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HISTORIAS PARA QUITAR EL MIEDO GUSTAVO ANDRADE RIVERA

PERSONAJES Gerónimo – ¡Apúrate abuelo!


NIETO SOLDADO #1 Crisanto – ¡Vamos Abuelo!
ABUELO SOLDADO #2
Prudencio – ¡Hay que correr abuelo!
LA GAITANA GERÓNIMO
YAGUILGA CRISANTO Gerónimo – ¿Pero qué le pasa, abuelo? Todos de afán, todos
ÍNDIO PRUDENCIO listos, con las cosas más indispensables, y usted tan tranquilo.
CÁNDIDO
Crisanto – Esto es serio abuelo. Esa gente está encima. Los vio
Gerónimo bajando a loma del tigre usted sabe que de allá hasta
La acción en un acto. Pero dentro del acto hay una especia de aquí apenas hay una hora escasa.
prólogo y se encuentran tres historias – sin más separación que
oscurecimientos del escenario – que exige decorados distintos. Prudencio – No nos retrase, abuelo, que hay mujeres y niños,
que esa gente no respeta.
En consecuencia:
(Mientras suceden las voces, el abuelo ha ido saliendo
PRÓLOGO lentamente a escena. Lleva al nieto de la mano)
Ningún decorado. Se realiza sin alzar el telón, por delante de él Abuelo – Vayan sin mí.
y a media luz. Personas que corren – campesinos – que van y
vienen de afán; es la desbandada, es la fuga porque llegan los Gerónimo - ¿Que qué?
bandoleros. Luego, la escena queda desierta y se escuchan las Abuelo – Que vayan sin mí.
voces con que empieza la obra.
Crisanto - ¡pero abuelo!
Para esta historia de campesinos basta con sugerir tres casas y
cuyas puertas se tiendan Gerónimo Crisanto y Prudencia. Abuelo – No hay pero que valga.

Gerónimo – ¡Abuelo! Prudencio – Nos matan, abuelo. Si no corremos nos matan.


Abuelo – Yo no corro. No estoy para trotes y menos para
Crisanto – ¡Abuelo! carreras, en medio de la noche, acosado por… el miedo.
Prudencio– ¡Abuelo!

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Gerónimo – Nosotros lo llevamos abuelo, a ratos al trotecito, a Gerónimo – Estamos solos, abuelo.
ratos en vilo… Usted solo tiene que dejarse.
Abuelo – (Contando imaginariamente sus hombres) Uno, dos,
Crisanto – Pero a prisita que no es el miedo lo que nos acosa. tres, cuatro, cinco… Diez hombres solos.
Prudencio – Son los bandidos, abuelo. Que usted sabe cómo Crisanto – Estamos desarmados.
son.
Abuelo – Si una escopeta sirve para matar un venado, también
Abuelo – Es el miedo. El miedo. Y ya dije que no corro, y no es buena para tumbar un bandido.
corro. No es cuestión de piernas, muchachos. Ustedes, y esa
Prudencio – Ellos son muchos.
media docena de cueros de venado, todavía frescos (los indica
imaginariamente) son testigos de que si no corro esta noche, Abuelo – El valor no se pone a contar cabezas ni municiones.
no es por cuestión de piernas ni de pulmones. Entiéndanme
Gerónimo – De todas maneras es arriesgado.
bien. Y no hay pero que valga ni bandidos que ya llegan. No
corro porque esta tierra es mía. No corro porque esta casa es Abuelo – Puede que sí. Pero también puede que no. Que no
mía. No voy a estar huyendo todas las madrugadas, solo porque pase del puro miedo, de otra escondida más en el monte, como
a unos carajos se le ocurrió andar haciendo de las suyas. Salir si no fuéramos los dueños de la tierra; los que tenemos el
corriendo es cobardía y hasta criminal. Para mí, que esa gente derecho a caminarla con la cabeza bien alta, contra el sol si es
prospera porque nosotros, todos nosotros, llenos de miedo les de día, y contra la luna si es de noche.
dejamos el campo libre. Tengo para mí que no nos matan,
Crisanto – Nosotros si nos vamos abuelo.
Gerónimo. No nos va a matar nadie si no corremos, si nos
quedamos en lo nuestro, bien sembrados como un estantillo, Abuelo – Pues bien, pues buen viaje. Vayan tranquilos, que aquí
como ese botalón que está ahí en el corral. No nos matan, los espero cuando les haya pasado el miedo.
Crisanto, si sabemos estarnos en lo nuestro, bien desafiadores
Prudencio – Por lo menos nos llevamos el niño.
como… como un animal recién parido. Esos perros, Prudencio,
porque son solo unos perros alharaqueros, no pasarán de Abuelo – Cuando yo tenía su edad, mi abuelo me cargaba para
olernos, a lo sumo… a lo sumo, como hacen todos los perros, todas partes, en las buenas y en las malas horas; y con él
alzarán una pata, nos mearán los tobillos, y se volverán a su aprendí el sabor de los tragos dulces y de los tragos amargos.
monte con el rabo entre las piernas. Decía que era para que me hiciera hombre. Ahora… Yo soy el

