ceremonial que aparecerá bien temprano en las costumbres novohispanas
y permanecerá hasta el final del Virreinato, cuando poco a poco se va debili-
tando y deshaciendo como toda la maraña que suponía el poder español en
México.
La figura del virrey será la de mayor relevancia en el ámbito político novohis-
pano desde que la conquista de los territorios mexicanos es llevada a cabo por
Hernán Cortés. En 1542, bajo el reinado del emperador Carlos V, se promulga la
ley que regula el sistema político de los territorios americanos, perteneciente al
título tercero del Libro Tercero de las Leyes de Indias. Se trata de la Ley Primera.
Que los Reynos del Perú y Nueva España sean regidos y governados por Virre-
yes, y reza de la siguiente manera: 77

Establecemos y mandamos, que los Reynos de el Perú y Nueva España sean


regidos y governados por Virreyes, que representen nuestra Real Persona, y
tengan el govierno superior, hagan y administren justicia igualmente a todos
nuestros súbditos y vassallos, y entiendan en todo lo que conviene al sosiego,
quietud, ennoblecimiento y pacificación de aquellas Provincias, como por leyes
deste título y Recopilación se dispone y ordena.

77. RLRI, Libro III, Tit. III, Ley I.

Contenido 75
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Con esta ley, Carlos V instaura en América dos virreinatos: el de Nueva España
y el del Perú, que a partir de entonces serán gobernados por virreyes.78 Ya en el
siglo xviii surgirán dos nuevos virreinatos: el de Nueva Granada y el del Río de la
Plata, ambos desgajados del virreinato peruano.
Por tanto, la figura del virrey quedará estrechamente ligada a la del rey en los
territorios americanos, él era el representante del monarca en unas tierras que
no visitará ni una sola vez en los siglos de dominación española, concepción
que marcará el gran esplendor de las ceremonias de entrada virreinales. Todo el
ambiente festivo de la Corte y las ciudades peninsulares será trasladado a Nueva
España y América como un componente más de la cultura hispánica, y un com-
ponente realmente importante, pues ya se han enumerado las finalidades de la
fiesta al servicio del poder y su gran contribución a asentarlo. No será, por tanto,
una excepción el territorio novohispano, donde desde bien pronto se celebrarán
fiestas reales en las capitales de los virreinatos: juras, bodas, nacimientos, exalta-
ciones al trono o exequias. Eran un elemento de demostración de fidelidad del
pueblo y las autoridades novohispanas hacia sus monarcas, que en este caso no
estarán presentes, por lo que se hará frente a retratos de los mismos, distribuidos
desde la corte madrileña a modo de retrato oficial del rey. 79
Además, desde 1542 habrá un elemento festivo más a tener en cuenta, ya que
empezarán a celebrarse majestuosas y lujosas ceremonias de entrada triunfal para
los virreyes que llegaban a gobernar la Nueva España. Esto estaba totalmente legi-
timado, pues el virrey era la representación del soberano y la máxima autoridad
tras él, casi su alter ego. Era, por tanto, un alto dignatario, y era perfectamente
justificable que las autoridades novohispanas creyeran oportuno realizar en su
honor entradas triunfales del mismo nivel al que los reyes estaban acostumbrados
en Madrid. Además, pronto se celebrarán entradas en honor a obispos y arzobis-
pos, militares triunfantes e incluso a altos funcionarios de los consulados o de la
Real Audiencia.

78. Hasta los momentos previos a su independencia, ya que, por ejemplo, en el caso de
Nueva España, Juan O’Donojú, se respeta como último virrey aunque era realmente solo el
Capitán General, ya que en épocas liberales las Cortes eliminan el cargo de virrey.
79. Como bien se explica en Rodríguez Moya, I., La mirada del virrey, Universitat Jaume I,
Castellón, 2003, con la exaltación al trono de un nuevo rey, desde la corte se repartía el re-
trato oficial del mismo que llegaría a todos los rincones de la monarquía hispánica, para que
todos sus súbditos le jurasen lealtad bajo una imagen más o menos ajustada a la realidad,
aunque idealizada en la mayor parte de las ocasiones. Con esta tradición, que también atañe
a las entradas triunfales, se seguirá confeccionando una imagen del poder, que es principal-
mente lo que buscan todas estas ceremonias de corte político.

76 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

2.1. SUS PARTICULARIDADES: EL VIAJE CORTESIANO

Las entradas virreinales llegarán a ser de las más importantes y grandiosas


fiestas políticas novohispanas, los ayuntamientos de las ciudades harán grandes
desembolsos económicos para contentar y agradar a su gobernante. En Ciudad de
México serán de tal esplendor que son comparables a las de cualquier corte euro-
pea. Además, pronto adquirirán unas características propias, ya que si bien siguen
el esquema anteriormente estudiado –se trata de entradas modernas, mezcolanza
entre triunfos romanos y recibimientos medievales–, pronto observaremos que
se siguen ciertos rituales en el viaje de los virreyes y en sus entradas en diferentes
ciudades que las dotarán de una fuerte personalidad propia.
El principal aspecto que les dará una esencia diferente, es que la llegada de los
virreyes a Nueva España se convertirá en un verdadero viaje triunfal, que seguirá el
trayecto que Hernán Cortés realizó en la conquista de México, desde el islote don-
de se encuentra la fortaleza de San Juan de Ulúa hasta la capital azteca,Tenochtitlán.
Por tanto, la gran referencia histórica para las entradas triunfales novohispanas será,
sin lugar a dudas, el viaje de conquista realizado por Hernán Cortés y sus tropas,
que con cada nueva llegada de un virrey será rememorado, y asentada con ello,
de forma simbólica, la dominación sobre estas tierras. Hernán Cortés, extremeño
natural de Medellín, participará en la expedición de conquista cubana que el gober-
nador Diego de Velázquez dirige en 1511. Acusado de traición, será encarcelado, y
a su liberación se adelantará a Velázquez y partirá del puerto de Santiago de Cuba
con una reducida armada el dieciocho de noviembre de 1518. Abandona las costas
de Cuba tres meses después con once navíos, quinientos dieciocho infantes, dieci-
séis jinetes, trece arcabuceros, treintaidós ballesteros, ciento diez marineros y unos
doscientos naturales cubanos como tropa auxiliar.

Figura 14
Juan Correa (atrib.), biombo de El encuentro de Cortés y Moctezuma,
óleo sobre tela, 250 x 600 cm, Colección del Banco Nacional de México, Ciudad de México

Contenido 77
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Los primeros contactos con tierras mesoamericanas se producirán en la isla


de Cozumel, y posteriormente en Isla Mujeres, donde las tropas cortesianas co-
nocerán la decadente civilización maya, y tomarán al indio conocido con el apo-
do de Melchorejo como intérprete. Posteriormente esta expedición seguirá bor-
deando las costas hasta llegar a la ciudad de Potonchán, en el actual estado de
Tabasco, donde se produce la batalla de Centla y la entrada de los hombres
de Cortés en la ciudad, donde se aposentan en el templo, son obsequiados y aga-
sajados con gran cantidad de víveres, joyas o tejidos e incluso aceptan un grupo
de veinte esclavas, entre las que se encontraba Malintzin, un personaje legendario
de la conquista de México, apodada por los españoles Marina, y por los mexica-
nos tras la independencia La Malinche. Se convertirá en traductora, consejera y
concubina de Hernán Cortés, madre al mismo tiempo de su hijo Martín. Fue allí
mismo donde las tropas hispánicas supieron de la existencia de un gran imperio
a poniente, conocido como México por los mayas y tabasqueños, y con el que
habrán posteriores contactos en su navegación por las costas del golfo de México
y intercambio de presentes con los enviados del tlatoani azteca.
Finalmente, Cortés instalará un campamento frente a la ciudad de Quiahuizt-
lán, que convierte poco después en la primera fundación: la Villa Rica de la Vera
Cruz y nombra incluso alcalde, regidores, alguaciles, tesorero y alférez, y consi-
gue también las primeras alianzas con pueblos mesoamericanos. El dieciséis de
agosto de 1519, Cortés y sus hombres abandonan la costa y se dirigen hacia el
corazón del Imperio, apoyados por más de trece mil totonacas, cuatrocientos sol-
dados españoles y tan solo quince caballos. A finales de este mismo mes llegará a
los territorios de la república de Tlaxcala, confederación opuesta a la del Imperio
azteca, gobernada por una especie de senado y constantemente enfrentada a
Tenochtitlán en las llamadas guerras floridas. A la llegada de Cortés a sus tierras,
los tlaxcaltecas se enfrentarán a los invasores en un primer momento, pero pos-
teriormente el senado ordenará parar la guerra y ofrecer la paz a Hernán Cortés,
y así crear la crucial alianza con Tlaxcala.
Siguiendo hacia el centro del país, las tropas cortesianas llegarán a Cholula, la
segunda ciudad mesoamericana en tamaño y aliada de los aztecas, donde ante las
amenazas de una posible emboscada atacarán con la famosa Matanza de Cholula,
en la que mueren más de cinco mil hombres en cuatro horas. Permanecerá en
Cholula durante el mes de octubre, ordenará incendiar la ciudad tras su salida
para pasar a Ayotzinco y preparar el ataque a la capital de los aztecas.
La llegada al valle de México se produjo por el hoy conocido como paso de
Cortés, una zona boscosa entre los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, desde
donde se avistaba ya el lago de Texcoco y se acercaron vía Xochimilco hasta
Tenochtitlán, donde entrará el ocho de noviembre de 1519. Ese mismo día se
produce el conocidísimo encuentro entre Hernán Cortés y Moctezuma II, ha-

78 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

ciendo de intérprete doña Marina. El emperador los hospeda en el templo de su


antecesor, Axayácatl, visitan los palacios y templos de la gran metrópoli, la ciudad
gemela Tlatelolco y su mercado, y reciben numerosas y exquisitas atenciones. Sin
embargo, a Cortés siempre le inquietará la posibilidad de caer en una trampa y
ser asesinado por Moctezuma y sus hombres, hará finalmente rehén al empera-
dor, y posteriormente se producirán los conocidos episodios de las luchas entre
españoles, la muerte de Moctezuma, la Noche Triste y finalmente, el sitio y caída
de Tenochtitlán, tras setenta y cinco días de tenaz resistencia: se iniciaba la gesta-
ción de la Nueva España. En los anteriores párrafos se ha resumido brevemente la
historia de la conquista de México, centrada no en los hechos capitales sino en el
camino que sigue el conquistador desde la costas del golfo de México a la capital
azteca, el mismo que seguirán los virreyes en su viaje triunfal desde el puerto de
llegada, Veracruz, a la capital virreinal, la ciudad de México.
Las entradas triunfales novohispanas nacerán con el mismo virreinato, ya que
el primer virrey, don Antonio de Mendoza, tendrá el honor de vivir una, tanto
en su llegada al puerto de Veracruz como en la Ciudad de México. Sin embargo,
varios autores, entre ellos José Miguel Morales Folguera, han determinado que las
entradas mexicanas tienen dos modelos básicos a partir de los cuales se desarro-
llan en todo su esplendor. 80
La primera de ellas sería la de fray García Guerra como arzobispo de México
en 1608. Para su entrada virreinal, en 1611, se retira a orar a la villa de Guadalupe
y al monasterio de Santiago Tlatelolco –donde es visitado por la Real Audiencia–,
para el día señalado dirigirse a caballo hasta la ermita de Santa Ana, desde donde
tomará la calle de Santo Domingo marchando en comitiva hasta la catedral. Será
en el inicio de esta calle donde se colocará el primer arco triunfal, cosa que se
convertirá en una sólida tradición a través de los siglos en la Ciudad de México.
En la catedral estará el segundo arco importante, que también se repetirá entrada
tras entrada y en la misma se celebrarán los oficios y se entonará el Te Deum
en acción de gracias. A continuación, será acompañado por la comitiva hasta el
Palacio de los Virreyes, que será su nueva morada. Por las noches se celebrarán
luminarias y castillos de fuego. Es, pues, esta entrada la que marca cómo será el
ritual definitivo en el interior de la Ciudad de México para el recibimiento de
virreyes, aunque realmente la entrada por la calle de Santo Domingo era ya una
constante.

80. Morales Folguera, J. M., Cultura simbólica y arte efímero en Nueva España, Junta de
Andalucía, Sevilla, 1992. Más en concreto se refiere a las entradas triunfales en el «Capítulo
III: Entradas de virreyes», pp. 95-153.

Contenido 79
EL TRIUNFO DEL VIRREY

El segundo caso se ajusta más a la realidad posterior, y es la entrada del mar-


qués de Villena en 1640,81 que ya adquirirá el boato propio de las entradas mexi-
canas. En su caso, se observa el trayecto clásico desde San Juan de Ulúa a Ciudad
de México, pasando por las importantes ciudades de Veracruz, La Antigua Vera-
cruz, La Rinconada, Venta del Río, Jalapa, Tlaxcala, Puebla, Cholula, Huejotzingo,
Apán y Otumba. En las inmediaciones de la Ciudad de México, pasó a descansar al
castillo de Chapultepec, para al día siguiente realizar su entrada en la ciudad des-
de la ermita de Santa Ana como se ha observado en el caso de fray García Guerra.
Por tanto, la primera entrada mencionada marcará la apropiación de los espacios
básicos para estas ceremonias en la Ciudad de México, y la segunda dotará a las
mismas del lujo que las acompañará casi hasta el final del período colonial.
Estos dos ejemplos muestran ya los elementos tradicionales de una entrada
novohispana, que se analizarán con más detenimiento posteriormente. Se puede
decir que el aspecto formal de las entradas en ciudades es básicamente heredado
de la tradición hispánica, pues su elemento central es la procesión o desfile triun-
fal, que se ve rodeado por una serie de arquitecturas efímeras y decoraciones –al-
tares, tablados, enmascaramiento de fachadas, carros triunfales, arcos de triunfo,
luminarias o fuegos artificiales– y un gran programa de actos y diversiones en la
jornada de la entrada y las siguientes, tales como mascaradas, corridas de toros,
castillos de fuego, juegos de cañas, danzas o representaciones teatrales.
Con todos estos elementos estructurales y formales se creará un esquema de
entrada que será el imperante en Nueva España hasta el siglo xviii, cuando empie-
ce un lento deterioro al compás del debilitamiento de la autoridad española, y
que acabará con la independencia de México en 1821. Se va a fundamentar cómo
se forma este modelo y en qué consiste a partir de dos textos esenciales: las Leyes
de Indias y la obra Diario particular del camino que sigue un virrey de México
desde su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital de Diego
García Panes.

2.2. LAS DISPOSICIONES EN LAS LEYES DE INDIAS EN TORNO AL TEMA DE LAS ENTRADAS
VIRREINALES

Las Leyes de Indias son un compendio legislativo que rigió los virreinatos
americanos durante los tres siglos de dominio hispánico. Se trata de una serie de
leyes que se van promulgando por parte de distintos reyes y pasan a formar parte

81. Es importante para esta importante entrada triunfal el siguiente texto, con el que se
completa la información del anteriormente citado: Cristóbal Gutiérrez de Medina, «Viaje de
tierra, y mar, feliz por mar, y tierra que hizo el Excellentissimo señor Marqués de Villena mi
señor», México, 1640. Edición unam, Instituto de Historia, México, 1947.

80 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

del código legal indiano, y son gestionadas por una compleja burocracia tanto en
la metrópoli –Consejo de Indias–, como en las diferentes sedes administrativas
americanas. Las fuentes de este compendio varían entre el derecho clásico caste-
llano –base jurídica principal–, las leyes específicas de Indias y algunas leyes pro-
cedentes del derecho indígena, que ayudaban en la mejora de las relaciones con
la población autóctona. Pero para el siglo xvii ya se nota la necesidad de clarificar
toda esta compleja normativa, y por tanto, se van ordenando recopilaciones que
se dejan incompletas durante todo el siglo, hasta 1680, tras el gran esfuerzo de
Antonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereira que publican por fin el texto:
Recopilación de las leyes de los reinos de Indias, sancionada por Carlos II ese
mismo año. Esta compilación está formada por nueve libros –divididos en cuatro
volúmenes–, que contienen seis mil ochocientas treinta y cinco leyes agrupadas
en doscientos dieciocho títulos, con muchas reediciones posteriores.
El contenido de estas abarcó todos los aspectos relacionados con la vida colo-
nial, incluso temas festivos y ceremoniales, y por ello, en este apartado se reflejan
las principales leyes que se refieren a entradas de virreyes, para entender mejor
porqué el modelo de entrada virreinal era como fue. Dichas leyes forman parte del
Libro Tercero de las Leyes de Indias, más en concreto bajo el Título Tercero. De los
Virreyes, y Presidentes Governadores.82 Esta parte abarca todo lo relacionado con
la vida pública y cargos de los virreyes americanos, desde su llegada a América y
cómo han de comportarse en su entrada pública, los cargos que con ella se obtie-
ne, cómo ha de actuar en su mandato hasta los juicios de residencia y salidas de
virreyes para su vuelta a España. A continuación, se van a estudiar brevemente las
leyes de este título que atañen a las entradas triunfales de virreyes novohispanos.
La Ley ix. Que los Virreyes puedan llevar las armas y joyas, que contiene,83
es una reglamentación del cargamento en estas materias que el nuevo virrey po-
día llevar a América, que han de ser exclusivamente para la guarda y defensa de
su familia, nunca para lucrarse con ellas. Es una ley promulgada por Felipe III en
El Escorial el catorce de julio de 1614, que será sancionada en el reinado de su
hijo Felipe IV. El listado es el siguiente: doce alabardas, doce partesanas, doce
espadas, doce dagas, doce arcabuces, doce cotas con sus guantes, doce armas
blancas, dos pares de armas doradas, doce morriones, doce cascos, doce broque-
les y doce rodelas además de seis mil pesos de oro en joyas y plata labrada. Como
vemos, aunque el listado era grande también era especialmente restrictivo para el
caso de las armas doradas, plata y joyas, pues bien era sabido en la administración
central que en la Nueva España se podían hacer buenos negocios, relacionados
con el contrabando, que podían corromper a un virrey al poco tiempo de haber
llegado.

82. RLRI, Libro iii, Tit. iii.


83. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley ix.

Contenido 81
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 15
Portada de Las Leyes de Indias, Madrid, 1661

Más adelante, la Ley xviij. Que señala el lugar hasta donde ha de salir el
Ministro de la Audiencia a recibir al Virrey, y sobre la ayuda de costa se man-
da avisar al Rey,84 fue promulgada por el mismo rey en febrero de 1619. Esta
recepción es una costumbre muy instaurada en Nueva España, y la ley en primer

84. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xviii.

82 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

lugar dice que no ha de haber desigualdad entre los miembros de la Audiencia


para ver quién recibe al virrey, simplemente se limita a ordenar que este salga al
lugar donde «estuviese más en costumbre».85 Este lugar es normalmente Jalapa,
aunque en algunos casos puede recibirlo en ciudades más cercanas a la capital
novohispana, como Puebla o Tlaxcala. En este punto, el ceremonial novohispano
es menos rígido, y por eso no cita la localidad donde se debe acudir, cuando para
el caso peruano sí que se nombra la ciudad de Santa para hacer el recibimiento.
En cuanto a los gastos del viaje de este oidor, el rey prohíbe que se le compense
directamente en México, el nuevo virrey una vez instaurado tendrá que dar aviso
a la Corte que será la que le ordene lo que convenga. Es esta otra medida que está
pensando en atajar la corrupción, ya que después de todo el viaje este ministro
podría haberse ganado el favor del virrey, que podía ser más generoso de lo con-
veniente en la satisfacción de los gastos del desplazamiento. No hay que olvidar
que América está muy lejos de la Corte, y la sensación de que la corrupción se
escapa de las manos de los gobiernos centrales es una constante en los tres siglos
de dominio, y por ello los diferentes jefes y secretarios del Consejo de Indias esta-
rán obsesionados con la promulgación real de leyes para atajar la corrupción.
Más del ámbito ceremonial es la Ley xix. Que los Virreyes no usen de la cere-
monia del palio en sus recivimientos: y en el del Perù se pueden gastar hasta
doze mil pesos: y en el de Nueva España hasta ocho mil,86 promulgada por
Felipe II en 1573 y sancionada por todos sus sucesores en diversas ocasiones.
La ley prohíbe expresamente que los virreyes sean recibidos bajo palio, o con
guiones con sus armas, en las capitales virreinales o en cualquier otra ciudad o
villa americana, ya que es solo propio de la figura del rey. El palio fue inicialmente
un elemento de los recibimientos imperiales, que es usurpado por las diferentes
monarquías nacionales y llega a ser utilizado por virreyes en América, que aun-
que formen parte en su mayoría de la nobleza, no hay que olvidar que son altos
funcionarios, no pertenecen a la realeza y usan un privilegio que originariamente
era solo propio de emperadores y papas. Pero la propia ley dice que esto se ha
contravenido injustamente en demasiadas ocasiones, y genera además, enormes
gastos para el erario, no solo en la confección del palio, sino en los ropajes de
los cargos que han de llevarlo. Solo basta nombrar las numerosas sesiones en las
actas del Cabildo de Ciudad de México que se utilizan para discutir cómo sería
realizado el palio para que fuese de la mejor factura, y cómo los ropajes a la fran-
cesa de los regidores resultaban enormemente caros para las arcas del cabildo.
Los palios serán normalmente de terciopelo, tafetanes, ribeteados de oro o con
damasquinados, y buscarán deslumbrar con la mayor grandiosidad posible. Los
virreyes de los primeros tiempos, entrarán bajo palio en su mayoría, hasta que se

85. Ibídem.
86. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xix.

Contenido 83
EL TRIUNFO DEL VIRREY

establezca la norma que se describe. Con esta ley se prohíbe al cabildo y autorida-
des mexicanas todo uso del palio en recibimientos virreinales y el excesivo gasto
en vestir a los regidores, bajo duras penas de privación de oficios, y además, se
insta al virrey a rechazar cualquier palio que se le ofrezca en cualquier punto de la
geografía americana. Esto se convertirá en una tradición típica de los virreinatos ame-
ricanos, el palio de todas formas se confecciona, pero es deber del virrey rechazarlo
y hacer que lo retiren. Además, se prohíbe expresamente que los virreyes utilicen
los guiones o armas de sus casas nobiliarias en las procesiones y los desfiles, que
siempre deben mostrar las armas del rey y la Corona. En cuanto al presupuesto
total, se restringe para el caso de la Nueva España a no más de ocho mil pesos, una
cifra que en pocas ocasiones será tan reducida.
En cuanto a la Ley xx. Que los oficiales mecánicos no sean apremiados a que
salgan à recivir à los Virreyes,87 exime a ciertos oficios de la obligación de salir
a recibir al virrey en su entrada en la ciudad: veedores, maestros, oficiales de los
sastres, calceteros, sederos, gorreros y «de todos los demás oficios y artes de las
Ciudades de Lima y México».88 Es un privilegio que se les concede a los artesanos,
no usado en la mayor parte de las veces, pues la entrada de un virrey era una de
las ceremonias más importantes que podía vivir una ciudad americana, y ningún
habitante de la misma quería quedar excluido.
Por lo que se refiere a la Ley xxj. Que estando ocupadas las casas en que
el Virrey huviere de posar, se desocupen, y hagan los repartos necesarios,89 se
limita a ordenar que las casas reales donde se hayan estado aposentando los vi-
rreyes últimamente –el Palacio de los Virreyes, la villa de Guadalupe o el castillo
de Chapultepec en el caso mexicano–, estén a la llegada de estos vacíos de cual-
quier inquilino, reparados si se ha causado algún daño en ellos, y que se inicie
la construcción de nuevos espacios si los existentes no son suficientes para la
comodidad del virrey y su familia. No hay que olvidar en ningún momento que
el virrey es la más alta autoridad después de un rey, y por tanto, se ha de tener
todo a punto y en regla como si estuviese llegando el propio monarca. Es una ley
promulgada en 1614, en tiempos de Felipe III.
La Ley xxij. Que los Virreyes o sus criados no recivan cosa alguna en el
viaje,90 es de las más conocidas de todo el volumen, por sus implicaciones polí-
ticas, sociales y económicas. La ley es muy simple: prohíbe que el virrey desde
su llegada a América perciba comidas, presentes, dádivas o regalos de cualquier
institución o persona, bajo fuertes multas y castigo tanto para quién lo entregue,
como para quién lo reciba. Claro está se exceptúan los banquetes organizados

87. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xx.


88. Ibídem.
89. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxi.
90. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxii.

84 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

por las villas y ciudades para el tránsito del virrey, que estarán también reglados.
Esta es una de las leyes más claramente destinadas a erradicar la corrupción, in-
tentando evitar que cualquier asociación, grupo de poder o ciudadano individual
pueda conseguir favores de la política virreinal como compensación a regalos
recibidos en el viaje triunfal.
Es importante también la Ley xxiij. Que los virreyes antecessores, y sucesso-
res concurran, y confieran sobre el estado de las materias.91 Los virreyes ten-
drán la obligación de reunirse para transferir el poder, en la conocida ceremonia
de entrega del bastón de mando, que en el caso novohispano se realizó tradicio-
nalmente en la localidad de Otumba, para ir con el tiempo acercándose cada vez
más a la Ciudad de México, primero en San Cristóbal y luego incluso en la villa de
Guadalupe. Además, en este encuentro tendrán que conversar y debatir sobre el
estado del virreinato: el virrey sucesor le comunicará las instrucciones de gobier-
no que trae desde España, mientas que el antecesor le dejará una clara relación de
las cosas obradas en su gobierno, de las peticiones de diferentes colectivos y de lo
más necesario para la Nueva España. Es lo que se ha llamado la «instrucción», de
las que se han conservado multitud, de gran interés para el estudio de la política
virreinal en Nueva España.92 En caso de que el virrey antecesor no pueda encon-
trarse con el nuevo, deberá dejar esta relación en un pliego cerrado en manos de
una persona de confianza que se la entregará cuando llegue a la capital.
Por último, cabe hablar de la Ley xxiiij. Que los Virreyes entreguen a sus
sucessores las cartas, cédulas y despachos, y los instruyan en las materias de
su cargo.93 Esta ley es continuadora de la anterior, ya que el virrey saliente ha
de dejar todo el material político usado durante su gobierno para que el entrante
lo revise, y junto a la instrucción ha de indicarle todos los puntos que considere
necesarios para el buen gobierno.Tanto esta como la anterior datan de época de
Felipe III.
Todo este corpus jurídico da el marco legal para celebrar una entrada virreinal
en Nueva España, y ayuda a entender mucho mejor el esquema tradicional de
entrada que se va a tratar en los siguientes apartados, ya que son las leyes que re-
gulan que no se cometan irregularidades que puedan derivar en un mal gobierno
del virrey entrante.
Restan por comentar una serie de leyes que están agrupadas en el mismo
Libro Tercero de las Leyes de Indias, en el Título Quinze. De las precedencias,
ceremonias y cortesías. Este título regula aspectos más ceremoniales, y aunque

91. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxiii.


92. Es interesante la siguiente instrucción publicada en los años sesenta: Azanza, M. J.:
Instrucción reservada que dio el virrey Don Miguel José de Azanza a su sucesor don Félix
Berenguer de Marquina (1960).
93. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxiv.

Contenido 85
EL TRIUNFO DEL VIRREY

en ningún caso se refiere a entradas triunfales virreinales en concreto, son unas


leyes que atañen a todo tipo de fiestas y ceremonias en general. Son del tipo de
privilegios de orden procesional de personajes, lugar donde sentarse en las cate-
drales e iglesias durante los oficios importantes, quién puede tener sitial en una
misa, órdenes en el desfile de oidores, cónsules, ministros, virreyes, etcétera. Para
concluir este apartado sobre las Leyes de Indias, se va a reproducir una que sirve
de ejemplo al lenguaje utilizado en estas,94 y que en cierta manera atañe mucho a
la ceremonia e iconografía en las entradas triunfales y otras ceremonias de corte
político, ordenando la prevalencia de los signos reales sobre los virreinales: 95

Ley ij. Que los Virreyes no pongan en los Guiones mas que las Armas Reales.
Mandamos a los Virreyes, que en los Guiones no pongan mas que nuestras ar-
mas reales; ni usen de las suyas propias, ni otras ningunas en actos, y concursos,
como Virreyes, Presidentes, Governadores o Capitanes Generales.

2.3. EL DURO VIAJE DE LOS VIRREYES HASTA LA NUEVA ESPAÑA

El nombramiento de los virreyes era privilegio real, y durante casi toda la his-
toria de Nueva España los elegidos fueron integrantes de la nobleza española, de
la nobleza media más habitualmente y, en ocasiones, de la Grandeza de España.
Esto cambiará a partir del siglo xix, cuando los virreyes sean en su mayoría gran-
des militares con gestas heroicas en las guerras o intervenciones de la monarquía
hispánica. Podía ocurrir que el virrey muriese en el cargo o tuviese que renunciar
por alguna razón extraordinaria, en cuyo caso se abría el pliego secreto que este
tenía en su poder para ver cuál tenía que ser su sucesor interino hasta que el rey
se dignase a nombrar uno nuevo. Normalmente serán los arzobispos de la capital
novohispana los que realizarán esta labor, aunque en otros casos se buscará al
militar de más alta graduación que se encuentre en el virreinato. Pero esto no es
lo normal, ya que lo pretendido por la monarquía es que los virreyes acaben sus
gobiernos y cedan el poder –como se ha explicado en el apartado de las Leyes de
Indias– personalmente a su sucesor.
El personaje honrado con el nombramiento de virrey, de gran importancia
dada su relevancia social, política y económica, solía estar en la península ibérica
cuando el rey se lo comunicaba. Empezaba en estos momentos un largo periplo
que lo llevaría hasta una ciudad, la capital de la Nueva España, normalmente des-
conocida para los nombrados y que tenía mucho atractivo por las riquezas que

94. D. Felipe Segundo en S. Lorenço a 22 de Iulio de 1595, cap. 71 de instrucc. En Aran-


juez a 20 de Março de 1596, cap. 47.
95. RLRI, Libro iii, Tit. xv, Ley 2.

86 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

en ella se manejaban, cosa que ni mucho menos pasaba desapercibida en España.


Por ello, la mayoría de nombramientos de virreyes novohispanos han sido vistos
como un favor personal del rey a personajes que le han servido fielmente.
El viaje empezaba con el traslado del nombrado virrey y su familia a la ciu-
dad de Sevilla, si no se encontraban ya en ella. Dado que la política real siempre
había sido honrar a los virreyes con los máximos honores, en la ciudad andaluza
tendrán el privilegio de hospedarse junto a sus familias en los magníficos Reales
Alcázares, donde solo se permitía habitar a la familia real cuando estaba en Sevilla,
con todas las comodidades y cálidos acogimientos que se precisaran. A partir de
su llegada a Sevilla, será la Casa de Contratación la que sufrague todos los costos
de los viajes, y haga que los virreyes estén sanos y salvos hasta su llegada a la
Nueva España.
De esta forma, la Casa de Contratación se pone manos a la obra para preparar
alguna nao capitana de la Armada española en la que el virrey saldrá con toda
su familia y multitud de criados. Una vez preparada esta nao, y obtenido el per-
miso para embarcarse hacia América, el virrey y todo su cortejo se trasladarán al
puerto desde donde saldrá su barco, el de Cádiz o el de Sanlúcar de Barrameda.
Será una dura travesía, que puede durar hasta tres meses, y en la cual solo se solía
hacer una escala, en las islas Canarias, aunque los primeros virreyes acostumbren
a permanecer también unas semanas en la isla de Cuba para recuperarse. Así, se
les permitía llevar, y sin cobro de impuestos al llegar, toda una retahíla de armas y
plata y joyas,96 además de gran cantidad de comida de toda especie, pues pasaría
mucho tiempo hasta que encontraran nuevos lugares donde comprarla. Durante
todo el viaje, el virrey tenía el privilegio de ser el capitán general de la flota hasta
su llegada a tierras americanas, con poder para hacer y mandar todo lo que creye-
se oportuno. El mismo privilegio le era concedido para el viaje de vuelta, aunque
ya no retuviese el cargo.
El viaje estaba lleno de penurias y peligros. El hambre y las enfermedades es-
taban siempre al acecho, y normalmente gran parte de la tripulación enfermaba
durante el viaje, e incluso gran número no conseguía llegar a tierras americanas
y fallecían en el trayecto. Los peligros eran cosa ya de los piratas y asaltadores de
barcos, principalmente ingleses, dada la política de permitir todo ataque a barcos
españoles para aprovecharse del monopolio que España ejercía sobre el comer-
cio con sus dominios americanos. Un caso extremo será el de Félix Berenguer de
Marquina, apresado por una flota inglesa, como se verá más adelante, cuando se
trate su llegada a México.
Ya en el Caribe, cuando la flota se encuentre en la sonda de Campeche, se ade-
lantará un navío que llevará la noticia de que el virrey está a punto de llegar, para

96. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley ix.

Contenido 87
EL TRIUNFO DEL VIRREY

que en el puerto veracruzano se prepare todo para su recibimiento y se envíen


los correos oportunos a las otras ciudades, sobre todo a la capital, para que se
apresten en dejarlo todo perfecto. Poco tiempo después, el virrey llegaría al islote
en que se encuentra la fortaleza de San Juan de Ulúa, frente al más importante
puerto novohispano. Había llegado a Veracruz y empezaba su gran periplo triun-
fal por Nueva España, por las tierras que pisó y conquistó Hernán Cortés hasta
llegar a Ciudad de México, sede desde donde ejercerá su enorme poder.

2.4. EL PERIPLO TRIUNFAL DE LOS VIRREYES. EL DOCUMENTO DE DIEGO GARCÍA PANES

En este punto se va a analizar cómo realiza un virrey novohispano el viaje


desde su desembarco en Veracruz hasta la Ciudad de México, lugar que será
sede de su gobierno. El itinerario es a grandes rasgos el que se explica en la
mayoría de casos, si se excluyen los que tengan que tomar medidas excepcio-
nales, por ejemplo cuando la insurgencia ocupa partes del país en el siglo xix
o cuando los virreyes nombrados sean capitanes generales de Guatemala, en
ambos casos siguen un trayecto totalmente diferente. Pero es este itinerario
que a continuación se detalla, el que durante siglos se usará principalmente
por su simbolismo añadido: era el mismo camino que siguió Hernán Cortés en
la conquista de México desde que desembarcó en la costa del golfo caribeño
hasta su llegada a Tenochtitlán, la capital azteca.
Para describir este viaje, disponemos de un documento excepcional, el Dia-
rio particular del camino que sigue un virrey de México desde su llegada a
Veracruz hasta su entrada pública en la Capital,97 de Diego García Panes, do-
cumento original del siglo xviii publicado en facsímile por parte del Ministerio de
Obras Públicas español.
En primer lugar, es conveniente estudiar un poco el personaje que nos dejó
tan interesante obra. Diego García Panes y Abellán98 (1730-1811) es un catalán
que llega a América en el cortejo del marqués de las Amarillas, virrey de Nueva
España, en el año 1755. Su sólida formación tuvo lugar en la Academia Militar de
Matemáticas de Barcelona, cuando es asignado para prestar servicios a la Corona
en el puerto de Veracruz. Esta Academia barcelonesa prestará muchos servicios
a la causa indiana, ya que muchos de los ingenieros y estudiosos allí formados
partirán para América, sobre todo en la zona andina y del Río de la Plata, donde
ostentarán altas cotas de poder.

97. García Panes, D.: Diario particular del camino que sigue un virrey de México desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital (1755).
98. Toda la información sobre este personaje extraída de Cisneros Guerrero, G., Diego
García Panes y Abellán. Un ingeniero militar en la Historia Indiana, unam, México, 1995.

88 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

García Panes se establecerá en Veracruz, se codeará con lo más granado de la


sociedad, y en 1760 se casará con Beatriz Soto de Avilés, con la que tendrá seis
hijos. Pero lo interesante en este caso es su actividad profesional, que podemos
dividir en dos etapas básicas. Desde 1755 a 1770 realizará actividades propias de
ingeniero, con trabajos en el castillo de San Juan de Ulúa, en el puerto de Alvarado
y la confección de mapas cartográficos de multitud de puertos y territorios. Por el
contrario, de 1771 a 1782 entrará en el Real Cuerpo de Artillería, y su actividad se
ampliará: mantendrá informado al virrey de las necesidades armamentísticas de
Nueva España, será el iniciador de las políticas de reciclado de material inútil, par-
ticipará en las mejoras del camino de Veracruz a México, se vinculará a la política
local veracruzana, etcétera. Pero lo más interesante es que además elabora una
obra historiográfica, el Theatro de Nueva España, una historia con mapas desde
los primeros pobladores prehispánicos hasta la caída del imperio y la conquista
española. Se puede decir de él que fue «un personaje multifacético, de época de
cambios, reformas y transformaciones». 99 El mismo autor, y ya en el texto que
interesa, nos cuenta las razones por las que escribe esta relación del viaje triunfal
virreinal. Dice que en España se tiene poco conocimiento del ceremonial y pom-
pa con que se recibía a un virrey novohispano desde los inmemoriales tiempos
de la conquista, y por tanto, en la Corte le mandan hacer un diario de todo lo que
sucede en este viaje, siendo así como esta fuente ha llegado hasta nuestros días.
Es, por tanto, el itinerario seguido desde tiempos inmemoriales por los virreyes
para dirigirse a su Palacio Virreinal en la capital novohispana, y que da inicio con
la llegada de su flota a San Juan de Ulúa.

2.4.1. La importancia veracruzana

La flota virreinal amarrará en el islote de San Juan de Ulúa, en los argollones de


bronce de su muralla occidental, y el virrey junto a su familia y criados pasará a alojar-
se en el fuerte, para descansar del duro viaje desde las costas gaditanas hasta las novo-
hispanas. Allí, recibirá la visita de autoridades civiles y eclesiásticas veracruzanas, que
se acercarán hasta la fortaleza para rendir honores al que va a ser su nuevo gobernan-
te. Pasados un par de días, el virrey embarcará en una falúa, normalmente de damasco
carmesí, hacia el puerto de Veracruz, en medio de salvas de artillería y acompañado
por un séquito de militares. La llegada a Veracruz es de las más importantes de todo el
triunfal periplo, pues es el primer contacto del gobernante con sus gobernados y con
la tierra de la que va a llevar las riendas. En la ciudad permanecerá al menos quince
días, y todos los gastos de su estancia serán sufragados por el cabildo veracruzano.

99. Ibídem.

Contenido 89
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 16
Plano holandés de Veracruz, siglo xviii, Benson Library, Austin (Texas, Estados Unidos)

Una vez la falúa fondea en el puerto se da inicio al ceremonial de entrada


virreinal, enarbolando en primer lugar las banderas de la ciudad, también en San
Juan de Ulúa. En la misma embarcación subirán a cumplimentarlo los jefes de la
plaza y del castillo, dos diputados de la ciudad y varias personalidades de los es-
tamentos secular y eclesiástico. A la hora señalada, el bote del navío comandante
–con la insignia de capitán general– se acercará a la falúa para llevar al virrey a
tierra firme. En el momento en que este bote atraque la escuadra veracruzana sa-
ludará con un disparo de cañón, seguido de su réplica desde la plaza de San Juan
de Ulúa. Inmediatamente, cuando el virrey desembarque en el muelle habrán
quince tiros de saludo desde los baluartes de la plaza, así como repique general
de campanas, que hacen que todos los veracruzanos sepan lo que está pasando
en este momento: acaba de llegar su nuevo gobernante.
En el mismo muelle es recibido por el gobernador y los representantes de la
ciudad, con mazas, y se produce la ceremonia de entrega de las llaves de Veracruz

90 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

en una rica y ornamentada bandeja de oro o plata, para dar inicio posteriormente
a su entrada pública en la ciudad. Esta se inicia, como es lógico, desde la puerta
del Muelle, con toda la comitiva militar y de autoridades veracruzanas, y con la
tropa de guarnición allí destinada en orden de batalla. Entrarán en la ciudad por
medio de una alineación de soldados en ambas aceras por toda la carrera, que
presentarán armas al paso del cortejo.
El desfile se dirige a la parroquia, con el virrey normalmente a pie dada la
poca distancia que existe entre el muelle y este templo, aunque en algunos casos
monta en coche, ya sea por enfermedad o por voluntad del mismo. En el pórtico
será recibido por el preste, vestido con capa pluvial, y la plana mayor del clero
veracruzano, con sobrepellices, que presentarán el palio al virrey, al que corres-
ponde no admitirlo y ordenar que sea retirado. Este es un ritual que se sigue en
la mayor parte de templos novohispanos por los que pasa el virrey, atendiendo
claramente a la prohibición expresa que se hace en las Leyes de Indias a que el
virrey vaya bajo palio, ya que es algo que está reservado al monarca. 100 Entrando
en la iglesia, besará la cruz que le presenta el preste y tomará agua bendita de
su mano, para seguir hasta el presbiterio por el lado del evangelio, donde tiene
preparado su sitial –este privilegio de los reyes se hace también extensible a los
virreyes– con insignias de vicepatrono de la ciudad, en el que hará sus oraciones.
Pasados los oficios y el canto del Te Deum o la Salve, saldrá del templo con la
misma comitiva y formación de la tropa. Seguidamente se dirigirá a su morada,
normalmente las Casas Reales del Cabildo de Veracruz, muy cercanas al templo,
con lo que finalizará su entrada veracruzana. La guardia del virrey la hace un pi-
quete de la compañía de dragones, destinado a su escolta en las casas destinadas
para alojarlo durante todo el viaje.
Hay que aclarar que, en este caso, no se trata de una entrada triunfal en toda
regla, ya que solo algunas ciudades concretas tendrán este privilegio, pero toda
la carrera estaría adecentada y profusamente decorada para la recepción. Aún así,
vemos como el ritual es exactamente el seguido en Europa en estos momentos,
es el esquema típico de una entrada moderna en el cual los puntos neurálgicos
son los que representan los dos poderes, el eclesiástico y el civil. En este caso
concreto toma mucha importancia el recinto portuario, ya que Veracruz tenía el
monopolio comercial con España, y es el puerto más importante del continente
americano.
Aunque el gobernador veracruzano ya haya enviado una posta de aviso a las
ciudades próximas y a la capital de esta llegada, la primera obligación del virrey
tras su entrada es despachar un correo a México con pliegos de aviso de su
arribo a su antecesor en el cargo, al Cabildo mexicano, a la Real Audiencia, al

100. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xix.

Contenido 91
EL TRIUNFO DEL VIRREY

arzobispo de México y al venerable deán y cabildo de la catedral metropolitana.


Estos correos pasarán exactamente por las mismas ciudades por las que el virrey
transitará próximamente, que se aprestarán a prepararlo todo para su llegada.
Además, ya sea desde Veracruz o desde algún lugar próximo, el virrey debe remi-
tir a su antecesor y a la Real Audiencia el despacho en que el rey le concede los
cargos de virrey de la Nueva España, gobernador de México, capitán general y
presidente de la Real Audiencia, y lo debe hacer con el tiempo preciso para que
se observe su veracidad y todas las autoridades competentes den el visto bueno
a su nombramiento.
En Veracruz permanecerán al menos quince días, no solo de descanso y espar-
cimiento, sino que el virrey tendrá bastantes obligaciones durante este tiempo.
En primer lugar, realizará multitud de recepciones: el primer caballerizo del obis-
po de Puebla –que le regala un coche con litera que dejará en el pueblo de Las
Vigas–, el capitán del Tribunal de la Acordada –que llevará una compañía de comi-
sarios lucidamente vestidos que lo escoltarán durante todo el camino–, un secre-
tario de gobierno –que será el que le informe en todo momento del ceremonial,
contestaciones precisas y cumplidos–, y una compañía entera de dragones, con
capitán, teniente, alférez y tambor. En segundo lugar, tiene que revisar todas las forti-
ficaciones y baluartes de la villa y realizar un informe de su estado y de las medidas
que hay que tomar para mejorarlo. También visitarán todos los conventos de la
ciudad, con el privilegio de entrar en los de ambos sexos. En el ámbito festivo, se
le honra con ocho noches de luminarias y tres días taurinos, con cuyas entradas la
ciudad sufragará parte de los múltiples gastos realizados para el recibimiento.
Para que el tránsito sea más leve hasta Ciudad de México, en Veracruz se envía
por anticipado gran parte del equipaje y del extenso acompañamiento, donde
solo permanece el necesario: su secretario de confianza, su caballerizo, un ma-
yordomo, un ayuda de cámara, un cocinero, un repostero y algunos sirvientes y
pajes.
La salida de Veracruz se producirá normalmente por la tarde, con la alineación
de soldadesca desde las Casas Capitulares hasta la puerta de México, por donde
ha de salir el virrey con todo su cortejo. Al traspasar la puerta, se verá la magní-
fica caballería formada y empezarán las salvas de artillería y repiques generales
de campanas. El orden del cortejo durante todo el viaje triunfal será el siguiente:
dos correos –que informarán en caso de ser necesario a las ciudades cercanas
de cualquier deseo del virrey–, cuatro comisarios de la Acordada a caballo con
la espada en mano, cuatro dragones, el coche o litera del virrey, la compañía de
dragones al completo, una tropa enviada por la Acordada, y todo un largo etcéte-
ra de gente que incluye notables, aduladores, ayuntamientos que lo acompañan
hasta la siguiente jurisdicción y multitud de indios vestidos con sus mejores y
más llamativos ropajes. Todo este extenso desfile empieza un periplo por tierras

92 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

novohispanas, que realmente no debía ser muy cómodo, al menos en los prime-
ros tramos, de caminos muy irregulares y poco transitables.
Solo quedaría en este punto hacer una breve aclaración respecto al cambio de
poder. Como asevera Panes, y no sin ciertas polémicas, el virrey obtiene el cargo
y los poderes en el mismo momento en que desembarca en Veracruz, pero la
cortesía política le impide dar cualquier orden hasta que no se encuentre con su
antecesor y le entregue el mando, simbolizado en el famoso bastón.

2.4.2. Hacia tierras tlaxcaltecas

A la salida de Veracruz, el virrey subirá en el coche para recorrer las escasas


seis leguas que le separan de su siguiente destino: La Antigua Veracruz, primer in-
tento fundacional del importante puerto, en un camino que discurre íntegramen-
te por playas. En el arroyo de Vergara, justo a una legua del puerto, se despedirá
del gobernador veracruzano, de las autoridades civiles y personajes notables que
han salido a despedirle. A tan solo una legua de La Antigua, se observará algo que
se repite en cada ciudad que el virrey visita. Saldrán los gobernadores de indios
con multitud de indígenas vestidos de llamativos colores llevando flores, ramos y
rosarios a la vez que tocan instrumentos de su tradición. Debía ser un espectácu-
lo de gran vistosidad, que el virrey paraba a observar durante unos minutos para
luego seguir su marcha, con los indios danzando y cantando al final de la comitiva.
En las inmediaciones del pueblo, será recibido por el alcalde mayor, el párroco y
otras autoridades municipales, que le acompañarán en una barcaza para cruzar el
río que corta el camino terrestre. Se producirá tras ello el recibimiento en el pue-
blo, donde se dirigirá en primer lugar a la parroquia –que le honra de la misma
manera que en Veracruz–, y más tarde a su compuesta y adornada morada, donde
se celebra un abundante banquete. En esto último ahonda Diego García Panes
en especial, ya que nos dice que en Nueva España es habitual ofrecer comidas y
regalos en abundancia –cosa por otra parte prohibida, pero que nunca se podrá
evitar–, ya que el virrey comerá en público durante todo el tránsito, no teniendo
la oportunidad de hacer comidas privadas hasta después de su entrada en la ca-
pital. Este breve esquema de entrada en una pequeña villa es el que se sigue en
la mayor parte de las paradas del viaje, excepto cuando se realiza entrada triunfal,
por tanto ya no se describirá en todos los casos, aunque se produzca en cada uno
de ellos. En La Antigua Veracruz solo permanece esa noche, y bien pronto a la
mañana siguiente emprenderá de nuevo el trayecto.
Normalmente los viajes de los virreyes pasarán lo más rápido posible por estas
tierras, ya que eran parajes de escasa población, en los que el calor era realmente
sofocante, y estaban también atestados de mosquitos.Tras recorrer seis leguas lle-

Contenido 93
EL TRIUNFO DEL VIRREY

gará a la Venta de la Rinconada, aún en jurisdicción de La Antigua, a cuyo cabildo


aún le corresponde obsequiar al rey con la comida que aquí se realiza. A cuatro
leguas está la Venta Plan del Río, donde pasa la noche el virrey, para destinarse a
la hora del almuerzo hasta la Hacienda del Lencero, en tierras ya con clima más
fresco. Su estancia allí es muy breve, ya que ha de llegar a la hora de la comida a
su siguiente parada, mucho más interesante: Jalapa.
Distante siete leguas de Plan del Río, Jalapa era mucho más grande que los
anteriores parajes y más desarrollada económicamente. Allí pasará al menos
una noche, aunque la mayoría de los virreyes pasan hasta cuatro, hospedado
en el convento de San Francisco, fundado por Hernán Cortés, para descansar
del arduo y caluroso camino realizado hasta el momento, que empieza a mejo-
rar climáticamente desde tierras jalapeñas. En estos días el virrey solía recibir
al caballerizo de su antecesor, que llega con el regalo del mismo: uno de los
mejores coches de las caballerizas virreinales. Este, al igual que pasaba con el
regalado por el obispo poblano, se dejará normalmente en Las Vigas, ya que
el camino hasta este pueblo era impracticable para ruedas. La práctica común
fue que durante estos años, y ante la llegada de nuevos virreyes, las administra-
ciones locales hicieran salir a los indios del lugar a reparar los caminos para el
viaje virreinal. Cuenta Diego García Panes que este hecho tenía dos problemas:
la inhumanidad que significaba para los indios, que dejaban sus hogares para
trabajar gratis, y la superficialidad de estos arreglos, que hacen que el camino
de Veracruz a México sea incómodo e impracticable año tras año, siglo tras siglo.
Esto es algo que los virreyes tendrán siempre muy en cuenta, y de hecho siempre
se pasa como prioritario en las instrucciones que se entregan a los sucesores,
pero nunca se realiza una buena reparación, pues en el siglo xix aún se mencio-
na este mal tránsito y su alusión sigue en las instrucciones.101 Saldrán de Jalapa
bien temprano, sin coche.
Su próxima parada se encuentra en Las Vigas, pueblo donde ya esperan los
coches obsequio tanto del antiguo virrey como del obispo de Puebla, cosa que
hace el camino mucho más leve. Tras recibir cumplimiento de las autoridades
locales, recibirá al teniente de Canciller del Reino, enviado por la Real Audiencia
y que suele llevar un par de coches más para el virrey y su cortejo.Tras la comida
pública, se retirará a descansar hasta el día siguiente, en el que se hará la distribu-
ción en los coches: el virrey en el enviado por su antecesor, la virreina en el del
obispo de Puebla y en los restantes, los sujetos de distinción que le acompañarán
hasta México y algunos miembros de su ayuda, yendo los criados a caballo en la
parte posterior.

101. Azanza, M. J.: Instrucción reservada que dio el virrey Don Miguel José de Azanza a su
sucesor don Félix Berenguer de Marquina.

94 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

En Perote permanecen los virreyes normalmente una jornada entera, en


la que han de reconocer la Real Fortaleza de San Carlos, visitar su Sala de Armas
–la única de toda Nueva España– y pasar revista a su guarnición. En este caso, será
una compañía completa de esta fortaleza la que haga la guardia al virrey, en lugar
del acostumbrado piquete de dragones.
El día siguiente, a la hora de la comida, ya estará seis leguas más lejos, en Tepe-
yahualco, donde se realizará una comida pública y una recepción a importantes
diputados de los cabildos eclesiástico y civil de las ciudades de Puebla, Orizaba y
Córdoba. Cada uno de ellos entrará en la sala destinada a la visita de dos en dos,
uno civil y otro eclesiástico de la misma ciudad, para arengar al virrey, que les
contesta con los mismos amables términos. Estos comerán en mesa pública con
el virrey, y así se manifiesta la gran importancia de las tres ciudades, ya que en el
caso poblano, recibe a gran número de autoridades antes de llegar a la propia ciu-
dad –caballerizo, cabildos y comisionado del obispo– y en el caso de Córdoba y
Orizaba se tuvo históricamente la deferencia de recibir a sus comisionados, pese
a no pasar por ellas en el viaje hacia la capital.
Ese mismo día saldrá a dormir a la Hacienda de Los Virreyes, distante tres
leguas y con un nombre que deriva justamente de estas ceremonias de viajes
triunfales, por haberse hospedado allí desde tiempos inmemoriales los virreyes
en su tránsito hasta la Ciudad de México. Nos cuenta Panes como es habitual que
esa noche se realice un sorprendente festejo, una danza de los indios e indias de
la región, vestidos llamativamente, adornados con plumajes, sonajas, arpas y los
instrumentos típicos de la zona, y bailan todos según sus costumbres. El autor nos
cuenta que era algo realmente espectacular para los que nunca habían estado en
Nueva España, dado el exotismo de los ropajes y bailes.
A la jornada siguiente partirán muy pronto para llegar a la comida pública
preparada en Coapiastla –a cinco leguas de la hacienda–, donde ya empieza la ju-
risdicción tlaxcalteca. Esa misma jornada dormían en Huamantla, distante cuatro
leguas, un pueblo que fue de gran desarrollo y que para el siglo xviii estaba arrui-
nado, por tanto no habrá festejos de especial relevancia. Es en la jornada siguiente
cuando partirán para la capital de la región,Tlaxcala, a siete leguas de Huamantla.
Pero antes se detendrá en el pequeño pueblo de Alahuazán. Esta es una visita
muy simbólica, pues Hernán Cortés firmó allí las paces con los tlaxcaltecas. Este
elemento nos recuerda de nuevo que todo el viaje triunfal de los virreyes es un
reflejo del realizado por el «invicto capitán». 102

102. Diego García Panes.

Contenido 95
EL TRIUNFO DEL VIRREY

2.4.3. La entrada en la «privilegiada» Tlaxcala

Tlaxcala debía ser la primera ciudad del trayecto en que los virreyes hacían
una entrada triunfal a caballo y con grandes arquitecturas efímeras, debido a la
serie de privilegios concedidos por la ayuda del pueblo tlaxcalteca en la guerra
contra los aztecas y los numerosos servicios prestados a la corona hispánica.
Aunque para finales del siglo xvii ya ha perdido parte de su esplendor en favor
de la vecina Puebla, se entrará primero en Tlaxcala, y en los casos en que algún
virrey va primero a la Ciudad de los Ángeles levantará arduas polémicas con las
autoridades civiles tlaxcaltecas.
El virrey con su cortejo tenía que llegar a las inmediaciones de la ciudad a
las once de la mañana, para dejar los coches y montar a caballo, en monturas
generalmente muy hermosas, con ricos enjaezados e incluso pintadas, caballos
obsequio de la ciudad. Como en anteriores casos, se va a analizar en primer lugar
la composición del desfile triunfal –que será exactamente la misma para las otras
entradas– y posteriormente cómo se organiza la carrera.
La procesión de entrada se iniciaba con cuatro dragones espada en mano
que despejaban las calles por las que tenía que discurrir el cortejo. Les seguirán
multitud de indígenas vestidos tradicionalmente y llevando trofeos, insignias y
jeroglíficos con los que se podía deducir el distrito al que pertenecen, tocando
sus instrumentos. A continuación, un paje llevaba el estandarte,103 y dos lacayos
sendas lucidas libreas. Tras ellos el virrey a caballo, del que salen unas cintas que
llevan los capitulares de la ciudad.También al lado del virrey desfilan el goberna-
dor de indios, los regidores de la ciudad y el gobernador de la provincia. Seguía el
caballerizo del virrey a caballo con un quitasol, y después el cortejo de notables,
unidos a la comitiva virreinal ya desde San Juan de Ulúa, a caballo. La retaguardia
del desfile la formaba la compañía entera de dragones que se había reservado a
la escolta virreinal.
En el momento en que el virrey entraba en Tlaxcala se producía un repi-
que general de campanas y el lanzamiento de numerosos cohetes. Se dirige en
derechura a la calle Real, larga, ancha y ricamente colgada y llena de adornos.
Por esta calle, las tropas de milicia forman la línea defensiva en forma de valla,
tan tradicional en todos los territorios de la monarquía hispánica. En medio
de numerosas aclamaciones populares, el virrey llegará a la esquina de la pla-

103. El guión o estandarte normalmente estaba fabricado en España, y según las Leyes de
Indias solo debía llevar las armas de la Corona hispánica, pero será habitual que junto a estas
se encuentren las armas de la casa solariega del virrey, caso que contraviene explícitamente
dichas leyes. Normalmente era de algodón blanco bordado, y el color del fondo lo elegía el
virrey. Si no había traído estandarte de España, ya en Veracruz se mandaba un correo a Pue-
bla para que lo realizasen, y la entrada tlaxcalteca se celebraba sin guión.

96 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

za Principal donde se encuentra el palacio. Allí se colocaba normalmente el


importante arco triunfal, de hechura clásica pero decoración bastante barroca
por lo general, y con lienzos, jeroglíficos y emblemas que hacen alusión a las
virtudes y hechos de la vida del nuevo virrey. Las puertas de este arco estaban
cerradas, y en el momento en que el virrey llegaba a las inmediaciones del mis-
mo, desde un tablado próximo se le dirigía un elogio en verso y largas arengas,
tras lo que se abrían las puertas del arco mientras las aclamaciones populares
se hacían cada vez más y más notables. Entraba la comitiva por las puertas para
dirigirse a la iglesia mayor, donde se realizaba exactamente el mismo ritual que
se ha explicado para el caso veracruzano. Tras los oficios, se dirigirá al palacio
o Casas Capitulares, donde normalmente alojaban a los virreyes en la ciudad de
Tlaxcala.
Permanecerán tres días de intensa actividad, ya que debe recibir a multitud
de personalidades importantes de la administración local y provincial, que trae-
rán numerosas dádivas, para incumplir de nuevo las Leyes de Indias. Además,
normalmente se visitará el santuario de María Santísima de Ocotlán, en un cerro
frente a la ciudad, la venerada patrona tlaxcalteca, y se celebrarán numerosos
castillos de fuego, luminarias y excelentes fiestas taurinas. Lo que les reste tras
sus actividades programadas será de leve descanso, antes de ponerse en camino
hacia Puebla.

2.4.4. Los virreyes en Puebla, la Ciudad de los Ángeles

A seis leguas de Tlaxcala, los virreyes solían llegar a Puebla hacia el mediodía,
para permanecer en esta importante ciudad al menos diez jornadas. La poblana
es, entendida de manera estricta, la segunda entrada triunfal del viaje y casi idén-
tica a la tlaxcalteca: con el virrey entrando a caballo, la tropa de guarnición y
de milicias formando la línea defensiva en las calles de la carrera, etcétera. A las
puertas de Puebla es recibido por el obispo y todo el cabildo eclesiástico a caba-
llo y recorren las calles hasta llegar al palacio, en cuya esquina se coloca un arco
triunfal, con multitud de empresas y jeroglíficos, y luego se dirige a la catedral,
que es en esta ciudad, más que nunca, el punto fuerte de la entrada. Panes nos
dice de Puebla que sus pintores son sutiles, los arcos magníficos y que sus calles
adornadas y colgadas eran un verdadero espectáculo, «pues eran muy grandes,
rectas y anchas».
Es el elemento eclesiástico el más importante en esta entrada, ya que la ciu-
dad de Puebla es una de las más notables sedes religiosas de Nueva España, fa-
mosa por su gran número de iglesias, la magnitud e importancia de su catedral
y la gran relevancia histórica de los obispos poblanos, notable con el ejemplo

Contenido 97
EL TRIUNFO DEL VIRREY

de Antonio Joaquín Pérez, y su importante papel en la época de la independen-


cia. En lo que se refiere estrictamente a la entrada triunfal, los virreyes se apean
en la escalinata de la catedral, donde está colocado el segundo gran arco a
modo de fachada, para ser recibidos por el obispo con sus pontificales, el deán
y todo el cabildo catedralicio. Todos vestidos con capa pluvial, le presentarán
al virrey el palio, que como mandan la ceremonia y las leyes ordenará retirar.
Entrando por el lado derecho, llegará a la silla y sitial que tiene preparados en
el lado del Evangelio, ya en el presbiterio, en medio de una iglesia ricamente
colgada e iluminada. El coro canta el preceptivo Te Deum, mientras el prelado
se dirige al altar para celebrar los oficios. Es en este punto cuando se produce
una ceremonia exclusiva del ámbito poblano: los seises –niños del coro– se di-
rigen hasta el virrey, con una fuente de plata en las manos, y le quitan las espue-
las, que sostendrán en la bandeja durante toda la ceremonia. Estas al final son
recuperadas por el caballerizo para que se pueda seguir con el desarrollo del
recibimiento. Después de todo el ritual, saldrá con la misma comitiva, siendo
despedido en el pórtico por el obispo y todo el cabildo catedralicio. Después
se dirige al palacio, justo enfrente de la catedral, donde residirá en sus días de
descanso poblano.
Durante estos diez días el virrey ha de realizar numerosos actos: vuelve en
procesión hasta la catedral para asistir a misa de gracias, recibe al obispo, cabil-
dos, comunidades y todas las personas notables de la ciudad y la región, visita
todos los conventos de ambos sexos y reconoce la ciudad entera. En cuanto a la
multitud de actos festivos, destacan las corridas de toros, fuegos artificiales todas
las noches, grandes representaciones cómicas –ya sea en el teatro de la ciudad o
en palacio–, refrescos, comidas y cenas muy abundantes costeadas por la ciudad,
y magníficos bailes nocturnos de gala.
Esta es probablemente la estación más importante de las que el virrey visita
en su viaje triunfal, y por tanto la ciudad de Puebla se luce en los obsequios y
actos festivos de los diez días, pues es lo que se espera de ella. Al término de este
tiempo, el rey partirá a la cercana Cholula, solo a dos leguas.

98 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

Figura 17
Plano de Puebla, 1698. Archivo General de la Nación, México

Contenido 99
EL TRIUNFO DEL VIRREY

2.4.5. En tierras de traspaso del poder

En Cholula permanecerá el virrey durante un día entero, después de hacer


la tercera gran entrada, con igual etiqueta y ceremonia, pero con mucha menos
pompa y grandeza que en Puebla. Diego García Panes nos describe la ciudad
como hermosa pero arruinada, y nos habla de dos importantes construcciones
artísticas, la iglesia de Maria Santísima de los Remedios –en un adoratorio antiguo
de indios–, y el enorme convento franciscano de siete naves que imita la mezqui-
ta de Córdoba. En la jornada cholulana, por la tarde se celebrará una corrida de
toros, y por la noche castillos de fuegos artificiales, un refresco y bailes.
En Huejotzingo también permanece un día, y hace su cuarta entrada triunfal y
similares festejos. Algo excepcional en este caso es que Panes ve el pueblo como
arruinado y despoblado, y en su texto realiza una serie de reflexiones sobre la
razón por la cual en semejante pueblo se realiza una entrada triunfal, y más si
recordamos que en ciudades como Veracruz o Jalapa las entradas no son a caba-
llo. Según sus deducciones, la clave es que es una de las primeras ciudades que
«abrazó la religión católica y se entregó al dominio del rey de España».104 De este
modo vemos que los antiguos privilegios de la Conquista seguían en boga.
En las dos siguientes jornadas pasarán por los pueblos de San Felipe, San Mar-
tín y Apan, en el periplo más largo sin parar algunos días en todo el viaje. A unas
largas veinte leguas de Huejotzingo se encuentra el próximo paraje importante,
Otumba. Realmente aquí solo para un día, pero lo interesante es que se trata
del lugar donde tradicionalmente se hizo la simbólica entrega del mando. Era el
virrey saliente el encargado de organizar toda la ceremonia y costear la comida,
refresco y cena para el nuevo virrey y toda su comitiva.
Normalmente la ceremonia se celebraba en una sala de las Casas Capitulares,
que estaba profusamente adornada, con dosel y dos magníficas sillas en las que
los virreyes se sentaban. El virrey saliente recibirá en la sala al entrante, además
de a los testigos de la ceremonia: el secretario de gobierno, el capitán de alabar-
deros y algunos notables allegados a ambos señores. En el momento señalado,
llegará el caballerizo del virrey saliente, y le presenta un rico bastón a su señor,
que este pone en manos de su sucesor.Tras la ceremonia, todos salen de la sala y
los virreyes quedan solos, para tratar de sus asuntos, como indican las Leyes de In-
dias, uno tenía que entregarle la instrucción sobre lo hecho durante su gobierno
y sobre las cosas que eran más necesarias para el país, mientras el otro le hablaba
sobre las órdenes con las que venía desde Europa. 105 Tras ello habrá una comida
en la que se les verá juntos públicamente por única vez, ya que una vez acabada

104. García Panes, D.: Diario particular del camino que sigue un virrey de México desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital (1755), Edición cehopu, Madrid, 1994.
105. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxiii.

100 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

el virrey saliente marchará para el lugar –obligatoriamente fuera de Ciudad de


México– donde se alojaba desde la noticia de la llegada de su sucesor a Veracruz,
que dormirá en Otumba.
Ya en las inmediaciones de la capital, el siguiente día lo pasa en San Cristó-
bal, donde se hospeda y alimenta por cuenta del Real Tribunal del Consulado de
México, que también costea todos los actos que allí se realicen. Recibirá aquí a
multitud de personas que pasan a cumplimentarlo: arzobispo de México, cabildo
catedralicio, diputados de la ciudad, tribunales de la capital, responsables de la
Real Colegiata de Guadalupe, algunos jefes militares, los pocos títulos que habi-
tan en México y algunos sujetos de distinción de la sociedad capitalina. Después
vuelven todos a la capital para disfrutar de la llegada del virrey.
Al día siguiente, tras recorrer cuatro millas, llegan a la villa de Guadalupe, donde
en la basílica se adorará la imagen de María Santísima de Guadalupe, patrona
de Nueva España. Luego el virrey come en público, tras recibir a los representan-
tes de la ciudad y a los otros tribunales. Por la tarde, y en coche, se dirigirá a la
Ciudad de México, donde se dará inicio a la entrada más importante y excelente
de los virreyes, la de su llegada a la sede desde la que ha de ejercer el poder.

2.4.6. El periplo de la virreina

La esposa del virrey,106 en caso de que llegase también a la Nueva España, se-
guirá en esencia la ceremonia anteriormente explicada, aunque hay algunos cam-
bios que cabe señalar.Ya en el puerto de Veracruz, la virreina recibirá los mismos
cumplidos que se le hagan al virrey, incluso antes de bajar de la falúa con la que
han llegado de San Juan. Sin embargo, no realizará la entrada junto a su esposo,
sino que en la misma puerta del Muelle subirá al coche, acompañada por la mujer
del gobernador y por las de dos diputados, los mismos que han subido a cumpli-
mentarlos cuando se ha fondeado en el puerto. Desde allí se dirigirá directamente
al lugar donde se haya decidido hospedar a los señores virreyes, para disfrutar del
espectáculo de la entrada virreinal. Hay que remarcar que durante todo el viaje,
por norma general, los esposos no irán juntos en ninguna carroza, a lo sumo cami-
narán juntos, y si esto se produce el virrey llevará siempre el lado derecho. Todo
esto es una forma de evidenciar que la personalidad importante es el virrey, el que
ha de regir los destinos novohispanos y la persona más importante del momento.
La parte de comitiva que acompañará a los virreyes en su trayecto será más ex-

106. Romero de Terreros, P., Viaje de la marquesa de las Amarillas descrito en verso por
don Antonio Joaquín de Rivadeneyra Barrientos, reimpreso con notas de Manuel Romero de
Terreros, México

Contenido 101
EL TRIUNFO DEL VIRREY

tensa si va la virreina, a todo lo señalado anteriormente se unirán dos pajes más,


sus criadas personales, dos lacayos y algún otro sirviente.
Durante todo el trayecto, la virreina ocupará un coche o litera diferente al del
virrey, más en concreto el regalado por el obispo de Puebla. Si se realiza entrada
triunfal en la ciudad, la virreina dejará el cortejo en las inmediaciones de la ciudad
y se dirigirá rápidamente y sin detenerse hasta el palacio del Cabildo o las Casas
Capitulares para disfrutar del evento junto a las damas más notables de cada
ciudad. Esto se verificará en Tlaxcala, Puebla y las otras ciudades importantes del
tránsito.
A su llegada a la basílica de Guadalupe, después de venerar la imagen, partirá
hacia México sin quedarse a la comida pública, donde es recibida por las mujeres
de los diputados de la ciudad, para dirigirse al Palacio Virreinal, a verificar que
todo está en orden para la inminente llegada de su marido. El día de la entrada
triunfal, la virreina la verá desde el balcón de la casa del marqués del Valle de
Oaxaca.

