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LECTURAS

Una aportación sobre los textos dentro de la asignatura Sociología del Género.

Sociología del Género. Maria Elisa Usategui. 4° Sociología. Curso


2022/2023

Daniel Larrinaga Mateos


Fecha: 30/04/2023

“Lo que cuesta ser hombre: costes y beneficios de la masculinidad”. María Jesús
Izquierdo.

La idea principal que la autora trata de transmitir en este texto es que la masculinidad, el rol
masculino tal y como es entendido, parte de la estructura social, y son tanto hombres como
mujeres los que son afectados por el mismo. Por eso, critica a la mujer que entiende al hombre
como objeto de su aversión por el problema existente, y que lo entiende como el creador en sí
mismo del machismo, y no un transmisor de herencias culturales. Por tanto, de esta forma
arguye que se está aumentando la brecha entre hombres y mujeres, y considera que donde debe
enfocarse es en los elementos estructurales que consisten en la esencia del problema.

Estos elementos son; tanto aquellos patrones interiorizados por el hombre que son machistas,
como aquellos de misma índole interiorizados por las mujeres. En este caso, podemos
ejemplificar, mediante una extracción simplificadora del texto, que debemos considerar
elementos estructurales de los que hablábamos, tanto el hombre que observa a la mujer como
objeto que puede satisfacer su deseo, como la actitud de la mujer cuyo fin de la acción es el de
ser deseada. Esto, en tanto que ambos reproducen patrones culturales e ideológicos (sí,
políticos).

Afirma una transferencia y es la razón por la que establecen varios puntos. Primero, comenta
que existen dos “esferas” del trabajo; la esfera masculina y la esfera femenina, y se dice que la
esfera masculina explota a la esfera femenina (destáquese que ni la esfera masculina está
conformada sólo por hombres, ni viceversa). La explicación de ello consiste en que las mujeres
ocupan en mayor medida labores de cuidados, que son contrarias a lo productivo; siendo esto
último el garante de autonomía, o de “vida” en sus palabras.

Creo que es destacable la complejidad de la afirmación, y es por ello que echo en falta una
explicación de cuál es el criterio mediante el que se establece una “esfera” como masculina. La
razón de ello es porque las personas asumen el rol de masculinidad que reproduce el machismo.
Se parte de la base de que existe el machismo, y por eso que una esfera explote a la otra es
machismo. Pero no se realiza una lectura simplista de ello, sino que se utiliza para reforzar la
idea de cómo la masculinidad tóxica, causada por el machismo, es algo que perjudica a hombres

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y mujeres, y al conjunto que forman en sociedad. Todo ello desde una mirada al ámbito
económico.

De parte de las ideas potentes del texto, creo también de relevancia la intervención del deseo en
la autonomía de las mujeres, o de la esfera de las personas que ocupan el polo de la feminidad.
Esto es debido, grosso modo a que se entienden a sí mismas como objeto de deseo, y por tanto
sólo podrán sentirse satisfechas en cuanto a que terceros les confirmen su deseo por ellas. Esta
atribución a la identidad de las mujeres limita su independencia de relaciones que las sitúen
como cuidadoras. Del mismo modo encontramos una consecuencia negativa de este tipo de
atribuciones, notando que la identidad del hombre como protector y proveedor sólo será
satisfecha y cumplida en tanto que su relación con terceros lo confirme asimismo.

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“La proscrita lesbiana” Jeffrey, J.

En este texto, se hace un énfasis en la subjetividad de las lesbianas. En los años 80 y 90, fueron
numerosas las ocasiones en las que estas se rebelaron contra el feminismo, debido a que este
supuso mediante su permeación, en una pérdida de la naturaleza previa del ambiente lesbiano y
la cultura lesbiana.

Una de las razones principales es la característica de proscritas que les aporta en su vida el
lesbianismo. En los años anteriores, el ambiente lesbiano era aquel decadente, y estrechamente
relacionado con la muerte, las drogas, y lo moralmente inaceptable. En estos lugares, las
lesbianas encontraban algo distintivo y ciertamente alejado de la vida convencional, que
precisamente reforzaba su identidad. Esto era debido a que, por ejemplo en el caso de los bares,
no siempre encontraban un casero que les dejase “existir” en su bar, por mucho que
consumiesen, así que muchas veces se veían relegadas a lugares marginales.

No es que habitaran lo marginal como escape o entretenimiento de su lugar asentado, sino que
sólo en lo marginal podían asentarse según su naturaleza, hasta tal punto las definía. También es
verdad que la proscripción les atraía en cuanto a su estética, las emociones que suscitaba, y era
en algunos casos directamente relacionado con la curiosidad burguesa. Esto es algo que chocaba
con su supuesto de marginalidad, pero hay que tener en cuenta que sólo podían revelar su
verdadera naturaleza en estos ambientes, por mucho que algunas habitasen rodeadas de lujos.

Se defiende en el texto, que a partir de estos años, la lesbiana deja la condición de proscrita por
la de ciudadana respetable, donde en la novela After Delores, de Sarah Schulman, se describe
como el lesbianismo ha perdido su esencia debido a su legitimidad, ahora defendida
socialmente, hace todo tanto más fácil, que carece de sentido, de de valor “sexy” incluso.
Menciona la intriga y los secretos como base fundamental de lo que entiende por el lesbianismo.

Volviendo al ejemplo del bar, cuando aquellos que incluían en su actividad a la lesbiana no
habían sido incluidos dentro del beneplácito de la opinión pública, eran más que un bar. Eran el
lugar en el que las lesbianas podían no sólo experimentar su sexualidad, sino entablar
conexiones, ampliar su red, mostrar su identidad, etc. Dentro del ambiente sórdido se
encontraba la combinación exacta que promovía su autoafirmación.

