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Resumen
Este artículo realiza una reflexión del sentido de la vida; la vida de
Bartolomé de las Casas. En primer lugar, se centra la atención en los co-
mienzos de su vida. Posteriormente se analiza el momento denominado
las “tres conversiones”. Las mismas que despertaron múltiples críticas y
contradicciones. La primera de estas transformaciones consistió en la
motivación “divina” que recibió Bartolomé para predicar libremente las
injusticias sufridas por los indios americanos a manos de los españoles;
el segundo cambio radicó en la determinación de formarse intelectual-
mente; la tercera transformación radica en su capacidad para ejercer
acciones políticas en favor del aborigen americano. Para terminar, se
esbozan las conclusiones, en las que se destacan las contradicciones en
las que se insertó la vida de este autor, aclarando que estas son parte
normal del proceso de búsqueda del sentido de la vida de un hombre.
* El presente artículo hace parte de la tesis para optar al título de Doctor en Filosofía en la
Universidad Pontificia Bolivariana de la ciudad de Medellín. DOI: http://dx.doi.org/10.15332/
s0120-8462.2017.0117.04
** Filósofo, Universidad de Antioquia. Doctor en Filosofía, Universidad Pontificia Bolivariana. Docente-
investigador, Universidad Católica Luis Amigó. Josepinomo@amigo.edu.co,wilmarjmo@gmail.com
Cuadernos de Filosofía Latinoamericana / ISSN 0120-8462 / Vol. 38 / No. 117 / 2017 / pp. 81-103
Abstract
This article makes a reflection of the meaning of life; the life of
Bartolomé de las Casas. First, it focuses on the beginnings of his life.
Subsequently, the moment called the “three conversions” is analyzed.
The same ones that aroused multiple criticisms and contradictions.
The first of these transformations consisted in the “divine” motivation
that Bartolomé received to freely preach the injustices suffered by the
American Indians at the hands of the Spaniards; the second change was
in the determination to train intellectually; the third transformation
lies in his capacity to exercise political actions in favor of the Native
American. Finally, the conclusions are outlined, in which the contradic-
tions in which this author’s life was embedded are highlighted, making
it clear that these are a normal part of the process for searching the
meaning of a man’s life.
Resumo
Este artigo reflete sobre o sentido da vida; a vida do Bartolomeu de
las Casas. Em primeiro lugar, foca-se na atenção nos começos da sua
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Introducción
Para determinar el sentido de vida de un ser humano hay que tener presente que
“todos los seres, desde luego, aspiran (a un fin) y con tal fin realizan cuantas accio-
nes realizan naturalmente” (Aristóteles, II, 4, 415b2-4). Por otra parte, tal sentido
es constituido, además, por los avatares y situaciones que suministra la realidad en
la que se nace y las experiencias sensibles y particulares en las que se ve, por alguna
razón inmiscuido el ser humano, que como cuestión normal pueden formar una
personalidad profundamente contradictoria. Así es como el sentido de la vida “toma
cuerpo y existencia en algo sensible, capaz, por lo tanto, de ubicarse más allá de los
sujetos que la provocaron” (Coccia, 2011, p. 61).
Desde otro punto de vista, la búsqueda del sentido de la vida resulta abismalmente
contrapuesto y dudoso en principio a los ideales futuros, también está determinado
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por el pasado; por una serie de acontecimientos que han de ser tratados según el
contexto; por el carácter particular del sujeto que va en búsqueda de su fin. Carácter
que se puede manifestar en comportamientos: “mal sanos”, groseros, egoístas, ob-
sesivos e ilusorios. Al respecto, dice Wahl (1956): “Heidegger enumera tres aspectos
de la existencia, a saber: el proyecto enfocado hacia el porvenir, su determinación
y su condicionamiento por su pasado y el carácter esencial del hombre” (p. 153).
Estos comportamientos en ocasiones resultan perjudiciales para unos y altamente
beneficiosos para otros, por ello y la construcción del sentido de vida de Las Casas no
es la excepción entre todos los seres humanos de haber tenido un pasado; de haberse
encontrado en un contexto particular en el que se formó, ni de haber manifestado
ciertas actitudes y carácter que lo llevaron a ser un personaje como el ya descrito,
pues tal y como lo afirma Cabada (1994), citando a Schopenhauer: “el hombre irre-
vocablemente está determinado, por su ‘carácter’ por los motivos concretos, que
convierten las acciones del hombre en algo que ocurre con una ‘determinación’, que
podría denominarse mecánica” (p. 63).