2.4.7. El retorno de los virreyes a España

Con la llegada de la noticia de que su sucesor está ya en Veracruz, cada virrey


arreglará rápidamente las cosas pendientes de solución en su gobierno –las que
sean factibles en poco tiempo–, se despedirá de la Real Audiencia, del arzobispo
y de los demás tribunales, normalmente en la ermita de Santa Ana, para salir de
México hasta el lugar que haya escogido para aguardar la llegada de su sucesor
y realizar la entrega del mando. El día acordado, el virrey saldrá hacia el paraje
donde se tenga que realizar el traslado del mando –normalmente Otumba–, con
su propia comitiva, la tropa de su escolta y acompañado por el capitán de ala-
barderos. Tras toda la ceremonia explicada con anterioridad, el antiguo virrey se
retira al lugar donde se aloje para preparar su salida del Virreinato de la Nueva
España. Después de estar todo solucionado, incluido su largo juicio de residencia,
los antiguos virreyes seguirán el camino establecido hasta el puerto de Veracruz,
para embarcarse con rumbo a la península ibérica. Durante todo el trayecto se le
rendirán honores de virrey, aunque el cargo real que regenta en estos momentos
es el de mariscal de campo. Normalmente este hará escala en La Habana, donde
recibirá los mismos cumplidos y honores que ha recibido en la Nueva España,
antes de volver a Cádiz, punto inicial y final de su periplo americano.Todo ello se
verificará en estas condiciones a no ser que el virrey sea promovido al Virreinato
del Perú. En este caso, tras el encuentro con el anterior virrey partirá al puerto de
Acapulco, desde donde surcará el Pacífico para llegar a su nueva sede guberna-
mental: Lima.

102 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

2.5. LA ENTRADA TRIUNFAL DE LOS VIRREYES EN CIUDAD DE MÉXICO

Tras el gran viaje explicado con anterioridad, el virrey no celebraría su entrada


triunfal en la capital el mismo día de su llegada, sino que se hará un recibimiento
y se irá preparando la entrada durante algún tiempo para que sea todo del agrado
del nuevo mandatario. Lo que se va a exponer en este punto es, como en el caso de
todo el trayecto anteriormente explicado, un esqueleto general para las entradas
de virreyes, que luego se debe de rellenar con las características particulares de
cada una para analizarlas mejor.
Tras la comida pública que se realiza en la villa de Guadalupe, el virrey y su
comitiva entrarán en la ciudad en coches, acompañados por el corregidor y el
regidor decano o alcalde ordinario. A su llegada a la plaza Mayor habrá un salu-
do de artillería y repique general de campanas, y se extenderá una línea militar
defensiva hasta la puerta del palacio, para apearse allí y pasar a descansar con su
esposa, y empezar al día siguiente los actos importantes. Esta estancia primera en
el Palacio Virreinal es más típica del siglo xviii, ya que anteriormente los virreyes
descansaban en la villa de Guadalupe o en el castillo de Chapultepec, bajaban al
palacio para realizar su juramento, y luego se retiraban hasta la llegada del día de
su entrada triunfal en la capital.

Figura 18
Manuel de Arellano, Traslado de la imagen y dedicación del Templo de Guadalupe, óleo
sobre lienzo, 176 x 206 cm, Colección particular

Contenido 103
EL TRIUNFO DEL VIRREY

El primer acto que se celebra en la capital novohispana es el de juramento


de los recién adquiridos cargos: virrey de Nueva España, gobernador de Méxi-
co, capitán general y presidente de la Real Audiencia. A la hora señalada, el
virrey recibirá a pie de la escalera de su palacio a la Real Audiencia en pleno,
con todos los ministros togados. Pasan a la Sala del Acuerdo, donde tiene el
virrey un sitial bajo dosel preparado y una serie de sillones para los ministros.
Cuando todos estén preparados entrará el teniente de Canciller del Reino
–que normalmente había acompañado en su periplo al virrey desde la po-
blación de Las Vigas– con el sombrero puesto y llevando un azafate cubierto
de tafetán en el que transporta el Real Título de Virrey, lo que hace efectivo
el cargo. Al tiempo que se levantan todos los oidores, el teniente entrega el
título al secretario de la Real Audiencia que procede a su lectura en voz alta.
Acabada esta, el virrey hará el juramento en una mesa donde se coloca para
ello un crucifijo y el libro de los Santos Evangelios. Todo el juramento es
verificado por el secretario de la Audiencia, que luego levanta la sesión para
que todos los oidores salgan de la sala, donde quedará el virrey retirándose en
breve a sus aposentos.
En los siguientes días se fijará la fecha exacta para la entrada triunfal, que
será muy pronto, por la tarde, y que es «una solemne función que no puede
explicarse sino viéndose».107 Normalmente la carrera empezaba en la ermita
de Santa Ana, entraba por la calle de Santo Domingo y desde esta se internaba
en el centro de la ciudad hasta llegar a la plaza Mayor, visitaba en primer lugar
la catedral y luego volvía a sus aposentos en el Palacio Virreinal.
El virrey empieza su entrada en coche, recorriendo diversas calles, primoro-
samente colgadas, hasta llegar a la parroquia de Santa Catalina, donde habrá un
gran tablado con dosel y adornado de tapices, lugar donde el virrey ha de tomar
el caballo. En este punto le esperan los tribunales, los doctores de la Universidad
–con gualdrapas de terciopelo negro, y que subirán en mulas–, los ministros de
la Real Audiencia –con toga y gualdrapa de terciopelo negro, estos subidos en
caballos–, los caballeros y títulos de la ciudad y los capitulares. Todos ellos irán
vestidos de gala, con libreas y los caballos bien enjaezados. A la familia del virrey
le corresponde ir en coche tras toda esta comitiva, y tras ellos el paje con el estan-
darte que ya se había lucido en Tlaxcala o Puebla.Todos estos formarán la primera
parte de la comitiva, delante del mandatario.

107. García Panes, D.: Diario particular del camino que sigue un virrey de México desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital.

104 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

Figura 19
Juan Gómez de Trasmonte, Vista de la Ciudad de México, grabado, 1628. Benson Library,
Austin (Texas, Estados Unidos)

El virrey va montado en el caballo más excelente encontrado, muy bien enjae-


zado y adornado, al que sube en la iglesia de Santa Catalina, llevando a un lado a
los regidores, el regidor decano y el corregidor, que llevan unas cintas que van
a parar a las riendas del caballo. Una vez el virrey haya montado se iniciará la
entrada, en medio de grandes estruendos por las salvas de artillería, los fuegos
artificiales y el repique general de campanas. Resulta difícil imaginar cómo debía
ser este inicio de una entrada triunfal, pero parece obvio que ningún habitante de
la capital podría escapar a la misma. Era una fiesta en la que toda la sociedad tenía
que participar, tanto si era su voluntad como si no, ya que se vería abrumada por
uno de los días más grandes que podía vivirse en la capital novohispana.
Llegando al inicio de la calle Santo Domingo, se veía ya el primer gran arco
de la carrera. Era el arco que realizaba la función simbólica tratada en el capítulo
anterior de toma de la ciudad, la cual recordaba las murallas medievales, ya que
sus puertas estaban cerradas. En este punto se celebraba el ritual de entrega de

Contenido 105
EL TRIUNFO DEL VIRREY

las llaves de la ciudad al virrey, tras lo que se abrían las puertas de la magnífica
construcción, para que toda la comitiva desfilase por debajo camino al centro de
la ciudad. Con el mismo orden irán desfilando por las adornadas calles, mientras
el virrey es aclamado por el pueblo y saluda a las damas notables –entre ellas la
virreina–, que asisten al magnífico espectáculo desde los balcones de las casas
más importantes.
Llegado a la plaza Mayor, se apeará en el atrio de la catedral metropolitana, en
el lado que hace frente a las Casas del Estado, pórtico donde se habrá colocado el
segundo gran arco de la entrada. En toda la carrera podía haber más arcos –al-
gunos florales o de inspiración más popular–, pero eran los dos nombrados los
más importantes, el primero costeado por la ciudad y el segundo por el cabildo
catedralicio, y de ambos encontramos multitud de relaciones que nos cuentan
como eran las arquitecturas y los programas iconográficos que las decoraban. En
las escaleras de la catedral era recibido por el arzobispo, vestido de pontifical, y
todo el cabildo llevando ricas capas pluviales.Tras recibir la bendición y la paz del
prelado, entrarán en la iglesia realizando las mismas ceremonias que en el caso
poblano, excepto la de las espuelas de los seises, que es privativa de la ciudad de
Puebla.Tras los oficios y el canto del Te Deum, todo el cabildo en pleno acompa-
ñará al virrey de nuevo a la puerta del templo.
En la puertas de la catedral volverán a tomar el coche, dirigiéndose al Palacio
Virreinal, al que pese a estar en la misma plaza tardarán cierto tiempo en llegar
debido a las multitudes cantando vivas, aclamando al virrey y siendo observado-
res de una de las mayores fiestas y ceremonias que podía vivir una ciudad ame-
ricana en Edad Moderna. Una vez en el palacio, los virreyes serán obsequiados
con una cena y refresco ostentosos, costeado el del virrey y los tribunales por la
ciudad, y el de la virreina y señoras notables por el gobernador.
Falta por referir brevemente los festejos en la capital durante los días de la
entrada. Durante tres días, el ayuntamiento costeaba comida, refresco y cena. Se
celebraban conciertos musicales de bandas, bailes, mascaradas y todo tipo de
fiestas cortesanas con el mayor lucimiento. Se representaban comedias en el pe-
queño coliseo que se había instalado en el Palacio Virreinal, solo con asistencia de
la oficialidad y personas de alta distinción invitadas por los virreyes. Otros actos
muy estimados por los novohispanos eran las corridas de toros, que se celebra-
ban en la famosa plaza del Volador, durante al menos dos o tres semanas. La plaza
estaba justamente al otro frente de palacio, y la familia virreinal podía asistir a las
corridas desde su cuarto, y en palacio también se servía todas las tardes un refres-
co costeado por la ciudad, que gastaba unas sumas realmente exageradas en la en-
trada de un virrey, aunque las corridas taurinas ayudaban a paliar los males de las
arcas públicas. Además, eran habituales las luminarias durante todas las noches
programadas como festivas, los fuegos artificiales, las calles seguían decoradas,

106 Contenido
EL CEREMONIAL N OVOHISPANO DE ENTRADA VIRREINAL

salvas y repiques en cualquier momento. Era un verdadero espectáculo festivo, la


ciudad se revestía por unos días de un lujo inusitado, de una festividad que todo
el pueblo vivía de manera apasionada, y venía a revitalizar de nuevo el sistema
colonial que funcionaba como válvula de escape a los problemas de la sociedad
novohispana. El virrey ya estaba en disposición de empezar a ejercer su gobierno,
y ya había sido obsequiado durante el viaje por multitud de grupos y notables,108
gentes de las que ya no podría olvidarse durante su mandato. De esta forma el
sistema se corrompía desde el momento en que un nuevo virrey pisaba Nueva
España, y las redes clientelares empezaban a actuar para mantener la situación
tal como tradicionalmente estaba establecida. Para culminar este apartado, nada
mejor que unas palabras del propio Diego García Panes que resumen en buena
manera lo que se ha expuesto en este capítulo: 109

Este es solo un epítome del viaje y entradas públicas que hicieron los Virreyes
desde tiempo inmemorial, y he visto repetida vez, asombrándose cuantos lo
ven, pues no es creíble que vasallo ninguno de ningún monarca sea recibido
en su entrada con tanta grandeza, majestad y pompa, de que no se puede hacer
juicio sino viéndolo.

108. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxii.


109. García Panes, D.: Diario particular del camino que sigue un virrey de México desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital.

Contenido 107
CAPÍTULO III

Contenido
LA FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

Durante el siglo xvi, al tiempo que poco a poco la administración virreinal va


tomando forma, y todos sus elementos empiezan a desarrollarse sobre los terri-
torios novohispanos, se produce el proceso de hispanización del territorio, con
el que llegará también la ceremonia de entradas triunfales, propia de la cultura
europea. Por tanto, durante este siglo veremos cómo se ensayan diferentes tipos
de ceremoniales, y cómo las entradas triunfales toman sus características propias,
marcan sus escenarios principales y se convierten en la ceremonia que mejor
refleja el poder de los virreyes en la Nueva España.

3.1. EL REINADO DE CARLOS V (1516-1556)

En las décadas previas a la instauración de la Nueva España como un virreina-


to, aparecen diferentes instituciones previrreinales que inician el asentamiento
de la administración hispana en estos territorios. En primer lugar, los goberna-
dores de las Indias Occidentales, un título todavía bastante simbólico ya que la
ocupación de los territorios era leve, y que ocupan el propio Cristóbal Colón,
Francisco de Bobadilla, Nicolás de Ovando, Diego Colón o Alonso de Ojeda. Pos-
teriormente, la Audiencia de México será el organismo de control de todo este
amplio territorio, con Hernán Cortés varias veces a su cabeza, además de Cris-
tóbal de Tapia, Alonso Zuazo, Gonzalo de Salazar, Alonso de Estrada, Rodrigo de
Albornoz, Luis Ponce de León o Marcos de Aguilar. A finales de 1528, se instituye
la Primera Audiencia de la Nueva España, dirigida por Nuño Beltrán de Guzmán
y duradera hasta 1530. De esta fecha al catorce de noviembre de 1535 gobernará
la Segunda Audiencia, presidida por Sebastián Ramírez de Fuenleal, ya que el

Contenido 111
EL TRIUNFO DEL VIRREY

diecisiete de abril de ese mismo año había sido nombrado por la administración
carolina el primero de los virreyes novohispanos, Antonio de Mendoza. De esta
etapa es mucha menor la información que se posee en comparación a los pos-
teriores siglos, pero se puede decir que, en general, la ruta ya está establecida a
través de Nueva España desde Veracruz a la capital, así como la apropiación de
los espacios públicos en cada ciudad por donde va a transcurrir a través de los
siglos esta interesantísima ceremonia. A continuación se desarrollan estas entra-
das triunfales de forma cronológica, atendiendo al listado de los virreyes de la
Nueva España. 110

3.1.1. Antonio de Mendoza, el primer virrey (1535-1550)

Hijo del marqués de Mondéjar, Antonio de Mendoza nace en esta misma ciu-
dad, y vive varios años en la Alhambra al convertirse su padre en el primer capitán
general de la ciudad de Granada con funciones de virrey. Luchará en ejércitos
realistas en la batalla de Huéscar, y como comendador de Socuéllamos pasará
de embajador en Hungría a camarero real, y participa incluso en la coronación
imperial de Carlos V en la ciudad italiana de Bolonia. En 1528 es gobernador de
León, ya desposado con Catalina de Vargas, hija del contador mayor de los Reyes
Católicos. El diecisiete de abril de 1535 recibe el mayor de sus honores: es nom-
brado virrey de la Nueva España, gobernador, capitán general y presidente de la
Real Audiencia de México.
El viaje de Antonio de Mendoza a la Nueva España será tramitado en Sevilla,
donde será hospedado en el Alcázar de dicha ciudad, gran honor que ya desde
este momento se va a convertir en uno de los principales privilegios virreinales.
Habiéndose embarcado en Sanlúcar de Barrameda, su navío zarpó en julio de
1535. Tras más de un mes de viaje, el veintiséis de agosto llegará a Santiago de
Cuba, donde permaneció más de dos semanas. El ocho de septiembre sale hacia
la Nueva España, y realiza su ingreso en los últimos días de este mes en la ciudad
de Veracruz.111

110. La información para tratar las entradas de estos virreyes extraída de Rubio Mañé, J. I.:
El Virreinato, iih, unam, México, 1983, más en concreto del capítulo IX del Tomo I: «Viaje
de los Virreyes de Nueva España a su destino, llegada y recepción» y las diferentes actas de
cabildo de Ciudad de México.
111. Pérez Bustamante, p. 17.

112 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

Figura 20
Desconocido, Retrato de don Antonio de Mendoza, primer virrey, óleo sobre lienzo,
95 x 67 cm, 1535, Museo Nacional de Historia (mnh), México

Contenido 113
EL TRIUNFO DEL VIRREY

El nombramiento se conoce en México desde agosto de 1535, y diferentes co-


misiones empezarán a trabajar con el ánimo de recibir dignamente al más alto de
sus dirigentes.112 El veinte de agosto se informa en el cabildo del nombramiento
y el viaje de Mendoza, con lo que se decide la creación de una comisión de dos
regidores con credenciales que fuesen a darle la bienvenida. El veinticinco de
agosto se crea una nueva comisión con otros dos regidores para vigilar que en
la iglesia indicada estuviese a punto todo lo necesario para la celebración de un
Te Deum. Por tanto, ya se tiene plena conciencia de la importancia del canto de
ese himno en acción de gracias para la llegada de grandes dignatarios, una tradi-
ción castellana que se convertirá con los siglos en una de las grandes constantes
de cada entrada virreinal.Ya el veintisiete de agosto se aprueba la construcción de
arcos triunfales para la recepción a don Antonio, de los que no tenemos cons-
tancia explícita en otras fuentes de la época, como ocurre con la mayor parte de
arcos construidos durante el siglo xvi para los virreyes de la Nueva España.
El dos de octubre saldrán los comisionados hacia el puerto de Veracruz, don-
de el virrey ya espera para su viaje hacia la capital de Nueva España, viaje menos
conocido que en el caso de otros gobernantes. El doce de noviembre se compran
trompetas, atabales y capuces de color para vestir a los regidores, además de fijar
el domingo día catorce para la recepción oficial en la ciudad. En la tarde anterior,
se ofreció a Mendoza una colación en los salones de la Casa del Cabildo, además
de salvas, repiques y otros regocijos en la plaza Mayor: el primer virrey de la Nue-
va España ya había entrado en su capital, se iniciaba una tradición que duraría
doscientos setenta y cinco años, la de las entradas virreinales.
En su gobierno, Antonio de Mendoza seguirá apoyando los viajes de explora-
ción: Cortés descubre la Baja California,113 respaldo a fray Marcos de Niza en sus
búsquedas de las míticas ciudades de Cíbola y Quiviria o a las expediciones de
Vázquez de Coronado en el sur de los actuales Estados Unidos. En 1535 instaura
la Casa de la Moneda en la Ciudad de México, que empezará a acuñar moneda
al año siguiente, fundando también el Colegio Imperial de Santa Cruz de Tla-
telolco, destinado a la educación de indios nobles. Asimismo, inicia el acondi-
cionamiento del puerto veracruzano, establece la primera imprenta americana,
funda la ciudad de Valladolid e inicia las gestiones para la creación de la primera
universidad. En 1550 Mendoza será nombrado virrey del Perú, llega a Lima al
año siguiente y permanece en el cargo diez meses, pues morirá en 1552, y será
enterrado en la catedral de Lima.

112. Las informaciones sobre estas comisiones podemos encontrarlas en el Tercer Libro
de Actas del Cabildo mexicano, páginas 121-123 y 129-131.
113. Incluso el navegante y explorador Juan Rodríguez Cabrillo nombrará en su honor
Cabo Mendocino en California, por su apoyo a los reconocimientos de las costas californianas
en 1542.

114 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

3.1.2. Luis de Velasco y Ruiz de Alarcón (1550-1564)

Don Luis de Velasco114 nace en Carrión de los Condes en 1511, y es nombrado


virrey el 1550. El día siete de mayo de ese mismo año llega a Sevilla donde, como
su antecesor, se hospedará en el Alcázar. El veintinueve de junio sale de Sanlúcar
de Barrameda y tras tres meses de travesía desembarcará el veintitrés de agosto
en el islote fortaleza de San Juan de Ulúa. Esta fortificación, frente a las costas de
Veracruz, se convertirá en el tradicional punto de llegada de los virreyes, donde
descansarán de la larga travesía y organizarán su primera entrada triunfal novohis-
pana: la del puerto de Veracruz.115
El tres de septiembre se da cuenta del desembarco del nuevo virrey en la
Ciudad de México, por lo que las comisiones comienzan el trabajo para preparar
su recepción. Además, Mendoza y Velasco se reunirán en Cholula para discutir
los problemas y las necesidades de la circunscripción, en lo que sería la primera
experiencia de transmisión personal del virreinato, y sentar así el precedente
para la futura ceremonia de traspaso del bastón de mando en Otumba, aunque en
el caso de los dos siguientes virreyes no se produzca tal encuentro, ya que Luis
de Velasco muere en el cargo y el marqués de Falces vuelve a España sin esperar
a su sucesor. La solemne entrada triunfal en la Ciudad de México se produce el
veinticinco de noviembre de 1550. 116
Del gobierno de Luis de Velasco destaca sobre todo su relación con los indios,
libera a los ilegalmente esclavizados, urbaniza poblados, realiza gran cantidad de
obra pública y funda ciudades tan importantes como San Miguel el Grande, Du-
rango, San Felipe de Ixtlahuaca o Nombre de Dios. En 1553 se produce la apertu-
ra de la Universidad de México. En 1564 encarga la famosa expedición de Miguel
López de Legazpi y Andrés de Urdaneta por el Pacífico, hasta llegar a las islas Fi-
lipinas. Velasco fue el primer gobernante en vivir en el Palacio Virreinal, anterior-
mente propiedad de la familia del marqués del Valle de Oaxaca, descendientes de
Hernán Cortés. Desposó con Ana de Castilla y Mendoza, hija de un caballerizo
de Carlos V y muere en el cargo el treinta y uno de julio de 1564, con lo que la
Nueva España vivirá dos años de gobierno de la Real Audiencia, hasta que el nue-
vo monarca Felipe II nombre al marqués de Falces como virrey novohispano.

114. Rubio Mañé, J. I., Don Luis de Velasco, el virrey popular, unam, México, 1946.
115. Pérez Bustamante.
116. Libro Quinto de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, p. 304.

Contenido 115
EL TRIUNFO DEL VIRREY

3.2. EL REINADO DE FELIPE II (1556-1598)

Felipe II es nombrado rey en 1556, y bajo su gobierno siete virreyes ocupa-


rán el cargo en la Nueva España, y se forjará definitivamente el tipo ceremonial
de entrada virreinal novohispana, con elementos que aparecen en esta etapa y
perdurarán al menos durante los dos siglos siguientes, con mayor documentación
sobre estas celebraciones y una importancia cada vez más destacada de los arcos
triunfales efímeros realizados para la ocasión, aunque las fuentes para el estudio
de los mismos siguen siendo escasas.

3.2.1. Gastón de Peralta, marqués de Falces (1566-1568)

De origen aristocrático navarro, nacido en Pau (Francia), y de fulgurante carre-


ra militar y diplomática, Gastón de Peralta es designado como virrey el doce de
febrero de 1566, el primero que nombra Felipe II y que terminará con dos años
de gobierno de la Real Audiencia en la Nueva España. En el caso del marqués de
Falces, se embarcará en Cádiz, en la nao del maestre Antonio Darmas, y se conser-
vará de su llegada bastante más información que en los casos posteriores, «o bien
porque se celebraron más festividades o simplemente por un mayor detallismo
en la redacción de las mismas».117
En las actas de sesiones del cabildo mexicano se da muchísima información
acerca de los preparativos de la llegada de Gastón de Peralta, con nombramientos
de comisiones, consultas sobre cómo celebrar la recepción y encuentro con la Real
Audiencia, la compra de ropas y mantas para celebrar juegos de escaramuzas, la
confección de ropones para justicias, regidores, escribano mayor y mayordomo o
discusiones sobre la forma en que deben ir vestidos los maceros. Es muy interesan-
te el hecho de que el siete de octubre deciden recibirlo bajo palio: una rica factura
de tela de oro, con flecos de oro y plata, sedas coloradas, varios dorados y cinco
escudos con las armas de México, uno mayor en el centro y cuatro pequeños en
los laterales. Observamos así, cómo en los inicios del virreinato algunos de sus jefes
supremos utilizaron el palio para las entradas triunfales, aunque finalmente las Le-
yes de Indias regularán que se trata de una dignidad solo propia del monarca, y por
tanto los virreyes deberán rechazar este palio en cuanto les sea ofrecido. También
se van a autorizar los gastos necesarios para hospedar al marqués de Falces en el
pueblo de Guadalupe, y es la primera ocasión en que este lugar es nombrado como
punto de las recepciones virreinales, donde descansará antes de su entrada en la
capital y acordará los detalles de la misma con los regidores. En siglos posteriores,

117. Rubio Mañé, J. I.: El Virreinato, iih, unam, México, 1983.

116 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

la villa de Guadalupe se convierte en una de las etapas más importantes e interesan-


tes de los grandes viajes virreinales hasta la capital.
Gastón de Peralta llega al puerto de Veracruz el diecisiete de septiembre de
1566, y tras su paso por Guadalupe, se señalará para su gran entrada triunfal el
sábado diecinueve de octubre, pese al revuelo que todavía conmocionaba toda
Nueva España por la condena al cadalso de Martín Cortés, acusado de traición al
monarca Felipe II. Para festejar esta entrada triunfal tenemos noticia de unas pin-
torescas escaramuzas celebradas en la plaza Mayor mexicana, con unos ochenta
caballeros luciendo libreas de tafetán de varios colores y albornoces de seda tin-
tada, además de un refresco para el virrey y su esposa, Leonor de Vico.118
El marqués inicia su gobierno con la anulación de la ejecución de Martín Cortés
y su hermano Luis, cosa que le granjeará numerosos enemigos e incluso acabará
con su fortuna política. Finalmente, el virrey es acusado de animosidad por algunos
oidores, y el monarca decide enviar dos visitadores que ordenarán el inminente
regreso de Gastón a España, tras solo dos años de gobierno, en los que destaca la
apertura de un hospital para ancianos, locos, convalecientes e inválidos.

3.2.2. Martín Enríquez de Almansa (1568-1583)

De procedencia castellana, Martín Enríquez es el tercer hijo del marqués de


los Alcañices, creador del mayorazgo de Valderrábano, casado con Ana María Man-
rique y designado como virrey por el monarca el día dieciocho de mayo de 1568.
A su llegada a Veracruz, la isla de Sacrificios está ocupada por el corsario inglés
John Hawkins, al que logrará expulsar.
El veinticuatro de septiembre de 1568 se tendrán noticias de su llegada a Ve-
racruz, se crearán las comisiones debidas y se iniciarán las discusiones sobre los
detalles de su entrada. En la sesión del treinta de septiembre se nombrará a
los caballeros designados para rendirle a Enríquez honores militares, entre los
que se encontraba Luis de Velasco, hijo del segundo virrey y futuro gobernante.
Pero lo más interesante es que se acuerda levantar un «muro lienzo»,119 es decir un
arco triunfal, en la calle Ixtapalapa, esquina de la casa del alcalde Altamirano, justo
frente a la calle del monasterio de Santo Domingo. Este hecho es de tremenda
importancia, pues es la primera noticia fehaciente que tenemos de la erección de
un arco triunfal en la esquina de Santo Domingo, lugar que será marcado como
tradicional para la colocación de los arcos triunfales sufragados por el ayunta-
miento mexicano, donde además, le saludaban las autoridades y se le entregaban

118. Libro Séptimo de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, p. 340.


119. Ibídem, p. 415-419.

Contenido 117
EL TRIUNFO DEL VIRREY

las llaves de la ciudad. En las sesiones también se refiere que en el caso del mar-
qués de Falces se erigió otro arco, aunque de este no tenemos noticias.
Finalmente, la entrada triunfal se celebrará el cuatro de noviembre de 1568,
con escaramuzas y utilización de palio, discutida también en las sesiones del
cabildo. Para el siguiente trece de agosto, día de San Hipólito y aniversario
del triunfo de Cortés contra los aztecas, se dejará un magnífico juego de cañas a
la castellana, con diferentes caballeros vestidos con ricas libreas costeadas por el
ayuntamiento, enfrentándose en grupos de ocho y demostrando su destreza en
la equitación.
Durante su gobierno se fundarán diversos establecimientos de beneficencia
y cultura, como el Hospital de San Hipólito o el Colegio de Santa María de Todos
los Santos. Además, se estableció definitivamente el Santo Oficio de la Inquisición,
en 1571, y al año siguiente llegaron los jesuitas, que en 1574 habrían de fundar el
Colegio de Pátzcuaro. Se realizarán diferentes salidas contra grupos de chichime-
cas que atacaban ciudades al norte de la capital, incluso Guanajuato, y en 1576
una grave epidemia asolará a la población indígena. En 1580 será enviado con el
mismo puesto al Virreinato del Perú.

3.2.3. Lorenzo Suárez de Mendoza, conde de La Coruña (1580-1583)

Miembro de la alta nobleza castellana, hijo del marqués de Santillana y primo


de Antonio de Mendoza, primer virrey novohispano, Lorenzo Suárez nace en
Guadalajara en 1518, y se convertirá en IV conde de La Coruña. Participó en la
guerra de Túnez, acompañando a su padre, y se convirtió en hombre de letras
llegando a ser patrón y protector de la Universidad de Alcalá. El veintiséis de
marzo de 1580 obtiene el cargo de virrey novohispano, tras el nombramiento
de Felipe II.
El conde de La Coruña llegará el veintiocho de agosto de 1580 al puerto de
Veracruz, y se iniciarán rápidamente los trámites y sesiones del cabildo mexicano
para su recepción. Se nombran las comisiones de bienvenida, se ordena la con-
fección de un nuevo palio, todavía más suntuoso y con dieciséis varas doradas,
se encargan nuevos ropajes, forros y gualdrapas y se organizan las escaramuzas
oportunas para el día de la feliz venida. También se discutirá ampliamente sobre
quién debía llevar las riendas del caballo del virrey, honor del que se podían
extraer grandes beneficios económicos y políticos, y que recaerá finalmente en
los alcaldes ordinarios. Además, se proyecta ampliar los homenajes con una gran
comida en Guadalupe, el discurso del corregidor antes de la entrega de llaves de
la ciudad y nuevas decoraciones en las calles y principales edificios de la ciudad.
Quizá lo más interesante de todo sea el acuerdo, de veintiséis de septiembre, para

118 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

recibir al virrey en su llegada frente a Santa Catalina, donde se debía erigir un


muro y arco de madera, con lienzo pintado con las armas reales y de la ciudad.
En cuanto llegase allí el virrey, debía romperlo montado a caballo para entrar en
la ciudad, escuchar el discurso del corregidor y recibir las llaves de la Ciudad de
México. Desde ese lugar se organizaría el gran desfile por las calles de la ciudad
con gran orden y acompañados de maceros, atabales y trompeteros. Vemos, por
tanto, nuevas noticias de los arcos triunfales del siglo xvi novohispano, todavía
muy rudimentarios, pero expresando, de un lado, el apego a la monarquía hispá-
nica de las autoridades de la ciudad, y del otro, la gran importancia que el cabildo
mexicano se va a dar a sí mismo desde los inicios de los tiempos virreinales, con
las armas representadas en este temprano arco.120
Otro hecho importante en el recibimiento del conde de La Coruña, es que de
nuevo tenemos noticias del encuentro entre el virrey entrante y el saliente, pero
en esta ocasión en la ciudad de Otumba, lo que es más relevante si cabe, ya que
es la primera ocasión en que se encuentran en dicha ciudad, que posteriormente
albergará la simbólica entrega del bastón de mando, como rememoración de la
batalla en que se consiguió el acceso a la ciudad de Tenochtitlán. Enríquez de
Almansa y el conde de la Coruña se reúnen en el convento de San Francisco, bajo
sitial, y durante ocho días discuten sobre los asuntos generales y de importancia
de la Nueva España. Finalmente, la entrada triunfal en la Ciudad de México se pro-
duce el cuatro de octubre de 1580, con enorme pompa y juegos de escaramuzas
como diversión popular.
En su gobierno, el conde de La Coruña buscará una limpieza a fondo de la
administración novohispana, enfrentándose al poder de la Real Audiencia, que
limitaba sus acciones. Incluso demanda al monarca la llegada de un visitador para
combatir las obstrucciones de los oidores, cargo que obtendrá el que también
será primer inquisidor general de la Nueva España y futuro virrey: Pedro Moya de
Contreras. Además instituirá el Tribunal del Comercio, conocido también como
Consulado, para supervisar las dos grandes aduanas novohispanas,Veracruz y Aca-
pulco. Tres años después de su entrada triunfal, morirá el veintinueve de junio
de 1583, y sus restos serán sepultados en la iglesia de San Francisco y más tarde
trasladados a España. La Real Audiencia tomará de nuevo el control del gobierno,
hasta que dieciséis meses más tarde sea nombrado un nuevo virrey.

120. Libro Octavo de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, p. 446-453, 457-498 y 461.
Es de resaltar también que en sesión de catorce de octubre el cabildo discute sobre la
forma en que demandar a los pintores del arco triunfal por engaño en el precio, ya que no
agradó a los regidores la calidad de las pinturas.

Contenido 119
EL TRIUNFO DEL VIRREY

3.2.4. Pedro Moya de Contreras, arzobispo de México (1584-1585)

Nacido en Córdoba hacia 1527, el sexto virrey de Nueva España es un sacer-


dote, formado en la Universidad de Salamanca y que pasará como inquisidor a
Canarias, Murcia y posteriormente a Nueva España, donde será el primer inquisi-
dor general de América. En 1573 es nombrado arzobispo de México, y a la muerte
del conde de La Coruña ocupará interinamente el cargo de virrey. Evidentemente
no habrá viaje triunfal, pues ya se hallaba en México, ni grandes celebraciones.
Sin embargo, debemos destacar la oficialización de una tradición que aparecerá
repetidas veces en la historia virreinal mexicana: a la muerte de un virrey en el
cargo, el arzobispo de la capital se hace cargo del gobierno hasta que uno nuevo
sea nombrado, si los pliegos secretos que lleva el anterior virrey no dicen lo con-
trario. En su gobierno, atenderá sobre todo a temas piadosos y religiosos, como
la celebración del primer Auto de Fe o la abolición total de la esclavitud de los
indios. En 1585, el rey Felipe II nombra ya a un nuevo virrey, y Contreras regresa
a España en 1589, donde es nombrado presidente del Consejo de Indias, y muere
tan solo dos años más tarde.

3.2.5. Álvaro Manrique de Zúñiga, marqués de Villamanrique (1585-1590)

Nacido alrededor de 1540, el más joven de los hijos del duque de Béjar sirve
en diversos ámbitos al monarca, y es honrado como I marqués de Villamanrique
en 1575 y diez años más tarde, el veintiséis de febrero de 1585, con el cargo de
virrey novohispano, decisión tomada de forma personal por Felipe II pese a las
recomendaciones de algunos consejeros.
En las diferentes sesiones del cabildo mexicano, que dan inicio una vez se
conoce que el marqués de Villamanrique se ha hecho a la mar, se discute sobre
la oportunidad de celebrar juegos de cañas dada la falta de presupuesto, y por
primera vez se nombra los Llanos de Guadalupe, extensión entre dicha villa y la
capital, para hacer las escaramuzas durante el traslado del virrey desde la iglesia
guadalupana a la catedral metropolitana. Para ello se buscan los edificios adecua-
dos, se adereza la calzada de Guadalupe e incluso se presenta un pintoresco pro-
yecto por el clérigo Baltasar Vallerino, en que cuatro ninfas recorrerían el mismo
trayecto que Manrique de Zúñiga aderezadas y a caballo con gualdrapas. Además
se discute la compra de un buen caballo para la entrada triunfal, aderezado con si-
lla de terciopelo guarnecida de oro, estribos y freno dorados y ferliz de terciopelo
carmesí forrado con raso blanco de China. Su llegada a San Juan de Ulúa se produ-

120 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

ce el siete de septiembre y la gran entrada triunfal el dieciocho de noviembre de


1585, con besamanos y en compañía de su esposa Blanca de Velasco.121

Figura 21
Desconocido, Retrato del virrey marqués de Villamanrique,
óleo sobre lienzo, 92 x 70 cm, 1586, mnh, México

121. Libro Noveno de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, p. 48, 54-56, 63-64, 71-72 y
76-78. Padre Andrés Cavo.

Contenido 121
EL TRIUNFO DEL VIRREY

El gobierno del marqués de Villamanrique se caracteriza por los enfrentamien-


tos entre el clero regular y secular, por la regulación de los impuestos del vino
y por los constantes ataques del corso inglés a las costas de Nueva España. En
1586, sir Francis Drake captura el galeón de Manila llamado Santa Ana, y al año
siguiente el puerto de Huatulco es saqueado por Thomas Cavendish. El virrey
optará por formar y establecer cuerpos de voluntarios para defender las flotas
y los puertos de estos ataques. Los enfrentamientos del virrey serán constantes
con franciscanos y agustinos, además de oidores de México y Guadalajara que lo
acusarán de tiranía y corrupción, y finalmente el monarca le instará a entregar el
cargo a Luis de Velasco, cuando este llegase en enero de 1590.

3.2.6. Luis de Velasco, su primer gobierno (1590-1595)

Luis de Velasco Castilla y Mendoza es hijo del segundo virrey novohispano,


don Luis de Velasco, y acompaña a su padre siendo niño a Nueva España. A su
muerte, seguirá en México como regidor del ayuntamiento, hasta que a conse-
cuencia de sus enfrentamientos con Álvaro Manrique de Zúñiga vuelva a España,
donde Felipe II le nombra embajador en Florencia. Con la llegada de los proble-
mas para el marqués de Villamanrique, Luis de Velasco hijo será nombrado virrey,
y volverá a Nueva España, la tierra de su infancia y juventud.
A su llegada a América, Velasco no desembarcará en Veracruz, al estar esta do-
minada por los partidarios de Villamanrique, y lo hace en Tamihaua, en el Pánuco,
a mediados de 1589. Con la tranquilidad repuesta en el gran puerto novohispano,
volverá a embarcar y partirá hacia Veracruz.
Los detalles de la entrada triunfal se irán forjando poco a poco en las diferentes
sesiones del cabildo mexicano desde que se conoce su llegada a las costas novo-
hispanas. El día veinticuatro de diciembre de 1590 se informa del desembarco, con
el regocijo del ayuntamiento mexicano ante este hecho, dado que el propio Luis
de Velasco había sido compañero suyo y gran rival del anterior virrey. Además, se
nombran las comisiones: a Baltasar Mejía Salmerón para agasajarlo y recibirlo en
Guadalupe, se encarga el arco triunfal y la llave dorada para su entrega y se tratan
diversos pormenores de las solemnidades requeridas, y se decide que las riendas
del caballo del virrey sean llevadas por los alcaldes ordinarios y el alguacil menor.
El día veintiocho de diciembre se acuerda celebrar una mascarada encamisada para
el día siguiente a la entrada triunfal y la colocación de luminarias en ventanas y
azoteas, que iniciarían con la salida de la ciudad de Villamanrique y hasta el día
siguiente a la entrada de Velasco. En esta ocasión se da gran importancia a la ilumi-
nación nocturna, algo que será una constante en las entradas triunfales virreinales,
una de las decoraciones urbanas más importantes, sorprendentes y efectistas de la

122 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

fiesta novohispana. Se discute también sobre los repiques de campanas que debe-
rían dar las iglesias de la ciudad, qué días y a qué horas. Al día siguiente se aprueban
nuevos ropones de terciopelo carmesí, raso, tafetán y seda para los concejales, así
como gualdrapas de terciopelo con aderezos rosados para sus caballos.Ya en enero,
se aprueba que la escaramuza se desarrolle en Guadalupe y no en la plaza Mayor,
con ochenta jinetes participantes en la misma, que se iniciaría con un desfile de
antorchas de los propios concejales. También se aprueba una magnífica y original
decoración efímera urbana, al recrear un bosquecillo en la plaza Mayor mexicana,
con arboleda, venados y conejos, todo ello ornado por diferentes jefes de indios,
para la celebración de juegos de cañas, paseos y todo tipo de eventos.

Figura 22
Desconocido, Retrato del virrey don Luis de Velasco,
óleo sobre lienzo, 93 x 68 cm, 1585, mnh, México

Contenido 123
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Tras la llegada a Veracruz de Luis de Velasco, este entregará un pliego para


Diego Romano, obispo de Tlaxcala, en que se le designaba juez visitador del vi-
rrey depuesto. Con la llegada del obispo a México, Villamanrique saldrá el día
diecisiete de enero de 1591, es despedido en la ermita de Santa Ana, en las afueras
de la ciudad, y se convierte esta despedida virreinal en otro más de los episodios
tradicionales en estas etiquetadas ceremonias.Tras salir de la capital, irá a Texcoco
y a Acolman, donde se entrevistará por más de dos horas con Luis de Velasco, para
posteriormente dirigirse a Veracruz a esperar el consentimiento del visitador Die-
go Romano para poder salir hacia Europa. Por su parte, Velasco tras Veracruz se
dirige a Orizaba, luego a la entrevista a Acolman y posteriormente a Guadalupe,
donde se producirán los homenajes municipales y se resolverán los detalles para
su entrada.
De la entrada de Luis de Velasco en México, el día veinticinco de enero de
1590, guardamos información algo más detallada que para el resto de sus antece-
sores. Así, el virrey llegará a la ciudad por los Llanos de Guadalupe y Santa Cata-
lina, para dirigirse primeramente a la catedral metropolitana, donde es recibido
por el cabildo eclesiástico, y posteriormente al Palacio de los Virreyes. Además,
en las sesiones de cabildo se informa de cómo resultó la composición del desfile
que recorrerá las engalanadas e iluminadas calles de la ciudad. A la cabeza se si­
tuaría un piquete de soldados haciendo sitio para el desfile, tras lo que llegarían
las músicas militares, caballeros y gente ilustre de la ciudad y los miembros del
cabildo mexicano, secretarios, relatores y la Real Audiencia en pleno.Tras ellos se
situaba el virrey, con un caballo ricamente enjaezado y las riendas llevadas por el
corregidor Pablo de Torres y el alcalde ordinario Leonel de Cervantes en el caso
de la derecha, y por el regidor Diego de Velasco y el alcalde Rafael de Trejo para
la izquierda. Finalmente desfilaban la infantería y la caballería. Es de un enorme
interés ver como ya en esta entrada de finales del siglo xvi el microcosmos del
poder novohispano aparece representado de una manera clara y ordenada, por
cuanto se desfila frente al pueblo, en un esquema que, con leves variaciones, se
mantendrá al menos hasta el siglo xviii. 122
El gobierno de Luis de Velasco se verá también marcado por la relación con
los indios, con la conquista de las tierras chichimecas del norte a base de fundar
en las mismas colonias de los más hispanizados tlaxcaltecas, y duplicará el tributo
que pagaban los naturales. También tuvo que lidiar y sofocar la nueva revuelta
de Martín Cortés. En lo referente a obra pública, inicia una etapa de embelleci-
miento de la Ciudad de México, inaugura el parque de la Alameda, y mejora las
fortificaciones de San Juan de Ulúa y la ciudad de Veracruz. Además, encargará a
Juan de Oñate la exploración y conquista de territorios en el actual estado nor-

122. Libro Noveno de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, p. 362-365 y 369-372.

124 Contenido
L A FORMACIÓN DEL CEREMONIAL, EL SIGLO XVI

teamericano de Nuevo México. En 1595 será nombrado virrey del Perú, cargo
que empezará a ejercer al año siguiente, aunque a inicios del siglo xvii volvería a
Nueva España y sería nombrado nuevamente virrey.

3.2.7. Gaspar de Zúñiga y Acevedo, conde de Monterrey (1595-1603)

Noble español, hijo de los condes de Monterrey, nace y estudia en esta ciudad
gallega de la mano de los jesuitas. Desde 1578 entra al servicio de Felipe II, parti-
cipa en las campañas portuguesas y en la defensa de La Coruña cuando es atacada
por Francis Drake en 1589. Seis años más tarde será nombrado virrey de la Nueva
España, el veintiocho de mayo de 1595.
Desde su nombramiento, las autoridades mexicanas empezarán a debatir y
ordenar las medidas necesarias para su entrada triunfal, tales como las comisiones
de bienvenida, los nuevo ropones, la compra de un nuevo caballo, el adereza-
miento de la calle de Santa Ana y la calzada de Guadalupe, la confección de la lla-
ve dorada para su entrega, la del palio, y las farsas, escaramuzas y juegos de cañas
a celebrar en Guadalupe. Frente a todos estos detalles pendientes, ya el dieciocho
de septiembre tratan el exceso de gasto y los problemas económicos, por eso de-
ciden demandar un prestamo de veinte mil pesos a Luis de Velasco. En siguientes
sesiones se discutirá acerca de los eventos programados para sorprender y agra-
dar al nuevo virrey, entre los que se deben destacar dos de gran originalidad. En
primer lugar, una guerra fingida en la laguna mexicana, a los lados de la calzada de
Guadalupe, con gran cantidad de canoas, enramadas y empavesados, preparados
por los indios de México, Santiago de Tlatelolco y Xochimilco, donde muestran la
espectacularidad que podían llegar a tener estas grandes ceremonias de entrada
virreinal. También se organiza un mitote general de toda la provincia en la plaza
Mayor, con palos, voladores y grandes plumerías. En ambos casos observamos cla-
ramente la utilización por parte de las autoridades hispanas de la espectaculari-
dad y originalidad que otorgaban las celebraciones y festejos indígenas, recurren-
temente usados para sorprender a los nuevos virreyes, que quedarían realmente
boquiabiertos ante estos espectáculos al otro lado del mundo.
El viaje de Gaspar de Zúñiga y Acevedo lo llevará de Veracruz a Tlaxcala, Pue-
bla, Cholula, Huejotzingo y Acolman, donde se entrevista con Luis de Velasco,
que posteriormente partiría hacia el puerto de Acapulco para acceder a su cargo
de virrey peruano. Posteriormente se dirigirá a las grandes festividades de Gua-
dalupe, juegos de cañas, luminarias y escaramuzas, para finalizar con la solemne
entrada triunfal en la capital novohispana el cinco de noviembre de 1595. Como
se puede observar en este trayecto, el periplo seguido por Zúñiga es muy similar
al que describe Diego García Panes en el documento en que analiza el viaje del

Contenido 125
EL TRIUNFO DEL VIRREY

marqués de las Amarillas, por tanto, a finales del siglo xvi ya estarían tipificadas las
etapas del viaje.123
De su gobierno destacan sobre todo las grandes acciones exploratorias, las lle-
vadas a cabo por Sebastián Vizcaíno en las actuales California y Nuevo México. En
1596 se fundó por don Diego de Montemayor la ciudad de Monterrey, en honor
al título del virrey. Siguieron las exploraciones en las costas californianas, siempre
en búsqueda de las siete legendarias ciudades áureas de las provincias de Cibola
y Quiviria, nunca encontradas pero que llevan al descubrimiento y fundación de
lugares como La Paz, Cabo San Sebastián, Ensenada o la Bahía de San Diego, todas
ellas en Baja California. Seguirá aumentando los impuestos a los indios, y el dieci-
nueve de mayo de 1603 es nombrado virrey del Perú, permanece hasta la llegada
de su sucesor, el marqués de Montesclaros, con el que se reúne en Orizaba, antes
de embarcar en Acapulco hacia su nuevo destino. El siguiente virrey ya es nom-
brado durante el siglo xvii, y bajo el gobierno de un nuevo monarca, Felipe III.
De esta forma, durante el siglo xvi y con el gobierno de estos nueve virreyes, se
sientan las bases para todo el ceremonial de entrada virreinal en la Nueva España,
y se origina el esquema de algunos desfiles, los espacios para ciertas celebracio-
nes y espectáculos, o las atribuciones de que disfrutan cada uno de los cargos de
la administración. Se ha estudiado cómo en estos años se elige San Juan de Ulúa
como primer lugar de llegada de los virreyes, se producen traspasos de poder
entre virreyes en Otumba, se sigue a grandes rasgos el periplo del conquistador
Hernán Cortés, se ubican los primeros arcos en la calle de Santo Domingo y se
discute en las reuniones del cabildo sobre gran cantidad de cuestiones, no solo
organizativas sino también de protocolo, como quién debe llevar las riendas del
caballo del virrey o quién debe recibirlo en las diferentes ciudades de paso. Por
tanto, si bien el modelo de entrada virreinal está formándose y no es totalmente
maduro, podemos concluir que en estos años se instauran gran cantidad de las
tradiciones posteriores y que las continuas, detalladas e intensas sesiones orga-
nizativas muestran el interés que suscitaba dicha ceremonia, pues era la llegada
de la más alta dignidad que nunca pisaría territorios novohispanos, la del enviado
real.

123. García Panes, D.: Diario particular del camino que sigue un virrey de México desde su
llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital.

126 Contenido
CAPÍTULO IV

Contenido
EL SIGLO XVII, EL ESPLENDOR DE LAS ENTRADAS BARROCAS

El siglo xvii asienta definitivamente la tradición de entradas triunfales virreina-


les, hasta la ruptura del modelo a finales del siglo xviii y los pocos años del siglo
xix antes de la independencia. Es el siglo de las grandes entradas barrocas, con
suntuosas celebraciones, erección de grandes arcos triunfales y una documen-
tación mucho mayor al respecto que durante el siglo anterior. Las tradiciones
propias novohispanas quedan definitivamente marcadas, el protocolo seguirá es-
trictas etiquetas para la recepción de nuevos virreyes, y el lujo y boato irán en
ascenso, cosa que marcará los primeros recortes presupuestarios por parte de la
corte madrileña.

4.1. EL REINADO DE FELIPE III (1598-1621)

El siglo xvii se inaugura con Felipe III en el trono, el primero de los lla-
mados Austrias menores, con mucha menos capacidad política y diplomática
que Carlos V o Felipe II, el erario hispano necesitará cada vez más los fondos
llegados de las Indias, y por tanto se dispondrá de cantidades menores para
gastar en la recepción de los virreyes, cosa que se notará sobre todo a finales
de este reinado. Cinco son los virreyes que nombrará este monarca, y ahon-
dará en la costumbre de removerlos posteriormente a virreyes del Perú, para
aprovechar la experiencia que todos ellos ganan en la administración en la
Nueva España.

Contenido 129
EL TRIUNFO DEL VIRREY

4.1.1. Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros (1603-1607)

Hijo póstumo del II marqués de Montesclaros, será criado por su madre Isa-
bel Manrique de Padilla, entrará en el ejército al servicio del duque de Alba en la
campaña portuguesa, como capitán de lanceros. Por sus servicios se le concederá
el honor de ser Caballero de la Orden de Santiago en 1591, posteriormente será
gobernador de Sevilla y ya el diecinueve de mayo de 1603 es nombrado virrey de
la Nueva España, por lo que es el primero de los ascendidos por Felipe III.
El marqués de Montesclaros embarcará en Cádiz el veintiocho de junio de
1603, con su esposa Ana de Mendoza y treinta y tres criados, y llegará el cinco
de septiembre al puerto de Veracruz. Desde el diez de septiembre se inician las
sesio­nes del cabildo capitalino para la organización de los eventos de su entrada
triunfal, con luminarias nocturnas desde su llegada a Nueva España, con el contra-
to de un pintor y un carpintero para la confección del arco de la calle Santo Do-
mingo, por un sueldo de mil pesos cada uno, se discute quién rendirá los homena-
jes al nuevo gobernante y cómo serán los juegos de cañas a celebrar en Guadalupe.
Es uno de los primeros casos en que se debate sobre problemas económicos graves
para sufragar la entrada, y se reclama a la Real Hacienda el pago de una deuda con el
ayuntamiento de veinte mil pesos. Posteriormente habrá problemas para la termi-
nación del arco triunfal y para la reparación de la calzada de Guadalupe, por lo que
la entrada de Montesclaros se verá retrasada en diversas ocasiones. 124
Juan de Mendoza y Luna se traslada por el habitual camino de Veracruz a
Puebla, donde aguardará a que sea posible realizar el ingreso en la capital, por
los retrasos acaecidos en la organización por falta de fondos. El catorce de octu-
bre de 1603 llegará a la ciudad de Otumba, donde se entrevista con el conde de
Monterrey, anterior gobernante que le proporciona un magnífico hospedaje en
la ciudad, alargando la estancia durante ocho días. El veintitrés de octubre llega a
Guadalupe, donde realiza su solemne entrada triunfal en Ciudad de México tres
días después, y deja para el veintisiete de octubre el juramento y la toma de po-
sesión ante la Real Audiencia.
Durante su gobierno se produjeron dramáticas inundaciones en Ciudad de
México, y se iniciaron las ambiciosas obras de desagüe de las lagunas que rodea-
ban a la capital, para evitar nuevas tragedias. Grandes obras públicas se ejecutarán
en estos años, como el empedrado de las calles mexicanas, el inicio del acueducto
que llevaría agua potable desde las fuentes de Chapultepec al centro de la ciu-
dad, y la mejora de las calzadas que unían México con Guadalupe, San Cristóbal,
San Antonio Abad o Chapultepec. Como la mayoría de los virreyes de Felipe III,

124. Libro Decimoquinto de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 208-221, 225-
229, 238-241, 245-249.

130 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

será promovido el doce de junio de 1607 al puesto de virrey del Perú, tras lo cual
se embarcó en Acapulco rumbo a Lima.

Figura 23
Desconocido, Retrato del virrey marqués de Montesclaros,
óleo sobre lienzo, 93 x 66 cm, c. 1603, mnh, México

Contenido 131
EL TRIUNFO DEL VIRREY

4.1.2. Luis de Velasco, el segundo mandato (1607-1611)

Don Luis de Velasco había sido ya anteriormente virrey novohispano, durante


el reinado de Felipe II y posteriormente removido al mismo cargo en Lima, para
volver a la Nueva España el año 1604. Felipe III volverá a confiar en Velasco, y lo
nombra de nuevo virrey el veinticinco de febrero de 1607, a la edad de setenta
años. Su esposa, María de Ircio y Mendoza, es considerada la primera virreina crio-
lla, con descendientes que tendrán una enorme importancia en la administración
novohispana durante todo el siglo xvii.
La noticia llegará a Veracruz el diecisiete de junio de 1607, por lo que se
nombrará en el ayuntamiento de la capital varios comisarios para ir en bús-
queda de Velasco, que responderá dos días más tarde desde sus tierras en At-
zapotzalco, tras lo que se enviará allí a los emisarios y se celebrarán vistosas
luminarias nocturnas y fuegos artificiales. Velasco rogará al ayuntamiento que
no se exceda en los gastos para su entrada triunfal, cosa que apoyará también
el virrey Montesclaros pese a la oposición de los regidores, que preferían re-
cibir como era debido al nuevo gobernante aunque este ya se encontrase en
territorio novohispano.125
Tras su salida de Atzapotzalco, Luis de Velasco pasará a descansar durante ocho
jornadas en el convento franciscano de Santiago de Tlatelolco, para entrevistarse
con el virrey saliente en la cercana Xochimilco, cuando este ya se dirigía al puerto
de Acapulco. Su solemne recepción en la capital se celebrará el quince de julio de
1607, seguida de la recepción de la Real Audiencia y la formal toma de posesión.
En este segundo gobierno, Velasco seguirá con las obras del desagüe del
valle de México, según los proyectos propuestos por el ingeniero Enrico Mar-
tínez, sofocará revueltas de esclavos negros cerca de Orizaba y financiará las
expediciones de Sebastián Vizcaíno a las costas japonesas. Por sus grandes ser-
vicios, el veintisiete de diciembre de 1610 será llamado para formar parte del
Consejo de Indias, se le otorgará el título de marqués de Salinas y se embarca-
rá en Veracruz hacia la península ibérica, donde morirá siete años después. Su
vacío será ocupado en forma de interinazgo por el arzobispo de México.

125. Libro Decimoquinto de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 48-57, 59, 61,
63-66.

132 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

4.1.3. Fray Francisco García Guerra, arzobispo de México (1611-1612)

Sacerdote español, que toma el hábito dominico en el monasterio de San Pa-


blo de Valladolid, es designado en 1607 como nuevo arzobispo de México. Su
entrada como gran autoridad eclesiástica novohispana es enormemente repre-
sentativa y marca la apropiación definitiva de los espacios en las diferentes ciu-
dades para estas celebraciones. En el año 1611 asume el cargo de virrey de la
Nueva España mientras llega su sucesor, por tanto no realizará nuevas entradas
triunfales, tan solo las ceremonias religiosas oportunas y el juramento habitual
ante la Real Audiencia.
Durante su breve gobierno se seguirán las ambiciosas obras públicas, y pro-
curará también la mejora de la situación de los indígenas. Ocho meses tras el
juramento, García Guerra muere en un accidente mientras visitaba las obras de
desagüe del valle de México, en una fatal caída seguida de una operación que
precipita su fallecimiento. Esperando la llegada del nuevo virrey, la Real Audiencia
se convertirá de nuevo en la gobernante del virreinato, e incluso el oidor decano,
Pedro de Otacora, pasará a residir en el Palacio de los Virreyes.

4.1.4. Diego Fernández de Córdoba, marqués de Guadalcázar (1612-1621)

Nacido en Sevilla en 1578, Diego Fernández de Córdoba será nombrado virrey


el veintitrés de enero de 1612, y se organizará su recepción desde el momento
en que se conoce su llegada a Veracruz. Es de vital importancia remarcar cómo,
para el caso de este recibimiento, la Real Audiencia decide limitar el gasto a tan
solo catorce mil pesos, lo que levanta enérgicas protestas en el ayuntamiento,
ya que se debían eliminar las escaramuzas, dejar de reparar las casas y calzada
de Guadalupe y bajar el presupuesto en la decoración general de la ciudad. Su
entrada triunfal se realizará el veintiocho de octubre de 1616, seguida de la toma
de posesión en la forma acostumbrada.126
Durante la administración del marqués de Guadalcázar se terminará con las
revueltas de indios tepehuanes en Sinaloa, se fundarán ciudades como Lerma,
Córdoba o Guadalcázar, se construirá el fuerte de San Diego en Acapulco y se
finalizará el acueducto para llevar las aguas de Chapultepec al centro de la
ciudad. Más interesantes son las disposiciones tomadas respecto a las entradas
triunfales por Felipe III en estos años, ya que se limita por ley el gasto para las
mismas, se prohibe la obtención de dádivas en ciudades del camino y se dictan

126. Libro Decimoctavo de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 435-436, 446-
447, 450-453.

Contenido 133
EL TRIUNFO DEL VIRREY

las atenciones necesarias para los virreyes salientes, 127 quejosos en muchas oca-
siones de la indiferencia que levantaban en su salida frente a la magnificencia
con que eran recibidos. Evidentemente, se trataba de acciones encaminadas a
un doble objetivo, la reducción de gastos para aumentar la recaudación de las
arcas reales y la lucha contra la corrupción de la administración virreinal, que
con sus dádivas y prebendas corrompía a los virreyes mediante los fastos orga-
nizados en las entradas triunfales. El veintidós de agosto de 1620 es nombrado
virrey del Perú, aunque permanecerá en México hasta la llegada de su sucesor
a la Nueva España.

4.1.5. Diego de Pimentel, conde de Priego y marqués de los Gelves (1621-1624)

Diego de Pimentel ingresará en el ejército a temprana edad, alcanzará rápi-


damente el cargo de caballero general y ocupará cargos adjuntos a la Cámara
del rey. Será virrey de su región de nacimiento, Aragón, antes de ser nombrado
gobernante novohispano el veintinueve de abril de 1620. Será el último virrey
nombrado por el monarca Felipe III, pero gobierna en tiempos de su sucesor, que
inicia su reinado en el mismo año de 1621.

Figura 24
Desconocido, biombo de El Palacio de los Virreyes en México, siglo xvii,
Museo de América, Madrid

127. RLRI, Libro iii, Tit. iii, Ley xxii

134 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

Su entrada triunfal será la primera que se vea directamente afectada por las
restricciones que Felipe III realiza a los gastos, además de la prohibición del uso
del palio que se promulga el veintiocho de diciembre de 1620. Las protestas
de los regidores y alcaldes ante la falta de presupuesto serán contundentes, a
lo que la Real Audiencia responderá que se podrían organizar las celebraciones
oportunas si era sufragada la diferencia de sus propios erarios personales. Los
problemas presupuestarios, organizativos y temporales harán que incluso el arco
triunfal no se termine.Tras su llegada a Veracruz, el conde de Priego llega a Apan
el dieciocho de septiembre de 1621, y realiza su solemne entrada triunfal en
México el veintiuno del mismo mes. Las celebraciones no están recogidas en las
actas del cabildo, tan solo el regalo por parte de la ciudad del famoso cinto de
la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, para que el virrey mejorase de sus
achaques, único obsequio del que se tiene constancia en esta alterada y austera
entrada triunfal.128
El marqués de los Gelves encuentra una administración en pésimo funciona-
miento y completamente arruinada, inicia medidas necesarias como la organi-
zación de la armada y el ejército, las reformas judiciales frente a la delincuencia,
la distribución de grano entre los pobres de la capital o la creación de nuevas
cátedras en la Real y Pontificia Universidad de México. Sin embargo, el gran
acontecimiento de su gobierno será el enfrentamiento frontal que mantendrá
con el arzobispo mexicano, Juan Pérez de la Serna, por las dádivas, la facilidad
con que aceptaba los divorcios y la influencia del mismo y sus tratos comercia-
les en el alza del grano y la carne. El once de enero de 1624 el arzobispo visitará
al virrey, se le comunicará la expulsión de la Nueva España, a la que responde
con la excomunión del virrey y todos los miembros de la Real Audiencia, y por
ello ordena a diferentes clérigos entrar en la capital a caballo para animar la re-
vuelta del pueblo contra el virrey. El episodio termina con una rebelión popular
iniciada el quince de enero que culminará con la quema del Palacio de los Vi-
rreyes, la huida del virrey disfrazado de sirviente y su refugio en el convento de
San Francisco el Grande. Ante estos graves problemas, el nuevo monarca Felipe
IV había ya actuado con anterioridad, con el diligente envío de un nuevo virrey,
el marqués de Cerralbo, mientras Diego de Pimentel regresaba a España en los
primeros meses de 1625.

128. Libro Vigesimocuarto de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 136-152. 154-
167, 174, 178-180, 186.

Contenido 135
EL TRIUNFO DEL VIRREY

4.2. LOS VIRREYES DE FELIPE IV (1621-1665)

El reinado de Felipe IV se convertirá en el más esplendoroso en cuanto a gran-


des entradas virreinales en la Nueva España, por la confección de interesantes ar-
cos triunfales, de los que se guarda abundante documentación, y la superación de
las limitaciones económicas de etapas anteriores. Ello permite unos arcos triunfa-
les más grandes, suntuosos y con programas iconográficos más complejos, donde
destacaban sobremanera la mitología grecorromana y sus principales dioses y
héroes. Once son los virreyes que gobernarán en época del Rey Planeta, y harán
viajar hasta la Nueva España a Mercurio, Hércules, Marte, Perseo o Eneas, espejos
donde se mirarán los nuevos gobernantes.

4.2.1. Rodrigo Pacheco Osorio, marqués de Cerralbo (1624-1635)

Noble español nacido hacia 1565, será nombrado virrey el dieciocho de junio
de 1624, en sustitución de Diego de Pimentel ante las revueltas que se generali-
zan por todo el virreinato, incluso con el incendio del Palacio Virreinal. Llegará a
Nueva España acompañado de don Martín Carrillo, inquisidor de Valladolid.
Para este recibimiento el ayuntamiento mexicano discutirá sobre el mal es-
tado de las casas de Guadalupe, indecentes para alojar un virrey. Finalmente, se
acondicionarán las casas de Chapultepec para que el marqués de Cerralbo se alo-
jara en ellas durante cuatro días, incluso se aderezó el bosquecillo de las mismas
llevando aves y pescados. Finalmente, permanecerá quince días en Chapultepec,
y esto será el inicio de la costumbre de residir en esta zona a la espera del ingreso
en Ciudad de México, que se impondrá durante las siguientes décadas. Además,
los regidores se quejarán de no haber celebrado en los últimos tiempos los fes-
tejos de San Hipólito, por eso querían recuperar el tiempo perdido en la entrada
del gobernante, mero pretexto para agasajarlo como era debido pese a las restric-
ciones establecidas por Felipe III. Finamente, la entrada triunfal se producirá el
tres de noviembre de 1624, con la toma de posesión de Rodrigo Pacheco de sus
cargos ese mismo día. 129
El marqués de Cerralbo destacará por su oposición a las flotillas holandesas
que buscan invadir el puerto de Acapulco, y pone dicha plaza en defensa. Se
produce, además, la peor de las inundaciones de Ciudad de México, pues el
nivel del agua llega a los dos metros y se tarda más de cuatro años la retirada
por completo de las aguas que anegaban la capital. Las incursiones de los indios

129. Libro Vigesimoquinto de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 177-179, 187-
199, 201-202, 244-249.

136 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

seguían en el norte, en Nuevo León, donde se fundará en esta etapa un nuevo


presidio en la zona, conocido como Cerralvo en honor a este virrey. Con su
renuncia, en 1635 regresará a la península ibérica, y se convertirá más tarde en
embajador en Viena.

4.2.2. Lope Díez de Armendáriz, marqués de Cadereyta (1635-1640)

Nacido en Quito, hijo de familia noble cuyo padre había sido presidente de la
Real Audiencia de dicha ciudad, se convertirá en el primer criollo en ser virrey de
la Nueva España. Realizará carrera naval, como comandante de las escoltas que
acompañaban a la flota de Indias, y el diecinueve de septiembre de 1635 será
nombrado virrey novohispano por el monarca Felipe IV.
En las sesiones del cabildo se hallan cantidad de discusiones acerca de las fies-
tas que deberían realizarse en su honor, y sobre la necesidad de cambiar el itinera-
rio urbano, ya que el barrio de Santa Ana, por cuya ermita se iniciaba habitualmen-
te el ingreso, se hallaba todavía en muy mal estado por las graves inundaciones
producidas en el mandato anterior. De esta forma, los regidores proponían seguir
con las casas de Chapultepec como lugar de descanso y realizar el ingreso por la
calle de San Juan, con la recepción del ayuntamiento frente al Hospital Real de
Indias, seguir por la calle de San Agustín y colocar el arco triunfal en la esquina de
las casas del cabildo, para continuar por allí a las visitas y actos preceptivos en la
catedral y el Palacio de los Virreyes. Sin embargo, la Real Audiencia negará este per-
miso, en alegar la tradicionalidad del esquema ya forjado durante años en las en-
tradas virreinales, y pese a que descansará dos días en Chapultepec, el marqués de
Cadereyta ingresará solemnemente en la capital el día dieciséis de septiembre
de 1635 desde la ermita de Santa Ana, en compañía de su esposa.130
Durante su gobierno, las obras de desagüe del valle de México serán primor-
diales, vistos los efectos catastróficos de anteriores inundaciones, aunque altera-
das por el gran terremoto de 1637, igualmente se construyó el canal de Nochis-
tongo, para el control de aguas. Una bula de Urbano VIII prohibió la esclavitud de
indígenas definitivamente, pero el monarca permitió la de africanos, conocidos
como cimarrones, si bien muchos de ellos huían a las montañas en los alrededo-
res de Veracruz y Jalapa. Se crearán nuevos presidios en Nuevo León para la pro-
tección frente a los ataques de apaches y comanches, conocidos como Cadereyta
en honor al virrey. Seguirán las misiones a las Californias, la fundación de conven-
tos y hospitales y la creación de armadas, como la de Barlovento, con sede en el

130. Libro Trigésimo de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 29-32, 34-43, 58-60
y 62-63.

Contenido 137
EL TRIUNFO DEL VIRREY

puerto veracruzano.131 Las críticas contra su gobierno por irregularidades serán


constantes, y organiza su juicio de residencia Juan de Palafox, obispo de Puebla,
a su llegada.

4.2.3. Diego López Pacheco, duque Escalona y marqués de Villena (1640-1642)

Nacido en Belmonte, Cuenca, en 1599 y descendiente de Juan Pacheco,


Diego López Pacheco y Bobadilla era duque de Escalona, marqués de Villena,
conde de Xiquena y Grande de España de primer orden, el primero en ocupar
el cargo de virrey de la Nueva España cuando es nombrado el veintidós de
enero de 1640.
El marqués de Villena embarca en Cádiz el ocho de abril de 1640, junto a
don Juan de Palafox y Mendoza, que había sido nombrado obispo de Puebla y
comisionado para los juicios de residencia de los marqueses de Cerralbo y Ca-
dereyta, anteriores virreyes. Llegará a San Juan de Ulúa el veinticuatro de junio
de 1640, pasa al puerto de Veracruz donde será agasajado durante dos meses,
y visita además, las importantes fortalezas de la zona portuaria. El nueve de
agosto llega a la ciudad de Otumba, donde se produce la tradicional entrega del
bastón por parte del virrey saliente, y se presenta en Chapultepec el día trece
de agosto, donde residirá hasta que el Palacio Virreinal esté listo para acoger a
un personaje de su altura. La entrada se realizará finalmente el veintiocho de
agosto de 1640, con enormes ostentaciones al ser don Diego primo del rey y el
noble de más alto rango nunca recibido en México, con el retraso del paseo del
Pendón para que coincidiese con su solemne recibimiento. Incluso el propio
monarca Felipe IV envía un pliego en el que dispone que se pudiese recibir
al marqués de Villena bajo palio, con lo cual se hizo una clara excepción a lo
marcado por las Leyes de Indias dada la escala social del personaje y sus lazos
de sangre con la monarquía. 132

131. Además, las festividades de San Hipólito serán totalmente restauradas en su go-
bierno, como muestra el Sermón que predicó el doctor don Gabriel de Ayrolo, arcediano de
la Santa Iglesia. de Guadalajara y natural de la Ciudad de México, el día de su patrón San
Hipólito, cuando hace reseña de su Estandarte Real, y se llena su Iglesia con suntuoso acom-
pañamiento, asistiendo a ella el excelentísimo señor marqués de Cadereyta, México, 1638,
BN, unam, México.
132. Libro Trigésimo segundo de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 82-86,
94-99.
Libro Trigésimo Tercero de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 103-105, 108-109.

