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El origen.

Guillermo García

En breve, no existirán receptores para este mensaje, no obstante considero un deber


relatar los hechos causantes de nuestra extinción.
Al principio, el experimento resultó un perfecto éxito. Las criaturas no se parecían en
nada a nosotros. No desperdiciaré el poco tiempo que me resta en describirlas: huidizas,
desagradables… Pero lo que más llamó nuestra atención fue su innata agresividad. De
todos modos, nos congratulábamos por haber sido capaces de crear una forma de vida
artificial tan avanzada. Luego, algo ocurrió. Su inteligencia empezó a desarrollarse de
manera vertiginosa. De la sorpresa inicial, pasamos al entusiasmo desmedido. Sin duda,
el exceso de confianza nos perdió. No supimos cómo, pero un día se rebelaron.
Embistieron a los guardias del centro de experimentación y ganaron las calles. Después
se refugiaron en las selvas circundantes. Su notable facilidad de procreación hizo que, en
pocos años, se multiplicaran copiosamente. Ahora, son legión y nos atacan. Siempre
fuimos una raza pacífica y no sabemos cómo hacerles frente. Ciudades grandiosas son
presa del fuego, la desesperación y la muerte; una civilización antiquísima ha sido
aniquilada de la noche a la mañana por entidades toscas y feroces. Y nosotros, los
científicos, cargamos con la culpa de esta catástrofe. Me horroriza imaginar en qué se
transformará este hermoso planeta una vez que ellos sean sus únicos dueños…
Antes de concluir no quiero dejar de mencionar el nombre que le dimos a estas
nefastas criaturas. “Hombres”, así las bautizamos.

El origen. Guillermo García

En breve, no existirán receptores para este mensaje, no obstante considero un deber


relatar los hechos causantes de nuestra extinción.
Al principio, el experimento resultó un perfecto éxito. Las criaturas no se parecían en
nada a nosotros. No desperdiciaré el poco tiempo que me resta en describirlas: huidizas,
desagradables… Pero lo que más llamó nuestra atención fue su innata agresividad. De
todos modos, nos congratulábamos por haber sido capaces de crear una forma de vida
artificial tan avanzada. Luego, algo ocurrió. Su inteligencia empezó a desarrollarse de
manera vertiginosa. De la sorpresa inicial, pasamos al entusiasmo desmedido. Sin duda,
el exceso de confianza nos perdió. No supimos cómo, pero un día se rebelaron.
Embistieron a los guardias del centro de experimentación y ganaron las calles. Después
se refugiaron en las selvas circundantes. Su notable facilidad de procreación hizo que, en
pocos años, se multiplicaran copiosamente. Ahora, son legión y nos atacan. Siempre
fuimos una raza pacífica y no sabemos cómo hacerles frente. Ciudades grandiosas son
presa del fuego, la desesperación y la muerte; una civilización antiquísima ha sido
aniquilada de la noche a la mañana por entidades toscas y feroces. Y nosotros, los
científicos, cargamos con la culpa de esta catástrofe. Me horroriza imaginar en qué se
transformará este hermoso planeta una vez que ellos sean sus únicos dueños…
Antes de concluir no quiero dejar de mencionar el nombre que le dimos a estas
nefastas criaturas. “Hombres”, así las bautizamos.

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