Debe destacarse también el carácter político de las lesbianas, donde inclinaciones hacia
despreciar la comodidad y buscar la sordidez tienen un trasfondo político. Es una reivindicación

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de rechazo hacia lo normativo, un “si no estás en las malas, tampoco en las buenas” y un intento
por sacar partido a lo proscrito.
Además, la forma de escribir las novelas consiste en última instancia en un acto político, y
existe una diferencia real entre describir a una lesbiana como independiente y reivindicativa o
como caprichosa e infantil.

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“El pensamiento heterosexual”. Wittig, M

En grandes términos, la definición que la autora introduce al comienzo del texto, y que
defiende, es a la heterosexualidad como régimen político, cuya base es la apropiación y
sumisión de las mujeres. A continuación, hace referencia a autoras que considera fundamentales
para su obra, sin lugar a dudas son referencias personales de la autora, y las menciona a la par
que otorga visibilidad. Estas son las siguientes: Nicole-Claude Mathieu, Christine Delphy,
Colette Guillaumin, Paola Tabet y Sande Zeig.

Las mujeres, establece Guillaumin, no sólo son poseídas en forma de apropiación por los
hombres más cercanos a su alrededor (padre, marido) sino que también lo son a un nivel
colectivo, donde el colectivo del que se apropian son las mujeres, y el colectivo poseedor son
los hombres heterosexuales.

La autora, trata una idea que me ha parecido muy interesante. Es la opresión la que crea los
sexos, y no al revés. En este caso, la dicotomía hombre/mujer sólo es un título que nada tiene
que ver con que existen diferencias sociales entre grupos a nivel económico, político e
ideológico. Establece que es la opresión la que crea el sexo, porque lo contrario resulta en que la
diferente naturaleza de los sexos cree desequilibrios entre ellos, algo que ella niega. Para ella no
hay una división preexistente al constructo social y por tanto natural (biológica… cómo se
quiera decir).

Defiende la lucha de las mujeres como forma de dar materialidad, visibilidad a la opresión, para
poder de verdad luchar contra ella. Define que dado que los hombres heterosexuales tienen la
aglomeración de todos los poderes, y de la producción (intelectual, cultural…) crean a la mujer
según su relato, y por lo tanto, se entre lee que se las construye de acuerdo a un relato impuesto.
En este caso, en tanto que veo que puede suceder que las elites globales dominantes que
objetivamente han tenido y tienen este acaparamiento de poderes pueden ser en su mayoría
hombres heterosexuales, entiendo que puede haber partes de ese relato que crean que
favorezcan a los hombres heterosexuales, pero critico que por ello se hable de una dominación
de los hombres heterosexuales. Considero que a estas alturas eso supone despreciar
inocentemente las sustanciales y determinantes diferencias entre clases, que percibo de igual
magnitud a aquellas entre sexos, o incluso de más importancia, debido a cómo unas actúan
implícitamente, y otras explícitamente. La definición de acompañante, en suma, es lo que cala
hondo y tiene las consecuencias de lo que venimos hablando, pero los hombres de la masa
popular no son diferentes en cuanto a que masticadores de esa definición en la misma medida

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que las mujeres de la masa popular. Que la narrativa impuesta sitúe a unos sobre otros no se
contradice con que sean terceros los que los estén situando, todo lo que no sea mirar hacia esos
terceros podrían ser redundante.

Hablando de la definición, habla la autora, de cómo el sexo, no sólo en su sentido sexual, es


aquel que define a las mujeres, y por tanto limita o condiciona su existencia. Tanto tienen que
ser vistas de acuerdo a ello (mostrando sus atributos) cómo que se define su funcionalidad o esta
es afectada de acuerdo al sexo al que pertenecen.

Otra idea potente lanzada por la autora, consiste en como las lesbianas representan un quiebre
del relato heterosexual del sexo femenino como un colectivo natural, en tanto que la definición
que suele darse de este estaría desafiado por la naturaleza de las lesbianas. En cuanto a que
grupo social, socialmente construido (valga la redundancia) se opone a otros relatos feministas
que defienden una narrativa biologicista, de opresión en base al sexo. Hay que ir más allá,
plantea la autora, y ver que nos construyen, no simplemente se aprovechan de nuestro sexo.
Comparando con la opresión a la raza negra, quiere hacernos ver como preexiste un grupo
social que se aprovecha de otro, y después se define como superior o inferior una raza o un
sexo. Son diferentes fuerzas materiales (todas aquellas que converjan en capacidad de
dominación) las que permiten la opresión, y después se categoriza, con esa realidad ya
instaurada.

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“El segundo sexo”. Simone de Beauvoir

