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Pese a que estaba muy asustado por lo fuerte de la lluvia decidí ver a través de la
ventana lo que sucedía allí afuera, fue maravilloso contemplar el descender de la
lluvia hasta el suelo, se produjo un agradable aroma que solo puede sentirse
cuando llueve, papá me dijo que a ese aroma se le llama Petricor; mientras
acontecía tan bello espectáculo pensé en Dios y en lo bondadoso que es.
Vi como todas las plantas, grandes árboles y sus flores algunas ya marchitas por la
sequía, se erguían y abrían sus pétalos para disfrutar cada gota que caía sobre
ellas, las aves volaban rumbo a sus nidos, en su alocado aletear y canto se podía
apreciar su gran felicidad; vi a mis amigos jugar alegremente chapoteando con sus
pies en los grandes charcos que la lluvia logró formar aquel día, sin duda alguna en
ese instante podía concluir que la lluvia trae consigo infinidad de beneficios y una
gran felicidad.
desafortunadamente ese día también ví, que algunas personas viven la lluvia de una
manera distinta, ¡parece que le temen! e incluso creo, que sienten que arruina sus
planes. Mi vecina victoria corría muy aprisa evitando a toda costa que su hija; mi
amiga Juliana se mojara, Julianita hace pocos días estuvo hospitalizada por una
fuerte crisis asmática. Escuché también a la mamá de Juan, gritar airadamente que
le ayudarán a guardar la ropa.
Aun pensando en cada caso que ocurría con mis vecinos y amigos ¡llegó mamá! Su
ropa empapada y su rostro de enfado me hizo suponer que no estaba muy contenta
por la lluvia, me dispuse a saludarla y a contarle mis apreciaciones respecto al tema,
pero ella con un fuerte grito me dijo: -¡acaso crees que quiero escucharte hablar
sobre la lluvia? hoy para mi ha sido una gran desgracia, planche mi cabello,
maquillé mi rostro, decidí usar mi mejor vestido y... ¡mira como estoy! la miré a los
ojos y tratando de entender su molestia y solo dije: - mamá lo siento. Y subí a mi
habitación.
Me recosté en la cama, el clima de ser axfisiante pasó a estar muy fresco y con mi
ventilador encendido sentí frío, así que me abrigue un poco con mi manta favorita,
desde mi habitación a través de la ventana pude ver que aún llovía, así que de
nuevo mi mente viajó, recordé las palabras del abuelo quien estuvo de visita hace
algunos días, nos dijo que el verano causó estragos en sus tierras, muchos de los
animales murieron asfixiados y sedientos, los cultivos solo dejaron grandes pérdidas
y su casa lucía triste por lo seco de los prados y sus marchitas flores, imaginé que si
la lluvia hubiese logrado llegar hasta allá, mi abuelo estaría feliz, imaginé sus vacas
sacando su áspera y larga lengua para apañar las gotas de lluvia, recordé la
quebrada y su gran peña de donde mis primos y yo hacíamos los clavados más
impresionantes, debía estar desbordante de agua y de felicidad retomando de
nuevo sus cauces.
con toda esa emoción, pensé en que mamá debía salir un momento y disfrutar
conmigo un poco de la lluvia, así que baje a buscarla y le propuse chapotear un
poco de agua; fue una pésima idea, se enojó aún más y de nuevo me fuí a la
habitación. La verdad no creí que mi madre se afectara tanto por la lluvia.
transcurrieron después de ese lindo Lunes ¡para mi! veinte y cinco largos y
asfixiantes días, el agua escaseó, las altas temperaturas eran insoportables, no
había ropa limpia, compramos agua para tomar y preparar los alimentos, nos
bañamos poco aquellos días, todo esto me hizo pensar en que desaprovechamos
mucho la lluvia, ¿si hubiésemos preparado como algunos de mis vecinos, tanques
de reserva, ductos que llevaran el agua hasta nuestra alberca y demás
precauciones, quizá no estuviéramos padeciendo tanto? de todos modos tenía que
decirle a mamá lo que pensaba para que estuviéramos preparados en otra ocasión;
además, quería profundamente poder estar bajo la lluvia y jugar con ella.