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Burnout o síndrome del quemado

Walter Neil Bühler


El síndrome del trabajador quemado (burnout) figurará en la próxima Clasificación Internacional de
Enfermedades (CIE-11) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un problema asociado al empleo
o al desempleo, según lo resolvió esta organización en la última reunión plenaria de sus Estados miembros . El
síndrome de desgaste emocional, como se cita en la nueva clasificación, está asociado al estrés crónico en el
trabajo, se caracteriza por una despersonalización de las tareas, un desgaste emocional y físico, y bajo
rendimiento. Los expertos estiman que el burnout afecta al 10% de los trabajadores y, en sus formas más
graves, a entre el 2% y el 5%;. Ha sido definido por los especialistas como el nuevo mal del siglo. Si bien no es
una patología novedosa, (ya nuestras abuelas hablaban del “surmenage”, aunque no es exactamente lo
mismo), algunas características del mundo laboral moderno la han profundizado.
La palabra Burnout (contracción de Burn Out, literalmente, "quemado") puede asociarse con populares
expresiones como estar "fundido", "agotado", "no dar más", "tirar la toalla", etc. Los profesionales coinciden
en que este trastorno afecta más a trabajadores que tienen empleos relacionados con la atención a las
personas. Por ejemplo, médicos, enfermeras, docentes, cuidadores no profesionales o funcionarios de
prisiones. “Es un proceso más que una patología. Se da en personas muy comprometidas con su trabajo, que
se implican. Es un proceso que suele tardar entre cinco y ocho años. Los síntomas son el desgaste emocional,
el deterioro cognitivo y la indolencia y la despersonalización”,
Dentro de la gama de síntomas que lo caracterizan, se puede experimentar astenia (Falta o decaimiento de
fuerzas caracterizado por apatía, fatiga física o ausencia de iniciativa) y agitación al mismo tiempo (tics
nerviosos, temblor de manos); palpitaciones; taquicardia y pinchazos en el pecho; aumento de la tensión
arterial; dolores musculares, sobre todo en la zona lumbar; cefaleas; problemas digestivos; trastornos del
sueño e inapetencia sexual. Estos síntomas terminan invadiendo la vida social y familiar del afectado, que opta
por aislarse y quedarse solo. Según datos recientes entre el 20% y el 30% de los médicos y profesores padecen
sus síntomas.
Una de las principales características del síndrome es que se produce en profesiones que uno ha elegido
libremente, es decir, son más vocacionales que obligatorias. El problema surge cuando los horarios no les
permiten solucionar todo lo que quieren o, habiendo idealizado la profesión, la realidad los enfrenta a un
mundo no imaginado. Los bajos sueldos, los escasos incentivos profesionales o la pérdida de prestigio social
son también factores que propician la aparición del Burnout.
En Argentina, el burnout no es reconocida como enfermedad profesional, sin embargo, hay sentencias que
han comenzado a encuadrarlas en el ámbito de la Ley de Riesgos de Trabajo, con las consiguientes
responsabilidades a cargo de las Administradoras de Riesgos de Trabajo, que sistemáticamente buscan eludir
sus obligaciones. Para las empresas significa una dura carga porque esa sensación de frustración y de
pesimismo de uno de sus empleados es de fácil “contagio” para el resto del personal. Es por eso que es
recomendable prevenir y adoptar protocolos que se anticipen al síndrome que pueden sufrir sus empleados.
Sin perjuicio de consultar a profesionales especializados; en esta página puede efectuarse un autotest sobre
el burnout: http://www.alfinal.com/Salud/burningtest.php, y en este otro sitio, (en inglés):
https://www.aafp.org/journals/fpm.html?cmpid=_van_191, se encontrarán numerosos consejos para
defenderse de este silencioso atacante.

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