La autora comienza describiendo una de las controversias que acaecían en la época; donde se
comenzó a dudar sobre la existencia de las mujeres, o el significado de ello.
Resuelve la situación estableciendo de manera provisional que existen, y haciéndose la
siguiente pregunta como lógica: ¿qué es una mujer?
Reflexionando sobre estas concepciones, expone que la mujer se determina y diferencia
siempre con la referencia del hombre, por lo que él es el Sujeto, y Absoluto; ella es la
Alteridad.
Sin embargo, profundiza en la forma de Alteridad que suponen, y realiza matices. Comparando
las mujeres con otras minorías como los negros y los judíos en su momento, expone que ellas
no tienen un algo que define como antes.
Este antes puede ser definido como religión, cultura, o la constitución de un colectivo
separado, como en el caso de los proletarios. Define que el momento de superioridad de los
hombres no ha acontecido, sino que siempre ha sido así. Es por ello que expone que la lucha
de las mujeres no pasa de ser una agitación simbólica, y que no han ganado nada por ellas
mismas, sino que los hombres se lo han concedido.
Comenta que hay un vínculo que las une a sus opresores que es de índole diferente a los
demás casos. Como mencionábamos antes, no es un suceso momentáneo de la raza humana;
es una diferencia, un hecho, biológico. Es por eso que define la Alteridad de la mujer como
aquella en el centro mismo de una totalidad, uno UNO, en el que los dos términos se necesitan
el uno al otro.
Por otra parte, define que la dependencia del hombre a la mujer no es garante de su libertad
social. De este modo, la mujer no es más libre porque el hombre dependa de ella para la
satisfacción de necesidades biológicas básicas como el deseo sexual o de crear una
descendencia. Esto es debido a que en la relación bidireccional del poder con el poseído, el
amo y esclavo, dueño y siervo, el que está en situación desfavorable siente la urgencia de sus
necesidades, al contrario del que está en el otro extremo de la balanza. El ocupante de la
posición inferior desde el estado de dependencia, y el contrario no siente ni se plantea la
necesidad del otro.
En esta parte, cita como las leyes desfavorecían a la mujer, y los derechos que se les
reconocían eran abstractos.
Respecto a las salidas que tienen las mujeres para afrontar su destino, la autora hace
referencia a que cuando las mujeres participan en un mundo de hombres, tienden en algunos
casos a aliarse con la “casta superior” para beneficiarse de las ventajas que esto atañe. De esta
forma, evita el riesgo metafísico de una libertad que debe inventar sus propios fines sin ayuda.
Es un camino fácil en el que dará complicidad al hombre.

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También queda patente durante toda la obra que la autora entiende este fenómeno como un
conflicto bélico, alternando palabras como conflicto, superioridad, victoria, esclavos…
Otra razón más expuesta para argumentar el tema es como los hombres hicieron la ley para
que les favoreciera.
Haciendo un recorrido histórico, plantea momentos o fenómenos clave, como lo son que los
hombres querían frenar la liberación de las mujeres porque las veían como peligrosas
competidoras, por ejemplo; estaban acostumbradas a trabajar por bajos salarios.

En el caso de la burguesía conservadora, la autora defiende que veía la emancipación de la


mujer como un riesgo para el mantenimiento de sus intereses y su moral. Añade de nuevo el
miedo de algunos varones a la competencia femenina.
Por otro lado, introduce una contradicción, en la que establece la ingenuidad masculina, para
después exponer como los hombres se aprovechan sutilmente de la alteridad de la mujer.
Después aclara que es debido al complejo de inferioridad.
Respecto a la inferioridad de la mujer, resulta que lo que se camufla como una naturaleza
originaria, un factor biológico, no es otra cosa que discriminaciones sociales con repercusiones
morales.
También comenta sobre la lucha y reivindicaciones de las mujeres, cuando se habla en
términos de conflicto de mujeres, no ha llegado a buen puerto debido a la arrogancia
masculina, que ha hecho de ello una polémica para que no se pueda discutir fríamente.
En las conclusiones, expone que ni hombres ni mujeres están satisfechos de los unos ni de los
otros. El tema es conocer la naturaleza de este conflicto, si es garante de una guerra perpetua,
y si por el contrario es algo transitorio. Comenta que la hostilidad está en el punto medio entre
la biología y la psicología; el psicoanálisis.
Habla en este momento de la perspectiva de la mujer, definiendo su deseo como tener la
trascendencia del hombre y al mismo tiempo la niega. La mujer que se siente encerrada trata
de mantener al hombre en su prisión, siente que para destruir esa inferioridad debe destruir la
superioridad viril.
Sin embargo, dice que esto ha cambiado en la actualidad, donde la mujer quiere emerger a la
trascendencia, y el hombre y la mujer quieren dominar a la otra. Categoriza las mujeres y sus
intenciones: la mujer “femenina” trata de reducir al varón a su pasividad; la mujer
“emancipada” rechaza la pasividad; la mujer “moderna” afirma que es igual al varón.
A continuación, declara la insolencia de los hombres, y dice que se los podría disculpar ya que
algunas mujeres juegan la doble baraja, exigiendo antiguos miramientos y nuevas estimas. De
ello se entiende que antiguamente tenían privilegios a los que deben renunciar para ser como
los hombres. Me ha parecido algo confuso. Aclara que esto es debido a que la mujer se
presenta como un objeto con subjetividad y no como un sujeto.

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Introduce una poderosa frase, que es la siguiente: “lo que el hombre y la mujer odian el uno en
el otro, es el fracaso estrepitoso de su propia mala fé y de su propia debilidad”
Cuenta que ninguno de los dos sexos asume las consecuencias de la situación que ellos
proponen y ellas soportan.
Para la transformación de la mujer, aboga por algo más que la independencia económica, por
una educación sin miramientos. El niño no tendría complejo de superioridad y la niña no
buscaría compensaciones narcisistas y fantásticas.

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“De cómo cierto feminismo se convirtió en criada del capitalismo. Y la manera de
rectificarlo”. Nancy Fraser

En este texto Nancy Fraser expone como la ideología defendida por el feminismo, dentro de su
ambivalencia en ciertos puntos, ha sido tergiversada y mal encauzada.
Esto es debido a que tres de sus principios se han utilizado, desde el ámbito político y las elites
económicas, para promover algo completamente distinto. Esto se trata de las ideas
individualistas y capitalistas del nuevo modelo neoliberal que están adoptando los estados.

Se da esta situación debido a que muchas de las características de la forma de vida que
promueve la segunda ola del feminismo, pueden aplicarse a una economía egoísta de mercado y
de competitividad si no se matizan tanto en intencionalidad como en la práctica, en el
procedimiento y acciones de facto.

Dividiendo en tres fenómenos aquellos esenciales para entender la tergiversación, comenzamos


por la crítica general y destructiva del salario familiar. Esta crítica ha permitido en la actualidad
que el salario de una sola persona ya no pueda mantener a una familia, y por tanto la retribución
económica a cambio de la fuerza de trabajo se deteriore. De esta forma, es necesario en la
familia contar con dos salarios, que podrían ser respectivamente los del hombre y la mujer.

