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Col-leccio América, 24

LA CORONA EN LLAMAS.
CONFLICTOS ECONÓMICOS
Y SOCIALES EN LA INDEPENDENCIA
IBEROAMERICANA

José A. Serrano, Luis Jaúregui (eds.)

Qfj
UNIVERSITAT
ja u m e * I

2010
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques

La Corona en llamas. Conflictos económicos y sociales en la independencia iberoamericana /


José A. Serrano, Luis Jaúregui (eds.).  Castelló de la Plana : Publicacions de la Universitat Jaume I,
D.L. 2010
p.; cm.  (Amèrica ; 24)
Bibliografia.
ISBN 978-84-15443-02-5
1.Amèrica Llatina – Condicions econòmiques – 1806-1830, Guerres d’independència. 2.Amèrica
Llatina – Condicions socials – 1806-1830, Guerres d’independència. I. Serrano, José Antonio, ed. II.
Jaúregui, Luis, ed. III. Universitat Jaume I. Publicacions.IV. Sèrie. Amèrica (Universitat Jaume I) ; 24
338(8) “1806/30”
316.7(8) “1806/30”

Dirección de la colección Amèrica: Vicent Ortells chabrera

© De los textos: los autores y las autoras, 2010

© De la presente edición: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2010

© Ilustración de la cubierta: Revolución de Arequipa, Anónimo. Óleo sobre lienzo, 85 x 105 cm.
Museo Nacional de Arqueología, Antropología Historia del Perú, Lima, Perú.

Edita: Publicacions de la Universitat Jaume I. Servei de Comunicació i Publicacions


Campus del Riu Sec. Edifici Rectorat i Serveis Centrals. 12071 Castelló de la Plana
Fax: 964 72 88 32
http://www.tenda.uji.es e-mail: publicacions@uji.es

ISBN: 978-84-15443-02-5

DOI: http://dx.doi.org/10.6035/America.2010.24

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realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a cedrO (Centro Español de
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CONTENIDO

PRESENTACIÓN......................................................................................................... 7

INTRODUCCIÓN
Luis Jaúregui y José Antonio Serrano Ortega
Conflictos económ icos y sociales en la independencia ib eroam erican a... 9

Antonio García de León


Algaradas, sediciones y tumultos en el Sotavento veracruzano,
1716-1808 ................................................................................................................................. 13

Mariano Martín Schlez


Diego d e Agüero y los fu n dam en tos económ icos d e la clase
dom inante en el Río d e la Plata tardo colon ial (1770-1810)...................... 27

Emilio Fabián Harari


H acen dados en arm as. Una aproxim ación del estudio económ ico
de la dirección del Cuerpo d e Patricios (Buenos Aires, 1806-1810)............61

Guillermina del Valle Pavón


Mercaderes agraviados. El derrocamiento del virrey
José de Iturrigaray en 1808....................................................................................87

Juan Andreo García


Plata m exican a p a r a la guerra española, el bienio d e la ju n ta
central suprem a de España e Indias (1808-1809)........... ........................... 105

Gabriel Di Meglio
Sanculotes despiadados: la participación política popu lar
en la Buenos Aires revolucionaria (1810-1820).......................................... 123

5
Adriana Gil
Pólvora en m anos de m ujer Las luchas d e M anuela Antonia
durante la guerra d e independencia. Veracruz 1 8 1 5 ................................ 155

Adolfo Meisel Roca


La crisisfiscal de Cartagena en la era de la independencia, 1808-1821....... 173

Adriana Naveda Chávez Hita


Participación d e esclavos de las hacien das azu careras en la guerra
d e Independencia. El nuevo orden constitucional........................................ 197

Fernanda Núñez B.
«Por portar pantalones. ..»La construcción del género en los relatos
d e la Guerra d e indepen den cia........................................................................ 207

Ileana Parra Grazzina


El negocio cacaotero entre M aracaibo y Veracruz en la coyuntura
em an cipadora ...................................................................................................... 227

Rosalina Ríos Zúñiga


Un tumulto p o r el alza del p recio del m aíz en Fresnillo,
Zacatecas, 1 8 1 0 .................................................................................................... 251

Gerardo Sánchez Díaz


La ferreria d e Coalcom án y la guerra de In depen den cia............................ 273

María Luisa Soux


Guerra y lucha popu lar en el alto perú: sublevación y guerrilla.
1809-1825.............................................................................................................. 295

Arlene y Germán Cardozo Galué Urdaneta Quintero


Campesinos y tembleques: movimientos sociales y participación
p op u laren la configuración de la Venezuela rep u blica n a...................... 317
PRESENTACIÓN

Ciento cincuenta historiadores e historiadoras se reunieron en el Puerto de


Veracruz a fines de noviembre de 2008 en torno a una amplia temática relacio­
nada con las independencias hispanoamericanas en el marco del V Congreso
In tern acio n a l Los p rocesos d e in depen den cia en la A m érica Española.
Estos Congresos se inscriben en una serie de eventos que, dirigidos por una
red de historiadores e historiadoras, pretenden fomentar, conectar y discutir los
múltiples enfoques, interpretaciones así como temáticas de las independencias
en Iberoamérica.
La primera de estas reuniones tuvo lugar en la ciudad de Morelia, México, en
1999, organizada por el Colegio de Michoacán y el Instituto Nacional de Antropo­
logía e Historia de México. Las subsecuentes reuniones se llevaron a cabo en la
Universidad de Zulia (Maracaibo,Venezuela, 2002), en la Universität Jaume I (Cas­
tellón, España, 2004), y en la Universidad Industrial de Santander (Bucaramanga,
Colombia, 2006), hasta regresar a México en 2008.
Estas reuniones periódicas concentraron los esfuerzos de muchas otras ins­
tituciones culturales de los países mencionados y tuvieron éxito al fomentar la
investigación comparada y promover una década de estudios, con miras a una
conmemoración mucho más razonada del Bicentenario de los procesos históri­
cos de independencia americanos.
De entre los textos presentados en el encuentro, en este libro se ofrecen al
lector quince ensayos seleccionados en torno a los temas de los intereses econó­
micos, los conflictos endógenos y exógenos de las distintos grupos de poder y
subalternos así como las revueltas, rebeliones o motines que en el universo social
y étnico de la América española van a estallar en esta coyuntura insurgente.

Índice
INTRODUCCIÓN

CONFLICTOS ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA INDEPENDENCIA IBEROAMERICANA


Luis jaúregui
Instituto Mora

José Antonio Serrano Ortega


El Colegio de Michoacán

La mayor parte de los trabajos que tiene en frente el lector refieren a actores
sociales que fueron apareciendo en los años previos a las luchas de indepen­
dencia o durante las luchas mismas. En el ámbito económico, los ensayos tienen
que ver con los impactos de la guerra, así como los financiamientos de la misma.
Ambos fueron protagonistas del enfrentamiento que acabó con la Corona en
llamas.
Si bien la historiografía social cuenta con antiguos y muy distinguidos traba­
jos, la de carácter económico es relativamente nueva; aparece frente la imposibili­
dad de explicar desde las ideologías del siglo xx los movimientos revolucionarios
acaecidos en las primeras dos décadas del siglo anterior. Cierto es que los trabajos
de historia económica se han hecho más descriptivos, pero también han aporta­
do una visión más amplia a las causas y consecuencias de aquellas luchas. Así,
por ejemplo, gracias a los ensayos contenidos en este libro conocemos las formas
de financiamiento de la Junta Central de Sevilla en contra del ejército francés,
financiamiento que en parte provino de las tesorerías americanas. Y bien que el
esfuerzo en contra de Napoleón terminó en 1814, pues ahora sabemos cómo se
vieron fuertemente afectadas las finanzas neogranadinas frente a la reducción
de ingresos de la real caja de Cartagena. Sólo queda imaginar lo que hubiera su­
cedido en España y en América sin los recursos necesarios para llevar a cabo las
independencias de ambos territorios.

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

También en el ámbito económico, el presente volumen muestra aspectos de


innegable novedad. Conocemos ahora las causas del derrocamiento del virrey
Iturrigaray en Nueva España, concluimos que parte del descontento que se dio
en Nueva España a finales de la primera década del siglo xdc resultó de la propia
autoridad virreinal, quien antagonizó al propio grupo que apoyó durante varios
años. Estas nuevas problemáticas no sólo amplían nuestra visión del pasado sino
que también nos obligan a plantearnos preguntas novedosas e imaginativas que
permitirán ver aquel pasado de una forma más cercana a como fue y no como lo
interpretan las visiones desde el presente. En el mismo ámbito, ahora conocemos
un poco mejor cómo se pertrechaban de armas los insurgentes novohispanos,
ello abre la posibilidad de trabajos sobre la tecnología militar en aquel espacio,
los cuales han estado ausentes de la historiografía tradicional y reciente.También
reconocemos ahora que algunos circuitos mercantiles no se obstaculizaron con
la guerra o se recuperaron casi inmediatamente. Sabemos que tal fue el caso del
cacao de Maracaibo; ahora queda preguntar si el comercio lo desempeñaban los
mismo grupos, o si involucraban a los militares, nuevos protagonistas de las nue­
vas naciones americanas.
La mayor parte de los trabajos que aquí se presentan tienen que ver con as­
pectos sociales. Al respecto, aquí entendemos a dicha variable como la que tiene
que ver con actores sociales, cómo construyen sus lealtades, cómo combaten
en una situación de inestabilidad política, etc. El tema es apasionante pues fue
precisamente en las primeras décadas del siglo xix que en Iberoamérica se hace
presente la diferencia entre las clases sociales: los privilegiados y la plebe. Fue
entonces cuando se puede hablar de «lucha de clases», concepto que no está
muy de moda pero que bien puede extraerse de trabajos como los que aquí se
presentan.
En el tema de nuevos actores, aquí se presenta un trabajo sobre la aparición
de «la plebe» en el Buenos Aires de la época un aspecto que se presenta ante
una realidad de miedo, escasez y hambre y que lleva a algún autor a preguntarse
si resulta pertinente la división entre insurgentes y realistas, común en la histo­
riografía novohispana, frente a un conjunto de lealtades frágiles como se vio en
otros espacios americanos. De forma similar, el caso bonaerense y sus momentos
de invasión externa con formación de milicias, difumina en cierta medida las
categorizaciones impuestas desde afuera y obliga al estudio de la realidad parti­
cular; clases dominantes o plebeyas son solo un ámbito histórico y no pueden ser
definidas desde una perspectiva ahistórica.
Es esta misma perspectiva, siempre que se estudia la guerra de independencia,
sobre todo la de Nueva España, con sus movimientos sociales definidos por diver­
sas características regionales, surge la pregunta si aquella conflagración se trató
de una guerra civil, una (u tra) rebelión, o simplemente una suma de agravios que
surgieron a la par del movimiento del padre Hidalgo de 1810. Tres trabajos de

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Índice
INTRODUCCIÓN

este libro exploran «levantamientos» de este tipo; incluso surge la pregunta si las
propias mujeres buscaron levantarse de la manera como eran tradicionalmente
tratadas. El asunto es por demás apasionante y lleva a múltiples cuestionamientos
sobre aquella realidad; por ejemplo, ¿acaso fueron las mujeres excluidas de la
historiografía (hasta apenas hace unos pocos años) sólo porque se «quitaron los
pantalones» y regresaron a los hogares? Muy conveniente para los caballeros his­
toriadores de antaño y por demás divertido y apasionante para las y los jóvenes
estudiosos de hoy día.
Y resulta también interesante preguntar si el discurso político que las nuevas
naciones, y quizá también España, se generó en la guerra en sí o en este conjunto
de movimientos sociales que no tuvieron que ver con autonomía, independencia,
etc., sino que los tumultos provocados por el aumento en los precios del maíz,
o por abusos de los terratenientes fueron generando el discurso, y el catecismo,
propio de las primeras décadas del periodo nacional.
Uno de los aspectos más interesantes de compilar trabajos que produce un
congreso tan importante como los que aquí se apuntan es percatarse de lo nove­
doso de los enfoques y de las enormes posibilidades que reuniones académicas
como esta. Esperamos que los trabajos futuros enriquezcan nuestro conocimien­
to del pasado.
Finalmente queremos hacer constar nuestro agradecimiento al Servicio de
Publicaciones de la Universität Jaume I de Castellón por publicar este volumen
que creemos que contribuye al mejor conocimiento de la historia de las Indepen­
dencias americanas.

Índice
ALGARADAS, SEDICIONES Y TUMULTOS EN EL SOTAVENTO VERACRUZANO, 1716-1808
Antonio Garda de León
INAH

Un lugar común en la historiografía mexicana ha consistido en ver todos los


conflictos ocurridos en la Nueva España del último siglo colonial como «movi­
mientos precursores de la independencia», unificando en una apreciación gene­
ral lo que en realidad fue un conjunto de situaciones regionales de muy diversa
complejidad. Una de las razones para desglosar aquí los motines y revueltas que
se dieron en el sur de Veracruz en el siglo que antecede a la independencia,
es precisamente analizar cuáles eran realmente las circunstancias en que estos
conflictos se dieron: pues en ese largo periodo, si bien fueron acumulativos y pa­
recían responder a causas similares en toda la Nueva España, estuvieron aislados
entre sí y no eran producto de un proyecto común de hacer confluir todos esos
eventos en la sublevación de 1810. Al contrario, obedecieron a circunstancias
muy particulares del entorno social en el que se dieron; y, contrariamente a lo
que se cree, nunca pusieron en entredicho la fidelidad a la Corona -ni mucho
menos la seguridad del reino-, pues eran una respuesta a abusos concretos de
las diferentes autoridades locales. Su consigna común era «Viva el rey y muera el
mal gobierno», marcando los límites de una serie de derechos adquiridos por las
comunidades y otras corporaciones desde siglos atrás, supuestamente aseguradas
por la lejana autoridad real pero violadas por funcionarios y alcaldes. Así, la
disolución del «consenso colonial»1 fue paulatinamente desarrollándose, enmar­

1. Como lo llama John Lynch, América Latina..., 2001, p. 81: «Como un entendimiento
informal entre la Corona y sus súbditos americanos. La “Constitución no escrita” establecía
que las decisiones principales se tomaran por medio de consultas informales entre la buro­
cracia real y los súbditos coloniales del rey». Las reformas borbónicas intentaron modificar

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

cada primero por los sucesos posteriores a la guerra de sucesión y como efecto
del debilitamiento de la Corona española ante la presión de las otras grandes po­
tencias europeas -en particular por Inglaterra-, en el primer tramo del siglo; has­
ta la segunda mitad, cuando el desarrollo del «libre comercio» y de las reformas
impulsadas por Carlos III, apresuraron la disolución del consenso que mantenía
unido al conglomerado iberoamericano.
En la Nueva España, esta circunstancia se desarrolló sobre todo a raíz de las
reformas aplicadas por el visitador José de Gálvez desde 1766, que significaron
una revisión total del estatuto metrópoli-colonia y la limitación de todos los de­
rechos autonómicos ganados desde antes por el «reino» de la Nueva España. Para
ello, la creación de un ejército propio, subordinado al rey en la defensa contra los
enemigos del imperio, jugó un rol primordial.
En esta nueva concepción geoestratégica, el puerto de Veracruz constituía un
emplazamiento vital orientado al Gran Caribe y al comercio atlántico, y por lo
mismo, sujeto a las acechanzas inglesas desde la toma de La Habana en 1762.Y si
bien es cierto que ningún motín se presentó en esta plaza, el hecho de que los
acontecimientos que aquí nos ocupan surgieran en la red territorial de su comer­
cio interior inmediato, alertaron a las autoridades y fueron la razón principal de
haberlos reprimido, en tanto que se daban en una frontera de guerra que había
que defender a toda costa.
En el Sotavento veracruzano,2 y a lo largo del siglo, un fuerte proceso de
campesinización había modificado paulatinamente los entornos de la «plebe co­
lonial» de la región -compuesta en su mayoría de campesinos pobres y libres.3 Se
había desarrollado también un importante auge del contrabando que fue durante
siglos parte intrínseca de la vida del litoral, y hubo un aumento significativo de
la frontera agrícola a partir de la deforestación con fines navales en las cuencas
del Papaloapan y el Coatzacoalcos (en particular, la extracción de maderas para
el astillero de La Habana). Se dio entonces, un aumento de la demanda fiscal y

este estatuto de «usos y costumbres», transformando la naturaleza del gobierno civil y militar
de todo el conglomerado español.
2. Hoy se conoce como «Sotavento» a la cuenca baja del Papaloapan. Aquí nos referimos
a una región más amplia, el Sotavento colonial, tal y como fue descrito por don Miguel del
Corral en 1777, en los prolegómenos de la creación de la Intendencia de Veracruz. Este
Sotavento original comprendía las jurisdicciones de Veracruz Nueva, Cosamaloapan, Guas-
paltepec, Los Tuztlas y Acayucan: poco más de 40 mil kilómetros cuadrados en el territorio
de 54 municipios actuales del centro y sur de Veracruz, dos de Oaxaca (Tuxtepec y Loma
Bonita, que eran parte de Guaspaltepec) y dos del actual Tabasco (Cárdenas y Huimanguillo,
que eran de Acayucan). El presente texto es un resumen de un capítulo de nuestro libro en
preparación Tierra adentro, mar en fuera. La Veracruz colonial y su costa de Sotavento,
3. Y cuyos contornos precisos los podemos detectar en los censos de pardos y morenos
libres que se levantaron en función de la creación de las milicias de defensa después de 1767:
en la Veracruz Nueva, el interior de Cosamaloapan, la ribera derecha del Papaloapan, el sur
de Los Tuztlas, el río San Juan Michapan y el oriente de Acayucan (Huimanguillo).

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ALGARADAS. SEDICIONES Y TUMULTOS EN EL SOTAVENTO VERACRUZANO

de las obvenciones religiosas pueblo por pueblo, y, por último, un clima de des­
obediencia favorecido por el estado de guerra y el escaso control de los mandos
militares sobre las milicias de pardos y morenos, reorganizadas y movilizadas en
la defensa costera desde 1767.
Pero como en todos los procesos de este tipo, las cosas no resultan lo sufi­
cientemente claras, pues una multitud de intereses aparecieron detrás de esos
conflictos, mientras que la resistencia a los cambios generados por el mercado,
y después, por las reformas impuestas desde España, involucraron muchas veces
cacicazgos locales que tenían ya establecidas fuertes relaciones de privilegio y
excepción,que no estaban dispuestos a perder.
En consecuencia, estos acontecimientos reflejaban las realidades locales e in­
volucraban a los actores sociales que estaban ahí desde antes: principalmente
indios de comunidad, negros y mulatos libres, y criollos de origen europeo; aun­
que con el paso de los años, estos movimientos incluyeron también a la creciente
población de campesinos libres (propietarios, arrendatarios y sin tierra) que se
había desarrollado en los intersticios de las haciendas, las comunidades y los prin­
cipales nodos de la red comercial. Estos reagrupamientos tendieron a crear nue­
vas autonomías regionales y municipales, reacomodos territoriales y hegemonías
políticas, que se expresaron en la creación de pueblos, el fortalecimiento de los
cabildos anteriores -o del poder de los señores de la tierra- y un crecimiento de
las identidades de grupo que sobrepasaba a menudo, los entornos locales previos.
Pero además, en los movimientos aquí mencionados se expresaron nuevas solida­
ridades de grupo, étnias y de clase, que rompían con el orden establecido y con la
separación de las «castas», tal y como habían sido impuestas por el orden colonial:
de allí la emergencia del «acton> de carácter «popular» que agrupaba muchas veces
a sectores anteriormente separados por las divisiones estamentales.
Indudablemente, la crisis del imperio y la creciente debilidad del Estado colo­
nial, que se manifestaron con fuerza en los reacomodos de poder, en la sustitución
de las alcaldías mayores por subdelegaciones del sistema de intendencias desde
1778 y en el impacto social y económico de las reformas borbónicas, condiciona­
ron estos eventos que eran, además, el reflejo de una gran cantidad de movimien­
tos que sacudieron la paz pública de la Nueva España durante la segunda mitad
del siglo. Aumentaron las actividades portuarias, hubo crecimiento económico
reflejado en el cobro de alcabalas y otros impuestos, se vigorizó el tráfico in­
terno que caracterizó los años postreros del régimen colonial, se fortaleció una
burguesía comercial en el Consulado de Veracruz (1795) y, consecuentemente,
se militarizó el litoral. Todo ello ocasionó múltiples efectos en una población
que se desajustaba cada vez más de las formas de control colonial tradicional.
Podemos también asegurar que los conflictos tendieron a desarrollarse en
las zonas de «fricción económica», en regiones que tenían tasas de crecimien­
to mayores, o que fueron afectadas por el dinamismo de la actividad comercial;

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

y que detrás de cada uno de ellos aparecen siempre intereses enfrentados de


funcionarios locales, señores de ganados y dueños de mayorazgos, inversionistas
ligados al tráfico mercantil, así como plantadores de tabaco, caña de azúcar y
algodón; quienes a menudo mueven los hilos de la discordia y promueven las
desobediencias de los sectores bajo su influjo, o su poder. Algunas localidades y
cabeceras multiétnicas, así como puertos fluviales e interiores, fueron escenario
de estos conflictos. En otros casos, el despojo de tierras o los cobros excesivos de
impuestos civiles y religiosos detonaron la violencia.
Las primeras rupturas, que a finales del siglo se intensificaron gracias al ma­
lestar creado por el impacto de las reformas borbónicas, en realidad empezaron
en las tierras bajas del Sotavento desde la segunda década del siglo, cuando estas
reformas ni siquiera se imaginaban: pues de hecho respondían a dinámicas más
generales, que se fueron complicando en la medida en que el imperio, el conglo­
m erad o españ ol, se desagregaba y entraba en una crisis económica y política que
terminó por hacer estallar el control sobre sus virreinatos y colonias. Por primera
vez, desde el siglo xvi, el Sotavento largamente despoblado se convertía en una
posible nueva fuente de recursos en virtud de su paulatino crecimiento natural.
La valorización de ciertos cultivos, como el tabaco (con la consiguiente localiza­
ción del monopolio de su producción en la Real Fábrica de Tabacos de Orizaba)
y el algodón, así como la reorientación productiva que devino en una pérdida de
importancia de la ganadería -por la caída de la demanda en los mercados urbanos
del Altiplano-, ocasionaron, además de la natural expansión de la frontera agríco­
la, nuevos reacomodos y sobresaltos inesperados.
Podemos así distinguir, por lo menos, dos escenarios distintos de resistencia
que aparecen a lo largo del siglo. Primeramente, y en gran medida como efecto
de lo ocurrido después de la guerra de sucesión, se da el ciclo de las fugas de los
esclavos de las plantaciones de azúcar y tabaco hacia los montes interiores: un
cimarronaje de autodefensa que no es necesariamente una rebeldía premeditada.
Este cimarronaje de larga duración tiene más que ver con la estructura econó­
mica y social -ya decadente para la época-, del modelo esclavista en la región
azucarera de Córdoba, que se entrevera con la reactivación de las fundaciones de
pueblos, ya no en la antigua forma de congregaciones y desplazamientos forzo­
sos -pues los asentamientos indígenas no daban para tanto-, sino aprovechando
las nuevas inconformidades, ataques y fugas de negros y mulatos. Es así como se
da por un lado, el crecimiento del campesinado libre y, por otro, algunos movi­
mientos de población que eran producto de las guerras exteriores entre España
e Inglaterra en el marco del Gran Caribe: guerras que de manera recurrente se
hacían presentes en el litoral.4 En todos los casos era un poblamiento negociado

4. Como la fundación, después de 1762, del pueblo de San Carlos de los Indios de la
Florida (Antigua Veracruz), hoy Úrsulo Galván, creado con indios amulatados de las naciones

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ALGARADAS. SEDICIONES Y TUMULTOS EN EL SOTAVENTO VERACRUZANO

gracias al interés de los virreyes de hacer de la costa una región menos hostil y
más poblada; y en este caso, es la Corona la principal interesada en contar con
esta población libre para su incorporación en las milicias. En este caso el benefi­
cio es mutuo: contar, por un lado, con una fuerza dispuesta a la defensa; y, por el
otro, adquirir la libertad y los privilegios agregados por la condición y la lealtad
militar.
Así, el largo periplo que transcurrió desde el estallido de las primeras pertur­
baciones cíclicas de las esclavonías,5 desde principios del siglo x v iii hasta 1769,
y que culminó con la fundación de un pueblo de negros y mulatos liberados
-Santa María Guadalupe de los Morenos de Amapa-,6 nos muestra también un
complejo proceso de negociación y represión, y, en el fondo, la transformación
económica de la época, en donde la esclavitud de los negros y mulatos resulta­
ba necesariamente prescindible y obsoleta, más o menos gravosa para amos y
esclavos.
En función de este cambio, la clase propietaria se dividió a lo largo de estos
desacuerdos en dos bandos bien delimitados: de un lado, los amos esclavistas
de Córdoba y Orizaba -sin duda el sector más atrasado y dependiente de estas
formas de trabajo; del otro-; los dueños de ganados y alcaldes mayores -pero
principalmente los jefes militares después de la llegada de Villalba-, quienes pug­
naban por un cambio de política y el establecimiento de relaciones basadas en
el trabajo asalariado, movilidad de la mano de obra y fuerza de trabajo que abas­
teciera al puerto en tiempos de paz, al tiempo que se movilizara militarmente
ante las eventuales amenazas. Lo más interesante es que en la base de todo este
largo proceso se desarrolló, como política de las autoridades y de los ganaderos
(en especial el mayorazgo de La Estanzuela), algo que podemos llamar cim arro-
n aje tu telado, que de manera intrínseca derivó en una poderosa presión social
ejercida sobre los amos cautivos de su atraso, en un cambio de mentalidad y en
una integración más exitosa de los afroveracruzanos en el seno de la sociedad
colonial del Sotavento.7

yamase y apalachina trasladados a Veracruz desde el presidio de Panzacola, después de la


ocupación inglesa de Cuba y la Florida. Cf. García de León, 1996.
5. Una «esclavonía» era el conjunto de esclavos de todas edades y de ambos sexos bajo el
control de una unidad de producción o un amo.
6. Es la actual ranchería de Amapa, del municipio de Tuxtepec, Oaxaca. En 1609-1613
otro pueblo había sido fundado con negros cimarrones a los que se dio la libertad: San Lo­
renzo de los Negros (hoy Yanga). En ambos casos, los cimarrones fueron apadrinados por
el mayorazgo fundado por Gaspar de Rivadeneira, centrado en la gigantesca hacienda de La
Estanzuela. Tanto la ciudad de Córdoba (en 1616) como San Lorenzo de los Negros y Amapa,
fueron fundados en tierras cedidas por este mayorazgo.
7. El caso lo hemos resumido de varios expedientes de archivo, en especial de: a g n m ,
Tierras. 3543: 23-88v, 1767-1769 / Tomo subtitulado Geografía del país, fundaciones de pu e­
blos; «Negros cimarrones y fundación de Amapa». También de varios recorridos de campo
por la región y de fuentes de segunda mano que se refieren al caso desde diferentes ópticas:

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La misma negociación también revela aspectos «modernos» en el trato político


de ciertas autoridades hacia los rebeldes y fugitivos, en donde siempre aparece
el reconocimiento, a veces tímido, de que los sectores inconformes se merecían
un mejor destino en tanto eran portadores de argumentos escritos y dictados por
la racionalidad.8 En todo caso, las fugas habían sido propiciadas9 por los mensaje­
ros y «agentes aliados» de los alcaldes mayores de Teutila y Cosamaloapan, y del
poderoso dueño del Mayorazgo de la Estanzuela, quienes en realidad necesitaban
fuerza de trabajo libre y asalariada para introducir el cultivo del algodón en la
parte del Papaloapan que ellos controlaban, permitiendo que los cimarrones se
«arrancharan» en sus jurisdicciones.10 Por otra parte, un buen contingente de los

PatríckJ. Carrol, «Mandinga: The Evolution of a Mexican Runaway Slave Community...», 1977;
Octaviano Corro, Los cimarrones en Veracruz y la fu ndación de A m apa..., 1951; Adriana
Naveda, «Insumisos, rebeldes, huidos y cimarrones en Veracruz...», 1988, y «De San Lorenzo
de los Negros a los Morenos de A m a p a . 2000; William Taylor, «The Foundation of Nuestra
Señora de Guadalupe de los Morenos de Amapa», 1970; y Fernando Winfield, «La sublevación
de esclavos en Córdoba en 1735», 1984; y del mismo autor, Los cimarrones de M azateopan..
1992.
8. Don Andrés Fernández de Otáñez, caballero de la Orden de Calatrava y Alcalde mayor de
Teutila, llegará a ser el personaje más interesado en una salida negociada de las rebeliones
de esclavos. En 1769 comunicaba al virrey que «habiendo sido llamados ante mi el negro
Fernando Manuel, y Pablo de los Reyes, sargento y cabo de la cuadrilla que al presente
está arranchados en los parajes que llaman Palacios, Breve Cocina y Mandinga a las riberas
de Amapa de esta jurisdicción, y hécholes saber las conveniencias que les resultan en lo
espiritual y temporal de reducirse a población fija en un terreno sano y a propósito para
poder trabajar sus milpas con sosiego, y mantenerse de ellas sin necesidad de andar errantes
y causar perjuicios, ofreciéndolos coadyuvar para su logro, han condescendido gustosos,
presentándome una Memoria de los que son, con un escrito en que con mucha racionalidad
piden lo que conduce al presente caso, a cuyo tenor he examinado a seis testigos, los cinco
ancianos y el otro de mediana edad, de todo conocimiento de los sucesos de ellos y de la
tierra...» ( a g n m , op. cit., 24).
9. Según Francisco Adán, quien rememora las sublevaciones, en 1735 «no hubo otro
principio de este ruidoso y costoso movimiento que el haber los cimarrones por sí, o por
terceras personas, hecho entender a los esclavos de las haciendas que eran libres. Y ya fuese
por el innato deseo que todos tiene de sacudir el yugo de la servidumbre, o por la maligna
inclinación que es regular en gente de esta condición, sin atender a la despreciable calidad y
pésima nota de sus autores, que, como si lo hubiera dicho el Espíritu Santo bastó para que.
habiéndose comisionado a don Agustín Moreno para la visita de los Ingenios, levantasen
todos la voz apellidando libertad, cuyo nombre siempre ha sido peligroso entre esclavos y
cautivos. Así se agavillaron en la Hacienda de Omealca, llamándose a pueblo. Y de allí salían
a los caminos a robar, y cometer con barbaridad todo género de insultos y hostilidades»,
10. Según el mismo documento, otras autoridades eran favorables a una solución nego­
ciada, pues «por el año de treinta y cuatro consultó un cura (en cuyo distrito había distintos
esclavos fugitivos) a este Superior Gobierno, que estaban viviendo bárbaramente y murien­
do sin sacramentos en los montes. Y que convendría concederles la libertad y reducirlos a
pueblo, o agregarlos a otros de la jurisdicción. Apadrinaba el alcalde mayor de La Antigua la
pretensión, representando que no habiendo esperanza de que se redujesen a la servidumbre
según el mucho tiempo que andaban fugitivos, se les concediese la libertad, pues estaban
ellos prontos a venir de paz y entregarse» (f. 79).

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cimarrones se alistó en el nuevo ejército y se estableció en los alrededores del


puerto en tierras del Mayorazgo de Santa Fe.
El segundo escenario eran las «repúblicas de indios» confinadas por el cre­
cimiento de los pueblos y que subsistían como barrios o parcialidades en los
principales nodos de la red dendrítica del mercado interior. Eran alzamientos es­
porádicos y recurrentes que sucedían al interior de las cabeceras y pueblos esta­
blecidos, como ocurrió enAcayucán, San Andrés Tuztla o Tlacotalpan; en donde
estas repúblicas se hallaban en un fuerte proceso de mestizaje, al tiempo que
constreñidas por los intereses económicos de los grupos dominantes habitantes
de esas cabeceras. Después, se extendieron a otras repúblicas más marginadas,
causando un clima de violencia; como ocurrió desde fines del siglo, en Huiman-
guillo, situado en una región alejada y en donde convivían los pueblos nahuas
con los grupos de mulatos libres establecidos en esa región, hoy perteneciente a
Tabasco, que generó así un proceso de separación política de la Intendencia de
Veracruz que terminó por unirla a los intereses centrados en Villahermosa.11
Otro factor lo configuró después la misma crisis rural y de los precios agríco­
las, agudizada desde 1795,y que precipitó la migración a las ciudades del interior
y al mismo puerto de Veracruz. La gota que colmó el vaso de estos factores con­
dicionantes fue, generalmente, una intensificación de las obligaciones fiscales,
impuestas tanto por las autoridades civiles como las eclesiásticas; o bien, por los
repartimientos forzosos de mercancías que se intensificaron justo antes de la
creación de las intendencias.
Así que podemos claramente dividir el siglo en dos momentos: tomando
como punto de referencia el antes y el después de las reformas que se iniciaron
hacia 1767.Y ya en la segunda fase, además del desajuste creado por las reformas
económicas y militares en una zona de frontera litoral, otra de las medidas que ge­
neraron reacciones fue la instauración del régimen de intendencias en 1778. Con
ello, las antiguas alcaldías mayores pasaron a ser «subdelegaciones», perdiendo
parte de los atributos de poder y autonomía que habían configurado los más re­
cientes cacicazgos. En ese entonces, y a nivel regional, el poder de la intendencia
se concentró en Veracruz, sede de su intendente y gobernador, ayudando a cen­
tralizar las decisiones sobre la defensa y la seguridad pública interior, pero despla­
zando el poder de los funcionarios locales. En la costa de Veracruz la sensación
era de desaliento y rencor, pues a una situación de crecimiento exponencial del
comercio, con todos los beneficios que esto acarreaba, se le seguía una política
de freno a los poderes regionales, concentración de las decisiones y excesivo
control fiscal. Es por ello que las elites regionales se pronunciaron cada vez con
mayor autonomía y se vieron frecuentemente involucradas en situaciones de
conflicto o de abierto desafío contra el poder central y sus representantes. Bajo

11. Cf. Samuel Rico Medina, 2004.

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este manto se cobijaron rebeliones y motines, o de plano los encabezaron: prin­


cipalmente en las localidades que eran sedes de subdelegación, centros mercan­
tiles y puntos de encrucijada del comercio. Por último, lo que era una reacción
local y esporádica a los abusos, pudo adquirir sentido a partir de 1808, cuando la
crisis del imperio justificaría la «independencia»: término que en aquel contexto
significaba, más bien, autonomía o recuperación de la legitimidad de la Corona
que una separación de la metrópoli.
Para colmo, y según varias evidencias en la medida en que avanzaba el siglo, el
pacto colonial llegaba a su fin, y con él la primacía del consenso negociado, que
había sido la red sutil sobre la que descansaba la larga estabilidad de la región y
de toda la Nueva España. Desde el punto de vista de la Corona, la prioridad era
reforzar el control imperial, mantener a los americanos en su estatus dominado y
crear un piso fiscal del que nadie pudiera escapar Pero ninguna de esas medidas
fue adecuada para el momento y para los distintos lugares y provincias de aquel
conglomerado político diverso.Tampoco sirvieron para frenar el ímpetu autono­
mista de los peninsulares, de los criollos y de las nuevas elites coloniales, las que
se habían impuesto sobre las burocracias del Antiguo Régimen que habían con­
trolado la situación hasta antes de la puesta en marcha de las reformas borbóni­
cas. Así que, la mayoría de los sectores, y ante la presión de las reformas, se sentía
agraviada y confundida mientras acumulaban resentimientos profundos.
La militarización, acelerada en 1797 con motivo de la enésima guerra con In­
glaterra creó un estado de alarde que duró seis años, propiciando el abandono de
los cultivos, pues la mayor parte de la población adulta -«todo el que es capaz
de montar a caballo y tomar una lanza»- fue movilizada o acuartelada, mientras
otros huían al interior para escapar al reclutamiento militar.12A esta situación se
vino a sumar, el 3 de marzo de 1793 la violenta erupción del volcán San Martín
Tuztla, que cubrió de ceniza un área muy extensa, y el surgimiento en 1799 de un
brote de fiebre amarilla que causó muchas muertes en el litoral y la casi desapari­
ción de algunos pueblos, en especial la cabecera de Santiago Tuztla.13Y a pesar de
la precaria subsistencia agrícola, la sequía de 1802 alcanzó a afectar la ganadería

12. En los primeros años del xix, el barón de Humboldt lo percibió: «La intendencia de
Veracruz tiene demasiada tropa con relación al corto número de sus habitantes; y como el
servicio militar molesta al labrador, le hace huir de la costa por no verse forzado a entrar en
los cuerpos de lanceros o milicianos. Las levas que se hacen para la marina real también se
repiten demasiado a menudo y se ejecutan de una manera harto arbitraria. Hasta ahora el
gobierno ha descuidado todos los medios de aumentar la población de esta costa desierta. De
un tal estado de cosas resulta mucha falta de brazos y una carestía de víveres que contrastan
singularmente con la gran fertilidad del país» (T. II: 303).
13. a g n m , Hospital de Jesús. 265, 20: 1-25, 1799: «Expediente formado sobre la Peste
experimentada en la Villa de Santiago Tuztla y provincia tomadas a beneficio de su Común
de Yndios por el actual Justicia Don Manuel María Blanco». En este documento aparece una
larga lista de apellidos tuztecos, de origen nahua, español y africano; la mayoría de los cuales
sigue en uso en esa región.

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de abasto al puerto, creando una situación de carestía y malestar popular en las


zonas de producción.14
Esta situación del campo, paradójica en la medida de darse a finales de un
periodo considerado como «de crecimiento», repercutió sobremanera en la vida
comercial y marca definitivamente el inicio de la crisis que desembocará en los
acontecimientos de la guerra de independencia. Lo importante es que esta co-
yuntural ralentización de la economía era percibida como consecuencia directa
de las políticas de la Corona y de las medidas opresivas de los subdelegados de
cada jurisdicción. Lo paradójico es que las milicias de pardos y morenos, reclu­
tadas entre los campesinos libres y los esclavos liberados desde 1766, servirán
a la postre como base de apoyo de las guerrillas insurgentes que precipitarán
la emancipación del reino de la Nueva España; dirigidas por algunos caudillos
realistas (Antonio López de Santa Anna y Guadalupe Victoria) que terminarán
uniéndose a Iturbide en la fase final de la guerra civil.
Y es que los motines de todo tipo se habían multiplicado en lo más agudo de
la crisis y no tardaron en estallar de manera violenta a partir del golpe de estado
contra el virrey Iturrigaray, en septiembre de 1808: lo que generó dos años des­
pués, y en la mayor parte del territorio de la Nueva España, una de las guerras
civiles más largas y complejas del continente americano.

CIMARRONES Y ARRANCHADOS

Entre 1735 y 1769 ocurren varios levantamientos de los esclavos negros de los
trapiches de la región de Córdoba y Orizaba, que escapan a la «cuenca cimarrona»

14. Don Joaquín Arrióla, quien fue encargado de informar a Quirós sobre la parte inme­
diata a sotavento, refiere, en 15 de diciembre de 1806, lo que sigue: «Tlalixcoyan se halla a
12 leguas al sur de la plaza de Veracruz. Se extiende su jurisdicción seis leguas al norte hasta
un paraje llamado Tepetacalco. Por el sur está el río de Tenapalula, que hay de este pueblo
8 leguas por el este hasta a Boca de Tatayan [...] Tiene en su circuito cinco haciendas de
ganado mayor que son Paso del Toro, Joluca, Cuyucuenda, Concepción y La Estanzuela.
Excede de 1500 habitantes de todas edades y sexos, tiene como 60 ranchos regulares y chi­
cos de cría de ganado mayor, lo cual va cada vez a menos así por la mortandad en la Seca
del año pasado como en la continua saca de vacas para el nacateo de Veracruz [distribución
para las carnicerías, llamadas en Veracruz «nacaterías», del nahua nakat, «carne»], que desde
luego se sorberá todo si no se pone algún remedio. Tiene 12 ranchos de siembra de algodón,
grandes, con 60 fanegas de tierra cultivada, y de medianos y chicos una infinidad de ellos.
Por los años de 95, 96 y 97 había en esta jurisdicción dos tantos más de siembras que en la
actualidad, pero con el motivo de haberse expulsado los indios ha ido en mucha decadencia.
A esto se agrega que los dueños de las tierras no procuran más que tiranizar a los infelices
llevándoles ocho y diez pesos por una cuartilla de sembradura, y aunque Su Majestad (que
Dios guarde) en su Real Cédula de 1802 manda moderar el excesivo canon de 8 pesos que se
cobraban por fanega, ellos lo han entendido al revés y cargan doble» («Noticias estadísticas...»,
en Florescano, 1976 : 81).

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de los actuales Tierra Blanca y Cosamaloapan, refugiándose en los montes de Maza-


teopan (Teutila), hacia la «banda de Jalitatuani»,la ribera suroeste del río deAmapa.
Demandan libertad y fundar un pueblo a semejanza de San Lorenzo de los Negros
(fundado con los cimarrones de Ñanga hacia 1613). Se crea un bando irreducible
conducido por Macute y otro «negociador» dirigido por Fernando Manuel, quienes
se unen a las milicias creadas por Juan de Villalba en 1766. Represión militar a las
revueltas, violencia extrema de los esclavos hacia sus amos, y creación de «ranchos»
o kilom bos tolerados por el dueño de La Estanzuela, Ovando y Rivadeneira. La fac­
ción de Femando Manuel captura a M acute y los suyos y los entrega al brazo crimi­
nal de Córdoba para su ejecución. En 1769, a instancias del propietario y del Alcalde
mayor de Teutila se funda, en tierras de Jalitatuani y Soyaltepec (expropiadas por La
Estanzuela) el pueblo de negros libres Santa María Guadalupe de los Morenos de
Amapa, cuyo primer alcalde fue Femando Manuel.

PRIMEROS DESAJUSTES

Enero de 1716, se subleva la comunidad de San Andrés Tuztla (Marquesado del


Valle), opuesta al pago de un «arancel» decretado por el obispo de Oaxaca. El alcal­
de mayor toma el partido de la «república de indios» (que incluye mestizos, negros,
mulatos y españoles pobres). Es la comunidad más poblada del Sotavento y mayor
que su cabecera, Santiago Tuztla. Los caciques indios (Pérez de Tapia) toman el ban­
do de las autoridades y colaboran en la represión. Esto tendrá secuelas en 1811.
En 1723 la república de indios inserta en el puerto fluvial deTlacotalpan (Vera
Cruz Nueva), se inconforma contra las «extorsiones excesivas y servicios invo­
luntarios» ordenados por el teniente del Partido. Los españoles del lugar apoyan
al teniente y los nahuas agricultores y pescadores de su república resisten y son
encarcelados. Coincide con un crecimiento de la actividad comercial del muelle.
En 1743 y en 1765, los indios deTlacotalpan se vuelven a sublevar pidiendo
la expulsión de los españoles de sus tierras y pesquerías. En el primer caso, usan
una calavera como «bandera del alboroto», mientras arrecian las presiones econó­
micas y agrarias sobre la república de indios, constreñida al barrio de San Miguel.
Se aprisiona a las autoridades indias y a algunos cabecillas de los motines.
En 1750 ocurre la «masacre de San Andrés Tuztla» durante las procesiones del
Viernes Santo de ese año. El pueblo, en su mayoría indígenas nahuas, ataca a las
tropas y milicias de Veracruz que desfilaban en la procesión. El motivo es la opo­
sición al reclutamiento de los indios y mulatos libres. En la represión mueren más
de 50 personas y los cabecillas son encarcelados y fusilados. El cacique Miguel de
Tapia toma el bando de los soldados y su cacicazgo es desconocido.

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REACCIÓN A LAS REFORMAS BORBÓNICAS

En 1777-1778 ocurrió un motín en Santa Ana Soconusco, una comunidad


nahua cercana a Acayucan, en una disputa sobre una mina de sal («saltierra»). La
comunidad fue reprimida por miembros de la Santa Hermandad de Acayucan,
aunque recuperó el control del pozo de sal.
El 29 de septiembre de 1783 estalla enTlacotalpan la «sublevación del día de
San Miguel», durante la fiesta de su barrio indígena. La demanda es de tierras y
aguas y la expulsión de los españoles, criollos, negros y mulatos que dominan la
vida local; así como la supresión de repartimientos y trabajos forzosos, diezmos y
alcabalas. Se captura a los tahtoqu es o principales y a varios sublevados.
En febrero de 1786 ocurre un suceso en la comunidad nahua de Acula (Co-
samaloapan). Los comuneros demandan tierras y acceso a los sitios sagrados ocu­
pados por las haciendas de La Estanzuela y la de los marqueses de Uluapan. Ocurre
la ocupación ritual del sitio arqueológico de Ahuateopan, en tierras de Uluapan
y son capturados, por don Miguel del Corral, 66 indios de comunidad. Serán libe­
rados por inconsistencia de los cargos: ellos alegaban estar solamente llevando
a cabo un rito ancestral. En 1783 había ocurrido allí un motín contra el cura del
lugar, también por problemas religiosos.
En octubre de 1787 ocurre la conocida «rebelión de Acayucan» (cabecera de
su comarca), contra los repartimientos y trabajos forzosos. El motín permite el
linchamiento del gobernador indio y la persecución del Alcalde mayor. Participan
indios y mulatos dirigidos por Gaspar de los Ríos y su mujer. Los comerciantes
locales controlan el poder, el comercio, la producción de algodón, ixtle y gana­
dería mayor. La revuelta es sofocada por don Miguel del Corral. Los supuestos
cabecillas fueron capturados.
En 1801, dos emisarios del pueblo popoluca de Tecciztepec (Acayucan) son
capturados enTlacotalpan y llevados presos a Veracruz. Regresaban de entrevistar­
se con un «rey indio» que se había proclamado como tal enTlaxcala. Son liberados,
aunque Tecciztepec se queja de que varios propietarios españoles les habían des­
pojado de sus tierras. En 1808, sin embargo, el común de Tecciztepec ofrece do­
nar sus cajas de comunidad para la defensa del rey de España.
En 1805 ocurre la rebelión del trapiche El Potrero (Córdoba). Los negros es­
clavos ajustician a varios dueños de trapiches y se levantan en armas atrayendo a
muchos otros esclavos de la región. Demandan la abolición de la esclavitud y el
levantamiento es sofocado por 3 mil soldados al mando del virrey Iturrigaray. Los
rebeldes se dispersan creando asentamientos cimarrones, que se unirán en 1810
a las tropas del cura de Zongolica, quien se decía seguidor de Hidalgo y descen­
diente del emperador Moctezuma.
En septiembre de 1808, los indios, mulatos y negros libres de Chacaltianguis
(Guaspaltepec y luego Cosamaloapan), en la margen derecha del Papaloapan, que

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mantienen conflictos de tierras con los marqueses de Uluapan, se enfrentan a las


autoridades judiciales que pretendían aprehender a unos «borrachos». El motín
causa varios muertos y detenidos. La totalidad de los pobladores de la margen
derecha del río se sublevan contra las autoridades locales.
Entre 1781 y 1817 ocurren varios motines y desobediencias en la región de Hui-
manguillo (Acayucan); en inconformidad por la escasa atención civil y eclesiástica
en este confín de la Intendencia de Veracruz que terminó por unirse aTabasco des­
de 1855. En 1781 se dio la rebelión de Félix de la Cruz contra el Obispado de Oaxa-
ca, y en la guerra de independencia la famosa «sublevación de los pardos», dirigida
por Atanasio de la Cruz contra las disposiciones de las autoridades de Acayucan.
Se había dado allí un crecimiento de la población de mulatos libres, productores
de cacao y aguardiente, en una zona de contrabando y bandolerismo. Los sectores
inconformes fueron base de las guerrillas insurgentes desde 1811 a 1817.

REVUELTAS MÁS DIFÍCILES DE REPRIMIR

FRECUENCIA DE MOTINES Y REVUELTAS EN EL SOTAVENTO

u Motines previos a la independencia

ARCHIVOS
agn m , Archivo General de la Nación, México.

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ALGARADAS, SEDICIONES Y TUMULTOS EN EL SOTAVENTO VERACRUZANO

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DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS DE LA CUSE DOMINANTE
EN EL RÍO DE LA PLATA TARDO COLONIAL (1770-1810)_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Mariano Martín Schlez
U n iv ersid a d N a cio n a l d e la P lata- c o n ic e t

OBJETIVOS, OBSERVABLE, FUENTES Y CATEGORÍAS DE ANÁLISIS

En la historiografía contemporánea suele ser soslayado el problema de a quié­


nes nos referimos cuando hablamos de clase dominante en las colonias españo­
las en América, repercutiendo en la presición o impresición de sus principales
representantes y sus mecanismos específicos de reproducción social. Algunos
trabajos plantean como hipótesis la existencia de un personal político especí­
fico, cuya unidad la establece, fundamentalmente, el hecho de ser parte de la
burocracia real. Estas investigaciones relegan los fundamentos económicos de
su reproducción social y su lugar en las relaciones de producción predominan­
tes, apelando a la capacidad de dichos a actores para moverse libremente en la
sociedad, adaptándose a las diferentes coyunturas a través de su habilidad para
insertarse en diferentes redes. En este sentido, existe un acuerdo en caracterizar
que los comerciantes coloniales, núcleo del poder político y económico en la
Colonia, obtenían parte de su ganancia del sobreprecio obtenido por la venta
de sus mercancías en mercados distantes. Sin embargo, la naturaleza social de
su reproducción suele desdibujarse al realizarse generalizaciones encontradas,
con poco asidero en datos empíricos. Por ejemplo, mientras algunos investigado­

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res han caracterizado que «casi todos los comerciantes poseen estancias»,1 otros
plantearon que no invertían en tierras rurales, prefiriendo comprar los cueros a los
hacendados.2Ambas posturas desatienden las posibles diferencias en los patrones
de acumulación, englobando a un conjunto de realidades diferenciadas bajo el
rótulo de «comerciantes». No diferenciar a quienes realizan actividades produc­
tivas de quienes se reproducen gracias a un privilegio político que habilita una
punción a la circulación, es el principal mecanismo para concluir la imposibili­
dad de «predecir» cualquier tipo de alianza política basada en intereses materiales
equivalentes. Si todos son comerciantes, y hay comerciantes en ambos lados de
los bandos enfrentados en la revolución, no hay forma de encontrar ninguna ley
que determine la movilización de estos individuos.3 Sin embargo, si nos atenemos
a un estudio detallado de la naturaleza social de la reproducción de estos sujetos,
observaremos que, lejos de un divorcio entre sus actividades económicas y polí­
ticas, encontramos una ligazón imposible de separar.
Este trabajo intenta realizar un aporte a esta problemática, partiendo de la
hipótesis de que existe en la colonia una dominación política y económica cuyo
corazón se expresa en los comerciantes monopolistas, por lo que comenzamos a
llevar adelante esta tarea a través del estudio de un caso singularmente significa­
tivo: Diego de Agüero.
Comerciante español, Agüero es uno de los principales consignatarios rio-
platenses de las casas gaditanas. Como tal, es un reconocido dirigente del grupo
denominado comúnmente como «monopolista». Aliado incondicional de Martín
de Álzaga, el líder de la oposición al proceso revolucionario de mayo de 1810,
participa activamente de la vida política porteña como funcionario del cabildo
y del consulado de Buenos Aires. Agüero es, además, tío y socio de Miguel Fer­
nández de Agüero, autor de la representación de los comerciantes monopolistas
gaditanos que, en 1809, se enfrentó a la representación d e los h acen d a d os, del
revolucionario Mariano Moreno. Confirman la importancia de nuestro observable
la inexistencia de estudios sobre su persona y el escaso número de investigacio­
nes sobre comerciantes monopolistas en el Río de la Plata tardo colonial.
Comenzaremos a dilucidar la base material de Diego de Agüero apelando a
tres tipos de fuentes. Observaremos la relación que mantiene con las casas co­
merciales gaditanas, sus contactos en la Península y el volumen monetario de su
giro legal, a través de los registros de navios. Como esta fuente abarca hasta el
año 1810, el periodo 1810-1820 lo hemos cubierto con los libros de entradas
y salidas de mercaderías de la aduana porteña y con los papeles de la capitanía
del puerto. Corroboraremos el volumen de envío de dinero y metálico a España

1. Segreti, Temas, 1987.


2. Socolow, Mercaderes, 1991.
3. Moutoukias, «Power», 1989.

28

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

con los libros de registros de caudales. Nos aproximaremos a los mecanismos


utilizados por Agüero para obtener el metálico en América, conoceremos sus ac­
tividades económicas y los mercados y consignatarios que estructuran su giro
recurriendo a su correspondencia privada y comercial.Vale destacar que son uti­
lizados en este artículo por primera vez siete copiadores de cartas de Diego de
Agüero, hallados en marzo de 2006 en un viejo baúl del Museo Histórico Nacio­
nal de Buenos Aires. Finalmente, nos servirán también algunos aspectos de docu­
mentos judiciales y administrativos, que revelan interesantes cuestiones sobre las
relaciones de fuerza en la sociedad rioplatense tardo-colonial. Las fuentes utili­
zadas se encuentran en las salas m, vn, rx, x y x iii del Archivo General de la Nación
( a g n b a ) y en el Archivo Histórico del Museo Histórico Nacional ( m h n ) , ambos de

la Argentina.
Con respecto a las categorías de análisis, buscaremos marcar los límites de los
estudios basados en el concepto de «redes», para explicar lo que consideramos
un proceso más complejo que la simple agregación de individuos en torno a
afinidades simbólicas. Utilizaremos lo que consideramos el marco teórico más
apropiado para resolver los problemas que aquí nos planteamos, el marxismo
clásico, por lo que realizaremos un análisis en torno al concepto de clase social.4
El examen de las categorías que dominan el campo académico -y la elección
de preguntas que implican otros conceptos como más pertinentes- exceden el
espacio de este artículo. Sin embargo, puede consultarse dicha trayectoria en
trabajos anteriores.5

EFECTOS POR METÁLICO: CÁDIZ Y EL RÍO DE LA PLATA

A fines del siglo xvm, las mercancías no circulan libremente por los mercados
debido a la ausencia de la libre concurrencia. El Estado impone una serie de
impuestos a la circulación con el objetivo de aumentar sus rentas y los comer­
ciantes deben estar habilitados por un permiso para traficar. Diego de Agüero era
uno de estos comerciantes debidamente autorizados por la corona.6 El estudio de
los registros de navios y caudales nos permitirá acceder al tráfico atlántico legal
de Diego de Agüero. Estas fuentes nos aportan valiosos datos de su giro atlántico:
1) períodos en que se realiza el tráfico; 2) socios y consignatarios; 3) mercados de
compra y venta; 4) volumen monetario de mercancías recibidas; 5) volumen

4. Marx, Luchas, 1973-


5. Schlez, «Sólo», 2007.
6 . a g n b a , Sala IX, Consulado, Legajo 3, Expediente 10.

29

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

de caudales remitidos a la Península; y 6) mercancías traficadas.7 Pasemos a un


breve resumen de estos datos.

Mercados, socios u consignatarios

Debido al aislamiento entre los mercados, los comerciantes se veían obliga­


dos a establecer, en las ciudades a las que destinaban sus productos, una especie
de agentes delegados, que recibían y distribuían los géneros, para luego enviar
las remesas a la metrópoli originaria. Estos mercaderes, llamados consign atarios,
recibían las mercancías (consignaciones) y podían actuar de forma individual o
asociados entre sí. No cualquiera estaba en posición de transformarse en uno de
ellos, ya que poseían un poder político para traficar, otorgado por el Estado espa­
ñol y auspiciado por las casas comerciales de Cádiz. Quienes llegaban a ser parte
de este selecto grupo podían, al mismo tiempo, vender mercancías por «cuenta
propia» y representar a estas casas comerciales, recibiendo, según marcaba la ley,
un 9% de ganancia sobre las ventas.8 Sin embargo, cuando los comerciantes se
asocian al interior de los mercados americanos, y consignan sus mercancías entre
sí, la comisión se reduce al 4 por ciento.9 Diego de Agüero representa a las casas
comerciales gaditanas y, para realizar sus ventas, posee socios y consignatarios
en los principales mercados americanos. Las relaciones que establece son varia­
das. Posee consignatarios en Cádiz, que le envían mercancías desde la Península
y a quienes les remite, paralelamente, la mayor cantidad del metálico. También
se relaciona con diferentes comerciantes porteños que reciben sus mercancías
cuando debe ausentarse y actúa, al mismo tiempo, como nexo entre diferentes
regiones e individuos. En estos casos, se limita a recibir y reenviar mercancías y
dinero, a través de los principales mercados americanos y España. Para clarificar
este tipo de relaciones realizamos cuadros diferenciados, ponderando la jerarquía
de los contactos a través de dos variables: su duración en el tiempo y el número de
transacciones realizadas.

7. Dado que se trata de su principal socio y es imposible discriminar cuáles son activi­
dades separadas y cuáles no, hemos incluido las mercancías remitidas a Miguel Fernández
de Agüero y los caudales por él enviados a la Península. Los años 1790/91/92 se encuentran
incompletos debido a la ilegibilidad de la fuente por encontrarse en mal estado.
8. Arazola Corvera, Hombres; 1998.
9. Ver, por ejemplo, los resúmenes de cuenta realizados por Diego de Agüero y Salvador
de Trucios donde se consigna este 4% de comisión para el consignatario, a g n b a , Sala VII,
Legajo 761, Fojas 146, 335 y 370.

30

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

CUADRO 1
SOCIOS Y CONSIGNATARIOS GADITANOS DE DIEGO DE AGÜERO10

Consignatarios y socios Periodo N° de Consignatarios y socios Periodo N° de


déla transac­ déla transac­
relación ciones relación ciones
Ignacio Díaz Saravia 1784- 40 Juan Diez Moreno 1785 1
1799

Miguel Fernández de 1787- 24 Francisco Antonio de 1786 1


Agüero 1803 las Cuebas

Juan de Dios Bailes y 1785- 14 Juan Quintian Pote 1786 1


Requesans 1796

Tomás de Carranza y 1779- 10 Miguel Izquierdo e Hijo 1788 1


Compañía 1786

Manuel de Céspedes 1792- 10 Juan Enrique Rosales y 1788 1


1796 Compañía
Juan Martín Comba 1794- 7 Juan Manuel Caviedes 1789 1
1802

Juan Ángel de Moli- 1804- 6 José Danino 1790 1


nuevo 1809
Bartolomé Lopetedi 1786- 5 Juan José de Uría 1792 1
1809

10. Todos los cuadros de este acápite han sido confeccionados a partir de a g n b a , Sala EX,
División Colonia, Sección Gobierno, Registros de Navios, 1770, 1771 (43-5-4; 43-5-5), 1772 (43-
5-6), 1773 (43-5-7), 1774 (43-5-8), 1775 (43-5-9), 1776 (43-5-10), 1778 (43-5-11; 43-6-1), 1779
(43-6-2; 43-6-3); 1780, 1781, 1782 (43-6-4), 1783 (43-6-5); 1784 (43-6-6; 43-6-7; 43-6-8); 1785
(43-6-9; 43-7-1; 43-7-2; 43-7-3; 43-7-4); 1786 (43-7-5, 43-7-6, 43-7-7, 43-7-8, 43-7-9, 43-7-10);
1787 (43-7-11, 43-7-12, 43-8-1, 43-8-2); 1788 (43-8-3, 43-8-4, 43-8-5, 43-8-6, 43-8-7, 43-8-8); 1789
(43-8-9, 43-8-10, 43-8-11, 43-8-12, 43-9-1); 1790 (43-9-2, 43-9-3, 43-9-4); 1790-1791 (27-3-5, 27-
3-6, 27-3-8, 27-3-9, 27-3-10); 1792 (43-9-5, 43-9-6, 43-9-7, 43-9-8, 43-9-9, 43-9-10); 1793 (43-9-11,
45-1-1); 1794 (45-1-2, 45-1-3); 1795 (45-1-4); 1795-1796 (45-1-5); 1796 (45-1-6, 45-1-7); 1797
(45-1-8); 1798 (45-1-9); 1799 (45-1-10); 1800-1802 (45-1-11); 1802 (10-4-6); 1803-1805 (4-10-8);
1805-1810 (10-5-1); Registros de Caudales, 1717-1809 (16-1-3); 1738-1790 (25-7-4); Sala XIII,
Contabilidad Colonial, Aduana, Registros de Navios, 1803 (40-3-2, 40-2-5, 40-2-6, 40-2-7, 40-2-8,
40-3-1, 40-3-2, 40-3-3); 1804 (40-7-1, 40-7-2, 40-7-3, 40-7-4, 40-7-5, 40-7-6, 40-7-7, 40-7-8, 40-7-9,
40-7-10); 1805 (40-10-5, 40-10-6, 40-10-7, 40-10-8); 1806 (41-2-5, 41-2-6); 1807 (41-3-9); 1808 (41-
4-9); 1809 (41-5-5, 41-5-6, 41-5-7, 41-5-8); Registro de Caudales, 1768-1778 (46-2-24), 1784-85
(46-2-25), 1786-87 (46-2-26), 1788-89 (46-3-2), 1789-1790 (46-3-4), 1791-1792 (46-3-6), 1792-93
(46-3-8), 1794-1796 (46-3-7), 1802-04 (46-3-9). En los cuadros 1, 2 y 3 consideramos por transac­
ción 1 envío por barco, ya sea de efectos o dinero. En caso que distintos comerciantes realicen
envíos al mismo individuo en el mismo barco se contabiliza cada uno de ellos.

31
Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

CUADRO 1 (Continuación)
Consignatarios y socios Periodo N° de Consignatarios y socios Periodo N° de
de la transac­ de la transac­
relación ciones relación ciones
José Fernández 1792- 5 Manuel García Fernán­ 1793 1
de Cossio 1794 dez

Luís de Estrada 1794- 5 José Feliz Canales 1785 1


1795

Juan Antonio 1784- 4 José Ignacio de Hemas 1794 1


de la Quintana 1786

Pablo Páez Jaramillo 1785- 3 Mateo Díaz Saravia 1795 1


1786
Esteban Ventura Mes­ 1803- 3 José Rodríguez 1795 1
tre 1804 y García

María del Rosario Díaz 1802- 3 Antonio Beau 1796 1


Saravia 1809

José Gabriel de Villar 1786 3 Miguel Díaz Saravia 1802 1


y Urtusaustegui

Alberto García 1806 3 José de Uría y Guereca 1802 1


y Canale

Lucas Ignacio Fernán­ 1785“ 2 Domingo Fernández 1802 1


dez 1786 Berdeja

Pedro Páez Jaramillo 1785 2 Bernardo Gregorio 1803 1


de las Heras

Agustín de Arribillaga 1790 2 Juan José de Laje 1803 1

Francisco de Busta- 1794- 2 Manuel Jacinto Retes 1803 1


mante y Guerra 1795

Alejandro de Soto 1802 2 Juan Francisco Martínez 1804 1

Ramón Savater 1804 2 Domingo de Heras 1806 1

Justo de Gainza 1785 1 Rovira y Ferrer 1809 1

Fuente: a g n ba, Salas IX y XIII, Registros de Navios.

Como podemos ver en el cuadro, Agüero negocia con una importante can­
tidad de comerciantes gaditanos, aunque el grueso de sus relaciones se cir­
cunscribe a una decena de exportadores. En primer lugar, la compañía que
más se extiende en el tiempo y con la que Agüero realiza mayor cantidad de

32

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

transacciones, es la de Ignacio Díaz Saravia. Ella parece interrumpirse, debido al


fallecimiento de Díaz Saravia, pero continúa hasta 1809, a través de su esposa,
María del Rosario Díaz Saravia. El segundo en la lista no es otro que su sobrino, y
principal socio en Buenos Aires, Miguel Fernández de Agüero, que viaja perió­
dicamente a Cádiz para realizar en persona los envíos hacia el Río de la Plata.11
También se destaca la relación con Juan de Dios Bailes y Requesans,Tomás de
Carranza y Compañía, Manuel de Céspedes, Juan Martín Comba y Bartolomé
Lopetedi. Es notable que Agüero, a comienzos del siglo xix, parece realizar un
esfuerzo por establecer relaciones con nuevos consignatarios. Es así como ini­
cia negocios con Juan Ángel de Molinuevo, Esteban Ventura Mestre y Alberto
García Canale.
Pasemos a la segunda categoría de comerciantes vinculados con Agüero, es
decir, aquéllos en que reciben sus mercancías cuando debe ausentarse y quie­
nes delegan en él la misma tarea cuando se encuentran fuera de Buenos Aires.
El cuadro 2 nos muestra que, nuevamente, quien encabeza la lista es Miguel
Fernández de Agüero, seguido por algunos de los principales comerciantes
monopolistas porteños, como Juan Antonio Zelaya, Casimiro Francisco de Ne-
cochea, Sebastián de Torres, Miguel Marqués de la Plata, Juan Ignacio Ezcurra,
José Hernández, José de Martín González, Saturnino Saraza, Manuel de Basualdo,
Juan Antonio Lezica, Juan Esteban de Anchorena, Jaime Alsina y Verjés y Juan
José Lezica. Al igual que con los gaditanos, a pesar de existir una enorme canti­
dad de comerciantes vinculados,Agüero parece relacionarse regularmente con
no más de quince.

11. A los 13 años de edad, Miguel es traído desde España por Diego de Agüero, que para
ese entonces ya era un gran comerciante y estaba casado con Petrona Gregorio Espinosa,
también hija y nieta de comerciantes. Cuando aún tenía sólo un hijo varón, acudió a España
para garantizar la continuidad de la línea comercial. Dieciséis años más tarde, en 1794, Mi­
guel, a los 29 años, se casó con su prima carnal, la hija de Diego, María Ignacia Agüero, de
21 años de edad. Según Susan Socolow, al redactarse el «capital» (acumulación del novio pre­
via al casamiento) de la boda entre Miguel e Ignacia, «queda claro que Miguel, comerciante
activo en el comercio con Potosí, había estado bajo la tutela económica de su tío antes del
matrimonio». Socolow, Mercaderes, 1991, p. 31. «Entre las sumas que se le debían a Miguel
hay 1.529 pesos que le debía el padre de su esposa, ‘...la negociación que ha girado... el dho
marido con su padre [Diego Agüero] por cuenta a mitad’. Sin embargo, en la lista de deudas
de Miguel había 24.708 pesos que él le debía a su tío, un dinero que sin duda le dieron para
ayudarlo a establecerse en los negocios». Ver a g n b a , Registro de Escribano 6 , 1795, folios
132-5v, Capital de Miguel Fernández de Agüero, citado en Socolow, Mercaderes, 1991, p. 45 y
Facultad de Filosofía y Letras ( u b a ) , Documentos p ara la historia argentina, Tomo X, Padro­
nes de la Ciudad y Campaña de Buenos Aires (1725-1810), citado en Socolow, Mercaderes,
1991, p. 31.

33

Índice
LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

CUADRO 2
INDIVIDUOS QUE AGÜERO REEMPLAZA CUANDO SE AUSENTAN Y QUE RECIBEN
SUS EFECTOS CUANDO NO SE ENCUENTRA EN BUENOS AIRES

Individuo Periodo de la N° de Individuo Periodo N° de


relación recepcio­ de la recepcio­
nes relación nes
Miguel Fernández Manuel Antonio
1789-1809 47 1792 2
de Agüero de Somarriba
Juan Antonio Ze- Juan Esteban
1785-1804 20 1803 2
laya de Anchorena
Casimiro Francisco Jaime Alsina y 1806-
1784-1792 13 2
de Necochea Verjés 1809
1808-
Sebastián de Torres 1796-1803 10 Carlos Somoza 2
1809
Miguel Marqués de Manuel Antonio
1787-1788 5 1783 1
la Plata del Moral
Juan Ignacio Ez-
1803-1804 5 Manuel de Arana 1784 1
curra
Pablo Ruiz
José Hernández 1804-1809 5 1785 1
de Gaona
José de Martín
1785-1786 4 Joaquín Pinto 1785 1
González
Gaspar de Santa
Saturnino Saraza 1785 4 1785 1
Coloma
Manuel de Ba- Doctor José Pa­
1784-1785 4 1785 1
sualdo checo
Juan Antonio Miguel de Liza-
1787-1809 4 1786 1
Lezica razu
Juan Antonio de
Carlos Camufro 1806-1808 4 1786 1
Gimeno
Miguel Tollo 1784 3 Martín de Sarratea 1787 1
Francisco Díaz
1784-1785 3 José Cevallos 1784 1
Labandera
Juan de Gurru-
Juan José Lezica 1803-1805 3 1788 1
chaga
Juan Agustín No­ Petrona Gregorio
1806 3 1789 1
guera de Espinosa
Domingo Antonio
Santiago Castilla 1785 2 1791 1
de Uretegui
Cristóbal Avecilla 1786-1790 2 Félix Grau 1792 1
Miguel Sáenz 1786-1787 2 Ramón de Rozas 1802 1
Juan Antonio de la
1784 2 Francisco Torres 1804 1
Quintana

34

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

CUADRO 2 (Continuación)
Individuo Perìodo de la N° de Individuo Perìodo N° de
relación recepcio­ de la recepcio­
nes relación nes
Isidro José Bal-
1787 2 José Torres 1804 1
bastro
Anseimo de la
1790-1792 2 Francisco Major 1804 1
Cruz
Bernardo Gregorio
1790-1792 2 Narciso Marull 1806 1
de las Heras
Bernardino Viana 1792 2 _ _
-

Fuente: a g n ba, Salas IX y XIII, Registros de Navios.

Veamos ahora el tercer tipo da vínculos unidos por Agüero, es decir, cuando
actúa como nexo entre diferentes mercados e individuos. El cuadro 3 nos ofrece
un panorama un poco más amplio del giro de Agüero, mostrándonos que sus activi­
dades se extendían hasta los mercados de Santiago y Concepción de Chile, Potosí,
La Paz y Quito. El número de consignatarios y transacciones parece demostrar que
Buenos Aires y Santiago de Chile son los mercados más importantes al interior de
su giro, mientras que confirman a Juan de Dios de Bailes y Requesans, Ignacio Díaz
Saravia, Tomás de Carranza y Bartolomé Lopetedi como a sus principales socios
gaditanos. En América, José Ramírez de Saldaña,la Compañía de Miguel de la Cava-
reda, Bartolomé de Ariznavarreta (Santiago); Joaquín de Obregón Cevallos (Potosí);
y Manuel José Guisado (Quito), son sus principales contactos.
Cuando Agüero remite dinero desde el interior del mercado americano, ge­
neralmente el mecanismo es el siguiente: un agente le envía el dinero con las
instrucciones de lo que necesita, Agüero lo recibe en Buenos Aires y lo registra en
el primer navio que sale, hacia el destino solicitado (generalmente Cádiz). Sólo
en coyunturas bélicas, o cuando el envío es el resultado de un pago a Agüero, el
dinero permanece en el puerto de Buenos Aires sin ser remitido nuevamente
hacia otro destino. El consignatario le manda a Agüero o bien que del dinero en­
viado tome su comisión y los gastos de embarque o, si los quiere enviar intactos,
que incluya todos los gastos en su cuenta corriente. Los envíos son a personas
específicas pero, como posiblemente el receptor no se encuentre en el momento
de llegada de la remesa, se menciona también a un socio como posible destina­
tario. El mismo mecanismo, pero con sentido inverso, se repite cuando, desde la
Península, se destinan mercancías a distintos comerciantes a través de Agüero.
En esta actividad, su posición es clave: geográficamente se encuentra en Buenos
Aires, uno de los principales puertos comerciales, y, por sus relaciones sociales y
políticas, él es el nexo que deben utilizar los diferentes mercaderes para llegar al
puerto español. Así lo testimonian las cartas dirigidas a Agüero:

35
Índice
LA
CUADRO 3

C OR O NA
INDIVIDUOS RELACIONADOS A TRAVÉS DE DIEGO DE AGÜERO

Mercado Individuos Periodo de N° de transac­ Individuos Periodo N° de transac­

EN
la relación ciones déla ciones

L L AMAS.
relación
Juan de Dios Bailes 1784-1796 33 Juan Antonio de la Fuente 1784 1

CONFLI CTOS
Ignacio Díaz Saravia 1783-1796 13 Manuel García y Fernández 1785 1
Tomás de Carranza 1785-1786 11 José Retomillo 1785 1
Bartolomé Lopetedi 1796-1804 8 Pablo Páez Jaramillo 1785 1

ECONÓMI COS
Nicolás de la Cruz y Compañía 1785-1802 6 Felipe Lorente 1785 1
Juan Enrique Rosales 1787-1792 6 Manuel de Arias 1786 1
Juan Martín de Aguirre 1774 3 Antonio Mayo 1787 1
Viuda de Aguirre Hijo y Neco-

Y SOCIALES
chea 1795-1796 3 Juan Domingo Ruiz 1791 1
Andrés de Campino 1774 2 Juan Antonio de la Quintana 1792 1
Cádiz
Nicolás Antonio de Herboso y Sa­

EN
Juan Martínez 1787 2 ravia 1794 1

LA
Francisco García Nieles 1788 2 Lucas de Hortañón 1795 1

INDEPENDENCIA
Matheo Díaz Saravia 1791 2 Luis Francisco de Gardeazábal 1795 1
María del Rosario Díaz Saravia 1802-1803 2 Gabriel José de Fresno 1796 1
Juan Antonio de Arteaga 1774 1 Domingo Thomás Terri 1796 1
José de Toro 1774 1 Juan Esteban de Ezpeleta 1796 1

IBEROAMERICANA
Andrés de Goycolea 1774 1 Cristóbal Javier de Isturiz 1802 1
Agustín Villota 1774 1 Francisco de Sales Reyna 1803 1
Roque Jacinto Huici 1781 1 - - -

Índice
CUADRO 3 (Continuación)
Mercado Individuos Periodo de N° de transac­ Individuos Periodo Nó de transac­
la relación ciones de la ciones
relación
Manuel José Cabezas 1792-1796 7 Francisco del Portillo 1796 1
Presbítero Martín de Sotomayor 1783 1 Nicolás Fernández Ribera 1796 1
Madrid
Feliz Gil 1795 1 Francisco Antonio Montes 1802 1
Justo Cosío 1796 1 _ _

Tomás de Carranza 1784-1785 7 Reynaldo Bretón 1793 1


Francisco López 1785-1786 4 Juan Martín Comba 1794 1

DI E GO
Pedro Fernández Balmaceda 1783-1784 3 José Ignacio Flemas 1794 1
Lucía de la Torre Mugica 1785-1786 3 María Tercia Casas 1794 1

DE
Gregorio Collantes y Estrada 1794—1802 3 Francisco Antonio Bulnes 1794 1

AGÜE R O
Pedro Páez Jaramillo 1785-1796 2 José Rodríguez y García 1794 1
Pablo Páez Jaramillo 1788 2 Manuel Fonegra 1795 1
Agustín Martínez 1792-1794 2 Benito Rueda 1795 1

Y
Fermín de Garaicochea 1794 2 Manuel de Villegas 1795 1

LOS
Buenos Fabián de Guinea 1795 2 Manuel de Cosio 1796 1
Aires José A, Mesa 1774 1 Joaquín de Obregón Cevallos 1796 1

FUNDAMENTOS
José Sebastián de Sotomayor 1783 1 Angel Francisco Sigler 1796 1
Juan de Oría 1784 1 Ana María de Canas 1796 1
José Ramírez 1784 1 Francisco Javier Colapos 1796 1
Francisca Echavarría 1784 1 Luis Martínez de Mata 1802 1
Fray Juan de Dios Herrera y Man­

ECONÓMICOS
zana 1785 1 Antonio Nadal y Narrer 1802 1
Joseph Montreal 1785 1 María Teresa García 1802 1
Ramón Rosales y Compañía 1788 1 Francisco Díaz y Orejuela 1803 1
Melchor de la Xara 1792 1 - - -

Índice
CUADRO 3 (Continuación)

LA
Mercado Individuos Periodo de N° de transac­ Individuos Periodo N° de transac­

C OR ONA
la relación ciones de la ciones
relación
José Ramírez de Saldaña 1784-1796 21 Antonio Causino 1774 1

EN
Miguel de la Cavareda y Com­

L LAMAS.
pañía 1784 7 Conde de la Conquista 1774 1
Cofradía de Nuestra Señora del

CONFLI CTOS
Bartolomé de Ariznavarreta 1793-1796 7 Rosario 1774 1
Juan Manuel de la Cruz 1785-1788 6 María Josefa de Salas 1774 1
Ramón Rosales 1787-1792 4 Roque Jacinto Huici 1785 1

ECONÓMI COS
Santiago Salvador Trucios 1781-1785 2 Micaela de Ipinza 1786 1
de Chile Francisco Bezamilla 1784-1785 2 Fulgencio Rodenas 1787 1
José Manuel de Barrena y Com­
pañía 1785-1786 2 Phelipe Mercado 1788 1

Y SOCIALES
María del Rosario Larraín 1787-1788 2 Pedro de Larrea 1789 1
Joaquín de Bustamante 1774 1 María Josepha Morandé 1791 1
Lorenzo Anadu 1774 1 Pedro García de la Huerta 1791 1

EN
Francisco de Echavarría 1774 1 Manuel Fernández Ramírez 1796 1

LA
Juan Antonio Díaz 1774 1 Celedonio de Villota 1803 1

INDEPENDENCIA
Concep­
ción de
Chile José Urrutia y Mendiburu 1785 1 Juan José de la Quintana 1785 1
Joaquín de Obregón Cevallos 1803-1804 6 Valentín de Ochagavía 1792 1
Potosí
Raymundo Mannes 1785-1786 3 -

IBEROAMERICANA
- -

La Paz Bernardino Uría Illanes 1795 1 Patricio Antonio Carbajal 1796 1


Quito Manuel José Guisado 1792-1796 7 - - -

Fuente: a g n r a, Salas IX y XIII, Registros de Navios.

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

Muy Señor mío, de mi mayor estimación: en cumplimiento de mi cargo y de las


órdenes que tengo de Cádiz de los Señores Don Juan de Dios Bailes y Requesans
y Don José Rodríguez y Saravia, se me hace preciso continuar mis remesas direc­
tamente a usted en esta atención y pongo en noticia de que [...] tengo entregado
cuatro mil pesos fuertes a Don Manuel de Bustamante, quien en la ocasión pre­
sente hace viaje a esa ciudad de Buenos Aires, y por el conocimiento que remito
adjunto se impondrá usted pertenecen dichos pesos a Don José Rodríguez y García
vecino de Cádiz, y llegado que sea dicho Señor Bustamente a esa, se servirá usted
mandar recoger dichos pesos y darle el destino que dichos Señores tengan a
usted comunicado.[...] José Marcos Rey, Santiago de Chile, 10 de abril de 1795.12

También el Gobierno de Chile se vale de Agüero para fletar, desde Santiago


hasta España, efectos (comestibles y ropa de la tierra) y 100.000 pesos.13

Volumen monetario de envíos de efectos y remesas de caudales


Analicemos ahora el volumen monetario del giro comercial de Agüero, princi­
palmente la cantidad de mercancías recibidas desde Cádiz, medida en su equiva­
lente monetario, y el monto de caudales hacia allí remitidos.

CUADRO 4
REMESAS DE CAUDALES ENVIADAS A LA PENÍNSULA POR DIEGO DE AGÜERO
(1 7 7 4 -1 8 0 2 )

2 0 0 .0 0 0 -

150.000 .

100.000 -

50.000 .

Valores expresados en pesos fuertes. Se redondea al peso superior a partir de 4 reales.


Fuente: a g n b a , Salas EX y XIII, Registros de Navios.

12. a g n , b a , Sala VII, Legajo 761, foja 510. El español antiguo ha sido adaptado para faci­
litar su lectura.
13. a g n , b a , Sala IX, Licencias y Pasaportes, Letra A-LL, Libro 1, Hojas 76 y 77.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S V S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

CUADRO 5
MERCANCÍAS REMITIDAS DESDE CÁDIZ DESTINADAS A DIEGO DE AGÜERO (1779-1809)

Datos construidos en base a los avalúos de mercancías en el puerto de Cádiz.


Valores expresados en pesos fuertes. Se redondea al peso superior a partir de 4 reales.
Fuente: a g n b a , Salas IX y XIII, Registros de Navios.

El primer dato evidente es que Diego de Agüero comercia exclusivamente


con el puerto de Cádiz. Mientras otros comerciantes rioplatenses reciben mercan­
cías de puertos como Málaga, La Coruña, Barcelona, Madrid, Tenerife, Vigo, Gijón,
Tarragona, Mallorca, Islas Canarias, La Habana, Santiago de Cuba, Río de Janeiro,
Hamburgo, e incluso desde los flamantes Estados Unidos de América, Agüero tan
sólo recibe efectos desde Cádiz y hacia allí se dirige el metálico americano remiti­
do.14 Los datos parecieran demostrar que los envíos de efectos desde la Península
estuvieron precedidos por remesas en dinero realizadas por Agüero. Es así como
los 41.963 pesos enviados en 1774 y 1778 fueron correspondidos con un pe­
queño envío de mercancías por un valor de 4 389 en 1779. El aumento notable
de remesas en 1783 y 1784 (133.317 pesos) habilitarían el envío equivalente de
efectos de castilla (132.712 pesos).
Se desprende también que, a pesar de un envío de remesas en 1773, las re­
formas borbónicas potenciarán el giro de Agüero, fundamentalmente a partir
de 1783, cuando aumenten tanto la cantidad de mercancías recibidas, como el
metálico remitido. Por otro lado, existe una correlación entre la detención del
tráfico y el desarrollo de las guerras europeas. Agüero no recibe mercancías en­
tre 1780-1783, ni envía remesas entre 1779 y 1782, es decir, que la guerra entre
España y Gran Bretaña, que se extendió entre 1779 y 1783, bloqueó su giro co­

14. Tan sólo 1.385 pesos son remitidos a Madrid y 517, a la Coruña. Para profundizar so­
bre el tráfico dirigido a estos puertos puede consultarse Fontana y Bernal, Comercio, 1987.

40

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

mercial.15Años después, las guerras con Francia (1793-1795) y con Gran Bretaña
(1796-1802), aunque no le impidieron la remisión de caudales a la Península
(que sí se detienen entre 1797 y 1801), bloquearon su recepción de efectos a lo
largo de todo ese periodo. A pesar de un nuevo envío de remesas en 1802, y de la
recepción de una mínima cantidad de efectos entre 1803 y 1809,1a reanudación
del enfrentamiento con Inglaterra en 1804, la posterior derrota deTrafalgar -con
el consecuente bloqueo portuario- y la invasión francesa de 1808, serán obstácu­
los demasiado grandes de sortear. La Revolución de Mayo de 1810 acabará final­
mente con la relación de Diego de Agüero con el puerto de Cádiz, destruyendo
el monopolio que sustentaba su acumulación.Tras la revolución, Agüero no envía
ninguna remesa más a la Península y ya no recibe mercancías remitidas desde allí.16
El contenido del giro comercial muestra que, básicamente, Agüero importa en
Buenos Aires efectos de Castilla y remite desde allí, metálico y dinero amonedado,
que aparece en los registros bajo la común denominación de pesos.17También
son exportados a Cádiz el cobre chileno y los cueros rioplatenses.18 El saldo de la
balanza entre América y España nos muestra una notable transferencia de dinero
y metálico hacia la Península: mientras que recibe mercancías por 485.784 pesos,
remite a Cádiz más del doble, 982.594 pesos. Esta enorme cantidad de dinero
enviado cobra real dimensión cuando observamos el total enviado a lo largo de
su carrera por otros grandes comerciantes como Manuel de Basavilbaso (4 051
847 pesos), Juan Antonio de Lezica (2.856.332 pesos), Gaspar de Santa Coloma
(1.147.617 pesos), Agustín Casimiro de Aguirre (801.434 pesos), Juan Esteban de
Anchorena (380.648 pesos), Bernardo Sancho Larrea (319.721 pesos),Vicente de
Azcuénaga (315.640 pesos), José Martínez de Hoz (276.674 pesos) o Martín
de Álzaga (235.437 pesos).19 Para ponderar esta cantidad de dinero remesada
podemos apelar también a una fuente cualitativa, como las M em orias de Antonio
Alcalá Galiano, donde afirmaba que «un millón de pesos fuertes (en Cádiz no se

15. Lynch, España, 1999.


16. Los registros de navios propiamente dichos finalizan en 1810. Para observar si Diego
o Miguel Fernández de Agüero continuaron recibiendo o enviando mercancías a la península
hemos consultado, de la Sala III del a g n b a , los registros de la Capitanía del Puerto, que con­
signan todos los informes elevados al capitán del puerto de Buenos Aires, informándole de
las entradas y salidas de mercancías y sus consignatarios. Para confirmar este dato revisamos
también las guías de aduana, que muestran las entradas y salidas de mercancías, de la Adua­
na de Buenos Aires. Ver a g n b a , División Contaduría Nacional, Sala III, Capitanía del Puerto
(1810-1818), Cajas 1 a 8 y Sala X, Guías de aduana, 1814 (37-1-15), 1817-18 (37-1-16), 1818
(37-1-17), 1819 (37-1-18), 1820 (37-1-19).
17. Estos pesos viajan a Europa bajo la forma de diversas monedas, como pesos de 128
cuartos, doblones de a 16 pesos, doblones de oro, plata, plata doble o plata cuño antiguo.
18. Profundizaremos en el contenido del giro comercial en el siguiente acápite.
19- Según datos recabados por Eduardo Saguier, Genealogía de la tragedia argentina
(1600-1900), Buenos Aires, 2007, en línea: http://www.er-saguier.org/obras/gta/Tomo-II/
Seccion-F/Cap-18/Cuadros/00-cuADR-D-3.pdf. [Consulta 10 de marzo de 2009-3

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Índice
LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

solía contar por reales) era lo que se atribuía a tres o cuatro de las personas más
acaudaladas.Tener cien mil pesos se reputaba estar muy bien».20 Estos datos colo­
can a Diego de Agüero como a uno de los comerciantes que más dinero ha reme­
sado al puerto de Cádiz, en calidad de consignatario de sus casas comerciales.
En esta transferencia de valor de un territorio a otro, los comerciantes mono­
polistas, a través de sus intercambios, son los responsables de trasladar las ganan­
cias hacia España. El predominio de la ruta de Cádiz y la constante vehiculización
del excedente hacia allí demuestran la estrecha relación colonial entre España y
sus colonias hacia fines del siglo x v iii y principios del x r x .
Para conocer los mecanismos utilizados para transformar esos efectos en di­
nero debemos dirigir nuestra atención a las actividades económicas desarrolladas
por Diego de Agüero en América.

EL MERCADO INTERNO AMERICANO

Describir cuándo, qué y dónde Agüero compra y vende mercancías nos per­
mitirá obtener una primera imagen de los mecanismos utilizados para obtener
metálico. Para esto utilizaremos los voluminosos copiadores de cartas privadas
y comerciales, que abarcan el periodo 1770-1802 (con algunas piezas aisladas
que llegan hasta 1810) y la correspondencia recibida por Agüero.Vale aclarar que
el sitio donde adquiere la mercancía puede no coincidir con su lugar de pro­
ducción. Por nuestra parte, seguiremos su recorrido desde que llega a manos de
Agüero (generalmente desde su compra) hasta que se deshace de ella (venta o
consignación), lo que tampoco quiere decir que el producto no siga recorriendo
caminos hacia otros mercados. Es fundamental tener en cuenta que, en la mayo­
ría de las ocasiones, Diego de Agüero no es más que un eslabón en una cadena
mayor. Es decir, no suele vender al consumidor final, sino que funciona como un
nexo entre comerciantes de mercados distantes.
El cuadro 6, realizado a partir de la correspondencia comercial de Agüero,
nos ayuda a profundizar en su tráfico, complementando la información de los
registros de navios. En primer lugar, confirmamos la centraüdad de Cádiz, ya que
desde ese puerto llega la mayoría de los productos traficados y hacia allí se di­
rigen, además de las remesas en dinero, las dos principales producciones del
Reino de Chile y del Río de la Plata: el cobre y el cuero.21 En Buenos Aires, Agüero
compra también esclavos, que llegan desde África en barcos negreros, para ser
revendidos allí o internados en el continente, con dirección a Mendoza, Santiago
y el Alto Perú. La única mercancía producida en territorio bonaerense y traficada

20. Álzaga, Cartas, 1972.


21. No mencionamos la cascarilla porque sólo conocemos un envío a España.

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Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

por Agüero es el cuero.Vemos, entonces, que Buenos Aires ocuparía el lugar, en el


último cuarto del siglo x v i i i , de centro consumidor y redistribuidor de mercancías,
quedándose con un porcentaje de metálico en su carácter de intermediaria del
tráfico entre las regiones.
También confirmamos que el otro gran mercado americano en el giro de Agüe­
ro es el de Santiago de Chile. Allí, vende, fundamentalmente, efectos de castilla,
hierro, yerba y libros con el objetivo de conseguir dinero y cobre. Asimismo, las
cartas traslucen un mundo más rico y complejo de mercados y mercancías, que
incluye las ciudades de Córdoba, Mendoza, Tucumánjujuy, Paraguay y Lima.

CUADRO 6
MERCANCÍAS TRAFICADAS POR DIEGO DE AGÜERO

Mercado Mercancías compradas Mercancías vendidas


Cádiz Efectos de Castilla, hierro, alimen­ Cobre, cascarilla, cueros
tos
Málaga - Cueros
Buenos Aires Efectos de Castilla, esclavos, cue­ Efectos de Castilla, hierro, cobre,
ros, libros, muebles y madera Vino, cascarilla,
Ropa de la tierra, azúcar

Santiago de Cobre, loza de las monjas Efectos de Castilla, hierro, yerba,


Chile Esclavos, libros, cigarros

Mendoza Vino, aguardiente (caldos), casca­ Efectos de Castilla, hierro, escla­


rilla vos, libros, tabaco, azogue, ali­
mentos, chocolate

Paraguay Yerba, tabaco Ropa de la tierra


Lima - Esclavos
Tucumán - Efectos de Castilla
Jujuy - Efectos de Castilla
Potosí Ropa de la tierra -

Fuente: a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Archivo de Diego de Agüero y m h n , Archivo Histórico,
Fondo General, Subfondo Libros copiadores y contables de los siglos xvmy xix, Copiadores
de cartas de Diego de Agüero.

Para clarificar esta información, esquematicemos el mecanismo utilizado por


Agüero para transformar los efectos recibidos desde Cádiz en dinero: en Buenos
Aires recibe efectos de Castilla, que son llevados a Potosí, donde adquiere dinero
y ropa de la tierra, que será llevada a Paraguay Allí la intercambiará por yerba y

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Índice
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tabaco, ambas monedas de la tierra muy apreciadas en los mercados americanos,


que serán exportadas a Santiago y Mendoza para obtener, cobre, dinero o algún
producto que pueda ser vendido en el mercado de Buenos Aires. Es así como
el tráfico con Mendoza y lima se explica por la posibilidad de obtener dinero
en forma segura: el vino y el aguardiente eran dos mercancías muy consumidas en
Buenos Aires y los esclavos eran comprados en efectivo en el mercado peruano.
Además de mercado consumidor y proveedor de ciertos productos, Mendoza
funcionaba como un centro redistribuidor: las diferentes mercancías (incluidos
los esclavos), que no eran vendidas allí, podían seguir su camino hacia el norte,
rumbo al Perú, o hacia la cordillera, camino a Chile. Por otro lado, parecería que
los efectos enviados a Jujuy yTucumán son realizados con el objetivo de ser tro­
cados directamente por dinero, ya que no tenemos noticias que Agüero reciba de
estas regiones ningún producto.
Esta imagen más general del giro de Agüero se traduce también en una estruc­
tura comercial más compleja, que se expresa en un mayor número de socios y
consignatarios en los mercados americanos. Veamos un resumen de ellos.

CUADRO 7
MERCADOS Y CONSIGNATARIOS DE DIEGO DE AGÜERO

Mercado Consignatarios y socios

Buenos Agustín Casimiro de Aguirre, Juan Pedro Aguirre, Julián Gregorio


Aires de Espinosa, Juan Ángel Lascano, Rafael Mazón, Pedro Manuel de
Velasco, Juan Antonio Lezica

Santiago Salvador Trucios, Pedro Landueta, Lucas Fernández Leyva, Amaro


de Chile Rodríguez, Juan Thomas Echevenz, Pedro Andrés de Azagra, Reynaldo
Breton, Juan Antonio Fresno, José Marcos Rey, José María Formos

San Juan Pedro Echagaray

Mendoza Pedro Ortiz, Joseph Sevastian de Sotomayor, Pedro Marin, Sevastian


Indiano y Ganzué, Pedro Espinóla, Thomas Reynaldo y Bruguera

Tucumán, Manuel José Galup y Francisco de Giondra


Salta y
Potosí

Fuente: agn ba, Sala VII, Legajo 761, Archivo de Diego de Agüero.

Estos vínculos parecen demostrar que Agüero posee un consignatario princi­


pal que redistribuye, al interior de su mercado, efectos a comerciantes minoristas

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Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

o de zonas alejadas.Al mismo tiempo, este agente realiza las cobranzas, lleva una
cuenta corriente a nombre de Agüero -y posee una en Buenos Aires- y es el
responsable de enviar el dinero que se recauda o redistribuir las mercancías que
no pueden ser vendidas. Es decir que reproduce, a menor escala, su propio papel
como consignatario de mercancías llegadas desde Cádiz.
Esta es una descripción básica de la estructura comercial americana montada
por Agüero para trocar los efectos en dinero y remitirlos a la Península. Veamos
ahora, sucintamente, las demás actividades económicas que potenciaron la acu­
mulación de Diego de Agüero.

OTRAS FORMAS DE ACUMULACIÓN

Préstamos monetarios y fiado

Una de las primeras y principales actividades desarrolladas por Diego de


Agüero fue el préstamo de dinero a diferentes comerciantes que, por distintas
coyunturas, se veían necesitados de efectivo. De hecho, la primera actividad
de la que tenemos noticia es el otorgamiento de un préstamo: en 1768 su­
ministró a Manuel Gallegos, comerciante de cueros, 3.748 pesos ^4 reales.22
Conocemos estos datos gracias a un juicio de Agüero contra el deudor. El
conflicto tiene su origen en la incapacidad de Gallegos para devolver el dine­
ro prestado. Ante esto, Agüero intenta saldar el problema transfiriéndole una
deuda propia, para que Gallegos pueda saldarla en cueros. Este hecho nos po­
sibilita observar uno de los mecanismos por los cuales los comerciantes maxi-
mizaban su obtención de metálico: no aceptaban que sus deudores salden sus
deudas en productos e intentaban no pagar las propias en dinero. Claro que
éste era, debido a la escasez de circulante, un objetivo complicado de alcanzar.
Cuando la deuda no podía ser cobrada en dinero, Agüero buscaba obtener
los productos americanos que más rápidamente podían ser transformados
en dinero. Es el caso del cobre, privilegiado a la hora de cancelar deudas por
su facilidad para ser revendido. En 1774, por ejemplo, Agüero le solicita a su
consignatario chileno Salvador Trucios que le cobre una deuda de 405 pesos
3 reales, en «cobre labrado». Al mismo tiempo, le pide que «dho cobre [...]
cuando lo reciva procure salir de el en esa al precio que pueda».23 Claro está
que los deudores, en numerosas oportunidades, intentan trocar el acuerdo
para abonar en productos de menor valor, a lo que los grandes comerciantes
siempre responden con firmeza, apelando al Estado si es necesario. En 1775,

22. agn b a , Sala IX, Tribunales, Legajo G -ll, Expediente 6.


23. agn BA, Buenos Aires, Sala VII, Legajo 761, Foja 34.

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el contador José Antonio intenta pagar una deuda pautada en productos la­
brados en cobre, en especias (polvos) y Agüero no lo permite de ninguna
manera.24 En algunos casos en que las deudas eran cobradas recibiendo otros
medios de pago, podían resultar un mecanismo de expropiación de medios de
vida de pequeños comerciantes y productores directos. Manuel Gallegos, por
ejemplo, a falta de dinero, se vio obligado a saldar parte de su deuda entregán­
dole a Agüero una de sus carretas.25Al momento de establecerse el préstamo,
el deudor otorgaba una pesada garantía. Como el chocolatero Francisco Ar-
bona, que para que Agüero le adelante azúcar para poder trabajar, ofrecía «mi
persona y bienes, muebles, y raíces havidos y por haver», aceptando la acción
del aparato jurídico colonial en caso de no poder devolver el préstamo: «Doy
poderío [...] a las Justicias, y Señores Jueces de su Majestad a cualquier partes
y lugares que vean, para que a su cumplimiento me compelan y apremien por
todo rigor en forma y conforme a Derecho».26 Estos documentos no eran re­
dactados en vano ya que, efectivamente, muchos deudores no podían pagar lo
pautado. Es el caso de Arbona, que no pudo devolver el dinero y, en 1784, sus
bienes fueron embargados y ejecutados por el Estado, en beneficio de Agüero,
que ya había solicitado una investigación para conocer todos los bienes expro-
piables: «Que se hade servir la justificación [...] mandar que comparezcan los
mozos que serbian an la Cafeteria y Confituria y que bajo juramento [...] de­
claren donde existen los efectos, plata y alajas correspondientes al expresado
Arbona».27 El proceso termina con el chocolatero embargado y preso.
En otras oportunidades, Agüero ordena cobrar deudas a pedido de sus alle­
gados y también las salda. Por ejemplo, en 1775, le solicita aTrucios que cobre
una deuda de 282 pesos que posee Juan Caldera con Gonzalo Doblas28 y, en 1782,
le abona 200 pesos a Bernardo Sancho Larrea por un préstamo que éste le otor­
gó a la esposa de Echevenz, en 1777.29Veamos ahora un resumen de la actividad
prestamista de Agüero, desprendido de su correspondencia.

24. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 76.


25. a g n b a , Sala IX, Tribunales, Legajo G -ll, Expediente 6. Probablemente Manuel Ga­
llegos sea la misma persona que Manuel Gallego, uno de los inquilinos de Agüero que son
intimados judicialmente a pagar y a desalojar la propiedad, a g n b a , Sala IX, Solicitudes Civiles.
Libro 1, Letra A-B, Foja 33.
26. a g n b a ,Sala IX, Tribunales, Legajo 100, Expediente 12, Foja 2,
27. a g n b a ,Sala IX, Tribunales, Legajo 100, Expediente 12, Foja 3.
28. a g n b a ,Sala VII, Legajo 761, Foja 60.
29. a g n b a ,Sala VII, Legajo 761, Foja 395.

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DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

CUADRO 8
PRÉSTAMOS DE DINERO OTORGADOS POR DIEGO DE AGÜERO (1768-1799)

Año de Monto Beneficiario Actividad


solici­
tud
1768 3.748 Manuel Gallegos Comerciante
1773 130 Ana María Herrero Esposa del contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1774 1.206,6 José Ant. -
1775 64 Zipriano Rodrigo Sobrino del contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1775 36 Josef Sebastián Sotomayor Allegado al contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1775 7.019 José Raminos y Juan Varanilla __
1775 3-318 Martín Salzer y Miguel Pesur —
de Cotapos
1775 24 María del Carmen Díaz -
1775 4.078,6 Varios
1775 20 José Antonio Díaz -
1775 636 Amaro Rodríguez Comerciante
1777 750 Ana María de Herrero Esposa del contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1777 1.300 Ana María de Herrero Esposa del contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1778 300 Pedro Andrés de Azagra Superintendente de Azogue del
Reino de Chile
1778 1.700 Pedro Javier de Azagra Familiar del contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1779 683,2 Pedro Javier de Azagra Familiar del contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile
1780 6.000 Juan Antonio de Lezica Comerciante
1780 6.000 José Antonio de Lazcano Allegado a comerciante
1781 3.000 Antonio Ugarte y Cortázar Allegado a comerciante
1781 1.979,6 Francisco Bruno de Rivarola Comerciante y Asesor del Consula­
do de Buenos Aires
1782 1.000 José Francisco Lazcano Allegado a comerciante
1782 152 Juan Thomás Echevenz Contador del Tribunal de Cuentas
del Reino de Chile
1786 1.590 Pablo Páez Jaramillo Comerciante
1787 500 Juan Thomás Echevenz Contador del Tribunal de Cuentas
del Reino de Chile
1789 200 Juan Thomás Echevenz Contador del Tribunal de Cuentas
del Reino de Chile
1796 250 Martín de Álzaga Comerciante

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CUADRO 8 (Continuación)

Año de Monto Beneficiario Actividad


solici­
tud
1796 150 José María del Castillo Comerciante
1796 250 José María del Castillo Comerciante
1797 100 José María del Castillo Comerciante
1797 50 José María del Castillo Comerciante
1797 50 José María del Castillo Comerciante
1799 550 Mateo Díaz Saravia Comerciante
Totales 46.833,5
Los valores monetarios están expresados en pesos fuertes de a ocho reales.

Fuente: a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Archivo Diego de Agüero y Sala IX, Tribunales, Legajo
G -ll, Expediente 6.

A pesar que estos datos deben completarse con los registros notariales de la
ciudad de Buenos Aires, la correspondencia de Agüero nos permite aproximarnos
a algunos de los beneficiarios de los préstamos realizados por Agüero. Esta pri­
mera aproximación parecería confirmar que los comerciantes, burócratas y sus
familiares y allegados son sus receptores: Salvador deTrucios, Domingo Belgrano
Pérez, Pedro Andrés de Azagra, José María del Castillo y Martín de Álzaga, son algu­
nos de ellos. La ventaja de recurrir a esta fuente es que podemos llegar al verdade­
ro solicitante del préstamo, que escribe a Agüero solicitándolo, más allá de quien
figure en los documentos oficiales, que se reducen a mostrar el monto y la firma
del beneficiario directo.30Además de que la correspondencia nos permite aproxi­
marnos también a la conciencia de Agüero, a través de ciertos comentarios que,
en confidencia, les hace a sus consignatarios, expresando su moral y su visión
del mundo: luego de prestarle al recién llegado José Antonio Díaz 20 pesos, le co­
menta aTrucios «dho Diaz viene de España según me parece a aprender a hablar
franzes, mejor le hubiera estado haverse impuesto en el oficio de su padre».31
Como vemos, los préstamos parecen acompañar toda la carrera comercial de
Agüero, desde 1768 hasta 1799. En ellos habría invertido unos 46 833 pesos, a los
que deberíamos sumarle, para aproximamos a las ganancias que le habrían aporta­
do, el 5% que habitualmente se cobraba por este servicio.32 Sin embargo, estaríamos
sólo ante una aproximación muy vaga, ya que cobrar el dinero prestado no era

30. Por ejemplo, todos los préstamos a Ana María Herrero son, en realidad, otorgados a
su esposo, el Contador del Tribunal de Cuentas de Chile, Thomas Echevenz y Zipriano Reyes
recibe 64 pesos en calidad de sobrino de Pedro Andrés de Azagra. a g n b a , Sala VII, Legajo
761, Foja 51.
31. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 102.
32. Gelman, Mercachifle, 1996, p. 128.

