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“En un mundo donde el lenguaje y el nombrar las cosas son poder, el silencio es
opresión y violencia”
A partir de la segunda mitad del siglo XX empieza a considerarse que los rasgos propios
de la feminidad y la masculinidad obedecen a la asignación de roles o funciones a cada
uno de los sexos por parte de la sociedad. El orden social que guía las relaciones de las
mujeres y los hombres entre sí, como las relaciones entre mujeres y hombres, se
construye como un grupo de estructuras, usos, significados, normas, prácticas cotidianas
y rituales sociales, que establecen las formas específicas que adquiere la organización
social de la diferencia sexual sobre las cuales se fundan las identidades y relaciones de
género en cada sociedad. Por lo cual, ser hombre o ser mujer dependerá del lugar y
tiempo determinado, que está construido por valores, roles, expectativas, actitudes y
apariencias que deben tener o adoptar las mujeres y los hombres para ser “apropiados”
en cada sociedad, es decir, las culturas condicionan las maneras de ser y las valoraciones
de las mismas, mediando un aprendizaje social.
G. Lipovetsky (citado por Roberto Daros, 2014) alude que la forma de vivir de las mujeres,
en nuestra cultura occidental ha pasado, por tres importantes etapas históricas. En la
primera etapa, este autor percibe que la mujer ha sido desvalorizada y despreciada. Los
trabajos se dividieron en roles atribuidos a las mujeres y en roles atribuidos a los
hombres. Esta distribución no fue simétrica, sino que se dotó a los hombres de valores
superiores y positivos; mientras que las labores femeninas se estimaron inferiores y
negativas, haciéndose excepción con referencia a la maternidad y su función procreadora.
Pero aún en este caso, era el hombre el único dador de vida y la mujer era la cuidadora
de un germen de vida.
En la segunda etapa, el cambio a la idea anterior del concepto de mujer se da a partir del
siglo XII, con el culto a la dama amada. Los siglos posteriores, y la misma Ilustración,
alaban los méritos de las mujeres y sus aportes al mejoramiento de la cortesía y al arte
del buen vivir. La mujer es entonces idealizada, alabada y sacralizada como la luz que
engrandece al hombre. Sin embargo esto no cambió la situación real de la mujer que
siguió confinada al hogar, obediente al marido, sin independencia económica y sin
desempeñar algún papel en la política.
Con el transcurso de los años, a mediados del siglo XX la mujer ya no es definida por la
mirada del hombre y no fue más que lo que el hombre quería que fuese. Ahora, pierde
fuerza la idea de la mujer entendida como mujer de su casa y se abre paso a la idea de la
legitimidad del derecho al sufragio, al descasamiento, a la libertad sexual, al control sobre
la procreación. La mujer puede ahora elegir lo que desea ser; tiene el poder de inventarse
a sí misma. Esto no supone la desaparición de las desigualdades entre los sexos, sobre
todo en relación a organizar la vida familiar, esto propicio dar pasó a la tercera etapa y
con ello a las transformaciones sociales y culturales que tuvieron lugar en Occidente, se
ha producido el advenimiento histórico de la mujer sujeto, lo que Lipovetsky llama la
Tercera mujer. No obstante, hoy en día la mujer sigue siendo sujeto de subordinación del
género masculino.
Ahora que ya se ha expuesto la concepción de ser mujer hoy en día ante la sociedad, es
necesario comprender de igual manera la concepción y significado de ser hombre. ******
Su potencial debe ser conocido por otros, esto conduce a la práctica de alarde e inventar
historias acerca de su conquista de mujeres. El macho entra en una paradoja donde debe
engañar y conquistar todas las mujeres que pueda pero al mismo tiempo debe proteger y
defender a sus hermanas de los intentos de conquista de otros hombres puesto que las
mujeres de su familia deben permanecer vírgenes hasta el matrimonio.
Stycos (citado por Giraldo, 1972), menciona que “tanto el hombre como la mujer creen
firmemente en la superioridad del hombre en muchos aspectos”. Los hombres pueden
humillar y golpear a sus mujeres porque "para eso son los maridos". Un verdadero macho
no puede tolerar que su mujer le pegue o ni siquiera que no le obedezca. Un hombre debe
aparecer como el jefe de la casa ante sus amigos hombres si no ha de perder su fama de
macho (Giraldo, 1972). Si su esposa se atreve a mostrar cierta independencia o le
amenaza delante de otro hombre, él debe pegarle a fin de no perder el prestigio ante sus
amigos. Sin embargo es importante no perder de vista que el macho nunca debe abusar
de una dama en sus relaciones sociales ordinarias.
El macho como dueño de su mujer, no debe permitirle ninguna libertad, pues de lo
contrario se rebaja. Los celos son un rasgo común del macho, esto es comprensible si
consideramos que todo hombre debe desconfiar de los otros hombres, de sus intenciones
con respecto a su propia mujer y las parientes; en razón de su mismo machismo. Los
celos del macho junto con su agresividad explican el fenómeno de golpear y aun cometer
homicidio con la mujer infiel. Esta conducta violenta del hombre no es aprobada pero en
cierto modo se le espera y se la "comprende".