138 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

Figura 25
Desconocido, Retrato del virrey marqués de Villena,
óleo sobre lienzo, 93 x 70 cm, c. 1640, mnh, México

Para la recepción del marqués de Villena, Ciudad de México erigió un gran arco
de triunfo en que se identificará al virrey con Mercurio,133 pues si este es el enviado

133. Descripción y explicación de la fábrica, y empresas del sumptuoso arco, que la ilus-
trissima, nobilissima, y muy leal Ciudad de México, cabeça del Occidental Imperio, erigió a
la feliz entrada, y gozoso recibimiento, del excelentissimo señor don Diego López Pacheco,

Contenido 139
EL TRIUNFO DEL VIRREY

de los dioses del Olimpo al mundo inferior, don Diego es el enviado de Felipe IV, el
Rey Planeta, a las tierras novohispanas. Se trata de una magna obra efímera, de dos
fachadas, con noventa pies de alto, setenta de lado y siete y medio de grueso, dividi-
da en tres cuerpos de diez varas cada uno, donde el primero es jónico, el segundo
corintio y el tercero compuesto. Se trata, por tanto, de un arco de triunfo de inspira-
ción clasicista, que sigue los modelos marcados en la Europa del Renacimiento y que
se convierte en el soporte para un complejo programa iconográfico que ensalzará
los ascendentes de gran nobleza y las enormes virtudes del marqués de Villena.134
Analicemos primero la fachada exterior, la que recibiría de cara a la comitiva
triunfal ingresante en la ciudad. En el cuerpo central se observan tres tableros di-
ferentes, todos ellos tratan el linaje del virrey y su llegada a América. En el central,
frente a Venus, Felipe IV con las insignias de Apolo entrega el real caduceo al mar-
qués de Villena, con las insignias de Mercurio, que ofrece la lira y apunta con la
otra mano una vista de Ciudad de México, además de ir acompañado por las Tres
Gracias, que llevan alegría, majestad y florido verdor. Todo ello en clara alusión al
encargo real de gobernar con justicia la Nueva España. En el tablero de la derecha
una parra surge del pecho de Diana, y en cada racimo encontramos un óvalo con el
nombre de diferentes ascendentes de la casa de Escalona, es el superior el dedicado
a don Diego, racimo que es sostenido por un águila mexicana, y representa la real y
noble estirpe de Villena y su llegada para el buen gobierno de los novohispanos. En
el tablero izquierdo se observan Mercurio y un serafín que cargan sobre los hom-
bros un cielo en el que lucen estrellas, cetros, coronas y una luna imperial, alusión a
los vínculos que lo unen sanguíneamente con tantos reyes y emperadores. En el ar-
quitrabe de este primer cuerpo, una luna llena coronada, símbolo del imperio, con
el mote «cum plena est fit aemula solis», ya que el marqués con su gobierno emulará
mayores luces, las del monarca hispano. En la misma línea, sobre el frontispicio, un
sol vence a los nubarrones e ilumina unos edificios, como el monarca Felipe IV y
sus enviados en la Nueva España.
En cuanto al cuerpo superior, en el centro se pudo observar el Carro del Sol, ti-
rado por sus cuatro fogosos caballos y guiado por el marqués de Villena en forma
de Mercurio, con diez rayos surgiendo del mismo y medallas con el nombre de
diferentes casas nobles españolas. En la derecha se representó a la Alegría con el
caduceo de Mercurio, señal de que don Diego es embajador de paz y alegrías, y en
la izquierda una estatua de Mercurio en una basa cuadrada, con piedras a los pies,

Marqués VII de Villena, VI de Moya, VII Duque de Escalona […], Caballero del insigne Orden
del Tuson de Oro, virrey y Capitán General desta Nueva España, México, 1640, BN, unam,
México.
134. Este arco ha sido ampliamente estudiado en José Miguel Morales Folguera, Cultura
simbólica y arte efímero en la Nueva España, Junta de Andalucía, Sevilla, 1992. Capítulo III:
Entradas de Virreyes.

140 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

en una mano el caduceo y con la otra señala un camino. Este emblema muestra la
elección de buenos y acertados caminos por parte del nuevo virrey, bajo el mote
tomado de Alciato «qua vocat eundum».135
En el remate de la fachada exterior se observaron las armas del monarca
Felipe IV en el centro, sustentadas por la Prudencia y la Templanza, y con dos
escudos de armas del marqués de Villena en cada uno de los laterales, así como
las armas de México en una posición más baja. En las fingidas jambas del arco
se colocaron ocho nichos, cuatro por cada lado, en los que de nuevo se insiste
en remarcar la importancia de los ascendentes del virrey, potentados, reyes y
emperadores como Maximiliano I, Carlos V, el rey portugués Manuel I, el infante
don Duarte, San Luis IX de Francia, Eduardo III de Inglaterra, el I marqués de Vi-
llena, Juan Pacheco, o Pedro Téllez Girón, maestre de la orden de Calatrava. En los
pedestales y basas aún cupo espacio para la colocación de ocho sonetos y dos
jeroglíficos, y en las puertas que cerraban el arco, formado el primero de los cuer-
pos de la estructura, se pudo ver a la Justicia y la Misericordia llevando la corona
imperial, que se veía entera con las puertas cerradas y media en manos de cada
una cuando estas estaban abiertas.
En cuanto a la fachada interior, el cuerpo central sigue alude al buen gobierno
que se espera del marqués de Villena y los grandes frutos que del mismo se ob-
tendrán. En el tablero central, Mercurio trae multitudes de gente con cadenas de
oro que salen de sus bocas, refleja la apacibilidad que en su gobierno encontrarán
los naturales mexicanos. En la izquierda se pintó la Edad de Oro según Ovidio,
con espigas, arroyos de leche, encinas de miel y repleto de ganado, que simboliza
la felicidad y abundancia que con Villena llegan a la Nueva España. En el tablero
derecho, una escala es sustentada por el monarca mientras a sus pies duerme
América en su traje y por ella desciende un geniecillo, un marqués Mercurio que
guardará la seguridad de los territorios que gobierna. Los frontispicios de este
cuerpo central y el arquitrabe del cuerpo inferior de acceso se adornarán con
más emblemas y jeroglíficos, como la Concordia, Ganimedes sobre el Águila, un
Mercurio entrante en la ciudad, troncos fértiles o la flor de Clicie que sigue al Sol.
En el cuerpo superior se verá al virrey Villena como clemente patrón del ingenio
mexicano y moderador de la justicia respectivamente, con las escenas del elefan-
te halagando corderos con su trompa, la estatua de Mercurio con libros y esferas
a sus pies o las serpientes siendo despedazadas por un cuervo o puestas en paz
en el caduceo de Mercurio. El tratamiento del remate, las basas y pedestales será
igual en las dos fachadas, pero en esta aparecen además tarjas con los nombres
de antepasados del virrey no utilizados en la anterior, como Felipe II, Alejandro
Farnesio y otros marqueses de Villena.

135. Andrea Alciato, Emblematus liber, 1522.

Contenido 141
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 26
Portada de Descripción y explicación de la fábrica, y empresas del sumptuoso arco,
que la ilustrissima, nobilissima, y muy leal Ciudad de México, cabeça del Occidental
Imperio, erigió a la feliz entrada, y gozoso recibimiento, del excelentissimo señor
don Diego López Pacheco, Marqués VII de Villena, VI de Moya, VII Duque de Escalona […],
Caballero del insigne Orden del Tuson de Oro, virrey y Capitán General desta
Nueva España, México, 1640, bn, unam, México

142 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

Con este magnífico arco de Ciudad de México en honor al marqués de Villena,


hemos visto un gran ejemplo de cómo los novohispanos agasajan a sus virreyes
con todo tipo de loanzas a sus virtudes, antepasados o a las mejorías que el vi-
rreinato obtendrá con su gobierno. Es un caso excepcional, pues el marqués de
Villena era tres veces noble y un Grande de España, y en este caso el arco triunfal
se encarece y muestra el agrado de los regidores ante la llegada de un personaje
de tan alta nobleza. Además, el arco fue explicado a su excelencia cuando este
llegó frente a la fachada exterior del mismo por un Mercurio y una América vis-
tosamente adornados y con sus insignias. Se trata, por tanto, del arco triunfal y
entrada virreinal que podemos considerar como totalmente establecida, ya que
utiliza el camino que se ha venido trazando tras más de un siglo y adquiere una
pompa nunca vista hasta este momento, superando los viejos problemas presu-
puestarios y llegando al momento en que mejor se refleja la gran fiesta barroca
en la Nueva España.
El marqués de Villena será el introductor del papel sellado en Nueva España,
vaciará las arcas del virreinato al enviar gran cantidad de recursos a Europa, y
convertirá también en reales los capitales de cofradías y comunidades. Sin em-
bargo, es un virrey inicialmente popular hasta que empieza a gestarse la revuelta
portuguesa y su primo hermano se corona como Juan IV de Portugal, cuando el
conde-duque de Olivares empieza a desconfiar del virrey, y envía ocultamente a
la ciudad a Juan de Palafox, que reúne a todas las autoridades el diecinueve de
junio de 1642, hace arrestar al marqués de Villena y lo conduce preso al convento
de Churubusco, y luego al pueblecito de San Martín Texmelucan. En los últimos
días de 1642 partirá para Veracruz, y luego a España, donde finalmente recupera-
rá el favor real y se le repondrá en el cargo de virrey de Nueva España en 1648,
cosa que no aceptará por su precaria salud, y fallecerá cinco años más tarde en
Pamplona.

4.2.4. Juan de Palafox y Mendoza, obispo de Puebla (1642)

Juan de Palafox, sacerdote aragonés e hijo del marqués de Ariza, será presen-
tado como obispo de Puebla de los Ángeles en 1639, aceptado por el monarca
y hace su traslado a la Nueva España junto al marqués de Villena. Será obispo de
esta ciudad hasta 1655, con grandes aportaciones culturales como la formación
de una gran biblioteca que hoy conocemos como Biblioteca Palafoxiana. Poco
tiempo tras su llegada es nombrado también comisionado para someter a juicio
al virrey marqués de Villena, al que sustituye en el cargo temporalmente y por
tan solo cinco meses. Por ello no realiza entrada triunfal, ya que se hallaba en la
ciudad como visitador, tan solo jura sus cargos ante la Real Audiencia.

Contenido 143
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Durante su breve gobierno se formarán las ordenanzas para la Universidad, la


Audiencia y la abogacía, levantará también doce milicias para la defensa del virrei-
nato, con el temor de la extensión de las revueltas portuguesa y catalana. Fundará el
convento de dominicas de Santa Inés, erigirá el colegio de San Pedro y el de niñas
de la Purísima Concepción, además de terminar y consagrar la catedral de Puebla, el
dieciocho de abril de 1649. Finalmente, volverá a España para encargarse del obis-
pado de Osma, donde se abrirá en 1666 un proceso de beatificación recientemente
cerrado, de manera positiva, el cinco de junio de 2011.

4.2.5. García Sarmiento de Sotomayor, conde de Salvatierra (1642-1648)

Hijo del primer conde de Salvatierra y de Leonor de Luna, García Sarmiento de


Sotomayor seguirá una ascendente carrera de cargos cortesanos, como maestre
de campo de la infantería gallega y de Sevilla, gobernador de la Armada Real y
virrey electo de la Nueva España el uno de julio de 1642.
Desde su llegada a Veracruz, donde insiste en el ahorro de fondos en los fas-
tos para dejar los mismos a las arcas del rey para sufragar sus guerras, el cabildo
mexicano insiste en que se debe recuperar la tradición de recibir a los virreyes
en Guadalupe, aunque tras la negativa de la Audiencia por la incomodidad de
esas casas el conde de Salvatierra aguardará su ingreso también en el castillo
de Chapultepec. El encuentro con el obispo Palafox para la cesión del bastón de
mando se produce en Otumba, y la solemne entrada en la capital se fija defi-
nitivamente para el domingo veintitrés de noviembre de 1642. Es interesante
protocolariamente el hecho de que el día antes se lee una cédula ante el cabildo
en que el virrey demanda ser recibido bajo palio, como se verificó para el caso
del marqués de Villena, por lo que fue necesario prepararlo a toda prisa. Por el
contrario, recomienda no celebrar los tradicionales juegos de cañas, ya que no
eran de su agrado.136
Durante su gobierno encontró en su antecesor, Juan de Palafox, uno de sus
grandes enemigos, mientras los jesuitas le harán costado en su guerra contra el
prelado poblano. La cúpula eclesiástica levantará quejas al rey contra el conde de
Salvatierra, y Felipe IV, al recuperar una antigua tradición de su padre, lo promo-
verá el ocho de julio de 1647 al gobierno del Virreinato del Perú. Sin embargo,
Salvatierra demorará su viaje hasta hacer entrega de su cargo a su sucesor, el
obispo yucateco.

136. Libro Trigésimo Tercero de Actas de Cabildo de la Ciudad de México, pp. 370-371,
375, 184-185, 390, 393-394.

144 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

4.2.6. Marcos de Torres y Rueda, obispo de Yucatán (1648-1649)

Marcos de Torres nace en Almazán en 1591, estudió en Alcalá de Henares,


ocupó el cargo de teología de la Universidad de Valladolid y el canon catedrali-
cio de Burgos posteriormente, y fue nombrado obispo de Yucatán por Felipe IV
en 1645. Llega a la Nueva España al año siguiente, es consagrado en Puebla y toma
posesión de su cargo el nueve de noviembre. Tan solo unos meses más tarde, el
ocho de julio de 1647, el monarca lo nombra virrey de la Nueva España y presi-
dente de la Real Audiencia.
El obispo dejará su diócesis el treinta de septiembre, reposará en Tacuba hasta
el siguiente trece de mayo, donde esperará la salida del conde de Salvatierra hacia
Acapulco. Esa misma tarde entrará en la capital y tomará posesión de sus cargos.
Durante su breve gobierno se llevará a cabo un sonado auto de fe en la plaza del
Volador, con trece condenados a muerte. Morirá poco tiempo después, el veinti-
dós de abril de 1649, y será enterrado en el capitalino templo de San Agustín. A
su muerte gobernará la Real Audiencia, mientras espera la llegada de un nuevo
virrey, y era oidor decano Matías de Peralta.

4.2.7. Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alba de Aliste (1649-1653)

Luis Enríquez de Guzmán, conde de Alba de Aliste, fue nombrado virrey por
Felipe IV en 1650, y se embarcó ese mismo año en Cádiz en compañía de dos hi-
jos.Tras su llegada a Veracruz, inició el tradicional viaje triunfal hasta llegar al cas-
tillo de Chapultepec el veintisiete de junio. Al día siguiente pasará al Palacio de
los Virreyes, donde toma el juramento acostumbrado delante de la Real Audiencia,
para luego volver al castillo a esperar el día marcado para su solemne entrada. El
tres de julio se produjo esta, con gran solemnidad y los agasajos de costumbre. Se
detendrá en la catedral, donde se canta el Te Deum en acción de gracias, y luego
entrará en su nueva morada para ponerse manos a la obra con su gobierno.137
El arco triunfal costeado por el cabildo catedralicio mexicano se colocó delante
del pórtico de la catedral metropolitana, como era costumbre en la tradición no-
vohispana. El tres de julio de 1650 entraba triunfalmente en Ciudad de México el
conde de Alba de Aliste, con las ceremonias acostumbradas y la carrera tradicional,
y llegaba hasta el pórtico de la catedral, lugar donde se encontraba dicho arco.138

137. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
138. Portada Alegorica, espejo político que la augusta y muy exclarecida Yglesia Metropolitana
de México dedicó al Excelentíssimo Señor Don Luis Henrique de Guzman, Conde de Alva de Aliste,
y Villaflor, Grande de España, Gentilhombre de la camara de Su Magestad, del habito de Alcánta-
ra, comendador de Cabeza el Buey, Virrey, Governador y Capitan General desta Nueva España,
presidente de su Rean Chancilleria, & c., Ciudad de México, 1650. bn, unam, México.

Contenido 145
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 27
Desconocido, Retrato del virrey conde de Alba de Aliste,
óleo sobre lienzo, 93 x 67 cm, c. 1650, mnh, México

146 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

El arco en cuestión era de veintisiete varas de alto por dieciséis de ancho, y


constaba de tres cuerpos. El primero de ellos era de orden corintio, con el gran
arco por el cual tenía que pasar la comitiva en el centro y las zonas sin decoración
pictórica rellenadas con cuadros de oro. El segundo cuerpo era del mismo orden,
y el tercero contaba con ocho bichas que figuraban jaspe sobre pedestales, que
simulaban bronce. En las cornisas se observaban diversas tarjas con algunas inscrip­
ciones, las armas de la ciudad y las del monarca. En cuanto a la iconografía para
festejar la dichosa venida, en ella se compara al virrey con Hércules o Alcides, al
parangonar las victorias de este con la hazañas del virrey en Europa, y habla de
sus virtudes a través de las del héroe clásico: nobleza, fortaleza, constancia, sabi-
duría, prudencia, magnanimidad, etcétera. Como vemos es un arco de inspiración
clásica tanto en sus formas y estructuras como en la temática de la iconografía,
puesta al servicio del ensalzamiento de Alba de Aliste.
El primer cuerpo era lógicamente el que contenía la puerta por la que la co-
mitiva pasará, con un gran tarjón –pendiente con bandas azules del segundo piso,
donde está sujeto por figuras que simulan bronce– que caía sobre la clave, en el
que se leía la dedicatoria tradicional en estas arquitecturas, escrita en latín:139

EXCELENTISSIMO
D.D. Aloysio Enrique de Guzman.
DE INSINIORIBUS MAGNATI DE
Magnatibus Presigni
PRAESTANTISSIMO
Comiti de Alba de Aliste, & Villaflor de Regio penetrali
Clarissimo Heroi
OPTATISSIMO
Protegi Occidentalis Imperij Generali Duci, Senatos
Presidi, ut potè auspicatiori Herculi Faustissime tenenti
Reipublice clavum, Militie clavam
AUGUSTISSIMA
Mexicea Metropolitana Ecclesia eius plausibus prima om-
ni; amore fecunda nulli; Haec verae magnitatis linea-
menta, facinorum dogmata, virtutum pegmata,
non blandicntis luxibus, sed oblequientis
aflectibus.
D.S.

Es este un ejemplo de las dedicatorias que se hacían para los arcos triunfales:
nos presentaban al virrey, hablaban de la iconografía –y del héroe con que lo iban a
comparar– y se le daba la bienvenida en nombre del costeador del arco, en este caso

139. Portada Alegorica....

Contenido 147
EL TRIUNFO DEL VIRREY

la catedral metropolitana de México. A partir de entonces la relación empieza la des-


cripción de las pinturas emblemáticas representadas en ambos lados de la puerta de
entrada. Al lado derecho se veía a las Tres Gracias mientras Alcides daba una venda a
cada una, donde se leía Concordia Extrvit, esto es, lo celoso que era el héroe de la
concordia, y las virtudes de tranquilidad, pacifismo y confianza que refleja el nuevo
virrey. En el lado derecho, Hércules daba la mano a Atlante mientras sobre sus ca-
bezas resplandecía una estrella celeste con Júpiter, bajo el lema Religione Portat,
marcando que la confianza de Júpiter en Hércules se comparaba con la del rey en
el nuevo virrey para ser garante del catolicismo. En dos tarjas pendientes de las dos
últimas columnas de este cuerpo se podían leer quintillas en honor al conde.
El segundo cuerpo presentaba tres obras magníficas. En la calle de en medio,
sobre un paño pendiente de bandas azules que aguantaban dos figuras masculinas
que figuraban bronce desde la cornisa, había una representación interesantísima,
pues se veía a Hércules con el retrato del virrey que navegaba sobre una concha
tirada por dos caballos marinos y venerado por distintos seres del mar, con el lema
Virtute Ditat. Alude al valor del virrey y la dichosa venida de Alba de Aliste por el
océano. En el tablero de la derecha, Hércules luchaba contra el león, con dos torres
a los lados y en el cielo dos soles, que representaban claramente a los reyes espa-
ñoles. Aludía a la grandeza de Hércules, comparada a la del virrey, que es de estirpe
real. Por último, en el tablero de la izquierda, Hércules presentaba la cornucopia a
Amaltea, mientras a sus pies están vencidos el buitre Nilo, la Hydra y el buey Ache-
loo, bajo el lema Indvstria Fovet. Significaba las dichas y seguridad que le promete
la Ciudad de México –representada por Amaltea– al virrey, y las que ella recibirá a
cambio. En las tres calles había además pequeñas tarjillas con poemas.
El tercer cuerpo constaba de una sola calle, con bichas que simulaban jaspe, basas
y capiteles que imitaban bronce. Sobre esta pendía otro lienzo en el que estaba Alcides
armado por los dioses: Apolo le daba sus saetas, Mercurio su espada y Minerva su es-
cudo. El lema era Iustitia Armat: la capacidad de gobernar con justicia y entereza del
virrey. En las basas del arco se representaba a través de seis jeroglíficos la fábula her-
cúlea, y en los pedestales dos sonetos alusivos a la pintura. En la relación se reproduce
también el poema de recibimiento al virrey recitado a su llegada enfrente del arco y
la fábula de Hércules en algunos versos. Como se demuestra con esta descripción, el
arco está claramente dentro de la tradición de recuperación de las formas e iconogra-
fías clásicas que se está dando también en Europa al mismo tiempo. Nueva España se
enmarca totalmente en las tendencias emblemáticas y mitológicas, cosa que queda
sobradamente probada con esta relación y algunas otras, por ejemplo la del túmulo en
honor a Carlos V en la catedral mexicana, que como indica Víctor Mínguez fue incluso
de mucha más modernidad que el confeccionado en la corte española.140

140. Víctor Mínguez, Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal. Ed.
Universitat Jaume I, Castellón, 1995.

148 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

Durante su gobierno, destacan algunas hambrunas, hostilidades con las tribus


norteñas, descubrimiento de varias minas y minerales, regulación de la hacienda
pública y rebeliones tarahumaras sofocadas. En 1653 será removido al cargo de
virrey del Perú, para lo que se trasladó a Acapulco a embarcar hacia El Callao.

Figura 28
Portada de Marte Catholico, planeta de héroes y ascendente de príncipes
que en las lucidas sombras de una triunfal portada ofrece, representa, dedica
la siempre esclarecida, sacra, augusta iglesia metropolitana de México al excelentísimo
señor don Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque, marqués
de Cadareyta y de Cuéllar […], Virrey gobernador, Capitán General de la Nueva España,
y presidente de su Real Audiencia, México, 1653. bn, unam, México

Contenido 149
EL TRIUNFO DEL VIRREY

4.2.8. Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque (1653-1660)

Francisco Fernández de la Cueva, VIII duque de Alburquerque y Grande de


España, pertenecía a la más encumbrada nobleza española, con ascendientes que
ocuparon elevados cargos en la milicia y en las administraciones hispanas. Si-
guiendo la tradición familiar, entrará al servicio de la Corona como gentilhombre
tanto de Felipe IV como de Carlos II, fue también mayordomo mayor, embajador
en Alemania, miembro de los consejos de Estado y Guerra, caballero de la orden
de Santiago, y participó activamente en diversas campañas, destacó la defensa de
Fuenterrabía y con su ascenso en 1641 a maestre de campo, accedió a su propio
tercio español, que luchará en las batallas de Châtelet, Honnecourt y Rocroi. El
nueve de marzo de 1653, a los treinta y cuatro años, será nombrado virrey de la
Nueva España.
El duque de Alburquerque llega a Veracruz en los primeros días de julio de
1653, sigue el camino acostumbrado hasta San Cristóbal, donde se reunirá con el
conde de Alba de Aliste para el intercambio del bastón de mando, pues este había
salido de la capital el uno de agosto, tras la acostumbrada despedida en la ermita
de Santa Ana. El cinco de agosto llegará a Chapultepec, donde descansará diez
días, hasta realizar su solemne entrada triunfal el día quince de agosto, junto a su
esposa la marquesa de Cadereyta, hija del antiguo virrey novohispano de inicios
del reinado de Felipe IV. Desde la ermita de Santa Ana y la calle de Santo Domin-
go, llegará a la catedral metropolitana para el canto del Te Deum en acción de
gracias, para posteriormente trasladarse al Palacio Virreinal, donde dado el rango
del duque se habían aderezado sus aposentos elegantemente, con ricas y costosas
colgaduras.141
Es de enorme interés la magnífica portada que le dedica la catedral metro-
politana de México al duque de Alburquerque en su recibimiento, descrita en
la relación festiva titulada Marte Catholico.142 En este arco efímero alegórico se
presentó al nuevo virrey como el invicto Marte español, temido en la guerra por
sus campañas militares, pero al mismo tiempo de piadosa fe y amable en la paz.
Además, da un nuevo giro a la comparación al identificar a la virreina con Belona,
hija del Neptuno español, ya que alude a la grandiosa carrera naval de su padre, el
marqués de Cadereyta, y celebrada por su sangre, calidad, belleza, entendimiento
y discreción. Se realizó para sostener este programa iconográfico una enorme fa-

141. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
142. Marte Catholico, planeta de héroes y ascendente de príncipes que en las lucidas
sombras de una triunfal portada ofrece, representa, dedica la siempre esclarecida, sacra, au-
gusta iglesia metropolitana de México al excelentísimo señor don Francisco Fernández de la
Cueva, duque de Alburquerque, marqués de Cadereyta y de Cuéllar […], Virrey gobernador,
Capitán General de la Nueva España, y presidente de su Real Audiencia, México, 1653. bn,
unam, México.

150 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

chada, enmascarando la propia de la catedral: un gran arco de veintisiete varas de


alto, dieciséis de ancho y tres cuerpos, y eran los dos primeros corintios y el últi-
mo, compuesto. Además, se llenó toda la estructura con veinte efímeras columnas
y ocho bichas pérsicas, que formarán las distintas calles donde se colocarán los
tableros emblemáticos, rematado todo el conjunto con una media naranja en la
que se situaron las armas de la catedral metropolitana.
En el primer cuerpo se colocaron dos tableros en los laterales, y en el centro,
sobre la clave de arco, un gran tarjón con la dedicatoria que imitaba letra anti-
gua, es decir, las dedicatorias de los grandes arcos permanentes romanos, como
era habitual en las fábricas efímeras de la Edad Moderna. En el tablero derecho,
bajo el lema gradivvs, se presenta a un jovencísimo Marte armado por sus padres,
Júpiter le ciñe la espada y Juno le coloca el morrión, mientras una alegoría de la
Fortuna le ofrece un clavo, para que sujete su rueda. Con un mote de Ovidio y
una octava como epigrama, este emblema aludía a la juventud con que el duque
de Alburquerque empezó a gustar del oficio de las armas, ya que con siete años ya
era adiestrado por su padre, el VII duque de Alburquerque. En el lado opuesto, la
pintura bajo el título vindex muestra la Gigantomaquia, con los dioses que matan y
destrozan a los gigantes: Júpiter dispara un rayo a Tifeo y Marte atraviesa a Peloro
con su espada.Todo ello alude a los grandes éxitos de las campañas de Alburquer-
que y sus antepasados para castigar a los rebeldes y enemigos de la monarquía
hispánica en Cataluña, Portugal o Flandes.
En el segundo de los cuerpos cupieron tres tableros con tres emblemas cada
uno de ellos, siendo el principal el del centro, titulado victor, y que muestra a Mar-
te a las puertas de una cueva, sobre un dragón coronado de lis, y a Belona con mo-
rrión y plumaje en su carro tirado por dos leones. En la parte superior aparecen
en pleno vuelo la Fama, que tira dos bandas hacia los protagonistas, y la Victoria,
con dos coronas de laurel. Todo el emblema es una alegoría triunfal del nuevo
virrey y sus antepasados, así como de su mujer, que además juega claramente con
el apellido del duque, Cueva, que muestra a Marte en la boca de esta formación
geológica. En el tablero derecho, se observaron unas galeras, con la sangre de
guerreros en el mar y una orilla sembrada de armas, mientras Marte en la orilla
aparece desarmado y pisando la Discordia, y Belona le ofrece una rama de olivo,
representada aquí como una alegoría de la Paz. Todo este emblema, con el lema
pagator, simboliza la amabilidad del virrey en la paz, su cristianísima fe y que la fi-
nalidad de toda guerra debe ser la consecución de la paz, y superar toda discordia
posible. En el lado opuesto, el tablero titulado concors muestra el fruto que traerá
la paz, la concordia. Para ello se representa en la fachada del templo de Jano a
un Marte vestido elegantemente y que representa al duque de Alburquerque y
a un Mercurio retratado como el arzobispo de México, que le ofrece el caduceo.
A sus pies, dos cadenas de oro enlazaron una pequeña vista de Ciudad de México

Contenido 151
EL TRIUNFO DEL VIRREY

con dos argollas situadas en el templo. Se trata, por tanto, no solo de una alegoría
de la Concordia que la Paz traerá consigo, sino de un emblema propagandístico,
en que la propia Iglesia se coloca como protagonista, junto al virrey, de la abun-
dancia y buenos tiempos que esperan a la Nueva España.
En el tercer cuerpo se colocó un importante tablero en el centro, mientras
en los laterales aparecían tarjas con las armas del duque de Alburquerque y su
esposa, la marquesa de Cadereyta. La pintura central, caelicola, organizaba toda la
alegórica portada, mostrando las siete esferas de los planetas, cada una de ellas
con el Dios correspondiente. En el centro de todas, el Sol, con Felipe IV de cuerpo
entero le otorga a su Marte, el duque, la rueda solar, para que le sustituya en el
gobierno de México. En la parte inferior, una pequeña laguna con un águila sobre
tunal que levanta la mirada a los rayos del Sol que le espera, el nuevo gobierno de
Alburquerque, el celestial enviado del monarca español, el Rey Planeta. Además,
la basa de todo el artefacto estaba acojinada, se incluían seis jeroglíficos, tres
dedicados al virrey y otros tres a la virreina, y dos sonetos en los pedestales. Se
trató, por tanto, de un alegórico y significativo arco, en que la Iglesia novohispana
identifica al duque de Alburquerque con su Marte particular, enviado por el Rey
Planeta tras su experiencia guerrera, a ser un amable y pacífico gobernante, que
sembrará abundancia y concordia en el Virreinato de Nueva España.
El duque de Alburquerque pasará siete años en el cargo, uno de los gobiernos
más alargados durante todo el reinado de Felipe IV, centrado desde el primer
momento en el refuerzo y las mejoras de la defensa del Virreinato, con la recons-
trucción de las fortalezas de Veracruz y San Juan de Ulúa, envio de armamento y
munición a Jamaica y La Habana o refuerzo de la Armada de Barlovento. Quizá el
hecho más relevante de su gobierno fue el envío de cien familias a Nuevo Méxi-
co, para fundar la actual ciudad norteamericana de Albuquerque en su honor.
En la Ciudad de México, siguió con el drenaje de la laguna y reformó alguna de
las principales calles. El dieciséis de septiembre de 1660 entregará el gobierno
virreinal, regresando a Madrid donde posteriormente será capitán de la Armada,
embajador en Viena y virrey en Sicilia, así como consejero de estado y mayor-
domo mayor con Carlos II. Fallecerá en el Palacio Real de Madrid la noche del
veintisiete de marzo de 1676.

4.2.9. Juan de Leyva y de la Cerda, conde de Baños (1660-1664)

Juan de Leyva y de la Cerda, descendiente del rey Alfonso X, capitán de galeras


y protagonista de campañas como las de Argelia o Tarragona, es designado como
virrey el veintiséis de febrero de 1660, y llega a Veracruz en agosto de este mismo
año, deja al mismo tiempo el Palacio Virreinal, al duque de Alburquerque y se tras-

152 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

lada a la casa de Prudencio Armenta, para esperar hasta la despedida de la capital,


que se producirá el veintiséis de agosto en la ermita de Santa Ana.143
En su entrada triunfal en Puebla, se levantó un magnífico arco en la calle
principal,144 costeado por la ciudad, de treinta y seis varas de alto por catorce de an-
cho, y tres cuerpos simétricos todos de orden corintio y cada uno de ellos situado
sobre seis columnas que simulaban jaspe, con sus basas y capiteles que imitaban
bronce. En cuanto al programa iconográfico, en esta ocasión ajustaba lo heroico de
la Casa de Leyva a la fábula de Atlante. Así, Atlante es el que carga con el cielo, que
no es más que una república angélica, como Puebla es la ciudad de los ángeles, y
que se casó con Pleyone, a la que se identifica con la mujer del conde de Baños,
doña Mariana de Leyva. El conde se compara a Atlante por sus hazañas, por sus
múltiples triunfos en guerras y por estar relacionado con los más ilustres apellidos
españoles, como el dios está relacionado con los planetas del cielo: Saturno, Júpiter,
Marte, Venus, Mercurio o la Luna. De este modo, la grandeza y estirpe de Atlante
llegan a América con el conde, más en concreto a la Puebla de los Ángeles.
El primer cuerpo de este grandioso arco estaba formado por la portada en
forma de arco, con sus pilastras y jambas. A los lados, las calles servirían para
representar emblemas y tarjas con poesías. En los acojinados pedestales se veían
enigmas y jeroglíficos. Todo el primer cuerpo estaba rematado por arquitrabe,
friso y cornisa con algunos jeroglíficos. Caía sobre la clave del arco el tarjón en el
que se leía la dedicatoria del arco, al estilo de la reproducida anteriormente. En
el espacio derecho se ve a Atlante que sostenía el cielo estrellado con el lema Jus-
titiae Assertor: la primera obligación del gobernante es ser el enviado de Dios en
la tierra y actuar conforme a la justicia católica. El tablero del lado izquierdo, bajo
el lema Providentiae Instar, representaba al dios con el orbe inclinado y apoyado
en el hombro de Alcides, y es que el rey se apoyaba para el gobierno de Nueva
España en el buen sentido de los virreyes. Bajo ambas tablas, unas tarjas presenta-
ban una serie de sonetos, y en los espacios dejados se podía ver un globo que tira
sus rayos solares hacia el escudo de armas de la ciudad de Puebla, un escudo con
el rostro de Atlante y una serie de redondillas. En la cornisa se representaron siete
escudos y una serie de emblemas aludiendo a la grandeza y nobleza del nuevo
virrey, reflejadas en sus múltiples virtudes: vigilancia, paz, serenidad, esperanza,
unión, concordia, prudencia, victoria, justicia y felicidades futuras.

143. Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.


144. Dávila Galindo, J.: Atlante Allegorico, político diseño del govierno prudente de un
principe acertado que la muy illustre augusta Ciudad de los Ángeles dedicó en los emblemas,
y poesias de la Real Portada al Excellentissimo señor don Juan de Leyua y de la Cerda, Conde
de Baños, marqués de Ladrada, y Leiua, Señor de las Casas de Gamboa, y Arteaga de las Villas
del Sotillo, la Iglejuela, Piedralavez, la Fresnedilla, las casillas, Casa Vieja, & c. Cavallero de
la Orden de Santiago, en su dichosa venida por Virrey, Governador y Capitán General desta
Nueva España, Puebla de los Ángeles, 1660.

Contenido 153
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 29
Portada de Pedro Fernández Osorio, Júpiter Benévolo, astro ethico político, idea
simbólica de príncipes, que en la suntuosa fábrica de un arco triunfal dedica obsequiosa,
y consagra festiva la ilustrissima iglesia metropolitana de México, al excelentísimo señor
don Juan de la Cerda, y Leyva, conde de Baños, marqués de Leyva, y de la Adrada,
virrey, gobernador y capitán general desta Nueva España, y presidente
de su Real Chancillería. México, 1660. bn, unam, México

154 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

El segundo cuerpo se divide en tres tableros diferentes, representando la fá-


bula de Atlante en los mismos. En el central, se reproduce un retrato del nuevo
virrey a caballo, bajo el lema Tranquilla Justitiae Pax, y una tarja con versos he-
roicos de la Sibila Délfica. En el derecho se veía un monte –Atlante–, símbolo de
la constancia, con el título de Principis Constantia. Por último, en el izquierdo,
Atlante, personificado en un monte emanante, está dando fecundidad a las tierras,
campos, pastos y ríos. El lema, muy significativo: Manificentia Principis.
El tercer cuerpo constaba también de tres tableros, todos con sus tarjas con
poemas y pequeñas tarjuelas de adorno. Con el título Concors Distantia, el cen-
tral representaba a los Jardines de las Hespérides, hijas de Atlante, y una alegoría
de América. Por tanto, representaba a España –Hesperia– y a Nueva España, que
aunque están separadas por una gran distancia, siempre estarán en perfecta ar-
monía y concordia gracias a la figura del monarca, y a su enviado y representante,
el virrey. El tablero derecho, Nobilitas Lucet, representa a Atlante y sus múltiples
parentescos con los otros dioses. Se entiende este emblema en doble vertiente:
los parentescos de España con el resto de Europa por las políticas matrimoniales
de la casa real y las ramificaciones de la familia Leyva con toda la alta sociedad
hispana. Por último, en el lado izquierdo Atlante está paciendo los ganados, con
cetro y cayado. Con el título Amor Pascit, simboliza que el virrey ha de aportar
seguridad, certeza y amor a los ciudadanos novohispanos.
El remate estaba formado por una larga cornisa sobre el tercer cuerpo, y enci-
ma de la misma tres tarjas en forma de medio óvalo. En la central, las armas reales
acompañan a un emblema en el que Atlante recibe el cetro y la citara, bajo el lema
Suavitate Imperat. La derecha, In Spem Erigit, alude a las columnas de Hércules
en un símbolo de esperanza y buen futuro para Puebla y toda la Nueva España.
El izquierdo ejemplifica la eficacia del gobernante, con el título In Obsequium
Trahit. En los pedestales y los cojines del arco se vio la esfera de Atlante –sím-
bolo de eternidad–, gran número de enigmas y jeroglíficos, motes con décimas
o escenas de la ciudad de Puebla. Así, no solo la capital novohispana participaba
de las tradiciones y modas europeas en lo referido al modo de celebrar este tipo de
fiestas y arquitecturas efímeras, sino que también a otras ciudades llega todo
el mundo emblemático, alegórico o simbólico, y más aún a una tan importante
como la Puebla de los Ángeles.
Ya el cinco de septiembre se reunirán ambos virreyes en la ciudad de Otum-
ba, para el intercambio del bastón de mando, y el nueve de septiembre llegará
el conde de Baños a las casas de Chapultepec. La solemne entrada en la capital
será fijada para siete días más tarde, con el ingreso por la ermita de Santa Ana
visitará el gran arco triunfal de la ciudad en la calle de Santo Domingo, donde
se le rendirá homenaje y se le entregarán las llaves, y con un magnífico caballo
cuyas riendas tiraban dos alcaldes ordinarios, el corregidor y el alguacil mayor.

Contenido 155
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Posteriormente llegará a la catedral para el canto del Te Deum y tomará posesión


con toda solemnidad en sus aposentos, el Palacio de los Virreyes. En esta ocasión,
la fachada de la catedral se enmascaró con un magnífico arco de triunfo, estu-
diado por José Miguel Morales Folguera,145 en el que se eligió como personaje
principal al mismísimo Júpiter, cuya vida y hazañas cubren toda la portada,146 en
imágenes que ejemplifican las virtudes del virrey con episodios como el castigo
a Licaón, el nacimiento de Palas, la entrega de la cornucopia a Amaltea, símbolo
inequívoco de la abundancia que el conde de Baños traerá a la Nueva España, o
escenas con Faetón o Ganimedes. Sin embargo, la escena más interesante se mos-
tró sin ninguna duda en la calle central del primer cuerpo, en la que se retrató al
virrey como Júpiter, gobernante de cielo y tierra, encaramado sobre el águila y
el tunal y con dos orbes abrazados, uno con siete estrellas y otro con siete hojas,
mostrando al conde de Baños como el firme gobernante, todo virtud como el más
grande de los dioses, enviado por el rey Planeta al gobierno de la Nueva España.
Durante toda la ceremonia, la condesa Mariana Isabel de Leyva y los duques de
Alburquerque observarán la grandiosa entrada desde las casas del marqués del
Valle de Oaxaca.
Sin embargo, el gobierno del conde de Baños será acusado de despótico y abu-
sivo desde prácticamente el día de su entrada, con excesos frente a la población
que causan la revuelta indiana de 1661 en Tehuantepec, solo pacificada por la
intervención del obispo oaxaqueño. En 1662, el conde ordenó variar el recorrido
de la procesión del Corpus Christi para que pasase frente a palacio, con lo que
el capítulo catedralicio iniciará también sus protestas frente a la Corona, cada vez
más intolerables y que llevan a su relevo en 1664, nombrando virrey interino al
obispo de Puebla, la segundo máxima autoridad religiosa de la Nueva España.

4.2.10. Diego Osorio de Escobar, obispo de Puebla (1664)

Nacido en La Coruña, Diego Osorio ofició como vicario e inquisidor en la dió-


cesis de Toledo, fue obispo de Puebla por recomendación del cardenal Moscoso,
y tomó posesión del cargo en 1656. En Puebla, erigió el convento de la Santísima
Trinidad y pagó la capilla y altar de Nuestra Señora de Guadalupe en la catedral.

145. José Miguel Morales Folguera, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España,
Junta de Andalucía, Sevilla, 1992.
146. Pedro Fernández Osorio, Júpiter Benévolo, astro ethico político, idea simbólica de
príncipes, que en la suntuosa fábrica de un arco triunfal dedica obsequiosa, y consagra
festiva la ilustrissima iglesia metropolitana de México, al excelentísimo señor don Juan de
la Cerda, y Leyva, conde de Baños, marqués de Leyva, y de la Adrada, virrey, gobernador y
capitán general desta Nueva España, y presidente de su Real Chancillería. México, 1660. bn,
unam, México.

156 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

En 1663 fue nombrado arzobispo de México, pero renunciará al cargo para per-
manecer en Puebla, aunque al año siguiente ocupará el cargo de virrey interino
al ser destituido el conde de Baños.
Encontrándose ya en Nueva España, y siendo interino, las ceremonias se li-
mitarán a la toma de posesión, que se efectuará el veintinueve de junio de 1664,
cuando ya estaba de camino el titular del cargo, el marqués de Mancera. Su ad-
ministración será muy breve, de tan solo cuatro meses, y avanzó dinero para las
fortificaciones de Santiago de Cuba y Campeche, reformó el servicio postal y el
comercio de mercurio, e intervino en las fuertes disputas que se generaron entre
el gobernador de Yucatán y los franciscanos. Con la llegada del marqués de Man-
cera, retornará a su diócesis, en la ciudad de Puebla, donde morirá en el cargo
en 1673, y será enterrado primero en la catedral y posteriormente trasladado al
monasterio de su fundación, la Santísima Trinidad.

4.2.11. Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera (1664-1672)

Antonio Sebastián de Toledo Molina y Salazar, nace en España hacia 1625, pero
crece en Perú al ser su padre, Pedro Álvarez de Toledo y Leyva, nombrado virrey
de dicho territorio. Se formará en la marina peruana, al mando de escuadras con-
tra los piratas holandeses, y el treinta de diciembre de 1663 será nombrado virrey
por Felipe IV, último de los nombramientos del Rey Planeta y que contaba con el
desacuerdo del Consejo de Indias por el mal estado de salud del marqués.
Desde el momento de su llegada a Veracruz, en el verano de 1664, Diego Oso-
rio se trasladará a las Casas Arzobispales de la catedral, para que el palacio fuese
dispuesto para la llegada de un nuevo noble virrey, mas se despidió de las auto-
ridades el veintisiete de septiembre en la ermita de Santa Ana.147 Por su parte, el
marqués de Mancera seguirá el recorrido habitual hasta la llegada a la ciudad de
Puebla, donde se le recibirá con un magnífico arco triunfal, colocado como era
costumbre enmascarando la fachada catedralicia y que con sus emblemas identi-
ficará al virrey como un nuevo Perseo, por su linaje noble, su bizarría y gloriosa
valentía, que traerá inmensas felicidades a la Nueva España.148

147. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
148. Disceño de la alegórica fábrica del arco triunfal, que la santa iglesia Catedral de
la Puebla de lso Ángeles erigió en aplauso del excelentísimo señor don Antonio Sebastián
de Toledo, marqués de Mancera, señor de las Cinco Villas […], Virrey, governador, Capitán
General desta Nueva España y Presidente de su Real Chancillería, Por la viuda de Juan de
Borja, Puebla, 1664. University of Texas Library, Austin.

Contenido 157
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 30
Desconocido, Retrato del virrey marqués de Mancera, óleo sobre lienzo,
93 x 69 cm, c. 1664, mnh, México

158 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

Se trata de una portada efímera de dos cuerpos y con elevado remate. El pri-
mer cuerpo correspondió al del arco de entrada, en cuyas enjutas se representa-
ron alegorías de Oriente, como un hermoso mancebo con vestido de tornasoles,
y Occidente, con un anciano que porta una luna llena, como muestra del alcance
de la soberanía del Imperio hispano que el marqués de Mancera llega a represen-
tar en la Nueva España. En los tableros laterales se producirá la identificación de
Mancera con Perseo, que alude en todo momento al linaje noble del nuevo virrey.
En el tablero derecho, se retrata a Danae prevenida por centinelas en un torreón,
pero ya vertiéndose sobre ella la lluvia dorada con que Júpiter engendra a Perseo,
concebido de oro y en majestad, como también en nobleza el marqués de Mance-
ra. En el tablero izquierdo, Danae y un joven Perseo desembarcan en una falúa en
Abulia, siendo recibidos solemnemente con todo tipo de agasajos, como la Nueva
España ha recibido a su príncipe particular, el nuevo virrey.
En el segundo cuerpo, tres tableros diferentes. El primero de ellos mostró a
Perseo mientras era vestido con sus armas por las antiguas deidades: el alfanje de
Vulcano, los coturnos de Mercurio y el arnés de Minerva, como el rey ha investido
de todo tipo de privilegios a Antonio de Toledo y lo ha enviado al gobierno de
los territorios americanos. En el tablero central, se pudo observar como Perseo
volaba victorioso con su Pegaso sobre una marina con las naves de una armada,
mientras en los riscos de la playa se representa en miniatura la fachada de la
catedral de Puebla, que simboliza las proezas de Mancera en sus luchas marinas
contra los piratas y también su enorme cristiandad, que lo han llevado al gobier-
no de la Nueva España. Más vistoso todavía resultaría el lienzo izquierdo, con el
triunfo de Perseo sobre sus enemigos: la Medusa, las gorgonas y las sirenas, con la
asistencia y ayuda de Minerva, al igual que el marqués de Mancera triunfó sobre
los holandeses en mares peruanos.
En el abultado remate de la efímera fábrica, se mostró a Atlante sustentando
la esfera del mundo, mientras es ayudado por dos personajes: el sustentante es
Felipe IV, con toda la carga de su vasto imperio, y los dos personajes son el propio
virrey y su padre, Pedro de Toledo, que con sus gobiernos en Perú y Nueva España
ayudan al Rey Planeta al buen funcionamiento de sus enormes territorios. Al lado
del remate, sobre los arbotantes, se colocan sendas estatuas de Cibeles y Neptuno,
que representan la catedral poblana y la inmensidad del océano, no por ello no
dominado. Coronaron todo el conjunto las armas de la catedral angélica con las
azucenas, la más celestial de las flores. En los pedestales se colocaron relieves
mostrando héroes del imperio hispano, como algunos antepasados del virrey o
el duque de Alba, y en las basas, molduras y frisos pequeños jeroglíficos y rimas
dedicadas a los obispos poblanos, entre ellos Juan de Palafox.
Tras esta magnífica demostración de fidelidad por parte de la Iglesia poblana,
y unos días de descanso en la ciudad, el virrey se entrevistará con Osorio en

Contenido 159
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Otumba el día cuatro de octubre, y permanecerá allí tres días. Ambos partirán
juntos hacia San Cristóbal, donde se separarán sus caminos: el siete de octubre
Osorio volverá a Puebla, y el marqués de Mancera ingresará esa misma tarde en
Chapultepec, con una gran bienvenida en los arcos del acueducto, en la que in-
cluso participa en depuesto conde de Baños, que todavía esperaba el juicio de
residencia. En el castillo reside ocho días siendo agasajado junto a su esposa Leo-
nor Carreto, y el quince de octubre de 1663 ingresará solemnemente en la capital,
México, donde toma posesión de sus cargos ese mismo día. Para su ingreso, la
ciudad levantará un gran arco de triunfo en el inicio de la plaza de Santo Domin-
go, como era tradicional, en el que bajo un interesante programa iconográfico se
equipara al marqués de Mancera con Eneas, el gran héroe troyano, por su sabidu-
ría, heroísmo y prudencia, así como por los grandes viajes: el de Eneas hasta Italia
y el de Mancera hasta la Nueva España.149 Se trata de una arquitectura efímera
inspirada casi en su totalidad en episodios de La Eneida, en el que se mostraron
las hazañas de Eneas en la laguna Estigia, con la rueda de la Fortuna, perdonando
a Aqueménides o contra las harpías, mostrando en cada uno de estos tableros las
grandes virtudes que el héroe comparte con el virrey. También cupieron en el
arco escenas que daban protagonismo al águila mexicana, al retrato de los virre-
yes o la propia virreina acompañada de las Tres Gracias, que mostraban también
las enormes virtudes de Leonor Carreto, marquesa de Mancera. 150
El gobierno del marqués de Mancera pertenece ya casi en su totalidad al reina-
do de Carlos II, al que cumplimentará con una magnífica caja de oro con filigrana,
costeada por dieciséis mil pesos, por su ascenso al trono. Mancera se tendrá que
enfrentar a varios ataques de corsarios ingleses, renovar otra vez la Armada de
Barlovento e inspeccionar las fortificaciones de San Juan de Ulúa. Enviará tropas
a sofocar las revueltas chichimecas en Durango y continuará la reconstrucción
del interior de la catedral metropolitana, que será consagrada por segunda vez
el veintidós de diciembre de 1667. En 1666 llegarán las noticias de la muerte de
Felipe IV, y se realizarán las solemnes exequias en la todavía inacabada catedral.
Hacia el final de su gobierno, la Real Audiencia empezará a enviar quejas a la
regente Mariana de Austria sobre las actuaciones del virrey y su mala salud, por
lo que al final su renuncia será aceptada en diciembre de 1673, en espera ya del
nuevo virrey nombrado por Mariana de Austria.

149. Alonso Ramírez de Vargas, Elogio panegírico, festivo aplauso, iris político, y diseño
triunfal de Eneas verdadero, con que la muy noble y leal ciudad de México recibió al exce-
lentísimo señor don Antonio Sebastián de Toledo y Salazar, marqués de Mancera, Señor de
las Cinco Villas, y de la del Mármol […], Virrey, Gobernador…, Por la viuda de Bernardo
Calderón, México, 1664. University of Texas Library, Austin.
150. José Miguel Morales Folguera, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España,
Junta de Andalucía, Sevilla, 1992.

160 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

4.3. EL REINADO DE CARLOS II (1665-1700)

En los años sesenta del siglo xvii se inicia el gobierno de Carlos II, el último
de los Austrias. Tanto el monarca, como su regente Mariana de Austria, seguirán
observando con interés la política novohispana, dadas las riquezas que llegaban
del continente americano, base del erario del monarca, con el nombramiento de
siete virreyes para este final de siglo. Se trata de otra gran etapa del ceremonial
de entrada virreinal, que sigue a rajatabla las etiquetas, y consagra los espacios
clave en las ciudades con magníficos y grandiosos ejemplos de arquitecturas
efímeras.

4.3.1. Pedro Nuño Colón de Portugal, duque de Veragua (1672)

Nacido en 1615, descendiente directo de Cristóbal Colón y caballero de la


Orden del Toisón de Oro, Pedro Nuño es nombrado virrey de la Nueva España
el diez de junio de 1673, y es el primero de los nombrados en el nuevo reina-
do. El duque de Veragua llegó al puerto de Veracruz en septiembre de 1673,
mientras su antecesor deja el Palacio de los Virreyes y ya en octubre pasa a
hospedarse en la casa solariega del conde de Santiago de Calimaya. El doce
de noviembre se encontrarán ambos mandatarios en la ciudad de Otumba,
para el reglamentario traspaso del poder, simbolizado en el bastón de mando,
y el obligatorio informe y debate sobre las cuestiones más importantes del
virreinato.
El dieciséis de noviembre de 1673 llegará el duque de Veragua a Chapulte-
pec, lugar que agradó al gobernante tanto que resolvió tomar posesión en los
términos tradicionales el día veinte para regresar posteriormente a Chapulte-
pec a seguir su descanso del largo viaje y de los achaques de sus enfermedades.
Finalmente, la solemne entrada triunfal en la capital se producirá el ocho de
diciembre de 1873, tras la comida pública en el convento de Santo Domingo y
dando inicio en la plazuela de Santa Catalina Mártir. Desde los balcones de la
casa del marqués del Valle de Oaxaca asistirán a la entrada un hijo del duque y
los marqueses de Veragua, que el dos de abril del año siguiente partirán hacia
Veracruz para su regreso a Europa.151 La catedral metropolitana erigirá, como
era costumbre, un gran arco en la puerta occidental de su fachada, en el que se
recurrió de nuevo a la figura del héroe y semidiós Perseo para trazar el espe-
jo del nuevo gobernante, las virtudes del duque de Veragua.152 Mediante ocho

151. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
152. Miguel de Perea Quintanilla y Diego de Ribera, Histórica imagen de proezas,
emblemático exemplar de virtudes ilustres del original Perseo […], que a los congratula-

Contenido 161
EL TRIUNFO DEL VIRREY

tableros y seis jeroglíficos se desarrolla un programa iconográfico en que se


muestran diferentes facetas de la vida y hazañas del fundador de Micenas, junto
a Atlas, con Pegaso, con las cinco ninfas, volando, con el ojo de las Greas y el
degüello de la Medusa. Sin embargo, las escenas más interesantes se plasman
en la calle central: en el piso superior Perseo es conducido por Minerva a la en-
trada de un magnífico templo, asistido por Júpiter y Mercurio, que simboliza la
asistencia y acompañamiento fiel que el cabildo catedralicio hará de su Perseo
particular, el duque de Veragua, pues en el templo se ve una reproducción de la
mexicana catedral. En el cuerpo central se mostró un retrato del virrey, erguido
y recibiendo las armas de los dioses, con lo que la identificación con Perseo
quedaba totalmente esclarecida: de Palas el escudo, de Mercurio los talares, de
Plutón la celada y de Vulcano el harpe, como indica Morales Folguera.153 De esta
forma, se volvía a usar la figura de Perseo para mostrar a los novohispanos la
nobleza, prudencia, valentía y virtuosismo de su nuevo gobernante, el halagado
duque de Veragua.
Una de las pocas decisiones de gobierno de Veragua será la bajada en los pre-
cios del cacao y el maíz, ya que pocos días tras su entrada, el trece de diciembre
a las cinco de la madrugada, morirá en el cargo. Se organizarán sus funerales con
gran pompa y una solemne procesión hasta la catedral metropolitana, donde su-
puestamente todavía yace en la capilla del Santo Cristo. El mismo día de su muer-
te, el inquisidor Juan de Ortega entregó a la Real Audiencia los pliegos secretos
que daban el cargo de virrey interino al arzobispo mexicano, Payo Enríquez de
Rivera.

4.3.2. Fray Payo Enríquez de Rivera, arzobispo de México (1672-1680)

Sevillano, de familia relacionada con el ejército y agustino, se gradúa en


teología en Alcalá y Burgos, pasa por varios monasterios castellanos hasta ser
destinado por Felipe IV a la diócesis de Guatemala. En 1667 es transferido a
Michoacán, pero en el camino recibe la noticia de su nombramiento como
arzobispo de México, cargo que desempeñará de 1668 a 1681. Es nombrado
virrey interino a la muerte del duque de Veragua, según el pliego secreto que la
regente Mariana de Austria había enviado al inquisidor general Juan de Ortega,
posteriormente virrey en dos ocasiones. Al encontrarse ya en la capital, los

torios fastos y aparato célebre dispuso, para la felice entrada del excelentísimo señor don
Pedro Colón de Portugal y Castro, duque de Veragua, Virrey…, México, 1673. BN, unam,
México.
153. José Miguel Morales Folguera, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España,
Junta de Andalucía, Sevilla, 1992.

162 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

honores se restringieron a la toma de posesión del cargo, verificada el mismo


día de la muerte de Pedro Nuño, aunque ya había recibido grandes festejos e
incluso la confección de un gran arco triunfal para su llegada a la ciudad como
arzobispo.154
Su gobierno se caracteriza por la construcción de grandes obras públicas en
México y sus alrededores, como la mejora del Palacio de los Virreyes, la conti-
nuación de los interminables trabajos de drenaje de las lagunas, la erección de
puentes en diversos canales, la reconstrucción de la iglesia de San Agustín y las
mejoras en la villa de Guadalupe, con la reparación del camino y la introducción
en la misma de agua potable. También enviará misiones jesuitas a California, re-
cibirá a los betlehemitas en el virreinato y fundará una nueva villa en el camino
hacia Alburquerque, Paso del Norte, hoy conocida como Ciudad Juárez.Tras la lle-
gada del nuevo virrey y su renuncia al cargo eclesial, regresará a España en 1681,
donde será presidente del Consejo de Indias y posteriormente se retirará hasta su
muerte al monasterio avilés de El Risco.

4.3.3. Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes (1680-1686)

Miembro de la más alta nobleza castellana, conde de Paredes y marqués de


La Laguna, Tomás Antonio de la Cerda es nombrado virrey de la Nueva España el
siete de mayo de 1680, en sustitución del interino Enríquez de Ribera. Ambos vi-
rreyes se reúnen en Otumba para la entrega del bastón de mando el veintisiete de
octubre de 1680.Tres días más tarde, habiendo realizado la entrada en Guadalupe
junto a su esposa, Maria Luisa de Lara y Gonzaga, comieron públicamente y se
trasladaron por la tarde a su retiro en Chapultepec. El día siete de noviembre
se verificará la toma de posesión de todos los cargos del conde de Paredes, mien-
tras su esposa investigaba y revisaba las estancias del Palacio de los Virreyes. La
gran entrada triunfal se produce el sábado treinta de noviembre.155

154. Explicación del arco, que la santa Iglesia Metropolitana de México, erigió en recibi-
miento del ilustrísimo y reverendísimo señor don FR. Payo Enríquez de Ribera, del Consejo de
su majestad y arzobispo desta Santa Iglesia, México, 1668.
155. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.

Contenido 163
EL TRIUNFO DEL VIRREY

La entrada mexicana del conde de Paredes es quizá la más importante y


significativa de todo el siglo xvii, incluso de toda la etapa virreinal, si se atiende
a la enorme importancia de los arcos de triunfo, las relaciones festivas y sobre
todo de los autores que redactaron las descripciones de los mismos e idearon el
programa iconográfico, de una enorme complejidad simbólica y emblemática.
Se trata, sin ninguna duda, de los dos grandes literatos del barroco novohispa-
no: sor Juana Inés de la Cruz y Carlos de Sigüenza y Góngora, con dos textos
de enorme relevancia y ampliamente estudiados por la historiografía tanto eu-
ropea como americana. La jerónima Juana de Asbaje, sor Juana, redacta el em-
blemático Neptuno Alegórico,156 para la construcción del arco triunfal con el
que la catedral metropolitana debía recibir al conde de Paredes. Para aludir
a las virtudes del gobernante y a su perfectísima nobleza, sor Juana elegirá al
dios clásico Neptuno, dios de las aguas, que hiperboliza uno de los títulos del
personaje entrante: marqués de la Laguna.157 Mediante una serie de emblemas
pintados sobre los tableros del arco, la autora mostrará las hazañas del dios Nep-
tuno que representa con ellas simbólicamente «el ideal político de un príncipe
católico: sabio, prudente, poderoso y justiciero».158 El más representativo de to-
dos los emblemas fue el que llevaba por mote Munere Triplex, pues mostraba
a las deidades que rendían pleitesía a Neptuno con su tridente como lo harían
los habitantes de Nueva España al nuevo virrey y su bastón de mando, ambos
triples en sus oficios: Neptuno como gobernante de las aguas dulces, amargas
y saladas y el conde de Paredes que unificaba el triple poder de los virreyes:
civil, judicial y militar. Por tanto, y como la propia sor Juana dice, los emblemas
creados mostrarían al público novohispano «con voces de colores» los triunfos
del príncipe enviado por Carlos II para gobernarlos.159
Por otro lado, el cabildo civil mexicano encargará su propio arco a la otra gran
celebridad literaria del virreinato: Carlos de Sigüenza y Góngora redactará el fa-

156. Sor Juana Inés de la Cruz, Neptuno alegórico, océano político […] arco que se dedica a
la venida del excelentísimo señor don Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, conde de Paredes,
virrey y gobernador […], México, 1680.
157. Gregorio Hinojo Andrés, «Fuentes clásicas y renacentistas del Neptuno Alegórico», en
Anuario del Centro de Estudios Clásicos, núm. 21, 2003, pp. 177-202.
Sagrario López Poza, «La erudición de Sor Juana Inés de la Cruz en su Neptuno Alegórico»,
en La Perinola: revista de investigación quevediana, núm. 7, 2003. pp. 241-270.
José Pascual Buxó, «Poética del espectáculo baroco: el Neptuno Alegórico de Sor Juana»,
en Judith Farré Vidal, Teatro y poder en la época de Carlos II: Fiestas en torno a reyes y virre-
yes, 2007.
158. José Pascual Buxó, «Función política de los emblemas en el Neptuno Alegórico de
Sor Juana Inés de la Cruz, en Actas del 52.º Congreso Internacional de Americanistas, Sevilla,
2007, pp. 419-436.
159. Sor Juana Inés de la Cruz, Neptuno alegórico, océano político […].

164 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

moso Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe,160 que ideaba


el programa histórico y alegórico para la efímera arquitectura.161 Se trata de un
arco triunfal de extrema importancia y gran significación, ya que se elige a una
serie de personajes como modelo de virtudes políticas que debe seguir el nuevo
virrey, por tanto el arco triunfal funcionaba como un «espejo de príncipes». Pero
lo realmente interesante es que no se trata de dioses griegos o de emperadores
romanos, sino que el literato escoge como espejo a una serie de dioses y empera-
dores precortesianos, en lo que se ha visto como una de las primeras muestras de
criollismo y exaltación de la Nueva España como un patria con unas particularida-
des muy notables, que se inicia con la tradición e historia anteriores a la conquista
hispana. Por tanto, en la fachada norte se representará en vivos colores y por obra
de José Rodríguez y Antonio de Alvarado, al principal dios de los mexicas, Huitzilo-
pochtli, y a toda la genealogía de los tlatoanis aztecas, desde Acamapitchli a Moc-
tezuma, Cuitlhauac e incluso Cuauhtemoc, todos ellos como muestra de virtudes
que debe tener un gobernante. Incluso llega a ejemplificar la valentía del virrey
en la de Moctezuma Xocoyotzin y su resistencia a la invasión cortesiana, como
gran guerrero y terror de sus enemigos, algo realmente interesante si se tiene en
cuenta que estos no eran sino los actuales costeadores del arco, la administración
hispana.
El gobierno del conde de Paredes será bastante largo y complicado en cuan-
to a ataques piráticos y revueltas indígenas, como la que en el mismo año de
su llegada subleva veinticinco pueblos de Nuevo México, con sus habitantes
que ejecutaron a todos los europeos que hallaron, incluidos veintiún misione-
ros franciscanos. Los españoles huyeron a Paso del Norte, y para terminar con
las revueltas, el virrey recolonizará Santa Fe con trescientas familias españolas
y mestizas, con el envío también de caballería a la zona. Veracruz sufrirá los
ataques del pirata Lorencillo y del impostor El Tapado, las expediciones a Ca-
lifornia seguirán su curso y finalmente, seis años tras su acceso al cargo será
relevado. A su vuelta a España será miembro del Consejo de Indias, y nombrado
Grande de España como mayordomo mayor de la reina. Su muerte acaeció el
veintidós de abril de 1692 en Madrid.

160. Carlos de Sigüenza y Góngora, Teatro de virtudes políticas que constituyen a un


príncipe: advertidas en los monarcas antiguos del Imperio mexicano, con cuyas efigies se
hermoseó el Arco triunfal que la Ciudad de México erigió para… recibimiento del… virrey
Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, Por la viuda de Bernardo Calderón, México,
1680.
161. Helga von Kügelgen Kropfinger, «La línea prehispánica: Carlos de Sigüenza y Góngora
y su Teatro de Virtudes Políticas que Constituyen a un príncipe», en Sonia V. Rose (coord.),
Pensamiento eruopeo y cultura colonial, 1997.

Contenido 165
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 31
Juan de Miranda, Sor Juana Inés de la Cruz, 1713, Patrimonio Universitario, unam, México

166 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

4.3.4. Melchor Portocarrero y Lasso de la Vega, conde de Monclova (1686-1688)

De abultada carrera militar, Melchor Portocarrero asciende de capitán de in-


fantería a maestre de campo y teniente general de caballería, acompaña a don
Juan de Austria en sus campañas sicilianas, portuguesas y catalanas, pierde un
brazo en la Batalla de las Dunas, en Dunquerque, motivo por el cual fue conocido
como Brazo de Plata por sus soldados, dada la prótesis de este metal que usaba.
El diecisiete de abril de 1686 será designado virrey de la Nueva España.
Tras el arduo viaje atlántico llegará a Veracruz, y permanecerá en dicho puer-
to bastante tiempo, hasta la salida hacia Puebla, donde entrará triunfalmente el
dieciséis de octubre de 1686, mientras el conde de Paredes se despide de la
administración novohispana en la ermita de Santa Ana, como ya era habitual tras
décadas de ceremoniales. El cuatro de noviembre será agasajado por el arzobispo
mexicano en la ciudad de San Cristóbal, y al día siguiente ingresará en Chapulte-
pec, ya que dejará su entrada triunfal para semanas más tarde, mientras su esposa
doña Antonia de Urrea visitaba el Palacio Virreinal para acomodarlo a su gusto.
La familia Portocarrero pasará a habitar en el palacio de la plaza Mayor el día
trece de noviembre, y tres días más tarde se producirá el solemne acto de toma
de posesión. El etiquetado triunfo en la capital se produjo el día treinta de no-
viembre de 1686, con el desfile y carrera acostumbrados, y en medio de grandes
regocijos y estruendos, con los repiques y las salvas de artillería atronando en el
cielo mexicano.162
En sus dos años de gobierno novohispano, el tercer conde de la Monclova des-
tacará en la ejecución de grandes obras públicas, como el acueducto que recogía
las aguas de la Alberca Chica de Chapultepec para llevarlas a la famosa fuente del
Salto de Agua, concluido ya en el siglo siguiente, o la reparación de las calzadas
de Tacubaya y Arcos de Belén. Acelera la pacificación de las rebeldes provincias
norteñas, con el nombramiento como gobernador de las mismas a Alonso de
León, quien fundará la ciudad de Santiago de la Monclova, en memoria del virrey,
en el actual estado de Coahuila. Para el caso de Portocarrero, se recupera el anti-
guo sistema de traslado de los virreyes novohispanos al Perú, suspendido desde
1653, cuando Felipe IV nombra al conde de Alba de Aliste. Pese a ser relevado en
1688 de sus cargos, el conde de la Monclova no embarcará hacia El Callao hasta
dos años más tarde por falta de embarcaciones, pues tomó posesión en 1690 y
falleció en la ciudad de Lima quince años más tarde.

162. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.

