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Sintesis de Emerich Coreth
Sintesis de Emerich Coreth
1-. ¿Cómo concibe Emerich Coreth el hombre y qué solución ofrece para su problema?
La revedere!
16:15 pm
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Luego prosigue diciendo que el hombre solo puede entenderse desde su relación con
el ser, en una constante salida hacia el ser y que debe haber una relación
transcendental, o sea que una antropología filosófica será por consiguiente y necesaria
una antropología metafísica para así poder ahondar las dimensiones del ser humano,
ya que esta dimensión metafísica será el elemento constitutivo el hombre.
Así, es como se cuestiona sobre la esencia del hombre, o sea, por lo que algo es lo
que es, su fundamento íntimo. Se trata de la constitución ontológica del hombre, esta
cuestión del fundamento es la cuestión básica de toda filosofía.
Se empezará con una aclaración conceptual de lo que indica la palabra alma, que sería
como conjunto de vida consciente o principio interno o espiritual. Históricamente alma
no significo especialmente estar relacionada con el espíritu, sino el principio vital de
todos los seres vivientes. Espíritu indica algo más, que está por encima de lo corporal.
Así, es que en el hombre el espíritu es simultáneamente alma, el principio que anima y
vivifica al cuerpo. Queda, entonces, expresada la doble función de vida espiritual y
material.
EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL
El hombre no está fijado en el dato del aquí y del ahora, sino que se destaca del
mismo, gana distancia y con ella un horizonte más vasto, desde el cual únicamente
puede captar las cosas de forma objetiva en su contenido esencial. Constituye un
fenómeno antropológico muy importante, y demuestra que incluso el pensamiento sólo
es posible desde la libertad por la que el hombre se libera de la vinculación a la
naturaleza y actúa libremente en su autorrealización específicamente humana. Las
cosas son concretas y singulares, mientras que el concepto es abstracto y general. Lo
cual significa a su vez que el concepto es esencialmente algo distinto de un objeto
material y concreto.
Espíritu humano. Su esencia sólo puede entenderse desde la infinitud que le es propia.
Sólo desde ahí resultan comprensibles la hondura y riqueza, la diversidad y fuerza
configurante de la vida espiritual. Sólo así se explica la increíble “dinámica del espíritu“,
que nunca descansa plenamente en el conocimiento de una cosa finita, sino que busca
e investiga hasta las fronteras del mundo y hasta la últimas profundidades de lo
cognoscible; pero sin que en ningún conocimiento intramundano, es decir, en ninguna
verdad finita, pueda encontrar su plenitud, sino que se sigue preguntando por el
fundamento y sentido últimos de la propia existencia y del mundo en general, por el
fundamento supremo, absoluto e infinito del ser, que está al fondo de todos los seres
finitos, sosteniéndolos y dándoles sentido.
No nos interesa la lógica formal, que pretende analizar las formas y leyes del
pensamiento lógico y especialmente del deductivo. Lo que aquí nos interesa es lo que
precede a cualquier lógica y cuanto que ahí se nos revela acerca de la esencia del
espíritu humano.
LIBRE ALBEDRIO
El conocimiento espiritual exige como correlato esencial el “ libre albedrío “. Por ello
casi resulta bizantina la cuestión del cuál superior, si la inteligencia o la voluntad;
cuestión que, sin embargo, motivó durante siglos una polémica entre filósofos y
teólogos. La autorrealización espiritual-personal humana sólo se cumple en: el querer y
actuar libres. Lo cual demuestra que a ambas realidades, el conocer y el querer, les
corresponde un cierto primado bajo un aspecto específico.. Ontológicamente, sin
embargo, ambas forman parte por igual esencial y original de la existencia espiritual-
personal del hombre. Una y otra están, por lo mismo, antológicamente, en el mismo
plano del ser espiritual-personal, son dos funciones correlativas y complementarias del
mismo hombre, que esencialmente te relacionan y coordinan una con otra, pero que
sólo en su unidad constituyen la totalidad de la autorrealización humana.
