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-Formación de la monarquía autoritaria.

►Vicens Vives.
Frente a la fragmentación del poder público, derivado del tradicionalismo político y económico de la Edad Media, los príncipes del
Renacimiento inauguran una nueva etapa en la organización estatal del occidente de Europa, en la que, a la concentración del poder
en sus manos, se une, al mismo tiempo, su extensión a territorios afines x su geografía, su cultura o su evolución histórica. Resultado
lógico de este cambio es la aparición del Estado Moderno.
Las tendencias que empujan a la monarquía hacia su nuevo estilo son un fruto natural de las premisas económicas, sociales y
culturales que caracterizan el advenimiento de los tiempos modernos. Algunos tratadistas se hallan de acuerdo al considerar que el
triunfo del capitalismo inicial contribuye a robustecer el poder de los príncipes, de la misma manera que la renovación de la actividad
económica en el sXII había provocado la ruina del feudalismo como entidad política. La nueva modalidad de la economía europea
exigía una autoridad firme para regular, fiscalizar y acrecentar la vida comercial e industrial de una nación, a menudo en competencia
con la de otro país. Así mismo, la inestabilidad social en el campo y la ruina del poder político de los municipios hacían necesaria una
amplia intervención de la monarquía en el cuerpo nacional, capaz de canalizar los conflictos sociales. Mientras las viejas clases
sociales predominantes en lo político (nobleza y burguesía ciudadana) esterilizaban sus esfuerzos en la consecución de objetivos
minúsculos, los príncipes dirigían sus miradas a un mundo que entonces ofrecía todos los incentivos que proporciona una decidida
política exterior. De aquí una divergencia substancia de intereses, que en muchas ocasiones la monarquía hubo de zanjar de forma
revolucionaria.
Es revolucionaria porque rompe los moldes y las constituciones tradicionales de su respectivo país; porque usurpa y concentra bajo su
dominio varias soberanías territoriales derivadas del Medioevo; porque ante la práctica consuetudinaria formula claramente su
decisión de estructurar según principios del Derecho, la existencia de los pueblos sometidos a su gobierno. Principios de derecho
romano, en el que el poder del Estado y de príncipe eran la base substancial de la organización pública y fuente de toda legislación.
Gracias a la influencia del Derecho romano, se considera que la autoridad de los reyes emana solo de Dios y que de Él reciben los
territorios y la facultad de regirlos. Su poder es “superior a cualquier otro y de todas leyes absoluto”, y oponerse sería incurrir en
sacrilegio y crimen de lesa majestad.
Sin embargo, la posición efectiva de la monarquía autoritaria no concuerda con postulados tan radicales, sino que es típica la
adopción de un equilibrio entre lo medieval y lo moderno. Gran parte de las soberanías autónomas del Medioevo, en materia
corporativa y jurisdiccional, pasan a la Edad Moderna, siempre que no constituyan una traba peligrosa para el nuevo orden que
introduce la realeza. Al lado de estas instituciones autónomas, la monarquía crea organismos que responden a su voluntad. Por esta
causa, no puede dársele todavía el título de absoluta, sino meramente autoritaria.
-El Estado nacional.
De manera semejante resuelve la monarquía el problema de la integración en el Estado nacional de antiguos territorios, con vida
propia, autónoma o independiente. En lugar de suprimir sus instituciones peculiares, las conserva, aunque sin generalizarlas. Este es
el procedimiento utilizado x la realeza francesa respecto a los estados provinciales, ya de origen feudal, ya de incorporación remota en
el cuadro de la monarquía. Análoga es la política de Castilla y Aragón, ya que ambos conservan sus características institucionales
propias. Pero al lado del mantenimiento de lo tradicional, la monarquía procura centralizar y uniformar la vida del Estado mediante la
institución de órganos de gobierno comunes, la promulgación de leyes generales y el fomento de ideales colectivos. Esta empresa se
ve auxiliada x rápido desarrollo de las culturas nacionales autónomas, que aparecen como uno de los rasgos más típicos de la Europa
renacentista, y contribuye a dar coherencia a las formaciones estatales creadas en el sXV.