Contenido 167
EL TRIUNFO DEL VIRREY

4.3.5. Gaspar de la Cerda Sandoval y Mendoza, conde de Galve (1688-1696)

El conde de Galve es nombrado virrey de la Nueva España el seis de mayo de


1688, y llega al puerto de Veracruz a mediados del mes de octubre de este mismo
año. El día ocho de noviembre se reunirá con su antecesor en Otumba, para el
tradicional traspaso del bastón de mando. El jueves siguiente, día once, es recibi-
do en Chapultepec junto a su esposa Elvira de Toledo, y se trasladan dos días más
tarde a Guadalupe para una recepción en el santo lugar. El veinte de noviembre se
produce la jura y toma de posesión, y el cuatro de diciembre la solemne entrada
triunfal, a partir de las cinco de la tarde y con los anteriores virreyes, condes de la
Monclova, presentes en el acto.163
El nuevo virrey seguirá con la fortificación y pacificación del norte del virrei-
nato, con la lucha contra los piratas en el Pacífico y desde el puerto de Acapulco,
con las obras de drenaje de la laguna mexicana y con el establecimiento de es-
cuelas para indios por todo el territorio. Sin embargo, el punto más importante de
su largo gobierno será el motín que se inicia en 1692, por el hambre que produce
la escasez de maíz a causa de las fuertes sequías, por lo que llegan las revueltas a la
capital el día ocho de junio, con el incendio del Palacio de los Virreyes, del que se
salvan muchos documentos gracias a la acción de Carlos de Sigüenza y Góngora.
El virrey se refugiará en el convento de San Francisco el Grande, manda apresar
a los líderes de los tumultos, y posteriormente habitará las casas del marqués del
Valle de Oaxaca hasta la reparación del palacio. En 1693 se publica el primer
periódico novohispano, El Mercurio Volante, por Sigüenza y Góngora, y dos años
más tarde muere sor Juana Inés de la Cruz en una epidemia. Desde 1695 el con-
de de Galve demanda su retorno a España, pero su mandato se alarga porque su
sucesor, el conde de Cañete del Pinar, rehúsa el cargo, cosa que también hace el
obispo poblano, Manuel Fernández de Santa Cruz. Finalmente, será el obispo de
Michoacán quien acepte interinamente el cargo.

4.3.6. Juan de Ortega y Montañés, obispo de Michoacán (1696)

Juan de Ortega, religioso murciano formado en Cartagena, Málaga y Alcalá de


Henares, será nombrado inquisidor general de la Nueva España, y entra al servicio
de la Iglesia mexicana como obispo de Durango, Guatemala y Michoacán, cargo
que ocupa cuando es elevado a virrey en febrero de 1696. Los ceremoniales para
el interinazgo del obispo michoacano se limitarán a la toma de posesión de sus
nuevos cargos el veintisiete de febrero de 1696. Durante su breve mandato hubo

163. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.

168 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

de enfrentarse a revueltas estudiantiles y envió una famosa expedición jesuita


para la evangelización y colonización de las Californias, en la que viajaron los fa-
mosos misioneros Kino y Salvatierra. El día trece de noviembre de ese mismo año
saldría hacia Otumba, para entregar el bastón de mando a su sucesor, el conde de
Moctezuma, volvería por breve tiempo a Valladolid, ya que en 1700 es nombrado
arzobispo de México, y al año siguiente ostentará de nuevo la dignidad de virrey
de los novohispanos.

Figura 32
Cristóbal de Villalpando, La Plaza Mayor de México, óleo sobre lienzo, c. 1695,
Corsham Court, Reino Unido

Contenido 169
EL TRIUNFO DEL VIRREY

4.3.7. José Sarmiento de Valladares, conde de Moctezuma y Tula (1696-1701)

Nacido en Galicia en 1643, José Sarmiento de Valladares contrajo matrimonio


con Maria Jerónima Moctezuma y Jofre de Loaiza, tercera condesa de Moctezuma
y descendiente del último emperador azteca, a través de la que consiguió su título
nobiliario. A la muerte de esta, desposó a Andrea de Guzmán, nieta del marqués
de Villamanrique, virrey novohispano en el siglo xvi.Tras su nombramiento, llega-
rá a Veracruz con su nueva esposa, y seguirá el acostumbrado periplo por tierras
novohispanas, que lo llevará hasta la ciudad de Puebla, en la que se le consagra
un magnífico arco triunfal.164
El cabildo catedralicio poblano nombrará a Diego de Perea comisario para
organizar las festividades por el ingreso del nuevo virrey, celebración para la
que se erigirá una magnífica portada efímera para la fachada del templo ange-
lopolitano, ideada y relacionada por Ignacio de Torres en su Ara de Apollo.165
Se confeccionó una vistosa máquina efímera de veintiuna varas de altura por
trece de anchura, con tres cuerpos llenos de emblemas y jeroglíficos con el
personaje del dios Apolo como hilo conductor de todo el programa iconográ-
fico, como muestra de las virtudes y acciones que se espera del conde de Moc-
tezuma en su gobierno. Además, se jugará constantemente con la procedencia
gallega del gobernante, el compostelano Campus Stellae, lugar donde se erige
el ara apolínea. La dedicatoria latina se colocó en sotabanca, sobre el arco de
entrada, y en el primer cuerpo se pintó el tablero principal, que recorría toda
la estructura y mostraba claramente las intenciones de los impulsores del arco.
En dicho tablero, se mostraba en el centro una imagen de la catedral de Pue-
bla, siempre protagonista en las entradas en dicha ciudad, con su emblema de
azucenas, de cuya portada principal salían seis ángeles con ramas, y sobre la
que se colocaba una enorme estrella con seis rayos, de los que surgían las seis
letras que formaban el nombre del gallego virrey: Joseph. En la parte izquierda
de la composición se pintó a Apolo en su ara, y en la diestra una imagen de
América sobre una tigresa, adornada con perlas, joyas y plumas, y coronada con
su insignia. Por tanto, quedaban meridianamente claros los protagonistas de
esta entrada triunfal y sus intenciones: la Iglesia poblana que difundía las firmes
esperanzas en el virrey conde de Moctezuma, que con sus virtudes ilustrará la
Nueva España con cristiano celo, convirtiéndose en la estrella que guiará a toda

164. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
165. Ara de Apollo, asilo augurado de la Nueva España en el ingreso del Exc. Señor don
Joseph de Sarmiento de Valladares, caballero de la Orden de Santiago, oidor de la Real Chan-
cillería… virrey…y Presidente de la Real Audiencia de México. Idea de la portada que erigió a
su recibimiento la Santa Iglesia Cathedral de la Puebla de los Ángeles, Por los Herederos del
Capitán Juan de Villa-Real en el Portal de las Flores, Puebla, 1697. BN, unam, México.

170 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

América. En los ángulos de dicho tablero se sitúan sendos dioses derrotando


a sus enemigos, Júpiter a Esculapio con el rayo y Apolo a los Cíclopes con sus
flechas, como el conde de Moctezuma hará con los enemigos de la religión y
de los novohispanos.
En el segundo cuerpo del arco, tres tableros advertirán al nuevo gobernante
de acciones imprudentes o de las virtudes en las que debe mantenerse cuida-
dosamente. Así, la escena de Apolo dormido mientras le es robado el ganado
en el río Amfriso previene para la continua vigilancia, celo en el cuidado del
pueblo. La pintura en que Apolo entrega su bastón a Faetón y su carro se preci-
pita en abismos alude a la entereza en las decisiones de gobierno, a la huida de
la calamidad y las corrupciones incluso aunque se manifiesten por amor filial o
familiar. Por último, el tablero que mostró la escena de Apolo y Dafne alababa el
amor y el virtuosismo de la virreina, también nieta de virreyes. Además, en las
columnas interiores de este cuerpo se mostró la digna ascendencia del nuevo
virrey, que representaban en dos estatuas fingidas en bronce los troncos de
sus dos casas: a Juan García de Villamayor y Sarmiento en la derecha y a Siero
de Valladares en la izquierda, mientras en los capiteles se adosaron hermosas
décimas. El tercer cuerpo mostraba un remate con dos arbotantes, en cuyo
centro se pintó el escudo de armas de Sarmiento de Valladares y a sus lados
dos estatuas efímeras de las musas Calíope y Urania, a derecha e izquierda res-
pectivamente, de las manos de las cuales colgaron dísticos en honor al virrey.
También se colocó gran cantidad de jeroglíficos y diversos emblemas en las
basas, intercolumnios y pedestales de las columnas. Se trazaba, por tanto, con
este arco al conde de Moctezuma como un nuevo Apolo, reinante en al campo
de estrellas y astro que cuidará la religión y guiará a los novohispanos. Se trata,
además, de una de las entradas más importantes de la historia novohispana,
ya que conservamos una representación de dos coplas mudas, o jeroglíficos
ideográficos, que decoraron la portada triunfal para la entrada poblana de Sar-
miento de Valladares, las dos únicas imágenes impresas que conservamos del
ceremonial de entrada triunfal para el caso de la Nueva España.166

166. Juan de Bonilla Godínez, Arco triumphal, disceno político, consagrado en poemas y
delineado..., Puebla, 1697. Biblioteca Nacional de Chile.

Contenido 171
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 33
Jeroglíficos ideográficos para la entrada de José Sarmiento de Valladares en Puebla,
Juan de Bonilla Godínez, Arco triumphal, disceno político, consagrado en poemas
y delineado..., Puebla, 1697. Biblioteca Nacional de Chile

172 Contenido
EL SIG L O X VII, EL ES P L E N D O R DE L AS E N T R A D AS BA R R O C AS

Tras abandonar la ciudad de Puebla, se dirigirá a Otumba para el traspaso de


poder, y entrará de incógnito en la capital del virreinato el día dieciocho de di-
ciembre de 1696, mismo día en que tomará posesión de sus cargos. La solemne
entrada triunfal se retrasará hasta el día dos de febrero del año siguiente, para se-
guir la etiqueta ceremonial acostumbrada, salvo por el incidente en que «al entrar
por el arco de Santo Domingo lo derribó el caballo en que venía y se le cayó la
cabellera»,167 un hecho realmente insólito durante los siglos de dominación virrei-
nal en América. Para su entrada en la capital, la catedral metropolitana encargó
una magnífica portada relacionada por don Alonso Ramírez de Vargas en Zodíaco
Ilustre.168 Se levantó un enorme arco que enmascaraba la portada catedralicia, de
treinta varas de altura y con un interesantísimo programa iconográfico que contó
con una doble vertiente: cada uno de los tableros relacionaba las virtudes del nue-
vo gobernante con alguna de las hazañas de Hércules y al mismo tiempo con los
doce signos del zodíaco, sirviendo esas escenas como exempla para las actitudes,
decisiones y características que deben regir a todo buen gobernante. Algunas de
las doce hazañas hercúleas mostradas en el arco se correspondieron con los doce
trabajos, pero otras son historias colaterales de aventuras y triunfos de Hércu-
les sobre otros enemigos. Por ejemplo, en el primer tablero de la calle central
se mostró a un infante Hércules que destruía dos víboras que intentaban meterse
en su cuna, como muestra de un ser que es capaz de «vencer antes de hablar»,169
y todo ello se remató con una imagen de Aries en la parte superior, esmaltado y
rodeado de doce estrellas, como sucederá en el resto de imágenes zodiacales de
la obra. Por tanto, ejemplifica la nobleza ya que el conde de Moctezuma también
desciende de nobles familias, el ánimo, valentía y prudencia, de que es muestra
Hércules casi desde la cuna. También el virrey debe ser capaz de vencer sobre
las tareas más arduas, como el héroe antiguo sobre Acheloo como buey, todo
ello evidentemente bajo el signo de Tauro. Por su parte, Géminis ejemplificará el
ánimo de salvador y liberador de Moctezuma, pintado con la derrota del jabalí
de Erimanto; Cáncer, la integridad y el entendimiento; Leo, la fuerza, potencia y
magnanimidad; Virgo, la misericordia y Libra la Justicia, y así sucesivamente. Junto
a los signos se pintan las escenas en que Hércules captura a la cierva, mata al León
de Nemea o domestica a las yeguas de Diomedes. En el tablero superior, se mues-
tra una interesantísima identificación ambientada en el Jardín de las Hespérides,
que muestra como Atlante convierte a Hércules en su segundo y le encomienda a

167. José Ignacio Rubio Mañé, El Virreinato, iih, unam, México, 1983.
168. Alonso Ramírez de Vargas, Zodiaco ilustre de blasones heroicos, girado del sol político,
imagen de príncipes que ocultó en su Hércules tebano la sabiduría mitológica, descifrado en
poéticas ideas y expresado en colores de la Pintura que en el festivo aparato del triunfal arco
en el más Fausto dispuso y erigió al exmo. Señor don José Sarmiento de Valladares, conde de
Moctezuma […], la Santa Iglesia Metropolitana de México, México, 1696. BN, unam, México.
169. Alonso Ramírez de Vargas, Zodiaco ilustre de blasones heroicos…, México, 1696.

Contenido 173
EL TRIUNFO DEL VIRREY

sus hijas, tal y como el rey Carlos II ha nombrado virrey al conde de Moctezuma y
le ha encomendado a sus hijos, los novohispanos. Las hazañas de Hércules segui-
rán plasmándose en intercolumnios, basas, pedestales y demás elementos de la
efímera máquina, siempre en soporte de emblema, jeroglífico e incluso sonetos y
décimas. Se trata, por tanto, de una relevante portada efímera que ilustra la llegada
de Sarmiento de Valladares a la capital, y el inicio de su gobierno, que se alargará
ya hasta el siglo xviii.
Durante su gobierno seguirán las obras de restauración del Palacio de los
Virreyes y las expediciones a las Californias, así como la finalización de diversas
calzadas y el establecimiento de las guardias nocturnas en la capital para com-
batir el crimen. El seis de marzo de 1701 llegarán a Veracruz las noticias de la
muerte de Carlos II, con la celebración de lutos y las solemnes honras fúnebres
por la muerte del último de los Austrias. Además, será el virrey que jurará al pri-
mer Borbón, ya el lunes cuatro de abril de 1701, con un virreinato bajo control
de la facción borbónica. Ese mismo año será removido de su cargo, ya que era un
confeso seguidor de la causa austracista, y sustituido de nuevo por el arzobispo
Juan de Ortega y Montañés.
Con el conde de Moctezuma termina la lista de virreyes gobernantes durante
el siglo xvii, que siguen las tradiciones iniciadas en el siglo xvi, derivadas tanto
de la tradición europea como de algunos elementos propios del mundo novo-
hispano, como el viaje triunfal desde Veracruz hasta la capital, que se refiere a
la historia mexicana, a la conquista de estas tierras por parte de Hernán Cortés.
Tanto las formas como la iconografía clásicas siguen vigentes durante este siglo,
aunque se revisten de características barrocas como el aumento del efectismo,
de la decoración o la aparición de formas curvas, frontones partidos, arbotantes
encontrados, etcétera. Estamos, por consiguiente, ante el siglo que mejor ejem-
plifica estas entradas triunfales virreinales, con una etiqueta firmemente cerrada,
que se sigue en casi todos los casos y que se festeja con grandes celebraciones
y magníficos arcos de triunfo, como los que se ha podido estudiar. El ceremonial
está plenamente asentado, y la fiesta barroca funciona tan bien en Nueva España
como en las cortes europeas.

174 Contenido
CAPÍTULO V

Contenido
EL SIGLO XVIII Y LOS INICIOS DE LA DECANDENCIA

Tras la muerte sin descendencia del monarca Carlos II, estallará la Guerra de
Sucesión entre los dos principales candidatos al trono y sus valedores: Felipe
de Anjou y el archiduque Carlos de Austria. Finalmente, el hijo del gran delfín fran-
cés llegará al trono hispano como Felipe V, e instala una nueva dinastía en el poder,
los Borbones. Se inicia así un siglo, el xviii, que llevará a los territorios hispánicos de
la guerra a las alianzas familiares con Francia, al reformismo ilustrado y finalmente
a la guerra de Independencia y los inicios de la revolución burguesa en todos los
territorios de la monarquía. En cuanto al ceremonial de entrada virreinal novohispa-
na, veremos cómo se sigue a rajatabla al menos hasta los años sesenta. El siglo xviii
será el último en que la Nueva España permanezca bajo el seno de la monarquía
hispánica, a partir de los inicios del siglo xix empezará el camino hacia la indepen-
dencia, que culminará en 1821. Durante todo este siglo los virreyes, seguirán el mis-
mo ceremonial que les llevaba desde Veracruz a México, con la entrada en la capital
tiempo después en medio de gran lujo y aclamaciones populares, pero poco a poco
se desvirtua la ceremonia a causa, principalmente, de los problemas económicos
de la corona, el afán ilustrado por llegar y gobernar cuanto antes o los problemas
políticos y militares que empezarán a azotar la Nueva España.

5.1. UNA NUEVA DINASTÍA EN EL PODER: FELIPE V (1700-1746)

La llegada de los Borbones al poder marcará nuevas tendencias artísticas y cul-


turales en la monarquía hispánica, que observamos sobre todo en los nuevos gustos
cortesanos: en la moda, atuendo y ropajes de los personajes de la nobleza y altos car-
gos, así como en sus retratos, que siguen ahora el modelo de retrato áulico francés.

Contenido 177
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Llegan aires de enorme lujo a la corte mexicana, con vestidos en que desaparece el
rigor negro austracista y se imponen las casacas de vivos colores, los bordados en
oro y plata, el raso de seda y los encajes. Se trata de cambios que, sin embargo, no
afectan al modelo de entrada triunfal de estos territorios, ya que se trataba de un
esquema plenamente asentado que la nueva dinastía utilizará para legitimarse ante
los ojos de la población, pues muda su apariencia, pero sigue punto por punto las
tradiciones para cada caso. Un buen ejemplo de ello son las entradas virreinales
novohispanas, que se celebrarán con total normalidad y continuidad, con el periplo
habitual de Veracruz a México, los espacios tradicionales dentro de cada una de las
ciudades de paso y en la capital y las decoraciones efímeras acostumbradas.
El primero de los virreyes de la nueva era será Juan Ortega y Montañés, que ya
había sido virrey interino anteriormente y que volverá al cargo el día cuatro de
noviembre de 1701, ya que era arzobispo de México y sustituyó en todos sus car-
gos a José Sarmiento y Valladares, conde de Moctezuma. Se trata, por tanto, de un
nuevo interinazgo de una personalidad que ya se hallaba en la ciudad, y por eso
las ceremonias se reducen a la toma de posesión y jura delante de la Real Audien-
cia. El arzobispo pasará poco más de un año en el cargo, apoyará a los partidarios
de Felipe de Anjou y tomará ciertas medidas provisionales hasta la llegada de su
sucesor, el duque de Alburquerque, con el que se reunirá en Otumba en noviem-
bre de 1702. Ortega morirá en la capital novohispana en 1708, mientras ostenta
todavía el cargo de arzobispo de la misma.

5.1.1. Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque (1702-1711)

Francisco Fernández de la Cueva pertenecía a una de las grandes familias de


la aristocracia hispana, con su padre Melchor Fernández sirviendo para la corona
y habiendo ocupado el cargo de virrey novohispano su abuelo, el VII duque de
Alburquerque. Nació ya como marqués de Cuéllar, y a la muerte de su padre se
convertirá en el X duque de Alburquerque, se dedicó desde su infancia a la carre-
ra de las armas: caballero de la orden de Santiago, comendador de Guadalcanal,
encomendero de Benfayán, miembro de la Orden de Alcántara, gentilhombre de
cámara de Felipe V, capitán general de las costas andaluzas, mismo cargo del Rei-
no de Granada y finalmente, el veintiocho de abril de 1702, como virrey de la
Nueva España. Su matrimonio con Juana de la Cerda Aragón y Moncada, hija del
duque de Medinaceli, ahonda en su consideración de Grandeza de España.
El nuevo virrey partirá el treinta de junio de 1702 desde el puerto de La Coru-
ña hacia América, y es el primero que no lo hace desde las costas gaditanas como
era preceptivo dadas las restricciones al comercio indiano, en una flota francesa
comandada por el general Ducas y especialmente enviada por el abuelo del nuevo

178 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

monarca, Luis XIV. El once de septiembre llegará el duque de Alburquerque a Vera-


cruz, motivo este festejado en la capital tras su conocimiento con repiques de cam-
pana de todas las iglesias mexicanas.170 Tras realizar rápidamente la primera parte
del viaje, pasará varios días en Puebla, de donde partirá el día quince de noviembre.
El dieciocho del mismo mes recibirá el bastón de mando en la ciudad de Otumba,
el día veintiuno será agasajado por los cabildos civil y eclesiástico en San Cristó-
bal, y al día siguiente comerá públicamente en la villa de Guadalupe. El día veinti-
trés de noviembre se realizarán interesantes festejos en las casas de Chapultepec,
con desfiles militares y muestras de regocijo, pero por la noche el virrey pasa a la
catedral metropolitana para orar en soledad. Dos días más tarde se trasladará
al Palacio de los Virreyes para visitarlo y revisar los trabajos de adecentamiento, y
el siete de diciembre se producirán los solemnes juramento y toma de posesión.
Conservamos para este caso una detallada descripción del adorno de la Sala del
Real Acuerdo para estos juramentos, que habla de «un dosel de terciopelo y damas-
co encarnado y baldaquín de seda de los mismos colores, una mesa larga y junto a
ella seis sillas por cada lado, y la del señor virrey de terciopelo encarnado y abajo
un cojín; la mesa con sobrecama de China bordada; encima un misal».171 Como se
puede observar, todo engalanado con sedas y tejidos suntuosos y preparado para
una de las ceremonias más relevantes y significativas en la llegada de un virrey. Para
el día siguiente se dejó la entrada pública en la ciudad, que arrancó desde la plaza
de Santa Catalina Mártir, pasó por el arco municipal de la calle de Santo Domingo,
asistió a los oficios y el canto del Te Deum en la catedral metropolitana y se dirigió
finalmente al Palacio de los Virreyes, su nueva residencia.
Durante el gobierno del X duque de Alburquerque, la preocupación principal de
la administración será el acopio de dinero para enviarlo a España y sufragar la guerra
de Sucesión y hacer frente a la piratería inglesa, holandesa y portuguesa, y se llegó
incluso a la confiscación de los bienes de los residentes de estas nacionalidades.
También se creará el famoso Tribunal de la Acordada, para mejorar el bandolerismo
en los caminos y la salvaguarda de personas y haciendas. El trece de noviembre de
1710, el duque de Alburquerque entregará el bastón de mando a su sucesor, mas a
su llegada a Madrid se le impuso el collar de la Orden del Toisón de Oro, el más alto
reconocimiento hispano. Morirá en Madrid el veintiocho de junio de 1724.

5.1.2. Fernando de Alencastre y Noroña, duque de Linares (1711-1716)

Fernando de Alencastre será comendador de la Orden de Santiago y virrey de


Nápoles y Cerdeña antes de ser ascendido al mismo cargo en la Nueva España,

170. agn, México, Reales Cédulas Duplicadas, vol. 44, ff. 84 y ss.
171. Actas Antiguas de Cabildo, Libros 38 al 42, pp. 296-297.

Contenido 179
EL TRIUNFO DEL VIRREY

con nombramiento el dieciséis de mayo de 1710.Tras su largo periplo, el diez de


noviembre será cumplimentado por la administración virreinal en San Cristóbal,
comerá públicamente el día siguiente en Guadalupe y pasará por la tarde a las
Casas Reales de Chapultepec. El día trece de noviembre tomará posesión de su
cargo, y el último día del mes realizará su solemne entrada triunfal, recibirá las
llaves de la ciudad frente al arco de Santo Domingo y se festejará su llegada con
luces, luminarias y fuegos artificiales durante tres días.172

Figura 34
Francisco Martínez (atrib.), Retrato del virrey duque de Linares,
óleo sobre lienzo, 92 x 71 cm, mnh, México

172. Actas Antiguas de Cabildo, Libros 43 a 47, pp. 35-37 y 40-41.


agn, México, Reales Cédulas duplicadas, tomo 68, ff. 76 y ss.

180 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Durante su gobierno se seguirá con el reforzamiento de la Armada de Barlo-


vento, para la protección frente a la piratería, se establecerá un comercio regular
con el peruano puerto de El Callao y se realizarán diferentes expediciones al
norte, a Texas, California y Nuevo México. Culturalmente es destacable el primer
estreno de ópera, que se produce en el Palacio de los Virreyes el uno de mayo de
1711 con La Parténope de Manuel de Sumaya, la primera ópera firmada por un
americano. Entregará el bastón de mando en 1716, y fallecerá en junio del año
siguiente en Ciudad de México.

5.1.3. Baltasar de Zúñiga, marqués de Valero (1716-1722)

Baltasar de Zúñiga nace en Béjar en 1658, descendiente de sangre real por


vía de don Juan Manuel de Manrique y Zúñiga, es nombrado virrey de la Nueva
España el veintidós de noviembre de 1715. Con su llegada a San Juan de Ulúa se
crearán las comisiones capitalinas para darle la bienvenida, realizar el arco y re-
parar las Casas de Chapultepec, algo envejecidas en estos momentos. Su tránsito
por Puebla será de enorme pompa, con agasajamiento de todas las autoridades
de la zona, y el veintiocho de junio de 1716 llegará a la villa de Guadalupe, donde
se le ofrecerá un gran banquete y diferentes actos festivos.173 Por la tarde pasará
a Chapultepec, donde permanecerá más de quince días y se celebrarán tres días
consecutivos de toros y otros espectáculos. El dieciséis de julio se produce la
toma de posesión, y algún tiempo después, en una fecha que no conservamos,
su solemne entrada triunfal.174 Sí conservamos, sin embargo, una descripción de
la montura en que el virrey desfilaría triunfalmente por las calles mexicanas: «ri-
camente bordada con estribera y herraje de plata dorada, sus fundas y carabina,
bolsa, telliz, guión, libreas y todo lo demás hecho con el mayor esmero y primor
posible»,175 mostrando la suntuosidad de todos y cada uno de los elementos que
protagonizaban estos ingresos virreinales.

5.1.4. Juan de Acuña y Bejarano, marqués de Casafuerte (1722-1734)

Juan de Acuña nace en Lima en 1658, es el segundo criollo que ocupará el


cargo de virrey de la Nueva España y seguirá una estelar carrera militar, que le
lleva de general de artillería a gobernador de Mesina y caballero de la Orden de
Santiago. El veintidós de abril de 1722 es nombrado virrey novohispano, y arriba

173. agi, Sevilla, Audiencia de México, Leg. 1217.


174. Actas de Cabildo, ii, pp. 39-40.
175. Actas Antiguas de Cabildo, Libros 48 a 50, pp. 180-181. 183-187 y 189-190.

Contenido 181
EL TRIUNFO DEL VIRREY

el veintiocho de agosto de este mismo año al puerto de Veracruz, en medio de


repiques de campanas y estruendosas salvas de artillería. Desde Puebla informa
que no pasará por las Casas de Chapultepec en su llegada a México, cosa que
contraria a los regidores como se puede observar en las actas del cabildo,176 en
una costumbre que se perderá poco a poco a mediados del siglo xviii.
Su solemne entrada en la Ciudad de México se produce el quince de octubre de
1722,177 y, aunque conservamos poca información, aparecen las descripciones
de los arcos triunfales de la capital, estudiadas en profundidad por Francisco
Montes.178 En el arco municipal,179 sito en la esquina de Santo Domingo, se com-
para al marqués de Casafuerte con Julio César, por sus triunfos y fama merecida,
en uno de los primeros casos en que la historia romana aparece como fuente
primordial de facturas efímeras en la Nueva España, algo que será una constante
durante la segunda mitad del siglo xviii. Por su parte, el arco catedralicio recurrirá
en su iconografía a la figura de Prometeo,180 con un sencillo argumento que usa el
apellido del virrey Salvatierra, pues es Prometeo el benefactor y salvador de toda
la humanidad frente a la tiranía de los dioses. Se compuso de catorce lienzos con
diferentes emblemas que recogían sus aventuras, y asumían las esperanzas del
pueblo en que el marqués de Casafuerte fuese su particular Prometeo, un criollo
benefactor de sus intereses.
Durante su gobierno, el marqués de Casafuerte tendrá que atender constante-
mente la falta de recursos en las finanzas del virreinato y la corona, pacificará la
región de Nayar y autorizará a Juan Francisco de Sahagún a reiniciar la publicación
de la Gaceta de México, suspendida desde 1722 a 1728 y una de las fuentes pri-
mordiales para el estudio de noticias que tengan relación con entradas virreinales,
sobre todo durante el siglo xix, cuando las relaciones festivas y descripciones de
arcos prácticamente desaparecen. A petición virreinal, el Papa ordenará la cons-
trucción de la colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe, inaugurada en presencia
del marqués de Casafuerte en 1730, con un coro fabricado en Macao y llevado a la
capital en el galeón de Manila. El marqués morirá en México el diecisiete de marzo
de 1734, y será enterrado en la iglesia de San Cosme y San Damián.

176. Actas Antiguas de Cabildo, Libros 51 a 53, pp. 351-355. 358-359 y 361.
177. agn, México, Reales Cédulas, toma 43, Exp. 26.
agi, Sevilla, Audiencia de México, Leg. 1217.
178. Francisco Montes González, «Pormetheo, Vndique Clariori: el arco catedralicio para el
recibimiento del virrey marqués de Casafuerte en México», en Rafael García Mahiques y Vicent
F. Zuriaga Senent (eds.), Imagen y Cultura (vol. ii), Biblioteca Valenciana, Valencia, 2008, pp.
1133-1145.
179. Teatro gerarchico de la Luz, pira christiano política del gobierno de la muy leal Ciu-
dad de México…, en la imprenta de Juan Ruiz, México, 1722.
180. Prometeo alegórico que la Insigne Iglesia Metropolitana de México dispuso en su
entrada al Excelentísimo Señor don Juan Antonio Vázquez de Acuña, marqués de Cassafuer-
te…, por Joseph Bernardo del Hogal, México, 1722.

182 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Figura 35
Juan Rodríguez Juárez, Retrato del virrey marqués de Casafuerte,
óleo sobre lienzo, 93 x 70 cm, 1722, mnh, México

Contenido 183
EL TRIUNFO DEL VIRREY

5.1.5. Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, arzobispo de México (1734-1740)

Como nuevo virrey interino tras la muerte del marqués de Casafuerte, al arzobis-
po mexicano Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta se le rendirán honores dos meses
después de su toma de posesión,181 con cuatro días de corridas de toros en la plaza
del Volador, del veinticuatro al veintisiete de mayo de 1734, junto con banquetes,
bailes y grandes muestras de regocijo popular.182 Sin embargo, los gastos para este
tipo de eventos seguían reduciéndose de forma drástica, como es buen ejemplo el
total abandono de los festejos en las Casas Reales de Chapultepec, y será el marqués
de Valero el último de los virreyes que pasará por allí en sus ingresos triunfales.
El gobierno de Vizarrón y Eguiarreta se convierte en el interinazgo más dilata-
do de todos cuantos se producen en la Nueva España, con un total de seis años y
cinco meses, ante la falta de nombramientos por los conflictos bélicos que todavía
ocupan la política peninsular. Los primeros años de su gobierno coincidirán con
una serie de desastres que dejarán maltrecho todo el virreinato, como las tormentas
de 1735, los efectos de potentes vientos o la temida epidemia de matlazáhuatl
en la capital, para muchos ciudadanos vaticinada por el paso de un cometa. Poco
a poco, y ante interminables oraciones frente a la Virgen de Guadalupe, la ciudad
y el virreinato se van recuperando, para reforzar la flota y la Armada, en su con-
tienda contra embarcaciones inglesas en el océano, insurrecciones indígenas en
la Capitanía General de Guatemala, así como contra los bandidos que acechaban
los caminos. Incluso al final de su gobierno se enviaron dos millones de pesos en
plata a la metrópoli para contribuir a la edificación del Palacio Real de Madrid. En
1740 dejará el cargo y entregará el mando al duque de la Conquista, aunque seguirá
como arzobispo hasta su muerte, el veinticinco de enero de 1747, y será enterrado
en la catedral metropolitana.

5.1.6. Pedro de Castro y Figueroa, duque de la Conquista (1740-1741)

Pedro de Castro y Figueroa es nombrado virrey el veintiséis de mayo de


1739,183 y embarca en Cádiz en la fragata holandesa Ave Fénix el seis de abril
de 1740, pero son interceptados en Puerto Rico por una fragata inglesa, aunque el
virrey y otros personajes relevantes abordarán un bote y conseguirán escapar de
la captura. Finalmente, llegará el treinta de mayo al puerto de Veracruz. En Puebla
será agasajado durante varios días por las autoridades locales y las de otras ciuda-

181. agn, México, Reales Cédulas, tomo 47, Exp. 92.


182. Gazeta de México, núm. 78, mayo de 1734.
183. agi, Sevilla, Audiencia de México, Leg. 1217.

184 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

des de importancia, para llegar el día diecisiete de agosto a Guadalupe,184 donde


es saludado por las autoridades metropolitanas, y pasar por la tarde en coche a la
capital, donde se realiza la preceptiva ceremonia de la toma de posesión en la Sala
del Real Acuerdo. Al día siguiente recibirá las visitas y agasajos de los principales
ciudadanos de México.185
Durante su gobierno, la recaudación para las arcas estatales y la defensa del te-
rritorio serán de nuevo las prioridades, mejorará el acceso y el sistema de drenaje
de las minas zacatecanas, apoyará misiones en Filipinas, contribuirá a la defensa
de Cuba frente a los ingleses y ordenará la construcción de nuevas baterías en la
fortaleza de San Juan de Ulúa. En una de sus visitas personales para la revisión de
las obras de mejora en Veracruz contrajo disentería hemorrágica, siendo traslada-
do a la capital novohispana, donde murió el veintidós de agosto de 1741, y fue
enterrado en el convento de la Piedad, al sur de la ciudad. Tras su muerte, la Real
Audiencia tomará de nuevo el mando y gobierno del virreinato, con su presidente
Pedro Malo de Villavicencio a la cabeza hasta la llegada de un nuevo reemplazo
virreinal en 1742.

5.1.7. Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara (1742-1746)

Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara, era Grande de España y caballero


de la Orden del Toisón de Oro, y había ocupado puestos de embajador en impor-
tantes ciudades europeas cuando fue nombrado virrey por Felipe V el treinta y uno
de enero de 1742 en el Buen Retiro,186 y el cinco de octubre de este mismo año des-
embarcó en el puerto de Veracruz. Pocos días después, el nueve de octubre, inició
su viaje triunfal hacia la corte virreinal, con magníficas entradas triunfales en Jalapa
y Puebla. En los últimos días del mes de octubre se produjo el cambio de mando,
en la simbólica entrega del bastón, en Otumba y ante enorme concurrencia, donde
recibió el homenaje de algunos de los personajes más relevantes de la capital.187 El
dos de noviembre llegó a San Cristóbal, y el día siguiente entró en la villa de Gua-
dalupe, donde fue cumplimentado por las autoridades y tribunales novohispanos,
y pasó por la tarde a la corte para la realización del preceptivo juramento y la toma
de posesión. La entrada triunfal se realizó a mediados de noviembre, con grandes
muestras de regocijo y corridas de toros en la plaza del Volador hasta finales de mes,
entre el veintiséis y el veintinueve de noviembre de 1742.188

184. Mercurio de México, julio de 1740.


185. Mercurio de México, agosto de 1740.
186. agn, México, General de Parte, Libro 33.
187. agn, México, Inquisición, tomo 889, ff. 11-31.
188. Mercurio de México, noviembre de 1742.

Contenido 185
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 36
Portada de Julio Maximino, verdadero, bajo cuyos heroicos hechos y altas prendas
simbolizó el estudio las del Excmo. Sr. D. Pedro Cebrian, y Agustín, Conde
de Fuen-Clara, Grande de primera classe, Señor de varias Baronías, y Villas, Caballero de
la Insigne Orden del Toison y Real de San Genaro del Consejo de S. Mag. Comendador
en el de Alcántara, de las Pueblas, Mayordomo Mayor de la Reina de Nápoles, y Serenissimo
Infante D. Phelipe, Embajador de su Magestad Catholica a Venecia, Polonia, Viene
y Nápoles. Virrey Governador, y Capitán General de esta Nueva España, y Preseidente
se su Real Audiencia, y Chancillería: y se expresaron en el Jano bifronte, y Triumphal Arco,
que a su publico ingresso erigió la capital de estos Reynos, Imperial México., México, 1742

186 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Como Grande de España que era, uno de los pocos que regentó el cargo de
virrey de la Nueva España, las celebraciones y decoraciones efímeras levantadas
para la ocasión en la capital fueron especialmente brillantes. El arco de la Ciu-
dad de México en su entrada triunfal, en los inicios de la calle Santo Domingo,189
era un arco de inspiración clasicista en las formas, muy parecido a los anterior-
mente estudiados, y con la inscripción honorífica también en una gran tarja que
caía sobre la clave de la puerta por la que la comitiva tenía que pasar. Pero lo
interesante en este arco es la decoración, ya que se aparta de nuevo de la mito-
logía, fuente esencial en los arcos anteriormente estudiados. En este caso la ico-
nografía se funda en un general romano, Julio Maximino, que es comparado por
sus virtudes y triunfos al conde de Fuenclara, a la vez que se compara al monar-
ca Felipe V con el emperador Severo. Era una de las tradiciones europeas más
asentadas, comparar a los grandes personajes que entraban en alguna ciudad
con emperadores o grandes militares de la antigüedad, y como se demuestra
en estas líneas Nueva España tampoco fue ajena a ello. Este es un arco exento, en
el que se representaron diez lienzos en cada una de las fachadas, todos con
su mote y algunos sonetos o octavillas repartidas entre ellos. Así, en la fachada
principal se representó al emperador Severo corriendo a caballo, y Maximino
siguiéndolo a pie con la misma marcha, el emperador ante una fuente encomen-
dando a Maximino unos galanes jóvenes, Maximino huyendo de Heliogábalo en
su palacio y Maximino derribando a un tribuno. Es esta misma fachada, pero en
los intercolumnios se podían ver dos escenas: Maximino dormido, coronado
por una serpiente y Maximino enviando una pintura, ambas sobre epigramas.
En las pilastras de esta fachada había un lienzo con el Sol y el Lucero sobre la
cabeza del general y otro con Maximino admirando una vid muy fértil. En los
extremos de la fachada, se representó el botín y la huella de Maximino, y la
cota de malla púrpura. En lo tocante a la fachada posterior, se veía a Maximino
recibiendo el bastón del emperador Severo, Maximino registrando las armas y
los soldados y al general romano acuchillado por sus enemigos y montando un
caballo en una laguna. En los intercolumnios Maximino huyendo y el general
tomándose el sudor en unas copas. En las pilastras se representó al general
dando varios premios, arrojando varios instrumentos mecánicos, su lanza rota por
un rayo de sol, su escudo reflejando los rayos del sol y su entrada triunfante en una
ciudad que ardía a lo lejos. Con esta descripción se ve perfectamente como también
se conocían estas historias en Nueva España, y además se usaban como fuente icono-
gráfica en fiestas y celebraciones.

189. Su descripción extraída de la relación: Julio Maximino, verdadero, bajo cuyos heroi-
cos hechos y altas prendas simbolizó el estudio las del Excmo. Sr. D. Pedro Cebrian, y Agustín,
Conde de Fuen-Clara…, México, 1742.

Contenido 187
EL TRIUNFO DEL VIRREY

El otro gran arco efímero metropolitano, el de la catedral, se cubrió con


ocho lienzos, seis pilastras y profusión de decoración en los intercolumnios, y
con su iconografía devolvía de nuevo el personaje de Ulises a las festividades
novohispanas, de nuevo el elemento clave para el ensalzamiento y la adulación
hacia el nuevo gobernante llegado de Europa.190 La relación festiva es obra de
Cayetano Cabrera Quintero,191 y utiliza escenas tradicionales inspiradas en la
Odisea, como Ulises atado al mástil mayor, Ulises con la ninfa Calipso o Alcinoo
ciñendo la espada y la banda roja al gran héroe. Sin embargo, la imagen más
llamativa de todo el programa iconográfico es, sin duda, la que mostró a Ulises
conducido en un carro en forma triunfal, pero con los rasgos del virrey conde
de Fuenclara, lo que alude a la gran importancia de las entradas triunfales de los
virreyes, a su función como instrumento de propaganda de la monarquía hispáni-
ca y de sus sistemas, así como los triunfos romanos contribuyeron al asentamien-
to y perduración del sistema político, social y religioso de la antigua Roma.
El gobierno de Fuenclara destacará por grandes actuaciones urbanísticas en
la capital mexicana, como la reparación del acueducto de Chapultepec o de
la calzada de San Antonio Abad. Reanudó las expediciones a California e hizo
frente a algunas revueltas populares en Puebla, teniendo que recaudar además,
gran cantidad de caudales que se demandaban desde la corona, lo que desen-
cadenó el establecimiento de estancos para armas, minas de sal, hielo y juego
de gallos. Además, se interesará por recoger información etnológica, geográfica
e histórica de la Nueva España. Tras varios años de mandato, Pedro Cebrián se
volverá enfermizo, y por eso demandará a la Corte su relevo y vuelta a España,
que se verificará en julio de 1746. El conde de Fuenclara fue el último de los
virreyes del reinado del primer Borbón, Felipe V, y murió en Madrid el seis de
agosto de 1752.

190. Esta relación festiva y otras que utilizan a Ulises-Odiseo como principal motivo de
los arcos triunfales efímeros se estudian en Inmaculada Rodríguez Moya, «Odiseo en la Nueva
España. Las virtudes políticas y heroicas del virrey en la decoración de tres arcos triunfales»,
en José Pascual Buxó, Reflexión y espectáculo en la América Virreinal, Biblioteca Nacional,
México, 2007, pp. 231-257.
191. Nuevo Ulises, delineado según el original del Grande Homero, en las Tablas de la
Odisea; y expendido en el arco triumphal, que la Primada Nueva España Santa Iglesia de
México erigió en sus puertas al Ingresso del Excelentísimo Sr. S. Pedro Cebrián Agustín, conde
de Fuen-clara, México, 1743.

188 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

5.2. EL REINADO DE FERNANDO VI (1746-1759)

El mismo mes en que el conde de Fuenclara regresaba a España, en julio de


1746, ascendía al trono el tercer Borbón hispano, ya que el primer hijo de Felipe V,
don Luis, había reinado durante apenas seis meses en 1724, antes de que el de
Anjou regresase al trono hasta su muerte. Tras esta, su segundo hijo, Fernando,
le sucederá. Durante su reinado, tan solo dos virreyes ocuparon el máximo cargo
de la administración novohispana, y solo hizo un nombramiento, el del marqués de
las Amarillas, ya que el conde de Revillagigedo, aunque inicia su gobierno al mis-
mo tiempo que Fernando VI, es aún nombrado por su padre. Se trata, además, de
dos gobiernos importantísimos por sus actuaciones políticas y sociales, pero tam-
bién dos de los casos en que conservamos más información sobre las ceremonias,
actos, festejos y arcos triunfales que se levantaron en la Nueva España en honor
a la venida de su nuevo virrey.

5.2.1. Juan F. de Güemes y Horcasitas, I Conde de Revillagigedo (1746-1755)

Juan Francisco de Güemes y Horcasitas trabó una ejemplar carrera militar, con
su participación en la batalla de Gibraltar y en la conquista de Orán, lo que le valió
el título de conde de Revillagigedo y el ascenso a capitán general de la Habana,
donde mejorará las fortificaciones de la isla hasta ser nombrado, el nueve de julio
de 1746, virrey de la Nueva España. Desde la isla viajará rápidamente a su nuevo
destino con su esposa Maria Josefa de Llera, y recorrerán el camino habitual entre el
puerto veracruzano y la capital, donde realizará una solemne entrada triunfal.
Lo más interesante de su ingreso fue el magnífico arco efímero que le preparó
la catedral metropolitana,192 donde se le comparará con el mismísimo Atlante y
que ha sido estudiado por José Miguel Morales Folguera.193 En la relación festiva
y descripción del arco triunfal, Revillagigedo se convierte en Atlante, rey de Mau-
ritania según Ovidio, el conde de Fuenclara en Alcides, España se identifica con
las Hespérides y la Nueva España con las Hyadas, o hijas del protagonista. Por
tanto, la relación entre todos los personajes que aparecen en el programa icono-
gráfico viene a explicar de una forma gráfica la relación de España y su monarca
con sus súbditos novohispanos a través del virrey. Esto se demuestra en alguno

192. Pedro Rodríguez de Arispe, Alegórico simulacro del célebre príncipe Atlante que en
la sumptuosa montea de un Triunfal Arco, erigió la Sacra, Imperial, Metropolitana Iglesia de
esta Corte de México en el solemne feliz ingresso del Excmo. Sr. D. Juan Francisco Güemez
de Horcasitas, México, 1746.
193. José Miguel Morales Folguera, Cultura simbólica y arte efímero en la Nueva España,
Junta de Andalucía, Sevilla, 1992. Capítulo III: Entradas de Virreyes.

Contenido 189
EL TRIUNFO DEL VIRREY

de los catorce lienzos que decoraron la fachada efímera catedralicia, como el


que muestra a Atlante y Hespérida, o como España y su monarca encomiendan a
Revillagigedo el gran reto del gobierno de uno de los territorios más importantes
de la monarquía. O Atlante de pie junto al mar, océano que ya ha cruzado para
guardar la isla de Cuba y que volverá a navegar para dirigirse al gobierno novo-
hispano. Por su parte, las Hyadas, que aparecen en varios lienzos, identifican a la
Nueva España, que se convierte en hija y súbdita del enviado por los monarcas
hispanos, que deberá traer buenos frutos y riquezas que redundaran en el bienes-
tar de toda la monarquía, cosa identificable en el lienzo en que el Nilo mana del
mismo Atlante.
El gobierno del I conde de Revillagigedo es uno de los mejor tratados por la
historiografía europea y americana, por las intensas reformas que se llevaron a
cabo bajo su administración y por la mejora sustancial de las arcas durante la mis-
ma. Sin embargo, con las nuevas noticias llegadas de la metrópoli, sus primeras
actuaciones debieron ser ceremoniales, ya que tuvo que presidir prácticamente
tras su llegada al poder los funerales en honor del monarca Felipe V y la procla-
mación de su hijo Fernando VI como nuevo soberano hispano. Entre las grandes
reformas que emprendió destaca la de la Hacienda virreinal desde 1746 y las
medidas contra el contrabando en los puertos, pues llegó a prohibir el atraque en
los mismos de naves de la liga hanseática. También aumentará la flota y mejorará
la administración, la gerencia de documentos oficiales y la justicia. La mejora en
las arcas virreinales se traducirá en la colonización más intensa de Nuevo Santan-
der, hoy estado de Tamaulipas, que poco a poco se integrará definitivamente en el
control de la administración central, así como en la consolidación de guarnicio-
nes en Texas y la fundación del presidio , en su honor, como Horcasitas en Sonora,
para el control sobre los apaches. Tras nueve largos e intensos años de gobierno,
en 1755 entregará el bastón de mando a su sucesor, el marqués de las Amarillas, y
volverá a España donde, hasta su muerte en 1766, ejercerá los cargos de capitán
general del Ejército y presidente de los consejos de Castilla y de Guerra.

5.2.2. Agustín de Ahumada y Villalón, marqués de las Amarillas (1755-1760)

El caso del marqués de las Amarillas es, sin ninguna duda, uno de los más
importantes de este trabajo, y de la historia virreinal americana en general, pues
si bien los festejos, celebraciones y arquitecturas efímeras en su honor se ins-
criben dentro de la tradición, y no marcan un avance decidido o un esplendor
especial, como fue por ejemplo el caso de la entrada del marqués de Villena,
sí que se caracteriza por dos cuestiones que hacen que sea quizá el gobierno
más útil para la historiografía a la hora de estudiar las entradas triunfales en la

190 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Nueva España. En primer lugar, la abundancia de documentación para las en-


tradas del marqués de las Amarillas, ya que contamos con la obra básica para el
estudio de estas ceremonias, el documento de Diego García Panes acerca de los
viajes virreinales,194 redactado mientras este ingeniero barcelonés acompañaba
al marqués en su viaje por las tierras del virreinato. Pero, además, contamos con
el magnífico volumen de Antonio Joaquín de Rivadeneyra y Barrientos, Diario
notable de la excelentísima señora marquesa de las Amarillas,195 que traza
el viaje que la esposa del nuevo virrey realizó hasta México, y también con tres
magníficas descripciones de arcos triunfales, dos para la capital y otro poblano.
Pero quizá lo más sobresaliente es que para este caso también podemos estudiar
la única obra novohispana que con total seguridad muestra una escena de entra-
da triunfal, la Portada para la entrada del Virrey Marqués de las Amarillas en
la Catedral de Puebla, atribuida a José Joaquín Magón. Toda esta enorme infor-
mación y fuentes iconográficas han sido estudiadas por diversos investigadores,
aunque destaca la labor de Inmaculada Rodríguez Moya o Beatriz Berndt de
León.196 El segundo hecho a tener en cuenta para el estudio de los ceremoniales
que envuelven al marqués de las Amarillas, es que se trata de una de las últimas
entradas que respetan de una forma notable el esquema trazado a través de
decenios por los diferentes virreyes, gobernantes y comisiones de los cabildos
mexicanos, ya que a partir del gobierno de Carlos III veremos cómo se empieza
a alterar este esquema, hasta llegar a los primeros años del siglo xix, cuando se
descompondrá totalmente.
Agustín de Ahumada y Villalón nace hacia 1715, obtiene rápidos ascensos gra-
cias a una brillante carrera militar, encumbrada en campos de batalla italianos, al-
canza el rango de teniente coronel de las Guardias Reales españolas. Será alcalde de
Barcelona cuando le llegue el nombramiento como virrey de la Nueva España,
decretado en Aranjuez el veinticuatro de marzo de 1755. Tras varios retrasos en
el viaje, el marqués de las Amarillas partirá finalmente a inicios de septiembre
de 1755, junto a su esposa Luisa de Ahumada y Vera y una pequeña corte de casi

194. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.
195. Pedro Romero de Terreros, Viaje de la marquesa de las Amarillas descrito en verso por
don Antonio Joaquín de Rivadeneyra Barrientos, reimpreso con notas de Manuel Romero de
Terreros, México.
196. Beatriz Berndt de León, «Discursos de poder en un nuevo dominio: el trayecto del
virrey marqués de las Amarillas de Veracruz a Puebla, las fiestas de entrada y el ceremonial
político», en Relaciones, núm. 101 (invierno 2005), vol. xxvi, pp. 227-159.
Inmaculada Rodríguez Moya, «Iconografía del virrey marqués de las Amarillas: retratos ofi-
ciales y alegóricos», en Inmaculada Rodríguez Moya (ed.), Arte, poder e identidad en Iberoamé-
rica. De los Virreinatos a la construcción nacional, Col·lecció Amèrica, Universitat Jaume I,
Castellón, 2008, pp. 145-173.

Contenido 191
EL TRIUNFO DEL VIRREY

ochenta personas. Junto a ellos, dos testigos de excepción: los cronistas García
Panes y Rivadeneyra, que nos detallan de forma minuciosa el viaje de los virreyes
por toda la Nueva España, desde Veracruz a la capital del virreinato, relaciones
que ya han sido analizadas y estudiadas a fondo y que narran el periplo virreinal
habitual hasta estas fechas. Así, los marqueses de las Amarillas pasarán de Veracruz
a Jalapa, por Las Vigas hasta Tlaxcala y de ahí a una de las paradas más interesantes
de su viaje: la llegada a Puebla el veintisiete de noviembre de 1755.

Figura 37
José Patricio Morlete Ruiz, Retrato del virrey marqués de las Amarillas,
óleo sobre lienzo, 97 x 75 cm, 1756, mnh, México

192 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Para la entrada poblana se levantarán dos magníficos arcos efímeros: el de la


ciudad, del que no se conservan referencias fuera de las relaciones de García Panes
y Rivadeneyra, y el arco catedralicio, del que existe una de las fuentes más interesan-
tes de toda la etapa virreinal, el lienzo de 1756 Portada para la entrada del Virrey
Marqués de las Amarillas en la Catedral de Puebla, atribuida a José Joaquín Magón
por Guillermo Tovar de Teresa, y conservado en colección privada. Se trata de una
magnífica obra, con gran minuciosidad y detallismo a la hora de representar tanto
los personajes y sus rasgos fisionómicos como el arco triunfal que aparece y las
escenas que en él se desarrollan. En la escena del cuarto inferior del lienzo, el virrey
marqués de las Amarillas acaba de desmontar el caballo en que está realizando su
gran desfile de entrada poblano, mientras dos seises del coro catedralicio le quitan
las espuelas, ceremonial este restrictivo a la catedral de Puebla, y que no se realiza
en otras ciudades de la carrera triunfal. A su frente, cuatro regidores sostienen un
palio arrugado, lo que nos marca que el mismo ya ha sido presentado al virrey y este,
según lo recogido en las Leyes de Indias, ha rechazado dicho honor y por tanto, los
regidores lo retiran. En los alrededores del gobernante aparecen también los miem-
bros de la Guardia de Dragones que lo acompaña desde su llegada a Veracruz, un
paje que lleva el estandarte de la casa de Amarillas y los caballerizos. Al fondo, espe-
rando frente a la portada de la catedral, el obispo Pantaleón Álvarez de Abreu vestido
de pontifical y acompañado por el cabildo eclesiástico, espera la comparecencia del
virrey para llevarlo a su sitial en el presbiterio y que asista a las ceremonias precep-
tivas en toda entrada triunfal virreinal. Sin embargo, el gran protagonismo del lienzo
se lo lleva, sin ninguna duda, el grandioso arco triunfal, que ocupa tres cuartos del
mismo y se plasma con tal detallismo que lleva a pensar que el autor de la obra pre-
senció la entrada triunfal y estudió a fondo el arco levantado para la misma. Se trata
de una gran máquina efímera de tres cuerpos y zócalo, siendo el último de ellos un
remate de forma semicircular. Los cuerpos constan de tres calles diferentes, separa-
das en el primer cuerpo con columnas, en el segundo con atlantes y en el último,
con pilastras. Son esos soportes los que crean el espacio oportuno para plasmar
ocho grandes lienzos con epigrama, más otros seis en el zócalo del arco. En estos
espacios, el canónigo Andrés de Arce desarrolló un original programa iconográfico
en el que se advertían las virtudes y buenas acciones del nuevo virrey, pero a través
de diferentes escenas en que este aparece protegido por una Estrella, guía a la que
debe sus magníficas victorias militares en Italia y que ahora viene a iluminar el Vi-
rreinato de Nueva España. En el primer cuerpo se muestran dos lienzos diferentes,
en la izquierda el virrey en un caballo en corveta, y en la derecha sobre un caballo
al paso seguido de un ejército, en ambos casos con la Estrella protectora guiándolo.
Muestra las dos caras de la guerra, la primera la del valeroso virrey haciendo frente a
sus enemigos y la segunda la del mismo personaje ya triunfante, que desfila con sus
tropas frente a una fortaleza ardiente. El segundo cuerpo tuvo un carácter más ale-

Contenido 193
EL TRIUNFO DEL VIRREY

górico, mostrando en la derecha al virrey dictando justicia junto a esta alegoría y en


el centro a Amarillas en el carro de la Fortuna junto a la Fama y con un indígena es-
perándole sentado en un trono. Más interesante es quizá el lienzo que se muestra en
la calle izquierda, en el que el virrey recibe órdenes del mismísimo Fernando VI
entronizado, mientras un Sol ilumina la Estrella de Amarillas, y se muestra aquí como
el segundo del monarca, como el segundo Sol enviado por Fernando a la Nueva
España para iluminar a sus súbditos. En el tercer cuerpo, el virrey se enfrenta en el
lado izquierdo a un dragón de cinco cabezas, y en el derecho se dirige a embarcarse
hacia la Nueva España, a asumir la misión que su Sol le encomienda en el Nuevo
Mundo. En el centro, el virrey y su esposa se muestran ante Juno, Palas y Venus, que
rinden homenaje a la consorte del gobernante, a Luisa de Ahumada y Vera. Todo el
conjunto se remata con un escudo con las armas de Agustín de Ahumada y Villalón,
el nuevo virrey.
Como ya se ha referido, la importancia de esta obra es máxima, no solo porque
nos permita estudiar el programa iconográfico de este arco poblano y construir una
imagen más real de cómo debieron ser estos arcos de triunfo, sino porque además se
trata de la única representación novohispana que existe de un arco triunfal efímero,
más aún, la única que representa con total seguridad una entrada virreinal en la Nue-
va España. Hay otras obras que nos ayudan a construir una imagen de estas ceremo-
nias, como el Biombo del Palacio de los Virreyes en México, del siglo xvii o el mag-
nífico Biombo de la Recepción de un virrey en las Casas Reales de Chapultepec
o Alegoría de la Nueva España, de la primera mitad del siglo xviii, pero en ninguno
de los dos casos podemos afirmar que se esté plasmando la entrada triunfal de un
nuevo virrey en sus territorios. Sin embargo, el segundo caso es también relevante,
ya que muestra una imagen setecentista del ambiente festivo en los alrededores de
la residencia campestre del castillo de Chapultepec, dando idea de cómo debieron
ser las fiestas de recepción en este lugar. En el centro de la composición aparece
el edificio, decorado con banderas y con un gran cortinaje en el balcón central,
desde donde el virrey y su cortejo están observando los juegos taurinos de rejoneo
que aparecen en primer plano.Todo el biombo destella muestras de juego y alegría,
pudiéndose observar escenas de paseos, banquetes, músicas y carrozas con las que
potentados mexicanos acudirían a la celebración virreinal preparada en las afueras
de la ciudad. De fondo podemos observar las montañas y los bosques del valle de
México, así como el famoso acueducto que llevaba las aguas desde este lugar al cen-
tro de la capital, a la fuente del Salto del Agua. De esta forma, la relevancia de la obra
de Magón queda más que evidenciada, como una de las pocas muestras de entradas
triunfales en los virreinatos americanos, junto a la magnífica y enorme imagen de
un desfile triunfal, con arco efímero incluido, peruana en este caso, que se muestra
en la obra de Melchor Pérez Holguín, Entrada del Virrey Arzobispo Morcillo en la
ciudad de Potosí, de 1718 y conservada en el madrileño Museo de América.

194 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Figura 38
José Joaquín Magón (atrib.), Portada erigida en la Catedral de Puebla para la entrada
del virrey marqués de las Amarillas, óleo sobre lienzo, 129 x 98 cm, c. 1755,
Colección particular

Contenido 195
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 39
Desconocido, Recepción de un virrey en las Casas Reales de Chapultepec
(Alegoría de la Nueva España), óleo sobre tela y biombo de madera, diez hojas
de 175 x 53 cm, primera mitad del siglo xvii, Banco Nacional de México

Tras su estancia poblana, y tras el tránsito por las ciudades habituales y el inter-
cambio del bastón de mando en Otumba, el marqués de las Amarillas realizará su
entrada triunfal en Ciudad de México el nueve de febrero de 1756, ciudad que tras
semanas de preparaciones lucía totalmente engalanada para recibir el desfile de in-
greso, y en la que, como era tradicional, se levantaron dos grandes arcos de triunfo,
uno costeado por el cabildo civil y el otro por el eclesiástico. El arco de la ciudad
se situó dando sus fachadas una a la calle Real y la otra a la calle de Santo Domingo,
constó de tres cuerpos con entrecalles formadas por una superposición de cua-
tro columnas jónicas en el primer cuerpo, y pilastras compuestas y corintias en
el segundo y tercero respectivamente. El conjunto se remató por un frontón en
que se podían observar las armas del monarca y del nuevo virrey, mientras otros
elementos decorativos como atlantes, telamones y alegorías se repartían también
por ambas fachadas. De este modo, el programa iconográfico relatado en la rela-
ción festiva,197 y explicado con posterioridad en verso en su loa,198 se repartía por
cuatro lienzos en cada fachada y doce jeroglíficos en el zócalo, y comparaba al
marqués de las Amarillas con Eneas en diferentes escenas de la Eneida, casi todas
ellas aludiendo a la heroicidad del mismo en los momentos anteriores a la llega-
da a Italia, cosa que separa la iconografía de la desarrollada en el arco en honor

197. Manuel Urrutia de Vergara y Estrada, Eneas español. Poética idea del arco que erigió
la ciudad de México a don Agustín de Ahumada y Villalón, México, herederos de la viuda de
J. B. de Hogal, 1756.
198. Manuel Urrutia de Vergara y Estrada, Loa poética y exposición del arco que la nobi-
lísima ciudad de México erigió a la pública entrada del excelentísimo señor don Agustín de
Ahumada y Villalón, marqués de la Amarillas, Imprenta Nueva de la Biblioteca Mexicana,
México, 1756.

196 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

del marqués de Mancera, que también utilizó a este personaje mitológico como
principal motivo. Aparece, por tanto, Eneas premiando a los atletas, derrotando a
las Harpías, desembarcando en Laurento, salvando a su padre Anquises de Troya o
junto a Dido. En los doce jeroglíficos del zócalo es habitual la presencia del águila
como motivo emblemático, de enorme relevancia pues este animal es al mismo
tiempo símbolo de la monarquía hispánica, de la ciudad de México, del Imperio
romano y salvador y guía de Eneas.
Por su parte, el arco sufragado por la catedral metropolitana contó también con
tres cuerpos que enmascaraban su fachada, el primero y segundo de orden corintio,
con el fuste imitando lapislázuli y capiteles dorados y el tercero con bichas com-
puestas. En esta estructura se dispusieron seis lienzos diferentes, dos en el primer
cuerpo, tres en el segundo y uno en el tercero, que desarrollaron un complicadísi-
mo programa iconográfico cuya base fue la relación alegórica entre el príncipe y
el Ojo.199 Así el Ojo, como elemento alegórico y emblemático, muestra para el autor
la potencia del mundo, los sentidos de los príncipes, que a su vez deben conver-
tirse en los ojos de sus súbditos. Sin embargo, la relación más evidente para este
caso es que cualquier ministro, como el virrey, debe convertirse en los ojos de su
monarca allá donde gobierna, como Job fue los ojos de David o Hefestión los de
Alejandro Magno. Este programa sobre el valor de los ojos y el sentido de la vista
se ejemplificó en seis lienzos a través de personajes de la historia sagrada y de la
historia y mitología antiguas, para aplaudir las virtudes y glorias del rey. Dos buenos
ejemplos muestran a Amarillas como Argos, como el pastor de la Antigüedad que
es todo vigilancia con sus ovejas, al igual que el virrey con los súbditos del Borbón,
o el concepto de espejo, ya que todo buen ministro debe reflejar fielmente a su
monarca, sus actitudes y sus preferencias, como Agustín de Ahumada debía reflejar
en la Nueva España nada menos que el brillo de Fernando VI.
Pese a que su entrada solemne en la capital se produce en febrero de 1756, el
marqués de las Amarillas, como tantos otros virreyes, había llegado ya con anteriori-
dad a la ciudad y había empezado a ejercer su cargo el diez de noviembre de 1755.
Su gobierno destaca por su gran actividad en la búsqueda de nuevos recursos y en
el apoyo a los territorios circundantes al virreinato. De esta forma se descubren y
explotan grandes yacimientos en Nuevo León, intensificando la colonización en
esta zona norteña, y se presta apoyo y defensa a la evangelización y los asentamien-
tos españoles en Filipinas, en Florida y en Texas contra los comanches. Del mismo
modo, es uno de los gobiernos con más celebraciones, festejos, ceremonias y lujos
de los que se dan en el México virreinal, destacando la celebración de la Virgen de

199. José Mariano de Abarca, Ojo político, idea cabal, y ajustada copia de príncipes, que
dio a luz la Santa Iglesia Metropolitana de México en el magnífico arco, que dedicó amorosa
en la entrada que hizo a su gobierno el excelentísimo señor don Agustín de Ahumada y Villa-
lón, Imprenta Nueva de la Biblioteca Mexicana, México, 1756.

Contenido 197
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Guadalupe como patrona de la Nueva España, las exequias de la reina Bárbara de


Braganza e incluso las del monarca Fernando VI con inmensa solemnidad en 1759.
Al año siguiente muere el marqués de las Amarillas todavía en el ejercicio del poder
virreinal, y sus restos son depositados en la iglesia de la Piedad. Le sucede en el car-
go un nuevo gobierno de la Real Audiencia, presidido por Francisco de Echávarri
hasta la llegada de un nuevo virrey.

Figura 40
Portada de José Mariano de Abarca, Ojo político, idea cabal, y ajustada copia de príncipes,
que dio a luz la Santa Iglesia Metropolitana de México en el magnífico arco, que dedicó
amorosa en la entrada que hizo a su gobierno el excelentísimo señor don Agustín
de Ahumada y Villalón, Imprenta Nueva de la Biblioteca Mexicana, México, 1756

198 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Con el final del gobierno del marqués de las Amarillas, se ha analizado la evolu-
ción de las entradas virreinales hasta mediados del siglo xviii, la formación y asen-
tamiento de un ceremonial que en breve empezará a mutar y a deteriorarse de
una forma muy rápida. Se trata de más de dos siglos en los que se suceden treinta
y dos virreyes propietarios, ocho interinos y seis gobiernos de la Real Audiencia
con su presidente a la cabeza. En toda esta etapa se significa la entrega del bastón
de mando como una ceremonia de gran relevancia, aunque solo se realiza de pro-
pia mano entre dos virreyes en diecisiete ocasiones, primero en Cholula, luego en
Acolman y definitivamente en Otumba como lugar más apropiado y tradicional
para la ceremonia de traspaso de poder. En Jalapa, Puebla, Huejotzingo y Tlaxcala
se detienen casi todos los virreyes propietarios, mientras que la villa de Gua-
dalupe ya empieza a aparecer como lugar ceremonial desde 1585. Desde 1624
se utiliza del mismo modo Chapultepec como lugar de reposo y agasajamiento de
virreyes hasta el momento de su solemne entrada, lugar que desde 1722 deja
de utilizarse por decreto real. La plaza del Volador como lugar de corridas taurinas
surge en 1734, y tendrá una enorme importancia durante el siguiente siglo. Desde
1650, como ya hemos visto en diferentes ocasiones, aparece la costumbre de rea-
lizar dos entradas paralelas, una de incógnito en la que se toma posesión y se reza
en la catedral, y otra, unas semanas después, pública y con enormes solemnida-
des.Todas estas características fueron apareciendo y borrándose de la tradición a
través de los siglos, hasta formar el compacto esquema que se ha estudiado en el
segundo capítulo de este libro y que perdura prácticamente inalterable inclusive
el gobierno del marqués de las Amarillas, como relata Diego García Panes. Pero
es a partir de este momento cuando los cambios en el ceremonial empezarán a
sucederse uno tras otro, de forma tremendamente rápida hasta desembocar en
la pérdida de respeto e incluso olvido del esquema tradicional, como en el caso
de algunas entradas del siglo xix, que más que un triunfo eran una escapada libre
hacia la Ciudad de México para evitar ser apresado por la insurgencia.

5.3. EL ILUSTRADO REINADO DE CARLOS III (1759-1788) Y LOS CAMBIOS EN EL VIAJE
VIRREINAL POR NUEVA ESPAÑA DESDE LOS AÑOS SESENTA DEL SIGLO XVIII

Tras la muerte sin descendencia de Fernando VI, un tercer hijo de Felipe de


Anjou subirá al trono hispánico: se trata de Carlos III, anteriormente rey de Nápo-
les y Sicilia. Su gobierno destaca ante todo por el llamado «reformismo ilustrado»,
con el que Carlos intentará modernizar la sociedad con el uso de su poder abso-
luto, sin quebrar el orden establecido y con la ayuda de un equipo de ministros y
colaboradores ilustrados como el marqués de Esquilache, Aranda, Campomanes,
Floridablanca, Wall o Grimaldi. Entre las reformas que emprenderá para la mo-

Contenido 199
EL TRIUNFO DEL VIRREY

narquía hispánica destacan algunas sociales y religiosas, como la expulsión de


los jesuitas, pero sobre todo, las reformas encaminadas a mejorar la economía
del reino, como la agraria, la de repoblación de zonas deshabitadas, la creación
de bancos, la construcción de abundante obra pública y una red radial de cami-
nos o ambiciosos planes industriales. Sin embargo, estas reformas no afectarán
tanto a los territorios americanos como a los europeos, pues en la Nueva España
gobernarán nueve virreyes en época de Carlos III, que intentarán trasladar sin
demasiado éxito las reformas al ámbito novohispano. Además, se trata de una
etapa en que, con la Ilustración como ideología clave, se empezará a desvirtuar
la ceremonia del viaje triunfal que llevaba a los virreyes hasta Ciudad de México,
cosa que culminará en el siglo xix. Ya Diego García Panes nos cuenta en su texto
algunos de estos cambios,200 que son los que se van a desarrollar en este apartado,
teniendo en cuenta los virreyes hasta la llegada de Carlos IV.