Esta exposición de la construcción del sentido de vida de Las Casas estará matizada
por una serie de afirmaciones que no solo darán cuenta de las situaciones positivas
de este personaje sino también de aquellas que lo llevaron a ser calificado de parciali-
zado, interesado y poco objetivo en sus exposiciones y teorías. Lo anterior visualizará
un proceso de vida lleno de contracciones y de momentos que trascurrían entre la
obtención de sus intereses más egoístas y la defensa del bien común, como aquel que
realizó de los indios americanos. Por ello afirma Borges (1990) que el protagonista
(de esta historia) “será para unos un loco; para otros un santo; para la posteridad, un
loco a lo divino […] un malvado para los heridos y un héroe para sus patrocinados
o para sus seguidores” (p. 14).
Cabe concluir que Bartolomé de las Casas: “(al) igual que se dejó influir por las cir-
cunstancias, del mismo modo intervino luego en ellas. Llevando a término su misión,
dio satisfacción tanto a su existencia interior como a lo que otros hombres exigían
de él” (Kierkegaard, 1997, p. 39).
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Los acontecimientos y los sentimientos que lo unieron con América, según Olaizola
(1991), comenzaron cuando a sus nueve años vio a Colón cargado con un sinnúmero
de objetos y esclavos traídos desde el Nuevo Mundo; pero lo que más despertó el interés
del futuro precursor de los indios hacia los nativos americanos fue el viaje que hizo don
Pedro de las Casas2, su padre, a las Américas, en el mes de septiembre de 1493, cuando
en la segunda expedición del almirante Colón se embarcó con este a las nuevas tierras.
Abandonado cuando tenía nueve años, por su padre, Bartolomé se quedó en Sevilla con
sus tres hermanas: Isabel, Catalina y Marina, y su madre, familia que no poseía otros
medios de sustento más que una tahona y un horno para cocer pan.
Años más tarde, dice Beuchot (1994), y después de que su padre zarpara desde España
hacia las Américas, murió su madre, quedando el hogar a cargo de su hermana mayor,
Isabel de Sosa, quien se responsabilizó de administrar y cuidar el único sustento de
la familia, la tahona, que no daba la suficiente ganancia para que la familia de Las
Casas viviera de una manera cómoda y solvente. A partir de esta situación, Bartolomé
comenzó a aceptar consejos de su hermana Isabel, para que se hiciera clérigo, ya que
solo con recibir la orden menor obtendría lo suficiente para mantener a una familia
que no tuviera muchas pretensiones.
En relación con su formación académica, se sabe que Las Casas se formó en leyes
en la escuela de Sevilla, fundada por el famoso y prestigioso latinista de la época,
1 Esta última fecha de nacimiento, se tomará como punto de partida para el estudio del autor en cues-
tión, ya que antes de los estudios de H. Rand Parish y H. E. Weidmann, el año de 1474 se daba como
fecha de nacimiento de Las Casas, pero después de estos estudios la crítica se inclina más por el año
de 1484. Véase el artículo de estos autores (1976, pp. 385-403). ( Beuchot, 1994, p. 17).
2 En otros textos aparece el padre de Bartolomé de las Casas con el nombre de Francisco de las Casas.
(Enzensberger, 1987, p. 37).
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Antonio Nebrija. Allí no solo recibió instrucción gramatical, sino también formación
relacionada con el humanismo escolástico:
Por lo que se refiere a sus estudios, por razones de edad hay que desechar la
opinión general de que acudiera a la Universidad y, con más razón aún, que
poseyera ya el título de licenciado cuando en 1502 se embarcó para el Nuevo
Mundo. Su bagaje intelectual no podía ser en ese momento más que los conoci-
mientos adquiridos en las escuelas elementales de Sevilla. (Borges, 1990, p. 23)
los dedicó, como todos los demás conquistadores, a la minería; a servir como
soldado y a tomar parte en las sangrientas expediciones contra los indios
rebeldes, emprendidas por el gobernador Fray Nicolás de Ovando y el capitán
Diego Velázquez en la provincia de Xaragua. (Beuchot, 1994, p. 18)
Toda esta experiencia de participar en las cruentas y salvajes guerras contra los indios;
su papel como colono; la explotación que él como conquistador ejercía contra los
nativos, obligándolos a trabajar en las minas y a servirle como esclavos, fue lo que
lo llevó a ser calificado, por algunos, de codicioso, ya que “en las muertes, sudores,
hambres y vida desesperada que sufrían los indígenas mineros, alguna responsabilidad
tuvo que caber en el propio Las Casas en su calidad de encomendero que se valía de
sus encomendados para la extracción del oro” (Borges, 1992, p. 30).
3 Era en la iglesia bizantina el corte ritual del cabello de los niños al séptimo día después del bautismo.
Se hacía en forma de cruz para significar el descenso de la bendición de Dios sobre la cabeza del
niño. El corte de cabello significa además su primera ofrenda a Dios. En tiempos de Gregorio Magno
en la corte papal existían cubicularrii tosurati, es decir, clérigos que recibían la tonsura a imitación
de los monjes, para quienes la tonsura era el símbolo de su total consagración a Dios. Si los monjes
y luego los clérigos practicaban la tonsura, los demás cristianos usaban el cabello moderadamente
largo (Institutum Patristicum Augustinianum. 1998, p. 2136).