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abuelo y él es mi nieto, con migo ha de estar, también en las Abuelo – Es natural, es natural. Tener miedo es la cosa más
buenas y en las malas, para que vaya aprendiendo a ser natural del mundo. Sin tener miedo, el valor no tiene gracia
hombrecito. ninguna, porque esa es la gracia del valor: tener miedo y saber
quitárselo de encima.
(Voces y ruidos de personas que se van apresuradamente.
Quedan solo abuelo y nieto) Nieto - ¡Ya sé! Tener miedo es como tener puesta la camisa. Y
tener valor es quitarse la camisa. Es como las primeras veces
Abuelo – (Para sí mismo) Mañana volverán. Avergonzados y con
que fui a Charco Azul, cuando estaba aprendiendo a nadar, y me
el rabo entre las piernas, mañana estarán de nuevo aquí. Pero
daba miedo tirarme al charco; hasta que al fin me resolvía, me
su cobardía, la noticia de su cobardía, de su miedo, y la noticia
quitaba la camisa y cataplún, de cabeza al charco, sin nada de
del miedo y la cobardía de otros y otros y otros…. Que en sitios
miedo.
parecidos y a estas mismas horas de la noche, están saliendo en
fuga, llega hasta los forajidos. Eso los alienta y les da alas para Abuelo – Pues… pues sí. El miedo es eso, ni más ni menos. Una
sus fechorías. Qué bonito sería que nadie se fuera en un caso camisa. Una camisa que hay que quitarse para poner al sol y al
como este, que bueno que todos cuidaran lo propio, resueltos agua, y a lo que venga, el pecho desnudo.
a defender la tierra, la casa, la mujer y los hijos. Los bandidos
Nieto - ¿Tú has tenido miedo alguna vez abuelito?
no vienen donde saben que hay resolución. Y si llegan a venir,
se les hace frente. Con lo fácil que es defender lo propio, lo que Abuelo – Varias veces, hijo. Varias veces.
ha costado sudor, y lo que se quiere. (Haciendo indicaciones
Nieto – ¿Me quiere contar, abuelo?
imaginarias) Uno de vigía en el Cogollo del Cámbulo de la
quebrada y los demás regaditos detrás de la cerca de piedra. Y Abuelo – Tuve miedo… Tuve mido el día que le pedí a tu abuela
dejarlos entrar hasta el patio, hasta el mismo corredor, y luego que se casara conmigo.
encenderlos a lo que merecen, con munición venadera. En un
Nieto - ¿Era muy brava, la abuela?
dos por tres, los hombres que tenemos algo que defender les
hacemos saber a los bandidos, que la cosa no es tan fácil. (Al Abuelo – Oh sí! Era muy brava, pero no en el sentido que
nieto): ¿tienes miedo? piensas. Era brava, en el sentido de que conmigo, a mi lado,
hombro a hombro, me ayudó a seguir cuidando esta tierra que
Nieto – Sí abuelito, un poco, porque se fueron todos, pero no
mucho porque estoy contigo. Abuelo.