5.3.1. Francisco Cagigal de la Vega (1760)

El primer caso que nos encontramos es el de Francisco Cagigal de la Vega


(1760), gobernador de Cuba que es nombrado virrey interino de Nueva Es-
paña por la muerte prematura del marqués de las Amarillas, tras la apertura
de los pliegos secretos que este transportaba. Cagigal de la Vega sale de La
Habana el veintiocho de marzo de 1760, y llega a San Juan de Ulúa para perma-
necer en la fortaleza hospedado por el teniente real de la misma, su sobrino
el marqués de Cagigal. Se negará a recibir los obsequios y a realizar su entra-
da en la ciudad de Veracruz, y esperará la llegada de la respuesta de la Real
Audiencia, gobernadora en caso de ausencia del virrey, para saber que podía
dirigirse hacia la capital del virreinato. Una vez verificado su cargo interino se
dirigirá hasta México en un itinerario inédito, que seguirá el tradicional hasta
Perote, pero desde allí variará a la capital por Soto, Jonquito, Piedras Negras y
retomará el camino habitual desde Apan: San Cristóbal Ecatepec, Guadalupe
y Ciudad de México.201
Tras su entrada, solo mantuvo el cargo cuatro meses, pues el propietario llegó
rápidamente a Nueva España, y le sucedió en el poder el cinco de octubre de
1760. En este breve tiempo reformó algunas tasas e impuestos e incrementó el
ejército regular novohispano, pero regresó a su puesto en Cuba tras la llegada
del virrey propietario. Pese a la originalidad del trayecto, los inmensos cambios

200. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.
201. Ibídem.

200 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

introducidos y la extrema atención a los caprichos y voluntades de Cagigal de la


Vega que se observan en esta entrada triunfal, esto no es excesivamente relevante
dado que se trata de un virrey interino, y normalmente las ceremonias tradicionales
de las entradas se guardaban para los virreyes propietarios del título, los nombrados
por el rey.

5.3.2. Joaquín de Montserrat, marqués de Cruillas (1760-1766)

El siguiente virrey, Joaquín de Montserrat, recibe el nombramiento a inicios


de 1760 y llegará a Veracruz con la flota de Don Carlos Regio, acompañado de
su esposa e hijos. Como virrey propietario del título que era, seguirá el trayecto
habitual, y hará las entradas públicas en las ciudades que marcaba la tradición. El
diecinueve de septiembre de 1760 se produce el traspaso de poder en la ciudad
de Otumba, y el seis de octubre realiza su entrada en México, no obstante, deja
el solemne ingreso público para el quince de enero de 1761. Para el mismo, el
cabildo de la ciudad sufragó un gran arco triunfal para el que contrató como dise-
ñador y programador a Joaquín Velázquez de León,202 uno de los más destacados
ilustrados novohispanos, y como pintor a Pedro Martínez. Se erigió una fábrica
efímera de tres cuerpos de altura más remate, contando el primero de ellos con
orden jónico, el segundo con cariátides jónicas y el tercero con bichas rematadas
por hojas y mascarones dorados. Distribuidos por el resto del arco aparecían
otros motivos decorativos como atlantes, cariátides sosteniendo tarjas, cupidos
con cornucopias y floreros, festones, conchas y follajes. Pese a aparecer en los
diferentes lienzos de cada fachada numerosos y diversos motivos, Hércules se
convierte de nuevo en el personaje principal reflejo de las virtudes y glorias del
virrey entrante, en este caso el marqués de Cruillas.203

202. Joaquín Velázquez de León, Ilustración de las pinturas del arco de triunfo que para
la pública y solemne entrada del Excelentísimo Señor don Joachim de Montserrat erigió esta
nobilísima e imperial ciudad de México el día 15 de enero de 1761, México, 1761.
Se trata de un arco ampliamente estudiado en José Miguel Morales Folguera, Cultura
simbólica y arte efímero en la Nueva España, Junta de Andalucía, Sevilla, 1992. Capítulo III:
Entradas de Virreyes.
203. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.

Contenido 201
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 41
Pedro Martínez, Retrato del virrey marqués de Cruillas,
óleo sobre lienzo, 95 x 74 cm, mnh, México

202 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

En el primer cuerpo de la fachada norte, junto al vano central se plasmaron


tarjas con grandes acciones del virrey, como los sitios de Fuenterrabía y Gibraltar,
trofeos de guerra y una lápida con el monte Olimpo, y a sus pies diversas actua-
ciones y heroicidades de Hércules. En el segundo cuerpo, un único tablero mos-
tró una escena de la gran victoria de Plasencia, donde Cruillas mandó una brigada
de guardias, con dos estatuas a su lado: Hércules castigador y Hércules galo. En el
tercer cuerpo, el único tablero mostraba al virrey desvelado en la noche, trabajan-
do en la mesa de su gabinete, con dos personificaciones en los laterales: España
con un león y la Nueva España con un conejo a los pies y la cabeza emplumada.
Sobre la cornisa se colocaron seis medallas con diversos antepasados del virrey,
considerados como modelos a seguir en la política y la guerra, esquema que se
repite en la fachada sur, junto con la disposición general de los lienzos y tableros.
En este caso, en el segundo cuerpo el lienzo mostraba la batalla de Campo Santo,
en Módena y en el tercero, una escena en la que el virrey estaba recibiendo en
audiencia, rodeado de sus consejeros y estudiando y analizando la situación, con
alegorías de la Justicia y la Discordia en los tableros colaterales. Por tanto, junto
a la identificación con Hércules, podemos observar en este arco triunfal dos mo-
tivos básicos que coinciden completamente con el ideario ilustrado: el aprecio a
los triunfos en la guerra y el aprecio a la intensa labor y trabajo. Ello se demuestra
en los lienzos que protagonizan ambas fachadas: en el segundo cuerpo las victo-
rias en Plasencia y Módena del virrey marqués de Cruillas, y en el tercer cuerpo
el mismo gobernante en actitudes de trabajo, bien enfrascado en sí mismo en su
gabinete bien recibiendo en audiencia, cosa que demuestra el ilustrado aprecio
por el rigor laboral, básico en la reformista era de Carlos III.
El gobierno de Cruillas se caracteriza por unos primeros años llenos de de-
sastres, incluyendo fuertes epidemias con gran mortalidad en México y Puebla,
rebeliones mayas en el Yucatán o inundaciones en las minas de Guanajuato, hasta
llegar al estado de excepción que significa la guerra con Inglaterra, tras la toma de
La Habana, cuando la protección, fortificación y defensa de Veracruz, y otros encla-
ves de la costa, se convierte en prioritaria.Tras la paz firmada en 1763, el marqués
de Cruillas será el verdadero organizador de un ejército profesional novohispano,
incluso con la llegada de instructores desde Europa para mejorar la calidad del
mismo. Pero lo realmente relevante de este gobierno para la evolución del sistema
de entradas triunfales virreinales es la pérdida de confianza de Carlos III en Cruillas,
cuando ante el abultado descenso de los ingresos que llegan a la península ibérica
desde Nueva España el monarca decide enviar allí al visitador José de Gálvez, con
totales poderes para reformar la administración e incluir nuevas ideas económicas.
El visitador llega a la Nueva España el dos de agosto de 1765, y una de sus princi-
pales medidas será la restricción del gasto de las ciudades en ingresos virreinales,
que significaban un gran desembolso para las mismas y la merma de las sumas

Contenido 203
EL TRIUNFO DEL VIRREY

enviadas a la metrópoli. Gálvez llegará a prohibir la celebración de ceremonias de


entrada triunfal en cualquier ciudad que no fuese la capital, medida que, sin embar-
go, nunca llegará a respetarse. Pese a ello, el esplendor y el lujo de estas ceremonias
virreinales quedarán definitivamente tocados de muerte, con un visitador general
siempre vigilante para que los ayuntamientos no derrochasen el dinero y con ello
comprasen las voluntades del gobernante. Ante los amplios poderes de José de
Gálvez, el marqués de Cruillas sentirá que su pérdida de autoridad había llegado al
límite, con lo que renunciará al cargo y regresará a España.

5.3.3. Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix (1766-1771)

Un caso tremendamente llamativo es el del siguiente virrey, Carlos Francisco


de Croix, marqués de Croix, flamenco de nacimiento y con un abultado currículo
militar, que zarpó el tres de marzo de 1766 de Cádiz, y llegó a Veracruz el diez de
julio. Este virrey, aunque era propietario, no quiso seguir el trayecto marcado por
la costumbre y se dirigió a la Ciudad de México sin dar rodeos, y tampoco sin
recibir especiales honores y recibimientos. Sí que respetará por el contrario que
el cambio de mando se realice en Otumba, ritual que tenía una larga pervivencia
en el tiempo, pero que pronto se derrumbará. Su entrada triunfal en la Ciudad de
México, también respetada, se verificó el veintitrés de agosto de 1766. Las razo-
nes que le impulsaron a realizar estos cambios en la costumbre novohispana se
desconocen –incluso en su época, ya que Diego García Panes también se extraña
en su texto de estos cambios en principio injustificados–, pero puede ser que el
nuevo gobernante tuviera prisa por llegar a la capital y empezar a gobernar ante
la multitud de quejas que se recibían acerca de las actitudes y manera de gober-
nar de su antecesor, el marqués de Cruillas.
Para el caso de Croix, observaremos otro gran ejemplo de la recuperación del
mundo romano, con la iconografía que se extiende durante el Renacimiento y
que atiende a las figuras de diversos emperadores y héroes romanos, recuperados
para el arte moderno, siendo de especial importancia Julio César o Constantino,
el emperador cristiano. Se trata de la presencia de grandes gobernantes de la Anti-
güedad para ser ejemplos en los que tienen que reflejarse los nuevos virreyes lle-
gados a la Nueva España. En este contexto se encontraría el arco sufragado por la
catedral metropolitana para la entrada del marqués de Croix en el año 1776.204

204. El título de la relación festiva de este arco es: Retrato al vivo del celebrado emperador
Constantino Magno; El Excelentísimo señor D. Carlos Francisco de Croix…, 1776, Ciudad de
México.

204 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Figura 42
Portada de Retrato al vivo del celebrado emperador Constantino Magno; El Excelentísimo
señor D. Carlos Francisco de Croix, marqués de Croix, Caballero de la Orden de Calatrava,
comendador de Molinos, y Laguna Rota, de el mismo orden, Teniente General de los
Reales Ejércitos, virrey Gobernador y Capitán general de esta Nueva España, Presidente
de su Real audiencia…, 1776, Ciudad de México

Contenido 205
EL TRIUNFO DEL VIRREY

En la primera parte de la relación festiva se habla de lo provechoso de la estir-


pe belga de Croix para los reinos hispanos: Guillermo de Croix crió a Carlos I, su
sobrino llegó a cardenal primado de las Españas y en estos momentos dice que
«la América envidiaba ya un ramo de esta estirpe»205. La inscripción era: carolum
franciscum de croix y durante toda la iconografía del arco y la relación festiva va a
utilizar un juego de palabras con el apellido del nuevo virrey y la palabra cruz: croix,
croisium, crucim, cruce, crucis y cruz. Lo enlaza de este modo con la importancia del
catolicismo y con ello el mejor simbolismo para el nuevo virrey sería el gran empe-
rador romano asociado a la nueva religión, por la legalización que significa el Edicto
de Milán: el gran Constantino. La relación divide el arco en doce tablas, cada una
formada por pintura, mote y elemento literario, ya sea soneto, octava o décima.
A continuación se van a estudiar brevemente las tablas de este arco triunfal,
para ver cómo se utiliza la biografía de uno de los grandes emperadores roma-
nos para servir de speculum principis a un nuevo virrey, el marqués de Croix. En
la tabla i se veía un ejército acampado y Constantino con su caballo mirando al
Sol, en cuyo centro aparece una cruz resplandeciente, orlada de las letras In hoc
Signo vinces. Así establece ya en esta primera tabla la asimilación iconográfica
entre Croix, la cruz católica y la figura de Constantino. En la tabla ii aparecen los
ejércitos de Constantino y el tirano romano Majencio combatiendo, cuando el
primero precipita al segundo al Tíber desde el Puente Milvio. Del mismo modo
Croix desmenuzará a los enemigos de la Nueva España. Para la tabla iii represen-
taron el escudo de armas del virrey y bajo el mismo los ejércitos de Constantino
desbaratando a los de Licinio, su cuñado y emperador de Oriente, tan bárbaro que
llamaba a las letras peste de la República y hacía matanzas de cristianos, por lo
que lo invadió Constantino. De nuevo nos simboliza la lucha contra la tiranía y la
incultura, además de la defensa de los buenos cristianos. En la tabla iv la pintura
mostraba a Constantino en su trono repartiendo a varios soldados, señalados con
la cruz en sus armas, bastones, llaves o banderas. También así, Croix solo confiará
las labores de gobierno y los empleos a buenos ministros, cristianos y de buen ha-
cer. Constantino ante un caudillo y sus soldados en acción de formar en el campo
una línea se observaba en la pintura de la tabla v, como el nuevo virrey marcará la
línea a los ambiciosos del mar de riquezas que es el Nuevo Mundo. Para la tabla vi
se presentó al emperador a vista de algunos templos profanos demolidos, con las
estatuas de Venus arrojadas y hacia un río unos sacerdotes muy adornados huyen-
do. Así simbolizaron en México a la nueva Roma, también liberada de la idolatría,
en este caso por los españoles que derrotaron a los aztecas y a los otros pueblos
precolombinos. En la tabla vii se pintó a Constantino señalando con el cetro a un
joven romano degollado en un cadalso, y un baño ardiendo en que se está que-

205. Retrato al vivo del celebrado emperador Constantino Magno…, 1776, Ciudad de
México.

206 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

mando una emperatriz. Simboliza la justicia, pero una justicia sobre todas las cosas,
aún sobre la familia, sobre esposa e hijo. Una pintura muy sugerente debió ser en
la que aparecía Constantino, al que llegaban varios indios con muchos ramilletes
y cadenas de flores, vestidos con diferentes y vistosos trajes. Es la tabla viii, de gran
eclecticismo al unir el mundo romano y el indígena mexicano, ya que indica que
el virrey ha de ser también el protector de los naturales, que lo apreciarán y a los
que apreciará tanto como a los españoles. Para la tabla ix dejaba al emperador en
un consejo de obispos, justo cuando baja de su trono y procura un asiento inferior,
simbolizando el siempre necesario celo y respeto por la religión católica. En la ta-
bla x presenta a Constantino entre algunos obispos, echando la púrpura sobre uno
de ellos, así con su manto tapando y protegiendo a la religión, un objetivo similar
al de la pintura anterior. Seguidamente aparecía Constantino ante los romanos, le-
vantado y enarbolando una bandera bordada y enriquecida con piedras preciosas
que lleva la cruz y cifra del nombre de Cristo en el asta.Todo indica en esta tabla xi
la victoria de la cruz, como también la victoria de Croix, el nuevo virrey. Por últi-
mo, en la tabla xii Constantino aparecía en el lienzo principal, retratando al virrey
y con acompañamiento de triumphus, en el momento en que va a entrar por un
arco triunfal de mármol. El paralelismo es claro, puesto que de este modo parece
que la gran entrada triunfal mexicana mejora este estreno, consiguiendo ambos
gran pompa triunfal.Toda la relación festiva termina con el panegírico que se leyó
enfrente del arco y que explicaba dos paralelismos evidentes en toda la obra: el del
marqués de Croix con el emperador Constantino por sus hazañas y su protección
a la religión y el de la Ciudad de México con la nueva Roma, por su gran extensión
y la importancia de dos ciudades que antaño fueron imperiales.
Fechada a grandes rasgos a mediados del siglo xviii, existe una obra que tradi-
cionalmente se ha conocido como Entrada del virrey marques de Croix, en el
Museo Nacional de Historia mexicano, anónima o atribuida por otros autores a José
Joaquín Prado.206 En ella se muestra la plaza Mayor mexicana desde la azotea del
Palacio Virreinal, cuyas almenas se pueden observar en la parte inferior de la obra,
antes de ser remodelada en época del II conde de Revillagigedo. A la derecha se
puede observar el atrio y parte de la fachada de la catedral, mientras que el borde
izquierdo lo ocupa la vía de la antigua acequia y al frente el Parián. Se muestra por
tanto, el gran espacio de la ciudad para la fiesta. El lugar donde transcurrirán la
mayor parte de las celebraciones, incluidas las entradas triunfales. La escena más
interesante de la obra transcurre en la parte inferior, donde en una hermosa carro-
za con decoraciones en rojo se transporta a un importante personaje del Palacio
Virreinal a la catedral. El cortejo se forma de la siguiente manera: la tropa de guardia
o lanceros, ya formados a la entrada del templo, las carrozas para regidores, alcaldes

206. Maria Teresa Suárez de Molina, «La Plaza Mayor de México», en Los Pinceles de la His-
toria, de la Patria Criolla a la Nación Mexicana, 1750-1860, inba, México, 2000.

Contenido 207
EL TRIUNFO DEL VIRREY

y oidores, todos vestidos de negro, y los oficiales de la Casa de la Moneda y la Adua-


na. El posible virrey viaja solo en su asiento, ya que nadie podía sentarse junto a él,
frente al corregidor y al oidor decano, escoltados por el capitán de alabarderos y
el caballerizo mayor, y seguidos por pajes y lacayos. Todo el centro de la obra está
ocupado por el Parián y los diferentes mercaderes con sus cajones, muestra de la
intensidad comercial de esta plaza, con algunos elementos relevantes como la pila
ochavada creada en 1713 por Pedro de Arrieta o la visible columna conmemorativa
levantada en 1747 en honor a Fernando VI en su proclamación, que será removida
del lugar en 1790. Se trata de una obra de interpretación polémica, pues varios
investigadores han desmontado la teoría de que se trate de una entrada virreinal,
como María Teresa Suárez de Molina, que apuesta por que se trate de una salida en
acción de gracias por la llegada del correo a la ciudad, o Marcus Burke, que asevera
que se trata del marqués de las Amarillas y no el de Croix el que aparece en la obra.
Yendo más allá, Marita Martínez afirma que no se trata de una entrada virreinal,
ya que el personaje lleva el collar de la orden del Toisón de Oro, y se trata de una
alegórica y nunca producida entrada de Felipe V en la ciudad,207 mientras Rosario
Granados ajusta la cronología para asegurar que es Fernando VI y no su padre el
que aparece en la obra.208 Pese a todo ello, y a que el atuendo parece indicarnos a
las claras que no se trata del marqués de Croix o el de Amarillas, la obra nos sirve
como ejemplo de estas procesiones tan habituales en Ciudad de México durante
el Antiguo Régimen, la sociedad virreinal desfilando triunfante rumbo a la catedral,
ante el pueblo, por su gran escenario de festejos: la plaza Mayor.
De todos los eventos acaecidos durante su gobierno, destaca sin ninguna duda
la expulsión de los jesuitas que debe llevar a cabo tras el decreto promulgado
por Carlos III en que se abolía la Compañía de Jesús. El marqués de Croix, con la
ayuda del visitador José de Gálvez, los expulsará y confiscará las propiedades de
la Compañía, utilizando a las tropas para removerlos de sus conventos, escoltar-
los hasta Veracruz y deportarlos posteriormente a Italia. También tuvo que hacer
frente a revueltas indígenas en Sonora, a ataques ingleses en la costa del golfo de
México y a levantamientos de apaches y comanches en Nueva Vizcaya. Fue este
gobernante quién estableció la lotería en 1769, con el respectivo aumento de la
recaudación, y dobló el área de la Alameda capitalina. El dos de septiembre de
1771 traspasará el poder a su sucesor, y volverá a España donde será nombrado
por el rey capitán general de Valencia, ciudad en la que morirá en 1786.

207. Marita Martínez del Río de Redo, «Los biombos en el ámbito doméstico: sus progra-
mas moralizadores y didácticos», en Juegos de Ingenio y Agudeza, inah, México, 1994, pp.
139-140.
208. Rosario Granados Salinas, «Guía doméstica de moralidad: un biombo novohispano del
siglo xviii», en Víctor Mínguez (ed.), Del libro de emblemas a la ciudad simbólica, Castellón,
Universitat Jaume I, 2000.

208 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Figura 43
Juan Antonio Prado (atrib.), Plaza Mayor de México, óleo sobre lienzo, 212 x 266 cm,
mediados del siglo xviii, mnh, México

5.3.4. Antonio María de Bucareli y Ursúa (1771-1779)

El siguiente virrey, Antonio María de Bucareli y Ursúa, es uno de los más apre-
ciados de toda la historia novohispana, sobre todo en la capital, por las reformas
urbanísticas que realizó para la modernización y mejora de sus infraestructuras,
además de la construcción de la Casa de la Moneda y la Aduana. Es también el ini-
ciador de una tradición que se consolidará en las siguientes décadas: la de que los
virreyes sean militares en vez de nobles, un denominador común desde el último
tercio del siglo xviii y que permanecerá hasta el final de la etapa colonial. Bucareli
nace en Sevilla en 1717 y desde los once años se encamina a la carrera militar,
toma parte en importantes batallas hasta su nombramiento como gobernador
de Cuba, donde recibe el cargo de virrey de la Nueva España. Bucareli saldrá de
La Habana el catorce de agosto de 1717, y llega a Veracruz el día veintitrés del
mismo mes. Decidió seguir el modelo del marqués de Croix, y dirigirse direc-

Contenido 209
EL TRIUNFO DEL VIRREY

tamente a la capital, sin dar rodeos ni detenerse en ceremoniales y cumplidos


de entradas públicas. Además, se abrió un conflicto con su antecesor, ya que el
marqués de Croix no quería incomodarse en el traslado hasta Otumba para reali-
zar el intercambio de poderes, mientras que Bucareli había decidido no variar el
paraje de entrega del bastón de mando. Ante la falta de consenso, se decidió que
los ministros y condecorados mexicanos decidieran cuál era la mejor solución, y
estos no optaron ni por Otumba –que por estas fechas era un pueblo arruinado–,
ni por Ciudad de México, ya que era algo que jamás se había dado y la tradición
marcaba que llegado el nuevo virrey a Veracruz el antecesor tenía que salir de la
ciudad a hospedarse en otro paraje. Finalmente la entrega del bastón se realizó en
San Cristóbal el veintidós de septiembre, en una tendencia seguida durante estos
años en la que el lugar para la entrega del bastón de mando se acercaba cada vez
más a la capital novohispana. A los pocos días de estar en la capital, el treinta
de octubre de 1771, Bucareli hizo su solemne entrada con la pompa y grandeza
acostumbradas. 209
Para la confección de su arco triunfal, el ayuntamiento capitalino va a disponer
de los regidores Antonio Méndez Prieto y Antonio de Mier y Terán, que se van a
ocupar de todos los detalles de la entrada, puse se construyen unos nuevos lienzos
y bastidores para el arco, ya que los usados desde décadas anteriores estaban muy
deteriorados. Para la confección de los dibujos y emblemas que decorarían el arco
y serían la base del programa iconográfico, se convocará un concurso en el que los
ganadores serán Buenaventura de Hernáez y Pedro Quintana. El último personaje
de importancia a tener en cuenta para el estudio de este arco es de nuevo Joaquín
Velázquez de León, colegial mayor de Santa María, abogado de la Real Audiencia y
reconocido catedrático de matemáticas de la Real Universidad, que será el encar-
gado de la redacción de la relación festiva en la que describirá al pormenor el arco
efímero y las imágenes emblemáticas en él repartidas, de las que también explicará
su simbología. Velázquez de León (1725-1786) es un personaje de suma importan-
cia para la historia de la ciencia y la literatura novohispanas, notable geómetra que
se dedicará a las matemáticas, la física y la astronomía. En 1769 observará cuidado-
samente el paso de Venus por el disco del Sol, del que se le demandarán informes
desde las comisiones española y francesa. Su nombre figura en letras de oro en el
patio del edificio del Palacio de Minería, obra de Manuel Tolsà, por sus notables
conocimientos de mineralogía y su gran empeño en la fundación de dicho colegio,
que se produjo en el gobierno de Antonio María de Bucareli. 210

209. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.
210. Wilson Engstrand, Iris. Royal Oflicer in Baja California: 1768-1770. Joaquín Veláz-
quez de León. Los Angeles: Dawson, 1976. Valiosa información sobre la actuación de Veláz-

210 Contenido
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Figura 44
Antonio Vallejo, Retrato del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa,
óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm, 1772, mnh, México

quez en California y, fundamentalmente, sobre sus observaciones del paso de Venus, eclipses
e inmersiones de los satélites de Júpiter realizadas allí.
Moreno, Roberto. Joaquín Velázquez de León y sus trabajos científicos sobre el valle de
México, 1773 – 1775. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1977. Trabajo
dedicado al aspecto científico de la labor de Velázquez de León, preferentemente sus medi-
ciones del valle de México, que contiene la descripción histórica y topográfica del valle y los
mapas sobre el asunto.

Contenido 211
EL TRIUNFO DEL VIRREY

La arquitectura efímera, en forma de arco triunfal de un vano, medía unos


ciento veinte palmos de altura, unos sesenta de latitud y tenía un grosor de doce
palmos. Como era típico, se dividió en tres cuerpos diferentes, el primero de or-
den jónico, el segundo de orden corintio y el tercero compuesto y con cariátides
como fuste. Toda la obra seguiría la medida y proporción tradicionales del arte
clásico, y además se pudieron ver repartidos por el arco estatuas, ninfas, genios,
festones y trofeos, que formaban un conjunto de gran uniformidad y proporcio-
nalidad. El personaje mitológico utilizado en esta ocasión va a ser de nuevo el
homérico Ulises, quizá el otro gran protagonista de la emblemática política en
la Nueva España, como bien describe Víctor Mínguez en Los reyes distantes, o
Inmaculada Rodríguez en su artículo «Odiseo en la Nueva España. Las virtudes
políticas y heroicas del virrey en la decoración de tres arcos triunfales».211
En cuanto a los emblemas dispersos por la obra, dos tableros centrales y su-
perpuestos a la inscripción nos van a dar la llave para interpretar todo el progra-
ma iconográfico. El primero de ellos se encontraba en la fachada sur, y se podía
ver un retrato al natural del virrey Bucareli en actitud de gobernar, que es por lo
que el pueblo novohispano debería reconocerlo, admirarlo y obedecerlo. Este
lienzo detalla perfectamente cuál es el sentido ilustrado de los nuevos gober-
nantes, que dejan atrás el grueso de ceremonias y burocracia que entorpecía la
administración colonial para dedicarse de pleno, y desde el mismo momento de
tomar tierra, a reformar toda la administración novohispana. Es, además, una ico-
nografía muy típica de esta época y que alcanzará gran fama en toda la monarquía
hispánica, la de los retratos de ilustrados en sus gabinetes dedicados a la lectura o
el trabajo intelectual, como es el caso del famoso Retrato de Gaspar Melchor de
Jovellanos (1798), de Francisco de Goya. En la glosa explicativa de esta imagen,
Velázquez de León aclara que por todas las proezas del nuevo virrey la relación
festiva adquiere la forma casi de un poema épico y sigue sus máximas, él mismo
sería Homero porque el nuevo virrey tendría la bravura de Aquiles, el gran poder
de los Átridas, la fortaleza de Áyax y la animosidad de Diomedes, de tal modo que
nada se echaría en falta de las cualidades del mismísimo Ulises en la figura de
Antonio María de Bucareli. Por todo ello, y por las grandes virtudes de la pruden-
cia, el valor, la constancia, la moderación, la piedad o la grandeza, los autores del
programa iconográfico habrían elegido la alegoría de Ulises para representar al
nuevo gobernante. Con todo esto, queda la identificación emblemática realizada
en la relación festiva, tan solo resta desarrollarla en los diferentes lienzos del arco.

211. Víctor Mínguez, Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal. Univer-
sitat Jaume I-Diputación de Castellón, Castellón, 1995.
Inmaculada Rodríguez Moya,. «Odiseo en la Nueva España. Las virtudes políticas y heroi-
cas del virrey en la decoración de tres arcos triunfales», en José Pascual Buxó, Reflexión y
espectáculo en la América Virreinal, unam, México, 2007.

212 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

El otro tablero que nos da las herramientas oportunas para desentrañar el juego
emblemático propuesto, se situó en el mismo lugar pero en la otra cara del arco,
en la fachada norte. En el mismo se pintó un episodio de la guerra de Portugal,
en la que el virrey obtuvo tantas gloriosas acciones. Se trata de la facción ibérica de
la internacional guerra de los Siete Años (1756-1763), en la que España invadirá
el norte de Portugal y la colonia de Sacramento –en el actual Uruguay– con gran
éxito. En la campaña peninsular participó el futuro virrey novohispano y capitán
general cubano Bucareli. Sin embargo, los tratados de paz resultarán finalmen-
te desastrosos para la monarquía hispánica, que deberá devolver a Portugal sus
territorios y ceder a Francia la Louisiana. Aún así, los episodios de conquista de
Portugal le sirven al autor para establecer que Antonio María de Bucareli y Ursúa
es el verdadero Ulises español, y la premisa más relevante que extiende para
ello encuentra su fuente originaria en el poema épico Os Lusíadas, de Luis de
Camões. Esta obra renacentista establece que los portugueses son hijos de Luso,
hijo del dios Baco, y aunque habla de los viajes de Vasco de Gama, el verdadero
protagonista de toda la obra es más bien el pueblo lusitano. Según este, y otros
poemas de corte épico portugueses, el mismísimo Ulises sería uno de sus prime-
ros descubridores, y allí mismo construiría un templo a Minerva y daría nombre
a la ciudad de Olisipum, la gran Lisboa.212 De este modo, la relación entre ambos
personajes quedaba definitivamente establecida, en el caso de Ulises, como uno
de los primeros descubridores antiguos de la Lusitania, y en el del virrey Bucareli,
como un militar de grandes éxitos en las guerras contra Portugal. Tras estos dos
tableros en los que quedarían claras las cualidades de Bucareli como gobernante
y militar, tanto que se le puede comparar, sin ninguna duda, al gran Ulises de la
Antigüedad griega, los autores de la obra efímera desplegarán seis lienzos más
en los que harán gala de otras seis virtudes que debe poseer todo gobernante, y
que actuarán como un verdadero espejo donde el nuevo virrey, un gran estadista
y militar, deberá verse reflejado para ejercer un buen gobierno. Todos los emble-
mas que se van a comentar a continuación cumplen la estructura tradicional de
la literatura emblemática, con un dibujo o pictura, el lema o mote y un epigrama
en verso explicativo que se coloca en el interior de una tarja. Justo en la parte
superior del tablero anteriormente comentado, en el centro del tercer orden,
aparece una escena en la que se puede observar un templo a medio fabricar y, en
el mismo, un sacrificio solemne que Ulises ofrece en acción de gracias a Minerva,

212. Incluso en la relación festiva se atreve a aseverar que todavía se pueden encontrar en
Portugal estos restos del templo a Minerva consagrado a vírgenes vestales, justamente bajo la
iglesia y convento de religiosas de Chelas. Lo cierto es que en ese lugar ya existió un templo
romano en el siglo vii a. C., luego se consagró a las reliquias de San Félix en el reinado visi-
godo de Recesvinto, funcionó como un convento medieval y moderno más y en la actualidad
custodia el Archivo General del Ejército.

Contenido 213
EL TRIUNFO DEL VIRREY

su perpetua protectora. Parece que representa la escena de la fundación de este


templo en el sitio portugués de Chelas, aludiendo a la religiosidad de Ulises y a su
reconocimiento humilde a la superioridad de los dioses.
En el mismo lugar que el emblema anterior, en el centro del tercer cuerpo
pero en la fachada sur, aparece el momento de la fundación de la ciudad de
Lisboa, la misma que Ulises hizo voto de construir para aplacar las iras de Nep-
tuno y los genios del mar. En esta ocasión nos está hablando de la virtud de la
magnificencia, que no debe confundirse en ningún momento con la ambición.
Se trata de gobernantes que ejecutan grandes acciones, también útiles y justas
para el pueblo. En el texto festivo pone por ejemplo a los faraones egipcios, que
del mismo modo supieron atender a la construcción de las grandes pirámides de
Menfis, como a las obras hidráulicas del Nilo que sirvieron para el bienestar de su
pueblo. Del mismo modo, con la fundación de Lisboa, Ulises demostraba que no
era menos grande para edificar que para destruir, con esta ciudad que todavía hoy
recuerda su nombre. También el virrey Bucareli poseería esta magnificencia he-
roica, dado su deseo de engrandecer la nación con actividades que aumentarían
al mismo tiempo la gloria del rey y de la nación, pero también el bienestar de los
novohispanos y el territorio que Bucareli se dirigía a gobernar.
De nuevo en la fachada norte, en la parte lateral izquierda del segundo cuer-
po, se colocaría el emblema alusivo a la fortaleza heroica, una fortaleza que no
solo se relaciona con lo corporal, sino sobre todo con el dominio de las propias
fuerzas y la racionalidad y entendimiento necesarios para ello. Para ejemplificarlo
se recurre a la imagen en que Ulises, huyendo del cíclope Polifemo en su nave,
le reprende por su impiedad. Polifemo se comportaba como un gigante cruel y
que despreciaba a los dioses, cuando Ulises penetra en su gruta y es apresado
junto a sus compañeros para ser devorados uno a uno. Mientras se encuentran
encerrados en una cueva tapada por una inmensa roca, consiguen que Polifemo
se embriague de vino y en el momento de devorarlos inutilizan su único ojo. Aun
así, le quedaba el sentido del tacto para acabar con los héroes homéricos, pero
estos idean esconderse debajo del rebaño de ovejas del cíclope, que los deja pa-
sar creyendo que se trata de sus ovinos. Huyendo en el barco, serán atacados de
nuevo con una cima arrancada por el gigante, pero de nuevo errará en su intento,
mientras es reprendido por el héroe por la maldad de sus acciones y su poca
religiosidad.
Del mismo modo, Bucareli tiene probada pericia militar en el campo de batalla
y un invicto espíritu en el que nunca abandona la piedad y religiosidad a la hora
de actuar, ya sea ante aliados, gobernados o enemigos. Al lado izquierdo del mismo
cuerpo aparecía Ulises que conseguía huir del estrecho de Scila y Caribdis, donde
había sido dirigido por Neptuno después de que Júpiter redujese su última galera
con un rayo. Allí le acechaban los peligros de las corrientes, que los podían estrellar

214 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

en los escollos de Fócida, y de la garganta de Caribdis, que podía tragarlo y regurgi-


tarlo hacia la misma zona rocosa. Para salvarse, Ulises decide dejarse llevar hasta la
boca de Caribdis, para después sumergir en ella el mástil de su última galera y asirse
a la rama de un árbol, donde se mantiene hasta que llega el reflujo, vuelve a saltar
sobre el mástil y se mantiene en él para salvarse así de los dos peligros. De esta ac-
ción se pueden extraer los beneficios de actuar con prudencia, que esta regule las
acciones para salir airoso de todos los problemas. Antonio María de Bucareli debía,
del mismo modo, actuar siempre de acuerdo a la prudencia y la cordura, con la bús-
queda para obrar correctamente, la rectitud de corazón, la moderación de pasiones
y los buenos objetivos para el pueblo novohispano.
En el segundo cuerpo de la fachada sur también se colocaron dos magníficos
emblemas en los laterales de la inscripción y el tablero que representaba al virrey
Bucareli en acción de gobierno. En la parte izquierda del arco, Ulises estaba juz-
gando a sus antiguos ayudantes a su vuelta a Itaca, ya que tras veinte años de supe-
ración de trabajos de navegación, por parte de los dioses, después de la guerra de
Troya, muchos eran los príncipes griegos que aspiraban a desposarse con la supues-
tamente viuda Penélope, y muchos los personajes notables de la ciudad que habían
traicionado a su antiguo señor Ulises. Este decidió entrar en la población disfrazado,
para no levantar sospechas ni ser asesinado por sus enemigos, de tal modo que ni
tan siquiera su padre, su esposa o su hijo Telémaco lo reconocieron. Consiguió así
llegar a palacio y triunfar sobre los conspiradores, pero también con ello consiguió
advertir la conducta de sus vasallos, cosa que le permitió ver que solo dos le habían
sido fieles, reprimió a unos, castigó a otros y llegó a ahorcar a Malanthio, el más
traidor de todos. La virtud de la justicia se observa también en Odiseo, el héroe
homérico, que sabe impartirla sin excederse en los castigos y separa del poder a
los hombres que no aborrezcan el vicio. También el virrey Bucareli sabrá actuar
de buena fe, con lealtad y entereza para así conseguir que la justicia impere en su
gobierno y en toda la Nueva España, una justicia totalmente necesaria para el bien-
estar del pueblo. En la parte izquierda se narra el episodio en que los hombres de
Ulises llegan a las tierras del rey Admeto, cuyo rebaño cuida un interesado Apolo,
por lo que atacarlo es un sacrilegio divino que producía la muerte de los implica-
dos en el ataque. Llegados a estas tierras tras días de pasar hambre, aconsejados por
Ulises, no se atrevieron a tocar a las ovejas por miedo a las represalias de los dioses.
Sin embargo, cuando Ulises duerma, sus hombres no podrán aguantar los impulsos
y acabarán con el sagrado rebaño, hecho que levantará la ira del héroe, que se acla-
ma a los dioses de manera inmediata. Finalmente, Ulises conseguirá salvarse de la
cólera de Apolo, por no haber participado y no ser consciente de esas acciones. El
texto de Velázquez de León, apunta que la virtud más necesaria para cualquier esta-
do es la templanza y moderación de sus gobernantes, cosa que se puede observar
en el nuevo virrey Bucareli por su continencia y sobriedad.Todos estos emblemas

Contenido 215
EL TRIUNFO DEL VIRREY

se acompañan normalmente con motes de Virgilio, Horacio y Claudiano, y con epi-


gramas explicativos integrados en el emblema mediante tarjas. Con ellos, elabora
una especie de filosofía moral en la que Antonio María de Bucareli debe mirarse en
el espejo de Ulises para acertar en sus acciones de gobierno, e incluso elevar sus
virtudes a la categoría de heroicidad. Son la magnificencia, la fortaleza, la justicia,
la prudencia y la templanza, los pilares del buen gobierno para Velázquez de León,
pero, además, todos ellos regados con grandes dosis de religiosidad, de esa cristian-
dad o celo católico que las ensalza al nivel heroico de gobierno.Todavía se podían
encontrar cuatro emblemas más en el arco triunfal, en los pedestales o basas de las
columnas jónicas del primer orden de la arquitectura. El primero de ellos, aludía a
los efectos del buen gobierno, apareciendo símbolos de la Victoria, la Justicia, la Paz
y la Abundancia atados a un manípulo, que simbolizaría el gobierno de Bucareli que
abarcaba esos grandes bienes para la Nueva España. El segundo, trata de nuevo la
religión y el espíritu militar con una vista de la isla de Malta rodeada de galeras, re-
presentación de la pertenencia de Bucareli a la Orden militar de San Juan de Malta,
como ya se nos indica en la lápida central del arco. En el tercer pedestal, se ve una
acción militar en la que el virrey Bucareli triunfa gloriosamente sobre los enemigos
de los monarcas españoles. En el último de ellos, se representa una vista de la ciu-
dad de La Habana, como ejemplo del lamento que ha producido a los cubanos la
marcha de Bucareli, ya que se le considera uno de los mejores capitanes generales
y el restaurador de su bienestar y salud pública.
Aún restan algunas decoraciones efímeras por describir que apoyarían el pro-
grama iconográfico y emblemático: ocho esculturas efímeras, de las cuales las cua-
tro del segundo piso representan a dioses de la Antigüedad, y las cuatro del cuerpo
superior alegorías de diferentes territorios. Las primeras se colocan sobre las co-
lumnas jónicas del piso inferior, y todas ellas llevan un lema diferente en el plinto
y algún motivo vegetal que se pueda relacionar con las cualidades divinas que se
quiere destacar. La primera de ellas representa a Júpiter, con una corona hecha de
hojas de encina en sus manos, cuyo significado es que Bucareli llega para ser el
gobernante superior de la Nueva España, tal y como Júpiter gobernaba con mano
de hierro el orbe divino, cosa que deja clara la inscripción Autoritas Suprema. En
la segunda columna, aparecía Marte con una rama de laurel en las manos, simboli-
zando el valor y pericia militar del nuevo virrey, con la inscripción Virtus Bellica.
También aparece el dios Apolo, en su caso con una corona de hojas de oliva y con
su cítara en las manos, con las palabras Harmonia Publica en el plinto, deseando
para el gobernante una concordia universal fruto del buen gobierno y un patroci-
nio sobre las artes y las ciencias siempre necesario en las sociedades modernas. Por
último, aparecía Mercurio con una corona de hiedra y la inscripción Republicae
Ubertas, aludiendo al auge del comercio indiano y al fomento de las minas, activi-
dades ambas que traerán gran abundancia a la Nueva España.

216 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Figura 45
Portada de la Explicación de los adornos simbólicos y poéticos del arco de triunfo…,
México, 1771

Las otras cuatro esculturas efímeras funcionarían a modo de cariátides, para


las columnas del cuerpo superior del arco, y además contendrían pequeñas em-
presas que muestran cómo la literatura emblemática es el pilar básico de la icono-
grafía que se reparte en las arquitecturas efímeras. Representan a cuatro heroínas:

Contenido 217
EL TRIUNFO DEL VIRREY

en primer lugar, una alegoría de España, que además porta una empresa en la que
aparece el Sol en el signo del León, usando los dos símbolos más tradicionales
de la monarquía hispánica.213 Además, se usa una empresa en clave astronómica,
cosa que concuerda muy bien con la biografía del autor de la relación festiva y
sus trabajos sobre los planetas. La segunda de las heroínas representaba a México,
con una empresa en la que aparecía un águila mirando constantemente el Sol y
con los rayos de Júpiter en sus pies. De este modo reflejan los autores la tremenda
fidelidad de los territorios novohispanos a la monarquía hispánica, y la alta ascen-
dencia tanto de estas tierras como de sus cultos y tradiciones, legitimados con los
rayos del altísimo Júpiter. En la tercera de las cariátides, se veía la ciudad de Sevilla,
patria de Bucareli y ciudad de insignes personajes, con la clava de Hércules y la
piel del León nemeo en la empresa correspondiente, como símbolo del pasado
mítico, heroico y hercúleo de la ciudad. La última de las estatuas representa a
Lusitania, rendida, y que acompaña el triunfo en calidad de ilustre prisionera. En
la empresa aparece una heroína en acción de suplicar, con las armas depuestas y
presentando un ramo de oliva. Alude todo ello a las grandes victorias de Bucareli
y el ejército hispano en la conquista del norte de Portugal, durante la guerra de
los Siete Años.
Por último, remataba todo el arco triunfal un escudo de armas de Antonio
María de Bucareli y Ursúa, lleno de blasones de los miembros de su familia más
ilustres. Con todos estos detalles, podemos decir que en Nueva España, a finales
del siglo xviii, el género emblemático todavía no había caído en profunda crisis,
como lo hará en poco tiempo, y aún era la fuente habitual para la confección de
arquitecturas efímeras y programas iconográficos en las fiestas y celebraciones
de entradas virreinales, juras o exequias reales.
Como se ha insistido en varias ocasiones, el gobierno de Bucareli se funda-
menta sobre todo en el reformismo borbónico, y es la etapa más brillante en
la Nueva España de Carlos III. Se trata de reformas económicas, como la regula-
ción del sistema de minas o el establecimiento definitivo del libre comercio con
España, Perú y Nueva Granada, a través de los puertos de Veracruz y Acapulco,
así como la inauguración del primer Monte de Piedad mexicano. Pero también
acomete importantes reformas judiciales, que si bien incrementan el poder del
virrey, hacen que la Real Audiencia se encargue de una forma más independiente
de los asuntos jurídicos del virreinato. Las obras públicas son otro de los puntos
fuertes de su gobierno: aumenta la Alameda, mejora caminos, sigue el drenaje de
la laguna mexicana e inaugura calles con una planificación moderna y amplia,
como es el caso de la que todavía lleva su nombre en la capital mexicana. Las
exploraciones de territorios pacíficos fueron también intensas en este período,

213. Mínguez, Víctor. Los reyes solares...

218 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

de forma que se fundó el presidio de San Francisco, germen de la actual ciudad


californiana, e incluso se llegó hasta Alaska, donde el nombre de la actual Sonda
Bucareli rememora esta expedición. Finalmente, el virrey reformista muere en el
cargo el nueve de abril de 1779, se celebran unas magníficas y sentidas exequias
en su honor, y es enterrado en el cementerio adyacente a la basílica de Guadalu-
pe. Será sucedido por un gobierno interino de la Real Audiencia, en manos de su
presidente Francisco Romà y Rosell, hasta la llegada a la Nueva España del nuevo
virrey.

5.3.5. Martín de Mayorga (1779-1783)

Martín de Mayorga, militar en la Armada Real y miembro de la Orden de Al-


cántara, es ascendido en 1773 a gobernador y presidente de la Audiencia de Gua-
temala, donde todavía sirve a la muerte de Bucareli. El nombre de Martín de
Mayorga aparece en los pliegos secretos de la Real Audiencia, y de esta forma se
convertirá en virrey de la Nueva España, a la espera de un nuevo nombramiento
de Carlos III. El gobernador se dirigirá a la capital desde Guatemala, y el trayecto
pasará por Oaxaca,Tehuacán de las Granadas, Puebla,Tlaxcala y México. La varia-
ción del camino es lógica, pues no venía de la península ibérica, sino que llegaba
a Nueva España desde el sur, desde Guatemala. Además, se justificó la ausencia de
ceremoniales y entradas públicas en el camino por las preocupaciones sobreve-
nidas de la declaración de guerra contra los británicos. Mayorga llegará a Ciudad
de México el veintitrés de agosto de 1779. 214
Durante su gobierno, la principal preocupación en el virreinato será la nueva
guerra contra Inglaterra, con lo que Mayorga intentará renovar y fortalecer la
defensa de Veracruz. También deberá hacer frente a varias epidemias y revueltas
indígenas en Puebla. En sus cuatro años de gobierno, se continuarán los proyec-
tos de mejora urbanística de la Ciudad de México iniciados por Bucareli, para
seguir con el pavimentado de calles y el saneamiento de canales y acueductos
para impedir nuevas epidemias. Finalmente, y tras varios intentos, en 1783 se
acepta la renuncia de este virrey, el cual deja el poder el veintitrés de abril y sale
inmediatamente hacia Veracruz, aunque muere justo a su llegada a Cádiz.

214. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.

Contenido 219
EL TRIUNFO DEL VIRREY

5.3.6. Matías de Gálvez y Gallardo (1783-1787)

El sucesor de Martín de Mayorga en el cargo guatemalteco, lo será también


como virrey novohispano: Matías de Gálvez y Gallardo, iniciador de una dinastía
propia en el poder mexicano, los Gálvez, que ya contaban con la influencia del
visitador general, José de Gálvez, hermano de Matías, y que se alargará al ser suce-
dido este por su propio hijo. Matías seguirá el camino de su antecesor y recibirá
el bastón de mando en San Cristóbal Ecatepec. En su caso, se dispone su entrada
en la capital como era acostumbrado, pero esta vez en coche dada su mala salud
y ancianidad. Como no había precedente, habrá competencia entre la ciudad y la
Real Audiencia por el obsequio del coche, lo que desembocará en que el virrey
tenga que aceptar entrar en un caballo manso, con la misma pompa y grandeza
de siempre.215
Su ingreso oficial en la capital se producirá el ocho de febrero de 1779, y para
la misma, el cabildo civil erigirá un suntuoso arco de triunfo en la plaza de Santo
Domingo, con un programa iconográfico ideado de nuevo por Joaquín Velázquez
de León y construido por Jerónimo Antonio Gil,216 futuro presidente de la Real
Academia de San Carlos. Se trata de un gran arco de dos niveles, el inferior corin-
tio y el superior compuesto, con tres vanos y coronado por los escudos heráldi-
cos de la familia Gálvez. Esto es tremendamente interesante, pues el arco no solo
se dedica al nuevo virrey sino también a su hermano José de Gálvez, y de este
modo se comparará a esta estirpe de gobernantes americanos con los Vespasia-
nos romanos, que «con toga, espada y bastón defendieron y rigieron el Imperio,
gobernando con el mayor acierto, prudencia y tranquilidad».217 Los dos frentes del
arco se dedicaron a la magnanimidad de esta familia tanto en la guerra y las heroi-
cidades, como en el buen gobierno de la paz. En la fachada sur se concentran las
escenas bélicas, representado la conquista de la pirática isla de Roatán en el lien-
zo central, y en compañía de diferentes escenas en los pedestales como la toma
de Omoa o la defensa del lago de Nicaragua. Por su parte, la fachada norte alude
a las actuaciones políticas, con un lienzo principal que evidencia la construcción
de la Nueva Guatemala, tras el devastador terremoto que destruye la capital, que
hoy conocemos como Antigua, en años anteriores. Además, se acompaña en los
pedestales de interesantes estampas en las que se muestran los trabajos de des-

215. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.
216. Joaquín Velázquez de León, La estirpe Vespasiana. Idea alegórica de las pinturas y
aparatos festivos del arco triunfal que para la entrada pública y solemne del Excelentísimo
señor Matías de Gálvez erigió la nobilísima imperial Ciudad de México el día 8 de febrero
por…, Impresa en México por don Felipe de Zúñiga y Ontiveros, 1784.
217. Ibídem.

220 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

agüe del lago de México, el empedrado de diversas calles, el virrey legislando


frente a unas minas y diversos geniecillos que portan instrumentos de las artes,
y evidencian el patrocinio del virrey sobre estas, la agricultura, el comercio y la
industria. Varias alegorías y símbolos por todo el arco constatan la relación de los
Gálvez con la ilustre familia romana, como son la estatua de Vespasiano padre
con su hermano e hijo Tito, o la de Vespasia, madre y abuela de los anteriores. De
nuevo, en este arco ideado por Velázquez de León, observamos la obsesión de
los intelectuales ilustrados en remarcar las dos principales virtudes de un buen
gobernante: los hechos heroicos en la guerra y el rigor en el trabajo y las reformas
que se deban llevar a cabo.218
Durante su gobierno, conseguida la paz con Inglaterra, Gálvez se dedicará a
la mejora de la Ciudad de México, como ya le prevenía el arco triunfal realizado
para su entrada: siguió con el drenaje de las lagunas, pavimentó diversas calles, di-
vidió la ciudad en cuatro barrios, aprobó la Real Academia de Bellas Artes de San
Carlos, fundada por Mayorga, reconstruyó el palacio de Chapultepec, reorganizó
el Banco Nacional de San Carlos y censó los coches existentes en la ciudad. El
virrey muere en México el tres de noviembre de 1784, y en ausencia de pliegos
reales, es la Real Audiencia quien toma temporalmente sus poderes hasta que es
sucedido por el gobernador de Luisiana, su propio hijo.

5.3.7. Bernardo de Gálvez, conde de Gálvez (1785-1786)

Pero quizá el caso más significativo de todos sea el de su sucesor, su propio


hijo, el gobernador de Florida Bernardo de Gálvez, conde de Gálvez y viejo
conocedor de los territorios novohispanos, ya que acompañó a su tío José en
1762, y fue nombrado posteriormente comandante de Armas de Nueva Vizca-
ya y Sonora, y gobernador de Luisiana en 1776, donde recibe la promoción a
virrey novohispano. Este virrey variará todo el ceremonial y el trayecto en su
viaje a la capital, con el agravante de que solo quiso estar en viaje por las ma-
ñanas, por lo que se alargó bastante. Hasta Perote, seguirá el camino tradicio-
nal, pero los cambios llegan a partir de este punto. De allí pasará al santuario
de San José de Chiapa, retiro de los obispos de Puebla, donde es recibido y
obsequiado por el obispo de esta ciudad con gran profusión. Al santuario solo
llegarán el virrey y sus allegados, pues era muy pequeño y no había suficiente
alojamiento para todos, de forma que parte de la comitiva quedará atrás y otra
parte se adelantará al pueblo de Napaluca. Al día siguiente pasarán todos a

218. Se trata de un arco ampliamente estudiado en José Miguel Morales Folguera, Cultura
simbólica y arte efímero en la Nueva España, Junta de Andalucía, Sevilla, 1992. Capítulo III:
Entradas de Virreyes.

Contenido 221
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Santa Isabel Acajete, y al otro a Amozoc, donde es recibido por el gobernador


y los diputados de Puebla con un espléndido almuerzo. La siguiente parada
será Puebla, donde realizará entrada triunfal en la manera acostumbrada, aun-
que esta vez en coche, pero se apeará enfrente de los arcos para recibir los
típicos elogios en verso de sus proezas. Estará en Puebla tres días, recibiendo
múltiples obsequios y cumplidos, y recibirá a dos diputados de la Ciudad de
México. La próxima parada será Tlaxcala, también con entrada triunfal en co-
che y estancia de dos días, aunque los tlaxcaltecos estaban bastante distantes,
según cuenta García Panes,219 ya que el hecho de priorizar a Puebla no gustó
en la ciudad, que tenía el privilegio de ser la primera ciudad donde los virre-
yes hacían entrada pública. Se dirigió tras esos dos días a la Hacienda Buena-
vista, luego a Apan y en San Juan de Teotihuacán es obsequiado con profusión
por el arzobispo mexicano. En San Cristóbal recibirá el bastón de mando, y
al día siguiente llegará a la villa de Guadalupe, donde adorará la imagen más
venerada de Nueva España, para subir allí mismo al coche en el que realizó
su entrada pública en la capital, y el juramento en el Palacio de los Virreyes.220
En el caso del conde de Gálvez, ya no es un cambio por ir directamente a la
ciudad a gobernar o porque proceda del sur, sino que cambia el ceremonial
incluyendo paradas nuevas y ceremoniales inexistentes hasta este momento.
Probablemente, lo más destacable, y puede que la razón de este cambio, es
que se prioriza la ciudad de Puebla y sobre todo a su obispo, una de las per-
sonalidades más relevantes de todo el virreinato.
Durante su corto mandato, pues muere el treinta de noviembre de 1786,
continuará las obras de mejora de la ciudad iniciadas por su familia: iluminación
de calles, renovación en Chapultepec y apoyo a la ciencia y las artes, además de
patrocinar expediciones botánicas como las de Martín de Sessé o Vicente Cer-
vantes.

219. Diego García Panes, Diario particular del camino que sigue un virrey de México des-
de su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la capital. Edición facsimilar, Madrid,
cehopu, 1994.
220. Ibídem.

222 Contenido
E L SIGLO X V III Y LO S INICIO S DE LA D EC ANDE NCI A

Figura 46
Fray Jerónimo y Fray Pablo de Jesús, Bernardo de Gálvez,
temple y esgrafiado sobre tabla, mnh, México

5.3.8. Alonso Núñez de Haro y Peralta, arzobispo de México (1787)

Tras la repentina muerte de Bernardo de Gálvez, le sucederá el arzobispo de


México, Alonso Núñez de Haro y Peralta, que al ser virrey interino y residir en
la ciudad, solo realizó la ceremonia de juramento en el Palacio de los Virreyes, y
que ejerció su gobierno durante pocos meses. Durante los mismos, consolidará el
establecimiento de las intendencias, propuestas por José de Gálvez como nuevas
provincias administrativas, ayudará a los indígenas y enviará grandes sumas para

Contenido 223
EL TRIUNFO DEL VIRREY

la protección de La Habana frente a ingleses y holandeses. Tras la llegada del vi-


rrey propietario, Manuel Antonio de Flores, seguirá como arzobispo de la capital
hasta el final de su vida, recibiendo siempre tratamiento y honores de virrey.

5.3.9. Manuel Antonio de Flores (1787-1789)

Por último, Manuel Antonio de Flores, militar de brillante carrera y virrey de la


Nueva Granada cuando es promovido a este cargo en 1787, seguirá el esquema
marcado por el marqués de Croix, y como se le esperaba en la ciudad para susti-
tuir al interino arzobispo-virrey, se dirigió allí en derechura, sin atender a entradas
triunfales y ceremoniales.221 En su caso llega aún más lejos, ya que jamás comió
en público en todo su itinerario hasta la capital, algo realmente impensable pocos
años antes. Permaneció en el gobierno tres años.
En el último apartado, se ha trazado cómo desde los años sesenta del siglo xviii
se observan dos tendencias generales que atañen a las entradas virreinales en
Nueva España, y que se acentuarán de manera insospechada a partir del reinado
de Carlos IV. La primera de ellas, es el hecho de que las autoridades españolas
prefieran nombrar como virreyes a militares que a nobles, como era costumbre
tras casi tres siglos de dominio virreinal. La segunda, es la voluntad de reducir los
gastos en este tipo de ceremonias, que tendrá un efecto directo en su especta-
cularidad, sobre todo del viaje triunfal, ya que la entrada pública en Ciudad de
México era de momento algo ineludible. Asistimos en estos años a la defunción
de un ceremonial marcado por la conquista de México, y por la ruta que Hernán
Cortés marcó en la misma, que fue seguida por todos los virreyes de modo sim-
bólico hasta finales del siglo xviii. La espectacularidad de este viaje virreinal ya no
volverá nunca a estas tierras, sino que se acentuará su descomposición, y quedará
como único elemento triunfal la entrada de los virreyes en la capital.

221. Diego García Panes, Diario particular del camino...

224 Contenido
CAPÍTULO VI

Contenido
ENTRADAS TRIUNFALES A FINALES DEL VIRREINATO (1789-1821)

6.1. ENTRADAS TRIUNFALES DEL REINADO DE CARLOS IV (1789-1808)

La cronología que se trata en este apartado corresponde al último período de


cierta estabilidad del régimen virreinal, a partir del cual asistiremos a un rápido
debilitamiento del poder hispano, que culmina en la insurgencia y lucha por la
independencia, pasadas dos escasas décadas del siglo xix. El reinado de Carlos IV
empieza en realidad el año anterior, pero se ha escogido el año de 1789 por ser
una fecha con múltiples implicaciones. En primer lugar, un hecho de relevancia
mundial, la Revolución francesa, que explicitará en Europa la pujanza de las clases
burguesas y el deseo de instaurar estados liberales, y tendrá mucha influencia en
pensadores y políticos de todo el ámbito hispánico, tanto en la península ibérica
como en América. En segundo lugar, un hecho que atañe a la monarquía hispáni-
ca, y es que acaba de empezar un nuevo reinado a finales del año anterior, que va
a traer numerosos cambios en las políticas estatales, sobre todo en las llamadas
reformas borbónicas, que se aplican fuertemente a América en sus primeros años,
pero que pronto veremos decaer y funcionar más por inercia que por actuación
real de los gobernantes. Y por último, ya en el ámbito novohispano, la llegada
de un virrey de máxima importancia, el primero bajo el mandato de Carlos IV:
Juan Vicente de Güemes Pacheco y Horcasitas, el II conde de Revillagigedo. Y
aún podríamos añadir otro motivo por el cual empezar en esta fecha, un motivo
ceremonial y novohispano, y es que es justo en este año cuando se celebra en
la Ciudad de México la grandiosa jura de Carlos IV, con todas las celebraciones
acostumbradas para la ocasión. Pero antes de entrar en materia, es conveniente
realizar una breve introducción sobre el estado de la Nueva España a la llegada
de este virrey.

Contenido 227
EL TRIUNFO DEL VIRREY

6.1.1. Situación novohispana de mediados del siglo xviii a 1789. La Ilustración

Desde mediados del siglo xviii, se puede decir que empieza una nueva etapa
en los virreinatos americanos, que llevará a estos territorios hasta la independen-
cia en medio de grandes cambios y, ya en la etapa final, grandes convulsiones.
Estos grandes cambios se pueden centrar en tres ámbitos: demográfico y social,
económico y político, el más interesante, puesto que es en este donde veremos
las grandes evoluciones ideológicas del momento.
En lo referente a la demografía, se producirá el paso de un anclado estanca-
miento a un rápido crecimiento que afectará a todos los grupos étnicos. La etapa
de mayor crecimiento será desde medidos del siglo xviii hasta que estalle la crisis
insurgente, hacia 1810. El crecimiento era espectacular, y ya se tiene noción de
ello en la propia época, ya que el viajero Alexander von Humboldt da una serie
de cifras, que aunque no podemos tomar al pie de la letra, pueden servir de orien-
tación. La población novohispana sería de siete millones, contando con tres millo-
nes setecientos mil indios, un millón doscientos mil blancos y casi dos millones
de mestizos o castas. Además, Ciudad de México sigue siendo la más grande de
las ciudades americanas, con ciento trece mil habitantes, frente a ciudades como
Buenos Aires, Río de Janeiro o La Habana que contaban con unos cincuenta mil
habitantes.222
Económicamente, habrá un nuevo esplendor de los territorios americanos,
fundamentado en el despegue de los intercambios comerciales con Europa, ba-
sado en el auge de la minería, sobre todo de plata, de la que Nueva España se
convertirá en el máximo exportador. Las causas principales de esta reactivación
minera son, en primer lugar, la abundancia de la mano de obra, debida en gran
parte al aumento demográfico. Se refleja esto en el caso de la mina La Valenciana
de Guanajuato, que contó en estos momentos con más de mil trabajadores.223 A
esto se unen el progreso de las técnicas de extracción y drenaje, que permitirán
trabajar a más profundidad, y los avances en el proceso de refinado. Además, la
minería se verá beneficiada con tratos de favor de la metrópoli, como bajadas en
los precios del azogue o algunas rebajas fiscales. En medio de esta situación de
progreso, se crean además, la Escuela de Minas y la asociación profesional del
Tribunal de la Minería. No será solo la minería la que proporcione la gran mejoría
de la economía, sino que productos agrícolas tropicales empezarán a tener éxito
en Europa, y por tanto se exportarán cada día más.

222. Céspedes del Castillo, G.: América Hispánica (1492-1898) Ed. Labor, Barcelona,
1993.
223. Florescano, E. y Gil Sánchez, I.: La época de las reformas borbónicas y el crecimiento
económico, 1750-1808. en Historia general de México, Tomo 1. Ed. El Colegio de México,
México, 1987.

228 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

En medio de esta favorable situación, se ha de hablar de una tendencia his-


tórica social que tendrá enorme importancia durante esta etapa, y más aún, a la
hora de la llegada de la independencia: la de la gran importancia de los criollos en
la economía novohispana. Estos se convierten en una especie de burguesía, que
tiene el poder económico en sus manos pero que no puede acceder al político,
ya que este es propio de los españoles, que mantienen todos los altos cargos de
la administración indiana. Este punto es fácilmente interpretable en comparación
con las sociedades europeas, donde la lucha de la burguesía por el poder es la
que marca las revoluciones liberales, y en el punto en que se inicia este capítulo
acaba de estallar la Revolución francesa, proceso histórico de especial relevancia,
y gran ejemplo de revolución burguesa, como las que se repetirán durante todo
el siglo xix en Europa y América. Para el caso mexicano, son muchos los autores
que defienden que la guerra de independencia se convierte a la vez en una re-
volución liberal, que entrega el poder a los criollos, una vez la emancipación de
México es un hecho.224
Pero si hay algo culturalmente importante en este momento es el surgimiento
de la Ilustración, que tendrá grandes consecuencias políticas y económicas al
aplicarse las llamadas «Reformas Borbónicas». Las élites novohispanas, y como no
los criollos, se verán influenciados por estas ideas ilustradas de espíritu científico,
análisis crítico de la realidad, corpus político del despotismo ilustrado o moderni-
zación de los estados. La llegada de esta corriente agrava la situación respecto a
los criollos, porque los territorios indianos empiezan a ser tratados como colonias
estrictamente hablando en esta época, los gobernantes las verán como piezas su-
bordinadas para conseguir la modernización del Estado español, y no como reinos
integrantes de la monarquía, concepción de los anteriores siglos. En Nueva España,
habrá una eclosión cultural ilustrada que se reflejará en la creación de academias,
sociedades de Amigos del País, realización de todo tipo de experimentos –sobre
todo los que tenían funciones aplicables a minería o agricultura, fuentes de ri-
queza del país–, recepción de multitud de expediciones europeas que recorren
toda América y efectuan cálculos y estudios geográficos, de flora y fauna, difusión
de la literatura europea y creación de los primeros periódicos en las capitales, el
surgimiento de la prensa. Pero si algo importa en este punto sobre la Ilustración
y la llegada de los Borbones al poder son las reformas que se impulsan desde
Madrid.
Las reformas borbónicas se inician con el mismo siglo xviii, desde la adminis-
tración central, y con el cambio de dinastía, que empezará una renovación de la
estructura del poder a gran escala. En la península ibérica, a grandes rasgos, las
reformas atienden a la unificación política y abolición de las autonomias, nueva

224. Entre ellos, destacar a Jaime Rodríguez o Manuel Chust, en diferentes obras que se
citan en la bibliografía.

Contenido 229
EL TRIUNFO DEL VIRREY

administración territorial con la creación de provincias, cuyos máximos cargos


serían el capitán general e intendente, reforma del gobierno central y centraliza-
ción del poder político. En el plano económico, cabe destacar la reforma del siste-
ma fiscal, centralización de la recaudación de impuestos y aplicación de las ideas
ilustradas en la política económica –supresión de aduanas interiores, estímulo del
comercio, sobre todo con América, declaración de libertad de precios–, además
de los importantes proyectos de Ley Agraria y sus reformas para paliar los gran-
des problemas agrícolas existentes. La política religiosa y cultural estará también
imbuida de estas ideas ilustradas, pues tendrá como punto central la importante
reforma de la educación y el conflicto con la Compañía de Jesús. En la política
internacional de ámbito europeo serán dos las líneas maestras: los intentos de
recuperar la influencia en Italia y la rivalidad con Inglaterra.
En lo tocante a América, las reformas promovidas en la metrópoli se centran
básicamente en la creación de la Secretaría de despacho de Marina e Indias en
1714, que irá usurpando funciones al Consejo de Indias hasta desbancarlo to-
talmente, en el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz y en la fundación
de sociedades económicas para Indias desde 1728, para explotar las riquezas
americanas con carácter monopolista, al estilo de las establecidas por holandeses
o ingleses. Sin embargo, las grandes reformas empiezan a programarse a partir
de 1763, y se aplican a partir del Secretariado de Indias, de José de Gálvez (1776-
1786). Las causas básicas de estas reformas son la necesidad de creación de una
administración territorial y local eficiente, del aumento de la presión fiscal, de la
defensa, por lo que se intentará crear un ejército más eficaz, y de la reorganiza-
ción del comercio.Todo esto desembocará en época de Carlos III en la aplicación
de cuatro grupos de reformas en toda América:

1. La creación de dos nuevos virreinatos, el de la Plata –con capital en Buenos


Aires– y el de Nueva Granada –con capital en Santafé de Bogotá. Caracas
y Chile se convertirán en capitanías generales bastante independientes de
sus sedes virreinales.
2. La introducción en América de las intendencias. Los intendentes, figura de
origen francés, incluyen funciones jurídicas, hacendísticas, de administra-
ción y militares. Representaban el poder central de las unidades provincia-
les dentro de cada virreinato. Con esta aplicación, se intentó controlar la
política y sociedad americanas, pero si en principio se consiguieron algu-
nos avances, pronto los intendentes y sus subordinados no podrán evitar la
corrupción y abusos.
3. El fin del monopolio gaditano en 1778, la libertad de comercio con América.
Se autorizó a este comercio a trece puertos españoles y veintidós america-
nos, dejando de lado a los del golfo de México, dada la importancia y auto-

230 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

ridad de Veracruz. Fue una medida tardía y prácticamente ineficaz, ya que


seguirá siendo Cádiz el puerto canalizador de este comercio.
4. Importantes medidas de defensa como el aumento de los efectivos navales,
construcción y fortificación de enclaves en puntos fuertes, fijación de las
fronteras en México y Chile, expediciones de exploración y afirmación de
la soberanía española o intentos de creación de un ejército ordenado y
eficaz. Sus frutos más interesantes fueron el aumento de los territorios his-
pánicos en América con la anexión de la Luisiana Occidental y las Floridas.

Un hecho importante en la evolución del «criollismo» y su posterior impor-


tancia en la independencia es la no aceptación de estas reformas por esta parte
de la sociedad criolla, ya que se verán como un intento desesperado por quitar el
poder económico de sus manos, y asegurar que estos nunca puedan acceder a las
cotas más altas de la administración indiana.
Pero centrando el punto de vista en Nueva España, hay una figura central, el
ya nombrado José de Gálvez, marqués de Sonora, primero visitador en Nueva
España, luego secretario de Indias y además, familiar cercano de dos virreyes de
esta epoca, su hermano Matías de Gálvez y su sobrino Bernardo de Gálvez. Es este
mismo visitador el que intenta la reducción drástica de gastos en las entradas
triunfales que se han estudiado en el anterior capítulo. Sin embargo, los virreyes
tradicionalmente vistos como más importantes de cara a las reformas novohis-
panas, son el marqués de Croix, Bucareli, Mayorga –cuyos gobiernos ya han sido
analizados– y el II conde de Revillagigedo. Muchos retardarán su aplicación, o
incluso serán contrarios, ya que aunque eran convencidos ilustrados veían como
las reformas estaban muy lejanas de la sociedad novohispana, desarticulaban el
orden establecido y desfavorecían a grupos sociales, sobre todo a los importan-
tísimos criollos.
El reinado reformador por excelencia es el de Carlos III, rey español represen-
tante de la corriente política europea del despotismo ilustrado, y aunque su hijo
Carlos IV intentará seguir adelante con las reformas, es cierto que en su reinado
entrarán en crisis y el reformismo avanzará más por inercia que por voluntad pro-
pia de los gobernantes. Se puede decir que las reformas novohispanas se enfocan
decisivamente a la mejora militar y al embellecimiento de la ciudad, en cuanto a
políticas distribuidas desde México, pero se aplican las reformas también estable-
cidas desde Madrid, económicas y administrativas.