El segundo fenómeno comentado es las exigencias de poner el foco en la igualdad de género.


Esto, llevado hasta tal punto que consista el tema central de las agendas políticas y económicas,
muy a su favor, ha resultado en la ocultación o resta de importancia de otros elementos como las
desigualdades sociales según clase o economía. Por esta razón, a través de la popularización de
priorizar el foco en desigualdades de género, han “campado a sus anchas” para poder transigir
decisiones que afectan a las desigualdades de cualquier otro tipo.

Por último, Nancy Fraser expone la idea del doble filo que supone criticar el paternalismo del
estado del bienestar. En la misma medida que pone de relieve prácticas individualistas y
favorecedoras del mercado basado en la competencia, disminuye las ayudas del estado que este
proveía de cara a luchar contra las desigualdades existentes, lo que constituye un atraso
precisamente en dicha lucha.

Por estos y más ejemplos, expone la autora como el feminismo de la segunda ola, sin matizar y

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en la tesitura concreta que está adoptando, causa efectos como que en vez de darle la prioridad
que merecen los cuidados familiares o a los desfavorecidos, se impone un modelo de vida en el
que no es posible ofrecer esos cuidados o deben entrar dentro también del sistema de mercado.
Esto es completamente contrario a lo que una ideología o movimiento social basado en la
igualdad debería promover, y es por eso como la autora propone una ruptura total con este
relato, no por el ámbito de la esencia que busca, sino por las aplicaciones que de facto está
teniendo.

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“La mujer rota”. Simone de Beauvoir

Siempre me han gustado las narrativas autobiográficas, me daba la sensación de que


captaban algo que no se dice, algo personal, subjetivo, algo que me hacía aprender sobre
mí mismo mientras me veía reflejado en la perspectiva de los demás, en ciertos
aspectos, matices. Una introspección hacia aspectos personales, identitarios, dudas y
miedos existenciales, intuiciones imposibles de plantear, una experiencia concreta
relacionable con lo psicoanalítico.

Sin embargo, esta obra de Simone de Beauvoir va más allá, se trata del relato de una
subjetividad profundizada, desnuda en sus aspectos obsesivos y humanos, una
demostración auténtica y completa referente a la conciencia del ser humano sobre sí
mismo, una clase de psicología, sociología, filosofía, y otras muchas ciencias que no
sirve intentar precisar.

Más allá del evidente mensaje de cómo la identidad de una mujer está construida de
acuerdo a su rol social en torno a la del hombre al que acompaña, con el que se funde, y
con el que se dan dinámicas que muy bien define de Beauvoir en otras obras; es una
obra de arte que capta la esencia de lo que instintos dentro de las personas despiertan al
chocar con la parte cultural de su identidad, la mezcla concreta a la que se llega a través
de toda la evolución del ser humano, de su sociedad, de su cultura, de todo lo creado
socialmente junto con aquello primitivo, animal, estructuración genética y biológica.
Dentro todo ello de la mente de una persona concreta, y descrito de la manera más
exhaustiva, más sobria y directa. Un relato tan potente que no puede ser sino pura
honestidad, pura emoción animal, combinada con el grueso de la racionalidad actual de
dicha persona.

Escribo estas líneas emocionado por haber podido leer un relato tan abierto y a la vez
tan íntimo de una persona, relatos que por la dificultad en el detalle de su descripción
pocas veces podemos ver en tanta profundidad, una lección sobre la naturaleza humana
más esencial sacada directamente de las entrañas de uno mismo. De todas las narrativas
autobiográficas que he podido leer, es la más intima y sincera que he podido, es
emoción racionalizada sin maquillaje, sin filtro. Sé que me deshago en elogios pero lo
merece.

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Respecto al aporte para la Sociología del Género del texto, es enorme. Destaca una
subjetividad que en su momento no era tenida en cuenta, porque el mero hecho de tener
en cuenta subjetividades no era tenido en cuenta. Simone de Beauvoir me ha parecido
en algunos casos muy acertada en la descripción de las dinámicas, pero algo radical en
sus explicaciones sobre ellas, en cierto modo acusando una especie rencor emocional
que parecía traslucirse en sus textos. Sin ser capaz de separar el animal concreto de sexo
biológico masculino, del constructo social que deploraba.

Sin embargo, este relato, por su sobriedad y por su carácter estrictamente descriptivo, es
un feminismo genuino, el gran referente de la igualdad entre géneros en el sentido de
que no hay grupos, no hay colectivos, ¿no hay géneros?; hay experiencias individuales
del significado de colectivo, grupo, del significado de sus instintos, del significado de
buscar significados.

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“Manifiesto de un feminismo para el 99%”. Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya,
Nancy Fraser

Comienza la autora estableciendo que, dentro del movimiento feminista, existen dos
caminos opuestos a seguir. Uno de ellos es criado del capitalismo, y el otro se opone a
ello y pretende acabar con el capitalismo. Establece que la escasez de alternativas es
debido al neoliberalismo y su carácter predatorio.

En el campo político institucional, observa que la derrota de Hillary Clinton, y


consecuentemente la pérdida de la popularidad del feminismo liberal y corporativista,
abrió un resquicio para el feminismo de izquierdas. Este feminismo de izquierdas, se
denomina feminismo para el 99%; busca ser representativo de ecologistas, clase obrera,
migrantes… Para su adquisición de amplitud, cuenta la autora que es clave los
movimientos cada vez más coordinados y eventos tales como las huelgas de mujeres de
2017 y 2018.

