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¿Qué es lo bello?

Cornejo Garcia, Anayelli Lisbet

En el presente ensayo, en un primer momento, se tomara tres libros como base:


Hipias Mayor de Platón; Critica del Juicio de Kant y Estética de Hegel en el que se
pretende responder la pregunto ¿Qué es lo bello?, lo bello es lo que tiene belleza,
pero ¿Qué es la belleza? , pretendemos responder esta pregunta desde el idealismo
filosófico, el cual considera lo bello como “ propiedad del espíritu, de la consciencia
(objetiva o subjetiva)”.

La belleza desde el punto de vista del Idealismo filosófico

1. Hipias Mayor de Platón


El mayor objetivo que concedía Platón a lo bello, existen características que son
importante dentro de la belleza como lo son los elementos psiquicos, sociales, la
virtud y la verdad, los valores no solo lo estético sino también los morales y
cognoscitivos y esto podemos verlo a partir del siguiente dialogo:

S: …respóndeme ahora brevemente sobre una cuestión, pues me lo has recordado


con oportunidad. Recientemente, Hipias, un cierto individuo me llevó a una situación
apurada en una conversación, al censurar yo unas cosas por feas y alabar otras por
bellas, haciéndome esta pregunta de un modo insolente:

«¿Cómo sabes tú, Sócrates, qué cosas son bellas y qué otras son feas? Vamos,
¿podrías tú decir qué es lo bello?»

Al sofista esto le da la impresión de ser muy poco importante y le da la plena


seguridad de que a Sócrates : «Yo podría enseñarte a responder a preguntas mucho
más difíciles que ésta, de modo que ningún hombre sea capaz de refutarte», como
es propio del filosofo se hace el desentendido y le comunica que no sabe que ni
cómo responderle, “pidiéndole ayuda” para que le conteste a este supuesto sujeto,
Platón lo hace ver a Hipias como un personaje lleno de arrogancia, siguiendo el
juego que había empezado Sócrates le dice :
«Forastero de Élide, ¿acaso no son justos los justos por la justicia?». Responde,
Hipias, como si fuera él el que te interroga.
H: Responderé que por la justicia.
S: Luego, ¿existe la justicia?
H: Sin duda.
S: Luego, también los sabios son sabios por la sabiduría y todas las cosas buenas
lo son por el bien.
H: ¿Cómo no?
S: Por cierto, estas cosas existen, pues si no existieran, no sería así.
H: Ciertamente, existen.
S: ¿Acaso las cosas bellas no son bellas por lo bello?
H: Sí, por lo bello.
S: ¿Existe lo bello?
H: Existe. ¿Cómo no va a ser así?
S: Dirá él [el individuo]: ‘Dime forastero, ¿qué es lo bello?’
H: ¿Acaso el que hace esta pregunta, Sócrates, quiere saber qué es bello?
S: No lo creo, sino qué es lo bello, Hipias.
H: ¿Y en qué difiere una cosa de otra?
S: ¿Te parece que no hay ninguna diferencia?
H: Ciertamente, no hay ninguna.
S: Sin embargo, es evidente que tú lo sabes mejor. A pesar de eso, amigo, reflexiona.
No te pregunta qué es bello, sino qué es lo bello.
H: Ya entiendo, amigo, voy a contestarte qué es lo bello y es seguro que no me
refutará. Ciertamente, es algo bello, Sócrates, sábelo bien, si hay que decir la
verdad, una doncella bella.

Es difícil de creer, pero parece evidente que Hipias no es capaz de distinguir entre
qué es bello y qué es «lo» bello. El concepto que se tiene sobre, mas no al objeto
que se refiere o tiene belleza, luego hace encolerizar a su interlocutor cuando
pregunta: «¿Y una bella olla, no es acaso algo bello?», a lo que Hipias contesta:
«Pero ¿quién es ése, Sócrates? Un mal educado para atreverse a decir palabras
vulgares en un tema serio». O sea: mencionar «olla» con dependencia a «lo bello»
es, según Hipias, una vulgaridad. En este punto del diálogo notamos que, ahora, la
cuestión de qué es lo bello, es «un tema serio», cuando antes, al comienzo de esta
parte del diálogo, era una pregunta sin importancia.