De ahí que la libertad no signifique sólo la capacidad de elegir objetivamente entre esto
y aquello, sino una decisión sobre mí mismo y las posibilidades de mi propia existencia,
la disposición y definición de mí mismo. Ambas cosas se relacionan en una unidad
dialéctica: la decisión sobre mí mismo en la decisión frente al otro; la definición de mí
mismo en la captación y realización del otro. Pero la realización de la unidad de ambos
elementos se cumple en “ la libertad “. La “libertad de elección“ se expone a menudo
como una libertad de especificación (libertas specificationis); es decir, como la facultad
de actuar de ésta o de la otra forma, de elegir ésta o aquella posibilidad y de determinar
por sí mismo el acto. También se denomina libertad de ejecución (libertas excercitii), o
sea, la facultad de poner o no poner un acto determinado.
Para Tomás de Aquino la libertad no equivale al capricho insensato, sino que significa
un autodesarrollo razonable en la afirmación y realización del bien ( en la persecución
del bonum ) y como tal está vinculada al bien, a lo que debe ser. Sólo entonces alcanza
la libertad humana su sentido.
Parejas corren las cosas cuando el ser y operar infrahumanos, la materia inanimada, la
vida vegetativa y la sensitiva de la naturaleza aparente de libertad, penetran en la
unidad viva de la existencia humana, son asumidas por ella, transformadas y dirigidas
en su acción por la voluntad libre. Lo cual demuestra que cualquier forma ontológica
inferior está esencialmente abierta para ser asumida por otra forma superior que la
abraza y transfigura. De este modo, todo el ser infrahumano está ciertamente sometido
en su actuación necesaria a la determinada causalidad natural; pero al propio tiempo
está abierto de tal forma que la “ acción libre del hombre “ penetra en el acontecer
natural, pone las fuerzas de la naturaleza a su servicio y las dirige a los objetivos que él
se propone.
Toda decisión por un bien es al mismo tiempo una renuncia a otros bienes y a otras
posibilidades de nuestra propia existencia. El hombre para experimentar su libertad,
requiere de un espacio libre que lo lleve a su autodefinición y desarrollo.
Somos nosotros mismo quienes hemos de decidirnos, quienes debemos elegir
libremente entre las distintas posibilidades de autorrealización con que cuenta nuestra
propia existencia. Nosotros mismos ponemos con la decisión de nuestro querer y
actuación personales, ahí precisamente está la esencia de la libertad.
ACTUACIÓN MORAL
El hedonismo de los epicúreos dirá que bien es el placer completo que exalta el placer
sensible y el disfrute de la vida.
El utilitarismo nos dice que bueno es lo útil, lo que sirve a los objetivos e intereses
prácticos de la vida.
El valor moral presenta un carácter absoluto y singular que, por su misma esencia, no
puede ser sustituido o suplantado por otros valores. Las normas morales concretas son
histórica y socialmente muy diversas, y la educación, el entorno social y la situación
histórica, contribuyen de un modo positivo o negativo, pero siempre esencial a la
formación de los conceptos y valoraciones éticas del individuo, de la “conciencia “. Todo
ente es bueno por esencia, porque le es propio un contenido esencial, una plenitud
óntica adecuada a su esencia, que responde a la aspiración natural de ese ente y que
impulsa a poseerlo, guardarlo y desarrollarlo. Lo que empuja a un ser vivo en su
desarrollo natural, es para él un bien, un valor. Por el contrario lo que le traba, le es
perjudicial o amenaza con aniquilar su vida, es malo para él, un desvalor. Así pues,
valor y desvalor están en relación con la naturaleza, es decir con el modo y las leyes
esenciales precedentes de aquel ser que recibe este influjo positivo o negativo. Pero
además, existe un crecimiento superior y espiritual, un desarrollo interno de nuestra
vida espiritual. Así nos abrimos a la verdad, que se ofrece a nuestra inteligencia como
un valor, que representa un enriquecimiento, ahondamiento y perfección para nuestra
vida espiritual.