La autora argumenta que la huelga feminista fue reinventada cuando esta comenzó a
incorporar la noción de feminismo para el 99%, convirtiéndose en un movimiento
transnacional y dando un nuevo sentido político al Día Internacional de la Mujer.
Establece que las huelguistas han reavivado las prácticamente olvidadas raíces
históricas de ese día en el feminismo socialista y la clase trabajadora.
Por ello, pone el foco en la importancia del trabajo de las mujeres, tanto el remunerado,
como el no remunerado, los ciudados, etc. De esta forma, busca poner fin a la diferencia
entre “lugar de trabajo” y “vida privada” y superar la división entre “política de
identidad” y “política de clase”. Se da el valor que tiene el trabajo para reproducir
nuestras vidas.

Las autoras en definir el feminismo de izquierdas del feminismo liberal, y en cierto


modo parece que su argumento parte parcialmente de la “bancarrota” del segundo. Las
razones para este fenómeno, arguyen, son que este feminismo ha sido descubierto, como
catalizador de unas pocas privilegiadas, en detrimento del resto; neoliberalismo y
capitalismo en su estado puro. Por lo tanto, el feminismo liberal no sería otra cosa que
una herramienta para este sistema, reforzando por consiguiente el individualismo, el

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elitismo, y perpetuando la opresión. Defienden que el perfil de mujer al que facilita
ascender este feminismo es el individualista, predatorio.

Se detienen a continuación en matizar el carácter anticapitalista del movimiento. Desde


un principio queda establecido que el capital explota a la gran mayoría de mujeres, y
que para atajar este y otros problemas no podemos conformarnos con menos que
transformar todo el sistema. Por ejemplo, exponen como el aborto legal significa poco
para quien no puede pagarlo o no puede desplazarse a los lugares habilitados para ello.

La crisis actual es de la sociedad en su conjunto, y está causado por el capitalismo.


Escriben que hay una falta de liderazgo y organización y rechazan tanto el populismo
reaccionario como el progresismo neoliberal.

Argumentan además, que la opresión de género reside en la subordinación del trabajo de


reproducción al de producción. En el capitalismo por tanto, el sexismo forma parte
intrínseca del mismo, ya que separa la producción de seres humanos de la de los
beneficios, otorgando prioridad absoluta a la segunda. Otra división opresiva que
podemos encontrar es la de la división racial del trabajo reproductivo, donde la mayoría
de veces este es llevado a cabo por mujeres inmigrantes que hacen un esfuerzo doble.
Una idea muy potente mostrada es que la lucha de clases incluye las luchas por la
reproducción social.

A continuación, establece como la violencia de género está íntimamente ligada al


sistema capitalista. Esto es debido a que favorece dinámicas que crean desequilibrios.
Por ejemplo, en el capitalismo se transforma toda interacción en relaciones de poder,
donde la capacidad adquisitiva se transforma en todo tipo de capacidades. Si el dinero
compra coches tener dinero provee de movilidad. Aterrizándolo en las relaciones de
pareja, las mujeres parten en desventaja en dicha relación de poder ya que tienen menor
autonomía y son más dependientes. El sistema capitalista no es creador de la violencia
de género cuando se tergiversa, sino que sus bases proveen de las condiciones básicas
en las que se genera dicha violencia. Del mismo modo ejerce otros tipos de violencia,
recortando prestaciones sociales y calidad de vida en muy complejos campos a través de
la utilización del monopolio informativo para proponer y promover un modelo de

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“responsabilidad individual” culpabilizando y manipulando al actor social de clase
media-baja.

La sexualidad también es caprichosamente dictada desde el capitalismo, que se interesa


por ella en tanto que ve que puede sacarle beneficios. Existen respuestas reactivas al
desarrollo capitalista, y catalizadores consumistas y que se aprovechan del mismo. Al
final, todo se reduce a que el capitalismo se apropia y saca (c)rédito de cualquier
producto que se pueda comercializar.

Otras nociones mencionadas en el texto son que el feminismo del 99% es antirracista y
antiimperialista, ecosocialista, internacional, y que busca unir todos los movimientos
feministas radicales en una insurrección común anticapitalista.

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“Acerca del Término Queer”. Judith Butler

La palabra “Queer” ha sido transformada en varias ocasiones, y eso demuestra la


temporalidad del término. Cuando inicialmente respondía a una degradación, esta ha
dado un giro para implicar precisamente lo contrario. En su uso inicial, esta era el arma
de un estigma paralizante, donde se ponía en evidencia un tipo de sexualidad, y a su vez
normalizaba esta perspectiva, y establecía con más ahínco los límites de la legitimidad
sexual. Actualmente, ha conquistado el término una reapropiación reivindicativa.

Debido a esta trazabilidad, la autora se cuestiona sobre la reiteración de los agravios que
existe en el discurso, y la dificultad en la resignificación causado por ello. Por otro lado,
si el discurso sólo tiene poder en tanto que “invoca” signos cuya historicidad es
considerada legítima, ¿no parte esa resignificación sólo de la historicidad de los signos,
y cambia con ellos?
Introduce la noción de que los agravios del discurso colocan ciertos cuerpos en los
límites de las ontologías accesibles, de los esquemas disponibles.

A continuación, se trata el poder performativo del término queering, además de la


influencia del habla en las prácticas homosexuales. Los actos performativos son formas
del habla que autorizan, y por tanto al ser pronunciados ejercen un poder vinculante. En
la performatividad, el poder actúa a través del discurso. Por ejemplo, cuando un juez
cita una ley, el poder proviene de esa cita, aunque sea su atuendo lo que legitime que lo
que dice es acertado. Se trata de invocar la convención social apoyada en la historicidad,
tradición, etc. Cabe destacar que al tratar el reconocimiento social, su condición
discursiva funciona de la siguiente manera: no es un elemento que sume reconocimiento
a otro elemento que sería el sujeto, sino que el elemento que es el reconocimiento forma
a ese sujeto. De ahí difiere la autora, que el “yo” en el habla es una cita de su lugar, de
la historicidad del término, y no de la independencia del sujeto respecto dicha
historicidad.