Posteriormente Sócrates lo forzá a Hipias para que este de una segunda afirmación
de belleza, la cual es que «pues todos sabemos que a lo que esto [el oro] se añade,
aunque antes pareciera feo, al adornarlo con oro, aparece más bello»

Más adelante, (289e) Hipias, presionado por Sócrates, afirma ahora que lo bello es
el oro,. También esta afirmación será refutada por Sócrates, quien se remite a la
estatua de Palas Atenea, diosa protectora de Atenas, que había hecho Fidias, e
ironiza que el escultor no debía saber que todas las cosas bellas lo son por el oro
ya que la había hecho de marfil. Y ahí le pregunta Sócrates a continuación si un
determinado mármol, que el escultor había utilizado para una parte del rostro de la
diosa, podía ser considerado una cosa bella y Hipias contesta:

H: Lo diremos, al menos cuando su uso es adecuado.


S: ¿Cuando no es adecuado es feo? ¿Debo admitirlo, o no?
H: Acepta que es feo cuando no es adecuado.
S: ¿No es cierto’, dirá [el individuo] ‘que el marfil y el oro, sabio Sócrates, cuando
son adecuados hacen que las cosas aparezcan bellas y cuando no son adecuados,
feas?’ ¿Negamos o admitimos que él dice la verdad?
H: Vamos a admitir que lo que es adecuado a cada cosa, eso la hace bella.
S: ‘¿Qué es lo adecuado’, dirá [el individuo], ‘cuando se hace hervir, llena de
hermosas legumbres, la bella olla de la que acabamos de hablar: una cuchara de
oro o una de madera de higuera?’.
H: ¡Por Heracles!, ¿qué hombre es ese, Sócrates? ¿No quieres decirme quién es?
S: No le conocerías si te dijera su nombre.
H: Pues, aún así, ya sé que es un hombre falto de instrucción.
S: Es muy molesto, Hipias. Sin embargo, ¿qué le vamos a decir? ¿Cuál de las dos
cucharas es la adecuada a las legumbres y a la olla? ¿No es evidente que la de
madera de higuera? Da más aroma a las legumbres y, además, no nos podría
romper la olla ni derramar la verdura ni apagaría el fuego dejando sin un plato muy
agradable a los que iban a comer, en cambio, la de oro[haría] todas estas
cosas[romper la olla con todas las consecuencias descritas] de manera que, según
parece, podemos decir que la de madera de higuera es más adecuada que la de oro,
a no ser que tú digas otra cosa.

H: En efecto, es más adecuada, Sócrates; no obstante, yo no dialogaría con un


hombre que hace este tipo de preguntas.

No deja de sorprender que Sócrates, que insiste en preguntar qué «es» lo bello, de
pronto pregunte «¿… cuando son adecuadas hacen que las cosas «aparezcan»
bellas y cuando no, feas…?». Parecería que cuando una cosa «es» bella, lo es en
su ser completo, lo es intrínsecamente, mientras que si «aparece» bella, no lo es
necesariamente en su ser completo, sino solo en su apariencia. En el contexto del
debate, se podría decir que la cuchara de oro «parece» bella, mientras que la de
madera de higuera «es» bella por ser adecuada, cosa que la de oro no es.
Como ya se indicó anteriormente, es Hipias quien introduce aquí la noción de lo
«adecuado al uso», en su contestación a Sócrates sobre el mármol y, poco después,
la de que «lo que es adecuado a cada cosa, eso la hace bella». Entiende, por tanto,
lo adecuado igual a belleza. Luego Sócrates, basándose en la argumentación
anterior, implica, pero sin decirlo explícitamente, que la cuchara de madera de
higuera es más bella porque es más adecuada al uso: al remover con ella las
legumbres en la olla les transmita su sabor, y lo hace al estar, precisamente, en uso,
cosa que no puede hacer la cuchara de oro.

Ahora, partiendo de la equivalencia «adecuado al uso = belleza», implícita en la


contestación de Hipias, esa belleza de la que están hablando es una belleza que
nada tiene que ver con el aspecto visual de la cuchara, pues no se menciona para
nada su forma. Según se desprende de las palabras de Sócrates, la cuchara es
adecuada y, por lo tanto, bella según Hipias, porque transmite su sabor a las
legumbres, además de que no rompería la olla. Habla de una belleza inmaterial,
intelectual, de una «belleza» de la inteligencia.

2. Crítica del Juicio de Kant

Kant no solo abordó los problemas más arduos de la historia de la filosofía en el


campo especulativo y práctico, sino también de una manera elegante y con un estilo
ágil los problemas de lo bello en su obra observaciones sobre el sentimiento de lo
bello y lo sublime de 1766(Carrillo, 2013).