48

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

para nada sencillo en la colonia, A pesar de contar con el Estado, las distancias y el
quiebre de los pequeños comerciantes fomentaban la dilación en los pagos. Por
ejemplo, en 1775, Juan Caldera no pudo abonar su deuda, de más de 200 pesos,
con Agüero «por haber padecido el quebranto de que le comisaron la que traía de
esa en el transito de la Cordillera». Agüero se ve obligado a perseguir a sus deudo­
res, que muchas veces viajan por América, dificultándose su localización.33 En esta
cuestión, Agüero contaba con la fiel colaboración de SalvadorTrucios, que hacía las
veces de cobrador de deudas atrasadas. Signo de su lealtad es la remesa de 1775 (un
año de numerosos préstamos), cuando le envía 15 267 pesos 4 reales, en concepto
de las deudas que Agüero le había encargado cobrar, aunque todavía no había podi­
do cobrar todo, poniendo de su propio peculio el dinero faltante.34
Los préstamos tenían otro ribete: el adelanto de mercancías. Los protocolos
notariales ( a g n b a ) , nos permitirán aproximarnos al fiado al interior del mercado
americano.

CUADRO 9
FIADO AL INTERIOR DEL MERCADO AMERICANO (1774-1808)

Año Fiado en pesos Año Fiado en pesos

1774 - 1793 4.970


1775 2.407 1794
1778 - 1795 12.241
1783 3.842 1796 18.721
1784 - 1800 54.711
1785 12.685 1801 6.500
1786 33.950 1802 54.989
1787 18.651 1803 74.714
1788 48.671 1804 25.509
1789 26.668 1805 _

1790 33.943 1806 1.324


1791 6.456 1807 -
1792 51.007 1808 1.636
TOTAL 493.235
Los valores monetarios están expresados en pesos fuertes de a ocho reales.
Fuente: a g n ba, Sección Tribunales, Protocolos Notariales.

33. agn b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 77, 78 y 84.


34. agn b a , Sala VII, Legajo 76l, Fojas 66 y 67.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Como vemos, el número total es similar al volumen monetario de efectos re­


cibidos desde Cádiz, lo que expresa que Agüero habría otorgado buena parte de
sus mercancías en forma de fiado al interior. La explicación de este hecho remite
a lo ya dicho anteriormente por otros investigadores: en la sociedad colonial, la
gran mayoría de las consignaciones era al fiado, al igual que las ventas. No existía
forma de que un comerciante desarrolle su actividad sin recurrir a él.
Por otro lado, así como los préstamos eran una actividad recurrente de los
comerciantes más poderosos, también se contaba entre sus actividades prestar
determinados servicios, por ejemplo, administrar fortunas ajenas. La viuda de un
comerciante, Catalina de Pizarro, peticionó a la corte para que nombrara a Diego
de Agüero «guardián financiero» de su hijo, Miguel José Caviedes, en lugar de ella.
Opinaba que el capital requería de un buen comerciante que garantizara un uso
provechoso y afirmaba que «una mujer por su mismo sexo y calidad no puede
entrar en aquellos manejos y negocios que son indispensables para el acrecenta­
miento de bienes».35
Los préstamos, en síntesis, son un claro ejemplo de cómo la usura reproduce
al capital mercantil, que no reinvierte sus ganancias en la producción, sino que se
reproduce a través de mayores punciones a la circulación.

Negocios inmobiliarios

Diego de Agüero estuvo vinculado al negocio de los bienes raíces, más especí­
ficamente, al alquiler de propiedades urbanas. No sólo alquilaba sus propiedades,
sino que también era el apoderado de Tomás de Echevenz, contador del Tribunal
de Cuentas del Reino de Chile, que adquirió predominancia gracias a que recibió,
en 1778, una importante cantidad de propiedades en Buenos Aires de parte de su
esposa Ana María Herrero.36Ya en 1778 vendió una estancia en Luján, que fuera
de su suegro, Juan de Herrera, a Alonso González por 2.178 pesos 1 real.37 En
septiembre de 1780, a raíz de cierto descontento en el manejo de sus negocios
por parte de Matheo Ramón de Álzaga, como el descuido en el manejo del Mo­
nasterio de Santa Catalina de Córdoba o del Convento de la Merced, en Buenos

35. a g n b a , Sucesiones 5342, Testamentaria de Don Manuel Caviedes, 1788, citado en


Socolow, Mercaderes, 1991, p. 50.
36. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 3. Al momento de firmarse
dicho traspaso de bienes el representante en Buenos Aires de Echevenz era, todavía, Mateo
Ramón de Álzaga. El traspaso a Diego de Agüero comienza a realizarse en julio de 1780 y se
confirma finalmente en abril de 1781. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515,
Foja 5.
37. a g n b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 271 a 274.

50

Índice
DIEGO DË AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

Aires,38 Echevenz pasa a ser representado por Diego de Agüero.39Al momento del
traspaso, tiene a su favor, en Buenos Aires, 4.194 pesos 3 34 reales,40 monto que se
incrementará rápidamente bajo la gestión de Agüero: en 1780, le vende una casa
a Manuel de Basavilbaso en 21.000 pesos y una chacra a Manuel José de Borda
en 6.520 pesos.41 Entre las propiedades más importantes de Echevenz se incluía
un solar en la Plaza Mayor (hoy Plaza de Mayo) y la chacra «De Castro», sita a dos
leguas y media de la ciudad. Por una deuda impagada, sabemos también que era el
propietario de la casa donde funcionaba el Tribunal de Cuentas en Buenos Aires.
Un reclamo de Agüero ante el Gobierno colonial nos aproxima al costo de los
alquileres de casas de lujo en la Buenos Aires de 1781. El valor anual del alquiler
de la casa delTribunal de Cuentas era de 450 pesos. El reclamo se inició cuando
la deuda, de 15 meses, ascendía a 562 pesos.42 El juicio se resolvió a favor de
Echevenz y Agüero el 7 de marzo de 1782, fecha en que se ordenó saldar la deu­
da definitiva, ya que la casa había sido adquirida por Miguel de Azcuénaga.43 La
deuda, por un año, once meses y veintisiete días, ascendía a 895 pesos 6 reales y
fue finalmente cobrada el 2 de junio de 1783. Esta casa se encontraba en la Plaza
mayor, lindando con el Palacio Episcopal, la calle «De las Ánimas» y con la casa
de Vicente de Azcuénaga. Por ella, Echevenz cobró la misma suma abonada por
Basavilbaso, 21.000 pesos, lo que nos habla de un patrón en el costo de las casas
de lujo en la Buenos Aires colonial.
Pero además de casas lujosas, Echevenz alquilaba pequeños cuartos a un cos­
to mucho más bajo que rondaba, hacia 1779, los 5 pesos mensuales.44 Cuando,
en 1780, Agüero recibe el manejo de sus negocios, confecciona un cuaderno a

38. Tras asumir los negocios de su nuevo representado, Agüero realiza una serie de ventas
con el objetivo de cumplir con varios pagos atrasados sobre censos y capellanías de propie­
dades eclesiásticas. Por ejemplo, con la venta de la casa comprada por Azcuénaga le abona
a Juan José Lezica, apoderado de las monjas cordobesas, $4.103, mientras que, $572, van
para la capellanía de Cayetano Fernández de Agüero, a g n b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 386
a 392.
39. agn b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 269 y 270.
40. Claro que no obtiene esta ganancia neta, ya que también posee numerosas deudas
que son debidamente contabilizadas por Álzaga en el resumen de cuenta que le pasa a Agüe­
ro. Ver agn b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 345 a 356.
41. La carta tiene por motivo principal instruir a Agüero sobre la defensa de sus intereses
en un juicio frente a José Andonaegui, que intenta detener la venta de una casa a Miguel de
Azcuénaga. agn b a ,, Sala VII, Legajo 761, Fojas 267, 268, 270, 572 y 591.
42. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 6. Echevenz llega a obte­
ner esta casa ya que perteneció a la abuela de su mujer, Ana María Herrero, a g n b a ,, Sala IX,
Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 9.
43. a g n b a ,, Sala IX, Hacienda, Legajo 22, Expediente 515, Foja 22. El «clan» familiar Azcué­
naga - Santa Coloma eran uno de los más importantes propietarios de Buenos Aires. En 1794,
Gaspar de Santa Coloma le alquila una de sus casas al Tribunal del Consulado de Buenos
Aires, a un costo mensual de $720 (que por necesidad de arreglos se fijarán, finalmente, en
$750). Ver a g n b a , Consulado de Buenos Aires, 1936, p. 218 y p. 244.
44. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 273 y 274.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

partir de los datos otorgados por su ex apoderado, Matheo Ramón de Álzaga. Una
mirada a su contenido nos da una idea más acabada del negocio inmobiliario en
la Colonia.

CUADRO 10
COSTOS DE ALQUILERES DE PROPIEDADES ADMINISTRADAS POR AGÜERO
EN BUENOS AIRES (1780)

Upo de Propiedad Costo Tipo de contrato

Casa $450 Anual

Esquina y trastienda $15 Mensual

1 Cuarto $4 Mensual

2 Cuartos $12 (los dos) Mensual

1 Cuarto $5 Mensual

1 Cuarto $6 Mensual

1 Cuarto $5 Mensual

Ingreso mensual $84,5

Ingreso anual $1.014

Fuente: agn ba , Sala VII, Legajo 761, Fojas 568 a 576.

Como ya dijimos, en la casa funcionaba el Tribunal de Cuentas. En los dos


cuartos unidos el inquilino poseía una barbería.45 En el caso de los contratos
mensuales, el cuaderno de cobros muestra que, generalmente, los pagos se hacen
en forma anual o, incluso, en períodos de tiempo mayores.
La actividad inmobiliaria tampoco puede considerarse una actividad produc­
tiva, ya que Agüero no construye casas con el objetivo de venderlas o alquilarlas,
sino que comienza a realizar esta actividad cuando ya se encuentra establecido
como un gran comerciante, invirtiendo su dinero en una actividad que profundi­
za los rasgos descritos anteriormente.

45. agn b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 569.

52

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

Capellanías

Diego de Agüero fundó, en 1804, una capellanía «principal de 20 pesos» a


favor de su sobrino, Juan Manuel Fernández de Agüero. Esto lo sabemos gracias
a que, en 1805, la Real Hacienda le exigió el pago del 15%, gravamen impuesto
por el rey a dicha acción. Según la defensa de Agüero, ese 15%, que equivaldría a
la suma de 300 pesos, no debería ser exigido, ya que el escribano, en el momento
de la fundación, no le informó de este gravamen real. De haberlo hecho, él tal
vez no habría realizado tal fundación. Pero esta no es una actitud individual de
Agüero. En su alegato firman, además, 24 dueños de capellanías que, por diversos
motivos, solicitan los eximan del mismo pago adeudado.46
Quienes también poseen capellanías, «sobre las casas [...] en la fuente del sur
de la Plaza mayor de esta Ciudad»,47 son JuanThomás de Echevenz y su esposa. En
1782, a través de Agüero, le abonan a su hijo, Julián Cayetano Fernández de Agüero,
sacerdote de la Catedral de Buenos Aires, 171 pesos 6 reales, por seis años de
réditos, a razón de 28 pesos 5 reales al año.48 En su libro de cuentas, Agüero da
cuenta de varios pagos más, realizados en nombre de Echevenz, por capellanías
y censos: 100 pesos pagados por un censo sobre una casa; 600 pesos entregados
a Juan José Lezica, apoderado del Monasterio de Santa Catalina de Córdoba del
Tucumán, por otro censo; 120 pesos pagados al Convento de la Merced y 71 pe­
sos, nuevamente cobrados por el cura Cayetano Fernández de Agüero, por otra
capellanía sobre una casa.49 En 1782, Agüero le abona también a Lezica 1.703
pesos por una deuda total de 3.000 pesos, resultado de siete años y ocho meses
que debía al mismo Monasterio.50Al corroborar el traspaso de Álzaga a Agüero,
Echevenz confirma la existencia de una capellanía sobre una estancia en Luján,
transferida a Alonso González, de 75 pesos anuales.51
Agüero también posibilita cumplir los últimos deseos caritativos de los devo­
tos comerciantes rioplatenses. En 1787, la esposa de Juan Thomás de Echevenz se
encuentra enferma gravemente. Echevenz le informa a Agüero que ella «determi­
nó por su última voluntad se hiciese la donación de quinientos pesos para costear
un altar de mi Sra. Sta. Ana en esa Catedral».52 Echevenz realizó su pedido a Agüero
el 1 de febrero de 1787 y Josefa Tijano murió, finalmente, el 7 de febrero de 1787.
En su respuesta, Agüero le informa que un altar en la Catedral de Buenos Aires

46. a g n b a , Sala IX, División Colonia, Sección Gobierno, Hacienda, Legajo 124, Expediente
3161, 34-6-2.
47. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 375.
48. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 374 y 375.
49- a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 571 a 576.
50. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 384 y 385.
51. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 381.
52. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Fojas 458, 460, 462 y 463.

53

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

tiene por costo unos 2 OOO pesos, a lo que Echevens le solicita que intente con­
seguir los 1 500 pesos faltantes entre los «muchos devotos» de la ciudad. Manuel
de Basavilbaso será uno de los contribuyentes y el altar se comenzará a construir de
manera que luego pueda completarse con las limosnas cotidianas de los fieles.
Claro está que Agüero fue quien prestó ese dinero.

¿DE DÓNDE SALE LA GANANCIA? LA REPRODUCCIÓN SOCIAL DE AGÜERO


Y LA NATURALEZA DEL COMERCIO MONOPOLISTA

La descripción anterior nos muestra que la dinámica básica del tráfico de


Agüero es obtener efectos de Castilla en Cádiz y llevarlos hacia los mercados don­
de puede realizar su venta en efectivo para, luego, enviar remesas en dinero hacia
la península. Sin embargo, no resulta tan fácil obtener el metálico. En la mayoría
de las ocasiones, Agüero debe intercambiar sus mercancías para obtener otro
producto y será este último el posible de ser convertido en metálico en algún
otro mercado americano. Esto ocurre con el cobre (chileno), la yerba (paraguaya,
santafesina y misionera), el vino (mendocino) y la ropa de la tierra (potosina):
su adquisición se basa en la alta necesidad de estos productos en los mercados
americanos, y en la posibilidad de que estos pueden ser intercambiados por di­
nero finalmente. A estas actividades comerciales, Agüero sumaba los préstamos
monetarios y los negocios inmobiliarios.
Es así como Diego de Agüero posee el corazón de su acumulación en el tráfico
con Cádiz. Los informes epistolares de sus consignatarios confirman la importan­
cia del puerto gaditano, al expresar el grave perjuicio sufrido cuando el vínculo
se ve interrumpido por algún motivo:

Este comercio o los que por mejor decir los componen se hallan mui consterna­
dos por la falta de los dos Registros Principe San Lorenzo y Aurora, que salieron
de Cádiz con muchos intereses desde el día 5 de enero y hasta el presente no
sabemos de su paradero con la noticia de no haver arribado al Callao el dia
8 de Agosto. 53

Esta dependencia del monopolio es la que determina el enfrentamiento con


los enemigos de España y todo aquel que busque aniquilar este privilegio. El
avance de las mercancías producidas bajo las relaciones sociales capitalistas in­
glesas amenazaba la ganancia de los monopolistas, que veían en su competencia
el origen de su crisis.Trucios escribe a Agüero, en 1781: «Con las novedades que
acaecen en esa por el recelo de la venida de ingleses, no se si usted habrá muda­

53. Salvador de Trucios, 14 de Septiembre de 1775, agn ba , Sala VII, Legajo 761, Foja 88.

54

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

do de parecer en asunto a la venta de los efectos que existen de su cuenta en mi


poder».54
La misma situación se repite cuando una fragata portuguesa (probablemente
con productos ingleses) arriba al Río de la Plata afectando la ganancia de los co­
merciantes monopolistas:

Con ocasión de que se advierte probablemente el destino de una Fragata portu­


guesa desde Cádiz para ese Río de la Plata con registro de ropas y considerando
que con su llegada atemperara el precio del paño grana y azul de primera me
veo en la precisión de molestar la atención de usted para que se sirva propor­
cionarme trece varas del primero y misma cantidad del segundo.55

La correspondencia da cuenta de cómo incluso las reformas borbónicas asus­


tan a los comerciantes monopolistas, que temen la llegada de una mayor cantidad
de mercancías competitivas:

El Real decreto de Libre comercio nos tiene en gran consternación pues según
opiniones se espera que estos puertos se han de llenar de navios y con los
efectos que pasasen de esa a esta ha de haber muchas baraturas y pérdida de
interesados lo que servirá a usted de gobierno. Salvador de Trucios, Santiago
de Chile, 12 de agosto de 1778.56

En cambio, el negocio se vuelve redituable cuando existe escasez de mercan­


cías y es posible inflar los precios, acrecentando la ganancia: «He tenido la suerte
de encontrar esta Plaza sumamente escasa y principalmente de los artículos que
elegí concurriendo mucho la cobardía que tuvieron los de este comercio así
como fueron traídos los 60 mil pesos hubieran sido 200 se despacharían con bre­
vedad y ventajas»,57 relataba José María Formos a Diego de Agüero, desde Santiago
de Chile.
Una transacción de vinos puede darnos una aproximación de la ganancia
obtenida por Agüero. En 1776, el consignatario mendocino Pedro Ortiz reclama
1.629 pesos por 210 botijas de vino enviadas. Teniendo en cuenta que el costo
del flete hasta Buenos Aires fue de 940 pesos y la venta de cada botija rondó
entre 16 y 18 pesos, la venta de la mercadería habría aportado unos 3.780 pesos,
es decir, una ganancia para Agüero de 2.151 pesos, lo que nos da una idea de
la rentabilidad de este tipo de negocios. La correspondencia nos otorga varios

54. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 339.


55. Juan Thomas de Echevenz, Santiago de Chile, 5 de Agosto de 1781. a g n b a , Sala Vil,
Legajo 761, Foja 343.
56. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 175.
57. José María Formos, Santiago de Chile, 10 de mayo de 1802. a g n b a , Sala VII, Legajo
761, Foja 538.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

ejemplos que ilustran los esfuerzos realizados por los comerciantes por subir el
precio de venta al máximo:

queda en mi poder el corte de vestido de terciopelo aprusinado y el de chupa


de tesu que usted me dirigió en el actual correo, en un envoltorio franco perte­
neciente uno y otro a su primo Don Gregorio Bernardo de Las Heras, para cuya
venta haré las diligencias posibles, así para la mayor brevedad como para el mejor
precio, valiéndome para este fin de la nota que me incluyó usted de sus prin­
cipales costos en España, contentándome sobre ellos en un 50 % si lo pudiere
conseguir.58

La diferencia de precios es también evidente en la venta del cobre chileno.


Trucios escribe en 1782:

Al retorno del convoy que se juntara en Montevideo pudiera proporcionarse


la venta del cobre que tengo en poder de usted a 16 pesos quintal y tal ves
por mas en la inteligencia de valer en Cádiz a 24 J/2 pesos a que se vende el
que usted embarco de mi cuenta en el Príncipe San Lorenzo, y de no valga en
esa el precio de a 16 pesos lo mantendrá usted en su poder hasta mi segunda
orden.59

El carácter totalmente aleatorio de los precios se expresa mejor en las órde­


nes de Agüero de «vender por el precio que sea posible».60 En numerosas oportu­
nidades, ella es la única disposición que guía a sus consignatarios en los mercados
americanos.

CONCLUSIONES

Diego de Agüero es parte del circuito comercial conocido como «ruta de Cá­
diz», pues une el puerto peninsular con los principales mercados americanos:
Buenos Aires, Mendoza, JujuyTucumán, Santiago de Chile, Paraguay, Lima y Potosí.
Las transacciones por él realizadas tienen por objetivo enviar la mayor cantidad
de dinero y metálico a la Península. Para esto vende efectos de Castilla y, en oca­
siones, intercambia estos productos por otros, para revenderlos en los mercados

58. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 218.


59. a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 411.
60. O «la venda usted en aquella Capital por el precio mejor que pueda», a g n b a , Sala VII,
Legajo 761, Foja 122. En otras cartas Agüero confía en quesu consignatario «procurará el ma­
yor beneficio que el tiempo ofrezca», a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 126. Este tipo de órde­
nes es común para los comerciantes monopolistas de la época. En 1806, Martín de Álzaga le
solicita a su socio en Cádiz, que venda los cajones de cascarilla que le remitió desde América
«al mejor precio que sea posible, y lo permita la plaza». Álzaga, Cartas, 1972, p, 87.

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Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

americanos y obtener dinero o alguna de las producciones exportables: cobre y


cueros, fundamentalmente.
Este primer acercamiento nos permite concluir que Agüero ocupó un lugar
de privilegio en la sociedad colonial basado en el poder político feudal. Lo que
le garantiza a Agüero la posibilidad de comerciar sin competencia es su «habili­
tación», es decir, el permiso de la Corona y las constantes restricciones contra
comerciantes competidores. Su ganancia, entonces, aparece como una forma
de enajenación sobre la circulación que toma la forma de renta. Las mercancías
acumuladas no representan un «capital», porque no son el producto de relacio­
nes capitalistas. Es así como el monopolio gaditano es el principal sostén de
su acumulación, asentada en la diferencia obtenida entre la compra y la venta
de productos entre mercados lejanos, desconociendo los compradores los pre­
cios de origen.61 El interés común que unifica a Agüero y a los monopolistas es
la defensa de este monopolio, cuyo objetivo esencial es retardar la tendencia
niveladora entre valor y precio, es decir, la tendencia al reconocimiento de
valores sociales.62 Mientras que el feudalismo impulsa esta acción, la creciente
producción capitalista a nivel mundial fomenta la unidad entre valor y precio,
eliminando el carácter arbitrario de los precios, que es el origen de la ganancia
de los comerciantes monopolistas.Agüero pertenece, entonces, a una clase so­
cial: una burguesía subsidiaria del feudalismo español, por lo que lucha por la
preservación de sus intereses y combate toda tendencia que amenace la fuente
de su reproducción social. Su ganancia y reproducción dependen, entonces, de
relaciones políticas feudales, a saber, del mantenimiento del sistema colonial y
del monopolio comercial español. La expansión de la Revolución francesa, que
dará inicio a las guerras europeas, comenzará a dislocar su giro comercial. Las
medidas implementadas por España, ante el bloqueo de Cádiz, que autorizaron
el comercio con naciones neutrales y puertos extranjeros, profundizarán esta
desarticulación. El triunfo de la Revolución de Mayo terminará por aniquilar
las prerrogativas que le permitían a Diego de Agüero acumular, destruyendo el
origen de su poder social: el Estado feudal español y el conjunto de relaciones
sociales precapitalistas que lo sostenían.

61. La aleatoriedad de los precios de las mercancías coloniales es manifiesta en la co­


rrespondencia de Agüero. En una cuenta por la venta de 210 botijas de vino, que envió a su
consignatario en Mendoza Pedro Ortiz, le advierte: «Por 3.011 pesos, 4 reales, importe total
de la venta de dichas botijas a distintos sujetos y precios a que han sido vendidas como por
menor»*, a g n b a , Sala VII, Legajo 761, Foja 146,
62. Marx, Capital, 2000.

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ARCHIVOS

a g n ba, Archivo General de la Nación, Buenos Aires, Argentina.


m hn, Museo Histórico Nacional, Buenos Aires, Argentina.

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M o u t o u k ia s , Z a c a r ía s , -Power, Corruption, and Comerse: The Making of the

Local Administrative Structure in 17th Century Buenos Aires», en Hispanic


Am erican Review, primer trimestre 1989-
R o m a n o , R u g g ie r o , «Movimiento de los precios y desarrollo económico: el caso

de Sudamérica en el siglo xviii», en Desarrollo Económ ico, v. 3, núm. 1, abril-


septiembre, 1965, pp. 31-43.
R o s a l , M. A., «Transportes terrestres y circulación de mercancías en el espacio

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S c h l e z , M a r ia n o , «¿Sólo una cuestión de management? Un balance del estudio

de los comerciantes rioplatenses coloniales», en XI fo rn a d a s Interescuelas


Tucum án, Departamentos de Historia, 2 0 0 7 .

58

Índice
DIEGO DE AGÜERO Y LOS FUNDAMENTOS ECONÓMICOS

S e g r e t i , C a r l o s S.A., Temas d e historia colonial: com ercio e injerencia extran­


jera, Buenos Aires, Academia Nacional de la Historia, 1987.
S o c o l o w , S u s a n , L o s m ercaderes del Buenos Aires virreinal: fa m ilia y com ercio,

Buenos Aires, De la Flor, 1991.

59

Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO
DE LA DIRECCIÓN DEL CUERPO DE PATRICIOS (BUENOS AIRES, 1806-1810)
Emilio Fabián Harari
Universidad de Buenos Aires-CONICET

El proceso político que se inaugura en Buenos Aires en junio de 1806, con


la primera invasión inglesa, parece ostentar, sobre la historia de la capital del
Virreinato del Río de la Plata, ciertas características que lo transforman en único
en la historia argentina. Desató un enfrentamiento por el cual la gran mayoría de
la población masculina activa tuvo acceso a las armas, en calidad de voluntario o
veterano. No es extraño, en este contexto, que el suceso haya sido especialmente
resaltado por los contemporáneos, ya sea mediante testimonios directos, ya sea a
través de memorias.
El hecho en cuestión es el armamento y formación militar, más o menos dis­
ciplinada según el caso, de 8.276 habitantes masculinos entre los 14 y 50 años1
de todas las clases, sobre una población de alrededor de 40.000 almas.2 Semejante
despliegue se realizó en el marco de la creación de 17 cuerpos voluntarios, que
remitían al lugar de origen (como vizcaínos, catalanes, andaluces, gallegos, patricios
o arribeños) o a su condición y oficio (castas y labradores).3A ellos se agregaron
cinco cuerpos veteranos. Esta formación se realizó en los meses que van desde
septiembre a noviembre de 1806.

1. Véase Nuñez, Ignacio, Noticias, 1952, Tomo I, anexo I y Roberts, Carlos, Invasiones,
2000, pp. 232-233.
2. Sokolow y Johnson afirman que, para 1810, Buenos Aires contaba con 42.540 habitan­
tes. Véase, Socolow y Johnson, «Población», 1980. Por su parte, Comadrán Ruiz calcula la cifra
de 41.281 habitantes para 1805. Véase Ruiz, Evolución, 1969, p. 98.
3. a g n A, IX, 26-7-7.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

El fenómeno repercutió fuertemente sobre sus protagonistas y observadores.


La percepción general de los contemporáneos fue la de una irrupción masiva
de elementos subalternos en la vida política y un aflojamiento de las barreras
sociales. Así el principal dirigente del proceso, Santiago de Liniers, relataba, en
su carta al emperador Napoleón Bonaparte de junio de 1807, las particularidades
extraordinarias de la situación:

Puede considerarse, qué no trabajaría yo en los once meses después de echar


a los ingleses de Buenos Aires, para hacer guerrero a un pueblo de negocian­
tes, labradores y ricos propietarios [...] Además de esto, la subordinación, tan
necesaria para hacer obrar los grandes ejércitos con utilidad, ¿cómo podía esta­
blecerse entre gentes que se creen todos iguales? Muchas veces el dependiente
de un negociante rico, era más apto para el mando que su patrón acostumbrado
a mandarlo con despotismo, y que venía a ser su subalterno; me fue preciso
vencer todos estos obstáculos y una infinidad de otros.4

Dentro de este proceso, la milicia Cuerpo de Patricios cumple una función


predominante. Es la organización militar más numerosa y la que ejerce las accio­
nes determinantes en la llamada Revolución de Mayo. Su comandante, Cornelio
de Saavedra, será quien decida el momento indicado para el alzamiento y quien
ejerza la presidencia de la Junta Provisional Gubernativa, institución que reem­
plaza al Virrey.
La composición social de las milicias no fue abordada, hasta ahora, en tér­
minos monográficos. Las pocas hipótesis que se han presentado remiten a afir­
maciones generales. Para Halperín Donghi, la composición de los voluntarios se
restringe a «los comerciantes ricos, los funcionarios del gobierno, los tenderos
y los artesanos».5 En particular la dirección está compuesta por «los que tienen
ocupación en niveles altos y medios de la burocracia virreinal».6 Se excluye aquí a
las clases sociales que conforman al agro-colonial, en particular a los propietarios
rurales. Gabriel Di Meglio, por su parte, señala la participación de lo que llama la
«plebe urbana».7 Este término tiene dos limitaciones: en primer lugar, no da cuen­
ta de la gran heterogeneidad que puede encontrarse en esa «plebe», término que
remite al discurso de la clase dominante; en segundo, se restringe la participación
en las milicias a las clases del ámbito urbano.
Si bien la historiografía ha dedicado una gran parte de los esfuerzos en exa­
minar el proceso de militarización, no ha prestado una atención proporcional al
Cuerpo de Patricios. Sólo hemos encontrado tres trabajos dedicados enteramente

4. a g í . Carta original de Don Santiago de Liniers al Emperador Napoleón Bonaparte, 20 de


julio de 1807, en Mitre, Historia, 1957, p. 91.
5. Halperín Donghi, «Militarización», 1978, p. 128.
6. Idem, p. 149.
7. Véase, Di Meglio, Viva, cap. 2.

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

al cuerpo. El primero es el del teniente primero, Alberto Scunio, escrito en 1967


y publicado por el Círculo Militar.8 Se trata de una breve historia de más de 100
años del Regimiento, desde su fundación hasta 1910. Se recoge allí información
fáctica, pero no es el objetivo del autor un análisis exhaustivo. La hipótesis cen­
tral del texto es que el Regimiento habría sido un puntal en la construcción del
Estado argentino. Se trata de un estudio que no repara en cada una de las circuns­
tancias y no tiene por objetivo probar rigurosamente sus afirmaciones.
El segundo es un texto relativamente más reciente; se trata de un libro de
Isidoro Ruiz Moreno y Miguel Ángel de Marco, llamado Historia del regimiento
1 de infantería Patricios de Buenos Aires? Esta obra repasa, en pocas páginas,
las vicisitudes del regimiento desde su fundación hasta la actualidad. Se trata de
un texto sumamente ameno e informativo, con una gran cantidad de láminas
alusivas. Sin embargo, su objetivo tiene más bien un afán de divulgación y su
contenido es sumamente fáctico. El tercer trabajo fue editado recientemente por
Ismael Pozzi Albornoz y se concentra exclusivamente en analizar la fecha exacta
de la creación del Cuerpo.10 Estamos entonces, ante un vacío historiográfico que
este trabajo intenta suplir.

METODOLOGÍA DE TRABAJO Y USO DE LAS FUENTES

Esta ponencia tiene por objetivo examinar la composición social del Cuer­
po de Patricios, en los años que van desde 1806 a 1810. Con este término nos
referimos a la participación y peso de las diferentes clases sociales que presenta
al interior, dicha conformación política. Como el Cuerpo de Patricios es la or­
ganización miliciana más importante de estos años -tanto en número como en
influencia-, constituye un caso significativo a la hora de comenzar a dar respues­
tas sobre cuáles son las clases que se ven interpeladas por la crisis e intervienen
activa y organizadamente en el proceso revolucionario. Este apartado propone,
por lo tanto, una aproximación a ello a través de un determinado corpus de
fuentes disponibles. Por supuesto, el estudio de uno de estos elementos, aún con
ser sumamente valioso, no pretende agotar el problema. Nuestra investigación,
en este aspecto, presenta una serie de límites y requiere de ciertas aclaraciones.
Con respecto a los primeros, podemos señalar una restricción empírica y otra
teórica. El límite empírico se refiere a las fuentes estipuladas y a sus alcances. La
información obtenida en el corpus seleccionado no nos ha permitido identificar
plenamente la pertenencia de clase de los individuos en cuestión. Ello implicaría

8. Véase Scunio, Alberto, Patricios, 1967.


9. Ruiz Moreno, Isidoro y De Marco, Miguiel Ángel: Historia, 2000.
10. Véase Pozzi Albornoz: Creación, 2006.

63

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

un estudio sumamente detallado de cada uno, lo que excede esta instancia de


investigación, en algunos casos, y las fuentes disponibles, en otros. Sin embargo,
sí creemos haber logrado un primer acercamiento a partir de comprobar su vín­
culo con la producción agraria, la restricción de sus actividades al ámbito co­
mercial, su pertenencia al artesanado o al ejercicio de funciones intelectuales.
Con lo cual, podríamos evaluar una hipótesis hasta ahora poco explorada y cuya
respuesta se juzgaba negativa: el peso de la campaña en los enfrentamientos re­
volucionarios.
El Cuerpo de Patricios constaba de 1.265 miembros en 1806, según el padrón
de reclutamiento.11 De ese total hemos obtenido información de 1.062 miembros,
lo que constituye un 84% de ese universo. La dirección del cuerpo está compues­
ta por 113 dirigentes.12 De ellos, logramos reconstruir los datos de entre 64 y 73
casos, según la variable, lo que representa entre un 57% y un 65% de los casos.
Para el caso de los subalternos, hemos conseguido relevar datos de 989 miembros
sobre 1.178, es decir, de un 84%. En ambos casos, como en el total, creemos estar
examinando un porcentaje representativo de la población total del cuerpo.
Las fuentes consultadas son los censos y padrones de la ciudad y campaña de
Buenos Aires entre 1778 y 1815,1a documentación judicial existente en la Sala IX
del Archivo General de la Nación y ciertas fuentes editas, en particular, memorias
y autobiografías.
En el caso de la campaña, utilizamos los censos de 1778,13 1779,14 1789,15
181216y 1813/15.17 Estos no siempre abarcan el conjunto del mundo rural bonae­
rense. En el de 1778, se relevan partidos de Areco, Baradero, Magdalena, Matanza,
Merlo, San Isidro y San Nicolás. El de 1779, los partidos de Baradero, Arrecifes,
Cañada Honda, Las Hermanas, Magdalena, Pergamino y San Isidro. En el de 1789
están las jurisdicciones de Areco, Fontezuelas, Luján, Magdalena y San Pedro. En el
de 1812 las de Areco, Chascomús, Ranchos, Rojas, Salto, el Fortín de San Claudio de
Areco y el de Melincué. En 1813 aparecen relevados los partidos de Areco Arri­
ba y Matanza. Por último, para 1815, encontramos los de Areco Arriba, Arrecifes,
Baradero, Chascomús, Lobos, Magdalena, Luján, Morón, Pergamino, Pilar, Quilmes,
Rosario, San Fernando, San Isidro, San José de Flores, San Nicolás, San Pedro y San
Vicente.

11. Cálculos propios sobre la base de la Facultad de Filosofía y Letras, Documentos, 1919,
t. XII, pp. 320-321.
12. ídem. Incluimos a aquellos elementos que se agregaron luego, como Juan José Via-
monte y Lucas Obes.
13. a g n A, IX, 9-7-6.
14. ídem.
15. a g n A, IX, 9-7-7.
16. a g n A, IX, 10-7-2.
17. a g n A, X, 8-10-4.

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

Para el caso de la ciudad, relevamos el censo de 1778,18 el de 1794,19 el de


1806,20 el de 181021 y el de 1812. Asimismo, relevamos el empadronamiento
de extranjeros de los años 1804,1806 y 1809. Por último, relevamos el censo de
comerciantes habilitados de 1798.22 Por último, recurrimos al padrón de maes­
tros artesanos realizado en 1791.23 Los censos no se encuentran completos: faltan
algunos cuarteles. Varias páginas, asimismo, se encuentran en malas condiciones.
Con todo, se trata de un estudio más completo que el realizado en la campaña.
A ello se debe sumar el hecho de que el censo de campaña más completo, el de
1815, acontece en un año de plena guerra, donde muchos de estos hombres po­
drían estar ausentes o en funciones gubernamentales.
El segundo corpus utilizado son los juicios y nombramientos que se encuen­
tran en la Sala IX del Archivo General de la Nación ( agn a) . Como nuestro interés
se centra en averiguar la pertenencia económica del individuo, hemos descartado
toda información referente a sus servicios militares, bajas o alguna otra que no
permita dilucidar su condición económica.
El tercer corpus son los Registros Notariales, donde pueden constatarse la
compraventa de tierras. No hemos relevado el conjunto de registros. Nuestra
búsqueda tomó como referencia el trabajo de Eduardo Saguier, que analiza las
genealogías inmobiliarias en los partidos de Areco, Arrecifes,Arroyos, Capilla del
Señor, Las Conchas, Luján, Magdalena, Matanza y San Isidro.24Al establecer cierta
coincidencia con los nombres, nos dirigimos a la documentación citada, para ve­
rificar los datos sobre fuentes primarias. Asimismo, tomamos como referencia el
apéndice documental sobre giros de los comerciantes. En este caso, al igual que
el anterior, verificamos en el agn a los registros.
El cuarto corpus se refiere a la documentación editada, como las memorias o
autobiografías de protagonistas o testigos de la época. Puede objetarse que mu­
chos de esos testimonios tienen un carácter retrospectivo antes que documental.
Sin embargo, las posibles distorsiones se remiten a los avatares políticos y a las
consideraciones causales. La información acerca de la propiedad rural, urbana o
su vinculación con las casas comerciales de Cádiz de determinados individuos
ocupa allí, más bien, un lugar secundario, referido al escenario o circunstancia en
la que se desarrolla lo que el autor desea explicar.

18. AGN A, IX, 9-7-6.


19. Facultad de Filosofía y Letras, Documentos, 1919, T. XII.
20. a g n A, IX, 9-7-7.
21. a g n A, IX, 10-7-1.
22. a g n A, IX, 9-7-7.
23. a g n A, IX, 9-9-7.
24. Saguier, Debate, en linea: http://www.er-saguier.org, t. XIII, cap, 5, apéndice docu­
mental

65

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES E N LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

De acuerdo a la información del corpus de fuentes delimitadas, establecimos un


criterio de aglutinación, particularmente para la dirección. En primer lugar, aque­
llos individuos que tengan propiedades agrarias o residan en la campaña. Este crite­
rio presenta el inconveniente de ser susceptible de aglutinar peones y estancieros.
Sin embargo, en el elemento de conducción no encontramos peones.
Tampoco en este estudio nos concentraremos en la magnitud de cabezas de
ganado o tamaño de la propiedad o número de esclavos, peones y/o agregados,
aunque si en las fuentes estudiadas proporcionan esa información queda consig­
nada. Por lo que podemos deducir que se trata de organizadores de la producción
rural, agraria o ganadera, en calidad de productores directos y/o explotadores. La
ventaja es que nos permite ponderar el peso de la campaña en la revolución.
La segunda agrupación propuesta es la que se relaciona con el gran comercio.
Se trata de individuos que aparecen en los censos como comerciantes o registran
operaciones de importancia en la documentación judicial. Quedan excluidos de
esta categoría los transportistas, los tenderos, los pulperos y toda forma de comer­
cio de menudeo. Como en eí caso anterior, tampoco aquí nos concentraremos en
distinguir los montos. La desventaja de esta aglutinación es que reúne a comer­
ciantes monopolistas con traficantes que responden al comercio de cueros en el
circuito que se opone al de Cádiz y pugnan por el librecambio. En ese sentido, se
estaría engrosando, tal vez artificialmente, la magnitud de elementos vinculados a
la clase dominante. El problema que se suscita es que una delimitación al interior
de este grupo requeriría una exhaustiva investigación del personaje en cues­
tión y de su entorno familiar, ya que muchas veces el individuo aún es joven y
el objeto de estudio pasa a ser el padre o algún tío. Asimismo, en un futuro ha­
bría que realizar una periodización de cada una de sus transacciones, ya que nos
encontramos en una etapa de transición donde algunos comerciantes vuelcan
sus inversiones al mundo rural, mientras que otros deciden vincularse al tráfico
de cueros. Por lo tanto, tomamos en forma provisoria a todos los comerciantes
en un solo bloque. Trabajamos, entonces, con la suposición menos conveniente
a nuestra hipótesis.
En más de una ocasión, nos encontramos con grandes comerciantes que a
su vez, sostienen propiedades y/o explotaciones rurales. En esos casos, se ha de­
cidido colocarlos en el primer grupo. Puede objetarse que, aún organizando la
producción agrícola o ganadera, el comercio representa un mayor porcentaje de
sus ganancias.25 Sin embargo, hay dos motivos que justifican el criterio elegido.
En primer lugar, porque parece corresponder mejor al objetivo de medir el
peso de los intereses agrarios en la organización. En segundo lugar, una mirada
de largo plazo nos permite apreciar una progresiva gravitación del mundo rural

25. Tal es la hipótesis que sugiere Jorge Gelman en su estudio sobre Domingo Belgrano
Pérez, véase Gelman, Mercachifle, 1996.

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

en la economía. Por lo tanto, aún en el caso de que en ese temprano momento


no ocupara un lugar preponderante, porta, no obstante, las potencialidades de un
futuro desarrollo.
Un tercer grupo lo conforman los artesanos. Se trata de una clase social que se
desenvuelve como un estamento. En este caso, intentamos profundizar sobre su lugar
en el gremio: maestro, oficial o aprendiz. Se trata de elementos que, sin pertenecer a
las capas más explotadas, forman parte de las subalternas, aunque, en este caso, pue­
dan oponerse al programa burgués que implica transformarse o desaparecer.
El cuarto grupo lo conforman los intelectuales. Nos referimos a todos aquellos
que ostentan un título y ejercen profesiones liberales, sea en la administración,
sea en forma independiente. Esta categorización no excluye la afirmación de que
los intelectuales no son una clase en sí misma, sino la prolongación de las funcio­
nes de cada clase social. En los casos en que hemos logrado identificar su perte­
nencia a tal o cual clase, se los ha excluido de este grupo. Hemos agrupado aquí
a los individuos que no hemos podido consignar su pertenencia social, más allá
de su profesión. No obstante, su presencia expresa la participación de elementos
disociados de la producción directa, aunque no en todos los casos de la adminis­
tración técnica más general. Por último, hemos incluido la categoría tendero, para
el comercio de menudeo, dependiente, en el caso de haber hallado algún miem­
bro con esa sola denominación; y carreteros, por el mismo motivo.
En cuanto a los oficios, hemos encontrado una segunda fuente. Se refiere a
una documentación consignada en la Real Hacienda, en el año 1807 bajo el rótulo
de «gastos de guerra», donde los diferentes cuerpos deben justificar su solicitud de
pago de sueldos. Así, cada oficial designado presenta un listado de todos los ofi­
cios de sus miembros.26 En el caso de Patricios, es Manuel Belgrano quien presen­
ta la lista entera de los miembros y sus oficios, así como los sueldos que corres­
ponderían y el monto total que debería abonarse. El documento, sin embargo, no
consigna otras variables.
Así, hemos utilizado el censo de 1806/1807 para relevar otras variables que
contribuyen a la caracterización del contenido social, tales como la propiedad
de vivienda propia y/o de casas o cuartos en alquiler, la posesión de esclavos,
criados y/o agregados o el calificativo de Don. Asimismo agregamos variables que
permiten aproximarnos al perfil demográfico como la edad, la procedencia y la
composición de su familia. Para homogeneizar estos últimos datos, se ha tomado
preferentemente la información disponible en 1806. En los casos en los cuales no
fue posible, se ha consignado la fecha más cercana de 1810 y a la edad se le ha
quitado tres años, que es la diferencia que presentan los casos que se encuentran
en 1806 y en 1810. A continuación presentamos los resultados de la dirección y
los elementos subalternos.

26. AGN A, XIII, 22-10-9.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

LA DIRECCIÓN

En este apartado procuraremos avanzar sobre una sistematización de los da­


tos obtenidos. En principio, nos referiremos a la pertenencia a los grupos sociales
que constituyen un avance a la caracterización de clase: hacendados/labradores,
comerciantes, artesanos, tenderos, profesionales y dependientes. La investigación
alcanza, como ya especificamos, a 73 casos positivos, lo que constituyen el 66%
de los elementos de la dirección.
El grupo que presenta una mayor cantidad de elementos es el vinculado a la
producción rural, con 37 casos. En segundo lugar, los comerciantes, con catorce.
En tercer lugar, los llamados profesionales, con nueve. En cuarto, los artesanos,
con nueve. Por último, dependientes, tenderos y carreteros, con dos, dos y uno,
respectivamente.
Así, el grupo de hacendados/labradores representa un 33-3% del total y el
50.7% de los casos comprobables. Los comerciantes representan el 11.7% de
los casos totales y el 17.8% de los casos comprobables. Los profesionales, el
8% de los casos totales y el 12% de los comprobables. Los artesanos, el 8% y
el 12% respectivamente.Los dependientes, el 1.7% y el 2.7%.Los tenderos, el 1.7%
y el 2.7. Por último el carretero, el 0.8% y el 1.35 por ciento.
En cuanto a su carácter de propietarios, relevamos 70 casos. De ellos, 58
miembros son propietarios de sus viviendas, de los cuales hemos comprobado
que 18 miembros tienen propiedades en alquiler,ya sean ellos mismos o su padre.
Por último hemos hallado a doce miembros que no son propietarios y viven
como inquilinos o agregados. Por lo tanto, podemos concluir que los propie­
tarios comprobados representan un 51% del total de los miembros y un 83% de
los casos relevados. Los no propietarios, un 11% del total y un 17.4% de los casos
positivos. Aquellos que tienen propiedades en alquiler representan el 26% de
los casos relevados y un 31% de los propietarios. (Véanse los gráficos 3 y 4 para
mejor sistematización.)
Otra de las variables que los padrones permiten examinar es la propiedad de
esclavos o criados. Nuestro extenso relevamiento ha dado con 45 miembros que,
efectivamente, cuenta con ellos y 25 miembros que no, lo que suma un total de
70 casos. Estos datos arrojan un 40% de miembros con esclavos del total y un 64%
de los casos positivos. Aquellos que no tienen esclavos ni criados representan el
22% y el 38%, respectivamente (véase gráficos 5 y 6). El promedio de esclavos
por caso positivo es de 3.6 por individuo. En cambio, si nos circunscribimos a los
propietarios de esclavos, el promedio es de 5.6 por individuo. Como el cálculo
del promedio puede no ser representativo, en tanto que elimina los casos extre­
mos, hemos configurado un cuadro con las frecuencias. Descartamos a aquellos
individuos que viven con sus padres.

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

C uadro I
F recuen cia de número d e esclavos en pr o pied a d d e los miembros de la d irección

Frecuencia cantidad Porcentaje

Un esclavo 7 16.6

De 2 a 5 esclavos 22 52.3

De 6 a 10 esclavos 7 16.6

Más de 10 6 14.2

Total 42 100

Como vemos, ia mayor parte de los miembros tiene entre uno y cinco esclavos.
Aquellos que gozan de una gran cantidad de personal doméstico son, entonces, mi­
noritarios. Los miembros de la dirección que tienen agregados son 17, frente a 40
casos en que no se consignan. Los agregados en casas, quintas, chacras o estancias
suman 44 de los miembros. Así, podemos especificar que los individuos que pudi­
mos comprobar que tienen agregados expresan un 15% del total de la dirección y
un 30% de los casos positivos. Aquellos que no poseen agregados representan el
35% del total de la dirección y el 70% de los casos positivos. El promedio de agrega­
dos por individuo, tomando en cuenta sólo aquello que los ostentan, es de 2.5.
En el padrón militar de 1806, todos los miembros de la dirección aparecen
con el calificativo de D on?1 Sin embargo, en los padrones de ciudad de 1806 y
1810 no todos los individuos gozan de tal atributo. Se han consignado 81 casos, lo
que representan el 71% del total. Así, hemos confeccionado un cuadro en el que
se sistematiza la información obtenida en torno a este ítem.

C uadro 2
Uso d el Don en los miembros de la dirección d el cuerpo

Cantidad Porcentaje sobre Porcentaje sobre total


muestra

Don 69 85.1 61

No Don 12 14.8 10.6

Total 81 100 71.6

27. Facultad de Filosofía y Letras, Documentos, 191, pp. 320-321.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Como vemos, el porcentaje de individuos con el atributo Don es muy alto. No


obstante, a diferencia del padrón militar, no es extensivo a todos los miembros.
Puede observarse, así, un pequeño núcleo de elementos sin esa consideración.
En cuanto al origen de los miembros, es curioso que hayamos incluido este
ítem, ya que el nombre del cuerpo remite a los nacidos en la ciudad capital. Sin
embargo, no todos los miembros han nacido en Buenos Aires. Pues bien, hemos
relevado 64 casos. De ellos, 59 son originarios de Buenos Aires, dos de Montevi­
deo, uno de Portugal, uno de Potosí y uno de la Rioja. Claramente, la gran mayoría
de los miembros ha nacido en la capital del Virreinato.
En cuanto a la información acerca de la composición familiar de los miembros,
hemos obtenido información sobre 73 casos. De ellos, 42 resultaron casados, 29
solteros y 2 viudos. Por lo tanto, los relevados como casados representan el 37%
de la dirección y el 57.5% de los casos. Los solteros que hemos logrado verificar
representan el 25.6% del total de la dirección y el 40% de los datos positivos.
Los viudos representan el 1.7% y el 2.7 respectivamente. El promedio de edad,
al momento del reclutamiento (1806) es de 31.5 años, sobre 65 casos. Sin embar­
go, como en el caso de los esclavos, deberíamos examinar las frecuencias para
verificar la representatividad del promedio.

C uadro 4
F recuen cias de edad de los miembros de la dirección d el cuerpo ( 1 8 0 6 )

Frecuencia Cantidad Porcentaje

De 14 a 20 años 8 12.3

De 21 a 30 años 22 33.8

De 31 a 40 años 24 36.9

Más de 41 11 16.9

Totales 65 100

Así, vemos que la mayor cantidad de casos se ubican entre los 21 y los 40 años.
En cuanto a su descendencia, de los miembros relevados, hemos encontrado 34
individuos con hijos y 35 sin ellos. El promedio de hijos es de 1.2 sobre los 69
casos y 2.6 sobre los 34 que tienen hijos. La diferencia con los casos que hemos
relevado de estado civil (73 contra 69) se debe a que en muy pocas ocasiones el

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

individuo está casado, en casa de su hermana/o y no se puede determinar si son


sus hijos o no.

LOS ELEMENTOS SUBALTERNOS

La composición social del Cuerpo de Patricios quedaría incompleta si no


presentamos al grueso del cuerpo, aquel que constituye el elemento más nu­
meroso, aunque no ejerza funciones de dirección. Se trata de los miembros sub­
alternos, aquellos que se ubican desde el grado de sargento hasta el de simple
soldado. Como anticipamos, sobre un total de 1.178 miembros hemos relevado
743 individuos en los padrones de ciudad de 1806. Es decir, un 63% sobre el to­
tal de los elementos subalternos. Se trata de los casos en los que el censo refirió
que el hombre en cuestión se encontraba en el Cuerpo de Patricios.
La información disponible es despareja e incompleta. En algunos cuarteles
se relevan variables que en otros no. En ciertos cuarteles tan sólo se consigna
el nombre, si es Don y la milicia en la que sirve. Por otro lado, los padrones de
ciudad de 1806 no están completos, por lo que un amplio espectro de individuos
subalternos ha quedado fuera del estudio.
Para examinar la composición social, se sistematizaron los datos en torno a
seis variables: el oficio, el calificativo de D on, la propiedad de su vivienda y la
propiedad de esclavos.También nos ocupamos de categorías demográficas como
la edad, su estado civil y la cantidad de hijos. Comenzaremos con las categorías
que pueden remitirnos a una caracterización de clase para luego avanzar sobre
las demográficas.
La primera categoría que nos puede acercar a una definición de clase social
es la consignación del oficio de los individuos. Para ello utilizamos los resultados
del relevo realizado por Manuel Belgrano en 1807 y presentado en la Real Hacien­
da.28 Se consignan allí los oficios de 989 subalternos: sargentos, cabos y soldados.
Presentaremos los resultados en bruto agrupados según el mismo criterio que
el anterior y luego los totales. Hemos agrupado a la información en categorías.
La primera son los jornaleros, se ubican allí todos los individuos a los que se les
refiera como peones, jornaleros, mozos, dependiente o alguna ocupación manual
que no esté vinculada a la actividad para sí o no sea considerada un oficio, por
ejemplo, estibador en los puertos.Todos ellos comparten la característica de ofre­
cer su mano de obra y, por lo tanto, tener algún grado de carencia de medios de
producción y de vida. Bajo el rótulo labradores hemos puesto a todos aquellos
que parecen tener alguna explotación rural, aunque no sabemos si la tienen en
propiedad, en arriendo o en agregación. Nos referimos, en todos esos casos, a

28. AGN A, XIII, 22-10-9.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

individuos que parecen gozar del acceso a la tierra. Luego, nos ocupamos de
aquellos que parecen estar ligados a las manufacturas en carácter de menestra­
les. Dentro de ese universo, realizamos una distinción: por un lado, los maestros
y, por el otro, los oficiales y aprendices. La razón de esta diferenciación es que
los primeros se ubican en la dirección y se agregan trabajo, que les brindan los
segundos. Restan numerosos elementos que no especifican el tipo de relación
social que tienen. Sin embargo, podemos aventurar que no se trata de trabajado­
res en relaciones gremiales. Esto, porque aquellos que lo están son consignados
y se trata de un mismo informante, a lo sumo colaboradores suyos relevaron la
información. Puede haber alguna desidia por parte del informante o poca especi­
ficación por parte del miembro del cuerpo, pero tomamos como supuesto que el
grado de acercamiento es mucho más específico que el que realizan los censistas.
Ahora bien, descartar el trabajo gremial no parece hacer avanzar demasiado en su
caracterización. Lo que sabemos es que nos encontramos aquí con un universo
móvil que abarca dueños de su propia tienda, trabajadores por cuenta propia y
peones más calificados, amén de combinaciones varias entre estas condiciones.
Jornaleros: peón de quinta: 3; ejercicio de campo: 1; jornalero: 185; peón: 62;
peón de obra: 1; peón carpintero: 1; peón de albañil: 2; cargador de barcos: 1; depen­
diente: 3; mozo de panadería: 1; peón de panadería: 6; peón de hornero: 2; mozo de
café: 6. mozo de tienda: 7; mozo de pulpería: 11; empleados: 1; peón de carretas: 1;
mozo de confituras: uno.
Artesanos: lomillero: 7; cordonero: 5; bordador: 1; cuerdero: 1; herrero: 16; ta­
labartero: 1; platero: 20; broncero: 4; botero: 5; oficial de botero: 1; aserrador: 1;
barbero: 17; panadero: 7; hornero: 21; cafetero: 5; confitero: 1; chocolatero: 3; hor-
nista: 1; tallista: 1; silletero: 14; aguatero: 9; armero: 1; tejedor: 1; velero: 2; sastre: 35;
sombrerero: 10; cigarrero: 1; carpintero: 92; tonelero: 124; zapatero: 10; relojero:
2; curtidor: 1; escuelero: 3; hojalatero: 1; carretero: 4; pintor: 3; peinero: 51; albañil:
4. Maestros: maestro de pala: 1; maestro platero: 1; maestro de carretas: 1; maestro
de albañilería: 1.
Aprendices y oficiales: aprendiz de platero: 1; aprendiz de carpintero: 6; apren­
diz de zapatero: 2; oficial herrero: 2; oficial platero: 7; oficial de sastre: 3; oficial
carpintero: 3; oficial zapatero: 2; oficial albañil: 3; oficial barbero: 1; oficial silletero:
1. Cuentapropistas: pescador: 3; verdulero: 2; chachero: 3; trajinista: 12; repartidor
de pan: 6; carretillero: 17; cazador: 2.
Labradores: quintero: 30; hortelano: 6; labrador: 3; chacarero: 2.
Veamos ahora los totales, una vez agrupados:

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

Cuadro 8
Composición de los elementos subalternos según informe de Manuel Belgrano

Clasificación Cantidad Porcentaje

Artesanos 492 50.2

Jornaleros 295 30.1

Labradores 41 4.2

Comerciantes 39 4.0

Profesionales 27 2.8

Cuentapropistas 45 4.6

Oficiales y aprendices 31 3.2

Maestros 4 0.4

Sin oficio 6 0.6

Totales 980 100.0

Los resultados tienen puntos de contacto con los que presenta el censo, pero
ciertas diferencias. El primer lugar, se mantiene el predominio de los «artesanos»,
aunque disminuya del 67.4% al 50% como aparece en el censo 1806/1807. Den­
tro de esta amplia categoría, sólo se consignan cuatro maestros, que pueden di­
ferenciarse de los oficiales y aprendices debido a su carácter de organizadores
de la producción. Los maestros, en ese sentido, ocupan el lugar de receptores
del trabajo excedente de los últimos. El predominio de las categorías «oficiales» y
«aprendices» en el informe de Belgrano es secundado por los jornaleros, al igual
que los datos fragmentarios de los censos. En tercero, observamos a diferencia de
la información censal, una mayor proporción de los labradores.
Volvamos ahora a los censos. En cuanto al uso del D on, relevamos 652 casos
en los que se consigna fehacientemente si se usa o no. Se trata del 55% de los
casos totales, que arrojaron los siguientes resultados.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

C uadro 9
Uso d e l D on en los elementos subalternos d el cuerpo (1806)

Cantidad Porcentaje Porcentaje sobre


datos positivos

Sin «Don» 420 35.65 64.41

Su padre/madre 70 5.94 10.73

Total no Don 490 41.59 75.15

Don 162 13.75 24.84

Totales 652 55.34 100

Observamos que, a diferencia de los elementos de dirección, en los subal­


ternos aquellos que no ostentan la categoría de D on constituyen un porcentaje
sumamente alto, aún tomando el conjunto de los 1.178 miembros. Si bien no
se trata de una categoría relacional, nos permite comprender la estratificación
social.
En cuanto a la propiedad de su vivienda, el censo nos brindó información
sobre 471 casos, casi el 40% del total de los miembros. Allí encontramos que 171
individuos viven en una casa de su propiedad, mientras que 258 son inquilinos
y 42 viven en calidad de agregados. Es decir, del total de los casos tomados, un
63.7% no tiene casa propia, del cual un 9% es agregado.

C uadro 10
P ro pietario s de vivienda de los elem entos subaltern os d el cuerpo ( 1 8 0 6 )

Cantidad Porcentaje sobre el Porcentaje sobre los


total casos positivos

Agregados 42 3.56 8.917

Inquilinos 258 21.9 54.77

Total no propietarios 300 25.4 63 .6

Propietarios 171 14.51 36.30

Totales 471 3 9 .9 8 100

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

Por lo tanto, la mayoría de los miembros de los elementos subalternos no


posee casa propia y debe alquilar o, en algunos casos, entrar en relaciones de
agregación. No encontramos tampoco personajes que tuvieran casas, cuartos o
esquinas en alquiler.
La propiedad de esclavos es otra de las variables que permite un acercamien­
to a la clase social. En este caso, el censo nos devuelve la información sobre la
propiedad, la cantidad o la ausencia de esclavos de 617 individuos. Este número
representa el 52.3% del total de la subalternidad. De ese número, sólo el 19 5%
tiene esclavos, mientras que el 80.5% no posee esclavos ni criados.

Cuadro II
Propiedad de esclavos de los elementos subalternos del cuerpo (1806)

Cantidad Porcentaje sobre el Porcentaje sobre casos


total positivos

Con esclavos 120 10.18 19-44

Sin esclavos 497 42.19 80.5

Totales 617 52.37691 100

Observando la tabla 7, podemos deducir que el porcentaje de individuos sin


esclavos es alto aun tomando la totalidad de los miembros subalternos. Los 120
propietarios de esclavos tienen, entre todos ellos, 319 esclavos. El promedio de
esclavos por propietario es de 2.6. Como esa cifra puede ocultar resultados más
altos y más bajos, elaboramos un cuadro con las frecuencias:

Cuadro 12
Frecuencias de los propietarios de esclavos de los elementos subalternos (1806)

Frecuencia Cantidad

1 esclavo 54
2 esclavos 22
3 esclavos 16
Entre 4 y 10 25
Más de 10 3
Total 120

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

El cuadro 12 proporciona evidencia de que la gran mayoría de propietarios de


esclavos (66 sobre 120), no tiene más de uno o dos esclavos. Aquellos que pueden
ostentar una cantidad de esclavos propia de grandes comerciantes o importantes
hacendados (más de 10) son sólo 3 miembros. Asimismo procuramos analizar al
grupo social numeroso de la muestrarios artesanos, y su relación con la propiedad
de esclavos. Los resultados arrojaron que de 165 artesanos, sólo 27 (16%) posee
esclavos y que 138 (84%) no ostenta esclavos. Por lo tanto, podemos inferir que la
mayoría de estos artesanos no presenta signos de xana importante acumulación ni
del comportamiento propio de los importantes maestros gremiales de Europa.
El paso siguiente será analizar el origen de estos individuos. En principio, es
preciso aclarar que formalmente el cuerpo convoca a los habitantes nacidos en
la capital y que encontramos otros cuerpos destinados a los nacidos en otras pro­
vincias o en la península. El censo nos brindó la información de 538 miembros,
el 45% del total del objeto estudiado. Para comenzar el análisis, presentamos el
cuadro de los datos que muestra el censo.

Cuadro 13
Origen de los miembros de los elementos subalternos del cuerpo (1806)

Origen Cantidad
España 1
Andalucía 2
Granada 1
Galicia 1
Buenos Aires 507
Córdoba 2
La Rioja 1
Mendoza 2
Salta 1
San Luis 1
Santa Fe 3
Tucumán 1
Paraguay 9
Montevideo 1
Chile 1
Portugal 2
Cabo Finisterre 1
Turquía 1
Totales 538

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Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

Puestos así, los datos parecen dispersarse. Sin embargo, si agrupamos a los
individuos por regiones podríamos tener un panorama algo distinto.

Cu adro 16
Origen de los sectores subalternos, por regiones

Cantidad Porcentaje Porcentaje


sobre datos sobre el total
positivos

Peninsulares 5 0.92 0.42

Total provincias del Virreinato y Chile 22 4.08 1.86

Buenos Aires 507 94.23 43.03

Otros 4 0.74 0.33

Total 538 100 45.67

La preponderancia de los originarios de Buenos Aires es muy grande; sin em­


bargo, un 6% de elementos inmigrantes no parecería un porcentaje menor para
un cuerpo destinado exclusivamente a los nacidos en la capital.
En cuanto al estado civil, los padrones proporcionan los datos de 705 miem­
bros, un 60% del total del observable. En él, encontramos 419 individuos solte­
ros, 276 casados y 10 viudos. Lo que resulta un 35% de solteros del total de los
elementos subalternos y un 59.5% de la muestra. Estos datos estarían mostrando
un predominio de los individuos solteros sobre los casados. Se abren aquí dos
hipótesis: se trataría de un grupo con un elevado período vital prenupcial o esta­
ríamos ante individuos de baja edad.

Cuadro 17
Estado civil de los elementos subalternos del cuerpo (1806)

Cantidad Porcentaje del total Porcentaje de casos


positivos

Casados 276 23.42 39.14

Solteros 419 35.56 59.43

Viudos 10 0.84 1.41

Totales 705 59.84 100

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Los padrones de ciudad de 1806 proveyeron información de la edad de 405


casos, un 34.4% del total de los subalternos. Para identificar la edad predominante
hemos recurrido a dos métodos. El primero es calcular el promedio, lo que nos
arrojó el resultado de 26.4 años. Sin embargo, este cálculo en una muestra tan
grande corre el riesgo de perder de vista la posible heterogeneidad, ya que elimi­
na los datos de los extremos. Para solucionar este problema, elaboramos una tabla
de frecuencias de acuerdo a determinados rangos de edad.

Cu ad ro 18
Frecuencias de edad de lo s elem entos su b altern o s ( 1 8 0 6 )

Frecuencia Cantidad Porcentaje

Hasta 20 años 129 31.85

De 21 a 30 174 42.96

De 31 a 40 72 17.77

De 41 a 50 26 6.41

Más de 50 4 0.98

Total 405 100

La tabla 8 muestra que los casos se concentran en las edades menores de


30 años, con un leve predominio en los que se sitúan entre los 20 y los 30. Por
lo tanto, complementando la información obtenida sobre el estado civil, parece
arrojar elementos subalternos relativamente jóvenes. Las causas por las que se ca­
racterizan como jóvenes, puede deberse a que estaríamos frente a familias de bajos
ingresos y escasa acumulación, por lo que el padre de familia debía permanecer
económicamente activo. La segunda, que sean en su mayoría hijos de inmigrantes
cuyos padres estarían alistados en cuerpos pertenecientes a otras nacionalida­
des.
La muestra tomada de la información sobre los individuos alistados en 1806
y que ocuparon funciones subalternas muestra el predominio del artesanado, se­
guido por el significativo peso de los jornaleros. En el universo analizado obser­
vamos que en pocas ocasiones los individuos son propietarios de su vivienda;
generalmente deben pagar una renta o someterse al agregamiento. Un bajo
porcentaje posee esclavos y entre los que sí los tienen, predominan quienes
tienen uno o dos. En general se trata de hombres nacidos en Buenos Aires, solte­
ros y cuya edad ronda los 20 años.

78

Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

CONCLUSIONES

En primer lugar, observamos una significativa participación del mundo rural


en la dirección del cuerpo, ya sea sobre el total de miembros, ya sea sobre la
muestra que hemos tomado. En términos cuantitativos, podríamos asegurar que,
como mínimo, uno de cada cuatro miembros de la dirección tiene vínculo con
la producción rural. De la muestra tomada, el porcentaje se acerca a la mitad de
los ellos. Este resultado resulta novedoso si se tiene en cuenta el peso de la cam­
paña, tanto en términos demográficos como en términos económicos. Además,
demográficamente, mientras en la ciudad habitan alrededor de 40.000 personas,
en la campaña lo hacen sólo 6.000.29 En cuanto al peso económico, los estudios
demuestran ampliamente el predominio del comercio de metales sobre el de
cueros. En términos cualitativos, observamos que el grupo ligado a la producción
rural ocupa importantes posiciones en la dirección. Dos de los tres comandantes
son hacendados. El tercero, comerciante, dirige un cuerpo que será suprimido
y cuyo comandante será acusado de conspiración. En total el grupo hacendado
coloca ocho miembros en la plana mayor.
Claro que no se trata del único cuerpo y que, en principio, la milicia tiene un
objetivo concreto que es rechazar una probable segunda invasión. Sin embargo,
estamos refiriéndonos al cuerpo más numeroso y que, luego de la invasión, siguió
activo políticamente. Por último, no se intenta aquí negar la participación de
otros grupos sociales en el proceso abierto en 1806. Por el contrario, hay trabajos
que demuestran que el grupo de comerciantes se había organizado.30 Lo que bus­
ca enfatizar esta investigación es la importante participación en este cuerpo, del
grupo que denominamos hacendado.
El grupo llamado comerciante logra cierto peso si tomamos los porcentajes
en términos absolutos: un 11% respecto al total y casi el 20% de la muestra. Podría
argumentarse, además, que los poderosos comerciantes constituyen una minoría
de la población y que, por lo tanto, debería compararse su participación con el
censo total de la ciudad. Sin embargo, en términos puramente cuantitativos, la
clase mercantil no carece de miembros como para llenar un mayor espacio en
la dirección del cuerpo. La indiferencia de ciertos sectores ante el problema no
parece una hipótesis plausible. Manuel Belgrano relata minuciosamente la pre­
ocupación general que provocaba la disputa por los lugares de dirección.31 En la

29. Véase Garavaglia, Pastores, 1999.


30. Véase Guzmán, «Dormir», 2004.
31.«... confieso que desde entonces empecé a ver las tramas de los hombres de nada para
elevarse sobre los del verdadero mérito; y a no ser tomado por mí mismo la recepción de
votos, acaso salen dos hombres oscuros, más por sus vicios que por otra cosa, a ponerse en
la cabeza del cuerpo numeroso y decidido [...] Recayó al fin la elección en dos hombres que

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Plana Mayor, por ejemplo, los comerciantes sólo ubicaron a cuatro elementos (en
caso de que Eustaquio Díaz Vélez efectivamente haya sido un comerciante), dos
de los cuales pierden protagonismo (Domingo y José María Urién).
Debemos aclarar que hemos trabajado con la hipótesis menos favorable, por
la cual, los elementos en duda quedaron fuera del grupo vinculado al mundo
rural. Esto quiere decir que una introspección más minuciosa podría arrojar resul­
tados que incrementaran el número de hacendados/labradores. Por el contrario,
los comerciantes tienen, en las fuentes del período tratado, mayor visibilidad. Más
aún, muchos elementos finalmente hacendados figuran en las primeras fuentes
consultadas y en la bibliografía especializada como comerciantes, en tal caso se
encuentra Cornelio Saavedra. Por último, dentro de estos comerciantes no hemos
hecho la distinción entre quienes fundamentan su acumulación en el tráfico de
metales y quienes se especializan en el cuero; entre aquellos que bregan por la
apertura y los que defienden el monopolio. Por lo tanto, podríamos aventurar
la hipótesis de que en el caso de los comerciantes ligados al monopolio estaría­
mos cercanos al techo.
El caso de los denominados profesionales resulta sorprendentemente mino­
ritario y expresa las características sociales de la milicia. Una milicia destinada a
un objetivo puramente militar, como la defensa de una plaza, debería tener en su
mando a personal estrictamente militar. Es decir, aquellos militares profesionales
en servicio. Sin embargo, en el cuerpo más numeroso, de ellos hay una participa­
ción sumamente baja en un sentido absoluto y ninguno de sus tres comandantes
es militar de carrera. Por lo tanto, una primera conclusión podría ser que en la
milicia, el carácter político predomina al estrictamente militar, desde sus comien­
zos. Los artesanos tienen un peso importante, teniendo en consideración que no
constituyen parte de la clase dominante ni tienen acceso a lugares especiales
en la política local. Es, tal vez, una de sus primeras manifestaciones políticas en
términos institucionales.
En cuanto a su origen y su pertenencia estamental. La gran mayoría procede
de Buenos Aires y se le denomina Don. Es cierto que en las fuentes censales no
todos gozan de esta atribución, pero sí en los padrones de reclutamiento. Un
porcentaje muy alto de miembros es propietario y, de este grupo, un tercio tiene
casas en alquiler. Estos datos podrían ser una expresión de las restricciones de
las clases más explotadas para acceder a la dirección del cuerpo. Sin embargo,
encontramos un 17% del muestrario que debe pagar un alquiler o que está en
relación de agregamiento, lo que podría dar cuenta del proceso de intervención

eran de algún viso, y aún ésta tuvo sus contrastes que fue preciso vencerlos, reuniendo de
nuevo las gentes a la presencia del general Liniers, quien recorriendo las filas conmigo oyó
por aclamación los nombres de los expresados, y en consecuencia quedaron con los cargos
y se empezó el formal alistamiento», en Belgrano, Manuel, «Autobiografía», en Eudeba, 25 de
Mayo, 1968, p. 22.

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HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

política en lugares donde las clases habían asumido una posición pasiva anterior­
mente.
En cuanto a la propiedad de esclavos, encontramos que el 39% de los miem­
bros totales y el 64% de los casos positivos. Sin embargo, el hecho de que un 36%
del muestreo no tengan esclavos demuestra la importante participación de clases
que no han logrado una acumulación como para gozar de personal doméstico,
algo que en el período constituye un elemento valioso.
En cuanto a la edad, observamos una relativa juventud (31.6 años) en el pro­
medio y una importante magnitud de solteros (40% del muestreo). Decimos re­
lativamente jóvenes, porque se trata de lugares de conducción. En cambio, los
comandantes ostentan edades más avanzadas: Saavedra tiene 47 años, Romero 52,
y José Domingo Urién, 37. En cuanto a los hijos, hay una paridad entre quienes
tienen hijos (35 miembros) y quienes no tienen (34 miembros). El promedio de
hijos (2.6) nos devuelve la imagen de familia más bien nuclear de 4 o 5 miem­
bros. De acuerdo a la edad promedio, al porcentaje de solteros y a la cantidad de
miembros sin hijos, podemos aventurar la hipótesis que una significativa parte de
los elementos que se incorporan al cuerpo aún no habrían construido su propia
carrera económica o política.
Tomando el conjunto de los p u n tos analizados en ambos casos, la muestra
de los miembros de la dirección es, en principio, más homogénea. En todos los
casos se ubica por encima de la mitad de los miembros totales. En cambio, la in­
formación sobre los subalternos puede llegar a expresar sólo el 21% de los casos
totales.
El análisis de los grupos sociales en uno y otro caso nos presenta un peso
significativo en la dirección de los organizadores de la producción rural frente a
un predominio del artesanado, en la subalternidad. En el primer caso, observamos
una mayor heterogeneidad con un 19% de comerciantes, un 10% de profesionales
y un 8% de artesanos. En cambio, en el segundo caso hay una fuerte preponde­
rancia de los artesanos, seguidos a considerable distancia por los jornaleros. En
cualquier caso, si pudiéramos proyectar los datos obtenidos, estaríamos en con­
diciones de concluir que los sectores subalternos están compuestos en su gran
mayoría, por productores directos. En cambio, la dirección parece mayormente
desvinculada del trabajo manual y más cercana a la dirección. Asimismo, mientras
el mundo rural parece cobrar un inusitado peso en la dirección, en la subalterni­
dad, la ciudad parece imponerse.
La propiedad de esclavos/criados es un elemento ciertamente diferenciador.
En la dirección hallamos un leve predominio de aquellos que son propietarios
(64% contra el 46%), aunque quienes carecen de esclavos/criados tienen cierta
presencia. En general, los propietarios tienen entre 1 y 5 esclavos, por lo que no
puede hablarse de individuos que vivan en la exuberancia. Aun así, esta condi­
ción contrasta con las predominantes en los subordinados. Allí los individuos con

81

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esclavos son una minoría y más de la mitad de ésta no tiene más que uno. Es decir,
de un lado, se encuentran individuos cuya acumulación les ha permitido com­
prar esclavos o incorporar criados y acceder a la explotación del trabajo ajeno.
En el otro, hombres que cuya actividad no parece permitirles una acumulación
importante.
La propiedad de la vivienda es una expresión del grado de riquezas que ha ob­
tenido un individuo. En la dirección observamos un amplio predominio de aque­
llos que son dueños de su casa, un tercio de los cuales tiene una o más viviendas
en alquiler. Como contraste, el 63% de los elementos subalternos debe pagar una
renta. Por lo tanto, su actividad económica no le permite siquiera adquirir una
vivienda y debe entrar en relaciones por las cuales se lo somete a una punción de
trabajo excedente (alquiler).
En cuanto a la categoría D on, puede observarse la diferencia entre una inmi­
nente unanimidad en el trato hacia los miembros de la dirección y un 24% de
ellos, en la muestra de los subordinados. Es cierto que el padrón militar de 1806
presenta diferencias con los censos de ciudad, pero aún con estas discrepancias,
el porcentaje de hombres con el rótulo Don es sumamente elevado en la direc­
ción. Así, estamos frente a personajes con cierta consideración social, frente a
hombres con escaso reconocimiento. Su trabajo manual podría ser una de las
razones.
Si en los p u n tos que se refieren al grado de riqueza hallamos innegables
contrastes, el análisis de las edades y del estado civil presenta ciertos acerca­
mientos. En efecto, mientras en la dirección predominan los elementos entre
los 20 y los 40 años, en los subordinados lo hace el grupo entre 10 y 30. Si bien
observamos una mayor juventud en el segundo caso, en ambos constatamos el
significativo peso de las edades que van de los 20 a los 30, y un bajo número
de hombres maduros. Así, mientras la dirección presenta cierta paridad entre
casados y solteros, los subalternos muestran un leve predominio de solteros.
Con lo cual, podríamos concluir que estamos ante hombres que están en los
comienzos de su vida política y económica. Con lo cual, tienen una carrera por
delante.
Con la evidencia aquí presentada, cobra fuerza la hipótesis que el Cuerpo de
Patricios constituye una alianza en cuyo comando se afirma un significativo peso
de los productores rurales, con una reducida participación mercantil, que esta­
blece lazos con el artesanado urbano, en mayor medida, y con los jornaleros, en
menor. Así planteado podríamos afirmar el predominio en el cuerpo de las clases
ligadas al control y/o dirección de la producción. Los hacendados o los maestros
gremiales ejercen una función de dirección sobre otros. Los pequeños producto­
res independientes (agrarios o artesanos) lo hacen sobre sí mismos. Los artesanos
aún trabajando para un maestro tienen aún el control del proceso de trabajo y
el saber indispensable para reproducirlo. Podríamos afirmar que los jornaleros

82
Índice
HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

se encuentran en una situación similar, en la medida que nos encontramos en


momentos muy lejanos a la expropiación del saber del productor directo, propio
de momentos avanzados del desarrollo del capitalismo. Lo que resulta pertinente
resaltar es que se trata de clases ligadas a la producción rioplatense.
El examen de la información permite formular una segunda hipótesis: el li­
mitado peso de la clase dominante y la abultada participación de las clases más
explotadas. Los comerciantes, como vimos, no presentan un peso significativo
en la dirección.Asimismo, no encontramos esclavos (en realidad, hemos hallado
uno solo) en los subordinados. Los artesanos constituyen una clase que osten­
ta su conocimiento y posee sus propios reglamentos. Los maestros explotan
el trabajo ajeno y los oficiales o aprendices ponen un límite y pueden llegar
incluso a erigir, con el tiempo, su propio gremio. Por lo tanto, con los datos
que poseemos, podemos plantear la hipótesis que la composición social del
Cuerpo de Patricios ostenta una fuerte gravitación de las clases subalternas y
una importante gravitación de aquello que está en vías de constituirse en un
proletariado.

ARCHIVOS
ag n a Archivo General de la Nación, Argentina.

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HACENDADOS EN ARMAS. UNA APROXIMACIÓN DEL ESTUDIO ECONÓMICO

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85

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MERCADERES AGRAVIADOS. EL DERROCAMIENTO DEL VIRREY
JOSÉ DE ITURRIGARAY EN 1808_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Guillermina del Valle Pavón
Instituto de Investigaciones Dr. José M a. Luis Mora, México

El vacío de poder que se presentó en Nueva España en 1808, a raíz de las


abdicaciones de Carlos IV y Fernando VII, dio lugar a que los miembros del ayun­
tamiento de la ciudad de México propusieran formar una Junta de Gobierno que
detentara la soberanía del virreinato, a semejanza de las que se habían formado
en España. El virrey José de Iturrigaray apoyó dicha propuesta, sin embargo, ante
la confusión que generó la alternativa de sancionar a alguna de las juntas cons­
tituidas en la Península, se negó a reconocer a la Suprema de Sevilla y tomó
varias medidas para fortalecer su autoridad. El desplazamiento a la capital de las
unidades militares acantonadas en Aguascalientes y Celaya generó gran inquietud
entre los comerciantes de México y Veracruz. En consecuencia, una facción de los
mercaderes miembros del Consulado de México1 destituyó por la fuerza al virrey
José de Iturrigaray, en septiembre de 1808.
El presente ensayo tiene el propósito de esclarecer algunas preguntas fun­
damentales relacionadas con el derrocamiento del virrey José de Iturrigaray en
1808. Entre otras cuestiones veremos quiénes fueron los promotores de dicho
movimiento, cuáles fueron los motivos que los guiaron y qué fuerzas los apoya­

1. El Consulado era la corporación en que se agrupaban los mercaderes de la ciudad de


México. Constituido en 1594, el monarca le había otorgado el monopolio de la aplicación
de la justicia mercantil, la asociación y la representación. Estos privilegios le permitieron ex­
tender sus funciones a los ámbitos fiscal y financiero, así como transformarse en una de las
corporaciones más poderosas de Nueva España. Véase al respecto Valle Pavón, «Privilegios»,
1999 y «Expansión», 2002.

87

Índice
LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

ron para llevar a cabo dicha acción. La historiografía ha plantado que los dirigen­
tes del levantamiento contra Iturrigaray se propusieron impedir que prosperara
el plan autonomista del cabildo de la ciudad de México y el debate político gene­
rado a raíz de las abdicaciones reales. El mercader y hacendado Gabriel de Yermo,
quien encabezó dicha conspiración, fue acusado por el mismo José de Iturrigaray
y sus defensores, de haber destituido al virrey porque había lesionado sus inte­
reses, además de acusarlo de usurero y contrabandista. Lucas Alamán pretendió
defender a Gabriel de Yermo de dichos ataques.2A continuación veremos la forma
en que el virrey José de Iturrigaray perjudicó los intereses de Gabriel de Yermo y
de otros destacados mercaderes y empresarios de la ciudad de México, algunos de
los cuales participaron en la conspiración de 1808, y cómo la destitución de dicho
virrey los libró de padecer daños mayores.

DISPOSICIONES CONTRA LOS MERCADERES DE MÉXICO

En las últimas décadas del siglo xvm y la primera del siglo xdí, la Corona espa­
ñola se vio envuelta en guerras sucesivas contra Inglaterra y Francia, las cuales
dieron lugar a una sangría de caudales sin precedentes. Para satisfacer las nece­
sidades apremiantes del real erario se recurrió a una política de endeudamiento
creciente en la metrópoli y en América, la cual llegó a sus límites en Nueva Es­
paña a fines del siglo x v h i .3Además de la presión fiscal creciente y la creación del
monopolio de tabaco, la Real Hacienda había obtenido empréstitos por más de
12 millones de pesos, principalmente a través de la intermediación del Consula­
do de México. Aun cuando también se había recurrido al Tribunal de minería y a
los consulados de Guadalajara y Veracruz.4
El conflicto bélico contra Gran Bretaña, desatado en 1804, dio lugar a la de­
manda urgente de caudales por parte del monarca. José de Iturrigaray se esforzó
por generar la mayor cantidad posible de recursos fiscales para remitirlos a la
metrópoli. El virrey decidió aplicar la ley de consolidación de vales reales, hasta
sus últimas consecuencias, y puso mayor empeño en elevar la recaudación de
ciertos derechos reales, como el que se imponía a la producción del aguardiente
de caña en las jurisdicciones de Cuernavaca y Cuautla. Por otra parte, Iturrigaray,
apoyó las disposiciones introducidas por el cabildo de la ciudad de México para
mejorar el abasto de carne e introducir un nuevo impuesto sobre el mismo. Estas
medidas perjudicaron a varios de los mercaderes más importantes del Consulado

2. Alamán, Historia, 1985, t. I, pp. 243.


3. Al respecto pueden verse Valle Pavón, Consulado, 1997; Manchal, Bancarrota, 1999.
4. Valle Pavón, Consulado, 1997 y «Empréstitos», 1998.

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Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

de México, algunos de los cuales tendrían una participación relevante en el de­


rrocamiento del virrey Iturrigaray.

Oposición a la consolidación de vales reales

La guerra contra Inglaterra acrecentó las necesidades económicas de la


Corona, que se veía imposibilitada de obtener nuevos créditos en España y
en América. En consecuencia, en diciembre de 1804, se emitió la real cédula
de consolidación de vales reales que ordenó incautar los fondos de las ins­
tituciones eclesiásticas en todo el Imperio. A diferencia de la metrópoli, en
donde el clero disponía de sus caudales, en Nueva España la mayor parte de
las corporaciones religiosas los habían prestado a propietarios de tierras que
podían brindar garantías hipotecarias. Los acreedores eran, fundamentalmen­
te, grandes hacendados y productores agrícolas de menores dimensiones, así
como mercaderes y mineros. La medida representó un golpe duro para di­
chos sectores debido a que en Nueva España, cuando se otorgaban capitales
a réditos se hacía por tiempo indefinido y las restituciones solían hacerse a
voluntad del acreedor. Además, según vimos, la Corona llevaba más de treinta
años drenando capitales del virreinato a través de diversas medidas fiscales y
crediticias.
De acuerdo con la ley de consolidación, los titulares de los créditos en
cuestión tenían que devolver los capitales que habían recibido, o una parte
proporcional de los mismos. Por las condiciones en que habían contraído
dichos créditos, los acreedores no tenían planeada su devolución. En conse­
cuencia, muchos no pudieron restituir el dinero que habían recibido, por lo
que vieron sus propiedades confiscadas o amenazadas de embargo.5 La Junta
de Consolidación afectó a unos cuarenta mercaderes del Consulado de Méxi­
co que eran deudores de los fondos de las corporaciones eclesiásticas. Dichos
negociantes pagaron a la caja de consolidación parte de los capitales que les
adeudaban, los cuales representaron poco más de 520.000 pesos, entre 1805
y 1808. La lista de los principales mercaderes consulares que se vieron obli­
gados a restituir capitales a la real caja de Consolidación puede verse en el
cuadro número 1.

5. Marichal, Bancarrota, 1999, pp. 161-163; Wobeser, «Gestación», 2002,

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

C uadro n ú m ero I
P rin cip ale s m ercaderes d e l con sulado de M éxico que restitu yero n capitales a la caja
DE CONSOLIDACIÓN ENTRE 1 8 0 5 Y 1 8 0 8

Mercaderes capital restituido


Cortina, conde de la 72.645
Chávez, José Martín 17.030
Hurtado, José Manuel 15.900
Manzano, José María 16.944
Yermo, Gabriel de 86.900

Fuente: Wobeser, Dominación, 2002.

Las cantidades restituidas por los mercaderes del Consulado representaban


una parte mínima de sus débitos, en la mayoría de los casos. Estas sumas fueron
saldadas luego de haber llegado a un acuerdo con la Comisión de la consolida­
ción, con respecto a los plazos en los que pagarían la totalidad de la deuda. Ga­
briel de Yermo, quien adeudaba más de 400.000 pesos, se resistió a satisfacer las
demandas de la Comisión de la Consolidación. El mercader accedió a realizar la
composición de sus deudas y a pagar la cantidad que se le exigió, después que se
le amenazara con embargar las propiedades que amparaban los préstamos que
había recibido.6
En Nueva España la ley de consolidación encontró una oposición generali­
zada, sin embargo, el virrey José Iturrigaray se empeñó en llevarla a cabo, aun
cuando pudo no aplicarla, como sucedió en Chile.7 El mismo Iturrigaray mani­
festó a las autoridades de la metrópoli que decretada su aplicación hubo «visos de
complot».8 El cabildo de México, al igual que otras ciudades del virreinato, pidió
la abolición del decreto de consolidación en un enérgico documento que presen­
tó en septiembre de 1805.9 Entonces se encontraba a la cabeza del cabildo el Mar­
qués de Santa Cruz de Inguanzo, uno de los hombres más prominentes de Nueva

6. Ibid.
7. Ladd, Nobleza, 1984, p. 145.
8. De Iturrigaray a Soler, México, 23 de septiembre de 1805, en Sugawara, Deuda, 1976,
p. 46. La resistencia al mencionado decreto quedó evidenciada en las numerosas represen­
taciones escritas por corporaciones, labradores, mineros y comerciantes, las cuales fueron
publicadas por Sugawara, Ibid.
9. Dicho documento puede verse en Sugawara, Deuda, 1976, pp. 27-35.

90

Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

España. El Marqués contaba, entre otros honores, el de ser caballero de la Orden


de Calatrava, contador mayor honorario, tesorero general del ramo de cruzada del
Arzobispado de México y miembro destacado del Consulado de mercaderes de
la misma ciudad.10 Es muy probable que los mercaderes que adeudaban capitales
eclesiásticos apoyaran la protesta presentada por el consejo urbano. De hecho,
en las últimas décadas del siglo xvra y las primeras del xix, varios de los miembros
más distinguidos de la corporación mercantil tuvieron una activa participación
en el cabildo de la ciudad de México.11
Mediante la ley de consolidación, la Corona se apropió de los capitales de las
corporaciones eclesiásticas, uno de los pilares del sistema de crédito de Nueva Es­
paña. En consecuencia, se extrajeron del virreinato diez millones quinientos mil
pesos, cuando menos.12 Las instituciones y miembros del clero a quienes pertene­
cían los fondos incautados, de acuerdo con la ley de consolidación de vales reales,
recibieron en garantía certificados de la deuda pública que aseglaraban el pago
de una tasa de interés del 3% anual.13 Si se cobraron los réditos comprometidos,
debió haberlo sido sólo por unos años, dado que el movimiento insurgente dio
lugar a la quiebra de la Real Hacienda virreinal y, unos años después, se produjo
la independencia.
Cuando se presentó la crisis política surgida a raíz de la invasión napoleó­
nica, en julio de 1808, la Comisión de la Consolidación llevaba más de tres
años ejerciendo presión sobre los deudores de los fondos eclesiásticos para
que restituyeran los capitales que habían recibido. Entonces José de Iturrigaray
mandó suspender las enajenaciones y las recaudaciones forzosas, en un intento
por acabar con la inconformidad que había generado la aplicación del decre­
to de consolidación de vales reales. En adelante, únicamente quedó vigente la
obligación de hacer cualquier nueva imposición de capitales en la real caja de
Consolidación.14

10. Don Pedro de Alonso de Alies Díaz Ynguanzó, marqués de Santa Cruz de Ynguanzó,
vecino de la ciudad de México, facultad para fundar y mayorazgo, a g í , Indiferente 1609.
11. Véase al respecto Meissner, «Representación», 1996, pp. 19-25, 28.
12. «Sobre la deuda de la Real Hacienda y medio de restablecer su crédito, México, 21 de
febrero de 1817». b n m , ms. 19,702-23. De acuerdo con Hamnett, las estimaciones sobre
el monto recaudado por concepto de la Consolidación fluctúan entre 10.500.000 pesos y
12.750.000 pesos. Hamnett, «Appropriation», p. 100. Gisela von Wobeser coincide con la
primera cifra. Wobeser, Gestación, 2002, p. 824.
13. Jurídicamente, dichas enajenaciones se realizaban en forma de préstamos, no de
expropiaciones, por lo que la Corona se comprometió a expedir títulos de propiedad a los
dueños de los bienes en cuestión y a pagar réditos del 3% anual sobre los montos enajenados.
Wobeser, «Protestas», 2001, p. 56, nota 4 y p. 59-
14. Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 287, 288.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

El pago de derechos sobre el aguardiente de caña en Cuernavaca

Los mercaderes que se dedicaban a la producción del aguardiente de caña,


también conocido como chinguirito, tuvieron un serio enfrentamiento con el
virrey José de Iturrigaray por motivos de carácter fiscal en 1808. Los funcionarios
de la Real Hacienda, en 1806, decidieron intervenir en la jurisdicción de Cuerna-
vaca, en donde la recaudación sobre la producción del aguardiente de caña había
disminuido de manera alarmante en los últimos años. Al parecer, dicha reduc­
ción se debía a que el administrador de la aduana de Cuernavaca había llegado a
un acuerdo con los productores de la bebida espirituosa, por su propia cuenta.
Cuando los oficiales del erario virreinal quisieron llegar a un arreglo con los pro­
ductores y comerciantes de Cuernavaca, estos se resistieron a pagar más, por lo
que el virrey José de Iturrigaray tuvo que intervenir para esclarecer el problema
e imponer los intereses del erario virreinal.
Los fabricantes de chinguirito de Cuernavaca formaban parte de una poderosa
facción de mercaderes miembros del Consulado de la ciudad de México. Estos ha­
bían adquirido las principales haciendas azucareras de las jurisdicciones de Cuer­
navaca, Cuautla de Amilpas e Izúcar en las últimas décadas del siglo xvrn. Según ha
mostrado Ernest Sánchez, estos negociantes habían logrado controlar el abasto de
la mayor parte del azúcar y el aguardiente de caña que se comercializaba en las
ciudades de México y Puebla,15 dos de los principales centros de redistribución de
mercancías del virreinato. La relación que mantuvo este grupo de mercaderes con
la Real Hacienda, constituye el mejor ejemplo del poder que detentaba.
La elaboración del aguardiente de caña había estado prohibida en Nueva Es­
paña para favorecer las compras de las bebidas procedentes de la metrópoli. Con
el apoyo del contador general de la renta de tabaco, Silvestre Díaz de la Vega, los
productores de azúcar habían conseguido que la Corona autorizara la explota­
ción del chinguirito en el virreinato, en 1796. La posibilidad de poner a la venta
dicha bebida espirituosa había incrementado de manera singular la rentabilidad
de la producción del azúcar, al favorecer el aumento en el precio de la miel que
se utilizaba como materia prima para su producción.16
En el Reglamento para la fábrica y venta del aguardiente de caña de 1796,
se estableció el derecho de indulto de permiso para la fabricación de la bebida, a
razón de seis pesos por barril.17Los mercaderes dueños de las haciendas azucare­
ras consideraron que dicho gravamen era muy elevado, por lo que enviaron una
representación a la Corona para que reconsiderara el asunto. Mientras esperaban

15. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 285-287, 292, 293; y «Comerciantes», 2003.
16. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 87, 227-229; Lozano, El chinguirito, 1995, pp. 101-
125.
17. Reglamento para la fábrica y venta del aguardiente de cañ a, art. 9o, en Ibid., p. 296.

92

Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

la determinación del monarca, la Real Hacienda virreinal empezó a cobrar por la


producción del chinguirito mediante el establecimiento de igualas.18A través de
éste sistema, el administrador del ramo de aguardiente de caña llegaba a un acuer­
do con cada uno de los productores y comerciantes sobre el monto anual que
debían pagar por concepto de las ventas que realizaban. En las jurisdicciones
de Cuernavaca y Cuautla de Amilpas, las cuotas de las igualas se establecieron de
acuerdo con la estimación del número de cueros o barriles que tenían los fabri­
cantes de aguardiente.19
Según ha mostrado Ernest Sánchez, a principios del siglo xix el administrador
de la aduana de Cuernavaca rebajó el monto de las igualas sobre la producción de
aguardiente. Así lo indica la notable disminución que presentó la recaudación
de dicho gravamen, la cual pasó de 43.200 pesos en 1797, a 15.940 pesos en
1806, aun cuando los fabricantes reconocían haber producido una cantidad de
barriles 99% mayor. Además, el precio de la miel se había incrementado más
de cinco veces entre 1796 y 1806, de modo que los hacendados azucareros ha­
bían visto disminuir el costo del barril de aguardiente en un 50%. El fiscal de la
Real Hacienda llevó a cabo una serie de averiguaciones para conocer los motivos
por los que habían reducido los rendimientos del gravamen sobre el aguardiente
de caña. El funcionario encontró que la base a partir de la cual se habían esta­
blecido las igualas vigentes era de 1 peso 2 reales por barril, en lugar de los seis
pesos establecidos en 1796, lo que representaba una rebaja cercana al 63%.20
Los principales hacendados azucareros de Cuernavaca, que fabricaban aguar­
diente, elaboraron un informe a través del cual pretendieron demostrar que el
sistema de igualas vigente beneficiaba a la Real Hacienda.21 Sánchez Santiró ha
revelado cómo, de acuerdo con dicho documento, se producían 12.553 barriles
de chinguirito en la jurisdicción, lo que hubiera representado una recaudación de
poco más de 73-300 pesos, si se hubiera aplicado el cobro de seis pesos por
barril. Como una solución mediadora, el fiscal de la Real Hacienda propuso a los
productores de aguardiente celebrar una iguala por 43.000 pesos, monto inferior
en 200 pesos al que se había establecido en 1797. Sin embargo, los hacendados
se negaron a aceptar dicha propuesta, con el argumento de que el aguardiente
que fabricaban no sería competitivo, debido a que en otras receptorías se habían
establecido igualas por sumas inferiores. La disputa entre la Real Hacienda y los
hacendados de Cuernavaca se agudizó debido a que estos últimos habían dejado

18. Alamán, Historia, 1995, t. 1, pp. 240-242; Black, «Conflict», 1980, pp. 106, 107.
19. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 268.
20. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 86, 302-305.
21. Dicho informe fue firmado por Agustín Pagaza, Jaime Salvet,Antonio Velasco, Manuel
Francisco Gutiérrez, Pablo Gutiérrez, Ángel Pedro Puyade, Manuel Sáenz de Santa María y
Gabriel de Yermo, de los cuales sólo los dos primeros no pertenecían al Consulado.

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Índice
LA CO R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

de pagar los derechos de fabricación de aguardiente en 1806, cuando se había


abierto el expediente sobre el pago de igualas en Cuernavaca.
El conflicto creado entre el erario virreinal y los productores de aguardiente
dio lugar a la intervención del virrey en 1808. Iturrigaray ordenó a los encargados
de la Real Hacienda separar el ramo de aguardiente de caña de la aduana de Cuer­
navaca y envió un visitador a dicha jurisdicción para que restableciera el monto
de las igualas, con base en el cobro del indulto a seis pesos por barril. De acuerdo
con el informe del visitador, los hacendados y fabricantes de chinguirito podían
y debían pagar los seis pesos establecidos, además de las deudas que habían con­
traído con el erario regio.22 De acuerdo con un estado de cuenta presentado por
el fiscal de la Real Hacienda, en noviembre de 1808, los 87 individuos que se
habían negado a satisfacer el gravamen adeudaban poco más de 142.000 pesos.23
Entre los principales deudores se encontraban los hacendados azucareros que
eran miembros del Consulado: Gabriel de Yermo debía 7.298 pesos,24Antonio Ve-
lasco de la Torre 9.295 pesos y Vicente Eguía 7.772 pesos, cantidades que suma­
ban 24. 365 pesos, monto equivalente al 22% de la deuda. Manuel del Valle y José
de Acha, quienes también eran miembros de la corporación mercantil, adeudaban
montos mucho menores.25
Entre los mercaderes de México que poseían haciendas productoras de aguar­
diente de Cuernavaca también se encontraba José María Manzano, quien, al igual
de Gabriel de Yermo, además de tener que afrontar el alza de gravámenes sobre el
aguardiente, tuvo que restituir parte de sus deudas al fondo de Consolidación.
Iturrigaray dictó otra serie de medidas que afectaron a los productores de
aguardiente. En abril de 1807 ordenó a varios subdelegados, incluido el de Cuer­
navaca, que tomaran las disposiciones más severas para extinguir la producción
de mezcal, gran parte del cual era elaborado por los fabricantes de chinguiri­
to. Casi un año después mandó a dichos funcionarios regular la elaboración de
aguardiente, con la advertencia de que serían canceladas las licencias de los pro­
ductores que no se apegaran a las nuevas regulaciones. Las políticas emprendidas
por el virrey causaron gran descontento, el cual debió haberse agudizado cuando
se conoció la noticia de que el rey había otorgado un permiso especial para in­

22. Sánchez Santiró, Azúcar, 2001, pp. 304, 305.


23. El fiscal de Real Hacienda calculó en 112,126 pesos los derechos que adeudaban los
fabricantes de aguardiente de Cuernavaca por los barriles para cuya extracción de la juris­
dicción se habían pedido guías, y agregó 15.000 pesos por concepto de los que se habían
consumido dentro del mismo distrito. Informe delfiscal de Real Hacienda, José María de Arce,
México, 30 de noviembre de 1808. a g n , alcabalas, v. 131, fs. 121, 122.
24. Alamán afirmó que Gabriel de Yermo no estaba comprendido entre los deudores de
derechos por concepto de la fabricación de aguardiente. Alamán, Historia, 1985, t. 1, p. 242.
25. La nómina completa de los deudores puede verse en el Informe del fiscal de Real
Hacienda, José María de Arce, México, 30 de noviembre de 1808. a g n , alcabalas, v. 131 >
fs. 121, 122.

94
Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

troducir aguardiente de La Habana, en Veracruz y Campeche, en enero de 1807.