Siguiendo esta línea, la palabra “queer” operó como un avergonzante, y producía sujetos
avergonzados, a través de la apelación. Cabe preguntarse si una expresión podría seguir
teniendo dicho carácter performativo sin apelar a una cita con historicidad, donde lo
encontramos imposible según la autora. Implica por tanto, que de cara a reivindicar el

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término, es necesaria la contrariedad ante la propia historicidad del término, cuyo
método elegido es a través de la despolitización de la política.

En relación con la interpretación del “yo” anterior, la autora explica que la expectativa
de autodeterminación que reluce en la autodenominación, se encuentra opuesta por la
historicidad mencionada, por los usos del término que no dominamos.
También se destaca que debido a la propia historicidad, o a las circunstancias concretas,
un término puede utilizarse de varias maneras. Por ejemplo, debido a las diferentes
interpretaciones de una historicidad, un término puede resonar diferentes en un adulto o
un joven, hombre o mujer, liberal conservador, etc.
Del mismo modo, en cuanto a su reapropiación, esta no es fácil que sea definitiva; en
tanto que busca que represente una exclusión/represión, un el cambio correspondiente,
será cambiante hasta que cumpla dichas pretensiones. Incluso si su característica
principal fuese referencial a la exclusión, seguiría cambiando ante las nuevas dinámicas
de exclusión surgidas cuando cambie la exclusión inicial. Temporalidad del término.

Introduciendo matices, defiende la autora, que la deconstrucción política de lo “queer”,


no tiene que paralizar su empleo, sino extender su alcance y hacernos considerar. De
nuevo recuperando el “yo”, se expone la importancia de la certeza en su concepción. El
sujeto es un momento indeterminado de convergencia de relaciones de poder. No hay un
espacio interior donde dichas convergencias aterricen, sino que esa propia convergencia,
y la indeterminación de su interarticulación, son el sujeto.

A través de esto se deriva, que debemos pensar ante la cuestión sobre el travestismo; el
punto en el que la “máscara” deja de ser artificio, y comienza a ser performativa, forma
parte del “enmascarado” (por lo que este ya no lo está en el mismo sentido).
En cuanto a las normas de género, no es que haya “alguien” que interprete las normas
de género, sino que las normas de género crean “alguien”.
El género según la autora, es el juego entre la psique y la apariencia.

El travestismo en este caso, es una forma de negociar la identificación transgenérica, no


un paradigma ejemplar para reflexionar la homosexualidad, como tampoco el
travestismo en cuanto a performativa es la mejor manera de explicar la homosexualidad
(según la autora).

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Otra de las ideas destacables que introduce la autora, es la de que lo que expone el
travestismo es que la imposición de género se hace sobre inclinaciones renegadas de las
personas. Así, una persona heterosexual tiene inclinaciones homosexuales renegadas
desde el principio, y por tanto, se anticipa al duelo que no podrá llevar a cabo, y asume
el rol de la persona de su mismo sexo que nunca llegó a amar ni por tanto llorar.

Por último, trata sobre la relación entre la performatividad del género y la de la práctica
sexual. Aunque las formas de sexualidad no determinan el género existe una conexión
entre ellas. En términos psicoanalíticos, la relación entre ambas se negocia entre la
identificación y el deseo.

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“Política feminista en la era del reconocimiento”. Nancy Fraser

La teoría feminista tiende a seguir el espíritu de los tiempos, comienza Nancy Fraser. En
la década de los 70, esto significaba el Marxismo, y más adelante el psicoanálisis. En
otros tiempos, se comenzó a oscilar hacia la el enfoque de la subjetividad y el orden
simbólico. Tras diferentes oscilaciones, se llegó al punto de interpretar el género como
“construcción cultural”, perteneciendo por tanto a los estudios culturales. De este modo,
se separó de su vinculación con el marxismo, la teoría social, y la economía política.

Las feministas posteriores comenzaron a perseguir objetivos menos materiales, y


aquello que inicialmente ponía el foco en el trabajo y la violencia, transitó hacia la
identidad y la representación. Por ello, se subordinaban los conflictos sociales a los
culturales. Así, encajando el giro feminista hacia el reconocimiento en un
neoliberalismo hegemónico, por lo que se solapó con un aumento en la desigualdad
económica.

En cuanto al movimiento feminista, es un avance el hecho de que abarque temas de


representación, identidad y diferencia de género, ya que se superpone a límites como el
de la concepción unifactorial que atañe el paradigma economicista. Sin embargo,
cuando se pone el foco exclusivamente en esto, se corre el riesgo de desatender la
necesidad llana de una distribución igualitaria. No podemos dejar que los avances en el
eje del reconocimiento coincidan con una paralización del eje de la distribución.

Nancy Fraser defiende el género como un concepto bidimensional, que incorpore la


redistribución y el reconocimiento. Esto es en pos de una búsqueda de una amplitud
capaz de abarcar la temática del trabajo, pero también incorpore la cultura. En primer
lugar, en la esfera distributiva, existe la división entre trabajo “productivo” remunerado
y aquel “reproductivo” no remunerado, que es el doméstico. Por el otro lado, en la
esfera del reconocimiento, se devalúa estructuralmente todo lo femenino, resultando en
una subordinación de estatus para las mujeres, debida precisamente a la falta de
reconocimiento. Cada dimensión tiene relativa independencia de la otra, y por eso se
habla de una bidimensionalidad que aporta amplitud.

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Además, Fraser propone un modelo de justicia de género que pueda incorporar la misma
amplitud que se viene recogiendo, y la basa en la paridad participativa. Esta engloba
tanto la justicia distributiva, como el foco en el reconocimiento; la falta de respeto, el
imperialismo cultural y la jerarquía de estatus.
En la paridad de participación, los miembros de la sociedad interactúan como iguales.
Primeramente, los recursos materiales se distribuyen de forma que se garantice la
independencia y posibilidad de expresión de los participantes. Segundo, se trata a todos
los participantes desde el mismo puesto de respeto y con igualdad de oportunidades.