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heredé en poquito, salió de sus manos y de las mías. Claro que Abuelo – Porque ya te dije que en eso consiste el valor: en
sí, claro que la abuela era muy brava. vencer al miedo.
Nieto – ¿Y cuándo más tuviste miedo, abuelo? Nieto – Yo también tengo miedo.
Abuelo – Tuve miedo la madrugada en que naciste. Llovía tan a Abuelo – Es natural. Si me dijeras que no tienes miedo, pensaría
cántaros que la quebrada, tu Charco Azul, no daba paso. Y tu que mientes o que no eres un muchacho normal. Lo importante,
mamá se moría. ahora, es vencer el miedo. Mira: nosotros venimos de gentes
que cada vez que sintieron miedo supieron desterrarlo a punta
Nieto – Ya sé! Abuelito se quitó entonces la camisa, se tiró de
de valor.
cabeza a Charco Azul, y cruzó la quebrada.
Nieto – Yo quiero tener valor, pero no sé cómo se hace. Solo sé
Abuelo – Sí hijo. Me quité la camisa. En ambos casos me quité
quitarme la camisa.
la camisa de esta manera: en ambos casos me persigné. Una vez
santiguado, le dije a tu abuela lo que tenía que decirle; una vez Abuelo – Te voy a enseñar. Te voy a contar tres historias… tres
santiguado, miré al cielo a través de la lluvia y de los historias para quitar el miedo.
relámpagos, con la camisa tan mojada que se me veía el pecho,
Nieto – Cuente, abuelo.
y dije muy pasito, muy pasito para que los truenos no me
taparan la voz: Dios mío, lleva a la muchacha a donde ya te Abuelo – Va la primera.
llevaste a mi yerno, si esa es tu voluntad, pero déjame a salvo
Nieto – Va la primera. (Acomodándose para escuchar).
lo que ha de venir, y que sea hombre para que cuando yo
muera, haya quien cuide esta tierra que Tú le diste a mi abuelo Abuelo – Esta historia es muy vieja. Tiene muchos años, ocurrió
y que yo heredé de sus manos. en el sur.
Nieto – ¿Y ahora, tienes miedo? (Se levanta el telón y empieza a iluminarse la escena.
Numerosas esculturas agustinianas. La Gaitana y Yaguilga, con
Abuelo – Ahora también tengo miedo.
signos de dolor, contemplan las estatuas).
Nieto – ¿Por qué no te fuiste, entonces, cuando se fueron los
Abuelo – Es la historia de la Gaitana y de Yaguilga
otros?
Nieto - ¿Quién es la Gaitana?

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Abuelo – (Mostrándola): La Gaitana era la Cacica de muchos Yaguilga. – Yo no soy bella, madre. Pero Pigoanza me amó, y
indios que vivían en paz. eso me hizo parecer hermosa.
Nieto – Parece que llora, ¿por qué llora? Gaitana. – Eres hermosa. Tan hermosa que mira, cuatro
trabajos echados a perder porque Pigoanza no estaba seguro de
Abuelo – Porque los españoles dieron muerte a Pigoanza.
ser fiel a su belleza.
Nieto - ¿Quién es Pigoanza?
Yaguilga. – La culpa es mía por no estar quieta. Pero Pigoanza
Abuelo – Pigoanza, el hijo de la Gaitana, era un escultor. Mira decía que la culpa era de él. Que una cosa era esculpir sapos y
todas esas estatuas. culebras y mujeres ventrudas, y dioses a quienes no se ha visto
la cara, y otra cosa llevará a la piedra sin ida todo lo que es vida,
Nieto - ¿Las hizo él?
a una piedra inmóvil, todo lo que es movimiento; a una piedra
Abuelo – Las hizo él. negra, todo lo que es luz. Agregó que como esta cantera no
tiene fin, no iba a descansar hasta dejar la estatua a su gusto,
Nieto - ¿Y quién es Yaguilga, y por qué también llora?
tal como soy, aunque en ello gastara la vida
Abuelo – Yaguilga era una princesa india. Y llora por la muerte
Gaitana. – Era un artista, Pigoanza era un artista. Me decía que
de su novio Pigoanza.
no lo era Que solo era un afán, un afán en todo el cuerpo: En los
Nieto – Me gusta Yaguilga. Tiente linda cara y lindo el nombre. pies, que siempre lo traían a esta cantera, en las manos y en los
¿Cómo sigue la historia? dedos, que siempre lo ponían a trabajar, a pulir las piedras, casi
sin darse cuenta, una fiebre que no lo dejaba descansar,
Abuelo – Calla, y verás cómo sigue la historia.
llevándolo como loco de peñasco en peñasco. A veces hacía una
Gaitana. – (A Yaguilga, pero también para sí misma): Pigoanza pausa y pensaba – ¿en qué piensas Pigoanza? - Pienso, madre,
era un artista. Siempre lo fue. Nada se escapó a sus manos de muchas cosas, y entre las cosas que pienso, pienso en el
artista. (Se va acercando a las estatuas a medida que habla). Los asombro que pondrán los que vean estas cosas dentro de cien
animales que nos rodean… La maternidad de nuestras años, mil años. Pensaran que fue, cosa de locos, me prometió
mujeres… Y nuestros dioses… Solo dejó sin concluir lo mejor, la una estatua, después de terminar la tuya. Decía: - Quiero hacer
estatua de la belleza perfecta, copiándola de la más bella de tu estatua, madre, porque quiero hacer el monumento a la paz.
nuestras princesas. Quiero copiar tu porte, tu nobleza, tu serenidad… Tu paz; la paz