Todo aquello que corresponde al autodesarrollo esencial y común a todos los hombres
es “ moralmente bueno “. Por el contrario, todo lo que se opone a dicho desarrollo es
moralmente malo. La norma por la que se miden el bien y el mal morales radica en la
precedente estructura esencial del hombre, de acuerdo con la cual tiene que cumplirse
la plena realización de nuestro ser humano. El bien y el mal son cualidades que en un
sentido propio sólo corresponden a la libre actuación del hombre, y sólo en un sentido
analógico y traslaticio pueden predicarse de las circunstancias e influencias externas.
Por lo que hace a su totalidad, el hombre completo como ser corporal y espiritual,
personal y libre en sus múltiples relaciones con el mundo y con el ser en general, es el
fundamento y norma de lo moral. De la posición del hombre frente al mundo, frente a su
situación histórica concreta y frente a la realidad total, se desprenden los valores, tareas
y deberes morales. Sola la visión dinámico-final de la existencia humana puede facilitar
el tránsito del ser al deber. Sólo con esa visión podemos conocer, por lo que somos, lo
que debemos ser.
El carácter absoluto de lo moral no significa que todo valor ético nos imponga un deber
vinculante, es decir, que sea un deber en sentido estricto. Esto sólo se aplica a aquellos
valores, que vienen dados y exigidos esencial y necesariamente con el ordenamiento
final del ser humano, y cuyo repudio equivale a una repulsa del fin último, con lo que se
indica una oposición al sentido y objetivo de la existencia humana. Entre todos los seres
intramundanos sólo al hombre le compete la relación del propio conocimiento y
aspiración a Dios, por eso sólo a él le es posible una actuación moral.
TEORÍA Y PRÁCTICA
Para Kant el querer práctico empieza donde termina el saber teórico, de tal modo que
la frontera del saber se convierte en punto de transmisión del querer, que pude así
actuar en su libertad.
Todo obrar de un ente finito significa un salir de sí mismo, un saltar las barreras del
propio ser para establecerse en una nueva realidad ontológica. Propio del obrar del
espíritu finito es realizar esa auto transcendencia de modo consciente y libre en el
horizonte del ser; realizar la dinámica esencial de todo lo finito.
La “esencia” significa aquello “por lo que” algo es lo que es. Se trata por ende, del
fundamento íntimo, o del principio de la quididad o del ser así. Afecta a aquello por lo
que el hombre se constituye antológicamente en hombre. El hombre tiene que
realizarse, tiene que desarrollar su propia esencia en libertad. Esto se aplica al cambio,
crecimiento y acción del individuo; pero vale también referido al cambio y marcha de la
humanidad en la historia, al desarrollo de las culturas históricas; es decir, que se aplica
a una realización pluridimensional del ser humano, única que puede revelar la esencia
del hombre.
La esencia significa la estructura mínima de un ente de este tipo; es decir, aquello que
se requiere al mínimo para que exista un ente de esa esencia. La esencia solo alcanza
su desarrollo en la propia conciencia, con la puesta en juego de la propia libertad, en la
realización de las posibilidades humanas, en el despliegue espiritual-ético, en las
realizaciones histórico-culturales. Sólo así se evidencia lo que realmente significa ser
hombre. Sólo así se revela la esencia del hombre.
El ser humano, su vida y proceso consciente te reduce a un principio interno, que
condiciona la unidad y totalidad del hombre y que llamamos “alma”. No es una cosa, no
puede convertirse en un objeto autónomo y cosificado. Sólo se la puede captar y
demostrar como condición trascendental-ontológica de la existencia humana real,
múltiplemente diferenciada, aunque centrada a su vez en la unidad. Sólo en este
supuesto es posible lo que está dado realmente. Requiere un fundamento interno, que
constituye la unidad y totalidad del ser humano.