Es probable que los productores y comerciantes de chinguirito esperaran que el
virrey, cuando menos, informara a las autoridades de la metrópoli acerca de los
perjuicios que ocasionaba la medida mencionada en la agroindustria del azúcar
de las jurisdicciones afectadas, como había hecho el gobernador de Campeche.
Sin embargo, Iturrigaray no hizo nada por proteger a los productores de aguar­
diente.26

Medidas contra los abastecedores de carne a la ciudad de México

Durante el Gobierno de José de Iturrigaray, el grupo de negociantes que tenía


a su cargo el suministro de la carne que se consumía en la ciudad de México, vio
sus ganancias reducidas como consecuencia de la modificación de las condicio­
nes del contrato que habían realizado con la ciudad. El consejo urbano introdujo
cambios en el convenio que había realizado con Gabriel de Yermo con el propó­
sito de mejorar la calidad de la carne que se consumía en la ciudad. Mientras que
el virrey limitó el privilegio que tenía dicho abastecedor para vender la carne de
manera exclusiva. Unos años después, Iturrigaray impuso un nuevo gravamen
sobre el abasto de carne a la ciudad, el cual también afectó el contrato negociado
con los mercaderes y criadores de ganado.
El cabildo debía garantizar el bien común, por lo que una de sus principales
funciones era la regulación de los precios. En consecuencia, el ayuntamiento de
México remataba públicamente el suministro de carne de res y carnero a la ciu­
dad. La concesión se otorgaba a quien ofreciera dicho producto al precio más
bajo, persona que era conocida como el «obligado». Éste operaba junto con otros
mercaderes y criadores de ganado para garantizar el suministro del gran núme­
ro de animales que demandaba la población de la capital. Entre 1800 y 1808 el
ingreso de reses a la ciudad de México fluctuó entre 17.000 y 19.000 animales.27
Por tratarse de un monopolio la provisión de carne a la ciudad era un negocio
sumamente redituable.28
A partir de la década de los setenta del siglo xvm, el obligado fue, por lo ge­
neral, uno de los principales mercaderes miembros del Consulado de México.
Al inicio del siglo xix, hubo algunos años en los que no se presentaron posturas
para rematar la provisión de carne a la ciudad, por lo que el ayuntamiento co­
misionó a un grupo de vecinos prominentes para realizar dicho servicio. Estos

26. Black, «Conflict», 1980, p, 108.


27. La provisión de carne de cerdo estaba a cargo del gremio de tocineros. Quiroz, «Estanco»,
2003.
28. Van Young, 1989, p. 61.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

sujetos, por lo general, fueron los mismos mercaderes que en otros años habían
fungido como obligados y sus abastecedores.29
En 1804 Gabriel de Yermo desempeñaba el cargo de «obligado» del abasto de
carne a la ciudad de México. Entonces el ayuntamiento prohibió el suministro
de reses muertas, tras haber comprobado que en los últimos años se había ele­
vado la introducción de dichos animales en perjuicio de los consumidores. Yer­
mo pidió al cabildo que le reembolsara las pérdidas que le ocasionaba dicha
restricción, debido a que en el acuerdo establecido con el ayuntamiento estaba
autorizada la entrega de reses ciegas y muertas, siempre que la carne no estuvie­
ra podrida. Por otra parte, el mercader había protestado, en diciembre de 1803,
cuando el virrey había limitado el privilegio que tenía el obligado para vender la
carne de manera exclusiva, al autorizar a los toreros a expender los animales que
mataban en las corridas de toros.30
Las demandas de Yermo no fueron satisfechas, por lo que el mercader quiso
cobrarse por su propia cuenta. Cuando estaba por concluir el contrato del abasto
de carne, se negó a pagar al ayuntamiento 12.350 pesos que adeudaba. Yermo ar­
gumentó que debía ser compensado por las pérdidas que le habían ocasionado las
ventas de carne fuera de la plaza de toros, así como la prohibición de expender
las reses muertas. El ayuntamiento declaró ilegal el proceder de Yermo y lo forzó
a pagar el adeudo mencionado.31A través de esta medida fueron sancionados los
cambios que dicha corporación había introducido en el contrato del abasto de
carne.
Por comisión del ayuntamiento en 1807, el abasto de carne a la capital quedó
en manos de José María Fagoaga, Bernardo de Palacio, Francisco Alonso Terán,
Gabriel de Yermo y el Marqués de Santa Cruz de Inguanzo. Los tres últimos eran
miembros prominentes del Consulado de México, mientras que el Marqués de
Santa Cruz de Inguanzo, además, era un importante criador de ganado.32 En di­
ciembre de dicho año Jo sé de Iturrigaray introdujo un nuevo gravamen sobre la
venta de carne, cuyos productos se destinarían a financiar la construcción del
canal de Huehuetoca. Al parecer, el virrey impuso dicho tributo a pesar de las ob­
jeciones de los oidores y el fiscal de lo civil. Los abastecedores pidieron al consejo
urbano y al virrey que dicho arbitrio quedara al margen de su contrato, el cual se
había negociado con anterioridad. No obstante, el virrey confirmó la imposición

29. Ladd, Nobleza, 1984, pp. 68-74; Quiroz, «Carne», 2000, pp, 78, 4l6, 418.
30. Ladd, Nobleza, 1984, pp. 100-102; Quiroz, «Estanco», 2003. Según Mier, hasta entonces
los toreros habían tenido que vender al obligado los animales que mataban a la mitad de su
precio. Mier, Historia, 1986, t. 1, pp. 175, 176.
31. Black, «Conflict», 1980, pp. 102, 103-
32. Don Pedro de Alonso de Alies Díaz Inguanzo, Marqués de Santa Cruz de Ynguanzó,
vecino de la ciudad de México, facultad para fundar y mayorazgo, a g í , Indiferente 1609.

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Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

del nuevo impuesto por considerar que tenían prioridad las obras que se realiza­
rían en beneficio de la ciudad.33
Un día después de haber encarcelado al virrey Iturrigaray, Gabriel de Yermo
pidió la cancelación de la ley de consolidación y la revisión de los derechos que
gravaban las principales actividades que realizaba. En los meses siguientes se sus­
pendió totalmente la consolidación de vales reales,34 se abolió el nuevo derecho
sobre la carne,35 se redujo el gravamen sobre la fabricación de aguardiente y la
anulación de la contribución que gravaba la producción de pulque.36 En septiem­
bre de 1810 se revisaron las restricciones que se habían impuesto al contrato del
remate de carne de la ciudad de México durante la administración de Iturrigaray.
El virrey Francisco Javier Lizana mantuvo los cambios, pero recomendó que se
aumentara considerablemente el precio de la carne, en razón de las pérdidas que
ocasionaban a los abastecedores los cambios que había introducido el ex virrey.37
Ese mismo año fue reformado el reglamento para la fábrica y venta del aguardien­
te con el objeto de beneficiar a los productores.38

IMPLICADOS EN EL ATENTADO CONTRA EL VIRREY ITURRIGARAY

Gabriel de Yermo reivindicó con sus actos, y por escrito, su liderazgo en el


atentado que condujo a la destitución del virrey José de Iturrigaray39 Unos años
después, Juan López Cancelada y Lucas Alamán identificaron como los principa­
les artífices de dicho complot al mismo Gabriel de Yermo, a José Martínez Baren-
que y a Santiago Echeverría, los tres miembros del Consulado de México y del

33. Black, «Conflict», 1980, pp. 99, 100.


34. Por decreto de 8 de octubre de 1808, el virrey Pedro de Garibay, con acuerdo de la
Audiencia y la Junta de Consolidación, mandó suspender totalmente la aplicación de cédula
de consolidación de vales reales, bajo el supuesto de que ya no se recibía depósito alguno.
Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 287, 288.
35- El virrey Garibay suprimió el nuevo impuesto sobre la carne el 13 de octubre de 1808.
Alamán, Historia, 1985, t. 1, pp. 100, 291. Desde 1788 Yermo había manifestado los perjuicios
que generaban los elevados gravámenes que se imponían a la comercialización de la carne.
Yermo, «Sobre«, 1934, pp. 68, 69.
36. En 1787 Yermo había pedido a las autoridades de la Metrópoli la reducción de dere­
chos sobre la producción y comercialización del pulque, porque, según afirmó ^soporta de
unos años a esta parte, unos derechos que exceden el 250% sobre su costo principal», Yermo,
«Sobre«, 1934, p. 63.
37. Alamán, Historia, 1985, t. I, p. 103.
38. Lozano, Chinguirito, 1995, p. 190.
39. «Representación de D. Gabriel de Yermo a la Junta de Sevilla, en que rectifica el
informe del Real Acuerdo de México relativo a la deposición del virrey Iturrigaray, 12 de
noviembre de 1808% en García, Documentos, 1985, t. II, pp. 275-284.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Regimiento de Comercio.40 Otros mercaderes consulares menos destacados, José


María Landa Jo sé Llaín y Rafael Canalías, al día siguiente del golpe se presentaron
a recibir órdenes del virrey recién nombrado.41
De acuerdo con las listas de los sujetos que tomaron parte en la deposición del
virrey Iturrigaray, los miembros del cuerpo mercantil tuvieron una notable parti­
cipación en dicho evento. De los trescientos treinta individuos que intervinieron
en el atentado, pertenecían al Consulado ochenta y uno, cifra que representa
cerca de la mitad de los ciento setenta mercaderes que fueron registrados en la
corporación mercantil en 1807. El resto de los conspiradores pudieron haber
sido parientes, socios, cajeros o dependientes de los mercaderes identificados, así
como de aquellos que apoyaron el atentado sin comprometerse personalmente.
También participaron corredores, comerciantes de menor rango, tenderos y vina­
teros, así como algunos mercaderes del puerto de Veracruz.42
Otros miembros del cuerpo mercantil que colaboraron directamente en el
atentado contra Iturrigaray fueron: Vicente Eguía, José de Acha y Manuel del Valle.
Estos tres mercaderes, al igual que Gabriel de Yermo, formaban parte del grupo
de propietarios de haciendas azucareras y productores de aguardiente en Cuer-
navaca, que habían sido conminados a pagar los derechos que adeudaban por
concepto de la fabricación del chinguirito.43 De los abastecedores de carne para
la ciudad de México, únicamente Yermo aparece en la lista de los conspiradores.
No obstante, es posible que Juan y Francisco de Alies, quienes también están re­
gistrados, hubieran colaborado en el atentado por comisión de Antonio González
Alonso, quien había heredado el título de Marqués de Santa Cruz de Inguanzo,
de Pedro Alonso de Alies. Como vimos, el Marqués era criador de ganado y se en­
contraban la cabeza del ayuntamiento de México cuando éste cuerpo elaboró su
representación en contra de la consolidación de vales reales.
Es importante detenernos en el caso del Marqués de Santa Cruz de Inguanzo,
quien, al parecer, tenía motivos personales para estar a favor de la destitución
de José de Iturrigaray. El monarca había concedido el título de Marqués a Pedro
Alonso de Alies, en 1795, con la licencia para crear el mayorazgo correspondiente.
Sin embargo, a la muerte del marqués, acaecida en 1802, no se había establecido

40. Yermo tenía grado de soldado, Martínez Barenque, Echeverría y Landa el de grana­
deros.
41. Juan López Cancelada, «La verdad sabida y buena fe guardada. Origen de la espantosa
revolución de Nueva España comenzada en 15 de septiembre de 1810. Defensa de su fidelidad.
Cádiz, Imprenta de D. Manuel Santiago de Quintana. Edición facsimilar [1811]», en López Cance­
lada, Defensa, 1989, pp. x l v , x l v iii , x l i x ; Alamán, Historia, 1985, t. 1, p, 239.
42. Valle Pavón, «Consulado», 1997, pp. 446-470.
43. En la misma situación se encontraban otros golpistas que no pertenecían al Consu­
lado, éstos eran Lorenzo García Noriega, José de Lara, José González, José Pacheco y José
Rodríguez. Informe del fiscal de Real Hacienda, José María de Arce, México, 30 de noviembre
de 1808, a g n , alcabalas, v. 131, fs. 121, 122.

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Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

dicha fundación. Al cabo de dos años, se ordenó al virrey que diera a los albaceas
de Alonso de Alies un término perentorio para instituir el mayorazgo. En 1807,
Iturrigaray informó que Antonio González Alonso, el segundo marqués, había pe­
dido que se declarara que había cumplido con poner de manifiesto el estado del
testamento, porque no se habían podido concluir los inventarios debido a la anti­
güedad de los giros de la Casa y a que la guerra impedía la correspondencia con la
Península. Por instrucciones del contador general de la América septentrional, el
virrey ordenó a González Alonso que, antes de septiembre de 1808, debía haber
cumplido con el testamento del primer marqués y fundado el mayorazgo, de lo
contrario se procedería al secuestro de bienes.44 De la imposición de este plazo
perentorio podría deducirse el interés que el segundo marqués pudo haber teni­
do en el derrocamiento de Iturrigaray.
Por lo que se refiere a los sujetos que fueron obligados a restituir los capitales
que adeudaban a la caja de Consolidación, participaron en la conjura, además de
Gabriel de Yermo, José Manuel Hurtado, Joseph Martínez Barenque, Ramón Gon­
zález Pérez, Manuel Pasquel y Manuel Fernández Romaña, pariente de Joaquín,
que era quien estaba matriculado en el Consulado.45
Es muy importante destacar que el derrocamiento del virrey Iturrigaray pudo
realizarse por el hecho de que la ciudad de México era resguardada por el Re­
gimiento urbano del comercio y el Escuadrón urbano, cuerpos que eran con­
trolados por los mercaderes del Consulado. El primero estaba constituido por
la mayor parte del comercio establecido de la capital,46 con excepción de los
panaderos y los tocineros que formaban el Escuadrón urbano.47Tal circunstancia
facilitó el desalojo de la guardia de caballería que custodiaba los patios interiores
del Palacio, hizo posible la entrega de la guardia del virrey a los conjurados y les
permitió acceder a las habitaciones de Iturrigaray.48

44. Sobre fundación del vínculo o mayorazgo que debe correr unido al título de San Juan
de Ynguanzo, 14 de diciembre de 1807. a g í , Indiferente, 1609.
45. Otros conspiradores afectados por la ley de consolidación eran Luis de la Fuente,
Pedro González y José de la Peña, quienes no pertenecían al Consulado. Agradezco a la
doctora Gisela von Wobeser haberme proporcionado la información sobre los deudores de
la real caja de consolidación.
46. De los 1.094 integrantes del Regimiento de comercio, aproximadamente 93 eran
miembros del consulado; el resto eran comerciantes de menor relevancia, muchos de los
cuales dependían del abasto y/o financiamiento de los mercaderes consulares: cajoneros,
tenderos, alaceneros, corredores, vinateros, azucareros, libreros, merceros, cederos y otros
pequeños comerciantes. Valle Pavón, Consulado, 1997, anexo 2.
47. San Vicente, «Exacta», 1990, p. 171. Gabriel de Yermo reconoció el mérito que habían
tenido el regimiento urbano del comercio y el escuadrón urbano en la destitución de Iturri-
garay, «Representación de Gabriel de Yermo a la Junta de Sevilla, en que rectifica el informe
del Real Acuerdo de México relativo á la deposición del Virrey Iturrigaray. 12 de noviembre
de 1808», en García, Documentos, 1985, t. II, dto. cxx, p. 277.
48. Alamán, Historia, 1985, t. 1, p. 245; Mier, Historia, 1986, t. 1, pp. 178, 179.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

De los miembros del regimiento urbano del comercio que colaboraron en


el atentado contra el virrey, llama la atención, además de la importante participa­
ción de los cajoneros, tenderos y mercaderes, la de los vinateros. Los vendedores
de vino debieron haber tenido vínculos de dependencia y lealtad con los abas­
tecedores de aguardiente.49Además, compartían con los productores y abastece­
dores del chinguirito la inconformidad por los excesivos derechos que gravaban
dicha bebida.50
Por otra parte, el regimiento del comercio se había transformado en una pieza
clave para la defensa de la ciudad de México como consecuencia de las sucesivas
guerras en que se había visto implicada la Corona. Los capitanes del regimiento
eran destacados mercaderes del Consulado, cuyos intereses y privilegios depen­
dían de la relación con España. Es muy posible que algunos de ellos pensaran en
la posibilidad de que la crisis en la Península pudiera conducir al rompimiento
del vínculo colonial, sobre todo, después de la negativa de Iturrigaray a reconocer
a la Junta Suprema de Sevilla. De hecho, Gabriel de Yermo manifestó su temor
porque el debate político condujera a las masas a la violencia, situación que, no
dudaba, desembocaría en la independencia.51 Esta opinión fue compartida por los
miembros de la Audiencia.52
Algunos capitanes del regimiento urbano del comercio que no participaron
en la maniobra contra José de Iturrigaray, tampoco se opusieron a que se tomara
preso al virrey, quizá para evitar posibles desórdenes, en los que sus negocios
serían el principal blanco de ataque.Así había sucedido en el motín que se había
producido en la misma ciudad de México en el año de 1692, el cual había dado
lugar a la creación de dicho regimiento.
La importancia de tener bajo control al regimiento urbano del comercio, se
pone de manifiesto por el hecho de que sus dos oficiales mayores, el coronel
Joaquín Colla y el sargento mayor Martín Ángel Michaus, fueron rápidamente
destituidos, después de haberse manifestado en contra de la forma en que había
sido depuesto el virrey José de Iturrigaray, con quien habían tenido una estrecha
relación.53

49. Los únicos tres sargentos que participaron en el atentado contra Iturrigaray fueron un
corredor y dos vinateros.
50. En 1798 un tabernero que había sido aprendido por contrabando de aguardiente
afirmaba que la venta de dicha bebida no era buen negocio en razón de que «dejaba una
cortísima utilidad por el subido precio en que se compra a los fabricantes y el monto de los
derechos reales y municipales». Lozano, Chinguirito, 1995, p. 190.
51. Véase al respecto la versión del mismo Yermo. «Representación de Gabriel de Yermo...»,
en García, documentos, 1985, t. II, dto. cxx, p. 279-
52. Meissner, «Representación», 1996, p. 31.
53. Colla fue suspendido de su empleo y Michaus fue mandado por unos meses al Castillo
de Perote. Alamán, Historia, 1985, t. 1, p. 257.

100
Índice
MERCADERES AGRAVIADOS

CONSIDERACIONES FINALES

Gabriel de Yermo y otros mercaderes que encabezaron la conjura contra José


de Iturrigaray, tenían como uno de sus principales objetivos destituir al virrey que
atentaba contra sus privilegios e intereses económicos. Iturrigaray se empeñó en
aplicar la ley de Consolidación de vales reales, que al confiscar los capitales de las
corporaciones eclesiásticas, obligó a los acreedores a restituir la mayor parte de los
capitales que adeudaban. Mercaderes, hacendados y mineros que habían recibido
préstamos del clero de manera indefinida se vieron obligados a restituirlos, ante
la amenaza de embargo, en una época de aguda escasez de circulante. El virrey
también tomo medidas para forzar a los productores y tratantes de aguardiente
de caña a pagar los derechos que consideraban elevados, así como los adeudos
que habían acumulado con el erario virreinal.Y, por último, el pequeño grupo de
mercaderes y criadores de ganado que abastecían de carne a la ciudad de Méxi­
co, vio modificadas las condiciones de su contrato y tuvo que afrontar el pago
de un nuevo gravamen. Además, hubo casos notables, como el del Marqués de
Santa Cruz de Inguanzo, a quien la deposición del virrey lo salvó del secuestro
de parte de sus bienes.
Gabriel de Yermo padeció de manera singular las consecuencias de las me­
didas dictadas por el virrey José de Iturrigaray, de modo que no resulta extra­
ño que planeara y encabezara la conspiración que dio lugar a su destitución. Al
descontento con la administración de Iturrigaray, se sumó el temor de muchos
mercaderes de que se resquebrajara el orden social en la ciudad de México y se
rompiera el vínculo colonial que sustentaban gran parte de sus privilegios. Ante
esta situación se movilizó un importante sector de mercaderes del Consulado,
quienes llevaron a cabo el atentado de 1808, con la colaboración de sus cajeros,
dependientes y otros comerciantes. Los conspiradores contaron con el apoyo
de importantes sectores del Regimiento urbano del comercio y del Escuadrón
Urbano. Esto fue posible debido a la influencia que los mercaderes ejercían sobre
los miembros de dichos cuerpos, por tratarse de individuos cuya subsistencia de­
pendía de la actividad comercial. En el caso de los vinateros, éstos también habían
sido afectados por la política fiscal aplicada por el virrey Iturrigaray.
Los individuos que entonces se encontraban a la cabeza del Consulado, el
Regimiento urbano del comercio y el Escuadrón Urbano, no estuvieron presentes
en el atentado de 1808. Este fenómeno podría explicarse porque la destitución
del virrey José de Iturrigaray representaba un atentado contra el orden estable­
cido. Es importante tener en cuenta que los mercaderes que organizaron y lleva­
ron a cabo la insurrección habían fundado su riqueza y poder, en gran medida, a
partir de los privilegios adquiridos y las relaciones constituidas como miembros
del cuerpo mercantil. Por último, debemos considerar la participación e influen-

101

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

cia que muchos de los mercaderes en cuestión tenían en el Regimiento urbano


de comercio, corporación que dependía del Consulado de México.

ARCHIVOS

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agn Archivo General de la Nación,
bn m Biblioteca Nacional de Madrid.

BIBLIOGRAFÍA

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MERCADERES AGRAVIADOS

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P avón (coord.), Mercaderes, com ercio y consulados en Nueva España en el

siglo xvrn, México, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, c o ­
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103

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

«Expansión de la economía mercantil y creación


V a lle P a v ó n , G uillerm in a d e l ,

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S o u t o (coord.), El com ercio exterior d e México, entre la qu iebra del sistema

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— «los privilegios corporativos del Consulado de comerciantes de la ciudad de
México», en Historia y grafía, Universidad Iberoamericana, n° 13, 1999, pp.
203-223.
— «Los empréstitos de fines de la colonia y su permanencia en el Gobierno de
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des, 2002.
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les para América», en Historia Mexicana, v. LI, núm. 4, abril-junio, 2002,
pp. 809-814.
— «Protestas de los novohispanos en contra del Rey de España, 1805-1808», en
Memorias d e la A cadem ia M exicana d e la Historia, t. XLVI, 2001.

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Índice
PLATA MEXICANA RARA LA GUERRA ESPAÑOLA. EL BIENIO DE LA JUNTA CENTRAL
SUPREMA DE ESPAÑA E INDIAS (1808-1809)_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Juan Andreo García
Universidad de Murcia

El periodo de tiempo transcurrido entre mayo de 1808 y febrero de 1810, escasos


veinte meses que van desde los primeros levantamientos peninsulares a la creación
del Consejo de Regencia y que prácticamente coincide con el mandato de la Junta
Central Suprema,1 a juicio de numerosos historiadores, fue una época a la que algu­
nos han denominado como los «dos años cruciales»2 o «un bienio transcendental»,3
y cuyo estudio y análisis, no cabe duda, aporta muchas claves que ayudan a entender
lo que, para el profesor Guerra, fue el tránsito a la Modernidad y la gestación de las
independencias.4 No vamos a entrar en este poliédrico asunto que en la actualidad
está en pleno debate. Solamente vamos a revisar una cuestión que pudiera parecer
demasiado puntual ante la magnitud del planteamiento general antes hecho.
No ha sido escaso el empeño que durante años, historiadores de un lado y
otro del Atlántico que se han dedicado a estudiar la época crucial de la crisis del
Antiguo Régimen colonial español en el periodo de inicios de la llamada guerra
de la Independencia, se han manifestado, intentando dar respuesta, entre otras mu­
chas cuestiones esenciales, a un momento clave de la Historia de España y de sus
posesiones en América como acabamos de citar, sobre un asunto considerado por
muchos de ellos como fundamental; tal asunto se explicita en una doble pregunta:

1. La Junta Central Suprema de España e Indias se instala en Sevilla en 25 de septiem­


bre de 1808 y una vez invadida Andalucía por las tropas francesas, después de la batalla de
Ocaña, se retira a Cádiz y luego a la Isla de León donde el 29 de enero de 1810, nombra un
Consejo de Regencia,
2. Guerra, Modernidad, 1993, p. 115.
3. Chust, 1808. La eclosión juntera, 2007, p. 11.
4. Guerra, op, cit.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

En primer lugar, ¿de dónde sacó la Junta Central Suprema los fondos necesarios
para sostener la guerra contra el invasor francés? Entre otras medidas de singular
importancia (convocatoria de Cortes, proclamación de la Real Orden de enero de
1809 declarando la igualdad entre la Península y sus colonias), la llegada de tales
fondos fue una de las acciones más decisivas para desbaratar algunos de los planes
de Napoleón, ya que se pudieron acometer empresas de carácter militar que oca­
sionaron algunos reveses decisivos al ejército francés, al menos durante un año,5
dieron el tiempo suficiente para la emergencia de toda una generación de militares
y líderes que marcarían con su presencia el futuro de los acontecimientos, amén
de la también decisiva organización del apoyo británico. No en vano, Miguel Artola
opina que la mayoría de los cuerpos provincianos peninsulares estuvo de acuerdo
en que la Junta Central debería funcionar como un Gobierno de defensa nacional
con el fin de librar una guerra de liberación 6 y, evidentemente, así fue.
En segundo lugar, ¿a cuánto ascendió el monto de esos fondos? Si considera­
mos que el corto periodo de Gobierno de la Junta Central Suprema de España e
Indias fue decisivo, y lo fue sin duda no sólo para la península sino también, de
forma muy clara, para las posesiones españolas en América, podremos entender
aún más lo importante de aclarar ambas cuestiones. Así lo han entendido todos
los historiadores que han tratado el asunto.7 Casi todos coinciden en que la res­
puesta al primer interrogante fue la plata y la ayuda Americana la que en mayor
medida mantuvo el esfuerzo de la Junta Central, ya que los recursos económicos
metropolitanos se vieron enormemente mermados, primero por la fragmenta­
ción hacendaría,8 y después por la presión a que los habitantes de la península se
vieron sometidos al sostener sobre sus espaldas ejércitos y partidas militares que
les gravaban con todo tipo de cargas económicas, más o menos de buen grado.
La respuesta a la segunda cuestión también ha sido abordada por numerosos
historiadores, pero en este caso ha sido difícil aportar las cifras definitivas y las que
se han dado no terminan de coincidir entre ellas. Es evidente que la dispersión
documental en el complicado sistema hacendístico español y la ya mencionada cir­
cunstancia histórica derivada de la crisis bélica, han hecho muy dificultosa la tarea.

5. Es importante destacar que es en la época de la Junta cuando se logra detener al ejér­


cito francés; la Junta se constituye el 21 de septiembre de 1808 y es sustituida por la Regencia
el 31 de Enero de 1810.
6. Artola, La España de Fernando VIL, 1968, p. 68.
7. Entre otros, Lucena, «LaJunta Central», 1985, p. 55. Del mismo autor, «Los préstamos
del Consulado», 1977, vol. xxxri, pp. 154-167. Andreo, «El comercio veracruzano», en Lucena,
Andreo, et.al. El comercio del Caribe, 1983, pp. 41-62; del mismo autor, «El tráfico marítimo
del puerto de Veracruz», 1986, núm. 7, pp. 23-30. Klein, «La economía de la Nueva España»,
1985, núm. 136, pp. 561-609. Del mismo autor, Lasfinanzas americanas de imperio español,
1680-1809, 1999; Merino, Las cuentas, 1987. Marichal, «Las guerras imperiales», 1990, xxxtx:
4, pp. 881-904. Vega, «Los primeros préstamos», 1990, xxxix:4, pp. 909-931. Landavazo, «La
fidelidad al Rey», 1999, xlvui: 3, pp. 493, 521.
8. Marichal, «Beneficios y costes», año xv, 1997, n° 1, p. 495.

106

Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

Con la pretensión de aportar algún elemento clarificador es por lo que a raíz de


algunos estudios realizados hace años sobre el comercio de Veracruz con la España
del bienio 1808-1810, pudimos consultar una rica documentación que nos va a
permitir aportar datos, creemos que interesantes, al debate sobre el monto total de
la aportación americana, en este caso del Virreinato de la Nueva España, al menos
durante los primeros y decisivos años de la denominada guerra contra Napoleón.
Para empezar hay que decir que, si bien es cierto que las manifestaciones «fidelis-
tas» de carácter político o moral en el Virreinato fueron muchas y variadas a partir del
momento en que la Gazeta d e México del 16 de julio de 1808 publicara las noticias
que el navio Ventura había traído desde España, muy pronto se convirtieron además,
en manifestaciones de carácter económico. Las formas de lealtad y fidelidad se tra­
dujeron en cantidades de dinero mediante fórmulas que, como afirma Landavazo, no
eran sólo fórmulas de una política fiscal9 que ya venían utilizándose, sino que «ade­
más pueden inscribirse dentro de una coyuntura política de enorme significación y
pueden percibirse como una respuesta explicable en el marco del tradicionalismo de
los valores propios de una relación entre vasallo y Rey».
Esto no era nuevo. Desde tiempo atrás la colonias había soportado estoica­
mente, unas veces con más agrado y otras menos, la carga impositiva que la Co­
rona había establecido para el mantenimiento de los sucesivos conflictos bélicos,
sobre todo con la Gran Bretaña.10 «El donativo gracioso» y los préstamos fueron
«una costumbre» desde las últimas décadas de siglo xviii y primeras del x i x .11 Se­
gún Carlos Marichal, esa presión fiscal, derivada de los conflictos internacionales
en el último cuarto del siglo x v iii, «generaron una serie de tensiones que fueron el
preludio de las guerras de independencia».12
Una de las posesiones con mayor peso específico en esa labor fue el Virrei­
nato de la Nueva España que, por ese vital cordón umbilical que constituyó la
vía Veracruz-Cádiz, enviaría durante el bienio 1808-10 una enorme cantidad de
dinero. Concretamente estamos en disposición de hablar de una cifra total que
gira en torno a los sesenta millones de pesos fuertes.13 México, o mejor la Nueva
España, en esos precisos instantes, más que nunca y a pesar de todo, podía tener
el dinero que España necesitaba.14

9. Así lo afirman trabajos ya citados de Carlos Marichal y Josefa Vega.


10. Landavazo,«La fidelidad al Rey», 1999, xlvüi: 3, p. 501.
11. Vega, «Los primeros préstamos», 1990, xxxix: 4, p. 909-
12. Marichal, «Las finanzas en la», 2003, p. 402. Según Marichal la sucesión de conflictos
fue la siguiente: la guerra contra Gran Bretaña, 1179-1783, la guerra contra la Convención
Francesa (1795-1798), la primera guerra naval contra Inglaterra (1796-1802), la segunda gue­
rra naval contra la misma potencia (1805-1808) y finalmente la guerra contra Napoleón (1808-
1814).
13. Andreo, «El comercio veracruzano», 1983, p. 62 y del mismo autor: «La última crisis
del comercio», 1979.
14. Garner, «Exportaciones», vol. xxi, núm. 4, pp. 588-589.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Tradicionalmente la plata mexicana había solventado muchas de las necesida­


des económicas de la metrópoli y del Imperio, además de pagar también la admi­
nistración civil y militar novohispana. La Casa de la Moneda de México era la ceca
más importante del imperio y, en consecuencia, del mundo conocido. A finales
de la década de los ochenta del siglo xvm acuñaba un promedio de veinte millo­
nes de pesos; pocos años después, en 1796, llegó a los 24.3 millones de pesos,
para subir a 26.1 en 1804. A partir de ese momento, aunque no se puede hablar
de hundimiento, bajan un poco las cifras que oscilaron entre los 20.5 millones
en 1808 y 24.7 en 1809.15 Las cifras que nosotros hemos podido comprobar no
se alejan mucho de los anteriormente citadas. Si hacemos caso de D.José María
Quirós, secretario del Real Consulado de Veracruz, la plata acuñada por la Casa de
Moneda Mexicana en 1808 fue de 21.886.500 pesos fuertes16, de los que según
él, por cuenta de particulares se exportaron 11.863.044;en 1809,1a cifra de plata
acuñada fue 26.172.982 pesos fuertes, de los cuales, por cuenta de particulares,
se exportaron 21.793.700.17
Tres son los niveles que, según Carlos Marichal, se pueden considerar en lo que
hace al papel específico de la Nueva España en el tema de las finanzas imperiales:

I o La tesorería de la Nueva España tenía la función de mantener, en todo el


ámbito virreinal, sus fuerzas defensivas y sus diversos presidios.
2oTenía un papel destacado en la estructura defensiva en el entorno asiático y
caribeño. Sin el situado novohispano, no hubiesen podido mantenerse esas
vitales partes del Imperio. El caso de Cuba, por ejemplo.
3oA finales del período colonial, la Nueva España llegó a ser la responsable de
casi el 75% del total de las remesas enviadas desde las colonias a la Tesorería
General de España.18

Ante la situación provocada por la invasión francesa de la península, pese a estar


sufriendo una considerable situación de crisis económica,19 la Nueva España res­
pondió a la metrópoli en la medida de sus posibilidades de forma que fray Servando
Teresa de Mier afirmó: «La guerra es más cruel para nosotros que para España, que
al fin la hace con nuestro dinero».20 Estas palabras dejan entrever un sentimiento

15. Hamnett, «Absolutismo ilustrado», 1992, p. 72. Para ver de modo global la evolución
de la amonedación y extracción de plata a lo largo de la segunda mitad del siglo xvm véase,
Pérez Herrero, Plata y libranzas, 1988, gráfico p. 187.
16. En adelante las cifras que damos en pesos se refieren a pesos fuertes y emplearemos
las siglas ps.fs.
17. Lerdo de Tejada Comercio exterior, 1853- Los Apéndices 21 y 21 contienen las balan­
zas del comercio de Veracruz durante los años 1808-1809.
18. Garavaglia y Marchena, América Latina, v. n, 2005, pp. 14-15.
19. Andreo/'El comercio», 1983, pp. 41-62. En este trabajo se hace un recorrido sobre la
situación de crisis agrícola que afectó a toda la Nueva España a principios del siglo xix.
20. Lynch, Las revoluciones, 1976, p. 339, cita a fray Servando Teresa de Mier.

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Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

que hacía años se había arraigado profundamente en algunos sectores del pueblo
mexicano y que no tardaría mucho en manifestarse con rotundidad.
Al evaluar las aportaciones de plata que durante el bienio 1808-1809 hizo la
Nueva España a la causa española, podemos afirmar que los caudales salidos por
Veracruz lo hicieron fundamentalmente por tres conceptos: 1) en concepto de
donativos; 2) en concepto de préstamos, siempre claro, a cambio de un elevado
interés para el prestamista y 3) en concepto de Situado.21 Normalmente estos
caudales eran extraídos vía España, por cuenta de la Real Hacienda e iban direc­
tamente a sufragar los gastos bélicos asumidos por la Junta Central; pero no hay
que olvidar los caudales que, por cuenta de particulares, salieron en estos años
para el pago de las mercancías comerciadas y otros negocios.22Todos estos ren­
glones estarían comprendidos en lo que se puede considerar extracción legal de
capitales; la ilegal, producida por el contrabando, es imposible de calcular.
Como ya se hizo en su momento,23 los estudios sobre el comercio y el tráfico
marítimo entre estos dos puertos, nos dieron ciertas claves para la completa com­
prensión de la magnitud de la ayuda prestada por la Nueva España a la solución
de la crisis suscitada en la Península a raíz de la Invasión francesa. A pesar de ello,
como antes decíamos, aún no se ha realizado, en detalle, el conteo real de las ci­
fras de caudales que la Nueva España aportó en la mencionada coyuntura. Basán­
donos pues, en una fuente tradicional, como las balanzas y memorias realizadas
por el secretario del Consulado de Veracruz, don José María Quirós,24y la revisión
de la documentación existente en el Archivo General de Indias, hemos procura­
do una muestra significativa sobre el monto, el origen y destino de los caudales

21. Le Riverend, «Relaciones», 1983, pp. 87 a 96. El situado era el dinero que la metrópoli orde­
naba enviar a su cuenta a las colonias que no poseían fuente propia de extracción de oro y plata.
Los grandes almacenes de este situado eran la Nueva España y el virreinato del Perú, y entre las
colonias que recibían éste, la principal fue Cuba, isla que sería el centro del comercio en el «seno»
-golfo- y entre esta zona y la metrópoli, y que necesitaba gran cantidad de dinero para mantener
este comercio y su propia administración. Le Riverend cita textualmente «los situados o caudales
públicos que la Hacienda Real de México transfería a La Habana para atender a los gastos estatales
de orden militar y administrativo, fueron un factor de importancia en el desenvolvimiento econó­
mico de Cuba durante el período anterior a 1800». Desde luego, la situación siguió manteniéndose
tras esa fecha, sólo que quizás la ampliación del comercio cubano con otras naciones, sobre todo
con los e u a , hizo que la hacienda cubana necesitase menos del situado mexicano, sin llegar por
supuesto a prescindir de él. El mismo autor recoge, que el último situado recibido en La Habana,
según La Sagra, fue en 1806, y sigue afirmando que Villanova muestra que hubo alguno posterior
a 1810. Pues bien, nosotros hemos podido comprobar que en los años de 1808 y 1809 también
hay envíos de situado mexicano a Cuba. Cfr. Andreo, «El comercio», 1983, pp. 41-62.
22. Lerdo De Tejada, Apuntes históricos,1857 apéndices 21 y 22. Según estas balanzas rea­
lizadas por Don José María Quirós, ya aclaramos que durante 1808 se exportaron por cuenta
de particulares la cifra de 11.863.044 ps.fs. en plata y oro. Durante 1809 se exportaron por el
mismo concepto la cifra de 21,793.700 pesos fuertes.
23. Ortiz de la Tabla, El comercio exterior, 1978. Andreo, «El comercio veracruzano», 1983.
García-Baquero, Comercio colonial, 1972.
24. Lerdo de Tejada, Apuntes históricos, 1857, apéndices 21 y 22.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES E N LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

remitidos a través de Veracruz que vinieron prácticamente todos, curiosamente,


en navios de guerra. Decimos curiosamente porque el sistema de escolta de los
mercantes por Navios de Guerra era algo que se empleaba desde el siglo xvi y,
aunque las flotas quedaron suprimidas a mediados del x v iii, el sistema siguió uti­
lizándose ocasionalmente; en el caso que nos ocupa, en 1808, la Corona, aliada
de nuevo con la Gran Bretaña, y ante el peligro del corso francés ordenó que los
navios mercantes fuesen escoltados por la Flota Real.25Así pues, durante el bienio
estudiado, toda la plata llegaría, no escoltada, sino directamente transportada en
navios de Guerra o en buques británicos

1808: SALIDA DE CAPITALES ACUMULADOS

En agosto de este año llegaron a Veracruz con destino a México los comisionados
de la Junta de Sevilla, donjuán Gabriel de Jabat y el coronel don Manuel Francisco de
Jáuregui, cuyo propósito era hacer que el virrey reconociese a aquélla y la socorriese
con recursos pecuniarios.26 Iban además autorizados para deponer al virrey en caso
de que éste se resistiese a aquellos propósitos, como de hecho ocurrió.Ante la postu­
ra tibia y demasiado prudente del virrey27,postura que se consideró «afrancesada» por
algunos sectores de la población capitalina, estos comisionados, al frente de un nume­
roso grupo de peninsulares depusieron a José de Iturrigaray, nombrando en su lugar
como virrey de la Nueva España a don Pedro Garibay que, de inmediato, publicó una
proclama en la que «verdaderamente se hablaba de los desastres sufridos por las ar­
mas españolas contra los invasores franceses» e incitaba a contribuir para repararlos
con los oportunos auxilios de dinero.28Antes de ésto, en octubre de 1808, «el Virrey
Garibay envió a Veracruz nueve millones de pesos sacados de las cajas reales, de los
cuales seis se embarcaron en el navio San Ju sto,mandado por el marqués del RealTe-
soro, y los restantes fueron embarcados en dos fragatas de guerra inglesa y remitidas
a España. Además se reunieron grandes sumas de donativos distinguiéndose por su
generosidad y patriotismo varios «españoles acaudalados».29 Parece ser que éste fue
el precio que pagaron los amotinados para que la península viese con buenos ojos el
cambio operado en la colonia. Pues bien, las cifras que acabamos de citar y que reco­
ge Francisco de Paula Arrangoiz, suponen una fuerte cantidad de dinero que hemos
podido comprobar. Las dos fragatas inglesas que trajeron dinero fueron:

25. Lucena, «La Junta Central», 1985, pp. 55-70.


26. Lerdo de Tejada, Apuntes históricos, 1857, vol. n, p, 14.
27. Reconocida la Junta de Sevilla, el 31 de agosto, esa misma noche Iturrigaray recibe la
misma propuesta por parte de la Junta de Asturias al día siguiente convoca otra sesión de jun­
ta general que revocara el reconocimiento otorgado a la de Sevilla. Para el relato minuciosos
de los acontecimientos, Guedea, «La Nueva España», 2007, pp. 95-97.
28. , Historia de 1942. vol. i, p. 273. En la nota 17, cita que esta proclama se publicó en la
Gaceta de México el 29 de abril de 1809.
29. Arrangoiz, México desde 1808-1867\1870, vol. i, p. 61.

i 10
Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

La fragata de guerra de S.M.B. Diamante , que llegó a Cádiz el 24 de diciembre


de 1808 y que trajo la suma de 1.696.344 pesos fuertes, y la fragata de guerra
SM.B. Melpómene , que llegó a Cádiz el mismo día con la suma de 1.605.466 de
pesos. Posteriormente, el 1 de febrero de 1809, llegó a Cádiz el navio de guerra
San Justo procedente de Veracruz y La Habana30 El San Justo trajo la suma total
de 6.753*133 ps.fs., además de cuatro cajones de alhajas y barretos de plata y
oro, una barra y tejo de oro 31. Aparte de esas cantidades de las cajas reales, cada
uno de estos buques traía una cierta cantidad de donativos, a saber: la fragata de
SM.B. Melpómene un total de 104.445 pesos fuertes. La fragata SM.B. Diaman­
te llevaba 190.403 por el mismo concepto32, y el navio de guerra San Justo un
total de 125.404 pesos.33Añadiendo a estas cifras los 138.898 recolectados por
la Real Hacienda34 resulta que, en concepto de donativos para la guerra, este año
de 1808, la Nueva España aportó la cifra de 559.155 pesos fuertes. Cifra bastante

30. agí, El San Justo sale de La Habana el 29 de diciembre donde había embarcado 21719
pesos con destino a la Junta Central, que acusa recibo el 18 de Abril de 1809- Ultramar 126,
núm. 4. Junta de Sevilla al Juez de Arribadas de Cádiz. Alcázar de Sevilla, 18 de abril de 1809-
31.agí, Arribadas, 263. Documento de relación de caudales y efectos venidos de Indias a
cuenta de la Real Hacienda, desde 1808 a 1816, ambos inclusive.
32. agí, Arribadas, 26l. Relación de caudales traidos a cuenta de la Real Hacienda por las
fragatas de S.M.B. Melpomene y Diamante.
La fragata de SM.B, Diamante, traía en donativos:
Donativos de Puebla de los Ángeles....................................................................110,000 ps.fs.
Donativos de Guadalajara...................................,.........................................................60 ps.fs.
Donativos del Consulado de Veracruz................................................................... 32.256 ps.fs.
Mitad del realizado por el cabildo dela Catedral de Guadalajara.......................30.000 ps.fs.
Mitad de los vecinos de Veracruz............................................................................17.087 ps.fs.
TOTAL..............................................................................................................190.000 ps.fs.
El resto pertenecía a las Cajas Reales
La fragata de S.M.B. Melpomene:
Donativo de los vecinos de Veracruz.................................................................... 36.000 ps.fs.
Donativo de los vecinos de Guadalajara................................................................. 5-589 ps.fs.
Mitad del realizado por el Cabildo de la Catedral de Guadalajara....................30.000 ps.fs.
Donativo del Consulado de Veracruz.................................................................... 32.256 ps.fs.
TOTAL..........................................................................................................104.445 ps.fs .
El resto perteneciente a las Cajas Reales

Dichas fragatas llevaban además dinero por cuenta de particulares. La Melpómene, traía
50.000 pesos de plata para la «Compañía de los Cinco Gremios Mayores de Madrid»; agí, Ind.
General, 2285. 27 de diciembre de 1808. Hemos comprobado además que los comandantes
de las dos fragatas pidieron el 2,5% del valor del dinero que transportaban, como pago de
este servicio, cifra que ascendía a 82.544 ps.fs.; en agí, Audiencia de México, 2374. Nota de la
llegada de las dos fragatas dirigida al juez de la Real Hacienda. 14 enero 1809.
33. agí, Audiencia de México, 2374. Carga del navio de guerra San Justo. Su totalde peso
en plata era de 8.630,008 p.fs, r/v y 1 ms. De los que, 21.798 eran donativos del Consulado
de Veracruz; 103.611 eran donativos de otros cuerpos de la ciudad. Que hacían un total de
125.404 pesos fuertes. El resto pertenecía a las Cajas Reales exceptuando 2.068.924 pesos
fuertes de plata que eran por cuenta de particulares.
34. agí, Audiencia de México, 2942. Documento índice-sumario general de ramos de la
cuenta de cargos de 1808.

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

elevada si se compara con los donativos que la Junta Central de Caracas remitió
en los mismos años 253.345,51/2con lo que se consideraron agotados los ámbitos
monetarios venezolanos.35A ésto debemos añadir las cifras que, en concepto de
situado, salieron este mismo año:

Situado de Campeche...................................................................... 403.181 ps.fs.


Situado de Marina de La Habana.................................................... 500.000 ps.fs.
Situado de tierra de La Habana...................................................... 530.000 ps.fs.
Total..... 1.436.850 ps.fs.36
Situado en Panzacola......................................................................... 3.577 ps.fs.37

Podemos apreciar que casi el 75% de este situado salía hacia la isla de Cuba,
con lo cual se puede comprender hasta qué punto el comercio cubano esta­
ba sustentado por el mexicano. Son explicables, pues, las insistentes quejas del
Consulado de México a la Corona, sobre cómo a pesar de tener la concesión
del comercio exclusivo de harina con la isla, ésta hizo en todo momento lo que
le convino saltándose e interpretando las órdenes reales y perjudicando al co­
mercio veracruzano,38 realizando comercio ilícito con puertos norteaméricanos,
donde era muy apreciado el azúcar a cambio de productos mucho más baratos
que los del puerto jarocho.
Así pues, el total de los caudales salidos este año de la Nueva España en con­
cepto de donativos y situados a cuenta de la Real Hacienda ascendió a la cantidad
de 11.630.671 pesos. Si unimos lo que José María Quirós nos especifica en sus
balanzas como salido por cuenta de particulares resulta que, de un modo total,
este año salieron porVeracruz 23.493.715 ps.fs.,39 cantidad que prueba el esfuer­
zo que se realizó y que justifica la escasez de fondos por parte de las Cajas Reales
en los años siguientes.

1809: LOS PRÉSTAMOS; EL RECURSO DE LA METRÓPOLI

Desde principios de este año tenemos noticias sobre la colecta de donativos


que venía realizándose en el Virreinato para sustentar la guerra contra los fran­
ceses en la Península. Hasta el viernes 7 de julio se habían recaudado, según las

35. Lucena, «El Donativo Patriótico», 1978, v. l x i , p. 15.


36. a g í , Audiencia de México, 2942. Cfr. Nota 16.
37. Le Riverend, op. cit., No constata el situado en Cuba.
38. Hemos podido comprobar este fraudulento comercio de exportación llevado a cabo
por Cuba, llevando géneros y efectos extranjeros como si fuesen nacionales a las demás colo­
nias españolas, causando graves perjuicios, ya que incluso podían vender productos existen­
tes en las mismas colonias a un precio más bajo. Andreo, «El comercio», 1983, pp. 41-62.
39. García-Baquero, op. cit., pp. 193 y 200. Ante las cifras que acabamos de citar, son de
extrañar las que nos da este autor.

I 12

Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

gacetas, 1,505,351 pesos fuertes.40 En ellas se recogen pormenorizadamente los


contribuyentes y autores de estas donaciones, lo cual nos permite ver cómo en
este papel sobresalían los españoles afincados en la colonia. Estos, además de
contribuir con su dinero a los intereses patrios buscaban el propio interés, y ca­
pitaneados por Gabriel de Yermo41, viendo que la poca energía del virrey Garibay
ponía en peligro la dirección de la colonia, y a instancias de la Junta Suprema de
Sevilla, depusieron a éste y nombraron virrey al arzobispo don Francisco Javier Li-
zana y Beaumont, «de cuya acendrada fidelidad no podía dudarse y era respetado
por sus virtudes».42 Pocos días después de la toma de posesión del nuevo, virrey,
llegó a México el comisionado inglés sir Andrés Cochrane Johnstone,43 enviado
por su Gobierno para recaudar los tres millones de pesos que la Gran Bretaña ha­
bía prestado a España para guerra con Francia.44Además dicho comisionado tenía
un permiso dado por el Gobierno español el 13 de mayo de este año para sacar
de la Nueva España diez millones de pesos, los cuales serían pagados en Londres
por la casa de D. Thomas Murphy, a quien se facultó para recibir y embarcar en
Veracruz los caudales que se entregasen hasta completar dicha suma.
Estas circunstancias pusieron en un grave aprieto a la Nueva España, ya que los
fondos de las Cajas Reales estaban agotados. Ante la insistencia del Sr. Cochrane,
el arzobispo virrey se dirigió a algunos cuerpos de ciudadanos y particulares para
que hiciesen un préstamos o adelanto por dicha cantidad, reembolsable con los
primeros ingresos de las Cajas Reales. La prontitud con que se recaudó la cifra de
3,179,835 ps.fs., prueba no sólo la fidelidad de la Nueva España sino también el
deseo de realizar inversiones seguras, ya que antes de la fecha fijada, se empeza­
ron a cobrar dichos préstamos con un interés del seis por ciento.45

40. agí, Gazeta extraordinaria de México, vol. xvi, núms. 79-83- Listas de donativos para
la metrópoli. Se podría pensar que hacia finales del año, las cifras se duplicarían pero, como
no tenemos constancia de esto, recogemos las cifras que en estas gacetas se expresan.
41. Para la historia del personaje y de su influyente familia véase, entre otros: Huerta, «La
Familia», 1983, v. rv, pp, 46-65.
42. agí, Audiencia de México, 1633- Gazeta de México del sábado 24 de septiembre de
1808. Vol.xv, núm. 102, p. 703 y ss.
43. agí, Audiencia de México, 2374. Estado que manifiestan los caudales remitidos a la
península por cuenta de la Real Hacienda de México durante el gobierno del virrey arzobispo
Lizana. 15 de enero de 1810.
44. Lerdo de Tejada, op. cit, p. 48; Arrangoiz, op. cit., p. 64, y p. 283. En la nota 30 véase
cómo se atestigua que a su paso por la ciudad de Puebla, dicho comisionado, deseando unos
cuadros de Murillo habidos en el convento del Carmen, le fueron regalados de inmediato.
45. Lerdo de Tejada, op. cit, p. 48-49. Estos préstamos se empezaron a cobrar desde el
6 de septiembre de ese año; op. cit., pp. 284-285, y agí, Gacetas de México, v. xvi, núm. 102
fol. 761 y núm. 105, fol. 787.
Todas la fuentes consultadas coinciden en que fueron pocos los mexicanos que con­
tribuyeron a tales préstamos, aunque no se puede negar que dado el fuerte interés de rendi­
miento, algunos se dejaron llevar. Entre las personas que más se distinguieron destacan los
miembros y allegados a la audiencia de México, además, claro, de otros altos cargos penin­
sulares, con todos se puede hacer la siguiente relación:

113

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Con todo, la medida más impopular entre los criollos acaudalados fue la or­
den de 23 de mayo, por la que la Junta Central Suprema pidió a la Nueva España
un préstamo voluntario de veinte millones de pesos fuertes, para cubrir gastos
de guerra en la metrópoli. Esta suma era muy difícil de recaudar, como lo mani­
festó claramente Abad y Queipo, arzobispo de Michoacán, en una exposición que
envió al virrey el 12 de agosto, proponiendo en su lugar otras soluciones. Así lo
transmitió el Virrey a la Junta Central, la cual respondió que se siguiese adelante
con la solicitud. No obstante, Lizana no dio ningún paso en tal sentido, lo que
sería una de las causas de su caída a mediados del año 1810.46
En el apartado de situado de moneda, durante el periodo de tiempo que trans­
currió desde la toma de posesión del Virrey Lizana hasta enero de 1810, se extra­
jeron por Veracruz las siguientes cantidades:47

- Remitidos a La Habana en el bergantín de guerra Lince para


sus atenciones y las de Puerto Rico.......................................... 450,000 ps.fs.
- Remitidos a Sto. Domingo con el comisionado de aquel
gobierno, teniente de fragata D. José Melgarás..................... 100,000 ps.fs.
-Remitidos a Panzacola en la goleta P roserpin a........................150,000 ps.fs.
-Prontas a enviar a Filipinas en la nave M agallanes.................500,000 ps.fs.
Total...................................................................... 1,200,000 pesos fuertes.

Antonio Basoco.......................................................................................................200.000 ps.fs.


Alonso de Terán, Prior del Consulado.................................................................200.000 ps.fs.
Tomás Domingo de Acha.................................................................................... 150.000 ps.fs
Gabriel de Iturbe................................................................................................... 100.000 ps.fs
Sebastián de Heras................................................................................................ 100.000 ps.fs
Juzgado de capellanías.......................................................................................... 75.000 ps.fs
Eusebio García........................................................................................................ 60.000 ps.fs
Cabildo Ecles. de México...................................................................................... 50.000 ps.fs
El Consulado............................................................................................................ 50.000 ps.fs
Yermo................................................................................................. ...................... 50.000 ps.fs
Miembros de la Audiencia Escalante.................................................................... 50,000 ps.fs
Eguía......................................................................................................................... 50.000 ps.fs
Norieg....................................................................................................................... 50.000 ps.fs
Otros comerciantes................................................................................................. 55.000 ps.fs
Mexicanos El Marqués del Apartado.................................................................... 80.000 ps.fs
El Marqués de Guadiola........................................................................................... 10.000 ps.fs
Además de 400,000 ps.fs., que el Arzobispo hizo tomar a la fuerza de la casa del Duque
de Terranova, Marqués de Oaxaca, descendientes de Cortés, aunque en la relación figuraba
como préstamo voluntario de D. Manuel de Santa María, Gobernador de su estado y mar­
quesado.
46. Op. cit., pp. 285-286, y Arrangoiz, op. cit., p, 73.
47. a g i, Audiencia de México, 2374, Estado de los caudales remitidos a las provincias
americanas en concepto de situado.

I 14

Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

En cuanto a los caudales extraídos por Veracruz a cuenta de la Real Hacienda,


hemos constatado los siguientes:48
En el navio de guerra San Francisco d e P au la, que llegó a Cádiz el 6 de agosto
de 1809 desde Veracruz y La Habana se traía un total de 3.361.869 ps.fs., inclui­
dos donativos;49 además hemos podido comprobar que por cuenta del Ramo de
Consolidación llevaba también, procedente de Guatemala, la cantidad de 558.535
ps.fs., y procedentes de Filipinas otros 87.920.50
El navio de guerra San R am ón , procedente de Veracruz y que llegó a Cádiz el
22 de diciembre de 1809 con un total de 1.500.000 ps.fs.51, traía además un cajón
de alhajas,52 y parte del dinero que el comisionado británico Sr. Cochrane había

48, agí, Arribadas, 263. Relación de caudales y efectos venidos de Indias a cuenta de la
Real Hacienda desde 1808 a 1816.
49- agí, Ibid. Documento de carga de caudales que llevan los buques S. Fulgencio del
Callao y el S. Francisco de Paula de Veracruz. Fechado en Cádiz, 9 de Octubre de 1809. En
este último navio venían los siguientes caudales:
1.500 ps.fs. Pertenecientes al depósito hidrográfico.
258.134 ps.fs. Pertenecientes al Monte Pío militar.
31.182 ps.fs. Pertenecientes al juzgado de bienes de difuntos.
50 ps.fs. De los Oficiales del Supremo Consejo de Indias.
2.000 ps.fs. Del Real Tribunal del Consulado de México al Supremo Consejo de Indias.
30 ps.fs. Comisos de una fragata procedente de Filipinas.
136.174 ps.fs. Recaudados por la Tesorería de Veracruz de V4 parte de Comisos de 1808.
50. agí, Creemos que los procedentes de Guatemala se debían en parte a los doce mi­
llones que se recaudaron en la Nueva España por el llamado «Embargo Eclesiástico», Así se
insinúa en Arribadas, 263. Documentos de carga del Navio S. Francisco de Paula,
51. agí Audiencia de México, 2381. Notas impresas del recibo de caudales por parte del
Ordenador de la Real Hacienda de Indias. Fechado en Cádiz, 30 de Diciembre de 1809. Se­
gún el documento el millón quinientos mil pesos que llevaba el Navio de Guerra San Ramón
provenían de:
Utilidades líquidas de la Casa de la Moneda..................................................... 375.000 ps.fs.
Caudales correspondientes a S.M..................................................................... 1.125.000 ps.fs.
Además se especifica que el navío de guerra San Francisco de Paula, sale de Veracruz
siendo virrey D. Pedro Garibay, los demás lo harán bajo el mandato del Virrey Lizana.
52. Posiblemente ese cajón de alhajas contenía parte de las joyas requisadas a don José
de Iturrigaray la noche del 15 al 16 de septiembre de 1808, fecha en que fue depuesto de su
cargo, joyas que presumiblemente habían sido compradas para la reina. Decimos parte de las
joyas porque se sabe que desaparecieron y nunca fueron encontradas una gran parte de ellas,
según se comprueba en las facturas de compra de tan importante tesoro. Sobre este tema,
ligado muy estrechamente con la situación de crisis política creada en septiembre del 1808,
se puede consultar el curioso e interesante trabajo de Salvador Bernabeu, «Perlas para», 2009.
Según este autor, las joyas embarcadas, que no eran toda la colección, tuvieron un avalúo
de 60.000 pesos, avalúo del que no se fiaba Melchor de Aretio, maestre de plata del navío
San Ramón , por lo que solicitó que se le eximiera hacerse cargo del arcón por el valor que
se había especificado en la ciudad de Veracruz, por miedo a tener que responsabilizarse a la
llegada a la península España «el concepto de los peritos que en aquel puerto deben de inter­
venir en el avalúo del recibo, puede muy bien diferenciar en notable cantidad con respecto al
aprecio que hagan los de aquí, cediendo tal diferencia en grave perjuicio mío», pp. 154-155.

I 15
Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

cobrado en el virreinato; pero al salir del puerto, el capitán D. Thomas Maling,


comandante de la fragata de S.M.B. U ndertead, se opuso a que el buque español
portase dichos caudales, por lo cual éstos se desembarcaron.53
En el navio de guerra San L ean dro -cuya llegada no se registra en Cádiz,54
pero nos consta que salió deVeracruz días después del navio de guerra San R a­
m ó n - iban parte de los caudales del Ramo de Consolidación junto a otros cauda­
les con un total de 1.500.000 ps.fs. Además, llevaba el resto del dinero cobrado
por el Sr. Cochrane. Sin embargo todos estos caudales llegaron a Cádiz en las fra­
gatas inglesas U nderstead y E thalion en febrero de 1810.55 Es probable que esta
anomalía tuviese el mismo origen que la ocurrida al San Ramón\ es decir, que los
comandantes de las fragatas inglesas prefiriesen llevar el dinero cobrado por el
comisionado inglés ellos mismos, por lo que embarcaron ese dinero y el resto del
que llevaba el San Leandro con intención de «ahorrarle el viaje a España» a dicho
buque desde Puerto Rico, donde sucedió el incidente.
Según el «Estado que manifiesta los caudales remitidos a la península durante
el gobierno del Virrey Lizana», documento en el que se comprueban los caudales
de los buques anteriores, podemos apreciar que, a finales del año, salió para la
península otro cargamento de plata en el navio de guerra Asia, con un caudal por
cuenta de la Real Hacienda de cuatro millones de pesos fuertes.56Así pues, el total
de caudales que se extrajeron por Veracruz en este año de 1809, fue el siguiente:

~ Navio San Francisco de P a u la .............................................3-361.869 ps.fs.


- Navio San R am ón .................................................................. 1.500.000 ps.fs.
- Navio San Leandro {U ndersteady E th alion )................... 1.500.000 ps.fs
- Navio A sia.................................. ...... .......................... ................ 4.000.000 ps.fs
- Situado............................................................................................1.200.000 ps.fs
~ Dinero satisfecho por la Nueva España al Sr. A. Cochrane
Johnstone, como pago al préstamo que el gobierno inglés
hizo al español y llevado a Inglaterra por las fragatas
Understead y Ethalion................................................................. 3.000.000 ps.fs.
Total....................................................................................... 14.561.869 ps.fs.

De este dinero sólo llegó a España una cantidad estimada en 10.361.869 ps.fs.,
cifra que difiere un tanto de las que recogen algunos autores como A. García

53. agí, Indiferente general. 1808. Notificación dada el 28 de agosto de 1809 por el Inten­
dente de Veracruz a la Hacienda de Indias.
54. agí, Arribadas, 2ó3- Documento con relación de Caudales venidos desde 1808 por
cuenta del ramo de Consolidación. Fechado en Cádiz, 26 de abril de 1811. Al margen en una
nota se habla de este hecho.
55. Ibidem. En este mismo documento se constata la llegada de estos buques ingleses.
56. agí, Audiencia de México, 2374. Estado de caudales remitidos a la Península durante
el mandato del virrey arzobispo Lizana. Fechado en México, 15 de enero de 1810.

t 16

Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

Baquero-González y V. Gebhardt. Según el primero llegaron a la Depositaría de


Indias, procedentes de Veracruz y La Habana, 16.000.000 ps.fs., cifras que no
concuerdan con las nuestras si tenemos en cuenta que García Saquero incluye
los caudales venidos por cuenta de particulares. El segundo autor opina que en
este año llegaron de las colonias españolas -no sólo de la Nueva España- cerca de
15.000.000 ps.fs., lo que sólo se corresponde si se trata de cifras parciales, bien
de particulares o bien de la Real Hacienda.57
Uniendo a la cifra que nosotros hemos establecido, el dinero que, según Qui-
ros, salió este año por cuenta de particulares (21.793 700 ps.fs.), resulta un total
extraído de 36.355.569 de pesos. No hemos podido comprobar si en estos cau­
dales iban incluidos parte de los doce millones de pesos recaudados en la Nueva
España gracias al Embargo Eclesiástico (decreto de consolidación de vales reales),
y que se empezó a enviar a la metrópoli en 1809 pues antes, debido a la guerra
con la Gran Bretaña, no se había podido expedir.58 Este dinero se remitió poco a
poco, a lo largo de varios años y desde luego, según, Lynch, no de un modo inte­
g r ó la que los «funcionarios que lo recaudaron incluido el Virrey, se repartieron
en concepto de comisión medio millón de pesos».59 Este secuestro de la riqueza
de la Iglesia mexicana alertó a los eclesiásticos y perjudicó la economía novohis-
pana, y sobre todo ocasionó, según el mismo autor que acabamos de citar, una
ruptura de confianza con respecto a la metrópoli que se manifestaría claramente
en el proceso revolucionario.
La consecuencia: ¿el agotamiento monetario de la Nueva España?
Durante estos dos años, por cuenta de la Real Hacienda entre préstamos, do­
nativos y situado, salieron por Veracruz un total de 26.192.540 pesos fuertes de
la siguiente manera:

- De las Cajas Reales y préstamos.......................................... 21,491.184 ps.fs.


- De situado de moneda..................................................... ....... 2.636.850 ps.fs.
- Donativos para la guerra............................................ ;............2.064.506 ps.fs.

Uniendo a estas cifras las citadas a principio del capítulo como salidas por
cuenta de particulares, resulta que en 1808 salieron de Veracruz 23.493.715 ps.fs.
en plata acuñada, labrada y oro;60 por los mismos conceptos, durante 1809, salió la

57. García-Baquero, op. cit., pp. 195 y 220. Gebhardt, Historia, v, 1863, rv, p. 472.
58. Lynch, op. cit., pp. 337.338. El llamado «embargo eclesiástico» o consolidadación de
vales reales empezó a recaudarse a partir de la R.O. de 26 de diciembre de 1804, según ésta,
se ordenaba el secuestro de los fondos de Caridad de la Iglesia mexicana y su envío a España
en concepto de consolidación de vales, y que debido a las protestas y al descontento del
clero, dejó de cobrarse por R.O. del 4 de enero de 1809.
59. Ibídem, p. 339.
60. Lerdo de Tejada, Comercio, Apéndices 21 y 22. Especifica las siguientes cantidades
en oro y plata labrada:

117
Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

cifra de 36.355.569 ps.fs.En total los dos años arrojaron un monto de 59.849.284
pesos fuertes.

CAUDALES REMITIDOS POR CUENTA DE LA REAL


HACIENDA
1808

C a ja s
R e a le s

D o n a tiv o s
4 ,8 8 %

T o t a l C a u d a le s : 1 1 .6 3 0 .6 3 1 p s .f s .

CAUDALES REMITIDOS POR CUENTA DE LA


REAL HACIENDA
1809

S it u a d o
8 ,2 5 %
C a ja s R e a le s t D o n a tiv o s
6 0 ,8 2 % L 1 0 ,3 3 %

Ww P ré sta m o
p a g a d o a la
G . B re ta ñ a
2 0 ,6 0 %

T o t a l c a u d a le s : 1 4 .5 6 1 .8 6 9 p s .f s .

1808 en oro 9.720 ps.fs.


1809 en oro 13.052 ps.fs. En plata 19.460 marcos.

118

Índice
PLATA MEXICANA PARA LA GUERRA ESPAÑOLA

En conclusión, podemos afirmar que la aportación que el virreinato novo-


hispano hace a la causa de la lucha contra el invasor francés durante el bienio
de la Junta Central supuso el 44% del total de capitales exportados por el puerto
de Veracruz. La gran escalada de salida de capitales se produjo desde septiembre del
año 1808 hasta diciembre de 1809, período que coincidió casi por completo con
el mandato de la Junta Central Suprema de Indias. La cifra que hemos citado colo­
ca a estos dos años entre los primeros en importancia en la exportación de plata
mexicana; y no es de extrañar que algunos historiadores, como Hamilton entre
ellos, hablen de esta época como la que presenció la segunda gran invasión de
Europa por parte del numerario mexicano.61
Estas cifras son esclarecedoras del esfuerzo económico que la guerra de la
Independencia española supuso para la América española, especialmente para el
virreinato de la Nueva España y de la impotencia de éste para seguir sosteniendo
la dura marcha que le imponía la metrópoli, tan dura que al final de 1809, seguía
en pie la petición, por parte de la Junta Central, de un préstamo de veinte millo­
nes de pesos. Como consecuencia de este saqueo económico, las Cajas Reales de
la Nueva España quedaron exhaustas, sin poder resarcirse de las crisis por sí solas
y quedando por tanto incapaces de enfrentarse a un problema revolucionario,
que se iniciaría a partir de 1810.62 Problema entre cuyas múltiples aristas, una
tenía, indudablemente un trasfondo económico.
Lo cierto es, y estamos plenamente de acuerdo con los que opinan que, sin
los ingresos y aportes de la Nueva España, la guerra de Independencia peninsular
hubiese sido muchísimo más dura y, así mismo que, el proceso de destesorización
culminado con la Real Cédula de Consolidación de vales Reales de 1804,63 tiene
su verdadero y completo colofón durante este bienio.

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62. Garavaglia y Marchena, América Latina, 2005, pp. 7-29
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I 19
Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

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SANCULOTES DESPIADADOS: IÂ PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR
EN LA BUENOS AIRES REVOLUCIONARIA (1810-1820)_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
Gabriel Di Meglio
U n iv er sid a d de B u e n o s A ires / c o n ic e t

Una de las características del periodo independentista en Iberoamérica es que


implicó la irrupción en la esfera política de sectores que antes apenas si tenían
contacto con ella. Ese fue el caso en la ciudad de Buenos Aires: en las décadas que
siguen a las revolución que tuvo lugar en mayo de 1810 la participación de quie­
nes ocupaban el estrato inferior de la pirámide social porteña urbana, la p le b e o
b a jo p u e b lo , fue muy destacado; fue una caja de resonancia de las decisiones y
acciones de la elite porteña y también contribuyó a delinear cómo iban a ser las
cosas en el futuro proximo. Es más, no es posible comprender la política porteña
de la época si no se atiende a la participación plebeya. En las páginas que siguen
trataré de mostrar por qué.
La totalidad de los habitantes de Buenos Aires que no eran considerados de
color blanco -negros, pardos y trigueños- era parte de la plebe -salvo mínimas
excepciones-, pero también había una gran cantidad de plebeyos blancos que a
diferencia del resto de la población blanca, no recibían antes de sus nombres el
título d on /d oñ a. Aquellos que tenían ocupaciones sin calificación eran general­
mente plebeyos, al igual que la mayoría de quienes realizaban tareas manuales,
incluyendo a muchísimos artesanos pobres y casi todos los oficiales y aprendices
de artesanías. Además, claro está, quienes se ganaban la vida como bien podían:
los mendigos y los pobres que vivían de la caridad y de la limosna, eran también
miembros de la plebe.
Someramente, el bajo pueblo de Buenos Aires incluía en sus filas a todos
los que compartían una posición subalterna en la sociedad por su color, ocu­

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LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

pación, falta de «respetabilidad» -el título d o n /d o ñ a -, pobreza material, leja­


nía de las áreas de decisión política, extendido analfabetismo, inestabilidad
laboral, movilidad espacial frecuente, sus lugares de sociabilidad, dificultades
para formar un hogar propio, y situación de dependencia de otros (como
ocurría con la mayoría de los que vivían en casas ajenas). Este amplio grupo
era altamente heterogéneo, multiétnico y multiocupacional, internamente je­
rarquizado (un artesano pobre y un mendigo sin duda no se pensaban como
parte del mismo conjunto). En suma, la plebe incluía a buena parte de los
artesanos, a esa suerte proletariado urbano y a los esclavos, que más allá de la
crucial diferencia de no ser libres compartían muchos de los rasgos marcados
con el resto.1

La plebe que residía en las capitales dieciochescas y decimonónicas tenía


más posibilidades que otros integrantes de las clases populares de influir o
dialogar con el poder político, simplemente porque éste tenía su sede allí.
Pero en Buenos Aires, capital desde 1776 de un vasto virreinato, las autorida­
des no conocían la presión popular que era común en Europa y otras regio­
nes americanas. Eso comenzó a cambiar con el ataque británico al Río de la
Plata de 1806, que implicó la ocupación de la ciudad durante un mes. Una vez
obtenida la reconquista, se reunió un cabildo abierto con el fin de impedir
el regreso a Buenos Aires del virrey Sobremonte, quien la había abandonado
ante la invasión. Varios miembros del «populacho» se contaron entre esa agi­
tada multitud.2
Otra consecuencia de ese evento fue la formación de una serie de cuerpos
milicianos voluntarios que incluyeron a casi toda la población masculina adulta
en sus filas (más de 7.500 personas sobre un total de alrededor de 40.000 ha­
bitantes). Esa milicia luchó contra una segunda invasión británica, que fue de­
rrotada al año siguiente, pero la nueva estructura militar no fue desmovilizada
cuando las alianzas europeas cambiaron a raíz de los sucesos españoles de 1808
y el peligro de un tercer ataque se diluyó. Los plebeyos que formaban parte de la
milicia empezaron a participar en la vida pública no militar cuando en enero de

1. La mayor parte del material de este artículo proviene de un libro: Di Meglio, ¡Viva el
bajo pueblo/, 2006; allí me extiendo sobre las características de la plebe y las razones del uso
de esa categoría. Algunas partes fueron publicadas en mi capítulo «Las palabras de Manul La
plebe porteña y la política en los años revolucionarios», en Raúl Fradkin (ed.), ¿Y el pueblo
donde está? Contribuciones para una historia popular de la revolución de independencia en
el Río de la Plata, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2008.
2. Diario de un Soldado, 1960, p. 39.

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S¿ N C UL OTE S DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

1809 dirimieron con su presencia en la plaza mayor -la Plaza de la Victoria- un


conflicto entre el cabildo y el virrey a favor de éste. Esa solución novedosa volvió
a darse un año más tarde. Cuando el 25 de mayo de 1810 las noticias de la caída
de la Junta Central de Sevilla y el grueso del territorio español en manos de Na­
poleón impulsaron a un pequeño grupo de revolucionarios a deponer al virrey
para formar una junta, la presencia en la plaza de algunos cuerpos milicianos que
los apoyaban terminó de definir la situación a su favor.3
No está muy claro si hubo una participación popular por fuera de la milicia
en el comienzo de la revolución. El 21 de mayo hubo un primer movimiento: me­
nos de mil personas, muchas de ellas reclutadas entre el bajo pueblo por algunos
agitadores, se juntaron delante del cabildo.4 El virrey «franqueó tropas para que
tomaran las avenidas de la plaza, a fin de estorbar que entrase a ella el popula­
cho y que hubiese tranquilidad». La multitud fue dispersada sin violencia por el
cuerpo miliciano de patricios, pero la petición que elevó solicitando un cabildo
abierto fue aceptada. La reunión fue pautada para el día siguiente, 22 de mayo, y
fueron invitadas 450 personas pertenecientes a la parte «principal y más sana» de
la sociedad.5 Se evitaba así la repetición de una agitación similar a la de 1806. Se
hicieron presentes 251 personas, de las cuales 169 votaron a favor de destituir al
virrey. Uno de los invitados que no fue a la asamblea dijo luego que allí «se discu­
tió y votó al gusto de la chusma». El virrey y otros observadores sostendrían poco
más tarde que la razón de que 200 personas no hubiesen concurrido fue que las
tropas no los dejaron pasar. A la vez, denunciaron que habían estado presentes
algunos pulperos y «muchos hijos de familias inhabilitados de votar en estas cir­
cunstancias» por su edad.6
Tres días más tarde, el 25 de mayo, una pequeña multitud conducida por agi­
tadores como Domingo French y Antonio Beruti se congregó frente al cabildo
para exigir la formación de una Junta de Gobierno sin la intervención del virrey;
los apoyaba, a prudente distancia, el regimiento de patricios. Es muy difícil poder
determinar la composición de esa convocatoria, pero es claro que no fue muy
numerosa: uno de los integrantes del cabildo, Leiva, salió al balcón principal para
anunciar la formación de la junta que se había hecho en nombre del pueblo y vio
una plaza casi vacía; «¿dónde está el pueblo?», ironizó entonces.7
La amenaza del uso de violencia ejercida por los revolucionarios fue decisiva
para su triunfo. El petitorio que presentaron al cabildo, «fue firmado por los jefes
y varios oficiales urbanos, todos naturales de acá y por otros individuos de baja

3. Para la milicia formada en 1806 véase Halperín Donghi, «Militarización...», 1978. He


analizado el desarrollo de la milicia en otros trabajos, véase Di Meglio, «Milicia...», 2007.
4. Halperin Donghi, Revolución y Guerra, 1972, p. 163.
5. Levene, «Los sucesos...», 1941, p. 23. La cita es del «Diario de un testigo», 1960, p. 3204.
6. Pazos, «Carta...», 1960, p. 4299; Romero, «Memoria...», 1960, p. 4250.
7. Citado en Levene, «El 25 de mayo», 1941, p. 51.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

esfera, armados todos, pidiendo la voz y con amenazas la deposición del presi­
dente y vocales de la Junta, y que se reemplazasen con los que ellos nombraban».
Un opositor a la revolución sostuvo que la llevaron adelante unos «tupamaros» que
hicieron todo «por la fuerza y con amenazas públicas ante el mismo cabildo»; otro
se quejó de que el ascenso de la Junta se logró «con el apoyo de lo ínfimo de la ple­
be alucinada» y que «la mayor y mejor parte del pueblo nada tuvo en el asunto»,
un tercero denunció que la noche del 24 hubo revolucionarios «escapados por la
plaza cargados de pistolas, y cometiendo varios insultos en las casas de los capi­
tulares. Al día siguiente entraron en el cabildo, y obligaron al cuerpo a que apar­
tase al virrey con el nombre del pueblo».8 Por supuesto, los vencedores negaron
haber sido violentos y que hubiera habido plebeyos: «no hubo más pueblo que
los convocados para el caso:[...] no habiendo corrido nada de sangre, extraño en
toda conmoción popular».9Aunque el cambio fue protagonizado por integrantes
de la elite,entre los revolucionarios actuaron evidentemente algunos personajes de
origen popular, pero no es claro exactamente quiénes.
Uno de los efectos de la revolución fue que el Gobierno se volvió más pre­
sente que antes tanto por su presión para ganar adhesiones populares y recur­
sos, como por la que ejerció para perseguir a los enemigos de la nueva situa­
ción. Pronto el bajo pueblo porteño empezaría a cumplir el posible papel de
una plebe capitalina, participando en eventos que provocaron cambios en un
gobierno cuyas decisiones afectaban a buena parte del que fue hasta 1810, el
virreinato del Río de la Plata.
La primera intervención popular en ese sentido tuvo lugar en las jornadas del
5 y 6 de abril de 1811. Su causa radicó en un conflicto desencadenado dentro de
la Junta entre dos facciones: los seguidores del moderado presidente Cornelio
Saavedra y los que se consideraban herederos de las posturas radicales impulsadas
por el fallecido secretario Mariano Moreno. El nuevo problema era que cuando se
cortaron los vínculos con la metrópoli se terminó también la posibilidad de lo­
grar la habitual decisión a los conflictos entre grupos en Buenos Aires. Así, como
en enero de 1809, en 1811 la solución no estuvo en un lejano palacio sino en las
calles porteñas. En aquella oportunidad se habían movilizado tropas para dirimir
la lucha entre un virrey y un cabildo ante la ausencia de un árbitro superior, pero
no se impugnó la legitimidad del origen del poder de uno y otro. En cambio, aho­
ra ninguna regla era indiscutible. Como forma de resolver el conflicto a su favor,
los saavedristas organizaron una movilización: una multitud, apoyada por el grue­
so de las tropas de la capital, se presentó ante el cabildo y le entregó en nombre
del p u eb lo un petitorio para ser dirigido a la Junta. La solicitud fue rápidamente

8. Orduña, «Informe..,», 1960, p, 3228; Anónimo, «Carta...», 1960, p. 4287; Orduña, op. cit.,
p. 4326; anónimo [2], «Diario...», 1960, p. 3238.
9. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3763.

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SANCULOTES DESP/ADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

aprobada y desembocó en la expulsión de los vocales morenistas, que fueron


desterrados de la ciudad.
La revolución de 1810 se había originado en la reasunción de la soberanía
por parte del pueblo ante el vacío del poder por la prisión del rey español y la
caída de la Península en manos francesas. Ese pueblo se refería, de acuerdo a la
tradición pactista española, a la ciudad como una comunidad política. ¿Quiénes
lo integraban? En el periodo colonial los vecinos, hombres con casa poblada en
la ciudad. Pero el límite de la vecindad había ido variando y era en buena medida
subjetiva: dependía de quién lo juzgara, por lo tanto, no era tan claro el conjunto
integrado al pueblo y el que no lo estaba. Los organizadores de la movilización
de 1811 consideraron a la plebe suburbana como parte del pueblo. Un morenista
que asistió al acontecimiento denunció que los saavedristas buscaron apoyo en
«los arrabales», congregando gente en los mataderos ubicados al oeste de la
ciudad. «Se apeló a los hombres de poncho y chiripá contra los hombres de
capa y de casaca», afirmó, «entre esta población cándida e incauta, tan pura
en materia de agitaciones políticas, y todavía tan subordinada aun a las más
simples autoridades del régimen arbitrario, se encontró cuanto había faltado
en la población de la ciudad, esto es, hombres que se prestasen a dar la cara
sin embozo, y que creyesen enteramente fácil arrastrar aquella clase de po­
blación a ejercer en masa el derecho de petición que por primera vez iba
a resonar en sus oídos». Entre los presentes, «casi todos no sabían escribir y
necesitaban buscar quienes firmasen a su ruego», al tiempo que, «los que sabían
escribir no eran tan expertos en el manejo de la pluma como lo eran en el de los
instrumentos de labranza».10 Otro testigo se quejó de que el cabildo accedió a las
exigencias, «suponiendo pueblo a la ínfima plebe del campo, en desmedro del
verdadero vecindario ilustre que ha quedado burlado [...] bien sabían los faccio­
sos que si hubieran llamado al verdadero pueblo, no habría logrado sus planes el
presidente»; pero el verdadero pueblo, es decir la elite, «ha tenido que callar, por
temor a la fuerza».11
Una parte de los asistentes provenía de las quintas que rodeaban a la ciudad.
El principal referente del movimiento fue Tomás Grigera, «sólo conocido hasta
ese día entre la pobre clase agricultora», un alcalde con más poder que el habitual
puesto que se había dedicado por encargo de la Junta a demarcar cuarteles “ju­
risdicciones- «en las quintas de esta capital»; ello le había hecho recorrer profusa­
mente los alrededores de Buenos Aires «desde Barracas hasta el bajo de la Recole-
ta».Terminó la tarea en marzo de 1811 y es evidente que tejió buenas relaciones
mientras la efectuó.12 Es posible que otros de los presentes fueran habitantes de

10. Núñez, «Noticias...», 1960, pp. 452, 453 y 457.


11. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3786.
12. Archivo General de la Nación [en adelante a g n ], sala IX, cabildo de Buenos Aires. Archi­
vo, 1811, legajo 19-6-3, 110. La cita que inicia el párrafo en Núñez, «Noticias...», 1960, p. 453-

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

la campaña propiamente dicha, de más allá del cinturón de quintas, aunque el que
se congregaran en una noche al oeste del matadero indica que posiblemente la
mayoría habitase cerca de la ciudad. Los opositores al movimiento resaltaron que
los concurrentes fueron conducidos por autoridades, es decir por los alcaldes
que dependían del cabildo. Efectivamente, el petitorio fue firmado por algunos
alcaldes de hermandad, que ejercían sus funciones en la campaña, y por una serie
de alcaldes de barrio de la ciudad, concretamente los de los cuarteles 6 ,8 ,1 5 ,1 7
y 19 (menos el segundo, todos de la periferia urbana). Puesto que los alcaldes li­
deraron la convocatoria, se hace evidente que también hubo varios plebeyos que
residían en la ciudad entre la multitud. Los ponchos y los chiripás eran prendas
corrientes en la campaña pero también en el ámbito urbano -de hecho, la gran
movilidad laboral y residencial da cuenta de que muchos de los plebeyos fueron
urbanos y rurales a la vez, pasando periodos en ambos espacios. El énfasis puesto
por los observadores en un movimiento de los d e p o n c h o se debe a su sorpresa
al verlos actuar políticamente.
Es indudable que muchos plebeyos acudieron siguiendo a los alcaldes. Pero
éstos no apelaron sólo a su influencia -siempre eran elegidos entre vecinos pres­
tigiosos de los barrios- sino que utilizaron un argumento que dada su importan­
cia figuró primero en el petitorio: el pueblo declaraba que «es su voluntad, que se
expulsen de Buenos Aires a todos los europeos de cualquier clase o condición».13
Este era un motivo evidentemente más incisivo que el rechazo a ciertos miem­
bros de la Junta, y aunque desplazar a éstos era el objetivo de los saavedristas, el
otro parece haber sido el elemento que movilizó a los del bajo pueblo. Como
poco antes los morenistas habían defendido la permanencia de los peninsulares
en la ciudad, la identificación entre unos y otros fue fácil. No en vano la exigencia
de expulsión de los europeos fue el primer punto del petitorio y el desplaza­
miento de los diputados recién figuró en el quinto: los organizadores explotaron
lo que verdaderamente interesaba a los concurrentes. La antinomia americano-
peninsular no era nueva, pero se fue tornando violenta a lo largo de 1810. La
plebe, principalmente integrada por americanos y africanos, soportaba en el
período virreinal la superioridad que en todos los espacios tenía un peninsu­
lar por su origen, sus ventajas para obtener trabajos y crédito en las redes creadas
por personas de su misma región, facilidades en el mercado matrimonial, y des­
tacada posición en el comercio minorista. La Revolución abrió la posibilidad de
expresar esos resentimientos, al politizarlos.
El hecho de que los saavedristas decidieran impulsar una movilización popu­
lar obedeció a que fue la única manera que hallaron de legitimar su acción. Con­
taban con el apoyo de casi toda la guarnición militar, con lo cual nadie hubiera

13. Gaceta de Buenos Aires, 1910, t. II, p. 282. El petitorio se reprodujo entero en la Ga~
zeta Extraordinaria del 15 de abril de 1811.

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SANCUL07ES DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

podido oponérseles; pero desplazar por la fuerza a vocales que ocupaban sus
cargos legalmente, era algo difícil de presentar como legítimo. Por eso se apeló a
la plebe, discreta pero efectivamente apoyada por las tropas, para dotar de legi­
timidad a la acción: el p u eb lo exigía la modificación. Él era el poseedor de la so­
beranía y era a quien el Gobierno representaba, su razón de existencia. El evento
significó así un cambio en Buenos Aires: al hacer uso del derecho de petición ante
el cabildo, la plebe empleó un derecho antes no utilizado colectivamente por sus
miembros. Era una novedad: la jornada del 5 y 6 de abril, entonces, amplió al pue­
blo de Buenos Aires. Y también permitió que una movilización popular lograra
cambios en el Gobierno. Nada volvería a ser igual.
En septiembre del mismo 1811,1a guerra que el Gobierno revolucionario con
sede en Buenos Aires había iniciado contra los enemigos del nuevo sistema, los
leales al Consejo de Regencia, comenzó a volverse problemática. Luego de una
gran derrota revolucionaria en el Alto Perú se vivió un gran descontento en Bue-
nosAires. Se organizó un cabildo abierto cuyo resultado fue el desplazamiento de
los saavedristas del poder y el reemplazo de la Junta por un Triunvirato. Los pro­
tagonistas intentaron evitar que se repitiera la concurrencia de abril apostando
tropas para que «no entrasen negros, muchachos ni otra gente común [...] a fin
de que no hubieren desórdenes»; según un testigo, se permitía la entrada «a toda
persona decente, y la estorban a las mujeres de todas clases, y gente de medio
pelo».14 El hecho de que se pensara en impedir la participación popular muestra
que ésta era ya parte del juego político.
Ello volvió a mostrarse en julio de 1812, cuando se conoció en la ciudad la
intención de un grupo de españoles de organizar un movimiento contrarrevolu­
cionario; los lideraba el héroe de la defensa de la ciudad contra los británicos en
1807, Martín de Álzaga. La población se agitó de manera inédita ante la noticia y
no la calmó el hecho de que treinta y tres de los implicados fueran condenados
a muerte y ejecutados. El Gobierno se preocupó por la conmoción plebeya y le
ordenó al cabildo «que por ningún título se permitan reuniones del populacho, ni
en los cuarteles, ni en los cuerpos de guardia, ni en algún otro punto».15 De todos
modos, un grupo de milicianos y gente no alistada, que días antes había solicitado
se les otorgaran armas para evitar una posible invasión realista, acusó al gobierno
de cobardía y atacó a algunos de sus integrantes. El triunviro Bernardino Rivada-
via fue acosado en la calle por un grupo hostil, la vivienda de otro de los magistra­
dos, Feliciano Chiclana, «fue insultada por una multitud, sus vidrios fueron rotos,
y ante ella se cantaron y vocearon improperios», al tiempo que en la casa de Juan
Martín de Pueyrredón se dejaron pasquines con amenazas.16

14. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3800; Echavarría, «Diario...», 1960, p, 3624.


15. Acuerdos del Extinguido cabildo [en adelante a e c ], 1927, t. V, p. 272.
16. Citado en Canter, «El año...», 1941, pp. 489 y 490.

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LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S ¥ S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La agitación pasó sólo coyunturalmente, porque el 8 de octubre del mismo


1812, «hubo otra revolución o sacudimiento volcánico también hijo legítimo del
5 y 6 de abril de 1811», que provocó la caída de los triunviros, «y se nombraron
en pueblada otros tres».17 En esta oportunidad se reunieron en la plaza de la Vic­
toria los cuerpos militares, grupos de plebeyos y varios miembros de la elite que
respondían a la Logia Lautaro. Se presentó, en nombre del pueblo, un petitorio
al cabildo solicitándole que reasumiera el mando y que el Gobierno renunciara.
Con el objeto de intimidar, algunos grupos habían apedreado la casa de Pueyrre-
dón y la de uno de sus hermanos antes de la llegada de las tropas a la plaza. Ahora
bien, los plebeyos no habían acudido siguiendo a la Logia Lautaro, club político
secreto que sólo congregaba a hombres de la elite y que pese a sus posiciones ra­
dicales en cuanto a declarar la independencia, establecer una república e incluso
a propugnar cierto igualitarismo, nunca estimuló la participación del bajo pue­
blo.18 La presencia plebeya en esta oportunidad se debió entonces a la acción de
un ex integrante del triunvirato Ju an José Paso, quien se sumó a la movilización
promoviendo sus propios intereses. Su hermano Francisco tenía vínculos estre­
chos con dos abastecedores de forraje de algunos cuarteles militares, Antonio e
Hilario Sosa, a quienes su actividad les había dado influencia en las quintas subur­
banas. Los dos estamparon sus firmas en el petitorio y parecen haber conducido
una «peonada» a la plaza. También había alcaldes con sus seguidores, como en
abril de 1811; junto a una firma del petitorio se aclaraba «que ande muera mi
Alcalde muero yo José Martínez».19Al ser la concurrencia tan variada, la delibera­
ción acerca de quiénes iban a integrar el nuevo gobierno se dilató. La reelección
de Paso como triunviro fue indudablemente asegurada por la presencia de su
numeroso grupo de adherentes. Los nuevos gobernantes fueron aprobados por
el cabildo y de ese modo la Logia Lautaro -dos de cuyos integrantes formaron
ese segundo triunvirato- se apoderó de la dirección de la Revolución. Su victoria
demostró que la combinación de parte de la elite, las tropas y apoyo plebeyo se
había transformado en una forma eficaz para el cambio político en Buenos Aires.
«La deposición de todos los gobernantes el 8 de octubre de 1812», argumentó
un indignado Saavedra al ser juzgado por su responsabilidad en las jornadas de
1811, «¿no fue idénticamente lo mismo que el 5 y 6 de abril? Plebe en la plaza y
tropas sosteniéndola causaron aquella novedad [...] el decantado 5 y 6 de abril al
que después se llama sucio y despreciable, como si los del 23 de septiembre [de
1811] y 8 de octubre hubiesen sido muy limpios, y decentes».20

17. Posadas, «Autobiografía», I960, p. 1420.


18. González Bernaldo, «Producción...», 1991 -
19. a e c , 1927, t. V, p. 352. Para Paso y los Sosa véanse Canter, «El año.,,», 1941, y Halperin
Donghi, Argentina, 1985,
20. Saavedra, «Instrucción...», I960, p. 1122.

130

Índice
5ANCUL0TES DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

Con excepción de la influencia personal de los Sosa, hay pocos indicios sobre
las razones de la presencia de plebeyos el 8 de octubre de 1812. En una conver­
sación pública, el pardo Santiago Mercado, alias C hapa, dijo que en esa fecha se
habían usado veintiséis mil pesos para sobornar a militares y a otros a fin de que
participaran del movimiento. El mismo Mercado -que se ocupaba de «trajinar en
el comercio y andar comprando y vendiendo»- fue denunciado en enero de 1813
por estar supuestamente involucrado en una conspiración contra el Triunvirato
(lo acusaron de haber afirmado que «había de ver destruido al actual Gobierno»),
dirigida por Francisco Paso y con intervención de los Sosa. Se probó que Santiago
Mercado tenía una relación con Paso y que había habido gente de distinta condi­
ción social vinculada a un posible movimiento que no se produjo.21 Las facciones
no eran ya únicamente divisiones del grupo dirigente, sino que había miembros
de los sectores medios, como los Sosa, y plebeyos, como Mercado, integrados a
ellas.
El periodo de predominio de la logia implicó un gran esfuerzo para ganar la
guerra por parte de los revolucionarios, lo cual incrementó notablemente la pre­
sión gubernamental para obtener soldados. Las levas en la ciudad se hicieron muy
intensas, afectaron principalmente a la plebe, y las quejas por las arbitrariedades
cometidas en ellas se volvieron frecuentes; en particular, el reclutamiento forzoso
de hombres alistados en la milicia. Los esclavos empezaron a ser «rescatados» por
el Estado para servir en el ejército y los presos fueron enviados a combatir. En
marzo de 1815 se movilizó a muchos peones de panaderías, perjudicando la pro­
ducción de ese alimento básico en la dieta de los porteños.22 Simultáneamente se
aplicó un impuesto sobre el pan para financiar la guerra, todo lo cual provocó un
aumento en su precio.23 La medida afectó, obviamente, a la plebe urbana, y contri­
buyó al odio popular contra el segundo Director Supremo -cargo creado en 1814
en lugar del Triunvirato- Carlos de Alvear, líder de la logia. La crisis general del
sistema revolucionario a la que se llegó en 1815 jugó también su parte, así como
el estilo altivo de Alvear, quien según un comerciante inglés «había introducido
una costumbre desconocida incluso en la época de los virreyes, la de aparecer
en público seguido de una importante escolta formada por granaderos a caballo».
Todavía en 1820, un observador comentó que Alvear «era odiado por la multitud,
las clases inferiores del pueblo».24

21. a g n , X, 29-9-8, Sumarios Militares, 83a.


22. a g n , X, 30-10-1, Policia-Órdenes, 188. Las quejas por la presión reclutadora pueden
verse en los legajos de Solicitudes Civiles y Solicitudes Militares de 1814 y 1815 ( a g n , sala X).
Para los rescates de esclavos véase Goldberg y Jany, «Algunos...», 1966; para la importancia
del pan, Garavaglia, «El pan...», 1991.
23. a e c , 1927, t. vi, p. 405.
24. En orden: Robertson, Cartas..., 2000, p, 220; Iriarte, Memorias, vol. 1, 1944, p. 253.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

En abril de 1815 una columna del ejército se levantó en la campaña de Buenos


Aires contra el Gobierno, y en la ciudad el cabildo decidió sumarse; «llamó al pue­
blo a toque de campana» y reasumió el mando. Buena parte de la población por-
teña lo apoyó activamente, armándose y acantonándose en la Plaza de la Victoria
y sus alrededores.25 «El despotismo de la multitud» estaba de regreso, sostuvo un
alvearista que fue agredido: «en lo alto de la noche del 15 al 16 de abril estropean
mi casa a golpes,y continuó un tumulto popular todo el día 16». Uno de los impul­
sores de la asonada lamentó «las irregularidades», que se debían «a la intervención
en ella de hombres exaltados que las circunstancias impedían reprimir».26 Los
milicianos se mostraron «resueltos a sepultarse antes que entregarse a Alvear» y
buena parte de la población parecía decidida, «si Alvear entraba en la ciudad, a
defenderla hasta el último extremo».27 Ante tamaña decisión, el Director se vio
forzado a renunciar y tuvo que marchar al exilio. Desde ese momento y hasta
1820, si bien la agitación política se mantuvo en Buenos Aires, no se registraron
movilizaciones de importancia con participación plebeya.

II

La desigualdad era legal en la sociedad colonial. Todos los habitantes eran su­
mamente celosos de sus derechos e incluso los más explotados de la sociedad in­
tentaban que ellos fueran respetados; así, los indígenas y los esclavos solían acudir
a la justicia cuando consideraban que los funcionarios con los que debían lidiar o
sus amos no respetaban algún derecho. Con la Revolución hubo un cambio muy
importante en esta cuestión: si numerosos plebeyos -entre ellos muchas mujeres-
siguieron acudiendo a la justicia y reclamando a las autoridades cuando creían
que sus derechos habían sido vulnerados, los hombres movilizados militarmente
tuvieron la posibilidad de reclamar de modo menos ordenado, con las armas en
la mano. La cuestión de los derechos fue una de las que más generó acciones
populares entre 1810 y 1820, en forma de motines militares.
El primero fue «el motín de las trenzas». Cuando en 1811 la guerra contra los
enemigos de la Revolución empezó a alargarse y a complicarse, el Gobierno -el
primer Triunvirato- buscó profesionalizar y mejorar la disciplina de las tropas.
Los ajustes en ese sentido crearon tensiones en el regimiento de patricios (sur­
gido en 1806 para agrupar a los nacidos en la patria, es decir Buenos Aires), que

25. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3872.


26. Respectivamente: Posadas, «Autotobiografía», 1960, p. 1461; Álvarez Thomas, «Memo­
rándum...», 1960, p. 1728.
27. La primera cita en la «Carta de Fray Cayetano Rodríguez a Agustín de Molina» (26 de
abril de 1815) y la segunda es una afirmación del cónsul estadounidense Halsey, ambos cita­
dos en Canter, «La revolución...», 1944, pp. 391 y 397.

í32

Índice
SANCUL0TE5 DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

desembocaron en un levantamiento armado. Se inició cuando, ante la ausencia de


varios soldados en la lista realizada en el cuartel del cuerpo la noche del 6 de
diciembre, un teniente anunció que cortaría la trenza de aquel que faltase en
otra ocasión. La trenza era un símbolo exclusivo del cuerpo y las palabras del
teniente fueron contestadas por los soldados: uno dijo que «eso era quererlos
afrentar»; otro, que «primero iría al Presidio» y varios gritaron que «más fácil les
sería cargarse de cadenas que dejarse pelar».28 El comandante del regimiento, Ma­
nuel Belgrano, fue informado del evento y ordenó a los oficiales que «si se movían
los acabasen a balazos», pero no pudo evitar que a poco de su partida estallara
la sublevación (en el cuartel había unos 380 integrantes del cuerpo). Belgrano
regresó pero fue rechazado con gritos de «muera», y tras su retirada los soldados
se armaron, tocaron el tambor para congregarse en el patio y liberaron a los pre­
sos del cuartel, al tiempo que obligaron a los oficiales a abandonar el recinto. Un
testigo sostuvo que «se levantaron los sargentos, cabos y soldados, desobedecen
a sus oficiales, los arrojan del cuartel, insultan a sus jefes, y entre ellos mismos se
nombran comandantes y oficiales, y se disponen a sostener con las armas» sus
reclamos, «imposibles de ser admitidos, siendo entre ellos la mudanza de sus jefes,
y nombrando a su arbitrio otros».29
Un rasgo fundamental del motín fue que sus dirigentes eran sargentos, cabos
y soldados; es decir, plebeyos. La plebe proporcionaba a la gran mayoría de los
integrantes de la tropa, y la elite, a los oficiales; los últimos recibían el don antes
de sus n o m b re s, los primeros prácticamente jamás. Fueron algunos cabos los que
redactaron el petitorio que fue alcanzado al Gobierno. En el primer punto se defi­
nía el eje del reclamo: «quiere este cuerpo que se nos trate como a fieles ciudada­
nos libres y no como a tropa de línea».30 La protesta se originó porque la tropa del
cuerpo quería ser considerada miliciana: eran ciudadanos y no soldados vetera­
nos. Los oficiales no se habían visto afectados por la creciente profesionalización
militar, que les garantizaba una posición encumbrada en la nueva estructura, pero
la tropa se sentía perjudicada. Los patricios sentían que sus derechos no habían
sido respetados, lo que permite explicar la intransigencia que mantuvieron en las
negociaciones, a pesar de que en seguida fueron rodeados por tropas de línea sig­
nificativamente más numerosas. Además, los rebeldes solicitaron un cambio en la
oficialidad, principalmente proponiendo al capitán Juan Pereyra, quien había in­
tegrado el cuerpo, como comandante en lugar de Belgrano. Más que señalar que
aquel organizara el movimiento -no fue siquiera sospechado por el gobierno- la
demanda indica la misma situación: recuperar a Pereyra, que «tenía en el cuerpo

28. Citado en Fitte, El motín..., 1960, pp. 86 y 87,


29. Beruti, Memorias Curiosas, 2001, p. 191*
30. Citado en Fitte, El motín..., 1960, p. 92.

133
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SANCULOTES DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

sido reemplazado por un fuerte hastío. El director supremo decidió enviar a la


mayoría de las tropas porteñas regulares a doblegar a las provincias de Santa Fe
y Entre Ríos, que no obedecían al Gobierno central y que habían sido atacadas
varias veces sin resultado. El director le pidió al cabildo, que estaba a cargo de
las milicias, que convocara al tercer tercio cívico, cuerpo miliciano formado por
pardos y morenos, a una revista en la plaza de la Victoria. Inmediatamente apare­
cieron pegados en la puerta del cuartel pasquines denunciando que «los querían
acuartelar y hacer veteranos», rumor que empezó a circular con fuerza entre la
tropa. Según un oficial, «en el cuartel fueron aconsejados todos los soldados por
los sargentos y cabos para que no permitiesen ser acuartelados, porque después
les harían veteranos». Una medida de ese tipo contradecía el derecho miliciano
de servir sin abandonar la propia casa.36
Los suboficiales y los soldados se resistieron a marchar a la plaza de la Victoria
y forzaron al cabildo a realizar la reunión en la Plaza de Monserrat, en el corazón
del área de residencia de la población negra libre de la ciudad.Y a pesar de que
la convocatoria fue sin armas, los milicianos concurrieron a la revista portando
sus fusiles. Una vez en Monserrat, el alcalde de primer voto les comunicó que
efectivamente la compleja situación de la hora hacía necesario que se acuarte­
laran. De acuerdo con un oficial del cuerpo, a esa demanda «todos contestaron
tumultuosamente que no querían, siguiéndose a esto una descompasada gritería
la que obligó a hacer tocar un redoble imponiendo silencio». Un soldado contó
más tarde «mientras hablaba el cabildo, los cabos y sargentos, por que eran pa­
gados, no les dijeron nada, pero los miraban y hacían señas con los ojos, para
que cuando acabasen de hablar gritasen todos no queremos».37 Los miembros
del cabildo pidieron a los sargentos y cabos que presentaran ordenadamente sus
reclamos, y «a esto salieron varios cabos y sargentos e hicieron presente que de
ningún modo querían los ciudadanos consentir en ser acuartelados, que estaban
haciendo un Servicio bastante activo». El cabildo aceptó «y entonces el Sargento
Mayor, después de tomar la venia correspondiente, mandó desfilar la compañía de
Granaderos y a los demás sobre ésta para que se retirasen pero que aunque así lo
verificaron al poco rato se sintió un tiro a este se siguieron varios unos con bala y
otros sin ella como dando a saber que ya habían sido prevenidos».38
A los pocos días se levantó un sumario para juzgar a los responsables. Un
soldado aseveró que nadie le aconsejó gritar, sino que «gritó y desobedeció por
su propio motivo y por seguir a los demás siguió con la grita y oposición».39Tes­
timonios de este tipo no abundan en la documentación judicial, en la cual los

36. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957. Declaraciones de los granaderos José Vélez y
Hermenegildo Andujar.
37. Ibid., Declaraciones del teniente coronel don Nicolás Cabrera y de Igarrabal.
38. Ibid., declaración de Cabrera.
39. Ibid., declaración de un granadero (no hay nombre) que era carpintero.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

implicados suelen intentar despegarse de los hechos; la afirmación muestra el


peso que los derechos tenían en esa sociedad y la legitimidad que los implicados
veían en su defensa. Un cabo de destacado papel en la protesta insistió con que
«la compañía de Granaderos quería seguir haciendo el Servicio como antes, y que
aun les recargasen el Servicio si esto era necesario pero que no convenían en ser
acuartelados».40 Quizás nadie hubiera discutido lo legítimo de defender un dere­
cho, pero la forma de llevar adelante esa defensa era lo que estaba en cuestión:
la Revolución había abierto la posibilidad de hacerlo con las armas en la mano y
eso preocupaba fuertemente a las autoridades y a la elite porteña. Lo temible tras
el «escándalo tumultuoso», decía un cronista, era que «sus miras se adelantaban a
más altos fines».41 La preocupación hacía que se condenase a un movimiento de
este tipo como un tum ulto: una reunión clandestina, ilegal y por ende ilegítima.
Por eso los participantes de la protesta rechazaron esa clasificación: «no es tumul­
to», le dijo un soldado a su capitán, «queremos pedir lo que es de derecho».42
Esa convicción mantuvo viva la movilización después de la revista del cabildo.
Un grupo comenzó a organizar un encuentro para esa misma noche, con al argu­
mento de que las autoridades querían «desarmarlos y que era preciso, y se iban a
reunir a las 10 de la noche en el hueco de la Concepción al oír un tiro, en donde
debían morir si iban veteranos», y que para la ocasión «habían comprado cartu­
chos a los soldados veteranos». Un soldado recibió municiones de un colega del
segundo tercio, y varios creían que «los del segundo están con nosotros». Algunos
propusieron «resistir el que los desarmasen y para irse hacia las quintas» de los
alrededores de la ciudad. Un soldado, Santiago Manul, fue acusado por un tendero
y un oficial de haber dicho frente a un grupo de changadores un discurso que
por su contundencia no es fácil de hallar en acontecimientos de este tipo: «Aquí
no tenemos padre ni madre, vamos a morir en defensa de nuestros derechos. El
gobierno es un ingrato, no atiende a nuestros servicios, nos quiere hacer esclavos,
yo fui con seis cartuchos al cuartel y por el momento conseguí quien me diese
muchos».43
Finalmente, la reunión tuvo lugar en el hueco de la Concepción, pero los asis­
tentes fueron desarmados y presos por cívicos de caballería y vecinos armados
que los sorprendieron. Enseguida «se echó un bando imponiendo pena de la vida
al negro que se encontrase armado» y se capturó a algunos implicados, aunque
otros huyeron. El Director Rondeau decidió indultar a todos para que volvieran a
sus casas y a su tercio.