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En 1506, decide viajar a la ciudad de Sevilla, lugar donde pasó un año, dedicándose
al estudio de las humanidades, para recibir las órdenes menores. Este título lo llevó a
desempeñarse como doctrinero en las indias, lugar al que volvería, no sin antes ir a Italia.
Estando en Italia, en 1507 Bartolomé de las Casas fue nombrado sacerdote, cuando
tenía veintitrés años. Según Borges (1992), el interés que motivó su decisión “obedeció
simplemente al afán de promoción política […] en ella no influyó para nada el asunto
de los indios, es decir, no se hizo sacerdote para atenderlos espiritualmente” (p. 42).
Una vez ordenado sacerdote, Las Casas decide volver a España y posteriormente
al Nuevo Mundo y reanuda la explotación de su hacienda y la recogida de oro,
suspendida años atrás por su viaje a Sevilla. Se radica en Santo Domingo, donde
permaneció alrededor de unos tres años cumpliendo labores como clérigo, dedicado
a la granjería y a las funciones propias de su ministerio, sobresaliendo especialmente
en la predicación. Allí, fue el primer sacerdote en cantar una misa en América. No
obstante, el futuro defensor de los indios no se comportó de manera diferente a los
demás conquistadores, porque en 1511 parte hacia Cuba a realizar una expedición,
en compañía de Diego Velázquez, Hernán Cortés y Pánfilo Narváez. Tal expedición
se desarrolló dentro de un ambiente pacífico y sin mucho derramamiento de sangre,
en tanto que los indios se entregaron pacíficamente, lo que facilitó el sometimiento
completo de los habitantes de la isla y su distribución sin resistencia de las tierras
conquistadas entre los que hicieron parte de la contienda; entre ellos, y como bien
se sabe, estaba Las Casas, quien al momento de la repartición no se quedó corto a la
hora de repartidas las pertenencias:
Él recibió allá una buena ración, buen número de indios le fueron “encomen-
dados”. También le tocaron las tierras correspondientes, con eso Las Casas
desarrolló un interés personal en aquel sistema de explotación: tenía minas y
haciendas rentables y se encargaba, como dice él mismo, más bien de su pose-
sión y de sus minas, en lugar de la doctrina cristiana porque estaba tan ciego
como los pobladores mundanos4. (Enzensberger, 1987, p. 38)
En palabras de Borges (1992), Bartolomé, al igual que aquellos a quienes más tarde
condenaría, se aprovechaba de los indios ocupándolos en las cementeras, en las gran-
jerías y en las minas, sacando oro, todo bajo precarias situaciones de hambre, pues no
4 Esto lo confirma el mismo Bartolomé en su historia de las indias donde admite algunos comporta-
mientos suscitados por el interés en la posesión de minas y riquezas.
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alimentaba suficientemente a los indios, ni hacía caso de los lamentos que por falta
de salud ellos proferían, ni mucho menos se preocupaba de su vida religiosa. Esto
demuestra que durante este período fue poco compasivo y piadoso con los indios.
Por esta misma época, comenzaron a pasar a Cuba algunos de los padres dominicos
como fray Pedro de Córdoba, quien fue de los que alcanzó más fama y tuvo mayor
influencia en la vida de Las Casas porque “en su predicación se mostraba colérico,
pero como si su cólera estuviera atizada por un juego divino” (Olaizola, 1991, p. 73)
y porque sus sermones tenían tal efecto que conmovían a los feligreses, generando
en ellos comportamientos más humanos hacia los indios.
Pero esto no fue lo que realmente hizo de Bartolomé un defensor de los indios. Lo
que más encendió su fuego e iluminó su corazón para que fuera un incansable e in-
condicionado luchador por los aborígenes americanos fue un sermón muy famoso
que pronunció fray Montesinos en la ciudad de Santo Domingo. En este sermón,
presenciado por todos los vecinos y las altas autoridades, fray Montesinos increpaba
a los españoles diciéndoles las siguientes palabras:
Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que
usáis en estas inocentes gentes, decid ¿Con qué derecho y con qué justicia, tenéis
en tan cruel y horrible servidumbre a aquellos indios? [...] ¿no son hombres?
[...] ¿no tienen ánimas racionales? [...] etc. (Freide, 1978, p. 21)
Los sermones y los actos de Montesinos que buscaban que los encomenderos trataran
bien a los indios llegaron hasta oídos de Las Casas, encontrando así aliados para su fin,
porque él también estaba de acuerdo con esas denuncias, las mismas que comenzó a
predicar en cada una de las misas. Esto llevó a Bartolomé a sentir un gran aprecio por
los dominicos, en especial por los personajes de fray Pedro de Córdoba y fray Antón
Montesinos, hasta tal punto que cuando estos llegaron a Cuba, salió a su encuentro
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con un buen aparejo de mulos. A este momento de la vida de Las Casas también se
le conoce como su primera conversión.