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que le has dado a tu pueblo que vive y trabajó en paz desde Gaitana. – Por eso os hice venir, dejando en soledad los bohíos,
hace docenas de lunas. – y agregó: - Debe ser horrible, madre, y sin brazos las cementeras, porque no es hora de cosechas si
que algo o alguien, te hurgue las entrañas, el fondo del alma, y no de venganza.
te convoque tempestades y cóleras. – Ahora, ahora, ahora estoy
Los indios – ¡Ohhh…!
sin paz. A muerto Pigoanza y no hay paz, no puede haber paz.
Los hierros extraños, que lo desangraron, que le dieron muerte, Gaitana. – Haremos la guerra al blanco. Yo y Yaguilga, la dulce
son hierros que me arden, que están en mis entrañas virgen viuda, estaremos al frente de vosotros, yo seré la
hurgándome, como él decía, convocando en mi alma, primera en clavarle mi cuchillo en el asesino, y le vaciaré los
tempestades y cóleras. (A grandes voces): No hay paz, no hay ojos, luego lo llevaré, ciego, atado a mi cintura, como un
paz, y que haya venganza. cachorro, de bohío en bohío; descalzo para que las rocas que
no alcanzó a tallar Pigoanza, le destrocen la carne, se le vaya la
(Un indio se ha acercado a Yaguilga y esta le avisa a la Gaitana)
maldita sangre y se muera poco a poco.
Yaguilga. – Madre, se han reunido los hombres, las mujeres y
Los indios – ¡Ohhh…!
los niños, esperan tu palabra.
Gaitana. – Los blancos dan muerte a la distancia, con extrañas
Gaitana. – (Al público, como si allí estuviera su gente)¡No hay
macanas que truenan. Les opondremos nuestras flechas que
paz, no hay paz, y haya venganza! (baja la voz) Tristes noticias,
saben silbar en el viento, y que también llevan la muerte desde
mis bravos guerreros, porque Pigoanza a muerto.
lejos. En sus puntas envenenadas. Los blancos blanden extrañas
Los indios – (Grabación o disco) ¡Ohhh…! armas relucientes que abren los cráneos de un tajo. Les
opondremos nuestras lanzas de chonta que atraviesan una
Gaitana. – Fue muerto por los blancos.
danta de parte en parte. Los blancos montan extraños animales
Los indios – ¡Ohhh…! de patas veloces y pujantes, y pisotean a nuestros guerreros.
Les opondremos nuestros pies desnudos, que conocen todos
Gaitana. – Ya no soy más la cacica de la paz, ni vosotros seréis
los caminos y que saben ser silenciosos para el asalto en
indios pacíficos, porque con la muerte de Pigoanza, ha sonado
sorpresa. Nadie tema a los blancos. No los teman los hombres
la hora de la guerra.
que saben ser más astutos que el tigre, más veloces que el
Los indios – ¡Ohhh…! venado, más robustos que la boa, más ágiles que la pantera. Yo
iré con vosotros a la pelea.