40. Ibid., declaración del cabo Pedro Duarte.


41. Beruti, Memorias Curiosas, 2001, p. 297.
42. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957, declaración del capitán Sosa.
43. Ibid., Declaraciones de Igarrabal, de los granaderos de la Rosa y Seguróla, informe al
gobernador intendente y Declaración de Manuel de Irigoyen.

136

Índice
SANCUZ. OTES DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

También en el ejército hubo motines conducidos por soldados y suboficiales,


es decir por plebeyos. No voy a describirlos aquí por falta de espacio, pero en
general se produjeron por animosidad contra los oficiales o para reclamar pagos
atrasados.44 Esta serie de reclamos puntuales fue moldeando una práctica de mo­
vilización plebeya, extendida no solamente por las reacciones generadas en cada
ocasión ante situaciones de injusticia, sino también por la difusión que debían
hacer los suboficiales y soldados que rotaban de un cuerpo a otro. No era infre­
cuente que un regimiento se disolviese o que se creara uno nuevo al cual eran
enviados efectivos de otro; se explicita en muchas filiaciones -fojas de servicios-
que están presentes en los sumarios militares.45

III

En el periodo colonial se consideraba que la patria era por un lado, el lugar


específico en el que se había nacido, y a la vez, formaba parte de una trinidad
identitaria clave: Dios, P atria y Rey. El respeto por la religión y la fidelidad al rey
constituían las bases del orden social junto al patriotismo, el amor a una «tierra
padre». P atria era un concepto que tenía una directa referencia sentimental: era
la comunidad amplia en la que se vivía y la devoción por ella era el compromiso
con el bien común. A la patria había que defenderla, servirla, salvarla y liberarla;
se transformó en el principal principio identitario después de la Revolución.
El haber prestado servicios a la patria se convirtió en un elemento fundamen­
tal para legitimar las acciones de una persona. Por ejemplo, en 1818 se desató
una pelea en una pulpería porque uno de los presentes que discutía con otro le
reprochó «anda tú con toda tu alma que jamás has hecho un servicio a la Patria».
Quienes pedían dinero o favores del Gobierno mencionaban ese servicio como
justificación. Un ejemplo de tantos: en 1815, el soldado Pascual Albarat solicitó
que se le pagaran sueldos atrasados apelando a que «sirvió a la Patria 2 años 9
meses impulsado del deseo de sacrificarse como buen americano en su obse­
quio» y durante años hubo decenas de solicitudes a las autoridades en las cuales
quien pedía lo hacía en nombre de «los constantes servicios que ha prestado á
la causa de la Patria». Incluso las mujeres, que no podían servir en la forma más
habitual, la participación militar, acudían al motivo en sus solicitudes: en 1812,
Paula Besón explicó que pedía una gracia «impulsada del amor y fidelidad hacia
su Patrio suelo».46 Aquellos que sostenían que habían servido a la patria creían

44. Para detalles sobre esos motines véase ¡Viva el bajo pueblo!, 2006, pp. 171-179-
45. Véase también Comando en Jefe del Ejército, 1971.
46. En orden: «Sumario formado contra Aniceto Martínez», a g n , X, 27-4-2a, Causas Crimi­
nales; a g n , X, 8-7-4, Solicitudes Militares; a g n , X, 12-4-4, Solicitudes militares (1821); a g n , X,
6-6-11, Solicitudes Civiles y Militares.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

que esa acción les había brindado derechos en el sistema a cuya conformación
habían contribuido.
Apenas llegada al poder en 1810,1a Primera Junta había impulsado la identifi­
cación de la causa revolucionaria con la causa de la patria, y fue realmente exitosa
en obtener apoyo popular (cuidándose muy bien de conseguirlo sin alterar el
orden social). Las celebraciones por las victorias obtenidas u otras noticias felices,
así como los aniversarios de la Revolución, se transformaron en grandes reuniones
en espacios públicos en las cuales buena parte del bajo pueblo mostraba junto
al resto de la sociedad su adhesión a la nueva situación. En estas manifestaciones
públicas participaban las mujeres, que no lo hacían en las prácticas políticas que
he analizado hasta aquí, concentradas en manos masculinas. Distintos testimonios
de viajeros y porteños de la elite marcan la importante presencia popular en las
fiestas.47 Generalmente fueron pacíficas y estuvieron cuidadosamente organiza­
das por las autoridades; devinieron una vía de expresión política armoniosa. Sólo
en ciertas ocasiones, la impronta plebeya en algunas -no preparadas con tiempo
sino improvisadas ante la llegada de una noticia agradable- generó malestar entre
la elite. Ese fue el caso en noviembre de 1811, cuando las campanas repicaron
en toda la ciudad por una victoria menor en el Alto Perú. Un cronista anónimo
escribió en el periódico oficial que salió a la calle a festejar pero no pudo llegar a
la Plaza de la Victoria porque se topó con mucha gente que caminaba en sentido
contrario: «el primer trozo se componía de una multitud de soldados, chusma y
gente de color, unos y otros con visajes y demostraciones groseras, en vez de gri­
tar viva la patria, llenaban el aire de expresiones groseras que ni el papel puede
sufrir». Había soldados (mayoritariamente plebeyos), chu sm a (despectiva forma
de llamar a la plebe) y gente d e color (acá diferenciada de la chu sm a blanca)
celebrando de una manera desagradable para el escritor. «Todos los mozos de
tienda (europeos los más) y las señoras que aun estaban en sus casas», continúa
su relato, «salieron a sus puertas, ventanas y balcones, pero insultados aquellos
con el funesto epíteto de sarraceno y avergonzadas éstas al oír las palabras inde­
centes de la vanguardia, se encerraron repentinamente, por no ser espectadores
de una escena tan desagradable; quise hacerles una reconvención amistosa, y el
tono agrio con que me contestaron me obligó a desistir de la empresa y volverme
a casa, a llorar en secreto esta desgracia».48 El caso muestra no sólo la importante
participación popular en el evento sino también su fuerte animadversión con­
tra los peninsulares, con los cuales la dirigencia revolucionaria tenía una actitud
ambigua. El epíteto sarracen o se usó muchísimo en esa década para nombrar e

47. Hay excelentes descripciones en Beruti, Memorias Curiosas, 2001; Núñez, «Noticias.
I960; y Robertson, Cartas..., 2000. Para análisis de los festejos revolucionarios véanse Hal-
perín Donghi, Revolución y Guerra, 1972; Munilla, «Celebrar...», 1995; Garavaglia, «A la na­
ción...», 2000 y Di Meglio, /Viva... 2006.
48. Gaceta de Buenos Aires, 1910, t. m, p. 37.

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de Patricios más prestigio que Saavedra», era volver a elegir a los oficiales, como
se había hecho en 1806,31
Junto a las protestas centrales se percibe un aspecto social: cuando el teniente
que lanzó la amenaza de cortar las trenzas recibió las réplicas indignadas de los
soldados, retrucó a su vez que si cortarles el pelo era una afrenta «él también es­
taría afrentado pues se hallaba con el pelo cortado». Pero otro soldado, «en tono
altanero», le gritó «que él tenía trajes y levitas para disimularlo».32 La ropa era muy
cara y eso la convertía en un símbolo de prestigio. Por eso, la vestimenta era una
marca muy clara de diferencia social: sólo la elite porteña usaba levitas, casacas
y trajes. Los sectores medios y la plebe se vestían con chaquetas o ponchos. En
los últimos años coloniales, un jornalero hubiera necesitado más de un mes de
su sueldo para poder adquirir un pobre vestuario completo.33 Los esclavos solían
usar viejas prendas de sus amos, que con el tiempo se iban deteriorando. Muchos
plebeyos tenían las ropas hechas jirones y en los juicios se ven frecuentes quejas
de quienes decían no tener con que tapar su «desnudez». Así, la referencia a la
levita del teniente marcaba con resentimiento la distancia social entre oficiales
y tropa.
Tanto el triunvirato como el obispo fueron enviados a mediar, exigieron que
para considerar el petitorio los rebeldes debían abandonar las armas, pero los
amotinados se negaron a abandonar su posición. El soldado Juan Herrera sostu­
vo «que no se dejaban engañar» y que si no les aceptaban el petitorio era mejor
«morir como chinches». La tensión fue en aumento y en un momento dado se em­
pezaron a intercambiar disparos, a partir de lo cual las tropas leales que sitiaban
el cuartel comenzaron un violento ataque. En un cuarto de hora los patricios se
rindieron o intentaron escapar.34Al menos ocho de los rebeldes murieron en el
combate y cuatro sargentos, tres cabos y cuatro soldados fueron «degradados, pa­
sados por las armas, puestos á la expectación pública»; otros diecisiete integrantes
de la tropa fueron penados a diez años de presidio.35 Los mismos miembros del
Triunvirato fueron los jueces.Tres compañías fueron disueltas por haber iniciado
la «sedición». El regimiento, que hasta entonces había sido el más prestigioso de
Buenos Aires, perdió su posición de número uno del ejército y fue relegado al
quinto lugar; el nombre patricios fue extendido a todos los cuerpos militares.
Unos años después, en febrero de 1819,y por motivos cercanosalos de 1811,
hubo otro gran motín miliciano. La situación era diferente: la guerra no estaba
empezando sino que era ya larga y el entusiasmo revolucionario inicial había

31. Halperín Donghi, Revolución y Guerra, 1972, p. 205. La cita en Fitte, El motín..., i 960,
p. 99.
32. Ibid, p. 72.
33. Johnson, «La historia...», 1992.
34. Fitte, El motín..., I960, pp. 91 y 100-108,
35. Gaceta de Buenos Aires, 1910, t. m, p. 49.

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5ANCUÍ.0TES DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

insular a los españoles: remitía a los moros, combinando la situación de extran­


jero con la de hereje.49
Ese odio plebeyo hacia los peninsulares -que como ya vimos había sido de­
cisivo para la movilización de abril de 1811- volvió a expresarse abiertamente al
descubrirse la Conspiración de Álzaga. Cuando él fue ejecutado, «fue su muerte
tan aplaudida que cuando murió se gritó por el público espectador viva la Patria
varias veces», y a continuación «aún en la horca lo apedrearon, y le proferían a
su cadáver mil insultos, en términos que parecía un Judas de sábado santo».Tirar
piedras y quemar a un muñeco que representaba a Judas era lo que un viajero
llamó una de las «diversiones de la plebe»: se colgaban en las calles «muñecos de
trapo rellenos de cohetes y combustibles. En la noche del sábado se les prende
fuego y don Judas estalla entre los gritos de la multitud».50 La agitación plebeya
era importante: el 8 de julio se esparció el rumor de que habían desembarcado
los marinos de Montevideo -ciudad leal al Consejo de Regencia y enemiga de la
Revolución- para apoyar a los conspiradores, y mucha gente se reunió en la plaza
y en los cuarteles militares, lista para la defensa.51 Rumores de todo tipo recorrían
la ciudad y su origen era muchas veces expresamente falso: un oficial llamado Ata-
nasio Duarte, que había sido expulsado de la ciudad en diciembre de 1810, bus­
có congraciarse con el Gobierno para poder volver y le escribió contando que
había lanzado noticias apócrifas para soliviantar a los paisanos, «diciéndoles
que los Europeos intentaban [...] pasar a cuchillo a todo Patricio de siete años
para arriba». Una mirada escatológica similar estaba presente en una canción
anónima denominada «La conjuración española abortada», cuya letra decía, «los
Faraones crueles /Tuvieron previsto / No dejar con vida / al Viejo ni al niño» Cas
reminiscencias bíblicas eran evidentes). Una ola de delaciones se esparció por
la ciudad, acompañada de acciones violentas; en ambas la plebe tuvo un papel
principal. Después de una denuncia, se encontraron armas enterradas en la casa
del gallego Santiago Martínez, por lo cual fue ejecutado; también se condenó a
muerte a algunos «piratas de Montevideo» capturados en la ciudad; la casa de
la mujer de un peninsular que cayó preso fue saqueada; el moreno Francisco
Morís descubrió a un pulpero peninsular guardando armas en su corral; varios
españoles fueron enjuiciados por testimonios que los acusaban de verter frases

49. Flores Galindo, Buscando..., 1993, p. 252.


50. La primera cita en Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3830; la segunda en Un inglés, Cin­
co..., 1986, p. 129- Para análisis de la quema del Judas, y su uso político en otros momentos,
véanse Fradkin, «Historia...», 2000, y Salvatore, «Fiestas...», 1996.
51. «Carta de Olleros a José Lino de Echevarría» (10/7/1812), citado en Canter, «El año...»,
1941, p. 487.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

como «que ha de llenar la bocacalle de su casa de patricios ahorcados» o «que los


Europeos vencerían a los Patricios».52
Ese mismo mes, dos miembros «rebajados» del cuerpo de patricios (¿habrían
dejado de pertenecer a él por el motín de las trenzas?), Antonio Leytes -alias
G arito- y Leonardo Herrador, asaltaron una pulpería. Entraron en la esquina y
le preguntaron al dueño «si era Americano o Sarraceno»; el pulpero confesó que
«era Español europeo, a que le dijeron dese Ud. preso», dado que los ladrones sos­
tenían, pistola en mano, que «venimos de orden de Gobierno por denuncia por
las Armas que Ud. tiene y tres mil pesos que están aquí pues de lo contrario le va
a Ud. la vida».53 El robo a los peninsulares tiene dos caras: brindaba, por un lado,
una excusa válida para engañar a los damnificados y, era a la vez, una cuidadosa
elección del blanco en la que seguramente jugó la animadversión ya comentada,
estimulada por la convulsión de esos días.
El 24 de julio el Gobierno publicó otra proclama que anunciaba el fin de las
ejecuciones, dado que ya habían sido castigados los líderes. Pero no se frenó
la conmoción: esa noche una multitud marchó hasta la iglesia de San Nicolás
y colgó paños azules y blancos de las ventanas, colores que identificaban a los
patriotas. En seguida el Gobierno proclamó por bando que se prohibía a los pe­
ninsulares tener pulperías y que en todos los oficios debía contratarse a «hijos
del país»;54 también se dispuso una nueva requisa de armas entre los europeos.
Muchos de ellos fueron asimismo confinados en la villa de Luján, a cincuenta
kilómetros de Buenos Aires, como medida precautoria.55 Las primeras medidas no
se cumplieron a largo plazo, pero es claro que si se tomaron fue para desarmar
la agitación popular.
La disyuntiva del momento era am erican o o sarracen o , polarización que
contribuyó a integrar del lado am erican o a todos los que no eran peninsulares,
incluidos los africanos. Un letrado escribió que el plan de los europeos era asesi­
nar a los integrantes del Gobierno, «desterrar todos los hijos del país los indios, las
castas y los negros, porque el proyecto era que no hubiese en esta capital un solo
individuo que no fuese español europeo», y remataba que el fin era «volver a los
americanos a una situación más servil que la pasada».56 La separación de la socie­
dad en dos partes, que no respondían a la división colonial, era muy clara. Dentro
de la porción americana la jerarquía social no se modificó -incluso los españoles

52. Todas las citas y casos descriptos en a g n , X, 6-7-4, Conspiración de Álzaga, excepto la
canción, en Cancionero popular (1905: 159).
53. Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, 34-2-34, Juzgado del Crimen, 19.
54. Canter, «El año...», 1941, p. 481.
55. Hubo una «orden general de internación de Europeos»; véase el pedido de Josefa Xil
para que regresara de Luján su marido, un zapatero peninsular, que fue denegado, en a g n , X,
6-6-12, Solicitudes Civiles y Militares (26 de octubre de 1812).
56. Beruti, «Memorias...», 1960, p. 3830.

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Índice
SANCULOTES D E S P I A D A D O S : LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

europeos de la elite que adhirieron a la nueva causa continuaron gozando de su


posición privilegiada- pero se fue quebrando su contenido formal.
La identificación con la patria empezó así a incluir un aspecto social. La Revo­
lución se proclamó como una regeneración patriótica, y apeló a la identificación
de la población con Buenos Aires en contra de sus nuevos enemigos, los m an d o­
n es, que progresivamente fueron a su vez identificados con los europeos. En su
entusiasta adhesión a la causa, los plebeyos se apropiaron y también contribuye­
ron a delimitar sus premisas, como cierto igualitarismo o la idea de independen­
cia; sin duda influyeron decisivamente en la radicalización de la posición contra
los peninsulares. La intransigente caracterización de éstos como enemigos de la
patria implicaba una impugnación a su posición social, generalmente superior a
la de los plebeyos porteños. La causa de la Revolución, causa patriótica, fue vivida
como una empresa colectiva y en ella se subsumieron las tensiones sociales de
la época.
Las sospechas contra los sarracen os continuaron a lo largo de toda la guerra
de independencia. Por ejemplo, en 1816, el soldado Dionisio Diez denunció al
español Ángel Villegas por «demostraciones de alegría que manifestó al saber la
derrota en el Perú de nuestro ejército comandado por el Sr. Gral. Don José Ron-
deau» (en el desastre de Sipe-Sipe en 1815, último intento revolucionario de
apoderarse del Alto Perú); un fraile franciscano no pudo aportar pruebas contra
el acusado pero sí llamó la atención sobre «el concepto público que tiene di­
cho Villegas de un enemigo de la Causa y Sistema de la América». La comunidad
condenaba a Villegas; la justicia no lo hizo por falta de evidencia.57 En 1818 tuvo
lugar un hecho similar: el soldado Pedro Castro oyó en una pulpería a un gallego
hablando «contra Nuestro sistema que decía que pronto habíamos de sucumbir»
y cantando «con eco alto una Copla de mucho obsequio a la Europa y en las
expresiones que hacían aunque con embozo poco concepto y favor a la Patria».
Otros testigos lo corroboraron y el pulpero agregó que gritaba «yo muero por el
rey y por la ley».58 Los plebeyos estaban atentos a las expresiones contrarrevolu­
cionarias y a finales de la década, las noticias de que en España se preparaba una
gran expedición contra el Río de la Plata aumentaron sus denuncias contra los
peninsulares. Además, algunos también podían dirimir asuntos que no fueran de
índole política con ellos acusándolos de oponerse a la patria.
Lascitastextualesquesehanidoconsignandomuestrancómoentrelapoblación
porteña se extendía una cadena de conceptos positivos: nuestro sistem a-A m é-
r ic a -la cau sa-lapatria\ y éstos se enfrentaban con los m a n d o n es-sa rra cen o s-
la Europa-e\ rey. Esa no había sido la antinomia en el inicio de la Revolución, se
había ido delineando con el devenir de la guerra y se había aclarado completa­

57. agn, IX, 32-7-8, Criminales, 62.


58. agn, IX, 32-7-8, Criminales. El acusado era Vicente Fernández.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

mente con el retorno de Fernando VII al trono en 1814. Los peninsulares que
nunca se plegaron al nuevo orden seguían silenciosamente reconociendo al mo­
narca, con lo cual apareció una clara oposición entre éste y la «santa causa» de
la Patria. Un ejemplo: en 1819 el zapatero gallego Baltasar Suárez fue acusado
de negarse a realizar una patrulla diciendo «que él era vasallo del Rey y no
soldado de la Patria y que sólo serviría al Rey».59 La vieja tríada se había roto:
la religión no se discutía, pero ahora el rey se oponía a lo que resultó ser más
importante: la patria. El rey rechazado pasó no sólo a ser el rey de España sino
también la Monarquía. En cambio, si la patria había adoptado una forma de
Gobierno republicana -así era de hecho desde que se impuso la soberanía del
pueblo en 1810- una y otra se fueron equiparando para quienes combatieron
en su nombre. No hubo un monarquismo popular rioplatense ni se han registra­
do evidencias de nostalgias plebeyas del rey; por el contrario, la actitud parece
haber sido la que expresó en sus versos el payador oriental Bartolomé Hidalgo,
muy popular en Buenos Aires: «el Rey es hombre cualquiera», decía, «no se nece­
sitan reyes / para gobernar los hombres / sino benéficas leyes».60
Con el fin de la guerra, el alejamiento de la amenaza de la expedición espa­
ñola -que en vez de embarcarse se rebeló contra Fernando VII- y el triunfo del
sistema republicano, la tensión con los peninsulares que seguían residiendo en la
ciudad perdió intensidad. Los elementos de conflictividad social insertos en esa
animadversión se fueron trasladando al descontento popular con algunos de los
resultados de la guerra, al rencor hacia algunos beneficiados durante su desarro­
llo y hacia la ingratitud de las autoridades. Bartolomé Hidalgo lo expresó muy
bien en 1821 -por entonces residía en Buenos Aires- cuando sostuvo que «desde
el día memorable / de nuestra revolución» había entrado mucha plata y mucho
oro en la capital...

pero en tanto que al rigor / del hambre perece el pobre, / el soldado de valor, / el
oficial de servicios, / y que la prostitución / se acerca a la infeliz viuda / que mira
con cruel dolor / padecer a sus hijuelos; / entre tanto, el adulón, / y el que de nada
nos sirve / y vive en toda facción, / disfruta de gran abundancia / y como no le costó
/ nada el andar remediao / gasta más pesos que arroz. / Y, amigo, de esta manera /
en medio del pericón / el que tiene es don Julano / y el que perdió se amoló: / sin
que todos los servicios / que a la Patria le emprestó / lo libren de una roncada / que
le largue algún pintor.61

Mientras los que no habían hecho nada se habían apropiado de la riqueza en


los años revolucionarios, los que arriesgaron su vida por la causa de la patria, y

59- a g n , X, 27-4-2a, Causas Criminales.


60. Hidalgo, Cielitos..., 1967, pp. 26 y 31.
61. Ibid., p. 48.

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Índice
SA N C U L 07 E S D E S P I A D A D O S : LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

las viudas de los que la perdieron, estaban inmersos en la pobreza. Percepciones


como esa contribuyeron a crear un clima de descontento social que estaría pre­
sente en las participaciones populares en la política porteña de las décadas de
1820 y 1830.

IV

Para la población negra de Buenos Aires, y en particular para los esclavos, la


reconfiguración de la noción colectiva de p a tr ia significó un cambio simbólico
importante. Un esclavo llamado Ventura, que pertenecía a Martín de Álzaga, fue
quien denunció la conspiración que preparaba su amo. El Gobierno le otorgó en
premio su libertad y llevar una leyenda que decía «por fiel a la Patria»; otro de los
criados de Álzaga se refirió posteriormente al amo muerto como «el traidor».62
Para muchos la p a tr ia empezó a ser un horizonte de libertad, en particular para
los hombres, dado que varios fueron comprados por las autoridades a sus amos
o a veces donados por éstos para la guerra (además el Estado confiscó en varias
oportunidades esclavos pertenecientes a peninsulares para usarlos en el ejército).
La promesa de ser libres aguardaba al final del servicio. En cuanto a los que ya lo
eran, su lugar social subalterno se mantuvo -n egro fue en ocasiones un insulto, al
igual que m ulato, incluso en boca de los plebeyos- pero simbólicamente tuvieron
un ascenso al entrar en el bando americano junto a los blancos y el resto.63 Para
los que sirvieron militarmente, eso les daba derechos. En 1820 un oficial ebrio
insultó a sus soldados, que eran casi todos morenos, diciéndoles que eran unos
«negros trompetas» (una expresión de desprecio que significaba «hombre bajo y
de poca utilidad», según el diccionario de la Real Academia Española de 1803).
Luego empujó a uno de ellos, quien le contestó «que por qué le pegaba, que re­
parase que era el cabo de la guardia, y que aunque era negro no era un trompeta
sino un cabo de la Patria».64 Sus camaradas provocaron una gritería en contra del
oficial que por poco no terminó en un motín. ¿Era posible una respuesta así de
parte de un negro antes de la Revolución?, probablemente no. Esa identificación
de los morenos con la patria tuvo larga vida. «He sido testigo», sostuvo un viajero

62. Las distinciones a Ventura en a g n , X, 6-7-4, Conspiración de Álzaga; el otro caso en


agn, X, 6-6-12, Solicitudes Civiles y Militares, petición de «El moreno Juan» ( I o de agosto de
1812). Para la cuestión de la integración véase Bernand, «Entre pueblo,..», 2003.
63. Negro como insulto en «Sumaria e información contra Vizente Gomes...» (1814), a g n ,
X, 27-4-2, Causas Criminales; mulato en la declaración del capitán Sosa en a g n , X, 30-3-3,
Sumarios Militares, 957, en la que describe que alguien usó los insultos: «Picaro Mulato in­
decente».
64. a g n , X, 29-10-2, Sumarios Militares, 146.

Í 43
Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

francés al comenzar la década de 1830, «de su entusiasmo y de la ardiente alegría


que les brota ante la palabra Patria».65
La libertad de vientres sancionada en 1813 contribuyó sin duda a la adhesión
de los negros a la causa revolucionaria, y varios empezaron a apelar a esa decisión
para buscar su libertad. Una esclava africana que recibió el nombre de Juana de
la Patria, dijo que había naufragado en un barco en las playas de Montevideo con
unos compañeros y, como el gobierno había prescripto que «los que naciesen y
pisasen estos puertos fuesen libres, pide que se declare si es o no libre junto con
sus compañeros». Algo similar ocurrió con Sebastián Tejera, quien había sido es­
clavo en la Banda Oriental; cuando fue enviado al servicio de una familia en Bue­
nos Aires se dirigió a las autoridades apelando al «soberano decreto de 1813 por
el cual debe quedar libre».66 Las solicitudes al Gobierno para defender derechos
eran muy frecuentes, a través de la intervención de algún escriba. Por ejemplo,
Jerónima Díaz y Medina protestó ante las autoridades porque su sobrina, que era
libre, recibía en una casa en la que trabajaba el trato de esclava, debido a lo cual
se fugó. Intervino el alcalde de barrio, quien «viéndonos que somos imbéciles,
que somos pobres, de una condición baja aunque honrada, no ha hecho sino
obligarnos a que la entreguemos bajo [amenaza] de penas». Su alegato terminaba
asegurando que «la persona libre no debe conocer servidumbre, ni esclavitud
sobre su condición: el Gobierno ha jurado sostener este privilegio; y si esto es
cierto, ¿por qué por fuerza se ha de entregar al servicio a una muchacha contra
su voluntad?».67 El proceder no era nuevo: durante los tiempos coloniales los es­
clavos solían presentarse ante la justicia para protestar contra malos tratos de
sus amos y a veces consiguieron mejorar su situación.68 Lo que cambió después
de 1813 era que la misma institución de la esclavitud comenzó a ser minada por
la apropiación que hicieron los implicados de la libertad de vientres. Dos años,
después el moreno libre Hilarión Gómez, sostuvo que «todo respira el desterrar la
esclavitud y en nuestro sistema se han declarado todos los partos libres».69
La causa de la patria evidenció asimismo cierta tensión racial. La criada negra
de doña Juana Arandia, llamada María, fue duramente golpeada por dos españoles
europeos en una pulpería, por haber insultado a uno de ellos tras una discusión
diciéndole «gallego, puto, judío y ladrón».70 Los términos empleados por María
fueron usados con un fin denigratorio, por lo cual queda claro que gallego -bue-

. 65. Isabelle, Viaje..., 1943, p. 135.


66. Ambos en a g n , X, 11-1-4, Solicitudes Civiles (1819). Lamentablemente no constan las
resoluciones.
67. a g n , X, 10-9-6, Solicitudes Civiles (1819).
68. Perri, «Hábitos...», 1999-
69. a g n , X, 8-9-4, Solicitudes Civiles y Militares, 21 de junio de 1815.
70. «Demanda puesta por doña Juana Arandia contra los españoles Antonio Morán y su
compañero F. Mojo sobre el castigo que dieron a una criada...«; a g n , Tribunal Criminal, M-l
(1819).

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Índice
SANCUÍ.OTES DESPIADADOS: LA PA R T I C I PA C ¡ Ó N POLÍTICA POPULAR

na parte de los pulperos de Buenos Aires eran de ese origen- era equivalente a
los otros insultos. "Elju d ío era considerado un enemigo de la Cristiandad desde el
medioevo y ese lugar había sido afianzado por el Concilio deTrento. La Revolu­
ción permitió a los esclavos liberar algunos resentimientos y legitimó la animosi­
dad contra un enemigo blanco: los peninsulares.
En el motín de los pardos y morenos de 1819, esa tensión racial estuvo más
presente: un vecino observó preocupado «que un negro velero y cojo se distin­
guió en sus gestos y amenazas a los Blancos».71 No es posible saber si ese ven­
dedor de velas pertenecía al tercio o si se agregó a la agitación. Lo que es muy
probable es que la percepción de una animosidad contra los blan cos debe haber
ayudado a que diversos vecinos se sumaran a los cívicos de caballería en la opera­
ción nocturna que desarmó en el hueco de la Concepción a los amotinados.

Los Gobiernos revolucionarios heredaron el atributo de ser considerados una


figura paternal, como ocurría antes con el rey. En las solicitudes de la población
pueden leerse fórmulas «Vuestra Excelencia como padre de los naturales de ésta»
(la ciudad), «VE. es el Padre de la República», o apelando al «paternal corazon de
VE.».72
También otra institución era percibida como paternal, por su misión de pre­
servar el bien com ú n . «El cabildo era la autoridad más inmediata del pueblo, era la
cabeza, el padre, y sus hijos como a tal lo adoraban, lo respetaban, le tributaban un
culto voluntario, una devoción exaltada». Cuando en 1820, Buenos Aires vivió
un complejo periodo político, un oficial sostuvo que «el Excelentísimo cabildo es
nuestro padre, y a él sólo debemos obedecer».73 El cabildo se ocupaba del abasto
de alimentos para la ciudad y por eso tomaba recaudos para «que nunca se ve­
rifique que el publico sufra escasez de carne» ni que hubiese problemas con el
pan, los dos principales componentes de la dieta de los porteños. Asimismo, bus­
caba regular los precios para evitar malestares entre la población: en 1813, ante
el «escandaloso precio a que en el día se vende la carne al público, con el más
grave perjuicio de éste», convocó a los abastecedores para definir cuál iba a ser el
precio en cada estación, dado que en invierno subía.74A la vez, el ayuntamiento se
encargaba de pagarle sus pensiones a viudas y huérfanos de víctimas de la guerra,

71. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957, parte de don Eustoquio Díaz Vélez.
72. a g n , X, legajos 8-9-4 (1815), 11-1-4 y 10-9-6 (1819), Solicitudes Civiles. Para el rey
como padre véase (Schaub, 1998).
73. En orden: Iriarte, Memorias, vol. 1, 1945, p. 31; a g n , X, 29-10-6, Sumarios Militares,
Conspiración del I o de octubre de 1820.
74. a e c , 1927, t. VI, p. 601, y t. V, p. 617.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

de vestir a los presos, de auxiliar a familias que sufrían una inundación, de ayudar
con créditos a labradores en dificultades, de solicitar la reducción de cargas fisca­
les sobre los artesanos cuando éstos estaban en una mala situación, de escribir los
bandos destinados a la población, de dar discursos en las celebraciones públicas,
de organizarías, y de dirigir a los alcaldes de barrio y sus tenientes.75 Uno de sus
integrantes, el defensor de p o b r es , intercedía entre éstos -incluidos los esclavos-
y el Gobierno. La legitimidad de su poder no era discutida por nadie.
No es casualidad que la participación política de la plebe porteña desde 1810
hubiera sido en buena medida articulada por el cabildo. A él se dirigieron las pe­
ticiones de los «movimientos del pueblo» como los de abril y septiembre de 1811
o el de octubre de 1812, mientras que en otras ocasiones, como en abril 1815, fue
el mismo cabildo el que convocó a la población a la acción política.

VI

La politización de los espacios urbanos permitió la difusión y la transmisión


del repertorio de prácticas políticas populares moldeado en 1811: la interven­
ción en las luchas facciosas, la presencia en fiestas y otras manifestaciones públi­
cas, los motines militares dirigidos por plebeyos. La permanente movilidad del
bajo pueblo -residencial, por las dificultades para pagar alquileres, laboral, por
la fragilidad de la estructura ocupacional, geográfica, por la guerra y las migra­
ciones- conllevó la propagación de ideas y recuerdos, comunicados en los luga­
res de sociabilidad plebeya. Las pulperías, las plazas, los mercados, los atrios de
las iglesias y los cuarteles militares se empaparon de política. Allí circulaban los
rumores, se entonaban canciones patrióticas, se leía la prensa en voz alta inclu­
yendo a los analfabetos, se debatían las decisiones del gobierno y se discutían los
avatares de la guerra.
Esa función transmisora de los espacios urbanos se hizo clara en el sumario
que se levantó después del motín del tercer tercio cívico en 1819. Durante el
proceso, un juez le preguntó a algunos de los milicianos negros qué otros levan­
tamientos ocurridos en la ciudad habían presenciado. El soldado Remigio Rodrí­
guez respondió que «conmociones que ha oído son las de Patricios», es decir, el
motín de las trenzas, «y la que ha visto ha sido la de Álzaga en las que la pena que
se ha impuesto ha sido según ha oído y visto la de muerte y que en la primera,
según ha oído decir, fueron nueve y en la segunda vio unos cinco o seis y los

75. Los bandos están recopilados en a g n , X, legajos 44-6-7 y 44-6-8, Gobierno. Para el
resto de las actividades mencionadas véase a e c , 1927, t. V, pp. 104, 174; t. VII, pp. 87, 189,
434 y 636; asistencia a inundados de Barracas en t. VII, pp. 330-4, 355 y 384; asistencia a
labradores en t. VI, p. 28; protección a artesanos en t. V, p. 194; un discurso de un regidor en
mayo de 1812 en t. V, p. 2l6.

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5ANCUÍ.0TES DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

demás oyó decir que fueron muchos».76 Rodríguez conocía bien el antecedente
de un motín miliciano y que los responsables habían sido ejecutados; se había
enterado -incluso el número era bastante correcto- por boca de otros. Él mismo
había estado entre la multitud que presenció algunos de los fusilamientos en
la agitación de julio de 1812; del resto le contaron. Las reuniones informales
en espacios públicos eran una de las vías principales para la reproducción de las
prácticas políticas.

VII

En 1820 el Gobierno central creado por la Revolución se desmoronó. Surgió


así la provincia de Buenos Aires. Durante ese año, la situación política en ella fue
sumamente convulsionada y la inestabilidad fue la regla. La sucesión de comple­
jos enfrentamientos facciosos, en los cuales el papel de la milicia fue decisivo, se
cerró en octubre tras un levantamiento del segundo y el tercer tercio cívico, junto
al pequeño batallón fijo (del ejército regular). El tercero era el cuerpo de pardos y
morenos, mientras que el segundo reunía a los habitantes de los suburbios.
La causa del alzamiento fue el rechazo de esos grupos, aliados con el cabildo,
al retorno al poder del grupo moderado que había dirigido el Gobierno entre
1816 y 1820, al que consideraban de regreso con la designación del general Mar­
tín Rodríguez como gobernador. Los sublevados se hicieron fuertes en la Plaza de
la Victoria y Rodríguez huyó. La tropa estaba exaltada y los oficiales tenían que
contenerla.77
El levantamiento fue liderado por el cabildo y por algunos militares que go­
zaban de popularidad en la ciudad. También intervinieron en la organización al­
gunos pulperos que eran a la vez capitanes del segundo tercio cívico, a quienes
un contemporáneo llamaba «tribunos de la plebe».78 Entre los participantes, unos
ochocientos en total, no sólo estuvieron los cívicos y los soldados del batallón
fijo: se denunció que un esclavo que trabajaba en una panadería se fugó «y se
incorporó entre las gentes que se hallaban en la Plaza».79
Rodríguez volvió a la ciudad a la cabeza de fuerzas milicianas de la campaña
y se dispuso a asaltar la Plaza de la Victoria. Ante el inminente ataque, los diri­
gentes del levantamiento procuraron conseguir un acuerdo. Uno de ellos quiso
convencer a los de la plaza que se retiraran hacia sus cuarteles: «me dirigí a la

76. a g n , X, 30-3-4, Sumarios Militares, 957.


77. Lo declaró el capitán N. Martínez, prisionero de los alzados, en a g n , X, 29-10-6, Su­
marios Militares, 279.
78. Iriarte, Memorias, 1944, vol. 1, pp. 244 y 271.
79. Pertenecía a Pedro Bureñigo; a g n , X, 12-4-4, Solicitudes militares, 1821. El número de
participantes en Herrero, «Un golpe...», 2003-

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

recova, y hablando con firmeza y resolución a los cívicos, les hice presente la ne­
cesidad que había de evitar más derramamiento de sangre, y ellos, demostrando
mucha oposición, se resistían al abandono de sus puestos [...] Don Ángel Pacheco
contuvo a un cívico que me iba a tirar».80 Mientras negociaban, la caballería de
Rodríguez atacó sorpresivamente y los cívicos comenzaron a resistir sin esperar
órdenes. Según un oficial que combatió a favor del gobernador, los del tercer
tercio no escuchaban a sus jefes, «cargaban las armas sin su conocimiento y que
parecía no le obedecían».81A un suboficial se le ordenó «que todos se retirasen,y
no obedeciéndolo los demás, lo ejecutó el que confiesa», mientras que un oficial
afirmó que no logró «contener a la gente y privar que se siguiese el fuego que
ellos habían empezado sin su orden por hallarse comiendo» (ambos testimonios
eran poco creíbles, pero es interesante que pudieran esbozarlos aprovechando
que la situación fue verdaderamente caótica).82 Después de un primer combate,
los del gobierno volvieron a ofrecer la rendición, pero «en vano algunos de su
jefes y los parlamentarios [...] manifestaban a la chusma despechada que serían
pasados a cuchillo: ella les amenazaba fusilarlos si no se retiraban [...] muchos
facciosos metidos tras de los pilares de la Recova nueva en la vereda ancha pre­
firieron morir a rendirse».83 La batalla siguió y «todos revueltos se mataban unos
a otros sin compasión»; hubo entre trescientos y cuatrocientos muertos.84 Final­
mente, la victoria fue de Rodríguez.
Los que se sublevaron fueron los tercios con mayoría plebeya en sus filas, el
segundo y el tercero, mientras que los integrantes del primer tercio cívico, que
agrupaba a la gente del centro de la ciudad, «concurrieron con sus personas en
favor de la conservación del orden»; como dijo uno de sus oficiales, lucharon «por
la autoridad legítima».85 Esa impronta plebeya generó un gran temor social entre la
elite porteña. Un testigo llamó a los alzados «los sanculotes despiadados, los de
los ojos colorados»; otros se lamentaba de que «la patria se ve en una verdadera
anarquía, llena de partidos y expuesta a ser víctima de la ínfima plebe, que se halla
armada, insolente y deseosa de abatir a la gente decente, arruinarlos e igualarlos a
su calidad y miseria»; un tercero sostenía que si Rodríguez hubiera sido vencido el
resultado habría sido «el saqueo de Buenos Aires, pues la chusma estaba agolpada
en las esquinas envuelta en su poncho, esperando el éxito; y si la intrepidez de

80. De la Quintana, «Manifiesto...», I960, p. 1400.


81. a g n , X, 29-10-6, Sumarios Militares (expediente sin número).
82. Ibid., 275, declaraciones del tambor Felipe Gutiérrez y de Epitacio del Campo.
83. «Carta de José María Roxas a Manuel José García», en Saldías, Buenos Aires..., 1988,
p. 255.
84. La cita en ibid. Las cifras de muertos en Forbes, Once años..., 1936, p. 85; Iriarte,
Memorias, vol. 1, 1944, p. 368; Haigh, B o s q u e j o s 1920, p. 146.
85- Solicitud de Hilario Martínez, a g n , X, 11-7-4, Solicitudes Civiles y Militares; y testimo­
nio del teniente del primer tercio donjuán Arrasain, a g n , X, 30-1-3, Sumarios Militares, 586.

148

Índice
SANCU/.0TE5 DESPIADADOS: LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA POPULAR

los colorados no vence en el día, esa misma noche se les une 4 o 6 mil hombres
de la canalla y es hecho de nosotros».86
La intransigencia de los miembros de la tropa, que quisieron resistir desoyen­
do a muchos de sus oficiales es comprensible si se tienen en cuenta los diez años
de movilización política y guerrera. Frente a los vacíos de poder de 1820, mu­
chos plebeyos compartieron las posiciones políticas de los capitulares y ciertos
militares, y luego de una experiencia de una década de movilización, llegaron a
defenderlas intransigentemente más allá de la voluntad de sus jefes.
Como consecuencia del episodio, el cabildo perdió la conducción de las mili­
cias cívicas, que quedaron bajo la jurisdicción del gobernador de Buenos Aires.87
Al año siguiente, los tercios fueron disueltos y se reorganizó la milicia urbana, con
menos efectivos, en la denominada Legión P atricia. La elite triunfante buscaba
así eliminar las posibilidades de desorden, y también las vías de intervención ple­
beya en la política. Sólo lo lograría parcialmente: las décadas siguientes volvieron
a contar a la plebe como uno de los actores de la escena política porteña, y varias
tensiones sociales y raciales iban a seguir canalizándose en ella. La política porte-
ña no iba a poder separarse de su impronta plebeya.

ARCHIVOS
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149
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153
Índice
PÓLVORA EN MANOS DE MUJER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA
DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA. VERACRUZ 1815
Adriana Gil

Antonio,
la actitud con que has enfrentado el dolor y la adversidad
a tu corta ed a d te h a convertido en un valiente guerrero.
Tu ejemplo h a sido mi inspiración.
Con todo mi am or de m adre,
estas líneas van p o r ti.

Corría el mes de mayo de 1815 y la ciudad de Veracruz desde hacía aproxi­


madamente tres años permanecía asediada, sitiada y sin comunicación hacia el
interior del territorio, ya que los caminos que conducían al altiplano habían sido
tomados por los insurgentes. De manera que, los sentimientos que prevalecían
en los corazones del grueso de la población tenían que ver con la incertidumbre,
el miedo y la desesperación producto de la amenaza, la escasez, el hambre y la
enfermedad.
Una mañana de fines del mes de mayo, Manuela Antonia de Santa María una
mujer de 35 años ingresó alrededor de las nueve a la tienda del pulpero Miguel
Abascal suplicándole le guardara «dos paradas de cartuchos de fusil con bala y
como una libra de munición de agua» ya que los guardias de las puertas de la
muralla no se las dejarían sacar. Horas más tarde, sobre las cinco, Manuela Antonia
regresó a la tienda del pulpero a recoger las municiones que le había encarga­
do para unos minutos después, al salir por una puerta cercana al matadero ser

155

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

registrada por los patriotas1 quienes le encontraron además de los cartuchos y


municiones, algunos comestibles y un frasco de aguardiente. De ahí, la mandaron
presa sospechosa del delito de infidencia.2
La detención de Manuela Antonia por supuesta implicación con los rebeldes
no es un caso asilado de este momento histórico. María José Garrido afirma que
muchas mujeres durante la guerra de Independencia fueron detenidas, juzgadas,
sentenciadas y en muchos casos ejecutadas por el delito de infidencia. Pese a que
es escasa la bibliografía que aborda el tema de la insurgencia femenina, Garrido
sostiene que algunas de las actividades rebeldes protagonizadas por mujeres eran
seducción de la tropa -al parecer la más común-, asistencia a insurgentes heri­
dos, abastecimiento de alimentos, espionaje, conspiración y contrabando de men­
sajes, armas, pólvora, balas y municiones.3 Desde esta perspectiva, y considerando
el avance de los insurgentes en esta guerra que devastaba a la Nueva España
-colonia más preciada para la Corona española-, a los ojos de los militares rea­
listas muchas actividades y hechos podían levantar sospechas y ser motivo para
apresar a presuntos infidentes. Más aún si se descubría a una mujer con pólvora
en las manos y aguardiente en el bolsillo.
A Manuela Antonia nunca se le pudo probar el delito de infidencia, pero aun
así, fue condenada a pasar unos meses recluida en la llamada casa de recogidas de
la ciudad, alejada de sus pequeños hijos.4 Durante el proceso siempre negó cual­
quier vínculo con los insurgentes y se defendió ante los tribunales argumentando
ser una ranchera de las orillas de la laguna de Mandinga casada con Domingo
Antonio Flores, señalando que ambos eran cazadores y que vivían desde hacía
tiempo de la venta del producto de la caza. Que los cartuchos embalados los ha­
bía comprado a un sargento de las compañías urbanas llamado Juan Correa, para
poder cazar y alimentar a su familia en esos tiempos de hambre y escasez.
No obstante, las autoridades realistas decidieron imponerle una pena, tanto
a la mujer como al sargento que le vendió los cartuchos de pólvora, de nombre
Juan Correa.5La sospecha que despertó Manuela por comprar pólvora y balas a

1. Entonces se les llamaba patriotas a los realistas.


2.a g n m , Criminal, vol.: 1 exp. 5 , fojas: 199- 226 .
3. Garrido, 2003, p. 170,
4. Si comparamos el calvario que tuvieron que sufrir las mujeres de Pénjamo a manos
de militares realistas que seguían las órdenes del coronel Agustín de Iturbide cuando éste
fue comandante general de las tropas del Bajío y segundo del ejército del norte, nos dare­
mos cuenta que Manuela Antonia corrió con mejor suerte, A las mujeres de Pénjamo se les
detuvo y encarceló sin formárseles causa por poco más de dos años, el caso careció de los
procedimientos legales comunes en la época y fueron sometidas a graves vejaciones. Cfr;
Garrido, p. 170.
5 . Es importante mencionar que este proceso criminal se inició no sólo contra Manuela
Antonia de Santa María sino también contra «Luis Correa sargento de las compañías urbanas,
acusados de haber vendido e'1 segundo dos paradas de cartuchos de fusil con bala a la pri­
mera». No obstante, en el presente trabajo analizaré las representación social que mujeres

156

Índice
PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

un militar de la ciudad se basaba en lo común que era el que mujeres de campo,


como se les solía decir, surtieran de municiones y armas a los insurgentes, así
lo afirmaron las autoridades en las actas del proceso. Los realistas consideraron
que dicho castigo, era un escarmiento no sólo para Manuela Antonia y para Juan
Correa, sino también para cualquiera que pensara en comerciar comprando y/o
vendiendo pólvora, cartuchos, balas, municiones.Ya que el Gobierno había dado
órdenes para que ningún particular pudiera vender y/o comprar pólvora; órdenes
que se hicieron más estrictas en ese momento ante las convulsiones políticas y
sociales por las que atravesaban y por el peligro que representaba para la causa
realista la colaboración de mujeres, para abastecer, apoyar e informar a los rebel­
des.
No es objetivo en este trabajo indagar si Manuela Antonia fue víctima de inju­
rias o si era disidente, ya que en las actas que dan testimonio del proceso criminal
y fuente fundamental de este trabajo,6 lo único que queda claro es que nunca le
pudieron probar el delito de infidencia pese a haber sido detenida con la pólvora
en las manos. Su participación con los rebeldes quedó en las actas sólo como una
sospecha, como una suposición que careció de pruebas contundentes ya que
como tal aparece mencionado constantemente en las actas de dicho proceso,
también era común en esos tiempos de miseria ante la paralización del tráfico
y del comercio, que la gente de Veracruz subsistiera mediante otras actividades
como la cacería y la pesca.
Lejos de asumirme como juez, mi tarea como historiadora es desmontar el
texto que hoy tenemos como huella del pasado y situarlo en el momento históri­
co que lo produjo para reconstituirlo al analizar los testimonios que dejaron en las
actas del juicio, las distintas voces que lo conformaron: la de la mujer juzgada y
las de otros hombres y mujeres que estuvieron ahí presentes. Con ello, podremos
aproximarnos a develar el concepto de m ujer sospechosa, en tal momento de la
historia, bajo estas distintas miradas.
De manera que, ésta no será la historia épica de una mujer que es apresada por
defender la causa insurgente, ya que las fuentes utilizadas no nos conducen
por ese camino. Más bien, la interpretación de dichas fuentes dentro del contex­
to histórico en que fueron producidas, nos aproxima a un tiempo y un espacio
donde la lucha por la supervivencia de sus familias era una de las prioridades de
la mayoría de las mujeres, independientemente de su filiación y/o preferencias
políticas.Y es que cualquier guerra en el peor de los casos significa sufrimiento y
muerte, en el mejor, escasez.

como Manuela Antonia de Santa María, al analizar los documentos que dejan testimonio de
la mirada de los otros.
6. Archivo General de la Nación ( a g n ) Criminal, vol. 1, exp. 5, ff. 199-226.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Hay dos situaciones con respecto a la ciudad de Veracruz que resulta indis­
pensable destacar para comprender el contexto en el que se desenvuelve esta
historia. Primera, mientras que otros pueblos, villas y ciudades de la Nueva España
se encontraban ardiendo en llamas y sumidos por la destrucción de la guerra de
Independencia, la ciudad de Veracruz permanecía indigente pero intacta hasta
ese momento. Desde siglos atrás,Veracruz había sido por su estratégica situación
geográfica la perla preciosa del virreinato: asediada y por lo mismo protegida.
Ahora, durante la guerra civil se encontraba amenazada de asalto y rodeada de in­
surgentes que habían avanzado hasta la zona de tierra caliente por el camino real.
Pero hasta 1815,1a amenaza no dejaba de ser eso, una amenaza, porque la ciudad
guarnecida y amurallada había permanecido inexpugnable, impenetrable en la
medida de lo posible. Es decir, no había sido violentamente atacada, ni escenario
de derramamiento de sangre por enfrentamientos entre realistas e insurgentes.
La otra situación que es fundamental subrayar, es la ocupación del camino
Real a Veracruz a mano de los rebeldes. El hecho de que tuvieran tomadas las vías
de acceso por tierra, ocasionaba infinidad de percances y dificultades, entre ellas,
el casi nulo flujo de información y la carencia de noticias oficiales provenientes
del interior del territorio, por lo que la población permanecía en ignorancia con
respecto a lo que pasaba en otros sitios tierra adentro a no ser por los rumores
extraoficiales. Más grave aún era el problema de la pronunciada carestía de ví­
veres, ya que sólo llegaban por mar a precios exorbitantes. A ello se aunaba la
falta de dinero por el escaso movimiento comercial pues lo poco que se lograba
recaudar, era para auxiliar a la guarnición que también era escasa, mientras que
los hospitales se abarrotaban de soldados enfermos.7Así la miseria, el hambre y la
muerte por enfermedades marcaban el ambiente del vecindario de Veracruz, en
este momento histórico.
Recordemos que desde su fundación, la ciudad de Veracruz vivía y se mante­
nía del tráfico y del comercio, que dependía obligadamente de las vías de comu­
nicación que comunicaban con el Altiplano. Pero si para este momento, dichas
rutas estaban tomadas por los insurgentes, quienes cobraban exorbitantes contri­
buciones a los arrieros que se aventuraban a circular con productos y víveres y
corrían el riesgo de ser víctimas de saqueo, es posible imaginar los percances que
ello provocó al comercio de Veracruz y cómo afectó la vida diaria y emociones
de sus habitantes.
Hay que añadir la inestabilidad política. Apenas en 1812 el vecindario había
ju r a d o la constitución de Cádiz adhiriéndose a sus principios, para dos años des­
pués, entre julio y agosto de 1814 recibir noticias provenientes de la metrópoli de

7. Para ver los percances que sufrían las tropas en el puerto, la necesidad de recurrir a
tropas expedicionarias procedentes de la península y las vicisitudes que éstas tuvieron que
enfrentar en el puerto de Veracruz, Cfr. Archer, 2008, pp. 197-228.

158

Índice
PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

que Fernando VII ordenaba suprimir el régimen constitucional y las instituciones


liberales, e instauraba de nuevo el absolutismo. De esos acontecimientos sí tenía
información oficial la ciudad de Veracruz porque llegaba vía marítima en goletas
correo desde la España y se recibían las noticias de primera mano.8 De manera
extraoficial y a través de rumores que corrían de boca en boca en el muelle,
callejones y plazas se habrán enterado también de la instauración del congreso
insurgente enApatzingan en el mes de octubre de 1814.
Tal y como lo refleja el proceso criminal que abordaremos a continuación, la
situación de inestabilidad política, la crisis económica y la revuelta social desen­
cadenaban sentimientos de incertidumbre y angustia colectiva; no obstante, se
luchaba por subsistir a pesar de las duras circunstancias. Como se dijo, ésta no es
la historia épica de una mujer insurgente, pero sí es un homenaje a todas esas mu­
jeres, hoy desconocidas y anónimas, que como Manuela Antonia de Santa María
arriesgaron su vida y libertad por la supervivencia de sus familias en momentos
de crisis.

PÓLVORA A CAMBIO

Luis Correa, sargento de las compañías urbanas, se encontraba en la calle in­


mediata a la recoba cuando le vendió a Manuela Antonia de Santa María -a quien
conocía desde hacía mucho- la pólvora y municiones a cambio de cuatro reales.
Según consta en la declaración de Santa María, en otras ocasiones el mismo sar­
gento Correa le había vendido «pólvora y balas para cazar y vender en la plaza».
No recordaba qué cantidad, ni cuántas veces le había comprado a Correa pól­
vora, pero sí se la había surtido éste en otras ocasiones. Luis Correa, quien además
de militar dijo ser de oficio cazador en las inmediaciones de la ciudad, declaró
que esa mañana había salido de su casa buscando alimento para que su familia
comiera:

... y encontró a la expresada (Santa María) en la inmediación de la recoba pre­


guntándole si tenía alguna pólvora que venderle, a lo que contestó que sí pues
llevaba dos paradas de cartuchos que le dio en cuatro reales, con lo que compró
pan y chocolate y llevó a su casa. Tomando luego una caña de pescar se dirigió
al muelle y se ocupó todo el día pescando hasta que lo arrestaron.9

8. Incluso el ayuntamiento de Veracruz se había adelantado a ju rarla Constitución de Cá­


diz en 1812 con las ceremonias correspondientes y ante numerosa concurrencia del público
de la ciudad, sin la acostumbrada y obligada autorización de las autoridades virreinales -por
la incomunicación de los caminos- y sin saber con certeza qué ciudades y villas habían jurado
o no, mostrando así el cabildo su autonomía, Gil, 2008, p. 99-100.
9. a g n , Criminal, vol. 504, exp. 5, fojas 199-226.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

El intercambio «clandestino» de municiones y pólvora de mano en mano en­


tre militares y la población era de lo más común a pesar de su prohibición, dada
la necesidad y el hambre en esos tiempos de escasez por la obstrucción del ca­
mino real. La guerra afectaba también el bolsillo de los militares acuartelados en
el puerto10 y el virrey Calleja mostraba su irritación al observar que en las plazas
realistas se comerciaba con los rebeldes. Por ello a Calleja le parecía estratégico y
prioritario liberar el camino real de las gavillas de insurgentes y «bandidos».11
El hecho de que el apresado sargento Correa hubiese obtenido la pólvora de
manos de su mujer Valentina Mendoza, quien en su declaración admitió haberla
adquirido a través de un soldado, nos confirma lo común que era dicha práctica.
Valentina declaró que cuando el convoy estuvo la última vez en la ciudad, un
soldado que pasó por su casa le había vendido los cartuchos embalados, y que
esa mañana del mes de mayo su marido los había tomado para llevar comida a la
casa:

sin tener que comer, dinero, ni alhaja que empeñar, tomó los cartuchos su ma­
rido para venderlos como así lo hizo en cuatro reales llevando a su casa esta
cantidad empleada en pan y chocolate con que se socorrieran.12

Pese a estar prohibido, la gente tenía que recurrir a la venta de cartuchos, ba­
las y pólvora ante la carencia de comida, y en este tráfico de compra y venta, las
mujeres tenían una importante implicación. El convoy al que hizo referencia Va­
lentina Mendoza, al parecer arribó al puerto sobre los primeros meses del año de
1815 y fue conocido como el «convoy sietemesino» porque al mando del coronel
Luis del Águila tardó siete meses en llegar de la ciudad de México a Veracruz por
la obstrucción del camino. SegúnTrens, este convoy lo componían 4.500 muías
«cargadas con mercancía y mil trescientas con plata y grana, sufrió una serie de
vicisitudes, hasta que por fin pudo llegar aVeracruz en marzo de 1815, principal­
mente por los ataques de que fue objeto en puente del Rey».13

10. Alfredo Ávila menciona cómo a principios de 1812, en el cuerpo de artillería de la


ciudad de Veracruz se estaba fraguando una conspiración con el fin de dar un golpe, derrocar
a las autoridades y establecer una junta de gobierno. Uno de los involucrados que fue dete­
nido, el artillero Francisco Molina, «se quejó amargamente de la penosa situación del cuerpo
de artillería, al que no se habían pagado sus sueldos». Ávila, 2008, pp. 164-165.
11. Ortiz, 2008, p. 187. Desde su visión como estratega militar, Calleja consideraba una
prioridad que se liberara el camino real del poder de los insurgentes: «cuya apertura, por la
interesante comunicación con esa metrópoli y la conveniencia del tráfico interior, miré siempre
como un objeto de la mayor preferencia». Ver también carta de Calleja al ministro de guerra del
31 de octubre de 1814 en Ortiz (comp.) 2008, pp. 187-188. Al parecer de Calleja, la resistencia
de los jefes de división o de provincia al cumplimiento de órdenes superiores y la evasión de
responsabilidades para perseguir a los rebeldes, entorpecía cualquier plan militar.
12. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, fojas 199-226.
13. Trens, 1992, p. 136.

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PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER, LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

Las vicisitudes en el tráfico y comercio y sus repercusiones en las necesida­


des básicas de la población de la ciudad de Veracruz, se reflejan constantemente
en el sentir de aquellos que fungieron como testigos durante el proceso que nos
ocupa. Por ejemplo, Francisco Avilés, también sargento de las compañías urbanas,
atestiguó a favor de Juan Correa y declaró que lo conocía desde hacía 30 años
y que siempre había sido aficionado a la caza «particularmente ahora que ha to­
mado la cacería valor en la plaza y que se dificultan otros medios para buscar la
vida».14
También don José María Bosío un teniente de caballería de la plaza que fungió
como defensor del acusado Juan Correa destacó «la amarga situación de no tener
con que alimentarse él y su familia»:

careciendo de otra alhaja que vender o empeñar,.. por lo que las toma (los pa­
radas de cartuchos) como único remedio a su urgente necesidad y las vende a
la Santa María sin persuadirse en cometer en ello el menor crimen.15

Así, mientras las granadas aún no estallaban dentro de la ciudad de Veracruz,


ni los fusiles habían sido disparados derramando sangre en sus calles y plazas; la
pólvora y las balas sí circulaban de mano en mano en el interior del recinto. Por­
que mientras las batallas cobraban vidas a las afueras y a muy corta distancia de la
amurallada y protegida ciudad, el hambre y la enfermedad eran fantasmas de
la guerra que sí cundían en su población y barruntaban de casa en casa. Lo cual
en ocasiones obligaba a desafiar órdenes y hacía tambalear las lealtades. A final
de cuentas ¿qué tan subversivo podría ser cambiar pólvora por pan y chocolate
para sobrevivir?

LOS DILEMAS DE LA LEALTAD Y LA PARANOIA COLECTIVA

Tal y como se anotó en las actas del proceso, el asunto del sargento Correa y
de Manuela Antonia era de «muy poco monto» para las autoridades de Veracruz,
pero aun así, consideraron debía observarse con particular cuidado la «furtiva
extracción de municiones de guerra de esta plaza»:

las circunstancias del día piden con imperio el que se mire con mucha delica­
deza, con particularidad la furtiva extracción de municiones de guerra de esta
plaza que sirven para los infames enemigos del rey y de la patria tengan en con­
vulsión este país perpetrando enormes crímenes como asesinatos, robos...16

14. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226.


15. Ibidem.
16. Ibidem.

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Así, el gobernador consideró indispensable informar al virrey Calleja de lo


ocurrido debido a que «éste y otros expedientes le darán luces del Estado de esta
plaza y sus inmediaciones».17
Calleja en la misiva que había enviado en el recién pasado octubre de 1814
al ministro de guerra comunicando lo prioritario de recuperar el camino real de
mano de los enemigos por los enormes percances ocasionados al quedar «un
tráfico perjudicialísimo bajo el amparo y protección de los rebeldes», explicaba
cómo «todos los habitantes de pueblos y caseríos inmediatos» al camino se con­
vertían en insurgentes atraídos por las jugosas contribuciones que éstos exigían y
que obligadamente pagaban todos los que tenían que transitar por ahí.18
Por otro lado, desde junio del año de 1814, los comerciantes del puerto de Ve­
racruz se habían entendido con los rebeldes por mediación de Guadalupe Victo­
ria, para transitar sus mercancías por el camino real a cambio del pago de ciertas
contribuciones, ya que la falta de protección del Gobierno arriesgaba el sistema
de convoyes establecido. Molestos los realistas acusaron a los comerciantes de
apoyar la insurrección con tales acuerdos y Calleja dispuso severas disposiciones
sobre el tráfico. Nada de esto mejoró el tránsito por el camino y el comercio con
Cádiz siguió suspendido.19
En este convulsionado contexto donde el sistema de lealtades y obediencias
parecía desmoronarse y las complicidades se tejían por momentos a favor de los
insurgentes debido al poder que les otorgaba el tener el control del derrotero,
cundía la paranoia entre las autoridades realistas. A sus ojos era común que se
establecieran «relaciones ilícitas» entre realistas y los insurrectos bajo el pretexto
del hambre y la escasez y existía el temor y la gran preocupación de infiltraciones
de rebeldes al interior de la amurallada ciudad.20
La paranoia era colectiva. El vecindario estaba aterrado sobre todo después
del 10 de agosto de 1814, cuando una partida de insurgentes al mando de Guadalu­
pe Victoria intentó asaltar Veracruz justo a orillas de la muralla. Los patriotas de ex­
tramuros que ya habían sido alertados de los planes que éstos tenían para tomar
la ciudad salieron a enfrentarlos al amanecer en el sitio del «caño del fraile» y los
rebeldes tuvieron que protegerse en un médano que separaba «el callejón de
los ventorrillos» desde donde se batieron a fuego hasta casi las diez de la mañana.

17. a g n . Criminal, vol 504, exp. 5, ff. 199-226.


18. Archer afirma que los arrieros tenían que pagar un impuesto rebelde de tres pesos
por cada carga «para pasar con seguridad«: «En marzo de 1815, el gobernador de Veracruz,
Quevedo, informó a Calleja que los viajeros al puerto tenían que pagar ahora un impuesto
rebelde llamado el “pisaje” por el derecho a pasar desde el interior del país a Veracruz». Ar­
cher, 2008, p. 211.
19. Trens, 1992, p. 139.
20. Archer, 2008, p. 211.

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PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

Muchas horas de pánico y angustia para el vecindario que desde el interior de sus
casas del recinto amurallado presenciaron la bélica escena*

Este ataque tan inmediato a la ciudad tuvo en grande alarma a su vecindario


durante todo el día, repitiéndose después con frecuencia iguales sustos, siem­
pre que se dejaban ver algunos grupos de gentes sobre los médanos que se
hallaban a corta distancia de la población, y todavía años posteriores,., apenas
se anunciaba la aproximación de los insurgentes o de gentes que lo parecían, se
cerraban precipitadamente todas las puertas de las casas y de todos los estable­
cimientos públicos como si ya estuvieran los enemigos dentro de los muros.21

En este contexto cualquiera podía levantar sospechas, desde un sargento de


las compañías urbanas que como Juan Correa llevaba 22 años «de servir a Su Majes­
tad en la gloriosa carrera de las armas»,22 hasta una mujer de campo como Manuela
Antonia de Santa María que decía ser cazadora.
Por otro lado, recordemos que apenas unos meses antes -en octubre de
1814- se había establecido el congreso de los insurgentes con la promulgación
de la constitución de Apatzingán, lo que también despertó rabia e indignación
entre los realistas. De ahí que meses después, a principios del año de 1815, estu­
viese en marcha una campaña de ayuntamientos realistas como el de Xalapa, el de
Córdoba, el de Orizaba y el de Veracruz cuyo fin era deslegitimar al congreso
de los rebeldes y reafirmar la lealtad al rey:

esta villa de Xalapa, en la parte que reside la autoridad jurisdiccional del actual
cuerpo político, no ha contribuido ni autorizado en manera alguna a ios bandi­
dos bárbaros que se suponen diputados del soñado y ridículo congreso mexica­
no ni a otros cabecillas de la rebelión para que se representen a nombre de los
pueblos, ni a ninguna otra junta, ni asociación de los traidores.23

Además se publicitaba a través de bandos y actas de fidelidad al rey, la lealtad


a la figura real:

pues este recto ayuntamiento temeroso a Dios, a quien los perversos rebeldes
ofenden, amante del rey su señor natural, a quien respetan como delegado de
Dios en la tierra, y afectos a la patria, que por bondad del gobierno rigen, pu­
blican y confiesan.. ,24

21. Lerdo, 1850, pp. 124-125.


22. Así lo sostuvo el defensor del sargento Juan Correa en el proceso judicial.
23. Acta de fidelidad al rey levantada por el cabildo de Xalapa, en cumplimiento al bando
publicado el 24 de mayo con motivo de la instalación del congreso de insurgentes. Trens,
1992, p. 138.
24. Ibidem.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Tres años atrás, hacia 1812, cuando la Constitución de Cádiz arribó al puerto
de Veracruz a bordo de la goleta correo la Cantabria, el ayuntamiento de dicha
ciudad hizo todo un despliegue de propaganda política para publicitar la nueva
constitución y arraigar en la población la adhesión a las instituciones liberales en
medio de la crisis política, económica y social que ya por esos años atravesaba el
país.25 En este sentido, para los porteños, la guerra desde su estallido fue -como
lo afirma Juan Ortiz- más «política que de armas».26
Recordemos que todos los miembros del ayuntamiento de Veracruz eran
comerciantes ultramarinos y la paralización del comercio afectaba en gran me­
dida sus intereses. De ahí que a ellos también les conviniera más, hacer política
que tomar las armas.27 Pero, ¿no es también la política terreno fértil para que
germine la intriga, la traición o la sospecha? Esa fragilidad de lealtades e «ilícitas
relaciones» que parecían advertir autoridades realistas de la decadente Nueva
España, ¿cómo habrán sido vividas -por ejemplo- por los patriotas del puerto?
¿Qué sentimientos y emociones entrarían en conflicto en este convulsionado
escenario: la lealtad, la complicidad, el miedo, la obediencia, la paranoia, la com­
pasión? Veamos qué pistas nos ofrecen sus miradas hacia Manuela Antonia, la
mujer sospechosa.

MIRADAS DE CONDENA HACIA LA MUJER SOSPECHOSA

La mirada del delator

La aprehensión de Juan Correa y Manuela Antonia de Santa María se debió a


las sospechas que la mujer despertó en el pulpero Miguel Abascal. En su declara­

25. Gil, 2008, p. 99.


26. Juan Ortiz (2008:185), afirma que: -La experiencia demostró a los oficiales penin-
sulares que la guerra que libraban era más “de política que de armas”. Así, era la tropa la
encargada de promover entre la población, la justicia de la causa realista, las ventajas de su
gobierno, etcétera. Ortiz agrega que este tipo de política realista fue muy efectiva ya que se
logró la pacificación de los pueblos, pero que desafortunadamente hay muy pocos estudios
que aborden la guerra desde esta perspectiva».
27. Al respecto tenemos el ejemplo de los Murphy, una importante familia de malague­
ños que una vez instalados en la Nueva España destacaron como empresarios, políticos y
diplomáticos, ya que sus redes y asociaciones con casas mercantiles inglesas -Casa Gordon
y Murphy- les permitieron consolidarse privilegiadamente en el comercio trasatlántico. Existe
evidencia de que los Murphy también colaboraban con la sociedad secreta de los Guadalu­
pes, «un grupo que buscó sobre todo que el país alcanzara mayor autonomía con la forma­
ción de un Gobierno alterno y, para lo cual negociaron tanto con la insurgencia como con las
autoridades establecidas». En particular Mateo Lorenzo Murphy era correo de dicha sociedad
secreta y al mismo tiempo fungía como regidor del ayuntamiento de Veracruz, incluso en
1812 estuvo presente en todos los actos de la jura de la Constitución gaditana como miembro
del cuerpo capitular de la ciudad de Veracruz. Cfr. Souto, 2001, p. 249 y Gil, 2008, p. 112.

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PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

ción éste aseguró que cuando la Santa María le suplicó que le guardara las paradas
de cartucho con balas y las municiones, accedió «con objeto de ver si llevaba más,
siempre asegurándose en dar parte al ayudante de patriotas Manuel Galván». Para
cuando la mujer volvió a su tienda a recoger la pólvora encargada, Abascal ya ha­
bía avisado a un muchacho llamado Albino Bravo que era guardia en el cuartel de
extramuros con el fin de que la detuviera y avisara al cuartel: «lo que así se efec­
tuó llevándola a este paraje y registrándole los serones que no se le encontraron
otras cosas sino un frasco de aguardiente y las paradas referidas».28
¿Manuela Antonia sabría que el pulpero Miguel Abascal a quien le había dado
a guardar su pólvora, era también teniente de patriotas? Aunque el defensor de
ésta aseguró que ella lo sabía, lo cual, según él, era una prueba de que la mujer
no actuaba con malas intenciones, pensamos que probablemente no estaba en­
terada. Resulta ilógico y contradictorio que sabiendo que Abascal era un teniente
de patriotas, ella le suplicara que le guardara los cartuchos embalados por temor
a ser descubierta por los patriotas de las puertas de la muralla y del cuartel de
extramuros. Si Manuela Antonia se estaba aventurando a correr el riesgo, ¿cómo
iba a entregarse a los patriotas a través de un teniente, si su plan era escapar al
campo con la pólvora oculta para no ser descubierta? Aunque en estos tiempos,
todos los residentes de una ciudad se conocían, se sabía quién era cada quién y se
tenía información pormenorizada de su persona; es posible que Manuela Antonia
haya ignorado que Abascal era teniente de patriotas, porque a pesar de que la
mujer iba seguido a Veracruz a vender el producto de la caza a la plaza, residía en
su rancho de Mandinga situado a cinco leguas del puerto.
Miguel Abascal, el pulpero y teniente de patriotas, representa la figura del
delator. En las sociedades del Antiguo Régimen nada podía vivirse a escondidas
ni en secreto, la vida era pública y la mirada y palabra del otro contribuían a la
construcción del honor y del deshonor. El poder de la palabra: hablar del otro,
denunciarlo, delatarlo, injuriarlo, exhibirlo era algo tan común como la fragilidad
de la honra. Así, al igual que en las plazas y la calle, las pulperías además de ser
sitios dónde se expendían a menudeo comestibles y efectos varios, también eran
espacios donde a la vez que se compraba y se vendía, se charlaba, se platicaba,
se daba rienda suelta a la lengua y a la circulación del rumor.29 En tales tiempos
de crisis, como pulpero dedicado al comercio, Abascal debió haber padecido los
percances él mismo ¿qué podía vender en esos momentos en su tienda? ¿a qué
precios?, ¿quiénes podían comprarle lo poco que podría tener? Si la gente pudien­
te -que era una minoría- ya estaba huyendo hacia España para salvar su vida y
sus caudales, mientras que el resto de la población sobrevivía principalmente de
la cacería, de la pesca o de lo que podía. Evidentemente, en este crítico momento

28. a g n . Criminal, vol. 504, exp, 5, fojas 199-226.


29. Farge, 1987, pp. 194-195.

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de fragilidades y tensiones se agudizaba el estado de alerta de las personas y la


desconfianza y la sospecha salían a flote a la primera provocación.
La compañía de patriotas de extramuros se había establecido en julio de 1812
por órdenes del gobernador de plaza con el objeto de: «patrullar los barrios de la
población extramuros de la ciudad, hacer algunas salidas a los ranchos inmedia­
tos en persecución de los sublevados, imponer a las partidas de éstos que solían
presentarse en las inmediaciones y proteger a los hortelanos y «labradores fieles»
que principiaban entonces a establecer de nuevo sus siembras en los sitios que
«antes ocupaban los rebeldes».30 Así, Miguel Abascal, al delatar a la Santa María,
cumplía con su deber como patriota, ya que la pólvora y las balas en manos de la
mujer, la habían hecho parecer sospechosa ante sus ojos.

La mirada de la autoridad

Para Quevedo, quien en ese entonces fungía como gobernador de la plaza,


el caso era sumamente dudoso. Su punto de vista era que Manuela Antonia había
comprado las paradas de cartuchos «con el objeto de abastecer a algunos para
que hagan la guerra». Ya que, según él, las mujeres de campo eran con seguridad
las proveedoras de los cartuchos embalados y de armas a los insurgentes:

Las mujeres del campo son las seguras conductoras de los cartuchos embalados,
armas, en ello se debe poner mucho cuidado, y espantar con el rigor a hombres
que privados de la razón, no tratan más que de llenar de sangre una tierra que
en otro tiempo fue feliz. El caso a la verdad parece dudoso, a lo menos así se
presenta según la pintura, esto es, si Luis Correa vendió las paradas movido de
necesidad y sin fin depravado a Manuela Antonia de Santa María y ésta las com­
pró con el objeto de abastecer a algunos para que hagan la guerra, que juzgo
lo más cierto por el modo en que extrajo los cartuchos y no haber dicho desde
luego y antes que se los encontrasen, la causa y razón por qué los portaba.31

A los ojos de Quevedo, de los dos sospechosos y enjuiciados en este proceso,


la que tenía más visos de culpabilidad y traición era la mujer. A su parecer, el
sargento Luis Correa había vendido la pólvora movido por la necesidad y «sin fin
depravado» y Manuela Antonia la había comprado para abastecer a los enemigos,
y así lo suponía por la forma tan sospechosa en que intentó sacar los cartuchos
de la ciudad.

30. Lerdo afirma que esta primera compañía de «patriotas de extramuros» estuvo com­
puesta de cien hombres de infantería y cuarenta de caballería, al mando del teniente del
regimiento fijo de aquella plaza D. Pedro Monzón. También se alistaron en esta compañía
algunos de los «cabecillas» insurgentes indultados. Lerdo, 1850, p. 99.
31. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226.

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PÓLVORA EN NANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

Entonces, es posible que el gobernador no tuviera la menor duda de que


Manuela Antonia llevaba las paradas de cartuchos para dárselas a su marido
Domingo Antonio Flores, a quien imaginaba seguramente mezclado con los in­
surgentes; pero le hacían faltas pruebas. Por ello pidió hacer las averiguaciones
pertinentes, ya que consideraba necesario darle un escarmiento ya que reos que
cometían delitos similares, solían conseguir su libertad con facilidad y reincidían,
según él, para complacencia y gusto de los rebeldes:

Ya tengo dicho varias veces que la facilidad con que tales reos consiguen su li­
bertad, conduce a que repitan iguales excesos, y que impunemente abastecen a
los bandidos de estas inmediaciones de cuanto necesitan, así lo estamos viendo
y así lo publican ellos mismos sin reboso alguno, como lo manifiestan varios
expedientes, por consiguiente es de creer que hay muchas y muchos de la clase
de Manuela Antonia, están encargados de la conducción de municiones.32

Asimismo destacó que se debía «poner en debida consideración» a la mujer de


Luís Correa, Valentina Mendoza, quien también le despertaba sospechas y consi­
deró la posibilidad de que estuviese mezclada con los insurgentes:

la mujer del mismo (Correa), no pudo haber comprado los cartuchos embalados
para que cazase porque no hay donde pueda hacer de caza mayor, sino es con
eminente peligro de su vida, a menos que sea insurgente, y sólo podrá verificar­
lo con Pichiches y otra aves que andan en la inmediata playa o laguna cercana
de Doña Beatriz.33

De manera que, a los ojos del gobernador Quevedo las sospechosas y cul­
pables por su complicidad con los rebeldes eran las mujeres, a diferencia de su
mirada indulgente hacia el hombre involucrado en el caso, el sargento Correa. Los
argumentos en que basaban sus suposiciones eran: lo común que era que las mu­
jeres de campo como Manuela Antonia abastecieran a los rebeldes; lo común que
era que las mujeres familiares de insurgentes les apoyaran de ésta y otras formas
más; y que los cartuchos embalados consignados que habían estado en manos
de Valentina Mendoza y pasado a manos de la Santa María solían ser utilizados
para hacer caza mayor, es decir para animales grandes o «para la destrucción de
hombres» y que por las inmediaciones cercanas a la ciudad no había fauna para
efectos de hacer caza mayor, sólo en tierra más adentro, lo que representaba «emi­
nente peligro de su vida, a menos que sea insurgente».34

32. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226.


33. Ibidem.
34. Ibidem.

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La mirada de recelo de las autoridades realistas hacia las mujeres que creían insur­
gentes,la expone también María José Garrido en su trabajo sobre las mujeres de Pén-
jamo, quien afirma que éstos las consideraban «aún más criminales que los hombres».
Y que «fiadas en el sexo han sido el conducto para seducir a toda clase de vivientes
valiéndose de cuanto atractivo tienen». Esto era lo que a los ojos de los realistas las
hacía peligrosas y difíciles de combatir, y no tanto su condición femenina. Incluso en
el Bajío tachaban de prostitutas a mujeres que reivindicaban la causa insurgente.35

La mirada de la defensa

La vendedora de «cacería muerta». Im agen construida p o r testigos

Como ManuelaAntonia y Juan Correa sospechosos por el delito de infidencia


no podían ser condenados por la falta de pruebas, las autoridades ordenaron que
se hiciera una «averiguación de su conducta» y Mateo Manjón y Marcos Freire
comparecieron bajo juramento para hacer sus declaraciones sobre el comporta­
miento de la Santa María. El primero de ellos, Mateo Manjón, de oficio pulpero
afirmó que conocía a Manuela cuando él vivía en Boca del Río y solía verla pasar
por ahí de camino a la ciudad de Veracruz cargando «verduras, frutas y venados
y cacería muerta» con el fin de venderla en la plaza, «no dando mala nota de su
persona».También añadió que a su marido no lo conocía, pero que sabía que era
tirador.36
El segundo declarante Marcos Freyre de oficio tendero repitió lo dicho por
el anterior:

... que conoce a Manuela Antonia de Santa María por haberla visto pasar por
Boca del Río conduciendo a esta plaza verdura y cacería desde su rancho situa­
do en Mandinga sin haberle notado mala conducta ni mezcla en la insurrección,
que a su marido lo conoce por la misma razón y sabe es tirador, no pudiendo
informar sobre su conducta por haberlo tratado poco.37

Entre la ig n o rad a, la inocencia y el «candor natural» d e M anuela Antonia

Don Joaquín Núñez, alférez de caballería de la segunda compañía urbana


de Izúcar y agregado al regimiento de caballería de esta plaza nombrado defensor de
ManuelaAntonia de Santa María para este proceso, representa la imagen de la sos­
pechosa como una mujer con un candor natural, sin malicia, ni doblez. Ingenuidad

35. Garrido, 2003, pp. 180-181.


36. a g n . Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226.
37. Ibidem.

168

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PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

que era prueba de su inocencia porque ¿quién sería tan estúpido e ignorante de
entregarle de sus propias manos a sus enemigos la pólvora con que habrían
de atacarle?:

Si a quien se delata reo, se juzgara por la denuncia, y no por las pruebas, Ma­
nuela Antonia de Santa María sería delincuente, no así en esta, porque no tiene
una en su contra como VSS lo tendrán ya penetrado según lo que manifiesta el
proceso, pues procedió con un candor natural, sin doblez, ni malicia en haberle
dejado a guardar las dos paradas de cartuchos a Miguel Abascal, porque mi
defensa no ignoraba, era Patriota de Extramuros o Teniente de ellos [...] ¿habrá
quien sea tan estúpido e ignorante, que ponga en depósito de su contrario, las
armas con que lo ha de ofender?

De acuerdo al documento que nos ocupa, un auditor había afirmado que


los cartuchos embalados cómo los que se le habían confiscado a la Santa María
eran comúnmente utilizados para «caza mayor» o «destrucción de hombres». Ar­
gumento que fue debatido por su defensor quien arguyo que los cazadores «los
aprovechan por cortaditas o para hacer con ellos municiones economizando de
este modo en su ejercicio para la mayor utilidad».
El defensor declaró también que todos los testigos habían avalado la bue­
na conducta de Manuela Antonia y que su inocencia era patente, aún y cuando
hubiera tenido conocimiento de la prohibición de comprar pólvora y armas, ya
que lo que la motivaba para hacerlo era la buena intención «de buscar un medio
lícito de que subsistir» e incluso agregó: «podré seguramente decir que la misma
naturaleza la defiende».
Así, el defensor destacó en su discurso la ingenuidad e ignorancia implícitas
en el proceder de la mujer con el fin de darle fuerza al argumento de sus «bue­
nas intenciones», ya que lo que le interesaba apuntalar a éste, es que la pólvora y
balas que le habían sido descubiertas eran para alimentarse ella y su familia, y así,
hacerle frente a las duras circunstancias por las que se atravesaban. Para terminar,
apeló al abandono al que estaban sometidos sus hijos pequeños al llevar ya casi
dos meses presa y suplicó al Consejo que la Santa María fuera puesta en libertad:

A vista pues de estos testimonios que favorecen a mi defensa y el haber sufrido


cerca de dos meses en la cárcel con abandono de sus inocentes hijos, suplico a
la benignidad de este sabio consejo se sirva mandar sea puesta en libertad.38

Finalmente, aunque a los dos sospechosos no se les pudo probar el delito


de infidencia, el consejo de guerra decidió condenar a Juan Correa a dos meses de
servicio en el hospital de San Sebastián y a Manuela Antonia de Santa María a

38. agn. Criminal, vol. 504, exp. 5, ff. 199-226.

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pasar dos meses recluida en la casa de recogidas de la ciudad de Veracruz por la


venta y compra de dos paradas de cartuchos embalados.

EPÍLOGO. LA AVENTURA DE CORRER EL RIESGO

Debo de confesar que la primera vez que me acerqué al documento del pro­
ceso de Manuela Antonia y Juan Correa, esperaba encontrar en sus líneas la figura
de una mujer inmersa de lleno en la lucha insurgente. Como por ejemplo, Manue­
la Medina, capitana de Morelos a quien hace alusión Juan Nepomuceno Rosains
en su diario de la toma de Acapulco en 1813. Rosains se expresa de ésta, como
mujer extraordinaria a quien la junta le dio el título de capitana porque había
hecho varios servicios a la nación, pues había levantado una compañía y se
había hallado en siete acciones de guerra.
O esperaba descubrir en la Santa María, una imagen similar a la de María Teresa
Barragana, mujer insurgente de la región a quien hacia 1812 los conspiradores Eva­
risto Molina, José Rosado y José García -todos del cuerpo de artilleros de Veracruz-
le habían prometido la entrega del puerto de Veracruz a cambio de dinero. Lo cual
no llegó a efectuarse debido a que los conspiradores fueron descubiertos.39
No obstante, y a pesar de la aparentemente anodina imagen de la Santa María
que me había dejado la primera lectura del documento, su figura seguía resultán­
dome atrayente: ¿una mujer en medio de la guerra civil intentando engañar a los
guardias patriotas sacando a escondidas de la ciudad aguardiente, pólvora y balas
pese a las prohibiciones existentes? Lo arriesgado de sus actos, la convertían ante
mis ojos en una mujer valiente y audaz, porque si correr el riesgo en tiempos de
paz resultaba peligroso, imaginemos lo que significaba en tiempos de guerra. Sa­
bía que el documento podía aportar mucho más si se profundizaba en su lectura
y si se intentaba un ejercicio historiográfico.
En efecto, haber rastreado las huellas de la mujer: su intento fallido de huida
con las municiones, su detención y cateo en el cuartel de extramuros a manos de
los patriotas, su juicio y sus meses de prisión alejada de los suyos, me introduje­
ron a un momento crucial en la historia de Veracruz. Un momento de incertidum-
bre y miseria para los habitantes de la ciudad y de fragilidad de lealtades entre
militares, comerciantes, autoridades, mujeres de campo y de la ciudad que osci­
laban entre las rupturas y las alianzas dependiendo de los intereses particulares
de cada uno. Así, grupos del vecindario a veces se encontraban en complicidad
con los insurgentes y a veces reafirmaban su lealtad a los realistas. Estas ambi­
güedades y tensiones reflejan el horizonte convulsionado que prevalecía en este
momento histórico por el desmoronamiento de la monarquía en la Madre Patria

39. Ávila, 2008, p. 166.

170

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PÓLVORA EN MANOS DE MUJ ER. LAS LUCHAS DE MANUELA ANTONIA

y el resquebrajamiento de un sistema de creencias instituido por el poder desde


tiempos inmemoriales que como hemos visto trastocaba el imaginario colectivo
en ámbitos locales como Veracruz.40
Además, conforme profundizaba en la investigación, la figura de Manuela An­
tonia de Santa María iba adquiriendo mayor relevancia ante mis ojos. Una mujer
intrépida que había desafiado el peligro, corrido el riesgo y asumido sus conse-
cuencias.Vivir en medio de la guerra, es vivir en el límite de la vida y de la muerte,
en el borde del dolor y la supervivencia... Era esa delgada línea, el resorte que
impulsaba a seguir luchando.
Hoy me pregunto, ¿qué más da saber a qué bando pertenecía Manuela Anto­
nia? ¿O que tan relevante resulta indagar si pertenecía o no a bando alguno? Si
ya hemos visto cómo para 1815 en la ciudad de Veracruz las pertenencias a los
grupos eran ambivalentes y el sistema de lealtades era tan frágil como la misma
situación política, económica y social de la Nueva España. De manera que, el caso
de Manuela Antonia me hizo reflexionar sobre los desafíos historiográficos que
debemos enfrentar los historiadores de cara al bicentenario de la Independencia.41
¿Hasta dónde resulta pertinente seguir pensando la historia de la Independencia
como la lucha entre partidos antagónicos como: insurgentes vs. realistas, peninsula­
res vs. criollos o la idea preconcebida de sujeción colonial vs. independencia? ¿No
deberíamos repensar «la historia de bronce» de los héroes patrios y rescribirla desde
las circunstancias propias del México que nos está tocando vivir? Actualizar los
textos del pasado con nuevas interrogantes para obtener respuestas que rompan
con viejos esquemas de la historia oficial para reescribirla. Pienso que ese es
nuestro reto, ese es el riesgo que nos corresponde correr y asumir como historia­
dores interesados en revisar, problematizar y reescribir la historia de nuestro país.
Una historia nueva, viva, activa, de hoy

ARCHIVOS

agn m Archivo General de la Nación, México.

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171

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

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172

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LA CRISIS FISCAL DE CARTAGENA EN LA ERA DE LA INDEPENDENCIA, 1808-1821*
Adolfo Meisel R o a

INTRODUCCIÓN

En los primeros años del siglo x t x , Cartagena de Indias era uno de los puertos
fortificados más importantes del Caribe hispánico. Su economía estaba en clara
expansión, así como su población, que era la segunda del Virreinato de la Nueva
Granada. Cuando se creó el virreinato, a comienzos del siglo xvrn, incluso se con­
sideró en hacerla la capital del mismo. La idea se descartó, pues se argumentó
que podía ser vulnerable a los ataques navales. Sin embargo, en ese siglo hubo
virreyes que nunca llegaron a Santa Fe y se establecieron en el puerto durante
todo su mandato.
Cuando se iniciaron los sucesos que llevarían a la independencia de España,
Cartagena estuvo siempre muy decidida por la causa patriota. Esto, a pesar de que
dependía de los dineros que, vía el situado, le enviaban las otras provincias para
cubrir sus enormes gastos militares, que eran la base de su prosperidad.
En este trabajo estudiamos las finanzas públicas de Cartagena, entre 1808 y
1821, para entender cómo se afectaron por la lucha por la independencia y, así
mismo, cómo afectaron esa lucha. Buena parte de la información que se utiliza,
y que proviene del Archivo de Indias en Sevilla, España, no había sido publicada
hasta ahora. Por esa razón, y porque la historiografía tradicional no le dio la de­
bida importancia a los aspectos económicos de la Independencia, creemos que

* Trabajo presentado en el VII Simposio Sobre la Historia de Cartagena, Banco de la Re­


pública-Observatorio del Caribe Colombiano, 12-14 septiembre, Teatro Heredia-Adolfo Mejía,
Cartagena. 2007. El autor agradece los comentarios de Salomón Kalmanovitz, María Aguilera,
Jaime Bonet, Irene Salazar, Julio Romero y Joaquín Viloria.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

se abre una perspectiva sobre este período, que permite entender mejor algunos
debates y sucesos que hasta hoy no eran suficientemente claros.
En la segunda sección, se analiza de manera sucinta como eran los ingresos y
egresos de la Caja Real de Cartagena antes de 1811, así como algunos aspectos
del comercio exterior. En la tercera parte, se discute la crisis fiscal que se vivió
en el periodo 1811-1815 y las diferentes medidas que tomaron los patriotas para
mitigarla. Luego, se trata la difícil coyuntura fiscal de los años de la Reconquista,
cuando la economía local, y sus finanzas públicas, se habían empobrecido debido
a la guerra de Independencia. Finalmente, se presentan unas conclusiones.

LA ECONOMÍA DE CARTAGENA ANTES DE LA INDEPENDENCIA

En la década anterior a la independencia, la economía de Cartagena de Indias


se afectó mucho por las guerras imperiales que España libró contra Inglaterra,
1796-1802 y 1805-1807. Por un lado, esas guerras traumatizaban el comercio
exterior, de gran importancia para una ciudad portuaria, pues el comercio legal
en ocasiones llegaba a una virtual parálisis perjudicándolo en gran medida, pero
que resultaban un gran estímulo para el contrabando, que de hecho se incremen­
taba enormemente, tal como lo comenta el comerciante José Ignacio de Pombo,
en sus diferentes informes que preparó entonces para el Consulado de Comercio
de la ciudad.1
Pero, por otro lado, la economía cartagenera se beneficiaba de la lucha inter­
imperial, ya que recibía del resto del Virreinato de la Nueva Granada y de Quito
un subsidio anual, llamado situ ad o, para mantener la tropa y las fortificaciones, y
para invertir en la ampliación de las instalaciones militares.2
Entre las ciudades fortificadas del Caribe, después de La Habana, fue Carta­
gena la que recibió un mayor situado, tanto en valor absoluto como per cápita.3
El influjo de recursos fiscales que recibía Cartagena vía el situado era tan grande
que se convirtió en el motor de su dinámica económica. En el primer quinquenio
del siglo xix, 1801-1805, el situado representó el 53,1% de los ingresos fiscales de
Cartagena, que en términos per cápita era la ciudad del virreinato con mayores
ingresos fiscales.

1. José Ignacio de Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, Procultura,


Bogotá, 1986.
2. Aunque en sentido estricto el situado se refería a los fondos destinados a pagarle los
sueldos a los soldados y los oficiales, aquí lo usamos para referirnos a las transferencias
enviadas con esa finalidad a Cartagena, así como a las de mantenimiento y construcción de
fortificaciones y demás gastos militares.
3- Adolfo Meisel Roca, «¿Situado o contrabando? La base económica de Cartagena de
Indias a fines del Siglo de las Luces», en Haroldo Calvo Stevenson y Adolfo Meisel Roca, Car­
tagena de Indias en el siglo xvjii, Cartagena, Banco de la República, 2005.

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LA CRI S I S FISCAL DE C A R T A G E N A EN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

Es necesario tener en cuenta esa dependencia que tenía Cartagena del situa­
do para sufragar sus gastos, pues ayudará para entender mejor los aspectos eco­
nómicos de la Primera República cartagenera (1811-1815) y de la Reconquista
( 1816- 1821).

Las finanzas coloniales de un puerto fortificado

Los ingresos fiscales de la Caja Real de Cartagena en el periodo anterior a


la declaración de Independencia absoluta, en 1811, fluctuaban alrededor de un
millón de pesos de plata y los egresos eran una suma más o menos similar (véase
cuadro 1).

C u adro I
Prom edio a n u al d e l carg o y data de la T e so re ría de C artagena 1 8 0 5 - 1 8 1 9

Años Valor cargo Valor data

1 8 0 5 -1 8 1 0 9 9 7 .1 6 6 8 1 1 .6 5 4
1814 2 .6 5 5 .9 4 1 2 .6 1 8 .7 0 0

1 8 1 6 -1 8 1 9 6 3 7 .0 8 8 4 9 9 .3 8 2

Nota: El cargo son los ingresos de la Tesorería y la data los egresos. En razón de que las
prácticas contables de la época incluían no sólo algunas existencias, como lo sobrante en
caja del año anterior, y pagos en tránsito, las cifras han sido depuradas para evitar dobles
contabilizaciones.
Fuente: Para 1805-1810 y 1818-1819, Archivo General de Indias, Santa Fe, varios lega­
jos y Cuba. Para 1816-1817, Archivo José Manuel Restrepo. Para 1814, Manuel Ezequiel
Corrales, Autógrafos de varias personas de gran distinción y elevado carácter oficial,
Biblioteca Fernández de Madrid, Cartagena, 1889.

Más de la mitad de los ingresos totales estaba representada por los situados
que recibía de Quito y Santa Fe. Los otros ingresos, que seguían en orden de
importancia, eran el estanco del tabaco, los derechos de aduana y el estanco del
aguardiente. En 1805, un año más o menos típico, el situado representó el 57,1%
de los ingresos totales. La suma del situado con tabaco, aduana y aguardiente se
elevó al 80,8% de los ingresos (véase cuadro 2). Es muy importante señalar que los
ingresos de tabaco y aguardiente eran el resultado del poder de consumo de
los habitantes del puerto, que era creciente y muy vital en razón de la inyección
permanente de recursos vía el situado.

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Se debe mencionar que Cartagena tenía el monopolio del comercio exterior


del virreinato y por eso tenía unos ingresos por derechos de aduana que se pa­
gaban sobre las mercancías que exportaba e importaba todo el virreinato. Es
decir, que éste era una especie de subsidio adicional que recibía Cartagena para
financiar sus gastos militares, por cuanto ese ingreso era generado por la activi­
dad económica de todas las provincias, las cuales, por lo tanto, hubieran podido
reclamar iguales derechos sobre esos ingresos y la necesidad de compartirlos,
como de hecho lo hicieron las provincias del interior desde los primeros años de
la república. Este punto lo trataremos más adelante.

Cuadro 2
Composición del cargo de la tesorería de la Real Hacienda de Cartagena, 1805

Concepto %
Situado 57,1
Tabaco 13,7
Aduana 6,7
Aguardiente 3,3
Otros 19,2
Total 100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

La composición del gasto muestra lo central que eran para Cartagena su guar­
nición y sus fortificaciones. En 1805, por ejemplo, el 86,4% de los gastos de la
Caja Real local se destinaron a fines militares (incluyendo el hospital, pues era un
hospital militar). El principal egreso lo constituían los sueldos y las prestaciones
militares (véase cuadro 3).
Los cientos de soldados profesionales del Regimiento Fijo, las decenas de ofi­
ciales y suboficiales y los artesanos, empleados y sirvientes que estaban al servicio
de la tropa y la marina, recibían su remuneración de esta fuente, de manera direc­
ta o indirecta. La función militar, era la razón de ser de la prosperidad cartagenera
al iniciarse el siglo xix.

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LA CRI SI S FISCAL DE C A R T A G E N A ÉN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

Cuadro 3
Composición de la data de la tesoreria de ia Real Hacienda de Cartagena, 1805

Concepto %
Sueldos y prestaciones militares 42,9
Consignación de guardacostas 35,2
Suministrado a la marina para buques sueltos 5,4
Gastos de hospital 2,9
Sueldos de políticos y Real Hacienda 2,9
Otros 10,7
Total 100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

Aspectos del comercio exterior por Cartagena

La aspiración de Cartagena, así como de muchas provincias de la América


Española desde fines del siglo xvm, era poder comerciar con todos los países del
mundo sin las trabas mercantiles que imponía el régimen colonial. La obligación
de comerciar con puertos españoles -que a menudo sólo hacían el transbor­
do de mercancías llegadas del norte de Europa-, encarecía las importaciones de
productos por parte de los americanos, lo cual incentivó un activo comercio
de contrabando. Para reducir ese contrabando el comerciante José Ignacio de
Pombo proponía que se redujeran a un mínimo los derechos de importación
sobre los artículos que no se producían localmente, pues:4 «... como dice Smith,
en la aritmética de las aduanas, no sólo dos y dos no componen cuatro, sino que
por lo general cuatro y cuatro hacen solamente dos».
Con la invasión de los ejércitos de Napoleón a España y la crisis del comercio
exterior peninsular, las colonias americanas tuvieron la oportunidad de comer­
ciar libremente con otras naciones, excluyendo a Francia y sus colonias. El análisis
de los impuestos pagados en 1809 a la aduana por los comerciantes de la ciudad
nos da una idea muy clara de los sitios con los que se comerciaba y quiénes eran
algunos de los importadores más prominentes.
En 1810,1a Suprema Junta de Cartagena de Indias formalmente hizo una aper­
tura del comercio exterior de la provincia, por medio de un decreto cuyo artículo
primero decía:5

4. Pombo, op. cit., p. 79. Pombo se refiere a Adam Smith.


5. a jm r, «Suprema Junta de Cartagena y su Provincia vista del expediente promovido por
el Procurador General, para el arreglo del sistema de comercio», Cartagena, 1810.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

El puerto de Cartagena de Indias queda


abierto para el comercio con todas las naciones
aliadas y amigas de la España libre que en la
actualidad son, y en adelante fueren; y en el
funesto caso de que sea aquella subyugada
por la Francia, (con la cual en ninguno podrá
abrirse el comercio sin una paz general), lo
continuará solo con las que soliciten la amistad
de la América española, y reconozca la independencia.

De acuerdo con la base de datos que hemos construido con los registros del
Libro R eal Com ún y G eneral d e Cargo y D ata d e la R eal A du an a d e Carta­
gena, en 1809, el 50,9% de las importaciones del puerto llegó de Jamaica. Otro
9,7% y 0,5% venían de Londres y Trinidad, respectivamente; del Imperio Británico
provenía el 61,1% de las importaciones.Además,de Estados Unidos llegó el 19,4%
de las mercancías, así que más del 80% provenía de fuera del mundo hispánico
(véase cuadro 4). Corrobora ello que sólo las imposiciones coloniales habían lo­
grado mantener una hegemonía hasta esa época del comercio legal a través de
los puertos de España.

Cuadro 4
Importaciones de Cartagena de Indias con origen fuera del Virreinato de u Nueva Granada, 1809

Origen Valor (Pesos de plata) Participación %


Jamaica 71.366 50,9
Estados Unidos 27.246 19,4
Londres 13.653 9,7
Cádiz 12.964 9,2
Cuba 4.884 3,5
Málaga 2.031 1,4
Zaragoza 1.978 1,4
Puerto Rico 944 0,7
Trinidad 659 0,5
La Guaira 653 0,5
Otros 3.871 2,8
Total 140.249 100,0

Fuente: Archivo General de la Nación, Sección Colonia, Libro Real Común y General de
Cargo y Data de la Real Aduana de Cartagena, 1809, y cálculos del autor.

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LA CRISIS FISCAL DE C A R T A G E N A EN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

El valor de los impuestos de aduana cancelados en 1809 por los diferentes


comerciantes de la ciudad muestra la jerarquía relativa en ese momento de los
diferentes grupos familiares. En primer lugar aparece Manuel Gnecco con el
17,6% del total. Sobre Gnecco no hay mucha información, pero parece que era
un comerciante peninsular. En 1795 en la lista de los principales comerciantes
de Cartagena con España aparece un Agustín Gnecco, pero no sabemos si tenían
una relación familiar.6 Manuel Gnecco también hizo importaciones en 1809 con
Rafael Salión Juan Antonio Ugarrizajuan Bautista Campo Juan Yncera y Gregorio
Gómez (véase cuadro 5).