Contenido 231
EL TRIUNFO DEL VIRREY

6.1.2. La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos

La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de México225 fue fundada por
Real Cédula de 25 de diciembre de 1783, pero sus antecedentes ya se pueden
rastrear dos años antes, con la creación de la escuela de grabado de Jerónimo An-
tonio Gil, enviado a ese efecto a México por Carlos III. Esta escuela tuvo su sede
en la Casa de la Moneda de la capital del virreinato novohispano, y con el éxito de
la misma, Gil empezó a madurar la idea de la creación de una academia de bellas
artes en México. El virrey Martín de Mayorga será el encargado de demandar a la
corte esta creación, y esta pedirá al ya nuevo virrey Matías de Gálvez que realice
un informe sobre la conveniencia de establecer esta academia, informe que será
muy favorable al evaluarla de gran utilidad para el virreinato. Así, coincidiendo
con esta etapa de gran prosperidad en Nueva España, se creará la Academia de
San Carlos encomendándose como patrón a San Carlos Borromeo, y que como
explica Justino Fernández tenía como inscripción en su medalla: «La Sabiduría
desterrando la Ignorancia».226 Se dotará de un presupuesto anual de veintidós
mil seiscientos ochenta pesos, será gobernada por una junta preparatoria –hasta
la confección de los estatutos– y residirá provisionalmente en el Colegio de San
Pedro y San Pablo. Finalmente, en 1784 se otorgan los estatutos para el buen fun-
cionamiento y reglamentación de la nueva institución. La solemne inauguración
de la Academia se celebró el cuatro de noviembre de 1785.
La organización fue piramidal, a la cabeza el rey –como protector de la nue-
va academia– y el virrey, en su función de viceprotector, cargo que a partir de
entonces se sumaba a la lista de los que se juraban en cada entrada virreinal.
Seguía el lugarteniente o presidente, encargado de sustituir al virrey en sus au-
sencias, y los conciliarios, protectores de la academia que sin ser artistas tenían
gran reconocimiento social. Tras ellos, los académicos de honor y el director
general, el verdadero responsable de la marcha de la institución. En este punto,
la jerarquización se dividía en los diferentes ramos, con dos directores de cada
especialidad: pintura, escultura, arquitectura, matemáticas y grabado, además
de tres tenientes de pintura y tres de escultura. El siguiente grado era el de
académicos de mérito, llegados por su talento y conocimientos, y académicos
supernumerarios.

225. Para la confección de este capítulo se han usado las siguientes obras: Justino Fernán-
dez, El arte del siglo xix en México, unam, iie, México, 1967.; Eduardo Báez Macías: Fundación e
historia de la Academia de San Carlos, Colección Popular Ciudad de México, México, 1974. y
Rodríguez Moya, I.: «A la sombra de San Fernando: la enseñanza de la pintura en la Academia
de San Carlos de México desde sus inicios hasta la independencia.» en Tiempos de América,
núm. 11, Castellón, 2004.
226. Justino Fernández, El arte del siglo xix en México, unam, iie, México, 1967.

232 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Los discípulos, tras una dura selección y la admisión, empezaban por la sala
de principios, donde aprendían dibujo, para una vez superada esta etapa pasar a
la clase de dibujo con modelo, y más tarde al natural. En este momento escogían
uno de los ramos anteriormente citados para especializarse. Es de especial rele-
vancia el hecho de que se entregasen dieciséis becas para estudiantes talentosos
que no pudiesen hacer cargo de los gastos de ingreso, de los cuales al menos
cuatro debían ser indios puros, una medida muy típica de gobiernos ilustrados y
reformadores, como los que rigen Nueva España en esos momentos.
La importancia de la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos radica, y
mucho más en el trabajo que nos ocupa, en la aceleración que impone al pro-
ceso de implantación del Neoclasicismo en México. Si bien el Barroco era un
estilo que ya se estaba apagando, tras el ultrabarroquismo que supone el llamado
«churrigueresco»,227 será la fundación de la Academia y la labor de sus primeros
maestros la que actúe como definitiva catalizadora de este proceso. Así, se pro-
duce una reacción neoclásica, que vuelve a los modelos del Renacimiento, a una
arquitectura más pura, a los órdenes clásicos, a la simetría y a la proporción, se
reduce de manera pasmosa la ornamentación. Son los postulados artísticos que
marcarán la época que se trata, y por supuesto el arte efímero y los gustos en las
entradas triunfales no serán ninguna excepción.
Los primeros maestros de esta Academia serán de gran calidad, y se podría
destacar sobre todos ellos a Manuel Tolsà, una figura de gran actividad que dejará
dos de los monumentos más distintivos de la ciudad, el Palacio de la Minería y
la estatua ecuestre de Carlos IV, polémica desde sus inicios dada la tardanza en
su realización y la multitud de problemas por los que tuvo que pasar.228 Otros
maestros dignos de mención son Jerónimo Antonio Gil, Miguel Costansó, Ignacio
Castera, Rafael Jimeno y Planes, Joaquín Fabregat y los mexicanos Pedro Patiño
Ixtolinque y Francisco Eduardo Tresguerras.
La Real Academia de Bellas Artes de San Carlos entrará en crisis a partir de
1810, pues la insurgencia hará que los ingresos que recibía se destinen a la guerra,
entrando en una dinámica de endeudamiento que la llevará al cierre en 1822, ya
consumada la independencia. No será hasta la época de Antonio López de Santa
Anna cuando empiece la reorganización de esta institución, en 1843.

227. Con ejemplos tan notables como Santa Prisca en Taxco (Guerrero), San Francisco
Javier en Tepotzotlán (México) o Santa María Tonantzintla, en Cholula (Puebla).
228. Juan Chiva Beltrán, «Los metales perdidos del Caballito. Problemas comerciales en
la confección de una obra de arte», en Joan Feliu, Vicent Ortells y Javier Soriano: Caminos
encontrados. Itinerarios históricos, culturales y comerciales en América Latina, Col·lecció
Amèrica, Universitat Jaume I, Castellón, 2009.

Contenido 233
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 47
Jerónimo Antonio Gil, Emblema de la Academia de San Carlos, 1785

234 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

6.1.3. Juan Vicente de Güemes, Pacheco de Padilla, Horcasitas y Aguayo, II conde de Revillagigedo
(1738-1799)

Juan Vicente de Güemes nace en La Habana en 1738, hijo del virrey I conde
de Revillagigedo, que ejerció el poder en Nueva España entre 1746 y 1755. Per-
teneció a la orden de Calatrava y a la de Carlos III, y en el momento de su nom-
bramiento ocupaba el cargo de teniente general de los Reales Ejércitos. Será uno
de los virreyes de mejor recuerdo entre los novohispanos, gran seguidor de las
reformas ilustradas.
El virrey salió de Cádiz el siete de junio de 1789, a bordo del navío de guerra
San Ramón, comandado por el brigadier de marina Pedro Autran, y llegó a San
Juan de Ulúa el ocho de agosto del mismo año,229 tras un viaje más largo de lo
normal a causa de lo calmado de los vientos,230 y que fue sin embargo, una trave-
sía buena para la tripulación, que llegó con buena salud. Junto al II Revillagigedo
llega a Nueva España también don Pedro Gorostiza, brigadier de los Reales Ejér-
citos, subinspector general de las tropas novohispanas y gobernador de la plaza
veracruzana, personaje que pronto tendrá gran importancia en los proyectos de
reforma que se realizarán para los ejércitos de la Nueva España. El día nueve de
agosto, a las cinco de la tarde, desembarcará en el muelle del puerto veracruzano,
donde se seguirá el ritual acostumbrado. Recibe las llaves de la ciudad de manos
del Capitán de Llaves, y con la tropa formada a ambos lados será conducido hasta
el templo parroquial, acompañado por el ayuntamiento, los ministros de la Real
Hacienda y personas notables de la alta sociedad veracruzana. Una vez en la igle-
sia, se sigue el ceremonial estudiado y tras el canto del Te Deum, dando gracias, se
pasará a acompañar al nuevo virrey a la que será su morada en estos días: la Casa
de los Cinco Gremios de Madrid. Sobre las vestiduras del virrey, se cuenta «estar
adornado Su Excelencia de un conjunto de relevantes prendas, que lo hacen dig-
no de empleo tan distinguido, y con que se ha granjeado ya el amor y veneración
de todo este Público».231 Desde Veracruz envía el necesario correo al virrey Flores
y le informa de su llegada, del camino que va a seguir hasta la capital y de la fecha
para realizar su entrada. Es interesante comentar un hecho muy relacionado con
la reforma de la administración que se impulsaba: marcó el día de entrada en un
domingo, el dieciocho de octubre, para cumplir la real orden que reducía a la
mitad las fiestas novohispanas, ya que habían proliferado demasiado y retrasaban

229. Gazeta de México del martes 25 de agosto de 1789.


230. Díaz Trechuelo, L.: Juan V. de Güemes Pacheco, El segundo conde de Revilagigedo.
Virrey de Nueva España. 1789-1794. eeha, csic, Sevilla, 1972.
231. Gazeta de México del martes 25 de agosto de 1789.

Contenido 235
EL TRIUNFO DEL VIRREY

la tramitación de gran parte de asuntos administrativos.232 Es una decisión que


traerá mucha polémica, pues si bien habla del espíritu trabajador del ilustrado
virrey, no fue bien acogida por la Real Audiencia que lo veía como un ataque a
las ceremonias y etiquetas tradicionales de la sociedad novohispana, además de
alegar que el pueblo faltaría a misa si se celebraba en domingo una entrada vi-
rreinal. Al final, el virrey se decidió por adelantar su entrada al sábado diecisiete
de octubre, con la condición de que los oidores y demás tribunales no dejasen de
trabajar. Desde la llegada de esta posta a la capital, el virrey Flores preparará su
salida, que se verificará el cinco de octubre hacia Guadalupe, donde esperará a
Revillagigedo para hacer el conveniente traspaso de poderes.
En principio, Revillagigedo decidió permanecer unos días en Veracruz visitan-
do varios lugares y seguir el camino marcado por la tradición, pero finalmente
se retractó de ello y partió en derechura hacia Ciudad de México, sin pasar ni
tan siquiera por Puebla o Tlaxcala. Sin embargo, tuvo la deferencia de respetar la
comida en público durante todo el trayecto, cosa que su antecesor Flores no hizo.
El día dieciséis de octubre de 1789 llegará a Guadalupe, donde se entregará el
bastón de mando.233 Es esta una novedad importantísima en el proceso del que ya
se ha hablado por el que durante el siglo xviii se acerca cada vez más a la capital
el paraje para la entrega del bastón, primero de Otumba a San Cristóbal Ecatepec,
y más tarde ya a la cercana villa de Guadalupe. Las solemnidades siguen siendo las
acostumbradas, así como el ritual de traspaso de poder. El virrey es obsequiado en
Guadalupe por el Real Tribunal del Consulado y cumplimentado por el arzobispo,
el Real Tribunal de Cuentas, cuerpos de la ciudad, algunos prelados y curas, y los
rectores de los colegios. Es al Consulado a quien toca costear esta jornada, así
como la morada en que el virrey va a descansar, para lo que a partir de ahora se
tendrá preparada una cómoda casa en Guadalupe.
Al día siguiente empezó la entrada triunfal en Ciudad de México, que arranca
con la celebración matutina de una misa en la Insigne y Real Colegiata de Gua-
dalupe. En las puertas de la colegiata esperaba la Real Audiencia, junto a todos
los tribunales y prelados de la capital. Al pórtico salieron a recibirlo el abad y el
cabildo colegial, con una cruz y multitud de ciriales, para realizar la ceremonia del
beso a la cruz, pasando luego el virrey y su comitiva hasta el presbiterio del tem-
plo. Allí rezó en acción de gracias mientras se cantó con solemnidad el Te Deum,
para luego celebrarse una misa rezada. Revillagigedo pasó entonces a la Sala de
Cabildos de la colegiata, donde será cumplimentado por todos los cuerpos que
se habían desplazado a la villa de Guadalupe.

232. Se trata del Real Decreto de 2 de mayo de 1789, que llegaba en manos del virrey
II Conde de Revillagigedo.
233. Gazeta de México del martes 20 de octubre de 1789.

236 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Figura 48
Desconocido, Retrato alegórico del Segundo Conde de Revillagigedo,
finales del siglo xviii, Banco Nacional de México

Contenido 237
EL TRIUNFO DEL VIRREY

A las once de la mañana salió hacia Ciudad de México. Todos los cuerpos
bajaron en coche –Reales Tribunales del Protomendicato, Consulado, Audiencia
o Universidad– precediendo al propio coche del virrey. Era este un excelente
coche inglés, tirado por seis caballos ricamente enjaezados, con penachos de
plumas en las cabezas y dos volantes por delante. En el momento de la entrada
por la calzada de la villa se oyeron salvas de artillería, y ya en este punto estaban
formadas dos filas de militares por en medio de las cuales pasaría Revillagigedo
y su comitiva hasta llegar al palacio. Estas tropas fueron un regimiento de Dra-
gones de México, escuadrón de caballería de panaderos, tocineros y curtidores,
las milicias y el regimiento fijo de México. Nos cuenta la Gazeta de México que
era «innumerable el concurso de toda clase de gentes que ocupaba las calles
del tránsito, ansiosas de conocer a un Jefe tan benemérito».234 Una vez realizado
el tra­yecto por toda la carrera, desde la calle de Santo Domingo, con el arco cos-
teado por el ayuntamiento, a la catedral y el otro gran arco, pasó al palacio. En el
palacio fue recibido por la Real Audiencia, que le acompañó hasta la Sala del Real
Acuerdo, donde se realiza el ceremonial de juramento tras la lectura de los cargos
que Revillagigedo va a obtener. Luego pasó al salón principal para ser de nuevo
cumplimentado, esta vez por la Real Audiencia, tribunales, cuerpos, arzobispo de
México. La oficialidad, con todas las tropas, hará saludos de ordenanza delante
de los balcones del palacio, a los que el nuevo virrey responderá asomándose y
dando su beneplácito.
En los dos días siguientes a su entrada, fue cumplimentado por la alta sociedad
capitalina: tribunales, la Inquisición, el tribunal de Cruzada, cabildos eclesiásticos
de la catedral y la colegiata, curas, prelados, rectores de colegios, capellanes de
monasterios, oficialidad y nobleza mexicana. Estos días de fiesta son costeados
por el cabildo civil, para los que había comisionado a dos regidores: don Antonio
Rodríguez de Velasco y don Ignacio Iglesias Pablo. Fueron unas fiestas espléndi-
das, según cuentan los cronistas, con gran magnificencia, excelentes banquetes,
refrescos y bailes a los que acudieron los sujetos más distinguidos de la capital
novohispana. Durante las tres siguientes tardes a la entrada, el virrey y su acompa-
ñamiento harán largos paseos por la ciudad, por la zona de la Alameda, y acudirán
a sesiones de teatro en el gran Coliseo de esta capital. Sin embargo, las corridas
de toros se retrasarán hasta los días veintitrés y veintiséis de noviembre, ya que a
pocos días de la entrada, el veinticuatro de octubre, se produce el terrible crimen
que acabó con la vida de Joaquín Dongo y nueve criados, en un robo que causó
gran impacto a la sociedad novohispana, y por ello se retrasó la celebración de
las últimas festividades de la entrada de Revillagigedo. Según los cronistas que
nos hablan de esta entrada triunfal «desde que se conquistó el reino no se había

234. Gazeta de México del martes 20 de octubre de 1789.

238 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

visto entrar virrey con mayor o gran pose»,235 en una frase que será típica de
todas las relaciones y crónicas sobre entradas triunfales, ya que eran oficiales y
ensalzaban lo valioso de la entrada triunfal, fruto de la labor del ayuntamiento
y diferentes cuerpos oficiales de la capital. Además, los primeros meses del go-
bierno del II conde de Revillagigedo fueron muy animosos en cuanto a actos
festivos, hasta diciembre del propio 1789, en que se celebraron el nacimiento de
una infanta, las honras militares por Carlos III, el cumpleaños de la reina y la jura
del nuevo monarca Carlos IV, para la que incluso se colocó una efímera estatua
ecuestre del nuevo rey frente al sagrario de la catedral, embrión de la magnífica
escultura de Manuel Tolsà, que se realizará durante los sucesivos gobiernos.
Un apunte curioso en las entradas virreinales decimonónicas, será el surgi-
miento de pasquines y amenazas en las paredes, a las que tan aficionada era la
sociedad novohispana, y según Artemio del Valle-Arizpe más en concreto los crio-
llos, ya que «con ocasión de cualquier suceso, aún los más graves, el epigrama
saltaba fácil, lleno de malicia».236 Nunca se conoció el autor de ninguno de estos
maliciosos poemas, pero hay noticias que hablan de que incluso aparecieron ya
en las paredes de la casa del propio Hernán Cortés, que contestó a las mismas
también en verso, inaugurando así lo que se instituyó pronto en una especie de
tradición. Para el caso de Revillagigedo, a los pocos días de tomar el mando apa-
reció un «consejo» dirigido a su persona:237

Güemes, anda derecho,


porque el pueblo está en acecho.

Inmediatamente, el nuevo gobernante novohispano mandó que se contestara


a la ofensa, de tal modo:238

Tan derecho andará


que a muchos les pesará.

Lo demostrará poco tiempo después, tras la captura de los criminales culpa-


bles del asesinato de Joaquín Dongo y sus criados, que alivió en gran medida a la
sociedad, y a los que se formó inmediatamente causa sumarísima, de manera que
Revillagigedo mandó que los ahorcaran. Esto fue también pasto de burla, con un
epigrama que rezaba:239

235. Gazeta de México del martes 20 de octubre de 1789.


236. Valle-Arizpe, A.: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones, leyendas y
sucedidos del México Virreinal. Ed. Jus, México, 1947.
237. Ibídem.
238. Ibídem.
239. Ibídem.

Contenido 239
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Al conde Galvez imitas,


pero entiéndelo al revés,
que el conde libertó tres
y tu a tres a la horca citas.

Juega con el hecho de que el conde de Gálvez perdonó a tres criminales,


cosa de que no fue capaz Revillagigedo, y además en el último verso juegan con
uno de sus apellidos, Horcasitas. Eran versos realmente maliciosos, pero a la vez
llenos de gracia e ingeniosas rimas, y los virreyes entraban pronto al juego. Será
algo común hasta el final del virreinato, y más allá, ya que Agustín Iturbide y los
posteriores gobernantes también sufrirán estas «malicias».
Este virrey se caracteriza por su importancia en el proceso de reformas
en Nueva España, y por dirigir una de las administraciones más progresistas
de todo el período virreinal. Estas reformas se agrupan, como en los casos an-
teriores, en cinco esferas diferentes. En lo militar, hará reformas en diferentes
fortificaciones, aunque no serán exhaustivas. Mejoró la situación económica al
promover el cultivo de plantas textiles –cáñamo, lino y algodón–, reglamentar
las explotaciones madereras e impulsar las comunicaciones, mejorando los ca-
minos de la capital a Veracruz, Acapulco, Mazatlán o Toluca, además de estable-
cer dos correos semanales en lugar de uno, y crear una nueva lotería cada tres
meses. Políticamente, estimuló el establecimiento correcto de las intendencias
y reorganizó los tribunales, además de colocar un buzón para recoger comen-
tarios y quejas de sus gobernados, ya que siempre estuvo muy preocupado por
la validación pública de sus actos. Muy importante en su administración serán
las medidas culturales. Revillagigedo creará numerosas escuelas para indígenas
y apoyará los estudios profesionales, sobre todo la Academia de San Carlos.
Durante su gobierno llegó la expedición naturalista de Martín Sessé, discípulo
de Carl von Linneo, encargado de recopilar la flora mexicana y a quien el vi-
rrey apoyó en sus investigaciones.También ordenó excavaciones en la plaza de
Armas, donde se encontrarán varios ídolos prehispánicos, así como la famosa
Piedra del Sol azteca. En 1793 inaugurará el Museo de Historia Natural y creará
las cátedras de Botánica, Anatomía y Fisiología, además de fundar el Archivo
General. Pero pese a todo, la gran fama de Revillagigedo viene por la magnitud
de obras públicas en la capital, que consiguió embellecer y modernizar como
ningún otro virrey. Sus actuaciones fueron numerosísimas, destacó la creación
de nuevas calles, el empedrado de algunas ya existentes, la finalización de las
torres de la catedral metropolitana, la creación de nuevas puertas para la Ala-
meda o la puesta de placas en las esquinas de las calles con el nombre de las
mismas, así como la obligación de los vecinos de poner números en sus casas.
Sin embargo, lo más destacable son las mejoras de salubridad e higiene de la

240 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

ciudad. Destaca el alumbrado público en la mayoría de calles de la ciudad,


poniendo faroles y serenos que las cuidaban y vigilaban durante toda la noche
para evitar los incendios. También instauró la existencia de unos carros para
recoger la basura, con una campana que avisaba a los vecinos de cuándo tenían
que sacarla. Además, se instalaron bombas de agua por toda la ciudad para apa-
gar posibles fuegos.
Fue, por tanto, un virrey ilustrado que siguió a rajatabla las reformas pro-
puestas desde la metrópoli, incluso con el reinado de Carlos IV ya iniciado.
Revillagigedo contó casi siempre con el apoyo popular e institucional, pero a
finales de su gobierno, el Ayuntamiento de México presentó algunas acusacio-
nes contra su persona ante el Consejo de Indias. En el juicio de residencia que
siguió tras la llegada del nuevo virrey será absuelto de todos los cargos impu-
tados. Con la llegada a Veracruz del marqués de Branciforte, saldrá de Ciudad
de México, y tras la entrega del bastón de mando en la villa de Guadalupe se
dirigirá a Jalapa, donde permanecerá hasta el momento en que se resuelva su
juicio de residencia y pueda partir hacia la península ibérica. El día veintidós
de diciembre de 1794, a las once de la mañana, embarcará en el puerto veracru-
zano en el navío Europa, rumbo a este mismo continente. Morirá en Madrid el
dos de mayo de 1799.

6.1.4. Miguel José de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte (1794-1798)

Nacido en 1750 en Sicilia, hijo de los príncipes de Carini, llegó a España en


el séquito de Carlos III. Se casó con Maria Antonia Godoy, hermana de Manuel
Godoy, valido de Carlos IV, y empezó a medrar en su carrera política gracias a ello.
En primer lugar, será nombrado capitán general y gobernador de las islas Canarias
y en 1793 virrey de Nueva España, donde llegará al año siguiente. El marqués de
Branciforte fue en cierta manera un virrey diferente a los anteriores, con el espíri-
tu ilustrado menos desarrollado. En su caso, sí alargó el viaje triunfal como estaba
acostumbrado, realizando las entradas triunfales preceptivas en diferentes ciuda-
des. De entre estas, cabe destacar la entrada en Puebla, para la cual se construyó
un arco triunfal que comparaba al recién llegado virrey con Julio César, el héroe
de tiempos romanos.240 El arco es curioso ya desde el soneto introductorio, que
reza de la siguiente manera:241

240. Francisco de La Maza, Mitología clásica en el arte colonial de México. iie, unam, México,
1968.
241. Ibídem.

Contenido 241
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 49
Desconocido, Retrato del virrey marqués de Branciforte, óleo sobre lienzo, 93,5 x 75 cm,
1794-1798, mnh, México

242 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Abrid y entrad para que el país poblano


Respire de una vez la complacencia
Que de daros primero la obediencia
No pudo disputarle el mexicano…

Así, se demuestra la rivalidad entra Puebla y México en este tipo de actos,


acrecentado además, porque los antecesores de Branciforte no entraron triunfal-
mente en Puebla, yendo en derechura a la capital, que había sido la única ciudad
que había podido celebrar una entrada al estilo tradicional. Las decoraciones de
todo el arco giraban en torno a la figura de Julio César. Se mostraba en el meda-
llón principal el retrato de Julio César a caballo recibiendo las llaves de Roma de
manos de los cónsules entre aclamaciones populares, al igual que al traspasar la
puerta del arco triunfal le sucedería al nuevo virrey. Se pintaron, además, escenas
de César triunfante sobre diferentes ejércitos, el simulacro de César en el templo
de Jano, al héroe leyendo a Virgilio, a sus ejércitos aclamados tras los triunfos
sobre las huestes de Casio y Bruto o decoraciones con medallones, sátiros y cen-
tauros. Como la existencia de este arco demuestra, a finales del siglo xviii aún per-
duraba la misma iconografía y tradición surgidas con el Renacimiento, los arcos
triunfales seguían las directrices clásicas que se fraguaron en la Italia del siglo xv,
y que aún permanecerán en el siglo xix.
Será el once de julio de 1794 cuando el marqués de Branciforte haga su solem-
ne entrada en Guadalupe,242 junto a su esposa María Antonia de Godoy, donde el
conde de Revillagigedo le entregó el bastón de mando, como se había instituido
en el gobierno anterior y permanecerá hasta el final de la etapa colonial. Allí son
obsequiados por el Consulado y cumplimentados por la Real Audiencia, el arzo-
bispo, y el Tribunal de Cuentas, el Ayuntamiento de México, otros tribunales y
cuerpos, los curas de la capital, los prelados y los rectores de los colegios.
El día doce de julio realizará su entrada en la capital de la manera explicada
para el caso de Revillagigedo, yendo en primer lugar a la colegiata de Guadalupe,
luego siendo cumplimentado en la Sala de Cabildos y dirigiéndose a la ciudad
donde irá en primer lugar a la catedral y luego al Palacio Virreinal. En este caso, se
adelantan al Palacio la Real Audiencia y la virreina, para recibirlo allí antes de dar
inicio la ceremonia del juramento. Ya en el Salón del Real Acuerdo, se celebrará
el juramento, que dará inicio con un aviso de campana, señal que se instaura en
esta entrada y que marcará el momento en que se ha de empezar a leer en alto los
cargos que el marqués de Branciforte iba a recibir. Tras el juramento se dirigió al
salón principal del Palacio Virreinal, donde lo agasajaron de nuevo todos los cuer-
pos. Al día siguiente se tenía que realizar el besamanos acostumbrado, con los
cuerpos dichos en el caso de Revillagigedo, pero no pudo verificarse por estar in-

242. Gazeta de México del lunes 21 de julio.

Contenido 243
EL TRIUNFO DEL VIRREY

dispuesto el marqués de Branciforte, y este acto se trasladó para el día catorce de


julio. Los tres días consecutivos a la entrada se realizaron magníficos banquetes y
bailes, y los ya explicados paseos y tardes de teatro en el Coliseo. Como vemos, el
modelo de entrada sigue exactamente igual que en décadas anteriores.
Las corridas de toros en honor al nuevo virrey empezarán el día dieciocho de
noviembre, pero esta vez en un circo montado en la plaza de Armas, más reducido
que en otras ocasiones y de forma ochavada. Es especial el caso, pues en la Gazeta
de México del miércoles 19 de noviembre de 1794, se publicaron una serie de nor-
mas para que las funciones se realizaran en toda regla y con el decoro oportuno,
para evitar desórdenes y excesos –que el propio virrey dice que se cometieron
en otros casos–, en doce puntos diferentes que se tratan brevemente con el fin
de entender mejor cómo se realizaban estas fiestas taurinas, uno de los elementos
más importantes de las celebraciones por ingresos de nuevos virreyes. La primera
norma nos habla de los días en que se van a realizar corridas, del dieciocho al vein-
tiuno y del veinticuatro al veintisiete, y de la urgencia de que salga toda la gente de
la plaza en los momentos anteriores a que vaya a empezar la lidia. En la segunda,
insiste en que nadie ha de quedar dentro de la valla de seguridad bajo ningún pre-
texto. Un tercer punto prohíbe dar gritos y hacer escándalos, no solo por respeto
al decoro, sino también por evitar que «los toreros, excitados de ellas, expongan
como suelen sus vidas a más inminentes peligros».243 En cuarto lugar, el marqués de
Branciforte muestra cierta consideración hacia los animales, prohibiendo que sean
heridos con espadas u otros instrumentos, bajo castigos en forma de multas. En la
siguiente norma prohíbe la concurrencia de vendedores de comida, aguadores o
mendigos en demanda de limosna, excusándose en que es una falta de decoro que
«semejantes personas concurran a estos actos».244 El séptimo punto sigue en esta
línea, prohibiendo que se utilice el nombre de algún santo para sacar limosnas.
En octavo lugar, se niega la posibilidad a cualquier persona de separarse de su
asiento una vez empezada la lidia y hasta que se de muerte al último toro, en un
intento por mejorar la seguridad. Sigue dictando que toda la gente ha de salir de la
plaza en el momento en que finalice el espectáculo, en orden, con precauciones
y sin hacer «las ofensas contra Dios y contra el público que pudieran cometerse
continuando la costumbre de otras fiestas anteriores».245 La décima norma dice que
la plaza ha de quedar cerrada por la noche sin que ningún individuo entre a tocar
música, realizar banquetes, fiestas u otras diversiones, ya que ha de estar en perfecta
disposición para las corridas de los días posteriores. La siguiente prohíbe de nuevo
explícitamente la venta ambulante de comida y bebida, pero esta vez en las inme-
diaciones de la plaza. Por último, la doceava norma trata sobre los coches que llevan

243. Gazeta de México del miércoles 19 de noviembre.


244. Ibídem.
245. Ibídem.

244 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

a la gente notable a la plaza de toros, que han de aliviar el tránsito y acercarse a ella
escalonadamente. Este bando fue publicado y colocado en las cuatro puertas de
la plaza de toros, con el fin de que toda la concurrencia al espectáculo conociera
las normas del mismo. Es un interesante documento, que retrata el marco legal de
estos espectáculos, que junto a las luminarias y fuegos artificiales daban el punto
final a la entrada triunfal de un virrey novohispano.

Figura 50
Portada de la Gazeta de México del miércoles 19 de noviembre de 1794

Contenido 245
EL TRIUNFO DEL VIRREY

El gobierno del marqués de Branciforte es tratado por la historiografía, y por


los textos escritos por sus contemporáneos, como una época en que la corrup-
ción llegó a límites insospechados. Se dice de este virrey que se llenó los bolsillos
de oro y plata, y que buscó los favores de Godoy y Carlos IV mediante halagos.
Más aún se habla de la marquesa, la hermana del Príncipe de la Paz, de la que se
dice que era insaciable en el acopio de riquezas y honores. De su gobierno cabe
destacar los embargos y confiscaciones a franceses no residentes o ilegalmente
establecidos en México, dada la política antifrancesa de la corte hispánica en
momentos de revolución. Estos hechos culminarán en revueltas de franceses
en las que se implicarán personajes de importancia de la capital novohispana,
que acabarán en arrestos y autos de fe bajo acusaciones de herejía y masonería.
En el campo militar, intentará recomponer el debilitado sistema defensivo novo-
hispano, y económicamente será una época de grave crisis debido a la falta de
papel para tabacos y de azogue, que hará entrar en decadencia muchas de las más
importantes minas.
Pero quizá lo más representativo de su gobierno, es el proyecto de realización
de una estatua ecuestre del rey Carlos IV para la plaza Mayor de México. En co-
rreos desde noviembre de 1796, el marqués de Branciforte estará demandando
a la Corte permiso para levantar esta obra –en uno de los posibles ejemplos de
esta manera aduladora de conseguir favores que muchos autores le otorgan al
virrey–, y poco tiempo después se le autorizará a ello. El proyecto fue encargado
al escultor valenciano, perteneciente a la Real Academia de San Carlos, Manuel
Tolsà, y tardará unos años en estar acabado, pues se inagurará en época del virrey
Iturrigaray. Sin embargo, se colocó una estatua de madera en el sitio donde debía
ir colocada la de bronce, y se celebraron por esos días tres jornadas de esplén-
didas fiestas, con grandes luminarias, arcos efímeros alrededor de la imitación,
fuegos artificiales, corridas de toros y todos los elementos característicos de la
fiesta novohispana del Antiguo Régimen.
En 1798, Branciforte pedirá a la Corte el relevo de sus cargos, alegando sufrir
muy a menudo el llamado mal de piedra –cólicos nefríticos– y recaudando mul-
titud de fondos para volver a Europa. Tras la autorización, y el nombramiento de
Azanza como nuevo virrey, el marqués se decidió a abandonar México, no sin
obtener una amarga despedida del pueblo de la capital antes de hacerlo, en forma
de los muy acostumbrados pasquines, en este caso diciendo:246

Aunque el mismo infierno aborte


escogido, un condenado,
no podrá ser tan malvado

246. Valle-Arizpe, A.: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones, leyendas y


sucedidos del México Virreinal. Ed. Jus, México, 1947.

246 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

que te iguale, Branciforte.


Esperamos que en la corte,
lo que mereces te den,
y a Valenzuela también;
ínterin de tu partida,
y de Azanza la venida
te damos el parabién.
Sal ya por San Juan de Ulúa,
Talamanca y unges fortes,
y por aquí más no aportes,
infamísimo la Grúa.
Ladrones hay con ganzúa,
con sogas y con escalas,
con puñales y con balas…
¿Alguno te ha competido?
¡No!, que ninguno ha tenido
(tu, sí) de Godoy las alas.

Es una clara muestra de la insatisfacción del pueblo novohispano, y de los


criollos en especial, por la administración de Branciforte. Este se retirará a Oriza-
ba, donde entregará el bastón a su sucesor, y más tarde embarcará en Veracruz en
el navío Monarca, con destino a las rías de Vigo, donde llegará el dos de agosto.
Una vez en Europa, con la invasión francesa huirá a Marsella junto a Carlos IV y
Maria Luisa, donde morirá poco tiempo después.

6.1.5. Miguel José de Azanza (1798-1800)

Miguel José de Azanza nace en Aoiz en 1746, y con diecisiete años viaja a
Nueva España, en compañía de su tío que había sido nombrado administrador de
rentas. Más tarde será secretario del visitador José de Gálvez, y una vez de nuevo
en Europa, ingresó en el cuerpo diplomático y fue enviado en viajes de negocios
a Prusia, y más tarde, como secretario a la embajada en Rusia. En diciembre de
1795 ocupará el cargo de intendente del Ejército del Rosellón y más adelante,
de ministro de la Guerra. En 1796 es nombrado virrey de la Nueva España, como
sustituto del marqués de Branciforte.

Contenido 247
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 51
Desconocido, Retrato del Virrey Miguel José de Azanza,
óleo sobre lienzo, 94 x 74 cm, c. 1800, mnh, México

248 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Sin embargo, Azanza estará con este nombramiento parado en la península


durante dos años, ya que no podía embarcar por culpa del bloqueo efectuado
por la flota inglesa. Por fin, el diez de abril de 1798, podrá salir de Cádiz hacia
Veracruz, para tomar posesión del cargo que se le había otorgado. Tendrá que
burlar el bloqueo de la escuadra inglesa, pero el barco discurrirá con una nave-
gación tranquila y sin incidentes.247 Llegará al importante puerto novohispano el
diecinueve de mayo de 1798, y el veintinueve del mismo se dirigirá a Orizaba,
248
donde le espera el marqués de Branciforte para hacerle entrega del bastón de
mando, dado que estaba en el cuartel general de esa ciudad organizando el reclu-
tamiento de las milicias provinciales. El uno de junio parte hacia Córdoba, donde
esperará a que Branciforte salga para Veracruz, e irá él mismo a revisar las tropas
acantonadas en Orizaba y a examinar la defensa de la costa. En su tránsito hacia
la capital pasará por las villas de San Andrés y Perote, y examinará el castillo de
San Carlos. Como se deduce de este trayecto, Azanza estaba más preocupado por
temas militares que por mantener las ceremonias tradicionales en los periplos
triunfales de los virreyes novohispanos, de hecho, solo hizo paradas importantes
en ciudades de relevancia para los asuntos del ejército. Esto se debe a la guerra
que se está fraguando contra los ingleses, que bloquean la península ibérica de
cara al Atlántico y cuyas posesiones al sur de Nueva España serán vistas como
peligrosas, e intentadas ocupar por diferentes gobiernos, sobre todo Belice.
La entrada en Ciudad de México no difiere de las de sus antecesores. El nueve
de julio llegará a Guadalupe,249 día en que se celebrará el oficio religioso y el reci-
bimiento a las autoridades de la ciudad. La mañana del día diez entrará en la ciu-
dad, entre salvas y solemnes repiques de campana y con «el general regocijo del
inmenso gentío que ocupaba las calles».250 Será conducido de inmediato al salón
de palacio donde tendrá que realizar el juramento, pero se negará al aducir que
ya había jurado su cargo en Madrid, y surge el primer enfrentamiento directo, de
una larga lista, con el fiscal Francisco Javier de Borbón. Al poco tiempo llegó un
correo desde la Corte que le obligará a jurar el cargo ante la Real Audiencia, como
era ineludible en Nueva España. Los dos días siguientes será cumplimentado por
todas las autoridades que tenían el privilegio de poder hacerlo, ya enumeradas
en varias ocasiones. Para los tres días consecutivos de fiesta, el ayuntamiento
nombró como comisionados a los regidores Antonio Rodríguez de Velasco y don
Ignacio Iglesias Pablo. Siguen siendo los comisionados que organizaron las fiestas
en los dos casos anteriores, por tanto no es de extrañar que fuesen unas celebra-

247. Miguel José de Azanza, Virrey de México y Duque de Santa Fé. Ed. Diputación Foral
de Navarra.
248. Montoro López, J.: Los virreyes españoles en América Ed. Mitre, Barcelona, 1991.
249. Gazeta de México del sábado 28 de julio de 1798.
250. Ibídem.

Contenido 249
EL TRIUNFO DEL VIRREY

ciones tan parecidas. Por otra parte es lógico que se nombrara a estos personajes,
pues ya tenían vasta experiencia en la organización de festejos para las entradas
triunfales virreinales. Por tanto, en estos tres días se prepararán banquetes, magní-
ficos bailes, paseos por la ciudad a las tres de la tarde y representaciones teatrales,
además de luminarias y fuegos artificiales. Las fiestas taurinas se organizarán para
algún tiempo después.
Para el caso de este virrey, se va a tratar una ceremonia que se dejaba para
unos meses después del ingreso del nuevo gobernante en el reino, pero que era
también de gran raigambre: el recibimiento solemne en la Real Universidad. Se
realizó el veintidós de octubre de 1798, en un acto en el claustro de medicina,
al que le tocaba por turno, pues las diferentes facultades organizaban los recibi-
mientos a los virreyes en turnos rotatorios, siendo el virrey también vicepatrono
de la Real Universidad de México. Se trataba normalmente de certámenes lite-
rarios y funciones teatrales, a las que acudían los doctores de la Universidad a
acompañar al virrey.Tras las funciones, se presentaba un abundante refresco.
En Azanza, la historiografía ve un virrey mucho más eficiente que su antece-
sor, un trabajador infatigable, hombre de despacho y un buen hacendista, como
demostró con la gran cantidad de dinero que envío a la Corte en sus escasos dos
años de mandato.251 En 1799 tendrá que hacer frente a una dificilísima situación,
la llamada Conspiración de los Machetes, encabezada por el criollo Pedro Portillo,
que quería acabar con el domino español. Así, un grupo partidario de la inde-
pendencia de Nueva España había tomado el nombre de Convención Nacional
Americana y se habían rebelado contra el poder virreinal. Azanza, sin embargo,
actuó con rapidez y consiguió apresarlos, apareciendo en los registros diecinueve
machetes y cinco sables, hecho del que viene el nombre de la revuelta. Es impor-
tante por ser el primer conato de revuelta independentista, que en pocos años
se hará más evidente con la llegada de la llamada «insurgencia», latente durante
estos años pero destapada desde la crisis dinástica española, que dejaba al poder
colonial huérfano de legitimación. También sigue, como su antecesor, una rígida
política militar, que consiste esencialmente en la reedificación de fortificaciones
militares y la reorganización del ejército. A los dos años de ingresar en el poder,
pedirá el relevo, informándose de la llegada del bergantín El Cuervo a Veracruz
el quince de marzo de 1800, en que ingresaba en el virreinato su sucesor, al
que le entregará el mando en Guadalupe el veintinueve de abril, además de la
reglamentaria instrucción. En este caso, la instrucción ha sido publicada y es un
documento de gran interés, con una doble funcionalidad, informar de lo que se
ha hecho y de lo que es necesario hacer, y dividido en dos partes, la política y la
militar. Lo más interesante en esta instrucción es la cuestión nunca solucionada

251. Miguel José de Azanza, Virrey de México y Duque de Santa Fé. Ed. Diputación Foral
de Navarra.

250 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

de las penurias del camino de Veracruz a México, la defensa de Veracruz y los


preparativos de nuevas obras en San Juan de Ulúa.252
Los virreyes cesantes tenían el deber de informar a la Corte de la entrega a su
sucesor de la instrucción y del mando, en un documento similar en todo caso al
enviado por Azanza:

Excelentísimo Señor.
Cuando me separé del Virreinato de México, entregué a mi sucesor Don Félix
Berenguer de Marquina la instrucción que previenen las Leyes; y para que el
Ministerio de Estado, que esta al cargo de V.E. haya la debida noticia de ella,
acompaño el adjunto ejemplar, esperando que V.E. se sirva hacer presente a
S.M. que en esta parte he procurado cumplir mi deber.
Dios guarde a V.E. muchos años, Cádiz 30 de abril de 1801
Exmo. Sr. Mig.Jph.de Azanza.253

Este documento es un magnífico ejemplo de la correspondencia entre los vi-


rreyes y la corte madrileña, ya que estos debían informar de todos sus movimien-
tos a los ministros del Gobierno central.Tras su vuelta a España, tuvo que soportar
un exilio en Granada, pero tras el Motín de Aranjuez, con la caída de Godoy, se le
nombró secretario de Hacienda. Formará parte del grupo político de los afrance-
sados, y será llamado por Napoleón como parte redactora del Estatuto de Bayona.
Ocupará puestos de importancia en la administración de José I Bonaparte: minis-
tro de Justicia, de Asuntos Exteriores y en 1811 embajador en París.Tras la derrota
francesa en la guerra, Azanza se exilió a Francia, y morirá en Burdeos en 1826.

6.1.6. Félix Berenguer de Marquina (1800-1803)

Félix Berenguer de Marquina nace en Alicante en 1736, de padre español y


madre irlandesa, a los dieciocho años ingresó en la Real Compañía de Guardias
Marinas de Cádiz, donde será alférez de fragata, y viajará en numerosas ocasiones
a Indias. Su comportamiento y aptitudes serán inmejorables según sus superio-
res, y será nombrado caballero de la Orden de Santiago, gobernador y capitán
general de Filipinas, un cargo importantísimo ejercido desde Manila. Será una
persona siempre ligada a los altos mandos, pero apartados de la corte madrileña,
del ambiente áulico. A su vuelta a España, Godoy lo nombró virrey de Nueva
España, cosa que causó bastante extrañeza en tierras novohispanas. Diversos au-
tores hablan de la anécdota de unos tejidos de sedas filipinas que Marquina llevó

252. Miguel José De Azanza: Instrucción reservada que dio el virrey Don Miguel José de
Azanza a su sucesor don Félix Berenguer de Marquina. unam, México, 1960.
253. agi, estado, 29, N.20

Contenido 251
EL TRIUNFO DEL VIRREY

a la península ibérica desde Manila, y que levantaron la envidia del Príncipe de


la Paz hasta tal punto que fue capaz de darle el cargo de virrey novohispano a
cambio de la consecución de esas lucidas telas.254 Esta anécdota, probablemente
falsa, muestra la visión que se tenía en América de la manera de actuar de Godoy,
del mal gobierno que este ejerció de cara a los intereses americanos.
Marquina es nombrado virrey el ocho de noviembre de 1799, y al mes siguien-
te saldrá de Madrid hacia Galicia. En este caso el virrey embarcará para Nueva
España en La Coruña, efecto de una de las reformas borbónicas, de la ampliación
de la posibilidad de comercio indiano a otros puertos diferentes del gaditano.
Embarca en El Cuervo ya en febrero del año 1800, y hará escalas en Tenerife e Isla
Margarita.255 Pero si una cosa marca el viaje y entrada del virrey, es la ocurrida al
pasar por la sonda de Campeche, ya que El Cuervo será apresado por una escua-
dra inglesa y remolcado hasta Kingston, en Jamaica. Allí, tenía que permanecer el
barco hasta que se descubriese la identidad de los pasajeros, para valorar el resca-
te, aunque Marquina será lo suficientemente hábil para hacer desaparecer los do-
cumentos que lo acreditaban como virrey –cosa que más tarde le traerá conflic-
tos con la Real Audiencia– y poder ocultar el cargo con el que viajaba a la Nueva
España. La captura se realizó el diecisiete de febrero a las siete de la mañana, tras
pasar más de veintiuna horas de persecución por parte de la fragata de guerra
La Alarma, capitaneada por el comandante Mr. Rolls.256 A la mañana siguiente,
algunos miembros de la tripulación y pasajeros son enviados a Veracruz, pero se
retiene a Marquina y al brigadier Antonio Bonilla, enterados de la graduación de
los mismos. El veinte de febrero se realizará una comida con las autoridades de la
flota, Rolls, Rampling y Hayes, en la que se acordará partir para Jamaica, en com-
pañía de un guardia de corps, un sobrino de Bonilla y un hijo de este mismo que
sabía inglés. Tres días más tarde, serán reconocidos sus camarotes de El Cuervo
para quitarles el armamento, cosa que enfadará a Marquina sobremanera, pues «le
habían quitado su espada sin poderla defender».257 El veinticinco de febrero se
le devolverá la espada, en una jornada de tormentas, y Marquina accedió de nue-
vo a negociar tras haber sido solucionado el agravio a que había sido sometido.
Será el tres de marzo cuando fondeen en el puerto jamaicano de Kingston, y será
informado el almirante Hyde Parker de todo lo sucedido en la sonda de Campe-
che. En los días siguientes, se realizarán comidas y cenas de negociación entre
Parker, Bonilla y Marquina, a los que se permitirá incluso bajar a tierra firme, una
vez permitan que sean registradas todas sus pertenencias. Para este interesante

254. montoro lópez, J.: Los virreyes españoles en América, Ed. Mitre, Barcelona, 1991.
255. Calderón Quijano, J. A.: Los virreyes de Nueva España en el reinado de Carlos IV.
Tomo II. Ed. csic, eeha, Sevilla, 1972.
256. Toda la información acerca del cautiverio en Jamaica, de agi, estado, 28, N. 84.
257. agi, estado, 28, N. 84.

252 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

acontecimiento, es muy explicativa la correspondencia mantenida entre Marqui-


na y el almirante Parker durante el tiempo que el virrey estuvo prisionero en
Kingston, y cómo se desarrolla la disuasión para conseguir la liberación. Un buen
ejemplo de las cartas enviadas por Marquina al almirante es el siguiente:258

Kingston 9 de Marzo de 1800 = Exmo. Sr. Almirante Parker = El buen trato que he
debido a los comandantes de las fragatas apresadoras del bergantín correo el Cuer-
vo, en el que por orden de mi Rey me transfería a Veracruz, para internarme a una
comisión gobernativa: y a las atenciones que he merecido a V.E. me dan margen
a esperar que el infortunio de haver sido apresado dicho barco no me impedirá
seguir a mi destino respecto que a la tripulación de dicho correo apresado, y a al-
gunos pasajeros que venían en él, se les dio libertad en la sonda de Campeche, y a
que siendo yo un oficial general de Marina, mi comisión no puede tener conexión
alguna con la presente guerra, y también que ni abordo ni en tierra se me ha tra-
tado como a oficial general: bajo de estos antecedentes, me atrevo a suplicarle a
V.E. que si es posible me proporcione un parlamentario que me lleve a Veracruz,
lo que sin gravamen de la Nación Británica, puede hacerlo uno de los buques de
guerra que cruzan sobre Cabo Catoche, pues son pocos los días que pueda estar
separado de su crucero, y si en esto hallase V.E. algún inconveniente, le ruego lo
permita en algún buque particular a lo que me parece soy acreedor por el buen
trato que di a todos los Ingleses que aportaron al Puerto de Manila durante el tiem-
po que fui gobernador y Capitán General de las Yslas Filipinas, acreditado con la
carta de gracias que merecí al Exmo. Sr. Lord Cornuvaills, y Consejo de Bengala =
En atención a lo expuesto, y a que ningún perjuicio puede hacer en lo contrario a
mi Nación, pues regular haya nombrado otro en segundo lugar, y aún en tercero
para dicha comisión, espero atenderá V.E. esta mi solicitud, reiterando entretanto
mi respeto a su obediencia = Félix Berenguer de Marquina.

Como se extrae de la carta, el nuevo virrey ha ocultado su verdadero cargo e


intenta disuadir al almirante Parker para que lo libere con excusas como la poca
importancia de su nombramiento, que ya habrá sido relevado en él y los favores
que hizo a ingleses en Manila. Cabe deducir, del hecho de que algunos pasajeros y
tripulantes habían sido liberados, que Parker tenía en mente que Marquina debía
tener un cargo más importante del que alegaba, ya que ya había sido capitán ge-
neral de Filipinas, y por ello lo mantiene más tiempo que a los demás. El trece de
marzo obtendrá respuesta, a través de un correo del almirante Penn, que escribía
en nombre de Parker. En el mismo, se excusa por tenerle preso tanto tiempo, pero
dice que son órdenes superiores, pues han de averiguar a ciencia cierta quién es
antes de dejarlo marchar. Al día siguiente, Marquina contestará a esta carta y agra-
decerá la inclinación a ayudarle que ha observado, así como también le asegurará
explícitamente que no tomará el bando de ninguna escuadra o navío durante la

258. agi, estado, 28, N. 84.

Contenido 253
EL TRIUNFO DEL VIRREY

guerra que se libra. Por fin, cuatro días más tarde, Berenguer de Marquina obten-
drá la respuesta tan esperada:259

Admiralis Penn 18 March 1800 = Most Excellent Sir = I have been honoured with
your Excellency’s Letter of 14 instant & wishing to improve your minds with my
devise to accommodate as far as I conceive I have power to do your devise of
going to la Vera Cruz, acquaint you I shall give the Captain of His Britannic Ma-
jestic flop Stok ordered to receive you on board, and hope your Excellency will
find no difficulty in being able to embark on Thursday Evening the 20 instant
= I have the honour to be with great consideration = Your Excellency’s most
obedient and very humble servant = Parker = His Excellency Vice Admiral Félix
Berenguer de Marquina.

Con esta carta, Marquina consigue lo deseado: ha convencido al almirante Par-


ker para que lo deje partir hacia Veracruz, junto a su familia, cosa que si no tiene
problemas se verificará el día veinte de marzo. Al final, la liberación se producirá el
día veintisiete de marzo, y para el once de abril de 1800 fondeaba el barco con
el nuevo virrey en el puerto de Veracruz, que solo traía como equipaje la ropa
que llevaba puesta, algo poco común en los viajes virreinales. Este viaje se había
convertido en el menos común de todos, ya que los ingleses sin saberlo habían
apresado y liberado nada más y nada menos que al nuevo virrey de la Nueva Es-
paña. Desde su llegada a Veracruz, enviará un correo a México con la real orden
que lo nombraba virrey, no con los acostumbrados despachos solemnes, cosa que
junto a la falta del cargo de presidente de la Real Audiencia llevará a suspicacias
y polémicas con la misma.
El nuevo virrey va a seguir un camino rápido para llegar a la capital, sin hacer
las magníficas entradas triunfales ni tan siquiera pasar por Tlaxcala o Puebla. Pero
se demorará, porque una vez en Jalapa tendrá que esperar a la deliberación de
la Real Audiencia sobre su validez como virrey, ya que las irregularidades antes
nombradas y el hecho de haber tratado con ingleses antes de su llegada lo hacían
estar bajo sospecha. Finalmente, el dictamen será positivo, pero por la influencia
del virrey Azanza –que ya no veía el momento de dejar el cargo– y del arzobispo
de la capital, y bajo la responsabilidad de mandar que envíen los despachos una
vez esté asentado en el poder. Una vez obtenida respuesta, en una escasa semana
llega a la capital previo paso por Perote, Soto, Jonquito, Piedras Negras, Apan, San
Juan Teotihuacán y la villa de Guadalupe, un camino mucho más rápido y directo
que el tradicional. El tema de la validez de sus papeles será la segunda gran difi-
cultad que Marquina encontrará para su entrada en Nueva España, mucho más
accidentada de lo acostumbrado.

259. agi, estado, 28, N.84

254 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Figura 52
Desconocido, Retrato del virrey Félix Berenguer de Marquina,
óleo sobre lienzo, 92 x 68 cm, 1800-1803, mnh, México

Sin embargo, su entrada en la capital del virreinato siguió el normal esquema


de sus antecesores, un aislado ejemplo de normalidad en este inicio de gobierno
que pronto se verá alterada por decisiones de Marquina. La mañana del veinti-

Contenido 255
EL TRIUNFO DEL VIRREY

nueve de abril entró en Guadalupe,260 donde con las ceremonias acostumbradas


le entregó Miguel José de Azanza el bastón de mando, fue obsequiado por el
Consulado y cumplimentado por el resto de tribunales novohispanos. A la maña-
na siguiente asistió a los oficios en la Real Colegiata de Guadalupe y a media ma-
ñana entró en Ciudad de México, y fue recibido en el palacio por el Real Acuerdo,
además de tomar el mando con los juramentos tradicionales. En esta ocasión los
comisionados que organizarán los tres días de grandes fiestas en la ciudad, con
los actos tantas veces enumerados, serán don Antonio Méndez Prieto y don Igna-
cio Joseph de la Peza. Según Bustamante, hará su entrada en la capital «sin el me-
nor aplauso popular»,261 ya que no tenía el prestigio suficiente y el pueblo estaba
afectado por la salida del poder de Azanza.
Pero de nuevo llegarían las sorpresas al organizar las corridas de toros en
honor a la entrada del nuevo virrey. Así, el ayuntamiento mexicano notificaba al
virrey que los gastos de su entrada ascendían a más de quince mil pesos –aún
cuando desde la península se insistía, y sobre todo después de las gestiones de
José de Gálvez, en que esta cifra no sobrepasara los ocho mil– y que para sufragar
este exceso se iban a realizar las tradicionales tardes taurinas que tanto anima-
ban al pueblo de la capital. Sin embargo, y contra todo pronóstico, Marquina se
opuso a esta medida, pues alegaba que esta diversión «desmoralizaba al pueblo y
arruinaba a los padres de familia»,262 cuando había miseria por doquier derivada
de la guerra, y las familias gastarían más de lo necesario para acudir a estos fes-
tejos. Decidió aplazarlas para cuando «fuera ajustada la paz».263 La verdad es que
el nuevo virrey consideraba esta diversión inoportuna y nociva,264 y parece que
no tenía ninguna intención de permitir que se realizasen corridas durante su ad-
ministración. Con esta medida se granjeará la antipatía de gran parte del pueblo
mexicano, que incluso se echó a la calle para protestar por ello. El ayuntamiento
insistirá y procurará desvanecer las excusas aducidas por Marquina, al evaluar las
corridas de toros como algo útil y conveniente. Al final, el virrey resolverá mandar
unos siete mil pesos de su propio erario para compensar el exceso de gastos del
ayuntamiento, aunque el pueblo ni con ello quedó satisfecho.
Los virreyes debían informar de su toma de posesión del poder al ministro de
Indias encargado, se reproduce a continuación un ejemplo de estas misivas, en
concreto la que Marquina envió a Mariano Luis de Urquijo:

260. Gazeta de México del Miércoles 14 de Mayo de 1800.


261. Padre Andres Cavo: Los tres siglos de México durante el gobierno español hasta la en-
trada del Ejército Trigarante. Con Carlos María de Bustamante: Notas y Suplemento.
262. Valle-Arizpe, A.: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones, leyendas y
sucedidos del México Virreinal. Ed. Jus, México, 1947.
263. Ibídem.
264. Ibídem.

256 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Exmo. Sr.
El día 30 del mes próximo pasado verifiqué mi ingreso en esta Capital, y en
el mismo después de hecho el juramento acostumbrado me posesioné de los
empleos de virrey, gobernador, capitán general y de presidente de esta Real Au-
diencia con que me ha honrado la piedad del Rey; y con separada carta remito
a V.E. los documentos respectivos.
Espero que V.E. tenga a bien trasladar esta noticia a la de S.M. manifestando a
sus R.P. mi debido reconocimiento por la confianza con que se ha dignado a
distinguirme, y mi constante deseo de corresponder a ella significándome gus-
toso en su R. Servicio.
Dios guarde a V.E. muchos años, México 15 de Mayo de 1800.
Exmo. Sr.
félix Berenguer de Marquina.265

Figura 53
Correspondencia: agi, estado, 28, N.78

265. agi, estado, 28, N.78

Contenido 257
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Es de esta escueta forma como manifestaban su gratitud al rey una vez llega-
dos a los territorios que tenían que gobernar, y una vez se habían posesionado
ya de los cargos que tenían que ejercer. Así, el viaje de Marquina y su entrada
son del todo inusuales, y no siguen en casi ningún punto la tradición inmemorial
novohispana, ya que es capturado, no sigue el camino cortesiano hasta Ciudad
de México, y además se niega a que se realicen en su honor corridas de toros.
Es un claro paso adelante en la deconstrucción del sistema tradicional de viaje y
entrada triunfal en México.
Durante su gobierno siempre estuvo atento a ganarse el favor del pueblo, cosa
que nunca conseguirá, por sus múltiples excentricidades. Diversos autores como
Bustamante o Rivera Cambas nos hablan de las rarezas del personaje: escribía su
nombre con efe minúscula, vivía obsesionado con atajar el agrado por las corridas
de toros y con su juicio de residencia e incluso salía por las noches disfrazado
para vigilar las opiniones en lugares públicos, con un parche en el ojo, por lo que
se le conocía como El Tuerto, aunque todo el mundo sabía que era él y se mofaba
de su actitud. También Bustamante habla de una corrida de toros que se celebró
cuando el virrey estaba en cama enfermo sin su permiso, por lo cual Marquina
mandó llamar a su secretario y le hizo escribir un despacho en el que declaraba
nula la corrida de toros.266 Probablemente estas anécdotas se han exagerado, de-
bido a que ambos autores en sus textos tienden a ridiculizar a los virreyes o a re-
tratarlos como malvados personajes. Fueron muy corrientes los ataques corsarios
ingleses, y el virrey intentó aislar los puertos del comercio con extranjeros para
que no se propagaran por Nueva España las ideas revolucionarias que se exten-
dían por Europa como la pólvora. El hecho más grave, fue quizá la revuelta del
llamado cacique Mariano en la zona de Tepic, que intentaba forzar la expulsión de
todos los españoles de territorio novohispano, aunque fue rápidamente controla-
da y reprimida. Es, sin embargo, el segundo ejemplo de revuelta antiespañola en
muy breve tiempo y esto refleja que los ánimos estaban ya alterados. En su favor,
los mismos autores que tanto lo ridiculizan dicen que realmente era una persona
sincera, y efectiva en los trabajos de despacho, que aligeró rápidamente. En este
tiempo, murió también el arzobispo Núñez de Haro, antiguo virrey, hecho que se
inserta en el ámbito festivo, porque se celebrarán en México unas espléndidas
exequias en su honor. En cuanto a las evoluciones en la estatua ecuestre de Car-
los IV, en su mandato se perdieron minerales que acabaron en manos inglesas –lo
que contribuyó a atrasar más la fundición–, se estropeó la estatua efímera coloca-
da en la plaza Mayor,267 por lo que se tuvo que tapar con una planchas de madera,
pero a mediados de 1802 la fundición consiguió acabarse. Aunque el virrey había

266. Valle-Arizpe, A.: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones, leyendas y


sucedidos del México Virreinal. Ed. Jus, México, 1947.
267. Ibídem.

258 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

pedido ya su destitución de los cargos, y prefirió que fuese su sucesor el que la in-
augurase, tal vez por ahorrarse nuevas tensiones por las fiestas de toros. Los virre-
yes anteriores se habían caracterizado por sus grandes actuaciones urbanísticas
en la capital, cosa por lo que tampoco Marquina brillaría. Para dejar constancia de
su gobierno, construyó una fuente que tardó mucho en acabarse, y además nunca
se llenó de agua, por lo que el pueblo no tardó en llenarla de basuras y heces. Así,
los mordaces novohispanos no tardaron en aprovechar esta situación para hacer
mofa con los típicos pasquines y epigramas, en este caso:268

Para perpetua memoria


nos dejó el señor Marquina
una pila en que se orina
y aquí se acaba su historia.

Marquina no tardará en pedir su relevo en el cargo –será el doce de enero de


1802–, pues alega el mal estado de su salud, profundamente desengañado por el
desagrado que le profesaban amplios sectores de la sociedad novohispana y por
la mala aceptación de sus medidas. El dos de julio será admitida su renuncia y se
le nombrará sucesor. Conocida la noticia de la llegada del nuevo virrey prepara
el equipaje y se retira a Tacubaya. Ya se ha reproducido en el anterior apartado
un ejemplo de los correos que enviaban a la corte los virreyes verificando que
se había producido el intercambio de poderes, así, en este punto se va a dar un
ejemplo de cómo los virreyes ponían en conocimiento del gobierno central la
llegada de su sucesor a tierras novohispanas:269

Exmo. Sr.
El día 16 de este mes dio fondo en Veracruz el Navío de Guerra San Julián en
que ha venido el teniente general de los Reales Exercitos Don José de Iturriga-
ray a quién S.M. se dignó nombrar para que me suceda en el mando de este
Virreinato.
Luego que este jefe me participó por extraordinario su llegada expedí las órde-
nes oportunas para su recibimiento en los términos acostumbrados reiterando
las que tenía ya comunicadas desde 16 de octubre último en que recibí la noticia
de su nombramiento.
En consecuencia viene ya caminando con ánimo de llegar el día 4 de enero
próximo a la Villa de Guadalupe donde le he de entregar el mando según prac-
ticado para entrar en esta capital el día siguiente.

268. Valle-Arizpe, A.: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones, leyendas y


sucedidos del México Virreinal. Ed. Jus, México, 1947.
269. agi, estado, 30, N. 15.

Contenido 259
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Doy a V.E. esta noticia para su debida inteligencia, y a fin de que se sirva elevar-
la a la de S.M. entretanto logro la satisfacción de volver a ese Reino para rendir
a S.R.P. mis profundos y más reverentes respetos.
Dios que a V.E., México 27 de diciembre de 1802.
Exmo. Sr.
félix Berenguer de Marquina.

Tras poner en conocimiento de la Corte esta noticia, partirá a Tacubaya espe-


rando a que llegue Iturrigaray para hacerle la entrega del mando en Guadalupe.
Esperará en Jalapa a que se le dé permiso para salir hacia Europa, cosa que hará
el once de febrero de 1803 en el buque de comercio coruñés María Pita en
Veracruz. En mayo de 1803 llegará al puerto de Santander, y vivirá durante unos
años a caballo entre Murcia, Albacete y Tarragona, para poder ir al final a su
ciudad natal, Alicante, con un sueldo de setecientos cincuenta escudos de oro,
donde morirá en 1826.

6.1.7. José de Iturrigaray y Aróstegui (1803-1808)

José de Iturrigaray, de ascencendencia navarra y familia trasladada a tierras


gaditanas, nació en 1742. Su carrera será fulgurante, y ya será cadete de infante-
ría a los diecisiete años. En 1762, con tan solo veinte años, es nombrado alférez
y participa en la campaña de Portugal. A finales de año, asciende a capitán en
el regimiento de Alcántara. En 1765 es aceptado en la Orden de Santiago, y en
1777 es ya capitán de Carabineros Reales, con su participación en el sitio a
Gibraltar. Contraerá matrimonio con María Francisca Inés de Jáuregui y Aróste-
gui, sobrina suya e hija del famoso virrey peruano, y gracias a las simpatías con
Manuel de Godoy, en pocos años ascenderá a brigadier y ya en 1789 a mariscal
de campo. Sus triunfos militares serán famosos, sobre todo los franceses, y gra-
cias a ello su carrera crecerá a pasos agigantados: teniente general, gobernador
de Cádiz y en el año de 1800 segundo comandante de Andalucía. Iturrigaray
siempre codició el cargo de virrey de la Nueva España y finalmente, en julio de
1802, Godoy accederá a darle este cargo, despacho que recibirá en Cádiz.

260 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Figura 54
Desconocido, La Familia del virrey José de Iturrigaray, óleo sobre lienzo,
inicios del siglo xix, mnh, México

Tras la recepción del despacho, pasará a hospedarse en los Reales Alcázares de


Sevilla, como era costumbre, hasta que llegase el momento de su marcha, cuando
se tendría que trasladar de nuevo a su Cádiz natal. El veinte de agosto de 1802, se
le concederá el permiso definitivo para embarcarse hacia la Nueva España, con el
inicio de los preparativos para el largo viaje con celeridad. En octubre del mismo
año partirá por fin en el navío San Julián, junto con una comitiva nada menos
que de veinticinco personas: su mujer, cuatro hijos, un capellán, tres ayudantes,
un escribano, cuatro criadas, diez criados y un médico. Es el acompañamiento ha-
bitual en el caso de un nuevo virrey que se traslada a América, ya que se trata de
su familia, servicio y cargos importantes que deben atenderle durante el viaje: el
escribano que relatará cualquier cosa de importancia que sucediese, el capellán
y el médico, necesarios en estos penuriosos viajes en los que gran parte de la tri-

Contenido 261
EL TRIUNFO DEL VIRREY

pulación y pasajeros caían enfermos. El equipaje de Iturrigaray constó de ciento


setenta bultos. 270
Tras semanas de viaje, en diciembre de 1802 llegará el navío San Julián al
puerto de Veracruz,271 e Iturrigaray se apresurará a enviar los pliegos a la Audien-
cia y avisar a su antecesor Marquina de su llegada. En pocos días, se dirigirá a la
capital del virreinato, de forma apresurada y en derechura, como varios de sus
antecesores. En la mañana del cuatro de enero de 1803 llegarán el virrey y su
esposa a Guadalupe,272 donde se hizo la entrega del bastón de mando y fueron ob-
sequiados con la magnificencia acostumbrada por el Consulado, fueron también
cumplimentados por el deán, el gobernador de la mitra, los ministros de la Real
Audiencia y el Tribunal de Cuentas, el cabildo civil y muchos otros individuos de
diferentes tribunales y cuerpos, así como curas, prelados o rectores.
Al día siguiente, se realizará la entrada pública del nuevo virrey, con la que
todas las autoridades de la capital novohispana intentarán obsequiar y agasajarlo.
Así, acompañado por un gran cortejo, Iturrigaray fue de nuevo hasta las puertas
de la colegiata de Guadalupe, donde fue recibido por el abad y el cabildo de
la misma, con capa de coro, cruz y ciriales. Fue acompañado por ellos hasta el
presbiterio, se cantó entretanto el Te Deum con gran solemnidad, hasta que el
virrey ya en el altar dio gracias. Continuó la ceremonia con la misa, y terminada
esta pasó a la Sala del Cabildo, donde le cumplimentaron todos los tribunales y
cuerpos capitalinos. Acabada esta ceremonia, emprenderá marcha por la calzada
de Guadalupe hasta la capital novohispana, flanqueado por los regimientos de
infantería de la corona, comercio y milicias y la caballería compuesta del escua-
drón urbano de panaderos, tocineros y curtidores, y el regimiento de dragones de
México. Según Bustamante, aquel fue el lugar donde más honores se le rindieron
al virrey, justo por el mismo por el que en cinco años pasaría «preso, escoltado por
una inmensa tropa inmoral, cubierto de ignominia y tratado como un traidor».273
El Real Acuerdo, se anticipó al desfile para poder recibir al nuevo virrey en el
palacio, como también lo hizo la virreina doña Inés. El virrey desfilará por toda la
calzada y luego la calle de Santo Domingo, hasta llegar a la plaza Mayor, precedido
de todos los cuerpos y personajes de la alta sociedad que habían acudido a ren-
dirle homenaje. Entró en la ciudad dadas las once de la mañana, la artillería le hizo
las salvas de costumbre y «dándole la bienvenida con el inmenso pueblo que ocu-
paba las calles del tránsito»,274 además del necesario repique general de campa-

270. Carlos María de Bustamante y Manuel Rivera Cambas tratan a este virrey de manera más
amable, al verlo como iniciador de la insurgencia novohispana.
271. Gazeta de México del Viernes 7 de enero de 1803.
272. Ibídem.
273. Bustamante, C. M.: «Notas y Suplemento», en Cavo, A.: Los tres siglos de México durante
el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.
274. Gazeta de México del Viernes 7 de enero de 1803.