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(Salen la Gaitana, Yaguilga y el indio que aviso a Yaguilga) Les habían dado una mision. La orden de ir a algún sitio. Era una
orden militar, que Cándido y sus compañeros no sabían para
(La escena se obscurece. Luz únicamente y muy tenue, sobre el
que servía. Pero las órdenes militares no se discuten. Iban pues,
abuelo y nieto, que vienen hacia el público desde el extremo
a cumplir la orden. De pronto…
donde el director los haya colocado al empezar a hablar. La
Gaitana. Cambios rapidísimos en el decorado. Y de nuevo la luz, (se escuchan ráfagas de ametralladora, y Cándido y los dos
a medida que hablan Abuelo y Nieto) compañeros se tienden. Se parapetan).
Abuelo – ¿Te gustó la historia? Soldado 1o – Nos salvamos por un pelo.
Nieto – Me gustó mucho. Pero va solo una, y me prometiste Soldado 2o – Por medio pelo.
tres.
Cándido – ¿Y quién asegura que nos hemos salvado?
Abuelo – Hay que tener paciencia. Ahora va la segunda.
(Se acomodan los tres de manera de continuar el diálogo dando
Nieto – Va la segunda. (Buscando acomodo para escucharla) frente al público).
Abuelo – esta historia es fresca, casi reciente. ¿Cuántos años Soldado 1o – La verdad sea dicha, ese plomo que nos mandaron
tienes? es solo un saludo, como para empezar. Y de ametralladora nada
menos.
Nieto – Voy a cumplir los diez.
Soldado 2o – Pues yo aseguro que nos salvamos porque de aquí
Abuelo – Pues esta historia tiene casi diez años. También
me devuelvo. Ni loco que estuviera para entrarle a una
ocurrió en el sur, bien al sur, entre la selva y los ríos, y la guerra.
ametralladora con un solo fusil.
El héroe se llama Cándido. Cándido era un campesino. Un día
vinieron los del reclutamiento y se llevaron a Cándido para el Cándido – Pues que toca, toca. Y eso es lo que vamos a hacer,
cuartel. Otro día estalló la guerra y Cándido viajó al sur, a ya que esas son las órdenes. Clarito lo dijo el sargento: soldado
defender la patria. Y otro día, Cándido y dos compañeros, otros Cándido escoja dos compañeros y lléguese hasta el caucho que
dos soldados, iban por la selva… domina aquella hondonada, háganse un andamio en la copa del
caucho, donde quepan los tres, y que nadie pase por ese
(Salen Cándido y los dos soldados. Portan fusile. Cándido
además, lleva machete al cinto)

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camino. Yo los escogí a los dos ustedes, y aquí estamos, con el Soldado 1o – Cobarde!
caucho a la vista.
Soldado 2o – ¿Cobarde yo? ¿Y quién te sacó del Orteguaza que
Soldado 1o – Bien a la vista que está. Solo que el sargento no bramaba de crecido, la vez que te…..
nos contó que el caucho podía tener inquilinos.
Soldado 1o – Entonces, (mostrando hacia la ametralladora), ahí
Soldado 2o – Maldita sea, cuando Cándido se le ocurrió pensar esta tu Orteguaza, con el agua que da al cuello.
en nosotros para este trabajito.
Soldado 2o – En ese río si no nado.
Cándido – No los escogí a ustedes la otra noche, en Florencia,
Soldado 1o – Cobarde!
cuando el sargento me dijo donde parar un buen baile si íbamos
con otros dos? ¿ y no los escojo siempre a ustedes, para Soldado 2o – Solo pido armas iguales. Al río me le boté porque
repartirles cigarrilos y trago? sé nadar. Pero esos (indicandolos) están con ametralladoras, y
nosotros solo con fusiles. Mejor no dejemos viuda a mi novia.
Soldado 1o – Lo del baile de Florencia es verdad.
Soldado 1o – Yo tambien tengo novia, y tambien le prometí
Soldado 2o – Y también lo del trago y los cigarrilos, pero porque
volver vivo… y ella prometió esperarme. Si vuelvo vivo nos
para robar al comisariato hacen falta por lo menos tres.
casamos.
Soldado 1o – Hablando de trago, esto me recuerda que nada
Soldado 2o – Tu novia se casa con el primero… (El soldado
mejor que un buen trago para matar un buen susto.
primero hace ademán de agredirlo. El soldado segundo
Soldado 2o – El susto de ahora vale por cuatro. Por cuatro continúa conciliador): Bueno, bueno, tu novia y la mía se casan
tragos. con el primero que vuelva de la frontera. Lo que quieren todas
las mujeres es un héroe bien vivo.
Cándido – (sacando la cantimplora y ofreciendola). No se que
tanto haya aquí. Con tal que me dejen un sorbo, bebanse el Cándido – Todas no.
resto. (la cantimplora pasa de boca en boca).
Ambos – ¿También tienes novia?
Soldado 1o – Bueno, ¿y ahora qué?
Cándido – Tengo mujer. Mi mujer espera un hijo. Mi mujer y mi
Soldado 2o – Ahora me vuelvo por donde vine. hijo solo me esperan a mí. Pero también esperan ser libres. Si