En base a este tipo de medidas, se busca alcanzar un criterio normativo capaz de arbitrar
dilemas políticos de relevancia directa para las preocupaciones de las feministas.
Uno de los puntos más importantes que deben actuar en conjunción con estas
perspectivas incluyentes, deben de ser la reinstitucionalización de las jerarquías de valor
androcéntricas, y la reestructuración de la división del trabajo.

Yendo más allá, la autora habla sobre una perspectiva del reconocimiento que ahonde
más en profundidad de la política de identidad. Esto es debido a que este modelo de
identidad es deficiente en varios aspectos, comenzando por que en la práctica muchas
veces cosifica la feminidad, y trata la falta de reconocimiento sexista como un daño
cultural independiente, oscureciendo vínculos insanos.

En concreto, la autora habla de poner el foco del reconocimiento social en la posición de


las mujeres, y no en su identidad. De eta forma, se evita la invisibilización de las
mujeres y su subordinación.
Cabe añadir la problemática que crea en la justicia la falta de reconocimiento, por la que
también es necesario desinstitucionalizar los patrones de valor androcéntricos que
impiden la paridad entre sexos y sustituirlos por patrones que la fomenten.

Por último, la política feminista en sí también debe ser bidimensional, para evitar
simplificaciones.
Ya que las políticas redistributivas afectan al estatus e identidad de las mujeres y por
ello deben ser tematizadas y analizadas minuciosamente. Si no, producen falta de
reconocimiento sexista cuando la devaluación de los cuidados predominante matiza el
apoyo por parte de la madre. Estos son los elementos que surgen al poner en práctica

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teorías que hay que vigilar, como que por ejemplo, las campañas para suprimir la
prostitución pueden tener efectos negativos sobre la posición económica de las
trabajadoras sexuales.

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“El Marxismo y lo meramente cultural”. Judith Butler.

La autora comienza poniendo en consideración dos afirmaciones, tratando


esencialmente el fenómeno considerado como la reducción del marxismo a los estudios
culturales (en ámbitos como la lucha feminista). En segundo lugar respecto a que estos
nuevos movimientos sociales se releguen a la esfera de lo cultural, en tanto que eso
implica olvidar la complejidad de estos y verlos de forma fragmentada.

Mediante ese énfasis en lo cultural, se abandona el proyecto materialista del marxismo,


y a su vez, de una comprensión sistémica de los modos de producción sociales y
económicos. De este modo, se ha dividido la izquierda y se ha perdido un conjunto de
ideas y metas comunes. Deviene de este fenómeno la idea por tanto; el
posestructuralismo ha bloqueado al marxismo.

Aporta un fragmento sobre la parodia enriquecedor en su carácter reflexivo, y describe


la parodia como una forma específica de identificación, en la que quien parodia aspira a
adquirir y apropiarse de la iconicidad que posee lo parodiado. Aplicándolo a parodias
que se hacían de la izquierda en el momento, y si se quiere ahora, el propósito no serían
criticar aspectos de la política de la izquierda, sino ganar popularidad empleando los
medios culturales que han sido tomados por esta.

De cara al resurgir de la izquierda, se reclama una unidad criticada por Butler,


entendiendo esta pretensión como contraproducente. Existen problemas relacionados
con la división existente en la izquierda, entre unos movimientos y otros que son
relegados a la esfera de lo meramente cultural, y aquellos que siguen en el centro de la
cuestión del ámbito material. Sin embargo, no se debe caer, por la pretensión “unitaria”,
en crear reglas que no aboquen sino a una subordinación de unos movimientos a otros, e
incluso de lo material a lo cultural, o viceversa.

Por otro lado, respecto a los movimientos sociales que rompen los esquemas de la
izquierda tradicional, defiende Butler su capacidad de mantener con vida a la izquierda,
y ve irónico su desprestigio. Esto es debido a que estos movimientos aun no deben ser
reducidos a sus formaciones identitarias, sino que debe encontrarse la manera de

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mantener el conflicto de modos políticamente productivos, mediante la suma de las
nuevas formas izquierdistas, y no la jerarquización entre ellas.
De hecho, las nuevas formaciones políticas se superponen, se determinan mutuamente y
confluyen. La diferencia en el seno del movimiento abre la posibilidad de ampliar los
límites constitutivos del movimiento.

En el ámbito académico, el esfuerzo por separar los estudios, produce enfrentamientos


que ponen de manifiesto los límites últimos de cualquiera de estas autonomías. En
resumen, par que una política sea enriquecedora e inclusiva, debe desarrollar un sentido
de alianza, a través del encuentro conflictivo.

Además, en tanto que la raza puede ser una de las modalidades en las que se
experimenta la clase social, hay una dinámica diferente tras la operativa de la
sexualidad. De esta manera, respecto a lo cultural, se representa a la política Queer
como el extremo cultural de la politización, como precisamente el caso paradigmático.
En el caso de EEUU, la utilización de la expresión “política de identidad” esconde tras
de sí una reproducción de la división que sitúa a ciertos grupos oprimidos en el ámbito
de la economía política y relega a otros a la esfera meramente cultural.

Esto viene a decir, en la práctica, que los homosexuales no ocupan una posición
específica en el trabajo. Sin embargo, la regulación de la sexualidad está vinculada al
modo de producción de la economía política, defiende la autora.

Para poner un broche a lo expuesto, la autora añade la exclusión material, de forma que
la esfera material “económica” debe ser ampliada de forma que la reproducción social
de las personas sea acogida, y el género y la sexualidad puedan ser parte efectiva de la
“vida material”. Se pregunta si puede distinguirse la falta de reconocimiento cultural y
opresión material cuando la definición de persona está tan influida por normas
materiales indisociables de sus efectos materiales.