Primera conversión
La primera transformación del defensor de los indios tiene su punto relevante cuando
Bartolomé decide confesarse con fray Montesinos, sacerdote dominico que le niega la
absolución por tener indios en encomienda y por negarse a dejarlos, argumentando
estar cumpliendo fielmente las leyes proferidas por el Rey. Consternado entonces,
y sumido en un profundo desasosiego y tristeza y después de leer el Eclesiástico,
capítulo 345, para preparar un sermón que debía dar en la recién fundada provincia
del Espíritu Santo, Bartolomé “recibe el llamado de Dios”, acontecimiento que relató
así: “Pero aquel atardecer, sería un poco antes de la caída del sol, sentí una llamada
en mi corazón y me pareció que era el mismo Señor quien me estaba cantando los
versículos del salmo” (Olaizola, 1991, p. 10).
Así, pues, y camino a la Provincia del Espíritu Santo, Las Casas encuentra lo que
muchos historiadores y estudiosos han denominado como su primera conversión,
hallando de esta manera claridad para su espíritu y desasosiego para las intranqui-
lidades de su alma, quedando cada vez más motivado y con mayor libertad para
predicar a los cuatro vientos la injusticia, el abuso y las violaciones que estaban
cometiendo los españoles con los indios. Esta conversión acabó también con su
interés por mantener indios a su cargo, pues su predicación no tendría sentido si
todavía seguía siendo un encomendero. Renunció, entonces, a las haciendas y con
ellas dejó, además, a los indios que le habían sido encomendados y a mediados de
1514 disuelve la sociedad con Rentello, quien era desde hacía muchos años su amigo,
socio y consejero, para convertirse por fin en el más dedicado y aguerrido defensor de
los nativos, lo que quizá sería difícil de creer, más cuando ya era un hombre maduro
de más de treinta años, integrado solamente al orden social y que de un momento
a otro cambia radicalmente su modo de pensar y de actuar, solo por haber leído un
pequeño fragmento de la Biblia.
5 El capítulo del eclesiástico el cual aparece en las Sagradas Escrituras dice así: “Pan escaso es la vida
de los indigentes, y quien se lo quita es un hombre sanguinario. Mata al prójimo quien le priva de su
subsistencia y derrama sangre el que retiene el salario del jornalero” (Enzensberger, 1987, p. 38).
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Como se observa, esta conversión dejó un manto de duda en quienes se han inte-
resado por la vida del fraile. A ella la califican de anormal y chocante, ven en este
hecho un acto provisto de vanagloria, inmoral e impropio de alguien consagrado a la
vida sacerdotal. Le falta, dicen, la fuerza moral de otros a quienes se ha considerado
santos. Por esta razón, dice Menéndez (1963):
En fin, y a pesar de todas estas contradicciones en su decisión, ya todo está dado para
que el defensor de los indios se diera a la tarea de su lucha; es así como, y después
de haber liquidado todos sus negocios y haciendo escala en Santo Domingo donde
se conectaría con fray Pedro de Córdoba, otro luchador contra los excesos de enco-
menderos, Las Casas “viaja a España y junto con él también parte el ya nombrado
fray Antón de Montesinos. Llegan a Sevilla en octubre de 1515, convencidos de que
dadas las circunstancias y el autogobierno de los ‘americanos’, solo una enérgica
intervención podría cambiar la situación” (Freide, 1978, p. 26).
Al llegar a España, lo primero que hace ahora el futuro defensor de los indios es
presentarse ante el rey Fernando, el Católico, para decirle y hacerle ver que en las
tierras conquistadas no se cumplían sus leyes y que, por el contrario, se cometían
toda clase de abusos y atropellos. Este lo escucha atentamente, entendiendo que sus
palabras importaban mucho a sus intereses, pues con sus relatos e historias podría
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muy bien saber qué pasaba en “América”, con respecto a los abusos y calamidades que
sufrían los indios. Los relatos de Las Casas conmovieron al Rey acordando un nuevo
encuentro en la ciudad de Sevilla a donde viajaría el monarca al finalizar la Navidad.
Acordada la nueva cita y aconsejado por fray Montesinos, pacta un encuentro con
don Juan Rodríguez de Fonseca, ministro universal de los indios; este lo recibió con
mucha displicencia y poca atención, tal vez, porque pensó que Bartolomé exageraba
con respecto a los acontecimientos vistos en La Española. Fonseca lo expulsa y “co-
menzamos con esto a pensar que no es prudente prescindir de la opinión de algunos
antiguos contemporáneos cuando califican a Las Casas como hombre de ‘invenciones
e imaginaciones’ y como ‘injuriador’ […] pues el autor de la destrucción inventa
cifras y maldades” (Menéndez, 1963, p. 17).