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cuando todos regresen, yo no regreso, mi mujer y mi hijo sabrán Soldado 2o – ¿Por qué lo haces?
que no esperaron en vano, porque en los brazos de los que
Cándido – Por mi mujer y mi hijo. Y porque sepan esos carajos
vuelvan les irá algo de libertad. (silencio momentáneo de todos).
para que sirve un machete.
Soldado 1o – ¿Entonces qué?
(Se incorpora y corre en zigzag haci a la ametralladora, que
Cándido – Entonces, valor! empieza a disparar.A la primera ráfaga cae, herido en una
pierna. Cojeando, se incorpora y vuelve a correr. Nueva ráfaga,
Soldado 2o – Fusil… fusil… solo un fusil. (Mientras sopesa el
y cae herido de la otra pierna. Arrastrándose, sigue hacia la
fusil, mira hacia la ametralladora y de nuevo al fusil).
ametralladora, de frente, recibiendo en el cuerpo la tercera
Cándido – (mostrando el machete). Y también machete, solo un ráfaga. Pero llega, y funciona el machete. Finalmente, se
machete. Y valor. Valor que consiste en no tener miedo, a pesar desploma, muerto, sobre la ametralladora callada, mientras
de que las armas no sean iguales. corren hasta él sus dos compañeros. Se oscurese la escena para
el rápido cambio de decorados, y se oyen las voces del Abuelo y
Ambos – ¿Machete?
el Nieto, que vienen hacia el público desde el extremo donde se
Cándido – Sí, machete.Ya verán. ¿Cuántos hombres tienen una colocaron para la acción que acaba de pasar).
ametralladora?
Nieto – ¿Ese es el final de la historia?
Soldado 1o – Tres.
Abuelo – Ese es el final de la historia.
Soldado 2o – Siempre son tres.
Nieto – Me gustó mucho. Por todo… pero sobre todo porque el
Cándido – (Blandiendo el machete). Pues… uno, dos y tres. héroe se llama Cándido, el mismo nombre de mi papá.

Soldado 1º – No llegas. Abuelo – Es que… hijo, ese Cándido se llamaba Cándido


Leguízamo, y era tu papá.
Soldado 2o – Antes de llegar te vuelven cedazo.
Nieto – ¿Mi papá? ¿Mi papá de verdad verdad?.
Cándido – ¿Nunca persiguieron un armadillo? Pues va a ser lo
mismo. Ustedes no hagan si no mirar. Abuelo – Tu papá de verdad verdad.

Soldado 1o – Estás loco. Nieto – Entonces es una historia cierta.