Cuadro 5
Valor de las importaciones realizadas por los principales comerciantes de Cartagena de Indias, 1809

Comerciante Valor (pesos de plata) Participación %

Manuel Gnecco 33.906 17,6


José Casamayor 9.274 4,8
Juan de Dios Amador 8.448 4,4
Manuel Gnecco y Rafael Salion 7.729 4,0
José Blanco 7.531 3,9
Manuel Demetrio Vega y Diego Espinosa 7.522 3,9
Juan Berengue 6.481 3,4
Tomás Andrés Torres 6.257 3,2
Juan Antonio Ugarriza 5.203 2,7
Lázaro María Herrera 4.693 2,4
Juan Jorge Peoli y Tango 3.810 2,0
Juan Antonio Ugarriza, Manuel Gnecco,
Juan Bautista Campo, Juan Yncera y
Gregorio Gómez 3.332 1,7
Juan Yncera 3.334 1,7
Juan Bautista Campos 3.071 1,6
Juan Antonio Ugarriza, José Blanco,
Domingo Botet, Diego Espinosa y
José María Guerra 2.794 1,4

6 , agn c., Relación de los individuos del comercio de España y del país que existen en esta
Plaza, con expresión de sus dependientes, calle y casa de habitación, Cartagena, 23 de mayo,
1795, Sección Colonia, Censos varios departamentos, Tomo VI, ff. 98-115.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Cuadro 5 (continuación)

Comerciante Valor (pesos de plata) Participación %

Miguel Gnecco 2.601 1,3


Juan de Francisco Martin 2.472 1,3
Juan Bengoechea, Antonio Romay, José
Ramos, Juan Bautista Ramos 2.357 1,2
Joaquin David 2.329 1,2
Gerardo Torres 2.207 1,1
Manuel José del Castillo 2.174 1,1
Manuel José del Castillo, Juan de la Cruz y
Francisco Porras 2.110 1,1
Juan Vicente Romero Campo 2.109 29,7
Total 140.249 100,0

Nota: Se incluyeron aquellos que en 1809 realizaron transacciones de comercio exterior


por más de 2.000 pesos de plata. Algunos aparecen varias veces, ya que en ocasiones ha­
cían pagos con otras personas.

Fuente: Archivo General de la Nación, Sección Colonia, Libro Real Común y General de
Cargo y Data de la Real Aduana de Cartagena, 1809, cálculos del autor.

En 1809, después de Manuel Gnecco, quien más pagó derechos de aduana


fue José Casamayor, con el 4,8%. En 1795, Casamayor era dependiente del comer­
ciante Ramón de Posadas.7 Le seguía Juan de Dios Amador, hijo del comerciante
gaditano Esteban Baltasar Amador, quien en las décadas finales del xvin fue uno
de los más prominentes hombres de negocios de la ciudad. Con los hermanos y
cuñados, entre quienes estaban los también comerciantes José Arrázola Ugarte
y José Ignacio de Pombo, los Amador conformaron una exitosa red de comercio
que incluía a Cádiz, La Guaira y Guayaquil Juan de Dios fue uno de los firmantes
del Acta de Independencia de Cartagena el 11 de noviembre de 1811. Además,
fue Gobernador del Estado Soberano en 1815. A fines de ese año emigró hacia las
islas del Caribe con los defensores de la ciudad que escogieron el exilio antes que
rendirse ante el sitio impuesto por las tropas de Morillo.8
Otro de los comerciantes que aparece en un lugar destacado en 1809 en los
pagos a la aduana de Cartagena es Tomás de Andrés Torres. A diferencia de Ama­

7. Ibid.
8. Sobre los Amador, véase, Adolfo Meisel Roca, «Entre Cádiz y Cartagena de Indias: la red
familiar de los Amador» en Luis Navarro García (coord.), Elites urbanas en Hispanoamérica,
Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005.

Índice
LA CRI SI S FISCAL DE C A R T A G E N A EN LA ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

dor, de Andrés Torres se opuso a la independencia. Este comerciante era oriundo


de Soria, Castilla la Vieja, y había llegado a Cartagena en 1787.9 Fue prior del Consu­
lado de Comercio. En 1810 fue uno de los comerciantes españoles que financió una
contrarrevolución del Cuartel del Fijo que fracasó y que llevó a que se tomaran re­
presalias contra el y sus asociados, como Juan de Francisco Martin y Juan Yncera.

LA CRISIS FISCAL EN LA PRIMERA REPÚBLICA, 1811-1815

La crisis fiscal afectó a Cartagena de Indias desde 1809, ya que desde ese mo­
mento el valor anual del situado empezó a reducirse. Quito, por ejemplo, dejó de
enviar su situado anual a Cartagena desde ese año. En 1809 el situado fue sólo
el 78,8% del año anterior, 1808, que fue un año regular al respecto. En 1810 la
reducción fue más severa, sólo fue 34,8% de lo que había sido en 1808.
Algunos dirigentes de la ciudad, como el comerciante Tomás de Andrés Torres,
expresaban sus dudas sobre el curso que estaban tomando los acontecimientos
políticos locales, máxime cuando existía una gran dependencia de las remesas del
situado que recibía de las provincias del interior:10

... yo quisiera que se me dijere, aun en la


hipótesis, negada de ser justo tal procedimiento,
para el caso de ser bloqueada la Plaza, que
recursos son con ios que cuenta Cartagena.
Desgraciadamente aun los escasos que pudiera
prometerse de su propia Provincia se han sustraído.
De la que fue capital del Reino, Santa Fe, por sus
propias últimas comunicaciones vemos que nada
hay que esperar. Las otras provincias del Reino de
donde pudiéramos prometernos sufragios han
reconocido el Consejo de la Regencia y es de creer
firmemente que en el caso de ser afligida por ordenes
del mismo Supremo Consejo, excusarían auxiliarnos
sabiendo que no se había admitido al gobernador de
la plaza... No hay pues otros puntos de donde
prometerse recursos, porque La Habana subsiste
sin novedad en su territorio y si algunos franquease
seria seguramente como los demás contra Cartagena.

9. Para la información sobre Tomás de Andrés Torres nos basamos en Ripoll, María Te­
resa, La elite en Cartagena y su tránsito a la República. Revolución política sin renovación
social, Uniandes-Ceso, Bogotá, 2006, pp. 53-55.
10. a c p , Memorial de don Thomas de Andrés Torres a las autoridades explicando su con­
ducta en la deposición del Gobernador Montes y su posición en la Junta que lo reemplazó en
el gobierno, Cartagena, 3 de noviembre de 1810.

181

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Con que quedamos reducidos a lo que rinda la


Administración de Aduana y rentas estancadas del
casco de Cartagena, y aun estas tristes esperanzas
problemáticas, por que no está fuera del orden que
nuestros propios puertos y los de los ingleses cerrasen
a nuestro comercio para que por todas partes
quedáramos aislados. ¿Cuál sería en tan amarga
circunstancia la suerte de Cartagena y de sus
habitantes? ¡Horroriza el considerarlo!

Una de las cosas que hicieron las autoridades de Cartagena para mitigar la
crisis fiscal fue la obtención en 1811 de un préstamo de 30.000 pesos entre los
principales comerciantes y hacendados de la ciudad, de acuerdo a unos valores
establecidos por el Consulado de Comercio. A José Casamayor, quien en 1809
fue el segundo comerciante que más pagó derechos a la Aduana de Cartagena, le
correspondió prestar 1.000 pesos, como constó en el recibo que le expidieron:11

El Sr. Don José Casamayor ha entregado


en estas reales cajas la cantidad de mil pesos
que han cabido en el prorrateo de treinta mil
pesos formado por los Sres. prior y cónsules
del Real Consulado en orden de la Suprema
Junta y en calidad de empréstito para atender
a las urgencia del erario. Cartagena, 29 de
agosto de 1811. Son: 1.000 ps.

La situación fiscal de Cartagena se agravó a raíz de la declaración de inde­


pendencia absoluta el 11 de noviembre de 1811. Claramente, no había ninguna
posibilidad de que aquellas provincias que aún conservaban alguna lealtad hacia
la Corona española iban a enviar a Cartagena la parte del situado que les co­
rrespondía. Además, una de las primeras consecuencias de la fragmentación que
produjo la invasión napoleónica a España fue la fragmentación política y fiscal de
las colonias en América.12 Hasta 1808, las cajas reales menores superavitarias en­
viaban sus excedentes a la cajas principales y estas a su vez a la caja principal del
virreinato, que era la de Santa Fe. Finalmente, la caja de Santa Fe de Bogotá envia­
ba los excedentes consolidados a Cartagena, vía situado, o a España, como aporte

11. Barriga, Femando, Finanzas de nuestra prim era independencia, Bogotá, Academia
Colombiana de Historia, 1998, p. 59.
12. Irígoin, María Alejandra, «Macroeconomic Effects of Spanish American Independence:
The Effects of Fiscal and Currency Fragmentation, 1800s-1850s», 63th Annual Meeting, Nash­
ville, Economic History Association, Sept. 19-21, 2003-

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LA CRI SI S FISCAL DE C A R T A G E N A EN LA ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

de la colonia a las finanzas de la Corona. Al no existir el sistema coercitivo que


producía estas transferencias, cada provincia empezó a decidir qué hacer con
los excedentes. Muchas optaron por usarlos para cubrir sus propias necesidades,
como sucedió con Quito desde 1809.13A1 respecto, North,Weingast y Summerhill,
señalan que el régimen colonial era de tipo autoritario, donde la Corona tenía los
mecanismos para hacer cumplir las obligaciones que imponía.14 El caso de las
transferencias fiscales asignadas a las distintas cajas reales es una muestra de ellos.
Una vez que desapareció la autoridad de la Corona se empezó a construir muy
lentamente para las necesidades apremiantes de la lucha por la independencia,
un orden político más democrático que dependía del consenso.
El 30 de marzo de 1812, Manuel RodríguezTorices, vicepresidente del Estado
Soberano de Cartagena, en carta enviada al presidente de Cundinamarca expresó
la frustración de los cartageneros con la actuación en materia fiscal de las provin­
cias del interior:15

Los clamores de Cartagena han sido desatendidos


hasta ahora por casi todas las provincias, sus amigas
y compañeras del Reino...

Sin embargo, la percepción que había entre algunos dirigentes de las provin­
cias del interior era que Cartagena estaba usurpando las facultades que le corres­
pondían a las provincias unidas en materia fiscal y de comercio exterior para
beneficio de sus propias finanzas:16

A pesar de que el acta de federación a la cual


se había sujetado aquella provincia, los productos
de las aduanas de los puertos correspondían ai
gobierno de la unión, lo mismo que dictar los
reglamentos según los cuales se debían exigir
los derechos, ninguna de estas disposiciones se
observaba.

13. Esta misma situación se presentó en el Virreinato de la Nueva España. El historiador


Luis Jáuregui señala que desde 1810 se cayeron los ingresos de la Caja Real de ciudad de
México, ya que las cajas regionales empezaron a atender, en mayor proporción de lo que
lo hacían antes, sus propias necesidades. Luis Jáuregui, «La caída de la caja de México en la
guerra de Independencia: una perspectiva institucional» (sin publicar), 2003.
14. North, Douglas, William Summerhill y Barry Weingast, «Order, Disorder and Economic
Change: Latin America vs. North America», en Bueno de Mesquita, Bruce y Hilton Root (eds.),
Governing fo r Prosperity, New Haven, Yale University Press, 2000, p. 29.
15. Restrepo, José Manuel, Documentos importantes de Nueva Granada, Venezuela y
Colombia, Tomo V, Bogotá, Imprenta Nacional, 1969, p. 63.
16. Restrepo, José Manuel, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Tomo I,
Medellín, Bedout, 1974, p. 300.

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Esta pertenencia de los derechos de aduana al Gobierno de la unión era un


hecho nuevo. Dentro del régimen colonial los derechos de aduana eran un ingre­
so exclusivo de Cartagena, algo definido por las autoridades y sobre las cuales
las provincias no tenían derecho a reclamar nada. En el Gobierno republicano,
estos se convirtieron en ingresos de la nación, a la cual tenían derecho todos los
ciudadanos. Desde la óptica de las provincias del interior, el que Cartagena no
los compartiera en los años críticos de la primera república se convirtió en un
factor adicional para no enviarle el situado.
Para enfrentar la crisis fiscal, la dirigencia patriota cartagenera apeló a varias
estrategias. Tal vez la más innovadora fue la impresión y puesta en circulación,
por primera vez en la historia de lo que hoy es Colombia, de billetes de papel
moneda.También se acuñaron monedas de cobre de medio y de dos reales.17 Es­
tas monedas cartageneras fueron las primeras monedas republicanas en todo el
territorio de lo que fue el Virreinato de la Nueva Granada.18
La Convención de 1812 se vio obligada a financiar un ejército que combatiera a
la provincia de Santa Marta, ya que estaba impidiendo el tráfico comercial de Carta­
gena con el interior del virreinato por el río Magdalena. Para ello aprobó la emisión
de 300.000 pesos en papel moneda y 10.000 pesos en monedas de cobre.19 Con el
tiempo las emisiones de papel moneda se elevaron a 1.000.000 de pesos.
Los billetes del Estado Soberano de Cartagena eran de curso forzoso. Es decir,
que de acuerdo a la ley tenían que ser aceptados en los pagos. Un documento de
1814 señalaba que:20

Circuló este papel y todos eran obligados a


admitido bajo pena del duplo. Con el se
celebraban toda especie de contratos, se
hacían pagos y se redimían principales.

Poco tiempo después de emitido el papel moneda, éste se empezó a depreciar


con respecto a la moneda de plata, que era la que entonces mayormente circula­
ba. Sobre esto señaló el historiador José Manuel Restrepo:21

17. Henao, Ignacio, «La moneda en Cartagena, siglos x v ii a xix», en Calvo, Haroldo y Adol­
fo Meisel (eds.), Cartagena de Indias en el siglo xvrn, Bogotá, Banco de la República, 2005,
p. 140.
18. Henao, Ignacio, Panorama histórico de la moneda en Colombia en los 125 años del
Banco de Bogotá, Bogotá, Panamericana, 1995, p. 21.
19. Jiménez Molinares, Gabriel, Los mártires de Cartagena de 1816, Cartagena, Imprenta
Departamental, 1947, p. 297.
20. «Probidad política o reflexiones sobre la obligación que tiene Colombia, de reconocer
la deuda que contrajo el Estado Soberano de Cartagena para amortizar el papel moneda que
emitió en los años 1812 y 1813», Imprenta de Espinosa, Bogotá, 1814, p. 4.
21. Restrepo, José Manuel, Historia de la Revolución de la República de Colombia, Tomo I,
Medellín, Bedout, 1974, p. 222.

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LA CRI SI S FISCAL DE C A R T A G E N A EN L A ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Ya comenzaban a sentirse los males


que producía el papel moneda. Después
de su emisión corrieron pocos días sin que
principiara a bajar en todos los cambios y
contratos. En el momento se hizo distinción
en las ventas, cuando se pagaba en metálico
o se daba en papel. Muy pronto fue el demerito
de un diez por ciento, y creció rápidamente
hasta haber una gran diferencia; cien pesos
en papel valían diez y seis en oro y aun menor
cantidad.

En una comunicación enviada el 8 de marzo de 1813 desde la Hacienda Ba­


rragán, al norte de la ciudad, donde se encontraba temporalmente retirado de la
vida política y tratando de superar problemas de salud, José María García Toledo,
líder de una de las principales facciones políticas en que se dividió la dirigencia local
desde el 11 de noviembre de 1811, le expresó a su amigo Joaquín Camacho lo
siguiente:22

Amigo, estamos malísimamente; esta


provincia ha padecido mucho con la
entrada de Rebustillo en las sabanas
y con la falta de dinero. El papel pierde
infinito y yo creo que no se acabara el
número de descontentos.

Además de la depreciación con respecto a la moneda de plata y oro, hubo otro


problema con los billetes impresos en Cartagena en 1812-1813: la falsificación.
Por esa razón, las autoridades del Estado Soberano tuvieron que tomar algunas
medidas de emergencia. El 31 de agosto de 1814, el presidente gobernador Ma­
nuel Rodríguez Torices hizo saber que el Poder Legislativo había sancionado lo
siguiente:23

Urgiendo una medida que fruste radicalmente


cualesquiera falsificaciones que se intenten de

22. Martínez Delgado, Luis, Noticias biográficas del procer don Joaquín Camacho, Bogotá,
Academia de Historia, 1954, p. 248.
23. a jm r , El ciudadano Manuel Rodríguez Torices, Presidente Gobernador del Estado de
Cartagena de Indias a los habitantes de cualquiera condición ... Cartagena, 31 de agosto
de 1814.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

los billetes o papel moneda del Estado de


Cartagena, la Camara de Representantes en
sesión del 27 del que expira ha acordado: «Que
se abran nuevas láminas con dibujos diferentes
y se haga una nueva edición para recoger toda
la circulante. Que los nuevos billetes salgan con
la firma de un secretario de la legislatura y un
Ministro del Tesoro Público en el reverso, y lo
sean el C. Mauricio José Romero y el C. Marcos
Fernández de Sotomayor... Que las clases de
billetes se reduzcan a solo cinco: a saber de a
peso, a dos, cuatro, ocho y diez y seis... Que con
estrellas u otro signo se exprese el numero de
pesos para gobierno de los que no saben leer...

También fue pionera Cartagena en la acuñación de las primeras monedas re­


publicanas. Un texto del 11 de julio de 1812 dice:24

Hoy ha empezado a circular la moneda de cobre


que, para facilitar el cambio de billetes, mandó
acuñar en cantidad de diez mil pesos la Convención
General. La moneda es redonda, del tamaño de un
real coronario, pero de valor de medio real
exclusivamente.

La monedas de cobre tenían por el anverso un texto que decía: «Estado de


Cartagena», arriba aparecía «Vi», y abajo «1812». El reverso presentaba una indíge­
na sentada debajo de una palmera de coco que sostenía en la mano una granada
abierta que pica un turpial.25
Otra medida que ayudó a aliviar parcialmente el desequilibrio fiscal fue la
expropiación de bienes de los enemigos de la independencia. Por ejemplo, en
1814 las confiscaciones fueron el quinto ingreso de la tesorería cartagenera, de
acuerdo con el valor, y una suma mayor que lo que en 1815 le enviaron en dinero
las provincias del interior a la ciudad para apoyarla, sin mucho entusiasmo, en la
preparación para resistir el sitio de Morillo.

24. Fosalba, Rafael, Estudios históricos y numismáticos, Caracas, Ministerio de Educación


Nacional, 1944, p. 106.
25. Henao, Ignacio, «La moneda en Cartagena, siglos x v ii a x k » , en Calvo, Haroldo y Adol­
fo Meisel (eds.), Cartagena de Indias en el siglo x v jii , Bogotá, Banco de la República, 2005,
p. 140.

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LA CRI SI S FISCAL DE C A R T A G E N A EN LA ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Otro recurso fiscal de emergencia usado por los patriotas desde 1812 fue la
expedición de patentes de corso. Es decir, que se permitió que barcos corsarios
que navegaban bajo la bandera de Cartagena emprendieran en forma privada
una guerra marítima contra las embarcaciones españolas. Los propietarios de
los barcos se podían quedar con las riquezas después de pagarle al Estado un
impuesto. En 1814 ese derecho se estableció en 40% de las mercancías deco­
misadas.26
A pesar de las dificultades financieras los patriotas cartageneros hicieron algu­
nas reformas fiscales que aunque reducían los ingresos de tesorería eran conve­
nientes desde el punto de vista de la equidad o de la eficiencia económica. Una
de las medidas fiscales más importantes desde el punto de la justicia social fue la
abolición en 1812 del tributo anual per cápita que pagaba cada hombre adulto in­
dígena. Este era uno de los impuestos más regresivos desde el punto de vista de la
distribución del ingreso. Para la provincia de Cartagena tal impuesto no era muy
importante, pues para la época, muy pocos indígenas lo pagaban. Por ejemplo, en
1808 se recaudaron unos 4.000 pesos por este concepto. El edicto que abolió el
tributo indígena en 1812 decía lo siguiente:27

La Suprema Junta de esta provincia que


no cesa de velar sobre los intereses,
prosperidad, y felicidad de los pueblos que
gobierna, removiendo todos los obstáculos
que se opongan a tan sagrado objeto; no ha
podido olvidarse de la miseria; ignorancia,
servidumbre, y envilecimiento a que se había
reducido la casta indígenas de este fértil y
hermoso país, conocida con el nombre de indios:
y habiendo tomado en consideración sus
sagrados derechos, y sus padecimientos por
las vejaciones que sufren de los curas y
arrendadores de tributos... convencidos de que la
verdadera causa y origen de tantos males era el
injusto tributo personal, o capitación con que estaban
gravados; deseosa desde luego de ocurrir a su
remedio sacándoles del inicuo pupilaje en que el
arbitrario antiguo gobierno los había reducido; con
este motivo, elevándolos desde luego a la clase de

26. Llano, Rodrigo, «Hechos y gentes de la Primera República, 1810-1816»,


http:/www//lablaa.org/blaavÍrtual/letra-p/primera/cartagenal.htm
27. a jm r, La Suprema Junta de esta provincia que no cesa de velar sobre los intereses...,
1812.

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ciudadanos libres, mejorando su educación, su suerte y


su existencia,., ha decretado 1) que desde el día 1 de
julio próximo, quedan extinguidos los tributos personales
o capitación de los indios.
2) que desde ese día quedan igualmente extinguidos los
sínodos o pensiones que se pagaban a los curas doctrine­
ros de los pueblos de indios.

El análisis de los ingresos y gastos de Cartagena durante 1814 muestra varios


aspectos de mucho interés para la historia política y económica de la ciudad en
el año anterior a la caída de la primera República. Los datos del cargo muestran
que lo enviado por otras cajas en ese año fue sólo el 3% del total de ingresos.
Además, es bueno señalar que los ingresos por moneda de cobre fueron bastante
importantes, el 18,7% del total.

Cuadro 6
Composición d e l cargo de la tesorería de la Real Hacienda de Cartagena, 1814

C o n ce p to %
Aduana 38,2
Tabaco 24,6
En moneda de cobre 18,7
Confiscación 53
Caudales recibidos de otras cajas 3,0
Otros 10,2
Total 100,0

Fuente: Manuel Ezequiel Corrales, Autógrafos de varias personas de gran distinción y


elevado carácter oficial, Biblioteca Fernández de Madrid, Cartagena, 1889.

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Cuadro 7
Composición de la data de la tesorería de la Real Hacienda de Cartagena, 1814

C o n ce p to %
Gastos de guerra extraordinarios 27,1
Caudales remitidos al ejército del Magdalena 21,8
Sueldos militares 21,0
Caudales entregados a la marina 16,7
Gastos de artillería 3,9
Sueldos civiles 3,0
Gastos del hospital militar 2,2
Gastos de fortificaciones 1,0
Otros 3,1
Total 100,0

Fuente: Manuel Ezequiel Corrales, Autógrafos de varias personas de gran distinción y


elevado carácter oficial, Biblioteca Fernández de Madrid, Cartagena, 1889.

Las cifras de la data para 1814 muestran que los gastos militares se elevaron
al 94% del total. Solo la financiación del ejército cartagenero en el Magdalena
consumió el 21,8% de los gastos.
La situación fiscal de Cartagena se volvió desesperada a lo largo de 1815. El
17 de febrero de ese año había partido de Cádiz una flota de 59 embarcaciones
y 10.602 soldados en seis batallones bajo el mando de Pablo Morillo. El 23 de
julio la flota llegó a Santa Marta. Ya era claro que su próximo objetivo era atacar
Cartagena.
Para prepararse para el inminente sitio las autoridades patriotas apelaron a
diferentes medidas económicas de emergencia. Una de ellas fue la de enviar al
teniente coronel Martín José Amador a las sabanas de la provincia para que recau­
dara un préstamo de 40.000 pesos, así como que consiguiera provisiones para la
plaza.
Otras medidas de emergencia fueron el decomiso de las monedas de cobre
que llevaran el cuño de Cartagena, Caracas o Zacatecas; el decomiso de joyas par­

f89

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ticulares de valor y el decomiso de plata y oro de las iglesias, incluyendo cálices


y custodias.28
El 15 de agosto, es decir, sólo una semana antes de que Cartagena quedara
completamente cercada por los españoles, se decretó un empréstito entre los po­
bladores que por la urgencia se publicó por bando. Era tal la situación de escasez
de recursos de las personas consideradas pudientes, que algunas tuvieron que
pagar en especie sus aportes. Por ejemplo,Vicente García del Real entregó el 16
de agosto cuatro marcos y una onza y cuatro ochavas de plata.29
Una carta dirigida al Gobierno general de las provincias unidas al Gobernador
del Estado Soberano de Cartagena el 5 de agosto de 1815, cuando ya Morillo se
preparaba para navegar desde Santa Marta, muestra el drama que vivían los defen­
sores de Cartagena ante la falta de solidaridad de las provincias del interior:30

La causa de la Nueva Granada va a decidirse muy pronto en esta plaza, y crea


U.S. que esta decisión será irrevocable. Por más esfuerzos que haga Cartagena,
en el estado de aniquilación en el que se halla reducida, no es tiempo de hacer­
nos ilusiones y de confiar en que puede asegurarse un triunfo en sólo espíritu
y disposiciones.
Venga dinero, todo el que se pueda, aún haciendo los más grandes sacrificios,
que probablemente serán los últimos y posponiendo cualquier otro destino a que
se apliquen actualmente, que debe ceder, como todo, al grande objeto de salvar
la existencia.
Venga, repito, dinero, y pronto, y podré entonces responder del suceso; no vi­
niendo, mis mayores esfuerzos quedarán paralizados, el espíritu público podrá
desmayar, la defensa tendrá que acomodarse a nuestra miseria y no a los peli­
gros, y el éxito será en extremo dudoso.

Desafortunadamente para Cartagena, los escasos 80.000 pesos que a última


hora le enviaron para ayudar a financiar la defensa del puerto las provincias del
interior, cayeron en manos de los españoles.31Así mismo, cayeron en manos de los
españoles 50.000 pesos que Martín Amador había recaudado en las sabanas.
El 7 de septiembre de 1805, es decir, cuando ya la ciudad esta sitiada, el co­
mandante Manuel del Castillo reportó:32

28. Lemaitre, Eduardo, Historia general de Cartagena, T. 3, Bogotá, El Áncora Editores,


2004, pp. 115-116.
29- Barriga, op.cit., p.76.
30. Jiménez Molinares, Gabriel, Los mártires de Cartagena de 1816, Tomo II, Cartagena,
Imprenta Departamental, 1947, p. 201.
31. Porras Troconis, Gabriel, La magna epopeya de Cartagena, El sitio del año 1815, Bo­
gotá, Editorial Temis, 1965, p. 46.
32. Barriga, op.cit., pp. 78-80.

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LA CRI SI S F I S C A L DE C A R T A G E N A EN L A E R A DE L A I N D E P E N D E N C I A

... no quedan en caja hoy ni mil quinientos


pesos, sin poder esperar ningún otro empréstito
o contratación forzada, porque la pobreza del
vecindario es constante y conocida al mismo
gobierno.

Tras resistir durante 105 días el sitio impuesto por los españoles, los defenso­
res de Cartagena, antes que rendirse, prefirieron el riesgoso camino de la emigra­
ción hacia las islas del Caribe, en una improvisada flotilla de 13 embarcaciones.
A las dos de la tarde del 5 de diciembre de 1815 se clavó la artillería de San
Antonio y el Revellín, de la plaza y de San Felipe, y sus guarniciones bajaron. El co­
ronel Luis F. Rieux, quien estuvo presente durante estos hechos, los narró así:33

... al anochecer se principió la evasión por el muelle del arsenal en un silencio y


orden sin ejemplo; momento que su recuerdo producirá una sensación eterna a
los que han podido superar tal escena, llevando consigo grabado el dolor de sus
inútiles esfuerzos, separándose de un suelo tan estimable, de tantos conciudada­
nos que no podían compartir la misma resolución por sus desfallecimientos...

LA CRISIS ECONÓMICA Y FISCAL DURANTE LA RECONQUISTA, 1816-1821

La economía de Cartagena que encontró Morillo en 1816 estaba arruinada,


al igual que la mayoría de los habitantes que sobrevivieron el sitio y que no ha­
bían emigrado. El nuevo Gobernador español de la provincia comentó sobre la
situación:34

Ni un comerciante, ni un labrador, ni un artesano o menestral, todos habían


emigrado o perecido o no tenían medios para ejercitar su profesión. A pesar-de
esto, tuvieron que sufrir los habitantes de esta provincia una contribución
de 84.000 pesos y las raciones y gastos del Ejército Pacificador que acabó de
destruir cuanto el torrente de desgracias anteriores había perdonado.

Cuando se comparan las finanzas públicas de Cartagena de 1816 a 1821 con


los ingresos y gastos de 1805-1810, en los años de la Reconquista las cifras son
bastante inferiores. En efecto, los ingresos de la caja cartagenera fueron 36% más
bajos en 1816-1819, en comparación con 1805-1810. La razón para ello era que
la economía del Virreinato de la Nueva Granada se había empobrecido desde

33. Ibid., p. 57.


34. Bossa Herazo, Donaldo, Cartagena independiente. Tradición y desarrollo, Bogotá,
Ediciones Tercer Mundo, 1967, p. 11.

191

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mediados de la década de 1810 y, por lo tanto, los impuestos que se recaudaban


eran menores (véase cuadro 8).
Al analizar un año mas o menos típico del último periodo de dominio español,
1819, se observan varias cosas que merecen ser destacadas. Lo primero es que el
situado sólo representó el 18,9% de los ingresos totales, mientras que antes de la
independencia siempre superaba el 50%. Además, llama la atención que en ese
año un impuesto temporal produjo el 8,9% de los ingresos. Ello muestra que los
habitantes de Cartagena todavía seguían haciendo enormes sacrificios económi­
cos para sufragar los costos militares de la guerra (véase cuadro 8).

C uadro 8
Composición d e l cargo de la te so re ría de la R e a l H acienda de Cartag en a, 1819

C o n ce p to %
Situado 18,9
Subvención de guerra 17,3
Tabaco 16,0
Impuesto temporal para el Estado 8,9
Aduana 8,5
Aguardiente 4,7
Otros 25,7
Total 100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

Por el lado de los egresos, su estructura en 1819 refleja que los gastos militares
seguían representado la abrumadora mayoría, 92,4%. En esto no hubo ninguna
variación (véase cuadro 9).

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LA CRI SI S FISCAL DE C A R T A G E N A EN L A ERA DE LA I N D E P E N D E N C I A

Cuadro 9
Composición de la data de la tesorería de la Real Hacienda de Cartagena, 1819

Concepto %
Sueldos y prestaciones militares 71,1
Consignación de la marina 7,6
Gastos de hospital 7,1
Gastos de fortificaciones 3,6
Sueldos de políticos y Real Hacienda 3,2
Gastos de artillería . 3
Otros 4,4
Total 100,0

Fuente: Archivo General de Indias, Santa Fe, varios legajos y cálculos del autor.

Al retirase las tropas españolas de Cartagena el 10 de octubre de 1821, tras el


asedio que dirigió el general Mariano Montilla, la ciudad estaba postrada econó­
mica y demográficamente. Un cónsul francés que la visitó en 1822 señaló que:35

Cartagena, uno de los más bellos puertos del mundo, en la actualidad no ofrece
más que un espectáculo de miseria y estancamiento comercial.

CONCLUSIONES

El análisis de las finanzas públicas de Cartagena en el periodo 1808-1821 es


de gran interés para entender tanto procesos de larga duración como la transi­
ción de la economía de este puerto de la colonia, a las primeras décadas de la
república, así como de corta duración: los sucesos políticos que se dieron en
estos años de la independencia y las dificultades fiscales para defender la plaza
en 1815.
El problema de fondo resultó siendo que Cartagena jugaba un papel central
dentro de la estrategia defensiva de un imperio colonial que competía con otras
potencias, principalmente Inglaterra y Francia. Para cubrir los costos de la de­

35. Laffite Caries, Christiane, La costa colombiana del Caribe, Bogotá, Banco de la Repú­
blica, 1995, p. 199.

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fensa de la ciudad las autoridades fiscales del Virreinato de la Nueva Granada


ordenaban que las demás cajas reales subsidiaran la de Cartagena. Una vez des­
aparecida la autoridad de la Corona, ocurrió una fragmentación fiscal y monetaria
y las demás provincias o dejaron de entregar remesas a Cartagena, o lo hicieron
por un valor mucho menor, pues habían ganado cierto grado de autonomía para
asignar sus gastos.
La autonomía de la Primera República cartagenera desde un principio fue frá­
gil, pues había logrado la autonomía política en 1811 cuando declaró la independen­
cia absoluta de España, pero siguió siendo fiscalmente dependiente de las provincias
del interior del virreinato para financiar su enorme guarnición y sus fortificacio­
nes.
Una vez que se logró la independencia de la Nueva Granada en 1821, la im­
portancia militar de Cartagena decayó, y por lo tanto los gastos militares, y los
situados que los financiaban, también declinaron. Ello explica en buena parte la
decadencia económica y demográfica de la ciudad durante casi todo el siglo x í x
y, sobre todo, de 1821 a 1870.

ARCHIVOS

agí Archivo General de Indias.


acp Archivo de Celedonio Piñeres.
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195

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PARTICIPACIÓN DE ESCLAVOS DE LAS HACIENDAS AZUCARERAS EN LA GUERRA
DE INDEPENDENCIA. EL NUEVO ORDEN CONSTITUCIONAL
Adriana Naveda Chávez Hita
Universidad Veracruzana

La villa de Córdoba, perteneciente al hoy Estado de Veracruz y que se halla


cercana a este puerto, tiene una continua historia relacionada con la esclavitud
procedente de lo que hoy es el continente africano. Durante todo el siglo xvni,
dos mil congos, carabalíes, matambas y sus descendientes produjeron riqueza a
unas pocas familias de hidalgos cordobeses; lucharon por su libertad con movi­
mientos cimarrones, huyeron, se casaron o unieron entre sus iguales o con indios
y españoles y trataron sistemáticamente de encontrar la libertad por vía legal, es
decir, comprándola y algunas veces recibiéndola de sus dueños.
Estos temas han sido ya abordados, aquí solamente describiremos la participa­
ción de los esclavos que trabajaban en las haciendas azucareras cordobesas du­
rante la guerra de Independencia; señalaremos tanto el fin del sistema esclavista
por derecho, como un breve repaso de aquellas constituciones donde se intenta­
ron insertar legalmente las figuras del esclavo y sus descendientes, por igual.
Las fugas de esclavos y las cartas de libertad, que habían existido durante
los siglos xvn y xvm, continuaron hasta el momento en que esclavos y libertos
se incorporan masivamente a la guerra de Independencia. En 1812, cuando los
esclavos de las haciendas azucareras se levantan casi todos en demanda de la
libertad, es muy posible que hayan llegado hasta sus oídos las proclamas abolicio­
nistas que Hidalgo y Morelos lanzaron en 1810, así como las discusiones de las
Cortes Extraordinarias que promulgarían la Constitución de Cádiz. Tal situación
desarticuló en mucho las actividades productivas y destruyó plantíos e instalacio­
nes dado el saqueo de animales y por la falta de brazos para el trabajo. La región

197
Índice
LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

cordobesa presentó un cuadro de completo decaimiento económico, del que no


logrará restablecerse hasta después de 1840, con el cultivo del café.

ESCLAVOS EN LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Con la condición de que los condujera al palenque en donde se encontraban


escondido los esclavos huidos, se dio en 1805, libertad a un esclavo de la hacien­
da de Ntra. Sra. de Guadalupe.1 La sospecha de un alzamiento masivo atemorizó
a los cordobeses. Sin embargo, es hasta 1812 cuando las demandas de libertad y
las proclamas abolicionistas de Hidalgo y Morelos hicieran mella en la región; en
marzo de 1812 Francisco Severino seguidor de Morelos, subleva a los esclavos de
las haciendas del Potrero y San José de Abajo; Juan Bautista, mulato, libera a los
esclavos de la hacienda deToluquilla fundando alojamientos insurgentes.2 Escla­
vos y libertos siguen un esquema de lucha que anteriormente habían utilizado
los cimarrones: el alzamiento, fundación de palenques, libertad de facto, con la
intención de alcanzar una libertad por derecho, al fin de la guerra. Para Morelos,
las villas de Córdoba y Orizaba representaban un territorio importante para des­
estabilizar económicamente al gobierno español, ya que ahí se encontraba las
cosechas y la fábrica de tabaco.
Los hacendados cordobeses más que defender al monarca español defienden
la propiedad de sus esclavos y sus haciendas y se convierten en fieros realistas;
para los esclavos la lucha por la independencia es la lucha por su libertad y por
ello engrasan las filas insurgentes.
En 1813-14 se sublevan los esclavos de varias haciendas3 y a partir de enton­
ces la lucha se intensifica ocasionando la desarticulación productiva de la región;
los hacendados se quejan de sus haciendas demolidas y los cosecheros de la
escasez de los tabacos recogidos ya que los trabajadores del tabaco eran en su
mayoría milicianos que integraron el bando realista. Los esclavos de las haciendas
San Francisco de Paula, alias, La P eñ uela, San Miguel y Santiago la Concepción,
alias Palm illas, además de alzarse se llevan el ganado internándose en la sierra.
Estos sucesos nos hacen preguntarnos cuántos esclavos habrán aprovechado las
revueltas independentistas preconizadas en la región para huir definitivamente.
Los documentos no lo indican, pero pudo haber sido tal la confusión, que familias
enteras desaparecieran escondiéndose o huyendo. El hecho es que no se sabe a

1. Archivo Notarial de Córdoba, 1 abril de 1805.


2. Adriana Naveda, Guerra de Independencia en Córdoba, Veracruz. Narración de un tes­
tigo, (Recopilación y edición), Xalapa, Universidad Veracruzana, 2007, p. 37.
3. Ibid., pp. 50-63.

198

Índice
LA P A R T I C I P A C I Ó N DE E S C L A V O S DE L A S HACIENDAS AZUCARERAS

ciencia cierta si los esclavos destruyeron las haciendas y huyeron o si se integra­


ron al grupo de los insurgentes.
En 1817 cuando los insurgentes se retiran de la región, los esclavos que que­
dan en las haciendas sufren las represalias de los hacendados, quienes asesinaban
al esclavo que permaneciese ahí: incendian sus casas, violan esclavas, suspenden
el sustento y vigilan permanentemente.4Aun así, en 1818 se levantaron 80 escla­
vos capitaneados por José María Alegre, quemando la Hacienda de la Concepción
de Llave .5
Al decir del historiador Herrera Moreno, en 1819, la región estaba pacificada
pero en completo desastre;6 se emitían continuos poderes para conseguir dinero,
así como cartas de obligación y cartas poder para recoger ganados robados.
El binomio azúcar y tabaco había sufrido una crisis severa, y en un intento por
revivir las agroindustrias, aunado a un auge en el cultivo del café que protagoni­
zaron Latinoamérica y el Caribe, se intensificó su siembra en la región cordobesa;
había empezado a propagarse desde 1800. Junto al resarcimiento del cultivo del
azúcar y tabaco coexistieron tres cultivos que generaron la agroindustria cordo­
besa, dando fama y riqueza a la región. Una tierra que siempre necesitará mano
de obra para cultivar, recolectar y procesar los productos; por ello seguirá siendo
una región de emigrantes, no ya de esclavos pero sí de individuos en gan chados
procedentes de las poblaciones más pobres del país: las zonas indígenas de Oaxa-
ca, Puebla y Tlaxcala.

EL NUEVO ORDEN CONSTITUCIONAL Y LA ESCLAVITUD

En 1808, Napoleón Bonaparte invade España. Madurada la autodeterminación


del criollo continental y ansioso por realizar las aspiraciones de desarrollo de su
oligarquía, la prisión en Bayona de Fernando VII, pone en peligro la autoridad mo­
nárquica en toda Hispanoamérica. Surgen las juntas provinciales y se desencade­
na la lucha por la independencia. Nueva España no es ajena a esta situación revo­
lucionaria que habrá de comenzar en 1810. Conminada por el avance francés en
su territorio y la necesidad de recursos, el Consejo de Regencia convoca a cortes
extraordinarias, incluso a sus colonias. Numerosos son los diputados mexicanos
que asistieron a Cádiz, incluyendo los de Veracruz. El diputado de Tlaxcala, Miguel
Guridi y Alcocer junto con Ramos Arizpe en 1810, en las reuniones preparatorias
a las cortes, habían propuesto «la abolición del tráfico de esclavos». A mediados
de 1811 se propone la abolición progresiva de la esclavitud con indemnización.

4. I b i d p. 84.
5. Ibid., p. 38.
6. Moreno Herrera, El cantón de Córdoba, Xalapa, Citlaltépetl, 1978, p. 233.

199

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LA C O R O N A EN L L A M A S , C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Influido por la reciente revocación del mercado de negros por Gran Bretaña, el
diputado español Agustín Argüelles apoyó la propuesta. Sin embargo, los diputa­
dos por la isla de Cuba se opusieron decididamente a tratar un asunto que ellos
no consideraban imperativo y amenazaron con suprimir los apoyos financieros si
se ponía a discusión en las cortes extraordinarias un tema tan peligroso para la es­
tabilidad de su colonia. La diferencia de actitudes ante la esclavitud era dada por
las características esenciales económicas en ambos territorios: en la isla de Cuba
se desarrollaba vertiginosamente por aquel entonces la plantación con mano de
obra esclava; mientras que en México era sustancial disminuir esta fuerza de tra­
bajo, incluso en aquellos territorios donde se había empleado durante dos siglos,
como en la región de Córdoba. La economía colonial de los siglos x v ii y xvin que
descansaba en la mano de obra india y esclava, no experimentó un cambio inme­
diato con la edición de las constituciones del siglo xdc -la de Cádiz en 1812, la
Constitución de los Estados Unidos Mexicanos de 1824 y la editada en el estado
de Veracruz en 1825.
Pasaremos ahora a reseñar los intentos ilustrados de incluir al ex-esclavo en la
legalidad de las constituciones.
La Constitución de Cádiz, motivada por la guerra popular contra el invasor
francés en la Península, influida por la Ilustración y la Revolución francesa, llegó
a las Antillas en el momento en que comenzó el auge de la producción azucarera
y la demanda masiva de bozales,7 en contraste con otros lugares americanos. En
Nueva España, ya había pocos esclavos; la población indígena se recuperaba y
contribuía al empleo mayor de mano de obra libre; es decir, que ya casi no se
compraban esclavos de África. Esta afirmación puede generalizarse, incluso, para
las zonas productoras de azúcar: Morelos, Puebla, o centros urbanos: el Bajío y la
ciudad de México. Y para Veracruz, son las zonas de Xalapa y Orizaba, sin embar­
go, las características de la villa de Córdoba fueron diferentes. A fines del siglo xvni
los esclavos superaban en número a los libertos. De un total de 1.878 personas
que vivían en las haciendas, 1.264 eran en 1788 de condición esclava.8 En otras
colonias americanas, como Cuba o Colombia que pertenecían a la Corona espa­
ñola, o en partes del hoy Brasil, el esclavo se organizó en plantaciones de azúcar
y café para ganar en productividad y rendimiento.
La Constitución de 1812 no contempló la abolición de la esclavitud, sino que
dio categoría de español al liberto; serían españoles los descendientes de africa­
nos que se distinguieran por su talento, buena conducta, amor a la patria, además
debían ser hijos legítimos y que, entre otras cosas, tuvieran capital propio, cosa di­

7. Se decía de un esclavo africano: recién sacado de su país. Diccionario de la Real


Academia de la Lengua Española. (N. de la R.)
8. Adriana Naveda, «Esclavitud en Córdoba: composición y distribución racial, 1788», en
Jornadas de Homenaje a Gonzalo Aguirre Beltrán, Xalapa, Gob. del Estado de Veracruz,
1988, p. 218.

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LA P A R T I C I P A C I Ó N DE E S C L A V O S DE L AS HACIENDAS AZUCARERAS

fícil entre los afromestizos libres de la Nueva España. ¿Quién en esa sociedad tan
estratificada, descendiente de africano podría llenar los requisitos de ciudadano
que se otorgaba por excepción? Ni siquiera el hijo reconocido, fruto de la unión
de un español encumbrado y una mujer conga criolla, como podría ser el caso del
famoso pintor mulato Juan Correa de la ciudad de México, no pudo tener carta
de ciudadanía por su ascendencia africana, al igual que no se le permitió casarse
con una española por el mismo argumento.9
Estas condiciones resultaron bastante severas para los descendientes de afri­
canos quienes en su mayoría eran hijos ilegítimos. En las villas y ciudades algunos
libertos tenían un oficio calificado, eran sastres, zapateros, arrieros, y en las hacien­
das azucareras los libertos al igual que los esclavos tenían puestos importantes
en el trapiche: maestro de azúcar, purgador, punteros y las mujeres, cortadoras de
caña, cocineras, etcétera. Los libertos quedaban limitados en su condición de «ciu­
dadanos» porque la mayoría era sirvientes domésticos, y la Constitución de Cádiz
limitaba a los sirvientes de ser ciudadanos. Fue común encontrar referencias de
pardos libres que no firmaron por no saber, y se convirtió en otra restricción para
poder participar en las elecciones. Es interesante notar como las juntas locales
electorales estaban autorizadas para cuestionar a algún individuo que les parecie­
se que no estaba calificado como español.10
La Constitución de la República mexicana de 1824 promueve los derechos de
libertad civil, igualdad, y propiedad de los ciudadanos, en el caso de la villa de Cór­
doba, es el fin de los privilegios de los hacendados «hijosdalgos», sinónimo de noble­
za. En ningún momento se habla de la esclavitud o de una igualdad entre hombres.
Se especifica la obligación de la nación a proteger los derechos del hombre y del
ciudadano. Ser ciudadano estaba limitado, igual que el acceso a la ilustración a
unos cuantos a la que no pertenecían ni la masa de indios ni los descendientes de
esclavos, favorecidos supuestamente con la primera Constitución.
La Constitución veracruzana de 1825, basada en la de Cádiz afirma:«... Todos
los veracruzanos nacen libres aunque sus padres sean esclavos». Las limitaciones
para ser ciudadano se suavizan, así sólo se les suspenderá la ciudadanía al trabajar
en el servicio doméstico, tener conducta notoriamente viciada o por no saber
leer y escribir.
El modelo liberal dio legalmente cabida al discurso esclavista, pero ignoró
la presencia de los descendientes de esclavos, es decir, los derechos de los afro-
mestizos. Las primeras tres constituciones no tomarían en cuenta las proclamas y

9. Juan Correa fue pintor, mulato, de la ciudad de México. Véase Elisa Vargas Lugo, Juan
Correa su vida y su obra, México, u n a m , 1994.
10. Horscht Piertschmann, Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en Nue­
va España. Un estudio político-administrativo. México, f c e , 1996. p. 101; Véase Virginia Gue-
dea «El Pueblo de México y las elecciones de 1812» en Democracia mexicana. Economía, po­
lítica, sociedad. México, Instituto de Investigaciones Legislativas, SEp/Conacyt, 1994, p. 125.

201

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

bandos que los independentistas hicieron al respecto. Hidalgo y Morelos abolie­


ron la esclavitud en 1810, el primer bando fue el del cura Hidalgo, el 9 de octubre
que dice:

Prevengo a todos los dueños de esclavos que luego inmediatamente que llegue
a su poder esta superior orden, los pongan en libertad, otorgando las necesarias
escrituras de alahorría... so pena capital y confiscación de bienes.

El 17 de noviembre Morelos decreta:

,.. todos los habitantes no se nombrarán en calidades de indios ni mulatos ni


otras castas, sino todas generalmente americanos, no habrá esclavos en lo su­
cesivo.11

El 6 de diciembre de ese mismo año Hidalgo decreta,

Que todos los dueños de esclavos deberán darles su libertad dentro del término
de 10 días. El 14 de septiembre de 1813 Morelos afirma [...] que la esclavitud se
proscriba para siempre lo mismo la distinción de castas.

En el Congreso Constituyente de 1824 presidido por Guadalupe Victoria se


decreta:

... queda para siempre prohibida la esclavitud y todo tráfico de esclavos proce­
dentes de cualquier potencia y bandera quedando libres al pisar tierra.

Por supuesto, en México el nuevo régimen municipal preconizado por Cádiz


encontró resistencia entre sus oligarquías y fue, posiblemente, el toque definitivo
para decidirse a buscar la independencia. Un visitante de la ciudad de México
describe así esos años:

En cuanto al régimen municipal que es lo mejor que ofrece la Constitución de


las Cortes, podría ser un poco precoz en un país que, en cierto sentido, está me­
nos avanzado en civilización y tiene menos educación política que España. La
gran extensión del territorio permite las vejaciones que cometen ciertos alcaldes
y regidores, difíciles de evitar. Los alcaldes de los pueblos tienen aún a su dispo­
sición el cepo, pena aflictiva por lo cual se castiga la insubordinación, o ciertos
delitos ligeros. Es fácil imaginar que con frecuencia la pasión y lo arbitrario se

11. a m c , Rosa Guadalupe Sánchez, Xa Independencia de México, México, Instituto Mora,


1984, p. 72, v. 56, f. 78.

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Índice
LA P A R T I C I P A C I Ó N DE E S C L A V O S DE L AS HACIENDAS AZUCARERAS

aplican en esas correcciones. Sea como sea, la municipalidad de México es un


poder que representa el elemento democrático de la capital.12

Sin embargólas fuerzas que profundamente terminaron por demoler el siste­


ma de explotación esclavista en la región no provinieron de los negros libres y de
su ejemplo de resistencia. En el interior mismo de la esfera productiva se habían
formado condiciones que erosionaron aceleradamente el empleo de la esclavitud
como método de trabajo. La emergente fuerza de trabajo libre, producto de las
mezclas raciales y del desarrollo global de la economía, suplió a grandes pasos a
los esclavos.
Durante la segunda década del siglo xix llegó a su fin la institución del trabajo
esclavo. Esta afirmación es válida en lo esencial para la Nueva España, como para
Córdoba en particular. En la zona además de la lucha insurgente de los esclavos
por su libertad, se materializó con fuerza una tendencia perceptible desde déca­
das atrás, y que consistía en la liberación del trabajo esclavo y su transformación
paulatina en trabajo asalariado. La incorporación masiva de los esclavos de Cór­
doba a la guerra de la independencia fue entonces el último jalón de un proceso,
que en lo político jurídico se ponía acorde a transformaciones objetivas en el
plano material. Vicente Segura, jefe del cantón de Orizaba al que entonces perte­
neció Córdoba, señaló en 1826 a esclavos como trabajadores asalariados:

la ley no los ha declarado libres (a los esclavos) pero desde el año de 1812 lo
son de hecho y su trabajo se les paga... emigran a otros cantones y cada día se
cuentan menos en el de Córdoba

Es lógico entonces, que a partir de 1812 se suspendan casi totalmente las


ventas de esclavos, sólo se vende una esclava en 1816. Ante las revueltas en
las haciendas y la inestabilidad del negocio azucarero, difícilmente resultaba una
inversión comprar esclavos, por el curso de los acontecimientos éstos acabarían
por ser libres y se perdería su valor. En 1812, año de la sublevación, se suspenden
las libertades; entre 1813 a 1827, se dieron de nuevo.
Otro caso que también apoya nuestras suposiciones y que además presenta
rasgos muy interesantes es el siguiente: la Junta Cívica de Xalapa distribuyó varias
comisiones, una de ellas fue la recolección de dinero para pagar a los dueños de es­
clavos parte de su valor, así el 15 de septiembre de 1827 se da la libertad a tres
esclavas:

por celebrarse el día de mañana en esta República y esta villa el aniversario del
primer grito de libertad pronunciado en Dolores... deseoso este vecindario y tro­

12. Ibid., p. 139.

203

Índice
LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

pas que en el residen de marcarlos con hechos que remitan a la posteridad y me­
moria de tan santo día... El 29 de diciembre, Micaela Josefa Gándara, vecina de
Córdoba, tiene dos esclavas de más de 60 años... a las que graciosamente ha
decidido liberar por precio de 150 pesos que se hallan depositados en la villa de
Jalapa... y quedaron sobrantes del dinero que se recolectó para manumitir los
(esclavos) que le fueron (liberados) el día 16 de septiembre del presente año
de 1827.

Las libertades anteriores nos muestran cómo los remanentes de la esclavitud


son liberados mediante actos en los cuales se mezcla la beneficencia con la efe-
méride patriótica, siendo que la esclavitud había sido abolida en varias ocasiones.
Para 1829 cuando Vicente Guerrero dicta el definitivo decreto de abolición de
la esclavitud, podemos afirmar que prácticamente no había esclavos en la zona,
éstos se habían transformado en trabajadores asalariados. Resta realizar estudios
que muestren cómo se dio este cambio, si los mismos esclavos ahora libres per­
manecieron como trabajadores asalariados en las haciendas o si en ellas tuvieron
que emplear a otros trabajadores.
La integración de los descendientes de los originales africanos traídos forzada­
mente a la región estudiada no fue fácil, su incorporación a la sociedad estamen-
tada y racista encontraba grandes dificultades. Esclavos ya libres o manumitidos
que seguían trabajando en las haciendas como «personas libres» tuvieron que
soportar los remanentes del sistema esclavista asentado en la mentalidad de los
amos por al menos dos siglos, prejuicio social y racial derivado de una esclavitud
que estaba muy reciente. Los cambios políticos sucedidos no variaron radical­
mente la ideología de los hacendados, en 1816, se entabla un juicio criminal
en contra del capitán de milicias corazas don Francisco de la Llave, dueño de la
hacienda de San José de Abajo por la muerte de Martín, mulato libre, arriero. El
mulato venía de traer cargas a la hacienda cuando el dueño le ordenó «de inme­
diato presentarse ante él». Al parecer al arriero le pareció más importante llevar a
su bestia a pastar y descansar primero y después presentarse ante su patrón. Ello
fue suficiente para que el propietario de la hacienda desenvainara su espada y se
la enterrara causándole la muerte. El proyecto constitucional que eliminaba las
castas y supuestamente con ello, los conflictos raciales, prometiendo además la
ciudadanización de los habitantes era un proceso que se desarrollaba lentamente.
El ejemplo anterior, indica, además cómo en época de conflicto social las reglas
de sumisión se desbaratan, el mulato desobedece la orden y el hacendado lo sigue
tratando como a un esclavo.
En la primera mitad del siglo xix cuando ya estaba abolida la esclavitud y
queda prohibido denominar las personas por su calidad, en la villa de Córdoba
persisten antiguas prácticas de segregación para designar a las castas. En las de­

204

Índice
LA P A R T I C I P A C I Ó N DE E S C L A V O S DE L AS H A C I E N D A S AZUCARERAS

nominaciones asentadas en los registros pueden apreciarse una muy particular


visión que denota una clara discriminación hacia los grupos inferiores. Se inscri­
ben las «clases» de personas, y se asienta la nacionalidad de algunos extranjeros,
por ejemplo hay dos franceses, un italiano y dos españoles. Sin embargo, resalta
una nueva forma de registrar a los cordobeses. A todas las personas ya mestizadas
se les denomina «mejicanos» y a las personas que tienen fenotipo visiblemente
africanos o indígenas, se les llama «indios» o «negros.»
Es decir que los «mejicanos» eran toda la mezcla, producto de los tres gru­
pos. Españoles criollos, mestizos, castizos, quizá incluían a los mulatos blan­
cos... pero los individuos con fenotipo claramente africano o indígena no se
les integró como «mejicanos». Hago esta aclaración porque la historia narrada
en este trabajo no termina aquí, sigue siendo una historia sobre el rechazo y la
lucha por la integración social de individuos de ascendencia africana y de los
pueblos de indios.

ARCHIVOS

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

P ier tsc h m a n n , H o r s c h t , Las reformas borbónicas y el sistema de intendencias en


Nueva España. Un estudio político-administrativo, México, f c e , 1996.
S á n c h e z R o s a , G u a d a l u p e , La Independencia de México, México, Instituto Mora,

1984.
V argas L u g o Ma, E lisa , Juan Correa su vida y su obra, México, unam , 1994.

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((POR PORTAR PANTALONES...» LA CONSTRUCCIÓN DEL GÉNERO EN LOS RELATOS
DE U GUERRA DE INDEPENDENCIA*
Fernanda Núñez B.
INAH-Veracruz

A la guerra americanas
vamos con espadas crueles
a darle muerte a Callejas
ya a ver al señor Morelos.
L lam ada a las mujeres*

LAS MUJERES EN EL REUTO HISTÓRICO SOBRE LA INDEPENDENCIA

En estos tiempos de conmemoración nacional, cómo escribir acerca de las


mujeres que participaron en la independencia de México sin caer en la seductora
trampa del clásico panegírico nacionalista, tan socorrido por nuestros ancestros
decimonónicos que convirtieron a unas cuantas en heroínas y dejaron a las de­
más, la mayoría, fuera de los reflectores de la posteridad.
El problema radica sobre todo, como siempre que queremos acercarnos a mu­
jeres del pasado, en encontrar sus huellas, rastros de su presencia en escritos con­
temporáneos o mejor aún, en cartas de su puño y letra en las cuales ellas mismas
relataran sus acciones, su propia visión de la guerra y sus motivos para participar
en ella. En fin, cualquier evidencia física que nos permitiera inscribirlas hoy, con

* Agradezco los comentarios y sugerencias de Martha Terán, Jaime Cuadriello y Moisés


Guzmán para mejorar la ponencia presentada en el V Congreso Los Procesos de Independen­
cia en la América Española, Veracruz, noviembre de 2008, que fue la base de este artículo.
** Citado por Arrom, Mujeres, 1988, p. 53.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

el papel de participantes activas, de atrevidas combatientes, jefas de gavillas de in­


surrectos, avezadas teóricas, o incluso como simples peones, -no por ello menos
importantes-, en lo que fue la larga y azarosa tarea de fabricación de la Nación.
Porque hoy, después de décadas consagradas a vindicar el papel de las muje­
res en la Historia, nadie puede poner en duda el hecho de que muchas, muchí­
simas, participaron activamente en las guerras por la independencia, y no sólo
representando el tradicional papel subalterno que la Historia les había asignado
en el mejor de los casos, o el de acompañantes, cocineras, enfermeras o amantes.
Desde el Grito de Dolores ya los primeros testigos oculares se dieron rápidamen­
te cuenta del papel fundamental de las mujeres en ese tan particular tipo de le­
vantamiento popular que tomó la lucha militar para conseguir la independencia.1
Así lo confirmó, un siglo después, el historiador Genaro García haciendo una de
las primeras revisiones exhaustivas sobre ese periodo: «las mujeres mexicanas
simpatizaban con la causa de la Independencia, porque existían pocas que no
fueran madres, esposas, hijas o hermanas de los insurrectos, y sobre todo, porque
casi ninguna dejaba de amar entrañablemente la tierra donde había nacido».2 En
los documentos que sacó a la luz ellas eran omnipresentes, como escribía el ofi­
cial realista don Manuel Hidalgo al Virrey, en el pueblo de Sultepec, es necesaria
la mayor firmeza no sólo por lo rebelde de aquel punto, «sino por no haber una
mujer que no sea una verdadera insurgenta y haber sido éstas las que en 7otro
tiempo fueron causa de las desgracias de muchos soldados. Por ello se publica un
Bando en el que se conmina al arrepentimiento del indulto a todo el pueblo, so
pena de fusilar a todo el mundo».3
Los oficiales realistas que instruían las causas de las mujeres apresadas en los
diferentes enfrentamientos con los grupos insurgentes, se dieron pronto cuenta
que: «uno de los mayores males que hemos tenido desde el principio de esta gue­
rra y (que) ha sentado más la opinión de la rebeldía, son las mugeres, que fiadas
en el sexo han sido el conducto para seducir a toda clase de vivientes, valiéndose
de cuanto atractivo tienen».4
Endebles rastros, es cierto, pero que nos muestran que las mujeres de esa
época no fueron ni meros títeres, ni accesorios prescindibles en las luchas por la
Independencia, y que falta aún por hacerse un fundamental trabajo de memoria
para encontrarlas y explicitar el trabajo historiográfico que revele cómo y por
qué sólo algunas pasaron las pruebas de la posteridad y la razón por la cual hoy
el panteón nacional incluya tan pocas «heroínas».

1. Varias mujeres acompañaban al padre Hidalgo cuando fue capturado el 19 de marzo


de 1811, sin embargo, no conocemos ningún nombre, aunque se hicieron largas listas de los
hombres capturados al mismo tiempo, Kenter, Socio-political Role of Women, 1975, p. 2.
2. García, Documentos históricos mexicanos, exp. xxx, p. 427.
3. Ibid., p. 427.
4. Ibid., p. 378.

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«POR PORTAR PANTALONES...» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL G É N E R O

En este artículo intentaré desarrollar dos tipos de participación femenina en


esas guerras de una época marcada por una gran diferencia en los estatutos socia­
les: la de las conocidas heroínas nacionales que deben su fama nacional probable­
mente al hecho de pertenecer a las clases pudientes, y la de las desconocidas y
populares «soldadas» apenas salidas del anonimato popular. Nos gustaría mostrar
esos momentos historiográíicos cuando las necesidades discursivas de relatar la
violencia de la guerra y la inclusión de esas mujeres en ella, hacen tambalearse
los ideales y clichés clásicos sobre el género. Ya que aunque las mujeres fueron
pieza clave en esa violencia social e incluso su activa participación fue aplaudida
por sus propios contemporáneos, el relato histórico nacional elaborado décadas
después sólo privilegiará a ciertas mujeres, e irá minimizando su participación
guerrera, para regresarlas finalmente a los estereotipos de género. Confirmando
una vez más, la dificultad que tiene la Historia, para aceptar la indiferenciación de
las fronteras entre géneros y sus identidades sexuales.
El hecho de que la independencia se haya logrado después de una concatena­
ción de movimientos populares más o menos espontáneos y poco centralizados
dificultó probablemente que se construyera rápido un sólido panteón de héroes
y heroínas de la Independencia. Para que se lograra ese objetivo se necesitó de
un lento y laborioso trabajo colectivo, «que requirió la aceptación de una unifica­
da opinión entre los distintos grupos que buscaron dar rumbo al nuevo Estado
independiente».5 Por otra parte, no debemos olvidar que de manera paralela a
la confusión habida para la construcción de una pedagogía nacional por medio
de héroes y símbolos patrios, la escritura de un relato histórico nacional sólido
y coherente sobre la Independencia fue larga y difícil no sólo por el tipo de mo­
vimiento popular que lo inauguró o el enfrentamiento fratricida que duró diez
años, sino también por las ambigüedades que prevalecieron en su desenlace.

LA FABRICACIÓN AZAROSA DE U S HEROÍNAS NACIONALES

Si el proceso de construcción de los héroes masculinos fue difícil, -el ejemplo


más claro sería el del caso de Hidalgo-6, el de las heroínas fue aún más accidenta­
do y azaroso. Buscando las huellas de las mujeres en la gesta de la Independencia,
nos dimos cuenta de la dificultad enorme que tuvieron, por más actos heroicos
cometidos en su momento, para entrar al panteón nacional, que como todos sa­
bemos, estuvo diseñado para los Hombres, aunque paradójicamente, la Patria ha
sido representada generalmente desde la formación de los estados nacionales por
figuras femeninas que hacen referencia justamente a su actuación guerrera. Ya

5. Tecanhuey, «La imagen de las heroínas mexicanas», 2003, p. 71.


6. Ramírez, «Hidalgo en su estudio», 2003.

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desde la doble tradición antigua y cristiana occidental, las biografías de mujeres


ilustres fueron importantes fuentes para la pedagogía tanto individual como co­
lectiva. Pero si la representación de la Patria moderna es femenina, la inclusión de
las mujeres de carne y hueso en los panteones nacionales no fue jamás cosa sen­
cilla y, sin embargo, ese difícil trabajo sobre las figuras heroicas nacionales puede
ser un hilo metodológico interesante que seguir, porque nos permite observar la
evolución de la mirada social, aunque dominada por los hombres, hacia la partici­
pación de las mujeres -de todas las demás- en el destino nacional ulterior.
En la revisión que la historiadora Alicia Tecanhuey lleva a cabo de las obras de
los tres historiadores-políticos de la primera parte del siglo xix: Bustamante,Mora
yAlamán, para examinar la manera en que cada uno de ellos había registrado la
actuación de doña Josefa Ortiz de Domínguez, nuestra venerada Corregidora, en
el Grito de Dolores el 16 de septiembre de 1810 y que, según la vulgata naciona­
lista, inicia el movimiento de independencia, se ve claramente la dificultad de la
que hablábamos. Si bien en las tres diferentes versiones se proyectaron imágenes
distintas de doña Josefa y de su actuación, en las tres se la representa, como de
pasada, como «la esposa del Corregidor» o la «mujer de Domínguez», como un actor
accidental, emocional y en cierto sentido, irresponsable y perverso. Sin embargo,
tanto en Mora como enAlamán ya se proporcionan los argumentos que más ade­
lante, y desde otra postura ideológica, prefiguran la heroificación del personaje.7
De tal manera que, ya para 1884, Francisco Sosa la puede pintar como la seduc­
tora de su marido a quien ella habría inducido a abrazar la causa de la Indepen­
dencia y, como si eso fuera poco, incluso recuerda que gastó la mayor parte de su
fortuna personal en fomentar la insurrección.8
La imagen de Leona Vicario tampoco estuvo exenta de vicisitudes, y más por
que se la identificaba con una de las facciones federalistas radicales al lado de
su marido Andrés Quintana Roo. Lucas Alamán, enemigo político de la pareja,
intentó minimizar sus actividades durante la guerra diciendo que sólo había sido
movida por su amor a su marido y no por un patriotismo sincero y consecuente.9
Es famosa la respuesta que Leona le escribió en 1831,10 así como el apoyo que la

7. Tecanhuey, op. cit., p.76.


8. Sosa, Biografías de mexicanos distinguidos, p. 463-
9. Tecanguey, op. cit., p. 80. La autora maneja la hipótesis de que además de las diver­
gencias políticas y la debilidad general de los grupos en conflicto, otro obstáculo para la
construcción de heroínas en la historia nacional podría ser la vigorosa imagen de la Virgen de
Guadalupe. Predominaba aún la historia teológica que afirmaba que la libertad y la indepen­
dencia mexicana alcanzadas a principios del xix habían sido obra de la providencia, porque
Dios, a través de la guía de la Santísima Virgen María de Guadalupe, había destinado a Méxi­
co para conservar el depósito de la fe. El discurso cívico y la ritualidad pública no lograron
desprenderse hasta mediados del siglo de la omnipresencia de la explicación religiosa y de la
presencia rectora de la imagen guadalupana, p. 77.
10. Extracto de la carta se encuentra en Arrom, op. cit., p. 56, y en Tecanhuey, op. cit.,
p. 80.

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«POR PORTAR PANTALONES...» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL GÉ NE RO

sociedad le brindó en esa disputa, pues ya eran harto conocidas del público sus
enormes esfuerzos, su coraje y valentía así como el dineral que había gastado en
pro de la independencia.
Y es que la lentitud con la que se oficializó a las heroínas corrió paralela a la
conclusión de las confrontaciones fracciónales y a la unificación de los grupos,
así como a la edificación de un sistema de educación como medio eficaz para for­
mar a los ciudadanos y forjar en ellos la lealtad ciudadana a través de la enseñanza
de la historia patria.11
A pesar de que pocos años después de pasada la Independencia, se comenzó
a construir una memoria nacional con nombres e historias puntuales relatando la
participación de algunas mujeres en las luchas armadas, como se puede ver ya en
el Calendario que José Joaquín Fernández de Lizardi escribe en 1825,y poco des­
pués, en sus Noticias biográficas de insurgentes mexicanas , 12 en donde rescata
las heroicas hazañas de algunas mujeres como Mariana Rodríguez Lazarín, María
Fermina Rivera, doña Manuela Herrera, y otras; no fue sino hasta 1910, cuando
el historiador Genaro García sacó a la luz importantes documentos históricos de
archivos, que documentaban la gran participación femenina en las guerras por
la Independencia reuniéndolos en un volumen conmemorativo. Con este volu­
men quiso paliar un vacío historiográfico, así como lo que consideraba como una
gran injusticia social, ya que muchas de las mujeres que habían dado su sangre o
arriesgado sus vidas por la independencia eran completamente desconocidas del
público al comenzar la otra gran conmoción histórica mexicana. Para entonces,
en 1910, sólo pocas, como doña Josefa Ortíz y Leona Vicario,13 habían logrado
traspasar la barrera del tiempo y obtener el estatuto de heroicas «madres de la
patria» que tan bien conocemos todos hoy
Unas décadas antes, el historiador Francisco Sosa había intentado explicar a
sus contemporáneos el porqué de aquel silencio y el malestar masculino frente
a esa activa participación femenina en un ámbito tan público como fue siempre
el de la guerra, bastión indiscutible de la masculinidad. Su Biografías de mexi­
canos distinguidos escrita en 1884 incluye a 294 hombres y sólo a 9 mujeres,
y de la independencia, únicamente nuestras ya conocidas Josefa y Leona logran
colarse, ahí explica que:

Politicastros son llamadas las mujeres cuyo nombre resuena en las discordias in­
testinas, para demostrar qué desdén merecen las que asisten a conciábulos en que
se trata de perturbar la tranquilidad pública, por ruines cuestiones de partido.

11. Tecanhuey, op. cit., p. 78.


12, Apéndice incluido en el libro de Genaro García.
13- Ese mismo año Genaro García escribe, Leona Vicario. Heroína insurgente, México,
Ed. Innovación, 1910.

21 I

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Heroínas se llama a las que desafían los peligros, sacrifican su bienestar,.. cuan­
do se trata de una causa noble, santa, heroica, sublime, como la de la libertad de
la patria, entonces, si la mujer despliega ese entusiasmo, esa abnegación que la
caracterizan y ayuda al hombre, no sólo es aplaudida y admirada, sino que en el
corazón de cada ciudadano se le erige un altar, y la gratitud nacional transmite
a las subsecuentes generaciones su nombre.14

Los historiadores porfiristas que en su afán pedagógico nacional escriben bio­


grafías sobre las mujeres de la Independencia, como Francisco Sosa, Luis González
Obregón o Genaro García, afirmaron que las mujeres fueron en su mayoría adictas
a la causa independentista, así como lo fue la mayoría de la población masculina,
afirmaciones entusiastas de todo un pueblo unido contra el colonizador, pero esa
unanimidad no nos permite hoy entender muy bien entonces por qué la guerra
duró tantos años y hubo tantas destrucciones. Sea como haya sido, en esa época era
necesario construir firmemente el mito del heroico insurgente, irreprochable, lu­
chando desinteresadamente por la liberación de la Patria. Su generosidad y caballe­
rosidad innata e intachable permitió a estos historiadores afirmar que los insurgen­
tes jamás fusilaron a una mujer realista; mientras que los realistas, a quienes tocaba
el papel de los malos de la historia, cometieron numerosas infamias y vejaciones e
incluso fusilaron a heroicas mujeres del campo insurgente.
El discurso nacional tuvo que inventar sus lugares comunes y mitos explicati­
vos, aunque sea más que probable que tengamos que reconocer que la represión
realista haya sido mucho más cruenta que la acción de los patriotas, porque éstos
buscaban más bien hacer adeptos y seducir a los que no se atrevían a tomar parti­
do por la Independencia; mientras que el campo realista buscó a toda costa man­
tener un estado por medio de la violencia y el terror, para impedir que las masas
indecisas apoyaran a los insurgentes, y así, para ellos, las mujeres de insurgentes
identificados fueron consideradas como un factor estratégico clave, rehenes idea­
les, para tratar de disuadir a los hombres de dejar las armas y de pedir indultos.

MARIANAS CONTRA GUADALUPANAS

Silvia Arrom mostró hace más de 30 años que algunos observadores sociales
de la época independentista describieron a ciertas mujeres con una conciencia
política sumamente desarrollada y cita los conocidos casos de mujeres notables
por su valentía y arrojo, que sabiendo los riesgos que corrían, no tuvieron reti­
cencias en sumarse a las filas independentistas. Pero también recuerda que las
actividades de las mujeres realistas fueron menos visibles en el registro histórico

14. Sosa, op. c i t pp. 635-636.

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«POR PORTAR PANTALONES .» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL G É N E R O

porque fueron las vencidas; aunque se sabe muy bien que unas patriotas maña­
nas organizaron a más de 200 mujeres en la ciudad de México.15 Arrom afirma
que ésta fue la primera organización femenina secular en la ciudad de México.
Fundada por doña Ana Iraeta de Mier, viuda de un oidor de la Audiencia, con el
simbólico propósito inicial de proteger a la Virgen de los Remedios, patrona del
ejército realista, haciendo guardias frente a su imagen resguardada en la catedral,
o pagándole a las esposas de soldados pobres para que las hicieran en vez de las
ricas.16 Este ejemplo pronto fue copiado por mujeres de otras provincias. La Vir­
gen de los Remedios fue vestida de generala para lo que la armaron con un bastón
de mando y al Niño con una espadita, incluso hubo el proyecto de nombrarla
Generalísima de la armada del rey de España.17
No se conoce tampoco mucho sobre la acción política o militar real de estas
patriotas marianas, como pudo haber sido el acopio de víveres y dinero, el cuida­
do de los heridos o el de desplazados por la guerra, el espionaje y por supuesto
la seducción a los tibios e indecisos, tareas que realizaban sus hermanas insurgen­
tes, y sólo se las reduce a ellas también, a una actividad tan mujeril como la de
coser la imagen de la Virgen en las banderas del ejército, para contrarrestar los
estandartes de los insurgentes que llevaban el de Ntra. Sra. de Guadalupe. Hoy
podemos pensar que fue más que probable que esas patriotas marianas hayan
colaborado eficazmente con el esfuerzo de guerra español, además de recolectar
fondos y desempeñar múltiples actividades de apoyo.18
Esperamos haber mostrado, a partir de los pocos datos dispersos que encon­
tramos disponibles, que a pesar de que muchísimas mujeres fueron víctimas ino­
centes de las crueldades de una guerra que las sorprendió, otras, pudieron decidir
de antemano su adhesión a la causa, y lo hicieron con una clara conciencia de su
actuar y de los peligros que representaba.

UNA SOCIABILIDAD DE ANTIGUO RÉGIMEN

No debemos olvidar que las mujeres que vivieron en los tiempos de la inde­
pendencia habían nacido en las últimas décadas del siglo xvrn. Siguiendo las bo­
rrosas biografías de algunas de las más conocidas, podemos constatar que fueron
educadas y cultas, muchas incluso poseedoras de un buen patrimonio personal.

15. El Pr. Dr. D. Juan Bautista Díaz Calvillo aseguró en uno de sus sermones, que el fervor
miliciano inspiró la formación de un batallón de señoras, patriotas marianas, formado por dos
mil quinientas señoras, las cuales hacían guardias a la efigie de los Remedios alternándose de
tres en tres en la Catedral, González, Vida de México, 1911, p. 57.
16. Kenter, The Socio-Political role of Women, 1975, p. 87.
17. González, op. cit., p. 55.
18. Kenter, op. cit.; Arrom, op. cit., p. 51.

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Estas señoras, además, tuvieron firmes opiniones políticas y las defendieron pú­
blicamente a pesar del peligro. Las más atrevidas, como Leona Vicario, pertene­
cieron incluso a organizaciones clandestinas, como la de Los Guadalupes, a la que
proporcionó apoyo económico.
Uno de los rasgos fundamentales de ese tipo de sociabilidad de Antiguo Régi­
men al que pertenecieron estas mujeres de las clases superiores era que asistían o
tenían en sus casas «tertulias», es decir, reuniones sociales en las cuales se congre­
gaban los familiares de una casa y sus invitados. La historiografía contemporánea
está revalorando ese escenario social fundamental para el desarrollo de la cultura
y el entrenamiento femenino a la vida política en la primera mitad del siglo xix y
no sólo como un lugar en donde el «bello sexo» demostraba sus habilidades en
el canto y la poesía, o la pericia adquirida en algún instrumento musical, ador­
nos imprescindibles para la mujer culta de entonces. En esas reuniones abiertas
se exponían y discutían los problemas políticos cotidianos, locales y nacionales,
afirmaban opiniones y críticas y ultimaban matrimonios que eran muchas veces
alianzas entre grupos familiares extendidos. Las tertulias tenían también un pa­
pel pedagógico, los oyentes de ambos sexos podían acceder al conocimiento de
autores y temas vigentes en la ciencia, la filosofía y la política, y fueron un medio
fundamental para relacionar a las mujeres con el mundo de las letras y la expre­
sión escrita.19
Es conocidísimo el caso de Doña Josefa Ortiz, Sosa señala:

Era una mujer dotada de extremada hermosura y sentimientos más hermosos


aún... aunque, como estaba prohibido que la mujer mexicana aprendiera a es­
cribir, para evitar que contrajese relaciones amorosas, sólo se le enseñó a leer en
el Colegio de las Vizcaínas. Ahí conoció a su marido con quien se casó y pro­
creó 12 hijos... Abrazó la causa de la libertad con ardor y entusiasmo y trabajó
incesantemente por ella, y como no sabía escribir, apeló al ingenioso recurso
de recortar las letras de los impresos y con ellas, juntándolas con laboriosidad de
que solo una mujer es capaz, hacía sus escritos para influir en la política. Pe­
gaba las letras sobre papel de china, y como una cohetera le servía de correo,
ocultaba el papel entre los cohetes y daba a los conjurados oportunos avisos...
hizo más, indujo a su esposo a abrazar la causa de la independencia y gastó la
mayor parte de su fortuna en ello.20

19. Infante, «De la escritura personal», 2008, pp. 78-79.


20. Sosa, op. c i t 462. A pesar de su deseo de «vindicar a las mujeres», nos impresiona la
ceguera de esos autores decimonónicos, porque si bien es posible que doña Josefa no lograra
adquirir en su Colegio mucha pericia en la escritura, mandar mensajes a través de letras de
molde o recortadas de impresos, siempre es escribir. Y si utilizó ese artilugio, seguramente
era para que su mensaje fuera más claro y legible para sus destinatarios insurgentes, quienes
a lo mejor no tenían mucha pericia en la lectura.

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«POR PORTAR PANTALONES...» LA CONSTRUCCIÓN DEL GÉNERO

Es una pena que nuestro Fiat de la independencia, sea recordada por la memo­
ria histórica, como alguien que «no sabía escribir», y que «sólo escuchaba detrás
de la puerta» lo que la llevó a actuar «clandestinamente»,21 cuando la mayoría de
la población tanto de hombres como de mujeres tampoco sabía leer ni escribir, y
lo importante en su caso, como el propio Sosa reconoce en ese mismo artículo,
es que era ella la que organizaba en su casa las tertulias con los rebeldes a las que
acudía el mismísimo Allende que pretendía a una de las hijas del Corregidor. Asi­
mismo, otros autores no dejaron de señalar su fuerte carácter y el incontestable
ascendiente que tenía sobre su marido. Doña Josefa, por ejemplo, «para quien la
democracia era un dogma», no aceptó en 1821 ser la primera dama de honor del
emperador Iturbide, cargo que rechazó «con frases sumamente enérgicas». Sosa
escribe también que no tuvo consideraciones para escribir horrorizada a Hidalgo
para recriminarle los excesos de la plebe en la toma de Granaditas.22Y que, ya en
la república, fue estrecha su relación con Gómez Farías y con el general Victoria a
quien, no obstante, corrió de su casa porque no hizo nada para detener el saqueo
del Parián en 1828.
Doña Mariana Rodríguez de Toro, casada con el rico minero y probado patrio­
ta don Manuel Lazarín, entonces alguacil mayor de guerra, tenía también en la
ciudad de México una conocida tertulia en su casa, «una sociedad de americanos
merecedores de ese nombre», según Fernández de Lizardi,23 en donde la política
era tema frecuente de conversación. Durante una de esas tertulias, la dueña de
la casa presentó un plan para tomar al virrey Venegas como rehén para obtener
la liberación de Hidalgo, y ante la sorpresa de los contertulios, la tradición dice
que los arengó exclamando: «¿Acaso ya no hay hombres en América?», con lo que
logró convencer a todos y dirigir la conspiración que fue descubierta en 1811,
por lo que ella permaneció en prisión 10 largos años, padeciendo enfermedades,
y a lo largo de dicho periodo jamás delató a nadie.
La cultura de estas mujeres es también harto conocida. La necrología de María
de la Luz Ureaga y Gutiérrez, aparecida en el P an oram a d e las señ oritas M ejica­
n as en 1842, el mismo año de la muerte de doña Leona Vicario, afirma que esta
respetable mujer nacida en Valladolid en 1784 y adicta a la causa de la indepen­
dencia, era cultísima ya que sus padres, «conociendo las bellas disposiciones que
manifestaba su hija desde temprana edad, confiaron su educación a su hermano
con quien estudió la lengua latina y los clásicos, que después le sirvió mucho
para enseñarle a su hijo, y sobre todo, para escribir poemas a la patria, una vez
conquistada la independencia».

21. Gutiérrez, «Mujeres Patria-Nación», 2000. Esta autora afirma incluso que las mujeres en
la época colonial no pudieron acceder a la «comunidad imaginaria» ya que eran analfabetas.
22. García, op. cit,, p. 465. ¿Habrá utilizado el mismo método laborioso de recortar y
pegar?
23. Noticias biográficas de insurgentes mexicanas, Apéndice, García, op.cit. p. 474.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

La bella, rica y joven Leona Vicario, nacida en el emblemático año de 1789, es


aprehendida cuando estaba traduciendo la obra del famoso autor francés Fran-
cois Salignac de la Mothe-Fenelon, Las aventuras de Telémaco, hijo de Ulises.
En la correspondencia que le es confiscada en su aprehensión muestra que es ella
la que nombra con seudónimos sacados de sus lecturas de esas obras francesas a
los insurgentes para comunicarse en clave con ellos; jamás delatará a ninguno, a lo
largo de su interrogatorio. Asimismo en su proceso sale a relucir su gran cultura
y educación, así como los libros que había leído.24 En su N ecrología, Bustamante
afirma que leía a los clásicos, que sabía historia y política y que pintaba muy bien.
También sabemos que una vez consumada la independencia, no tuvo temor en
tomar la pluma para asentar públicamente sus convicciones políticas.

MUJERES QUE NO SABÍAN LATÍN...

Podemos escuchar a muchas mujeres cuando son acusadas o aprehendidas por


hablar claramente a favor de la causa independiente, no sólo a la rica y educada Leo­
na Vicario, quien al parecer gritaba desde el balcón de su casa: «¡vivan mis herma­
nos independentistas!», para consternación de su tío y tutor, o a la augusta matrona
doña Josefa, que en el camino hacia su prisión iba proclamando a los cuatro vientos
su adhesión a la causa e intentaba seducir a los que la conducían, sino también la
voz de la sencilla esposa de un zapatero a quien se pretende fusilar.
Bernarda Espinosa fue aprehendida porque había vertido proposiciones a fa­
vor de los rebeldes. Para sus captores realistas, no había duda de que esa mujer
debía ser fusilada, sin embargo, no se atrevieron a llevar a cabo tal escarmiento
público ya que los insurgentes tenían en su poder a treinta y siete soldados rea­
listas, quienes piden:

Esta mujer que en mi sentir nunca será buena, ya que las proposiciones que
ha vertido son demasiado escandalosas...Digo que se corra la voz de que va a
las Recogidas de México, y en el camino con el mayor sigilo, previos auxilios
espirituales, sea muerta, pasándola por las armas por la espalda como a tal
traidora...25

24. También estaba leyendo el Teatro Critico de fray Benito Gerónimo Feijoo, que junto
con el Telémaco, aparecen censurados por el Index de 1790. En su Declaración a las auto­
ridades, su prima y acompañante, Francisca Fernánez afirmó que Leona había leído: Clara
Harlowe de Richardson, La huerfanita inglesa de La Place, la Idea del Universo de Hervás y
Panduro, La Historia Natural, General y Particular de Buffon, el Nuevo Robinson de Campe,
Kenter, op. cit., pp. 33-34.
25. Extracto de la causa instruida contra doña María Bernarda Espinosa por haber hecho
demostraciones de júbilo con motivo de una derrota de las tropas realistas, 19 septiembre
1815-30 de mayo de 1817. García, op. cit., p. 374.

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«POR PORTAR PANTALONES...» LA CONSTRUCCIÓN DEL GÉNERO

O cuando toda la gente que visitó a María del Rosario Valderrama en su cama,
por estar recién parida, la convencen de autodenunciarse ante la Inquisición por­
que despotricó contra el Santo Oficio, hablando también muy mal del virrey y de
Napoleón.26
A pesar de que corrían enormes riesgos al tomar partido por la causa inde­
pendiente, encontramos muchos casos en el ramo Infidentes que nos permiten
escuchar bien claro las opiniones de las mujeres. Por supuesto que somos cons­
cientes de que sólo una minoría de mujeres era la que asistía a salones o tertulias,
leía o escribía cartas o peticiones; la gran mayoría de la población no sabía leer
ni escribir, sin embargo, participó activamente en las guerras, cuando llegaron a
sus pueblos o ciudades y no pudieron hacer otra cosa más que ayudar y apoyar
a sus hermanos, maridos, padres, hijos y vecinos. También a ellas podemos cata­
logarlas de heroínas, ya que sufrieron castigos ejemplares por callar y no revelar
nada al bando realista. Afirmaban:

en virtud de que el Consejo comprobó su sospecha se resuelve que se vote la


pena a que se han hecho acreedoras para que les sirva de escarmiento a otros...
ya que estas mujeres se negaron al descubrimiento de los individuos en quie­
nes está reconcentrada la maldad de propagar sus inicuas ideas en la presente
revolución, cuya existencia dimana en mucha parte de mujeres semejantes a
éstas, de quienes los cabecillas insurgentes se han valido para recibir noticias de
cuanto pasa en la ciudad...27

La rudeza con que fueron tratadas las mujeres de Pénjamo en 1814, apresadas
por Iturbide con todo y sus hijos sin formárseles causa alguna, muestra que las
autoridades reales estaban convencidas de que eran pieza clave para atraer a los
maridos, hijos, parientes, novios o amasios a que dejasen las armas y se acogieran
al indulto, o para impedir que ellas los auxiliasen.28
Como lo escribe claramente Iturbide al virrey en 1816, cuando tomó prisione­
ras a más de 100 mujeres de Pénjamo:

la hermana del rebelde cabecilla clérigo Uribe y la otra prima de Bribiesca... han
tenido la audacia de explicarse a favor de la rebelión; y esta clase de mujeres
en mi concepto, causan a veces mayor mal que algunos de los que andan aga­
villados, por más que se quieran alegar leyes a favor de este sexo, que si bien
debe considerarse por su debilidad para aplicarle la pena, no puede dejarse en

26. Denuncia que doña María del Rosario Valderrama hace al Tribunal de la Inquisición,
de las simpatías que ella y otras personas tenían por los insurgentes y del desprecio que veían
los edictos de ese Tribunal, 31 de octubre de 1810, Ibid., p. 304.
27. Valladolid, 16 de septiembre de 1811, Ibid., p. 326
28. Garrido, «Entre hombres te veas», op. cit.

217

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

libertad para obrar males y males de tanta gravedad: considérese el poder del
bello sexo sobre el corazón del hombre, y esto solo bastará para conocer el bien
o el mal que pueden producir...29

Una de ellas, sospechosa de ser la amante de un rebelde, fue hecha prisionera


cuando se encontraba arando su tierra y había dejado a su bebé en su cuna y por
más que gritaba para que no lo abandonaran cuando se la llevaban, ahí lo dejaron
y desesperada no sabía qué había sido de él. Iturbide responde que «esos tristes
acontecimientos son inevitables en la guerra, pero la madre subsiste mantenida
en mi casa desde entonces y en servicio de mi muger... ya tengo dicho a mis
hombres que se conduzcan bien.. .».30 En efecto, encontramos que uno de los cas­
tigos para las «rebeldes» era el de ir a servir a la casa de la esposa del capitán de
turno, o de cocinera, lavandera o enfermera de la tropa, probablemente sufrieron
peores atropellos si el General no les ordenaba qu e se condu jeran bien.

UNAS AGUERRIDAS CAPITANAS: CUERPO-GÉNERO-GUERRA DE GUERRILLA

Como vimos, una de las acusaciones más frecuentes contra ellas fue la de
seducción, pero en el sentido de persuadir, de seducir a los realistas a desertar y
de animar a los indecisos a unirse al bando insurgente, que es lo que supo hacer
tan bien nuestra ilustre Leona Vicario. Sin embargo, una revisión de los casos
juzgados por Infidentes nos permite ver otro tipo de delitos de los que se acusó
más frecuentemente a las mujeres: llevar y traer mensajes, contrabandear armas
y municiones, espionaje, conspiración, abastecimiento económico, guiar a los re­
beldes por los caminos, curar a los heridos, llevar agua a los soldados, enterrar a
los muertos y, a veces, también por portar armas y ser auténticas soldadas.
Es de éstas últimas de quienes escribiremos para concluir esta ponencia. Fer­
nández de Lizardi escribía, «es imposible reducir a (algún) numero a las heroicas
americanas, aun en la clase de las pobres como la muger de Albino García quien
montada a caballo como hombre, con el sable en la mano a la cabeza de la divi­
sión de García entraba la primera a los ataques».31
El informe que el realista Villasana rindió al Virrey sobre la aprehensión de
doña Prisca Marquina de Ocampo, que «con sus charreteras y sable» había acom­
pañado a su esposo, el jefe insurgente don Antonio Pineda en sus combates, y
que había evitado que él se acogiera al indulto, es claro, muchas mujeres también
tomaron las armas cuando tuvieron que hacerlo.

29. García, op. cit,, p. 391.


30. Ibid.
31. Fernández de Lizardi, Noticias Biográficas, op. cit, p. 478.

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«POR PORTAR PANTALONES..,» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL G É N E R O

El pensador mexicano cita los casos de doña María Fermina Rivera, viuda
de José María Rivera, muerto en el cerro de Chichihualco en 1821 peleando
al lado de Guerrero, quien «cogía el fusil de uno de los muertos y sostenía el
fuego al lado de su marido con el mismo denuedo y bizarría que pudiera un sol­
dado veterano». O el de doña Manuela Herrera, hija de familia, por lo que hizo
socorros cuantiosos a los insurgentes, quemó una de sus haciendas para que no
la tomaran los realistas y anduvo con su hermano con los insurgentes de Mina,
quien los acogió en su rancho del Venadito, donde fue hecha prisionera la misma
noche que sorprendieron a Mina, le saquearon su plata, alhajas, dinero, y sufrió
mil insultos. Dice que por su patriotismo y mérito, «se halla elogiada en papeles
públicos de Londres y los Estados Unidos». También se refiere a otra mujer de
«Huichapan, cuyo nombre ignoramos, pero vive pensionada por el gobierno y
cuyos documentos existen en la Secretaría de Guerra, ella levantó a sus expensas
una división, se puso al frente de ella, dio algunas acciones a los realista y en una,
se quedó sola haciendo fuego.. ,».32
En efecto, si pensamos un poco en la guerra de guerrillas, la participación de
las mujeres no sólo era necesaria, sino imprescindible. Los hombres levantados en
armas se unían a los rebeldes y se iban a pelear o esconderse y atacar desde los
cerros o las inmediaciones de los poblados y tanto las mujeres, como el resto de
la población, eran vitales para que ellos lograran sobrevivir, eran su enlace con el
mundo, para llevar y traer noticias, armas, medicinas, agua, comida. Muchas veces
las mujeres no podían quedarse en los poblados arrasados y tenían que seguirlos
al monte o huir a otros poblados, entraron así a las guerras, de uno u otro bando,
forzadas por las circunstancias. Recordemos que esos ejércitos, tanto realistas
como patriotas, no tenían unidades oficiales de abasto que se encargaran de pre­
parar alimentos, ni de proporcionar otros servicios a los soldados, así que depen­
dían enteramente de las mujeres. Si bien muchos contaban con sus mujeres o las
de sus propias comunidades, otros, dependían de las mujeres que ellos pagaban
para que compraran o prepararan sus alimentos, y además todas llevaban consigo
a sus hijos, iban embarazadas o parían en los campos de batalla.33 Incluso en la
prisión era imprescindible tener contactos fuera para sobrevivir. Carlos María de
Bustamante describe la fundamental ayuda de doña Manuela García Villaseñor,
«mi esposa y compañera en la revolución desde el añol813» para sobrevivir los
13 meses que estuvo preso en San Juan de Ulúa, «esta virtuosísima mujer me auxi­
lió, socorrió y sostuvo sin que me faltase nada, nada, aunque ella sufrió las mayo­

32. Ibid., p. 478.


33. Fenómeno que se reproducirá un siglo después en la Revolución Mexicana, como lo
muestra Salas, «Las soldaderas en la Revolución mexicana», 2003, p. 160.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

res privaciones y muchos ultrajes del gobernador y además una fuerte fiebre y 7
meses de cuartanas que iban a terminar sus días».34
El caso de la persecución a un cabecilla insurgente nos muestra que las mu­
jeres con niños pequeños eran las que pagaban muchas veces el precio más alto,
seguramente al verse cercados, los rebeldes huían dejándolas atrás, pensando que
por ser del «sexo débil» se les perdonaría más fácil, veamos las duras condiciones
en las que se encontraban en 1818:

... en uno de aquellos montes encontré una vereda, muy delgada y subí por
ella toda la noche hasta que en una barranca muy honda y montosa encontré
la Gavilla del Rebelde Teodoro Rosales, compañero del difunto cabecilla Mar­
celino Sánchez; me eché sobre ella y logré matarles 4, quitarles una escopeta,
4 machetes y cogerles 4 mugeres, entre ellas la del cabecilla Marcelino y a un
hijo de éste, muy mal herido, que por ser muy joven no lo he pasado por armas;
dos mujeres salieron heridas de bala, una en un muslo, la otra de los pechos,
ésta tenía una criatura recién nacida, la que tuvo la desgracia de morir, pero al­
canzó a que se le echase el agua del bautismo, que mandé la echara un sargen­
to. El rebelde Rosales y otro van heridos, esta gavilla se componía de 8 hombres
con 3 armas de fuego. El cabecilla Eugenio Brigida no se hallaba allí, me dicen
las mujeres que había salido un día antes, pero no sabían su destino...35

El caso de la veracruzana doña María Josefa Martínez, viuda de Miguel Montiel,


permite ver el papel fundamental de una aguerrida capitana que servía de enlace
entre bandos rebeldes. El Coronel Manuel de la Concha, vecino y cosechero de
tabaco en la villa de Orizaba, relata cómo fue que la atrapó:

Fue apresada por una de mis guerrillas en el pueblo de San Antonio inmediato
al volcán de Orizaba, en compañía de su asistente Marroquín, con quien estaba
asociada de otros rebeldes que se fugaron con precipitación... Es constante en
el valle de san Andrés Chalchicomula que esta mujer comandaba varonilmente
y con el mismo traje de hombre con que fue cogida, una partida de 12 rebeldes
de más confianza que capitaneó su marido Montiel, por cuya muerte se com­
prometió ella a sostenerlos sin otra recompensa que el de que la acompañaran
y ayudaran a exigir las contribuciones de aquel territorio, con las cuales sostenía
aquellos y a sí misma, viviendo en un rancho distante de dos leguas al monte
del volcán. Con esta partida servía además para descubrir los movimientos de la
tropa cuando llegaba a San Andrés en cuya operación fue presa, como ella mis­

34. Comunicación de D. Ciríaco de Llano al Virrey Apodaca, en que transcribe otra del
Comandante de Tepeyahualco, relativa a la esposa del Lie Bustamante y nota de este, 30 de
junio de 1817, García, op, cit., pp. 468-469.
35. Comunicación de don Eutimio Rionda al Teniente Coronel Francisco Rionda, en que
le da cuenta de haber sorprendido a la compañía del insurgente Rosales, aprehendiendo a
cuatro mujeres, heridas dos de ellas, 12 de octubre de 1818. García, op. cit., p. 436.

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Índice
«POR PORTAR PANTALONES...» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL GÉNERO

ma confesó, para darle parte al cabecilla de rebeldes Couto que estaba entonces
con su gavilla en el pueblo de Maltrata.

Según este relato, muchos vecinos agradecieron a las tropas realistas la apre­
hensión de esta mujer, «asegurando que les era más perjudicial que ninguno de
los rebeldes no sólo por la violencia con que les exigía las contribuciones, sino
también por la seducción que hacía a todos, vejando agriamente a los que no
seguían su partido».36
Su atribulado padre, don Nicolás Martínez, vecino y también cosechero de ta­
baco de la villa de Orizaba, como el propio Coronel Manuel de la Concha, escribe
suplicando por la libertad de su hija ya que consideraba excesivo el castigo a pri­
sión perpetua impuesto en el Recogimiento de Santa María Egipciaca de Puebla.
El padre apela a la piedad de sus captores, y trata de exculparla argumentando la
inocencia de una víctima del «ciego torrente de la revolución», que primero había
arrastrado a su marido al lado de los facciosos, y luego, ya viuda y con niños huér­
fanos, la había forzado a salir de su casa para conseguir los víveres necesarios para
el sustento de su familia. Alega que ahí se había encontrado fortuitamente con el
asistente de su marido, justo cuando las tropas de don Manuel de la Concha an­
daban por ese rumbo. Asegura que María Josefa era una verdadera mujer de su
casa, que jamás había abrigado ideas revolucionarias, que no iba armada, que traía
enaguas, ya que el pantalón sólo lo usaba debajo de ellas y por comodidad cuan­
do montaba a caballo. Que se encontraba ya obediente y sumisa en su reclusión
pero con el corazón oprimido, por hallarse grávida «y en los meses mayores», pero
sobre todo, afirmaba, porque se le creía delincuente. El padre promete tenerla
bajo su techo bien vigilada y controlada, dando en garantía una fianza, con el aval
de dos personas solventes; pero además, ofrece un donativo de 300 pesos para
socorrer a las tropas del ejército del sur, cantidad nada deleznable, «que le quitará
a su larga y pobre familia».
El capitán contesta que era verdad que no se le habían encontrado armas en
el momento preciso del arresto, pero que su ayudante, «Marroquín portaba una
excelente escopeta, que era la que ella manejaba cuando se le ofrecía... y que
también se le cogieron a todos sus caballos bien pertrechados». Afirma asimismo
que:

su propio traje de mujer sólo lo usaba para entrar en Orizaba, Córdoba y Puebla
a observar los movimientos de la tropa y saber las disposiciones de sus respec­
tivos comandantes, para noticiarlos a los rebeldes principalmente a Couto, que
fue el que sucedió a su marido Montiel en el mando de su gavilla. No es cierto

36. Extracto del expediente relativo a la solicitud de libertad hecha por D. J. Nicolás Mar­
tínez a favor de su hija doña María Josefa, acusada de capitanear insurgentes, 23 de diciembre
de 1816-19 de junio 1817. García, op. cit, pp. 410-422.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

lo que dice su padre de que usaba pantalón bajo las enaguas por comodidad, y
sí lo es que en el acto de su prisión no se le encontró el menor traje de mujer.
También ignoro que tenga hijos, pues ella respondió no haber tenido sucesión
alguna.

Todas esas razones le permitieron confirmar que era absolutamente necesaria


su reclusión, al menos, «por el tiempo que dure esta revolución, ya que su sexo la
libertó de otra pena a que sus excesos la habían hecho acreedora».
Sabemos que no podemos extendernos en el tema del travestismo, sin embar­
go, no podemos dejar de señalar la importancia que revestía entonces el hecho
fundamentalmente trasgresor de «portar pantalones». Razón por la cual el padre
de María Josefa tiene que apelar varias veces a la feminidad y a insistir que su
desgraciada hija no era un «fenómeno de su sexomanía armándose con traje de
varón, capitaneando a los rebeldes y causando con sus operaciones más daño a
la Patria y al Trono que los cabecillas principales.. .».Aunque tal vez tuviera que
llevar pantalones bajo las enaguas; le preguntaba a sus captores, «¿qué daño podía
hacer una infeliz viuda cargada de hijos y muy próxima a parir, cuando no se le
había probado ningún cargo y sólo por chismes se le había condenado a la reclu­
sión perpetua?».
La contraparte afirma:

que en consideración a su sexo, se ha librado de ser pasada por las armas, res­
pecto a que el portarlas ella en traje de hombre y capitanear a varios rebeldes,
daba lugar bastante para aplicarle aquella pena... Y que en San Antonio el Alto
no faltó quien me asegurase que las seducciones de esa mujer y sus operaciones
varoniles causaban más daño que cualesquiera de los cabecillas principales. Por
ello me parece que se ha hecho acreedora a un encierro perpetuo.

Todos confirman que esa mujer, tan poco mujer, ya que ni siquiera había con­
fesado tener hijos, era como los hombres: cruel, manejaba armas, montaba a caba­
llo y la prueba irrefutable de su mal proceder era justamente que portaba panta­
lones. ¿Qué más pruebas de su disimulo y mal actuar que el tratar de confundir?
Recordemos que en el Antiguo Régimen el disfraz sólo era tolerado en el marco
de los carnavales. Fuera de esos momentos de ruptura del orden social, siempre
se penó a aquellos que trataban de ocultar o de usurpar la identidad no sólo ge­
nérica, sino de estamento ó de raza representada en el vestir.37

37. Al parecer, también una de las hijas de Hidalgo lo acompañaría en sus campañas
militares vestida de soldado. Aún no se sabe si ella fue la famosa Fernandita, que entró a
Guadalajara disfrazada en una carroza cerrada cuatro días después de que lo hiciera Hidalgo
apresado. Kenter, op. c i t pp. 107-109.

222
Índice
«POR PORTAR PANTALONES...» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL G É N E R O

Así podemos también entender la gran sorpresa que causó a sus liberadores
la valiente Leona Vicario cuando aceptó disfrazarse de negra para escapar a su
prisión. Se quedaron atónitos cuando «a pesar de que amaba su hermosura como
la aman todas las mujeres, convino en desfigurarse y pasar por una negra horrible
africana al salir de la garita, con una pomada con la que quedó tan prieta como
una negra atezada.. .».A los temores expresados: «Señorita, va Ud. a quedar horri­
ble», ella contestaba impávida, «no importa, aunque parezca una furia infernal,
como logre contribuir a la felicidad de mi patria».38 Logrando así burlar la «fuerte»
vigilancia en las garitas, ya que a nadie se le ocurrió que una mujer distinguida se
atreviera a disfrazarse de negra.
El hecho de portar pantalones fue factor fundamental para no concederle
al padre de la capitana orizabeña el permiso de tenerla depositada en su casa,
ni siquiera porque se encontraba grávida y a punto de parir. Pensaban que una
mujer así, podría escaparse en cualquier momento de la tutela paterna y se­
guir cometiendo fechorías, ya que «si su padre la hubiera recogido después de
que enviudó,habría cumplido con su deber y librado al público de los prejuicios que
ha cometido esta mujer».
Tampoco podemos pasar por alto el hecho de que muchas de esas mujeres
tenían hijos pequeños consigo en el momento de sus aprehensiones. Algunas
incluso, como nuestra venerable doña Josefa Ortiz embarazada de su último hijo,
o como la aguerrida capitana orizabeña Ma. Josefa, a punto de parir y con otros
tres de pequeña edad. La misma Leona Vicario dio a luz a su hija «en una cueva» en
plena campaña. Otras, como ya vimos, fueron encarceladas e incluso balaceadas
con sus hijitos al pecho.Y otras más fueron fusiladas por insurgentas. Indudable­
mente el hecho de ser mujer en esa larga decena de luchas fratricidas debió de
haber sido durísimo: raptos, violaciones, asesinatos; la muerte de los seres queri­
dos fueron el precio que muchísimasde ellas pagaron.