Llegó así la fecha y a finales de la Navidad Las Casas parte para Sevilla, donde se
entrevistará por segunda vez con el Rey. De igual modo, el Rey parte hasta allí en su
espera para cumplir lo prometido con Bartolomé. Pero los designios de la azarosa
vida no favorecieron los intereses de Las Casas, porque antes del día previsto para
la reunión el Rey muere el 23 de enero de 1516, camino a Guadalupe, donde pediría
consejo a nuestra Señora.
Muerto el Rey, y mientras tomaba posesión el nuevo monarca, “Carlos V”6, se encar-
garon de la gobernación del Reino de Castilla el cardenal Cisneros, perteneciente a la
orden franciscana, y el cardenal Adriano de Utrecht, a quien llamaban el Emperador,
por serlo, de Carlos. Aprovechando la posesión y demostrando gran inteligencia,
Las Casas decide visitar a los nuevos, pero transitorios gobernadores, con el fin de
felicitarlos por tan notable distinción. Es así y después de presentar su relación de
agravios ante el cardenal Adriano, este le muestra su confianza y lo convierte en su
veedor, en un hombre que lo valora y le presta mucha atención, comenzando juntos
una cruzada para ayudar a los indios.
En junio de 1516, se realiza una junta para discutir y reformar las Leyes de Burgos
promulgadas en 1512. Allí, el emperador Adriano propone una reforma, liderada
por Las Casas, la cual consistía en la abolición del régimen de los repartimientos.
Además, en esta ocasión le fue encomendada a Las Casas la tarea para que él mismo
se encargara de ordenar, por escrito, cómo habrían de ser gobernados los indios,
6 Por aquella época, Carlos V tan solo era un joven de quince años de edad, además, este no residía en
España (Enzensberger, 1987, p. 42).
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tarea que la desarrolló con la ayuda de fray Antonio Montesinos. Ahora contaba
Bartolomé de las Casas con todas las herramientas “legales” para intentar recuperar
la libertad de los indios, suprimiendo las encomiendas.
Nombrado ahora protector de los indios, viaja a La Española para poner en práctica
las reformas que se había propuesto en las Indias para proteger a los nativos. Para
poner en práctica el plan que liberaría a los indios de su situación, se designa a un
grupo de frailes jerónimos, con quienes al parecer nunca se entendió y a quienes
siempre desdeñó, acusándolos de pocas letras, ignorantes y culpables de traicionar
su misión y llevarlo al fracaso de sus remedios para con los indios.
En 1517 Bartolomé de las Casas vuelve a España, después de darse cuenta de que se
había equivocado al elegir el grupo de frailes Jerónimos7 escogidos para poner en
marcha su proyecto de liberación de los nativos, porque ellos, según el mismo Las
Casas, fueron incapaces de realizar el trabajo encomendado.
Al llegar a España, el 3 de junio de ese mismo año, “se planta ante Cisneros, quien regía
mientras venía el rey Carlos V y le pide la abolición efectiva de la esclavitud, la prohibi-
ción de los atropellos y la implantación de un orden justa” (Beuchot, 1994, p. 19); pero
para sorpresa y desilusión de Las Casas, por esta época el cardenal Cisneros ya había
muerto, y él, destituido del cargo de protector de los indios, se sume en gran tristeza y
desánimo y decide volver con su familia; para ello, quiso pedirle consentimiento a fray
Diego de Deza, quien se desempeñaba como obispo de Sevilla. A él quería solicitarle
que le encaminara en su diócesis sacerdotal regular, lo que nunca sucedió porque fray
7 Sobre este argumento de los Jerónimos, dice Enzensberger que “probablemente (Bartolomé) ignoraba
que los miembros de la comisión —dos obispos o un funcionario— tenían intereses. Un interés material,
que consistía en que la explotación de las indias continuara produciendo sus réditos y de las que
recibían importantes ingresos” (Enzensberger, 1987, p. 41).
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Como apenas sería lógico, este nuevo plan lascasiano, para rescatar y liberar a los
indios de los españoles, no tuvo resultado alguno y su fracaso llevó a Las Casas a
renunciar al proyecto de labradores y a plantearse nuevas alternativas para colonizar
y evangelizar pacíficamente a los habitantes de la tierra firme, para ello, consiguió la
firma de la capitulación por parte del rey y el nombramiento como administrador de
8 Enzensberger agrega que “a través de algunos pasajes de la brevísima relación de las Indias, pueden
reconstruirse sus argumentos, siempre partió de la suposición que el rey no sabía nada de los crímenes
que se cometían en su nombre; con engaños y persuasiones dañosas que se hicieron al rey nuestro
señor, como siempre se ha tratado de encubrir la verdad de los daños y perdiciones que Dios y las
ánimas, y su estado, recibían en aquellas indias” (Enzensberger, 1987, p. 43).
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todos los territorios que comprendían las Costas de las Perlas. Allí se desenvolvería
con mayor autonomía y libertad para proteger sus dominios.
