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1. ¿Por qué cree que hay tanta variedad de semillas?

En los años 50 se planteaba que para poder alimentar a la población


creciente del mundo teníamos que tener nuevas tecnologías y semillas
mejoradas para producir más alimentos. Por eso se fueron creando los
nuevos híbridos, las nuevas variedades mejoradas y la gran variedad de
semillas. Los centros de investigación hacen exactamente lo mismo que
hacen los campesinos hace miles de años, pero digamos que en una forma
más dirigida y tecnificada. Entonces, en el mundo se creó un sistema para
proteger esos desarrollos tecnológicos. De esta manera se creó lo que se
conoce como Unión Para la Protección de Obtentores Vegetales (UPOV).
Con esto, a las empresas les dieron el derecho por haber desarrollado una
nueva variedad, les dieron la protección. En el tema de las semillas no se
habla de patentes, sino de derechos de obtentores vegetales, porque ha
habido una discusión mundial sobre si una semilla se puede patentar o no.
Hoy, el 80 por ciento de todas las semillas comerciales del mundo está
protegido legalmente por derechos de obtentores vegetales.

2. ¿Cree que el gobierno nacional debe crear políticas proteccionistas


para las semillas criollas y no permitir que las variedades autóctonas
se acaben?

Las semillas criollas constituyen el pilar fundamental de la soberanía


alimentaria, junto a la lucha contra la agricultura transgénica del oligopolio
agroindustrial multinacional. La defensa de la soberanía alimentaria parte
donde parte la cadena alimentaria, y esta comienza con las semillas.

El despojo de las semillas, perpetrado por las multinacionales contra los


campesinos, hace que el acceso a la tierra no nos sirva de nada, si vamos a
ser dependientes de ese oligopolio que busca la hegemonía sobre las
semillas.

Para los pueblos indígenas, afrocolombianos y campesinos las semillas


nativas y criollas son patrimonio colectivo, y son consideradas como bienes
fundamentales para la vida, la cultura, la salud, los sistemas tradicionales de
agricultura, para garantizar su soberanía y autonomía alimentaria y han sido
un seguro para enfrentar las crisis climáticas. En las comunidades locales,
las semillas siempre han circulado libremente sin restricciones y sin control
para su producción, usos y difusión. Es así que en el artículo 9° del tratado
internacional de recursos Fito genéticos se reconocen los derechos del
agricultor, tratado que no ha sido firmado por el gobierno colombiano y debe
ser una prioridad.

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