CONCLUSIONES

Si bien los panegiristas que escribieron después de consumada la Indepen­


dencia sobre nuestras heroicas mujeres no dejaron de señalar la varonil entereza,
el indomable carácter y la fuerza y energía poco común de muchas de las que
se unieron a la causa de la libertad, todos ellos insisten después en regresarlas al
cauce femenil tradicional.
Si en un primer momento estas mujeres apasionadas brillaron con su actuar
para ayudar al «tránsito repentino de la esclavitud a la libertad y participaron en el
espectáculo grandioso de una nueva nación... olvidando la debilidad de su sexo,

38. Bustamante, Necrología, p. 3.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

animadas de una fuerza que ellas mismas ignoraban...», «una vez apagados los
fuegos de la Independencia por la que tanto suspiraban y a cuya consecución co­
operaron en cuanto pudieron», se entregaron de lleno a la práctica de las virtudes
hogareñas. Así lo hizo María de la Luz Ureaga y Gutiérrez y, según su N ecrología
ya citada, «entonces brilló más que nunca la bondad de su alma... se dedicó a la
beneficencia, a aliviar las penas de sus semejantes, murió siendo buena hija, bue­
na madre y buena esposa».
Carlos María de Bustamante, cuya mujer estuvo también presa por defender
sus mismos ideales políticos, no dice otra cosa en la N ecrología de nuestra ilustre
Leona Vicario:

se metió en tantos compromisos y aflicciones... dinero, ropa, alhajas, todo lo


sacrificaba gustosa para dar impulso a nuestra revolución... sufrió largas pere­
grinaciones, hambre, desnudez y desdichas y jamás indicó cobardía mugeril,
por el contrario, alentaba con decisión varonil, despreciando la muerte y los
cadalsos, sin embargo después, su casa fue el asilo de pobres y su piedad no
tuvo límites cuando se consagró a llenar las obligaciones de buena ciudadana,
fiel esposa y madre.

Hacer como si las mujeres regresaron sin rechistar al redil hogareño, fue la
manera discursiva de indicar que las grandes épocas de revolución habían ter­
minado, la mujer de pantalones y fusil pertenecía al conjunto de las imágenes
de la violencia y subversión popular revolucionaria que una nueva burguesía
en el poder debía conjurar así como al espectro de la revolución. A lo largo del
siglo xix, en efecto, las mujeres tuvieron que conformarse, al menos en teoría y
públicamente, con ese papel ideal que los hombres elaboraron cuidadosamente
para ellas.
Soy consciente de que en este artículo no he hecho otra cosa más que juntar
datos dispersos ya publicados, sin embargo, el tema de la participación femenina
en esta guerray su posterior reflejo en el relato histórico me pareció un tema rico en
enseñanzas y poco explotado aún por la historiografía. Me permití traerlo a la pa­
lestra para tratar de convencer a otros investigadores especialistas y a los jóvenes
en formación de la importancia de trabajar este tema más a profundidad.

ARCHIVOS

agn m Archivo General de la Nación (México). Infidencias.

224

Índice
«POR PORTAR PANTALONES...» LA C O N S T R U C C I Ó N DEL G É N E R O

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226

Índice
EL NEGOCIO CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ EN LA COYUNTURA
EMANCIPADORA
lleana Parra Grazzina
Universidad del Zulia,
Venezuela

INTRODUCCIÓN1

Bajo el dominio hispánico, las transacciones mercantiles de las provincias ve­


nezolanas se cimentaron en complejas redes de comercialización que vincularon
los centros productivos y de acopio, con los puertos de destino final, caribeños
y trasatlánticos. No cabe dudar del afianzamiento de los nexos mercantiles in­
terprovinciales que se establecieron en la larga duración colonial, si se toma en
cuenta la inestabilidad del comercio directo entre la Península y sus puertos ul­
tramarinos.
En consecuencia, el negocio cacaotero activó estas redes de comercializa­
ción, dado que fue el cacao -codiciada almendra, de exquisito aroma y calidad,
y de buen precio- el principal fruto de exportación de las antiguas provincias
venezolanas. Caracas, a través de La Guaira y Maracaibo, constituyeron los puertos
principales de exportación, que además compitieron por el control de las rutas
hacia el Caribe, tras venderse en el puerto novohispano de Veracruz.

1. Esta ponencia se presenta como avance de investigación del proyecto «Dinámicas lo­
cales, negocios y rutas de comercialización en la cuenca del lago de Maracaibo, siglos xvii-xx»
de la red de líneas de investigación Formación del Estado nacional en Venezuela adscrita al
Centro de Estudios Históricos de la Facultad de Humanidades y Educación y al Laboratorio
de Historia de la Arquitectura y Urbanismo Regional de la Facultad de Arquitectura y Diseño,
financiado por el Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (c o n d e s ), Universidad del
Zulia.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

En el caso de la ciudad-puerto de Maracaibo, la estructuración del negocio


cacaotero se activó, en un principio, por alta demanda del cacao gibraltareño,
solicitado desde las plazas de Cartagena de Indias y Veracruz; desde las prime­
,
ras décadas del siglo x v ii bajo el dominio de los Austrias. Luego, con la dinastía
borbónica del siglo xvm, la Compañía Guipuzcoana monopolizó su exportación
hasta el cierre de la empresa, justo cuando las medidas liberales peninsulares
desencadenaron un giro en la comercialización interprovincial iberoamericana
con los puertos extranjeros, a finales del siglo xvm y principios del siglo xix. Es
en estos últimos tiempos, que se consolidó el eje mercantil Cúcuta-Maracaibo-
Veracruz de la Carrera de Veracruz, precedente histórico-contextual que explica
la continuidad del negocio cacaotero (iniciado desde el siglo x v ii en la coyuntura )
de ruptura con el modelo colonial hispano. Pese a las declaratorias independen-
tistas en las provincias venezolanas y las consecuentes repercusiones en las áreas
productivas, centros de acopio y rutas de circulación en la cuenca del lago de
Maracaibo, éstas no interrumpieron el tradicional y secular comercio cacaotero
que el puerto marabino había arraigado con Veracruz. La anterior periodización,
resultante de la interpretación historiográfica y documental, es la que ha guiado
el desarrollo del proceso que sustenta dicho trabajo.
Analizar los inicios, continuidad y persistencia del comercio cacaotero entre
Maracaibo y Veracruz, desde el siglo xvii hasta los turbulentos inicios del xix, re­
quiere considerar la combinación de intereses económicos y poderes dominan­
tes de la Corona con intereses particulares y familiares de las redes establecidas
entre vascos, catalanes, criollos y extranjeros en la Carrera de Veracruz, así como
también, apreciar su inserción en la complejidad de mercado mundial de la agro
exportación, en momentos del desarrollo desigual y competitivo del capitalismo
europeo. Ello singularizó el proceso histórico en las diferentes fases constitutivas
de exportación cacaotera desde Maracaibo.
Por tal razón, se busca demostrar, en el presente trabajo, que la incertidumbre
política y los conflictos bélicos de la coyuntura emancipadora en las provincias
venezolanas no incidieron estructuralmente en el comercio de exportación del
puerto de Maracaibo, en general, ni interrumpieron el negocio cacaotero con
Veracruz en particular. Novedad temática, si se toma en cuenta que muchas de las
provincias iberoamericanas resultaron desvastadas económicamente por los con­
flictos bélicos del periodo emancipador ante la disminución agrícola y mano de
obra, la difícil comunicación vial y la tropelía de los ejércitos entre otras causas.
La provincia de Maracaibo no secundó inicialmente las propuestas caraqueñas
de independencia, pues los intereses locales y regionales eran incompatibles a
sus planteamientos, en consecuencia, no arriesgaba su autonomía económica y
política.
En principio, la explicación de esta conjetura se sustenta en la amplia pro­
ducción investigativa del Centro de Estudios Históricos de la Universidad del

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Índice
EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

Zulia cuyo eje de análisis han sido los estudios históricos locales y regionales. Por
otra parte, específicamente para el tema en cuestión, resultó medular el análisis
comparativo de los estudios histórico-económicos realizados por Eduardo Arcila
Farías C om ercio entre Venezuela y M éxico2 y los de Belín Vázquez «El puerto de
Maracaibo: elemento estructurante del espacio social marabino (siglo xvm)»3 y «El
comercio exterior de Maracaibo en el marco de la crisis y ruptura con la monar­
quía borbónica (1781-1821)»,4 cada uno de significativa contribución historio-
gráfica sobre el comercio maracaibero. La lectura interpretativa y comparativa
entre las fanegas5 de cacao contabilizadas por Arcila Farías y los navios de despa­
cho cacaotero registrados por Vázquez, permitió respaldar y cohesionar históri­
camente, la conjetura en cuestión. En razón de la ausencia de archivos coloniales
en Maracaibo, el soporte documental de los respectivos estudios de Arcila Farías
y Vázquez producto de la investigación en archivos extranjeros, ha resultado de
primer orden para reconstruir este proceso. Igualmente, la invalorable obra del
maestro don Agustín Millares Cario, Archivo d el Registro P rincipal de M ara­
caibo. Protocolos de los antiguos escriban os, 1790-1836. ín d ice y extractos,6
ha subsanado en gran medida, la escasez de fuentes primarias, para reconstruir
los asientos jurídicos-mercantiles, según las antiguas escribanías, de gran interés
como fundamento histórico en dicha investigación.

MARACAIBO: LA CIUDAD-PUERTO EN LAS RUTAS DEL CARIBE

Los estudios locales y regionales de la historia comercial caribeña han demos­


trado que la relación interprovincial en América fue uno de los fenómenos más
importantes durante el dominio de la Monarquía hispánica. En este contexto y
en razón a sus posiciones geográficas, las provincias venezolanas de Caracas, Ma­
racaibo, Cumaná, Barinas, Guayana y Margarita, de relativa autonomía económica
y hasta política, se articularon a la compleja red comercial caribeña y atlántica,
vinculados por mercados, mercaderes, rutas y puertos. Así, desde sus respectivos
puertos garantizaban y drenaban las mercaderías demandadas por los puertos ca­
ribeños y peninsulares, hispanos y extranjeros, bien por la vía de las transacciones
legales o bien por la del contrabando.

2. México, El Colegio de México, 1950, p. 324.


3. En Cuadernos de Historia, Maracaibo, Universidad del Zulia, 1986, n° 14, p. 184.
4. En Historia y cultura. Revista de la Facultad de Ciencias Humanas, Cartagena, Univer­
sidad de Cartagena, 1994, n° 2, pp. 91-107.
5. Fanega. Medida de capacidad para áridos que, según el marco de Castilla, tiene 12 ce­
lemines. Celemin. Medida antigua superficial que en Castilla equivalía a 537 m2. (N. de la R.),
Diccionario de la Lengua Española (22a ed.). http://www.rae.es/rae.html.
6. Maracaibo, Centro Histórico del Zulia, 1964, p. 363.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La presencia del comercio interprovincial se puso de manifiesto, dado a que


durante largos periodos y por causas diversas, las provincias vieron interrumpidas
la navegación y abastecimiento directos con España; situación ésta motivada por las
características del régimen comerciarla irregularidad del sistema de flotas o a los
conflictos bélicos, que afectaron directamente la normalidad de los intercambios
desde la Península con las posesiones ultramarinas. Ello derivó en la intensificación
que hicieron las provincias del tráfico comercial con Nueva España, Cartagena de
Indias, Santo Domingo, La Habana, Puerto Rico y otros puertos del Caribe, inclu­
yendo las extranjeras, como respuesta a la precariedad e inestabilidad comercial
con la Península.
En el caso de la provincia de Maracaibo la articulación con los puertos cari­
beños hispanos y extranjeros se mantuvo desde finales del siglo xvx hasta las déca­
das coyunturales de la emancipación americana del siglo xix, bajo los matices de
las políticas monopólicas y restrictivas de los Austrias y Borbones, cuya dinámica
estructural caracterizó históricamente a Maracaibo por su condición portuaria en
la relación capitalista mundial, aún en los tiempos de construcción republicana,
luego de la ruptura definitiva con España.7
Por consiguiente, la provincia y puerto de Maracaibo integró la red comercial,
bajo la enorme gravitación económica que alcanzó la sociedad novohispana en
el ámbito de los dominios españoles en la vertiente caribeña, de este lado del
océano Atlántico.8
Es en este orden de ideas, que se entiende el preeminente comercio expor­
tador del cacao como fruto principal de las provincias venezolanas y sobre cuyo
comercio se fundaron las relaciones mercantiles con la Nueva España.9 El cacao
de Caracas como el de Maracaibo, tuvieron una difusión poco extensa dentro del
territorio de Nueva España, pues, generalmente se consumían, en las áreas com­
prendidas desde la región de Veracruz a la ciudad de México, como Jalapa, Ori-
zaba y Puebla; cabe señalar la gran diferencia entre las cantidades que llegaban
al puerto veracruzano y las que subían a la capital virreinal.10Tal discernimiento
se hace en el entendido de que existieron otras provincias americanas abastece­
doras de cacao a la Nueva España, aparte de la producción propia novohispana.

7. Ampliamente demostrado en Ileana Parra Grazzina, Proceso de conformación de la


Provincia de Mérida, La Grita y ciudad de Maracaibo. 1574-1676, Sevilla, 1984, Tesis docto­
ral, inédita. Belín Vázquez «El puerto de Maracaibo: elemento estructurante del espacio social
marabino (siglo xvm>, en Cuadernos de Historia, Maracaibo, n° 14, Universidad del Zulla,
1986, y Germán Cardozo Galué, M aracaibo y su región histórica. El circuito agroexportador,
1830-1860, Maracaibo, Editorial de la Universidad del Zulia, 1991.
8. Arcila, Comercio, 1950, pp. 19-20
9. Ibid., p. 36.
10. Ibid., p. 80.

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

Asegura Kicza, que la mayor parte del cacao de la colonia procedía de tres áreas:
Tabasco, Guayaquil y los de Caracas y Maracaibo, desde Venezuela.11
Por otra parte, la importancia que el cacao adquirió en Europa y la preferencia
que los consumidores dieron al producto venezolano, colocaron a sus provincias
de origen al frente de los productores agrícolas de España en el continente ame­
ricano, atrayendo las miradas de otras naciones mercantiles como Holanda, Ingla­
terra, Francia y Dinamarca.12
Por el puerto marabino se exportaron con destino al Caribe, harinas, azúcares
y panelas, lienzos de algodón, cacaos, tabaco, cueros, añil, palo de brasil, entre otras
mercaderías abastecedoras. Las mismas se producían de la amplísima región de
la cuenca del lago de Maracaibo, algunas de sus tierras bajas y ribereñas, otras
descendían de los valles y las altas sierras andinas, por vía de caminos muleros
o rutas fluviales, afluentes del Lago. La circulación de las mercaderías rebasaba
más allá de los límites políticos administrativos de la provincia de Maracaibo,
también procedían de otros centros productores, o bien de la provincia de Vene­
zuela o bien del Nuevo Reino de Granada. Toda la producción requería del Lago
de Maracaibo como canal mercantil para sus conexiones caribeñas y atlánticas,
convirtiéndose entonces Nueva Zamora de la Laguna de Maracaibo, en el puerto
de obligado paso de los navios, favorecido por suubicación,enlaentradaysalidadel
Lago. Este privilegio ambiental fue aprovechado históricamente por la socie­
dad y autoridades maracaiberas para sus beneficios e intereses económicos y
de poder, desde el siglo xvi hasta tiempos republicanos en los inicios del siglo
xx, cuando la explotación petrolera desplazó radicalmente las exportaciones
agrícolas.

ANTECEDENTES DEL NEGOCIO CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ: INICIOS


EN EL SIGLO XVII. MONOPOLIO DE LA COMPAÑÍA GUIPUZCOANA EN SIGLO XVIII

Una riqueza, distinta a la del oro, plata o de las perlas, generó el negocio del
cacao despachado desde la ciudad-puerto de Maracaibo hacia el Caribe, desde el
siglo xvii hasta inicios del siglo xix, razón por lo cual se denominaba en los predios
caribeños como ca ca o d e M aracaibo, cuando en realidad la procedencia de la
cotizada almendra era de regiones comarcanas del sur del lago de Maracaibo y de
los valles andinos neogranadinos.

11. Kicza, Empresarios, 1986, p. 85.


12. Arcila, Comercio, 1950, p. 37.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La región de Gibraltar, de grandes extensiones de cacagüales silvestres, situa­


da al sur, en el piedemonte lacustre-andino,13 fue el territorio de origen de las
primeras exportaciones, por lo que se estableció la ruta del cacao a través del
vaso comunicante lacustre hacia Maracaibo rumbo al Caribe. Desde los inicios,
su cultivo y comercio estimularon el atesoramiento en productores y mercaderes
hispanos y extranjeros, en tanta magnitud que llegó a utilizarse el cacao como
moneda, en ocasiones que el circulante faltara.14
A partir de la década de los setenta del siglo xvi,las fuentes indianas conocidas
como relaciones geográficas, señalan y destacan la existencia de cacao originario
en el occidente de Venezuela. Juan López de Velazco al referirse sobre el pobla-
miento de Mérida desde 1561, resaltó la abundancia de comida y de ca ca o com o
el d e N ueva Españ a.15 Con apreciación parecida, los alcaldes de Nueva Zamora
de Maracaibo, Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga, en 1579, advierten el
provechoso comercio de mercaderías y cacao en el Nuevo Reino, de establecerse
la navegación por el río Pamplona hacia la Laguna.16
Desde las primeras décadas del siglo x v i i , el comercio cacaotero se activó
entre los puertos de Maracaibo y los caribeños de Veracruz y Cartagena de In­
dias. Muchos testimonios documentales dan fe de ello. Como el de Juan Pacheco
Maldonado, gobernador de la provincia de Mérida y La Grita en 1626. Ponderaba
la calidad del cacao de Gibraltar y su cuantiosa ganancia mercantil derivada del
comercio,

... se ha ennoblecido [...] en tanto grado que los reinos de la Nueva España,
donde se sabe se beneficia, no llegando a la bondad y calidad de lo que en
esta dicha provincia, se viene [...] a la dicha ciudad de Gibraltar, trayendo por él
mucha suma de oro y plata y otros fructos y géneros muy preciosos...17

13. Gibraltar fundada en 1592 era puerto lacustre de la provincia de Mérida, adscrita a
la Audiencia de Santa Fe de Bogotá, por donde se exportaban todas las mercaderías de los
pueblos andinos hacia el Caribe y Atlántico
14. a g í , 1.000 granos de cacao = 8 reales de plata; 500 granos = 4 reales de plata; 250 gra-
nos= 2 reales; 125 granos = 1 real de plata y 62 - granos Vi real de plata. Ordenanzas hechas
por Juan de Aguilar, Corregidor de San Antonio de Gibraltar, Mérida 15 de agosto de 1610,
Santa Fe, 51, ramo 2.
15. «Corografía de la Gobernación de Venezuela y de la Nueva Andalucía. 1571-1574», en
Arellano Moreno, Relaciones geográficas, 1964, p, 10.
16. Descripción de la ciudad de Nueva Zamora, su término y laguna de Maracaibo de
Rodrigo de Argüelles y Gaspar de Párraga. 1579, en Arellano Moreno, Relaciones geográficas,
1964, pp. 211-212. El lago de Maracaibo en las fuentes indianas lo denominan la Laguna.
17. Testimonio del Capitán Juan Pacheco Maldonado para que se funde un convento de
monjas en Mérida. Mérida 9 de enero 1626, f. 9r-10. a g í . Santa Fe, legajo 133 en Ramírez, De
la p iedad a la riqueza, 2005, t. 1, p. 112.

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

Nueva España era el centro de mayor demanda cacaotera. Según los libros de
la Albóndiga de la ciudad de México, en 1638, entraron 296 cargas de Maracaibo
junto a 143 cargas de Caracas, de un total de 1653 cargas y en 1639 las entradas
fueron de 378 y 307 respectivamente.18
Fue tanta la compra cacaotera, que propició en Gibraltar la celebración de
famosas ferias hasta, aproximadamente, la séptima década del siglo x v i i , quizás la
única en provincias venezolanas.
La noticia más antigua que se tiene de nexos particulares entre mercaderes
en el negocio cacaotero de Maracaibo a Veracruz, data de 1645. Antonio Mén­
dez Chillón, un veterano mercader portugués, residente en Veracruz desde 1629
y gran importador de cacao, había negociado la compra de cacao con su so­
cio Antonio de Orozco, vecino de San Antonio de Gibraltar. En esta oportunidad
la remesa de 667 Vi millares de cacao fue transportada al puerto veracruzano en la
fragata Nuestra Señora de la Concepción de Francisco Álvarez.19
La época dorada de producción cacaotera en Gibraltar se frenó durante una
coyuntura histórica que marcó su disrupción económica. Causas articuladas y
estructurales de eventos naturales como sismos e inundaciones y arremetidas
humanas de indígenas y piratas en la década de 1670, ocasionaron la progresiva
decadencia entre mediados y finales del siglo xvn20 y condicionaron los cambios
en la economía cacaotera.21
En consecuencia, con la reducción del moviento portuario gibraltareño a
su mínima expresión, el comercio andino-lacustre se reorientó a otros espacios
territoriales de la cuenca lacustre, no ya por Gibraltar, sino utilizando los ejes flu­
viales del Zulia, Escalante y Catatumbo para drenar el comercio de mercaderías,
entre los cuales se encontraba el cacao.
El puerto de Maracaibo reforzó su plaza como centro receptor y re-distribui-
dor de productos con los puertos de Veracruz, Las Antillas mayores y menores,
españolas, holandesas, francesas e inglesas, Cartagena y Río de Hacha.22A lo largo
del siglo xvin, Maracaibo se constituyó en el único puerto embarcadero-despa­
chador del eje comercial Cúcuta-Veracruz. En este sentido, el espacio lacustre
fue un factor contextual históricamente determinante dado que era el Lago de
Maracaibo el único medio de comunicación para la comercialización que vincu­
laba dichas áreas cacaoteras a las vías marítimas caribeña y atlántica.

18. Arcila, Comercio, 1950, pp. 37-38.


19. Ferry, Robert, «Trading Cacao: a View from Veracruz, 1629-1645», Nuevo Mundo Mun­
dos Nuevos, Debates, 2006, http://nuevomundo.revues.org [Consulta 11-7-20063.
20. Altez, Parra y Urdaneta, «Contexto», 2005, t. l x x x v iii , n° 352.
21. Informe del Cabildo de Maracaibo sobre invasiones de piratas, 4-6-1681, en a g í , Santa
Fe, legajo 219. a g í , Informe del Cabildo del Espíritu Santo de la Grita sobre ataques de piratas.
24-9-1678 Santa Fe, 219. Comunicación de Diego Carrasquilla, oidor de la Audiencia de Santa
Fe. La Grita 29-10-1641, Santa Fe, 25 ramo 1, n° 26a, folio 5.
22. Vázquez, «El puerto», 1986, pp. 48, 58, 59, 69, 73.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Durante la primera mitad el siglo xvra, en la provincia de Maracaibo, que era


independiente de la de Venezuela, el negocio lícito alternaba con las transaccio­
nes ilegales cacaoteras, especialmente con los neerlandeses.23A tal extremo llegó
el comercio no registrado -en el que se encontraban implicados gobernadores
de la Provincia y mercaderes criollos y españoles- que una real cédula de 1752,
otorgó concesión a la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas de extender el
monopolio para la comercialización del cacao a Maracaibo, bajo la condición, eso
sí, de que la empresa rindiera cuentas separadas sobre su actividad mercantil en
la provincia de Maracaibo.
Una vez establecidas las operaciones de los vizcaínos en el puerto de Mara­
caibo, el monopolio se amplió hasta los valles tachirenses, como también a San
Faustino y los valles de Cúcuta en la parte oriental neogranadina, anulando los
asientos otorgados a particulares con anterioridad.
Los funcionarios de la Compañía contaron con el respaldo y confianza de las
autoridades locales y provinciales de Maracaibo y las virreinales neogranadinas.24
Los crecientes intercambios con el puerto de Veracruz, de cacao por plata de Ve­
racruz, acaudalaron rápidamente a los vizcaínos, ventaja utilizada para afianzarse
y articularse al espacio social relacionado al eje mercantil Cúcuta-Maracaibo-
Veracruz. Los nuevos inmigrantes, bajo el patrocinio de la empresa arraigaron
sus negocios con las antiguas familias dueñas de haciendas cacaoteras y comer­
ciantes del mencionado eje; de manera que fueron creando redes y consumando
matrimonios con miembros de la nobleza terrateniente tradicional.25
En consecuencia, la vulnerabilidad de la misión de la Compañía, por velar y
fomentar los intereses monárquicos, se iba agudizando cada vez más, con las prác­
ticas mercantiles desleales efectuadas por sus propios funcionarios. La exclusivi­
dad de la Compañía, de fijar los precios de los productos de compra-venta, entre
otras atribuciones, le proporcionó a sus agentes y factores, la oportunidad de
privilegios y beneficios socio-económicos; situación que no desaprovecharon,
pues, detentaban oficialmente el monopolio cacaotero. De agentes de la Com­
pañía pasaron a ser propietarios de embarcaciones y haciendas, a comerciantes
en el eje Cúcuta-Maracaibo-Veracruz; se convirtieron en arrendatarios de las
aduanas terrestres y fluvio-lacustre, ocuparon cargos en los gobiernos locales,
desde donde manejaban las decisiones políticas a su favor, al lograr canalizar así
sus motivaciones y aspiraciones personales.26
Por lo tanto, el contrabando, una de las principales acciones a combatir por la
Compañía, no disminuyó; por el contrario, continuó siendo promovido, ahora por
los propios vizcaínos. A partir de 1781, por orden borbónica, la Compañía perdió

23. Arauz, El contrabando, 1984, t. 1, p. 102.


24. Vázquez, «El puerto», 1986, pp. 79-83.
25. Vázquez y Berbesí, «Los comerciantes», 1999, pp. 29-30.
26. Vázquez y Berbesí, «Comerciantes y negocios», 2005, pp. 100-101.

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

su privilegio exclusivo y quedó abierto el comercio legal a las colonias extranje­


ras y neutrales, como alternativa para solucionar el decadente tráfico directo con
España. Así en 1784, se canceló definitivamente la empresa.

EL NEGOCIO CACAOTERO EN EL CONTEXTO DEL COMERCIO LIBRE:


COLONIAS EXTRANJERAS AMIGAS Y NACIONES NEUTRALES (1778-1795-1806)

En el último tercio del siglo x v i i i , los problemas financieros de la Monarquía


borbónica llevaron a la reestructuración de su política económica para enfrentar
la crítica situación del Gobierno hispánico agravada aún más por los conflictos
socio-políticos, la pérdida de los mercados ultramarinos, la gran evasión fiscal y
la fuerte competencia económica de Inglaterra, Francia y Holanda.
Ante semejante situación, el Gobierno borbónico dispuso entre muchas me­
didas el Reglamento de Aranceles de Comercio Libre del 12 de octubre de 1778,27
ordenación que declaraba abierto el tráfico directo entre la mayoría de los puer­
tos americanos y españoles y determinaba la fijación de aranceles para todos
los géneros y frutos, tanto españoles como extranjeros. En este marco legal, se
desencadenó una serie de medidas posteriores, que restringieron casi al mínimo
las prácticas exclusivistas de la Compañía Guipuzcoana hasta considerarse su
cierre, como fue la orden que limitaba la exportación cacaotera en 5.000 fane­
gas anuales para los comerciantes exportadores del producto desde Maracaibo a
Veracruz.28
Como referentes para valorar la magnitud y desventaja de la imposición que
afectaba el negocio tradicional del cacao, varios testimonios revelan los inconve­
nientes de la medida. El intendente de Caracas, Francisco de Saavedra, rememo­
raba que hacia el año de 1713 la provincia de Maracaibo producía 9.000 fanegas
de cacao.29 En la misma tónica, un informante anónimo relacionaba en Madrid,
que en 1778 habían llegado las extracciones a 14.400 fanegas de cacao para Ve­
racruz y España.30 Opinión parecida manifestó el gobernador de la provincia de
Maracaibo, Francisco Arce en 1784 -año en que se cerró la Compañía- que sólo

27. AGs, Real Orden comunicando la aplicación del Reglamento de 12 de octubre de 1778
a los navios despachados por la Guipuzcoana, Sección Dirección General de Rentas, II Re­
mesa, legajo 571. Derechos Reales a pagar por los barcos de la Guipuzcoana en La Guaira
y Maracaibo que deben considerarse como puertos mayores, a g n , Caracas, Reales Órdenes,
t. VI, fols, 317-317 vto., en Vázquez y Berbesí, «Comerciantes y negocios», 2005, pp. 102-103-
28. a g n , Disposiciones del Intendente de Caracas 1778, Bogotá, Fondo de Aduanas, t. 1,
fols. 360-373, Vázquez y Berbesí, «Comerciantes», 2005, p. 103.
29. «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe del Segundo Intendente de
Caracas, Don Francisco de Saavedra», Leal, «La provincia de Maracaibo», 1984, p. 493
30. Noticias de las provincias de Maracaibo y Barinas, 1787, en Arellano Moreno, Rela­
ciones, 1964, p. 414.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

de las haciendas de las márgenes lacustres se recogían de 25 a 30 mil fanegas de


cacao y de las riberas del río Chama, afluente del lago de Maracaibo, se acopiaban
de 8 a 9 mil fanegas.31Testimonios éstos que por una parte, sirven para medir el
detrimento económico de la referida orden para los intereses de la Guipuzcoana
y por otra, permiten inferir la realidad del creciente e incesante tráfico cacaotero
por la vía legal, sin contabilizar el comercio no registrado.
En opinión de Eduardo Arcila Farías, a lo largo del siglo xvni, la economía de la
provincia de Maracaibo parecía haber dependido de la de Nueva España, similar­
mente a la que había unido a Caracas con el virreinato. Según cuentas de 1778, de
más de 10.899 fanegas de cacao que salieron por Maracaibo, 8.790 se destinaron
a Veracruz y las restantes 1.210 a España.32 Igualmente afirma y demuestra, que
este tráfico se intensificó hacia la última década del siglo xvni en la que se remi­
tieron por el puerto de Maracaibo 75.507 fanegas de cacao. Más aún, se logró la
máxima exportación en la primera década del siglo x e s con 1 0 1 . 0 2 6 fanegas.33
Al amparo de las franquicias de libre comercio promovida por la política
liberal de la metrópoli y luego de la derogación de la Compañía Guipuzcoana los
productores y negociadores de las provincias venezolanas fortalecieron antiguas
relaciones comerciales y crearon otras nuevas, que aunque no desplazaron a las
hispanas, demostraron las ventajas de la concurrencia combinada de extranjeros
y peninsulares. Sin embargo, hacia finales del siglo xvin para el Gobierno peninsu­
lar, la situación era otra distinta a la esperada, tras la disposición de tantas medi­
das. No se vigorizó el comercio directo entre España y América; por el contrario,
el régimen de comercio libre dislocó las relaciones económicas que se fundaban
sobre la reglamentación y privilegios; aumentó la bonanza económica en la ma­
yoría de las provincias americanas, fortaleciendo más bien, los intereses locales al
desarrollarse la competencia comercial.34
A ello se le suma, el efecto rebote que las guerras anglo-hispana (1779-1783;
1797-1802; 1804-1808) e hispano-francesa (1793-1795) causaron en el ya de­
cadente tráfico directo peninsular-americano, situación ésta que impulsó la ins­
trucción de disposiciones oficiales autorizando los intercambios con las colonias
extranjeras «amigas» y navios de bandera neutral, a fin de recuperar las pérdidas

31. Informe sobre el estado de la Provincia de Maracaibo y manera de remediar su deca­


dencia, dirigido al secretario de Estado, por el coronel Francisco Arce, Gobernador de dicha
provincia, en 1784. Boletín del Archivo Nacional, Caracas, 1943, n° 114 pp. 248. En, Arcila,
Comercio, 1950, p. 49.
32. a g n , Informe de la Contaduría General de Maracaibo. Caracas, Intendencia, v. 7, en
Arcila, Comercio, 1950, pp. 79-80.
33. Ibid., p. 80. En este contexto, Maracaibo y Caracas compitieron en la venta del cacao
a Nueva España y aunque parezca paradójico, también establecieron alianzas para hacer
frente a los compradores de Veracruz, todo ello se entiende en el marco de los beneficios en
la oferta y demanda. I b i d p. 35.
34. I b i d pp. 30-31.

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Índice
EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

de la recesión comercial de la metrópoli. Es el incremento del comercio interpro­


vincial y local en desmedro del comercio peninsular-americano de finales del si­
glo xv h i y principios del xix, la coyuntura histórica que redimensionó los vínculos
mercantiles de Maracaibo con el Caribe. El panorama que ofreció su comercio
exterior demostró que, aparte de las permanentes y cuantiosas operaciones de
contrabando, las declaraciones de guerra favorecieron el habitual comercio con
extranjeros.35
El escenario de acaudalado beneficio para los comerciantes, generado por el
negocio delcacao con Veracruz,desde el siglo x v i i , estimuló corrientes migratorias
de negociantes y agentes comerciales a la provincia de Maracaibo,ahora en el con­
texto del comercio libre. Ya se había iniciado con los vascos, a raíz del estableci­
miento de la Compañía Guipuzcoana;luego continuó con el arribo de sectores de la
sociedad catalana,en los últimos años del siglo x v iii, consolidándose a comienzos del
siglo x i x .36A ello se le suma, la significativa presencia de los neerlandeses de Cura­
zao yAruba, no tanto en calidad de inmigrantes, sino en razón de la cercanía insu­
lar al puerto marabino y costa lacustre. Sus vínculos comerciales, de antigua data,
se incrementaron en la coyuntura secular del siglo xviii y x r x , bien por vía legal y
más por las transacciones no registradas. Curiosamente y como dato revelador de
la presencia activa neerlandesa: desde 1799 aparece registrado en los protocolos
de Maracaibo, la calle o barrio Curazao de la ciudad-puerto.37
Por otra parte, la preeminencia de los vascos y catalanes es manifiesta hasta
en la forma de asentar sus negocios en los registros protocolares, así por ejem­
plo se identificaban y distinguían como «del comercio de Barcelona, Cataluña o
Bilbao» y «residentes en Maracaibo».38 Puede afirmarse que la red vasco catalana,
arraigada en el espacio social del eje cacaotero Cúcuta-Maracaibo-Veracruz se
estructuró por su articulación a la Carrera de Veracruz, ello le imprimió especifi­
cidad histórica en el siglo x v iii , al tradicional comercio de Maracaibo en el Caribe.
La activación de dicho eje cacaotero es concomitante con el repunte comercial
veracruzano. Durante este periodo, la extinción de la flota y el consecuente cese
de la feria de Jalapa hicieron que el puerto de Veracruz se convirtiera:

... en un punto de depósito del comercio de Europa con la Nueva España, a


donde iban necesariamente a hacer sus compras todos los comerciantes del
interior de la colonia [...] en el año de 1778 en adelante [...] hasta observarse...

35. Vázquez, «El comercio exterior», 1986, pp. 93-94.


36. Fue don Ignacio Baralt y Torres, cadete de milicias y comerciante, el primer catalán en
llegar a Maracaibo, por cierto procedente de Veracruz. Vázquez y Berbesí, «Los comerciantes»
1999, p- 34.
37. Millares Cario, Archivo, 1964, pp. 63-64.
38. Ibid., p. 41.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

los fuertes caudales que llegaron a reunirse entre los comerciantes avencidados
allí, para no dudar del incremento que entonces tuvo el giro mercantil...39

Referente al tráfico interprovincial desde Maracaibo, Vázquez demuestra en


el lapso de las décadas entre 1781 y 1801, la tendencia del comercio combinado
y alternado entre extranjeros e hispanos (criollos o peninsulares), así como el
decaimiento progresivo del tráfico directo con la Península (contrariamente a
lo esperado según el Reglamento de Comercio Libre de 1778), en un minucioso
balance del movimiento naviero del puerto marabino, en función de las entradas
y salidas de embarcaciones.40
Señala Vázquez que, entre 1781 y 1795, de un total de 125 navios, aventaja
Veracruz con 59, le siguen 23 de Curazao; 15 de San Sebastián; 10 de Cádiz y 6 de
Santo Domingo. Como es de notar, Veracruz compite con el puerto neerlandés
de Curazao en los primeros lugares. La autora sostiene que a pesar del restable­
cimiento de la paz entre 1783 y 1793, para dicho lapso el comercio directo con
España no terminó de levantarse; las operaciones mercantiles continuaron favo­
rables al comercio intercolonial en manos de capitales privados.41
Simultáneamente, en Caracas la situación era distinta, las relaciones mercanti­
les con España crecieron; en gran medida las exportaciones de cacao aumentaron
después del Reglamento de Comercio Libre de 1778.Ya en 1786,1a exportación
por el puerto de La Guaira, había alcanzado a más de 78.000 fanegas de cacao con
destino a España; en 1789 subieron a unas 104.000 fanegas; en 1794 alcanzaron
111.000. En la última década del siglo xviii, Caracas envió a España un promedio
de 80.000 fanegas anuales. Durante ese mismo lapso, los cambios operados entre
Caracas y Maracaibo fueron a la inversa respecto a la exportación a Veracruz y se
refleja en el despacho numérico de navios entre 1784 y 1795: Caracas descendió
a 13 navios, en cambio, Maracaibo lo acrecentó a 57 navios.42
Según Arcila Farías, la declinación y término del comercio de Caracas con la
Nueva España no significó la ruptura del comercio de las provincias venezola­
nas con dicho virreinato, pues, a medida que las remesas de Caracas disminuían,
aumentaban las de Maracaibo, llegando a alcanzar así un lugar importante como
exportador de cacao a Veracruz.43

39. Lerdo de Tejada, Apuntes, 1858, p, 239.


40. Vázquez, «El comercio», 1994, p. 94, balance elaborado según fuentes del Archivo
General de Indias ( a g í ) , Archivo General de Simancas ( a g s ) y Archivo General de la Nación
de Caracas ( a g n c).
41. Siguen 4 de Coruña; 3 de Puerto Príncipe; 2 de Río de Hacha y 1 de Cuba, Málaga y
Yacomelo respectivamente; Ibid., p. 94-95.
42. Arcila, Comercio, pp. 307-308.
43. a h h , «En 1805, el Consulado de Veracruz declaró en la Balanza de Comercio corres­
pondiente al año anterior, que de las 20.000 fanegas introducidas en dicho puerto eran 12.000
de Maracaibo y 8,000 de Tabasco, habiendo cesado el de Caracas, que antes se introducía y

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

Más aún y en este escenario, gran repercusión local significó la Real Orden
del 25 de mayo de 1793, por la cual se declaró el puerto de Maracaibo como
puerto menor, a solicitud de su cabildo y respaldo del gobernador de la provin­
cia Joaquín Primo de Rivera.44 La mencionada disposición favoreció el comercio de
la provincia al quedar libre de todo derecho, incluso del de alcabalas, con todos los
puertos habilitados de la América hispana. Maracaibo sacó provecho inmediato
de esta gracia y cinco embarcaciones suyas descargaron gruesas porciones de ca­
cao en Veracruz, exenta totalmente de impuesto, extrayendo con igual franquicia
frutos y efectos de la Nueva España.45
En el trienio de 1796 y 1799, por el puerto de Maracaibo, de un total de 246
navios: 44 son de Curazao; 42, de Santo Domingo; 37, de Veracruz (descendien­
do a un tercer lugar); 34, de Río de Hacha; 30, de Cuba; 15, de colonias amigas.46
Vázquez confirma el incremento del comercio interprovincial, a raíz de la aper­
tura al comercio con los neutrales y colonias extranjeras. Los registros señalan el
aumento del comercio exterior de Maracaibo, en cuatro años prácticamente se
duplicaron de 125 a 246 navios, que evidencia un activo tráfico no sólo con los
puertos extranjeros de Curazao y colonias «amigas» (sin especificar), sino tam­
bién los hispanoamericanos. Mientras que a la inversa ocurrió con los puertos
peninsulares.
Asegura la autora, que los tratantes extranjeros convirtieron a los puertos en
centros proveedores y compradores de los productos y géneros de trato y que
además fueron propietarios de las embarcaciones, que arrendaban a comercian­
tes o capitanes ingleses, holandeses, suecos, daneses, judíos y españoles. En este
sentido, demuestra que el giro comercial desde y hacia las Antillas absorbió el
61,7% del total de los intercambios; las colonias extranjeras y colonias amigas
ocuparon el 31,7% y las españolas, en manos del capitalismo europeo, absorbie­
ron el 30%; los puertos neogranadinos de Río de Hacha, Santa Marta y Cartagena,
sumaron el 77,4%; Veracruz el 15%, en tanto que las relaciones mercantiles con

ahora va desde allí a la metrópoli». Informe de José Donato de Austria, Secretario de la Junta
de Gobierno del Consulado de Veracruz, 7 de enero de 1804. Consulado de Veracruz, Res­
guardos. México, Ibid., 1950, pp. 307-308
44. Gobernó la provincia de Maracaibo entre 1787 y 1794. Oriundo de Veracruz; nació
en 1734 y murió en Maracaibo en 1800, era Brigadier de los Reales Ejércitos, inició su carrera
militar en 1751, como cadete del Batallón fijo de la Corona en la plaza de Veracruz. Berbesí,
Ligia «Genealogía social de los gobernadores de la Provincia de Maracaibo 1787-1812», en
Procesos históricos. Revista de Historia y Ciencias Sociales, Mérida-Venezuela, Universidad de
los Andes, 2004, http:.//www.saber.ula.ve/procesoshistóricos.
45. Arcila, Comercio, 1950, pp. 228-229. La Real Orden también se emitió para Villaher-
mosa y Campeche.
46. Vázquez, «El comercio exterior», 1994, p. 97. Siguen 12 de Cádiz; 9 de Santa Marta y
Cartagena; 7 de Saint Thomas; 5 de Yacomelo y Santa Cruz; 2 de Puerto Rico y España; 1 de
Jamaica y Yaquen, respectivamente.

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los puertos españoles de Cádiz y otros sin especificar, sólo alcanzaron el 5,6% del
total del movimiento comercial.47
Entre 1801 y 1806, de un total de 571 navios: 90 corresponden a las colonias
amigas; 89, de Puerto Rico; 88, de Cuba; 53, de Veracruz (descendiendo al cuarto
lugar); 48, de Río de Hacha y 41 de Norteamérica.48 En los primeros años del
siglo xix, el panorama era más desalentador a los efectos de la balanza comercial
del Gobierno hispano, pero favorecedor para el comercio interprovincial caribe­
ño: los conflictos bélicos continuaban beneficiando las pretensiones hegemóni-
cas de las naciones capitalistas de captar mercados para la compra-venta y, en
consecuencia, aumentaba la bonanza económica en los puertos locales y regio­
nales. Del total de registros en el puerto de Maracaibo, un 61% del movimiento
naviero correspondió con los enclaves europeos por medio de los buques de
bandera neutral, sumados con las posesiones hispánicas bajo la acción del co­
mercio extranjero, mientras que los puertos españoles de Cádiz, San Sebastián y
Santander apenas alcanzaron el 5,9%- En términos generales, se deduce que más
de la mitad de las operaciones mercantiles estuvieron controladas por el comer­
cio extranjero.
En 1801, la diáspora de comerciantes ocurrida desde Santo Domingo por la
ocupación deToussaint de Louverture en la parte española de la isla, repercutió en
Maracaibo y en su espacio socio-comercial, al arribar al puerto un grupo de evadi­
dos y evadidas, que al solicitar refugio, lograron prontamente la avecindad y par­
ticipación en las actividades mercantiles. En los registros protocolares se distin­
guieron como em igrados d e Santo Dom ingo,49 quienes habían sido funcionarios
reales, contador y tesorero de las cajas de Santo Domingo, también escribanos
públicos, comerciantes y tenderos, algunos de ellos de origen catalán. Con su
arraigo, aumentó el gremio de negociantes de Maracaibo, sumándose así a la red
vasco-catalana.
Otro indicador de las transacciones y alianzas mercantiles y su radio de acción
desde el Caribe hasta el Atlántico constituyeron los numerosos poderes generales
y específicos, reseñados en los antiguos protocolos de Maracaibo.50 Los mismos
fueron otorgados entre comerciantes y funcionarios avecindados o residentes

47. Ibid., pp. 96-97.


48. Le siguen: 31 de Saint Thomas; 28 de Cartagena y Santa Marta; 27 de Santo Domingo
27; 16 de Cádiz; 9 de España; 6 de Curazao, Santander y Santa Cruz; 3 de Yacomelo y San
Sebastián; 2 de Martinica, Isla de San Bartolomé y Santo Domingo francés; 1 de Yirimia, Aruba
y Guadalupe y 18 sin especificar, Ibid., p. 98.
49. Rafael Calero, Buenaventura Oliver y Barges, Martín Mueses, Cristóbal Cerdá, José
Antonio Mestre, José Antonio Carbonell, Miguel Pérez, Bartolomé de Linaza, Cristóbal Fabre,
Salvador Gómez, José Buenaventura Luyando, María de Toledo, Roque Alonso y Moreno,
Vicenta Jaén, Diego Jobel Camarena, Teresa Morillas, Ildefonso Pérez, Agustín Más y Rubí,
Francisco Ferrer, Domino Vilardell entre otros. Millares Cario, Archivo, 1964, pp. 133-167.
50. Véase Millares Cario, Archivo, 1964.

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

en puertos caribeños y peninsulares -criollos o extranjeros- sin distinción- de


género. La lectura acuciosa de los cuantiosos protocolos permite la reconstruc­
ción del amplio espectro de relaciones comerciales entre Maracaibo, Cartagena,
Veracruz, La Habana, Santo Domingo, Puerto Rico, Santa Marta, Curazao, Jamaica,
La Guaira, Puerto Cabello, Cumaná, Barcelona (España) y Bilbao. Los poderes se
otorgaban para todo tipo de transacción: venta, reventa o compra (esclavos, ber­
gantines, cacao,) cobro o pago de deudas, representaciones en pleitos civiles,
criminales, eclesiásticos y seculares, fianzas en general. También es importante
la información sobre los testamentos de extranjeros avecindados en Maracaibo y
los testamentos de los nativos con vínculos en el extranjero.51
Particularmente dentro del común de los protocolos, llama la atención al­
gunos poderes otorgados a vecinos y comerciantes de Veracruz para cobrar y
percibir deudas de las Cajas Nacionales de México y Veracruz52 o el encargo que
hicieron don Felipe Quintana y su esposa doña María Chiquinquirá Pirela, veci­
nos de Maracaibo, a don Manuel Gil de la Torre, comerciante de Veracruz, para
«que distribuya por su cuenta 50 pesos en la Lotería de México».53 Todo indica
que hasta las transacciones menudas de la vida cotidiana no se escapaban sí ello
preservaban los intereses económicos.

EL NEGOCIO CACAOTERO EN EL CONTEXTO DE LAS DECLARACIONES


INDEPENDENTISTAS 1807-1821

Si bien el proceso emancipador americano comenzó a afectar la regulari­


dad de algunos de los circuitos mercantiles atlánticos-caribeños, éste no incidió
significativamente en el comercio exterior de Maracaibo, ni trastocó en forma
radical las tradicionales transacciones mercantiles de las exportaciones andinas-
lacustres al Caribe por el puerto marabino. Específicamente hasta 1821, fecha
cuando se oficializó la ruptura de Maracaibo con la Monarquía borbónica, los
sectores dirigentes maracaiberos representados en el cabildo local y el gobierno
provincial, lograron cautelosamente mantener la relativa estabilidad política y la

51. Entre otros, el testamento de doña Leonor Cordero, natural de Tlacotalpan, provincia
de Veracruz y el de Joaquín Primo de Rivera, natural de Veracruz y exgobernador de la pro­
vincia de Maracaibo. Millares, Archivo, 1964, pp, 112 y 124.
52. a r p e z , Poderes que otorgan don Joaquín de Amadeo, don Francisco García, don Tomás
Sordo, don Jaime Precios y compañía a don Félix de Aguirre del comercio de Veracruz. 21 de
junio de 1813 y 8 de julio de 1813, A-09-244 y A-09-258.
53. a r p e z , Encargo que hacen Felipe Quintana y María Chiquinquirá Pirela a Manuel Gil
de la Torre para que distribuya 50 pesos en la Lotería de México, 26 de marzo de 1813, A-09-
191.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S V S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

postura de rechazar la propuesta de Caracas, en razón de conservar su autonomía


para resguardar sus intereses económicos.54
El comportamiento político de los sectores de poder y financiero marabino
queda reflejado en el incesante movimiento naviero .Así, entre 1807 y 1821, en ple­
nos conflictos entre monárquicos y republicanos, de un total de 588 embarcacio­
nes, 168 son de Curazao; 65, de Cuba; 57, de Río de Hacha; 44, de Veracruz; 38, de
Colonias amigas y 35, de Puerto Rico.55 Dichas cifras, analizadas por Vázquez, des­
tacan el continuo movimiento mercantil del puerto marabino como plaza expor­
tadora y receptora también de manufacturas y efectos europeos, redistribuidos
a Maracaibo desde los puertos americanos, sean hispanos o extranjeros. Es de
resaltar en este contexto, el sostenido comercio con Veracruz pese al periodo
coyuntural de las primeras décadas del siglo xix. Por otra parte, las cantidades
que maneja Arcila Farías entre 1790 y 181956 sobre las remesas cacaoteras des­
pachadas a Veracruz, desde Caracas y Maracaibo, también dan muestra de que el
comercio portuario marabino no se paralizó, con todo y sus fluctuaciones. Esto,
sin considerar además, las transacciones por vía del contrabando, forma oculta
pero real de la dinámica portuaria.

Caracas Maracaibo

1790-1799 23.030 fanegas 74.150 fanegas

1800-1809 18.930 » 90.590 »

1810-1819 8.486 » 46.878 »

Totales 50.446 « 211.618 »

En términos generales, bien, desde la perspectiva del movimiento naviero


según Vázquez o bien, desde las exportaciones de fanegas de cacao según Arcila
Farías, se deduce que en la coyuntura emancipadora americana, ni las acciones
separatistas ni aún los conocidos sismos de 1812 en las provincias venezolanas,
llegaron a suspender las actividades mercantiles ni interrumpieron la dinámica
portuaria de Maracaibo; no fueron lo suficientemente desestructurante como

54. Vázquez, «El comercio exterior», 1994, p. 100.


55. Le siguen: 32 de Santo Domingo; 27 de Araba; 24 de Santa Marta; 17 de Jamaica; 10 de
Cartagena; 9 de Cádiz, 4 de Baltimore, NewYork, Filadelfia; Santa Cruz y sin especificar; 3
de Salem, España y Portobelo; 2 de Boston, San Bartolomé y Martinica y 1 de Amalia, Norfolk,
Málaga y New Orleans. Ibid., p. 101.
56. Extractos de la Gazeta de México 1784 a 1800» y «Balanza de Comercio de 1801 a
1819% Arcila, Comercio, 1950, pp. 308-311.

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

para llevar al descalabro económico. Las cifras de alzas y bajas, aún cuando no
corresponden a series completas, de manera alguna reflejan un cese de las expor­
taciones, Vázquez comprueba que en los primeros años del xix, el cacao ocupó el
primer lugar de exportación remitidos a Veracruz, río de Hacha, colonias extran­
jeras del Caribe, Puerto Rico, Cuba, Norteamérica y Santo Domingo. Le seguían
los azúcares y cueros. En cuanto a los renglones de importación, a excepción
de la plata de Veracruz, los géneros y efectos suntuarios representaron el mayor
volumen de las compras.57

MARACAIBO. DE LA FIDELIDAD, A LA RUPTURA CON LA MONARQUÍA HISPÁNICA:


IDEALES REPUBLICANOS Y NEGOCIOS

Para finales del siglo xvin y principios del xix, simultáneamente a la consolida­
ción del comercio del puerto Maracaibo, se estructuraron grupos de poder, arti­
culados por los comerciantes criollos y extranjeros de la carrera de Veracruz. Los
mismos grupos se fortalecieron mediante vínculos de parentesco que les llevó a
constituir familias notables y de abolengo en la sociedad local para la época. En
un rápido ascenso social, lograron ocupar cargos y desenvolverse como ediles
del gobierno local cuya influencia capitular rebasó los límites administrativos
municipales al ámbito provincial. En el entendido que estos sectores represen­
tan una minoría social, tales especificidades han de considerarse, para interpretar
históricamente la adecuación y ajustes del comportamiento económico local, en
particular el comercio portuario, durante la coyuntura política emancipadora.
A partir de 1808 y en el escenario de los sucesos conflictivos ocurridos en
la Península, las prácticas sociales y políticas de la elite maracaibera reflejaron
acciones de solidaridad, fidelidad y lealtad, según fuese el caso, en la compleja
disputa entre monárquicos y republicanos, por la lucha del poder y el control de
los espacios.
Como en el resto de Iberoamérica, en las provincias venezolanas se gestaban
cambios de orden institucional y político del modelo colonial. Sus cabildos en
representación de las sociedades locales constituían el epicentro.58 Es así que,
durante el periodo álgido contextual de 1808 y 1812, el cabildo maracaibero pre­
sentó en su seno una asamblea equilibrada de miembros criollos y peninsulares,
tanto en cargo de elección [alcaldes y procuradores], como en las regidurías.59

57. Vázquez, «El comercio exterior» 1994, pp. 103-105.


58. Berbesí, Ligia, «Maracaibo ante la independencia nacional», Tierra Firme, 2004, octu­
bre, n° 88 pp. 449-468, http://www.scielo.org [citado 30 de junio 2008].
59. José I. Baralt Sánchez, Felipe Quintana, José de Almarza, Manuel de Linares, Agustín
Más y Rubí, José Simón Baralt, José Domingo Rus, maracaiberos y comerciantes la mayoría,
Joaquín de Amadeo y Juan E. Ramírez, vascos comerciantes, Ramón Correa, ceutí y militar

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A dicho ayuntamiento le correspondió enfrentar los primeros momentos de la


crisis de legitimidad de la monarquía y desplegar acciones a objeto de convocar
consensos políticos y muestras de lealtades, que oscilaron desde el apoyo irres­
tricto del cabildo local al gobierno monárquico, hasta la ruptura definitiva y la
oficialización en 1821 de la adhesión al Gobierno de Colombia.
Desde ese mismo seno del cabildo comenzaron a evidenciarse fracturas y a
trastocarse la alianza política que legitimaba a la autoridad monárquicaen el acon­
tecer de las provincias venezolanas y americanas. Cada vez más, por tanto, se
agudizaban las tensiones entre monárquicos y republicanos. En 1811, y después
de la declaración de independencia caraqueña se generaron acciones y pronun­
ciamientos desafectos al orden monárquico, justamente entre algunos miembros
del cabildo que originalmente se habían identificado con su apoyo irrestricto al
Gobierno monárquico.60
En un complejo entramado socio-político de ratificaciones y desafecciones,
las acciones y manifestaciones legitimadoras y des-legitimadoras de lealtad mo­
nárquica, durante estas cruciales décadas, abonó el terreno que generó la rup­
tura definitiva de la provincia de Maracaibo con la monarquía hispana, en cuya
promoción no escapaban españoles americanos y maracaiberos dedicados a los
negocios y a la política en la ciudad.
En sesión pública de 28 de enero de 1821, el cabildo local, presidido por el
gobernador Francisco Delgado, acordó declarar al pueblo de Maracaibo, libre e in­
dependiente del Gobierno español.61 Como concluye Berbesí, la fachada fidelista
que había unido a los hombres del cabildo maracaibero, desde 1808, desapareció
y cedió paso a la declaración de la libertad e independencia plena, pronunciando
su adhesión al gobierno colombiano. El deslinde de las posturas políticas con­
dujo a la adopción progresiva y definitiva del ideal republicano en el marco del
pensamiento liberal ilustrado de la época. Por ello se entiende que algunos de
los fidelistas más comprometidos de 1810, a escasos años cambiaran su inclina­
ción política y se identificaran y aliaran al nuevo proyecto,62 con la clara visión
de articular intereses y vinculaciones de negocios, parentesco y amistad a los
ideales republicanos, en todo caso, vale decir que la acción oficial se mezcló con
negociaciones particulares. Por lo tanto, la coyuntura de ruptura con el modelo
colonial hispano no impacto drásticamente el comercio exterior de Maracaibo,

de carrera Sebastián de Esponda y José I. Baralt y Cavé, catalán, Diego de Meló, portugués
y comerciante, José Perozo, José H, Rodríguez y Francisco Miguel Roldán, José H. Monsant,
Luís de Mendoza sin información. Ibid., 449-468.
60. José Ignacio Baralt, Diego de Meló, José Antonio Almarza entre otros. Ibid., pp. 449-
468.
61. Acta del cabildo de Maracaibo de 28 de enero de 1821, en Juan Bessón, Historia del
Zulia, Maracaibo 1945, t. II, citado por Berbesí, Ibid., pp. 449-468.
62. Juan Evangelista Ramírez, Diego de Meló, Lucas Baralt, Luis Andrés Baralt y José Hi-
pólito Monsant., entre otros. Berbesí, Ibid., pp. 449-468.

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EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

ni trastocó las tradicionales transacciones mercantiles de las exportaciones andi-


nas-lacustres al Caribe por el puerto marabino.
De hecho,Maracaibo en los inicios de la repúblicay a lo largo de todo el siglo xix,
continuó siendo puerto de exportación de las áreas andinas, del oriente neo-
granadino y de sus costas lacustres, en el nuevo contexto mundial de relaciones
capitalistas y centros de poder. El negocio cacaotero descendió vertiginosamente
ante el impacto de la fuerte demanda cafetalera, por lo cual las exportaciones
se articularon a capitales europeos y norteamericanos. Los tradicionales agentes
mercantiles hispanos de las redes de comercialización fueron desplazados por
hombres de negocios procedentes de las Antillas inglesas, holandesas y danesas,
con experiencia en el tráfico del Caribe y hacia Europa.63

CACAO DE MARACAIBO POR PLATA DE VERACRUZ

Parecía estar fuera de toda discusión la superioridad de los cacaos de las pro­
vincias venezolanas en aquellas partes donde había consumo de su derivado: el
chocolate. En efecto, los cacaos dulces de Maracaibo y Caracas eran de mayor pre­
cio, tanto por sus propiedades como por su escasez y aún, entre estos dos lugares
de origen, había controversia por su calidad. El de Maracaibo gozaba de prestigio,
aspecto a destacar en numerosas referencias testimoniales.
En opinión de los Oficiales Reales de Veracruz en 1778 era «sin disputa de me­
jor calidad y limpieza».64Arcila Farías sostiene que si el comercio de Veracruz prefe­
ría por entonces el de Maracaibo, no era sólo en razón de su sabor, sino al superior
beneficio del grano en el lugar de origen, causa por la cual llegaba a la Nueva Es­
paña en mejor estado de conservación. Por la vulnerable naturaleza del cacao, la
conservación del fruto significó uno de los mayores problemas en los cosecheros
para su exportación. Los cuidados que se tuviesen con el grano para mantenerlo
seco y limpio, servían para distanciar el proceso de descomposición...65

... En Maracaibo usan mayor limpieza pues cuidan de tener unas que llaman
barbacoas, que son unos tendidos o tarimas de otate o ramas en que lo ponen a
asolear, y esto es por lo que el cacao de Maracaibo está limpio y no empolvado,
como el de Caracas y otros parajes en que lo asolean arrojado al suelo...66

63. Cardozo, Maracaibo, 1991, pp. 16 y 25.


64. a g n m , Informe de los Reales Oficiales de Veracruz, Industria y Comercio, v. 13, ff. 9 y
ss., en Arcila, Comercio, 1950, p. 44.
65. Arcila, Comercio, 1950, p. 44.
66. Orozco y Berra, Apéndice, 1855, p. 420.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Lo que es indiscutible es que el chocolate, derivado del cacao, llegó a ser un


artículo de primer orden en Nueva España, «una pasión y hábito social, y para
muchos una adicción física».67 Su alto y masivo consumo justificó la creciente
demanda del cacao, lo que obligó a ocupar la atención de los gobernantes novo-
hispanos para asegurar el abastecimiento proporcional al consumo de este fruto
en el virreinato.68
Por otra parte, aquellas provincias que no disponían de otros productos de
alta demanda en los mercados hispanos de entonces, vieron en el cacao el rubro
más valioso para el comercio exterior. Por consiguiente, la exportación de re­
mesas cacaoteras significaba la garantía del retorno en plata fuerte de Veracrtuz,
a los puertos de despacho. En el caso del puerto de Maracaibo, no queda duda,
que activó la circulación numeraria y constituyó fuente de atesoramiento en los
negociadores de cacao del eje Cúcuta-Maracaibo-Veracruz.
En las dos primeras décadas del siglo xix, los valores totales por concepto de
exportación e importación de diversos rubros, muestran un panorama del dinero
en movimiento en torno al puerto marabino. Así, entre 1801 y 1806 se registraron
1.832.310 pesos y 5 reales por ventas y 896.932 pesos con 3 reales por compras.
Luego, el lapso de 1807 a 1815 evidencia el descenso de las exportaciones casi
a la mitad, a 953.542 pesos con 1 y Vi real, pero inversamente, los capitales por
importación aumentaron a 1.460.118 y 2 reales. No se pueden indicar las estima­
ciones desde 1816 a 1821 porque los registros no indican los valores.69 Vázquez
comprueba, que en lo referente a los renglones de importación, los géneros y
efectos suntuarios se llevaban el mayor volumen de las compras.
Otros indicadores de la circulación monetaria evidencian los testamentos de
los notables de Maracaibo, como el caso de José Badell en 1815, quien declaraba
como de su propiedad:

... 232 pesos en moneda de oro de cordón; en plata mexicana columnaria, 25


pesos y seis reales; en pesetas de Maracaibo, moneda extinguida por el Gobier­
no, entre buenas y malas, esto es del legítimo cuño y falsificadas, con mucha
liga estas últimas, 1.019 pesos y cuatro reales; en macuquina mexicana, 26 pesos
y medio reales.70

La información es ilustrativa, si se analiza en el emergente contexto de acuña­


ción de monedas patriotas, realistas, de plata o cobre, macuquina y papel moneda

67. Ferry, Robert, «Trading Cacao: a View from Veracruz, 1629-1645» Nuevo Mundo Mun­
dos Nuevos, Debates, 2006, http://nuevomundo,revues.org [consulta 11-7-2006].
68. Arcila, Comercio, 1950, p. 38.
69. agn c, Real Hacienda, Libros de Contabilidad, t.s 1830, 1833, 1836, 1837, 1844, 1847 en
Vázquez, «El comercio», 1994, pp. 103-105.
70. Millares Cario, Archivo, 1964, p. 193.

246

Índice
EL N E G O C I O CACAOTERO ENTRE MARACAIBO Y VERACRUZ

de las provincias venezolanas para solventar la deficiencia monetaria local y pro­


vincial.71 Particularmente, es de notar, que conjuntamente circulaban las monedas
mexicanas y las pesetas de Maracaibo. La circulación monetaria no descendió
drásticamente en Maracaibo porque su comercio vinculado con Veracruz no fue
interrumpido, como ocurrió en Caracas; de Nueva España provenía el dinero que
cubría la mayoría del gasto público de la administración de hacienda pública.72
Entre 1811 y 1817, los problemas del circulante se sintieron agudamente en aque­
llas localidades y provincias que experimentaron los cambios intermitentes de
gobiernos patriotas a gobiernos realistas. Este no fue el caso de la provincia de
Maracaibo.
Tales apreciaciones, conllevan a revisar las interpretaciones historiográficas
acerca de la devastación generalizada de las provincias venezolanas en la coyun­
tura emancipadora y ello se fundamenta si se atiende históricamente las econo­
mías locales y regionales articulados a los mercados foráneos.
Es innegable el proceso desestructurante de la expansión de la gesta eman­
cipadora a lo largo de las primeras décadas decimonónicas, pero, las reacciones
desencadenadas en las provincias venezolanas y los efectos económicos, sociales
y políticos se concretaron en diferentes magnitudes y niveles según los ritmos
históricos de las localidades y regiones venezolanas, como fue el caso del puerto
y provincia de Maracaibo.

CONSIDERACIONES FINALES

La masiva ingesta y la necesidad social del consumo del chocolate en Nueva


España crearon una compleja economía cacaotera en el ámbito caribeño, que ar­
ticuló centros productores y sus puertos de despacho con el puerto novohispano
de Veracruz.
El puerto de Maracaibo capitalizó las exportaciones del cacao autóctono de
la comarca profunda sur lacustre y que se dio a conocer en el mundo caribeño
como Cacao de Maracaibo, cuando en realidad no era silvestre, ni se producía
en la ciudad-puerto, los lugares de origen, eran otros. En los inicios del negocio
cacaotero del siglo x v i i , el fruto procedía de los valles gibraltareños. Luego se
comerció los cacaos de los valles colindantes tachirenses y cucuteños durante el
siglo xvm, en el controversial periodo que abarcó desde el monopolio de la Com­

71. a g í , En Maracaibo, su Capitán General, Femando Miyares, ordenó el 13 de marzo de


1813 la acuñación de monedas de cobre de Vi y 1 real, que debían sustituir el papel moneda,
pero estas monedas no contaron con la aceptación del público y su falsificación fue impor­
tante. Leg. 715, Libro Manual de las Cajas Nacionales de la Provincia de Maracaybo, de cargos
de Ministros Principales, Año 1813, en Stohr, Macuquinas, 1992, p. 129.
72. Ibid., p. 14.

247

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

pañía Guipuzcoana hasta la apertura del comercio libre y el tiempo, a principios


del siglo xix, de las declaraciones de independencia.
La consolidación del eje mercantil Cúcuta-Maracaibo-Veracruz combinó inte­
reses económicos y poderes dominantes del gobierno monárquico con intereses
particulares y locales en la provincia de Maracaibo. Complejas y extensas redes
familiares entre vascos y catalanes arraigados en Maracaibo, criollos y extranjeros
se insertaron al negocio cacaotero en el escenario del mercado competitivo de
la Carrera de Veracruz, durante el siglo x v iii . Al punto, que la dinámica portuaria
marabina no se desestructuró por los sucesos de la coyuntura emancipadora ibe­
roamericana, en las primeras décadas del siglo xix.
Ante los cambios en el orden institucional y político, del régimen monárqui­
co al proyecto republicano y en el nuevo contexto de relaciones comerciales, el
comercio portuario de Maracaibo redimensionó sus exportaciones en cuanto al
género de mercancías, representantes de nuevas casas comerciales extranjeras y
diferentes puertos de destino final caribeños, atlánticos y europeos, en el siglo xix.
La exportación cacaotera disminuyó al tiempo que aumentaron los despachos
de café y tabaco, ahora bajo el control de agencias británicas y norteamericanas,
transitando hacia los puertos de Curazao, Nueva York, Saint Thomas, Boston, Ja­
maica, Filadelfia, Liverpool, entre otros muchos.

ARCHIVOS

AGI Archivo General de Indias.


AGN B Archivo General de la Nación, Bogotá.
AGN C Archivo General de la Nación, Caracas.
AGN M Archivo General de la Nación, México.
AGS Archivo General de Simancas.
ahh Archivo Histórico de Hacienda, México.
a r p e z Archivo del Registro Principal del Estado Zulia.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

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250

Índice
UN TUMULTO POR EL ALZA DEL PRECIO DEL MAÍZ EN FRESNILLO, ZACATECAS, 1810
Rosalina Ríos Zúñiga
UNAM

Al qu e a ca p a re el trigo, el pu eblo lo m aldecirá;


Mas la bendición recaerá sobre quien lo venda.
Proverbios XI, 2 6 1

En 1810, una noche de mediados de octubre,1una multitud se congregó en el


centro de la villa y mineral de Fresnillo para solicitar a las autoridades la rebaja
del precio del maíz. La gente no descansó hasta que les fue concedida la peti­
ción y se destituyó al alcalde de la alhóndiga. Semanas más tarde, en noviembre,2
varios de los participantes en esas acciones fueron aprehendidos y procesados.
Se les acusó no sólo de ser instigadores del tumulto3 mencionado, sino también
de ser insurgentes. Sin duda, la cercanía de ambas situaciones -el tumulto y la
insurgencia- llevaron a que la primera de estas acciones fuera confundida con el
empuje de las maniobras realizadas en la zona por las fuerzas de Miguel Hidalgo.

* Citado en Thompson, «Economía», 1995, p. 211.


1. En realidad el dato no es preciso en las fuentes consultadas pero trabajo para ubicarlo
mejor.
2. El expediente sobre el proceso seguido a los personajes aquí analizados fue abierto en
30 de noviembre de 1810 y cerrado en 1818. Véase Archivo General de la Nación, México
[en adelante a g n m ], Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, «Proceso de Pablo Palos, José Ricardo
Dávalos Morales, Apolunio Pina y Martín Rosales», Sombrerete, 1811, fs. 162-299.
3. El tumulto o revuelta, según Natalia Silva Prada, «era una forma de representación in­
formal a través de la acción (violenta) y no por escrito». Tenía legitimidad en el caso de que
fallara la impartición de justicia esperada por los vasallos «cuestionaba de esa forma el orden
sociopolítico -poniendo en peligro- que hacía imposible la consecución del bien común».
Véase Silva Prada, Política, 2007, pp. 56-57.

251

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

En efecto, tales acciones, comandadas por el lugarteniente Baltasar Muciño -un


aguerrido mulato-, habían tomado la ciudad de Fresnillo a principios de noviem­
bre, como parte del plan rebelde para lanzar la ofensiva en contra de las tropas
de las provincias internas y así posibilitar el avance por el Camino Real de Tierra
Adentro. Dominado Fresnillo, se pretendía continuar con la toma de Sombrerete,
después la de Durango y de ahí, Saltillo. Dado ese plan, se comisionó para esa
misión al mencionado Muciño, a José Mariano Sotomayor, a Juan Parada y a Fran­
cisco Bustos. El proyecto, como sabemos por los resultados de la insurgencia, no
prosperó, sin embargo, un pasaje de la toma de esa ciudad relatado en un caso de
infidencia, nos ofreció la oportunidad de conocer al mencionado tumulto cuyos
motivos -según las declaraciones de varios de los aprehendidos con esta causa-
tuvieron que ver más con el alza del precio del maíz a la población, ejercida por
el alhondiguero, y no con una intención abierta encaminada hacia la insurgen­
cia.4 ¿Qué tanto de cierto había en estas versiones? ¿Cuál fue la importancia del
tumulto y su autonomía respecto de la insurgencia? ¿Cuánto revela de las con­
diciones materiales y políticas en la Intendencia de Zacatecas previo al estallido
de la guerra de Independencia? ¿Cómo se conectó con los hechos generales de
la insurgencia?
Como otros estallidos de esos años, el tumulto de Fresnillo quedó perdido
para la historiografía precisamente por la relación inmediata que las propias au­
toridades del lugar establecieron entre el mismo y las acciones de la lucha insur­
gente. De hecho, los individuos aprehendidos lo fueron -como se dijo- no sólo
por estar involucrados en delitos de infidencia, sino también por su participación
en el tumulto. Si bien no se encuentran muchos datos de esta acción colectiva, el
análisis de aquellos que sí ha sido posible localizar hasta el momento, me permi­
tieron acercarme al conocimiento tanto de las circunstancias locales que llevaron
a tal movilización, a algunos actores participantes -que pertenecían a grupos
marginados-, a sus motivos y a sus consecuencias, así como a comprender el en­
tretejido del asunto local tanto de la insurgencia como de la independencia, pues
aquellos criollos, simpatizantes al llamado Ayuntamiento Americano5 que se había

4. Con el término insurgencia me refiero a la lucha política y armada encabezada por Hidal­
go y que logró mover a una gran mayoría de la población. En términos de David Galula, citado
por Hamnett,«... es una lucha prolongada conducida metódicamente, paso a paso, para alcan­
zar objetivos intermedios específicos que conduzcan finalmente al derrocamiento de un orden
existente...; sus comienzos son tan vagos que determinar con exactitud cuándo empieza una
insurgencia es un problema jurídico, político e histórico [...], aunque es cosa que no se puede
predecir, la insurgencia se desarrolla lentamente y no es un accidente, porque en la insurgencia
aparecen líderes y se hace mover a las masas. Hamnett, Raíces, 1990, p. 63-
5. Como es sabido, en 1808 las circunstancias en la península generaron respuestas de
autonomía en las posesiones coloniales. En Zacatecas, como en los otros lugares del reino,
un sector importante de individuos ofreció una contestación al vacío de poder creado en
España debido a la invasión francesa. En principio, en 1809 pudo observarse el predominio
de poder del ayuntamiento de la capital zacatecana sobre la Intendencia, que fue sentando

252

Índice
UN T U M U L T O POR EL A L Z A DEL PRECIO DEL MAÍZ EN FRESNILLO

formado en Zacatecas -como sucedió en paralelo en otros lugares de la Nueva


España-, se vieron también involucrados en los hechos aquí descritos.
Si bien son numerosos los trabajos que mencionan la guerra de Independencia
en Zacatecas, hasta hace muy poco se le ha dedicado un estudio más completo y
directo: se trata de la tesis doctoral de Héctor Sánchez Tagle, «Insurgencia y con-
trainsurgencia en Zacatecas, 1810-1813»,6 en la que el autor trata de demostrar
que la lucha por la independencia en Zacatecas pasó por la contrainsurgencia,
pues la insurgencia no duró más allá de unos cuantos meses. Además, con gran
acierto, el autor intenta un acercamiento a los diferentes actores sociales involu­
crados, en particular a los grupos populares. Otros autores que se han acercado
al tema han privilegiado el enfoque de las élites, tal es el caso del tradicional
estudio de Elias Amador o los más recientes de Frederique Langue,7 Mercedes de
Vega8 y Mariana Terán.9Además de la historiografía particular sobre Zacatecas, en
los estudios de Eric Van Young, La otra rebelión.™ y Brian Hamnett, R aíces de
la insurgencia en M éxico,n encontramos también menciones sobre lo que fue
la movilización popular en Zacatecas, sin embargo, no se profundiza demasiado
en ello, y salvo una mención breve de Sánchez Tagle,12 ningún otro autor hace
alusión al tumulto que tuvo lugar en Fresnillo un poco antes de la entrada de los
insurgentes a dicha villa.

bases para los ensayos y cambios subsiguientes. Particularmente posibilitó la diferenciación


de grupos políticos al interior de la élite zacatecana, pues conformada por peninsulares y
criollos, aún proponía la idea de que se debía establecer un nuevo pacto entre el rey y sus
súbditos de ultramar. En ese sentido se le puede reconocer como un ayuntamiento «pactista».
Sin embargo, las ideas autonomistas ya eran manejadas por algunos individuos. Precisamente,
poco después, en medio del calor de las discusiones legislativas en Cádiz y del inicio de la
insurrección popular en la Nueva España tras el levantamiento de Hidalgo en septiembre de
1810, se realizó una de las creaciones más importantes de esos momentos: la instalación
de un Ayuntamiento Americano. El sentido de esta acción fue que puso a los criollos auto­
nomistas zacatecanos en el centro de la política. Era una manera de materializar sus ideas
mediante una nueva cultura política, que habían adquirido y adoptado poco a poco y en la
que conceptos como representación y soberanía se volvieron centrales a sus aspiraciones y
a la defensa de sus intereses. Si bien la duración de este ensayo fue breve, sin embargo, les
permitió a los integrantes de dicho ayuntamiento la práctica de la «política moderna» y su
unión, por un breve lapso, con la insurgencia, que también tuvo corta vida, pues la contra­
insurgencia fue la que orientó la culminación del proceso de independencia en Zacatecas.
Véase Ríos, «Insurgencia», 2009, pp. 19-20.
6. Sánchez Tagle, «Insurgencia», 2005.
7. Langue, Señores, 2000,
8. De Vega, Dilemas, 2005-
9. Terán, «Lealtad», 2008, pp. 289-323.
10. Van Young, Otra Rebelión, 2006.
11. Hamnett, Raíces, 1990.
12. Sánchez, «Insurgencia», 2005, pp. 82 y 83.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

La historiografía sobre el tema de la insurgencia13 ha señalado la crisis de sub­


sistencia como uno de los factores de mayor peso en el levantamiento popular,
si bien, como señala Jesús Hernández Jaimes en un artículo reciente,14 la inter­
pretación de algunos historiadores no se queda en la explicación de lo material
como el elemento que llevó a la gente a adherirse a la lucha armada, pues autores
como JohnTutino y Brian Hamnett han vinculado lo material a lo político, mien­
tras que otros, como Eric VanYoung, lo han dirigido más a lo cultural. Sin embar­
go, una explicación clara del fenómeno no se ha logrado del todo hasta el mo-
mento.Y parecería que poco se puede agregar con un caso como el que aquí nos
ocupa; no obstante, al tratarse de un asunto casi inédito, en el que se muestran
las dificultades materiales y sociales que existían para los sectores populares de
esta zona minera debido a la escasez de maíz, agravadas por el abuso del poder
de las autoridades locales y la inminencia de la propagación de la lucha insurgen­
te, se confirma que existía una latente revolución social en la época.
En todo caso, en este trabajo, que forma parte de un estudio más amplio titu­
lado «Insurgencia y marginalidad en Zacatecas (1808-1821)»,15 sostengo que el
tumulto de Fresnillo fue un antecedente directo del estallido de la insurgencia
en Zacatecas porque derivó de un contexto general de crisis económica, social y
política de la época, que también afectaba a esta provincia, aún cuando todavía
es negado.16 Muestra también el estrecho vínculo que se dio entre miembros de
los grupos populares con aquellos de la élite gracias al papel desempeñado por
algunos individuos que funcionaban como intermediarios.
Los documentos utilizados en su elaboración pertenecen al ramo Infiden­
cias17 del Archivo General de la Nación. La exposición está dividida de la si­
guiente manera: primero reconstruyo en lo posible las acciones del tumulto y
sus causas; enseguida presento a algunos de los individuos participantes en el
mismo; tercero, introduzco las acciones propias de la guerra que hicieron posi­
ble vincular la acción popular con los hechos más generales de la lucha por la
independencia en Zacatecas, y cierro con unas consideraciones finales en las que
trato de darle su sentido al tumulto de Fresnillo.

13. Florescano, Precios, 1969; Florescano y San Vicente, Fuentes, 1976; Tutino, Insurrec­
ción, 1987. También Van Young, Otra Rebelión, 2006, Hamnet, Raíces, 1990.
14. Hernández Jaimes, «Crisis», 2007, p. 68.
15. Rosalina Ríos Zúñiga, «Insurgencia y marginalidad en Zacatecas, 1808-1821», manuscri­
to entregado para su publicación en un libro colectivo coordinado por la Dra. Ana Carolina
Ibarra sobre La insurgencia en el norte, abril de 2009.
16. Señala Terán: «Es difícil asegurar que la insurgencia en Zacatecas se haya debido a las
condiciones de hambre de la población o a la desigualdad entre criollos y peninsulares. Las
crisis de epidemias y de hambre en Zacatecas se dieron a lo largo del siglo xvm (1714, 1727,
1734, 1736, 1781-1786, 1769-1787)». Terán, «Lealtad», 2008, p. 291.
17. Véase nota 3.

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Índice
UN T U M U LT O POR EL A L Z A DEL PRECIO D E L M A f Z EN F R E S N I L L O

EL TUMULTO: LOS HECHOS Y MOTIVOS

Sin especificar fecha exacta, varios testigos en el proceso seguido a participan­


tes en la guerra declararon que un mes antes de la llegada de los insurgentes a
la ciudad de Fresnillo, esto es, en octubre de 1810, «cuando ni asomo había de la
insurrección», muchos quejosos en contra del alhondiguero local, D. Manuel Aran-
da, se agolparon una tarde frente a la tienda de D. Antonio Cosío, el procurador
de la villa y mineral del Fresnillo. El motivo fue que hacía ya algún tiempo Aranda
malversaba las medidas del maíz y las daba a más del precio estipulado. La gente,
enojada por cómo se comerciaba con «su necesidad», había acudido en multitud
a manifestarse en contra del funcionario.
A estas alturas, quizá mediados de octubre, ya se habían conocido en la pro­
vincia las noticias de la insurrección de Hidalgo y, de hecho, se sabía del avance
de las tropas insurgentes hacía la provincia. No debió resultar extraño que, de
entre la multitud agolpada frente a la tienda de Cosío, se dejaran escuchar gritos
de enojo que decían «Mueran los gachupines,Viva la Virgen de Guadalupe», como
se estaba haciendo común en muchos lugares de la Nueva España por donde
iban pasando los insurgentes. Después de un rato sin haber conseguido resultado
alguno y sin dejar de gritar, la muchedumbre se retiró de ese lugar para dirigirse
con don Manuel de los Ríos, «vecino republicano» de Fresnillo, a solicitarle que
pidiera al cabildo local la remoción del citado Aranda, quien descaradamente abu­
saba de su poder.
De los Ríos, ante la petición de la multitud, les contestó que: «no era para
dárseles todo ese gusto, y menos quitarlo improvisa[da]mente, pues el alhondi­
guero tenía que rendir cuentas y hacer entrega de las semillas; pero que siendo
indiferente al Ayuntamiento tener ese u otro [funcionario], que lo propondría, y
dentro de quince días se mudaría.. ,».18 Esta respuesta apaciguó a los amotinados.
Además de esa intervención, la del cura del lugar también fue importante para
calmar los ánimos de la gente, la que, por cierto, no incurrió en mayor violencia
que las expresiones verbales mencionadas y en transgredir el orden pues, como
lo declaró un testigo, Don José Rafael del Real, «a nombre del soberano gritaron a
su antojo alAlcayde de las Alhondigas D. Manuel Aranda, atropellando los fueros
de los jueces, y p o n ien d o d e au to rid a d p r o p ia a qu ien se les a n to jo ,..».19
A los pocos días, el alhondiguero fue removido de su puesto, información
que queda confirmada porque ya no se le encontró en funciones a mediados de
noviembre, cuando ocurrió la entrada de los insurgentes a la villa de Fresnillo.
Por lo que señalan ios datos, a nadie se le aprehendió por ese asunto, sin embar­

18. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 173-173v.


19. Ibid., f. 1Ó3. Las cursivas son mías.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

go, en diciembre, varios de quienes participaron en el hecho fueron arrestados,


acusados tanto de ser insurgentes como de haber intervenido en el tumulto de
semanas atrás, entre ellos José Ricardo Dávalos,20 Agustín Garivaldo,21 Apolonio
Piña y Pablo Palos.
El tumulto de Fresnillo no fue de gran magnitud, pues logró ser controlado en
breve por las autoridades locales; sin embargo, confirma en parte la dinámica
económico-social que se vivía en la Nueva España en ese año de 1810. ¿Cuál era
la situación de esta villa o de la provincia en general en la época para que se
hubiese llegado a una manifestación de la naturaleza mencionada? ¿Se trató úni­
camente de un caso singular dentro de la provincia?
De acuerdo con Hamnett, la minería zacatecana estaba en auge a fines del si­
glo xvm y principios del xix; sin embargo, las ganancias estaban siendo apropiadas
por unos cuantos: la oligarquía que poseía o administraba las minas y haciendas;
mientras que el resto, los operarios, perdían ingresos y sus niveles de vida se de­
terioraban.22A esa situación particular se agregará un hecho cíclico como fue la
crisis agrícola y de subsistencia, que entre los años de 1809 a 1811 afligió en ge­
neral a la Nueva España.23Ambos factores, sin duda, incidieron en el surgimiento
de diferentes tipos de descontento, y de ahí, al surgimiento de manifestaciones
populares, ya fueran motines, tumultos o rebeliones las que, dado su carácter, eran
más bien locales, pero que terminaron por ser parte de la insurgencia.
En particular, el temporal de 1809 afectó a la zona comprendida entre San Luis
Potosí y Zacatecas, perdiéndose en gran parte la cosecha de maíz y obteniéndose
poco de otros granos, como el trigo, así lo señala el informe de la provincia del
año 1809 enviado por el intendente José Peón Valdés.24 Debido a esto, el maíz se
elevó bastante en Mazapil y San Luis Potosí en el mes de septiembre, «que es el
tiempo de más escasez por estar entre el consumo de la cosecha del año anterior
y el de la cosecha del nuevo. Tanto en Mazapil como en Sombrerete se perdió
toda la cosecha de maíz: se esperaron rendimientos muy modestos en Nieves,
Jerez, Fresnillo yAguascalientes». Así, en ese septiembre, el precio de la harina [de
trigo] era ya de 10 a 12 pesos por carga25 en Zacatecas, Aguascalientes, Fresnillo,

20. I b i d fs. 171-171v.


21. Ibid., f. 172.
22. Hamnett, Raíces, 1990, pp. 120-121.
23. «Informes sobre el estado del temporal y las cosechas, 1809-1811», en Florescano y San
Vicente, Fuentes, 1976, pp. 33-38. También Véase Miño Grijalva, Mundo, 2001, p. 30. Miño
señala que: «... la combinación sequías-heladas, ocurridas en vastas extensiones geográficas
pudo ser determinante en 1691-1692, 1749-1750, 1785-1786 y 1807-1810. Ninguna de las otras
sequías produjo hambre o muerte, solo una, a finales del siglo x v i i , originó además problemas
políticos», p. 30. Las cursivas son mías.
24. «Informe», en Florescano y San Vicente, Fuentes, 1976, pp. 49 y 50.
25. El maíz, el trigo y el frijol se pesaban como sigue: 4 cuartillos, que equivalían
a 1 almud (7.568 litros); 12 almudes equivalían a 1 fanega (90.5 litros); y 2 fanegas eran igual a
1 carga (181.630 litros). Véase Hamnett, Política, 1976, p. 18.

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Índice
UN T U M U L T O P O R EL A L Z A DEL PRECI O DEL MAÍZ EN F R ' E S N I L L O

Jerez y Juchipila y de 15 pesos en Nieves, Mazapil y Sombrerete; después llegaría


a subir más en algunos lugares.26 De hecho, en estas regiones hubo precios más
altos que en la capital. En cuanto al maíz, en el sur de la intendencia costaba de
2 hasta 2 y medio pesos por fanega, mientras que en Nieves y Sombrerete de 3 a
3 y medio pesos;y en Mazapil de 4 a 5,cuando en tiempos normales y abundantes
una fanega costaba de uno a un peso 2 reales; por otra parte, se advierte que en el
norte de la provincia resultaba más caro adquirirlo. Aunado a lo anterior, también
hubo problemas con el abasto del mercurio utilizado en la extracción de la plata,
lo que redundaría en la disminución de las labores mineras y, por tanto, en la falta
de trabajo para los operarios.
Un dato más directo de cómo se daba el abastecimiento y también el aumento
de precios del importantísimo grano y hacía las diferencias en los precios en el
sur o norte de la intendencia lo proporciona otro informe sobre el partido ela­
borado en 1806:

En las haciendas del Bañon, Mezquite, Pozo Hondo, San Antonio, Río de Medi­
na, Rancho Grande, Ábrego, Trujillo y Santa Cruz, con otros ranchos y estancias
y sus anexos, el total producto de maíces en años abundantes era de 23 a 25.000
fanegas y su valor es de 6 a 8 reales; en años medianos a 12 reales y en los
estériles desde 3 a 5 pesos fanega; y estos maíces se consumen en los precisos
gastos y sustento de los sirvientes y el residuo se expende en este Real, el de
Sombrerete, Chalchihuite y sus inmediaciones.27

Es decir, las haciendas más grandes producían el maíz u otros granos para su
venta externa y consumo interno; dependiendo de sus excedentes se vendía en
los lugares más lejanos de la provincia. En tiempos de sequías, obviamente, sus
precios aumentaban.
Ahora bien, importa saber cuánto ganaban los trabajadores en esa época y
cuanto era lo que necesitaban de maíz para su subsistencia. Algunos datos al
respecto los ofrece Miño Grijalva: «en 1801 el salario agrícola era de 6 pesos, más
tres almudes de ración semanal, cantidad que variaba de acuerdo con el puesto».
Sin embargo, también podía variar de hacienda a hacienda o, en su defecto, cuan­
do no se entregaba la ración, entonces aumentaba la paga en un 30 o 40%.28 En el
sur de Zacatecas, la ración semanal consistía en dos almudes semanales por traba­
jador (cerca de 15 litros u 11 kilogramos). Una familia media, de 6 integrantes, se
calcula que podía vivir con 23 litros o 17 kilos; es decir, si recibía dos almudes era

26. Hamnett, Raíces, 1990, pp. 128-129, 139-141. Véase Florescano, Precios, 1969, pp. 68-
102; y Van Young, La otra, 2006, pp. 143-187.
27. Varios autores, Descripciones, 1976, especialmente sobre Fresnillo en las pp. 111-133
y 113.
28. Miño Grijalva, Mundo, 2001, p, 295.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

insuficiente. Ahora bien, no era el único alimento de los trabajadores, pues ade­
más, como alimentos primarios consumían también chile, frijol, carne, sal, man­
teca o sebo; y secundarios, como arroz, azúcar, piloncillo, queso, trigo, queso de
tuna, entre otros. Ocasionalmente consumían alimentos suntuarios, como dulces,
chocolate y bebidas alcohólicas.29 Sin embargo, el 90% de su alimentación consis­
tía en los primarios, y el maíz era básico.
Por otro lado, no deben considerarse solamente a los trabajadores agrícolas
en un análisis como el que aquí seguimos, pues también hay que contar a los
operarios de minas o aquellos individuos independientes, dedicados a oficios o
al comercio al menudeo, quienes debían comprar el grano en la albóndiga y que
en tiempos de escasez debieron sufrir todavía más los aumentos al precio del
grano.
Por lo que toca específicamente a Fresnillo y su situación de esos momentos,
debe señalarse primero la ubicación que tenía la villa. Ésta distaba de la ciudad
de Zacatecas 11 leguas comunes; era cabecera de subdelegación y comprendía
también a la villa de Jerez de la Frontera, a quince pueblos de indios, a tres con­
gregaciones y a 23 haciendas de campo. De acuerdo al informe de 1803, del in­
tendente Rendón, en tiempos anteriores había producido grandes cantidades de
plata, pero en ese entonces sólo rendía anualmente de 28 a 30 mil marcos, que se
ensayaban y quintaban en la Caja Principal de Zacatecas y se conducían en barras
a México, «de donde retorna [ba] su importe en numerario y en géneros y efectos
nacionales, del Reyno y del extranjero para la provisión de sus habitantes».30
Tres años después, en otro informe, se confirmaba el estado de decadencia de
la villa y real de Fresnillo pues se dijo, refiriéndose a la huida de algunos pro­
pietarios mineros:

Harían florecer un real que antes de ahora fu e de crédito p or la bondad y docili­


dad de sus metales de crecidas leyes de oro y plata y en el cual habiendo disfru­
tado los antepasados la cima del mineral hasta llegar a las aguas, enriquecidos
con sus productos se ausentaron a otras provincias y no dejaron más que la
memoria de haber existido en este lugar, cuya decadencia es tan notoria con
sumo sentimiento de los patriotas y con notable quebranto de los intereses del rey
p or los quintos.31

La población de la villa, según los datos proporcionados en el informe pre­


sentado por Manuel Díaz de los Ríos en noviembre de 1806, consistía aproxima­
damente de «900 familias con 4.814 personas de ambos sexos y de todas edades,
las cuales eran: 1.468 españoles, 1.621 mestizos, 973 indios, 738 mulatos y 14

29. Ibid., p. 295.


30. Provincia, 1953, pp. 11-13.
31. Varios autores, Descripciones, 1976, pp. 122-123.

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UN T U M U L T O P O R EL A L Z A DEL P R E C I O DEL MAÍZ EN F R E S N I L L O

esclavos».32 La población total de la subdelegación estaba compuesta, al parecer,


de 13.000 habitantes. Así, aún cuando no contamos con datos sobre la situación
exacta de Fresnillo en los meses previos al tumulto que aquí se relata, por las
evidencias generales de la crisis agrícola reportada por las autoridades, así como
las peticiones que se hicieron durante el tumulto, queda claro que esta villa y
subdelegación en general sufría los estragos de la misma, es decir, falta de empleo
por la decadencia de la minería, y carestía y falta de abastecimiento por la crisis
agrícola, como lo confirma un indígena llamado Martín Morales a quien se le
aprehendió «por insurgente».33
Morales, a quien se le acusaba de infidente, era un indígena de unos 20 años
quien no manifestó su oficio cuando fue interrogado. La acusación más fuerte
que pesaba sobre él era haber robado maíz de R an cho Grande, una de las hacien­
das productoras de maíz más importantes de Zacatecas. Él negó haber sido rebel­
de, mas declaró que había robado 2 cargas de maíz «... que entre alguna plebe
robaron a un arriero que iba de tránsito [hacia la hacienda mencionada] movidos
de su necesidad, y que esto fue antes que entraran los insurgentes, y que le parece
que todo el atajo se lo repartirían entre los que llegaron después».34 Si bien no se
le acusa de haber participado en el tumulto, sin embargo, su relato confirma
que había una situación difícil de abastecimiento de maíz para los sectores mar­
ginados de la población, entre ellos los indígenas -a los que Morales pertenecía-,
que los llevó al robo del grano.
Nótese, además que, si en Inglaterra, según lo muestra Thompson, el trigo te­
nía un peso muy importante para la mayoría de la población, su contrapartida en
la Nueva España, como sabemos, era el maíz.35 Su falta o carestía llevaba a la gente
a robarlo o a amotinarse por él, de esa manera se reclamaba un precio justo para
el grano.
La presumible situación de decadencia del mineral de Fresnillo pudo consti­
tuir un telón de fondo del abuso de autoridad cometido contra los consumidores
de parte de quien administraba el abasto de granos en la localidad, y que llevaron
al amotinamiento de la población más necesitada en octubre de 1810, en una

32. Varios autores, Descripciones, 1976, pp. 111-133- También véase Macías, «Minería»,
1988, pp. 31-53.
33- a h e z , Poder Judicial, Criminal Colonial, caja 13, exp.
34. Ibid, fs. 190-191 v. Las cursivas son mías.
35. Sobre la definición de economía moral de la multitud señala Thompson: «Es posible
detectar en casi toda acción de masas del siglo x v iii alguna noción legitimadora. Con el con­
cepto legitimación quiero decir que los hombres y las mujeres que constituían la multitud
creían estar defendiendo derechos o costumbres tradicionales; y en general, que estaban
apoyados por el amplio consenso de la comunidad. En ocasiones este consenso popular se
veía confirmado por una cierta tolerancia por parte de las autoridades, pero en la mayoría de
los casos, el consenso era tan marcado y enérgico que anulaba las motivaciones de temor o
indiferencia», Thompson, op. c i t 1995, p. 216.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

acción colectiva directa, racional y con ciertos objetivos, que, como lo señala
Thompson, respondía más a una noción legitimadora que a una respuesta me­
ramente espasmódica de la multitud; pues se defendían derechos y costumbres
tradicionales bajo la idea del buen gobierno, apoyadas por el consenso de la co­
munidad, es decir, se hacía uso de la llamada «economía moral de la multitud».36
Por tanto, el tumulto fue la reacción quizá común ante un agravio de la natu­
raleza que se menciona y al no ser el único, terminó por decidir, a muchos de los
participantes en el mismo a también adherirse, posteriormente a la insurgencia.
Enseguida vamos a acercarnos a algunos de los individuos que estuvieron involu­
crados en los hechos.

LOS ACTORES

Fresnillo, como el resto de la provincia, se componía de una población con


una mayoría mestiza, indígena y mulata, sin faltar, la parte criolla y española.
Cómo puede inferirse de los documentos, de entre quienes ocupaban la parte
baja de la pirámide de esa sociedad surgieron los que, como se dijo por las au­
toridades, instigaron a la población para que se sublevara; los cuales pasaron,
posteriormente, a adherirse a la filas de la insurgencia.
En efecto, antes se señaló que fueron cuatro sujetos los que fueron aprehen­
didos y señalados como insurgentes; a tres de ellos se les inculpó, además, como
principales responsables en el tumulto; ellos estuvieron sujetos a proceso judi­
cial. Sus nombres eran José Ricardo Dávalos, Agustín Garivaldo, Apolonio Piña
y Pablo Palos. Los tres primeros fueron capturados en diciembre de 1810, sin
embargo, permanecieron en prisión alrededor de seis meses antes de que fueran
atendidos sus procesos, es decir, hasta junio de 1811. Después de los primeros
interrogatorios, Dávalos y Garivaldo fueron liberados, mientras que los dos res­
tantes continuarían por varios años bajo proceso. Veamos quiénes eran y de qué
sectores procedían.
Apolonio Piña era un mestizo de 37 años avecindado en Fresnillo, de ejercicio
comerciante al menudeo, pues dijo en su interrogatorio tener un puesto -supon­
go que en el mercado al aire libre. Fue hecho preso no solo por su participación
en el tumulto, sino también por ayudar a los insurgentes cuando éstos entraron a
Fresnillo. Algunos testigos dijeron que se trataba de un sujeto vago y m alentrete-
n id o, cargos que no negó, pero sí que hubiera sido de los rebeldes, pues dijo que
solamente fue «seducido [por] siete días por [ellos] como muchos en Fresnillo,
donde la plebe se levantó, siguiendo el ejemplo de Zacatecas».37 En una segunda

36. Ibid, p. 216.


37. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 175-176.

260

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UN T U M U L T O POR EL A L Z A DEL PRECIO DEL MAÍZ EN F R E S N I L L O

declaración, expresó con más detalle algunos aspectos que involucraban a las
autoridades del lugar con la insurgencia, asunto del que nos ocuparemos en el
siguiente apartado.
Otro de los acusados de instigar el tumulto fue Agustín Garivaldo, también un
mestizo de 23 años quien no señaló tener un oficio en particular. Se decía que
había gritado consignas en contra de las autoridades, que había atropellado a los
jueces y logrado poner en su lugar «a quien se le había antojado».38Al ser interro­
gado sobre el tumulto, Garivaldo dijo:

Que es cierto que lastimados él y muchos de la infamia con que escalfando las
medidas del m aíz el citado alhondiguero les daba o vendía a más del precio se­
ñalado, fueron con el procurador todos juntos a pedirle que quitase aquel hom­
bre, y no encontrando remedio, ocurrieron con su común amparo D. Manuel de
los Ríos, quien suavizando su queja y como miembro de aquel Ayuntamiento,
les dixo que tuviesen paciencia, que tomaría las providencias convenientes para
que se quitase... 39

Es decir, no negó su participación en el tumulto, pero sí haber sido insurgente,


pues agregó que el tumulto ocurrió mucho tiempo antes de todo eso.
Por su parte, José Femando Dávalos, otro acusado de instigador, solamente
señaló ser vecino de Fresnillo y que no había sido insurgente. Explicó, como
Garivaldo, que el tumulto había sido causado por los abusos del alcalde de la
alhóndiga, y que no tenía que ver con la insurgencia.
Pablo Palos, español de 39 años y ejercicio platero, tenía una situación más
complicada: era acusado de participar en el tumulto y además de ser un comi­
sionado de los insurgentes a quien Fernando Iriarte, capitán insurgente, le había
encomendado lo siguiente:

En la jurisdicción de Fresnillo, Sierra de San Mateo y demás aprehendan las


personas de los europeos embargando sus bienes y dando cuenta exacta para
mi conocimiento. Quartel general de Zacatecas, nov. 9 de 1810. El mariscal
Iriarte.40

Se le aprehendió también porque había vendido algunos géneros y otras cosas


que le había dejado un comerciante español Ju an Calera, vecino deAguascalien-
tes, es decir, se le señalaba por no responder a la confianza depositada en él.41 En
esta situación, que conforma en realidad otro caso aparte al que no entraremos,

38. Ibid., f. 163.


39- Ibid., f. 172.
40. a g n M, Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f. 166.
41. Ibid, fs. 186-188v.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

intervinieron en los interrogatorios la mujer de Palos y otros vecinos, como testi­


gos para tratar de salvarlo.
Así, retomando el análisis del tumulto, no se dice en los documentos el tamaño
de la multitud, ni tampoco contamos con otros datos de individuos participantes
en el mismo, pero el testimonio de estos cuatro actores principales nos sugiere
su procedencia de los sectores populares de la población -es decir, mestizos y
criollos empobrecidos-, quienes, por lo que declaran, estaban concientes de que
existían dificultades de subsistencia para ellos y una situación de suyo marginal
Lo que los orilló no sólo a las acciones colectivas emprendidas por parte de la
población, principalmente robo de maíz o la petición de su rebaja a los precios
justos -como lo establecía la «economía moral de la multitud»-, sino también los
determinó a decidir su adhesión a la insurgencia o a cualquier cosa que fuera esta
protesta. ¿Pero, cómo fue que se conectaron con ella? ¿En qué tipo de acciones
participaron? ¿Actuaron con independencia política o fueron utilizados por las
elites? Pasemos ahora a tratar de contestar en lo posible estas preguntas.