El Estado nacional renacentista representó, en Occidente, un positivo progreso hacia la mayor libertad del individuo. De acuerdo con
Pirene el Estado centralizado de esta época se concilió con un concepto social liberalizante. Significaba entonces quebranto de
monopolios y privilegios, mayor facilidad para las iniciativas individuales, expansión de los valores económicos en lugar de los grupos
o casta, y apoyo de las normas básicas del Derecho. En Oriente, sin embargo, ese desarrollo no pudo efectuarse sino con la fórmula
estatista de la comprensión social. De todos modos, la situación de equilibrio propia de la monarquía autoritaria y nacional quedó muy
pronto comprometida, incluso en Occidente, x la destrucción de los cuerpos privilegiados, único sistema biológico de defensa de la
sociedad ante los excesos de un poder absorbente, defensor de sus exclusivos y a menudo egoístas propósitos.
-Monarquía, ejército permanente y diplomacia.
La política activista desarrollada en el campo internacional x las monarquías autoritarias, que solo puede llevarse a cabo mediante la
utilización de un ejército permanente, contribuye a reforzar su predominio interior. El entrenamiento de la nueva milicia requiere tiempo
y dinero. A la vez que nace el soldado profesional, se originan los ejércitos mercenarios, sostenidos x el príncipe con sus bienes y los
recursos del Estado. El poder de la monarquía experimenta un aumento decisivo, pues su ejército pesa de manera irrebatible en la
balanza de los asuntos internos del Estado y es una amenaza constante para cualquier tentativa de insubordinación nobiliaria. Pero el
sustento y pago de los ejércitos permanentes exige, asimismo, la intervención de los grandes capitalistas en las haciendas reales,
provocándose de esta manera uno de los contactos más fecundos, como hemos dicho, para el desarrollo ulterior del capitalismo
inicial.
En cuanto a sus relaciones con los demás estados nacionales, la monarquía autoritaria despliega una actividad diplomática y jurídica
extraordinaria. Es cierto que la tradición de los oratores o embajadores arranca de los últimos decenios del sXIII, pero hasta el
Cuatrocientos el movimiento diplomático fue esporádico. En este ámbito, como en muchos otros, Italia se demostró innovadora. Fue
Venecia la potencia que instaló embajadores permanentes en las principales capitales europeas. El papado siguió muy pronto esas
directrices, junto con Francia, Inglaterra y España.
Estos contactos permanentes modificaron en sentido favorable las relaciones internacionales, hasta entonces sujetas al bárbaro
derecho de marcas y represalias. Un acto delictivo, cometido x un súbdito cualquiera, repercutía en seguida en los bienes y personas
de sus connacionales. Era necesario poner fin a ese régimen anárquico, motivo de constantes conflictos políticos y militares. No se
pasó fácilmente de esa concepción a la moderna de responsabilidad personal, sin embargo esto fue posible gracias a una serie de
tratados y acuerdos mediante los cuales quedaron abolidas todas las represalias y se garantizaron mutuamente el respeto a los
mercaderes que habitaban en sus respectivos territorios.
Esas tentativas de organizar la vida internacional de acuerdo con normas más civilizadas, se refleja también en los tratados políticos
de la época y en los proyectos de federaciones europeas. Lo cierto es que aún se estimaba a la Santa Sede como fuente suprema
que salvaguardaba el Derecho Internacional. Esta herencia medieval que explica las Bulas Alejandrinas y el respeto demostrado en
toda ocasión hacia el papado en las clausulas de los convenios internacionales se vio comprometida muy pronto x el desarrollo de las
teorías cesaristas y el desencadenamiento de la escisión religiosa en el seno de la Cristiandad.

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