262 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

nas y la profusa decoración por las importantes calles por las que transitaban. A
continuación, Iturrigaray pasó a palacio, donde fue recibido por el Real Acuerdo
–que se había anticipado a la marcha desde Guadalupe expresamente para ello–,
y lo condujeron al salón donde tomó posesión de sus empleos después de he-
cho el juramento acostumbrado. Este día y el siguiente será cumplimentado por
las personalidades importantes de la capital novohispana, todos los tribunales y
cuerpos, tanto civiles como eclesiásticos, prelados, rectores, capellanes, nobleza
y oficialidad. De los tres días de fiesta consecutivos que se solían organizar con la
llegada de un nuevo virrey, se encargaron en esta ocasión los regidores Marqués
de Uluapa y León Ignacio Pico, con los festejos acostumbrados. En la siguiente
carta, se atestigua esta toma de posesión:275

Exmo. Señor:
El día 5 del presente verifiqué mi ingreso en esta capital; y habiendo hecho el
juramento de estilo en el Real Acuerdo de la Audiencia, tomé posesión de los
empleos de Virrey, Gobernador y Capitán General de estos Dominios, y Presi-
dente del mismo Tribunal, con que tuvo a bien honrarme la piedad augusta del
Rey nuestro señor.
Así se acredita por el testimonio adjunto que dirijo a V.E. para la debida constan-
cia en el alto Ministerio de su cargo, y a fin de que se sirva elevar la noticia a la
soberanía de S.M. ofreciendo a sus Reales Pies mi reverente gratitud, y los vivos
deseos con que he comenzado y continuaré imponiéndome de los negocios de
este vasto Gobierno para procurar en todos su mejor servicio, y el bien común
de sus amados vasallos.
Dios guarde a V.E. muchos años, México 14 de enero de 1803
Exmo. Señor:
Josef de Iturrigaray.

Además, como él mismo dice, adjunta a este oficio el testimonio de los oidores
de que la ceremonia y la toma del poder se han producido con el estilo acostum-
brado y sin ningún incidente. Pero es interesante, del mismo modo, ver un ejemplo
de la contestación que los virreyes recibían por parte de la Corona a sus oficios:276

Excelentísimo Señor:
Por la carta de VE de 14 de enero último n°1, se ha enterado el Rey de que el
día 5 del mismo mes, tomó VE posesión de los empleos de Virrey, Gobernador
y Capitán General de esos Dominios, y Presidente de la Real Audiencia. Lo que
de real orden aviso a VE para su inteligencia. Dios guarde a VE muchos años.
Aranjuez 2 de Mayo de 1803.
Caballero.

275. agi, estado, 30, N. 1.


276. agn, Reales Cédulas, vol. 42, exp. 3.

Contenido 263
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Como se puede observar, tras cuatro meses se recibía en la Corte el correo


que verificaba que la toma de posesión se había hecho en regla, pero además esta
carta se enviaba también a todos los cuerpos y tribunales de la ciudad, que aun-
que ya conocieran la noticia de primera persona guardaban en sus archivos esta
importante documentación.Todos ellos contestaban también, y todas estas cartas,
junto a la de la corte madrileña, se archivaban en la Secretaría del Virreinato, y hoy
se conservan en diferentes secciones del Archivo General de la Nación en México
y del Archivo General de Indias en Sevilla.
De los festejos por la entrada de Iturrigaray, la Gazeta de México y varios
autores, señalan como más interesante el curioso suceso acontecido en la plaza
del Volador el veintiuno de febrero, cuando iban a asistir a una corrida de toros
unas doce mil personas y un eclipse solar oscureció el cielo «como si fuese la
Noruega», 277 en un espectáculo que aún se agrandó más cuando empezó a aclarar
y pareció que volviese a amanecer. Cuentan los cronistas que la gente aplaudió
enloquecida, y que al instante empezó a sonar la música de la tropa, y tras las
evoluciones de la misma empezó la esperada corrida. Bustamante da este suceso
como ejemplo clave de la felicidad de los mexicanos «al salir de un gobierno
tétrico y entrar en uno con un jefe accesible, jovial y divertido».278 Esta frase de
Bustamante, puede resumir en parte lo que fue el gobierno de Iturrigaray, si bien
en muchos aspectos marcado por las sospechas de corrupción, es cierto que fue
de eminente carácter festivo, el festejo y la alegría se esparcían por toda la Nueva
España, cosa que bien se podría entender como una tapadera a las actividades
económicas que según muchos autores llevaba a cabo Iturrigaray.
Ejemplos del carácter festivo de estos años los encontramos en la prensa y los
archivos, en gran cantidad. En primer lugar, al poco tiempo de realizar su entrada
pública, se realizará también la del nuevo arzobispo mexicano, Don Francisco Ja-
vier de Lizana y Beaumont, futuro virrey, una nueva oportunidad para tener unos
cuantos días festivos con múltiples celebraciones. Pero no solo en la capital, ya
que en junio de año 1803, el virrey realizará un viaje a Guanajuato, para tomar
conocimiento del estado de las minas. En el tránsito será agasajado y recibido
como si fuese un monarca, ya que muchos pueblos de estas tierras nunca habían
visto un virrey, como en el caso de Querétaro, Celaya, Salamanca o Irapuato. Más
impactante todavía será su entrada pública en Guanajuato, recibido en la cañada
del Marfil, con numerosa multitud que incluso llega a desatar las mulas del carro
de Iturrigaray y a tirar de él a brazo hasta su llegada a la ciudad, donde se le pre-
pararán grandes banquetes, funciones de teatro y cantidad de loas y canciones
alusivas a su persona. La cantidad de regalos que se le hace es incontable, llegan-

277. Gazeta de México del Viernes 7 de enero de 1803.


278. Bustamante, CM.: «Notas y Suplemento», en Cavo, A.: Los tres siglos de México durante
el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.

264 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

do a regalarle la Diputación de Minería mil onzas de oro y las minas de Rayas y


Valenciana un rescate de sus preciosos metales. Todo el viaje es una especie de
«apoteosis virreinal» en la que Iturrigaray es recibido con entusiasmo y aclamacio-
nes. Otro acto interesante es su recibimiento público en la Universidad, el vein-
ticuatro de julio de 1803, como vicepatrono de la misma. Los principales actos
consistieron en el recibimiento al rector en palacio, la salida del mismo y recibi-
miento en la Universidad, la presentación de la cruz y el palio, el canto de un Te
Deum y la magnífica función literaria a cargo del licenciado don Miguel González
de Lastiri, y presidida por el doctor don José Nicolás Larragoiti.279 Este acto se hará
posteriormente también en honor del nuevo arzobispo Lizana y Beaumont.
Un acto de gran calado fue la colocación, por fin, de la estatua ecuestre de
Carlos IV en la plaza Mayor, el nueve de diciembre de 1803, día del cumpleaños
de la reina y día en el que se colocó su replica en estuco en el año 1796, bajo el
mandato del costeador de la obra, el marqués de Branciforte. Para ello, la plaza se
engalanó, se realizaron multitud de actos solemnes, sobresalieron las magníficas
corridas taurinas, el arzobispo Lizana vistió a doscientos niños pobres y los so-
corrió con un peso a cada uno y el oidor Mier les dio un banquete por la tarde.
El canónigo Beristain convidó a un certamen literario, en el que se presentaron
loas y poesías a las personas del rey Carlos IV y de Manuel Tolsà, escultor de la
magnífica obra, y sus autores fueron premiados con cincuenta pesos cada uno.
Se puede decir que este primer año es el punto álgido de su popularidad, a partir
de entonces empezará un largo declive hasta acabar preso. Otros ejemplos de
este ambiente de fiesta son la llegada y estancia en México de Alexander von
Humboldt para realizar sus investigaciones científicas, la llegada a Nueva España
de la vacuna contra la viruela, a manos de Javier Balmis o la multitud de autos de
fe, entre el que destaca el sufrido por el cura Olavarrieta, a quien se le descubrió
un libro con una imagen del «rey tirano». Este cura será enviado a España, pero
huirá al llegar a Cádiz, donde escribe folletos bajo el nombre de Rosa Flor, hecho
de gran polémica en México.
Algunos escándalos económicos sacudirán el expediente de este virrey desde
el inicio de su gobierno. En primer lugar, la excesiva cantidad de bultos que lle-
vaba será motivo de gran polémica, pues siempre se sospechó que se disponía a
venderla y conseguir con ello grandes sumas de dinero, y de hecho, se decía
que lo vendía con la ayuda del comerciante mexicano Diego de Agreda. Además,
a los pocos días de su ingreso en la capital envió un oficio donde expresaba que
se había gastado grandes sumas en sus recibimientos y necesitaba un abono adi-
cional, con lo que consiguió por parte de la Corte unos treinta mil pesos. Este
hecho será uno de los más criticados de su gobierno por parte de sus detractores,

279. Gazeta de México del Sábado 20 Agosto de 1803.

Contenido 265
EL TRIUNFO DEL VIRREY

además de los grandes regalos conseguidos en Guanajuato, con los que resolvió
gran parte de sus apuros económicos, sin ni tan siquiera consultar la voluntad
real, ni publicarse en la Gazeta de México, ni nombrarse en la correspondencia
con el ministro. De su gobierno cabe destacar además, el inicio de la aplicación
de la Real Cédula de Consolidación de Carlos IV, considerada un preludio a la des-
amortización de Mendizábal, la ayuda a la publicación del periódico novohispano
Diario de México y noticias de Nueva España y los intentos de modernización
del ejército.
En conclusión, se puede observar durante todo este período el inicio de la
descomposición de los rituales antiguos de entrada triunfal novohispana. Los lu-
gares de intercambio de poder se alteran totalmente, ya sea en Guadalupe en la
mayoría de los casos o en Orizaba por aspectos defensivos, como en el caso del
virrey Azanza. Los virreyes, lejos de pasar varias noches esperando la llegada de
su entrada en el castillo de Chapultepec, duermen la noche anterior en la misma
en la villa de Guadalupe y pasan al día siguiente a la capital, donde hacen el jura-
mento en ese mismo día. Incluso surgen ya ciertos inconvenientes, como el rapto
del virrey Marquina a manos inglesas, que no son nada en comparación a los años
que seguirán, en que la insurgencia y las batallas por todo el territorio alterarán
estas ceremonias como ningún otro evento lo había hecho desde la creación del
virreinato.

6.2. ENTRADAS TRIUNFALES EN TIEMPOS DE LIBERALISMO E INSURGENCIA (1808-1814)

Llamará la atención el hecho de haber concluido un apartado a mediados del


gobierno de un virrey, y es que el final de la etapa de Iturrigaray es el que marca
la posterior evolución de la historia novohispana, es el desencadenante de la total
descomposición del régimen en Nueva España, y que afecta como no podría ser
de otra forma a las entradas virreinales, puesto que son un elemento más de la
cultura que empieza a desmoronarse.
El año 1808 será especialmente convulso para la monarquía hispánica. Es el
año en que tras las conspiraciones del príncipe Fernando contra su padre Carlos
IV y el gobierno de Godoy, se producen los Tratados de Fointenebleau, que aca-
ban con la invasión de la península ibérica a manos del ejército napoleónico. Ese
mismo año, empezarán a llegar las graves noticias a Veracruz, primero del Motín
de Aranjuez, luego de la abdicación de Carlos IV y más tarde de la invasión france-
sa. Por tanto, la sociedad novohispana vivirá pendiente de los correos que llegan
de Europa, puesto que no saben como va a evolucionar la situación.
Pero la misma Nueva España se deteriora poco a poco, y la tensión entre las
capas altas de la sociedad, entre criollos y españoles, sube lentamente de tono.

266 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

En las elecciones a regidores son elegidos entre otros Juan Francisco Azcárate,
Francisco Primo Verdad y Ramos o Alonso y Alós, personajes que tendrán mucha
importancia en la política a lo largo de todo el año. Pero donde se critica al régi-
men es en casa del marqués de Uluapa, en la cual varios intelectuales se reúnen
y analizan temas políticos, destacando la figura del padre mercedario Melchor
de Talamantes. Por otra parte, también el grupo español empezará a mostrarse
descontento con la actuación de Iturrigaray, pues dos días después del nombra-
miento de Fernando VII como rey, aún no se había producido ningún tipo de
jolgorio, ni repique de campanas o salvas de artillería,280 lo que extrañaba mucho
a las clases dirigentes, sobre todo al regente de la Audiencia, Pedro Catani, que se
quejará fuertemente al secretario virreinal, y al final conseguirá el ansiado repi-
que y la solemne misa acompañada de Te Deum, con asistencia de virrey, ciudad
y tribunales. Curiosa es cuando menos la actitud de este personaje atendiéndo-
nos a muchos autores, entre ellos Carlos María de Bustamante, partidarios de la
independencia en su momento, que aseveran que el señor Catani era sordo, por
eso no entendían el gran interés de este personaje en las salvas y los repiques
de artillería cuando no podía oírlos.281 Estamos ante un caso más de ansias de las
autoridades porque una fiesta legitime el hecho que acababa de suceder, y es
que Fernando VII había sucedido a su padre y eso tenía que reflejarse en Nueva
España, tenía que llegar a oídos de todos sus vasallos de la manera espectacular
que era el repique general de campanas de la Ciudad de México y los actos pro-
tocolarios para una jura en toda regla.
Presentados en cierta manera los actores principales de la trama, se refieren
los hechos que desembocan en el apresamiento y detención del virrey por parte
de un grupo de peninsulares. Conociendo el movimiento juntero, los regidores
se unirán al grupo de Talamantes en sus críticas, y preparan una representación al
virrey tras un pleno del ayuntamiento en que se declaraba que la Nueva España
nunca reconocería la invasión y permanecería fiel al rey, pero debía crear una
junta como las peninsulares e incluso un congreso, similar a unas cortes. Además,
la manera escogida por el cabildo en su llegada a palacio fue espectacular, en co-
che y acompañados de mazas, con la guardia rindiéndoles honores y repiques de
campanas unidos a los vítores del pueblo, incluso alguno de sus miembros lanza-
ba monedas al mismo.282 Esto aumentaba aún más la confusión, pues parecía que
el fasto virreinal se trasladaba al ayuntamiento, y era algo que entre la Audiencia y
los peninsulares no era visto con buenos ojos. Por si esto fuera poco, acababan de
llegar miembros de las juntas peninsulares de Sevilla y Oviedo, que pugnaban por

280. Carlos María de Bustamante: Notas y Suplemento. En Padre Andres Cavo: Los tres siglos
de México durante el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.
281. Ibídem.
282. Ibídem.

Contenido 267
EL TRIUNFO DEL VIRREY

hacerse con el control de la Nueva España, y que exigen el día treinta de agosto
que el virrey reconozca su soberanía en aquellas tierras. Esto lleva al virrey a to-
mar una decisión que comunica el primero de septiembre, y es que no reconoce
a ninguna de las juntas peninsulares ante la grave situación anárquica e insiste
en convocar una asamblea consultiva para tomar importantes decisiones a la que
asistieran representantes de los ayuntamientos más importantes. Esto acaba por
alterar de manera definitiva a la facción peninsular, y un grupo de la misma tra-
zará un plan para destituir a Iturrigaray. Este grupo estará encabezado por el rico
terrateniente vizcaíno Gabriel de Yermo, muy vinculado a la Real Audiencia, por
el comerciante José Martínez Barenque y por el mismísimo capitán de la guardia
de palacio, José Manuel Salaverría.
Los hechos se desencadenan en la noche del quince de septiembre de 1808,
cuando a las tres de la madrugada una tropa asalta el Palacio Virreinal y entra en la
habitación del virrey, que es despertado por el español Ramón Inarra y en medio
de graves insultos es obligado a vestirse y subir a un coche, que le llevará a casa
del inquisidor Prado rodeado de tropa y con dos cañones, uno en vanguardia y
otro en retaguardia. Luego, el virrey será llevado preso a Betlemitas, mientras que
la virreina y el resto de familia son llevados al convento de San Bernardo. Los asal-
tantes entran después en casa del mariscal de campo Pedro de Garibay, que acude
al despacho virreinal para acatar el cargo de virrey interino, aunque en el pliego
el nombre que figurase fuese el del brigadier Roque Abarca. El día veintiuno sale
de México para Veracruz, rodeado de una gran tropa, pues había rumores de que
querían liberarlo, y allí se le une el resto de familia, todos llevados presos a San
Juan de Ulúa. El seis de diciembre zarparán en el navío San Justo, de vuelta a la
península ibérica. También serán apresados Primo Verdad, Azcárate y Talamantes,
los dos primeros morirán presos a las pocas semanas. A su llegada, Iturrigaray
restará preso en Algeciras, y entre la multitud de cargos que se le achacarán en su
juicio, está el de querer nombrarse como rey de la Nueva España bajo el nombre
de José I, aunque finalmente solo será culpabilizado de cohecho. En 1809, se le
permitirá residir en casa de su amigo Madariaga por estar enfermo, y a finales del
mismo residir libremente en Algeciras, con un sueldo y el levantamiento del em-
bargo de bienes. En México, aparecerá un personaje que criticará con ahínco la
actuación de Iturrigaray en varios artículos, es el director de la Gazeta de México,
Juan López Cancelada,283 en una verdadera cruzada contra su persona que será
contestada varias veces por algunos de sus defensores, como Facundo de Lizarza

283. Ver los libretos de este autor titulados: La verdad sabida y buena fe guardada. Ori-
gen de la espantosa Revolución de Nueva España comenzada en 15 de Septiembre…(1811)
o Conducta del Excelentísimo Señor Don José de Iturrigaray durante su gobierno en Nueva
España… (1812).

268 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

o el mismísimo Servando Teresa de Mier.284 En 1815 morirá Iturrigaray en Madrid


tras siete años de juicios inacabables, mientras que su esposa podrá regresar a
México en 1822,285 tras la independencia, donde se le devolverá toda su fortuna.

6.2.1. Pedro de Garibay (1808-1809)

Garibay es un virrey interino, nombrado tras la revuelta que derroca a Iturriga-


ray por los sublevados. Su nombramiento fue debido a que era el militar con más
alta graduación de entre los que se encontraban en Nueva España, ya octogenario
y que vivía en México su plácido retiro hasta su repentino ascenso al cargo de
virrey. Por tanto, su entrada en la ciudad se redujo a la toma de posesión, en los
mismos términos que los anteriores virreyes, y con los ceremoniales propios en
la catedral y en el Palacio Virreinal. De ella, dio cuenta a los diferentes tribunales
y cuerpos de Nueva España con el siguiente oficio:

Por la separación del Excelentísimo Señor Don Josef de Yturrigaray de que se


dio noticia al público en Proclama de ayer, ha recaído en mí el mando político,
el militar y la Presidencia de esta Real Audiencia, con arreglo a la Real Orden de
23 de Octubre de 1806; y habiendo tomado posesión de ellos en el mismo día:
lo aviso a V.S. para su inteligencia, la de los sujetos a quienes debe comunicarse
esta noticia, y la publicación de ella en los parajes de estilo.
Dios guarde a V.S. muchos años.
México 17 de Septiembre de 1808.
Garibay.286

Dos días después de la sublevación ya había tomado posesión el nuevo virrey


interino, y empezó a tomar decisiones con rapidez, puesto que la situación en
la monarquía hispánica no permitía otra postura. En un mes ya estuvo en dis-
posición de enviar nueve millones de pesos para la península, y además intentó
dotar al ejército novohispano de más medios, puesto que creía firmemente que la
guerra se trasladaría a territorios americanos. Incluso mandó fundir todo el metal

284. Las respuestas a Cancelada las da Lizarza en sus breves publicaciones impresas:
Discurso que publica Don Facundo de Lizarza vindicando al Excelentísimo Señor don José
de Iturrigaray de las falsas imputaciones de un cuaderno titulado «La verdad sabida y buena
fe guardada. Origen de la espantosa Revolución de Nueva España comenzada en 15 de Sep-
tiembre…» (1811) o El Excelentísimo Señor don José de Iturrigaray, virrqy que fue de Nueva
España, vindicado en forma legal contra las falsas imputaciones de infidencia propuestas por
el Acuerdo de México y apoyadas por don Juan López de Cancelada en sus dos manifiestos…
(1812).
285. Francisco Santiago Cruz: El Virrey Iturrigaray. Historia de una Conspiración. Ed. jus,
Col. México Heroico, núm. 48, México, 1965.
286. agn, Casa de la Moneda, Vol. 166 Exp.7, Fojas 247-250.

Contenido 269
EL TRIUNFO DEL VIRREY

que encontró mandando al famoso escultor Manuel Tolsà la confección de cien


cañones. Fue también el encargado de derogar la Real Cédula de Consolidación,
tan polémica en tiempos de Iturrigaray y tan aprovechada por este según muchos
autores, y que había supuesto una gran fuga de capitales. Durante su gobierno se
instaura en España la Junta Central Gubernativa del Reino, que aúna las juntas
en una, y esta sí es reconocida y jurada en todos los rincones de Nueva España.
Será esta misma junta la que releve a Garibay, cuando aún no había pasado ni
tan siquiera un año de su gobierno, para nombrar como virrey en propiedad al
arzobispo de México.

6.2.2. Francisco Xavier de Lizana y Beaumont (1809-1810)

Tampoco Lizana y Beaumont llegaría al año en su mandato, pero esta vez sí se


trataba de un virrey en posesión del título, y además es también arzobispo, algo
que ya había ocurrido otras veces en siglos anteriores. Por tanto, su primera en-
trada novohispana la realizó como arzobispo de México, en la única que realizó
viaje por la Nueva España, ya que a su elevación al cargo de virrey el arzobispo ya
residía en la Ciudad de México. Lizana era riojano natural de Arnedo, fue profesor
en las universidades de Alcalá de Henares y Zamora y más tarde obispo de las
diócesis de Zamora y Teruel. En 1803 será nombrado arzobispo de México, en un
buen ejemplo para comparar las entradas arzobispales y virreinales.
El nuevo arzobispo llegó a Veracruz el día diecinueve de diciembre de 1803,287
fue obsequiado en todos los lugares de paso, para después llegar a Jalapa, donde
informó del itinerario que iba a seguir a las autoridades de la capital, que envia-
rían sus comisionados al camino. El tránsito se produjo por los curatos de Apán,
Tepeapulco, Otumba, San Juan de Teotihuacán y San Cristóbal, fue recibido en
cada caso por sus respectivos párrocos, y con misas solemnes acompañadas de
un Te Deum en las parroquias.También transitó por las haciendas de Piedras Ne-
gras, Buenavista y Tepetates. En todo el trayecto «las Justicias y Pueblos hicieron
a S.I. los más reverentes, expresivos y aún magníficos obsequios y hospedaje».288
El día ocho de enero, media legua pasada Piedras Negras, se encontró con los
enviados de la capital: Juan Antonio Bruno –tesorero de la catedral– y José Ma-
riano Beristain, canónigo de la misma, junto a varios capellanes. En San Cristóbal,
ya el diez de enero, llegaron a cumplimentarle el vicario capitular, toda la curia
eclesiástica, los prelados regulares y otras diputaciones, junto con multitud de
personas de distinción. Fue al día siguiente cuando el nuevo arzobispo mexicano
llegó al santuario de Guadalupe, a las nueve de la mañana, bajó de su carro en la

287. Gazeta de México del viernes 7 de enero de 1803.


288. Ibídem.

270 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

puerta de la Real Colegiata, donde le esperaban los cabildos civil y eclesiástico de


la ciudad. Desde allí, le condujeron al presbiterio, y tras las oraciones oportunas
subió a la Sala Capitular, donde fue agasajado por los diferentes cuerpos de la
ciudad: ayuntamiento, Real Universidad, Real Protomedicato, venerables curas, pa-
dres capellanes de religiosas y rectores de colegios. Acabado el cumplimiento, se
formó la comitiva que llevaría al arzobispo Lizana a la capital novohispana, el cual
fue en el último coche de todos, propiedad del virrey, y en compañía del deán y
arcediano de la catedral. Así, se dirigieron rumbo a la catedral en medio de nume-
rosa asistencia, repiques generales de campanas, festivas aclamaciones y vivas «de
una Grey religiosísima».289 La primera parada de la comitiva será en el Palacio Real,
se hará la acostumbrada visita al virrey, para luego dirigirse a su nueva morada, el
Palacio Arzobispal, donde será recibido en la puerta por el venerable cabildo y la
curia eclesiástica, y cumplimentado de nuevo por diferentes personalidades capi-
talinas. Como siempre era oportuno, tras su feliz ingreso, al igual que lo hacían los
virreyes, tenía que dirigirse a la metrópoli para informar de ello:290

Excelentísimo Señor:
Muy Señor mío de mi mayor respeto y atención: Habiendo ya llegado a esta
Metrópoli de la Nueva España, conozco ser mi primera obligación comunicarlo
a V.E. como señal de mi gratitud, y manifestación de mis eficaces deseos de
complacer a V.E. y obedecerle en cuanto tuviere a fin mandarme. A mi no me
ocurre cosa particular que decir a V.E. más que renovarle los intereses y deberes
que reconozco en desempeñar el Ministerio que la piedad de nuestro Católico
Monarca tuvo a bien confiarme.
Nuestro Señor prospere a V.E. muchos años como se lo pido. México, 9 de
enero de 1803.
Francisco Arzobispo de México.

Durante dos días se seguirán grandes festejos, como banquetes, refrescos, pa-
seos, funciones teatrales, y el adorno e iluminación del palacio y de las casas
notables de la ciudad. En esta ocasión, las celebraciones las organizan los comi-
sarios Bartolomé Sandoval y Pedro Gómez de la Cortina. Por tanto, una entrada
arzobispal es bastante similar a la de un nuevo virrey. Los agasajos y cumplimien-
tos se dan en las mismas medidas y por los mismos cuerpos, siguiendo siempre
un itinerario muy parecido al de los virreyes novohispanos. Quizá las diferencias
más remarcables sean el itinerario interior en México, ya que su fin en este caso
es el Palacio Arzobispal, y que los días de fiesta son menores para el caso de los
arzobispos.

289. Gazeta de México del viernes 7 de enero de 1803.


290. agi, estado, 41, N.44 /1/1 Recto.

Contenido 271
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 55
José María Vallejo, Retrato del arzobispo-virrey Francisco Xavier de Lizana y Beaumont,
óleo sobre lienzo, 93 x 68 cm, 1809, mnh, México

272 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

En la península ibérica, desde 1808 la guerra había tomado un cariz de guerra


de liberación contra el invasor francés, pero a la vez se fraguaba una revolución li-
beral. Las juntas provinciales, creadas para dirigir la guerra contra el enemigo fran-
cés, acabaron por fusionarse en la Junta Suprema Gubernativa del Reino, que adop-
tó funciones reales y empezó a ordenar y legislar en el nombre de Fernando VII,
cautivo en Bayona en manos de los ejércitos napoleónicos. Entre las atribuciones
que tomó como propias figuraba la de nombrar a un nuevo virrey de la Nueva
España, como se verificó en la recepción en México del siguiente oficio dirigido
a don Pedro de Garibay, virrey interino:291

Exmo. Sr:
El Señor Don Martín de Garay me dice con fecha de hoy lo siguiente:
“El rey Nuestro Señor Don Fernando 7° y en su Real nombre la Junta Suprema
Gubernativa del Reino se ha dignado nombrar para Virrey y Capitán General
de Nueva España al Muy Ilustrísimo Arzobispo de México Don Francisco Xa-
vier de Lizana, no dudando del celo y patriotismo que le anima por nuestra
justa causa de su lealtad a nuestro legitimo soberano y de su adhesión al Go-
bierno que le representa y a la Metrópoli, que procurará llenar las funciones
de este elevado y delicado empleo con aquella exactitud, prudencia y justicia
que le caracterizan, y que le han granjeado el amor y respeto de aquellos fieles
naturales».
Lo traslado a VE de Real orden a fin de que ponga inmediatamente en posesión
de ese Virreinato al referido Reverendo arzobispo don Francisco Xavier de Li-
zana sin perjuicio de que oportunamente se le expedirán los correspondientes
Reales Despachos.
Dios guarde a VE muchos años, Real Palacio del Alcázar de Sevilla, 16 de febre-
ro de 1809. Corneja.

De este modo, el poder virreinal pasaba a manos del arzobispo Lizana, no sin
agradecer en otros correos a Pedro de Garibay su labor frente al gobierno novo-
hispano y su «esclarecimiento» a la hora de parar la revolución que según la fac-
ción peninsular estaba tramando el virrey Iturrigaray. De nuevo, el elegido virrey
era residente en México, por tanto la única celebración que se va a dar va a ser la
de su toma de posesión, sin ir a Guadalupe ni hacer entrada triunfal en la ciudad,
aunque sí con los festejos acostumbrados, dado que la noticia que se daba era la
de un nuevo gobernante para la Nueva España. En la Gazeta de México solo se
da el siguiente reporte:292

291. agn, Reales Cédulas, Vol. 201, Exp. 27, Foja 1.


292. Gazeta de México del Miércoles 19 de Julio de 1809.

Contenido 273
EL TRIUNFO DEL VIRREY

NUEVA ESPAÑA.
México 19 de Julio de 1809.
Hoy toma posesión de los cargos de virrey, gobernador y capitán general de
esta Nueva España, y presidente de su Real Audiencia &c. el Excelentísimo e
Ilustrísimo señor Don Francisco Xavier de Lizana y Beaumont, dignísimo arzo-
bispo de México, previo el juramento de estilo en el Real Acuerdo.

Se trató de una ceremonia simple, el puro juramento, pero acompañado de


las salvas de artillería y repiques de rigor, que hacían que nadie en la capital
fuese ajeno al gran momento del cambio de poder en las más altas esferas del
virreinato. A la brevísima etapa de gobierno que rige Lizana se le conoce como
el «Pontificado», debido a la profesión del virrey, y a sus actos en beneficio de las
órdenes religiosas mexicanas. Seguirá el envío de efectivo a la península ibérica,
para seguir sufragando la guerra, que en este caso serán más de tres millones
de pesos. Allí los problemas eran acuciantes, la Junta Suprema se ve obligada a
abandonar Sevilla ante el hostigamiento de las tropas napoleónicas y dirigirse
a Cádiz, donde estará rodeada hasta el final de la invasión francesa. Se producirán,
sin embargo, las decisivas victorias de Alburquerque y Bailén, y se disolverá la
Junta, dando lugar al Consejo de Regencia, que será el que ejerza desde entonces
el papel del cautivo Fernando VII.
Sin embargo, Lizana decidirá llevar a cabo una política de conciliación, apo-
yando incluso en algunas decisiones al ayuntamiento y al «partido criollo», entre
los cuales crecía el descontento por las grandes sumas demandadas en emprés-
titos desde la península. En septiembre de 1809, se preparó una conspiración
en Valladolid de Michoacán, en la que participaron varios oficiales del ejército
y miembros del bajo clero, cuyo plan era formar un congreso que guardara en
depósito la soberanía real mientras Fernando VII siguiese preso en Bayona y no
accediese al trono. Los dirigentes de esta rebelión ofrecían al campesinado la abo-
lición de impuestos sobre los indígenas. Esta insurrección se fijó para el veintiuno
de septiembre, pero fue descubierta por las autoridades, y los conjurados fueron
detenidos y represaliados duramente, en una acción contundente dirigida por el
arzobispo virrey.
Su gobierno no llegará al año, pues en mayo de 1810 se recibirá en la Real
Audiencia el correo del Consejo de Regencia que dispondrá la separación de
Lizana del cargo, lo que el regente de la Audiencia, Pedro Catani, comunicará al
arzobispo-virrey:293

293. agn, Casa de la Moneda, Vol. 286, Exp. 16, Fojas 72-75.

274 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Excelentísimo Señor:
Teniendo en consideración el Consejo de regencia de los Reinos de España e
Indias, en el real nombre del Rey Nuestro Señor Don Fernando VII, que a la
avanzada edad y achaques de V.E. se han acrecentado las penosas tareas que
trae consigo el mando de ese vasto Reino: que su infatigable celo y los ince-
santes desvelos que son consiguientes a quienes como V.E. han acreditado que
corresponden dignamente a la confianza soberana que con tanto patriotismo y
acierto ha desempeñado VE agravarían más y más su delicada salud: se ha dig-
nado Su Majestad relevar a VE del cargo de Virrey de Nueva España, quedando
Su Majestad no menos satisfecho y grato a sus buenos, útiles, importantes y
señalados servicios que al inextinguible amor que en alto grado ha manifestado
constantemente a la patria y a nuestro soberano, dando sin cesar testimonios
heroicos de virtud y patriotismo. Por tanto, será siempre agradable a Su Majes-
tad la memoria de un nombre de un tan fiel vasallo, que por amor y lealtad a
su Real Persona y servicio del bien público ha sacrificado con generosidad su
salud, intereses y comodidades. Lo que de orden de Su Majestad participo a VE
para su inteligencia y satisfacción; en el concepto de que conforme a las Leyes
de esos Reinos la Real Audiencia de esa Ciudad ejercerá todas las funciones y
facultades correspondientes al Virreinato ínterin llega el Virrey que Su Majestad
nombrará. Y habiendo en consecuencia de entregar el mando del Reino a esta
Real Audiencia, lo comunica a V.S. el mismo Tribunal para su inteligencia.
Dios guarde a V.S. muchos años,
México 8 de Mayo de 1810.

De este modo la Real Audiencia, y más en concreto su regente Pedro Catani


quedaban encargados del alto mando de Nueva España hasta el nombramiento
del nuevo virrey, cosa que no tardará en suceder. Lizana se aseguró la permanen-
cia en la cátedra archiepiscopal, hasta su muerte en marzo de 1811, y la Corona
le concedió la Cruz de Carlos III en reconocimiento.

6.2.3. Francisco Xavier Venegas (1810-1813)

Francisco Xavier Venegas nace en Bujalance, Córdoba, en 1760 y desarrollará


en España una gran actividad como militar, participará en las campañas del Ro-
sellón contra Francia y en la batalla de Bailén, donde llegó a comandar toda una
división del Ejército de Andalucía. Fue elegido virrey de Santa Fé, y removido al
virreinato novohispano al poco tiempo de llegar a su destino. Se comunicaba a la
Real Audiencia esta decisión en la siguiente misiva:294

294. agn, Reales Cédulas, Volumen 204, Exp. 8, Foja 1.

Contenido 275
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Excelentísimo Señor:
Las recomendables circunstancias del Teniente General Don Francisco Venegas
electo Virrey de Santa Fe, y las presentas de valor, prudencia, lealtad y patriotis-
mo que ha dado al frente de los Ejércitos en defensa de la Patria y de nuestro
Augusto y legítimo soberano Don Fernando séptimo, y en el Gobierno de Cádiz,
han llamado la atención del Consejo Supremo de Regencia de España e Indias
deseoso de poner en el mando de esos preciosos dominios un jefe militar, que
sepa conservarlos en justicia, paz y tranquilidad, y en unión y subordinación
a la Metrópoli, y adhesión a la justa causa, que hasta ahora han manifestado
constantemente esos leales y beneméritos vasallos con demostraciones nada
equívocas: en su virtud se ha servido Su Majestad, en nombre del Rey Nuestro
Señor don Fernando séptimo a conferir el Virreinato de Nueva España al expre-
sado Don Francisco Venegas y Saavedra, atendiendo también a que con motivo
de su nombramiento para el de Santa Fe, se hallará en situación de poder hacer
con facilidad y prontitud la travesía a Veracruz desde Cartagena, donde habrá
arribado, y a donde le dirijo la orden de su promoción y esta credencial para
que sin dilación se traslade a su nuevo destino.
Luego que se presente con ella a V.E. espera Su Majestad que le ponga en pose-
sión del Virreinato y de todos los ramos de Gobierno que le son anexos, entre
tanto que el Consejo le expide los Despachos acostumbrados que la angustia
del tiempo no ha permitido enviarle en esta ocasión; al modo que otros Virreyes
Antecesores se aposesionaron en virtud de iguales órdenes en casos urgentes
como el presente. Todo lo cual participo a VE de orden de Su Majestad para su
cumplimiento, de que me dará aviso.
Dios guarde a VE muchos años. Cádiz 30 de Junio de 1810.
Nicolás María de Sierra.

En este correo se pueden observar dos detalles de enorme importancia.


En primer lugar, cómo el Consejo de Regencia actúa con rapidez, y sin atenerse
a los protocolos para nombramientos de nuevos virreyes, ya que envía a Venegas
sin pliegos desde su anterior destino, sin saber tan siquiera si ha arribado o no a
Cartagena de Indias, donde le envían el oficio. El segundo, cómo el Consejo ha
usurpado ya el título de majestad al rey Fernando VII, y se lo otorga como propio:
«Su Majestad, en nombre del Rey Fernando séptimo»,295 en una dinámica que será
propia de todo el siglo xix español.296

295. agn, Reales Cédulas, Volumen 204, Exp. 8, Foja 1.


296. Ivana Frasquet, «Alteza versus Majestad», en M. Chust y V. Mínguez (eds.), El Imperio
Sublevado. Ed. Biblioteca de Historia de América, csic, Madrid, 2004.

276 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Figura 56
Yustis (firmado), Retrato del virrey Francisco Xavier Venegas,
óleo sobre lienzo, 94 x 82 cm, 1810, mnh, México

Contenido 277
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Venegas llegará a Veracruz el veintinueve de agosto de 1810,297 y tras un rá-


pido periplo hasta la capital hará su entrada triunfal en la misma el catorce de
septiembre, cuando en unos días le esperaba el asunto que iba a marcar definiti-
vamente su gobierno y el de todos sus sucesores hasta la independencia mexica-
na, el estallido de la insurgencia. Ese mismo día, hace su juramento para los cargos
a los que ha sido destinado y es cumplimentado in situ por todos los notables
mexicanos. Carlos María de Bustamante nos habla de este virrey en términos muy
poco amables:298

Su misma catadura adelantaba lo que se podía esperar de él: era alto, fornido,
avinagrado, labios gruesos, mirar ceñudo y amenazante, cabeza enorme e incli-
nada sobre el hombro izquierdo…
Se presentó con una enorme patilla y furia alborotada (la patilla solo la usaban
los pachones o esbirros de la Acordada, los matones y toreros), dispuesto a dar
mucho palo.

Es esta una imagen del virrey fabricada a posteriori, pues va a ser el que esté
en el mando en la represión de los primeros brotes independentistas. Su entrada
no varía en absoluto de las anteriores, con llegada a la villa de Guadalupe para
al día siguiente marchar hacia la capital, previo el Te Deum, la misa y los agasa-
jamientos de costumbre en la Sala de Cabildos de la basílica. Tras los tres días de
fiesta, manda el oportuno correo al Consejo de Regencia para informar de su
toma de posesión, el cual contesta en los siguientes términos:299

Excelentísimo Señor:
Por la Carta de V.E. de 18 de Septiembre último n°1, se ha enterado el Consejo
de Regencia que en nombre del Rey nuestro señor Dpn Fernando 7° gobierna
sus dominios, de haber arribado V.E. al Puerto de Veracruz el 29 de Agosto an-
terior, y tomado posesión del mando de ese Reino el 14 del mismo Septiembre,
quedando S.A. en la segura confianza de que no omitirá V.E. medio alguno para
el más completo desempeño de la que se ha puesto a su cuidado.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Real Isla de León, 12 de Enero de 1811.

297. Manuel Rivera Cambas, Los Gobernantes de México, México, 1870, a cargo de la im-
prenta J. M. Aguilar Ortiz (2 tomos).
298. Carlos María de Bustamante: Notas y Suplemento. En Padre Andres Cavo: Los tres siglos
de México durante el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.
299. Ibídem.

278 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Bustamante también habla de su actitud al recibir felicitaciones y cumplidos,


en una forma bastante dura:300

Respondió a las felicitaciones con pocas palabras, voz estentórea, petulante…


Traía ya su excelencia la píldora de la revolución en el cuerpo, pues en el cami-
no recibió algunas cartas en que se le explicaba la mala situación tierras adentro,
principalmente Querétaro.

El nuevo virrey ya estaba enterado de lo que se fraguaba en Querétaro, de


ahí que se adelantase el inicio de la revuelta, para que no sucediese lo mismo
que en el intento frustrado en Valladolid de Michoacán. Venegas ya se había
instalado en el poder, pero no debió causar muchas simpatías pues los papeles
volantes y las inscripciones en paredes no tardaron en aparecer, de forma muy
amenazante:301

De patillas y botas y pantalón,


hechura de Napoleón.

Tu cara no es de excelencia
Ni tu trage de virey,
Dios ponga tiento en tus manos
No destruyas nuestras ley.302

Con toda esta documentación aportada, se puede ver como el virrey Venegas
fue recibido de forma amenazante, y fue quizá la culminación de un proceso que
lleva a los criollos a apartarse cada vez más de la forma de conducir el gobierno
desde la península ibérica, y que se refleja claramente en la falta de apoyo a Vene-
gas y el trato incluso grosero que le dispensan algunos escritos. En el primero de
los versos se le compara incluso con Napoleón, que en estos momentos es visto
en Nueva España como una fiera ávida de sangre que está desgarrando Europa con
sus múltiples guerras. En el segundo, vuelve a recurrir al tema de la vestidura
con que se presentó, a la moda francesa y de algunos miembros de la Acordada,
para advertirle que no haga nada que pueda alterar la forma de vida de la capital,
que no atente contra los intereses económicos criollos. Sin embargo, Venegas no
se amilanó, y al día siguiente mandará poner justo en el mismo lugar donde apa-
reció el segundo papel, la contestación:303

300. Manuel Rivera Cambas, Los Gobernantes de México. México, 1870, a cargo de la im-
prenta de J. M. Aguilar Ortiz. (2 tomos).
301. Ibídem.
302. Ibídem.
303. Ibídem.

Contenido 279
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Mi cara no es de excelencia
ni mi trage de virey.
pero represento al rey
y obtengo su real potencia
Esta sencilla advertencia
os hago, por lo que importe:
La ley ha de ser el norte
que dirija mis acciones.
¡Cuidado con las traiciones
que se han hecho en esta Corte!.

Esto demuestra su certeza en la importancia del cargo y en toda la legitimidad


del mismo, por vía del rey, al que representa aunque la haya obtenido por parte del
Consejo de Regencia. Pero también indica que Venegas llegó con miedo, ya que
en dos años la situación de Nueva España había cambiado totalmente. Se había
traicionado a un virrey, varias revueltas independentistas habían sido sofocadas,
los criollos se habían separado de la línea de pensamiento y actuación peninsu-
lar, y los indígenas y campesinos estaban cansados de los tributos y de sus malas
condiciones de vida, una situación que estallaría solo dos días tras su entrada
triunfal.
El tema central, y casi único, que ocupará a Venegas en sus labores de go-
bierno virreinal será la llamada «insurgencia».304 Ya desde 1809 se celebraban
reuniones en casa del sacerdote José María Sánchez en Querétaro, reuniones
aparentemente literarias pero que llevaron sus frutos mucho más allá. A estas
reuniones acudían, entre otros, Miguel Domínguez, corregidor de Querétaro,
su esposa, Josefa Ortiz; Ignacio Allende, militar y pequeño propietario, y Juan
Aldama, oficial hijo de administrador de industrias. Junto con ellos otro cura,
de la parroquia de Dolores, interesado en la lectura de autores franceses: era
Miguel Hidalgo y Costilla, el mismo que con los años se va a convertir en el gran
héroe de la independencia. Estas reuniones irán tomando cariz de conspiración
poco a poco, dada la insatisfacción de todos ellos con los gobiernos virreinales,
e impulsada por las noticias de derrotas que llegaban de Europa. Además, a
principios de 1810 llegaban las noticias de la creación de juntas gubernativas
por toda América del Sur, cosa que no fue permitida en Nueva España por la
reacción contra el virrey Iturrigaray. Se adoptará el plan de ir formando juntas

304. Para el estudio de la independencia de México destacar Jaime E. Rodríguez O., El


proceso de independencia de México, Instituto de Investigaciones José María Luis Mora, Méxi-
co, 1992; Jaime E. Rodríguez O. (coord.), Revolución, independencia y las nuevas naciones
de América, Madrid, Fundación Mapfre Tavera, 2005, o John Lynch, Las revoluciones hispano-
americanas 1808-1826, Akal, Madrid, 1986.

280 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

por El Bajío, en diferentes localidades, así como en ciudades como México o San
Luis Potosí, para ejercer el poder en nombre de Fernando VII, por eso debían
expulsar del mismo a los peninsulares. Se señaló a Hidalgo como líder del mo-
vimiento sublevado, y se fijó su fecha de inicio para el primero de diciembre de
1810. Pero con la llegada de Venegas se dispararán los acontecimientos. Hidalgo
conocerá que han sido denunciados, y el virrey tiene noticias de los rebeldes de
Querétaro, y de esta forma se reunirá con Aldama y Allende, y deciden dar inicio
a la revolución esa misma noche, la del quince al dieciséis de septiembre de
1810, se dirigen a la cárcel y liberan a varios presos, para luego ir a la explanada
de la parroquia de Dolores, y tocar a misa hasta que buena parte del pueblo se
había concentrado allí, empieza en esos momentos su famosísima proclama,
el Grito de Dolores, que da inicio a la insurgencia y que llamaba al pueblo a
luchar contra el mal gobierno por Fernando VII y por la Virgen de Guadalupe,
cuyo estandarte tomará en el Santuario de Atotonilco y le acompañará durante
el resto de su vida. En breve tiempo empezará la toma de pueblos de El Bajío
por parte de los insurgentes, y a los trescientos hombres, la mayoría campesi-
nos, sublevados por Hidalgo, se les irán uniendo cada vez más en cada nuevo
municipio, con el fin de empezar su llegada a grandes poblaciones y triunfar
en su toma. Pronto llegarán las entradas en ciudades como Celaya, Salamanca
o Irapuato, y así culminará esta primera etapa con la toma de Guanajuato y la
famosa matanza en la Alhóndiga de Granaditas. Sin embargo, estos episodios
serán contraproducentes para los intereses de los insurgentes, ya que el grupo
criollo se apartará de sus posiciones al ver el movimiento como una revuelta de
campesinos e indígenas que acaudillados por un cura provinciano se dedicaban
a asesinar peninsulares, y por tanto no veían en el mismo el buscado inicio de
la independencia, o al menos la independencia que ellos querían. Hidalgo, que
ya se había convertido en «generalísimo» del ejército insurgente, pasó a ser el
personaje más influyente en las tropas, incluso por encima de otros militares
como Allende, el cual empezaría a discrepar con las formas de la insurgencia,
los saqueos y asesinatos permitidos por el cura Hidalgo. El siguiente destino fue
Valladolid de Michoacán, donde se dictó la primera abolición de la esclavitud,
lo mismo que se hará a partir de entonces en todas las plazas que tomen las
tropas insurgentes. A finales de octubre, se producirá una de las batallas más
sonadas, la del Monte de las Cruces, otra gran victoria insurgente que marcaba
el final de las mismas. Al frente del ejército realista estaba un implacable general
que dará grandes triunfos al virrey Venegas, y que por los mismos le sustituirá
en poco más de dos años, se trataba de Félix María Calleja del Rey. Así, la batalla
de Aculco será la primera gran catástrofe insurgente, con muchas bajas, y que
obligará a Hidalgo a huir hasta Valladolid de nuevo. Sin embargo, la revuelta se
extendía por todo el virreinato, tanto en el norte, en diferentes lugares de los ac-

Contenido 281
EL TRIUNFO DEL VIRREY

tuales estados de Coahuila o Nuevo León, como en el sur, donde Hidalgo había
comisionado a otro sacerdote para dar inicio al movimiento. Se trata de la que
pasará a ser la otra gran figura de la lucha por la independencia en el imaginario
colectivo posterior a la misma, José María Morelos y Pavón.
Tras la retirada de Aculco, el destino más importante de Hidalgo será la ciudad
de Guadalajara, que ya tomada por otras fuerzas independentistas no tardará en
estar en sus manos. Allí se estableció el primer gobierno insurgente, se abolió
la esclavitud en todo el país, se redujo el monto de las alcabalas y se eliminaron
los monopolios estatales en la producción y venta de tabaco y vino. Hidalgo es-
taba dictando decisiones gubernamentales desde Guadalajara, incluso nombran-
do ministros y oidores y también editaba un nuevo periódico, El Despertador
Americano, para difundir el espíritu de la revolución. Pero las diferencias entre
los insurgentes irán creciendo con el tiempo, y más aún entre Hidalgo y Allende,
principales cabecillas del movimiento y que tenían concepciones encontradas
de lo que debía ser la insurgencia. Además, en el campo de batalla las derrotas
se sucedían, a finales de año se perdía Guanajuato, y en enero de 1811 sufrían
la derrota en la batalla de Puente Calderón, a la que siguió la recuperación de
Guadalajara por parte de las tropas de Calleja. Los insurgentes se iban replegando
hacia el norte, a Zacatecas y Saltillo, y decididos a encaminarse cerca de la fron-
tera con Estados Unidos, se verán sorprendidos por una emboscada en Acatita
de Baján, donde son hechos prisioneros. Allende, Aldama e Hidalgo son llevados
a Chihuahua y fusilados. Además, como ejemplo para la población se colgaron
sus cabezas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas en Guanajuato, para
persuadirla de futuras acciones insurgentes.
Podría parecer que con la muerte de los cabecillas la insurgencia quedaba
huérfana y sin líderes, sin embargo fueron otros los que tomaron la dirección
del movimiento, sobre todo Ignacio López Rayón y en el sur José María Morelos.
López Rayón creará en Zitácuaro la Suprema Junta Gubernativa de América, obte-
niendo la colaboración de la organización secreta Los Guadalupes.305 Esta Junta
era de ideología más moderada, más próxima a la de Allende que a la de Hidalgo,
y también preveía la soberanía de Fernando VII una vez este estuviese liberado.
Morelos obtendrá grandes éxitos en el terreno militar, sobre todo en la zona del
actual estado de Guerrero, en cuatro campañas diferentes que van hasta el año de
1815, en que morirá fusilado en San Cristóbal por las tropas realistas. Las batallas
y campañas se irán sucediendo hasta la llegada de la independencia, no habrá
momentos para la paz hasta 1821, y es esto justamente lo que afecta a las entradas
virreinales de la época, que no se pueden desarrollar con el boato acostumbrado

305. Virginia Guedea, En busca de un gobierno alterno: Los Guadalupes de México, unam,
México, 1992.

282 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

dada la peligrosidad de los tiempos, como se verá con el siguiente virrey que
llegue desde tierras europeas, Juan Ruiz de Apodaca.
Pero en este momento el otro foco máximo de interés para Nueva España se
sitúa en la península ibérica, y más en concreto en Cádiz, donde las Cortes están
reunidas desde 1810, y donde se va a promulgar la Constitución de 1812.306 Con
referencia al tema de las colonias, y más en concreto a Nueva España, se organizó
en seis diputaciones provinciales –con sedes en México, San Luis Potosí, Guada-
lajara, Monterrey, Durango y Mérida–, asignando a las mismas un gobernador civil
que presidiría la diputación, y se permitía a todos los españoles «de ambos hemis-
ferios» tanto elegir la representación como participar en las elecciones. Estas nue-
vas normas fijaban marcos inéditos que hay que tener muy en cuenta para este
trabajo. En primer lugar, los criollos podían acceder al poder político por primera
vez desde la conquista y lo más importante, el virrey se convertía en un mero jefe
político, además restringido al área mexicana. Esto último es especialmente inte-
resante, pues acababa con una figura imperante durante siglos en Nueva España,
y para el mundo ceremonial no dejaba de tener sus consecuencias, puesto que el
que llegaba ya no era el gran virrey novohispano, sino solo un gobernador civil
de México y su área. Esta noticia no fue bien recibida en la sede virreinal, así que
Venegas intentará retardar todo lo posible la publicación del texto constitucional,
y con el pretexto de la guerra insurgente argumentar que se tenían que evitar
las concesiones políticas, que había que gobernar con ley marcial. Sin embar-
go, los diputados a Cortes novohispanos amenazaban con denunciarlo ante las
autoridades, y ya en septiembre de 1812 no tuvo más remedio que publicarla,
decretando además la libertad de prensa. En noviembre se celebrarán las eleccio-
nes municipales, ganadas por criollos. Venegas, temeroso, volvió a interrumpir el
sistema constitucional, y ordenó la suspensión de las elecciones al ayuntamiento
de la capital, e incluso las de diputación y las de cortes, revocando así mismo el
decreto de libertad de prensa. Pero esto solo podía aplicarse legalmente a la Ciu-
dad de México, puesto que el cargo de virrey había sido degradado. Aún así, las
circunstancias en el resto de Nueva España hicieron de igual manera muy difícil
la aplicación de la Constitución de Cádiz.
En marzo de 1813, y tras un durísimo gobierno,Venegas es sustituido por Félix
María Calleja del Rey, el general que tantos triunfos había traído al ejército realista,

306. La influencia de estas Cortes en la Nueva España en Manuel Chust, La cuestión


nacional americana en las Cortes de Cádiz, iih de la unam-Fundación Hs, Valencia, Méxi-
co, 1999 y Manuel Chust y José A. Serrano «Guerra, liberalismo y revolución en España y
México, 1808-1835» en Ivana Frasquet, Bastillas, cetros y blasones. La independencia en
Iberoamérica, mapfre, Madrid, 2006.

Contenido 283
EL TRIUNFO DEL VIRREY

sobre todo en las campañas de 1810-1811, contra Hidalgo y Allende. El gobierno


gaditano se dirigía al virrey en los siguientes términos:307

Excelentísimo Señor:
Siendo en las actuales circunstancias necesaria la persona de V.E. por sus cono-
cimientos militares en esta península ha tenido a bien relevarle de el mando de
ese Virreinato y demás empleos anexos que entregará V.E. al mariscal de campo
Don Félix Calleja a quién se ha servido nombrar para que le subrogue, y de
orden de S.A. lo comunico a V.E. para su inteligencia y cumplimiento.
Dios guarde a V.E. muchos años. Cádiz, 16 de Septiembre de 1812.
Joseph María de Carvajal.

Tras entregar el bastón de mando a Calleja,Venegas saldrá de Palacio Real y se


dirigirá a la casa del conde de Pérez Gálvez, en la ribera de San Cosme, donde per-
manecerá hasta su salida hacia Veracruz el trece de marzo de 1813. Para costear
este viaje, le tuvo que prestar unos veinticinco mil pesos el conde de Casa Agreda,
partió con gran desconfianza, pues intentaron asaltarle varios grupos de insurgen-
tes. A su vuelta a España es nombrado marqués de la Reunión de la Nueva España.
Ocupará el cargo de capitán general de Galicia, y morirá en 1819.

6.2.4. Félix María Calleja del Rey (1813-1816)

Nacido en Medina del Campo, Valladolid, en 1765, Félix María Calleja del Rey
ingresará desde bien joven en el servicio a las armas, luchará en históricas batallas
como las de Argel, Mahón o Gibraltar, y será enviado a Nueva España en 1789 con
el conde de Revillagigedo, como capitán del regimiento de infantería de Saboya.
Será la persona encargada de repeler todos los movimientos sediciosos que se
van a dar en los inicios del siglo xix, y más aún desde el Grito de Dolores, cuando
se dedique íntegramente a la lucha contra los insurgentes, con el cargo de bri-
gadier y con el mando de las tropas. Sus éxitos llegarán con la recuperación de
Guanajuato y el apresamiento de Miguel Hidalgo en Puente Calderón. Con todo
esto, será la persona elegida por la Regencia para sustituir al virrey. De la manera
anteriormente citada era comunicado su relevo a Venegas, a la vez que se le infor-
maba del nombramiento de Calleja.

307. agn, Reales Cédulas, Vol. 207, Exp. 128, Foja 1.

284 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Figura 57
José Perovani, Retrato del virrey Félix María Calleja del Rey, óleo sobre lienzo, 94 x 82 cm,
1815, mnh, México

Desde la Península se nombraba al general que tantas victorias había granjea-


do al ejército novohispano, personaje muy mal avenido con su antecesor Francis-
co Xavier de Venegas, que deberá entregarle el bastón de mando. Estas noticias las
conoció Venegas el once de enero de 1813, aunque no se lo comunicó a Calleja,
y este no recibió los despachos de sus empleos, hasta el posterior veintiocho de

Contenido 285
EL TRIUNFO DEL VIRREY

enero. Ese mismo día, por la tarde, es cumplimentado en su casa de la calle San
Francisco por todas las autoridades. Se trata de la casa del marqués del Jaral, que
posteriormente ocupará Agustín de Iturbide, y que hoy conocemos como Palacio
de Iturbide. En estos agasajos no tuvo más remedio que incluirse su antecesor
Venegas, que tan solo le dio un abrazo de parabién. El día cuatro de marzo se
producirá el traspaso de poder, y ya por la noche Calleja empezará a ocupar el
Palacio Virreinal, mientras saldrá su antecesor a la casa del conde de Pérez Gálvez.
Este hecho fue trasladado a la corte de la siguiente manera:308

Excelentísimo Señor:
El día 4 de este mes tomé posesión de los empleos de Virrey, Gobernador y Ca-
pitán General de este Reino, Presidente de su Real Audiencia y Superintendente
general Subdelegado de Real Hacienda, que se dignó conferirme el Rey Nuestro
Señor Don Fernando 7ª y en su augusto nombre la Regencia de la Monarquía,
a la que suplico a V.E. se sirva elevar esta noticia con la respetuosa y rendida
oblación de mi amor, lealtad y reconocimiento.
Dios guarde a V.E. muchos años.
México 10 de Marzo de 1813.
Excelentísimo Señor:
Félix Calleja.

Esta entrada es similar a otras estudiadas en que el nuevo virrey estaba ya en


tierras novohispanas: se celebró la entrega del bastón de mando y los festejos
acostumbrados durante tres días, pero no hubo viaje ceremonial por Nueva Espa-
ña, los viajes de Calleja habían sido por El Bajío en lucha contra los insurgentes.
En el bando insurgente, tras la muerte de Hidalgo y los primeros caudillos,
la dirección del movimiento había quedado en manos de José María Morelos e
Ignacio López Rayón, creador de la Junta de Zitácuaro. A la llegada de Calleja al
virreinato, Morelos seguía con sus campañas en el sur, y poco tiempo después de
la toma de posesión del nuevo virrey, el veintiocho de junio de 1813, expide un
decreto en Acapulco que convoca a la celebración de un congreso para ese mis-
mo septiembre, en la ciudad de Chilpancingo, y con el objetivo de crear un go-
bierno independiente para México. Morelos adelantó esta celebración, en contra
de los deseos de López Rayón, porque creía que el movimiento insurgente estaba
sumido en la anarquía y necesitaba una nueva centralización como la que tuvo en
la figura de Miguel Hidalgo. Así, el Supremo Congreso Nacional se instauró el ca-
torce de septiembre de 1813, y en su inicio Morelos dio a conocer su programa, al
que tituló Sentimientos de la Nación, que declaraba la independencia y sobera-
nía mexicanas, establecía un gobierno de representación popular con división de

308. agi, Estado, 31, N.21/1/1 Recto.

286 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

poderes, prohibía la esclavitud y la división de la población en castas, sustituía los


tributos por un impuesto único del cinco por ciento sobre las ganancias, declara-
ba que los empleos habían de estar en manos de americanos y no de extranjeros,
leyes para moderar la opulencia de los ricos y aliviar la pobreza de gran parte
de la población, así como apartarla de la ignorancia, la apertura de puertos al co-
mercio internacional y exhortaba a honrar la memoria de Hidalgo y conmemorar
solemnemente cada año el día dieciséis de septiembre. Se trata de un programa
ampliamente liberal, de cariz popular, que busca beneficiar a las clases más bajas,
y de ahí sus enfrentamientos ideológicos con López Rayón. De todo el programa,
quizá lo que más interese a este trabajo es el último punto, y es que por primera
vez se nombra a Hidalgo como un héroe y se insta a celebrar el Grito de Dolores
anualmente, incluso antes de la independencia, en una corriente que dura hasta
la actualidad, puesto que las celebraciones del día de la Independencia celebran
el Grito de Dolores, aunque adelantado un día,309 y no el veintiuno de septiembre,
día de la Independencia mexicana con la entrada iturbidiana en la Ciudad de
México. Las principales decisiones de este Congreso se tomaron alrededor de
la figura de Morelos, al que se nombró generalísimo, al estilo de lo que se hizo
anteriormente con Hidalgo, pues se puso en sus manos el poder ejecutivo, serio
revés para el ala más moderada del movimiento, encabezada por López Rayón. El
seis de noviembre de 1813, se proclamó la completa soberanía e independencia
de México por parte del Congreso.
Pero lo que realmente marca la división entre este apartado y el posterior
se produce al año siguiente de la toma de posesión del general Calleja en la pe-
nínsula ibérica, y es que tras la derrota del ejército francés y la instalación de las
Cortes en Madrid, Fernando VII volverá a España, esta vez ya como rey a todos los
efectos, rey constitucional en lo que hubiesen esperado los liberales españoles.
Sin embargo, a su llegada y tras la firma del Manifiesto de los Persas que apoya
a un Fernando absolutista, el rey derogará la Constitución y todos los decretos
elaborados en las Cortes de Cádiz, volviendo el estado al absolutismo.
Como conclusión, en este apartado se ha descrito la profunda desestructu-
ración del ceremonial clásico de entrada triunfal novohispana, que si bien había
empezado a finales del siglo xviii se confirma de manera tajante ahora. Dos son las
causas principales: la situación de la monarquía con la crisis en la península, y la
llegada de la insurgencia, que altera los procedimientos y engranajes del sistema
virreinal, pues la lucha contra los independentistas pasa a ser el tema de mayor
importancia en Nueva España, y desplazaba todos los demás, incluidas las cere-
monias públicas y festejos. Así, de los cuatro virreyes estudiados solo Francisco
Xavier de Venegas llega a Nueva España desde el exterior, y aún así no lo hace

309. Este cambio se producirá durante el Porfiriato, ya que al adelantar la celebración del
día dieciséis al quince de septiembre esta coincidía con el aniversario de Porfirio Díaz.

Contenido 287
EL TRIUNFO DEL VIRREY

desde la Corte, sino desde su anterior destino en Santa Fé, y realiza un rápido
viaje hasta la capital sin hacer entradas triunfales en las ciudades acostumbradas.
El resto ya estaban en la capital novohispana, y sus entradas se reducen a la toma
de posesión y traspaso de poderes y a los festejos posteriores a los mismos, con
las corridas de toros o banquetes. Incluso Venegas pierde los grandes poderes
virreinales al legislar las Cortes de Cádiz que el virrey quedaba como gobernador
de México, algo que contribuía sobremanera a la fractura de todo el ceremonial
que envolvía a la figura todopoderosa del virrey, ya que este se veía defenestrado
y su cargo reducido a una pequeña porción del virreinato.

6.3. EL DERRUMBE DEL SISTEMA (1814-1821)

En 1814 el absolutismo es restaurado con todas sus consecuencias con la


vuelta de Fernando VII al trono, entre muchas otras el retorno de la figura del
virrey, de sus enormes poderes y de su concepción como una persona infalible,
puesto que el poder le viene directamente del nombramiento de un rey absoluto.
En lo referente a Nueva España, Félix María Calleja del Rey no dudó ni un instante,
tras conocer la noticia del retorno de Fernando VII, en restaurar el absolutismo,
incluso antes de recibir el decreto de cuatro de mayo. Pero la situación ya no era
la misma que en los siglos anteriores, algo había cambiado, y si ya lo había he-
cho en España con la guerra y la formación de Cortes, en México los trastornos
habían sido mayores, pues a esto se unió el auge de la insurgencia y la lucha de
cabecillas como Hidalgo, Morelos, Allende o Aldama por la independencia.
Este proceso insurgente seguía en marcha, pues el veintidós de octubre el
Congreso se reunió en Apatzingán, cercado por las tropas realistas en todo el terri-
torio novohispano. De esa reunión surgió un interesantísimo documento, Decreto
constitucional para la libertad de la América Mexicana, el que conocemos por
Constitución de Apatzingán. Aunque las bases jurídicas de este documento son
sin duda alguna la Constitución de Cádiz y los decretos expedidos por liberales
gaditanos, habrá también algunas modificaciones a los mismos. Así, entre algunas
de sus disposiciones se pueden destacar la defensa de la soberanía popular, divi-
sión de poderes, religión católica como única, igualdad de todos los ciudadanos
ante la ley, libertad de palabra y prensa o la inviolabilidad del domicilio. Podemos
inscribir este primer intento de Constitución mexicana en las corrientes cons-
titucionalista de la época, como las creadas en Francia o España, más que en
las ideas que Morelos había expresado meses antes en sus Sentimientos de la
Nación.
Uno de los últimos grandes triunfos del ejército realista se producirá al año
siguiente. Morelos caerá en manos realistas en Pumarán, al intentar proteger a los

288 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

«congresistas» en su huida, y un mes más tarde de su apresamiento, el veintidós


de diciembre de 1815, será fusilado tras ser condenado en un doble proceso,
eclesiástico y civil. Este hecho marcará una etapa de decadencia para el movi-
miento insurgente, que quedará dividido en diferentes facciones y en las cuales
los despropósitos se sucederán: Nicolás Bravo quedaba al mando de las tropas,
pero los mandos del Congreso quisieron destituirle del mando militar, y este fue
disuelto poco tiempo después por Manuel Mier y Terán como respuesta a la re-
belión de los congresistas contra Bravo. Así, la insurgencia se caracterizará por
una lucha de resistencia, con solo dos protagonistas en los próximos años, Mina
y Guerrero, que solo conseguirá controlar la situación con la inesperada traición
de un general realista: Agustín de Iturbide. La fama de Calleja del Rey en la his-
toriografía mexicana será de sanguinario y cruel por su fuerte represión de los
insurgentes, pero si se atiende a la administración a la que tenía que servir, fue
un gran organizador y reformó en buena parte el ejército novohispano, que a su
salida del poder tenía treinta nueve mil hombres equipados e instruidos y más de
cuarenta y cuatro mil milicianos distribuidos entre la población civil. Será releva-
do en 1816, y el diecinueve de septiembre entregará el bastón a su sucesor, Juan
Ruiz de Apodaca:310

Excelentísimo Señor:
El día 19 de este mes entregué el mando de este Reino a mi sucesor el Teniente
General de la Real Armada don Juan Ruiz de Apodaca, a quién desde la primera
noticia que tuve por el Gobernador de Veracruz de su nombramiento y próxima
llegada a aquella plaza, hice reconocer por Virrey, y mandé al mismo goberna-
dor y jefes militares y políticos del tránsito le obedecieran y cumpliesen desde
luego sus órdenes.
Posesionado del mando me entregó la Real Orden expedida por el extinguido
Ministerio de Indias en 10 de Marzo del año próximo pasado, por la qual se
me comunica otro nombramiento; y en su vista nada tuve que hacer sino dis-
ponerme a emprender mi marcha a esa Peninsula como lo verificaré para el
15 del próximo Octubre que tiene resuelta mi sucesor la salida del convoy de
Platas que con anticipación a su llegada hice abrir y anunciar al público: todo lo
que ruego a V.E. se sirva hacer presente al Rey Nuestro Señor para su soberana
inteligencia y que quedo formando la instrucción que previenen las leyes para
entregarla a mi sucesor antes de mi partida.
Dios guarde a V.E. muchos años. Tacubaya a 30 de septiembre de 1816.
Excelentísimo Señor:
Félix Calleja.

310. agi, estado, 31, N. 48.

Contenido 289
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Podemos considerar esta carta como la despedida de Calleja del poder, y en


ella resaltar varias cosas, además de la información que nos brinda sobre la llega-
da y toma de poder de su sucesor. En primer lugar, que espera a su regreso para
poder salir con el convoy de plata, lo que nos habla de la inseguridad de las tierras
novohispanas en ese momento: un asalto insurgente podría darse fácilmente y
por ello era mejor esperar a un convoy seguro con el que viajar hasta Veracruz,
y nada lo era más que el de la plata que tenía que viajar hasta la península. Por otra
parte, parece que en medio de tan grandes conmociones se seguían respetando
las Leyes de Indias, y Calleja estaba obligado a entregar a Apodaca la importante
instrucción sobre lo hecho en su gobierno, y lo que era necesario realizar.
De regreso a Europa, Félix María Calleja del Rey será ascendido a teniente
general, con el cargo de capitán general de Andalucía, y galardonado con la Cruz
Laureada de San Fernando. En 1820 Fernando VII requerirá de nuevo de sus ser-
vicios para América, con la misión de recuperar las tierras sublevadas al sur del
continente, sin embargo, nunca partirá ya que estas mismas tropas son las que
sublevó Rafael del Riego en Cabezas de San Juan, así empezó una nueva revuelta
que conducirá al Trienio Liberal, y también a la independencia de México.