El uso de lenguaje obsceno es parte del machismo, con ella se revela el carácter fálico o
sexual que se espera en la conducta cotidiana del macho. La agresividad es otra
característica sobresaliente que cada hombre trata de mostrarles a los demás que él es
"el más macho" el más masculino, el más fuerte físicamente. Y toda mujer espera que su
amante sea el más macho, el más guapo (valiente) quien la pueda proteger y defender de
otros hombres. Otro rasgo de machismo es mostrar falta de emociones blandas y
sentimientos y aun de cierta ternura y amor hacia los familiares más cercanos,
exceptuando la madre. Por otra parte ningún macho debería estar temeroso de nada.
El modelo patriarcal de la autoridad familiar y la conducta verbal tanto del hombre cormo
de la mujer enaltecen la masculinidad. Todas aquellas actividades que son típicamente
masculinas son alabadas y fuertemente inculcadas, incluyendo manifestaciones sexuales
y agresivas. Por otro lado un insulto muy ofensivo usado entre hermanos, padres y niños
en general es llamar "señorita" a un niño.
Giraldo (1972) sintetiza las relaciones fraternales que alimentan el machismo, como sigue:
El niño aprende, a través del trato que se le da, que el ser "machito" genera
confianza en sí mismo, lo vuelve de pelo en pecho y le origina muchos privilegios
especiales. En contraste con esto, observa cómo su hermana tropieza con una serie de
restricciones, indicadoras de su situación de dependencia, debilidad e inferioridad. La
situación que prevalece en las relaciones de hermandad que existen en las clases bajas se
manifiesta en que las niñas acostumbran a servir a sus hermanos y les guardan
deferencias.
Las relaciones padre-hijo y las prácticas de crianza o educación de los hijos crean los
sentimientos de inferioridad en el niño, los cuales se compensan a través de un
mecanismo psicológico (sentimientos de superioridad) y una institución cultural (el
machismo). Esta compensación crea rasgos culturales, los cuales conducen a las
prácticas (culturales) de crianza y a las relaciones padre-hijo las cuales crean
sentimientos de inferioridad en la nueva generación perpetuando el machismo a través de
una circularidad psico-culturaI.
Hoy en día gran número de jóvenes ya no ejercen el machismo puro y duro que se
conocía, ni siquiera son dominantes con las mujeres, pero existen algunos
comportamientos que son obstáculos y también resistencias para la igualdad con las
mujeres en la vida cotidiana. “Son esos pequeños y cotidianos controles, imposiciones y
abuso del poder de los varones en las relaciones de pareja”. (Bonino, 2004). Diversos
autores han llamado pequeñas tiranías, violencia blanda, suave o de muy baja
intensidad, sexismo benévolo, y que en 1990 Bonino decidió denominarlos como
“micromachismos”. Los cuales son actitudes de dominación “suave” o de “bajísima
intensidad”, formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida
cotidiana. Comportamientos que son especialmente invisibles y ocultos para las mujeres
que los padecen.
Aunque uno a uno los mM pueden parecer insípidos, su importancia deriva del uso
combinado que crea un clima tóxico de abatimiento y mortificación, que sutilmente va
encerrado en diferentes grados, atetando así contra la autonomía personal y la integridad
psicológica de la mujer si ella no las descubre, o no sabe contramaniobrarlo eficazmente.
Los mM van creando así las condiciones para perpetuar la disponibilidad de la mujer
hacia el varón, y evitar lo inverso.
Para realizar un cambio, un verdadero cambio, es necesario que los varones puedan
estar dispuestos a una autocrítica sobre su ejercicio cotidiano y naturalizado de los
privilegios de género. También es necesario una reflexión que desmonte los elementos
desigualitarios de la socialización masculina asumida y en la que son criados, un cambio
de deseos que desplacen al deseo de dominio arraigado en la mente del varón y un
entrenamiento en el cambio de actitudes hacia la igualdad y el respeto.
ACTIVIDADES Y JUSTIFICACIÓN
2. Evaluación inicial. Esta evaluación inicial se aplicará debido a que es necesario conocer
a la población con la que se está trabajando y los conocimientos e ideologías que estos
mismos presentan en al aula. Es por ello, que se les preguntara a los participantes lo que
ellos conciben como ser hombre y ser mujer.
5. Videos. Se presentaran videos a los alumnos para tener un mejor entendimiento acerca
de los conceptos de ser mujer y de ser hombre que culturalmente se nos han impuesto y
que se han ejercido cotidianamente.
6. Evaluación final. El propósito de la evaluación final es el de, conocer los conceptos que
el grupo y cada integrante del mismo se llevan, además de conocer el punto de vista y
reflexión de los demás participantes.
MATERIAL
• Una pizarra.
• Aperitivos y bebidas.
Bejarano Celaya, M; (2014). El feminicidio es sólo la punta del iceberg. Región y Sociedad, () 13-44.
Recuperado de http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=10230108002
Bonino, L;(1999). Las microviolencias y sus efectos, claves para su detección. Revista Argentina de
Psicología clínica, 8. Recuperado de
http://www.gencat.cat/salut/botss/pdf/2005_03_02_taller_a2.pdf
Russell, D., Radford J; (). Feminicidio. La política del asesinato de las mujeres. Recuperado de:
https://books.google.com.mx/books?id=Aq1yKJQFjLYC&printsec=frontcover&dq=feminicidio&hl=
es-
419&sa=X&ved=0ahUKEwiH9cGk9MPNAhWhx4MKHSl0BYkQ6AEIHDAA#v=onepage&q=feminicidi
o&f=true
http://www.infosal.uadec.mx/derechos_humanos/archivos/15.pdf