Sin embargo, no fue posible llevar a cabo este nuevo proyecto, porque los españoles
que habitaban en estas tierras se encontraban en una difícil situación económica:
acosados por el hambre y en malas condiciones de salud, no se sentían motivados
a tomar parte en la propuesta. Bartolomé sale del lugar y quince días más tarde los
campesinos españoles que allí se encontraban y los franciscanos que los acompañaban
fueron asesinados y masacrados por algunos indios que atacaron el lugar, sembrando
la mortandad y el terror.
Sin duda alguna, todas estas expediciones eran de calificarse como admirables por
la intensión de ayudar a los indios, pero no se puede desconocer que todos estos
fracasos nacieron del desconocimiento, del egoísmo y de los deseos de sobresalir del
fraile, además de la gran carga de fantasía, ilusionismo y falta de realismo por parte
de Bartolomé. Comportamiento del cual hacen mención ciertos autores como Borges,
quien dice al referirse a los actos de Las Casas que “la falta de realismo se refleja
en que basó todos sus pensamientos en lo que debía, no en lo que se podía hacer”
(Borges, 1990, p. 267). En este mismo sentido se pronuncia Menéndez al decir que
“el proyecto para la colonización de Cumaná […] contenía disposiciones fantásticas,
o extravagantes” (Menéndez, 1963, pp. 43-44).
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Con este nuevo fracaso, el padre Las Casas se sume en una profunda depresión y para
“consolarse se dedicó a conversar con sus amigos los dominicos que se encontraban en
La Española y en especial conversaba con Fray Domingo Betanzos, quien le aconseja
que se hiciese fraile dominico” (Losada, 1970, p. 195). Es a este acontecimiento, el de
convertirse en fraile dominico, al que la mayoría de los autores han denominado en
la vida de Las Casas su segunda conversión.
Segunda conversión
A la invitación que le hace el padre Betanzos, Bartolomé de las Casas responde de
manera positiva y toma su hábito como padre dominico, en el mes septiembre de
1522, en la ciudad de Santo Domingo, y ocurre lo que muchos historiadores han
denominado la “segunda conversión”.
9 “Cayetano (Tomás de Vio) fue un religioso dominico (1468-1534). Nació en Gaeta, murió en Roma.
Ingresó en la orden dominicana a los 16 años de edad, estudió en Padua, interpretó el Libro de los
Proverbios y fue maestro de estudios, profesor de teología en Brescia y Pavía y, por último, catedrático
de Metafísica en la universidad. En esta época compuso su comentario al tratado De ente et essentia
de santo Tomás, en el que se ocupa en los problemas suscitados por el averroísmo, y en las objeciones
del escotismo. Dos años más tarde, abandonó su cátedra y pasó en el año 1500 al convento de Santa
María de las Gracias de Milán. En el mismo año fue nombrado procurador general y profesor de
Teología y Filosofía en la Universidad de París y Roma” (Enciclopedia de la Religión Católica, 1952,
pp. 596-597).
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Las Casas podía sentirse inferior a los dominicos de formación juvenil y com-
pleta; sus enemigos, veremos, que lo menospreciaban por no haber estudiado
sino unos pocos cánones, es decir por no ser docto en teología, y por no haber
estudiado en Salamanca, dos escatimas que eran causa de inferioridad notoria
en las disputas que el agitaba. (Menéndez, 1963, pp. 67-68)
Pero y a pesar de esta situación, Las Casas no se aminoró y ahora, con mayores ar-
gumentos teóricos, reinicia en 1531 su labor como defensor de las Indias.
Durante esta etapa y por defender los derechos que no se le reconocían a los aboríge-
nes, sufre diversas persecuciones y encarcelamientos, pero su persistencia y espíritu
de lucha no deja que estos hechos lo debiliten y lo dejen apartar de la defensa que
había comenzado por los aborígenes, pues nada ni nadie parecía detener su ilusión y
su misión humanitaria, porque hacia 1539 ocasionó en Nicaragua un escándalo que
sirvió para que sus enemigos lo acusaran de traición contra la corona, todo porque
el fraile dominico, con uno de sus sermones, ocasionó la deserción de los soldados
que habían viajado a La Española a hueste expedicionaria, lo que terminó con la
derrota de la debilitada tropa. Fundamentado en este acontecimiento, el capitán, en
Madrid, acusa a Las Casas de traición, lo que lo obliga a viajar a España para preparar
y argumentar su defensa, acusación que concluyó con la negación de las autoridades
judiciales de entablar algún procedimiento legal contra el fraile.
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Permaneció en la metrópoli por cuatro años más, tiempo que empleó para escribir
su Brevísima relación de destrucción de las Indias, para consagrarse como obispo y
reunir a los mejores teólogos de España y escribir con ellos un código legal que trató
sobre la cuestión de los indios, código que se denominó Las leyes nuevas de Indias10,
las mismas que firmó el emperador Carlos V el 20 de noviembre de 1542 y con las que
se mejoró notablemente la condición, el trato y la vida de los indios en las Américas,
hasta tal punto que evitó la extinción total de los indígenas.
