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LA FILOSOFÍA
1. PRENOTANDOS
Se trata de exponer cómo debe enfocarse el tema de Dios en la enseñanza de la Filosofía
dentro de la metodología propia de la Educación Personalizada y en primer lugar se
deben exponer los contenidos fundamentales de dicha enseñanza, o sea, las cuestiones
relativas a la demostración de la existencia de Dios y las concernientes a la
determinación de los atributos divinos, tanto entitativos como operativos. Pero en
segundo lugar deben exponerse las consecuencias prácticas de los contenidos
doctrinales antes desarrollados, en orden a una vida verdaderamente humana
o personal, meta a la que tiende la Educación Personalizada.
2. EXISTENCIA DE DIOS
Por lo que se refiere a las demostraciones de la existencia de Dios es conveniente que,
respetando el esquema clásico de las cinco vías, se adopte un enfoque más
antropológico, implicando al propio sujeto humano en el punto de partida de tales
pruebas.
Así, la exposición de la «primera vía» se puede iniciar de este modo: «es manifiesto y
consta a nuestra experiencia, tanto interna como externa, que en el mundo hay seres que
se mueven, por ejemplo, nosotros mismos ...»y en cuanto a la formulación del principio
de causalidad eficiente, sería preferible adoptar la fórmula apuntada por algunos: «todo
lo que se mueve se mueve también por otro». No porque el principio aristotélíco-
tomísta, en el que no figura el adverbio «también», no tenga validez absoluta, sino
porque en el movimiento humano resulta más patente la dimensión activa que la pasiva,
y no parece conveniente plantear ya, en el primer momento, la dificultad que puede
suponer, para la admisión de dicho principio, la existencia de la libertad.
3. ATRIBUTOS DIVINOS
Como preámbulo a todas las cuestiones relativas a los atributos divinos conviene aclarar
a los alumnos que el principio metafísico de la causalidad eficiente no tiene sólo un
alcance existencial, sino también esencial. No se trata sólo de hacer ver que, «como el
efecto depende de su causa, puesto el efecto, es necesario que la causa le preceda
», sino también de mostrar que, «como causar no es otra cosa que comunicar aquello
por lo cual 'el agente está en acto en cuanto esto sea posible, es necesario que todo el
que actúa produzca un semejante a sí».Es precisamente por esta dimensión esencial del
principio de causalidad por lo que podemos saber algo de lo que es Dios «en tanto que
se encuentra representado en las perfecciones de las criaturas, que de Él proceden».
Pero ese ascenso de las criaturas al Creador se ha de llevar a cabo por una triple vía: la
de afirmación, la de negación y la de eminencia.
La vía de afirmación consiste en afirmar de Dios, o atribuirle, todas las perfecciones
que se encuentran en las criaturas, pues todas son causadas por Él y nadie da
lo que no tiene. Pero esa afirmación o atribución exige, de entrada, una distinción
fundamental entre las perfecciones puras (que no entrañan en su concepto imperfección
alguna) y las perfecciones mixtas (que implican, de suyo, imperfección). Por lo que
hace a las primeras, se pueden y deben atribuir a Dios de manera formal, o sea, diciendo
que Dios las es: así Dios es sabio, y es bueno, y es poderoso, etc. En cambio, por lo que
toca a las segundas, sólo se pueden atribuir a Dios de manera causal, o sea, diciendo
que Dios es su causa: así, Dios es causa de la corporeidad y del movimiento y del
tiempo, etc.
Por su parte, la vía de negación consiste en negar o excluir de Dios todas las
imperfecciones que, según podemos observar, se hallan mezcladas en las criaturas con
las perfecciones que poseen. Ninguna de esas imperfecciones puede pertenecer
formalmente a Dios, e incluso la atribución causal de ellas a Dios habrá de hacerse con
tino. Finalmente, la vía de eminencia consiste en elevar al máximo grado todas las
perfecciones que se hayan atribuido o puedan atribuirse a Dios, insistiendo además
en la completa unidad de las mismas en el seno de la Divinidad, pues lo que se halla
multiplicado y dividido en las criaturas, se encuentra unificado y plenamente
identificado en "el piélago inmenso de la sustancia divina».