Por último, detalla el modo de producción sexual. En este, puntualiza como la


homosexualidad y la bisexualidad y la transexualidad son producidas como expresiones
aberrantes de la sexualidad hegemónica, y en tanto que forman parte de la “producción”
material, no pueden ser reducidas a lo meramente cultural. Esto, sostiene, se fundamenta

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en una amnesia selectiva característica del marxismo. No es posible abstraer totalmente
las estructuras económicas precapitalistas de los universos culturales y simbólicos en los
que se inscribían. Viéndolo desde otro punto de vista, Althusser describía la importancia
de lo ideológico en la reproducción de las personas, donde es un aparato la condición
material en la que se da la ideología. Y es en la institucionalización donde la homofobia
surge.

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“El feminismo y la cuestión del “Postmodernismo”. Judith Butler

En este texto Butler centra en el postmodernismo el centro de su análisis. Comienza


preguntándose si es una caracterización histórica, porqué viene de la denominación de
una práctica estética y otras cuestiones reflexivas. A través de estas preguntas, va
definiendo conceptos no sólo como el postmodernismo, sino la universalidad
presupuesta de la que parte, el sujeto como una precondición para la política, y el lugar
de la política feminista en este terreno.

En cuanto al tema del sujeto, si decimos que la política requiere de aceptar la noción de
un sujeto como premisa, se establece implícitamente que no puede haber oposición
política a esa afirmación. Por lo tanto, una crítica del sujeto seria una crítica de la
política como tal. De esta forma, vemos como lo político actúa de ocultador de la
cuestión del sujeto. Butler matiza que no se trata de negarlo, sino de comprender como
su presuposición llega a conformar el campo político actual.
En perspectiva de esto, al postmodernismo se le atribuyen afirmaciones como que no
puede uno decir “yo” ya que sólo es su representación, y que lo único que existe es el
discurso.

En la cuestión de la universalidad, critica Butler que cuando un grupo de teorías


reflexionan sobre un mismo tema, y coexisten en un mismo periodo, debemos entender
que articulan una categoría específica de la reflexión históricamente específica.
Mediante esto pone de relieve lo restrictivo de esta mentalidad, donde se agrupa y
recorta, incluso se acotan las distintas teorías para determinarlas.

Introduce que debe destacarse que en tanto que lo “nuevo” es el énfasis del
modernismo, lo postmoderno pone en duda la posibilidad de lo “nuevo” sin que parta de
lo viejo. Es una reflexión sobre el polo del individuo frente al del alcance de lo
estructural. Sin embargo, una posición que afirma estar fuera del juego del poder, es
quizá la que más puede verse envuelta en sus dinámicas. Se trata por tanto no de
considerarse exterior, sino de ser plenamente conscientes de lo que cada movimiento
teórico autoriza y lo que excluye.

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Por otro lado, si existen numerosas universalidades, hasta qué punto el conflicto cultural
es dependiente del conflicto que se crea en la convivencia de dichas universalidades.
Butler defiende que cualquier concepto totalizador suprimirá autoridad de cualquier
teoría o afirmación, en vez de al contrario como se busca y presupone.

Por eso mismo, debemos tener claro, que “yo” no interpreto y gestiono las posiciones
que me han constituido, las influencias que recibo, de forma instrumental. Sino que el
“yo” concreto que represento está determinado por el cruce concreto de dichas
posiciones, influencias. Estas son previas a la propia consciencia del “yo”, de hecho.
Relacionándolo con esto, Butler visibiliza la paradójica celebración de la propia
instrumentalidad que se celebra en la consecución de maniobras militares destructivas.
De dicha línea se sigue que el registro visual de la guerra no es reflexivo sino
representativo.

Volviendo al tema del sujeto, la condición constituida de este se oculta bajo la ilusión de
la autonomía, en una dependencia no admitida. Según Butler, esa condición parte de la
diferenciación del otro, que sitúa la alteridad en lo femenino.
Introduce la interesante noción de que afirmar que el sujeto es constituido no es afirmar
que sea determinado, y define esa característica no es sino la precondición de su
agencia. Esto es debido que defiende que una relación que puede volverse contra sí
misma es la que permite una reconfiguración significativa. Piensa la agencia como que
las personas son actores instrumentales que confrontan un campo político externo.

La agencia entendida como una prerrogativa política, abre el frente de reflexión, sobre
cuáles son las posibilidades de movilización reales sobre las bases del discurso y del
poder existentes.

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“El manifiesto SCUM”. Valerie Solanas

El manifiesto SCUM es un texto basado en la noción del hombre como enfermedad a


exterminar. Tras defender la autonomía de la mujer para mantener la especie, aboga por
un exterminio del hombre. En sus entrañas pueden sacarse ideas interesantes, de cuya
interpretación extraigo que por ejemplo, debido a los roles de género, el hombre no es
capaz de captar e incluso permitirse a sí mismo sentir la complejidad y profundidad
emocional total.

También trata de dar la vuelta a la teoría fálica de Freud, mediante el argumento de que
los hombres quieren ser mujeres, y que pretenden que las mujeres sean hombres
(hombre definido como ser inepto cuyo único fin sea servir).

Realiza una descripción del amor como amistad, que sólo puede conseguirse mediante
mujeres libres, orgullosas, etc, ya que entre las demás combinaciones de parejas, un
desprecio profundo lo hace incompatible.

A parte de estas ideas que he podido extraer, y de la visibilización de una subjetividad


como la de Valerie, que existe en la sociedad al fin y al cabo, lo demás del texto
redunda en torno a un desprecio y odio profundo al hombre, y en torno a delirios de esta
naturaleza, como exterminios, supremacía de un perfil concreto, degradación humana,
etc.

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