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Abuelo – Todas las historias son ciertas. Esa es la gracia de las Nieto- ¿Tú y yo, abuelo? ¿Yo también hago parte de la historia?
historias; que no son cuentos, cosas inventadas, sino cosas que
Abuelo- Tu también.
pasaron de verdad, cosas que ocurrieron, cosas que vivieron las
gentes que vivieron antes de nosotros. Nieto- Ahora si creo que las historias si son cosa de verdad.
Nieto – Con esta historia van dos. Falta la tercera. Abuelo – Vas a creer, vas a creer.
Abuelo – Tres te prometí, y tres te voy a contar. Nieto – Y yo… ¿por qué hago parte de la historia que vas a
contar?
Nieto – Va la tercera.
Abuelo – Porque es una historia de campesino. La historia de
Abuelo – Va la tercera. Mira, ahí están los personajes de esta
Gerónimo, de Crisanto, de Prudencia… la historia de tu abuelo,
historia.
del abuelo de tu abuelo y de la tuya; la historia de todos los
(Se ilumina la escena. Aparecen, tendidos a las puertas de sus gerónimos, los crisantos y prudencias; de todos los abuelos
casas, Gerónimo, Crisanto y Prudencia). como yo, y de todos los nietos como tú, que no viven en la
ciudad sino en el campo. Nuestra historia. La pequeña historia
Nieto – (Corre hacia el primero): Pero si es Gerónimo! (Corre
de todas nuestras cobardías y valentías; de las flaquezas y los
hacia el segundo). Y este es Crisanto! (Al tercero) Y esta es
heroísmos que nadie sabe, a veces ni nosotros mismos, porque
Prudencia. (Se asoma por uno de los laterales): y ahí estan
son cosas comunes y corrientes que ocurren todos los días.
todos, todos los demás! Ya volvieron abuelito! Qué bueno que
ya volvieron. Nieto - ¿Todos los días?
Abuelo – Ya volvieron. Ya es la madrugada, y ya volvieron, con Abuelo – Todos los días.
el rabo entre las piernas, avergonzados de su cobardía…
Nieto – ¿Y dónde ocurren todas esas cosas?
Nieto- ¿Y dices que ellos, Gerónimo, Crisanto, Prudencia y todos
Abuelo – Pues aquí en el trabajo, de sol a sol y también por la
los demás, son las personas de esta historia?
noche.
Abuelo- Sí, ellos son los personajes de esta historia. Ellos, y yo,
y tú.

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Nieto – Yo pensaba que eso del valor y del miedo ero solo Abuelo- Te lo voy a mostrar. (A Gerónimo): Cuenta la que te
cuando había guerra, como en las dos primeras historias; o hizo el sol.
como ahora, pero por causa de los bandidos.
Gerónimo- (Se incorpora, habla y se comporta como un
Abuelo – Pues te voy a mostrar que en el campo hace falta valor sonámbulo, como personaje de la historia que está contando)
todos los días, porque se siente miedo de todo y por todo. Si, se Yo, y el abuelo, y Crisanto y Prudencia, y todos habíamos
siente miedo hasta del sol. trabajado mucho: tumbamos monte, limpiamos la tierra, la
aramos y la sembramos. Antes de sembrar hice mis cálculos.
Nieto – Yo no le tengo miedo al sol. El sol es mi amigo. Le tengo
Antes de sembrar miré al sol, y le vi buena cara. Había hartas
miedo a la noche, porque es oscura y rezo para que el sol salga
nubes en el cielo y me dije: es tiempo de sembrar, que antes de
ligero y se vaya la noche. Por eso el sol es mi amigo.
ocho días llueve. Y sembramos. Lo sembrado nació, pero
Abuelo – Es amigo de todos. El sol… es la vida. Cuando sale, por pasaron los ocho días sin llover, y las maticas se secaron. Pensé
las mañanas, sale como aventando manotadas de vida. El que me había equivocado de cálculos, volví a mirar al cielo y al
mundo, que está callado, se despereza y empiezan los ruidos, y sol, y volvimos a sembrar seguros de buena ll uvi a la semana
esa es la señal de que está vivo. El ruido es señal de vida, por si siguiente. Pero arriba el sol seguía brillando, y ya no hubo más
no o sabías. Cantan los gallos, braman los terneros, relinchan nubes. Lo nacido se volvió a secar. Y también lo sembrado y
los potros, y estoy seguro de que estoy vivo cuando me gritan: nacido por tercera vez. Fue un verano horrible que duro casi dos
abuelo que se enfría el tinto; y con el pocillo en la mano me años. Todos tuvimos hambre. Y todos tuvimos miedo.
asomo al mundo, y ¿sabes que veo? Veo que todo vive: el pasto
Abuelo- ¿Y te fuiste por eso? ¿Dejaste la tierra, como un
que empieza a crecer y un burrito que empieza a trotar y a
cobarde?
mordisquear el pasto; las mazorcas de maíz que empiezan a
santiguarse con el viento de la mañana, y una bandada de Gerónimo- ¡No me fui! ¡Aquí estoy! ¡No me fui! (Vuelve a
pachócolos que empiezan a picotear las mazorcas. Y en el olor tenderse)
del café caliente llega el olor de la boñiga muerta, de la leche
Abuelo- (A Crisanto después de meditar unos momentos):
recién ordeñada, de los matorrales de mastranto, de poleo y de
¿Dónde están tus manos, Crisanto?
yerbabuena… Y a pesar de eso el sol da miedo.
(Crisanto se incorpora y, por toda respuesta, pone a la luz sus
Nieto- ¿Cómo hace el sol para dar miedo?
dos muñones).