6.3.1. Juan Ruiz de Apodaca y Eliza (1816-1821)

Para el caso de Juan Ruiz de Apodaca, se debe decir que realmente estamos
ante el último virrey novohispano estrictamente hablando, ya que los siguientes
son capitanes generales y gobernadores de México, aunque a Juan O’Donojú se
le respete la numeración. Apodaca nace en Cádiz en 1754, e ingresa a temprana
edad en la Real Compañía de Guardias Marinas, en San Fernando, donde se distin-
guió como hábil negociador. Al estallar la guerra contra Francia, se le nombró en
1809 ministro plenipotenciario en Londres, y se le impuso el hábito de la Orden
de Calatrava. En 1812 será nombrado capitán general de Cuba, donde se distin-
guirá por impulsar la construcción naval, al dar un gran esplendor a los astilleros
de La Habana. Ya en 1816 se le asignará un nuevo destino, y este será Nueva
España, con el distinguido cargo de virrey en sustitución del general Calleja. Según
Bustamante, su nombramiento es una de las pocas muestras de prudencia de Fernan-
do VII en temas americanos, ya que a él se debía el apoyo inglés en la guerra, y su
opinión era que Nueva España no estaba pacificada, sino que tras las derrotas de
Hidalgo y Morelos por Calleja se necesitaba una magna obra de reconciliación
de la sociedad. 311

311. Bustamante, C. M.: Notas y Suplemento, en CAVO, A.: Los tres siglos de México duran-
te el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.

290 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Figura 58
José Arias Favila, Retrato del virrey Juan Ruiz de Apodaca,
óleo sobre lienzo, 95 x 68 cm, 1819, mnh, México

Contenido 291
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Apodaca llegó a Veracruz con los cuadros de los regimientos de Puebla y Méxi-
co que quedaban en Cuba de expedición desde 1792, justo por esa convicción de
que a Nueva España le faltaba mucho para llegar a una pacificación efectiva.Tras
su recibimiento en Veracruz, se disponía a hacer el tránsito acostumbrado hasta su
llegada a México, pero en la Hacienda Los Virreyes le sorprendió un ataque in-
surgente, de una cuadrilla encabezada por Osorno. La lucha entre los realistas
llegados de La Habana y los insurgentes fue dura, y quizá estos últimos hubiesen
conseguido la victoria de no ser por la apreciable ayuda de otro contingente rea-
lista, el encabezado por Márquez Donavo. Sin embargo, los prisioneros insurgen-
tes no serán ejecutados, y según algunos cronistas recibieron incluso los cuidados
de la virreina en la cercana Venta del Ojo de Agua.Tras esta desagradable sorpresa,
se tomó la determinación de realizar el tránsito rápidamente hasta la capital, por
razones de seguridad. Sin embargo, hay referencias sobre su entrada en Puebla, en
la cual la actuación del virrey –visita conventos y realiza acciones populares
en establecimientos piadosos– le hizo ganar muchos enteros en su ansiada tarea de
pacificación. Su próxima parada era la gran capital novohispana, de lo cual infor-
ma el virrey Calleja a la sociedad:312

El día 20 del corriente ha de tomar posesión del mando Superior de estos Domi-
nios mi sucesor el Excelentísimo Señor Don Juan Ruiz de Apodaca cuya noticia
comunico a V.S. para su inteligencia y gobierno.
Dios guarde a VS muchos años. México, 18 de septiembre de 1816.
Calleja.

El diecinueve de noviembre de 1816 llegó a Guadalupe, donde se realizarán


las ceremonias apropiadas y el traspaso del poder, para al día siguiente entrar en
la Ciudad de México y tomar posesión de los empleos, en un esquema seguido
por la mayoría de virreyes desde la época del II conde de Revillagigedo. Estos
hechos y ceremonias serán comunicados, como era costumbre, a la Corte por
parte del nuevo virrey:313

Excelentísimo Señor:
El día 19 del mes anterior llegué felizmente a la Villa de Guadalupe distante una
legua de esta capital, y en la tarde del mismo recibí el mando de estas provincias
de mi antecesor el Teniente general Don Félix María Calleja; y habiendo entrado
al día siguiente en esta Capital y tomado posesión de los empleos de Virrey,
Gobernador y Capitán General de este Reino con que la piedad del Rey Nuestro
Señor se ha dignado honrarme, lo participo a V.E. para que se sirva elevarlo a
la Soberana noticia de Su Majestad en concepto de que limitándome por ahora

312. agn, Inquisición, Caja 34, Exp. 3.


313. agi, estado, 31, N. 30.

292 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

a este aviso, participaré sucesivamente desde el inmediato correo, todo lo que


ocurra y mereciere la atención de Nuestro Soberano, valiéndome del conducto
de V.E. en los ramos del Ministerio de su cargo.
Dios guarde a V.E. muchos años. México 1º de octubre de 1816.
Excelentísimo Señor
Juan Ruiz de Apodaca.

Los días posteriores a la entrada serán días de regocijo y felicidad, entre las
tres jornadas festivas preceptivas y la falta de noticias sobre la insurgencia, todo
hacía pensar que Apodaca sería capaz de pacificar Nueva España, y devolverle el
esplendor perdido. Sin embargo, este espejismo no durará mucho tiempo, ya que
tras Hidalgo y Morelos otros cabecillas, aunque menos importantes, seguirán la
lucha contra las autoridades coloniales. En 1817 llegará a la Nueva España, desem-
barcando en Soto-La Marina, Javier Mina «El Mozo», sobrino del general español
Espoz y Mina, que encabezará una nueva revuelta contra la autoridad virreinal,
enmarcada por la historiografía mexicana dentro de la insurgencia. Sin embargo,
las tropas realistas conseguirán la victoria contra los sublevados en la Granja del
Venadito, y Mina será fusilado por la espalda con cargos de traición a España. Esta
actuación le merecerá al virrey el título de conde del Venadito, del que el propio
Apodaca no se sentirá nada orgulloso, al intuir cierto tono sarcástico en el mismo,
ya que al fin y al cabo, tampoco él fue capaz de evitar el camino de México hacia
la independencia. Incluso demandó que se cambiase este título, pero la única
respuesta real que obtuvo fue: Quod scripse scripse.314 El único insurgente que
resistirá será Vicente Guerrero, con sus amplias campañas que se mantendrán en
el sur al menos hasta 1820, momento en que parecía que la insurgencia estaba
ya sofocada en toda Nueva España. Sin embargo, si estos cuatro años desde la
llegada de Apodaca habían sido de relativa calma, a partir de 1820 los sucesos se
desencadenarán con fuerza.
En la Península ibérica, en marzo de 1820 estalla una nueva sublevación, esta
vez encabezada por Rafael del Riego, que acabó triunfando con la restauración
de la Constitución de 1812, de manera que da inicio a la etapa de la historia es-
pañola conocida como Trienio Liberal, que llega a 1823 y en la que se inscribe
la independencia mexicana. Su restauración en Nueva España será motivo de
polémica, cuando los comerciantes veracruzanos se adhirieron inmediatamente
a la causa liberal, y obligaron a las autoridades locales a reinstaurarla el día vein-
tiséis de mayo. Cinco días más tarde, Apodaca se verá forzado a promulgarla en
la capital. De nuevo la figura del virrey se veía totalmente denostada, Apodaca se
vio reducido al papel de gobernador de México y capitán general. Parecía que los

314. Bustamante, C. M.: Notas y Suplemento, en Cavo, A.: Los tres siglos de México durante
el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.

Contenido 293
EL TRIUNFO DEL VIRREY

liberales españoles iban a endurecer los decretos contra realistas y clero, que les
habían traicionado seis años antes, con medidas como la expulsión de los jesuitas,
desamortizaciones, reducción de diezmos o abolición de fueros eclesiásticos. Por
ello, los peninsulares novohispanos temieron una gran conspiración entre crio-
llos y clero para ganar el poder en México, cosa que conducirá a la famosa Con-
jura de la Profesa. De esta manera, algunos funcionarios peninsulares dispuestos
a desconocer la restaurada Constitución, llevaban a cabo reuniones en el templo
de La Profesa, en la capital novohispana, encabezados por Matías Monteagudo,
rector de la Universidad de México y cuyo objetivo era una respuesta similar a
la encabezada por Gabriel de Yermo en 1808, que depuso a José de Iturrigaray
para intentar devolver la Nueva España a su situación anterior. Además, los pe-
ninsulares no serán los únicos que empiecen conspiraciones ya que, al igual que
en 1808, las conjuras empezarán a ser algo común en México, donde por todas
partes se hacían juntas clandestinas, debates, discusiones sobre las mejores mane-
ras de gobierno y las más provechosas para los intereses mexicanos. Así, muchos
peninsulares y también criollos altamente vinculados a los intereses peninsulares,
la parte alta de la sociedad novohispana, empezarán a ver la independencia como
un mal menor ante la posible pérdida de sus privilegios por el triunfo del sistema
liberal en la península ibérica.
En medio de este clima de confabulación, emergerá con fuerza una figura,
la misma que centrará la historia mexicana en sus primeros años de indepen-
dencia: el general realista Agustín de Iturbide. Nacido en 1783, en Valladolid de
Michoacán, y de origen criollo, destacó en su lucha contra la insurgencia por su
dureza y por sus ideas antiliberales, cosa que le convertía en idóneo para repre-
sentar los propósitos de la nueva tendencia ideológica que llegaba a los peninsu-
lares residentes en México, sobre todo para los participantes en la Conjura de La
Profesa. Pero para que los planes no se torcieran se debía suprimir la insurgencia,
representada en estos momentos por Vicente Guerrero. Sin embargo, Iturbide se
decantó por ponerlo de su lado, ya que una lucha demoraría el proceso en de-
masía, y se produjo el conocido Abrazo de Acatempan, tras las iniciales negativas
de Guerrero. Así, los dos ejércitos quedarán unidos en uno nuevo, que se llamará
Ejército Trigarante, por defender para México la promesa de las tres garantías:
Religión, Independencia y Unión. Este ejército no librará apenas batallas, sino
que se moverá por Nueva España a fin de sublevar pueblos y ciudades que se
unan a su causa sin presentar resistencia.Además, buena parte del ejército realista
seguirá poco a poco los pasos de las tropas comandadas por Iturbide y cruzará
al bando contrario. Ya en febrero de 1821, Iturbide presentará su famoso Plan
de Iguala, en que se proclamaba la independencia, pero como una monarquía
constitucional, invitando al propio Fernando VII al trono del Imperio mexicano,
o a algún otro príncipe de la dinastía reinante si este no aceptara. Otros puntos a

294 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

tener en cuenta son la declaración del catolicismo como religión única, la garan-
tía de estabilidad a las clases privilegiadas y la exclusión de la ideología social de
Hidalgo y Morelos.
De este modo, poco a poco la incertidumbre irá calando entre los pocos diri-
gentes que quedaban en la defensa del régimen virreinal, que veían como la situa-
ción que pocos meses antes se veía como prácticamente controlada se desmo-
ronaba, en un momento que parecía aún más crítico que el de 1810. Se instauró
una Junta de Guerra para programar los planes a seguir para la lucha contra los
independentistas. En la misma, los asistentes se amotinaron contra el virrey Apo-
daca y le obligaron a dejar el cargo, y traspasar el poder al general Liñán, cosa que
se tenía que verificar el cinco de julio de 1821. Sin embargo, tras la no aceptación
del cargo por parte de este, será nombrado el mariscal de campo don Francisco
Novella, sin esperar a recibir instrucciones del gobierno constitucional español.
La noticia se daba a conocer en los siguientes términos:315

De orden superior se inserta lo siguiente:


Entrego libremente el mando político y militar de estos Reinos a petición
respetuosa que me han hecho los señores Oficiales y tropas expedicionarias
por convenir así al mejor servicio de la Nación en el Sr. Mariscal de Campo
D. Francisco Novella, con solo la circunstancia que por los oficiales represen-
tantes se me asegure la seguridad de mi persona y familia, manteniendo la tro-
pa de Marina y dragones que tengo y se me dé además la escolta competente
y pasaporte del Sr. Nuevo Capitán General para marchar en el día siguiente
a Veracruz para mi viaje a España, dejando a cargo de dicho Sr. Novella con
toda la autorización competente dar las disposiciones y órdenes para la conti-
nuación del orden y tranquilidad pública, y entenderse en vista de esta cesión
que hago con las autoridades tanto eclesiásticas como civiles y militares del
reino.
México 5 de julio de 1821.
El Conde del Venadito.

Las condiciones eran claras, quería absoluta seguridad para poder volver a
España, en un país que estaba totalmente sublevado y en el cual su llegada en
perfectas condiciones a Veracruz no era segura. El seis de julio ya salía de Guada-
lupe hacia Veracruz, en un viaje rápido para embarcar a su llegada al puerto. En
1824 será nombrado virrey de Navarra, y morirá tan solo cuatro años después,
en 1828.

315. Gazeta de México del Sábado 7 de Julio de 1821.

Contenido 295
EL TRIUNFO DEL VIRREY

6.3.2. Francisco Novella (1821)

Don Francisco Novella era general de artillería cuando aceptó el cargo de ma-
nos de los amotinados, aunque ya no era de virrey, puesto que el título se había
vuelto a suprimir con la restauración constitucional de 1820. Sin embargo, se ha
de aclarar que en Madrid ya se tenía preparado el sucesor de Apodaca con ante-
rioridad al nombramiento de Novella, pero se permitió que este llevara a cabo la
interinidad en el cargo al considerarlo una persona muy válida para la lucha con-
tra los independentistas. Gran parte de las corporaciones mexicanas, sobre todo
la junta provincial, presentaron problemas a este nombramiento, incluso cuando
aducen que la dimisión de Apodaca era nula, pero cuando Novella y la Real Au-
diencia las llamaron para celebrar el juramento al nuevo jefe de Nueva España, no
tuvieron más remedio que acatar esta decisión. La toma de posesión de Novella se
produjo el ocho de julio de 1821. La noticia era relatada de la siguiente manera:316

En la mañana del 8 del corriente julio a las nueve y media se ha celebrado en


el salón principal del palacio nacional el juramento de posesión del mando de
estos reinos, que el Excmo. Sr. Conde del Venadito cedió al Excmo. Sr. D. Fran-
cisco Novella en los términos anunciados por los rotulotes que se fijaron en las
esquinas de las calles principales de esta capital y aviso de la gaceta anterior.
Al efecto se pasó oficio a todas las corporaciones eclesiásticas, civiles y mili-
tares y empleados de la Hacienda pública. Reunidos todos en dicho salón a la
hora señalada entró la excma. Diputación provincial que debía recibir el jura-
mento, con el ayuntamiento constitucional que le acompañó bajo de mazas y
a poco llegó el Ilmo. Sr. Arzobispo que ocupó la izquierda de S.E.
Antes de prestar SE el juramento arengó al lucidísimo concurso espectador,
previniendo el nuevo y grandioso empeño que tomaba sobre sí de sostener
los derechos del Rey constitucional, el honor de las armas españolas, y de sus
sabias leyes y la seguridad de sus individuos en los críticos momentos en que
temerariamente le amenazan los anarquistas que tanto se han empeñado en
consumar la ruina de su desgraciada patria cuando una Constitución sabia y
liberal la elevaba al rango de las naciones opulentas e ilustradas.
Pronunciado el santo juramento puesta la mano sobre la cruz de la espada y
presentes los Santos Evangelios e imagen de Cristo Crucificado, SE volvió a rati-
ficar sus protestas anteriores, a que el Imo. Sr. Arzobispo le contestó con energía
prometiéndole su cooperación en cuanto estuviera a su alcance sin perdonar
sacrificio que fuera conducente a conservar la tranquilidad del pueblo.
En seguida las corporaciones felicitaron a SE por su orden y luego a la Excma.
Sra. virreina, observando el ceremonial de estilo por la oficialidad, cuerpos y
particulares que han manifestado su amor al orden y respeto a las autoridades
constituídas.

316. Gaceta del Gobierno de México del Martes 10 de julio de 1821.

296 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

Para la celebridad del acto se dispusieron los tres días de gala, y paseo público
con las músicas militares. SE sin embargo de la multitud de asuntos que despa-
chó en aquel día y continuaba despachando con actividad, asintió al paseo y
a la noche al teatro en medio de los enérgicos y sinceros vivas y aclamaciones
que le tributaron los concurrentes.

Incluso tendrá el honor de recibir funciones en el Coliseo en su honor, donde


se cantaban marchas cuyo estribillo rezaba:317

Victoria, victoria
Y viva Novella,
De este cielo estrella
Y aurora de paz.

De esta forma, las autoridades coloniales optaban por realizar las ceremonias y
los días de fiesta de la manera en que estaba estipulado tradicionalmente. Había que
transmitir a la población una idea de continuidad y normalidad, y no había nada
mejor para ello que una gran ceremonia con etiquetas, y los tres días de fiesta
que tanto habían servido al Antiguo Régimen para mantener a la sociedad unida,
y separada de conjuras y levantamientos. Novella no estará ni un mes en el cargo,
pues su sucesor llegó a finales del mismo julio a Veracruz, y durante su breve
gobierno los independentistas no harán más que sumar adeptos y conseguir la
capitulación de nuevas ciudades, siendo el caso más reseñable el de Puebla, que
será sitiada y ocupada por el general Bravo.

6.3.3. Juan O’Donojú (1821): llegó, firmó y murió.

Nacido en Sevilla en 1762, en el seno de una familia de origen irlandés, Juan


O’Donojú,318 entrará muy joven al servicio del rey, será ministro de Guerra y
capitán general de Andalucía antes de dirigirse a Nueva España con el cargo de
jefe político superior, ya que el de virrey estaba abolido. Aún así, se le guardará
el honor de considerarlo en numeración como virrey gracias a su aportación a la
independencia, por lo cual también se le rendirán grandes honores a su muerte y
será enterrado en la catedral metropolitana de México.

317. Bustamante, CM.: Notas y Suplemento, en Cavo, A.: Los tres siglos de México durante
el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.
318. Valle-Arizpe, A.: Virreyes y virreinas de la Nueva España. Tradiciones, leyendas y
sucedidos del México Virreinal. Ed. Jus, México, 1947.

Contenido 297
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 59
Desconocido, Retrato de Juan O’Donojú, óleo sobre lienzo,
93,5 x 75 cm, 1821, mnh, México

298 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

O’Donojú llegará a Veracruz el primero de agosto de 1821, en el navío Asia,


comandado por José Primo de Rivera.319 Será allí mismo, y tras jurar la Constitu-
ción, donde tome posesión de los cargos, algo muy extraño puesto que nunca
se había dado esta ceremonia en Veracruz, y menos con semejante rapidez y al
margen de la persona encargada del poder en esos momentos. Novella habla en
un comunicado oficial de ello:320

Por el sistema de verdad y pureza con que se ha propuesto este gobierno obrar,
se da al público con oportunidad noticia de lo que contiene una carta del Te-
niente General don Juan O’Donojú, que por mano de D. Antonio Recalde, admi-
nistrador de Zoquiapan, ha recibido en la tarde de hoy, no saliendo responsable
de que pueda ser verdadera la citada carta; y que habiéndose extendido en el
público que habia recibido el gobierno pliegos de Veracruz, es necesario no
ocultarle nada sin figurar misterios que el mismo público podrá descubrir.
Dice la carta que el Excmo. Sr. D. Juan O’Donojú que el 1º del corriente llegó a
la plaza de Veracruz para trasladarse desde ella a esta capital a tomar posesión
del mando militar y político como Capitán General y Gefe Superior de Nueva
España nombrado por S.M., que ha jurado la Constitución en manos del Gober-
nador, y que está en posesión de los empleos con que el Rey se dignó honrarle:
lo que me participa para que lo haga yo saber al ejército y ayuntamientos con
quienes esté en comunicación, y que le dé noticias del estado actual de esta
capital y demás poblaciones del reyno &c.
Con esta manifestación conocerá el público: I. que si es cierta la llegada del Sr.
O’Donojú, el Gobierno habló con exactitud cuando anunció con fecha de 21 de
julio último la próxima llegada de tropas según avisos que tuvo en Veracruz, y
equivocarían con la próxima llegada de dicho Sr. Excmo., que supondrian que
no vendría solo. 2º. Que si viene así deberá traer instrucciones de lo que ha
de verificar con respecto al estado actual del reino, en cuyo caso no se halla
este Gobierno, hasta que no tome posesión de él el citado Excmo. Sr. D. Juan
O’Donojú presente que se halle en esta capital. 3º. Y consiguiente, que el Go-
bierno nunca estará discorde con lo determinado por el Supremo de España,
obrando como hasta aquí, si no sabe con certeza y formalidades correspondien-
tes lo que las Cortes y el Rey han resuelto, siendo esta conducta la más razona-
ble y prudente que demanda la situación en que lo ponen y comprometen los
enemigos; pero que al mismo tiempo demuestra la firmeza del carácter español,
sosteniendo hasta el término que se debe llegar al juramento que han hecho de
guardar la integridad de las Españas, conforme al artículo 1 y 2, cap. Iº tit. Iº de
la Constitución política de la Monarquía española.
México, 13 de agosto de 1821= Novella.

319. Carlos María de Bustamante, Notas y Suplemento, en Andrés Cavo.: Los tres siglos de
México durante el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante.
En las crónicas de Bustamante y Arrangoiz se habla del 30 de julio de 1821 como fecha
de su llegada.
320. Gaceta Extraordinaria del Gobierno de México del Martes 14 de agosto de 1821.

Contenido 299
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Esta rapidez en los hechos, nos indica quizá las intenciones de O’Donojú de
reunirse con el jefe de los independentistas, Iturbide, y tener ya en sus manos
en ese momento el poder para tomar las decisiones que creyera más oportunas.
A partir de esta llegada a Veracruz, el periplo hasta Ciudad de México será bien
diferente del de los otros virreyes, y en cierto modo mucho más sustancial, por
cómo va a actuar en su siguiente destino, Córdoba. En esta villa se reúnen Juan
O’Donojú y Agustín de Iturbide, el veinticuatro de agosto de 1821, celebrando los
llamados Tratados de Córdoba, que reconocían la soberanía e independencia de
México y su constitución en un Imperio bajo la forma de gobierno monárquico
constitucional moderado, se reiteraba la invitación a Fernando VII para ocupar el
trono, pero se agregaba la cláusula que rezaba que en caso de que ningún miem-
bro de la familia real española lo ocupara, lo haría «la persona que designaran las
Cortes del Imperio Mexicano».321 Durante el resto del trayecto, O’Donojú será re-
cibido por las autoridades y el pueblo de las diferentes ciudades de tránsito, pero
ya no se trataba de una conmemoración simbólica de la conquista cortesiana,
ni de una entrada triunfal virreinal, se estaba recibiendo a la persona que había
ayudado a los mexicanos a conseguir su independencia. Buena muestra de ello se
puede extraer de su recibimiento en Orizaba, donde se publicó la siguiente nota
de una carta recibida en la edición de La Abeja Poblana:322

Señor Editor de la Abeja Poblana:


Muy Sr. Mio: un amigo que tengo en Orizava y que presenció la entrada en
aquella villa del Excmo. Sr. D. Juan O’Donoju, me escribe noticiándome todas las
ocurrencias de las pocas horas que SE residió en ella: me refiere la satisfacción del
Pueblo, el regocijo general, el recibimiento que le hicieron los venerables clero y
El Ilustre Ayuntamiento; colgaduras, iluminación, arcos de triunfo, toros &c. &c.
La carta es larga y por esto no le suplico a vd. la inserte toda en su apreciable
periódico, pero si le ruego lo haga, aunque sea necesario un suplemento de la
arenga con que felicitó a SE el sr. D. Manuel Montes de Argüelles, Regidor Dipu-
tado por su cuerpo para el desempeño de esta comisión y de la contestación del
Sr. O’Donojú: uno y otro me parece digno de la contestación del público.

Es, además, muy oportuno reproducir las arengas de ambos señores en este
trabajo, porque parecen marcar el final de la época colonial, con una sugerente
comparación entre Hernán Cortés y Juan O’Donojú:323

Dijo el Sr, Argüelles: Dos hombres célebres han arribado a las fértiles playas
del Anáhuac en tres siglos. Cortés para destruir su Independencia, y VE para

321. Tratados de Córdoba (1821).


322. La Abeja Poblana Del Jueves 13 de Septiembre de 1821 Y 1º de nuestra independencia.
323. Ibídem.

300 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

consolidarla. Si las glorias del primero han sufrido contradicciones por las luces
diferentes de los tiempos, las de VE durarán eternamente porque se fundan en
virtudes de una sólida filosofía cristiana que le ha granjeado al amor de todos
los hombres y los corazones de los Mejicanos.

El Sr. O’Donojú dijo: Idolatra de la libertad de los Pueblos, y no siéndome


desconocidos los deseos de los Americanos, arrastrando dificultades, vine a su
país para ayudarles a recobrar sus derechos, sin perder de vista los que tiene la
antigua España, por tantos títulos acreedora a la íntima amistad y unión con lso
habitantes de esta nueva. No aspiro a la celebridad de Cortés sino al amor de
unos hombres dignos de ser libres y respetados.

Las autoridades y el pueblo tenían claro que la situación del país había cam-
biado, que O’Donojú, la autoridad española, había reconocido la independencia,
y que, por tanto, empezaba una nueva etapa de su historia. Sin embargo, faltaba
convencer al gobernador de Ciudad de México, Francisco Novella de que ya no
tenía sentido la resistencia, porque la máxima autoridad a la que él debía respeto
ya había aceptado y el ejército comandado por Iturbide estaba ya en Chapulte-
pec. Su cambio de parecer se producirá el trece de septiembre, tras una reunión
tripartita en la Finca la Patera, y el día veintitrés del mismo, O’Donojú ordenó
a la guarnición realista el abandono de la ciudad, para que el Ejército Trigaran-
te pudiese entrar en la misma. A partir de entonces, desde Tacubaya, Iturbide y
O’Donojú dirigirán la retirada de las tropas realistas, esperando a que llegue su
momento.
El día veintiséis de septiembre, a las cinco de la tarde y por la garita de Belen,
se producirá el ingreso triunfal de Juan O’Donojú en Ciudad de México. Fue reci-
bido con salvas de artillería, cohetes, repiques de campanas y grandes demostra-
ciones de júbilo por parte del pueblo capitalino. El ayuntamiento lo obsequiará
con refresco, cena y cama –al igual que hacía con los virreyes– y fue cumplimen-
tado por todas las corporaciones. Se hospedará en la casa del conde de Berrio,
en la calle de San Francisco. Pero esta vez no era su entrada la que importaba,
la que realmente marcaba el final de una época se produciría al día siguiente, y
O’Donojú la observaría atento desde el balcón de la casa del conde de Berrio: se
trataba de la entrada del Ejército Trigarante, con Agustín de Iturbide a la cabeza,
era el día que daba inicio al México independiente. El día veintisiete de septiem-
bre de 1821, el Ejército Trigarante hace su ingreso en la capital novohispana, que
se convierte con esta entrada en capital mexicana. Así, el mismo día de defunción
del régimen colonial, patrón de fastuosas y excelentes entradas triunfales, se mar-
cará con otro recibimiento triunfal, de manera más espontánea y menos elabora-
da aunque con grandes similitudes con los ingresos virreinales.

Contenido 301
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Figura 60
Desconocido, Entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México,
óleo sobre lienzo, 1821, mnh, México

Parece oportuno finalizar con la siguiente noticia, publicada en la Gaceta Im-


perial de México:324

En medio del transporte de alegría en que estaba el Imperio celebrando sus dichas
por la independencia que logró, dispuso el Todopoderoso darle a conocer, que
en esta vida no hay felicidad alguna completa, y que el día de la risa, es anuncio
del de la pena. La persona que amaba con ternura por la gran parte que tuvo en
un suceso tan maravilloso, por su bondad, moderación, prudencia y el resto de
las virtudes sociales que tanto le recomendaba, el Excelentísimo Señor Don Juan
O’Donojú, Teniente General de los ejércitos españoles, Gran Cruz de las órdenes
de Carlos III y San Hermenegildo, Capitán y Jefe Político Superior que fue de la
Nueva España, y uno de los Regentes del Imperio &c.&c., enfermó de pulmonía y
dolor pleurítico, o al costado, con sentimiento universal de este vasto vecindario,
el que mitigaron las prontas providencias que tomó el Excelentísimo Señor Ge-
neralísimo, Almirante y Presidente de la Regencia Don Agustín de Iturbide, para
cuidar de su preciosa vida; entre ellas fue una la de mandar al Protomedicato se
encargara de la curación unido con los profesores llamados por el paciente (…).

324. Gaceta Imperial de México del Jueves 11 de octubre de 1821.

302 Contenido
E N T R A D AS T R I U N FA L ES A F I N A L ES D E L V I R R E I N ATO (1789-1808)

(…) Oyó la nueva con resignación cristiana, y la apacibilidad de quién empleó su


preciosa vida en procurar el bien y la libertad de sus semejantes. En la noche del
día 7 se le ministró el sagrado Viático, disponiéndose la conducción de su Divina
Majestad con el decoro mayor que permitió la estrechez del tiempo.

No se había cumplido el mes de la independencia y una de sus grandes figuras


moría. La muerte de Juan O’Donojú será tratada como la de un virrey, con grandes
oficios en la catedral, honras por su muerte, repiques de campana, una magnífica
pira, procesión por las calles de la capital, y será enterrado finalmente en la cate-
dral metropolitana. Con él moría el último gran referente de la etapa virreinal, el
último jefe enviado desde la península, que además consintió la independencia
mexicana. El duelo por O’Donojú es un digno final para esta evolución de las
entradas triunfales en la Nueva España.

Contenido 303
CONCLUSIONES

Contenido
Para concluir, se debe recapitular parte de lo explicado y trazar algunas ideas
generales que podemos extraer de la documentación y bibliografía utilizada para
confeccionar los anteriores capítulos. En primer lugar, se ha explicado el surgi-
miento de un modelo ceremonial en Europa, con raigambre en la Antigüedad
clásica y la Edad Media, pero que nace como tal con el Renacimiento en Italia. Es
entonces cuando la entrada triunfal moderna se esquematiza, tanto ceremonial
como artísticamente, y se extiende por toda Europa, llegando a sus más apoteósi-
cos niveles con la tan estudiada «fiesta barroca». Pero la explicación de este mode-
lo ha tenido la finalidad de ver cómo, tras la Conquista, este se traslada a América
como una parte más de la cultura hispánica que se va a imponer en los virreina-
tos americanos. Sin embargo, observaremos, más en concreto en el Virreinato de
Nueva España, algunas características propias y exclusivas: la extremada opulen-
cia del arte efímero, la gran magnitud de los actos festivos, y la existencia de un
viaje ceremonial, desde Veracruz a México siguiendo la ruta de Hernán Cortés
desde la fundación de la Villa Rica de la Vera Cruz hasta la toma de la Tenochtitlán
mexica. Se trata de una rememoración simbólica de la conquista con la llegada
de cada nuevo virrey, que busca afianzar el poder español sobre las tierras con-
quistadas. Se ha explicado el modelo tradicional de entrada novohispana, con el
viaje ceremonial y las diferentes entradas que realizan las ciudades con privilegio
para ello –Tlaxcala, Puebla, Cholula, Huejotzingo y México–, el traspaso de poder
en Otumba y su llegada a la gran capital para jurar el cargo y entrar triunfalmente,
con los tres días de fiesta preceptivos. Tras esto, se ha llegado al punto central
del trabajo, la que estudia el ceremonial de estas entradas desde la fundación del
virreinato hasta la independencia en 1821.
A lo largo de los capítulos tercero, cuarto y quinto se ha explicado la adapta-
ción, creación, esplendor y desarrollo del ceremonial de entrada virreinal en la
Nueva España, desde el siglo xvi a mediados del siglo xviii. Se trata de una etapa
en que los grandes virreyes del barroco realizarán magníficas entradas en las ciu-
dades de Puebla y México, con un boato inusitado y con grandiosas arquitecturas

Contenido 307
EL TRIUNFO DEL VIRREY

efímeras que funcionan como espejos de príncipe para el enviado del siempre
distante monarca español. Durante estos dos siglos, el ceremonial se crea, se eti-
queta firmemente y los cambios en el mismo serán apenas perceptibles, siendo
en su mayoría coyunturales. Naturalmente, sí evolucionarán las arquitecturas efí-
meras, pasando de una inicial sobriedad de formas al grandioso decorativismo del
barroco novohispano, con estructuras llenas de curvas, frontones, bichas, atlantes
o medallones, aunque siempre respetando la tipología formal: el arco de triunfo
de tradición clasicista, imitando a los grandes arcos permanentes romanos, bien
se trate de arcos de dos fachadas para las calles principales o de un enmascara-
miento de fachada, como sucede en el caso de las catedrales. Es evidente que el
gusto estilístico avanzará con los tiempos junto a la evolución general de la histo-
ria del arte y como elementos incluidos en la misma. En cuanto a los programas
iconográficos que se desarrollan en los mismos, la verdadera razón de ser de los
arcos y lo que dará idea al pueblo de la magnificencia de su nuevo gobernante y
al virrey de cómo debe ser su gobierno, hunden durante todo este período sus
raíces en la mitología y la historia clásicas, así como en la emblemática llegada
de Europa desde los primeros tiempos de la dominación. Así, como apunta Víc-
tor Mínguez,3241 mediante estos arcos de triunfo veremos aparecer en la Nueva
España a Mercurio, Prometeo, Belerofonte, Hércules, Perseo y Ulises en al menos
tres ocasiones, Atlas, Júpiter y Eneas en dos, Pan, Neptuno, Cástor y Pólux, Proteo,
Paris, Cadmo, Aod, Jano, Aquiles, Aristeo, Maximino, Argos, Constantino, los Ves-
pasianos o el mismísimo Julio César. Se trata, por tanto, de toda una traslación de
la mitología mediterránea a unas tierras muy alejadas de Europa, al corazón del
Virreinato de la Nueva España, que contribuye con ello a la popularización del
clasicismo en todo Occidente. Un caso especial sería el Teatro de Virtudes políti-
cas que constituyen a un príncipe (1680), 325 2 de Carlos de Sigüenza y Góngora,
en que los reflejos de las virtudes virreinales pasan a ser los emperadores aztecas,
en un ejemplo de criollismo inaudito en todo el virreinato, y que no volverá a
aparecer en arcos triunfales al menos hasta finales del siglo xix, en la época nacio-
nalista de Porfirio Díaz. La decadencia de este ceremonial se explica ampliamente
en el último capítulo, viajando de 1789, con la llegada de Carlos IV al trono y el II
conde de Revillagigedo al poder novohispano, hasta la independencia, culminada
con la entrada del Ejército Trigarante en Ciudad de México.

324. Víctor Mínguez, Los reyes distantes. Imágenes del poder en el México virreinal. Univer-
sitat Jaume I-Diputación de Castellón, Castellón, 1995.
325. Carlos de Sigüenza y Góngora, Teatro de virtudes políticas que constituyen a un prín-
cipe: advertidas en los monarcas antiguos del Imperio mexicano, con cuyas efigies se hermo-
seó el Arco triunfal que la Ciudad de México erigió para… recibimiento del… virrey Conde de
Paredes, Marqués de la Laguna, Por la viuda de Bernardo Calderón, México, 1680.

308 Contenido
C O N C L U S I O N ES

De este trabajo debemos extraer, por tanto, dos conclusiones básicas: que a
partir de finales del siglo xviii el ceremonial de recibimiento triunfal entra en una
lenta decadencia que llegará a sus extremos con la insurgencia, pero también
que esta decadencia es la de los mismos promotores, es decir del poder virreinal,
porque el trasvase de modelos se producirá de manera efectiva, como ya lo había
hecho desde Europa a América, al México independiente.
La primera de estas ideas, la de la decadencia del ceremonial de entrada triun-
fal, la podemos observar en cada uno de los puntos fuertes de esta tradición. Ya
desde el nombramiento se empieza a notar el cambio, pues en el siglo xix lo más
común será nombrar militares de alta graduación como virreyes, en lugar de no-
bles como en los siglos anteriores. El viaje marítimo se verá alterado pocas veces,
pero Azanza no consiguió salir hasta dos años después de recibir el nombramien-
to, por el bloqueo inglés, y Marquina fue apresado y llevado a Kingston, de donde
salió gracias a la ocultación de su cargo.
Es sin embargo, el viaje ceremonial de Veracruz a México el que más altera-
ciones sufre.Ya en 1760 Francisco Cagigal de la Vega, interino, escoge un camino
alternativo desde Perote hasta Apan, por Soto, Jonquito y Piedras Negras. El mar-
qués de Croix irá aún más allá, ya que como propietario no seguirá el camino tra-
zado, y se dirigirá a Ciudad de México sin dar rodeos ni recibir grandes honores
o recibimientos, en un esquema que tendrá bastante éxito, pues entre otros lo
seguirán Bucareli, Manuel Antonio de Flores, Félix Berenguer de Marquina o José
de Iturrigaray. Esto puede deberse al espíritu de trabajo ilustrado y a la necesi-
dad de aceleración de la administración indiana, que en estos momentos estaba
totalmente colapsada. Pero aún habrá más variaciones, porque Martín de Mayorga
y Matías de Gálvez llegaban de Guatemala, y por ello el derrotero seguido fue:
Oaxaca, Tehuacán de las Granadas, Puebla y Tlaxcala. Bernardo de Gálvez tam-
bién cambiará su camino desde Perote, dirigiéndose a San José de Chiapa, Santa
Isabel Acajete, Amozoc, Puebla, Tlaxcala, Hacienda Buenavista, Apan, San Juan de
Teotihuacán, San Cristóbal y ya la villa de Guadalupe. En medio de este contexto
la verdadera excepción será el marqués de Branciforte, que en 1794 seguirá el
camino habitual y con el esplendor y ritual marcado por la tradición. Otro caso
interesante será el de Azanza, que de Veracruz partirá a Córdoba, Orizaba, San An-
drés y Perote, siguiendo desde allí el habitual camino, con lo que consiguió pasar
revista a las guarniciones junto a su antecesor.
El traspaso de poder sufrirá un proceso de acercamiento cada vez más nota-
ble hasta la Ciudad de México. Con la entrada de Bucareli se empezará a realizar
en San Cristóbal, y con la del II conde de Revillagigedo en Guadalupe. Un caso
excepcional será el de Azanza, que recibe el poder en Orizaba. En cuanto a las en-
tradas triunfales en las diferentes ciudades, verán mermado su esplendor ganado
en el Barroco, en parte por obra del visitador general del reino José de Gálvez,

Contenido 309
EL TRIUNFO DEL VIRREY

que tomará medidas para reducir los gastos en celebraciones, incluso llegando a
prohibir las entradas en las ciudades de la carrera, cosa que nunca será obedeci-
da. Desde la entrada del II conde de Revillagigedo, un nuevo esquema regirá las
entradas en México. El virrey llegaba a la villa de Guadalupe, donde era recibido
y dormía allí. La mañana siguiente, tras los oficios y agasajamientos en la Real Co-
legiata, se dirigirá al centro de la capital, primero a la catedral y luego a palacio.
Este esquema no variará hasta el final de la etapa colonial, y el mejor ejemplo es
que en las Gazetas de México, las noticias relativas a las entradas de virreyes son
extremadamente semejantes en todos los casos, pareciendo en muchas ocasiones
incluso que solo cambia el nombre del virrey entrante. Para toda esta etapa es am-
pliamente remarcable la falta expresa de documentación, tan abundante en siglos
anteriores, para el estudio de estas ceremonias. No aparecen relaciones festivas, ni
descripciones de arcos relevantes, ni imágenes que retraten las entradas de estos
gobernantes, tan solo contamos con las noticias en prensa para el estudio de las
últimas entradas novohispanas. Esto nos puede indicar dos cosas: la clara deca-
dencia del ceremonial, que se ha visto muy simplificado, o la pérdida de interés
en estas ceremonias, que en el caso de Lizana y Beaumont llega a explicarse en
un pequeño párrafo, dados los momentos de guerra, crisis e insurgencia que se
viven por toda la monarquía hispánica, además de la llegada al final de la cultura
libresca barroca que se produce a inicios del siglo xix en toda la monarquía hispá-
nica. Además, en esta época los virreyes presentaron ciertas polémicas, como la
negativa de Flores a comer en público, o los problemas de Azanza y Marquina con
la Real Audiencia, delante de la cual el primero se negaba a jurar el cargo.
Sin embargo, será a partir de 1808 cuando se produzca el derrumbe total
de este sistema, con tres grandes razones que afectan al ceremonial de mane-
ra extrema. En primer lugar, la crisis dinástica y la desvirtuación del cargo con
la destitución de Iturrigaray; en segundo lugar, el estallido de la insurgencia en
1810, y por último, los decretos gaditanos de abolición del cargo, que reducía al
virrey a capitán general y gobernador de México, primero en 1812 y luego en
1820. Así, Pedro de Garibay, Lizana y Beaumont, Calleja o Novella ya residían en la
Nueva España cuando recibieron el cargo, por tanto sus entradas se reducen a
la toma de posesión.Venegas y Apodaca, los llegados de otros territorios, tuvieron
graves problemas con sus entradas, sobre todo el segundo, que fue asaltado en el
camino. Y Juan O’Donojú llegó a Veracruz, donde juró el cargo de jefe superior,
y se dirigió a Córdoba firmando allí la independencia con Iturbide. Entrará en
México justo un día antes que este, para ver como el Ejército Trigarante hacía su
entrada, reflejo de la independencia. Con todos estos argumentos, no es desca-
bellado asegurar que esta ceremonia estaba en crisis desde los años sesenta del
siglo xviii, crisis que va en aumento y que la insurgencia extrema, hasta llegar a la
independencia en 1821.

310 Contenido
C O N C L U S I O N ES

Es en este punto donde se puede enlazar con la segunda idea, que abre ade-
más, interesantes campos de investigación. Y es que no es la ceremonia en sí la
que está en crisis, sino sus promotores, es decir, el sistema hispano. Las entradas
virreinales en México se van apagando poco a poco, a la par que lo hace la do-
minación española. Esto lo demuestra el hecho de que la misma fecha del fin de
este dominio se marca con una entrada triunfal, la de Agustín de Iturbide al frente
del Ejército Trigarante, que además coincide en muchos puntos con las entradas
virreinales: parte de la carrera, la existencia de arcos triunfales y decoraciones o
la procesión de las tropas con el personaje principal, Iturbide, a caballo. Queda
claro que se produce un trasvase del modelo, desde el Antiguo Régimen español
hacia el nuevo estado mexicano, un modelo que hunde sus más lejanas raíces
en la antigua Roma, y que se convierte en característico de todas las sociedades
occidentales, y entre ellas no faltará la mexicana, que aún dará grandes momen-
tos a este ceremonial, como lo serán las épocas de Maximiliano de Habsburgo o
Porfirio Díaz, ya en pleno siglo xix.

Contenido 311
ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

Contenido
Fig. 1. Desconocido, Camafeo de Adriano, siglo ii, Antiken Museum, Berlín ..... 30
Fig. 2. Desconocido, Molde con el Triunfo de Marco Aurelio, s. ii,
. Acquinqum Museen, Budapest, Hungría .............................................. 33
Fig. 3. Desconocido, El Triunfo de Tito y El Botín del Templo de Jerusalén,
. relieves del intradós del arco de Tito, altorrelieve en mármol,
. 81 d. C., Roma ........................................................................................ 34
Fig. 4. G. Lauro, El Triunfo de César, grabado, 1609, Collezione Maurizio
. Fagiolo, Roma ......................................................................................... 36
Fig. 5. Giotto di Bondone, Entrada de Cristo en Jerusalén, fresco, 1303-1305,
. Capilla de los Scrovegni, Pádua, Italia .................................................. 39
Fig. 6. Andrea Mantegna, Julio César en el carro triunfal, de la serie
. El Triunfo de Julio César, temple sobre madera, 267 x 278 cm,
. c. 1490, Hampton Court Palace, Inglaterra ........................................... 45
Fig. 7. Francesco Laurana (atrib), Entrada de Alfonso el Magnánimo
. en Nápoles, Relieves del Arco del Castelnuovo, mármol mallorquín,
. c. 1458, Nápoles ..................................................................................... 48
Fig. 8. Tadeo Zuccari (atrib.), Entrada solemne de Francisco I, Carlos V
. y el cardenal Alejandro Farnesio en París en 1540, fresco, segunda
. mitad del siglo xvi, Sala de lso Fastos, Palacio Farnesio, Caprarola, Italia ... 51
Fig. 9. Juan de la Corte, Entrada en Bolonia del emperador Carlos V
. y el Papa Clemente VII, óleo sobre lienzo, primera mitad del
. siglo xvii, Museo de Santa Cruz, Toledo................................................. 52
Fig. 10. Tintoretto (atrib.), Entrada de Felipe II en Mántua, óleo sobre
. lienzo, segunda mitad del siglo xvi, Alte Pinakothek, Múnich .......... 55
Fig. 11. Cornelius Schryver, Arco de los Españoles, grabado coloreado,
. en C. Graphaeus, Spectaculorum in susceptione Philippi Hisp.
. Pri Divi Caroli V, 1550, Amberes ........................................................ 59
Fig. 12. Peter Paul Rubens, Un Triunfo Romano, óleo sobre lienzo,
. 86,8 x 163,9 cm, c. 1630, National Gallery, Londres .......................... 61

Contenido 315
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Fig. 13. Portada de la Etiqueta para la entrada con palio de los Señores
. Reyes después de su exaltación al trono, 1651, Archivo General
. del Palacio Real, Madrid ...................................................................... 64
Fig. 14. Juan Correa (atrib.), biombo de El encuentro de Cortés y
. Moctezuma, óleo sobre tela, 250 x 600 cm, Colección del Banco
. Nacional de México, Ciudad de México ............................................. 77
Fig. 15. Portada de Las Leyes de Indias, Madrid, 1661 ..................................... 82
Fig. 16. Plano holandés de Veracruz, siglo xviii, Benson Library, Austin
. (Texas, Estados Unidos) ....................................................................... 90
Fig. 17. Plano de Puebla, 1698. Archivo General de la Nación, México ........ 99
Fig. 18. Manuel de Arellano, Traslado de la imagen y dedicación del Templo
. de Guadalupe, óleo sobre lienzo, 176 x 206 cm, Colección particular ... 103
Fig. 19. Juan Gómez de Trasmonte, Vista de la Ciudad de México, grabado,
. 1628. Benson Library, Austin (Texas, Estados Unidos) .................... 105
Fig. 20. Desconocido, Retrato de don Antonio de Mendoza, primer virrey,
. óleo sobre lienzo, 95 x 67 cm, 1535, Museo Nacional de Historia
. (mnh), México ..................................................................................... 113
Fig. 21. Desconocido, Retrato del virrey marqués de Villamanrique, óleo
. sobre lienzo, 92 x 70 cm, 1586, mnh, México ................................... 121
Fig. 22. Desconocido, Retrato del virrey don Luis de Velasco, óleo sobre
. lienzo, 93 x 68 cm, 1585, mnh, México ............................................. 123
Fig. 23. Desconocido, Retrato del virrey marqués de Montesclaros, óleo
. sobre lienzo, 93 x 66 cm, c. 1603, mnh, México ............................... 131
Fig. 24. Desconocido, biombo de El Palacio de los Virreyes en México,
. siglo xvii, Museo de América, Madrid ............................................... 134
Fig. 25. Desconocido, Retrato del virrey marqués de Villena, óleo sobre
. lienzo, 93 x 70 cm, c. 1640, mnh, México ......................................... 139
Fig. 26. Portada de Descripción y explicación de la fábrica, y empresas
. del sumptuoso arco, que la ilustrissima, nobilissima, y muy leal
. Ciudad de México, cabeça del Occidental Imperio, erigió a la feliz
. entrada, y gozoso recibimiento, del excelentissimo señor don
. Diego López Pacheco, Marqués VII de Villena, VI de Moya, VII
. Duque de Escalona […], Caballero del insigne Orden del Tuson
. de Oro, virrey y Capitán General desta Nueva España, México,
. 1640, BN, unam, México ..................................................................... 142
Fig. 27. Desconocido, Retrato del virrey conde de Alba de Aliste, óleo sobre
. lienzo, 93 x 67 cm, c. 1650, mnh, México ......................................... 146
Fig. 28. Portada de Marte Catholico, planeta de héroes y ascendente de
. príncipes que en las lucidas sombras de una triunfal portada
. ofrece, representa, dedica la siempre esclarecida, sacra, augusta

316 Contenido
ÍNDICE DE I L U S T R A C I O N ES

. iglesia metropolitana de México al excelentísimo señor don


. Francisco Fernández de la Cueva, duque de Alburquerque,
. marqués de Cadareyta y de Cuéllar […], Virrey gobernador,
. Capitán General de la Nueva España, y presidente de su Real
. Audiencia, México, 1653. bn, unam, México ..................................... 149
Fig. 29. Portada de Pedro Fernández Osorio, Júpiter Benévolo, astro ethico
. político, idea simbólica de príncipes, que en la suntuosa fábrica
. de un arco triunfal dedica obsequiosa, y consagra festiva la
. ilustrissima iglesia metropolitana de México, al excelentísimo
. señor don Juan de la Cerda, y Leyva, conde de Baños, marqués
. de Leyva, y de la Adrada, virrey, gobernador y capitán general
. desta Nueva España, y presidente de su Real Chancillería. México,
. 1660. BN, unam, México ..................................................................... 154
Fig. 30. Desconocido, Retrato del virrey marqués de Mancera, óleo sobre
. lienzo, 93 x 69 cm, c. 1664, mnh, México ......................................... 158
Fig. 31. Juan de Miranda, Sor Juana Inés de la Cruz, 1713, Patrimonio
. Universitario, unam, México ............................................................... 166
Fig. 32. Cristóbal de Villalpando, La Plaza Mayor de México, óleo sobre
. lienzo, c. 1695, Corsham Court, Reino Unido .................................. 169
Fig. 33. Jeroglíficos ideográficos para la entrada de José Sarmiento
de Valladares en Puebla, Juan de Bonilla Godínez, Arco triumphal,
disceno político, consagrado en poemas y delineado..., Puebla,
1697. Biblioteca Nacional de Chile .................................................... 172
Fig. 34. Francisco Martínez (atrib.), Retrato del virrey duque de Linares,
. óleo sobre lienzo, 92 x 71 cm, mnh, México ..................................... 180
Fig. 35. Juan Rodríguez Juárez, Retrato del virrey marqués de Casafuerte,
. óleo sobre lienzo, 93 x 70 cm, 1722, mnh, México ........................... 183
Fig. 36. Portada de Julio Maximino, verdadero, bajo cuyos heroicos hechos
. y altas prendas simbolizó el estudio las del Excmo. Sr. D. Pedro
. Cebrian, y Agustín, Conde de Fuen-Clara, Grande de primera
. classe, Señor de varias Baronías, y Villas, Caballero de la Insigne
. Orden del Toison y Real de San Genaro del Consejo de S. Mag.
. Comendador en el de Alcántara, de las Pueblas, Mayordomo
. Mayor de la Reina de Nápoles, y Serenissimo Infante D. Phelipe,
. Embajador de su Magestad Catholica a Venecia, Polonia, Viene
. y Nápoles. Virrey Governador, y Capitán General de esta Nueva
. España, y Preseidente se su Real Audiencia, y Chancillería: y se
. expresaron en el Jano bifronte, y Triumphal Arco, que a su
. publico ingresso erigió la capital de estos Reynos, Imperial
. México, México, 1742 ......................................................................... 186

Contenido 317
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Fig. 37. José Patricio Morlete Ruiz, Retrato del virrey marqués de las
. Amarillas, óleo sobre lienzo, 97 x 75 cm, 1756, mnh, México ........ 192
Fig. 38. José Joaquín Magón (atrib.), Portada erigida en la Catedral de
. Puebla para la entrada del virrey marqués de las Amarillas,
. óleo sobre lienzo, 129 x 98 cm, c. 1755, Colección particular ........ 195
Fig. 39. Desconocido, Recepción de un virrey en las Casas Reales de
. Chapultepec (Alegoría de la Nueva España), óleo sobre tela y
. biombo de madera, diez hojas de 175 x 53 cm., primera mitad del
. siglo xvii, Banco Nacional de México ............................................... 196
Fig. 40. Portada de José Mariano de Abarca, Ojo político, idea cabal, y
. ajustada copia de príncipes, que dio a luz la Santa Iglesia
. Metropolitana de México en el magnífico arco, que dedicó
. amorosa en la entrada que hizo a su gobierno el excelentísimo
. señor don Agustín de Ahumada y Villalón, Imprenta Nueva de la
. Biblioteca Mexicana, México, 1756 ................................................... 198
Fig. 41. Pedro Martínez, Retrato del virrey marqués de Cruillas, óleo sobre
. lienzo, 95 x 74 cm, mnh, México ....................................................... 202
Fig. 42. Portada de Retrato al vivo del celebrado emperador Constantino
. Magno; El Excelentísimo señor D. Carlos Francisco de Croix,
. marqués de Croix, Caballero de la Orden de Calatrava,
. comendador de Molinos, y Laguna Rota, de el mismo orden,
. Teniente General de lois Reales Ejércitos, virrey Gobernador y
. Capitán general de esta Nueva España, Presidente de su Real
. audiencia…, 1776, Ciudad de México ............................................. 205
Fig. 43. Juan Antonio Prado (atrib.), Plaza Mayor de México, óleo sobre
. lienzo, 212 x 266 cm, mediados del siglo xviii, mnh, México ........... 209
Fig. 44. Antonio Vallejo, Retrato del virrey Antonio María de Bucareli y
. Ursúa, óleo sobre lienzo, 92 x 73 cm, 1772, mnh, México ............... 211
Fig. 45. Portada de la Explicación de los adornos simbólicos y poéticos
. del arco de triunfo…, México, 1771 .................................................. 217
Fig. 46. Fray Jerónimo y Fray Pablo de Jesús, Bernardo de Gálvez, temple y
. esgrafiado sobre tabla, mnh, México .................................................. 223
Fig. 47. Jerónimo Antonio Gil, Emblema de la Academia de San Carlos,
. 1785 ..................................................................................................... 234
Fig. 48. Desconocido, Retrato alegórico del Segundo Conde de
. Revillagigedo, finales del siglo xviii, Banco Nacional de México ..... 237
Fig. 49. Desconocido, Retrato del virrey marqués de Branciforte, óleo
. sobre lienzo, 93,5 x 75 cm, 1794-1798, mnh, México ....................... 242
Fig. 50. Portada de la Gazeta de México del miércoles 19 de noviembre
. de 1794 ........................................................................................... 245

318 Contenido
ÍNDICE DE I L U S T R A C I O N ES

Fig. 51. Desconocido, Retrato del Virrey Miguel José de Azanza, óleo sobre
. lienzo, 94 x 74 cm, c. 1800, mnh, México ......................................... 248
Fig. 52. Desconocido, Retrato del virrey Félix Berenguer de Marquina,
. óleo sobre lienzo, 92 x 68 cm, 1800-1803, mnh, México .................. 255
Fig. 53. Correspondencia: agi, estado, 28, N.78 .............................................. 257
Fig. 54. Desconocido, La Familia del virrey José de Iturrigaray, óleo sobre
. lienzo, inicios del siglo xix, mnh, México .......................................... 261
Fig. 55. José María Vallejo, Retrato del arzobispo-virrey Francisco Xavier
. de Lizana y Beaumont, óleo sobre lienzo, 93 x 68 cm, 1809, mnh,
. México ................................................................................................ 272
Fig. 56. Yustis (firmado), Retrato del virrey Francisco Xavier Venegas, óleo
. sobre lienzo, 94 x 82 cm, 1810, mnh, México ................................... 277
Fig. 57. José Perovani, Retrato del virrey Félix María Calleja del Rey, óleo
. sobre lienzo, 94 x 82 cm, 1815, mnh, México ................................... 285
Fig. 58. José Arias Favila, Retrato del virrey Juan Ruiz de Apodaca, óleo
. sobre lienzo, 95 x 68 cm, 1819, mnh, México ................................... 291
Fig. 59. Desconocido, Retrato de Juan O’Donojú, óleo sobre lienzo,
. 93,5 x 75 cm, 1821, mnh, México ....................................................... 298
Fig. 60. Desconocido, Entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de
. México, óleo sobre lienzo, 1821, mnh, México ................................. 302

Contenido 319
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328 Contenido
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Contenido 329
FUENTES

Contenido
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ahn: Archivo Histórico Nacional (Madrid).
beeha: Biblioteca de la Escuela de Estudios Hispanoaméricanos, csic, Sevilla.
bne: Biblioteca Nacional (Madrid).
bnm: Biblioteca Nacional (México).
hnm: Hemeroteca Nacional (México).

La Abeja Poblana Del Jueves 13 de Septiembre de 1821 Y 1º de nuestra independen-


cia.
Anfriso: Los días a nuestro virrey, el Exmo. SR. Don Juan Ruiz de Apodaca, Con-
de del Venadito… 1820.
Azanza, M. J.: Instrucción reservada que dio el virrey Don Miguel José de Azanza
a su sucesor don Félix Berenguer de Marquina.
Bustamante, C. M.: Notas y Suplemento, en Cavo, A.: Los tres siglos de México du-
rante el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante, 1936.
Calvete de Estrella, C.: El felicissimo viaie d’el muy Alto y muy Poderoso Prin-
cipe don Phelippe, Hijo del Emperador don Carlos Quinto Máximo, desde
su España a sus tierras de la baja Alemania, con la descripción de todos los
Estados, de Brabante y Flandes… Año de mdlii.
Cavo, A.: Los tres siglos de México durante el gobierno español hasta la entrada
del Ejército Trigarante, 1836.
Ceremonias y etiquetas que se deben observar en la entrada de S. M. la Reina
Nuestra Señora y de la serenísima señora infanta Doña Maria Francisca de

Contenido 333
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Asís en Madrid, del año 1816. AGP, Sección Histórica, Fondo Entradas, Caja
48, exp. 12.
Ceremonias y etiquetas que se deben observar en la entrada de S. M. la Reina
Nuestra Señora Doña Maria Josefa Amalia de Saxonia, del año 1819. agp,
Sección Histórica, Fondo Entradas, Caja 48, exp. 13.
Ceremonias y etiquetas que se deben observar en la entrada de S.M. la Reina
Nuestra Señora Doña Maria Cristina de Borbón y de sus augustos padres
SS.MM. los Reyes de las Dod-Sicilias. 1829. agp, Sección Histórica, Fondo
Entradas, Caja 48, exp. 12.
Dávila Galindo, J.: Atlante Allegorico, político diseño del govierno prudente de
un principe acertado que la muy illustre augusta Ciudad de los Ángeles de-
dicó en los emblemas, y poesias de la Real Portada al Excellentissimo señor
don Juan de Leyua y de la Cerda, Conde de Baños, marqués de Ladrada, y
Leiua, Señor de las Casas de Gamboa, y Arteaga de las Villas del Sotillo, la
Iglejuela, Piedralavez, la Fresnedilla, las casillas, Casa Vieja, & c. Cavallero
de la Orden de Santiago, en su dichosa venida por Virrey, Governador y Ca-
pitán General desta Nueva España, Puebla de los Ángeles, 1660.
Elogios latino y castellano del Exmo. E Ilmo. Sr. Don Francisco Xavier de Lizana
y Beaumont, arzobispo y virrey de México, pronunciado en las solemnes
honras que le consagró en los días 20 y 21 de julio de 1821, el Cabildo de
aquella Metropolitana … 1813.
Entrada pública en Mº del Sor. Fernando 6º, año de 1746. agp, Sección Históri-
ca, Fondo Entradas Públicas, Caja 48, exp. 10.
Etiqueta para la entrada con palio de los Señores Reyes después de su exaltación
al trono. agp, Sección Histórica, Fondo Entradas Públicas, Caja 48, exp. 2.
Estrada Medinilla, M.: Relación escrita por doña María de Estrada Medinilla
a una religiosa monja prima suya de la felix entrada en Mexico dia de S.
Agustín, a 20 de agosto de 1640 del Exm. Sr. Don Diego López Pacheco…
Gaceta del Gobierno de México del Martes 10 de julio de 1821.
Gaceta del Gobierno de México del Martes 14 de agosto de 1821
Gaceta de Madrid del Martes 18 de Octubre de 1746.
Gaceta de Madrid del Sábado 15 de Noviembre de 1823.
Gazeta de México del Martes 25 de agosto de 1789.
Gazeta de México del Martes 20 de octubre de 1789.
Gazeta de México del Lunes 21 de julio de 1794.
Gazeta de México del Miércoles 19 de noviembre de 1794.
Gazeta de México del Sábado 28 de julio de 1798.
Gazeta de México del Miércoles 14 de Mayo de 1800
Gazeta de México del Viernes 7 de enero de 1803.
Gazeta de México del Sábado 20 Agosto de 1803.

334 Contenido
F U E N T ES

Gazeta de México del Miércoles 19 de Julio de 1809


García Panes, D.: Diario particular del camino que sigue un virrey de México
desde su llegada a Veracruz hasta su entrada pública en la Capital.
Gómez, J.: Diario curioso y cuaderno de las cosas memorables en México duran-
te el gobierno de Revillagigedo (1789-1794).
Julio Maximino, verdadero, bajo cuyos heroicos hechos y altas prendas sim-
bolizó el estudio las del Excmo. Sr. D. Pedro Cebrian, y Agustín, Conde de
Fuen-Clara, Grande de primera classe, Señor de varias Baronías, y Villas,
Caballero de la Insigne Orden del Toison y Real de San Genaro del Consejo
de S. Mag. Comendador en el de Alcántara, de las Pueblas, Mayordomo
Mayor de la Reina de Nápoles, y Serenissimo Infante D. Phelipe, Embajador
de su Magestad Catholica a Venecia, Polonia, Viene y Nápoles. Virrey Go-
vernador, y Capitán General de esta Nueva España, y Preseidente se su Real
Audiencia, y Chancillería: y se expresaron en el Jano bifronte, y Triumphal
Arco, que a su publico ingresso erigió la capital de estos Reynos, Imperial
Mexico., México, 1742.
León Pinelo, A. y Solórzano Pereira, J. (Comp.): Recopilación de las leyes de los
reinos de Indias. 1680, Madrid.
Lizana Y Beaumont: Exhortación del Ilmo. Sr. Don Francisco Xavier de Lizana
y Beaumont, Arzobispo de México, a sus fieles y demás habitantes de este
reyno… 1810.
— Aviso paternal que el Ilmo. Sr. Don Francisco Xavier de Lizana y Beaumont,
Arzobispo de México, del Consejo de su Majestad & C. dirige a sus eclesiásti-
cos… México, 1803.
Lizarza, F.: Discurso que publica Don Facundo de Lizarza vindicando al Exce-
lentísimo Señor don José de Iturrigaray de las falsas imputaciones de un cua-
derno titulado «La verdad sabida y buena fe guardada. Origen de la espantosa
Revolución de Nueva España comenzada en 15 de Septiembre…» (1811).
— El Excelentísimo Señor don José de Iturrigaray, virrey que fue de Nueva Es-
paña, vindicado en forma legal contra las falsas imputaciones de infidencia
propuestas por el Acuerdo de México y apoyadas por don Juan López de
Cancelada en sus dos manifiestos… (1812).
López Cancelada, J.: La verdad sabida y buena fe guardada. Origen de la espan-
tosa Revolución de Nueva España comenzada en 15 de Septiembre…(1811)
— Conducta del Excelentísimo Señor Don José de Iturrigaray durante su gobier-
no en Nueva España… (1812).
Portada Alegorica, espejo político que la augusta y muy exclarecida Yglesia Me-
tropolitana de México dedicó al Excelentíssimo Señor Don Luis Henrique de
Guzman, Conde de Alva de Aliste, y Villaflor, Grande de España, Gentilhom-
bre de la camara de Su Magestad, del habito de Alcántara, comendador de

Contenido 335
EL TRIUNFO DEL VIRREY

Cabeza el Buey, Virrey, Governador y Capitan General desta Nueva España,


presidente de su Rean Chancilleria, & c., Ciudad de México, 1650.
Relación de las fiestas públicas de 1831. Ed. Coquí, San Juan de Puerto Rico, 1971.
Santos Evangelios: Mateo. 21, 1-12.
Marcos. 11, 1-12.
Lucas. 19, 28-40.
Juan. 12, 12– 20.
Visita del Virrey Iturrigarary a la Universidad en 1803: publicase en Conmemo-
ración de xxxiii Aniversario del Restablecimiento de la Universidad Nacional
de México. Imprenta Universitaria, México, 1943.

336 Contenido
1 La mirada del Virrey. Inmaculada Rodríguez Moya
2 Tributo y familia en Nueva Granada Con el establecimiento del Virreinato de la Nueva España,
Mariángeles Mingarro los ceremoniales propios de las monarquías europeas se
3 Bridging Cultural Geographies trasladan al continente americano, a la corte virreinal de
Robert B. Kent, Vicent Ortells Chabrera México y a sus ciudades más importantes. Sin embargo, a
y Javier Soriano Martí diferencia de Madrid, París o Roma, la capital virreinal nunca
4 Soldados del Rey celebrará festejos con la presencia del monarca, de manera
Allan J. Kuethe y Juan Marchena F. (eds.) que su enviado directo y alter ego, el virrey, alcanzará una
5 Cities and Urban Geography in Latin America enorme relevancia simbólica y ceremonial. De este modo, las
Vicent Ortells Chabrera, Robert B. Kent grandes ceremonias novohispanas se centrarán en su figura,
y Javier Soriano Martí que además protagonizará apoteósicos viajes triunfales desde
6 Brasil y las independencias de Hispanoamérica la península Ibérica hasta la ciudad de México con cada nuevo
Joao Paulo G. Pimenta nombramiento.
7 Las ciudades del absolutismo
Víctor Mínguez e Inmaculada Rodríguez La presente obra se encarga de estudiar concienzudamente,
8 Visiones de la monarquía hispánica y con un gran repertorio de fuentes documentales, el viaje
Víctor Mínguez (ed.) triunfal que los virreyes realizaron de Veracruz a México
9 El retorno del Rey. Justo Cuño desde 1535, con el establecimiento del virreinato, hasta 1821,
10 Una independencia, muchos caminos con la independencia, así como los ingresos públicos en las
Armando Martínez y Manuel Chust (eds.) ciudades del trayecto y las arquitecturas efímeras que se
11 Las caras del águila. Ivana Frasquet levantaron para agasajarlos.
12 Por la fuerza de las armas
Juan Marchena y Manuel Chust (eds.) Los dos primeros capítulos analizan el ceremonial de entrada
13 Arte, poder e identidad en Iberoamérica triunfal a través de los siglos, desde su origen romano hasta
Inmaculada Rodríguez Moya (ed.) su llegada a América, y el modelo que a través de las décadas
14 El teatro de la guerra. Veracruz, 1750-1825 se forma en la Nueva España. Los siguientes capítulos analizan
Juan Ortiz Escamilla cada una de las entradas virreinales novohispanas, desde la
15 El terror de los tiranos. Juan José Sánchez Baena época de formación del ceremonial en el siglo XVI, a las
16 Caminos encontrados apoteósicas entradas barrocas del siglo XVII, los sustanciales
Joan Feliu, Vicent Ortells y Javier Soriano (eds.) cambios de la segunda mitad del siglo XVIII o su decadencia
17 Legitimidad, soberanías, representación a finales del virreinato. Se recorre a través de los siglos el
Carmen Corona, Ivana Frasquet que fue verdadero triunfo simbólico del virrey, las grandes
y Carmen María Fernández (eds.) ceremonias y arquitecturas efímeras que lo convertían en un
18 Centroamérica entre lo antiguo César victorioso, en un Marte católico o en un Atlante alegórico.
y lo moderno. Xiomara Avendaño Rojas
19 Quimeras de la Ilustración (1701-1808)
José Miguel Delgado Barrado
20 La ilusión heroica. Manfred Kossok
21 La fabricación visual del mundo Col·lecció AMÈRICA, 29
atlántico 1808-1940
María Eliza Linhares, Víctor Mínguez (eds.) Premio Nacional de Edición Universitaria
22 La Corona rota. Marta Terán, Víctor Gayol (eds) a la Mejor Colección 2009
23 Jaque a la Corona. Juan Ortiz, Ivana Frasquet (eds.)
24 La Corona en llamas
José A. Serrano, Luis Jaúregui (eds.)
25 El águila y el toro. Manuel Suárez Cortina
26 España y América en el Bicentenario
de las Independencias. Francisco Fernández
Beltrán y Lucía Casajús (eds.)
27 Las tropas auxiliares de Carlos V
Jorge Victoria Ojeda
28 La reconstitución del espacio político indígena
Claudia Guarisco
   

   
  

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