Tres años más tarde, la ilusión de seguir protegiendo a los indios fracasó definitiva-
mente dado que el 20 de noviembre de 1545, bajo la opresión de los grupos ameri-
canos de poder, Carlos V abrogó aquellas leyes porque su puesta en práctica en las
Indias ocasionaba una resistencia organizada donde la mayor parte de los jueces se
solidarizaron con los ricos, quienes justificaron que sus vidas y su estadía en las Indias
dependían por entero de la esclavitud.
10 “Las leyes de Indias constituyen una recopilación de las distintas normas legales vigentes en los reinos
de Indias, realizada durante el reinado de Carlos II. Básicamente estas eran las Leyes de Burgos, las
Leyes Nuevas y las Ordenanzas de Alfaro. Fueron promulgadas mediante real cédula el 18 de mayo
de 1680, y su texto resume los principios políticos, religiosos, sociales y económicos que inspiraron
la acción de gobierno de la monarquía española. Las disposiciones jurídicas están ordenadas en 9
libros, que contienen alrededor de 6.400 leyes. Ley 1: Refiere a los asuntos religiosos, tales como el
regio patronato, la organización de la Iglesia, la cultura y la enseñanza. Ley 2: Trata la estructura del
gobierno indiano con especial referencia a las funciones y competencias del Consejo de Indias y las
audiencias. Ley 3: Resume los deberes, competencias, atribuciones y funciones de virreyes, gobernadores
y militares. Ley 4: Concierne al descubrimiento y la conquista territorial. Fija las normas de población,
reparto de tierras, obras públicas y minería. Ley 5: Legisla sobre diversos aspectos del derecho público,
jurisdicción, funciones, competencia y atribuciones de los alcaldes, corregidores y demás funcionarios
menores. Ley 6: Trata la situación de los indígenas, su condición social, el régimen de encomiendas,
tributos, etc. Ley 7: Resume los aspectos vinculados con la acción policial y de la moralidad pública.
Ley 8: Legisla sobre la organización rentística y financiera. Ley 9: Refiere a la organización comercial
indiana y a los medios de regularla, con especial referencia a la Casa de Contratación” (Sarmiento,
1988, pp. 25-56).
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Las Casas es el prototipo del sacerdote que quizás no lo debía haber sido, al
menos en la América de entonces... Un hombre como él, eminentemente teó-
rico, arbitrista, apasionado y extremista, era el menos indicado para realizar
una labor pastoral de obispo que exigía moderación, tacto, comprensión y
hasta cierta ductilidad (Borges, 1990, p. 276)
Fue quizá por esta razón que su función en la diócesis no fue la mejor, en tanto que-
dó en descrédito “por el ningún cuidado que el Obispo dedicó a los indios y el mal
recaudo que dejó para los españoles” (Menéndez, 1963, p. 218).
Tercera conversión
Las Casas, hecho un anciano, se retiró a un lugar solitario donde la presión de las
haciendas no podría ya atacarlo y en 1550 renuncia a su obispado en Chiapas. Fue
por este tiempo que sucedió su tercera conversión. En 1551 se dedica a estudiar y
trabajar como simple fraile en el Colegio de San Gregorio, donde pidió vivir hasta
su muerte; allí compuso numerosas obras, unas de denuncia y otras de profunda y
sólida lucidez en temas de humanismo, que lo hacían tener una visión original de
los acontecimientos de su tiempo.
En 1552 viaja a Sevilla con el fin de reclutar frailes para enviar a América, y apro-
vechando su estadía en aquel lugar visita la Biblioteca de Colombina, sitio donde
se encuentra el documento que le ayuda a terminar una de sus grandes obras y que
aún no se había culminado: Historia de las Indias. Regresa de nuevo al Colegio de
San Gregorio y escribe su obra La apologética historia sumaria, obra que se desligó
de Historia de las Indias.
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La vida tan activa de fray Bartolomé de las Casas no le impidió que escribiera más de
cuatrocientos escritos relacionados con los problemas de los indios en “América”.
Entre estos escritos sobresalen: Historia de las Indias; su Brevísima relación de la des-
trucción de las Indias; Los tesoros del Perú y el Tratado de las doce dudas, entre otras.
En 1564, sintiendo su final, redacta su testamento donde escribe una notable carta
para el recién elegido papa Pío V, papa dominico que años más tarde fue consagrado
como hombre santo. En este testamento y como último esfuerzo para ayudar a los
indígenas, intercede por estos, argumentando que ellos son la nueva Iglesia. En este
mismo año y en el Consejo de Indias11 estando presente fray Alonso de la Veracruz,
gran amigo de Las Casas, se da lectura a un memorial donde relata sus luchas, con-
siderándose este como supremo manifiesto de su vida evangélica.
