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«¿Cómo sabes tú, Sócrates, qué cosas son bellas y qué otras son feas? Vamos,
¿podrías tú decir qué es lo bello?»
Es difícil de creer, pero parece evidente que Hipias no es capaz de distinguir entre
qué es bello y qué es «lo» bello. El concepto que se tiene sobre, mas no al objeto
que se refiere o tiene belleza, luego hace encolerizar a su interlocutor cuando
pregunta: «¿Y una bella olla, no es acaso algo bello?», a lo que Hipias contesta:
«Pero ¿quién es ése, Sócrates? Un mal educado para atreverse a decir palabras
vulgares en un tema serio». O sea: mencionar «olla» con dependencia a «lo bello»
es, según Hipias, una vulgaridad. En este punto del diálogo notamos que, ahora, la
cuestión de qué es lo bello, es «un tema serio», cuando antes, al comienzo de esta
parte del diálogo, era una pregunta sin importancia.
Posteriormente Sócrates lo forzá a Hipias para que este de una segunda afirmación
de belleza, la cual es que «pues todos sabemos que a lo que esto [el oro] se añade,
aunque antes pareciera feo, al adornarlo con oro, aparece más bello»
Más adelante, (289e) Hipias, presionado por Sócrates, afirma ahora que lo bello es
el oro,. También esta afirmación será refutada por Sócrates, quien se remite a la
estatua de Palas Atenea, diosa protectora de Atenas, que había hecho Fidias, e
ironiza que el escultor no debía saber que todas las cosas bellas lo son por el oro
ya que la había hecho de marfil. Y ahí le pregunta Sócrates a continuación si un
determinado mármol, que el escultor había utilizado para una parte del rostro de la
diosa, podía ser considerado una cosa bella y Hipias contesta:
No deja de sorprender que Sócrates, que insiste en preguntar qué «es» lo bello, de
pronto pregunte «¿… cuando son adecuadas hacen que las cosas «aparezcan»
bellas y cuando no, feas…?». Parecería que cuando una cosa «es» bella, lo es en
su ser completo, lo es intrínsecamente, mientras que si «aparece» bella, no lo es
necesariamente en su ser completo, sino solo en su apariencia. En el contexto del
debate, se podría decir que la cuchara de oro «parece» bella, mientras que la de
madera de higuera «es» bella por ser adecuada, cosa que la de oro no es.
Como ya se indicó anteriormente, es Hipias quien introduce aquí la noción de lo
«adecuado al uso», en su contestación a Sócrates sobre el mármol y, poco después,
la de que «lo que es adecuado a cada cosa, eso la hace bella». Entiende, por tanto,
lo adecuado igual a belleza. Luego Sócrates, basándose en la argumentación
anterior, implica, pero sin decirlo explícitamente, que la cuchara de madera de
higuera es más bella porque es más adecuada al uso: al remover con ella las
legumbres en la olla les transmita su sabor, y lo hace al estar, precisamente, en uso,
cosa que no puede hacer la cuchara de oro.
Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor. Los que tienen
principalmente lo bello, sólo en casos de necesidad buscan a sus amigos
entre los hombres rectos, constantes y severos; prefieren tratarse con gente
bromista, amable y cortés. Se estima a algunos demasiado para que pueda
amárseles. Infunden asombro, pero están demasiado por encima de nosotros
para que podamos acercarnos a ellos con la confianza del amor.
El hombre siempre tiende más a lo sublime. Esta es la razón por la que el hombre
prefiera buscar la amistad más que el placer del amor sexual; lo sublime, en el plano
de la amistad, ve su origen en las cualidades morales de los hombres, en la
verdadera virtud que va a llegar a la plenitud y encontrar su sentido en este
sentimiento que es el motor de todo lo perfectible.
En las cualidades morales del hombre solo la verdadera virtud es sublime, aunque
puede confundirse con lo bello ya que en la virtud hay una parte amable, sin
embargo esta amabilidad y belleza no es suficiente para alcanzar la verdadera
virtud, puesto que esta implica que debe basarse en principios que entre más
generales sean, más sublimes la harán.
Ya en su etapa crítica Kant propone en la crítica del juicio que “la belleza debe
referirse únicamente a la ´forma´ y no a la materia… así en general puede llamarse
belleza a la expresión de las ideas estéticas” aquí Kant da la definición de belleza
como tal, en un primer momento como expresión de la forma que en un objeto
bello consiste en la relación de las partes que lo constituyen en un espacio, ya sea
en la naturaleza como en la obra de arte y en un segundo momento como la
expresión de las ideas estéticas que el autor plasma en su obra.
En sentido más estricto la forma en Kant es aquello que hace que lo diverso del
mismo fenómeno pueda ser ordenado en ciertas relaciones, así la forma del objeto
es lo que se toma en cuenta para el juicio sobre la belleza. Por tanto se puede
deducir que en Kant la belleza se encuentra dentro del fenómeno no en su exterior,
propiamente, sino como principio ordenador de la materia.
En su obra Crítica del juicio Kant propone la definición de belleza tomando en cuenta
conceptos expuestos en su obra Crítica de la razón pura dando una nueva dirección
a su perspectiva estética pero sin rechazar la supremacía del sentimiento de lo
sublime respecto a la belleza y conjuntando ambos el sujeto puede comprender
mejor la obra de arte y clasificarla según sus características
3. La estética de Hegel
La estética de Hegel se concibe mucho como una historia del arte y como
una aplicación de la evolución de la síntesis del método dialéctico al campo
general de la cultura, de la que el arte es el culmen. Hegel pretende hacer
una historia filosófica del arte donde trata la demostración interna de
superación del arte como destino final de la filosofía; esto es, se puede hacer
historia del arte porque éste ha muerto. Afirma que ahora en la época
romántica ya ha llegado a su síntesis y debe dejar paso a otra forma del
espíritu. El desprecio de Hegel por la naturaleza es absoluto, es inerte, y lo
bello de la obra de arte es el modelo de lo bello natural. La naturaleza imita
al arte, y las obras de arte son el modelo por el que nosotros juzgamos la
naturaleza. La estética y el arte serían la síntesis de la necesidad y la libertad.
Hay que dar más oportunidad al concepto antes de la síntesis y colocar la
estética en el lugar supremo.
Cabe seguir preguntándose cuál es el contenido del arte y por qué este debe ser
representado (¿por qué tenemos arte?). Hegel encuentra el fin del arte en despertar
y vivificar los sentimientos, inclinaciones y pasiones. Que el humano sienta todo lo
que puede experimientar, soportar y producir. Y tal excitación no se produce por la
experiencia real, sino por la apariencia de la misma, por cuanto el arte, por un
engaño, pone sus producciones en lugar de la realidad. El arte está llamado a
descubrir la verdad bajo la forma de la configuración artística.
Hegel entiende el arte dentro del espíritu absoluto, y afirma en la introducción a las
Lecciones de estética que es algo del pasado. Quiere esto decir que da el arte como
realizado, pero no le resta importancia, ya que lo ubica junto con la religión y la
filosofía, como una de las prácticas mediante las cuales las comunidades dan
cuenta de sus intereses sustanciales y actualizan su libertad.
BIBLIOGRAFÍA