LAS ACCIONES QUE CONECTARON EL TUMULTO CON LA INSURGENCIA

Apolonio Piña, uno de los sujetos aprehendidos y procesados por su partici­


pación en el tumulto de Fresnillo y también, según se le acusaba, en la insur­
gencia, pidió presentar una segunda declaración que fue realizada a mediados
de 1811. En ella, tal vez con la esperanza de salvarse, terminó por confesar la
confabulación que existió entre los insurgentes, el subdelgado de Fresnillo, Juan
de Dios Jacquez,y el alcalde don Juan José García. Esas declaraciones nos remiten
a la conexión que hubo entre la situación material de Fresnillo, el tumulto que
describimos y la insurgencia.Todavía más, nos sugieren la relación existente entre
las elites criollas y los sectores populares, con individuos como Piña jugando el
papel de intermediarios .
En efecto, Piña agregó en su declaración que un día,«... estando en su pues­
to con su hermano, llegó don Pablo Casas con orden del subdelegado don Juan
de Dios Jacquez y del alcalde don Juan José García en nombre del Rey para que
fueran a buscar una vigas a la hacienda de don Pedro Michela Jáuregui con que
poner unos arcos para recibir a los insurgentes que venían de Zacatecas».42
Además, señaló que los amenazaron y que le dijeron que, de rehusarse, serían
apresados ambos hermanos. Con estas declaraciones, el proceso que se le seguía
dio un giro que llevó a llamar tanto a las autoridades involucradas como a otros
testigos, y nos permitió conocer cómo se habían desarrollado los hechos más

42. agn m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 192v-193.

262

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UN T U MU L T O POR EL A L Z A DEL PRECIO DEL M A Í Z EN FRESNILLO

propiamente de la insurgencia en la intendencia de Zacatecas y cuáles habían


sido los partidos formados en la provincia.43
De acuerdo a los planes de los jefes insurgentes, como ya se dijo, se pretendía
tomar Fresnillo, pues era necesario en su intento de continuar hacia Sombrerete,
Durango y después, quizá, el Saltillo. Habían sido escogidos cuatro lugartenientes
para lograr este plan, entre ellos un mulato llamado Baltasar Muciño.
Para ese momento, la situación general era la siguiente: los criollos del llamado
Partido Americano dominaban en la provincia y tenían a sus hombres adscritos a
los diferentes órganos de gobierno de las subdelegaciones. En el caso de Fresnillo,
Juan de Dios Jacquez era el subdelegado y fue, por lo que se sabe, el encargado de
preparar de manera subrepticia la entrada a la villa de una partida insurgente al
mando de Baltasar Muciño; las huestes rebeldes comandadas por Fernardo Iriarte,
el más alto mando en Zacatecas, se encontraban acampadas en la capital provin­
cial, a donde habían entrado el 2 de noviembre de 1810. Al poco tiempo, un ban­
quete fue ofrecido por los padres franciscanos a Iriarte y su gente en el Convento
de Guadalupe, pues varios frailes simpatizaban con los rebeldes, entre ellos se
contaban los padres Ornoz y Moreyra así como Antonio de Iriarte, quien después
se uniría a los insurgentes como capellán. En el transcurso de su campaña por
Zacatecas, Fernando Iriarte atrajo muchos elementos a la causa rebelde. Entre los
elementos que se unieron se encontraba un tal Víctor Rosales, que pasaría a ser
uno de los proceres locales.
Unos días después de una celebración organizada para los insurgentes en el
convento de Guadalupe, se anunciaría su arribo a Fresnillo, que fue un poco antes
de mediados de noviembre, según consideró. Es aquí donde entran en actividad
las autoridades locales del mineral con el fin de preparar el recibimiento de las
huestes de Iriarte.Así, de acuerdo a los testimonios presentados por quienes re­
cibieron acusaciones de ser simpatizantes de los insurgentes, se pidió por parte
del gobierno a dos o tres individuos que los ayudaran a organizar la entrada de
Muciño. Uno de ellos fue Apolonio Piña, quien se mencionó al inicio de este apar­
tado y a quien también se le llegó a atribuir el mote de «capitán de los ladrones
insurgentes».44A él le fue solicitado, según su propio relato, que fuera a recoger,
junto con su hermano, unas vigas para colocar un arco a la entrada de la ciudad,
lo que al parecer cumplieron. Piña después señaló que Jacquez era del partido
de los insurgentes al igual que el citado Casas y sus hijos, y muchos otros, y que
trataba de convencer a la gente de que se uniera a su causa. Que por eso Jacquez
solía acompañar a Muciño a sus bailes y fandangos. Para precisar más la relación
estrecha que hubo entre Piña y el subdelegado cabe mencionar que, como lo de­
claró el primero, una ocasión anterior había caído en prisión, sin embargo, salió

43. Sobre este punto puede verse el artículo de Mariana Terán citado anteriormente.
44, a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f . 162.

263

Índice
L A C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

libre gracias a los oficios del subdelegado, quien se lo echaría en cara cuando lo
confrontó.45 Es decir, todo hace suponer que los criollos utilizaban a individuos
como Piña para lograr ciertos propósitos, sin embargo, no siempre los resultados
eran los que esperaban.
Debido a las acusaciones vertidas por el interrogado de ser el subdelegado
Jacquez y su subordinado contrarios a «la justa causa», fueron éstos llamados a
declarar por la Junta de Seguridad y Requisición de Sombrerete. Como era de
esperarse, negaron tales acusaciones y, en cambio, procuraron echar más tierra
sobre algunos individuos, como los que llamaron despectivamente «los Piñas», de
quienes dijeron que eran:

chifises y mitoteros [que ellos] alborotaron al lugar con esas invenciones, pues
es constante y público que en la entrada de los insurgentes mostraron los dichos
Piñas la mayor satisfacción y gusto conociéndoseles la particular adhesión al
partido de infidencias que siempre han tenido.

El declarante Ju an Pablo de Casas, señaló que nunca le había parecido la in­


surrección y que él solamente había estado presente en «cumplimiento de su
deber», pues era guarda mayor y supo por otros que los más «insolentados y alta­
neros habían sido los Piñas faltando a toda obediencia y subordinación a todos
los respectos debidos». Agregó asimismo que ellos no habían sido insurgentes y
que los Piñas no necesitaban ser sugeridos por nadie ni aconsejados...

... pues en todo tiempo es constante se han manifestado los primeros en las bu­
llas y alborotos, mucho más en tiempos de revolución, en el que como llevo de­
clarado, no hubo otros que se portaran en la villa con mas iniquidad e infam ia,
como es público y notorio, entregados a todo genero de excesos sin respecto
ni contención alguna, insultando sin provocaciones a cuantos encontraban por
que se les figuraba y creyeron que ellos ya nos dominaban.46

Juan García del Olmo, otro regidor del ayuntamiento, reiteró lo dicho sobre
Piña al decir que era:

... hombre pésimo, despreciable, escandaloso, vicioso, vago y malentretenido...


incorregible [...] que desde que comenzó la infame insurrección [...] que de
parte de noche andaba por las calles alborotando el lugar form an do pandillas
con varios de la plebe, capitaneando con su cabecilla, [...] la noche que en esta
villa entró con su gavilla y división el insurgente y comandante Baltazar Muciño

45. Ibid., fs. 192-193. Las cursivas son mías.


46. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, fs. 213-217v.

264

Índice
UN T U M U L T O POR ÉL A L Z A DEL PRECIO DEL MAÍ Z EN FRESNILLO

gritaba y hacia gritar el dicho Piña a voz en cuello que viva el Sr. Comandante
Musiño y mueran los gachupines....A1

Por lo dicho en esas declaraciones, puede inferirse que los Piñas tenían una
capacidad de convocatoria y organización de su propia gente, pues eran capaces
de formar, como se dijo en tono peyorativo, «pandillas...»; virtud que de la cual
las elites podían hacer uso según sus necesidades en algunos momentos, pero
que, en otros, las temían. Lo cierto es que se utilizó a este personaje como in­
termediario entre elites y grupos populares para hacer posible la entrada de los
insurgentes a Fresnillo.
Mientras se hacían mayores cargos a «los Piñas» -como se les conocía en el
lugar-, en cambio, en apoyo a los criollos del ayuntamiento, un grupo de vecinos
«republicanos» y miembros del clero envió una carta para hacer constar la buena
conducta y adhesión al rey del subdelegado Jacquez.48 Incluso, señalaron la de­
fensa que hizo de bienes que los «insubordinados» pretendieron robar a varios
vecinos del mineral y también de la prisión que sufrió cuando un grupo de insur­
gentes vino de Zacatecas por él, que lo aprehendieron y se lo llevaron por varios
días, hasta que el capitán Fernando de Iriarte convino en soltarlo.
Pese a esto, Piña se sostuvo en sus declaraciones, pero de manera evidente
comprendía que las autoridades inculpadas no reconocerían haber pertenecido
al partido insurgente; si bien aceptó «su mala conducta y vicios», reiteró una vez
más que no había sido rebelde,49 aunque aquí también resulta claro que tampoco,
a estas alturas, le convenía decir que lo había sido, pues necesitaba protegerse.
Todavía más, otros declarantes introdujeron un nuevo escenario en todo
el suceso, pues alguien dijo que un buen día tanto Jacquez como Juan José
García, alcaldes, se habían presentado en la hacienda de Platas de don Joaquín
de Miquela Jáuregui junto con un tal D.Arcadio Campero, quien portaba «pú­
blicamente vara como la insignia de la Real Justicia», y le dijeron que era el co­
misionado para aprehender a los europeos allí presentes.50Al día siguiente de
esto, según dicho testimonio, fue cuando se apersonó Piña en dicha hacienda
mandado por dicho Campero a solicitar las barras y las vigas para el arco de
entrada de los insurgentes. De esa forma, se pretendía exculpar a Jacquez y
García de su adhesión a la insurgencia, cuando era evidente que solamente
habían delegado su mando al dicho Campero.51

47. Ibid., f. 271. Las cursivas son mías.


48. Ibid., fs. 218-219. Firman 16 bachilleres que deben ser los clérigos y otros tantos
individuos.
49. a g n M, Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f. 234.
50. Ibid, fs. 264v.
51. Ibid., fs. 2ó4-265v.

265

Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

Los datos anteriores pertenecen al proceso que se siguió a los involucrados


en la insurgencia zacatecana, es decir, son posteriores a los hechos del tumulto
desarrollado en Fresnillo, sin embargo, importaba recuperarlos por dos cues­
tiones: primera, porque nos sugieren los posibles lazos entre un conflicto de
carácter local provocado por el aumento del precio del maíz y el estallido de la
insurgencia; y, segunda, porque muestran la cambiante situación de los sujetos
que participaban en la guerra, quienes actuaban conforme circunstancias.
Así, de acuerdo a lo que se sabe, por algunos días y con la plena complacencia
de las autoridades criollas que habían decidido apoyar a los insurgentes, se man­
tuvo el campamento rebelde en Fresnillo con el fin ya señalado de continuar el
avance de la insurgencia hacia el norte. Precisamente, en la euforia de esos días,
el 13 de noviembre de 1810, Muciño emitió en el real y villa de Fresnillo una
P roclam a a los am erican os,52 la que pretendía ganar adeptos en el norte de la
intendencia. Paralelamente, ordenó a Vital Medrano, otro de los importantes lu­
gartenientes insurgentes de la región de Nieves y Río Grande, a que llevara la Pro­
cla m a a esas zonas. Mientras tanto, José Antonio Sandi, un teniente insurgente
quien había sido cabo de dragones provinciales de Nueva Galicia -cuerpo del que
desertó-, permanecería en Fresnillo, de donde se dirigiría a Mazapil, misión
que ya no le fue posible cumplir porque lo aprehendieron los realistas cuando
cayó Fresnillo en poder de éstos.53
En efecto, los problemas comenzaron pronto, pues doce días después de la
llegada a Zacatecas de los insurgentes, esto es a mediados de noviembre de 1810,
Iriarte había tenido que acudir a San Luis Potosí para tratar de contener el ataque
contrainsurgente que avanzaba por ese lado, sin embargo, eso llevó a que se le
quitara presión a la ciudad de Zacatecas. En el camino, Iriarte comisionó a Martín
Herrera, otro de sus lugartenientes, para tomar Pinos, donde «Hay un escuadrón
con tres compañías de dragones y un cuartel que aún no está acabado».54 Cuando
Herrera llegó a dicho Real, liberó a los presos y reclutó a algunos de ellos, como
venían haciendo los insurgentes a su paso por diferentes ciudades.
Al mismo tiempo, cabe señalar que las diferencias entre Iriarte y el Conde de
Santiago de la Laguna se hicieron más evidentes, pues el segundo, junto con la
mayoría del ayuntamiento americano, no apoyaba las medidas radicales de los
insurgentes. En particular, desaprobaban la ejecución de españoles y la confis­
cación de sus bienes.55 Hacia el 3 de diciembre comenzaron a avistarse por los
vigías rebeldes las avanzadas del ejército contrainsurgente. En la propia ciudad de

52. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 18, fs.285-285v. La proclama circuló por varias subdele-
gaciones de la provincia de Zacatecas. La referencia es de la interceptada en la subdelegación
de Nieves, acción en la que se involucró al subdelegado Juan de Aguilar.
53. a g n m , Ramo Infidencias, vol. 14, fs, 104-107.
54. Varios autores, Descripciones, 1976, p. 100.
55. García, «Guerra», 1999, pp. 404-405.

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Índice
UN T U M U L T O POR EL A L Z A DEL PRECIO DEL MA Í Z EN FRESNILLO

Zacatecas se preparaba la defensa, pues para mediados de diciembre la ciudad se


encontraba amenazada militarmente por dos frentes: en el norte, la contrainsur-
gencia, en el sur, la insurgencia. Hacia el 14 de diciembre, una avanzada del ejér­
cito de tierra adentro se aproximó a la ciudad de Zacatecas. De hecho, al regreso
de Iriarte a Zacatecas, el Conde Santiago de la Laguna había ya renunciado a su
cargo (18 de diciembre) y abandonado la ciudad. Por tanto, Iriarte, que preparaba
el asalto a Sombrerete, se ve precisado a regresar a Zacatecas, donde llegó el 20 de
diciembre, momento en el que se recrudeció la acción contra los españoles. Así,
entre el 23 y 24 de diciembre se aprehendió a varios de ellos y se les recluyó en
los conventos de Santo Domingo y Guadalupe de la ciudad de Zacatecas.
El 25 de diciembre se libraría la que será llamada como «batalla de Santiagui-
11o», en Fresnillo, entre las fuerzas insurgentes y contrainsurgentes, éstas últimas
comandadas por el teniente José Manuel Ochoa. Se trató, sin duda, de una de las
más importantes y decisivas contiendas del avance de la insurgencia hacia el
norte. Los realistas, sin haber vencido, recuperan Fresnillo pues los insurgentes
después de esa batalla, regresan a Zacatecas. Al parecer el ejército rebelde quedó
bastante maltrecho pues no pudo acudir, tres semanas después, a la batalla de
Puente de Calderón, motivo que después le sería imputado a Iriarte como trai­
ción y que propiciaría su ejecución.
El año de 1811 comenzó con relativa calma, sin embargo, habría elecciones
y nombramiento de cabildo de la capital zacatecana. Mientras tanto, Hidalgo se
preparaba para la mencionada batalla en Puente de Calderón la que, como sa­
bemos, concluyó en una dolorosa derrota. Tras ésta se dirigió con sus huestes
a la ciudad de Zacatecas a donde llegó el 28 de enero. Allí permaneció 6 días y
después partió hacia Saltillo, perseguido muy de cerca por Calleja. Estos aconte­
cimientos terminaron por desintegrar al grupo político que había dominado el
ayuntamiento de la capital zacatecana desde la huida de las autoridades españo­
las. Unos se adherirían a la insurgencia, otros colaborarían a partir de entonces
con la contrainsurgencia.
En la segunda mitad de febrero de 1811 las avanzadas de dos ejércitos insur­
gentes entraron en contacto con el norte de Zacatecas: los de Mariano Jiménez y
las de Rafael Iriarte, que venían del sur y se dirigían a Saltillo. Podemos decir que
allí terminó el momento más álgido de la insurgencia en la provincia. Todavía, al
regreso de los insurgentes del norte, hubo otra breve estadía de éstos en esa ciu­
dad, incluso con un breve gobierno de Ignacio López Rayón, que dejó vislumbrar
un reavivamiento de la insurgencia en la zona, mas no se concretó. En cambio, las
acciones bélicas se trasladaron a otras partes de la intendencia.56

56. Véase Sánchez, «Insurgencia», 2005.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

CONSIDERACIONES FINALES

En este trabajo tratamos de analizar el carácter, relación e importancia que


tuvo el tumulto de Fresnillo de 1810 con la insurgencia en Zacatecas; asimismo,
considerar el papel de algunos individuos como intermediarios entre las elites y
los sectores populares.
En primer lugar, si bien no profundizamos en la situación económica que
guardaba la producción minera, porque no era el objetivo el aquí, sí pudimos ca­
racterizar el declive que en particular sufría el mineral de Fresnillo para la época;
asimismo, probamos la manera en la que afectó a la zona la crisis de subsistencia
de los años 1807-1810, que debido a las sequías afectó la producción de maíz y,
por tanto, a la población. En ese marco, podemos sugerir que el tumulto que tuvo
lugar en Fresnillo en octubre de 1810 estalló debido tanto a la crisis de subsisten­
cia que sufría la provincia como al abuso de poder de una autoridad local. Pudiera
interpretarse que fue una acción aislada, autónoma, sin embargo, precisamente,
vista desde la perspectiva de su enlace a numerosos acontecimientos similares
que ocurrían en otros lugares de la Nueva España, la conclusión más acertada es
comprenderla como forma de manifestación popular contra agravios coyuntura-
les o estructurales, y que formó parte de la serie de hechos que culminaron en lo
que propiamente fue el estallido de la insurgencia en Zacatecas.
En segundo lugar, encontramos a un par de sujetos jugando el papel de inter­
mediarios entre los sectores populares y las élites criollas, sugiriendo las ligas que
fueron necesarias para llegar a la insurrección. Apolonio Piña era uno de ellos;
se trataba de uno de tantos sujetos marginales de la época; como otros menos
notorios. Cobra una importancia central en los hechos narrados no sólo por su
condición marginal sino también por su actitud contestarla contra el poder es­
tablecido o en transición, como era el caso. Las diversas expresiones peyorativas
sobre su persona, la utilización que de él quisieron hacer las autoridades, pero,
a la vez, su empeño por denunciar estas acciones, dejan en claro -hasta donde
es posible observar- el carácter rebelde e independiente de muchos como él
que se convertían en peligrosos para el poder. Por cierto, Piña, junto con otros
involucrados en el caso, no fueron indultados sino hasta junio de 1818.57 ¡Siete
años después de haber sido consignado, pese a que hacia 1814 parecía haberse
resuelto favorablemente el caso a su favor!
Finalmente, el análisis de este tumulto, es decir, de un caso más de moviliza­
ción popular, nos lleva a reflexionar de nuevo sobre el problema de las causas del
estallido de la revuelta popular en la Independencia. No pretendemos resolver
nada aquí, sino apuntar que si bien no puede decirse de manera absoluta que se
debió únicamente a cuestiones materiales -si es que aún no fueran convincentes

57. agn m , Ramo Infidencias, vol. 13, exp. 9, f. 299.

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Índice
UN T U M U L T O POR EL A L Z A DEL PRECIO DEL MA Í Z EN FRESNILLO

las explicaciones que relacionan causas materiales con las políticas o cultura es-,
entonces debe buscarse otra explicación. Cito la aseveración de Hernández Jai­
mes:

Es obvio pues que los desgastados niveles de vida de los grupos populares no-
vohispanos no son razón suficiente para explicar la insurgencia de los pobres.
Parece más razonable suponer que se trató de una confluencia de condiciones
estructurales con profundo arraigo en las relaciones sociales novohispanas con
otras de naturaleza coyuntural y externas. Las evidencias sugieren, como han
observados varios historiadores, que existía un estado de malestar general en la
Nueva España; con algunas variantes regionales...

Desde ahí puede sugerirse que: «Esa confluencia de condiciones estructurales


con profundo arraigo en las relaciones sociales novohispanas con otras de
naturaleza coyuntural y externas », «ese malestar» existente en la época, como
lo llama este autor, tienen que ver desde mi punto de vista, con el surgimiento de
fenómenos de marginalidad, que se agudizan en momentos de crisis, como lo fue
en los años previos al estallido de la insurgencia, pero que están condicionados
de tiempo atrás.
Sin duda, tendría que probarse esa hipótesis con estudios que enfoquen el
problema desde esta perspectiva y con base en un espectro geográfico más am­
plio. Por ahora, aquí se esboza de manera general cómo ocurrió un tumulto en
Fresnillo, sitio donde se pensaba no había existido crisis de subsistencia; se avan­
zó en el cuándo y quiénes participaron así como en la manera en que se vinculó
con el proceso más general de la insurgencia; es necesario continuar con este
tipo de investigaciones para acercarnos a comprender y explicar con mayor pro­
fundidad las raíces de la insurgencia, sobre todo, vista como Otra rebelión , según
la ha llamado con mucho tino, Eric Van Young.

ARCHIVOS

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271

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LA FERRERÍA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA
Gerardo Sánchez Díaz
Universidad Michoacana

Durante la época colonial, la actividad minera, especialmente la extracción y


beneficio de metales preciosos como el oro y la plata, fue una de las prácticas eco­
nómicas más importantes en el virreinato de la Nueva España. Desde el siglo xvi,
poco a poco se fueron descubriendo importantes yacimientos que dieron origen
a grandes fundos mineros, como los Reales de Minas de Guanajuato, Pachuca,
Zacatecas,Taxco,Tlalpujahua y Otzumatlán. Cada uno de estos lugares tiene sus
propias características de evolución histórica, que han sido abordadas tanto por
investigadores nacionales como de instituciones extranjeras.1 Para la segunda mi­
tad del siglo xvni y primeros años del xix, se observa un gran interés de la Coro­

1. Acerca de la evolución de estos centros mineros durante la época colonial, véase:


Luis Chávez Orozco. La minería en la Nueva España a postrimerías del siglo xvrn, México,
Secretaría de Economía Nacional, 1938; Walter Howe, The Mining Guild ofNew Spain an d its
Tribunal General, 1770-1821, New York, Greenwood Press, 1968; Oscar Alatriste, Desarrollo
de la industria minera y de la comunidad minera de Hidalgo del Parral durante la segunda
mitad del siglo xvrn, (1765-1810), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1985;
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Minería y sociedad en el Centro Minero de Santa Eulalia Chihuahua, 1709-1750, México,
Fondo de Cultura Económica, 1980; Gilda Cubillo, Los dominios de la plata: el precio del auge,
el peso del poder. Empresarios y trabajadores en las minas de Pachuca y Zimapán, 1552-1620.
México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1991; Frédéric Langue, Los señores
de Zacatecas. Una aristocracia minera del siglo xvrn, México, Fondo de Cultura Económica,
1999; Laura Pérez, Minería y sociedad en Taxco durante el siglo xvrn, México, Universidad
Iberoamericana, 1996; María Eugenia Romero, Minería y guerra. La economía de Nueva Es­
pañ a, 1810-1821, México, El Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma de México,

273

Índice
LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

na española por impulsar la actividad minera en sus dominios americanos. De


esta forma, se editó un conjunto de ordenanzas,2 informes, memorias y tratados
técnicos,3 como los elaborados por Fausto Elhúyar y Friedrich Sonneschmid, que
pretendieron favorecer e impulsar, tanto el trabajo de extracción como el benefi­
cio de minerales, a través de mejores métodos.

EL PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DE IÁ FERRERÍA DE COALCONÁN

En los últimos años del siglo xvin y primeros del x e x , la minería novohispana
enfrentó graves obstáculos como la insuficiente provisión de azogues y la carestía
del hierro empleado en la elaboración de herramientas utilizadas en las minas,
metal que era traído de Vizcaya. Por ese tiempo, a causa de la guerra entre Ingla­
terra y España, se suspendieron los envíos de hierro y azogue. Ante esta grave
amenaza, que podría ocasionar la paralización completa de los trabajos mineros,
el Real Tribunal de Minería comisionó al mineralogista Andrés Manuel del Río,
profesor del Real Colegio de Minería, para que estableciese una ferrería en Coal-
comán, en la vieja provincia de Michoacán.4 Con su diligencia característica, el
ilustre profesor madrileño se trasladó a la mencionada población, que en ese tiem­
po era un reducido asentamiento, poblado en su mayoría por indígenas. Desde
su llegada a Coalcomán, Andrés Manuel del Río tuvo que lidiar con la carencia
de elementos de toda clase y hasta con la incomprensión de las autoridades loca­
les que ahuyentaban a los trabajadores con sus absurdos sistemas de tributación
y ponían muchas trabas con los sistemas alcabalatorios.

1997; David Carbajal López, La minería enBolaños, 1748-1810. Ciclos productivos y actores
económicos, Zamora, El Colegio de Michoacán, Universidad de Guadalajara, 2002.
2. Reales Ordenanzas p ara la dirección, régimen y gobierno del importante cuerpo de Mi­
nería de Nueva España y de su Real Tribunal General, Madrid, 1783, existe una nueva edición
impresa en París a mediados del siglo xix con el título abreviado de: Ordenanzas de minería.
París, Librería de Rosa Bouret y Cía., 1851.
3. Entre otros documentos acerca del interés por impulsar la explotación minera, pueden
verse los escritos de José Joaquín de Eguía, Memoria sobre la utilidad e influjo de la minería
en el Reino, necesidad de su fom ento y arbitrios de verificarlo, México, Imprenta de la Oficina
de donjuán Bautista de Arizpe, 1819; Juan Lucas Lazaga y Joaquín Velásquez de León. Repre­
sentación que a nombre de la minería de esta Nueva España hacen al Rey Nuestro Señor los
apoderados de ella, México, Felipe Zúñiga Ontiveros, 1784.
4. María Eugenia Romero Sotelo, Minería y guerra. La economía de Nueva España, 1810-
1821, México, El Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1997,
pp. 29-33; José Joaquín Izquierdo, La prim era casa de las ciencias..., pp. 203-204; Arturo
Arnaiz y Freg. «D. Andrés Manuel del Río y su ilustre magisterio en México», Andrés Manuel
del Río y su obra científica, México, Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey,
1966, pp. 31-32; Vito Alessio Robles, El ilustre maestro Andrés Manuel del Río, México, s. e.,
1937, p. 20.

274

Índice
LA FERRE RÍA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Por ese tiempo, Coalcomán era una población aislada y con escaso número
de habitantes. Era cabecera de curato y en lo civil dependía de la jurisdicción de
Maquilí. Según una descripción de la época, el pueblo estaba situado:

... en una espaciosa cañada que forman las encumbradas montañas que nom­
bran de Ahuijullo y Aguililla, y fertiliza un río que tiene el nombre del pueblo.,.
es república de indios, con su alcalde regidor, mayordomo de rey y dos topiles
o ministros, cuya elección celebran el día de San Mateo de cada año, con las
mismas formalidades que en la cabecera.
Tiene iglesia parroquial en que se mantiene un cura clérigo que ejerce la juris­
dicción eclesiástica y da el pasto espiritual a su feligresía, compuesta por vein­
ticinco familias de españoles y treinta de mulatos avecindados unos en el mismo
pueblo, otros arranchados en sus pertenencias y otros en los puestos de Ticuilu-
ca y Cópala, el primero distante nueve leguas hacia el oriente y el segundo doce
por el poniente y cincuenta y nueve indios tributarios que se han empadronado
en la nueva cuenta, matrícula de cincuenta enteros y diez y ocho medios del
idioma mexicano, aunque bien instruidos en nuestro vulgar castellano.5

En el mismo informe, redactado a fines del siglo xvm, se muestra de esta ma­
nera el paisaje y las condiciones para el desarrollo agrícola:

El temperamento es caliente, aunque con mediación a templado, por cuyo mo­


tivo y por la abundancia de agua del río que corre por la cañada, es el terreno
propio y muy fértil para siembra de caña dulce, como se experimenta en los
cortos pegujales, que se hayan plantados, que dura la planta fructificando ca­
torce años en un propio terreno sin transplantarla, y sólo con regular beneficio
de quemar la hoja que queda después del corte y echar el riego en tiempo
oportuno, pero los indios no se dedican, como debieran al beneficio, siembra
y cultivo de esta planta de que les resultaría considerable utilidad, así por su
pobreza como por su innata desidia, excitándose solamente en cortas siembras
de maíz y chile por ser también las tierras propias y fértiles para estas semillas y
en sacar cera, y la resina del copal de que abundan los montes con cuyo corto
comercio logran satisfacer los reales tributos y las obvenciones eclesiásticas que
es a lo único que aspiran.6

Como se observa, los indígenas, hablantes del náhualt o mexicano, eran el


sector principal de la población asentada en la jurisdicción de Coalcomán. Los
indígenas tenían sus propias autoridades, formaban una compañía de flecheros
que tenía por encomienda turnarse la vigilancia de la costa con los habitantes

5. a g n , Ramo Historia, Vol. 73. Descripción topográfica de los pueblos del Partido de
Motines del Oro. Hecha por el subdelegado de Tlazazalca, Juan de Zárate, año de 1789,
ff. 176-177.
6. Ibid.} ff. 177-178.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES E N LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

de otros pueblos como Maquilí, Ostula, Coire y Pómaro. La vida comunitaria de los
indígenas de Coalcomán giraba alrededor de dos cofradías o hermandades, una bajo
la advocación de nuestra Señora de la Limpia Concepción del Hospital y la otra de las
Benditas Ánimas del Purgatorio. Limpia Concepción contaba con un patrimonio
de trescientas cabezas de ganado vacuno y sesenta yeguas, de cuyos productos se
pagaban dos pesos semanales al cura párroco por las misas del sábado, dos por
las misas dedicadas a los indios difuntos y veinte pesos por cuatro funciones que
se celebraban al año. La cofradía de las Benditas Ánimas poseía cincuenta cabezas
de ganado y doce yeguas. De sus productos se pagaban al párroco los mismos
derechos por misas, además de una arroba de cera para las velas del altar. Los
ganados de ambas cofradías pastaban en tierras de la comunidad y sus cuidados
eran atendidos por los indios cofrades que se turnaban para ello.
Por otro lado, en el reporte de las condiciones naturales del entorno de Coal­
comán, el visitador Juan de Zárate, centró la atención en la riqueza minera que
percibió en su recorrido por la región, dice:

las montañas y los cerros que circundan el valle, según la común opinión de los
vecinos, son por lo regular minerales de plata, y en la actualidad se hayan des­
cubiertas dos vetas vírgenes, la una en un paraje o cerrito de Los Colomos, dis­
tante media legua del pueblo al poniente, con ley de plata y acero, que trabaja
don Francisco Caraza, vecino del pueblo de Taretan, que la tiene ya registrada y
la otra, en la montaña o paraje de El Saucito, distante del pueblo legua y media
hacia el norte, que ha descubierto pocos días hace y comenzado a trabajar con
grandes esperanzas, porque sus metales muestran tener bastante ley de plata.7

En otro informe, suscrito por Diego de Lazaga el 23 de octubre de 1792,


como presentación a un amplio P adrón d e p o b la d o r es españ oles, m estizos y
p a r d o s d el P artido d e M otines, se hizo énfasis en los yacimientos ferruginosos
localizados en las montañas de Coalcomán. En la parte central del documento
se asienta:

En el pueblo de Coalcomán hay vetas de fierro de extraordinaria anchura, y


según me informaron, hizo un vecino el experimento de su beneficio; y, sin
embargo, la falta de oficinas, el quintal y diez y ocho libras de superior calidad
le tenían de costo, siete pesos y dos reales.
También hay imán superior, pues hice se sacasen algunas piedras, y aunque
fueran de la superficie de la tierra me parecieron de entera virtud, por lo cual
hice una carga que por lo estropeado de las bestias dejé en Pátzcuaro, con

7. Ibid., f. 178.

276
Índice
LA FERRERÍA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

encargo que me la mandasen, y aún no ha aparecido, pero si no ha extraviado


presentaré su calidad.8

Tal era el panorama económico y social que el mineralogista Andrés Manuel


del Río encontró a su llegada a Coalcomán. En breve tiempo efectuó varios reco­
rridos para reconocer los yacimientos ferrosos y determinar cuales eran los de
mayor importancia. Según afirma Santiago Ramírez, el trabajo de Andrés Manuel
del Río desde su llegada a Coalcomán fue intenso. Se ocupó de reconocer los cria­
deros de fierro y las fundiciones ya establecidas y encontró que eran defectuosas,
entre otras razones, por el sistema de soplo que utilizaba brazos, y aquellos, explo­
tables; notando la escasez de gente, que se propuso remediar. Para ello, contrató
operarios en Zapotlán el Grande, Apatzingán y Colima. A la vez recogió noticias de
la localidad, y conforme a ellas, con fecha 8 de enero de 1806, indicó al Tribunal la
conveniencia de estudiar con mayor detenimiento los criaderos de Halo y San
Sebastián, inmediatos a Zapotlán el Grande, cuya indicación aprobó el Tribunal
con fecha 29 de enero del año de 1807.
El 2 de marzo, Andrés Manuel del Río rindió al Real Tribunal de Minería el
informe correspondiente, en el que decía:

y del reconocimiento hecho de los criaderos de Halo Chico, junto a Maquilí,


del de San Sebastián, junto a Zapotlán el Grande, y de los del Halo Grande,
con una travesía de 200 leguas, resultó que los mineros de Zapotlán y del Halo
Grande, de hierro magnético y rojo con algún espejado, todo revuelto, son poco
a propósito para fundirlos a la catalana, y menos para producir acero, aunque
en el país saquen alguno a costa de muchísimo carbón. Los del Halo Chico,
de hierro pardo, como aquí [en Coalcomán], y de aguas y maderas abundan­
tes, serían muy buenos si no fuera por la escasez de gente y la dificultad de
la extracción del hierro y acero que se labrase, mayor aún que la de aquí [en
Coalcomán], por cualquier rumbo que se quisiera hacer, en virtud de la aspereza
de los caminos.9

A su regreso de esa larga expedición, Andrés Manuel del Río se ocupó en bus­
car un sitio a propósito para utilizar el agua del río de Ixtala, en las instalaciones

8. a g n , Ramo Padrones, Leg. 21, Diego de Lazaga, Descripción del Partido de Motines,
México, 23 de octubre de 1792. El documento fue publicado en Anuario de la Escuela de
Historia, n° 3, Morelia, Universidad Michoacana, 1988, pp. 243-247; también se encuentra glo­
sado en Raúl Arreóla Cortés. Coalcomán. Monografías municipales del Estado de Micboacán,
Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1980, pp. 126-133.
9. Santiago Ramírez, Biografía del Sr, D. Andrés Manuel del Río. Primer catedrático de
mineralogía del Colegio de Minería, México, Imprenta del Sagrado Corazón de Jesús, 1891,
pp. 30-31. Por la información hasta ahora conocida, no queda claro en dónde se ubicaban
los yacimientos ferrosos que abastecían de mineral fundible a la ferrería instalada por Andrés
Manuel del Río en Coalcomán.

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LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

de la ferrería, «decidiéndose después de tres nivelaciones, por uno que, necesitan­


do 3.300 varas de zanja, era preferible a otro que no demandaba más que 500, por
tener en éste que abrirse el acueducto en roca dura, y aquel en tierra vegetal».10
De esa forma, en poco tiempo se construyó un canal de casi tres kilómetros de
longitud para aprovechar las aguas del río Ixtala para mover los martinetes utiliza­
dos en la trituración de los minerales ferrosos, antes de colocarlos en los hornos.
Por otro lado, reunió víveres para sus trabajadores y se dedicó a construir los hor­
nos, yunques y martinetes,11 indispensables para el inicio de los primeros ensayos
de la ferrería.
Cuando al parecer todo estaba resuelto para operar las instalaciones, el pro­
fesor del Río se enfrentó a diversos problemas técnicos, que gracias a su ingenio
pudo resolver, como lo relataría en un informe presentado en 1810:

Cuando fui comisionado por el Real Tribunal General de Minería, para esta­
blecer la ferrería de Coalcomán, me creí dichoso por tener a mano la obra
moderna, elegante y magistral de la Peyrouse, la cual según su autor, es fruto de
diez años de observaciones hechas, no en una, sino en varias ferrerías de su es­
pecie, me creí afortunado, digo, así como el que pensando tener que vadear un
río caudaloso, se encuentra de improviso con un puente recién construido, que
parece reunir la solidez a la hermosura. Y como se repite varias veces en dicha
obra que el seguir sus reglas y preceptos es el modo casi infalible de acertar, la
consecuencia natural que yo sacaba era, que debía pegarme al pie de la letra y
seguir las pisadas de mi mentor, temiendo solamente que se me ocultasen en
alguna parte y me extraviase. Pero la instrucción que he sacado por lo general,
aunque en algunas cosas me ha servido mucho, es: que el tono decisivo de nada
sirve en las materias que esperan cada día nuevos progresos de la observación,
y que a lo más se puede decir: repetid mis experimentos, y sino os salieren
bien, variadlos conforme a los principios de una sana teórica: es decir en otros
términos que los libros que se piensa escribir meramente para prácticos, son los
que menos les sirven a los prácticos regularmente.12

10. Ibid. pp. 31.


11. Para una descripción técnica de los yunques y martinetes, como elementos primor­
diales en las instalaciones de una ferrería, véase: Carmen Ceballos Cuerno, A rozasy ferrones.
Las ferrerías de Cantabria en el Antiguo Régimen, Universidad de Cantabria, 2001; Manuel
Corbera Millán. La siderurgia tradicional en Cantabria, Oviedo, Septem Ediciones, 2001.
12. El naturalista y abogado francés Felipe Picot de la Peyrouse, nació en Toulouse en
1744 y murió en 1818. Durante muchos años ocupó el puesto de abogado general de la
Cámara de Aguas y Bosques del Parlamento de Toulouse. Entre 1800 y 1806, se desempeñó
como alcalde de su ciudad natal. Fue inspector de minas de París, miembro y secretario
perpetuo de la Academia de Toulouse, correspondiente a la de París, Además, ejerció el ma­
gisterio en la Escuela Central de Toulouse en la que fue profesor de Historia Natural. Su obra
científica la componen varios libros sobre botánica y uno acerca de ios sistemas modernos de
fundición de metales. Entre sus principales libros destacan sus famosos Traité sur les mines
de fe r et lesforges du comté d efo ix desclasant, Toulouse, 1786 obra que llevó Andrés Manuel
del Río a Coalcomán y que he podido examinar en fotocopia, gracias a la localización que

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LA FERRERÍA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Más adelante, al hacer una valoración crítica del manual de fundiciones de la


Peyrouse, hecho con base y para realidades distintas a la ubicación geográfica de
Coalcomán, el mineralogista madrileño dice:

Así me ha sucedido en la parte más importante de la fundición, las dimensiones


de los hornos, que la Peyrouse supone tan esenciales, que una pulgada de
diferencia produce los resultados más funestos, y por esta razón se guarnecen
traslados con chapas gruesas de hierro, para que no varíe la figura en las fun­
didas. Ahora pues al construir mi horno con la escala en la mano, hallé tanta
ambigüedad, tanta confusión y hasta contradicciones, que aún el día de hoy
ignoro, cuales son las decantadas medidas del autor: cosa bien extraña en un
hombre que por lo general es bastante claro y muchas veces difuso, de suerte
que no se a qué atribuir su concisión y oscuridad en este punto. Una de dos: o
él nunca midió los hornos por sí mismo, sino que se contentó con las medidas
que le dieron, unas en un tiempo y otras en otro, según lo dislocadas que las
pone, o quiso hacer misterio de la parte más esencial, y entonces pudo haberlo
hecho de toda la obra, y haberla sepultado para siempre. No siendo mi ánimo
deprimir su mérito, me atengo a lo primero, pues a lo que se dirige este discurso
es a pedir luces a todos los inteligentes, para dar la mayor perfección a aquel
establecimiento de Coalcomán.13

Después de vencer diversas dificultades técnicas, se le presentaron otras en


el momento de iniciar el proceso de operación de los hornos y en los primeros
ensayos de fundición, como más tarde relató en uno de sus informes:

Yo sabía que el requisito necesario para fundir bien es que la llama circule per­
fectamente el todo el crisol, y así se hace la prueba antes de fundir, de echar
unos carbones, y dar soplo a ver si este los hace girar alrededor. Jamás lo pude
conseguir por las medidas del autor, -refiriéndose nuevamente a Peyrouse- y
por lo mismo tampoco que se separase la escoria perfectamente del hierro pero
lo conseguí por mis medidas que puedo mirar como propias, de que no hago
misterio, y que pongo aquí en nota para no embarazar el discurso.14 Todavía

hizo el antropólogo Alfredo Herrera López. Además, Peyrouse fue autor de otras obras como:
Figures de la flore des pyrinées, avec des descriptions, des notes critiques et des observations.
París, 1795-1802; Monographie du genre saxifrage, 1810; Histoire abrégée des plants des pyri­
nées et itinéraire des botanistes daus contrées, Toulouse, 1813. Véase Enciclopedia Universal
Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1921, t. xuv, p. 569.
13. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán, leído en los actos de
minería», Suplemento a l Diario de México, t. XII, n° 1629, México, 18 de marzo de 1810.
14. En nota aclaratoria a pie de página, Andrés Manuel del Río dio mayores detalles so­
bre la forma, medidas y volumen de los hornos que construyó, mismos que resultaron tener
«Veinte pulgadas francesas tiene de ancho el lado perpendicular de la sangradera por abajo,
y veintidós de alto: veintidós y media de ancho al lado de la tobera, veintiuna la rustina o el
lado opuesto a la sangradera con tres pulgadas de inclinación hacia fuera en cuatro y medio
pies de altura, y otras veintidós y media el contraviento o pared opuesta al soplo, con seis

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Índice
LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

no hubiera llenado mi objeto, si sabiendo que el soplo debe ir derecho desde


el principio hasta el fin, sin quiebras ni tortuosidades, no hubiese hecho girar
el crisol alrededor de su centro, aproximándolo hacia la pared de la tobera una
pulgada por el lado de la sangradera, y retirándolo otra por el opuesto, que es
uno de dos métodos que propone el autor como absolutamente idénticos, pero
ni lo son, ni el otro me han producido buenos efectos. Esto lo entenderá luego
luego, cualquier práctico en estos hornos, y yo no me precio de más claridad,
que la que es propia de la Peyrouse en otros puntos, como es el de las bóvedas
de soplo.15

En el mencionado informe, Andrés Manuel del Río da otros pormenores de


cómo buscó sus propias alternativas técnicas para resolver los problemas que se
le presentaron en la primera etapa de construcción de los hornos de la ferrería,
dice:

... Me salieron al principio algo bajas, aunque de las mismas dimensiones que
trae el autor, [se refiere a la obra de Peyrouse] por no haber tenido entonces
un barómetro. Aquí podría soltar la carcajada un práctico y exclamar: ¿qué tie­
ne que ver el barómetro con una ferrería? Y sin embargo, es cierto que tienen
estrecha relación. Las bóvedas que en país frío fundan perfectamente el hierro,
en un país templado, en que el aire este más raro y tenga menos masa en un
volumen dado deben no bastar. Por fortuna, pude aumentarles fácilmente cerca
de cuatro pies de altura y conseguí el intento. El chasco habría sido si hubiese
puesto fuelles de madera de las dimensiones de los de Europa, que no es tan
fácil agrandarlos, como aumentar la caída del agua en una bóveda.
Después que tuve barómetro vi que se mantenía allí a trescientas líneas o veinte
y cinco pulgadas, altura ciento ocho varas mayor que la de la Villa de Córdova,
que según D. Juan Josef de Oteyza es de mil y cuarenta varas sobre el nivel del
mar; y contrayéndonos a nuestro objeto, el barómetro era una escala exacta de
las variaciones diarias de los hornos por lo relativo al soplo. De esto no hablan
palabra la Peyrouse ni otros, sin duda porque no se les ofreció notar semejan­
tes diferencias; pero establece el primero como regla casi general, que bóvedas
altas o soplo fuerte produce hierro dulce, y bóvedas bajas o soplo flojo produce
más acero , lo cual merece mucha restricción, a pesar de que parece conforme a
teórica, pues con el soplo fuerte debía acabarse más pronto la fundida, tocarle
menos carbón al hierro, y salir este menos acerado. En efecto reuní los soplos
de los dos hornos para fundir en uno solo con ventajas aparentes al principio,
aunque nunca me cuadró que subiese tanto la llama porque me indicaba que no
se cebaba en el metal, y que el crisol era chico para tanto soplo; y examinada
bien la cosa el invierno pasado en que el aire estaba más denso, vimos con ad­
miración bajar las gotas de metal fundido por delante de la tobera enteramente

pulgadas de inclinación hacia fuera en veintisiete de altura». Andrés Manuel del Río. «Discurso
sobre la ferrería de Coalcomán,..».
15. Andrés Manuel del Río, op. cit., «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán..

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Índice
LA FERRERÌA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

negras, esto es, que iba atropellada la fundida, que las partes terreas vitrificadas
arrastraban consigo las metálicas, y no se hacía la separación correspondiente;
y en prueba de ello en cuando disminuí el soplo, bajaban las gotas blancas y
brillantes.16

Finalmente, después de practicar varias experiencias de ensayo-error y supe­


rar diversas dificultades, advirtió que para tener éxito en la empresa de fundición,
además de las adaptaciones tecnológicas también era necesario tener en cuenta
las características físicas de la composición orgánica de los minerales ferrosos
empleados en la fundición:

De este hecho inferí, que hay metales que no dejan fundirse apresuradamente,
por ejemplo, el de Coalcomán, que es un hierro pardo con mucho manganeso,
el cual necesita acaso fundirse lentamente con el hierro, y le da quizá el aguan­
te, la consistencia y dureza que lo caracterizan, no necesitando que se calcen las
bocas ni las cabezas de las barrenas, bien que hay hierro fuerte con las mismas
propiedades, al que no se le supone manganeso ninguno; no obstante cuando
sale granujiento en la fractura y agrio, como sucede pocas veces, pienso que es
una liga verdadera de hierro y manganeso, acaso con exceso del último.17

En su disertación, al hacer nuevas reflexiones sobre los modelos tecnológicos


recomendados a los fundidores en la obra de la Peyrouse, en forma crítica, de
acuerdo a sus experiencias en la ferrería de Coalcomán, comenta que el experto
en fundición también tenía que tomar en cuenta otros elementos, sobre todo los
minerales asociados a las sustancias ferrosas, como el manganeso, del que dice:

... el influjo de este en la formación del acero lo confiesa el autor, [nuevamente


se refiere a Peyrouse] pues observó que siempre que abundaba en los metales,
salía mayor cantidad de acero en todas lasferrerías generalmente, y que cuando
escaseaba o faltaba del todo, salía menos o nada absolutamente, y en su lugar
hierro solo . [A renglón seguido, se le olvida, y dice que] el hierro espático no
produce acero , siendo así que tiene una cuarta parte de manganeso, que todo
el mundo lo llama metal de acero por excelencia, y que acredita serlo en Esti-
ria, donde se fabrica tanto, y en nuestra España donde era tan famoso el acero
antiguo; [después de esto vuelve a contradecirse, afirmando]: lo producen las
hematinas en abundancia. La verdadera hematina o sanguina que es la roja,
no produce acero p or ningún método conocido, sino por el de cimentación,
que conviene a todo hierro bien labrado, y solo la p ard a o hierro pardo p or el
manganeso que contiene, y quizá también p or estar revuelto con sus minerales.
Desde la primera vez que leí esta obra, había notado este trastorno de ideas

1ó. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán...», op. cit.
17. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán...», op. cit.

28 í

Índice
LA C O R O N A EN L L A MA S , C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

mineralógicas, pero no lo extrañé mucho, porque puede uno ser buen fundidor
y mal mineralogista.18

Por fin llegó el gran día en que Andrés Manuel del Río pudo ver los primeros
resultados. Según estima uno de sus biógrafos:

El 29 de abril de 1807, -fecha que debe señalarse en los fastos de la industria


siderúrgica- la ferrería de Coalcomán produjo el primer hierro, que resultó de
muy buena calidad. Bajo la dirección del señor del Río, continuó la extracción
y fundición de excelente metal y los productos de esta ferrería fueron utilizados
con gran aceptación en los trabajos mineros.19

Una vez que fueron superados los problemas técnicos, e iniciadas las primeras
experiencias en la producción del fierro, se tuvieron las primeras muestras que
resultaron ser de buena calidad, y una vez que se hicieron correcciones a las
imperfecciones advertidas en las primeras experiencias, se procedió a nuevas
horneadas, de las que sacaron de dieciocho arrobas de mineral, cuatro arrobas y
diecisiete libras de fierro de buena calidad.

En estas experiencias hubo un incidente que pone de relieve la lealtad y modes­


tia del Sr. del Río, de cuyas cualidades más que de un testimonio encontramos
en su ejemplar y larga vida. Trabajaba a su lado un maestro herrero llamado
Dionisio Pillado, quien creyéndose más competente que su entendido director,
pidió a éste uno de los hornos para hacer unos ensayos a su modo y el Sr.
del Río se los franqueó luego luego... el resultado fue poco satisfactorio y el
Sr. del Río al dar cuenta al Tribunal dice con una moderación que le honra Pi­
llado no ha salido muy bien; pero son los primeros experimentos. Sin embargo,
el horno quedó inutilizado y hubo necesidad de reponerlo casi por completo.
De esa forma, de los errores también se sacaron nuevas experiencias. Sólo así,
este primer modelo científico y tecnológico, plantado en tierras michoacanas
logró consolidarse.20

Poco después de esa contingencia, y tomando nuevas precauciones, se llegó


a mejores resultados, según se desprende del informe que con fecha 12 de mayo
de 1807, Andrés Manuel del Río remitió al Tribunal de Minería, en el que en cierto
sentido triunfal decía:

En cinco o seis horas fundo veinticuatro arrobas de metal crudo, y saco zama­
rras caldeadas de seis, siete, y siete y media arrobas de fierro estirado, tanto que

18. Andrés Manuel del Río, «Discurso sobre la ferrería de Coalcomán...», op. cit.
19. Vito Alessio Robles, op. cit., p. 21.
20. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., p. 33.

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Índice
LA FERRERÍA DE COALCOMÁN Y LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

como se puede con el pequeño martinete, al que estamos tratando de sustituir


por otro mayor, mientras Pillado acaba los cilindros. Sin embargo, no me doy
por satisfecho, y espero más producto de mis hornos franceses en cuanto los
fundidores se impongan mejor en la maniobra de ellos, por estar acostumbrados
solamente al castellano.21

El 12 de agosto de ese año, el director de la ferrería presentó nuevas eviden­


cias de que el trabajo continuaba con éxito y se hacían esfuerzos por alcanzar
mejores resultados, dice:

Esto cada día va mejor, a Dios gracias. Antes de ayer fundí en seis horas y me­
dia, treinta y seis arrobas de una clase de metal crudo, y el producto fue nueve
arrobas y cinco libras de fierro; y ayer he fundido la misma cantidad de otro
metal, también crudo, en el mismo tiempo y me ha dado una hermosa zamarra
de once arrobas y diez libras.
Sigo sacando bolas o zamarras de once y doce arrobas, limpias, en el espacio
de seis a siete horas y de cualquier modo están ya vencidas las dificultades de la
fundición, de suerte que no necesito realmente de fundidor ninguno.22

No obstante los buenos resultados que hasta esa fecha se obtenían, el trabajo
en la ferrería se vio nuevamente afectado por la poca pericia demostrada por el
auxiliar de fundición Dionisio Pillado, que por su falta de prudencia y cuidado en
la operación de los hornos, fue separado de su responsabilidad como personal de
apoyo en la ferrería.23 Esa situación trajo las primeras dificultades, ya que el men­
cionado fundidor presentó varias acusaciones en contra de Andrés Manuel del
Río ante el Tribunal de Minería, las cuales que fueron aclaradas más adelante. Unas
semanas después, a mediados de diciembre de ese año ocurrió el fallecimiento,
en Coalcomán, del administrador de los fondos de la ferrería Juan Manuel López,
quien fue sustituido en el cargo por el estudiante José Mariano de Oteyza, quien
poco después, debido al aviso de una grave enfermedad de su madre, tuvo que
viajar de urgencia de Coalcomán a la Ciudad de México en los primeros días de
enero de 1808 y regresó hasta mediados de marzo, acompañado de otro estudian­
te de nombre Rafael Cardoso. El exceso de trabajo y las presiones para vencer las
dificultades operativas de la ferrería, pronto trajeron a Andrés Manuel del Río sus
primeros quebrantos de salud, al presentarse síntomas de reumatismo, que le em­
pezaron a afectar el cerebro. Sin embargo, unos días de descanso le permitieron la
recuperación y se reincorporó nuevamente a sus actividades encaminadas ahora
a lograr el mejoramiento de las instalaciones de la ferrería.

21. Ibid.
22. Ibid., pp. 33-34.
23- Arturo Arnáiz y Freg, Andrés Manuel del Río..., op. cit., p. 41.

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LA C O R O N A EN L L A MA S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

De esa forma, el 24 de octubre de 1808, quedó concluido un nuevo martinete


con peso de 50 arrobas, pero poco después se presentó otro problema, su alum­
no Manuel de Herrera,24 que tanto le había auxiliado, pidió licencia para regresar a
la Ciudad de México a atenderse de una enfermedad. Sin embargo, el impacto de
la producción de la ferrería de Coalcomán, pronto se dejó sentir en las instalacio­
nes mineras novohispanas, mediante envíos de remesas para la elaboración de las
diversas herramientas requeridas para la extracción de minerales. Así, la calidad
del fierro labrado en Coalcomán no dejaba que desear:

de la primera remesa que hizo a Guanajuato, a donde llegó el 18 de agosto de


1808, el Sr. Casimiro Chovell,25 administrador de La Valenciana, tomó cuatro tro­
zos para experimentarlos, y tan pronto como hizo la experiencia compró toda la
cantidad existente; habiendo tenido igual acogida las remesas posteriores.
El acierto con que fue establecido y guiado el tratamiento metalúrgico, unido a
la buena clase del fierro, dieron el resultado que era de esperarse; y el mismo
del Río, fijándose en las piezas más delicadas, en cuanto a que más necesitan
toda la solidez y resistencia que sólo puede dar un tratamiento perfecto, las
almadanetas de los mazos y las chapas de los morteros, afirma que estas piezas
resultaron de mejor clase y de mayor duración que las de Vizcaya.26

24. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., pp. 34-35. Del
mismo autor Noticia histórica de la riqueza minera de México y su actual estado de explota­
ción, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, 1884, p. 17.
25. Casimiro Chovell nació en 1775 y murió en 1810. Ingresó al Colegio de Minería en
1792, en mayo de 1798 fue enviado a Guanajuato a realizar trabajos prácticos, en donde por
sus excepcionales conocimientos fue nombrado administrador de la mina La Valenciana. Fue
simpatizante del movimiento de Independencia. El cura Hidalgo le dio el nombramiento de
coronel del ejército insurgente y le encomendó la fabricación de armas y cañones destinados
a la insurrección. A fines de noviembre fue aprehendido por el brigadier Félix María Calle­
ja con otros ex alumnos del Colegio de Minería que trabajaban en Guanajuato, entre ellos
Ramón Fabié, nativo de Manila; José Mariano Jiménez y Rafael Dávalos. Jiménez y Dávalos
fueron fusilados el 26 de noviembre, en tanto que a Chovell y Fabié se les ejecutó en la horca
a la entrada de la Alhóndiga de Granaditas. Más adelante, su profesor Andrés Manuel del Río
le dedicó un nuevo mineral encontrado en La Valenciana al que llamó chovelia, «en honor del
patriota Casimiro Chovell». Santiago Ramírez, Datos p ara la historia del Colegio de Minería,
México, Imprenta del Gobierno Federal, 1890, p. 218; Clementina Díaz y de Ovando, Los ve­
neros de la ciencia. Crónica del Real Seminario de Minería, 1792-1892, México, Facultad de
Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México, 1998, t. I, pp. 190-191; Roberto
Moreno de los Arcos, «Las instituciones de la industria minera novohispana», Miguel León Por­
tilla, Jorge Gurriá Lacroix, Roberto Moreno y Enrique Madero Bracho, La minería en México.
Estudio sobre su desarrollo histórico, México, Universidad Nacional Autónoma de México,
1978, pp. 149-150; Manuel Castillo Martos, Minería y metalurgia. Intercambio tecnológico y
cultural entre América y Europa durante el período colonial español, Sevilla, Bogotá, Muñoz
Moya y Montraveta editores, 1994, pp. 208-209.
26. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., pp. 34-35.

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LA F E RRERÌ A DE C O A L C O M Á N Y LA G U E R R A DE I N D E P E N D E N C I A

Él 22 de febrero de 1809, el Tribunal de Minería le pidió a Andrés Manuel del


Río que volviera a la Ciudad de México a pasar el tiempo de aguas y a restablecer­
se de los males que le aquejaban. Poco después le fiie ratificado nuevamente ese
ofrecimiento, de forma que el 7 de mayo, atendiendo tal petición, el mineralogista
madrileño salió de Coalcomán con rumbo a Guanajuato y de ahí continuó a la
Ciudad de México, y dejó al frente de la ferrería a sus discípulos José Mariano de
Oteyza y Manuel Cardoso.27 Una vez volvió a la Ciudad de México, presentó un
informe de sus actividades realizadas en Coalcomán, que incluyó un reporte de
los gastos efectuados en el proceso de construcción de las instalaciones de la
ferrería, que según Santiago Ramírez, dice:

En la cuenta presentada de los gastos, desde el 25 de noviembre de 1805 hasta


igual fecha de abril de 1809, los gastos ascendieron a noventa y ocho mil qui­
nientos nueve pesos y dos reales. Con una minuciosidad que revela su dedica­
ción, con una exactitud que pone en relieve su lealtad y con un orden que es el
mayor testimonio de sus dotes administrativas, presentó el día 9 de noviembre
de 1810 la cuenta general de la negociación por los tres años y cinco meses que
la tuvo a su cargo, en la que aparece un saldo a su favor de cuatrocientos dieci­
séis pesos y cinco reales. Prueba irrecusable de la pureza de su manejo.
Esta cuenta fue presentada al señor Lazo de la Vega, fiscal contador de Minería,
por auto de diez de noviembre, quien en una minuciosa glosa hace algunas
observaciones en su pedimento de ocho de octubre de 1811. El Tribunal, en
auto del día 10, pasa el pedimento al Sr. del Río, por quince días, para que in­
forme; y este señor, con fecha 24, rinde el Informe pedido, en el que se somete
a un riguroso análisis de cada una de las catorce observaciones que le hacen
por el Fiscal, a cuyo poder vuelve el expediente por auto del 25, quien repite
su procedimiento modificando el sentido de las observaciones hechas el 16 de
noviembre.28

El resultado de la comisión desempeñada y los trabajos emprendidos por An­


drés Manuel del Río, en la Ferrería de Coalcomán fueron de tal manera satisfac­
torios, que el mismo fiscal contador, en su pedimento del día 5 de noviembre de
1811 le expresó en estos términos:

los servicios que hizo se recomiendan por cualquier aspecto que se consideren,
pues la ferrería se calificó, con sobrado fundamento, no sólo útil, sino necesaria
para beneficiar a los mineros. Su establecimiento demandaba la particular instruc­
ción y conocimientos que poseía el indicado don Andrés y además de un trabajo
no común, a causa de cuanto se iba a hacer era nuevo en el reino; y si a estas
consideraciones se une la de que aquellos climas son tan perjudiciales a su sa­

27. Santiago Ramírez, Datos para la historia del Colegio de Minería..., op. cit., pp. 210-211.
28. Santiago Ramírez, Biografía del Sr. D. Andrés Manuel del Río..., op. cit., pp. 36-37.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

lud, que apenas hubo quien se empleara en la Negociación que no la perdiera,


debe confesarse que por lo así expuesto, como por haberla dejado en buen es­
tado el referido don Andrés, se granjeó un distinguido mérito. Que las naciones
todas, por bárbaras que sean, han convenido en el principio que dicha la voz
de la naturaleza, de que deben considerarse los premios con los servicios. En
esta atención, siendo del agrado de V.S. se servirá declarar tenerlo merecido los
hechos por don Andrés, y guardar el que estimare correspondiente a ellos.29

Después de su separación de Coalcomán durante varios meses, Andrés Ma­


nuel del Río continuó realizando gestiones para promover el mejor funciona­
miento de la ferrería. El 20 de julio logró que el Real Tribunal de Minería solicitara
la liberación del derecho de alcabala del fierro producido en Coalcomán que se
encontraba depositado en la aduana de México y que serviría para apoyar las
obras que se realizaban en el Colegio de Minería. Más adelante, por intervención
suya, el Real Tribunal de Minería ordenó al Factor que procediera a recoger 39
tercios de fierro procedente de Coalcomán y los entregara a Manuel Tolsá para
sus obras en el Colegio.30
En los meses siguientes, las gestiones de Andrés Manuel del Río continuaron a
favor de los técnicos que laboraban en la ferrería de Coalcomán. El 25 de noviem­
bre de 1811, apoyó la solicitud de Manuel de Herrera para que se le cubriera un
adeudo de 224 pesos y cuatro reales por los servicios extraordinarios que años
antes había prestado en la ferrería y presentó un nuevo informe de lo invertido
en el proyecto tecnológico de Coalcomán.31 El 20 de octubre de ese año, los
miembros de la Diputación Minera de Guanajuato, después de analizar el mencio­
nado informe, comunicaron las siguientes observaciones a los ministros del Real
Tribunal de Minería:

Por la nota 18 aparece haberse gastado en la ferrería de Coalcomán noventa mil


pesos, cantidad que parece ya más que suficiente para semejante proyecto, en el
cual parece igualmente que se debe tirar ya a desquitar alguna cosa del principal
en provecho del fondo, y en provecho de los mineros; a cuyo favor ha sido
hasta ahora más útil lo que trabajó esta minería en Coalcomán con quebranto de
su fondo de cuatro a seis mil pesos y está siendo el cultivo del dicho por par­
ticulares. No criticamos el establecimiento, y sólo si insinuamos sencillamente
que se evite en cuanto se pueda el gasto de máquinas costosas, que se tire a lo
principal, esto es, sacar fierro con abundancia de cualquier modo.32

29. I b i d p. 36.
30. Ibid., p. 223.
31. Ibid., p. 224.
32. Clementina Díaz y de Ovando, Los veneros de la ciencia..., op. cit., p. 477.

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LA FERRERÌ A DE C O A L C O M Á N Y L A G U E R R A DE I N D E P E N D E N C I A

LA FERRERÌA DURANTE LA GUERRA DE INDEPENDENCIA

Poco después de iniciada la insurrección de Dolores, el cura Miguel Hidalgo


envió instrucciones a varias poblaciones invitando a sus simpatizantes a sumarse
al movimiento insurgente. Las noticias del levantamiento pronto llegaron a la Villa
de Colima y a principios de octubre de 1810, se unieron a la causa independentis-
ta los criollos Ramón Brizuela, José Calixto Martínez Moreno, apodado Cadenas,
Pedro Regalado y Manuel Llamas, quienes al frente de más de un centenar de
hombres iniciaron la campaña de apoyo al movimiento acaudillado por Hidalgo
en varios pueblos del sur de Jalisco y el suroeste de Michoacán.33 Unos meses des­
pués, las tropas insurgentes al mando de José Calixto Martínez Moreno y Pedro
Regalado llegaron a Coalcomán, se apoderaron de las instalaciones de la ferreria y
se dieron a la tarea de transformar, auxiliados por los indígenas, el fierro fundido
que encontraron, en armas para la causa insurgente. Así, «los operarios se hicieron
cargo y aprovecharon bien las enseñanzas de sus maestros, pues no solamente
fabricaron armas sino municiones para los ejércitos revolucionarios. Las municio­
nes de fierro hechas en Coalcomán fueron una novedad, pues los realistas no las
hacía sino de bronce».34
La noticia de que los insurgentes se habían apoderado de la ferreria y que es­
taban fabricando armas y municiones, pronto alarmó a las autoridades virreinales
de Colima y la Nueva Galicia, ya que temían que una vez pertrechados, lanzarían
una ofensiva sobre ciudades como Colima y Guadalajara. Por esa razón, el coman­
dante realista José de la Cruz diseñó un plan de ataque a los insurrectos acanto­
nados en Coalcomán. Sobre ello, Lucas Alamán escribió que:

teniéndose noticia de que los insurgentes, dueños de la ferreria de Coalcomán,


establecida por el Tribunal de Minería durante la escasez de fierro que causó la
guerra con Inglaterra para proveer de éste a las minas, se aprovechaban de ella
para fundir cañones, municiones y otros útiles de guerra y siendo de temer que
desde aquel punto intentasen tomar Colima, hizo Cruz que marchasen desde
esa ciudad dos divisiones, la una a cargo del subdelegado de la misma Juan
Nepomuceno Cuellar y la otra bajo las órdenes del capitán D. Miguel de la Mora,
para que siguiendo diversos caminos, cayesen a un tiempo sobre Coalcomán,
impidiendo la fuga de los insurgentes. Esta combinación no pudo tener efecto
por los obstáculos del camino que los de Coalcomán intentaron defender, aunque
luego los abandonaron y Mora llegó antes que Cuellar a aquel mineral, en el que
encontró gran cantidad de fierro fundido e inutilizó las máquinas no pudiendo

33- Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Sección antigua,
1810-1821, Copia de algunos documentos existentes en el Archivo de la Secretaría del Ayun­
tamiento Constitucional de Colima, relativos a los principales acontecimientos que ocurrieron
en ese Estado durante el periodo de la Guerra de Independencia,
34. Raúl Arreóla Cortés, Coalcomán..., op, cit., p. 162.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

dejar guarnición, con io que se perdió el gasto muy considerable que se hizo
para plantarlas.35

La toma de Coalcomán y la ocupación de la ferrería por parte de los realistas,


ocurrió el 29 de noviembre de 1811. La acción fue descrita en un parte de guerra,
publicado en la G aceta del G obierno d e M éxico, en donde se puede leer que
Juan Nepomuceno Cuellar y Miguel de la Mora:

se apoderaron de los cañones y de muchas cureñas, que a toda prisa estaban


labrando, herramientas y máquinas para montar por lo menos veinte, [caño­
nes] encontraron también mil arrobas de fierro fundido y como ciento treinta
quintales poco más o menos del llamado bergajón y mucha madera a manera
de camas... Cuellar tuvo a sí mismo su encuentro en la marcha persiguiendo
una avanzada de rebeldes que se apareció en el monte, llegó al paraje donde
en punto ventajoso tenían dispuesta su fortaleza con estacada doble, vallado y
troneras y no halló en ella más que utensilios de cocina, muchas vestimentas,
veintitrés ridículos monos de trapo, bien que la gente destinó a perseguir la
avanzada referida se trajo catorce caballos ensillados, algunas mudas de ropa,
dos bastones, tres lanzas y una escopeta que abandonó aquella gente en su
fuga.36

Una vez que se retiraron las tropas realistas de Coalcomán, los insurgentes
volvieron a ocupar el lugar, rehicieron, en parte, las instalaciones de la ferrería
y continuaron haciendo municiones y armas para la causa libertadora. Ante el
temor de ser atacados nuevamente por los realistas, los jefes de la insurgencia
dispusieron que parte del fierro fundido fuera llevado a otros lugares en los que
se instalaron fraguas y talleres para hacer cuchillos, lanzas, machetes y piezas de
artillería. Por lo menos, se tiene noticia de dos sitios: uno en el rancho de El Ci­
ruelo y otro en la comunidad indígena de Maquilí.Al enterarse de ello, los coman­
dantes realistas que controlaban Colima, lanzaron una nueva ofensiva en contra
de los rebeldes de Coalcomán a fines de enero de 1813. Las tropas realistas, al
mando de Manuel Basavilbaso, entraron al territorio insurgente por el rumbo de
Coahuayana, en donde sorprendieron a un grupo de rebeldes y les hicieron cinco
prisioneros y liberaron a catorce personas simpatizantes del rey que se encontra­
ban detenidas. Luego marcharon sobre Maquilí en donde destruyeron las fraguas

35. Lucas Alamán, Historia de México. Desde los primeros movimientos que prepararon
su independencia hasta la época presente, México, Imprenta de J. M. Lara, 1850, t. II, p. 403;
véase también Lucas Alamán, Memoria sobre el estado de la agricultura e industria de la Re­
pública que la dirección de estos ramos presenta al Supremo Gobierno, México, Imprenta de
J. M. Lara, 1843, p. 32.
36. Gaceta del Gobierno de México, t, III, n° 193, México, 5 de marzo de 1811, pp. 240-
241.

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LA F ERRE R Í A DE C O A L C O M Á N Y LA G U E R R A DE I N D E P E N D E N C I A

en las que los insurgentes hacían armas, detuvieron a ocho indígenas e hirieron a
otros. Durante la marcha de los realistas a Coalcomán, al pasar por el Puerto del
Ciruelo, sorprendieron a cien indígenas honderos de las comunidades nahuas de
Maquilí y Ostula que resguardaban un taller para la fabricación y reparación de
armas.
En el parte de guerra, rendido por el jefe realista, se asienta que:

en El Ciruelo puso en precipitada fuga a 100 indios honderos que resguardaban


aquel puesto, hizo 6 prisioneros, entre ellos al herrero que componía las armas
de la gavilla y destruyó todas las fábricas, materiales y utensilios que tenían para
fundición de artillería. De El Ciruelo regresó prontamente al punto en que había
apostado el destacamento, discurriendo que allí ocurriría la chusma confiada
en el escaso número de que se componía dicho destacamento. En efecto, una
reunión de más de 250 rebeldes capitaneados por Manuel y Pedro Regalado,
desde las 8 de la mañana estaban haciendo fuego contra Solórzano y sus pocos
valientes, que sin embargo se sostuvieron gallardamente hasta las 3 y media de
la tarde en que llegó el comandante Basavilbaso. Entonces, cargando ambos la
canalla la derrotaron completamente y destacaron para el alcance, por no po­
derlo hacer la caballería ya cansada en cuesta tan fragosa y escarpada, a la infan­
tería que avanzó hasta las cumbres, precisando a los enemigos a despeñarse por
los voladeros. Perdieron los valientes en esta acción a un cabo y tres soldados
muertos de la infantería y dos de la caballería, con más algunos contusos, nin­
guno de gravedad. Murieron de la canalla de 65 a 70, el número de heridos fue
tal, que quedaron notables vestigios de sangre por la cuesta, se les tomó toda su
remonta que pasaba de 200 caballos y muías, con porción de sillas de montar y
todas sus escopetas, bayonetas, cartucheras, machetes, lanzas y una caja».37

Después de este descalabro, los insurgentes se dispersaron y más adelante


se reunieron nuevamente en Coalcomán y desde ahí emprendieron campañas
sobre varios pueblos del sur de Jalisco, e intentaron tomar nuevamente Colima.38
Además, se esforzaron en poner nuevamente en operación las instalaciones de la
ferrería para seguir haciendo armas y municiones. Eso motivó una nueva incur­
sión de las tropas realistas a la región. Los hechos ocurrieron en los primeros días
de noviembre de 1812. Pedro Regalado, auxiliado de un grupo de indígenas de
Coalcomán, tendió una emboscada a los realistas en un estrecho camino, entre
los ranchos de Tehuantepec y El Tejón. Veamos cómo relata el acontecimiento el
jefe insurgente en una carta al Dr. José Sixto Verduzco, vocal de la Suprema Junta
Nacional Americana:

37. a g n . Operaciones de Guerra, Vol. 149, f- 45v.


38. Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Sección antigua,
1810-1821. Copia de algunos documentos existentes en el Archivo de la Secretaría del Ayun­
tamiento Constitucional de Colima relativos a los principales acontecimientos que ocurrieron
en ese Estado durante el periodo de la guerra de Independencia.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

me retiré del punto de Zinicuila con la finalidad de emboscarme con mi gente


que no pasaba de cincuenta hombres, en un estrecho del camino por donde
debía de pasar una partida enemiga de cuatrocientos; el 6 por la mañana se en­
cañonaron en efecto por la cañada, donde descargué sobre ellos una inmensa
multitud de piedras; retrocedieron inmediatamente, se desbarrancó la mayor
parte, encontré en las cañadas veinte y tres cadáveres; les tomé cinco fusiles y
catorce retacos, de nuestra parte no hubo la menor contingencia.39

La acción mereció un elogioso comentario de Verduzco, quien mandó publi­


car la carta en Ilustrador A m ericano, para que otros jefes insurgentes se entera­
ran de esa ocurrencia que había propiciado una victoria sobre las tropas del rey
por un puñado de hombres adictos a la causa de la libertad.40
A principios de 1814, los comandantes realistas proyectaron una nueva ofen­
siva en contra de los insurgentes acantonados en Coalcomán. En la primera quin­
cena de febrero, mediante la colaboración de algunos traidores, los dirigentes de
la insurgencia, Pedro Regalado, Manuel Llamas y Francisco Villavicencio, fueron
aprehendidos durante de la noche, mientras dormían, en Coalcomán y en medio
de un gran sigilo fueron trasladados a Colima en donde las autoridades realistas
les siguieron un juicio sumario y los condenaron a la pena capital. En el parte de
guerra enviado por el comandante realista Juan Antonio Solórzano al Mariscal
de campo José de la Cruz, el 2 de marzo, le informaba:

Estando yo bien asegurado de que no había riesgo de gavillas, despaché para


Coalcomán una escolta de 12 soldados de caballería y 4 de infantería escogi­
dos, al mando del subteniente de caballería don Agustín Béjar, corto el número
porque así convenía y al abrigo de los montes para no ser vistos, caminando lo
más por las noches en 3 días, sin entrar al pueblo de Coalcomán llegaron a él;
estaban distantes de dicho pueblo divididos por diferentes vientos los cabecillas
Pedro Regalado, quien se dice Coronel, con su secretario Francisco Villavicen­
cio y Manuel Regalado, llamado Sargento mayor; a la media noche del día 19
del vencido inmediato de febrero, el oficial Béjar les cayó y cogió presos a los
3 malvados, pasando con ellos por la orilla del pueblo con el mayor silencio sin
ser descubierto y están bien asegurados en esta villa a disposición de vuestra
señoría.
Se ha hecho buena presa; estos cabecillas son los que han estado insultando
e incomodando mucho tiempo, como vuestra señoría sabe a Colima, pueblos,
haciendas y rancherías del contorno; tendremos ahora mayor sosiego. Toda la

39. J. E. Hernández y Dávalos, Colección de documentos p ara la historia de la guerra de


Independencia de México de 1808 a 1821, México, José María Sandoval Impresor, 1880, t. IV,
pp. 466-467.
40. Ilustrador Americano, n° 33, sábado 28 de noviembre de 1812, p. 110, J. E. Hernández
y Dávalos, Colección de documentos..., op. cit., t. IV, pp. 663-664,

290

Índice
L A F ERRE RÍ A DÉ C O A L C O M Á N Y LA G U E R R A DE I N D E P E N D E N C I A

escolta merece premio, porque todos se portaron bien y sufrieron en los montes
bastantes trabajos, pero recomiendo a vuestra señoría en particular el grande
mérito del subteniente Agustín Béjar y de los dos vigías, uno que salió de esta
villa y otro de Coalcomán que nos llevó a las casas en donde se hallaron los
cabecillas y ayudó a aprehenderlos.41

Ante los acontecimientos antes señalados, los insurgentes al igual que los in­
dígenas de Coalcomán se dispersaron ante el temor de nuevas incursiones de los
realistas. Prácticamente el pueblo de Coalcomán quedó despoblado debido a que
los indígenas fincaron sus viviendas en diversos puntos del Valle de Coalcomán y
la sierra y al final de la guerra, en el año de 1822, según datos demográficos apor­
tados por Lejarza, sólo quedaban 66 habitantes.42

ARCHIVOS

agn Archivo General de la Nación, México.


a h in a h Archivo Histórico del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

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291

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

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292

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LA F E R R E R Í A DE C O A L C O M Á N Y LA G U E R R A DE I N D E P E N D E N C I A

Representación que a nom bre de


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la m inería d e esta Nueva España hacen a l Rey Nuestro Señor los apoderados
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1810-1821, México, E l Colegio de México, Universidad Nacional Autónoma


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293

Índice
GUERRA Y LUCHA POPULAR EN EL ALTO PERÚ: SUBLEVACIÓN Y GUERRILLA
I 809-1825
María Luisa Soux
Universidad Mayor de San Andrés La Paz,

Uno de los temas de debate de la historiografía boliviana ha sido la participa­


ción que tuvieron los grupos populares en general y los indígenas en particular
en el proceso de Independencia. Su tratamiento historiográfico ha variado desde
los primeros cronistas de la guerra del siglo xix hasta la actualidad, relacionando
a las primeras con imaginarios y visiones propias de una sociedad liberal y exclu-
yente, obviando la participación de estos grupos, resaltando a los héroes criollos
o, por el contrario, mostrándolos como masa, sin una organización y muchas ve­
ces perjudiciales para el desenvolvimiento de las tropas regulares.1
A partir de la década de los sesenta del siglo xx,la historiografía fue modificán­
dose. Una de las obras pioneras fue El indio en la In depen den cia de Alipio Valen­
cia Vega, aunque su análisis resaltaba la visión del indio como la víctima de ambos
ejércitos, dentro de una lucha por motivos ajenos.2 En la década de los setenta,
Charles Arnade, en su libro La d ram ática insurgencia d e S o liv ia , retomó el tema
destacando la ambigüedad en la lucha popular y su faccionalismo interno más
que su acción contra las tropas del rey.3 En el caso de la lucha de guerrillas, llega

1. Luis Paz, en Historia del Alto Perú hoy Bolivia dice, por ejemplo, al tratar el tema del
apoyo de Cáceres a Castelli: «Cáceres fue escoltando al ejército con las masas de indios que
pudo reunir, los cuales no dejaban de prestar a los patriotas alguna ayuda para los transpor­
tes, aunque por lo general servían de estorbo», p. 156.
2. Alipio Valencia Vega, El indio en la independencia, Imprenta Progreso, La Paz, 1962.
3. Charles Arnade, La dramática insurgencia de Bolivia, La Paz, Juventud, 1979, pp. 53-
65 (publicada en inglés seis años antes). Arnade relata con lujo de detalles las circunstancias
de la muerte de Eusebio Lira y la división en facciones en 1817, dejando de lado muchos

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

a la conclusión de que lo que movía a los guerrilleros era el afán de aventura: «La
guerra de la Independencia ofreció una excepcional oportunidad para la aventu­
ra, una vida libre y relajada, dejando a un lado la ley».4 Frente a esta posición, René
Arze Aguirre en Participación p o p u la r en la in depen den cia d e B olivia5planteó
más bien la hipótesis de que los indígenas y los grupos populares lucharon en la
guerra con objetivos propios de carácter económico-social. Finalmente en los
últimos años y desde una nueva óptica, Marie Danielle Démêlas en La invención
p olítica Bolivia, Perú y E cu ador en el siglo xix6 relaciona la lucha indígena con
una visión propia: el a w q a , el tiempo de guerra. No se trataba entonces de una
lucha política o social, sino de un destino religioso, de una representación de la
sociedad tradicional, de una gu erra total?
El presente trabajo añade a las anteriores otra propuesta: la de la participación
política de los grupos indígenas en actos planificados y organizados desde su
propia «cultura política» con estrategias propias que establecían alianzas y juegos
de redes sociales complejas. Esta visión rescata a los indígenas y a sus autoridades
como actores políticos, que luchan por sus propios objetivos y también negocian
espacios y opciones políticas con los dos bandos en lucha.8
De acuerdo con Eric Wolf, los campesinos suelen asumir una confrontación di­
recta sólo cuando se combinan adecuadamente un conjunto de factores como in­
justicias intolerables y rupturas de los canales de comunicación o cuando ciertas
coyunturas locales, regionales o nacionales les permiten actuar de manera abierta

otros momentos del relato de Vargas que describe, más bien, acciones concertadas, actos de
verdadera entrega y una forma de organización estable.
4. Op. cit., p. 65.
5. Tesis de licenciatura presentada a la Carrera de Historia de la u m s a y publicada con el
título de Participación popular en la independencia de Bolivia. 1979.
6. Marie Danielle Démelas, La invención política. Bolivia, Perú y Ecuador en el siglo xix.
Plural - i f e a , 2003.
7. Dice Démêlas, «En aymara, el aw qa es el tiempo de la guerra, a la vez que el momento
constitutivo en que se separan las cosas. Según Bertonio, aw qa significa ‘enemigo, contrario
en los colores y elementos, contrario es el negro de lo blanco, el fuego del agua’ [...] La guerra
aimara sería, pues, el enfrentamiento de dos principios absolutamente opuestos, irreconci­
liables, y tales que el desenlace del combate no podía ser sino la victoria total o la derrota
sancionada por la muerte». (2003: 241-242).
8. Para Eric Van Young en La otra rebelión, los propósitos campesinos de participar en la
contienda fueron únicamente incidentales, lo que no significa que ésta sea una acción pre-
política, sino plenamente política, pero que no está encauzada hacia la conformación de un
estado-nación, sino a la defensa de comunidades estructuralmente antecesoras del estado y
vistas en cierto sentido como existentes fuera de él, en una visión que Van Young llama lo-
calocéntrica (p. 29). Citado en Antonio Escobar Ohmstede y Romana Falcón (coord.), Los ejes
de la disputa. Movimientos sociales y actores colectivos en América Latina, siglo xix, Cuadernos
a h í l a , Frankfurt, 2 0 0 2 .

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

y ofensiva al quebrarse la fuerza de las élites o del Estado,9 eso fue precisamente
lo que ocurrió durante el proceso que analizamos.
Teniendo en cuenta la anterior propuesta para el estudio de la actuación in­
dígena durante el periodo de la independencia en Charcas, planteamos que las
comunidades indígenas y sus autoridades, asumieron dos formas diferentes de
posicionarse frente a la incertidumbre generalizada. Si las condiciones eran fa­
vorables, podían organizarse de forma autónoma o aliarse con los insurgentes
para llevar a cabo sublevaciones indígenas generales, pero si veían que no tenían
opciones de triunfo, se replegaban a sus comunidades buscando cumplir lo es­
trictamente necesario con los dos grupos en pugna, en una estrategia de cautela,
esperando a ver hacia qué lado se inclinaba la balanza.10 Esto no significa que los
indígenas no comprendieran lo que se ponía en juego en la contienda, sino todo
lo contrario; significa más bien que su proyecto político fundamental era mante­
ner el mayor equilibrio posible entre Estado y comunidades, de tal manera que
se garantice el acceso a la tierra y a sus recursos. Por lo tanto, eran conscientes
de que una definición apresurada de apoyo a uno u otro bando podía llevarlos a
situaciones dramáticas y al fracaso de su propio proyecto. Así, las comunidades
y sus autoridades aprovecharon los intersticios que se presentaban en medio del
conflicto para garantizar su propio proyecto. Por otro lado, las posiciones indíge­
nas, al ser precisamente estratégicas, variaban constantemente. Por esta razón no
es raro encontrar que conviven comunidades que apoyaban a los bandos indistin­
tamente, e inclusive parcialidades y familias que ayudaban a ambos ejércitos.
Para analizar la propuesta anterior, presentaremos de forma sintética las estra­
tegias indígenas en tres momentos específicos del proceso de independencia en
el Alto Perú: durante la conspiración y la sublevación indígena que cubrió toda la
región altiplánica (1809-1812); en la etapa de los llamados caudillos insurgentes
(1812 y 1814) y durante la etapa de las guerrillas, tomando como caso la guerrilla
de Ayopaya (1814-1825). En cada uno de estos momentos la forma de participa­
ción puede parecer diferente, sin embargo, se hallan también posturas y estrate­
gias que se mantienen a lo largo de todo el proceso.

9. Eric Wolf, Peasant Wars, citado por Antonio Escobar Ohmstede y Romana Falcón, op. cit.,
pp. 12.
10. Antonio Escobar Ohmstede y Romana Falcón (coord.), Los ejes de la disputa. Movi­
mientos sociales y actores colectivos en América Latina, siglo xix, Frankfurt, Cuadernos de
a h íl a , 2002. Los autores citan a James Scout quien sostiene que: «los campesinos, siervos,

esclavos, negros, prisioneros y demás grupos que ocupan los escaños más bajos de la escala
social no pueden tomar el riesgo que implica un desafío abierto y frontal al sistema por lo que
las rebeliones grandes y sostenidas resultan ser eventos históricos sumamente escasos, De
hecho, están menos interesados en cambiar las grandes estructuras del estado que en lograr
que en su vida cotidiana y concreta el sistema los agreda lo menos posible» (2002: 12).

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L A C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

LA CONSPIRACIÓN Y LA SUBLEVACIÓN INDÍGENA (1809-1810)

La crisis dei Imperio español llevó a las ciudades altoperuanas de Chuquisaca


y La Paz a crear sus propias juntas de gobierno el 25 de mayo y el 16 de julio
de 1809 respectivamente. En estos movimientos hubo participación popular. En
Chuquisaca, el mulato Francisco Ríos, alias el «Quitacapas», promovió el levanta­
miento popular que acompañó el movimiento juntero de los oidores y el cabildo,
sublevando a la plebe;11 por su parte, el movimiento paceño favoreció la parti­
cipación indígena proponiendo para la junta tuitiva el nombramiento de tres
caciques, representantes de cada uno de los partidos de la intendencia.12 Estas pri­
meras experiencias fracasaron; el «Quitacapas» fue apresado pocos días después y
los caciques paceños corrieron la misma suerte que el resto de los participantes
de la Junta Tuitiva.
Paralelamente, se iba gestando un amplio movimiento indígena y popular que
tuvo, a su vez, dos etapas: una primera, de conspiración y luego otra, de subleva­
ción abierta. Desde el análisis de las estrategias seguidas, es importante analizar
los siguientes puntos: las redes de organización, el discurso político y las alianzas
con los otros movimientos insurgentes.
Desde el análisis de las redes de organización, se puede establecer que en la
etapa de la conspiración se articularon redes muy complejas y variadas, lo que
nos hace pensar que estos lazos existían con anterioridad. Por un lado, se halla
una posible red de caciques, inmersos en una lucha anterior por el reconocimien­
to de su autoridad, dentro de un contexto de crisis de los cacicazgos coloniales,13
cuya cabeza más visible era el cacique de Toledo (Oruro) don Manual Victoriano
Aguilario deTitichoca; la otra red se relacionaba con la lucha revolucionaria que

11. Francisco Ríos fue apresado en Oruro cuando aparentemente intentaba llegar a La Paz
para participar en el movimiento de julio. El expediente sobre su actuación en Chuquisaca,
que se halla en el Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia, ha sido trabajado por Gunnar
Mendoza. En él se percibe la posición de la plebe frente al vacío de poder central y a la
posición de los poderes locales. Algunos de los puntos rescatados en el juicio explican, por
ejemplo, la forma en la que se organizó la cholada contra el Presidente de la Audiencia, la
tensión existente entre los miembros del cabildo, el rol jugado por el Alcalde del Cusco y su
propia acción como dirigente de uno de los grupos de la plebe que asaltó la casa del presi­
dente Pizarra, ( a b n b . Em. N° 12. 1810. fs. 34v - 4lr).
12. «... pues el cabildo llegó a incorporar en calidad de Vocales representantes’ a Fran­
cisco Figueredo Incacollo y Catari, indio principal de Yungas, (quien fue el encargado de la
defensa de la zona) Gregorio Rojas de Omasuyos y José Sanco de Pacajes...» en José Luis
Roca, 1809. La revolución de la Audiencia de Charcas en Chuquisaca y en La P az, Plural, La
Paz, 1998, p. 89-
13. Este tema ha sido trabajado por varios investigadores entre los que se hallan Scalett
O’Phelan y Nuria Sala. Sobre la región de Charcas el trabajo más importante es el de Sinclair
Thomson en Cuando sólo reinasen los indios, Muela del Diablo, Aruwiyiri, 2006, que explica
detalladamente el problema de la crisis del sistema cacical y la democratización del poder en
las comunidades o ayllus, a fines del siglo xvin.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

acompañó a los movimientos juntistas de La Paz, más específicamente, las figuras


del escribano Juan Manuel de Cáceres y otras autoridades subalternas de la inten­
dencia de La Paz que habían escapado de la ciudad luego del fracaso de la junta;
la tercera red, la menos estudiada hasta hoy, se relaciona con un movimiento con
base en Chuquisaca y Cochabamba, que tenía aparentemente un proyecto políti­
co incluyente pero con bases indianas. Estas redes se cruzaron a inicios de 1810
en Chuquisaca, donde los grupos procedentes de Oruro y La Paz se encontraron
con el tercer grupo, cuya figura principal era el prebendado de la catedral de La
Plata, don Andrés Jiménez de León y Mancocápac, un personaje enigmático que
se decía descendiente de los incas y que aparentemente tenía una posición ideo­
lógica radical en contra de la presencia española en América.14
De acuerdo a los documentos, la conspiración indígena se puso en marcha
hacia abril de 1810, con la circulación de varios documentos y la organización de
una sublevación abierta en el pueblo de Toledo, bajo la dirección del mismo Titi-
choca.15 Para julio, la conspiración había sido descubierta, Cáceres fue apresado
y el resto de los participantes habían escapado hacia diversos lugares. Durante la
investigación realizada para capturar a los cabecillas se pudo encontrar entre los
documentos dos que nos permiten percibir la propuesta política del movimiento.
La primera era una carta enviada supuestamente desde Cochabamba al deán Te­
rrazas, uno de los principales ideólogos del movimiento del 25 de mayo de 1809
que presentaba la siguiente argumentación: debía organizarse un movimiento
de apoyo al rey, por parte de los «indios verdaderos» con apoyo de los «indios de
pellejo blanco», para liberarlo no sólo de los impíos franceses sino también de las
autoridades subalternas en Charcas, consideradas también impías y judías, que
conspiraban en ese momento contra el rey preso.16 Esto implicaba un movimien­
to conspirativo contra las autoridades de la Audiencia que habían traicionado a
Fernando VII; al mismo tiempo, el movimiento era inclusivo ya que consideraba
tanto a indígenas, mestizos y criollos, pero a partir de una dirección de los llama­
dos «indios verdaderos» con la alianza de los «indios de pellejo blanco», en una
evidente alusión al color de la piel. Era un movimiento indígena no tanto porque
participaran sólo éstos sino, sobre todo, por su autoidentificación como tales:
indios verdaderos y de piel blanca fieles al Rey pero no a sus autoridades.
El segundo documento lleva por título: Interrogatorio qu e resulta a fa v o r de
los indios d e las com u n idades en g e n era l Se trata de una lista de agravios de

14. Sobre este personaje ver el artículo de Roberto Etchepareborda, «Un pretendiente al
trono de los Incas: el padre Juan Andrés Xíménez de León Manco Cápac», en Revista de la Es­
cuela de Estudios Hispanoamericanos, Sevilla, csic, vol, 24. Art. 23, 1967, p. 1717. Agradezco
a Luis Miguel Glave el proporcionarme este artículo.
15. Marcos Beltrán Ávila, Sucesos de la guerra de independencia del año 1810, Oruro
(1918) 2006, p. 76.
16. a h m e . Consejos 21299. Exp. 1815. También en a n b . Colección Gabriel René Moreno.

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12 puntos que contemplaban: el uso ilegítimo del tributo (punto 1), la explotación
de la mita (punto 2), los cobros abusivos por parte de autoridades civñes (punto 3),
eclesiásticas (punto 4) y étnicas (punto 6), la injusticia como práctica (puntos 5
y 8), el robo (punto 7), la explotación en el trabajo (puntos 9 y 10), la traición
(punto 11) y la apropiación de bienes (punto 12). En relación al nombramiento
de autoridades, el mismo documento se planteaba en los puntos 5 y 6 la par­
ticipación indígena en la elección de los subdelegados y jueces (punto 5) y el
de los caciques y curas (punto 6).17 Este documento, a diferencia del anterior,
plantea como objetivos de la lucha temas de exclusivo interés indígena y desde
una visión que apoya nuestra hipótesis sobre la cultura política que acompañó a
los movimientos indígenas, es decir, el de la existencia de lo que Tristan Platt ha
llamado un «pacto de reciprocidad» por el cual el Estado garantizaba la propiedad
de la tierra mientras las comunidades pagaran el tributo. Por ello, el documento
no se opone al tributo en sí, sino a su uso ilegítimo por parte de las autoridades
en ausencia del rey legítimo. Para que se pueda dar este pacto, era importante,
al mismo tiempo, el reconocimiento por parte de la Corona de las autoridades
originarias, «buenos de las comunidades para que los pobres indios no padezcan

17. I o. Primeramente que los indios no han de pagar tributos, hasta que se sepa a quién se
ha de contribuir, los que se retendrán en poder de los mismos tributarios, porque los que han
pagado desde ahora tres años, que es cuando el rey fue muerto por los franceses a traición,
están gastando los intendentes, presidentes, oidores, obispos en las arreadas de soldados para
sus alzamientos contra los pobres americanos. 2o. Se suprimirá la mita de Potosí; porque ya
no hay minas que hacen metales y los azogueros no hacen más que armar latrocinios contra
los pobres indios y tenerlos cautivos peor que en Turquía. 3o. Se quitará la paga de alcabalas
a los indios por sus trajines y comercio que hacen con los efectos de Castilla. 4o. Se quitarán
las atenciones como los entierros, óleos, alfarerarquías y todos los latrocinios de los curas,
pues con el dinero que perciben les sobra y cuan demasiadamente por todos, para el trabajo
que impenden que no es predicar, no doctrinar personalmente ninguna de las almas de los
pobres indios para su salvación. 5a. Se quitarán los subdelegados porque éstos no son más
que unos ... que sin administrar recta justicia, no hacen otra cosa que robar de los indios y
causarles daño, y en este caso se nombrarán jueces a elección de las comunidades. 6a. Se qui­
tarán los caciques que fuesen ladrones, y a los curas piratas, y se nombrarán otros buenos de
las comunidades para que los pobres indios no padezcan como cautivos, esclavos en tierras
infieles. 7a. Que las comunidades se repartirán los bienes de los ladrones chapetones... por
cantidad, y de los criollos traidores que con ellos se han aunado para dar contra los naturales
del Reino. 8a. Que no les cobrarán a las comunidades de los indios ningunos derechos de
los pleitos y procesos que siguieren sea en comunidad o en particular. 9a. Que ninguno ha
de ocupar a los indios sin pagarles sus diarios jornales. 10a. Que ninguno ha de ser osado de
harcar muías, ni otros cargadores de los pobres indios sin pagarles primero los fletes justos
según las distancias y leguajes. 11a. Que no se ha de consentir en los pueblos de los indios
a los mestizos vecinos que fueran ladinos y traidores. 12a. ítem, se ha de prohibir que ningún
hacendado ha de tener opción de quitar, o interrumpir en las tierras de las comunidades...
a h m Consejos 21299. Interrogatorio que resulta a favor de los indios de las comunidades en

general, fs. 2 - 2v. Citado también en René Arze Aguirre, Participación popular en la inde­
pendencia deB olivia, La Paz, Don Bosco, 1979, pp. 127-128.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

como los cautivos, esclavos en tierras infieles», como dice el ítem número 6o del
documento.
Un tercer punto de la estrategia fue el de la alianza con otros grupos insurgen­
tes. Los conspiradores esperaban que hasta diez mil personas de La Paz y Charcas
se unieran a ellos. En este punto, es lógico pensar que los diez mil hombres serían
las tropas indígenas que se aliarían con las del primer ejército porteño dirigido
por Balcarce y Castelli, situación que se ve con claridad en una carta encontrada
entre los papeles de los conspiradores que decía:

A los indios Capitanes enteradores, o curas y demás cédulas de la extinta [mita]


Se les debe hacer dar los versos que van glosados a su favor, y lo mismo a los
demás naturales de Pacajes, Omasuyos, Chucuito, Puno, etc. haciendo copiar
muchos de su tenor y se les mande entender con un lenguaraz, especialmente
en el partido de Porco para que se apronten a reunirse con los 1500 soldados
que vienen a nuestro favor que están prontos a cumplir el contenido del plan,
que un José de tal les ha de llevar entro de 25 días a mas tardar y no hagan caso
de los que los curas, y el subdelegado les dijeren algo; que para desprisionar a
dichos indios son bastantes los citados versos que corren con n° 4 los que deben
servir igualmente para los de Corque, Andamarca, Poopo, Toledo, Challapata,
Challacollo, Guari, Condo Condo, Quillacas, Culta y otros pueblos que deben
entrar unos en la mita y otros con comercio en la Villa...18

Por lo que se puede extraer de la documentación anterior, la conspiración se


hallaba organizada en varios grupos que debían recorrer el área rural tomando
contacto con las autoridades indígenas, como los capitanes de mita; la informa­
ción debía hacerse oralmente por medio de un lenguaraz y debía evitarse hablar
tanto con las mujeres y niños como con los vecinos de los pueblos. Esto signifi­
ca que las estrategias se dirigían específicamente a la población indígena y que
los vecinos mestizos eran considerados como poco fieles a la conspiración. En
resumen, desde nuestro punto de vista podemos afirmar que, más allá de la per­
tenencia étnica de algunos de los cabecillas, la conspiración giraba en torno a un
movimiento indígena que podía relacionarse con otros estamentos, pero buscaba
lograr sus propios fines. Se trataba, entonces, de una alianza estratégica más de
que de una lucha en común.
Aparentemente, la conspiración había sido controlada y sus cabecillas se ha­
llaban presos o prófugos; sin embargo, el triunfo de Suipacha y la llegada del
primer ejército auxiliar porteño a Chuquisaca hicieron que la misma resurgiera.
Manco Cápac se alió al ejército porteño en la región de Tupiza donde fue nom­

18. Doc. cit. fs. 2v, Los pueblos de indios citados en el documento se hallan en la región
de Oruro, correspondiendo los de Corque y Andamarca al partido de Carangas y el resto de
pueblos citados al de Paria.

30 í

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

brado capellán,19 Cáceres fue liberado en Chuquisaca y se conoce que acompañó


con sus huestes a Juan José Castelli y los suyos en su avance hacia Oruro y el Des­
aguadero. En cuanto aTitichoca, se sabe que su cargo como cacique de Toledo y
Sicaya le fue devuelto por órdenes del mismo Castelli.20
Luego de la derrota de Guaqui, la organización indígena no se dispersó, por
el contrario, los documentos hacen ver que frente al retroceso de las tropas de
Balcarce y Castelli y al retorno de las tropas cochabambinas a los valles, fueron
los grupos indígenas los que mantuvieron la insurgencia en toda la región alti-
plánica. Si bien desaparecen de los documentos oficiales los nombres de algunos
de los cabecillas como Jiménez de Mancocápac21y Manuel Victoriano Aguilario de
Titichoca,22 Juan Manuel de Cáceres continuó como caudillo de la sublevación
indígena que se extendió hasta ocupar un amplio espacio geográfico que se ex­
tendía desde las provincias altiplánicas del Perú hasta las cabeceras de valle de la
intendencia de Cochabamba.
En esta segunda etapa del movimiento indígena, que duró casi un año -me­
diados de 1811 a mediados de 1812- se mantuvo parte de los objetivos y estra­
tegias de la etapa anterior, aunque no se cuentan ya con documentos que espe­
cifiquen sus posiciones políticas y sus acciones son más estratégicas, basadas en
una mayor dependencia de los objetivos porteños; así, el objetivo estratégico fue
cortar el paso entre la frontera del Desaguadero y la ciudad de Potosí, donde se
había instalado el ejército virreinal dirigido por José Manuel de Goyeneche, al
mismo tiempo que buscaban apropiarse de los tributos para mantener la insur­
gencia. Las primeras acciones de esta segunda etapa de la sublevación se dieron
en Caquiaviri, capital del partido de Pacajes (Intendencia de La Paz) matando al
cacique y apropiándose de 12.000 pesos del ramo de tributos.23 Para agosto de

19. Etchepareborda, op. cit.


20. Archivo Judicial de Poopó, n° 1184. Toledo 1811. Dice el documento: «Por cuanto
con motivo de la restitución del cacicazgo de Toledo a Manuel Titichoca el año pasado por
órdenes de la Junta que hubo en Chuquisaca, entró también en su poder la cobranza de
Sicaya...» f. 3r.
21. Se sabe por el trabajo de Etchepareborda que la propuesta política radical de Man­
cocápac no era del agrado de Balcarce, aunque Castelli lo apoyaba constantemente. Con­
sideraba Balcarce que el odio que le tenían los españoles a Mancocápac era muy fuerte y
el sentimiento era recíproco por parte de Mancocápac; por lo tanto, era contraproducente
mantenerlo en el ejército auxiliar. (Etchepareborde, op, cit., p. 1719). Luego de la derrota de
Guaqui, Mancocápac se retiró junto con el ejército, sin embargo, ai perder el apoyo de Caste­
lli empezó su calvario solicitando durante mucho tiempo que lo consideraran como capellán,
lo que no lo logró debido a los cambios producidos en el ejército rioplatense.
22. Se conoce por documentos judiciales de Oruro que luego de la derrota del ejército
auxiliar porteño, el cacicazgo le fue quitado nuevamente. Sobre su vida posterior se conoce
únicamente que murió en 1813 en Llica, en circunstancias desconocidas.
23- Colección Documental Emilio Gutiérrez de Quintanilla, ( c d e g q ) Guerras de la Inde­
pendencia, Buenos Aires, 1973. Carta n° 1: El subdelegado de Chuchito, Tadeo Gárate al
gobernador Intendente de Puno, don Manuel Quimper (1973: 17).