Lo bello está ligado al sentimiento del placer no corresponde tanto a la condición


externa que suscita sino a la sensibilidad propia de cada ser humano es por esto
que la obra de arte puede producir placer o repugnancia al sujeto que la contempla,
siendo un enigma el sentimiento que pueda producir para éste. El sentimiento de lo
sublime en cambio es de naturaleza distinta puesto que no depende del placer;
existen tres niveles de lo sublime: lo noble, lo terrorífico y lo magnífico, según el
nivel de impacto que el sujeto pueda tener al contemplar, lo sublime conmueve, lo
bello encanta.
El sentimiento de lo bello y lo sublime va más allá de la obra de arte: no es sólo leer
una buena poesía, contemplar una pintura, admirar una escultura o una
construcción perfectamente bien hecha. El sentimiento de lo bello y lo sublime se
van viviendo día con día en el convivir con las personas que nos rodean; hacer
aquello que nos causa la realización personal, lo bello y lo sublime está ligado a la
vida propia. El hombre puede estar inclinado más al sentimiento de lo bello o al
sentimiento de lo sublime. Esta inclinación determina de cierto modo el
temperamento o personalidad del hombre, aquellos que están más inclinados al
sentimiento de lo bello son alegres y bromistas y los segundos son más serios,
rectos e inspiran admiración y respeto:

Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor. Los que tienen
principalmente lo bello, sólo en casos de necesidad buscan a sus amigos
entre los hombres rectos, constantes y severos; prefieren tratarse con gente
bromista, amable y cortés. Se estima a algunos demasiado para que pueda
amárseles. Infunden asombro, pero están demasiado por encima de nosotros
para que podamos acercarnos a ellos con la confianza del amor.

El sentimiento de lo sublime es siempre más grande que el sentimiento de lo bello,


sin embargo, lo sublime, sino va acompañado de lo bello cansa, fatiga; por esta
razón en las relaciones de amistad debe intercalarse: lo sublime con lo bello. Por
ejemplo: en una conversación con una selecta compañía es necesario intercalar las
bromas acompañadas de las risas; por esto la amistad tiene principalmente este
carácter de lo sublime y el amor sexual de lo bello.

El hombre siempre tiende más a lo sublime. Esta es la razón por la que el hombre
prefiera buscar la amistad más que el placer del amor sexual; lo sublime, en el plano
de la amistad, ve su origen en las cualidades morales de los hombres, en la
verdadera virtud que va a llegar a la plenitud y encontrar su sentido en este
sentimiento que es el motor de todo lo perfectible.

En las cualidades morales del hombre solo la verdadera virtud es sublime, aunque
puede confundirse con lo bello ya que en la virtud hay una parte amable, sin
embargo esta amabilidad y belleza no es suficiente para alcanzar la verdadera
virtud, puesto que esta implica que debe basarse en principios que entre más
generales sean, más sublimes la harán.

Estos principios no son reglas especulativas, sino la conciencia de un sentimiento


que vive en todo corazón humano; por lo tanto la virtud podría definirse como el
sentimiento de la belleza y la dignidad de la naturaleza humana así la belleza
fundamenta la benevolencia, y la dignidad –aspecto sublime- el respeto universal.
Cuando este sentimiento alcanza la más alta perfección en un ser humano podría
amarse y amar a los demás por su vasto y noble sentimiento. Los sentimientos
bellos pueden quedar sepultados por el egoísmo, pero los sublimes llevan al hombre
a la plenitud.

Ya en su etapa crítica Kant propone en la crítica del juicio que “la belleza debe
referirse únicamente a la ´forma´ y no a la materia… así en general puede llamarse
belleza a la expresión de las ideas estéticas” aquí Kant da la definición de belleza
como tal, en un primer momento como expresión de la forma que en un objeto
bello consiste en la relación de las partes que lo constituyen en un espacio, ya sea
en la naturaleza como en la obra de arte y en un segundo momento como la
expresión de las ideas estéticas que el autor plasma en su obra.

En sentido más estricto la forma en Kant es aquello que hace que lo diverso del
mismo fenómeno pueda ser ordenado en ciertas relaciones, así la forma del objeto
es lo que se toma en cuenta para el juicio sobre la belleza. Por tanto se puede
deducir que en Kant la belleza se encuentra dentro del fenómeno no en su exterior,
propiamente, sino como principio ordenador de la materia.