En una actitud crítica en defensa de los indios “americanos”, muere fray Bartolomé
de las Casas en el convento (estudio general que la Orden de Santo Domingo tenía en
el santuario de Nuestra Señora de Atocha) de Madrid, el 18 de julio de 1566, cuando
ya tenía unos 82 años de edad. “Se termina así la vida de alguien que, por sus luchas
en pro de la justicia, merece perfectamente y mucho más que otros, el nombre de
‘Profeta’ y ‘Libertador’ de los oprimidos” (Beuchot, 1994, p. 27).
11 “Con relación al poder de este Consejo, dice la Ley II: porque los de nuestro Consejo de Indias, con más
poder y autoridad nos sirvan y ayuden a cumplir con la obligación que tenemos al bien de tan grandes
Reinos y Señoríos: es nuestra merced y voluntad, que el dicho Consejo tenga la jurisdicción suprema
de todas nuestras Indias Occidentales, descubiertas y que se descubrieren, y de los negocios, que de
ella resulten y dependan, y para la buena gobernación y administración de justicia pueda ordenar y
hacer con consulta nuestra las Leyes, Pragmáticas, Ordenanzas y provisiones generales y particulares,
que por tiempo para el bien de aquellas provincias convinieren”. (Sarmiento, 1988, pp. 101-102).
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A modo de conclusión
En resumen, la personalidad de Las Casas para muchos fue contradictoria y aporética,
por ello, y para varios autores, no puede ser catalogado como un hombre brillante,
cuerdo y reflexivo en todos sus actos, era un hombre aturdido e irreflexivo, falto de
juicio y paranoico; “su lucidez habitual hace que su anormalidad sea caso difícil de
establecer y graduar, como es muy difícil, respecto a algunos enfermos mentales, el
decidir si reducirlos, o no, a un sanatorio” (Menéndez, 1963, p. 316).
Su delirio de grandeza también era una particular característica del sevillano, esto se
notaba en sus repetidas autoalabanzas. Él dice ser el único protagonista de muchas
situaciones que se dieron a favor de los indios y de España: se hizo temer de los jeró-
nimos, impidió la pérdida de Yucatán, sometió a la isla de Cuba, pacificó a Enriquillo,
es el escritor de las Leyes de indias, entre otras obras.
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Otra de las críticas que se le hacen al defensor de los indios es la de no gustarle trabajar
con aquellos que defendía, no trabajó en su instrucción, tampoco en mejorarles su
condición de vida, dichas acciones las dejaba a cargo de sus compañeros. Era, según
dicen, un estorbo en la aplicación eficiente, rigurosa y benéfica para los indios; su
lucha estaba motivada más por el odio hacia los españoles que por el amor que según
el mismo decía sentir por los nativos. En sus pasajes no relata actos de caridad, amor
o cordialidad hacia sus defendidos, nunca se muestra abrazándolos o ejercitando
actos de caridad con ellos.
Bartolomé predicaba que quien viviera con los dineros traídos de las Indias no podía
alegar buena fe; no obstante, él se benefició en contadas ocasiones con las riquezas
indianas. Su primer encargo estaba financiado por los indios, el mismo origen tenía
el sueldo que le pagaron cuando fue nombrado como procurador de estos.
Las Casas juzgaba toda conquista como tiránica, usurpatoria y nula, todo lo de
las indias había que plantearlo de nuevo, y sin embargo él entra a ser obispo con
500.000 maravedís de sueldo en la organización de aquella diabólica conquista,
etc. Todos estos contrasentidos indican que ese ultrarrigorismo estaba en pugna
con la realidad como parte de una menta anómala que los psicólogos habrán
de estudiar. (Menéndez, 1963, p. 337)
El defensor de los indios también padecía, según Borges (1990), una dolencia pare-
cida a la de Don Quijote. Era ufano, orgulloso, lleno de sí, ingenuo, arbitrista, choca
contra la realidad, fracasa “rompiendo lanzas”. En fin, parecidos en unos casos y
diferentes en otros. Dos personajes, según algunos, semejantes, pues coexiste en ellos
dos personalidades que al ser descritas hay que fundirlas en una sola.
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Por ello y retomando nuevamente las palabras de Hanke (1965), se puede decir
que “la imagen […] de Las Casas es la de un fraile disputador que no observaba
el mundo a la manera de un observador meditativo, sino que lanzaba la refriega y
prodigaba vigorosos mandobles para defender los que consideraba como lo único
justo y posible” (p. 43).
Referencias
Aristóteles. (1999). Acerca del alma. En Martínez Tomas C. (Trad.). Madrid: Gredos.
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Losada, A. (1970). Fray Bartolomé de las Casas a la luz de la moderna historia critica.
España: Tecnos S.A.
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