EL PROBLEMA CUERPO-ALMA
Platón concebía el alma humana no como un ser espiritual, sino en el fondo como un
espíritu puro, que ya preexistía antes de esta vida, pero que desterrada al mundo
maaterial de los sentidos, está aprisionada en el cuerpo, y tiene que librarse del mismo
para retornar a la pura existencia espiritual. El cuerpo humano pertenece al mundo
aparente e irreal de la materia, mientras que el alma como ser espiritual pertenece al
mundo eterno de las ideas.
Pablo decía que la carne significa la naturaleza pecadora y caída del hombre, mientras
que el espíritu es el principio de la nueva vida de redención y de gracia, y en definitiva
el mismo Espíritu divino, que nos ha sido dado y que habita en nosotros.
Fechner decía que lo corporal y lo espiritual son dos caras o dos modos de
manifestación de una realidad idéntica, pero que no puede conocerse en sí misma. Y
porque ambos proceso son idénticos en el fondo están mutuamente ordenados entre sí
en estrecho paralelísmo.
En la tradición clásica del pensamiento filosófico, el problema del cuerpo y del alma se
plantea en el horizonte de la cuestión acerca de la vida y de la muerte. Un cuerpo vivo
no es lo mismo que un cadáver exánime, aunque conste de los mismos elementos
materiales. Se supone, por tanto, una fuerza vital, un principio de vida, que anima la
materia y la convierte en un organismo vivo.
Existe una influencia recíproca entre lo físico y lo psíquico. Cuando se habla en este
sentido del cuerpo y del alma, es evidente que nos referimos a algo completamente
distinto que en la filosofía clásica. “alma” no significa aquí el principio vital de la vida
corpórea , sino el conjunto del acontecer y vivencias psíquicas, “cuerpo“, por el
contrario, significa no sólo lo material, el sustrato inanimado de por sí y que el alma
vivifica, sino que se entiende ya como un organismo humano vivo, que sin embargo
como realidad física se separa del campo de la vida psíquica.
El hombre empieza por ser un cuerpo material, sujeto a las leyes de la realidad material
como cualquier otro objeto corpóreo, a las leyes del espacio y del tiempo, a la fuerza de
gravedad y otras leyes físicas; consta de los mismos elementos químicos que las otras
cosas del mundo. Mas ese cuerpo material vive; no es un cuerpo muerto, sino que
posee vida corporal. El hombre posee además, una vida sensitiva parecida a la del
animal. Tiene unos órganos sensoriales que captan las impresiones; éstas pasan a
percepciones conscientes y desatan un impulso sensible que solemos denominar
fuerza instintiva. Todo este campo de la vida corporal viene superado una vez más por
la vida específicamente humana que es la espiritual, con la que el hombre se posee a sí
mismo en su yo-conciencia, existe en sí y para sí, penetra y sobre pasa con el
pensamiento la percepción sensible y con su libre querer se libera del instinto sensorial
y dispone de sí mismo. La realidad humana es una totalidad pluralmente diferenciada.
Así como el ser material está penetrado y conformado por el proceso de la vida
vegetativa, así la vida sensitiva queda incardinada a la conciencia espiritual. Jamás
tenemos un conocimiento puramente sensitivo; siempre está transido y superado por lo
consciente y espiritual. Tampoco tenemos instintos puramente sensibles, sino que
siempre están elevados a la responsabilidad de la auto disposición libre. La vida
corporal sólo es posible en un cuerpo material y la vida espiritual que experimentamos
sólo es posible sobre el supuesto de una vida corporal y sensible. Se trata de una
relación condicionante en lo que lo uno supone lo otro, sin que por ello se reduzca a lo
otro para su explicación. Por lo mismo todos los elementos estructurales de la totalidad
humana están en una relación de mutuo condicionamiento.