En su obra Crítica del juicio Kant propone la definición de belleza tomando en cuenta
conceptos expuestos en su obra Crítica de la razón pura dando una nueva dirección
a su perspectiva estética pero sin rechazar la supremacía del sentimiento de lo
sublime respecto a la belleza y conjuntando ambos el sujeto puede comprender
mejor la obra de arte y clasificarla según sus características

3. La estética de Hegel

La estética de Hegel se concibe mucho como una historia del arte y como
una aplicación de la evolución de la síntesis del método dialéctico al campo
general de la cultura, de la que el arte es el culmen. Hegel pretende hacer
una historia filosófica del arte donde trata la demostración interna de
superación del arte como destino final de la filosofía; esto es, se puede hacer
historia del arte porque éste ha muerto. Afirma que ahora en la época
romántica ya ha llegado a su síntesis y debe dejar paso a otra forma del
espíritu. El desprecio de Hegel por la naturaleza es absoluto, es inerte, y lo
bello de la obra de arte es el modelo de lo bello natural. La naturaleza imita
al arte, y las obras de arte son el modelo por el que nosotros juzgamos la
naturaleza. La estética y el arte serían la síntesis de la necesidad y la libertad.
Hay que dar más oportunidad al concepto antes de la síntesis y colocar la
estética en el lugar supremo.

Hegel comienza su introducción a la estética dando su definición: “estética” designa


la ciencia del sentido, de la sensación. La expresión genuina es “filosofía del arte”,
y más concretamente “filosofía del arte bello”. Cuando Hegel habla de estética
excluye la belleza natural, dando una superioridad a la belleza artística. La belleza
artística es algo superior porque es del espíritu, lo bello natural será un reflejo de lo
bello del espíritu, algo incompleto e imperfecto. El arte se basa en que lo bello tiene
su vida en la apariencia. La realidad sólo puede encontrarse más allá de la
inmediatez de la sensación y objetos externos. El arte nace del espíritu y por tanto
es de naturaleza espiritual, aun cuando su representación asuma la apariencia de
la sensibilidad y haga que el espíritu penetre en lo sensible. Así, la obra de arte, en
la que se aliena el pensamiento, pertenece también al ámbito del pensamiento
conceptual; y el espíritu, en cuanto la somete a la consideración científica.

La estética, previamente, no buscaba el fin explícito de producir obras de arte, sino


que las teorías eran en torno a cultivar el juicio artístico (como Batteux en su Tratado
de las bellas artes reducidas a un único principio). Estos tratados se referían a cómo
tratar el tema del arte, y la filosofía del arte debía centrarse en entender qué es lo
bello y cómo se entiende la belleza en el arte que tenemos. Así, Hegel entiende que
lo bello es un interior, un contenido y un exterior, en el cual queda significado el
contenido (que el arte no es sólo forma, que la belleza es el contenido de la obra).

Características del arte:

La obra de arte no es un producto de la naturaleza, sino que ha nacido por la


actividad humana.

Ha sido hecha esencialmente para el hombre y, más en concreto, para el sentido


del hombre, por cuanto en mayor o menor grado ha sido sacada de lo sensible.

Tiene un fin en sí misma.

En efecto, la obra de arte ha dejado de considerarse como producto de una actividad


humana general, y ha pasado a ser la obra de un espíritu singularmente dotado.
La necesidad general del arte es, pues, lo racional (que el hombre va a elevar la
conciencia espiritual, y va a reconocerse en el objeto). No es un principio general
del arte la búsqueda de la imitación de la naturaleza. El fin del arte ha de cifrarse en
algo distinto a la imitación de lo dado.

Cabe seguir preguntándose cuál es el contenido del arte y por qué este debe ser
representado (¿por qué tenemos arte?). Hegel encuentra el fin del arte en despertar
y vivificar los sentimientos, inclinaciones y pasiones. Que el humano sienta todo lo
que puede experimientar, soportar y producir. Y tal excitación no se produce por la
experiencia real, sino por la apariencia de la misma, por cuanto el arte, por un
engaño, pone sus producciones en lugar de la realidad. El arte está llamado a
descubrir la verdad bajo la forma de la configuración artística.

La muerte del arte.

Hegel entiende el arte dentro del espíritu absoluto, y afirma en la introducción a las
Lecciones de estética que es algo del pasado. Quiere esto decir que da el arte como
realizado, pero no le resta importancia, ya que lo ubica junto con la religión y la
filosofía, como una de las prácticas mediante las cuales las comunidades dan
cuenta de sus intereses sustanciales y actualizan su libertad.
BIBLIOGRAFÍA

 Immanuel, K. (1984). Crítica del juicio.


 Hegel, G. W. F. (2014). Estética. Giulio Einaudi Editore.
 Platón, D. (1992). Gredos.

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