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

1811, los indígenas habían cercado la ciudad de La Paz, utilizando una estrategia
parecida a la que treinta años antes había seguido Tupac Katari.24 La estrategia de
la alianza continuaba ya que uno de los cabecillas del cerco, Bernardo Calderón,
natural de La Paz y de «baja esfera»,25 había asegurado ser comisionado de don
Francisco del Rivero, Gobernador e Intendente de Cochabamba, noticia con la
que se confirmaba la relación existente entre los indígenas y los cochabambinos
y la existencia de un plan cuidadosamente preparado para impedir el avance de
las tropas virreinales.26 Si durante la etapa de la conspiración la alianza se había
dado sobre todo con las tropas porteñas, en esta segunda etapa, una vez que los
rioplatenses habían fracasado en Guaqui y habían huido hacia el sur, la alianza
indígena se dirigió a los cochabambinos, que habían luchado también al lado de
los porteños en Guaqui. Esto significa que si bien aparentemente se había dado
un cambio de alianza, en realidad se trataba de una sola en la cual participaban los
tres grupos: porteños, cochabambinos e indígenas, una constante que se repetirá a lo
largo del proceso de independencia en lugares como Mizque y Ayopaya.
El plan de los sublevados era invadir el puesto del Desaguadero, convocando
a los indios de Guaqui,Tiahuanacu yTaraco, (localidades pertenecientes a la orilla
este), así como a los de Guacullani y Zepita (situadas en el margen suroeste), para
envolver al ejército virreinal. Frente a la imposibilidad de controlar la sublevación
con los ejércitos regulares, se decidió avisar de forma urgente a la Audiencia del
Cuzco y al Virrey para que «en lo posible abrevie la marcha del digno Coronel
Pomacagua».27
El avance del batallón de naturales del Cuzco, comandado por Mateo García
Pumacahua y de las tropas de Azángaro, dirigidas por Manuel José Choquehuanca
se realizó a lo largo del mes de octubre. A fines de ese mes, se hallaban ya en el
sitio del Desaguadero. La retoma del altiplano quedó entonces en manos de los
caudillos indígenas que provenían del virreinato del Perú, en algunos casos por
medio de escaramuzas y en otros mediante el ofrecimiento de un indulto general.
Estos hechos confirman la propuesta sobre la posición estratégica de los grupos
indígenas, que se aliaban con uno y otro bando dentro de un juego político de
lograr los mejores beneficios para su causa.

24. La sublevación de Julián Apasa o Tupac Katari se dio en el marco de la sublevación


general de indios en el año 1781. Su punto central fue el cerco a la ciudad de La Paz que
duró más de seis meses. Sobre este tema ver los trabajos de María Eugenia del Valle de Siles,
La rebelión de Tupac Katari.
25. Beltrán Ávila, op. cit. p. 85.
26. Es interesante analizar el comportamiento de los cochabambinos que en 1810 fueron
enviado a Oruro para controlar el levantamiento de Titichoca, y que en 1811 se hallaban
como aliados del nuevo levantamiento indígena. Este tema ha sido abordado por René Arze
en Participación popu laren la independencia de Bolivia, 1979.
27. c d e g q . Cartas n° 136 y 137.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

A pesar del debilitamiento de la sublevación general, ésta continuó varios


meses más, con acciones de hostigamiento a las tropas virreinales. No fue sino a
mediados de 1812 cuando, de acuerdo a los informes de Goyeneche, el altiplano
de La Paz y Oruro y los valles de Cochabamba fueron «pacificados». La represión
se concentró en los cabecillas y sus familiares que fueron obligados a dejar sus
cargos y muchas veces fueron perseguidos por las autoridades virreinales.

LOS CAUDILLOS INSURGENTES Y LA POSICIÓN INDÍGENA

Entre 1812, cuando se debilitó la sublevación indígena, hasta la aparición de


los diversos grupos guerrilleros ya organizados en un sistema de guerrillas, hacia
fines de 1813, se dio una etapa en la que una multitud de grupos desorganizados
se dedicaron a atacar algunos pueblos, estancias y haciendas con el fin de apro­
piarse del ganado, las cosechas y, sobre todo, del tributo, siguiendo directrices de
otros caudillos mayores. Esta etapa puede denominarse como la de los «caudillos
insurgentes.28 Esto significa que a lo largo de unos dos años, coincidentes con el
avance de las tropas porteñas dirigidas por Belgrano, los «caudillos insurgentes»
se movieron por diversas regiones del territorio.
Más allá del rescate de las acciones de algunos de estos caudillos, nos centra­
remos en establecer las características de sus estrategias, sus relaciones con los
ejércitos porteños y cómo se constituyeron en un puente entre la sublevación
indígena y las diferentes guerrillas altoperuanas, así como su relación con el tema
del cobro del tributo, ya que en la mayoría de los casos, los caudillos insurgentes
no se enfrentaron directamente a las tropas del rey que controlaban la región,
sino que se dedicaron a atacar a las comunidades. Sus objetivos eran convencer
de buena o mala manera a los comunarios para que los siguieran y apropiarse del
tributo con el cual apoyarían económicamente a los grupos combatientes favora­
bles a los porteños, además de llenar en algunas ocasiones sus propios bolsillos.
Estos caudillos asumieron una posición que se hallaba entre la de un caudillo
popular, un defensor de los indígenas frente al ejército del rey y un aventurero.
Esta estrategia de lucha respondía a las mismas estrategias del ejército real que
combinaba, a su vez, dos tipos de acciones: por un lado, los ejércitos regulares,
apoyados a veces por milicias de vecinos, se movían entre las ciudades como

28. Planteo la idea de la existencia de un sistema coordinado de los grupos guerrilleros en


el texto: María Luisa Soux «Las guerrillas Alto Peruanas y la participación popularen la guerra
de Independencia», Salamanca, 2007, en oposición a la idea defendida por la historiografía
tradicional de que estos grupos actuaron de forma autónoma bajo la dirección de sus caudi­
llos, lo que llevó a su identificación como republiquetas. El texto se basa en la corresponden­
cia establecida entre Juan Antonio Álvarez de Arenales y los principales jefes guerrilleros del
Alto Perú, en la cual se dan instrucciones sobre las estrategias de lucha, esta correspondencia
se halla en el fondo Farini del Archivo General de la Nación en Buenos Aires.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

Cochabamba o La Paz y presentaban batalla frente a otros ejércitos también re­


gulares, ya sean los rioplatenses o los cochabambinos; por el otro lado, pequeñas
partidas se encargaban de desmantelar a los grupos irregulares.
A pesar de que las tropas de García Pumacahua habían logrado desmantelar
la sublevación indígena, la posición del ejército real siguió siendo difícil durante
gran parte de 1812 al extremo que el 16 de mayo se escribía en los documen­
tos de Cajas Reales de Oruro, que no se habían podido enviar remesas hacia el
Cusco porque todos los caminos se hallaban «ocupados por los insurgentes».29A
este problema se sumaba la dificultad para cobrar el tributo, que había sido ofi­
cialmente derogado por la Constitución gaditana y «por efecto de la revolución
experimentada en los contribuyentes».30 Sin embargo, en el segundo semestre, el
ejército real se fue fortaleciendo, controlando y «pacificando» la región, tal como
informaba el Virrey Abascal al Secretario del Despacho de Indias:

Tengo la mayor satisfacción en comunicar a Vuestra Excelencia para que se


sirva trasladarlo al Supremo Consejo de Regencia la agradable noticia de que
de resultas del paseo militar que las columnas del Ejército Real hicieron por las
cuatro provincias del Alto Perú pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata,
han quedado y continúan aquellos naturales en la mayor tranquilidad, bendi­
ciendo la mano bienhechora que les ha roto las cadenas con que los oprimían
los disidentes de Buenos Aires.31

A pesar del optimismo del virrey, la región estaba lejos de ser controlada, so­
bre todo en el área rural, debido a las acciones llevadas a cabo por estos «caudillos
insurgentes». Entre éstos podemos contar con caudillos criollos como Centeno,
Lanza o Aldunate, que recorrieron gran parte de la geografía de Charcas organi­
zando cuadrillas insurgentes, y también con caudillos indígenas, entre los cuales
podemos citar a Blas Ari y a Jacinto Paco. A través de sus historias podemos aden­
trarnos en analizar sus estrategias.

29. a g n . Lima. Leg 1153. C53.


30. Informe del subdelegado sustituto de Paria, Sánchez de Velasco, en el que advierte
que no puede cobrar el tributo de San Juan del año anterior, a g n . Lima. Leg 1153. C.53. Sán­
chez de Velasco había sido nombrado subdelegado por las autoridades porteñas, así que es
posible que, además de la sublevación indígena hubiera también falta de interés del mismo
subdelegado para entregar los tributos al otro partido.
31. Archivo General de Indias, Estado, 74, n° 8.1. «El Virrey del Perú instruye de la tranqui­
lidad que disfrutan las cuatro provincias del Alto Perú pertenecientes al Virreinato del Río de
la Plata y de las nuevas ventajas conseguidas por el Ejército Real sobre el de los insurgentes
de esa parte». Es interesante comprobar que a pesar de que el Alto Perú pasó a depender ad­
ministrativamente del virreinato peruano, el Virrey consideraba que dependía del Virreinato
de Buenos Aires, lo que significa que, en realidad, la situación de dependencia del Alto Perú
no quedaba clara. Este hecho puede explicar muchas de las peculiaridades del proceso de
independencia de esta región.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

A inicios de 1812 apareció en la región del partido de Paria un nuevo caudillo


indígena, Blas Ari, quien se convirtió en un dolor de cabeza para las autoridades
locales. A lo largo de varios meses, Ari y un grupo de insurgentes recorrió gran
parte del partido de Paria atacando a los viajeros, obligando a las autoridades
indígenas a entregar el dinero del tributo y, en otras oportunidades, recibiendo
donativos en los pueblos con el objetivo de apoyar a los insurgentes.
A través del expediente de captura de algunos cómplices de Blas Ari se puede
saber algo de su accionar. Los rebeldes fueron apresados en el camino de Pampa
Aullagas, donde aparentemente el grupo asaltó a algunos viajeros. Les quitaron va­
rios bienes, entre los que se hallaban fuentes de plata, palanganas, confiteras, otra
vajilla de plata, además de un breviario, un libro, alguna ropa, joyas y otras cosas
más, que fueron ocultadas por la esposa de Ari, Manuela Colque, en la estancia
de Aruuma, de donde eran oriundos. Por su parte, parece ser que otros objetos
fueron escondidos en las casas de otras mujeres como María Rufina y Tomasa
viuda de Ocsa. Entre estos objetos se hallaban un poncho azul de algodón y una
carabina que pertenecía al cura de Salinas de Garci Mendoza, algunos objetos de
altar del cura de Condo y «ochenta pesos de la plata que dice ser de agua ardiente
que fueron de los costeños y se vendió en Pampa Ullagas».32
Por el informe sobre su captura se ve que no se trataba únicamente de un gru­
po dedicado al asalto de caminos, sino de un conjunto de personas que llevaban
a cabo acciones ilegales con el objetivo de apoyar a los insurgentes. De acuerdo al
informe del alcalde pedáneo encargado de la captura, la misma se había dado:

pasando a la estancia de Aruuma con sesenta indios de Guarí, Condo Condo,


Quillacas y Pampa Ullagas con sus respectivos mandones, que fueron Don Ma­
nuel Pacheco, Don Antonino Gonzales, Don Gabriel Choqueticlla, Don Manuel
Puri, y Don Bernardo Morales cacique de Pampa Ullagas; y sus alcaldes quienes
con el ultimo y el alcalde nuevo de Aruuma me han acompañado hasta este
pueblo, donde he venido conduciendo a los citados reos con escolta de veinte
indios que han venido de resguardo y he entregado los saqueos que en poder
de la mujer de Ari pude encontrar según el recibo que le incluyo...33

Junto a los bienes incautados se encontró también doscientos pesos prove­


nientes del tributo del pueblo de Pampa Aullagas y doscientos treinta pesos que
venían del donativo voluntario que los indios del común del pueblo de Toledo
habían reunido para la corona y que Ari había también saqueado. Hasta este mo­
mento, se presentaba a Blas Ari como un simple asaltante de caminos que saquea­
ba los bienes de los viajeros; aparentemente era ese el objetivo de las autoridades

32. a b n b . Sobre los saqueos que realizó Blas Ari por el camino a Pampa Aullagas bajo
inventario de los bienes que llevó, 09-04-1812. fs. 35r-36r.
33- Op. cit., fs. 36r.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

locales, el de mostrarlo como un delincuente común. Sin embargo, la presencia


de los indios de varios de los pueblos del partido y de sus autoridades o mando­
nes para apoyar la captura de los insurrectos nos muestra ya la forma como se es­
tablecían alianzas permanentes entre las autoridades de la corona y los indígenas.
Aparentemente, el interés por parte de las autoridades indígenas de los pueblos
de capturar a Blas Ari se debía precisamente a que les había quitado el dinero del
tributo, por lo que los caciques y cobradores deberían reponerlo con sus propios
bienes. En este punto vemos nuevamente la conflictiva situación de los caciques,
quienes se hallaban entre dos fuegos: el de la Corona y el de los insurgentes; esto
les impedía que tomaran partido libremente, adaptándose lo mejor que podían a
la fuerza hegemónica del momento.
Esta situación se vio con más claridad en el caso de don Bernardo Guallpa, ca­
cique gobernador del pueblo de Culta, que fue apresado por el alcalde pedáneo
de Challapata por no enterar a tiempo el tributo. Él justificó su tardanza explican­
do que algunos meses antes, el alcalde pedáneo de Culta, Juan de Dios Aduviri,
llegó al pueblo con una orden del insurgente Blas Ari para recoger el dinero de
los tributos, lo que tuvo que cumplir entregándole todo lo recaudado, que suma­
ba doscientos pesos. En este caso, si se hubiera tratado de un asaltante común,
Ari no hubiera contado con la alianza del alcalde pedáneo de Culta ni hubiera
buscado la entrega aparentemente legal del monto del tributo.34
De todo lo anterior, podemos presumir que Blas Ari organizó un grupo de
insurgentes cuya principal función era recolectar dinero para mantener la suble­
vación en un momento en que el movimiento indígena de Cáceres se hallaba ya
casi controlado. Ari recorrió prácticamente todo el partido de Paria; empezó en
Toledo, al norte, donde se apropió de la contribución voluntaria; luego pasó por
Culta, al este, donde se alió con el pedáneo y consiguió el dinero del tributo; final­
mente llegó hasta Pampa Aullagas y Salinas de Garci Mendoza, al sur, donde logró
conseguir una serie de objetos que pensaba vender para obtener dinero, como lo
había hecho con el aguardiente de los costeños. Los documentos no dan mayores
luces sobre acciones posteriores al apresamiento de sus allegados. Es posible
que su gran movilidad espacial le permitiera escapar de la justicia y refugiarse en
alguna de las regiones menos controladas de los valles. En todo caso, las correrías
de Blas Ari y los suyos por toda la región que rodeaba el lago Poopó coincidió en
gran parte con la etapa en la cual los porteños de Castelli habían dejado ya el Alto
Perú y se preparaba el ingreso del segundo ejército, por lo que la recaudación de
dinero suficiente para mantener la insurgencia se hacía indispensable.

34. a jp . No. 1177. Culta 1812.

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Otro fue el caso de Jacinto Paco, indígena aliado a los caudillos Baltasar Cárde­
nas y José Miguel Lanza.35 La imagen de estos dos caudillos aparece ligada especí­
ficamente al pueblo de Toledo en los meses de mayo y junio de 1812, cuando, de
acuerdo a los testimonios presentados en un expediente ubicado en el Archivo
de Poopó, aparecen complicados en un intento de insurrección indígena al mo­
mento del envío del mitayos a Potosí. De acuerdo a los testimonios, los hechos
sucedieron de la siguiente manera:
El 16 de mayo de 1812, cuando los alcaldes y otras autoridades se hallaban
en el pueblo de Toledo organizando el despacho de los mitayos a Potosí, llegaron
al pueblo los insurgentes dirigidos por Baltasar Cárdenas y José Miguel Lanza. El
alcalde mayor, Jacinto Paco, ordenó a varias de las autoridades indígenas que den
alojamiento a los insurrectos y que entregue cada uno cinco cargas de papa y
veinticinco corderos, obligándolos a alzarse a favor de la Junta. De acuerdo con
los testimonios, los caudillos Cárdenas y Lanza se alojaron en la casa de Pedro Ca-
yoja, donde permanecieron cuatro días. Las tropas insurgentes realizaron paseos y
marchas militares en el pueblo, consumiendo lo que las autoridades indígenas les
habían entregado.
Aparentemente, eran varios los pobladores de Toledo que apoyaban a los in­
surgentes, empezando por el alcalde mayor Jacinto Paco, el cacique Pedro Cayoja
y otros. De acuerdo al testimonio de Mariano Berríos, él mismo, como músico,
había salido «a recibirlos antes de la entrada a Toledo con vivas y aclamaciones
para hacer más solemne el arribo de éstos».36 De la misma manera, otro indio
llamado Casimiro Torres, «como caudillo general era uno de los exploradores de
los entrantes y salientes de los caminos que él era uno de los encargados para
que no pasase nadie por las balsas (puente flotante de balsas de Totora que se
ubica sobre el río Desaguadero en el camino entre Oruro y Toledo)».37 El apoyo de
Toledo a los insurgentes fue aparentemente muy importante: otro de los indios
del lugar, Manuel Hidalgo, trabajó con los insurgentes como espía y anunció a
Cárdenas y Lanza que las tropas del rey se aprestaban a salir de Oruro, por lo que
los caudillos salieron del pueblo acompañándolos varios de los habitantes, entre
ellos el mismo Hidalgo.
¿Por qué gran parte de la población indígena de Toledo, empezando por sus
autoridades se plegaron a los caudillos Cárdenas y Lanza? Una de las respuestas

35. Baltasar Cárdenas aparece como caudillo de guerrilla hasta 1815, cuando se lo acusa
de traición y deja de ser nombrado como jefe guerrillero. Por su parte, José Miguel Lanza
fue el último comandante de la Guerrilla de Ayopaya, desde 1821. Éste fue el único grupo
guerrillero que se mantuvo en la lucha hasta 1825 y, como compensación, su comandante
Lanza fue nombrado por Sucre Jefe político del departamento de La Paz. Lanza murió en
Chuquisaca en abril de 1828 defendiendo a Antonio José de Sucre del golpe de estado que
lo obligó a renunciar a la presidencia.
36. ajp. No. 1176. 1812. Toledo, s/f.
37. Op. cit., s/f.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

puede ser que los caudillos habían asegurado que bajo su Gobierno ya no habría
mita.
Luego de la salida de Cárdenas y Lanza de Toledo, el espíritu de insurrección
de algunos de los indios del pueblo no se extinguió; uno de ellos fue precisamen­
te Jacinto Paco, quien siguió hacia Andamarca, un pueblo cercano pero pertene­
ciente ya al partido de Carangas, con el objetivo de levantar a la población a favor
de los insurgentes. De acuerdo al testimonio:

Que estando nuestro pueblo en el arrepentimiento de sus yerros un indio del


pueblo de Toledo nombrado Jacinto Paco, después que pasó los alzados Cár­
denas y Lanza, por aquel dicho pueblo vino el citado Paco, con grande imperio
a seducir otra vez a nuestras gentes, y ponerlos en movimiento diciendo que
el venia cerca de Coroma donde se hallaba la junta y que convenía que se re­
clutase nuestras gentes a esperar a dicha junta que llegaría dentro de cinco o
seis días a nuestro pueblo, que él del mismo modo pasaba a Toledo a hacer
lo mismo llevando comisiones de un tal Plaza, y con este motivo mandó que
todos le vendieran obediencia; a este tiempo llegó el bando de vuestra majestad
dando noticia del triunfo de las armas del Rey en Cochabamba con lo que partió
a correr este indio y quedo disuadido nuestro pueblo de las malas seducciones
que introdujo este.38

A partir de los casos anteriores se puede seguir las estrategias seguidas por los
caudillos insurgentes en sus correrías en el área rural. El pillaje, acompañado por
la toma del tributo para sustentar sus acciones, como en el caso de Blas Ari, o el
apoyo a los caudillos criollos, en el de Jacinto Paco, formaba parte de las estrate­
gias para mantener la insurgencia en momentos de repliegue. Otra estrategia fue
el establecer alianzas con las autoridades indígenas locales para lograr la entrega
del tributo o para enviar mensajeros para que vayan convenciendo a las comuni­
dades de recibir y dar hospedaje a los insurgentes.También formaba parte de la
estrategia indígena el organizaban bailes y música para recibir a los caudillos con
el objetivo de mostrar su adhesión a la causa. Es probable que muchas veces esta
adhesión no fuera sino una estrategia para evitar enfrentarse a tropas armadas y
que el recibimiento fuera parecido cuando eran tropas del rey las que llegaban a
los pueblos. Sin embargo, queda claro que también existían indígenas que comul­
gaban verdaderamente con una u otra causa, con los peligros que esta posición
entrañaba cuando la coyuntura se modificaba. Este parece ser el caso de Jacinto
Paco, que más allá de ordenar un buen recibimiento a los caudillos Cárdenas y
Lanza, viaja posteriormente hasta Andamarca para organizar el recibimiento allá.
Por esta razón, Jacinto Paco tuvo que escapar al conocerse el fracaso de las tropas
insurgentes en Cochabamba a fines de mayo de 1812.

38. Op. cit., s/f.

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LA PARTICIPACIÓN INDÍGENA EN LAS GUERRILLAS

A pesar del optimismo, el dominio realista del Alto Perú no estaba consoli­
dado. En Buenos Aires se reorganizó nuevamente el ejército, confiándose su di­
rección a Manuel Belgrano. Éste inició un nuevo avance hacia el norte y luego
de controlar la región de Tucumán, derrotó al ejército realista en Salta, el 20 de
febrero de 1813.
A mediados de 1813, la situación del Alto Perú se presentaba de la siguiente
manera: en Oruro se hallaba el cuartel general del ejército Real, en el cual la de­
rrota de Salta había provocado una gran crisis interna. Los juramentados habían
debilitado la unidad y la situación era tan inestable que Goyeneche, pretextando
la muerte de su padre y problemas nerviosos había renunciado a su puesto.39 Las
regiones de los valles y del Sur se hallaban nuevamente convulsionadas con la
llegada del nuevo ejército auxiliar y se organizaban en sendos grupos regulares
e irregulares para apoyar a Belgrano; sólo La Paz se hallaba controlada por el vi­
rreinato peruano.
Mientras el ejército virreinal se envolvía en conflictos internos, la avanzada
del ejército porteño, bajo el mando de Díaz Vélez se asentaba en Potosí. Al mismo
tiempo, el partido de la Patria se había reorganizado frente al ingreso del ejército
auxiliar, a partir de los grupos de caudillos que se habían organizado en diferentes
lugares del Alto Perú. De acuerdo a Luis Paz,

La provincia de Chayanta, enclavada en la parte montañosa entre Oruro, Potosí,


Cochabamba y Chuquisaca, era el cuartel general de estas tropas colecticias,
poco temibles en el campo de batalla; pero que importaba mucho contar con
ellas, sobre todo atendida la posición topográfica del territorio que ocupaban.
Entre los caudillos que más ascendiente tenían sobre los indígenas, se contaba
Baltazar Cárdenas, a quien Belgrano había dado el título de coronel, y que a
pesar de la caída de Cochabamba [en mayo de 1812] se había mantenido firme
en la provincia de Chayanta, refugiado en sus inaccesibles montañas.40

39. a g í Diversos 3. Año 1813, n° 2 D8. Cartas de Goyeneche al Virrey Abascal. Dice que
la situación es estable y que Tacón ha tomado la plaza de Oruro. Escribe lo siguiente: «Mi
estado actual no me permite dar cuenta de la gravedad de los ocurrimientos, no tengo cabeza
para seguir mandando...». También relata que ha habido muchas deserciones sobre todo de
los paceños, a g í . Diversos ÓBIS. n° 5. La salida de Goyeneche del mando del ejército Real
y la crisis del mismo, es un hecho lleno de tensión y que involucró a los más importantes
miembros del gobierno virreinal.
40, Luis Paz, op. cit., tomo II, p. 236.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR EN EL A L T O PERÚ

El ejército real no perdió el tiempo frente al avance porteño. El nuevo coman­


dante Joaquín de la Pezuela reorganizó el ejército.41 Belgrano, por su parte, recién
se puso en movimiento en septiembre de 1813 y, tras una serie de escaramuzas se
enfrentó al ejército del rey en Vilcapugio, a fines de septiembre. La batalla fue en­
carnizada y ganada finalmente por el ejército del rey, lo mismo que enAyohuma.
Luego de esta nueva derrota Belgrano y los restos del segundo ejército auxiliar se
retiraron a Potosí y de allí pasaron a Jujuy, dejando el Alto Perú.
Después de la retirada de Belgrano, quedaron como gobernadores de Cocha-
bamba y Santa Cruz -los dos territorios aún controlados por los patriotas- An­
tonio Álvarez de Arenales e Ignacio Warnes respectivamente. El altiplano quedó
controlado firmemente por el ejército real, que adelantó su cuartel general hasta
Tupiza y su vanguardia hasta Salta, mientras que en los valles se desarrolló duran­
te los años 1814 y 1815 una serie de idas y venidas de ambos ejércitos. Paralela­
mente a la lucha entre los ejércitos regulares, se organizaron grupos más estables
de montoneras o guerrillas en varias regiones del Alto Perú.
El general Belgrano, al momento de retirarse del Alto Perú, nombró como go­
bernador de Cochabamba y comandante general de las armas patriotas al Co­
ronel Juan Antonio Álvarez de Arenales. Pronto se hizo insostenible su posición
en Cochabamba, por lo que decidió tomar el camino hacia Vallegrande, donde
aumentó sus fuerzas, formando un batallón de infantería de 165 fusileros y dos
escuadrones de caballería, además, se le incorporaron algunos caudillos con su
propia gente y armas.Al mismo tiempo, y de acuerdo con Luis Paz, los grupos de
guerrilleros de otras regiones del Alto Perú se sublevaron en apoyo de la Patria.

Al mismo tiempo que estas operaciones preparatorias tenían lugar, se subleva­


ban a favor de los patriotas los indios del Chaco a los largo del Pilcomayo, los
caudillos Cárdenas, Padilla y Umaña insurreccionaban al partido de La Laguna
en la provincia de la Plata, y se conmovían de nuevos las poblaciones a espaldas
de Blanco.42

De esta manera, se creó un verdadero sistema de guerrillas que, dirigido por


Álvarez de Arenales, contemplaba una relación de alianza y dependencia con los
otros caudillos altoperuanos. Durante todo el año 1814, el sistema de guerrillas
puso en jaque a los ejércitos realistas dirigidos por Pezuela. En la vanguardia del
sistema, en la región sur y oriental del Alto Perú se hallaban los grupos guerrille­
ros de Padilla y Umaña; detrás de esta avanzada, se encontraba el ejército gue­
rrillero de Arenales, que marchaba constantemente entre Cochabamba, Mizque,

41. Además del cuartel general en Condocondo, Pezuela repartió su ejército en Caracollo,
Sorasora, Poopó, Urmiri. Guancané y Ancacato, controlando todos los pasos desde Chayanta.
a g n Lima. Cajas Reales. Leg. 1153. C 56.

42. Paz, Historia general del alto Perú, hoy Bolivia, 1919, p. 274.

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Vallegrande, la frontera de Chuquisca y la Cordillera chiriguana apoyando y orga­


nizando los grupos guerrilleros; finalmente, en la retaguardia se hallaba Warnes,
que controlaba ya las tierras bajas.
En esta lucha se combinaban constantemente dos tipos de grupos en armas.
Los grupos regulares, como eran los de Arenales y Warnes, se podían mover en
un territorio donde ejercían un cierto grado de dominio. Se encontraban organi­
zados en grupos de infantería y caballería y podían presentar batalla abierta, sin
embargo, la vanguardia, que se insertaba en territorio dominado por los realistas,
tenía otro tipo de organización. Sus comandantes o caudillos, como fue el caso
específico de Manuel Asencio Padilla, no tenía un puesto de mando concreto en
el sistema de organización del ejército y el gobierno porteño, como sí lo tenían
Arenales y Warnes, además, sus tropas no se organizaban como un ejército regu­
lar, sino con un sistema mucho más abierto y flexible, que les permitía adentrarse
en terreno enemigo, hostigar al enemigo y escapar sin presentar una batalla abier­
ta. Fue este sistema el que adoptó con más pertinencia el nombre de guerrilla. El
número de guerrillas fue numeroso, de las más importantes fueron las de Lareca-
ja, Ayopaya, La Laguna y Cinti, además de las organizaciones regulares de Mizque,
Vallegrande y Santa Cruz.
La principal preocupación de Arenales para 1814 fue la falta de auxilio por
parte del Gobierno porteño (el tercer ejército auxiliar comandado por Rondeau)
que no enviaba armamento ni tropas para apoyar al ejército del Alto Perú. A pesar
de la capacidad organizativa de Arenales, el sistema de guerrillas de los años 1814
y 1815, no pudo mantenerse organizada debido sobre todo a dos causas: la pri­
mera fue la nueva derrota del ejército auxiliar porteño, esta vez bajo la dirección
de Rondeau, la segunda fue la reinstauración del sistema de antiguo régimen y el
fortalecimiento del ejército real bajo la dirección de Pezuela. A la larga, Arenales
tuvo que retirarse de la organización del sistema de guerrillas, dejando a cada
grupo bajo la dirección de un caudillo. De esta forma, el sistema integrado que
había buscado coordinar las fuerzas de la patria se vio sobrepasado tanto por la
fortaleza de los realistas como por la división y las rencillas dentro de los mismos
grupos y caudillos de la patria.Tras la salida de Arenales del Alto Perú, cada grupo
se independizó, conformando lo que Bartolomé Mitre llamó las Republiquetas.
Si bien las ciudades y algunos poblados se hallaban controlados por el ejérci­
to, las continuas reclutas, la confiscación de animales y cosechas, la exigencia del
pago del tributo y los abusos cometidos por los soldados en los pueblos promo­
vían una insurrección permanente, dirigida ya sea por los caudillos locales, las
autoridades tradicionales o por los mismos grupos de insurgentes organizados
en guerrillas que aprovechaban la falta de un apoyo a los ejércitos virreinales por
parte de la población para dirigir levantamientos y ataques. Se impuso, entonces
la guerra de guerrillas y, una vez vencidos los grandes caudillos como Muñecas,

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

Padilla, Camargo y otros,43 la organización bajó a los grupos más pequeños en una
situación que desgastaba al ejército real. Dice Luis Paz sobre esta etapa:

Era una lucha desesperada contra la propiedad para asaltar los ganados, y con
caudillos y cabecillas que no se acabarían nunca. En el momento que se retira­
ba una expedición de un lugar que creía haber dominado con apoderarse de
sus ganados y talar sus campos, volvía a insurreccionarse con nuevos jefes. El
ejército real se gastaba y fatigaba en estas correrías, y las relativas ventajas que
obtenía no compensaban sus sacrificios y sus pérdidas.44

La estrategia del ejército real tuvo que ser modificada. El principal enemigo no
era ya el ejército porteño, sino el numeroso grupo de tropas irregulares, formadas
por criollos, mestizos e indígenas que se ubicaban en los valles, desde Larecaja al
norte hasta Tarija al sur.
A través del Diario de José Santos Vargas, publicado con el nombre de D ia­
rio d e un C om an dan te d e la indepen den cia a m erica n a 45 podemos conocer la
historia de uno de estos grupos irregulares, la llamada División de los Valles, más
conocida como guerrilla de Sicasica y Ayopaya. El diario describe, además de los
movimientos y constantes encuentros entre la guerrilla y las tropas realistás, la
forma de organización y las estrategias de lucha dentro de la misma guerrilla.
Roger Mamani en su artículo «Eusebio Lira, el caudillo y el poder»,46 que ana­
liza la figura y las estrategias del primer comandante de la guerrilla de Ayopaya,
sostiene que la mayor fuerza de Lira fue precisamente su capacidad para con­
vocar a la población indígena de la región. Al preguntarse las razones sobre la
capacidad de convocatoria de Lira, argumenta Mamani que una de ellas fue el
apoyo territorial, es decir, la existencia de relaciones y redes previas, sobretodo
con los pueblos de Mohoza y Cavari, cercanas a donde se hallaba la hacienda fa­
miliar del caudillo. A la muerte de Lira, de acuerdo al Diario de José Santos Vargas,
gran parte de los pueblos ubicados en los valles entre La Paz y Cochabamba se
hallaban bajo su mando,

Los pueblos eran, en el partido de Sicasica, en el primer pueblo de su nacimien­


to Mohoza, Cavari, Inquisivi, Ichoca, Yaco, Quime, Capiñata, Colquirí, Haraca;

43. A lo largo de 1816, las tropas realistas fueron cercando a los diferentes grupos gue­
rrilleros apresando y ejecutando a sus caudillos. En esta etapa fueron muertos los caudillos
Padilla, de la Laguna, Camargo, de Cinti, Warnes, de Santa Cruz, Muñecas, de Larecaja. De los
grandes grupos guerrilleros sólo quedaron con vida Arenales, que tuvo que huir a la Argenti­
na y Lira, comandante de la guerrilla de Ayopaya que mantuvo activo a su grupo.
44.Paz, op. cit,, p, 538.
45. Con introducción y estudio de Gunnar Mendoza, Siglo xxi, México.
46. Roger Mamani: «El comandante Eusebio Lira, el caudillo y el poder» en Revista Jiw a-
san Sarnaqawisa, Anuario de Investigación de la Carrera de Historia u m s a , La Paz, 2008,
pp. 95-117.

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en el partido de Chulumani (que es Yungas) Suri y Sircuata; en el partido de


Hayopaya eran su capital Palca, Machaca, Morochata, Charapaya, Choqueca-
mata, Leque, Calchani y Yani. Así con estos pueblos se sostuvo el Comandante
Lira en defensa de la Patria, libertad e independencia americana del gobierno
español.47

Otro punto importante fue la existencia de una jerarquía militar entre los
combatientes indígenas, con la existencia de oficiales indios con grados de co­
mandantes, capitanes, capitanes de indios y sargentos. Entre estos oficiales resal­
tan Andrés Simón, comandante general de indios de la patria, y Miguel Mamani,
capitán de indios a caballo, ambos oriundos de Sicasica y con grados paralelos a
los que tenían los guerrilleros criollos y mestizos. La jerarquía implicaba también
una organización estratégica de tipo militar que, de acuerdo con Mamani presen­
taba una organización si se quiere paralela entre las tropas criollas y mestizas y
las tropas indígenas. Dice:

Cada compañía tenía su oficialidad propia, es así que cada una de ellas tenía su
Capitán que estaba al mando de la misma, sus Teniente, Subteniente, Alférez,
Sargentos y Cabos, al mando de los cuales se subdividía la tropa, conformada
en su gran mayoría por indios.
La indiada misma tenía su propia oficialidad, ésta estaba encabezada por el Co­
mandante General de Indios que fue, como ya lo dijimos, Don Andrés Simón.
Detrás de él venían un sinnúmero de capitanes indios, sargentos y cabos. Los
más insignes de estos eran el Capitán de indios a Caballo Miguel Mamani y el
Capitán de la doctrina de Mohoza, Mateo Quispe.48

La idea de que los indios constituyeron únicamente una masa informe que
apoyaba circunstancialmente a la guerrilla es rebatida por este trabajo que mues­
tra, más bien, la existencia no de una subordinación de los indios a los caudillos
de guerrilla, sino de un sistema de alianzas basado tanto en la pertenencia terri­
torial -pueblos enteros que se plegaban a la lucha-, como en una organización
estable de carácter militar donde la única diferencia fue el uso de armas. Si bien
existía una división de indios a caballo, dirigida por Miguel Mamani, la estrategia
de lucha de las tropas indígenas fue la del uso de armas contundentes, funda­
mentalmente la honda y las piedras, por lo que se ubicaban en las regiones altas
y a los costados de los grupos criollos que portaban armas de fuego. Desde esta
perspectiva, la participación indígena en las guerrillas fue estratégica, al confor­
mar sistemas de organización paralelos que seguían a un caudillo criollo-mestizo,
pero que, al mismo tiempo, mantenían a sus propios caudillos indígenas. Pode-

47. Vargas [1852] 1982: 197, citado por Mamani, op cit., p. 108.
48. Mamani, op. cit., p. 112.

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GUERRA Y LUCHA POPULAR E N EL A L T O PERÚ

mos decir, entonces, que en el caso de la guerrilla de Ayopaya, la propuesta de


1809 de la alianza entre «indios verdaderos» e «indios de pellejo blanco» para una
lucha conjunta se mantenía en la práctica.

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315

Índice
CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN POPULAR
EN LA CONFIGURACIÓN DE LA VENEZUELA REPUBLICANA
Arlene Urdaneta Quintero
Germán Cardozo Galué
Universidad del Zulia

INTRODUCCIÓN1

En esta ponencia se reflexiona sobre los factores motivadores, relaciónales y


de distinción que favorecieron las acciones colectivas conflictivas protagoniza­
das por dos bandos rivales a inicios de la Venezuela republicana. Las remembran­
zas de los tiempos monárquicos, aclamaciones al semidiós Bolívar y añoranzas de
una Colombia irrealizable -pero prometedora de una libertad poco entendida-,
se exteriorizaron en aclamaciones como «viva el rey», «mueran los blancos», «fin
a la nobleza», «bolivarianos, alzad las voces», «la salvación es volver a Colombia»,
«constituirnos en un país hanseático» o «separarnos de Venezuela». Estas aclama­
ciones expresaban los cambios estructurales introducidos a partir del proceso
de independencia. Cinco años, que por su carácter transitorio, deben ser consi­
derados como parte de un continuo histórico iniciado en la provincia de Mara-
caibo por los miembros de su cabildo al desconocer en 1810 la convocatoria de
Caracas para constituir la «Junta conservadora de los derechos de Fernando VII».
El «pueblo», junto con el sector notable local, se apropió de los espacios pú­
blicos de la ciudad para arremeter contra todo aquel que pretendiera desenga­

1. Esta investigación se inscribe en el proyecto «Colectivos sociales, participación ciuda­


dana y escenarios urbanos» del programa de investigación «Localidades y regiones históricas
en la construcción de la nación en Venezuela» Universidad del Zulia/Consejo de Desarrollo
Científico y Humanístico, Venezuela.

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Índice
LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A I B E R O A M E R I C A N A

ñarlos o amenazara con apagar la esperanzadora visión de una vida más justa
y prometedora. Lo hizo a través de acciones lideradas por los miembros de los
«partidos» Campesinos y Tembleques que reflejaban las tendencias sociales del
momento, llegando a polarizar la opinión pública en la provincia de Maracaibo,
hoy estado Zulia. Tales acciones colectivas evidencian los alcances de las pro­
puestas libertarias y el establecimiento de nuevas instituciones en la transición
del régimen monárquico al republicano. Las diversas formas que adquirieron las
acciones colectivas involucradas en estos movimientos sociales se expresaron
como fuerzas centrípetas y centrífugas locales y regionales en conjunción con
las tendencias nacionales.
Se aspira profundizar el análisis social de este proceso en el marco de la
pedagogía política desarrollada por los sectores dirigentes, difusores del nuevo
ideario nacional, quienes aspiraban moldear al ciudadano a partir de la existen­
cia de intereses comunes, tradicionales o creados, para favorecer su continuidad
y acceso al poder. Los diversos colectivos fueron gradualmente asimilando los
alcances de la representatividad institucional republicana e irrumpieron en la
sociedad con renovada fuerza legitimada por los postulados liberales reconoci­
dos en las constituciones, y constituyeron un importante factor de tensión en la
configuración del ciudadano republicano.
El detonante fue el proceso electoral convocado por la constituyente vene­
zolana en 1830. Acciones individuales, promovidas inicialmente por los «nota­
bles», fueron trascendiendo hacia otros grupos, que en pocos meses asumieron
protagonismo; grupos heterogéneos, articulados por relaciones de solidaridad y
motivados por un discurso esperanzados que por su carácter inédito sorpren­
dían a los ciudadanos responsables de construir la nación según las leyes repu­
blicanas. Los acontecimientos protagonizados por estos colectivos sociales 2 se
radicalizaron en 1834 y 1835, cuando las acciones violentas culminaron con el
apresamiento de las principales autoridades, y luego con una guerra civil para
separar la provincia de Maracaibo de la nueva República de Venezuela, así como
el restablecimiento de Colombia.3

2. En este caso no se trata de colectivos sociales lato sensu y considerados como for­
mas de asociación de individuos que resultan del ejercicio profesional o prácticas religiosas.
Hablamos stricto sensu de colectivos sociales de carácter coyuntural y temporal, articulados
para alcanzar un objetivo común, organizado, inicialmente a partir de individualidades que
emergen en la corta y mediana duración como líderes para enfrentar a determinados adversa­
rios, lograr negociaciones políticas, impulsar obras de interés personal o público, entre otras
demandas resultantes de las contradicciones propias de una sociedad desigual. Colectivos,
aglutinados en bandos diametralmente opuestos, donde la claridad doctrinal se pone en
duda, dado su carácter espontáneo y difuso además de la gran movilidad de sus miembros
entre una fracción y otra.
3. En esta ponencia se presentan reflexiones fundamentadas en el estudio de un proceso
local que exige precisiones descriptivas; no se omiten ni olvidan los referentes contextúales

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

Hasta el momento en que se recrudecieron las acciones públicas, la partici­


pación popular en los escenarios públicos se había limitado a corear o abuchear
las decisiones del ayuntamiento en la plaza mayor de la ciudad, en correspon­
dencia con la cultura política monárquica. Las acciones militares habían sido
limitadas, pues la provincia no se había incorporado activamente al proceso de
Independencia,4 a excepción de la batalla naval de Lago de Maracaibo en 1821
y algunas acciones de «guerrilla» en algunos de sus cantones. Por tanto, la guerra
de independencia no fue un factor movilizador en la sociedad marabina como
pudo ocurrir en otras provincias venezolanas: fueron los movimientos sociales
protagonizados por los Campesinos y Tembleques y los liderazgos emergentes
los que introdujeron modalidades en la práctica política republicana.

EN LA ANTESALA DE LA REPÚBLICA

El proceso de Independencia venezolano sorprendió a los habitantes de la


provincia de Maracaibo en momentos que se trababa de recuperar la economía
regional. Los años del creciente comercio cacaotero, muy bien posicionado en
los mercados americanos y europeos desde el siglo xvi, había entrado en deca­
dencia durante el siglo x v i ii luego que las áreas productivas gibraltareñas fueron
impactadas por una «coyuntura desastrosa» en la cual confluyeron factores natu­
rales (inundaciones, plagas, terremotos, deslaves de tierra) y antrópicos (ataque
de piratas e indígenas y rivalidades entre los principales puertos lacustres).5 Éstas
eran las más ricas áreas productivas en explotación por cuanto las planicies de
Perijá y sur del lago de Maracaibo aún estaban bajo control de comunidades
indígenas que entorpecían el comercio con las ricas tierras del virreinato de la
Nueva Granada a través del valle de Cúcuta.
A inicios del siglo xix, los productos enviados desde la provincia de Maracai­
bo ya no podían competir con los de otros puertos de la Capitanía General de
Venezuela, que gozaban de tratos preferenciales.6Al declarar España a Maracaibo
como puerto mayor, se limitó el ingreso de embarcaciones para el comercio
disminuido por la barrera natural que imponía la entrada al lago y sus productos
fueron pechados con impuestos superiores a los de otras provincias, como la
de Caracas. En consecuencia, para estos años, los productos de la provincia de
Maracaibo no podían rivalizar en los mercados americanos; en opinión de algu-

regionales y nacionales que explican a sociedades políticas de pertenencia, de larga trayec­


toria y singularidad.
4. Tibaud, Repúblicas; 2003.
5. Altez, Parra y Urdaneta Q., «Contexto», 2005.
6. Saavedra, «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe», en Leal, «La provincia
de Maracaibo», 1984, pp. 487-503.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

ñas autoridades locales fue aquella una de las causas del empobrecimiento de la
provincia. Además, la disminución de ingresos se vio agravada por el compromi­
so de sufragar los gastos de tres compañías de tropas para salvaguardarla de los
ataques de los filibusteros.7
A diferencia de la provincia de Caracas,8 la de Maracaibo se había visto en la
necesidad de sobrecargar a la población con elevados y variados impuestos so­
bre productos destinados para el comercio y consumo como la sal, azúcar, carnes
y otros frutos con la pretensión de incrementar los ingresos y atender los asun­
tos públicos. Es probable también que, por consejo del intendente Saavedra, al
frente de la Capitanía General de Venezuela, sobrevinieran recortes en los gastos
públicos y despidos entre los empleados públicos, para «hacer economías» y por
considerar algunos «empleos inútiles y ociosos» (mal pagados y por tanto pro­
pensos a «vender su obligación»); aquella autoridad también sugería eliminar la
cuarta compañía veterana, pues «pocos gastos de defensa necesita una provincia
que por pobre difícilmente tentará al enemigo».9
Los informes de José Domingo Rus, representante de la provincia de Mara­
caibo en las corte de Cádiz entre 1812 y 1814, ofrecen una visión más amplia de
la sociedad marabina. En pequeños poblados, esparcidos en el amplio territorio
que circunda el lago de Maracaibo, estaban distribuidas más de ciento seis mil
almas, de las cuales unas cuarenta mil estaban ubicadas en la ciudad-puerto de
Maracaibo.10 La numerosa población indígena, no incluida en el cómputo ante­
rior, era en su mayoría guajira (w ayúu)\de unos cuarenta mil de ellos, catorce mil
eran guerreros belicosos y dominaban amplios territorios junto con los caribes
(motilones) ubicados al occidente y sudoeste de la cuenca; se mantenían «a dis­
tancia» de la sociedad mestiza criolla por las barreras naturales que imponía el
medio o por las fronteras militares establecidas como «la línea» de Sinamaica para
mantener bajo control a la temida nación w ayúu .11Algunos eran comprados en
Maracaibo por familias «con recursos» y se dedicaban a actividades domésticas
o de servicio en condiciones de esclavitud, aunque no eran considerados legal­
mente como tales; eran los «recogiditos» a los cuales se les salvaba de la barbarie
cristianizándolos y civilizándolos.
La presencia de población esclava negra no era tan numerosa en la provincia
a causa de la decadencia de la producción cacaotera; por esta misma causa los
«morenos» que se dedicaban a esta actividad en el cantón Gibraltar vivían en

7. Ibid, p. 501-502.
8. Mckinley, Caracas, 1993.
9. Saavedra, «La provincia de Maracaibo en 1791 según un informe...», en Leal, op. cit.,
1984, p. 503.
10. No se cuenta con datos oficiales sobre la población para estos años, son estimaciones
derivadas de informes de autoridades emitidos en distintos momentos,
11. Paz, «La sociedad wayúu», 2000.

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

libertad en las haciendas arruinadas.12 De allí que a inicios de la república los


pardos o mestizos constituyeran el sector social más numeroso de la provincia
de Maracaibo. Considerados como «españoles que por cualquier línea traen su
origen de África» habían perdido toda esperanza de que se reconocieran sus de­
rechos como ciudadanos por el artículo 18 de la constitución de Cádiz de 1812;
13 constituían, la fuerza laboral más importante para los notables, además de ser
un sector en ascenso que aspiraba a un mayor reconocimiento social. Ocupaban
plazas militares o eran comerciantes y artesanos, propietarios o rentistas; algunos
ocupaban oficios que garantizaban un ingreso seguro.
Todos estos sectores distaban de los «notables», amenazados éstos por la sig­
nificativa disminución de sus caudales y por disposiciones que consentían a los
pardos igualarse.14 Los blancos nobles, y los no tan nobles, eran legitimados con
el reconocimiento de las mayorías, ocupaban los principales cargos públicos
y habían constituido grupos familiares consolidados como notables mediante
cimentadas relaciones familiares y de parentesco que se extendían hacia sus
homólogos en tierras andinas.15 Figuran como colectivos conservadores de sus
valores, costumbres y estilos de vida de los antiguos linajes, abiertos a las nuevas
corrientes de pensamientos, pero recelosos de cualquier cambio que alterara su
estatus en la sociedad.
Fueron, en su mayoría los que asumieron el control del cabildo al momento
de mantener la lealtad a la regencia y de decidir la no incorporación de la pro­
vincia al movimiento de Independencia liderado por Caracas; sin embargo, entre
el sector más joven y liberal surgieron tres movimientos independentistas entre
1810 y 1812.16 La mayoría conservadora fue la que decidió en 1821 la ruptura
con la monarquía e incorporación como república independiente de Venezuela
a Colombia; también figuraron como protagonistas de los movimientos sepa­
ratistas del departamento Zulia de Colombia en 1829.17 Fue éste el sector que

12. Rodríguez, Manumisión, 2001.


13. Maldonado, M aracaibo, 2003, pp. 96-97.
14. Fueron muchas las quejas por la «Pragmática de 1803» que fijaba la edad para contraer
matrimonio sin permiso paterno; José Domingo Rus hizo particular énfasis en la necesidad
de que esta disposición se modificara, alegaba: «A vista de las castas de aquellas provincias,
cuya consideración sólo iba a dar en tierra con las clases distintas, pues allí no faltan familias
de primer orden, y hay también otras del estado llano o blancos de la última especie, que
adquiere la nobleza que se llama personal y pasa a los hijos», Rus, M aracaibo, 1969, p. 98.
15. Vázquez y Varela, «Bases teórico metodológicas», 1996 y Vázquez y Berbesí «La familia
Baralt-Sánchez», 1996.
16. Millares Cario, M aracaibo} 1977.
17. La decisión de incorporarse a Colombia generó opiniones contrapuestas: unos con-
sideraban que era ilegal y protestaban en contra de las crecientes contribuciones exigidas;
otros la «atacan por el escandaloso método de vida y heterodoxo lenguaje que profesan varios
ciudadanos, beligerantes y permanentes, que sin más estudio, que el de media docena de
novelitas» opinaban sin juicio; unos terceros, «más inhumanos» «nos condenan de malvados u
odian extremadamente, no habiendo oído otras sólidas razones» y otros «raza de antipatriotas»

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LA C O R O N A EN L L A N A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

concedió poderes a su representante en las Cortes de Cádiz para que negociara


en 1812 su lealtad a cambio de la erección de la Capitanía General de Maracai­
bo que integrara el occidente de la actual Venezuela y parte del nororiente de
Colombia. Además, fue el más beneficiado con la creación del departamento
Zulia al ser integrado a Colombia, territorio que era casi el mismo que había
sido considerado por Rus en sus peticiones a las Cortes de Cádiz, y fueron ellos,
finalmente, quienes pactaron con los dirigentes caraqueños para que se recono­
cieran sus fueros en la República venezolana centro federal.Todas estas gestiones
contribuyeron a apuntalar a Maracaibo como capital de la entidad. Eran líderes
con un discurso regionalista y constitucionalista, defensores a ultranza de la au­
tonomía provincial, y habían demostrado su capacidad de convenir acuerdos en
momentos de crisis.
Los levantamientos, conspiraciones, asonadas y protestas fueron predominan- -
temente acciones civiles que públicamente expresaban sus preferencias a favor
o en contra de los pronunciamientos del cabildo. A excepción de los aconteci­
mientos ocurridos en 1822, cuando las fuerzas armadas asumieron un rol prota-
gónico, a un año de declarada la Independencia, la provincia fue subyugada por
las tropas monárquicas de Francisco Tomás Morales las cuales arremetieron en
contra de la población respaldadas por numerosos indígenas wayúu\ este suce­
so sumó a la causa republicana los grupos aún recelosos de la nueva forma de
gobierno. Expulsado Morales en 1824, se inició el proceso republicano del ahora
departamento Zulia que integraba los antiguos territorios de la provincias de Ma­
racaibo,Trujillo y Mérida,y se engrandecía con los de Coro. Durante estos años
el concejo municipal no pudo funcionar de manera regular y luego fue definiti­
vamente abolido en 1828 cuando el libertador-presidente asumió la magistratura
de Colombia con poderes absolutos.18
La guerra no había sido un factor movilizador en la provincia como ocurría en
territorios de la otrora Capitanía General de Venezuela. Eran minoría los militares
destacados durante la gesta y beneficiados por las nuevas disposiciones que los
distinguían como ciudadanos, activos constructores de la nación;19 recibieron
los reconocimientos, cargos y riquezas necesarios para diferenciarse del resto sin

egoístas quienes suspiran por España «al considerarse destituidos de ciertos gajes rateros, que
en tiempo habían». El Correo Nacional, Maracaibo, 16 de junio de 1821, n° 2.
18. Várela, «Estructura», 1995, p. 67
19. Las leyes republicanas venezolanas a partir de 1819, en consideración a la importan­
cia de la guerra y el rol mesiánico de las tropas libertadoras comandadas por Simón Bolívar,
habían dado una significativa importancia al ciudadano-soldado que luego se transfiguró
en soldado-ciudadano: «el título de militar autorizaba el paso de la condición de ciudadano
pasivo a la de ciudadano activo. Este reconocimiento público de los militares expandió sus
deberes más allá de lo estrictamente relacionado con el ejército. De defensores de la patria
pasaron a convertirse en sostenedores del poder instaurado» aspecto que comenzó a cambiar
a partir de la constitución de 1830. Hébrard, «Ciudadanía», 1999, p. 137.

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

importar color de la piel ni origen notable. Parece ser otra historia lo relativo a
los niveles de participación cuando se da la convocatoria a elecciones según las
leyes aprobadas por el congreso constituyente. Por primera vez, las mayorías no
sólo tuvieron la posibilidad de acceder a los escenarios públicos y participan en
la designación de las nuevas autoridades, muchos ocuparon por meses los nue­
vos cargos de empleados públicos al apropiarse del proceso; aspecto que lucía
muy esperanzador en una sociedad deprimida económicamente.

«QUEDÓ CONJURADA LA TEMPESTAD»

La nueva república sería constituida en 1831 después de que el congreso


constituyente estableciera los mecanismos para organizarse. Siete meses de ar­
duo trabajo legislativo culminaron con la elaboración de la primera constitución
venezolana y las leyes necesarias para el funcionamiento de las provincias, entre
ellas la de elecciones; en el ínterin, siguieron rigiendo las leyes colombianas. A
medida que se conocían las nuevas disposiciones se comenzaron a oír voces
de descontento las cuales expresaban añoranza por la Monarquía, Colombia y
el Gobierno de Bolívar; sobre todo al conocerse las contradicciones entre el
discurso liberal y las restricciones a la ciudadanía, al proceso censitario y a la
autonomía.20
Fallaron los intentos de mantener la armonía en la transición de Colombia a
Venezuela al aprobar leyes donde ninguna autoridad podía imponer ni sustituir
a un subalterno (ni el gobernador al jefe político ni éste a los concejales o los
alcaldes ni estos a los jueces de paz); por el contrario la posibilidad de ocupar
estos cargos con amplias atribuciones pareció influir en la tenaz decisión de de­
fender cada nombramiento. La inamovilidad temporal de los cargos agudizó las
tensiones políticas.
La vía para constituir la república quedó trazada con la ley de elecciones de
6 de octubre de 1830; las asambleas parroquiales y luego los colegios electorales
escogerían al presidente, vicepresidente de la república, senadores y diputados
provinciales, quienes, a su vez, propondrían el resto de autoridades (alcaldes,
municipales, síndicos procuradores y jueces de paz, quienes, a su vez, elegirían
a los empleados de los distintos despachos). Sin embargo, la junta reguladora,
que funcionaría sólo por una vez -dado el carácter inédito del proceso-, declaró
nulas las elecciones de Maracaibo por considerar que no existía quorum; esta
decisión fue ratificada tres meses después por el Congreso Nacional.21

20. Várela, «Estructura», 1995-


21. Para los electores la declaración de nulidad de las elecciones conjuraba la tempestad.
Consideraban que el gobernador hacía lectura equívoca de las leyes lo cual Favorecía a los
notables de siempre. Los que se empeñaron en anular las elecciones fueron los padres del

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

Fue precisamente este proceso electoral el que propició el funcionamiento


de un nuevo tren de gobierno en todos los cantones y el factor detonante de las
movilizaciones masivas protagonizadas por los colectivos maracaiberos a partir
de 1831. Ofreció la posibilidad de renovar algunas autoridades locales y sustituir
a aquellas que hasta el momento respondían a intereses de la red de leales aso­
ciados a las familias notables. Se destapaba la «caja de Pandora», que en el caso
particular de la provincia de Maracaibo, se expresó a lo largo del siglo xix, en una
sistemática lucha por controlar el proceso electoral para garantizar los favores e
influencias de los administradores de la cosa pública.22
El conflicto iniciado en la ciudad de Maracaibo en 1831 por los bandos rivales
de Campesinos y Tembleques, fue visto por los habitantes del resto de la provin­
cia como una posibilidad de incidir en el nombramiento de quienes debieran
estar al frente de los destinos públicos locales. Los grupos se polarizaron según
redes de lealtades construidas en torno a los candidatos a las jefaturas de paz,
el cargo más apetecido en los cantones pues había sido en la capital donde se
concentraban las principales funciones administrativas y contaba con el mayor
número de empleados públicos.
Esta situación se expresó claramente en el cantón Gibraltar donde su pobla­
ción, mayormente morena, propietaria, labradora y cosechera alegaba que Fe­
liciano Cepeda, los había liberado de quienes con sus «inquinas de ambición,
orgullo y despotismo» eran victimas.23 Tras una larga relación de improperios

bando Campesino, y los Tembleques los seguidores del primer colegio electoral defendidos
enérgicamente por Ramón Troconis con quien era imposible razonar. Él sería el líder de los
Tembleques, a cuya causa iría sumando progresivamente otros seguidores.
22. En diciembre de 1830 en un artículo titulado «Elecciones» se evidenciaba la preocupa­
ción sobre este tema. Se señalaba«... ¿cómo podríamos un sólo instante mirar con indiferencia
la suerte de nuestro cantón, de esta provincia, la nuestra propia individual, que va a depender
casi del todo de la Diputación de Maracaibo? ¿Y esta Diputación podrá corresponder a los
objetos que se ha propuesto el legislador, y a las esperanzas del pueblo, si los electores hacen
el nombramiento de diputados en ciudadanos ineptos, desaplicados o corrompidos? ¿Y estos
electores no obrarán de ese modo, si ahora los sufragantes parroquiales dan su voto para tal
destino en personas que están marcadas con semejantes defectos?», El Atalaya, Maracaibo,
12 de diciembre de 1830, n° 3. (Cursivas de los autores.)
23. a r p e z . En este cantón se habían registrado tempranamente manifestaciones por los
cargos locales. A modo de ejemplo se puede destacar cómo en el 29 de julio de 1820 en el
puerto lacustre de San Pedro se vio sorprendida la población por la estrepitosa entrada en la
iglesia del teniente de justicia Sebastián de la Barrera, quien acompañado de otros morenos,
que como él, formaban parte del partido Senú a cuyos miembros se les había ofrecido la
«pretensión de ser ciudadanos» a cambio de su continuidad en el cargo; en un espontáneo
acto de nueva juramentación de la Constitución monárquica y con el deseo de demostrar su
poder, daban «voces» y armaban «algarabías». Barrera, autoproclamado como «padre de los
morenos» trastocó el tradicional orden en la ubicación de las bancas de la iglesia colonial,
levantó de los sitiales de preferencia a sus habituales ocupantes (algunos blancos que aún
quedaban en la región y otros morenos, «cosecheros y labradores») y sentó a «su gente». Si
este acto no había sido convincente, se dedicó junto con sus partidarios a cantar, bailar y a

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

contra quienes consideraban sus enemigos, afirmaban así los autores del pasquín
firmado por «Unos hijos del país»:

¿Hasta cuando irreligiosos queréis dejarnos en paz? ¿Hasta cuando ladrones


queréis abusar de nuestra humildad, y nuestro silencio? Tenéis el arrojo de
llamar desgraciados al cantón Gibraltar; pero sabemos por qué; porque afor­
tunadamente descansa de ti, habiéndote arrojado de su seno, cohechadores:
porque te se acabó la dictadura, el manejo, el compinche, el estafamiento, y la
preponderancia que a imitación del tirano, y a costa de los infelices aspirabas.
Nosotros levantamos las manos hacia el cielo por vernos libres de las uñas de
tanta rapiña.24

En la ciudad de Maracaibo, donde en sus cuadras compartían y vivían las


principales autoridades provinciales (diputados, concejales, jefe político, coman­
dante de armas, administradores de las rentas y otros cargos civiles y militares
menores), las tendencias de la población eran definidas por grupos que capi­
talizaban a su favor los resentimientos de una mayoría que encontraba nuevos
espacios para expresar su inconformidad por la manera como eran manipulados
por los otros ya identificados como embaucadores. El éxito de los Tembleques
para lograr un apoyo masivo era precisamente articular y sumar a su favor a los
adversarios de aquellos que siempre habían estado al frente de la provincia y
habían hecho muy poco en beneficio de amplios sectores huérfanos de atención
y de repuestas sociales.25
Los líderes de los Campesinos tenían en su contra el color de la piel, los ape­
llidos rimbombantes, los títulos nobiliarios, los lucrativos negocios, sus propieda­
des y hasta el privilegio que habían detentado de vivir en las inmediaciones de
la plaza mayor o parroquia Matriz, escenario social donde se discriminaba a los
habitantes de las barriadas circundantes (El Empedrao, El Saladillo, Los Haticos).

amenazar a los posibles opositores con disparos al aire al frente de sus casas. Algunas de las
décimas recogidas en el expediente rezaban: «dicen los habladores / que muera la calavera
/ vivan las constituciones / viva el capitán Barrera». Prometiendo bailes y licor recitaba: «le­
vántate amigo mío / levántate compañero / viva la constitución / viva el teniente Barrera».
Expediente judicial en contra del teniente Barrera en Sección Criminales, n° D-02-03
24. «Al respetable público de Maracaibo. Necesaria es la luz, para los envueltos en tinie­
blas», Gibraltar 8 de abril de 1831, impreso por Fernando Garbiras. Este cantón marabino fue
uno de los más contestatarios, hasta bien avanzado el siglo xix; se dedicó a expulsar a las
autoridades blancas «impuestas por Maracaibo», al son de tambores y blandiendo machetes
amenazadores al ritmo de los Chimbangueles (baile al toque de tambores); las nuevas autori­
dades arrinconadas en el muelle lacustre del puertecillo no tenían más opción que embarcar­
se con sus familia de regreso a su ciudad de origen. Las leyes republicanas habían legitimado
a estos morenos como propietarios y ciudadanos, muchos de ellos se habían autoliberado.
25. En este ínterin nombraron nuevas autoridades. En algunos casos los elegidos se resis­
tieron a ocupar los cargos alegando la ilegitimidad de las elecciones; en consecuencia fueron
apresados.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

A su favor detentaban la representación de las instituciones, del orden y del éxito


por lo que contaron con el respaldo de los también numerosos sectores agremia­
dos según sus oficios (marineros, plateros, queseros, navegantes, carpinteros). És­
tos se veían amenazados por los mestizos en ascenso, autodenominados «brazos
de cobre», quienes a diferencia de sus contendores utilizaban las plazas de sus ba­
rriadas u otros sitios populares de concentración (gallera, mercado, muelle) para
reunirse y protestar al expresar su inconformidad y exigir, de manera encendida
y en ocasiones violenta, los derechos que legítimamente eran reconocidos por la
constitución y las nuevas leyes republicanas.
Los líderes Tembleques, considerados por los rivales como arribistas, no lo
eran en la región sino en los escenarios de la administración pública; también ha­
bían sido excluidos aunque algunos de ellos procedían de importantes familias
de comerciantes. Se sumaron a los resentimientos de los «brazos de cobre» que
en el juego de las tensiones, propias de años de definición política, chocaron ine­
vitablemente entre sí haciendo de la ciudad de Maracaibo el escenario de luchas
que no se habían vivenciado ni durante los años de la Independencia. Años que
eran considerados como de la «independencia de Maracaibo» pero no de España
sino de los «de siempre», de aquellos enquistados en el poder, producto de la
cultura del antiguo régimen, quienes habían olvidado e ignorado a las mayorías
que vivían en condiciones infrahumanas y de opresión social.
En un pasquín anónimo de 1833 se hace referencia a la existencia de un sec­
tor de la sociedad marabina, autodenominado «zamba clase» quienes acusaban
a los «Borbones Caraqueños» de tenerlos como inferiores e incapacitados para
ocupar cargos de importancia.Al respecto señalaban:

... Se quebró el cetro de España, se destruyó el imperio de Bolívar y va a comen­


zar el de los Borbones Caraqueños, y si no ¿cómo nos están encapando poco a
poco cuando no hijos natos, otros tantos como ellos, y todos nosotros conside­
rados como imbéciles para obtener empleos? :[...] Y para lograr no ponemos en
estos cuidados, hoy van nulidades, tal como la última que acaba de llegar... Para
tú y yo que no aspiramos a otros empleos que gozar de los derechos que nos
concedió la naturaleza, los cuales nos tienen usurpados...26

Tres años antes habían circulado pasquines que revelaban los conflictos en­
tre mestizos y blancos, identificados los primeros con sectores de la milicia des­
contenta por la separación de Colombia. Convocaban a actos violentos contra
los blancos y la nobleza; señalaban los pasquines «desfijados» de puntos estraté­
gicos en la ciudad: «no más nobleza», son una «caterva de picaros que nos ha es­
clavizado habiéndolos hecho libres», «unos ladrones, alerta contra esos blancos».
Se preguntaban «¿hasta cuándo negros, zambos y mulatos? ¿Hasta cuando nos

26. agn v, Sección de Interior y Justicia, t. XXIX, ff. 266-266 v. (La cursiva es mía.)

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

han de mandar esos perversos blancos? Nosotros hemos formado a la patria para
ellos y nos hemos quedado sin virgo y sin dinero, pero infelices para quien nos
están robando nuestros derechos, vida y hacienda».27
El sector mestizo, ocupado en actividades artesanales o de servicio, era un
numeroso sector en pugna que enfrentaba no sólo a las autoridades caraqueñas
sino también a los «notables» marabinos, sus explotadores. En otro pasquín se
acusaba abiertamente a los propietarios Manuel J. Amador y a Lucas Baralt como
individuos sin moral por adular y plegarse a las autoridades caraqueñas, las cua­
les, sistemáticamente, arremeten contra el pueblo:

... Si el gobierno más sabio y más vigilante, no tuviese otro objeto más que el
de hacer sus súbditos dichosos, no se verían en Maracaibo tantos vagos, ambi­
ciosos, malhechores, ladrones y asesinos como los que infestan la sociedad. La
moral del pueblo es muy poco considerada en este país; y el gobierno no se
ocupa más que de hacerlos enteramente desgraciados por su poca energía. Aquí
el hombre honrado es esclavo de picaros y pendolistas, pues ya hemos palpado
que no es dueño de gozar libremente del fruto de su trabajo por arrancarlos con
impuestos, imaginarios y perversos, lo poco que posee... 28

El paréntesis abierto luego del proceso electoral de 1831 y la ocupación de


nuevos hombres en los cargos públicos de los cantones provinciales favoreció
que transitoriamente individuos de esta «zamba clase» accedieran a los cargos
públicos mientras se hacían las consultas al congreso sobre la legitimidad de
estas elecciones. Con ello se inició un proceso que no dio marcha atrás: la deci­
dida pretensión de unos de acceder a los cargos y la de otros de conservar sus
influencias. Al declarar el congreso nulas las primeras elecciones provinciales y
retomar los Campesinos el control, las acciones se recrudecieron. Gradualmente
los Tembleques fueron sumando nuevas adhesiones que hicieron de una ten­
dencia de unos pocos, inicialmente contestataria, una acción colectiva cada vez
más generalizada que permitió que el descontento trascendiera a expresiones
de protesta.
El discurso de la igualdad, libertad, hermandad, justicia, compasión y progreso
era compartido por los dirigentes de ambos bandos que hacían gala de un discur­
so liberal y progresista influenciado por las tendencias modernas. La solidaridad
construida entre los Tembleques, reforzada por un discurso esperanzados fue un
componente que propició la construcción de una identidad colectiva para favo­
recer el encuentro entre disímiles individuos, unidos ahora por el interés común
de alcanzar un mejor modo de vida, sin que esto implicara una clara postura ideo­

27. a r f e z , Sumaria criminal sobre conspiración instruida en contra de Alejo Soto en el año
de 1830, Sección Criminales D-20-13.
28. a g n v, Sección de Interior y Justicia, t. XXIX ff. 293-293 v. (La cursiva es mía.)

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

lógica en beneficio de un definido proyecto político. Es de presuponer que los


vínculos personales construidos por estos individuos serían el soporte de esta
red de lealtades populares difícil de rehacer por la poca evidencia documental;
en algunos sumarios de los juicios se pueden precisar algunas de estas relaciones
(familiares, amistad, compadrazgo, de trabajo); sin embargo, fue el contexto elec­
toral el que contribuyó con el descontento objetivado en las luchas eleccionarias
y el que surgieran nuevas maneras de lograr ventajas y beneficios sociales que
hasta el momento se les habían negado.
El conflicto reflejaba posiciones individuales y colectivas; en el bando Cam­
pesino se destacaban personalidades que, al ocupar importantes cargos públicos
en el Congreso Nacional o Diputación Provincial, debían defender los intereses
de la provincia frente a un centralismo cada vez más amenazante. Estas personali­
dades descollaban por su discurso regionalista en defensa de la autonomía admi­
nistrativa y política, reconocida en el principio federal suscrito en la constitución
centro federal de 1830; el objetivo era garantizar la representatividad e ingresos
fiscales para oxigenar a las insuficientes rentas públicas, además de los legítimos
fueros y privilegios reconocidos en el pacto de asociación venezolana.29
Por el contrario, los líderes del «partido» Tembleque se dedicaban a denunciar
el estado lamentable de la provincia, ineficacia de las autoridades y abandono de
los necesitados; también se ocupaban en denunciar las jugadas políticas de sus
contendores. Aprovechaban cualquier oportunidad, desliz o contradicción para
debilitar a su enemigo, descubrirlo ante las masas y hacerle «la vida imposible»
para impedir una marcha cómoda o armonizada con los «hermosos preceptos
que prometía el régimen republicano».
Este discurso de denuncia, expuesto inicialmente en una «guerra de plumas»
y luego en acaloradas alocuciones y enfrentamientos públicos, favoreció que los
sentimientos de injusticia individuales se convirtieran en una creencia comparti­
da para construir una identidad del «nosotros» al distinguirse de «ellos». Un deta­
llado seguimiento a las hojas sueltas que circularon en 1831, cuando se iniciaba
el conflicto, sugiere las diferencias entre ambos grupos en torno a las cuales se
construyó un discurso diferenciador e identificador. Los Campesinos se conside­
raban «amenazados por el irrespeto a los derechos ciudadanos», el cual se exten­
día a sus esposas, familia y propiedades; se consideraban los que actuaban con
«razonamiento, justicia y de manera civilizada» por ser «moderados, sosegados y
calmados, no débiles. Eran los que consideran que la razón no se encuentra en
la anarquía».30

29. Urdaneta Quintero, Tiempos defederación, 2008.


30. Fueron localizadas once hojas sueltas publicadas por cada bando en 1831 impresas en
Maracaibo por Fernando Garbiras.

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES; MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

A juicio de los Campesinos, losTembleques eran lo opuesto a sus principios:


un movimiento que nació «por un hombre que haciéndose superior a todo ha
mirado en nada ni el atropellar los ciudadanos, ni derrocar los principios, ni vio­
lar las garantías»; siete individuos, «enemigos de la ley», movidos por su voluntad
de «por sí y ante sí», quienes han infringido la constitución y el proceso electoral
para establecer un colegio electoral que por su ilegitimidad nunca ha existido.
Estos actos, han promovido en las mayorías la «anarquía convulsiva», las «erupcio­
nes del encono» y «han provocado el contraprincipio de la soberanía absoluta:
como siempre ha desconocido legitimidad en todo poder sin límites cualquiera
que sea su origen».
Sin embargo, los Tembleques se reconocen para el momento como autori­
dades que «ejercen legalmente sus funciones», quienes «han sufrido opresiones,
injusticias» por desconocerse sus «servicios importantes a Venezuela», soldados
que «no han perdido las consideraciones ni los derechos de tal», amenazados por
«procesos legales viciados» que pretenden matarlos «con cuchillo de palo». Cali­
fican a los Campesinos con múltiples adjetivos donde se destacaba el hecho de
que eran liberticidas, vengativos, ladrones, criminales, tumultuosos, altivos, ambi­
ciosos, dictadores, manipuladores, estafadores, prepotentes, rapiña, victimarios,
orgullosos, despóticos, quienes pretendían «manchar el honor de otros» con pala­
bras «llenas de veneno mortífero de vuestro rencor», pretenden «echar por tierra
el brillo de las nuevas autoridades».Afirman losTembleques desde Gibraltar: «se
intitulan ciudadanos y nosotros les decimos perecidos y mal intencionados; que
brotando el veneno de la venganza por estar fuera, y porque no han podido llevar
a efecto sus depravadas intenciones», hacen esfuerzos para deponer a las nuevas
autoridades.
Otra mirada, aún imparcial, apuntalaba cómo los miembros de ambos bandos
han sido vejados; los Campesinos «pretenden como de fuerza tener el aura popu­
lar» cuando «la decisión no toca a otro que al pueblo» y a losTembleques quienes
son los que «desean empleos» hay que «dejarlos con su manía, que el Gobierno
sabe a quién darles». Les aconsejaban tener juicio y olvidarse de «cuestiones aca­
loradas que no dan sino disgustos a los espectadores»; además, insisten en el
carácter fraternal de los marabinos, pues todos somos «hermanos y venezolanos»
y a nosotros nos desagradan «partidos que nos degradan»; se advertía que esta
desunión los debilitaba y amenazaba con que «nos tengan de peor condición que
a los africanos». A los pocos meses de haberse iniciado los conflictos y enfrenta­
mientos, expresaba «un anciano» en un volante en el que hacía referencia a los
diversos calificativos que se daban:

Por tanto señores, tengamos juicio. Escríbase por la prensa lo que nos ilustre y
dejémonos de poner leña al fuego para que nos abrasemos. No ignoro lo que
ha pasado como Argos que he sido de todo, por lo mismo siento que los males

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

sigan incrementándose. Déjense de Plaza, Saladillo, Papa, Aristócratas, Bolivia­


nos, y que sé yo qué más, y vamos a lo principal que más nos conviene que es
la unión...31

Las nuevas opciones abrían un espacio esperanzador de una mejor calidad


de vida al ser atendidos los principales problemas cotidianos de supervivencia.
En una sociedad profundamente religiosa, esta esperanza no entraba en con­
tradicción con los preceptos difundidos por la iglesia católica, pues se corres­
pondía con el milagro de la intervención divina. En este contexto favorable a
la movilización, ocurrió un importante cambio donde se pasó de las acciones
de protestas de grupos dispersos que compartían un criterio compartido, a una
acción común para lograr un objetivo que se consideró de todos; para ello, se
construyeron los nuevos espacios de encuentro y protesta.
En medio de tal ambiente de discursos liberales, reclutamientos forzosos y
prácticas de exclusión se abrieron caminos a la insurgencia de sectores popula­
res que hasta el momento habían dedicado sus mayores esfuerzos a sobrevivir. En
la provincia de Maracaibo -a diferencia de otras en Venezuela- la participación
en acciones militares no fue un factor movilizador durante la Independencia, a
excepción de ciertos apoyos logísticos, de suministros y refuerzos a las fuerzas
aliadas, conspiraciones urbanas o guerrillas rurales. El rango militar otorgado en
las constituciones venezolanas a algunos personajes, siendo luego destacados
como ciudadanos constructores de la nación, no se extendió ampliamente hacia
otros sectores, a excepción de contadas personalidades que apoyaron a Simón
Bolívar y la defensa de Colombia; ello sumó un escenario adicional de confron­
tación.
Las opciones parecieron surgir en el bando que gradualmente los aglutinó: los
Tembleques. Durante años, prevaleció la incógnita de las razones de este nombre
que parecía aludir despectivamente a personas temerosas, inseguras, afeminadas
o enfermas. Recientemente se localizó en un periódico marabino de fines del
siglo xix una serie de artículos escritos por el médico Manuel Dagnino quien
hacía un nostálgico balance de estos hechos con el personal interés de justificar
las acciones de José Aniceto Serrano, nacido políticamente bajo la protección
de los Campesinos y quien se mudó al bando contrario cuando debió escoger
la opción más acorde con sus ambiciones. Señalaba Dagnino, contrariamente a
lo presumido, que el término Tem bleque había surgido despectivamente de sus
contendores al hacer alusión a la fogosa personalidad de Ramón Troconis.32

31. «Suspensión de opiniones electorales», Maracaibo, 1831, impreso por Fernando Garbi-
ras. Señalaba algunas de las tendencias presentes en los diferentes escenarios del conflicto.
32. «Don Aniceto Serrano. Estudios biográficos e históricos del 1834 a 1844», diez artícu­
los publicados secuencialmente en el periódico maracaibero Las Noticias durante el mes de
enero de 1892, núm. 424-431.

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

Éste, como líder, temblaba de ira y coraje al hacer sus presentaciones públicas.
Se entremezclaba con el pueblo común en los mercados, galleras, calles, plazas
de los barrios, muelles y, desde sus propios escenarios, en campaña permanente,
se hacía notar con su voz impetuosa y con discursos incandescentes al criticar a
«los otros» contraponiéndolos a un «nosotros» haciendo alarde de contar con las
soluciones efectivas en beneficio de todos. En este discurso de confrontación,
se fue definiendo este orador; encarnación de la política moderna, quien con su
temperamental comportamiento le dio el nombre de Tembleques a dicho grupo
y que gradualmente se convirtió en el referente identitario de quienes luchaban
por un trato más justo y reivindicaciones sociales.
Por el contrario, el nombre del bando opuesto, Campesino, no hacía alusión a
las masas que se desempeñaban en las actividades del campo. Nada más alejado
de la realidad en una ciudad portuaria, tan árida como sedienta, imposibilitada
para desarrollar una provechosa actividad productiva que fuera más allá del cul­
tivo de frutas y verduras para el consumo local. Una ciudad dinamizada por las
actividades comerciales y de servicios necesarias para atender las demandas de
locales y visitantes favorecidos por las ventajas ofrecidas por el lago de Maracai­
bo. Los del bando C am pesino eran la antítesis de lo que su nombre presumía:
propietarios de hatos ubicados en las zonas más frescas de la planicie de Mara­
caibo, se dedicaban en sus ratos de esparcimiento^ hacer política. Se reunían,
conspiraban y acordaban las acciones que seguir que luego eran comunicadas a
sus leales en la ciudad por sus trabajadores o «campesinos», con un ininterrum­
pido tránsito epistolar.
Por tanto, el apelativo otorgado al «partido» Campesino aludía a los sectores
más privilegiados de la ciudad, a las familias más encumbradas, aliados entre sí
durante centurias para conservar y acrecentar fortuna. Bando al que se sumaban
otros sectores sociales intermedios que también dependían de esta actividad co­
mercial para sus pequeños negocios: consignatarios, revendedores, proveedores
y ejercían otras funciones de servicio, además de aquellos que disfrutaban de
un sueldo como empleados públicos, y otros más que dependían directamente
de su patrón. Respondían a la línea establecida por la necesidad de mantener el
orden y garantías institucionales.Tal fue «el pueblo» que soportaba a los Campesi­
nos, protagonistas de los enfrentamientos con los Tembleques, que en ocasiones
tenía desenlaces fatales; los motivaba la defensa de un statu qu o garantía de
supervivencia.
Entonces, Campesinos representaba a los ricos, ilustrados, políticos experi­
mentados, los blancos, la nobleza, los notables y todos aquellos que garantiza­
ban el orden, la estabilidad, y la continuidad, sostenían un discurso liberal en
lo político pero conservador en lo social, identificándose con las tendencias de
liberales y conservadores sin distinción alguna. Además en Caracas se debatían
por el control del Estado. Por su parte,Tembleques aglutinaban a las nuevas au­

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAM ERICANA

toridades, sectores emergentes, a los que aspiraban ser empleados públicos, a los
descontentos, los desesperanzados y aquellos que a toda costa estaban dispues­
tos a defender la esperanza que el señor Troconis ofrecía, aunque para ello tu­
vieran que «torcer» las leyes y «obligar» a las instituciones. Grupos heterogéneos
y difusos, difíciles de identificar en cuanto no respondían a una organización de
gobierno; se los identifica cuando unos se refieren despectivamente a los otros y
cuando coyunturalmente se expresaban a través de las movilizaciones.
Para los actores sociales del momento, lo que sucedía respondía a dos visio­
nes totalmente distintas de un mismo hecho, las posiciones más radicalizadas
resumían las opiniones.Así, para los Campesinos era un producto del «dogma mal
entendido y mal aplicado de la soberanía radical», que es el «predicamento de
la anarquía, el arma de las facciones» que deslegitima al gobierno establecido.33
Para los Tembleques «todo es para acabar con nosotros, pero el supremo acabará
con vosotros... los verdaderos criminales y los que merecéis la horca por sus
arbitrariedades a mano absoluta con que habéis usurpado la mano del pobre».34

DE NUEVO LAS ELECCIONES

A mediados de 1834, una infracción en la ley de elecciones por parte de los


Tembleques colmó la paciencia de los Campesinos, quienes se manifestaron en
contra. Ramón Enríquez, alcalde primero municipal apoyado por los miembros
del concejo, procedió a nombrar los conjueces que debían presidir las asambleas
primarias y a los jueces de paz, función que le correspondía al jefe político Lino
Celis como presidente del concejo municipal, sostén incondicional del bando
Campesino.35 De estas elecciones surgirían los electores para nombrar al pre­
sidente de la república, congresistas y diputados de la legislativa, quienes, a su
vez, elegirían a la mitad de los miembros del concejo municipal y propondría la
terna para que el ejecutivo nacional seleccionara al gobernador de la provincia.
Si en 1831 la confrontación llegó al enfrentamiento entre los dos bandos, tres
años después, la pugna se radicalizó a la luz de los conflictos protagonizados por

33. «Contestación al republicano», Maracaibo, 18 de abril de 1831, impreso por Fernando


Garbiras,
34. «Al respetable público de Maracaibo. Necesaria es la luz para los envueltos en tinie­
blas», Gibraltar, 8 de abril de 1831, impreso por Fernando Garbiras.
35. Según lo establecido por la Constitución de 1830, en cada parroquia, mensualmente la
autoridad civil y algunos vecinos escogidos por el concejo municipal del cantón, formaban parte
de la lista de posibles sufragantes. La lista se publicaría con los requisitos necesarios para ser
elector. Cada dos años, el primero de agosto habría en cada parroquia una asamblea com­
puesta de los ciudadanos que pudieran sufragar, presidida por el juez de la parroquia unido
a cuatro jueces, quienes seleccionarían a aquellos que elegirían a los nuevos miembros del
congreso y al presidente de la república.

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Índice
CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

los seguidores de ambas tendencias quienes no lograban encontrar puntos de


encuentro.36
La constitución de 1830 había establecido la forma mixta centro-federal para
la organización de la república; esta organización confusa y contradictoria abría
otros espacios de luchas entre los intereses locales y centralistas. La primera, sos­
tenía la tradición autonómica en las provincias y, con ello, las posibilidades de un
gobierno que respondiera a las necesidades de la Venezuela profunda y respon­
día, a su vez, a la necesaria centralización de un Estado nacional en construcción.
El discurso que utilizaban los Campesinos para enfrentar a Caracas ante las res­
tricciones de los fueros autonómicos impactado por los controles en los ingresos
provinciales (aduanas, papel sellado, impuestos a la importación y exportación,
timbres fiscales, entre otros) 37 era el mismo utilizado por los Tem bleques para
exigirles a aquellos el justo reconocimientos de sus derechos y beneficios.
En las ciudades capital de provincia se ubicaban las autoridades que repre­
sentaban al gobierno central: gobernador, jefe político, jueces de paz, autoridades
administrativas y militares; también los defensores de la autonomía provincial:
diputados y demás autoridades municipales. En los cantones, las municipalidades
representadas por el concejo y presididas por el jefe político, velaban por los
derechos e intereses locales. Contextualmente los enfrentamientos entre Cam­
pesinos yTembleques se insertaban en las tensiones habidas entre las tendencias
centralista y autonomista presentes en la provincia. El gobernador, máxima au­
toridad y representante del poder ejecutivo nacional, era el blanco de los prin­
cipales ataques.
El jefe político, representante del gobernador en todos los cantones y hom­
bre de confianza, debía hacer cumplir en los cantones medidas -en ocasiones
impopulares-, para mantener el orden público; al presidir también el concejo
municipal recibía las mayores presiones de las localidades. La ambigüedad de
las leyes sumaba factores adicionales de tensión en cuanto intromisión en las
atribuciones de los funcionarios y era motivo de permanentes enfrentamientos
dirimidos, ocasionalmente, por la intervención de la corte suprema de justicia,
decisiones que, con frecuencia, llegaban de manera tardía e inoportuna pues
contravenían los acuerdos internos logrados entre las autoridades. De esta ma­

36. Se publicaron en 1834 periódicos para defender una y otra causa. En apoyo a los
Campesinos La Cotorrera, y El hijo del Rayo y a favor de los Tembleques El Follón; lamenta­
blemente no fueron localizados. Pineda, 100 años, 1994, pp. 17-19.
37. Estas limitaciones administrativas fueron en la práctica parcialmente atenuadas con
la creación de impuestos provinciales y municipales, al igual que por empréstitos forzosos
a los lugareños.

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LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

ñera se concretaba la ley orgánica de provincia que había establecido las moda­
lidades de la fórmula mixta de la constitución.38
Los cambios estructurales introducidos por la república estuvieron sellados
por el modelo centro-federal. La autonomía municipal se encontraba entorpeci­
da y limitada por el complicado sistema político que regía las provincias; con ello
también se limitaba el acceso a los cargos concejiles y otros del poder local. Era el
origen del caos administrativo que hasta el momento había vivido el país: se «fió a
las diputaciones provinciales toda la parte legislativa del poder municipal, y a los
gobernadores la parte ejecutiva de ese mismo poder; pero hizo a las diputaciones,
además de responsables por sus actos, dependientes del congreso general, y a los
gobernadores, dependientes del poder ejecutivo, como sus agentes naturales e
inmediatos, a la vez que, como primeros magistrados en sus provincias, debieran
ejercer con independencia sus funciones municipales».39
En 1834, la actitud del alcalde Enríquez, el «Tembleque más odiado»,40 res­
pondía a la necesidad de conservar las redes solidarias y lealtades entre sus par­
tidarios en función de las relaciones de dominio favorecidas por la organización
político administrativa de la provincia. Para los Campesinos su actuación era cla­
ra evidencia de una nueva maniobra de su bando para controlar el resultado de
las elecciones primarias y con ellas los tan añorados empleos; se señaló como su
cómplice al gobernador de la provincia, Ramón de Fuenmayor, quien, informado
de lo acontecido según refirió el síndico procurador Manuel Freitas en su expo­
sición a la diputación provincial, «desatendiendo la evidente justicia del reclamo,
dejó violada la ley, y se declaró incompetente, favoreciendo de este modo al par­
tido que había cometido aquel atentado». Este comportamiento era considerado
como intencional, «con el fin malicioso de coartar la libre expresión de la volun­
tad general, y que los ciudadanos que lo componen continuasen repartiéndose
entre sí los destinos de la provincia y gozándola cual si fuese una cautiva que
le hubiese tocado en botín (para usar la expresión de un héroe de la patria) o
como si ella fuera el patrimonio de esa oligarquía su opresora».41Ante este estado

38. Ley de Organización y Régimen Político de las Provincias de 14 de octubre de 1830


y de 24 de abril de 1838.
39. González Guinán, Historia, tomo VI, pp. 64-65. Mensaje de José Tadeo Monagas al
Congreso de 1857. Una especie de maraña política trababa la vida y el ejercicio del poder,
mezcla de la herencia monárquica y de las nuevas propuestas liberales que originaron desde
inicios de la república continuas consultas a la presidencia y congreso de la república para
determinar el alcance de la competencia de unos y otros mandatarios, locales, provinciales
y nacionales.
40. a g n V, comunicación, Maracaibo, 29 de diciembre de 1835, Sección de Interior y
Justicia, t. CVIII, f. 257 v.
41. a g n v, comunicación, Maracaibo, 5 de noviembre de 1834, Sección de Interior y Jus­
ticia; t. XCIII, f. 203 v, (La cursiva es mía.)

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

de cosas, los Campesinos optaron por dirigirse una vez más al ejecutivo nacional,
haciendo formal la denuncia contra el alcalde Enríquez.
De nuevo, como había ocurrido en 1831, el elemento detonante de las ac­
ciones conflictivas fueron las elecciones, más por su significado de movilidad
social que por constituir un espacio de participación democrática; la construc­
ción del lenguaje identificador de los unos para distinguirse de los otros estaba
relacionada con las modalidades de intervención en los procesos electorales. Los
líderes hacían gala, en distintos puntos de la ciudad, de su capacidad oratoria con
discursos «incendiarios» destinados a exacerbar los ánimos; en contacto directo
con las masas, daban muestras evidentes de valentía y arrojo para distinguirse
de sus opositores. Para este momento, cualquier pretensión de continuidad en
el poder o acción destinada a controlar las elecciones era interpretada bajo la
consideración de los sucesos ocurridos desde 1831 y los resentimientos de gru­
pos; como repuesta se activaban las antiguas solidaridades y lealtades, a medida
que se promovían acciones para alcanzar objetivos diametralmente opuestos e
irreconciliables.
Mientras se esperaba la respuesta del gobierno central, los ánimos se caldea­
ron azuzados con la publicación de periódicos y pasquines para hacer públicas
denuncias en contra del bando contrario; acciones espontáneas de protestas o
tumultos en distintos puntos de la ciudad expresaban el malestar popular, sobre
todo de los Tembleques excluidos por la nulidad de las elecciones. Esta práctica
originada a inicios de la república impactaba a los colectivos, inundados de con­
ceptos liberales contrapuestos a apelativos donde se «denigraban los conceptos
más sanos, las reputaciones más bien cimentadas».42
En este clima de confusión llegó la respuesta del ejecutivo sobre el proceso
inducido por Enríquez; las elecciones fueron declaradas ilegales con lo cual se
daría de nuevo inicio al proceso electoral. Las elecciones se dieron el primero
de agosto con un claro triunfo Campesino. Sin embargo, al querer el gobernador
actuar directamente para controlar el conflicto e intervenir en las elecciones, los
Campesinos lo encarcelaron en el Castillo de San Carlos. Para reforzar la decisión,
se ampararon en una representación remitida al ejecutivo nacional firmada por
más de trescientos «padres de familia y vecinos» donde se solicitaba la deposi­
ción del gobernador por pertenecer al bando Tembleque.43Alegaban que con su

42. a g n v , carta del Gobernador de la Provincia, Ramón de Fuenmayor, al Secretario


de Interior y Justicia. Maracaibo, 14 de Julio de 1834, Sección de Interior y Justicia, t. XCII,
f. 212.
43. Un seguimiento prosopográfico de los firmantes de la representación ha permitido
identificar casi cien de los firmantes en cuanto a profesión, propiedades, cargos políticos,
problemas judiciales, actividad económica, filiación a la masonería, etc. Del mismo modo se
precisaron entre los firmantes, maestros y artesanos agremiados como: pintores, carpinteros,
impresores, cafetaleros, sastres, albañiles y plateros. Otros, a quienes no se pudo identificar
profesión o posición económica aparecieron en las elecciones posteriores de 1837 como

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LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

deposición regresaría «la tranquilidad pública» al «salvar la provincia de la anar­


quía y de la guerra civil».44
El malestar popular de este momento y la capacidad de movilizar personas se
manifestaron en la magnitud de la revuelta de 1834. Era evidente que la sociedad
marabina no sólo estaba enfrentada entre sí, sino también a Caracas y al poder
que esta capital representaba; sólo hay que recordar los adjetivos que le daba
el pasquín al gobierno centralista, para imaginar el alcance de la oposición; el
apelativo de «borbones caraqueños» refería ala continuidad del dominio colonial
representado en Maracaibo por las mismas familias notables, dado el carácter
pacifico que había ostentado la transición de la monarquía a la república y que
contaba con el apoyo de Páez, con quien pactaron. El apoyo popular a los Cam­
pesinos también era evidente y preocupaba a los Tembleques, acusándolos de
utilizar medios «nada nuevos y más efectivos» para captar la voluntad del pueblo.
Para restarle importancia al carácter popular y masivo del conflicto marabino,
Rafael Urdaneta -general militar zuliano, héroe de la Independencia enviado a
dirimir entre las partes- informaba al gobierno nacional de que las acciones co­
lectivas obedecían a la «natural propensión de este pueblo a reunirse donde hay
cualquier cosa que ver», esta tendencia de curiosear «fue engrosando el número
de los peticionarios hasta formar un tumulto».45 Lo incuestionable resultaba ser
el carácter inédito de estas movilizaciones y la espontánea participación de los
individuos en las protestas.
Al carecer los Tembleques de apoyo militar para enfrentarse al gobernador
interino que estaba respaldado por las dos columnas del Batallón Boyacá, aque­
llos acudieron al comandante Cecilio Bravo, antigua figura militar de la Inde­
pendencia que residía en Perijá; de inmediato aceptó conducir las maniobras
contra Maracaibo para «conservar esta ciudad como parte integrante del Estado
de Venezuela, y que en ella [...] se obedezca y observe su constitución, y que se
establezca el orden legal alterado...»46 Con esta acción, el conflicto que se había
centrado en Maracaibo transcendió con mayor fuerza hacia los cantones rurales
donde se «armó y engrosó su grupo con la gente que animaban en los montes»,
y se prepararon para atacar sin aceptar los tratos de paz que proponía el go­
bierno provisional. El conflicto trascendía de enfrentamientos civiles urbanos a

electores o funcionarios en algún cargo de la provincia. No se pudo precisar información


de unas 200 firmas de las cuales muchas están bajo la figura «por» o «a ruego de». Al hacer el
seguimiento nominal se pudo comprobar que muchas de estas personas firmaron posterior­
mente otras representaciones.
44. a g n v , representación, Maracaibo 25 de Julio de 1834. Sección de Interior y Justicia,
t. XCII, f. 292-301 v.
45. a g n v, Informe del general Rafael Urdaneta, Maracaibo, 29 de diciembre de 1834.
Sección de Interior y justicia, t. CVIII, f. 257 v.
46. a g n v , Comunicación de Cecilio Bravo al Secretario del Interior. Maracaibo 25 de
diciembre de 1834, Sección Interior y Justicia, t. XCIII, f. 330 v.

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

acciones organizadas comandadas por militares; para fines de año ya se habían


enfrentado ambas fuerzas de manera violenta en varios puntos de la provincia
con bajas de ambos bandos y numerosos heridos. Debilitado, el comandante Bra­
vo solicitó una tregua en espera del pronunciamiento nacional con la esperanza
de que fuera favorable a su causa.
Para las fechas en que se produjeron los choques armados, ya el ejecutivo
había tomado importantes decisiones que habían sido publicadas en la G aceta
d e Venezuela del 3 de diciembre de 1834, para darle legitimidad. Resolvió el
ejecutivo que se declarara alterado el orden público en la ciudad de Maracaibo
e ilegal al gobierno provisional de Lino Celis; además se desconocían las autori­
dades militares y se anunciaba el envío del General Urdaneta, apoyado por las
fuerzas militares de Coro, como comandante de armas.47 El 29 de diciembre se
presentó Urdaneta en Maracaibo solo sorpresivamente, después de dejar acan­
tonadas sus tropas en Casigua, en la vecina provincia de Coro. De inmediato se
reunió con los Campesinos quienes lo recibieron con los mayores honores y la
mejor disposición para resolver la crisis. En pocos días quedó restablecido el
orden aunque con resistencia a reponer a las autoridades legítimas. Sin embargo,
privó la «cordura» y consiguió que las personas más influyentes del partido Cam­
pesino cedieran. De este modo la reposición no fue «un acto de las armas sino de
la obediencia voluntaria del Gobierno».48
La fácil solución del conflicto por parte de Urdaneta, manejada su influencia
con acierto por Páez, no es de extrañar. Era miembro de una de las más importan­
tes familias de Maracaibo, figura idolatrada por las masas por su lealtad a Bolívar y
acciones militares durante la Independencia, miembro de la Logia de Hermanos
Regeneradores de Maracaibo, propietario, y socio de comerciantes locales. Du­
rante los años colombianos (1823 a 1827) había sellado alianzas de amistad con
diversos sectores; por ello, en el informe confidencial que envió el poder ejecuti­
vo puede observarse una velada defensa de los intereses Campesinos:

La composición de los partidos Campesinos y Tembleques hará conocer a vues­


tra señoría que la superioridad es por el primero. Notabilidad de personas,
influencia, fortuna y número forman de este partido una masa que el otro no
pudiera ya contestar si no hubiera cometido los actos ilegales del 10 de Noviem­
bre, así pues, debiendo decir a vuestra señoría la verdad para que el gobierno
pueda formar un juicio exacto de las cosas, no puedo ocultar que ni aun socie­
dad se encuentra aquí si no entre los Campesinos pues que hasta las mujeres

47. a g n v, Informe del Ejecutivo nacional, Sección de Interior V Justicia, t. XCIII, f. 420.
48. a g n v, Oficio enviado al Despacho de Guerra y Marina. Sección de Interior y Justicia,
t. CVIII, f. 262-264.

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LA C O R O N A EN L L A M A S . C O N F L I C T O S ECONÓMICOS Y SOCIALES EN LA I N D E P E N D E N C I A IBEROAMERICANA

sostienen con calor su partido: que esta es una verdadera lucha de la demagogia
y el populacho contra la mayor y más sana parte de esta población.49

Para el Gobierno nacional, la opinión de Urdaneta era altamente confiable,


quedaba sellada la opinión sobre los dos partidos: los Tembleques eran los opor­
tunistas que con su demagogia habían logrado apoyo del «populacho», descalifi­
cando así a esta parte del pueblo, considerándolos ciudadanos no útiles para la
república; los Campesinos le parecían sin embargo, como el sector mayoritario y
formado por los ciudadanos útiles y constructores de la nación, «la parte sana». El
acuerdo logrado entre los Campesinos y el gobierno nacional se deduce de anali­
zar la manera de hacer política del presidente de Venezuela, general José Antonio
Páez, quien trataba de sellar alianzas con los sectores que sumaban a su proyecto
de país, dado que para estos años su posición aún estaba afectada por su traición
a Bolívar al liderar la separación de Venezuela de Colombia.50 Páez, según acos­
tumbraba, conservó la organización del poder marabino, sin ocasionar cambios
sustanciales, y selló una alianza incondicional con el sector más influyente que
se mantuvo mientras estuvo activo políticamente en el país. El resultado de las
elecciones realizadas en 1834 evidenció el alcance del acuerdo; de los diez votos
correspondientes a la provincia, ocho fueron a favor de Carlos Soublette, candi­
dato de Páez, dos por Santiago Marino, de la misma línea, y ninguno para José
María Vargas, candidato opositor al paecismo . 51
Los conflictos entre los dos bandos llegaron a otro nivel en 1835. Las movili­
zaciones sociales protagonizadas hasta el momento prepararon el terreno para
ampliar las nuevas acciones que involucrarían a otros sectores sociales: militares
y población de los cantones rurales; las experiencias y fracasos de los años ante­
riores ayudaron a afinar los mecanismos de protesta y confrontación. La nueva
rebelión liderada por los Tembleques fue apoyada en esta oportunidad por los
hermanos Bravo, líderes rurales en Perijá, y por Francisco María Paría, del cantón
Altagracia; en nombre de la federación y aclamando a Santiago Mariño, se enfren­
taron al gobierno local en manos del bando opositor. Estos encuentros serían
más organizados y violentos que los anteriores: la meta era volver a Colombia.
En este escenario se desató una guerra civil que se sumó al movimiento nacional
denominado «Revolución de las reformas».

49. a g n v, Informe del general Rafael Urdaneta, Sección de Interior y Justicia, t. CVIII,
f. 227-228. (La cursiva es mía.)
50. Pérez Vila, «El Gobierno», Política, 1976, p. 58.
51. González Guinán, Historia, 1954, p. 263.

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CAMPESINOS Y TEMBLEQUES: MOVIMIENTOS SOCIALES Y PARTICIPACIÓN

CONCLUSIONES

Las acciones colectivas conflictivas protagonizadas por bandos antagónicos


y rivales luego de la Independencia y a inicios de la república en Venezuela se
explican a la luz de los conflictos sociales preexistentes propios de una sociedad
desigual y de los cambios estructurales introducidos por el proceso de indepen­
dencia. Las tensiones heredadas de la organización monárquica y la difusión de
un discurso liberador e igualador fueron el marco contextual que propició un
primer escenario de participación, directa o indirecta, de una ciudadanía amplia­
da frente a las oportunidades que ofrecía el inédito proceso electoral.
Un sentido exacerbado de injusticia aunado al de indignación polarizó a la
población en dos grupos disímiles, difusos y antagónicos que, al enfrentarse, tras­
cendieron en la vida pública. Autodenominados partidos, actuaban de manera
espontánea sin una jerarquía y organización definida, azuzados por las cualidades
oratorias del líder en turno. Estos actores sociales rompieron pretéritas lealta­
des y construyeron nuevas solidaridades en torno a un discurso esperanzador,
constructor de una efímera identidad colectiva que ofrecía la quimera de una
mejor calidad de vida a través de un empleo asalariado o de cierta influencia
entre las autoridades de turno. Los grupos de presión estaban articulados por
una fraternidad oportunista, algunas preexistentes y otras construidas en la diná­
mica del proceso y franquearon los intereses individuales para construir sus pro­
pios marcos referenciales a través de una acción compartida. Fueron expresión
de la manera cómo se había objetivado el tema electoral y de cómo los asuntos de
la república pasaron de ser un asunto de los demás a uno personal y que daba
sentido a las diversas protestas.
Este proceso fue posible por la definición de diversos escenarios de confron­
tación: unos aún añoraban la monarquía y al rey, otros conspiraban por restituir
la Colombia bolivariana, soñaban con una república hanseática independiente
o apoyaban a Venezuela pero sin renunciar a la autonomía provincial. En este
contexto, las acciones conflictivas protagonizadas por los Campesinos y Temble­
ques lograron coyunturalmente drenar las tensiones de tan disímiles demandas a
medida que fueron mutando en el dinámico proceso. En cinco años, de «guerra
de plumas» y escaramuzas aisladas, se pasó a enfrentamientos masivos y violen­
tos hasta desembocar en guerra civil; con escenarios urbanos y rurales que gra­
dualmente involucraron nuevos liderazgos de facciones cada vez más amplias y
radicalizadas.

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Índice
LA C O R O N A E N L L A M A S . C O N F L I C T O S E C O N Ó M I C O S Y S O C I A L E S E N L A I N D E P E N D E N C I A IBEROAM ERICANA

A R C H IV O S

arpez Archivo del Registro Principal del Estado Zulia.


agn v Archivo General de la Nación, Venezuela.

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