* El alma concupiscible. Principio del apetito sensible que persigue el alimento, el placer
sexual, etc
* El alma irascible. Principio de la aspiración hacia el derecho, el poder y el honor
* El alma racional. Principio de la vida, conocimiento, deseo y querer espirituales
Lo que informa ese proceso, lo que rige los cambios y crecimiento corporales,
establece su estructura esencial viva, permite que florezca el desarrollo de la vida
vegetativa, sensitiva y espiritual, comportándose en todo esto como el principio interno
de la totalidad viva del hombre, es el alma espiritual. Esa alma constituye la esencia del
hombre, ejercita la función de un principio vivificante de la vida corporal, pero
subordinándola a la realización propiamente “ humana “ y “ espiritual-personal “ del ser
humano.
El espíritu está ligado al cuerpo, tiene que actuar en y a través del cuerpo para poder
realizarse a sí mismo. El cuerpo humano es un medium del espíritu como instrumento
de acción y como medio expresivo. Es un instrumento operativo por cuanto el espíritu
humano actúa en el cuerpo y a través del cuerpo y mediante esta actuación se realiza y
completa. Esto no quiere decir únicamente que el alma espiritual, originaria y
constitutiva se cree el cuerpo como su medio material, lo configure y anime
informándolo, sino también que en su acción propia está ligada al cuerpo y que sólo en
él puede realizarse espiritualmente.
Si el espíritu o el alma espiritual es el principio informante del cuerpo, de tal modo que
suscita y anima su cuerpo en el medio de la materia, con todo, no es eso exactamente
lo que nosotros experimentamos en nosotros de un modo directo como lo espiritual. De
otra manera no serían posibles ni la existencia previa de lo corporal ni su resistencia a
la mismidad espiritual, consciente y libre; esa mismidad tendría que poder operar y
expresarse adecuadamente en su cuerpo.
El alma reflexiona sobre sí misma, logra el “ser-en-sí” y “para-sí” del espíritu; es decir,
conciencia y libertad. Lo que aquí sucede es ciertamente la posibilidad suprema que
deriva del alma como principio informante de la existencia humana; pero no es ese
principio informante mismo, que preyace fundamentalmente a la autorrealización
espiritual y consciente, como su condición apriorística. Pero en la medida en que es la
facultad suprema que procede del alma y que constituye al hombre en su ser
específico, puede designarse al principio esencial unitario de la totalidad concreta del
hombre como espíritu o, mejor, como alma espiritual.
TOTALIDAD PERSONAL
La esencia del hombre debemos entenderla dinámicamente, al igual que la esencia del
ser personal. Originariamente el hombre ya está puesto en su constitución esencial de
cuerpo y espíritu, por lo cual es persona, aunque como persona aún no se haya
realizado de un modo completo. Esto sólo acontece en la propia autorrealización, que, a
su vez, sólo es posible en la relación personal. Tal realización ya está dada en la
originaria constitución esencial del hombre aunque todavía no se realice; se exige,
aunque todavía no se cumpla. Así, el ser-persona significa un ordenamiento esencial al
ser personal del otro. Sólo en el cumplimiento de esa relación personal, logra el hombre
su plena realización y despliegue personal.
La idea de la inmortalidad del alma procede de la imagen dualista del hombre que tiene
el pensamiento griego, y especialmente el platónico, entendiendo el alma como algo
opuesto al cuerpo y, en el fondo, como un ser puramente espiritual, que sólo
externamente está ligado al cuerpo y que debe liberarse de esas ataduras, a fin de
volver a su pura existencia espiritual que es conforme a su esencia.
Cada individuo humano es un todo corpóreo-espiritual autónomo que, como tal, tiene
ya que estar constituido antológicamente para poner la correspondiente autorrealización
libre. El hombre es persona ya antes de realizarse personalmente.