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Abuelo- ¿Qué pasó con tus dos manos? va a ser la cosecha de este año, nos dijimos por la tarde, lleno
de esperanza y bajo un cielo encapotado que prometía lluvia
Crisanto- (También como sonámbulo): Verano y fuego es la
para toda la noche. El aguacero duró toda la semana, y eso ya
misma cosa. Fue en ese verano, en ese mismo verano. Todo
estuvo mal. Hubo que volver a sembrar aprovechando unos
estaba tan seco, tan tostado, que ardía verano. Todo estaba tan
días de sol, que solo fueron cinco. Cuando la tercera siembra
seco tan tostado que ardía solo. Dormía, y no me despertó el
se perdió por más lluvia, nos resignamos. Nos cruzamos de
primer gallo sino el olor a quemado. Mi rancho era un candelón
brazos nos resignamos, mientras los caminos se volvían
que alumbraba y alumbraba la madrugada. No hubo agua: la
quebradas, y las quebradas ríos, y los ríos bramaban de la
quebrada estaba seca; sin una gota de agua. Como un loco,
crecida. La tierra no se veía debajo del agua sino de lejos en
busque la mujer y los hijos. Fueron cinco viajes horribles, entre
lejos, en las lomas, Todo se aguarapó con ocho meses seguidos
el humo y las llamaradas. En el último viaje se me quedaron las
de invierno, y volvimos a tener hambre y miedo.
manos, entre los carbones del cajoncito del recién nacido.
Abuelo- ¿Y te fuiste por eso? ¿Dejaste la tierra, como un
Abuelo- ¿Y te fuiste por eso? ¿Dejaste la tierra, como un
cobarde?
cobarde?
Prudencio- ¡No me fui! ¡Aquí estoy! ¡No me fui! (Vuelve a
Crisanto- ¡No me fui! ¡Aquí estoy! ¡No me fui! (Vuelve a
tenderse)
tenderse)
Abuelo- Tampoco me fui yo. Y bastantes ocasiones de viaje
Abuelo- (Para sí mismo) Y cuando no es el verano es el
que he tenido en todos estos años. (Al nieto, que se ha
invierno. Cuando no es el sol es el agua (Aprudencia) Cuenta lo
quedado dormido) Hubiera podido irme, vender esto e irme,
tuyo Prudencia.
después de la noche aquella que ya te dije, la noche en que
Prudencio- (También cómo sonámbulo) Yo, y el abuelo, y murió tu mamá.
Crisanto, y Gerónimo y todos, habíamos trabajado mucho:
Esa noche no respeté el aguacero, los truenos, los rayos, los ríos
tumbamos monte, limpiamos la tierra, la aramos y la
crecidos, la enorme distancia, para llegar hasta el médico.
sembramos. Antes de sembrar miré al sol, y le vi buena cara.
Había hartas nubes en el cielo y me dije: es tiempo de (las voces se sugieren sean interpretadas por el mismo actor o
sembrar, que antes de ocho días llueve. Y sembramos. Lo voces en off)
sembrado nació y creció, porque llovió a los ocho días. Buena

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HISTORIAS PARA QUITAR EL MIEDO GUSTAVO ANDRADE RIVERA

- Doctor que se me muere la hija. Venga conmigo.


- ¿De noche y con éste tiempo? Estás loco.
- Yo pude venir, doctor; los dos juntos podemos volver.
- No con éste tiempo abuelito.
- ¡Eso! Eso, ¡doctor! Es que voy a ser abuelo; son dos vidas,
doctor.
- Ni por un millón de pesos me arriesgo, compadre.
Frente al cadáver de la muchacha tuve miedo, porque
comprendí que el campesino es un hombre solo, desamparado,
y pensé en la ciudad. Pero delante del muchachito recién nacido
me volvió el valor. ¡No me fui! ¡Aquí estoy! ¡No me fui! (Toma
al nieto dormido en los brazos, lo muestra al público, hace ver
que está sin camisa, se ha quitado la camisa, y concluye): ¡No
nos fuimos! ¡Aquí estamos! No nos fuimos.

TELON

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